Clavijo Forcade, Rodrigo - Aunque Digan Lo Contrario

8/17/2019 Clavijo Forcade, Rodrigo - Aunque Digan Lo Contrario

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ISBN: XXXXX© XXXXXX1ª edición, mayo 2015

DATOS DE LA IMAGEN DE TAPA: La reina de la orgía 2, collage sobre témpera, 18 x 13 cms.

Carlos Daniel Tellechea, 2015.

Queda hecho el depósito que ordena la ley Impreso en Uruguay-2014Tradinco S.A.Minas 1367-Montevideo.

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso re-prográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo o cualquier otromedio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con o sin finalidad de lucro, sin

la autorización de los autores.







Aunque digan

lo contrario

Rodrigo Clavijo Forcade





A mis padres.





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Aunque digan lo contrario

PRÓLOGO

Aunque digan lo contrario es la primera novela de Rodrigo Cla-

vijo (Montevideo, 1988). Profesor de Literatura con intensa acti-vidad académica, se encuentra en el inicio de su carrera literaria, la

cual diera un paso decisivo con la obtención de una mención por

este mismo texto en el Concurso de Narrativa Joven organizado por la

Casa de los Escritores del Uruguay en su edición del año 2014. Abrir

las puertas así a un terreno casi virgen es un desafío y un honor para

el prologuista; trataré de dar un pantallazo de la novela sin embucharal lector. Quizá se pueda iluminar algunos aspectos del texto. Y si no

es así, siempre queda la obra: los prólogos no suelen ser imprescin-

dibles.

Aunque digan lo contrario es una novela o novela corta que nos

recuerda todo el tiempo su carácter ficcional. Sin entrar en los de-talles de la historia (que el lector podrá conocer en breve), se puede

afirmar que su anécdota tiene la propiedad de hacer pasar lo invero-

símil por posible. No se trata de una inverosimilitud fantástica sino

psicológica. Lugares sórdidos y reconocibles, personajes ligados al

ambiente académico, la omnipresencia de la locura y una historia



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que roza lo policial pero que es forjada desde el texto con sus propias

reglas y caprichos; todo ello acentúa la tozudez con la que (desde el

título mismo) se nos deja claro que la historia se impone a nuestrasideas de lo verosímil. El juego que se propone no sólo involucra a

los personajes sino que también el lector se ve involuntariamente

metido en él. No hay explicaciones exteriores. Como en los juegos

de mesa de los que tanto gusta la narración, el espectador debe com-

prender las interacciones de los personajes–jugadores, inmiscuirse,

tratar de interpretar tras de los gestos y las mentiras. Nadie le revelará

una verdad objetiva, él también está atrapado.

Desde el primer capítulo la novela propone y se propone como

un juego. Este hecho está íntimamente ligado a dos aspectos: por un

lado a un nihilismo vital que niega la posibilidad de acceder con

seguridad a sentidos últimos; por otro, a una concepción que pre-senta al arte y al juego, pues son sinónimos, como salvadores. Esta

filosofía se puede entender como una verdadera teoría del sentido,

que involucra tanto al arte como a la vida misma. Las fronteras más

que difusas parecen no existir.

En cuanto al nihilismo, es un estado anímico presente en los

personajes: viejos, jóvenes; todos sienten el agobio de una existencia

en la que no pueden reconocerse. No hay esencias de las que aferrar-

se con seguridad, no hay una identidad ni un propósito que permita

dar cuenta con sentido de los demás o de uno mismo. Esto se tradu-

ce en un continuo sentimiento de mareo y de ociosidad. La persecu-



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ción de la verdad sólo puede conducir a los caminos laberínticos de

la locura. Los personajes se resignan y se refugian en una autocom-

pasión racionalizada que recuerda por momentos a los personajes de Juan Carlos Onetti. Finalmente, todos los sentidos sagrados parecen

gastados por el uso vulgar. Hinchadas de fútbol, baños vomitados y

sucios, discursos académicos sobre los clásicos en el lugar común y la

pedantería, el desinterés frente a lo relevante y la presencia constante

de un clima opresivo y triste. Los personajes y los lugares de la novela

están condenados a ser, a soportarse y soportar el mundo.

En este marco no es extraño que la única manera de producir

un sentido genuino (y por ende de estar vivo) sea crear. Así lo entien-

de el innominado personaje–demiurgo de la novela, y lo desarrolla

de principio a fin de manera inflexible. La creación vale como acto y

no tanto como producto: es el gesto creativo el que salva y no la obraya realizada. En cualquier caso la obra vale si se enmarca en una ac-

ción creativa continuada en el tiempo, si se transforma en un juego

de sentidos que la trasciende. Precisamente, este es otro aspecto a te-

ner en cuenta: la creatividad no se limita al ámbito artístico sino que

se apodera de otros espacios y situaciones, formando de esta manera

un problema interpretativo que parte de las obras y se instala en las

personas y las instituciones que tratan con ellas. La hermenéutica no

es un mero ejercicio: es un acto vital y angustiante. Finalmente crear

no es sustituir el sinsentido sino propagarlo: la novela a través de su

personaje central nos propone una concepción estética con aires de



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experimento borgeano en la que la única manera de ocupar el lugar

de Dios es entendiendo que éste no existe. La creación es un acto

nihilista, un gesto desesperado, la contemplación de uno mismo enla alteridad, en la paradoja del tiempo y la experiencia. Crear es des-

truir y destruirse. La única forma de eternidad posible es en el caos.

Otro punto a tener en cuenta es la manera en que el texto

presenta las relaciones de poder entre los personajes. Si no es posible

acceder a sentidos trascendentes y últimos, la única forma que tienen

los sujetos de conocer e interpretar es en el marco de los vínculos,

en las relaciones con los otros. En este sentido las relaciones mismas

son concebidas con un conjunto de reglas arbitrarias como las de

un juego; el juego que el personaje–demiurgo propone desde un

comienzo. Es importante tener en cuenta que aquí las palabras y los

hechos dirigidos por el personaje al joven Iván Scorza (o los que estemismo se dirige cada vez que se presenta en el papel de narrador y

tenemos acceso a su conciencia) no pretenden describir o representar

cosas: las palabras y las acciones son actos enunciativos cuya función

es mover a la acción. La interpretación literal de estos signos cons-

tituye un signo de torpeza; pero la interpretación racionalizada de

los mismos como símbolos conduce (por la asimetría de la relación

comunicativa) también al error o al menos a la acción involuntaria.

Se está así ante una trampa; se juega un juego que no se conoce, con

reglas que no sólo son ajenas sino que convierten al jugador en un

títere de otro. Finalmente, el mundo de los hombres es una cadena



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infinita de equívocos y trampas. Las de los otros, las de nosotros mis-

mos. Fuera de esta cadena no hay nada. No hay lugar para la utopía

libertaria. La única forma de la libertad es la paradoja: ser obligado aser libre, manipulado para poder ver el mundo...

Por último hay que destacar brevemente las posibilidades de

lectura metapoética que presenta la novela, es decir, de ser entendida

como un texto literario que nos dice algo sobre la propia literatura.

En particular me interesa señalar cómo la teoría del sentido que se

desprende del texto puede ser aplicada a la propia novela, al proceso

de lectura que ella exige y hasta impone. Como en la relación entre

los personajes, la novela nos plantea la imposibilidad de sentidos ob-

jetivos (dados por la explicación de algún tipo de narrador), ajenos a

la interacción misma. A su vez, ese vínculo (que en este caso puede

entenderse en un nuevo nivel: la obra con el lector) no es simétrico:supone una relación de poder en el que uno de los dos implicados

pone las reglas y el otro las acata, desconociendo además su código y

su alcance. En esa condición de asimetría nos encontramos de algún

modo frente a la novela, la cual presenta rasgos de fragmentarismo

narrativo, cambios de narrador, alteraciones sintácticas y gráficas,

monólogos interiores y en general un marcado experimentalismo

que lleva a cambios de forma y de tono en cada uno de los capítulos.

Es así que la distribución de la información parece arbitraria, y la

historia (como ya se dijo) inverosímil y caprichosa.

Sin embargo en el marco de este vínculo lúdico existe un plan,



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una teleología que sólo puede revelarse con la última jugada; es allí

donde todos los movimientos realizados se coordinan y forman una

imagen coherente. Así, con la misma maestría de su personaje–de-miurgo para con el joven Iván, es como se mueve Rodrigo Clavijo

para con los lectores. Lo que no tiene sentido en un principio lo

cobra en retrospectiva; el capricho al que nos arrastra la novela se

transforma, las cartas se reordenan y configuran la jugada definitiva.

En un mundo sin Dios y sin sentido trascendente sólo queda el con-

suelo de la mentira. Mintiendo como quería Onetti... Aunque digan

lo contrario nos hace jugar cegados. Como el joven Iván, no alcanza

con ser torpes o pasivos: hay que aprender a amar, a estar locos; hay

que aprender a crear. Como al joven Iván, hemos sido empujados al

único camino con sentido: somos libres; ¡adelante!

Hoski.

Abril de 2015.



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I

Inertes en apariencia, las barajas descansan con fingida como-

didad sobre el pálido color celeste de la mesa de cármica. Siento,sin embargo, el latir profundo y sostenido, las regulares y vibrantes

pulsaciones de los naipes golpeando la tabla carcomida. Fija en el

reverso policromo de las cartas, atenta a sus movimientos apenas

perceptibles, mi mirada ansía presagiar las figuras que ellas ocultan.

Allí están los cartones, intentando revelarme una porción descono-

cida, insospechada del universo. Aquí estoy yo. Y entre nosotros setiende un puente, un nexo invisible y eterno que nos amalgama más

allá de las posibilidades del tiempo y del espacio.

Mientras observo los naipes que reposan sobre la mesa com-

prendo, de manera repentina, la necesidad de tomar una postura:

debo confiar en la farsa, aceptar el absurdo predeterminado, volver-me un completo idiota. Si no lo hiciera estaría obligado a colmarme

de indignación, a maldecir al creador de esta trampa, de estas con-

diciones esquemáticas que pretenden introducirme en la nada y el

sinsentido. El juego presupone, en definitiva, un profundo acto de

fe: las barajas conforman un sistema cerrado y perfecto, una organi-



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zación de reglas ajenas al caos, al desorden, a la locura.

La suerte está echada. Los cartones comienzan a sucederse

amarillentos y pringosos entre mis dedos. Al principio lo hacen len-ta, torpemente: el funcionamiento se asemeja a la puesta en marcha

de una maquinaria pesada. Los engranajes trabajan, sin embargo,

a pesar de la aparente tosquedad del artefacto. Ahora sólo importa

la profunda confianza, el íntimo convencimiento en la eficacia del

artilugio.

Continúo mezclando, con creciente ahínco, colores rojos y

negros. Conjugo ochos, sietes y seis, lleno de esperanzas. Sé que el

prodigio ha comenzado a concretarse. Lo intuyo vagamente. Pre-

siento la figura de la reina. Visualizo en mi interior el color tan an-

helado. Imagino descifrar lo inescrutable. Ha llegado el momento:

debo buscar el movimiento audaz. Traslado por fin toda la columna,de izquierda a derecha, confiando en esa última carta que logrará

connotar la gloria absoluta.

Surge entonces la pieza buscada. Con ligereza muevo un car-

tón y otro. El conjunto de barajas rezagadas se unifica, reuniéndose

con la macroestructura de reyes y reinas. Ahora, sólo en este instante,

logro vislumbrar la coherencia de cada razonamiento, de cada movi-

miento anterior. El éxito es inevitable. La unión entre negras y rojas

se precipita: el pequeño mazo se lanza de manera vertiginosa hacia

el grande. Se unen, se transforman, se fusionan en uno solo. Lo que

antes eran dos porciones del universo se transmutan, conjugándose



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hasta el delirio. Como en la cópula. Las jugadas comienzan a desen-

cadenarse repentinas, involuntarias.

En mi fuero más íntimo supongo que este preciso momentoes equivalente al encuentro con Dios, a la lectura de un verso que le

otorgue sentido a toda una existencia, al disfrute de la razón infinita

y a la derrota de la insensatez. Definitivamente entiendo que este

segundo de placer total es análogo, idéntico a la conversión de dos

cuerpos diferentes en una sola carne.



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II

–¿Te das cuenta de lo que encontraste? Vos no sos conscien-

te… ¡Una joya! No, mejor aún: ¡un tesoro! Sí, asado con fritas paramí. ¿Y vos, pibe? Yo invito. ¿Seguro? Entonces que sean dos asados

con fritas. Y cerveza. Bien frapé. En fin… Como te venía diciendo,

¡una joya! ¿Sabés cuántos distinguidos quisieran estar en tus zapatos?

No lo podés imaginar. Algunos especialistas dicen que estos libros

sólo son encontrados por personas específicas. No sé si me enten-

dés… Elegidos, pibe… Avispate un poco… Elegidos, sujetos quede una manera u otra tienen algo que aportarle a toda la historia.

Lo que me pregunto es porqué vos… No te ofendas, eh… Pero me

llama la atención que justamente hayas sido vos. Tal vez sólo fue

casualidad, aunque… Sí, ya sé… Vamos de a poco. Te entiendo. No

comprenderás nada. Te preguntarás: «¿Qué dice este viejo loco? ¿Dequé libros me habla? ¿Por qué me invita a comer?» No te preocupes.

Yo te lo explico de a poco. Lo cierto es que tuviste suerte. Tuviste

mucha suerte al encontrarte justo conmigo. Porque te puedo asegu-

rar que si hubieses tropezado con alguien más, si el texto lo hubieses

encontrado en la librería de al lado, por ejemplo, mierda que te lo



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iban a vender. Y más teniendo en cuenta que parecés medio… No te

ofendas, pibe… ¿Sí? Lo que quiero decirte es que parecés muy tier-

nito, que no tenés ni la más pálida idea sobre esta historia. Mierdaque te lo iban a vender… Me imagino la escena como si la estuviera

viendo. Vos cayendo con la joya entre las manos y preguntando con

voz de quiero un descuento: «¿Cuánto sale esto?». Entonces el Ruso,

el librero de al lado, disimulando su cara de asombro, tratando de no

escupir el buche de vino, dice: «Eso no está a la venta, nene. No sé qué

hacía en ese estante. Lo deben haber mezclado por error. Algún inepto,

seguro. No, no está a la venta. Dame para acá.»

(«Me nombra “pibe” . Insultándome en la cara. Precipitando

sus años y su experiencia sobre mí. Me invita a comer mientras ha-bla con entusiasmo acerca de un libro. Acerca de una importan-

te serie de libros. Algo quiere. Algo pretende de mí. Es un cínico

profesional o un completo idiota. Grita fuertemente. Moviendo las

manos. Haciendo aspavientos. Es italiano a más no poder. Tal vez su

documento afirme que nació en Montevideo. En Canelones. En Ta-

cuarembó. Pero yo sé que es completamente italiano. Lo vislumbro

leyendo obras clásicas de segunda o tercera mano con avidez. Textos

de autores consagrados que casualmente llegaron hasta él durante

su adolescencia. No le interesan mis movimientos ni mis palabras.

Únicamente desea desplegar su personaje. Tejer una trama que tiene



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elaborada desde hace tiempo. Logra que el discurso se desenvuelva

gesto a gesto. Frase a frase. Intenta convencerme de algo. Pero to-

davía no sé de qué. Se ríe. Prepara una ráfaga de mentiras. Sólo mededico a escuchar.»)

–¿Sabés por qué decidí regalarte el libro? Qué vas a saber vos…

Lo hice porque soy tremendamente supersticioso. No te rías, che…

Esa es la verdad. No hay razón para mentirte. Tal vez las cosas tenían

que suceder de esta manera. Tal vez todo estaba dado para que vos

lo encontraras justamente en mi librería. Qué sé yo… No tengo el

más mínimo deseo de romper con ese orden, con esa forma de ser

de los hechos. Si sucedió así, por algo será. Llamame loco, estúpido

o conformista. Llamame como quieras. Pero los años me enseñaronalgunas cosas, ¿sabés? Yo soy así, pibe… Además, a esta altura de mi

vida, te podrás imaginar que no voy a hacerme ni más rico ni más

pobre. Ya no me interesa el dinero. Poseo lo suficiente para vivir y

con eso me basta. Si de pronto alguien me dijera que en el banco

apareció una cuenta con millones a mi nombre, no sabría cómo ac-

tuar. Tenés que entender que esto no es por plata. Acá la palabra

clave es trascendencia. Vos sos mi pasaporte hacia la trascendencia.

Che, ¡pará de reírte de esa forma! Pensarás que estoy loco… Lo que

pasa es que aún no sos consciente de que este libro también es una

llave para vos. La llave que te abrirá las puertas del salón de la fama



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de la literatura uruguaya. ¿Qué? ¿Te causa gracia la frase? «El salón

de la fama de la literatura uruguaya…» Tenés sentido del humor. Eso

me gusta. Sé que suena ridículo pero no es broma. De alguna u otramanera, también encontraste mi llave para ese lugar. Lo mío es dife-

rente, sin dudas. Yo estoy al margen, en un costado. El protagonista

sos vos. Claro, tampoco me muevo por puro altruismo, pibe. Pero a

mi edad simplemente me conformo con eso, con ser el librero al que

le encontraron, en sus propias narices, un ejemplar tasado en varios

miles y miles. Es más que suficiente para mí. No voy a mentirte: las

visitas se multiplicarán ahora. Esos eruditos van a querer investigar.

Ya imagino las preguntas sobre mí y mi librería, sobre la posibilidad

de que yo guarde algún tipo de relación con este infierno de los li-

bros anónimos.

(«Comienza a jugar con sutileza las cartas que posee. No en-

tiendo por qué confío en su discurso. En todos sus juramentos re-

lativos a la insignificancia del dinero. Presiento la existencia de una

razón oculta. Sé de forma indudable que me necesita. Aunque to-

davía no logro comprender para qué. Sólo soy un instrumento en

el embuste que construye verbo a verbo. Mueca a mueca. Mientras

masca con desesperación el asado chicloso. Mientras agrega mostaza

en exceso y come fritas chorreantes. Habla de un “salón de la fama

de la literatura uruguaya” . La sola concatenación de esas palabras me



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resulta por completo ridícula. Aunque no las imagino casuales. No

pienso que la frase haya sido empleada fortuitamente. Intenta hacer-

me creer que es un idiota. Un pobre bruto que se ha autocultivadoentre ediciones baratas y manuales deteriorados. Procura conven-

cerme al respecto de mi superioridad sobre él. Es un cínico. Un ab-

soluto cínico que se oculta detrás de ese sweater mugroso. De ese

sweater obsequiado para antiguos cumpleaños por su esposa. Una

mujer irremediablemente gorda. Imbécil. Arruinada como él. No.

No puede ser más que un completo infeliz que quiere modificar su

existencia. Que anhela empezar a ser alguien de una vez por todas.

Me necesita.»)

–Vos no te preocupes, pibe. Al principio la situación te va aimpactar y querrás averiguar la verdad, descubrir por qué a vos, qué

tenés para aportarle a esta historia. Vas a rebanarte los sesos leyendo

como un condenado, intentando alcanzar una pequeña explicación

coherente. Luego, cuando descubras que nada tiene sentido, que

perdiste meses o años detrás de un simple juego que se le ocurrió

a alguien que disfrutaba del tiempo y las comodidades necesarias

para molestar a los demás, el libro cambiará sus cualidades y todo

tendrá un significado diferente. Pero es inútil revelar más detalles.

Esto tendrás que descubrirlo por tu cuenta. Deberás romperte la

cabeza contra la pared para llegar a las mismas conclusiones que hoy



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te estoy adelantando. Sí, gracias mozo. Una cosa más: un refresco.

Sí, de naranja. Gracias. Pibe, ¿una Coca? Sí, una Coca, mozo. Ah…

Y otra bien frapé.

(«Ahora toma precauciones. Añadiendo datos opacos. Inven-

tando aspectos negativos. Incertidumbres. Cabos sueltos. Trata de

aumentar la verosimilitud de su relato. Buscando demostrar que no

todo es tan sencillo. Que no todo es tan falso. Utiliza el desafío para

involucrarme en su narración. Su monólogo es una muestra de retó-

rica al estilo Tristán Narvaja. Debo respetarlo. Sentirme su hermano

después de lo que ansía hacer conmigo. Lo observo y lo quiero. No

tengo otra alternativa. Proviene de la misma escoria que yo. Podría

ser mi abuelo. Mi padre. Mi futuro hijo. Me brinda lo mejor de sí.Dispara con su munición más exquisita. Sé que esta charla es impor-

tante para él. Para su futuro.»)

–Mirá, voy a tratar de hacértelo sencillito. Acá la cuestión

esconde varias facetas. Además de la locura que implica escribir y

editar esta serie de libros, también se encuentra la bestial guerra de

egos existente entre los críticos literarios. Son tan imbéciles… Se pe-

lean entre sí mientras presentan nuevas y rebuscadas teorías. Escuchá

esto, no tiene desperdicio. Uno de ellos viajó al exterior con su grupo



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de ayudantes. ¿Qué pretendían? Realizar un análisis químico al pa-

pel utilizado en la edición… Sobran los comentarios, ¿no? Todo es

inútil, te lo adelanto desde ya: no van a poder descubrir ningún pun-to relevante sobre el tema. Quien se oculta detrás de estos volúmenes

pensó en cada detalle mucho antes de que alguien pudiera darse

cuenta de la trampa. ¿Qué querés que te diga? No deja de resultarme

estúpida la pretensión de verdad cultivada por los investigadores. Me

llama la atención que nadie lo haya percibido todavía. ¿Qué sentido

tendría, más allá del mero dato anecdótico, conocer la verdadera au-

toría del texto? La magia desaparecería y nadie volvería a hablar del

asunto. Pibe, ahí está la clave de esto: actualmente esa publicación es

la única que le agrega un poco de sal al insípido plato de la literatura

uruguaya. Si me lo preguntaran, yo diría que el encanto del arte resi-

de en la imposibilidad de encontrar una respuesta única y evidente.Pero los eruditos desean darle una explicación a todo, saber hasta el

último detalle, conocer la composición química de los colores que

aparecen en las solapas de cada ejemplar. Son tan imbéciles… Tal

vez no lo adviertan, pero su ambición intenta destruir la leyenda. Si

estos tipos hubiesen sido contemporáneos de Jesús, el cristianismo

jamás podría haberse desarrollado. Ojo: acá no hablo de conviccio-

nes religiosas personales. ¿Entendés, pibe? Lo que quiero plantear es

que el ser humano necesita los mitos y las incógnitas porque, a partir

de ellas, logra crear cosas nuevas.



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(«Su discurso ahora es fluido. Claro. Irrefutable. Concibo su

inteligencia. Su profunda agudeza. No posee pizca de idiotez. Acertó

al refregarme su edad y su experiencia. Es un hombre. Un simpleobrero. Pero sabe cómo funcionan las cosas. Cómo se manejan cier-

tos aspectos. Pretende darme una instrucción que aún no logro com-

prender. Quisiera imaginarlo brutalmente sincero. Pero soy joven.

Soy idiota. Soy desconfiado. No dejo de pensar en la posibilidad de

un engaño. De un simple timo. Habla y repite una y otra vez detalles

sobre el libro. Sobre este libro grisáceo que encontré casualmente en

su librería. ¿Cómo podría asegurarme que no se burla de mí? No

tengo otra opción más que respetar sus reglas mientras admito este

almuerzo. Por ahora debo creer en él. En la existencia de todo lo que

me cuenta.»)



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III

Ahora es parte activa, central de este proceso. Luego de tantas

expectativas e indecisiones se encuentra, finalmente, dentro de lahistoria. Ha logrado insertarse, pertenecer a cada minúsculo detalle

de un pasado que le era absolutamente ajeno. No existe posibili-

dad de marcha atrás: las cartas están sobre la mesa, el juego vuelve

a comenzar. Vendrán noches posteriores de alcohol y suposiciones,

es cierto; pero serán veladas secundarias, repetitivas, automatizadas,

ecos lejanos y desdibujados, añoranzas de lo verdaderamente tras-cendente. En este preciso instante, en este mismo lugar se inicia la

ronda decisiva, se define el curso de esta trampa.

No incurriré en demagogias baratas: también yo juego mis

naipes aquí, también yo cumplo un papel vital. Mi ausencia impli-

caría la pérdida inexorable de una obra construida durante años, deun hermoso edificio cimentado a base de mentiras. Si no participara,

si decidiera abandonar el rol de articulador, todo se iría por la borda,

nada de lo sucedido con anterioridad tendría razón de ser. Debo

actuar y otorgarle a cada gesto una elevada porción de cautela, de

sutileza, de desdén. Necesito hacerlo en los momentos justos y en los



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sitios exactos, en cada segundo en el que mi intervención sea reque-

rida. He esbozado mi primer movimiento, la celada de apertura que

desembocará en el resto de los hechos.Lo imagino encerrado en su pieza, con el libro entre las ma-

nos, examinando el asunto lleno de perplejidad. Lo pienso meditan-

do al respecto de esta intriga, consultando enciclopedias vorazmen-

te, concatenando referencias y abstrayendo ideas, espacios, personas,

fechas. Lo supongo desnudo, aferrado a una cerveza, manchando las

páginas del texto con el sudor de la botella.

Aguardo su turno: está obligado a organizar las piezas, a es-

tudiar sus próximas actuaciones. Debe transformarse en el eslabón

que conjugue los fragmentos rotos, los recortes bastardeados a través

de extensos años. Tiene que cumplir la ardua y hermosa tarea de

zurcidor, de acomodador de nombres y sucesos; de lo contrario, lahistoria se perderá. Si no lo logra, si no lo consigue, la broma que-

dará inconclusa.

Se encuentra en el momento preciso, en el instante justo de su

vida para introducirse en la trama: necesita optar por una decisión

y actuar en consecuencia. Atraviesa la encrucijada más conflictiva

que se le puede presentar a un individuo. Aún resguarda pasajes de-

licados de su inocencia pero, al mismo tiempo, piensa, habla, actúa

como un hombre.

Comprendo algo que él ni siquiera imagina: esta es su gran

oportunidad de creer, de no ser ganado por el asco y la inmundicia

de la nada en la que existe. Puede, a partir de aquí, comenzar a vivir y



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continuar haciéndolo indefinidamente, diferenciándose de mí, de la

muerte anticipada que sufro desde hace décadas. Para lograrlo debe

convertirse en carne de mi carne, en semen de mi semen, en tinta demi tinta. Sus ventajas son evidentes: mi límite es su punto de parti-

da, el inicio de su incierto potencial.



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IV

Estoy sólo. Semiborracho. Asqueado a más no poder entre

las cuatro paredes de esta pensión inmunda. Una ligera sensaciónde mareo pretende dominarme. Ganando terreno muy lentamente.

Esto que ensayo. Este garrapateo de formas y líneas y letras es una

tentativa. Un simple berretín inútil que desea vencer a la sintaxis. A

la lógica. Al pensamiento. Qué ingenuidad de mi parte. Sé que es

infructuoso. Sé que es vano. Pero ahora no tengo nada mejor que ha-

cer.Conozco este momento. He recorrido varias veces el largo de

su camino. Aunque nunca haya llegado a su final. Es un período de

preguntas. De horas dedicadas a las interrogantes primigenias. A los

porqués. Lo conozco. Advierto su inutilidad. Su fracaso. Poco me

importa. Porque a pesar de todo. (La mugre que me rodea. Las bote-llas vacías y despatarradas por los rincones de la pieza. Los gritos de

la vecina y de su marido. El mundo y la vida.) A pesar de todo. Digo.

Me agrada. De alguna manera extraña e indescifrable intuyo que es

mío y de nadie más. De una forma sutil e inesperada el instante me

pertenece. Logro atraparlo más allá de la materialidad.



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Debería haber cambiado las sábanas hace un mes. Están ama-

rillentas y pegajosas. Me dan un asco profundo. Una especie de re-

pugnancia que se traslada desde mi espalda hasta mi estómago. Sinescalas. Que me recorre sutilmente. Pero el olor de la transpiración

rancia en mis espaldas me hace sentir. Logra erradicarme la ilusión

de estar por fuera de todo. Por fuera del mundo. De sus reglas y

sus manejos.

No fumo. Aunque este sería un buen momento para comenzar

a hacerlo. Un cigarrillo me acompañaría. Deleitando mi tacto con su

esencia suave y artificial entre mis manos. Su rispidez. Su amargura

golpeando en mi boca. En mi garganta. Me harían sentir vivo. Parte

de esta cosa a la que indefectiblemente pertenezco. Mientras pienso

en un cigarro me detengo en la vaga imagen del humo. En su pre-

sencia que asciende de forma etérea a través de la pieza de la pensión.Transformándose en una impalpable cobertura. Recreo con estupe-

facción el trayecto de su devenir lento y ondulante. Demostrando

que todo pasa. Que nada está quieto. Que los hechos nunca ocurren

dos veces de la misma manera. Sé que el humo me acompañaría. Ese

sería tal vez el único modo de no sospecharme muerto. De creer en

la posibilidad de un exterior. Un lugar o una abstracción más allá de

mis huesos y mis tripas. El humo me envolvería. Gracias a él podría

advertir el paso del tiempo. Logrando distinguir cómo los segundos

se las ingenian para deslizarse rozando mi frente. Mi cara. Mis ojos.

El humo estaría aquí conmigo. Ayudándome a pensar en mí. En el



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rumbo que necesito otorgarle a toda mi condenada existencia.

En la mano derecha tengo el libro. El cúmulo de hojas y tinta

que el librero hiperbólico me encargó profundamente. Entre conse- jos paternales y buches de cerveza. Es evidente. No comprendí abso-

lutamente nada. No logré entender de qué hablaba mientras movía

sus manos borrachas y gritaba sin parar. Pude presuponer que se tra-

taba de algo relevante. Pero no mucho más. Aún resuenan en mí sus

palabras al momento de despedirse. Al momento de obsequiarme

el ejemplar. Mencionó a un grupo de personas. A una organización

que intentaba perpetrar un fraude. Un gran juego sin fin en el que

todos caerían tarde o temprano. Dijo también que yo había pasado

a estar dentro de ese engaño. Más allá de mis deseos de participar o

no del asunto. Recuerdo que utilizó una metáfora futbolística: «Pibe,

ahora ya estás en la cancha. Nunca te preguntan si querés entrar.» Creoque robó la frase de algún refrán popular. Lo desconozco y tampoco

me importa demasiado en estos instantes.

Abro nuevamente la heladera. La realidad es demoledora. Diez

minutos no han podido generar una cerveza helada en las tripas del

refrigerador. Es una verdadera lástima. Nada. Nada de nada. Nada

de comer. Nada de tomar. La única novedad en mi vida es esto. Esta

cosa grisácea y extraña que encontré por error. Que me regalaron a la

fuerza. No quedará otra opción más que ir hasta el bar de la esquina.

Gastar los pesos que aún conservo en cualquier inmundicia repleta

de aceite y sal.



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Mi pieza. Mi pensión. Mi mundo. Suelo imaginar que el es-

pacio circundante es una representación simbólica de mi vida. Lo sé.

El pensamiento no deja de ser un lugar común. Una pseudoreflexiónadolescente. Me importa poco. Estoy cansado. Completamente har-

to. Agobiado por las clases. Por las pruebas. Por el dinero escaso que

intento manejar como un malabarista. No hay nada en mí. Nada en

mi vida a lo que pueda atribuirle un sentido verdadero. Transcen-

dental. Todo es repugnancia. Todo es porquería. Esto no es la vida.

(Mejor dicho. Esto no debería ser la vida.)

Es posible que haya sido condenado a madurar. Varios afir-

man que se trata de un proceso ineludible. Que lleva al hombre a

sentir un asco desmesurado por la existencia. Por todos los hechos

que de ella se desprenden. ¿Qué es la maduración sino el inicio de

un lánguido pudrimiento? Supongamos que ahora. Con veinte añosde edad. Emprendiera el camino de aceptaciones en el que consiste

la madurez. Que no me interesara ninguno de mis antiguos ideales

adolescentes. Si las cosas ocurrieran como dicen los demás. ¿Qué

sentido tendría la vida? ¿Tendría algún tipo de propósito seguir le-

vantándose todos los días. Tomar el ómnibus. Almorzar. Orinar.

Fornicar la mayor cantidad de veces. Volver a dormir?

Hoy encontré este libro. Este artefacto de tapas mugrosas

en una librería de Tristán Narvaja. Revolviendo saldos deteriora-

dos. Hurgando de manera infame entre nombres de seres difuntos.

Ojeando sin respeto las portadas que aún resguardan la fina caligra-



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fía de alguien que ya es pasado. Ahora que lo tengo en las manos.

Que lo abro en cualquier página al azar. Que lo recorro con los de-

dos como si fuese un ciego. Me pregunto qué papel cumplo en todaesta historia. Qué relación poseo con la ridícula ficción que quiso

hacerme creer el librero. Voy de carilla en carilla. Paseando mi vista

entre torpes caracteres que se repiten hoja tras hoja. Quisiera poder

encontrar una línea. Una oración. Un sólo término que me guiara.

Que me permitiera saber qué debo hacer y cómo debo concretarlo.

Tengo veinte años. Veinte años. Esas dos palabras no dejan

de retumbar en mi mente. Veinte años. ¿Tienen algún tipo de co-

herencia? Estoy sólo en esta pensión. Sólo. Diego estará emborra-

chándose. Coqueteando con alguna de sus compañeritas de facul-

tad. No entiendo qué es el mundo. Paradójicamente tampoco me

interesa demasiado comprenderlo. Desearía escapar pero no sabríahacia dónde. Mis interminables quejidos son fruto de una profunda

apatía. Si tuviera fuerzas. Si tuviera fe. Comenzaría a leer el libro.

Me dejaría ganar muy lentamente por la historia que me narraron.

Intentaría emprender el movimiento de los engranajes ocultos que

logran el pensamiento. Pero sinceramente no tengo ganas de hacerlo.

Sólo ansío una cerveza congelada. Cuatro comidas diarias. Algo en

lo que creer ciegamente como un idiota.

La calle se ha llenado de bocinas y alaridos salvajes. La gente

celebra. Tal vez una victoria deportiva o un triunfo electoral. No lo

sé. Cantos histéricos vociferan acerca de la bondad suprema de la



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facción triunfadora. Insultan. Blasfeman. Denigran a los otros. A

los perdedores. Aquellos que reprimirán su cólera y sus gritos por

esta noche. Pero resulta imposible odiar a los vencedores por sobrelos demás. La situación sería idéntica si el resultado hubiese sido el

contrario. Aunque con papeles opuestos. La estupidez es genérica e

inherente a la especie. No distingue bandos. Sexos. Clases sociales.

Ideologías.

Son ellos sin embargo los que verdaderamente pueden ser ca-

talogados como seres humanos. Son ellos quienes defienden intere-

ses. Posturas. Visiones propias. Al menos tienen algo en qué creer.

Algo por lo que gritar. Pelear. Sangrar. Morir. Aunque sea ridículo.

Ellos lo tienen y son superiores. Están más allá de mí. Más allá de

esta manera ridícula de incomprender el mundo que me empeño en

mantener. Que termino aceptando por mero desgano. Ahora estiro la musculosa con lentitud. Separándola de mi

cuerpo. Ambicionando clasificar el perfume hediondo que él emana.

Pienso en mi salvación. En la chance de otorgarle un sentido a todo.

En la oportunidad de transformarme en uno de esos individuos que

gritan en la calle. Tengo que encontrar una persona. Una idea. Una

esquina. Un gesto de una transeúnte. Cualquier cosa que me permi-

ta subsistir. Que me permita sospechar en la existencia de mi vida.

Necesito confiar en la burla mediocre que me hizo o que le

hicieron creer al viejo librero. Entonces podría continuar. Preten-

diendo descubrir una porción de todos lo que sus gestos adelan-



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taron. Admitir la fe. Permitir que ella me envolviera. Me daría la

posibilidad de proseguir. Entre pruebas y estudio y bibliotecas. Entre

citas con mujeres idiotas. Entre bares repletos de alcohol barato ymelancolía. Una razón. Única. Aunque ínfima. Me ayudaría a resis-

tir. Al menos un poco.

Los gritos se han vuelto insoportables. Prefiero quedarme aquí.

Entre mi mugre y mi mediocridad. No soporto la idea de perderme

en la marea de fanáticos. Intentaré dormir. Dejar de repasar todos los

sinsentidos que rondan en mi mente. Ni siquiera me importa comer.

Estoy cansado y sólo quiero una cerveza. No fumo. Aunque si ahora

tuviera cigarrillos acabaría con la cajilla en media hora.



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V

–Disculpe la demora, señor… ¿Su nombre era…? Bien. Me

excusará si le confieso que no lo recuerdo como partícipe de misclases; son demasiados alumnos. Ya he hablado con el Rector al res-

pecto pero… Sí, lo entiendo… No lo aburriré mencionando aspec-

tos burocráticos. Intentaré ser concreto sobre su inquietud: dentro

de media hora debo asistir a una Asamblea de Claustro que reviste

de gran importancia. Podrá coordinar con mis ayudantes una próxi-

ma cita, con mucho gusto. Hoy solamente esbozaré algunos detallesbásicos del asunto. Es una verdadera pena. ¿Gusta un café? Mejor

vayamos al punto.

»Supongamos que debiera utilizar una sola palabra, un único

término que redujera de forma burda la naturaleza de esta obra; en

ese caso, optaría por el concepto de «clásico». No existe un vocablomás escueto y exacto para referirse a ella. Tal vez le resulte extraña

esta rotulación. Me explicaré. Un clásico es un objeto artístico que

no sufre el paso del tiempo sino que, muy por el contrario, se en-

riquece, se desarrolla, se complejiza a medida que transcurren las

décadas. Se trata de una entidad estética en la que todos los seres



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humanos –desde un aqueo del siglo IX antes de Cristo hasta un

postmoderno de la actualidad, pasando por un toscano o un inglés

del siglo XV– se funden, se mezclan, se vuelven uno sólo gracias a laabsoluta identificación que en ella encuentran. La persona que escri-

bió estos volúmenes –porque indudablemente se trató de un único

hombre, un individuo concreto y aislado que actuó en solitario–

trascendió la temporalidad. El arte, en definitiva, es una de las pocas

formas posibles –tal vez la única– que los sujetos hemos encontrado

para vencer al tiempo.

»Opino que también debería enfatizarse en el concepto de

«desautomatización». Entiendo que el término puede resultar obso-

leto en nuestros días: ya lo usaba Shklovski, es cierto. Pero será útil

para ilustrarlo, al menos vagamente. No olvido en absoluto que us-

ted recorre sus primeros pasos en el campo de los estudios literarios;no quisiera complejizar gratuitamente la cuestión. El hecho artístico

posee una cualidad específica: su intrínseca capacidad de desautoma-

tizar, de romper el estatismo. Supongamos que la cotidianeidad de-

seara revelarnos un cuadrado perfecto, rígido, monolítico; resultaría

ridículo dudar de su condición evidente. Un verdadero creador, sin

embargo, intentaría demostrarnos a través de sus técnicas que dicha

figura representa, en realidad, una circunferencia por completo irre-

gular, compleja e indescifrable.

»El contraargumento es imaginable, claro está. Me preguntará

de forma muy astuta: ¿Cuál es la novedad al presentar una saga de



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libros? ¿Qué aporta una novela basada en un monólogo interior?

¿Qué grado de desautomatización alcanzaría un lector contempo-

ráneo al enfrentarse a la presencia de varios narradores en un texto?¿Otros no han utilizado, acaso, la mezcla de planos reales y ficti-

cios? Las interrogaciones podrían continuar de manera indefinida;

yo debería, en casi todos los casos, otorgarle la razón. Permanecería

defendiendo, sin embargo, mi postura inicial: jamás se ha logrado

una proeza literaria semejante a la obtenida por el hacedor de estas

escrituras. Nadie ha podido publicar bajo el mismo título, en una

misma edición, al menos treinta y dos… perdón… treinta y tres

obras absolutamente diferentes.

»Décadas de investigación sobre el asunto me llevan a pre-

decir sus pensamientos. Usted expone ahora la probabilidad de un

juego, ¿no es cierto? Está bien, respeto esa visión. Sería un error, noobstante, anclarse en el punto. La teoría lúdica es necesaria pero in-

suficiente: a partir de ella se deben construir complejos hipotéticos

más desarrollados. La problemática central trasciende el pretexto del

engaño, del infantil placer por molestar a los lectores, a los críticos,

a los bibliotecólogos. La idea se encuentra mucho más allá del gusto

por fastidiar: de alguna manera se acerca a la concretización de la

obra total. Las publicaciones disímiles, de hecho, podrían repetirse

ad infinitum.

»El método de distribución de los volúmenes evidencia un

elevado grado de planificación. Averiguaciones posteriores realiza-



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das por nuestro grupo de investigadores han demostrado que los

libros fueron remitidos bajo un plan detallado y ultraconsciente. Los

primeros ejemplares llegaron a los miembros más sobresalientes dela academia. Su escritor comprendía que el aparato crítico es quien

implanta los cánones… Todos comenzamos a recibir, a partir de allí,

textos de autoría desconocida en nuestros hogares.

»La disímil calidad de las copias enviadas así como la precisa

elección de sus lectores confirma, una vez más, la brillantez organi-

zativa del proyecto. Recibí una novela de majestuosa factura técni-

ca; Mendilaharzu, mientras tanto, obtuvo un tratado de autoayuda

influenciado por el pensamiento New age . La polémica no tardó en

precipitarse. Ignorando la existencia de los restantes ejemplares, pu-

bliqué el afamado artículo en El Cultural. Elogiaba en él la solidez

narrativa de la composición, su audaz manejo temporal, la construc-ción orfébrica del adjetivo. La sorpresa de Mendilaharzu al examinar

mi trabajo se habrá transformado prontamente en regocijo: era muy

sencillo ridiculizarme ante la academia. Su respuesta no se hizo espe-

rar. Algunos comentan la vehemencia con la que solicitó al Director

de El Cultural un espacio para divulgar su ensayo a pesar de la insis-

tente negativa del editor: el número se encontraba cerrado y a punto

de ser impreso.

»Los detalles intermedios resultan irrelevantes. Pronto logra-

mos advertir el juego inmenso en el que estábamos involucrados,

la juerga literaria de la cual ya no podríamos escapar. Hablábamos,



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aparentemente, de lo mismo: el mismo título, la misma fecha de

publicación, el mismo e inquietante anonimato. Pero nos refería-

mos, en realidad, a obras notoriamente incomparables: ambos cuer-pos textuales eran por completo diferentes. Habíamos comenzado a

desarrollar una comunicación defectuosa y ridícula.



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VI

Palpable y fastidiosa, la humedad había logrado posarse de ma-

nera definitiva sobre la ciudad. Una sensación inmunda lo abrumabatodo, rodeándolo con su aire pegajoso y cansino, con su molicie y su

nocividad. Pocas horas, pocos minutos faltaban para el comienzo de

la tormenta: el repugnante veranillo pronto acabaría.

El patrón pasaba y repasaba una y otra vez el trapo hume-

decido y grisáceo a lo largo y ancho del viejo mostrador, intentan-

do erradicar una suciedad invisible, imaginaria. Negaba, al mismotiempo, fuertemente con la cabeza. Los movimientos lentos y torpes

demostraban su profunda resignación ante la vida. La arbitrariedad

de la memoria nunca deja de resultar curiosa: recuerdo la profunda

negación del patrón con la cabeza pero soy absolutamente incapaz

de rememorar detalles más trascendentes, aspectos verdaderamenterelevantes del ocaso plomizo y agobiante.

Puedo evocar, más allá de cualquier dificultad, el tiempo exac-

to que me separa de aquel atardecer. Treinta años atrás acepté en-

carnar un papel dentro de este sistema abyecto y caprichoso, trans-

formándome en carne de cañón calificada, en artilugio precioso y



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refinado, en sutil ametralladora de símbolos y metáforas. Recuerdo

con tristeza esa anuencia, ese pasivo beneplácito.

Tal vez podría reconstruir aquella tarde con un poco de esfuer-zo. Estaba aquí sentado, mirando hacia la calle Canelones, en esta

misma silla del Andorra . La asquerosa humedad había logrado tras-

pasar puertas y ventanas, envolviendo los cuerpos y anunciando la

tormenta que en minutos se desataría sobre Montevideo. Me quité el

abrigo y quedé en mangas de camisa. Supongamos que bebía grappa,

vermouth o cerveza. El detalle es intrascendente: en esa etapa todo

era idéntico para mí, todo era igualmente insoportable. Entonces me

mostraba fuerte ante los demás, intentando transmitir una profunda

señal de autosuficiencia. Se trataba de una pose exagerada, claro está:

ciertas emociones arquetípicas son casi idénticas en todos los jóvenes

de todas las épocas. Treinta años… El ciclo de la crueldad y el orgu-llo. Los años de la imbecilidad repulsiva, de la infelicidad completa.

Algunas imágenes difusas pretenden invadirme lentamente,

dibujándose de manera caprichosa en mi conciencia. Medito al res-

pecto y llego a la conclusión de que la memoria nunca es arbitraria.

Los recuerdos se asemejan a fichas dispuestas en un orden determi-

nado y guardan directa relación con sus semejantes; la primera pieza

caerá en algún instante, generando un forzoso efecto dominó. Logro

descartar la posibilidad de la grappa y el vermouth, mientras confir-

mo la cerveza. Evoco, especialmente, las burbujas relampagueando

en mi lengua, estallando como fuegos de artificio dentro de mi boca.



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Existen pasajes completos de la tarde que soy incapaz de reme-

morar, secuencias de acciones y pensamientos que brumosamente se

han diluido en el olvido. Pienso que si tuviéramos la oportunidad deposeer una memoria perfecta y absoluta, los hombres seríamos aún

más desdichados. Desentierro, sin embargo, una sensación podero-

sa: la lluvia comenzando y los cinco segundos posteriores, repletos de

olor a tierra mojada, eucaliptus y hojas muertas invadiendo las ven-

tanas del bar. Luego, las figuras de la gente saliendo de sus trabajos,

corriendo por las calles laterales hacia 18 de Julio. Todo era tan triste

que yo podría haber llorado largamente hasta morir de pena, hasta

caer exangüe sobre el vaso de cerveza que se volcaría en el monolítico

del suelo.

Exhumo hechos fútiles, intrascendentes; no logro evocar as-

pectos relevantes. Allí está la gracia de este juego, la diversión de todaesta incoherencia en la que me apuesto la vida. Treinta años… Ahora

estoy aquí, en el Andorra , tomando ginebra y jugando al solitario.

Ella entró por esa puerta, entre los fulgores cansinos de los tubos de

luz y el aroma de la tormenta, entre las gotas espesas y la agonía de

la humedad de una tarde de julio. La misma silla, la misma mesa…

Pero entonces yo era joven, orgulloso, y no podía ver más allá de

lo evidente.

Hasta que al fin logré advertir lo ineludible, aquello que du-

rante tanto tiempo me había negado a comprender: estaba murién-

dome de la manera más asquerosa. Estaba perdido en la rutina del



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día a día, empantanado en las obligaciones y las facturas, en la inca-

pacidad de pensar, en la imposibilidad de crear algo que me diferen-

ciara del resto de los muertos a los que saludaba, hablaba, intentabaamar. Supe que debía trazar un plan, que necesitaba inventar una

patraña que me permitiera continuar arrastrando mi cansina vida

entre el caos insoportable. Fue aquí, justamente aquí, donde treinta

años atrás me vi obligado a urdir el engaño, mientras jugaba al soli-

tario y bebía cerveza helada.



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VII

Las gotas siguen cayendo. Cada vez más notorias. Cada vez

más sonoras. Pegan en la banderola y repiquetean luego sobre unaporción de cemento que desconozco. Que no alcanzo a vislumbrar.

Que ni siquiera imagino. Tengo el VHS en la mano. Mis dedos re-

corren su superficie. Sus rigurosidades y sus lisuras rectangulares. Su

esencia notoriamente artificial. Desearía poseer una certeza al me-

nos. Una convicción que me permitiera advertir las consecuencias.

Los resultados de este vínculo con un mundo virtual. Con un mun-do ilimitado. Presiento el rito. Los pasos necesarios e insustituibles

que desarrollarán el resto de la escena. Intuyo la penetración del

video. La sensación de mis dedos palpando los botones rígidos del

control remoto. El sonido a envoltorio plástico que surgirá de la vie-

ja cassettera una vez que la cinta haya comenzado a rodar. A mi lado se repiten papeles amarillentos. Botellas vacías de

cerveza. Restos añejos y aceitosos de comida. Quisiera deshacerme

de toda esta inmundicia. Separar violentamente con el brazo toda

la mugre que me rodea. Vaciar la mesa y ubicar la grabación en su

centro. Observándola cual si fuera un fetiche. Desearía depositar el



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video en el preciso eje geométrico de la habitación. Hincarme ante

él y venerarlo de forma estúpida. Como los pueblos hacen habitual-

mente con sus dioses.Detrás de los lentes negros de Perrone presupuse una mira-

da extremadamente clara. Unos ojos desorbitados y erráticos. Pude

conjeturar la razón de ese ocultamiento. Percibí que su vista lo dela-

taría. Que vomitaría un cúmulo de ira y de tristeza contenidas. Lo-

grando expresar más emociones que cualquier discurso torpe y lleno

de espacios en blanco. Él era consciente de ello. Lo comprendía. Sus

ojos tenían la capacidad de arrojarme al campo del horror. Al centro

de la desagradable ficción que intentaba relatar con mil limitaciones.

Pero él sólo pretendía advertirme. Acercarme una soga. Mostrarme

una porción de aquello que consideraba como la realidad absoluta.

Reiteró de modo enfermizo algunas preguntas. Recalcando ex-hortaciones sobre las consecuencias de nuestro encuentro. Sobre las

derivaciones de mi involucramiento y continuidad en esta historia.

Narró después la lucha de meses enteros. Los interminables rodeos

administrativos que impedían su ingreso al manicomio con la cáma-

ra. Comentó el firme rechazo con el que la idea fue recibida por las

autoridades de la institución. Detallando luego el arribo de la noti-

cia. Del informe médico que anunciaba la muerte inevitable de un

Etchegorry delirante. Culminó mencionando el artilugio utilizado

para esconder la filmadora. Para entrevistar al moribundo días antes

de su fallecimiento.



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–Sí, claro. Yo sabía. Comprendía que era necesario poseer un

registro. Un registro exacto, quiero decir… –indicó mientras revol-

vía con desesperación la taza de café–. Sí, yo estaba obligado. Debíahacerlo por dos razones. Sí, dos. La primera, de índole social. La

segunda, personal. Nadie. Nadie me escucharía con seriedad. Nin-

guna persona aceptaría una transcripción de las frases balbuceadas

por Etchegorry. Sí, usted lo sabe. Imagino que conocerá… lo que

afirman sobre mí, quiero decir… No importa. Lo relevante es que

usted percibe cómo actúa este círculo. Además tampoco podía con-

fiar en la memoria, ¿verdad? Sí, es cierto: tiende a ficcionalizar los

hechos, a modificar su esencia. La única opción posible era filmar.

Nuestra entrevista, quiero decir…

Intentó adelantarme algunas escenas de la grabación. Descri-

bió al interno de forma impactante. Habló de ojeras inmensas. Decabellos largos y revueltos. De ropas orinadas. De barba maloliente.

De piernas y brazos flacos llenos de pústulas. Perrone era incapaz de

mentir. Sus palabras desconocían la jactancia. Contaba la historia tal

y como se la relataría a un amigo de la niñez. Como se la narraría a

sí mismo en una noche de insomnio. Cada sílaba era una especie de

precaución que me lanzaba. Una manera de resguardo que me arro-

jaba en su intento por liberarme del caos. Tuve ganas de abrazarlo y

de llorar.

–Nada, absolutamente nada. En breve usted podrá apreciarlo.

Cuando reproduzca la cinta me otorgará la razón. Durante las pri-



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meras repeticiones no comprenderá ni una sola palabra. –Me trataba

de usted. No como una burla. No como una subestimación irónica.

Lo hacía con un respeto inefable. Con inaudita cortesía. Desconozcolas razones que lo llevaban a actuar así–. Nada. Ni un solo término,

quiero decir… Espero que… Si no lo toma a mal… Esto. Le preparé

esto. –Sacó una especie de cuadernillo escrito a máquina. Las hojas

eran amarillas y crepitaban al contacto con los dedos–. Sí, reitero.

No le servirá para nada. Es un simple boceto, una tentativa de trans-

cripción de los gritos… de las palabras de Etchegorry, quiero decir…

Por favor. No se ofenda. Fueron horas y horas de análisis, meses en-

teros observando la grabación, intentando atribuirle un significado a

cada sonido incongruente. Sí, lo sé… Todo ha sido un error. Discul-

pe… Discúlpeme, quiero decir… Puede quemar todo si lo desea. Sí,

será lo mejor. Se lo suplico, queme todo. Allí estaba. Ofreciéndome la porción más trascendental de su

existencia. El mayor fragmento de su alma. Dedicado al sacrifico. A

la esperanza. Su cuerpo. Sus palabras. Sus gestos exaltados y violen-

tos. Todo su ser gritaba desde lo más profundo la derrota absoluta

de Perrone. De esa cosa a la que alguien aún atribuía el nombre de

Perrone. Mantenía sin embargo fuerzas. Pasajes de ímpetu y emo-

ción. En uno de ellos recomendó que no me venciera la expectativa.

Que no confiara en la filmación. Los testimonios esgrimidos entre

vociferaciones alucinantes eran por completo subjetivos. Existían las

mismas posibilidades de creerlos ciertos como de considerarlos de-



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lirantes.

Finalmente expresó que Etchegorry poseía algunas certezas y

varios argumentos. Según el interno la serie de libros había sido tra-zada por una confabulación de mentes. Por un grupo de escritores

que deseaban el caos y el absurdo. Lo evidenciaba la variedad estética

y temática de las composiciones. Resultaba imposible embarcarse

de forma solitaria en una tarea de tales magnitudes. Cada pequeño

punto de la historia había sido estudiado con minuciosidad antes de

su concreción. Un individuo solitario era incapaz de abarcar tantas

variables al mismo tiempo. Perrone presentó una contraargumen-

tación. Un cerebro enfermizo y obsesivo podría haber desarrolla-

do distintos estilos de escritura. Manejándolos a conciencia. Con

el objetivo de que los treinta y tres libros parecieran compuestos

por autores diferentes. Luego insinuó la resolución de algunos cabossueltos. De una serie de puntos nunca antes mencionados por los

críticos. Pero no logro recordar su posterior discurso. Las palabras se

habían tornado oscuras. Su mente truncaba las asociaciones que en

ella florecían. No pudiendo desarrollarlas por completo. Las ideas no

culminaban de cuajar. El lenguaje utilizado para referirlas no demos-

traba secuencia lógica alguna.

De pronto se silenció. Dejó de revolver el café casi vacío. Miró

a través del ventanal del bar. Parecía observar una imagen que se

alejaba con lentitud. La expresión de su rostro mudó plenamente.

Ya no había nerviosismo. Los gestos impulsivos y violentos se habían



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esfumado. Estaba pensando en algo verdaderamente sustancioso. Se

quitó los lentes. Hincó sus ojos en mí mientras expresaba:

–No crea que actúo únicamente movido por la bondad. Us-ted deberá comprenderlo. –Inclinó la cabeza. Su última frase parecía

haberlo avergonzado con profundidad–. Otorgarle esta cinta, este

documento, todas estas horas de mi perra vida, representa una es-

pecie de muerte que deseo desde hace mucho tiempo. No quisiera

estar involucrado en esto ni por un instante más. Usted haga lo que

quiera. Haga lo que le plazca. Permanezca en el juego si así lo desea.

Pero yo me salgo. Míreme… Se lo advierto… Míreme bien… Ob-

serve cómo me tiemblan las manos. Observe cómo me tiembla la

voz… Me salgo. ¿Entiende? ¡Ya lo sé! No necesita decírmelo… Soy

consciente de todo. Continuar un minuto, un segundo más en este

ridículo me llevaría a terminar como el desquiciado que aparece enel video. Yo me salgo y ni siquiera… Míreme… Míreme bien… Ni

siquiera intente juzgarme.



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VIII

Estoy tirado en la cama, casi muerto. Observo la tarde invernal

que comienza a asomar lánguidamente por el tragaluz, saludándomecon su mano fría. Sorbo el invierno con lentitud, como si se tratase

de un exquisito vino blanco. Creo advertir, mientras los fulgores na-

ranjas del crepúsculo se adueñan de la bahía, que su rol es idéntico

al de un pianista principiante, al de un aprendiz que se enfrenta al

instrumento. Allí están todas las notas, todas las combinaciones po-

sibles, justo debajo de sus dedos; tonos mayores y menores, sosteni-dos y bemoles se encuentran potencialmente al alcance de sus torpes

manos. Sin embargo no logra combinarlas, no comprende cuál es la

disposición que debe otorgarles para obtener la melodía necesaria,

para concebir el prodigio que concrete su salvación definitiva, su

trascendencia total, su victoria ante la vida y la muerte.Cada movimiento errático que articula, cada complejo pen-

samiento que ahoga entre buches de cerveza caliente, cada hipótesis

que pierde entre juergas universitarias y pensiones céntricas es un

puñal, una profunda daga que penetra en mi orgullo pretencioso de

demiurgo. Su falla se torna irremediable al provenir desde lo esen-



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cial, desde lo más primigenio. Su convicción es férrea: cree que todo

detalle ostenta una razón absoluta, una explicación definitiva. Afir-

ma que los cabos pueden ser atados siempre, en cualquier momentoy en cualquier lugar. El equívoco demuestra su inocencia extrema, su

infantilidad rotunda, su estupidez total.

Dispone de los elementos mínimos, de los aspectos básicos

y suficientes para conferirle sentido a este enredo. Intenta leerlos

detenidamente, cual si fuesen signos; pero no logra apreciar más

que hojas amarillentas y profusas manchas de tinta: desconoce sus

valores y sus significaciones. Es, aunque aparente lo contrario, un

niño analfabeto.

Algunos tildarían de ridículo el hecho de que aún no haya

leído el libro. Yo opino, contrariando las apreciaciones realizadas por

los eruditos, que éste ha sido el único punto a su favor. La intuiciónmás profunda le ha permitido advertir la irrelevancia del texto: la

relación entre el trasfondo del asunto y la novelucha mediocre que le

ha tocado en suerte es, en efecto, incongruente. Lo verdaderamente

destacable es el gesto más que la obra.

Posee ciertos detalles. Los almacena dentro del baúl imagina-

rio que atesora los recuerdos de su primer amor, las fragancias de

sus vacaciones en el balneario, las emociones de su primera lectura

de un cuento de Edgar Allan Poe. No sabe, sin embargo, qué hacer

con ellos. No comprende cómo manejarlos para completar el collage

infame que le escupo al rostro.



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Es probable que haya confirmado los datos centrales de la his-

toria. Conocerá la precisión sobre los treinta y tres volúmenes anóni-

mos, absolutamente disímiles en su contenido. Habrá escuchado losnombres de algunas personas a las que escogí, de los individuos a los

cuales envié un ejemplar único del libro. Todos ellos cumplen una

función, un papel exclusivo e irrepetible en el entramado.

Pienso al respecto de las frases anteriores y no puedo dejar

de sonreír con amargura: allí están esquematizados los aspectos más

relevantes de esta simulación. Plantear que todo el ardid radica en

treinta y tres textos diferentes de carácter anónimo es el desatino

más grande, la mentira más soez: la simplificación y la linealidad nos

conducen, sin exclusiones, hacia el sinsentido.

Varios se han amparado en los puntos intrascendentes, en la

nimiedad de la anécdota. Unos pocos lograron acercarse a ella sinblasfemarla, respetándola en la medida de sus posibilidades éticas

e intelectuales. Los más puros, tal vez los más idiotas, hablan de

un juego, de una maniobra ingeniosa cuyo objetivo consiste en la

multiplicación del caos. La idea no está mal, después de todo: si no

hubiese sido yo quien escribió cada una de las copias, debería otor-

garles la razón.

También posee el video en el que pueden apreciarse los ade-

manes bruscos, las palabras delirantes de Etchegorry. Sabía que esa

grabación alcanzaría sus manos, que alguien se la brindaría como

una tentativa de ayuda o de advertencia. Por momentos la cinta re-



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sulta reveladora; otros pasajes, contrariamente, evidencian el pro-

fundo grado de extravío de su protagonista.

Pronto vislumbrará el recorte de diario, la nota amarillista ymorbosa que habla sobre el asesinato, que adultera la realidad de

forma consciente y canallesca, que arriesga hipótesis tan malicio-

sas como descabelladas. Algunos idiotas pretenderán amedrentar-

lo, afirmando que la suerte de Larratea aguarda por él, que tarde o

temprano acabará de esa misma manera. Nada de eso depende de

mí, afortunadamente: el crimen no tiene punto alguno de contacto

con la invención que he creado.

Realicé averiguaciones a propósito del caso. No es extraño que

la investigación haya sido archivada. El homicidio comprometía a

cierta autoridad gubernamental con la que Larratea mantenía una

relación amorosa. Las pistas fueron destruidas rápidamente al tiem-po que las coimas, suculentas, llegaron a los mandos medios. Pronto

hallaron la historia del libro y la utilizaron como chivo expiatorio. El

resto fue circo mediático, barata puesta en escena.

Largas noches de borracheras lo autorizan a conocer sus lími-

tes, los espacios concretos y simbólicos que puede o no atravesar. Es

un muchacho fuerte pese a todo. La noción de sus propias flaque-

zas le permite ejercer un control sobre sí mismo, sobre el escenario

en el que está inmerso. El desenlace descansa ahora en sus manos.

Resguarda la copia que introduje sin que nadie lo advirtiera en la

librería de Salvatori. Conserva el volumen a pesar de la obscena can-



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tidad que han ofrecido a cambio de él. No aceptará ningún dinero:

comprendió que esta situación se ha transformado en un asunto

personal, en una posibilidad de luchar por sus propios medios sincaer en tentaciones. Percibió que algo depende exclusivamente de él.

El desafío ha sido la excusa perfecta para introducirlo, para hacerlo

partícipe de este drama que pronto culminará de manera definitiva .

Aún preserva los anónimos que he depositado en sus libros

y cuadernos, que he lanzado por debajo de la puerta de su pieza,

que he entregado en las manos de sus mejores amigos sin que los

muy idiotas lo advirtieran. Allí le brindo datos falsos o tendenciosos

mientras juego, también, con sus miedos y certezas. A través de estas

esquelas he podido comunicarme, entablar un trato indirecto aun-

que total con él, con su más profunda intimidad.

Sólo ahora logro comprender que nuestra relación, nuestraintensa trabazón se encuentra más allá de las peripecias del tiempo,

de los acontecimientos caprichosos que se entrecruzan y separan.

Pude presentir, desde el inicio, que su arribo le otorgaría coheren-

cia a la construcción aparentemente caótica que desarrollé durante

años. Supe que se le asignaría la tarea más ardua y hermosa, que se

transformaría en el verdadero pilar de esta historia hecha con recor-

tes, con desperdicios, con materiales que algunos llamarían innobles.

Intuí vagamente su existencia incluso antes de su nacimiento, de su

concretización en esa carne y ese pelo, en esas uñas y ese semen. De

manera inexorable las circunstancias nos unirían en algún instante y



56


en algún lugar. A partir de allí, indefectiblemente, todo sería inun-

dado por el sentido.



57


IX

«Las mesas de La Bastilla son escasas y están prácticamente

vacías. Aguardan indolentes, roídas por los años y el alcohol que no-che a noche se vuelca sobre ellas, transformándolas en las más tristes

de toda la ciudad. Sorbo lentamente la grappa con limón mientras

pienso en una mujer que me quiso, en un poema que nunca escribí,

en una melodía musical marcada a fuego dentro de mi memoria. Se

trata de imágenes, cosas sin sentido y perdidas para siempre. Son he-

chos lejanos, distantes e inasibles, realidades que no me pertenecen:quizás por eso las evoco, las imagino, las hago depender de variables

ridículas e inconvincentes.»

«No deseo pensar en nada. No quiero que el engranaje reflexi-vo se inicie una vez más. Únicamente pretendo caminar. Perderme

entre la gente. Sondear sus rostros excitados al cruzar cada semáfo-

ro. Al aventajar a cada peatón. Al arrojar cada envoltorio pegajoso

sobre el asfalto. Sólo anhelo ser un externo espectador que observa

la cotidianeidad. Sin participar. Sin involucrarse. Pero es imposible.



58


Soy incapaz de abstraerme del todo que me rodea. Que me obliga a

ser parte activa. Central de este proceso. Es una noche de invierno.

Desearía moverme hasta perder la razón. Hasta que el azúcar de misangre se consumiera por completo. Hasta ser dominado por un ma-

reo enloquecedor que me permitiera sentir más allá de mis huesos.

De mi carne. De mi materialidad y mi incoherencia. Finalmente

fuera de esas maravillosas invenciones que alguien denominó “tiem-

po y espacio” . Yo soy yo. Sólo la tautología parece sensata en estos

segundos. Me agrada deambular sintiendo el frío. Ese puñal helado

que penetra por los ojos. Por la boca. Por las piernas. Si pudiera

estamparía este momento. Lo guardaría como se atesora una flor ex-

traña en las páginas de un libro muy querido. Reservaría el instante

para ocasiones especiales. Me introduciría en él por escasos minutos

intentando no desgastarlo. No acabar totalmente con su encanto.Me siento morir. La sensación me llena de regocijo. De alegría. De

espíritu vital. Sentirme morir es la manera más agradable que he

descubierto para comprender que estoy vivo. Insólita y fatalmente

existo. Pertenezco a una realidad que me envuelve. Que me acaricia

entre ráfagas heladas y vientos del sur. Es invierno. Camino por las

calles. Sin sentido. Son las doce y media.»

«Aquí está. Llega puntualmente. Traspasa la puerta y arrastra

las corrientes gélidas del exterior, trayendo junto a su cuerpo las tem-



59


peraturas bajo cero. Toma asiento, hace una mueca al mozo, pide una

cerveza. Comienza la lucha entre mi aplomo y su candor. Confirmo

un punto relevante: sigue mis instrucciones, las órdenes arbitrarias eimprecisas que le envío a través de las esquelas. Es incapaz de actuar,

de abandonar la pasividad. Continúa aceptando con paciencia las

pistas infames que en nada colaborarán para resolver el desatino. Es

ingenuo. Dentro de su mente aún soy el demiurgo.»

«Entonces abrí el casillero. La carta se deslizó hacia mí. Au-

tomáticamente. No tuve que meditarlo demasiado. Comprendí la

situación casi al instante. Mientras mi vista continuaba perdida en

las sinuosidades de las letras. En el conjunto arrebatado del mensaje.

El escenario era desconocido. La circularidad del proceso comenzabaa delinearse. De forma definitiva. Esta noche será diferente. Tengo la

absoluta certeza. Todavía no logro comprender qué es lo que sucede-

rá. Imagino un encuentro personal. Un dato revelador. Un nombre

que pueda explicarme los detalles de la historia. Es la primera vez

que la nota llega manuscrita. De puño y letra. Cada curva. Cada lí-

nea despareja. Cada signo logró consolidarse como una provocación.

Como una bofetada directa al rostro. La declaración oficial de que

algo había cambiado. Ahora debo optar por un modo específico de

actuación. Necesito escoger un camino. A partir de mi decisión todo

tendrá un nuevo sentido. Una lógica distinta.»



60


«Indagar al respecto de mi caligrafía equivale, desde su pos-tura, al abandono consciente del juego. Su pensamiento se ha mi-

metizado con las reglas propuestas, naturalizándolas por completo.

Intentar descubrir mi identidad sin que yo se lo indique sería una

forma de alterar las pautas preestablecidas. Actuar de esa manera

correspondería a cometer una trampa vil en el ajedrez, en el ludo, en

la conga. No desea la injusticia para él ni para los restantes jugadores

de la partida. Cree que la aceptación de estas condiciones le impide

contrariar mis designios. Evita las averiguaciones, los movimientos

no programados. Está convencido de que los acontecimientos deben

ocurrir según mi planificación, mis rastros y mis notas. Es la una y

media y aún espera.»

«Soy impactado nuevamente por el concepto de “tiempo” . Esa

extraña invención de horas y minutos y segundos que involucra a

la totalidad del universo. Que no acepta posibilidad de escapatoria.

Me choca su esencia invencible. El fuego sagrado que lo caracteriza.

Resulta infalible apostar por él. Su predominio es la única certeza.

Algunos intentan dominarlo a pesar de todo. Ir en su contra. Des-

preocupándose del evidente fracaso. Tal vez sólo así se logre la salva-

ción. Luchando y repitiendo la derrota como un estúpido. No lo sé.



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Me pregunto qué estoy haciendo. Dónde he dejado mi amor propio.

Cómo he permitido la extirpación de fragmentos tan importantes de

mi vida. Este tiempo es mío. Es lo único que tengo. La esperanza meha jugado una mala pasada. Transformando la fe en desencanto. La

expectativa en frustración. Obsequié buena parte de mi existencia a

la nada. La he malgastado entre ensueños infantiles. Ahora mismo.

Por ejemplo. Aguardo lo desconocido. Intento chocar contra una

realidad inexistente. Cómo he podido caer tan bajo. Qué hago en

esta silla.»

«Comprendo que debo evadirme del libro. En este momento

poseo la férrea convicción: necesito abandonar la representación in-

material, figurativa del papel. Preciso convertirme en metáfora viva.Mi carne tendrá que hablar por mí, por la fábula que traigo entre

manos desde hace décadas. Requiero concretar el prodigio aún irrea-

lizado: transfigurarme en algo que no soy, en algo que jamás pensé

que podría ser.»

«Estoy aquí. Sentado. Como un idiota. Haciendo el ridículo.

Muriéndome de frío. Enlenteciendo sorbo a sorbo esta cerveza. Son

las dos y media. Me voy. Definitivamente. Desecharé toda la histo-

ria. El proceso que he aceptado. Sólo quince minutos más. Después



62


saldré por esa puerta. Retirándome para siempre de esta inmundicia.

Olvidando la supuesta importancia del volumen hallado. Borraré de

mi vida el argumento incongruente de los escasos ejemplares y deldestino predeterminado para cada uno de sus propietarios. Quince

minutos más. Luego todo se convertirá en un recuerdo. En una estú-

pida aventura juvenil que me liberó del hastío. De la automatización

de los estudios y de mi propia existencia. Un cuarto de hora. Deposi-

taré la mísera propina y a partir de allí todo será diferente. Los libros

anónimos se transformarán en una ficción. Una quimera en la que

consentí participar durante algunos meses.»

«Lo veo en su cara claramente: sólo un minuto más. Cuando

acabe el último trago de cerveza, el cuarto de botella que conservadesde hace una hora, se marchará y olvidará este extraño período de

ilusión. Un único minuto. Imagino la escena: termina el vaso, deja

el dinero justo en la mesa, toma el abrigo y se va. Si tan sólo pudie-

ra advertir que lo estoy observando, que lo tengo frente a frente…

Ha llegado el momento de hablar con el mozo e indicarle el próxi-

mo movimiento.»

«La puerta grande de la literatura uruguaya y la llave de acceso

a su secreto mejor guardado… Intentaré no revolcarme en mi cinis-



63


mo… Las tres de la mañana… Esta ridiculez será un recuerdo. Un

pretexto para avergonzarme por las noches. Una anécdota que tor-

naré impersonal. Inventando excusas. Datos. Referencias ficcionales.Tal vez logre confundir a mis sucesores. Ellos se interesarán por la

historia. Confiarán. Hasta que culminen siendo denigrados. Hasta

que descubran la verdad. La nada detrás de la que se escondió algún

desquiciado. Algún grupo de amigos que pretendió divertirse a costa

de imbéciles como yo.»

«El mozo cumple mi encargo. Se acerca despacio y le habla

al oído. Con gesto descolocado distingue el rincón del bar, la mesa

poco iluminada que alberga los documentos despatarrados, las ho-

jas amarillentas manchadas por el alcohol. Se impulsa con violenciay comienza a desordenar los manuscritos febrilmente, creyéndose

capaz de hallar la clave en este instante. Observa los papeles sin com-

prender. Busca con desesperación como si la vida se le extinguiese

en ese peritaje violento y aleatorio. Comprende que allí está el en-

cuentro que le ofrecí. Sonrío internamente. Llamo al mozo y pago

la cuenta. Estoy cansado, borracho a medias y no quisiera pensar

en nada. Salgo finalmente. Sé que jamás volveré a este boliche, que

hoy cerré de manera definitiva un capítulo de la broma. Lanzo una

última ojeada, jactanciosa: en la mesa continúa revolviendo los ga-

rrapateos mugrosos que le propuse.»



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X

HALLAN CUERPO SIN VIDAEN LA COMERCIAL.

SE PRESUPONE HOMICIDIO.

NO SE DESCARTAN OTRAS HIPÓTESIS.

MACABRO HALLAZGO. La habitual tranquilidad de las

calles Benito Chain y Democracia se vio afectada ayer, en las pri-

meras horas de la mañana. María Luisa de los Santos, doméstica

conocida en la zona desde hace años, se disponía a cumplir su labor

cuando realizó el descubrimiento. El cuerpo de su empleador, en

avanzado estado de descomposición, yacía sobre la cama de dos pla-

zas. El cráneo presentaba el impacto mortal de la bala. En el espejo

de la habitación, escrito con lápiz labial, podía advertirse una frase

desconcertante: «HAY MÁS».

En el sitio se halló el arma aparentemente utilizada; las autori-

dades aguardan, sin embargo, el resultado final del estudio balístico.



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Las pericias técnicas ni siquiera han logrado dictaminar si la muerte

se produjo mediante suicidio o asesinato.

El halo de misterio que envuelve a este crimen es mayúsculo.La absoluta falta de familiares y allegados de la víctima dificulta las

averiguaciones policiales. La pesquisa arroja, hasta el momento, más

sombras que luces en cuanto a su dilucidación.

De los Santos comentó que durante los últimos meses Juan

Larratea, su empleador, había sufrido una serie de profundos episo-

dios depresivos. La situación se agravaba día a día según esta traba-

jadora: su patrón se había negado en reiteradas ocasiones a recibir

ayuda profesional.

La mujer, absolutamente clave para la resolución del caso,

también reconoció el arma localizada en la escena como propiedad

de su difunto jefe. Los inspectores, mientras tanto, llaman la aten-ción respecto al orden en el que se encontraba el hogar. Las cerra-

duras no se percibían violentadas, así como tampoco se advertían

rasgos notorios de forcejeo. Estos detalles abren dos hipótesis: una

de ellas refiere al suicidio; la otra, vinculada al asesinato, conlleva a

la posibilidad de que el homicida conociera a la víctima y de que

ingresara a la finca con su pleno consentimiento.

UN EXTRAÑO LIBRO. Juan Larratea poseía cierto renom-

bre en algunos círculos intelectuales. Sus últimas investigaciones re-

fieren a una publicación anónima de la que se desconocen todos sus

pormenores. Llamativamente un volumen de dicho libro fue hallado



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en el lugar del crimen.

Académicos de la Facultad de Humanidades y del Instituto de

Profesores se rehusaron a brindar declaraciones. A pesar de la insis-tencia de nuestro medio, los docentes se llamaron a silencio.

AMPLIAREMOS.



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XI

Intento pensar su desconcierto, su absoluto espasmo ante la

aparición de los billetes mustios y descoloridos. Trato de reproducirsus reflexiones, la cadena asociativa que desembocará en una relación

al menos indirecta entre esos papeles y mi presencia, entre los billetes

doblados y mugrientos y el libro incierto, entre los escasos miles de

pesos y la historia de los anónimos. Procuro imaginarlo, reconstruir

cada uno de los gestos de su rostro, cada movimiento sutil e involun-

tario de sus cejas y sus labios. A través de lo más degradante, de lo más asquerosamente vil,

logré encontrar una forma prodigiosa de amalgamar nuestras exis-

tencias. Hemos superado las barreras imaginarias que nos separaban

casi por completo. Ese dinero que descansa en sus manos nos conec-

ta, nos vuelve una sola cosa, nos transforma en una comunión deelementos inseparables e indistintos. Ahora somos un milagro, una

capacidad infinita de superar los avatares del calendario, un mismo

verbo que puede conjugarse en cualquier modo, en cualquier perso-

na, en cualquier tiempo.

Resultaría estúpido negar la única certeza a la que hemos arri-



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bado: los cruces de acontecimientos poseen un motor prodigioso e

incontrolable. De lo contrario, ¿cómo podría explicarse que el café

que tomará en un bar de la Ciudad Vieja será abonado con billetesconcebidos décadas atrás, generados a través de una aclaración sobre

los símiles homéricos del Canto XXII de La Ilíada ? ¿Acaso podría

negarse que la tarifa de hotel que pagará cualquier domingo, luego

de una madrugada de risas y orgasmos, tuvo su germen en la expo-

sición sobre la ley del contrapasso que efectué en algún momento? El

alcohol que producirá su próxima borrachera, ¿no proviene de una

distinción entre el Antiguo y el Nuevo Testamento que expuse en épo-

cas pretéritas? Incluso el gramajo que esta misma noche compartirá

con alguna chica en El lobizón, ¿no explica su existencia a partir de

un desarrollo sobre el tópico de la ambición en Macbeth?

(Ahora que lo pienso, que mastico estos detalles en el más ab-soluto de los silencios, logro sentirme realmente indigno de respirar,

de confirmar cada mañana que perduro, que me arrastro cansina e

inútilmente en este hermoso prodigio que es la vida).

Se encuentra inserto en mi juego gracias a lo más humillante.

No descubro nada, lo sé; caigo en un lugar común: sin dinero no

puede alcanzarse una verdadera degradación. Quien lo toca se co-

rrompe; quien lo desprecia, miente; quien miente no resiste dema-

siado tiempo su propia falsedad. En ese sencillo y reducido círculo

vicioso todos se pierden tarde o temprano. Pero yo presento aquí

mi carta más valiosa, el comodín secreto que he reservado para este



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preciso instante: apuesto a su extraña individualidad.

A partir de ahora todo será diferente. Comenzará a arrojar

propinas exageradas, deslizando mis billetes entre las manos gordasde los mozos, presentando los papeles satinados como si fuesen in-

sultos, bofetadas infalibles y directas. Esparcirá los pesos de forma

morosa, con un gesto evidente de apatía, de desgano, de insolencia.

Cada uno de sus movimientos, cada leve inclinación de su brazo

derecho, cada mueca repulsiva de su rostro se transformará en una

afirmación contundente: ese dinero no ha sido obtenido por su pro-

pio insomnio, por su propio tedio, por su propia muerte.

Ansío generar un cambio en él, una modificación rápida y pro-

funda en su manera de actuar y de pensar. Juventud y pureza no son

elementos análogos, aunque así varios lo crean. Su integridad radica

en el desconocimiento absoluto de la vida, en la ineptitud para apre-ciar pormenores y consecuencias. Él existe en un estado meramente

casual, en un instante de fragilidad extrema: la castidad es hija de su

inocencia y resulta idéntica a la de cualquier otro veinteañero. Debo

corromperlo sin ambages, involucrarlo en la más infame bajeza para

que su humillación lo conduzca a la realidad. Únicamente puede ser

puro aquel que se ha adentrado en la inmundicia, que ha sucumbido

ante el vómito de las borracheras, que ha perdido el decoro y la razón

con tal de tener sexo. Tengo que hacerlo dar un paso hacia atrás para

que avance dos, para que llegue aún más lejos.

Necesito degradarlo con urgencia, introducirlo rápidamente



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en ambientes extraviados, en prostíbulos repletos de pungas y malan-

dras, en hoteles céntricos inmundos y en sus sábanas mugrientas.

Preciso pervertirlo por completo, logrando que frecuente los bajos ylas inmediaciones del puerto, que busque cigarrillos inacabados en

las paradas de los ómnibus, botellas semivacías en las mesas de los

bares. Sólo de esa forma alcanzará la verdadera pureza y comprende-

rá por qué lo elegí justamente a él, qué es lo que deseo con toda esta

mentira que he fabricado tramo a tramo durante décadas.

Estará obligado a distinguir que nada tiene sentido, que la

vida consiste en un sentimiento de pérdida infalible y de vacío total.

Necesitará adivinar el mensaje que intento demostrarle, la inexo-

rable derrota que se transforma en certeza. Entonces advertirá de

manera fugaz cómo la degradación penetra su cuerpo –avanzando

firme, calando hondo en cada uno de sus músculos, de sus huesos,de sus tripas–. Ese instante se concretará súbito, repentino, idéntico

al intervalo de lucidez que varios afirman atravesar previo a la muer-

te, segundos antes de comenzar la partida hacia la nada–todo que

presiento y que soy incapaz de verbalizar. Sólo después de arruinar-

se logrará observar con claridad, entendiendo toda esta inmundicia

que lo rodea, el punto que le propongo desde hace algunos meses.



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XII

Siempre. ¡Opa! Siempre alguien. Siempre alguien está. En tu

camino. Cuidado el vaso. Siempre estás. Sí. En el camino de alguien.Sí. Es la primera. La primera semejanza que. Correte. La primera

semejanza que se me ocurre mientras. Camino. Mareado. Camino

mareado. ¿Notaste? ¿Notaste eso? Sí. Las pupilas. Cansadas. Se me

cierran automáticamente. Cansadas. La primera semejanza. (¿Recién

la primera?) Que encuentro entre. Que encuentro entre la vida y. La

discoteca. Punchi punchi punchi. Correte. La luz que prende y apa-ga. Siempre. Alguien. En el camino. ¡Cuidado el vaso! El vaso. El.

Vaso. Vassso. Con ssservesssa. La cerveza. Me salió plata. Plata de

aquí. Plata de allá. Plata. Y más plata. ¿Cuánta plata…? Dejame pen-

sar. (¿Por qué? ¿Por qué me pido. A mí mismo. Por qué. Me hablo.

En segunda. Persona?) Mucha cerveza. Sí. Eso. Comprar más cerve-za. ¿Cuánta plata…? Tomé. Tomé dos. Cervezas. Dos. Y un trago.

Dos cervezas y un trago. Traje $1.000. Sí. ¿El baño? Derecha. Esca-

lera. El baño. Correte. ¡Correte! Apuesto. Me apuesto a mí mismo

que. A las 4:00. Estos dos. (Él. Tiene cara de Federico. Carolina. Ella

es Carolina). Me apuesto que a las 4:00. Federico se la llevó. A un



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hotel. Claro. Si gano. Me tomo un vodka. Si pierdo. Una cerveza.

Eso. Una cerveza. ¿Cuánto? Mejor dame un trago. ¿Cuál? Rojo. Sí.

Uno que sea rojo. Tomá. Cobrate. ¿El baño? Correte. De vuelta.Punchi punchi punchi. Y las luces que prenden y apagan. Prenden y

apagan. Pe. Ere. E. Ene. De. E. Ene. Prenden. Prenden. Prede. Pier-

de. Pierde… ¡Pierde! ¡La plata! Porque si perdí… No. Acá está. Las

luces. Generan una sensación. De caos. Entiendo. Ahora entiendo.

Por qué me gustan. Inestabilidad. Prenden. Es un… Quiero decirlo.

Decirlo… Rimbombantemente. ¿Rim–bom–ban–te–men–te? ¡Jajá!

Qué palabra tan. Qué palabra. Genial. Genial. ¿Con ge? ¿O con

jota? Con ge. Sí. Ge. Punto ge. Sí. Eso. Orgasmo. Eso. Orgasmo

sensorial. La música y. El punchi punchi punchi. Orgasmo sensorial.

¡Pufff! ¿Qué es esto? ¿Qué es esta porquería roja que me dieron? Otra

vez. Siempre alguien. Lo del camino. De eso hablo. Siempre. Hastael fondo. El fondo. ¿Qué decía? Ah. Sí. Siempre alguien. Sí. Eso del

camino. Otra. Otra noche. Más. Y vos. Y vos... (Nuevamente. Una

vez más. Hablándome. A mí mismo. Hablándome. En segunda per-

sona.) Vos. Poeta barato. Vos. Que dejás todo. El alma y los huevos.

En el papel. Todo. Todo. Intentando encontrar algo. Intentando.

Expresar. Simbologías nuevas. Refinadas. ¿Qué más? ¿Qué más que-

rés? Vení acá. ¡Mamita! ¿Acaso. Acaso este vaso. (Qué rima molesta).

Acaso. Esta porquería roja. Que tengo. En las manos. No puede ex-

presar. No puede. Decirlo todo? PORQUERÍA ROJA. ¡ROOOOO-

JA! Lo pienso. Sé que lo pienso. En mayúsculas. Con relevancia.



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Porque es algo serio. Yo quisiera. Desearía. Con toda mi alma. Que

cada letra de. «PORQUERÍA ROJA» tuviera. Un valor. Matemático.

Determinado. Y quisiera. Desearía. Sumar cada letra. Y desearía.Quisiera. Que el valor. Final. El valor final. Fuera la totalidad. La

totalidad del dinero. Que gasté hoy. Del dinero. Pero. Estoy cansado.

Muy. Mucho. Cansado. Y no quiero. Pensar. No quiero pensar. Y sin

embargo. Pienso. Sin embargo. ROJA: erre o jota a. Grave. Palabra

grave. Seguro. Seguro que Federico. (Tenía cara. De Federico). No

sabe. No logra distinguir. Las clases. De palabras. Entonces a las

4:00. Cuando esté. Con Carolina. (Tenía cara. De Carolina). En el

hotel. Voy a entrar. Claro. Entrar. A la habitación. Mientras cogen.

Gritando: «¡CAROLINA! ¡CAROLINA! ¿Sabés qué? Federico. Sí. Fe-

derico. El de la pija. Parada. No sabe. No conoce. No comprende. Las

categorías. De las palabras. No conoce». Estaría bien. Sí. Hacerlo así. Alas 4:00. De porquería. Roja. Ah... Está todo. Todo. Tan claro. Aho-

ra. Quisiera. Un papel. Si tuviera un. ¡Pufff! Un papel. Yo podría.

Ahora. Lograría escribir. Lo más hermoso. Lo mejor. Que jamás

haya. Sí. Logrado. Porque el arte. El arte. Sólo puede. Lograrse. A

partir de. Ausencias. De cosas que faltan. Y ahora. En este preciso.

Instante. Yo. Ahora. Poseo todas. Todas. Las ausencias posibles. Yo

soy. Yo soy el arte. ¡Pero! ¡Qué putita! ¿Tu celular? Anoto: cero nueve

nueve cinco cinco… ¿Qué? Cinco cinco… ¿Cómo? ¿Sabés qué? ¡A la

mierda! A la mierda vos. Y tu puto celular. No me interesás. No sos

nada. ¡Sos el vacío! Flaco. Correte. No. Gracias. No quiero. Merca.



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Gracias. Estoy acá. Sí. Tomando. (Andate a la puta. Que te parió).

La ppppppppppppppp: ¡porquería roja! ¿Qué más? ¿Qué más que-

rés? ¿Qué cosa no puede. Expresar. Este vaso. De porquería roja. Estevaso. Que tengo en la mano. Y que simboliza. Mis debilidades. Mis

mierdas. Mi todo? ¿Qué más. Querés encontrar? Uy uy uy uy…

Estoy. Mareado. Digamos. ¿El baño? Allá. Punchi punchi punchi.

Luces. Prenden y apagan. Y amarillo y verde. Y azul y rojo. Y amari-

llo y prenden. Y apagan. Otra vez. Siempre alguien. En el camino.

Permiso. ¡Cuidado el vaso! Baño. Baño. Baño. Me meo. Baño. Hom-

bres. Baño de hombres. ¿Qué pasaría? ¿Si yo fuera un escocés? De

esos que. Usan pollera. No sabría. Qué hacer. En qué baño. Entrar.

Qué imbécil. Un guiño. Ideal para. Una publicidad. De whisky.

¡Whisky! Sí. Voy a tomar. Tres whiskys. Cuando salga. Del baño. Sí.

Gracias. Idiota. Hay que ser. Idiota. Para escribir. «Andy te amo». Enel medio. Del retrete. (¿Qué tipo de cita. A pie de página. Se debería

usar. En este caso? Una cita a. Pie de retrete). Al fin. Meo. Estoy

mareado. Meo. Meo. Meo mucho. Uy. Cómo meo. Estoy mareado.

Escupo. Me meo. Mucho. Escupo rojo. Rojo. Como el color. De la

porquería. Roja. Erre o jota a. Grave. Mareado. Mucho. Roja. De-

masiado. Mareado. Demasiado. Meo. Otra. Otra noche. Más. Una

más. Y nada. Nada. Mareado. Nada parece. Solucionarse. Solucio-

narseee. Arseeeeeeeeee. Seeeeeeeeeeeeeee. Eeeeeeeeeeeeeeeeeee ……

……………………………………...............................................

................………………………………………………………



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……………………………………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………

…………… arseeeee …………………………………………..…

…………………………………………………………………

………………………………………………..…………………

…………………………………………………………………

…………………………………………………………………

…………………………………………… ahhh ……..…………

…………………………………………………………………

………………………………………..…………………………

………………… ehh …………………………………………………………………………………….…………………………

………………………………………… chatumadre ……………

……………….…………………………………………………

…………………………………………………………………

………………………….. quetocá ….……………………………

………………………………………..…………………………

…………………………………………………………………

………… ohhh .…………………………………………………

…………………………………………………………………

………………………………..…… Ahhh allá estación servicio



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ehhh camino hip izquierda puta madre derecha izquierda derecha

derecha puta madre camino mal aehhh hip mucho mucho tomé qué

sueño se me cierran el baño los ojos se me cierran madre grrrrrr tri-pas puta grrrrrr cómo resuenan baño no izquierda derecha me caigo

concha cosa baño puerta coso mal siento mal resuenan grrrrr revuel-

to estómago tomé mucho veo cuánto veo hip veo muy doble doble

hip y doble veo cuatro agacho mareo mareo ahogo puaaaaaaaaaaj

puajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj puaajjjjj puta madre vómito el saco cuidado puta

concha cuidado el saco concha es nuevo ta madre qué chivo mucho

mucho porquería roja abrazo al coso como mucho tomé como un

vaso enorme donde arrojo no todavía no no no me puedo levantar

hip hip lloro puta madre moqueo lloro por qué por qué concha pa-

sos afuera ruidos de gente compran cosas vino whisky porquerías

rojas compran nafta y vino y lloro mierda y mocos hip hip hip hiphip de nuevo mierda viene hip vómito hip mareo retengo contengo

engo engo engo sí tranquilo no llores no no llores no no vale engo la

pena qué pedo tomé porquería whisky cerveza cosa roja erre o jota a

era grave y la mujer del telo no sabía hip no sabía las clases grave

esdrújula de palabras aguda aguda garchar es aguda Federico grave y

el telo a las 4:00 ahogo mierda mareo puta madre escupitajo trans-

parente mierda escupitajo exploto mierda puaaaaaaaaaaaaaaaaaaaj

puajjjjjjj puaj puaj puaj carajo carajo ay mierda estoy mejor mejor sí

mejor el saco a ver mejor es nuevo a ver cuidarlo sí mejor no man-

charlo sí es nuevo la próxima nuevo menos trago vamos mejor a le-



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vantarse mierda cómo cuesta no siento no no las siento las piernas

digo no no a ver ya está ahora sí voy a lavarse a lavarse porque y eso

qué idiota a lavarse vomité idiota el orinal sorpresa hip el orinal delempleado idiota sí bueno ahora a lavarse canilla izquierda canilla qué

pasa izquierda esta mierda a ver ahhh apretar sí apretar acá apretar

agua agua agua sí sí la cara la cara las manos la mano y la otra mano

son las dos manos y la cara me la lavo hip hip mierda la cara me la

lavo con las manos a ver derecha ahh no cierra sola ay espejo espejo

no no no lo había visto espejo qué raro espejo me veo sí cómo me

veo soy lindo sí espejo no sé qué raro no sé si tanto me veo y me veo

el ojo el ojo cómo se llama ah sí el iris eso el iris es negro y lo veo me

veo el iris y es negro no pienso no pienso nada no pienso y me gusta

no pensar nada nada sólo el ojo y nada más el ojo que cosa dice algo

sobre iris rojo erre veces entonces eso así engo engo engooooooooooengoooooooooooooooo engoooooooooooooooooooooo …………

…………………………………….……………………………

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XIII

Ha logrado poseer un rostro, una identidad, unas palabras es-

pecíficas e individuales. Ostenta una historia exclusiva, una épicade guerra y huida, una fábula de hambre y de llanto: su trayecto

de vida es único e irrepetible. Rompió las cadenas invisibles que lo

mantenían unido a mí, renunciando a su condición de marioneta.

Consiguió finalmente desestimar mis indicaciones y pistas, mis ras-

tros abandonados en libros amarillentos y en personas esquizofréni-

cas. Se inicia una fase de incertidumbres en el engaño, de aspectosno estipulados. Ahora, en este preciso instante, se ha convertido en

Iván Scorza.

Declinó su suerte de abstracción, de cúmulo de potencialida-

des inciertas, tornándose en un ser palpable y concreto. El pretérito

apéndice de mis pensamientos se mueve hoy por sus propios me-dios, por su propia voluntad: no alcanzo a imaginarlo, a presagiar

cómo actuará. La totalidad de la trampa ya no depende de mí, ya no

me pertenece. Imagino sentir la misma confusión de emociones que

inundarían a un padre que confirma, súbitamente, la existencia de

su hijo como una entidad apartada de su carne, de su sangre, de su



81


semen. Aunque tengamos idéntico origen, aunque provengamos de

la misma simiente elemental, el tiempo ha logrado transformarnos

en cosas disímiles, en sujetos independientes.No he dicho, sin embargo, lo más curioso del caso: jamás des-

conocí estos datos que menciono sobre él; los supe, por el contra-

rio, desde el momento en el que decidí integrarlo al juego. Pero es

sólo a partir de este instante que ellos comienzan a tener sentido, a

simbolizar verdaderamente algo: antes representaban meros sonidos

erráticos; ahora son palabras articuladas con significados propios.

Los detalles reunidos eran posibilidades expectantes, oportunidades

a la espera de un único paso que demostrara lo atinado de haberlo

escogido, de haber desestimado a varias personas aparentemente si-

milares.

Ha conseguido transmutarse en Iván Scorza, el universita-rio de veinte años que escribió versos a escondidas durante toda su

adolescencia; el hijo menor de un matrimonio deteriorado por el

vicio y la enfermedad; el representante de un linaje perdido, de un

apellido deformado por las casualidades y las guerras; el ser prove-

niente del otro hemisferio, del otro lado del Atlántico; el individuo

superviviente y tenaz que gana la partida de la tozudez, de la fuerza

primitiva y esencial que su sangre aún conserva; el personaje que se

ha sorprendido al pensar «Soy todo un hombre» mientras viajaba en

ómnibus y temblaba de miedo; el que fornica como una bestia; el

que celebra cada menstruación de sus amantes como si se tratase de



82


un renacer eterno e inagotable, de una abundante lluvia de dicha; el

que ha tenido algunas mujeres –no todavía tantas como para com-

prenderlas por completo–, y sospecha que la soledad es permanente,que la alegría es una mera ilusión que apenas dura instantes, que

todas las historias que terminan siempre lo hacen de manera trágica.

Obtuvo un rasgo distintivo que lo separa de Etchegorry, de

Larratea, de mí mismo. A partir de hoy existe un nuevo significado

para esta idiotez, para este sinsentido que vengo difuminando desde

hace décadas.



83


XIV

Un hilo de luz penetra. Repentino. Instantáneo. A través del

ventanal. Hasta el párpado cerrado. Lo ilumina. Lo templa. Lo aca-ricia. Generando una molestia tenue. Que se prolonga. Que se de-

sarrolla durante algunos minutos. Generando sensaciones. Creando

colores nuevos. Gamas impensadas de anaranjado. Sutiles variaciones

de amarillo. Formas y figuras geométricas. En un sector de la vista

inexplorado. Ignoto. Irracional. Se dibujan líneas. Contornos varia-

bles. Difusos y dinámicos. Cuasi psicodélicos. Abstracciones puras.Despierto. Finalmente. Despierto. Del sueño consolidado como una

extraña muerte. Como una suspensión total de mis facultades. De

mis pensamientos. De mi ser. En definitiva. Despierto. Al fin.

En el suelo se repiten restos de comida. Papeles diversos. Bote-

llas vacías y a medio tomar. Botellas de bebidas. Nacionales y extran- jeras. Mi mano se yergue. Intenta generar movimientos. Liberarse

del letargo que la dominó. Por horas. Pero el impulso choca. Se de-

tiene. Tropieza. Contra lo inesperado. Los dedos hallan una prenda.

Interior. Femenina. Una prenda. De una persona que no recuerdo.

Un individuo que se encuentra más allá de las posibilidades evocati-



84


vas. Más allá. De todo razonamiento. Más allá. De todo.

Despierto. Cuando ya creía no poder hacerlo. Cuando la oscu-

ridad y la nada comenzaban a predominar. Sin alternativa. Despier-to. Abrazado a la papelera que recibió mis vómitos. Durante toda la

madrugada. Despierto. Luego de una aparente eternidad. Después

de haber perdido la conciencia. Toda una noche. Toda una tarde.

La absoluta mitad de un día. Despierto. Invadido por la confusión.

Que gana terreno paulatinamente. Poco a poco. Con cada segundo

de percepción. Cada intervalo reflexivo. Que derrota a esa especie de

muerte en miniatura que es el sueño.

Acostado. Muerto en la cama. Observo un papel. A la distan-

cia. Hago un esfuerzo desmedido. Con los ojos entreabiertos. In-

tentando distinguir la silueta de las letras. Que se aprecian difusas.

Esquivas. Suelto la papelera e intento erguirme. Intento. Trastabillo.Erguirme. Con un zapato. Tropiezo. Con un pantalón. Despatarra-

do. Por el suelo. Cruzo la pieza. Hasta el otro extremo. Trastabillo.

En el suelo. Escupo. Llego. A la heladera. Inerte. Colgada. Descansa

una nota. En la heladera. Colgada. La tomo. La contemplo. Una

nota. Escrita en el reverso de un volante. Un volante de pizzería.

Entregado en la calle. Anunciando ofertas. Muzzarella. Fainá. Mila-

nesas. Me invade. Un asco profundo. Pero logro evitar el vómito. Un

volante. De pizzería. Un papel que alguien tendría en sus bolsillos.

Que habrá buscado con ahínco durante algunos segundos. De pi-

zzería.



85


La grafía clama. Con vehemencia. Sale desde el volante ama-

rillento y grita. Con todas sus fuerzas. Como un puñetazo. Direc-

to al rostro. Me grita. A mí. Sin intermediarios. Sin prolegómenos.Vocifera. Repentina. Súbitamente. «Hijo de puta. Ojalá revientes».

Un ser indignado. Alguien que necesitó expresar su descontento. Su

opinión. La verdad. El descubrimiento que habrá realizado en algún

momento. De la noche anterior. En algún instante. Que desconoz-

co. Que soy incapaz. De recomponer. Me río. Sin comprender aún.

Por qué. En silencio. Me río. Hasta que al fin. Me siento hermanado.

Con el ser que trazó los garabatos. Violentos. Desprolijos. Con la

persona que se tomó la molestia. De legar un mensaje de sinceri-

dad. De verdad. De certeza. Porque nadie ha dicho algo más sincero.

Nadie ha expresado de forma tan sutil. Tan brutal. Tan cierta. Esta

inmundicia que soy. Lo que merezco pagar por ser. De esta manera.Desganado. Apático a más no poder. Estrujo el papel. Lo tiro

al piso. Lo escupo. Mientras me muevo dificultosamente. Mientras

intento arrastrar cada pie. Procurando alcanzar la botella. El hígado.

Lo siento. Como si me hubiesen molido a palos. Un grupo de mari-

neros. De siete marineros croatas. Me agacho. Del modo que mejor

puedo. Me aferro. A la primera botella a medio tomar que encuen-

tro. Ginebra. ¿Qué hace aquí. En mi pensión. En mi cuarto. En mi

existencia. Esta botella de ginebra. A la que le faltan. Dos tercios de

contenido. De vida. De llantos. De sexo. De alegría? Trago un buche

profundo. Violento. Infame. Hasta que. La repugnancia del alcohol.



86


Me gana. Y vuelvo. A vomitar. Lo que queda de mí. Lo que aún. No

se ha llevado la vida. Durante la noche. Anterior.

Tiene razón. La nota. Es implacable. Irrefutable. Soy. Un hijode puta. Y debería reventar. No sé por qué. No lo comprendo com-

pletamente. Pero en el fondo. Aunque no alcance el argumento fi-

nal. Aunque las razones se encuentren lejos. De mis posibilidades.

El enunciado es cierto. Resulta sumamente necesario. Sumamente

impostergable. Que reviente cuanto antes. Que reviente. Como una

inmundicia. En mil pedazos.

Aún irritada. Por la fuerza involuntaria. Del vómito. Tengo la

vista llorosa. Un gusto inmundo asciende a mi garganta. Fluye a tra-

vés de mi nariz. Y vuelve a bajar. Viscoso. Hediondo. Me tambaleo.

Caminando. Hasta la mesada que cobija el libro. De tapas grisáceas.

Que cobija. Papeles mugrosos. Fotocopias de la facultad. Películaspirateadas. Corro la silla. Con dificultad. Me siento. Gira. Todo. Da

vuelta. En desorden. Sin parar. Todo. Los ojos. Se cierran. Involun-

tariamente. Parpadean. Autónomos. Intentando generar una reac-

ción. En mi ser más profundo. Yo sé. Necesito abrirlos. Despertar.

De esta resaca. De esta pesadilla inmunda. Que es mi vida. Necesito

ganar. Ganarle a esta incapacidad de pensar. De hilvanar. De articu-

lar lenguaje. De concatenar frases. Verbos. Sustantivos. Adverbios y

adjetivos. Esta incapacidad de vencer. A la frase seca. Rasa. Simple

y primordial. Necesito. Ver la luz. Contraer las pupilas. Cegarme

débilmente por los rayos oblicuos. Tenues. Del sol invernal. Nece-



87


sito abrir los ojos y ver. Lo que hay a mi alrededor. Necesito. Abrir

los ojos. Apreciar el panorama. Dejarme inundar. Por las imágenes.

Los contornos. Los colores. Necesito. Abrir los ojos. Necesito. Ver.Una cámara. Fotográfica. Que no es mía. Que alguien debió haber

dejado. Olvidada. Que tal vez tenga fotos. Que me permitan recor-

dar. Algo. De lo que sucedió. Ayer. Una cámara. Digital. Que no me

pertenece. Que tal vez pueda revender. En la feria. Revender. Para

comprar. Cerveza.



88


XV

Saludo con un golpe de cabeza al chofer mientras bajo con

morosidad del ómnibus. Me impacta el cambio de temperatura, elprofundo contraste entre la intemperie y la calefacción del trans-

porte. Hago un esfuerzo para mover mis piernas por primera vez,

para concientizarlas acerca de su existencia en el tiempo y el espacio.

Aguardo el paso de una bicicleta y cruzo la calle.

La plaza está desierta. Custodia la escena, acurrucado entre

cartones, un perro solitario que tirita de frío. La humedad, asenta-da sobre las baldosas flojas, ha logrado remover los excrementos de

paloma, convirtiéndolos en una pasta parda y viscosa. Inmóvil, fría

como siempre, la estatua del prócer rezuma gota tras gota desde su

nariz aguileña.

Agradezco la ausencia de personas: no quisiera saludos ni co-mentarios de aquellos años lejanos, de aquellos tiempos de chaquetas

pulcras y zapatos lustrosos. Me oculto, escondiéndome del frío y de

las miradas indiscretas, entre las solapas del sobretodo. Pateo man-

samente pedregullo y ramas secas, recuerdos de jóvenes hermosas y

días de fiesta, evocaciones de lecturas y paseos al río. Soy iluminado,



89


finalmente, por el lánguido resplandor del Plaza Bar .

El patrón me observa mientras ingreso silencioso a través de la

puerta lateral. Su primer gesto evidencia desconcierto, sorpresa, per-plejidad: no es habitual recibir la visita de un forastero en plena tar-

de invernal de domingo. Saludo. Tomo asiento observando hacia la

plaza. Soy un espectro carente de identidad: la ciudad me desconoce.

Si me obsequiaran un deseo, exigiría ser invisible. Pido un whisky

doble y sin hielo. Desde la lejanía, una radio parlotea con euforia:

–Lo repetimos. Una vez más. Los oyentes conocen la objetividad

que nos caracteriza. Nuestro comentario es independiente. Jamás podrán

afirmar que nos hemos prostituido. ¡Jamás! Es evidente que nuestro equi-

po necesita con urgencia un recambio generacional. Valoramos a estos

jugadores. Los respetamos. Nos han dado tantas alegrías… Pero en estos

momentos no están logrando dar la talla. Por otro lado, en lo relativo ala dirección técnica del club…

Mientras el aficionado juega al periodismo prosigue con su

arenga. Brinda nombres y apellidos de dirigentes deshonestos, de

árbitros corruptos, de jugadores juerguistas. Resulta sencillo imagi-

nar las consecuencias inmediatas de estas palabras: indiferencia en la

iglesia, discusiones en el club social, golpes de puño en este mismo

bar, odio acérrimo declarado entre familias de un pueblo del interior.

El vaso reluciente desembarca en mi mesa, generosamente ser-

vido. Pido una baraja con fingido desinterés. Ha llegado el momento

de la partida final. Tomo las cartas, aprestándolas. Las muevo con



90


dilación mientras preparo el último truco, la postrera y definitiva

sorpresa de este espectáculo. Soy, al igual que cualquier ilusionista,

un absoluto embustero. Ahora que ocurre el prodigio, ¿cuál sería el sentido de descu-

brir la verdad? Mientras reluce el milagro, ¿qué podría resultar más

valioso que este asombro sin barreras?



91


XVI

Caminé por una cornisa. Durante semanas. Distinguiendo el

vacío que se abría ante mis pies. Divisando la nada que pretendíadevorarme. Mis ojos buscaron un punto de referencia. Mis manos

escudriñaron las piedras. Pretendiendo topar con algún sitio en el

que sujetarse. No logré evitar la caída. El resultado se ha vuelto ex-

trañamente liberador. Ahora estoy tirado en la cama. Observando las

manchas de humedad que posee el techo. Intentando relacionarlas

con formas conocidas. Oscilo entre el insomnio y la fiebre. Entre larisa y el odio. Entre la náusea y la esperanza. Si muriera en este pre-

ciso momento creo que nada me inquietaría.

Pienso al respecto de algunas emociones humillantes. Pro-

fundizo en la confirmación de la ignorancia y de la incompetencia

propias. Intento descubrir cuál podría resultarme más denigrante.Sopeso silogismos poco convincentes. Inclinando la balanza según

caprichos personales y débiles ráfagas argumentativas. El único ob-

jetivo de esta noche posiblemente consista en contrastar ambas va-

riables.

Me pregunto cómo estructurar un puzzle al que le faltan pie-



92


zas. Cómo develar un criptograma carente por completo de cohe-

rencia. Durante meses desarrollé una labor consignada al fracaso.

Confié ciegamente. Acatando cada orden. Admití el ridículo. Acep-tando un irrisorio papel. La sumisión logró conducirme hacia el va-

cío y la locura. Pero alcancé por fin advertir lo esencial. Todo es un

juego. Una broma pesada. No hay un sentido verdadero. No hay

una respuesta. Sólo puedo permitirme la indignación. La furia que

experimentaría un individuo estafado. Un hombre al que engañaron

aprovechándose de su candidez.

Admitir el punto implicaba un cambio de estrategia. El tiem-

po de la pasividad finalizaba. Ahora propondría un gesto. Un sím-

bolo que evidenciara mi hallazgo. Era necesario continuar el absur-

do y desarrollarlo hasta el infinito. Tenía que trascender el rol que

alguien me había impuesto. Mi iniciativa guardaría directa relacióncon la historia en la que fui inserto. Debía generar una burla nueva

que condensara las anteriores. Presuponiéndolas. Superándolas. Re-

sultaba forzoso abandonar cualquier tentativa de dilucidación. No

deseaba esclarecer el asunto. No ambicionaba la verdad. Únicamen-

te pretendía convertirme en un nuevo prodigador del caos y de la

confusión. Me impulsaba el mero despecho. La pura frustración.

Precisaba transformarme en multiplicador de la incoherencia. No

existía otra forma de trascenderla.

El mentor de todo esto me envía algunos miles de pesos al

comienzo de cada mes. Desconozco las razones que lo impulsan a



93


actuar de tal manera. Es probable que ahora tuviera que meditar

sobre la extraña simbología que posee el dinero. Sobre cuánto re-

presenta para la sociedad y sus integrantes. Pero me aburre la solaidea de repasar tantos lugares comunes del pensamiento. La fiebre

avanza y mi ánimo se extingue. Simplemente diré que allí había un

hecho relevante. Que yo tenía la posibilidad de otorgarle una nueva

significación a cada billete despilfarrado.

Los papeles satinados se han convertido en una réplica sorpre-

siva a la bufonada. En una exhortación para el maldito imbécil que

decidió divertirse conmigo. Ahora lo pienso. Ahora logro advertirlo

con más claridad. Tal vez sea la respuesta que yo mismo necesitaba.

Que busqué durante meses. Pero es inútil continuar conjeturando.

La nulidad especulativa es absoluta. Únicamente podría confirmar

mis actos. Lo que he alcanzado fabricar a partir de ese dinero.Imagino que varios han realizado algo semejante con anterio-

ridad. Jamás intenté plantear una novedad. Lo juro. Los primeros

días del mes recibo el sobre amarillo que contiene los billetes. Ubico

los papeles en la mesa y comienzo a escribir en ellos. Los poemas sur-

gen en el momento. No son compuestos con antelación. Me obligo

a que los versos guarden algún tipo de relación con la farsa original.

(Cada composición. Cada estrofa. Cada sonido. ¿No presupone a la

totalidad del universo? ¿No lo conjuga y lo resume plasmándolo en

grafía y emoción?) Las obras son únicas e irrepetibles al igual que el

papel que las alberga.



94


El resto es anécdota pura. Utilizo la plata en la cotidianeidad.

Alcohol. Sexo. Comidas. Noches de hotel. Tal vez sea redundante

pero me siento en la obligación de mencionarlo. Luego de entregadopierdo por completo el control de cada billete. Pierdo también el

interés en cada uno de los versos que contiene. No recuerdo siquiera

uno de ellos.

Destaco un último punto que no deja de sorprenderme. To-

das las personas reciben el dinero con avidez. Luchan. Se esfuerzan.

Mueren muy lentamente en su búsqueda. Llenándose de odio y de

amargura. De llanto y de remordimientos. Aunque son incapaces

de prestarle atención cuando lo obtienen. De observarlo con de-

tenimiento. No debería impresionarme. Ciertos seres sólo pueden

acceder a la poesía a través de este chantaje.



95


XVII

Es curioso: los lugareños se obstinan en adjudicar el sustantivo

«ciudad» a este pequeño pueblo. Sin embargo, a pesar de la lentitudde mis pasos, las calles principales no tardan en esfumarse. Plaza,

iglesia, comisaría, negocios escasos de ramos generales: todo queda

atrás con rapidez. Muy pronto los senderos comienzan a volverse

pedregosos, abruptos, cada vez más agrestes. Un viento gélido so-

pla repentino trayendo, entre sus ráfagas, el aroma de la correntada.

Logro palpar en el ambiente la crecida del río, su exuberante fuer-za indómita.

Diviso, mientras me alejo de los suburbios, algunas granjas

distantes. La bruma del atardecer intenta dominarlas, preparando la

helada que se aproxima. Me pienso, me supongo corriendo a campo

traviesa, completamente desnudo, durante una fría madrugada deagosto. En la imagen no puedo siquiera divisar mis miembros que se

pierden entre un espeso monte de niebla. Piso escarcha y tierra fan-

gosa. Muero delirantemente de frío. La ensoñación representa –lo

sé– una de las más terribles posibilidades de la locura.

Mis pasos continúan prodigándose más allá de fantasías. Pau-



96


sado y seguro me aproximo hacia el vado más cercano. Advierto aho-

ra que hace mucho, tal vez demasiado tiempo, que no caminaba de

esta manera. Cada movimiento es un indicio de vida inesperado.La contracción y elongación de mis músculos se transforma en una

certeza irrefutable: lo que me propongo concretar no es un absurdo.

El andar tranquilo y sosegado logra hacerme percibir la noción de

mi propio cuerpo, de mi materialidad ocupando el espacio y relacio-

nándose con él, bifurcando las corrientes de aire heladas que llegan

cada vez más próximas desde el río.

Necesito extender la sensación, desplegarla más allá de mi pro-

pia corporeidad. Escupo con firmeza mientras camino, dirigiendo la

excreción hacia adelante. Sin dejar de avanzar observo detenidamen-

te la saliva viscosa y humeante que palpita, que dilata su existencia

entre la tierra renegrida. La vida es irrefrenablemente continua ymutable: el concepto tradicional de muerte es un engaño.

Pretendo imaginar la infinitud de historias albergadas por el

río. Ahora lo contemplo frente a frente, distinguiendo su cauce ca-

prichoso. Exijo unirme a él, fusionarme con su alma.

Algunos meses atrás pude comprender el verdadero significado

del amor. Hoy, exclusivamente hoy, alcanzaré a practicarlo sin amba-

ges. En este momento logro, después de varios intentos, pensarme

en plural y alcanzar la dicha a partir de esa abstracción. Obsequio el

mayor gesto de entrega, de renuncia; obsequio mi vida: la ofrendo

con beneplácito, con serenidad y deleite.



97


Un individuo posee el derecho a la existencia hasta el preciso

instante en el que deja de crear. ¿Cuál es el propósito de arrastrarse

por el mundo una vez que la invención se ha tornado imposible?Lo expreso sin tristeza, sin miedo; lo digo con la tranquilidad que

mantiene aquel entendedor de los procesos y los ciclos. Lo expreso,

una vez más, mientras las aguas congeladas comienzan a reunirse

entre mis pies.

Mi papel en el juego ha culminado. Logré escribir un libro, un

único libro. Eso es todo. Nunca me importó el resultado de la farsa.

Un segundo antes de morir sólo poseo una certeza: la historia me ha

dado la posibilidad de ser, de existir más allá de los aspectos físicos

de la materia. Mientras nadie descubra mi identidad yo soy todas las

combinaciones posibles.






PRÓLOGO.........................................9

I..........................................................15

II.........................................................18

III........................................................26

IV........................................................29V..........................................................36

VI........................................................41

VII.......................................................45

VIII.....................................................51

IX........................................................57

X.........................................................64

XI........................................................67

XII.......................................................71

XIII.....................................................80XIV......................................................83

XV.......................................................88

XVI.....................................................91

XVII....................................................95



Mayo, 2015. Depósito Legal Nº. xxx.xxx / 15

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