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Ciencia Sin Seso

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cienciay

técnica

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CIENCIA SIN SESO,

LOCURA DOBLE *

¿Estás seguro de que te quieres dedicar a lainvestigación científica en un país subdesarrollado?

porMARCELINO CEREIJIDO

* Baltasar Gracián

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¿Y si no estudiamos nuestra propia realidad...quién lo ha de hacer por nosotros?

RISIERI FRONDIZI, La universidad necesaria

Encuentro cada vez más difícil recomendarle estacarrera en investigación básica a los jóvenes bri-llantes que cada día me piden mi opinión.

PROFESOR DE BIOLOGÍA DE BERKELEY, suplementode Science: The end of the frontier?, Washing-ton, DC, enero de 1991

Dedicarse a la investigación, a menudo se debe auna crisis personal de hondas consecuencias, quesacrifica el éxito material en aras de una vocaciónincierta [...] A lo sumo, como dijo un informante,podrá dedicarse a "barrer los rincones" recogiendolos pocos resultados que quedaron sin cubrir en elextranjero [...1 algunos investigadores entrevista-dos, especialmente los más jóvenes, confiesan unasensación de futilidad [...] Para muchos, la investi-gación se vuelve una ocupación irreal, una formade escapismo y de parasitismo, en que el individuose pasa la vida jugando con algún tema que no dejahuella.

LARISSA LOMNITZ, La antropología de la investi-gación científica en la UNAM

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a mis colegas mexicanos, porque con sugenerosidad y sabiduría han acogido amuchos investigadores extranjerosque, como en mi caso, nos vimos forza-dos a alejarnos de nuestras patrias.

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INTRODUCCIÓN

Cuando oigo que en nuestro vapuleado tercer mundo* un cien-tífico maduro trata de convencer a un joven de que se dedique ala investigación, evoco, por supuesto, los amables consejos delos maestros que me iniciaron en la profesión de investigador:una de las más fascinantes que el ser humano puede desem-peñar. Pero cuando le oigo hacer las consabidas referencias aGalileo, Darwin, Pasteur y Einstein y, sobre todo, cuando ase-vera que su país necesita investigadores, no puedo evitarentonces una sensación de abochornada culpa ante la involun-taria estafa que se perpetra, pues sé muy bien que no le expli-cará al joven en qué consiste la profesión científica en el tercermundo, cuál será su integración al resto del quehacer local unavez que haya completado su formación, ni en qué condicioneseconómicas deberá vivir y trabajar.

Es el momento en que llamaría aparte a ese joven, lo invi-taría a tomar un café... y yo también trataría de convencerlopara que se dedique a la ciencia -actividad que, de nacer denuevo, yo volvería a elegir-, pero sin ocultarle otros aspectos denuestra profesión. Lo haría con muchísimo cuidado, evitandoque mi conversación lo disuadiera, pues los científicos lati-noamericanos somos demasiado proclives a desgarrarnos lasvestiduras; pero también con todo respeto, tomándolo como unapersona sensata que está por consagrar nada menos que suvida a una tarea que desconoce, y no como a un futuro sabioque comienza su carrera cometiendo la estupidez de dedicarsea ella sin saber de qué se trata. En realidad, he tomado tantosde esos cafés, que hoy se me ha ocurrido redactar un texto, estetexto, con mis puntos de vista sobre los temas que surgen conmás frecuencia en esas charlas.

Pero ¿no hay acaso miles de libros que narran la historia

* Aunque la situación internacional ha cambiado y, en rigor, ya no existeun tercer mundo al desaparecer el segundo (los países socialistas), se han uti-lizado a lo largo del libro estos términos porque han adquirido un estatuto con-vencional propio.

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de la ciencia y de cada una de' sus lumbreras? ¿No hay ya trata-dos enteros sobre su filosofía, su estructura, su política y sueconomía? ¿No hay suficientes manuales detallando carreras,becas e instituciones? ¿No hay oficinas repletas de solicitudes,pliegos de condiciones, fechas de presentación y directorios?¿No hubo ya ejércitos enteros de sabios eminentes que escri-bieron sus memorias? ¿Para qué un texto más?

La respuesta es que, para empezar, la mayor parte de lostratados mencionados se refiere al primer mundo; en cambio,uno de los puntos en los que insistiré en este texto es que nues-tra situación no se describe con sólo desteñir un poco esosesquemas, como si sólo difirieran cuantitativamente en ciertasuma de dinero. En segundo lugar, porque en mi función deevaluador en el Sistema Nacional de Investigadores de Méxicoa lo largo de los últimos años, he revisado varios miles de solici-tudes e informes, y acabé por convencerme de que sólo unpequeño porcentaje de los investigadores que fallan lo hacenpor falta de inteligencia y originalidad y que, en cambio, laenorme mayoría de los rechazos se debe a una falta de profesio-nalismo. Abunda entre nosotros el investigador ultraespeciali-zado, que sabe hacer las medidas que le enseñaron, obtener da-tos, analizarlos estadísticamente, pero que ignora la trama con-ceptual de la ciencia en la que su tema está engarzado; el quese esfuerza individualmente, o como subsidiario de su ex men-tor en el primer mundo; el que luego eterniza el estudio de esetema ocupándose de detalles triviales, porque no tiene autono-mía para abrir un campo nuevo, ni fundamentos para inven-tarse un enfoque propio -como si la ciencia ya estuviera a pun-to de conocerlo todo, se hubieran agotado los grandes proble-mas y sólo quedaran por resolver detalles- y, sobre todo, por-que cada investigador latinoamericano es esencialmente unlobo solitario: el trabajo grupal interdisciplinario es casi desco-nocido entre nosotros y, cuando se practica, no es raro que re-sulte penalizado por las instituciones.

Pero ¿dónde y cómo se enterará un joven de qué demonio esla profesión científica en nuestra postergada región? ¿Con quéinformación podrá hacer el ejercicio de suponer que ya se hagraduado, que ayer regresó de su beca posdoctoral en Columbiao Heidelberg, que ya le destinaron un laboratorio, un cargo deprofesor, y ahora debe mantenerse informado, creativo, produc-

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tivo, obtener dinero para costear sus proyectos, sostener suhogar, llevar sus hijos al dentista, comprarles ropa, e ir al cine?

Hoy es difícil ser un investigador profesional en el tercermundo, porque si bien ya tenemos las condiciones para formarinvestigadores tan buenos o tan malos como los del primero,debemos trabajar en el seno de culturas que no están prepara-das para albergar un aparato científico-técnico-productivo mo-derno, y se presentan los siguiente problemas:

a] Sumándose a ciertos coros posmodernistas, algunos per-sonajes de Latinoamérica se han puesto a despotricar contra laciencia y la tecnología, tal y como si alguna vez hubieran esta-do modernizados; tal como si, en consecuencia con sus pos-turas, estuvieran dispuestos a dejar de usar anteojos y novolver a leer por el resto de sus días, ni a encender la luz, ni ausar el teléfono, ni a ir al cine, o a resignarse a que las muelasse les pudran en la boca y aceptar que si a sus hijos se les infla-ma el apéndice cecal, revienten de dolor y mueran de peritoni-tis. Por el contrario, yo estoy convencido de que, si hay algunasolución a los problemas que afligen al llamado tercer mundo,requiere de conocimiento pues, francamente, no alcanzo aimaginar que la ignorancia sea el mejor medio para resolverproblema alguno.

b] Nos resulta muy difícil desarrollar un aparato científicoen nuestras naciones del tercer mundo y, sobre todo, vincularlocon el aparato productivo. Atribuimos tales dificultades a la su-puesta endeblez de nuestra ciencia, sin advertir que, por el con-trario, los productos de nuestra ciencia alcanzan un nivel de ex-celencia con el que por ahora nuestra industria no puede nisoñar. Así, los artículos científicos que producimos se publicanen las mejores revistas internacionales, nuestros investigadoresfiguran en los planteles de Harvard y Cornell, de Cambridge ydel Max Planck, nuestros sabios logran todo tipo de distincio-nes, incluido el famoso Premio Nobel; para equipararse, nues-tros industriales deberían, por lo menos, fabricar coches, avio-nes, fotocopiadoras y cámaras de calidad tal que pudieran com-petir en el mercado internacional con los Mercedes-Benz,Boeing, Xerox y Nikkon. Pocos advierten que la famosa "fuga decerebros" es un claro pero ominoso índice de que, gracias a nues-tra comunidad científica, uno de nuestros principales productosde exportación son los excelentes investigadores que producimos.

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c] Por aceptar obedientemente los diagnósticos monetaris-tas, y sobre todo la forma de organizar la tarea científica quedictan quienes administran el dinero, no los científicos, hemosacabado por convencernos de que la dificultad para desarrollarla ciencia y la tecnología en el tercer mundo es de índole econó-mica. El problema económico es grave, qué duda cabe, pero ladificultad central que tenemos con la ciencia no se origina enella, sino en nuestra visión del mundo. Incluso dentro del as-pecto económico, la gran dificultad no es únicamente por laparquedad del aporte de dinero, sino la increíble ineficienciaburocrática con que se lo usa que, entre otras cosas, quita a losinvestigadores de los laboratorios para abocarlos a tareas con-tables y administrativas.

d] Nuestra cultura en general parece no incluir a la cien-cia y a la tecnología modernas en su esquema constitutivo.Veamos tres situaciones que ilustran esta afirmación:

Primer ejemplo. Si bien a veces sólo nos han llegado unospocos rastros de su arte, para caracterizar una cultura deter-minada, digamos la del Hombre de Cro-Magnon, la cretense, ola olmeca, tratamos de averiguar si conocían la rueda, si utili-zaban el bronce, si habían desarrollado el concepto de cero, ocuáles eran sus esquemas astronómicos. Pero cuando se tratade nuestra propia cultura, la que tenemos hoy en día en el ter-cer mundo, su caracterización suele reducirse a la política, lasociología, la economía, la literatura, las artes plásticas y losbailes regionales. La ciencia no figura en la lista de compo-nentes.

Segundo ejemplo. En un programa de televisión, ocho inte-lectuales discutían sobre el "honor" y "orgullo" del toro de morirluchando en un ruedo. Obviando aquí el aspecto moral, opinoque el panorama intelectual de esos caballeros era propio de laEdad Media, pues ignoraban lo que en los institutos y universi-dades del tercer mundo cualquier estudiante sabe: que los torostienen vías nerviosas completamente análogas a las del serhumano, por las que se transporta información algésica muyexquisita; que esas vías parten de receptores con afinidadestereoquímica por trasmisores específicos exactamente igua-les a los nuestros; que al llegar al cerebro, las neuronas de esasvías hacen sinapsis con núcleos similares a los del cerebro hu-mano. En suma: que cuando "se les deshace los músculos, ner-

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vios y arterias del lomo con una lanza, se los sangra, se lesarponea con lacerantes banderillas y se les clava una espada,los toros por supuesto sienten dolor. De modo que, la visión delmundo con que se mueven algunos líderes intelectuales, parecehaberse quedado trabada allá por el siglo xvii, cuando RenéDescartes enseñaba que los gritos, la desesperación, las convul-siones y otras manifestaciones de sufrimiento de los animalestorturados, eran intrascendencias comparables al tañido delinerte carillón de un reloj, pero que en realidad los animales nosentían dolor alguno.

Tercer ejemplo. Ciertas casas comerciales que permanecenabiertas hasta medianoche se han tranformado en bocas deexpendio de libros de todo tipo. En el sector dedicado a la cien-cia, invariablemente encuentro libros de un tal Uri Geller, queafirma poder doblar cucharas con la fuerza de su pensamiento;o sobre el Triángulo de las Bermudas, de un señor Phillipot queasegura que el cáncer se cura comiendo ajo, limón y cebolla,además de varios otros escritos por excelentes divulgadores pri-mermundistas (Asimov, Thomas, Gould, Gamow). En cambio,dichos comercios no tienen ninguno de los libros escritos pordivulgadores y ensayistas científicos locales; por ejemplo, notienen los de la colección "La Ciencia Desde México", que reúnelibros excelentemente escritos por lo más granado de la comu-nidad científica mexicana.

He conversado con vendedores y encargados de dichos comer-cios, y me han explicado que ellos evalúan el costo de cadametro cuadrado de su tienda, de cada centímetro de escapa-rate, así como las preferencias de los compradores y, sobre esabase, deciden cuáles libros conviene ofrecer y con cuáles otrosperderían espacio, tiempo y dinero. Me han convencido de quesi yo fuera gerente y quisiera evitar la bancarrota no tendríaotra alternativa que operar del mismo modo, pues esta escan-dalosa situación no es causada por el afán de lucro de un puña-do de empresarios rapaces, sino por la exacta comprensión delas preferencias y expectativas culturales de nuestra sociedad.Haciendo gala de comprensiva bonhomía, uno de ellos llegó aexplicarme: "A un perfume usted debe ponerle un nombrefrancés, a una academia de karate uno japonés, y a un vinouna marca que evoque viejas abadías y casas señoriales. Demodo que la colección `La Ciencia Desde México' lleva un título

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por demás infortunado." Así nos ve nuestra propia sociedad.e] Después de estudiar la cultura, las escuelas filosóficas, la

ciencia y la tecnología del primer mundo, es frecuente que seusen sin más las conclusiones que les son propias, para tratarde manejar el conocimiento que tenemos en el tercero. Aun enel caso de que los esquemas logrados tras estudiar al primermundo fueran válidos, es de una estridente candidez suponerque debemos (y es posible) transitar los mismos pasos. Curiosa-mente, se sigue soñando con la cultura europeo-estadunidense,aun cuando, nomás en lo que va del siglo, esa cultura ha provo-cado dos guerras mundiales, y ha generado una bomba atómi-ca, otra de napalm, un fascismo, un nazismo, un Hitler, un Mus-solini, un Stalin, un Franco, un Salazar y una pléyade de ma-tasietes menores, pero no menos tenebrosos; además, cincuentaaños de riesgo atómico, así como la explotación, sojuzgamiento,venta, deforestación, y contaminación del resto del planeta. Enel fondo, temo que no nos molestaría en lo más mínimo repetiresa historia y cometer similares atrocidades, si seguir esospasos nos permitiera alcanzar el nivel de comodidad del que go-zan en el primer mundo.

f] Incluso en es _aros y felices momentos en los quenuestras sociedades destinan dineros para la tarea científica,no es insólito que lo hagan para acceder a reclamos de losinvestigadores (como si en realidad nadie necesitara pan,tornillos ni hospitales, pero así y todo se los fabricara y cons-truyera para tener contentos a panaderos, ferreteros y médi-cos). A veces, asignar sueldos y subsidiar algunos proyectos,no pasa de ser un acto de benevolencia social, de caridad ha-cia los investigadores, pero que en el fondo representa un la-mentable malgasto, formalmente semejante a la inversión enhospitales y personal para internar drogadictos, idiotas y pri-sioneros que por supuesto nadie necesita, y que con gusto yalivio verían desaparecer de sus presupuestos.

g] En el tercer mundo se suele creer que el mayor aporte dela ciencia reside en "el invento". Vista con dicha óptica, la cien-cia no sería más que una proveedora de superconductores,cohetes teledirigidos, teléfonos inalámbricos y supercomputa-doras que, o bien no se necesitan, o bien serán comprados alprimer mundo cuando llegde el momento. Se ignora que todatarea y logro humano,' desde plantar un vegetal hasta encender

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fuego, desde aislar un antibiótico hasta fabricar un lápiz, hapasado por períodos en los que fue novedad, objeto de explo-ración, error, juego, chiste, moda, exageración, disputa; en su-ma, trabajo social. Se ignora además que el conocimiento debeser confiable y que, así como se necesita que un amigo abogadoo arquitecto revise el contrato que hemos de firmar o la casaque estamos por adquirir, sin que "invente" absolutamente na-da, también se necesita de esa confianza cuando se autoriza auna empresa transnacional a que venda fármacos a nuestroshabitantes o introduzca un nuevo pesticida en nuestros campos.

h] Se da por sentado que el conocimiento es parcelable y,por lo tanto, que es posible tener científicos por un lado, filóso-fos por otro, docentes por un tercero; que es posible hacer unaciencia aplicada sin desarrollar primero una ciencia que sepueda aplicar. Por ejemplo, a los investigadores de las ramasbiológicas se nos fuerza para que nos concentremos en temastales como el hambre y el alcoholismo, como si tales flagelos sedebieran al desconocimiento del metabolismo de las proteínas odel etanol, o se esperara que curemos el cáncer antes de que lolleguemos a entender.

Por eso se me ha ocurrido preguntar a nuestros jóvenes:¿estás seguro de que te quieres dedicar a la investigación cien-tífica aquí en el tercer mundo? ¿Sabes en qué te metes cuandotomas esa decisión? ¿Cómo harás para orientarte? Por eso, elplan de este libro consiste: 1] en describir ciertos aspectos de lanaturaleza de la ciencia, la investigación, las instituciones y lospersonajes científicos que creo imprescindibles considerar paraser científico profesional, y 2] usarlos para hacer alguna sínte-sis que, espero, te ayuden a responder esas preguntas.

Como soy un investigador profesional, y por lo tanto mi com-petencia se reduce a una minúscula parcelita de la realidad,para ayudarte' a contestar me he visto en la necesidad dedesarrollar algunos tópicos que caen fuera de mi campo especí-fico de trabajo. Pero de todos modos me atreví a hacerlo, con elamateurismo de quien, sin ser cartógrafo, explicaría el caminoque conviene tomar para llegar al centro de la ciudad; con labuena y cándida intención con que trataron de orientarme mismaestros cuando, en su momento, ellos también pensaron quesi uno pone el mapa de Nueva York sobre las calles de BuenosAires, tarde o temprano encuentra a Wall Street. Por lo tanto,

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no me parece superfluo alertar a quien lea estas líneas a quetome cum grano salis lo que he de exponer, pues como decíaMontaigne: "Nadie está libre de decir estupideces, lo grave esdecirlas con énfasis." Recalco: éste no es un libro sobre la cien-cia, sino sobre la investigación profesional, tal como la practi-camos hoy en el tercer mundo.

Todos los puntos que abordo han sido temas de largas dis-cusiones con amigos y colegas investigadores, filósofos, artistas,empresarios, políticos, sacerdotes y estudiantes. Algunos mehan corregido una fecha, la sintaxis de un párrafo, o me aclara-ron un concepto epistemológico fundamental que yo siemprehabía usado equivocadamente; o bien, al comentarme pasajesdel manuscrito, me permitieron advertir que debían estar malredactados, porque eso era justo lo opuesto de lo que yo habíaquerido decir; también hubo quienes discreparon con mis pun-tos de vista y hasta los que incluso objetaron la respetabilidadde mis progenitores.

Tuve también experiencias sorprendentes. Para dar tresejemplos: puse tanto ardor en explicarle mis puntos de vista aun taxista haitiano en Nueva York que, identificado con misargumentos, el hombre me recomendó un libro (W. Rodney,How Europe underdeveloped Africa) sobre la brutal, sistemáti-

ca y milenaria represión premeditada del conocimiento africa-no y, en lugar de llevarme directamente al aeropuerto, ¡prime-ro me llevó a comprar el libro! Hubo colegas que me facilitaron

la comprensión de un aspecto detestable de la profesión cientí-fica... porque ellos mismos lo encarnaban a las mil maravillas.Finalmente, cuando entregué el manuscrito de este libro al es-critor y teórico literario Noé Jitrik, imaginando que se limitaríaa pulir mi redacción, sus observaciones sobre textos y discur-sos, así como acerca de las diversas vertientes de la creaciónintelectual fueron tan profundas y originales, que quedé con-vencido de que la formación de todo científico debería incluir,como parte esencial, un curso de literatura, no tanto para apre-ciar la belleza en la obra de los grandes escritores, sino por algomucho más fundamental en nuestra profesión: para aprender adiscurrir; en manos de Noé, el análisis de un texto es una cien-

cia exacta.

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Por dichas razones, agradecer esos enriquecimientos resul-ta automáticamente injusto con multitud de personas; con

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19todo, no puedo evitar mencionar algunos de los nombres de losmás sabios, aguerridos o perseverantes a lo largo de años, oque dedicaron más tiempo a mis manuscritos: Larissa Adler-Lomnitz, Hugo Aréchiga, Sergio y Clara Bagú, Mario Bunge,Fanny Blanck-Cereijido, Néstor Braunstein, Margarita y Fa-bián Cereijido, Elizabeth Del Oso, Refugio García-Villegas, Ro-lando V. García, Juan José Giambiagi, Lorenza González-Mariscal, Noé Jitrik, Marcos Kaplan, María Eugenia Modena,Herminia Pasantes, Frida Saal, Gregorio Selser, Jesús Val-dés... y aquí empieza la ingratitud.

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1. DE HOMINÍDEOS, MITÓMANOS Y CIENTÍFICOS

En este capítulo trataremos de averiguar cómo habrá surgidode pronto un organismo, el hombre, que se especializa en pen-sar; asimismo, qué forma habrán tenido los primeros modelosmentales que, con el andar del tiempo, se habrían de convertiren nuestra ciencia.

Me ha sucedido alguna vez que, estando de visita en un la-boratorio, alguien irrumpe y exhibe ufanamente un registro detrazos estrambóticos o una foto de borrones misteriosos o unatabla de valores arcanos. Todos los presentes los analizan, re-conocen su importancia, felicitan al colega... y uno se sientecomo el último idiota del universo por no entender qué ven devalioso en esa información. Del mismo modo, si a los pueblosque aún hoy mantienen un nivel de civilización similar al de laEdad de Piedra, les regaláramos manuales con la informaciónnecesaria para sintetizar medicamentos, fabricar anteojos yconstruir tractores, no mejoraríamos la desgraciada situaciónen la que se encuentran, pues no los podrían procesar; no lessignificarían nada, ya que para aprovechar la información senecesita poseer cierto tipo de conocimientos que permita asimi-larla. Porque si bien podemos almacenar la información endirectorios, manuales, bibliotecas o memorias de computado-ras, el conocimiento, en cambio, no puede ser guardado fueradel ser humano: para ser conocimiento requiere de alguien queconozca.'

El hecho de que quien conoce esté en mejores condicionesde incrementar su conocimiento, establece una suerte de círcu-lo vicioso que se retroalimenta y provoca esos impresionantes

1 Dice Huaman Poma de Ayala (Carta al Rey Felipe III de España): "Ypreguntó el dicho Inca a Fray Vicente quien se lo había dicho. Responde FrayVicente que lo había dicho el Evangelio, El Libro. Y dijo Atahualpa: dámeloa mí, para que me lo diga. Y así se lo dio y lo tomó en sus manos. Y dice el dichoInca que cómo no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro, hablando con granmajestad, sentado en su trono, y le echó el dicho libro de las manos." (Tomadode A. Tiren¡ y P. Labarca, Joaquín Luco: Dos historias de una vida).

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despegues civilizatorios que se producen esporádicamente a lolargo de la historia, con los cuales arranca una nueva cultura oa veces un nuevo imperio. Por el contrario, como dicen los chi-nos: "aprender es como remar contra la corriente: si no se avan-za, se retrocede"; la historia nos habla de pueblos que fueronactores en grandes civilizaciones, pero luego quedaron atrapa-dos en un círculo vicioso adverso que los embotó y los llevó a lamiseria de un mundo que les resultó incomprensible. De modoque la relación del ser humano con el conocimiento tiene queser dinámica, viva y productora.

Los pueblos que hoy perduran en rincones de África, deOceanía y de nuestra América, y a los que erróneamente lla-mamos "primitivos" (pues la cultura occidental no fue primitiva-mente así, dado que, entre otras cosas, esos pueblos no fueroncolonizados por la cultura occidental) tienen formas de creer,conocer y referirse a las cosas, que son diferentes de las nues-tras. Las culturas madres de la llamada "occidental" tambiéntuvieron creencias y marcos conceptuales que difieren drástica-mente de los que tenemos hoy en día; pero ésas fueron etapasen la elaboración del pensamiento actual, pues la forma deinvestigar que tiene la ciencia de hoy se fue desarrollando através de un complejo proceso histórico. De modo que Arquí-medes, Galileo, Freud, Mendel y Pauling, además de aportarconocimientos, contribuyeron a forjar el estilo de nuestro traba-jo científico y a aumentar nuestra capacidad de conocer. La es-tructura actual de la ciencia tampoco es definitiva, pues ha deseguir cambiando en tanto sean otros los seres humanos y lassociedades que investiguen y produzcan. Vale la pena, pues,partir de los posibles orígenes del pensamiento sistemático,para tratar de comprender cómo llegamos a acumular y siste-matizar un cuerpo de saber que llamamos "ciencia"; de qué ma-nera fuimos fabricando una herramienta tan curiosa como la"investigación científica profesional".

Hay quienes suponen que Dios no hace nada en vano, quetodo tiene un propósito, y que para cualquier lado que unomire, encontrará evidencia de su infinita sabiduría; para ellos,la naturaleza es un diseño divino. Quienes sustentan ese puntode vista consideran al hombre como un ser altruista que mar-cha en busca de "La" verdar y, en el camino hacia ella, va des-cubriendo leyes de la naturaleza que ya están ahí, pues han

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23sido promulgadas por Dios. En ese cuadro, un científico es unasuerte de teólogo que tiene como meta La Verdad, y que estu-dia la obra de Dios (la naturaleza) del mismo modo que podríaestudiar su palabra (la Biblia). Cuando un cabalista encuentraque dos palabras de la Biblia tienen la misma secuencia deconsonantes, no acepta que se trate de una coincidencia sinsentido ni importancia, pues no tolera la idea de un dios chapu-cero; más bien, se esfuerza por descubrir las razones de Diospara haberlas usado de ese modo, con la esperanza de descu-brir un secreto divino (véase Gershom Scholem, La cábala y susimbolismo). Análogamente, cuando un bioquímico encuentraque las secuencias de aminoácidos de dos proteínas distintastienen fragmentos idénticos o muy parecidos, no se encoge dehombros; más bien, busca una razón que explique la coinciden-cia, porque está convencido de que ello le mostrará un "secreto"de la naturaleza. Hemos heredado de las religiones la convic-ción de que la realidad tiene sentido.

Tanto los modelos primitivos del conocimiento como los ac-tuales modelos teológicos aceptan que dichos dioses no sólo co-nocen, sino que poseen esa Verdad, esa suerte de secreto univer-sal. En la mitología judeocristiana, por ejemplo, el conocimientode esa verdad lo ostenta Yahveh quien, tal como sucede actual-mente con los secretos bélicos o con el "saber cómo" (know how)industrial, está dispuesto a llegar a cualquier extremo para pro-tegerlo:

De cualquier árbol del jardín puedescomer, mas del árbol de la ciencia delbien y del mal no comerás, porque eldía que comieres de él, morirás sinremedio (Gn 2: 16-17).

El mismo Génesis bíblico da cuenta de las razones de Diospara vedar el acceso a dicho conocimiento:

Es que Dios sabe muy bien que el día enque comiereis de él, se os abrirán losojos y seréis como dioses, conocedoresdel bien y del mal (Gn 3: 5).

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Esa "ciencia" es un privilegio que Dios se reserva y que elhombre usurpará: la idea de "pecado" surge de esa usurpación.Durante muchos siglos, se ha sostenido que cada adelanto en elconocimiento nos acerca un paso más a esa Verdad, de modoque muchas veces la búsqueda de La Verdad fue tomada comouna forma de acercarse a Dios, como una ruta hacia la santi-dad; como un nuevo intento de llegar al árbol del conocimiento,sólo que esta vez haciéndolo sin comer manzanas, sino me-diante el rezo, o la filosofía, o la investigación científica.

Nosotros partiremos aquí de un supuesto totalmente dife-rente: el hombre es un ser inseguro, al que le angustia lo desco-nocido -porque lo desconocido lo hace vulnerable-; que en cam-bio se apacigua, tanto al ordenar, sistematizar su informacióny su ignorancia, como al suponer que conoce, y que lo conocidocoincide con la realidad. Para avalar nuestra opinión de que loque mueve al hombre a investigar no es su amor a la verdad,sino más bien su angustia ante lo desconocido, es convenientevolver sobre los hipotéticos orígenes del pensamiento humano.

El hombre primitivo es generalmente descrito como unaespecie de mono al que los factores climáticos le ralearon losbosques a tal punto que, no pudiendo ya saltar de rama enrama, debió caminar de un árbol al otro y, posteriormente,necesitó aprender a vivir en la pradera (véase Cereijido, M.,Orden, equilibrio y desequilibrio). Eso lo obligó a competir conanimales que habían sido especialmente seleccionados a lolargo de millones y millones de años para sobrevivir en ese tipode hábitat. Estos animales eran de dos tipos: herbívoros concornamenta, fuerza y velocidad en las patas para dar coces ohuir ante el peligro e interponer grandes distancias; o biencarnívoros con vista, olfato, gran rapidez, garras y colmillospara detectar y cazar a los primeros. Cabe agregar que muchosde estos carnívoros son cazadores sociales; es decir, animales alos cuales la actividad de detectar, perseguir y ultimar a lapresa los fue llevando a cierta organización social, en la que notodos los componentes del grupo desempeñan exactamente losmismos papeles. Hoy se cree que nuestro antepasado remotoprimero se hizo recolector, siguiendo de lejos a los animalescazadores para aprovechar los restos que éstos iban dejando, yluego él mismo se aventuró 'a cazar (véase Blanck-Cereijido yCereijido, La vida, el tiempo y la muerte). Se suele decir, irreve-

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25rentemente, que somos monos metidos a cazadores, y los vege-tarianos opinan que muchos de nuestros problemas de saludestán provocados por autoobligarnos a comer carne; algo simi-lar a lo que les sucedería a nuestras vacas si, en lugar de pasto,les diéramos a comer bisteces. Sin embargo, conviene tomarcon cautela esta sobresimplificación didáctica, pues ese cuadrodel hombre primitivo lleva una buena dosis de prejuicios acercadel "Hombre salvaje carnicero y brutal", que generaron los eu-ropeos (véase J. Diamond, The third chimpanzee).

La adaptación a la pradera parece haber favorecido gran-des cambios en ese "hominídeo marginal y cazador ineficiente",como lo llama Joseph Campbell (An open life). Por ejemplo, sefue seleccionando la postura erecta, pues en una llanura, elhominídeo erguido sobre sus dos patas traseras puede detectarpresas y predadores con mayor anticipación. Cambió la posi-ción de sus ojos, así como la anatomía y función de sus manos,ya que ahora las tenía libres para tomar objetos. La bipe-destación también ocasionó cambios anatómicos en la pelvis,que provocaron un nacimiento prematuro del feto humano.Hoy se considera que la inmadurez permite continuar progre-sando en el desarrollo y confiere una mayor plasticidad, esdecir, una mayor capacidad de ser influido por las condicionesen que se nace (ambientales, nutritivas, educativas, etcétera).A los cinco o seis años, los monos ya suelen ser padres o abue-los; en cambio, el recién nacido humano es tan inmaduro queno puede sobrevivir per se y depende absolutamente de loscuidados maternales, además de necesitar que se lo proteja, selo acarree y se lo nutra durante una prolongada infancia. Pero,precisamente, la bipedestación hace posible que la madre lotransporte en sus brazos; así mismo, la organización social y ladivisión del trabajo permiten que se quede a cuidarlo mientrasque el padre participa en partidas de caza con el resto delgrupo. Esa organización también requiere que los miembros deese grupo, ex monos que decidieron matar para sobrevivir,inhiban su agresión y respeten las reglas de esta nueva y máseficaz forma de subsistencia. La anatomía del aparato defonación fue cambiando, y la voz humana se fue transformandoen un elaboradísimo trasmisor de señales que favoreció eldesarrollo de lenguajes.

Tanto la aparente desventaja física ante los otros animales,

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como la prolongada, vulnerable y dependiente infancia, ademásde los diferentes papeles sociales que se fueron gestando, sonconsiderados por muchos investigadores como los determi-nantes que impulsaron al hombre a lo largo de un camino civi-lizatorio. El hecho de que base su seguridad en el conocimientoy se angustie ante lo desconocido, lo lleva a generar modelosdinámicos (es decir, en función del tiempo) de la realidad. Elsentido del tiempo permite ordenar la experiencia en cadenascausales -causas primero y efectos después- y hacer modelosdinámicos de la realidad, que permiten predecir cómo han desuceder las cosas. "El secreto de la victoria es saber de ante-mano", reza el proverbio. La anticipación basada en ese sentidotemporal se transforma en el arma y la herramienta principalde la que dispondrá el hombre para sobrevivir como especie.Jerison (1973) opina que ha de haberse seleccionado, entonces,al organismo capaz de hacerse esquemas temporales de la rea-lidad. La facultad de pensar otorga ventajas y desencadenauna retroalimentación positiva: el sentido temporal permitepensar, pensar ayuda a sobrevivir, y sobrevive el organismoque tiene mejor sentido temporal.

Basten unos ejemplos sencillos para ilustrar la importanciade los modelos dinámicos. Si nos disponemos a descansar enuna tienda de lona junto a un arroyo de montaña, podemosimaginarla y someter esa imagen a vientos, crecidas intempes-tivas del arroyo, desprendimiento de rocas, merodeo de ani-males, cercanía de hormigueros, proximidad de fogatas, tomarlas precauciones del caso y, ahora sí, instalar la carpa real conuna mayor capacidad de sobrevivir. Si nos persigue un animalferoz, podemos evaluar su velocidad, la nuestra, tener en cuen-ta si es capaz de trepar o de nadar; asimismo, calcular nuestradistancia a un arma, su eficacia, el tiempo que tendríamos dellegar a un albergue y, las conclusiones que saquemos de todolo anterior, podrían decidir nuestro futuro. Un científico puedeexplicar en una clase de media hora fenómenos tan rápidoscomo la fosforilación de una proteína (millonésimas de millo-nésimas de segundos) o tan lentos como la evolución de una ga-laxia (millones de millones de años), con sólo transformar lasduraciones reales en duraciones mentales. En el nivel nacional,esa capacidad de evaluar situaciones y actuar en consecuenciay, sobre todo, el haber desarrollado un aparato científico para

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27hacerlo eficientemente, decide el destino y la felicidad de so-ciedades enteras.

Si bien los primeros modelos explicativos deben habersereferido a situaciones concretas de sobrevivencia, tales comolos desplazamientos de presas y predadores, llega un momentoen el que el desarrollo del aparato psíquico permite que el hom-bre considere las regularidades naturales (menstruaciones,nacimiento de las crías en ciertas estaciones, lluvias/sequías,aparición de frutos), entre las que más tarde incluirá las regu-laridades cósmicas (noche/día, invierno/verano). Tratar de des-cubrir una causa para cada efecto lo enfrenta, ahora, a la ne-cesidad de encontrar causas realmente grandiosas para darcuenta de la creación y de las grandes periodicidades natu-rales. Giambattista Vico opinaba que el trueno fue quizás elfactor principal que sugirió al hombre la existencia de poderessuperiores. En este momento es cuando deben haber surgidolos modelos explicativos sagrados. 2 La narración de las dei-dades que participaron, de sus genealogías, así como el detallede sus trabajos y peripecias es tan importante que, en com-paración, el hombre encuentra que su historia terrenal (cómose llama el rey, quién ganó tal batalla) es de una trivialidadperfectamente obviable. Mircea Eliade (Tratado de historia delas religiones) advierte que para aquellas sociedades, la histo-ria es en realidad una mito-historia; los hechos importantes,los que cuentan, son las evoluciones del Sol, la Luna, las estre-llas, las estaciones, el día y la noche, y el papel de los dioses ensu creación. En cambio, la historia cotidiana no parece con-tener otra cosa que detalles triviales y por lo tanto, resulta,intrascendente y prescindible.

Que los mitos (palabras, fábulas, leyendas) hayan desem-peñado un papel crucial en nuestra tendencia a construir mode-los, a hacer hipótesis acerca de cómo funciona la realidad, no

2 La búsqueda de la causalidad no se reduce a encontrar una relación cán-dida entre antecedente y consecuente, como en el caso del gallo que, habiendoobservado que él cantaba y luego salía el Sol, llegó a la conclusión de que éstesalía porque él cantaba. El análisis de la causalidad ha ocupado prácticamentea todos los filósofos desde Platón y Aristóteles a Brentano y Bergson y, por su-puesto, a científicos como Laplace, Mach y Heisenberg. Si bien la discusión dela causalidad no cae dentro del plan de este texto, se recomienda al joven inves-tigador que, dada la enorme importancia que tiene para la ciencia, consulte adichos pensadores.

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quiere decir que un mito comience como una aventura de larazón. Joseph Campbell, antropólogo que ha dedicado su vidaal estudio comparativo de los mitos en todo el planeta, dice queel mito comienza por el corazón; cuando el ser humano de pron-to se asombra ante una bóveda celeste nocturna cuajada de es-trellas, ante la muerte repentina de un ser querido, ante unacolosal cascada de agua... y luego convoca a sus facultadesmentales para tratar de comprender, sin encomendarle la ta-rea únicamente a la razón.

Ilustremos estos puntos de vista con un mito griego. Dadala rotación de la Tierra, el hombre primitivo había observadoque en el curso de la noche, las estrellas parecen surcar el cielohasta desaparecer detrás del horizonte. Para los griegos, esehorizonte comprendía el mar; imaginaban que tras su paseocelestial nocturno, las constelaciones descendían a descansardentro de los dominios del dios marino Poseidón, idea que yade por sí era un modelo explicativo. Pero habían observadotambién que hay un par de constelaciones, las que hoy lla-mamos Osa Mayor y Osa Menor, cercanas a la Estrella Polar,que marchan juntas, y no se meten en el mar como hacen lasdemás. Hoy se sabe que eso se debe a que, como están muy cer-canas al eje polar, cuando llega la mañana no se las ve "hundir-se en la mar", tal como sucede con las constelaciones que estánsobre el ecuador. Pero ¿cómo lo explicaban los griegos? Por su-puesto, basándose en los elementos de su cultura general, ensus experiencias personales, en sus emociones y apetencias, ensu conocimiento de las virtudes y defectos de la naturalezahumana. Lo hicieron de este modo:

En los bosques vivía una hermosísima doncella en com-pañía de su pequeño hermano, y todo griego que se preciaradaba por sentado que si él fuera el dios Zeus trataría de enamo-rarla. Pero claro ¿qué haría la señora Zeus (Hera) en cuanto seenterara? Pues armaría tremendo escándalo. ¿Qué más?Usando sus poderes divinos los convertiría a ella y a su herma-nito (en algunas versiones del mito no se trata del hermano si-no del hijo; incluso, en otras, el niño tenía un sospechoso pare-cido con Zeus) en el animal que los griegos consideraban máshorripilante: el oso. Zeus, que era pícaro pero buen caballero,se apiadó del estado de su amante y su hermano, así que paracompensarlos los convirtió en constelaciones: la Osa Mayor y la

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29Osa Menor, las cuales se ubican en el firmamento cercanas a laEstrella Polar.

Pero, puesto que las Osas no se meten en el mar como lasdemás constelaciones, el modelo explicativo necesitaba sercomplementado a la manera en que hoy se haría con los mode-los científicos, mediante el agregado de coeficientes de correc-ción, o con la inclusión de una hipotética enzima que de ahí enmás se sale a buscar... y se encuentra, o con el agregado de unahipotética partícula subatómica (p. ej. el mesón que propusoYukawa para dar cuenta de las fuerzas que unen los protonescon los neutrones del núcleo atómico). Para mejorar sus hipóte-sis sobre la mecánica celeste, los griegos recurrieron nueva-mente al conocimiento de las emociones, virtudes y falenciashumanas. Imaginaron que la furiosa Hera habría ido a que-jarse ante su hermano Poseidón, señor del mar, y a pedirle queal menos no permitiera que las Osas entraran en sus dominioscomo lo hacían las demás constelaciones.

Sirva este ejemplo no sólo para ilustrar la forma en que losseres humanos generamos modelos explicativos y los vamosperfeccionando, sino también para mostrar que tanto los anti-guos mitos como los actuales modelos científicos no son produc-to de una lógica fría y confinada a los dominios de la razón;más bien dependen del sustrato cultural, y en ellos se mezclancerebro, corazón, testículos... Hoy los investigadores se abstie-nen de dar semejantes explicaciones, pero se consuelan ponien-do nombres tomados de la mitología griega a los objetos queconstruyen o que van descubriendo: la proteína (por analogíacon el cambiante dios Proteo), los cohetes Saturno y Ariadna, elsubmarino Tritón, el complejo de Edipo, el elemento químicoTantalio...

Las diversas culturas tienen preocupaciones que les soncomunes: las relacionadas con el origen del universo, el origendel hombre y el destino después de la muerte. Pero aun los mi-tos fundamentales que se fraguan para explicar esas preocupa-ciones comunes reflejan la idiosincrasia de las culturas que losgeneraron. En la mitología griega, por ejemplo, la creación delhombre y de los animales se encarga a los titanes Epimeteo yPrometeo. El primero, cuyo nombre significa "el que reflexionadespués del suceso", acomete la empresa y confiere a los ani-males fuerza, agilidad y astucia; les da garras, alas, capara-

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DE HOMINÍDEOS, MITÓMANOS Y CIENTÍFICOSzones y otros atributos físicos con tanta prodigalidad que, cuan-do llega el turno de dotar al hombre, el titán cae en la cuentade que ya ha agotado los recursos. Acude entonces a su herma-no Prometeo ("el que piensa de antemano") quien, con la ayudade Minerva, sube al cielo, roba el fuego sagrado y lo entrega alhombre. Así dotado, éste puede fabricar armas para someter alos animales e instrumentos para cultivar la tierra, consigueprotegerse de las inclemencias ambientales, llega a acuñarmonedas y a establecer un comercio. Estos logros humanosprovocan, otra vez, las iras divinas: Prometeo es castigado porlos dioses. Hay en los modelos teológicos, aun en los actuales,un sentimiento de pecado ante el conocimiento; característicaque aunque a primera vista parece intrascendente, tiene-siempre tuvo- consecuencias sociopolíticas adversas. Contodo, la mente humana trata de compensar esta situación inte-resándose instantáneamente por aquello que acaba de ser ve-dado, lo que en el fondo acaso sea otra manifestación de las re-laciones conocimiento/seguridad, ignorancia/peligro.

Aún hoy nos quejamos de que un motor no quiere encender,o afirmamos que los hongos son traicioneros. Los hombres delas culturas preliterarias no sólo personalizan las causas, sinoque las llegan a individualizar, y hasta suponen que las cosassuceden como suceden porque alguien quiere que así sea. Porcreer que el mundo estaba dominado por demonios y espíritus,babilonios, asirios, egipcios, chinos, mayas, olmecas dirigen sucultura al estudio y entendimiento de lo sobrenatural. En cam-bio, hacia el siglo vi a. C., los griegos sospechan que cada suce-so tiene una causa y que cada causa particular produce un efec-to también particular (causalidad); suponen que hay una LeyNatural que gobierna el Universo, y entonces inician un esfuer-zo histórico por entenderla, usando preponderantemente la ra-zón. Como nosotros sostenemos que la ciencia es un sistemacomplejo, uno de cuyos ingredientes es la democracia, nos pa-rece pertinente hacer aquí una pequeña digresión para refe-rirnos a lo sucedido en Milesia.

Milesia era la zona de Asia Menor que hoy corresponde a lacosta turca sobre el Mar Mediterráneo. La sociedad estaba divi-dida en clases que ocupaban escalas jerárquicas de dominacióny sumisión. Cada quien coííocía al dedillo las normas de sunivel, que no estaban sujetas a discusión ni necesitaban justifi-

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cación. En un comienzo está dominada por un rey-dios, quetiene a su servicio escribas, para registrar en los archivos delpalacio: tesoros, bienes en almacenes, cosechas, posesiones,impuestos y deudas pendientes. Pero, de pronto, la invasióndórica propicia que esa monarquía burocrática desaparezca. Deahí en más ya no habrá un Arkhé que reina y manda porqueasí lo quiso Dios, sino un funcionario elegido por la ciudadanía;elección que supone evaluación, libertad para convencer, disen-tir y rebatir. Gana importancia la ciudad, y los ciudadanostienen relaciones recíprocas, simétricas y reversibles, en lascuales ya no cuentan las viejas posiciones jerárquicas, sinotener razón; de modo que se promueve la palabra, el argumen-to, la crítica y la controversia. Esto los fuerza a perfeccionar lasnormas del discutir y del demostrar. "La primera sofía de lossabios de Grecia fue una reflexión moral y política, que eraprivilegio de los hombres libres (Vernant, Les origines de la

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pensée grecque). Para Epicuro (341-270 a.C.) el objeto de lafilosofia era eliminar el temor a lo desconocido y a lo sobrenatu-ral; meta que contrasta con la del "temor a Dios", que predicannuestras religiones actuales. En el nuevo escenario, la escritu-ra deja de tener por objeto la creación de archivos reales; pasaa servir para publicar, divulgar, poner ante los ojos de todoslas leyes, decretos y diversos aspectos de la vida social.

La relación entre el desarrollo de la ciencia y el desarrollode la escritura nos puede brindar aquí otros detalles intere-santes. La escritura pasó del pictograma (dibujar un pájaropara representar a un pájaro) al logograma, en el que las pala-bras importantes pasaron a ser representadas por signos con-vencionales (cuando el pájaro debe ser representado muy fre-cuentemente, se facilita la tarea remplazando su dibujo poruna raya). Más adelante se usaron signos para representarsílabas, de modo que la palabra escrita ya no guarda parecidoalguno con el objeto mencionado. Finalmente, en Grecia, alre-dedor del siglo VIII a.C., se llega a usar un signo (letra) para ca-da sonido.

Ahora bien, si el listado de cosas se hace con cierto criterio,obliga a adoptar alguna organización (vegetales con vegetales,animales con animales, lugares con lugares). Esto obliga a pen-sar qué tienen de común los objetos así separados y cuál es labase de dicha selección, a explicar por qué se puso a los perros

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con las vacas y los caballos, en un grupo distinto del que agru-pa a los olivos y los naranjos. Si a esto le sumamos que a unapalabra se la puede aislar del contexto, o usar en varios textosdistintos, se advierte que debemos especificar cuál es la ideacentral que contiene esa palabra y que permite independizarladel contexto. ¿Por qué puedo usar "perro' para distintos perros,sean chicos o grandes, jóvenes o viejos, blancos o negros, míos oajenos, muertos o vivos? ¿Qué cosa es lo esencial de "perro'?(D.C. Lindberg, The beginnings of Western science). Por ejem-plo, esta actitud llevó a Platón a destilar las característicasprominentes e ignorar los detalles incidentales (peludo, vivo,dócil) hasta quedarse con la idea portadora de lo que él conside-raba la verdadera realidad: una vez que la había encontrado,para él, "perro" ya no era este perro en particular, sino su "pe-rro ideal". Por supuesto, Platón iba más lejos, llegando a elucu-brar sobre la existencia previa, objetiva e independiente; aspec-tos de los que no nos ocuparemos aquí. Los griegos no reduje-ron estos tratamientos a los objetos concretos, sino que tambiénlos aplicaron a construcciones mentales y a conceptos. Baste de-cir que el proceso de clasificación, descontextualización y abs-tracción, nacido con la escritura, permitió barajar mentalmentea las ideas y no a las cosas en sí; además, fue un prerrequisitoimportante para el desarrollo de la filosofa y de la ciencia.

Análogamente, los "físicos" griegos dan explicaciones pro-fanas de los fenómenos naturales, y no se interesan tanto porlos orígenes mitológicos, sino por lo cotidiano; así como en lasasambleas de ciudadanos van encontrando leyes de las rela-ciones entre humanos, también le van encontrando leyes a lanaturaleza. Expresan sus teorías, diseñan la forma de defen-derlas de los críticos y de los competidores. Poco a poco, el sa-ber se va secularizando y convirtiendo en un pensamiento ex-traño a la religión.

Entonces, comienza un proceso que parece paradójico: al irperfeccionando lo que va a ser el futuro aparato científico, elhombre trata de eliminar los mitos que, se supone, le habíanservido de punto de partida. Los presocráticos, aunque descar-tan al mythos en nombre del logos, admiten que las narra-ciones mitológicas encierran verdades filosóficas y, por lo tanto,no quieren desterrarlas del todo. Platón todavía considera queel mito es un modo de expresar ciertas verdades que escapan al

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razonamiento; pero luego, los neoplatónicos tienden a ver losmitos como meras alegorías, como cuando para referirnos a quealguien duerme, decimos: "Está en brazos de Morfeo" (dios delsueño).

Más tarde, se desecha totalmente el valor explicativo quepueda tener el mito, que pasa a ser mirado con recelo, como sise tratara de un reducto de la superstición y de la ignorancia.Mito pasa a ser sinónimo de mentira. Los racionalistas del sigloxvii y sobre todo los del xvüi, consideran imposible llevar a caboun estudio objetivo de la historia humana, sin una previa depu-ración de las narraciones míticas.

Auguste Comte sostiene que la humanidad atravesó unaetapa teológica, que fue sucedida por otra metafísica, paradesembocar en la actual que es positiva, en la que el conoci-miento se basa solamente en los datos que brinda la experi-mentación. Por el contrario, ciertos autores idealistas intentanedificar una filosofía de la mitología; Friedrich Schelling llega aafirmar que toda la historia humana se halla implicada en sumitología y, a partir de Ernst Cassirer, todos los supuestosepistemológicos (v. gr. que existen objetos físicos, que ocurrenfenómenos, que transcurre el tiempo) pueden ser tomados comomitos, reconociéndoles un peso preponderante en la capacidadhumana de explicar. Los autores de tendencia empírica tomanlos mitos como objeto de investigación científica, como cuandoun egiptólogo trata de entender por qué los egipcios aceptabanque un ojo del dios Horus representa al Sol y el otro a la Luna.

Se considera además que el hombre no sólo ha plasmado enlos mitos sus modelos arcaicos, sino que ha simbolizado en ellossus propias aspiraciones. Así, el mito de Prometeo que acaba-mos de mencionar, para algunos simboliza la aspiración huma-na de conocer, aun cuando entre en conflicto con los dioses. Porel contrario, el mito hebreo de Job, el patriarca que es sometidopor Yahveh a una serie de desventuras para probar su tem-planza (Jb l), simboliza la sumisión del hombre a un podersuperior, cruel e injusto (Joseph Campbell, Hero with a thou-sand faces).

El mito de Job resulta particularmente doloroso por tresrazones: a] porque ensalza el mandato autoritario que nosordena remplazar lo que vemos, sentimos y pensamos, por loque debemos ver, sentir y pensar; b] porque no pertenece a una

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religión arcaica ni primitiva, sino a la religión sobre la que seconstruyen nuestras culturas actuales; c] porque nos vemosobligados a desarrollar nuestra labor científica en culturas quetienen justamente esa visión del mundo.

En resumen: estas consideraciones tratan de mostrarte queel ser humano echa mano de cualquier cosa que le permita so-brevivir (el fuego, las plantas, los animales). En una primeraetapa trata de entenderlos y controlarlos; en una segunda, di-seña procedimientos e instrumentos para manejarlos (la agri-cultura, la alfarería). En este sentido el conocimiento le dioventajas, y una de las formas que encontró para entenderlo ysistematizarlo parece haber sido el mito. El mito, como modeloexplicativo, representó un escalón fundamental para el cono-cimiento actual y, según muchos pensadores tanto del campode la teología (p. ej. Paul Tillich) como de la filosofía (p. ej. KarlJaspers), en todos los tiempos, toda ciencia sigue teniendo sudimensión mitológica.

De modo que, si quieres hacer ciencia con seso, debes re-flexionar sobre los orígenes y la supuesta solidez epistemológi-ca de nuestro aparato científico actual. Para finalizar, trans-cribiremos la humorística definición que da Ambrose Bierce (Eldiccionario del diablo): "Mitología: Cuerpo de creencias de lospueblos primitivos, que concierne a su origen, historia, héroes,deidades, etcétera, a diferencia de las explicaciones, que soninventadas después."

2. LOS DOGMAS RELIGIOSOS Y LOS PRINCIPIOSCIENTÍFICOS

El capítulo anterior puede dar la falsa idea de que los griegosclásicos, al rechazar las explicaciones mitológicas y construirun sistema basado en el razonamiento, por fin obtuvieron uncuerpo de conocimiento verdadero, con asiento en la realidad,libre de supuestos y exento de errores. Desgraciadamente, es loque creen de su disciplina muchos científicos que hacen cienciasin seso.

Para dar razones de algo, hay que partir de algún punto an-terior ya aceptado como seguro. Por ejemplo, si un alumno pre-gunta por qué la ouabaína inhibe la enzima Na+-K -ATPasa, laexplicación que se le ofrezca partirá de la base de que ya conocequé es una enzima, qué es la ouabaína y qué se entiende porinhibición. Pero si se llega a detectar que el muchacho tiene unconcepto inadecuado de "enzima", puede empezarse la explica-ción en un punto anterior, en cuyo caso ahora los supuestos se-rán qué es una proteína y qué un catalizador. Si, por el con-trario, caemos en la cuenta de que también ignora estos con-ceptos, tenemos que partir desde más atrás...

¿Hasta dónde podemos ir hacia atrás, y explicar los cono-cimientos en que se apoya lo que ahora deseamos analizar?¿Hay algún punto sobre el que nos podamos afianzar, paracomenzar a construir con toda seguridad nuestro edificio cientí-fico? Antes de responder, veamos una analogía: estás en com-pañía de dos personas: el aspecto del primero te lleva a supo-ner que es una persona digna; la traza del otro, te lleva a sos-pechar que es un malandrín. De pronto te desaparece la bille-tera. Les preguntas si no la tomaron, y ambos afirman que no.La dignidad del primero te lleva a creer que dice la verdad, demodo que no lo sometes a una verificación.

De regreso a la pregunta de hasta dónde podrías ir haciaatrás mostrando, demostrando y fundamentando cada ladrillo,cada estamento del edificio de la ciencia, la respuesta es: hasta

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los axiomas. Justamente, en griego axioma significa "dig-nidad", y se refiere a "lo que es digno de ser estimado, creído ovalorado" (sin que le registres los bolsillos). De manera que, enúltimo término, toda la estructura de la ciencia descansa sobreaxiomas; la seguridad/inseguridad de éstos es similar a la queemanaría del hecho de que el "digno caballero" no fuera en rea-lidad un taimado ladrón, y que el "malandrín" sea en cambio unpobre diablo mal entrazado... y tú un prejuicioso. Precisa-mente: todos los científicos somos prejuiciosos, y nuestros pre-juicios se llaman axiomas.

¿No podríamos demostrar que los axiomas dicen la verdad,sin tener que depender de su aspecto digno? En primer lugar,si lo consiguiéramos, ya no serían axiomas; en segundo, parahacer tal demostración deberíamos basarnos en otros supues-tos, y entonces estos últimos serían los que pasarían a ser axio-mas. Lo único que conseguiríamos es ir un poquito más haciaatrás. En tercer lugar, Kurt Güdel demostró en 1931 que, den-tro de casi cualquier sistema de axiomas, hay enunciados de losque jamás se puede demostrar su veracidad o su falsedad. Porúltimo, no todas las ciencias, cuando van hacia atrás, llegan alos mismos axiomas. Muchas de ellas son de orden práctico, yparten de supuestos distintos. Por ejemplo, a los economistasles sería de muy poca utilidad partir de axiomas como: "El todoes mayor que la parte", o "dos cosas iguales a una tercera soniguales entre sí". En cambio a Euclides, padre de la geometría,le fue imprescindible arrancar de ellos. Más aún, no pudo irmás hacia atrás y demostrar que ésos, a su vez, derivaban deotros más primitivos. Pero cada tanto surge algún genio querevisa los supuestos en los que se apoya toda una disciplina, loscambia y desencadena una gran revolución científica. De esemodo, la urdimbre del edificio científico no se soporta en unsólido basamento, sino en lo que L.A. Steen llamó "el infiernode la perpetua indecisión".

Pero entonces, si tanto la ciencia como las religiones en úl-timo término se basan en una aceptación no demostrada, enuna especie de porque sí, en un "infierno", ¿no hubiera sido máscómodo que los dioses continuaran siendo los garantes de nues-tras concepciones, tal y como sucede con las religiones? ¿Acasotiene más "dignidad" un axioma encontrado por los hombresque el mandato atribuido a un dios? ¿Para qué tomarse el tra-

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37bajo de edificar la ciencia?

La palabra religión deriva de religatio, sustantivación dereligare, religar, vincular.3 Vienen a la memoria la palabra ita-liana ricercare, la francesa rechercher y la inglesa research,para designar a la investigación científica, las cuales resaltansu actitud de búsqueda iterativa, con nuevos métodos, en nue-vos contextos y con diversos esquemas conceptuales. La siste-matización del saber científico resulta, precisamente, de un re-buscar, re-visar, re-vincular los datos que se van obteniendocon las hipótesis que se van urdiendo, y con las que ya forma-ban parte del andamiaje científico; andamiaje en el cual, encada momento, se ordena el conocimiento ya obtenido. Ese re-buscar y ese vincular traen como consecuencia reordenamien-tos, revisión y conflictos constantes, pues no sólo se revisan losmodelos, sino también los mismos supuestos sobre los queasienta el andamiaje. Cuando lo que se observa entra en con-flicto con una explicación teológica (por ejemplo, que el hombreno fue creado como muñequito de barro y la mujer a partir deuna costilla, sino que es producto de la evolución biológica) ladiscordia está asegurada.

El análisis de las actitudes religiosas nos resulta aquí ex-tremadamente complicado y sujeto a controversia, por lo que debuena gana lo eludiríamos, si no tuvieran un efecto decisivo enel desarrollo científico; en particular, un papel protagónico en elestado actual de la cultura y la ciencia en el tercer mundo. Des-de hace mucho se ha planteado un conflicto entre el vivir reli-gioso y ,el vivir filosófico. Sóren Kirkegaard lo rastrea hasta elpasaje del Génesis bíblico (G 22:19) en el que Abraham se veatenazado por el conflicto entre la razón natural (y social), quele impide matar a su hijo Isaac, y el sádico mandato divino, quele ordena sacrificarlo.

Las religiones se basan en dogmas. Dogma deriva de dogeo,decretar, y se refiere a una proposición decretada como inne-gable: alguien (p , ej. el Papa) ordena, manda aceptar una "ex-

3 Otra acepción de la palabra religión se origina en un pasaje de Cicerón(De officüs ii, 3). Religiosus o religens significa lo contrario de negligens; "re-ligioso" equivale, según esta acepción, a escrupuloso en el cumplimiento delos deberes que se imponen al ciudadano en el culto a los dioses del estado-ciudad. Como señala Ferrater Mora, aún hoy seguimos diciendo que alguien"paga religiosamente sus cuentas", cuando no deja de abonarlas.

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plicación" (p. ej. que la madre de Jesús mantuvo su virginidadaun después de la concepción y el parto). Resulta interesanteque decretar derive a su vez de cernere, separar, distinguir, dis-cernir y que, en resumidas cuentas, sea ese discernimiento loque veda la religión.

Peor aún: las religiones obligan a reprimir lo que vemos yentendemos, en beneficio de lo que debemos ver y entender.Tomás, "el Mellizo", uno de los doce discípulos de Cristo, noaceptó la versión de sus colegas de que su maestro, torturado ymuerto días antes, se les hubiera aparecido mostrándoles susheridas. "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y nometo un dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano ensu costado no creeré." Ocho días después, Jesús se le apareció atodos, incluido Tomás, y declaró: "Dichosos los que no han vistoy han creído" (Jn. 3:20). Resulta espantoso tener una culturacomo la nuestra, que prefiere a quien obedece ciegamente, enlugar de a quien duda y exige demostraciones.

Paul Tabori, en La historia de la estupidez humana, in-cluye a la duda en la lista de las tonterías que comete la gente.Entre los ejemplos que da de su aserto, recuerda que cuandoWilliam Harvey presentó su descubrimiento de la circulaciónde la sangre fue ridiculizado por sus colegas médicos, a tal pun-to, que perdió a la mayoría de sus pacientes; también que el 11de marzo de, 1878, el médico Jean Bouillaud impidió que se pre-sentara en la Academia Francesa de Ciencias el fonógrafo queacababa de inventar Thomas A. Edison, argumentando que setrataba de un ridículo truco de ventrílocuos.

Sin embargo, la duda es el ingrediente fundamental de lafilosofía, la ciencia y el progreso humano. Descartes declarabaque la duda universal depuraría su mente de toda opinióninjustificada; a su vez, Kant impuso que la razón, en todas susempresas, se sometiera a sí misma a la crítica. "Aun para sumera existencia, la razón depende de la libertad de esta críti-ca", afirmaba. Huxley opinaba que la historia de la ciencia noes otra cosa que una larga lucha contra el principio de autori-dad. Por dicho principio, algo es verdad o mentira según quienlo diga: la Biblia, la encíclica, la junta militar, el censor, nues-tro padre, el director. Más,recientemente, el 1 de marzo de1987, el periódico Uno Más Uno, de México, publicó que el al-calde de Ixcateopan, estarlo de Guerrero, informó su decisión de

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39pedir a la Cámara de Diputados que por decreto se otorgue au-tenticidad oficial a los restos de Cuauhtémoc, el último empera-dor azteca; mismos que, según informaba el diario, habían sidoencontrados en dicho lugar. En cambio, en ciencia la autoridadtiende a eliminarse, pues el valor de las afirmaciones no depen-de de quien las dice, sino de la solidez de los argumentos quelas respaldan. Así, la Teoría de la Relatividad no se impone envirtud de la autoridad de Einstein o de Minkowski. Euler, ensu vejez, podría haber renegado de sus teoremas, sin que ellohubiera afectado en lo más mínimo su enorme importancia ma-temática. Sus contribuciones no valen porque él las haya hecho,sino porque se pueden demostrar; Euler sólo tuvo el mérito dehaberlo hecho por primera vez. Terminada su conferencia enun congreso científico, una "autoridad" científica debe respon-der humildemente a las objeciones que le plantea un novel be-cario que ha pedido la palabra desde el fondo de la sala. Ciertavez, Thomas Svedberg dio una conferencia en la Argentina, enla que definió erróneamente el svedberg, unidad que lleva sunombre- en reconocimiento de sus contribuciones al desarrollode la ultracentrifugación de macromoléculas, las cuales le ha-bían valido el Premio Nobel de Química. Los que se percataronguardaron respetuoso silencio. Pero un alumno lo interrumpió,le hizo advertir el equívoco, fue hasta el pizarrón para recor-darle la definición correcta y, satisfecho, se fue a sentar. Cuan-do después de la conferencia se enteró de "quien era el viejitoconferenciante" casi se desmaya... ante la autoridad.

Prescindir de la autoridad es difícil, porque deja al hombreimpotente, o con la única potencia que él mismo es capaz decrear. El principio de autoridad se empieza a abandonar tal vezdurante el mundo griego, pero más notablemente durante elRenacimiento y, ya de manera sistemática, durante el sigloxvin. Se trata de un fenómeno muy profundo, que trasciende almero mundo científico. El único derecho que se le reconoce alacusado durante el, tormento inquisitorial, es el de declararseculpable; basta con que él lo diga, para aceptar que ha pactadocon el Diablo. Pero, a partir del siglo xviii, en algunos paíseseuropeos los hombres comienzan a preguntarse por qué especado hacer esto o aquello, por qué Fulano es noble y tienederecho a mandar, y en cambio Mengano es pobre y no tienemás remedio que obedecer; no sólo se revoluciona la forma de

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hacer ciencia, sino que hasta se ponen en duda las mismísimasexplicaciones bíblicas. Se pasa a exigir demostraciones y acuestionar las bases de la ética.

Es también el momento en que comienzan a desarrollarselas democracias pues, como decíamos en el capítulo anterior, enuna democracia hay derecho a argumentar, preguntar, rebatir,juzgar, exigir que se rindan cuentas y se den razones de los pro-cedimientos. La confesión de culpa ya no es válida en un juicio,puesto que no se reconoce autoridad ni siquiera para declararen contra de sí mismo. Se tiende a renunciar al "porque sí", asícomo a exigir explicaciones sobre las causas y razones; se buscaentender procesos. Por eso, el mapa de la ciencia suele coincidircon el de la democracia; pero no con el de las regiones donde lagente cree en el destino o en el "ser nacional", tiene una religiónestatal, rige el autoritarismo o son frecuentes las dictaduras.

El principio de autoridad, por el cual algo es cierto o no de-pendiendo de quien lo diga, no se refiere a que el conocimientosea correcto. Así, si alguien cuenta los animales que hay en seisyuntas de bueyes y equivocadamente le da 11, pero está dis-puesto a demostrarlo, no obstante tiene una actitud "científi-ca"; en cambio, si otro afirma (correctamente) que hay 12, por-que así lo manda Dios, y ésa es toda su justificación, está invo-cando el principio de autoridad, y no tiene una actitud científi-ca. Por eso, Bertrand Russell (A history of Western philosophy)

sostenía que lo que distingue al científico no es qué cree, sinocómo lo cree. La ciencia es una especie de saber autojustificado,pues además de afirmar esto o aquello, trata de explicar: porqué lo afirma, con qué grado de certidumbre/incertidumbre tra-baja (estadística, bibliografía, declaración del error con que mi-den sus equipos y hasta los nombres de los proveedores dereactivos), cuáles son las reglas de su discurso demostrador yhasta qué punto está segura de los principios en que se basa.Comprendemos, entonces, que Immanuel Kant llame dogma-tismo al procedimiento de la razón pura sin una previa críticade su propio poder.

En el siglo pasado, el lógico y economista William StanleyJevons opinaba que la debilidad del pensamiento primitivo ra-dica en que contiene grumos de superstición, información erró-nea, falsos modelos y grumos autoritarismos; asimismo en queno advierte que mezcla todo eso en sus cadenas de razonamien-

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tos, y en sus análisis de la realidad. El progreso del conoci-miento humano está, por supuesto, jalonado por la incorpora-ción de información y de esquemas conceptuales cada vez másrefinados, versátiles y eficientes; pero también depende de unproceso constante de depuración de las aberraciones que loacompañan. Es imprescindible, pues, que el esfuerzo por desa-rrollar el conocimiento en nuestra región, implique esa depu-ración. Pero así como es imposible curar una enfermedad si sela desconoce o se la oculta, para llevar a cabo esa depuracióndebemos sincerarnos y tratar de entender lo que hacemos; almenos, debemos revisar la forma en que estamos operandoaquí y en este mismo momento, tratando de hallar las fallas,las incongruencias, los usos y las costumbres que perjudican elconocimiento. Muchas veces, los religiosos del tercer mundotratan de formar parte del sistema político-estatal y conver-tirse en religión oficial, para apoderarse del aparato educativoe impedir estos análisis depurativos.

Uno de los dogmatismos más comunes en que caemos losinvestigadores es el de dar por sentado que el hombre posee unsolo instrumento para aprehender la realidad, y ese instrumen-to es la razón. A veces es más estrecho aún: consideramos losprocedimientos de las ciencias exactas como los únicos válidospara el estudio de la realidad. Tan grandes son los logros de laciencia de nuestros días, que muchos científicos han llegado aadoptar un realismo ingenuo, que admite la posibilidad de cono-cer las cosas en su ser verdadero, sin necesidad de supuestos,sin mediaciones; además, cree en la eficacia de este conocimien-to en el trato diario y directo de las cosas: juzgamos que una sin-fonía, un cuadro, un sentimiento religioso son malos cuando nolos entendemos. Pero la ciencia está muy lejos de llegar a consti-tuir una forma total, acabada y perfecta de conocimiento.

Como señala el filósofo Luis Villoro -y nos esforzamos porilustrar en estas páginas- la ciencia presupone una concepciónmetafísica, y está lejos de ser un conocimiento sin supuestos.La filosofía, en cambio, ya hace siglos ha desterrado esta posi-ción: no admite supuestos pues, como señala Risieri Frondizi(Ensayos filosóficos), posee la independencia más absoluta; ellamisma se fija su contenido, sus límites, sus problemas y susposibilidades.

El científico auténtico se diferencia del creyente religioso

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en que no sólo no teme encontrar hechos que violen sus princi-pios, sino que una y otra vez busca la forma de destruirlos, por-que parte de un supuesto más fundamental, una firme creen-cia, un dogma al fin y al cabo: que la realidad tiene una estruc-tura lógica; y que, por lo tanto, encontrará otro principio másgeneral, más firme que el que se acaba de demoler, y el árboldel conocimiento no se derrumbará sobre su cabeza. Esta posi-ción arranca tal vez de Hegel, para quien todo lo real es racio-nal, y lleva a una actitud condensada en la expresión de AlbertEinstein: "La propiedad que más me maravilla del universo essu comprensibilidad." Einstein estaba convencido de que lasolución de todo problema, por más oscuro que aparezca por elmomento, será eventualmente explicado, y el conocimientoobtenido será integrado al árbol del saber. Pero esa creencia es,en sí, un dogma hegeliano.

La aniquilación de un axioma, de un principio científico, espor cierto un hecho infrecuente, pues requiere de una grancapacidad intelectual, y el nombre del sabio que la lleva a caboqueda de ahí en más en las páginas de la historia. Un investi-gador irrumpiría entusiastamente en la oficina del director desu instituto para anunciarle que acaba de demostrar la manerade refutar un principio de la ciencia, porque su logro será valo-rado, además de que su sueldo y el apoyo económico para susestudios serán incrementados. Por el contrario, un sacerdoteque irrumpiera en el templo para anunciarle ufanamente alobispo que acaba de encontrar la forma de violar un dogma, nocorrería con la misma suerte.

De ese modo, el material discutido en los dos últimos capí-tulos nos lleva a tomar las cosas con cautela, pues la afirma-ción de que el mito y el dogma son ajenos a la ciencia parecesurgir de una visión superficial y errónea. Así, el que muchosfísicos condenaran el azar y la incertidumbre en la física departículas elementales no parece haber hecho trepidar a Wer-ner Heisenberg y a los físicos cuánticos; sin embargo, que anada menos que a Albert Einstein le disgustaran esas teorías("Dios no juega a los dados", afirmó) los llevó a más de undebate en que fundamentaron con todo cuidado (y con todoéxito) sus posturas. Entendemos entonces que Auguste Comteafirme que el dogmatismo es el estado normal de la inteligen-cia humana.

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43Hoy el conocimiento está tan sistematizado, que un men-

tiroso necesitaría ser realmente genial para pasar por sabio,pues se ve obligado a inventar todo un sistema de falsedadescoherentes que soporten su patraña; además, que ésta no seconfronte en ningún punto con el sistema de "verdades" queconstruye la ciencia. Pero a veces, las convicciones que hemosadoptado por conveniencia ocasional (que lo biológico no es re-ductible a lo físico; que los toros y los gallos no sienten dolor;que no se puede transferir información del RNA al DNA) suelengenerar todo un corpus de "conocimientos" que, si bien no llegaa ser doloso, sí resulta culposo (salvo cuando se lo adopta provi-soriamente y por razones prácticas, por ejemplo, que la informa-ción del RNA no se puede transferir al DNA). El sistema basadoen las convicciones suele ser más tenaz y duro de desbaratarque el basado en la burda mentira. Por eso se suele decir que elverdadero enemigo de la verdad no es la mentira, sino la convic-ción, la cual nos lleva a confiar ciegamente en el saber científico.

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3. CEREBROS SIN USAR Y COMPUTADORASFLAMANTES

¿Cómo y dónde se genera el conocimiento?El comandante de un portaviones sólo a último momento

confía a sus aviadores el código para entender sus instruc-ciones; el mariscal de campo de un equipo de futbol americanose apiña maliciosamente con sus compañeros para comunicarla próxima jugada sin que lo oigan los contrincantes; el investi-gador suele posponer la divulgación de sus logros hasta que sutrabajo es aceptado por una revista; el tecnólogo oculta sus pro-cedimientos hasta que están patentados. Puesto que el cono-cimiento es poder y otorga ventajas, se comprende que quien lotiene lo guarde celosamente y, cuando lo comparte, lo haga conunos pocos escogidos (sus amigos, los que firmaron el contratode patentes). También los antiguos sacerdotes egipcios se cui-daban de divulgar el procedimiento que les permitía predecir elnivel que alcanzaría el Nilo; asimismo, los cabalistas de Safedse reservaban las claves para descifrar las Escrituras.

Justamente, la palabra griega esotérikos designa al cono-cimiento oculto, reservado a unos pocos iniciados. Muchos mís-ticos o profetas sienten o creen que ciertos conocimientos pue-den serles revelados o infundidos por Dios. Así, el poder deMoisés emana de que el pueblo hebreo acepta que, lo que lesestá diciendo (en realidad se lo decía a través de su hermanoAarón, pues él era tartamudo), acaba de serle comunicado porYahveh; y ese convencimiento es tan cabal, que lleva a genera-ciones enteras de judíos a preferir la muerte antes que desobe-decer los mandamientos. Sin llegar a tales extremos, muchossacerdotes confían en que determinados ritos, trances y acti-tudes hesicásticas los ponen en situación de recibir conocimien-tos especiales, o de tener ciertas intuiciones. A la doctrina queacepta esta posibilidad se la, llama "esoterismo".

Pero la mayoría de los Científicos no acepta el esoterismo,y, en cambio, toma a la,¡azón como fuente principal del conoci-

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miento y como herramienta para ponerlo a prueba; esta actitudo doctrina es llamada "racionalismo". Otros sostienen que elconocimiento no surge de la razón o del pensamiento, sino de laexperiencia que, si bien puede ser interna, más comúnmenteconsiste en la experiencia derivada de la elaboración de losdatos que captan nuestros sentidos en la realidad (es duro,huele, moja, quema, se mueve). Esta escuela se denomina "em-pirismo. Hay varios tipos de empirismo, de entre los cualesquizás el que goza de mayor popularidad entre los científicos esel que separa de un modo estricto y tajante el mundo de los"hechos" y el de las "ideas". Las revistas de las ciencias experi-mentales reflejan esta separación en la obligación de aislar"resultados" de "discusión"; los primeros, para señalar concre-tamente lo que uno vio, midió, pesó; y la segunda, para elu-cubrar acerca de ello.

Ya sea que lo haya infundido Dios, comience en la mente, oprovenga de la realidad "de-ahí-afuera", las corrientes queacabamos de mencionar aceptan que quien maneja el conoci-miento es únicamente la razón pura, fría y lógica. Por eso hayquienes llaman "irracionalistas" a las posiciones que invocaninfluencias biológicas, factores emocionales, fuerza de la volun-tad o mecanismos inconscientes; asimismo, califican de "tran-saccionales" a quienes opinan que lo que percibe un sujeto enun momento dado está condicionado por lo que le sucedió e hizoen el pasado ante situaciones similares. Para los transacciona-listas, la idea de "enzima" que tiene un muchacho que acaba detomar su primer clase teórica de bioquímica, puede ser correc-ta, pero no es la misma que tendrá después de un año de traba-jos prácticos; a la vez, ésta no será igual a la que habrá detener cuando rinda su examen doctoral sobre el tema, o cuandosea ya un profesor emérito que ha formado discípulos en lamateria. En cada una de estas circunstancias las ideas de "en-zima" no se contraponen entre sí, pero responden a un cúmulodistinto de conocimientos, experiencias y;reelaboraciones.

Jean Piaget (La construcción de lo real en el niño) sosteníaque todo ser humano va atravesando edades y etapas de madu-ración en las que adquiere una capacidad de pensar cada vezmás rica, mediante un proceso cíclico de ensayo, error y nuevosensayos, en los que, con el concepto que se forma en su mente,actúa luego sobre la realidad; esta operación se repite cíclica-

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mente y el objeto mental que se gesta se va contrastando con elreal "de-ahí-afuera". Estos ciclos perfeccionan y enriquecen losobjetos mentales, pero el objeto mental "enzima", por más quevaya mejorando, jamás llegará a coincidir exactamente con -nimucho menos ser- una enzima real. Por supuesto, la curiosi-dad, los éxitos y las frustraciones a lo largo de estas opera-ciones introducen factores emocionales.

Aunque continúe la investigación y la polémica acerca dequé sucede en cada estado y cuáles son los factores que impul-san el tránsito, hoy se sabe que el aparato psíquico de cadasujeto madura a través de estadios progresivos (SigmundFreud, El Yo y el Ello). Jean Piaget y Rolando García (Psico-génesis e historia de la ciencia) analizan la evolución de la físi-ca entre Aristóteles y las últimas etapas de la física prenewto-niana, y establecen una correspondencia entre los obstáculosepistemológicos que debió superar la física en sus fases históri-cas y las etapas de la psicogénesis de cada sujeto; es decir, quelos mecanismos y etapas de refinamiento de la capacidad depensar, experimentar y, en suma, de hacer ciencia, que recorreel bebé, el niño, el adolescente y el adulto, son análogos a losque fue recorriendo la fisica a lo largo de su historia. Esta posi-ción es en cierto modo similar a la que sostiene que, durante laembriogenia (huevo, embrión, feto, niño), un organismo recorreetapas similares a las recorridas por la filogenia (unicelulares,esponjas, peces, saurios, mamíferos), cuando fue dando origena las distintas especies. Ni las etapas que transita el sujeto(maduración, educación) ni las que atravesó la humanidad (civi-lización), son para dichos autores una mera acumulación cuan-titativa de conocimientos; más bien, presentan cambios cualita-tivos, con nuevas formas y dimensiones cognoscitivas.

A estas líneas de pensamiento deberíamos agregar las de-rivadas de los estudios de Noam Chomsky, quien sostiene que,así como hay una dotación genética por la cual las abejas vienenal mundo capacitadas y obligadas a hacer panales, las hormigasa construir elaborados nidos y los castores a armar complejasmadrigueras de ramas, los seres humanos llegamos con unacapacidad innata de generar lenguajes. Esta posición de Choms-ky -cuyos inicios se pueden rastrear tal vez hasta Descartes-,relacionan la capacidad innata de generar lenguajes, con la decaptar significados, crear, conocer y desarrollar culturas.

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47Una computadora nueva, aunque su hardware sea particu-

larmente capaz de realizar complicadas operaciones, necesitaque antes de operar le sean cargados y activados ciertos pro-gramas; de lo contrario, será una "computadora idiota". Hastano hace tanto había muchos sordomudos idiotas; luego se cayóen la cuenta de que eran mudos porque nunca habían oído ha-blar, y que por eso no habían adquirido un lenguaje, lo que a suvez les impedía desarrollar la capacidad de razonar. Este tam-bién es el caso de los famosos niños-lobo (niños abandonados,criados por animales): si un niño no es introducido por sus pa-dres en la cultura, no sólo no desarrollará lenguajes, sino queademás será idiota (Paul Chauchard, Sociedades animales, so-ciedades humanas). De modo que, aunque como afirma Choms-ky, un ser humano viene al mundo con una capacidad innatade generar lenguajes, éstos no nacen espontáneamente, como lohacen sus dientes o sus cabellos; es necesaria una crianza yuna educación que introduzcan al infante en la cultura. Lospsicoanalistas, principalmente Sigmund Freud y Jacques La-can, postulan que los padres, al amar al niño, educarlo y tras-mitirle los modos culturales que le permitirán asumir una seriede papeles, también restringen -o reprimen- sus impulsos na-turales; así, lo integran a la cultura a la que ellos pertenecen y,de paso, lo asocian a una compleja intrincación de relacionessociales en las que hay reglas y prohibiciones (la prohibiciónmás célebre y universal de la cultura humana es la del incesto)convirtiéndolo en ser humano.

El, poeta renacentista Ludovico Ariosto decía: "Lo que másse prohíbe, el hombre más desea" (observemos que, si no hu-biera deseo, la prohibición no sería necesaria). Ya sea porquesus padres y su sociedad no le permiten ciertas cosas, o porquede hecho no es omnipotente y no puede poseer todo lo que quie-re o necesita, al sujeto siempre le falta algo de satisfacción; fal-ta que genera el deseo y posibilita el desarrollo del lenguaje, dela capacidad de simbolizar y pensar.

Al respecto, no podemos resistir la tentación de hacer otraanalogía: si encontramos una computadora de hace quince añosperfectamente embalada, flamante, que jamás ha sido usada,la instalamos y le cargamos programas, funcionará correcta-mente; al ser humano, en cambio, sólo es posible "cargarle losprogramas civilizatorios" en determinadas etapas de su madu-

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ración, pues luego será demasiado tarde. Tal es el caso de losniños-lobos que acabamos de mencionar, de los cuales quizá losmás famosos fueron Rómulo y Remo, quienes -según la leyen-da acerca del surgimiento de Roma- fueron amamantados ycriados por una loba. Pues bien, esta loba podría haber salvadoa Rómulo y Remo biológicamente (conservarles su hardware),pero no hubiera logrado ponerlos en condiciones de adquirir unlenguaje ni de aprender a pensar. Lo que resulta por demásdeprimente es que, al ser encontrados, estos niños-lobo ya noestán en condiciones de asimilar los programas que debieron dehaber aplicado en etapas más tempranas. Otra manera de ex-presar lo mismo sería: los investigadores nos ponemos con-tentos cuando nos traen una computadora flamante, pero nocuando nos llega un aspirante con el cerebro sin usar. Aún noestá claro si esto se debe a que, mientras los circuitos de unacomputadora nueva ya no cambian, el sistema nervioso de un"niño nuevo" continúa madurando; o si a que, como sucede contoda estructura biológica, el aparato mental debe funcionar entodas las etapas, aun en momentos en que todavía se está en-samblado, y en cada una de esas etapas tiene capacidades derecepción y asimilación distintas. En cambio, adviértase quelas computadoras no tienen niñez: nacen adultas.

Y aquí se impone un par de notas precautorias sobre lasanalogías entre mentes y computadoras que hemos hecho porrazones exclusivamente didácticas, así como nuestra insistentereferencia a los lenguajes. Si bien hay quienes dan por sentadoque razón, mente, conocimiento y conciencia son la misma cosa,y llegan a afirmar que la mente no es más que "una computa-dora hecha de carne", no creemos pertinente refutar aquí di-chas posiciones ni seríamos nosotros los indicados para hacerlo;sin embargo, a lo largo del libro describiremos diversos aspec-tos de la profesión de investigador que, por sí mismos, irán di-suadiendo al lector de suponer que una computadora, tal comola conocemos hoy en día o nos animamos a imaginar para unfuturo cercano, pueda ser comparada con la mente. Nos resultaoportuno aconsejar aquí la lectura de los libros The emperor'snew mind, de Roger Penrose, y La consciencia, de AugustoFernández-Guardiola, así como del artículo "Mind and matter,matter and mind", de José P. Segundo,

La segunda nota precautoria tiene que ver con los lengua-

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jes. Los avances hechos por la lingüística en los últimos tiem-pos son tan apabullantes, que han llevado a muchos a suponerque pensar es algo así como un sinónimo de verbalizar; con-fusión reforzada por el uso de "lenguajes" computacionales y dela analogía mente/computadora que acabamos de desestimaren el párrafo anterior. Al respecto conviene señalar que la ela-boración mental de la información antes de "encontrar la pala-bra", es tan considerable, que hay personas capaces de arreglarun complejo circuito electrónico aun antes de entenderlo, o an-tes de estar en condiciones de explicar en qué consiste el des-perfecto.

Una segunda fuente de refutación de la identidad pensar/verbalizar deriva del probable origen de la capacidad humanade conocer. Merlin Donald (Origins of the modern mind) opinaque el uso de símbolos que caracteriza nuestro proceso mentalactual, es apenas la tercera etapa de un larguísimo procesoevolutivo. La primera, que Donald llama "de habilidad miméti-ca", hizo que el Homo erectus adquiriera la capacidad de re-pre-sentar sucesos -algo así como la capacidad de entender y comu-nicar que eso que está haciendo es imitación de algo sucedidoantes y en otro lugar-, y también de representar conocimientospor medio de movimientos voluntarios pero aún no-lingüísticos.La segunda etapa dependió de una serie de modificaciones su-fridas por el aparato de fonación, y que hizo posible que el Ho-mo sapiens hablara. En lugar de comunicar ciertas habilidadesy conocimientos mediante gestos motores, el Homo sapiens es-tuvo así en condiciones de hacerlo en una tercera etapa, pormedio de una equivalencia entre esas habilidades cognoscitivasy los sonidos que ahora estaba en condiciones de emitir.

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4. ¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... OCREER PARA VER?

En el capítulo 1 vimos que, una vez que los griegos de Milesiapudieron usar palabras escritas para representar "perro", `jus-ticia", "bárbaro", "triángulo", las pudieron sacar de contexto sinque perdieran todo su significado, e incluirlas en nuevos discur-sos en los que ese significado se seguía conservando. Esto losforzó a definir entonces cuáles características se retienen porser esenciales, y cuáles otras se descartan por ser meramenteaccidentales. En síntesis: se buscaba la esencia de los conceptosrepresentados por dichas palabras. De ahí en más, el conceptoasí extraído no estaba sujeto a las fluctuaciones accidentales dela realidad: había perros, justicia, bárbaros y triángulos "idea-les". Comenzaron a encontrar las propiedades fundamentalesde estas entidades ideales, y a advertir que cada clase (la de lostriángulos, la de los círculos, la de los planetas) cumple leyesque les son propias. Advertían que las esferas y los triángulosideales que manejaban en su mente cumplían perfectamentecon las reglas de la geometría; sin embargo, las bolas de lana ode tierra, así como los objetos triangulares que veían con susojos y manipulaban con sus manos, sólo se adecuaban imper-fectamente a las leyes que rigen los radios, ángulos y paralelas.Por eso, algunos de ellos llegaron a creer más en lo que enten-dían que en lo que veían, de modo que, cuando se trata de cono-cer la realidad, preferían la razón a la experiencia.

A veces, las discrepancias entre el mundo de las ideas y elde la experiencia iban más allá de las meras irregularidades ydesajustes cuantitativos, e incluso llegaban a oposiciones fron-tales. Así, Zenón de Elea razonaba del siguiente modo: si enuna carrera Aquiles le diera una ventaja inicial a una tortuga,no podría alcanzarla jamás, pues cuando llegara a donde la tor-tuga estaba en el momento de iniciar la carrera, el animal yaestaría más adelante, y así ad infinitum. Pero como la expe-riencia le indicaba a Zenón que Aquiles rebasaría a la tortuga

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¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER? 51en instantes, prefirió aceptar como dictado de su razón, que elmovimiento no existe y la realidad es estática; que, más bien,sus sentidos le causaban ilusiones equívocas. En aquel momen-to, en el que la razón no se empleaba para describir la realidadsino un mundo ideal, no habría tenido sentido recurrir a la ob-servación de la naturaleza y a la experimentación para obtenerconocimiento. Cuando se menciona esta actitud de los filósofoseleáticos, muchos alumnos menean su cabeza en descrédito"¡Negar lo que se está viendo con los propios ojos, vaya chi-fladura!"; sin embargo, estos jóvenes ven con sus propios ojosque, cada día, el sol atraviesa el firmamento de oriente a occi-dente... y no obstante creen -con toda corrección- que es laTierra la que gira sobre su eje, y la preferencia de lo que en-tienden sobre lo que ven, no les resulta extraña.

Por eso ha sido uno de los grandes logros de la humanidadel haberse lanzado, muchos siglos después, a entender la rea-lidad-de-ahí-afuera con el mismo razonamiento que se aplicabaa los objetos ideales. Para hacer un bosquejo de quiénes y cómolo lograron, debemos hacer una pequeña digresión histórica.

En plena Edad Media, el mundo europeo todavía aparecíapoblado de seres fabulosos, y el conocimiento estaba en manosde místicos y hechiceros; del poder de éstos para volar monta-dos en una escoba, hablar con los pájaros, sintetizar homúncu-los en una probeta, conversar con Dios o convocar al Diablo,nadie dudaba. La "epistemología" europea de hace apenas seiso siete siglos aceptaba como criterio de verdad que, si una viejagreñuda y desdentada había copulado con Satanás, su cuerpose quemaría en una pira; de lo contrario, Dios la protegería. Pe-ro, más que su falta de conocimientos, era su actitud, su cultu-ra impregnada de fe y obediencia, la que no le permitía al hom-bre europeo de la Edad Media usar su razón con sensatez. Enlos capítulos subsiguientes insistiremos en ese aspecto a pro-pósito de la situación actual en el tercer mundo, pues una delas tesis que sostenemos es que nuestro supuesto atraso cientí-fico no se origina en la ciencia misma, sino en el marco cultu-ral, en nuestra visión del mundo. Pero regresando al hombreeuropeo, no sólo era un "subdesarrollado", sino que miraba conrecelo la cultura pagana. Hoy se acepta que, en ese momento,Europa recibió una maravillosa inyección de cordura provistapor los árabes.

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52 ¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER?

Mahoma, fundador del Islam en el siglo vii de nuestra era,había urgido a sus seguidores a educarse y fomentar la sabi-duría. En cumplimiento de dicho mandato, el Islam echó manodel conocimiento griego, bizantino, persa, hindú, del disponibleen el Cercano Oriente y, por supuesto, lo incrementó con elaporte de sus propios sabios. Los templos árabes más impor-tantes contaban con bibliotecas, enormes para la época, querespetuosamente atesoraban libros como las traducciones delos pensadores de la Grecia Clásica; pensadores que se habíanocupado de la lógica, la física, la geometría, la psicología, laética. Esos textos habrían de ser traducidos gradualmente allatín, de modo que a la altura de los siglos xii y xiii, ya se ha-bían diseminado por casi toda Europa. El conocimiento islámi-co tenía, por así decir, una vertiente místico-filosófica cuya im-portancia fue sistemática y eficazmente menospreciada por loshistoriadores europeos a lo largo de ocho siglos;4 asimismo,otra profana, que fue aceptada en tanto brindaba aplicacionesventajosas. Estas vertientes se convirtieron, a su vez, en dosmodos de penetración islámica en el mundo europeo:

al El modo de penetración místico-filosófico presentaba mu-chas facetas, de entre las cuales aquí nos interesa la derivadadel papel que juega Dios en el mundo actual. Para comenzar di-remos que Al-Jahiz (nacido y muerto en Basra, Irak, pero quedesarrolló sus estudios en Bagdad entre 776 y 868), había in-sistido en la unidad de la naturaleza y reconoció la relación en-tre diferentes grupos de organismos. No importa que tambiéncreyera que la vida se puede originar espontáneamente del ba-rro; lo que sí importa es que esa unidad y esa relación señaladapor él, en cierto modo esbozó la columna vertebral del conoci-miento sistemático de la naturaleza que caracteriza la ciencia

4 A pesar de que el Islam produjo filósofos mutazalitas como al-Kindi, al-Farabi, iba Sina (Avicena) e iba Rushd (Averroes); de que conservó, valoró,desarrolló y enseñó a una Europa ignorante el pensamiento de Platón, Aris-tóteles y otros genios griegos, se suele repetir la tontería de que los árabes só-lo actuaron como una suerte de carteros, que transportan textos pero ignoransu contenido. Esta actitud, errónea en el mejor de los casos, fue favorecidapor el prejuicio de monjes cristianos como Francis Bacon ( New organon, de1620), científicos "duros" como Pierre Duhem ("No hay ciencia árabe"), y has-ta científicos laicos como John Bernal, que en su monumental obra sobre laciencia, dedica apenas diez págin s al pensamiento islámico a lo largo deocho siglos y, prácticamente, lo desecha.

¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER? 53actual. Más tarde, Avicena (nacido en Bukara, Persia, en el año980 y muerto en 1037, en Hamadan), basado en el pensamientode Aristóteles, desarrolló sus propias ideas acerca del "ser", la"esencia" y la "existencia", e intentó probar metafísicamente laexistencia de Dios. Uno de sus continuadores, Averroes (nacidoen Córdoba en 1126 y muerto en Marruecos en 1198) concluyóque Dios no era un manipulador; que, más bien, tras dotar a lanaturaleza de un orden mecánico y de leyes matemáticas, sehabía abstenido de interferirlo. Tal vez sea oportuno recordaraquí que esta posición también derivaba de los griegos. Así,Platón había concebido que el mundo fue ensamblado por unDemiurgo (artesano racional y benevolente) que ahora no inte-rrumpía el curso natural. Para Averroes, el hombre es capaz deentender dicho orden, sobre todo mediante la filosofía.

b] La penetración profana, de eminente carácter práctico,es fácil de entender, pues aún hoy los pueblos atrasados, queno tienen una visión científica de la realidad, adoptan los ar-tículos y el know how de los pueblos más adelantados. Comoestamos acostumbrados a ver indígenas con blue jeans, rifles yradios de transistores, nos es fácil imaginar a los europeos de laEdad Media adoptando ácidos, álcalis, explosivos, artículos demetal, cerámicas, cuero, telas, papel, pólvora, además de técni-cas para el manejo del comercio, la irrigación, la arquitectura,l a astronomía y la navegación que les proveía el primer mundode aquel entonces: el Islam.

Esa maravillosa transferencia que Occidente recibió de losárabes consistió entonces en un universo sistematizable, queabarcaba desde las ideas del ser y de Dios, hasta el dominio deasuntos mundanos y eminentemente prácticos. De modo que sibien la idea de una ciencia unitaria y universal -que encadenatodos los conocimientos humanos posibles en una sabiduría sis-temática-, se atribuye a René Descartes, porque indudable-mente él la elaboró y la presentó convincentemente como tal,su germen puede rastrearse en los orígenes del" monoteísmo deAkenatón en Egipto; concepción unificadora de los mitos que esheredada por los judíos y transferida a los cristianos y que, sibien éstos dejan un tanto de lado al transformarse en religión(le Estado y contaminarse del paganismo politeísta romano, esrecuperada y reinsertada en Occidente por los árabes, quienes(le paso la habían enriquecido al extenderla al mundo profano

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54 ¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER?

en el que comenzaba a reinar la ciencia.Esa inyección, que duró varios siglos, tuvo primero efectos

en la cultura y sobre todo en el pensamiento religioso (del. quenos volveremos a ocupar en el capítulo 16), y luego en los arran-ques de nuestra ciencia, en lo que llamamos Renacimiento. Só-lo entonces, con Vesalio, Galileo, Leonardo, Harvey y tantosotros, el hombre europeo puede recurrir a la observación de larealidad para extraer datos y construir con ellos esquemas con-ceptuales que los expliquen y, ya con estos modelos in mente,vuelve a observar la realidad para ajustarlos. La razón pasa aservir, entonces, para describir la naturaleza. Paulatinamente,se pasa de "escuchar" buenamente lo que la realidad tenga quedecir (observar), a "hacerle preguntas" (experimentar): disecar,arrojar, percutir, agregar o quitar cosas a los sistemas en estu-dio, ya sean órganos anatómicos, palancas, líquidos que fluyen,cenizas, ácidos, etcétera. El proceso circular (observación -*razonamiento sobre lo observado --> experimentación -> nuevaobservación) resultó tan fértil, que Alfred North Whiteheaddata el comienzo de lo que se suele llamar revolución científica,o arranque de la ciencia moderna, en el momento cuando Ga-lileo Galilei y sus contemporáneos combinaron el método em-pírico con el método lógico.

La experimentación requiere de un nivel y tipo de civili-zación que no todas las culturas desarrollaron. Por ejemplo, losaztecas no alternaron un año en el que practicaran sus habi-tuales sacrificios humanos, con otro en el que los omitieran, pa-ra luego, repitiendo esta secuencia diez veces, comparar los re-sultados a fin de determinar si las inmolaciones tenían relacióncon la conducta del Sol. El hecho de que no realizaron dichaprueba se explica por razones complejas y variadas, tales como:a] no habían desarrollado la experimentación sistemática; b]un experimento como el que mencionamos hubiera sido incom-patible con su cosmovisión; c] el sacrificio, lo supieran losaztecas o no, mostraba a los pueblos bajo su control quién teníala sartén por el mango, de modo que, independientemente desu cosmovisión, les resultaba estratégicamente útil. Sirva esteejemplo para mostrar una vez más y en otro contexto, que laforma de conocer y de hacer ciencia, depende del marco cultu-ral, de la posición filosófica y,;del poder.

Pronto se dejó de experimentar para ver qué sucede, y se

¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER? 55

pasó a experimentar para ver si ocurre lo que cabe esperar.5

Hoy no se hacen experimentos para ver qué ocurre, sino paraponer a prueba las hipótesis, o decidir cuál de todas las posibili-dades que se barajan es la más adecuada. Nadie va a construirun acelerador de cinco kilómetros de diámetro, que cuesta cien-tos de millones de dólares -con enjambres de científicos, técni-cos y empleados, computadoras, laboratorios, talleres y vivien-das-, para ver qué pasa cuando chocan las partículas elemen-tales. Mucho antes de que se tracen los planos, se consigan losfondos, o se ponga la piedra fundamental del primer edificio, sedebe tener muy en claro qué se espera observar y qué se va adecir en caso de obtener tal o cual resultado. Por supuesto, estono descarta que luego puedan surgir posibilidades imprevistas,pues la realidad es tanto más rica que nuestras más descabe-lladas fantasías, y el número de variables es tan grande, que amenudo se hacen observaciones insólitas. Pero esas observa-ciones provocan inmediatamente la aparición de modelos teóri-cos que tratan de explicarlas, dan lugar a nuevas experimenta-ciones... y así sucesivamente.

Hubo un momento en el que bastaba treparse a las mon-tañas, hacer expediciones por países ignotos, internarse en lasselvas del África o de Borneo, o sumergirse en el mar, para en-contrar minerales nuevos, especies de animales y de plantasignorados, así como gente con lenguajes, religiones y costum-bres desconocidas. Hoy, la mayor parte de lo cándidamente ob-servable ya se observó. En el ámbito de la mismísima astrono-mía, en el que no se puede experimentar (quitar o poner unaconstelación, percutir una estrella), ya no se construyen apara-tos para observar ingenuamente; más bien, para comprobar siexisten los efectos y los objetos predichos por nuestras hipótesis(desviaciones gravitatorias de la luz, quasares, agujeros ne-gros). Esto no significa, en absoluto, que la observación hayapasado de moda, pues sigue siendo el ingrediente fundamentalde nuestras investigaciones; baste recordar los estudios quetratan de encontrar correlaciones entre el lenguaje y el estadomental de un paciente, o entre la industrialización de un país yla migración de campesinos a las ciudades.

5 Galileo declaró: "No hago experimentos para ver qué sucede, pues ya losé y estoy convencido. Los hago para convencer a los incrédulos."

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56 ¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER?

Incluso hay un tipo de experimento que no se puede llevara cabo en la realidad pero sí mentalmente, como es el llamadoGedankenexperiment: "Supongamos que llego a un planeta enel que la velocidad de la luz es 10 Km/h", "supongamos queviajo en un electrón a 140 000 Km/seg y...". Hay algunos "ex-perimentos mentales" muy famosos, en los que intervienen elDemonio de Maxwell, el gato de Schródinger o los elevadoresde Einstein, que no existieron ni podrían existir. Desde mihumilde visión cientificista, muchos cuentos de Borges me pa-recen verdaderos Gedankenexperimenten; entre ellos, El jar-dín de los senderos que se bifurcan, Funes el memorioso, Lalotería de Babilonia.

Si bien no hemos regresado a la época de Zenón de Elea, yen cambio afirmamos que la confrontación con la realidad es loque en último término confirma o refuta nuestras hipótesis, ala realidad le cuesta un trabajo enorme "doblegar" o "derrotar"a una idea. Cuando alguien viene con una observación insólita,que los modelos en boga no pueden explicar, se la toma comouna curiosidad, un artefacto de la técnica experimental, unefecto que incluso hasta puede llevar el nombre de su descubri-dor (Peltier, Eótvós, Raman) y hacerlo famoso... pero que sedeja de lado. Más aún, algunos científicos pueden dar crédito adicha observación, repetir la experiencia con más cuidado, con-firmar la rareza, propalar en el seno de la comunidad quequien hizo la observación original no es un charlatán... y volvera arrumbar el asunto. Cada tanto se mira de reojo para ver siel despropósito todavía está ahí, si alguien no dio con la clave,hasta que puede decir: "¡Pero si no era más que un efecto delsolvente!" o "¡Y pensar que se debía a un contaminante!"; obien, que lo explique con un modelo adecuado y lo integre alcuerpo del conocimiento. Repito: a la realidad le cuesta muchoimponerse a una idea, aun entre los investigadores empiristasde las ciencias duras. Esta actitud deriva de que muchas de lasideas fundamentales sobre las que se asienta la ciencia, pare-cen ser contradichas por la experiencia de nuestros sentidos eincluso por nuestra sensatez. Tal es el ejemplo mencionado alcomienzo de este capítulo, acerca de aceptar que es la Tierra laque gira sobre su eje y alrededor del Sol, aunque veamos connuestros propios ojos que el astro cruza diariamente sobrenuestras cabezas. Justamente fue Nicolás Copérnico quien ini-

¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER... O CREER PARA VER? 57

ció (o reinició, si consideramos a los eleáticos y a los árabes)este gusto del hombre por los modelos abstractos, al precio derechazar las evidencias más directas de nuestros sentidos.

En capítulos posteriores nos volveremos a ocupar de estaactitud de descrédito provisorio en el que caen las novedadesmuy alejadas de lo que se espera. Aquí sólo queremos señalarque el descrédito, o acaso la ignorancia total, es mucho másgrosera si la novedad viene del tercer mundo. Por regla gene-ral, nuestros trabajos son aceptados en cuanto aportan datosque encajan en los modelos sustentados en el primer mundo. Sipor el contrario requieren alguna modificación fundamental, selos pone en cuarentena hasta que algún científico primermun-dista los ponga a prueba... momento en que no es raro que sepase a citar a este último. De hecho, las editoriales aceptannuestros artículos (con datos concretos); no así, nuestros librosde ensayo (mezcla de conocimientos aceptados e ideas plausi-bles pero aún osadas). Nos está permitido aportar ideas quecomplementen su visión del mundo, pero no alterar sus esque-mas. En el campo de las artes la situación es más grave aúnpues, tácitamente, el primer mundo espera que nuestros litera-tos, plásticos y danzantes sean meros folkloristas.

Hay quienes piensan que "investigar" consiste en aprendera medir cosas con algún aparato estrambótico, "cultura" essaber en qué ciudad nació Mozart y "visión del mundo" es loque se capta cuando uno abre los ojos y mira lo que tiene de-lante de la nariz; de ese modo, para ellos investigación, culturay visión del mundo no tienen mucho que ver entre sí. Por elcontrario, he mencionado tres ejemplos en distintos momentosde la historia y distintos lugares del planeta, en los cuales de-bido a la cultura y visión del mundo, los griegos pensaban queel razonamiento no era aplicable a lo que veían y tocaban; loseuropeos preferían vivir en un mundo de fanatismo alucinado ycondenaban el conocimiento que cultivaban los musulmanes, ylos aztecas mataban millares de seres humanos sin constatar silos sacrificios guardaban alguna relación con la realidad que seproponían influir. Espero que, cuando oigas que nuestro pro-blema científico no emana principalmente de la ciencia en sí,sino que está decisivamente ligado a nuestra cultura y a nues-tra visión del mundo, al menos te pongas a pensar en cómo sepodría mejorar la relación entre unas y otras.

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5. ¿CONOCER?

En los capítulos anteriores he tratado de mostrarte que laforma actual de la ciencia es producto de un largo procesohistórico de estira y afloja entre empirismos, racionalismos,posiciones teológicas, invasiones de pueblos con visiones delmundo contrapuestas, que de ninguna manera llegaron a unacuerdo sobre qué cosa es la ciencia y qué es conocer. Perotemo que eso te dé la falsa impresión de que, entonces, en cien-cia todo vale.

No es así; hay una rama de la filosofía, la epistemología,que se ocupa específicamente de analizar la naturaleza, la gene-ración y la validación del conocimiento. Pero, claro, los epis-temólogos no son señores apostados tras un mostrador de re-cepción, con normas escritas en mármol sobre cuáles contribu-ciones de los científicos han de aceptar y cuáles no; también laepistemología, como el resto de las ramas del conocimiento, a lolargo de la historia sufrió sus propias convulsiones, modas, einfluencias de genios esporádicos.

Por ejemplo, a principio de siglo, a los epistemólogos lessucedieron dos cosas. En primer lugar ellos provenían de la fi-losofía y quisieron poner coto a la invasión de pensadores queanalizaban la economía, la sociedad, la historia, la personali-dad y el lenguaje con pretensiones científico-filosóficas (Marx,Darwin, Freud y otros tuvieron el mérito de escandalizar a epis-temólogos y a quienes no lo eran); en segundo, los epistemólo-gos advirtieron que no estaban solos en sus propias discusionesfilosóficas, sino que surgían participantes entre los fisiólogos,físicos, economistas, antropólogos, sociólogos, psicoanalistas.Cual gladiadores que luchan con armas, defensas, estrategias yreligiones diversas, e incluso profiriendo frases en idiomas dife-rentes, los participantes en la polémica científica echaron ma-no de argumentos sociales, poli ticos, económicos, psicológicos yepistemológicos en un debate que aún continúa y que, desde mipunto de vista, ha tenido tres consecuencias principales: a] una

[58]

¿CONOCER?

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mejor comprensión del proceso mediante el cual se genera elconocimiento; b] un tremendo sacudón a la confianza en el co-nocimiento científico; y e] una profusión de lemas y consignasanticientíficos, que muy pronto se transformaron en agua parael molino burocrático/oscurantista. Veamos.

La mayoría de los científicos se sienten tan seguros y agusto con el conocimiento que les brinda su ciencia que, hacien-do gala de una incauta omnipotencia, dan por sentado que losepistemólogos están inventando "peros" intrascendentes: merosformalismos que no conllevan peligro alguno de conmover eledificio científico. Cándidamente aceptan que pueden conocerun objeto (por ejemplo, un tomate). Pero... ¿el color es una pro-piedad del objeto o del observador? ¿El tomate es rojo... o, en laarrugada oscuridad de nuestro cerebro, los impulsos eléctricosy el derrame de trasmisores químicos nos dan una sensaciónque bautizamos de "rojo" y se la atribuimos al vegetal? LuegoWittgenstein (Gramática filosófica) preguntaría: Si me deci-diera a usar una nueva palabra en lugar de "rojo", ¿cómo sedemostraría que esa palabra ha tomado el lugar de "rojo'? "Ro-jo" es una imagen -que describo con un lenguaje inventado porla cultura a que pertenezco- para representar algo que hay ahíafuera y que me produce el efecto de rojo. Lo mismo me suce-de con "tomate", "liso", "frío', "jugoso'. Y ahora, al discurrir so-bre ese cuadro que no es el mundo, sino que sólo representa almundo, obedezco reglas gramaticales, no leyes de la natura-leza. Puedo pensar y decir muchas cosas de esos cuadros pro-ducidos por mi conocimiento; pero la realidad en sí misma esindecible, incógnita, ininteligible.

Por otra parte, ¿quién vio alguna vez un neutrino o unquark? Que Galileo mirara o no al Sol no afectaba al Sol de ma-nera apreciable, pero en cambio que un físico cuántico observea un electrón, o que un psicoanalista escuche a un paciente ob-sesivo, introduce ciertas modificaciones en el sistema en estu-dio, que no se pueden ignorar o despreciar, ni se reducen a cier-ta distorsión metodológica de la imagen que uno capta del obje-to observado; lo observado no es lo mismo que lo no observado,sólo que un poco perturbado, sino algo francamente distinto. Elpapel del observador ha cobrado tal importancia, que en estosmomentos hay quienes llegan a preguntarse cosas que en si-glos anteriores hubieran parecido lunáticas; por ejemplo, si el

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¿CONOCER?

universo tiene las propiedades que le atribuimos porque no-sotros lo observamos (principio antrópico).

Como la filosofia, la ciencia y el arte son hechas por orga-nismos de carne y hueso; nuestra cultura parece ser de prontoun producto biológico. El filósofo vasco Nicanor Ursúa (La bio-logización de nuestra cultura) lamenta:

Con la aparición de las teorías evolucionistas, el ser humano ha toma-do seria conciencia de su procedencia evolutiva; poseemos la misma oparecida estructura biológica que el resto de los seres vivos. La biolo-gía se está convirtiendo así en una ciencia "determinante" para inter-r pretar al ser humano, su comportamiento y cultura [...] minusvalo-

rando otros factores y experiencias, se pretende reducir todo a factoresbiológicos.

Luego se pregunta: "¿Es el saber humano sólo biología?¿Somos libres para hacer la historia con conciencia? ¿Somosmarionetas de la evolución?"

Los epistemólogos de este siglo también volvieron a pre-guntarse qué es después de todo una hipótesis científica, y có-mo se valida o se refuta. La mayoría de los investigadores quenos ganamos la vida tratando de entender la membrana celu-lar o las propiedades del boro diríamos que una "hipótesis" essimplemente el modelo teórico que podemos formular acerca decómo funciona el sistema en estudio; "validación" es el con-tenido de nuestro paper, en el cual demostramos que todos losexperimentos que hicimos para probar la hipótesis apoyannuestra forma de ver las cosas, y que ninguno de los que hici-mos para tirarla abajo la pudo destruir. "Refutación" es encambio el contenido del paper de un competidor, quien realizaun experimento que habíamos omitido y demuestra que esta-mos equivocados. Con esta óptica, "irrefutabilidad" es la gra-tísima propiedad que iría teniendo nuestro modelo a medidaque más y más colegas publican resultados que la apoyan ynadie encuentra nada que lo contradiga. "Confirmación" seríael estado que alcanza nuestra hipótesis, el día que algún se-ñorón de Heidelberg o de Princeton se la adjudique y no nos ci-te. No obstante, estamos seguros de que tarde o tempranoalguien generará un modelo mejor y que irán apareciendo mo-delos cada vez mejores; asimisn Q, confiamos en que si se extra-pola este proceso al futuro, la serie de modelos mejorados

¿CONOCER?

61apuntarán con suerte a La verdad: los científicos suponemosque ahí-afuera hay una realidad que coincide cada vez más connuestros modelos explicativos, con el único límite impuesto porel principio de incertidumbre.

Los científicos tampoco solemos preocuparnos por la faltade definiciones estrictas. Ante la dificultad de definir el tiempo,variable central del curso de dinámica que dictaba, RichardFeynman cortó por lo sano y anunció: "El tiempo es: cuánto de-bemos esperar"; luego ofreció una alternativa: "El tiempo es loque pasa... cuando no pasa ninguna otra cosa." La incapacidadde definir el tiempo no lo detuvo. Un siglo y medio después deque Darwin revolucionara el pensamiento científico con susideas acerca del origen de las especies, todavía no podemosdefinir qué es una especie.

A pesar de que una de las características centrales de laciencia es su sistematización, los investigadores sólo nos atene-mos a la coherencia interna del conocimiento en nuestro cam-po particular de trabajo. Los biólogos investigaron en apasio-nante detalle los diversos aspectos de la vida a lo largo de másde un siglo, ignorándose mutuamente con los termodinamistasque, mientras tanto, analizaban los balances de energía en lanaturaleza. Ambos bandos estaban al tanto de los desarrollosdel vecino y eran conscientes de la posibilidad de que la vidapudiera violar los principios de la termodinámica, pero se enco-gían de hombros con un: "tiempo al tiempo: ya se arreglará".Sólo cuando están intuitivamente convencidos de que existeuna manera de evitar el conflicto, de encontrar una explicaciónaclaratoria, sólo entonces crean una interdisciplina que toma eltoro por las astas... ¡y es cierto: todo se arregla! (Recordar aquíla frase de Einstein sobre la comprensibilidad del Universo.)

Si inyectamos hipertensina a diez ratas y a todas les sube(significativamente) la presión arterial, aceptamos que hemos"demostrado" que la hipertensina puede subirle la presión nosólo a esas diez, sino a todas las ratas del mundo, habidas y porhaber... y aunque no lo digamos explícitamente, nosotros (conentusiasmo) y hasta nuestros competidores más acérrimos (aregañadientes) pasaremos a suponer que la demostración valepara todos los bichos del mundo, sean ratas o no. Para los cien-tíficos se trata de una hipótesis, si no "verificable", al menos"posible de poner a prueba". Esa hipótesis divide a los colegas

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en dos bandos: 1] los que pueden repetir nuestros estudios yverificar que tenemos razón, y 2] los que pueden hacer otrostipos de estudio, con otros protocolos, para demostrar que loque decimos es falso. Con este interjuego los científicos nosquedamos felices y conformes.

Pero, con toda humildad, debemos reconocer que la mayo-ría de los investigadores somos, por así decir, epistemólogos deentrecasa. Los epistemólogos en serio, en cambio, hilan muchomás fino. Karl Popper (Conjectures and refutations), por ejem-plo, señaló que, claro está, una hipótesis se va fortaleciendo amedida que, basándose en las predicciones de dicha hipótesis,más y más investigadores encuentran hechos que la apoyan; noobstante nunca se puede demostrar que es absolutamente cier-ta, puesto que necesariamente debe basarse en postulados, enprincipios... que puede tirar por tierra algún genio que cambiala concepción del mundo y, con ellos, modifica o destruye algu-no de los postulados en que se basaba la hipótesis. Popper tam-bién señaló que, para ser científica, la hipótesis en cuestióntiene que dar lugar a estudios que la puedan -al menos en prin-cipio- tirar abajo, demostrar que es falsa. Por ejemplo, con res-pecto a la hipótesis de que la hipertensina es capaz de elevar lapresión arterial de cualquier animal, alguien podría demostrarque es falsa, el científico que hizo la observación originalcometió un error experimental o se apresuró a generalizar susobservaciones, o sólo se cumple para ratas macho adultas de lacepa Wistar utilizadas en nuestro trabajo.

Por el contrario, no se puede falsear la afirmación "todoslos puntos del círculo están a la misma distancia del centro",pues si descubrimos algún punto que no lo esté... no se trata deun círculo. Por lo tanto, según Popper, esta hipótesis no es cien-tífica. Por eso sostuvo que la virtud de una teoría no es su irre-futabilidad, sino la capacidad de ser potencialmente falseable;de que permita concebir un estudio o un experimento que po-dría destruirla. Esta línea de pensamiento fue también desa-rrollada por una pléyade de filósofos ilustres (Reichenbach,Von Mises, Carnap), cuyas ideas no describiremos, porque sealejan del propósito de este texto.

Luego, Imre Lakatos opinó que ninguno de los criterios dePopper es válido, y desarrolló de modo profundo el argumentode que una teoría refutada no es necesariamente falsa; pues la

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63refutación misma podría resultar falsa. Para ayudarte con esteconcepto: ponte en el lugar y tiempo de Copérnico. Acaba depostular que la Tierra no es el centro del universo, sino quegira alrededor del Sol. Alguien le refuta: si la Tierra giraraanualmente como usted afirma, saldría disparada hacia elespacio igual que cuando alguien revolea una piedra atada aun cordel. Como en la época de Copérnico no se sabía de atrac-ciones gravitatorias, le hubieran "demostrado" que su teoríaheliocéntrica era falsa. Con todo, una exposición breve y clarade los argumentos de Lakatos resulta aquí un tanto superflua;nos parece más útil señalar que, tanto la tela de juicio en laque fue puesto el estado científico de las hipótesis, como laimposibilidad de ser objetivos, dieron lugar a muchos análisis.Entre éstos, uno de los más popularizados es el de ThomasKuhn (The structure of scientific revolutions), al punto de queasí como hasta hace unos años toda conferencia científica decierta envergadura comenzaba con alguna frase de Alicia en elpaís de las maravillas o de A través del espejo de Lewis Carroll,hoy es de buen tono decorarla con alguna cita de la obra deKuhn.

Kuhn insiste en que, contrariamente a lo que se venía su-poniendo, la ciencia no se ocupa de la verdad ni de la realidad,sino de paradigmas. Un paradigma es muy parecido a lo queantes llamábamos "una forma de ver las cosas", lo cual implicano sólo una hipótesis, sino todo un enfoque, una posición, yhasta una manera de operar (que la Tierra es plana, que losnegros no tienen alma, que sí la tienen, que hay partículas sub-atómicas, que no hay partículas sino ondas, que no se puedetrasmitir información del RNA al DNA, que sí se puede). Cuandoun paradigma se impone, la comunidad científica acepta todo loque encaje con dicha visión de las cosas; en cambio, no sólo re-chaza (no acepta para su publicación) los datos e ideas que locontradigan y las preguntas inoportunas, sino que hasta llegaa perseguir a quienes osen presentar ideas o hechos discre-pantes (no se les invita a exponer sus ideas, no se les da subsi-dios para trabajar, no se les paga sueldos decentes, no se lesenvía muchachos para que se formen con ellos). Que a la postreel disidente vaya a tener razón o no, es ajeno a la actividadcientífica "normal": por ahora está interdicto, exiliado. Ya lle-gará el momento de decir: "Lo hemos cremado en una pira,

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¿CONOCER?pero no importa, ahora lo repararemos dándole su nombre alaula del tercer piso." Durante un tiempo la comunidad barredebajo de la alfombra todas las discrepancias, las ignora, hastaque no se puede caminar sobre ella sin pegarse la cabeza con-tra el techo. En ese momento, y siempre que con miradas fur-tivas debajo de la alfombra nos hayamos cerciorado de que ahíestá ya preparada una alternativa mejor, se produce una re-volución científica; se tira abajo el paradigma en boga y seadopta el nuevo, con toda las reinterpretaciones del caso, mástoda la parafernalia y vendettas, redistribuciones de cargosinstitucionales, cambios en comités editoriales de las revistas,reparto de subsidios y reelaboración de textos de enseñanza.

Esa tozudez del cuerpo de ideas en boga, ha sido detectaday tratada desde distintos ángulos. Puesto que la sistematiza-ción del conocimiento científico obliga a que la idea o el modeloen cuestión se apoye en una cohorte de hipótesis auxiliares,Imre Lakatos habla de un núcleo, de una idea central (en New-ton, las leyes del movimiento; en Marx, la lucha de clases; enDarwin, la selección natural) rodeado de un cinturón de ideasrelacionadas. Aquí también, cuando cobra vigencia el núcleo deun nuevo paradigma, ingresa al escenario con todo el séquito dehipótesis subsidiarias.

Para Kuhn, hablar entonces de "verdad" no tiene sentido,pues una proposición es "científica" o deja de serlo cuando así losanciona el "establishment científico". La gente que actúa enpolítica conoce esta forma de operar desde hace mucho tiempo;la novedad es que Kuhn insista en que el mundo científico tam-bién se maneja así.

Y llegamos así al estado actual, pero estamos demasiadocerca de los árboles como para describir el bosque. Nos resultapreferible restringirnos a tres puntos:

a] Hoy aparecen pensadores que afirman que la verdad noexiste, o como Paul K. Feyerabend, que asegura que cualquierproposición es científica. Cuando nos encontramos con algunode estos pensadores, cosa que nos suele ocurrir durante unacena en un faculty club, los investigadores solemos encogernosde hombros y musitar: "Bueno, pues entonces mi proposición esque usted está equivocado."

b] El surgimiento de pensadores que adoptan una posiciónparecida a la de Feyerabend no es nuevo en la historia. Desde

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65el siglo v a. C., en el que Gorgias de Leontini sostuvo que nadaexiste, si existe no lo podemos saber, y aun en el remoto caso deque exista y lo sepamos no se lo podríamos comunicar a nadie,han aparecido posiciones tales como: i] El escepticismo, posiciónde quienes, después de haber examinado todo (atención: "des-pués", no "en vez") prefieren suspender todo juicio, y encuen-tran el sentido de su existencia en la negación y el aislamiento.ii] El agnosticismo, que sostiene que la razón humana y elconocimiento desembocarán en una total ignorancia, pues a losumo llegaremos a formarnos un maravilloso cuerpo deconocimientos, entre los cuales, uno de los últimos nos con-vencerá de que todo ese cuerpo gira en el vacío y que la Verdadnos sigue eludiendo. mi] El cinismo, escuela de pensadores aquienes las cosas del mundo les son indiferentes. iv] El rela-tivismo, que rechaza la Verdad Absoluta y declara que la vali-dez de un juicio depende de las condiciones y circunstancias enque es enunciado (así lo que en una cultura es meritorio, enotra puede estar prohibido). Esta posición puede derivar en elsubjetivismo, luego en el escepticismo radical, y de ahí en v] elnihilismo, que es la dogmatización del escepticismo, es decir, lanegación más radical de la posibilidad de conocer; vi] el solip-sismo, posición en la que desemboca el idealismo metafísicoque, tras convencerse de que todo ese cuerpo de conocimientose alberga a lo sumo en nuestra cabeza, niega la existencia delmundo externo. Aparentemente, un solipsista no tendría queescandalizarse si recibiera del Consejo de Investigaciones unacarta comunicándole: "Felicitaciones. Usted nos ha convencido:no existimos, en particular la beca que acaba de solicitarnos."

Aquí los fisiólogos tendríamos algunas cosas que decirpues, a sabiendas de que cuando digo "este objeto es duro, ama-rillo y frío" estoy combinando el resultado de una increíble can-tidad de señales eléctricas, reacciones químicas, procesos es-tructurales en células, vibraciones timpánicas, deformacionesde receptores dérmicos; asimismo, considerando que cada unode esos procesos tiene un margen de error, y varía con la edady la hora del día, no tenemos seguridad alguna de que dicho re-sultado sea exactamente el mismo para todo otro observador.Luego viene Ludwig Wittgenstein y nos convence de que eseconocimiento no es más que una estructura gramatical, no larealidad-de-ahí-afuera en sí... Por eso, los filósofos que man-

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tienen estas posiciones, dicen cosas como: "La ciencia absolutaconstituida en mí y por mí, vale sólo para mí" (véase por ejem-plo Joaquín Xirau, La filosofía de Husserl).

Sin llegar a tal extremo, el físico químico y filósofo MichaelPolanyi (Personal knowledge: towards a post-critical philo-sophy) señala que en todo acto de conocer hay una contribuciónpersonal de quien conoce (en este caso el investigador) a lo queconoce, pues en dicho acto entran la atención que pone, su pre-paración previa, su entrenamiento, su perspicacia, las clavesque detecta inconscientemente, el peso que da al dato proba-bilístico; por lo anterior concluye que todo pensamiento es per-sonal y que es imposible separar con un corte neto lo objetivode lo subjetivo. En ese sentido, en un congreso de enzimologíaen el que participan cientos de cristalógrafos, bioquímicos,médicos y genetistas, novatos y consagrados, que estudian lasmil y una enzimas conocidas, no habría dos enzimólogos quetuvieran exactamente el mismo concepto de enzima. No obs-tante, Polanyi acepta que manejen un amplio denominador co-mún como para entenderse.

c] En la primera mitad de nuestro siglo Robert King Mer-ton (Social theory and social structure) realizó algunas observa-ciones sobre la ciencia y su sociología que tuvieron, por así de-cir, dos efectos principales. Por un lado, llamaron la atenciónsobre ciertas prácticas y procesos que ocurren en la comunidadcientífica, que directa o indirectamente desembocaron en ideascomo las de Kuhn. Para explicar el segundo efecto, necesitamosintroducir antes dos puntos:

11 Supongamos que el paradigma tolemaico (que la Tierraes el centro del Universo) hubiera triunfado, tal como exigía laIglesia. Eso no hubiera significado de ninguna manera que, enverdad, la Tierra es el centro de nuestro sistema planetario.

2] A pesar de su enorme importancia, del prestigio y la re-verencia que le tenemos, Albert Einstein no significa nada parael conocimiento científico. Si hubieran triunfado los nazis, porejemplo, su nombre habría ido desapareciendo de los textos defísica, sus fotos no ilustrarían los libros de historia, y hoy pocosconocerían su desmañada figura y su melena, así como ahorapocos reconocen si cierta foto es de Langevin o de Poincaré. A losumo se diría que, hacia principios de siglo, la ciencia fue adop-tando un punto de vista relativista. Einstein y la Teoría de la

Si Galileo, Newton, Darwin, Marx, Maxwell, Einstein, Heisenberg ylos demás rebeldes de la ciencia hubieran sabido esto, no habrían mal-gastado tantas horas buscando verdades transculturales inexistentes.En cambio habrían improvisado rápidamente algunos disparates cua-

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Relatividad están ligados por la historia y por nuestros afectos,pero él no forma parte de ella, ni se deduce de la trama concep-tual que ayudó a tejer.

Con esto queremos decir que el segundo efecto de las con-tribuciones de Merton (por supuesto que esto no lo inculpa) esque hoy muchos confunden a la ciencia como sistematizacióndel saber, con la investigación y su sociología o, peor aún, con elfragor político/económico a que da lugar. Así, allá por 1970, B.Latour y S. Woolgar (Laboratory life. The construction of scien-tific facts) introdujeron conceptos de externalismo, construc-tivismo, relativismo, subjetivismo, ordinarismo (en cuya con-sideración no entraremos) y declararon cosas tales como que"El conocimiento científico es producto de la negociación entrecientíficos en el laboratorio" y que "la ciencia es política hechapor otros medios"; algunos de sus seguidores llegaron a afirmarque la realidad está constituida en y por el discurso, expresiónque parece excesiva: para ponerla en sus límites sería nece-sario discutirla a la luz de las modernas teorías lingüísticas,como la Teoría del Discurso, pero ello nos alejaría del hilo cen-tral de este capítulo.

Sucede que muchas veces los intelectuales encuentran uncristal a través del cual pueden mirar el mundo, se embelesancon el nuevo juguete al punto de ignorar todo lo demás, y deahí pasan a "explicar" el mundo con desparpajo, tal y como ha-cen algunos cuando aprenden dos o tres conceptos de marxismoo alguna idea keynesiana. Ahora bien, nadie niega que en elmundo de la ciencia profesional hay prácticas perversas, viciosy maniobras institucionales, algunas de las cuales describire-mos en este libro; nadie niega que la visión del mundo que te-nemos resulta de una construcción social (véase Berger yLuckmann, The social construction of reality), pero eso no sig-nifica que la investigación y el saber sean una simple conse-cuencia de negociaciones y compromisos, o de paradigmazos im-puestos por mafias académicas. Como dice Mario Bunge (Unacaricatura de la ciencia: la novísima sociología de la ciencia):

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¿CONOCER?lesquiera y habrían empleado su valioso tiempo en formar camarillaspara dominar sus respectivas comunidades científicas.

Es cierto que las teorías mueren de ineficiencia y vanquedando de lado a medida que "no funcionan"; que, cuandosus predicciones discrepan con lo que los investigadores vamosencontrando en nuestros experimentos, las abandonamos ydejan de formar parte de nuestras creencias. También es ciertoque hay creencias que multitud de personas abrazan con con-fianza y conforme a las cuales viven (por ejemplo, que el nú-mero 13 trae mala suerte); y, otras, acaso un reducidísimonúmero de científicos está en condiciones de entenderlas yaceptarlas (por ejemplo, la mecánica cuántica). Pero ¡cuidado!pues como señala el mismo Bunge, "según esto, la mecánicacuántica no sería conocimiento, y en cambio la creencia de queel 13 trae mala suerte sí lo sería".

A esta altura resulta obvio que la palabra "ciencia" ha sidousada en varios contextos, y que a lo largo de su historia cadauno de sus aspectos ha sido motivo de análisis y reinterpreta-ciones; de ese modo, las expresiones "ciencia", "conocer", "pen-sar", "saber", "verdad" no son unívocas sino análogas y am-biguas. El sustantivo scientia procede del verbo sciere, que sig-nifica saber. Sin embargo, como señala José Ferrater Mora(Diccionario de filosofía), no resulta recomendable atenerseestrictamente a esta equivalencia etimológica, pues hay sabe-res que no pertenecen a la ciencia. Se saben muchas cosas (queel farmacéutico tiene lumbago, que en el banco atienden de 9 a13) que nadie osaría presentar como si fuesen enunciados cien-tíficos.

Otros prefieren distinguir "ciencia", subjetivamente enten-dida, como saber sistemático, propio del sujeto humano indivi-dual, de "ciencia", objetivamente entendida, que no es un saber,sino un conjunto de proposiciones lógicas, una construcción querealiza la sociedad (I.M. Bochenski, Los métodos actuales delpensamiento); pero una construcción a la que enseguida se lequitan los andamios y escaparates usados durante la edificacióne incluso se despide a los meritorios albañiles y electricistas queestablecieron las conexiones y la fueron ensamblando. Éstospasan a ocupar un lugar en la' iistoria de la ciencia, como en elcaso de Einstein y sus dos teorías de la relatividad.

r¿CONOCER?

69Pero aun ese esquema es provisorio y lo iremos alterando a

lo largo del texto. De modo que si bien es saludable que un in-vestigador se mantenga informado de las cosas que van obser-vando los antropólogos, psicólogos y sociólogos de la ciencia y,en nuestro caso, lo que se va aprendiendo de la práctica cientí-fica en el tercer mundo (véase L. Lomnitz y J. Fortes, La edu-cación del científico), es imprescindible consultar a los epis-temólogos (p. ej. M. Bunge, Understanding the world), tantocomo para no caer en el disparate (p. ej. B. Latour, Give me alaboratory and I will raise the world).

El fisico greco-argentino-brasileño Constantino Tsallis co-menta: "A los científicos nos gusta hablar de lo que sabemos; encambio a los filósofos les gusta hablar de aquello que los cientí-ficos no entendemos", opinión que ciertamente no refutaríaMontaigne ("La filosofia es duda"). Ese cuestionamiento filosó-fico de las bases del conocimiento va cambiando nuestro esce-nario: antes, cuando alguien discrepaba con nosotros, sabíamosque estaba equivocado; ahora sospechamos que se basa ensuposiciones diferentes. Mark Twain (Tom Sawyer abroad)asevera: "Si uno mira las teorías cuidadosamente, siempre des-cubre un agujero en alguna parte." Es imprescindible entoncesque todo investigador tenga una idea del marco filosófico enque trabaja; asimismo, que sepa que sus enunciados descansansobre suposiciones que, de uno u otro modo, ya han sido cues-tionadas por algún filósofo. Justamente, el científico debe estarenterado al menos de qué fue lo que dijo dicho filósofo, y por quénos ha privado de la reconfortante sensación de seguridad.

A pesar de que si no hay marco filosófico no hay integra-ción can la historia y la cultura, "los hombres de laboratoriosuelen considerar que los problemas de la teoría del cono-cimiento, la fundamentación de los conceptos científicos y lahistoria de las ideas y de las teorías, constituyen preocupacio-nes propias de filósofos e historiadores" (Rolando García). Yesto no es lo peor, sino que aun entre los científicos que de pron-to descubren que existe la filosofía, no faltan quienes, tras ilus-trarse al respecto, ya filósofos se sienten: pasan a publicar susapuntes en los que mencionan a los pensadores más ilustres,sus lugares y fechas de nacimiento y muerte, así como el títulode sus dos o tres obras fundamentales, pero sin tener nada nue-vo que decir. Dada la desperdigada anatomía de nuestras uni-

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versidades, estos investigadores no corren riesgo de encontrarsecon filósofos de verdad que los refuten. A su vez, éstos tampocolo corren de toparse con científicos en serio. Se llega así a las"deplorables filosofía de los científicos y ciencia de los filósofos"que lamenta Rolando García. La observación de García debeservirte de nota precautoria: este capítulo no te enseña absolu-tamente nada de filosofía; sólo trata de que hagas ciencia conseso, y no te conviertas en un dogmático de la investigación alpretender extralimitar sus alcances.

Antes de abandonar este tema conviene referirnos a lo quepodríamos llamar "la unidad del proceso mental'. Es claro que,cuando presentamos y defendemos una tesis, tratamos de ha-cerlo de la manera más coherente posible: trayendo a colacióntodo lo que la apoya y dejando de lado lo que discrepa con ella,o discutiéndolo para demostrar su irrelevancia. Pero esa tesissurgió de una lucha de pros y contras, como si dentro de nues-tra cabeza tuviéramos un verdadero congreso de homúnculosque debatieran entre sí, defendiendo cada uno de ellos puntosde vista controvertidos; de ahí que la "conclusión" alcanzada es,en realidad, el producto de un compromiso muy lejos de serunánime. Esos homúnculos no sólo basaron sus posiciones enideas, también tuvieron en cuenta que lo que proponemosahora contradice lo que habíamos propuesto hace dos años, oque se opone a la hipótesis del editor de la revista a la cualpensamos enviar nuestro manuscrito o, por el contrario, la apo-yan. Cuando nuestro trabajo se ubica en el terreno de las hu-manidades, algunos de esos homúnculos se asustan y pugnanpor hacernos ver que nos malquistarán con ciertos personajespolíticos y religiosos, o que se nos echarán encima institucionesenteras. Algunos de esos homúnculos son vagos que no quierenhacer un nuevo experimento control, otros son ambiciosos, mo-destos, alocados, optimistas, escépticos, supersticiosos, descui-dados, puntillosos. "Nosotros" somos entonces una suerte desecretarios ejecutivos de dicho cuerpo deliberante, y no porqueadoptemos una resolución final hemos convencido a cada unade esas personitas que llevamos dentro... y eso es lo mejor quenos puede suceder; pues lo común es que un día prestemosoídos a ciertos homúnculos y ptros días a unos distintos, o queperezcamos de indecisión, ini iovilizados por un democráticoempate interior. El escritgr Eduardo Galeano (Las venas abier-

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tas de América Latina) declara: "Tengo dentro de mí muchagente [...] un manicomio lleno de locos que aparecen en lo queescribo."

Para fines prácticos, podemos adoptar la analogía de Pas-cal y dar por sentado que la comunidad científica trabaja a lolargo de los tiempos como si se tratara de un solo hombre queaprende continua e indefinidamente; pero cuando miramos conlupa la trama de ese trabajo democrático, homogéneo y conti-nuo, vemos que la coherencia no existe ni siquiera dentro de lapersonalidad de un solo investigador. Einstein llegaba a dudarde que aun este único investigador tenga claro qué es lo quehace, pues se cuenta que cuando un joven le preguntó qué es lafísica, el sabio contestó: "Ve a un laboratorio y observa por timismo qué es lo que hacen los físicos: eso es física ¡pero novayas a preguntarles a ellos!"

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6. CÓMO SE CREA Y SE INVESTIGA

Nuestros viejos maestros en las disciplinas experimentales se-paraban tajantemente la observación de la teoría. Para ellos, laciencia comenzaba con la observación desprejuiciada, con totalcandidez, como si uno hubiera olvidado la razón por la que hadiseñado y montado el experimento, o si le diera exactamenteigual que los datos apoyen o derrumben su hipótesis, como si lamente del investigador fuera una suerte de película virgen. Elpsicólogo José Blejer llamaba a esta expectativa de nuestrosmaestros "el mito de la inmaculada percepción". Hoy se reco-noce, en cambio, que la observación desprejuiciada no existe.

Tampoco se puede disecar un momento de pura observa-ción, seguido de otro de pura teorización sobre lo observado,pues en toda circunstancia ocurren ambas cosas. Y ni siquieraocurren en el nivel exclusivamente consciente. No sabemos porqué, en un momento dado, prestamos atención a ciertos aspec-tos y desechamos otros; por qué dejamos de tener en cuenta undetalle del protocolo o, por el contrario, subrayamos su impor-tancia. Es como si, de pronto, nuestro inconsciente seleccionarade su enorme archivo el consejo que nos dio un maestro hacequince años y lo pusiera en el foco de nuestra conciencia; comosi buscara el dato que nos confió un colega durante una charlainformal, lo desempolvara y lo destacara sobre nuestra mesade trabajo; como si cubriera con una bruma de olvido las obje-ciones que suele hacer cierto competidor, o iluminara con unpoderoso reflector un hecho que, de otra manera, podría pare-cer trivial. Cada tanto algún genio señala un hecho capital, quepor años todo el mundo había tenido delante de la nariz, peroque su inconsciente no le había permitido ver. Todos estosrecuerdos, olvidos, desdenes y señalamientos se deben a proce-sos inconscientes, de cuyos mecanismos sólo tenemos unconocimiento precario.6

6 Cogito (cum agito) del latín "pensar", significa "sacudir junto". Muchaspersonas, cuando escuchan cosas discordántes o incongruentes, hacen el gesto

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de entrecerrar los ojos y agitar la cabeza, como si trataran de que se les vuelvana juntar las piezas de un pensamiento desbaratado por la paradoja que acaban

de oír. Intellego (inter lectura) del latín "seleccionar entre", significa "entender","advertir" o "darse cuenta". Por lo que se discutirá en el capítulo 11 sobre el pa-pel de la restricción, podemos advertir aquí que cuando uno piensa cuál de lasposibles soluciones es la correcta, puede hacerlo mediante la selección de una deellas, pero también a través de la exclusión de las demás.

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Otto Loewi quedó admirado para siempre de que, si bien en1903 sospechó que los nervios simpáticos y parasimpáticospueden liberar ciertas sustancias químicas, a lo largo de die-cisiete años no se le ocurrió ninguna manera de demostrarlo, ysólo en 1920 soñó con el protocolo adecuado. A Arquímedes, porel contrario, se le ocurrió su famoso principio mientras se baña-ba. En su A la recherche du temps perdu, Marcel Proust se ma-ravilla ante el hecho de que un bocado de cierto pastel (made-leine) le instala una remembranza en la mente. Pero, a pesarde la abundancia de ejemplos ilustres, en los que la conciencia,con su lógica formal y fría, debió esperar a que un proceso in-consciente resolviera el problema, a muchos científicos les eno-ja que uno le reconozca un papel a lo inconsciente.

Hoy se reconoce incluso que el inconsciente puede llegar aser "mejor investigador" que el consciente. Tú habrás oído porejemplo la palabra serendipia. En sánscrito, la isla de Ceilántiene el nombre de Shimhaladvipa ("Isla donde viven los leo-nes"). Los árabes la introdujeron en Europa como "serendib".Conscientes de que los árabes tienen dificultad para pronun-ciar consonantes sordas y las remplazan por las sonoras corres-pondientes (p por b), los europeos transformaron la palabra en"serendip". En el siglo xvüi, el escritor británico Horace Wal-pole acuñó la palabra "serendipia" inspirándose en un cuentopersa (Los tres príncipes de Serend), en el que los personajes aveces descubrían cosas por casualidad. Hoy los científicos ha-blan de serendipia cuando al realizar un experimento, por algu-na razón ajena, descubren lo que en realidad estaban buscan-do. En el contexto de lo que venimos explicando, la serendipiaes una muestra más de que a veces el inconsciente dirige lasinvestigaciones que llevamos a cabo con mayor eficacia que elconsciente. El científico mexicano Ruy Pérez Tamayo (Serendi-pia) da abundantes ejemplos de este modo de descubrimiento.

Hay quienes sostienen que el descubrimiento de América

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es un colosal producto de la serendipia, pues Cristobal Colón laencontró cuando andaba buscando una ruta hacia las Indias.Sin embargo, esto no parece ser "serendipia real", porque ni élandaba buscando América, ni llegó a darse cuenta de que lahabía encontrado.

Aunque jamás se ha dado el caso de que a un investigadorle pongan el inconsciente en el "nivel 3" del Sistema Nacionalde Investigadores y al consciente en el "nivel de candidato", es-pero que con lo expuesto te hayas quitado del consciente y delinconsciente todo resto de fenomenología ingenua.

Muy bien, supongamos que ya hemos obtenido los resulta-dos: tablas llenas de medidas de potenciales eléctricos, de nive-les de ozono, de valores bursátiles; o bien, geles de electroforesiscon carriles atravesados por bandas, o espectros de estrellas, ocifras de la natalidad en función del tiempo. Ahora hay queexplicarlos. Henri Poincaré decía que la ciencia se construyecon hechos, como una casa se construye con piedras, pero queasí como un montón de piedras no es una casa, tampoco la cien-cia es un amontonamiento de hechos. La mayoría de la obser-vación quizá se podrá explicar con los viejos modelos, pero ha-brá algunos valores que discrepan. Es en este momento cuandose necesita una idea original, un nuevo modelo que expliquetodo y, si es posible, prediga otras cosas que podríamos encon-trar en un próximo experimento (en el caso de las ciencias ex-perimentales), o que establezca cierta concordancia con otrosdatos ya presentes ahí, en la realidad, en espera de que los va-yamos a buscar (predicción del lugar donde encontraremoscierta ruina, o el documento en el que hallaremos cierta decla-ración reveladora de un hecho histórico, o la región del cielodonde podremos encontrar estrellas del tipo que buscamos).

Pero no existe ninguna receta para que se nos ocurra algooriginal. Lo que podemos hacer es tener preparado nuestroaparato lógico, esquemas conceptuales y equipos experimen-tales, para poner a prueba la idea que alguien pudiera llegar aproponer; pero eso, por sí mismo, no genera idea alguna. En lasolicitud de un donativo, los científicos se comprometen arealizar determinados estudios, pero nunca a generar ideasespecíficas y originales.

Por otra parte, casi nunca se nos ocurre una hipótesis; a losumo sospechamos algo de ella,. pero ese material ya es sufi-

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ciente para jugar con él, discutirlo en el pizarrón con nuestroscolaboradores, darle vueltas, exagerarlo, agregarle o quitarledetalles, ridiculizarlo, enojarnos porque quien lo ridiculiza esun detestable colega, hasta que al cabo de cierto tiempo se pue-de convertir en el germen de una hipótesis. Entonces sí, nues-tro entrenamiento en el método experimental, o cualquier otraforma de validación de hipótesis, aconsejará qué experimentosrealizar, qué variables estudiar, qué tipo de controles hacer.Esta actividad es casi del todo consciente (aunque un buen psi-coanalista podría decir muchas cosas del mecanismo incons-ciente de nuestros olvidos, entusiasmos y estilo de investigar),

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pero la idea ya había nacido, el inconsciente ya había brindadoalguna fantasía combinando los elementos que "él" ha selec-cionado.

Más aún, parece tener horarios de trabajo diferentes de losde la región consciente, pues es común que un experimento ouna solución se nos ocurran mientras estamos entretenidos enotras cosas, o que las soñemos. Acabamos de mencionar que elinconsciente de Otto Loewi trabajaba de noche y el de Arquí-medes cuando se bañaba; tengo colegas que sólo pueden medi-tar cuando se rasuran, o cuando caminan, o que sólo tienenideas fértiles cuando están enamorados; otros no pueden discu-tir sin un café, o sólo pueden concentrarse cuando fuman. Elescritor Eduardo Galeano nos confía: "A veces me angustiomucho porque estoy vacío de historias, pero echándome a cami-nar brotan dentro de mí cosas que ignoraba que existían." Haycreadores que se sienten más inteligentes tomando tónicos fa-bricados con cerebro de toro, y otros que se burlan de talesprácticas porque, afirman, el único método eficaz es la medi-tación trascendental. Así, refiriéndose a cierto consejo dado porAgassiz, Mark Twain comentó: "Agassiz recomienda a losautores que coman pescado, porque el fósforo produce cerebro,pero no especifica la cantidad. Bueno, supongo que con un parde ballenas será suficiente" (obviemos aquí que Twain tomaraa la ballena por un pez).

El elemento esencial parece ser la perplejidad. Esta pala-bra se compone de per (a través) y plexus (tejido, trama), y enrealidad no parece una descripción feliz, pues el perplejo no

7 Véase Cereijido, M., "De arañas, escorpiones e investigadores profesio-nales".)

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atraviesa la trama, sino que queda atrapado en ella. Esa tramatiene hebras de conocimiento y hebras de misterio. Uno advier-te que ha llegado a una situación conocida/desconocida, quecontiene elementos explicables/inexplicados. Si la perplejidadlo asusta no es un investigador; si en cambio lo deleita, tienealgo del científico.

En cuanto a cómo hace ese "inconsciente" para asociar ytransformar elementos, se sabe muy poco, y este poco es el re-sultado de conjeturas y modelos psicoanalíticos, que se mane-jan con esquemas, procedimientos, fuentes de información ylenguajes muy distintos a los de las llamadas ciencias duras(las que hasta no hace mucho se llamaban exactas). No es queel ser humano haya intentado resolver hasta ahora el enigmade nuestro aparato psíquico; por el contrario, no hay ni jamásha habido civilización ni edad histórica que no se lo haya plan-teado. Sin embargo, se trata de un asunto que desde siempreha estado envuelto en mantos de misticismos y supersticionessobre los sueños, prejuicios sobre la locura, reglas, prácticas yperversiones sexuales, así como oscuridades conceptuales acer-ca de la relación mente/cerebro. Por eso el psicoanálisis se veobligado a usar primero un tamiz para separar lo que es infor-mación de lo que es despropósito, luego analizar en qué con-siste dicho tamiz, después revisar qué quiere decir "informa-ción" y "despropósito", y además crearse sus propios métodosde indagación. Su tarea aparece más formidable que las reali-zadas por la química y la astronomía cuando arrancaron de laalquimia, la brujería y la astrología. Hoy a los psicoanalistas nose les trata de quemar en una pira, como sucedió con los padresde la química y de la anatomía, ni de poner en la picota, comose hizo con los astrónomos que cuestionaron el geocentrismo, nide excomulgar, como se hizo con los evolucionistas que refu-taron el origen divino del hombre; pero no obstante, cuandointentan discutir los mecanismos inconscientes cunde ciertaexasperación, incluso en círculos científicos.

¿Qué dicen los psicoanalistas acerca de las asociaciones ytransformaciones informativas y emocionales que ocurren ennuestro inconsciente? Para empezar, Sigmund Freud partió dela base, hoy muy comprensible por cierto, de que el "sin senti-do" no existe. A lo sumo es al, observador a quien le falta elconocimiento necesario para entender lo que tiene delante de la

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77nariz. Para que nos quede claro este punto, bastaría con que lemostráramos un espectro de difracción de rayos X a un pelu-quero, o la ecuación de Boltzmann a un señor que fabrica para-guas. Por eso Freud se negó a aceptar que los lapsus, los actosfallidos (olvidos, confusiones) y los sueños carezcan de sentido,o que sea imposible llegar a tener una explicación racional: nopuede ser que un despropósito o un sueño no sean efectos dealgunas causas. La búsqueda de esas causas le dieron la opor-tunidad de aprender sobre el inconsciente y su participación enel pensamiento y la conducta.

Una de las cosas que aprendió es que ejercemos una cen-sura sobre nuestro inconsciente, y no dejamos que se expreselibremente. Pero como esta censura también la ejercemos demanera inconsciente, ni siquiera nos enteramos; pues hay co-sas que no sólo está prohibido hacer, sino que ni siquiera es lí-cito pensar o jugar con la idea. No extraña pues que los másreprimidos sean los aspectos sexuales.

Así, a diferencia de lo que acontece con otras especies zoo-lógicas, el ser humano no sólo tiene terminantemente prohibidotener relaciones sexuales con la mamá, sino también acariciarla idea. Esto es bien curioso: puede acariciar a la mamá ¡perono a la idea! Freud hizo luego una observación que concierne anuestra discusión de cómo hará nuestro inconsciente para queprivilegiemos o por el contrario desdeñemos algunas ideas; pa-ra que nos entusiasmemos o deprimamos con ciertos resultadosexperimentales: advirtió que el inconsciente, para expresar lascosas censuradas, recurre a triquiñuelas propias del contraban-dista. Veamos:

En primer lugar, el inconsciente realiza desplazamientos.Así, hurgando en los motivos que alguien pudo tener para soñarcon aplicarle una inyección a una monja que estaba "reza que tereza", un psicoanalista podría llegar a descubrir que el sujetotiene deseos de hacer algo tan prohibido como acostarse con suhermana Teresa. En los desplazamientos, los contenidos se aso-cian por contigüidad: la vagina puede asociarse con algo quecontiene, el continente con América y ésta con el 12 de octubre;así, hilando fino, un psicoanalista que escucha las asociacioneslibres de un paciente que soñó con celebrar el 12 de octubre consu hermana, podría llegar a interpretar que... (A propósito dedesplazamientos 'y contigüidades, véase la nota 6.)

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En segundo lugar, Freud encontró que el inconsciente re-curre a las condensaciones, en las que construye un objeto sin-tetizando en él cosas diversas. Así, en la fantasía de un niñoque tenía temor a los caballos, creyó descubrir deseos conden-sados de pegarle al padre y tener relaciones sexuales con lamadre.

La función de ciertas glándulas de secreción interna sellegó a conocer a partir del estudio de situaciones patológicas,en las que las funciones están exageradas o bien suprimidas: lade la hipófisis a partir del gigantismo, la acromegalia y lacaquexia hipofisaria; la de la tiroides a raíz del bocio; la de lostestículos observando a los castrados; la del páncreas analizan-do diabéticos. Análogamente, Freud descubrió muchas carac-terísticas y mecanismos de la personalidad en sujetos neuróti-cos o psicóticos, porque los tienen exacerbados y entonces le fuemenos difícil percatarse. Pero más tarde, el lingüista RomanJakobson advirtió que los desplazamientos y las condensa-ciones propuestos por Freud para interpretar ciertas neurosis,también aparecen en el lenguaje diario, aunque no necesaria-mente aludamos a cosas prohibidas. Para referirse a los con-tenidos de una idea que se vuelcan en otras, Jakobson llamó: 1]metonimia a los desplazamientos (tomar la parte por el todo)como cuando llamamos "el espada" a un torero que, además deespada, tiene otros objetos y atributos, o cuando decimos "sehizo a la vela", dando por sentado que alguien tomó un barco-que además de velas tiene casco, timón, anclas, etcétera-; y 2]llamó metáforas a las sustituciones, a las cosas que tienen unsentido parecido (pero no obstante diferente) y por eso puedenrepresentar a otras. Así, un señor que no desea hablar con unamigo frente a terceros que lo comprometerían, puede llegar ausar metáforas: "Cuidado: hay moros en la costa", o "despuéshablamos, pues aquí hay pajaritos en los alambres". Preci-samente, Jorge Luis Borges, que no se estaba refiriendo aFreud, ni a Jakobson, ni al psicoanálisis, observó que la metá-fora es hija de la censura.

Freud encontró que estos mecanismos están más clara-mente expresados en los sueños, pero él no fue el primero entratar de entender sueños; José (Biblia, Gen 40 y 41) ya habíatratado de interpretar los de los egipcios; Dante lo había hechoen su Divina comedia; los brujos se vienen ganando la vida con

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79ese recurso. Tampoco fue Freud el primero que trató de com-prender las chifladuras "sin sentido", pero fue quien se propusoexplicarlas escapando a las leyes de la lógica formal, a las leyesdel razonamiento, tal como las venían manejando los científicosy filósofos, o como las usamos para argumentar en nuestrosartículos sobre las membranas celulares o sobre la desertifi-cación del Bajío.

De modo que si, por un lado, Freud encontró ciertos meca-nismos al tratar de entender las neurosis y los sueños, su des-cubrimiento se enriqueció al tomarse en cuenta la existencia demetonimias y metáforas que caracterizan la poesía; aunqueéstas también se encuentran en el lenguaje cotidiano, en el queen realidad siempre han estado.

Pues bien, ese inconsciente contrabandista, que asocia,condensa, vuelca el significado de un concepto en otro, metafo-riza, metonimiza y disfraza contenidos para que podamos so-ñarlos; que tiene sus propios horarios de trabajo, que se burlade nuestra lógica formal, que de pronto le importa un bledonuestro desempeño cotidiano y no nos brinda el nombre de lapersona que tenemos delante o nos hace caer en una lagunamental en plena conferencia, a veces se apiada de nosotros ynos brinda una idea brillante para que nos ganemos la vidacomo investigadores.

Ya con estos conceptos in mente, podemos repasar la histo-ria y encontrar, por ejemplo, que Henri Poincaré, al meditar so-bre la creación en matemática, observó que de pronto apareceen nuestra conciencia algo que sintetiza; algo que concreta ocristaliza varias ideas, de cuya relación nadie se había percata-do hasta ese momento. Llamó a esa novedad "el hecho selec-cionado": de pronto, nuestro inconsciente selecciona un hecho,que condensa, asocia, reúne, relaciona dos o más cosas entrelas que antes no se veía vinculación alguna. Es el momento enel que Mendeleyev advierte que hay cierta relación entre loselementos químicos, cosa que sintetiza en su Tabla de los Ele-mentos. Notemos que también debió desechar otras: quién lehabía traído este ácido, qué color tenía esta sal; que esta sus-tancia es venenosa o que la otra es importada. Muchos sabios,antes que Darwin, habían advertido que los animales de hoy endía son diferentes a los existentes hace millones de años; éstosse extinguieron, y los que habitan esta región están mejor

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adaptados a ella que los animales de regiones remotas si lostrajéramos a vivir aquí. Lo que se le ocurrió es que existe unmecanismo (la selección natural) que podría dar cuenta detodos esos hechos.

Este tema se enmarca en uno mucho mayor, que podría-mos llamar "la emergencia del significado"; emergencia quetiene un doble aspecto. Por un lado, se refiere a la emergenciaen la cabeza del investigador: el momento en el que se le en-cuentra sentido a un galimatías hasta entonces incomprensi-ble. Vale decir: el investigador ya tiene la capacidad de encon-trar significado, el problema es hallar una explicación cohe-rente a un nuevo conjunto de observaciones (sobre sueños,niveles de ozono, trazados electrocardiográficos, migración degolondrinas, franjas de electroforesis) que, también, ya estánatesoradas en su cabeza. De este primer aspecto nos hemosocupado en los párrafos anteriores. El segundo aspecto de "laemergencia del significado" se refiere al proceso biológico(evolución) que llevó a producir una estructura (quizá el cere-bro) capaz de encontrarle o atribuirle significado a las cosas.Hay ejércitos de biólogos-psicólogos-epistemólogos que se es-fuerzan por entrenar monos y ratas o por modificar la conductade caracoles inyectándoles mediadores químicos; que diseñantests para pajaritos; que observan fenómenos eléctricos, meta-bólicos y circulatorios en el cerebro humano; y que luego deba-ten sobre si las conductas observadas se deben a una adquisi-ción de conocimiento por parte de esos organismos, si esas mo-dificaciones dependen de una simbolización, si los animalesevalúan modelos mentales de las situaciones que enfrentan, sihay algún peldaño de la escala zoológica en el que ya se puedahablar de significados o si, por el contrario, todos los bichos,salvo nosotros, son movidos por reflejos que no involucran pro-ceso mental alguno, etcétera.

Un resumen de este punto de vista sería: las cosas que depronto se nos ocurren surgen de procesos metafóricos y meto-nímicos con los que el inconsciente "nos" ofrece novedades con-densando varios contenidos hasta entonces disociados, o desli-zándose de un contenido a otros que ya estaban previamente.Por supuesto que van a influir en nuestra calidad científica:nuestra capacidad intelectual u para reconocer y valorar la im-portancia de lo que se nos acaba de ocurrir, el grado de censura

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que aplicamos a los contenidos que pugnan por hacerse cons-cientes; igualmente, la aceptación que tienen para nuestrosmentores, directores de tesis y medio académico las proposicio-nes que se nos pueden ocurrir, así como la cantidad y calidadde cosas que fuimos proveyendo al inconsciente para que antesalmacenara y que ahora combina. Si a mí se me hubiera ocurri-do que dos electrones con el mismo spin no pueden estar en lamisma órbita, el asunto no habría pasado de chiste; en cambioWolfgang Pauli estaba preparado para sacarle jugo a esta ocu-rrencia. Si a santa Teresa se le hubieran ocurrido las ideas deFreud sobre la sexualidad, sus contemporáneos la habrían cen-surado. Más aún, ella misma habría censurado a su traviesoinconsciente; de lo contrario, su confesor la hubiera censuradoa ella.

Hay otras teorías, un tanto pasadas de moda o refutadasen parte, que no obstante han influido y ayudado a bosquejarconjeturas actuales acerca de los funcionamientos de la psiquis,y que pueden arrojar luz sobre la creación científica. Una deellas es la psicología de la Gestalt, formulada hacia 1912 enFrancfort del Main por Max Wertheimer; a los científicos estateoría les resultó sospechosa y hasta despreciable, pues nadamenos a ellos, "profesionales de la razón", les propuso que acep-taran desigualdades escandalosas, subjetividades, ilusiones,emociones, principios de autoridad y otros tabúes. Veamos al-gunas de sus ideas centrales, porque, pasadas de moda o refu-tadas, nos ilustran acerca del esfuerzo por llegar a entendercómo se piensa y se crea.

Una de sus afirmaciones básicas y que de entrada nospuede resultar repelente, es que el todo no es igual a la sumade las partes. Las propiedades del todo, afirman, pueden notener nada que ver con las de sus componentes individuales.Daremos tres ejemplos: el sodio es un metal altamente corrosi-vo y el cloro un gas sumamente venenoso; sin embargo, elcloruro de sodio, resultante de la combinación de ambos, tienepropiedades completamente distintas, pues no es ni corrosivoni tóxico, y sólo tiene gusto a salado. Análogamente, una melo-día tiene formas, y una sociedad tiene patrones de conducta,que no podríamos prever analizando las notas una a una, o alas personas de manera aislada. Por último, si nos muestranuna cantidad de fotos ligeramente diferentes, en las que una

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misma persona aparece con la pierna un tanto desplazadarespecto a las fotos anteriores, con la boca un poco más abierta,o con un mechón de cabellos levemente caído sobre la frente; sien algunas de ellas se vuelven a repetir ciertas configuraciones(en muchas de las fotos las piernas están en una posición seme-jante, en varias el mechón de cabellos aparece correctamentepeinado); más aún, si en otras fotos aparece una segunda o unatercera persona, a la que también le advertimos ligeros cam-bios de foto a foto y si, finalmente, se ordenan las imágenes encierta secuencia, siguiendo cierto patrón, proyectándolas sobreuna pantalla, veríamos una película de amor, una de misterio,o una de aventuras. Justamente, Gestalt, en alemán, significa"forma", "configuración", "patrón", y se refiere a las propieda-des que advertimos en el todo (el cloruro de sodio, la melodía,la sociedad, la película cinematográfica), pero que no hubiéra-mos podido predecir mediante el análisis de las partes aisladas.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la creación científica?Puede ser que nada, pero no obstante conviene revisar algunosaspectos de la psicología de la Gestalt. Por ejemplo, la Gestaltpostula un principio, el de Pragnanz, en virtud del cual, cuandolos estímulos son ambiguos, la percepción los mejora (los sim-plifica, los regulariza, los hace simétricos). Esto produce efectostan obvios como imaginar el cuerpo entero de una personametida en una cama, pero de la que sólo vemos la cabeza y loshombros; o bien de ver el fragmento de un objeto tirado en elpiso, tapado parcialmente con una alfombra, y completarlomentalmente imaginando que es un círculo o un cuadrado.También nos hace ver triángulos o esferas en objetos irregular-mente triangulares o esferoides; igualmente, entender que siun amigo nos envía un telegrama cuyo texto dice "feiz cum-leañ", nos desea un feliz cumpleaños, porque nuestro aparatopsíquico sabe cómo usar la redundancia del mensaje para co-rregirlo. Es probable que el principio de Pragnanz opere en lacabeza de un científico que, a partir de cuatro o cinco observa-ciones desperdigadas, detecta un mecanismo completo o unpatrón de la naturaleza. Muchas veces, los especialistas de untema sienten que tres o cuatro datos ya conocidos tienen queestar relacionados, pero no saben cómo. De pronto, alguien ha-ce una observación, introduce un dato más y, ahora sí, los indi-cios encajan de golpe en un patrón, forma, configuración o mo-

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83delo que explica todo; modelo ante el cual cada miembro de lacomunidad reconoce, "¡Pero claro... cómo no se me ocurrió!", yautomáticamente entiende relaciones obvias, que hasta ahorase le habían escapado.

El lector habrá observado que, para compensar falenciasdescriptivas, en este texto hemos recurrido muchas veces aejemplos y a meras analogías. En algunos círculos científicos, eluso de la analogía es mirado con cierto desprecio, como chaba-canería de la peor especie (el aparato de Golgi parece una pilade bolsas de goma desinfladas; los leucocitos van por el organis-mo exigiendo a cada célula su documento de identidad; lasraíces de las plantas odian la luz). En cambio los gestaltistas leatribuyen una importancia crucial, pues, según ellos, el hechode que uno entienda el mecanismo que subyace en una analo-gía, aunque sea imperfectamente, hace que el aparato psíquico"simplifique" o "mejore" la explicación, elimine detalles super-fluos y genere un modelo que rige tanto para la analogía comopara el caso real; lo anterior le permite entender sistemasdiversos, más complejos, pero a los que se aplica -aproximada-mente- el mismo principio que en la analogía.

Otra tendencia del aparato psíquico sobre la cual han tra-bajado los gestaltistas, es la actitud que tiene la gente de tratarde buscar causas comunes, principios más profundos y másabarcadores. Una vez que estudió la conservación del agua cor-poral en siete especies de aves, el investigador se sale de lavaina por predecir qué encontrará en un octavo; también, porcomparar los mecanismos que halló en las aves con los de lospeces, los saurios, los mamíferos, etcétera. A partir de enton-ces, reparará en la enorme semejanza que existe entre las di-versas formas de conservar hidratado el organismo. Acto segui-do podrá distinguir entre los mecanismos fundamentales, queson comunes, y los detalles que los diferencian. Con el tiempo,quizá llegue a proponer un principio de la fisiología renal.

Dicho sea de paso, en el siglo xiv, Durand de Saint-Pour-gain (filósofo) y Nicole d'Oresme (físico) comenzaron a recomen-dar que toda suposición superflua fuera excluida de los mode-los explicativos. Su estrategia consistía en ser parsimoniosos(en latín quiere decir "frugal") y económicos, en reducir lassuposiciones a un mínimo y las descripciones a sus característi-cas fundamentales. Cuando un científico afirma algo sobre la

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regulación de la presión arterial—en el perro y lo enuncia men-cionando solamente "perro", se supone que vale para perrosnegros y blancos, lanudos y de pelo corto, machos y hembras,ovejeros y salchichas.

Por la misma época, William of Ockham era un monje fran-ciscano y, como tal, pensaba que un sacerdote de Cristo debevivir pobre y frugalmente. Enterado del boato y la lujuria conque vivía el Papa en Avignon, donde entre otras cosas man-tenía un ejército y recibía dinero de los prostíbulos, decidió via-jar para convencerlo de que viviera frugal y humildemente. Asíle fue: tuvo que salvar su pellejo escapando a Munich, dondereinaba Ludwig IV, que había sido excomulgado poco antes.Tres papas (Juan XXII, Benedicto XII y Clemente VI) trataronde echarle el guante y, como no lo consiguieron, lo excomulga-ron. Hay quien dice que su posición de frugalidad y condena dela lujuria papal dejó en esas regiones un caldo de cultivo ade-cuado para el surgimiento de Lutero más de un siglo después.Ockham se salvó de la pira, pero murió en 1349 durante la epi-demia de peste negra que asoló a Europa. Pero mucho antes desu muerte, el joven William of Ockham, que había sido entre-nado como lógico, incorporó las ideas de Durand de Saint-Pour-cain y Nicole d'Oresme. Obsesionado con la frugalidad de suorden religiosa (los franciscanos) y la eliminación de superflui-dades, también observó que la ciencia se ocupa de las cosas sin-gulares (mide las cosas a razón de una por vez); pero luego,para generalizar, debe eliminar las diferencias, suprimir lo quees meramente circunstancial de cada una de las cosas singu-lares y quedarse con las universales, siempre y cuando éstastengan un anclaje en la realidad. No sorprende entonces queun hombre así quedara tan maravillado con la Ley de Parsimo-nia y se haya transformado en un propalador tan fanático delrasurado de detalles, que sus paisanos británicos llamaron a suestrategia "Ockham's Razor" (la Navaja de Occam).8

Sin embargo, fue el físico y filósofo austriaco Ernest Machquien, sólo a fines del siglo pasado, impulsó el criterio de que laciencia debe formular conceptualmente los hechos de la natu-raleza de la manera más simple y económica que le sea posible.Dicho de otro modo: de dos modelos que expliquen un mismo

8 Entia non sunt multiplicanda práeter necessitatem.

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fenómeno, se debe escoger el más sencillo. Es oportuno recalcarque la mera sencillez, por ejemplo el número de suposiciones,no hace que un modelo sea superior a otro; un modelo con cua-tro suposiciones sensatas no es inferior a otro basado en dosestupideces.

Pues bien, los gestaltistas afirman que esa actitud rasura-dora y parsimoniosa que tienen los filósofos desde el siglo xiv,es una propiedad intrínseca de la mente. El aparato psíquico esun podador natural de detalles, reparador de defectos, compen-sador de faltas, redondeador de modelos. Los investigadoressuelen acabar sus conferencias citando la frase de Henry DavidThoreau: "Ésta es una larga historia, que no debería ser larga,pero que va a llevar mucho tiempo hacerla corta." Es decir, yatienen todo casi resuelto, pero va a requerir mucho esfuerzo yaños de trabajo "rasurar" los detalles, rellenar con informaciónlos espacios aún vacíos, así como depurar los principios ymecanismos fundamentales. Aquí podríamos decir lo mismo apropósito de nuestros rodeos acerca de la creación científica:debemos hablar tanto porque no sabemos por qué y cómo hacenuestro aparato psíquico para generar ideas, establecer rela-ciones entre fenómenos aparentemente disímiles, asociar con-ceptos, hallar explicaciones más abarcadoras.

Los gestaltistas también invocan el aborrecido principio deautoridad. No es que ellos lo estimen: han comprobado que nodeja de tener peso aun entre los científicos. Así, si a dos gruposidénticos de estudiantes de física les presentamos una frase untanto dificil de creer, y a un grupo le decimos que la pronuncióEinstein y al otro que lo hizo Hitler, habrá más escépticos entreestos últimos.

El ser humano tiene una mente ordenadora: agrupa lostriángulos con los triángulos y los distingue de los rombos;agrupa los triángulos con los rombos y los círculos, y los distin-gue de los cuerpos; los perros con los leones y los distingue delas lagartijas y los tiburones; las gordas con las flacas y lasdistingue de los rengos y los calvos. Pero también puede cam-biar de principio agrupador: separar gordas y rengos japone-ses, de las flacas y calvos yugoslavos. También asocia los díasnublados con las lluvias, las calaveras con la muerte, las copasdibujadas sobre una' encomienda con lo frágil, y en la puertade cualquier baño relaciona a los abanicos con las mujeres y a

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las pipas con los varones. No siempre resulta obvio por qué lamente prefiere determinados criterios para asociar elementos;

pero el inconsciente lo sabe, pues, a la postre, esas asociacio-nes se explican por relaciones de causalidad. Un ejemplo cono-cido entre los científicos es Linneo; sus criterios para sistematizar plantas y animales, un siglo más tarde, resultaroncompatibles con un profundísimo mecanismo explicativo: laevolución. Por lo general, sin embargo, despierta sospechas laadopción de ordenamientos para objetos, procesos, resultados,antes de tener explicaciones. De todos modos ocurre: es comosi nuestro inconsciente, más sabio que "nosotros", condescen-diera a darnos una pequeña ayudita: "Pon esta observacióncon aquella, agrupa este organismo con tal otro, sepáralos delos de más allá, por ahora ignora a estos otros, adopta esta sis-tematización, y algún día caerás en la cuenta del porqué." Pa-ra referirse a este pasaje de las conjeturas y corazonadas in-

justificables a la conclusión clara y final, el escritor AntonioPorchia confesaba: "Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, ytoda, es silencio."

"Ninguna cadena es más fuerte que el más débil de sus es-

labones" reza el refrán; consecuentemente, las flaquezas delhilo deductivo suelen aflojar la trama conceptual más elabora-da. Ricardo Alemany, mi querido profesor de fisicoquímica,confesaba que cuando en el curso de una conferencia escuchabadecir al expositor "evidentemente", "indudablemente" u "obvia-mente" entraba en pánico, pues los tomaba como verdaderosabracadabras con los que los científicos sacan de su galera un

pegamento subjetivo para unir dos segmentos aislados de razo-namiento. Hasta el pensador más severo y parsimonioso sueleempalmar los tramos de rigurosa deducción con trechos de res-baladizo subjetivismo. Se cuenta que Max Planck, padre de lamecánica cuántica, era tan preciso, cabal y disciplinado en susclases, que luego sus conclusiones resultaban incontrovertibles.Pero cierta vez, al derivar una ecuación se escuchó decir a símismo "...obviamente...", y se detuvo como si de pronto sehubiera esfumado su seguridad en la "obviedad" que acababade aludir; frunció el ceño, meditó un momento y marchó a su

gabinete, en el que estuvo no menos de media hora analizandofórmulas matemáticas y condíciones de contorno. Por fin re-

gresó al aula, encaró el pizarrón y ahora, con toda firmeza,

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declaró "obviamente"... ¡y continuó la derivación con imper-turbable frescura!

En realidad, no sabemos cómo hacemos para tamizar elcaos; pero, sea como fuere, es de una escandalosa exageraciónsuponer que el procedimiento es lineal, y negar que resulta demúltiples caminos paralelos. Hemos perfeccionado una pode-rosa lógica del sentido, pero no me extrañaría que alguna vezse llegue a desarrollar una lógica de la restricción y el olvido.

Los investigadores usan caminos paralelos. Hacen de Abo-

gados del Diablo: salen de su línea de razonamiento para ob-servarla momentáneamente desde afuera y tratar de destruir-la. Son capaces de bromear, de fantasear, de distorsionar, deescuchar a quienes entienden, y también a quienes dicenestupideces sobre sus estudios.

Edward De Bono (New think. Use of lateral thinking in the

generation of new ideas) aconseja usar también el factor suerte,que consiste en analizar los sucesos fortuitos que, a pesar de nohaber sido planeados, dieron un resultado positivo. Cita aHertz y las ondas inalámbricas, a Roentgen y los rayos X, aDaguerre y sus impresiones con sales de plata, así como a va-rios otros sabios que prestaron atención a las anomalías fortui-tas, "sin sentido", que habían observado. Análogamente, mu-chos sabios trataron de entender los así llamados "caprichos dela naturaleza", sospechando que de ningún modo son "capri-chos" sino que tienen un sentido y una función: las manchas

psicodélicas de las alas de la mariposa, las convoluciones de lostúbulos renales, las danzas nupciales de los peces.

Es difícil dar recetas para aprovechar el pensamiento pa-ralelo, pero en cambio es fácil advertir que el uso del pensa-miento lineal está reforzado por: a] la linealidad del discursocientífico con el que se justifica y sistematiza lo ya encontrado,

pero que no es de ninguna manera el camino metonímico ymetafórico con que el inconsciente selecciona lo que le va aofrecer a la conciencia como novedad; b] la obligación de pre-sentar proyectos en los que debemos prometer que recorrere-mos una línea fija, recta, incontrovertible; c] la insistencia enhacer investigación "aplicada", o sea, unir mediante una línearecta los conocimientos que ya se tienen con algo utilitario ubi-cado en un futuro ilusorio. Es obvio decirlo pero estos "refuer-zos" ignoran que la mayoría de los adelantos reales se lograron

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por caminos laterales, gracias a innovaciones hechas por genteque caminó en zigzag; que momentáneamente se alejó del norteque le señalaba la brújula de la lógica; que no trepó de maneraobcecada el palo verticalmente interpuesto en su sendero, comodicen que lo hacen las hormigas.

Pero supongamos que tras medir una variable a diez ratasinyectadas con cierta sustancia, el investigador se convence dela existencia de cierto mecanismo novedoso en esas ratas, y queha generado una hipótesis que la explica satisfactoriamente.¿Con qué derecho se lanzará a hacer afirmaciones sobre todaslas ratas habidas y por haber? ¿Cómo lleva el significado de loaprendido en unas pocas ratas al universo de todas las ratas?

Si un conjunto de gallinas ve que cada vez que se acercauna persona con una bolsa les arroja alimento, cuando yo meacerque con una bolsa acudirán expectantes. Las gallinas supo-nen que el mundo es homogéneo, y que las conclusiones quesacan de un conjunto de observaciones (las veces que les hanllevado granos en una bolsa) se pueden extrapolar a todas lasveces que alguien se acerque con un saco (aunque, a decir ver-dad, Pavlov en este caso hubiera preferido hablar de reflejoscondicionados). Al igual que las gallinas, los científicos suponenque la realidad tiene propiedades universales y que sus conclu-siones sobre un átomo de hidrógeno aquí en la Tierra, tambiénvalen para un átomo de hidrógeno cuya señal les llega hoy,aunque existió en una estrella que en el pasado remoto estabasituada a una distancia de mil años-luz y en la posición en queactualmente la detectamos. Esta propiedad de la realidadparece perogrullesca, pero si no adoptáramos el dogma de quela realidad es homogénea, después de bajarle la glucemia adiez ratas inyectándoles insulina, no podríamos generalizarnuestra conclusión, y llevarla (inferencia) al seno de todas lasratas,habidas y por haber. Esa propiedad aparentemente tantrivial le permite a la ciencia enunciar leyes de la naturaleza.¿Qué es entonces la inferencia?

La palabra inferencia, del grupo de transferir, diferir, con-ferir, deriva del latín ferre, llevar, y quiere decir, literalmente,"llevar dentro de". En el caso de la inferencia, se lleva significa-do: en virtud de la homogeneidad de la realidad, se acepta queel conocimiento adquirido en unás pocas ratas se transfiera, sinperder validez, a todas las ratas del mundo.

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Inferir no es la única dirección en que podemos transportarsignificado ni el único modo de llevarlo. Cuando no sólo lo lle-vamos, sino que nosotros mismos dirigimos el transporte, másque llevarlo lo estamos conduciendo. De modo que cuando ge-neralizamos nuestras conclusiones, y las lideramos hacia elinterior del universo de todas las ratas, decimos que estamosin-duciendo el conocimiento ganado. Pero más tarde, cuando al-guien vea que a una rata le inyectan insulina, podrá de-ducir(conducir de lo general a lo particular) que la glucemia de estarata disminuirá.

Inducir y deducir son dos transferencias de significado quese deben hacer con muchísimo cuidado. Los matemáticos de-ducen con toda seguridad, pues ellos mismos ponen las condi-ciones (premisas) antes de hacerlo; pero en otros campos noresulta tan fácil, y hay gente muy remisa a inducir o deducir.Así, a un viajero cuyo tren pasaba cerca de una manada de ove-jas, alguien le señaló: "esas ovejas están recién esquiladas"; a locual respondió: "bueno... de este lado". Los árbitros de losmanuscritos que enviamos para su publicación, se suelen com-portar como dicho viajero.

Bertrand Russell (Del hombre contemporáneo) sostieneque, justamente, el conflicto entre Galileo y la Inquisición fueun conflicto entre el espíritu de inducción y el espíritu de de-ducción; pues, los que creen en la deducción como método deobtener conocimiento están obligados a encontrar sus premi-sas en alguna parte que les resulte segura, generalmente en unlibro sagrado (el Corán, las enseñanzas de Confucio, los es-critos del camarada Stalin). Por ejemplo, Descartes aceptabaque el universo tiene una estructura racional garantizada porel Creador quien, según este filósofo, "no podía traicionar" (D.Garber, Descartes' metaphysical physics). Cuando alguien dudade estas premisas quiebra la cadena de razonamientos, puespone en tela de juicio la autoridad de los libros sagrados... y asíle va. En cambio Galileo, al introducir la experimentación, que-ría inducir; buscaba extrapolar lo que aprendía con unas cuan-tas bolas que rodaban plano abajo, al universo de todos loscuerpos que caen.

El método inductivo no es tan simple ni tan cándido comocreían nuestros viejos maestros, pues consta de una miríada defactores que ni siquiera se pueden justificar sobre bases estric-

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tamente lógicas. Así, el epistemólogo Alan F. Chalmers (Whatis this thing called science?) hace notar que si bien estamos dis-puestos a afirmar con sólo dos observaciones (Hiroshima y Na-gasaki) que las bombas atómicas causan destrucción y muerte,no atribuiríamos poderes de adivinación a alguien que hubierahecho dos predicciones correctas. Pero, ¿te animarías a des-deñar lo sucedido cuando cayeron las bombas sobre esas dosciudades, como mera casualidad? Para sacar conclusiones acer-ca del efecto de las bombas atómicas sobre las personas, ¿espe-rarías a tener un número mayor de observaciones? No siemprese arreglan las cosas con un número mayor de observaciones;por ejemplo, por más que hayamos constatado que el Sol saletodos los días, no podríamos asegurar que ha de seguir saliendopor siempre jamás (la evolución del Sistema Planetario Solarpredice que algún día ha de acabar), ni nuestra observaciónsería válida para la gente del casquete Ártico o del Antártico.

El método inductivo es, con todo, la herramienta central denuestro trabajo científico, del Método Científico, porque medi-mos unas pocas células, unos cuantos átomos y sacamos con-clusiones acerca de todas las células y todos los átomos. Sinembargo, se ha hablado tanto de esta herramienta, que el legocree que, seriamente, hay un método cuya aplicación crea co-nocimientos. Pero para crear conocimientos no basta hacer ex-perimentos: yo podría pasarme el día entero repitiendo losexperimentos de Bernoulli, de Planck y de Palade sin encon-trar nada nuevo; o diseñar experimentos válidos, que nadiejamás ha hecho, y tampoco observar nada nuevo. No contamoscon ningún método o sistema de reglas para descubrir cosas nigenerar modelos explicativos (véase R. Pérez Tamayo, ¿Existeel método científico?). El método científico sólo se refiere a lainstancia de aceptación del conocimiento que alguien generó,para incluirlo en el cuerpo del conocimiento científico: gracias aél, nuestros colegas creen en lo que publicamos. Pero: "No sabe-mos qué sucede en la mente del científico cuando encuentrauna pista, cuando produce una idea, una nueva representaciónde la realidad" (Cinna Lomnitz, Sobre la creación científica). Elviejo cuadro de la ciencia como una amalgama de hechos fríos ylógica seca pasó de moda. La formulación de leyes naturalescomienza como una hazaña de la imaginación, y el elementopuramente lógico en el descubrimiento científico es relativa-

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mente pequeño (Peter Brian Medawar, The art of the soluble).Queda claro entonces que, una cosa es descubrir, y otra

muy distinta probarle a los demás lo que se ha descubierto. Enla primera instancia, la creación actúa en buena parte el incons-ciente; la segunda no es inconsciente, pues consiste en el con-junto de pruebas y requisitos que la filosofia nos impone paraque nuestro aporte ingrese a un sistema más amplio de conoci-mientos: La ciencia. Por eso, el filósofo Hans Reichenbach (Therise of scientific philosophy) propuso separar el contexto deldescubrimiento del contexto de justificación, y luego (1934) sucolega Karl Popper (The logic of discovery) asignó el estudio delas cuestiones relacionadas con el descubrimiento a la psico-logía empírica, y el estudio de las justificaciones a la filosofía dela ciencia. No faltarán quienes lleven las cosas al extremo ycrean que, mientras los investigadores tienen que ser origi-nales, la ciencia en sí prescinde de la originalidad (André M.Bennett, Science: the antithesis of creativity). De hecho, lospsicólogos, sobre todo los provenientes de la filosofía, tratan dedemostrar que sus antiguos maestros son algo así como adua-neros de la ciencia, o miembros de un comité legislativo queestablece los requisitos para que los hallazgos sean aceptados ypuedan ingresar al cuerpo del conocimiento, pero que la verdad(suponiendo que haya una) no está como quería Hume en lanaturaleza, ni la tiene Dios en su caja fuerte; más bien, esaverdad se trata de otra cosa, quizá de un significado que le atri-buimos a la naturaleza, al mundo en general, y que está en no-sotros, tal vez en el corazón ("concordar" significa poner en sin-tonía corazones), en la cabeza, como sugería Pascal, o en algu-nas otras zonas, como proponía Freud.

Con todo, ésos son modelos de la ciencia que puede hacerun solo individuo. Pero la ciencia es hecha por toda la comu-nidad. Si uno propone una idea demasiado avanzada, demasia-do insólita o demasiado alejada de las fronteras que se estánexplorando en un momento dado, esas ideas son ignoradas yuno puede trabajar tranquilo, a su paso, meditando; aunqueclaro está, con el consiguiente nerviosismo de perder apoyo.Pero si se trata de ideas o hallazgos "calientes", en cuanto apa-rece su artículo, ya tiene un enjambre de competidores... y aveces los tiene antes, pues no es raro que los editores se sirvany conviden a sus cuates con las novedades enviadas para su

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publicación, y que luego el artículo enviado por un investigadorcreativo o afortunado, aparezca publicado a continuación del deun competidor en el mismo número de una revista. Claro que,"competidor" es un aspecto que sólo le interesa y duele al com-petido. A la humanidad le tiene sin cuidado quién descubrió talo cual cosa.

La comunidad científica va escogiendo entonces entre di-versas ideas, diversas fronteras, diversos métodos, diversaspreparaciones, diversos modelos explicativos; asimismo en quéinstituciones trabajar, qué colaboradores aceptar, qué aparatoscomprar, o en qué revistas publicar. Esta actividad ha dado lu-gar a la aparición de modelos explicativos seleccionistas, en loscuales la actividad científica central es la toma de decisiones(véase R.N. Giere: Explaining science).

Tal vez no sería exagerado resumir estos aspectos diciendoque las explicaciones acerca de cómo se hace ciencia, han pasa-do de los antiguos modelos de frío razonamiento, a los de miste-riosa psicología y, de ahí, a los actuales de competitiva activi-dad profesional.

7. ¿HASTA DÓNDE LLEGA EL CAMPO DELCONOCIMIENTO?: UN LÍMITE EN EL QUE TRABAJANLOS CREADORES

En cada etapa de la evolución histórica, hay un límite entre loque se conoce y lo que se ignora. Hubo un momento en el que laAntártida, las bacterias, los virus y los muones, estaban másallá de dicho límite: no se les conocía. Luego, la frontera seexpandió y fue abarcando a la Antártida y a las bacterias, perolos virus y los muones todavía quedaban en el caos de lo igno-rado. Hoy, el territorio de lo conocido ya comprende a virus ymuones, pero por supuesto ignoramos muchas otras cosas. Elinvestigador trabaja en ese límite expansible, tomando unaporción de caos, estudiándolo y transformándolo en orden.

Los datos recogidos pueden dar lugar, básicamente, a tressituaciones:

a] Un ejemplo de la primera situación sería el estudio delefecto de una hormona, que ha sido investigada años antes porFulano en el perro, por Mengano en la rata, por Zutano en elcobayo, y por Perengano en el mono... y ahora nosotros lo estu-diamos en el ajolote. Los resultados muestran que el efecto enel ajolote es esencialmente el mismo, si bien con alguna va-riante menor, y no modifican en nada el andamiaje conceptual.Lo observado concuerda totalmente con lo que se podía haberpredicho a partir de los modelos explicativos en boga; no fuenecesaria mucha creatividad para ello, simplemente se agregóun detalle, quizás un dato cuantitativo. Esta forma de investi-gar se convierte en un verdadero nicho ecológico, en el que segana la vida una numerosa población de investigadores querepiten el estudio en el conejo, en la comadreja, en el gato... Encírculos científicos circula el chiste de que si Newton viviera,estaría sometido al "publica o perece" que fuerza a los científi-cos a repetir las observaciones hasta la náusea y, seguramente,después de sacar sus famosas conclusiones acerca de la gra-vedad tendido plácidamente bajo un manzano, debería repetir

[931

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la experiencia bajo un peral, un naranjo, una higuera...b] Puede suceder que lo observado resulte paradójico o dis-

crepe con lo que permitía predecir el modelo explicativo común-mente aceptado, y lo destruya. Un ejemplo claro y famoso deello sería el experimento de Michelson y Morley (1881), con elcual se llegó a la conclusión de que, si se mide la velocidad de laluz acercándose o alejándose de la fuente, ésta resulta cons-tante; hecho que contradice los modelos de la física de aquellosaños. Es en este momento cuando resulta necesario crear nue-vas hipótesis que expliquen no sólo lo que ya explicaba el viejomodelo, sino también la observación reciente.

c] La situación intermedia, y más frecuente, ocurre cuandola información recién obtenida, si bien no rompe la visión de lascosas, la enriquece; permite vislumbrar nuevos alcances o exhi-be más detalles, y hace que el modelo explicativo tenga mayoreficacia: el páncreas, además de segregar insulina, que descien-de el nivel de glucosa en la sangre, tiene por lo menos otra hor-mona, el glucagón, que provoca justamente lo contrario. En es-te orden de razonamiento, fue necesario que el investigadortuviera creatividad para generar un mejor modelo de la fisio-logía pancreática, que explicara por qué, cómo y cuándo esteórgano segrega una u otra hormona.

El poeta Alessandro Manzoni decía: "La razón y la sin ra-zón no pueden separarse nunca con un corte tan limpio, quecada parte no contenga nada de la otra." El límite entre el or-den y el caos jamás es neto, sino más bien una franja de territo-rio en la que trabajan los investigadores del momento: vanentendiendo. Tampoco orden y caos son regiones del todo cono-cidas o absolutamente desconocidas. Siempre se tiene ciertaidea, suposición, conjetura o, al menos, una corazonada acercade las posibles soluciones, aunque por el momento estén muyverdes como para plasmarse en hipótesis; de lo contrario, seríaimposible hacer un proyecto para buscar la verdad. Correlati-vamente, hay toda una hueste de personajes que constante-mente "vuelven hacia atrás" para re-explicar lo conocido, paraconocerlo mejor. Los primeros son los investigadores del mismocampo, que confirman o reinterpretan cosas ya sabidas a la luzde los nuevos hallazgos; otros son los epistemólogos que tratande entender las operaciones lógicas y los descubrimientos queposibilitaron el logro actual; finalmente, los historiadores,

Más has dicho, Sancho, de lo que saben -dijo Don Qui-jote- que hay algunos que se cansan en saber y averiguarcosas que, después de sabidas y averiguadas, no importanun ardite al entendimiento ni a la memoria.

Incluso cuando la gente no atina a ver el sentido entre dos

¿HASTA DÓNDE LLEGA EL CAMPO DEL CONOCIMIENTO?

95trazan el camino de una idea desde sus pródromos: "Ya a prin-cipio de siglo, Fulano...", "los árabes opinaban...", "los griegossuponían que..."

Tampoco el conocimiento es como una sólida isla acantila-da rodeada por un mar de caos, sino como una marisma plaga-da de charcos y regiones internas, en las que quedaron grumosde caos por estudiar. De modo que unos investigadores traba-jan en las playas costeras de la isla y otros en los bordes de loscharcos.

Pero ése es un esquema por demás simplista. Freud man-tenía que la historia consiste en ignorar ciertos hechos delpasado, escoger otros y finalmente deformarlos para que sirvanal presente; ese servicio consiste en darle sentido a lo que hace-mos ahora... o a lo que estamos por hacer. Jacques Lacan ibamás allá; sostenía que los historiadores usan el anteayer parajustificar, "predecir", el ayer (no el mañana). Podría agregarseque, si bien el científico usa el pasado para explicar el presente(causas antes, efectos después), en el momento de investigarusa preponderantemente el futuro para determinar el presente;es decir, qué hipótesis quiere llegar a demostrar, para saberqué debe hacer ahora para lograrlo.

Cuando encontramos concordancia entre dos fenómenos odos variables sospechamos que hay una interrelación (que latiroides tiene que ver con el metabolismo, que la temperaturaen un hoyo en la tierra guarda cierta proporción con su profun-didad, que la cantidad de carbono catorce que contiene un hue-so es en función de su edad paleontológica), y eso es alentadorporque podría ser que estemos por encontrar un nuevo meca-nismo de la realidad; que, tal vez, estemos a un paso de haceruna sistematización simplificadora. A veces (la mayoría) se sa-le a buscar una relación con un modelo explicativo previo, otras(las menos) se encuentra sin buscar; pero eso no quiere decirnue encontrar correlaciones sea hacer ciencia.

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cosas que estamos relacionando, nos pregunta irónicamente:"Pero... ¿qué tiene que ver la velocidad con el tocino?"

Sin embargo la mayoría de los investigadores aún llevandentro al hominídeo que se asusta ante lo desconocido y nopuede tolerar la ambigüedad. Son muchos los científicos queante un dato estrafalario lo desechan con un "no puede ser". Simedimos la concentración de hemoglobina en la sangre de ungrupo humano que hasta el momento no había sido investiga-do, obtendremos datos que complementarán nuestra informa-ción: algunos microgramos más o menos por centímetro cúbico,y eso es todo. Pero, supongamos que por el contrario, la medidada cero: esa gente no tiene hemoglobina en su sangre. Esto con-tradice todo lo que se sabe y se supone acerca de la estructura yfunción de la sangre en los seres humanos. Por lo tanto, la ma-yoría de los investigadores desechará el resultado. Dará porsentado que algo anduvo mal en las medidas, las repetirá y, sivuelven a dar cero, supondrá que por alguna razón difícil dedetectar, se ha arribado a un resultado sin sentido.

El caso que acabamos de plantear es por demás remoto. Loimportante, para el tema que nos ocupa, es que de encontrarseun grupo étnico sin hemoglobina en su sangre, se desencade-naría una revolución descomunal que cambiaría nuestros es-quemas sobre la fisiología animal, sobre la antropología y sobrela evolución. Insistimos: más que remoto, este caso es ridículo,impensable. Pero, justamente, sólo los genios 9 se atreven apensar serenamente ante la ridiculez.

Resulta tan curioso que un investigador, que vive anhe-

9 A propósito de los genios de la ciencia: nunca he conocido personalmentea ninguno que se adapte a las descripciones populares. Generalmente se consi-dera genial a quienes han hecho un avance mucho más grande que el promediode los sabios, o que han combinado conceptos hasta entonces no relacionados, oautodidactas que han llegado a un grado de profundidad inusitado. Tal es el ca-so de Srinivasa Ramanujan, el matemático hindú nacido hace más de un siglo,de quien nadie se explica cómo pudo concebir sus teoremas ni su pasmosa capa-cidad de cálculo. En las oportunidades que tuve de conversar con colegas reco-nocidamente geniales, me encontré en cambio con personas brillantes, pero queexplicaban sus logros con la sencilla candidez con la que hablarían de su tía delcampo, o de cómo se cocina un pastel. Puede ser entonces que la genialidad seaalgo tan especial y grandioso, que haga1 falta una perspectiva de muchos añospara apreciarlo. A su vez, los escritores franceses Edmond y Jules de Goncourt,que solían opinar a dúo, decían que el genio es el ingenio de un hombre muerto.

A veces me he puesto a pensar en las escenas de terror delas películas. Si el villano amenaza con un revólver a la heroí-na, entendemos que ésta corre peligro, pero no cunde el pavor.Si en cambio la cámara enfoca súbitamente una puerta cerradao que se abre lentamente, o una mata de pasto, o una mano, altiempo que se oye una estridente caída orquestal, o por el con-trario se interrumpe el sonido bruscamente, sabemos que senos está señalando algo muy significativo; no obstante igno-ramos qué es lo que significa, qué es lo que debemos entender.No sabemos qué hay detrás de esa puerta, qué tiene de particu-lar esa mata. ¿Es una mata?, ¿de quién es esa mano?, ¿qué tie-ne que ver con el argumento, como para que de pronto se leconceda tanta relevancia visual y sonora; para que se inte-rrumpa todo lo demás? El director ha logrado espeluznarnoscon sólo interrumpir el flujo de significado. Estábamos mirandoplácidamente esa frontera entre el conocimiento y el caos cuan-do, de pronto, dándonos un empellón, nos la hizo atravesar su-miéndonos en el espanto.

Creo que si la ciencia no avanza muchísimo más rápida-mente es a causa de ese terror. En cada científico que enfrentala ambigüedad y el caos resurge el hominídeo que continúa ate-rrándose ante lo desconocido. El conocimiento, lo ordenado,infunde seguridad; lo desconocido y ambiguo es siniestro. Talvez el genio consista en no tener demasiadas reglas, en nosaber demasiado acerca de cómo deberían ser las cosas; en sa-lirse del mundo de lo conocido y meterse en la jungla que lo ro-dea, ignorando los peligros que acechan. Es posible que lo quese llama "creación" consista en atreverse a lo siniestro.

En una escala menor, cotidiana, este tipo de situaciones enlas que alguien desecha una observación que sin embargopuede ser válida, se presenta en todo laboratorio. Mi maestro,

Teme, hijo mío a Yaveh y al rey,no te relaciones con innovadores (Pr 24:21).

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lando toparse con un "descubrimiento", se asuste e inhibacuando lo encuentra, que he llegado a sospechar que estacobardía puede tener resabios místicos. Después de todo, tene-mos un par de siglos de científicos, pero varios milenios de reli-giosos. El Dios de la Biblia aconseja:

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el fisiólogo Bernardo A. Houssay, tenía una paradoja preferida:si nos informan -decía- que 99% de las personas que se tirande cabeza desde lo alto de un edificio de cien pisos se mata, loimportante es investigar la excepción, el dato "sin sentido", el1% restante que se salvó. Alfred Jarry por su lado, además deser el autor de Ubu Rey, iniciador del Teatro del Absurdo ycreador de la pataphysique, afirmaba que el verdadero estudiode la realidad no reside en estudiar las leyes, sino las excep-ciones a esas leyes. Ésta es la diferencia esencial entre ilustra-ción e investigación: el que estudia las leyes se ilustra, el queestudia las excepciones investiga.

Hay pensadores que en lugar de considerar la situación de"temor" ante lo desconocido, tal como lo hemos bosquejadoaquí, prefieren referirse a la "ansiedad". Ansiedad implica as-piración, ambición, espera, deseo, anhelo de algo que (aún) nose posee, y cuya falta causa sufrimiento. Por supuesto, para es-perar y necesitar de ese algo, uno necesita visualizarlo, tenercierta idea de qué anhela y en qué marco lo insertaría si lo lle-gara a conseguir. Por definición, mientras algo es todavía unproblema científico, ese algo no se conoce; pero tampoco resultatotalmente ignorado, pues en este caso no causaría ningunaansiedad. Tampoco nos engañamos: sabemos que no sabemos,que esa verdad aún se nos escapa, que permanece oculta. Laansiedad es entonces un umbral más interesante que el terror:en el estado de terror sufrimos, pero nada podemos hacer; en elde ansiedad, en cambio, podemos aspirar y trabajar por alcan-zar esa verdad que por el momento se nos oculta. Por eso hayquien opina que el talento de un investigador es la habilidad detrabajar eficientemente en un estado de ansiedad.

El mundo de la ciencia está plagado de investigadores obe-dientes y temerosos, a quienes si bien les encantaría revolucio-

nar el pensamiento y pasar a la historia como innovadores, pre-n fieren sólo medir, corroborar; a lo sumo, avanzar más rápida-mente que sus colegas a lo largo de rutas lineales y conocidas.

En la actualidad, es frecuente que el jefe de una instituciónlance todo un ejército de investigadores a la búsqueda de unaenzima que tiene que existir, a individualizar y caracterizar ungen que no puede dejar de estar en el genoma, a analizar elfuncionamiento y la composición de un canal de sodio que porsupuesto debe funcionar y poseér una estructura. En el actual

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panorama de la investigación es tan importante arribar a estosresultados, proporcionar el peso molecular, la composición y laconfiguración espacial de los átomos, que a las ideas originalesse les valora relativamente poco; lo anterior se traduce en quehoy ya no se cita a nadie por sus ideas, ni por haber abierto uncampo nuevo. Ya nadie dice: "Esto ha sido propuesto por Fu-lano", y sólo se suele mencionar a quien lo demostró, o bien aquienes, luego de leer el trabajo fundante, consiguieron más di-nero, más metros cuadrados de laboratorio, más esclavos, einundaron los journals con detalles. Aunque cueste creerlo, hoyno es raro encontrar que, en lugar de citar a quien introdujo unconcepto, únicamente se cite al autor que hizo la última review:"La teoría de la Relatividad (Pérez, 1991)..."

El científico no es el único que trabaja en el límite entre loconocido y lo desconocido, ni es el único que intenta ordenar elcaos: también hay ordenamientos no científicos. El crítico ypoeta británico Herbert Read (Imagen e idea) hizo notar quemucho antes de que los geómetras del mundo griego comen-zaran a formalizar las relaciones entre ángulos y lados, entreradios y volúmenes, ya los artistas habían geometrizado las fi-guras de flores y animales con las cuales decoraban sus vasijas.Por eso se suele decir que, lo que no fue sentido por el poeta, nopuede ser pensado por el científico. Antes de que aparecieranlos psicoanalistas para hablar de los celos, William Shakes-peare había detectado ciertas características del alma humanay había creado a Otelo. Cuando Einstein y Minkowski reformu-laban la naturaleza del espacio físico, George Braque y PabloPicasso hacían pintura cubista, con la que pusieron de relievedimensiones no convencionales de la figura y del volumen. Loscineastas, los escritores, los dramaturgos nos muestran un uni-verso de situaciones, rasgos y personalidades -como la pareja,los miserables, los moribundos, los patriotas, los cobardes, lamujer, los niños, los homosexuales, los drogadictos, los pode-rosos y los marginados-, que los sociólogos, psicólogos y econo-mistas aún no saben cómo encarar, pero que van pasando a sermaterial de los ensayistas y algún día estarán listos para sertratados por los científicos. Hacer ciencia con seso requiere, porlo menos, que estemos enterados de que existen esos trasfon-dos, esos caminos sociales del conocer.

En la Antigüedad, el plástico y el geómetra, el poeta y el

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loo

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místico eran la misma persona. También hubo momentos enque las barreras interdisciplinarias fueron muy laxas o no exis-tieron; hubo quien intentó descubrir la fórmula matemática dela belleza comparando la longitud de los lados de un cuadro(regla áurea); o estableciendo la proporción ideal entre la longi-tud de la cabeza y la estatura (como lo hicieron Luca Pacioli yLeonardo da Vinci); inversamente, hubo quien como Schró-dinger prefirió determinada ecuación, la de onda, porque le pa-reció más hermosa, o como Planck y Dirac, que adoptaron de-terminado modelo físico tras consideraciones puramente es-téticas, o que, asociando la geometría con la teología, halló elexótico número n (pi), lo ocultó, por temor de haberse topadocon una falla en la obra de los dioses (los pitágoricos), 10 o afir-mando, como Unamuno: "Nada que no sea verdad puede serrealmente poético." Arte y ciencia no tienen idéntico papelsocial pues, como decía el pintor Georges Braque: "L'art est faitpour troubler, la science rassure".

Se hacen intentos cada vez más frecuentes e importantesen ese sentido. Ya no impone una división tajante entre objetosde arte y belleza por un lado (cuadros, esculturas, melodías, jar-dines), y talleres, máquinas, herramientas y enseres de cocina,por el otro. Desde finales del siglo pasado, fueron apareciendomovimientos (los Arts & Crafts, el Bauhaus) que han desembo-cado en el diseño armónico -funcional y estéticamente hablan-do- de muebles, cacerolas, cafeteras, taladros, máquinas deescribir, tornos, ultracentrífugas, destilerías y plantas indus-triales que son verdaderas obras de arte. Hoy, cuando ciertosproductos resultan más caros por el diseño estético del envaseque por el contenido -y cuando incluso se cuida que hasta losgallineros tengan una dimensión, un color, una iluminación y

10 Con base en que "el número rige el universo", los pitagóricos temieron

que demostrar por ejemplo que la diagonal del cuadrado es inconmensurable

con el lado, equivaliera a encontrar una falla en la obra del Arquitecto (Dios) y

llamaron a esos inconmensurables Alogon, lo inexplicable. Análogamente, el

famoso problema de la cuadratura del círculo y lo que podríamos llamar "la

marcha hacia el número pi (1t)" fueron comenzadas formalmente por

Arquímedes, hasta que, a través de Wallis, Lambert, Euler y Lindemann sedemostró que es un número trascendental; pero como los griegos no separaban;

lo aritmético de lo geométrico y lo teológico, se juramentaban para ocultar loa,hallazgos por temor a la venganza divina (véase T. Danzig, El número, y 1CCourant y H. Robbins, Qué es la matemática).

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hasta una música adecuada para que las aves optimicen su pro-ducción de huevos-, el ser humano cae en la cuenta de que to-dos los órdenes, no solo el científico con que trata de transfor-mar el caos en explicaciones, son de una necesidad vital para él.

Es probable que tampoco esta tendencia sea del todo nue-va, sino que implique cierto retorno al pasado, pues casi sin ex-cepción, cuando se encuentran objetos de antiguas civilizacio-nes, se comprueba que aunque se trate de cacharros de usocotidiano, también son obras de arte. Pero, teniendo en cuentaque los criterios de belleza con que los evaluamos, igualmenteson productos de la cultura, me asalta la duda de si la hermo-sura que les encontramos no es en sí un efecto de la educaciónque esas civilizaciones nos legaron.

Sea como fuere, la tendencia actual parece retomar la acti-tud ancestral de amalgamar lo racional con lo útil, lo plástico,lo poético y lo económico. Se podrá así marchar hacia el idealde Oscar Varsavsky (Hacia una política científica nacional):«En una sociedad creativa, todos participan normalmente dealguna actividad de investigación."

De manera que todos los seres humanos que se ganan lavida como "profesionales de la originalidad" -ya sea porquei nvestigan la evolución de una estrella, esculpen la madera,componen una melodía, escriben un poema, meditan sobre elSer, tratan de entender por qué proliferan las sectas religiosas,o por qué una persona se enferma de su sistema inmunitario-,comparten la voluntad de tomar una porción de caos para bus-carle una norma, un patrón, un orden. A veces es necesarioesperar siglos para advertir los comunes denominadores de lacreación durante una época determinada (la Alta Edad Media,el Renacimiento, la revolución industrial). ¡Pagaría por saberCómo nos caracterizarán dentro de mil años!

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8. ¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSANCOMO LOS CONSTRUCTORES DE LA TORRE DE BABEL?

Si se considera que la población de investigadores asciende avarios millones, que trabajan en ramas muy diversas, con cono-cimientos y opiniones tan dispares aun dentro de una mismadisciplina; viven esparcidos por todo el planeta de modo que es-casos núcleos se llegan a conocer personalmente; se expresan enuna multitud de idiomas diferentes; algunos científicos son cla-ros y comunicativos pero otros son oscuros y reservados; publi-can resultados que a veces conflictúan entre sí; generan teorías

que solamente un puñado de especialistas está capacitado o in-teresado en entender; cada uno apenas si logra estar al día conla información generada en su campo; y que a veces se cae en lacuenta de que parte de la información ya incorporada al sis-tema científico resulta ser errónea, uno se maravilla de que eledificio de la ciencia no se atomice como una Babel informativa.

La ciencia es tan vasta y tan compleja, que un astrónomono sabría interpretar un electrocardiograma, un economista no

podría explicar las razones por las cuales se hibridan dos trozosde ácido nucleico, o un egiptólogo no puede estar al tanto de losbalances termodinámicos en un motor diésel. El bagaje concep-tual, las técnicas y los aparatos necesarios para estudiar un

quasar son tan diferentes de los que se requieren para encon-trarle un motivo a la esquizofrenia o para explicar la síntesisde celulosa en una magnolia, que ese sistema colosal formado

por el conocimiento científico, no puede ser contenido en lacabeza de una sola persona, sino en las de toda la sociedad.

Aunque pasaran las veinticuatro horas del día leyendo, unbiólogo, un perinatólogo, un solidista, un economista, un histo-riador, no les alcanzaría el tiempo para leer los artículos ylibros que se van publicando en sus propias disciplinas, pues el

paso al cual crece la información es muy veloz; tanto que en lasbibliotecas centrales de las universidades hay empleados cuyaúnica función es abrir los sobres y paquetes de correo con los

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11 Por ejemplo, muchos de los conocimientos sobre el clima, necesarios pa-ra la agricultura, la producción de vinos, quesos, ropas, estaban contenidos enaforismos como los que siguen: "No estés al sol sin sombrero, ni en agosto ni enenero", "En febrero un rato al sol y otro al humero", "Agua en abril, granosmil", "Guarda pan para mayo y leña para abril", "Si mientras rige agosto suenael trueno, racimos abundantes y vinos buenos". Observemos que, en primer lu-gar, aunque se trata de correlaciones comprobables, no se asocian para desa-rrollar un modelo de climatología; en segundo lugar, que se trata de antiguosrefranes del hemisferio norte, que no se pueden generalizar y aprovechar en elhemisferio sur.

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centenares de revistas y libros recibidos diariamente, para queotro pelotón de empleados los clasifique, amén de que resul-taría impensable que cada investigador leyera todo lo publica-do en el pasado.

La ciencia tampoco es un simple acopio de conocimientos,sino que una de sus características fundamentales es teneresos conocimientos sistematizados; es decir, tiende a ordenar lo

que van aprendiendo los astrónomos, los biólogos y los ecó-nomos, con lo que ellos mismos ya sabían, con lo que sabía todala ciencia, y con lo que en el ínterin fueron aprendiendo los bio-

químicos, los sociólogos, los climatólogos, los antropólogos, losgeólogos, los egiptólogos, invocando además el menor númeroposible de principios generales. Por eso el cuerpo de la cienciano se asemeja al primoroso jarrón que reposa indemne sobreuna mesa, sino al vaso incompleto, reconstruido con las piezas

que se van logrando reunir y se mantienen juntas gracias adiversos pegamentos; partes que los artesanos cada tanto reti-ran y vuelven a reacomodar en una posición más probable, connuevas encoladuras que van inventado. Es decir: no hay unacategoría general de "ciencia", ni un único concepto indispu-table de "verdad", ni un único "método científico".

Cabe que te preguntes entonces, ¿de qué manera se man-tiene la cohesión del conocimiento? ¿Por qué insistimos en quela ciencia constituye un entrevero de saberes aceptablementesistematizados? Veamos los siguientes factores aglutinantes:

a] Las leyes. Antiguamente, en épocas precientíficas, ante-riores a la sistematización del saber, el conocimiento sobre larealidad estaba contenido en refranes.11 Como la experienciase iba acumulando a lo largo de la vida, los sabios solían ser losviejos. Pero más adelante, al comparar casos análogos, res-tringir detalles accidentales, resaltar los hechos fundamentales

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que se repiten regularmente y destilar estas regularidades, sefueron encontrando las leyes que sirven de pilares del edificio

científico. Las leyes, además de ordenar la ciencia, permitenque una sola persona pueda manejar cantidades cada vez másabundantes de información y conocimiento. Jean Rostand decíaque a medida que la ciencia progresa, los detalles se complicanpero las grandes líneas se depuran. De pronto se borran los pormenores, la

trivia,lo circunstancial, y uno queda con laesencia del fenómeno, con la ley, con el modelo. Es el salto sis-tematizador y simplificatorio con que un Clausius ordena unenjambre de conocimientos termodinámicos y propone usaruna nueva entidad teórica que los sistematiza, la entropía;también, es el salto que dan Hodgkin y Huxley al formular unmodelo del potencial de acción de la membrana celular, que or-dena todo un galimatías de datos dispersos en incontables pu-blicaciones anteriores. Esta circunstancia simplificadora haceque hoy podamos enseñar en una hora de clase el conocimientoque mantuvo ocupadas a generaciones de químicos, paleontólo-gos, anatomistas y astrónomos. Muchas veces damos a nues-tros alumnos, como ejercicio para resolver por sí solos, proble-mas cuya solución ha tenido atareados a cientos de científicosde varias generaciones, y ha llevado a los hombres al destierro,a la pira o a la gloria.

La integración y sistematización del conocimiento pareceser relativamente fácil en el terreno de las ciencias exactas, pe-ro en cambio es dificil y produce discordias en el campo de lashumanidades, y es lisa y llanamente imposible en las artes. Sibien pensadores como Martin Heidegger (La obra de arte) afir-man que la belleza es un acontecer de la verdad, el arte no pue-de, como la ciencia, alcanzar conocimientos extrapolables y ge-neralizables, pues sólo describe lo individual y propende a loúnico; en lugar de clasificar, desclasifica (Marcel Schwob,Vidas imaginarias).

b] Los servicios informativos. Hoy, gracias a servicios biblio-gráficos como el de Current Contents, podemos recibir en cual-quier punto del planeta la información aparecida en miles derevistas internacionales durante la semana. Gracias a los sis-temas de rastreo, podemos revisar el contenido de toda la Bi-blioteca Nacional de Washington en busca de un tema o datoen particular, sin movernos de nuestros institutos. Por otra

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parte, los científicos maduros son invitados frecuentemente aescribir trabajos de revisión de su tema, en los que sintetizanlos aspectos más importantes de su campo. Lo bueno es que, enpocas páginas, resumen gran parte de lo aparecido en cinco odiez años en su tema; lo malo es que, al decidir qué es valioso yqué no lo es, "cuentan el desarrollo de ese tema a su manera".

c] Los discursos científicos. Un genetista estadunidensepudo continuar los trabajos de un monje checoslovaco a quienno conoció y con quien de todos modos no hubiera podido discu-tir; años más tarde, un par de cristalógrafos en Inglaterra, queno conocieron personalmente al monje ni al genetista, no obs-tante lograron retomar sus ideas y construir un modelo de DNA

que explicara aquellos primeros datos; posteriormente, un mu-chacho mexicano puede estudiar el DNA del tucán chiapaneco,basándose en el conocimiento acumulado por los científicos an-teriores. Cuando este muchacho presente su tesis, su discurso,desde la introducción hasta sus conclusiones, dará la impresiónde formar parte de una secuencia de avances coherentes logra-da por un solo investigador. Esto llevó a Blaise Pascal a consi-derar a la ciencia como un solo hombre que aprende continua eindefinidamente. Ese hombre sabe y está al día en toda la ge-nética, y es matemático, ornitólogo, economista, edafólogo, lin-güista, farmacólogo (etcétera)n. Análogamente, ese único hom-bre se expresa mediante la lengua y la pluma de todos los sa-bios de la Tierra, es decir, de todos aquellos que publican suspapers; por lo tanto, tiende a hacerlo en un discurso único y ho-mogéneo. Se expresa en una lingua franca (antes el latín, hoyel inglés), pero sabe el griego, el arameo, el swahili, las lenguasceltas, y se esfuerza por recuperar todos los protoidiomas de losque puede echar mano.

¿Hasta qué punto es cierto que el universo es una colecciónde "cosas" (los mamíferos, los precios, las mareas, el sexo, larebelión de Tupac Amaru, las flores, los viajes, la carestía)?¿Hasta qué punto es cierto que, reflejando esas divisiones, loscientíficos de las diversas ramas nos especializamos para estu-diarlas y demarcamos los límites de nuestros territorios conmojones inamovibles?

Susan Langer opinaba: "de pronto el mundo se divide encosas porque nosotros lo dividimos así". Pero la realidad no sedivide, no es un archipiélago de objetos aislados; incluso los

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aspectos más importantes, los que nos resultan cruciales en lavida, ni siquiera se pueden precisar ni definir (el tiempo, elamor, la muerte). La realidad tampoco se queda quieta dentrode esos casilleros en que tratamos de ordenarla, sino que cam-bia de un momento a otro. "Todo fluye" (pantha re¡), afirmabaHeráclito, y ese árbol que vemos ahí es una estructura pasa-jera de lo que ayer fue semilla, agua de riego, suelo... y maña-na será mesa, leña, cenizas... Nadie ha descubierto jamás unacosa permanente, pues estornudos, ademanes, hígados, hojas,ríos, montañas, continentes, planetas, estrellas y galaxias, noson entidades estáticas, sino procesos que provisoriamenteadoptan una configuración espacial. Basta estudiarlos con unaescala temporal acelerada (por ejemplo, si filmamos durantevarias semanas la vida de una naranja desde que aparece elesbozo de un brote hasta que cae del árbol y se pudre, o la comeun pájaro, y luego proyectamos la película en dos minutos)para percatarse de que, como decía Heráclito, todo fluye (véaseM.Cereijido, Orden, equilibrio y desequilibrio).

Sergio Bagú (Tiempo, realidad social y conocimiento) usa ellenguaje de las ciencias sociales como un precioso instrumentode detección de las ideas y valores que tenían las sociedadesque lo generaron; encuentra que se ha dado preponderancia alos valores absolutos, sin sentido temporal, inmutables, en losque se resalta lo espacial y lo individual, pero no a lo relacionalni a los procesos.

Hay quienes además de parcelar arbitrariamente la reali-dad en cosas, primero se esfuerzan por encontrar la esencia decada una de ellas, y luego suponen que todos los fenómenos dela naturaleza son reflejos de esas esencias. El pensamientoesencialista es absolutamente necesario en lógica, fisica y ma-temáticas; así, la esencia de un triángulo es tener tres ángulos,y esa esencia lo hace diferente de cualquier otro polígono. Más ,aún, todo triángulo es continua y definitivamente diferente decualquier otro polígono (aquí no rige el "todo fluye"). Pero enotras disciplinas, la actitud esencialista ancla nuestro lenguajey nuestro pensamiento a conceptos fijos: "montaña", "hogar","caballo", "honestidad"; puede llegar a trabar nuestra compren- 1

sión de la naturaleza, y hasta puede sentar las bases de nues-tros prejuicios: "el mexicano", "lo erótico", "la maldad", "el pro-greso".

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El pensamiento esencialista dividía al pobre del rico, delnoble, de la deidad; separaba la vida de lo no-biológico, al locodel cuerdo, el bien del mal, la razón del error, el orden del caos,como si fueran cosas inmutables y como si no hubiera procesosque llevan de unos a otros. Ernst Mayr (One long argument)sostiene que antes de Darwin, todos los filósofos eran virtual-mente esencialistas, y consideraban las especies biológicas co-mo "clases naturales", posición que dificultó la comprensión deque las especies son capaces de evolucionar, fueron aparecien-do a partir de algún antecesor, deambulan por el planeta du-rante millones de años, y luego se esfuman más o menos gra-dualmente, dejando uno que otro sucesor. Pero, a pesar de queel estudio del origen y evolución de las especies revolucionó noya la biología, sino la sociología, la historia, la ética y otras dis-ciplinas, ¡hoy todavía no todos están de acuerdo sobre qué esuna especie!; hecho que molesta más a los esencialistas que alos biólogos.

En varias partes de este libro me esfuerzo por mostrarteque el aparato científico técnico no puede funcionar encualquier contexto cultural; asimismo, que la visión del mundoque en un momento dado tiene una sociedad, influye, condi-ciona sus tendencias, orienta sus acciones. Advirtamos ahoraque, al señalar que la realidad no es un conjunto de cosasestáticas, sino que cada una es producto de algún proceso quelas generó (la evolución, la lucha primitiva entre cazadores/agricultores, el encontronazo entre imperios, la lucha de cla-ses), el ser humano se entera de que él no es irremisiblementepobre, o noble, o malo, o loco, o ignorante; comprende que esosson aspectos más o menos durables de una realidad dinámicay, sobre todo, que él puede hacer algo por cambiarla.

Y, puesto que el interés del presente capítulo es entendercómo forjamos la ciencia, la investigación, el discurso científico,comencemos por ver qué interés tienen para nosotros las pala-bras.

Mientras que en sus novelas, cuentos y poemas, el escritorse esmera por narrar en un estilo personal y seguramente poli-sémico, el investigador científico trata de expresarse en un esti-lo universal, idéntico al que usaría cualquier otro investigadorque debiera describir esos mismos resultados. Sería insólitoque un congreso de novelistas acordara suprimir las palabras

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¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSAN..."hogar", "morada", "mansión", "residencia", "domicilio", para

usar de ahora en adelante solamente "casa". Pero eso es justa-mente lo que hacen los científicos: convienen en llamar "nose-cuantasa" a la "sustancia J" que describió Fulano, que es la"nosecuantina" que estudió Mengano, y que no es otra que el"factor X" de Zutano. Sin embargo, se debe considerar estas co-

sas con mucha cautela, pues así como un literato emplea a ve-ces "casa" y otras "hogar", porque no tienen exactamente elmismo significado, y por eso lo hace, un químico no va a llamarindistintamente "fumárico" o "succínico" a dos moléculas queson iguales en un 95%, pero una tiene dos hidrógenos más quela otra.

Los investigadores fueron adoptando sistemas de medidasbien definidos y comparables, 12 nomenclaturas universales pa-ra designar a los animales, a las plantas y a los compuestos

químicos; convinieron formas de expresar los valores hallados(media ± error estándar), las abreviaturas para las unidades(m2, mg, seg, $); asimismo la manera de indicar si una molécu-la está marcada con un elemento radiactivo (3H-metionina), siun elemento está cargado eléctricamente (Cl--, Na+), o si haymás de un átomo del mismo elemento en la misma molécula(H20). Fueron elaborando también una manera de argumen-tar, ordenar las evidencias, eliminar contradicciones, detallarlos métodos y las suposiciones sobre las que basan sus conclu-siones, para que otros colegas sepan qué es lo que encontró yhasta qué punto pueden confiar en las observaciones... y

puedan retomar el discurso.El controlador de la pureza, estilo y grados de libertad del

discurso científico es el cuerpo editorial de las revistas especia-lizadas. Las que gozan de mayor respeto científico sólo aceptanartículos escritos con toda parsimonia, pues, de acuerdo con laobservación del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein ("Todo lo

12 Para dar una idea de cómo se comparaban las medidas en la Anti-güedad, incluimos la forma en que Hesíodo calculaba la duración de la vida delas ninfas:

1 corneja = 9 generaciones humanas1 reno = 4 cornejas1 cuervo = 3 renos

,1 fénix = 9 cuervos1 ninfa = 10 fénix

13 Herman Melville decía: "A man of true science uses but few hard words,and those only when none other will answer his purpose; whereas the smattererin science thinks that by mouthing hard words he proves that he understandshard things."

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que puede ser pensado puede ser dicho con claridad"), conside-ran que cuando un autor no puede expresar algo claramente,es porque aún no lo ha comprendido. El novelista francés Sten-dhal ha dicho que quien escribe oscuramente se engaña, o tratade engañar a los demás. Peter B. Medawar (The art of the solu-ble) opina: "El daño que Kant causó involuntariamente a la fi-losofía, fue hacer que la oscuridad pareciera respetable." El dis-curso científico restringe al máximo la ambigüedad y, en lo po-sible, se abstiene de emplear las figuras que el investigador usódurante la etapa creativa; fue generado a lo largo de los siglos

por sabios que distinguen lo oscuro de lo profundo, que no to-man la verborragia como raptos de originalidad, ni confundenla jerga chabacana con la familiaridad.13 Max Perutz, el Pre-mio Nobel de Química confesaba (Is science necessary?): "cuan-do escribo acerca de la ciencia tengo un loro posado sobre elhombro, que cada tanto me pregunta: `¿No podrías decirlo conmás sencillez?' "

Los investigadores modernos no suelen requerir de maso-rahs, exégesis, decodificadores e intérpretes, como sucede conlos grandes filósofos, humanistas y literatos (y ni hablar de losmísticos). Pese a ello, un investigador cuidadoso debe leer eldiscurso científico por lo que dice y también por lo que omite,

que puede ser tan rico como lo explícito; prestar atención a loslugares en que éste se torna brumoso, débil, se desvía, o llega aun límite y se disipa en vaguedades. En esos lugares hace faltaseguir investigando para llenar el espacio entre dos tramos deldiscurso, brindar una explicación mejor, disipar dudas, elimi-nar patrañas o, simplemente, expandir su alcance. Por eso, loscientíficos están muy pendientes de estos pasajes temblequean-tes del discurso, y por eso también existen oradores que adredei ntroducen estas "fallas" como señuelos. Por ejemplo, cuandotienen demasiadas diapositivas para una presentación limitadaa diez minutos, quitan dos o tres y, al pasar por el lugar en el

que desearían mostrarlas, dicen algo deliberadamente confuso.Comenzada la discusión, no faltará en la audiencia quien, ha-biendo detectado la debilidad, pide aclaraciones, a lo que el

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orador responde mostrando (en tiempo adicional) las diapositi-vas que "casualmente" ya había montado en el proyector.

Resulta claro, entonces, que los científicos poseemos dosdiscursos; uno es el personal o de entrecasa, que deja pasar ellenguaje llano y coloquial, y otras manifestaciones incons-cientes, que tienen que ver con el caos; el otro es el de dientespara fuera, el de las conferencias y revistas, el que explica elorden. El primero se relaciona con la creación; el segundo, conlas componendas lógicas que buscan legalizar y sistematizar elconocimiento. Escuchamos la voz de P.B. Medawar: "Es inútilapelar a los artículos científicos, pues éstos no sólo ocultan,sino que dan una imagen infiel del razonamiento que inter-viene en la labor que describen." Desgraciadamente, el jovenque desea iniciar una carrera científica se enfrenta con librosque le hablan de reglas de la lógica, ensalzan a los grandessabios, rastrean líneas de pensamiento que, como los artículosa los que alude Medawar, le ocultan qué es y qué hace uninvestigador de carne y hueso; carencia que tratamos de com-pensar en este libro.

d] Las interdisciplinas. Aun en el caso de que la ciencia sedivida en disciplinas, la realidad no se divide así; no es frag-mentaria, ni un archipiélago de "cosas" separadas. Por eso,todo investigador debería ser interdisciplinario y dominar la to-talidad del conocimiento científico; pero como acabamos de dis-cutir, eso es imposible, y obliga a que cada investigador recorteun parchecito de realidad para investigar. El investigador in-terdisciplinario es quien luego hace todas esas preguntas quequedaron cercenadas, cuando recortamos el insignificante par-checito de realidad que estudiamos con nuestra disciplina.

Como las interdisciplinas son las regiones más ricas y crea-tivas del conocimiento, también son las primeras en desapare-cer en cuanto se estanca o comienza el ocaso de una cultura.Mucho antes de que decayera la cultura griega clásica, ya sehabía resquebrajado y fragmentado el cuerpo del saber, y sehabía ido esbozando una división divergente entre sus diversasramas. También se observa el fenómeno contrario: el conoci-miento de la química dio pasos gigantes cuando se la enfocó concriterios y procedimientos físicos (p. ej. los enlaces químicos seentendieron en términos de órbitas de electrones; los balancesenergéticos se midieron termodinámicamente). El casamiento

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111tuvo un vástago: la físico-química. A su vez, la comprensión delos procesos vitales progresó muchísimo cuando se los investigócon criterios y procedimientos de la química, dando origen a labioquímica (p.ej. se entendió la forma en la que los alimentosse convierten en músculo, y por qué la hormona tiroidea au-menta el metabolismo); análogamente, la medicina hizo avan-ces portentosos cuando se la estudió con criterios y procedi-mientos bioquímicos (se entendió que la diabetes se debe a unafalla en el metabolismo de la glucosa, y que el bocio se producepor una carencia de iodo).

Probables orígenes del discurso científico. Antes de abandonarel tópico de los discursos que enhebran el conocimiento científi-co, puede resultar provechoso hacer algunas consideracionessobre lo que Susan Handelman (The slayers of Moses) llama losmétodos patrísticos y rabínicos de interpretación de los textos.

En el relato griego (por ejemplo Ilíada, Odisea, Teogonía,Los trabajos y los días) cada cosa sucede en un tiempo absolu-tamente definido y en un lugar, mientras que los motivos y lospropósitos de los personajes están acotados y derivan incues-tionablemente unos de otros, con el rigor formal de la lógicahelenística; cada palabra está definida, aunque sea por el con-texto, siempre tiene un mismo significado, y se busca que estesignificado, una vez encontrado y definido, sea inmutable en eltiempo y que los valores sean absolutos (S. Bagú, Tiempo, reali-dad social y conocimiento).

La Biblia empieza, en cambio, con estas palabras: "En elprincipio Dios creó el cielo y la tierra." Afirma así que la mate-ria no es eterna, que el mundo tiene un origen temporal, que lasustancia ha sido hecha por un acto de creación divina, median-te la palabra de Dios. El análisis rabínico de los textos atribuyegran importancia a las palabras y a sus relaciones, incluyendolas formas físicas de las letras y la puntuación; cada elementoes indeterminado y contingente. De ese modo el tiempo, el espa-cio, los motivos y los propósitos no están acotados ni derivanincontrovertiblemente unos de otros con el rigor formal de lalógica helenística; sólo se exterioriza lo imprescindible para quela narración tenga coherencia; el resto se deja en la oscuridad.El texto y la forma rabínica de analizarlo tienden hacia lapolisemia, el sentido múltiple; buscan las formas, prestan aten-

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ción a la distribución de las palabras en el relato y a las cone-xiones variables dentro de un texto. Luego, una palabra de estetexto refiere a otro texto en el que también se la utiliza, y el sig-nificado de lo que dice el primero se expande; fenómeno que sepuede repetir ad infinitum. En este proceso de interacción, elsignificado puede tornarse cada vez más profundo, sin que pa-rezca haber un último y definitivo punto de vista exterior. Cadanueva interpretación posterior es un descubrimiento de lo queestaba latente en el texto y una extensión de él. Un ejemplo pa-radigmático de esta circunstancia es el cuento de Jorge LuisBorges Pierre Menard, autor del Quijote, en el que exactamentela misma frase de Cervantes, escrita siglos después, tiene unsignificado diferente, pues la época y el contexto han variado.

La Cábala es un ejemplo elocuente de esta práctica (véaseEsther Cohen, La palabra inconclusa). El cabalista de los si-glos xii a xvi analizaba el texto bíblico de una manera asombro-samente similar a la que luego Freud utilizó para averiguar laestructura del aparato psíquico, y a la que hoy usa un bioquími-co para desentrañar el misterio del genoma de una célula.

Lo absoluto de los conceptos occidentales está asociado conel hecho de que, en el pensamiento greco-europeo, el tiempo enel que las cosas mutan y cambian es cíclico; por lo tanto, todose volverá a repetir después de un cierto número de años. Porel contrario, la concepción judía del tiempo es lineal y describeuna flecha que, partiendo del Génesis llega al Juicio Final, yque no considera repetición alguna (véase Blanck-Cereijido yCereijido, La vida, el tiempo y la muerte). El cristianismo here-da la concepción judaica del tiempo y, en consecuencia, como lodeclara San Pablo en su Epístola a los Hebreos, no acepta queCristo vuelva a ser crucificado una y otra vez en ciclos suce-sivos; pero aun así, continúa impregnado de la visión grecorro-mana de un tiempo cerrado y circular.

A pesar de esa concepción temporal lineal que hereda delos judíos, la Iglesia católica primitiva adopta una manera depensar cada vez más cercana a la metafísica griega. Los pri-meros seguidores de Cristo, recién escindidos del judaísmo or-todoxo, tienen por supuesto un estilo rabínico; sin embargo, pa-ra predicar, explicar, argumentar, {justificar su nueva religiónen el seno de la cultura helénica, los ,padres de la Iglesia (de ahíel adjetivo "patrístico") se ven obligados a hacerlo siguiendo las

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113líneas del pensamiento griego. De hecho, el idioma de los docu-mentos patrísticos es el griego; los mismos Evangelios se escri-bieron originalmente en dicho idioma. De modo que mientras elAntiguo Testamento refleja el pensamiento rabínico, el Nuevorefleja al patrístico.

El método patrístico, heredero del pensamiento griego, llevóal discurso cartesiano que luego utilizaría la ciencia y que privi-legia la identidad basada en el pensamiento consciente, "cogito,ergo sum". Se trata de dos discursos, dos sistemas de analizar,forjados y usados a lo largo de milenios, que fueron las manerasde investigar y entender de millones de seres humanos en doce-nas de generaciones; que no desaparecieron, sino que se fun-dieron, formando nuestra cultura.

Como hemos explicado anteriormente, los teólogos judíostoman el texto bíblico como la palabra de Dios, pero los cabalis-tas fueron un poco más allá: en primer lugar, puesto que se tra-ta de un discurso emitido por Dios, se negaron a aceptar quehaya en él párrafo, palabra o letra alguna que carezca de senti-do. La ciencia de nuestros días ha heredado dicha actitud: paraella el sin sentido no existe, es una imposibilidad lógica pues, alo sumo, son nuestros modelos explicativos los que fracasan ypor ahora no pueden explicarlo.

En segundo lugar, los cabalistas trataron de correlacionarel largo de cada palabra, las veces que aparece en un párrafo,la distribución de dichos párrafos en el texto bíblico y cualquierotra información, para tratar de encontrar fórmulas, "secretos".Esta actitud estaba ciertamente acicateada por el hecho de quela escritura hebrea no utiliza vocales, y éstas son puestas por ellector en el momento de leer e interpretar el texto. Más aún,esa "fuga de vocales" hace que dos palabras de significados su-mamente diferentes tengan a veces la misma secuencia de con-sonantes; hecho que de inmediato llevaba a los cabalistas apreguntarse (y proponer explicaciones) qué relación tendríanlos objetos, los hechos o las personas así correlacionadas.

Que en castellano "vela" se refiera a un cirio o a la vela deun barco, o que "llama" designe a la del fuego o a cierto animalandino, carece de trascendencia. No tendría sentido, podríamosdecir, esforzarse por encontrar qué relación tienen "entonces"los cirios con los barcos o el fuego con los animales de la puna.Pero en cambio, el hecho de que, por ejemplo, "davar" signifi-

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que en hebreopalabra y también cosa, lanzaba a los cabalistasa un complejo proceso interpretativo.

Esa actitud es semejante a la que hoy adopta un biólogomolecular, cuando se esfuerza por averiguar por qué dos enzi-mas distintas, que cumplen funciones no relacionadas, no obs-tante muestran una gran homología (grandes segmentos conuna secuencia muy parecida de aminoácidos); también essemejante a la de un geólogo que trata de encontrarle una ra-zón al hecho de que ciertas tectitas estén enigmáticamente es-parcidas sobre la superficie terrestre. En ambos ejemplos, losespecialistas parecen haber heredado el espíritu cabalístico,pues se niegan a aceptar que las coincidencias, que los órdenesencontrados al estudiar la naturaleza, sean meros productos dela casualidad.

El pensamiento cabalístico formó parte del hervidero con-ceptual que desembocaría en el Renacimiento y generaría lospródromos de la ciencia actual.

Los dos discursos científicos referidos en este capítulo -elprimero usado para hablarnos a nosotros mismos y a nuestroscolegas de laboratorio en el momento creativo en que asocia-mos, nos deslizamos de una idea a otra, de un sentido a otro, deuna línea de evidencia a otra; el segundo discurso, usado paraargumentar, para demostrar, para convencer, para sistemati-zar el conocimiento- reflejan de algún modo esa mezcla deenfoques rabínicos y patrísticos que heredamos como parte dela cultura.

Por regla general, el discípulo de un investigador que haceciencia sin seso, por primera vez se encuentra ante la necesi-dad de usar el discurso científico cuando se sienta frente a treso cuatro carpetas atiborradas de datos para comenzar a escri-bir su tesis. Le resulta una tarea tan ardua, que no sabe pordónde comenzar, ni qué secuencia adoptar, ni hasta qué puntodiscutir cada subtema. Advierte que el discurso interno con elque se habla y se comprende a sí mismo, ahora debe ser emiti-do en forma tal que lo puedan comprender los demás. Tieneque ocultar las corazonadas, los chistes, las dudas, los temores;en suma, todos los elementos emocionales e inconscientes quele permitieron concebir y realizar su proyecto. Su asambleaparticular de homúnculos se aboca a la difícil tarea de emitirun documento que contemple la posición de cada uno de ellos.

14 Cuando ingresa a mi equipo un joven tesista, le recomiendo que, nobien haya entendido el problema, su desarrollo previo, su estado actual, losmétodos que ha de emplear, los objetivos y cuáles son las posibles respuestasque espera, se ponga de inmediato a escribir su tesis. "Pero si aún no he recogi-do dato alguno, si no tengo nada que decir", suelen protestar. Si logro hacerleentender que esa "nada" contiene muchísimos más conocimientos que el "todo"que él espera agregar, considero que estoy frente a un científico en potencia.

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Debe aprender, en pocos meses, el discurso que la ciencia tardósiglos en forjar. Es común que sus sinodales digan que "no sabeescribir", cuando en realidad deberían decir: "aún no sabe dis-currir y expresarse a la manera universal de la ciencia; aún nopuede integrar su discurso individual al de ese único hombreque imaginaba Blaise Pascal".

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9. LA INVESTIGACIÓN Y LA ENSEÑANZA: TRABAJANDOEN UNA ARENA DE COMBATES

En el primer mundo la empresa privada, en particular la in-dustria, emplea a enormes sectores científicos; pero en el tercermundo, el lugar de trabajo de la mayor parte de los investiga-dores es la universidad. Allí investigan, forman nuevas genera-ciones de científicos y hacen docencia para proveer a la socie-dad de los profesionistas (dentistas, abogados, economistas)que la sociedad sí reconoce necesitar. La universidad y la in-vestigación están pues, íntimamente relacionadas. Aquí anali-zaremos aquellos aspectos de esta interrelación que conciernenal título y subtítulo de este libro, reservando los que atañen ala formación de investigadores para el próximo capítulo.

Nadie se lanzaría al agua con los conocimientos sobre nata-ción que le fueron impartidos en un pizarrón, o se anudaría lasagujetas de los zapatos siguiendo las instrucciones en esquemasy figuras que muestren las posiciones de los dedos, los giros ylos arabescos de los cordones. Análogamente, todo tema, todasubdisciplina, por lo menos tiene tres o cuatro ideas o conceptosfundamentales que ordenan las demás nociones. Como en el ca-so de la natación o de las agujetas, es difícil que los alumnosaprendan estos conceptos troncales por sí solos. Necesitan dis-cutirlos mano a mano con el profesor que sabe y puede hacer lascosas.

Para dar dos ejemplos personales. Cuando fui alumnoaprendí la definición de entropía y hasta pude calcular sus ba-lances en los problemas que nos daban en los trabajos prácti-cos, pero sólo capté el concepto tras largas charlas con verda-deros termodinamistas. Un segundo ejemplo es el concepto detiempo, que siempre había creído entender, pero que sólo a tra-vés de discusiones con físicos, filósofos y psicólogos se me trans-formó en un misterio.

Cuando trabajaba en la Universidad de Harvard me asoméa un curso introductorio de físicoquímica, y me sorprendió que

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117el maestro fuera George Wald, el Premio Nobel de Química. "Sien Harvard el curso para principiantes lo dicta un Premio No-bel -pensé- quién dictará los cursos de alta especialización,¿Dios?" Después me explicaron que era justo a la inversa, pueslas nociones fundamentales deben ser impartidas por profeso-res que no sólo conozcan las leyes de su campo, sino las circuns-tancias históricas que llevaron a reconocer esas y no otras al-ternativas -que también se habían barajado pero que luego sedesecharon-; asimismo, que conozcan personalmente a quieneshacen los aportes fundamentales y que ellos mismos los hagan,pues además de enseñarle una ley de la naturaleza a un mu-chacho, es necesario convencerlo de que ésta no es más que lunasuposición, y que él mismo, si se capacita, podría llegar a pro-poner una mejor.

Si se inculca una idea errónea en la mente virgen de unalumno, se distorsiona un marco conceptual en el que luego noencajarán los desarrollos que se vayan agregando. En cambio,si involuntariamente se trasmite una noción equivocada aquienes ya tienen una formación sólida y correcta, la idea noencajará en los modelos conceptuales de la audiencia, rebotaráy tarde o temprano será olvidada sin causar daño.

El ideal es que los jóvenes estén expuestos, de manera di-recta, a los mejores investigadores. Decía A.J. Scott: "El queaprende de quien está ocupado en aprender, bebe de la corrien-te fresca de un arroyo. Por el contrario, el que aprende de unoque ha leído en los libros todo lo que tiene que enseñar, bebe elmanto verdoso del charco estancado."

Enseñar a jóvenes inteligentes también beneficia al inves-tigador, pues cuando explica sus resultados e ideas a un grupode colegas, éstos detectan cualquier detalle anómalo, pero raravez cuestionan las bases de lo que se está diciendo; esto, debidoa que comparten los mismos supuestos, los mismos preconcep-tos, las mismas modas, los mismos mitos (Kuhn diría que estánatrapados en el mismo paradigma). En cambio, los jóvenesinteligentes y curiosos que no están sujetos a dichas limita-ciones, no toman nada por supuesto y suelen hacer preguntasfundamentales.

Pero nuestras universidades se han masificado y han per-dido toda proporción entre la capacidad de enseñar y la matrí-cula, además no están en condiciones de poner a sus miles de

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alumnos en contacto directo con sus mejores sabios, por doscausas principales:

a] De acuerdo con Larissa Lomnitz (Conflict and mediationin a Latin American university), hacia 1920 las universidadesde América Latina comenzaron a recibir contingentes que pro-venían de la nueva clase media, que a su vez era producto delproceso de industrialización. Este acceso numeroso, positivo enmuchos aspectos, dificulta toda relación directa con el profesor,e imposibilita el aprendizaje en la práctica. Como nos decía uninstructor de semiología (la materia con que se enseña a los es-tudiantes de medicina a revisar al paciente y a reconocer los di-versos tipos de enfermedades): "El primer alumno palpa unhígado normal, pero el quincuagésimo ya palpa una hepatitis yel centésimo una cirrosis."

b] Hace medio siglo, al terminar sus estudios primarios, lamayoría de los muchachitos de doce o trece años daba por aca-bados sus estudios y buscaba un trabajo: cadete de oficina ograndes tiendas, mandadero de hotel, aprendiz de carpintero,mecánico o pintor; repartidores de abarrotes, carne, hielo, le-che, fruta. Sólo una pequeña fracción continuaba estudiando yentre éstos la deserción era excepcional. Pero hoy, como la des-ocupación es tan terrible que hasta un gran porcentaje de adul-tos carece de trabajo, o tiene lo que eufemísticamente se llama"subempleos", la sociedad adapta sus instituciones de educa-ción superior; de ese modo, la población juvenil, en lugar de en-trar a competir en el mercado de trabajo a los trece años, lohace a los veinticuatro o veinticinco. El sistema de enseñanza,si bien sigue cumpliendo su función de proveer profesionistas,se ha convertido en una represa, en un gran capacitador defuerza de trabajo, en una guardería para grandulones. Porsuerte, esto concuerda con que hoy en día las labores humanasrequieren de una preparación intelectual y técnica considera-blemente más alta, y con el hecho de que el progreso social per-mite dar educación superior a sectores de la población para losque antes hubiera sido impensable acceder a ella.

Los problemas que produce esta masificación son demasia-do graves y diversos como para discutirlos en detalle aquí. Sólomencionaremos algunos que afectan la investigación:

al Junto con su función del maestro, los profesores venextinguirse sus sueldos, pierden interés, llegan tarde a clase o

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faltan sin avisar y, cuando reaparecen, ni se molestan en dis-culparse. Los que son investigadores en serio emigran, y sonremplazados por pasantes que para dar las clases leen los mis-mos textos que sus alumnos, sólo que media hora antes; o bien,por profesionales que no dependen del sueldo de profesor, ysólo van a la universidad un par de horas a la semana a dictarsus clases.

b] Hemos insistido en la sistematización del conocimientocientífico en general, y del que en cada momento tiene cada in-dividuo. Ahora podríamos ver la sistematización desde otro án-gulo diciendo: "para conocer determinadas cosas debemos saberprimero ciertas otras", pues los conceptos sólo se pueden definiren función de otros conceptos, cuyos significados ya conocemos.Hasta un diccionario requiere que sepamos el significado de laspalabras con que, a la vez, explica la que buscamos.

Ahora bien, en algunas disciplinas se puede -hasta ciertopunto- aprender temas aislados. Es posible, por ejemplo, en-tender a grandes rasgos la historia de Moctezuma sin consultarprimero la de los olmecas, ni la prehistoria americana. En cam-bio, no se puede entender cálculo tensorial si se ignora qué esun vector, un diferencial, un logaritmo y el álgebra elemental.Mi experiencia con los alumnos que abandonan sus estudios,muchos de ellos porque no le encuentran sentido a las asigna-turas o se aburren navegando en las clases, me indica que sue-len ser víctimas de la sistematización del saber científico; esdecir, en su momento no adquirieron algunos conceptos impres-cindibles para seguir las explicaciones que ahora se les da, ylas carencias se acumulan impidiéndoles ponerse al día, hastaque llegan a un punto de paradójica saturación; de pronto, casisin saber cómo ocurrió, se ven anegados en un aburrido caoscognoscitivo y deciden abandonar, o bien pasarse a disciplinasen las cuales la sistematización no es tan crucial.

c] A los alumnos les resulta -provisoriamente- más senci-llo hacer un collage de información, sin asociarlo a las ideasque lo vertebran, esas cuya comprensión depende del contactodirecto con los científicos; además, poco después de aprobar elexamen la olvidan, pues en el tercer mundo el conocimiento aveces es usado para cumplir con requisitos institucionales, y noen la perspectiva de una formación. Como decía el físico argen-tino Enrique Gaviola: "No se exige saber física ni medicina,

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sino tener certificados de físico y de médico."d] Uno de los recursos ideados para manejar a la masa

estudiantil, es la evaluación automática (multiple choice) quepermite examinar a miles de alumnos por vez, o a millones,cuando se trata de exámenes nacionales. Si en cambio, el profe-sor pudiera estar en contacto directo con el alumno, si lo fueraobservando y conociendo a lo largo de discusiones y prácticas,los exámenes serían innecesarios. Incluso, si necesitara tomar-los, éstos deberían ser meros controles de la calidad de en-señanza, para constatar si el alumno que se está formando con-cuerda con el que se proponía formar.

e] Nadie espera que todo el que ingresa a una universidadaprenda demasiado. La deserción es enorme. Más aún: la socie-dad cuenta con que tal deserción se produzca; basta para adver-tirlo considerar que la disminución del número de alumnoscoincide con el hecho de que quienes abandonan van encontran-do lugar en un mercado de trabajo, el cual hasta entonces no leshabía dado cabida. Los jóvenes "que se caen" de la educación su-perior (drop outs) no suelen caer a la nada. La mayoría lo hacepara ingresar a un empleo en el que vislumbra una forma deganarse la vida y desentenderse de una actividad seudouniver-sitaria que los instruye pero no los educa; que les informa perono los forma.

el El proyecto académico de una sociedad se relaciona consu proyecto político (F. Pérez Correa, La universidad: contra-dicciones y perspectivas). Puesto que una de las funciones de launiversidad es actuar como dique de contención y reservorio defuerza de trabajo, hoy es bienvenida toda iniciativa de crear ca-rreras nuevas, o toda una "universidad": de la empresa, de lahotelería, del deporte, de la papa. Universidades que, en la ma-yoría de los casos, no son más que un cúmulo de cursillos ora-les, especialmente diseñados para satisfacer una necesidad em-presarial. La tendencia a reconocer escuelitas sin universali-dad ni actividad creativa alguna, y a autorizarles el uso de unsello que dice "universidad", se ve fortificada por la necesidadque tienen los grupos de poder de controlar la ideología de losgraduados que luego ingresan en sus empresas; crear profe-sionales pero no científicos, les asegura a estos grupos que nohan de ser cuestionados.

Una dificultad que no deriva de la masificación, sino del

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121hecho de que nuestra sociedad requiere profesionales (abogados,farmacéuticos, dentistas), pero no se interesa por la creatividady aplicación de su ciencia, es que la actividad creativa en lamayoría de nuestras universidades es relativamente muy baja.Aseveraba Florencio Escardó (Utopía y realidad de las universi-dades): "Las escuelas puramente profesionales, es decir, que nocrean saber, no son propiamente universitarias y es peligrosoconsiderarlas como tales; sin un mínimo cultural activo en elmedio no puede existir universidad propiamente dicha."

Ninguna universidad del tercer mundo se crea sobre gru-pos de científicos preexistentes. Lo común es que comiencen, sison públicas, por crear espacios y edificios en respuesta al cre-ciente número de alumnos y, si son privadas, por desarrollar oafirmar un grupo de poder que urde carreras orales, que sólorequieren pizarrones y asientos. La noticia de su inauguraciónva acompañada de fotografías de autoridades pronunciandodiscursos o visitando salones, pero no de instalaciones e instru-mental científico técnico, ni se exhibe la lista de los científicosque laborarán en ella. Su importancia está reflejada en el nivelde las autoridades inauguradoras (el presidente... o el ministrode educación ...o el director general de...) y su orientación quedamanifiesta cuando algún sacerdote bendice las instalaciones.Sucede lo que señala Mario Bunge: no se comienza por la mate-ria prima, por la mente que conoce, ni por los instrumentoscientíficos que permiten investigar, sino por los edificios quesirven para contener. Dicen que si bien la universidad modernase empezó a crear allá por el siglo xili, su verdadero germen fuePlatón y sus discípulos, con los que discutía en los jardines deAkademos; desde el punto de vista de ciertos tercermundistas,lo importante parece haber sido entonces el jardín, no Platón.

Un índice por demás ominoso de que no siempre nuestrasuniversidades son parte medular del aparato científico-técnico-productivo de nuestra sociedad es el hecho de que "cada vezque se destruye un centro de investigación, los sectores econó-micos y los órganos de difusión que los representan discuten elhecho -cuando lo hacen- casi exclusivamente en términos desu justificación política, sin demostrar mayor interés por lasconsecuencias que esa pérdida puede tener para la capacidadcientífica del país" (Amilcar O. Herrera, Ciencia y política enAmérica Latina).

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Bien: ése es nuestro lugar de trabajo. ¿Qué sucede con lainvestigación científica en dicho escenario?

a] Cuando la relación entre el número de alumnos y el deprofesores es razonable, éstos pueden ir orientándolos con lec-turas y discusiones, así como elegir a aquellos que a su juiciotienen pasta de investigadores. Pero, debido a la masificación,el profesor no llega a conocer ni a recordar siquiera las caras nilos nombres de sus alumnos. La selección de futuros "recursoshumanos" depende de que los muchachos interesados en lainvestigación lleguen timoratamente a tocar la puerta de nues-tros laboratorios.

b] Los investigadores se suelen proteger de la masificaciónaislándose en institutos separados de las escuelas en las que seimparte la enseñanza; compartimentación que aleja a los in-vestigadores de la fuente de futuros científicos, y abandona alos alumnos en manos de docentes repetidores.

c] La universidad suele vibrar y participar en frecuentesluchas políticas. Si bien esto es comprensible e insoslayable,pues refleja la responsabilidad social de los universitarios, a losinvestigadores científicos profesionales les resulta inadecuadotener su lugar de trabajo en una arena de combate. Bancos ycultivos de células, cepas de animales transgénicos, complejísi-mas moléculas que habían sido sintetizadas en largos meses detrabajo, registros que debían ser hechos en una fecha precisa:todo se puede ir al reverendo demonio en una "demostración"sindical, o estudiantil, o política, que toma como rehenes loslaboratorios científicos.

d] Hasta hace unos veinte o treinta años las universidadesdel primer mundo eran inmunes a estos problemas o, másexactamente, no los tenían. Pero a partir de los años sesenta sevieron expuestas a luchas estudiantiles, raciales y políticas. Enalgunos casos, los estudiantes abrieron archivos universitariosy divulgaron más de un proyecto secreto non sanctus. Como elprimer mundo necesita y depende crucialmente del producto dela investigación científica, protegió a sus científicos en institu-tos especiales, que tomaron la forma de agencias extrauniversi-tarias; en éstas se inventan y perfeccionan cohetes interplane-tarios, armamentos y equipos electrónicos, se analizan los cam-bios económicos internacionales, se reciben encargos para estu-diar relaciones políticas con determinados países, etcétera.

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123El investigador científico profesional no es, de ninguna ma-

nera, un simple espectador; pero no hay seguridad de que vayaa mejorar mucho el panorama universitario en el futuro inme-diato. Esta incertidumbre emana de los siguientes consideran-dos: a] El investigador no tiene en sus manos las riendas de launiversidad, es apenas uno de los actores. b] Comparte con susociedad una visión, una cultura, que carece de un lugar claropara el conocimiento moderno: él también suele pensar que supapel social es prescindible. c] Hoy, en muchos países de La-tinoamérica, la extracción social de quienes trabajan en lasuniversidades públicas coincide muy poco con la extracción delas clases dirigentes que detentan el poder (véase Marcos Ka-plan, Ciencia, sociedad y desarrollo). d] Estas clases dirigentesestán surgiendo, como dijimos anteriormente, de "universi-dades" orales, privadas y locales, con un perfeccionamiento enverdaderas universidades, pero del primer mundo. No es raroque, de ahí en más, el ex alumno reconozca una pertenencia auna entidad extranjera en la que pasó dos años, y no a las desu patria, a la cual menosprecia. el Consecuentemente, esasclases, en posesión del Estado y sus recursos, tienden a mane-jar las universidades de su país desde instituciones estatalesextrauniversitarias, decidiendo simple y llanamente: qué van ainvestigar y quién habrá de hacerlo (por medio de subsidios porproyecto), quién va a recibir un sueldo compatible con la vida yquién será forzado a abandonar los planteles académicos (me-diante Carreras y Sistemas del Investigador), qué cosas debe-rán enseñar (por medio del apoyo al posgrado), en cuánto tiem-po desean que se forme un maestro o un doctor (mediante laduración de las becas que otorgan), y hasta a qué lugares delexterior y con qué colegas extranjeros se podrán enviar discípu-los a perfeccionarse (por medio de bochornosos listados que seentretienen en confeccionar). En algunos casos extremos, a lasautoridades universitarias sólo les queda la libertad de decidirdetalles como el largo del césped, e influir en el programa de suballet folklórico. En consecuencia, estas autoridades ya no sue-len ser elegidas entre los líderes científicos, sino entre políticosavezados en el manejo de fondos, masas docente/estudiantiles yrelaciones de poder; además están garantizados por los gobier-nos, y no siempre por las comunidades científicas.

Por supuesto esta descripción sobresimplificada, resulta in-

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justa para con los países que detectaron estas aberraciones, yse esfuerzan por superarlas. El tirón necesario para arrebatarlas universidades de manos oligárquicas en la primera mitadde este siglo provocó un inevitable exceso populista; sin embar-go muchas casas de estudio latinoamericanas ya están de re-greso de esa aventura y se esmeran por alcanzar niveles de ca-lidad. Se están convenciendo de que, así como un clínico no lerepite las mediciones de la presión a un hipertenso, hasta quepor casualidad acierte con un registro normal, y más bien tratade curarlo, tampoco un alumno debe rendir exámenesrepetidamente de una materia que obviamente desconoce, hastaque acierte y sea aprobado; ya no permiten ausentismos profe-sorales del 40%; ya comienzan a requerir un mínimo de profe-sionalidad de sus maestros; ya se implementan cursos de vera-no dictados por investigadores y limitados a un número dealumnos que guarde proporción con la capacidad docente; ya or-ganizan ciclos de conferencias en los que los científicos des-criben sus campos a jóvenes en diversos escalones formativos;ya crean museos de ciencia activos; ya publican coleccionesserias de libros así como revistas de divulgación y ensayo.

10. LA FORMACIÓN: UN PRÉSTAMO QUE HACESALAMANCA PARA ENRIQUECER LO QUE DIO NATURA

Decían los antiguos castellanos: "Lo que natura non da, Sa-lamanca non presta." La formación es el resultado de lo quehace Salamanca para mejorar lo que dio natura, pero es buenoconsiderar que hay una larga etapa -desde la crianza hasta losniveles preuniversitarios-, que constituye un buen noventa porciento de lo que se puede intentar para hacer de un joven unbuen investigador profesional.

¿Qué es lo que da natura? Un cerebro aún por madurar ypor lo tanto susceptible de ser modelado por la crianza, así co-mo una capacidad de aprender que parece durar toda la vida,pues aún en la senectud el ser humano sigue cambiando suvisión del mundo (Blanck-Cereijido y Cereijido, El tiempo, lavida y la muerte). A la edad de 15-18 meses el desarrollo men-tal del chimpancé, considerado el no humano con mayor capaci-dad, está casi completo; el del ser humano apenas ha comenza-do. Correlativamente, la enseñanza institucional tiende a pro-longarse cada vez más, y luego la sociedad exige títulos habili-tantes e imposibilita la solicitud de recursos a quienes "no hancompletado su formación". Ahora bien, la experiencia muestraque en muchas disciplinas, notablemente en matemática y enfísica, las ideas más revolucionarias surgen en períodos juve-niles; de ese modo, parece haberse llegado a una encrucijada enla que entran en conflicto la libertad creadora con la restriccióninstitucional.

El niño respetado, querido y cuidado tiene una creatividadasombrosa. Luis María Pescetti (Creatividad y fantasía ¿lujo onecesidad? y Desarrollo de la creatividad en condiciones debajos recursos) estudia el humor, la fantasía y la creatividadinfantil, además de observar que los niños no se preocupanmucho por las ideas dominantes ni por las coherencias lógicas.Pueden imaginar las peripecias y paisajes que ven desde unavión hecho con cajas de cartón y palos de escoba; pueden vivir

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atar a un perro por su collar, clausurar una fábrica, impedir

que el Sol ilumine a una planta. Sin embargo, el estudio de sis-temas complejos como los biológicos muestra que muchas vecessu enorme organización se alcanza gracias a las restricciones.Tomaremos un ejemplo de nuestro libro Orden, equilibrio ydesequilibrio: cuando un conjunto de partículas elementales

pasa a formar parte de un átomo de carbono, éstas no adquie-ren ninguna propiedad nueva; más bien restringen ciertas pro-

piedades de las que ya tienen, pierden grados de libertad. Aho-ra bien, cuando a su vez estos átomos pasan a formar parte deuna molécula de glucosa, no se requiere que hagan nada nuevosino que, por así decir, dejen de hacer todo aquello que no co-rresponde a la conducta de una molécula de glucosa. De esemodo, la molécula de glucosa resulta de una progresiva pérdidade libertades (Howard Pattee, Biological hierarchies: their ori-

gin and dynamics). Otro ejemplo de esta "restricción creadora"es el de una parra, cuyas posibilidades de alcanzar una pérgolaa dos metros del suelo es nula... a menos que la atemos a un

palo y le restrinjamos muchos grados de libertad, en cuyo casola llegará a cubrir.

En el cuento de Jorge Luis Borges, Funes el memorioso,Ireneo no consigue olvidar nada y puede comparar en el recuer-do las formas de las nubes australes del treinta de abril de milochocientos ochenta y dos, con las vetas de un libro de pasta es-

pañola que sólo había mirado una vez, y con las líneas de laespuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de laacción del Quebracho. Le tomaba un día entero recordar un díaentero. "Esos recuerdos no eran simples -narra Borges- cadaimagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmi-cas, etcétera." La memoria de Ireneo no restringía la entradade dato alguno: recordaba todo.

En The doors of perception, Aldous Huxley llega a opinar

que la función del cerebro y de los órganos de los sentidos esmás eliminativa que productiva; que restringir todo lo que enun momento dado podríamos percibir y recordar, así como per-mitir solamente el paso a un conocimiento muy seleccionado yespecial, nos protege de la masa de información trivial e inútil

que nos anegaría.

,La percepción es un tamiz inteligentemente maravilloso

que sólo deja pasar contenidos ya antes analizados, o bien, es

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un portentoso olvido selectivo. Recordar algo con sentido impli-ca una fabulosa restricción de todo aquello que no lo tiene.Alguien ha dicho que para esculpir La Pieta como lo hizoMiguel Ángel, basta con tomar un bloque de mármol y quitarletodo lo que no sea La Pieta. Análogamente, con "olvido selecti-vo" queremos aludir a la eliminación de todo aquello que notenga sentido. El neurobiólogo francés Pierre Changeux sos-tiene que "aprender es eliminar" (lo inútil, el sin sentido), y el

químico estadunidense George Wald afirma: "We are productsof editing, not autorship." Como siempre se ha destacado el es-tudio de lo que se recuerda, posibilita y tiene sentido, pero node aquello que es ruido, es superfluo, quita grados de libertad yse olvida, hoy se conoce demasiado poco respecto a la natu-raleza del olvido y a las leyes de la restricción creadora. Pero sesospecha que el proceso civilizatorio consiste, en buena parte,en encauzar al niño a través de un brete educativo que, cerce-nando posibilidades de gratificación ilimitada, lo va guiandohacia el caudal social.

Puede ser que estas opciones no sean del todo correctas,

pero ilustran la tendencia a cuidar las dos vertientes de la for-mación: la asimilación de normas, prácticas y conocimientos"con sentido", así como la restricción de ideas, hábitos y proce-

dimientos que no ensamblan con ese "sentido".Pero el apego obsesivo al "sentido" llega a estorbar la crea-

tividad. Edward Jenner inventó la vacuna al dejar de ladomomentáneamente la búsqueda lineal de la razón por la cuallas personas se mueren de viruela y, en cambio, preguntarse

por qué no se mueren las vacas. Marconi demostró que es posi-ble enviar una señal de radio a un punto alejado de la Tierra.Marconi "no debió" haber hecho tal experimento. Un consejonacional de investigaciones como los que abundan en la actua-lidad no le hubiera financiado el proyecto, pues habría sido fácil

predecir que, puesto que las ondas se propagan en línea recta,desde cualquier punto de la Tierra que se trasmitan se escapa-rían derechito al espacio, sin doblar para alcanzar un receptorubicado en otro punto de su superficie. Pero el experimento fun-cionó y, bastante después, se supo que hay algo llamado ionós-fera que hace de "espejo", refleja las ondas y las redirige a pun-tos detrás del horizonte.

Las demostraciones "a la Marconi" obligan a la lógica a

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devanarse los sesos por encontrar a posteriori el camino sen-sato que explique lo encontrado, pero en un contexto de justifi-cación, no de descubrimiento. Señalan, también, la ventaja deno obcecarse en la linealidad y el canon.

Meterse en esa horma civilizatoria, dejarse acotar tantaslibertades, renunciar a sus deseos más caros resulta atroz a losjóvenes. Será por eso que una de las cosas que más les agradaes "hacer lío", "armar relajo". A jóvenes y viejos les suele agra-dar la orgía carnavalesca, o jugar por un rato o unos días a quetodas las normas y ordenamientos de la sensatez y la culturase anularon. No sorprende entonces que casi todas las civiliza-ciones hayan tenido en cuenta esta necesidad catártica y sub-versiva, pero que, para mantenerla bien acotada, reglada y,sobre todo, controlada, hayan programado festividades anualesen fechas preestablecidas.

Philip Greven (Spare the child) asocia el castigo físico quenuestras sociedades infligen a los niños con un sistema políticoespecífico: el autoritarismo. En mi experiencia personal, heobservado que los alumnos provenientes de familias autori-tarias, verticalistas, machistas, castigadoras, y proclives aasustarlos con un infierno para pecadores, jamás se conviertenen investigadores creativos.

Si bien no tengo claridad acerca de cuál es la relación entreel castigo y la restricción educativa, aconsejaría a mis colegasque desistan de formar a un discípulo al que no puedan querer;asimismo, recomendaría a los jóvenes alejarse de un maestrotiránico y que no los quiere como personas. Mientras los teóri-cos de la educación aclaran estos asuntos, no es mal criteriobasarse en el amor.

Muy bien: un muchacho que ha pasado por esas peripeciasformativas llega a Salamanca, ¿y ahora qué?

Casi todos los científicos opinan que la mejor educación esmediante el método heurístico, del griego heuriskein, inventar,descubrir o aprender; método que consiste en concebir unarespuesta hipotética, un modelo mental, un prejuicio útil, yusarlo de guía para salir a buscar soluciones. Con el métodoeducativo heurístico, el alumno es entrenado para encontrarcosas por sí mismo; pero, rara vez se puede utilizar, por dosrazones: 11 la masividad de la enseñanza no permite disponerdel tiempo y el material necesario (véase capítulo 9), y 2] el

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131dinero que se asigna a la ciencia y los plazos que ponen los con-sejos de investigación y otras fuentes de ingresos para la for-mación de maestros y doctores no le permite al investigadorsolventar una formación heurística. Lo que hace Salamancacon el muchacho está, entonces, bosquejado en el capítulo 9.

Muy bien: un muchacho que ha pasado por esas peripeciasformativas y se puso algunos años en manos de Salamanca,luego llega a nuestro laboratorio para formarse como investi-gador, ¿y ahora qué?

En el capítulo 8 hemos visto que, en todo momento, hayuna frontera entre lo que se conoce y lo que se ignora, y el in-vestigador trabaja en dicho límite. De ese modo, se podría su-poner que, antes de iniciarse en la verdadera labor explorativa,el joven decidido a dedicarse a la investigación debe conocer aldedillo todo lo que ya se sabe. Pero ya hemos argumentado queno podría ponerse - al día, aunque dedicara todas las horas deldía, todos los días del año y todos los años de su vida a la lectu-ra en castellano, inglés, francés, alemán -cuando no en griego yen latín- de los artículos que conciernen a su disciplina.

Lo común es que el científico maduro y su discípulo sedediquen de entrada al trabajo de investigación, mientras ésteestudia y asimila los cinco o diez trabajos fundamentales que elmaestro le ha recomendado. Luego consulta los trabajos quevan apareciendo y, además, aprende los aspectos relacionadoscon el punto que investiga. Leyendo una buena review se en-tera de qué quedó en pie de cientos de artículos que aportaronun poquito, se fueron corroborando unos a otros, desecharondetalles improcedentes, y consolidaron lo que al menos porahora se considera valioso. Dicho sea de paso, la review brindaun ejemplo de cómo opera la restricción, en este caso informati-va y ejercida por el autor, quien determina qué se ha de extraery qué se dejará de lado.

Uno de los equívocos más difundidos con respecto a la in-vestigación consiste en creer que lo difícil es encontrar respues-tas. Pues no: lo que distingue a un investigador brillante deuno no exitoso, es la capacidad de hacer preguntas. JacobBronowski (Ascent of man) opinaba que la naturaleza de laciencia es tal, que haciendo preguntas impertinentes se enca-mina hacia respuestas pertinentes. Un personaje de G.K.Chesterton (The scandal of father Brown) lamenta: "No se

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trata de que no puedan captar la solución, sino de que no pue-den ver el problema." Mario Luis Descotte (Concéntricas) señalaque quien nunca tiene nada que preguntar, tiene poco que res-ponder. Por lo menos la mitad de las preguntas en un semi-nario entre gente inteligente, no son "para entender", ni se de-ben a la falta de comprensión, sino que se trata más bien deverdaderas sugerencias.

Alguien ha dicho: "Pregunta lo que ignoras y pasarás portonto cinco minutos; no lo preguntes y serás tonto toda tu vi-da." George Bernard Shaw iba aún más lejos; en Back to Me-thuselah dice: "Ves cosas y preguntas ¿por qué? Pero yo sueñocosas que nunca existieron y me pregunto ¿por qué no?" Contodo, cuesta mucho acostumbrar a los jóvenes que nos llegan defamilias y escuelas restrictivas a que se atrevan a cuestionar, aque se arriesguen a rebuznar; pero, por más arduo que sea, sino logramos transformarlos en preguntones, no podremos for-marlos como científicos creativos. "Problema bien planteado esproblema medio resuelto", reza el refrán. No hay investigadormás o menos formado que no sepa apretar botones, manejarsus aparatos, hacer experimentos, medir cosas y obtener resul-tados; en cambio, abundan los que carecen de una preguntasignificativa que oriente sus estudios, o que puedan hacerademás la pequeña pregunta de cada día.

En cierto simposio me encontré sentado frente a un pelma-zo que mostraba tablas atiborradas de datos, encarnizándosecon las desviaciones estándar, los "p menor que 0.001"; que seesmeraba en explicarnos cuántas veces había agitado cadasolución, cómo había ajustado la temperatura, dónde habíacomprado cada reactivo, así como en mostrarnos los datos quehabía obtenido ensayando en su preparación el contenido decuanto frasco pudo encontrar en su alacena... pero sin una pre-gunta por contestar, ni un problema por resolver, ni una ideaque enhebrara semejante mamarracho. Me pregunté en quéacabaría su plática, qué iría a decir sobre el fárrago de datosrecogidos sin ton ni son. Entonces, mi vecino de asiento, elcristalógrafo argentino Victorio Luzzatti, me comentó: "Losbuenos científicos tienen un problema y entonces van y colectandatos; los malos en cambio colectan datos ¡y entonces sí quetienen un problema!"

La formación no consiste en aprender una técnica, por más

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compleja y avanzada que sea, esperando que su aplicación au-tomática genere resultados y con ello sapiencia; más bien, estri-ba en percatarse de cuál porción del caos está madura y es acce-sible a nuestra capacidad de transformarla en conocimiento.

Un amigo, director de un prestigioso departamento de Bio-logía Celular, me confió: "Yo no quiero investigadores encerra-dos en sus laboratorios. Los quiero en el pasillo, discutiendo en-tre pares contra un pizarrón, charlando con una taza de café enla mano." Lástima que cada vez que pescaba a un colaboradoren tales circunstancias, invariablemente lo defenestraba.

Larissa Lomnitz y Jacqueline Fortes (La educación delcientífico, Formación de la identidad del científico y Adquisiciónde la identidad del científico biomédico), analizan las distintasetapas en las que los muchachos de la UNAM van adquiriendolos diversos recursos profesionales. Su lectura nos muestra quela formación no puede ser comunicada en un "manual de eti-queta científica", similar a los que indican de qué lado del altardebe pararse el padrino de bodas, por qué el vino blanco se de-be servir en copa de vidrio opaco, o qué quieren decir las letrasRSVP al final de una tarjeta de invitación. Tampoco puede uno irdictándole normas al joven discípulo, pues se aprenden traba-jando, tomando café, contando anécdotas, llevándolo a cenarcon visitantes extranjeros, viajando con él a congresos, resol-viendo dificultades a medida que se presentan. Es posible tras-mitir información, pero es imposible transferir conocimiento. Alo sumo, el mentor puede guiar, facilitar el camino, o hacer éstemás eficiente, rápido, interesante, placentero, divertido; peronadie aprende en cabeza ajena (ni en manos, ni en pies, ni encorazón), pues gran parte del saber no es formulable.

Un equívoco sobre la formación emana de suponer que elentrenamiento termina al aprender a hacer preguntas y expe-rimentos. No es así. Más que enseñar un tema (en qué pensar einvestigar) el verdadero maestro enseña cómo pensar y cómoresponder con los recursos conseguibles. Un investigador for-mado, además de conocer su tema, debe saber cómo se consiguedinero, cómo se compran reactivos, equipos, material bibliográ-fico, o cómo se manejan las relaciones de trabajo. ¿Cuándo esposible -y cuándo no- llamar a un colega de otro país parasolicitarle el uso de un aparato, un detalle técnico "secreto",unos mililitros de cierto solvente que aún no está disponible co-

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mercialmente, o de cierto reactivo que por ahora sólo comparteuna pandilla de cuates? ¿Se le telefonea y se le pide prestado elequipo, o la información sobre su manejo y ya... o se le invita arealizar las mediciones y colaborar en el trabajo? En el caso deun científico prestigioso, pero encerrado desde hace años en laoficina directiva, ¿se le explica que, en realidad, uno no quieresaber nada con él, sino con su ayudante que sí maneja la técni-ca en cuestión? Y si dicho científico es además un taimado com-petidor, ¿hasta qué punto se le explican los resultados que unoya tiene, los secretitos que nos llevó años resolver? ¿Les expli-camos nuestros logros antes de saber si nos prestará el aparatoo si aceptará colaborar? ¿Se le pide a un amigo común que locontacte, o se debe esperar a cruzarse con él en el próximo con-greso? ¿Se lo arrincona, carpeta en mano, en cuanto uno setopa con él en un elevador del hotel, o se lo invita a desayunar?En el capítulo 6 mencionamos que Robert K. Merton y sus se-guidores asignan un valor tan importante a la sociología y poli-tiquería de la ciencia, que llegan a proponer que el conocimien-to es un artefacto de la cultura y que está en manos del científi-co-burócrata-empresario, operador o político. Pensamos que esaposición es producto de la exageración o distorsión de ciertasestructuras innegables; pero, de todos modos, conviene que du-rante la formación, mientras insertamos al joven en la red so-cial a la cual deberá pertenecer si quiere ser un investigadorprofesional, le enseñemos a valerse de unas y a defenderse deotras.

El joven en formación debe aprender a hacer una comuni-cación oral de diez minutos y una de cincuenta, además detener bien en claro que no se trata de una mera diferenciacuantitativa. Debe saber que ambas requieren un enfoque yuna estrategia completamente diferente a las de una presen-tación en forma de cartel. Es necesario que tenga una idea pro-fesional acerca de cuántas preguntas y cuántos puntos se pue-den, y deben, abordar en cada tipo de presentación: no bastacon saber distinguirlas.

Hay investigadores que no saben escribir un artículo, y queluego ignoran el know how para manejarse con los editores ylos árbitros de las revistas. Esto los lleva a no publicar... y asufrir consecuencias cada vez más amargas y deletéreas. Aun-que cueste creerlo, en el tercer mundo abundan los investiga-

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dores que viajan con sus carpetas hasta el primero, al laborato-rio de su antiguo mentor, con la excusa de "discutir sus datos";en realidad, van a pedir auxilio, a que les armen el artículo, lesescriban la discusión... y se los coautoreen, cosa que ademásfacilita su aceptación en revistas importantes. Este tipo de de-pendencia a veces recibe el pomposo nombre de "colaboracióninternacional". Por cierto, hoy casi todos los laboratorios delmundo mantienen fértiles líneas de colaboración internacional,que van desde el mero intercambio de sustancias o de informa-ción o hasta el trabajo conjunto periódico; pero se caracterizanporque ambos extremos de cada línea gozan de reconocimientoy respeto, aun en el caso de que a veces uno de ellos se veaforzado a ser el pariente pobre.

En el tercer mundo también abundan los científicos volan-tes, equivalentes a los monjes mendicantes de la Edad Media,que para compensar sus deficiencias formativas van de un la-boratorio del primer mundo a otro, de una estación de biologíamarina a un cuarto para visitantes o a un desván, haciendo loque saben, insertándose donde los necesitan, quedándose dos otres meses donde los acepten. Casi sin excepción son buenoscientíficos, excelentes discutidores y utilísimos consultores,además de manejar un vasto y hasta ameno anecdotario; noobstante, resultan ser pésimos maestros pues como siempreandan viajando desatienden a sus discípulos locales.

Si el maestro se encierra para decidir en privado qué equi-pos y reactivos se han de comprar, o qué estudios se han de ha-cer; si se aísla para elaborar los datos y escribir los manus-critos; si sólo comparte con sus colaboradores jóvenes la autoríade los artículos originales con los datos recogidos por éstos,pero no la de capítulos y revisiones generales, o no elabora conellos los pedidos de donativos, estará transfiriendo el paterna-lismo verticalista de su sociedad al seno de su grupo de trabajo.A su vez, el discípulo no se formará debidamente si consideraque todo termina con medir cosas, registrar fenómenos y pasar-le los datos experimentales al jefe; si no se siente obligado aayudarle a elegir modelos de aparatos, hacer compras, diseñarinstalaciones, a cuidar y mantener equipos, recopilar materialy datos, e incluso perder tiempo yendo a buscar a su hotel ypaseando a un visitante. Fracasará si, cuando va a un congresoen el exterior, prefiere salir a hacer turismo con los amigos de

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su departamento o con sus paisanos de otras universidades,hablando en su idioma, y comprando regalos para su novia, enlugar de aceptar o promover el intercambio durante un almuer-zo o un paseo con un japonés o un checo, que hablan un ingléspeor que el suyo. No debemos olvidar que, en la tarea científica,por cada cosa que uno encuentra, hay decenas de experimentosinútiles, de sustancias que precipitaron Dios sabe por qué, demarcas de productos que en el catálogo parecen idénticas a lasde otras fuentes comerciales, pero que a la postre no resultanadecuadas, de secretos y triquiñuelas experimentales, de tra-bajos fundamentales que nos habían pasado inadvertidos; deahí que sea en esos encuentros informales con el colega hu-milde o consagrado, de Francia o de Uruguay, cuando solemosenterarnos de detalles que resultan cruciales para nuestrainvestigación. La mejor lección sobre intercambio de calcio enla membrana celular me la dio el chileno Mario Luxoro mien-tras le ayudaba a cocinar mariscos en Buenos Aires; la clave dela selectividad fónica me la explicó el estadunidense GeorgeEisennam en Tilton, New Hampshire, mientras nos bañába-mos en las duchas de un colegio.

La investigación científica, más que una profesión es unaactitud ante la vida. Así como deprime constatar que un nota-ble biólogo molecular considera pecaminoso comer carne enViernes Santo (no sería desagradable que lo hiciera por tradi-ción o porque se le da la gana), regocija que un alumno ilustreun mecanismo evolutivo contando que la introducción de losantibióticos en los años cuarenta casi extingue a los urólogospor mermarles la fuente de pacientes atacados de enfermeda-des venéreas; o que refiera el efecto de la televisión sobre loscines; o que observe que los caballos se han extinguido de lascanciones populares modernas y sólo sobreviven en el seudofol-klore. No es científico quien limita sus tareas de 9 de la maña-na a 2 de la tarde, o pospone para la próxima semana un expe-rimento que podría iniciar este miércoles, porque eso le obli-garía a acudir a tomar una muestra el sábado; tampoco quienno elabora sus discrepancias ideológicas implicadas en la acti-tud científica ante la vida, porque cree posible formarse comocientífico mientras retiene una visión del mundo que le permiteguiarse por los horóscopos y obedecer liturgias.

Hay científicos que, porqué sólo investigan de 9 de la

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137mañana a 2 de la tarde, no se quedan a escuchar un seminarioprogramado de 17 a 18 horas; o que, aunque éste se programeen horas convenientes, toca un tema que no coincide exacta-mente con su campo de trabajo; menos aún les interesa ese se-minario, si en lugar de datos sólidos, versará sobre disquisi-ciones conceptuales y marcos filosóficos. De nuevo, esto no esuna cuestión de estilos y costumbres; más bien, es el resultadode engatusar a cualquier mentecato que no tiene ni podríatener el menor interés o la menor pasión por el conocimientopara ponerlo a medir cosas, primero llamarlo "discípulo", luego"científico" y así perpetuar el embuste...

Para un becario resulta una enorme diferencia que su jefe,ocupado en su experimento, no le dirija la palabra en toda lamañana y ande a los portazos; o que en cambio cante, o entrepipeteada y pipeteada le vaya contando una anécdota sin piesni cabeza; o que, mientras espera el momento de tomar la pró-xima muestra, le confiese que de buena gana se iría a pescar.La charla ociosa que señala Heidegger no vale por lo que con-tiene, sino porque mantiene la comunicación. Porque aunquenuestro intelecto no saque nada en limpio de todo ese bla-bla,nuestro inconsciente recibe e interpreta muchísimas señalesque resultan útiles para desformalizar y crear el clima propiciopara nuevas combinaciones de datos o de ocurrencias teóricas;es decir, para crear.

El filósofo inglés Bertrand Russell quedó huérfano a tem-prana edad, fue educado formalmente en su propio hogar porsus mayores y sólo tardíamente llegó a tener trato cotidianocon jóvenes compañeros; en sus memorias, cuenta que preferíair a usar el baño de la estación de trenes, pues le daba vergüen-za preguntar dónde quedaba el del colegio. Análogamente, hayalumnos que hacen un esfuerzo supremo por largarse a hablaren inglés con un visitante... y reciben coscorrones y codazospsicológicos de su jefe que se avergüenza de ellos; como si elproblema consistiera en que los muchachos locales no tienenfluidez en el idioma del visitante, y no en que el colega no hablael idioma del país que visita.

A propósito: las barreras idiomáticas siempre han resulta-do un obstáculo grave para la humanidad. Por ejemplo, du-rante siglos y siglos los pensadores islámicos y los cristianos nopodían discutir, ni siquiera enterarse de los desarrollos que

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habían hecho unos y otros, pues no se entendían. Lo que erapeor, generalmente las traducciones eran hechas por personasque sabían ambos idiomas, pero no eran especialistas en eltema que estaban traduciendo. A eso se le sumaba la barreradel prejuicio. Los árabes miraban con desdén a los bárbaros delos países nórdicos (los de la Alemania, Inglaterra y Escandi-navia actual). En la opinión del historiador Sa'id al-Andalusi(siglo xi) no se podía esperar que dichos pueblos produjerannada valioso, debido a quéul clima frío en que vivían les inhi-bía el crecimiento del cerebro (J. McManners, The Oxford illus-trated history of Christianity). Podemos contrastar su punto devista con el de algunos sabios de esos países nórdicos quieneshoy piensan que en África y Centroamérica el clima permiteque las plantas y los animales crezcan espontáneamente, y esohace a los habitantes de esas regiones menos propensos al tra-bajo y al esfuerzo creativo.

Hoy debo reconocer con mucha tristeza que es muy comúnque los jefes gruñones establezcan la siguiente relación: eljoven enuncia lo que va a hacer y cómo lo hará... hasta ciertaetapa. Ahí hace silencio y espera. Con esto provoca las dudasdel jefe (verdadero jefe, pero no maestro), quien por temor deque se arruinen experimentos, se malgasten materiales y sepierda tiempo, se aviene a dar indicaciones adicionales paraaclarar o confirmar lo que el muchacho necesitaba saber. Cual-quier pregunta que requiera información no imprescindible pa-ra hacer el experimento es reprimida con ceño fruncido y refe-rencias a la defectuosa formación del joven. Esa humillaciónconforma un arnés intelectual, y es el primer paso para hacerdel educando más un futuro mide-cosas que un científico; esuna receta para hacer ciencia sin seso. Por supuesto, en esecontexto sólo caben las preguntas de detalles, nunca acerca delenfoque total; jamás versan sobre alternativas osadas, puesaun en el caso de que se tratara de preguntas y sugerenciasinteligentísimas, el alumno corre el riesgo de que su jefe no seacapaz de reconocerlas como tales y lo ridiculice. El verticalismoy la mala educación de un jefe escinde el cerebro de sus colabo-radores: una parte piensa en el problema y otra revisa cuida-dosamente las consecuencias adversas que podría ocasionarlesu curiosidad. A veces es mucho peor, pues los jóvenes llegan aocultar resultados insólitos, que serían verdaderos hallazgos en

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manos de científicos competentes, porque temen la reacción delpatrón ante un cuadro inesperado.

La curiosidad es una cualidad rarísima que incluso com-partimos con los animales. Brota cuando la mezcla conocimien-to/ignorancia se maneja con confianza, cuando se prevé que lapieza informativa faltante encajará perfectamente en el rompe-cabezas que está armando. Cuando no se logra despertar estaconfianza en el joven y, sobre todo, cuando las piezas que yatiene aún no logran ensamblarse, sobrevienen el desconciertoasí como la paralización propia del pánico. Si uno toma un sa-po, le da vuelta y lo recuesta suavemente con el dorso sobre lamesa, la información que percibe el animal al estar apoyada-enuna zona de su piel que no acostumbra hacerlo, recibir la luz deuna dirección insólita y ver el mundo "patas para arriba", loinmoviliza por muchos segundos. Cuando el bagaje cultural ylos conocimientos que trae un muchacho no le permiten proce-sar la información que recibe sobre aspectos estrictamentecientíficos o meramente sociales, suele reaccionar como el sapo.Si el mentor es incapaz de ayudarlo a tener confianza ante loinesperado, no es un verdadero formador de científicos curio-sos, sino un amaestrador de sapos.

Claro que para ser investigador no basta con ser trabaja-dor, estudioso, generoso, atento, aprovechar los congresos y te-ner la carcajada a flor de labios. El ingrediente principal es lacreatividad, cualidad que si bien un buen mentor puede hacerdespertar, estimular y enseñar a usar, difícilmente podrá de-satrofiarle a un alumno que le llega con veinticinco años dechatura, autoritarismo, padres y maestros castrantes y despó-ticos, televisión con tantitos comerciales, periodismo con luga-res comunes, sacerdotes convencidos de que el misticismo hu-mano está contenido en liturgias estupidizantes, falta dehábito por la lectura, tendencia a manejarse con frases hechasy que cree que discutir consiste en salir a porfiar con los pre-juicios que se le fueron incrustando en el cerebro.

La increíble creatividad infantil es, también, el germen dela libertad que tendrá cuando sea adulto. A este respecto, LuisMaría Pescetti lamenta que la imaginación sea un lujo de tiem-po libre para sociedades opulentas; que, en cambio, el analfa-beto posea un mundo imaginario empobrecido, el cual le lleva aaceptar sumisamente las condiciones que el otro le impone, y a

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no poder siquiera desear un modo de vida diferente, porque elmero deseo implica la posibilidad de imaginar otras alternati-vas. "Nadie busca lo que no concibe... pues hasta los tornillosprimero se imaginan y luego se construyen", señala Pescetti.

Gianni Rodar¡ (Gramática de la fantasía) propone que elestímulo de la imaginación ocupe un lugar en la educación, "nopara que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo".Cabe recordar que Nat Turner, el negro que allá por 1830 llevóa cabo en Virginia una rebelión de esclavos al estilo de Espar-taco, había sido instruido, sabía leer, solía meditar y predicarsobre temas religiosos y teológicos; conocimiento que le hizointolerable la condición que sus hermanos aceptaban sumisa-mente. Su lucha terminó como había terminado la de Esparta-co en Roma: con una horrible masacre, que por supuesto nosólo buscaba eliminar rebeldes, sino servir de escarmiento paratodo aquel que se atreviera a pensar. De Nat Turner nos llegóuna frase que puede leerse de diversas maneras, todas ellasamargas: "Quien aumenta el conocimiento aumenta el dolor." 15

No por nada Antonio Gramsci afirmaba que decir la verdad esrevolucionario.

En los años sesenta, conocí en Boston a estudiantes y jó-venes científicos que regresaban de campañas en el sur de losEstados Unidos, donde habían ido de puerta en puerta parapromover el enrolamiento de los negros en el padrón electoral.Supuse que su principal problema habría sido protegerse de losataques del Ku-Klux-Klan que, de hecho, ya había cobradomuchas víctimas entre los voluntarios. Me explicaron que enverdad ésa era una dificultad muy seria; pero que, no obstante,el principal problema consistía en convencer... ¡a los mismosnegros! "¿Cómo vamos a votar, si somos negros? Votar es cosade blancos", les contestaban. En algunos casos resultaba para-dójico que fueran los blancos del norte, y no los negros del surque sufrían en carne propia la discriminación, quienes podíanimaginar alternativas.

15 "He that increaseth knowledge increaseth sorrow." A Turner tambiénse le atribuye la siguiente frase: "Beat a nigger, starve him, leave him wal-lowing, and he will be yours for life. Awe him by some unforeseen hint of phi-lanthropy, tickle him with the idea of hope;..and he will want to slice yourthroat." (El subrayado es mío.)

LA FORMACIÓN...

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En suma: la investigación científica es cosa de gente libre ycreativa pues, como decía Cicerón: "Libre es aquel que no estáesclavizado por ninguna torpeza." A su vez, Freud sostenía quelos creadores son los humanos que cuentan con la confianza desus padres. Yo me atrevería a agregar: "... y de sus maestros".

La formación depende, en parte, de las marcas que nos de-jan las identificaciones con nuestros maestros. John Buchan(Memory hold-the-door) opinaba que la mejor educación de-pende de vivir por algún tiempo cerca de grandes mentes. Ennuestras universidades es ya una fortuna encontrar por lomenos un maestro, de una disciplina; pero lo ideal es que abun-den y los haya de muchas disciplinas; que el muchacho no sólotenga un buen mentor en el campo de su elección; que recibaenseñanzas cruciales del profesor del piso de arriba con quienconversa mientras acaba una centrifugada, o cuando se va atomar un café con el filósofo que les fue a dar un seminario, ocuando se encuentra en el metro con el lingüista y éste le expli-ca sus investigaciones sobre la estructura del discurso. Y, parafinalizar, conviene tener claro que esas enseñanzas no se limi-tan a los datos o a la información, sino también a las actitudes.

El estudio de Fortes y Lomnitz que citamos al comienzoresalta algo que se suele decir de los alquimistas: al moler ydisolver rocas arcanas, al hervir y destilar sospechosos líqui-dos, al observar estrellas y descifrar crípticos manuscritos, losalquimistas no hallaron la Piedra Filosofal que buscaban, perose hicieron a sí mismos químicos. Para decirlo de otra manera:las autoras muestran que en esas etapas, es mucho más impor-tante lo que la ciencia hace con los alumnos, que lo que éstoshacen con la ciencia. Lo que la ciencia hace con ellos no se re-duce a enseñarles un tema y un puñado de técnicas, sino tam-bién a darles lo que ellas llaman "una ideología científica", sinla cual jamás llegarán a pertenecer a la comunidad científica, aser investigadores profesionales.

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11. ¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA?

Gaius Mecenas, caballero romano de estirpe etrusca, nacido se-tenta años a.C. en lo que hoy es Arezzo, Italia, aprovechó suinfluencia sobre el emperador Augusto para favorecer lasletras, y con su enorme riqueza él mismo sostuvo a Virgilio,Horacio y Propercio. Su nombre pasó a la historia para desig-nar a quienes mantienen de su pecunio a literatos, pintores,escultores, músicos y científicos.

Durante muchos siglos la actividad científica dependió delos mecenas. En la mayoría de los casos eran reyes, papas yduques que decidían a su antojo a quién apoyaban y a quiénno. A veces, este apoyo consistía en albergar en su palacio a losartistas y a los sabios; otras, en encomendarles trabajos (com-poner una misa, pintar un retrato) o estudios (clasificar lasplantas del jardín real, construir un reloj-campanario). En lamayoría de los casos, la sobrevivencia del científico se asegura-ba con sólo pertenecer a la corte, a una universidad o a unainstitución encargada de trabajos de astronomía, de inspección,así como de construcción de edificios, acueductos, naves yarmamentos.

Ese sistema tenía sus ventajas (p. ej. estos mecenas nuncaexigían presentación de solicitudes con currículum y cotizacio-nes de tres casas distintas, ni informes por quintuplicado, acom-pañados de separatas de artículos); pero resultó cada vez másinsatisfactorio debido a la decadencia de la nobleza y al creci-miento de la actividad científica y, con ello, del número de cien-tíficos. Sin embargo, el mecenazgo no ha desaparecido del todo.En los países donde la gente tiene la cultura y el dinero necesa-rios, de pronto se crean fundaciones para luchar contra la cegue-ra, investigar las plagas que destruyen los bosques, o recogercanciones y melodías tradicionales a punto de extinguirse y quehoy sólo cantan algunos viejos campesinos; asimismo, sus uni-versidades más prestigiosas reciben de pronto fondos para crearun cargo de profesor (endowed éhair), hacer una biblioteca (la

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¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA?

143Waidener de Harvard), instalar un telescopio, crear una beca (laGuggenheim), adquirir los archivos de un político del siglo pasa-do, o comprar los manuscritos de las novelas de un escritor fun-damental. Así, hay universidades y colleges donde sus alumnospueden tomar gratuitamente en su cafetería la cantidad de he-lado que deseen (Vassar College), o ciertos profesores de la Har-vard Medical School que pueden pasarle todas sus cuentas deinvestigación a una cadena de supermercados (A & P de Bos-ton), o magnates de la computación que costean el mejor inver-nadero del mundo para la universidad en la cual investigan sushijas (la de California), o millonarios cuya fortuna es legada pa-ra que, con los intereses producidos, se fomente la investigaciónbiomédica (Howard Hughes).

Aunque en menor cantidad, en el tercer mundo tambiénhay personas y entidades particulares cuya cultura, responsa-bilidad social y posibilidades económicas son suficientementesólidas como para apoyar a la ciencia: entre ellas, las funda-ciones Sauberan y Campomar, que costeaban los trabajos deBernardo A. Houssay y Luis F. Leloir; la Fundación ciMAE, pormedio de la cual la colectividad israelita argentina apoyaba ami propio laboratorio en la Argentina; la Fundación Antorchasy la Mercedes y Martín Ferreira también de Argentina; lasFundaciones Fliser y Surasky que apoyan la investigación enMéxico, y muchas otras. Desgraciadamente aquí el tiempo y lascircunstancias juegan un papel deletéreo. Así, las sucesivasoleadas inflacionarias han hecho que la cantidad de dinero conque la Fundación Campomar de la Argentina pagó en su tiem-po los gastos de laboratorio que llevaron a Leloir a ganar elPremio Nobel, hoy dificilmente alcanzaría para comprarles unapipeta a sus discípulos; y los fondos de la venta de una casa (sucasa) que el fisiólogo Juan García Ramos donó al Centro de In-vestigaciones y Estudios Avanzados de México -y que esta ins-titución depositó en un banco para usar sus intereses en cos-tear investigaciones-, hoy, apenas quince años después, nobastaría para pagar la renta de un mes de aquella misma casa.

El tiempo y las circunstancias también producen efectoscuriosos en las intenciones de los donantes del primer mundo;así, hay dineros legados hace muchos años para investigar yluchar contra los piratas jamaiquinos que atacan galeones mer-cantes, y la Fundación Rockefeller fue instituida originalmente

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para investigar y erradicar la malaria que asolaba a los traba-jadores que construían el Canal de Panamá.

Una de las formas que aún prevalecen en algunos países esreconocer sólo al eminente profesor al frente de su instituto ydepartamento; profesor que, a su vez, determina quiénes han deser sus colaboradores, cuánto han de ganar, a cuales promove-rá, para qué estudios les dará dinero, dónde los enviará a per-feccionarse, quién ha de viajar al próximo congreso. Correcta-mente usado, este sistema resulta muy eficiente, pero con hartafrecuencia también daba lugar al nepotismo, a la promoción dequeridas y obsecuentes, o al favoritismo hacia quienes perte-neciendo a determinada clase social tienen como único méritocomulgar con la ideología y los puntos de vista políticos del "pa-trón" (así se los llamó en Francia) o del "boss" (así se los llamóen Estados Unidos) o del "führer" (así se los llamó en Alema-nia). En ocasiones, estos patrones encuentran que sus hijos y lossobrinos del ministro son más promovibles que las mujeres, lospobres, los extranjeros, los judíos, los indios y los negros.

Una variante es que el Estado, por medio -claro está- desus funcionarios y asesores científicos, selecciona un investi-gador maduro, productivo, original y de conocida capacidad deformar discípulos, a quien le encarga un programa de seis aocho años, con una fuerte dotación de dinero y enorme flexibili-dad; programa que éste puede realizar, sumando a su propiogrupo de trabajo a otros colegas de diversas instituciones, quepueden elegir permanecer en ellas y colaborar a la distancia. Aesto se agrega un funcionario estatal que se encarga de todotrámite no científico (compra, contrato, beca, salario, construc-ción). Esto tiene muchísimas ventajas: libertad de guiar el pro-grama por los resultados e ideas que se van teniendo, libertadde incorporar o desincorporar colaboradores a medida que selos va necesitando o que éstos sienten que ya cumplieron sumisión, o bien que sus intereses ya divergen de los del progra-ma. En la mayoría de los casos que conozco personalmente,creo detectar que "el programa" no es más que una manera deaprovechar y facilitar el trabajo de un científico brillante, sinque éste deba dedicar tiempo alguno a tareas organizativas-institucionales para las cuales no está preparado y que, de to-dos modos, le restarían eficacia. El informe final consiste en unminisimposio, en el que cada uno de los participantes en el pro-

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145grama cuenta qué hizo, ante un cuerpo de árbitros nacionales einternacionales, y en el que se rinden cuentas. No es raro queel "informe" tome la forma de libro con los trabajos que se hanido publicando. Un aspecto importante es que, acabado el pro-grama, no queda ninguna "institución", no hay instalaciones niempleados que se eternicen en el presupuesto, no hay despojoscuya repartija genere tironeos y dentelladas. Los integrantes,sus laboratorios y aparatajes quedan en libertad de ser útilesen otros programas.

Pero el grueso de la comunidad científica que trabaja en lasuniversidades no se maneja de ese modo, sino que debe solici-tar apoyo por las vías y en la forma que ha ido tornándose "típi-ca". Como hay más investigadores y proyectos que necesitanapoyo, que dinero estatal disponible, se requiere que alguienevalúe y determine a quién, cuánto y durante qué tiempo sesostendrá, así como evitar el malgasto. Se evalúan dos cosas: 1]la capacidad del investigador de producir conocimiento, y 2] suactual proyecto. Este punto es difícil, pues si bien no hay difi-cultad en distinguir entre un investigador productivo y bri-llante que solicita una suma pequeña para un proyecto pro-misorio, y un botarate que jamás hizo nada y que ahora pidelas perlas de la Virgen para estudiar alguna fruslería, los pro-yectos de la mayor parte de la comunidad científica no llegan aesos extremos. Toda evaluación trae problemas, pues el méritocientífico es muy difícil de medir y los resultados de los proyec-tos son poco predictibles. La ventana de aceptabilidad es pe-queña: si contiene ideas muy osadas se lo desecha ("este tipoquiere que le financiemos sus fantasías"), pero también se lodesestima si no las tiene ("el laboratorio de este señor pareceuna oficina de pesas y medidas: no hay una sola idea original;repite lo que escucha o lee... sólo que con otra sustancia u otraespecie animal"). Cuando el dinero es escaso, la ventana tiendea achicarse y hay casos en que llega a ser negativa.

Puesto que para juzgar hay que entender, en los países

adelantados se acostumbra que los investigadores y sus proyec-

tos sean evaluados por sus propios colegas (en los países

anglosajones se llama peer review system).La evaluación por colegas constituye un enorme avance con

respecto a los tiempos de los duques graciosos o de los patronesverticalistas, pero dista mucho de ser perfecta, por lo que es ne-

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¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA?

cesario ir compensando sus fallas. Por ejemplo, para no caer enarbitrariedades, favoritismos o antagonismos, los comités cons-tituidos por científicos comienzan por establecer criterios: nú-mero de trabajos publicados, premios, discípulos formados,número de citas de los trabajos, o cualquier parámetro quepueda reflejar la originalidad, el empeño y la capacidad de uncientífico dado. Pero esto trae discordias; el análisis de algunassituaciones nos mostrará cómo opera la evaluación por colegasy cómo se intenta superar las dificultades.

Todo artículo científico tiene una idea original, que el autordesarrolla o pone a prueba según su sagacidad, profundidad ypreparación científico-técnica, y su publicación debe pasar porla evaluación de un comité editorial que se asesora por dos otres especialistas que emiten su dictamen anónimamente. Estoautoriza a suponer que, en principio, la cantidad de publicacio-nes y la jerarquía de las revistas o libros en que aparecen, re-fleja la originalidad, productividad y constancia del investiga-dor. Pero, en el primer mundo se ha llegado a una situaciónmonstruosa que ha dado en llamarse "publica o muere" (pub-lish or perish). G.A. Boutry (The impact of science on society)menciona que un 80% (!) de los artículos de investigación no sedeberían haber publicado jamás. El monstruo es reconocido ytemido como tal pero, como se verá, resulta difícil de extinguir,eludir o al menos domesticar.

Cabe agregar que, si el artículo es de real envergadura, esprobable que su efecto se refleje en las veces que lo citan suscolegas en sus propias publicaciones. "Esse est percipi" (ser esser percibido) afirmaba el filósofo irlandés George Berkeley,aunque claro está, en referencia a su sistema filósofico; perouno está tentado a adoptar el lema para describir la situacióndel investigador profesional: si no lo perciben (sus colegas y locitan) no existe para las instituciones.

A principios de siglo le comentaron a Eddington que laTeoría de la Relatividad era tan compleja que, en aquel mo-mento, sólo había tres físicos en el mundo capaces de entender-la; a lo cual, éste respondió: "Einstein... yo... ¿quién es el ter-cero?" De manera que si el apoyo que Einstein recibía hubieradependido del número de citas bibliográficas que merecían suspublicaciones, don Alberto hubiéra estado bien frito. A GregorMendel, padre de la genética, le hubiera ido mucho peor: ¿quién

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147le habría dado siquiera una miserable beca a un señor que notenía un título académico, un simple diplomita que presentar,que a los cincuenta años había publicado un solo articulillo?Para colmo, estaba excedido de edad para solicitarla, tengo en-tendido que ni siquiera hablaba inglés; incluso se sabe que apesar del enorme peso de su contribución, el trabajo fue des-conocido por largos años. De hecho, si ser científico depende deser reconocido por la comunidad científica, Mendel fue, comobien señala Larissa Lomnitz (El congreso científico: una pers-pectiva antropológica) un científico post mortem.

Contrariamente, si uno revisa la lista de los trabajos máscitados de la bibliografía científica encuentra que los de mayorpopularidad no son los que contienen las contribuciones mássesudas, sino los que detallan métodos que a veces resultan demodificaciones triviales de algún método anterior.

Uno de los máximos aportes a la biología de todos los tiem-pos es el modelo de la doble hélice de DNA, formulado por Wat-son y Crick: ambos investigadores son considerados biólogos deprimer agua. ¡Ellos sí pueden apabullar a cualquier comité eva-luador con el número de citas! Pero... sucede que, tras presen-tar su modelo, James Watson prefirió dedicar al menos partede su tiempo a la labor institucional (dirigió el prestigioso labo-ratorio de Cold Spring Harbor y, más tarde, el proyecto paraestudiar el genoma humano) y a escribir textos, pero produjorelativamente pocos papers. A veces un científico, sobre todoentre los matemáticos y los físicos, hace un aporte en su juven-tud y luego se apaga, se duerme sobre sus laureles, se harta deser investigador, o prefiere cambiar de rumbo. En el tercermundo, además, hay casos de nulidades cuyas numerosas citascorresponden a artículos que publicaron con su mentor allá ensu juventud, durante su beca en el exterior o sus estancias sa-báticas; por lo tanto, viven del pasado y de lo ajeno. Para evitarque el dinero del pueblo se malgaste pagando a científicos portrabajo que ya no realizan, muchas instituciones han adoptadola costumbre de dar más peso a la producción de los últimostres años. Este criterio se aplica siempre que el investigador encuestión no haya trepado en el ínterin a cargos institucionalesinfluyentes; en tal caso, sus discursos, sus recopilaciones es-tadísticas o sus informes anuales pueden ser consideradoscomo artículos originales.

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Así, ciertos científicos tienen temas que les permiten traba-jar en la soledad de sus laboratorios o con un par de colabora-dores, o pueden continuar con la elaboración de sus datos y teo-rías hasta tener algo significativo que decir; en cambio, otrostienen un enjambre de colaboradores y trabajan en un campo enel que, con comprar una nueva droga del catálogo y ensayarla,consiguen publicar prácticamente un trabajo a la semana.. Perotampoco aquí es fácil dictar normas, pues uno de los peores ma-les que hoy aqueja a la investigación en Latinoamérica es la di-ficultad de integrar grupos de trabajo interdisciplinarios, puesen los comités evaluadores suele haber miembros que penalizana quienes se integran y no publican individualmente. Es decir,no ponen la atención en el problema científico que se está tra-tando de resolver, sino en el aspecto curricular de cada investi-gador aislado.

Además, hay científicos que tienen un aparato costoso, aveces único en el país, operado rutinariamente por sus auxi-liares técnicos. Cuando un colega tiene un problema cuya solu-ción requiere de dichos equipos, le lleva una muestra que pasaal técnico para que realice las mediciones; cuando el técnico lasobtiene, el científico en cuestión se las comunica a su colega... ypasa a firmar un trabajo más. Acumula así un frondoso currí-culum, recibe premios, puede presentarse a nuevos concursosen los que se cuenta el número de trabajos, el número de pre-mios... y se lo vuelve a premiar por sus muchos trabajos y susnumerosos premios. Esto aumenta las discordias en la comu-nidad, pues el hecho de que su trabajo lo hagan sus colabo-radores, les deja mucho tiempo libre para las relaciones públi-cas e institucionales y suelen convertirse en tipos muy influ-yentes, a quienes no resulta saludable dejar de financiar y otor-gar premios.

Por último, mientras las citas de los trabajos aparecidos encasi cualquier revista del Inundo son fácilmente obtenibles me-diante sistemas computarizados que se ofrecen comercialmen-te, las citas que aparecen en libros no son tan rastreables; cir-cunstancia que perjudica a sociólogos, economistas, politólogosy otros especialistas que comunican sus resultados e ideas enforma de libro.

Otra clase de problema aparece cuando un investigadorfértil y creativo a lo largo de treinta años, de pronto tiene una

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afección cardíaca o artrítica, sufre un accidente, una desgraciaen su familia, o algún otro trastorno que reduce su eficiencia.Resulta muy cruel rebajarle el sueldo o la compensación sala-rial que le dan las entidades gubernamentales, o el dinero paraque realice sus proyectos, más aún, cuando muchas veces loque en realidad enferma al investigador es la práctica mismadel "publica o muere", o la consigna "deja tu laboratorio y encié-rrate catorce horas al día en la oficina a redactar informes y so-licitudes de dinero', o la angustiosa espera del resultado de laevaluación. Molly Gleiser y Richard H. Seiden, químicos de Ca-lifornia, investigaron el problema sistemáticamente y llegarona la conclusión de que el alto porcentaje de suicidios entre loscientíficos se relaciona estrechamente con la ansiedad que pro-vocan las circunstancias enajenantes en que se ejerce la profe-sión. Con todo, si se instaura una norma que permita seguirlepagando a un buen científico circunstancialmente varado, no sepodrá evitar que esa norma beneficie injustamente a otro señorde cincuenta años que de pronto reduce su dedicación a la cien-cia, pero porque ha decidido dedicarse a la política, a la caza, oal turismo; sobre todo si se trata de un científico funcionario. Aun investigador honesta y esforzadamente dedicado a su tarea,pero que de pronto sufre un traspié y es separado de la carrerade investigador, le resulta mortificante e injusto que en cambioel viceministro de... o el director de... o el rector de... -dequienes toda la comunidad científica puede asegurar que noestán haciendo investigación- ocupen los niveles más altos deesa carrera, simplemente porque sus ex colaboradores siguenincluyendo el nombre del funcionario en los artículos que publi-can. El mensaje es terrible. Sin embargo, en el tercer mundo nosuele haber cláusulas que requieran que todo aquel que nopueda dedicar un mínimo de 80% de su tiempo a la tarea con-creta y específica de investigar pida licencia temporaria.

También se presenta el caso de los "manos derechas". Setrata de investigadores segundones, que ejecutan los proyectospresentados por sus patrones, mientras éstos atienden cargosdirectivos o políticos. Estos investigadores actúan como lamano derecha del jefe, pero no como el lóbulo izquierdo de sucerebro; incluso, llegan a tener una producción mayor que la deinvestigadores más creativos y laboriosos que él, pero que tra-bajan independientemente. A primera vista resultaría simple

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establecer normas adicionales para premiar la independencia

pero en la práctica esto ha llevado a que los investigadores opten por transformarse en lobos solitarios, no integren equiposno colaboren dentro de un núcleo multidisciplinario; asimismo,a que opten por duplicar gastos para tener sus laboratorios, susaparatos, su personal. En un momento en el que los terrenosmás fértiles son los interdisciplinarios (en realidad siempre lofueron), esta práctica resulta perniciosa.

Para evitarlo y concentrar el apoyo en investigadores origi-nales, se ha tomado como signo de independencia el hecho deque el investigador en cuestión haya formado algún discípulo;criterio que, en la práctica, se reduce a demostrar que uno hadirigido alguna tesis, a la cual se otorga una puntuación dife-rente si es de licenciatura, maestría o doctorado. Pues bien, nofaltan los caraduras que dirigen hasta quince "tesis" a la vez y,aunque parezca increíble, a los jurados no se les suele ocurrirque un "maestro" con semejante idea de lo que significa "forma-ción de recursos humanos" es simple y llanamente un estafa-dor. Por el contrario ¡le asignan un puntito por cada uno deesos endriagos!, con lo cual permiten que estos personajes si-gan desorientando a jóvenes que ingresan en sus equipos, conla esperanza de formarse.

En el tercer mundo se está engendrando un nuevo tipo de"mentor": el que caza jóvenes, les consigue una beca con algúninvestigador productivo del extranjero, se escuda en regla-mentaciones locales para figurar como "director" de la tesis (elconjunto de publicaciones del joven en el exterior)... y tiene así"discípulos" y "tesis" dirigidas a granel. A su vez, como a loscientíficos del primer mundo les cuesta conseguir colaboradoresjóvenes (analizaremos el porqué en capítulos posteriores) sue-len premiar al "cazador de cabezas" (head hunter, así se losllama) incluyendo su nombre entre los autores de los artículos.

La evaluación de la labor también ha engendrado a otrafigura: el científico "relacionado", versión suntuosa del "monjemendicante" que, becado en un prestigioso laboratorio de Hei-delberg, publicó un par de artículos de cierto valor, con los cua-les logró ser aceptado como investigador visitante en Harvard,sobre todo porque era pagado por su país de origen; luego pu-blicó allí otro par de artículos, regresó a su país e invitó a suscolegas de Heidelberg y de Harvard; en seguida fue de sabático

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a Princeton, ayudó en cierto proyecto y firmó otro artículo;cuando regresó nuevamente a su país, organizó un simposio alque invitó a los de Heidelberg, Harvard y Princeton, sin des-cuidar el aspecto turístico... ¡y ahora sí que, a pesar de que asus cuarenta y ocho años, jamás fue un investigador indepen-diente y pocas veces está en el país, este globetrotter tiene ante-cedentes de sobra, y hasta puede presentar cartas de recomen-dación con membretes de Heidelberg, Harvard y Princeton!

A pesar de que la investigación en Japón y en Suecia tieneun altísimo nivel, uno no lee los trabajos publicados en japonéso en sueco, pues da por sentado que cuando un japonés o unsueco tengan algo importante que decir lo dirán en inglés. Noobstante, con el fin de tener el número de artículos necesariospara ser promovidos, a veces los científicos inventan revistaslocales, que publican en idioma vernáculo cuanto engendro caeen sus manos. Las comisiones evaluadoras tratan de neutra-lizar esta estrategia dando más peso a las publicaciones inter-nacionales. Y si bien esta conducta resulta aceptable para in-vestigadores de disciplinas tales como física, biología, matemá-ticas... trae nuevas discordias, pues las revistas internacio-nales no publican artículos sobre una peculiaridad geológicapropia de una ciudad del tercer mundo, que podría partirla encuatro el próximo temblor y es, por lo tanto, un tema crucialpara sus habitantes. Frente a este tipo de dificultad, hoy la ma-yoría de las universidades del tercer mundo están fundandosus propias revistas, pero, al mismo tiempo, su comité editorialestá compuesto -como cabe esperar- por los investigadoreslocales que necesitan tener publicaciones para ser promovidosy recibir apoyo, y también por las autoridades institucionalesante quienes los primeros se autocensuran espontáneamente,garantizando así que dicha revista no criticará a autoridad al-guna que pueda obstaculizar la carrera político institucional denadie.

El problema creado por la necesidad de publicar en una lin-gua franca no se circunscribe al tercer mundo. En 1989, elprestigioso Instituto Pasteur de París decidió publicar sus re-vistas en inglés, y el CNRS (Centro Nacional Francés de Inves-tigaciones Científicas) dejó de subsidiar revistas científicasfrancesas que no publicaran en inglés. Claude Roux, especia-lista en líquenes de Marsella que pese a su alta productividad

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no fue promovido por no publicar en inglés, elevó sus protestasal presidente Francois Mitterrand, quien pasó el caso al HautConseil de la Francophonia.

A diferencia de lo que sucede con los científicos de las ra-mas "duras" (física, química, astronomía), un investigador enramas humanísticas (sociología, economía, psicología) puedepublicar artículos para el gran público en revistas y diarios lo-cales; eso debido a que si bien pocos saben qué demonios son lahidroxiapatita y los bosones, cualquier ciudadano puede leerun artículo periodístico sobre el alcoholismo, la deserción esco-lar o la pareja. De pronto este investigador descubre que inclu-so puede tener una columna estable en un periódico de grancirculación y, con suerte, una audición radial a la que invita asus colegas de las ciencias blandas, a los de las duras y a losfuncionarios que necesitan hacer rostro. ¡Menudo bochinche searma cuando las comisiones evaluadoras dictaminan que losartículos y contribuciones de tal personaje no contienen datooriginal alguno y los desconocen! Para colmo, mientras los sóli-dos trabajos que sus colegas publican en las revistas interna-cionales no son leídos más que por un reducido número deespecialistas, sus artículos y columnas en periódicos y audi-ciones radiales resultan familiares al público general y tam-bién a los funcionarios. Los principales periódicos latinoameri-canos suelen tener una sección en la que se da noticia de con-ferencias, agasajos y declaraciones de estos sabios nacionales, aquienes la comunidad científica no conoce (no percibe, no exis-ten para ella). Frente a un dictamen adverso, este tipo de "cien-tífico" puede dar rienda suelta a su frustración y despotricarcontra el "cientificismo" , las "élites", explayarse sobre la "cien-cia básica vs la ciencia aplicada"... y hasta ser llamado paraasesorar a instituciones gubernamentales desde las que puedeejercer su vendetta.

A propósito: cuando los científicos oyen decir que consti-tuyen una élite, esconden las caras ruborizados. En realidad,es cierto que los investigadores constituyen una élite, o debe-rían hacerlo cuanto antes. Pero una élite como la de aquellos aquienes se les confía el manejo de un avión con cuatrocientaspersonas a bordo, o la de quienes están autorizados a abrirnosla barriga con un bisturí y extirpamos un metro de intestino. Aquien no esté sólidamente capacitado no se le puede confiar

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153que use el dinero de la sociedad destinado a invertir en el desa-rrollo del conocimiento y en la formación de jóvenes: los investi-gadores deben formar élites, aunque la palabreja sea usadacomo un dardo emponzoñado, y aunque en el fondo sea ciertoque existen élites científicas en el mal sentido de la palabra.

Un problema adicional se presenta en las disciplinas en lasque hay un exiguo número de investigadores de alto nivel. Enestos casos, las evaluaciones son hechas por especialistas endisciplinas relacionadas, lo cual generalmente viene acompaña-do de desconfianzas y recusaciones. Para salir del conflicto senombra entonces una nueva comisión evaluadora, compuesta,esta vez, por los investigadores del nivel que se tenga... que,por supuesto, comienzan por promoverse ellos mismos al máxi-mo nivel (local) y apelan al orgullo nacional para impedir queesas comisiones se integren con especialistas extranjeros. Porconsiderar que se trata de un nacionalismo mal entendido,Luis F. Leloir, sostuvo siempre que toda comisión evaluadoradebía incluir a sabios extranjeros, pero pocas veces se prestó oí-dos a su opinión. A primera vista la sugerencia de Leloir pare-cería sensata, pero más de una vez ha ocurrido que unacomisión evaluadora se toma la atribución de enviar el proyec-to de un investigador local para que lo evalúe un prestigiosocompetidor extranjero; competidor que, como pertenece almismo campo que el evaluado, se apropia, servidas en bandejade plata, de las mejores ideas del proyecto.

Por fin, hay otros investigadores que tratan de excusar suinoperancia invocando su carencia de medios. Es como si, cari-caturizando despiadadamente esta posición, esperara que elevaluador se apiadara: "Dos más dos le dio siete, pero es que notiene computadora." Hay excelentes investigadores y aun gru-pos enteros de investigadores que, de pronto, se dejan tentarpor el entusiasmo progresista de algún mandatario de provin-cia y deciden ir a darle una mano a sus hermanos del interior;imaginan un bucólico escenario mental con un laboratorio enuna ciudad provinciana, al borde de verdes prados, respirandoaire puro, lejos del hacinamiento en las grandes urbes, yendoen bicicleta del laboratorio al hogar... y varios años después seencuentran atrapados en un verdadero infierno científico: elgobernador fue sucedido por otro que no tiene la menor inten-ción de continuar su obra, y peor aún, cuida que sus programas

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sean diferentes; la universidad tiene ahora un rector troglodita,que pone a sus cuates en puestos claves desde los que éstosdesconocen planes y promesas y destruyen lo logrado; las casascomerciales no envían un técnico a mil kilómetros de la capital,para que repare una pieza de espectrofotómetro que cuestaveinticinco dólares; las revistas no llegan, los donativos tam-poco, los ex colaboradores se quedan en el exterior y no regre-san. En medio de esta situación, el investigador es evaluadopor alguna dependencia del gobierno central, que encuentraque su productividad es casi nula y lo degrada.

Para evitar en lo posible todos estos inconvenientes, lascomisiones evaluadoras basan sus decisiones, con frecuenciacada vez mayor, no en el número de trabajos, de posiciones ins-titucionales o de premios, sino en la enumeración analítica delas cinco publicaciones que el investigador juzgue más rele-vantes.

Cuando los investigadores se consideran mal calificados,insisten en que se publiquen los criterios con que se evalúansus solicitudes. Es un derecho, pero suena un poco como a laexigencia de que el museo de bellas artes o el conservatorio demúsica declararan sobre qué bases considerarán "bellas" a unaescultura o a una cantata. Esto se solucionaría no usando loscriterios que enumeramos como requisitos indispensables, sinocomo guías orientadoras para los evaluadores. En manos de co-misiones expertas y honestas estas guías son muy provechosas.Así, el comité que le otorgó el Premio Nobel a James Watson,no se espantó porque se tratara de un joven de apenas vein-ticinco años, que no tenía muchos papers, ni citas a sus traba-jos, ni había dirigido tesis alguna.

Lo más alarmante es que a veces los funcionarios bien in-tencionados, pero pobremente asesorados, buscan hacer trans-parentes las evaluaciones enunciando "criterios", que luego sontomados como requerimientos necesarios y suficientes. Estoprovoca que una buena parte de los científicos del tercer mun-do se vea prácticamente obligada a reorientar desesperada-mente su actividad para acomodarla a los supuestos criteriosde evaluación; asimismo, que se le vaya tiempo, esfuerzo yentusiasmo en cumplir con ellos para subir un escalón y ganarunos indispensables centavos más: fundan revistas locales parapoder publicar artículos, raptan niños de la escuela secundaria

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para atraparlos en una licenciatura, para lanzarlos sin basessólidas a un doctorado.

Muchas veces son los jóvenes quienes más se quejan y cla-man por que se integren dichas comisiones con investigadoresprincipiantes. Si bien estoy de acuerdo con que las comisionesevaluadoras a veces cometen injusticias, me parece que no esposible evitarlas sólo discutiendo la ética de las evaluaciones.El problema es real y apabullante, pero no parece adecuadoremplazar los criterios sobre el mérito, con una lucha de tiro-neos éticos. Si no se está de acuerdo con el nivel científico o lacatadura moral de un evaluador, o se le comprueba un deslizen la evaluación, se lo puede llegar a despellejar, lapidar, ahor-car; pero, no se corrige nada exigiendo que semejante sujeto seatenga a un ridículo sistema de puntitos y "criterios", que en elmejor de los casos refleja o sugiere, pero no mide nada.

En este preciso momento, los perjudicados más evidentesson nuestros maestros. Se trata de personas que en sus añosbriosos lograron crear laboratorios de la nada; que empezarona investigar en universidades que eran apenas escuelas profe-sionales, o en el cuarto para trastos viejos de un hospital, don-de se los miraba como a bichos raros, que no tenían dinero parala investigación, bibliotecas, viveros, nada. Personas que, sinembargo, fueron lo suficientemente abnegadas y pujantes comopara acabar generando cristalitos, sobre los que crecieron losactuales centros de trabajo. La mayoría de los países lati-noamericanos tiene su Luco, su Rosenblueth, su Houssay, suEstable, su Monje, su Chagas; pero, por cada uno de estos pro-hombres que acabó por ser reconocido, hubo decenas de otrosque -tras dedicar la mitad de su magro salario a la suscripciónde revistas o compra de sustancias químicas, de sufrir la elimi-nación repentina de su laboratorio porque al nuevo rector odirector del hospital no le interesaba la ciencia-, acabaron en elanonimato y la pobreza; escribiendo en revistas fundadas,escritas, corregidas, costeadas y distribuidas por ellos mismos yque, si acaso siguen apareciendo, no son leídas por nadie; condiscípulos que hoy se siguen ganando la vida y formando gentecon lo aprendido con el viejo maestro, al que rara vez recuer-dan. Es a estos últimos maestros a quienes me quiero referiraquí.

Por supuesto, siempre hubo de todo en la viña del Señor,

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¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA?

pero hasta hace apenas treinta años, un investigador sólo pu-blicaba cuando tenía algo significativo que decir; además, nocontaba con una horda de colaboradores, ayudantes y técnicos,ni inundaba los journals tal como se estila hoy día. Los anti-guos científicos andaban años rumiando sus ideas y resultadoshasta que "le encontraban la vuelta".

Muchos de esos viejos maestros solían trabajar felices ennuestras instituciones y eran un reservorio de consejos y anéc-dotas; asimismo, daban las clases más formativas, porqueexplicaban cómo se había ido desarrollando tal o cual tema, porqué no habían progresado las hipótesis alternativas. De prontosu sociedad les cambia las reglas de juego y les dice: "si te fal-tan medios para trabajar pídeselos al Consejo Nacional de...","Si necesitas acrecentar tu salario envíale reprints al Sistemade... para que te los cuente", "no me interesa si tú fuiste el querevolucionó el campo de...", "tampoco me interesa que cadacinco años salgas con una contribución sólida: prefiero quepubliques cinco trabajos por año, contengan lo que contengan,pues no los leemos: los contamos". Hoy muchos de nuestros ma-estros, los que echaron las bases científicas e institucionalespara que nosotros trabajemos, andan humillados y desconoci-dos por los rincones de los laboratorios que ellos crearon, sinmedios para investigar, sin sueldos para subsistir. No es queno estén acostumbrados a trabajar en la adversidad, pues asícomenzaron; lo grave es que esta vez su adversidad seamosnosotros, sus discípulos.

La evaluación debe descansar, en último término, en elcerebro y la conciencia del científico (véase J. Ize, Artículos deinvestigación en matemática y evaluación). El nefasto sistemade puntitos ocasiona vicios y taras de la investigación; sin em-bargo, la mayor calamidad que trae aparejada es convencer atodos de que la cantidad remplaza a la calidad, la informaciónal conocimiento, y el manager al sabio. Este absurdo sistematiene un evidente destino de computación, para que de una vezpor todas en un futuro se pueda hacer con la computadora,operada por un burócrata econometrista.

Uno de los tantos resultados adversos de la evaluación eco-nometrista, es justamente el "investigador evaluable", es decir,aquel que trabaja individualmdvite, que no se integra a gruposmultidisciplinarios y que engendra papers con escandalosa pro-

¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA?

157fusión; pues, como digo, ya no hay tiempo para analizar quéhace, sino cuántos grados académicos es capaz de exhibir y quésuma de dinero es capaz de extraer del erario público.

Pero no es bueno exagerar. Parafraseando la famosa obser-vación de Winston Churchill sobre la democracia, el neurobió-logo mexicano Hugo Aréchiga concluye que el sistema de eva-luación a cargo de colegas investigadores (peer review system)"es un sistema abominable, pero por ahora no tenemos nadamejor". Es necesario entonces profundizar la discusión y, sobretodo, aceptar una saludable e imprescindible glasnost, pues elproblema queda en pie: ¿cómo se evalúa la labor científica? Nopodemos regresar al mecenazgo, pero como acabamos de discu-tir, el peer review system es objeto de una continua sucesión decríticas y medidas tendientes a mejorarlo. Si esta evaluación serealiza con sensatez, estaremos haciendo ciencia con seso.

Como te habrás percatado, por cada opinión en favor decierto criterio evaluatorio, he presentado al menos un argu-mento en su contra. Es que la evaluación de la ciencia y de losinvestigadores refleja en forma patética que la ciencia consti-tuye un sistema complejo; sistema del cual, el investigador, elnúmero y calidad de sus publicaciones, las citas que recibensus artículos, el número y calidad de discípulos que forma- yotros parámetros que discutimos en este capítulo- no son másque componentes que, si bien se pueden. individualizar para sudiscusión, significan muy poco cuando son tomados aislada-mente.

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12. EL MERCADO DE TRABAJO

Hacia los años sesenta, cuando los rusos deslumbraban almundo con sus sputniks, los

estadunidenses se sintieron espiados desde el cielo y a merced de los megatones, pero no mitigaron sus temores recurriendo a procesiones portando cristos milagreros por las calles dePasadena,en el MassachusettsInstituteof Technology,ni entronizaron una sola virgencita con

tubos fluorescentes. No. La estrategia consistió sobre todo enincrementar los fondos para la investigación científica, y enestablecer una cantidad excepcional de subsidios para entrenara jóvenes científicos. Años más tarde, pasado el apurón (¡y con-seguido su objetivo!), Estados Unidos quedó con una poblaciónde investigadores que sobrepasa en mucho la oferta de trabajo,Resulta instructivo, por lo tanto, analizar cuál es la actualsituación en su mercado científico profesional.

Antes debo hacer una digresión para señalar algo, remata-damente obvio, pero no obstante necesario: si una universidadestadunidense desea que le pinten sus paredes, debe conseguirdinero para comprar la pintura y pagar al pintor. Por el contra-rio, cuando necesita científicos sólo debe aceptarlos, pues ellos,por sí mismos, tendrán que conseguir: 1] dinero para pagar susinvestigaciones (aparatos, reactivos, viajes, ayudantes técnicos,animales, bibliografía, etc.); 21 dinero para sus propios salarios(soft money) así ocupen destacados cargos de jefe de departa-mento, e incluso para complementar las llamadas cátedrasdotadas (endowed chairs); 3] dinero para pagar el espacio delaboratorio que utilizan (overhead); 4] dinero (parte del over-head) para pagar a la burocracia universitaria.

Regresando a los pintores de paredes: por supuesto no sededicarían a pintar si antes ellos mismos tuvieran que con-seguir el dinero para sus salarios, comprar la pintura, esca-leras, pagar ayudantes, alquilar el espacio que van a pintar,cubrir gastos administrativos, asl,como presentar de antemanoun proyecto por quintuplicado, incluyendo currículum, ejem-

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EL MERCADO DE TRABAJO

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píos de trabajos previos, etcétera.Peor aún: suele suceder que un científico de cincuenta

años, tras conseguir el dinero necesario, de pronto atraviese unperíodo de depresión porque falleció su esposa, o una hija con-trajo leucemia, porque no obtenga los resultados en la cantidady calidad que esperaba, o porque él mismo tenga un problemade salud, y eso haga que se le suspenda el apoyo. No es raroque entonces la universidad llegue a quitarle el laboratorio, conlo que se agrava la situación del investigador, pues no estaráen condiciones de conseguir resultados preliminares para vol-ver a solicitar apoyo. Ese círculo vicioso lo convierte en unmuerto en vida (en la jerga se los llama dead wood), que decaerápidamente en la consideración de sus colegas y en la suyapropia.

Esta circunstancia hace que un investigador maduro tien-da a asegurarse solicitando tres o cuatro subsidios (con la con-siguiente pérdida de tiempo en solicitudes kilométricas, infor-mes periódicos, publicaciones reiterativas), y que ni en chistese embarque en proyectos osados e imaginativos que podríanno resultar; más bien se limita a hacer demostraciones más omenos previsibles, sólo adelantándose un poco a sus colegas, yen las reuniones científicas se restringe a mostrar resultadosque ya le han aceptado para su publicación, pero sin exponerante el resto de la comunidad científica los problemas que aho-ra tiene entre manos para recibir consejos, resolver dificulta-des, disipar dudas, enriquecer hipótesis, discutir alternativas.El Estado contraataca financiando apenas un diez por ciento delos proyectos aprobados y, aun en estos casos, entregando unacantidad mucho menor de dinero de la que, el investigadorsolicita.

¿Por qué entonces se prestan los científicos a una relaciónlaboral tan despiadada, que no sería aceptable para un pintorde paredes?

Para responder -tentativamente- arrancaré de una fraseatribuida al escultor francés Auguste Rodin: "La humanidadsólo será feliz cuando todo el mundo tenga alma de artista, esdecir, cuando obtenga placer de su tarea." Se refería a que,mientras la mayoría de los seres humanos (un electricista, unbarrendero, un telefonista, un minero, un gerente de tienda)sólo trabajan para ganarse la vida, un escultor, un bailarín, un

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escritor, además de vivir de sus profesiones suelen ser felicespor el mero hecho de esculpir, bailar, escribir. Por eso es que,con el debido respeto, yo incorporaría a los científicos a la frasede Rodin; pues ese placer es el primer motivo que nos lleva aconvertirnos en investigadores, y luego a vernos atrapados enun sistema que nos obliga a pagar nuestros propios "vicios",consiguiendo dinero para sueldos, instalaciones, aparatos, bu-rocracias. Como en su proceso de modernización el tercer mun-do va copiando hasta los defectos del primero, cuando destinafondos para la ciencia, declara que lo ha "otorgado", que ha he-cho una concesión o una merced; pues, se da por supuesto, setrata de una dádiva al investigador, pero que al país no leservirá de mucho.

En general, tanto los investigadores del primero como losdel tercer mundo, están hartos de percibir bajos salarios, escri-bir gruesos mamotretos/solicitudes para conseguir apoyo y su-frir manoseos institucionales: si un novel jefe administrativodesea ver a un eminente y sexagenario profesor, simplementelo cita a su despacho. Hace un par de años, un empleado cuyafunción consistía en verificar si la compra de un amplificadoroperacional o de un frasco de sacarosa que quiere hacer uninvestigador (con el dinero que el mismo investigador consi-guió) era procedente o no, declaró públicamente que compren-día que su oficina introducía una demora más en las investiga-ciones, pero que si no fuera por él, los investigadores podríancomprarse tocadiscos y automóviles con los fondos de los sub-sidios. Ninguno de los científicos y funcionarios presentes reac-cionó; todo el mundo aceptó sumisamente la cachetada. Quizásla ciencia en sí no tiene ética, pero si acaso la tuviera, comovemos, estaría en manos de la oficina correspondiente.

De modo que cuando se presenta la oportunidad de una fu-ga hacia un cargo administrativo, es común que los investiga-dores no la dejen escapar. Deprime reconocer que, con frecuen-cia, un investigador que recorrió un largo camino formativo-desde el Kindergarten a la universidad, y desde la beca pos-doctoral hasta su regreso e instalación en un laboratorio nacio-nal-, que a lo largo de ese tiempo ha ido acumulando un ins-trumental valioso y costosísimo, acepta tirar todo eso por laborda para convertirse en secretario técnico de una comisión,en director de becas, en jefe de una oficina administrativa, en

EL MERCADO DE TRABAJO

161coordinador de una junta para organizar intercambios, y...adiós. Peor aún: durante un tiempo, cualquier autoridad guber-namental podrá incorporar gratuitamente a su equipo a distin-guidos profesores universitarios, pues dará por descontado quelos institutos a los que éstos pertenecen les seguirán pagandoel salario, aunque ya no hacen investigación ni docencia. Lograve es que los institutos permiten estas prácticas, quizás por-que temen la venganza del profesor que se encarama en la es-cala institucional.

Una investigación realizada por Enrique José Oteiza enArgentina, a fines de la década del sesenta (Argentina: el éxodode materia gris), indicó que el 50% (¡la mitad!) de los científicosprofesionales estaban ocupados en el sector administrativo.Muchos investigadores tienen fuerte inclinación a posponer latarea científica para asistir a desayunos, comidas y juntas enplena jornada de trabajo, en los que se analizan presupuestos,becas, organización de bibliotecas, construcciones, publicacio-nes, promociones, intercambios, homenajes, visitas. Los cientí-ficos no están fuera de la realidad, tienen la misma visión delmundo que los demás mortales y, en consecuencia, la investi-gación a veces no es prioritaria ni siquiera para ellos mismos;hecho comprensible si se tiene en cuenta que el motor de la in-vestigación es el entusiasmo, que el contexto social es a vecesdescorazonante y que el dinero percibido en el tercer mundo co-mo salario y como apoyo para realizar sus investigaciones esfrecuentemente inadecuado.

Una situación mucho menos drástica, pero más cotidiana,se presenta cuando un científico debe acceder a un cargo direc-tivo dentro de su propio grupo de trabajo o de su departamento.Sucede que ése es a veces el primer peldaño de una escala ins-titucional, que puede llevarlo insensiblemente a perder contac-to con la labor de investigación, así como a enredarse en unatrama burocrática; también, a lidiar más con presupuestos yreglamentos que con instrumentos, datos y teorías. Arrecianlos telefonemas, las cartas, los visitantes, las negociaciones ins-titucionales, las luchas por la repartija presupuestal. Llega unmomento en el que un buen científico se ve convertido en unmal administrador, en improvisado economista y en un pésimopolítico.

El problema es grave y no conozco soluciones fáciles ni pa-

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EL MERCADO DE TRABAJOliativos sencillos. Pero puedo describir tres casos de científicosdestacados, a quienes tuve oportunidad de ir viendo de cercacuando comencé mi carrera de investigador en la Argentina; depronto, se las tuvieron que ver con la responsabilidad institu-cional y respondieron así:

a] Eduardo Braun Menéndez: cuando lo conocí y me aceptóen su grupo de trabajo tenía poco más de cincuenta años. Ha-bía hecho importantísimas contribuciones en el campo de la hi-pertensión arterial experimental (descubrió la sustancia preso-ra "hipertensina") y, en concordancia, descollaba en la escenainternacional. El gobierno se disponía a lanzar a la Argentina aun desarrollo de la ciencia y la técnica, a impulsar la universi-dad y a crear un Consejo Nacional de Investigaciones Científi-cas y Técnicas (Conicet). En cierta ocasión nos explicó que, sibien le encantaba el trabajo de laboratorio, consideraba másútil consagrarse a dirigir a los jóvenes, quienes de otro modo nohabrían accedido a la formación que él consideraba impres-cindible; dadas las circunstancias, le parecía egoísta negarse aparticipar en el desarrollo de las instituciones científicas claves(la Facultad de Medicina, la Universidad, el Conicet). Si biennos dirigía de cerca y hoy somos muchos los que nos ganamosla vida con sus enseñanzas, nunca volvió a hacer personalmen-te un experimento, pero tuvo la capacidad de cumplir con éxitosus propósitos hasta el día de su muerte: su 56 cumpleaños.

b] Bernardo A. Houssay: cuando lo conocí personalmente eingresé a su departamento, en el que uno de los profesores eraprecisamente Eduardo Braun Menéndez, tenía poco más desesenta años y era Premio Nobel de Fisiología (M. Cereijido, Lanuca de Houssay). Houssay era la persona indicada para creary liderar el Conicet, y aceptó el cargo de presidente de dichoorganismo; pero dispuso sus horarios de modo tal, que todas lasmañanas -de 8 a 12- pudiera hacer experimentos con susmanos en el laboratorio y dedicar los sábados y domingos a leerartículos. Teníamos terminantemente prohibido siquiera men-cionar algún asunto burocrático durante las mañanas, al puntode que, si necesitábamos hacerlo, y aunque esa misma mañanahubiéramos tomado el breve café de diez minutos con él (pun-tualmente, a las diez de la mañana, todos debíamos hacerlo),no teníamos otra alternativa que pedirle audiencia en el Coni-cet. Don Bernardo continuó haciendo experimentos todas las

CL MERCADO DE TRABAJO

163mañanas hasta poco antes de su muerte, pasados los ochentaaños.

e] Luis F. Leloir: era, como Braun Menéndez, discípulo deHoussay. Trabajaba exclusivamente en su laboratorio, odiaba yrehuía las tareas burocráticas, las clases magistrales, tornarexámenes, presentar proyectos, solicitar fondos, redactar infor-mes, formar parte de comisiones; asimismo, ocuparse de com-prar reactivos y aparatos, de solucionar desperfectos o disponerampliaciones edilicias, de manejar al personal no científico.Esas tareas, ineludibles en todo instituto, eran llevadas a cabopor sus colaboradores. Sus muchachos, unos jóvenes y otros notanto, escribían, redactaban, diseñaban las ilustraciones paralos artículos, conseguían, compraban, construían, conchababan,supervisaban y despedían personal. Leloir "simplemente" acon-sejaba, "ayudaba" a los demás en sus experimentos, discutía.Le gustaba investigar y, en todos los años en que lo conocí, ja-más vi al director del Instituto Campomar (así se llamaba lainstitución que dirigía) sentado detrás de un escritorio. Porotra parte, sus discípulos no lo llamaban Doctor ni Señor Direc-tor, sino que le decían cariñosamente "Dire", autorizados por lallaneza del trato. En los treinta años transcurridos desde aque-llos días, y habiendo conocido entre tanto a miles de investiga-dores, jamás me he topado con uno solo que pudiera generar ungrupo con una relación de trabajo similar. En 1971, el Dire re-cibió el Premio Nobel de Química. Alguna vez, antes de que de-saparezcan los actores, alguien debería analizar la sociología ysaga de aquel grupo, pues sospecho que arrojaría enseñanzasútiles sobre la organización del trabajo en equipo.

Casi todos los logros (institucionales) de la ciencia del tercermundo se deben a investigadores exitosos que parcial o total-mente se volcaron a la tarea de organizar la labor de sus cole-gas; se dedicaron a convencer y a aconsejar; aceptaron partici-par en consejos y juzgaron que, llegados a cierta altura de suscarreras, serían de mayor utilidad dirigiendo centros e institu-tos, ayudando a crear subsecretarías y consejos nacionales.Cuando tuvieron presente que antes que nada eran investiga-dores al frente de una institución científica, y no representantesde la autoridad ante sus ex colegas; cuando no trataron de ha-cer de su puesto un trampolín político, pudieron desempeñar ta-reas verdaderamente provechosas que debemos agradecer.

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EL MERCADO DE TRABAJO

Sin esas personas no tendríamos consejos nacionales, be-cas, laboratorios, bibliotecas ni medios para trabajar. Por eso,cuando algunos jóvenes se refieren a ellos como "El Sistema","La Patronal", "El establishment", y se imaginan a sí mismoscomo una especie de proletariado intelectual explotado por unasupuesta burguesía representada por sus maestros y sus jefes,se equivocan lamentablemente. También en este punto parecequedar margen para el análisis y campo para la madurez, conel fin de hacer ciencia con seso.

13. UNCIENDO LA CIENCIA AL YUGO

Sergio Bagú (Tiempo, realidad social y conocimiento) opina quela mente humana parece capaz de trabajar, a la vez, con treshorizontes cualitativamente desiguales: a] el horizonte mentalmágico. El pensamiento mágico acepta la posibilidad de influiren la realidad con fuerzas sobrenaturales: desplazar la rocaque obtura una caverna diciendo "Sésamo ábrete", hacer lloverofreciendo sacrificio a cierto dios, curarse de una cardiopatíamediante una plegaria. La magia sistematizada constituye elnúcleo central de muchas religiones, pero hasta los investiga-dores más laicos tenemos en nuestro interior algún "homúncu-lo" que cree en el pensamiento mágico, pues preferimos que nonos den explicaciones del tipo: "suponte que tu bebé contraeuna leucemia..." b] El horizonte mental sistemático, que tratade ordenar la enorme complejidad de la realidad para hacerlacomprensible por medio, fundamentalmente, de la ciencia; y c]el horizonte mental empírico, que trata de extraer algunas en-señanzas prácticas, para aplicarlas a problemas concretos ur-gentes y graves, que no pueden esperar los resultados de unanálisis científico y sistemático que tomaría años. Así, cuandoa los griegos y los romanos les dolía la cabeza, chupaban corte-za de sauce (salix en latín), de la que mucho más tarde se obtu-vo el ácido salicílico, del que a su vez, en 1899, se derivó elacetilsalicílico (Aspirina); ésta se usó con idéntico propósito entodo el mundo, mucho antes de que los científicos llegaran aentender por qué la aspirina ejerce su efecto.

De modo que, para simplificar la siguiente explicación, po-dríamos aceptar que hubo un momento en el que los griegosusaron el razonamiento exclusivamente para entender el mun-do de las ideas; otro momento en el que los árabes y los rena-centistas lo empezaron a utilizar para entender la realidad-de-ahí-afuera, y un tercer momento -que comenzó a hacerse os-tensible hacia el siglo XVIII- en que se lo puso de lleno al servi-cio de las actividades industriales, para encontrar técnicas que

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UNCIENDO LA CIENCIA AL YUGC

permitieran incrementar nuestra capacidad de navegar, volarcurarnos, comunicarnos, alimentarnos, divertirnos. Dentro de

ese esquema -distorsionador, como todo esquema- hoy estamos en una etapa de pleno desparpajo tecnológico, a tal puntoque se intenta invertir el proceso y hacer del conocimiento unsirviente exclusivo de la producción.

Ruy Pérez Tamayo nos da un primer bosquejo útil de la diferencia entre ciencia y tecnología: "Ciencia es lo que hay quehacer para saber, tecnología es lo hay que saber para hacer."Mario Bunge puntualiza que el término "tecnología" se refiere'al estudio de las técnicas (de techne = arte, oficio y logo = pala-bra, discurso), y que al hablar del empleo de ciencia para laresolución de un problema, es más correcto hablar de "técnica".Pero el uso ha acreditado a la palabreja: la seguiremos usando.Bunge señala también que mientras la ciencia básica se ocupade conocer la realidad, pero no de transformarla, la aplicada to-ma problemas cuya solución promete tener alguna utilidadpráctica. Pero, si en el curso de estos estudios aplicados, elinvestigador no agrega algún conocimiento, entonces no es uncientífico, sino un técnico. De modo que o la ciencia es pura... osimplemente no es ciencia. Que resulte algo inmediatamenteaplicable o no, es un tanto ajeno a su naturaleza.

Por supuesto, un equipo de científicos puede esforzarse porresolver un problema concreto; por ejemplo, curar una enfer-medad, extraer un mineral, desarrollar un combustible que noperturbe los balances ecológicos, y aplicar para eso los conoci-mientos que ya se tienen. Pero en este punto, es importanteconsiderar cuatro asuntos.

1] La solución no suele surgir de la simple combinación deconocimientos que ya se tienen, sino que requiere estudios com-plementarios.

21 Es necesario que alguien posea dichos conocimientos yque sepa cómo se hacen los estudios complementarios pues,como mencionamos en el capítulo 1, el conocimiento se diferen-cia de la información en que no puede ser almacenado en unabiblioteca ni en la memoria de las computadoras: hace falta al-guien que conozca, que sepa procesar la información. Tanto elcientífico que conoce, como el cqnocimiento que posee y aplica,son productos de la actividad científica que solemos llamar"básica".

UNCIENDO LA CIENCIA AL YUGO

167Norbert Wiener, el creador de la cibernética, decía que

cuando un país introduce una novedad en un campo, además

de avanzar, demuestra que eso es posible. Por ejemplo, allá por

la década de los treinta se sabía que el núcleo atómico almace-

na una cantidad insólita de energía, y que un gramo de mate-

ria contiene muchísimos núcleos, pero no estaba demostrado

que fuera posible liberarla para producir una bomba atómica.

El hecho de que un país, Estados Unidos, la fabrique, comunica

al mundo que es posible desarrollar la técnica necesaria. Para

el conocimiento humano, eso equivale a aceptar que tal o cual

teorema tiene solución, aunque sólo un puñado de matemáticos

esté en condiciones de entenderla y lograrla. Se puede. Pero,

medio siglo después, el saber hacer una bomba atómica sigue

siendo un secreto para la mayoría de los países del orbe. Les

falta el "saber cómo" (know how). El objetivo de la investigación

tecnológica es lograr ese know how.31 La división entre "básica" y "aplicada" ha resultado ser

una patraña que intoxica el cerebro de nuestra gente, un cepomental. Es como si dijéramos: "Necesitamos mandarina, peronuestros países son demasiado pobres como para dedicar es-fuerzos, suelos y tiempo para desarrollar árboles de mandari-nas. Sólo necesitamos los frutos; en cambio las raíces, troncos,ramas, hojas, nos resultan superfluos." La mandarina es unproducto, un resultado final de todo ese proceso que es el árbolde mandarina. Análogamente, si un pueblo no desarrolla el"árbol del conocimiento", nunca tendrá ciencia básica ni aplica-da, ni conocimiento. No podemos aplicar algo que no tenemos ysin gente que sepa hacerlo. Cuando le pregunté a un profesorde semiología médica respecto a las características claves quedebía considerar al comprarme un estetoscopio, mi primer este-toscopio, señaló los auriculares entre los que uno debe poner lacabeza, al tiempo que contestaba: "La pieza más importante esla que se coloca entre estas dos puntas." La cabeza humana si-gue siendo irremplazable, y no funciona adecuadamente cuan-do se la ata a un yugo.

4] Antaño transcurrían muchos años desde que alguienhacía un descubrimiento "básico', hasta que se le encontrabauna utilidad práctica. Leonardo da Vine¡ hizo ciertas observa-ciones de la trayectoria que describe un perro al perseguir auna liebre que cruza corriendo para guarecerse en su madri-

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UNCIENDO LA CIENCIA AL YUGO

guera, las cuales sólo sirvieron muchos siglos más tarde a losingenieros para diseñar el empalme de vías férreas. Pero elintervalo entre un hallazgo y su aplicación se ha ido acortando:entre la fisión del uranio (enero, 1939) y la detonación de laprimera bomba atómica en Alamogordo (julio, 1945) sólo trans-currieron seis años. Hoy el intervalo desapareció: la GeneralDynamics, la Merck, la IBM, la Siemens, la Philips, la Gene-tech, ya no esperan que un sabio universitario salga de su tinagritando ¡ eureka!; más bien lo contratan, lo instalan y costeansus estudios con premeditación. Hoy una sola transnacionalpuede emplear más científicos en su planta que los que tiene elconjunto de países de América Latina. Hace veinte años, el so-cioeconomista Celso Furtado escribió (Obstacles to developmentin Latin America): "...las grandes corporaciones son extre-madamente eficientes en el uso de nuevas ideas. Sin embargo,no se puede decir lo mismo con respecto a la creación o gene-ración de nuevas ideas..." La situación ha cambiado a tal pun-to, que muchos de los Premios Nobel actuales son conferidos acientíficos que trabajan en empresas privadas. Irónicamente,cuando los empresarios y funcionarios del primer mundo vie-nen a asesorar a los nuestros, tratan de embaucarlos para queaquí nos limitemos a formar "técnicos medios": allá el cerebro,aquí las manos; en resumen: nos quieren obligar a hacer cien-cia sin seso.

Se ha desencadenado tal avidez y competencia por las no-vedades que genera la investigación, que actualmente hayquien intenta remplazar la ciencia del ¿por qué? con la cienciadel ¿para qué?, o acaso con la del ¿cuánto ganaríamos vendién-dolo?; además, ha aparecido una nueva forma de aportar dine-ro a la investigación, denominada "capital aventurero" (ven-ture capital). Se trata de empresas que invitan a los científicosa presentar sus proyectos, estimar posibilidades de éxito,probables aplicaciones, costos, precios, plazos, mercados; lue-go, como si se tratara de una verdadera apuesta, deciden siarriesgan o no los fondos necesarios para realizar las investi-gaciones, reservándose, claro está, el derecho de explotar losposibles frutos.

Además, la noción generalizada de que hay un proceso queva unidireccionalmente de la ciencia básica a la aplicada, de és-ta a la tecnología y luego a la, producción y al mercado, es sim-

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plemente errónea. Existen numerosos ejemplos en los que elesfuerzo por solucionar urgentemente un problema concreto,dio por resultado una revolución en niveles básicos (al intere-sarse en el aprovechamiento industrial de las máquinas de va-por, Carnot sentó las bases de la termodinámica); tambiénabundan los ejemplos de investigaciones inicialmente académi-cas que ocasionaron cambios inmediatos en nuestra vida diaria(los estudios sobre la naturaleza de la materia llevaron al usode la energía atómica). Son igualmente frecuentes los casos enlos que un mismo investigador pudo detectar y seguir el desa-rrollo de una idea "básica", hasta lograr una aplicación práctica(los especialistas en estado sólido desarrollaron el transistor).

Karl Popper comparaba a la ciencia y a la tecnología conlas piernas de una persona que avanza esforzadamente en unpantano: primero avanza apoyándose en una, luego en la otra.Así, los conocimientos sobre la estructura atómica y molecularpermiten diseñar espectrómetros y aceleradores de partículas;luego, éstos posibilitan una mayor comprensión de átomos ymoléculas. Hoy sería imposible investigar, si la "pierna" tec-nológica no nos brindara osciloscopios, aparatos de electrofore-sis, computadoras, sondas fluorescentes, cronómetros, radioisó-topos y telescopios, que la "pierna" científica ayudó a concebir ydesarrollar.

Jorge Sábato afirma que, llegado el caso de la necesidad deuna aplicación científica, es más fácil explicarle el problema aun científico básico, que enseñarle a investigar a un tecnólogo.Sea como fuere, es muy improbable que un solo investigadorpueda ser básico, aplicado y tecnólogo a la vez. Es solamente enel nivel nacional que la ciencia puede considerarse como unproceso que va desde la investigación básica hasta la produc-ción moderna. Ese proceso se cumple mediante el trabajo detoda la comunidad científico técnica productiva, y sus etapasson llevadas a cabo por distintas personas.

El periodista Pablo Giussani (Menem: su lógica secreta)comenta:

La producción va dejando de ser un quehacer manual, un proceso cuyodesarrollo requiere "mano de obra", para convertirse gradualmente enuna actividad intelectual, en algo que se hace con el cerebro y no con lamusculatura. Hoy sería más apropiado quizás hablar de "cerebro deobra" como referencia eufemística al trabajo [...] desde el hombre de las

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cavernas hasta nuestro siglo... era posible llevar a un máximo de pro-ductividad el trabajo esclavo... establecer un nexo entre unidades pro-ducidas y cantidad de azotes. Y era posible además que la manualidadproductiva se ejercitara sin un background educacional, sin que sedotara previamente de conocimientos y aptitudes intelectuales a losencargados de ejercitarla, ni se desarrollaran en ellos formas superio-res de racionalidad. La actividad de los obreros que repetían inacaba-blemente una misma serie de movimientos en las cadenas de montaje,no difería sustancialmente de la que desplegaban los bueyes uncidos alarado... La producción exige ahora un sujeto distinto.

A escasos seis años del siglo xxi, la competencia humana sehace casi exclusivamente en términos científico-técnicos. No haytarea humana importante, que se pueda realizar independiente-mente de la inteligencia, por más complejos y caros que seansus instalaciones y equipos. Ni siquiera la misma competenciabélica pasa ya por el poder muscular que maneja la bayoneta.Toda empresa que se abre camino, o que incluso crea ese ca-mino, se basa en innovaciones. Desde el manejo del personal ala producción, y desde las formas de financiamiento hasta la pu-blicidad, todo está en manos de profesionales que directa o indi-rectamente dependen de los científicos de su campo.

Un robot japonés, que suelda o pinta automóviles con ma-yor eficiencia, puede dejar sin trabajo a mil obreros en Detroit;un satélite artificial puede proporcionar a los estadunidensesmás información sobre los recursos hidráulicos de Venezuela,que la que poseen los propios venezolanos; un químico de Gre-noble puede introducir un polímero que condena a la miseria atodo un país, cuya economía se basa en el monocultivo de unafibra vegetal; un edafólogo israelí puede hacer brotar naranjasen un terreno que por dos mil años fue un páramo de roca es-téril, para vendérselas a otro país, el cual no tiene siquiera in-genieros hidráulicos que diseñen un sistema de riego eficientey barato.

Hoy, dentro de la mismísima economía, el conocimiento hallegado a desplazar nada menos que al dinero en orden deimportancia. En la opinión del economista J.K. Galbraith:

Cuando el capital era la llave del éxito económico, el conflicto social seestablecía entre el rico y el pobre. En cambio, en los tiempos actualesla diferencia que los divide es la educación. El sistema industrial, al

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171hacer del poder humano educado el factor decisivo de la producción,nos ha obligado a desarrollar un sistema educacional poderoso. Hoymás que nunca "knowledge is power", como afirmaba Bacon.

El periodista Pablo Giussani vuelve a decirnos:

Ser soberano podía significar, en los años cuarenta, ser dueño del pro-pio petróleo, hoy significa estar tecnológicamente al día, tener una po-blación culturalmente preparada para asumir este nuevo requisito dela independencia. En un mundo donde el "saber hacer" se ha conver-tido en el principal factor de la producción, la sede de la soberanía estáen la Universidad.

Por eso resulta casi (casi) irónico que en muchos países deltercer mundo, sean precisamente los militares, supuestamenteencargados de la defensa nacional y la soberanía, quienes unay otra vez destruyen las universidades de su patria.

Hace algunos años, cuando visité la ciudad de Birmin-gham, en Alabama, que fuera uno de los grandes centros deproducción de acero de Estados Unidos, la encontré en plenocolapso económico. Un colega local me explicó:

Es que cuando arreció la competencia en el mercado internacional delacero, estas empresas suprimieron laboratorios y talleres de investi-gación y desarrollo para reducir los costos. Por un tiempo lograronsubsistir, pero en el ínterin la competencia fue encontrando procesosde producción más eficientes, niveles de calidad mucho más altos, va-riedades de aceros para aplicaciones más avanzadas... y nos quebró.El cierre de las plantas obligó a los obreros y empleados a desertar dela ciudad; el éxodo de gente llevó a su vez a cerrar comercios, escuelas,institutos, cines, restaurantes, consultorios, clubes deportivos.

Recordé, entonces, algo que nos decía un maestro de laescuela primaria: "Cuando los pobres carecen de recursos paraenviar a sus hijos a la escuela, los están condenando a la mise-ria." Según nuestro colega estadunidense, las empresas de Bir-mingham habían optado "por no estudiar"; y así condenaron alos pobladores a la miseria.

Miré en derredor. Observé a un heladero panzón y aburri-dazo, apoyado en su carrito, que contemplaba a su único clientemucho más joven que, con la visera de la gorra sobre la nuca,

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se concentraba en lamer y chupar un helado. Me pregunté quédiría si se le explicara que vendía menos helados por falta deinvestigación en las plantas siderúrgicas. Me contesté que no loaceptaría, pues hubiera sido como tratar de convencer a ciertosgobernantes del tercer mundo de que sus habitantes andandescalzos, hambrientos y parasitados por la misma razón;aunque, claro, la falta de ciencia no es la única razón de la po-breza. Desgraciadamente, este proceso es ignorado hasta porempresas del primer mundo, que contratan a un "genio empre-sarial" que, para "racionalizar" y "eficientar" y "limpiar" lacompañía, cierra los laboratorios de investigación y desarrollo,tras lo cual puede mostrar cómo en un solo año, su sagacidadha logrado incrementar la relación ventas/costos y con ello suremuneración personal... ya le tocará a otro mago de las finan-zas liquidar la empresa cuando quiebre en cinco o diez años,debido a que su atraso tecnológico la sacó del mercado.

Tomemos otro ejemplo: el cáncer. Estaremos de acuerdo enque se trata de un problema y que se debe "aplicar" ciencia pararesolverlo. Por un tiempo se hizo "investigación aplicada",ensayando terapéuticas con cuanta droga pudiera encontrarseen la alacena o sintetizándola de nono, o combinando dietas,radiaciones y procedimientos estrambóticos. Fue como salir acazar tirando al aire, con la esperanza de que alguno le acierte aun pájaro. Justamente, en la jerga laboratoril llamamos a esetipo de búsqueda "tirar al aire" y, en inglés, to shoot in the dark.Si hoy un investigador solicitara dinero (en los países desarro-llados) para investigar el cáncer en esa forma "aplicada", noconseguiría un céntimo. En cambio la investigación modernadel cáncer se enfoca sobre aspectos "básicos", para tratar deentender los mecanismos de diferenciación celular, lectura delgenoma, activación de oncogenes, "anidación" de células tumo-rales en determinados tejidos del organismo, funcionamientosde bombas membranales que eliminan moléculas de accióncitostática, etcétera. Aunque por ahora no se logra la ansiadasolución, no obstante se realizan avances importantes. En cam-bio, los "tiros al aire" tecnológicos, si no logran su objetivo, mal-gastan tiempo, esfuerzos, dinero y esperanzas, además de queno enseñan nada. De modo que lloy la investigación sobre untema tan "aplicado" y urgente coi1 o es la cura del cáncer, esesencialmente básica y no tecnológica.

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¿Cómo se defienden los científicos de esa insensata divisiónentre "aplicada" y "básica", que a veces se les trata de imponer?Por un lado, son conscientes de que los gobiernos, compuestospor ministros, diputados y senadores -que suelen ser personasmayores y, en consecuencia, sufren de hipertensión, infartos,diabetes, mal de Parkinson, cánceres-, tienen una clara pro-clividad a canalizar los fondos existentes para que los médicostraten de resolver los problemas que los afectan; pero no paraque los filósofos mediten sobre la patencia de la nada o los fisi-cos desarrollen modelos de supercuerdas. Análogamente, a losinvestigadores les resulta comprensible que los millonariosdonen dinero para curar los males que afectan o pueden afectara sus hijos: esclerosis en placa, parálisis infantil, leucemia,mongolismo, fibrosis quística. Por otra parte, los investigadoressaben que los militares influyen mucho en los gobiernos y que,sobre todo en algunos países del primer mundo, han logradoensamblar una impresionante columna vertebral bélico-indus-trial, que es la actividad industrial que más dinero mueve ennuestro planeta; en consecuencia, eso hace que haya recursospara investigar en todos los campos que nutren y sostienen aesa industria. Finalmente, para los científicos es meridiana-mente claro que se prefiera agitar banderitas demagógicas des-tinando algunos fondos y mucha saliva a la investigación de ladesnutrición, el alcoholismo, la drogadicción, las parasitosis;aunque la solución de éstos, como decíamos anteriormente,más bien requiere de medidas sanitarias, económicas, socialesy políticas.

Por otra parte, como decía el prestigioso bioquímico EfraímRacker: "Aunque nos hayan dado fondos para hacer cienciaaplicada, si trabajamos correctamente estaremos haciendociencia pura." De modo que los investigadores no tienen incon-veniente en hacer ciencia básica en los institutos cuyos fron-tispicios y membretes aseguran que están dedicados al cáncer,a la cardiología, a la aeronáutica, a la salud mental, a los ener-géticos no contaminantes, a la metalurgia, a salvaguardar elderecho de los indígenas y a la hidrología. De hecho, en las soli-citudes de donativos, se avienen a declarar que lo que se propo-nen investigar es fundamental para resolver tales problemas;cosa que, por otra parte, es rigurosamente cierta.

La investigación se ha hecho tan costosa, que a veces es-

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capa a las posibilidades de un solo país y da lugar a esfuerzosmultinacionales. Los europeos, por ejemplo, se han asociadopara construir aceleradores de partículas que les resultarían in-costeables a cada uno de sus países por separado (por ejemplo,el CERN de Ginebra); han creado laboratorios de biología cuyocosto, operación y usufructo comparten (por ejemplo, el EMBL deHeidelberg) y han aunado fondos, esfuerzos y conocimientospara poner en órbita satélites artificiales y producir avionescomerciales más eficientes.

Pero, si bien la ciencia es cara, ella misma constituye hoyun apetitoso mercado, y ha provocado la aparición de una enor-me y compleja industria, la cual vende sustancias (desde sol-ventes hasta anticuerpos monoclonales, y desde aire comprimi-do hasta radioisótopos), produce equipos (lo mismo pipetas queultracentrífugas, y reactores nucleares hasta satélites artifi-ciales), presta servicios (desde secuenciación de fragmentos deDNA hasta rastreos bibliográficos, y desde software para com-putación hasta desarrollo de animales de constitución genéticaespecial) y construye edificios (desde laboratorios hasta radio-telescopios, y desde bibliotecas hasta estaciones de biología ma-rina). De modo que muchos seres humanos, sin ser científicos,viven de la ciencia; eso ocurre hasta tal punto que, consideran-do la enorme cantidad de personal de los hospitales especializa-dos en cáncer, de investigadores, técnicos, enfermeros y em-pleados administrativos en los institutos y universidades queinvestigan y tratan esa enfermedad, junto con las industriasfarmacéuticas y las constructoras de equipos que los surten,más todos los familiares que dependen del sueldo de esas per-sonas, un funcionario del National Institutes of Health de losEstados Unidos comentó: "Hoy hay más gente que vive delcáncer, que gente muriendo de dicho mal."

Esta interrelación entre ciencia, mercados, capacidad em-presarial y seguridades nacionales, ha introducido el neologis-mo "gran ciencia". Los analistas Peter Galison y Bruce Hevly(Big science) consideran que una disciplina se hace grandecuando sus fundamentos se tornan cruciales para la economíade las grandes naciones. La primera disciplina que según elloshizo esa transición fue la física, ya que en plena segunda guerramundial los beligerantes consideraron de vida o muerte desa-rrollar por ejemplo el radar y los conocimientos atómicos. No

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nos dilataremos en estas consideraciones. Sólo nos limitaremosa dos comentarios: en primer lugar, advirtamos que si bien laurgencia estaba creada por las aplicaciones, el esfuerzo debióhacerse sobre los fundamentos. En segundo lugar, ese esfuerzotambién provocó, por ejemplo, la creación del CERN; este labora-torio de la Comunidad Europea con asiento en Suiza tiene elpropósito de escapar al circuito de la industria y de los mili-tares para, por así decir, hacer una "big science básica", que enla práctica quiere decir: publicable, y no guiada por el afán degenerar una mercancía o un artefacto letal.

El desarrollo de la educación y de la ciencia toma tiempo,años. En los países en los que los proyectos no son verdadera-mente nacionales, sino los del gobierno en turno, éstos suelenser remisos en asignar fondos para una investigación científicacuyos frutos se recogerán después de dos o tres períodos guber-namentales.

Aquí se impone el viejo chiste del emir a quien sus conse-jeros trataban de convencer para que apoyara la investigacióncientífica. Como no lo consiguieron, optaron por proponerle queapoyara la investigación aplicada en un campo que al man-datario le interesaba: los caballos de carrera. Cediendo a re-gañadientes, el emir comisionó a un veterinario, a un fisiólogoy a un físico para que le produjeran caballos más rápidos quelos que ya tenía en sus cuadras. Pasados veinte años los con-vocó para que le presentaran un progress report. Resulta que elveterinario había cruzado los padrillos y las yeguas más velo-ces, y estaba en condiciones de probar que sus productos actua-les corrían más rápidamente que sus antecesores de hace vein-te años. El fisiólogo había estudiado la contracción muscular enlas patas, los reflejos, el volumen-minuto respiratorio y la fre-cuencia cardíaca en función de la velocidad, así que podía mos-trar correlaciones cuya aplicabilidad era dudosa. El físico, encambio, había logrado una ecuación que correlacionaba la for-ma aerodinámica de los animales con su velocidad... pero sólola pudo resolver para el caso de un caballo esférico.

La mayoría de los científicos latinoamericanos ignoramoslos pasos necesarios para conectarnos con la producción. Co-rrelativamente, jamás he conocido a un empresario tercermun-dano que supiera cómo hacer ese ensamble, pues todos los queconocí acabaron emigrando para hacerlo en el primer mundo.

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Éste es un asunto gravísimo, pues una de las características delos países del área es la total separación entre su esbozo decomunidad científica y ese aparato productivo. Pareciera comosi los científicos y los empresarios estuviéramos situados en losbordes opuestos de un abismo: los científicos dando voces a losempresarios, para anunciarles que tenemos los conocimientos yla voluntad de ayudarles; los empresarios, despavoridos porquela globalización de la economía amenaza barrerlos del mapa,declaran su amor por la ciencia, la tecnología, la innovación yel desarrollo. Pero ni ellos ni nosotros estamos hoy en condi-ciones de franquear el abismo que nos separa. Un problemamás es no reconocer esa impotencia; a eso se añade otra dificul-tad que es creer que alguien ha propuesto jamás un modelosensato para empalmar ciencia y producción en un país lati-noamericano.

Lo que sí queda claro es que, tratar de resolver el problemaexigiéndole a los cuatro o cinco investigadores locales queabandonen sus temas "cientificistas" y escojan uno "aplicado",es una de las trampas más macabras de hacer ciencia sin seso.Mientras no llega una solución juiciosa, por lo menos dejen quelos científicos hagamos de la mejor manera posible las cosasque sabemos hacer. De lo contrario, el día que alguien propon-ga la ansiada solución, no nos va a encontrar preparados.

14. CIENCIA, IDEOLOGÍA Y TECNOCRACIA

El material analizado hasta aquí nos muestra que la ciencia noes un ente aislado. La estructura que ha ido desarrollando através de los tiempos, la forma de ingresar a ella, así como devivir de ella, de utilizarla, de combatirla y de apoyarla, reflejaen cada momento lo que el hombre fue siendo y haciendo a lolargo de la historia. En el capítulo 19 nos referiremos a estainterrelación en términos de sistemas complejos. Aquí revisare-mos, muy someramente, la influencia de la ideología.

Leyes y teorías, conocimientos, invenciones, innovaciones, no sonmeros resultados de actividades lógicas y empíricas intrínsecamenteconsideradas. Reflejan la atmósfera intelectual no científica de unaépoca [...] Existe así una relación entre el desarrollo científico, poruna parte, y los valores, las normas, las sanciones y las recompensasde una sociedad, por la otra. (Marcos Kaplan, Ciencia, sociedad ydesarrollo).

Algunos autores intentan comprender esas relaciones ba-sándose en el concepto de ideología. Para algunos, "ideología"es un concepto análogo a "visión del mundo"; para otros, es elconjunto de los grandes proyectos operativos que comparteuna sociedad, al cual se agregan las ideas filosóficas en que seapoyan y los ideales que esperan alcanzar; así mismo hayquien considera a las ideologías no como representaciones ob-jetivas y científicas del mundo, sino como representaciones lle-nas de elementos imaginarios, las cuales expresan deseos, es-peranzas y nostalgias más que describir una realidad.

Jean-Francois Revel (La connaissance inutile) mantieneque:

la ideología otorga una triple indulgencia (intelectual, práctica ymoral) porque selecciona solamente los hechos que favorecen la tesisque sostiene [...] o incluso los inventa; olvida otros que la cuestiona-rían [...] o simplemente los niega; fabrica criterios de eficiencia yexcusa los fracasos [...] o los refuta.

[1771

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Es difícil convencer a una persona que se aferra a ciertaideología, pues como dice Swift: no se le pueden refutar concep-tos que no adquirió por medio del razonamiento. 16

A veces, la ideología de una sociedad o de un movimientopolítico social es un cuerpo de doctrina cuyos partidarios o in-cluso sus detractores ubican por encima de la realidad misma,y es usado por los pensadores laicos en un sentido sospechosa-mente similar al que ocupa Dios en el pensamiento de los au-tores religiosos. En este sentido, Hannah Arendt (The origin oftotalitarianism) afirma que:

El pensamiento ideológico tiende a emanciparse de la realidad quepercibimos con nuestros cinco sentidos, e insiste en otra realidad "másverdadera", que se esconde detrás de todas las cosas perceptibles, do-minándolas desde este escondite y exigiendo un sexto sentido que noscapacita para detectar dicha "verdad". Precisamente, la ideología nosprovee este sexto sentido, este adoctrinamiento que se enseña en lasinstituciones educacionales [...] La ideología sería algo así como unapseudo-ciencia [...] Toda ideología contiene elementos totalitarios.

Para Louis Althusser, la ideología no es la expresión de losvalores (no explícitos) de toda la sociedad; solamente son los dela clase dominante, que los sujetos internalizan y de ahí enmás, pasan a vivir como verdades. Advirtamos que el hecho deque no sean explícitos -es decir, no sean trasmitidos y acepta-dos mediante una explicación-, que ni siquiera deban ser acep-tados, sino que se internalicen y se vivan como verdades y que,para completar, éstas no sean las de los propios sujetos, sinolas de la clase que los domina, nos habla de la peligrosidad queentrañan los modelos ideológicos. Mauricio Schoijet (The ideo-logical paradigm of technology) afirma: "A través de los apa-ratos ideológicos estatales, se distorsionan la política real y lasrelaciones económicas que operan en la sociedad." No sorpren-de que el verdadero científico sienta a la ideología como un ar-nés pues, como decía Azorín: "La inteligencia implica originali-dad y la originalidad rebeldía."

El común denominador de las distintas versiones del con-cepto de "ideología" es: un sistema que armoniza ideas, sen-

16 "You cannot reason a person o ut of something he has not been rea-soned into".

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timientos, deseos, y que es propio de un conjunto grande depersonas (una clase social, un grupo religioso, una nación). Esasistematización la hace muy parecida a "ciencia", sobre todoporque las ideologías contienen elementos de conocimiento, co-herencias internas, tienen lugar para las relaciones razonadasy las argumentaciones y permiten deducciones, extrapolacio-nes, predicciones, que dan una confortable sensación de sen-satez. Hemos insistido en que la ciencia requiere de una visióndel mundo y, podríamos decir, que la ciencia misma se acom-paña de una ideología; después de todo, el presente libro no só-lo describe someramente algunos aspectos de la ciencia, sinoque narra hechos, vicisitudes, actitudes, describe personajes einstituciones que no son "ciencia", pero que no se podrían en-tender si no fuera por ella. Con todo, la ciencia y la ideologíano se llevan bien.

Los capítulos que anteceden podrían darnos la sensación,falsa, de que la ciencia y sus prolongaciones tecnológicas, sucapacidad de analizar problemas así como su abordaje de cam-pos que alguna vez se creyeron inalcanzables, da por resultadoun mundo ordenado, sensato, eficiente y justo. De hecho, másde una vez en la historia de la humanidad han aparecido mo-vimientos que pugnaron por instaurar gobiernos tecnocráticos.Hubo un momento en que, como señala Raúl A. Pannunzio (Lapolítica en la época científica): "[ ...] no se concebía hablar decambios revolucionarios si no se recurría a la santificacióncientífica". Esa expectativa nunca se satisfizo. Los intentos fra-casaron por diversas causas. Mencionaremos algunas:

al La complejidad social. Las afirmaciones científicas se li-mitan a sistemas en los que la mayoría de los parámetros estánacotados y en los que interviene un número reducido de varia-bles. Algo tan sencillo como "el agua hierve a 100 0 C", no valepara cualquier situación y debe hacerse la salvedad: "sí, peroen el nivel del mar". La sociedad está recorrida por un númerotan grande de variables, que el grado de ambigüedad que esoproduce frustraría una aplicación directa e ingenua de unanálisis científico. A su vez, cuando la ciencia tiene que vérse-las con un sistema que tiene un gran número de variables -porejemplo, un cerebro, un nicho ecológico, la atmósfera-, va estu-diando las variables poco a poco; práctica que compromete amuchas generaciones de científicos, antes de que alguien esté

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en condiciones de generalizar. En consecuencia, un científicotecnócrata metido a gobernante, se vería forzado a posponer to-da resolución gubernamental por algunas generaciones, antes .de tener algo que afirmar.

b] Las escalas temporales. Las observaciones de AndreasVesalius y William Harvey sobre el cuerpo humano fueron he-chas hace tres siglos, pero siguen siendo aplicables a nuestroorganismo de hoy día, porque éste no ha cambiado apreciable-mente desde entonces; por el contrario, las observaciones queen la misma época hicieron Boris Godunov sobre los boyardosy Henri IV sobre los franceses, no sirven para orientar lasmedidas que se requiere tomar en los aeropuertos de Rusia nien los ferrocarriles de Francia, ni para entender el compor-tamiento de grupos humanos en uno u otro país. Esto se debea que, si bien ambos sistemas evolucionan, tres siglos en la es-cala evolutiva biológica no significan nada; en cambio, en la so-cial implican modificaciones tan radicales, que las situacionesno resultan comparables. Los organismos cambian, pero unretraso en la dentición o un adelanto de la pubertad teníaexactamente el mismo significado en nuestros abuelos que elque tendrá en nuestros nietos; de ese modo, las observacionesque se van haciendo sobre la dentición brindan enseñanzas quepueden ser aplicadas directamente. Por el contrario, la socie-dad recorre un camino de situaciones que jamás resultan idén-ticas a las ya atravesadas; así, en el mejor de los casos, antesde dar su dictamen, un gobernante tecnócrata necesitaría dete-ner la historia, estudiar "científicamente" durante dos o tressiglos las variables implicadas y las leyes dinámicas que go-biernan el proceso, para pronunciarse: "Ya sabemos qué medi-das conviene tomar ¡prosiga la historia!"

c] La no linealidad de las leyes que gobiernan la realidad. Elproblema de la complejidad y las no linealidades lo trataremosen el capítulo 19. Por el momento, baste señalar que en un sis-tema complejo (el Estado es uno de ellos), en el cual intervie-nen muchos subsistemas y procesos, se llega a una multitud decrisis que impiden la predicción; problema que no siempre estenido en cuenta por los que planean para el futuro. El episte-mólogo Rolando García nos refiere que a fines del siglo pasado,al estudiar la relación entre el creciente número de habitantesde París, los carruajes necesarios para transportar gente y

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181mercaderías, así como el número de caballos para propulsarlos,su manutención, sus desechos y sus pesebres, un conjunto deplaneadores consideró que, para el año 2000, uno de los proble-mas más graves que enfrentaría dicha ciudad estaría causadopor los caballos.

Por supuesto, la matemática y las computadoras de hoy endía nos proveen de herramientas muy poderosas para manejarsituaciones complejas. Pero también nos demuestran que sellega a bifurcaciones y situaciones de "caos" en las que lapredicción naufraga en ambigüedades.

d] La indeterminación. Según imaginó Pierre Simon, mar-qués de Laplace, a comienzos del siglo xlx, una mente queconociera la posición en que se mueven las partículas del uni-verso y las fuerzas que actúan sobre ellas, podría conocer cual-quier hecho pasado o futuro. Esa manera de ver las cosas aca-baba, por ejemplo, con la moral, pues en un mundo tan deter-minado, el libre albedrío no tendría lugar, ya que nadie seríaculpable de sus actos. Hoy sabemos que eso no es posible porvarias razones: 1] Werner Heisenberg demostró que la conduc-ta cuántica de las partículas excluye el conocimiento simultá-neo de posición y momento. Un ciudadano heisenbergiano po-dría aseverarle a un presidente tecnócrata que jamás dispon-drá de la información necesaria para predecir sus actos de go-bierno; 21 A su vez, Kurt Gódel demostró que aun en sistemaspuramente abstractos, surgen preguntas perfectamente razo-nables que no tienen respuesta. De modo análogo, los problemasque plantea el Estado pueden carecer de respuesta científica.Así, un ciudadano gódeliano le podría demostrar al presidentetecnócrata que sus modelos para gobernar están plagados deincertidumbres; 31 finalmente, como ha señalado Léon Bril-louin, las leyes con las que los científicos describen la realidadno son rigurosamente ciertas, sino que se basan en informaciónpuramente estadística. Cuando un científico quiere predecir unresultado, basándose para eso en la combinación de un númerode variables, cada una de ellas medida con un cierto error es-tándar, debe evaluar lo que se denomina "propagación de erro-res". Lisa y llanamente, esto significa que los errores se vansumando, hasta llegar un momento en que hacen naufragartoda predicción en un mar de vaguedades. Un ciudadano bri-llouiniano le podría demostrar a su gobernante que su país

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tiene tantas variables, que sus predicciones científicas seríanmucho menos probables que un cálculo como éste: el 26 de juliodel próximo año, va a llover tres milímetros entre seis y siete dela tarde, en el suroeste de la ciudad.

e] Criterios y valores. Aun en el remotísimo caso de quepudiera aplicarse un enfoque científico técnico para llegar aciertos resultados, cabe preguntarse si acaso dichos resultadosserían deseables desde otros puntos de vista (éticos, estéticos,etcétera). Como lo destacó Jacques Ellul (The technologicalsociety): "La tecnocracia requiere que el individuo se atenga auna disciplina que coarta su libertad física e intelectual, quecercena su creatividad en beneficio de un poder centralizado ylo disuelve en el anonimato de la masa." Luego Henri Lefebvre(Position: contre les technocrates) protestó contra la ideologíaestructuralista de sus compatriotas, contra las estructurasmentales y sociales que genera al destacar "el Sistema" y "laLey"; asimismo, contra el gobierno neocapitalista de Charles deGaulle, por la tecnocracia y la burocracia que engendraba. "In-tentan clasificar, ordenar, programar, controlar y determinartodos los aspectos de la vida, eliminando la posibilidad de inno-var, de crear y de no estar conforme." Pareciera que el modelosocial preconizado por la tecnocracia se vuelve tan perfecto, tan"racional' que, como diría Herbert Marcuse, "el mero hecho dediscrepar equivale a estar equivocado, loco".

Otros propusieron modelos tecnocráticos intermedios. Fuecomo si dijeran: "Muy bien, ustedes pónganse de acuerdo sobreaquello que desean lograr, pero después váyanse a sus casas ydejen el asunto en nuestras manos, pues los tecnócratas sabe-mos hacer las cosas." Un ejemplo conocido es el de HowardScott que, basado en ideas del economista y sociólogo ThorsteinVeblen, hacia 1931 propuso que los tecnócratas elevaran laproducción, abatieran los precios e hicieran nadar a la huma-nidad en la abundancia, con lo que seguramente de paso se evi-tarían las guerras. Los seguidores de Scott, que se proponíangenerar una abundancia semejante, se encontraron con la difi-cultad de ponerse de acuerdo acerca de qué productos se ge-nerarían, usando qué materiales, quiénes producirían los insu-mos básicos, quiénes lo distribuirían, a qué precios, cómo seconvencería a cada actor para' que aceptara su papel en dichoescenario... y el sueño tecnocrático no duró dos años.

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De pronto, los tecnócratas encontraron que la realidad esmucho más compleja que lo que ellos pueden considerar en susmodelos para gobernar, y que estos modelos son meramenteprobabilísticos. Para empeorar aún más el cuadro, tampocoesas cosas son "neutras" desde el punto de vista ideológico, edu-cacional, social o político; implican aspectos que no caen -almenos por ahora- dentro de los campos de la ciencia. Sin em-bargo, algunos funcionarios se esmeran por tecnificar la mis-mísima evaluación de la calidad científica: ciencia sin seso,locura doble.

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15. ¡OH, EL PROGRESO!

La ciencia moderna tiene casi la misma edad que la idea de

progreso. Los pueblos que cultivaron su ciencia y la ensam-blaron a su aparato productivo han progresado. Son los que eli-

gen, deciden, inventan, tienen, dominan, dictan nuestras mo-das, viven de los intereses del dinero que les debemos; los quenos invaden con sus propagandas comerciales y nos sojuzgancon sus ejércitos si no les gusta cómo nos comportamos o a quémandatario elegimos. Nosotros trabajamos usando máquinas

que inventaron ellos, viajamos en vehículos que ellos dise-ñaron; nos curamos, entretenemos, ahorramos y nos matamos,con medicinas, televisores, radios, pianos, bancos y armas rea-lizados por los pueblos que progresaron. Si esos pueblos que

progresaron nos ordenan que repudiemos, dejemos de comer-ciar o le hagamos la guerra a un país "hermano" lo hacemos sinchistar; si nos piden que enviemos al otro lado del globo a nues-tros hijos como "voluntarios" a pelear por sus intereses... puesallá los mandamos. Si nos imponen a sangre y fuego a los dio-ses que velan por esas atrocidades, acabamos por venerarlos.

¿Qué es entonces ese progreso que confiere un poder tan apa-bullaste? Nos gustaría progresar, pero no para someter a otrosseres humanos a la injusticia, la miseria y el embotamiento en

que hoy se nos tiene a nosotros; más bien para ver si por lomenos podemos zafarnos del progreso del primer mundo y es

posible distinguir la luz en medio de las tinieblas religiosas queencubren su ética, en suma, para poder decidir por nosotrosmismos.

¿Qué es entonces progresar? ¿Cómo surgió la idea de pro-greso? ¿Por qué se la asoció al desarrollo científico? ¿Qué pros yqué contras tiene el progreso? ¿Sigue progresando el primermundo y aumentando su capacidad de decidir sobre nosotros?

Cuando se dicta alguna asignatura se comienza, habitual-mente, por sus partes estáticas antes que por las dinámicas.Así, la medicina comienza por la anatomía antes que por la fi-

(1841

j OH, EL PROGRESO!

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siología, la biología por la taxonomía antes que por la evolu-ción, la economía por las clases sociales antes que por el proce-so debido al cual los seres humanos se agrumaron en clases.Análogamente, la descripción de una máquina comienza por laespecificación de sus partes, antes de pasar a cómo funciona; lasemblanza de nuestra familia por quién es hijo de quién y her-mano de cuál otro, antes de cómo se llevan entre sí. Eso se debea que una descripción estática es más sencilla que la dinámica,

pues requiere, por lo menos, una variable menos: el tiempo.Por esa razón, hasta hace apenas dos siglos se pensaba que

el mundo siempre había sido tal como uno lo veía en ese mo-mento. Un pintor florentino no representaba a Cristo y susapóstoles con las ropas y enseres propios de la Galilea de hacedos mil años -pues carecía de dicha información-, sino de laFlorencia que él veía hace cuatrocientos. Un poeta medieval ja-más hubiera sospechado que la montaña y el río a los cualescantaba en sus versos eran productos pasajeros de movimien-tos geológicos y climáticos; que hubo un pasado en el cual noexistieron y que habría un futuro en el que desaparecerían. Aun astrónomo del siglo xv jamás se le hubiera ocurrido pensar

que al mirar el cielo estaba viendo el pasado, pues la luz tieneuna velocidad finita y, para el momento en que llegaba a susretinas, las estrellas ya se habrían desplazado o acaso extingui-do. Para él, el Sol y las estrellas siempre habían estado -yseguirían estando- ahí donde él las veía. Para referirnos a estasituación, en el capítulo 19 diremos que tenían una visión delmundo basada en el equilibrio.

Con el desarrollo de registros históricos hechos por varias

generaciones -que da cuenta de lo sucedido a lo largo de mu-chos períodos históricos, geológicos y astronómicos-, el serhumano adquiere la noción de que la realidad, tal como se lave, no es un modelo terminado, ni es una Creación hecha porun ser superior para permanecer imperturbable; asimismo,desarrolla la idea de que los animales, gente, instituciones,

países, continentes, estrellas constituyen sistemas dinámicosen continuo cambio, que no son cosas sino etapas de procesos.Los conceptos de proceso y evolución surgirían en el siglo xvüi;

preponderantemente en el xix con Hutton, Lamarck, Hegel,Marx, Clausius, Darwin, Freud y otros sabios que adecuaronsus disciplinas para entender situaciones dinámicas, procesos,

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¡ OH, EL PROGRESO

no cosas inmutables. En los nuevos escenarios, en los que "LaCreación" no está acabada, los pueblos y las personas se ven así mismos como productos históricos; como resultados de cam-bios que en parte dependen de lo que ellos mismos vayanhaciendo (véase Blanck-Cereijido y Cereijido, La vida, el tiem-po y la muerte).

Todos aceptaron el cambio, pero hubo discrepancias encuanto a su dirección: los pesimistas opinan que para mal, losoptimistas que para bien, y llamaron al cambio "progreso"; lostermodinamistas son progresistas en la escala humana y pesi-mistas en la escala cósmica.

Hegel (1770-1831) no sólo se ocupó del proceso dialéctico(tesis, antítesis y luego una síntesis más rica) sino que ademáspuso el conocimiento filosófico en una perspectiva histórica,como si se tratara de estados de conciencia que se van superan-do con el tiempo: autoconciencia --> razón -+ espíritu --* religión--> conocimiento absoluto. Para él, la historia es el relato de unaaproximación a la realización del espíritu, en el que el progresose puede medir por la mayor o menor cercanía a esa meta. Unade sus consecuencias fue buscar la verdad en el mundo mate-rial, en la naturaleza, en el proceso histórico.

Para los positivistas, el progreso pasó a ser un "en sí": sumeta pasó a ser el mismo hecho de progresar, y depositaronuna fe tan ciega en la ciencia del siglo xix, que llegaron a medirel progreso por el progreso de la ciencia. En nombre de ese pro-greso se pasó a mutilar el planeta con el trazado de vías férreasy supercarreteras, con el talado de bosques y la desecación delagos. Algunos críticos tempranos ironizaron sobre "la piquetadel progreso" al referirse a la actitud de demoler tesoros edili-cios para asentar una industria, cuyas emanaciones y desechosacababan con la flora y la fauna, además de disolver tanto es-culturas como pulmones.

Se operó un cambio aun en la religión. En el catolicismo,por ejemplo, se manifestó una tendencia historicista, que elpapa Pio X se vio urgido a frenar en 1907 con un enérgico de-creto (Syllabus). En el contexto artístico aparecieron depura-dores como Matisse, Mondrian y Brancusi, que serían sucedi-dos por el expresionismo abstracto, el cual parecía augurar queel arte iría hundiéndose con la vida hasta desaparecer. La litera-tura buscaba la verdad en el simbolismo evolutivo y en las es-

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tructuras que crea la mente (Rosa Beltrán, Postmodernismo¿La modernidad revisitada?). Filosófica, social, cultural y cien-tíficamente, el hombre se propuso progresar a como dieralugar.

Marx y sus seguidores esperaban desembocar en el socia-lismo. Desgraciadamente, la implantación del socialismo mu-chas veces cayó en manos de burócratas asesinos, y aunque lasmonstruosas organizaciones engendradas por ellos nada tienenque ver con los ideales socialistas, los resultados están siendomanipulados por los intelectuales, sobre todo los del primermundo, como base para asegurar que dichos modelos fraca-saron (algo así como si la defensa de la teoría de la evolución yla segunda ley de la termodinámica se les hubieran encomen-dado a Lenin y a Jrushov). El Paraíso Humano no se ha logra-do, y cientos de sectas religiosas se apresuran a proponernos ensu remplazo nuevas versiones de Paraísos Divinos.

A su vez, la razón científica fue encontrada culpable sóloporque, en un momento dado, los incautos supusieron que erauna varita mágica que resolvería todos los problemas y curaríatodos los males. Eso ha puesto de moda quejarse de la moder-nidad y condenar a la ciencia. Pero lo que falló no fue la cien-cia, sino los pronósticos acerca de qué se iba a hacer con ella; lamodernidad no es más que una utopía fabricada con expectati-vas exageradas y patológicas. Los literatos tuvieron, al menos,el buen tino de llamar a esas utopías "ciencia ficción", y hastaimaginaron unos cuantos infiernos tecnológicos.

La sensibilidad de escritores como Aldous Huxley (Bravenew world) y Rachel Carson (Silent spring), y de actores comoCharlie Chaplin (Tiempos modernos) los llevó a expresar suspreocupaciones referentes a que los seres humanos fueran sin-cronizadamente integrados a máquinas, controlados por com-putadoras, instalados en paisajes esterilizados por desechosindustriales. Pero nadie los escuchó, pues eran momentos enlos que ya habían comenzado a reinar los economistas, sumossacerdotes de las sociedades modernas.

Los grandes debates son siempre hechos por el sí o por elno, en blanco y negro; en realidad, en los grandes debates no sedebate nada, sólo se puja. Por eso tengo pocas esperanzas enque hoy se entienda a quienes creyeron en el progreso, e hicie-ron esfuerzos por transformar el planeta de la suntuosa hacien-

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da de un noble atendida por millones de esclavos aturdidos enel hogar de millones de habitantes, con vehículos, hospitales,medios de comunicación, máquinas y leyes laborales que de

hecho llevaron la jornada humana a 8 horas diarias, permiten

que un anciano no muera acarreando bolsas, redujeron drásticamente el número de lisiados por accidentes industriales, incorporaron a la mujer a la tarea humana, sacaron a los niños

limpiadores del interior de sofocantes chimeneas y quitaroncepos y grilletes a los locos.

El colapso modernista refleja el doloroso fracaso de un sueño de gente como nosotros, que creyó y trabajó sinceramentepor un ideal; no, el plan macabro de crápulas que se proponíantransformar al ser humano en un tornillo, y a su hábitat en uncajón de concreto desde el que envenena con sus desechos un

paisaje calcinado. Por eso, si el desencanto filosófico con el modernismo y la ciencia sirve para revisar algunas categorías'que se tenía mal fundadas, bienvenido. Si en cambio se usa pa-ra eliminar toda validez de sentido, para descalificar al cono-cimiento, se está encubriendo un intento de dominación, unretorno oscurantista, cuyo análisis y comentario cae fuera delplan que nos propusimos para este texto.

Por ahora nos basta con tener en cuenta que, gracias a lainvestigación científica moderna, más de dos terceras partes dela gente que hoy continúa viviendo (y acaso quejándose de laciencia) estaría muerta en las condiciones de la Edad Media,para tomar con pinzas las aseveraciones de las plañideras pos-modernistas y de la gente que da por supuesto que todo sucedeen el orden de lo simbólico.

En los últimos años, el libro El fin de la historia y el últimohombre del estadunidense Francis Fukuyama ha provocadograndes discusiones, tanto por las opiniones que vierte comopor su apología del sistema de gobierno democrático liberal, asícomo por la inserción del autor en los cuadros intelectuales-políticos de los Estados Unidos. Un "liberal' es alguien que res-peta los derechos individuales, y una "democracia" (moderna)es un estado en el cual el pueblo elige a su gobierno medianteel sufragio universal. Pero una democracia no es necesaria-mente liberal: Irán, por ejemplo, tiene elecciones regulares peroes religiosamente intolerante. En cuanto al "fin de la historia",se refiere a la creencia de Hegel de que debería ser posible

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escribir una "Historia Universal", una teoría de todo lo que hasucedido. A su vez "el último hombre" alude a una visión deNietzsche: la homogeneización de todos los habitantes del pla-neta. Por estas tierras hispanoamericanas cabría traer a co-lación la masificación temida en el análisis de Ortega y Gasset.Esa situación se está alcanzando a medida que los estudiantesguatemaltecos ven por televisión que los estudiantes japonesesvisten como ellos, protestan como ellos y bailan como ellos; quelos obreros uruguayos observan que los obreros alemanes ha-cen piquetes de huelgas similares a los que hacen ellos; que lasmujeres africanas y asiáticas constatan que las mexicanaslucen plácidamente sus cuerpos en las playas sin que Dios lesenvíe plaga alguna, y se enteran de que no a todas las mujeresdel planeta se les arranca el clítoris ritualmente. Esa homoge-neización se va alcanzando a medida que los teatros para unaselectísima minoría se van transformando en cines y videos enlos cuales todo el mundo puede enterarse de los dramas queocurren en familias estadunidenses, chilenas, francesas o ja-ponesas... aun en el caso de que se trate de estúpidas telecome-dias. Esa homogeneización se avecina en la medida en que hoyuna gran mayoría de los habitantes puede escuchar un concier-to de Mozart en un cassette, muchísimas veces más de lo que looyó el propio Mozart. Hay gente que sólo ve el lado negativo deesta masificación y, en consecuencia, estorba su proceso.

Pues bien, según Fukuyama, una vez que se llegue a esegrado de homogeneización, supuestamente se evitarían las con-troversias entre quienes tienen y quienes no, entre quienespiensan de una manera u otra. Opina que la marcha hacia ese"fin de la historia" llegará a su meta cuando todo el mapa polí-tico del globo terráqueo esté compuesto de democracias libe-rales, habitado por "últimos hombres"; asimismo, que la únicamanera de ser felices en semejante escenario, consistirá en queesas réplicas inacabables del "último hombre" encuentren ocu-paciones interesantes. En fin, cabe opinar que, aun en el casode que ésa vaya a ser la meta de la humanidad, no parece estara la vuelta de la esquina.

Pero, a pesar de que el concepto de posmodernismo vienecirculando en las esferas de los artistas y humanistas desde ha-ce unos cuarenta años; los políticos lo adoptaron de manera os-tensible hace unos quince, y los científicos todavía se pregun-

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tan después de qué cosa (es decir ¿pos-qué?) se ubica el pos-modernismo. De hecho, ya surgen voces que lo cuestionan. AsíFrederic Jameson (Postmodernism, or the cultural logic of latecapitalism) opina que se trata de una historización del propio;modernismo. A su vez, nosotros, los subdesarrollados, tratandode colarnos en el vagón de los posmodernistas, damos un tristeespectáculo: no hemos podido desarrollar un aparato científicotécnico productivo eficiente, ni tenemos un marco cultural ade-cuado para conseguirlo; pero, por copiar esas poses posmo-dernistas, ya estamos facilitando el advenimiento de una inci-piente oleada oscurantista con sabor a Contrarreforma.

Sin embargo, la solución no parece consistir en quemar bi-bliotecas, museos y laboratorios y arrojarse por la ventana. In- 1

fierno por infierno, encuentro que el del primer mundo es mu-cho más confortable que el del tercero. Allá, los diablos tienenpoder y recursos muy superiores a los de por aquí. Ellos nosaseguran que ya no creen en el progreso... pero no obstantesiguen perfeccionándose, estudiando, investigando, sacándonosventajas y recursos, tanto materiales como humanos. Sus inte-lectuales dicen estar convencidos de que, puesto que la UniónSoviética y la Europa del Este se han colapsado, las democra-cias liberales han triunfado y... ya: la historia ha terminado;pero, irónicamente, no han tenido el mismo poder de conviccióncon sus propios gobernantes, pues éstos siguen aferrándose atratados sobre canales, bases militares, y penetración de em-presas transnacionales, como si se propusieran durar. El perio-dista Blas Matamoros (Paradojas), tras analizar las enclenquesbases de quienes afirman que la historia ha terminado, señalaque difícilmente podríamos convencer de dicho fin a nuestrospueblos, a los hambrientos, a los enfermos crónicos, a los iletra-dos de la periferia mundial y, muchísimo menos, a nuestrosherederos. Por eso, yo seguiría insistiendo por ahora en cono-cer, desarrollar y perfeccionar el aparato científico hasta dondeseamos capaces, tratando de modificar nuestra cultura paradarle cabida y hacerlo posible.

Quienes más lamentan este colapso de las expectativas tec-nocráticas son los burócratas. Burocracia deriva del francés(bureau: oficina) y, hasta no hace mucho, se refería al gobiernopor medio de empleados administrativos. Hoy en cambio losempleados han dado un paso al costado (nunca atrás) y, por lo

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que observo, ahora burocracia significa "gobierno de las nor-mas"; tal vez de las mismas normas de las que se quejabanEllul y Lefebvre, aunque al menos ellos tenían la ventaja de sa-ber quiénes las generaban: los gaullistas. Veamos algunosejemplos, mediante ciertas rabietas personales:

Rabieta 1. Me disponía a comprar un automóvil mitad alcontado y mitad en mensualidades cuando, en la lista de las co-sas que debía pagar, apareció una por concepto de averiguaciónde antecedentes sobre mi persona. "Si ustedes necesitan averi-guar sobre mí, paguen por su propia curiosidad." "Son normas",me contestaron. "Muy bien, argumenté, yo estuve averiguandosobre qué coche me conviene comprar y sobre la seriedad de suempresa. Hagamos así: yo les cobro por mis averiguaciones unacantidad exactamente igual." "Lo siento señor, son normas"insistió el vendedor, quien de pronto creyó descubrir que yo te-nía temor de que averiguaran mis antecedentes y solvencia eco-nómica, y decidió apaciguarme: "Vea, puesto que pagará lamitad al contado, le prometo que no averiguaremos nada sobreusted. Eso sí puedo decidirlo. Pero no puedo dejar de cobrarlepor la averiguación: normas son normas." Pedí entonces queme trajeran a la persona que había implantado tales normas,para poder discutir con ella mis puntos de vista. El empleadono me entendió. No compré ese coche, pero sentí que mis princi-pios pueriles quedaban a salvo.

Rabieta 2. En el aeropuerto de cierto país (no vale la penaaclarar cuál, pues todos lo hacen en estos días) se me requeríaque marcara en el casillero correspondiente si viajaba porplacer, estudios o negocios. Como estaba viajando a un con-greso, me pareció que la planilla no consideraba mi caso. Nomarqué nada... razón por la cual se me hizo a un costado ysólo se me atendió una hora después, cuando se hubo marcha-do hasta el último pasajero, momento en el cual el oficialmarcó "negocios".

Rabieta 3. Una burócrata requirió que escribiera en su pla-nilla el nombre del jefe de mi familia. "En mi familia no hay je-fes", expliqué. "No importa, ponga su nombre... o el de su es-posa", agregó con sorna. "Va en contra de mis principios", menegué. Salvé mis principios, pero no obtuve el seguro que esta-ba gestionando.

Mis amigos me explican que no gano nada con enfurru-

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ñarme, que me hago mala sangre y no consigo otra cosa queperjudicarme, pues "son normas establecidas". De modo que noparece quedarme otra alternativa que entrar por los bretes bu-rocráticos y aceptar una relación asimétrica, en la cual no pue-do argumentar, pues el burócrata que me enfrenta no está encondiciones de decidir absolutamente nada. Él y yo estamosatrapados por las normas.

El filósofo vasco Nicanor Ursúa, analista de las consecuen-cias éticas de la ciencia y sus actividades asociadas, encuentraque hubo una instancia en la cual se buscaba que la com-putación pudiera facilitar a la tarea humana; además, una se-gunda, la actual, en que se invierte el proceso y se modifica latarea humana para que cumpla con las necesidades de la com-putación. La computadora ya no es vista como una especie decerebro de segunda categoría, sino que los humanos hemos pa-sado a ser computadoras de segunda. Ursúa entiende que esastendencias son partes de un proceso más amplio por el cual elhombre-máquina (antes se quería que cumpliera una función)está siendo suplantado por el hombre sintético (ahora se quiereque tenga una estructura determinada). Ursúa aún trepida alrecordar una exposición industrial efectuada en Chicago, queexhibía ufanamente el lema "La Ciencia descubre, la Industriahace, el Hombre se conforma"; pero uno teme que la palabra"conforma" pronto pueda ser remplazada por "resigna" o "desa-parece".

Sin embargo, como hemos discutido en un capítulo ante-rior, nosotros los investigadores, incluso en nuestra profesión,seguimos insistiendo en evalúos y catalogaciones de númerode artículos originales, número de artículos de divulgación,número de capítulos, de cursos impartidos, de citas bibliográ-ficas, de graduados, etcétera, para introducir normas que pue-dan ser procesadas por computadoras operadas por buró-cratas, que eliminen el "error humano". Lo malo es que con elerror se elimina también lo humano. Pero, como se suele ex-plicar, son normas, y resulta imposible discutir con una nor-ma. Al tratar de poner en práctica una tecnocracia los cientí-ficos hemos fallado, pero los burócratas, provistos ahora decomputadoras, lo siguen intentando; para ello exigen que mar-quemos las cruces correspondientes, nuestras cruces, en lasplanillas que nos dan.

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193Que los científicos no puedan establecer un gobierno tecno-

crático no descarta que haya aspectos cruciales del Estado, cu-yo manejo les concierne de dos maneras: a] porque no se pue-den manejar sin su participación, y b] porque el asunto que seintenta manejar es la misma investigación. Hay, por así decir,una doble política científica. Veamos:

Política científica 1. Asuntos del Estado que no se puedenmanejar sin la participación de los científicos.

En realidad, ya casi no quedan aspectos que se puedanmanejar sin contar con un altísimo nivel de conocimiento.Pero, en algunos asuntos, la participación directa de los cientí-ficos resulta más crucial aún. Winston Churchill, por ejemplo,llegó a amenazar a los científicos británicos con adoptar medi-das represivas si no acataban dócilmente y aplicaban sin chis-tar las decisiones que él tomaba en relación con la energía ató-mica. Algunos países crearon campos de concentración de lujopara sus investigadores, a quienes les averiguaban los antece-dentes políticos y los de sus parientes, les restringían los viajes,les filtraban la correspondencia, las llamadas telefónicas, lasvisitas, etcétera.

Se trata de asuntos de alta técnica, en los que la participa-ción de los científicos no sólo se necesita para poner en prácticauna solución conocida; sino también porque involucra aspectosque aún son tema de investigación, tales como el uso de ener-gía atómica, el empleo de recombinación genética, y el ensayode nuevos medicamentos. En estos casos, la diferencia entreprimer y tercer mundo es notable. Los gobiernos del primeroestán muy acostumbrados a guiarse por el consejo de sus com-patriotas científicos, y la mayoría de sus investigadores con-cuerda con las políticas científicas del gobierno (porque en elfondo fueron generadas por colegas suyos que ellos respetan).En cambio, el tercero no tiene esos problemas; si los tiene nolos reconoce, y si los reconoce consulta al primero.

Política científica 2. Manejo de la investigación. Los gobier-nos se reservan el derecho de designar en todas sus ramas afuncionarios de su confianza. En realidad, tienen la ineludibleresponsabilidad de hacerlo. Pero sucede que, salvo en honrosasexcepciones, en el tercer mundo, a diferencia del primero, losinvestigadores no son personas de confianza para los gobiernos.Sus asociaciones profesionales, a pesar de agrupar a lo más

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granado de los especialistas locales, jamás son consultadas pa-ra resolver asuntos científicos. Pocas veces un ministro

de Salud pide al presidente de la Academia de Medicina que promueva la discusión de determinado asunto en el seno de sumembresía. De hacerlo, enfrenta el riesgo de descerrajar unaguerra de declaraciones irreconciliables; o bien, con exigenciasde comenzar de inmediato, ineludiblemente, con la revoluciónsocial y todo resulta en un ocioso bochinche. Incluso cuandoesos gobiernos convocan a sus científicos más notables para in-tegrar juntas consultivas, los incitan a deliberar sobre tópicostan generales, que naufragan en un mar de declaraciones tri-viales y expresiones de buenos deseos tan inoperantes como "sedebe desarrollar la ciencia, progresar, formar recursos huma- 'nos..." Una vez que los sabios declaran dichas vacuidades, semarchan satisfechos a sus casas mascullando: "¡Ahora sí quedijimos las cosas como son!", "había que dejar en claro nuestraposición". Por su parte los gobernantes se convencen: "No haycomo convocar a los sabios para escuchar verdades." Pero elresto de la comunidad opina: "Caramba, me parece que esascosas ya las había leído en algun papelito que saqué de las ga-lletitas de la suerte en un restaurante chino:"

Es común que los gobiernos tercermundistas prefieranpagar costosas y tendenciosas consultorías a empresas extran-jeras. La mayoría de los gobiernos del tercer mundo ni siquieraescucha a sus investigadores cuando se trata de elegir jefes ydirectores de sus propias instituciones científicas; incluso lle-gan a vetar a ciertos candidatos por el solo hecho de habersurgido de exploraciones y tanteos de opinión en el seno de lacomunidad científica, pues no quieren mellar su tradición ver-ticalista que, antes que criterios y opiniones, requiere sumisióny temor, como si se tratara de Yahveh. En los regímenes másautoritarios, la mera sugerencia de nombres resulta ofensiva.El argumento que usan dichos gobiernos es muy sencillo:"Nosotros fuimos elegidos mayoritariamente en la urnas paraadministrar el país, ¿por qué habríamos de delegar esa respon-sabilidad en la comunidad científica?"

En resumen: la ciencia es un instrumento de progreso. Lospaíses capitalistas hoy se quejan a dúo con las institucionesreligiosas, que llevan siglos haciéndolo. Antes de decidir si nossumamos a ellos para integrar up trío, convendría que nos ha-

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gamos nuestra propia idea de ciencia y progreso; sobre todo,que analicemos si la única manera de hacer ciencia y de pro-gresar es la que diseñaron ellos y que ahora los tiene tan preo-cupados.

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16. LA CIENCIA RECHAZADA

En los primeros capítulos expusimos nuestra opinión acercadel papel del conocimiento en la humanización de los primeroshominídeos y en el desarrollo de sus culturas; asimismo, nosreferimos a los mitos y a los modelos teológicos que el ser hu-mano genera para entender su origen, el del universo, su desti-no, lo que debe hacer en cada momento con las cosechas, la ca-za, el sexo opuesto. Desde dicho punto de vista, las religiones yla ciencia tienen un papel adaptativo, pues ayudan al serhumano a sobrevivir en un mayor número de situaciones; así,prolongan en el plano de la cultura las propiedades biológicasde ver, oír, olfatear, regular la temperatura, conservar el esta-do de hidratación corporal, etcétera.

Tanto los modelos religiosos como los científicos son gene-rados por el ser humano, tienen esencialmente el mismo pro-pósito y guardan cierto parentesco, pues comparten su genealo-gía; no obstante presentan diferencias fundamentales. A losmodelos científicos se les exige una doble coherencia: una rígi-da lógica interna y una concordancia con la realidad. Así, unmodelo puede ser desechado aun antes de someterlo a prueba,porque se le advierten contradicciones internas; en cambio elajedrez tiene una apabullante lógica interna... pero los caba-llos de carne y hueso no se mueven dos tantos para adelante yuno hacia el costado ni los obispos caminan de perfil como losalfiles, de modo que fallarían como modelos de realidad. Si al-guien suma con una calculadora el dinero que tiene consigo, encasa y en el banco, y constata que el resultado discrepa con larealidad, hace pruebas para averiguar el estado funcional delaparato y, de comprobar que falla irremisiblemente, puede lle-gar a tirarlo a la basura. Basta una incoherencia para desecharun teorema; basta una violación para derrumbar un principio 17

17 Cuando Einstein decidió no regresar a la Alemania de Hitler y radicar-se en Estados Unidos, los periódicos nazis anunciaron: "Buenas noticias de Eins-tein: no regresará." Luego se publicó un libro, Cien autores refutan a Einstein. En-

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terado, el científico comentó: "¿Para qué cien? Si yo estuviera equivocado, conuno sería suficiente."

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(aunque aquí Kuhn diría que se lo conservará hasta tener unparadigma mejor). Esa misma persona, tan inflexible en el ám-bito de la ciencia, en cambio insistiría en que la medallita conel símbolo de Capricornio que lleva colgada del cuello y la es-tampita en la cabecera de su cama le traen buena suerte, aun-que se hubiera fracturado una pierna, chocado su automóvil operdido su billetera. Tampoco nos resulta contradictorio que enlos documentales sobre mutilados de guerra, éstos agradezcanla "infinita bondad" del Señor, de quien, al mismo tiempo, acep-tan que es todopoderoso y que podría evitarles esos sufrimien-tos con sólo desearlo; ni oír a sacerdotes que aseguran a loscancerosos, a quienes perdieron su casa en un terremoto, aquienes quedaron ciegos en un incencio, a las mujeres violadas,a los desterrados, que "Dios es amor", que "Dios es sabio y to-dopoderoso'; incluso no les choca a esos sacerdotes que este seramante, sabio y poderoso no tienda su mano y, por el contrario,contemple impávido que esas personas sufran cánceres, inun-daciones, quemaduras, violaciones y destierros, pues a los mo-delos sagrados no se les exige coherencia y pruebas de vali-dación, como a los científicos.

Habitualmente, cuando dos equipos de científicos adviertenque sus resultados discrepan, recurren a intercambiarse mues-tras de sustancias, lotes de células, virus, minerales o seencuentran para discutir, revisar cálculos, comparar los instru-mentos de medida que han usado. Por el contrario, cuando seencuentran dos religiones, combaten, tratan de extinguirse mu-tuamente, y persiguen a los feligreses de otras creencias. Nopor nada el ensayista y escritor George Bernard Shaw aconse-jaba: "¡Cuidado con el hombre cuyo dios está en los cielos!"

¿Qué sucede entonces cuando los modelos explicativos reli-giosos y científicos entran en conflicto, afirman cosas que secontraponen, requieren que nuestras prácticas culturales ynuestras vidas sigan caminos que divergen abruptamente?

En primer lugar, de entrada conviene advertir que todoavance científico, técnico o estético tiene, a corto o a largo pla-zo, una profunda influencia en nuestra vida diaria. Gutenbergcambió irreversiblemente a la sociedad al introducir la im-

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prenta aunque, en su época, apenas el uno o dos por ciento delos europeos sabía leer y, por lo tanto, casi todos eran analfa-betos; irónicamente, este hecho se usó como argumento paradesestimar la utilidad de producir textos en grandes cantida-des. La invención de la fotografla ha hecho que tanto el pintorcomo el observador pierdan interés en el parecido de los re-tratos, o en la belleza del paisaje como paisaje en sí; además,que lo transfieran a órdenes estéticos más profundos, másricos, que incluso permiten una mejor apreciación de antiguasobras figurativas. Los historiadores suelen encontrar abun-dantes ejemplos de los cambios que ocasionó en el destino delos pueblos el hecho de que sus vecinos de pronto se adelan-taran en la navegación, o en la fabricación del acero, o en el usode la pólvora; también nos demuestran que pueblos enteros sedesbarataron porque en un país remoto alguien desarrolló unafibra sintética, un transistor, un fertilizante o una forma de ha-cer cinematografía hasta entonces desconocidos. Análogamen-te, los estudios astronómicos, geológicos, biológicos, hechos poroscuros sabios en la soledad de sus gabinetes, han terminadopor minar los credos de sociedades y generaciones.

En segundo lugar, para tener una idea de lo que sucedecuando la ciencia y la religión brindan explicaciones dispares,no hace falta otra cosa que analizar la historia de la humani-dad; no haremos aquí dicho análisis, pero sí diremos que en al-guna medida ha violentado el sentimiento místico del serhumano. Se ha analizado y debatido mucho sobre este senti-miento; teorías no faltan, pero son muy pocas las personas aquienes las explicaciones racionales que brinda la ciencia handejado íntimamente satisfechas. Frustración que puede darcuenta de esa dicotomía que tiene una buena parte de la comu-nidad científica, consistente en aceptar la razón pero seguirsujeta a atavismos supersticiosos. Para decirlo sin ambages: laciencia es rechazada. Contrariamente a lo que sucede con lajusticia humana, en la que alguien es inocente mientras no sedemuestre lo contrario, la ciencia es culpable hasta que nodemuestre lo contrario... y a veces lo sigue siendo aunquepruebe que tiene razón.

No resulta extraño entonces que, a pesar de las seguri-dades y comodidades que brinda, a pesar de la transparencia,coherencia y constatabilidad dé sus modelos, a pesar de su 18 The more the universe seems comprehensible, the more it also seems

pointless.

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democracia interna (en el sentido de que, si está en lo correcto,cualquiera que pruebe o refute pasa a "tener razón"), la cienciamuchas veces sea rechazada. Ese repudio es ejercido por quie-nes advierten que los desarrollos científicos van en vías de pul-verizarles las creencias sobre las que basan su sosiego espiri-tual, o las leyes y prebendas en que asientan sus comodidadesy poderes politicos. Vamos a ocuparnos de estos rechazos.

al El rechazo místico. Paradójicamente, esa ciencia que nosapacigua con sus explicaciones y nos brinda seguridad, salud ycomodidad, tiende a convencernos de que los seres humanos notenemos la importancia atribuida por las grandes religiones: laciencia nos dice que no hemos sido creados a imagen y seme-janza de un dios, sino como consecuencia de una evoluciónbiológica casi fortuita; no somos el centro del Universo; nuestramuerte no parece ser el umbral de la gloria eterna, sino ladesaparición lisa y llana de un fenotipo vulgar entre tantosotros. Justamente, MacFarlane Burnet sostiene que tal vez elproblema humano más importante es la actual remoción detodo apoyo científico y filosófico a la creencia de la persistenciapersonal después de la muerte. Steven Weinberg lo expresamás dramáticamente: "Cuanto más se comprende el Universo,menos sentido se le ve." 18

Miguel de Unamuno (Del sentimiento trágico de la vida)señala la existencia de una lucha entre lo que el mundo es, se-gún nos lo muestra la razón científica moderna, y lo que quere-mos que sea, según la fe de nuestra religión. Leyendo esa fraseuno corre el riesgo de presuponer que, mientras la ciencia seasienta en descarnados principios y se maneja con lógica fle-mática, nuestras religiones son un dechado de virtudes y bue-nas intenciones. Pero, ¿son en verdad tan sacrosantos los prin-cipios éticos que supuestamente guían a nuestras religiones?De acuerdo con la Biblia, el dios que se adora de modo predo-minante (y a veces oficialmente) en Latinoamérica ha dicho:"Cíñase cada hombre su espada al costado; pase y vuelva a pa-sar de puerta en puerta por todo el campamento, y mate cadauno a su hermano, a su amigo, a su pariente" (Ex 32, 27); "Algrande le aumentaréis la herencia y al pequeño se la reduci-

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réis" (Nm 33); "Vale más maldad de hombre que bondad demujer." (Eclesiástico 42, 14). Los mismos sacerdotes cristianosencuentran sumamente difícil guiar a sus feligreses por dichasnormas que, de pertenecer a otra religión, tal vez encontraríaninmorales y repulsivas. Así, John Shelby Spong (Rescuing theBible from fudamentalism) comenta: "No creo en un Dios quequiso que Jesús sufriera por mis pecados. No creo en un Dioscuya necesidad interna de justicia se satisface cuando su hijoes clavado en una cruz."

Opina J.F. Revel que la civilización occidental gira alrede-dor del conocimiento, y que todas las demás civilizaciones giranalrededor de la occidental. La descripción parece adecuadapara la historia de los últimos tres o cuatro siglos, pero noobstante olvida un componente importante de ese eje de giro: elcristianismo. Nos parece pertinente agregarlo, porque es esareligión la que más ha interactuado (para decirlo con uneufemismo) con la ciencia a lo largo de la historia; asimismo, esla que más influencia tuvo y tiene en la educación y el desarro-llo (o falta de desarrollo) en nuestro subcontinente.

Se trata de una interacción de larga data, que arranca deun período que, con un alto grado de elasticidad descriptiva,podríamos llamar "teosófico". Como hemos tratado de resumiren los primeros capítulos, hace unos 2 600 años, allá en Milesia,comienza un esfuerzo por dar explicaciones que no invoquenpoderes sobrenaturales. Eso no quiere decir que los sabios grie-gos fueran necesariamente laicos, pero sí que quisieron verhasta dónde podían entender basándose en la lógica que, en esemomento, ellos mismos estaban inventando. Ellos no seríanlaicos, pero la disciplina que fueron desarrollando sí.

Los griegos clasificaron los diversos tipos de conocimiento.Llamaron gnosis al conocimiento (esotérico) que, de acuerdocon quienes así lo creen, es revelado por Dios; episteme, al co-nocimiento adquirido por aprendizaje u observación empírica;sofía, a la sabiduría, ypistis, a la fe tal como la concibieron porejemplo los cristianos ortodoxos. Cada uno de esos criterios dioorigen a posiciones diversas (gnósticos, filósofos, iluministas,etcétera) que tuvieron sus propios desarrollos -que aceptaron odesecharon fuerzas suprasensibles y sobrenaturales-, de loscuales no nos ocuparemos aquí:

Uno de los campos que resultarán de ese increíble desarro-

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llo racional comenzado por los milesios, se va expandiendo yexpandiendo hasta convertirse en nuestra ciencia de hoy endía. Y aquí se plantea un asunto difícil, puesto que si bien paramuchos pensadores, como por ejemplo para Julien Offroy de LaMettrie (1709-1751), autor de L'homme-machine, el estudio dela naturaleza hace al hombre no creyente; para otros, comoRobert Boyle (1627-1691, el de la ley de los gases), el estudio delos maravillosos mecanismos de la naturaleza los hace cre-yentes, pues descubren la obra de un ser increíblemente inteli-gente. Así, René Descartes declaraba que él no hacía más quedescubrir las leyes con que Dios había ordenado la naturaleza,e Isaac Newton opinaba que la regulación del Sistema Solarpresupone el "consejo y dominio de un ser inteligente y pode-roso".

Al comentar en un capítulo anterior el proceso de induc-ción, por el cual extrapolamos lo aprendido en diez ratas a to-das las ratas del Universo habidas y por haber, decíamos quese basa en la suposición de que la naturaleza es homogénea;suposición por la cual creemos que las propiedades de unátomo de hidrógeno que hoy observamos en la Tierra, tambiénvalen para otro ubicado en una estrella hace dos millones deaños. Contrastemos esta situación cotidiana en la ciencia, conla que debió afrontar el geólogo Charles Lyell, cuando argu-mentó que los procesos geológicos que estaba estudiando sehabían llevado a cabo a lo largo de millones y millones de años,y no en los cuatro mil que según el Génesis bíblico tiene el Uni-verso: le objetaron que, en el pasado, las fuerzas operantes po-drían haber sido mucho más poderosas y veloces. Curiosa-mente, mil quinientos años antes, el mismísimo san Agustínhabía opinado que los "días" del Génesis no deberían ser toma-dos literalmente. Otro de los confundidos fue el famoso taxo-nomista sueco Carolus Linnaeus (1707-1778), pues después declasificar tantas especies, se planteó cómo habrían podido caberen el Arca de Noé.

Con todo, las disciplinas científicas se fueron expandiendoincesantemente y fueron desplazando a los dioses, que se resig-naron a vivir aplastados en los delgaditos intersticios de oscuri-dad que quedan entre ellas. Pero si bien los dioses parecen re-signarse, sus sacerdotes no, y la relación ciencia/religión habríade ser hostil a lo largo de toda la historia.

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Para bosquejar los aspectos de esa relación que puedantener interés en este libro, tal vez convenga comenzar por elsegundo siglo de nuestra era, cuando algunos cristianos denun-ciaban la filosofía como fuente de herejía; cuando otros, encambio, intentaban usarla para fundar su visión del mundo yfortalecer su fe. Entre los primeros destaca Tertulliano de Car-tago, la ciudad más importante del Imperio romano después deRoma, que hizo su famosa pregunta-objeción: "¡Qué tiene quever Atenas con Jerusalén!"; es decir, intentaba mantener sepa-rados el racionalismo nacido en Grecia, del cristianismo nacidoen Israel. Esta corriente no nos interesa aquí. En cambio, Jus-tino Mártir, el filósofo nacido en Flavia Neapolis (en la zona dela actual Jordania que ocupa Israel) hacia el año 100 y muertoen el martirio ca 168, trata de hacer compatibles la filosofíagriega en la que él era especialista, con el naciente cristia-nismo, que él acababa de adoptar. Así, comienza a gestarse elllamado cristianismo platónico, que los pensadores cristianosenriquecen con conceptos tomados del neoplatonismo, elabora-do entre otros por Plotino en el siglo ni. Para los neoplatónicos,el Uno trascendente brota del espíritu o mente (autoconsciente)de cada individuo. A su vez, el universo emana del Uno, cual siéste fuera una especie de faro, cuya luz se va debilitando con ladistancia. De esa mente deriva el alma, que hace de intermedia-ria entre la esfera del espíritu y la esfera de los sentidos. Lamateria informe es, para los neoplatónicos, el producto másbajo de esa Suprema Unidad, el más alejado, el que sólo recibemuy débilmente la luz que emana del Uno y es, por lo tanto, eldominio potencial del Mal.

San Agustín (354-430), que llegó a ser obispo de su natalHipona, en la Argelia actual, se incorpora a esa corriente filosó-fica; pero le hace importantes desarrollos propios, hasta con-vertirla en una teología, que él juzga distinta de la filosofía.Para comenzar, no se contenta con el concepto neoplatónico deque Dios "emana" (un tanto involuntariamente) y que su luz, alalejarse, se va debilitando con la distancia hasta que, al llegara la materia, deja lugar para una oscuridad en la que impere elMal. Para él, Dios tiene una voluntad, creó todo el Universoporque así lo quiso y como creó todo, sin que se le haya escapa-do nada y su bondad es infinita, no puede haber creado el Mal.No obstante, aunque en la materino impere el Mal, en su sis-

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tema teológico, lo material sigue ocupando un lugar bajo y des-preciable.

Acepta que cada individuo que reflexiona no hace la Ver-dad, sino que la encuentra. Pero no todos la encuentran, sinoque en un momento dado Dios se la ofrece, lo inspira, le otorga"la gracia", y es un asunto particular de cada individuo sentirlay aceptarla o no. A un científico actual dicho ofrecimiento leresulta un tanto paradójico, pues san Agustín asevera que Diosya sabe de antemano la forma en la que cada persona ha deresponder, de modo que su destino parece estar entonces pre-determinado. De las ideas de san Agustín queremos resaltaraquí el siguiente aspecto: para él, Dios no se limitó a crear almundo, sino que sigue actuando, interviniendo, otorgando gra-cias, haciendo revelaciones. La importancia histórica de sanAgustín consiste en haber vertebrado la teología europea du-rante muchos siglos. Otro titán del pensamiento escolástico fueBoecio, nacido en Roma hacia el año 480, traductor del Orga-non de Aristóteles y administrador de la casa de Teodorico, reyOstrogodo; lo ejecutaron bajo la acusación de traición y ejerciciode la magia, probablemente en Pavía hacia el 524. Mientrasque para san Agustín la filosofía debe ser sirvienta de la fe,Boecio expresó tal convicción en la conjunción fe/razón, quetrató de aplicar la lógica aristotélica para resolver problemasteológicos complejos, e inspiró directa o indirectamente a otrospensadores; entre éstos destaca Anselmo de Canterbury (1033-1109), autor del célebre Argumento Ontológico de la existenciade Dios, un intento de probar la existencia de Dios sin acudir ala autoridad de la Biblia. El interés de un investigador actualen el pensamiento de aquellos teólogos es doble: por un lado,ver qué fue pasando entre ciencia y religión, que pueda ilumi-nar ciertas actitudes actuales; por otro, ver cómo se fue depu-rando la manera de conocer que tenemos los científicos de hoyen día, pues así como estamos tratando de entender cómo seconoce en el campo de la ciencia, lo que estaba en juego en elpensamiento de san Agustín, Boecio, san Anselmo, Peter Abe-lard, Bernard de Clairvaux y santo Tomás (vide infra), es ¿có-mo hace uno para conocer en el reino de la teología?

Llegamos así a la Europa de los siglos xi a xmmm, que se tam-balea en un misticismo supersticioso y una cultura alucinada,llena de milagros, brujerías, videntes y místicos, con sus cielos,

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sus mares, sus bosques y sus cavernas poblados de sospechososcometas, dragones, unicornios, arpías, grifos, uroboros, zara-tanes, catoblepas, gnomos y gigantes fabulosos; una Europainfectada de maleantes, transitada por turbas mugrientas deleprosos, flagelantes y mendigos; una Europa en una situaciónmás terrible que la del tercer mundo actual (aquí te sería muyinstructivo y agradable consultar A distant mirror, el libro deBarbara W. Tuchman). En dicho escenario no tenía mucho sen-tido desarrollar una ciencia para estudiar la realidad pues, enprimer lugar, la conducta del universo no se rige exclusiva-mente por leyes físicas, sino que también obedece a los mila-gros y a la voluntad divina; en segundo lugar, si a Dios le gus-tara que alguien tuviera esos conocimientos, ya se ocuparía derevelárselos. De modo que hacia el siglo xin, los europeos eranlos subdesarrollados; eran una especie de tercer mundo quemenosprecia la razón, en un planeta en el que el primer mundoera el Islam.

También la relación entre el Islam y el mundo cristiano deentonces semeja la que hoy tienen el primer y el tercer mundo-muchos latinoamericanos la consideran irreversible y desahu-ciada-, pues los árabes, además de un know how superior, cuyoimpacto en el mundo cristiano ya mencionamos en el capítulo4, desarrollaron un conocimiento aristotélico que, al decir delos historiadores,. estaba a punto de descalabrar a Europa. Elaristotelista más prominente fue Averroes, un sabio berebernacido en Andalucía. Para el tema que estamos discutiendo, talvez el punto más importante es que Averroes, como antesPlatón, por así decir, sacó a Dios de la escena. Para este musul-mán, Dios creó la naturaleza, le dio un ordenamiento físico yestableció leyes matemáticas... y de ahí en más lo dejó fun-cionar en libertad, se abstuvo de interferirlo con revelaciones omilagros y no intervino más. Para él, un pensador inteligentepuede encontrar y describir esos órdenes sin preocuparse porincluir variables místicas, y sin temor de intromisiones divinasni diabólicas.

Ya el mismo Aristóteles había comenzado a usar la razónpara ordenar intelectualmente la realidad, clasificando los ani-males, las piedras, los sistemas políticos. El Islam, al retomar aAristóteles, al despojar a la réalidad de dioses y demonios, alhacer hincapié en la idea de unidad de la naturaleza (esta

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unidad habría de ser una especie de progenitora de la unidadsistemática del conocimiento científico), al encargar el estudiode esa realidad a la razón, ese Islam da un paso gigantesco ha-cia la ciencia moderna. Claro que aún se estaba muy lejos depasar a hacer preguntas a esa naturaleza; es decir, de llegar aestudiarla experimentalmente. Es interesante que Averroes,como antes lo había hecho su correligionario Avicena, acepta laexistencia de profetas, pero no como personas que reciben unmensaje celestial, una ayudita o una interferencia divina en supensamiento; más bien, como sabios inteligentes e intuitivosque pueden prever el futuro, de una manera similar a la quehoy caracteriza a los líderes de la ciencia y a los grandes esta-distas.

La Iglesia del siglo xiii vio en esa corriente aristotélica laposibilidad de acabar con la alucinación medieval, así como deevitar de paso que el avance de la razón aplastara la fe y conello al cristianismo. De hecho, los europeos ya habían comenza-do a gozar de las ventajas de pensar y producir "al estilo islá-mico", de manera que, o bien la Iglesia se apresuraba a aggior-narse y ponerse al frente de quienes ya estaban yendo haciaotro lado y "liderarlos", o sería relegada a un costado comomero emporio de la superstición frenadora.

Es en ese momento que aparece Tomás (1224-1274) -elmonje dominico nacido en Roccasecca, hijo de Landolfo, condede Aquino-, que adopta el aristotelismo de Averroes casi en sutotalidad. Para Tomás, la razón no está en conflicto con la fe(de modo que se pueden aprovechar sus ventajas), pero no pue-de entenderlo todo (de modo que debe operar dentro de la fe).Su posición lo enfrenta con los teólogos tradicionalistas y, sobretodo, con Buenaventura (1217-1274), un monje franciscano quedifícilmente podría haber aceptado que, un siglo antes, el fun-dador de su orden, san Francisco de Asís, no había conversadocon pájaros y lobos. El choque entre ambos pensadores culminaen una discusión ocurrida en Nápoles; la Iglesia adopta la posi-ción de Tomás de Aquino y, para oficializarlo, lo canoniza el 18de julio de 1323; luego con desbordante júbilo lo declara Doctorde la Iglesia en 1567, y lo llama "Doctor Angelicus" y "LumenEcclesiae"... pero también santifica a Buenaventura.

Con santo Tomás de Aquino, la Iglesia pone a su doctrinaen concordancia con el cielo y con la tierra. Más aún: la Luna

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gira alrededor de la Tierra, es influida por ésta... y por lo tantono es muy "celestial" que digamos, de manera que la Iglesia leconcede a la ciencia un ámbito preciso: de la Luna para abajo;de la Luna para arriba rige exclusivamente la teología. Ya acargo de la fe y también de la razón, la Iglesia promueve lacreación de universidades a lo largo y a lo ancho de toda Euro-pa y a sus profesores los nombra el Papa. Esas universidades,la mayoría de las cuales llegan gloriosamente a la época actual,tenían una característica notable, de la que desgraciadamenteno gozan hoy en día: sus profesores no se restringen a una uni-versidad en particular (a la de Bolonia, París, Oxford, Praga),sino que cada uno es profesor de todas ellas, y se desplaza deuna a otra para instruirse y discutir sus argumentos (iusubique docendi).

El uso de la razón dentro de la fe le dio a la Iglesia un enor-me poderío. Provista de la doctrina de santo Tomás, confiabaen que por fin le había puesto un arnés a la razón y podría ma-nejarla. Pero el caballo se le habría de desbocar, pues a la largael uso de la razón generó conflictos que la Iglesia no habría desuperar jamás. La Iglesia desobedeció la advertencia bíblica deYahveh de no comer del Árbol del Conocimiento... y así le fue.Ilustraremos este tipo de conflictos con un ejemplo harto cono-cido: el del heliocentrismo.

A lo largo de toda la historia, la cronología cósmica estuvoíntimamente relacionada con las concepciones mitológicas, ylos sacerdotes han recurrido a la observación del cielo paradeterminar las fechas exactas en las que se deben celebrar lasfiestas. Mayor precisión siempre ha requerido mejor conoci-miento de la naturaleza y se interpretó como mejor relación conlos dioses. Como todas las religiones, el cristianismo buscó de-sarrollar entonces el mejor calendario posible y, en el Conciliode Nicea, celebrado en el año 325, determinó la fecha en que sedebe celebrar la pascua, tanto en el Santo Imperio RomanoOriental como en el Occidental. Pero, desde luego, los calenda-rios humanos tienen sus discrepancias con la mecánica cósmi-ca; año tras año los errores se acumulan y fuerzan a efectuarnuevas observaciones y cálculos (véase Blanck-Cereijido y Ce-reijido, La vida, el tiempo y la muerte). Como ahora la Iglesiaestaba a cargo de la fe y de la razón, reunió a grandes as-trónomos en sucesivas comisiones, hasta que el 24 de febrero

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207de 1582, Ugo Buoncompagni da Bologna, quien ocupó el papadocon el nombre de Gregorio XIII, aceptó las conclusiones de lacomisión reunida en la villa papal de Mondragone, cerca deFrascati; entonces, introdujo por fin el calendario que usamoshasta hoy y que llamamos gregoriano en su honor, para lo cualtuvo que omitir diez días (del 5 al 14 de octubre de 1582) e in-troducir una nueva regla para los años bisiestos. Sin embargo,la puesta en vigor de este calendario se fue retrasando, pues losestudios y consideraciones astronómicas de las comisiones desabios minaban la doctrina según la cual la Tierra es el centrodel Universo.

La evidencia científica de que la Tierra gira alrededor delSol contradijo la concepción bíblica, de acuerdo con la cual laTierra ocupa el centro del Universo, y el Sol y la Luna giran asu alrededor. Pero como se trataba de correlaciones y argu-mentos matemáticos, la Iglesia aceptó sin mucha preocupaciónlos desarrollos de Copérnico, Kepler y Galileo. Pero en cambioconsideró una blasfemia que este último sostuviera que elestudio de toda la realidad es patrimonio de la ciencia, y quecuando las evidencias científicas discrepan con las concep-ciones bíblicas, éstas deben tomarse como meras alegorías. Elhecho de que además Galileo perfeccionara el telescopio (lollevó hasta 32 aumentos) y se pusiera a estudiar el Sol y lasestrellas, colmó la medida. El telescopio fue tildado de "instru-mento diabólico", pues con él la razón pretendía estudiar cien-tíficamente los cielos situados por encima de la Luna. CuandoNewton propuso que el Sol, la Tierra y todos los planetas seinfluyen gravitatoriamente, es decir, que el cielo también obe-dece a leyes de la despreciada materia, el conflicto estalló entoda su gravedad.

La Iglesia pasó a oponerse a la libertad científica. En unesfuerzo por conservar sus esquemas explicativos fue incluyen-do en su Index Librorum Prohibitorum, las obras de los sabiosque fundan nuestra ciencia actual. Si acaso los modelos cientí-ficos resultaban exitosos y la historia seguía su curso sinprestar oídos a las protestas eclesiásticas, la Iglesia relajabasus puntos de vista y hacía reacomodos interpretativos. Así, lasideas que Darwin plantea en su Origen de las especies siguie-ron desarrollándose, y luego nacieron la genética y la biologíamolecular, como si el Index y el mismísimo Génesis bíblico no

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existieran, lo cual por supuesto no quita que siga habiendo gru-pos creacionistas.

Es como si los científicos, renunciando provisoriamente auna totalidad sistematizadora, concedieran: "Muy bien, el Sol yla Luna pueden ser deidades para quienes así lo crean... peropermitidnos estudiar sus regularidades." Trataron de apaci-guar a la Iglesia y al Estado aseverándoles que, si bien la cien-cia persigue la verdad, es absolutamente neutra en todo lo queconcierne a valores, a moralidad y a intereses mundanos(Robert N. Proctor, Value-free science? Purity and power in mo-dern knowledge). La ciencia de aquel entonces podía hacer estaaseveración con toda comodidad, pues aunque la experimen-tación ya había hecho su entrada al mundo de la investigación,las ideas platónicas de separación entre la teoría y la prácticano habían perdido toda su vigencia.

Pero no todos los pensadores que discreparon gozaron de lainmunidad que protegió a Darwin. Creo que si le preguntara adiez universitarios quién fue Cyrano de Bergerac, al menosnueve responderían que fue el espadachín pendenciero, enamo-rado, narigón y vergonzoso de la obra de Edmond Rostand, locual es rigurosamente cierto. Pero pocos recuerdan o saben queRostand se inspiró en el discípulo del filósofo y matemáticoPierre Gassendi, Savinien Cyrano de Bergerac, que en el sigloxvii había escrito obras de divulgación científica, algunas de lascuales bien podrían considerarse de ciencia-ficción (por ejem-plo, uno de sus libros, Histoire comique des états et empires dela Lune, versa sobre el viaje a la Luna y al Sol). Aunque su pro-pósito principal sea la crítica social, Cyrano se atrevió con te-mas tan visionarios como la teoría atómica y los fonógrafospero, como el blanco central de sus ataques fueron la autoridady la religión, no menos de diez ediciones consecutivas de susobras fueron sistemáticamente destruidas y muchas se hanperdido para siempre. La quema de la Biblioteca de Alejandríay la clausura de la Escuela Neoplatónica de Atenas por Jus-tiniano en 529, así como la suerte corrida por Aristóteles, Ovi-dio, Dante, Maquiavelo, Tomás Moro y Benvenuto Cellini, sonya ejemplos harto divulgados' de que la razón no siempre esbienvenida.

Mientras tanto, la razón ng ha aceptado ser limitada y con-finada dentro de la fe, sino que se ha seguido perfeccionando,

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225teros para usar como combustibles en las minas o como dur-mientes en sus vías férreas, los tercermundistas nos hemospuesto a destruir selvas para plantar algún vegetal comestible;no entienden que nuestra reticencia a morirnos de hambreahora implicará que dentro de cinco generaciones no sólo noso-tros sino también los primermundistas van a fenecer asfixia-dos.

d] El primer mundo acaba de descubrir que las industriasque enviaron a radicarse en el tercero, porque allá tajaban elmapa con caminos y oleoductos, mutilaban sus paisajes, acaba-ban con sus ríos, lagos, faunas y floras, e intoxicaban a sus ha-bitantes con ozono, plomo, sulfuros, pesticidas, detergentes yradiactivos, están produciendo aquí un fenómeno similar. Y noes que les preocupe nuestra suerte, sino que ensuciamos losmares, extinguimos especies, erosionamos millones de kilóme-tros cuadrados; además, la modificación climática y ecológicaque eso acarrea no se confina a nuestra región, sino que com-promete globalmente a toda la biósfera. Estas consideracionesno logran enmascarar el hecho de que el primer mundo con-tinúa siendo, por mucho, el mayor contaminador, debido a suenorme planta automotriz, al mayor tamaño de sus industriasy a la proliferación de plantas atómicas y al habitual hundi-miento de sus barcos petroleros.

el Han llegado a la -para ellos- horrorizante conclusión deque la selva lluviosa tropical apenas cubre 6% de la superficiedel planeta; pero tiene, por lo menos, la mitad de todas las es-pecies biológicas, y esa biodiversidad constituye una riquezaque reside totalmente en el tercer mundo.

f] Ya no están tan seguros de que la progresiva robotiza-ción industrial y la producción de nuevos materiales, que los vaindependizando de nuestro suministro de materias primas, lespermitirá prescindir de las tres cuartas partes de la gente delplaneta que vive en el tercer mundo. Sobre todo porque, comoacabamos de mencionar, el reservorio de biodiversidad está denuestro lado, aquí, en el tercer mundo.

g] Cada tanto aparece en el tercer mundo un científico per-turbador y mal intencionado, que pone el grito en el cielo por-que alguna transnacional farmacéutica ensaya aquí medica-mentos que allá todavía no están autorizados, o pone a pruebala patogenicidad de un virus sintético sobre una población

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aborigen, o experimenta una vacuna en el ganado de aquí.h] Están cayendo en la cuenta de que la liberación de los

pueblos sojuzgados no es de ninguna manera un problemaexclusivo de los pueblos sojuzgados (si bien, claro, éstos llevanla peor parte); más bien, es un aspecto de la revolución mun-dial, que les atañe y que ni siquiera tiene por escenarios loslejanos confines del planeta, sino que ocurre en las calles desus propias ciudades, en sus propias fábricas, en sus mismasuniversidades.

i] Por eso el físico Leon M. Lederman, presidente del co-mité de directores de la American Association for the Advan-cement of Science, en una evaluación publicada recientementeen Science (1992, 256, 119) exhorta a sus colegas y compatrio-tas a estudiar la pobreza y la explosión demográfica en el ter-cer mundo ¡y nos lista entre los virus, el agujero en la capa deozono, los tóxicos y la basura radiactiva como problemas a re-solver! Ésta es otra razón para que desarrollemos mucho másen serio nuestra capacidad científica, pues al menos como meracuriosidad, sería bueno entender lo que pretendan hacer connosotros.

Un jugador novato de ajedrez se fija "a ver qué puedo mo-ver", uno más experimentado puede prever cinco jugadas y ungran maestro veinte o más. El secreto de la victoria consiste ensaber de antemano: el gran maestro es capaz de evaluar unamayor cantidad de futuro que el novato. Valga esta analogíapara señalar que generalmente las acciones humanas tienen,por así decir, su causa en el futuro; circunstancia que en ciertomodo revierte la flecha temporal, de acuerdo con la cual lascausas deben preceder a los efectos.

La ciencia es la forma más sistemática y eficaz de evaluarel futuro. Algunas de las informaciones que consigue no per-turban nuestra conducta actual (por ejemplo, que dentro decien mil millones de años, el Sol se convertirá en una estrellaroja que calcinará la Tierra); pero cuando esa informacióntiene implicaciones a escala humana, el primer mundo pre-domina sobre el tercero. "Quien adelante non cata, atrás sefalla" decían los antiguos castellanos. El primer mundo catamás adelante que el nuestro y, por lo tanto, suele fallar me- ;nos.

".Por último, conviene tomar estos planteamientos con cau-

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227tela, porque de lo contrario se puede caer en el planteamientopueril de que, con apoyar vigorosamente a la ciencia, o peoraún, con sólo destinar más fondos a la investigación, el tercermundo podría, por arte de magia, convertirse en primero.

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18. EL APARATO CIENTÍFICO DE LAS NACIONES:COSAS QUE NOS SUCEDEN A NOSOTROS

Toda sociedad tiene, por así decir, dos discursos: el primero,usado en las ceremonias, declara cuáles son sus valores e idea-les (cómo querría ser); el segundo, cotidiano, refleja lo que es enla realidad. La felicidad o frustración dependen, en buen grado,de la concordancia o discrepancia entre ambos discursos (La-rissa Adler y Claudio Lomnitz).

En el caso de la ciencia, la circunstancia más obvia en laque la sociedad declara cuáles son sus criterios, ideales y espe-ranzas, es durante las ceremonias de otorgamiento de premiosa los científicos. El premio es la sonrisa y la palmada en la es-palda que nos da la sociedad. A los científicos nos encanta quenos premien; en el par de casos que conozco de que alguien re-chazó un premio, se trató de circunstancias políticas y no cons-tituyen excepciones, y cuando un científico después de ganaruna presea finge menospreciarla, sólo está cumpliendo un cursiaspaviento de falsa modestia, pues inclina la cabeza... paraque se le vea mejor la corona. Pero aquí no me estoy refiriendoa esos aspectos tan obvios de los premios, sino que deseo to-marlos como elementos diagnósticos: ¿Qué se dice en el tercermundo de la ciencia para justificar un premio? ¿Qué declaraver de valioso en la investigación? ¿Qué concordancia hay entrelo que enuncia y lo que hace?

Al comienzo de los ochenta asistí a un congreso en una ciu-dad de provincia, a la que había sido invitado un famoso inves-tigador extranjero, cuyos logros le habían valido un PremioNobel. El alcalde decidió conferirle el título de "Huésped Dis-tinguido", para lo cual se organizó un acto con gran desplieguede bandas de música, terciopelo, banderas, venias, bronces, co-ches lustrosos, celebridades locales y científicos asistentes alcongreso. El maestro de ceremonias leyó un barroco pergaminocon exuberantes lacres, cintas' multicolores y letras góticas, enel que se fundamentaba la designación de huésped distinguido:

y[ 2281

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229"Por haber ganado el Premio Nobel."

Quedé abochornado y, con mi sobriedad y reserva habi-tuales, me tomé la cabeza con ambas manos mientras exclama-ba: "¡No!" A pesar de mi recato, el gesto fue advertido por uncolega que preguntó: ¿Te parece poco haber ganado un PremioNobel? Fiel a mi costumbre de recurrir a parábolas expliqué:"Suponte que un provinciano llega a la ciudad, hay un incen-dio, se entera de que una niñita quedó atrapada en un pisosuperior y, arriesgando su vida, se interna en el edificio en lla-mas, sufre lesiones graves, pero logra salvar a la criatura. Locondecoran, regresa a su provincia, y allá lo vuelven a premiar,pero no por su heroísmo y arrojo, sino por haber recibido unpremio en la ciudad. ¿No adviertes -pregunté- que aquí lascontribuciones científicas de este hombre no tienen la menorimportancia, más aún, ni fueron mencionadas, y en cambio loque realmente cuenta es que en Suecia le dieron un premio?"

Cuando le dieron el Premio Nobel de Química a mi paisanoLuis Federico Leloir, participé tanto del alegrón como del ali-viado "por fin" de los que, conocedores de su obra, habíamospredicho sin ninguna dificultad que tarde o temprano lo reci-biría; pero al cabo de varios meses, caí en la cuenta de que trastantos artículos laudatorios, pantallazos televisivos y comenta-rios regocijados, nadie me había preguntado por qué se lodieron. El que no nos lo preguntáramos entre los colegas habíasido lógico; pero hasta ese momento me había pasado inadver-tido que, quienes no sabían una papa de bioquímica, no habíanmostrado la menor curiosidad acerca de las verdaderas haza-ñas científicas de Leloir.

En el tercer mundo el premio es tanto más importante quela actividad científica en sí, que yo mismo he estado en juradosen los que se pugnaba por premiar a investigadores cuyo méri-to principal era haber conseguido premios. Con esta lógica, sepuede suponer que los premios pueden, como las desintegra-ciones atómicas, depender de una masa crítica: llegado a unacierta cantidad, los premios provocan nuevas distinciones, sunúmero crece exponencialmente y se descerraja una' situaciónexplosiva.

Otro aspecto que resalta en dichas ceremonias es quenuestras sociedades creen que el conocimiento necesario paravivir se reduce a saber cómo funciona un semiconductor de alta

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temperatura, o cómo se fabrican los bloqueadores de canalesfónicos para curar la hipertensión arterial. Pero no es así.Cuando antes de firmar un contrato se consulta a un abogado,cuando antes de comprar una casa se la visita con un amigoarquitecto, no se está buscando el auxilio de conocimientosavanzados y ni siquiera originales, sino confiables. Se trate deelegir un lubricante para nuestro automóvil, o una vacunapara los niños, no hay transacción que no implique conocimien-tos, y esos conocimientos deben ser dignos de crédito; más aúnsi la transacción es internacional.

Así es y así funciona: uno de nuestros dramas es no tenerla ciencia que necesitamos; pero otro, no menos grave, consisteen tener una ideología y una estructura poco propicias paradesarrollarla, pues una de las características de la ciencia esque en ella no hay subdesarrollados o hiperdesarrollados.Cuatro más cuatro debe dar el mismo resultado en Uganda yen Helsinki, en Tokio y en Sao Paulo. Por cierto, un país puedecontar con barcos oceanográficos y sondas interplanetarias, yotro no tener ni para un osciloscopio; pero cuando los investi-gadores de uno u otro afirmen algo, ese algo debe ser nuevo ytener valor universal. Suiza no tiene la capacidad científica delos Estados Unidos, pero sí tiene el nivel (en realidad, tienemás Premios Nobel per capita); si perdiera ese nivel caería delprimer mundo.

Un día de agosto de 1834, John Scott Russell cabalgaba alo largo de un canal de Edimburgo, observando una barcazaarrastrada desde la costa por un par de caballos. De pronto seprodujo un montículo de agua bien definido -de medio metrode alto y unos diez de largo-, que se propagó sin cambiar suforma ni disminuir su velocidad durante, por lo menos, un ki-lómetro. De ahí en más Russell no pudo seguirlo a caballo y loperdió de vista. Describió el fenómeno lo mejor que pudo, yhoy, un siglo y medio después, la fisica reconoce que se tratóde un solitón, similar a los devastadores tsunamis

que ocasionalmente recorren el Pacífico. Es probable que, de haber tenido lugar en el tercer mundo, ese fenómeno se hubieratomado como un milagro y seguramente le hubiera valido unaltar "a sanRussell",pues -volvemos a insistir-, la' capacidad para

desarrollar y aprovechar la ciencia y la tecnología, depende dela visión del mundo que tiene un pueblo. Para retomar

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281ejemplo de los gigantescos tsunamis: los primitivos japoneseslos atribuyeron a designios divinos y padecieron terriblesdestrucciones; los de hoy los estudian científicamente y, enconsecuencia, están aprendiendo a detectarlos tempranamen-te y a minimizar sus consecuencias. Cuando lo que hoy es elprimer mundo no tenía la visión adecuada, tampoco podíaaprovecharlas. Los inventos de Leonardo Da Vinci durmieronpor siglos como meras curiosidades, porque Florencia no esta-ba preparada para aplicarlos.

Análogamente, hay una fractura fundamental entre nues-tros esforzados y meritorios investigadores y nuestro aparatoproductivo. Los centros científicos realmente autónomos, enparticular los universitarios, rápidamente se convierten enpeligrosos núcleos de discusión y crítica, que ponen en duda losvalores fundamentales del orden preponderante en el tercermundo; los enfrentan con los intereses de las oligarquías, quefrustran todo y cualquier intento serio de romper la estructurade atraso (Amílcar Herrera). Por eso, el fomento a nuestra in-dustria se redujo fundamentalmente a levantar barreras adua-neras para protegerla de la competencia exterior; pero en esosperíodos de protección, no se hizo un esfuerzo serio por crearlas condiciones necesarias para desarrollar una industria basa-da en su propia capacidad de innovación tecnológica. "Una con-secuencia de ese mecanismo fue la creación de un empresaria-do industrial con mentalidad mercantil" (Amílcar Herrera). Elanálisis histórico del desarrollo social del empresariado mues-tra que "[...] su horizonte no excede los ámbitos de lo mercantily dinerario" (Marcos Kaplan, Países en desarrollo y empresaspúblicas).

Es como si en el tercer mundo creyéramos en una inversiónde la causalidad, pues pensamos que nuestra pobre situaciónse debe al atraso tecnológico, cuando en realidad sucede justa-mente lo contrario. El economista Carlos Correa encuentra quela verdadera fractura entre la ciencia y nuestro sistema pro-ductivo se debe a la falta de demanda empresarial de desarro-llos tecnológicos, y no a la falla de los científicos locales en brin-darlos. El árbol, figura con la que siempre tratamos de ilustrarel proceso científico, prácticamente no existe en el tercer mun-do; nuestros laboratorios son como raíces adventicias que nu-tren los troncos de otros países, a los que luego les compramos

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los frutos y a quienes, en el mejor de los casos, sólo les debemosdinero.

Algunas de las trampas en que nos hace caer esa fracturase pueden ilustrar con los ejemplos siguientes:

a] Cierta vez visité un instituto de ciencia tan bien dotado,que hasta tenía un reactor atómico, cuya instalación -al menosen aquellos tiempos- costaba centenas de miles de dólares; es-taba rodeado de ostentosos jardines peluqueados, custodiadopor soldados que cumplían una compleja coreografía para cam-biar de guardia, izar su bandera y dejar pasar al visitante, ytambién había carteles en castellano y en inglés con calaveraspara indicar peligro, rayos para señalar riesgos de radiaciones,etcétera. Al rato, ya en el laboratorio del colega que me habíainvitado, advertí que en sus experimentos usaba 22Na y no24Na, porque los tiempos de los trámites burocráticos paraimportar el segundo isótopo radiactivo eran muchísimo mayo-res que su vida media y el material le llegaba decaído. "¿Im-portar?... ¿Acaso no tienen un estupendo reactor?", me sor-prendí. Mi anfitrión reconoció turbado que el reactor, engarza-do en el instituto como una preciosa joya, hacía justamente lasveces de preciosa joya: no funcionaba.

Un par de años más tarde, encontré un artículo de JorgeA. Sábato en Quantity versus quality in scientific research, (I),en el que decía literalmente: "[...] una paradoja impresionan-te que ocurre en más de un país en desarrollo, es la posesiónde un reactor nuclear experimental (costo aproximado 750 000a 1 000 000 dólares) que no opera porque carece de mil dólarespara remplazar una válvula dañada". Tuve la certeza de que seestaba refiriendo al reactor que yo había visitado. Hoy, desgra-ciadamente, estoy más familiarizado con soberbias ultracen-trífugas, cuyos rotores nunca giraron; aparatos de resonanciamagnética nuclear que jamás han sido conectados a una fuentede energía, y espectrofotómetros computarizados que en suvida vieron un rayo de luz, porque es harto habitual que lasinstituciones del tercer mundo no reserven un porcentaje into-cable de su presupuesto para operar.

En la región, las instituciones científicas se suelen generaral revés: en lugar de comenzar por suministrarle laboratorios agrupos productivos, no es insólito que se construyan cuandoalgún funcionario es marginado del curso principal del poder;

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233se compensa a éste dándole el dinero suficiente para salir acrear algún "centro" o "instituto"; así que crea el cascarón y sóloentonces sale a cazar investigadores para poblar su engendro.Por eso, a veces, esas instituciones duran lo que duran suscreadores.

b] Anualmente, cuando se reajusta el contrato de trabajo,muchas instituciones científicas latinoamericanas caen en lacuenta de que el presupuesto no alcanza para pagar a los tra-bajadores salarios satisfactorios. Para compensar el desnivel,se recurre a diversos expedientes: se les da más días de vaca-ciones, más días económicos (días para ir al médico, hacer trá-mites) con mayores arbitrariedades de horarios; se les disminu-yen las responsabilidades laborales, se les impide ajustar sustareas a las necesidades de una labor cambiante y creativacomo es la investigación mediante una catalogación inflexiblede funciones, etcétera.

A esto hay que agregar que dicho personal de apoyo es,muchas veces, escogido por representantes sindicales (fruto dealguna negociación contractual de años anteriores); incluso noes raro que el investigador sea constreñido a optar entre variaspersonas que están disponibles porque han sido expulsadas deotros laboratorios. La acumulación de estas llamadas conquis-tas sociales a lo largo de tantos años de crisis, ha llevado a que,en el tercer mundo, una joven secretaria o un auxiliar de labora-torio, estén de vacaciones-licencia por dos o tres meses al año; oa que tengan horarios incompatibles con el uso de isótopos ra-diactivos y otras sustancias perecederas, que cuestan muchodinero y decaen hasta esfumarse en poco tiempo; o a que se in-terrumpan estudios porque coinciden con festividades para cele-brar cuanto santo, aniversario de batalla, nacimiento de héroe o"día del..." se pueda recordar. Después de las tres de la tarde sepuede interrumpir el suministro de electricidad a un congeladorde setenta y cinco grados bajo cero, a una ultracentrífuga o auna incubadora, sin que haya un electricista que repare el daño;con eso, se pierden millones y millones de pesos en reactivos,enzimas, células y sustancias caras y de difícil reposición. Duelereconocerlo, pero la situación económica latinoamericana aveces no permite que nuestros institutos de investigacióncuenten con guardias de mantenimiento de veinticuatro horas,como las que tiene cualquier hotelito provinciano.

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Desgraciadamente, de este tipo de críticas se ha sacadouna conclusión insólita, equivocada y ultrajante: "En el tercermundo, la gente es incapaz y holgazana." Pero la gente no esculpable de que, cuando los propios gobiernos reconocen un60% de inflación anual, se aumenten los sueldos en un 8%...más cinco días extra de vacaciones ni de que, al año siguiente,cuando se reconozca otra pérdida del 50% del poder adquisiti-vo, se trate de compensarlo permitiendo que el personaldisponga arbitrariamente de factores estrictamente técnicos.

c] Los estados tienen una cantidad finita de recursos, con lacual quieren promover a los investigadores; por eso, establecenCarreras del Investigador y Consejos Nacionales con el fin decompensarles sus sueldos y otorgarles subsidios para compraraparatos, reactivos, becas, viajes, etcétera. Curiosamente, deinmediato hay institutos y universidades que interpretan que,la existencia de dichas instituciones superiores, los releva de suobligación de atender a sus requerimientos científicos internos.Es como si dijeran: "Si los investigadores de mi institución nece-sitan aparatos que se los compre el Departamento Nacionalde..., si necesitan salarios que se los pague la Carrera de..."

Un problema agregado es que esos Consejos y Direccionescreados para apoyar selectivamente a los buenos investiga-dores pasan a apoyar a todo aquel que pueda demostrar quehace investigación, aunque no lo haga con dedicación exclusiva.El tiro de gracia llega cuando se relajan los criterios y se aceptaque hacer docencia, escribir instructivos de trabajos prácticos oadministrar una dependencia universitaria o un centro desalud, son en sí formas de investigar.

d] No es del todo insólito que también los Consejos y Di-recciones de algunos países del área se vayan cargando de per-sonal, edificios, automóviles, choferes, delegaciones provincia-les, pero se queden sin presupuesto disponible para comprarleequipos y materiales a los investigadores de los institutos deinvestigación, y el círculo se cierre: todo el incipiente aparatocientífico corre el peligro de convertirse en un inmenso e inope-rante armatoste, que sólo sirve para costearse a sí mismo.

De pronto, si se divide la producción científica según el di-nero invertido, resulta que a veces se llega a conclusiones des-concertantes: "La verdad es que muchas de nuestras `pobres'universidades gastan proporcionalmente cuatro veces más en

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la organización administrativa que Harvard, Yale, California ola Universidad Lomonosof de Moscú" (Risieri Frondizi, La uni-versidad en un mundo de tensiones).

e] Si bien se está abandonando el modelo del patrón verti-calista y se está adoptando el peer review system a la maneradel primer mundo, se lo hace con tanto entusiasmo que se estáa punto de transformarlo en un macabro festival del informeburocrático: se está creando una jaula de papel que secuestraal investigador y lo sustrae del laboratorio. Hoy más de la mi-tad del tiempo de un investigador formado, se dilapida en cum-plir con perentorios requerimientos oficinescos, pues lo últimoque se supone es que para trabajar necesita de productos con-sumibles, equipos, libros, revistas, computadoras, desplaza-mientos, etcétera; al contrario, todo pedido que responde anecesidades de investigación es mirado como un antojo insólito,que debe justificarse específicamente, a través de frondosopapeleo. Para empezar, se suele exigir iterativamente el currí-culum completo, como si a los burócratas les encantara que seles repita una y otra vez la fecha de nacimiento, el nombre delcolegio secundario al que asistieron, en qué años y a qué luga-res fueron becados, en qué año fueron designados en cargos,cuánto mide el laboratorio, con qué facilidades cuenta, cuálesson los antecedentes del tema de investigación; luego, cómo sellaman los colaboradores, qué grados académicos tienen, cuán-do los obtuvieron; después, una descripción de lo que hicieronel año pasado y otra (¡calendarizada!) de lo que piensan haceren los próximos tres; por último, les piden a los investigadoresy no a los administradores, las cotizaciones con el precio, losporcentajes de recargos por transporte, seguros e impuestos decuanta cosa necesitan, sin olvidar la descripción detallada delempleo que van a darle, para que quede claro que cuando sepide un fotómetro no ha de ser utilizado como pisapapeles, ocuando se pide una pipeta no ha de ser para rascarse la espal-da. Todo eso debe ser presentado por quintuplicado, pues si losadministradores crean varias instancias oficinescas, son loscientíficos quienes deben proveerles el combustible burocrático.

Peor aún, si la oficina necesita todo ese material informati-vo, no se lo pide a otra similar de la misma institución, que asu vez había requerido lo mismo la semana pasada, ni a la quelo había exigido hace un mes, sino que vuelve a solicitarlo; da

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por sentado que, cualquier tarea de papeleo, tiene prioridad so-bre la científica: todo burócrata se siente con derecho (y tienesuficiente poder para ejercerlo) a exigir que se interrumpa unproyecto para llenar papeles. En suma, que en el tercer mundola administración no siempre está al servicio de la ciencia, sinoque es al revés.

Por eso reiteramos lo dicho en un capítulo anterior: losmejores científicos No se pueden dedicar exclusivamente a sutarea específica de investigar, pues nadie ha generado unaorganización administrativa que lo permita. Ni los investiga-dores en economía y organización de empresas ni los juristas,jamás eligen como tema de estudio o como tarea, configurar unmodelo sensato de organización y economía científica en nues-tros países.

Ahora bien, no hay administrador en el mundo que sepaqué demonios hacer con semejante masa informativa; por eso,tras recibir esos esforzados mamotretos, convoca a los mejoresinvestigadores para que, éstos también y una vez más, inte-rrumpan sus estudios, vayan a dilapidar su tiempo en los si-llones de las comisiones evaluadoras, constaten cuándo fue quenacimos, cómo se llamaba el colegio secundario al que fuimosen nuestra juventud... y, por supuesto, para que también elloshagan un informe.

En El discurso del método Descartes dice: "No hay nada enel mundo repartido más equitativamente que la razón: todosestán convencidos de tener suficiente." Seguramente, Des-cartes no había reparado en la injusta sociología de la razón, nimucho menos en su caprichosa geopolítica. Me siento más iden-tificado con José Hernández quien, en su poema Martín Fierroexpresa: "[...) que son campanas de palo / las razones de los po-bres", afirmación que a su vez es afin a la de Ionesco: "La razónes la locura del más fuerte".

¿Somos débiles porque no tenemos razones, o no tenemosrazones porque somos débiles? ¿Somos menos inteligentes?¿Acaso tenemos una visión del mundo incompatible con la cien-cia, la tecnología y la producción moderna? Son muchos los fac-tores que se han evaluado para contestar esas preguntas.Veamos someramente algunos:

Stephen Jay Gould (The 1 ismeasure of man) da ejemplosabundantes, convincentes y lamentablemente actuales, del

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237esfuerzo de los pueblos del primer mundo por demostrar quelos extranjeros son infradotados; que esa dotación defectuosa serefleja en las medidas y en las formas del cráneo y del cerebroy, lo que es peor, que eso justifica su explotación, cuando no suaniquilamiento. El neurofisiólogo Augusto Fernández Guar-diola señala que esa actitud no es producto de la ignorancia,puesto que figuras tan importantes como Broca, Gratiolet, Cu-vier y Retzius, dedicaron gran parte de su trabajo a demostrarque los cráneos de los habitantes de África y América son máspequeños; que sus cerebros piensan menos y que sus carac-terísticas generales están más cerca de los gorilas que de loshombres blancos indoeuropeos. El siglo pasado, el historiadorGabriel René-Moreno aseveró que los indios son asnos, quegeneran mulos cuando se cruzan con la raza blanca (citado porEduardo Galeano, "Cinco siglos de prohibición del arco iris enel cielo americano"). Pero nadie ha podido demostrar hastaahora que el aparato pensante de algunos pueblos sea biológi-camente inferior (ni superior) a otro. La misma mención deestas disquisiciones me resulta ofensiva. De modo que, si notenemos una ciencia y una tecnología robustas, no lo podemosatribuir a características antropológicas.

De hecho, en el tercer mundo hay unos 120 países que nosiempre fueron "subdesarrollados", "en vías de desarrollo","pueblos dominados" o "have nots". El tercer mundo incluyeEgipto, Persia, India, China, Mesopotamia (nosotros agregare-mos a América); área donde se originó el uso del fuego, la do-mesticación de los animales, la explotación de los metales, asícomo la invención del papel, de la escritura, de la brújula, delsistema decimal, del cálculo, del uso de la pólvora...

¿Acaso hemos involucionado? No parece. Si es que los Pre-mios Nobel sirven como índice de nivel y calidad científica, Ar-gentina tuvo tres: Bernardo A. Houssay, Luis F. Leloir y CésarMilstein (si bien, a este último le deshicieron su laboratorio deinmunología en el Instituto Malbran, y logró la presea ya insta-lado en Inglaterra). Por otra parte y como ya hemos dicho, lostrabajos de los científicos latinoamericanos se publican en lasrevistas más importantes, figuran en las nóminas de las mejoresuniversidades del mundo y muchísimos otros desarrollanactividades de primerísimo nivel aquí, en Latinoamérica.

¿Se trata entonces de un problema de dinero? J.M. Ziman

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("Some problems of the growth and spread of science into devel-oping countries") señala: "Cuando el dinero escasea, no resultaobvio que se deba dar prioridad a un instituto de física teórica, ode biología molecular o de arqueología, antes que a una fábricade tractores, un hospital o una escuela de ingeniería civil." G.Elliot comentaba: "Nadie es sabio con el estómago vacío."

Pero, como afirma Risieri Frondizi (La universidad en unmundo de tensiones): "La escasez de investigación se debe amuchas causas. Un error habitual es reducirla a una sola: lafalta de recursos." Es cierto que muchos científicos se van porfalta de oportunidades, lugares y medios para trabajar en serioen Latinoamérica, es decir, por razones emanadas directamen-te de la falta de dinero; pero eso no descarta que en sus decisio-nes de emigrar también pese el deseo de liberarse de esa masade abrumante sinrazón que sofoca al científico latinoameri-cano, la cual se relaciona directamente con la defectuosa con-cepción y organización social e institucional de nuestra ciencia.Y ni siquiera se trata de un defecto que ataña exclusivamentea los científicos: Rodolfo H. Terragno (La Argentina del siglo21) encuentra que uno de cada cuatro argentinos en 1985, nú-mero de personas con las que se podría hacer un país comoAustria, quería emigrar a algún país pujante.

Frondizi también se pregunta: "¿Y si no investigamos nues-tra propia realidad, quién lo hará por nosotros?" No es infre-cuente ni sorprendente que para estudiar aspectos decisivos de"nuestra propia realidad", los investigadores deban viajar alprimer mundo; porque muchos manuscritos de grandes poetas,correspondencias significativas entre nuestros próceres, mapas

originales de nuestras regiones, colecciones únicas de cerámicas representativas de civilizaciones enteras e innumerablesdocumentos, fueron a parar a universidades, museos y bibliote-cas europeas y estadunidenses, en algunos casos por despojo;en otros por ventas inescrupulosas o irresponsables.

Cuando se comunican dos regiones, el número de especies

disminuye, porque se extinguen unas a otras. Los humanos no son excepción; hoy se sospecha que los hombres de Neanderthal se extinguieron en manos de los de Cro-Magnon. En nuestra América veneramos próceres cuya hazaña consistió en salir

con sus huestes a exterminar personas. Aún en nuestros díaslos medios pacíficos no son menos desastrosos y es macabra

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239mente habitual que se recurra lisa y llanamente al genocidio(J. Diamond, The third chimpanzee). Cuando una civilizaciónde las llamadas primitivas entra en contacto con la tambiénllamada cultura occidental, las nuevas técnicas y el manejo deenormes sumas de dinero alteran las formas de producir y coo-perar, acelera los cambios en las relaciones sociales; los valo-res, cuyo uso a lo largo de milenios habían dado la sensación deser naturales, o acaso de haber sido establecidos por los diosesfundadores, se disgregan en el bochorno de un día para otro. Elresultado de este proceso doloroso suele ser la desintegraciónsocial (N. García Canclini, Culturas híbridas). Otros pensa-dores (p. ej. María Eugenia Modena) señalan que la culturavencida no se disgrega y esfuma, sino que se transforma; sereordena de maneras que van surgiendo de la lucha por recha-zar-adoptar la cultura dominante, y que no resultan óptimas nipara una ni para la otra.

Sergio Bagú (Tiempo, realidad social y conocimiento), des-pués de analizar la elaboración del pensamiento en Occidenteafirma: "Ninguna cultura como la occidental ha sido construidaen toda la historia sobre una masa más numerosa de domina-dos por la violencia." Celso Furtado (Obstacles to developmentin Latin America) estima que como consecuencia de la rápidapropagación de los nuevos métodos productivos, se tiende acrear un sistema económico mundial y único, pero cuyos cen-tros de poder no se globalizan, sino que quedan en manos deunas cuantas metrópolis. Por dicha razón, Furtado cree que latarea más difícil es política, no técnica. Es probable que así sea,pues hace mucho que la humanidad tiene todas las condicionescientíficas y técnicas para proporcionar prosperidad a todos; sino lo hace, es porque la estructura social lo impide.

No obstante, sería exagerado culpar al primer mundo de to-das las desgracias del tercero, pues antes de que se "encon-traran ambos mundos", los tlaxcaltecas eran despiadada y re-gularmente sacrificados por los aztecas; a las jóvenes africanasse les arrancaba el clítoris; cuando les daba apendicitis, los te-huelches huelches morían vomitando materias fecales entre atroces cóli-cos-miserere, que hoy puede evitar una apendicetomía vulgar.Seguramente, esos desdichados discreparían con muchos de losmás esclarecidos folkloristas, que hoy se empeñan por narrar-nos un idílico pasado aborigen.

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De todos modos, conviene considerar que no se trata deposiciones coherentes y fijas; pues, cuando un país siniestradonecesita víveres y medicamentos recurre a la racionalidad occi-dental, no a su propia y mítica identidad. Tanto en el primerocomo en el tercer mundo tienen lugar procesos político/so-ciales, a consecuencia de los cuales surgen grupos que con ex-traordinaria eficacia y calidad establecen formas de coope-ración científico-técnica (véase Marcos Kaplan, Ciencia,sociedad y desarrollo). Para empezar, hoy la mayoría de loslatinoamericanos que investigan en las ciencias duras hanrecibido una formación o por lo menos se han perfeccionado enel primer mundo. Por otra parte, así como los distintos paíseseuropeos por fin han aprendido a cooperar entre ellos en cien-cia, tecnología y producción, hoy el primer mundo ha estableci-do instrumentos y recursos institucionales que nos permitenrealizar programas conjuntos para luchar contra enferme-dades, desarrollar materiales, recuperar suelos, estudiar vol-canes y entender objetos cósmicos.

Cada tanto plantamos un retoño científico en nuestros paí-ses (creamos un instituto, un observatorio, una estación mari-na, otorgamos becas, formamos grupos de trabajo) pero, o nocrece, o lo hace sin energía. Se suele insistir una y otra vez, sehacen intentos que se frustran en menos de una generación,hasta que de pronto brota una sospecha: ¿tendremos un proble-ma científico o, en cambio, será uno cultural? Regresando a lamanida analogía del "árbol de la ciencia", ¿estaremos plantan-do perejil y esperando que florezcan claveles?... ¿o tratando dehacer florecer claveles en un salitral?

A comienzos de los años setenta, el antropólogo brasileñoDarcy Ribeiro sostuvo: "Antiguamente se pensaba a la historiacomo una escalera en cuyos peldaños había pueblos diferentes,pero siempre en la misma escalera; hoy sabemos que el subde-sarrollo no es la víspera del desarrollo, sino la contrapartidanecesaria."

Puede, incluso, ser incorrecto pensar en "elegir" escaleras omodelos de desarrollo. Walter Rodney (How Europe underde-veloped Africa) da abundantes datos e incontrovertibles argu-mentos que demuestran que el subdesarrollo de África no es elresultado de una opción desáfortunada: es el producto de unbrutal, despiadado, sostenido y dolorosamente actual esfuerzo

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241europeo, con ominosas analogías y contrapartes en nuestrapropia América. Por regla general, el número de oportunidadesde "elegir" y el tiempo disponible para hacerlo cuando se pre-senta una oportunidad, suelen ser escasos y efímeros; además,dependen de una crisis ideológica en las metrópolis, un fugazdesbalance de poderes, un vuelco estratégico, una guerra entrepotencias o una alianza fortuita.

Se dice que la cultura occidental, mezcla de la grecorro-mana, judeocristiana y árabe, comenzó a gestarse como tal allápor el siglo vi, y que uno de los artífices de la amalgama fuesan Benito de Nursia. Diez siglos más tarde y con un valiosísi-mo aporte árabe esa cultura dio origen al Renacimiento. Susprotagonistas fueron personajes como Ficino, Erasmo, Pe-trarca, Boccaccio, Botticelli, Michelangelo, Galileo, Leonardo,Vesalio, Copérnico, Harvey. En otros dos o tres siglos, empezó adesarrollarse la ciencia como la conocemos hoy en día. En su-ma, a los europeos les tomó milenios desarrollar su ciencia.

La cultura y la ciencia estadunidenses no tienen milenios,pero constituyen un verdadero gajo del tronco europeo, sólo queen otro continente. Ese gajo no se integró con culturas indíge-nas preexistentes. Argentinos, uruguayos y venezolanos, sibien tampoco debieron integrarse a civilizaciones aborígenesavanzadas -que, de todos modos, fueron diezmadas-, son gajosde una Península Ibérica que no formaba parte ella misma delhervidero científico europeo, y que en pleno siglo xviii todavíaestaba dominada por la Inquisición. Los mexicanos, peruanos ybolivianos también recibieron un brote ibérico que, en diversamedida y con distintos resultados, fue mezclándose con civiliza-ciones precolombinas importantes; pese a todo, estas culturasno poseían una ciencia y una tecnología del tipo de la europea,la cual desarrolló esa ciencia que nos ocupa en este texto.

Los casos de Australia y Canadá son parecidos al deEstados Unidos. A su vez, la evolución cultural, científica y téc-nica del Japón resulta un tanto alejada de este esquema y,sobre todo, de nuestro conocimiento.

En resumen: los europeos tardaron milenios en desarrollaruna cultura propicia para que floreciera el mentado árbol de laciencia. Cuando se plantaron retoños en colonias cuya únicadiferencia con Europa es que quedan en otros territorios, losárboles tuvieron un desarrollo armónico con el tronco matriz.

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Así como no se le puede pedir peras al olmo, los países que reci-bieron ramas de vegetales no científicos no gozaron de los fru-tos de la ciencia, aunque les hayan crecido algunos científicosvernáculos no integrados a la sociedad.

Tomemos el caso argentino, sobre el que tengo menos igno-rancia que sobre los otros. Argentina tiene una religión estatal,en lo que va del siglo tuvo no menos de once mandatarios mili-tares, y su cultura generó y toleró personajes y sucesos comolos que siguen: a] En 1943 y en 1966 apaleó a sus científicos yles clausuró sus laboratorios. b] Intervino universidades conabogados como Luis Botet, quien tras destruir laboratoriosenteros en la Universidad de Buenos Aires, declaró: "No hayhombres irremplazables. Si los profesores se van, la investiga-ción se detendrá. Pero la autoridad [cursivas mías] está porencima de la ciencia." c] Impuso decanos que, en la segunda mi-tad de este siglo, comenzaron su función con ceremonias reli-giosas "para exorcizar los demonios de sus casas de estudio"(sic). d] Nombró presidente del Consejo Nacional de Ciencia yTecnología que, tras declarar que no daría donativos por contarcon recursos económicos exiguos, destinó parte de ellos a com-prar cuarenta crucifijos para las instalaciones del Consejo. e]Quemó libros en rituales públicos. f] Prohibió la enseñanza dela matemática moderna por encontrarla "nociva para la saludespiritual de la patria". g] Designó un Secretario Nacional deCiencia y Tecnología que, en un discurso donde comentó elinforme que se le acababa de presentar sobre los despojos quese estaban cometiendo con la ciencia nacional, comenzó porconfesar en público: "¿Qué puede decir un Secretario de Cienciay Tecnología de un país como la Argentina?" A continuacióncitó a santo Tomás: "Más vale una esperanza que consuele auna verdad que ilumine", y acabó rechazando "las verdadesobjetivas de la ciencia en favor de las esperanzas místicas de lafe" (sic).

Por eso resulta paradójico que, cuando no pueden hablarpor teléfono, se quedan sin luz, pierden una guerra, se inun-dan, se atrapan en deudas externas, o sus productos no puedencompetir con los del exterior, se quejen de que alguien no ma-neja las cosas honestamente -cosa que a veces no deja de sercierto-; pero, no se les ocurre, pensar que se trata de asuntosoperados por personas que no-saben ni tienen una visión del

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243mundo basada en el conocimiento. Es decir, jamás tienen encuenta que están sufriendo las consecuencias obvias de su con-cepción autoritaria y teocrática, así como de haber destruidosistemáticamente sus universidades.

Por supuesto, los científicos no son las únicas víctimas deesa falta de respeto social; un antropólogo furibundamenteamericanista volvió a referirse a la supuesta candidez de losindios que, según se cuenta, le dieron oro a Colón a cambio deunos vidrios de colores. Fastidiado, le pregunté si acaso losindios en cuestión no podrían haber actuado así a raíz de susvalores estéticos o porque tenían curiosidad ante lo desconoci-do, más allá de viles apetencias materiales. ¿Qué tal si, al fin yal cabo, los indios estaban muy conscientes de que estaban pa-gando por algo que ellos estimaban más que el oro? ¿Cuántopagarías tú por un par de piedras lunares? ¿Cuánto pagaría unmagnate holandés en una subasta en Sotheby's por una trusade Rita Hayworth? De la discusión saqué la conclusión de que,para muchos latinoamericanos, cuando una firma japonesapaga por un Van Gogh cincuenta y dos millones de dólares, lohace por el placer estético que proporciona una obra de arte,como símbolo de estatus o como inversión; en cambio, cuandoun indio adquiere un objeto que le atrae por su misterio, o porsu valor estético, pues procede literalmente de otro mundo, o lohace de puro estúpido.

Una de mis más tristes experiencias al visitar diversos lu-gares de Latinoamérica es constatar esa increíble tendencia ala autodepreciación, a declararse, de entrada, habitante de se-gunda o de tercera del planeta; de ahí que en este libro hayaaceptado hablar del "tercer mundo", para referirme a nuestraregión. Pero en la ciencia no hay "primeras" ni "segundas",pues o uno investiga un problema original, nuevo y apegándoseestrictamente a los cánones científicos imperantes, o no es in-vestigador. Una de las cláusulas que se debe cumplir para quela ciencia progrese en Latinoamérica es aprender a autorres-petarse, adquirir una dignidad no basada en el resentimiento,sino en el convencimiento de que nacemos con el mismo núme-ro de neuronas que los habitantes de otras tierras; de lo con-trario, nos sentiremos fuera de lugar en ese límite entre el or-den y el caos en el que trabaja la investigación, del que hablá-bamos en capítulos anteriores.

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Pero es difícil autorrespetarse en el seno de una culturaque menosprecia a sus intelectuales y que no espera nada deellos, porque su verdadero drama, más que carecer de solu-ciones, es no entender los problemas. Sólo contadísimas libre-rías de las grandes ciudades anglosajonas tienen libros de nues-tros escritores. Es casi imposible encontrar un libro de ElenaPoniatowska en Detroit, uno de Juan Rulfo en Denver o uno deGuimaráes Rosa en Baltimore. Aunque me duela, me resultaperfectamente comprensible: allá nuestra cultura sólo le intere-sa a uno que otro sociólogo, antropólogo o economista, y por unrato quizás a algún turista, sobre todo si se trata de un folkloreinusitado. Lo que me resulta más bochornoso de aceptar es quesuceda lo mismo con las librerías nocturnas, de venta masiva,de las ciudades latinoamericanas. No hay autor estadunidense,por más malo, vacuo, kitsch y ramplón que sea que, si figura enlas librerías de Phoenix, Gainesville, Arkansas, o Portland, noesté también en todas las librería-cafetería-farmacia-bazar-cigarrerías de nuestras ciudades.

Cualquier teoría matemática de los juegos y competen-cias, sean estas comerciales, industriales, bélicas o recreati-vas, nos dirá que entonces nosotros tenemos una ventaja:sabemos sobre ellos, pero ellos no saben sobre nosotros. Peroeso no pasa de ser un chiste de mal gusto pues, en primerlugar, lo que ellos necesitan saber sobre nosotros para obli-garnos a comprar, vender, hacer, ceder, en una palabra, paradominarnos, sí lo saben. En segundo lugar, los libros de losmalos (y, por supuesto, de los buenos) autores anglosajonesnos dicen que sólo la cultura de ellos es la cultura actriz; lasotras únicamente son resabios que aún duran en su forma fol-klórica o perversa. Para remarcarlo, cada vez que aparece unlatinoamericano en una novela estadunidense, invariable-mente se trata de un personaje exótico: un potentado licen-cioso vestido de traje blanco y fumando habano, un boxeador,un guitarrista que vende drogas, una morenita guapa, aloca-da y superficial; o bien, un guapetón que, si luce anteojos devidrio negro, tarde o temprano acabará traicionando a otropersonaje y, si no los luce, hace de amigo simplón y tonto peroinfalible del héroe, quien a,~u vez cambia de voz cada vez quenecesita hablarle, como si se tratara de una criatura en edadpreescolar. Así, a boca de jarro, no recuerdo una, una sola

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245novela primermundista en la que aparezca un latinoameri-cano inteligente. Ése es, pues, el espejo en el que día a día semira nuestra gente. ¿De dónde habremos de sacar entonces laconfianza y valentía para manejar científicamente un proble-ma, sin que nos invada la molesta sensación de que nos esta-mos metiendo en cosas que no nos corresponden?

Ésa es, también, la imagen que tiene nuestra gente de suspropios investigadores. Por años ha mirado a la rala comu-nidad científica latinoamericana como quien observa a unsujeto debilucho y con defectos irreparables, por el que cadatanto se intenta una acción benevolente, pero no muy espe-ranzada. En los mismos actos públicos en que fundamos unnuevo laboratorio, premiamos a un investigador, o tratamosde estimular a los jóvenes, o cuando intentamos persuadir alas autoridades de que la ciencia debe ser apoyada, resuenanlas palabras "futuro', "promisorio", "pujante"; palabras que,tácitamente, leídas entre líneas, reconocen un presente en-clenque y acaso inservible. Desde el punto de vista científico,consideramos que un gobierno es bueno cuando le aumenta elsueldo y los donativos a los investigadores e incrementa elnúmero de becas. También medimos la bondad de esos gobier-nos por la jerarquía de los funcionarios que asisten a las cere-monias de entrega de diplomas y premios; por si vinieron per-sonalmente o enviaron a un edecán; por si pronunciaron al-gún discurso o solamente hicieron acto de presencia. En resu-midas cuentas, la diferencia entre un gobierno bueno y unomalo para la ciencia se mide por la cantidad de dinero que su-ministran... al escenario actual.

Por el contrario, en estas páginas insistimos en que los gru-pos científicos que tenemos, o bien hacen ciencia en serio, de laúnica, y entonces son buenos sin vuelta de hoja, o son parte delproblema. También hemos opinado que el problema que ocasio-na la escasez de dinero, aunque es grave, no obstante resultasecundario. "Secundario' no significa aquí trivial, ni muchomenos "ligero"; sino más bien, que no arranca de la ciencia ensí, que sus dificultades provienen de afuera de la actividadcientífica, y su posible corrección está fuera del alcance de loscientíficos.

La solución tampoco consiste en tirarles de la manga a losdel primer mundo para lograr que nos transfieran lo que han

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te transfiera recetas informativas ya decantadas, sino que telleve a los sitios donde hierven las contradicciones; es ahídonde los investigadores profesionales nos ganamos la vida.Recuerda que el estudio de las regularidades de la realidadpermite encontrar sus leyes, pero que el análisis de las excep-ciones es más fructífero, pues abre nuevas posibilidades; elrigor racionalista purifica y fortalece el discurso científico, peroencasilla la mente creativa; hay que progresar, pero es nece-sario evitar que el hombre se transforme en una tuerquitaasfixiada en una megalópolis de cemento e hidrocarburos. Delmismo modo, el mapa católico coincide maliciosamente con eldel subdesarrollo y fue la Iglesia la que creó la Inquisición, per-siguió la alquimia, la anatomía, la biología, la astronomía, perotambién fueron los católicos quienes crearon las universidadesque se transformaron en manantiales del conocimiento, fueronlos judeocristianos quienes, en su afán por que se leyera la Bi-blia, impulsaron la letra impresa y combatieron el analfa-betismo; los musulmanes quemaron libros de la ciencia foráneaen la Córdoba del siglo x, pero fueron un caudal de sapienciaque posibilitó nada menos que el Renacimiento; las universi-dades han separado la investigación de la docencia, pero esopermitió que los investigadores pudieran trabajar en pleno pro-ceso de masificación. Un sabio es justamente eso: una personacapaz de evaluar en plena ambigüedad, y ver qué hay a amboslados de esos "peros".

Me gustaría intentar entonces una reconstrucción de lo queserá tu escenario, la Ciencia, y de tu papel en la profesión deinvestigador; sin embargo, debo aplazarlo para el próximo ca-pítulo, pues antes debo referirme a dos aspectos (las crisis y lossistemas complejos), cuya íntima correlación con el panoramade la ciencia discutiremos al final del capítulo. Ten confianza ypaciencia.

a] Las crisis. El mundo occidental pasó, por así decir, portres etapas: en la primera, que duró desde la Antigüedad hastael siglo xvii, imperaba una visión basada en el equilibrio.Predominaba una estratificación que a veces se encuentra ilus-trada en frescos en los que, en cierto nivel horizontal, se ve a lamasa del pueblo, por encima a los nobles, que tienen más arri-ba otro nivel con los santos y, finalmente, allá en lo alto, el ni-vel más alto ocupado por, Dios; en sentido descendente, por

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249debajo del pueblo se representa a los animales, más abajo elnivel vegetal, en un plano inferior, se encuentra el mundo ina-nimado y, en el fondo de todo, el Reino de las Tinieblas. Cadanivel se consideraba fijo por la naturaleza inalterable de susmiembros. Estaba en la naturaleza de los agricultores ser agri-cultores y sus hijos no tenían otra alternativa que ser agricul-tores como sus padres y abuelos. Todos ellos habían "nacidopara" agricultor. Si el rey moría era remplazado por otro noble;se llegaba incluso a entronizar a una persona de otras tierras,un extranjero en caso de no tener un noble a mano (behetría).Como parte de esa concepción estática, se pensaba que lasmontañas, los ríos y las especies biológicas eran, siemprehabían sido y permanecerían tal como se las veía.

En una segunda etapa, la visión se centró en el cambio ylos procesos; de ese modo, además de saber que Fulano es rico,se trató de entender cómo se hizo rico y cómo mantiene suriqueza. Y así se despertó el interés por averiguar cómo se for-maron las montañas, como se generó la diversidad biológica,cómo aparecen y desaparecen las naciones, cómo enloquece lagente. Las cosas dejaron de considerarse como objetos inmuta-bles y pasaron a ser vistas como estados actuales de procesosen continuo cambio, como efectos de alguna causa. Para expli-car esos procesos la filosofa, la historia, la economía, la socio-logía, la biología y la psiquiatría tuvieron que generar modelosdinámicos, cuya variable fundamental es el tiempo. En el sigloxviü y sobre todo en el xix, se desarrollaron la termodinámica,las teorías sobre la evolución de los estratos geológicos, la evo-lución de las especies biológicas, la fisiopatología de las enfer-medades. Hoy, hasta las estrellas, las constelaciones y todo elUniverso se consideran como etapas de un proceso dinámicoiniciado en una hipotética "gran explosión". Las cosas no son,sino que están.

Pero las explicaciones que brindaban esos modelos valíanpara procesos cercanos al equilibrio, pues el funcionamientoalejado del equilibrio introduce distorsiones y se acerca peligro-samente a las crisis. Para visualizarlo, recordemos que si diezobreros construyen una casa en dos años, veinte la podránhacer en uno y cuarenta en seis meses... pero no podríamosextrapolar esa "ley" y concluir que cien millones de obreros laharían en pocos segundos, pues sabemos que al aumentar el

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número de operarios se llegará a una crisis. Análogamente,podemos imaginar a un observador que mide la temperaturade una olla de presión colocada sobre el fuego, en función deltiempo de calentamiento: llegará un momento en el que la tem-peratura dejará de seguir una curva sencilla, entrará en crisis,y reventará, pero no hay extrapolación de la curva que predigaen cuántos pedazos se partirá la olla, qué forma tendrán, nidónde diablos irán a parar. En suma: no había coeficientes decorrección que permitieran a los modelos dinámicos seguirexplicando las conductas de los sistemas más allá de las crisisque, por lo tanto, fueron consideradas como los umbrales delcaos, de la ignorancia. En una tercera etapa, la actual, el serhumano se percató de que más allá de las crisis no reina el de-sorden, sino que en cada crisis que se atraviesa, se hace unatransición hacia otra estructura diferente que funciona de dis-tinta manera. La evolución biológica, por ejemplo, no consistióen un aumento simple y lineal del tamaño de las células primi-tivas; más bien fue dando origen a gusanos, peces, saurios, rep-tiles, mamíferos, cuyas estructuras y capacidades no se podríanhaber predicho extrapolando las de las células y las especiesprimitivas. Cualquiera que riega el jardín con una mangueraadvierte que al aumentar la presión del agua, la magnitud delchorro va aumentando, pero que llega un momento en el queéste, de ser aproximadamente un arco, se transforma en uncono hueco, en un abanico, o en dos subchorros separados,etcétera. Análogamente, quien haya sembrado una semilla yobservado que el mero ingreso de agua a su estructura leprovoca una crisis que inaugura un vegetal, tiene una expe-riencia simple y directa de esas transformaciones estructuralesy funcionales de los sistemas cuando son perturbados en suequilibrio más allá de cierto punto crítico.

Observemos que, después de atravesar las crisis, esos sis-temas no pasan a hacer "cualquier cosa", sino que adquierenestructuras y conductas que también obedecen a leyes explica-tivas, sólo que esas leyes son diferentes de las que conocían losobservadores situados, por así decir, en el centro del sistema,en su punto de equilibrio antes del cambio. Se advierte enton-ces que el caos más bien existe en la mente de ese observador,como si Amenofis IV y Luis XJV hubieran tratado de usar susconceptos de "reino" para explicar lo que sucedería en el Egipto

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251y en la Francia actuales. Más aún, se llegó a la conclusión deque toda estructura y todo modo de funcionar tiene su origenen alguna crisis. En las crisis desaparecen fortunas, institu-ciones, países, culturas, especies biológicas, montañas, ríos yestrellas, pero también se crean nuevas. Como decíamos, elmismo Universo parece haber sido producido . en una descomu-nal crisis: la Gran Explosión.

Si bien "crisis" y "caos" fueron perdiendo así su mal nom-bre, y ya no equivalen a "desastre" e "ignorancia", atravesaruna crisis no asegura que se está haciendo una transición ha-cia alguna estructura y forma de funcionar mejor. "Cambio esuna cosa, progreso es otra", comentaba Bertrand Russell. Paraque quede claro: el 98% de las especies biológicas que han exis-tido han sufrido crisis que las extinguieron.

La humanidad siempre ha atravesado crisis profundas ylas volverá a experimentar. Basta mirar los mapas europeos delos últimos doscientos años, para advertir que el primer mundono ha tenido en absoluto una anatomía estática. Londres deri-va de "Londinium", el nombre dado por los romanos a su asen-tamiento en aquellas tierras, porque la voz celta "london" equi-vale aproximadamente a "lugár salvaje"; asimismo, en algúncapítulo anterior mencionamos que el sabio musulmán Al-Andalusi opinaba que la gente de las comarcas que luego setransformaron en Suecia, Gran Bretaña, Alemania, Holanda,Suiza, jamás saldrían de su embrutecimiento, porque el frío nopermitía que les creciera el cerebro. Sin embargo, fue en elseno de aquellos "embotados" donde se produjo el Renacimientoy la revolución industrial; también es allá donde se asientanlos centros más importantes del saber y del poderío económicoactual. Las naciones de nuestra América actual han nacidohace un par de siglos como resultado de algunas crisis que nisiquiera ocurrieron aquí; surgieron de la relación entre france-ses, españoles e ingleses.

Tampoco la historia de la ciencia es un simple cúmulo delnúmero de cosas conocidas, sino de crisis que fueron cambiandouna y otra vez su estructura y su forma de trabajar.

Como también nos hemos esforzado por describir, la ciencia"a la manera del primer mundo" hoy está en crisis, como loestán su economía, sus recursos, su ecología, la población mun-dial y el balance de fuerzas basado en el poderío bélico. El

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primer mundo dista mucho de ser un paraíso del conocimiento.Su filosofía fue perdiendo capacidad unificadora y catalizadora;su ciencia se fue alejando de las aspiraciones de investigar ycrear un saber coherente en beneficio de la humanidad, y setransformó en una empresa pragmática, utilitaria y belicista.El filósofo Teoman Durali (Philosophy-science from the bioticstandpoint) opina: "Después de la segunda guerra mundial lafilosofía de la ciencia fue desapareciendo y su lugar lo tomó latecnología, que fue atrapando a la humanidad con un puñoférreo y casi absoluto." Si bien la opinión de Durali sobre el es-tado de la filosofía de la ciencia nos resulta refutable, al menospinta el estado anímico de los mismos observadores europeos.Los laboratorios primermundistas se fueron convirtiendo enfactorías en las cuales muy pocos investigadores pasan de lostreinta y cinco años de edad, pues los mayores están atrapadosen oficinas.

Pasemos al segundo punto.b] Los sistemas complejos. Un genetista desarrolla una

nueva variedad de cereal, que rinde 300% más de lo que pro-ducía la plantita que venían cultivando los indios desde tiem-pos remotos. Los ensayos, hechos con todo rigor en el ámbito deun invernadero, le dan la razón, se promueve el cultivo delnuevo cereal; sin embargo, en cinco o diez años se puede llegara descubrir que, si bien es cierto que en condiciones óptimascrece un 300% más, la planta, "integrada a la realidad", esdiezmada por organismos con los que el vegetal de los indiosmantenía un armonioso equilibrio ecológico, no tolera las se-quías, se malogra cuando las lluvias son un tanto más copiosas.El resultado puede ser el hambre, la desertificación, la migra-ción masiva de campesinos a las urbes. Aunque parezca menti-ra, a veces un vendedor de chicles junto a un semáforo citadino,puede ser producto de un estudio genético reduccionista, de lano linealidad, del caos. ¿Debemos entonces arrojar nuestrosconocimientos de genética por la ventana? No: debemos tratarde entender qué es un "sistema complejo".

Al intentar integrar lo aprendido por las diversas ramas pa-ra hacerse un esquema científico de la realidad, se descubreque, en la mayoría de los casos, esta realidad es intrínsecamen-te compleja, y "no se deja" explicar, mucho menos "manejar" conlos modelos obtenidos mediante la suma de conocimientos aisla-

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dos. Para decirlo de otra manera: cuando se trata de entender larealidad, el todo es muchísimo más (¡y hasta muy distinto!) quela suma de las partes, que las diversas disciplinas habían recor-tado para estudiar por separado.

¿Cómo se encaraban hasta hace poco tiempo los sistemascomplejos? En general se los descomponía. Por ejemplo, los con-ferenciantes proyectaban diagramas descomunales, compues-tos de rectangulitos que contenían el nombre de los factores delos cuales depende la ciencia, unidos por flechas que represen-taban las interacciones entre éstos. Rectangulitos que solíanmostrar consejos nacionales, universidades, institutos, biblio-tecas, viveros, observatorios, estaciones arqueológicas. Otrosrectangulitos tenían en cuenta los factores económicos (aportesestatales y privados; sueldos, prestaciones sociales, dinero paraequipos, consumibles, viajes); varios más, para los auxiliares deinvestigación, administradores, personal de apoyo; algunosotros, para la capacidad de la industria subsidiaria (para fabri-car fotómetros, sustancias químicas, cohetes espaciales), y unaserie más para representar la aplicación de los conocimientos aun enjambre de servicios e industrias. La incorporación de losfactores educativos requería, a su vez, nuevos enjambres derectangulitos para incorporar la docencia, los tesistas, la escri-tura de libros, las becas de formación y de perfeccionamiento.Tener en cuenta el currículum de los investigadores exigía ver-daderos archipiélagos de nuevos rectángulos y, si bien era rela-tivamente fácil hacer constar el número de investigadores, susedades, especialidades, títulos y lugares de trabajo, era casiimposible ponderar sus bases conceptuales y habilidades, suproductividad, originalidad, capacidad de formar discípulos,conexión con los colegas del exterior, y otros factores que discu-timos en el capítulo 11 y que tienen una importancia crucial enel desarrollo del trabajo.

Otros aspectos, tales como sus conceptos religiosos, su nivelcultural, su responsabilidad política, el apego a su terruño, sutendencia a dejar el laboratorio por la oficina administrativa,eran determinantes, pero imposibles de medir e integrar alcuadro.

Hemos argumentado por ejemplo que se han abandonadolos esquemas de la investigación en términos de una lógica cons-ciente y fría, y que hoy se resalta el papel del aparato mental

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inconsciente, pero ¿cómo canastos se podrían incorporar al dia-grama? En 1839 Charles Goodyear, ferretero en bancarrota,volcó accidentalmente una mezcla de goma y sulfuro en el hor-no y descubrió la vulcanización; éste procedimiento cambió laindustria, el transporte y hasta la fabricación de condones,pero ¿cómo se podría incorporar el elemento accidental al orga-nigrama de la ciencia?

Tomemos otro ejemplo. El celibato masculino en las univer-sidades ha sido mucho más riguroso que el de los mismísimosmonasterios pues, si bien éstos tenían su contraparte femeninay la reforma protestante abolió el celibato clerical, no tocó laexclusión de las mujeres de las universidades. Y no estamoshablando de universidades de sociedades perdidas en los con-fines del tercer mundo: hasta hace poco, los rectores de Cam-bridge y de Oxford tenían prohibido casarse (U. Ranke-Heine-mann, Eunuchs for the kingdom of Heaven). Lamentablemente,tampoco nos estamos refiriendo a curiosidades del pasado:David F. Noble (A world without women) aporta elementos con-vincentes de que la ciencia moderna es un asunto preponderan-temente masculino. De modo que no podrías excluir (tú tam-bién) de los rectangulitos que configuran el panorama científi-co, este aspecto que ha eliminado lisa y llanamente los cerebrosde la mitad del género humano, durante dos mil quinientosaños. Pero ¿cómo harías para tener en cuenta el machismo eincorporarlo a la estructura de la ciencia?

Los engorros que generaban los intentos de hacerse unmodelo de la ciencia no terminaban ahí, sino que cada uno delos componentes mencionados en los rectangulitos, a su vez esfunción de varios factores, de distinta naturaleza (gremiales,epistemológicos, institucionales, económicos) e interrelaciona-dos de manera compleja. De ese modo, al variar un factor, mu-chos otros se modifican de manera a veces imprevisible, y seprovocan efectos paradójicos y hasta adversos. Por ejemplo,para que los investigadores no se concentren en la capital deun país, se suele dar mayor apoyo a aquellos que desean esta-blecerse en el interior, política que, con pocas excepciones, aca-ba con la carrera de más de un científico-robinson-crusoe; elsistema de donativos, de becas de solicitudes, de justificacionesy el control administrativo de lás gastos de la investigación haacabado por quitar a los investigadores maduros de los labora-

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torios y encerrarlos en oficinas; asimismo, premiar económica-mente a quienes dirigen tesis con el propósito de propender a laformación de jóvenes científicos, ha hecho decaer notablementeel nivel de las tesis.

Ahora bien, cada una de esas flechitas (interacciones) sedescribe, concebiblemente, con una función matemática, y losdatos que se procesan (el número de alumnos, el costo de la en-señanza, el salario de los maestros, el mercado de trabajo)fueron recogidos con cierto error inherente a toda medición. Noimporta, las computadoras de hoy en día aceptan de todo, no tedesanimes: obtendrás un resultado, una "predicción científica"hecha con tu modelo. Lo que en cambio no debes hacer jamáses creer que ese resultado se relaciona mucho con lo que suce-derá en la realidad, por más aptos y bien intencionados quesean los actores.

Por supuesto, la opción no consiste en dejar de estudiarcómo inciden los diversos factores. De hecho, nosotros hemosdiscutido cada uno a lo largo de este libro. Lo que aquí quere-mos señalar es que la cándida esperanza de estudiar cada unode los factores que componen o inciden en la ciencia, para luegoponer junto todo lo aprendido, y así generar un modelo que pre-diga qué va a suceder, fue simplemente errónea: esos modelosno describen de ningún modo la realidad. Son reduccionistas.En general, no sirven.

Entonces, ¿por qué se siguen haciendo? Respuesta: porquese hace lo que se puede. Pero eso sí, entender que el aparatocientífico es un sistema complejo puede abrirnos posibilidadesque no podemos desaprovechar. Pasemos al capítulo siguiente,para ver de qué nos podría servir este nuevo enfoque.

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Toda ciencia es locura, si elbuen seso no la cura.

(Refrán español)

En los capítulos que anteceden hemos analizado algunos en-granajes, resortes y peculiaridades de las ciencias en el primermundo y en el nuestro, para ver de qué están hechas, con cuán-ta certeza/conjetura se las fue forjando, por qué se estruc-turaron de la manera que le conocemos, cómo fue que se con-catenaron los hechos a lo largo de la historia, quiénes y cómo lamanejan, qué andan haciendo con ella. No hice esa "decons-trucción" con espíritu de epistemólogo, historiador o sociólogo,pues no lo soy, sino como el obrero que te lleva de visita a lafábrica donde trabaja. En esa vena, ahora quisiera sugerir unaserie de asuntos que podríamos cambiar en pro de nuestraciencia, sobre todo porque no dependen preponderantemente delaporte de dinero, y porque desde mi punto de vista nos lleva-rían a hacer ciencia con un poco más de seso.

1] La realidad es demasiado grande y diversa como paraque la ciencia pueda estudiar todos sus aspectos a la vez, por loque se debe elegir temas, modos de estudiarla, asignar presu-puestos, interesar a la gente, y eso fuerza a escoger; al escogerentran en juego los intereses humanos... y eso hace que la cien-cia no sea neutra. Siento que haber discutido en los capítulosanteriores los aspectos epistemológicos, económicos, políticos,sociales, estéticos, industriales, religiosos, bélicos, profesiona-les y tantos otros, torna superfluo insistir aquí en por qué no esneutra.

Dado que no es neutra, tenemos que desarrollar nuestropropio punto de vista y luchar por pensar independientemente,incluso en el caso de que ésá, sea toda la libertad que consiga-mos, y aunque sólo sea para entender por qué y cómo nos

[256)

ES PREFERIBLE ENCENDER UNA VELA, QUE MALDECIR LA OSCURIDAD 257sojuzgan otros habitantes del Planeta.

2] La historia de la humanidad es la historia de una suce-sión de crisis, en las que imperios, modas, religiones, idiomas,medios de transporte, teorías, gente, formas de producir y derelacionarse han cambiado drásticamente, y tras las cualespasaron a funcionar de modos que difícilmente se podrían ha-ber predicho con certeza. Por ejemplo, hace mil años la mayoríade los europeos (incluidos sus reyes) no sabían leer ni escribir;hace cuatrocientos, Felipe II de España tenía una armada tanpoderosa, que la consideraba Invencible; hace ciento cincuenta,el Imperio británico dominaba la Tierra; hace cien, un cirujanoeminente declaró que la cabeza, el pecho y el abdomen jamásserían operables; hace sesenta, Hitler echó las bases de un sis-tema que, según los nazis, duraría mil años... y apenas duródoce; las fuerzas aliadas que acabaron con él y ocuparonAlemania declararon que "nunca más" dicho país tendría fuer-zas armadas... diez años más tarde la rearmaron e integrarona la NATO para defenderse de los soviéticos; hace veinte, esossoviéticos les anunciaron a los estadunidenses que los sepul-tarían... hoy la Unión Soviética no existe; la segunda guerramundial la ganaron -entre otros- los estadunidenses y los bri-tánicos, y la perdieron -entre otros- los alemanes y los japone-ses. Hoy, los estadunidenses luchan denodadamente porque nolos arrollen económicamente Alemania y Japón, y los británicosno han sorteado el peligro de la bancarrota.

Arnold Toynbee (Un estudio de la historia) identifica unasveinte "grandes civilizaciones", de las cuales hoy sobrevivenapenas seis. Y si bien por pura comodidad o brevedad expositi-va yo he incluido a nuestra América Latina en la civilizaciónoccidental, se requeriría muchos siglos de reparaciones, remode-lajes, camaleonismos y tergiversaciones para fundirnos conella... mientras ésta soluciona sus racismos, imperialismos,chauvinismos y otros desgarres que, francamente, yo no veoque esté próxima a superar.

Moraleja: no hay ninguna razón para pensar que las crisishayan cesado. No hay ninguna razón para suponer que la cien-cia ha encontrado, por fin, su estructura definitiva y seguiráprogresando linealmente. No hay ninguna razón para afirmarque en las próximas crisis no habrán de surgir pueblos que hoyestán sumergidos.

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3] En cambio, sí hay razones para suponer que los que sur-jan tendrán un conocimiento suficientemente desarrollado y es-tarán bien preparados para usarlo. En ese sentido, debemosmadurar, dejar de reducir nuestra "contribución" al ejercicioplañidero, o a la oportunista patadita política de buscar de quéotra cosa nos podemos quejar, sino apoyar y promover lo mucho-muchísimo- que han conseguido quienes fundaron institu-ciones, instituyeron becas, diseñaron programas de apoyo y, asabiendas de que hay paisanos que no siempre comen la canti-dad de proteína que necesitan, destinaron fondos a la investi-gación para intentar salir de la pobreza y la ignorancia. Esto lodeberían reconocer los funcionarios que, quizás en un intentode notoriedad, para hacer sobresalir su cabecita en el mare-mágnum del revoltijo político, comienzan su gestión borrandode un plumazo los desarrollos forjados por los funcionarios queles precedieron.

4] El elemento central de todo esquema científico es lamente que conoce, el seso a que alude el título de este libro; ahísí tenemos mucho por hacer y la responsabilidad de intentarlo,pues es insensato seguir supeditándolo a planes que hoy nonecesariamente se hacen en las universidades ni en los conse-jos de investigación, sino en los ministerios de economía, pormás que, con suerte, esos ministerios de economía sean los denuestros propios países.

5] Con todo, el sujeto de la investigación científica modernano es el sabio aislado, sino el grupo. En estudios hechos enFrancia y en los Estados Unidos (véase Amílcar Herrera) se hadeterminado que el número de personas que los componen os-cila entre 25 y 35. Eso depende de la rama científica de que setrate. Pero lo que es seguro es que un solo individuo ya no pue-de ser el teórico, experimentador, organizador, maestro, gestor,diplomático, político y publicista que se requiere para la tareacientífica (véase la Convocatoria a la creatividad hecha enColombia).

El grupo es además la nueva memoria, el reservorio de in-formación, actitudes, anécdotas, enfoques conceptuales quesólo se trasmiten frente a una pizarra, y de los consejos quesólo se dan mientras se toma café. Hay dispositivos teóricos yrecursos institucionales que 41 joven profesor adjunto todavíano conoce, y habilidades experimentales que el maduro profe-

ES PREFERIBLE ENCENDER UNA VELA, QUE MALDECIRLA OSCURIDAD 259sor titular ya no domina, pero que juntos pueden alcanzar. Sedebe cuidar que las comisiones evaluadoras (para otorgar suel-dos, donativos, becas) no estén integradas por "cuentachiles"que penalizan a los investigadores (sobre todo a los jóvenes)integrantes de grupos interdisciplinarios.

6] Los jóvenes necesitan una formación en serio. Creer queeso se logra con el simple aumento del número de becas escomo tratar de resolver los problemas de la infancia aumentan-do la natalidad; acaba por convertir las maestrías y los doctora-dos en salas de espera para matrimonios, emigraciones y saltosa actividades mejor remuneradas. En este sentido, el grupo aque se refiere el punto 5] es de gran ayuda, pues cada uno desus integrantes resulta ser un maestro: siempre hay alguienque tiene tiempo para discutir o que está dispuesto a demos-trar cómo se maneja cierto aparato, a enseñar cómo se haceuna gráfica, a usar cierto programa de computación, a corregirun primer manuscrito, a ayudar a captar conceptos difíciles pe-ro medulares, a dar una mano al muchacho en sus primerosencontronazos con los aspectos profesionales.

7] Algunos grupos científicos del tercer mundo tienen unexcelente nivel internacional, deberíamos intercalarlos comopasos en la formación de nuestros jóvenes; al menos, como paraactuar de escalones intermedios, para que no se siga mandan-do muchachos latinoamericanos a aprender a "pipetear" aStanford.

Tampoco se debe enviar becarios sin estar seguros de quehabrá medios y recursos para su reinstalación cuando regre-sen. Aquí, otra vez, el grupo ofrece una reinserción segura; éstaevitará que, a su regreso, el muchacho vea envejecer lo apren-dido mientras espera que se le otorgue su donativo o que lle-guen los equipos comprados, y que luego se vea obligado a de-pender del ex mentor en el primer mundo para evitar unadesconexión fatal.

8] Hay que repensar urgentemente la relación entre lasdistintas ramas del saber; convencer a quienes investigan laspropiedades de una molécula, de una función matemática o deuna selva, que la ciencia es un sistema complejo, y que suinsensatez es directamente proporcional a la distancia entre sudisciplina y la filosofía, la historia, la sociología y la economía.

9] Debería llegar el día en que también los empresarios

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vengan a la universidad a dar seminarios sobre los problemasque los aquejan, y que éstos no se reduzcan a planteamientosmonetaristas. No es lícito que continúen quejándose de que nopueden hacerle frente a la competencia extranjera, mientras si-gan ignorando las universidades de sus patrias.

101 Tenemos que acabar con la idea de que introduciendocomputadoras, televisores y aviones más rápidos a una visiónoscurantista, autoritaria y econometrista, se producirá una so-ciedad más eficiente y más justa.

Bertrand Russell (¿Por qué no soy católico?) analiza los in-tentos para probar la existencia de Dios sin ayuda de la fe y,después de refutarlos, llega a la conclusión de que la mayoríade la gente cree en Dios porque se le ha enseñado a creer en éldesde su infancia. Parece haber entonces una contradicción en-tre el esfuerzo por formar a los jóvenes en una ciencia que tieneprincipios sujetos a la crítica, mientras son inducidos a aceptardogmas que tienen prohibido cuestionar. Hace poco tiempo, unprelado afirmó que la Virgen está muy preocupada por la irreli-giosidad de los hombres ( Excélsior, 12 de diciembre de 1992;Sección B, p. 21), y otro aseguró que el narcotráfico es productode una maldición ( Uno más Uno, 26 de abril de 1993, p. 20).¿Qué esquema conceptual debe tener un muchacho para com-patibilizar dichas afirmaciones con la formación científica queintentamos darle?

Así como no confiaríamos a los científicos laicos la forma-ción religiosa de nuestros jóvenes, tampoco deberíamos confiarsu formación científica a fanáticos que, al afirmar conocer lasopiniones de la Virgen y creer en el poder mágico de las mal-diciones, demuestran ignorar los fundamentos y la estructurade la ciencia.

Los científicos latinoamericanos deben meditar sobre la re-lación entre ciencia y religión. Es cierto que la historia de lasinstituciones religiosas así como su relación con la ciencia y lapolítica tienen muchas páginas crueles y vergonzantes, dema-siado dolorosas y actuales como para analizarlas desapasiona-damente. Pero reducir la relación entre ciencia y religión a lapolaridad razón/superstición es inadmisible (J.H. Brooke, Scien-ce and religion). Por más la,co que sea un científico, no puedeignorar que la ciencia está nruy lejos de entender el fenómenomístico, que el laicismo es una posición enteramente nueva en

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las sociedades humanas, que no sabemos cuál será el impactoemocional de quitar a Dios de la escena (A. Müller-Armack, Elsiglo sin Dios), tampoco debe desconocer que una enorme pro-porción de sus paisanos, ya sea por fe o por ignorancia, practicaen menor o en mayor grado alguna religión. Incluso en el casode que llegara a la conclusión de que la institución religiosa de-sempeña un papel distorsionador, de que trata de controlar elaparato educativo para influir a los seres humanos durante suinmadurez, cuando se absorben pautas sin que pasen por unfiltro racional, y de que ese tipo de educación típicamente ter-cermundista mantiene a nuestros pueblos embotados en un es-cenario y en un momento en que el primer mundo los dominacon ciencia y tecnología, ese científico no debe discutir el fenó-meno místico religioso ni sus consecuencias en torneos de mo-nólogos; más bien, debe tomarlo con la cordura con que estu-diaría el cáncer, los terremotos y las guerras. Si, como decíaJesús, el saber nos hará libres, no estamos preparando ciu-dadanos similares a los de la Grecia clásica que, en su esfuerzopor discutir entre iguales, sentaron las bases del argumentar,demostrar y rebatir, con lo cual dieron origen a nuestra cienciay también a nuestra democracia.

A su vez, los adeptos de la religión predominante (y a vecesoficial) en nuestra región, deberían reflexionar sobre el hechode que, cada vez que un sacerdote salva su vida haciéndoseoperar de apendicitis, de una hernia o de una valvulopatía, es-tá usufructuando los conocimientos desarrollados por el mismotipo de gente que su institución acostumbraba quemar en unapira. Deben reconocer que, al poner un pararrayos en la cúpulade su templo, están confiando más en las enseñanzas de laciencia que en la bondad de la deidad adorada debajo de esamisma cúpula. No deberían repudiar las enseñanzas de sumaestro, quien pugnaba por no mezclar sus cosas con las delCésar.

Éste tampoco es un asunto cuya solución dependa directa yobviamente del aporte económico.

111 El problema de la evaluación del investigador es pelia-gudo y angustiante, pero debería ser pasajero. La comunidadcientífica debería recuperar a quienes, a pesar de su esfuerzo,hoy no logran mantenerse creativos en un nivel aceptable. Ge-neralmente, todo investigador formado ha debido atravesar con

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éxito varios filtros selectivos (ingresos a universidades, concur-so de becas diversas, incorporación a centros de trabajo y eva-luaciones en Sistemas Nacionales de Investigadores) y variascircunstancias probatorias (licenciatura, maestría, doctorado,posdoctorado), y su carrera ha costado demasiado dinero alerario público, como para que de pronto se lo elimine, porqueen lugar de tres trabajuchos por año prefiere publicar uno cadatres años donde tenga algo significativo que decir. Por otraparte su vida y la de su familia no pueden estar jugadas añotras año a una regularidad productiva que ni los grandesgenios han exhibido.

Si logramos hacer ciencia con seso, dentro de un par delustros, dos investigadores de cuarenta años podrán tener uningreso similar, aunque uno sea más publicador que el otro, seamejor maestro, no tenga la fortuna de ser muy citado a pesarde la importancia de lo que hace, de pronto decida embarcarseen una aventura más osada, sea más propenso a viajar, lo hagaporque su disciplina así lo requiere, o realice aportaciones quetengan o no una aplicabilidad inmediata. En ese escenario, elmal investigador (por natura o por cultura) y los personajesseudofolklóricos que hoy contaminan nuestra comunidad, re-saltarán como anacronismos o como artefactos fuera de lugar;serán excepciones que ya no habrán de justificar la existenciade un sistema de calificación basado en puntitos. Aquí tam-bién, la creación de grupos interdisciplinarios sería de granayuda.

121 Mientras alcanzamos la situación expuesta en estospuntos, debemos cuidarnos para no incorporar los vicios delprimer mundo. Por ejemplo, el imperio del "publica-o-perece"frecuentemente elimina a investigadores valiosos que, de pron-to, tropezaron con una idea que al principio parecía brillantepero luego no resultó, o se enfermaron, o tuvieron problemasfamiliares y perdieron sus subsidios. Análogamente, allá sue-len exigir que un investigador se jubile a los sesenta y cincoaños; con eso provocan además que, a de los sesenta,nadie les otorgue apoyo para comprar Instrumental alguno, yque los jóvenes no quieran iniciar una -rinación con ellos. Estapráctica perniciosa ya está penetran: ,J en nuestra comunidadpues, como hemos mencionad'q en e~ „apíiulo 11, ya estamosdiscriminando a nuestros viejos' mae. _ros, a quienes el cambio

ES PREFERIBLE ENCENDER UNA VELA, QUE MALDECIR LA OSCURIDAD 263de reglas del juego privó de compensaciones salariales y dedinero para trabajar. Se ha desencadenado así una situacióncomparable a la que imagina Adolfo Bioy Casares en su novelaDiario de la guerra del cerdo, en la que los ancianos son caza-dos a cascotazos por las calles de la ciudad.

Deberíamos crear las condiciones para protegerlos y, depaso, beneficiarnos con la sabiduría y experiencia que ateso-ran. No hay que olvidar que la duración de la senectud en losdiversos países es proporcional a un nivel científico-técnico,precisamente porque hoy el conocimiento tiene valor para lasobrevivencia. Este parricidio implica una pérdida aún mayoren las ramas humanísticas, en las que la edad propicia lasgrandes síntesis y los estudios comparativos. La tarea de inves-tigar es tan apasionante, que casi ningún investigador lati-noamericano se retira de ella aunque se jubile; de modo que,entre lumbago e infarto, entre duelo y operación quirúrgica,ellos siguen trabajando en la medida en que pueden hacerlo.De hecho, conozco muchos casos de profesores del primermundo, nativos del tercero, que regresan a pasar sus últimosaños trabajando aquí, pero no conozco un solo caso de migra-ción similar en el sentido opuesto.

13] Mientras la sociedad no nos adjudique un papel tan ne-cesario como el que tiene un empleado administrativo, un den-tista o un chofer de ómnibus, será dificil que nos pague un sa-lario adecuado. Pero, si se propone llegar a tener el aparatocientífico-técnico-productivo que juzgamos imprescindible parafuncionar como sociedad libre, deberá pagar buenos sueldos,aun en el período transitorio, mientras sólo lo hace como apues-ta al futuro.

14] Es necesario defender y hacer respetable la profesióncientífica. Hoy cualquier funcionario que necesita una consultamédica, la opinión de un abogado, la tasación hecha por un ar-quitecto, entiende que debe pagarles los honorarios correspon-dientes. Por el contrario, cuando necesita que un investigadorse encierre un par de días en su gabinete para brindarle la in-formación que le ha pedido, parte de la base de que éste debehacerlo gratuitamente. Más aún, es común que cuando nues-tros colegas profesionistas invitan a sus congresos a algún ex-perto internacional para que pronuncie una conferencia, lepaguen honorarios que sobrepasan en mucho lo que un investi-

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gador percibe en dos meses de salario, pero jamás le pagan unhonorario a los conferencistas investigadores contemporáneosinvitados a la misma conferencia.

Y para no cometer aquello de "la paja en el ojo ajeno", no-sotros mismos, los investigadores, debemos aprender a respe-tarnos: hace poco se reunieron los representantes de una edito-rial con una comisión de investigadores a fin de firmar un con-trato para publicar libros escritos por éstos. Para mi desmayo,entre las cláusulas de aquel acuerdo, mis colegas se compro-metían a renunciar a sus derechos de autor; además a permitirque, si la editorial juzgaba que la reforma de los textos los ha-ría más vendibles, tendría facultades plenas para encargarlasa un divulgador de su elección, a cuyas modificaciones los cien-tíficos no podrían oponerse ni siquiera en el caso de que distor-sionaran sus planteamientos.

151 Hay que conseguir que también nos respeten las empre-sas transnacionales. Aun en el caso de que sus mercados ter-cermundistas sean iguales o más grandes que el del país en elque se asienta la casa matriz, estas empresas sólo desarrollanla ciencia en sus países de origen y, en el caso de que las autori-dades del tercer mundo les dificulten tibiamente esta prácticainjusta, hacen figurar como "investigación" en nuestras tierraslas averiguaciones de mercado con las que deciden el precio delos productos y la forma de los envases. Los investigadores,para que nos asignen presupuestos, debemos presentar nues-tros proyectos para que los evalúen comisiones competentes;las transnacionales, en cambio, no cumplen ese requisito paraelegir sus "proyectos" y dejar de pagar impuestos.

16] Es importante aclarar y volver a recalcarlo, que cuandolos investigadores nos quejamos de que, tal como está organiza-da la tarea científica, perdemos la mitad de nuestro tiempo enasuntos que no estamos preparados para realizar, jamás cul-pamos de esta situación al personal administrativo; eso obe-dece a que, en la mayoría de los casos, la convivencia a lo largode tantos años nos va transformando en amigos, a veces enparientes, lo cual nos lleva a entender que todos estamos atra-pados en la misma red burocrática y que, si no fuera por subuena voluntad, el problema vería mucho peor.

17] Pero el actual sistema°de financiación y administraciónde la ciencia es simplemente descabellado. Esta afirmación se

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halla justificada por el hecho de que la tarea de investigación,sobre todo en las ciencias experimentales, hoy suele ser hechapor jóvenes menores de treinta y cinco años, por la simple ra-zón de que los mayores se deben recluir a escribir solicitudeskilométricas, pedir cotizaciones a varias casas comerciales, verde dónde sacarán dinero para el transporte, seguro e impues-tos, redactar cartas explicando que, si bien pensaban comprarun rotor para su centrífuga, ahora necesitarían destinar eldinero otorgado para el osciloscopio que se les acaba de fundir.

Esta práctica desatinada, provocada por el manejo de la in-vestigación con normas que han sido creadas para vender sal-chichas y calefactores, hoy es tan generalizada, que a pocos seles ocurre que los especialistas en economía y organización de-bieran esforzarse por generar un sistema más sensato. Por elcontrario, se acepta religiosamente que esta forma de operarha de ser perfecta, puesto que se generó en el primer mundo.Pero en marzo de 1993 se organizó en Sao Paulo una reuniónpara discutir el apoyo a la ciencia en el Brasil, en el que VeraL. Petrucci, analista del desarrollo científico y tecnológico, atri-buyó el fracaso de ciertos proyectos al hecho de que habíantenido que distorsionarlos para cumplir con los requerimientosdel Banco Mundial.

Estamos, entonces, frente a una inversión completa de lostérminos: no se hace una administración para que la cienciafuncione como necesita hacerlo, sino una ciencia que cumplacon caprichos evaluatorios y requerimientos burocráticos.

En nuestras plazas hay estatuas de personajes reconocidospor haber creado el Código Civil, el Código Penal, el Código deComercio, el Código de Minería. ¿Por qué no soñar con que laestatua del creador del primer Código Científico quede en unode los países del área?

Se podría, por ejemplo, crear una Comisión que cada tresaños visite el laboratorio de un investigador determinado, lointerrogue acerca de sus planes, sus datos preliminares; revisesus publicaciones, sus protocolos, sus aparatos y pida quedemuestre que los sabe manejar; que exhiba su currículumpara ver si es cierto que nació en algún lado; que converse consus becarios, sus ayudantes técnicos, su secretaria... y, en vir-tud de sus quince o veinte años de trabajo y decenas de publi-caciones en un tema, le otorgue un crédito científico por otros

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tres. Aceptará, al menos provisoriamente durante esos tresaños, que el investigador tiene la cordura necesaria para solici-tar un libro o un galvanómetro. Le permitirá usar cierto montode dinero del que el científico dará razones a posteriori, es de-cir, un crédito. Después de todo, no hay por qué dar por senta-do que la catadura moral de los científicos está muy por debajode la de los comerciantes o de las amas de casa que sí gozan dedicha confianza y pueden utilizar créditos.

Algunos dividendos adicionales de esta forma de operarsurgirían del hecho de que: a] el científico podrá huir de su ofi-cina y regresar a su laboratorio con libertad de hacer lo que sa-be: investigar; b] la Comisión, al evaluar a posteriori suinforme, podría hacerle críticas y sugerencias constructivas so-bre su manera de operar, sobre defectos que podría corregir,sobre recursos y colegas con cuya colaboración podría optimizarsus estudios, y c] se evitaría una situación que, si bien porahora sólo afecta la investigación en el primer mundo, corre elriesgo de propagarse aquí en la medida en que crezca nuestracomunidad, pues allá los peers que evalúan los proyectos aveces son taimados competidores que se sirven de las hipótesis,técnicas y enfoques más atractivos descritos en los cien odoscientos proyectos que les toca evaluar; incluso, frecuente-mente los objetan por algún detalle intrascendente, no pro-veen los fondos solicitados y luego corren a ejecutar los proyec-tos ellos mismos en sus propios laboratorios. Lo alarmante esque algunos de nuestros países están comenzando a enviarproyectos locales para que los evalúen en el primer mundo.

18] Debemos recuperar a nuestro personal de apoyo. Hayque encontrar la mam sa de restaurarles un salario digno acambio de una cantidad de trabajo idóneo y responsable. El in-vestigador debe tener derecho a discernir quién tiene habilida-des para asistirlo erg sus tareas especializadas y complejas yquién no. No podemos seguir desfigurando nuestras laborespara adecuarlas a horarios, asambleas intempestivas, días fe-riados y vacaciones interminables. Si los mismísimos adminis-tradores han llegado a la conclusión de que no podrían ejercersu tarea sin empleados de confianza, ¿por qué fuerzan a un in-vestigador a que acepte a quien el sindicato tenga a bien en-viarle?

Ninguna cadena es más fuerte que el más débil de sus esla-

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bones: si no desarrollamos una cultura de la calidad y la res-ponsabilidad, jamás contaremos con una ciencia confiable yque nos sirva para algo. Tal vez una solución, por lo menos pa-sajera, consistiría en crear un Sistema Nacional del Auxiliar,que fomente el esmero, la dedicación, el desarrollo de habili-dades, así como el interés por pertenecer a laboratorios activos,cuyos horarios, días laborables y cantidad de vacaciones seancompatibles con la tarea científica.

19] Se necesitan urgentemente revistas que analicen, cri-tiquen, objeten o apoyen honesta y maduramente las medidasgubernamentales y sindicales sobre la ciencia, y todo asuntorelacionado con ella. Pero las grandes compañías extranjerasque se benefician surtiendo nuestros laboratorios de equipos,reactivos, material de computación y libros, anuncian sus pro-ductos en Nature y Science, no en las revistas del tercer mun-do. Éstas dependen, entonces, de un apoyo económico estatalque se interrumpiría si las críticas se tornaran molestas. Contodo, algunos funcionarios latinoamericanos honestos y conven-cidos de la seriedad de su labor ya están alentando a la comu-nidad, para que se lance a debatir sin censura previa en algunarevista de su institución.

20] En el nivel latinoamericano caben muchas esperanzas,pues hace apenas cincuenta-años no teníamos Consejos de In-vestigación, ni becas, ni subsidios, ni carreras de investigador,ni funcionarios que tuvieran la menor idea de qué eran esascosas. Entre los buenos investigadores del tercer mundo reinaun entusiasmante espíritu colaborativo. Aquí, "colega del mis-mo campo", se trate de un chileno, un argentino, un brasileño,un uruguayo, un venezolano o un mexicano, invariablementesignifica: "amigo que tuteamos, de cuyo cónyuge sabemos elnombre, que se hospedó una semana en casa, del que conoce-mos anécdotas graciosas y de las otras, que se olvidó de devol-vernos un libro que le prestamos".

En la breve historia científica de Latinoamérica, los quehemos sido corridos de nuestras patrias por los tiranuelos enturno, nos hemos desplazado de un país a otro y encontrado in-variablemente los brazos (y las aulas, y los laboratorios y lospresupuestos) abiertos. Hoy se están estableciendo foros de dis-cusión y redes latinoamericanas que permiten a los científicosun nivel de integración y cooperación como jamás se logró en lo

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político, militar, industrial ni comercial.El próximo paso debería ser, como opina Amílcar Herrera,

crear un sistema científico unificado para toda la región, que lepermita tomar decisiones basadas en sus propias necesidades.Podría seguirse el ejemplo de la Comunidad Europea, y reuniresfuerzos y dinero para ofrecer "facilidades especiales": obser-vatorios astronómicos, aceleradores de partículas, estacionesbiológicas, acervos informativos, centros de capacitación.

El tercer mundo dista mucho de ser un infierno científico.Aquí, mientras los investigadores den muestras fehacientes deestar haciendo las cosas bien y publiquen, gozan de entera li-bertad: ya sea porque se entiende que en el curso de las investi-gaciones necesitan dar un golpe de timón para aprovecharnuevos productos, nuevos logros personales y novedades intro-ducidas por colegas de otras partes del mundo; ya sea porque,no importándole a nadie lo que están haciendo, pueden alterarel proyecto y optimizarlo.

El darwinismo nos había convencido de que la libre compe-tencia hace que triunfe "el más apto"; pero, en cambio, la nuevabiología encuentra que la cooperación y la simbiosis han dadolugar a adelantos evolutivos muchísimo más notables. Podríaser que, así como el darwinismo social acabó por tener un malnombre, esta nueva intromisión de los conceptos biológicos(ahora los conceptos de cooperación y simbiosis) corra la mismasuerte. Con todo, es posible que la disolución de las barrerasinterdisciplinarias en el nivel profesional, además de la coope-ración y la "simbiosis" entre científicos de las distintas ramas,técnicos, epistemólogos, empresarios y funcionarios, nos ayudea acabar con los feudos académicos, con los recelos profesio-nales y a propiciar mejoras.

211 Cuando un muchacho repite en trabajos prácticos unexperimento clásico, no es para que él haga algo con la ciencia,sino para que el experimento haga de él un científico. De lamisma manera, lo que la ciencia hace con una sociedad puedellegar a ser más importante que lo que ésta hace con aquélla.Por más de que la ética no forme parte de la argamasa del edifi-cio científico, el desarrollo de un aparato científico disminuye elautoritarismo (interno), exige una política institucional abierta,clara, constatable y justificada; ésta va democratizando lacomunidad, y la va haciendo más eficiente, mediante la inyec-

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ción de razonamiento sistematizado en todas sus actividades.La ciencia ha aliviado el sufrimiento humano, ha demos-

trado que los enfermos mentales no están poseídos por el demo-nio, y los ha liberado de palizas, baños helados y cadenas; hademostrado que las mujeres no son seres despreciables, comoafirman las Escrituras; acabó con la idea de que los niños sonprovisoriamente imbéciles a quienes, para educarlos, es nece-sario engañar, asustar con fantasías perversas y someter a cas-tigos corporales. En cien años, la tecnología ha hecho más porlibrar al obrero de pesadas y embrutecedoras tareas muscu-lares, que dos mil de prédica piadosa; además le está permi-tiendo acceder al conocimiento, esparcimiento y al deporte entodo el planeta. Justamente, el mapa de las regiones en las queaún se discrimina a las mujeres no coincide con el de las zonasque desarrollaron su ciencia, y sí con el de ciertas institucionesreligiosas.

En ese sentido, desarrollar un aparato científico-técnicotambién nos beneficiará en aspectos científicos y no científicos,y nos mejorará como personas.

En resumen: a] No es cierto que nuestro proyecto deba con-sistir en alcanzar la estructura del primer mundo; la estafa estanto o más evidente ahora que ellos no tienen un proyecto ex-plícito. b] No es cierto que allá se propongan hacer algo sensatocon las relaciones comerciales, las destrucciones de selvas, lascontaminaciones del agua y de la atmósfera, el agotamiento desubsuelos y energéticos, o con la basura radiactiva. "El pensar-hacer de su proyecto humanista se queda en el pensar-decir, yen el hacer solamente declaraciones que no se cumplen" (PabloGonzález-Casanova). c] No es cierto que la actividad científicadel primer mundo constituya un ideal, y que nosotros debamoscorrer detrás como monitos tratando de imitarla y darle al-cance. d] No es cierto que nuestra ciencia sea una especie deCenicienta en un reino de gestión empresarial monetarista:puede responder a mayores demandas en cuanto la sociedad laintegre a una visión del mundo adecuada y sepa cómo uti-lizarla. e] No es cierto que, con ser enorme, nuestro principalproblema sea el económico; se puede decuplicar casi instan-táneamente la capacidad científica que ya se tiene, con sóloencontrar una forma de administrar que permita a los investi-gadores concentrarse en el trabajo. Los científicos maduros

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deben volver a los laboratorios. f] No es cierto que el ordenmundial haya alcanzado un equilibrio definitivo: debemosprepararnos para aprovechar los cambios críticos que se pro-ducirán inevitablemente. g] La cultura debe ser fuente de in-tenciones, propósitos, valores; si la que tienes no te brinda losadecuados y tiende a hacerte subhumano y desdichado, tu pro-yecto debe consistir en forjar una mejor, no en quejarte de laque has heredado. Los problemas hay que detectarlos, estu-diarlos y resolverlos, no achacárselos "al sistema". Es buenoque no inicies tu carrera maldiciendo la oscuridad, sino encen-diendo una vela... y como ves, hay muchas cuyo encendido nodepende directa y exclusivamente del dinero. De modo que note preocupes, pero ocúpate.

21. Y BIEN, ¿ESTÁS SEGURO DE QUE TE QUIERESDEDICAR A LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICAEN TU PAÍS?

Espero que tu respuesta sea afirmativa, que en cada falla y encada ventaja que he señalado, veas una circunstancia en lacual tu creatividad puede intervenir.

Cuando en mi juventud daba los primeros pasos de unacarrera científica, mis maestros me aconsejaban leer libros queme hablaban de las miserias con que habían tenido que lucharMadame Curie y Louis Pasteur; asimismo me recomendabanser abnegado, adoptar un ascetismo espartano, recordar quetengo un compromiso sagrado con la humanidad. En esos tex-tos, los investigadores aparecían como una mezcla de sanFrancisco de Asís y Madre Teresa de Calcuta descrita por WaltDisney. Pero, la verdad es que yo no me veía razonando "pre-misa mayor, premisa menor...", no inducía ni deducía, y meimportaba tres pitos el empirismo lógico; peor aún, ni lo co-nocía. Para rematar la cosa, yo advertía que ante una idea bri-llante no se me enfriaba el cerebro tal y como prescribían esoslibros de catecismo científico, sino que se me calentaba el cora-zón y me daban ganas de bailar en una pata; tampoco me le-vantaba por la mañana pensando en que la humanidad menecesitaba: me encantaban el futbol, los chistes picarescos, lamúsica popular, las motocicletas de varios cilindros y la ropadespampanante. Vistos retrospectivamente, aquellos librosllenos de santas recomendaciones, me parecen guardar con latarea de investigar la misma relación que la pornografía con elsexo: describen poses, actitudes exóticas, ejemplos extremos,pero no incitan, sino que asquean.

A pesar de que me parece maravilloso ser investigador, hepuesto entre los acápites iniciales de este libro la frase de unprofesor de biología de Berkeley: "Encuentro cada vez más difi-cil recomendarle esta carrera en investigación básica a losjóvenes brillantes que cada día me piden mi opinión", porque

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refleja el conflicto personal que me aflige cada vez que un jovenme pide opinión: aconsejarle que no se haga investigador sig-nifica ocultarle que la investigación científica, hecha con un mí-nimo de apoyo y buena suerte, es la tarea más atractiva quepuedo imaginar. Pero aconsejarle a un joven que se dedique ala investigación en Latinoamérica, me hace sentir como un ver-dadero estafador de la confianza que el muchacho deposita enmi respuesta. ¿Cómo ocultarle que esos libros con retratos deGalileo, Einstein, Planck, Fermi y von Braun no tienen muchoque ver con el trabajo que él deberá llevar a cabo en esta re-gión? ¿Cómo ocultarle que la escasez e irregularidad del apoyoeconómico, las instituciones, las trabas administrativas, lossindicalistas que dificultan la participación de los auxiliares ytécnicos, y las patrañas de los seudocientíficos encaramadospueden convertirlo, muy probablemente, en un emigrado y, sies un cuestionador, en un exiliado? ¿Cómo ocultarle que si lue-go, cansado de penurias y privaciones, acepta trabajar en elprimer mundo, puede acabar como el tornillito número 128 delequipo de un operator, o presentando farragosas solicitudes queserán evaluadas por un peer review group que no tratará de versus méritos, sino de encarnizarse con pequeños defectos en elestilo de llenar los papeles, como si se tratara de abogados liti-gantes? ¿Cómo no prevenirle que esos mamotretos llorones quese publican sobre las penurias de la ciencia en el tercer mundoignoran que hubo y hay grupos productivos, prestigiosos y fe-lices, funcionarios que se esmeran por organizar las institu-ciones científicas sensatamente, y centros que hacen mala-barismos para poder albergarnos y apoyarnos?

Finalmente, deseo resaltar un punto que, de todos modos,no te habrá pasado inadvertido: tú eres una persona de carne yhueso, no una región del Globo Terráqueo; de modo que, si bienespero que tu pertenencia y solidaridad social te impulsen aluchar porque superemos las dificultades señaladas, me apre-suro a asegurarte que, en último término, todos los que se pro-pusieron ser investigadores y tuvieron las dotes necesarias, lohan logrado. Al decir todos no ignoro por supuesto a quieneshan perdido la vida en la lucha política, ni a los que tuvieronque exiliarse; sólo me estoy refiriendo al hecho de que no re-cuerdo casos de jóvenes inteligentes que, tras algunos topeta-zos con la realidad de sus terruños, no se hayan convertido en

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investigadores tan aptos como los de cualquier región delPlaneta. Si tú te empeñas, la ciencia no te puede detener.

Por todas estas razones me he sentido llevado a escribireste texto. Para poder darte luego la siguiente opinión: Si teatrae conocer, analizar y discutir modelos de la realidad asícomo meditar sobre la estructura y la importancia social delconocimiento, además de divertirte experimentando; si no tevas a limitar a medir cosas de 9 a 14 horas, ni te metes a ton-tas y a locas, ignorando la patológica inserción del conocimien-to en nuestra cultura, ni la dependencia que tendrás de lasinstituciones de tus pueblos; si te das cuenta del esfuerzo quese hace por entender y corregir las anomalías que se van pre-sentando cuando se progresa; si piensas participar sin mohinespreadolescentes en la solución, sin que todo termine condenan-do «al sistema"... antes de irte a radicar a Chicago; vamos: sisabes en qué consiste ser un investigador profesional en el ter-cer mundo, entonces hazte investigador científico, pues teencantará y te necesitamos.

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