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527 P ublicar, salir de nuevo a la calle, afirmar un punto de vista, avanzar una interroga- ción... nos parece cada vez más difícil, más incierto, envueltas nuestras razones en la sinrazón dominante o que intenta su dominante. ¿Cómo hablar cuando las palabras expresan ya justamen- te su contrario? ¿Cómo hablar en contra de... cuan- do es la estructura misma del lenguaje la domina- da e invertida? ¿Cómo pensar las mismas cosas manipuladas por el poder y sus medios de trans- misión ideológica, sin sumarnos a la misma con- fusión que aquéllos promueven, sin ir a remolque de una realidad fabulada e impuesta? El imperio mediático sobre la realidad hace cada vez más difícil la comprensión de la realidad no mediática, la comprensión de lo que acontece an- tes de ser elaborado para nuestra formación. Esta dificultad acrecienta nuestra sensación de perple- jidad, extrañeza, lejanía; lejanía de una realidad cada vez más difícil de modificar. La sensación de que el curso de las cosas es cada vez más autónomo respecto a nuestra actividad, respecto a la actividad de las mujeres y de los hombres, que cada vez es menos autónoma. Que todo lo que querríamos suprimir vuelve y con más fuerza. La sensación creciente de que las cosas siguen su curso y que van siempre de una manera inexorable, en contra de la satisfacción de nuestras necesidades y de nuestros deseos, en contra de un devenir posible menos atroz y más a nuestra medida humana, y siempre a favor de la, por otra parte, difícil y cada vez más imposible repro- ducción de las relaciones sociales capitalistas. La banalización de la información y de los grandes interrogantes que los media nos proponen aumentan la confusión dificultando y diluyendo cualquier interpretación crítica. En este marco de confusión se mezclan apreciaciones generales sobre el momento actual (el fin del comunismo, el fin de la historia, el fin de las ideologías, el fin de un paradigma basado en la razón y en el trabajo...) con relatos invertidos sobre el aconte- cimiento actual. Se hace aparecer la caída de los regímenes del Este de Europa como la demostración de la inviabilidad y de la inhumanidad del comunismo a la par que la prueba de la razón capitalista y de su fortaleza, cuando es el mismo movimiento de crisis de la acumulación del capital allí y aquí lo que da las claves de comprensión del fracaso de una forma de gestionar la Economía (planificada) y de las dificultades de la otra (concurrencial). Cualquier referencia objetiva se desvanece; lo mismo puede ser una u otra cosa. Un golpe de estado puede ser un ejercicio democrático: la Junta que aparta al FIS en Argelia por oponerse a la modernización capitalista, o a Gamsajurdia en Georgia por oponerse a la aceptación de la gran Rusia liderada por Yeltsin, son presenta- das como los garantes de la razón democrática. La aplicación de la pena de muerte en EEUU es un acto legítimo y en Cuba es su contrario. Las viejas causas se trastocan. USA pasa a ser el portaestandarte de la causa palestina y el rey Hussein su ayuda más firme, olvidando que el reino hachemita ha estado 20 años reprimiendo a los palestinos en su primera colonización después de 1948 y antes de la del Estado sionista. Civilizaciones trastocadas

Civilizaciones trastocadas

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Publicar, salir de nuevo a la calle, afirmarun punto de vista, avanzar una interroga-

ción... nos parece cada vez más difícil, másincierto, envueltas nuestras razones en la sinrazóndominante o que intenta su dominante. ¿Cómohablar cuando las palabras expresan ya justamen-te su contrario? ¿Cómo hablar en contra de... cuan-do es la estructura misma del lenguaje la domina-da e invertida? ¿Cómo pensar las mismas cosasmanipuladas por el poder y sus medios de trans-misión ideológica, sin sumarnos a la misma con-fusión que aquéllos promueven, sin ir a remolquede una realidad fabulada e impuesta?

El imperio mediático sobre la realidad hace cadavez más difícil la comprensión de la realidad nomediática, la comprensión de lo que acontece an-tes de ser elaborado para nuestra formación. Estadificultad acrecienta nuestra sensación de perple-

jidad, extrañeza, lejanía; lejanía de una realidad cada vez más difícil de modificar. La sensación de que el cursode las cosas es cada vez más autónomo respecto a nuestra actividad, respecto a la actividad de las mujeres y delos hombres, que cada vez es menos autónoma. Que todo lo que querríamos suprimir vuelve y con más fuerza.La sensación creciente de que las cosas siguen su curso y que van siempre de una manera inexorable, en contrade la satisfacción de nuestras necesidades y de nuestros deseos, en contra de un devenir posible menos atroz ymás a nuestra medida humana, y siempre a favor de la, por otra parte, difícil y cada vez más imposible repro-ducción de las relaciones sociales capitalistas.

La banalización de la información y de los grandes interrogantes que los media nos proponen aumentan laconfusión dificultando y diluyendo cualquier interpretación crítica. En este marco de confusión se mezclanapreciaciones generales sobre el momento actual (el fin del comunismo, el fin de la historia, el fin de lasideologías, el fin de un paradigma basado en la razón y en el trabajo...) con relatos invertidos sobre el aconte-cimiento actual.

Se hace aparecer la caída de los regímenes del Este de Europa como la demostración de la inviabilidad y dela inhumanidad del comunismo a la par que la prueba de la razón capitalista y de su fortaleza, cuando es elmismo movimiento de crisis de la acumulación del capital allí y aquí lo que da las claves de comprensión delfracaso de una forma de gestionar la Economía (planificada) y de las dificultades de la otra (concurrencial).

Cualquier referencia objetiva se desvanece; lo mismo puede ser una u otra cosa. Un golpe de estado puedeser un ejercicio democrático: la Junta que aparta al FIS en Argelia por oponerse a la modernización capitalista,o a Gamsajurdia en Georgia por oponerse a la aceptación de la gran Rusia liderada por Yeltsin, son presenta-das como los garantes de la razón democrática. La aplicación de la pena de muerte en EEUU es un actolegítimo y en Cuba es su contrario.

Las viejas causas se trastocan. USA pasa a ser el portaestandarte de la causa palestina y el rey Hussein suayuda más firme, olvidando que el reino hachemita ha estado 20 años reprimiendo a los palestinos en suprimera colonización después de 1948 y antes de la del Estado sionista.

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Los muros que dicen derrumbar levantan otros mássólidos (el muro Berlín, el muro Europa 92); los lla-mados avances de las libertades son más sofisticadossistemas de dominio; los avances en el desarme insta-lan formas superiores de agresión nuclear. La guerrade las galaxias se fortalece pero se habla del desarmeen Europa; Torrejón va a ser la mayor base de entre-namiento del avión de combate europeo pero se ha-bla de que, en su vía desarmamentista los americanosdejan la base.

Se nos hace ver un renacer nacionalista resucitandoviejos estereotipos (identificando por ejemplo a serbioscon partisanos y a croatas con oustachis), cuando esla intervención de los intereses contrapuestos de losdistintos capitales nacionales europeos lo que prima.

Es difícil entenderse y hacerse entender en este ba-rullo, pero hemos de entrar en tal confusión para ano-tar las inversiones realizadas y pensar luego, vueltaslas cosas a su lugar, las modificaciones operadas. Qui-zás entonces podamos hacer las preguntas pertinen-tes que esta invariante (relación social capitalista) ymutante (las distintas fases de la dominación capita-lista) realidad nos pone.

Preguntamos sobre las modificaciones operadasestos últimos años en la organización del trabajo, enlos cambios tecnológicos y científicos, en las posiblesnuevas formas de energía (la fusión nuclear)... modi-ficaciones que están transformando los comporta-mientos obreros, las agregaciones de clase, la lucha declases, la guerra social... tal como lo analizábamos enel número pasado en el artículo sobre el fin delfordismo a partir de la observación de la huelga deltransporte del año pasado o como en este número al

hablar de la huelga de los mineros en Asturias o delos estallidos en las periferias urbanas.

Preguntarnos sobre las contradicciones de un capi-tal a la vez multinacional y concurrente (también aniveles nacionales), más allá del estereotiposimplificador de una Alemania o un Japón reempla-zando la hegemonía USA. Ver las modificaciones enla invención tecnológica en Japón y en USA, el gradode hegemonía político militar de EEUU y el grado desu hegemonía cultural (simplemente el mimetismo desu modo de vida), junto con una situación interiordecadente, con su enorme deuda externa, con el em-pobrecimiento de sus capas medias, importantes bol-sas de miseria (más de cien mil pobres sin techo enNY), insostenible situación en sanidad y enseñanza..,Como esta hegemonía se está desarrollando, contro-lando los recursos necesarios (Medio Oriente y qui-zás pronto el Norte de África), en una guerraconcurrencial cada vez más estrecha debido a la con-tracción del mercado y de los beneficios. Y situar aquíel previsible devenir de esta Europa que a la hora pre-vista de su unificación estalla en razón de sus contra-dicciones sociales.

Y preguntarnos, más cerca de nosotros, aquí en Es-paña, sobre lo que nos viene encima: más allá del blufdesarrollista que nos han vendido estos últimos años,la vuelta de la reconversión industrial, el real empo-brecimiento, el aumento del control social (represiónpolicial, mass media, y consenso dirigido), el final dela mediación clásica sindical y las nuevas formas delestallido social y de la lucha de clases.

Etcétera, Barcelona. Febrero 1992.

DEL NUEVO MUNDO

Conocidos los descubrimientos, juzgaron aquellos príncipes buenos y religiosos (los Reyes Católicos)que no había de desaprovechar tan gran ocasión de dilatar el imperio de la religión cristiana. Y paraque no pareciese ordenarse o intentarse algo injusto y contrario a las leyes cristianas y aún a lascomunes y naturales, mandaron consultar la opinión del Sumo Pontífice, el cual recibida la embajada,no sólo lo aprobó, sino que lo elogió como piadoso y religioso. Pues aunque es la potestad eclesiásticala que más alcanza a estas cosas, pertenece, sin embargo al Imperio el intervenir en ellas, sobre todoen el caso de tales bárbaros, que no puede lograrse, si no se les somete al imperio cristiano, que sereduzcan a la fe por la sola persuasión.

Es justo, según las leyes divinas y humanas, someter a los bárbaros, no para que por la fuerza y elmiedo se hagan cristianos, pues si tal cosa se hace es contraria al derecho natural y a la ley divina, sinopara obligarlos a observar la ley natural, a la que todos los hombre están sujetos y que ellos violaron,de muchas y horribles maneras... ...y los bárbaros, si rechazan el Imperio, pueden, por este mismoderecho, ser obligados por la fuerza, como lo enseñan los filósofos, pero la mayor autoridad en apoyode esta guerra fue Alejandro VI, y el resistir a contradecir a sus leyes y públicos decretos es cosanefanda y castigada con pena de herejía.

Fray Juan Ginés de Sepúlveda, (1491-1573)

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EL ESTADO DE GRACIADE LA DEMOCRACIA

A lo largo del pasado otoño asistimos a un bom-bardeo de imágenes y palabras sobre múlti-ples expresiones de violencia: agresiones de

skins contra travestís, mendigos e inmigrantes;movilizaciones en pueblos y ciudades contra losasentamientos de gitanos; proliferación de piquetesen barrios contra drogadictos y camellos. Prensa, ra-dio y televisión nos brindan esta diversidad como untodo. Simultanean los diversos mensajes y nos ofre-cen un mensaje bien trabado, una argamasa nada in-genua que gira en torno a un discurso cerrado, útilpara crear una opinión pública que justifique y hagaurgente una mayor intervención del aparato del Esta-do sobre nuestras vidas.

Nos sumergen en una realidad desde la cual poderlegislar a favor de los intereses de algunos (que acu-mulan la mayor parte del poder político, económico ycultural) y contra los intereses de casi todos. Y asíaprobar una Ley de Extranjería contra los inmigrantes,amparándose en una creciente xenofobia y racismo, ouna Ley de Seguridad Ciudadana que permita la inter-vención discrecional de la policía en cualquier lugar ysituación (según el método de la patada a la puerta),en nombre de la inseguridad que crean los heroinó-manos, camellos y skins.

Lo importante de este mensaje no son los hechos,sino el puzzle con ellos construido. No es el conteni-do, sino el continente y el discurso: «…estamos anteuna irrupción de racismo, la gente es insolidaria, noquiere al otro; al que ve como rival o agresor, quieremás protección, más policía y, a falta de ello, se tomala justicia por su cuenta.»

En nombre de esta situación se promulgan un con-junto de leyes que van a reforzar el poder del Estadohasta olvidar las formalidades democráticas: la diver-sidad de poderes se extingue para aupar al dictador.El miedo a un parado, a un fascista, al terrorismo, a ladroga, son la coartada para ejercer un poder totalita-rio de nuevo estilo, refrendado por el consenso de-mocrático e incardinado con similares políticas decuantos países abrazan el nuevo orden internacional.

Ya que el orden internacional que se nos brinda es«nuevo», igualmente nos quieren presentar como nue-vos los fenómenos de violencia, xenofobia y racismo,así como sus antídotos o reguladores que en formade nuevas leyes van imponiendo.

Es en esta pretendida novedad donde se esconde elprimer gran engaño. Si analizamos uno a uno los fe-

nómenos que nos ofrecen, vemos que subyace en ellosun lento y largo proceso de desmembración y desin-tegración de la cohesión social.

Asimismo, las medidas coercitivas por parte del apa-rato del Estado, tampoco son distintas de las que entiempos de crisis generalizada y bancarrota de la legi-timidad del Estado Democrático se han impuesto alos pueblos en otras situaciones históricas. Desinte-gración social y coerción son el único cauce por elque la vorágine del capital arrolla al individuo. La úni-ca novedad, si acaso, estriba en que el poder sabe desu gran capacidad para convocar a las gentes comoespectadores amedrentados de este espectáculo cuyofin último es victimizar a cuantos más mejor. Se trata,pues, si es que queremos discernir lo real de lo que senos ofrece como tal, de movernos entre bastidores yanalizar por separado los distintos fenómenos.

Xenofobia y fascismo institucional

La ceremonia de la confusión y el temor que desde lapasada década se fue extendiendo en torno a la drogay el Sida, en la década de los noventa empieza a nu-trirse con un nuevo ingrediente. Pasada la era yuppy,llega la moda –que no es ni mucho menos nueva– delas cabezas rapadas. Es una versión cutre, pero útil,del fascismo. Y ya se sabe que cuando el estado de-mocrático entra en la bancarrota de su legitimidad,entonces siempre es oportuno desempolvar algún fan-tasma. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial,el del fascismo ha dado buenos resultados. Ahora, denuevo, la escasa imaginación de los gestores de la de-mocracia en Occidente les ha llevado a sacar a la callela imaginería nazi-fascista. No hay que olvidar que lautilización propagandística de la parafernalia nazi-fas-cista por parte del Estado Democrático tiene sus ven-tajas. La primera es la de desviar la atención de la raízde los problemas reales que nos aquejan; sobre todo,de aquellos que la gestión tecnocrática de los estadoscapitalistas está contribuyendo a generar, como el dela xenofobia y la restricción de los derechos y liberta-des de las personas.

Austria, Alemania, Francia y ahora España. El fascis-mo vuelve, según dicen, y todos se frotan las manos.

Las autoridades democráticas practican la táctica deldoble juego, como siempre: tolerancia e inhibiciónpolicial ante los desmanes de una pandilla degamberros (celebración del Día de la Hispanidad enBarcelona) y prohibición del homenaje que unos

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cantamañanas iban a rendir a los heroicos bombar-deos de la población civil de Guernica en 1937 (Ma-drid, 16 de noviembre). Por otro lado, el gobiernocivil no tuvo inconveniente en permitir la conmemo-ración de la muerte de Franco que los residuos socio-lógicos del franquismo celebraron en la Plaza de Orien-te (Madrid).

Todos estos actos –y las consiguientes actitudes delgobierno civil– cumplieron perfectamente sus objeti-vos: servir de caja de resonancia para la reedición delfantasma fascista, debidamente instrumentalizadodesde el Ministerio del Interior. Porque lo sorpren-dente no es que un centenar de fetichistas, enjaezadoscon toda suerte de siniestros amuletos, hayan queridoperpetrar un acto de necrofilia en un cementerio deMadrid. Lo verdaderamente sorprendente es que estaconvocatoria, que congregó a un centenar de indivi-duos (incluidos los llegados del extranjero), gracias ala prohibición del gobernador civil, haya alcanzadonotoriedad pública durante más de una semana en lasprimeras páginas de los diarios: una publicidad gra-tuita si atendiéramos a la trascendencia social del asun-to (por contra, la huelga de los vendimiadores de Jerez,miles de jornaleros y miles de millones de pesetas depérdidas pasó absolutamente desapercibida).

Entonces, ¿por qué esta propaganda? ¿Por qué esterepentino protagonismo de la escoria dominguera que,cargada de cerveza y un montón de frustraciones, selanza a apalear –y asesinar– a mendigos, extranjeros ytravestís? ¿Es necesario añadir que todo ello se pro-duce con la inhibición de las autoridades policiales,judiciales y administrativas? Demasiadas casualidadespara no tener alguna explicación.

El mercado audiovisual funciona para mantenemosentretenidos. Sanamente distraídos y un poco atemo-rizados, que son las dos condiciones necesarias delconsenso bien administrado. Además, la escena polí-tica en España está absolutamente envilecida y empo-brecida por el propio agotamiento del debate políticoinstitucionalizado. Por eso, reinventar el fascismo re-presenta para los gestores del marketingcomunicacional la posibilidad de rendir un importan-te servicio a los gestores del Estado Democrático.

Se hace difícil pensar que el cretinismo colectiviza-do de unos cuantos hinchas de fútbol constituya elnúcleo originario de un fascismo ascendente si no exis-tiera una clara intención de presentarlo así por partede las autoridades democráticas y sus medios de pro-paganda escrita y audiovisual. La ingobernabilidad delas metrópolis, la descomposición social patente enlos países capitalistas, la necesidad de imponer un es-tricto control social y la restricción de las libertades,etc., está induciendo en los Estados Democráticos laadopción de medidas de excepcionalidad de maneraque la normalidad democrática cada vez se parece más

a la normalización represiva de la Dictadura. En Es-paña tenemos un buen ejemplo de ello en las leyesimpulsadas por el partido socialista en el poder, entrelas que cabe destacar las leyes de Extranjería y de Se-guridad Ciudadana, así como la propuesta de una nue-va ley de Huelga.

Para un Estado Democrático «fuerte»; es decir, cadavez más sustentado sobre prácticas de corte autorita-rio, la instrumentalización del fascismo y sus «peli-gros» representa una última oportunidad para salva-guardar sino las formas, al menos, las palabras, el dis-curso. Además, la aparición del espectro fascista vie-ne a revitalizar el consenso, favorece el pacto de lospartidos en torno a un nuevo frente democrático, talcomo se ha llevado a cabo en Euskadi, a propósitodel terrorismo.

Para la descalabrada izquierda institucional, la apa-rición de un fascismo de opereta significa la oportu-nidad de encontrar un referente supuestamente polí-tico con el que intentar revitalizar su participación enla gestión del Estado Democrático. La izquierdainstitucional –y más en estos momentos de descon-cierto– es sumamente sensible al discurso antifascista.De hecho, el antifascismo ha sido el techo históricodel proyecto de la izquierda institucional en los paísesdemocráticos (ya sea en su versión socialista, ya en laestalinista).

La explotación por el mercado audiovisual de lashazañas de unos gamberros magnificados en el nue-vo peligro fascista y su instrumentalización por lasautoridades del Estado Democrático ya está dandolos primeros resultados: desviar la atención de la polí-tica xenófoba de los países de la Comunidad Econó-mica Europea y del vil papel que le corresponde des-empeñar a España, como muro de contención de lascorrientes migratorias provenientes de África y Amé-rica Latina.

De repente, Europa –y España– se ha dado cuentade que existen emigrantes y que son un peligro para lasalvaguarda de eso que llaman la cultura occidental ylas buenas costumbres (antes, en los años sesenta, sim-plemente eran rentables; ahora lo siguen siendo, perosu presencia resulta inquietante). Así, pues, se comien-za a tematizar la inmigración en los mediosaudiovisuales y a generar un clima de recelo, temor yodio entre los votantes.

Se estimulan las pasiones más mezquinas; o sea, secrea opinión pública, y entretanto se promulgan leyesde Extranjería, los responsables de los aparatos derepresión estatales planifican en Schengen la puestaen marcha de un cerco policial que preserve al territo-rio europeo contra posibles irrupciones de extranje-ros. Proliferan las declaraciones públicas contra el fas-cismo, pero se legisla contra el marginado, secriminaliza al diferente y se persigue al extranjero.

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El fascismo institucional continuará penetrando entodos los ámbitos de la vida social, continuará exten-diendo el chantaje, la humillación y la esclavitud entrelos trabajadores inmigrados. Nos continuarán escan-dalizando con estadísticas que nos digan que el 5%,10% o 20% de españoles son racistas, pero nadie sepercatará de que el mundo está lleno de extranjeros(aunque algunos sean turistas).

Ni al internacionalismo humanista de los hombresy mujeres de la izquierda se le ocurrirá reclamar elderecho inmediato e inalienable de residencia paracualquier persona sea cual sea su lugar de origen. Anadie se le ocurrirá nada parecido porque estaremospreocupados en pararle los pies al fascismo, que ade-más es un buen tema para hacer discursos con frasescontundentes, pero nadie, absolutamente nadie cues-tionará su identidad, ni la sarta de necedades con laque se amalgama la cultura común, ni la supercheríade ser un ciudadano reglamentario.

La cruzada antidroga y el control social

Las mismas instituciones y poderes económicos queorganizan en el seno de nuestras sociedades desarro-lladas el levantamiento de muros de contención fren-te a las migraciones provenientes del Sur o del Este -riadas de hombres y mujeres que huyen de sus tierrasya del todo expoliadas o de sociedades en pleno de-rrumbe- son los que orquestan la gran cruzada delprohibicionismo y represión de las drogas ilegales,como coartada para levantar el mayor aparato policiala escala internacional que hayamos conocido en lahistoria del capitalismo; de este capitalismo tardío, cadavez más exacerbado en sus contradicciones y dispues-to, ahora más que nunca, a morir matando.

Los estados y los resortes económicos que los sus-tentan preparan el fin del milenio bajo el signo delcontrol policial global, única fórmula –parece ser– deevitar el estallido de la frustración colectiva, productodel papel asignado al ser humano en este engranaje:hipotecar la vida en el trabajo para acceder a un con-sumo innecesario; encajar las dentelladas de la crisis ytragar con sumisión toda la desinformación suminis-trada por los poderosos aparatos de los media. Todoello bajo la atenta vigilancia de millones de policíasque ordenan la urbanidad y el consumo organizado.Este es el precio que hay que pagar para vivir en elsolar occidental, bajo el orden nuevo.

Un orden que, como se proclama a los cuatro vien-tos, es nuevo e internacional. Nuevo en cuanto que,derrotado el viejo y manido enemigo comunista, sedispone a enfrentarse a nuevos peligros tales como lapresumible ira de los pueblos del Sur y del Este y a losúltimos destellos de libertad que surgen entre millo-nes de hombres y mujeres, ávidos de placer y evasión,cuando no de autodestrucción. Internacional en cuan-

to nada de lo que ocurra allí donde el dinero y la mer-cancía han impuesto su ley, es ajeno a los intereses delos grandes grupos económicos o de las reducidaselites sociopolíticas que ostentan el poder.

Las drogas ilegales, la internacionalización de su co-mercio y la inducción generalizada de su consumoconstituyen un eje fundamental del sistema capitalis-ta. En él se inscriben los campos de cultivo de la cocaen el continente americano o las plantaciones de ador-midera en el Triángulo Dorado y las más cercanas plan-taciones de marihuana en el norte de África; sin olvi-dar las grandes operaciones financieras que permitenaflorar el dinero del narcotráfico en las sedes de lascorporaciones bancarias en Suiza, Hong Kong oLuxemburgo, la permanente recomercialización deinmensas partidas de droga proveniente de los alma-cenes de decomiso policial a las que se une el enjam-bre de inductores y consumidores existentes en el te-jido social. Grandes y pequeñas redes de gentes delpueblo, de millones de jóvenes que, consecuentes consu consideración de que «esta sociedad es una mier-da» buscan a través de sus venas el camino de la felici-dad, de ese cielo feliz que promete la publicidad delgran mercado, ya sea de coches, perfumes o cavas.

En todo este amplio panorama que une Medellíncon Barcelona, pasando por Ginebra, el poder, el Es-tado mayor del nuevo orden, tiene puesto el máximointerés en que el tema de la droga constituya el nuevoenemigo que necesitan los Estados para seguir ejer-ciendo el poder y perpetuar así el más alto valor de lajerarquía: prohibir. Prohibir todo aquello que, preci-samente por estar prohibido, es en sí mismo objetode deseo de las gentes. De gentes cuyo denominadorcomún es que comparten el mismo grado de infelici-dad en esta carrera hacia el gran mercado de la felici-dad artificial; ya se encuentre éste en El Corte Inglés,en las tiendas de motos o bajo los soportales de laPlaza Real en forma de papelina.

La política sobre las drogas se ha convertido en unmedio de colonización de los países desarrollados porlos pobres1 y en un cómodo expediente de represióny control interno, cuando no de simple distracciónque aparta la mirada pública de conductas mucho máslesivas para los intereses colectivos. No es casual queen aquellos colectivos donde ha saltado una chispa derebelión contra el sistema, o donde la lucha se hamantenido a niveles de enfrentamiento directo con elaparato de Estado, la heroína haya sido el elementomás contundente para acabar con estas rebeliones.2

Estas prácticas político-policiales las podemos re-conocer fácilmente en algunas situaciones conflicti-vas claves que ha tenido que enfrentar el Estado delCapital en los últimos veinte años. Así, en la Inglate-rra tatcheriana fue en el transcurso de la larga y durahuelga de los mineros cuando ingentes cantidades de

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heroína «políticamante» abaratada se traficó entre co-lectivos de jóvenes de las ciudades mineras o de losgrandes centros fabriles. Jóvenes –aún no incorpora-dos plenamente al trabajo por su edad y sin expectati-vas de hacerlo dada su clase– que para los interesesdel Estado no podían bajo ningún concepto sucum-bir al sueño de la rebelión que se vislumbraba tras lasbarricadas mineras. Fue para muchos de ellos elplacebo de la evasión galopante lo que les alejó delescenario donde tenía lugar uno de los últimos gran-des enfrentamiento s entre Capital, Estado y Trabajo.

En nuestro país el mismo caso lo hemos podido vermás de cerca en Euskadi; en el modo como se hanlevantado muros de polvo blanco entre sectores dejóvenes que asistían a la descomposición de una luchaemprendida otrora por su pueblo, sin más posibilida-des que escoger entre una ikurriña y el caballo.3

Aprovechando que este comentario que hacemosen torno a la amalgama –violencia juvenil, xenofobia,ley Corcuera, cruzada prohibicionista– nos ha lleva-do a recalar en territorio español, sería oportuno ana-lizar qué función tiene esta campaña antigitana en laque, desde posiciones estratégicas distintas aunquecoincidentes, sus principales protagonistas en el par-tido del gobierno, han participado sectores sociales yaparatos de prensa que cubren un amplio espectro.

Un chivo expiatorio: los gitanos

Ya es bien sabido el trato que a lo largo de la historiade nuestro país han recibido los gitanos. Han ejercidode demonizados oficiales en multitud de ocasiones yhan sido utilizados como pretexto para el ordenamien-to y moralización del personal.

Igual de antiguo sucede que el pueblo –como bienentendió el Gran Inquisidor– adora ser entretenido yaterrorizado por campañas que le «salven de enemi-gos» y está deseando abrazar a los líderes que se ofre-cen a descargar la losa de libertad colocada sobre sushombros; sabedor que sus líderes les protegen de lasbrujas y traficantes y le están salvando para Dios y lasalud. No están tan lejos las campañas antiebriedadcon motivo del rápido proceso de industrialización yproletarización, combinado con la aparición de gran-des concentraciones urbanas. Eran parecidas a las ac-tuales cruzadas antidroga, que baten los bajos fondosy los suburbios de las mismas concentraciones urba-nas, sumidas en la actualidad en otro rápido proceso;esta vez, de desindustrialización y derrumbe de lasviejas cohesiones sociales.

También ahora, igual que entonces ocurriera con laebriedad, las formas de drogodependencia empiezana simbolizar la medida de desviación que grupos de-terminados admiten sin temor a desintegrarse, y lasmedidas propuestas se ligan a esfuerzos de control

cuyo objeto son sectores definidos por sumarginalidad. Tampoco es nueva la práctica ejercita-da por el Estado de vincular los hábitosfarmacológicos con características étnicas o socialesmuy precisas, fácilmente identificables por el pueblo.Estas características en España se hacen concurrir–más en cuanto inductores que consumidores– en elchivo expiatorio nacional por excelencia: los gitanos.

En este colectivo se amasan -manipulación inclui-da- ingredientes diversos que facilitan a la Adminis-tración el objetivo de centrar la atención de la opi-nión pública mayoritaria contra una minoría impo-tente y secularmente marginada. Así, por ejemplo, losincendios de casas gitanas en Mancha Real, capita-neados por el mismísimo alcalde (PSOE); lasescandaleras de vecinos de diversas ciudades españo-las, donde los payos impedían entrar en el recinto delas escuelas a los niños gitanos; las declaraciones deVera, director general de la policía, cuando afirmó queel 70% de las detenciones por tráfico de droga al pormenor afectaban a la población gitana.

Son tres partes de una misma campaña que derivóen manifestaciones y piquetes ciudadanos contra ladroga, apaleamiento de camellos y clamor generaliza-do de «más policía». Hubo también llamamientos alos patriarcas gitanos para que se pusieran al frente delas manifestaciones y colaboraran con la policía, anti-cipándoles el perdón de los arrepentidos. El mismoperdón que se les ofrece a los adictos que colaboran,cambiándoles el tratamiento de heroinómanos por elde enfermos arrepentidos.

Y no hay que olvidar que estos hechos aquí recor-dados transcurrieron en un espacio de tiempo corto(seguro que hoy se podrían volver a improvisar conlos mismos actores y espectadores) y , sin embargo,gozaron de la intensidad que proporciona la concen-tración de noticias, imágenes de yonkis dialogandocon la policía en pleno trance del pinchazo, debatesde «los expertos de siempre en todo» en radio y TV,publicidad antidroga, etc. Una intensidad informativade efectos intravenosos fulminantes, tendentes a con-formar una lógica general proclive a la aceptación demedidas autoritarias. La coartada es perfecta y, a lavez, se deriva hacia chivos expiatorios preselec-cionados, la creciente insatisfacción social.

Así, se va preparando al pueblo para que soporte desus líderes cuantas leyes sirvan para potenciar la efi-cacia policial. Y el Estado, erigido en árbitro de la apa-rente confrontación –dada por real a través de los massmedia– entre la mayoría paya y la minoría gitana, vaultimando el gran banquete del Capital, al tiempo quese legitima incluso hasta el punto de poder tachar deracistas a aquellos que se tomen la justicia por su mano.

Con este pueblo y con este Estado, los emigrantesmagrebíes, polacos o senegaleses serán, cuando

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convenga, las nuevas víctimas propiciatorias a utilizaren aras de una terapéutica preventiva del cuerpo so-cial. Y así, nuestro paisanaje, convenientementeadoctrinado por sus líderes, protegido por la Ley deSeguridad Ciudadana y la de Extranjería, se hallaráincorporado a este muro de contención del Norte fren-te al Sur. Un muro endeble, pues está construido porlas voluntades de millones de seres que se saben arre-pentidos de antemano, ya que una gran losa de prohi-biciones pesa sobre ellos.

Ahora, en el invierno, continúan pasando las mis-mas cosas y aún peores (apaleamientos policiales, ac-ciones de los cuerpos de seguridad por el método dela patada en la puerta, muertes por sobredosis, etc.),pero la Ley de Seguridad Ciudadana y el Reglamentopara la aplicación de la Ley de Extranjería ya han sidoaprobados. Por tanto, la droga, el racismo y la xeno-fobia han dejado de ser realidades en el mercadoaudiovisual.

Etcétera, diciembre 91

Notas.

1. Los territorios del Tercer Mundo son sometidosa extorsiones políticas, devastaciones botánicas y a lapersecución de sus campesinos porque producen lamateria prima de los principales agentes psicoactivosilícitos; una materia que mata a occidentales a milesde millas de distancia. Al mismo tiempo en Occidentese venden las mayores cantidades de psicoactivoslícitos, desde el tabaco y el alcohol hasta estimulantesy sedantes patentados, con una propaganda dirigida afulminar cualquier competencia por parte de losfármacos tradicionales de los países del Tercer Mundo.Ahí el tabaco, desde luego, el norteamericano es cincoo diez veces más barato que en el sector civilizado delmundo y no lleva adherida la leyenda de que puedeperjudicar la salud, aunque el dentífrico o lassulfamidas cuesten el triple. Y allí, también se vendenpor cartones de envases el valium o lasbenzodiazepinas, indicando sus prospectos que no sondrogas, sino decentes medicinas (Escotado, Historiade las drogas).

2. La cruzada farmacrática fue el invento de unsolo país –coincidiendo de modo puntual con suascenso al estatuto de superpotencia planetaria–, quese exportó al Tercer Mundo mediante una política desobornos y amenazas. Las naciones del bloqueoccidental y soviético adoptaron el modelo cuando nosufrían problemas sociales o individuales derivados delas drogas y cuando la iniciativa de Estados Unidos–vista a distancia– parecía algo exclusivamentehumanitario. Una vez creado el problema, todos losgobiernos comprendieron las distintas rentas políticas

y económicas que se derivaban de mantener lacruzada. (id.)

3. Sirva como ejemplo la crónica de lo ocurridoen un pueblo de la costa vasca, Ondárroa, con motivodel aislamiento forzoso que tuvo que soportar durantevarias semanas a causa de las fuertes nevadas de 1988,que se combinaron con un temporal en el mar. Lasfuerzas de la naturaleza impidieron también la llegadade la droga. Un buen número de jóvenes enganchados–hijos y hermanos menores de muchos de losluchadores nacionalistas que ha dado esta villa–decidieron reconvertir el síndrome de abstinencia enactividades que iban desde la tala y limpieza delbosque hasta el arte, pasando por la reflexión sobre símismos y el entorno. Cuando vino el deshielo y la marpermitió reanudar el transporte, los camellosencontraron a guisa de recibimiento pintadas derechazo e invitaciones al desalojo. Al no ser éstasatendidas, algunos jóvenes optaron por elenfrentamiento directo, produciéndose la muerte deuno de los principales traficantes, personaje conocidoen los círculos de la Guardia Civil local. La justicia cayósobre los nada anónimos incitadores alenfrentamiento con los camellos. Desconocemos siahora ya vuelve a circular la heroína por Ondárroa, nisabemos cuantos son los enganchados actualmente.Pero entonces, muchos jóvenes se quedaron perplejosentre la represión, por un lado, y la incomprensión delos luchadores de siempre, por otro, que los acusabande favorecer el incremento de la represiónantinacionalista.

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LOS MURMULLOS DE LA CRISIS:LOS ATAQUES DE IRA EN LOS

SUBURBIOS FRANCESES

Los disturbios de los jóvenes de los barrios po-bres de los suburbios donde viven muchos tra-bajadores inmigrados se han convertido en algo

corriente en Francia. Muy a menudo estos disturbiosse originan a raíz del asesinato de algún joven a ma-nos de comerciantes, de guardias privados o de lapolicía del Estado. Cerca de 300 extranjeros o jóve-nes de procedencia extranjera (casi en su totalidad deÁfrica del Norte) han encontrado de esta manera lamuerte en los últimos diez años. Es una lista muy lar-ga, una pesada carga para todos los propagandistasde la democracia en el País de «Los Derechos delHombre»... La violencia destructora de los jóvenestiene como objetivo los lugares de comercio, como sise tratara de un rito para aliviar el sentimiento de con-sumidores frustrados. Pero a medida que las revueltasse suceden y que los muertos aumentan, el objetivoprivilegiado reside en aquellos que representan la re-presión del Estado. La simple llegada de la policía seconvierte, en muchos de estos barrios, en la ocasiónpara iniciar disturbios.

Se trata, en resumen, de explosiones de violencia enlas que se expresa una rebelión contra otra violencia:la de las condiciones de vida de los jóvenes en losbarrios proletarios. Teniendo en cuenta su extensiónno podemos verlas más como simples «accidentes» ocomo problemas de «orden público». En poco tiem-po, el problema de los suburbios, unido a lamarginación de una parte considerable de la juven-tud, representa uno de los más graves problemas dela sociedad francesa. Los distintos partidos políticos -que hasta el presente sólo han ido detrás de las conse-cuencias de la crisis- son incapaces de darle solucio-nes. Incluso las recetas reformistas parecen ridículasante la magnitud del problema.1 Queda, tanto paraunos como para otros, el amplio camino de la dema-gogia que halaga los miedos y la irracionalidad popu-lar. No se puede negar que esta oleada de disturbiosreplantea la capacidad de las sociedades capitalistasdesarrolladas para enfrentarse a estas reacciones vio-lentas originadas por el parón de la economía. ¿Quéespacio le queda al reformismo en este paisaje de de-sastre industrial y social que se hace cada vez más gran-de? ¿Cómo poder gestionar estas zonas urbanas toca-das por el látigo del paro masivo? ¿Qué se debe hacercon estas comunidades proletarias desestructuradaspor la crisis de estos últimos años? Es cierto que se ha

llegado (después del fracaso de algunas de las grandeshuelgas recientes) a imponer una «pacificación social»momentánea en la relación antagónica de las clases.Estas revueltas constituyen, por consiguiente, el pre-cio que debe pagar el capitalismo si quiere mantenerun paro de masas indispensable para esta pacificación.

A la degradación de los barrios obreros y al aumen-to del paro, se une la profunda crisis del sistema esco-lar. Está reconocido que, en los países industrializados,el peso del paro lo soportan principalmente los jóve-nes y las mujeres.2 Estos son los estratos de poblaciónque sufren en primer lugar las consecuencias de losaltibajos del mercado de trabajo. Sabemos tambiénque la posibilidad de acceder a este mercado dependecada vez más del nivel de los estudios. Si nuestra épocaconoce un alargamiento considerable del tiempo deescolaridad, podemos constatar al mismo tiempo elrápido aumento del fracaso escolar. Aún más, este fra-caso se produce cada vez más pronto en la vida delestudiante. Muchos jóvenes se ven expulsados de laescuela antes de haber podido obtener los certificadosindispensables para poder acceder al mercado de tra-bajo. Este fracaso escolar aparece, claro, entre los jóve-nes de medios proletarios, los que viven en los subur-bios, en las familias castigadas ya por el paro y la mise-ria, víctimas de los tiempos de crisis.

Rechazados por la escuela, con pocos medios paraentrar en el mundo asalariado, estos jóvenes se quedanatrapados en los barrios que fueron concebidos en suorigen como «dormitorios». Abandonados en el aburri-miento de este universo frío de hormigón, estos jóvenesse reagrupan de manera natural en bandas que se consti-tuyen en base a su «territorio» (barrio, bloque) o por elhecho de pertenecer a una comunidad concreta (árabe,negroafricana, de las Antillas, portuguesa, etc.). Por loque hace a aquellos que logran escapar del fracaso esco-lar precoz, se encuentran enseguida con muchas dificul-tades para romper con la selección de clase de la ense-ñanza.3 Para los que tienen más suerte el sistema les «re-serva» una panoplia de «stages» con salarios bajos y los«McDonald’s job’s» Estos empleos precarios que consti-tuyen lo esencial en los puestos de trabajo creados por lavuelta a la economía del neoliberalismo. Para los demás,«el futuro glorioso» reside en la marginación de por vida.Como diría la madre de uno de estos jóvenes asesinados:«Aquí un joven, o bien se droga, o roba, o es asesinadopor la policía»4

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El cuadro general de la reproducción de clases sehalla tocado de diferente manera por los efectos de lacrisis económica. En la parte alta de la pirámide socialla reproducción de las clases burguesas se realiza demanera cada vez más exclusiva (desde los liceos deelite a las grandes escuelas). Por el contrario, por laparte baja el proceso se halla muy desorganizado. Seha acabado, eso sí, con la reproducción tradicional dela clase obrera en el seno de la comunidad proletariamisma. A la sombra del crecimiento capitalista que sepresentó como el estado «natural» de las cosas los hijosde los obreros se convertían en obreros, técnicos, em-pleados. Hoy en día se convierten en parados, delin-cuentes, drogados... ¡cadáveres! En el mejor de los ca-sos harán lo mismo que sus padres o guardias de su-permercado. Se ha dado la vuelta a una página: ya noestamos en la época en que la integración capitalista dela clase obrera pasaba por la promoción individual.

Durante el movimiento de los Liceos de 1990 apa-reció con toda claridad la fisura social en el seno delos jóvenes escolares. La enorme distancia entre lascondiciones materiales de la escuela de los barrios y lade las ciudades destruyó el mito de la escuela «repu-blicana y laica», igualitaria y generosa que se hallabaen la base de la ideología socialista. Este movimientofue principalmente el de los jóvenes estudiantes delos suburbios. Al inicio se movilizaron por razones de«seguridad». Con su espíritu rígidamente legalista, lossocialistas en el poder, se apresuraron a proponer ¡máspolicía a la puerta de las escuelas! Pero si los estudian-tes protestaban contra algunos casos aislados deviolencia, no eran tan ingenuos como para separaresta cuestión de las condiciones de vida de los barriosy, principalmente, de la degradación de los mismoslugares y medios escolares. De una manera muy rápi-da la reivindicación de una «escuela mejor» se convir-tió en una crítica de las opciones políticas del Estado,de la lógica económica. Y, a algunos meses de la gue-rra del Golfo, el eslogan ¡Escuelas sí, armas no¡ fueretomado con mucho gusto por el conjunto de losestudiantes de secundaria. Y la enorme fosa existenteentre las condiciones de vida de los jóvenes de lasciudades y las de los jóvenes de los suburbios salió ala luz del día. La «sociedad dual» emergía del campode la investigación sociológica para hacer irrupciónen la realidad inmediata. Se ponía sobre el tapete lacuestión de los suburbios.

Las organizaciones antirracistas ya no pueden jugarningún papel en esta nueva situación, y se encuentrancompletamente desbordadas por los acontecimientos.Es lo que le sucede de manera particular a SOS-Ra-cismo, para quien su época de apogeo correspondiócon la fase precedente de las luchas de los jóvenes,5cuyo objetivo consistía en hacerse aceptar por la so-ciedad francesa. Se debe reconocer hoy en día que

este movimiento movilizó principalmente a los jóve-nes ya integrados socialmente, más cercanos a las cla-ses medias. Se rechazaba la concepción casi racial queidentificaba nacionalidad francesa con color de la piel.Gracias a sus acciones logró imponerse la idea de unaFrancia multirracial incluso en el seno de la clase po-lítica. Exceptuando, evidentemente, a los medios re-accionarios y xenófobos, para quienes todos los pro-blemas que existen en la sociedad hay que cargárselosa los inmigrantes, principalmente a aquellos que yano lo son, ¡sus hijos y sus hijas! En general, el discur-so anti-inmigrado de estos ambientes se construyesobre el tema ambiguo y pseudo-científico de las «cul-turas específicas»: los trabajadores árabes y africanosno son «integrables» ya que poseen una «cultura par-ticular».6

En sus proyectos políticos, el poder socialista haquerido introducir este reconocimiento de la juven-tud surgida de la inmigración. Reconocimiento for-mal: en la medida que estos jóvenes permanecen mar-ginados económicamente. Como se sabe incapaz desolucionar el problema del empleo, el poder ha opta-do por poner en marcha un encuadramiento de losbarrios mediante un ejército de «educadores-animadores».

Muchos de los militantes antirracistas de los iniciosse hallan de esta manera recuperados en este proyec-to de gestión y de control de su propia miseria mate-rial y moral. Fiel a su tradición, la socialdemocraciaintenta arreglar los problemas en la superficie, dejan-do intocadas las verdaderas causas. Actuando de estamanera, se calculaba mal la extensión de la insatisfac-ción y de la rabia de toda una parte de la juventud. Enla actualidad, sin medios, dependiendo de las redesdel clientelismo y de la corrupción política, estos«animadores-educadores» se han dado cuenta de suimpotencia ante la enormidad de la tarea. Y aún más,tienen que hacer frente a una nueva generación: losque provocan los disturbios tienen entre 10 y 18 años,desconfían enormemente de los políticos y observancon sorna el trabajo de «animación» que realizan es-tos «hermanos mayores».7

El rechazo de que son objeto las antiguas organizacio-nes anti-racistas y el fracaso del «trabajo social», se une aldesplome de las antiguas redes políticas y sindicales queexistían anteriormente en estos medios proletarios. Elpoder se halla a partir de ahora, en estas zonas urbanas,frente a una ausencia total de interlocutoresinstitucionales. No sólo es que nadie controla a nadie,sino que nadie puede otorgarse la representación de nada.En resumen: nos hallamos ante un bloqueo de todo elproceso clásico de negociación y de integración de losconflictos. Sólo queda la intervención de las fuerzas re-presivas y su cortejo de humillaciones racistas, de arres-tos, y de vez en cuando, de muertos.8

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A través de los disturbios, los jóvenes de los subur-bios expresan una cierta conciencia de su condición:una vida de asco y de aburrimiento, una impotenciapara cambiar el desarrollo de las cosas. Para ellos lajuventud no es esperanza del futuro sino desesperan-za. Tienen conciencia de que el único medio que lesqueda para presionar a la sociedad reside en la des-trucción de su siniestro alrededor. Como la gran ma-yoría de entre ellos se hallan excluidos de las relacio-nes sociales del asalariado, no tienen ninguna posibi-lidad de bloquear los engranajes del sistema. Exclui-dos del proceso de producción de la mercancía se dancuenta de que son consumidores frustrados. Ya se sabe:el proletariado sólo es consumidor en la misma medi-da en que es explotado. Su impotencia se dirige en-tonces hacia los «media» frente a los cuales tienen unaactitud ambigua. Si, por un lado, se los ve claramentecomo instrumentos del poder y a los periodistas seles prohíbe permanecer en estos barrios populares,los jóvenes están convencidos de que deben pagar dealguna manera la amplificación mediática de sus arran-ques de cólera. En cierta medida acaban identificán-dose con la imagen que de ellos mismos han fabrica-do los periodistas.

Toda una generación se halla ahora formada, en susactitudes y en su mentalidad, por esta marginaciónque favorece los comportamientos de fracaso y deagresividad auto-destructora. Esta imagen negativa desí mismo les es constantemente recordada por las exi-gencias del «nuevo» mercado del trabajo. Se trata delmundo de la precariedad, de la inestabilidad, de lo in-mediato y de la individualización salvaje de las rela-ciones. Si logran escapar de su destino común, aca-ban creyendo algunos que es el resultado de su capa-cidad excepcional... Sabiéndose explotados por el sis-tema, ignoran la solidaridad activa que puede surgiren el seno (y contra) de las relaciones sociales asala-riadas. La ideología del darwinismo social (la selec-ción de los mejores) les parece la más ajustada a suexperiencia.

La reestructuración capitalista produce también es-tragos en las relaciones internas de la familia proleta-ria. Muchos jóvenes salidos de la inmigración lanzanuna mirada de disgusto sobre la experiencia vivida porsus padres. No pueden aceptar el balance de estas vi-das fracasadas: desarraigo, sobre-explotación, enfer-medades, desprecio social, guetos y, finalmente, elparo... La humillación del padre produce deseo devenganza; deseo tanto más furioso cuanto el propiodestino aparece bloqueado. Hubiera cabido pensar quela toma de conciencia de esta explotación destructorahubiera permitido originar una revuelta contra las re-glas de la sociedad. Pero por el momento, se observamás bien la formación de grupos de tipo autoritarioen estos barrios en los que los jóvenes se imponen

maneras muy violentas de funcionamiento. Un desa-rrollo que no trae valores particularmenteemancipadores. Cuando la experiencia colectiva es lade la ganancia, no hay muchas posibilidades de queveamos surgir un deseo real de autonomía individualy de sociedad nueva. Esta actitud individualista y egoís-ta («a cada uno lo suyo») se ve fomentada por la des-confianza general que se respira hacia las formas tra-dicionales de acción colectiva. La crisis del sindicalis-mo reformista, el hundimiento del capitalismo deEstado, el vacío de la socialdemocracia moderna, todoesto pesa sobre la conciencia de las nuevas generacio-nes. La actitud individual de sobrevivir es su respues-ta al presente momento de la Historia. Una respuesta-que quisiéramos provisional aunque sin vuelta atrás-al fracaso del viejo movimiento obrero.

Un reciente estudio demográfico oficial resaltabaque, en 1978, «un francés de cada tres tiene, de hecho,o el padre o la madre extrajeros».9 Un dato que essuficiente, él sólo, para ridiculizar las habladurías ra-cistas y xenófobas que envenenan lo cotidiano. Situa-da en el centro de Europa, la sociedad francesa haestado desde siempre atravesada por las migracionesdel Este hacia el Oeste, del Sur hacia el Norte. Hoy endía se cree que viven en Francia 3,7 millones deinmigrantes, pero «había ya cerca de 3 millones en1931».10 Ante los planteamientos primarios que pre-sentan el problema de los suburbios como simplesproblemas de inmigración, ¿no se puede contestar quemás bien se trata antes que nada de un problema deintegración del proletariado en un capitalismo en cri-sis?

En las movilizaciones de los 80, la juventud origina-ria de la inmigración luchó para hacerse aceptar en elseno de la sociedad civil. El problema de hoy es el dela exclusión de la producción de los jóvenes salidosdel proletariado inmigrado.

En todo el mundo industrializado, el poder políticoreconoce de manera abierta que amplios sectores delas clases populares quedaran definitivamente situa-dos fuera del proceso de explotación capitalista. En laetapa actual de estancamiento de la acumulación, esteno es un problema específico de la sociedad francesa.Es por esta razón que estas explosiones de cólera serepiten por todos lados en Europa, de Bélgica a GranBretaña,11 y constituyen los primeros signos violentosde una reacción contra la pauperización de la épocaneoliberal que vivimos.

Si los jóvenes surgidos de la inmigración se ven ma-sivamente afectados por esta pauperización, es por-que sus padres se hallaban concentrados en los secto-res industriales más afectados. Los barrios con «pro-blemas» son aquellos en donde viven los trabajadoresdel automóvil, las ciudades mineras o del textil, laszonas de antigua siderurgia. El capitalismo francés de

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después de la guerra fundamentó su acumulación enestas ramas, donde había una explotación concentra-da de mano de obra no cualificada. Hoy se pagan lasconsecuencias de la reestructuración de estos secto-res. Intentar reducir este aspecto de la crisis capitalis-ta a un problema de inmigración, es una piruetasimplificadora.12 Hasta hace muy poco el capitalismofrancés pudo minimizar el precio social de los despi-dos recurriendo a medidas de expulsión disfrazadas:la famosa «ayuda para regresar». ¡Esto se ha acabado!Para los jóvenes, su país es su suburbio, y esta recetamilagro ya no funciona. El problema de la destruc-ción de las comunidades proletarias se vuelve visibley parece insoluble.

Estos estallidos de cólera no logran ir más allá de lafrustración y de la autodesvalorización. Pero, poco apoco, un sentimiento más político de injusticia au-menta en los barrios. Sin embargo todo este despilfa-rro de vidas, de deseos y de esperanzas no se percibecasi como un producto acabado de la explotación ca-pitalista. No se cuestiona el sistema. Se agarran inclu-so a la ilusión de que podría ser distinto. Se arreglatodo de tal manera para hacer creer que el hecho deque estos hombres y mujeres sufran, es debido a suorigen extranjero. Mientras que la verdadera causareside en el hecho de haberse encontrado proletariosallí donde están en este momento. El origen extranje-ro de este proletariado facilita la represión capitalistay agrava sus consecuencias. Pero el origen de este es-tado de cosas se halla en su condición de proletarios,no en la de inmigrados. La realidad es que al senti-miento anticapitalista le cuesta atravesar la pantalla dehumo nauseabundo del racismo. La Guerra del Gol-fo (con su campaña nacionalista anti-árabe) vino afortalecer el sentimiento de exclusión de una juven-tud que no quería otra cosa que ser tratada como «fran-cesa». La herida todavía se abrió más.

Nos equivocaríamos si pensáramos que la situaciónactual en Francia se parece a la de Estados Unidos,donde las comunidades raciales tienen tendencia areplegarse sobre sí mismas y sufren una descomposi-

ción y una autodestrucción aceleradas. Es la diferen-cia entre las dos situaciones la que da al casi francéssus características potencialmente explosivas. Existeninnumerables puentes entre esta juventud marginal yel resto de la sociedad. Aunque la mayoría de los jóve-nes de estos barrios se encuentran en situación de fra-caso escolar, poseen siempre lazos con las escuelas.Se asiste a veces a manifestaciones de «lycéens» queprotestan contra la represión policial. Por otro lado yno obstante los efectos de la crisis, muchos trabaja-dores activos continúan viviendo en estos barrios.Otros, que han podido desplazarse hacia otras zonasmenos degradadas, se sienten concernidos y solida-rios ante la injusticia social que afecta a los hijos desus compañeros de trabajo. De manera subterránea ysilenciosa esta cólera se añade al descontento que existeen la actualidad en el mundo del trabajo y que buscatodavía su manera de expresarse. A pesar de las ba-rreras del miedo xenófobo y del racismo, el estado deánimo de los jóvenes de los suburbios acaba repercu-tiendo sobre las relaciones sociales en general.

Una última palabra optimista. A pesar del indivi-dualismo triunfante y el auge de los grupos de tipoautoritario, vemos aparecer en estos barrios algunoscasos de auto-organización fundados en los princi-pios de la ayuda mutua y de la solidaridad. Esto puedetomar la forma de clubs de fútbol o de grupos musi-cales, pero también se crean asociaciones para ayudara las familias de los jóvenes heridos o muertos, redesde apoyo a los presos, etc. Esto se hace fuera de lasantiguas organizaciones (partidos y sindicatos). Re-presenta un signo de que estas comunidades no sonsumisas al fatalismo y a la resignación. Es también laesperanza de que una visión más política motiva laacción de los jóvenes originando una voluntad de re-chazo radical del sistema. Si no existe, todo esto noserá más de lo que el gran escritor argentino RobertoArlt llamaba: «el rumor de un edificio social que sehunde».

Charles Reeve. París, julio 1991

Notas

1. Los partidos quieren recuperar los sentimientos deinseguridad surgida de la crisis para justificar la razón deEstado. Soluciones: la imaginación de los socialistas no vamás allá que la del gobierno de Pétain. Como en los tiem-pos de los «Campos de trabajo del Mariscal», prevén en-viar en la actualidad los jóvenes de los suburbios al cam-po: trabajar en el campo, limpiar los bosques. Esperamoscon regocijo la puesta en marcha de estas medidas...

2. En estos países, la tasa de paro entre los jóvenes, esprácticamente el doble que la de la población adulta. VerDoris Clere, «Jóvenes sin porvenir», Le MondeDiplomatique, París, mayo 1991.

3. La exclusión de los alumnos de origen inmigrado serealiza hasta el final de la enseñanza secundaria. Consti-

tuyen alrededor del 10% de los alumnos de primaria, el 7%de los alumnos del principio de la secundaria y el 4% delfinal de la secundaria... El éxito escolar sirve para escaparde la familia y de la represión sexista.

4. Libération, París, 10 de junio 1991.

5. SOS Racisme surgió a mitad de los 80. Desde susinicios fue aupada por el Partido Socialista en el poder. Susfundadores provenían de ambientes troskistas. Una partede entre ellos se dejó engatusar por el aparato político delP.S. Uno de sus fundadores es diputado del PS y otro minis-tro para los Asuntos Sociales en el gobierno Cresson...

6. Los diferentes planteamientos de la derecha mo-derna encuentran su justificación en la teoría racista de

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las culturas y de las diferencias. La idea de la fuerza de lasculturas puras se opone a la idea de las culturas cosmopo-litas, o sea, decadentes. A cada «pueblo» su «cultura» y su«espacio». El antiamericanismo de estas corrientes hallasu explicación en el rechazo de la mezcla que presenta estasociedad, entendida como factor de debilidad y de descom-posición. De la misma manera la extrema derecha utiliza aveces un discurso pro-árabe (como sucedió con el apoyo aSaddamm Hussein durante la guerra del Golfo) con la ex-cusa del «respeto a la cultura árabe». Así, ¿no es por elbien de los emigrantes árabes que se les reexpide hacia suespacio cultural de origen? Estas ideas ambiguas encuen-tran a veces resonancia en los confusos ambientes de laextrema izquierda… Se debe señalar que la extrema dere-cha no se mete con las inmigraciones europeas, las de «bue-na cultura». El inmigrante es siempre el Africano, Árabe.Nunca se menciona a los portugueses (la comunidadinmigrada más numerosa con un fuerte porcentaje de clan-destinos). Los tradicionalistas católicos (cercanos al FN)encuentran adeptos incluso en esta comunidad...

7. Durante los primeros grandes disturbios de 1991(Veaux-en-Velin, Lyon),) los jóvenes quemaron el «muro paraescalar» que el ayuntamiento y los «animadores» habían co-locado con finalidades deportivas... ¡Todo un símbolo!

8. Los líderes de las organizaciones antirracistas nopueden intervenir ya en estos barrios en cólera. Los jóve-nes los ven como manipuladores al servicio de los políti-cos. De esta manera la campaña lanzada por la organiza-ción «France Plus», destinada a incitar a los jóvenes a quese inscribieran en las listas electorales, se ha saldado conun fracaso.

9. «Les étrangers en France», revista Economie etstatistique, junio 1991, París.

10. Ibid.

11. «En Bruselas (Bélgica) el 50% de la juventud pro-viene de la inmigración, concentrada en nueve de los die-cinueve distritos de la ciudad. El 22% de los habitantes deestos barrios (y un niño de cada dos) viven por debajo dellímite de la pobreza» Inprecor, París, 24 de mayo 1991.

12. Hoy en día los verdaderos problemas de la inmi-gración son los de la inmigración clandestina, el Derechode asilo, las dificultades de alquilar vivienda y la reagru-pación de las familias. La relación con las condiciones devida de los barrios periféricos no es sencilla y la dejamosaquí de lado.

ASTURIAS EN LA HORA DEL REQUIEM

La última semana de diciembre de 1991 las cuen-cas mineras de Asturias irrumpieron en las pan-tallas de televisión con imágenes de una apa-

rente revitalización. Huelgas generalizadas en las co-marcas mineras, enfrentamientos con la policía y cor-tes de la arteria principal de comunicación con laMeseta, etc., volvían a colocar a Asturias en el centrode la conflictividad social. ¿Por fin despiertan los mi-neros? ¿Reacciona la minería contra un Plan de Futu-ro que, como una negra humorada del Gobierno deMadrid, aboca a las cuencas mineras a su extinción?¿Otra vez los mineros en pie de guerra, como en el34, el 36 o, más recientemente, en las duras huelgasde los sesenta y setenta contra la Dictadura? En fin,que nadie eche las campanas al vuelo. Contengamoslos arrebatos líricos, porque el distanciamiento quepropician los medios audiovisuales de propagandapública (prensa, radio, TV.,), por una parte, y el acer-camiento emocional con que tendemos a acoger lasreacciones airadas de los «nuestros», por otra, nospueden provocar profundas distorsiones respecto ala significación de este conflicto y a nuestro posicio-namiento solidario con los mineros. Ni las circuns-tancias, ni los términos del enfrentamiento ni, claroestá, los sujetos en liza tienen nada que ver con los de

cualquier «glorioso tiempo pasado». Más bien, al con-trario, todo parece indicar que nos encontramos en lafase terminal del modelo de intervención social de lostrabajadores encuadrados en sindicatos.

El encierro: salvar la imagen y la cuota de podersindical.

El desencadenante de las movilizaciones de diciem-bre fue el encierro de los dirigentes sindicales deCCOO y UGT en el pozo Barredo, en la comarca delrío Caudal, junto a la ciudad de Mieres. La primerasorpresa la constituía ver a los altos dirigentes sindi-cales disfrazados de mineros, acompañados de susadláteres, dispuestos a encerrarse a 300 metros de pro-fundidad para forzar al Gobierno a modificar el Plande Futuro. Desde luego, la situación debe ser gravecuando los máximos dirigentes sindicales provincia-les han creído oportuno volver a ponerse mono y cas-co, abandonados ya hace bastantes años, y dar un gol-pe de efecto como este.

Pues sí, la situación es grave, y lo es sobre todo paralos sindicatos y sus administradores. Al igual que ocu-rre en el resto de países europeos, los sindicatos estánexperimentando una creciente marginación en cuan-

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to a su capacidad de gestión de la fuerza de trabajo.Los nuevos criterios de organización del trabajo, lastecnologías de automatización, la precarización, etc.,están configurando un universo de las relaciones la-borales en el que no hay espacio para la intervencióndel sindicato.

En el caso de Asturias, el cierre de las minas de laempresa pública Hunosa (previsto para el año 2002),supone para los sindicatos la pérdida de uno de losbastiones sobre los que se asienta el poder de nego-ciación y maniobra política de la burocracia sindical.De hecho, es en la minería donde se da el más elevadoíndice de afiliación (más del 90%). Y donde la tradi-ción sindical está más arraigada (precisamente, CCOOnació a comienzos de los años sesenta en la mina LaCamocha).

En el caso de Fernández Villa, líder del SOMA-UGT(Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias), laextinción de Hunosa representa la pérdida de un ins-trumento determinante de su poder personal sobre elaparato del PSOE en Asturias. Para este personajeHunosa representa mucho, ya que gracias a la gestiónde las horas sindicales puede repartir prebendas entresus agentes y controlar a los alcaldes de los ayunta-mientos mineros. Además, este sórdido intrigante, esun alto cargo del PSOE en Madrid y mano derechade Felipe González en la guerra intestina que éste lle-va a cabo contra el secretario general de UGT, Nico-lás Redondo. De este modo, el PSOE, por medio desu fiel aliado y líder del SOMA-UGT, ha puesto enpráctica el doble juego ya tradicional ante las situacio-nes conflictivas en las que, al tiempo que respalda lasacciones del Gobierno, genera una aparente discre-pancia desde algunos sectores del partido (la consabi-da comedia que opone a Guerra y Solchaga).

El Plan de Futuro

Hunosa (Hulleras del Norte S.A.) fue fundada a prin-cipios de los años sesenta, tras el abandono por partedel capital privado de la explotación de los yacimien-tos hulleros en las cuencas asturianas.

El empuje del movimiento obrero en las minas, laobsolescencia de las instalaciones y las crecientes difi-cultades en la explotación de los yacimientos hizo queel capital privado buscara nuevas oportunidades denegocio lejos de la mina y que el Estado asumiera lanacionalización de la producción hullera deficitariamediante la constitución de Hunosa (integrada en elInstituto Nacional de Industria). Con ello, además decontinuar la explotación de un recurso energético au-tóctono, se intentaba garantizar la paz social en unaregión cuya tradición de lucha comenzaba a ser pre-ocupante para la Dictadura.

A lo largo de los años sesenta y setenta, la ofensivade los mineros por la mejora de sus condiciones la-

borales fue constante. El déficit de Hunosa, también.Pero es con la reestructuración acometida por los go-biernos del PSOE cuando se aprieta el acelerador enla liquidación de la minería, que el PSOE dejará parala última fase de la reconversión; es decir, la que ahoracomienza. Las decisiones de la CEE y el carbón ad-quirido al régimen esclavista surafricano (con un pre-cio por tonelada cuatro veces menor que el asturiano)son argumentos definitivos para legitimar el Plan deFuturo del Gobierno.

Este Plan de Futuro prevé la reducción progresivade empleo hasta la extinción definitiva de Hunosa enel año 2002. En su primer año de aplicación –o seadurante 1992– el Plan establece la eliminación de unos6.000 puestos de trabajo, cifra que representa un ter-cio de la plantilla actual de Hunosa (18.000 mineros),mediante el sistema de jubilaciones anticipadas. Comoúnica contrapartida, Hunosa ofrece 25 millones demetros cuadrados procedentes de sus activos inmo-biliarios (con un valor estimado de unos 7.000 millo-nes de pesetas), susceptibles de ser utilizados en lahipotética regeneracion industrial de las cuencas mi-neras.

Los sindicatos, por su parte, aceptan los argumen-tos de falta de rentabilidad de las explotaciones mine-ras y asumen la desaparición de Hunosa. La única rei-vindicación planteada desde los sindicatos es la deincluir en el Plan de Futuro medidas tendentes a ge-nerar industrias y puestos de trabajo alternativos: enfin, alguna contrapartida que prestigie la capacidad ne-gociadora y garantice la función mediadora de la cas-ta sindical en las nuevas relaciones laborales que secreen después de la desaparición de Hunosa. Sin em-bargo, ni el Gobierno, ni el capital privado están dis-puestos a ofrecer nada porque las leyes de la econo-mía de mercado que los sindicatos vehiculizaron en elmovimiento obrero durante la llamada transición de-mocrática, exigen el abandono de las inversiones enuna región como Asturias, que no representa ningunaoportunidad de beneficio.

Asturias obsoleta

La crisis minera, como antes ocurriera con los astille-ros (Gijón 1983), es un episodio más en el proceso dehundimiento de la economía regional asturiana. Laminería representa la actividad fundamental en tornoa la que gira la vida social y económica (pequeño co-mercio y servicios auxiliares) de nueve municipios(300.000 habitantes), que representan una cuarta par-te de la población total de la región.

Asturias está pagando las consecuencias de un mo-delo de desarrollo industrial subsidiario del Estado;un modelo que la doctrina neoliberal imperante en elGobierno de Madrid y las directrices de la CEE sehan propuesto liquidar. Así, en la otra empresa públi-

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ca acumuladora de pérdidas (la siderúrgica deEnsidesa), ya se ha anunciado la próxima eliminaciónde unos 5.000 puestos de trabajo (sobre un total de14.500); ello sin contar las repercusiones que talesmedidas tendrán sobre otras pequeñas empresas sub-sidiarias de aquélla.

Si nos fijamos en la agricultura, el otro gran sectorde la economía regional, que ocupa al 16,3 % de lostrabajadores, las cosas no son mejores. El tipo de pro-ducción y las condiciones técnicas de explotación, porejemplo, alejan a la agricultura asturiana de las tasasde rentabilidad de las explotaciones agropecuarias dela CEE. Además, según las previsiones, este sectordeberá perder entre 15.000 y 20.000 empleos en lospr6ximos años.

Por otro lado, Asturias es una región desplazada res-pecto a las áreas de actividad económica más dinámi-cas, incluso dentro de la Península; la orografía difi-culta las comunicaciones hacia el sur (Castilla) y losproblemas de infraestructuras aún son mayores en lascomunicaciones con el resto de la cornisa cantábrica(Galicia, Cantabria y País Vasco), etc. Si a ello unimosla existencia de una fuerza de trabajo con una largatradición de lucha organizada en la defensa de sus in-tereses, es fácil comprender el escaso interés que mues-tran los inversores europeos y japoneses por instalar-se en Asturias.

A diferencia de lo ocurrido en otras comunidadesautónomas, Asturias no cuenta con una burguesíaautóctona cuyos intereses se encuentren ligados es-trechamente a la evolución de la economía regional.La pequeña y mediana burguesía carece de capacidady recursos para enfrentarse a una situación que cues-tiona su propia estabilidad como grupo social y la quepodríamos denominar alta burguesía, que tradicional-mente ha ido a realizar sus inversiones fuera de la re-gión, allí donde las perspectivas de beneficio fueranmás halagüeñas.

En el plano político, Asturias, cuyos partidos políti-cos son meras sucursales de sus homónimos naciona-les, tampoco ha generado una casta tecnocrática vin-culada a los intereses de la región. La clase política, entodos los órdenes y niveles de la administración auto-nómica, es de una mediocridad e incompetencia sufi-cientemente demostrada. Con este panorama, los sin-dicatos exprimen los últimos recursos de su imagina-ción para solicitar el socorro del gobierno (algo im-posible ya) y mendigar planes alternativos para el de-sarrollo regional que, en el mejor de los casos, no pa-sarían de ser eso, planes, soluciones de papel.

Las últimas batallas del viejo movimiento obrero

La virulencia de los enfrentamientos entre manifes-tantes y policía, localizados en una sola de las cuencas

y en torno a la ciudad de Mieres, como ya ocurrieraen otros procesos de reestructuración (astilleros, porejemplo), son exponentes de la impotencia, antes quedel potencial ofensivo de la lucha emprendida.

La habilidad de los sucesivos gobiernos del PSOEpara acometer la gestión de la reestructuración capi-talista en España ha consistido simplemente enfocalizar las movilizaciones de respuesta, de acuerdoa un calendario gradual que evitara la movilizacióngeneralizada de distintos sectores al mismo tiempo.

Por su parte, los sindicatos colaboraban con el Go-bierno correspondiente a través del estricto controlde los trabajadores (abortando cualquier expresiónautónoma), firmando pactos y acuerdos de pacifica-ción social (AMI, AES, etc.) y haciendo llamamientospara que los trabajadores asumiéramos los «sacrifi-cios necesarios para salvaguardar la economía nacio-nal» y garantizar la paz social durante la transicióndemocrática. Pues bien, la actual situación no es sinola obvia consecuencia del proceso que se iniciara conlos Pactos de la Moncloa y que se extendiera a travésde los años ochenta con la llamada reconversión in-dustrial (textil, línea blanca, Sagunto, naval, etc.).

Puede que haya quien piense que los sindicatos pa-recen dispuestos a subsanar sus errores del pasado y aentregarse a una lucha sin cuartel. Pero vistas las co-sas desde más cerca, son muchos los interrogantesque se ciernen sobre el papel que están desempeñan-do los sindicatos, con sus líderes a la cabeza. ¿Cómose explica la repentina radicalización del SOMA-UGT,cuando ni siquiera llamó a la huelga general del 23 deoctubre pasado, y fue el mismo Fernández Villa quienrecomendó a los alcaldes socialistas de los municipiosmineros su inhibición? ¿Por qué los sindicatos con-vocan una manifestación unitaria contra ladesindustrialización en Bilbao (1 de diciembre) y, sinembargo, se evita la confluencia en un frente comúncontra la reestructuración (exactamente igual a comohicieron en la pasada década)? ¿Por qué los jefes sin-dicales esperaron a lanzar una movilización en la mi-nería hasta el momento en que de sobra sabían que suaprobación por el Gobierno era inminente y, dadaslas circunstancias, ya no hay nada que hacer?

¿O será, simplemente, que lo que hay realmente enjuego es el futuro de la institución sindical ante la pre-visible desaparición progresiva de su base social? (eneste caso la minería). Desde luego haría falta una dosisde ingenuidad, impensable en los viejos sindicalistasencerrados en Barredo, para creer que el Gobierno seablandaría en las entrañables fechas navideñas y retira-ría el Plan de Hunosa. ¿Por qué, entonces, montar elespectáculo de un encierro y arrastrar a los trabajado-res a unas acciones absolutamente inútiles, tardías y des-esperadas? ¿O, más bien se trataba de eso, de intentarsalvar la cara y la clientela haciendo creer a los minerosque se estaban batiendo como en los viejos tiempos?

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La interiorización de la lógica del mercado

La propia naturaleza del conflicto ha hecho que lasreivindicaciones alegadas por los sindicatos adquie-ran un carácter, cuanto menos, ambiguo. Porque enrealidad, los sindicatos no se oponen al Plan de Futu-ro que prevé la liquidación de Hunosa, sino a la faltade otras alternativas que mantengan el nivel de em-pleo –y cabe suponer, de afiliación sindical– de lascuencas. Son muchos años ya de acción ideológica delos sindicatos entre los trabajadores, como para queahora se ponga en cuestión la lógica de la economíade mercado o haya alguna voz discrepante acerca dela necesidad de eliminar el déficit de las empresas pú-blicas mediante su liquidación o venta de saldo a lascorporaciones transnacionales.

En este sentido, la demagogia del Gobierno juegafuerte: los contribuyentes no tienen por qué mante-ner a los mineros asturianos, que además sonabsentistas, indisciplinados y muchas cosas más. ¿Quétrabajador razonable pone en tela de juicio este argu-mento? Poco importa, por otra parte, lo que costó ycuesta la «venta» de Enasa a Fiat, el Tren de Alta Ve-locidad a Sevilla (sólo justificable por los compromi-sos del aparato del PSOE con Siemens y Alsthom), laExpo, etc., o la compra de votos para el PSOE a tra-vés del Plan de Empleo Rural de Andalucía.

Sin embargo, durante el conflicto minero la únicaopción enunciada desde los sindicatos ha sido la demendigar inversiones. Por si cabía alguna duda acercade la alianza objetiva del sindicalismo con el capital,ahí tenemos una prueba. Pero resulta que ahora, enlas presentes condiciones de explotación de la fuerzade trabajo crecientemente precarizada, el Capital estáen condiciones de prescindir de la mediación y de lacapacidad de control tradicionalmente ejercida en elseno de la clase obrera por los sindicatos.

Y eso lo saben los tecnócratas que gobiernan desdela Moncloa y los burócratas sindicales que intentansalvar los restos del naufragio. Por eso, cada cual haintentado jugar sus bazas en este conflicto con la úni-ca particularidad de que todos los triunfos están enlas mismas manos. Por eso, también, el Gobierno sepermitió aprobar el Plan de Futuro durante el encie-rro. No se trataba de una prueba de fuerza de LaMoncloa, sino de la total indiferencia ante un proble-ma que, al menos por el momento, no presenta nin-gún signo preocupante para la buena marcha de lagestión socialista de la reestructuración.

El Gobierno puede prescindir de los sindicatos -exactamente igual a lo que ocurre en los demás paí-ses: recordemos la huelga de los mineros británicos-porque las nuevas formas de organización del trabajoy de las relaciones laborales, introducidas a través delos sindicatos durante la transición democrática, handesestructurado el movimiento obrero y, en conse-

cuencia, han debilitado su capacidad de respuesta alas agresiones del capital.

La facilidad con que el gobierno socialista lleva acabo su política de liquidación industrial y erosión delas conquistas proletarias de los años finales delfranquismo no encuentra más que una explicación enla descomposición del movimiento obrero y en la pér-dida de su vitalidad a manos de la acción sindical y lapolítica de pacificación y claudicación en aras de losintereses nacionales y la estabilización democrática.Es ahora, precisamente, cuando los sindicatos ya hanrealizado su labor de zapa en el seno de la clase obre-ra, cuando el gobierno socialista encuentra la vía librepara aplicar sus draconianas recetas económicas so-bre un movimiento obrero desarticulado, desvitalizadoy desmoralizado.

La ritualización de los conflictos

Después de doce días en el pozo Barredo, el 4 de ene-ro de 1992, los sindicalistas dieron por finalizado suencierro ante la más absoluta indiferencia del Gobier-no, que en la última semana de diciembre había dadosu aprobación al Plan de Futuro. Como era previsi-ble, no se consiguió ni siquiera lo que se obtenía enotras ocasiones: unas vagas promesas del Gobierno yel inicio de negociaciones a alto nivel (gobierno-sindicatos).

Pero independientemente de cuál haya sido la in-tención de los dirigentes sindicales para llevar a cabouna acción que, vistos los resultados, habría que cali-ficar de inoperancia calculada, hay un hecho sobre elque vale la pena reflexionar. Desde hace años, las ac-ciones emprendidas en oposición a la política guber-namental (OTAN, Jornada de huelga del 14 de di-ciembre, guerra del Golfo o, más recientemente, huelgageneral del 23 de octubre 1991 en Asturias) adquierenun carácter cada vez más testimonial y marginal, a pesarde la magnitud que muchas de estas movilizacionespuedan alcanzar.

Centenares de miles de personas manifestando pa-cíficamente en las soleadas mañanas de los domingossu sincera oposición a la OTAN o a la intervenciónespañola en la Guerra del Golfo, por ejemplo, no con-siguieron sino una mirada despectiva por parte de losgobernantes democráticamente elegidos. Tampoco lahuelga general de diciembre de 1987 obtuvo resulta-do alguno, ni siquiera el de lograr que los sindicatosfueran invitados a los despachos gubernamentalesdonde se deciden los planes de intervención sobre lapoblación asalariada.

Con la convocatoria de huelgas generales,ritualizadas como mero ejercicio de expresión con-trolada, los sindicatos han tocado fondo. Un fondoque no es sino el de las limitaciones históricas de la

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táctica sindical, totalmente sobrepasada por la recien-te evolución del sistema de explotación de la fuerzade trabajo surgida de la reestructuración durante lasdos décadas pasadas.

La huelga, la movilización y el sabotaje continúan sien-do las armas de autodefensa de los asalariados; sinembargo, su utilización de acuerdo a los principios delsindicalismo los ha ido vaciando de contenido hastaconvertirlos en actos rituales y legitimadores de la ne-gociación que llevan a cabo los burócratas sindicalescon los representantes del capital. La eficiencia de unahuelga hay que medirla por su carácter ofensivo; es decir,por su capacidad para paralizar el proceso de repro-ducción del capital o, si se prefiere, por su capacidadpara interrumpir el ciclo que describe la mercancía des-de la fase de producción hasta el mercado.

La nueva organización del proceso productivo(fordismo disperso) no es sólo una formalización teó-rica, sino una realidad práctica que, al tiempo que abrenuevas vías de intervención contra los puntos vulne-rables del proceso capitalista, cierra otras y condena asectores tradicionales a la marginación y la ruina. Tales el caso de los mineros como antes lo han sido losastilleros o el metal. La acción sindical durante la re-estructuración ha contribuido a aislar la conflictividaden los focos de mayor virulencia, pero también en losmás marginales. De hecho, la huelga en un sector envías de liquidación, como en las minas, representa«menores costes» para la empresa que la continuidadproductiva (y así lo ha manifestado el ministro de In-dustria a los alcaldes de los municipios mineros).

Fue esta táctica sindical la que condenó al fracasolas movilizaciones de la reestructuración (y la de losmineros, actualmente), porque se habían quedado mar-ginadas, periféricas, respecto al orden productivonaciente. Los sindicatos fueron los encargados preci-samente de evitar la confluencia de las acciones y laextensión de las mismas hacia los nuevos centros neu-rálgicos por donde discurre la producción de benefi-cios. Al mantener las luchas circunscritas a los sectoresen crisis, cada vez más marginales, propiciaban su fra-caso, como ahora ocurre con los mineros, mediante suconversión en un problema de orden público focalizadoen torno a les centros de trabajo en extinción.

Pero la inoperancia de las huelgas sindicales tieneque ver con la creciente institucionalización de las for-mas de contestación en el marco definido por el res-peto al orden democrático. Y es precisamente a me-dida que la nueva organización del trabajo y el totali-tarismo democrático liquidan las formas de interven-ción tradicionales del movimiento obrero, que la im-potencia de los asalariados se traduce en la adopciónde formas de expresión marginales, simbólicas, testi-moniales –aunque, a veces, adquieran un carácter es-pectacular y violento (Reinosa, Euskalduna, Gijón,

Cádiz)– en las que se ritualiza la acción de masas comaun ejercicio de frustración colectiva, sin ningún resul-tado práctico en cuanto a la capacidad de presión so-bre el poder constituido, tal como lo hemos experi-mentado en las movilizaciones de estos últimas años.

El consuelo de una victoria moral

Por supuesto, sería una simplificación decir que todoobedece a una maniobra de los burócratas sindicales,como también lo sería pensar que la acción autónomade los mineros, desoyendo la recomendación de los sin-dicatos para una vuelta a la normalidad «hasta que losalcaldes de los municipio mineras celebren su entrevis-ta con el ministro de Industria» podría suponer un re-vés para los planes del gobierno. En este caso, la des-obediencia a la llamada de los sindicatos no significauna ruptura sino un acto más de indisciplina habitual,similar a la que tiene lugar, por ejemplo, en el absentis-mo de los lunes en el turno de mañana.

Al fin y al cabo, los mineros son conscientes de queya no hay nada que hacer. Tal sentimiento está implí-cito en la aceptación de la lógica económica que exigeponer fin a la producción deficitaria de carbón y en laactitud sumisa y claudicante que solicita «inversionespara Asturias». La total impotencia del movimientose hace evidente de la forma más dramática y descar-nada: cuando los trabajadores pierden la confianza ensí mismos, ya no queda más que confiarse al capital.

Además, los mineros saben que no serán abando-nados del todo; al menos mientras el PSOE necesitesus votos. Como hacen en Andalucía par medio delPER, los socialistas se inventarán alguna triquiñuelacon las recursos del Fondo Social Europeo para amor-tiguar el descontento y recabar los votos de los mine-ros parados y jubilados. Pero ese no es el problema,como tampoco lo es la condena a la emigración delos jóvenes de las cuencas (los que no han sucumbidoa los estragos de la droga), porque eso es algo a lo queya nos hemos ido acostumbrando desde varias gene-raciones. Nada de eso es problema, porque la frustra-ción y la derrota ya nos ha calado hasta las tuétanos.

El único problema es el de salvar el expediente (osea, liquidar Hunosa) por parte de los tecnócratas delGobierno de Madrid y de los sindicalistas de provin-cias sin que la humillación soliviante excesivamente asus fieles clientes de las cuencas mineras. Con la ex-periencia de una década de reestructuración indus-trial gestionada por el partido socialista no es difícilsuponer que de lo que se trata es que los trabajadoresasuman su derrota dignamente; es decir, después dehaber librado una batalla. El espíritu de la reestructu-ración se inspira en un principio de compensaciónentre las partes que concede la victoria práctica alGobierno (ejecución del Plan) y la victoria moral a lostrabajadores (que son derrotados luchando).

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Para eso están los sindicatos, para administrar unalucha en la que se desfogue la energía de los trabaja-dores contra los cuerpos represivos y digieran la de-rrota con el consuelo de «caer luchando». ¿Qué ha-cían si no, aquellos viejos mineros saludando la salidade los encerrados con el puño levantado y gritandoconsignas (revolucionarias) de otro tiempo? ¿Por qué,más allá de todas nuestras incondicionales simpatías,la presencia de aquella gente al pie del pozo acababapor componer un cuadro patético? ¿Por qué los ges-tos del viejo movimiento obrero ya sólo nos sugierenuna imagen conmovedora?

Hablar contra los «nuestros» siempre es tarea ingra-ta, aunque sólo sea porque, en realidad, también esuna manera de hablar contra «nosotros mismos». Perola autocomplacencia que en tantas ocasiones nos hallevado a no pronunciarnos contra nosotros mismoses lo que nos hace aparecer patéticos, anacrónicos eimpotentes. Por eso hemos de exigirnos un esfuerzopara desprendernos de los prejuicios y los miedos antela desaparición acelerada de los referentes de la luchade clases del pasado. Aunque nos lleve a hablar contranosotros mismos y contra los nuestros, aúnempecinados en repetir gestos y mantener actitudes(sindicales, electorales, ideológicas) que ya no son másque una lamentable caricatura.

Podríamos callarnos las dudas y los recelos, podría-mos hacer como si nada, y entusiasmarnos con lospetardos y la sana beligerancia de los mineros, y su-mar nuestras voces para denostar la mala voluntad yla traición a los intereses de los trabajadores del Go-bierno de Madrid (¿acaso esperábamos que no fueraasí?). Podríamos, en fin, ocultar la verdad a este enfer-mo terminal que es la minería, como antes lo fueronlos astilleros. Pero nos engañaríamos una vez más,porque volveríamos a experimentar la euforia un díay la befa ideológica que nos predican los administra-dores del mejor de los mundos posibles, siempre.

Con toda su complejidad, la movilización de los mi-neros asturianos, al igual que el resto de conflictosterminales de los sectores en reestructuración, arrojauna serie de profundos significados respecto a las li-mitaciones de la práctica de la lucha de clases actual.

Los cambios en las condiciones técnico-organizativasde explotación de la fuerza de trabajo comportan igual-mente el cambio en las formas de resistencia de lanueva condición proletaria.

Al fin y al cabo, con la liquidación de los sectorestradicionales de agregación de la clase obrera tambiénse liquidan sus formas de encuadramiento y de inter-vención en el marco de la economía capitalista (sindi-calismo). Pero si no somos capaces de reconocer loselementos clarificadores para la nueva fase de la luchade clases que puede haber en conflictos como el delos mineros asturianos y lo único que se nos ocurre esechar mano de clichés tradicionales (replegándonos,por ejemplo, en la invocación de los valores democrá-ticos y el sindicalismo) y entonar la lírica de la derrotajunto a la liturgia de la solidaridad simbólica, no con-cluiremos sino en el atolladero ya conocido: la enésimarepetición de los lugares comunes acerca de la crisisdel pensamiento de izquierda.

Etcétera, 5 de enero de 1992

Una vez que se ha ido desgastando el conflicto, amediados del mes de enero, los sindicatos, la direc-ción de Hunosa y los alcaldes se avienen a reempren-der las negociaciones. El gobierno autonómico y elde Madrid presentan dos planes similares para lareindustrialización de Asturias que los líderes sindica-les saludan como un triunfo de su acción y se apresu-ran a acudir a las negociaciones. En realidad, se tratade un reacomodo de las partidas presupuestarias de laCEE (Feder) para la mejora de las infraestructuras yuna previsión de inversiones de varios cientos de mi-les de millones de pesetas cuya realidad comienza yacaba sobre el papel. Retornada la normalidad, lasúnicas que no se dejan engañar son las integrantes delcolectivo de mujeres de las cuencas mineras que re-chazaron las promesas de los «negociantes» y arreme-tieron contra los burócratas sindicales a la salida de laprimera sesión de las negociaciones.

24 de enero de 1992

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Nuestra época puede tener la certeza, al me-nos de una cosa: no se pudrirá en paz. Losresultados de su inconsciencia han ido acu-

mulándose hasta llegar a poner en peligro la seguri-dad material, la conquista de la cual constituía su úni-ca justificación. Y en lo que concierne a la vida pro-piamente dicha (costumbres, comunicación, sensibi-lidad, creación) la época no ha traído consigo másque descomposición y regresión.

Toda sociedad es, en principio, en tanto que organi-zación de la supervivencia colectiva, una forma deapropiación de la naturaleza. A través de la crisis ac-tual del uso de la naturaleza, de nuevo se plantea yesta vez universalmente, la cuestión social. Por nohaber sido resuelta antes de que los medios materia-les, científicos y técnicos permitieran alterar funda-mentalmente las condiciones de la vida, la cuestiónsocial reaparece junto con la necesidad vital de cues-tionar a las jerarquías irresponsables que monopoli-zan dichos medios.

Para remediar todo esto, los dueños de la sociedadhan decidido por sí mismos decretar el estado de ur-gencia ecológico. ¿Qué es lo que busca sucatastrofismo interesado al ensombrecer la descrip-ción de un desastre hipotético y al pronunciar discur-sos tanto más alarmistas cuanto que se refieren a pro-blemas sobre los cuales la población atomizada noposee ningún medio de acción directa, si no es la ocul-tación del desastre real, para lo cual no hace falta serfísico, climatólogo o demógrafo para pronunciarse alrespecto? Porque cada uno puede constatar el cons-tante empobrecimiento de este mundo causado porla economía moderna, que se desarrolla en todos losdominios a expensas de la vida: con sus devastaciones,destruye las bases biológicas, somete todo el espacio-tiempo social a las necesidades policiales de su fun-cionamiento y reemplaza toda realidad, antaño nor-malmente accesible, por un sucedáneo cuyo conteni-do de autenticidad residual es proporcional al precio(ya no es necesario crear almacenes reservados a lanomenklatura, el mercado se encargará de ello).

Cuando los administradores de la producción se per-catan de la fragilidad de su mundo al contemplar lanocividad de los resultados de aquélla, sacan de elloargumentos para presentarse, avalados por su exper-tos, como salvadores. El estado de urgencia ecológicoes a la vez una economía de guerra, que moviliza la

producción al servicio de intereses comunes defini-dos por el Estado, y una guerra de la economía dirigi-da contra la amenaza de los movimientos de protestaque lleguen a criticarla sin rodeos.

La propaganda de los dirigentes del Estado y de laindustria presenta como única perspectiva de salva-ción la continuación del desarrollo económico, corre-gido con las medidas que la defensa de la superviven-cia impone: gestión regulada de los «recursos», inver-siones para economizar la naturaleza, o sea, para trans-formarla integralmente en materia de gestión econó-mica, desde el agua del subsuelo hasta el ozono de laatmósfera.

La dominación no cesa de perfeccionar, a todos losefectos, sus medios represivos: en «Cigaville», decora-do urbano construido en Dordogne después de mayodel 68, para el entrenamiento de los gendarmes móvi-les, se simula en las calles colindantes «falsos ataquesde comandos antinucleares». En Belleville, los respon-sables aprenden técnicas de manipulación de la infor-mación con la simulación de un accidente grave. Peroel personal destinado al control social se dedica, so-bretodo a prevenir cualquier desarrollo de la críticade los fenómenos nocivos en conexión con la críticade la economía que los engendra. Se predica la disci-plina a los ejércitos, del consumo como si nuestrasfastuosas extravagancias fueran las que hubieran rotoel equilibrio ecológico y no, en cambio, lo absurdo dela producción impuesta; se pregona «un nuevo civis-mo», según el cual, todo el mundo es corresponsablede la gestión de los fenómenos nocivos, en perfectaigualdad democrática: desde el contaminador de base,que libera clorofluocarbonados cada mañana cuandose afeita, al industrial químico… Y la ideología de lasupervivencia: «Todos unidos para salvar la Tierra, oel Loira, o las crías de foca», sirve para inculcar esaclase de «realismo» y de «sentido de la responsabili-dad» que hace que la gente llegue a asumir los efectosde la inconsciencia de los expertos, y por tanto, a darun relevo a la dominación, puesto que le proporcionasobre la marcha, por un lado, una oposición de la lla-mada constructiva, y por otro, arreglos, de detalle.

El ecologismo es el principal agente de la censurade la crítica social latente en la lucha contra los fenó-menos nocivos;1 es decir, esa ilusión según la cual se,podrían rechazar los resultados del trabajo alienadosin atacar al propio trabajo y a la sociedad fundada en

Mensaje dirigido a todos aquellos que noquieren administrar la nocividad

sino suprimirla

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la explotación del trabajo. Ahora que todos los hom-bres de Estado se vuelven ecologistas, los ecologistasno dudan en declararse partidarios del Estado. A de-cir verdad, no han cambiado un ápice desde sus velei-dades alternativas de los años setenta. Pero hoy ocu-rre que por doquier les ofrecen cargos, funciones, cré-ditos; y los ecologistas lo aceptan todo sin la menorobjeción. Tan verdad es, que nunca rompieron en rea-lidad con la sinrazón dominante.

Los ecologistas son, en el terreno de la lucha contrala contaminación, lo que eran en el terreno de las lu-chas obreras los sindicalistas: unos intermediarios in-teresados en la conservación de las contradicciones,cuya regulación ellos mismos aseguran; unos nego-ciadores abocados al regateo (en este caso, la revisiónde las normas y tasas de nocividad reemplazan a losporcentajes de subida de los salarios); unos defenso-res de lo cuantitativo en el momento en que el cálculoeconómico se extiende a nuevos dominios (el aire, elagua, los embriones humanos o la socialidad de sínte-sis); en definitiva, son los nuevos comisionistas de unsometimiento a la economía, el precio de la cual tieneque integrar, ahora, el costo de un «entorno de cali-dad» . Ya se puede vislumbrar una redistribución delterritorio en zonas sacrificadas y zonas protegidas,coadministrada por expertos «verdes», una divisiónespacial que regulará el acceso jerarquizado a la mer-cancía-naturaleza. En cuanto a la radioactividad, ha-brá para todos.

Decir que la práctica de los ecologistas es reformis-ta sería honrarles demasiado, puesto que dicha prácti-ca se inscribe, directa y deliberadamente en la lógicade la dominación capitalista que extiende sin parar,mediante sus propias destrucciones, el terreno dondese ejercita. En tal producción cíclica de males y deremedios agravantes, el egoísmo no habrá sido sino elejército de guerra de una época de burocratización,en donde cada vez más la «racionalidad» se define le-jos de los individuos concernidos y de cualquier co-nocimiento realista, con las catástrofes renovadas queello implica.

No faltan ejemplos recientes que muestran a quévelocidad se instala la administración de los fenóme-nos nocivos que integra al ecologismo. Por no hablarya de las multinacionales de la «protección de la natu-raleza» como el World Wild Found y Greenpeace,«Amigos de la Tierra» ampliamente financiados porel secretario de Estado para el medio ambiente, oVerdes estilo Waetcher,2 compinchados con laLyonnese des Eaux3 en la explotación del mercado desaneamiento; podemos ver a toda clase desemioponentes de la nocividad, que siempre se hanlimitado a los procedimientos jurídicos y de las medi-das administrativas a las protestas locales para que sepierdan en él, hay que denunciar también la ilusión deuna victoria sancionada por abogados y expertos: a

tal fin basta recordar que un conflicto de tal clase nose zanja nunca en función del derecho, sino en fun-ción de una correlación de fuerzas extrajurídica, talcomo lo demuestran, por ejemplo, la construcción delpuente de la isla de Re, a pesar de varios juicios gana-dos en su contra, y el abandono de la central nuclearde Plogoff, que en absoluto fue el resultado de unprocedimiento legal.

Los medios han de variar junto con las ocasiones, yha de quedar claro que todos los medios son buenossi combaten la apatía ante la fatalidad económica y sipromueven deseos de intervención contra la suerteque nos es destinada. Si los movimientos contra lanocividad en Francia, son todavía débiles, hoy por hoyconstituyen el único terreno práctico en que la exis-tencia social vuelve a discutirse. Los dirigentes estata-les son muy conscientes del peligro que esto repre-senta para una sociedad cuyas razones oficiales nosoportan que se les examine. Paralelamente a la neu-tralización mediante la confusión mediática y a la in-tegración de los líderes ecologistas, los dirigentes pro-curan no dejar que ningún conflicto particular se trans-forme en abceso de fijación, cosa que daría a la con-testación un polo de unificación, al tiempo que lugarmaterial de reunión y de comunicación crítica. Poreso, el «aparcamiento» de cualquier decisión que serefiera a los lugares de emplazamiento de los depósi-tos de residuos radiactivos o a la ordenación de lacuenca del Loira, se decidió con la finalidad de fatigara la base de las diversas oposiciones, para permitir lainstalación de una red de representantes responsables,dispuestos a servir de «indicadores sociales» (paramedir la temperatura local), a escenificar la«concertación» y a hacer pasar por buenas las victo-rias amañadas.

Se nos objetará –se nos objeta ya– que, de todosmodos, es imposible la supresión completa de los fe-nómenos nocivos y que, por ejemplo, ahí tenemos losresiduos nucleares, que van a quedarse con nosotrosmas o menos una eternidad. El argumento evoca decerca el de un torturador que, después de haber cor-tado la mano de su víctima va y le dice que, puestos ala obra, haga el favor de dejarse cortar la otra de buengrado puesto que, si sólo necesita sus manos paraaplaudir, para eso hay máquinas, ¿Qué pensaríamosde alguien que aceptara discutir tal cosa «científica-mente»?

Es un hecho más que cierto que las ilusiones delprogreso económico han llevado, durante mucho tiem-po, a la historia humana por mal camino y que lasconsecuencias de tal extravío, incluso en el caso deque se pudieran remediar, serán legadas a la sociedadliberada como una herencia envenenada; no solamentebajo la forma de desperdicios, sino también y sobre-todo, bajo la forma de una organización material de laproducción a la que se tendrá que transformar de arriba

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a abajo para que pueda prestar servicio a una socie-dad libre. Hubiera valido más no tener esos proble-mas, pero puesto que están ahí, consideramos que elasumir colectivamente el proceso de su paulatina desa-parición, constituye la única perspectiva posible de lareanudación de la verdadera aventura humana, de lahistoria como emancipación.

La aventura comienza de nuevo cuando los indivi-duos hallan en la lucha las formas de una comunidadpráctica que sirva para llevar más lejos las consecuen-cias de su oposición inicial y para desarrollar la críticade las condiciones que les son impuestas. La verdadde una comunidad semejante reside en el hecho deque constituye por sí misma una unidad «más inteli-gente que todos sus miembros». El signo de su fraca-so será la regresión hacia una especie de neofamilia,es decir, hacia una unidad menos inteligente que cadauno de sus miembros. Un largo período de reacciónsocial trae como consecuencia, junto con el aislamientoy el desconcierto, la caída de la gente y el temor a lasdivisiones ya los conflictos a la hora de intentar cons-truir un terreno práctico común. Sin embargo, justa-mente cuando se es muy minoritario y se necesitanaliados, conviene formular una base de acuerdo muyprecisa y, a partir de ella, hacer alianzas y boicoteartodo lo que haya que boicotear.

Ante todo, a fin de delimitar el terreno de la colabo-ración y de las alianzas, hacen falta criterios que nosean morales (basados en la proclamación de buenasintenciones o en una supuesta buena voluntad, etc.)sino prácticos e históricos. (Una regla de oro: no juz-gar a la gente según su opinión sino según lo que suopinión hace de ella). Creemos que en este texto he-mos dado unos cuantos elementos útiles para la defi-nición de tales criterios. Para precisarlos mejor y tra-zar una línea de demarcación más acá para organizareficazmente la solidaridad, harán falta discusiones fun-dadas en el análisis de las condiciones concretas don-de cada cual se halle inmerso, y en la crítica de lastentativas de intervención que se den, comenzandopor la presente contribución.

La crítica social, junto con la actividad que la desa-rrolla y la comunica, no ha sido nunca la sede de latranquilidad. Pero como una crítica técnica de los fe-nómenos nocivos rechazando la critica social,cooptados por las instancias estatales de control y deregulación, cuando no por la misma industria de ladescontaminación. Por ejemplo, un laboratorio inde-pendiente como la CRII-RAD,4 fundado tras lo deChernobil, independiente del Estado pero no de lasinstituciones locales y regionales, tomó como únicoobietivo «la defensa de los consumidores» medianteel recuento de sus becquerelios. Tal clase de «defensa»neo-sindical del oficio de consumidor (el último delos oficios) lleva a no atacar la desposesión que, alprivar a los individuos de todo poder de decisión en

la producción de las condiciones de existencia, garan-tiza que deberán de continuar soportando lo que fueescogido por otros, y continuar dependiendo de losespecialistas incontrolables para enterarse, o no, de lanocividad. No nos puede sorprender que ahora nosdigan que la presidenta de la CRII-RAD, MicheleRivasi, ha sido nombrada para un puesto en la Agen-cia Nacional de la calidad del aire; en ese lugar su in-dependencia podrá realizarse al servicio de la del Es-tado. Tampoco nos extrañará que los expertos tími-damente antinucleares del GSIE5, a fuerza de consi-derar científico el no pronunciarse radicalmente con-tra el delirio nuclear, salgan fiadores de la nueva pues-ta en marcha de la central de Fessenheim, antes deque un nuevo escape «accidental» de radioactividadno viniera poco después, a aportar el contra-dictamenpericial de su realismo; ni tampoco que los boy-scoutsde «Robin de los bosques», tan decididos a trepar porel «partenariado», se asocien a un industrial para laproducción de «residuos limpios»6 y defiendan el pro-yecto «Geofix» de basura química en los Alpes de laAlta Provenza.

El objetivo de esta intensa actividad de lavado esprevisible en su totalidad: una «descontaminación» ba-sada en el modelo de lo que fue «la extinción delpauperismo» por medio de la abundancia del merca-do (camuflaje de la miseria visible y emprobrecimientoreal de la vida); los costosos y por lo tanto provecho-sos paliativos sucesivamente aplicados a estragos an-teriores, entremezclando las destrucciones, que desdeluego continúan y continuarán, con reconstruccionesfragmentarias y saneamientos parciales. Ciertos fenó-menos nocivos, homologados como tales por los ex-pertos, serán tomados en consideración, en la medidaexacta en que su tratamiento se constituya en una ac-tividad económica rentable. Otros, en general los másgraves, continuarán existiendo clandestinamente, almargen de la norma, como por ejemplo las dosis dé-biles de radiación o las manipulaciones genéticas quenos preparan los Sidas del mañana. Finalmente, y porencima de todo, el desarrollo de una nueva burocra-cia encargada del control con el pretexto de laracionalización, no conseguirá más que profundizarla irracionalidad específica que explica a todas las de-más, desde la corrupción ordinaria hasta las catástro-fes extraordinarias: la división de la sociedad entredirigentes especialistas de la supervivencia y «consu-midores» ignorantes e impotentes de dicha supervi-vencia, último rostro de la sociedad de clases. ¡Des-graciados aquéllos que necesiten a especialistas ho-nestos y a dirigentes ilustrados!

No es una especie de purismo extremista, ni menosaún una política del estilo «cuanto peor, mejor» lo queinvita a desmarcarse violentamente de de todos losordenadores ecologistas de la economía: es simple-mente el realismo sobre el devenir necesario de todo

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esto. El desarrollo consecuente de la lucha contra lanocividad exige la clarificación, mediante tantas de-nuncias ejemplares como hagan falta, de la oposiciónentre los ecolócratas (aquellos que sacan poder de lacrisis ideológica) y aquellos que no tienen interesesdistintos del conjunto de los individuos desposeídosy del movimiento que puede situarles en condicionesde suprimir la nocividad por medio del«desmantelamiento razonado de la producción ente-ra de mercancías». Si los que quieren suprimir la noci-vidad se hallan por fuerza en el mismo terreno quelos que quieren administrarla, deben en cambio estarpresentes como enemigos, bajo pena de verse reduci-dos al papel de figurantes ante los proyectores de losescenógrafos de la ordenación del territorio. Sólo pue-den realmente ocupar el terreno, es decir, encontrarlos medios de transformarlo, afirmando sin conce-siones la crítica social de la nocividad y de sus gesto-res, tanto los instalados como los postulantes.

El camino que lleva desde la contestación de las je-rarquías irresponsables a la instalación de un controlsocial que domine conscientemente los medios mate-riales y técnicos, pasa por una crítica unitaria de lanocividad y, por consiguiente, por el redescubrimientode todos los antiguos puntos de aplicación de la insu-misión: el trabajo asalariado, a cuyos productos so-cialmente les corresponde el efecto destructor sobrelos propios asalariados, hasta el punto que no lo pue-den soportar sino con grandes provisiones de tran-quilizantes y drogas de todas clases; la colonizacióntotal de la comunicación por el espectáculo, puestoque a la falsificación de las realidades le ha de corres-ponder la falsificación de la expresión social de lasmismas; el desarrollo tecnológico, el cual acrecientaexclusivamente a expensas de toda autonomía indivi-dual o colectiva, la sumisión a un poseer cada vez másconcentrado; la producción de mercancías como pro-ducción de fenómenos nocivos; y finalmente, «el Es-tado como fenómeno nocivo absoluto, que controlaa esta producción y organiza su percepción, progra-mando sus umbrales de tolerancia».

El destino final del ecologismo tendría que habersemostrado incluso a los más ingenuos: no se puedeluchar realmente contra algo si por otro lado se acep-tan las separaciones de la sociedad dominante. La agra-vación de la crisis de la supervivencia y los movimien-tos de rechazo que suscita, empujan a una fraccióndel personal tecnocientífico a dejar de identificarsecon la insensata huida hacia adelante de la renovacióntecnológica. Entre aquellos que de esta forma, seaproximan a un punto de vista crítico, todavía mu-chos, dejándose llevar por su inclinación socio-profe-sional, tratarán de reciclar su estatuto de expertos den-tro de una contestación «razonable» y por tanto, tra-tarán de hacer prevalecer su renuncia parcelar de lasinrazón en el poder, ateniéndose sólo a los aspectos

puramente técnicos, es decir, a los que parezcan téc-nicos. En contra de una crítica todavía separada y es-pecializada de los fenómenos nocivos, la defensa delas simples exigencias unitarias de la crítica social nosignifica solamente la reafirmación, en tanto que ob-jetivo total, de que no se trata de hacer cambiar a losexpertos en el poder, sino de abolir las condicionesque hacen necesarios a los expertos y a la especializa-ción del poder; igualmente, se trata de un imperativotáctico para una lucha que no puede hablar el lengua-je de los especialistas si de verdad quiere hallar aliadoscuando se dirija a todos aquellos que no tienen nin-gún poder en tanto que especialistas de lo que fuere.

Del mismo modo que antes se oponía, y se conti-núa oponiendo, el interés general de la economía a lasreivindicaciones de los asalariados, hoy en día los pla-nificadores de la basura y demás doctorados en des-perdicios no se privan en denunciar el egoísmo ciegoe irresponsable de todos los que se yerguen en contrade un fenómeno nocivo local (residuos, autopista,TGC, etc.) sin pararse a considerar que en algún sitiohay que ponerlo. La única respuesta digna de tal chan-taje al interés general consiste evidentemente en afir-mar que, cuando no se desean fenómenos nocivos enparte alguna, hay que comenzar a rechazarlos ejem-plarmente dondequiera que se hallen. Y en consecuen-cia, hay que preparar las luchas contra los fenómenosnocivos mediante la expresión de las razones univer-sales de cualquier protesta particular. El hecho de queindividuos que sólo se representan a sí mismos, sininvocar ninguna calificación ni especialidad, tomen lalibertad de asociarse para proclamar y poner en prác-tica el juicio que les merece este mundo, parecerá pocorealista a la gente de una época paralizada por el aisla-miento y el sentimiento de fatalidad que ella suscita.Sin embargo, frente a tanto seudo-suceso fabricadoen cadena, existe un hecho que se empeña en ridiculi-zar, tanto los cálculos de por arriba como el cinismode por abajo: todas las aspiraciones a una vida libre ytodas las necesidades humanas, empezando por lasmás elementales, convergen en la urgencia históricade poner punto final a los estragos de la demenciaeconómica. En tan inmensa reserva de rebeldía, úni-camente puede brotar la total falta de respeto paracon las irrisorias e innobles necesidades, en las cualesla sociedad presente se reconoce.

Aquellos que en un conflicto particular, entiendenque no hay que dejar la cosas, cuando su protesta hadado resultados parciales, han de considerar a éstacomo un momento de la autoorganización de los in-dividuos desposeídos en pos de un movimientoantiestatista y antieconómico general; esta ambiciónles servirá de criterio y de eje de referencia para juzgary condenar, adoptar o rechazar tal o cual medio delucha contra los fenómenos nocivos. Debe de serapoyado todo aquello que favorezca la apropiación

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directa de su actividad, por los individuos asociados,comenzando por su actividad crítica contra tal o cualaspecto de la producción de fenómenos nocivos; debede ser combatido todo aquello que contribuya a des-poseerlos de los primeros momentos de su lucha, ypor tanto, a reforzar su pasividad y su aislamiento.¿Cómo podría servir para la lucha de los individuospor el control de sus condiciones de existencia (enuna palabra, la lucha por la realización de la democra-cia) todo lo que perpetúa la vieja mentira de la repre-sentación separada, representantes incontrolados oportavoces abusivos? La desposesión se vereconducida y ratificada, claro está, no sólo por elelectoralismo, sino también por la ilusoria búsquedade la «eficacia mediática» que, transformando a losindividuos en espectadores de una causa de la que yano controlan ni la formulación ni la extensión, lesconvierte en masa de maniobra de diversos lobbiesmás o menos competidores entre sí, en la manipula-ción de la imagen de la protesta.

En consecuencia, hay que tratar como recuperadoresa todos aquellos cuyo pretendido realismo sirve paraque aborte (mediante la organización del alboroto

mediático) las tentativas de expresión directa, sin in-termediarios ni avales de especialistas. Del disgusto yde la ira que suscitan las calamidades de un modo deproducción, véase el intento de Vergés,7 que median-te su simple presencia como abogado de todas las cau-sas dudosas provoca el descrédito de la protesta delos habitantes de Montchanin8 y véase también la ig-nominia de la moderna «mafia de la emoción» que seapodera de los «niños de Chernobil» para convertir-los en tema de Téléthon9. Mientras que el Estado abreel terreno de hoy en día, ese lugar no existe (la basurauniversal ha llegado hasta la cumbre del Himalaya)entonces, los individuos desposeídos no tienen queelegir entre la tranquilidad y los disturbios de un durocombate, sino entre unos disturbios y combates, tan-to más terribles cuanto que son otros quienes los diri-gen, en provecho suyo además; y los disturbios y com-bates que ellos mismos puedan extender y organizarpor su cuenta. El movimiento contra los fenómenosnocivos triunfará como movimiento de emancipaciónantieconómico y antiestatista, o no triunfará.

Encyclopédie des Nuisances

Notas

1. La palabra NUISANCE, que aquí hemos traducidopor los términos aproximados de ‘nocividad’ o de‘fenómeno nocivo’, en los diccionarios franceses e inglesesconsultados, viene explicado sintéticamente como «cosa,persona, acción, etc. que causa molestia o perjuicio». Sedan como ejemplos ilustrativos los mosquitos, los niñosimpertinentes, el orinar en las paredes, el ruido ambientaly el tirar basuras en lugares inapropiados. Losdiccionarios, que, en tanto que herramientas de la falsaconciencia de la época, contribuyen a la parálisisconceptual mediante la cual, dicha época presenta unaimagen de sí misma inmutable y sin contradicciones,donde las ‘nuisances’ son simples bagatelas. Quienesescriben los diccionarios no aprecian en absoluto elaspecto proteico de las palabras, y detestan la evolucióndel significado de las mismas tanto como la propiarealidad cambiante; efectúan auténticos trabajos deocultación que pueden delatarse fácilmente echandomano de ejemplos más indicados de innegables‘nuisances’: las instituciones, el trabajo asalariado, lacontaminación, las centrales nucleares, el sistemaproductivo, el urbanismo, la alimentación industrial, lasneoenfermedades, el racismo, los aparatos represivos, losexpertos, los dirigentes, etc. Las palabras no solamentese usan para describir la realidad, sino para transformarla;por consiguiente su sentido camina contra las fuerzas queobstaculizan dicha transformación. Las palabras sereelaboran para revelar la verdad de un mundo, que yaceescondida bajo la hojarasca de un lenguaje caduco. Poreso, en dirección contraria a todos los diccionariosexistentes, L’Encyclopédie des Nuisances trata de hacerpública la dimensión histórica de las palabras, que, para

el caso de ‘Nuisance’, equivale a la revelación de lacaracterística más común de la organización social actualy del más abundante de los efectos de la producciónmoderna.

2. Lyonnaise des Eaux, es una multinacional deltratamiento de aguas

3. Waetcher es líder especialmente soporífero de losVerdes franceses, diputado europeo.

4. CRII-RAD es la Comisión Regional Independientede Información sobre la Radioactividad.

5. GSIEN es una agrupación de científicos para lainformación sobre la energía nuclear.

6. «Robin des bois» es un grupúsculo más activistaque Greenpeace, de donde proviene, especializado enoperaciones espectaculares del tipo de escalar torres derefrigeración de centrales lucleares.

7. Vergés es un inmundo abogado, antiguo estalinistay tercermundista, especialista en pleitos con escándalosen los procesos que impliquen al Estado francés (comopor ejemplo la defensa del torturador nazi Klaus Barbie).

8. Montchanin es una ciudad de la región francesa deMorvan, en cuya proximidad existe un vertederoindustrial que, clandestina e ilegalmente, durante añosacogió residuos tóxicos de la química europea (yprobablemente los bidones que contenían la dioxina deSéveso).

9. Téléthon es un programa televisivo muycretinizante, en donde se apela a la caridad popular parallevar a cabo diversas buenas obras médicas.

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CorrespondenciaDesde FRANCIA

(Consideraciones al artículo de Etcétera sobre la «Democra-cia»)

La democracia y la aparición del individuo no se deben única-mente al nacimiento de la burguesía. El individuo existe ya enla Grecia antigua y se desarrolla al mismo tiempo que el con-cepto de «valor» (que es distinto al de «capital»). El desarrollodel individuo «libre» no tendrá continuación ya que el conceptode valor irá en regresión. Esto no llevará a la desaparición delindividuo como tal, que es reabsorbido por la comunidad, pero,sin embargo, las relaciones interpersonales persistieron a menu-do en el mundo feudal: la dependencia personal ya sea la de«esclavo/dueño» o la de «siervo/señor» o la de «vasallo/sobe-rano» conlleva la idea y la realidad del individuo. El Capitalis-mo, en su fase original, no ha hecho más que rescatar este movi-miento (tendencia) convirtiéndolo en contractual, o sea que las

relaciones interindividuales descansarían por primera vez en laigualdad de los individuos libres. Sólo, pero de manera muyrápida, con el desarrollo de la Gran Empresa y de la compleji-dad del sistema, lo que dominará será la abstracción de lasrelaciones sociales, del individuo y de la comunidad.

Lo que sigue sobre fascismo y democracia está plagado deanacronismos que alimentan una reflexión muy restrictiva: porejemplo «las exigencias del mercado» y el «consenso» se hallanya presentes en los años 30 al mismo tiempo en el fascismo queen la democracia. Pero al fascismo le importaban un bledo lasexigencias del mercado y desde el punto de vista económico nopresentaba ningún tipo de raciona-lidad. Si existía alguna ra-cionalidad no era otra que la que se desprendía de los objetivospropios del sistema. El gran capital alemán no se alió a Hitlerhasta que no se dio cuenta de lo que representaba la industriade guerra para los Konzern que tenían gran preponderancia enla siderurgia. (Existían evidentemente también razones socia-les). Igualmente, para que haya consenso, éste debe existir másallá de las clases sociales, ya que éstas han perdido su papelhistórico como sujetos. Este no es el caso tanto en lo que concier-ne a los frentes populares francés o español como a la resistenciadurante la guerra. Las luchas en el interior del movimientoanarquista español como el rechazo a entregar las armas porparte de los partisanos italianos durante casi diez años, nosmuestran que el antifascismo no puede confundirse con la demo-cracia moderna del consenso. Afirmando esto no busco rehabi-litar cualquier antifascismo sino simplemente marcar unas dis-tancias con las simplificaciones polémicas y políticas de laultraizquierda tradicional, simplificaciones sacadas la mayoríade las veces de Bordiga pero tratadas de manera ahistórica. Deigual manera, hacia el final, comparáis los poderes actuales delEstado a las del fascismo, esto es confundir democracia totalita-ria y fascismo. Esto corresponde a una confusión teórica entreuna sociedad que permite la «libertad» desarrollando un paisa-je en el que la gente no quiere expresarla más o, a lo sumo, demanera irrisoria y una sociedad que tiene como finalidad ladestrucción de cualquier vestigio de esta libertad, para lograrpor la fuerza, lo que no puede lograr mediante su desarrollointerno. Sea, pero me parece muy grave, esto es ceder a unafacilidad de lenguaje precisamente en una época en que justa-mente, ya que el lenguaje se halla tan falseado, es realmentemuy necesario precisar lo que se quiere decir. No es precisamen-te «pensamiento eslogan» lo que precisamos (Cfr. n° 1 y 2 de«Maintenant le communisme») sino más bien una reflexiónbalance que nos permita comprender el mundo y nuestro propioitinerario. Referente a esta doble exigencia, sería erróneo creerque tenemos razón en contra de la historia o que la historia nosda la razón. La crítica no puede salir indemne de los desórdenesactuales ya que no se realiza fuera del mundo. La teoría hapodido creerse vanguardia y anticipación pero ha sido adelanta-

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da por muchos lados por este mundo. Prueba de ello reside paramí en los pocos textos que aparecen hoy en día que tengan algúninterés desde el punto de vista de la confrontación de las ideas.No poseo recetas-milagro, pero después de los tres primeros nú-meros que abarcaban de cerca la actualidad, el n° 4 de TempsCritiques aportará algunos elementos en este sentido: artículossobre trabajo y actividad, sobre la gestión de los recursos huma-nos y sobre los movimientos sociales componen este número (apa-rición, mediados de diciembre).

Jacques, diciembre 91

Desde BERLIN

La increíble rapidez con la que se extienden los ataques racis-tas en Alemania, me obliga a escribiros inmediatamente.-

Desde el año pasado se puede observar, tanto en la antiguaR.D.A.. como en la R.F.A. un aumento continuo de ataquesincendiarios a los campos de refugiados. Desde que se produjo elpogrom de Hoyerswerda (ciudad de la antigua R.D.A, con70.000 habitantes) a finales de setiembre, se suceden las noti-cias sobre ataques cada vez más brutales, que llegan a ser de 10a 25 diarios, de manera que sólo en el mes de setiembre se hancometido tantas agresiones como en el resto de este año.

Si ya fue chocante la actitud pasiva de los testigos en losataques anteriores al pogrom de Hoyerswerda, cuando tirarondel tren a gente de color o las que agredieron en medio de callesde gran circulación, los ataques al campo de refugiados deHoyerswerda significaron un cambio amenazante. Aquí se pro-dujo un verdadero pogrom, iniciado por jóvenes derechistas encolaboración con los habitantes de la ciudad, los cuales anima-ron a los primeros a tirar cócteles molotov en un ambiente defiesta popular. Como consecuencia de lo anterior se efectuó eltraslado de los refugiados a diferentes ciudades.

En la antigua R.D.A se puede intuir la existencia de unplan de actuación de los derechistas, los cuales, sabiendo dóndeviven actualmente los trabajadores extranjeros, van a sus casas,abren la puerta de una patada y los golpean. De esta maneraDresde, según dicen, se ha convertido en una ciudad «libre deextranjeros», bajo el lema: «Ningún extranjero se queda másde dos días en esta ciudad». Es decir, es probable que exista unsistema de organización y espionaje al cual dirigirse.

En algunas ciudades de la antigua R.D.A se están produ-ciendo situaciones en las que (independientemente del porcentajede extranjeros) las mujeres no se atreven a salir solas a la calledespués de las siete de la tarde, debido a que, cada vez más, lascalles están pobladas de grupos y bandas de borrachos yprovocadores buscando camorra, provocando a cualquier perso-na, lanzando proyectiles luminosos y disparando tiros al aire...Esta situación la toleran los habitantes de forma indiferente,preguntándose con la actitud clásica de las víctimas: «¿Qué po-demos hacer nosotros?» -

Es bien conocido el papel de la policía en relación con losnazis. Hay que añadir, que en la antigua R.D.A suelen decir:

por un 60% del sueldo con respecto a la R.F.A, no tenemosganas de que los nazis nos muelan a palos... « y dejen correr lascosas» (¿en connivencia con los nazis?).

Entretanto, pienso que existe un tiempo antes y después deHoyerswerda. Antes de Hoyerswerda nadie quería entender loque ocurría verdaderamente en las calles. Después deHoyerswerda se critican los ataques. Si se continúa con estadinámica, temo que será precisamente esta gente la que gritaráen favor de un «Estado fuerte».

Lo que puede observarse ahora es un odio y una envidia queha ido extendiéndose continuamente durante los últimos años yque se produjo originariamente contra el tratamiento oficial delos inmigrantes del Este de Europa. El gobierno de la R.F.A.está empeñado desde hace cuatro años en una política ofensivade repatriación de los europeos de origen alemán, presionandopor un lado a los gobiernos orientales y por otro financiandogenerosamente su integración. Pusieron a disposición de losinmigrantes pisos baratos de forma inmediata, mientras que lagente de aquí tuvo que esperar. También obtuvieron inmediata-mente puestos de trabajo y cursos de formación subvencionadospor las oficinas de empleo y consiguieron plaza en los jardinesde infancia...

Pienso que esta política contribuyó también a debilitar losestados orientales (eran miles y miles de personas las que que-rían venir a la R.F.A.) y sobre todo forzó la huida de masas dealemanes orientales a través de Hungría y Checoslovaquia en elverano de 1989.

Los refugiados de la R.D.A. fueron tratados en la R.F.A.de la misma forma, lo que produjo, hace dos años, conflictosconsiderables en una situación social ya complicada. Pero en esetiempo los conflictos se compensaron sobre todo con charlas pri-vadas en el trabajo o en los bares. La alegría por la caída delmuro y su espectáculo escenificado sólo pudieron encubrir estaproblemática a corto plazo. Semanas después esa alegría cam-bió bruscamente y se convirtió en agresiones contra los «ossis»:tiendas vacías, largos periodos de espera en instituciones públi-cas, calles repletas de gente, una competencia cada vez más fuer-te en el mercado de trabajo y en la situación inmobiliaria...

Para que se puedan explicar los pogroms en la antigua R.D.A.es necesario considerar el fracaso de la sociedad de la R.D.A.La producción industrial disminuyó un 50%, el mercado inte-rior sufrió un colapso debido a la avalancha de mercancías pro-cedentes de la R.F.A., la exportación hacia los estados orienta-les es casi nula debido a su insolvencia y ya no son capaces decompetir bajo las condiciones del mercado libre. La creación deuna producción independiente la impiden los consorcios occiden-tales, que compran las instalaciones de producción para cerrar-las a continuación. Hay que añadir a esto el colapso de laagricultura de la R.D.A por la inundación del mercado con losexcedentes de la Comunidad Europea.

Respecto a la disolución del antiguo aparato del poder, laSED (Partido Socialista Unificado Alemán), y a la reorgani-zación del mismo por medio del gobierno de la R.F.A., hay quedecir que dentro del vacío de poder surgido en el período de

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transición apenas se han realizado proyectos emancipatorios,sino que al contrario, ha surgido una criminalidad organizaday con ella los grupos derechistas. Parece como si la R.D.A. sehaya convertido en el refugio de los estraperlistas de coches, ar-mas y droga, y continúe como eje giratorio entre las grandesbandas de Europa Oriental y Europa del Sur y Sudamérica.Mientras tanto la lucha por la distribución se efectúa ya congranadas de mano y ametralladoras.

El estado de abastecimiento público casi ha sufrido un colap-so respecto a las instalaciones sanitarias, debido a suprivatización. Las instituciones de asistencia social y de empleointentan paliar el caos mediante decretos de emergencia. El sis-tema de enseñanza se enfrenta a una reestructuración colonial yen el mercado de viviendas, que hasta ahora era estatal, losalquileres se han cuadruplicado o quintuplicado. En este marcosocial, no se puede excluir que los estalinistas, desde sus anti-guas y nuevas posiciones se empeñen en agravar de forma artifi-cial la falta de abastecimiento.

En cuanto a la anexión de la R.D.A., opino que el gobiernode la R.F.A. aparte de que pretendiera extender su esfera depoder al territorio de la antigua R.D.A., tenía otro móvil esen-cial, a saber: reorganizar y centralizar el poder de otra formaen la propia R.F.A. En este sentido el problema R.D.A. «levenía muy bien al gobierno para limpiar el ambiente político, peroel gobierno no tenía ni idea de las dimensiones del problema».

Tan solo la necesidad increíblemente alta de capital (cifras nopublicadas demuestran que sólo la implantación de la «uniónmometaria» ha costado al Estado más de 500.000 millones deDM, y que será necesaria una inversión anual de aproximada-mente 300.000 millones de DM para que se frene el colapsototal de la R.D.A.) superan absolutamente las posibilidades definanciación de la R.F.A. Hay que añadir que el gobierno de

la R.F.A. no tiene ningún interés en invertir en la antiguaR.D.A., ya que es suficiente un crecimiento de la producción desólo un 10% para abastecer todo el mercado de la R.D.A.

Las dificultades del mercado mundial podrían agravar laalta demanda de capital por parte del gobierno de la R.F.A.Toda medida destinada a cubrir esta demanda, que impliqueretirar dinero de la circulación dentro del país, contribuye aagudizar los problemas económicos, tanto si se imprime másdinero como si se reduce el poder adquisitivo de la población pormedio de este tipo de medidas. En ambos casos se producenefectos recesivos que conducen a la «Weimarización» de la si-tuación social.

Puesto que desde hace 10 años, todos los partidos políticos(incluso los verdes) y las organizaciones sindicales se han movidotendencialmente hacia la derecha, supongo que ante la crisisacuciante, aunque diferente en la R.F.A. y R.D.A., intentancrear un consenso ideológico acentuando la «identidad nacional».

Actualmente los grupos fascistas actúan de forma que, segúnmi opinión, no existe todavía el peligro de la formación de unmovimiento de masas. Además los fascistas dependen aún de latolerancia de la prensa y el Estado. Pero temo que, cuando estosgrupos tengan un programa anticapitalista, exista el peligro deun movimiento fascista de masas.

Günter, noviembre 1991.

Desde STUTTGART

Las cartas que habéis recibido de Alemania describen bastantebien el ambiente racista. Una ola de ataques racistas cometidaspor jóvenes inunda, tanto la ex-RDA como la RFA. Sólo enla Nochebuena los ultraderechistas agredieron tres campos derefugiados.

Los grupos nazis se componen sobre todo de jóvenes, a vecesmenores de quince años, que en su mayoría no proceden como sepodría sospechar del proletariado, es decir que no son jóvenesfrustrados y desilusionados, sino de la clase media y de la bur-guesía. Pero eso no significa que estas bandas poco organizadasno estén influidas por partidos ultraderechistas. Después de laapertura del muro, los fachas organizados fueron los primerosque fueron a la RDA para distribuir sus folletos de propagan-da en las manifestaciones. Llegaron en furgonetas, cargadas dematerial de propaganda a más no poder. Ante esta situación, elgobierno alemán se comporta de manera hipócrita: por un ladolanza la leyenda del barco lleno, intentando modificar la leyfundamental de asilo. Esta postura hipócrita y contradictoriatambién se encuentra en todos los partidos parlamentarios ale-manes, hasta los Verdes (los cuales a veces ganan a los cristia-no-demócratas en lo que se refiere a sus reivindicaciones racis-tas) y en los medios de comunicación. Se puede encontrar en lamisma revista, por ejemplo en el Spiegel, anuncios antiracistasy artículos difamatorios, en los que se exigen leyes agravadas.Creo que para una gran parte de la clase media, ésta es laforma normal de compensar su propio racismo.

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Como reacción a este racismo ha surgido un movimientoantirracista con todas sus facetas, de forma que se han organi-zado un sinfín de manifestaciones antirracistas y se han creadogrupos antirracistas y/o antifascistas en todas las ciudades.

De ningún modo pienso que en Alemania exista el peligro deun nuevo fascismo, si se tiene en cuenta que el sistema políticoalemán cumple con todas las exigencias del Capital. Lo que esnormal es que los fachas y el gobierno tengan una relación bas-tante «amorosa» –en cierto sentido una simbiosis– pero losnazis nunca serán un socio importante o serio, más biensirven como pioneros y orientadores que influyen en la opi-nión pública para desplazar el ambiente social hacia la de-recha y haga más fácil al gobierno la realización de su polí-tica racista: por ejemplo aprobar una nueva ley de extranje-ría.

Al sistema le interesa la existencia de un cierto grado deracismo, para evitar que surjan sentimientos de solidaridad,es decir una lucha conjunta de obreros alemanes y extranje-ros. Por otro lado no le interesa que se cree un ambientepropicio a los linchamientos y pogroms teniendo en cuentaque necesita la mano de obra extranjera. Además, a loscapitalistas no les resulta rentable que los trabajadores esténsiempre peleándose en vez de trabajar. Eso explica también,un poco, la contradicción que hay en el comportamiento delpoder.

Hay que destacar que el gobierno alemán dispone de to-dos los remedios para controlar la situación y, por lo tanto,asegurar los beneficios: tiene leyes impregnadas de racismo.Alemania está en la cima del poder y no necesita la repre-sión y la vigilancia total (elementos fundamentales del fascis-mo) para asegurar el funcionamiento del sistema. Que nadiepiense que Alemania, es decir el gobierno alemán, no sería ca-paz de controlar un movimiento fascista, todavía marginal, contodos lo medios que tiene a su disposición: policía secreta, milesde datos, leyes, reglas, ordenanzas, etc.

A mí me parece bastante incomprensible la opinión de losque hablan de una crisis económica profunda en la RFA, pro-vocada por la unificación y los altos gastos derivados de ella.Hay que tener en cuenta que los nuevos mercados de la EuropaOriental ofrecen posibilidades de explotación y de ventas enor-mes. Los capitalistas lo expresan muy claramente. En un dis-curso del gerente de FIAT Automóvil en Stuttgart, PaoloCantarella, dijo, refiriéndose al mercado oriental, que ya estánproyectados los programas de conquista y que los próximos 10años serán fundamentales para la determinación de las esferasde influencia. En esta frase se ve claramente cómo los capitalis-tas actúan como colonizadores, utilizando la típica terminolo-gía colonial.

Los inversores occidentales pueden aprovecharse de una de-manda inmensa y de costes salariales bajos. Por ejemplo en elsector de automóviles, donde hasta el año 2010 se prevén unasventas de 4,3 millones de unidades en el Este, cifra que superalas ventas en Europa Occidental.

Desde DRESDE

En Dresde se ha desencadenado el diablo (los nazis). Los aten-tados son cotidianos. En cierto sentido es como la guerra. Losnazis utilizan bombas lacrimógenas y cócteles molotov paraagredir y prender fuego en las viviendas, en los cafés y en lastiendas. Es terrible. A R. lo agredieron en su coche con unabomba incendiaria. Se salvó por poco. Lo peor es que los nazisla han tomado con nuestro hijo (ocho años). Lo han intentadoatropellar y lo han sometido a una verdadera caza del hombre.En estos momentos vivimos constantemente «en estado deautodefensa», ya que nuestra vivienda ha sido amenazada yesperamos ataques, los cuales por suerte aún no se han produci-do. Es espantoso para los nervios. Nuestro grupo no se ocupamás que del antifascismo, lo cual es bastante peligroso. Estandsde información, folletos, manifiestos. Intentamos proteger lascasas de los extranjeros. La policía, o no hace nada o nos caeencima también. En fin, lo que hace la policía en todos lospaíses. Nuestro grupo se reúne casi cada dos días, estamos to-dos abatidos y, sobre todo, muy tristes, porque aquí la pobla-ción no emprende nada, o sea, toma partido por los nazis.

J., octubre 1991.

La sociedad capitalista produce continuamente, a través dela competencia, la marginación de los enfermos, los incapacita-dos, los viejos, las mujeres y los no-alemanes. El sistema tienepor tanto que implantar el racismo en los cerebros de la gente,porque su enemigo más peligroso es el proletariado unido. Eleslógan alemán del «pueblo unido», es decir de «alemanes uni-dos», no debe enturbiar el hecho sencillo de que las verdaderasfronteras no son las que separan a los pueblos sino las quedividen a las clases.

A., enero 1992.

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Hemos recibido...

SCIENCE AS CULTURE, Free AssociationBooks, 26 Freegrove Rd. London N7 9RQ. GranBretaña. nº. 11, volumen 2, 2a parte. Artículos entorno a la manipulación médica en el diagnóstico delcáncer de útero; caos y entropía, metáforas en la teo-ría social y filosofía de la ciencia en la era postmoderna;tecnologías para el diseño de armamento, etc.

COLLEGAMENTI. Wobbly . Lungo DoraAgrigento 77, 10152 Torino. Italia. Otoño 1991, nº.28. Monográfico dedicado al nacionalismo, que seaborda desde distintas perspectivas (nacionalismo ypopulismo; desarrollo desigual; separatismo étnico;América: exterminio, racismo, espectáculo).

COLLEGAMENTI. Wobbly. Invierno 1991-92, nº.29. Particularismos en la lucha en las reservas urbanasde Estados Unidos. Explosiones de cólera en las ciu-dades de Francia (traducido en este número de ETC.).Crítica del pacifismo alemán y cuestionamiento delestado de Israel. Sobre el nacionalismo irlandés. Ade-más, un dossier compuesto por varios artículos entorno al sindicalismo.

EKINZA. Revista libertaria, nº. 9, invierno 91-92.Artículos sobre: independencia y opción libertaria; lacrisis del sindicalismo; debate sobre la insumisión;reflexiones sobre la masculinidad; Yugoeslavia desdeYugoeslavia...

INICIATIVA COMUNISTA. Nº. 17, diciembre1991. En su atención por los derechos civiles, dancabida en la revista a dos artículos contra la Ley deSeguridad Ciudadana, así como una entrevista con elabogado de la acusaci6n particular del caso de losGAL; tratan también sobre el racismo, la objecciónde conciencia, el terrorismo, los palestinos, lasprivatizaciones en el Este, y prensa y censura enEE.UU., entre otros temas.

YUGOSLAVERY. Revista editada en inglés porexiliados yugoslavos en Francia. En cuatro artículospasan revista a la lucha de clases en Yugoslavia. Larecuperación del proceso de construcción capitalistadesde 1918 a 1967. La ideología yugoslava desde laidea del federalismo monárquico hasta el titismo. Aná-lisis detallados de los elementos -más enconados enlas distintas nacionalidades que ahora estallan enenfrentamientos armados, la ideología y el poder decontención/reglamentación de las contradicciones

sociales. El papel de la censura y autocensura en laprensa como elemento represivo de la disidencia.Correspondencia sobre la huelga de mineros en eldistrito de Aldona.

EL LEVANTAMIENTO KURDO Y EL FREN-TE AMPLIO NACIONALISTA KURDO y SUSNEGOCIACIONES CON EL REGIMENBAAISTA/FASCISTA.Este es el título de un interesante informe sobre eldesarrollo de la resistencia kurda y el papel jugadopor los políticos nacionalistas, dispuestos a todo an-tes de dejar el poder en manos del pueblo levantado.Así vemos como estos dirigentes pactaron en el mo-mento de máxima debilidad de Saddam Hussein, fa-cilitándole la represión de miles de kurdos que deci-dieron seguir la resistencia. También se informa delsiniestro papel de las tropas aliadas en su entrada enIrak, decididas más a acabar con las tropas de leva delejército de Saddam, –focos insurreccionales contra elrégimen Irakíe– que respetaron e incluso protegierona la Guardia Republicana, para no dejar desarmado aSaddam en su misión de restablecer el orden frente lainsurrección kurda. En otro artículo se comenta elsistema de organización consejista de los obreroskurdos asentados en Irán.

AL PIE DEL MURO. (1942-1954). Abel Paz (ha-cer editorial, 1991)Convertir la memoria en amnesia es tarea a la quecada vez más se dedican los medios de informaci6n,cuando esta memoria es subversiva. En el caso deEspaña esto aumenta cuando se refiere al período dela transición. AL PIE DEL MURO nos devuelve par-tes de esta memoria en el transcurso de los años 40y50, y toma como acicate para su actual aparición eltotal escamoteo de la transición; como dice la contra-portada del libro «quizás nunca lo hubiera hecho deno haber mediado, a partir del año 1975, los hechosque configuraron la transición política española, mo-delo de escamoteo de responsabilidades políticas, eco-nómicas y criminales; es decir un borrón y cuentanueva a espaldas del pueblo».

AL PIE DEL MURO, relato autobiográfico de AbelPaz, nos da cuenta del mundo carcelario de la Españafranquista durante los años 1942-1954, y de los dis-tintos avatares de la resistencia libertaria.

Empieza con la entrada clandestina a España desdeBagnuls sur Mer, su primera actividad en la recompo-sición del movimiento libertario, la primera caída y el

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ingreso en la cárcel Modelo de Barcelona. Estamos en1942. De la Modelo sale para el penal de Burgos (1944-46); años de una fuerte resistencia en las ciudades deLevante, Cataluña y Andalucía y de guerrilla en losmontes Galaicos, Asturias, Pirineo, Guadarrama y sie-rras Andaluzas, que se transluce en las discusiones entrela militancia dentro del Penal.

De Burgos a la cárcel de Salt (Gerona) de donde saleen abril del 47: breve período de libertad y de militanciaclandestina en Madrid en un difícil momento en el mo-vimiento libertario, con una CNT cuyo comité nacionaljuega a fondo la carta monárquica, y con la difícil consti-tución del Comité peninsular de la FUC y de la FAI.

Nueva detención en Barcelona en agosto del 47 y denuevo la cárcel Modelo. La vida en la sexta galería, elacontecer exterior; la guerrilla del grupo Sabater, elajusticiamiento a balazos de Raul Carballeira, el relatode su «paseo» que acaba justo antes del tiro en la nuca,gracias a las rivalidades entre la brigada de Madrid y lade Barcelona, son algunos de los aspectos del relatode Abel Paz durante estos años 47-52. De La Modelosale para el penal de Cuéllar (Segovia) y de allí en li-bertad. Abril del 52.

Acaba el relato con el congreso de la AIT en Parísde 1952, las contradicciones de la CNT en Toulouse yel camino del exilio.

Escena de la revolución rusa