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Club Náutico Hacoaj: 75 años 75 historias

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Libro conmemorativo del 75 aniversario del Club Náutico Hacoaj, entidad socio deportiva de la Comunidad Judía Argentina, en el que se relata la historia de la institución a través de testimonios de socios de todas las épocas y generaciones.

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Una noche, hace 75 años, un grupo de jóvenes deportistas argentinos y judíos, que soñaba con la li-bertad, decidieron hacer algo más que crear un club. Decidieron decirle no a la discriminación, no ala exclusión y no al odio. Más aún, decidieron decirle sí al pluralismo, sí a la vida. Así nació nuestra Institución, como una respuesta de acción y creatividad ante la intolerancia, quemarcó un camino desde el inicio: el de la búsqueda permanente de la convivencia respetuosa, basefundamental para una sociedad que aspira al progreso.Hoy, después de 75 años, los miles y miles de hombres y mujeres que elegimos y seguimos eligiendoser parte de esta gran familia de Hacoaj, queremos más que nunca reafirmar aquellos valores que die-ron origen e hicieron grande a nuestra Institución y que podemos resumir en dos: identidad y fuerza. Identidad con los valores del judaísmo que no son otros que la honestidad, el esfuerzo, la perseve-rancia, la humildad, la solidaridad y por sobre todo la esperanza. Esta es la enseñanza que nos pro-pusimos trasmitir a diario, especialmente a nuestros chicos que participan en cualquiera de nuestrosdeportes y actividades sociales. En definitiva, Hacoaj es eso: formar mejores personas a través deldeporte y la cultura. Fuerza, porque sin coraje, sin garra y sin empuje todos estos ideales solo pueden terminar en bue-nas intenciones. Y en Hacoaj combinamos y potenciamos ambas cosas, buenas intenciones pero enel terreno de lo concreto. Entonces, Fuerza e Identidad o Identidad y Fuerza.Hacoaj y Argentina o Hacoaj e Israel.Podríamos jugar mucho más con las palabras; pero lo cierto es que Hacoaj es todo esto y mucho más. Hacoaj es hoy una institución modelo con nueve mil socios, cuatro sedes deportivas y sociales conmás de trescientas hectáreas, diecisiete disciplinas deportivas y muchas más sociales, recreativas yculturales, para todas las edades, la mayor flota de embarcaciones deportivas de Sudamérica, unplantel de más de setecientas personas trabajando en nuestros proyectos, una activa presencia en lascomunidades que participamos y un equipo dirigencial y profesional de excelencia. Hacoaj es una entidad comunitaria judía inclusiva y plural. Hacoaj son las actividades y los proyectos para sus socios, pero también es la mano solidaria siem-pre tendida hacia quienes más lo necesitan. Hacoaj es familia, desde el nacimiento hasta la tercera edad. Hacoaj es fisica pero también virtual. Hacoaj es sencilla pero al mismo tiempo líder y protagonista. Hacoaj es un sentimiento. Hacoaj es una gran pasión. En este 75º Aniversario, es fundamental agradecer a todos los socios que, en todos estos años, hanelegido vivir sus vidas en Hacoaj. A todos los que brindaron su tiempo, sus ideas, su energía y re-cursos en la tarea directiva voluntaria. Al personal y a los profesionales de la Institución, que con-tribuyeron con su esfuerzo, su trabajo y su compromiso a tener un club cada día mejor. A las entidadescomunitarias hermanas, que nos acompañaron siempre. A las instituciones socio deportivas de la Ar-gentina, con quienes hemos construido el sólido vínculo de la sana confrontación deportiva. A lasautoridades nacionales, a las de la Ciudad de Buenos Aires y, especialmente, a las del Municipio delTigre, que nos vio nacer y del que formamos parte indisoluble.Los convoco a que, todos juntos, soñemos. Como lo hicieron nuestros fundadores, aquella noche de1935. Soñemos con el futuro, para que, dentro de 75 años, Hacoaj sea una Institución aún mejor,para nuestros hijos, para quienes continúen profundizando nuestra huella.

RicaRdo M. FuRMan

Club Náutico HacoajPresidente

Tigre, 28 de agosto de 2010

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CONSEJO DIRECTIVO

Presidente: Ricardo FurmanVicepresidente 1º: José ReidmanVicepresidente 2º: Oscar VenturaSecretario General: Jorge Knoblovits

Pro Secretario General: Martín KwellerTesorero: Enrique Ioszpe

Pro Tesorero: Aldo IngbergCapitán: Mario Sztrum

Sub Capitán: José TregobSecretario de Deportes: Daniel Szpryngier

Pro Secretario de Deportes: Aldo DziencielskySecretaria de Actividades Integrales: Patricia S. de Avruj

Pro Secretario de Actividades Integrales: Ariel BecherVocal Titular: Pedro BerestovoyVocal Titular: Néstor MarkowiczVocal Titular: María Marta S. de DervichVocal Titular: Jaime IkonicoffVocal Titular: Ofelia WeissVocal Titular: Isidoro MelamudVocal Titular: Jorge RegatkyVocal Titular: Leonardo BraverVocal Titular: Ezequiel Asquinasi

Vocal Suplente: Gloria FigowyVocal Suplente: Sergio TeperVocal Suplente: Rita ForastierVocal Suplente: Nicolás GoldschmitVocal Suplente: Mario Rafael Cabrosi

Invitado Permanente: Adrián PochneInvitado Permanente: Marcelo MartínInvitado Permanente: Jorge Mirner OrmanInvitado Permanente: Jorge AbramowiczInvitado Permanente: Jorge Gersberg

TRIBUNAL DE CUENTAS

Presidente: Luis HerbsteinVocal Titular: Pablo GlusmanVocal Titular: Jorge Auerhan

Vocal Suplente: Mauricio EdelsteinVocal Suplente: Natalio Kisilevsky

TRIBUNAL DE CONDUCTA SOCIETARIA Daniel Sorin

Felipe Slelatt Cohen Susana K. de Szejnblum

Isaac LererMario MeschengieserCarlos Jaimovich

TRIBUNAL DE HONOR Juan Ofman

Alejandro FilarentTobías Morgenstern

Mario GoijmanMauricio RubinsJorge Jaroslavsky

Juan UlnikElías FridmanOscar MurmisOscar Goldberg

STAFF PROFESIONAL

Director Ejecutivo: Ariel JenikDirectora de Educación Física: Patricia Sagorsky

Director de Actividades Integrales: Gastón LewitanDirector de Remo y Náutica: Pedro Spinaci

Director de Actividades Sede Club de Campo Hacoaj Tigre: Diego WinikSub Director de Educación Física: Leonardo Senderovsky

Directora de Administración: Liliana GiorgioDirector de Comunicaciones: Gabriel Rozenzon

Director de Prevención: Gabriel GartenszternDirector Médico: Ricardo Panczuch

Intendente de Sedes Capital, Tigre “Roberto Maliar” e Isla: Osvaldo CarenaSub Intendente de Sedes Capital, Tigre “Roberto Maliar” e Isla: Ismael Gervassoni

Gerente de Sede Club de Campo Hacoaj Tigre: Claudio EncinaSecretaria de Presidencia: Julia Biman

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Si bien desde la época de la Colonia existen ras-tros de presencia judía en el territorio argen-tino, la Comunidad se conformó como tal apartir de mediados del siglo XIX, cuando nues-tro país comenzó a alentar fuertemente la in-migración europea. Los judíos ashkenazíesllegaron masivamente desde Rusia, Polonia, lospaíses bálticos, el Imperio Austro Húngaro yAlemania. De forma paralela, arribaron judíossefaradíes desde los amplios dominios del Im-perio Otomano. Cada uno trajo consigo su cul-tura, sus costumbres, su idioma y el deseo deencontrar un poco de paz porque, más allá desus diferencias, todos escapaban de la miseria,la opresión y la violencia antisemita.Durante los años veinte y treinta del siglo pa-sado, llegó a la Argentina una segunda oleadade judíos que se sumó a la generación hija delos primeros inmigrantes, ya fuertemente inte-grada a la sociedad. Si los padres de éstos ha-bían sido colonos labradores en los campos deEntre Ríos, Santa Fe o Buenos Aires, muchos delos hijos ya se habían afincado en las grandesciudades para desarrollarse como profesionales,comerciantes, industriales, maestros, intelec-tuales, periodistas, actores y dirigentes políti-cos. Para entonces, la presencia judía eradefinitivamente notoria en las calles de BuenosAires (especialmente en los barrios de Once,Villa Crespo, Flores, Barracas y la Boca) y en lossuburbios. Como era tradición desde tiemposmilenarios, los judíos llegados a la Argentina seorganizaron en instituciones: mutuales, religio-sas, de administración de cementerios, educati-

vas, sanitarias, culturales, políticas y deporti-vas. A mediados de los años treinta, el mundo seasomaba al abismo de destrucción. En Europa,se consolidaban los regímenes totalitarios, unode cuyos principales sostenes era la acción an-tisemita, que pocos años más tarde llegaría alímites hasta entonces inimaginables, con el es-tallido de la Segunda Guerra Mundial y la Shoá. La Argentina no era ajena a este clima de cre-ciente hostilidad. El predicamento nazi encon-traba eco en estas tierras. No es casual que en1935, el mismo año en que nació Hacoaj, sefundó la Delegación de Asociaciones IsraelitasArgentinas (DAIA) cuya principal finalidad erala representación política de la ComunidadJudía Argentina y la lucha contra el antisemi-tismo.Entonces, un joven ingeniero judío, MauricioSchverlij, había ingresado a uno de los más tra-dicionales clubes de remo del Tigre. Tan fasci-nado estaba con los paisajes del Delta y con lasposibilidades de este deporte que quiso asociara sus familiares y amigos. Pero no pudo. Las so-licitudes de inscripción eran inexplicablemente“cajoneadas”. Hasta que un día supo la verdad.Alguien se le acercó y le dijo, sin gran sutileza,que “no querían que un club tan exclusivo sellenase de gente con apellidos raros”.Lejos de acobardarse, Mauricio Schverlij impulsóuna decisión: convocar a familiares, amigos yconocidos por su actividad profesional, a losque les propuso crear su propio club de remo. Lanoche del 24 de diciembre de 1935 logró reunir

a todos los interesados en una oficina del cen-tro de la ciudad. Es bueno recordar los nombresde aquel grupo fundador: Mauricio Schverlij,Bernardo Müller, Marcos Yoguel, David Griche-ner, Marcos Braguinsky, Moisés Berestovoy, Ben-zión Zuker, Juan Malamud, Salomón Kotín,Mauricio Vaisenstein, Isaac Ajler, HumbertoMinces, Moisés Makaroff, Jacobo Feuerman, En-rique Cornblit, Bernardo Teitelman, ArmandoGrinberg, Ricardo Roses, Ángel Grichener, Her-man Krasilovsky e Israel Jacobo Jasnis.El club que crearon se llamó Club Náutico Is-raelita nombre tomado como provisional, hastatanto una asamblea de socios decidiese el defi-nitivo, lo que ocurrió poco tiempo después,cuando se adoptó el de Club Náutico Hacoaj, enhonor del homónimo de Viena, Austria, des-truido por los nazis en 1938.¿Qué se propuso este grupo, liderado por el in-geniero Schverlij? El acta de fundación es reve-ladora: “…disponer de un espacio apropiado dedescanso, donde los asociados puedan pasar al-gunos días al aire libre en compañía de sus fa-milias y, a su vez, inculcar en los hijos de losasociados la conveniencia de dedicarse al ejer-cicio sano del deporte, substrayéndolos de lasmalas compañías”.El domingo 11 de octubre de 1936 Hacoaj in-auguró oficialmente sus instalaciones en elTigre: una angosta parcela alquilada, de cara alrío. Aquella quinta contaba con una espléndidaarboleda, una antigua casa colonial (con res-taurante, vestuarios, dormitorios y oficinas deadministración), un galpón con unos pocos

75 AÑOS DE PRESENTE

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Confederación Argentina de Deportes. “Cacho”Barenboim, que en aquella oportunidad integróun cuatro, era un singlista de ritmo arrollador.Sin embargo, ni él ni ninguno de sus compañe-ros podían participar en las regatas oficiales dela Asociación Argentina de Remeros Aficiona-dos. Entre 1937 y 1942, dicha Asociación re-chazó en cuatro oportunidades los pedidos deafiliación de Hacoaj, sin poner por escrito losverdaderos motivos, aunque éstos fuesen muyevidentes. Incluso la entidad modificó su Esta-tuto con la apenas disimulada intención de per-judicar a Hacoaj. En 1943 estableció que si unclub era rechazado tres veces, debía esperarcinco años para volver a solicitar su incorpora-ción. El único que soportaba esta situación eraHacoaj. Esta anomalía, que produjo no pocasreacciones de solidaridad, fue valientemente de-nunciada por la conducción institucional. Losentrenadores de otros clubes, conocedores de lacalidad de los remeros de Hacoaj, los tentabana subirse a sus botes. Pero los muchachos deHacoaj los rechazaban sistemáticamente. Si noles permitían representar a su club, no lo ha-rían con ningún otro.Recién al quinto pedido de afiliación, Hacoajfue aceptado. Esto ocurrió el 30 de septiembrede 1948. Apenas cuatro meses antes se habíacreado el Estado de Israel. La cercanía de amboshechos no es casual. La epopeya moderna de Is-rael fue una demostración cabal de la capaci-dad de creación y de la fortaleza del pueblojudío.El club crecía a ritmo sostenido, al tiempo quebuscaba fortalecer su identidad. El comienzo dela década del cincuenta estuvo marcado por va-rios hechos relevantes: se llevó a cabo la pri-mera gran inversión en infraestructura en laSede Tigre y comenzaron a darse los primerostriunfos de relevancia en el campo deportivo,

botes, una cancha de tenis, una de básquetbol(en la que también se jugaba a la pelota alcesto), una de bochas y otra de tenis. Frente ala casa, emplazada en el lugar del actual Edifi-cio “Ing. Mauricio Schverlij”, los domingos a latardecita se bailaba.El club palpitaba al ritmo del remo. Quienes ve-nían a Hacoaj lo hacían fundamentalmente pararemar; quien quisiese integrar las tripulacionesdel Club, debía exigirse. Muy rápidamente, laspalas blancas con dos rayas azules paralelas co-menzaron a verse con frecuencia en los ríos delTigre. Eran robustos botes de madera, algunosde los cuales son los mismos en los que hoy si-guen remando la tercera y cuarta generación desocios de Hacoaj.El club crecía vertiginosamente gracias al aportede más y más asociados. La suscripción de unempréstito interno permitió adquirir el terrenoque se había alquilado durante los primeros dosaños, así como otro lindero (donde hoy estáubicado el natatorio). Nuevos socios se suma-ban a la aventura del remo y quedaban fascina-dos por las inagotables maravillas naturales quedevelaba el Tigre. De a poco se fueron formandoequipos de básquetbol, tenis y pelota al cestoy el club comenzó a competir con sus pares, entorneos oficiales.Como hemos dicho, Hacoaj había nacido al calorde una reivindicación de identidad judía, en uncontexto social fuertemente antisemita. No erafácil salir al río y enfrentar insultos y agresio-nes. Aquella era la realidad de ese tiempo perolos muchachos, y aún las chicas de Hacoaj, nose permitían acobardarse. En 1940 Hacoaj ganó su primera regata. El cua-tro cadetes integrado por Esteban “Beto” Segal(timonel), “Chocho” Rubinstein (stroke), DaríoWinitzky, Jorge “Cacho” Barenboim y Harry Gli-kin, en representación de la Capital Federal, seimpuso en el campeonato organizado por la

logros cuyo eco trascendió el tiempo. La lista detriunfos es interminable y ha sido detallada endiversas publicaciones de reseña histórica, a lolargo de estos setenta y cinco años, por lo quemencionaremos sólo algunos. En 1950, Hacoajganó sus primeras regatas oficiales con el doblepar integrado por Federico Bircz, FernandoSaltzman y Natalio Kukulka en el timón. Esemismo año, el equipo de básquet ascendió aprimera división y en 1953 obtuvo la Copa Dic-kens, uno de los más preciados trofeos del de-porte amateur; los conjuntos de pelota al cestoy vóleibol también llevaron a lo más alto elnombre de Hacoaj.La década del sesenta marcó un punto de infle-xión. El grupo fundador fue dejando paso a unanueva generación de jóvenes dirigentes quetrajo consigo un nuevo impulso de crecimiento.El club siguió expandiéndose en el Tigre, con laincorporación de nuevos terrenos y la cantidadde asociados rápidamente creció. Al mismotiempo, se produjo una afirmación de la identi-dad judía de la Institución, materializada en va-rios hechos concretos: la celebración de lasfestividades de Pesaj y Rosh Hashana, la parti-cipación activa de Hacoaj en las Macabeadas(mundiales en Israel, panamericanas y naciona-les), la creciente presencia en las entidadescentrales comunitarias, a través del accionar desus dirigentes, el aporte material de sus aso-ciados, la plena identificación con los princi-pios del movimiento sionista y el Estado deIsrael. Hacia finales de los años sesenta, Hacoajdio otro paso de vanguardia: el desarrollo de laprimera etapa de departamentos, frente a laSede Tigre, lo que no sólo cambiaría el conceptodel Club sino del Tigre mismo, como polo dedesarrollo urbano.En los años setenta, la actividad institucionalestaba definitivamente consolidada. En el te-

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recordar que treinta años atrás, en el lugardonde hoy está emplazada la cuarta sede insti-tucional (con sus más de trescientas casas, ciendepartamentos, cancha de golf, infraestructuradeportiva y cientos de familias viviendo perma-nentemente), sólo había un bañado inundadode imposible acceso. En el terreno de las acti-vidades, Hacoaj alcanzó en esos años la conso-lidación definitiva y un dinamismo caracte-rístico. Poco a poco, el concepto de club fuedejando lugar al de centro comunitario, comoespacio de conformación de la identidad, a tra-vés de la actividad deportiva, recreativa, cultu-ral y social, para todas las edades.Por diversos motivos, los años noventa pusierona prueba la fortaleza comunitaria. La Argentinay el mundo ingresaron en una etapa de polari-zación social, en la que se vio fuertemente afec-tada la estructura social, producto de las cadavez más fuertes crisis económicas. Esta décadaserá, también, tristemente recordada por losatentados impunes contra la Embajada de Is-rael, en 1992, y la sede de la AMIA-DAIA, en1994. Vivimos aquellos hechos inenarrables condolor, por las vidas absurdamente perdidas y porla tremenda significación de aquellos ataquesterribles, que no fueron solamente contra la co-munidad judía, sino contra la sociedad argen-tina en su conjunto. En toda nuestra historiacomunitaria no hubo prueba más dura. Pero enmedio del estupor supimos fortalecernos y sos-tener con la mayor energía nuestra identifica-ción con la vida. Desde entonces, el reclamo dejusticia es parte de nuestra acción permanente.Hoy, dieciocho y dieciséis años después de los

rreno deportivo Hacoaj ya era líder indiscutido,no sólo en el entorno comunitario, su nombreya sonaba fuerte a nivel nacional. Las activida-des sociales y formativas habían tomadocuerpo. El Club formaba sus propios líderes ju-veniles, que comenzaron a llamarse “madrijim”,quienes tomaron a su cargo la tarea de educara los más pequeños. En esos años, Hacoaj in-corporó un pedazo del paraíso a su patrimonio:la Sede Isla, sobre el río Sarmiento, que no sólofue un destino para nuestros miles de remerossino también un espacio de esparcimiento ydescanso en contacto directo con la naturaleza.En la segunda parte de esta década se inauguróla Sede Capital, dando respuesta al antiguo an-helo de contar con un espacio moderno en laCiudad de Buenos Aires para el entrenamientodeportivo y los partidos oficiales, pero que tam-bién marcó la oportunidad de acrecentar la can-tidad y la calidad de las actividades sociales,culturales y educativas. Cuando la Argentina in-gresó en su época más dolorosamente oscura,Hacoaj se transformó en un refugio para la ex-presión. En diametral contraste con un contextorepresivo, Hacoaj dio lugar a las voces vedadasy a las posibilidades del hacer.Los años ochenta comenzaron con Hacoaj lide-rando lo que en ese momento, y por muchosaños, fue el mayor proyecto de inversión pri-vada de la Provincia de Buenos Aires: el Club deCampo Hacoaj Tigre. Con el desarrollo del Clubde Campo, Hacoaj demostró cabalmente su ver-dadero potencial y la visión de futuro de susasociados. Para explicar esta afirmación, basta

atentados podemos decir que aún vivimos lassecuelas, pero -a pesar de todo- hemos salidofortalecidos.El inicio del nuevo milenio también trajo con-sigo nuevos desafíos. Una nueva crisis profundamarcó la necesidad de buscar nuevas estrate-gias de sostén institucional. La alianza estraté-gica con la Sociedad Hebraica Argentina fue unintento cuya implementación y resultados nofueron satisfactorios pero, en definitiva, de-mostró la clara intención de superación anteuna situación social, política y económica que,en aquellos tiempos, se presentaba como abso-lutamente imprevisible. La crisis de 2001 fuetambién disparadora de las acciones de solida-ridad que, desde hacía cuatro años antes, Ha-coaj había encarado a través de la organizaciónde su voluntariado social, en sólida alianza conotras entidades hermanas y las institucionescentrales de la comunidad.Así, luego de esta breve reseña, llegamos al pre-sente, en que Hacoaj celebra sus primeros 75años. Y lo hacemos valorando nuestra tradición:con la mirada dirigida, al mismo tiempo, anuestros orígenes y a nuestro porvenir. De estamanera, honramos a quienes nos enseñaron elcamino y tomamos de la mano a quienes hoy yen el futuro, seguirán llevando con amor y or-gullo los colores azul y blanco de nuestra iden-tidad argentina y judía en el río, en los camposde deportes, en los espacios comunitarios, encualquier rincón del mundo donde haya un hom-bre o una mujer que sientan que Hacoaj es partede su vida y que su vida es parte de Hacoaj.

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HACOAJ7 5 a ñ o s

7 5 h i s t o R i a s

l relato personal es una de las formas más interesantes deabordar tanto la historia colectiva como la visión del porvenirde un espacio comunitario.La multiplicidad de voces que hoy volcamos en este libro esuna muestra del diálogo permanente alrededor del cual se haconstruido la Institución, en sus 75 años. No es casual queestas evocaciones personales y subjetivas aborden, de distin-tas maneras, temáticas similares como ejes que las atraviesantransversalmente: el espacio familiar, el orgullo de la perte-nencia, la construcción de la identidad, el descubrimiento delas oportunidades de crecimiento, la alegría del juego com-partido, el desafío de entender y adaptarse a cada época, lasensación del espacio propio, los lazos de amistad que resis-ten la distancia, el paso del tiempo…Para celebrar 75 años, hemos elegido 75 historias. Sabemosperfectamente que no son únicas y que, de ninguna manera,excluyen a las otras cientos o miles que no están en este libro,con nombre y apellido pero que se desprenden de éstas comoraíces y ramificaciones. Sabemos que los relatos aquí presentados dispararán otros re-cuerdos y también, otras proyecciones de futuro. Sigamos ali-mentando el diálogo permanente, ese murmullo que nosacompaña y que nos conecta con quienes tenemos tanto encomún: el haber pertenecido, el seguir perteneciendo, el que-rer pertenecer a este lugar tan poderosamente fascinante queconstruimos entre todos y que llamamos Club Náutico Hacoaj.

E

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Í n d i c e

16 Fernando Saltzman El remo, metáfora de la vida

18 Ber Londynski La bandera de Israel

20 Billie Goldfeld Billie y Miguel

22 Jacobo Choclín Una leyenda viviente

24 Cacho Elinger Recuerdos de aquel Tigre

26 Elías Dyment Nuestra primera Macabeada

28 Florencia Kijak Soy feliz en Hacoaj

30 Armando Goldman Espíritu macabeo

32 José Stolowicz Todo por el equipo, todo por Hacoaj

34 Corina Bespresvany El valor del equipo

36 Martín Maliar Mi viejo, Roberto

38 Abi Sztrum Alma de campeón

40 Luciana Wilensky Mi abuelo Pepe

42 Eduardo Melnitzky ¡Guilboa, por siempre!

44 Mario Neiman Los chiquilines del año 35

46 Gloria Figowy, Marcos Sandler y Shulamit Nachtigall Voluntarios en Red

48 Tito Morgenstern Los desafíos del crecimiento

50 Maia Hutnik, Brian Ritter y Nicole Rubins Pasado, presente y futuro

52 Mauricio Rubins La mirada al porvenir

54 Margarita Wais Un club hermoso

56 Chaco Jaroslavsky Deportista y dirigente

58 Claudia Lang Un lugar para descubrir

60 Juan Ofman Todo comenzó con el fútbol

62 Ariel Kievsky Caminos abiertos

64 Daniel Ochacovsky El límite, siempre más allá

66 Gerardo Hutnik ¡Soy de Hacoaj!

68 Mario Goijman Mi papá me metió a Hacoaj en la sangre

70 Daniela Favelukes En Hacoaj di mi primer beso

72 Víctor Tarasiuk Con la camiseta puesta

74 Andrés Arazi Las lecciones del río

76 Paula Guz Hacoaj, una elección diaria

78 Carlos F. Rubinstein Una historia policial

80 Marcelo Epstein Recuerdos mágicos

82 Pato Bulgach Primer campeón Panamericano

84 Natalí Doreski La mística del deporte

86 Alejandro Filarent Nuestro espacio comunitario

88 Daniel Nosovitzky y Ricardo Blinder Amigos toda la vida

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90 Edgardo Abuaf El Club me dio mucho

92 Quique Fridman El espíritu conciliador

94 Ernesto Erdei Los poderosos lazos de la identidad

96 Jaime Iungman Cuando nos conocíamos entre todos

98 Regina Serjai Corazón de bochófila

100 Ezequiel Stolar Un ámbito de contención

102 Martha Minces de Ricover El pensamiento y la creación

104 Grupo de Tenis de los miércoles Camaradería, amistad y solidaridad

106 Mirta Kupferminc Hacoaj me ha dado grandes cosas

108 Oscar Zelig Goldberg Ma tovu Hacoaj

110 Fito Goldsman Identidad sionista

112 Silvia Cichowolski El compromiso en persona

114 Oscar Murmis ¡Sí! Oficialista de Hacoaj

116 Ayelén Maisley Representar al Club: un momento único

118 Juegos Sociales Participación sin límites

120 Gastón Wainer Alto de humildad

122 Patricia Kohan Una gran luchadora

124 Gerardo Freideles Recuerdos de la natación

126 Norma Werthein Un sendero de tres generaciones

128 Gusi Fiszbajn En hacoaj desde la cuna

130 Juan Ulnik Hacoaj es permanente evolución

132 Jackie Lang Todo por esos colores

134 Néstor Rosenfeld Donde todo es posible

136 Isidoro Resnik Saber de dónde venimos

138 Jorge Fainzaig Hacoaj es continuidad

140 Julio Glosman Una familia de Hacoaj

142 Martín Mild Un hijo del Club

144 Néstor Markowicz El compromiso del voluntariado

146 Mario y Adriana Luchansky De Hacoaj extrañamos todo

148 Tito Pilosof Desde la Isla

150 Ricardo Kestelboim Los mejores años de mi vida

152 Tito Szarfman Vocación de hierro

154 Cholo Sandler Como la palma de mi mano

156 Tuny Kollmann Amigos inseparables

158 Ariel Melamud La palmera Melamud

160 Víctor Vaisman En Hacoaj encontré mi lugar

162 Pedro Iungman 75 años después

164 Staff profesional El orgullo de trabajar en Hacoaj

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FERNANDO SALTZMAN

Junto a FedeRico “FRanchi” BiRcz

y natalio KuKulKa (tiMonel), ganó la

pRiMeRa Regata oFicial paRa el cluB

náutico hacoaJ, en 1950. en esta

FotogRaFÍa FeRnando está

Junto a claRa, su MuJeR.

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ernando Saltzman es uno de esos socios que camina porel club y pasa desapercibido. Esto no es casual. Apenasuno lo conoce, se da cuenta de que se trata de un hom-bre modesto, reflexivo y sensible. Sin embargo, es prota-gonista de uno de los logros institucionales másimportantes de nuestra historia: en el dos largos, junto aFederico “Franchi” Bircz y Natalio Kukulka en el timón,ganó la primera regata oficial para Hacoaj. Fue el 29 deoctubre de 1950 en Santa Fe, éxito que se repetiría pocosdías después, el 11 de noviembre en el Tigre y el 19 delmismo mes en Río Santiago, en estas dos oportunidadestambién acompañado por Franchi, pero con Marcelo Neercomo timonel. Fernando piensa con atención cada una de sus respuestas.Se nota que no quiere contestar a la ligera. Sus palabrasson intensas. Su mirada, conmovedoramente profunda.Aquel día de hace sesenta años, el de aquella regata le-gendaria, vuelve a su mente como un rompecabezas cons-truido con retazos de recuerdos de las tantas y tantascompetencias en las que participó a lo largo de su vida, delas que, sintetiza “gané algunas y perdí muchas otras…”.Tanta experiencia le permite compartir esta reflexión: “Enuna regata, uno no tiene conciencia absoluta de lo queestá sucediendo porque la sangre va a la musculatura, noal cerebro. Más aún si uno está peleando bote a bote, re-mada a remada. La verdad es que no tengo una idea clarade cómo fue aquella regata. Tengo la sensación de quefue bastante pareja y recién cuando nos tranquilizamos,nos dimos cuenta de que habíamos ganado”. El primer indicio del triunfo logrado se lo dio un remerodel Teutonia, que le tendió la mano y le dijo: “Fernando,te felicito… Aquel era un muchacho que conocíamos devista, porque nunca habíamos charlado siquiera con nadiedel Teutonia, ya que estábamos prevenidos ante cualquierindirecta o agresión… Hubo muchas piñas en el trans-curso de aquellas regatas, no sólo con los del Teutonia,

EL REMO, METÁFORADE LA VIDA

con los otros también. Pero aquel hombre, a quien nuncamás volví a ver ni sé cómo se llamaba, se acercó y fue elprimero en felicitarme. Ese hecho me quedó muy marcado,en épocas tan difíciles como aquellas”.El ritual posterior a las regatas indicaba que se mencio-naba al Club y a los remeros ganadores y luego se dabanlas hurras; un ceremonial muy sencillo y conmovedor…“Y me parece recordar que en aquella primera regata es-taba presente Lito Tarasiuk saltando ahí en la rampa, locode alegría”.Fernando siempre tiene palabras de profundo cariño por sucompañero de bote, Franchi Bircz, quien desde hace mu-chos años vive en Israel. “Franchi era todo lo contrariode mí pero nos complementábamos muy bien. Los entre-namientos con él eran algo extraordinario porque era muyconstante y seguidor, mucho más que yo. Franchi habíallegado de Polonia después de la guerra, con varios her-manos. Probablemente, de allí venían esas ansias de su-perarse, de encontrar seguridad. Él era zapatero de oficio;lo recuerdo sentado, fabricando unos zapatos grandes, deesos que se usan en la industria, con su martillo y los cla-vos entre los dientes. Después él se dedicó al Canotaje,donde también ganó regatas importantes, y al atletismo.Toda su vida fue y sigue siendo un grandísimo entusiastadel deporte”.A Fernando le gusta pensar en el remo como una metáforade la vida: “Cuando más fuerza uno hace, mayor es la re-sistencia que produce la embarcación”. El secreto, afirma,está en encontrar el ritmo y el equilibrio para que la ener-gía que uno aplica sea la adecuada. “Y cuando eso ocurre,cuando uno es armónico consigo mismo y con el compa-ñero, es un poco como un milagro…”.Fernando sigue remando. Elige los días templados paradar la vuelta grande del Paraná. Desde la ventana de sudepartamento, en la etapa uno, frente a su rampa, seemociona con un enorme cardumen que pasa por el RíoTigre para desovar. No está solo. A su lado siempre estáClara, su mujer, su compañera de siempre, su amor. O,como él prefiere llamarla: “La timonel de mi vida”.

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BER LONDYNSKI

luchadoR poR la

causa JudÍa y sionista,

Junto a la MenoRá de la

sede tigRe “RoBeRto MaliaR”.

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er Londynski llegó a Hacoaj en 1944, luego de diez años demilitancia en el Hashomer Hatzair, movimiento juvenil sio-nista socialista en el que había forjado su personalidad y enel que había aprendido a sostener sus opiniones con firmeconvicción. Décadas después, puesto a reflexionar sobreaquellos primeros años de Hacoaj, sus afirmaciones siguensosteniendo la firmeza de entonces. Es por ello que no titu-bea al decir que “…los fundadores de Hacoaj pensaron al Clubcomo un espacio restringido y, a pesar de haber nacido comorespuesta a la discriminación antisemita, Hacoaj tenía unadébil identidad judía. Buena parte de los fundadores estabanfuertemente marcados por una ideología comunista de aline-ación pro soviética, y por lo tanto, contraria a la idea tradi-cional judía y, especialmente, al sionismo, como movimientode liberación nacional y social del pueblo judío en la Tierra deIsrael. Ellos conformaban una corriente interna que se cono-ció como el “Grupo Anteo”. Hacoaj nació, entonces, con esacontradicción”. Alarmado por esta situación, un sector de la dirigencia co-munitaria decidió que un grupo de jóvenes sionistas se hicierasocio de Hacoaj, para trabajar desde adentro y forzar un cam-bio ideológico. “Había que pagar una alta cuota de ingreso ylas mensualidades no estaban al alcance del bolsillo de cual-quiera. Igualmente nos asociamos y rápidamente comenza-mos a meternos en la interna del Club”. Pero para ser alguiendentro de Hacoaj había que ser un buen deportista, espe-cialmente en el remo. “Entonces aprendí a remar -recuerdaBer- y también propuse que se armara un equipo de vóleibol,deporte que había jugado en el Hashomer Hatzair”. En Hacoaj no se jugaba al vóley. Había un buen equipo debásquet y algunos jugadores de tenis, además de los remeros,por supuesto. Otros deportes no tenían mucho lugar. “Conmis amigos sionistas -continúa Ber- nos presentamos ante elDirector de Educación Física, el profesor Glauco Caielli, quienencantado aceptó formar un equipo de este deporte nuevo ypoco conocido”. Caielli sacó una red de la cancha de tenis yla puso alta, para probar a estos muchachos.- Vamos a hacer una cosa -dijo. Ustedes juegan bien al voley¿están fichados?- No, somos socios nuevos -contestamos.- Hagamos un desafío con el primer equipo de básquet de Ha-coaj. Si ustedes les ganan, los fichamos y los hacemos repre-sentar al Club. “Los de básquet eran todos lungos pero les ganamos 15-0,15-0. Caielli quedó asombrado y nos fichó a todos. A mí menombraron capitán”. El equipo de vóley de Hacoaj estaba integrado por Raúl Cher-nof, Fabio Bruschtein, Manuel Chausovsky, José Gotlieb, Sin-

LA BANDERADE ISRAEL

del Ioszpe, José Rosenblat, Abraham Cheistwer y el propio Ber.Los comienzos no fueron fáciles. No había lugar para entrenary el Club ni siquiera proveyó las camisetas. Pero era un buenequipo. En el año 1947 ganó la Copa Morgan, de la FederaciónArgentina de Vóleibol, en la categoría Novicios. La final fue con-tra un equipo de militares. “En ese momento no teníamos can-cha, así que siempre éramos visitantes. Recuerdo que se llenóla tribuna y empezaron a gritarnos que nos iban a hacer jabón…Estábamos los jugadores nada más y no teníamos hinchada. Eltécnico era Caielli, que una vez más demostró ser una gran per-sona. Antes de salir a jugar, nos reunió y nos dijo: “Cálmense,no tenemos otra salida. Hay que ganar o ganar. Porque si per-demos nos van a gritar, nos van a insultar, nos van a patear,nos van a hacer de todo. Si ganamos, por lo menos, vamos asalir con la frente alta”. Él, que no era judío, sufría los insultostanto o más que nosotros. Y ganamos. Nos matamos y les ga-namos. Fue la primera copa de Vóley de Hacoaj y de un clubjudío en la Argentina, lo que tuvo una importancia tremenda”.Otro de los grandes recuerdos de Ber está ligado al nacimientomismo del Estado de Israel. El 29 de noviembre de 1947 fue unafecha de fundamental importancia para la historia moderna delpueblo judío. La Asamblea General de las Naciones Unidasaprobó la Resolución Nº 181 “De Partición de Palestina”, queponía un plazo de seis meses para la finalización del MandatoBritánico sobre la región. Era la concreción política de la luchadel Movimiento Sionista. Pronto culminarían dos milenios dedispersión. El 7 de diciembre se realizó en Hacoaj un acto degran trascendencia: era la primera vez que en la Argentina seizaba la bandera sionista y se entonaba el Hatikva (que pocosmeses después serían la Bandera y el Himno Nacional del Es-tado de Israel). La tradicional pista de baile los domingos a latarde reemplazó los tangos y los boleros habituales por un“hora”, baile en ronda descendiente lejano de los freilaj y an-tecedente más cercano de los modernos “rikudim”. “Para ese en-tonces -recuerda Ber Londynski- ya éramos unos cuantos lossocios que veníamos del Ateneo Sionista, tanto de universita-rios como de secundarios. Pero a los muchachos del Grupo Anteoesto no les gustó mucho que digamos. Alguien cortó la luz, seacabó la música y nos tiraron al agua… Hubo empujones y trom-padas. Aquella tarde nadie bailó”. Aquellas experiencias no hicieron más que ratificar la decisióndel grupo de asociados sionistas de quedarse en Hacoaj paratorcer el rumbo que estaba tomando la Institución. La decisiónfue comenzar a hacerse fuertes en los deportes y las comisionesinternas, trabajar desde abajo para alcanzar la conducción, enel mediano plazo. Pero para ello era necesario, primero, abrirlas puertas del Club y sumar más socios.

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BILLIE GOLDFELD

una veRdadeRa leyenda de hacoaJ,

en la Quinta goldFeld,

Que lleva ese noMBRe en

honoR de su MaRido, Miguel.

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ediodía de un sábado cualquiera en el Tigre. Es uno deesos días perfectos en los que el sol calienta exactamentelo necesario y el cielo es intensamente azul. En la rampa,un bote B se apresta a salir. Sus tripulantes se demoranen la elección de las palas. Se entrenan para cruzar a Car-melo. A pesar de estar muy concentrados se detienen amirar a la mujer que acaba de llegar desde el otro lado delpuente. Tal vez les llame la atención su elegancia o su as-pecto de fragilidad, que contrasta notablemente con lafirmeza de sus pasos. La mujer se llama Billie Goldfeld y es una de las matriar-cas de Hacoaj. Por elegancia no diremos su edad sino sunúmero socia: el 98.Billie llegó a Hacoaj para hacer deportes cuando el Clubsólo ocupaba una angosta franja de tierra a la vera delRío Tigre. Como tantas otras mujeres de Hacoaj, y casininguna fuera del Club, Billie aprendió a remar. Llegabalos domingos bien temprano luego de un largo viaje entren, acompañada por sus primos y por un bullicioso con-junto de chicas y muchachos cuyo destino final era aque-lla pequeña quinta del Tigre, en la que comenzaba agestarse Hacoaj. No sabemos si Billie se largaba del trenen la curva de Montes de Oca, para ahorrarse la caminatadesde la estación y, por qué no decirlo, tantos años des-pués: los 75 centavos del pasaje. Lo cierto es que llegabay, de inmediato, se iba al río donde transcurría buenaparte del día. Luego, antes de que el sol cediera, se cam-biaba de ropas y se aprestaba a bailar. Así finalizaban losdomingos en aquel Hacoaj de los años cuarenta: al ritmodel bolero, donde chicos y chicas cruzaban sus miradas ysus destinos. Allí, Billie reparó en un muchacho pintónllamado Miguel Goldfeld. Pero -ella misma lo admite- hizofalta la gestión de un celestino que los presentara, queno fue otro que su amigo de toda la vida: Roberto Maliar. Billie y Miguel se conocieron en Hacoaj, que fue desdesiempre su segundo y, a veces, su primer hogar. Billie co-menzó a jugar a la pelota al cesto. Para entonces, lle-gaba al club los sábados a la tardecita y pasaba la nocheen el dormitorio de las mujeres. Había otro de varones,claro, pero lejos, muy lejos. En pelota al cesto encontró

BILLIE Y MIGUEL

otra pasión en la que se combinaban deporte, compe-tencia y amistad. De los nombres de aquellos años vienena su memoria el de Miriam Maliar y el de la entrenadoraSara Closas, a quien fue a buscar especialmente a otroclub. Con su conocimiento y experiencia, y el apoyo deGlauco Caielli, Sara dirigió el deporte por muchos años,transformándolo en una cantera de logros inigualables. Miguel remaba en regatas internas y, luego de que Hacoajfuese admitido en la Asociación Argentina de RemerosAficionados (en 1948), representando al Club. Cuandodejó de remar competitivamente fue dirigente en la Ca-pitanía y, desde allí, elegido para la Comisión de la Re-gata Internacional del Tigre, donde se destacó por suférrea defensa de los intereses de la Institución, en unámbito muchas veces adverso. Miguel y Billie venían de familias de tradición judía laica.Hoy Billie afirma sin dudar que ambos descubrieron y for-maron su identidad judía en Hacoaj. Miguel trabajó in-tensamente en el área de bitajón (seguridad) en untiempo difícil, en los que las instituciones judías eranobjeto de la hostilidad antisemita. “Para Miguel aquellaexperiencia fue muy reveladora”, afirma Billie. A talpunto que, en 1966, la familia en pleno, el matrimonio ysus tres hijos: Alejandro, Laura y Diana, se fue a vivir aIsrael. Billie muestra con orgullo el álbum de fotos de lafiesta de despedida en el Salón Panorámico de la SedeTigre, en la que participó todo Hacoaj. A poco de llegar a Israel, Miguel falleció súbitamente yla familia decidió regresar. En Hacoaj encontraron calidezy contención. Para entonces el Club había logrado com-prar unos terrenos linderos, que prácticamente duplica-rían su superficie. Miguel, como vicepresidente, habíatrabajado fuertemente en las intensas gestiones de com-pra. Por eso la Asamblea de Socios decidió perpetuar sunombre dando a este espacio arbolado el nombre de“Quinta Goldfeld”.Billie se reintegró a la Sub Comisión de Pelota al Cesto ytrabajó en la organización de torneos y equipos. Siguióremando, aprendió a jugar al tenis, luego al golf y, añosmás tarde, encontró un nuevo espacio de pertenencia enel Estadio de Bochas. “Ahora no estoy jugando porqueme lesioné, pero pronto me voy a recuperar y volveré ajugar”, afirma con convicción. Si ella lo dice, no hay nin-guna duda que así será.

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JACOBO CHOCLÍNgRan iMpulsoR

del tenis en hacoaJ

y pRiMeR socio en

ReciBiR la copa

al MeJoR depoRtista,

en 1967.

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acobo Choclín es una de esas personas que no puede ca-minar más de dos pasos por el Club sin que alguien seacerque a saludarlo, con abrazos efusivos y palabras degran afecto. Es que para los socios de cincuenta y picopara arriba, “El Ñato” es una leyenda viviente. Creemosno exagerar si decimos que fue el gran impulsor del Tenisde Hacoaj; la persona que por talento, calidad de juego ycaballerosidad deportiva llevó a este deporte a su máximaexpresión.Cuando llegó a Hacoaj, en los años cincuenta, Jacobovenía precedido de una larga fama como tenista de grancategoría. Había comenzado en el Club Harrod´s - Gath &Chaves, a instancias de su mamá, que sabía que el de-porte sería el mejor remedio para su hijo asmático. “Teníaun asma tremenda, de nacimiento, así que mi mamá –quetrabajaba en Harrod´s- me insistió con que hiciera depor-tes. De entrada me atrajo el tenis y descubrí que teníagran facilidad para jugarlo. En Harrod´s fuimos subiendode quinta a intermedia, en los interclubes de la AsociaciónArgentina de Tenis”. Su carrera deportiva lo llevó a variasinstituciones: Banco Provincia, Ferro Carril Oeste, Teléfo-nos… hasta que su amigo Mario Aisenson lo invitó a Ha-coaj. Y de aquí no se fue más. En primer lugar, porque enHacoaj había mucho por hacer, mucho por mejorar. En se-gundo lugar porque aquí encontró al amor de su vida, Emi-lia a quien todos conocen como “Tota” y aquí nacieronsus hijas: Claudia y Roxana. El Ñato siempre fue un hombre amante de los desafíos. “Elnivel del tenis en el Club era bajo. Mario Aisenson jugababastante bien, pero había que formar nuevos jugadores,por eso me encargué de los pibes, junto con un gran pro-fesor que trajimos entonces: Adolfo Dellasopa”. Así fueronsurgiendo talentos como Alejandro Goldfeld, Víctor Tara-siuk, Alejandro Goijman, Dany Aisemberg, Horacio Grin-berg, Adriana Korn, Adriana Luchansky… y su propia hijaClaudia quien, al momento de contar esta historia, acom-paña a su papá y dice cosas que él mismo, por humildad,no se atrevería a decir. “Una de las características más ad-mirables de mi viejo es que aprendió a jugar al tenis solo.Nunca tuvo un profesor y realmente jugaba muy bien, conexcelente técnica y gran dominio de los golpes”. Claudia seemociona con los recuerdos. “Durante muchos años, cadavez que decía mi apellido en cualquier club de tenis, lagente me preguntaba qué era de Jacobo; cuando les con-testaba que era la hija, la respuesta era un: ¡Ahhh! de ad-miración. Y eso no sólo tiene que ver con lo que papárepresentaba como jugador, sino especialmente como per-sona respetuosa y por lo tanto, respetada”.Entre los grandes méritos del Ñato Choclín está el de haber

UNA LEYENDA VIVIENTE

sido el primer socio de Hacoaj en recibir la Copa “Directordel Departamento de Educación Física” como Mejor De-portista, en 1967. La ceremonia de entrega del premiotuvo sus peculiaridades. En aquel entonces no se realizabala Fiesta del Deporte, que comenzó a organizarse algunosaños después. “Yo estaba participando un interclubes, enla Sede Tigre, cuando en pleno partido alguien me dio lanoticia que me habían distinguido y que tenía un premiopara retirar. En ese momento no me di cuenta de la im-portancia del tema por lo que pedí disculpas, ya que nopodía abandonar la competencia. Después reaccioné y fuemuy emocionante para mí. La celebración, toda esa genteque me reconocía, que me bañaba con champagne y me fe-licitaba, fue inolvidable. Claro que al ratito, empapado ytodo, ya estaba de vuelta en la cancha”.Víctor Tarasiuk, uno de los discípulos del Ñato cuenta eneste mismo libro que vivió como una gran contradicciónel día en que tuvo que enfrentar a su maestro en la can-cha, con posibilidades de ganarle. Jacobo también re-cuerda aquel partido y agrega que fue muy parejo, hastael último set. “Lo peleamos hasta el último set. Íbamoscomo 6 ó 7 iguales… y yo a esa altura ya quería que meganaran. Había una diferencia de edad muy marcada y Víc-tor jugaba realmente bien. Me ganó peleando pero meganó”. De muchas maneras aquel partido fue muy signifi-cativo. No sólo para sus protagonistas, que lo recuerdancon gran intensidad, sino porque implicó, simbólicamente,pasar la posta a la nueva generación, lo que siempre esimprescindible para el crecimiento de una Institución.Luego de jugar al tenis, Jacobo también jugó al golf. Nue-vamente de la mano de Mario Aisenson conoció el Club deCampo. “Mario sabía de mi afición por este deporte asíque un día me llevó a conocer unos terrenos cerca delClub. Me mostró con orgullo aquellos pastizales y me dijo:‘Aquí construiremos nuestra cancha de Golf’…”.Para sintetizar la entrañable relación de Jacobo con Ha-coaj, bien vale esta anécdota, que nos cuenta Claudia:“Durante varios años dejé de ir al club hasta que volvícuando mi hijo Pablo tenía unos cinco años. Un día, Pabloapareció con un helado sin que nadie le hubiese dadoplata para comprarlo… Dijo que se lo había regaladoAmérico, el heladero. Sorprendida, lo busqué para pagár-selo. Cuando lo encontré, la respuesta de Américo tam-bién fue sorprendente: `¡Cómo no le voy a regalar unhelado al nieto del Ñato!’. Después de tantos años nos re-cordaba. Así es nuestra relación con Hacoaj”.

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CACHO ELINGER

uno de los gRandes ReMeRos de

la pRiMeRa época, posa con la Medalla

plateada de la MacaBeada isRael 1961.

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l consultorio de un psicoanalista es, probablemente, lamejor escenografía para jugar el juego de las evocacionesaunque, en esta oportunidad, los roles están invertidos.Quien se interna en la aventura de hurgar en el pasado -con su diván, allá en el fondo, como testigo- es CarlosElinger, remero y golfista, psiquiatra y psicoanalista.Carlos llegó a la rampa de Hacoaj a mediados de los cua-renta, a sus quince años, por consejo de Lito Taraciuk,amigo de sus padres y de su tío Salomón Lerner, quienesopinaban que el remo sería la mejor terapia para aquelpibe flaco y asmático que era entonces. Allí conoció aDito Londynski, de su misma edad y similar contextura fí-sica, quien lo invitó a remar. Carlos jamás se había subidoa un bote y tampoco sabía nadar, pero le fue muy bienen esa primera experiencia. Al poco tiempo, ambos ga-naron una regata interna en un doble de paseo. Tal vezfue la sensación de triunfo la que le hizo persistir en estenuevo mundo que se abría a sus posibilidades. Antes dedarse cuenta y de entender por qué, estaba levantándosea las cuatro de la mañana en pleno invierno, con frío,lluvia o niebla cerrada, para salir a entrenar como miem-bro del equipo de remo de Hacoaj, al mando de AlbertoValle. “Valle tenía la teoría de que a esa hora estábamosbien frescos. Para despertarnos ponía un disco folklóricoa todo volumen y así, sin desayunar, bajábamos al río. Alvolver cada uno seguía con su rutina diaria, en la es-cuela, la facultad o el trabajo”. De aquella época, Carlos recuerda a varios amigos entra-ñables: Elías Dyment (con quien luego correría en par),el hermano de éste Jaime, Carlos Rubinstein, el “Turco”Pilosof, “Pechuga”, Fernando Saltzman… todos bajo latutela del Capitán Pablo Mintz y del Dr. Isaac “Pepe” Tol-chinsky, quien los hacía subir a la lancha para controlar-les la presión y el ritmo cardíaco.Luego del período de Valle llegó un nuevo entrenador,Escandone, y con él comenzaron a cosechar triunfos. “Es-candone era muy pícaro. Sabía elegir a los mejores ysumar al club remeros experimentados aunque no fuesenjudíos, como los hermanos Solá y Giordano, con quienesintegramos botes buenísimos”. De las cientos de regatas que corrió, Carlos trae al pre-

RECUERDOS DEAQUEL TIGRE

sente con especial emoción los triunfos del cuatro con ysin timonel, en el Campeonato Argentino de 1958, en elrío Luján. “En la Regata del cuatro con timonel veníamosadelante peleando con Ensenada y La Plata o Santa Fe…En aquella época las regatas se transmitían por radio y al-toparlantes, a lo largo del recorrido. Recuerdo que el lo-cutor dijo que Hacoaj venía a veintiocho remadas porminuto, que era el ritmo al que mejor se deslizaba elbote. Eso me produjo una gran emoción. Sentí que íba-mos a ganar y ganamos. Luego nos llevaron de regreso ala salida, en el Club Escandinavo, nos dieron “Glucolín”para reponer energías, subimos al cuatro sin timonel yganamos otra vez. Dos regatas seguidas, el mismo día”.Otro recuerdo intenso, tal vez el más importante, es el deuna regata de resistencia que se corría en ocho, de la queno hay muchos registros. Fue en 1958 ó 59, desde el Tigrehasta San Fernando. Enfrente estaban verdaderos pesospesados con los que había una pica que superaba lo de-portivo: Teutonia, Cannotieri Italiani y la Escuela NavalMilitar. “Fue una regata inolvidable que ganamos muybien, con gran estilo. Una verdadera prueba de fuego. Elantisemitismo se sentía fuerte entonces, pero Hacoaj fueocupando su lugar. En eso tuvo mucho que ver la actua-ción de nuestros remeros como dirigentes en la Asocia-ción de Remo y en la Comisión de Regatas del Tigre; entreellos, mi amigo y compañero Elías Dyment”.Luego de varios años en el río, Carlos descubrió otro de-porte que ocuparía un lugar no menos importante entresus pasiones: el golf. Comenzó a jugarlo fuera del clubpero cuando Hacoaj inauguró su cancha, en 1985, volvióde inmediato a la que siempre había sido su casa. “Tengoun recuerdo muy lindo de quienes jugaron al golf con-migo, como Jorge Galperín y Ezequiel Hecker (que era unpan de Dios), Jacobo Goijman, el gran impulsor de estedeporte, Jorge Kleinerman y Kaufman. Pero creo impres-cindible mencionar a los profesores Jorge y Rafael Ane-llo. Ellos fueron fundamentales para que nosotros, lossocios de Hacoaj, pudiéramos practicar golf…”.En un cuarto al lado de su consultorio, Carlos guarda in-finidad de trofeos, alcanzados en su vida de remo y golf.Los observa con afecto, los toma entre sus manos y losvuelve a colocar en su lugar. Cada uno de estos disparafragmentos de su memoria y traen nuevamente historiasconmovedoras de agradecimiento y pasión, en las quesus ojos se entrecierran humedecidos y su vozarrón seahoga en un susurro.

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ELÍAS DYMENT

ReMeRo de la pRiMeRa hoRa

y MeMoRia viva de los logRos

del cluB náutico hacoaJ

en el RÍo.

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on emoción y cariño, Elías Dyment trae al presente losprimeros años en los que Hacoaj pudo competir en las re-gatas oficiales de la Asociación Argentina de Remeros Afi-cionados. Luego de años de pacíficas, enérgicas yconstantes presiones Hacoaj fue finalmente aceptado enla organización que nucleaba a las entidades de remo, dela que era excluido por el voto negativo de uno de susmiembros, en clara y provocativa actitud antisemita.Pero el lugar ganado con justicia en los papeles había queganarlo también en el río que, durante mucho tiempo, fuemarco de incidentes y agresiones cobardes. Desde el tris-temente célebre grito de “¡judíos de m…!” hasta fallos in-justos en las líneas de largada de las regatas. “Fue unaépoca de grandes luchas –evoca Elías- en las que Hacoajsupo imponer respeto a sus rivales, con mucho sacrificioy dignidad”.De las tantos y tantos recuerdos que pueblan la memoriade alguien que vivió prácticamente toda su vida en Ha-coaj, Elías elige el de su participación en las VI Macabea-das Mundiales, Israel 1961. “Cuando veo las fotos de ladelegación ingresando en el Estadio Ramat Gan, se me lle-nan los ojos de lágrimas. Nunca alcanzan las palabras paradescribir aquel momento: el paso de las delegaciones, elpúblico colmando las tribunas… Emociones imborrables yamigos con los que compartimos aquella experiencia única,así como buena parte de nuestras vidas: “Chiche” Perels-tein, Miguel Mogilevsky (presidente de la Delegación Ar-gentina) y Uzi Kesler que se encargó de recibirnos con laenorme y cálida colaboración de Goldman”.Elías participó en aquella primera Macabeda como inte-grante del equipo de Remo junto con su hermano Salomón“Dyment chico”, Carlos “Cacho” Elinger, Jaime Rotman yOsvaldo Giordano. Como jefe actuó ni más ni menos que elexperimentado dirigente y ex capitán, Dr. Manuel Losovitz.Aquel viaje fue, también, una buena oportunidad para es-trechar lazos con el Tel Aviv Rowing Club, al que se le donóun bote single shell de competencia.

NUESTRA PRIMERAMACABEADA

Las regatas se corrían en el río Yarkón. Los rivales de Ar-gentina eran Israel y Estados Unidos. Los remeros de estepaís no tenían buena técnica, metían el remo hasta el to-lete pero eran muy fuertes y contaban con unos botes ita-lianos nuevos, los mejores del mundo. En cambio, los quele asignaron al equipo argentino eran muy malos. “Porsuerte estaba con nosotros Osvaldo Giordano, que era car-pintero naval de profesión y pudo –más o menos- ponerlos botes y los remos en condiciones”, rememora Elías. Argentina obtuvo tres medallas de plata en cuatro, dobley single. Incluso, hubo un incidente. El reglamento de Ma-cabi Mundial permitía incluir en las delegaciones hastaun 10% de deportistas no judíos y Giordano, que remabaen Hacoaj desde siempre, era uno de ellos. Giordano yElinger ganaron la medalla de plata en el doble par sin ti-monel. Pero, por reclamo de los yanquis, los descalifica-ron: “Armamos un lío bárbaro porque consideramos ladescalificación como un despojo. Hasta salimos en losdiarios. Finalmente, Macabi Mundial se rectificó y hastaorganizó una cena de desagravio en la que Osvaldo yCacho recibieron sus medallas y cada uno de nosotros unescudito de oro de Maccabi World Union”.Otras historias se desprenden, como ramificaciones, deeste relato: por un lado, Salomón Dyment quedó prendadocon Israel, país al que decidió unir su destino. Por el otro,la fascinación con la que Elías describe el crecimiento delremo en Israel, en estos casi cincuenta años desde aque-lla Macabeada. “En comparación con lo que vimos nosotrosen el Yarkón, Israel cuenta hoy con clubes náuticos queson un verdadero lujo a nivel mundial”. Finalmente, el re-cuerdo permanente para el amigo Giordano: “Durante mu-chísimos años, cuando salía a remar por el Tigre, lo veía aOsvaldo trabajando en su astillero, cerca del Club. Levan-taba la mano y él me respondía invariablemente, a la dis-tancia. Teníamos una historia en común y aquello que nosunió fue mucho más fuerte que nuestras diferencias”.

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FLORENCIA KIJAK

otRa de nuestRas pRotagonistas

del pResente y del FutuRo

de sólida identiFicación,

a tRavés de su FaMilia y

de su actividad coMo

depoRtista y MadRiJá.

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los 18 años, Florencia Kijak conoce al Club como la palmade su mano. Recorrió varios de los deportes, jugó en cadarincón, conoció a sus mejores amigos y actualmente esmadrijá. Durante su infancia disfrutó del Club como nin-guna otra. “Me gustaba cruzar el puente de la mano de mipapá. Juntos, íbamos a buscar sapos. Los agarrábamoscon la mano, caminábamos por todo el Club y después losdejábamos”, cuenta Flor.Ir a remar con su padres era otra de las actividades que es-peraba con mucha ansiedad. Subía al bote y enseguida seconvertía en un increíble timonel que llevaba el barco alcompás de varias canciones, mientras su papá continuabaremando y escuchaba con mucha atención. “A veces, in-tercambiábamos los roles y yo remaba, aunque no estabapermitido porque no tenía el carné de remo”, se ríe Florcon cara de pícara. Desde que tiene memoria, participó en las actividades re-creativas, si bien pasó por todos los deportes, no encon-tró nada tan divertido y entretenido como ir a los grupos.“Recuerdo los asados, en la parrilla del fondo, ¡me en-cantaban! porque significaba irse a dormir tarde… Des-pués, hacer las carpas era toda una aventura... y así vivíafascinada. Siempre me gustó formar parte de los grupos”.El tiempo pasó, Flor se convirtió en una adolescente y na-turalmente comenzó la Escuela de Madrijim. Después vi-nieron las prácticas y su fascinación por los chicos seacentúo cada día un poco más. Cuando terminó la Escuela,llegó el viaje tan esperado: Israel. “Con mi camada veni-mos juntos desde muy chiquitos, siempre estuvimos uni-dos y poder ir a Israel todos juntos fue increíble. Partí conmuchas expectativas pero a la vez me decía: ¡es muchotiempo un mes lejos de casa! La verdad es que me hubieraquedado perfectamente un año. Fue maravilloso”, dice ysus ojos brillan más que antes.

SOY FELIZ EN HACOAJ

Haber estado en Israel fue muy importante para Flor, yaque lo fue también para su abuelo, Jack Fucks, sobrevi-viente de la Shoá, docente y un gran luchador por la vida.La última vez que Jack viajó a Israel fue para dar un cursopero se tuvo que volver, porque no pudo sobrellevarloemocionalmente. “Antes de ir a Israel, mi abuelo me hablómucho y me confesó que estaba muy contento de quefuera. Cuando volví le conté todo lo que había hecho yconversamos pero no mucho, porque yo estaba eufórica,quería terminar el colegio y volver para quedarme a vivirallí”.Luego de su viaje, Florencia descubrió muchas verdadescon las cuales quedó fascinada: “Que Hacoaj se haya cre-ado antes que el Estado de Israel me parece muy signifi-cativo porque demuestra que hay voluntad, que hay ganasde seguir manteniéndolo. No sé cómo era el Club hace se-tenta años pero veo que se va desarrollando y que se plan-tean propuestas interesantes”, asegura y agregaconvencida: “Creo que Hacoaj es un lugar que hace sen-tir cómoda a la gente y por eso perdura. Aunque se re-nueve preserva su tradición ya que comunica y transmitela identidad judía haciendo que los socios se sientan másunidos en su espacio”.De manera que Hacoaj representa mucho para Florencia ysu familia. Es aquí donde pasó su niñez y es ahora dondeestá transitando su adolescencia. Es aquí donde pasó lastardes más maravillosas junto a sus padres, las charlasmás profundas junto a su abuelo y los juegos más diver-tidos con sus amigos. “Hacoaj es lo cotidiano, ir al Clubes algo que no me cuestiono, siempre estuve y estoy felizen el Club. Ahora que soy más grande, lo siento más im-portante porque lo quiero. Me siento como en familia”,dice Flor y rápidamente corre a saludar a sus janijim que,muy ansiosos, la esperan para abrazarla.

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ARMANDO GOLDMAN

toda una vida de depoRtes y

actividades en hacoaJ. aQuÍ,

en la pista de atletisMo, donde hace

años estaBa “el Mundo del MenoR”.

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lo largo de estas historias que estamos relatando hay al-gunas palabras curiosas que nos hablan de un tiempo le-jano y que se repiten una y otra vez. Palabras que, al serrescatadas, nos devuelven su hermosa resonancia y po-derosa significación. Una de ellas es “shifbrider”, que enidish quiere decir “hermanos de barco”. Así define Ar-mando Goldman la relación que unió a mamá Rosa y aGuita, la esposa del recientemente fallecido “Mono” Lu-chansky. Fueron ellos, los Luchansky, quienes acercarona los Goldman al Club, allá a finales de los cincuenta,cuando Armando tenía apenas diez años y su hermanoMario, ocho: “Apenas mis padres pudieron invertir unospesos nos hicimos socios de Hacoaj, que era el club másimportante en aquella época”.Armando habla y sonríe. Cada tanto hace una pausa ycasi pueden verse pasar ante sus ojos las imágenes cris-talinas que está rescatando de su mente… o tal vez desu corazón… o, quién dice, de sus entrañas. Una de esas imágenes nos muestra a Armando y Mario,vestiditos de blanco, aprendiendo a jugar al tenis con elprofesor Egon… Fugazmente aparece en otra con “Cua-drito” y otros chicos, en un equipo de mini básquet. Des-pués lo vemos corriendo una pelota en la vieja canchade fútbol de la entrada, cuando aún no había sido to-mada por la Panamericana. En esa misma cancha a loscatorce años, de la mano del Mono Palacios, conocería elsóftbol, deporte que lo atraparía desde entonces y parasiempre. De repente, la escena se traslada a la estación Barrancasde Belgrano. Un grupo de amigos se apresta a tomar eltren; son las ocho de la mañana de un sábado cualquieradel año sesenta y tantos. Quieren ser los primeros en lle-gar al Tigre y así asegurarse un lugar en el dormitorio,siempre y cuando aquella noche no haya “asalto” en lacasa de alguno de ellos... Como quien da vuelta las hojas de un álbum, el relatonos lleva ahora al campamento de “La Lorna”, en el nortede Córdoba, cerquita de La Cumbre. “Mi primer majanécon Hacoaj fue en el ’63, en un lugar entre Santa Rosa deCalamuchita y Villa General Belgrano. Pero desde 1964, yhasta donde yo tengo memoria, fuimos a La Lorna. A losquince años fui como acampante, a los diecisiete comomadrij, a los veinte como subdirector y a los veinticua-tro, recién recibido, fui como médico”. Aquellos campa-mentos duraban veinte días y, para quienes formabanparte de la vanguardia, veinticuatro. “Hacíamos los pozospara colocar los parantes de las carpas, que no eran lascarpas volantes de hoy en día. Cada una pesaba cuarenta

ESPÍRITU MACABEO

kilos. Hacoaj estuvo muchos años en La Lorna. Allí construi-mos un comedor con piso de cemento y techo de roverol. Lolevantamos trabajando a pico y pala, colaborando con el en-cargado, Pepe Gomar, y sus peones. También hicimos losbaños… Llegamos a tener trescientos chicos en esos campa-mentos. Como madrijim nuestro sueldo era el pasaje, la co-mida y el honor de haber sido elegidos. El que no trabajabadurante el año, no iba al campamento”. Armando pertenece a la segunda promoción de la Escuela deLíderes de Hacoaj, antes incluso de que se llamaran madrijim.De aquellos años evoca con gran reconocimiento a Rafa Fin-kelstein, mentor de aquellas primeras camadas de educadoresformados en Hacoaj e impulsor de las actividades del Mundodel Menor. “Amigos de aquella época… un montón. Algunosestán acá, otros viven en Chile, en Estados Unidos, en Israel…otros ya no están. Hugo Marcovich, el Negro Chelger, ErnestoErdei, Guillermo Feinstein, Abel Lypsyc, Marcos Gravibker, Clau-dia Marcovich, Liliana Gawianski, Marta Nisnovich, ClaudiaLondynski, Eugenia Gerscovich, Gloria Rabinovich, Nora Wic-nudel, Luisita Finkel, Clarisa Ioszpe… éramos como cincuenta.Y antes que nosotros, se habían recibido Edith Nisnovich,Mario Goijman, Rogelio Cichowolski, Bocha Jasnis, AlejandroGoldfeld, Juan Carlos Goldstein, Alberto Goldberg…”.Entonces y ahora la gran pasión de Armando fue el sóftbol.Comenzó a jugarlo a los trece años y colgó los botines a loscincuenta y dos. “En el medio, estuve diez años desconectadodel deporte y volví a través de mis hijos, acompañándolos a laescuelita de softbol, con gente entrañable como Guille Feim-berg. Un día -ya estaba retirado- acompañé al equipo de re-serva, me invitaron a jugar y no me dejaron renunciar. Ese añotuve uno de los mejores promedios de bateo”. El punto más in-tenso de su experiencia deportiva estuvo en las Macabeadas deIsrael 1997. “Allí me di el lujo de ir con toda mi familia, miesposa Poli, Ariel, Gustavo y Gabriel y, especialmente, de jugarcon mis hijos mayores Ariel y Gustavo que integraban elequipo. Los tres fuimos titulares frente a Inglaterra. Esa fue laculminación de mi sueño deportivo. En Israel fui el jugadormás viejo de todo el torneo: tenía 48 años”.Durante su etapa como Secretario de Sóftbol, Hacoaj llegó atener diez equipos federados, cinco femeninos y cinco mascu-linos y treinta chicos y chicas permanentemente en la Escue-lita. Con Oscar López y Marcelo Fuentes fundaron la Asociaciónde Sóftbol de Buenos Aires y enviaron jugadores y jugadorasa las distintas selecciones de Capital. En la etapa actual, Armando disfruta del arenero otra vez, gra-cias a Ariel y Cintia que trajeron al mundo a Melanie y un pró-ximo nieto o nieta, para seguir creciendo juntos en Hacoaj.

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JOSé STOLOwICZ

el espÍRitu depoRtivo

coMo heRencia :

“Mi papá no se peRdÍa

ni uno solo de Mis paRtidos

o los de Mi heRMano daRÍo”.

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uando José Stolowicz tenía 9 años su mamá, Rosa Chamo,lo llevó a la Sede Capital para que entrenara con el equipode básquet. “Me moría de vergüenza porque no conocía anadie, pero quedé impresionado por el increíble gimnasiodel Club y por el deporte”, cuenta José.Desde aquel momento inicial, jugó al básquet en todaslas categorías del Club por más de 20 años, llegando aconvertirse en un base fundamental e histórico de la pri-mera división, en los años ochenta y noventa. Cuandodejó su primer deporte, dedicó su energía al tenis. “Losprofesores de básquet no se morían por retenerme porqueera realmente muy petiso y los de tenis me decían que mequerían en el equipo, pero me decidí por básquet porqueen ese momento preferí practicar un deporte grupal. Gra-cias a eso conservo muchos amigos como Víctor Kogan,Javier Rubin, Chimi Damián, Gaby Barsky y Sebas Berdi-chevsky, personas magníficas con las que nos seguimosjuntando los martes a jugar al Básquet”.José es socio de Hacoaj desde hace 36 años ininterrum-pidos. Como ferviente jugador de básquet, y según élmismo afirma: “No recuerdo haber faltado a un sólo en-trenamiento”. Esa pasión y amor por el Club logró trans-mitirselos a sus hijos. “Me emociono cuando veo a mishijos defender los colores que defendí toda una vida yahora entiendo por qué mi papá, Manuel, no se perdía niuno solo de mis partidos o los de mi hermano Darío”.Su pasión por el balón anaranjado llevó a José a dar todopor su equipo. A lo largo de su vida deportiva hubo variosmomentos inolvidables, pero él recuerda uno en especial;fue el primer año que participó de la Liga Nacional y elequipo de básquet había llegado a la final del campeo-nato. “Recuerdo perfectamente que jugábamos contra Ciu-dad de Buenos Aires. Cuando faltaban siete segundos para

TODO POR EL EQUIPO,TODO POR HACOAJ

que terminara el partido, nos metieron un doble y pasa-ron a ponerse al frente por dos puntos. En eso, uno delos contrincantes nos hizo un corte de manga, como queya nos habían derrotado. Pero nosotros no nos rendimosy en medio de la desesperación, un chico del equipo mepasó la pelota desde abajo del aro, la piqué una vez, mecruzaron la pierna y cuando me estaba cayendo, casidesde el piso, tiré la pelota”, sonríe José y continua:“Fueron unos segundos de silencio total, la pelota reco-rrió toda la cancha y para mi asombro, y el de toda lagente que estaba viendo el partido, entró limpita. No lopodíamos creer. No parábamos de abrazarnos y festejar,habíamos ganado por un punto. Estaba realmente felizfestejando con mi familia y mis amigos de toda la vida”.Sin embargo, Hacoaj es más que un partido de Básquetpara José, aunque éste haya tenido final de película... Enel Club conoció a su esposa Carolina, tuvieron tres hijos(Camila, Catalina y Felipe) a los que no dudaron en tras-mitirles la pasión por la camiseta. “Felipe comenzó a jugaren Pre Mini con el mismo número de camiseta que yo usétoda mi vida: el 11. Cuando lo vi en la cancha casi se mecaen las lágrimas. Me veía jugando a mi mismo a esaedad, con el agregado de compartir esta pasión con Víc-tor (amigo de Básquet de toda la vida) ya que su hijoLucas comparte la cancha con el mío”. Actualmente, José disfruta de ver a sus hijos practicar losdistintos deportes y luego comparte un almuerzo entreamigos todos los fines de semana. “Somos varios los Te-llas, los Kogan, los Rubin, los Chemaya, los Yankilevich ylos Mohadeb. Una vez que terminamos de almorzar, dedi-camos las tardes a jugar algún deporte”, cuenta José,quien conmovido asegura que: “Agradezco haber tomadoeste camino en Hacoaj, el del equipo, el del grupo de ami-gos, el del básquet... mi pasión”.

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CORINA BESPRESVANY

ReFeRente del depoRte en hacoaJ.

el hocKey, paRa coRina

es eso: “el pasaRlas todas,

peRo sieMpRe en gRupo”.

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l hockey, definitivamente, no es un deporte cualquiera.Eso que muchos aprendimos de adultos, al costado de lacancha del club, o enganchando algún partido de Las Le-onas, Corina Bespresvany lo aprendió de chica cuandollegó, no por casualidad, al hockey por primera vez. “Yo deHacoaj soy / porque mi papá me hizo socia / y mi mamáme mandó”, cantaban. Hija y hermana de ex jugadoras,desde los seis años, cuando comenzó a entrenar con Po-rota hasta su consagración en la Primera División, tuvo eltiempo suficiente como para entender que no se tratabasolamente de tocar una bocha con un palo y meter un gol,sino que el sabor del juego es otro… Si bien los recuerdos, con el paso de los años, pueden tor-narse un poco borrosos para algunos, Corina recuerda casia la perfección sus primeras instancias en el deporte. Ellaera chiquita y el club no contaba con tantas categoríascomo ahora, así que oscilaba entre la escuelita y la sép-tima división, pero como eran más chicas y podía ser pe-ligroso, volvían a bajar… Y así fue durante algunos años. Pero, si bien sus inicios en el deporte fueron un poco frus-trantes, afortunadamente las memorias son mucho máslindas y motivadoras: eran chicas y siempre después delos partidos se iban detrás de las canchas de tenis, dondehoy son las de paddle, e inventaban historias y se pasa-ban tardes enteras jugando. Lo bueno es cuando estas ins-tancias de juego se siguen manteniendo a lo largo de todala carrera, no quedan como un recuerdo gris. Hoy, des-pués de más de treinta años jugando al hockey, Corinaestá segura de que el objetivo principal es pasarla bien.“Pasa por compartir un montón de cosas que solamentelas entiende quien está en tu equipo o hace el mismo de-porte. Compartís alegrías, tristezas, viajes, frustraciones.Parecen frases hechas pero es así. Te enganchás en ungrupo, es una pertenencia que al día de hoy la sigo te-

EL VALOR DEL EQUIPO

niendo, es formar parte y luchar por algo en común”.Es que ella, en particular, pasó por todo. Hizo todas lascategorías, fue entrenadora de divisiones menores, capi-tana de la Primera, integrante de los tres ascensos a la Ay reconocida en el 2008 como la mejor deportista del año.Luego, tuvo un impasse desde el 2005 hasta el año pa-sado, en que volvió a jugar en el equipo de segunda di-visión. “No era la mejor jugadora -resume- pero unoevalúa muchas otras cosas más. A mí me gustan las cosasdivertidas y si había que organizar algo lo hacia yo”.Si bien dentro de todos estos años lo que más rescata esla enseñanza que entrega el hockey como deporte, algoque se acuerda a la perfección es lo lindo de los festejoscompartidos.En 1997, el mismo año en el que habían ganado el oro enla Macabeada Mundial, lograron ascender, por segundavez, a primera división. “Desde las chicas de primera hastalas más chiquitas nos fuimos todas corriendo a la pileta,a modo de promesa, así como estábamos vestidas despuésde jugar, solamente nos sacamos los botines. Y en esohabía un bañero anotando las camisetas de todas las queestábamos en el agua para informar al club. Y pensábamos¡pobre tipo, éramos mil! Y aparte, ¿qué nos iban a hacer?”El hockey, para Corina, es eso: el pasarlas todas, perosiempre en grupo. Es el haber viajado con sus amigas, elpoder festejar juntas los ascensos y juntar fuerzas paraasumir las caídas, es el cancionero que componían conlas hinchadas, no sólo para el contrario sino para darsealiento entre las jugadoras, y la suerte de que sus com-pañeras sigan siendo sus amigas de hoy. Una experienciay una tradición que le encantaría que siguiera su hija Lolaquien, por supuesto, ya tiene su palo.

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MARTÍN MALIAR

el RecueRdo de su papá,

RoBeRto MaliaR z”l, coMo el

gRan hoMBRe Que Fue,

sÍMBolo del espÍRitu y la

FueRza cReadoRa de hacoaJ.

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uando uno tiene al padre en vida reconoce sus defectos ya veces no puede ver las virtudes. Hoy que mi papá noestá, puedo ver que tenía una gran virtud: el 90 por cientode la gente -si no me quedo corto- que me encuentro enel Club, me cuenta que era un tipo que dejaba todo por elotro, a cambio de nada, y que defendía al Club con unagran pasión. Mi viejo nunca me lo dijo pero yo creo quesu sueño era ver el Club como lo vio antes de morir… Ysi pudiese verlo dentro de cien años, le encantaría queprogresara y que estuviera mucho mejor de lo que estabacuando él lo dejó. Ojalá -por mi viejo- que haya muchagente que haga más que él para que el Club crezca y me-jore siempre”. El que habla, y se emociona, es Martín Ma-liar, quien recuerda a su padre, Roberto, como el granhombre que fue, símbolo del espíritu y la fuerza creadorade Hacoaj. Por aquellas épocas (en la que además de ser un dirigentede primera línea era un papá, como tantos otros) si habíaalgo que estaba claro era que Roberto quería que sus hijosse desarrollaran en el deporte, dentro de Hacoaj y que,preferentemente, jugaran al básquet. Y el mandato pa-terno era muy fuerte. Por eso, a Martín no le quedó otraalternativa: “jugaba al básquet porque mi viejo jugó albásquet y mis hermanos más grandes también”. Todo fueasí hasta que apareció en escena Juan Ofman -muy amigode Roberto- quien intentó por todos los medios seducir aMartín para que se pasara al fútbol. “Me trataba de “coi-mear” con alguna golosina para lograr que jugara al fút-bol y que fuese hincha de Ferro”. Finalmente, Juan logróconvencerlo y entró a fútbol… Pero nunca se cambio deequipo. Los días en Hacoaj eran eternos, Martín tenía esa sensa-ción de libertad que sólo podía sentir en el Club. “Lle-gaba a las nueve y media de la mañana y nos soltaban,como sueltan a los caballos en el campo, con algo deplata en la mano para poder hacer nuestras actividades,comer durante el día y hacer lo que quisiéramos. La tra-gedia era cuando anochecía, en invierno a las seis de latarde y mi viejo -todos los fines de semana- prometía uncastigo a aquel que no estuviera bañado y listo a la horade volver a casa, aunque después no lo cumplía”.Si bien Martín era muy chico cuando su padre ejerció lapresidencia en Hacoaj, no olvida las situaciones previas a

MI VIEJO, ROBERTO

las elecciones presidenciales: “Nuestra casa era un re-vuelo”. Sin embargo, trasmite esa escena con alegría ygran satisfacción. El Club fue y sigue siendo muy impor-tante en su vida, tanto que recuerda a varios amigos desu padre que lo acompañaron en todo su camino de chicoy en la adolescencia. “El Club me brindó la compañía y laformación de profesionales, o gente que trabajaba poramor a la camiseta, que me fueron de gran ayuda: JuanOfman, Cuadrito, Ricardo Campana, hasta pasando por elutilero de los vestuarios que me daba la toalla cuando metenía que bañar, mientras mi viejo me gritaba de todoporque eran las siete y media y se hacía tarde. Siempresentí ese clima de familia en el Club, a pesar de lo grandeque es y los muchos socios que tiene”.Está claro que Hacoaj tiene una marca muy fuerte quelogra penetrar en el corazón de cada uno de los socios. Sinembargo, Martín tiene una percepción muy interesanteacerca de algunos de ellos: “Hay socios a los cuales unove por el Club y son como una marca. Se les ve tatuado enla frente el escudo del Club. Tan es así que cuando nosencontramos con uno de ellos fuera del contexto de Club,por ejemplo en una fiesta, vestido de traje o con camisa,los seguís viendo con ropa de Club. Es como si tuvieran aHacoaj incorporado en su cuerpo”. Podríamos decir que Martín tiene varias de esas marcasque Hacoaj le fue dejando. Entre ellas, pequeñas anécdo-tas y grandes historias como esta: “Mis viejos cenaban enel Panorámico todos los sábados. Carlitos, el mozo de eseentonces, los atendía y cuando mi papá pedía la cuenta,siempre le dejaba algo de propina. Nosotros siempre ob-servábamos esta situación… Entonces, cuando almorzá-bamos con mi hermano Diego y había que pagar, mihermano le dejaba el doble de lo que salía. Despuéscuando mi mamá reclamaba lo que nos había quedado nosquería matar”.Martín sigue jugando al fútbol en Hacoaj. Si bien no sedefine como un político y asegura que “no sacó eso de suviejo”, su deseo pareciera ser el mismo que el su padre:“Me encantaría poder ver al Club dentro de veinte otreinta años mejor de lo que está hoy. Sería una alegríainmensa”. No cabe duda que ese sentimiento, tan fuerteen Martín, va de generación en generación y muy prontollegará a su hijo, el nieto de Roberto.

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ABI SZTRUM

caMpeón panaMeRicano

de canotaJe y pRiMeR depoRtista

olÍMpico de hacoaJ con sus hiJas,

lucÍa y claRa, en la RaMpa.

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l primer recuerdo que tenemos de Hacoaj, cuando somospequeños, está vinculado a nuestra familia, cuando nues-tros padres nos acompañaban a las escuelitas deportivasy a los grupos, o de cómo nos divertíamos en el arenero.Sin embargo, cuando le preguntamos a Abi Sztrum cuáles su primer recuerdo nos habla de Hipólito Cuadro, másconocido por todos como “Cuadrito”, uno de esos perso-najes entrañables que nadie olvida. Para todos quienespasaron por la escuela de básquet, Cuadrito fue un refe-rente no sólo de este deporte sino de la vida. “El primerdía que fui al Club con mi familia, no se por qué, aparecíautomáticamente en una clase de Cuadro y quedé fasci-nado con él. Fui a sus clases un tiempo más hasta quedescubrí la escuelita de remo y canotaje”. Si bien la imagen de Cuadrito perduró en su memoria ysus afectos, Abi fue rápidamente cautivado por los de-portes del río, que muchos años después le darían gran-des satisfacciones; entre ellas, medallas de oro, plata,bronce, competencias en torneos internacionales y nacio-nales, experiencias, amistades y recuerdos inolvidables.El canotaje rápidamente lo llevo a conocer a EdmundoFainman, Fabián D’Annuncio y Pato Bulgach que, segúnAbi, se convirtieron en sus tres ídolos. Al poco tiempopasó de la escuelita de remo al pre equipo: “en dondetuve que elegir entre remo y el canotaje... yo quería remosin duda... pero mis tres amigos, con los que fuimos pro-movidos (Pablo “Pepa” Sulichín, Ricardo “Ricky” Samet-band y Matías Gancberg) querían canotaje, y para noquedarme solo me fui tras ellos”.No mucho tiempo después, de la mano de Andrés Arazi,Abi ya se había convertido en un fanático del canotaje. Asus 13 años comenzó a entrenar en el Tigre y “un locodespertó su atención”, según sus palabras. “Era el locoque en cada regata volvía con su chapita colgando delcuello. Aquel que mantenía al día sus estudios y traba-jaba, así comencé a comprender la relación esfuerzo-re-compensa. Andrés fue sin duda el ejemplo a seguir que me

ALMA DE CAMPEÓN

hizo llegar a la selección”. Compitió para Hacoaj y la Argentina en alto rendimientopor quince años, con enormes satisfacciones, alternandolo estrictamente deportivo con la facultad, con sus gran-des amigos y con la conformación de su identidad. Hacoajtuvo una función muy importante en su vida, pasó a sersu lazo con las tradiciones, con nuestra cultura, paso aser el Delta con sus incontables ríos, arroyos y canales,se convirtió en cada remada y en cada ola que hacíamover la proa de un bote. También se transformó enaquellas personas que para Abi fueron el paisaje fijo du-rante tanto tiempo: Arturo Salerno, El Gonza, los mari-neros de la rampa, Rulo, Dani, Pedro, Marilina, Alberto,Fernanda, Román, Lorena y otros tantos con los que, sinellos, el Club no sería el Club. En este sentido, las alegrías que le dio Hacoaj fueron mu-chas: “Amigos, cariño de la gente, reconocimientos enlas buenas y apoyo en las no tan buenas. Pero, princi-palmente, Hacoaj fue un elemento clave en mi carreradeportiva. Esa es mi mayor alegría”.Hace exactamente 25 años que el Club es testigo de sucarrera deportiva, de anécdotas, charlas y recuerdos;compitió por años en torneos nacionales e internaciona-les de los que fue campeón en incontables oportunida-des. Tuvo logros sin precedentes: cuatro medallas de oro,una de plata y otra de bronce en dos Juegos Panameri-canos (Mar del Plata 1995 y Winnipeg 1999), fue el pri-mer deportista de Hacoaj en competir en los JuegosOlímpicos (Atlanta 1996 y Syndey 2000) y colaboró conlos entrenadores de los equipos promocionales y mayores.Todo ello mientras hacía la carrera de biólogo. Ya reti-rado del deporte de alta competencia, no se priva decomer y dormir una buena siesta en la casa del remero yluego pasar varias tardes en kayak o en bote con su mujerVanesa y sus dos hijas, Lucía y Clara. “El Club, sobre todoa través de la rampa, es una parte que no me imaginoseparada de mi”.

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LUCIANA wILENSKY

pRiMeRa caMpeona aRgentina

de ReMo de hacoaJ, Junto al Bote Que

RecueRda a su aBuelo, pepe tolchinsKy.

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Isaac Tolchinsky todo el mundo le decía “Pepe”. Fue sociofundador de Hacoaj, jugador de bochas, médico del Clubpor un tiempo, amante del río y un gran entusiasta delremo. Además era un hombre cálido, comprometido y muybuen amigo. Esa suma de cualidades lo llevo rápidamentea tener varias admiradoras, entre ellas, nada más y nadamenos que su nieta Luciana Wilensky. “Mi abuelo falleciócuando tenía ocho años. Él nunca supo que remé, aunquecreo que lo sabe”, contó Luciana con los ojos llenos de lá-grimas y con un nudo en la garganta. “Me parece quetengo algo de lo que él sentía, porque la rampa era unlugar particularmente importante para mi abuelo… y tam-bién para mi”. La primera vez que Luciana pisó el Club tenía seis años.Recuerda que concurrió a una ceremonia en la que se ho-menajeaba a su abuelo, dándole su nombre a un bote deregatas. Ese día, estaba toda la familia disfrutando delevento hasta que Pepe se descompuso. A pesar de elloLuciana tiene muy buenos recuerdos de aquellas épocas:“Era muy chica, pero me acuerdo perfectamente de acom-pañar a mi abuelo y verlo jugar a las bochas mientras yodibujaba; luego almorzábamos en las parrillas”. Muchotiempo después, una vez que Luciana ya estaba consa-grada como remera de Hacoaj salía con el bote que llevael nombre de su abuelo. “Estar allí sentada, remando, fuealgo que nunca hubiese imaginado”, dice con una enormesonrisa. Sin embargo, el vínculo de Luciana con el remo fue ines-perado. Todo comenzó cuando Pedro Spinaci -quien seríaluego su entrenador- la vio en la pista de atletismo. Ellaestaba vestida con el uniforme de voley, pero a Pedromucho no le importó y sin pensarlo le preguntó: “¿Querés

MI ABUELO PEPE

venir a probar una clase de remo?” Al poco tiempo ella es-taba allí, de nuevo en la rampa, muy bien preparada: “Laprimera vez que remé fui con unos guantes que mi papáa veces usaba cuando salía a remar. Me acuerdo que Pedrome dijo: ‘Gato con guantes no caza ratones’, aunque noentendí lo que me quiso decir, insistió: ‘sácatelos’”. Esafue la primera vez que Luciana salió al río, junto con suhermano, y fue una experiencia inolvidable. “Nos comi-mos un tronco y casi nos damos vuelta, quedamos traba-dos un gran tiempo y fue todo un tema para salir, pero lologramos”. Esta fue sólo la primera entre tantas anécdotas que reco-rrerían el largo camino de su carrera deportiva, entre lasque hay una en particular que merece ser contada. “Unavez decidimos ir a la isla en chancha. Éramos varios chi-cos federados que competíamos para ver quién llegabaprimero. Resultó que la carrera quedó en segundo lugar ycomenzó una feroz guerra de agua en el canal, que ter-minó por hundir la chancha. Finalmente tuvimos quenadar y arrastrar el bote hasta la costa para desagotarloy después volver al Club como pudimos”. Estos recuerdos forman parte del comienzo de su carreraen Hacoaj. No mucho tiempo después, los entrenamientosy las responsabilidades fueron más intensos, los que lepermitieron representar a Hacoaj de la mejor manera; en1998 fue la primera mujer de Hacoaj campeona argentinade remo y un año más tarde obtuvo el cuarto puesto enlos Juegos Panamericanos de Winnipeg y una medalla deoro en las Macabeadas Mundiales de 2005. Lamentable-mente, un problema de salud la hizo dejar el deporte porun tiempo. Nuevamente recuperada pretende -a través delos intensos entrenamientos- volver a su mejor nivel.Mientras tanto, se dedica a enseñar y a trasmitir a los pe-queños remeros de Hacoaj todo lo que alguna vez -ellasola- aprendió de su abuelo.

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EDUARDO MELNITZKYuno de los FundadoRes

del conJunto guilBoa y socio

de hacoaJ desde sieMpRe.

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duardo Melnitzky es socio de Hacoaj prácticamente desdeque nació. Eso lo llevaría a recorrer varias actividades den-tro del Club hasta que definitivamente una le daría lasmás grandes satisfacciones de su vida: Guilboa. Como casi todos los socios de Hacoaj, una de sus prime-ras actividades de chiquito fue el remo. Su papá, amantede este deporte, compartía la actividad con su hijo. “Salíaa remar con él todos los fines de semana junto con susamigos. En ese entonces no existía la Isla del Club, por loque parábamos en los recreos a comer asado”, cuenta Eduy recuerda un día en particular: “Siendo muy chico, a los7 años, estaba en la rampa de remo y había una regata;dos remeros del Club estaban desesperados por conseguirun timonel, que aparentemente les había fallado. Alverme, me dijeron: ’¿Querés venir a timonear, que tenemosuna regata contra otro Club?’ Yo estaba ahí, parado, parasalir con mi papá pero sabía perfectamente timonear yacepté. Recuerdo que el bote volaba y que finalmente ga-namos. Obtuve una medalla con el escudo de Hacoaj quetodavía conservo”. No mucho tiempo después, Edu hizokayak y remo pero, claramente, esas no serían sus activi-dades principales. Durante su adolescencia los campamentos eran tan espe-rados como ir a jugar al fútbol y al básquet con sus ami-gos, hasta que entró a Escuela de Madrijim, egresó y tuvosu experiencia al frente de los grupos. Esa fue una granetapa de su vida. Edu la recuerda con muchas anécdotas yalegrías: “En un campamento de vacaciones de inviernonos habíamos ido a un lugar cerca de Capital. No sé si eraIdishland pero quedaba por Moreno. Lo importante es quedesde que llegamos al campamento hasta que nos volvimosno paró de llover. Nos guardamos todos en el comedor yempezamos a realizar actividades pero la lluvia continuabay no sabíamos más qué hacer. A todo esto, el director nohabía aparecido en la reunión, estaba borrado, entonces lofuimos a buscar a su habitación, le golpeamos la puerta ysalió y nos dijo: ‘Ya que llueve tanto, por qué no hacencosas con barro’, contestó como proponiendo la gran idea.Una vez que los chicos se habían ido a dormir, pensandoen el consejo de ‘hacer cosas con barro’ fuimos hasta elauto del director, un Fitito 600 y se lo llenamos de barro.

¡GUILBOA, PORSIEMPRE!

Se lo dejamos color marrón. Al otro día, cuando se des-pertó y salió de la habitación se refregaba los ojos porqueno lo podía creer. Entonces, muy enojado, se acercó y dijo:‘¡Quiero a los chicos responsables!’, pensando que eranpibes, pero finalmente le dijimos que habíamos sido nos-otros y nos quería matar. A partir de ahí se puso las pilasy se le ocurrieron otras ideas más pertinentes”.En paralelo a su rol de madrij, Edu comenzó a bailar enGuilboa y durante 16 años disfrutó de viajes y festivalespor Brasil, Venezuela, Perú, Israel y el interior del país:“Lunes y jueves tenía ensayo de Guilboa, los miércolesplanificaba para los grupos, los viernes tenía las activi-dades con los chicos y los fines de semana era Madrij. Eracomo si viviera en el Club”.Se había conformado un grupo muy fuerte de quince chi-cas y doce varones. Tal era el compromiso que el día queuno de sus integrantes, Leo Szpiezak, tuvo que dejar algrupo -ya que se iba a vivir a Israel -les quiso dejar de re-cuerdo una gran sorpresa de despedida. “Llegamos a unensayo -me acuerdo perfectamente que era jueves- y Leonos estaba esperando con una sorpresa para Guilboa. En-tramos todos en el SUM de Sede Capital y había tensorescon alambres de columna a columna, con algodones yquerosen, que decían: ‘¡Guilboa, hasta siempre!’. No lopodíamos creer, incluida la gente de la Sede y, sin más,Leo prendió la llama. Realmente fue increíble, a medidaque se iba prendiendo cada palabra tenía un color dife-rente; el fuego iba avanzando por las letras y encendién-dose todo. Las palabras se fueron quemando y dejándonoscon la boca abierta. Eso tenía Guilboa. Porque el grupoera tan fuerte, eran tantas las cosas que se vivían queameritaban el hecho de preparar algo de esas caracterís-ticas para homenajear al grupo. Eran locuras lindas”, son-ríe y se emociona como extrañando aquellas épocas.Actualmente, Edu juega al tenis y es capitán de uno de losequipos de Hacoaj en Faccma. Siempre representando algoy manteniéndose vigente, su historia es eternamente den-tro del Club. “Hacoaj tiene la edad justa, la edad que tieneque tener, por eso sigue vigente y puede vivirse en ple-nitud y con alegría”, afirma muy convincente el ex baila-rían y actual admirador de las nuevas generaciones deGuilboa, conjunto de rikudim que el año pasado cumplió30 años.

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MARIO NEIMAN

socio de hacoaJ desde

el año 1935, MaRio posa

en su depaRtaMento del

eMpRendiMiento Jai.

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etenta y cinco años después de aquel grupo de soñadoresque creó el Club Náutico Hacoaj nos queda su memoria, suejemplo y su obra, lo que no es poco. El Ing. MauricioSchverlij, alma y fuerza inspiradora del nacimiento de Ha-coaj, murió muy joven, en 1943, cuando la humanidadaún no se había beneficiado con el milagro de los anti-bióticos. De aquellos muchachos del grupo inicial, el úl-timo sobreviviente fue Israel Jacobo Jasnis, quien en ladécada de 1990 participó activamente en las actividadesdel Grupo Encuentro, que nuclea a nuestros adultos ma-yores. Lo hizo silenciosamente, con “perfil bajo” comosuele decirse ahora. Ninguno de sus compañeros y com-pañeras de aquellas actividades sabía que estaban com-partiendo su tiempo con uno de los fundadores de laInstitución de la que formaban parte. “Israel Jota Jota”,como solía llamarlo cariñosamente Roberto Maliar escribíahistorias, en las que hablaba de un río cristalino y unosatardeceres infinitos en el Tigre, buenos lugares y buenosmomentos para enamorarse. Si bien los fundadores ya no están, afortunadamente con-tamos con algunos “chiquilines del año 35”, que efecti-vamente recuerdan los primeros días del Club. MarioNeiman tiene un departamento en las Torres Jai, en el quevive los fines de semana. Se mudó hace poco; antes teníaotro, en la primera etapa. Sea como fuese, de uno u otrolado del puente, Mario no puede imaginar sus sábados ydomingos en otro lugar que no sea Hacoaj. Hace poco en-contró una vieja caja de fotos que, como suele ocurrir,disparó recuerdos entrañables. Allí están Mauricio Schver-lij con su esposa Aída junto a los papás de Mario, Grego-rio Neiman y Teresa Alterman, su hermana Sara, sus tíosJulio y Antonia y Salomón Kotín (cuñado de Schverlij)…Por la vegetación frondosa se nota que posan en el Tigre.En otra foto se ve a Mauricio y Julio vestidos de blancoimpecable, apoyados en un muelle de madera, con la in-confundible silueta del Club La Marina, sobre el Río Lujánal fondo… Mario mira las fotos como si las interrogara. Ensu mente intenta construir la historia que hay antes y des-pués de ese instante congelado que nos devuelve cadaimagen. Y recuerda: “La razón por la cual se fundó el clubla conocemos todos… Por eso Schverlij empezó a reunir

LOS CHIQUILINESDEL AÑO 35

amigos y parientes que estuvieron entre los primeros. Ahíempezaron a concurrir al Tigre, en busca de un lugardonde instalarse. Todo esto era un tremendo pastizal… Alos cinco años, venía con mis padres a arrancar losyuyos… Nunca lo podré olvidar”.Luego, como casi todos, Mario remó para el Club junto aamigos de nombres muy peculiares. A un pelirrojo le de-cían “Colorín 613”, Elías Dyment era “El Colchonero” y élmismo “Manzanita”, porque cuando remaba, se ponía co-lorado. “Hace poco, en un evento, me crucé con un viejoamigo de aquellos años, el arquitecto Samuel Foster. Lollamé por su nombre pero no me escuchó, hasta que legrité ¡Chiquito! (el hombre mide como dos metros). Re-cién entonces reaccionó y nos dimos un gran abrazo”.Para entender y explicar el crecimiento de Hacoaj, Mariolo compara con el Estado de Israel en los años de sus ini-cios. ¿Quién podía soñar que el Israel de 1950 llegaría aser lo que es hoy? Lo mismo sucedió con Hacoaj. “No sepodía pensar que el club iba a tomar la dimensión quetomó”.La comparación con Israel no es casual. Mario dedicó granparte de su vida al trabajo comunitario, comenzando enel Maguen David Adom y siguiendo en el Keren Haiesod (apartir de la Guerra de los Seis Días, bajo el liderazgo co-munitario de Roberto Maliar), Campaña Unida Judeo Ar-gentina, DAIA, AMIA, el Keren Kayemeth y Amigos de laUniversidad Ben Gurión de Beer Sheva. En determinadomomento de su historia, el Club tomó un camino de iden-tidad decididamente sionista. “Cualquiera que llega al cluby ve la bandera de Israel se forma un concepto de queeste es un club judío que apoya el Estado de Israel. Hacesesenta y pico de años era otra la situación del judaísmoa nivel mundial. Hoy podemos estar orgullosos de tener unEstado de Israel y hemos demostrado que nos entregaronun pedacito de desierto y hemos hecho un oasis. Digo“hemos” porque el Estado de Israel le pertenece a todo elpueblo judío. Con un espíritu similar, Hacoaj también de-mostró algo así porque en los años cuarenta o cincuentano se sabía si el club iba a poder seguir. Pero hemos su-perado muchas crisis, de las que salimos fortalecidos”.

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GLORIA FIGOwYMARCOS SANDLER

Y SHULAMIT NACHTIGALLMieMBRos de voluntaRios en Red

hacoaJ, llevan adelante

una de las pReMisas del JudaÍsMo,

el “tiKun olaM”, la Misión de

haceR del Mundo un lugaR

Más Justo y eQuitativo.

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ada uno de ellos llegó al Club en diferentes épocas y endistintos momentos de su vida. Lo hicieron, como tantosmiles, para compartir un lugar de juego y descanso, en unmarco comunitario judío. Aunque en aquellos primeros mo-mentos Shulamit Nachtigal, Gloria Figowy y Marcos San-dler no lo sabían, sus caminos, como el de muchos otrossocios, convergerían en uno: el del voluntariado social. La labor solidaria nunca fue ajena a Hacoaj. En el Tigre,la Institución apadrinó escuelas y actuó con las fuerzasvivas de la zona, ante situaciones de necesidad. En el ám-bito comunitario, Hacoaj tendió lazos con distintas orga-nizaciones de beneficencia para las que recaudó fondos yaportó la experiencia de sus dirigentes. Estas accionesfueron tomando un formato más orgánico a partir de1997, cuando Hacoaj se sumó a Voluntarios en Red. Lafecha no es casual. La década del noventa estuvo mar-cada por un fuerte deterioro del tejido social, que golpeóduramente a los sectores bajos y también a la clase media,en la que se insertaba mayoritariamente la ComunidadJudía. Por otra parte, a partir de los trágicos atentados ala Embajada de Israel, en 1992, y la AMIA, en 1994,quedó en claro que existía una importante cantidad demiembros de la comunidad decididos por brindar su cola-boración en espacios voluntarios. Shulamit Nachtigal, que en esos años era Secretaria de laComisión de Actividades Integrales, recuerda: “Yo cola-boraba en FACCMA y Leatid bajo la dirección del granmaestro Alfredo Berlfein. Así me fui enterando de las ne-cesidades ocultas de la comunidad, los problemas econó-micos cada vez más profundos, aún antes del estallidosocial de finales de 2001. Pero también conocí la activi-dad voluntaria que se estaba encarando para encontrarsoluciones. Por eso pensé que Hacoaj debía poner a dis-posición su capacidad”. La propuesta fue aprobada de in-mediato por el Consejo Directivo que dispuso armar unproyecto, una comisión y definir la tarea. Así nació Vo-luntarios en Red Hacoaj. Desde entonces, cuenta con uninestimable apoyo dirigencial que se materializa en elcompromiso de los presidentes Juan Ofman, Alejandro Fi-larent y Ricardo Furman. La repercusión fue inmediata. Marcos Sandler, junto consu esposa Marta, fue uno de los primeros en colaborar.Marcos contaba con más de treinta años de experienciaen la organización de decenas de eventos y actividadesinstitucionales. En el campo del voluntariado social, es-taba colaborando en el Joint, cuando las entidades sociodeportivas comenzaron a desarrollar sus propios proyec-tos. “Yo quería ayudar y después me di cuenta que me es-taba ayudando a mí mismo. No sé si será el egoísmosublimado pero me hacía bien. Por eso empecé y sigo tra-bajando”, afirma Marcos. La incorporación de Gloria Fi-gowy tuvo mucho que ver con una necesidad de devolver

VOLUNTARIOS EN RED

a la Comunidad lo que ésta había hecho por ella y su familia,en momentos de extrema necesidad. “Durante muchos añosfui una socia que se dedicó al deporte y a la vida social, nadamás. Un día me enteré que en el club existía Voluntarios enRed, que estaba ligado al Joint. Yo tenía una deuda pendientecon el Joint, entonces supe que era el momento de saldarla.Nací en Rusia después de la guerra, y el Joint se encargó detraernos a la Argentina, en un largo viaje de tres años”.Los primeros eventos de Voluntarios en Red Hacoaj estuvierondirigidos a la recaudación de fondos para la compra de artí-culos de primera necesidad, como alimentos y medicinas. Paraello, se propuso la realización de funciones exclusivas de obrasde teatro de primer nivel. La primera fue “My fair lady”. Fueuna prueba de fuego. La organización del evento se vivió conansiedad, incertidumbre y expectativas. ¿Los socios de Hacoajacompañarían esta iniciativa? “Cuando vimos que la sala es-taba llena, me sentí muy gratificada: estábamos en el caminocorrecto”, afirma Shula con convicción. Gloria agrega: “Cadaaño, nuestros eventos se fueron afianzando. Hoy en día, lagente nos pregunta qué obra vamos a hacer, porque esperanir con nosotros al teatro”.Estos primeros éxitos impulsaron la decisión de los volunta-rios de asumir mayores responsabilidades. Así se decidió queHacoaj colaborara en uno de los más importantes proyectos dela Fundación Tzedaká, el Banco Comunitario de Medicamentos“Refuot”, que abastece permanentemente a miles de benefi-ciarios en comunidades de todo el país. Hacoaj brinda el apoyoa través de sus voluntarios y del espacio físico en el tercer pisode la Sede Capital. “Comenzamos con un aula y en poco tiempollegamos a ocupar casi medio piso”, sintetiza Marcos Sandler. En la medida en que fueron cambiando las necesidades comu-nitarias, los objetivos de Voluntarios en Red se fueron adap-tando. Se creó el Banco de Artículos Ortopédicos, queabastece a cientos de personas gratuitamente y, en los últi-mos años, la tarea está enfocada a apoyar la educación judíacon becas para estudiantes y generación de recursos para in-fraestructura escolar. “Hemos trabajado con la Escuela Ioná,el Weitzman y el Marc Chagall, que está por inaugurar una bi-blioteca que se va a llamar Voluntarios Club Náutico Hacoaj”,afirma Gloria con orgullo. Este año, se incluirá entre los be-neficiarios a una escuela pública del Tigre, en reafirmación delvínculo de Hacoaj con el lugar que nos vio nacer.Shulamit fue Secretaria de Voluntarios en Red durante los pri-meros años, hasta que cedió su lugar a Gloria. Hoy, echa unamirada atrás y reflexiona: “Una de las mayores alegrías de servoluntario es ver que los proyectos que una inició caminansolos. Uno de los sentidos más importantes de ser voluntarioes trabajar y luego hacer que otros trabajen. Esto tambiéntiene que ver con el liderazgo: armar equipos, crecer y hacerque otros también tengan la oportunidad de hacerlo”.

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TITO MORGENSTERN

ex pResidente de hacoaJ (1968 – 1972).

uno de los gRandes iMpulsoRes

del cReciMiento institucional.

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mediados de 1968 Tito Morgenstern tenía cuarenta y unaños, cuando asumió la presidencia de Hacoaj. Minutosantes de comenzar el acto formal, Jaime Abramzon, quienestaba terminando su mandato, se le acercó, lo agarróamablemente del brazo, lo miró con seriedad y le dijo:“Mirá pibe… Te dejo una tesorería sólida; no le debemosguita nadie. Espero que cuando vos te vayas puedas decirlo mismo”. Tito, quien a pesar de su juventud era ya undirigente experimentado, tomó esas palabras como unmandato y un compromiso de honor. Los desafíos que se le presentaban a la nueva conducciónno eran pocos. Para ese entonces, Hacoaj albergaba a másde diez mil socios, contaba con un plantel de quinientosempleados, una amplísima actividad deportiva, una con-solidada presencia en el Tigre y un claro liderazgo comu-nitario. Sin embargo se podían vislumbrar algunasamenazas en el horizonte: a medida que crecía la infraes-tructura se hacía más difícil mantener el equilibrio entreingresos y gastos. Al mismo tiempo, comenzaban a apa-recer nuevas propuestas que competían con el club. Eraimprescindible tomar algunas decisiones que permitieransostener y apuntalar el crecimiento a futuro. “El remo esun hermoso deporte que practiqué de joven con muchapasión, así como el básquet… Pero, como todos los de-portes, no sólo es muy sacrificado para quienes lo entre-nan. También es difícil de sostener económicamente. Poreso con Alberto Smulevich, que era mi Tesorero y queluego sería Presidente, se nos ocurrió la idea de construirdepartamentos para los socios, al lado del Club”. Eso per-mitiría que muchas familias tuvieran un lugar para que-darse todo el fin de semana, arraigando su pertenencia alClub y al mismo tiempo, generar nuevos ingresos por fuerade la cuota social. Como toda idea innovadora tuvo apo-yos y detractores. Hubo que comprar terrenos, desarrollarsistemas de edificación apropiados para una zona anega-ble, construir el puente peatonal sobre el río Tigre, deci-dir nuevas formas de trabajo en el área de construcciones,lidiar con los vaivenes de la economía argentina, con-vencer a los indecisos y asumir el riesgo… Por eso la con-vicción de Tito y Alberto, basada en su visión de futuro,tuvo un peso fundamental. Así nacieron los departamen-tos de la Primera Etapa, frente a la Sede Tigre, al otro ladodel río. Hacoaj había dado un primer paso que transfor-maría no sólo a la Institución, sino que con el tiempoconvertiría al Tigre en el pujante polo urbano que es hoy.

LOS DESAFÍOS DELCRECIMIENTO

“La idea de los departamentos funcionó. Los socios laaceptaron, aunque no faltaron quienes se opusieron por-que pensaban que se perjudicaría el club. Por eso la con-signa fue: los departamentos son para dormir y la vidaestá en el club. Con ese criterio hicimos unidades chicas,aunque me hubiera gustado hacerlas más grandes. A par-tir del éxito de la Primera Etapa se abrió la posibilidad derealizar los otros emprendimientos de Hacoaj: la SegundaEtapa, los Bungalows, el Club de Campo, el Hacoaj Villagey el Jai”.Siempre en función del crecimiento institucional, Tito re-cuerda especialmente la compra de la Sede Isla, lo que fue,sin dudas, un hito fundamental en muchos sentidos: per-mitió la consolidación del remo como actividad recreativay sumó una verdadera joya natural al patrimonio institu-cional.Como hombre de sólidas convicciones y profunda identi-dad judía y sionista, Tito aún hoy se sorprende cuandorecuerda que, al asumir la presidencia, hubo quienes locuestionaron por no tener una “filiación judaica bien de-finida”. Nada más lejos de la realidad. Entre las medidasque tomó, promovió que todos los directivos, como con-dición para ejercer sus mandatos, debían ser socios de laAMIA y que todos quienes quisieran asociarse a Hacoajdebían presentar un recibo de la Campaña Unida JudeoArgentina, que recaudaba fondos en apoyo del Estado deIsrael. “Para mí esto era una obligación moral y material.Por eso formé parte y contribuí con muchas de esas ins-tituciones”. Puestos a reflexionar sobre la historia de Ha-coaj, no son pocos los socios que afirman que el Clubadoptó una identidad sólidamente judía a partir de la pre-sidencia de Tito Morgenstern. De hecho, luego de Hacoajsu carrera dirigencial voluntaria lo llevó a la Vicepresi-dencia de la DAIA, entidad en la que ocupó de hecho lapresidencia, por enfermedad de su titular.Tito guarda especial respeto y reconocimiento por quieneslo acompañaron en su gestión. “Los miembros del Con-sejo Directivo éramos diecisiete. Era como una herman-dad. Al día de hoy, los que quedamos, todavía nossaludamos y recordamos aquellos tiempos. Siempre losrespeté y los quise porque, en definitiva, eran diecisietepaisanos que dejaban de trabajar y dejaban su casa, unao dos veces por semana a la noche, para dedicarse al club,sin que nadie los obligara, sino por su propia conviccióncomunitaria”.

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MAIA HUTNIK BRIAN RITTER

Y NICOLE RUBINSa pesaR de teneR Menos de veinte años,

nicole, Maia y BRian tienen FueRtes

RaÍces de identidad con hacoaJ,

a tRavés de sus FaMilias y de su pRopia

paRticipación. son pRotagonistas

del pResente y lo seRán cuando

hacoaJ celeBRe sus 100 años.

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icole Rubins, Maia Hutnik y Brian Ritter son en la actua-lidad madrijim de Hacoaj y, posiblemente, serán protago-nistas centrales cuando nuestro Club cumpla sus 100 años.En sus 17 ó 18 años de vida, nunca dejaron de ser partede un Club en el que siempre encontraron un espacio parahacer lo que les gusta. Brian juega al básquetbol con ungrupo de madrijim, Nicole baila rikudim en Guilboa y Maia-prima de Nicole- participa como espectadora y disfruta deotras actividades. Sus primeros recuerdos en Hacoaj tienen que ver con losgrupos, lugares y distintos personajes entrañables: “Entrelos recuerdos está Américo, el heladero”, dice Nicole yMaia agrega: “Me acuerdo de las camas en la Nursery, por-que a veces me ponía muy chinchuda -ya que de chica eracaprichosa- y mi mamá me decía: ‘¡Si te portás mal, tevas con Elsa a la Nursery a dormir!’. Y eso era la muerte,todo oscuro, en silencio”. Uno de los primeros momentos de Brian tiene que ver conuna mala pasada que le jugaron las famosas piedritas dellargo pasillo del Club. “Mi primer recuerdo fue a los cincoaños y me quedó marcado; iba corriendo a buscar a mihermana, me caí y me rompí el labio inferior en las pie-dritas, mientras mi mamá me gritaba: ‘¡No corras por laspiedritas!’ y tenía razón”.Los tres recorrieron varios de los deportes, sin embargo enlos grupos encontraron su lugar. “La primera vez que mefui de campamento a Bariloche fue con el grupo de ami-gos que hoy conservo. Sin duda fue uno de los mejorescampamentos que viví. Lo mejor fue la actividad de cie-rre que se hizo en la montaña y todos terminamos llo-rando por la emoción”, cuenta Brian. De aquellas épocasLa Fiesta Mágica era inolvidable, el conocido gran festejodel Día del Niño era una verdadera celebración: “era loque esperaba durante todo el año, había fuegos artificia-les, la granja con animales, el trencito y todo tipo de jue-gos inflables”, sonríe Maia. Los pequeños janijim fueron creciendo, entraron a Escuelade Madrijm, se recibieron y desde entornes ejercen su rol

PASADO, PRESENTEY FUTURO

todos los fines de semana en Hacoaj. “Me gusta ser ma-drijá, pero creo que también es una excusa para seguir vi-niendo al Club porque no me imagino haciendo otra cosaen mi tiempo libre”, expresa Nicole. Sin embargo, ese sen-timiento tan profundo por el Club, tiene que ver con su fa-milia, quienes -sin darse cuenta- le demostraron a Nicolelo que significa Hacoaj para cada uno de ellos. Sus padresson socios desde que nacieron y su abuelo, Mauricio Ru-bins, socio desde los 14 años, fue presidente... Será porello que Nicole afirma: “Toda mi vida fue en el Club y cadavez que voy, lo siento con una connotación familiar, mesiento parte de él y muy identificada”. Su prima Maia, también comparte esa emoción tan fuerte:“Viví tantas cosas que, muchas de ellas, las recuerdo porlos olores, los gustos y las sensaciones. Con toda mi fa-milia pasé muy buenos momentos y otros no tanto, comocuando me iba de los grupos porque no me gustaban yvagaba por el Club, o cuando me dolía el estómago por-que no quería ir a vóley o cuando me ponía muy nerviosaporque tenía un partido de cestoball. Pero son todos mo-mentos que en un futuro se los voy a contar a mis hijos”.La unión, el grupo, un lugar en común, eso es Hacoaj.Donde varias generaciones se conocen y comparten algo.Y Brian lo explica de lo mejor manera: “Un día me regala-ron una especie de libro. En una página había que escri-bir un deseo y yo puse que mis hijos y los hijos de todosmis amigos compartieran lo mismo que compartimos no-sotros, y que nos apropiemos de un espacio en la piletadel Club para que ellos jueguen, como lo hacían nuestrospadres con nosotros. Planeamos un futuro dentro del Clubpara ver crecer a nuestros hijos”. Lo cierto es Hacoaj ha visto pasar a cada uno de ellos portodos sus estados de ánimo. Los vio tristes, alegres, eno-jados, divertidos, ganando, perdiendo, jugando… y los havisto crecer. Y no cabe duda, que en un tiempo no muy le-jano el Club será el marco de referencia de sus hijos. Susroles serán otros, pero siempre habrá en común unamisma elección: Hacoaj.

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MAURICIO RUBINS

ocupó toda la diveRsidad

de caRgos diRigenciales, desde la

suB coMisión de BásQuetBol a la

pResidencia de la institución

(1981 - 1984). haBeR paRticipado en

la cReación del eFis-hacoaJ

es su MáxiMo oRgullo.

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i tuviéramos que redactar el curriculum vitae de MauricioRubins, probablemente comenzaríamos por destacar quees socio de Hacoaj desde hace sesenta y siete años y quefue Presidente de la Institución entre 1981 y 1984, épocaen la que, sólo por mencionar un proyecto, se lanzó laSede Club de Campo Hacoaj Tigre, se rellenaron un millónochocientos mil metros cúbicos de tierras bajas y comenzóla construcción de la infraestructura, las instalaciones deuso común, la cancha de golf y las primeras viviendas. En esta enumeración, deberíamos señalar que antes de serPresidente, Mauricio fue Vicepresidente, Pro Tesorero,miembro de la Comisión de Finanzas, la de Deportes, Se-cretario de Básquetbol y federado de ese deporte desdeCadetes a Primera División (en la que jugó por quinceaños). No deberíamos dejar de mencionar que, como bas-quetbolista, integró el famoso equipo que ascendió a pri-mera en 1950 y que, tres años después, ganó la CopaDickens, una de las más importantes competencias del de-porte amateur en aquel tiempo. Un dato no menor: a losveinte años, integró la Delegación Argentina a la 3ª Ma-cabeada de 1950, la primera que se celebró en el reciéncreado Estado de Israel, experiencia que marcó profunda-mente su identidad judía y su convicción sionista.Seguramente, Mauricio estaría de acuerdo con esta reseñaque, según él mismo explica “de alguna manera reflejaque pude ir acompañando el crecimiento institucional, através de la participación deportiva y dirigencial”. Sin em-bargo, puesto a reflexionar más profundamente sobre loshitos de tan extensa carrera, no titubea al decir que pre-feriría ser reconocido, en primer lugar, como “alguien queayudó a crear Instituto Superior de Educación Física EFIS- Hacoaj”, que durante más de 15 años formó cientos dejóvenes y nutrió de profesionales a la Comunidad JudíaArgentina y a muchas otras alrededor del mundo. Mauricio asegura que recibió de su padre, Simón, la vo-cación por impulsar la educación. “Él fue mi maestro.Papá era un inmigrante que, ni bien logró establecerse enla Argentina, dedicó toda su energía a la educación judía.A su lado, yo aprendí que no podemos vivir aislados. Y loque heredé de él, con respecto a la educación, lo puse enpráctica al fundar el EFIS”. Desde que asumió como pre-sidente, Mauricio tuvo “al proyecto del EFIS entre ceja yceja”, aunque recién pudo concretarse después de finali-zado su mandato, cuando durante el gobierno de Raúl Al-fonsín se abrió la posibilidad de desarrollar los institutosterciarios. Hasta entonces, y desde el fondo de la historia, la forma-

LA MIRADA AL PORVENIR

ción de profesores de educación física tenía una fuerteimpronta militar. El EFIS entraba en escena con una pro-puesta acorde a las necesidades del nuevo tiempo que co-menzaba a vivir nuestro país. Además del conocimientoespecífico, relacionado con el entrenamiento y el deporte,los profesionales que se formaban tenían una visión de laeducación física como herramienta de integración social,en el marco de un espacio comunitario. “Habíamos fun-dado al EFIS para dárselo a la comunidad, ese era el ob-jetivo. Y tuvimos la suerte de convocar a un excepcionalgrupo de voluntarios y profesionales de primer nivel parallevar a cabo la idea, entre ellos el Dr. Jacinto Inbar, quevenía de una interesantísima experiencia en la Universi-dad Hebrea de Jerusalem y el Instituto Wingate”.Influido por su experiencia en el deporte, Mauricio Rubinsse caracterizó por ejercer un liderazgo basado en la con-formación de equipos. “Sin falsa modestia, creo que tuveuno de los mejores equipos de trabajo en la historia de laInstitución. En la secretaría, Armando Gravibker, queahora es camarista, y al recordado Rogelio Cichowolski;Vicepresidente, Mario Aizenzon; Tesorero, Jaime Berliner-blau, un tipo muy inteligente con quien hicimos un tra-bajo extraordinario; Mario Goijman, Secretario deDeportes; Capitán Willy Balaban y Sub Capitán NatalioHerszcowicz, un viejo remero del Club. Nuestra asesora le-trada era Meneca Danziger. También estaban Alejandro Fi-larent en la Comisión de Secretaría, Chiche Gersberg comoSecretario de Cultura, Mario Kaminsky como Secretario deComunicaciones y Juan Ofman como Secretario de Club deCampo. Un verdadero lujo. Hablaba con cada uno y losdejaba hacer, porque ellos sabían en su materia muchomás que yo. Aparte era gente decente y capaz. En cuantoa la estructura profesional, también fue una época decambios. Ingresó Enrique Burbinski como Gerente General,luego de la excelente gestión que durante más de cua-renta años había llevado adelante José Jerusalinsky,acompañado por su hermano Daniel”.A sus ochenta años, Mauricio Rubins no se conforma vi-viendo de recuerdos. Como siempre, tiene la mirada puestaal futuro. “Hace un año y medio me llamó Adolfo Mogi-levsky y me propuso reflotar el proyecto del EFIS. Yo ledije que sí y que debemos llamar a la gente que trabajóconmigo, aunque estuviese retirada de la vida comunita-ria. A eso queremos volver, porque es un proyecto para lacomunidad, como formador de profesionales para dirigirinstituciones como la nuestra”. Quién sabe, tal vez prontopueda agregar una página más a su ya frondoso curricu-lum vitae.

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MARGARITA wAIS

con su RaQueta de sQuash,

uno de los sÍMBolos de

su paso poR nuestRo cluB.

“Mi pasión poR el peRiodisMo

depoRtivo nació en hacoaJ”.

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a ex campeona argentina y sudamericana de Squash, Mar-garita Wais, es una pionera entre las mujeres periodistasespecializadas en deportes. Y, según ella misma afirma,esa pasión por el deporte y el periodismo nació en Ha-coaj impulsada por “la locura” competitiva por parte de sufamilia. Sin embargo, su primer recuerdo de Hacoaj no tiene quever con el deporte. “Me acuerdo de los grupos; esperabacon gran alegría los encuentros de los viernes en la SedeCapital para verme con mis amigos”. A los 7 años, en pa-ralelo a las actividades sociales, comenzó asistir a las es-cuelitas deportivas de cestoball, tenis y hockey. Pero pocoa poco se fue volcando a los deportes individuales que,según Margarita, “Fueron mi perdición”. Sus comienzos en el squash fueron un poco de casuali-dad. Cuando Margarita cumplió 15 años, en 1985, se ju-gaban las Macabeadas. Sin dudarlo, ella pensaba asistircomo representante de tenis, al igual que sus padres. Peroun siempre inoportuno sarampión se apoderó de su cuerpoy tuvo casi un mes de reposo. Claramente su inquietudpor los deportes continuaba aún estando enferma. Asíque, una vez recuperada, preguntó en el Club: “¿hay genteque vaya a jugar al squash?” No había chicas, entoncescomenzó a practicar. “Me puse a jugar tres meses, se armóuna clasificación y viajé a las Macabeadas como repre-sentante de mujeres, cuando volví estaba fascinada con eldeporte”, cuenta emocionada.Por aquellos años, Margarita se hacia tiempo para jugarTenis y Squash, hasta que los entrenadores la obligaron aelegir. “Me decidí por el Squash”. En esa época, el deporteera muy poco conocido y Margarita fue pionera en la alta

UN CLUBHERMOSO

competencia. “Muchas veces me preguntaban ¿Qué es elSquash? ¿Es como Padel?... Y yo me enojaba”.Una vez que terminó sus estudios, a los 22 años, se dedicóde lleno al squash. Se fue a vivir a Inglaterra para jugar elcircuito mundial y se alejó temprano del Club. De todosmodos, recuerda con mucha felicidad que “Hacoaj es partede mi infancia, de mi primera adolescencia, de mi primeraindependencia, y a lo largo de mi carrera deportiva, con-firmé -después de haber estado en el club donde se juegael British Open de Squash, en Key Biscayne en tenis y enestadios importantísimos de distintos deportes- que Ha-coaj es uno de los clubes más hermosos del mundo”.Llegó a estar 60ª en el ranking mundial y alcanzó el cam-peonato sudamericano en 2003 y 2005. También jugó encategoría de hombres, porque en la de mujeres ya habíaganado durante seis años consecutivos. Además, elSquash le abrió las puertas al periodismo deportivo, opor-tunidad que le permitió desarrollar su carrera profesional.Sin embargo, si Margarita tuviera que elegir un momentode satisfacción, no serían ni las medallas ni los premios:“Volvería a los días de fin de semana en el Club, sobretodo en verano, por la libertad y la independencia quemis padres me daban. Era llegar a la mañana e ir a al-morzar con amigos o en familia”, cuenta con los ojos lle-nos de lágrimas. Actualmente está retirada de la actividad deportiva, haceyoga y un poco de gimnasia. Sus padres siguen en Hacoajy tienen su casa en el Club de Campo. “Hacoaj tiene talsolidez que da la sensación de que tuviera mucho más que75 años. Muchas veces me pasa que, cuando digo que meinicié en el Náutico Hacoaj, muchos me dicen: ¡Qué bien!Y es en este sentido que haber pertenecido, pertenecerhoy sin competir y haber crecido un poco con el Club megenera un gran orgullo”, asegura con la voz casi quebrada.

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CHACO JAROSLAVSKY

uno de sus Más gRatos RecueRdos.

la visita del pRiMeR MinistRo

de isRael, itzJaK RaBin z”l,

con Quien coMpaRtió un

paRtido de tenis, en 1980.

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n Hacoaj nadie conoce a Jorge por su nombre, porque eldía en que llegó lo recibieron regalándole un apodo queduraría toda la vida: “Chaco”. Si bien nació en Entre Ríos,a los 11 años se fue a vivir a la provincia a la que debesu sobrenombre.Cuando terminó la secundaria decidió estudiar en La Plata,y tenía arreglada una beca con el club Estudiantes que lepermitiría jugar al basquet e ir a la facultad. Pero un tíole propuso ir a conocer el club del cual formaba parte, elNáutico Hacoaj. Jorge aceptó y se fue al Tigre, a jugar enla cancha de polvo de ladrillo que por aquel entoncestenía el Club. Sus compañeros de equipo le preguntaron elnombre y como Jaroslavsky resultaba demasiado compli-cado para pronunciar en medio de un partido, le inventa-ron el apodo. Corría el año 1952 y así nació Chaco.Decir que nació no es casual, porque su vida fue otradesde ese día, una vida que transcurrió en Hacoaj. Con sucaracterística sonrisa, esa que mantiene durante toda lacharla, las anécdotas aparecen casi sin esfuerzo. Chacoreflexiona una vez más sobre lo que Hacoaj significa paraél: “Cuando se dice que el club es tu segunda casa, enmuchos casos es pour la galerie, una forma de decir. Peroen mi caso no es una exageración, porque yo vine del in-terior y la gente que fui conociendo fue toda de Hacoaj:mis amigos, mi mujer y después toda mi familia”.Aunque llegó y fue fichado por su performance comopivot, su papel en el Club fue mucho más allá de las líneasblancas de la cancha. Su trayectoria como dirigente es ex-tensa: comenzó como integrante de la Comisión Basquet,después fue secretario de ese deporte, integrante de laComisión de Deportes, Secretario General de Deportes, Te-sorero y finalmente Vicepresidente. Al combinar tantoscargos representativos y una facilidad extraordinaria parahacer amistades, Chaco fue protagonista de varios mo-mentos memorables de la historia del Club.Uno muy especial fue la visita del Primer Ministro ItzhakRabin al Náutico Hacoaj. Los ojos todavía le brillancuando la recuerda. Fue en 1980 y Chaco, como Secreta-rio de Deportes, era uno de los designados para acompa-ñarlo. Se sorprendió cuando, después de un discurso en elgimnasio de la Sede Capital a tribuna repleta, Rabin ledijo que quería jugar al tenis. Sin dudarlo, organizaronun partido para el día siguiente. “Cuando uno tiene unarelación, como la que yo tuve con gente como Rabin,aprende a valorar ciertas cosas que quizás no veía.

DEPORTISTA Y DIRIGENTE

Aprende de su grandeza. Y es al día de hoy que me duele sumuerte”, piensa en voz alta Chaco. Todavía alguno le preguntacuál fue el resultado del mítico partido, pero él ya ni se acuerdade esa parte anecdótica: “De lo único que estoy seguro es quenos divertimos mucho, y que pude conocer una gran persona através del deporte, que siempre facilita establecer vínculos”. Precisamente, si hay alguien que sabe hacer amistades en eldeporte, ese es Chaco. No deben ser muchos los jugadores,como él, que otros equipos invitaban a sus giras y le pedíanque jugase para ellos una vez retirado, como lo hicieron Macabiy Ciudad de Buenos Aires. “Era más una cuestión de afinidadque deportiva. Por eso pensaban en mí cuando necesitabangente”, asegura.Por más que no haya ganado muchos títulos con el equipo debásquet, recuerda con orgullo un trofeo que considera el másimportante. Debían enfrentar a San Andrés pero el técnico delequipo rival se había olvidado los carnés, por lo que los árbi-tros se negaron a jugar el partido. Sin embargo, en vez de que-darse con los puntos, Hacoaj decidió realizar el encuentro otrodía, para que sea más justo. Los de San Andrés estaban tansorprendidos y agradecidos por la actitud de los de Hacoaj queles prepararon una cena para compartir entre todos después delpartido, en la que les entregaron el Trofeo a la Amistad. “Paramí no puede haber un reconocimiento más grande que ese, por-que nos valoraron dentro y fuera de la cancha”, sentencia Chacoque, como este, tiene varios ejemplos más en su carrera.Volviendo a su trayectoria como dirigente, también tiene his-torias para sacar de ese baúl de anécdotas que parece inago-table. En 1979, mientras estaba en el cargo de Secretario deDeportes, el club organizó el Campeonato Argentino de Meno-res de Tenis, patrocinado por la Asociación Argentina de Tenis:“La comisión de ese deporte tuvo un trabajo excelente porqueen unos pocos días alojamos y atendimos a chicos que llega-ron de todo el país, y lo hicimos sin todas las comodidades quehay ahora”, reconoce mostrando la satisfacción por un trabajobien hecho. Pero eso no fue todo sino que puede darse el lujode afirmar que de ese torneo participó y se destacó corriendopor el polvo de ladrillo de Hacoaj una jugadora que ya pintabapara promesa: ni más ni menos que Gabriela Sabatini. Para tener una idea de lo que significa Hacoaj en la vida deChaco, y Chaco en la vida de Hacoaj, basta sentarse a conver-sar unos minutos con él y dejar que los recuerdos fluyan y re-vivan las viejas épocas. O escuchar que sus hijos se criaron enel club que le dio la bienvenida en la gran ciudad y que dos desus nietos siguen el mismo camino, que seguramente tambiénmarcará sus vidas.

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CLAUDIA LANG

la histoRia de claudia es la del cluB.

su adolescencia, sus dos años

de noviazgo, sus veintitRés

de casada, los cuatRo chicos

Que cRecieRon aQuÍ…

lo Que se dice, todo.

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uando Claudia piensa en el club, lo que le aparece en pri-mera instancia es la cancha de voley. Pero tranquilamentepodría ser la nursery, la pista de atletismo, la Quinta Gol-feld o incluso los vestuarios. Podría pensar en ella misma,Claudia Lang, o hacerlo en Jorge. O podría, ¿por qué no?,pensar en Vane, Nico, Mati o Ary. Podría pensar en cual-quier momento de tantos sábados o domingos, en cual-quier lugar del club, porque cada rincón de Hacoaj fue elescenario de una parte importante de su vida en todo mo-mento… y su vida misma transcurre aquí.No es casual entonces, que asegure que su vida transcu-rre en el club, como una especie de historia paralela,atravesada en todos los ámbitos posibles. El primer cruce con Hacoaj fue a los doce años, cuando sumamá la inscribió (junto con sus dos hermanas) en voley.Más de diez años jugó con la camiseta azul. Y si bien anivel individual fue una gran experiencia, ésta se enri-queció aún más cuando “el tío Nelson”, que también ju-gaba al voley, luchó por presentarle a su sobrino Jorge,quien desde entonces iba a complementar su historia enel club.A diferencia de lo que había ocurrido con ellos, Jorge yClaudia decidieron que el camino de sus cuatro hijos em-pezara en Hacoaj desde el embarazo, para que se empa-pasen del club todo lo que pudieran. Debe haber un granporcentaje de socios que conoce a algún Molchadsky, delos grupos, de judo, de canotaje, de softbol, de fútbol osolamente, por habérselos cruzado en los pasillos del club.En el kiosko, por ejemplo, tenían una cuenta especial ycualquiera de los cuatro compraba y le anotaban. Cuentala leyenda que el día que decidieron cerrar la cuenta, pre-ocupados por la elevada suma, Adriana la kioskera, fue laencargada de explicarle a uno de los hijos la situación.Sin dudarlo, y lleno de ira, él le gritó a todo Tigre “¡Peroyo quiero mi huevito Kinder!”.Claudia se encargaba de llevar a los hijos a la actividadtodos los fines de semana, aún los días lluviosos, en losque el estacionamiento se ve desolado, con sólo uno odos autos. “En el club no había nadie hasta que llegába-mos nosotros, sonriendo”. De alguna manera, Claudia de-cidió que no iba a haber mucha elección: el deporte era

UN LUGARPARA DESCUBRIR

a gusto de cada uno, “pero ir a los grupos era obligatorio¡pobre del que no iba a la actividad!”, recuerda entrerisas. “Yo quería que socialicen desde chicos, porque meacuerdo que a mí me había costado al principio. La dife-rencia es que ya conocés a todos los chicos y te conocetodo el mundo. Entrás y sos más social, es más natural.Así que yo quería que desde chiquitos tuvieran su lugar enel club”.Hasta ahora, la historia típica de una familia (bastante)numerosa que aprovechaba y disfrutaba todo lo que elclub les brindaba. Pero ellos decidieron ir un poco másallá y así fue que los tres hijos varones celebraron su BarMitzva en Hacoaj. El primero fue por casualidad. Porque enel trajín de llevar y retirar a cada hijo de cada deporte re-sultaba más cómodo. Pero también tenía que haber otromotivo, sino no se explica que sus otros hijos también lohayan hecho en el club. Tenía que tener algo que distin-guiera la opción Hacoaj a la de un templo. “Lo distintoera, precisamente, que se trataba de nuestro club. Era unmarco más familiar, que conocíamos mucho”. Eso, sumadoal enganche que tuvieron rápidamente con los rabinosAlejandro Avruj y Graciela Grynberg, hizo que a la familiaentera le encantase la alternativa, especialmente a loschicos, los protagonistas. Así que, a la tradición de cadafamilia judía del bat y bar mitzvá, los Molchadsky le agre-garon otra: la de integrar los valores judíos y tradiciona-les con la cotidianidad y el espacio que pertenece alsocio.La historia de Claudia es la del club. Su adolescencia, susdos años de noviazgo, sus veintitrés de casada, los cua-tro chicos que crecieron aquí… Lo que se dice, todo. Desde que Jorge falleció y los chicos se hicieron más gran-des, Claudia no va mucho al club. Pero le satisface saberque les dejó a los suyos todo el amor que sintió siemprepor la camiseta y el legado mayor a sus hijos: la pasiónpor el deporte, la vida social, la vocación, los espaciospropios y sobre todo, las ganas de que sigan descubriendomás cosas por su cuenta.

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JUAN OFMAN

ex pResidente

(1978 - 1980; 1988 - 1990; 1994 - 1998; 2001 - 2005),

en una de las canchas de

FútBol de la sede tigRe

“RoBeRto MaliaR”, con el

eMpRendiMiento Jai de Fondo.

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uan y Berta Ofman habían visitado varios clubes en elafán de darles a sus hijos, Marcelo y Osvaldo, una forma-ción deportiva, en un ámbito comunitario judío. Era elaño 1968 y conocían Hacoaj sólo por su nombre; su buennombre, cabría agregar. Cuando llegaron por primera vezal Tigre, algo los atrapó. Les ocurrió lo que a muchosotros, antes y después. Tal vez fue el paisaje, quizás elclima familiar y amistoso, probablemente la sensación depujanza o la certeza de que en Hacoaj se podían realizarlos sueños. Hacoaj era el lugar perfecto para que un em-prendedor encontrase terreno fértil para sus inquietudes. Todo comenzó con el fútbol. De joven, Juan había dedi-cado buena parte de su tiempo y su energía a alimentarsu pasión, no sólo dentro de la cancha. El fútbol fue, tam-bién, la oportunidad de ejercitar sus dotes de organizador.Los primeros pasos en la formación de equipos infantileslos dio en la Escuela Andrés Ferreyra, del barrio de La Pa-ternal, a la que habían concurrido sus hijos y él mismo. Con esos pergaminos llegó a Hacoaj donde, en ese en-tonces, el fútbol no tenía competencias internas, ni divi-siones inferiores, ni representación organizada. “Era undeporte de cuarta categoría”, resume Juan con su carac-terística contundencia. Naturalmente, Juan se acercó a laúnica cancha que había en la Sede Tigre, invariablementeacaparada por los veteranos. Allí conoció, entre otros, aIsaías Krochik y a “Cacho” Aizenberg, por quienes guardaun afectuoso recuerdo. Aceptó colaborar en la Sub Comi-sión con una condición: que lo dejaran organizar el fút-bol infantil ya que, para que la actividad creciera fuerte ysólida, había que comenzar desde la base. Durante másde dos años, recorrió el Club incansablemente, cada finde semana, invitando a los chicos, uno por uno, a jugaral fútbol. Pero los mismos padres que lo alentaban a for-mar las inferiores, no querían ceder la única cancha dis-ponible. Por eso, el piberío se reunía en el centro de lapista de atletismo. Algunos de esos chicos hicieron ca-rrera. No caben dudas de que la lista sería interminable,pero al preguntarle algunos nombres, Juan cierra los ojosy recuerda: “Brailovsky, los Schor, Slotnik, Mariano Che-maya, Gusi Fiszbajn, Oksengendler, Cuño, Katz, los Ro-sental… decenas y decenas de chicos. Imposiblenombrarlos a todos. Pero lo más importante es que mu-chísimos de ellos, cuarenta años después, siguen jugandoen los equipos de veteranos y, más aún, siguen siendo so-cios del Club. Ellos y las familias que formaron”.En 1970 Hacoaj organizó una Macabeada para chicos y jó-venes. Se jugó al fútbol en el terreno en el que funcionaba

TODO COMENZÓCON EL FÚTBOL

un estacionamiento: así nació la vieja Cancha 2. A fuerzade convocatoria, el deporte fue ganando más espacio.Aquella Macabeada, y las siguientes en Rosario y Men-doza, son evocadas como el “acta de nacimiento” del fút-bol organizado en nuestro Club. El viaje a Rosario fue unaprueba de fuego. “Trabajamos mucho para llevar dos equi-pos, una sexta y una séptima. Los más chiquitos salieroncampeones y los grandes perdieron la final por penales”.Al año siguiente, cuando viajamos a Mendoza, ya estába-mos consolidados. Por su trabajo en el fútbol, Juan Ofman ganó un espacioen el reconocimiento de la dirigencia del Club, que vio ensu figura alguien a ser tenido en cuenta. En 1975 fuenombrado Tesorero, luego de haber actuado en la Coope-rativa Futuro, vinculada a Hacoaj. Fue Tesorero por tresaños: dos en la presidencia de Roberto Maliar y uno en lagestión de Alberto Smulevich. “En 1978, con sólo diezaños de socio, me eligieron Presidente”. En 1980, bajo lapresidencia de Mauricio Rubins, Juan fue nombrado Se-cretario de Club de Campo y un año más tarde, elegido Vi-cepresidente. El Club estaba inmerso en una etapa dedesarrollo, en la que se presentaban grandes desafíos: elsurgimiento de los countries y el crecimiento de nuevosdeportes como el golf eran realidades que debían ser te-nidas en cuenta. Hacoaj debía prepararse para satisfacerestas necesidades. La respuesta de acción fue el lanza-miento de la Operatoria Club de Campo. Para llevarla ade-lante fue necesario movilizar recursos, entusiasmar a losindecisos, convencer a los escépticos, lidiar con los vai-venes de la imprevisible economía argentina y poner enjuego un fuerte compromiso, una gran cuota de imagina-ción y muchísima visión de futuro. Los resultados, estána la vista: el Club de Campo de Hacoaj es una realidadcontundente, con más de quinientas familias residentes(la mitad de ellas en forma permanente), un espacio de-portivo de lujo que incluye una de las mejores canchas degolf del circuito de la AAG y, especialmente, un potencialde crecimiento sin techo.Cuando enumera los proyectos institucionales de los queformó parte, y que incluyen el desarrollo de los Bunga-lows a principios de los ochenta y del EmprendimientoJai, en esta última década, Juan hace hincapié en un con-cepto que considera fundamental: estos no fueron los lo-gros de una sola persona, sino de cientos y cientos quecreyeron en Hacoaj y que lo apoyaron desde el inicio,cuando no era más que el sueño de algunos visionarios. Yasí fue, nomás. Y así será, mientras haya gente como Juanque mantenga viva esa llama, esas ganas de hacer, esapasión por realizar.

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ARIEL KIEVSKY

encontRó su vocación pRoFesional poR

la educación en hacoaJ. “estáBaMos en

una vanguaRdia hasta ideológica, en

Muchos sentidos: FoRMáBaMos Jóvenes.

y tRaBaJáBaMos Muy RiguRosaMente”.

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lo largo de su historia, Hacoaj fue evolucionando deacuerdo con las exigencias del contexto social, político yeconómico de la Argentina en general y de la ComunidadJudía en particular. Lejos de ser una isla, el Club se pro-puso dar respuestas a los cambios -a veces graduales, aveces violentos- que se fueron produciendo en nuestrasociedad. Hoy decimos que los setenta fueron años ex-plosivos, en el sentido más amplio de la palabra. Se vivíaun clima de efervescencia política, artística y cultural quebuscaba nuevas formas de expresión las que, muchasveces, terminaban como manifestaciones de pura violen-cia. Al menos en la primera parte de aquella década aúnse creía, tal vez con ingenuidad, en las posibilidades deciertas utopías sociales. Aquel fue un tiempo de idealis-mos y desafíos para todo lo que se consideraba acadé-mico y, por lo tanto, anquilosado… Una época deexploraciones y cuestionamientos que, en la Argentina yen América Latina, terminó abrupta y trágicamente aho-gada en la más obscena de las represiones.¿Cómo vivió Hacoaj aquellos años? Fue una época de cre-cimiento en la cantidad de socios, infraestructura y acti-vidades. También fue un tiempo de cambios. Hacoajcomenzaba a ampliar su visión con el fortalecimiento delas propuestas educativas y recreativas.“Los setenta fueron años bárbaros, espectaculares, en elclub”, afirma con decisión Ariel Kievsky quien, de algunamanera, fue testigo e impulsor de aquel proceso de cam-bios.Ariel señala a los campamentos en La Cumbre (Córdoba)como una experiencia determinante en su vida. “Tendríaunos 11 años y, aunque fue medio duro para mí al prin-cipio, me enganché mucho con las actividades que seproponían. A partir de esas experiencias me interesé enlas actividades recreativas sociales no deportivas”. En-tonces se dio un proceso casi natural en la vida de su ge-neración en Hacoaj: llegó el momento de hacer la Escuelade Madrijim. Luego, el trabajo como madrijim, en el quefueron ascendiendo por los grupos de infantiles y prima-ria, hasta llegar a juveniles. La hadrajá fue una nueva forma de vincularse con el club:un primer paso en el mundo laboral pero también unadecisión que influiría absolutamente en su futuro, a nivelpersonal y profesional. A través de Hacoaj, y con ungrupo de cinco amigos, viajó por un año a capacitarse

CAMINOS ABIERTOS

en Israel, en el Majón de Madrijim. “Yo venía de estudiarCiencias Exactas pero al regresar del majón, ya en la se-gunda parte de los setenta, me inscribí en Ciencias de laEducación porque ya tenía mi experiencia en la educa-ción no formal. Estábamos en una vanguardia hasta ide-ológica, en muchos sentidos: formábamos jóvenes. Ytrabajábamos muy rigurosamente. Planificábamos, tenía-mos reuniones de equipo, supervisiones individuales. Setrabajaba muy seriamente, con mucho entusiasmo y ade-más de una forma muy divertida porque, en definitiva,éramos un grupo de amigos. El trabajo, la salida social yla causa de formar, o ayudar a formar jóvenes judíos eranuna misma cosa”.La segunda parte de los años setenta, la época más trá-gicamente oscura de la Argentina, fue un tiempo en queel Club, como ámbito comunitario, era percibido como unespacio más seguro para contener a los chicos y jóvenes.Un espacio que, además, contrastaba seriamente con loque se podía hacer en otros ámbitos, como la escuela,por ejemplo. “Hubo un poco del afuera, del contexto, queayudó a ese ‘estar hacia adentro’, pero también creo quefue un momento que el club supo aprovechar. Fue untiempo muy interesante que se dio entre la creación y eldesarrollo del Departamento de Cadetes con la gente queestuvo en ese período. En eso tuvo mucho que ver Roge-lio Cichowolski. En una época estuvo también Mario Goij-man, con su hermano… Recuerdo también a HildaAltman”.Tras un nuevo período de capacitación en el exterior pordos o tres años, esta vez en los Estados Unidos, tambiéncon el apoyo de Hacoaj, Ariel volvió a la Argentina y a laInstitución para organizar el Departamento de Juventud,con el objetivo de retener y hacer volver a los jóvenesuniversitarios: “Allí trabajamos bajo la dirección de En-rique Burbinski. Entonces nos planteamos varias cosas:tenía que haber actividades convocantes. Inventamos re-citales en el club para los jóvenes. Estamos hablando delaño ochenta y pico, hacia finales de la dictadura, cuandopor ejemplo vino a cantar Víctor Heredia. Y hacíamosesos recitales una vez por mes para convocar a los jóve-nes con cosas que tuvieran que ver con ellos. Tambiéncreamos el Moadón en la Sede Tigre, con la ayuda de LeoKopelioff y de Sergio Polakiewicz. Para esa época se co-menzó a consolidar Guilboa, que también fue una exce-lente experiencia de creación”.

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DANIEL OCHACOVSKY

la ReMeRa del hacoaJ Running teaM,

un sÍMBolo de la peRtenencia

al eQuipo, en una actividad Que

daniel desaRRolla en hacoaJ.

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e chico nunca se hubiese propuesto ser deportista pero lamonotonía y la receta del médico lo llevaron a pisar porprimera vez una pista de atletismo. Primero trotando unosveinte minutos, luego animándose a unos cuarenta, DanielOchacovsky se fue acercando no tan de a poco al deporteque hoy es su actividad preferida: el atletismo.Y si bien el impulso que lo acercó fue más que nada clí-nico, lo que hoy le da el running, como prefiere llamarlo,es algo totalmente distinto, es “haber encontrado degrande una actividad que puedo sostener, donde juega lodeportivo y lo que tiene que ver con la salud, ya que per-mite hacer una actividad donde cada uno pone su nivel deexigencia y no hay competencia por delante más allá dela que tenemos con uno mismo, como poder ir mas rápidoy hacer mayores distancias”.Daniel comenzó a correr en Hacoaj hace solamente cua-tro años, siendo ya adulto, como la mayoría de los sociosque participan en el atletismo. Al poco tiempo recibió unallamada de su amigo Sergio Selzer, el mismo que lo habíahecho ingresar al grupo, para que se anote en lo que seríasu primera carrera de aventuras, una de diez kilómetros.Al principio lo dudó, no sólo porque nunca había corridoen una de estas competencias (en donde se alterna el run-ning con distintas dificultades, como trepar, cruzar algúnlago, escalar), sino porque estaba el desafío de no sabercon qué se iría a encontrar. “¿Para qué me meto en esto?¿Quién me manda?”, es lo que varios deben preguntarseantes de empezar a correr. “Y uno se manda. Esto es laadrenalina de querer hacerlo de nuevo, después de ha-berlo hecho por primera vez. Es inexplicable, porque haynervios la noche anterior y no dormís como si fuese unexamen. Después te levantás temprano con miedo a qué

EL LÍMITE, SIEMPRE MÁS ALLÁ

te vas a encontrar. Una vez que estas ahí, entrás en elclima de la carrera, te encontrás con todo. Y después estáel placer de haber cumplido un objetivo, que en definitivaes algo que no manejas hasta vivirlo y ver con qué tetopás”.Poco tiempo después, se le vino encima una exigencia aúnmayor: una media maratón que organizaba Cilsa, para re-caudar fondos con fines benéficos. El desafío era doble, yaque no sólo iba a ser la primera vez que corría veintiún ki-lómetros sino que era el encargado de convocar en menosde cuatro días a la mayor cantidad de socios que quiera re-presentar al club en esa carrera. Pero no lo dudó y juntocon el Tano Bernator, el entrenador de Hacoaj, reunieronmás de quince personas con la camiseta del club. Representar al club en eventos tan grandes siempre le ge-nera la misma sensación de satisfacción que hace que nose saque nunca la camiseta de Hacoaj. “En general, lasremeras que tenés que usar son las que te provee el queorganiza la carrera y te obliga a llevarlas puestas. Perocuando terminamos nos ponemos la del Club para hacerpresencia y que se vea”.La camiseta del Club no la lleva uno, la llevan todos. Eneste sentido el deporte se torna algo totalmente grupal yse aleja de la idea preconcebida de varios de que el atle-tismo es individualista. Genera algo de cuidado por el otroque se da naturalmente, sin que nadie se lo proponga.Puede ocurrir que en el medio de una carrera alguien mar-que con el dedo una raíz, para que otro corredor no setropiece. Aún en esos momentos donde hasta el aire es-casea, se van dando apoyo los unos a los otros. “No creoque haya muchas actividades deportivas que generen estacosa instintiva de cuidarte a vos y al otro”, asegura.Por los desayunos después de las carreras, por afecto asus compañeros, por la sensación de vitalidad que lo cargade energía para todo, Daniel está seguro: piensa corrermientras sus rodillas se lo permitan.

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GERARDO HUTNIK

el voley y los RiKudiM, son dos

de las aFiciones Que geRaRdo

desaRRolló en hacoaJ.

en esta Foto, con su caMiseta

de los años ochenta.

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i primer ensayo en Guilboa me dio mucha verguenza, por-que me encontraba totalmente inhibido. No tenía ni ideade qué se trataban los Rikudim. Entonces, marcaba unpaso atrás de todos y muy tímidamente iba practicando alcostado. Pero después me fui soltando, no era fácil re-cordar tantas secuencias de pasos; tenía que repetirlasvarias veces”, cuenta Gerardo Hutnik, quien tuvo y tieneun gran compromiso social y deportivo con Hacoaj. Essocio desde 1974, participó en la Sub Comisión de Voley,fue secretario de Rikudim, bailarín y representante artís-tico de Guilboa y actualmente integra el equipo de maxivoley. Gerardo venía de instituciones más pequeñas a las que nohabía logrado integrarse. Al poco tiempo de conocer Ha-coaj todo cambió, rápidamente se encontró practicandoen la escuela deportiva de voley y enseguida comenzó conlos entrenamientos como federado. No pasaron más deseis meses y llegaron las primeras Macabeadas para me-nores que se hicieron en el Club. Esa experiencia terminópor afianzar a Gerardo completamente. “Toda la etapa delequipo de voley fue una sucesión de momentos muy lin-dos para mí, porque ese grupo pasó a ser mi marco social.Todavía tengo amigos de esa época. No sólo íbamos ajugar, también compartíamos salidas. Ese fue el puntapiéinicial que me permitió, con el tiempo, un enriqueci-miento personal en todos los aspectos”, explica Gerardoemocionado.Su relación con Guilboa surgió de casualidad; un día, ibacaminado por el Club, luego de jugar un partido de voleyy se encontró con Andrea Ader (que practicaba el mismodeporte) que estaba junto a los hermanos Javier y JoséReznik. Ellos le dijeron: “¿Por qué no venís a Rikudim?”.Todavía no existía Guilboa, pero ya había un grupo que seestaba formando. Gerardo confiesa que “se moría de ver-güenza” y que “lo último que imaginaba en su vida eraque iba a subir a un escenario a bailar”. Si bien era untipo introvertido y muy tímido, lograron convencerlo. “Undía fui a un ensayo y después seguí yendo hasta que fi-

¡SOY DE HACOAJ!

nalmente dejé el equipo de voley. Lo peor era que yo sabíaque mis compañeros del equipo me iban a cargar, porqueen ese momento ir a Rikudim era de maricones”, sonríeGerardo.Una vez asentado en el baile, tuvo la posibilidad de via-jar y conocer muchos escenarios de varios lugares repre-sentando al club. Participó del segundo Festival Dalia (unmega encuentro de Rikudim de todas las instituciones dela Argentina y países limítrofes) que se hizo en el Club yde a poco fue logrando una identificación irrestricta conHacoaj. “Tenía la camiseta puesta, faltaba que alguien hi-ciera cualquier crítica sobre Hacoaj e inmediatamente sal-taba. A lo mejor no tenía mucho argumento pero igual lodefendía porque Hacoaj es como mi segundo hogar”, diceGerardo conmovido y explica: “Es que Hacoaj me dio laposibilidad de desarrollarme en todos los aspectos, mesentí participante de absolutamente todas las actividadesque integré y eso me llevó a lograr esa identificación. Demodo que fui juntando cosas para hacerme de Hacoaj.Tengo amigos, practico deportes, mis hijos nacieron bajoeste techo, disfruto cada vez que entro a esta casa. ¡Soyde Hacoaj! Y todo esto se lo debo al Club”.Cada uno de los momentos que Gerardo vivió en el Club lohicieron muy feliz. No podría descartar ninguno. Por eso,si tuviera que elegir una etapa no sería una, sino todas.“Volvería a vivir todo de vuelta. Pero le agregaría máscosas, que a lo mejor no pude hacer porque en su mo-mento me estaba formando, desarrollando mi personalidady me faltaba experiencia. De todos modos, estoy feliz dehaber vivido mi vida como lo hice”.Si bien el Club cambió mucho a lo largo de los años, Ge-rardo nunca se sacó la camiseta; participó de varias ma-neras y lo defendió siempre. Últimamente volvió a la SubComisión de Rikudim para respaldar el trabajo que se estáhaciendo en el área. Asegura que es feliz viendo a sushijos bailar en Guilboa. “Eso es continuidad, estoy orgu-lloso de ellos. Ariel y Maia tienen, como yo, un amor es-pecial por el Club; aparte de haber integrado los equiposde básquet y cestoball son excelentes madrijim y estoyseguro que transmiten ese sentimiento a sus “janijim”.De alguna manera, están siguiendo mis pasos... Y eso mellena de orgullo.

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MARIO GOIJMAN

ex pResidente de hacoaJ (1990-1994),

con dos de sus pasiones,

el golF y el voley, Junto al caRtel

Que hoMenaJea la MeMoRia de

su papá, JacoBo, en el hoyo uno,

sede cluB de caMpo hacoaJ tigRe.

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ario Goijman estaba todavía en la panza de su madre, Si-mona, cuando ya era socio de Hacoaj. A los pocos años devida, el Club parecía ser el nuevo mundo para él; por eso,uno de sus primeros recuerdos de pequeño se asocia a lavida de fin de semana. Ir al Club era toda una travesía,empezaba con el colectivo hasta la estación del tren, elviaje y luego la larga caminata hasta la puerta. El regresoa casa era mucho peor, todos volvían a la misma hora y eltren se llenaba a más no poder. “Me acuerdo que -mien-tras sacaban los boletos- mis viejos me pasaban por laventanilla del tren para que me acostara y ocupase unasiento doble hasta que ellos subiesen…”, relata Mariocon su voz cargada de emoción.El arenero de la Sede Tigre es un sector muy recordadopor Mario, cuando era chico. En ese entonces todavía nohabía Escuelas Deportivas y las tardes con amigos, enaquellos juegos, eran eternas. Las colonias de verano, enla época de Nautilandia, eran la principal atracción paratodos los chicos, yo actué como líder desde las primeras:“Nos quedábamos a dormir en las habitaciones que esta-ban en la casilla de los vestuarios de la entrada, que yano existen. A mano derecha de la puerta de acceso habíaun vestuario y en la parte de arriba dormitorios. Luego, elsegundo dormitorio se hizo arriba de la casa de Rimbaud,el intendente del Club desde los inicios, que estaba endonde hasta hace poco estaba el frontón de tenis y ahora,la cancha principal”.Las actividades de Nautilandia fueron como una inicia-ción para la generación de los pibes y pibas que hoy tie-nen entre cuarenta y sesenta años. En Nautilandia se forjóese vínculo de identidad sólida, ese amor por Hacoaj. Otrade las grandes pasiones que Mario conoció y desarrolló enHacoaj es el voley. Jacobo, su papá fue Secretario de Voley y Mario un fielacompañante a los partidos de Primera División. “Cuandoera muy chiquito, los partidos se jugaban en las canchasde polvo de ladrillo, los viernes a la noche, en la SedeTigre. Hacía un frío terrible… Yo era juez de línea y aveces apuntador en el tablero. Finalmente, de tanto acom-pañar al equipo, me prendí y empecé a ir a los entrena-mientos. Se me pegó, quizás demasiado. Nunca más mesaqué la marca del voley”, se conmueve Mario. De la mano de este deporte, experimentó su primer viajea Chile acompañado por Roberto Maliar como presidente

MI PAPÁ ME METIÓ A HACOAJ EN LA SANGRE

de la delegación. “Fue el primer viaje internacional en elque ganamos; hasta el día de hoy conservo los recortesdel diario El Mercurio que decían: ‘El remachador Goijmanse destacó’”. Otro de mis recuerdos imborrables fue elhaber jugado en la Primera del Club, cuando ganamos elascenso a la Primera División, en aquella inolvidable finalen que le ganamos a Boca de visitantes. Y luego el viajea las Macabeadas en Israel.De allí seguí representando a Hacoaj en el voley, ya comodirigente, hasta la Presidencia de la Federación Argentinay del Mundial 2002, pero todo empezó con mi padre lle-vándome de la mano a los partidos nocturnos en Tigre.El softbol también fue importante en su vida. “En el Clubno había sóftbol, entonces formamos un equipo con loschicos más destacados y, finalmente, terminé siendo elprimer entrenador, junto con Alejandro Goldfeld”. El Club iba creciendo y por supuesto también Mario, quienen su adolescencia comenzó a activar en lo que luegosería Escuela de Líderes y finalmente Escuela de Madrijim.“Éramos un grupito de quince adolescentes, futuros cau-dillos, que nos reuníamos en la semana en el Club Orientey después, los fines de semana, en la Sede Tigre bajo lasórdenes de Glauco Caielli y después del Chango Borosky.A partir de ahí empezamos a realizar distintas actividadeslos fines de semana y también comencé a trabajar comovoluntario para el Club”, reseña Mario.Y no puedo dejar de recordar los primeros campamentosde Hacoaj en Córdoba, donde actué como Madrij, llenos dehermosas anécdotas.Desde aquellos inicios de la adolescencia no paró de co-laborar con el Club. Es que esa pasión personal estaba ali-mentada por el ejemplo de su papá, quien no sólo fuedirigente del voley sino que es reconocido, sin lugar adudas, como uno de los grandes impulsores de la SedeClub de Campo Hacoaj Tigre, donde Mario vive hace diezaños y del nacimiento del Golf en Hacoaj.Mario, entre otros cargos directivos fue Secretario de Ca-detes, Secretario de Voleibol (12 años) Secretario de De-portes por 8 años, Vicepresidente y Presidente, de 1990 a1994. Y finalmente “ya adulto” Secretario de Golf. “El díaque asumí la presidencia fue imborrable. Poder agradecerpúblicamente a mi padre, ya como nuevo Presidente, fuemuy impactante ya que el fue quien me metió Hacoaj enla sangre”, concluye muy emocionado.

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DANIELA FAVELUKES

JugadoRa de sóFtBol y RepResentativa

del cluB poR Más de veinte años.

“adoRo hacoaJ, poRQue es el lugaR

donde nacÍ y donde Me encantaRÍa

llevaR a Mis hiJos en un FutuRo”.

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aniela Favlukes estaba en primero o segundo año del se-cundario cuando la ORT organizó un intercambio con uncolegio de Paraguay. Parte de ese encuentro se realizabaen Hacoaj. “En determinado momento -no recuerdo cómo-me escapé del evento con uno de los chicos… y bajo esefamoso árbol, al que todos alguna vez nos trepamos -elque está frente al Moadón- di mi primer beso”, cuentaemocionada. Daniela Favelukes es integrante del equipode sóftbol de Hacoaj desde hace más de 20 años. Cuando Daniela tenía sólo 2 ó 3 años, el arenero de laSede Tigre parecía ser su misma casa y los chicos del Club,sus mejores amigos. Los cubos y muchos otros juegos quehoy ya no están, fueron su espacio preferido durantetodos los fines de semana. A los 6 años, el arenero lequedó chico y rápidamente comenzó a practicar gimnasiadeportiva con la profesora Cristina Suárez. Pero a sus 13años la jornada de tiempo completo del secundario no lepermitió continuar, ya que los horarios coincidían con losentrenamientos. Su inquietud por lo deportes era tal querápidamente se organizó con Daniela Feldman -compañerade gimnasia- y comenzaron a practicar sóftbol con Mari-lina Mohadeb. “Con ella empecé la Escuelita y a partir deahí no paré nunca más”.Durante los partidos, el moadón se poblaba de una fuertehinchada que alentaba de la mejor manera. “Los varonesdel equipo de sóftbol nos venían a ver a todas las finalesy nosotras los íbamos a ver a ellos”, sonríe Dani. Ese fa-natismo por el sóftbol fue creciendo cada vez más y aúnhoy Daniela no puede vivir sin este deporte. Uno de los

EN HACOAJ DI MI PRIMER BESO

momentos más intensos tiene que ver con las MacabeadasPanamericanas de 2007. “Al día siguiente jugábamos lafinal, pero teníamos un equipo muy fuerte conformadopor la entrenadora Gimena Rossi, Lore Feldman, DanielaFelcman, Valeria Livshitz, Marilina Mohadeb, Laura Burs-tein, Carolina y Adriana Leibman y Paula Meisozo, entremuchísimas otras. Entonces invité a algunas chicas delequipo a dormir a mi casa como para tener ese espírituMacabeo. Llegó el gran día, nos levantamos, fuimos parael Tigre y jugamos un partido bastante ajustado que nosdejó en segundo lugar. Más allá de los resultados, fue muylindo jugar y recibir las medallas en nuestro Club. Es unmomento que recuerdo mucho porque fue muy emotivo entantos años de juego”, se conmueve Daniela.La historia de Daniela con Hacoaj ya lleva un largo ca-mino. Todo comenzó a partir de sus abuelos; él fue ungran remero y ella se lleva, junto a Daniela, los mejoresrecuerdos en el arenero. Aunque sus abuelos ya estabangrandes cuando Daniela nació, los momentos compartidosen la Isla del Club nunca los olvida. “Hasta recuerdo queel número de carné que tenían era una cifra inferior a 100,por eso eran socios vitalcios”. Pero la historia continúa... sus padres se conocieron en elClub y como no podía ser de otra manera, Daniela se vol-vió una gran fanática de Hacoaj. “Que el Club cumpla tan-tos años me parece increíble, es difícil mantener en laArgentina una entidad tan grande durante tanto tiempo”.Por toda esa gran trayectoria familiar, Daniela no puedesentir otra cosa que no sea amor por su club, el de todala vida, el de siempre. “Adoro Hacoaj, porque es el lugardonde nací y donde me encantaría llevar a mis hijos en unfuturo”.

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VICTOR TARASIUK

socio de hacoaJ de toda la vida

y tenista RepResentativo.

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a mayoría de los socios del club han tenido la posibilidadde subirse a un bote y salir a remar. Hay quienes lo des-cubrieron de grandes, están los que lo hicieron de muychicos… e incluso contamos con un grupo muy especial:el que lo hizo desde la panza de su mamá. A éste perte-nece Víctor Tarasiuk. Socio desde que nació y fiel al estilonáutico del club, pasó su infancia yendo a remar con sufamilia por el Tigre.No fue la casualidad la responsable de su acercamiento aldeporte sino la familia, ya que todos sus primos jugabanal basquet y Víctor se enganchó muy rápidamente. Perocuando ellos se fueron a vivir fuera del país, cambió elrumbo por completo y se dedicó de lleno al tenis, deporteque juega hasta el día de hoy y que promete no dejarmientras “no tenga grandes limitaciones físicas perjudi-ciales para poder seguir jugando”.Atraído porque su papá era tenista, el punto de partida delo que sería su carrera deportiva en el club se remonta 45años atrás. La escuelita de tenis, en donde empezó ajugar, es totalmente distinta a lo que es hoy en día: “Nohabía una dinámica de enseñanza como la actual. Cuandoyo comencé eran horas y horas de frontón. Recién des-pués se iba a la cancha de tenis y el máximo placer erajugar contra el profesor para mostrarle lo que podíashacer”. Pero la realidad es que por más que los tiempos deun niño sean distintos a los de un adulto y todo sea másdivertido en la infancia “tenía que gustarte mucho el de-porte y tener mucha disciplina porque, mirándolo desdeahora, era aburrido… pero que en ese momento no me loplanteaba”. Así pasó las primeras horas de entrenamiento,peloteando contra el frontón, que en ese momento erauno sólo. Luego fue de los dos lados y ahora ni siquierahay frontón. En su lugar se encuentra la cancha central dela Sede Tigre “Roberto Maliar”.

CON LA CAMISETAPUESTA

Desde los 11 años que Víctor integra el equipo del club.Con la camiseta puesta jugó decenas de interclubes y tor-neos y participó de numerosos ascensos, entre ellos el pri-mero en la historia de Hacoaj, hace 25 años, en el equipoque formaban con Daniel Aisemberg, los hermanos Man-rud y Toto Cerúndulo. Recuerda ese momento como algoúnico, por lo que implicaba el mérito de ascender, jugandopara el primer club de la colectividad judía en llegar a laPrimera A. Dentro del torneo interno del club también tuvo sus retosy desafíos. A los 17 años le tocó jugar la final del cam-peonato con quien era la primera raqueta del Hacoaj y lamás histórica, el ídolo de todos: el Ñato Choclin, que enesa época era el mejor en forma sostenida, y todos loveían como un Nadal. “Tuve que jugar la final contra quienera mi ídolo. Y si bien uno quiere siempre ganar, aquellavez la sensación era ambivalente. Era querer ganar, perotenía que destronar a mi ídolo… era como jugar contrami padre”. Finalmente, y a pesar de la disyuntiva interna,le ganó. “Ahí estaba la ambivalencia: era el campeón perohabía vencido a quien era mi ídolo y el de todos”.Si bien fue bajando el ritmo y su participación en los tor-neos, hoy en día sigue jugando en Veteranos. Y juega cadavez que lo llaman, simplemente porque no piensa dejarde jugar ya que no encuentra otro deporte como el tenis.“Me gusta porque aunque sea individual, al jugar inter-clubes y al estar siempre con otros jugadores, se hace másdivertido. Uno convivió tantos años con gente que, pormás que adentro de la cancha era rival, afuera comparti-mos la amistad” y agrega, justificando su permanencia:“Además, me viene bien para hacer actividad física, lo quees un complemento importantísimo. Mientras no tengagrandes limitaciones físicas que sean perjudiciales, voy aseguir jugando, por ahora me las sigo arreglando”.

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ANDRéS ARAZI

uno de los pRincipales ReFeRentes

del canotaJe de hacoaJ.

ha llevado los coloRes de

nuestRo cluB a los RÍos

Más Recónditos del Mundo.

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ubió a un bote por primera vez a los cinco años, alentadopor su papá, León. Comenzó a practicar canotaje a losquince porque quería formar parte de ese grupo tan es-pecial: “el de los chicos que reman”. En la rampa del Clubconoció a su primer maestro: Oscar González. Desde en-tonces, el vozarrón de Gonza “¡Más fuerte, mi viejo!” loviene acompañando, como un aliento, en los miles ymiles de kilómetros que recorrrió en su kayak de maratón,por los ríos de Tigre y del mundo. Aún hoy, a los 39 años,Andrés extraña aquella palmada en la espalda -pesadacomo la de un oso- “con la que nos decía que íbamos aser invencibles. Era una ilusión hermosa para un chico. Yun par le salieron invencibles de verdad”. Andrés asegura que se recibió de palista el día en que,por primera vez, atravesó la línea de llegada en la regatade los mil kilómetros del Río Negro, la más larga y exi-gente del mundo. Cuando se pone a evocar aquella expe-riencia se emociona como si la estuviera viviendo porprimera vez. Fue en el verano de 1987 y corrió en undoble con su primo, Sebastián Sucari: “Llevábamos cincohoras y media, en esa última etapa, cuando de repente,al salir de una curva, vimos un puente lleno de gente ti-rando papelitos… Y lloramos…”. Una mezcla de agota-miento, alegría y dolores varios se apoderó de ellos. Erala coronación de quince días de pala y pala. Andrés co-rrió esta regata otras seis veces y la emoción al pasar pordebajo de aquel puente, siempre fue la misma.Andrés Arazi formó parte de una generación de palistasde Hacoaj que hizo historia y que colmó de copas y me-dallas las vitrinas de la Capitanía. Un grupo que tuvocomo punta de lanza a Abelardo Sztrum y que tambiénconformaron Adrián Charnis, Fernando y Pablo Suaya,Hernán Zimmerman, Sebastián Virkel, Daniel Neer, Brunoy Bernardo Szyferman y Darío Castells, entre otros. “Nin-guno de nosotros tenía condiciones sobrenaturales o ex-traordinarias -afirma categóricamente. Todo lo quelogramos fue a fuerza de un entrenamiento metódico in-tenso y de motivación”.Si bien muy pocas veces corrieron juntos, con Abelardolo une una profunda amistad. “Abi es tres o cuatro años

LAS LECCIONESDEL RÍO

menor que yo, estábamos en distintas categorías perocuando llegó a Senior, de repente se hizo grande. Dejó deser mi alumno para convertirse en mi maestro. Sin dudasél tenía un nivel muy superior”.A pesar de dedicarse a un deporte de tan alta exigencia,Andrés encontró tiempo para formarse como físico nu-clear, con un doctorado en Alemania. ¿Cómo se compa-tibilizan ambas actividades? La respuesta es simple:durmiendo poco. “En su momento fue difícil, especial-mente en época de exámenes. Pero siempre que tenía unratito libre me escapaba a entrenar. Era conocido por en-trenar de noche, a las nueve o diez, en la oscuridad delTigre”.Los que hicieron su vida deportiva en el remo o el cano-taje saben que el río es un gran forjador de amistades.Las anécdotas en este sentido son varias. Andrés recuerdauna situación que, en distintas versiones, le ocurrió a lolargo del tiempo. “Pongamos por caso lo que me pasó unavez en el Uruguay. La largada siempre es un momento degran tensión, en la que se pone mucha polenta. En elamontonamiento de botes choqué con un doble uruguayo;nos fuimos contra la costa, nos enojamos, nos insultamosy salí con un ojo morado por un palazo. En canotaje demaratón se compite en pelotones, como en el ciclismo.Uno va aprovechando la ola del que va adelante. Despuésde ese choque yo me había acoplado a un pelotón, perodespués de tres horas y media, me fui quedando solo. Eneso, miré para atrás y vi que venía un doble. Cuando mealcanzaron, advertí que eran con los que me había pele-ado. Estábamos todos exhaustos. Igualmente, ellos seprendieron en mi ola, después yo en la de ellos… Y así es-tuvimos intercambiándonos hasta la llegada. Tácitamentefuimos colaborando, después de habernos peleado tanto.Cuando llegamos nos abrazamos los tres. Años despuésnos volvimos a encontrar y nos reímos. Quedamos amigosdel deporte. Lo mismo me pasó en la última regata quecorrí en Río Negro. Discutimos con un bote, chocamos,nos peleamos, estábamos enojadísimos pero el hombredespués tuvo el gesto de disculparse. Nos dimos las ex-plicaciones y nos amigamos. A los pocos meses falleciómi padre. Él se enteró y me llamó desde Viedma. Ese tipode cosas tienen mucho valor para mí…”.

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PAULA GUZ

en esta Foto, con su actual

eQuipo de MaMi hocKey,

paula es la teRceRa de pie,

contando desde la deRecha.

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na de las principales características de Hacoaj es queofrece una amplísima y variada gama de actividades de-portivas, sociales, educativas y recreativas, para todos losgustos, edades e intereses. Lejos de ser un eslogan, estaes una indudable realidad. Cierto es, también, que tantaoferta implica ciertos riesgos: la superposición de horariosy lo que algunos, equivocadamente, interpretan como uncontradicción de intereses. Desde esta visión, quienes seinclinan por lo deportivo ignoran el aspecto social, quie-nes optan por la competencia descartan la recreación yquienes prefieren ir a los grupos, es porque son unos “pa-taduras”.Podríamos internarnos en larguísimas e inútiles discusio-nes para demostrar la falsedad de estos argumentos peropreferimos tomar algunos ejemplos reales de socios quehan logrado armonizar lo que otros ven como un absolutoincongruente. Tal es el caso de Paula Guz quien fue juga-dora de hockey desde la escuelita hasta la primera divi-sión y al mismo tiempo (¡y en el mismo club!) participóen los grupos de adolescentes, hizo la Escuela de Madri-jim, trabajó como madrijá en la actividad semanal y envarios campamentos, fue mejanejet de la Escuela, asis-tente de la Dirección de Adolescentes, Directora de Ju-ventud, mamá de dos socios, alumna de la Escuela deTenis, jugadora representativa de este deporte y miembrodel equipo de Mami Hockey. ¿Cómo comenzó todo? A la edad de las escuelas deporti-vas, luego de probar entre varias (cestoball, sóftbol,vóley, tenis y remo) Paula eligió el hockey, no porque tu-viera aptitudes especiales para este deporte sino porque,como ella misma explica: “Se formó un lindo grupo deamigas y, hasta los 14 años, cuando además empecé a ira las actividades de adolescentes, ese fue mi marco depertenencia dentro del club”. Es cierto que Paula des-arrolló una habilidad para el Hockey, sin la cual difícil-mente hubiera llegado a primera. Pero, salvo para algunospocos tocados por la magia, la destreza deportiva es algoque se adquiere a fuerza de entrenamientos, y para queuna chica de siete, diez o trece años tenga ganas de en-trenar, es fundamental la contención que le dan sus ami-gas y sus profesores. Aquí entra el recuerdo de su

HACOAJ, UNAELECCIÓN DIARIA

entrenador de la quinta división, Marcelo, quien la pro-movió a la preselección, un empujón que Paula aún reco-noce como fundamental: “Marcelo me puso mucha pila”,sintetiza.Entre sus recuerdos más lejanos está el Rancho de Hockey,a los ocho años más o menos. “Era como una colonia de-portiva, en la que nos quedábamos diez días a dormir enel club, en los dormitorios que estaban detrás de la pileta.En el hall del edificio central de la Sede Tigre hay una fotode esa época. Muchas de las chicas que estamos en esafoto, seguimos jugando al hockey”. Como capitana deaquel equipo de octava o novena, Paula se tomaba muy enserio su responsabilidad: se sabía de memoria el númerode federada y el teléfono de todas sus compañeras. “Eldeporte en equipo te da experiencias únicas. Me acuerdode los viajes en micro, de los entrenamientos en ParqueSarmiento en una cancha en la que era imposible frenarla bocha, de las concentraciones antes de jugar los parti-dos con los que ascendimos de Primera E a Primera D yluego a Primera C, que más que concentraciones parecíanun campamento, de los viajes con el equipo…” Cuando comenzó a estudiar en la Facultad de Odontología,Paula dejó de jugar al hockey. Entonces, su vinculacióncon Hacoaj se centró en su trabajo como madrijá, tareaque “disfrutaba un montón y me divertía mucho. Yo habíatrabajado en otras instituciones, pero ser madrijá en Ha-coaj era volver a mi lugar”. De ese paso recuerda espe-cialmente los campamentos en Bariloche y el viaje aIsrael, acompañando a sus alumnos de la Escuela de Ma-drijim. Al comenzar a trabajar en su profesión dejó de ha-cerlo en Hacoaj pero jamás dejó de venir al Club. Degrande descubrió el tenis pero, durante una fiesta de hoc-key, a la que asistieron entrenadores históricos como Mar-celo, Duré y Jorge, su hija se ganó un palo chiquitito “ypara mi eso fue como una señal”. Entonces decidió volvera jugar, como lo hace actualmente, en el equipo de MamiHockey. “El club es un lugar que elijo y reelijo a diario, es unaelección constante, aquí conocí a mis amigas del alma,muchas de las cuales siguen en Hacoaj. Es un lugar depertenencia importantísimo… Hacoaj es el único marcojudaico que tienen mis hijos y esas vivencias que tuve encada etapa, en cada edad, son las que quiero para ellos”.

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CARLOS F. RUBINSTEIN

en sus sesenta y tRes años

de socio, caRlos se destacó

coMo ReMeRo y taMBién, coMo

voluntaRio en las áReas

de seguRidad y en inteRioR.

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ntre los socios que ahora tienen más de setenta y tantos añoscircula una historia de ribetes policiales, que aún hoy es contadaen voz baja. Lo hacen tapándose la boca y mirando de reojo,como para cerciorarse de que nadie los escuche, especialmentecuando se menciona el nombre de su protagonista. Como ya hanpasado casi cincuenta años, creemos que es hora de decir pú-blicamente lo que muchos saben: el socio en cuestión es CarlosRubinstein, quien había llegado al Club siendo un chico de 15años, atraído por el remo, deporte que cultivó con pasión y en-trega. A pesar de los matices que adquiere según quien la relate, en lí-neas generales, la historia es así. Principios de la década del se-senta. La Argentina y el mundo estaban aún conmovidos por lacaptura del genocida nazi Adolf Eichmann a manos de la inteli-gencia israelí, el 11 de mayo de 1960, a metros de la casita pre-caria en la que vivía con su familia, bajo la identidad falsa deRicardo Klement. Esto ocurrió en San Fernando, casualmente nomuy lejos de Hacoaj. Eichmann fue llevado a Israel, donde fueacusado de crímenes contra la humanidad y contra el pueblojudío, juzgado con todas las garantías de la ley, condenado yejecutado el 1º de junio de 1962. El secuestro de Eichmann produjo tensión diplomática entre laArgentina e Israel, situación que fue rápidamente superada. Perotambién fue la excusa para que los grupos filo nazis locales,entre los que se destacaba “Tacuara”, incrementaran sus accio-nes antisemitas… y vaya si lo hicieron. Los atentados contra instituciones judías, de los que Hacoaj nofue ajeno, se convirtieron en una triste rutina cotidiana. CarlosRubinstein guarda un preciso registro de los más de cincuentahechos denunciados entre el 26 de agosto de 1961 y el 17 dejulio de 1963. Bombas de alquitrán, pintadas, ataques a perso-nas, profanaciones en cementerios e, incluso, el ametrallamientode criaturas a la salida del templo de la localidad de Florida…todo amparado por lo que él define como “un gran margen deimpunidad con respecto a los delitos cometidos en perjuicio dedistintos sectores de la comunidad”. Mientras muestra unos pa-peles amarillentos, Carlos aclara: “acá tengo un escrito judicialen el que constan más de cincuenta atentados con fecha, lugary dónde fue radicada cada denuncia. Sabemos qué daños se pro-dujeron, los nombres de los heridos y el lugar donde se hizo ladenuncia pertinente. Y, en algunos casos, si el juez atendió des-pués la causa. Pero ninguno de estos hechos fue jamás esclare-cido… Jamás se supo nada.”A pesar de esa impunidad, la respuesta comunitaria fue, por unlado, intensificar las denuncias judiciales y por el otro crear lasprimeras comisiones de “bitajón” (seguridad). Hacoaj se puso ala vanguardia de este movimiento. El primer Secretario de Se-

UNA HISTORIAPOLICIAL

guridad (hoy prevención) de la Institución fue Carlos F. Rubinstein.Se organizaron grupos de deportistas que se dedicaban a custodiarescuelas y templos, especialmente durante las festividades. Su fun-ción era preventiva y disuasiva, ya que iban armados sólo con suspuños, los que tuvieron que usar en más de una oportunidad.En octubre de 1962, los socios a cargo de la custodia de la SedeTigre, entre los que se encontraba Carlos, detectaron dentro delClub a dos jóvenes desconocidos en actitud sospechosa, los quefueron detenidos con la ayuda de la policía, trasladado a la comi-saría en los automóviles de Carlos y del Gerente Institucional JoséJerusalinski. Allí, los intrusos fueron identificados como miembrosde Tacuara. Pocos días después, se desató una copiosa campañaperiodística en la que se informaba “el descubrimiento de una cé-lula terrorista con vinculaciones internacionales” y la presencia de“armas y bombas de una célula comunista” implicando en estos he-chos a Carlos Rubinstein. Ese fue el precio que pagó por haber lle-vado adelante el procedimiento contra los miembros de Tacuaraen Hacoaj. Carlos fue anoticiado de que había una orden de cap-tura en su contra y que la policía se dirigía a su domicilio para de-tenerlo junto a su esposa. Se lo acusaba de haber ocultado armasde guerra, cachiporras y cuchillos en su automóvil, así como bom-bas, granadas y panfletos castristas en su casa material todo que,según Carlos explica, le fue “plantado”.Varios de sus amigos de Hacoaj actuaron inmediatamente en suresguardo, ocultándolo primero y ayudándolo a salir del país rumboal Uruguay. También declararon a su favor ante la justicia. Entreellos, Carlos menciona especialmente a Billie y Miguel Goldfeld,Jorge Bruetman, José Jerusalinsky y muy especialmente quien eraentonces el Presidente de la Institución, Roberto Maliar, quienlogró que Carlos fuera defendido por el prestigioso abogado cri-minalista Prof. Dr. Bernardo Beiderman quien también, por algu-nos años fue socio de Hacoaj antes de radicarse en Israel. Todosellos le prestaron apoyo emocional y material, ya que por largotiempo Carlos y Fortuna debieron ausentarse de su casa (la quefue saqueada a pesar de estar bajo custodia permanente) y dejarde trabajar.Desgraciadamente, nuestras instituciones comunitarias nunca pu-dieron bajar la guardia. Luego de los tremendos atentados contrala Embajada de Israel, en 1992 y la AMIA, en 1994, las medidas deprevención pasaron a formar parte de la vida diaria. Sin embargo,nuestra principal respuesta fue la más simple y efectiva: seguircreciendo, seguir profundizando la misión de contener la vida judíaen la Argentina y la de tender su mano abierta al conjunto de lasociedad. A la violencia, opusimos la creación. Y allí donde bus-caron debilitarnos, fue donde más nos fortalecimos.

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MARCELO EPSTEIN

con la Foto del Bote Que ganó

el caMpeonato sudaMeRicano Juvenil,

el sudaMeRicano de MayoRes,

dos caMpeonatos aRgentinos

y los Juegos cRuz del suR.

tRipulación: MaRcelo epstein,

gustavo salgueRo, ángel MaRtÍnez

y daniel zanieR. gustavo y

ángel eRan ReMeRos del aMéRica,

MaRcelo y daniel, de hacoaJ.

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ntre la infinidad de premios que Marcelo Epstein ganó alo largo en su vida, el primero que viene a su memoria noes la copa del Campeonato Juvenil Sudamericano de Remoen 1981, con la Selección Nacional, o las medallas deplata de la Macabeada Mundial de 1993, cuando regresóa la actividad a los treinta años. A la hora de las evoca-ciones, el primer lugar lo ocupa un tronquito tallado quedice “Mención Especial”. Lo obtuvo en su primer “Nauti-landia”, allá por el año 1969.Marcelo entrecierra los ojos y los recuerdos de su vida enHacoaj surgen a borbotones empujándose unos con otros,como si hubieran estado esperando en fila para volver avivir. Allí está con su madre, en la Nursery a cargo de laentrañable Ema. Luego viene un recuerdo muy intenso, eldel chiquilín que esperaba con desesperación la llegadadel fin de semana para escaparse a Hacoaj, con sus ami-gos… Están, por supuesto, las primeras salidas al río consu viejo, en aquellas canoas de madera que pesaban comodoscientos kilos. Y la llegada a la Isla para fundirse nue-vamente con esa inmensidad de árboles y río. “En esosmomentos el tiempo no transcurría. Estar en la isla eramágico. Íbamos hasta el fondo y era como internarse enuna selva. Me quedaron grabados los regresos, mientras sehacía de noche, en pleno invierno”. Los recuerdos siguena los nueve años, con las clases de natación a cargo delprofesor Pilu y con el adolescente que disfrutaba de susprimeros campamentos en Bariloche, Córdoba o Men-doza… Finalmente, aparece el Marcelo de doce o treceaños, que descubrió la pasión por el remo. “Al principio,remaba los fines de semana y más tarde empecé a ir alclub a la noche, en colectivo. En mi casa tenía una resis-tencia absoluta. Vivíamos en Belgrano y eso de ir y vol-ver en el 60 a la noche tarde, con trece años, mucho noles gustaba a mis viejos. Lo recuerdo bien porque ingreséa primer año de la escuela y, cuando llegaba tarde al co-legio, el castigo era no ir al club. Y para mí era terrible”.Marcelo empezó entrenado por Arturo Salerno, pero quienlo formó como remero fue Miguel Morillo, por quienguarda un gran afecto. Su primera competencia fue timo-neando un ocho clincker en la pista nacional, regata a laque lo llevaron como premio consuelo. Los otros pibes

RECUERDOS MÁGICOS

eran bastante más grandes y le asignaron un bote que,supuestamente, no era candidato, pero para sorpresa detodos, ganaron. Lo que Marcelo no sabía era que habíauna ceremonia de iniciación: al timonel del ganador se lotiraba al agua. “De repente, cuando terminó la regata meagarraron entre todos. Pensé que me iban a golpear perono, me revolearon al agua. Salí llorando, nunca lo voy aolvidar. Con el tiempo, fui aprendiendo lo sacrificada quees la vida del remero y ese recuerdo me fue llenando de or-gullo. Primero me dio vergüenza pero luego forjó mi iden-tidad, mi pertenencia; subir a un bote de regata y ponersela camiseta de competencia de Hacoaj para mí, era comocalzarse la celeste y blanca en la selección de fútbol”.Esa pertenencia que menciona Marcelo está poblada deamigos que conserva desde los seis años, cuando se co-nocieron en Nautilandia, que se suman a los vínculos for-jados en el remo y en la misma vida de club: AldoLincovsky, Darío Polak, Fabián Reznik, Gustavo y PabloBulgach, Gustavo Davidovich… y también las chicas, porsupuesto, Beatriz Kleinman, Margarita Wais.Pero de todos estos nombres, Marcelo tiene especialafecto por varios de los empleados de Hacoaj, quienes si-lenciosamente acompañaron, e incluso apuntalaron, sucarrera deportiva y la de tantos y tantos remeros. CachoZamudio, capataz de la rampa, que los esperaba con lacomida preparada cada noche cuando volvían de entrenar;el marinero Cuello, conocido como “Cuellito”; Pedro Spi-naci, actual Director de Remo de Hacoaj al que conociócuando entrenaba a América; el carpintero de botes Mi-guel Giunta y, por supuesto, el Cordobés, que sigue allí,firme en la rampa.“Salir a remar a la noche no era algo normal. Lo contabaen el colegio y ni los profesores de gimnasia me creían…Estaba todo oscuro y nos guiábamos por las luces de lacosta. Las noches de luna llena, con el río planchado, eranmágicas. Volvía a casa y esperaba el momento de volvera salir al río. Cuando terminé la escuela, empecé a remara la mañana y ahí la cosa cambió, era un entrenamientode alto rendimiento, muy competitivo… Pero el río fuemi primer amor y al día de hoy, aún lo mantengo. Sigosiendo socio de Hacoaj y sigo remando. Debo ser uno delos vitalicios más jóvenes, con 46 años, lo que me llenade orgullo”.

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PATO BULGACH

ReMeRo de hacoaJ. ganadoR de la

pRiMeRa Medalla de oRo panaMeRicana

paRa el cluB, en indianápolis 1987.

“hacoaJ es Mi casa. JaMás entRó

otRa opción en Mi caBeza

Que seR de hacoaJ”.

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l remo se incorporó a la vida de Pablo “Pato” Bulgach gra-cias a Juan Ofman, quien en ese momento era el entre-nador de la escuelita de fútbol de Hacoaj. “A mí nuncame ponía en el equipo, era malísimo… Hasta que un díame dijo: ‘Andá a remar. No vuelvas más’… Y me fui aremar. Cada vez que nos vemos con Juan nos matamos derisa”, cuenta Pato.A pesar de ese peculiar comienzo, tuvo una carrera in-tensa, siempre ascendente, plagada de logros: en 1985fue Campeón Sudamericano Junior, en 1986 Campeón Ar-gentino y Sudamericano Senior, en los Juegos de India-nápolis 1987 fue primer deportista de Hacoaj en lograrun Campeonato Panamericano, en 1988 ganó una regatainternacional en Piediluco y viajó al Mundial, pero nopudo clasificar para los Juegos Olímpicos de Seúl. Al añosiguiente tuvo que dejar el remo de alta competencia poruna lesión en la cintura que le impedía estar en primernivel. De todas maneras, encontró otra pasión en Hacoaj:jugar al tenis. “Me encantó y encaré mi vida deportiva poralgo no tan sacrificado”.Sin embargo, los mejores recuerdos de Pato recorren aque-llas épocas de largos entrenamientos, donde el Club, pocopoblado en días de semana, se convertía en un lugarúnico para él. “Éramos muy pocos, Marcelo Epstein y al-guno más… Cuando terminaba la rutina almorzaba conMorillo, Benítez y algunos de los dirigentes”, sonríe Pato. Otro recuerdo inolvidable fue el duro entrenamiento parala Macabeada de 1985. “Dormía en el Club, vivía en elClub… hasta que un día se acercó Roberto Maliar (queera el Presidente) y me contó que cuando él jugaba al Bás-

PRIMER CAMPEÓNPANAMERICANO

quet también entrenaba una barbaridad… y sus palabrasme dieron una fuerza increíble. La verdad es que los re-meros no aguantábamos más la concentración y él, comoPresidente y como deportista, se acercó a apoyar alequipo”, se conmueve Pato. No mucho tiempo después segeneró una gran amistad entre ambos, lo que llevó a Ro-berto a convertirse en el padrino de su hijo. Los domingos a la tarde eran los momentos más espera-dos y placenteros para aquellos que sacrificaban horas deentrenamiento en el río. “Nos íbamos todos a la isla re-mando en chancha, como cuatro o cinco botes, prepara-dos para jugar carreras… Y si podías, tirabas algúncontrincante al agua o les hundíamos las chanchas… erauna guerra”, cuenta Pato y enseguida suelta una gran car-cajada. Entusiasmado agrega: “Éramos terribles, nadába-mos en el Sarmiento como si fuera la pileta de casa.Además, los remeros nos obligaban a tirarnos desde elpuente del Tigre, donde están las lanchas colectivas de laestación. Volvíamos los martes a las diez de la nochetodos mojados y subíamos por donde podíamos pero eraun acto de demostración de pertenencia al remo”.El tiempo ha pasado y Hacoaj le dejó a Pato los recuerdosmás lindos de aquellas épocas, que hoy evoca. “Hacoaj esmi casa. Jamás entró otra opción en mi cabeza que ser deHacoaj. Además, a mis viejos le sacás el Club y se mue-ren”, se emociona… “Mis viejos alquilaban un departa-mento en el Club todo el año. Entonces, desde marzo adiciembre, venía todos los fines de semana. Cuando lle-gaba el verano nos metíamos en la pileta a las doce de lanoche, con todos los chicos de los departamentos. El se-reno, Juancito, nos buscaba con las linternas; nos escon-díamos debajo del agua y no nos podía encontrar. Viví elClub intensamente, fueron momentos y sensaciones in-creíbles”, concluye Pato con un nudo en la garganta.

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NATALÍ DORESKI

JugadoRa de hocKey de hacoaJ.

integRante de la selección nacional

“las leonas”. Medalla de plata en sidney

2000 y caMpeona Mundial 2002,

entRe otRos logRos de pRiMeR nivel

inteRnacional. Fue aBandeRada

de la delegación aRgentina en

las MacaBeadas isRael 2001

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uchos son quienes llevan la bandera de Hacoaj. Los quesienten el orgullo por haber visto el club desde sus iniciosy hoy disfrutan el resultado de tantos años de esfuerzo,los encargados de transmitir sus valores esenciales, losque literalmente viven aquí… y cualquiera que en todo suderecho sienta más el escudo que otros, sin exclusiones deningún tipo. Ahora, ¿existe algún ejemplo más visual, mástangible, que una jugadora besando su camiseta, luchandopor su bandera, peleando como leona por defender a suclub? De eso se trata la historia de Natalí Doreski.Ingresó al club casi por casualidad, gracias a que unas ami-gas de la primaria jugaban al hockey y ella tenía ganas deempezar. Fue puramente por azar, porque tenía por delantela opción de ir a jugar a Ciudad de Buenos Aires. Pero aquelclub tomaba una especie de “prueba” (había que correrdos vueltas al lago de Palermo) y además entrenaba enNúñez, por lo que a Natalí le pareció más cómoda la ideade entrenar en el Club de Amigos, donde en ese momentopracticaba Hacoaj. Claro, no sabía que no mucho tiempodespués iba a tener que viajar más de tres veces por se-mana al Tigre, entre entrenamientos y partidos.Sea como fuere, se decidió por Hacoaj y, desde un co-mienzo, sintió la buena energía que circulaba dentro delequipo de hockey. Ese, más que la corta distancia, fue elmotivo que la impulsó a quedarse y continuar tantotiempo después. “Mi objetivo al principio era jugar y di-vertirme, pero la buena onda que se generó hizo que mepudiera desarrollar en el deporte. Hasta el día de hoy soyamiga de muchas de mis compañeras de equipo”, sostiene.Mirando su historia de atrás para adelante, resulta incre-íble; pero en ese momento el hockey para Natalí era unanovedad, ya que recién empezaba conocerlo desde aden-tro. Y al mismo tiempo que comenzó a fanatizarse con eldeporte, lo hizo también con toda su mística: los terce-ros tiempos, los puntos de encuentro, los grupos. Resultatambién increíble que, haciendo el camino inverso, la his-toria esté detenida ahora en el mismo lugar en que co-menzó, en el sabor por esa magia distinta que da estedeporte; una magia encontró al principio, en su apogeocuando jugaba en primera y era conocida nacional e in-

LA MÍSTICA DEL DEPORTE

ternacionalmente, y que sigue encontrando ahora, ju-gando en la Segunda División. Esa magia “es lo lindo quete da el deporte y el club. Lo mejor es no forzar esto ydejar que se dé naturalmente, porque es nuestra manerade vincularnos y vivir el deporte, es así como nos conoci-mos, y así como siempre se va dando”.Mientras transcurría el sueño de cualquier deportista, for-mar parte de la Selección Argentina (estuvo en el equipode “Las Leonas” desde el 98 hasta el 2006), Natalí siem-pre siguió luchando por los colores del club y nunca aban-donó el deseo que tenían en común todas las jugadorasde Hacoaj: lograr el ascenso. Desde que ingresó, sintió alclub como propio; todavía estaban en la C, y el sueñoprincipal era poder llegar a la A, lo que poco a poco fue-ron construyendo entre muchos y con mucho esfuerzo. Losascensos llegaron en 1997 y 2001 pudiendo, desde en-tonces, permanecer en la máxima categoría.Jugando en “Las Leonas”, Natalí era Natalí, y la camisetadecía otra cosa. Pero ella asegura que “dentro de la se-lección, también representás a un club, porque para queun jugador llegue allí tiene que haber detrás un club quete banca, una familia que te apoya y tu equipo... y ter-minás llevando una parte del club al seleccionado. En esemáximo nivel necesitas que tu equipo, en el que jugáscada semana, te contenga; porque es muy lindo jugar enla selección pero la exigencia es muy grande”. Contenciónfue algo que a Natalí nunca le faltó y desde el Tigre siem-pre sus compañeras y muchísimos socios iban a verlatodos los partidos, “con vincha, bandera, gorro”, recuerdaentre risas. Entre quienes iban a alentarla, estaba una desus compañeras más chicas, Giselle Kañevsky, también na-cida en Hacoaj. Giselle seguiría los pasos de Natalí en eldeporte y Las Leonas, hasta alcanzar el oro olímpico enPekin 2008 y el Champions Trophy 2010.Nadie sabe qué hubiese sido de Natalí de haber entrado enMuni… es insospechable. Pero hoy en día, con tanta his-toria en el hockey, con un marido incluso más fanáticoque ella y un hijo que no se pierde un fin de semana enel Club, Natalí siente el orgullo de haber elegido a Hacoajy haberlo representado durante tanto tiempo “con la ca-miseta cien por ciento puesta”.

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ALEJANDRO FILARENT

ex pResidente (1998 - 2000 y 2004 - 2008),

en sus palaBRas y sus acciones,

aleJandRo pone especial énFasis

en el sostén de la continuidad

Que RepResenta el cluB náutico hacoaJ.

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e muchas y distintas maneras las instituciones socio deporti-vas modernas son herederas de una antiquísima tradición co-munitaria judía, cuyas raíces se internan en lo profundo denuestra historia. Si tomamos como un punto de inflexión elinicio de la Diáspora, la dispersión del pueblo judío ocurridahace dos mil años, podemos rastrear hasta entonces la géne-sis de esta modalidad de organización social que definimoscon la palabra hebrea “Kehilá”, es decir: Comunidad. La Comunidad era desde entonces, y sigue siendo ahora, unmarco de referencia y de interacción. Dentro de la Kehilá seeduca, se establecen normas de convivencia, se proporcionareparo material y contención espiritual, se dirimen conflic-tos, se celebraban las alegrías, se llora a los muertos, se honrala memoria, se fomenta la creatividad, se construye la iden-tidad… Y se discute todo porque, según afirma el ex Presi-dente de Hacoaj Alejandro Filarent: “La capacidad decuestionamiento, de ir profundizando y abrevando en lasfuentes y, a su vez, replicándolas y actualizándolas, formaparte del pensamiento universal judío”.Alejandro Filarent se define a sí mismo como un “aficionadoa la historia”. Esta afición se manifiesta en su avidez porsaber de dónde venimos. Sin embargo, su pensamiento noestá orientado únicamente al pasado. Su búsqueda de los orí-genes tiene los pies puestos en el presente y la mirada diri-gida al porvenir. Tal vez por eso se emocionó tanto cuando en2009 Guilboa, el conjunto de rikudim representativo de nues-tra Institución, celebró sus treinta años. “Ver en el escenarioa decenas de personas que encontraron en Hacoaj la posibi-lidad de desarrollar su sensibilidad artística potenciándoseentre sí, ver a los papás que iniciaron el proyecto, bailandocon sus hijos, fue la síntesis perfecta de nuestra misión co-munitaria. Y eso me colmó de satisfacción”.El concepto de continuidad cruza como un eje el pensamientode Alejandro y marcó su accionar desde siempre. Continuidaden la tarea, en la responsabilidad y en el liderazgo, que se ma-nifiesta como un diálogo intergeneracional permanente quemantiene vivos a los espacios comunitarios, a la vez que losconecta con las realidades y las necesidades de su tiempo.“Yo creo que nuestras instituciones tienen que evolucionarhaciéndose cargo de aquello que décadas atrás se daba comoun mandato en nuestros hogares: la transmisión de la identi-dad y de las raíces del judaísmo. La Institución debe ocuparsede esta misión”. Un ejemplo cabal, en este sentido es el haberdado fuerte apoyo a la celebración de los Bar y Bat Mitzvá enHacoaj. “El proyecto había nacido en la presidencia de MarioGoijman y nosotros lo impulsamos. El gran triunfo de las ce-

NUESTRO ESPACIOCOMUNITARIO

remonias de Bar Mitzvá fue que, en la mayoría de los casos,significó el primer contacto de muchos de nuestros chicos, yaún sus familias, con su identidad judía”.Quizás este sentido de continuidad provenga de su papá(nombre), a quien admiró profundamente. Como casi todoslos inmigrantes, no pudo completar sus estudios formales, losque suplantó con su avidez de lector. También fue un fer-viente sionista y un hombre volcado a su comunidad. Alejan-dro siguió sus pasos. A los 17 años dirigía un grupo juvenilde su barrio, en el Bialik de Villa Sahores. Ya casado y conhijos, buscó un lugar para que éstos tuvieran la oportunidadde socializar. Primero fue en Macabi. Pero su cuñado les in-sistió para que se cambiaran de Club. Alejandro admite quetenía una visión estereotipada de Hacoaj. “Eran los cajeti-llas, los que nos miraban por sobre el hombro. Pero la reali-dad estaba muy lejos de este prejuicio que, como sueleocurrir, condujo a concepciones erróneas”. Luego de su in-greso no tardó en sumarse al voluntariado. Sus primeras ex-periencias fueron en la Sub Comisión de Básquetbol.“También se decía que Hacoaj tenía una posición judaicadébil, pero en la época en que yo ingresé, a mediados de lossetenta, no era así. Más bien todo lo contrario”. Para enton-ces, la identidad judía de Hacoaj se había consolidado y elClub ganó protagonismo y liderazgo comunitario cuando laAsamblea de Socios decidió por aclamación la afiliación a laOrganización Sionista Argentina.Alejandro, que llevaba consigo la impronta del voluntariadocomunitario, encontró en Hacoaj una variedad de modelos di-rigenciales y humanos de los cuales aprender. De Rogelio Ci-chowolski, con quien lo unió una profunda amistad, tomó suconcepto de trabajo en equipo. De Roberto Maliar admiró suenergía inagotable y su sentido de la gratitud. “Roberto es-taba siempre en todo, en los grandes temas y en los que sonaparentemente pequeños, pero que tienen una importanciafundamental. Por ejemplo, cuando yo era Secretario de Bás-quet, como es habitual, organizábamos encuentros con otrasinstituciones a las que invitábamos a Hacoaj. Roberto, queera el Presidente, siempre se acercaba al gimnasio, con esasonrisa tan grande que tenía y se ocupaba de agradecer es-pecíficamente a los padres que habían trabajado en el evento.Para nosotros, no había mejor recompensa.” La lista sigue eincluye a Mauricio Rubins, Oscar Goldberg, Tito Morgenstern,Juan Ofman, su entrañable amigo Coco Waissbein. “Gente conla que muchas veces no estuve de acuerdo y con la que, in-cluso, tuve discusiones muy fuertes, pero a los que debemosreconocerles su generosidad silenciosa y la infinidad de horasque dedicaron Hacoaj, sin pedir ni recibir nada a cambio, másque la satisfacción de haber trabajado para un proyecto co-munitario”.

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DANIEL NOSOVITZKYY RICARDO BLINDER

“…la expeRiencia MacaBea pasa poR otRo

lado, es Más un teMa social, cultuRal.

estaR en isRael, es eMocionante…”.

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aniel Nosovitzky y Ricardo Blinder son socios de Hacoaj,amigos de toda la vida y fanáticos del deporte. Aunqueactualmente no practican el mismo, comparte un gran re-cuerdo de su infancia: “son los de la época de los grupos.Era un sistema bárbaro, ya que en ese momento la coor-dinación estaba a cargo de los profesores que nos binabanla posibilidad de hacer todos los deportes”, dice Ricardoy Dani agrega: “Fue gracias a los grupos que me acerquéal deporte, ya que por ese entonces nos hacían pasar portodos lo que generaba un puente muy común entre lo so-cial y lo deportivo.”Es entonces- a partir de la actividad recreativa- que cadauno comenzó a tomar un camino diferente: Dani entro alequipo de fútbol, al de voley y también al básquetbol,entre tanto juego conocido, terminó optando por elsquash, otra historia, que se remite ni más ni menos queal jardín de su casa, donde su padre decidió que la mejorforma de hacer familiar su pasión era poner una cancha(sólo para hacerse una idea, 9,75 x 6,40 es el tamaño ofi-cial).Era un chico cuando empezó a jugar, pero pasados losaños siguió aferrado, eligiéndolo no sólo porque lo teníaal alcance de la mano, sino porque comenzó a descubrirleotras cosas que lo hacían distinto al resto: “Es un deportemuy ágil y creativo, y tiene un montón de cosas que lohacen muy divertido, ya tenía que ver con otras cosas”.Ricardo también se había entusiasmado con el fútbol,pero lo combinó con el sóftbol. “Practicaba bien ambosdeportes y no tenía problemas de superposición horariaporque jugaba al sóftbol a la mañana temprano -íbamossin dormir a los partidos luego de varias noches agitadas-y después iba a los partidos de fútbol”.Si bien le gustaban ambos deportes, el sóftbol le abriólas puertas a más oportunidades, ya que era un deporteque recién comenzaba a formarse. “Comencé a viajar, aparticipar de los torneos y me terminé enganchado de talmanera que dejé el fútbol representativo, pero continuéjugando entre amigos”.El sóftbol ya se había incorporado a su vida cuando lle-garon las Macabeadas del ’81 en Israel. Viajar con elequipo era todo un logro, pero ganarse una medalla erademasiado. Sin embargo ocurrió lo inesperado: “¡ganamosla medalla dorada!” dice Ricardo con euforia. “Fue unaenorme alegría, ya que nos enfrentamos a grandes po-tencias como Israel, Estados Unidos y Canadá”. Para eseentonces, Hacoaj había logrando conformar un excelenteequipo y había logrando unir un grupo de amigos. “Con

AMIGOS DE TODALA VIDA

mucha voluntad se fue armando un equipo increíble, sehabía dado una mística muy fuerte y, cuando salimos cam-peones, ese sentimiento se hizo más profundo”, explicaRicardo con emoción, a pesar de que ya pasaron casitreinta años de aquel logro. El tiempo pasó y la amistad entre ambos siguió intacta.Dani se afianzó cada vez más al squash y Ricardo cambióel sóftbol por Pelota Paleta. Sin embargo, los encuentrosentre ambos los fines de semana son intocables. Ricardorecuerda una de sus travesuras, de la que seguro tuvo detestigo a Dani. “Cuando éramos chicos, con algunos ami-gos más, éramos bastantes traviesos. En esa época estabaBenítez que nos perseguía con una especie de escoba portodo lados…” En su cara se dibuja una sonrisa cuando re-cuerda un día en particular: “una vez -junto con mis ami-gos- fuimos al Panorámico, cerramos la puerta con llavey la tiramos. Quedó todo el mundo encerrado. Por su-puesto, Benítez nos corrió por todo el Club”.Otro momento inolvidable eran las largas Noches de Es-trellas en las todos los chicos se quedaban a dormir en elClub. Ricardo trae al presente a varios personajes de aque-llas épocas “como José Goldman, el papá de Armando yMarito, que también nos perseguía y nos retaba”.Pasaron más o menos treinta años desde que Dani y Ri-cardo se conocieron, y aunque hoy en día no practican elmismo deporte, comparten el mismo amor por el Club y losgrandes momentos de felicidad que vivieron juntos “Ha-coaj significa más que todo para mi, ya que es la historiade haber vivido muchísimas cosas muy intensas”, confiesaRicardo, y Dani asegura que Hacoaj, a través del squash,le dio la posibilidad representar al Club en Israel: “La ex-periencia pasa por otro lado, es más un tema social, cul-tural, estar en Israel, es emocionante.”Sin embargo, por más distintos que parezcan el deporte yel jugador, ambos tienen lo esencial que tiene cualquierdisciplina: la competición. El problema estaba en queluego del furor que tuvo el deporte durante los ochenta ynoventa, hubo una caída a nivel general que hizo que seperdiera un volumen grande de gente, por lo que las com-petencias a nivel local comenzaron a ser más acotadas y,sumado a eso, Hacoaj era el único club de Faccma que lopracticaba. Pese a esto, le era una motivación enormecada vez que iba a competir al Club Ciudad de BuenosAires o al Jockey Club de San Isidro (aunque reconoce quecada vez que iban a jugar con socios del club los hacíanentrar por el garage, “no sé si al resto también, pero anosotros si”) y eso le dio ánimos y experiencia para re-presentar al país en las Macabeadas.

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EDGARDO ABUAF

con su vieJa paleta de tenis de Mesa,

vaRias veces RepaRada y las

Medallas de los panaMeRicanos

de venezuela, 1987.

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o era de Ramos Mejía y con mi familia decidimos mudar-nos a un departamento en Belgrano. Casualmente, en elmismo piso había dos hermanos que iban a Hacoaj consus padres y un día nos invitaron a conocer el Club. Alpoco tiempo me hice socio y empecé con las clases en laEscuela de Mini Básquet”, cuenta Edgardo Abuaf, quiendurante algunos años representó al Club de la mano delinolvidable profesor Hipólito Cuadro… “Cuadritos” paratodo el mundo. Durante su infancia, Edgardo dedicó los fines de semanaal Básquet. Sin embargo, se pasaba las tardes de la se-mana jugando con los hermanos vecinos al ping-pong.“Un día, caminado por el Club, me enteré que había untorneo de tenis de mesa, entonces me anoté y jugué.Cuando terminó me invitaron a federarme, lo hice, juguémi primer torneo y salí cuarto, lo justo y necesario paraclasificar”. En tan sólo dos meses el Tenis de Mesa desplazaría porcompleto al básquet y Edgardo comenzaría a posicionarsecomo un gran jugador pasando por todas las categorías.En poco tiempo logró participar en las Macabeadas, en elTorneo Argentino en Río Cuarto y finalmente en 1975 salióCampeón Argentino. Abandonó el deporte a sus treinta,pero hoy se dedica a jugar al fútbol de veteranos de Ha-coaj con algunos de sus compañeros de Mini Básquet.Lo que más disfrutaba Edgardo del deporte eran los cam-pamentos que se hacían en mini e infantiles. “Éramos va-rios: Gerardo “Jerry” FaliK, Dani “El Cubi” Cerecesky,Arturo Kobrisky y Andy Gutman. Recuerdo un campamentode Básquet en el que jugamos al fútbol una noche quelloviznaba. Éramos Arturo, Gerardo, Dani, Marcelo Schnei-der y algunos más. Ocurrió que Jerry se cayó y se golpeóla cabeza y se levantó sin tener idea de dónde estaba, ni

EL CLUB ME DIO MUCHO

quién era. Nadie le prestó mucha atención, todos lo jodi-mos y el tipo se fue recuperando. Muchos años después,reconoció que nunca se acordó qué le pasó y es al día dehoy que nos reclama que nosotros no le dimos bola”,cuenta Edgardo y suelta una carcajada tentadora. Tras los increíbles campamentos, seguían los días de ve-rano y la pileta era el lugar de encuentro. En ese entor-nes, había reglas estrictas que cumplir antes de tirarse alagua. “Tenías que entrar bañado porque miraban si esta-bas mojado o no, además si tenías el pelo un poco máslargo de lo común había que ponerse la gorra. Y comocualquier picardía de chico tratábamos de escapar a lo quenos decían a través de una clara estrategia: íbamos co-rriendo lo más rápido y nos tirábamos antes de que nospudieran decir algo”, sonríe y recuerda: “También salíamosa comer a Panchosky los domingos después de jugar alfútbol”.Sin embargo su mayor alegría, según afirma: “fue, sindudas, el haber representado al Club y haber tenido laoportunidad de viajar a competir”. Respira profundamentey dice: “Mi hijo viajó el año pasado a las Macabeadas ajugar al fútbol, veinte años después de las últimas a lasque viajé yo. Cuando fui a buscarlo le pregunté cómo sesentía, porque cuando yo volvía de competir tenía un ma-lestar infernal, no me gustaba volver a casa”.Los nervios antes de un partido, las broncas, las alegrías,los juegos, las noches de campamento, los momentosentre amigos y los que comparte hoy con sus hijos, son lasvivencias que Edgardo disfrutó y continúa disfrutando enHacoaj. “El Club me dio mucho, lo siento mío, por eso megustaría que mis hijos lo vivieran de la misma manera enla que yo lo viví y que conserven a sus amigos como yomantengo una gran amistad entre mis compañeros detenis de mesa y de mini básquet”.

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QUIQUE FRIDMAN

MuestRa una de las tantas plaQuetas

RecoRdatoRias de su actuación

coMo diRigente institucional.

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n un espacio en el que conviven miles y miles de personas, losconflictos de interés son inevitables. El sostener puntos devista antagónicos está en la condición humana. No debemostemer al conflicto, ni mucho menos ocultarlo, sino actuar pre-ventivamente con comprensión para acercar a las partes. Unadisputa no resuelta o peor aún, resuelta en forma violenta, nosólo afecta a sus protagonistas. Influye negativamente entodo el tejido social.Hacoaj cuenta con los mecanismos para intervenir en las des-avenencias entre sus asociados o cuando éstos tienen discor-dancias con las decisiones de la Institución. El marco formales el Tribunal de Conducta Societaria y de acuerdo con la úl-tima reforma del Estatuto Social, determinadas situaciones soncompetencia del Tribunal de Honor. Pero más allá de la letradura de las normativas, la esencia del funcionamiento de estasinstancias está marcada por el espíritu de quienes las inte-gran, consocios de la misma Institución. “La misión del Tri-bunal de Conducta es fundamentalmente educativa. Su primerobjetivo es solucionar los conflictos en forma amigable, con-ciliando a las partes y buscando la manera de componer lo quese ha lastimado. En esta primera instancia agotamos nuestrosmayores esfuerzos. Si no se logra una solución amigable, re-cién entonces se pasa a la aplicación de sanciones”, explicaElías Fridman, quien en gran parte de sus más de cuarenta ytres años de socio formó parte de la Comisión de Ética Depor-tiva y del mencionado Tribunal de Conducta, del que fue Pre-sidente.Elías, o mejor dicho “Quique”, como lo conoce todo el mundo,llegó a Hacoaj siendo un muchacho, tras los pasos de una se-ñorita que se había adueñado de sus desvelos. Se llamabaFlora, tenía diecisiete años y remaba lo que, para el joven Qui-que, aumentaba su atractivo. Siguiendo a Flora y sus encan-tos, Quique descubrió un espacio comunitario que no tardóen hacer propio. Se asoció y comenzó a practicar deportes:tenis, algo de vóley y especialmente bochas. Al poco tiempo,Flora y Quique trajeron al mundo a Ariel y Marcelo quienes,como tantos chicos de los últimos cincuenta años, hicieron suiniciación deportiva de la mano del querido e inolvidable Cua-dritos, en la escuelita de básquet. “Una de las característicasde Cuadritos era la de poner apodos cariñosos a los chicos.Los míos eran Mono y Monazo”. Ambos tuvieron una larga ac-tuación como madrijim y futbolistas. También siguieron lospasos de su padre como dirigentes voluntarios en Hacoaj.Con una sonrisa algo melancólica Quique recuerda: “En bochashice grandes amigos como Jorge Jatzkevich, Isaac Alenik, LuisRubinstein, los hermanos Cohen y Pepe Tolchinsky, entreotros”. Pero aquel que define como su gran paso se dio con unllamado del profesor Glauco Caielli. “Un día alguien me dijo

EL ESPÍRITU CONCILIADOR

que Caielli me andaba buscando, porque quería hablar conmigo.Nosotros teníamos un respeto casi reverencial por Caielli, el quese había ganado por su capacidad de trabajo, su inteligencia y suhombría de bien. Caielli me propuso integrar la Comisión de ÉticaDeportiva, en reemplazo de uno de sus miembros que había pa-sado a ocupar otro cargo. Me quedé mudo. Para mí, era un honorinmenso. No sólo sumarme al voluntariado, sino que la invitaciónproviniera de Caielli”.Podemos decir que ese instante fue decisivo en su vida, no sólocomo socio de Hacoaj. Para Quique se abrió la posibilidad de ac-tuar en el ámbito institucional y de forma paralela, en el comu-nitario. En Hacoaj también fue integrante de la Comisión deInterior y del Consejo Directivo. Su experiencia dirigencial lo llevóa la DAIA, la AMIA, el Hogar Israelita de Burzaco, la B´nai B´rithy la Asociación Amigos de la Universidad de Tel Aviv, entre otrasinstituciones.Las situaciones en las que tuvo que intervenir son infinitas. Pero,como está dicho, siempre poniendo en primer lugar el sentidoamigable y conciliador, cuya primera finalidad es componer vín-culos lastimados. Para ejemplificar, bien vale esta anécdota: “Encierta ocasión, se presentan dos socios tremendamente enojadosentre sí. Llamaba la atención ver tanta bronca, más aún al cono-cer el motivo de su pelea: un punto en un partido de tenis. Unodecía que la pelota había picado adentro y el otro afuera… Mepongo a investigar y resulta que ambos socios, el “Mono” Lu-chansky y José Fascowicz, eran muy amigos, lo que hacía aún másincomprensible la situación. Hablé con uno, hablé con otro y nin-guno daba el brazo a torcer. Entonces, los cité en la oficina de laIntendencia de la Sede Tigre, tomé una máquina de escribir y‘labré un acta’ en la que -con todas las formalidades del caso- los‘obligaba’ a estrecharse las manos. Cuando les leí lo que había es-crito, se dieron cuenta de cuán ridícula era su pelea y terminaronabrazándose emocionados. Además, José Fascowicz se interesópor el trabajo del Tribunal: años más tarde llegó a integrarlo y fuesu Presidente”.Dicen los que saben que la verdadera riqueza de un hombre semide en experiencia y amigos. Quique ha sabido sembrar en ambosterrenos. Además de su familia, uno de sus mayores orgullos esmostrar los cientos de firmas que abarrotan el pergamino que re-cibió cuando cumplió 71 años. Otra de sus satisfacciones es saberque su palabra y su capacidad conciliadora fue tenida en cuentapor Juan Ofman, Alejandro Filarent y Ricardo Furman quienes hanpedido, escuchado y disfrutado de sus consejos, nombrándolo ads-cripto a la presidencia.Quique es un optimista nato y, por lo tanto, tiene la mirada puestaen el futuro: “Me hace feliz ver cómo sigue desarrollándose nues-tra Institución y cómo se acercan nuevos directivos a continuar latarea que comenzó hace setenta y cinco años. No me cabe duda:Hacoaj tendrá una continuidad de promisorio crecimiento”.

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ERNESTO ERDEI

eRnesto, en el giMnasio del

4º piso de la sede capital,

donde entRenan los

eQuipos de vóleiBol.

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ay lazos de amistad que nacen fuertes y se hacen aún mássólidos, gracias a la intensidad de las vivencias comparti-das. Por lo general, se trata de chicos y chicas que tienenen común su espacio, sus juegos… y que no necesitanmucho más para construir vínculos que superen el tiempoy las distancias. A lo largo de sus 75 años, cada una de lasgeneraciones que transitó por Hacoaj, construyó una iden-tidad propia, con los códigos y las características de suépoca pero con una serie de valores en común, que lasune a través del tiempo. Desde los primeros chiquilines que ayudaban a arrancarlos yuyos de la Quinta Rosa hasta sus bisnietos, que pue-den elegir entre veinte deportes, actividades grupales, ta-lleres y clases de rikudim, mucho ha cambiado en elmundo, la Argentina y Hacoaj; pero algo de lo esencialpermanece inalterable: los chicos quieren jugar, necesi-tan jugar… y lo hacen con seriedad, compromiso y en-trega mientras aprenden a conocer y a transformar suentorno. Por supuesto, ante todo, juegan porque se di-vierten.Si hay algo que define a Hacoaj es ser contenedor y dis-parador de aquellas experiencias de juego y aprendizajeque marcaron la niñez y la adolescencia de miles socios;las que son recordadas y permanentemente valoradas, a lolargo de la vida. Unos años antes de que se pusieran de moda las reunionesde viejos amigos, vía Facebook, Ernesto Erdei impulsó unreencuentro de quienes hace cuarenta y tantos años for-maron parte de Nautilandia. La convocatoria fue amplia yla respuesta inmediata: “Fue algo muy emotivo. Para nues-tra reunión vinieron especialmente amigos de todos lados:Israel, Londres, Estados Unidos, Brasil, Chile, Uruguay quese sumaron a los que seguimos en Hacoaj y a los que hacemuchísimo no pisaban el Club. Nuestros recuerdos se fue-ron hilvanando a lo largo del tiempo, aunque los de uno nosean necesariamente los de los demás. Pero precisamenteen esa unión, en ese intercambio es donde se arma la his-toria… y eso fue lo que ayudó a que nos juntáramos nue-vamente, a que todos disfrutáramos del hecho de poderver fotos, de cantar viejas canciones y reubicarnos en eltiempo de una manera muy agradable…”.Nautilandia fue el primer proyecto educativo integral quellevó adelante Hacoaj. Se trató de una Colonia de Vaca-ciones en la que los chicos pasaban por distintas activi-dades recreativas y deportivas, más allá del deporte quehabitualmente practicaban. En el recuerdo de Ernesto“Nautilandia era muy esquemática, sumamente estructu-

LOS PODEROSOS LAZOSDE LA IDENTIDAD

rada y a la vez deportiva. Vivíamos en el Tigre; al principio íba-mos y volvíamos pero después hubo una época en la que nos que-dábamos a dormir por quince días, si no me equivoco. Y hacíamosde todo. Esa era la forma en que todos rotábamos por todos lados.Hacíamos deportes no tradicionales y la verdad es que así fueronforjándose los grupos, las amistades”. Más allá de las descripciones puntuales, Nautilandia significó unafuente de identificación con el ser de Hacoaj. Ya adolescentes,con el mismo espíritu de pertenencia, esos mismos chicos parti-ciparon en los primeros campamentos y luego -como parte de uncrecimiento natural- se transformaron en los líderes (“Luego ma-drijim, en afirmación de nuestra identidad judía”, aclara Ernesto)que continuaron el proceso de transmisión de identidad haciaquienes vinieron después, sus hermanos menores, sus hijos y susnietos. Porque así como aquella generación que hoy tiene entrecuarenta y sesenta vivió Nautilandia continuando con campa-mentos en Cordoba (granja La Lorna) y Bariloche (Lago Mascardien Colonia Suiza) las siguientes continuaron con los campamen-tos en Bariloche y Campartigas (Uruguay), los Ranchos Deporti-vos, los viajes a Israel como egresados del la Escuela de Madrijim,hasta llegar a las propuestas de vacaciones de invierno y de ve-rano de la actualidad que, como las de antes, son esperadas conansiedad, vividas con intensidad y recordadas con emoción.Sea quien fuere el acampante, se trate de una experiencia en Cór-doba en los años sesenta o en Sierra de la Ventana el último ve-rano, las anécdotas son infinitas.Entre las miles de historias que pudieron ser por Hacoaj, Ernestoelige dos que por algún motivo recóndito, saltaron en su memo-ria: “cuando empezamos con los campamentos había que ir aarmar el terreno donde iban a estar las carpas, hacer los baños yhasta el comedor… a eso se lo llamo “avanzada”. Los campa-mentos de aquella época tenían una alta cuota de contacto conla naturaleza, la vida en carpas con piso de tierra, las cancionesde fogón, o el descubrimiento de los sonidos infinitos de lanoche”. Dentro de las actividades estaba la ya famosa GuerraScoutica (actividad de campamento volante de 24 horas), quegeneraba estrategias y desarrollos adicionales a las mil dificulta-des para superar las limitaciones del terreno y el cansancio”. “En todos los campamentos volante se nos repartían tres fósfo-ros con los que había que arreglarse hasta el día siguiente paraprender el fuego y cocinar… Con esos tres fósforos Rubén Ga-wiansky cocinaba en un “horno” y hasta hacía tortas. No sé cómo,pero las preparaba. Uno ahora piensa lo hecho y le resulta imposible… La verdad esque a todos aun nos moviliza el club porque es parte de nuestroser, porque lo tenemos metido dentro del corazón”.

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JAIME IUNGMAN

toda una vida de RecueRdos

y peRManente pResencia,

a lo laRgo de todas

las épocas de hacoaJ.

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n su consultorio de la calle Maipú, el Dr. Isaac Tolchinskyrevisa a un muchachito joven, tal vez algo bajito, perorobusto. Lo ausculta, le toma la presión, el pulso y final-mente da su veredicto: “Vos tenés el físico justo pararemar”. Setenta años después, aquel muchachito es unhombre ya mayor, que mantiene la misma contextura y vi-talidad de aquel entonces. Se llama Jaime Iungman yentre risas y sonrisas sentencia: “Pepe Tolchinisky nosdecía lo mismo a todos, seas alto, bajo, gordo o flaco…para él, todos éramos perfectos para remar… En Hacoaj,por supuesto”.Eran los primeros años del Club y el objetivo era sumarsocios para sostener y hacer crecer esa idea un poco locade crear un club judío de remo, en el Tigre. Jaime, comotantos otros, llegó por invitación de su primo Lito Tara-siuk. Era un tiempo en que los socios eran relativamentepocos y todos se trataban de “che”. “Nadie te miraba lapinta, podías venir vestido como quisieras que a nadie leimportaba, todos teníamos ropas viejas y así salíamos aremar, porque nos engrasábamos”. El noventa por ciento remaba. Y el remo siempre preservóalgunos “rituales” para recibir a los que se quedaban adormir por primera vez en el Club. Picardías de jovencitos,a veces un poco crueles, que debían engañar la atenta vi-gilancia que sobre ellos ejercía el huraño Rimbaud, in-tendente de la Sede. “Era otro club. En aquellos años, sifaltaba algún empleado, el mismo presidente agarraba lamanguera… Tengo el recuerdo de ver a Juan Vinitzky re-gando las plantas. Después el Club se fue agrandando, fuecreciendo por suerte. Y que Hacoaj haya crecido mucho esalgo lógico. Nadie que no tenga ambiciones se puede que-dar parado”.

CUANDO NOS CONOCÍAMOS ENTRE TODOS

Jaime fue Sub Capitán de Remo en los años cincuenta,apenas Hacoaj había ingresado a la Asociación Argentinade Remeros Aficionados. “Entonces los clubes náuticoscreyeron que Hacoaj iba a arrasar con todos en las com-petencia. Pero nuestro entrenador, Acherbo, nos dijo algomuy sencillo y muy lógico: ‘Ustedes en regatas internasvan a andar bien, después no tanto. Porque la mayoría dela colectividad quiere ser profesional o patrón y, para so-bresalir, el remo exige mucho esfuerzo, es duro’”. Tal vezel razonamiento de Acherbo tuviera cierta lógica, pero losresultados demostraron que los remeros de Hacoaj estabanpara ganar. Jaime recuerda con gran afecto y admiración a muchos dequienes participaron en la conformación de Hacoaj, enaquellos primeros años. El mencionado Acherbo y su su-cesor, Bautista, Mario Bendersky, Pablo Mintz, Germán Mi-nuchin y, por supuesto, Roberto Maliar y TitoMorgenstern. “Desde mi punto de vista, a partir de Tito elclub comenzó a tener otra fisonomía, mucho más defi-nida, mucho más judía”.Jaime reserva especial consideración para con su tío, elpadre de Lito Tarasiuk, no sólo por haber sido quien loacercó a Hacoaj sino porque reconoce en él a un verdaderolíder comunitario de la zona de San Fernando, en los añostreinta y cuarenta. Aún hoy tiene palabras de admiraciónpara su prima Fefe, la hermana de Lito, quien junto consu marido Marcos Kopelioff se arriesgaron a hacer aliá ile-galmente, a principios de 1948, antes de la Creación delEstado de Israel. “Mi prima y su marido –que era odontó-logo- se fueron a Israel en aquellos años. Acá vivían muybien pero dejaron todo. Trabajaron muy duro y tuvieron unhijo. Luego, volvieron a la Argentina y a Hacoaj”.

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REGINA SERJAI

Juega a las Bochas, depoRte

del Que Fue secRetaRia.

hacoaJ ocupa un lugaR centRal:

el de los Más dulces

RecueRdos y el del pResente.

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os noventa jugadores y jugadoras de bochas de Hacoajconforman la “familia bochófila”. Así les gusta llamarse yque los reconozcan. Una familia amplia, de vínculos in-tensos y profundas raíces de identidad institucional. Comotoda familia, los bochófilos tienen una casa: el Microes-tadio “Humberto Minces”. Al ingresar uno se pregunta porqué lo habrán llamado “Microestadio” ya que de pequeñono tiene nada. Humberto Minces fue uno de los fundado-res de la Institución, de la que fue Presidente, y un granentusiasta de las bochas. Desde las altas ventanas entra una luz apacible, lo quegenera una atmósfera de calidez acogedora. En las pare-des cientos de fotos de socios de todos los tiempos, mos-trando felices sus trofeos y de algunos ilustres jugadoresde Bochas, como el papa Juan Pablo II o los embajadoresde Israel que visitaron Hacoaj y se animaron a tirar unpar de arrimes. Es la hora de la comida y las cuatro canchas, que minutosantes eran escenario de amables disputas, están ahora va-cías.Regina Serjai está sentada a la mesa, muy concentrada ensu partida de burako. No sabemos cuál es su estrategia, yaque aún no bajó fichas. Es socia de Hacoaj desde hacemuchísimos años. Una socia “de perfil bajo, como todami familia” tal como ella se define. Sin embargo fue, ysigue siendo, muy activa. Representó al Club no sólo enbochas sino también como bailarina en el mítico conjuntode Rikudim “Harmónica”, el más antiguo de la Institu-ción. “Mi marido me impulsó a sumarme. Él sabía que a mime encantaba bailar, aunque nunca había hecho rikudim.Meterme en Harmónica fue todo un descubrimiento: losbailes, los trajes, los ensayos a los que nunca faltaba… ylas actuaciones en el Club, en Hebraica, el Auditorio deBelgrano y el Teatro Astral”.El primer recuerdo de Hacoaj, que viene a la mente de Re-gina, es uno bastante lejano. Los domingos en el Club consu marido Israel, su hermana, su cuñado y los hijos de

CORAZÓN DE BOCHÓFILA

ambos matrimonios. Ir a Hacoaj era una cita imposterga-ble, casi una religión. Las tardes transcurrían charlando enel parque de la Sede Tigre, donde ahora está la Menorá.Hasta que un buen día, una de sus amigas la invitó a jugara las bochas. “Mirá Regina ¿por qué no te acercás? Haymuchas mujeres y la pasamos muy lindo”. Las canchas es-taban allí nomás, en el centro mismo de la sede. Reginaencontró su lugar de pertenencia y contención. Mientrastanto los hijos jugaban al fútbol, deporte en el que lle-garon a destacarse y representar a Hacoaj y a la Argentinaen diversas Macabeadas.El permanente crecimiento, la incorporación de más sociosy de nuevos deportes, hizo que en determinado momentose replanteara la utilización de espacios. La vieja canchade bochas pareció peligrar y, sin cancha, se acabaría todoel deporte. Una vez más, la familia bochófila se movilizóy, con el apoyo incondicional de Roberto Maliar y PepeTolchisnky, se logró construir un nuevo espacio, con cua-tro canchas de conchilla, mucho más amplio y cómodoque el anterior, orgullo de Hacoaj entre los clubes quepractican este deporte. “No fue fácil -recuerda Regina-pero lo logramos. No nos dejamos estar, hablamos contodo el mundo, concurrimos a las Asambleas, nos movili-zamos para tener lo que tenemos”. Desde entonces, losbochófilos no dejaron de aportar lo suyo para dar calidady confort al lugar: mesas, sillas, calefacción y aire acon-dicionado. A la hora de recordar Regina -que fue Secretaria de Bo-chas- le brinda un reconocimiento especial a sus amigosbochófilos, en especial a Jaime Gutman, Isaac Alenik yAldo Martínez. “Jaime e Israel fueron muy buenos juga-dores y, por sobre todo, unos caballeros. Todos en la Aso-ciación de Bochas y en los clubes amigos los reconocíancomo tales. En cuanto a Aldo, fue un maestro extraordi-nario”.Para Regina, como para tantos socios, Hacoaj ocupa unlugar central: el de los más dulces recuerdos y el del pre-sente, el de la amistad, la distracción y el del cable a tie-rra.

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EZEQUIEL STOLAR

desde su visión diRigencial,

aFiRMa: “podeR veR a los chicos,

a los hiJos de Mis aMigos

Jugando con la caMiseta

del cluB es un plus...”.

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eguro que no hacía falta llegar a esa instancia, pero fueahí cuando cayó en la cuenta de cuán importante y cen-tral era el club en su vida. Era el casamiento de Ariel, suhijo mayor, y Ezequiel Stolar notó que, casi en su totali-dad, los invitados eran de Hacoaj.No era casual. Cuando uno en su vida traza líneas que dealguna manera lo unan, y logra evitar la desvinculación,suceden cosas como éstas, que se ven reflejadas en la vidacotidiana, como elegir un fin de semana ir al club o salircon los amigos de allí, como así también en las cosas másimportantes de la vida como, en este caso, una boda. Porque “Más allá de decir que es mi segundo hogar, es ellugar donde comparto mi vida, amistades, relaciones, pre-ocupaciones, intereses, y mas allá de ir a jugar, tengo elplacer de juntarme con un amigo a tomar un café y com-partir esos momentos. Hacoaj es un ámbito que me re-sulta propio”.Entró al club cuando todavía era necesario anotarse enuna lista de espera pero aguardar valió la pena, ya que sibien lo deportivo estuvo siempre presente, a través delbásquet, Hacoaj lo llenó desde muchos otros aspectos, alo largo de su vida.El deporte siempre figura entre sus primeros recuerdos:los primeros partidos, algunas peleas, el apodo “Monje”(lo llamaban así porque usaba siempre un buzo con ca-pucha) y los amigos, pero esas no son los únicas memo-rias que guarda de aquellos tiempos. También vienen a sucabeza momentos importantes, momentos de cambios,que a más de uno sorprendieron, sobre todo en épocasdonde los cambios no eran costumbre. Ezequiel recuerda,entre risas y todavía un poco de asombro, el día que vioque el cartel que decía “Colores permitidos: blanco y azul”había sido modificado por “blanco, azul, celeste y rosa”.Para él, ese instante fue único.Como para casi todos los socios, su vida en el club girabaen torno a los dos clásicos ámbitos: el social y el depor-tivo. Pero también fue por más. Desde chico comenzó avincularse a la dirigencia del club, ya que su padre traba-

UN ÁMBITO DECONTENCIÓN

jaba en diversas comisiones, razón por la que Ezequiel co-noció de pequeño a Roberto Maliar: “el paradigma delbuen dirigente, el tipo que estaba cerca de todas las ac-tividades y que, a lo largo de su vida, sostuvo con firmezaque los socios del club tienen un peso muy importante:mantener viva la llama y dar vida a actividades que seanun ámbito de contención, información y construcción”,sostiene.Si bien hoy en día no ocupa ningún cargo, sigue activandodesde otro rol dentro del club y sus ideas siguen latiendotan fuerte como el amor por Hacoaj y recuerda su pasopor la política institucional como un placer donde, a pesarde haber broncas, idas y vueltas, es un ámbito en el quesiempre hay algo para hacer. Considera que uno de losprincipales problemas que hoy por hoy debe enfrentar elclub es la “transformación del socio en usuario de servi-cios”, y las soluciones no radican sólo en los dirigentessino en el propio socio: desde la dirigencia, el club debe-ría generar el espacio para que el usuario vuelva a tenercondiciones de socio, generando identificación medianteactividades, conteniendo a sus hijos, logrando espacioscomunes, comunicación e identificación del club con losvalores judíos. Pero el socio tiene también que poner suparte e implicarse nuevamente. Ezequiel recuerda: “Antesel socio iba a ver los partidos de lo que sea, aunque no ju-gasen los hijos, como una forma de marcar presencia. Y aeso se le sumaba que el deporte estaba en una etapa muypoco profesionalizada en la que, para los que jugaban, eracomo una continuidad y una forma de participar activa-mente del club”. Es decir que la reactivación de los sociosparte de lo que él llama “El espejo en los deportes” ydesde los chicos que: “a partir de su identificación fami-liar y deportiva, tienen que hacer que la gente vuelva a lascanchas, que vayan sus familiares. Y para mí, poder ver alos chicos, a los hijos de mis amigos jugando con la ca-miseta del club es un plus”.Ya sea representando al club desde la dirigencia, colabo-rando como voluntario o jugando a algún deporte, Eze-quiel Stolar no va a sacarse nunca la camiseta y va a llevarla bandera de Hacoaj a donde quiera que vaya.

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MARTHA MINCES DE RICOVER

en la oFicina del 7º piso de la

sede capital, donde se Reúne

haBitualMente la coMisión de

cultuRa, uno de los lugaRes del

cluB con los Que MaRtha

MeJoR se identiFica.

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ecorrer la vida de muchos de nuestros socios, es recorrerla vida misma de Hacoaj. Tal es el caso de Martha Mincesde Ricover. La historia institucional está tan entretejidacon la suya propia que sería imposible imaginar una sinla otra. Hacoaj está en el escenario de los recuerdos máslejanos de su infancia, en las amigas entrañables que co-noció, en el equipo de pelota al cesto, en la formación desu familia, en las oportunidades que supo aprovechar paramaterializar su vocación comunitaria, en el orgullo quesiente cuando enumera los logros de la Comisión de Cul-tura… Pero antes que nada, Hacoaj está en la calidez conla que evoca la memoria de su papá, Humberto Minces,socio fundador del Club y uno de sus primeros presiden-tes. No es casual: el tiempo y la energía que Martha de-dica a Hacoaj es la mejor manera de honrar su memoria.“Mi papá era procurador y dejaba de trabajar en su profe-sión más de lo necesario porque sentía la necesidad im-periosa de trabajar para “su” Club, al que dedicaba todoel tiempo que podía, inclusive el que pertenecía al des-canso y a su familia”. Puesta a rememorar, Martha se ve a sí misma muy chiquita,cuando acompañada de su papá, su mamá Sara y su her-mano Ismael A. realizó sus primeras incursiones al Tigre. “Entrábamos por un camino flanqueado por altos y año-sos árboles que con el tiempo fueron desapareciendo, paradar paso a espacios deportivos. Había dos hermosos edi-ficios antiguos, rodeados de verde, mucho verde… En ellugar donde hoy está la Menorá se inventó un cerco decolores, con una pelota de goma, para que pudiéramosjugar los chicos, esos mismos que hoy trabajamos conamor para este Club que vimos y nos vio crecer”. Los díasen el club eran vividos con profunda intensidad. Martharecuerda el regreso a casa, los domingos a la noche “conbronca, porque tenía que irme de Hacoaj y porque al otrodía era lunes…”. En su adolescencia y primera juventud se formó su equipode Pelota al Cesto en el que jugaban, entre otras chicas,algunas que luego serían amigas de toda la vida. “Nuncaolvidaré la figura de nuestro entrenador el siempre pre-sente Glauco Caielli, que al principio, a las más chicas nosechaba de la cancha por molestas, hasta que pasamos demolestas a luchar por nuestro equipo. Jugar los torneosen esa época era muy sacrificado porque nos movilizába-mos como podíamos. Siempre voy a recordar el día en quefuimos a jugar a Villa Malcolm. Teníamos que ir en tren yllovía. Nosotras sabíamos que las contrarias no se presen-tarían pero fuimos igual, bien pasadas por agua, porque alpresentarnos ganábamos el partido. Ese era el espíritu en-tusiasta con el que representábamos a nuestro Hacoaj”.Martha conoció a Roberto, su marido, en el Club. Era el

EL PENSAMIENTOY LA CREACIÓN

tiempo en que a la tardecita se bailaba. “Me vino a sacar a bai-lar y ahí empezó todo. Fue durante una de las presidencia de mipapá y seguramente pensó que con eso solucionaría los proble-mas de su profesión… pero se equivocó, por lo menos en eso,porque los presidentes de nuestra Institución no tenían venta-jas. De todos modos, todo salió bien y formamos una hermosafamilia de Hacoaj”.Años después, Martha fue invitada a participar en la Comisiónde Adultos y Cultura por Juana Fiszbajn, cuando el área es-taba bajo la dirección del recordado Sergio Leonardo. Allí en-contró su lugar en el mundo. Había mucho por hacer en unclub que ya venía haciendo mucho desde su fundación peroque tenía una fuerte impronta deportiva. Se requería sumaractividades de otra característica, para transformarse en unespacio integral, que abarcase todos los aspectos de la vidacomunitaria.Desde la Comisión de Cultura (actualmente acompañada porJuanita Fiszbajn, Federico Nachtigall, Rosita Stronguin, Jua-nita Huberman y muchos otros que pasaron y dejaron su hue-lla, y en los últimos años con la incorporación de Ariel Popper,Ricardo Michan y Mario Cabrosi) se organizaron los prolíficoscursos, talleres y actividades nocturnas y diurnas en Sede Tigrey Capital, que hoy forman parte de la agenda estable de Hacoaj.Ya en los años setenta, mientras el país vivía sus años más os-curos, la Institución se fue transformando en un espacio de ex-presión de la cultura judía y argentina, para sus socios y parael conjunto de la sociedad. “De entre todas las actividadessiento algo especial por los Seder de Pesaj en el Tigre y las ce-lebraciones de Rosh Hashaná que siempre requirieron muchotrabajo y estar en todos los detalles. Aún me pongo nerviosapensando en el día de su realización ¿vendrán los socios o notendremos a nadie? Por suerte, durante muchos años tuve a milado a Berta Schneiderman y luego a Judith Steren como pro-fesionales del área, por quienes tengo el más grande de los ca-riños. Para mí trabajar con Berta antes y ahora con Judith esuna tranquilidad y una responsabilidad compartida”.El trabajo de la Comisión de Cultura tuvo y tiene que ver conel hecho de que hayan conocido Hacoaj los principales prota-gonistas del pensamiento y la vida artística y política de nues-tro país, en nuestros famosos encuentros al mediodia. La listade nombres que desfilaron sería interminable, pero podemosmencionar a Nelson Castro, Mario Pergolini, China Zorrilla, Da-niel Rabinovich, Irma Roy… Incluso contamos con la presen-cia de Cristina Fernández de Kirchner, cuando ni ella soñabaque podría ser la Presidenta de la República. En definitiva unconjunto polifacético de voces que intenta representar el másamplio marco del pensamiento, la opinión y la creación. “Hoymiro con orgullo hacia atrás y pienso que ver a Hacoaj como loveo actualmente, con el esfuerzo compartido por tantos otrosque como yo lo aman, es toda la recompensa que necesito”.

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GRUPO DE TENIS DE LOS MIéRCOLES

la aMistad, los oBJetivos

coMpaRtidos y la identidad,

valoRes Que hacen a

la esencia de hacoaJ

coMo espacio coMunitaRio.

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odo comenzó un domingo del invierno del año setenta y pico, queno podemos precisar, en los inicios del tristemente célebre ProcesoMilitar cuando la mayoría de los argentinos, ajenos al drama que seestaba viviendo en el país, ignoraba los tremendos sucesos queacaecían. Fue por ese entonces que a algunos tenistas del Club seles ocurrió, inocentemente, reunirnos en el Tigre y hacer unos par-tiditos, como para “cortar” la semana. Al principio costó convencera los amigos para formar siquiera el “dobles”. Había prejuicios,temor a las críticas de la familia y otros frenos. No obstante los pri-meros que se “prendieron” fueron dos ingenieros que estaban ocio-sos, pues en ese momento la construcción se encontraba parada.Los primeros del grupo fueron los ingenieros Miguel Rotman y ElíasFaradje y el odontólogo Greideler. Durante unos cuantos miércolesse tuvieron que resignar a pelotear de a tres, porque no conseguíana nadie que ocupase el cuarto lugar para un “dobles”. Más adelantese agregaron Federico y Jorge Groisman. A partir de ahí la propuestaempezó a hacerse conocer y a crecer. Poco a poco llegaron algunosmás: Lucho Guks, Jaime Blaum, Lito Gendin, Fernando Lach, RicardoChicotzky, Coco Wainstein, Moisés Michan, Lucho Batkis, Isaac Te-ller, entre otros. “Recién ahí empezamos a funcionar como un ver-dadero grupo y comenzamos a dictar ciertas reglas, como ser:horarios, duración de los partidos y algunas otras normas aún hoyvigentes”, reseña Natalio Freideles, decano del tenis de los miérco-les. El grupo fue mejorando día a día o, mejor dicho, miércoles a miér-coles. Cada uno fue aportando sugerencias o nuevas ideas sobre todoen lo que hacía a los refrigerios que consumían después de ducharsey que daban lugar a sabrosas sobremesas con charlas, debates, chis-tes, etcétera, que le agregaban un encanto especial a esos encuen-tros. “Aquí entra en escena una cuestión que iba a agregarle al yanutrido grupo un motivo más de alegría y, sobre todo, satisfaccióngastronómica. Estoy hablando de la famosa torta que nunca faltó enla mesa de café de aquéllos miércoles”. Comenzaron obligando aquien cumpliera años a convidar con una. Tuvo tanto éxito la ideaque al poco tiempo, y con muy buen humor, se extendió a cualquieracontecimiento grato: casamientos, bar mitzvá de hijos o nietos, elregreso de un viaje, el nacimiento de alguien, una intervención qui-rúrgica exitosa, la compra de una vivienda, la graduación de loshijos, el cambio del coche, las bodas de plata, en fin, para toda oca-sión. “Allí surgió un gran cortador de tortas, con gran sentido de laproporción, el insigne Julio Gandin, que siempre se las ingeniabapara que hubiese un remanente para los que se quedaban a jugar alburako”, rememora Natalio con una sonrisa. “Durante años nos ma-nejamos con las consabidas tortas hasta que un imprevisto miérco-les a Jaime Blaum se le ocurrió romper el esquema que nos habíavenido endulzando tantos años, al traer sorpresivamente una picadaidishe, que produjo gran impacto en el grupo, lo cual no evitó queen minutos la devoráramos”. A partir de ahí la clásica torta dejó deser la vedette, dando paso a otras variantes gastronómicas comoser los clásicas plezales de pastrón y pepino, especialidad de Ber-nardo Grejniek. Alguna que otra pizza, sándwiches de miga, factu-ras y demás delicias. “Así llegamos lentamente a lo que más adelante

CAMARADERÍA, AMISTAD Y SOLIDARIDAD

se transformaría en nuestros clásicos almuerzos. Empezamos en-cargándole un plato al responsable de turno del auto-servicio.La variante fue durante bastante tiempo almorzar en la llamadaRecoleta, hasta que desembocamos en el actual Panorámico,donde creo que por fin se terminó nuestro deambular debido aque se combinaron un concesionario aceptable y un lugar in-mejorable, ambiente climatizado, uso de micrófono. Un hermosositio que se presta a la medida para comer y charlar, la camara-dería y la recepción o el agasajo de eventuales invitados”. Otro aspecto digno de destacar de este grupo es su actividadturística veraniega, que realiza anualmente alrededor del 8 dediciembre. “Esto comenzó con nuestro primer viaje a Piriápolis(en el Hotel Argentino). No recuerdo el año pero sí que fue tanexitoso que lo fuimos repitiendo todos los años para la mismafecha, pero con variados destinos, hasta afincarnos desde hacevarios años en Pinamar, en el Hotel Terrazas de 5 estrellas. Undetalle: como tenistas que éramos siempre que pudimos trata-mos de alternar la estadía con la práctica de nuestro deporte”.Este grupo tan peculiar, entusiasta y solidario está y estaráunido en las malas y en las buenas. “Respecto de las malas de-bimos lamentar en alguna ocasión la partida de algún compa-ñero. Pero la vida es así. Y si bien es cierto que nunca nosolvidaremos de los que se fueron, lo compensamos con la ale-gría de ir sumando nuevos integrantes a este grupo de tenis-tas de los días miércoles”. Párrafo aparte merece su modestacontribución a los Comedores Populares Israelitas, impulsadapor nuestra querida Luciana y también al Keren Keyemet, eneste caso por el batallador Mario Meschengieser. “Todos los in-tegrantes del grupo buscamos contribuir de alguna manera paraque el grupo funcione, pero hay que mencionar los nombres dedos personas a quienes agradecemos infinitamente porque consolvencia y capacidad nos solucionan todos los problemas enlos que haya que “hacer números”: David y Abraham. Muchasgracias. En otro orden quisiera destacar que nuestro grupo estáconformado por distinguidos profesores universitarios, emi-nentes especialistas, destacados industriales, profesionales ycomerciantes, los cuales queremos brindar un ejemplo de sen-cillez y compañerismo. Ojalá que la llama que mantiene vivo aeste grupo no se apague jamás”.Isidoro Abadi, Isaac Abuaf, Jaime Alfie, Alberto Amzel, LuisBatkis, Jacobo Bernztein, Mauricio Brodsky, Enrique Cazachof,Isaac Cohen Falah, Marcos Corenman, Jorge Efron, Marcos Eru-jimovich, Oreste Fallik, Julio Feldman, Isidoro Feuer, León Fis-zbein, Natalio Freideles, Luciano Friedenbach, Raúl Gaivironsky,Julio Gendin, Adolfo Goldsman, Bernardo Grejniec, Julio Hirsch,Beno Katz, Abraham Koniszczer, Jorge Krupnik, Arnoldo Manu-sovich, Mario Meschengieser, Jaime Meta, Tobías Morgenstern,Federico Nachtigal, Abraham Saban, Isaac Salama, AlbertoSchugurenski, Pascual Smolar, Norberto Swarynski, Juan Ulnik,Saúl Urman, Bernardo Wais y David Zimerman.

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MIRTA KUPFERMINC

su oBRa aRtÍstica, asÍ coMo

su pResencia y la de su FaMilia,

engalanan al cluB náutico hacoaJ.

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i Mirta Kupferminc tuviera que contar cómo fue su llegadaal Club, diría que fue gracias a un noviecito de tan sólo13 años... Luego de unos años (unos cuantos), aquel niñoterminaría por convertirse en su marido. Luego de enviu-dar, Mirta encontró en Hacoaj a Kurt Frieder: “Si bien nosconocíamos, te podría decir que en el Club se generó estenuevo amor”… La voz de Mirta se quiebra, respira y con-tinua: “el Club me ha dado grandes cosas”. Entre ellas, una gran amistad con Fito Groisman y contoda su familia, que hasta el día de hoy conserva con in-menso cariño. Otras, tienen que ver justamente con elarte, “claramente mi profesión”, diría ella, especialmenteluego de algunas bromas por parte de amigos: “¡Andá aagarrar los pinceles!”, le gritan cuando la ven jugar altenis en el Club. Pero, en esa relación de ida y vuelta, Mirta también le diomucho de sí a su Club: “Recuerdo el día que se inauguróla pieza escultórica que hice para Hacoaj, representativadel atentado en la AMIA (que está ubicada en el edificiocentral de Sede Tigre “Roberto Maliar”). Tengo muy mar-cado ese momento porque me pasó una cosa rarísima: meagarró un brote de pudor y me fui. No me quedé a la in-auguración. Después me contaron que me estuvieron bus-cando. Pero no toleré mezclar lo profesional con algo queme conmovía especialmente por la situación, por la obra,en un ámbito tan familiar, entonces me fui”, explica son-rojada y agrega que: “El caso de la Menora de la Sede Clubde Campo, por el contrario, lo viví muy intensamente ymuy orgullosa porque fue la ideología la que me llevó ahacerla como un reflejo de la primera Menora de Hacoaj,que está en la Sede Tigre. Fue una buena interpretación,a través de la plástica, a través de las formas, de lo quesignifica una Institución que crece. Además, hipotética-mente, si imagináramos que el espacio se aplana, una en-cajaría perfectamente con la otra. Por eso se llama: “Dealma y cuerpo”, habla de la materia y de lo espiritual…ambas instancias están unidas”.

HACOAJ ME HADADO GRANDES

COSAS

Actualmente no concurre muy seguido al Club ya que lossábados se queda trabajando en su taller de arte. Pero sufamilia sigue a pleno: su madre Agnes Kupferminc, a los86 años, es una infaltable jugadora de burako, su her-mana Marga Kupferminc Indij, su cuñado Alberto Indij ysu sobrino Javier, continúan siendo parte de Hacoaj gra-cias al esfuerzo que hizo Mirta por convencerlos, ya que-años atrás- toda su familia concurría a CIBA en Banfield.Pero ella siendo muy chica, se cambió de Club. “Era muyloco que la nena de la familia, la menor, decidiera cam-biarse de Club, pero lo hice”, cuenta Mirta. Años mástarde, toda su familia se haría socia de Hacoaj. “Los con-vencí y me siguieron”, afirma con convicción y una gransonrisa. Como muchos socios, Mirta dice “El” Club al referirse aHacoaj. Es algo muy peculiar, pero a todos les pasa. Ellaexplica que hay una razón: “Por mi profesión viajo muchoy es habitual encontrar a alguien que jamás saludé en elClub pero, obviamente, cuando nos cruzamos en el exte-rior nos saludamos, lo que me genera la sensación de en-contrarme con un pariente... pienso y digo ¡este es de “El”Club”.Claramente Hacoaj significa mucho para esta gran artistaplástica: “Siento por Hacoaj una pertenencia emocionalmuy fuerte, por eso fue muy importante el Club para lacrianza de mis hijos. Tanto con el nacimiento de Danielcomo con el de Tobías. Tengo muy registrados todos losmomentos de la nursery. Es hasta el día de hoy que me re-encuentro con las mamás con quienes la compartíamos yrecordamos perfectamente a Elsa, quien sabía de quiénera cada hijo, entonces yo me iba a hacer cualquier acti-vidad y le dejaba a los chicos durmiendo y cuando se des-pertaban venía, te buscaba y te lo traía: ¡Una maravilla depersona!”Ella recuerda que la primera vez que la invitaron al Club,siendo muy chica, fue a cenar con sus padres al Panorá-mico y se impresionó por lo enorme y maravillo que era.“Me causó una sensación que aún hoy evoco, es por esoque los 75 años de Hacoaj me emocionan mucho hasta laslágrimas”… Y una gota cae por su mejilla… Y luego, otrasmás.

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OSCAR ZELIG GOLDBERG

ReFeRente históRico de hacoaJ, activo

en la institución desde 1943 a tRavés

de su pResencia y la de su FaMilia.

en esta Foto, Junto a su esposa, nesi.

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as dos palabras iniciales del título, reflejan el optimismojudío de cada día. Son las palabras que pronuncia todo creyente, en la ini-ciación de sus oraciones cotidianas.Seguramente, el Ing. Mauricio Schverlij y los que lo acom-pañaron en 1935, en la fundación de Hacoaj, no las tu-vieron presentes. Pero vienen a mi memoria, cuando en el Pentateuco relataque Balak, hijo de Tzipor y rey de los Moabitas, contratóa Bilam el sacerdote, para maldecir al pueblo judío, demanera que sus maldiciones impidieran llegar a los libe-rados de la esclavitud egipcia, a la Tierra Prometida.Los que fuimos testigos, como en mi caso desde 1943hasta el presente, del desarrollo y evolución del Hacoaj,no podemos dejar pasar este episodio bíblico. Más allá delcrecimiento demográfico y patrimonial, el Hacoaj se des-arrolló con un Norte, que era servir a la comunidad judía,y al entorno geográfico que contribuyó al desarrollo delTigre, a orillas del Río Tigre, donde se radicó.Así como en la época bíblica hubo un moabita, Balak, apartir de su fundación el Hacoaj tuvo que vencer muchosobstáculos y reparos, que no aceptaron de buen grado supresencia, ni en la Asociación Argentina de Remeros Afi-cionados, ni en otras federaciones deportivas.Esto tuvo eco en diferentes notas periodísticas de suépoca.Recuerdo la nota firmada por Banda Bow, en la revista ElGráfico y también una nota del diario La Nación, el nom-bre de cuyo autor desconozco, quienes elogiaban la pre-sencia del Hacoaj tanto en el Tigre como en el remodeportivo, y se extrañaban de que el Hacoaj no fueraaceptado en la AARA, sobre todo después del triunfo enla Regata de Río Santiago.La afiliación a la AARA fue rechazada tres veces, por su-puesto que anónimamente, ya que el rechazo venía a tra-vés de una bolilla negra.

MA TOVU HACOAJ(CUÁN BELLO ERES)

Pero en septiembre del año 1948 se produjo la acepta-ción. ¡Oh, casualidad!, luego de l a la derrota de los ejér-citos nazifascistas en la segunda guerra mundial.Años después, durante la presidencia de Roberto Maliar,vinieron varios presidentes de clubes de remo del Tigre apedir la intercesión del Hacoaj, en una moratoria y con-gelamiento de las cuotas de afiliación a la AARA, porqueno estaban en condiciones de pagarlas.Son muchos los recuerdos que guardo, pero respetando labrevedad, no quiero extenderme demasiado.Quiero hacer mención que mi esposa Nesi Enriqueta Jida-novsky y yo, tuvimos el reconocimiento, en su oportuni-dad, de nuestra condición de haber cumplido 50 añoscomo socios de Hacoaj. Así como el orgullo de entregar anuestros hijos Judith Noemí y Víctor Ariel el reconoci-miento similar cuando ellos cumplieron 50 años como so-cios.Pero quiero recordar también a:Isaac Tolchinsky q.e.p.d., el gran alentador de los equiposrepresentativos.Roberto Maliar q.e.p.d., presidente por varios períodos delClub Náutico Hacoaj.Israel Maliar q.e.p.d., quien leyó el Kidush, en el primerSeder de Pesaj celebrado en nuestra Institución, en 1961.Miguel Goldfeld q.e.p.d. quien fue vicepresidente de laDAIA, llamado a esa responsabilidad por su gravitacióninstitucional desde la vicepresidencia de Hacoaj.Israel Lypszyc q.e.p.d., en su permanente empeño, paraque los directivos cumplan con Magbit y Bet Halojem.No puedo olvidar los ramalazos del caso Sirota, el asesi-nato de Trilnik en el Colegio Nacional Sarmiento, que elHacoaj observó con atención y aprensión.Son muchos a quienes el Hacoaj les debe su crecimientoy gravitación.Pido perdón, si me olvidé de alguien, vivo o muerto.Son muchos años.

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FITO GOLDSMANel caMino Que atRaviesa la

sede tigRe “RoBeRto MaliaR”

lleva el noMBRe

“paseo dR. teodoRo heRzl”,

poR iniciativa de Fito.

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xiste un refrán conocido que dice que hay tantas mane-ras de ser judío como judíos sobre la tierra. Con Hacoajpasa algo similar: hay tantas definiciones y tantos signi-ficados del club como socios en total. Estas visiones pue-den depender de la edad, de la actividad, de la historia ode lo que a uno lo ate al Club; pero cada quien es libre dedarle el simbolismo que mejor considere. Fito Goldsmanno escasea en términos y cree que Hacoaj, ni más nimenos, un paraíso, “nuestro” paraíso, que lo fortalece díaa día y en cada encuentro que tiene. Fito entró por primera vez al club por lo que llamaban el“Camino Real”, cuando el ingreso por la calle Luis Garcíaestaba flanqueado por pinos, entre los que estacionabanlos pocos autos de los pocos socios. Hoy ese camino ya noexiste. Fue reemplazado por el que está flanqueado porlas canchas de tenis. El azar hizo que entre aquellos pocossocios estuviese quien pronto sería su mujer. ¿Dónde lahubiese conocido sino en el club? “Yo era muy audaz; lavi con anteojos oscuros, tomando un café con las amigasy me gustó. Le levanté los anteojos y le pregunté por quéescondía esos ojos tan lindos. Así se armó una amistad,que dio lugar a que mis hijos y mis nietos dieran sus pri-meros pasos en Hacoaj”. De esta manera se comenzó aescribir la historia de toda su generación, la que le siguióy la otra también. Fito eligió a Hacoaj cuando todavía no era un club tan re-conocido; encima quedaba lejos y era de difícil acceso.Hoy en día, seis décadas después, lo sigue eligiendo: “Hevivido día a día, año a año los sesenta últimos años denuestro club. Y lo notable y curioso es que ese pequeñogrupo de esclarecidos que lo fundaron, necesitados de unlugar donde seguir practicando remo, ya que por motivosconocidos no se lo permitían, no se imaginaron segura-mente la proyección que tendría ese Club Israelita deRemo, que seria luego el Club Náutico Hacoaj”. Desde sus comienzos, Fito se encargó de llevar siempre alhombro y bien arriba las banderas del judaísmo y el sio-nismo porque, tal como él lo ve, son dos caras de la mismamoneda: no hay uno sin el otro. Es que Fito, como judío,

IDENTIDADSIONISTA

ve en Hacoaj un marco de contención y valores que el cluble otorga a la comunidad y que logra mantener la proyec-ción de la vida judía. “Nuestro club es una de las colum-nas básicas de la vida comunitaria en nuestro país y másallá también. Los colores de nuestros remos nos hablan deIsrael y de nuestra Argentina”. Fito recuerda todos los mo-mentos en los que Hacoaj, como sostén, tuvo que alber-gar a todos y cómo se autoconvocaron aquí, entre miedosy conmoción, buscando algún tipo de contención. Uno deesos momentos fue en 1967, durante la Guerra de los SeisDías. “Estábamos tan alarmados que vinimos al Club a en-contrarnos con nuestros hermanos, porque aquí estabantodos nuestros pares”. Desgraciadamente no faltaron otrasoportunidades de estupor en las que Hacoaj demostró sutemple comunitario y su razón de ser como entidad judía:los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIAen 1994 y el asesinato de Itzhak Rabin en 1995.Además de encontrar la vida comunitaria, Fito siempreparticipó como activista en todas las comisiones y subcomisiones posibles y fue invitado permanente al ConsejoDirectivo, experiencia de la que guarda los mejores re-cuerdos de Roberto Maliar y siente el honor (“y no el or-gullo, porque no es lo mismo), de ser amigo de JuanOfman, de Alejandro Filarent y de Ricardo Furman.Hoy en día Fito tiene la satisfacción de decir que todavíaforma parte de la actividad deportiva del club y que juntocon sus amigos (“un grupo de jóvenes de edad avanzada”)juegan semanalmente al tenis, desde hace ya muchísimosaños.Desde su departamento frente al Club descubre algo dis-tinto cada vez que cruza el puente. Personas, paisajes,momentos. Puertas adentro conserva los recuerdos máslindos de su familia y desea que las generaciones quesigan puedan seguir disfrutando “ese paraíso”.Para Fito, la traducción de Hacoaj, “La Fuerza”, no dicetodo lo que Hacoaj significa. “Es mucho más que fuerza,son valores; es el aspecto físico, que es la fuerza, y tam-bién es lo espiritual”. Y agrega: “Hace 70 años que vivoactivamente en Hacoaj. Un estilo de vida, una forma deser, de lograr la amistad, la comunicación y la conviven-cia con el otro, una pasión por lo deportivo y lo comuni-tario”. Eso es Hacoaj. Eso es Fito.

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SILVIA CICHOwOLSKI

uno de los tantos legados

de Rogelio cichowolsKi.

en esta Foto su esposa

silvia posa con sus nietos:

MatÍas y laRa.

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o resulta nada fácil retrotraer recuerdos de la memoria yhablar acerca de cualquier ser querido que hemos perdido.Mucho más difícil aún si se trata de una persona de la en-vergadura de Rogelio Cichowolski, una de esas (pocas)enormes personas que cuanto más grandes son, másfuerte caen… y más se siente su ausencia. Por eso es quele agradecemos infinitamente a Silvia, su esposa, el haberhecho el esfuerzo de narrar algunos de sus recuerdos, paraque estas líneas fueran posibles.Rogelio fue una persona importantísima, no sólo para elClub Náutico Hacoaj sino para toda la Comunidad JudíaArgentina. Todos aquellos que lo conocieron no dudan enresaltar su labor ejemplar al frente de la comunidad, mo-tivado siempre por un intenso compromiso y contandopermanentemente con el apoyo vital de su familia, sin elcual no hubiera podido dar por los demás todo lo que brin-daba día a día.Este apoyo implicó un sinfín de cuestiones, desde ban-carse las horas en las que Rogelio no estaba en casa conla familia, “que eran muchas”, hasta despertarse todos losdías a las 5.45 de la mañana con las dos líneas de teléfonoy el celular sonando simultáneamente. “Tenemos una fotomuy graciosa que le sacó uno de nuestros hijos, en la queestá sentado después de bañarse y con el celular en lamano” recuerda su esposa y agrega: “Así era nuestra vidapero porque él la había elegido y eso no le podía faltar”.Silvia continúa con añoranza: “Le hubiera gustado estarahora, disfrutando de sus nietos... Murió demasiado joven(tenía 56 años). Mucho no se supera su pérdida porque lotuve como pareja un tiempo largo y, a pesar de todo, es-taba muy presente. Es una persona a quien acompañé yadmiré profundamente. Una se alivia y sigue viviendo, porlos hijos y los nietos sobre todas las cosas. Pero el agu-jero es enorme”.Al año de su fallecimiento fue homenajeado con la desig-nación como Socio Honorario de la Institución, ademásde otorgársele su nombre al Salón de Actos Culturales delTigre. “Para Rogelio, Hacoaj era parte de su vida, estabaabsolutamente compenetrado con la institución”, definecategóricamente Silvia.Su actividad como dirigente institucional comenzó cuandotuvo que dejar de jugar al básquet, siendo muy joven, y elpresidente del Club Tito Morgenstern, lo invitó a formarparte del Consejo Directivo. De este modo se convirtió enSecretario primero de la Comisión de Básquet y luego de laComisión de Cadetes, lo que fue su primera responsabili-dad y un primer paso en lo que en el futuro sería una largay exitosa carrera dentro de voluntariado comunitario.Luego de desempeñar esa tarea, se alejó del club durante

EL COMPROMISOEN PERSONA

un breve período en el que “tuvo un poquito de tiempopara su vida. En ese momento nos conocimos y nos casa-mos”, escribió alguna vez Silvia en ocasión del homenajea su marido al cumplirse un año de habernos dejado.Luego de ese corto, pero sin dudas importantísimo lapso,en el que comenzó a constituir su propia familia, volvió atrabajar en el club tentado por Alberto Smulevich, quiencon su mentalidad de empresario llegó a la presidencia deHacoaj con la idea de realizar una modernización de laorganización institucional. Allí desempeñó virtuosamenteel cargo de Secretario de Asuntos Legales y, posterior-mente, el de Secretario General durante dos períodos.Constituyó la Comisión de Secretaría, que tenía como ob-jetivo “asesorar y apoyar al Consejo Directivo con criteriopluralista y participativo”, según explicó él mismo duranteuna entrevista que le hicieron.“Él siempre decía y criticaba que por lo urgente se rele-gaba y se dejaba en segundo plano lo importante, los pro-blemas de fondo” y ya en mediados de los ochenta creó elProyecto Hacoaj 2000, pensando en estrategias a largoplazo y con un claro horizonte que se asentaba siempre enuna mirada hacia el futuro. En ese marco comenzó la in-tegración del Club de Campo en la actividad global de lainstitución y el trabajo en la promoción de nuevos diri-gentes voluntarios. A propósito de esto, Silvia recuerda con agrado que,cuando se inauguró el Club de Campo, comenzaban a dic-tar clases de golf y junto con Rogelio se les ocurrió ir aaprender. Entonces dejaban a los chicos en la actividad eiban corriendo a practicar una hora de golf, hasta que sedieron cuenta que “estaban locos”, que ese momento eracasi su único tiempo de relax y debían aprovecharlo paratal fin.Luego de desempeñar aquellas funciones en el club, Ro-gelio empezó a trabajar en la DAIA, pero al principio lohacía como representante de Hacoaj. Al poco tiempo tuvouna charla con quien era titular de la Institución en eseentonces, el Dr. David Goldberg, quien le ofreció la Vice-presidencia. “¿Cómo voy a ser Vicepresidente? si ni si-quiera sé lo que es la DAIA”, le comentó al salir de lareunión a su esposa, quien lo había acompañado. Pero,como no podía ser de otra manera, aceptó el desafío y laresponsabilidad. Luego fue Tesorero, Secretario y final-mente Presidente, cargo que ocupaba al momento de sumuerte.“Hacoaj es una auténtica escuela de dirigentes”, ponderóél mismo alguna vez y, tal vez, tenga razón… De lo queno queda lugar para las dudas, es que, de esa escuela, élfue el mejor maestro.

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OSCAR MURMIS

la voz de las asaMBleas de hacoaJ.

su “pido la palaBRa” suele seR

la antesala de un deBate intenso.

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a participación comunitaria está sostenida por una fuertevocación; su finalidad es, ni más ni menos, proponersemejorar la calidad de vida del conjunto de la sociedad.Esta participación exige involucrarse en los espacios dedecisión, estar informado, prepararse para el debate, des-arrollar un espíritu de colaboración y una capacidad deanálisis crítico que permitan sustentar sólidamente lasopiniones. Muchas veces se requiere, incluso, el valor deenfrentar el poder y hacerlo constructivamente, condiciónnecesaria para ser tenido en cuenta. A lo largo de sus sesenta y siete años como socio al ClubNáutico Hacoaj, Oscar Murmis tomó parte en todas lasasambleas (excepto en la de 1992, cuando falleció su es-posa) y en todas las reformas del Estatuto Social. Sus in-tervenciones fueron siempre muy activas y esperadas porsus consocios. “¿Qué tendrá para decir Murmis al res-pecto?” fue, y sigue siendo, la gran pregunta antes de unaasamblea. Esto no es causal. Oscar supo ganarse un lugardestacado como la voz incisiva y reflexiva a la vez. Siem-pre se propone profundizar en los motivos de una inicia-tiva institucional, para que los socios tengan la mejorinformación posible, antes de decidir. La fórmula es muysimple: “Nunca hablo sin estar bien informado. Si no co-nozco lo que se va a tratar, me callo”, explica Oscar, aun-que difícilmente se encuentre en la situación de no tenernada para decir. Oscar Murmis jamás va a una asambleasin antes haber hecho los deberes: leer y subrayar toda laMemoria y Balance y solicitar la información complemen-taria para entender en profundidad lo que está siendopuesto a consideración. Con cierta picardía, reflexiona:“Estos últimos años me he calmado bastante y me portobien”. No es que antes se haya portado mal sino que su“pido la palabra” suele ser la antesala de un debate in-tenso, a veces caliente, al que de ninguna manera debe-mos temer. Buena parte de nuestra tradición judía estásostenida en la discusión y, como bien sabemos, dondehay dos judíos hay tres opiniones. Cabe aclarar que su ac-tuación en Hacoaj no se limitó a las asambleas, puessiempre integró y actuó en distintas sub comisiones. Par-ticularmente cada vez que se estudiaron reformas al Esta-tuto Social, trabajó intensamente y aportó su experienciay conocimientos al debate y, en la última reforma, hizo in-troducir muchas de las nuevas normas.Oscar Murmis se asoció a Hacoaj, junto con sus padres yhermanos, el 29 de abril de 1943, cuando tenía veinteaños. “Hasta ese momento yo había pertenecido a Gimna-sia y Esgrima de Buenos Aires. Entonces, como muchos

¡SÍ! OFICIALISTADE HACOAJ

amigos de origen judío, nos vinimos al Hacoaj”. En aquel tiemponadie podía predecir el impulso que alcanzaría la Institución que,en los años cuarenta “era simplemente un lugar de esparci-miento, reunión y descanso semanal”. Luego, a medida que fuecreciendo, desarrolló una identidad más completa e interesante. La participación comunitaria es una herencia familiar. “Mi padre,Jacobo Murmis, fue un muy importante dirigente comunitarioque, entre sus cargos, se destacan: primer presidente del Jointen la Argentina (hasta su fallecimiento en 1968), tesorero de laDAIA, presidente de la organización de ayuda a las víctimas ju-días de la guerra, de la que también fue socio fundador, y pre-sidente de la Liga Israelita Argentina Contra la Tuberculosis”. Oscar llevó esta vocación más allá. No sólo es un activo partici-pante en las instituciones comunitarias que integra como socio(Hacoaj, la Sociedad Hebraica Argentina y la Congregación Is-raelita de la República Argentina), sino que llevó esa dedicacióna los ámbitos de su profesión, como vocal del Centro Argentinode Ingenieros, secretario del Consejo Profesional de IngenieríaCivil – jurisdicción nacional y a nivel ciudadano, ya que en el pe-ríodo 1963/65 fue Diputado Nacional por la Ciudad de BuenosAires. Como tantos argentinos, en más de una ocasión se en-contró a sí mismo diciendo “¡Qué barbaridad lo que pasa! Si yofuese Diputado de la Nación…”. Pero a diferencia de otros, lejosde quedarse en la queja vacía, se involucró en primera persona.Para la época de la elección, en 1963, Oscar era Secretario Ge-neral del Club Náutico Hacoaj, desde 1960, bajo la presidencia delIng. Civil Isaac Glikman y luego de 1961 a 1963 en la presiden-cia de Roberto Maliar. Es por ello que, con humor, afirma quetuvo “un pequeño ascenso: de Secretario de Hacoaj a DiputadoNacional”. En aquella elección también fue elegido como Dipu-tado Nacional otro socio de Hacoaj, el Ing. Civil León Patlis.No es posible hablar de la participación de Oscar Murmis en Ha-coaj sin hacer referencia a Roberto Maliar. Probablemente nohaya habido dos personalidades tan diametralmente opuestas.Ambos compartieron largos años en los que, en más de unaoportunidad, estuvieron enfrentados, a veces muy fuertemente,por su visión y su estilo. Pero fue un antagonismo leal, regidopor la aspiración de dar lo mejor para el espacio comunitariodel que formaban parte: Hacoaj. Así lo reconoció Oscar, quetiene hondas palabras de elogio para quien, más allá de toda di-ferencia, consideró su amigo. Oscar, el analítico y Roberto, el ex-pansivo… Uno y otro se hicieron falta mutuamente, no sólo anivel personal sino como representación de una búsqueda per-manente del equilibrio, la complementación necesaria entre ac-ción y reflexión que toda sociedad requiere para sostener ycimentar su crecimiento.

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AYELEN MAISLEY

en su giMnasio de la sede capital,

donde vive laRgas e intensas

hoRas de entRenaMiento y aMistad.

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yelen Maisley tiene 20 años y desde los siete que repre-senta al Club en gimnasia artística. Su pasión por el de-porte vendría mucho tiempo después, ya que todocomenzó con una excusa para acompañar a su hermanoque quería jugar al básquetbol. “Cuando empecé la Es-cuelita de Gimnasia me hicieron probar una clase de ni-velación con un grupo y después con otro. Finalmentequedé en el que todas las chicas eran más grandes queyo”, cuenta Ayelen sobre su primera experiencia. Actualmente, entrena cuatro veces por semana en SedeCapital, los fines de semana en Sede Tigre y todos los sá-bados dicta la clase de gimnasia a las nenas de cuatro ycinco años y a las de primaria. Su vida está en Hacoaj.Como ella misma sintetiza: “No hay uno sólo día que nopise el Club”. Fanática de lo que hace, Ayelen le pone pasión en todomomento: “Más allá de que sea individual, se entrena enequipo y, aunque en un torneo tenga que competir con-tra mis amigas, me pone feliz que ellas mejoren y sesuperen día a día”.Y no es para menos. La mayor alegría que le dio Hacoajtiene que ver sus amigos: “Mi mejor amiga, Magalí Ripe-tour, comparte todo conmigo desde los siete años. En unviaje a Chile nos hicimos muy amigas, hoy estudiamosjuntas el profesorado de Educación Física y trabajamosdando clases en el Club”, asegura Ayelen quien nombra aquienes dieron lo mejor de sí para formarla como depor-tista: “Andrés Villarreal es mi entrenador de toda la vida,y ahora junto con Gabriel Zaba hacemos un gran equipo.En algún momento, también estuve con Andrea Bromberg,Cristina Suárez, Rolando Fernández López, Luciana Roig yOctavio Scaffuro”.Con gran esfuerzo y puro entrenamiento, Ayelen llegó al

REPRESENTAR AL CLUB:UN MOMENTO ÚNICO

nivel B2, el más alto y competitivo de Hacoaj, en el queya lleva varios torneos metropolitanos, panamericanos ynacionales. Ganó seis medallas en el Torneo PanamericanoMacabeo de 2007, cinco de oro y una de plata. “Gracias aHacoaj me di cuenta que esto es lo mío y que disfrutomucho el rol de profesora. Y ese sentimiento tan profundoclaramente viene de mi familia”, explica Ayelen.Sus abuelos son vitalicios, sus padres socios de toda lavida y su tía, Clarisa Niks, representó al Club en cestobally ganó dos Olimpias de Plata por su desempeño. “Es lindoque el Club tenga tanta vida y que se mantenga a lo largode los años. Conozco a personas que han hecho historia,como mis abuelos que son socios desde hace más demedio siglo y han venido permanentemente. Sé que paraellos es muy importante que nosotros estemos en Hacoajy continuemos de alguna manera la tradición”.Si bien tuvo muchas propuestas de otros clubes, Ayelensiempre eligió Hacoaj para entrenar. “Me siento cómoda,me gusta el ambiente, tengo a mis amigas, a mi entrena-dor de toda la vida y es por eso que es como mi segundacasa”. Y como si hicieran falta más argumentos, agrega:“Aquí me siento feliz”. Más allá de que disfrute haciendogimnasia, el hecho de poder transmitir lo que le gusta,sumado al apoyo del Club, es para ella una gran satisfac-ción.El año que viene Ayelen se recibe de profesora. Sin dudarlopiensa especializarse en Gimnasia Artística y hacer el cursode entrenadora. Además, ya es jueza metropolitana de ladisciplina desde el año pasado. Este título, le permitió serárbitro del Torneo Metropolitano. “Este año puedo juzgar amuchas de las chicas que hoy están en las divisiones me-nores de Hacoaj. Ser juez, entrenadora o gimnasta, tiene suparticular encanto”, afirma nuestra deportista. “Represen-tar al Club es un momento único. Ahí resumo todo el es-fuerzo y el respaldo de la gente que me ayuda, poniendotodo y tratando de hacerlo lo mejor posible”.

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JUEGOS SOCIALES

espacio de encuentRo

peRManente, RepResentación

institucional y apoyo

a las acciones solidaRias.

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ientos de socios, todos los días, dan vida a este espaciode encuentro permanente, representación institucional yapoyo a las acciones solidarias y comunitarias.Jugar es una de las maneras más interesantes de generarlazos con nuestros pares. Jugamos para conocer e integrara alguien nuevo en nuestro entorno o para fortalecer losvínculos con quienes hemos compartido buena parte denuestra vida. El juego, con sus pautas, su organización ysu capacidad de divertirnos, es una de las actividades quenos definen como seres sociales; por lo tanto, es un ejecentral en una institución comunitaria con las caracterís-ticas del Club Náutico Hacoaj.La gente juega por naturaleza, espontáneamente. Al ha-cerlo, están dando un mayor valor a su tiempo libre, aesas horas compartidas con otros amigos, siempre pareci-das y siempre diferentes. Sin lugar a dudas, los Juegos Sociales son una de las ac-tividades más difundidas y de mayor convocatoria a nivelinstitucional. También se cuentan entre las más inclusi-vas: se practican sin límite de edad, ni de estado físico,en las cuatro sedes y en los horarios más amplios.Quienes forman parte activa de esta propuesta, reconocenal año 1981 como un punto de inflexión. En los comien-zos, los juegos preferidos por los socios eran el ajedrez,el dominó y el scrabel. Hasta 1980, la mayoría de los par-ticipantes eran hombres. Eran muy pocas las mujeres quese acercaban a los salones de juego, y generalmente se re-tiraban sin participar. En 1981 se produjo un cambio ra-dical en el área, que adquirió una nueva dinámicaintegradora y comunitaria, que se profundizaría perma-nentemente desde entonces.

PARTICIPACIÓNSIN LÍMITES

No sólo se sumaron las mujeres, sino que se gestionó laincorporación de nuevos juegos como el buraco, el trucoy el bridge. Este boom fue impulsado por Mario StolovitskyColb en el cargo de secretario, secundado por la siemprerecordada Virginia Menin, como pro secretaria. Ella fuequien trajo la novedad del Buraco a nuestra Institución yfue una de sus más entusiastas impulsoras.A partir de entonces, Hacoaj participa muy activa y per-manentemente en los torneos interinstitucionales, gene-ralmente convocados por Faccma, con excelentesresultados, lo que no solo se traduce en triunfos, sino enuna convocatoria creciente. Esta participación permitióuna mayor camaradería con amigos de otras institucioneshermanas, como Hebraica, Macabi, CIS, Aciba, Ciso, Cis-sab. Al mismo tiempo, la actividad de Juegos Sociales ad-quirió un tono solidario, ya que se transformó en unafuente de recursos para distintos proyectos de acción so-cial comunitaria, en los últimos tiempos en conjunto conVoluntarios en Red Hacoaj.Juegos Sociales es, también, una escuela de formación dedirigentes voluntarios, ya que se distingue por haberaportado activistas a las distintas conducciones. Muchosde nuestros mienbros llegaron a ocupar cargos de la mayorresponsabilidad institucional, en varias comisiones, entreellos: la vicepresidencia de nuestro querido Hacoaj.En la actualidad somos un grupo importante de colabora-dores que, junto a la secretaria Ofelia Weiss, trabajamospara nuestros amigos, en veladas muy activas, marcadaspor la integración social y comunitaria.La consigna, desde siempre, es encontramos por el solohecho de estar entre amigos. El juego es una excelenteexcusa. De esta manera simple, efectiva y valiosa, ayuda-mos a la construcción y el engrandecimiento de nuestraInstitución, al tiempo que sumamos alegría y vitalidad anuestra existencia.

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GASTÓN VAINER

en los playones de BásQuetBol

de la sede tigRe “RoBeRto MaliaR”,

donde dio sus pRiMeRos pasos

en el depoRte.

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e gustaría, por un rato, volver a hacer esa vida en la quetoda mi preocupación era que la pelota entrara en el aroe ir a entrenar al club 4 ó 5 horas todos los días”, confiesaGastón Vainer y aclara que tuvo que abandonar esa ru-tina cuando el trabajo y el estudio lo obligaron. Pero no searrepiente, su mujer y sus hermosas hijas mellizas queirrumpen en el living de su cálido departamento para sen-tarse a dibujar, lo hacen valer todo, aunque reconoce quele encantaría poder volver a jugar en la Primera de básquetde Hacoaj durante al menos un par de meses. Con esa hu-mildad característica de las grandes personas, Gastón Vai-ner revela que comenzó a jugar “casi de casualidad, y queal principio era bastante malo”. Tan “malo” que llegó a laprimera división del Club Náutico Hacoaj con tan sólo 15años (cuando la mayoría lo hace a los 19 ó 20 años, si lle-gan). En 1991 fue campeón del Torneo Oficial de CapitalFederal, con ascenso a la Liga Nacional B. De hecho fueconvocado al diario Clarín, junto a algunos otros grandesjugadores de ese plantel, para realizar una nota.En ese exitoso equipo estuvo acompañado de figuras queaún hoy lo acompañan en Veteranos, como Mario Scola,capitán de ese equipo y padre de Luis, quien juega ac-tualmente en la Selección Argentina de Básquet y enHouston de la NBA. “Una persona muy importante para mí, pero sobre todopara el básquet del club, es Héctor Luchansky”, su entre-nador en primera durante casi todo el período en el quejugó. Héctor fue quien le dio la oportunidad de debutar enla máxima categoría, ocasión que obviamente Gastónsupo aprovechar, intentando dar siempre todo lo mejor.También recuerda a otro de sus compañeros: José “Joch”Stolowicz, un tipo muy correcto, que además dejaba todoen cada partido; en otras palabras, un ejemplo dentro yfuera de la cancha.Lleva en su memoria increíbles anécdotas de viajes, comocuando recorrieron más de 600 kilómetros en un microprestado, de un club del sur, que tenía de un lado asien-tos normales y del otro colchones para poder descansar. Elinconveniente fue que los colchones estaban llenos depulgas y cuando llegaron Esquel estaban todos rascán-dose: “No podíamos ni estar parados porque nos picabatodo”. O cuando fueron a jugar a la ciudad sureña de Co-modoro Rivadavia y sin siquiera recordar cómo había sa-

ALTO DE HUMILDAD

lido el partido (aunque le resuena que había sido “medionefasto”), pararon a comer en el camino de regreso y de-jaron solo al delegado del equipo cerca del micro. La cues-tión fue que cuando volvieron lo había mordido un perro,tuvieron que llevarlo al médico y realizar todo el trajíntotalmente inoportuno para un viaje tan largo de vueltaa casa.Gastón recuerda además, con naturalidad, las que paracualquier otro serían situaciones extrañas: irse de la can-cha con custodia policial luego de ganar un partido enJunín en el que se jugaban el descenso, que lo escupanen algún partido en el interior o hasta que lo quemen conel cigarrillo cuando iba a sacar de costado, además de laspiñas de siempre, que nunca se cuentan. “Son cosas quepasan”, comenta y se sonríe.Participó en varias selecciones de Capital Federal y antesen la pre selección juvenil argentina. Allí tuvo la suertede cruzarse con un jugador de la talla de Fabricio Oberto,que actualmente juega en la NBA, cuando aquél disputabael Torneo Argentino de Juveniles para Córdoba. Hay mu-chos otros grandes jugadores que también se atravesaronen su camino y que incluso se fueron a jugar a otros paí-ses, pero que tal vez no fueron tan conocidos porque elbásquet no tenía tanta trascendencia en aquél entonces.Llegó al club con su familia, cuando tenía más o menos 11años pero iba más que nada para jugar al básquet. Dehecho frecuentaba mucho más la Sede Capital que el Tigre.Su mujer también iba al club por aquél entonces y ahí fuedonde se conocieron.Hoy sus hijas “viven en el club”, van a los grupos, a laSede Capital en la semana y, obviamente, el fin de semanaa hacer deporte, a estar con familia y ver a los abuelos.El club es un lugar muy importante para él y su familia,tanto en lo social como en lo deportivo, porque aquípasan mucho tiempo y realizan actividades familiares ycompartidas. “El club fue y es una parte de mi historia, demi vida, de mi crecimiento, como persona y como depor-tista, eso impacta en ambos sentidos”, asevera finalmentede manera categórica.

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PATRICIA KOHAN

JugadoRa de pelota al cesto

y tenista. en esta Foto, con

su MaMá, MaRÍa ines y

sus nietos ignacio y agustina

o lo Que ella llaMa

“los tRoFeos de su vida”,

en ReFeRencia a su FaMilia

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uando Patricia Kohan decidió hacerse deportista, sin darsecuenta ya lo era. Hay personas con facilidad para deter-minados tipos de cosas, que les vienen como innatas. Perono se trata del conformismo sino de aprovechar esosdones, pudiendo hacer lo que le gusta.No es que el atletismo no le fuese satisfactorio, porque dehecho le gustaba mucho. Patricia recuerda con gran cariñoy entusiasmo las competencias de salto en largo, salto enalto y la gran carrera de huevos que tenían que llevarlosde una punta a la otra con una cuchara sin que se les ca-yeran. Tampoco es que el tenis no la conformase, porqueempezó a jugarlo cuando todavía practicaba el atletismoy al día de hoy sigue representando al club raqueta enmano. Pero ella quería algo más, algo distinto y necesi-taba saber que el club podía ofrecérselo, aunque siendomujer en esa época las opciones eran limitadas. Alternando entre los dos deportes, atletismo y tenis, apa-reció la pelota al cesto. Automáticamente Patricia se in-corporó a un grupo con muchas ganas de jugar y entrenar(en ese momento, Hacoaj lo hacía en el Club Oriente).Luego de un tiempo, el histórico Director del Departa-mento Físico, Glauco Caielli, invitó al Club Obras Sanita-rias e hicieron la inauguración de la cancha de cesto conpiso de polvo de ladrillo, en la Sede Tigre. Y si bien no ju-garon de la mejor forma, Patricia recuerda que tampocohicieron papelones. Ese fue el comienzo del equipo de las“novicias”. “Para la visión de hoy en día, nuestra ropa de-portiva era un disfraz: camisa con voladitos, bomabachu-dito azul y el escudo como de felpa. Era muy gracioso…jugamos muchos años con eso… nosotras y los equiposque nos siguieron, también”.Patricia fue una gran jugadora de un histórico equipo dePelota al Cesto. Formó parte del primer conjunto que hizoque el club mirara con atención aquel deporte que empe-zaba a adquirir popularidad. Además, lograron que per-dure muchísimo tiempo (doce años) y que detrás de ellashubiera una continuidad. Sin embargo, no se las recuerdasólo por aquel logro; además hubo otros, relacionados másbien con victorias y medallas, que fueron alcanzadas gra-cias a dos motivos importantes: por un lado la tenacidaddel equipo, la responsabilidad y el no perderse ningún

UNA GRAN LUCHADORA

partido y, por otro, el hallazgo de la inolvidable entrena-dora Sara Closas. Patricia recuerda que “con Sara no po-díamos perder, porque no lo teníamos permitido. Siperdíamos, no nos saludaba. Aparte teníamos un exce-lente vinculo, porque era una persona excelente y su vidaera el cesto”.La vida de Patricia Kohan estuvo siempre atravesada porel deporte y lleva más de 50 años representando a Ha-coaj. Sólo se “tomó licencia” durante sus embarazos. Pasópor Macabeadas, torneos internos, nacionales y colgó ensu pecho medallas de oro, plata y bronce. Como buena de-portista, puso las manos (y los pies) no sólo en la canchasino que por fuera tampoco nunca se aquietó: participó encomisiones y subcomisiones colaborando con ideas y pro-yectos, por ejemplo, en la fiesta de cestoball de diciem-bre de 2009, en la que lograron reunir a muchas de lasjugadoras de aquel recordado equipo.Después de tantos años en el deporte, Patricia tiene unateoría formada que aprendió en las canchas: “La mejorforma de conocer a alguien es dentro del deporte, que esun reflejo de la vida. Con ver la conducta de alguien en lacancha, uno ya sabe cómo es y es muy difícil equivo-carse”. Tal vez por formarse tanto en el deporte o sim-plemente por su manera de ser, ella siempre fue una granluchadora. De las épocas del cesto se acuerda que era muybrava y no le gustaba perder. “Una vez jugábamos en Co-rrientes, era un campeonato argentino. En un momentoamagué que iba a tirar la pelota y me caí… De broncagolpeé el piso muy fuerte con las dos manos y cuando melevanté, Sara Closas me miró y me sacó de la cancha. ‘Acáno se protesta, se juega’, me dijo. Y no me volvió a meteren el partido”.El Club es para ella una escuela de vida. Con mucha emo-ción reconoce a Hacoaj como un lugar de amistad y per-tenencia, donde vino con sus padres de chica y trajo a sushijos de más grande, donde reconoce cada piedrita y cadalugarcito. Hace poco se encontró con alguien que jugabaal basquet en la época que ella jugaba al cesto y la retó:“Te desafío una llave”. Los años parecían no haber pa-sado, el tiempo eran indistinto… Patricia miró fijo a suviejo amigo, sonrió y sin dudarlo contestó: “Yo también tede-safío… y te voy a volver a ganar”.

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GERARDO FREIDELES

con su caMpeRa de tenista,

en la zona del natatoRio,

donde descuBRió su

pRiMeRa pasión depoRtiva.

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erardo lo recuerda todo como pocos podrían hacerlo, ypuede dar la sensación de estar hablando de algo quepasó hace no más de diez años. Duda poco, en generalnada, y se acuerda sobre todo de los detalles, por más pe-queños que estos sean. No vacila ni un segundo cuandoasegura que cuando se quedaban a dormir en los dormisde la “Quinta Rosa”, desayunaban submarino con tostadascon mermelada y medialunas, ni mucho menos al nombrara todos sus entrenadores y personajes varios del club.“El Colo”, como es conocido, nació en el club. Su padre,Natalio, es uno de los primeros socios, el 170 para ser másexactos, y pertenece al grupo que actualmente se juntatodos los miércoles en el club a jugar al tenis y a charlary su madre es de “las rubias que bailaban rikudim”, talcomo él la describe. Como la mayoría de los deportistas, sus primeros recuer-dos en Hacoaj están ligados al deporte, más que nada ala escuelita de tenis, cuando tenía que ir vestido de azulo blanco, porque así iban todos los chicos, y llevar cosidauna inscripción, que variaba el color según la edad, ydonde aprendió a jugar de la forma más básica de todas:mástil, fila de media hora y a darle a una pelotita para quevaya y vuelva, vuelva y vaya en lo que duraba la hora deentrenamiento. Igual de nítido es su comienzo en el deporte que lo hizoacreedor de varias medallas, la natación: era un veranoen el que Gerardo tenía 6 e iba a la colonia. Un día vol-vió a su casa entusiasmadísimo y le dijo a su papá: “Meanoté en un torneo”. El detalle, claro, era que no sabíanadar. “Me anoté de ingenuo, no sabía que había queaprender, pensaba que te tirabas y nadabas. Mi viejo metuvo que enseñar en una semana para poder participar”.A pesar de haber aprendido del modo más intensivo delmundo, el resultado era evidente: último y nadando almejor estilo perro. Pero llegó y eso fue lo determinantepara seguir progresando hasta sumarse al equipo, de lamano de Pilu. De todos modos, estaba en la edad dondeuno va probando por todos los deportes, pero Gerardo ase-gura: “Elegí la natación porque me destacaba natural-

RECUERDOS DELA NATACIÓN

mente. Entré al equipo de varones donde había más omenos 30 personas, de 9 a 18 años”.Una de las cosas menos felices que recuerda, era que du-rante las vacaciones se quedaba entrenando, y mientrastoda su familia se iba, él se tenía que quedar en lo dealgún tío. Pero tenía su premio: a modo de “compensa-ción”, en marzo, cuando para varios ya habían terminadolas vacaciones, Pilu llevaba de campamento a todo elequipo de natación al “Vivero” de Glauco Caielli, quienera el Director de Deportes y tenía una casa en Valeria delMar con un predio grande donde los dejaba acampar. Laúnica forma de llegar era tomando unos sulkis que habíaen la playa. Una vez allí, pasaban diez días de asados ymomentos imborrables con amigos.Así fueron varios veranos y, a los 16 años, Gerardo deci-dió irse con tres amigos del equipo a pasar las vacacionesa Miramar. Cuando llegaron vieron que había una carrerade aguas abiertas y, sin dudarlo, se anotaron en una com-petencia en la que la mayoría de los participantes eraguardavidas. La diferencia mayor era que los tres veníande un entrenamiento de años y un nivel superior y, es-tando en la mitad de la competencia, en medio del océ-ano decidieron hacer un acto heroico: “Antes de llegar,nos dimos la mano y tocamos el bote de llegada juntos.Al final, la copa la terminamos donando a la Municipali-dad General de Alvarado”.Además de viajes y vacaciones, Gerardo cuenta en suhaber con varios records, notas en los diarios, medallas deoro, haber integrado el seleccionado de Buenos Aires porvarios años y una historia intachable en la natación.Siguió nadando, probó con el water polo y encaró la na-tación desde el otro lado: fue profesor, guardavidas yhasta tuvo su propia pileta. Finalmente luego de tantosaños en el agua, decidió dejar la natación. Una semanadespués de haber abandonado, le tomó alergia al agua, alpunto de no entender cómo la gente jugaba en ella: “Ter-miné asqueado”. Pero no se quedó quieto ni mucho menosy experimentó varios deportes: padel, fútbol, ping pong ytenis, en el que integra el equipo desde hace 15 años.“Juego más o menos a todo pero no soy bueno en nada,o soy el peor de los buenos. Simplemente me doy maña”.

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NORMA wERTHEIN

noRMa con sus nietos, en la

casita de hocKey de la

sede tigRe “RoBeRto MaliaR”,

constRuida en MeMoRia del QueRido

y RecoRdado leo weRthein z”l.

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eo Werthein nació el 17 de diciembre de 1935, exacta-mente una semana antes de la fundación del Club Náu-tico Hacoaj. Cuando tenía 13 años, llegó del campo a laciudad para comenzar sus estudios secundarios comoalumno pupilo en el Colegio Ward. Ya que desde chico fueun ferviente entusiasta de los deportes, esperaba los finesde semana con ansiedad. En Hacoaj descubrió un mundode posibilidades a su disposición. Entre varias disciplinasque practicaba, estaba el remo, pero en el voley encontróel espacio para desarrollar una de sus tantas pasiones. Ylo hizo con una característica entrega total, con la quesiempre encaró cada una de las facetas de su vida. Quien nos habla de Leo es Norma, su esposa. En susmanos tiene una fotografía en blanco y negro de unequipo de voley en la que se ve a un grupo de muchachosjóvenes de aspecto vigoroso, formados en línea. Vistenuna musculosa con la palabra “Argentina” en el pecho.Por detrás de ellos hay un cartel en hebreo en el que selee “Hamacabia hajamishit”, es decir, la Quinta Macabe-ada, que tuvo lugar en Israel, 1957. “Leo es el primero dela fila”, señala Norma y sonríe. “Junto a él están algunosde sus amigos de aquel entonces: Pedro Weigbrait y JoséKanterevich ‘la mejor primera línea que había en el voley(Leo, José, y Pedro)’, según decían ellos mismos. Esa Ma-cabeada fue una experiencia única y reveladora: tuvieronla oportunidad de conocer el Estado de Israel en sus pri-meros años, lo que fue clave para forjar su identidad”. En-tonces, Norma aún no conocía a Leo, pero recuerda susrelatos de aquella experiencia. “Las comunicaciones noeran fáciles, por eso Sarita, la mujer de José Kanterevichera la encargada de mantener informadas a las novias y lasmadres de los muchachos aquí en la Argentina”. Para la época en que se pusieron de novios y se casaron,Hacoaj ya era parte indisoluble de la vida de Leo. Normano conocía mucho acerca del Club, ya que vivía en Quil-mes, “pero de entrada él me aclaró: la opción era Hacoajo Hacoaj”. Leo sostenía que el deporte era una de las me-jores formas de educación y que no había un lugar mejorque Hacoaj para criar a sus hijos, cuando llegaran. Y lostres hijos de Norma y Leo se integraron rápidamente alClub. Darío en el equipo de básquet, Judith en el de voleyy Cynthia en el de pelota al cesto. Al igual que cuando Leoera chico, los fines de semana eran vividos con expecta-

UN SENDERO DE TRESGENERACIONES

tiva e intensidad. “Teníamos un departamento en la se-gunda etapa, en el que nos instalábamos los viernes a lanoche, intercalando con la ardua actividad de Leo en elcampo. A medida que los chicos iban creciendo, los acom-pañábamos a sus partidos. Visto a la distancia no se cómohacíamos para organizarnos, ya que íbamos y veníamostodo el tiempo…. Fue difícil, pero lo hicimos con muchí-simo gusto, para acompañarlos… Hoy en día, veo que mishijos hacen lo mismo con mis nietos. Ellos siguen elmismo camino que les marcamos nosotros. Mis nietos tie-nen puesta la camiseta de Hacoaj, y eso es muy satisfac-torio”.Con orgullo de abuela, Norma habla de la pasión de susnietas Renata, Francesca, Catalina, y Roberta por el Hoc-key y de Manuel por el Fútbol. Es, también, una forma dereafirmar que la elección que hicieron ella y Leo tantosaños atrás, por el deporte y por Hacoaj, ha rendido susfrutos. Al respecto Norma reflexiona: “Hubo momentos enque tuvimos la oportunidad de optar por otras alternati-vas, como por ejemplo un country, pero elegimos quedar-nos en el Club ya que sin lugar a dudas es un espacioeducativo y mucho más constructivo para los chicos. ElClub es más pluralista, más diverso, más heterogéneo. Enpocas palabras: más conectado a la realidad”.Leo Werthein falleció en 2005. Entre sus múltiples activi-dades, había sido uno de los fundadores y Presidente dela Fundación Tzedaká. Su hijo mayor, Darío, siguió suspasos también en este sendero de responsabilidad comu-nitaria. En 2009, la familia en pleno viajó a Israel para tomarparte en la 18ª Macabeada Mundial, en la que Darío ob-tuvo una Medalla de Bronce en básquet, y su yerno AndrésBraun, Medalla de Oro en fútbol, ambos en categoría ve-teranos. Su nieta Roberta participó en Hockey. Fue unaexperiencia conmovedora y parecida, y a la vez distinta,a la que Leo había vivido en 1957. Podemos imaginar unarco en el tiempo que une ambas Macabeadas, medio siglodespués: el deporte, la camaradería, la camiseta argen-tina, Hacoaj, la posibilidad de crecimiento que se abre encada viaje, la consolidación de una identidad. Finalmente,la presencia y el compromiso de los hijos, en reafirma-ción de las enseñanzas de su padre Leo, lo que constituyela mejor manera de honrar y mantener viva su memoria.

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GUSI FISZBAJN

“el FútBol Me siRve paRa

ManteneRMe Bien FÍsicaMente,

es coMo una teRapia. una vez

Que Me pongo la Ropa de depoRte,

Me caMBia el estado de ániMo..”..

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i historia en el Club es la de toda una vida muy cargadade buenos recuerdos. Pasé muchas etapas en el club,desde que era chiquito hasta ahora”. Gusi Fiszbajn es deesos socios que va a Hacoaj desde que nació y que siem-pre tuvo la suerte de encontrar su lugar de pertenencia encada actividad. Desde ir a los grupos con los líderes (comose llamaban los madrijim por ese entonces) cuando el Clubera más chico y se conocían todos con todos, hastacuando empezó su fuerte participación en el mundo deldeporte y tuvo que acomodarse a los distintos equiposque se iban formando. Sus recuerdos suelen estar cargados de un tinte positivo ylo que rescata es la suerte que tuvo de formar buenos y lin-dos grupos de gente, más allá de los resultados que obtuvo(que, dicho sea de paso, también fueron excelentes).La actividad física estuvo siempre presente en su vida, enparte porque donde vivía se la pasaba el día entero ju-gando a la pelota con sus amigos en la calle y, en parte,porque es de esas personas con facilidad innata para eldeporte, que les resulta fácil jugarlo y siempre sobresalen.Así dadas las cosas, su historia estaba escrita: no tardónada en emprender el deporte de un modo más “formal”en el club. Comenzó con el tenis, que si bien le gustaba y obteníabuenos resultados, en cierto momento se le empezó a exi-gir más profesionalismo y lo que Gusi más buscaba, apartedel buen desempeño, era estar con sus amigos que juga-ban al fútbol y al basquet. “En ese momento no existía elprofesionalismo, tanto como ahora. Era la época donde sehabía armado un revuelo tremendo porque Vilas había de-jado de estudiar, así que como en parte me obligaban, mecansé”.Allí partió a enfrentarse a los dos deportes en simultá-neo. Entrenaba al Basquet durante la semana, no en laSede Capital sino en un club que quedaba en la calle FitzRoy y que tenía un techo de chapa del que no se puedeolvidar, no sólo por lo que la pelota naranja implicabasino porque allí eran también las actividades de los gru-pos los viernes a la noche. Jugó varios años en la primeradivisión, compartiendo la cancha con jugadores impor-tantísimos del club (por ejemplo, sus primos Mario y Héc-tor Luchansky).

EN HACOAJDESDE LA CUNA

Mientras tanto también jugaba al fútbol, que en ese mo-mento estaba en manos de los padres de los jugadores,quienes se encargaban de la organización: llevar a los chi-cos a los partidos, armar los equipos y dirigir la actividad,ya que el deporte no tenía aún coordinación profesional.En ambos deportes mostraba una habilidad destacable (apesar de que no era de los más altos para ser jugador debasquet) y se las arreglaba para poder entrenar los dos almismo tiempo. Por suerte, para su historia y para la delClub, no se quedo sólo con la pelota y la cancha sino quefue mucho más allá. En momentos diferentes, viajó conlos dos equipos a las Macabeadas de Israel, donde vivióuno de los momentos más especiales de su vida. Luegopor un problema de salud que lo dejó fuera del basquetseis meses, decidió que iba a seguir adelante con el fút-bol, y ahí sí se encargó de dejar huellas por todo el ca-mino que hizo.En lo personal se fue a jugar por un año a Israel y, al vol-ver, advirtió que podía tener chances como jugador pro-fesional por lo que se probó en algunos equipos de laPrimera A nacional y formó parte del plantel de Platense.Luego, en el club, aparte de seguir jugando en el equipo,fue uno de los primeros que participó en el torneo in-terno, que en ese momento no tenía ni la mitad de los ju-gadores que tiene ahora. Con un grupo de amigos formóun equipo histórico que perduró hasta hace algunos años:Dínamo, uno de los más conocidos del torneo. Gusi mues-tra un dejo sentimental al recordar que muchos de loshijos de los jugadores los iban a alentar y que junto aellos festejaron ascensos y victorias. Estos mismos chicosllevaron puesta, más adelante, la camiseta naranja y con-tinuaron con el legado.Al fútbol no lo cambia por nada. Al deporte, menos: “Mesirve para mantenerme bien físicamente, es como una te-rapia. Una vez que me pongo la ropa de deporte, me cam-bia el estado de ánimo. Si estoy mal por algo me olvido yme dedico a eso. Me funciona muchísimo, inclusive paraestar con mis amigos y pasarla bien”. El grupo, la gente amiga, el lugar de pertenencia, los en-trenamientos, los partidos, las Macabeadas de veteranosen Gesell o Pinamar, es más que un simple juego. “Lo voya seguir haciendo siempre. No te digo que espero morirmeen una cancha, pero espero poder hacer deporte en Ha-coaj hasta que pueda”.

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JUAN ULNIK

Juan y MaBel ulniK en “un caMino Que

tRansitaRon Miles de veces y Que no

taRdaRon en haceRlo pRopio desde

aQuel dÍa en Que Juntos decidieRon

Que hacoaJ seRÍa el lugaR en el

Que RealizaR sus sueños”.

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entado en su banco del Colegio Carlos Pellegrini, Juan Ulnikescucha una vez más a su compañero Enrique Schor hablandocon fervor sobre el club al que concurre cada domingo, alláen el Tigre: el Náutico Hacoaj. Le habla de la hermosura delpaisaje, de las salidas en bote con los muchos amigos que yahabía hecho, de las tardes de baile, de las chicas… Corría elaño 1944. Juan y Enrique tenían dieciséis o diecisiete años,la edad óptima para las aventuras. “Porque el mismo viaje eraya una aventura”, evoca Juan Ulnik sesenta y seis años des-pués, a los ochenta y tres, sentado ahora en su oficina deContador Público, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires.“El tren, la caminata desde la estación, llegar a la entrada yver esa gran avenida arbolada que desembocaba en un chaléde esa época, estar frente al río, salir a remar… Para nos-otros, chicos de barrio, todo era una aventura. Todo eranuevo y fascinante. Era como si ahora me invitaran a abor-dar una nave espacial”.Su amigo Enrique no exageraba. En muy poco tiempo Juan sehizo fanático de Hacoaj, al punto que los domingos en elClub eran esperados con creciente ansiedad, especialmentelos bailes al atardecer. “El personal del club armaba un ta-blado más o menos donde ahora están los playones de bás-quet y vóley, al lado de la curva del Río Tigre. Los muchachosestábamos de un lado y las chicas del otro, esperando que lassacáramos a bailar… Vivíamos la emoción del primer “flirt”,como decíamos en esa época en la que nadie se tuteaba”.Así, tratándola de usted, poco tiempo después Juan conocióa Mabel y comenzaron a noviar, no sin que antes Mabel acep-tara una condición innegociable para avanzar en la relación:debía hacerse socia de Hacoaj, Club al que ya concurrían susprimos de la familia Grus. Uno de los lugares preferidos de Juan en Hacoaj son las can-chas de tenis, en las que juega cada fin de semana y losmiércoles por la mañana con su grupo de amigos. A pesar deser un apasionado del deporte, Juan vive con cierta frustra-ción el hecho de no haber logrado representar al Club en elterreno deportivo: “Soy, simplemente, un buen aficionado”.Sin embargo, al menos en su familia, las frustraciones delpadre parecen haberse redimido en sus tres hijos, nacidos ycriados en Hacoaj: “Irene, mi hija mayor fue representativaen pelota al cesto y en los primeros equipos de sóftbol; Dé-bora, la menor, también jugó al cesto y mi hijo Jorge, el delmedio, al vóley, todos con la camiseta del Club. A los tres lostrajimos a Hacoaj cuando aún no habían cumplido un mes devida”. Acompañar a los hijos en sus partidos se convirtió enuna de las actividades centrales de Mabel y Juan, como la detantos otros papás de Hacoaj. “Vivimos toda esa etapa comoalgo muy gratificante, aunque al costado de la cancha lo su-fríamos. Dolía muchísimo cuando los chicos perdían y nos

HACOAJ ES PERMANENTEEVOLUCIÓN

alegrábamos muchísimo cuando ganaban”.Impulsado por la sólida identificación que había logrado conHacoaj Juan, muy joven y recién recibido de la Facultad deCiencias Económicas, se fue interesando en los aspectos quehacían a la conducción de la Institución. Y, aunque él pormodestia no lo diga, los directivos de entonces (y todos losque los siguieron al frente de Hacoaj, en casi seis décadas)disfrutaron de sus conocimientos, experiencia y compromiso.De hecho, conoció a todos los presidentes del Club, exceptoel Ing. Mauricio Schverlij quien había fallecido un año antesde que Juan se asociara y trabajó con varios de ellos, a par-tir de Jaime Abramzon, en 1967. “Puedo decir que recorrítodo el espinel: comencé como miembro de sub comisiones,luego vocal suplente del Tribunal de Cuentas, vocal del Con-sejo Directivo, pro tesorero, tesorero, finalmente, vicepresi-dente 1º y luego, nuevamente vocal, hasta hace un par deaños”. Esta vastísima experiencia, así como su formaciónprofesional, hizo que conociera al Club en sus aspectos másdelicados: los económicos financieros. En tantos años nofueron pocos los momentos en que se vivieron ahogos, pro-blemas presupuestarios, situaciones de las que Hacoaj pudoy supo salir con entereza, gracias a lo que Juan define comouna de sus principales fortalezas: “El compromiso de su clasedirigentes, el que se sostuvo y se fue renovando generacióntras generación”. Un ejemplo de este compromiso fue el Em-préstito 60º Aniversario: “Aquel empréstito fue un granéxito. Los socios respondieron y con esos fondos se pudie-ron sanear los pasivos. Después, las condiciones económi-cas fueron cambiando y se pudo salir adelante”.Pero no todos fueron problemas. La compra y desarrollo dela Sede Capital es uno de los proyectos que Juan recuerdacon mayor alegría y subraya especialmente la participacióndel Ing. Rabinovich, a quien destaca como el gran propulsorde su construcción. Para esa época, a mediados de los se-tenta, Juan integraba la comisión de la Cooperativa Futuro.“Futuro, que trabajó con honestidad y corrección bajo la con-ducción de Saúl Naybrif, le prestó una ayuda enorme al Club”.Juan afirma que él y Hacoaj son una misma cosa y no exa-gera. Es mucho lo que se dieron mutuamente: aquellas vi-vencias que marcan la memoria de la juventud, una vida deidentidad, la oportunidad de volcar la experiencia profesio-nal en la construcción y la consolidación de un espacio co-munitario, decenas de amigos y el orgullo de habercolaborado en tantos proyectos que se hicieron realidad.Tal vez en eso piensa Juan cuando tomado de la mano deMabel, recorre una vez más el camino que los trae a la can-cha de tenis o al Salón de Actos Culturales o a la rampa juntoal río, desde su departamento en el Jai. Un camino que tran-sitaron miles de veces y que no tardaron en hacerlo propiodesde aquel día en que juntos decidieron que Hacoaj sería ellugar en el que realizar sus sueños.

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JACKIE LANG

en la cancha de tenis

de la sede tigRe, uno de

sus áMBitos natuRales,

en hacooaJ.

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Jackie le cuesta explicar la sensación que le producejugar para Hacoaj. Por más que venga representando alclub desde hace más de 30 años, aún no puede ponerlepalabras a eso que se asemeja a lo que vivió el día en quellegó. Tenía siete años e iba a GEBA con toda su familia.Y como su hermana mayor estaba en edad de conocer chi-cos y sus padres querían que se relacionara con “gente dela cole”, decidieron venir a Hacoaj.“El primer día que entré fue muy raro: había ido toda lavida a otro club y sentía como si hubiese estado en Ha-coaj desde siempre. Me encontré con amigas de mi cole-gio, el Tarbut, y ya desde el principio me sentía parte”,recuerda Jackie, aún sin poder nombrar lo que experi-mentó, lo que significa para ella.Al principio jugaba al tenis y al voley al mismo tiempo,pero cuando cumplió los doce años y los entrenamientosse superponían, se decidió por el deporte en equipo, por-que siempre le gustó la idea de compartir. Y si de equipose trata, rememora con una sonrisa esas “concentracio-nes” a puro voley en el club, cuando se iban el viernes ala noche a dormir ahí y se pasaban todo el fin de semanaentre partidos y entrenamientos. “La pasábamos bárbaro,era como un campamento pero de voley”, resume Jackie,y parece que con cada palabra que pronuncia volviese eltiempo atrás a revivir esos días.Además de los momentos divertidos con sus compañeras,tampoco va a olvidar los entrenamientos en el gimnasioabierto de la Sede Capital, que en invierno se hacían másduros por las inclemencias del clima. Pero igual los dis-frutaba y llegaba con todas las ganas, junto con sus her-manas Claudia y Patricia, con quienes llegó a jugar en elmismo equipo. “Teníamos ese espíritu amateur y ese amoral deporte que despierta el voley”, suelta para explicartanto sacrificio. Ese ímpetu tuvo su recompensa ya quejugó para las selecciones nacionales juveniles y hasta in-tegró la delegación argentina en un torneo sudamericano

TODO POR ESOSCOLORES

en Chile. Si bien disfrutó mucho y se siente muy orgullosade representar al país, cree que la participación en las Ma-cabeadas se vive de otra manera: “Ya sean las panameri-canas o las de Israel, tienen otra connotación. Escompartir con gente judía de todo el mundo, algo total-mente distinto”, afirma.Por más que el voley era gran parte de su vida, porqueentre entrenamientos y partidos le ocupaban cinco días dela semana, tuvo que dejar a los 21 años, cuando quedóembarazada de su primer hijo, Lucas. “Me acuerdo del úl-timo partido que jugué. Yo estaba embarazada y en unajugada me tiré al piso a buscar una pelota. Yo me lo toménaturalmente, porque siempre lo hacía, pero el técnico seasustó y me sacó. Y ya no jugué más”, cuenta esta faná-tica del deporte. Aunque no pudo seguir con los compromisos del voley,una vez que Lucas había nacido decidió retomar tenis, quele permitía manejar sus tiempos. Ingresó al equipo delclub muy fácilmente y empezó a hacer buenas migas conla gente. Su ductilidad para los deportes le permitió vivirnuevamente varias Macabeadas con su nuevo deporte. Ycomo si fuera poco, hoy sigue compitiendo para el club,tanto en primera, como en +30 y +40.Su pasión por los colores de Hacoaj sigue intacta, perono solo en ella. Su hija Estefi sigue sus pasos y juega alvoley en primera en la misma posición, de levantadora. Yno lo hace nada mal: en 2008 ganó el premio a la MejorDeportista del club. Cuando Estefi nació, Jackie ya estabaalejada del voley, “Pero se ve que los genes los tenía”,bromea. Además, su hijo mayor, Lucas, viste la camisetadel Náutico todos los fines de semana en el equipo de laprimera de fútbol y Franco, el más chico, juega básquet ytenis. Todos sienten a Hacoaj de la misma manera casi in-explicable.Cerca del final de la charla, después de repasar su historiay su trayectoria por el club, Jackie parece encontrar unaspalabras que al menos ayudan a entrever eso que le pro-duce representar a Hacoaj y que sus hijos también saben:“No me interesaría hacer deporte jugando para otro club,porque la camiseta de Hacoaj es como mi segunda piel”.

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NéSTOR ROSENFELD

Junto a “Boxi” la Mascota del Judo

de hacoaJ, su otRo yo. “en hacoaJ

hay una congRuencia entRe

lo Que QuieRe el depoRtista y lo Que

le BRinda la institución”.

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ay una antigua polémica no resuelta entre la convenien-cia de practicar deportes de equipo o deportes individua-les en la que estos últimos parecen llevar todas las deperder. Como en cualquier discusión, se corre el riesgo dellegar a conclusiones equivocadas. Tomemos el caso deljudo. Dentro del perímetro del tatami cada luchador estásolo y tiene muy pocos segundos para dar lo mejor de sí.Pero para llegar a esa instancia antes vivió cientos dehoras de entrenamiento en las que el equipo es impres-cindible, tanto que su presencia se siente con fuerza enlos momentos decisivos. Así lo explica Néstor “Chita” Ro-senfeld, judoca de Hacoaj que, afirma deberle mucho desu vida deportiva al Club. “A principios de los ochentapracticábamos judo en otra institución, junto con RubénMechetner, Marcelo Martín, Andrés Shempel, Verlatzky,entre otros, conocíamos a los judocas de Hacoaj, entreellos Andy Gutman y Alberto Galimidi, entre otros, y siem-pre admirábamos su capacidad. Nos contaban cómo en-trenaban, todo lo que el club les ponía a disposición y nolo podíamos creer. Nosotros estábamos a años luz. En lasMacabeadas Panamericanas Buenos Aires 1995, que sedisputaron en la Sede Tigre como escenario central, co-nocimos al sensei Juan Carlos Pérez, que era el entrena-dor de Hacoaj y del equipo nacional y eso fue definitorio:nos pasamos a Hacoaj”. Néstor no ahorra elogios para des-cribir a Juan Carlos: “Tiene la capacidad de poner objeti-vos y hacer que todo el mundo trabaje dando lo mejor desí para lograrlos”. Néstor se quedó fascinado con la formade trabajar. “Hay una congruencia entre lo que quiere eldeportista y lo que le brinda la Institución. Le pedíamosalgo a la Directora de Deportes, Patricia Sagorsky y ense-guida el tema estaba resuelto. Lo mismo con la gente deintendencia de sedes o con la secretaria administrativadel Departamento de Educación Física, Emi Cusi, a la quenombramos “madrina del judo” por todo lo que nosayuda”.Esta dinámica hizo que el equipo de judo se propusierallegar cada vez más lejos. Las Macabeadas son, en estesentido, como una prueba de fuego. Chita es un verda-dero experto en este tipo de encuentros. Desde 1983 par-ticipó en todas: siete Panamericanas y siete Mundiales enIsrael. En la de 1997 fue escolta de la Bandera Argentina.“En nuestra primera participación en Israel, año 85, es-tábamos contentos sólo con haber llegado, pero no dura-mos ni cinco segundos en cada pelea. Entonces nospropusimos mejorar. Ya en la Panamericana de 1995 tuvi-mos una muy buena actuación, así como en la Mundial de1997. En México 1999 directamente arrasamos con tresmedallas de oro de Marcelo Martín y dos de bronce. A par-

DONDE TODOES POSIBLE

tir de Israel 2001 sacamos medalla de bronce por equipoen todas las ediciones, por delante de Estados Unidos,Francia y España, por ejemplo y peleando de igual a igualcon Israel, que es una potencia en este deporte. Hace ratoque Argentina dejó de ser un rival fácil en el judo maca-beo. Ya nadie festeja cuando tiene que luchar contra nos-otros”.La mejora constante también se vio reflejada en la canti-dad de participantes. Lo normal es que un equipo de judoesté formado por dos o tres deportistas. En la última Ma-cabeada en Israel, Hacoaj presentó veinte. Lograr quetodos puedan viajar requiere un gran esfuerzo económico,para ayudar a quienes les resulta difícil, lo que también esresultado del trabajo en equipo. “En este punto es fun-damental el liderazgo de Ricardo Furman. No por nada Ri-cardo se proyectó como directivo desde la Sub Comisiónde Judo a la Mesa Directiva y ahora es Presidente de laInstitución. Ricardo es, básicamente, un gran laburante,que contagia de energía a todo el mundo”. Otro de los grandes logros del equipo de judo es la orga-nización de la Copa Internacional Hacoaj, desde hacetrece años. Néstor recuerda que comenzaron con la ideade hacer un pequeño torneo y que la respuesta fue tan ex-traordinaria, que todos quedaron sorprendidos y compro-metidos a seguir mejorando año tras año. “Es un hermosotorneo que se ganó un lugar de privilegio en el calenda-rio anual. Convoca a cientos de deportistas de todo el paísy del Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay. Además de la com-petencia en sí, tiene muchos otros atractivos, como laparticipación de chicos de escuelas deportivas, cosa quees única en nuestro deporte”. La Copa Hacoaj de Judotiene su mascota, Boxi, un simpático perro que, en cadaedición, trae sorpresas a los chicos e intenta pasar a cin-turón amarillo, aunque le está costando un poco. Lo quecasi nadie sabe que, por muchos años, Néstor fue quien secalzó el traje de Boxi con el que disfrutó de juegos y re-volcones, como un chico más.Las historias que se tejen alrededor de la experiencia de-portiva son inacabables: viajes, festejos, amistad… Deentre todas, Néstor elige una en particular: un festejo dePesaj, en su casa, dos años atrás. “Siempre nos juntamospara celebrar las festividades judías y aquella vez vinotodo el equipo con sus familias e hijos. Éramos más desesenta personas en mi casa y el invitado de honor fue elentonces Presidente, Alejandro Filarent. Para mí fue muyimportante que viniera, era la confirmación de nuestrapertenencia al Club, era sentir que, por una vez, no era yoquien había venido a Hacoaj, sino que Hacoaj había ve-nido a mi casa”.

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ISIDORO RESNIK

“hoy… paRece Que todo está ya hecho,

peRo no Fue nada Fácil. huBo

Que supeRaR Mil contRatieMpos

y teneR Mucha eneRgÍa paRa

teneR lo Que teneMos”.

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no... dos… ¡Vamos, vamos! Uno… dos… ¡Vamos, vamos!”La voz del profesor Orlando Trujillo reverbera con poten-cia en el salón del 6º piso de Sede Capital, imponiendoritmo al movimiento de los treinta o cuarenta muchachosque conforman su clase, todos ellos “veteranos” de Ha-coaj. Están recostados en el piso haciendo la bicicleta,con una energía que desmiente su edad. A un costado, ladoctora observa atentamente. Frente a ella, un frondosofichero contiene las historias clínicas. Estamos en la clasede Gimnasia para Cardíacos (o “Grupo Corazón”, comoellos prefieren llamarse), un espacio de actividad físicacontrolada y, tal vez más que ningún otro dentro de laInstitución, dedicado a la recuperación y cuidado de lasalud. Isidoro “Lolo” Resnik es miembro de este grupo desdehace veinticinco años y socio de Hacoaj desde hace se-senta y tres, tiempo en el cual participó activamente dela vida institucional. Si tuviera que redactar su currícu-lum vitae, debería detallar que fue Secretario de Pelota alCesto, de Judo y de Bochas, Sub Secretario de Construc-ciones, miembro de la Mesa de Deportes y del Consejo Di-rectivo. Pero, más allá de cargos y honores, ante todo Loloes un hincha incondicional de Hacoaj: un socio con la ca-miseta grabada en la piel.Para certificar tal condición, vale una anécdota: Cuandonació su hijo Alberto Horacio, como buen padre, lo fue aanotar al Club. En la vieja secretaría de la calle Sánchezde Bustamante 74 lo recibió un diligente empleado, JorgeAdonaylo. -Digamé, Isidoro ¿cuántos años tiene su hijo?-No, Jorge, no cumplió años todavía.-¡Ah! ¿Entonces cuántos meses tiene el bebé?-No, tampoco tiene meses… Acaba de nacer hace tres ocuatro horas. Todavía no fui al Registro Civil, primeroquiero que sea socio de Hacoaj.Lolo llegó a Hacoaj a los 17 años. El Sr. Jacobo Murmis le

SABER DE DÓNDEVENIMOS…

facilitó el ingreso. “Por eso, cuando cumplí cincuentaaños como socio quise que el diploma me lo entregara suhijo, Oscar”.El Club, en esos años ocupaba una lonjita de tierra perorápidamente comenzó a crecer. Lolo tiene palabras de es-pecial reconocimiento para los directivos que impulsaronel crecimiento de Hacoaj y menciona especialmente a Ro-berto Maliar, Alberto Smulevich, Mauricio Rubins, JuanOfman, Tito Morgenstern, Mario Goijman, Boris Burstein,Jorge “Chaco” Jaroslavsky, Salo Boykier, Simón “Cholo”Sandler, Saúl Naybrif, David Abruj, José “Pepe” Mulin yOscar Murmis, entre otros... “Los días de semana teníamosreuniones en el Club hasta cualquier hora. Fue un lujocompartir tantos emprendimientos con ellos. Hacoaj siem-pre se caracterizó por la calidad y el compromiso de susdirigentes, al punto que otras instituciones amigas nosquerían “comprar el pase”. Nos tomábamos todo muy apecho, trabajábamos muy fuerte”.Sentado en una mesa del bar de la Sede Capital, Lolo re-memora los tiempos en los que ese predio no era más queun galpón, con un gimnasio bastante precario. El creci-miento deportivo y de las actividades llevó a la necesidadde contar con un espacio más amplio y cómodo en la Ciu-dad de Buenos Aires. “La inauguración de esta Sede, en1976, fue un momento muy emocionante. Aún tenía pre-sentes las finales memorables de nuestro equipo de bás-quet, que nunca podía ser local del todo por no contarcon su cancha. Eran partidos muy calientes, por la CopaDickens, en los que absolutamente todos íbamos a alen-tar, sin importar de qué deporte éramos… Hoy estamosaquí, tomando un café, y parece que todo está ya hecho,pero no fue nada fácil. Hubo que superar mil contratiem-pos y tener mucha energía para tener lo que tenemos. LaSede Tigre era un pedacito de tierra, la Sede Capital ungalpón, el Club de Campo un pantano inundado y la Islani siquiera un sueño…”. Tengamos en cuenta de dóndevenimos, para saber apreciar en su justa medida todo loque Hacoaj es hoy.

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JORGE FAINZAIG

JoRge MuestRa con oRgullo

el plato con el Que su FaMilia

Fue distinguida poR seR

una de las pRiMeRas en

constRuiR su casa en la

sede cluB de caMpo hacoaJ tigRe.

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uando tenía alrededor de 25 años, Jorge Fainzaig llegó aHacoaj por invitación de Jaia, su novia de entonces, lamisma que poco después se convertiría en su esposa ymadre de sus hijos Diego y Hernán. Hacoaj se abría antesí como un mundo fascinante, pleno de posibilidades, enel que cada quien podía practicar algún deporte o inte-grarse a una actividad y así, desarrollarse en un marco so-cial judaico. A su preferencia por el básquet, le sumó eltenis; pero como no siempre había una cancha disponible,encontró su espacio en los juegos sociales. Si bien erauna alternativa poco común para su joven edad, la pasiónse hacia sentir cada fin de semana, en los que dedicabalargas horas al dominó. “Para muchos, el dominó era unjuego cuasi-científico y había una gran organización, condistintos niveles de habilidad… A veces, simplemente nosquedábamos mirando porque se armaban unos cruces apa-sionantes, con jugadores de gran nivel”. Alquilar un departamento en la Sede Tigre, probablementehaya sido una de las decisiones más importantes para lafamilia Fainzaig. Fue la oportunidad de aprender a vivir lavida en Hacoaj con más intensidad, aprovechando al má-ximo cada instante de aquel verano inolvidable, en el añosetenta y pico. “El departamento era tan pequeño quenuestros hijos debían pasar por arriba de nuestro diván-cama para ir al baño. Sin embargo, aquellos fueron mismejores tres meses en Hacoaj”, rememora Jorge, con elentusiasmo y la convicción a flor de piel.El hecho de vivir en el Club hizo que retomara sus hábi-tos deportivos, ya que podía llegar temprano y conseguiruna cancha sin espera. Por eso, el pequeño departamentofue reemplazado por un bungalow. “Fue una etapa muyimportante, ya que estuvimos entre las primeras familiasen ocuparlos. Allí vivimos desde 1984 hasta 1988”, re-seña Jorge. No mucho tiempo después llegó la oportunidad de cons-truir una casa en el Club de Campo Hacoaj Tigre, que losFainzaig inauguraron en 1990, justo antes del gran boomde crecimiento de la sede, en la segunda parte de esa dé-cada. “Y por ser una de las primeras diez, Juan Ofman, ennombre de Hacoaj, nos entregó un plato a modo de reco-nocimiento, que todavía conservamos. Los homenajeadosfueron Moisés Mayo, Enrique Becker, Rafael Alterson y Na-talio Aidembaum, entre otros”. El cambio de vida fue inmediato y notorio. “Seguí jugandoal tenis y volví al deporte que amé toda mi vida: el bás-quet. Lo dejé hace pocos años pero siempre lo jugué en

HACOAJ ES CONTINUIDAD

el Club de Campo”. El viernes a la tarde pasó a ser un mo-mento muy especial: el de “escaparse” al Tigre. Desde en-tonces Jorge y familia disfrutan todos los fines de semanade su casa en Hacoaj. Sin embargo, la mayor alegría se lellevó su perro, que pasó de vivir en un departamento acorrer de lado a lado. “Puedo decir que toda la inversiónvalió la pena porque el perro disfrutaba de una extensióninmensa…”. El tiempo pasó y la pasión perruna de Jorgesiguió con Timoteo, un hermoso collie al que define como“el perro del barrio, ya que todos los chicos vienen a jugarcon él”.Pero para Jorge, Hacoaj es mucho más que un lugar endonde tener su casa. Desde su faceta de dirigente comu-nitario, como Presidente del Hogar LeDor VaDor, su mi-rada está puesta en la continuidad. Por eso, se poneespecialmente feliz cuando ve que “los amigos actualesde mis hijos son los mismos chicos con los que jugaba albásquet en la escuela de Cuadritos, hace como treintaaños. Hoy cada uno vuelve con su familia y sus hijos sonamigos entre sí”. Desde su análisis, una de las mejorescaracterísticas del Club es que “cuenta con una masa crí-tica de gente tan importante que cuando vas a una es-cuelita no tenés cuatro chicos, tenés cuarenta o más. Cienen fútbol, treinta nenas en hockey… todo es masivo, locual permite que los chicos interactúen, se nucleen con supropia generación y además, lo que pasa con mi hijomayor: cuando son grandes y vuelven al club se reen-cuentran. Eso es maravilloso”.Otro de los valores que Jorge rescata de Hacoaj es el as-pecto dirigencial. En este sentido, recuerda con granafecto a Roberto Maliar: “Un modelo de persona, siemprecon una sonrisa o un chiste a flor de labios. Tal vez, mu-chas de las cosas que empleo como dirigente debo ha-berlas rescatado de su imagen, de su personalidad, deaquél carisma”. Desde aquel inicio jugando al dominó en el Salón Pano-rámico pasaron varios años. “Mi historia en Hacoaj ha sidoy sigue siendo magnífica”, afirma. “Después de cuarentaaños me sigue atrayendo porque es un lugar de caracte-rísticas únicas, con alternativas para cada personalidad.Por eso, es muy importante que la gente nueva entiendaque Hacoaj tiene su historia y que todos somos parte deella. Entonces, respetemos y amemos al lugar donde pa-samos, seguro, los mejores momentos de nuestra vida,donde criamos a nuestros hijos, y hoy nuestros hijoshacen lo propio con nuestros nietos”.

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JULIO GLOSMAN

Mentalidad de eQuipo:

“nunca Me gustó tRaBaJaR solo,

sino convocaR a la MayoR

cantidad de gente posiBle

paRa logRaR el oBJetivo...”.

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na de las maneras de conocer a una persona es observarcon atención qué exhibe en sus paredes. Tal vez no sea laforma más ortodoxa ni la más precisa desde el punto devista científico, pero tendremos algunas buenas pistaspara conocer su historia y aún su pensamiento. En las paredes de su oficina, Julio Glosman muestra car-tas y fotografías prolijamente enmarcadas. Fotos de algu-nos de los equipos que integró y de los amigos másentrañables que supo hacer en Hacoaj: Coly, Cachito Ai-zemberg, Juan Ofman. Las cartas están cargadas con pa-labras de afecto, reconocimiento, agradecimiento yemoción. Cuando la familia Glosman ingresó a Hacoaj, en 1978,Julio ya jugaba al fútbol en la categoría veteranos. Poruna cuestión de edad no llegó a representar al club enprimera pero, de todas formas, en muy poco tiempo en-contró su lugar en un pequeño mundo en el que habíamucho por hacer. No sólo jugar al fútbol sino comenzar aintegrarse a la comunidad, ver crecer a la familia en unámbito estimulante y desarrollarse como dirigente volun-tario. “A los dos años de hacerme socio, empecé a acti-var como voluntario por iniciativa de Juan Ofman, quedetectó que yo tenía ganas de colaborar. Era muy nuevo,había entrado a jugar un poco al fútbol nomás… Y mihistoria como representante del Club empieza como dele-gado en Faccma, que en ese entonces era la FAM. Empe-zamos con un trabajo de perfil muy bajo, con el objetivode cambiar la historia del club dentro de Faccma. Nos pro-pusimos que Hacoaj ganase el lugar que merecía, por im-portancia y por historia”.La experiencia en la Federación fue decisiva para metersede lleno en la actividad como dirigente, dentro del fútbol.Uno de sus mayores logros en este terreno fue la organi-zación del torneo interno, que llegó a convocar a más detreinta equipos y movilizar unos quinientos socios graciasal que muchísima gente que no podía vestir la camisetade Hacoaj tuvo la oportunidad de practicar su deporte pre-ferido, en una competencia súper exigente y organizada.

UNA FAMILIA DE HACOAJ

“El modelo a seguir era GEBA, que históricamente tenía elmejor torneo interno de fútbol. Así empezamos, con cincoequipos… Yo jugaba para Catrasca”.Como sabemos en el fútbol, si bien las actuaciones per-sonales desequilibran, a la larga nada se sostiene si no selogra una dinámica de equipo. Con su mentalidad de ar-mador, Julio jugó de igual manera dentro y fuera de lacancha. “Nunca me gustó trabajar solo sino convocar a lamayor cantidad de gente posible para lograr el objetivo,hacer que el fútbol fuera dentro de la institución un de-porte bien visto. Lo cual sentí que empezó a ocurrircuando ganamos por primera vez el premio al Deporte delAño, allá por el ’82”.Hoy en día es imposible pensar al fútbol de Hacoaj sin suespacio propio: la Casita del Futbolista. “Un día, cami-nando por el club, llegamos a un viejo depósito de mate-riales que llamábamos “La Chacarita”, al lado había unacasa que había sido de la querida Ema, una gran persona,empleada del Club, a la que le teníamos y seguimos te-niendo un gran afecto. Tuvimos la suerte de que, luego deplantearlo en el Consejo Directivo, el Club nos diera esacasita que gracias al esfuerzo de varios pudimos transfor-marla en lo que es hoy: un espacio de encuentro y perte-nencia. La casita fue hecha a pulmón, gracias al aporte dedecenas de socios que donaron de todo: desde materialesde construcción hasta aparatos de televisión…”.Cuando le preguntamos a Julio cuál fue el hecho más emo-cionante de su vida institucional, se toma un tiempo pararesponder. No porque esté pensando (él tiene muy en clarocuál fue ese momento), sino porque la emoción le hace unnudo en la garganta: fue cuando su hija Natalia fue ele-gida Mejor Deportista, en 2008, galardón que ya había lo-grado su nuera Natalí Doresky en 2005, ambas jugadorasde Hockey.En muchos sentidos la historia que Julio nos cuenta,puede ser la de tantos y tantos socios que eligieron a Ha-coaj como espacio de vida. Un espacio que sin dudas fuetransformador y de crecimiento. Tal vez en eso piensa cadaShabat, cuando se reúne a celebrar con su esposa, sushijos y sus nietos.

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MARTIN MILD

socio Joven de hacoaJ donde

Fue depoRtista, MadRiJ y docente

en la escuela de MadRiJiM.

“yo veo a hacoaJ coMo un lugaR

de peRtenencia y de identidad”.

aQuÍ Junto a su esposa MaRina.

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o son muchos los socios de Hacoaj que, con poco más detreinta años de edad, ya tienen tantas líneas que los co-nectan con el Club. Líneas, tangentes, puntos de infle-xión o simplemente aristas que pueden ir variandoaunque, en definitiva, se trate siempre de la misma per-sona. Martín Mild es, como tantos socios más, un hijo del Club,de esos que desde chiquitos van a los grupos y no se pier-den una actividad. Sus amigos de la infancia seguramenterecuerdan esa faceta de Martín: la del janij que no se per-día un campamento, que se consideraba “un enfermo deellos” y que siempre estaba, ya sea en Córdoba, Mar delSur o las Noches de Estrellas en el Tigre. Los que pertenecen al ámbito deportivo, y sobre todo aquienes les gusta recordar las “rarezas” o esos deportesdistintos que surgen sólo de a momentos, pueden cono-cerlo como representante de Hacoaj en levantamientoolímpico de pesas, disciplina que duró sólo algunos añosy que aunaba a no más de cinco socios. Así y todo, lo-graron conseguir un entrenador: Renzonet, armar unequipo y llegar a dos campeonatos nacionales.Luego de abandonar esta disciplina (porque en realidad noes un deporte) reafirmó su vínculo con la parte social y setransformó en madrij. Y si bien los janijim en general songenerosos con su memoria y se acuerdan de sus madrijimaunque sea un poco, con Marto (porque así lo llamabantodos en los grupos), no es necesario ningún esfuerzo departe de ellos. No sólo sus janijim directos, sino que casitoda una generación (fue seis años madrij) pueden recor-dar los personajes que construía y todas las historias queinventaba en torno a ellos. Quienes en esos años fueronde campamento de invierno, seguro que recuerdan aHelen, una niña en camisón que nadie sabía de dóndesalía y asustaba a todos los chicos en el fogón. “Así comohay otros madrijim que van más por el deporte, lo que yointenté hacer fue incluir el teatro porque yo actué toda mi

UN HIJO DEL CLUB

vida y traté siempre de meter la actuación en los proyec-tos”. A pesar de haber dejado de ser madrij, siguió vinculado aIntegrales desde la docencia en la Escuela de Madrijim,básicamente como forma de seguir conectado, en estecaso dando clases y talleres de creatividad, clown y tea-tro como herramienta, sumando más personas y genera-ciones que lo conocen.Hoy en día, su vínculo con el Club está atravesado poruna doble tangente: por un lado, marido y padre de doshijas, Melina y Tatiana, que ya son fanáticas de la activi-dad (y la más grande incluso de los campamentos), bus-cando de alguna manera repetir la historia y con la firmeidea de que la fuerte unión con Hacoaj siga presente. Porotra parte, además de ejercer su rol de padre de familia,su personalidad artística lo llevó a elegir el Club para ex-poner sus obras plásticas. Por supuesto que la elecciónno fue casual, sino que “fue una forma de que se vea loque hago y que se conozca en el medio en donde yo es-tuve. Es volver a conectarme con la gente que me co-noce”. De hecho, una de las obras la compró un socio que,de puro azar, resultó ser el padre de una amiga de la in-fancia y, luego de entregársela y llevarse un “Marto origi-nal”, recién ahí se dio cuenta.Ser actor es ser multifacético no sólo arriba del escenario.Permite adaptarse a distintos lugares y situaciones, aveces en un rol, a veces en otro, lo que genera que unose posicione ante el Club desde diversos lugares. “Yo veoa Hacoaj como un lugar de pertenencia y de identidad, endonde hay momentos donde uno está más presente y otroscon más distancia, unos con más intensidad y otros conmenos pero lo importante es que uno lo elige, uno tieneque elegir desde dónde vincularse, si desde lo social, losamigos, lo deportivo, la dirigencia. Está en uno el elegiry postularse”. La persona es la misma, el Club también. Loúnico que cambia es el vínculo que, asegura Martín,“siempre está redefiniéndose desde otros lugares”.

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NéSTOR MARKOwICZ

diRigente de la coMisión de

actividades integRales.

“…a pesaR de haBeR tenido

Muchos caMBios en la vida,

hace 45 años Que vengo al cluB”.

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l perfil de Néstor Markowicz está marcado prácticamentepor lo que es su memoria más antigua en el club. “Lo pri-mero que me viene a la mente es estar en el vestuario conmi viejo. Mientras él se terminaba de cambiar, yo memetía adentro del roperito y daba vueltas para que no meencontrara”. Este es el comienzo de la historia de un socioactivo, presente e importante en el club, pero sobre todola de un socio que ha disfrutado y disfruta cada día quepasa aquí.Porque si bien las etapas en la vida de cada uno siempreestán marcadas por un poco de gracias y otro poco de notantas, un poco de sal y otro de azúcar, Néstor es un op-timista nato. Y de cada instancia en el club se lleva con-sigo algo positivo.Fue janij cuando el micro lo recogía en Canning y Velascoy se iba, ya no con sus padres sino con sus amigos delgrupo Hatikva (un nombre no olvidará jamás) al Tigre apasar el día en la actividad. De esos recuerdos tiene tanpresente el nombre de sus madrijim y las canciones queinventaban, como la búsqueda del tesoro que hicieron enel espacio donde hoy es la cancha de hockey y que allá porel setenta era el estacionamiento del club todo cubiertopor una arboleda. Durante los veranos se iba de campa-mento a Córdoba, a los ranchos deportivos, y una vez letocó la suerte de participar en Nautilandia. No exageramoscuando decimos que tuvo la suerte, porque casi se quedaafuera… Sus padres consiguieron el mismo día en que co-menzaba la actividad que, quien era el secretario de loque hoy sería Integrales, Alejandro Goldfeld, lograra queel Club los financiase. “El campa empezaba el domingo ycomo me anoté ese mismo día, me quede ahí y el lunes metrajeron la ropa”. Se ve que le tuvo tanto apego a su participación en la ha-drajá que no dudó en comenzar la Escuela de Madrijim:“Hice la Escuela en el 81 y 82, justo en la época que es-tábamos saliendo del gobierno militar y el tema de la edu-cación y el cumplimiento de normas era muy fuerte”. Seacuerda que en la Escuela de Madrijim de Hacoaj “tenía-mos que presentar trabajos y llevábamos tarea para elhogar. La hacíamos los sábados todo el día y teníamosdos o tres materias a la mañana, luego el almuerzo, la me-nujá, el clásico partido entre los de primero y segundoaño y después seguíamos”. Pero se ve que la exigencia

EL COMPROMISO DELVOLUNTARIADO

mucho no le molestó, primero porque recuerda ese tiempocomo sus mejores años y, segundo, porque en el momentode decidir entre el seguir ese camino o continuar con eldel deporte (hasta entonces jugaba al basquet), terminóinclinando la balanza hacia la actividad, porque creía quela parte social era mucho más contenedora. Y “El Oso”,como era conocido por todos, se convirtió en un madrij,hecho y derecho.Fueron varios años y muchos grupos los que pasaron porél, y de todos se acuerda: de los padres, de los chicos, delas actividades que hacía, de animarles los cumpleañosporque les pedían que por favor así fuese y de darse cuentahoy que, cuando lo ven, lo siguen llamando el Oso, porqueen ese momento pocos sabían su verdadero nombre.Luego pasó el impasse de la mayoría, esa edad en dondese viene menos al Club y no nos animamos a borrarnos deltodo, pero que es como una cuenta regresiva. Hasta que,cuando parece que tocamos fondo, en verdad es como unacama elástica que nos trae de vuelta y con muchas másganas. Fue tal la motivación que tuvo Néstor que seacercó a la Comisión de Actividades Integrales queriendocolaborar con el proyecto del club, y terminó tres añosmás tarde siendo su Secretario. Menos mal que tenía en-cima la camiseta y la motivación, ya que a los pocos añosse vino encima la crisis nacional y la famosa integracióncon Hebraica, donde puso el pecho y apoyó desde un co-mienzo el proyecto que emprendía el club.Han pasado los años. Néstor sigue colaborando con la Co-misión de Actividades Integrales, continúa apostando porel crecimiento y el bienestar del club. Desea que el amora la camiseta vuelva a ser lo que era antes, por el com-promiso del socio, por la colaboración voluntaria, endonde diez puedan simplificar el trabajo de uno y por lamirada sionista que debe fortalecerse a diario. Pero porsobre todo apuesta por el club, porque es lo que tuvodesde siempre: “Hoy por hoy me doy cuenta de que cam-bié de colegios, de departamentos, de trabajo y de autos,pero a pesar de haber tenido muchos cambios en la vida,hace 45 años que vengo al club”. Por último, hace suapuesta más fuerte: “Que mis hijos sigan teniendo eso: elbasquet, la Escuela de Madrijim, el roperito y todo lo queyo tuve acá”. Ni más ni menos que su identidad.

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MARIO Y ADRIANA LUCHANSKY

a la distancia, en isRael,

donde viven hace ocho años,

RecueRdan con intensidad

su vida en hacoaJ.

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driana Urbandt de Luchansky fue socia desde los ochoaños hasta que se fue a vivir en Israel en 2002 junto consu esposo Mario, a quien conoció en Hacoaj. Él ya erasocio desde antes de nacer. Su padre -David Luchansky-socio Nº 101 y su madre, Belsi, tenían ilusiones de tenerhijos y rápidamente su esperanza se hizo realidad. “Co-mencé a ir al Club cuando todavía era un deseo de mispadres”, sintetiza Mario. Adriana siempre estuvo relacionada con el deporte enforma competitiva. Tan es así que actualmente es entre-nadora de sóftbol en Israel. Jugó al tenis representandoal Club hasta los 18 años, después al sóftbol, donde tam-bién tuvo la posibilidad de representar al país, luego in-cursionó en el golf y regresó al tenis de veteranos. “DeHacoaj extraño todo. Esto no existe en Israel ya que nohay necesidad de concentrar a la comunidad judía en unClub… Entonces la gente hace otro tipo de vida. No pudereemplazar Hacoaj, tuve que cambiar de hábitos los finesde semana”, explica Adriana. Mario creció en Hacoaj, conoció a sus mejores amigos y,como ya dijimos, a su esposa con la que tuvo dos hijos:Lucia y Martín. Él asegura que no volvería a Hacoaj por-que nunca se fue y que todavía hay muchas cosas por lasque sigue conectado con el Club: “Me unen la amabilidadde Silvio, en el portón de entrada, al lado de la cancha defútbol, Blaquier, el encargado del vestuario que luchabasin lograr que no hiciéramos despelotes, Da Silva y Molina,que a regañadientes nos daban la pelota (y luego nos per-seguían a la noche para que se la devolviésemos). DonFernando, el viejito que era una institución en el cumpli-miento estricto del uso de las seis canchas de tenis, losgritos y órdenes del intendente Benítez... totalmente ira-cundo cuando le pisábamos las flores y el césped reciéncortado… El camarero, Don Ceferino, al que podías pe-dirle lo que se te ocurriera... que siempre iba a volver conlos ravioles con tuco. Caielli... sólo su presencia destilabarespeto y autoridad (así era en esa época), el mal humordel viejo Rimbaud, viviendo en la casa que estaba atrás delos frontones de tenis... este es sólo un pequeño home-naje a algunos de los muchos empleados que acompaña-

DE HACOAJ EXTRAÑAMOS

TODO

ron al crecimiento del Club desde la Quinta Goldfeld a estarealidad imaginada por las primeras camadas de dirigen-tes que sólo tenían un objetivo: crecer”. Mario no se ol-vida de todos estos momentos que al nombrarlos se hacenpura emoción. Cuando Adriana entró a Hacoaj se encon-tró con una segunda familia y con amigos, algunos deellos hoy dirigentes, que siguen siendo -a través de la dis-tancia- los amigos de toda la vida. Pero fundamental-mente encontró un lugar donde la familia estabacontenida. “La pasábamos bárbaro. Todos teníamos nues-tra actividad o pertenencia y al mismo tiempo podíamoscompartir el fin de semana”. Si bien los 75 años de Hacoaj los encuentran lejos, ellossaben que esa distancia es corta, ya que el sentimiento yla pasión que sienten por su Club están intactos y muypresentes. “Es un orgullo que Hacoaj cumpla tantos años,por todo el esfuerzo puesto por nuestros padres y sociosque nos representaron y nos representan. La continuidadde esta Institución modelo socio deportiva se ganó el res-peto de la sociedad argentina”, expresa Adriana. Marioagrega: “Este cumpleaños del Club es un desafío para losnuevos dirigentes, para reencauzar el camino del creci-miento y de la identidad deportiva judía. Pasaron y pasanépocas difíciles, también en el pasado hubo épocas conestas características. En este sentido deseo que las nue-vas familias se integren a esta gran historia que es el ClubNáutico Hacoaj, que incorporen aquella mística que dioorigen e hizo posible lo que hoy tenemos, y que partici-pen en forma activa en las comisiones. Sólo es posiblecon un staff profesional altamente calificado para des-arrollar las ideas de los socios y transformarlas en pro-yectos en ejecución”.Para ellos Hacoaj es y seguirá siendo -desde la otra puntadel mundo- un gran sentimiento. “Mi vida es en gran parteHacoaj... mis padres, mis hijos, mis amigos. A través deldeporte aprendí a ser mejor persona y a luchar en la vida.Gracias a los Maestros Don Glauco Caielli, Cuadrito, An-gelito Giúdice, Trotta, Don Casimiro González Trilla, DonAlberto Trama y a los ejemplos que tuve como guías”,cuenta Mario y, como no podía ser de otra manera, Adrianaconcluye: “Hacoaj es mi segundo hogar”.

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TITO PILOSOF

en la RaMpa de la sede tigRe,

desde donde tantas veces

paRtió a sus incuRsiones

poR el delta y a la sede isla.

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esde los primeros días del Club, luego de su inauguraciónen octubre de 1936, los botes de Hacoaj se hicieron in-mediatamente conocidos en toda la geografía del Tigre eincluso más allá. No sólo los de regatas, sino los de paseo,hermosas embarcaciones de dura madera barnizada, pe-sados, resistentes, perfectamente amalgamados con lasaguas doradas de la Cuenca del Plata. A lo largo de estos 75 años, en la rampa sobre el Río Tigrese registraron cientos de miles de salidas destinadas a al-canzar las Tres Bocas, o dar la vuelta por el Carapachay yel Espera, el Rama Negra o el Canal Vinculación con el SanAntonio. Los más intrépidos se aventuraron hasta el Pa-raná y cuando el clima lo permite, se organizan cruces alUruguay donde el destino más común es Carmelo aunqueno falta quien se haya internado en un cruce del Río dela Plata hasta Colonia, incluso en kayak o, al menos (ycomo si fuera poca cosa) hasta la Isla Martín García.Como una de tantas tradiciones que engalanan y dan valora nuestra identidad, las travesías en remo son comparti-das por amigos y transmitidas de generación en genera-ción. Entre los recuerdos más fuertes y lejanos de muchosde nuestros socios está el de verse a sí mismos muy chi-quitos, timoneado un bote mientras papá y mamá se tur-naban al remo.Quienes remaron alguna vez representando al Club encompetencias, siguieron haciéndolo luego en forma re-creativa no sólo para mantener el estado físico (bien sa-bemos que el remo es un deporte completísimo) sinoporque aunque hayan pasado décadas y décadas, cada sa-lida, cada excursión depara nuevos descubrimientos. Bienlo sabe Tito Pilosof que junto a David Jawerbaum, AzrielMesingier y Natalio Aichenbaum salen cada sábado y do-mingo, aunque entre los cuatro integrantes del botesumen más de trescientos años. Tito es, también, un me-morioso y trae a esta compilación de recuerdos en formade libro una historia vinculada a la Isla, a su querida Islade Hacoaj, sobre el Río Sarmiento, en la Primera Secciónde las Islas del Delta. “En determinado momento, hacia fi-nales de los años sesenta o principios de los setenta, seplanteó una necesidad entre los tantos remeros de Ha-coaj: hacía falta un lugar de destino adecuado para nues-

DESDE LA ISLA

tras salidas, porque la mayoría iba a parar a los recreos y,por muchos motivos, esa no era la mejor alternativa. Elmás común era uno llamado “Sifones Drago” que tal vezalgunos recuerden… Pero la rampa de ese lugar era undesastre y nuestros botes terminaban todos dañados”. Lasolución era lógica, aunque no tan simple, pero fue ga-nando consenso entre los socios: tener una Isla. Tito, queen aquellos años era dirigente de la Capitanía, recuerdaque se plantearon varias alternativas hasta que sólo que-daron dos. Sin embargo, la que venía más fuertementepromocionada, objetivamente analizada, no era la mejor:“Alguien vino con la idea de comprar una Isla que perte-necía a otro club, ubicada río arriba, sobre el Sarmiento.La fuimos a ver y quedaba bastante lejos, además reque-ría muchísimo trabajo para dejarla habitable. El tablesta-cado estaba destruido y construir uno nuevo costaba unamillonada… El vendedor trataba de entusiasmar a los so-cios haciendo excursiones, pero sólo los llevaba los díasen que el río estaba bajo… Recuerdo que el tema fue lle-vado a la Asamblea y por suerte, pudimos convencer a lossocios de que comprar aquella isla iba a ser un error. Esmás, los mismos dueños decían en su Memoria que esapropiedad les estaba trayendo demasiados problemas…”.La búsqueda de una Isla continuó, hasta que en la presi-dencia de Tito Morgenstern, tal como él mismo lo cuentaen su relato, se compró la actual Isla de Hacoaj, a no másde media hora de remo, con la alternativa de ir por elLuján y el Sarmiento (cosa de intrépidos hoy en día, contanta lancha que pasa a toda velocidad) o el bellísimo ymucho más apacible recorrido por el Gambado. Con la incorporación de la Isla, Hacoaj ganó no sólo desdeel punto de vista patrimonial. La Isla es una verdaderajoya de exhuberancia natural, con esos verdes increíble-mente brillantes que la naturaleza tiene reservada para elTigre. La Isla se transformó de inmediato en el destinonatural de nuestros botes y en un espacio en el que eltiempo parece transcurrir a otro ritmo, más lento, máscontenido. Y allí llega Tito con sus compañeros de bote,cada fin de semana, para compartir ese rato tan especial,en su Isla, la que eligieron como destino de sus botes, ytambién ¿por qué no decirlo? de las horas más intensas desus vidas.

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RICARDO KESTELBOIM

“hacoaJ es Mi vida, la de

Mis vieJos y la de Mis hiJos”.

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odo comenzó cuando Ricardo Kestelboim fue a la casa desu tía para que lo ayudara hacer la tarea de inglés. Al lle-gar se encontró con su primo que salía de su casa, Ri-cardo le preguntó: “¿Adónde vas?”, él contestó: “A jugaral voley, ¿por qué no venís?” A partir de ese día Ricardoencontraría una gran pasión en su vida; “Terminé yendoy desde entonces no paré”, afirma. A los 13 años comenzó a participar de los entrenamientos,que en aquella época se realizaban en lo que era la peni-tenciaría en Plaza Las Heras. “Cuando entré al equipo, meencontré con los hijos de amigos de mis padres, entreellos; Hutnik, Lerer, y conocí al profesor Alberto Cente-nero, que era el personaje de siempre, podría decir que élfue quien me enganchó con el voley”, cuenta Ricardo.Tiempo después los entrenamientos comenzaron a reali-zarse en la ORT y, más tarde, se inauguró el gimnasio deSede Capital de manera que -ya con lugar propio- comen-zaron a ser más duraderos e intensos. “Recuerdo un mo-mento en particular que fue cuando estábamos jugandouna final contra Obras Sanitarias, y en los últimos minu-tos del partido entró una pelota nuestra y el festejo sehizo oír, habíamos ganado 3 a 2 pero mientras estábamosfestejando el juez marcó que habíamos tocado la red, porende, el partido no había terminado -estaba Luis Lufranocomo técnico- y se armó un gran despelote. No hubotrompadas pero sí corridas. Finalmente perdimos”, explicaRicardo con bronca pero rápidamente se le vienen a lamente varios momentos de gran alegría. “Viajé mucho conel vóley de Hacoaj; participé de las Macabeadas en Chile,Perú, México, Brasil y en Israel, pero siempre perdiendo la

LOS MEJORES AÑOS DE MI VIDA

final con Brasil. Nos tenían de hijos”. Si bien la satisfacción de ganar un partido genera una ale-gría inmensa, quedó demostrado, que es todavía másfuerte la amistad que se forjó en el equipo de voley. “Loschicos del equipo de aquella época: Gerardo Hutnik, Da-niel Lehrer, Alberto Centenero, Héctor y Mario Luchansky,Norbi Gambarin, Sergio Dubinsky, Edi Barish, Sergio Slaf-tein y Juan Landsberg son mis amigos de toda la vida. Yhoy en día, seguimos organizando salidas o viajes enforma familiar”, sonríe Ricardo.Estos 75 años de Hacoaj son muy importantes para Ri-cardo ya que muchos de ellos representan los mejoresaños de su vida. “Hoy me encuentro en el Club con muchagente con la que estuve compartiendo los momentos máslindos de mi vida. Y ya más grande y desde otro lado lodisfruto junto a mi esposa, Diana y mis hijos Diego, Ma-riano y Luciana. Y compartir este aniversario con ellos,en el mismo lugar, con las mismas historias que yo viví,me genera una inmensa alegría”.Actualmente Ricardo disfruta de llevar, traer y ver a sushijos en el Club. Aunque confiesa que no es nada fácil:“Una juega al hockey, otro al fútbol y el otro al tenis; undía llevo uno a Hurlingham, otro a Mendoza y pasado aCissab, Hebraica o Macabi. Cada fin de semana es vercómo nos distribuimos. Pero lo importante es que hay unnexo y un lugar que es el Club. Siempre es volver a estaren el Club, encontrarse y almorzar juntos si se puede”.Tan ligado y tan fuerte es su sentimiento por Hacoaj, quepara Ricardo se ha convertido en una necesidad fisioló-gica. “Es como desayunar o almorzar” dice el ex jugadorde voley, quien reafirma: “La mayor alegría que me dio elClub me la sigue dando: porque es mi vida, es la vida demis viejos y la de mis hijos”.

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TITO SZARFMAN

descuBRió su pasión poR el Running

en hacoaJ y ahoRa paRticipa en el

iRonMan, una de las disciplinas

depoRtivas Más exigentes del Mundo.

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na de las características en común de la mayoría de lossocios que practican deportes es el hecho de haber pasadopor varios. Por supuesto que no es condición obligatoria nimucho menos, pero, ya sea por casualidad o por el simplegusto por la actividad física, un porcentaje altísimo probódos, tres, cuatro e inclusive cinco deportes distintos.Lo que no siempre sucede es que la pasión y la pertenen-cia permanezcan en cada elección y se vayan regenerandoen cada cambio. Así es el comienzo de la historia en elclub de Tito (como lo conocen todos) Szarfman, que em-pezó por los años setenta jugando al basquet, en los no-venta al padel y en el 2000 y pico ingresó en el mundo delatletismo, donde hoy entrena y participa de grandes com-petencias.En basquet, atravesó todas las categorías menores: premini, mini, cadetes… Lo primero que le viene a la mente,en forma automática, es Hipólito Cuadro “Cuadritos”, elentrenador que todos recuerdan con cariño. Inmediata-mente después, el primer puesto logrado en el Campeo-nato Metropolitano de Capital. Seguramente en esemomento no hubiese considerado jamás dejar el basquet,pero por esas cosas de la vida, se despegó bastante deldeporte y sus instancias en el club comenzaron a ser másacotadas. Cuando retomó, en los años noventa, ya habíaotro deporte en su cabeza: el padel. “Cuando jugás en undeporte, en general tenés facilidad para el resto. Juguécomo diez años, me anotaba en todos los torneos y hastaestuve ternado para Mejor Deportista”.De pura casualidad ocurrió lo que tenía que ocurrir: en2001 leyó un aviso en la revista del club que decía que ungrupo de socios se estaba preparando para la Maratón deNueva York. A pesar de no tener idea en qué consistía (nimás ni menos que correr 42 kilómetros), se acercó por pri-mera vez a la pista de atletismo para saber de qué se tra-taba. Empezó a correr una vez por semana y se enganchóde manera rapidísima, no sólo por lo que el deporte ledaba sino porque se había formado un grupo grande, conel que comenzaron a participar en cuanta carrera de aven-tura surgiese. Con ellos se fue a Tandil, a las Cataratas delIguazú y, entre tantas otras, lo que más le gusta recordares el viaje a Pinamar, donde alquilaron una combi y sefueron a correr por entre las dunas. La situación era másque tentadora: “Tenías la posibilidad de hacer el deporteque te gusta y rajarte para hacerlo. Ir a correr a Montevi-deo puede parecer lo mismo que hacerlo acá, pero allávas, te podés desenchufar y es una buena excusa”.

VOCACIÓN DEHIERRO

El running fue creciendo en el club simultáneamente alenganche de Tito con el deporte. Tres años después dehaber visto aquel aviso, le llegó el momento de correr suprimera maratón, ahora sí sabiendo cómo venía la mano.Comenzó a enganchar las carreras de aventura con las decalle y, en diciembre de 2003, viajó con un amigo a co-rrer la Maratón de Mar del Plata. Pero no fueron solos:otros diez amigos de toda la vida (entre ellos, ¡la mitaderan los de basquet de su infancia y adolescencia en Ha-coaj!), decidieron acompañarlos para darles aliento. Ni sepusieron los cortos ni entrenaron con ellos, pero comie-ron medialunas en La Boston y los animaban para seguircorriendo.Ahora sí, entrenado y con mucha más experiencia, llegó elmomento esperado: la maratón de Nueva York. Acceder aesta competencia dependía ya no de su preparación físicasino de un sorteo en donde suelen entrar muy pocos, deacuerdo con un cupo por país. Pero afortunadamente,entre las setenta plazas que había para la Argentina, sa-lieron sorteados Tito y los dos amigos con los que se habíaanotado: Carlos Kirchuk y Darío Didia. Y allí estaban los tres, en noviembre del 2004, entre los42 mil corredores en medio de la Gran Manzana, más detres años después de haber leído por casualidad aquelaviso y viviendo una de las experiencia más importantesde su vida deportiva. Fue allí donde lo alentaron a seguirpor más y conocer lo que hoy sería su pasión dentro delatletismo: el triatlón, disciplina que alterna el running, elciclismo y la natación. Al volver del viaje se anotó en las Macabeadas de Israelde 2005 y se entrenó con todo el esfuerzo que la situaciónameritaba. “Era medio loco hacer tres disciplinas. Porejemplo, yo aprendí a nadar en las colonias del clubcuando era mojarrita y jamás lo hice a nivel profesional.De todos modos fui de un modo participativo, no fui aganar. El que ganó lo hizo con 2 horas 15 minutos y yo lohice, más o menos, en media hora más”. Lo destacable esque Tito nunca dejó de entrenar en el club, ni siquieracuando en 2008 se anotó para el Ironman, una disciplinaque exige a los atletas casi 4 kilómetros de natación, 180kilómetros de ciclismo y 42 kilómetros de carrera. Más dediez horas de actividad sin descanso.Porque hoy en día el club no sólo le da un buen nivel deentrenamiento, que lo ayuda a lograr los objetivos que sepropone sino porque lo elige como su lugar, Tito deseaque el día de mañana sus hijos puedan quererlo de lamisma forma que él lo hace.

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CHOLO SANDLER

conoce todos los sectoRes

del cluB, cada piedRita,

cada Recoveco. poR eso,

los 75 años de hacoaJ RepResentan

paRa él “un pedazo de vida”.

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s probable que pocos socios conozcan la Sede Tigre, la Sede Ca-pital y la Sede Isla tan al detalle como el Ing. Simón Sandler.Cholo, como lo conoce todo el mundo, ingresó al Club en 1964,junto con su familia. En aquel tiempo hacerlo no era nada fácil.Había que anotarse en una lista y esperar a que se produjera unavacante. El hecho de que existiera un cupo limitado se debía a queel Club no contaba con el espacio, la infraestructura ni las como-didades suficientes para absorber más socios. La actuación deCholo Sandler como voluntario en la Comisión de Interior, de laque fue Secretario por varios períodos, y en la de Construccionestuvo mucho que ver con encontrar soluciones reales y concretasa este problema.¿Cuántos kilómetros habrá recorrido Cholo en Hacoaj, en todosestos años? Quien quiera sacar la cuenta, seguramente se va aquedar corto. “Conozco el Tigre como la palma de mi mano. Unade mis mayores satisfacciones, cuando camino por el Club, esmirar a derecha o izquierda, hacia delante o hacia atrás y darmecuenta de que por todos lados hay construcciones con las quetuve algo que ver, pero no me jacto de ser el único que participóen cada obra. Somos muchos los que trabajamos”. En este sentido,Cholo tiene palabras de especial reconocimiento para los miem-bros de la Comisión de Interior que conformaron equipos de tra-bajo absolutamente comprometidos y se emociona cuandomenciona a dos amigos a quienes recuerda con especial afecto:Soli Groisman y Cholo Sucari.En cuanto a su infraestructura, Hacoaj cambió mucho a lo largode los años. Se fue adecuando a las costumbres y necesidades decada época y el aporte de varios de sus socios, como voluntarios,es uno de los motores de tan extraordinario crecimiento. “Cierrolos ojos y por mi cabeza pasan las imágenes de todo lo que hici-mos: los tacos de hormigón en el estacionamiento, los caminosque comunican al Edificio Central, el ascensor de ese mismo edi-ficio, el Moadón, los alrededores de la pileta”. Para cada una deestas obras hubo que dedicar mucho trabajo de planificación ysacar muchísimas cuentas, porque el Club siempre hizo valer cadapeso invertido. Además, en más de un caso fue necesario adap-tarse a los vaivenes de la economía, la escasez de materiales, alos distintos avatares de la Argentina. Cholo continúa con la enu-meración: “El camino de entrada, que quedó muy bien y que, confranqueza, era un desastre. Cada vez que llovía, había que colo-car tablones para que la gente pudiese salir”. Cholo sigue pen-sando y de repente se acuerda: “¡Por supuesto, el Salón Terraza!un edificio con el que el Club ganó un espacio espectacular, conuna zona abierta y otra cerrada, para la realización de actividadesde todo tipo: clases de gimnasia, rikudim y para que los chicosduerman en los campamentos”.Por sus características y objetivos, las Comisiones de Interior y deConstrucciones requieren una buena comunicación y coordinaciónya que tienen mucho en común. Construcciones se dedica al des-

COMO LA PALMADE MI MANO

arrollo de obras nuevas e Interior al mantenimiento. Cholo actuóy sigue actuando como un nexo entre ambas. “Tuve el orgullo decompartir el trabajo con voluntarios que son un ejemplo de dedi-cación: el Ing. Mario Aisenson, el Arq. Gabriel Melamud, el Arq.León Churba, el Arq. Alberto Klurfan, el Arq. León Mohadeb, elArq. Eduardo Schmunis, el Arq. Isidoro Melamud y el Sr. Jorge Re-gatky, entre tantos otros”.Una de las características de la conducción que ejerció Cholo enInterior fue la de proponer alternativas prácticas para darle unamejor dinámica de trabajo a los recursos existentes. “Para arreglaruna canilla que gotea no hace falta contratar a un especialista.Basta con darle una pinza, un destornillador y uno cuantos cue-ritos al vestuarista para que haga el arreglo él solo y de inme-diato. De esta manera se van solucionando muchas cosaspequeñas. Tengamos en cuenta que hay días en los que por nues-tras sedes pasan más de cinco mil personas, por lo que siemprehay algo para arreglar”.La enumeración de obras se torna infinita y Cholo, haciendo alardede su memoria, no quiere dejar ninguna fuera de este recuento:la casita de Hockey, la nursery, la climatización del Salón Pano-rámico, la instalación de gas natural, la ampliación del natatorioy la parrilla de ese sector y el replanteo de los playones deporti-vos y el solarium, que permitió un mejor aprovechamiento del es-pacio. Muchas de estas obras fueron hechas sin costo para laInstitución ya que, cuando correspondía, fueron afrontadas porlos distintos concesionarios gastronómicos. Con respecto a la SedeCapital menciona: “El mantenimiento eléctrico, la colocación determotanques. También sacamos las viejas calderas”.La acción de Interior también incluye la Sede Isla. “Cuando cons-truimos el canal aprovechamos para dragar y levantar el nivel delterreno al menos un metro, porque cada vez que había sudestada,se inundaba. De la mano de quienes fueron los históricos encar-gados de la Isla, el Sr. Carsoglio y su esposa, realizamos unaardua tarea de canalización, para el escurrimiento del agua. Des-pués se hicieron las construcciones: el comedor, la nursery conlos vestuarios, la parrilla y todo el espacio deportivo propiamentedicho”. El reconocimiento, en boca de Cholo, se extiende por su-puesto, al equipo de Intendencia, comenzando por el Intendentede Sedes, Osvaldo Carena, los capataces, los obreros de los dis-tintos oficios, administrativos y plantel en general.Cholo conoce todos los sectores del Club, cada piedrita, cada re-coveco. Por eso, los 75 años de Hacoaj representan para él “un pe-dazo de vida” cuyo ritmo está marcado por las placasconmemorativas que fue recibiendo cada vez que finalizó un pe-riodo como miembro del Consejo Directivo. Cada uno de éstos pa-recía ser el último, pero siempre lo volvían a convocar para queponga a disposición su experiencia, su capacidad y algo irreem-plazable: su amor por el trabajo en Hacoaj. Es por eso que con-cluye con este deseo: “Que los directivos tengan el ímpetunecesario y los socios, la vocación para ser voluntarios y activar”.

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TUNY KOLLMANN

peRiodista. golFista y diRigente

del FútBol en hacoaJ. “hacoaJ

es paRte de lo Más Feliz de

nuestRas vidas y nuestRa

continuidad coMo JudÍos”.

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uny tenía alrededor de 20 años cuando conoció Hacoajpor primera vez. Era madrij en ACIBA, lo que hoy es Gues-her, el club en el que se agrupaban los judíos llegados deAustria y Alemania después del Holocausto. Aquella vezacompañaba a las chicas de ACIBA a jugar al cesto. Porsupuesto que la paliza de Hacoaj fue antológica. Pero paraalguien que venía de un club muy chico, Hacoaj era comoDisneylandia. Muchos años después, cuando su hijo Alejandro cumpliódiez años, pensó que debía vivir la vida de un club judío,ya que su infancia en ACIBA había sido muy feliz. En aquelmomento el Director Ejecutivo de Hacoaj era Enrique Bur-bisnki, a quien Tuny conocía porque era una de las per-sonas más comprometidas con Memoria Activa, una de lasagrupaciones que sostuvo la lucha por el pedido de Jus-ticia, luego del atentado a la AMIA. Enrique le consiguiódos pases y hacia allá fue Tuny, junto a su hijo, un di-ciembre de hace 15 años. Su hijo quería jugar al fútbol,pero el problema era que, a esa altura del año, ya habíaterminado el campeonato para los más chicos, el YehudaMacabi. “Vengan en marzo y le van a hacer la prueba paraver si entra a las divisiones inferiores. Tienen que hablarcon un entrenador que se llama el Pelado”, cuenta Tunyque le dijeron. Fueron dos meses y medio de nervios:“¿Entraré o no entraré?”, le preguntaba su hijo todo eltiempo. Llegó la primera semana de marzo y los dos fueron otravez a buscar “al tal Pelado” que, por supuesto, era el co-ordinador Javier Díaz. Hubo que esperar dos semanas ju-gando una especie de selectivo, para que al final leconfirmaran que sí quedaba en el equipo. “A partir de allí,mi hijo se hizo un montón de amigos que hoy, 15 añosmás tarde, está claro que le quedarán de por vida”, cuentaTuny y agrega que: “Yo también me forjé un grupo de ami-gos inseparables con los que compartimos todo”. Tal es la pasión que tiene por el fútbol que se acuerdaperfectamente de los comienzos de su hijo: “En abril deaquel año, mi hijo debutó con la camiseta de Hacoaj. Ju-garon el sábado contra Galicia, ganaron 2 a 1 y el do-

AMIGOS INSEPARABLES

mingo contra Hebraica, ganaron 4 a 1. Y entonces mi hijo,que hizo tres goles ese fin de semana sintió que jugabaen el Barcelona y que era Messi. El fin de semana si-guiente perdieron 7 a 0 con Caza y Pesca y 6 a 0 con Ma-cabi. Fue un aterrizaje sin paracaídas”. A raíz de la crisis de fines de 2001, a la familia Kollman,como a tantísimas otras, se le cortaron las vacaciones.Fue por eso que un 15 de diciembre de 2002 decidió apro-vechar las posibilidades del Club para aprender a jugar algolf. “Comencé con un profesor de Hacoaj y de a poco searmó un grupo magnífico, integrado por los padres de loschicos con los que jugaba mi hijo al fútbol y mi amigoQuique Churba, a quien también conocí por Memoria Ac-tiva”, explica. Caminar por el verde, disfrutar del contexto,tratar de mejorar de a poco, compartir con el grupo deamigos, “fueron bichitos que se me metieron hondo… Tanes así que, casi sin darme cuenta, terminé representandoa Hacoaj en los torneos de Faccma y en las MacabeadasPanamericanas”. Esta claro que su vida en el Club está unida por las dosvertientes. Desde hace dos años trabaja junto con Juan yOsvaldo Ofman en la Sub Comisión de Fútbol de Hacoaj,mientras que los sábados y domingos a la mañana disfrutade las inevitables rondas de golf con los amigos. “La SubComisión de Fútbol pasó a ser una pasión. Es tratar deaportar a algo inmenso: nada menos que mil jugadores,entre representativos y el torneo interno. Es algo que tie-nen muy pocos clubes en la Argentina. Tantos chicos ygrandes, emocionan. Llegar un sábado o un domingo a lazona de las canchas de fútbol es un orgullo. Y ver queconseguimos mejoras, nueva cancha, nueva ropa, nuevasinstalaciones, mayor calidad en los entrenamientos, serel único club de la colectividad que juega en AFA, son sa-tisfacciones enormes”. Tal es la pasión que Tuny tiene por el Club, que si tuvieraque sintetizarlo diría: “Todos los socios de Hacoaj quierenque sus nietos crezcan en el Club porque es parte de lomás feliz de nuestras vidas y porque es nuestra continui-dad como judíos”.

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ARIEL MELAMUD

encontRó en hacoaJ

un espacio paRa disFRutaR

de su tieMpo en FaMilia.

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riel Melamud tiene 46 años y una trayectoria de toda suvida en el Club. Fue janij, madrij, activó en el Área de Ju-ventud como Pro Secretario y uno de los miembros más jó-venes del Consejo Directivo. También integró la Comisióndel Interior y participó en el equipo deportivo de vóley. Apenas finalizó sus estudios en medicina, fue convocadocomo médico en la Sede Club de Campo Hacoaj Tigres, losfines de semana. “En aquel momento el Club de Camposólo tenía la cancha de golf, el golf house, nada más. Re-cién se estaban construyendo las primeras casas. Habréido durante seis meses, pero no hacía nada, porque nadiese accidentaba. Y pasaba las horas sentado en el restau-rante, comiendo y jugando al burako con Carina, mi es-posa, que en ese momento era mi novia, a quien conocíen Hacoaj, por supuesto”. Todo comenzó cuando una pareja amiga decidió presen-tarlos. Todo estaba muy bien organizando. Llevaron Ariela la Isla del Club, luego a Carina “y... hace 22 años que es-tamos casados”.Todos guardamos objetos que, por distintas razones, nosresultan significativos. Conservarlos es una manera deguardar un pedazo de nuestra propia historia. En su loc-ker del vestuario de la Sede Tigre, Ariel conserva su carnéde pileta del año 1967. “Cuando tenía dos años existíanlos carnés de pileta con foto. Yo tengo el mío, con las re-visaciones médicas que se hacían cada quince días”.La etapa que Ariel recuerda con más intensidad fue suépoca de madrij. “Fue una de las más lindas que viví enel Club, por el compromiso con que asumíamos nuestrorol y por los amigos de entonces, que me quedaron paratoda la vida. Ese grupo de Escuela de Madrijim está hoycasi intacto. Y los hijos de muchos de ellos son amigos delos míos, dice Ariel y recuenta: Alberto Panick, MarceloChachhi, Marcelo Chechik, Daniel Waiscopf, Jorge David-son, Tibu Rajshmir, Fabio Fridman, Sarita Ferdman, PaulaFrei, Fabián Naparstek.”Los personajes del Club también forman parte de sus me-jores experiencias en Hacoaj. “Como Cuadritos, Benítez,Jorge Adonaylo y Enrique Burbinski. Gente que le dio todasu vida al Club: Roberto Maliar, Juan Ofman, José Rai-der… Gente para sacarse el sombrero”, se emociona.

LA PALMERA MELAMUD

Puesto a reflexionar sobre su vínculo con Hacoaj, Ariel se-ñala como una curiosidad que su compromiso y perte-nencia no se haya generado a partir del deporte, sino quea través de la actividad social. “Cuando estaba en el Áreade Juventud, a mediados de los ochenta, organizamos va-rios recitales que fueron un gran éxito. Trajimos a Ale-jandro Lerner a la Sede Capital y a Patricia Sosa a la Isladel Club. En esos proyectos participaron Marcos Mayo, Ge-rardo Jenik, Néstor Markowicz y Vicky Ludmer, entreotros”.El lugar de participación de Ariel en Hacoaj tuvo muchoque ver con el ejemplo de sus padres. “Mi papá, GabrielMelamud, fue Secretario de Construcciones durante mu-chos años. Hizo mucho en el Club y, en algún momento,estuvimos juntos en el Consejo Directivo. Eso fue muyemocionante. Ahora entiendo mejor a mi viejo, porque ami me pasa lo mismo que a él cuando veo a mi hija Ta-tiana como madrijá. Siempre comparto con ella la emo-ción que me genera verla, porque siento que es el mismoproceso que yo hice y ella continúa”.Si hay algo que quedó grabado en la memoria de Ariel sonesos fines de semana en que se pasaba horas viendo a supapá jugar al tenis. “Todos los sábados y domingos mipapá me llevaba a los grupos y se iba a jugar. Apenas medejaba, yo lo seguía y me sentaba a verlo. Mi papá decíaque yo era su gran seguidor. Ahora sigo a mis hijos: Agus-tín que juega al fútbol y Milena, al Hockey”.Luego de muchos años de rondar por todo el Club, Arielencontró su lugar preferido: una gran palmera en el sec-tor pileta. “Todo el mundo sabe dónde me siento a leer eldiario. Es la palmera de la pileta, que está casi llegandoal río, viniendo desde el playón, donde se gira para entrara la parrilla. Y todos la llaman “la Palmera Melamud” por-que siempre estoy ahí. Me paso horas y disfruto del airelibre y la tranquilidad”:Cuántas historias habrá visto esa palmera, cuántos in-viernos y cuántos veranos. Por allí han jugado miles dechicos que hoy ya son grandes, y siguen jugando sus hijosy aún sus nietos. Es allí, en ese lugar preciso, debajo deaquel árbol, donde Ariel encontró su espacio desde dondedisfruta de Hacoaj.

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VÍCTOR VAISMANdiRigente institucional

y coMunitaRio, con su

RepResentación llevó

a hacoaJ a espacios de

nivel inteRnacional.

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o es lo mismo venir de una institución cualquiera que deHacoaj porque, dentro del panorama mundial, Hacoaj re-presenta algo muy importante”. Con la seguridad quebrinda la experiencia, Víctor Vaisman no duda al soltar estaafirmación. Y su trayectoria lo habilita con creces para ha-cerlo: fue presidente de la Federación Argentina de CentrosComunitarios Macabeos (FACCMA), de la Confederación La-tinoamericana Macabi (CLAM), Vice Chairman de MacabiMundial, presidente de la Comisión Internacional de De-portes de Macabi Mundial y, desde hace varios años, con-serva su puesto en el Internacional Sport Committee, deesa misma organización. Si hay alguien que sabe cómo esvisto el Club desde afuera, sin dudas es él, que además fueSecretario de Deportes de Hacoaj.Según Víctor, hay muchos motivos para que el Club, ca-racterizado por ser a la vez deporte y educación no formal,sea reconocido de esa manera. Destaca el nivel y la res-ponsabilidad de sus dirigentes en todos los ámbitos y de-portes, su participación y compromiso con el mundocomunitario judío y la presencia en casi todas las activi-dades organizadas. Además, cree que es fundamental elhecho de declararse como club sionista y destaca la vidajudía que tiene lugar dentro de Hacoaj.Por ocupar tantos cargos en instituciones internaciona-les, acumuló un sinfín de viajes y vivencias. Pero recuerdaespecialmente cuando participó en las Macabeadas de2001 como Presidente de CLAM y visitó un club de remode Israel. Un viejo socio le estaba mostrando el lugar y suhistoria; cuando pasaron por la zona de los botes le contóque las primeras embarcaciones, aquellas que les habíanpermitido comenzar, habían sido un regalo de Hacoaj mu-chos años atrás. Por supuesto, estaban profundamenteagradecidos. “Me lo contó sin saber que yo era de Hacoajy eso me llenó de orgullo”, recuerda Víctor. El tono de suvoz, entre feliz y melancólico, no deja esconder lo queesta experiencia despertó en él.El primer contacto de Víctor con Hacoaj fue en 1979, enel avión de ida a las Macabeadas de México. Él era el téc-nico de la selección de fútbol y en ese entonces dirigía aBAMI. Juan Ofman y Jacobo Lehrer se le acercaron y lo in-tentaron convencer de que viniera al Club, pero estaba conla cabeza en la competición que se acercaba y el asuntoquedó ahí.En aquel tiempo, Víctor ya era dirigente en FACCMA y para

EN HACOAJ ENCONTRÉ MI

LUGAR

rastrear sus comienzos en esa carrera, hay que retrotraersea 1973. Ese año fue elegido para ir a las Macabeadas deIsrael, sin embargo, por una cuestión económica no pudoviajar. Ese recuerdo lo tiene siempre presente a la hora dedesempeñarse. “Sé el dolor que significa quedarse abajode una Macabeada. Por eso, en todos los equipos que di-rigí, ningún jugador se quedó afuera por no tener plata”,asegura. Ese mismo espíritu es el que trata de mantenercomo dirigente.Tres años después de la charla en el avión, el pase se con-cretó y Víctor, que tenía 36 años, quedó a cargo del Fút-bol de Hacoaj. Cuenta que hicieron un plan, desde lasescuelitas deportivas hasta la primera de UAF, para reor-ganizar a fondo el funcionamiento. Acto seguido, enu-mera los técnicos elegidos como si fuera la formación desu equipo favorito: “Marcelo Ofman en la cuarta, OsvaldoOfman en la quinta, Juan Ofman y Benjamín Levit lasexta, Carlos Tifemberg en la tercera, Campana en la pri-mera UAF y yo en la Liga Universitaria”. Confiesa que al principio fue resistido por algunos a causade su rigurosidad. Tanto que después del primer partido,en el que dejó afuera a muchos de los titulares habitua-les por llegar tarde, se juntaron firmas para que se fuera.“Por suerte los dirigentes me defendieron y a partir de ahícambiamos la manera de trabajar”, señala Víctor.A pesar de esos primeros episodios, la identificación conel Club llegó rápido y al día de hoy sigue viniendo todoslos fines de semana con su mujer y sus dos hijos. “El díaque empecé, no me imaginaba para nada que iba a ter-minar así, pero desde el primer momento me sentí a gustoy encontré mi lugar”, dice con una sonrisa. Es que no sólollegó para ser técnico sino que, al mismo tiempo, partici-paba como jugador de los torneos de veteranos, de losque ganó varios. Recuerda al equipo no sólo por lo fut-bolístico sino también por el nivel humano.Desde que colgó los botines, juega al tenis sábados y do-mingos sin falta. “Si no voy al club, me siento como unperro enjaulado”, explica. También tiene muchas amista-des, como en la Casita del Futbolista: “Trato de ir poco,porque cuanto menos voy ¡menos como!”, bromea en alu-sión a sus tradicionales asados.Y así continúa hasta el día de hoy ésta, su historia con elclub, que comenzó arriba de un avión rumbo a las Maca-beadas de México 1979 y hoy sigue escribiéndose día a díaen Hacoaj.

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PEDRO IUNGMANantiguo socio de hacoaJ.

autoR de dos liBRos

autoBiogRáFicos:

“pi, yo pedRo, MeMoRia

en el tieMpo” y “vida, pasión

y ResuRRección”.

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uando pienso que mi “hermano mayor”, Hacoaj, va a cumplir 75 años; yo her-mano menor de 63 años de convivencia en la familia, me veo asaltado porinfinidad de recuerdos y ¿ensoñaciones? ¿Todo lo que recuerdo es realidad? En mis actuales 82 años de vida ¿no ima-gino?, ¿no confundo?... Todo eso que desfila ante mí… y… ¿es Hacoaj?Mi hermano fue el primero en asociarse a Hacoaj. Hablaba maravillas. Yo de-seaba compartir ese mundo, si es que era real. Y el sueño se cumplió. Escu-ché anécdotas de su fundación… Escuché a los actores… Viví las escenascon ellos. Aventura, pasión y… Libertad. Libertad. Noción y vivencias de liberación. Yo judío quiero vivir libre, sin ataduras; nocercado por cuestionamientos raciales e invenciones hipotéticas que solobuscan cortar las alas a la alegría de vivir el deporte, la vida al aire libre, lasexperiencias humanas…Así nace Hacoaj. Por el pensamiento libertario de un grupo pequeño quecompra un terrenito, un botecito y hoy somos dueños de manzanas de tie-rra, de 400 botes, de treinta y una canchas de tenis de… de… de…A los pocos meses de asociarme entro al servicio militar. Por discrepancias “li-bertarias” con el Jefe de Compañía me mandan del Tiro Federal, donde cum-plía el servicio, ¡Preso! a los cuarteles de Palermo. El Jefe, con el que converso,oficial paracaidista de prestigio, con pensamientos aéreos, no terrestres, de-cide que pase los diez días arrestado en lugar bien oculto, fuera de la vista mi-litar. “¿Tiene el lugar?”, me pregunta… “¡Hacoaj!”, le contesto… Diez días degloria que me unieron a lo que sería mi segundo y preferido hogar. ¡Qué her-mosa manera de adaptarme al club!Poco tiempo después, explosión en los jardines, música, cantos, baile… In-dependencia de Israel. Apareció una bandera blanca con una Estrella deDavid celeste arrancada del cielo paseando en nuestra tierra. Los judíos sa-lían en bote por los ríos. Sus palas blancas y celestes clarifican lo negro delrío, las gotas que caían del remo cantan canciones de liberación. Algunos nolo pensaron así. Los botes de mujeres fueron atacados con piedras. Tuvimosque salir con botes de varones para protegerlas y con un viejo jeep, vigilarlos alrededores.Se inaugura el Salón Comedor. Riguroso pantalón largo. A un costado, unpequeño patiecito ocupado por bailarines, desde los atardeceres hasta elanochecer.

¿Recuerdas Lita cuando poníamos los discos? Llovían los pedidos, teníamos unpequeño número, para un tocadiscos primitivo y cerrábamos la puerta para queno nos molestaran tanto.

Así nacieron los casamientos entre los socios. Hacoaj parecía una agencia ma-trimonial. Hubo una desviación, una hermosa jovencita fue expulsada del Clubpor ofrecer demasiada camaradería a varios remeros.

Se compran tierras. Se fabrican botes en la carpintería del Club. Se corren re-gatas. Durante trece años el Club solicita adherirse al AARA, Asociación Ar-gentina de Remo, siempre rechazado por una bolilla negra, que ennegrecíala claridad del pedido. Trece años, 1948, nace el Estado de Israel, nace el Club para el AARA. Porfin corremos por primera vez en el Río Luján junto a la Asociación de Remo.Todos lloramos, el Río Luján aumentó su nivel por las lágrimas de los Sociosdel Club que lloraban y aplaudían, mientras las banderas y las palas acom-pañaban el inicio de otra etapa social.

Teníamos una cancha de Tenis. Surgió la idea de tener una pileta de natación.Remo y agua para armonizar las cosas. La colocaríamos en el lugar de la can-cha de Tenis. Se pensó… ¿pero y la plata?... Era mucho… pero éramos entu-siastas.Se discutió, peleamos, remo sí, pileta no. Pero triunfo la pileta. Entonces, so-cios a buscar dinero. Se hicieron bailes, se sortearon donaciones, juntamosnuestros pesos y se hizo la pileta. Otra etapa concluida.

75 AÑOS DESPUÉSSeguimos creciendo, seguimos siendo atacados. Nos incendian lagarita de madera a la entrada del Club. Nos tiran piedras desde lospuentes. Se habla de armarnos. Viene la calma. Sigamos así. Losvenceremos con la voluntad con Hacoaj fuerza.Toda nuestra historia se encuentra cubierta de lucha.Luchamos primero por nacer, luego por crecer, luego por mantener-nos… y hoy por gozar de todo lo obtenido.

Quinientos socios durante varios días explotan los juegos de La Ruralpara juntar fondos para el Hospital Israelita. Grupos nacionalistasintentan, la última noche, asaltar la recaudación. Alertados desde elexterior, se recurre a la Comisaría que se encuentra enfrente, y supersonal protege nuestra salida.

Trescientos jóvenes de Hacoaj protegen la exposición Israelí que selleva a cabo en el predio Municipal cercano a la Facultad de Dere-cho.

A los 60 años de Hacoaj los socios se unen en una campaña para sal-dar deudas del Club. Cientos de socios aportan con ese destino y selogra con éxito el fin propuesto. Hacoaj interviene en desfiles co-munitarios por las calles de Buenos Aires en defensa de Israel. Losdiferentes equipos de Hacoaj comienzan desde el año 1940 a des-tacarse en el panorama nacional.1940 Campeón Argentino categoría Cadete. 1941 Pelota al Cestocampeonas y en 1943 Campeonas de Basquet. En 1945 se festeja lavictoria sobre la barbarie Nazi y una enorme V de flores blancas selucio en los jardines del Club. En 1948 dos grandes acontecimien-tos en la vida Judía y en la de Hacoaj: 15 de mayo nace el Estadode Israel. La AARA afilia al Club. 1951 Inauguración del EdificioTigre y ascenso de Básquet a Primera División. 1955 nace Nautilan-dia, Colonia para gente menuda. 1960 Inauguración del natatorio.1966 Tres equipos de Pelota al Cesto se consagran campeones. Seadquiere la Finca River Side, de 36.800 m2, hoy Quinta Goldfeld.1968 Se compra el terreno de Estado de Israel. Se inicia la cons-trucción de 102 departamentos. 1976 24 de mayo inauguración SedeCapital. 1981 Nace Club de Campo Hacoaj. Mientras todo esto ocurría, mientras el Club crecía en edificios, tie-rras y deportes, nuestros equipos obtenían premios nacionales e in-ternacionales. Dentro del Club nacían departamentos para orgullode la Institución y de la Comunidad. El Departamento de Culturacon Conferencias, Cine, Teatro, Danzas. Enseñanza de Cultura Realcon idiomas, Manualidades, Arte en distintos niveles. La apariciónde Guilboa, conjunto de baile que representa a nuestro país aquí yen el exterior, nuestros actores con personalidad propia, nuestro…1998 Resolución de la Secretaria de Cultura de la Nación, se declarade interés Cultural las actividades de Cultura de HACOAJ.Y así seguimos y seguimos HACOAJ deportivo se transforma en cul-tural con una surtida Biblioteca y benefactora de la Sociedad a tra-vés de Voluntarios en Red. La ayuda a colegios de centroscomunitarios de la zona lo certifican. La distribución de medica-mentos muestra junto con otros departamentos los cientos de aso-ciados que trabajan con y para el Club y la Sociedad toda, en formatotalmente desinteresada.El espíritu siempre joven de sus dirigentes, lleva a la Institucióncada vez más allá de los fines primitivos.La maravillosa idea de los Fundadores fue la semilla que origino elmilagro. Hoy miles de personas se mueven al compás de Hacoaj. Sunombre es reconocido mundialmente y seguimos creciendo. Hacoaj- Fuerza es lo que hacemos con la Institución.

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STAFF PROFESIONAL

tRaBaJaR en hacoaJ es, taMBién,

coMpaRtiR el pRivilegio de FoRMaR

paRte de una pRoFunda tRadición

Que cuMple setenta y cinco años.

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principios de los noventa Ariel Jenik, Director Ejecutivo, culmi-naba su paso como socio por escuelas deportivas y grupos de ac-tividad para transformarse en madrij. Julia Biman, la Secretaria dePresidencia, entró a Hacoaj hace treinta y cuatro años como ca-deta. Pato Sagorsky, Directora de Educación Física y socia, fue unadestacadísima jugadora de pelota al cesto (dos veces Olimpia dePlata); su vocación profesional se inició naturalmente en Hacoajcomo profesora de los chiquitos de 4 y 5 años. Cuando el Sub Di-rector del mismo Departamento, Leonardo “Pampa” Senderovskyse recibió de profesor de educación física en 1991 en el Efis Ha-coaj, hacía dos años que trabajaba con adolescentes y en la es-cuela de básquet. Gastón “Tato” Lewitán, Director de ActividadesIntegrales, ya era socio cuando comenzó a transitar su caminocomo madrij hace casi dos décadas. En 1992 Pedro Spinaci, Direc-tor de Remo y Náutica, se sumaba como coordinador de la escue-lita de remo y canotaje. Dos años antes Gabriel Rozenzon, Directorde Comunicaciones, comenzó a escribir para el boletín semanalcomo redactor free lance. Liliana Giorgio, Directora de Adminis-tración, ingresó en 1987 como cadeta administrativa del Club deCampo. En 1982 Ricardo Panczuch, Director Médico, hizo sus pri-meras guardias en Hacoaj como traumatólogo. En 1989 lsmael Ger-vassoni, Sub Intendente de Sedes, fue tomado como control deacceso en la Sede Capital. Pronto se convirtió en la mano derechadel intendente Osvaldo Carena quien luego agregaría a su compe-tencia el Tigre y la Isla. Aún resonaba el dolor por el atentado ala AMIA cuando Gabriel Gartensztern, Director de Prevención, seunió al grupo de protectores. Con ocho años de trayectoria DiegoWinik, Director de Actividades en el Club de Campo Hacoaj Tigre,es el más nuevo del Staff Profesional de Hacoaj. Para llegar a la dirección de las áreas institucionales, cada uno denuestros profesionales recorrió un camino ascendente. Empezar deabajo hizo que todos generaran fuertes vínculos con Hacoaj, loque no sólo es característico de este equipo. Todo el plantel tienepuesta la camiseta y en su tarea cotidiana entrega mucho más delo que se espera de una relación laboral. Ariel Jenik explica: “Serprofesional de Hacoaj es participar en la creación y el sostén de unespacio dinámico que contiene a miles de familias y que extiendesu acción a toda la comunidad. Aportamos nuestro conocimientoa la permanente recreación de la identidad argentina y judía. Es undesafío cotidiano a nuestra inventiva para la puesta en práctica deideas y la administración y generación de recursos. Es un gran com-promiso que vivimos con alegría y satisfacción”. La función del Staff Profesional es llevar al terreno operativo loslineamientos definidos por el Consejo Directivo y asesorar a la di-rigencia desde el conocimiento que da el trato cotidiano con lossocios y la capacitación. En una organización basada en el servi-cio, la calidad y la calidez de los vínculos es esencial. Diego Winiksintetiza: “Nuestro desafío es llevar adelante las propuestas exis-tentes con eficacia y eficiencia y desarrollar nuevas actividadespara brindar mayores espacios de participación”.En este equipo profesional prevalece el sentimiento de realización.

Julia Biman puntualiza: “Mi mayor satisfacción es haber trabajadocon varios Consejos Directivos y haberme ganado su confianza enbase a mi experiencia y al conocimiento del funcionamiento delClub”. Pampa Senderovsky resume: “Una de mis mayores satisfac-ciones es haberme desarrollado profesionalmente en Hacoaj hastallegar al lugar que tengo hoy”. Liliana Giorgio agrega: “Los pro-yectos económicos y financieros en los que trabajé fueron muchosy muy variados. En cada uno el desafío fue diferente. No sólo crecíy me profesionalicé junto con Hacoaj: amo lo que hago y me sientorealmente orgullosa de trabajar aquí”.El ritmo de Hacoaj está marcado por sus actividades cuya organi-zación nace en la mesa del Staff y continúa en las reuniones decada equipo, donde se planifican al detalle. Además de las cente-nas de clases, entrenamientos y talleres están las Macabeadas, losfestejos comunitarios, los encuentros deportivos y las celebracio-nes. Ismael Gervassoni expresa: “Disfruto especialmente los even-tos importantes. Organizarlos es un gran desafío y el resultado finalsiempre es óptimo, lo que da un plus de orgullo personal”. El Staffcolabora en el desarrollo de las sedes, en sostener ordenada la es-tructura administrativa, alcanzar los mayores estándares de segu-ridad, comunicar y profundizar el contenido de la vida comunitaria.Patricia Sagorsky señala los puntos más emocionantes de su tra-bajo en Hacoaj: “El primer campamento en la Isla cuando era co-ordinadora de escuelas deportivas, la Macabeada Israel 1983 comojefa de la delegación junior, las Maratones del Tigre desde hace 25años, el convenio con CILSA, las Macabeadas Panamericanas2007...”. “Son todos proyectos y tareas en las que se pone el má-ximo esfuerzo y la dedicación de mucha gente para poder lograr lomejor”, completa Tato Lewitán. “Ver las caras de alegría de los chi-cos cuando vuelven de los campamentos y el reconocimiento de lossocios luego de todo el esfuerzo, produce mucha satisfacción”. En las Macabeadas se pone en juego la fortaleza del Staff. GabrielGartensztern las vivió como “el proyecto más importante, en elque todo el equipo de Prevención trabajó sin descanso, brindandotoda nuestra experiencia para que en materia de seguridad no hu-biera problemas”. Ricardo Panczuch opina de manera similar: “Elcamino iniciado hace muchos años se vio plasmado en las Maca-beadas Panamericanas cuando Faccma nos honró para que estu-viésemos a cargo del área médica de todas las sedes, deportistasy concurrentes”.En Hacoaj tres pilares interactúan entre sí: el aporte y compro-miso de sus socios, dirigentes y personal. En palabras de PedroSpinaci, trabajar en Hacoaj es “un aprendizaje y un orgullo quevaloro permanentemente. Mi vida dentro del Club es como el Club:en continuo cambio y en crecimiento”. Trabajar en Hacoaj es compartir el privilegio de formar parte de unatradición que cumple setenta y cinco años: poner el hombro, apor-tar creatividad, creer en el crecimiento y defender el nombre que Ha-coaj bien se ha ganado, también gracias al aporte invalorable detodos aquellos que aquí han trabajado y siguen trabajando día a día.

EL ORGULLO DE TRABAJAR EN HACOAJ

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HACOAJe p i l o g o

…la historia continúa, sigue fluyendo, nos envuelve con

sus palabras cargadas de significado y emoción, nos hace

protagonistas, nos abraza con su legado, nos invita al desa-

fío de seguir creciendo, alimentándonos con las raíces de la

memoria y extendiéndonos con nuestra visión y nuestro

deseo de porvenir.

75 historias que, en realidad, son cientos o miles, que cada

uno de nosotros protagonizamos cada vez que ingresamos

a nuestras sedes, nos ponemos la camiseta azul y blanca,

hundimos un remo en el río, nos inscribimos en una acti-

vidad, nos vamos de campamento o celebramos una festi-

vidad.

…Y la historia continuará, se multiplicará, nos llevará de

la mano por el porvenir, nos volverá a reunir cada día a

nosotros, a las generaciones futuras, a todos quienes, de

mil maneras distintas, hicieron, hacen y harán su vida en

el Club Náutico Hacoaj.

Y

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Supervisión general:

Ricardo Furman

Idea y coordinación:

Gabriel Rozenzon

Textos:

Gabriel Rozenzon, Denise Aleksander,

Daniela Presaisen, Nicolás Grossman.

Diseño gráfico y diagramación:

Isabel Castillo

Fotografía:

Laura Pribluda (tomas y edición),

Sergio Koltan (tomas).

Transcripción de entrevistas y corrección:

Marcelo Miranda

CLUB NÁUTICO HACOAJ 75º ANIVERSARIO

75 AÑOS, 75 HISTORIAS

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HACOAJ

agRadeceMos pRoFundaMente a los socios,

aMigos, instituciones y eMpResas

poR cuya geneRosidad

Fue posiBle editaR este liBRo.

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JUNTO AL

CLUB NÁUTICO HACOAJ

EN LA CELEBRACIÓN

DE SU 75º ANIVERSARIO.

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Felicita al Club Náutico Hacoaj

por estos 75 años llenos de

logros y éxitos no sólo para sus socios

sino para la colectividad toda.

BUFANO 1557 - TEL.: 4637-8800

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IMPREGRAF

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“No estás obligado a terminar la tarea,

pero tampoco eres libre

para dejar de emprenderla”...

(piRKé aBot)

CONSEJO DIRECTIVOCLUB NÁUTICO HACOAJ

a d h e s i o n

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JUNTO A HACOAJ

EN SUS 75 AÑOS DE LABOR

POR LA IDENTIDAD JUDÍA.

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Los seres humanos tenemos la sana costumbre de reunirnos para festejar.

Quienes desarrollamos nuestra vida en las instituciones, sabemos lo motivante que es or-

ganizar el festejo de un aniversario de vida.

Hoy el Club Náutico Hacoaj celebra su cumpleaños número 75 y como Jefe de Gobierno,

tengo la oportunidad de acompañar este hecho tan significativo que me produce enorme

alegría porque nos permite recuperar en la memoria el aporte que Hacoaj le ha dado al

conjunto de la sociedad.

El Club Náutico Hacoaj es una institución socio deportiva y, en cumplimiento de esa mi-

sión, miles de personas de todas las edades han podido encontrar en él, a lo largo de estas

siete décadas y media, resguardo, contención, educación, apoyo y formación. Valores que

fueron luego volcados al conjunto de la sociedad, en una integración mezcla interacción

en la que ganamos somos todos.

Hacoaj ha dado grandes deportistas a la Ciudad y al país, ha brindado calidad de vida fun-

damentalmente en la provincia de Buenos Aires y ha dado importantes dirigentes que se

han desarrollado en otras instituciones y que han trascendido a la propia comunidad judía.

En suma, el logro de llegar a 75 años de vida es de un valor innegable y al que todos te-

nemos que adherir.

Creo que celebrar un aniversario impone marcarnos desafíos nuevos de cara al futuro. Re-

nuevo en nombre de todo mi Gobierno el compromiso de trabajar en forma mancomu-

nada junto con la sociedad civil. Ese es el mejor camino para lograr que todos los

ciudadanos tengan la calidad de vida que merecen.

Felicidades Hacoaj.

Iom Uledet Sameaj.

Ing. Mauricio Macri

Jefe de Gobierno

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

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Policredito Cooperativa

Limitada de Crédito y Vivienda,

SALUDA Y FESTEJA

EL 75º ANIVERSARIO

DEL CLUB NÁUTICO HACOAJ

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Especializados en Derecho del Trabajo, Asesoramiento a Empresas y Litigios

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EN MEMORIA DE EDGARDO “COCO”

WAISSBEIN Z”L

HOMBRE GENEROSO YDIRIGENTE CABAL.

a d h e s i o n

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MARCOS WEISFELD Y FAMILIA

a d h e s i o n

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a d h e s i o n

JORGE FAINZAIGY FAMILIA

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FAMILIA SCHWARTZ

a d h e s i o n

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CARLOS UMASCHI Y FAMILIA

a d h e s i o n

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FAMILIA PRUSSEN MEMORIA DEJORGE PRUSS Z”L

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MARTÍN KWELLERY FAMILIA

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JUNTO A HACOAJ

EN LA CELEBRACIÓN

DE SUS 75 AÑOS

DE VIDA JUDÍA.

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COMISIÓN DEJUEGOSSOCIALES

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Dr. Víctor Ariel GoldbergDr. Enrique Horacio Vetere

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SERGIO NOSOVITZKY Y FAMILIA

a d h e s i ó n a d h e s i ó n

Page 222: Club Náutico Hacoaj: 75 años 75 historias

DANIEL SORÍN Y FAMILIA

a d h e s i ó n

JOSÉ WAIS

a d h e s i ó n

NATALIO KISILEVSKY Y FAMILIA

a d h e s i ó n

JUAN ULNIK Y FAMILIA

a d h e s i ó n

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Ariel Cohen Sabány familia

Siempre junto alClub Náutico Hacoaj.

Clarita y Hugo Medvedocky y familia,

junto a Hacoaj en este festejo.

EL CLUB NÁUTICO HACOAJSALUDA Y AGRADECE A TODOS

QUIENES LO ACOMPAÑANEN SUS PROYECTOS.

¡LEJAIM! ¡POR LA VIDA!

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Impreso en Buenos Aires, Argentina, en agosto de 2010 por Impregraf, editora e impresora, S.R.L.

Tirada: 1.000 ejemplares.