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CJ 185, Una Iglesia Nueva para un Mundo Nuevo - JI González Faus, SJ

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Justicia, Paz e Integridad de la Creación en la Gaudium Et SpesJosé Ignacio González Faus, sj.

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UNA IGLESIA NUEVA PARA UN MUNDO NUEVO

JUSTICIA, PAZ E INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN EN LA GAUDIUM ET SPES

José Ignacio González Faus, sj.

1. INTRODUCCIÓN: IGLESIA, MUNDO, HOMBRE, CRISTO ..........................................

2. EL PROBLEMA DE LA JUSTICIA EN EL MUNDO .......................................................

3. LA PAZ .............................................................................................................................

4. INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN ..................................................................................

5. ECLESIOLOGÍA PARA HACER REAL LO ANTERIOR .................................................

6. CONCLUSIÓN .................................................................................................................

NOTAS ..................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN .................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia, Roger de llúria, 13 - 08010 barcelona tel. 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Edicions Rondas S.l. - Depósito legal: b-12.871-2013 ISbn: 978-84-9730-317-0 - ISSn: 2014-6509 - ISSn (ed. virtual): 2014-6574 Dibujo de la portada: Roger torres - Impreso en papel y cartulina ecológicosSeptiembre 2013la fundación lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre bDGaCIJ, titularidad de lafundación lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que os ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiendose por escrito a c/ Roger dellúria 13, barcelona.

José Ignacio González Faus, sj., es miembro del area teológica de Cristianisme iJustícia. ha escrito numerosos cuadernos de esta colección. los últimos: Unicidad deDios, pluralidad de místicas, (n. 180); El naufragio de la izquierda, (n. 177); «Ya voySeñor», contemplativos en la relación, (n. 174).

«El camino de la Iglesia es el hombre.» (Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 14)

«la Iglesia sólo es iglesia cuando existe para los demás.» (D. bonhoEffER, Carta desde la cárcel de hitler, en agosto de 1944)1

«una Iglesia que no sirve, no sirve para nada.» (J. GaIllot, obispo de Évreux)2

«Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos.» (Pío XII, 1952)3

Este cuaderno reproduce el texto de una conferencia pronunciada a superioresreligiosos en Roma, en diciembre de 2012, sobre «Justicia, paz e integridad dela creación en la Constitución conciliar sobre la Iglesia en el mundo».

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1. INTRODUCCIÓN: IGLESIA, MUNDO, HOMBRE, CRISTO

antes de entrar en el tema que se me ha pedido, me parece indispen-sable una breve ambientación. En mi opinión, la Gaudium et Spes (GS)es el documento más novedoso del Vaticano II.

Y las primeras líneas de ese documentoestán entre las más importantes y (sobretodo) más significativas de todo el Va ti -cano II. Porque forman un párrafo cuyaestructura lógica sería la siguiente:

1.1. Autorretrato de la Iglesia del Concilio

La imagen que ofrece de sí la Iglesiaconsta de tres partes:

a) Una definición de la Iglesia: «co -mu nidad cristiana integrada por hom-bres reunidos en Cristo y guiados por elEspíritu, con una buena noticia para el mundo». Quizás es sintomático quehable de comunidad cristiana, dando laasí mejor definición de la Iglesia, almargen de cómo se organice.

b) Una consecuencia de esa defini-ción: la íntima solidaridad entre Iglesiay género humano «en la historia».

c) Y la consecuencia final: «gozos,esperanzas..., tristezas, angustias…sobre todo de los más pobres, lo sontambién de los discípulos de Cristo»(tampoco dice aquí «de la Iglesia»).

En la redacción actual, esa últimacon secuencia (última desde un punto devista lógico), ha pasado a ser la primeraporque es la que tiene más fuerza inter-peladora en todo el párrafo. Inter pela almundo, pero también a la misma Igle sia.

Este párrafo es tan serio y de tantariqueza teológica que plantea en segui-da una serie ineludible de preguntas.

Por ejemplo: ¿Podemos hoy decircon verdad que eso es así, sobre todo en

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los niveles autoritativos o instituciona-les de la Iglesia? ¿Hay ese verdaderocontacto y conocimiento que posibilitahacer propios los dolores y alegrías delotro, sobre todo del más pobre? ¿O haysólo una empatía genérica, teórica, queno podría negarse sin abjurar de la fe?¿A cuántos de esos hombres de manostoscas que buscan trabajo desde haceaños han abra zado los obispos y losmonseñores? ¿A cuántas reuniones demujeres de barrio han asistido, allídonde ellas explican sus historias y susluchas? ¿A cuántos niñitos han tenidoentre sus brazos, tomados quizá de losbrazos de una chica mu sulmana con unvelo en su cabeza y sin papeles en elbolsillo?… Temo tener que decir queesto se da en algunos miembros de lacomunidad cristiana pero no en sumayoría ni en los miembros con res-ponsabilidades institucionales. ¿Es queaca so no son ellos «hombres reunidosen Cristo y guiados por el Es pí ri tu»? Y,si de veras queremos una “nue va”evangelización (que no sea un más delo mismo, pero con mayor so por tepublicitario), debo añadir que esto esabsolutamente indispensable.

En concordancia con este retrato,GS se dirige «a todos los hombres» [2]porque es toda «la sociedad humana laque hay que renovar» [3]; y se dirige«para dialogar con ella» [3] en un diá-logo que pretende «lograr la fraterni-dad» [3]. El Documento quiere ser, portanto, no una enseñanza de la autoridadeclesiástica a los fieles (o a toda la hu-manidad) sino un diálogo de la comuni-dad cristiana con la sociedad. Añadoque quizá eso es lo que debería ser todoel magisterio de la Iglesia.

Y desde esta conciencia de lo que es ser Iglesia, GS continúa con una.Veámoslo.

1.2. Mirada al mundoTras esta introducción global de carác-ter, a la vez, dogmático y pastoral, (y conuna metodología de Ver, Juzgar y Ac -tuar que intenta marcar todo el tex to)GS pasa a lo que es el punto de partidade este documento: «la Iglesia tieneante sí este mundo con sus positividadesy negatividades y con sus in terrogan tes»[4-11]. Tres cosas me pa recen más des-tacables de estos capítulos:

a) El punto de partida es el mundo,no la Iglesia. No se dice que el mundodeba tener ante sí a la Iglesia con susjerarquías y su culto. Porque es estemundo, esta humanidad con sus gran-dezas, sus miserias y sus preguntas loque Dios ama tanto que entregó por él a su mismo Hijo.

b) De todo el conjunto de caracterís-ticas de la humanidad se destacan doscosas: que hoy ya no son vistas de unamanera «estática sino desde otra másdinámica y evolutiva» [5]. Y que todolo que se dice de «los desequilibriosque fatigan al mundo moderno, estáconectado con otro desequilibrio funda-mental que hunde sus raíces en el cora-zón humano» [10]. Pues bien:

c) A ese problema-raíz, a ese miste-rio del corazón humano, sale al encuen-tro la fe que «ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre laentera vocación del hombre» [11]. Y,por tanto, la Iglesia define su misióncomo:

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1.3. Conocer al hombre para«lograr la fraternidad»

Lo personal y lo estructural están sufi-cientemente integrados en esta formu-lación. Y quizá con esta palabra (frater-nidad) nos acercamos ya al meollo delo que quisiera exponer: Justicia, Paz eIntegridad de la creación forman unatríada que puede valer como descrip-ción de la fraternidad. Porque no puedeexistir una verdadera paz (en el sentidopositivo de plenitud de relaciones fra-ternas y no meramente en el negativode ausencia de conflictos), si no brota deuna justicia plena, la cual no puede con-tentarse con sólo la libertad, olvidandola fraternidad y la igualdad que de ellabrotan. Y también porque, aunque el serhumano sea el “rey” (¡el responsable!)de la creación, no podrá serlo sin unafraternidad también con la tierra como“hermana menor” del hombre.

1.4. Dignidad divina y divisióníntima del ser humano

La antropología de GS es sencilla perofundamental y cabe en los dos rasgosque intitulan este apartado. Lo primeropor ser imagen de Dios. Lo segundoporque (siguiendo el relato del Génesis)el hombre ha abusado de esa dignidad(libertad) «pretendiendo alcanzar supropio fin al margen de Dios» [12]. Delprimer punto destacará GS la grandezade la libertad y, en consecuencia, la dig-nidad de la conciencia humana: «nú -cleo más secreto y sagrario del hombreen el que éste se siente a solas con Dios,cuya voz resuena en el recinto más ínti-mo de aquella» [16].

En cambio, el segundo punto, por lamanera como ha sido formulado, da piea GS para una reflexión sobre el ateís-mo moderno de la cual lo más destaca-ble es el reconocimiento de la culpa delos cristianos en ese ateísmo, no sólopor sus incoherencias y por el descuidode la educación religiosa (factores quepodrían afectar más bien a los fieles)sino sobre todo por haber «velado másque revelado el genuino rostro de Diosy de la religión» [19].

Aunque no se diga expresamente,parece innegable que –dada la enormeverticalidad de la Iglesia católica– esteúltimo reconocimiento afecta sobre to -do a las autoridades eclesiásticas. Quie -nes tenemos contacto frecuente con nocreyentes palpamos hasta la saciedadcuánta culpa tiene la institución eclesialen muchas pérdidas de fe o incapacida-des para llegar a ella: primero porque,antes de quitar la fe, han quitado mu -chas veces la esperanza, por su enquis-tamiento en formas, estilos y otros odresviejos que deforman la novedad delEspíritu, por aquello que Ratzinger for-muló muy bien como «sustituir el es -cándalo irrenunciable de la cruz por losescándalos de nuestra pereza, nuestromiedo y nuestra comodidad»4. Y ade-más porque el Dios que anuncian, esdemasiadas veces un dios al que sepuede llegar sin pasar por el amor alhermano: un Dios al que no se ve perosólo con que uno sea fiel al papa ya leve, en contra de la nítida enseñanza de1Jn 4. Y la religión que anuncian conmucha frecuencia no es aquella «reli-gión pura y sin mancha a los ojos deDios» de que habla la primera carta deSantiago (y que define como ocuparse

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de los que no tienen valimiento –viudasy huérfanos– sin dejarse contaminar porlos criterios de este mundo: Sgo 1,27),sino más bien una religión cúltica yceremoniosa que (como denunciaronya los profetas del Antiguo Testa men toy Jesús) convierte el culto a Dios en unaexcusa para desentenderse del servicioa los pobres. Una de las enseñanzas deGS que más urge recuperar es ese exa-men de la culpa que la comunidad cris-tiana y la institución eclesial podemostener en la pérdida de la fe de muchoscontemporáneos nuestros.

1.5. Misión de la Iglesia y fundamento cristológicoAnte esa situación «toca a la Iglesiahacer presentes a Dios Padre y su Hijoencarnado, con la continua renovacióny purificación del Espíritu» [21]. Sepuede decir que todo este texto conci-liar es una especie de reflexión y acti-vación de cómo puede la Iglesia hacerpresente a Dios Padre y a Jesucristo enel mundo de hoy; recalcando ademásque a esa presentización «contribuyemucho el amor fraterno» [21].

Con eso atisbamos otra vez el temade la justicia, la paz y la integridad de la creación, como expresiones y expan-siones de esa fraternidad que el docu-mento conciliar buscaba. Sin olvidar queantes de eso el Concilio echa una miradarápida a Jesucristo hermanador de todos:«hombre nuevo» por un lado, pero cuyanovedad marca de algún mo do a todoslos seres humanos. Porque (citando aTertuliano, y recuperando al go que no

se expresaba en la cristología dogmá -tica tradicional) «con su encarnación elHijo de Dios se unió de alguna maneracon todos los hombres» [22]. De modoque somos hijos de Dios no meramentepor ser creaturas suyas sino por estarhermanados en Cristo. Y esa universali-dad se extiende de la encarnación a laCruz y la Pascua, porque Cris to «muriópor todos» (no sólo por mu chos comoahora, incomprensiblemente, se nosquiere obligar a decir) y, por eso, valepara todos la posibilidad de que «enforma de solo Dios conocida, se aso-cien a este misterio pascual» [ibíd.]5.

Además de eso, GS echa mano delas mejores frases del III Concilio deConstantinopla que subrayaron cómo launión con Dios de ningún modo men-gua o resta al hombre sino al revés: lodignifica y lo salva. Porque cree en estacristificación del ser humano, GS hablaa todos los hombres. Y, por la mismarazón, busca hablarles no desde fuera,como desde una autoridad que imponesino desde dentro de ellos mismos, ayu-dándoles a encontrar y sacar afuera lomejor de todo ser humano.

Pero ahora no nos toca hablar de lacristología. Baste esta rápida indicaciónpara cerrar nuestra introducción dicien-do que en GS hay un núcleo cristológi-co que fundamenta a la vez una ecle-siología (que aún volveremos a tomaren la Conclusión) y una antropología:la antropología de la fraternidad, a laque pertenecen los tres puntos que seme han pedido: la justicia, la paz, y laintegridad de la creación. Ahora pode-mos verlos ya.

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2.1. Justicia contra desigualdades

Si todos los hombres somos hijos de unmismo Padre, que ama a todos por igualcon preferencia hacia los más pobres yexcluidos, esto implica que «toda formade discriminación en los derechos fun-damentales… ya sea social o cultural,por motivos de sexo, raza, color, condi-ción social, lengua o religión debe servencida y eliminada por contraria alplan de Dios». Y reconoce además que«esa igualdad fun damental entre loshombres exige un reconocimiento cadavez mayor» [29].

La alusión a desigualdades por sexoplantea a la Iglesia dos cuestiones seriasy aún no resueltas. La de la mujer y lade las parejas homosexuales. De la pri-mera sólo cabe reconocer que (aun pres-cindiendo del presbiterado femeninoque Benedicto XVI consideró prohibi-

do por Dios), hay otras mil funciones enlas que la mujer está discriminada en laIglesia (desde el diaconado hasta el car-denalato que no exige ordenación pres-biteral ni episcopal).

Por lo que hace a la otra cuestión, ha-bría que comenzar (por ambas partes)distinguiendo entre cosas ciertas y nociertas.

a) No es seguro que la homosexua-lidad sea simplemente una variante (como ser rubio o moreno), sin que estosignifique que sea una lacra o una en-fermedad: hay anomalías o intolerancias(vg. la de los celíacos) que se desvíandel proceso normal sin que esto signifi-que propiamente una enfermedad.

b) Es en cambio cierto que los ho-mosexuales han sido socialmente mal-tratados y hu millados hasta el punto deconvertir su condición en un insulto de

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2. EL PROBLEMA DE LA JUSTICIA EN EL MUNDO

El tratamiento de GS sobre la justicia aparece muy centrado en el valorde la igualdad.

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los más graves. Junto a la sociedad, laIglesia debería reconocer su falta en es-te punto: porque si no, puede surgir deahí una necesidad exagerada (aunquecomprensible) de reconocimiento queles ayude a asumir su condición.

c) Tampoco está claro si la homose-xualidad pudiera en algún caso ser re-versible o no; aunque para algunos sóloeste planteamiento ya es ofensivo. Miopinión es que algunas homosexualida-des proceden de un factor psíquico;6 estos casos, cogidos a tiempo podríanser reconducidos. Pero hay otros casosen que la tendencia parece genética yclaramente irreversible.

d) A estos casos no se les puede im-poner un celibato a la fuerza, ni aunquese apele para eso a motivaciones reli-giosas. Porque es el mismo Nuevo Tes -ta mento quien escribe que «vale más casarse que abrasarse». Y es mejor quevivan su condición sexual de una ma-nera digna, en el seno de una relación deamor seria, que no que vayan dandotumbos como suele pasar cuando un celibato se impone a la fuerza. El poderunificador del amor y del compromisode fidelidad, como conductores de la sexualidad, son propios de nuestra con-dición humana, al margen de que sea hetero u homosexual.

e) Los textos bíblicos contra la homo -sexualidad desconocen esta situación yse refieren en realidad a personas hete-rosexuales que, siempre insatisfechas porel descontrol de su sexualidad, buscanexperiencias «nuevas».

f) Desde la solución que de lo ante-rior se deduce, aún puede discutirse silas parejas homosexuales merecen el

nombre de matrimonio: yo he sido con-trario a esa designación, desde la eti-mología misma de la palabra (matri-munio = «protección para la madre»,que venía dada por el varón). Pero si laReal Academia de la lengua cambia elsignificado de la palabra (como acaba dehacer en España), entonces ya no cabe laobjeción. Dicho sea todo esto muy deprisa, buscando sólo puntos de encuen-tro que todos pudieran aceptar aunquedisientan en otros puntos, y lamentandoque la Iglesia oficial (como ha hechootras veces) niegue el espacio para eldiálogo, el estudio y la discusión, en unproblema que es en realidad nuevo.

Volviendo a la igualdad: hoy se re-conoce que la igualdad ha sido la gransacrificada de los ideales de la Moder -nidad expresados en el triple grito de larevolución francesa. Quizás porque, da-da su gran dificultad, la igualdad recla-ma un fundamento mucho más fuerteque el de esa hermandad derivada delorigen común de todo el género huma-no. Y ese fundamento sólo puede ser la fraternidad derivada de la paterni-dad/maternidad de Dios y de nuestra recapitulación en Cristo.

Es también muy importante destacarque GS distingue lúcidamente entre di-versidades (diversitates) y desigualda-des (inaequalitates): aquellas son justassegún la enseñanza conciliar y, por tan-to, deben ser respetadas todo lo posible.Éstas en cambio son profundamente injustas e impiden que se llegue «a unasituación social más humana y equitati-va» [29]. Desde aquí, apunta GS a laeconomía como una raíz fundamentalde todas las desi gualdades humanas ca-lificando como «escandaloso el hecho

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de las excesivas desigualdades econó-micas y sociales que se dan entre losmiembros o los pueblos de una mismafamilia humana» [ibíd.]. Y en otro mo-mento, de forma aún más dura: que«desaparezcan lo más rápidamente po-sible las diferencias económicas verda-deramente monstruosas que… existenhoy y frecuentemente aumentan» [66].

2.2. Raíz económica de las desigualdadesPor eso señala a continuación la necesi-dad de superar «una ética meramente individualista» [30] que ha venido im-poniéndose en todo el mundo desde lalamentable derecha norteamericana.Por supuesto, GS reconoce que los se-res humanos hemos de ser responsables.Pero añade que «no puede llegarse a esesentido de la responsabilidad si no se fa-cilitan al hombre condiciones de vidaque le permitan tener conciencia de supropia dignidad y respondan a su voca-ción» [31]. De aquí se deriva la necesi-dad de una doble medida a la hora dejuzgar la responsabilidad de los más ri-cos y poderosos y la responsabilidad delos más pobres y excluidos: una doblemedida contraria a la otra doble medidaque practica el mundo. Creo que esteavi so debería interpelarnos mucho comoIglesia, y que no estamos respondiendoa esa interpelación de manera cristiana.

Porque cincuenta años después hayque proclamar que las desigualdadesentre los seres humanos han crecido escandalosamente desde la época delConcilio hasta nuestros días y que, enese crecimiento, ha jugado un papel im-portante esa ética exclusivamente indi-

vidualista, típica de la derecha nortea-mericana y exportada por ella. Lo cuales una fuerte llamada de atención sobrenuestra responsabilidad como Iglesia eneste campo: porque esas desigualdadesson «contrarias a la paz social e inter-nacional» [29].

Más adelante alertará el Concilio so-bre el peligro de que esta situación acabellevando al mundo a alguna reacción deguerra o violencia descontrolada.7 Peroahora quiero señalar que treinta años an-tes de esta observación conciliar, uno delos grandes economistas del s. XX (J. M.Keynes), en su obra más famosa, habíareconocido que los dos grandes malesde nuestro sistema económico son su in-capacidad para crear empleo y su inca-pacidad para evitar las desigualdadesentre los hombres.8 Efecti va men te; nues -tro sistema es un gran creador de riquezay por eso seduce tanto; pero sólo sabecrear la riqueza a condición de repartirlainicuamente. Keynes no era ningún socialista, sino más bien un conservadorcon sentido común. Todo eso es más es-candaloso hoy porque, en nuestros días,«el desarrollo de la vida económica po-dría permitir una atenuación de las desi -gualdades sociales»9 pero resulta que«con demasiada frecuencia trae consigoun retroceso en las condiciones de vidade los más débiles y un desprecio de losmás pobres» [63]. A la vez, «los hom-bres de nuestro tiempo son cada vez mássensibles a esas disparidades». Por eso«son necesarias muchas reformas en lavida económico-social y un cambio dementalidad y de costumbres en todos»[ibíd.]. Parece innegable no obstanteque los últimos 30 años han discurridoexactamente en la dirección contraria.

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El Concilio habla pues en un plan deética o racionalidad humana, dado quese dirige a todos los hombres. Hablandopara cristianos, o desde un punto de vis-ta más cristiano, creo que podría tildar-se a GS de ser poco jesuánica en estepunto. Las enseñanzas de Jesús respec-to a las diferencias entre pobres y ricosson de tal calibre que elevarían al cubotodo lo que dicta la razón humana.10

Aunque creo que en este campo lasenseñanzas de GS han sido prolongadasy completadas por el magisterio pos -terior de Juan Pablo II,11 me parece importante notar que el Documento sedistancia claramente (como toda la tra-dición católica clásica) de la moral oc-cidental de la propiedad. De esa moralha dicho antes que «reduce al obrero alrango de mero instrumento de lucro sinrespeto a la libertad y a la responsabi -lidad de la persona humana» [27]. Y haalineado este modo de proceder al ladode otros tan degradantes como las de-portaciones, la esclavitud o la trata deblancas.

Dejando pues todo lo referente altrabajo, migraciones, cogestión empre-sarial…, quiero fijarme en ese puntoque me parece más decisivo y es la en-señanza sobre la propiedad.

2.3. Punto central: la propiedad

«Dios ha destinado la tierra y cuanto ellacontiene para uso de todo el género hu-mano. Por consiguiente, los bienes crea -dos deben llegar a todos de una maneraequitativa, dirigida por la justicia yacompañada por la caridad» [69]. Es no-vedad importante de GS recuperar estedestino universal de los bienes como

primario y único derecho “natural”, demodo que la propiedad privada no es underecho natural sino “secundario”, cosaque los papas anteriores habían olvi -dado.12 Sólo después de asentado ese derecho natural del destino universal delos bienes, pasa GS a hablar de la pro-piedad privada, recordando que estedestino universal de los bienes «no debeperderse nunca de vista» [69] de modoque «aquellos bienes que posee el hom-bre no puede usarlos como exclusiva-mente suyos sino también como comu-nes» [69]. A mi entender se marca aquíno sólo una “función social” o una “hi-poteca social” de la propiedad privadasino algo más: un límite social de la pro-piedad. De esa hipoteca social se segui-ría sólo el clásico principio de que «encasos de extrema necesidad todas lascosas son comunes» como cita GS po-cas líneas después. Pero si es verdad que«todos los hombres tienen derecho deposeer una parte de bienes suficientespara sí mismos y para sus familias» [69]esto nos lleva más allá de los casos deextrema necesidad: nos lleva a la doc-trina de los Santos Padres de que, mien-tras haya hombres que no poseen esa«parte de bienes suficientes», todo aque-llo que sea superfluo en los bienes de losdemás, deja de pertenecerles. Por esodecían los Padres de la Iglesia que cuan-do el rico da limosna no hace un acto decaridad sino de justicia: está devolvien-do al otro lo que pertenece a ese otro. Ypor eso calificaba Jesús a la riqueza pri-vada como riqueza injusta (mamona têsadikías: Lc 16,9).

El Concilio, no obstante, me pareceambiguo en este punto: la frase poste-rior «al estado toca impedir que se abuse

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de la propiedad privada en contra delbien común» [71] favorecería a mi modo de ver una interpretación más en línea con la doctrina patrística. Sin em-bargo, lo que se ha venido enseñandoluego de GS se limita (y esto ¡sólo enteoría!) a la famosa «función social» dela propiedad. El mismo Concilio favo-rece esa limitación cuando, a continua-ción de la frase que acabo de citar, haceuna espléndida descripción de la situa-ción cruel e injusta de muchos bracerosen países con grades latifundios (cafeta-leros, etc.), pero luego se limita a pro-poner soluciones que no pasan de me-joras en salarios, condiciones laboralesy seguridad; pero cuando acepta un poco a regañadientes (con un “másaún”) la «expropiación de propiedadesinsuficientemente cultivadas» la com-pensa no tando que «siempre que el biencomún exija una expropiación, debe va-lorarse la indemnización según equidad,teniendo en cuenta todo el conjunto de circunstancias» [ibíd.]. Estas mitiga-ciones pueden comprenderse teniendoen cuen ta que la GS habla «a todos loshombres» y por tanto está considerandoahora no la ley de Dios sino las leyes ci-viles. Pero debemos añadir que, cuandose trate de cristianos y no de todos loshombres, la verdadera enseñanza cató-lica es la del límite de la propiedad, nola de una simple función social (que, porlo demás, tampoco es aceptada por unabuena parte de nuestra sociedad actual).No haber entrado aquí a fondo en el tema de los impuestos es una limitaciónseria de GS.

Subrayo esto porque, para mí, esmuy claro que la Iglesia ha ido adop-tando poco a poco la visión pagana de

la sociedad (derivada unas veces del derecho romano: ius utendi et abutendiy otras de lo que se llama «el indivi-dualismo posesivo» de Locke), y hatraicionado su mejor tradición contravi-niendo el precepto paulino (citado tam-bién por GS) de «no adaptarse a los cri-terios de este mundo» [37]. En el temade la propiedad la Iglesia se ha confor-mado casi totalmente con los criteriosde este mundo.13 No ha cumplido ellamisma el consejo que daba GS en estecampo: «elimínese el criterio de consi-derar como absolutamente inmutablesciertas costumbres» [69]. Y ése ha sidouno de los factores que han contribuidoa hacer totalmente imposible que «la actividad económica obedezca los de-signios de Dios sobre el hombre» [64].Semejante adaptación al mundo ha aca-bado dañando a la misma Iglesia: GSafirma ya lo que luego retomará JuanPablo II en la SRS: la obligación de laIglesia de desprenderse de objetos lujo-sos de culto cuando esto sea necesariopara ayudar a los desposeídos [88]. Elsilencio (no ya obsequioso ni respetuoso,sino más bien) irrespetuoso con que hasido acogido semejante precepto en laIglesia universal, priva a la comunidadeclesial de ser «luz de las gentes» y «sa-cramento de comunión» para todos loshombres y mujeres del planeta.14

Entre los temas de la igualdad y dela economía (que, en mi opinión debe-rían ir más unidos) inserta GS otra re-flexión eclesiológica de la cual, en estemomento quisiera destacar tres puntos:

a) La solemne afirmación de que «el divorcio entre la fe y la vida diariade muchos debe ser considerado comouno de los más graves errores» [43] en

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la Iglesia actual. Por la localización deesta frase entre los dos puntos antes tra-tados parece evidente que ese divorcioentre fe y vida se refiere a la incoheren-cia de muchos denominados católicospero totalmente ausentes del esfuerzopor hacer la vida de los seres humanosen este planeta más justa y más iguali-taria. En mi modesta opinión la únicarespuesta dada en todo el mundo católi-co a esta acusación del Concilio ha sidola teología de la liberación (por muchoque se quiera decir en su contra –y quese dice más bien como defensa propiade los atacantes–). Muchos obispos, porejemplo, parecen creer que el funda-mento para una sociedad cristiana radi-ca exclusivamente en la familia y en lamoral familiar. Los otros son problemasque pueden irse solucionando poco apoco. No perciben que una condiciónindispensable para esa moral familiar esun mínimo de condiciones de vida dig-nas, que cada vez van siendo negadas amás gentes, con lo que el cristianismoqueda destinado sólo a las clases alta ymedia. Y éstas, a su vez, se supone quecumplen con su moral familiar, pero sede sentienden casi totalmente de susobligaciones sociales. El significado deaquella expresión tan clásica, «católicopracticante», pone en evidencia ese mo-do de concebir. La misma liturgia de laIglesia para nada parece dirigida a lospobres que son sus primeros destinata-rios. Así se produce ese divorcio entrela fe y la vida diaria que denuncia convigor GS.

b) En coherencia con esto, hay enese mismo número 43 una interpelacióna los laicos a quienes se recuerda la mi-sión de «ser testigos de Cristo en todo

momento, en medio de la sociedad hu-mana» para así «cristianizar al mundo».Ser testigos de Cristo y cristianizar almundo no puede ser, en este contexto,una mera exhortación a esa forma de catolicismo reducida al cumplimientodel precepto dominical y de la fidelidadmatrimonial. Ha de referirse a todo loantes dicho sobre la necesidad de crearun mundo más igualitario.

c) Más discutible me parece que sediga sólo a los obispos que «son elloslos que con su trato y su trabajo pasto-ral exponen al mundo el rostro de laIglesia que es el que sirve a los hombrespara juzgar la verdadera eficacia delmensaje cristiano» [43]. Aparte de que,en este momento histórico, crea yo queuna gran mayoría de obispos están des-figurando el rostro de la Iglesia y dan alos hombres una pésima impresión sobre la eficacia del mensaje cristiano(como dijo antes GS hablando de lascausas del ateísmo), creo que ésa es mi-sión de toda la Iglesia, de toda la comu-nidad de cristianos como había dichoGS en su arranque. Y de hecho, en laslíneas siguientes se habla de que toda«la Iglesia (obispos religiosos y fieles)aun por sus sola presencia… es fuenteinagotable de las virtudes de que tan ne-cesitado anda el mundo de hoy» [ibíd.].Por evocar una anécdota lejana, pero tópica, no fue la gran mayoría de obis-pos arrianos, sino la fe del pueblo la quedio al mundo el verdadero rostro de laIglesia. Probablemente hay aquí una deesas incoherencias que se dan a veces enlos textos conciliares como resultado dela yuxtaposición de posturas diferentes.Pero esa última frase citada me parecemás en consonancia con lo que dice el

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decreto de los laicos sobre «el dinamis-mo apostólico del pueblo de Dios y lafunción de los seglares en la misión dela Iglesia» [AA 1].

Es comprensible, y se agradece, quetras ese maravilloso programa, reconoz-ca GS «la enorme distancia entre elmensaje que ella anuncia y la fragilidadhumana de los mensajeros a quienes está confiado el evangelio» [43]. Permí -taseme añadir que esa distancia se havuelto mucho mayor hoy, a los cincuen -ta años del concilio, como parece haberreconocido el lamento del entonces car-denal Ratzinger, el viernes santo del2005,15 aludiendo a las guerras en el in-terior de la curia romana, a los escánda-los de pederastia encubiertos por tantosobispos y a la corrupción introducida enla misma Roma por el fundador de loslegionarios de Cristo…

En cualquier caso, este capítulo ter-mina reconociendo que, cumpliendo loenseñado, «los cristianos pueden con -tribuir mucho (no sólo) al bienestar dela humanidad, (sino también) a la pazdel mundo» [72]. Con esto estamos en

nuestro próximo capítulo. Pero no quie-ro pasar a ese nuevo capítulo sin evocarunas preciosas y preocupadas palabrasque dirá más adelante GS. Preciosas ydolorosas porque esa preocupación seha convertido en realidad cincuentaaños después: «Que no sirva de escán-dalo a la humanidad que algunos países,generalmente los que tienen una pobla-ción cristiana sensiblemente mayorita-ria, disfruten de la opulencia, mientrasotros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por elhambre, las enfermedades y toda clasede miserias» [88]. En estos momentosresulta que los países de tradición cris-tiana son los «epulones» de la parábolade Jesús, mientras los «lázaros» no cris-tianos están a nuestras puertas «desean-do hartarse de las migajas que caen denuestras mesas». Ese escándalo es sen-tido también por muchos cristianos y religiosos. Y hay que añadir aunqueduela que, por sentir y tratar de eliminarese escándalo, se han visto con frecuen-cia desautorizados por las autoridadeseclesiásticas.

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Según el documento conciliar, paz im-plica una suficiente plenitud de relacio-nes y una ausencia de conflictos, lascuales no se dan sin la justicia (Is 32,17):«la paz no es la simple ausencia de gue-rra ni el resultado de solo el equilibriode las fuerzas, o de una hegemonía des-pótica. No se puede lograr si no se ase-gura el bien de las personas y la comu-nicación espontánea entre los hombres»[78]. Y entre las causas de la discordiaentre los hombres se cita expresamente«las excesivas desigualdades entre loshombres y la lentitud en la aplicación delas soluciones necesarias» [83].

La carrera de armamentos, tan con-traria a la paz, es por eso un primer fru-to de esa injusticia porque, como decía

el gigante de Asís: «si tuviéramos (injus-tamente) bienes necesitaríamos armaspara defenderlos». Por eso puede venirbien, en este momento, una palabra pre-via sobre esos «nuevos ateísmos» queme parecen los ateísmos más flojos queconozco, pero que parten del axioma deque el monoteísmo es intrínsecamenteviolento, argumentando desde la trágicaexperiencia del 11S en New York.

3.1. Un problema previo de hoy:monoteísmo y guerraPor supuesto la Biblia tiene páginas deuna violencia llamativa que, desdeMarción a Simone Weil han llevado aalgunos cristianos a un rechazo global

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3. LA PAZ

Me voy a fijar en el tratamiento de GS sobre la paz social e internacio-nal prescindiendo de posibles alusiones a la paz interior de cada per-sona.

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del Primer Testamento. Rechazo que laIglesia, no obstante, nunca admitió, yhabrá que ver por qué. Pero antes hayque examinar la argumentación de esosnuevos ateísmos al menos en tres pun-tos, que plantean sin duda un problemareal:

a) En primer lugar, los textos mono-teístas están llenos de páginas no vio-lentas y pacificadoras que han hecho delshalom (salam, shanti, paz…) una es-pecie de distintivo o saludo de las reli-giones monoteístas. Una metodologíacientífica obliga a analizar todos los casos y no erigir uno solo en definidorde lo que se estudia.

b) En segundo lugar una buena par-te de la violencia de Israel se da cuandoel pueblo no era aún monoteísta sino sólo “monólatra”: la fe en Yahvé no ne-gaba la existencia de otros dioses, sinoque sólo afirmaba la superioridad delDios de Israel sobre ellos. Por tanto, loque parece más intrínsecamente violentono es el monoteísmo sino el politeísmoporque lleva a la lucha inevitable entrelos diversos dioses o absolutos.

c) Y en tercer lugar, otra buena par-te de la violencia israelita no acontececontra los “de fuera”, contra los infieles,sino que tiene lugar en seno mismo delpueblo monoteísta. Israel puede despre-ciar al pagano, evitarlo para no conta-minarse; pero no proclama cruzadascontra los infieles (como quizás hace elIslam, según algunos y como hizo elcristianismo medieval). El monoteísmojudío llevaba al pueblo más bien a vivircerrado en sí mismo y sin preocuparsede los demás pueblos, salvo para ser«luz de las gentes» como pedía Isaías.

Ahora intentaremos buscar la raíz de es-ta violencia pero, si se daba al interiordel monoteísmo, no cabe decir que éstefuera su causa.

¿Cuál es pues la raíz de la violenciajudía? Prescindiendo ahora de la épocade la conquista donde, como he dicho,habría que hablar de monolatría másque de monoteísmo, hay que estudiaraquí la vida posterior del pueblo. Y a esavida nos llevan, más que los libros his-tóricos, todo el conjunto de plegariasque constituye el salterio donde convi-ven, como ya sabemos, imprecaciones y propósitos de una violencia increíble,con algunas de las expresiones más pu-ramente religiosas de la historia huma-na. ¿Dónde está la clave de esta contra-dicción? Pues desgraciadamente no enaquello que es propio sólo de los hom-bres religiosos sino en aquello que debeser común a todos los hombres: la éticay la moral. La experiencia que sacudeconstantemente la fe del judío piadosoen Yahvé es ver que, si el Dios único espoderoso y justo, habría que esperar quea los hombres justos les vayan bien lascosas y mal a los impíos. Pero sucedeexactamente al revés: el justo se ve sa-queado, pisoteado y vencido, mientrasque los impíos se limitan a argumentarque Dios no lo ve, o que no le importa,y se dedican a acechar al hombre buenopara saquearlo y pasean orondos por lascalles ladrando como perros. Al princi-pio el salmista cree que pronto verá elcastigo de los malvados y reza confiado:«en verdad los pones en el disparadero».Pero ese castigo no llega.

La preocupación del salmista pasa aser entonces que, si las cosas siguen así,los malvados se van a convertir en ejem-

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plo para todos los jóvenes de su puebloy la «porción de Yahvé va a quedar corrompida para siempre». Esta dobleobsesión, por el triunfo de la injusticiay por el arrastre del mal ejemplo, le vavolviendo decididamente violento. Y elsalterio pasa de unas primeras expresio-nes de confianza («vi al injusto, volví apasar… y ya no estaba») a imprecacio-nes de una dureza que de ningún modopuede ser rezada (como las del salmo108 por ejemplo). Habrá que esperarhasta Jesús para que la oración del justoperseguido no sea «Dios mío castíga-los» sino «Padre perdónalos».

No soy experto en Antiguo Testa -mento y no sé si es posible una dataciónprecisa de todos y cada uno de los sal-mos. La evolución que insinúo puedeser más o menos aceptable desde el or-den y la numeración actual de los sal-mos. Pero no sé hasta qué punto pudoinfluir también en determinadas con-ductas que narran los libros históricoscomo, por ejemplo, la del castigo deKoré en el libro de los Números. Peroesta curiosidad histórica no hace al casoahora. Lo que quería subrayar, contralos nuevos ateísmos, es esa constataciónde que la tentación violenta surge másbien de la desesperación ética por eltriunfo de la injusticia en el mundo.Ellos mismos confirman este argumen-to: lo que les ha impactado y descon-certado es el impresionante triunfo de lainjusticia y la muerte de inocentes quese dio en los atentados de las TorresGemelas. Desde ahí, un proceso total-mente carente de rigor científico les hallevado a diagnosticar el monoteísmocomo causante de aquellas injusticias. Y tras ese diagnóstico ellos mismos se

vuelven violentos proclamando sin ru-bores la «intolerancia contra los tole-rantes» es decir, contra aquellos que, sinser creyentes, practican la toleranciacon los creyentes en lugar de procuraracabar con ellos. El proceso de estosnuevos ateos hacia la intolerancia no se diferencia mucho del proceso de los autores del salterio.

La paz y la no violencia se nos vin-culan así con la ética y confirman eldiagnóstico citado del profeta Isaías, mu -cho más certero que el de esos nuevosateos: la paz es fruto de la justicia. Dehaber enfocado así las cosas, quizá sehabrían preguntado si, por debajo de labarbarie cruel y criminal de aquellosatentados no había otra injusticia ante -rior contra la cual los atentados reaccio-naban desesperada y desproporcionada-mente. Por supuesto, me estoy refiriendoahora a la injusticia del imperialismooccidental y, más en concreto, del im-perialismo del dinero y, aún mejor for-mulado, del imperialismo de Mamôn,conservando la palabra aramea usadapor Jesús y que designa al Dinero comoDios y como Señor del hombre: comoalguien a quien se sirve incondicional-mente porque (en cuanto dinero priva -tizado) tiene un poder salvífico muy superior al de todos los demás dioses.

Llegamos así, con Isaías y con lacuestión del 11S, a un concepto previoe inevitable a la hora de hablar de la paz:el de la violencia establecida. Estableci -da quiere decir entre otras cosas, impune;y además corruptora y, por si esto fuerapoco, también anónima: porque no tie-ne rostros personales sino que está disi-mulada en las estructuras mismas de laconvivencia. Esta violencia establecida

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es la que provoca generando la tentaciónde una respuesta violenta la cual, encuan to se ponga la más mínima confian -za en ella, acaba generando la clásica«espiral de la violencia» tan lúcidamen-te denunciada por Helder Cámara. Esaviolencia establecida es muchas vecesatea (o mejor: simplemente pagana), pero otras muchas veces usa a Dios como argumento, confundiendo lo queE. Mounier calificara como «desordenestablecido», con la voluntad de Dios.De ahí que la idea de Dios ande revolo-teando silenciosamente en todo lo quevamos a decir.

Tras esta ambientación de nuestrosdías, veamos alguna de las enseñanzasde GS.

3.2. Autoridad mundial y carrerade armamentosMe parece muy importante y olvidadoel lamento por que «falte una autoridadinternacional competente y provista demedios eficaces». Un lamento que seañade a la advertencia, hoy claramenteantinorteamericana: «la potencia bélicano legitima cualquier uso militar o polí-tico de ella» [79]. El ridículo fantocheque son hoy las Naciones Unidas quedapuesto en evidencia por estas palabras;mucho más hoy en día, dado que, conocasión del cincuenta aniversario de laONU, se hicieron importantes propues-tas de urgentes reformas que los res-ponsables últimos de esta organizaciónse negaron a poner en práctica.16 Nuestromundo del s. XXI se ha cansado ya decontemplar situaciones trágicas que ne-cesitarían esa autoridad mundial y que,por faltar ésta o haber quedado reduci-

da a un espantajo, nadie puede resolver.De ahí que GS vuelva sobre el tema pocos números después: «Debemosprocurar con todas nuestras fuerzas pre-parar una época en que, por acuerdo delas naciones, pueda ser absolutamenteprohibida cualquier clase de guerra.Esto requiere el establecimiento de unaautoridad mundial reconocida por todos,con poder eficaz para garantizar la segu -ridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos» [82]. Esplén -dido texto que arranca de una lúcida lec-tura de otro signo de los tiempos: el con-cepto de guerra ha cambiado totalmentepor la aparición de las armas modernasy «esto nos obliga a examinar la guerracon mentalidad totalmente nueva» [80].Esta frase atempera y da provisionali-dad a lo que había dicho antes de quemientras falte una autoridad mundial«no se podrá negar el derecho de legíti-ma defensa a los gobiernos» [79]. Poreso, la mentalidad nueva con que debeser abordada hoy la guerra, lleva otravez no sólo a la necesidad sino a la ur-gencia, de esa autoridad mundial.

En este contexto es absolutamentelógica, más aún: necesaria, la denunciade la carrera de armamentos. Tanto porrazones de paz («esta acumulación dearmas que se agrava por años sirve, demanera insólita, para aterrar a posiblesadversarios») como de justicia: «al gas-tar inmensas cantidades en tener siem-pre a punto nuevas armas no se puedenremediar suficientemente la miseriasdel mundo entero» [81]17. La justicia yla paz vuelven a besarse aquí como enla oración del salmista. Lástima que sólo se besen en la oración y no en la acción de los políticos. Y ello a pesar de

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la impresionante imprecación que pre-cede a todo este texto: «los obispos detoda la tierra aquí reunidos piden con in-sistencia a todos, principalmente a losjefes de Estado y los altos jefes de ejér-cito, que consideren incesantemente tangran responsabilidad ante Dios y antetoda la humanidad» [80]. Para mayorirrisión (por no decir sacrilegio), el úni-co jefe de estado que parecía considerarsu responsabilidad “ante Dios” (rezan-do antes de sus consejos de ministros)lo que hizo fue acelerar e incrementaresta carrera de armamentos. De ahí laenorme importancia que tiene en el futuro prescindir de la coincidencia enpronunciar la palabra “Dios”, para aten-der más a qué imagen de Dios se refiereesa palabra. Y la responsabilidad de lamisma Iglesia por haber velado tantasveces (en vez de desvelar) el verdaderorostro del Dios de Jesucristo.

En este contexto es bueno saber que,durante la redacción de GS costó sacaradelante lo relativo a la carrera de arma -mentos y que aquí quienes más resis-tencia oponían a lo que enseña GS, fueron precisamente los obispos nortea -mericanos (los más abiertos en otroscampos), supongo que presionados porsu gobierno. La rumorología conciliarañade a este dato que Pablo VI defendiódecididamente el texto conciliar, ante elepiscopado norteamericano y frente alas presiones de la Curia aunque, a cam-bio de ello, hubo de aceptar algunos“contrapesos” en la enseñanza de GSsobre la familia y el matrimonio, queaquí no estudiamos. Pero a nosotros nosinteresa más esto otro: Estados Unidos(el primer gran negociante de armas detodo mundo) puede hoy obrar relativa-

mente bien cuando dice que Israel tienederecho a defenderse. Pero procede es-candalosamente mal cuando no añadeque esa defensa debe ser proporcionaday no tan criminal como la llevada a cabopor Netanyahu en noviembre del 2012.Y eso Estados Unidos no puede decirlo,no ya porque el lobby judío norteameri-cano puede significar pérdida de votossino, sobre todo, porque vende a Israelun armamento supersofisticado y que leda una superioridad aplastante. De estemodo, y por culpa de ese comercio dearmas, ocurre no sólo que los EstadosUnidos pierden toda autoridad moral eneste mundo (tanto si gobiernan republi-canos como demócratas), sino que de -samparan a esa otra minoría judía prác-ticamente silenciada, que representa lomejor y lo más ético y más honrado delestado israelí.

Al acabar toda esta búsqueda de laconcordia entre los pueblos vuelven abesarse la paz y la justicia como antesvimos. Y por eso GS casi cierra este úl-timo capítulo con dos observacionesque vale la pena resaltar: la primera,más vaga, alude a la necesidad de «es-tablecer un auténtico orden económicouniversal», para lo cual es indispensable«acabar con las pretensiones de lucroexcesivo, las ambiciones nacionalistas,el afán de dominación política, las pre-ocupaciones militaristas y los manejospara difundir e imponer las ideologías»[85]. GS fue así precursora del decretode Naciones Unidas (casi diez años des-pués, en 1974) sobre la necesidad del«establecimiento de un nuevo ordeneconómico internacional», aprobadopor 120 votos a favor, con sólo 6 en con-tra y 10 abstenciones. Si una decisión

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tan mayoritaria ha quedado en puro pa-pel mojado, es debido a que los “nos”venían de EEUU, Alemania, GranBretaña, Dinamarca…; y entre las abs-tenciones estaban Japón, Francia, Italia,Holanda, Israel, Canadá… Esta doblelista constituye la mejor prueba de quenuestro mundo sigue dominado no porla concordia sino por la tiranía de los pa-íses ricos. Y de que la autoridad mun-dial sólo se hace presente por el dolorque causa su ausencia.

La segunda observación que queríacitar es la propuesta de «que se cree unorganismo universal de la Iglesia que

tenga como función estimular a la co mu - nidad católica para promover el de sa -rrollo de los países pobres y la justiciasocial internacional» [90]. Aquí puedehaber también un anticipo de lo que lue-go (a nivel mundial) ha sido el destinodel 0’7 de los PIBs de cada país a ayudaal desarrollo. También el vergonzosofracaso de esta propuesta pone de relie-ve no sólo la incoherencia humana, sinotambién la poca eficacia de las autori-dades eclesiásticas para estimu lar a loscatólicos a poner en práctica propuestascomo la citada. Otra vez la separaciónentre fe y vida…

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Pero quizás pueda empalmar con estetercer punto de nuestra exposición la vi-sión de GS sobre el ser humano y lo quedice sobre el antropocentrismo. Puesecologistas modernos atacan al mismoantropocentrismo como raíz de todo elproblema ecológico.

En la pasada reunión de teólogos dela liberación en Unisinos (Brasil, octu-bre del 2012), hubo cierta discusión so-bre este punto entre teólogos europeosy latinoamericanos que culpaban al an-tropocentrismo europeo del olvido de la

tierra y reivindicaban el culto a la Pa -chamama propio de varias religiosida-des latinoamericanas.

Que el Occidente actual ha perdidoel respeto a la que Francisco de Asís lla-mó «hermana, madre tierra» me pareceinnegable. Que la razón de esa pérdidade respeto sea, sin más, el antropocen-trismo, me parece que puede matizarsemediante la distinción entre un antro -pocentrismo recibido (y por tanto res-ponsable) y un antropocentrismo autoa-tribuido (y por tanto expoliador). En la

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4. INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN

GS no habla del tema ecológico, hoy tan agudo y tan urgente. Des -conoce todo el problema de la amenaza tecnológica (tan seriamentetratado más tarde por J. Elull), y sólo le preocupa la observación de quelas ciencias y la técnica no llegan a la dimensión última de las cosas,con lo que, si se las erige en última palabra sobre la vida derivarán enun falso agnosticismo [57].

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misma Biblia cabría distinguir entre elantropocentrismo de los dos primeroscapítulos del Génesis (el dominio de latierra en el sentido de hacerla habitabley cuidarla), y el antropocentrismo de latorre de Babel que vuelve la tierra inha-bitable por la misma confusión entre loshombres.18

Situados aquí, veamos lo que diceGS: «El hombre recibió el mandato degobernar el mundo en justicia y santi-dad, sometiendo a sí la tierra y cuantoen ella se contiene y de orientar a Diosla propia persona y el universo entero...De modo que con el sometimiento de to-das las cosas al hombre, sea admirableel nombre de Dios en el mundo... Loscristianos lejos de pensar que las con-quistas logradas por el hombre se opo-nen al poder de Dios y que la criaturaracional pretende rivalizar con el Crea -dor, están, por el contrario, persuadidosde que las victorias del hombre son sig-nos de la grandeza de Dios, y conse-cuencia de su inefable designio. Cuantomás se acrecienta el poder del hombre,más amplia es su responsabilidad indi-vidual y colectiva» [34].

Puede decirse que este párrafo hablade un antropocentrismo: pero se trata deun antropocentrismo orientado a Dios,signo de Su grandeza y que hace admi-rable el Nombre de Dios y, por tanto, como antes dije, un antropocentrismorecibido y responsable. Aquí el dominiodel mundo no es un dominio cualquie-ra, sino en justicia y santidad. Y se dejaclaro que a más poder, corresponde ma-yor responsabilidad. A éste se le contra-pone otro antropocentrismo que rivali-za con Dios, aunque es innegable que eloptimismo de GS en su reconciliación

con el mundo moderno, le impide per-cibir más seriamente las dimensiones yla seriedad de esa irresponsabilidad tí-pica del economicismo occidental (ca-pitalista o comunista).

Esta distinción impide hablar del an-tropocentrismo en general como causade la tremenda amenaza ecológica ac-tual, y permite poner al ser humano encomunión con la naturaleza sin necesi-dad de reducirlo a una pieza más de ellay de privarlo de su carácter de cumbrede la creación. Hegelianamente dicho,cada avance de la historia no debe su-primir los estratos anteriores sino con-servarlos transformados. Dicho en líneacon la tradición cristiana, GS desacrali-za al mundo y, en este sentido, lo poneen manos del ser humano. Pero desa -cralizar al mundo no significa divinizarabsolutamente al hombre.

De todos modos, salvar este aspectolegítimo del antropocentrismo tampocoes suficiente para afrontar el actual pro-blema ecológico, que puede ser la ame-naza más seria, más cercana y más pro-bable de todas las que asedian al planetatierra. Pero éste es en realidad un pro-blema posterior al Vaticano II y, en estesentido, no creo que podamos pedirlemás al documento conciliar. Faltaríahoy alguna voz autorizada y proféticade la Iglesia que clamara contra la irresponsabilidad creciente de ese «in-dividuocentrismo» (más que antropo-centrismo), que caracteriza a todo el sis-tema social de Occidente y del que hoytodo el mundo es prisionero y no en-cuentra modos de salir de esa prisión.

No hace falta evocar para confirmaresta frase lo decepcionante y entristece-dor de todas las reuniones sobre el cam-

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bio climático y problemas similares.Los líderes mundiales dan la sensación,por un lado, de ser conscientes del pro-blema y, por el otro lado, dan tambiénla sensación de no ser capaces, o no es-tar dispuestos, a afrontarlo con la serie-dad que el problema ecológico reclama.Por eso he dicho que esta amenaza esquizá la más inminente y la más seria de las que acongojan hoy a nuestro pla -ne ta. La integridad de la creación recla-maría hoy otro documento conciliar.Aunque, si se le va a conceder la misma

escasa audiencia que ha tenido la GS sobre los problemas que ella trató, tam-poco hace demasiada falta esa palabranueva…

Me limito por eso a constatar que,con la distinción entre dos formas de an-tropocentrismo, creo que se salvaría elpeligro que me parece detectar en algu-nas afirmaciones últimas de LeonardoBoff que no sé si van más allá de su pri-mer título sobre este problema: que el«grito de la tierra» acabe ahogando casipor completo el «grito de los pobres».

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En mi visión personal suelo resumir asíeste doble aspecto: hacia fuera la Iglesiadebe aparecer como radicalmente igle-sia de los pobres, como servidora y nodirectora del mundo, y como unida y nofraccionada en varias iglesias. Es bienfácil percibir las raíces evangélicas deestos tres rasgos. Hacia dentro, la Iglesianecesita una profunda reforma de papa-do y jerarquía que la convierta en unaverdadera “comunión” y no en una mo-narquía absoluta.

Pero no se trata ahora de mi visónparticular. GS ofrece también, dispersa-

mente y de manera no sistemática, unaserie de intuiciones que este comentariodebería tratar de sistematizar. Esa siste-matización quizás puede hacerse en tor-no a un triple capítulo: a) pequeñas des-cripciones o definiciones que la Iglesiada de sí. b) Aspectos positivos: en elsentido de deseos o buenos propósitosque hace la Iglesia para su conducta conel mundo. Y c) aspectos negativos: que,aunque estén formulados de manera po-sitiva, son en realidad confesiones deerrores o de límites que la Iglesia reco-noce en su relación con el mundo.

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5. ECLESIOLOGÍA PARA HACER REAL LO ANTERIOR

todo lo anterior requiere una determinada concepción de la misión dela Iglesia para poder ser implementado. Como ya insinuamos en laintroducción, GS ofrece también esa teología de la Iglesia ad extra que,además, empalma muy bien y brota de la eclesiología ad intra que ofre-ce lG. así se hermanan los dos aspectos de la Iglesia (hacia dentro yhacia fuera) en que tanto Pablo VI como el cardenal Suenens queríanque confluyera toda la enseñanza conciliar.

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Intentemos verlos (añadiendo en ca-da cita el número de GS en que aparece):

5.1. Qué dice de sí la Iglesia

5.1.1. Textos conciliares«La comunidad cristiana integradapor hombres reunidos en Cristo yguiados por el Espíritu en su pere-grinar hacia el Reino, ha recibido labuena noticia de la salvación paracomunicarla a todos.» [1] «El espíritu de pobreza y caridad songloria y testimonio de la Iglesia deCristo.» [88]«Todo el bien que el pueblo de Diospuede dar a la familia humana… de-riva del hecho de que la Iglesia es sacramento de salvación.» [45]«La misión (de la Iglesia) es fomen-tar y elevar todo cuanto de verda -dero, de bueno y de bello hay en lacomunidad humana.» [76]«Su razón de ser es actuar como fer-mento y como alma de la sociedad.»[40]«En virtud de su misión y su natura-leza no está ligada a ninguna formaparticular de civilización humana nia sistema alguno político, económicoo social.» [42]«La Iglesia… no está liga da de unamanera exclusiva e indisoluble a nin -guna raza o nación, a ningún génerode vida particular, a ninguna cos-tumbre antigua o reciente… Puedeentrar en comunión con las diversascivilizaciones. De ahí el enriqueci-miento que resulta, así para ella como para cada cultura.» [58]

5.1.2. ComentarioNo es difícil encontrar aquí una peque-ña eclesiología dogmática que empalmaademás con LG: La Iglesia es una co-munidad de creyentes agrupados en tor-no a lo que significa el acontecimientode Cristo, y que se sabe poseedora deuna buena noticia para el mundo, capazde humanizarlo y mejorarlo. Por eso mepareció importante destacar al comienzoque GS prefería hablar de «comunidadde creyentes» más que de Iglesia. Unacomunidad que sólo puede ofrecer sumensaje desde la pobreza y el amor y nodesde la imposición, es decir: transpa-rentando esa buena noticia y esperandoque actúe como levadura y estí mulo enel mundo.

Los dos últimos textos añaden ade-más una aclaración importante a la ante -rior definición: lo que la Iglesia aportaal mundo no coincide con ninguna rea-lidad concreta de éste (ni racial, ni cultu -ral, ni sociopolítica). Puede abrazarlas a todas y, a la vez, ser enriquecida por todas ellas.

En resumen, y con una terminologíaque tomo de la teología de la liberación:la Iglesia es a la vez «un acicate escato-lógico» y un «reparo escatológico» parael mundo. Eso es y eso debe ser.

Y eso mismo puede ser formuladocon un lenguaje no religioso: la Iglesiatal como Dios la quiere debe aparecerante el mundo como «un horizonte utó-pico»: que incita a caminar pero que, como el horizonte, siempre parece ale-jarse cuando nos acercamos a él. Noquisiera volver a insistir en qué lejos es-tamos de eso. Por tanto, será mejor se-guir con la enseñanza de GS.

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5.2. Qué desea ser y qué ofrece

5.2.1. Texto conciliar«Ser íntima y realmente solidariadel género humano y de su historia;de modo que: los gozos y las espe-ranzas, las tristezas y angustias detodos los hombres de nuestro tiem-po, sobre todo de los más pobres,son, a la vez, gozos y esperanzas,tristezas y angustias de los discípu-los de Cristo.» [1]«Desea unir la luz del evangelio alsaber humano para iluminar el ca-mino emprendido por la humani-dad.» [33]«Los cristianos que toman parte activa en el movimiento económico-social de nuestro tiempo y luchanpor una mayor justicia y equidad…pueden contribuir mucho al bienes-tar de la humanidad y a la paz delmundo.» [72]«Los obispos… ayudados por los re-ligiosos y por sus fieles, demuestrenque la Iglesia, aun por su sola pre-sencia… es fuente inagotable de lasvirtudes de que tan necesitado andael mundo de hoy.» [43]

5.2.2. ComentarioAtendiendo a las palabras subrayadas sepercibe fácilmente el deseo de la Iglesia:una profunda solidaridad con el génerohumano;19 solidaridad que se traduce enunión y contribución respecto a la mar-cha del mundo que, hechas así, cree laIglesia que serán «fuente de bien» parael mundo. Y desde este deseo global sesigue una serie de actitudes concretas:

5.2.3. Qué ofrece la Iglesia según GS«Sincera colaboración de la Iglesiapara lograr la fraternidad universal.»[3]20

«Aprecia con el mayor respeto cuan-to de verdadero, de bueno y de justose encuentra en las variadísimas ins-tituciones fundadas ya o que ince -san temente se fundan en la humani-dad». Declara además que «quiereayudar y fomentar tales institucionesen lo que de ella dependa.» [42]«Donde sea necesario, según las cir-cunstancias, la misión de la Iglesiapuede crear, mejor dicho: debe crear,obras al servicio de todos, particu-larmente de los más necesitados.»[41]«La Iglesia… no pone su esperanzaen privilegios dados por el poder ci-vil; más aún, renunciará al ejerciciode ciertos derechos legítimamenteadquiridos tan pronto como consteque su uso puede empañar la purezade su testimonio o las nuevas condi-ciones de vida exijan otra disposi-ción.» [76]«Es deber del pueblo de Dios, y losprimeros los obispos, socorrer, en lamedida de sus fuerzas, las miseriasde nuestro tiempo y hacerlo, comoera costumbre antes en la Iglesia, nosólo con los bienes superfluos sinotambién con los necesarios.» [88]

5.2.4. ComentarioLa Iglesia ofrece un aprecio sincero yrespetuoso, una disposición a crear suspropias obras (como servicio y no comoautopromoción), la renuncia a privi -

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legios y hasta a derechos que puedanempañar la pureza de su testimonio. Yestá dispuesta a desprenderse inclusode bienes propios cuando haga falta.Las dos frases que he destacado en lascitas hacen ver que quizás en estos mo-mentos ha aparecido más el horizontede los pobres y miserables de este mun-do.

Estos propósitos serán para la Iglesiatambién una utopía y deberá reconocerlo que también hace este documento:«Sabe también la Iglesia que aun hoy es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragili-dad humana de los mensajeros a quie-nes está confiado el evangelio… Deigual manera comprende cuánto le que-da aún por madurar, por su experienciade siglos, en la relación que debe man-tener con el mundo» [43]. Pero sin queese «aguijón de Satanás» (2 Cor 12,7)le impida caminar en esa dirección y lahaga orientarse hacia la dirección con-traria. A algo de esto apunta el siguien-te apartado.

5.3. Qué confiesa y reconoce

5.3.1. Textos conciliares«La Iglesia… avanza juntamentecon toda la humanidad, experimen-ta la suerte terrena del mundo» [40],«sin que tenga a mano respuestaadecuada a cada cuestión.» [33]«La Iglesia afirma la autonomía le-gítima de la cultura humana y espe-cialmente la de las ciencias.» [59]«Los fieles no piensen que sus pas-tores están siempre en condicionesde poderles dar inmediatamente so-

lución concreta en todas las cuestio-nes, aun graves, que surjan.» [43]«La Iglesia… estima mucho todo loque en este orden [= para dar un sen -tido más humano al hombre y a suhistoria] han hecho y hacen las de-más iglesias cristianas o comunida-des eclesiásticas… Tiene asimismola firme persuasión de que el mun-do, a través de las personas indivi-duales de toda la sociedad humana,con sus cualidades y actividadespuede ayudarla mucho y de múlti-ples maneras en la preparación delEvangelio.» [40]«La Iglesia, en virtud del evange-lio… proclama los derechos delhombre y reconoce y estima en mu-cho el dinamismo de la época actualque está promoviendo por todas par-tes tales derechos.» [41]«Las energías que la Iglesia puedecomunicar a la actual sociedad hu-mana, no radican en el mero domi-nio exterior ejercido con medios pu-ramente humanos.» [42]«La Iglesia (aunque rechaza el ateís-mo) reconoce que todos los hom-bres, creyentes y no creyentes, de-ben colaborar en la edificación deeste mundo en el que viven en co-mún.» [21]«Reconoce cuanto de bueno se hallaen el actual dinamismo social, sobretodo la evolución hacia la unidad, elproceso hacia una sana socializacióncivil y económica.» [41]«La Iglesia reconoce los muchos be-neficios que ha recibido de la evolu-ción histórica del género humano...

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Necesita de modo muy peculiar laayuda de quienes, por vivir en elmundo, sean o no creyentes, cono-cen a fondo las diversas institucio-nes y disciplinas… Se enriquecetambién con la evolución de la vidasocial… Reconoce agradecida querecibe ayuda variada de parte de loshombres de toda clase o condición…Más aún, confiesa que le han sido demucho provecho y le pueden ser todavía, la oposición y aun la perse-cución de sus contrarios.» [44]

5.3.2. ComentarioHay en el primer grupo un clara confe-sión de sus límites y, por tanto, a vecesde su ignorancia; una confesión quecontrasta con esa sensación de «iglesiasabelotodo» que se ha pretendido im -poner desde Juan Pablo II. Esos límitesno brotan exclusivamente de la realidadcreatural de la Iglesia, sino a veces tam-bién del mismo evangelio, que no pre-tende imponerse influyendo en las le-gislaciones civiles por unas presiones depoder a poder,21 sino por la difusión delos valores evangélicos en toda la so-ciedad: lo cual es posible porque los va-lores evangélicos son profundamentehumanos y de la mejor calidad humana(por eso suelo decir que el seguimientode Jesús es accesible para toda la huma -nidad, aunque no lo sea la fe en Je sucris -

to). Pero sí debería la Iglesia, con mu-cha más intensidad de lo que lo hace, di-fundir y enseñar a todos los hombres debuena voluntad sus valores y sus argu-mentos en los dos campos (propiedadprivada y armamentismo), sin limitarsea dejar constancia de ellos en un docu-mento para luego olvidarse de ellos, co-mo pasa con casi todas las enseñanzassociales de la Iglesia. Sino buscando loscaminos para crear una opinión públicahasta conseguir que una mayoría de per-sonas, creyentes o no, acepten esos va-lores. Ése sería el camino para implan-tarlos en la sociedad. En consecuenciahay también un aprecio por todo lo queaportan otras realidades (desde la cien-cia hasta otras iglesias o confesiones).

En coherencia con eso, el segundogrupo de textos abre las puertas a todala humanidad en la misión de la Iglesiade construir «el reinado de Dios» (o el«otro mundo posible»), sabiendo queesa misión necesita muchas ayudas yagradeciendo las que ha recibido. Me -rece destacarse el reconocimiento bienevangélico de que esas ayudas han po-dido venirle incluso de sus enemigos ya través de la persecución: porque sabeque muchas veces, en la raíz de una per-secución (por injusta que sea), puedehaber una infidelidad previa de la Igle -sia que la persecución ayuda a detec-tar.22

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6. CONCLUSIÓN

al releer esta síntesis eclesial, uno no puede menos de recordar las pala-bras del discurso con que Pablo VI clausuró el Concilio: «una inmensasimpatía lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidadeshumanas… ha absorbido la atención de nuestro Sínodo». Y la aclaraciónpoco después de que esa orientación no ha «desviado» la mente de laIglesia por caminos ajenos a su misión, sino que la ha «vuelto» a su ver-dadero camino [8 y 14]. Estas palabras, capaces de iniciar en una hondaexperiencia espiritual, contrastan con la sensación actual de que unanotable antipatía lo está invadiendo todo en las relaciones Iglesia-mundoy que la institución eclesial ha apartado la mirada de los hombres paravolverla hacia sí misma. En mi modesta opinión, la causa de este desvíono es culpa de ningún papa, sino de la principal demanda del Concilioque ha acabado siendo la más incumplida, y que se encuentra en eldecreto sobre el deber pastoral de los obispos [9-10]: la reforma de laCuria romana: «los Padres del Concilio desean que esos dicasteriossean sometidos a nueva ordenación, acomodada a las necesidades delos tiempos, religiones y ritos…» y (creo yo que habría que añadir): a lamentalidad y los criterios de Cristo Jesús y de su evangelio (cf. fil 2,5).

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1. BONHOEFFER, Resistencia y sumisión, Sala man -ca, Sígueme 1983, p. 267.

2. GAILLOT, Una Iglsia que no sirve para nada,Santander, Sal Terrae, 1995.

3. Pío XII, «Proclama para un mundo mejor»,1952.

4. En RATZINGER, El nuevo pueblo de Dios, Barce -lona, Herder, 1972, págs. 351-52. Puede versela cita casi completa en GONZÁLEZ FAUS, Sím -bolos de fraternidad, Barcelona, Cristianismei Justícia, Cuaderno 138, pág. 38.

5. También me cuesta mucho entender que unaimportante autoridad eclesiástica haya podidodecir que se ha exagerado este párrafo conci-liar: es como decir que se puede exagerar elamor de Dios al mundo y a los seres humanos.

6. Freud o el mismo Drewerman (en Clérigos) ha -blan a veces como si este fuese el único factor:uno de los dos padres, maltratador, o acapara-dor que infunde una especie de odio o pavor asu sexo e impide cuajar bien a la sexualidaddel adolescente. Pero temo que generalizandemasiado.

7. «La humanidad, que ya está en grave peligro apesar de su ciencia admirable, quizá sea arras-trada funestamente a aquella hora en la que no habrá otra paz que la paz horrenda de la muer-te» [82].

8. En M. KEYNES, Teoría general del empleo, elinterés y el dinero, escrito a la salida de la cri-sis del 29. En los últimos diez años en laAlemania de Merkel han aumentado esas dife-rencias más que en ningún otro lugar de la UE;y, en el país más rico de Europa, han vuelto aaparecer verdaderos pobres.

9. La asamblea del episcopado latinoamericano enPuebla (en 1979) respira de manera parecidaañadiendo que «si esto es posible es, entonces,una obligación» [21].

10. Para ampliar esto un poco más remito al artí cu -lo «Jesús y el dinero», en la Revista Latino a -me ricana de teología, 85 (2012).

11. Por ejemplo, en la espléndida descripción quedio en Puebla de nuestro sistema económico

como productor de «ricos cada vez más ricosa costa de pobres cada vez más pobres».

12. Quizá pueda funcionar como excepción estetexto de Pío XII que, paradójicamente, noescribió ninguna encíclica social pero parecehaber percibido las contradicciones a que lle-vaba la enseñanza de los papas anteriores: «laconciencia cristiana no puede admitir comojusto un ordenamiento social que, o niega enabsoluto o hace prácticamente imposible ovano el derecho natural de propiedad… [NB.Lo que sucede fatalmente cuando un 10% dela humanidad posee casi el 80% de las rique-zas del planeta]. Por ello, allí donde el capita-lismo se basa sobre tales erróneas concepcio-nes y arroga sobre la propiedad un derecho ilimitado, sin subordinación alguna al biencomún, la Iglesia no pretende sostener pura ysimplemente el actual estado de cosas como sien ello viera la expresión de la voluntad divinani proteger por principio al rico y al poderosocontra el pobre y el desposeído» (Ra dio men -sa je del 1 de septiembre de 1944, ns. 22, 24 y28). Luego de GS la Populorum Pro gres sio dePa blo VI será aún más radical: «todos los de -más derechos sean los que sean, comprendi-dos en ellos los de propiedad, están subordi-nados a éste (= al derecho de todo hombre aencontrar en la tierra lo que necesita)» [22].Lástima que estas espléndidas palabras seanmenos que agua de borrajas en la vida actualde la Iglesia.

13. Cuando abogo por esa limitación intrínseca delderecho de propiedad, fundada en que éste esun derecho secundario, al servicio del derechoprimario de los bienes de la tierra, no estoyabogando porque eso se haga de manera inge-nua e irracional. Quiero recordar que la clásicamoral católica era mucho más sensible en estepunto de lo que lo es la moral de hoy. Y losgrandes clásicos analizaban y discutían paradelimitar aquello que debe entenderse comosuperfluo entre los bienes de los que poseenmás. Quizá con cierta condescendencia para

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NOTAS

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con éstos; pero al menos con la valentía deplantear el problema.

14. Hubiera sido muy de desear que después delConcilio la teología moral se hubiese encara-do más con dos temas que GS no conoció: elde la economía financiera (cuando para la doc -trina social de la Iglesia, la principal fuente depropiedad es el trabajo) y el del préstamo ainterés en el que se está produciendo un cambiohistórico, inverso al que se dio hacia el s. XIII

y que la Iglesia no supo percibir emperrándoseen su negativa a todo interés. Ahora, al revés,el dinero ha pasado de ser «ocasión» de enri-quecimiento a ser «causa de riqueza» (lo cuales absurdo y modifica otra vez el sentido delinterés). Pero, a pesar de dramas como el de«la deuda del tercer mundo», ni la teología ofi-cial ni el magisterio parecen haber percibidoeste cambio.

15. «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y en los que,por su sacerdocio, deberían estar entregados alRedentor! ¡Cuánta soberbia! La traición de losdiscípulos es el mayor dolor de Jesús.»

16. Remito como único ejemplo al libro de V.FISAS, El desafío de Naciones Unidas ante elmundo en crisis, Barcelona, Icària, 1994. Y mibreve presentación en el suplemento 87 de CJ:«La paz nuevo nombre del desarrollo. A loscincuenta años de la Carta de las NacionesUnidas».

17. Hoy las cosas han empeorado hasta extremosin creíbles: la carrera de armamentos gasta4.000 millones de dólares diarios. Mientrasque con sólo 12.000 millones anuales se po -dría erradicar el SIDA.

18. Sobre el sentido del lenguaje del Génesis,sobre todo por lo que hace a la traducción del

verbo kabash (dominar), remito a lo que escri-bí en GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano.Visión creyente del hombre, Santander, SalTerrae, págs. 72-78 («El hombre, creatura… yseñor»). Más en GONZÁLEZ FAUS-J. CARRERA,Horizon te Kyoto, Barcelona, Cristianisme iJustícia, Cuaderno 133 (2005).

19. Que, como luego diré, considero que se ha per-dido hoy, siendo sustituida por la sospecha yel miedo. Y no niego que existan razones paraese otro modo de reaccionar: lo que quiero de -cir es que esa misma sospecha y miedo de be -ría tenerlas la Iglesia también respecto a símisma y no sólo para con el mundo. San Pablono puede ser más claro en este punto: «contemor y temblor», son las actitudes que debentener los cristianos respecto de sí mismos. Yhoy haría falta una nueva «carta a los roma-nos» dirigida no a «judíos y paganos» sino aIglesia y mundo recordándoles que ambosestán unidos y hermanados en el pecado. Lootro, en vez de como «sacramento de comu-nión» nos hace parecer como resabio del fari-seísmo.

20. Juan Pablo II creía que había de ser liderazgode la Iglesia. Creo que ésta fue una de las ra -zo nes de su incomodidad con la teología de laliberación.

21. Como se ha intentado hacer en la cuestión delaborto; lo cual es muy distinto de la inmorali-dad de esta práctica.

22. Siempre que releo esto no puedo dejar de pen-sar en las impresionantes páginas de JoanMaragall a raíz de la quema de una iglesiacuando la semana trágica del 1909 («L’esglé -sia cremada», artículo publicado a La Veu deCatalunya, el 18-XII-1909).

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

la GS nos presenta una iglesia con rostro humano, una iglesia solidaria, unaiglesia que abre sus ventanas al mundo, no encerrada en sí misma comosociedad perfecta, una iglesia que se abre humildemente a las verdades de laciencia, de las técnicas, de la historia, de la Psicología y de otras disciplinashumanas. una Iglesia que pretende dialogar con el mundo, comprenderlomejor, compartir con los hombres «los gozos y las esperanzas las tristezas ylas angustias....sobre todo las de los más pobres».

1. Nada más comenzar el texto del Cuaderno el autor hace unas pregun-tas, a la Iglesia como Institución y a cada uno de nosotros.

¿a cuántos hombres de manos toscas que buscan trabajo desde•hace años han (o hemos) abrazado?¿a cuántas reuniones de mujeres de barrio han (o hemos) asistido,•allí donde ellas explican sus historias y sus luchas?¿a cuántos niñitos han (o hemos) tenido entre los brazos, para ayu-•dar a una chica musulmana con un velo en su cabeza y sin papelesen el bolsillo?

2. Sería interesante mirar y poner rostro en el hoy a:

las esperanzas y angustias, los interrogantes de la humanidad.•los cambios profundos en el desarrollo de las ciencias y las técnicas.•los cambios en el orden social, modos de comunicación, nuevas rela-•ciones sociales.los cambios psicológicos morales y religiosos, las nuevas formas de•familia, el papel de la mujer, el nuevo modo de educar.la crisis de fe y de valores.•El desequilibrio del mundo contemporáneo en el orden teórico y en•el orden práctico. las condiciones demográficas y económicas. •los desahucios y marginación.•El hambre y la desnutrición. •

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3. También sería bueno abrir los oídos y el corazón a las aspiracionesde la humanidad…a los interrogantes más profundos del ser humano,a sus desequilibrios interiores, raíces de los desequilibrios sociales.Y preguntarnos:

¿Qué es el hombre? ¿Cual es el sentido del dolor, del mal, de la•muerte? ¿Para qué aquellas victorias obtenidas a tan alto precio?•

4. Cincuenta años después, hay que decir que las desigualdades entrelos seres humanos han crecido escandalosamente y que, en ese cre-cimiento, ha jugado un papel importante esa ética exclusivamenteindividualista que a todos nos tienta y nos arrastra. ¿Qué desigual-dades señalarías que te parece han crecido escandalosamente?

Para acabar puedes leer los textos de la página 26 y dejarte interpelar porellos, seguramente tú también sentirás que el Concilio nos hizo un gran regalocon esta Constitución.

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