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En su significado común el término “ejecución” se refiere a la acción de ejecutar, los vocablos:
• realización,• cumplimiento,• satisfacción
figuran en los diccionarios lingüísticos como sinónimos de ejecución. En el lenguaje corriente es hacer:
• cumplir algo,• hacer efectiva una disposición.
Su uso, normalmente, en la Ciencia del Derecho no difiere de estas acepciones, pero al calificarse la ejecución, por ejemplo:
1. ejecución de sentencia,2. ejecución de obligaciones.
empieza a tener contenidos jurídicos distintos.
1.-1 Nociones Generales
CAPITULO I
Estos diversos significados en la ciencia del Derecho en última instancia expresan que se trata del cumplimiento de lo mandado por la ley[1].
Este mandamiento de la ley, puede ser una norma expresa de carácter universal que
establece una hipótesis jurídica y una consecuencia, o un mandamiento definitivo de carácter particular que ordena un dispositivo a persona o personas concretas, como es el caso de las sentencias.
En ambos casos, puede darse el cumplimiento voluntario, y se llama
“ejecución voluntaria”;
pero también suele darse que haya una negativa a cumplir el mandamiento, entonces el beneficiario acude al poder jurisdiccional del Estado para que lo haga cumplir coactivamente, a esto se le denomina la
“ejecución forzada”.
[1] Menéndez y Pidal explica “Bajo este concepto común se comprenden diversas modalidades que no deben confundirse: 1° Ejecución general de la ley, realizada por quien voluntariamente acomoda sus actos a los preceptos de las normas; 2° Ejecución forzosa de la ley que comprende todas las medidas de coacción empleadas por los órganos del estado; 3° Ejecución procesal caracterizada por consistir en el cumplimiento mediato de la ley e inmediato de una declaración de voluntad”. Citado por Pallares, Eduardo. Diccionario de Derecho Procesal Civil. Pág. 308.
- En el avance del derecho...
- éste ha tenido que admitir que en algunas situaciones....
- bien sea por interés del Estado o de la Sociedad....
- tiene que regular relaciones entre los “Ciudadanos” y el “Estado”
(por ejemplo: situación fiscal)
- o convenios de los particulares que estipulan formas jurídicas
equivalentes a una sentencia de condena
(por ejemplo: hipoteca),
- confiriéndoles el carácter de títulos ejecutivos..,
- derivando de ellos las acciones ejecutivas y...,
- obviamente, al accionarse ante el órgano jurisdiccional denominándolos
“juicios ejecutivos”.
Estos últimos, de por sí, no son de ejecución
propiamente dicha como la sentencia, sino que en caso
de demandarse ante el Estado se inicia un proceso
judicial denominado “ejecutivo”, comenzando por saber
los hechos y conocer los títulos, dando oportunidad al
contradictorio de las partes, para que finalmente el Juez
decida. Estos procesos ejecutivos son en su esencia
sumarios, especiales y realizan actos de ejecución.
En ese sentido, el Profesor Couture explica “en estos términos
generales, puede hablarse de ejecución. La actividad jurisdiccional se
cumple tanto mediante la actividad de conocimiento como mediante la
actividad de coerción”[2].
En el caso de las sentencias firmes * hay un mandamiento del Juez,
resultado del proceso cognitivo, contradictorio, probatorio e intelectivo
que exige cumplimiento; en el caso de los procesos ejecutivos hay
voluntad de las partes e imperio del Estado de someter esas situaciones al
carácter especial de la ejecución.
[2] Couture, Eduardo. Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Pág. 440.* He preferido darle este sentido de ejecución definitiva, y no considerar las sentencias cautelares que son de ejecución “provisional”.
1.2 Definición de ejecución y distinción de Procesos ejecutivos y ejecución forzada.
En el momento de precisar una definición de ejecución nos
encontramos con una diversidad de ellas.
Algunas se refieren en sí a la:
ejecución forzosa,
otras le dan el sentido de:
ejecución procesal.
El maestro Carnelutti define la ejecución como:
“el conjunto de actos necesarios para la efectuación del mandato” o sea
“para determinar una situación jurídica conforme al mandato mismo”.
La ejecución en sí supone un mandato. Este mandato si es por disposición
de la ley, es fundamentalmente instrumental, o será por una declaración del
órgano jurisdiccional, que es final.
En el primer caso: habrá conocimiento y creación de nuevas situaciones
jurídicas (sentencia) para lograr la satisfacción.
En el segundo caso: hay realización de una declaración jurisdiccional, es la
ejecución de la sentencia.
En ambas situaciones existe el ámbito jurisdiccional, por eso es conveniente
calificarla como ejecución procesal
Siguiendo a Chiovenda la ejecución procesal “es aquella que tiene por finalidad
lograr la actuación práctica de la voluntad de la ley”[3], le agregaremos: mediante una
sentencia y su realización efectiva.
Si no hay la realización efectiva el derecho subjetivo y jurisdiccional quedarían
como simples conceptos ilusorios.
¿Qué se persigue con la ejecución procesal?
Va a depender de las obligaciones estipuladas, que pueden ser:
de hacer,
de dar,
de no hacer,
de suscribir documentos,
de pagar, etc.
Hacer efectivas esas obligaciones, es pues, el proceso de ejecución.
Si la sentencia condena a demoler un edificio:
se demuele.
Si condena a pagar una cantidad de dinero:
paga o se embargan y se rematan los bienes.
Si se condena a desalojar un inmueble:
se desaloja con la fuerza pública.
Etc. Esto no excluye que el deudor o condenado cumpla el mandato
voluntariamente.
[3] Chiovenda, José. Principios de Derecho Procesal Civil. Tomo I. Pág. 96.
Se hace necesario distinguir los procesos ejecutivos de la ejecución forzada o forzosa.
¿porque en?En los primeros
no hay una declaración jurisdiccional,se acude a ella para finalmente obtenerla.
En la segunda
ya hay una decisión judicial que impone un mandato.
El proceso o juicio ejecutivo podemos definirlo como:la actividad procesal contradictoria normativamente regulada,
mediante la cual el acreedor, fundamentándose en un título ejecutivo, demanda la tutela del órgano jurisdiccional, para que este realice actos de ejecución preliminar* contra el deudor y finalmente emita un pronunciamiento.
La ejecución forzada, para nuestro entender, y tal como lo establece nuestro legislador en los artículos 524 y 526 del Código de Procedimiento Civil.
Presupone la existencia de una sentencia firme.
Y el incumplimiento voluntario de la misma.
Sin embargo, en el proceso ejecutivo no hay un cumplimento voluntario durante el proceso.
Esto nos conduce a una sentencia.
y, por supuesto.
A una situación de ejecución forzada.
* Entonces esto lo tomamos en el sentido que no es definitivo, la ejecución final que es la subasta pública y venta de los bienes está condicionada a la sentencia firme que resulte condenatoria.
En los procesos ejecutivos hay un contradictorio,
son propiamente juicios, que incluso pueden conducir
al proceso ordinario, mírese los efectos de la oposición
en la vía ejecutiva; mientras que en la ejecución
forzada existe una decisión del Juez que tiene un
dispositivo como resultado del debate entre las partes y
que aquel debe hacer cumplir, sino hay satisfacción
voluntaria se procede a los actos de ejecución.
En los procesos ejecutivos los actos de ejecución como embargo de bienes y
remate son provisionales y se suspenden hasta la sentencia definitiva, a menos,
en algunos casos, que se afiance suficientemente y se efectúe la venta en remate
judicial; en la ejecución forzada los actos de ejecución son continuos, conducen
a hacer efectivo el mandato, no hay que esperar a una decisión firme, pues ésta
existe. Finalmente, en los procesos ejecutivos el fundamento de la pretensión es
un título ejecutivo otorgado entre las partes o uno de aquellos que la ley los
califica como tales *, mientras que en la ejecución forzada el título es una
sentencia firme que ha sido dictada por un ente distinto a las partes y que es
jurisdiccionalmente una autoridad competente.
* Por ejemplo, la planilla de liquidación oficial de tributos, sobre la base de una
resolución firme, esto con base a los artículos 197 y 198 del Código Orgánico
Tributario.
1.3 Antecedentes Históricos.
En la época prehistórica se aplicaba la justicia por la propia mano
lo que ocurría en el predominio del más fuerte o más habilidoso.
Con la estructuración de la sociedad y la aparición de entes
políticos se observó que uno de los factores de inestabilidad interior
era “la aplicación de la justicia por la propia mano”, por lo que se
planteó superar esta situación mediante la asignación a un órgano
social o público la administración de justicia.
Allí se inició el proceso de regulación social, mediante las normas
personales, la regulación de las relaciones entre personas, de personas
hacia las cosas, de la potestad o titularidad, de las formas de hacer
valer, dando origen esto a las diversas formas de derecho.
Por la importancia e influencia que reviste el derecho romano en
el derecho occidental, que algunos comentaristas sostienen que
las actuales no son más que una reelaboración y adaptación de
las instituciones romanas[1].
Es por ello, que hago un breve resumen del esquema sobre el
derecho romano ejecutivo que presenta el jurista Nelson Mora G.
en su libro procesos de ejecución .
[1] Véase la nota de Mora G., Nelson. Procesos de Ejecución. Tomo I. Pág. 1.
Las acciones se establecieron en las XII Tablas.
A partir de ellas, el incumplimiento del deudor daba lugar a que el acreedor, en
ciertas circunstancias, se hiciera justicia por su propia mano en la persona del obligado, previa
observación de determinados requisitos y formalidades.
En la 3ª de las XII Tablas se hallaba establecida la “manus injectio”, que
significaba ponerle las manos encima el acreedor al deudor, apoderándose de la persona física
de este, para que, si fuere el caso, se pagara con ella.
Ese procedimiento tenía por objeto presionar tanto la voluntad del deudor como a
los familiares e interesados, para que cumplieran la obligación.
Era un medio de ejecución forzosa de los fallos manus injectio judicati y se
presentaban dos casos:
a) cuando se condenaba al demandado judicatus, y
b) cuando confesaba el deudor su deuda ante el magistrado.
El trámite de la manus injectio consistía en la comparecencia
voluntaria o forzosa del deudor ante el magistrado, y después de
habérsele declarado judicatus, o desde cuando había confesado la
deuda, el deudor tenía treinta días para pagarle a su acreedor.
Si transcurridos los treinta días el acreedor no había recibido el
pago, proponía contra el deudor moroso la actio judicati per
manus injectionem, que le daba derecho al acreedor de aprehender
al deudor donde lo encontrase para conducirlo ante el magistrado,
en la aprehensión debía pronunciar una fórmula solemne y tener
asida alguna parte del cuerpo del deudor.
Si no se lograba el pago de la obligación, el pretor procedía a
adjudicarle al acreedor la persona del deudor, mediante la addictio
(adjudicación).
Desde ese momento el acreedor estaba autorizado para retener al
deudor, ya que la característica básica de la manus injecto consistía en
que estaba dirigida, no contra los bienes del deudor, sino contra la
persona de este.
Estaban fijados unos plazos en la cual el acreedor llevaba al deudor
al forum y anunciaba en forma pública la deuda y si expiraba el plazo y
no se había logrado el pago, el acreedor podía vender al deudor como
esclavo “al otro lado del Tíber” e incluso matarlo.
Por la cantidad de abusos que se cometieron se creó un grave problema
social.
Como salida se dictó la lex poetelia, que tenía por objeto:
a)El derecho del Estado a intervenir en los procedimientos de manus
injecto, limitándolos,
b)Suprimir el carácter penal de la manus injecto.
Esta lex poetelia marca el cambio de rumbo en la executio, pues de la
ejecución personal, o sea, contra la persona del deudor, se pasa, en el derecho
romano clásico, a la ejecución real, es decir, recae sobre los bienes del deudor.
El proceso de la manus injecto cayo en desuso con la
aparición de la lex aebutia.
Esta ley redujo radicalmente las legis actiones, dando paso
al llamado derecho formulario, que consistía en que se redactaba
una fórmula escrita, obtenida del pretor con la anuencia de las
partes.
Posteriormente surgió la lex julia judiciarium privatorum
que es propiamente un procedimiento de executio.
La otra acción ejecutiva que se encontraba en las XII Tablas era la
pignoris capio que consistía en el embargo que de una cosa mueble le
hacía el acreedor al deudor remiso para que cumpliera con las
obligaciones exigibles.
El acreedor tenía derecho a posesionarse de los bienes muebles, e
incluso hasta destruirlos si pasado cierto tiempo el deudor no pagaba,
pero en ningún momento el acreedor podía vender ni apropiarse de los
bienes que había retenido.
Comenta García Martínez[1]: “La pignoris capio era, pues, un
medio de conseguir en prenda una o más cosas individuales del deudor,
con fines coactivos”.
Junto con estas formas jurídicas, en la medida que decaía su uso,
surgieron la:
Missio in possessionem bonorum que constituyó el fundamento de la
ejecución patrimonial, y consistía en una especie de medida cautelar
autorizada por el pretor.
La bonorum venditio que era la ejecución colectiva o en bloque del
patrimonio del deudor.
La cessio bonorum, que fue admitida por la lex julia del año 17 A.C.,
que consistió en la cesión voluntaria del deudor de sus bienes a los
acreedores para que estos los vendieran.
El pignus in causa judicati captum que consistía en un
procedimiento de ejecución sobre los bienes del deudor a título singular.
La bonorum distractio inicialmente concedido a los senadores,
más tarde se aplicó a toda clase de deudores, radicaba en la venta a
detalle de los bienes que integraban el patrimonio del obligado, se hacía
realmente una división de bienes para la venta.
[1] Autor citado por Mora, Nelson. Ob. cit. Pág. 10.
Posteriormente con la invasión de los bárbaros, los conquistadores
trajeron su derecho, que recibió el nombre genérico de “germánico”. El
proceso de interacción social entre conquistadores y sometidos fue
generando una especie de predominio del derecho germánico, efectuándose
una mutación en el derecho romano, surgiendo una simbiosis llamada
“derecho romano-germánico”.
Por la quiebra de las costumbres, a partir del año 700 D.C., se volvió al
antiguo derecho romano de la manus injectio, a la prisión por deudas; se
adoptó el sistema probatorio de la tortura al demandado para que confesara,
y cuando por parte del deudor se había cometido fraude a los acreedores, se
permitió darle muerte a este en el potro del tormento. Fue la etapa del
feudalismo.
En los siglos finales del feudalismo, en los albores de la
industrialización y la ciudad moderna, surgió el proceso
llamado romano-canónico.
Nace del renacer e imposición del derecho romano sobre el
proceso que se practicaba en Europa que era básicamente el
proceso germánico.
Se llamó así por la influenciaque tuvo la legislación de la
iglesia en la formación de los de denominados “corpus iuris”.
De la unión del proceso romano con el proceso canónico nació el
proceso común o proceso ordinario “solemnis ordo iudiciarium”, que era un
sistema procesal difícil, complejo y de lento trámite, que condujo a la parálisis
en la administración de justicia y a la inseguridad jurídica.
Por razones de índole práctica se tuvo que crear un proceso más
sumario, más rápido y más simple que el ordinario.
Tal proceso sumario se dividió en indeterminado y en proceso sumario
determinado o ejecutivo.
Simultáneamente con este proceso, debido a la extensión y desarrollo
del intercambio comercial, surgió el pactum executivus, que se hacía por escrito
y se le colocaba la cláusula guarentigia o de garantía.
La creación del llamado proceso sumario determinado o ejecutivo
y el desarrollo del llamado pacto ejecutivo.
Que fundamentada en la aceptación del deudor de ser ejecutado
de inmediato:
en caso de incumplir con la obligación, bastaba la simple presentación del
documento, vinieron a dar nacimiento al proceso ejecutivo propiamente
dicho, que el maestro Chiovenda resume así:
“El processus executivus era un proceso de formas simplificadas,
frecuentemente de competencia de jueces especiales, destinado al ejercicio
de la acción ejecutiva;
el acreedor se dirigía al juez, que dictaba contra el deudor una orden de pago
(mandatum de solvendo), lo que requería una cognitio que tenía por objeto, sea la
existencia del título ejecutivo, sea las defensas del demandado, que para tal fin era
citado ante el juez, pero era una cognitio summaria y en un doble sentido:
En primer lugar: se admitían en el processus executivis solamente las defensas
del demandado quae incontinenti probari posunt, dirigidas a atacar simplemente
el hecho aducido por el actor o bien a contraponer hechos extintivos o impeditivos.
En segundo lugar: y las otras, eran reservadas a las formas solemnes del proceso
ordinario”.
Chiovenda, José. Instituciones de Derecho Procesal Civil. Citado por Mora, Nelson. Ob. cit. Pág. 26.
Posteriormente, como consecuencia de la Revolución Francesa
se produjo una profunda innovación en el procedimiento civil en
Francia.
Fue así como se dispuso la elaboración de nuevas normas
procesales civiles que abolieran las antiguas que consagraban
privilegios y prerrogativas a la nobleza y alto comercio, las cuales
eran incompatibles con el espíritu revolucionario.
Napoléon al arribar al poder designó comisiones de juristas
para que elaboraran los nuevos códigos que habrían de regir en
Francia.
Frutos de tales trabajos fueron: El Código Civil, el
Código de Comercio y, en 1806, el Code de Precédere
Civile, que constituyó un hito fundamental en la historia del
derecho procesal civil.
El Código de Procedimiento Civil de Napoleón fue
adoptado por España, y de allí lo tomó Chile, más tarde
Colombia (1887).
1.4.- Los Procesos Ejecutivos en Venezuela.
En nuestra patria las formas vigentes en el período de la
colonización eran las leyes españolas.
Cuando se produce la Independencia, El Libertador tuvo presente
la realización de una legislación conforme a nuestras estructuras y
realidades.
Sin embargo, siempre hubo el influjo europeo, basta mirar la
legislación vigente entre los años 1836 hasta el año 1863, en las cuales
se consagraba la prisión por deudas y, fue en este último año cuando se
promulgó la Constitución Federal, en la cual se estableció como norma
constitucional el principio que ningún ciudadano podría ser arrestado o
preso por deudas no provenientes de delito.
En los Códigos sucesivos se incorporó una forma moderna
de ejecución de sentencia, que perseguía los bienes del deudor.
El principio que ha imperado bajo esta forma es que la
ejecución corresponde a las sentencias que han quedado
definitivamente firmes.
Esto significa, que pueden aparejar ejecución, por este
criterio, aquellos actos que se consideran equivalentes como:
+ las transacciones judiciales,
+ los actos de conciliación,
+ el Convenimiento en la Demanda y
+ el Desistimiento.
En relación a los procesos ejecutivos, el maestro Borjas[1] nos dice
que el juicio ejecutivo citando a la Novísima Recopilación (Leyes
1ª y 3ª, Título 28, Libro II) en el antiguo derecho español “precedía
en favor de aquellos acreedores que mostrasen a los Alcaldes y
Justicias cualesquiera cartas, contratos públicos y recaudos ciertos
de obligaciones que tuviesen contra alguna persona, y conforme a
él tenían derecho a que dichas autoridades las cumpliesen y
llevasen a debida ejecución, con tal que estuviesen vencidos los
plazos de los pagos, sin oír ni considerar legítimas las excepciones
que contra tales contratos fueren alegadas, a menos de ser las de
pago, promisión o pacto de no pedirlo, falsedad, usura, temor o
fuerza”.
El legislador patrio no adoptó el sistema de la antigua
Metrópoli[2], y en la Ley II, Título VII, del Código de Aranda
* pautó en su lugar la vía o procedimiento ejecutivo que,
paralelamente con la tramitación del juicio ordinario
correspondiente, podía hacer seguir el acreedor que
presentase escritura pública u otro documento auténtico
comprobatorio de la obligación del demandado, o
acompañase vale o instrumento privado reconocido
judicialmente por el deudor.
El procedimiento in executivis se seguía en cuaderno separado hasta el
estado de procederse a remate de los bienes embargados, y así permanecía en
suspenso hasta que el juicio ordinario quedaba concluido en todas sus instancias,
pues al haber sentencia ejecutoriada, se señalaba día para el remate a las puertas del
Tribunal, en venduta pública, o en cualquier otro lugar que eligiesen de acuerdo las
partes.
Con las modificaciones que ha sido indispensable introducir, ésta es todavía
en síntesis, la vía ejecutiva en que se ocupa el presente Título II.
*.Nota: Se refiere al Código de Procedimiento Civil de su época. Para
nosotros es el derogado, véase el artículo 940 del C.P.C. vigente, que dispone la
vigencia del nuevo para el 16 de marzo de 1987 y desde esa fecha queda derogado el
C.P.C. de fecha 4–7–1916.
[1] Borjas, Arminio. Comentarios al Código de Procedimiento Civil Venezolano. Tomo V. Pág. 77. Hemos considerado conveniente transcribir algunos aspectos históricos contenidos en la obra de este ilustre jurista venezolano.
[2] Cuenca, Humberto. Derecho Procesal Civil. Tomo I. Pág. 225, dice: “Mientras la mayoría de las legislaciones procesales latinoamericanas han seguido la Ley de Enjuiciamiento Civil de España de 1881,... ...En Venezuela, por influjo del Código arandino, de origen romano–canónico...”.
* Nota: El jurista venezolano Ramón F. Feo en su obra Estudios sobre el Código de Procedimiento Civil Venezolano, Tomo 2–3, pág. 20 Tomo 3, cita el Código de 1838, Ley 1ª, título 70, art. I°: Cuando el demandante presente escritura pública u otro documento auténtico que pruebe clara y ciertamente la obligación del demandado, bien sea de pagar una cantidad líquida, o bien de ejecutar alguna cosa determinadamente con plazo cumplido, o cuando acompañe vale o documento privado reconocido judicialmente por el deudor, el Juez librará mandamiento de ejecución contra el reo después de su contestación verbal y siempre que no haya tenido efecto la conciliación, a menos que en aquel acto presente bienes suficientes para cubrir la deuda y fiador de su saneamiento”.
No existe, pues, dice el maestro Borjas, en nuestro derecho procesal un
verdadero Juicio Ejecutivo, como en el derecho antiguo y moderno de España.
En éste último se decide, en juicio sumario, si debe procederse o no al
remate de los bienes embargados por el demandante que funda su libelo en título
que apareje ejecución, y se verifica dicho acto en caso de fallo afirmativo, lo cual
no obsta para que el demandado pueda enseguida hacer verificar en juicio ordinario
la controversia así decidida breve y sumariamente.
Entre nosotros, como se deja dicho, solo hay la vía ejecutiva, esto es, un
procedimiento anexo y paralelo al ordinario*, que para seguridad del acreedor,
desde que éste instaura su acción se procede como si ya hubiese recaído sentencia
ejecutoriada contra el deudor, continuándose la ejecución hasta el estado de haberse
de sacar a remate los bienes depositados, deteniéndose allí hasta que, según lo
disponga la sentencia definitivamente firme, deba ultimarse o no la ejecución.
* El Dr. Feo, Ramón F. en su obra citada, comentado el Código de Procedimiento de 1897 (es de hacer notar que el Dr. Feo se refiere como si se tratara del Código de 1895 fecha en que fue elaborado, pero su promulgación fue en 1897), dice: “El antiguo juicio ejecutivo, al pasar a nuestro derecho moderno, perdió no sólo el carácter y el vigor del procedimiento, sino aun el nombre, como se ve del encabezamiento de este título. El era, en verdad, un juicio formal, pero comenzaba por un procedimiento sumario para examinar si el título era guarentijio, y aparejaba legalmente ejecución, y para oír y resolver la oposición de alguna excepción directa o útil, únicas que podían alegarse al efecto, pues las de largo examen se dejaban para después, seguía luego la vía de apremio, con embargo, remate y pago, y aun con arresto del deudor, sin perjuicio de lo que en definitiva se sentenciara. Ahora, como vamos a verlo, se trata sólo de un juicio ordinario, con el apéndice de las medidas de seguridad y preventivas de embargar, valorar y pregonar bienes, pero sin efectuar remate y pago, sin fianza de saneamiento ni apremio personal, a semejanza de cualquier otro juicio ordinario en que hubiere lugar a secuestro o afianzamiento”.
Alega Borjas, que son notorias las ventajas del sistema patrio.
Puesto que ahorra a las partes los gastos y dilaciones del juicio
sumario, sin disminuir las garantías del acreedor, ni atropellar los derechos
del deudor, se liberta a éste de los perjuicios que pudieran sobrevenirle si,
no obstante ganar el pleito en el juicio plenario, se le hiciese imposible,
por insolvencia o mala fe de su contrario, deshacer lo ejecutado por obra
del remate ordenado en el juicio sumario, o hacerse resarcir de las
consecuencias de ese primer procedimiento.
Advierte Borjas, que podría argumentarse contra el sistema
de nuestra vía ejecutiva, que la situación de los acreedores con
títulos ejecutivos estarían en igualdad de condiciones con los
demás acreedores, pues éstos pueden obtener medidas
preventivas como aquéllos. Esto es relativamente cierto, pues
mientras a los acreedores con títulos ejecutivos les bastaría
presentar su título para pedir y obtener medidas de embargo, a
los demás acreedores no les será posible si no llenan los
determinados extremos exigidos por la Ley y si no concurren
ciertas condiciones dependientes de la naturaleza de la acción, o
especiales circunstancias emanadas de los hechos del deudor.
Borjas señala, que tal argumentación tenía un mayor fundamento antes de
la reforma de 1916, porque para entonces no se procedía al embargo de bienes del
deudor, sino después de la litis–contestación, y siempre que, oído éste, no apareciere
desvirtuado el mérito de los títulos del acreedor, al paso que las medidas preventivas,
como es sabido, pueden ser decretadas aún antes de la citación del demandado.
Hoy, conforme al Código vigente*, se permite el embargo por la vía
ejecutiva desde antes de tener lugar la contestación del deudor.
El 5 de diciembre de 1985 fue sancionado por el Congreso Nacional el
actual Código de Procedimiento Civil, siendo promulgado el 22 de enero de 1986,
pero por disposición expresa en su artículo 940 entraba en vigencia el 16 de marzo
de 1987, quedando derogado el Código del 4 de julio de 1916.
* Nota el Maestro Borjas esta refiriéndose al Código de 1916.
1.5.- Justificación actual.
En nuestra legislación se establece el principio que el
deudor debe realizar o ejecutar voluntariamente el contrato o la
obligación legítima que no haya satisfecho de alguna manera.
El Código Civil parte de ese supuesto de conducta, así el
artículo 1.159 establece: “Los contratos tienen fuerza de Ley
entre las partes. No pueden revocarse sino por mutuo
consentimiento o por las causas autorizadas por la Ley”.
Más adelante el artículo 1.160 tipifica: “Los contratos
deben ejecutarse de buena fe y obligan no solamente a
cumplir lo expresado en ellos, sino a todas las
consecuencias que se derivan de los mismos contratos,
según la equidad, el uso o la Ley”.
No hay duda, las normas citadas lo confirman, el
deudor por regla general, está obligado a cumplir en forma
voluntaria con las obligaciones que ha convenido
libremente.
En la realidad nos encontramos que un porcentaje de deudores
incumplen, total o parcialmente, con sus obligaciones, por ello, el legislador ha
previsto normas que confieren al acreedor acciones para demandar ante el órgano
jurisdiccional competente la satisfacción de sus derechos y éste obligue al deudor
al cumplimiento.
En nuestra legislación se dispone claramente en el artículo 1.863 del
C.C. que todos los bienes habidos y por haber del deudor son prenda general de los
acreedores.
En estos principios generales, son todos los acreedores los que pueden
perseguir los bienes del deudor para satisfacer sus derechos, sean quirografarios o
ejecutivos; en normas más concretas se establecen medios más expeditos para
aquellos que tengan algún título que tiene fuerza suficiente para constituir, por sí
solo, plena probanza.
Sobre el concepto “Título Ejecutivo” existen
diversidad de teorías, algunas de ellas son propias o estudias
por Calamendrei, Carnelutti, Chiovenda, Kisch, Heller
como representantes europeos; Couture, Devis Echandía
por Latimoamerica y, Cuenca, Pineda León, Rangel
Romberg, Duque Sánchez, Márquez Añez entre nosotros.
Vamos a tomar algunas referencias, pero indudablemente
que concluiremos en las que son admitidas y autorizadas
por la ley.
Chiovenda[1] define al título ejecutivo como:
“el presupuesto o condición general de cualesquiera ejecución y por tanto
de la ejecución forzosa: nulla excutio sine titulo”, consiste necesariamente (ad
solemnitatem) en un documento escrito del que resulte una voluntad concreta de ley
que garantice un bien”.
De esa definición se deduce que de él se puede pedir la ejecución y que su
contenido es manifestación de la ley.
Por su parte, el jurista español Pallares[2], dice:
“el título ejecutivo es el que trae aparejada la ejecución judicial, o sea, el
que obliga al juez a pronunciar un auto de ejecución si así lo pide la persona
legitimada en el título o su representante legal”.
En nuestro criterio, Pallares le agrega el elemento personal, es decir, el
ejercicio de la titularidad.
[1] Chiovenda, José. Ob. cit. Tomo I. Pág. 358. [2] Pallares, Eduardo. Ob. cit. Pág. 769.
Los títulos ejecutivos de acuerdo a las definiciones mencionadas y los contenidos de
ley, pueden tener diverso origen y atendiendo a él, se puede optar por clasificarlos así:
a) Títulos ejecutivos judiciales, estos provienen de una decisión del órgano
jurisdiccional, ejemplo: la sentencia de condena, de acuerdo a nuestra legislación debe ser
firme
b) Títulos contractuales, son aquellos que consignan voluntad de las partes
constituidos conforme a la ley,
c) Títulos ejecutivos administrativos, son pronunciamientos de la administración
pública de conformidad a normas legales, por ejemplo, deudas fiscales, y
d) Títulos ejecutivos unilaterales, son aquellos que consignan la voluntad del deudor
hecha de acuerdo a la ley, por ejemplo, reconocimiento de deudas, asientos de comercio en
los libros que hayan sido llevados y registrados en forma legal, siempre que en tales libros
conste la obligación en forma clara, expresa y exigible de conformidad con las normas del
Código de Comercio, etc.
Los medios legales procedimentales a disposición de los acreedores
poseedores de título son la ejecución de sentencia y los juicios ejecutivos.
La sentencia es la última etapa del proceso.
Este es el objeto de la pretensión del demandante, para que se
disponga acerca de la vigencia de su derecho.
Se persigue, no solo la declaración del juez, sino que la decisión
tenga efectividad práctica, ya sea para que no se estime procedente la
pretensión sí la demanda fue declarada sin lugar, ya sea para que se cumpla
con la obligación demandada[1].
La ejecución de sentencia, si se quiere, completa el proceso.
Hace posible que el mandato concreto contenido en la
sentencia pueda ser llevado a término efectivo.
Los juicios ejecutivos, por su parte, son formas de actividad
procesal reguladas, mediante los cuales el acreedor siendo titular de un
título ejecutivo, demanda la tutela del Estado a fin de que este con su
fuerza haga cumplir al deudor.
Son juicios que basan su fuerza en un título ejecutivo y que
establecen diferencias procedimentales con el juicio ordinario.
[1] Calvo Baca, Emilio. Código de Procedimiento Civil de Venezuela. Pág. 369.
Al principio definimos el proceso ejecutivo como:
(la actividad procesal contradictoria normativamente regulada,
mediante la cual el acreedor, fundamentándose en un título ejecutivo *,
demanda la tutela del órgano jurisdiccional, para que este realice actos de
ejecución preliminar contra el deudor y finalmente emita un
pronunciamiento.
De esta definición podemos extraer algunos elementos):
* En nuestro sistema procesal, el título ejecutivo debe establecer la obligación del demandado de pagar una cantidad líquida, no se da sobre otro tipo de obligaciones. En el Código derogado en el artículo 523, en su último párrafo se autorizaba la ejecución de obligación de hacer alguna cosa determinada.
2.1.- Definición.
CAPITULO II
1.- Actividad procesal contradictoria normativamente regulada:
En el proceso participan:
+ el demandante que es el titular del documento ejecutivo.
+ el demandado que, como deudor, aparece como no cumplidor de la
obligación.
+ que consta en el documento ejecutivo.
+ los terceros que, por uno u otro motivo, llegan a ser parte dentro del
juicio.
La conducta procesal de las partes está sometida a las normas específicas del
procedimiento ejecutivo, si no hay la ejecución voluntaria y se presenta
oposición se continúa el procedimiento de carácter ordinario o el específico
ordenado por la ley.
2.- El acreedor fundado en título ejecutivo demanda la tutela del órgano
jurisdiccional.
El título ejecutivo es aquel en el cual está consignada la obligación a favor
del acreedor y a cargo del deudor.
Con base a ese título que le confiere la titularidad procesal de la acción
ejecutiva, el acreedor acude ejerciendo esa acción ante el órgano jurisdiccional,
formulando peticiones específicas para satisfacer su derecho.
El acreedor es titular en virtud de su título de la acción ejecutiva que no le
es específica de él, ya que la acción como tal es un derecho abstracto, autónomo,
público y existe con absoluta independencia del ejercicio del interesado, puesto que
este tiene esa potestad de ejercerla o no, es su derecho subjetivo.
Al ejercerla y ponerse en movimiento el órgano
jurisdiccional, se establece una relación procesal que da
lugar a nuevos derechos subjetivos, por ejemplo, el actor
puede desistir de su acción, los efectos de este acto serán
de acuerdo al estado de la causa; el demandado puede, por
ejemplo, usar el derecho de reconvenir; y así otros
derechos y obligaciones que surgen para las partes en la
relación procesal.
Acerca de la definición de la acción ejecutiva es
conveniente transcribir la de Chiovenda[1] que la define como:
“el poder jurídico de crear la condición para la actuación
práctica de la voluntad concreta de la Ley, que garantiza un bien
de la vida”.
De ella se infiere que la finalidad de la acción no es el acto
ejecutivo en sí, sino la satisfacción del bien de la vida que se
aspira.
Por su parte, el jurista uruguayo Eduardo Couture[2], expone:
“Las formas de ejecución dependen del título con que se promueva
aquella. Cada especie de Título tiene, normalmente, una forma propia de
proceso. Sin embargo, todos ellos comienzan por requerimiento del
acreedor, expuesto al juez competente”.
Como se puede observar la acción ejecutiva se dirige contra el
Estado por intermedio del Juez, a fin de solicitar de este la tutela jurídica
para obligar al deudor al cumplimiento de su obligación.
[1] Chiovenda, José. Principios de Derecho Procesal Civil. Tomo I. Pág. [2] Couture, Eduardo. Fundamentos de Derecho Procesal. Pág. 454.
3.- Para que se realicen actos de ejecución preliminar y se emita un
pronunciamiento.
Los actos son verdaderamente de ejecución, solo que se
suspenden, por eso su carácter preliminar*, al llegar al estado de
remate, hasta que haya una sentencia.
Esta sentencia puede ser condenatoria o absolutoria, de
manera que si es esta última, se suspenden definitivamente los actos
de ejecución y el deudor se posesiona de sus bienes embargados.
Es pues, como lo define el comentarista Calvo Baca, un procedimiento
especial en el cual por estar probada la acción del demandante con instrumentos
públicos y auténticos, se procede a apremiar al demandado, embargando sus bienes para
que cumpla la obligación que se le exige.
Este procedimiento ejecutivo es paralelo al juicio ordinario que se inicia al no
haber Convenimiento de la pretensión del acreedor por parte del deudor demandado.
Por eso se dice que oportunamente la vía ejecutiva permite la realización
anticipada de actos de ejecución sin esperar a la sentencia, los cuales se realizan
contemporáneamente con la etapa de cognición, que es propiamente el contradictorio.
Calvo Baca, Emilio. Código de Procedimiento Civil de Venezuela. Tomo II. Pág. 855.
* Hemos preferido darle ese calificativo de “preliminar” porque se suspende y no se llega a la venta de los bienes embargados en subasta pública hasta tanto no hay la sentencia firme. Con esa forma lo diferenciamos de la ejecución definitiva que se da en lo que se denomina ejecución forzada.
Es necesario establecer, al menos, teóricamente las diferencias con
otras formas procesales que se tienden a confundir. Sobre todo en
aquellos casos en que los procedimientos pueden ser optativos o
alternativos, a manera de ejemplo la ejecución de hipoteca.
2.2.- Diferencias con otras formas procesales.
2.2.1.- Con el Juicio Ordinario.
La vía ejecutiva: es un procedimiento especial para realizar actos de ejecución antes de sentencia, que no tiene fase cognitiva a fondo sobre la disputa del derecho, cuyo objetivo, es garantizar al acreedor su derecho
y la fase cognitiva: se lleva a término mediante el juicio ordinario.
Concluido el proceso, si la sentencia es condenatoria y es firme se continúa con la ejecución, vale decir con el remate de los bienes embargados.
Se puede decir, que el juicio ejecutivo es un procedimiento eminentemente coactivo.
Se pueden examinar las siguientes diferencias:.
a.- La vía ejecutiva requiere un título público o auténtico, mientras que para el juicio ordinario no es requerido.
b.- En la vía ejecutiva ese título ejecutivo se presume hace plena prueba de la obligación, mientras que en el juicio ordinario se persigue la determinación o declaración de una obligación y ésta debe probarse en el proceso.
c.- En la vía ejecutiva hay actos de ejecución con los bienes embargados, solo se suspende el remate de los mismos hasta sentencia firme, salvo en los casos que exista acreencia hipotecaria que si se puede llevar a cabo el remate, previa caución o garantía suficiente; en el juicio ordinario durante el proceso se pueden obtener sólo medidas de carácter preventivo, las de carácter ejecutivo no se pueden decretar sino después de haber sido dictada sentencia condenatoria.
d.- En la vía ejecutiva la tramitación se hace en dos cuadernos separados: uno, para los actos de ejecución, que comprende el decreto de medidas, el acta de embargo, las diligencias para anunciar la subasta pública, el justiprecio, y todos las incidencias relativas a este procedimiento; el otro, en lo que se lleva el juicio ordinario. En el juicio ordinario hay un solo procedimiento y se lleva en un sólo cuaderno
2.2.2.- Con la Ejecución de Hipoteca
a) La vía ejecutiva se inicia con el decreto de embargo ejecutivo;
mientras que la ejecución de hipoteca comienza con el decreto de
prohibición de enajenar y gravar del bien hipotecado y de intimación al
deudor y tercero poseedor, advirtiéndoles de ser apercibidos de
ejecución.
b) En la vía ejecutiva el decreto de embargo se ejecuta o materializa sin
establecer plazo al deudor para el cumplimiento; mientras que en la
ejecución de hipoteca se da un plazo de tres días al deudor para que
cumpla la obligación, si transcurridos no ha cumplido al cuarto día se
procede al embargo ejecutivo.
c) En la vía ejecutiva se dan dos trámites, el ejecutivo y el ordinario,
rigiéndose finalmente por los mecanismos establecidos para el juicio
ordinario; en cambio, la ejecución de hipoteca es un procedimiento
sumario, los motivos de oposición son limitados por la ley.
d) Ambos procedimientos son excluyentes, no son compatibles de
llevarse simultáneamente, ni pueden proponerse subsidiariamente. La
vía ejecutiva es supletoria* cuando la ejecución de las obligaciones
garantizadas con hipoteca no llenen los requisitos exigidos por el
artículo 661 del Código de Procedimiento Civil.
* En el Código de Procedimiento Civil derogado en el artículo 537 era optativo del acreedor hipotecario ir por la ejecución de hipoteca o el de la vía ejecutiva.
2.2.3.- Con la Ejecución de Sentencia
a) La vía ejecutiva es un proceso por darse, que procura una decisión
del órgano jurisdiccional; mientras que la ejecución de sentencia es
la materialización de sus disposiciones, ella es la decisión
perseguida.
b) En la vía ejecutiva el fundamento es un documento público o
instrumentos auténticos que prueban una obligación; en cambio en la
ejecución de sentencia ella es la declaración del derecho pretendido y
su ejecución persigue darle cumplimiento a su dispositivo.
c) En la vía ejecutiva se dan tres carteles iniciales y se suspende el
procedimiento hasta sentencia, pero ocurrida esta tiene que publicarse un
cuarto cartel; en cambio en la ejecución de sentencia se publican solo tres
carteles de remate.
d) En la vía ejecutiva el deudor puede hacer levantar la medida de embargo
mediante fianza; mientras que en ejecución de sentencia no puede levantarse
porque es una ejecución final sobre los bienes del condenado*.
* Los juristas venezolanos José R. Duque Sánchez y José A. Balzan, en sus obras: Procedimientos Especiales Contenciosos, y, De la Ejecución de Sentencia, de los Juicios Ejecutivos, de los Procedimientos Especiales Contenciosos, respectivamente, presentan análisis comparativo con estas formas procesales.
2.3.- Requisitos para proceder por la Vía Ejecutiva.
Los requisitos están determinados en el artículo 630 del C.P.C.,
que dispone:
“Cuando el demandante presente instrumento público u otro instrumento
auténtico que pruebe clara y ciertamente la obligación del demandado de
pagar alguna cantidad líquida con plazo cumplido; o cuando acompañe
vale o instrumento privado reconocido por el deudor, el Juez examinará
cuidadosamente el instrumento y si fuere de los indicados, a solicitud del
acreedor acordará inmediatamente el embargo de bienes suficientes para
cubrir la obligación y las costas, prudentemente calculadas”.
A tenor del citado artículo, se requiere para proceder por la vía
ejecutiva que se llenen las siguientes exigencias:
a) Que exista una obligación de pagar una cantidad líquida de
dinero de plazo vencido.
El Código vigente eliminó la posibilidad de ocurrir por la vía
ejecutiva cuando se trataba de obligaciones de hacer*.
En el actual sólo trata de cantidades de dinero.
En este requisito encontramos dos condicionantes:
i) cantidad líquida de dinero y,
ii) de plazo vencido.
* En el Código de Procedimiento Civil derogado en el artículo 523 en su último parágrafo decía: Si la obligación fuere de hacer alguna cosa...”.
La obligación debe tratarse de una cantidad de dinero que sea
determinada, es decir, expresamente indicada la suma de dinero, o
determinable lo que significa que mediante un cálculo aritmético pueda
establecerse el monto sin dudas de la suma de dinero.
Vale decir, a manera de ejemplos, que si se trata de suma
determinada debe estar señalado el monto específico así: quinientos mil
bolívares (Bs. 500.000,oo); si es determinable tienen que indicarse los
elementos que hagan posible el cálculo, así: “por cada mes o día, partir de la
presente fecha se pagará mil bolívares (Bs. 1.000,oo) hasta que se cumpla el
plazo aquí convenido”, o “pagará la cantidad de 2.000,oo dólares en su
equivalente de moneda nacional, tomando como referencia el valor de cambio
establecido por el Banco Central para la fecha de la cancelación”
i.- Cantidad líquida de dinero.
Las obligaciones estipuladas en dar sumas de dinero
son frecuentes en las transacciones económicas, siendo
quizá la fuente más importante y frecuente. Sin embargo,
las encontramos en el mutuo de dinero; normalmente en
todos los contratos onerosos como contraprestación; en
los negocios de compra–venta; en las obligaciones de
indemnización de daños y perjuicios, por incumplimiento
culposo o doloso o por los daños causados por los actos
ilícitos[1].[1] Calvo Baca, E. Derecho Civil Obligaciones. Pág. 21.
El pago de una suma de dinero siempre plantea el problema del
valor de cambio, es decir la disminución o aumento en el valor de la
moneda, para el momento de cumplirse la obligación.
En el artículo 1.737 del Código Civil estipula “La obligación que
resulta del préstamo de una cantidad de dinero, es siempre la de restituir la
cantidad numéricamente expresada en el contrato”.
En el caso de la compra–venta el artículo 1.479 dispone. “El precio
de la venta debe determinarse y especificarse por las partes”, lo cual en
concordancia con el artículo 1.527 en las obligaciones del comprador dice:
“La obligación del comprador es pagar el precio en el día y en el lugar
determinados por el contrato”.
En una interpretación de las normas es pertinente concluir que la
obligación de pagar una determinada suma de dinero debe ser conforme a lo
expresado en el contrato, para la fecha convenida. Situación distinta es el
caso del obligado que entra en mora.
Allí el problema se presenta si ha existido disminución del valor de
la moneda, porque debido al incumplimiento del deudor se ha producido un
perjuicio al acreedor. Puede pensarse que la satisfacción de ese daño se haga
conforme al artículo 1.277 del C.C., pero creemos que debe mirarse el daño
en la esencia al valor de la moneda y no como perjuicio moratorio* Estas
situaciones deben preverse en los contratos que definan claramente las
obligaciones y sus accesorios. *
En sentencia de la Sala Político Administrativa del 7 de
junio de 1995, expediente N° 9.221, sentencia N° 412 consta:
“Asimismo, la actora solicitó que se tomara en
consideración la depreciación de la moneda nacional para el pago de
la deuda, lo que implica el pago del correspondiente ajuste
monetario.
Esta petición se encuentra ajustada a derecho toda vez que si
el pago no se ajusta a la desvalorización sufrida desde el 2 de
noviembre de 1983 se produciría un claro enriquecimiento sin causa
en cabeza del instituto demandado.
Ello con independencia de que se trate de una deuda dineraria
y no de una deuda de valor por indemnización, ya que aún en los
casos como el que nos ocupa, el no pago oportuno y la posterior
depreciación de la moneda conllevan un perjuicio mayor al acreedor
que a todas luces no resulta compensado con el pago de intereses.
El daño que ocurre por depreciación monetaria en caso del
retardo culposo en el pago de sumas de dinero, es un daño cierto que
es mayor al mero perjuicio moratorio contemplado en el artículo 1.277
del Código Civil.
Oscar Pierre Tapia. Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia. Año 1995, Vol. 6, Pág. 286.
Otro problema que se plantea con las obligaciones dinerarias es
en relación con el interés.
En nuestra legislación conforme al artículo 1.746 se acuerda que
“el interés es legal o convencional”.
El código no define que es interés legal o convencional.
Sin embargo, la doctrina nacional ha establecido que el interés
legal debe ser definido por defecto, es decir, es el que establece la ley
cuando no hay el interés convencional que es aquel que han convenido
las partes[1].
El artículo comentado establece que el interés convencional
“no tiene más límites que los que fueren designados
por Ley especial”.
Es decir, las partes podrán fijar un interés que no
desborde el límite impuesto por la Ley especial, lo que
significa que legalmente hay una restricción a la voluntad de
las partes.
[1] Perera Planas, Nerio. Código Civil de la República de Venezuela. Pág. 1.049. Cita una jurisprudencia JTR 15–2–66, Vol. XIV, Pág. 562 s. “Es decir, las partes contratantes fijaron, convencionalmente, el interés de dicho préstamo, el cual rige para los plazos fijos, como para la prórroga y para la mora, ya que el legislador señala el interés legal para el caso de que los contratantes no digan nada, dictando al efecto una medida supletoria. La doctrina, tanto nacional como extranjera, que los sentenciadores acogen, considera que sólo a falta de interés convencional es que se puede regir el interés legal”.
Esto fundamentalmente con la idea de defender el débil
económico.
En el último parágrafo del citado artículo se limita al 1%
mensual el interés que se acuerde por el dinero prestado con garantía
hipotecaria.
En nuestra legislación bancaria las tasas se han definido
fluctuantes sobre las bandas que estipule el Banco Central de Venezuela,
en los últimos años ha superado fuertemente la barrera del 1% mensual.
Es pertinente preguntarse ¿Pueden los particulares aplicar en sus
contratos de préstamos a interés las tasas de interés fijadas por el Banco
Central?.
En nuestro criterio si pueden estipular esos intereses.
Precisamente las Ley de Bancos es una Ley Especial que rige “el
negocio del dinero” y fija las reglas de juego para un aspecto del
comercio o mercado de capitales.
Los bancos son entes privados, que están integrados por personas
particulares que han conformado un patrimonio social, que tienen como
función principal la intermediación en el negocio del dinero.
Estos no pueden tener ventajas mayores que los demás miembros de
la sociedad, ni pueden tener la exclusividad “casi monopólica” de los
contratos de dinero; la legislación civil autoriza a las personas naturales o
jurídicas para celebrar contratos de mutuo o préstamos a interés, o
cualquier otra clase de negocio jurídico cuya prestación sea en sumas de
dinero, de suerte que no es exclusivo de los Bancos.
Consideramos que la atribución al Banco Central de regular las tasas
de interés son precisamente para fijar los límites máximos y evitar los
abusos usureros.
No tendría sentido que los Bancos comerciales tuviesen unas tasas de
5 o 6% mensual y los particulares estuviesen limitados al 1% mensual.
Por otro lado, el legislador en el artículo 1.746 comentado utiliza el concepto
“interés corriente”, este puede ser interpretado como el usual o cotidiano admitido
por el uso común o aquél que está corriendo (usándose) en el mercado.
Me inclino a que éste es el sentido que le da el legislador, puesto que no se
puede acusar, por ejemplo de usura a un particular que estipule un interés del 3%
mensual cuando los Bancos estén fijando tasas mensuales mayores.
Debe entenderse, entonces, por cantidad líquida de dinero, conforme a lo
exigido en al artículo 630 del C.P.C., la suma determinada o determinable, de
acuerdo se haya convenido en el contrato o negocio jurídico, puesto que rige el
principio, salvo las limitaciones expresas de la ley, de la autonomía de la voluntad de
las partes; comprende, entonces, la obligación principal y sus accesorios claramente
definidos y convenidos.
ii.- De plazo vencido.
Esto significa que el lapso que hacia pendiente la exigibilidad ha
concluido.
La exigibilidad se entiende que la obligación puede pedirse, cobrarse
y, procesalmente, demandarse.
No debe hacerse equivalente el término exigibilidad a plazo cumplido,
debe recordarse que en el estudio de las obligaciones se conoce que la
exigibilidad depende de dos hechos:
el plazo y
la condición.
En la redacción del artículo 630 del C.P.C. está claro que
se refiere la exigibilidad a plazo cumplido o vencido.
No existe otra hipótesis que pueda incluirse, bastaría con
mirar los artículos 1.206 y 1.207 del Código Civil, que
establece la “condición de que un acontecimiento suceda en
un tiempo determinado” y “que no suceda un acontecimiento
en un tiempo dado”, respectivamente, para descartar estas
posibilidades, ya que, en el primer caso, se tiene la condición
por no cumplida si el tiempo ha expirado y, en el segundo
caso, la condición se juzga cumplida si el tiempo ha vencido.
En este sentido debo señalar que, salvo las excepciones de
ley, previstas en los artículos 1.210, 1.215, 1894, y 1941 del
Código Civil * y en leyes especiales como:
la Ley de Bancos,
Instituto Nacional de Vivienda,
La obligación de plazo no puede ser exigible antes del
vencimiento del término.
Como consecuencia de ello, la acción ejecutiva le está
vedada mientras esté pendiente el plazo estipulado.
Debe decirse, entonces, que la obligación sea exigible para
proceder por la vía ejecutiva.
¿Cuándo son exigibles las obligaciones de plazo?
La obligación a plazo es exigible:
a) por el vencimiento del término conforme lo
estipulado en los artículos 1.211 y 1.213 del Código Civil,
b) por renuncia del plazo, en principio el renunciante
debe ser el deudor ya que se presume que el plazo se establece
en su beneficio, así lo establece el artículo 1.214 ejusdem, pero
puede estipularse expresamente a favor del acreedor o por
mutuo acuerdo,
c) por la pérdida del plazo, situaciones que se
contemplan en los artículos 1.215, 1894 y 1941 citados, bien
por insolvencia del deudor o actos propios que menoscaben las
garantías, el deterioro de la cosa hipotecada y cuando ocurre el
concurso de acreedores y
d) por mandato de la ley, específicamente en los casos
de ejecución sobre bienes hipotecados, las obligaciones
amparadas por plazo se hacen exigibles cuando los bienes
afectados por el gravamen real son perseguidos por ejecución.
* El artículo 1.210 dispone: “El acreedor puede, antes del cumplimiento de la condición, ejecutar todos los actos que tiendan a conservar sus derechos”; el artículo 1.215: “Si el deudor se ha hecho insolvente, o por su propias actos hubiere disminuido las seguridades otorgadas al acreedor para el cumplimiento de la obligación, o no le hubiere dado las garantías prometidas, no puede reclamar el beneficio del término o plazo”; el artículo 1.894 dice “cuando los bienes sometidos a hipoteca perezcan, o padezcan un deterioro que los haga insuficientes para garantir el crédito, el acreedor tendrá derecho a un suplemento de hipoteca y, en su defecto, al pago de su acreencia, aunque el plazo no esté vencido” y el artículo 1.941 dispone: “La cesión de bienes hace exigibles las deudas de plazo no vencido”.
El artículo 1.911 del Código Civil establece que debe
hacerse la citación de los acreedores hipotecarios.
Cumplidas estas situaciones, es decir vencido el plazo, la
obligación se convierte en pura y simple; en consecuencia, si
el obligado no paga, el acreedor podrá ejercitar su acción.
b) Que la obligación conste de instrumento público u otro documento auténtico que pruebe clara y ciertamente dicha obligación; documento que puede ser también un vale o documento privado reconocido por el deudor.
El segundo requisito para que proceda la vía ejecutiva es que el acreedor presente instrumento público o auténtico, o bien vale o instrumento privado reconocido por el deudor.
Es necesario aclarar lo que debe entenderse por instrumento público o auténtico.
En términos de vocabulario jurídico, por ejemplo, el jurista uruguayo Couture define documento así:
“instrumento; objeto normalmente escrito, en cuyo texto
se consigna o representa alguna cosa apta para esclarecer un
hecho o se deja constancia de una manifestación de voluntad
que produce efectos jurídicos”[6 ].
En la definición transcrita el uso del concepto
compuesto “objeto normalmente escrito” nos indica que son
muchas las posibilidades y que lo esencial es que exista una
representación o algo apto para esclarecer o constar una
manifestación de voluntad.
Por su parte, el español Pallares[7] nos dice: “Según las
raíces etimológicas de la palabra documento, ésta significa
todo aquello que enseña algo. Tal vez, a causa de ello,
algunos jurisconsultos sostienen que la prueba documental
no sólo consiste en un papel escrito en determinado
idioma, sino en cualquier objeto que pueda proporcionarnos
ciencia respecto a los puntos litigiosos. Concretamente
afirman que debe incluirse en la prueba documental, las
fotografías, las películas de cinematógrafo, los discos, los
planos o diseños...”.
[6] Couture, E. Vocabulario Jurídico. Pág. 239.[7] Pallares, Eduardo. Ob. cit. Pág. 283.
En nuestra legislación procesal el Código de Procedimiento no
enumera los títulos que deben considerarse de esta especie[8], tampoco en el
Código civil existe una enumeración, disponiendo sólo una definición en el
artículo 1.357 que establece: “Instrumento público o auténtico es el que ha
sido autorizado con las solemnidades legales por un registrador, por un Juez
u otro funcionario o empleado público que tenga facultad para darle fe
pública, en el lugar donde el instrumento se haya autorizado”.
Nuestro comentarista Calvo Baca diferencia instrumento de
documento; al primero, lo toma en sentido estricto, como la acreditación de
los hechos controvertidos valiéndose de un documento preconstituido; al
segundo, le da un sentido amplio como: fotografías, inscripciones,
documentos, planos, etc.
Nos inclinamos a compartir el criterio de Calvo Baca[9] que el título
requerido para implementar la vía ejecutiva es el que ha sido preconstituido
para acreditar los hechos, en él se contiene una manifestación de voluntad
expresa. Será público o auténtico el instrumento que reúna las condiciones
estipuladas en el artículo 1.357 citado o en el artículo 927 del C.P.C*.
Con base a estos artículos y 429 y 630 del C.P.C., el Juez tiene
facultad discrecional para apreciar si tales instrumentos son los exigidos por
la ley. [10]
. [8] Balzan, José Angel. Ob. cit. Pág. 73.
. [9] Calvo Baca, E. Código de procedimiento Civil de Venezuela. Tomo II, Pág. 648.* Establece el procedimiento para autenticación de documentos.. [10] C.S.J. Sent. 28–abril–1988, refiriéndose al valor da las actas judiciales dispuso: “En consecuencia, conforme al contenido de los artículos 1.359 y 1.360 del Código Civil, dichas actas constituyen documentos públicos y la fe que merece la atestación de los funcionarios que las autorizan...”. Citada por Calvo Baca, Emilio. Código de Procedimiento Civil de Venezuela. Tomo II, Pág. 655.
Aisladamente, en nuestro país existen algunas normas que
califican de título ejecutivo algunos documentos especiales,
fundamentalmente aquellos que emanan de entidades oficiales[11],
por ejemplo del Instituto de los Seguros Sociales, en la Ley del
Seguro Social en su artículo 101 dispone: “Las órdenes de pago
libradas por el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales se
considerarán títulos ejecutivos contra el deudor”.
En el Código Orgánico Tributario en su artículo 197 se
acuerda: “Cuando los créditos a favor del Fisco Nacional por
concepto de tributos, sanciones,...
[11] Moros P., Carlos. La vía ejecutiva. Pág. 48.
a tal efecto, constituirán título ejecutivo los documentos que
evidencien los créditos mencionados”.
Existe jurisprudencia reiterada que el acta levantada en la
Inspectoría de Trabajo, que cubra los extremos de ley, que contenga
confesión y aceptación claramente determinada de una deuda laboral, puede
definirse como un documento público.
A nuestro juicio esa acta debe ser tal que no admita otros recursos
ordinarios. Siendo de esa naturaleza y conteniendo una obligación de pagar
una cantidad de dinero y vencido el plazo, puede utilizarse la vía ejecutiva
como forma de obtener la satisfacción de la obligación.
Pierre Tapia., Oscar. La prueba en el Proceso Venezolano. Tomo III, Pág. 284.
Por último en relación al instrumento público nos podríamos
preguntar
¿Puede acudirse a la vía ejecutiva con una copia certificada o se
requiere el instrumento original?.
Sobre ésta interrogante existen muchas confusiones y en algunos
casos se han presentado prácticas que son contrarias a los principios que
fundamentan las normas que regulan esa materia.
Tratando de dilucidar algunas confusiones formularemos unas
hipótesis de trabajo.
En nuestro sistema procesal el artículo 429 del Código de
Procedimiento Civil autoriza que los instrumentos públicos y los privados
reconocidos o tenidos legalmente por reconocidos podrán producirse en
copias certificadas.
Por otra parte, el artículo 1.384 del Código Civil, dispone que las copias
certificadas que hacen fe son aquellas sobre instrumentos públicos o auténticos
que hayan sido expedidas por funcionario competente conforme a las leyes.
Esta norma no deja lugar a dudas, puesto que señala dos requisitos:
a)la copia o traslado debe ser sobre documento público o auténtico, ya
estudiamos que nuestro código civil nos define en el artículo 1.357 esos
conceptos,
b) expedida por funcionario público conforme a las leyes.
Por mandato expreso de la ley es entendible al documento privado
reconocido.
La confusión sucede cuando se hacen copias certificadas sobre documentos
privados, que no han sido reconocidos o solo parcialmente o por presentante.
Veamos ejemplos:
Primero: En las Notaría Públicas o Juzgados de Municipio, en
donde no existen notarías, quedan archivados documentos privados no
auténticos, como los contratos de venta con reserva de dominio artículo 10
del Reglamento de Notarías Públicas* o los documentos a que se refiere el
artículo 1.369 del Código Civil, no son reconocidos ni autenticados y que
sólo se archivan a los efectos de darles fecha cierta.
Existe la práctica en algunas notarías de otorgar copias certificadas
sobre tales documentos, muchas veces se solicitan alegándose que se perdió
la copia y por la imposibilidad, según el artículo 1.385 del Código Civil, de
trasladarlos fuera de las oficinas donde está instalado el archivo.
Con base a esas copias certificadas han pretendido y, algunas
ocasiones, han sido admitidos como título válido para acudir a la vía
ejecutiva.
Cuestión totalmente contraria a derecho, porque sobre estos
documentos no pueden expedirse copias certificadas, pues, el artículo
1.384 sólo las permite sobre documentos auténticos[1], y los contratos
aludidos no reúnen los requisitos exigidos por al artículo 1.357, apenas
son instrumentos privados que son presentados para darles fecha cierta
con base a una ley especial, que no tiene más alcance que él allí
establecido, además no podrá alegarse la facultad concedida en al artículo
10 del reglamento de Notaría Públicas puesto que éste está subordinado a
la Ley.* El reglamento vigente fue publicado en Gaceta oficial gaceta-36588 del 10–01–10.[1] Autores Venezolanos. Estudios sobre el Documento Público y Privado. Cabrera R., Jesús E. Los documentos privados auténticos... Pág. 534.
Segundo: También se acostumbra a solicitar copias certificadas sobre documentos
privados no auténticos archivados en oficinas de Registro (Subalternas o
Principales), tales como: documentos que se acompañan para su archivo o para ser
agregados, por ejemplo, en sociedades civiles las actas de asambleas, balances, etc.
Estos instrumentos no han cumplido los requisitos de reconocimiento de documento
privado y son presentados para ser agregados, limitándose el Registrador a colocar
la nota respectiva de agregación con su número de archivo. Las copias se solicitan
con base al artículo 104 de la Ley de Registro Público que autoriza la expedición de
copias certificadas de los documentos protocolizados y de toda especie de
documentos y expedientes archivados. En estos casos rige el mismo principio que
para proceder por la vía ejecutiva el título debe ser auténtico o reconocido
legalmente, de manera que si las copias certificadas versan sobre documentos
presentados que no han sido otorgados ni reconocidos conforme a las normas
comentadas, no pueden considerarse como título ejecutivo
Tercero: En los Registros Mercantiles se expiden copias certificadas sobre
documentos constitutivos, actas de asambleas, estados financieros de sociedades
mercantiles que se encuentran archivados en sus oficinas, los cuales fueron
recibidos con la firma del presentante a los fines del registro. Normalmente estos
documentos han sido suscritos por varias personas, pero su firma no ha sido
reconocida o autenticada previamente, o no han sido otorgados ante el Registrador
Mercantil. En la práctica cotidiana la identificación se hace sobre el presentante o
presentantes, pero no se hace sobre las otras personas que están suscribiendo tales
documentos, que normalmente son los socios y/o administradores. Sobre estas
personas no existe autenticidad alguna de quienes son y sí realmente firmaron el
documento y realizaron el acto jurídico en él contenido. Será auténtico sólo
respecto a la persona que lo presenta y que firma ante el registrador.
Debe entenderse que las actas de asambleas sólo tienen efectos en relación a
la sociedad y entre los socios si las mismas son firmes, es decir, que no tienen
posibilidad de recursos de impugnación, bien por lo dispuesto en al artículo
281, 282 o 290 del Código de Comercio. Pero referente a terceros estas actas
no representan ninguna seguridad, pues estos nunca han reconocido sus
firmas, y la autenticidad del documento a ellos no los alcanza. Por otra parte,
el significado del artículo 38 ejusdem, solo confiere la posibilidad de ser
prueba, ese criterio lo sostiene el comentarista Cabrera Romero, señalando
que en caso de controversia contra los socios con base a las actas, habrá que
solicitar una copia por orden judicial del documento original, a fin de que éste
fuere opuesto a ellos para su reconocimiento.
Idem Pág. 537.
En muchas ocasiones en las sociedades mercantiles, en las asambleas
de socios se contraen obligaciones de pagar cantidades líquidas, bien
sea como obligaciones a la sociedad o como obligaciones entre los
socios como es el caso de inversiones que uno o varios socios hacen
por necesidad de la sociedad y que los restantes se comprometen a
restituirles su cuota parte al socio o socios que hicieron la inversión,
sin que esto se sancione como aumento de capital social, quedando
todo esto asentado en el acta que es suscrita por los presentes. Estas
actas de asambleas son presentadas ante el Registrador Mercantil y son
publicadas conforme a la Ley.
Estas, como se dijo arriba, serán auténticas respecto al presentante que otorgue su
firma ante el registrador. En consecuencia podrá tomarse como título ejecutivo sólo
contra la persona que presentó y firmó en el registro, si aparece como obligado de
una cantidad líquida cierta y de plazo vencido; sobre los otros socios no puede
considerarse como tal título ejecutivo puesto que sobre ellos no recae la
autenticidad. Debe igualmente entenderse que las obligaciones deben ser distintas a
las de suscripción de acciones ya que el Código de Comercio indica los
procedimientos por falta de pago en el artículo 295, que puede ser la venta de los
certificados mediante corredor o en subasta pública o, a través, de la anulación
porque no haya habido oferta.
Arcaya, Mariano. Código de Comercio (anotado y concordado, jurisprudencia.).
Tomo II. Pág. 68 cita una jurisprudencia de casación de G.F. N° 48. Pág. 525: “En
efecto, ese procedimiento legal es el previsto en el art. 295 del Código de Comercio
que autoriza a la sociedad para vender las acciones nominativas en caso de falta de
pago de parte del valor suscrito...”.
Para finalizar ésta sección nos preguntaremos
¿Qué sucede con el documento otorgado en el extranjero?
Sí ha sido otorgado ante un funcionario competente para autorizarlos o presenciarlos, y han
llenado los requisitos o formalidades exigidos en ese país, sea público o autenticado, o privado
reconocido, en nuestro país tienen plena validez como tales títulos ejecutivos, puesto que el
artículo 11 del Código Civil así lo dispone: “la forma y solemnidades de los actos jurídicos que
se otorguen en el extranjero, aun las esenciales a su existencia, para que estos surjan efectos en
Venezuela, se rigen por las leyes del lugar donde se hacen...”.
El jurista Duque Sánchez señala que “La legalización de la firma de la autoridad extranjera
reviste al acto, para ante la autoridad nacional, de la autenticidad requerida por la ley patria” [1].
El documento que se otorga en el extranjero ante una autoridad consular venezolana de
acuerdo a la normativa nacional es un documento auténtico; no es necesaria, aun cuando es una
práctica en el país, la autenticación de la firma del cónsul por el Ministerio de Relaciones
Exteriores para que se le dé el carácter de auténticos a los documentos otorgados ante él*.
[1] Duque Sánchez, J. R. Procedimiento Especiales Contenciosos. Pág. 145. * El maestro Borjas comentaba que en Francia y en Italia no se tiene como tales los actos contractuales pasados ente funcionarios públicos, mientras la autoridad judicial no ha estampado en ellos la fórmula ejecutiva que los convierte en verdaderos mandamientos de ejecución. Ob. cit. Pág. 84.
2.4.1.- Reconocimiento de documento privado para hacerlo título ejecutivo.
El reconocimiento de instrumentos privados puede producirse
dentro o fuera de juicio, es decir, mediante procedimientos de juicio* ante
órganos jurisdiccionales, o a través de sencillos trámites de carácter
voluntario, bien ante notarías o tribunales.
* Hemos utilizado esa terminología “procedimientos de juicio” para distinguirlo del procedimiento especial de reconocimiento que se realiza, también, ante órganos jurisdiccionales.
Reconocimiento de los instrumentos privados por vía judicial.
El legislador en algunas normas usa un lenguaje muy ambiguo que ha
ocasionado las más variadas opiniones e interpretaciones. Sin embargo, en la
práctica por la vía judicial se usan en nuestro sistema procesal dos formas: a)
En acción principal y b) por vía incidental.
a.- Reconocimiento por vía de acción principal.
La parte interesada en el reconocimiento de un instrumento privado
en el cual tenga titularidad, puede solicitarlo a través de acción principal
demandando a quién lo suscribió o a sus herederos, conforme lo dispone
el artículo 450 del Código de Procedimiento Civil. De acuerdo a la norma
citada deben observarse los trámites del procedimiento ordinario y las
reglas de los artículos 444 a 448 ejusdem, agrega el jurista Carlos Siso
Maury “en cuanto no colidan con las de acción principal, o sea, con el
juicio principal[1].
[1] Siso M., Carlos. Estudios de Derecho Procesal, Civil y Mercantil. Pág. 15.
Un punto que ha sido controvertido es el problema de la
jurisdicción, hay juristas que afirman que el procedimiento por acción
principal de reconocimiento de instrumento privado es competencia de
los Tribunales Civiles. El comentarista citado Siso Maury dice que la
ratione materiae se determinará por el carácter civil o mercantil de la
obligación a que se refiere el instrumento privado. Compartimos ese
criterio en virtud de la disposición 124 del Código de Comercio que
autoriza como medios de prueba de las obligaciones mercantiles y su
liberación los documentos privados y el artículo 1.119 que ordena la
supletoriedad del Código de Procedimiento Civil.
b.- Reconocimiento por vía incidental.
El uso de esta vía es indistinta para cualesquiera de las partes, puesto que la
solicitud se puede hacer desde la demanda hasta la promoción de pruebas, sin
necesidad de recurrir previamente al juicio principal. El actor puede acompañar junto
con el libelo de la demanda los instrumentos privados que posea y estime
conveniente presentarlos, en cuyo caso, el demandado está en la obligación de
reconocerlos o negarlos; si los instrumentos privados son opuestos en el acto de la
contestación o después, la parte contra quien se produzcan está obligada a
reconocerlos o negarlos dentro de los cinco días (audiencias) siguientes a aquel en
que ha sido consignado en el tribunal. El silencio de la parte a la que se opuso, trae
como consecuencia el reconocimiento del instrumento[1]. Todo esto está dispuesto en
el artículo 444 del Código de Procedimiento Civil*.
[1] Pierre Tapia, Oscar. Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia. Vol. 7, julio 1981, Pág. 80, cita sentencia del 23–7–1981, que dice: “El mencionado artículo 324 del C.P.C. (artículo 444 en el Código vigente) resultaría consecuencialmente violado por el Juez si éste, a pesar de haber quedado reconocido el instrumento ante el silencio de la parte...”.* En el código derogado estaba regulado en los artículos 324 al 330. En el Código Civil en el artículo 1.364 se estipula: “Aquél contra quien se produce o a quien se exige el reconocimiento de un instrumento privado, está obligado a reconocerlo o negarlo formalmente. Si no lo hiciere, se tendrá igualmente como reconocido. Los herederos o causahabientes pueden limitarse a declarar que no conocen la firma de su causante”.
Acerca del reconocimiento por vía incidental y el uso que se haga del
reconocimiento para cambiar el procedimiento de ordinario a ejecutivo, planteó
una discusión entre los criterios sostenidos por el maestro Sanojo que
argumentaba que el actor podía cambiar el procedimiento ordinario por el
ejecutivo, ya en curso aquel, cuando el instrumento privado ha sido reconocido
durante la secuela del proceso ordinario; y los criterios sustentados por Feo y
Borjas que pensaban en contrario diciendo que no era permitido a las partes
cambiar a mitad de procedimiento la naturaleza de la acción intentada; el maestro
Borjas expresaba que “sería desleal e injusto transformar en ejecutiva una acción
incoada como ordinaria, cuando aquél no pudiera aducir ni hacer valer en
oportunidad alegaciones que crea procedentes para impugnar el carácter ejecutivo.
Moros P., Carlos. Ob. cit. Pág. 83. Citando a Pineda León que contiene los criterios del Prof. Sanojo.
Borjas, A. Ob. cit. Pág. 88–89.
2.4.1.- Reconocimiento por vía voluntaria.
Bajo esta forma se presentan varios casos, en la cual bilateral o
unilateralmente, se solicita el reconocimiento del instrumento privado con el fin de
tener una prueba pre–constituida que tenga fuerza por sí sola en caso de
incumplimiento por parte del obligado. Las formas que tenemos en nuestro sistema
jurídico son:
a) reconocimiento ante notarios o tribunales,
b) Mediante el procedimiento preparatorio de la vía ejecutiva previsto
en el artículo 631 del Código de Procedimiento Civil y,
c) para preparar la demanda por retardo perjudicial previsto en el artículo 815
del Código de Procedimiento Civil.
Propiamente voluntario, puesto que los interesados acuden libremente
ante los notarios o jueces y manifiestan la voluntad de reconocer el
instrumento privado que presenten, para la cual se levanta una nota o acta
que es suscrita por las partes, el notario o juez, testigos y secretarios.
Casación ha establecido que los documentos reconocidos voluntariamente se
equiparan a los documentos autenticados por el procedimiento previsto en
los artículos 927* y 928 del Código de Procedimiento Civil.
1.- Reconocimiento ante notarios o tribunales.
Establece el artículo 631 del Código de Procedimiento Civil el acreedor
podrá solicitar ante cualquier Juez del domicilio del deudor o del lugar
donde se encuentre éste, el reconocimiento de instrumento privado con el fin
de preparar la vía ejecutiva. Se deduce de la redacción de la norma que el
acreedor tiene que anunciar en la solicitud que opta por este procedimiento
especial. Expresaba el maestro Borjas[1] que este procedimiento “consiste en
consignar ante la autoridad judicial competente el instrumento original, con
la solicitud de que se cite al otorgante para que reconozca su firma extendida
en él”.
2.- Mediante el procedimiento preparatorio de la vía ejecutiva previsto en el artículo 631 del Código de Procedimiento Civil.
La norma comentada obliga al deudor a contestar, sea afirmativa o
negativamente, ya que de negarse a contestar se dará al instrumento
fuerza ejecutiva. También dará fuerza ejecutiva la inasistencia del deudor
al día y hora de la citación, si ésta ha sido hecho conforme a la ley. La
citación para este acto es especial, ya que el código ordena que debe
haber una especificación circunstancial del instrumento sobre que verse
el reconocimiento.
3.- Para preparar la demanda por retardo perjudicial previsto en el artículo 815 del Código de Procedimiento Civil.
Este es un procedimiento especial que persigue ponerle alto a ciertas
amenazas o hechos que promueven incertidumbre en la integridad
patrimonial. El jurista Siso Maury[1] señala que se promueve ante el Tribunal
del domicilio del demandado, o el que haya de ser competente para conocer
del juicio que se pretenda originar, a elección del demandante (artículo 818
C.P.C.), que éste podrá solicitar el reconocimiento del documento privado,
previa citación del futuro demandado, o bien de aquéllos que suscribieron los
instrumentos privados que habrán de presentarse en el juicio. Es posible, que
el interesado, por temor a que se deteriore el instrumento privado, o que el
mismo desaparezca, solicite que se evacue inmediatamente la prueba.
2.5 Elementos Procesales del Juicio Ejecutivo.
El juicio ejecutivo es un procedimiento especial que presenta dos vertientes,
por un lado, la ejecución anticipada del deudor, se realizan actos verdaderos de
ejecución contra bienes del deudor paralizándose en el estado de remate hasta
sentencia definitiva; por otra parte, cursa un proceso ordinario. Consideramos
importante analizar los diversos aspectos de este procedimiento especial.
2.5.1.- Demanda.
El procedimiento especial de vía ejecutiva se inicia con la demanda del
titular del instrumento ejecutivo, así se desprende del encabezamiento del artículo
630 del Código de Procedimiento Civil. “Cuando el demandante presente
instrumento...”. La
demanda debe entenderse como lo explicaba el jurista Alsina
“como la forma normal de ejercicio de la acción”. Ese ejercicio
comporta unas normas de carácter procesal. La demanda desde su
punto de vista extrínseco debe cumplir los requisitos exigidos en el
artículo 340 ejusdem, que son comunes al procedimiento ordinario; la
diferencia radica que desde el punto de vista intrínseco el hecho
jurídico que se pretende está amparado por un título ejecutivo y
pueden solicitarse actos inmediatos de ejecución de conformidad con
el artículo 630 citado, cuestión que no está prevista en el juicio
ordinario.
La demanda se propondrá de acuerdo al artículo 339 ejusdem
en cualquier día y hora ante el secretario del tribunal o ante el
Juez, es obvio que ese tribunal debe ser competente, bien en
razón de la materia según el artículo 40 del Código de
Procedimiento Civil, o en razón del territorio conforme a los
artículos 41 y 44*.
* Artículo 28. “La competencia por la materia se determina por la naturaleza de la cuestión que se discute, y por las disposiciones legales que la regulan”; Artículo 40. “Las demandas relativas a derechos personales y las relativas a derechos reales sobre bienes muebles se propondrán ante la autoridad judicial del lugar donde el demandado tenga su domicilio, o en defecto de éste su residencia. Si el demandado no tuviere ni domicilio ni residencia conocidos, la demanda se propondrá en cualquier lugar donde él se encuentre”; el Artículo 41. “Las demandas a que se refiere el artículo anterior se pueden proponer también ante la autoridad judicial del lugar donde se haya contraído o debe ejecutarse la obligación, o donde se encuentre la cosa mueble objeto de la demanda con tal de que el primero y en el último caso, el demandado se encuentre en el mismo lugar” y Artículo 42. “Las demandas relativas a derechos reales sobre bienes inmuebles se propondrán ante la autoridad judicial del lugar donde esté situado el inmueble, la del domicilio del demandado, o la del lugar donde se haya celebrado el contrato, caso de hallarse allí el demandado; todo a elección del demandante”.
El actor debe presentar, por mandato expreso del artículo 630
arriba citado, el instrumento o título ejecutivo, que pruebe clara y
ciertamente la obligación de pagar cantidad líquida de plazo vencido.
Puede introducir el original del título o copia certificada del título en
donde se halle inserta o autorizada, expedida por el funcionario
competente conforme a las leyes. En páginas anteriores hicimos
algunos comentarios acerca de lo que debe significarse como copia
certificada de un título ejecutivo.
En la demanda el actor debe solicitar las medidas de ejecución
que comprende embargo de bienes suficientes para cubrir la
obligación y las costas prudencialmente calculadas. La obligación se
refiere a la suma líquida de plazo vencido que comprende la
obligación principal y sus accesorios claramente definidos y
convenidos. También puede solicitarse en la demanda la indexación o
corrección monetaria, que se tomará en cuenta a partir de la situación
de mora.
¿Puede modificarse la demanda?. Las normas procesales, de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 343 del C.P.C, facultan al actor
para realizar la reforma de la demanda, por una vez, si ya se ha
producido la citación.
Dispone el artículo 630 comentado que el Juez debe examinar
cuidadosamente el instrumento[1] y si fuere de los indicados acordará la
medida de embargo solicitada. La medida de embargo debe ser sobre
bienes suficientes para cubrir la obligación principal y sus accesorios,
además las costas prudencialmente calculadas por el tribunal. Puede
apreciarse una especie de contradicción, entre lo sostenido acerca de los
requisitos de la vía ejecutiva en relación a la obligación que debe ser una
cantidad líquida y los gastos de ejecución que no pueden considerarse
como líquidos ni exigibles.
2.5.2.- Medidas de Ejecución.
A nuestro entender en el artículo 630 se hace la separación de los
requisitos para accionar ejecutivamente y la facultad discrecional del Juez;
de manera que al examinar los documentos y llenar los extremos de Ley, el
Juez ordenará el embargo, autorizándolo la norma para estimar las costas
procesales e incluirlas en el monto de ejecución.
[1]Pierre T., Oscar. Ob. cit. vol. 4. p.100. Cita una sentencia de la C.S.J. del 26–04–84 que ratifica el criterio que en el embargo ejecutivo pueden incluirse los gastos de ejecución y los honorarios de abogado.
En el embargo se pueden presentar dos opciones según que los bienes
embargados no estén hipotecados o estén hipotecados para garantizar la
obligación[1]. Estas situaciones las encontramos en los artículos 632, 635 y
548 del Código de Procedimiento Civil y 1931 del Código Civil.
[1] Ramírez y Garay. Jurisprudencia sobre medidas preventivas. Pág. 238. Cita una Jurisprudencia del 17–1–74 de la Corte Superior Primera. Tomo XLII, p. 16 dice: “En la vía ejecutiva es obligatorio y no facultativo para el Juez decretar el embargo de los bienes hipotecados o de otros bienes suficientes”.
a) En la situación que los bienes embargados no estén hipotecados
dispone el artículo 632 citado “el acreedor podrá pedir el embargo de
otros bienes del deudor”, norma destinada a favorecer el derecho del
acreedor por ello en la doctrina se llama “mejoras de ejecución”[1],
estas pueden ser de dos especies: 1) por traslados de embargos,
pasándose la medida embargo de unos bienes a otros; y 2) por
embargos suplementarios que es la extensión de la medida a nuevos
bienes.
[1] Duque S., J. R. Ob. cit. Pág. 153.
De esta manera, se dice que sigue siendo valida la crítica que expusiera Borjas [1] al
artículo 525 del Código derogado, porque se mantienen los mismos supuestos, no hay
variación sino en el término secuestro que es sustituido por el de embargo. No
encontramos una justificación jurídica que fundamente mantener ese tipo de
disposición. El maestro Borjas decía en esa oportunidad “es de advertir que el
legislador ha introducido en el texto que comentamos una modificación que no nos
parece jurídicamente explicable, porque redunda en perjuicio del deudor y hace de
peor condición la del preventivamente ejecutado, que la del que ya haya sido
condenado por sentencia firme al pago de la obligación reclamada. Según los
términos del citado artículo 494 (comentario nuestro: en el código vigente fue
sustituida por el artículo 548 incorporando pequeñas modificaciones), la mejora
pedida por el ejecutante no será decretada sino cuando, a juicio del tribunal, aparezca
necesaria para la eficacia de la ejecución, y en caso de tratarse de traslado del
embargo de unos bienes a otros, la aprehensión de los últimos produce ipso facto la
libertad de los primeros;[1] Borjas, A. Ob. cit. Pág. 94.
al paso que en la disposición del artículo 525 (632 código vigente) no se
faculta al Tribunal para negar la solicitud de nuevos embargos, ni se
permite que, al practicar estos últimos, queden libres de secuestro los
bienes anteriormente depositados, pues para que ello se verifique es
menester que del justiprecio de aquellos resulte que son suficientes para
cubrir la deuda y los gastos de cobranza. No creemos que el silencio del
legislador respecto de la facultad del tribunal de acordar o no la mejora de
la ejecución solicitada, deba interpretarse en el sentido que el Juez haya
siempre de acceder a dicha petición, porque sería absurdo interpretar de
manera diversa dos disposiciones legales que tienden a un mismo objeto y
tienen iguales fundamentos jurídicos;
pero la prohibición expresa de desembargar los bienes primitivamente
embargados mientras no conste que el valor de los nuevos baste para cubrir el
monto de ejecución, no permite interpretación alguna que atenúe su injustificado
rigor*. Creemos por ello, que los codificadores de 1916 hubieran debido suprimir
el texto del artículo 525 y de este modo la disposición del 494 se habría aplicado
sin dificultad ni duda alguna a los embargos practicados en vía ejecutiva, como
que les son aplicables, en general, todas las del Título VII del Libro Segundo del
Código de Procedimiento Civil” (en el código vigente es el Título IV del Libro
Segundo)”. El legislador del nuevo código pudo haber obviado el artículo 632.
* Borjas en su texto tiene una nota de confrontar al Maestro Feo. En efecto, Feo en el Tomo 3, p. 26 dice: “Embargar primero los que se crean suficientes, embargar después otros en virtud de la mejora, y dejarlos unos y otros en embargo hasta que se haga el justiprecio, es ocasionado a abusos, y aun puede dañar gravemente la deudor y a otros acreedores suyos...”.
b) Si los bienes embargados están hipotecados se pueden dar las siguientes
situaciones: por una parte, para que sea procedente “la mejora de la ejecución”,
conforme al artículo 548 del C.P.C., se requiere que una vez rematados los
hipotecados el precio haya resultado insuficiente para el pago de la obligación, en
esta hipótesis se permite el embargo complementario, pero no el traslado de
embargo; por otra parte, según el artículo 635 ejusdem, cuando los bienes
embargados estuvieren hipotecados para garantizar el pago del crédito
demandado, el acreedor tendrá derecho a que el remate se lleve a cabo y se haga
efectivo con su precio el pago de su acreencia antes de la sentencia definitiva, es
claro que la ejecución antes de la sentencia sólo da derecho al pago de la
acreencia y sus accesorios (intereses debidos) y no a otros que dependen de la
sentencia.
* Se admiten sólo como caución o garantías: 1° Fianza principal y solidaria de empresas de seguro, instituciones bancarias o establecimientos mercantiles de reconocida solvencia (sobre estos últimos ver el último párrafo del artículo 590 comentado), 2° Hipoteca de primer grado sobre bienes cuyo justiprecio conste en los autos, 3° Prenda sobre bienes o valores, 4° La consignación de una suma de dinero hasta por la cantidad que señale el Juez.
Para que el Juez autorice el remate el acreedor deberá prestar caución o garantías
de las previstas en el artículo 590* para responder de las resultas finales. El Juez
tiene responsabilidad personal si la caución dada resultare después insuficiente.
El artículo 590 determina cuales son las garantías
permisibles, pero ciertamente no establece la calidad
específica de las mismas. Corresponde al deudor ser vigilante
de esta prestación y podrá objetar la suficiencia de la garantía,
es decir del monto que fije el Juez, pues debe comprender el
valor real del bien en el mercado y su proyección, los
perjuicios que el remate le pueda ocasionar al deudor, aún
cuando estos deberán ser reclamados, si se pretendieren, en
procedimiento ordinario conforme a lo establecido en el
artículo 639.
También podrá objetar el deudor la calidad de la empresa
de seguros o de los bancos, así como la responsabilidad de
los establecimientos mercantiles; la calidad de los bienes
dados en hipoteca o en prenda, en estos casos el Juez
deberá proceder conforme a lo pautado en el artículo 607,
pudiendo si lo considera necesario abrir una articulación
de 8 días, sin término de distancia, y decidirá en el noveno.
Se entiende que la decisión de la incidencia no es
vinculante a la causa.
Decretado y ejecutado el embargo de bienes se procederá según las pautas
establecidas en el artículo 634 del Código de Procedimiento Civil, que
ordena actuar con arreglo a lo dispuesto en al Título IV, Libro Segundo,
hasta el estado en que deban sacarse a remate las cosas embargadas, es
decir la forma de hacer el embargo, el nombramiento de los depositarios,
del justiprecio, de la oposición de terceros poseedores, de las publicaciones
de los remates, hasta llegar al estado de subasta de los bienes, por cierto el
último cartel de remate omitirá el anuncio del día y la hora, por no contarse
con esos datos, indicando que el remate se realizará al darse la sentencia
firme. En este estado se suspende el procedimiento ejecutivo hasta que
haya una sentencia definitivamente firme en el juicio ordinario. Llegado el
caso que la sentencia sea favorable al acreedor, se publicará un cuarto
cuartel que anunciará el día y la hora en que haya de efectuarse el remate,
este se anunciará con tres días de anticipación al acto
En la jurisprudencia nacional se han definido criterios
contradictorios en relación a los recursos que tiene el ejecutado contra el
auto que decreta la medida de embargo. Algunos afirman que en el
procedimiento ejecutivo no es procedente la oposición del ejecutado a la
medida de embargo. Argumentan que dispone el ejecutado de la defensa
procesal establecida en el artículo 533 que dice: “Cualquier otra
incidencia que surja durante la ejecución, se tramitará y resolverá
mediante el procedimiento establecido en al artículo 607 de este
Código”[1]. En esa norma se establece el procedimiento para tramitar esas
incidencias, que comentamos ut supra, pero en este caso es posible que la
resolución de la incidencia sea vinculante a la causa y, por tanto, el Juez
puede diferirla a sentencia definitiva, lo que pudiera causar daño al
ejecutado.
Otros señalan que el ejecutado dispone del recurso de apelación[1] contra
el decreto de embargo en el procedimiento ejecutivo. Esta apelación es a
un solo efecto, en el efecto devolutivo y nunca en el suspensivo[2]. La
característica especial del juicio ejecutivo permite tramitar
simultáneamente actos de ejecución y la etapa cognitiva mediante el
proceso ordinario, esto define que los actos de ejecución no interfieren en
la causa principal. Por otra parte, el decreto de embargo es una decisión
interlocutoria que no afecta la sentencia final, y su tramitación se hace en
cuaderno separado. Estos hechos procesales afirman la practica de la
apelación del auto de embargo en un solo efecto.