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DROGAS 35 CINE Y DROGAS Es la primera vez que nos acercamos directamente al fenómeno de las drogas, en nuestras páginas, desde la ‰vzoig iotksgzumx«ãig4 Kr gxz‚i{ru w{k vxkyktzgsuy ky {t gt«royoy jkr ãrs jk Sutinu Gxsktj«xo\ Historias del Kronen, basada en la novela homónima de Ángel Mañas, la cual fue recibida en su día como una radiografía de una generación de jóvenes urbanos, criados en la cultura au- diovisual, que entre otras características singulares tenían, y tienen, la del consumo de drogas. El estudio se centra en analizar la puesta en escena: la simbología y la estética de las drogas; la manera en la que el director plasma el s{tju2 rg vyoiurum‚g ’ ruy iutäoizuy jk ruy vkxyutgpky g través del uso simbólico de los escenarios, la utilización de la música y de otros medios de expresión (vídeo, cine): la selección de planos, el montaje, reforzado por el juego de contrastes, va más allá de escenarios y niveles. PALABRAS CLAVE: Consumo de drogas, cultura audiovisual, simbología de las drogas, estética de las drogas. PEDRO SANGRO COLÓN Y MIGUEL ÁNGEL HUERTA FLORIANO Vxulkyuxky4 Jkvgxzgsktzu jk Ius{toigio‰t4 [to¦kxyojgj Vutzoãiog jk Ygrgsgtig4 Ética y estética del consumo de drogas en Historias del Kronen

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TRASTORNOS ADICTIVOSDROGAS

35

CINE Y DROGAS

Es la primera vez que nos acercamos directamente al

fenómeno de las drogas, en nuestras páginas, desde la

Historias del

Kronen, basada en la novela homónima de Ángel Mañas,

la cual fue recibida en su día como una radiografía de una

generación de jóvenes urbanos, criados en la cultura au-

diovisual, que entre otras características singulares tenían,

y tienen, la del consumo de drogas. El estudio se centra

en analizar la puesta en escena: la simbología y la estética

de las drogas; la manera en la que el director plasma el

través del uso simbólico de los escenarios, la utilización

de la música y de otros medios de expresión (vídeo, cine):

la selección de planos, el montaje, reforzado por el juego

de contrastes, va más allá de escenarios y niveles.

PALABRAS CLAVE: Consumo de drogas, cultura audiovisual, simbología de las drogas, estética de las drogas.

PEDRO SANGRO COLÓN Y MIGUEL ÁNGEL HUERTA FLORIANO

Ética y estética del consumo de drogas en Historias del Kronen

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PROYECTO

Una característica recurrente del

comportamiento de la “generación

X/Kronen”, plasmada en la obra de Mañas

es la “normalización” del consumo de drogas

para todos aquéllos que, “colocados”, se

sienten pertenecientes al mentado grupo

sociológico.

La “generación Kronen” y las drogas

Cuando, siendo todavía un desconocido escritor, José

-

ta del premio Nadal por su novela Historias del Kronen

(1994), mientras algunos reputados críticos tildaron su

obra de “novela cutre” o “realismo sucio”, otros reconoci-

dos literatos (como Francisco Umbral o Manuel Vázquez

Montalbán) elogiaron sin reparos su debut literario, consi-

derándolo una cruda y descarnada fotografía de una parte

de la juventud nacida con el arranque de la década de los

setenta. Tal y como siempre ha defendido el propio autor:

el de la gente de mi edad. 1

En síntesis, Historias del Kronen narra la vida de una pan-

dilla de jóvenes estudiantes criados en la cultura audiovi-

sual que, fascinados por las historias de psicópatas que

consumen de forma reverencial, se desgastan en una es-

piral de salidas nocturnas, excesos de drogas, frenesíes

sexuales y juegos de riesgo, mientras ven pasar su vacua

vida a lo largo de un verano madrileño en los albores de

los años noventa.

-

ricana contemporánea (cuyo tótem bien podría ser Charles

Bukowski), se inspira sobre todo en una promiscua cultura

de culto como La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974), La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971) o Henry, re-trato de un asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer, John

punk

que representaron grupos como Los Ramones o la Velvet

Underground. Pero sobre todo se hace muy patente el dé-

bito literario que se establece con el universo del escritor

americano Bret Easton Ellis, y en concreto, las explícitas

referencias a American Psycho (1991), cuyo protagonista,

Patrick Bateman, se convertirá en un modelo de fascina-

ción para Carlos, el también narrador y protagonista de

Historias del Kronen.

La obra de Mañas, aceptada como una radiografía social

emergente, llega a acuñar el término “generación Kronen”

para referirse a la camada a la que pertenecen sus perso-

najes, considerando tal denominación como algo parejo y

equiparable a la conocida como “generación X”. Sacando

canadiense Douglas Coupland en 1991, la “generación

pirámide de población joven de aquellos que vivieron sus

años de adolescencia en la década de los ochenta. Así,

el término suele asociarse a movimientos culturales como

el que abandera la música punk-rock y el grunge (con es-

tandartes como los grupos R.E.M. o Nirvana), o bien a

actitudes de desencanto y nihilismo relacionadas con el

descreimiento de valores tradicionales (especialmente los

de la familia) y la fascinación por la cultura popular des-

prendida por los medios de comunicación de masas.

Pero sobre todo, y ahí es donde centraremos nuestra

atención a partir de ahora, una característica recurrente

del comportamiento de la “generación X/Kronen”, plas-

mada en la obra de Mañas es la “normalización” del con-

sumo de drogas para todos aquéllos que, “colocados”, se

sienten pertenecientes al mentado grupo sociológico.

Historias del KronenNo ha de extrañar que el lanzamiento de la adaptación

homónima que Montxo Armendáriz2 hizo de la novela

de Mañas –quien, además, colaboró en la escritura del

1 Declaraciones de José Ángel Mañas recogidas en: Moix, Llàtzer (1994, Enero 8). “Veinteañeros, audiovisuales y psicópatas”. La Vanguardia, p.23.

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PROYECTO

propuso una completa concepción

desarrollados en la cinta, especialmente los

que tienen que ver con el consumo desmedido

de sustancias tóxicas.

guión– Historias del Kronen (1995), superara con mucho la

proyección de los ecos ya despertados por la publicación

del libro. La imagen que, con las diferencias pertinentes,

se proyectaba de la juventud española era desde luego

incómoda por el vacío existencial en el que ésta parecía

instalada. Por ello, de forma elocuente, la mirada cinema-

-

en la cinta, especialmente los que tienen que ver con el

consumo desmedido de sustancias tóxicas.

historia alguna (de hecho, empieza y acaba en dos mo-

muchos casos inconscientes o reprimidos) actúan como

catalizadores de la conducta excesiva de sus personajes.

En el caso de Carlos (su protagonista), el primero de los

-

tipo de pasiones que siente en el plano emocional, lejos

de pretender consolidar una relación, Carlos toma a las

mujeres únicamente como juguetes sexuales, incapacita-

do para experimentar el amor. Esta falta de sentimientos

generará al personaje, ante todo, una confusión en lo re-

ferente a sus opciones sexuales que, disparada debido al

consumo de drogas, le llevará, por ejemplo, a experimen-

tar ser objeto de una felación practicada por un travestí

en la casa de campo, masturbar a su amigo Roberto a

sabiendas de su reprimida condición de gay, o manosear

a su propia hermana tras confesarle que, desde la adoles-

cencia, le excita sexualmente. Pero todas estas experien-

cias, lejos de proporcionarle respuestas sobre los placeres

de la vida, le sumirán en un caos identitario que refuerza

su escéptica posición existencial.

De la misma forma, la falta de motivación y la ausencia de

-

po siempre desde una posición de inmediatez en la que

la experiencia del pasado o la expectativa de futuro no

existen. En una ocasión, él mismo confesará a su amigo:

‘Mañana’ no existe, Roberto. No vuelvas a decir eso nun-ca. Ese omnipresente “ahora” somete su vida a un caos

cronológico que hace que su organismo poco a poco se

resienta. Las drogas como elemento de evasión van poco

a poco convirtiéndose en una necesidad para reestable-

cer la compostura orgánica frente a ese maratón de hora-

rios y esfuerzos físicos a los que Carlos somete a la débil

maquinaria de su cuerpo: la cocaína termina pasándole

factura provocando varias hemorragias en su tabique na-

sal, y poco a poco se va haciendo adicto al valium y otras

pastillas como muletas para dormir y despertar. El ocio y el

placer se han transformado también en rutina, y el mons-

truo que los mueve necesita alimentarse a diario.

resuelta. Por ello, para sentirse vivo buscará estimulantes

en el riesgo y el peligro. Pero una vez más, estas situa-

del protagonista (permitiéndole emular las hazañas de los

la efímera mentira que los “colocones” de droga y alcohol

le proporcionan sobre las reglas de juego del terreno de

la realidad. Así, se siente seguro al atravesar caminando

una estrecha viga situada a muchos metros de altura en

Roberto para que conduzca en dirección contraria por la

carretera mientras grita e insulta con rabia a los coches

que vienen de frente.

para la esperanza. El personaje del abuelo de Carlos (un

mentor en toda regla al borde de la muerte) conseguirá

2 Armendáriz es también responsable, entre otros, de títulos emblemáticos del cine español que abordan diferentes problemáticas sociales como Tasio (1984), 27 horas (1986), Las cartas de Alou (1990) o Silencio Roto (2001).

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PROYECTO

Los escenarios varían según el tipo de

sustancias consumidas: el tabaco y el alcohol

aparecen en cualquier lugar, mientras que el

hachís se fuma en espacios que podríamos

de que su tolerancia social es mayor.

-

tes para que el joven emprenda una leve redención moral

cuando haya de enfrentarse a la justicia por el homicidio

accidental de su amigo Pedro (un diabético al que Carlos y

Roberto obligaron a beber alcohol por diversión provocán-

dole, involuntariamente, la muerte). No se trata de un arco

de transformación heroico, pero al menos, el viaje iniciático

concesión esperanzadora del director y su coguionista.

Puesta en escena: simbología y estética de las drogas en Historias del Kronen

¿Cuáles son, nos preguntamos a continuación, las prin-

cipales apuestas estéticas que Armendáriz emplea para

la materialización audiovisual de todas estas cuestio-

nes? A nuestro juicio, se pueden agrupar en tres grandes

bloques:

El uso simbólico de los escenariosLa película arranca con varios planos generales de situa-

ción de una gran urbe –Madrid–, en una síntesis de un

día cualquiera que abarca desde su despertar hasta el

anochecer. La puesta en escena privilegia una iluminación

fría, con tonos grises en la imagen, dejando en el especta-

dor una sensación de retrato monocromático y opresivo.

La banda de ruidos se suma a la representación con los

sonidos de las bocinas de los coches, la ensordecedora

actividad de unos obreros, etcétera. El pasaje depara una

visión deshumanizada y rutinaria del entorno urbano, con

el que se establece desde el comienzo una especie de

vínculo social.

Los protagonistas, sin embargo, habitan otro universo que

comienza a dar sus pasos cuando al primero le toca des-

cansar. Se trata de un mundo nocturno en el que abunda

un tipo de iluminación contrastada de naturaleza dual por

la combinación de luces y densas sombras. Bien podría

entenderse que el contexto en el que se insertan los per-

sonajes funciona como el residuo natural que genera el

sistema a modo de compensación. Y, desde luego, se

aprecia en la actitud del creador una voluntad de relacio-

nar los dos niveles.

La estrategia de contraste se percibe, además, en mu-

chos otros momentos. Los hogares físicos de los jóvenes

nos hablan de una clase social acomodada que, en pu-

ridad, ha sido incapaz de contagiar valores éticos en la

generación de sus hijos. Así, Carlos come en más de una

ocasión junto a sus padres y su hermana en un ambiente

de silencio que tan sólo rompe el sonido de la emisión

televisiva de un programa informativo que, por cierto, da

cuenta de un ambiente social corrupto, violento y desgra-

ciado, en plena efervescencia de la “cultura del pelotazo”

de la España de primera mitad de los noventa. El núcleo

-

lación sincera que tiene como respuesta antitética el “ho-

gar” vivo y dinámico de la noche: frente a la pasividad del

primero, se da una hiperactividad bastante subrayada en

el segundo, compuesto de bares, discotecas, locales de

-

mente en el caso del automóvil, metáfora muy represen-

tativa del movimiento que los personajes asocian con la

sensación de vitalidad y con un medio que les resulta

idóneo para contravenir lo sancionado socialmente. No

por casualidad es uno de los lugares en los que suelen

esnifar cocaína, como si fuera un refugio privado que po-

see también un atractivo toque de clandestinidad. En este

aspecto, los escenarios varían según el tipo de sustancias

consumidas, con las connotaciones simbólicas y rituales

que ello implica: así, por ejemplo, el tabaco y el alcohol

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PROYECTO

El narrador aclara que el alcohol es una

realidad que forma parte de los genes

culturales de toda la comunidad.

aparecen en cualquier lugar, sea público o privado, mien-

tras que el hachís se fuma en espacios que podríamos

etcétera), dando así la impresión de que su tolerancia so-

cial es mayor.

observadores

privilegia el punto de vista de Carlos, si bien es cierto

que el estilo que emplea tiende a la contemplación ob-

jetiva de unos fenómenos que no se pretenden juzgar

de nuevo choques o posicionamientos duales sobre las

cuestiones abordadas: las escalas más abiertas suelen

corresponderse con la representación del mundo “con-

vencional” frente a los planos más cerrados que tienden

a darse en el impulsivo universo de la noche y el frenesí.

Lo que hace la cámara es aproximarse desde fuera a los

personajes y a su psicología no para que seamos uno

de ellos sino uno más entre ellos, concepción reforzada

con los numerosos travellings de acompañamiento que

saltean el metraje.

Igualmente, el montaje participa de estos principios ge-

nerales de contraste. A la combinación de imágenes más

sintética o premiosa que se da en la rutina diurna se con-

trapone una sintáctica mucho más analítica y vibrante en

que los personajes devoran sin control. Por si fuera poco,

el montaje también cumple una función ideológica más

que interesante para la cuestión que nos ocupa, sobre

todo en la aludida diferencia entre las drogas legales y las

ilegales. Hay un pasaje muy ilustrativo en la secuencia en

la que, primero, se ve a los padres de Carlos brindando

con vino junto a sus hijos en un restaurante donde cele-

bran su aniversario de bodas para, por corte y haciendo

una elipsis temporal, pasar a un primer plano de la cerveza

que cae del grifo de un barril en el Kronen. De esta forma,

el narrador aclara que el alcohol es una realidad que forma

parte de los genes culturales de toda la comunidad.

Metalenguaje en la representaciónNinguno de los temas principales de la obra, incluido el

de las drogas, puede leerse completamente sin tomar en

consideración el discurso que se propone sobre el poder

de la representación a través de diferentes canales. En

Historias del Kronen se da un subrayado protagonismo

-

bre todo del rock más duro– que explicitan la postura vital

de los personajes con temas como No hay sitio para ti o

Cargado de alcohol que interpreta el grupo al que perte-

necen algunos de los miembros de la pandilla. Además, el

cine es consumido por Carlos y Roberto como un diver-

timento que alimenta el atractivo de los excesos –vistos,

el punto de convertir la violentísima Henry, retrato de un asesino en su obra de culto.

-

ruedan su propia snuff movie al acabar con la vida del

amigo diabético. La cámara doméstica de vídeo atrapa

la verdad del pasaje, lo que les obliga, poco después, a

verse a ellos mismos desde fuera. Los rostros de Carlos y

Roberto muestran en ese instante unos gestos bien dis-

tintos a los que les contagiaba la película de McNaughton

en el refugio confortable del salón de su casa. Por primera

vez, y gracias a la fuerza de la imagen, descubren que la

vida al límite que llevan sí tiene consecuencias reales y que

su arriesgado juego pertenece al orden de lo real.