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ACADEMIA DE GUERRA NAVAL Temas Seleccionados 03 14 Septiembre 2012 WWW.ACANAV.MIL.CL ACADEMIA DE GUERRA NAVAL CIENCIA VERSUS EL ARTE DE LA GUERRA Escrito por Milan Vego JFQ, publicación 66, tercer trimestre, 2012.

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N° 03 14 Septiembre 2012

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CIENCIA VERSUS EL ARTE DE LA GUERRA

Escrito por Milan VegoJFQ, publicación 66, tercer trimestre, 2012.

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“La guerra es un arte y como tal no es susceptible de ser explicada por una fórmula rìgida”.

General George S. Patton

Las personas, por lo general, no se sienten cómodas con la incertidumbre; es por ello que existe una constante búsqueda en la vida – incluyendo a los militares – por deducir diversos principios o conjuntos de reglas y hacer que las cosas sean más controlables y predecibles. Desde la antigüedad que los militares se han visto enfrascados en una búsqueda incesante de la certeza en la conducción de la guerra1. Han batallado por saber con precisión todos los elementos claves de la situación que atañen a la fuerza enemiga y sus intenciones, y las reacciones a sus propias acciones.

La Guerra como Ciencia

La idea de que la conducción de la guerra es una ciencia es casi tan antigua como la guerra misma. En los tiempos antiguos, los teóricos militares comenzaron a investigar ciertos principios y reglas que guiaban la conducción de la guerra. Durante la época del Renacimiento, el arte, la música, la filosofía, el gobierno, la ciencia y la guerra sufrieron una transformación gradual, pero profunda2. En esa era, los europeos redescubrieron los tratados militares escritos por los teóricos militares antiguos, en especial los de Jenofonte (430-354 A.de C.), Julio Cesar (100-44 A. de C.) y Vegecio Renato (Siglo IV D. de C.) El legado clásico se convirtió en los cimientos y fuente intelectual de referencia histórica para el pensamiento militar que perduró hasta fines del siglo XVIII3.

Autor : Milan Vego Profesor de Operaciones en el Departamento de

Operaciones Militares Conjuntas en la Academia de Guerra Naval de EE.UU.

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La revolución científica de fines de los siglos XVII y XVIII fue el resultado de nuevas ideas y avances en la física, química, astronomía, biología y medicina. Debido a grandes pensadores como Isaac Newton (1643-1727), el discurso científico tomó un rol preponderante en cuanto al reordenamiento de la sociedad dentro de la civilización occidental. Se dio una asociación más estrecha con la tecnología4. La primera revolución tecno-científica en la guerra europea se explicó en torno a una metáfora del mecanismo de relojería, la que se convirtió en símbolo de orden, regularidad y capacidad predecible. El concepto del reloj fue emulado por los militares europeos según lo ejemplificó Federico el Grande (1712-1786)5.

Además, los bombardeos y las fortificaciones comenzaron a ser guiados, cada vez más, por principios geométricos y por los grandes avances en balística. El profesional más influyente en las técnicas de atacar y construir fortalezas fue el Mariscal francés Sébastien Le Prestre de Vauban (1633-1707). Utilizó sus conocimientos de geometría, arquitectura y artillería para desarrollar la ciencia de las fortificaciones6. En sus 30 años de actividad profesional, Vauban personalmente diseñó una cantidad de fortificaciones y levantó cerca de 50 sitios – todos ellos en forma exitosa7.

El austriaco nacido en Italia, mariscal de campo Raimondo Montecúccoli (1609-1680), fue uno de los profesionales y teóricos más influyentes de fines del siglo XVII; uno de los primeros en tratar de explicar la guerra “científicamente”8. Montecúccoli observó que al igual que todas las ciencias, la ciencia de la guerra apunta a transformar las experiencias en reglas universales y fundamentales.

El mariscal francés Jacques-Francois de Chatenet, Marqués de Puységur (1656-1743), fue un distinguido soldado que emprendió un tratamiento sistemático de la guerra. Creía que la experiencia no era la única aproximación para comprender la guerra. La intención de Puységur fue transformar la guerra en un conjunto de reglas y principios, como ya se había hecho para los sitios, asedios o bloqueos9. Al igual que Montecúccoli, observó que la guerra era la más importante de todas las ciencias y artes. Además sostenía que la guerra durante su vida careció de un estudio teórico sistemático, con la gente confiando sólo en la tradición y las experiencias personales. De acuerdo a su punto de vista, la guerra de campaña necesitaba hacerse tan científica como la práctica del sitio lo había sido para Vauban. Por ende, se debía poner énfasis en el estudio de la geometría y geografía, así como de sus aplicaciones al arte de la guerra10.

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Los escritos del teórico militar y soldado francés, Jean-Charles de Folard (1669-1752) fueron textos precursores del “pensamiento militar ilustrado”. Folard se fascinó con la Grecia y Roma clásica. Examinó la guerra desde una perspectiva científica para descubrir los principios universales que guiaban su conducción. También abordó las dimensiones sicológicas en el combate. Sus escritos influyeron en muchos teóricos militares y profesionales de la era de la Ilustración, como Maurice de Saxe, Federico el Grande y Napoleón Bonaparte I (1769-1821)11. Saxe (1696-1750) fue uno de los generales más exitosos de la era de la mosquetería. Escribió las famosas Meditaciones sobre el Arte de la Guerra (1757). En el prefacio, planteaba que la “guerra es una ciencia tan oscura e imperfecta que la costumbre y el prejuicio confirmados por la ignorancia son sus únicos fundamentos y apoyo; todas las otras ciencias se basan sobre principios fijos. . . en tanto que ésta sigue estando desamparada”12. Para entender la guerra, Saxe sostenía que sin el conocimiento de la esencia humana, uno depende del favor de la fortuna, que a veces es inconsistente13.

La Era de la Ilustración, 1750-1800

La revolución científica del siglo XVII y el comienzo de la ciencia de Newton en particular, condujo a difundir la creencia entre los intelectuales europeos de que la mente humana es capaz de dominar todas las realidades. Otra influencia durante la Ilustración fue el neoclasicismo francés, que enseñó que cada arte está gobernado por ciertos principios y reglas universales e inmutables14.

Los oficiales militares, en su mayoría de rangos nobiliarios, se vieron influidos por las tendencias filosóficas, intelectuales y culturales de fines del siglo XVIII. Ellos concluyeron que la guerra, como otras ciencias, tenía que ser estudiada en forma sistemática para que, luego, se pudiera crear una teoría clara y universal de ella. De aquí que, la profesión militar debe estudiarse teóricamente y no sólo utilizando las experiencias de combate. Este nuevo énfasis en el estudio de la guerra dio como resultado un importante aumento de publicaciones relacionadas con la teoría militar.

Las ideas que dominaron el pensamiento militar durante la Ilustración fueron rudimentarias en lo que respecta de la apreciación de los aspectos políticos de la guerra, en especial, en Prusia bajo el reinado de Federico el Grande (1712-1786); se inicia la toma de consciencia del rol que cumplen los factores sicológicos en el combate; y la aplicación sin precedentes de principios seudocientíficos para el estudio de la guerra15. Los teóricos militares más importantes de la Ilustración fueron el Conde Turpin de Crissé (1709-1799), Paul Gideon Joly de Maizeroy (1719-1780), Federico el Grande, Pierre-Joseph de Bourcet (1700-1780), Jacques Antoine Hippolyte, Comte de Guibert (1743-1790), Henry E. Lloyd (1720-1783) y Dietrich Heinrich Freiherr von Bülow (1757-1807).

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A fines de la era de la Ilustración, la teoría militar estuvo dominada por la conocida escuela geométrica o matemática. Sus partidarios creían firmemente en que el verdadero arte de la guerra no estaba en combatir sangrientas batallas, sino en conducir maniobras diestras para vencer al enemigo mediante marchas y movimientos calculados16. Lo ideal no era derrotar al enemigo mediante una lucha sangrienta, sino superarlo diestramente. La estrategia se basaba en fundamentos matemáticos abstractos. Se requería que el comandante fuera como un jugador de ajedrez capaz de dominar todas las combinaciones, mientras que el ejército en el campo representaba las figuras de un tablero. El rendimiento personal y creativo en el campo de batalla no jugaba un gran rol. Las acciones de los grandes capitanes se explicaban por su apego a las reglas del arte de la guerra17.

El general y teórico galés, Henry E. Lloyd fue uno de los más fuertes defensores del enfoque científico para estudiar la guerra. Comparó al ejército con un aparato mecánico, el cual, “como todas las otras máquinas”, se compone de varias partes. Su perfección depende primero de sus partes, y segundo, de la manera en la cual estas partes están dispuestas. Escribió que la guerra es un brazo de los mecanismos newtonianos. Lloyd creía que el conocimiento exacto del país, como también de la ciencia de posición, campos y marchas eran disciplinas esenciales que debían ser dominadas por un general18.

A diferencia de otros representantes de la escuela geométrica, Lloyd fue uno de los primeros pensadores que destacó la necesidad de poner atención a la moral de las tropas. Esto se puso de manifiesto en su discusión de las pasiones humanas como factores motivadores que incluían el temor, el honor, la vergüenza y el deseo de riquezas. Escribió que el más poderoso de todos es el amor por la libertad y la religión19.

El oficial prusiano, Freiherr von Bülow, uno de los teóricos más influyentes de la Ilustración, escribió el libro “Espíritu del Nuevo Sistema de la Guerra (1799)”. Este oficial

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reforzó el enfoque científico de Lloyd o la ciencia geométrica de la estrategia20. De acuerdo a su punto de vista, la conducción moderna de la guerra estaba basada en líneas de operación y el advenimiento de las armas de fuego21.

Bülow proporcionó una teoría matemáticamente precisa. Creía firmemente en que sus teorías podían ofrecer la clave para la victoria, permitiendo la precisión científica del resultado antes que los ejércitos se enfrentaran en batalla. Sostenía haber descubierto los secretos matemáticos de la estrategia y establecerlos como una ciencia. De acuerdo al punto de vista de Bülow, “Desde ahora en adelante, no habrá necesidad de crudas consideraciones y de ensayos peligrosos de batallas para planificar y decidir el sino de una campaña. Si el atacante dependía de una base de operaciones defectuosa, el defensor lo podía forzar a retroceder sin recurrir a la batalla”. La batalla se hacía innecesaria por la perfección científica de la estrategia: “la Guerra ya no será más un arte, sino una ciencia. El arte en sí mismo será una ciencia, o se perderá en ella”22. A diferencia de Lloyd y algunos otros teóricos de la época de la Ilustración, quienes además de las partes científicas de la guerra dejaron espacio para la creatividad de un genio, Bülow afirmaba que “el círculo de acción de un genio militar será, al final, tan estrecho que un hombre de talentos ya no estará dispuesto a dedicarse a este ingrato quehacer”23.

Era Pos-militar de la Ilustración

Los puntos de vista de los defensores de la escuela geométrica probaron ser falsos con la llegada de la guerra decisiva según fue practicada por los revolucionarios franceses y Napoleón I. Sin embargo, los defensores de las ideas militares de la era de la Ilustración no perdieron influencia. Sus ideas fueron en gran medida adoptadas, aunque de forma modificada, por Antoine-Henri Jomini (1779-1869) y el Archiduque austriaco Carlos (1771-1847). De hecho, la gran mayoría de los teóricos militares del siglo XIX basaron sus ideas en las teorías desarrolladas durante la Ilustración24.

El general francés nacido en Suiza, Jomini, evitó la tendencia a desarrollar sistemas geométricos de la guerra cada vez más complejos, sin embargo, sus teorías las construyó sobre fundamentos formulados en la Ilustración. Esto, a su vez, lo llevó a tomar un enfoque fundamentalmente reduccionista y predictivo25. Jomini escribió que “la guerra en su conjunto no es una ciencia, sino un arte, y la estrategia en particular puede regularse mediante leyes fijas que se asemejan a aquellas de la ciencia positiva, pero esto no es cierto si la guerra es vista como un todo”26. Además, sostenía que las tácticas son la única parte de la guerra que puede estar sujeta a reglas fijas27.

Jomini buscó identificar principios universales centrales para el arte de la guerra y trató de discernirlos mediante su estudio de las campañas conducidas por Federico el Grande. En su

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obra original y de gran influencia, titulada: Resumen del Arte de la Guerra (1838), Jomini escribió que existen algunos principios fundamentales de la guerra que no pueden desviarse sin generar peligro, en tanto que su aplicación siempre ha estado coronada con el éxito28. Él proporciona una lista de cuatro máximas que hicieron un principio dominante; incluso principios aparentemente simples estaban compuestos de un conjunto de principios subordinados. Aunque revisó su sistema de principios, nunca se apartó significativamente de las ideas que desarrolló al estudiar las campañas de Federico el Grande mediante el prisma de Lloyd y Bülow29. A pesar de su obvia obsesión por los principios de la guerra, Jomini reconoció la importancia de los factores morales en ella. De acuerdo a su visión, estos factores impedían una determinación teórica de la táctica. Creía firmemente que a pesar de los cambios tecnológicos, “la estrategia por sí sola permanecerá inmutable, con los principios iguales a como existían en la época de Scipios y César, Federico y Napoleón, puesto que son independientes de la naturaleza de las armas y la organización de las tropas”30.

El Archiduque Carlos, el hijo del Emperador Leopoldo II, fue considerado, también, uno de los mejores generales de la monarquía de los Habsburgo y de Europa Continental. El Archiduque fue, así mismo, uno de los reconocidos teóricos militares de su era y su obra se basó en las ideas de fines de la Ilustración. En su libro Principios del Arte Superior de la Guerra (1806), postuló que “los principios de la ciencia de la guerra son pocos e inmutables. Sólo su aplicación no es nunca la misma. Cada cambio en las condiciones de los ejércitos, en sus armas, fortaleza y posiciones, y cada nuevo invento, involucra una aplicación diferente de estas reglas”31. En sus Principios de Estrategia (1814), el Archiduque Carlos también adoptó casi enteramente la teoría general de la guerra de Bülow y su concepto geométrico de las operaciones, pero con menos énfasis en los aspectos matemáticos32.

La visión de que la conducción de la guerra es en gran medida una ciencia y no un arte no se limitó a los intérpretes de las teorías de Jomini y sus seguidores. Uno de los teóricos militares líderes del siglo XX, el general británico J.F.C. Fuller (1878-1966), también fue un firme creyente en que la conducción de la guerra es en gran medida una ciencia. Él se vio muy influido por las teorías de Lloyd. En su libro Fundamentos de la Ciencia de la Guerra, Fuller escribió que los métodos científicos corresponden a un enfoque de sentido común respecto a cómo saber la verdad sobre el pasado y cómo podemos aplicar esta verdad en las condiciones que nos rodean ahora y que, probablemente, existirán durante la próxima guerra33. Fuller afirmaba que la guerra es una ciencia tanto como cualquier otra actividad humana, porque se basa en hechos y que la guerra debe convertirse en ciencia antes que pueda practicarse correctamente como un arte34.

Los teóricos marxista-leninistas creían que la guerra se basada esencialmente en principios científicos. La predilección de Vladimir Lenin (1870-1924) por los principios de la dialéctica materialista del objetivismo, regularidades en la naturaleza de la sociedad y las posibilidades del

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conocimiento, influyeron fuertemente en el desarrollo de la teoría militar soviética posterior a 1917. Los puntos de vista filosóficos de Lenin eran compatibles con los métodos científicos más objetivos de los asuntos militares y llevaron al desarrollo de la previsión militar. Es por ello que, en las fuerzas militares soviéticas, casi todo aspecto de los asuntos militares estaba influido por las ideas ideológicas de Lenin35. La principal razón de aquello y de las creencias similares, fue una fe ilimitada en el valor e impacto extraordinario del material en la conducción de la guerra. Federico Engels (1820-1895), uno de los primeros e influyentes teóricos militares marxista, creía que todas las grandes revoluciones en la guerra no eran el resultado de grandes maestros de la guerra, sino de invenciones en mejores armas y cambios en el material. Para él, el poder militar se basaba en las armas y el equipamiento militar cuya calidad dependía de la condición del desarrollo de lo que él y otros marxistas llamaron “fuerza de producción”36.

La obsesión soviética con el Marxismo-Leninismo científico y su preocupación concomitante por la historia, las leyes, los principios, las normas y las reglas y su atención por los algoritmos y fórmulas “objetivas”, todo redujo artificialmente la dinámica del campo de batalla a un proceso estéril más parecido a cálculos que a un combate humano37.

Teorías Modernas

Tradicionalmente, el enfoque occidental para conducir la guerra se ha visto influido por la búsqueda newtoniana de identificar las leyes universales que rigen el combate, por medio de las cuales todos los problemas pueden resolverse y los resultados del combate predecirse. De aquí que, se hayan hecho grandes esfuerzos por cuantificar todo en la guerra. Desde mediados de la década de 1990, el enfoque de sistemas (o sistémico) respecto a la guerra ha surgido gradualmente como la escuela dominante del pensamiento en las fuerzas militares de EE.UU., de la mayoría de las otras fuerzas militares occidentales y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esto se vió reflejado por la amplia aceptación en EE.UU. y la OTAN y en algunas otras fuerzas militares de las afirmaciones hechas por defensores de la Network Centric Warfare (NCW) y efectos asociados y el diseño operacional sistémico (SOD** ), lo cual mutó al diseño operacional y finalmente al diseño. Desde su apogeo a principios de los años 2000, la influencia de los partidarios de NCW/NCO ha disminuido enormemente. El Mando de las Fuerzas Conjuntas de EE.UU. oficialmente abandonó los elementos más mecánicos del EBAO en el verano de 2008. Sin embargo, algunos aspectos teóricos del EBAO se retuvieron en los documentos principales de la doctrina conjunta y aún los usa la OTAN, aunque de forma modificada. Una característica común del NCW/EBO/SOD es que se basan en tecnologías nuevas y, en gran parte, no probadas. Fueron adoptadas sin el ensayo apropiado y no fueron respaldadas por pruebas empíricas. Reflejan una visión neo-newtoniana más que una visión

* Effects based operations (EBO) Effects based approach to operations (EBAO)** Systemic operational design (SOD)

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clausewitziana de la naturaleza de la guerra.

Los partidarios de la guerra basada en estos efectos, adoptaron lo que se llamó el análisis sistémico de sistemas (SoSA) para evaluar situaciones y, luego, identificar los centros de gravedad. El SOD se basa tanto en la teoría general de sistemas como en la teoría de la complejidad38. El diseño en sí mismo se define como una “metodología repetible del razonamiento que ayuda a los comandantes a entender cómo cambiar un sistema complejo y adaptable”39. Su propósito declarado es llenar un vacío a partir de la situación que existe al comienzo de una operación – es decir, el sistema observado – con la situación cuando las operaciones terminan – es decir, el sistema deseado. El diseño utiliza algunos aspectos teóricos del SOD y el EBO, pero supuestamente no confía en ningún concepto para lograr su propósito principal40. Los partidarios del diseño reconocen que la guerra es un sistema complejo y adaptable en lugar de ser un sistema cerrado. Esto, a su vez, hace que anticipar y evaluar el efecto de las propias acciones físicas sobre el comportamiento del enemigo, sea un desafío importante41.

Cuantificar lo no cuantificable

Desde el advenimiento de la era moderna, ha habido numerosos intentos por aplicar algunos elementos del análisis cuantitativo al entendimiento de los fundamentos de la victoria. Este es especialmente el caso con aquellos que ven la conducción de la guerra como una ciencia. Se ha sostenido que el uso de diversos métodos cuantificables es más “objetivo” que el uso del juicio y experiencia del comandante. Sin embargo, esto no es cierto porque, entre otras cosas, la decisión sobre qué medir es altamente subjetiva. Carl von Clausewitz (1780-1831) advertía que los llamados factores matemáticos nunca pueden encontrar una base firme en los cálculos militares. De acuerdo a su punto de vista, la guerra se asemeja mucho más a un juego de naipes42.

Los rusos confiaron desde fines del siglo XIX en diversas soluciones matemáticas para predecir militarmente los problemas. La propensión rusa de usar estos métodos matemáticos fue el resultado de más de 75 años de estudio, auto-crítica y perfeccionamiento43. Los rusos dedujeron múltiples modelos de combate para optimizar los cursos de acción y predecir porcentajes relativos de avance en el campo de batalla. Estas mediciones se basaron en los resultados de las operaciones mayores y de las batallas en la Gran Guerra Patria (1941-1945). Los soviéticos consideraron sus metodologías dialéctica y científicamente sólidas y, además, coherentes con las enseñanzas marxista-leninistas. A principios de la década de 1960, la matemática del conflicto armado se categorizó como una rama de la investigación operacional soviética, sumándose a una ciencia social que racionalmente organizaba la actividad humana dirigida por el objetivo44. La investigación de las operaciones soviéticas trató de convertir ciertos aspectos tácticos y técnicos de la ciencia militar en índices objetivos medibles de tal forma que se pudieran tomar y sustentar las decisiones. Los soviéticos pusieron especial énfasis en el llamado método de la correlación de las fuerzas como herramienta para que los comandantes tácticos y operacionales tomaran

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decisiones sólidas. Este método tiene que ver con las comparaciones directas o numéricas de las fuerzas, cuantificación de elementos del campo de batalla seleccionados, y expresiones o ecuaciones matemáticas relacionadas con esos elementos, de tal forma de apoyar la toma de decisión45. Sin embargo, los soviéticos no dependieron solamente de métodos cuantitativos, tales como la correlación de fuerza y medios, también, tomaron en cuenta el uso de la sorpresa y la decepción por parte del enemigo46.

En el occidente, se usaron varios métodos matemáticos conocidos como investigación operacional (de su sigla en inglés OR) para aumentar la eficacia de ciertas armas y desarrollar tácticas en su empleo. Los orígenes de la OR se encuentran en la I Guerra Mundial. En 1914, el matemático británico F. W. Lanchester ideó la llamada ley de N al cuadrado o ley cuadrática, la cual cuantificaba la relación entre victoria y superioridad numérica47. La OR se usó en el Reino Unido a fines de la década de los años treinta para encontrar una solución al problema, aparentemente imposible, de defenderse con éxito en contra de los ataques aéreos enemigos sobre las Islas Británicas. En la II Guerra Mundial, la OR fue generalmente usada en las escasas estaciones de radar y al idear las técnicas de investigación óptima y el tamaño de los convoyes en la guerra antisubmarina (ASW). La OR también redujo la tasa de pérdida de convoyes cuando los analistas se dieron cuenta que convoyes más grandes podían viajar más seguros48. EE.UU. siguió el liderazgo británico y utilizó la OR para aumentar enormemente la eficacia de la guerra de minas, la ASW y los ataques aéreos. El análisis de sistemas (ahora conocido como análisis de políticas) es otro método cuantificable utilizado en el sector público y adoptado por las fuerzas militares. Este método se relaciona con la distribución de recursos y apunta a maximizar el valor de los objetivos alcanzados menos el valor de los recursos usados. En los negocios, esto se reduce a maximizar las ganancias49. Al usar los métodos matemáticos, los analistas sistemáticamente ponen énfasis en los aspectos cuantificables de la guerra, los que eran susceptibles a ser integrados en modelos matemáticos y cálculos de entrada y salida. Cualquier cosa que no podía ser cuantificada era, por lo tanto, excluida. Dichos elementos de la personalidad del comandante como intuición, coraje y fuerza de voluntad eran devaluados50.

Uno de los más férreos defensores del análisis de sistemas, en las fuerzas militares de EE.UU., fue el Ministro de Defensa, Sr. Robert McNamara. Durante su cargo (1961-1968), uso extensamente el análisis de sistema para tomar decisiones claves pertenecientes a los requerimientos de la fuerza, diseño y adquisición de armas. McNamara es, quizás, más conocido por usar métodos cuantificables no sólo para evaluar el progreso de la guerra en Vietnam del Sur, sino en cuanto a tomar decisiones basadas en estos métodos – es decir, tratando de conducir la guerra como una ciencia más que como un arte. El pentágono aplicó el llamado “recuento de muertos” como medida principal para determinar lo que EE.UU. debía hacer para gana en

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Vietnam mientras se exponía a las tropas estadounidenses al menor riesgo51. Sin embargo, esas métricas resultaron ser insensatas. Los indicadores estadísticos que apuntaban al éxito de EE.UU. fueron frecuentemente errados y engañosos. Los modelos sobre los cuales los administradores de la guerra se basaban eran igual de falsos. Atrapados en la mentalidad de que la guerra era un problema puramente técnico, los altos funcionarios de EE.UU. no pudieron captar la clara determinación de sus oponentes y la extensión del éxito de su estrategia política52. El énfasis del Pentágono en las prácticas comerciales ha llevado a tener, desde la década de los años 1990, una confianza extensa en varias “métricas” para evaluar el progreso en el logro de los objetivos en el campo de batalla. Estos métodos de cuantificación en esencia han reemplazado el juicio, la intuición y la independencia de ejecución del comandante53. El uso de la métrica es altamente subjetivo, debido a que las altas autoridades arbitrariamente seleccionan qué aspectos de la situación debería contabilizarse y evaluarse. Pero aunque la métrica se determine correctamente, es difícil evaluar a menudo los elementos ocultos de la situación.

Los partidarios del enfoque de sistemas para conducir la guerra, también, confían en algunos métodos cuantificables para evaluar el potencial del combate de las fuerzas adversarias y el porcentaje de avance de los propios objetivos. Por ejemplo, los partidarios de la guerra basada en los efectos expandieron el uso de varias métricas en comparación con su uso en el Proceso tradicional de Toma de Decisiones Militares. Los principales métodos cuantificables utilizados en el EBO son las llamadas medidas de mérito. Éstas, a su vez, están divididas en medidas de efectividad y medidas de rendimiento.

La Guerra como un Arte

La visión respecto a que la conducción de la guerra, es en gran medida un arte, no es enteramente nueva. Muchos teóricos militares durante el período de la Ilustración, principalmente Saxe y Lloyd, se dieron cuenta de la gran importancia de los factores sicológicos en la guerra. Sin embargo, nunca fueron un paso más allá y la vieron tan compleja, llena de incertidumbres, caos, sin capacidad de predecirla e, incluso, irracional.

Los cambios más sobresalientes en la teoría militar que llevaron a una visión más perfeccionada de la guerra, ocurrieron en la Alemania de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Las principales tendencias culturales en Alemania fueron el romanticismo, nacionalismo y el idealismo. El romanticismo alemán desafió los fundamentos de la visión mundial de la Ilustración que dominó Francia. Se opuso al imperialismo cultural y político francés. Llevó al despertar del sentimiento nacional alemán. Los pensadores alemanes de la “contra Ilustración” creyeron que los conceptos de conocimiento y realidad eran fundamentalmente falsos o, al menos, exagerados. Para ellos, el mundo no era simple, sino que altamente complejo, compuesto por innumerables elementos y hechos únicos, y siempre en un estado de fluctuación. No estaban tan

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entusiasmados con la ciencia de Newton54. Los románticos alemanes se centraron cada vez más en la complejidad inherente de la naturaleza. Ellos sostuvieron que esta complejidad no podía explicarse mediante el modelo científico newtoniano. Los románticos alemanes tomaron un enfoque histórico respecto a su entendimiento de la realidad. Toda comprensión fue vista como el resultado subjetivo de la dinámica del propio tiempo y lugar. Éstas y otras ideas similares llevaron a los intelectuales alemanes a creer que la realidad no se ajustaba a leyes o principios universales55.

Las nuevas tendencias culturales que comenzaron como una reacción a la Ilustración también tuvieron gran influencia en los teóricos y profesionales militares alemanes, en especial Georg Heinrich von Berenhorst (1733-1814), Johann Gerhard von Scharnhorst (1755-1813) y Clausewitz. El primer trabajo que desafió las ideas prevalecientes de la Ilustración militar fue el libro de tres volúmenes de Berenhorst sobre Reflexiones sobre el Arte de la Guerra: Su Progreso, Contradicciones y Certezas (1796-1799). Berenhorst observó que los antiguos griegos y romanos llevaron el arte de la guerra al pináculo de la perfección. Para él, ellos fueron más “artistas” que cualquier otro56. Escribió que durante la Ilustración, el arte de la guerra, como el resto de las ciencias y artes, fomentó el conocimiento y apoyó el talento innato. De acuerdo a su punto de vista, el arte de la guerra no se basa en leyes inmutables, sino más bien se asocia a modificaciones desconocidas e incontrolables del espíritu humano. La fuerza moral anima a las tropas; por lo tanto, ella es un factor importante en la conducción de la guerra57. Berenhorst creía que la guerra, en contraste con las matemáticas o la astronomía, no podía formularse como una ciencia. Consideraba que las diversas reglas y principios derivados de las experiencias eran artificiales y dogmáticos y que, a menudo, se aplicaban en forma indiscriminada a una situación cambiante58.

Scharnhorst observaba que los sistemas para conducir las operaciones que estaban de moda en su época, era artificiales y desproporcionados. El arte de la guerra era una ciencia práctica y su significado sólo podía basarse en el estudio de la realidad. Si ese vínculo se rompe, entonces el arte de la guerra nos lleva al campo de las abstracciones59. En su ensayo titulado, “El Uso de la Historia Militar, las causas de sus deficiencias” (1806), Scharnhorst escribió que los grandes generales de la historia estudiaron los principios del arte de la guerra. Algunas ramas de este arte son, incluso, susceptibles de la formulación matemática, pero otras dependen de las circunstancias y no pueden estudiarse mecánicamente. Esta es la razón por la cual sólo el estudio sin genialidad, nunca hará a un gran general60.

Clausewitz fue el primer teórico quien presentó en forma sistemática una filosofía de la guerra en todos los aspectos. Influido por las ideas de los románticos alemanes, vio el mundo de forma diferente a los pensadores militares de la época de la Ilustración. También influyeron en él, el pragmatismo y enfoque relativista de Scharnhorst. Consideró la guerra como un fenómeno

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complejo e impredecible. Clausewitz creía solo en grandes generalidades, ninguna de las cuales se mantenían consistentemente verdaderas en la confusión y fricción de un combate real61. Sostenía que un sistema no podía dar cuenta de las “infinitas complejidades involucradas” en una guerra y, por lo tanto, daba como resultado una construcción teórica que tiene poca semejanza con la práctica real de la guerra62. Es por ello que consideraba que cualquier intento por transformar los fenómenos complejos de la guerra en un simple sistema de principios universales era un ejercicio inútil63.

Clausewitz creía que la guerra pertenece al dominio de la vida social; no es ni una ciencia ni un arte. No es una ciencia porque es una cuestión de acción, y no es un arte porque no se ejerce sobre un material humano inanimado o pasivo, sino sobre una fuerza viva y que reacciona64. Clausewitz escribió que el “arte de la guerra”, siempre debe dejar un margen para la incertidumbre en las cosas mayores y en las menores. Mientras mayor es la brecha entre la incertidumbre, por una parte, y el coraje y autoconfianza, por el otro, mayor es el margen que se puede dejar para los accidentes”65.

El factor humano es lo que en gran medida determina lo que se llama la “naturaleza” de la guerra – aquellas cualidades constantes, universales e inherentes que caracterizan cualquier guerra en toda época. La naturaleza de la guerra es inmutable independiente de los motivos cambiantes y formas de la guerra o de los avances tecnológicos66. El comportamiento humano es una parte principal de la naturaleza de la guerra. La mayor contribución de Clausewitz para que entendiéramos la guerra fue su análisis sobre la importancia del factor humano y el elemento sicológico en particular, en la conducción de la guerra. Escribió que la guerra está conformada por la naturaleza humana, las complejidades del comportamiento humano y las limitaciones de

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las condiciones humanas y físicas. Los aspectos materiales y sicológicos de una guerra forman un todo orgánico, intrincadamente unidos67. También, postuló que la guerra no es la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte, sino la colisión de dos fuerzas vivas que interactúan68. La victoria no consiste sólo en la conquista del campo de batalla, sino en la destrucción de la parte física y moral de las fuerzas combatientes69.

Las principales características sicológicas de cualquier guerra son el odio, la hostilidad, la violencia, la incertidumbre (o la confusión de la guerra), la fricción, el temor, el peligro, la irracionalidad, la oportunidad y la suerte70. Para Clausewitz, una guerra era una trinidad compuesta por la violencia primordial, el odio y la enemistad – una fuerza natural ciega71. Clausewitz observó que el peligro es “una parte de la fricción de la guerra y sin las concepciones exactas del peligro uno no puede entender la guerra”72. Además, la guerra es “el reino del esfuerzo y sufrimiento físico”73. Está llena de casualidades y probabilidades, dentro de las cuales, el espíritu creativo está libre para vagabundear74. Clausewitz escribió que en ninguna parte como en la guerra los accidentes tenían tal libertad para manifestarse. No sólo su naturaleza objetiva, sino también la subjetiva hacen de la guerra un riesgo75.

Clausewitz observó que “la gran incertidumbre de todos los hechos presenta una dificultad peculiar en la guerra, debido a que todas las acciones se dan en algo casi parecido a las tinieblas, lo que además de la niebla o la luz de la luna, le da a los objetos un tamaño exagerado y una visión grotesca”76. Señaló que la única situación que un comandante puede conocer completamente es la propia. El conocimiento que el comandante tiene de la situación del enemigo se basa a menudo en una información no confiable. Su evaluación, por lo tanto, puede ser errónea y puede conducirlo a asumir que el enemigo tiene la iniciativa cuando, en realidad, el mismo podría tenerla. Dicha apreciación equivocada es probable que conduzca tanto a la acción inoportuna como una inacción inoportuna77. Clausewitz sostenía que la fricción es sólo el concepto que generalmente se ajusta a la diferencia entre una guerra real y una guerra en el papel78. Postulaba que esta “tremenda fricción, que no puede, como en la mecánica, reducirse a algunos puntos, está en todas partes en contacto con la casualidad y provoca efectos que no pueden medirse, sólo porque son en gran parte provocados por la casualidad. La fricción es la fuerza que hace lo aparentemente fácil en algo tan difícil”79. La fricción abarca incertidumbres, errores, accidentes, imprevistos y dificultades técnicas, y sus efectos sobre nuestras propias decisiones, acciones y moral80.

Helmuth von Moltke, el viejo, declaraba que la operación de los ejércitos se basa esencialmente en la ciencia, en tanto que el arte gana fama cuando las voluntades de los comandantes adversarios se enfrentan81. Para él, el método científico era un anatema. Sostenía que nada en la guerra era cierto. Por lo tanto, en la guerra como en el arte “no existen reglas generales”; en donde el talento no puede ser reemplazado por los preceptos. Y dada la incertidumbre de la guerra,

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Moltke concluyó que la estrategia no podía ser más que un sistema de arbitrios”82. Creó un ambiente que cultivaba la creatividad, la improvisación, inventiva y una mentalidad abierta83.

Durante el período del Mariscal de Campo Moltke, el viejo, como jefe del Gran Estado Mayor General Prusiano/Alemán (1857-1888), las enseñanzas de Clausewitz sobre la guerra fueron ampliamente compartidas por los teóricos y profesionales prusianos/alemanes. Los alemanes creían que ningún campo de la actividad humana, condicionado, como lo era, por su entorno histórico y dominado por una multitud de actos, podría alguna vez reducirse en un sistema formal de reglas y principios. Esta premisa cultural fue introducida por Clausewitz84. Los alemanes consideraron el combate de guerra más un arte que una ciencia. Creían que nadie podía controlar los hechos en una guerra. Cualquier guerra está llena de ambigüedades, confusión y caos. En una guerra, lo absoluto no puede lograrse, como tampoco se puede dominar la incertidumbre. Siempre debe dejarse un margen para la incertidumbre. Moltke explicaba que en la guerra, “todo era incertidumbre; nada estaba exento de peligro y sólo con dificultad uno podía lograr grandes resultados por otra vía. Ningún cálculo de espacio y tiempo garantizaban la victoria en este reino de casualidades, errores y desilusiones. La incertidumbre y el peligro del fracaso acompañaban cada paso hacia el objetivo”. Los alemanes aceptaron la confusión de la batalla como una fuente inagotable de potenciales oportunidades y construyeron una filosofía de mando y control, conocida como el mando de la misión (Auftragstaktik), en el cual ese potencial podía materializarse mediante la toma de decisiones descentralizada85.

Durante los años que transcurrieron entre las dos grandes guerras (1919-1939), los alemanes consideraron la guerra una actividad libre y creativa, un arte. Se crea una gran demanda por la personalidad humana. Al mismo tiempo, la guerra se funda en principios científicos. Las nuevas armas dictan formas siempre cambiantes; su aparición debe anticiparse y su influencia evaluarse. Después, deben ponerse en servicio rápidamente. Las situaciones de combate son diversas; ellas cambian a menudo y repentinamente, y rara vez, se pueden anticipar. Los elementos incalculables tienen una influencia decisiva, en particular cuando nuestra propia voluntad se enfrenta a la voluntad independiente del enemigo. La fricción y los errores son de ocurrencia diaria86.

Los puntos de vista de Clausewitz sobre la verdadera naturaleza de la guerra siguen siendo válidos hoy. El elemento humano es el único aspecto más crítico de la guerra. La naturaleza humana poco ha cambiado a pesar de los grandes cambios en las tecnologías militares. La guerra es una actividad demasiado compleja e impredecible para ser dominada por máquinas o explicada y manejada por teorías seudocientíficas. Sólo el cerebro humano es completamente capaz de reaccionar de una forma oportuna y apropiada a cambios repentinos y no anticipados de una situación, además de contrarrestar las acciones y reacciones enemigas. El enemigo tiene su propia voluntad. Puede reaccionar de forma impredecible o irracional.

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El tiempo y alcance de la irracionalidad no pueden predecirse o medirse. Las decisiones irracionales de cada parte en el combate pueden tener consecuencias significativas tanto en las acciones como en el resultado de una guerra. La irracionalidad percibida es, con frecuencia, la reflexión de los propios valores culturales al evaluar las acciones y reacciones enemigas. Un comandante enemigo es un producto de una sociedad, tradición y cultura diferentes. De ahí que, pueda tomar decisiones que sean consideradas irracionales aunque ellas sean completamente concordantes con sus propios valores sociales y su cultura militar. Los estados sicológicos de individuos o grupos y sus posibles reacciones bajo tensión no pueden conocerse enteramente. Esto es, incluso, más cierto cuando se lidia con fuerzas enemigas.

Conclusión

La cuestión de si la conducción de la guerra es en gran medida una ciencia o un arte en ningún caso se ha resuelto. Esto se debe principalmente a la tendencia inherente del hombre a buscar la certeza en todos los ámbitos de la vida social, incluyendo la guerra. Otro factor es la influencia de las teorías científicas de Newton y la casi fe ciega en el poder de las tecnologías avanzadas. Sin embargo, los numerosos intentos por hacer de la conducción de la guerra, en gran medida o exclusivamente, una ciencia, han fallado en forma repetida. La guerra es demasiado compleja, caótica e impredecible para ser conducida, utilizando métodos científicos, no importa cuán avanzados sean estos. Ello no quiere decir que se subestime o ignore la importancia de la ciencia en los asuntos militares. La ciencia y la tecnología fueron y seguirán siendo los principales factores en el carácter siempre cambiante de la guerra. La historia está repleta de ejemplos en donde la ciencia y la tecnología han marcado la diferencia entre alcanzar la victoria o sufrir la derrota.

Los métodos científicos deberían usarse profusamente para explicar los fenómenos de la guerra en general y todos sus aspectos. Las sólidas teorías de la guerra se basan en el uso de métodos científicos. Diversos modelos comerciales pueden ser exitosos al aplicarlos en el manejo de la organización militar, planificación de la fuerza y diseño de armas. Los métodos cuantificables pueden ser útiles al evaluar y aumentar el uso de plataformas individuales y sus armas/sensores y sus tácticas. Sin embargo, la utilidad de dichos métodos disminuye progresivamente cuando se aplican en los niveles operacionales y estratégicos de la guerra donde los elementos intangibles juegan un rol mayor en el curso y resultado de la guerra.

En resumen, existe una enorme diferencia entre usar la ciencia y tecnología para aumentar el potencial del combate de las propias fuerzas y aplicar los métodos científicos en la conducción de la guerra. Nuestro conocimiento y entendimiento de la guerra es una ciencia, pero la conducción

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de ella misma es en gran medida un arte. Esto no cambiará en el futuro, independiente de los avances científicos y tecnológicos. Como en el pasado, el carácter de la guerra cambiará, incluso en forma asombrosa, pero la naturaleza de la guerra según Clausewitz la explicara, no cambiará. La guerra sería relativamente simple, predecible y controlable, excepto por sus intangibles – el factor humano y sus elementos sicológicos.

Milan Vego

1 Antoine Bousquet, The Scientific Way of Warfare: Order and Chaos on the Battlefields of Modernity (New York: Columbia University Press, 2009), 9-10.2 Donald E. Neil, “Ancestral Voices: The Influence of the Ancients on the Military Thought of the Seventeenth and Eighteenth Century”, The Journal of Military History 62, Nº3, (Julio, 1998), 488.3 Azar Gat, A History of Military Thought from the Enlightenment to the Cold War (Oxford: Oxford University Press, 2001), 9.4 Citado en Bousquet, 15.5 Ibid., 38.6 Neill, 507.7 Ibid., 506.8 Thomas M. Barker, The Military Intellectual and Battle: Raimondo Montecúccoli and the Thirty Years’ War (New York: State University of New York Press, 1975), 5.9 Robert S. Quimby, The Background of Napoleonic Warfare: The Theory of Military Tactics in Eighteenth-Century France (New York, AMS Press, 1968), 16.10 Citado en Gat, 37-38.11 Eugene Miakinkow, “A Russian Way of War? Westernization of Russian Military Thought, 1757-1800” (MA thesis, Waterloo, Ontario, 2009), 19.12 Citado en J.F.C. Fuller, The Foundations of the Science of War (Londres: Hutchinson & Co. 1926), 24.13 Ibid., 294.14 Citado en Gat, 31.15 Miakinkow, 2916 Guenther Blumentritt, Die Gedanklichen Grundlagen des Alten O.K.H. in O.v.Natzmer, Die Gedanklichen Grundlagen des OKH und deren Auswirkungen auf seine Organisation. Ein Schlusswort zur Gesamtarbeitt “OKH”, Diciembre 1949, ZA/1 1935 p-041KK, Freiburg, i.Br, Bundesarchiv-Miliaterarchiv, 10.17 Reinhard Hoehn, Scharnhorts Vermaechtnis (Bonn: Athenaum Veerlag, 1952), 67.18 Citado en Armstrong Starkey, War in the Age of Enlightenment, 1700-1789 (Westport, CT: Praeger, 2003), 57.19 Ibid., 5820 Mark T. Calhoun, “Clausewitz and Jomini: Contrasting Intellectual Frameworks in Military Theory”, Army History, Nº80 (Verano, 2011), 25.

21 Gat, 8122 Ibid., 84.23 Ibid.24 Ibid., 142.25 Calhoun, 2726 Citado en Gurbachan Singh, “The Science of War”, disponible en www.mindef.gov.sg/content /imindef/publications/pointer/journals/2007/v33n1/feature7.print.html?Status=1.27 Citado en Gat, 115.28 Singh.29 Calhoun, 27.30 Citado en Gat, 115-116.31 Ibid., 101.32 Ibid., 104.33 Citado en Singh.34 Anthony John Trythall, “Boney” Fuller: Soldier, Strategist, and Writer, 1878-1966 (New Brunswick, NJ: Rutgers University Press, 1977), 115.35 James K. Womack, Soviet Correlation of Forces and Means: Quantifying Modern Operations (Fort Leavenworth, KS: School of Advanced Military Studies, U.S. Army Command and General Staff College, 1990), 13-14.36 Herfried Muenkler, Ueber den Krieg Stationen der Kregsgeschichte im Spiegel ihrer Theoretischen Reflexion (Weilerswist: Velbrueck Wissenschaft, 2002), 128-129.37 William P. Baxter, The Soviet Way of Warfare (Londres: Brassey’s Defence Publishers, 1986), 242.38 Citado en William g. Cummings, Operational Design Doctrine: Hamstrung or Footloose in the Contemporary Operating Environment (Toronto: Canadian Forces College, 30 de Abril, 2007,), 74.39 U.S. Joint Forces Command, Joint Doctrine Series, Pamphlet 10, Design in Military Operations. A primer for Joint Warfighters (Norfolk, VA: Joint Warfighting Center, 20 Septiembre, 2010), 3.40 Ibid.41 Justin Kelly y David Kilcullen, “Chaos Versus Predictability: A Critique of Effects Based Operations”, Australian Army Journal 2, Nº1, (Invierno 2004), 90.42 Carl von Clausewitz, On War, ed. y trand. Michael Howard y Peter Paret (New York: Knopf, 1993), 97.43 Womack, 84.44 Ibid., 2.

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45 Ibid., 32.46 Ibid., 81.47 Citado en M.Kirby y R. Capey, “The Air Defense of Great Britain, 1920-1940: An Operational Research Perspective”, The Journal of the Operational Research Society 48, Nº6 (Junio 1997), 558.48 Bousquet, 141.49 Ibid., 149-150.50 Ibid., 151.51 Robert McNamara with Brian Vandemark, In Retrospect: The Tragedy and Lessons of Vietnam (New York: Random House, 1995), 237-238.52 Bousquet, 157.53 Dieter Stockfisch, “Im Spannungsfeld zwischen Technologiefortschritt und Fuehrungsverstaendniss. Aufragstaktik”, Mainerforum 12 (Diciembre 1996), 13.54 Gat, 144.55 Galhoun, 2756 Citado en Gat, 154.57 Ibid., 155.58 Ibid., 156.59 Reinhard Hoehn, Scharnhorts Vermaechtnis (Bonn: Athenaum Verlag, 1952), 73.60 Gat, 168.61 Calhoun, 25.62 Ibid., 28.63 Ibid., 27.64 Tryhall, 116-117.65 Clausewitz, 97.66 Michael Sheehan, “The Changing Character of War”, en The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, ed. John Baylis, Steve Smith, and Patricia Owens, 216, 4th ed. (Oxford: Oxford University Press, 2007).

67 Clausewitz, 216.68 Ibid., 86.69 Citado en Beatrice Heuse, Reading Clausewitz (London: Random House, 2002), 81.70 Sheehan, 216.71 Citado en Ian Roxborough, “Clausewit and theSociology of War”, The British Journal of Sociology 45, Nº4 (Diciembre 1994), 625.72 Clausewitz, 133.73 Ibid., 116.74 Citado en Roxborough, 625.75 Clausewitz, 96.76 Citado en Heuser, 8977 Clausewitz, 95.78 Citado en Heuser, 88.79 Clausewitz, 139-140.80 Peter Paret, “Clausewitz”, en Makers of Modern Strategy: From Machiavelli to the Nuclear Age, ed. Peter Paret, Gordon Craig, y Felix Gilbert, 202 (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1986).81 Daniel Hughes, Moltke on the Art of War: Selected Writings (Novato, CA: Presidio Press, 1993), 172.82 Gabriel Serbu, “The Dangers of Anti-Intellectualism in Contemporary Western Armies”, Infantry (Noviembre/Diciembre 2010), 45.83 Ibid., 47.84 Gat, 332.85 Hughes, 175.86 Bruce Condell y David T. Zabecki, eds., On the German Art of War: “Truppenfuehrung” (Boulder, CO:Lynne Rienner, 2001), 17.

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