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Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
///la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Capital Federal de la
República Argentina, a los catorce días del mes
de agosto del año dos mil trece, se reúne la
Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal integrada por
la doctora Angela Ester Ledesma como Presidente y los
doctores Eduardo Rafael Riggi y Juan Carlos Gemignani como
Vocales, asistidos por la Secretaria de Cámara, doctora María
Jimena Monsalve, a los efectos de resolver en la causa n°
8987 del registro de esta Sala, caratulada "Galeano, Juan
José s/ recurso de casación”, representado el Ministerio
Público por el señor Fiscal General doctor Raúl Omar Pleé;
las querellas conformadas por: Marcelo Gustavo Albarracín,
Oscar Eusebio Bacigalupo, Mario Norberto Bareiro, Edilio
Ibarra, Daniel Emilio Quinteros, Jorge Horacio Rago,
Argentino Gabriel Lasala, Miguel Angel Arancibia, Bautista
Alberto Huici, Marcelo Valenga, Julio Gatto, Juan Roberto
Maisú, Anastacio Irineo Leal y el doctor Juan José Ribelli,
quien ejerce el patrocinio junto al doctor José Manuel
Ubeira; Diana Wassner de Malamud, Adriana Marcela Reinsfeid y
Benjamín Jorge Lew –“Memoria Activa”-, cuyo letrado apoderado
es el doctor Rodrigo Borda; Laura Alche de Ginsberg,
patrocinada por la doctora María del Carmen Verdú;
“Familiares y amigos de víctimas del atentado contra la
AMIA/DAIA” integrada por Isidro Degtiar, Jacobo Furman,
Graciela Linial, Sergio Burstein, Mariano Burstein, Romina
Burstein, Olga N. Diacovetzky, Jorge Jurín y Ariel Esteban
Toer, de la cual resulta ser apoderado el doctor Horacio M.
REGISTRO N° 1125/13
2
Etcheverry; la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA)
presidida por Guillermo Borger con el patrocinio letrado del
doctor Julio Schlosser e integrada por la Delegación de
Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA); el Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Secretaría de
Política Criminal y Asuntos Penitenciarios, con el patrocinio
del doctor Luciano Hassan y, por la defensa del imputado Juan
José Galeano, el doctor Martín Clemente.
Efectuado el sorteo para que los señores jueces
emitan su voto, resultó que debía observarse el siguiente
orden: Ledesma, Riggi y Gemignani.
La señora juez Angela Ester Ledesma dijo:
-I-
Llega la causa a conocimiento de este Tribunal en
virtud del recurso de casación interpuesto a fs. 1440/1456
por la defensa contra la sentencia de fecha 29 de junio de
2007 (ver fs.1284/1385) dictada por la Sala I “ad hoc” de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Federal de esta ciudad, que dispuso confirmar el punto I del
auto dictado por el juez instructor que decretó el
procesamiento de Juan José Galeano por considerarlo partícipe
necesario del delito de peculado.
El recurso fue concedido a fs. 1581/1583 y
mantenido a fs. 1622.
Interesa reseñar que la causa fue recibida en la
Secretaría General de esta Cámara el 20 de septiembre de
2007, resultando sorteada la Sala IV de este cuerpo. Las
actuaciones fueron solicitadas el 5 de octubre de 2007 por el
tribunal de origen, fecha en la cual se ordenó dicha
remisión. Los autos fueron devueltos el 11 de octubre de
2007. El 31 de octubre se tuvo por mantenido el recurso,
ocasión en la que se notificó a las partes de la radicación
de la causa a los efectos previstos en los arts. 451 y 453 en
función del 465 del CPPN.
El 14 de diciembre de 2007 se agregó copia de lo
dispuesto en la causa nro. 8378 en cuanto a que se remitían
las actuaciones a la Secretaría General de esta Cámara para
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
su posterior envío a la Sala II. El 17 de diciembre de 2007
se recibió la causa en esta Sala y el 20 de diciembre de 2007
se ordenó el registro en los libros correspondientes y se
suspendió el trámite hasta tanto recayera resolución en la
causa nro. 8990, caratulada “Galeano, Juan José s/ casación”
(fs. 1629).
Con fecha 6 de noviembre de 2008 en el marco de esa
causa, se resolvió hacer lugar a las excusaciones de los
doctores W. Gustavo Mitchell y Guillermo Yacobucci, habiendo
sido desinsaculados los doctores Juan Carlos Rodríguez
Basabilvaso, Mariano González Palazzo y Luis M. García (cfr.
nota de fs. 1656 del 17 de diciembre de 2008).
El 18 de noviembre de 2010 se dejó constancia de
que en la mencionada causa 8990 se resolvió con fecha 17 de
noviembre de 2010, tener por desistido el recurso deducido en
esas actuaciones. Consecuentemente, en las presentes, se
pusieron los autos en días de oficina en los términos de los
artículos 465 y 466 del CPPN (fs. 1669).
Con fecha 8 de febrero de 2011, se ordenó hacer
entrega a las partes de copias de una presentación efectuada
por el querellante Ribelli (fs. 1699).
El 3 de octubre de 2011 el doctor Alejandro W.
Slokar había presentado su excusación, la cual fue aceptada
el 12 de marzo de 2012. El 25 de noviembre de 2011 la doctora
Ana María Figueroa juró como jueza de la Sala II y paso a
integrar el tribunal en la causa. En consecuencia, el 20 de
marzo de 2012 se sorteó al doctor Gustavo Hornos, quien se
excusó el 2 de mayo de 2012; la que fue admitida el 16 de
agosto de 2012, designándose al doctor Eduardo Rafael Riggi
el 23 de agosto de 2012.
En esa fecha el tribunal quedó integrado por los
doctores Ana María Figueroa, Eduardo Rafael Riggi y Angela
Ledesma (que había pasado a integrar la Sala a partir del 1°
de febrero de 2012); notificándose a las partes el 24 de
agosto de ese año (fs. 1720).
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El 25 de febrero del corriente año en la causa nro.
13.767 “Ribelli, Juan José s/ rec. de casación” –vinculada a
la presente-, se dispuso remitir las actuaciones a la
Secretaría General de esta Cámara a fin de integrar el
Tribunal, toda vez que, conforme la nueva integración de la
Sala II (la excusación del doctor Pedro David había sido
aceptada el 12 de marzo de 2012 y la doctora Ana María
Figuera había pasado a formar parte de la Sala I de esta
Cámara), se encontraba desintegrada.
Así las cosas, el 27 de febrero de 2013 fue
sorteada para intervenir la doctora Liliana E. Catucci, quien
el 1º de marzo se inhibió de intervenir por encontrarse
comprendida en la causal prevista en el art. 55, inc. 9º del
Código Procesal Penal de la Nación; excusación que fue
aceptada el 18 de marzo de 2013, habiéndose remitido las
actuaciones nuevamente a la Secretaría General a sus efectos.
El 21 de marzo de 2013 fue desinsaculado el doctor
Mariano Borinsky –titular de la Vocalía nro. 11-, quien
presentó su excusación el 22 de marzo del corriente año, la
cual fue aceptada el 8 de abril. En esa fecha, se desinsaculó
al doctor Juan Carlos Gemignani, quedando definitivamente
integrado el Tribunal.
Finalmente, con fecha 18 de junio del corriente año
se celebró la audiencia que prescribe el artículo 468 del
CPPN, oportunidad en que los doctores Martín Clemente,
Rodrigo Borda, Luciano Hassan, Juan Martín Mena y José Manuel
Ubeira informaron oralmente, quedando la causa en condiciones
de ser resuelta.
-II-
a. Con invocación del artículo 456 inciso 2° del
CPPN, el recurrente se agravió de la resolución a partir de
la cual se confirmó el procesamiento del imputado en orden al
delito de peculado.
Explicó que el recurso se dirige puntualmente
contra las consideraciones expuestas en punto a la denominada
“cosa juzgada írrita”, en virtud de la cual se decretó la
nulidad del sobreseimiento dictado en favor del nombrado en
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
el marco de la causa 3150/97 –que se hallaba firme- y,
consecuentemente, se declaró abstracto el planteo de falta de
acción promovido por esa parte.
Señaló que la sentencia en crisis carece de
motivación suficiente y que transgrede diversas normas del
ordenamiento procesal así como también de varios principios
de orden superior consagrados en la Constitución Nacional.
Puntualizó que “la resolución de la mayoría que no
sólo declaró abstracto el planteo de falta de acción por cosa
juzgada introducido por esta parte, sino que, además, declaró
la nulidad de un auto de sobreseimiento anterior que se
hallaba firme desde hacía casi diez años, representó una
violación a los artículos 18 y 33 de la CN, como así también
a los arts. 8.4 de la Convención Americana de Derechos
Humanos, 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y 1 del CPPN.”
Precisó, que los jueces reconocieron que en el caso
se verificaba la triple identidad que exige la operatividd
del principio ne bis in ídem, pues concluyeron que entre las
dos causas existía identidad de persona, objeto y causa en lo
que se refiere al hecho denominado “pago de $400.000 a Carlos
Telleldín” que fue calificado como peculado.
Añadió que, aún habiéndose constatado dicha triple
identidad, los jueces de la mayoría decidieron que se
verificaba un supuesto de cosa juzgada írrita en la causa
3150/97, anulando el sobreseimiento dispuesto en ese
expediente y declarando abstracto el planteo de falta de
acción formulado por la defensa.
Al respecto, se agravió de que los magistrados
tomaran como punto de partida de dicho análisis la idea de
que “la sentencia debe ser justa”, pues a su entender dicha
noción remite a un juicio valorativo y subjetivo.
Añadió, que en el caso concreto podría
interpretarse que el “triunfo” de la justicia, estaría dado
por la correcta aplicación del principio ne bis in ídem
6
invocado por la defensa, en contraposición con el estándar
sostenido en la sentencia.
Señaló que “el éxito de la excepción de falta de
acción por cosa juzgada no constituirá una derrota de la
“Justicia” (…); antes bien, será un triunfo de ella, en la
medida en que se comprenda que su realización también incluye
la aplicación estricta de los principios y garantías
constitucionales vigentes. En efecto: ¿por qué no considerar
‘justo’ o ‘más justo’ proteger al imputado de una doble
persecución penal, con el beneficio agregado de que, en tal
caso, justicia y legalidad convergerían” (fs. 1445)
Expresó que la noción de “verdad objetiva” a la que
se refirieron los jueces, constituye la expresión de una
ideología inquisitiva y vetusta.
Y que “si el ideal de la ‘verdad objetiva’
estuviese por sobre todas las cosas, en esa suerte de trono
en el que V.E. la ha colocado, gobernando por sobre todos los
principios y garantías constitucionales, entonces deberíamos
abandonar para siempre la idea de que existen ‘casos
juzgados’ (o ‘cosa juzgada’), pues siempre estaría abierta
la posibilidad de reabrir procesos indefinidamente, en pos de
alcanzar aquella verdad última, valiendo para ello cualquier
excusa, por ejemplo, el de la cosa juzgada írrita” (fs.
1445vta.)
Puntualizó que “todos podemos creer, cuando nos
falta una dosis de humildad, que estamos en el ‘verdadero
camino’ y que todos los demás se han equivocado. Contra este
riesgo funciona el instituto de la cosa juzgada, esto es,
contra aquellos a quienes la cosa juzgada los ‘irrita’ porque
creen que existe una ‘verdad final’, o ‘real’ u ‘objetiva’,
asequible, que nadie más que ellos puede vislumbrar. Es
contra este arbitrario e injustificado modo de proceder
judicial que funciona la garantía de la cosa juzgada, que
representa la imposibilidad para los juzgadores de seguir sus
impulsos o creencias particulares, garantizándose así la
certeza del derecho y la seguridad jurídica” (fs. 1446)
Afirmó que la única excepción que el Estado de
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
Derecho reconoce a la cosa juzgada en materia penal es el
recurso de revisión, tal como se encuentra regulado en el
ordenamiento procesal (art. 479, CPPN).
En ese orden, puntualizó que dicho recurso tiende a
determinar si la sentencia condenatoria es correcta y que no
procede contra la absolución, pues se trata de un instituto
previsto en favor del imputado.
Por ello, concluyó que “la cosa juzgada írrita” no
existe en el derecho penal y señaló que la Corte sólo la ha
admitido cuando se trata de delitos de lesa humanidad (caso
“Mazzeo”).
Por otra parte, sostuvo que los jueces no tenían
competencia para resolver del modo en que lo hicieron, pues
no estaban habilitados para revisar una decisión que se halla
firme desde hace más de diez años. Además, sostuvo que no
cumplieron con ninguno de los presupuestos que exige el
artículo 479 del CPPN, en punto a que la revisión sólo puede
ser en favor del imputado; que los únicos supuestos que
autorizan dicha revisión son los previstos taxativamente en
el texto legal y que el órgano destinado a resolver es la
Cámara de Casación.
Concluyó que el a quo “sólo pretendió justificar su
supuesta competencia en el caso concreto, entendiendo que
quedaba justificada por ser el tribunal de Alzada de la
causa, pero no justificó –porque no lo puede hacer- su
competencia en abstracto (derivada exclusivamente de la ley)
para conocer de la revisión de una sentencia de
sobreseimiento firme. Y no lo hizo porque no hay forma de
justificar semejante exceso jurisdiccional” (fs. 1449)
Rechazó la idea de que el sobreseimiento dispuesto
pueda ser declarado nulo en los términos del artículo 168 del
CPPN, pues dicha sanción no puede alcanzar a las resoluciones
conclusivas del proceso que se encuentran firmes.
En lo atinente a las razones que habrían dado lugar
a la aplicación del concepto de cosa juzgada írrita, alegó
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que los jueces explicaron su decisión con total imprecisión y
valiéndose de fórmulas como “vicios formales”, “vicios
sustanciales” y “error judicial”, sin mayor profundización.
Al respecto, sostuvo que la Cámara concluyó que se
trataría de un caso de error judicial, que como tal, no puede
justificar la nulidad del sobreseimiento firme.
No obstante ello, añadió que en el ámbito del
derecho penal, el único error que puede subsanarse a pesar de
que la decisión haya pasado en autoridad de cosa juzgada, es
aquél que tuvo por efecto la incorrecta imposición de una
pena.
En cuanto a la supuesta producción de prueba
fraudulenta referente a la formación del “legajo de
recompensa” que mencionó la Cámara en la sentencia,
puntualizó que las afirmaciones de los jueces se hallan
desprovistas de toda prueba; que son dogmáticas y arbitrarias
pues parten de suposiciones.
Además, puntualizó que dicho legajo de recompensa
se formó en el contexto de la causa en la que se investigaba
el atentado contra la AMIA y no en la causa 3150/97 que es
aquella en la que se determinó la supuesta existencia de
“cosa juzgada írrita”.
Por ello, concluyó que “aún cuando hubiese existido
una producción de prueba fraudulenta, ello no habría tenido
lugar en la causa 3.150/97, sino en aquella que estaba a
cargo de mi defendido; por lo tanto, ello no resultaría
justificativo para anular el sobreseimiento firme dictado en
la causa 3.150/97, tal como se hizo” (fs. 1452)
Relató que, en relación a las restantes
irregularidades que se habrían detectado en el marco de ese
expediente, se ordenó la extracción de testimonios para que
el juez Cavallo fuera investigado. Así pues, el doctor Daniel
Rafecas en el marco de la causa 15.985/04 dictó el
sobreseimiento del nombrado, el cual se encuentra firme. Por
ese motivo, concluyó que la aplicación de la noción de cosa
juzgada írrita también representa un atropellamiento por vía
indirecta respecto de lo resuelto en esa causa.
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
Al respecto, subrayó que en esas actuaciones, los
tres fiscales intervinientes solicitaron la desestimación de
la denuncia pues resultaba difícil comprender cuál habría
sido la actividad supuestamente complaciente del juez
Cavallo.
También afirmó que el hecho de que la notificación
se cursara a la fiscal Scandura en lugar de Stornelli, no
puede considerarse un indicio sugestivo de las supuestas
irregularidades, dado que el Ministerio Público Fiscal actúa
de manera única e indivisible y cada uno de sus funcionarios
representa a la institución íntegramente.
En ese orden, se agravió de que los jueces
consideraran que la fiscal Scandura “debió haber obrado de
otra forma”, pues ello implicó una intromisión en la esfera
de autonomía del Ministerio Público Fiscal.
En relación a las pruebas que se dejaron sin efecto
y de la valoración de los elementos colectados, puntualizó
que el a quo efectuó una nueva ponderación de cuestiones ya
analizadas por el juez Cavallo en su oportunidad.
En otro orden de ideas, cuestionó la afirmación de
los jueces en punto a que Galeano no habría corrido riesgos
en la tramitación de la causa 3.150/97, alegando que “es
insólito que V.E. diga que Galeano no corrió riesgos, cuando
existió un requerimiento fiscal de instrucción que impulsó la
causa y se produjeron pruebas durante varios meses, en el
transcurso de los cuales cualquier cosa pudo pasar” (fs.
1454)
Por otra parte, sostuvo que los magistrados no
citaron doctrina autorizada para sustentar la posibilidad de
declarar la cosa juzgada írrita en una causa penal, pues sólo
señalaron la opinión de dos autores constitucionalistas,
cuyas reflexiones han sido inadecuadamente traspoladas del
ámbito del derecho privado en el que esta posibilidad, sí es
viable.
En relación a los fallos de la Corte Suprema de
10
Justicia de la Nación mencionados en la sentencia, señaló que
se trata en todos los casos de expedientes civiles.
Se agravió de que el único precedente del ámbito
penal citado (causa “Martínez de Perón”), fuera calificado de
emblemático, cuando se trata de un caso dictado hace treinta
años durante un gobierno de facto en un período en el cual
las garantías constitucionales se encontraban supeditadas a
un estatuto.
Finalmente, solicitó que se haga lugar al recurso
de casación; que se case la sentencia impugnada y se dicte
una nueva ajustada a derecho que reconozca la plena
operatividad del instituto de la cosa juzgada y de la
garantía que proscribe la doble persecución penal. Por ello,
postuló que se admita la excepción articulada, se revoque
parcialmente la resolución de fecha 29 de junio de 2007 y se
esté al sobreseimiento dictado en la causa 3.150/97.
Hizo reserva del caso federal.
b. Durante la audiencia de informes, el abogado
defensor reprodujo en lo sustancial los agravios expuestos en
el recurso de casación, motivo por el cual no habrán de ser
nuevamente reseñados en este punto.
Sostuvo que los nuevos parámetros en materia de
derechos humanos que se han sentado vía jurisprudencial,
deben ser analizados a la luz del artículo 75 inciso 22 de la
CN, en cuanto a que la introducción de los Pactos
internacionales no alteran los derechos consagrados en la
parte dogmática de la Constitución Nacional, que no pueden
ser limitados.
Al respecto, precisó que en los fallos “Carpio
Nicolle”, “Almonacid Arellano” de la Corte IDN y “Derecho” de
nuestro Máximo Tribunal, se conmovió la cosa juzgada, aunque
sostuvo que se trataron de supuestos de violencia
institucional y legal que representaron graves violaciones a
los derechos humanos, extremos que no se configuran en este
caso.
Por otra parte, mencionó que si bien el Tribunal
Oral en lo Criminal Federal nro. 3 cuestionó la investigación
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
llevada a cabo por Cavallo, lo cierto es que ese decisorio
fue dejado sin efecto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación.
Añadió que la fiscal Scandura fue sobreseída por su
intervención en la causa 3150 y aseguró que Galeano tuvo
riesgo de ser condenado en ese proceso.
Solicitó que se tome en consideración que en la
causa se investigó cuanto se podía en aquel momento y postuló
que se case la decisión en crisis, se declare la nulidad de
todo lo actuado en relación a la imputación por peculado y
que se dicte el sobreseimiento de su defendido.
c. En ocasión de informar oralmente el querellante
doctor Rodrigo Borda, postuló el rechazo de la vía intentada
alegando que la competencia de la Sala I ad hoc de la Cámara
Federal para tratar la cosa juzgada írrita no puede ser
cuestionada. Al respecto, sostuvo que la propia defensa había
planteado la excepción de falta de acción por aplicación del
principio ne bis in ídem y señaló que la causa 3150 corría
por cuerda con la principal, motivo por el cual no puede
invocarse que la decisión fue sorpresiva en lo atinente a ese
punto.
Por otra parte, aseguró que no es verdad que
Galeano hubiera corrido riesgos procesales en aquella causa.
Al respecto, citó jurisprudencia vinculada a distintos
criterios sobre cuándo debe considerarse el estándar para
determinar dicho extremo y concluyó que en la especie Galeano
no fue legitimado pasivamente, motivo por el cual, mal puede
considerarse que corrió aquel riesgo.
En otro orden de ideas, expuso que en el caso
tampoco se verifica la identidad de objeto que requiere la
aplicación del ne bis in ídem pues la garantía sólo cubre
aquellas imputaciones específicas y no las genéricas, tal
como ocurre en el particular. Al respecto, sostuvo que en la
causa 3150 no hubo precisión en la definición del objeto
procesal, extremo que fue reconocido por el propio Cavallo al
12
dictar el sobreseimiento de Galeano.
Citó jurisprudencia referente al punto abordado.
Por otra parte, señaló que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación nunca excluyó la cosa juzgada írrita de
los temas penales y puntualizó que el caso “Martínez de
Perón” confirma dicha amplitud de criterio.
Citó la causa nro. 13 y expresó que allí se trató
la cosa juzgada írrita como excepción a la cosa juzgada en el
tópico referente a las leyes de autoamnistía.
Además, mencionó los precedentes “Mazzeo”,
“Videla”, “Márquez” y “Borda” y concluyó que la sentencia de
la Cámara es coherente con dicha evolución jurisprudencial y
con la doctrina de la Corte IDH. Al respecto, también aludió
a los precedentes “Carpio Nicolle”, “Bulacio” y “Bueno Alves”
de la Corte IDH, afirmando que aún en los casos que no son de
lesa humanidad, se ha afirmado el deber calificado de los
Estados de investigar frente a violaciones de los derechos
humanos.
Finalmente, solicitó que se apliquen dichos
estándares y alegó que no se honra la seguridad jurídica con
el trámite escandaloso que tuvo la causa 3150 en la cual se
encubrió el atentado de la AMIA.
Añadió que no es valeroso ni ajustado a derecho
homologar la impunidad.
Hizo reserva del caso federal.
En similares términos se expresó en el escrito de
breves notas presentado a fs. 1891/1907, a cuyo contenido me
remito para evitar reiteraciones.
d. El representante del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos, doctor Luciano Hassan alegó que compartía
los argumentos del doctor Borda y subrayó la gravedad y
excepcionalidad de los hechos aquí investigados.
Afirmó que Galeano no corrió riesgos procesales y
sostuvo que de las sentencias del Tribunal Oral Federal nro.
3 y de la Sala I Ad hoc de la Cámara Federal, se advierte que
la Justicia no ha convalidado la actuación de Cavallo.
Expuso que dicho magistrado se excusó de intervenir
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
con invocación del artículo 55 inciso 11 del CPPP; que no lo
hizo de manera inmediata, que el planteo presentaba vicios
para que ser rechazado y que eso le permitió “quedarse” con
la causa.
Adujo que la juez Riva Aramayo había sido apartada
de la causa y que aun así resolvió la excusación, tratándose
además de quien organizó el encubrimiento al ir a visitar a
Telleldín a la unidad en que se hallaba detenido.
Mencionó otra causa (nro. 1036) en la cual Cavallo
se habría excusado por su relación con Galeano y alegó que en
dicha oportunidad sí lo hizo con especificidad al describir
que era amigo del nombrado e inclusive reconociendo un viaje
juntos a Punta del Este que se llevó a cabo dos meses antes
de dictarse el sobreseimiento aquí cuestionado.
Expresó que ello constituye una causal legal
explícita de excusación.
Añadió que el sobreseimiento fue dictado cuando el
fiscal Stornelli se hallaba de vacaciones y que Cavallo
suspendió diversas declaraciones testimoniales por él
ordenadas con el único fin de sobreseerlo, lo cual impide
admitir que se verificó en el caso la certeza positiva que
supone esa decisión.
Alegó que detrás de estos hechos están las víctimas
por el atentado a la AMIA y los policías que estuvieron 8
años detenidos con motivo de la trama de falsedades urdidas
por los funcionarios judiciales.
Sostuvo que se armó una versión falsa que impidió a
las víctimas conocer la verdad de lo ocurrido y que permitió
la detención de inocentes.
Al respecto, concluyó que el Estado, desde todos
sus estamentos (la Presidencia de la Nación, el servicio de
inteligencia, la Policía Federal Argentina, el Poder Judicial
y el Ministerio Público) se organizaron y cooperaron para
encubrir el atentado terrorista más grave que haya ocurrido
en nuestro país, falseando la verdad, privando de la libertad
14
a personas inocentes por el sólo hecho de ser policías
bonaerenses, lo cual constituyó una grave violación de los
derechos humanos.
Afirmó su deseo de que los hechos sean discutidos
en un juicio oral y público.
Efectuó diversas consideraciones sobre el análisis
que realizó la Cámara sobre la prueba producida y sobre el
llamado “legajo de recompensa”, señalando que para sobreseer
a Galeano, Cavallo valoró declaraciones de personas que
podían revestir la calidad de imputados.
Calificó los hechos investigados como crímenes de
Estado, pues se verificó la organización de distintos
estamentos estaduales para encubrir los hechos.
Consideró que la visión de la defensa es dogmática
en relación a la garantía ne bis in ídem y subrayó que el
presente es un caso excepcionalísimo.
Citó los precedentes “Videla”, “Simón”, “Mazzeo” de
nuestro máximo Tribunal, y “Bulacio”, “Barrios Altos”,
“Carpio Nicolle” y “Almonacid Arellano” de la Corte IDH,
concluyendo que dicha garantía no es absoluta cuando se
verifican irregularidades por parte de funcionarios o agentes
del Estado en casos que implican violaciones a derechos
humanos.
Al tomar la palabra el doctor Mena, sostuvo que en
el presente caso, la actuación del imputado ha generado
graves violaciones a los derechos humanos y que por
aplicación de la jurisprudencia antes citada, la cosa juzgada
debe ceder.
Afirmó que no se puede convalidar que el propio
sistema de justicia se use para garantizar impunidad y que
deben hacerse valer los derechos de las víctimas.
Citó el decreto 812 en el cual el Estado Argentino
reconoció la responsabilidad por las graves violaciones de
los derechos humanos con motivo del atentado a la AMIA,
merced a la conducta del imputado y puntualizó que el Estado
debe avanzar en la búsqueda de la verdad.
Finalmente el doctor Hassan hizo reserva del caso
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
federal y solicitó que se confirme la sentencia y se rechace
el recurso.
En similares términos se expresó en el escrito de
breves notas presentado a fs. 1908/1917, a cuyo contenido
cabe remitir por razones de brevedad.
e. Al momento de informar oralmente, el querellante
doctor Ubeira hizo alusión a la celeridad que la actual
integración de esta Sala imprimió al trámite de la causa.
En relación a la cuestión de fondo, expuso que
fundaba su petición en el artículo 33, CN.
Se sumó a los planteos desarrollados por los
doctores Borda y Hassan.
Señaló que en la causa 3150 no se cumplió con los
estándares legales pues dicho proceso constituyó un hecho
criminal que permitió que Ribelli estuviera detenido por 8
años.
Manifestó que hubo un complot entre Galeano, el
entonces presidente de la República, legisladores y diversos
miembros del Poder Judicial de la Nación, lo cual indica que
nos encontramos frente a un caso de violencia institucional y
de graves violaciones a los derechos humanos.
Señaló que si bien el caso “Martínez de Perón” de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación fue dictado durante
un gobierno de facto, ello no puede ser utilizado para
invalidar su contenido, a riesgo de no poder citar fallos de
dicho Tribunal.
Leyó un fragmento de ese precedente y concluyó que
nada de lo allí expuesto resultaba autoritario.
Citó el considerando 5 del caso “Fayt s/ procesos
de conocimiento” que se refiere a los límites de los poderes
del Estado.
En otro orden de ideas, mencionó los dichos de
Cavallo en oportunidad de ejercer su defensa respecto de su
actuación en la causa de mención, y señaló que ya sea que el
nombrado sea considerado una víctima o un cómplice de los
16
hechos, en cualquier caso nos encontramos frente a un
supuesto de cosa juzgada írrita.
Aseguró que el propio Cavallo dijo que fue víctima
de un engaño y que nada obsta a que se lleve a cabo una nueva
investigación respecto del mismo hecho.
Mencionó el decreto del ex Presidente Néstor
Kirchner en el cual se declaró que el Estado Argentino fue
culpable del encubrimiento de los hechos cometidos contra la
AMIA y que ello revela la gravedad institucional del caso.
Afirmó que el juez Oyarbide conocía que la causa
contra Galeano iba a quedar radicada en el juzgado a cargo de
Cavallo y aludió a diversas escuchas en refuerzo de su
posición sobre las irregularidades que rodearon el caso.
Solicitó que se rechace el recurso de casación
deducido por la defensa.
f. El doctor Etcheverry adhirió a los planteos
efectuados por sus colegas querellantes.
-III-
a. Para dar respuesta al agravio vinculado con la
aplicación de la noción de cosa juzgada írrita, corresponde
precisar que la defensa del imputado planteó la violación de
la garantía ne bis in ídem alegando que Juan José Galeano fue
sobreseído por el mismo hecho en la causa 3150/97 del
registro del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal nro. 4 de esta ciudad, oportunamente a cargo del
doctor Gabriel Cavallo.
Al resolver la cuestión, la Cámara considero que se
hallaba habilitada para ingresar al tópico en virtud de las
alegaciones orales de los acusadores particulares y en razón
del planteo efectuado vía incidental por el querellante
doctor José Manuel Ubeira en el que requirió la nulidad del
sobreseimiento dictado en la causa 3150/95. En dichas
actuaciones, el juez instructor había decidido estar a lo
resuelto en el principal (auto de procesamiento apelado) en
cuanto había considerado que no se configuraban entre ambas
causas los requisitos del ne bis in ídem.
Además, la Cámara valoró que para resolver los
Cámara Federal de Casación Penal
17
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
planteos articulados por las partes respecto del auto de
mérito vinculante dictado por el juez, resultaba
imprescindible abordar el tema de la cosa juzgada írrita.
Teniendo en cuenta el contenido del incidente de
mención (en el cual la querella planteó expresamente el
tópico de la cosa juzgada írrita) y, toda vez que el mismo se
hallaba a conocimiento de la Cámara –por vía de la queja
deducida por el fiscal Stornelli –cfr. certificación de fs.
1795-, considero que los jueces se hallaban debidamente
habilitados para analizar el tópico introducido. Ello pone
de manifiesto que en este punto, la Cámara no incurrió en un
exceso jurisdiccional, tal como alega la defensa.
b. Ahora bien, para dar tratamiento al planteo
específico, la Cámara abordó tres ejes argumentales. En
primer lugar, contrariamente a lo sostenido por el juez
instructor, afirmó que efectivamente se constataba en el caso
la triple identidad requerida para que se produzca el efecto
impediente del principio ne bis in ídem.
Al respecto concluyó que “en cuanto al primer
requisito, en este caso, su determinación no ofrece ninguna
dificultad: se trata del imputado Galeano. En lo que atañe a
la identidad objetiva, ella apunta a la exacta imputación, es
decir, la investigación debe concentrarse en el mismo
comportamiento por el cual esta persona ya fue debidamente
juzgada, sin que una nueva subsunción en conceptos jurídicos
y valoraciones distintas afecten esta garantía; tal extremo,
también se encuentra constatado en cuanto se inició una
investigación para determinar si efectivamente se había
abonado una suma de dinero al detenido Telleldín.
Finalmente, la identidad de causa de persecución tiene que
ver con los límites racionales a este principio, fundado en
cuestiones que hacen al ejercicio de la acción, jurisdicción
y competencia. En efecto, son estos requisitos los que
permiten distinguir cuándo existen riesgos sobre una doble
indagación ante la falta de una decisión de mérito que ponga
18
fin al proceso. Lo que se debe establecer en cada caso
puntual es si la sentencia o resolución goza de autoridad de
cosa juzgada formal o material (trátese de condenas,
absoluciones y sobreseimientos o desestimaciones, archivos o
sobreseimientos provisionales), para comprobar si se
encuentra amparada por la garantía en estudio” (fs. 1287vta.)
A partir de lo expuesto, se advierte que la Cámara
aceptó los argumentos de la defensa en cuanto a que se
encontraba configurado en el caso un supuesto de ne bis in
ídem.
No obstante ello, los jueces de la mayoría
consideraron que, aún admitiendo dicha premisa, correspondía
revisar la cosa juzgada a la que se había arribado en el
primer proceso (es decir, la causa 3150/97), mediante la
acción de nulidad por cosa juzgada írrita, instituto al que
se le reconoció una evolución pretoriana.
Esta conclusión preliminar, nos conduce al segundo
de los ejes sostenidos en la sentencia, vinculado con la
posibilidad de que la Cámara revisara aquel proceso y la
forma en que se había dictado un juicio desvinculante
respecto de Galeano.
Los jueces entendieron que ello era posible
citando la posición de Andrés Gil Domínguez (“La acción de
nulidad por cosa juzgada írrita. Aspectos formales y
sustanciales”, LL 2006-B, publicado el 7/3/06) en punto a que
las causales que habilitan encuadrar a la cosa juzgada írrita
se agrupan en cuatro cuestiones fundamentales: vicios
formales, vicios sustanciales, error judicial y la injusticia
propiamente dicha. Según esa opinión, “las primeras (vicios
formales) pueden provenir del actuar de las partes o de la
propia agencia judicial, a través de la aparición de
documentos desconocidos al momento de sentenciar o por la
maquinación, artificio o engaño destinado a conseguir esa
respuesta jurisdiccional. Las segundas (vicios sustanciales)
derivan directamente de la violación al debido proceso,
también por el comportamiento de los sujetos procesales y/o
los magistrados intervinientes. La tercera (error judicial),
Cámara Federal de Casación Penal
19
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
se desprende directamente del actuar del tribunal, ya sea
tergiversando las citas doctrinarias o la jurisprudencia
empleada en la cuestión a dirimir y, agregamos, la teoría del
delito. En cuanto a la injusticia propiamente dicha, se
verifica cuando el auto atacado cumple con todos los recaudos
formales y sustanciales, no obstante lo cual su aplicación
genera una situación objetiva de extrema injusticia, que
sería el supuesto más extremo de todos por colisionar con los
principios en juego que hacen a la seguridad jurídica.” (fs.
1287 vta. y 1288)
Luego de reseñar dicha opinión, la Cámara consideró
habilitada –desde el punto de vista teórico- la procedencia
de la cosa juzgada írrita y analizó las constancias del caso
concreto que conducirían a determinar que el decisorio
dictado el día 12 de septiembre de 1997 en la causa 3150/95 a
partir de la cual se sobreseyó a Galeano había sido el
resultado de un proceso “irregular”. El análisis de estos
aspectos casuísticos constituyen el tercer eje argumental de
la sentencia impugnada. Allí se mencionaron punto por punto
las irregularidades detectadas en dicho proceso.
c. Para abordar el análisis de lo que constituye la
excepción a una regla general (cosa juzgada írrita respecto
de la cosa juzgada), resulta imprescindible delimitar los
principios que la sustentan y su naturaleza para
eventualmente, determinar si cabe excepcionarla.
A modo de aclaración, interesa destacar que los
lineamientos que se abordarán en este acápite se refieren
únicamente a los delitos de derecho común, pues como es
sabido, los delitos de lesa humanidad y las graves
violaciones a los derechos humanos presentan características
propias que, como tales, constituyen excepciones que merecen
un tratamiento diverso de la cuestión. Respecto de dichas
singularidades, me ocuparé en el punto subsiguiente.
Sentado ello, interesa recordar que Binder define
que en un Estado de Derecho, que sostiene la seguridad
20
jurídica, la tranquilidad y el respeto de los ciudadanos como
principios básicos de la organización social, existe un
momento en que necesariamente el proceso penal finaliza. La
decisión que se ha tomado –generalmente la sentencia- se
convierte en una decisión final o “firme”. Esto significa
(…) que el Estado no podrá ejercer nuevamente la coerción
penal ni perseguir penalmente a las personas por ese hecho
(ne bis in ídem). El principio de cosa juzgada protege a las
personas de la incertidumbre y de la posibilidad de que el
Estado decida utilizar el proceso penal como un instrumento
de persecución política constante. El proceso penal debe ser
un mecanismo para arribar a una decisión y nunca un
instrumento de control social aunque (…) muchas veces cumpla
esa función” (Binder, Alberto M. Introducción al derecho
procesal penal, Ad hoc, Buenos Aires, 2005, p. 303)
El profesor Maier concluye que el valor definitivo
de la decisión final está amparado, en todo aquello que hace
a la situación de quien es perseguido penalmente, absuelto o
condenado en la sentencia definitiva, por la prohibición de
la persecución penal múltiple (ne bis in idem); una vez que
se alcanzó la cosa juzgada ella es irrevisable en perjuicio
del acusado absuelto o del condenado con miras a una condena
superior; por más que se pueda demostrar el fracaso del
procedimiento y de la decisión que le pone fin para cumplir
la función de realizar el derecho penal que les es propia,
aspecto que acentúa el carácter de garantía individual de la
regla. El caso contrario, en cambio, se resuelve de manera
inversa (…) en homenaje al individuo, para no someter a un
inocente a una pena o a una medida de seguridad que no
merece, o a un condenado a un apena o medida de seguridad
mayor a la que merece” (Maier, “Derecho Procesal Penal”,
Fundamentos, Editores del Puerto, segunda edición, Buenos
Aires, 2004,p. 93)
Vázquez Rossi señala que el recurso de revisión
“tiende a paliar injusticias notorias y que aparece
justificado por los valores en juego dentro del proceso
penal”. Comenta este autor que “la doctrina italiana ha
Cámara Federal de Casación Penal
21
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
señalado que la revisión se orienta de acuerdo con el favor
rei y tiende a hacer triunfar la justicia sustancial o
material sobre la formal” (conf. Jorge E. Vázquez Rossi,
“Derecho Procesal Penal”, Tomo II, El proceso penal,
Rubinzal-Culzoni Editores, Buenos Aires-Santa Fe, 2004, pág.
499/501).
La noción de revisión está íntimamente asociada al
concepto de error judicial. La posibilidad de modificar
pronunciamientos firmes ya se encontraba regulada en las
antiguas legislaciones francesas y españolas. Sin embargo
este derecho fue restringido a partir de la Revolución de
1789, pues la aparición de los jurados y de los jueces
nacidos de ese acto revolucionario (por oposición a las
designaciones que efectuaba la realeza), hicieron pensar que
desaparecerían los “errores judiciales” que se cometían en
tiempos anteriores. Según Hitters, la experiencia demostró
que aquella idea de supresión de los defectos de la sentencia
era una ilusión de los teorizadores y por ello “el legislador
francés tuvo que ceder ante las incitaciones de la opinión
pública sancionando la ley del 8 de junio de 1895 que
ampliaba los casos de revisión”. (Hitters, Juan C. “Revisión
de la cosa juzgada”, Librería Editora Platense SRL, La Plata,
2001)
Esta relación entre “error judicial” y revisión, ha
sido definida con toda precisión por Ortolan al apuntar que
“los casos de revisión no son numerosos; los casos judiciales
que pueden motivar el recurso ocurren, gracias a Dios, raras
veces. Por raros que sean merecen, sin embargo, registrarse
como desgracia pública, que por un encadenamiento de fatales
apariencias no han podido evitar a la sociedad ni las
garantías que proporcionan a los acusados nuestros
procedimientos penales, ni la conciencia de los jurados y de
los magistrados (…) Pero si la justicia –como todo lo que es
humano- puede errar, ella se laura, se enaltece y demuestra
que es siempre la justicia, cuando ella misma, en virtud de
22
los indicios que llegan investiga, recoge, reúne todas las
pruebas de su error, hace un examen y proclama la reparación
a la fé pública” (Ortalán, cit. por Jofré en Hitters,
“Revisión…” cit.)
En efecto, tal como surge de la doctrina
especializada, la cosa juzgada cede -como regla- frente a
supuestos en los que la sentencia a revisar sea condenatoria,
pues “en nuestro sistema queda excluida como objeto
impugnable la sentencia absolutoria. Si bien esto podría
mostrar una desigualdad, ya que tan injusta podría ser la
absolución como la condena, resulta como consecuencia de la
aplicación del principio nos bis in ídem y de la prohibición
de la reformatio in pejus” (Claria Olmedo, Jorge A. “Tratado
de Derecho Procesal Penal”, Tomo V, “La actividad procesal”,
Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2009, p. 564).
Lo expuesto permite concluir que la cosa juzgada no
posee un valor meramente formal, sino material, derivado de
los principios que la sustentan en tanto protege la seguridad
jurídica y tiende a recomponer la paz social que quebró el
conflicto de naturaleza penal.
Esta contradicción y tensión de intereses propia
del conflicto penal, esclarece la cuestión y permite
identificar que, en definitiva, la decisión se basa en
determinar si debe primar el interés individual protegido por
una garantía específica por encima del interés estatal de
perseguir indefinidamente a un ciudadano, bajo la alegación
de que aquella primera decisión no fue adoptada de manera
regular.
La idea de garantía reposa en la noción de límite y
es desde esa perspectiva desde la cual debe analizarse y no
desde una posición justificadora del poder penal.
La fuerza limitadora del principio en estudio
impide admitir la procedencia de la noción de cosa juzgada
írrita en casos de derecho común como fundamento para anular
un sobreseimiento pasado en autoridad de cosa juzgado, en la
forma en que se ha aplicado en la sentencia en crisis.
Sentado todo cuanto precede, observo que en el caso
Cámara Federal de Casación Penal
23
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
correspondía un mayor desarrollo al que se realizó en el
fallo, lo cual deja la cuestión limitada al estudio de la
excepcionalidad de la que aquí se trata.
En lugar de abordarse dicho análisis –cuya
importancia surge de los párrafos que anteceden- se ha
invocado la cosa juzgada írrita. Prueba de ello es que, en
la sentencia en crisis sólo se citó un precedente
jurisprudencial fallado durante un período antidemocrático
(causa “Martínez de Perón”, Fallos 298:736, del 22 de
septiembre de 1977), lo cual me persuade de que, claramente
se ha pasado por alto la discusión (inescindible, por
cierto), sobre los límites del Estado frente a una garantía
individual en favor del imputado.
Los jueces que conformaron la mayoría basaron su
decisión en las nociones “vicios formales”, “vicios
sustanciales” y “error judicial”, las cuales así expresadas
resultan insuficientes para justificar una decisión tan
delicada y en contra del imputado.
Habré entonces de apartarme de lo expuesto en el
decisorio recurrido en lo que a ese tópico se refiere y
analizar en la excepcionalidad específica del caso traído a
estudio.
d. Ahora bien, la defensa solicita que se haga
lugar a la excepción de falta de acción por aplicación del
principio ne bis in ídem. Por ello, corresponde que me
expida en torno a la totalidad de las aristas que suscita
este tópico, lo que me lleva a analizar las excepciones al
principio de cosa juzgada para determinar si proceden en este
caso, pues no puede soslayarse que el hecho principal al que
se vinculan estas actuaciones (atentado contra la AMIA) ha
sido calificado como de lesa humanidad (cfr. certificación de
fs. 1928). Simultáneamente, las querellas que informaron
oralmente en la audiencia, han alegado que se trata de un
crimen de Estado que implicó graves violaciones a los
derechos humanos (cfr. resumen de los alegatos de la
24
audiencia de informes).
Puntualmente, el doctor Luciano Hassan (en
representación del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación), alegó en dicha ocasión que el hecho reprochado
a Galeano constituyó un crimen en el cual el Estado, desde
todos sus estamentos (la Presidencia de la Nación, el
servicio de inteligencia, la Policía Federal Argentina, el
Poder Judicial y el Ministerio Público) se organizaron y
cooperaron para encubrir el atentado terrorista más grave que
haya ocurrido en nuestro país, falseando la verdad, privando
de la libertad a personas inocentes por el sólo hecho de ser
policías bonaerenses, lo cual constituyó una grave violación
de los derechos humanos.
La introducción de esta premisa, supone ampliar el
análisis de las reglas de derecho común antes mencionadas y
habilita e impone un desarrollo diverso del que se realizó en
el fallo impugnado.
Así pues, el meollo del caso consiste precisamente
en determinar si el hecho aquí investigado configura una
irregularidad por parte de funcionarios o agentes del Estado
que implicó graves violaciones a los derechos humanos,
conforme la expresa postulación de la querella patrocinada
por el doctor Hassan, supuesto que habilitaría el
retraimiento del principio del derecho interno cuya
aplicación alega la defensa.
Así pues, para profundizar el tratamiento de la
cuestión, no puedo dejar de mencionar que el principio de
cosa juzgada ha estado sometido, por vía jurisprudencial, a
ciertas limitaciones. En efecto, durante el transcurso de los
últimos años se ha producido una evolución del derecho
internacional y local directamente vinculada con esta materia
y, tanto la Corte IDH como nuestro Máximo Tribunal han hecho
caer la cosa juzgada frente a determinados supuestos de
gravedad (casos de lesa humanidad y violaciones aberrantes a
los derechos humanos). Por este motivo, considero que si la
Cámara decidió no aplicar el principio de cosa juzgada, debió
necesariamente ingresar en el análisis de los lineamientos
Cámara Federal de Casación Penal
25
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
impuestos por vía jurisprudencial en que se había tratado el
tópico para establecer posibles analogías y a partir de allí
evaluar su procedencia.
Entonces, corresponde precisar cuáles son los
estándares centrales sentados por la jurisprudencia y cuál es
su alcance respecto de este especial caso traído a
conocimiento en que se investiga la posible actuación
irregular de un magistrado de la Nación.
Preliminarmente, cabe aclarar que la inequivalencia
de valores a la que me referí en el punto anterior
(protección del ne bis in ídem vs. eficacia en la persecución
penal), adquiere en este punto otra dimensión, pues frente a
determinados supuestos (cuyas características serán
delineadas a continuación), la protección de la garantía
individual cede ante principios reconocidos por la comunidad
internacional vinculados con la protección de los derechos
humanos y con la intangibilidad de la dignidad humana.
Pues bien, el antecedente más emblemático en lo que
se refiere a la posibilidad de desplazar la cosa juzgada y la
imprescriptibilidad, es “Mazzeo” (Fallos 330:3248). En dicha
ocasión, nuestro Máximo Tribunal consideró que “a partir de
lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
en el caso ‘Barrios Altos’ CIDH –Serie C 75, del 14 de marzo
de 2001-, han quedado establecidas fuertes restricciones a
las posibilidades de invocar la defensa de cosa juzgada para
obstaculizar la persecución penal respecto de conductas como
las aquí investigadas“(considerando 36).
También sostuvo que “más allá de cuáles son los
contornos precisos de la garantía que prohíbe el doble
juzgamiento respecto de delitos comunes, en el derecho
humanitario internacional los principios de interpretación
axiológicos adquieren plena preeminencia, tanto al definir la
garantía del ne bis in ídem como la cosa juzgada. Ello así en
la medida en que tanto los estatutos de los tribunales
penales internacionales como los principios que inspiran la
26
jurisdicción universal, tienden a asegurar que no queden
impunes hechos aberrantes. Por ello, sin perjuicio de dar
prioridad a las autoridades nacionales para llevar a cabo los
procesos, si tales procesos locales se transforman en
subterfugios inspirados en impunidad, entra a jugar la
jurisdicción subsidiaria del derecho penal internacional con
un nuevo proceso” (“Mazzeo”, considerando 35)
Estos postulados fueron afirmados por la Corte IDH
“Almonacid Arellando y otros vs Chile” (sentencia del 26 de
septiembre de 2006) –con cita del caso “Carpio Nicolle y
otros” sentencia del 22 de noviembre del 2004 (serie C nro.
117, párrafo 131). En dicho precedente, se sostuvo que “en
lo que toca al principio ne bis in idem, aún cuando es un
derecho humano reconocido en el artículo 8.4 de la Convención
Americana, no es un derecho absoluto y, por tanto, no resulta
aplicable cuando: i) la actuación del tribunal que conoció el
caso y decidió sobreseer o absolver al responsable de una
violación a los derechos humanos o al derecho internacional
obedeció al propósito de sustraer al acusado de su
responsabilidad penal; ii) el procedimiento no fue instruido
independiente o imparcialmente de conformidad con las debidas
garantías procesales, o iii) no hubo la intención real de
someter al responsable a la acción de la justicia. Una
sentencia pronunciada en las circunstancias indicadas produce
una cosa juzgada “aparente” o “fraudulenta”.” (Almonacid
Arellando y otros vs Chile”, párrafo 154, también citado en
“Mazzeo”, considerando 36)
Asimismo, la Corte IDH consideró que “si aparecen
nuevos hechos o pruebas que puedan permitir la determinación
de los responsables de violaciones a los derechos humanos, y
más aún, de los responsables de crímenes de lesa humanidad,
pueden ser reabiertas las investigaciones, incluso si existe
una sentencia absolutoria en calidad de cosa juzgada, puesto
que las exigencias de la justicia, los derechos de las
víctimas y la letra y espíritu de la Convención Americana
desplaza la protección del ne bis in idem.” (Almonacid
Arellando y otros vs Chile”, párrafo 154, también citado en
Cámara Federal de Casación Penal
27
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
“Mazzeo”, considerando 36)
En dicha ocasión, el tribunal internacional
concluyó que el Estado no puede invocar disposiciones del
derecho interno para eximirse del deber de investigar y
sancionar penalmente a los responsables de los hechos
investigados y tampoco podrá argumentar prescripción,
irretroactividad de la ley penal, ni el principio ne bis in
ídem, así como cualquier excluyente similar de
responsabilidad, para excusarse de su deber de investigar y
sancionar a los responsables (“Almonacid Arellano vs. Chile”,
párrafo 151).
Este alcance, es consecuencia de las obligaciones
de los Estados (derivadas de los artículos 1.1 y 25 de la
Convención Americana) en punto a que los deberes de
investigar y sancionar a los responsables de serias
violaciones a los derechos humanos no se encuentra sujeta a
excepciones (caso “Villagrán Morales vs. Guatemala” del 19 de
noviembre de 1999, considerandos 225 y 226 y “Velázquez
Rodríguez vs. Honduras”, del 29 de julio de 1988, párrafo
176, citados por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
“Mazzeo”, Fallos 330:3248, considerando 22)
De la reseña jurisprudencial que antecede, cabe
concluir preliminarmente que el principio de cosa juzgada ha
cedido frente a violaciones de derechos humanos especialmente
aberrantes que merezcan ser calificadas como delitos de lesa
humanidad (cuya definición surge de “Arancibia Clavel”,
Fallos 327:3312 y “Simón”, Fallos 328:2056).
Este retraimiento del principio (sobre cuya
importancia y alcances me he expedido en el punto anterior),
es derivación del deber de los Estados de penalizar este tipo
de crímenes, pues atentan contra el derecho de gentes
(considerando 16 del voto de los doctores Zaffaroni y Highton
de Nolasco en “Arancibia Clavel” ya citado).
En efecto, la Corte IDH ha afirmado que la
prohibición de cometer crímenes de lesa humanidad es una
28
norma del ius cogens y que su penalización es obligatoria
conforme al derecho internacional general (caso “Almonacid
Arellano y otros vs. Chile” ya citado, párrafo 99).
Al respecto, el juez Hitters sostiene que “la
doctrina del monismo absoluto aplicada por la CSJ en los
fallos ‘Simón’, ‘Arancibia Clavel’, ‘Mazzeo’ y otros, arrasó
con los principios y garantías elaborados a través de siglos
–como la irretroactividad de las leyes y la prohibición de la
doble persecución penal, incluidos también ambos en la
normativa internacional constitucionalizada –en aras de la
protección de bienes que entiende como de mayor envergadura”
(del voto del doctor Hitters en el expediente J.E. 01/05
caratulado “Di Luca Gustavo acusa” y sus agregados,
sustanciado respecto de Pedro Cornelio Federico Hooft, del
Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios de la
Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires,
del 20 de marzo de 2009)
Ahora bien, el deber de investigar de los Estados
sin la posibilidad de invocar normas del derecho interno, ha
sido sentada en casos de lesa humanidad (tal como quedó
expuesto precedentemente), aunque también se ha hecho
extensivo a otras violaciones graves de derechos humanos.
Puntualmente, en el caso “Bulacio vs. Argentina” la
Corte IDH ha entendido que “son inadmisibles las
disposiciones de prescripción o cualquier obstáculo de
derecho interno mediante el cual se pretenda impedir la
investigación y sanción de los responsables de las
violaciones de derechos humanos. La Corte considera que las
obligaciones generales consagradas en los artículos 1.1 y 2
de la Convención Americana requieren de los Estados Partes la
pronta adopción de providencias de toda índole para que nadie
sea sustraído del derecho a la protección judicial,
consagrada en el artículo 25 de la Convención Americana”
(“Bulacio vs. Argentina”, del 18 de septiembre de 2003,
párrafo 116, con cita de “Trujillo Oroza vs Bolivia”,
sentencia del 27 de febrero de 2002, párr. 106 y “Barrios
Altos vs. Perú” sentencia del 14 de marzo de 2001, párr.41 y
Cámara Federal de Casación Penal
29
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
43)
Así también, en dicho precedente se sostuvo que “de
acuerdo con las obligaciones convencionales asumidas por los
Estados, ninguna disposición o instituto de derecho interno,
entre ellos la prescripción, podría oponerse al cumplimiento
de las decisiones de la Corte en cuanto a la investigación y
sanción de los responsables de las violaciones de los
derechos humanos. Si así no fuera, los derechos consagrados
en la Convención Americana estarían desprovistos de una
protección efectiva. Este entendimiento de la Corte está
conforme a la letra y al espíritu de la Convención, así como
a los principios generales del derecho; uno de estos
principios es el de pacta sunt servanda, el cual requiere que
a las disposiciones de un tratado le sea asegurado el efecto
útil en el plano del derecho interno de los Estados Partes”.
(“Bulacio vs. Argentina” ya citado, párrafo 117, con cita de
“Cinco Pensionistas vs. Perú”, párr. 164; “Hilaire,
Constantine y Benjamin y otros vs. Trinidad y Tobago” del 21
de junio de 2002, párr. 112; y “Trujillo Oroza vs. Bolivia”
ya citado, párr. 96.)
Estos lineamientos, fueron expresamente adoptados
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
precedente “Espósito” (Fallos 327:5668) al hacer lugar al
recurso fiscal deducido contra el sobreseimiento confirmado
en favor del imputado. En dicha ocasión, nuestro máximo
Tribunal aplicó los lineamientos sentados por la Corte IDH en
“Bulacio” y declaró inaplicables las reglas en materia de
prescripción aunque no se trataba de un caso de lesa
humanidad (considerando 10)
En sentido similar, en el caso “Bueno Alves vs.
Argentina” (sentencia del 11 de mayo de 2007), también
referido a hechos de torturas por parte de fuerzas
policiales, la Corte IDH sostuvo que “en relación con la
obligación de garantizar el derecho reconocido en el artículo
5.1 de la Convención, la Corte ha señalado que ésta implica
30
el deber del Estado de investigar adecuadamente posibles
actos de tortura u otros tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En lo que respecta a la investigación y
documentación eficaces de aquélla y de éstos son aplicables
los siguientes principios: independencia, imparcialidad,
competencia, diligencia y acuciosidad, que deben adoptarse en
cualquier sistema jurídico y orientar las investigaciones de
presuntas torturas.” (“Bueno Alves”, párrafo 108)
También consideró que “el proceso penal no
identificó ni sancionó a ningún responsable, dependió casi
exclusivamente de la actividad de la víctima y no culminó en
las reparaciones de los daños causados a ésta” (“Bueno
Alves”, ya citado, párrafo 113)
Por todo ello, ordenó al Estado que realice
inmediatamente las debidas investigaciones para determinar
las correspondientes responsabilidades por los hechos de este
caso y aplicar las consecuencias que la ley preveía (“Bueno
Alves” citado, punto resolutivo 8 de la sentencia).
En función de dicho precedente, en el caso
“Derecho” (Fallos 334:1504), la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, dejó sin efecto, por vía de revocatoria, una
sentencia dictada por el mismo Tribunal a partir de la cual
se confirmaba la decisión de sobreseer al imputado por
prescripción. Para así resolver, señaló que “el presente es
uno de esos casos por el cual las sentencias del Tribunal
pueden ser excepcionalmente corregidas”. Por ello, consideró
de aplicación la doctrina de “Espósito”, dejó sin efecto el
pronunciamiento y devolvió las actuaciones a la instancia
anterior a fin de que se cumpla con las pautas fijadas en
“Bueno Alves”.
Se advierte pues, que la nota común entre los
precedentes citados es la conducta de las autoridades del
Estado como institución.
Pero además, estos últimos casos resultan de
interés pues marcan supuestos de retraimiento de principios
que rigen en el orden interno (como ser, la cosa juzgada) en
pos de la investigación y sanción de los responsables de
Cámara Federal de Casación Penal
31
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
graves violaciones a los derechos humanos.
En este punto cabe resaltar que estos estándares
deben ser aplicados por los jueces en el ámbito del derecho
interno. Al respecto, teniendo en cuenta que el Tribunal dejó
sin efecto una decisión pasada en autoridad de cosa juzgada
en contra del imputado, considero que no podía soslayarse el
análisis sobre los estándares que –en materia internacional y
local-, se han sentado en relación a ese tópico.
En efecto, los lineamientos jurisprudenciales que
anteceden indican claramente frente a qué casos –
excepcionales, por cierto- debe privilegiarse la
investigación y sanción del hecho delictivo por sobre las
normas del derecho interno (entre ellas, la garantía que
prohíbe la doble persecución por el mismo hecho).
Ahora bien, en virtud del expreso pedido de la
defensa para que se resuelva la cuestión atinente a la
excepción de falta de acción por aplicación del ne bis in
ídem, corresponde ingresar en el análisis del presente caso.
Para ello, cabe recordar que se reprocha a Juan
José Galeano el “haber pagado a Carlos Alberto Telleldín –
mientras se encontraba detenido a disposición del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 9 en la
causa 1.156-, la suma de cuatrocientos mil dólares,
provenientes de fondos reservados de la Secretaría de
Inteligencia del Estado a cambio de que éste aporte una nueva
versión –ampliando su declaración indagatoria- convenida
previamente con el magistrado, acerca del destino que le
había dado a la camioneta que luego habría sido utilizada en
el ataque a la sede de la AMIA, involucrando al personal de
la Policía Bonaerense, en particular de las Brigadas de
Investigaciones II de Lanús y XVI de Vicente López – Juan
José Ribelli, Raúl Edilio Ibarra, Anastacio Irineo Leal y
Mario Norberto Bareiro- en el atentado a la AMIA” (cfr. auto
de procesamiento de fs. 1/240 de las presentes).
La imputación se refiere a un hecho calificado como
32
peculado presuntamente cometido en el marco del proceso
judicial en el cual se investigaba a los posibles
responsables del atentado cometido contra la AMIA.
En este punto, no puede perderse de vista la
doctrina sentada por nuestro Máximo Tribunal en el caso
“Menéndez, Luciano Benjamín y otros s/ denuncia Las
Palomitas –Cabeza de Buey s/ homicidio, privación ilegítima
de la libertad y otros”, M. 1232.XLVI del 26 de septiembre de
2012.
En ese precedente, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, hizo lugar a los recursos deducidos por el
Ministerio Público Fiscal y por los querellantes contra una
decisión que confirmaba el sobreseimiento de Ricardo Lona, a
quien se le imputaba la omisión de investigar delitos de lesa
humanidad como juez federal.
En dicho caso, frente a la decisión de la Cámara de
sobreseer al imputado por considerar que la omisión de
investigar no constituía un delito de lesa humanidad, la
Corte entendió que el a quo había cancelado indebidamente la
investigación de otros comportamientos que sí podrían
constituir esa clase de delitos. Al respecto, entendió que
se había desligado el comportamiento posterior del imputado
(omisión de investigar) de la preparación y ejecución del
hecho, sin haber antes dilucidado si el imputado había tenido
intervención en el acontecimiento principal (“Menéndez”,
considerando 6).
Por ello, resolvió que correspondía revocar el
sobreseimiento dictado respecto del imputado Lona para que se
dicte un nuevo pronunciamiento en el que se evalúe qué medida
corresponde adoptar respecto a las imputaciones que fueron –
al menos en principio- indebidamente excluidas y cómo deben
conjugarse con el reproche relativo a la omisión de
investigar.
Pues bien, en función de lo expuesto se deriva como
premisa fundamental que, frente a una imputación vinculada
con la deficiente (o irregular, en este caso) actuación de un
magistrado en el marco de un proceso al que le pudiera caber
Cámara Federal de Casación Penal
33
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
la calificación de lesa humanidad o de grave violación de los
derechos humanos; es requisito previo, determinar los
alcances de ese reproche respecto del hecho principal para
establecer si aquella calificación debe extenderse a la
actuación del juez de la causa, con los alcances y efectos
que le son propios a esta especial categoría de delitos.
Conforme surge de las actuaciones principales, Juan
José Galeano se encuentra imputado por el hecho de peculado
antes descripto (art. 261 segunda parte del CP) y de los
delitos de prevaricato, privación ilegítima de la libertad,
coacción y falsedad ideológica (arts. 269, 1° parte, 144 bis
1° parte coacción, art. 149 bis, segundo párrafo y 293 del
CP) que dieron lugar al requerimiento fiscal de instrucción
de fs. 14.650/14.752.
Pero además, resulta relevante remarcar que el
fiscal Nisman amplió la denuncia y también le atribuyó otros
hechos vinculados con la investigación de la AMIA que fueron
calificados como encubrimiento, abuso de autoridad,
prevaricato y violación de medios de prueba en concurso ideal
entre sí (artículos 277 inciso 1, según ley 23.468, 248, 255
y 269 del CP) –cfr. requerimiento de elevación a juicio de
fs. 17.579/17.674-.
De esta manera, en estricta aplicación de la
doctrina del caso “Menéndez”, considero que resulta prematuro
descartar en esta instancia una posible vinculación entre los
sucesos imputados y el delito principal (atentado a la sede
de la AMIA, que habría sido calificado como un delito de lesa
humanidad por el magistrado a cargo del caso, cfr.
certificación de fs. 1928) y que los querellantes han
señalado como un crimen de Estado que provocó graves
violaciones a los derechos humanos.
En efecto, resulta imprescindible determinar los
precisos alcances de la totalidad de los delitos imputados a
Galeano para esclarecer si alguno de éstos puede quedar
alcanzado por las excepciones a la cosa juzgada que se han
34
delineado por vía jurisprudencial.
Considero que tales determinaciones sólo pueden ser
analizadas con el recaudo que la gravedad del caso exige, en
el marco de un juicio oral y público, etapa que se encuentra
próxima teniendo en cuenta que la causa actualmente atraviesa
la fase prevista en el artículo 354 del CPPN.
De acuerdo a las constancias existentes hasta el
momento y al grado de evolución de los procesos que conforman
esta causa y sus vinculadas, los sucesos materia de análisis
en la presente, podrían eventualmente quedar subsumidos –por
vía directa o indirecta- en la categoría de delitos que
constituyen gravísimas violaciones a los derechos humanos
cuyo juzgamiento no pueda ser impedido por ningún obstáculo
del derecho interno.
En virtud de lo expuesto, considero que a esta
altura del proceso no corresponde cancelar anticipadamente el
avance del caso, pues –en razón de la calificación que ha
merecido el hecho principal vinculado a la presente- ello
podría tener incidencia en el ámbito de la responsabilidad
internacional del Estado Argentino, motivo por el cual, a ese
sólo efecto, considero que debe ceder la cosa juzgada.
Pero además, la controversia aquí suscitada se basa
principalmente en determinar si el hecho de peculado imputado
a Galeano –vinculado con la causa en la que se investiga el
atentado contra la AMIA- constituyó una grave violación a los
derechos humanos (así quedó trabado el conflicto en la
audiencia celebrada en esta instancia a raíz de las
alegaciones iniciales del defensor). Considero que tal
delimitación no se satisface únicamente desde el punto de
vista teórico, sino que requiere y merece una discusión sobre
los hechos que todavía no ha sido satisfecha y que sólo podrá
brindarse en el marco de un contradictorio.
Por caso, nótese que las querellas alegaron –para
demostrar el carácter de crimen de Estado que generó graves
afectaciones a los derechos humanos- que el delito reprochado
fue parte de una confabulación entre distintos estamentos del
Estado (Poder Ejecutivo, Policía Federal Argentina, servicios
Cámara Federal de Casación Penal
35
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
de inteligencia, Poder Judicial y Ministerio Público) para
encubrir el atentado contra la sede de la AMIA. Así pues,
este aspecto se encuentra directamente vinculado con la
posible aplicación de la jurisprudencia internacional y local
antes citada (que puntualmente se refiere a la actuación de
agentes del Estado en violación de los derechos humanos), y
consecuentemente merece ser agotado en el marco de un juicio
oral y público.
En suma, los presupuestos de hecho que han alegado
las partes se refieren a la existencia de una estructura
organizada del Estado para encubrir un atentado terrorista.
También, los acusadores han relacionado tales hechos con la
forma en que se investigó el suceso y con el sobreseimiento
posteriormente dictado respecto de Galeano. Entonces,
teniendo en cuenta que el juicio oral y público precisamente
versará sobre esos hechos, esa dilucidación y discernimiento
no puede cancelarse en esta instancia de revisión frente a la
posible aplicación de los estándares de excepción antes
mencionados.
Considero que esta solución se compadece además con
la obligación que asumió el Estado Argentino de aplicar
medidas tendientes a garantizar la investigación del atentado
y el encubrimiento de la AMIA y las sanciones a los
responsables de acuerdo al acta suscripta el 4 de marzo de
2005, 122° período ordinario de sesiones de la Comisión IDH,
petición 12.204 y del Decreto 812/2005 que aprobó ese acta de
la Comisión IDH donde se reconoce la responsabilidad del
Estado Nacional.
Así pues, en virtud de los sólidos planteos
formulados por los querellantes sobre la posible subsunción
que se pretende, al sólo efecto de admitir una amplia
discusión sobre el tema y en atención a las particularísimas
características de los hechos y a los estándares de excepción
alegados por ambas partes, entiendo que corresponde confirmar
el resolutorio de la sentencia en crisis en los términos y
36
con los alcances aquí indicados.
Finalmente, entiendo que debe eximirse a la defensa
del pago de las costas pues pudo creerse con razón plausible
para litigar en virtud de la controvertida naturaleza de los
temas tratados (cfr. doctrina causa 11.292 “Roger, Enrique
Juan José s/ recurso de casación”, resuelta el 2 de marzo de
2010, registro 172/10 de la Sala III, entre muchas otras).
En mérito a todo lo expuesto, propongo al acuerdo
rechazar, sin costas, el recurso de casación deducido por la
defensa, debiendo continuar la causa su estado (arts. 456,
470, 471 a contrario sensu, 530 y cc. del CPPN).
Tal es mi voto.
El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:
1. Analizada la cuestión sometida a inspección
jurisdiccional, notamos, en primer lugar, que la invocación
de la “acción de nulidad por cosa juzgada írrita” propia del
derecho privado, para revisar los alcances de un
sobreseimiento firme dictado en causa penal, no alcanza a
sortear el valor del que gozan el principio de “ne bis in
ídem” y el instituto de la cosa juzgada en materia penal.
Reiteradamente hemos sostenido que la garantía de
de “ne bis in ídem” y, naturalmente, la cosa juzgada, tienen
rango constitucional (causas, N 1489 “Pernicone, Víctor s/
rec. de casación”, Reg. N 438/98 del 19/10/98; N 1833
“Montalto y otro s/ rec. de casación”, Reg. N 371/99 del
11/8/99; y N 2937 “Machinandiarena, Daniel s/ rec. de
casación”, Reg. N 115/01 del 19/3/2001; entre muchas otras,
Sala III); criterio compartido también por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación (Fallos 308:1678; 310:360; 311:67;
314:377; 316:687; y 312:122; 313:904, entre muchos otros).
2. Sin perjuicio de ello, no podemos dejar de
observar también que, tal como lo explicara detalladamente la
distinguida colega que nos precede en el orden de votación,
tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos como
nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación, han
reconocido puntuales excepciones a la aplicación irrestricta
Cámara Federal de Casación Penal
37
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
de los principios mencionados, cuando se trata de delitos
calificados como de lesa humanidad o graves violaciones a los
derechos humanos; casos especiales suficientemente reseñados
en las citas jurisprudenciales apuntadas en el voto de la
doctora Ledesma, a las que nos remitimos a fin de evitar
repeticiones innecesarias.
Desde esa perspectiva y en el presente caso,
teniendo particularmente en cuenta las penosas consecuencias
y afectaciones del suceso investigado en la causa principal
así como su extrema gravedad –atentado a la sede de la AMIA-,
y que los querellantes en la audiencia de informes han
afirmado su pretensión de encuadrar –o al menos discutir- si
los hechos objeto de estas actuaciones caen bajo el estándar
de los que se consideran “graves violaciones a los derechos
humanos”, como así también que la presente causa se encuentra
en la etapa prevista por el art. 354 del CPPN, entendemos que
no resulta de momento razonable disponer el cierre definitivo
requerido en relación a los hechos concernientes a esta
investigación, en la medida en que será precisamente el
juicio oral y público el ámbito propicio para discernir si
los mismos constituyen un supuesto cuya calificación amerite
consagrar una excepción a las garantías constitucionales
reseñadas en el punto 1. e invocadas por la defensa. Ello sin
dejar de ponderar la evolución jurisprudencial que en materia
de derechos humanos detallara la colega preopinante, como así
también todos los demás elementos de juicio que pudieran
sustentar la oportuna conclusión que corresponda adoptar
sobre el particular –entre ellos lo resuelto por el Alto
Tribunal in re “Castañeda, Carlos Antonio s/sustracción y
destrucción de medios de prueba”, causa 768, Rec. de hecho, C
1495 XLIII, rta. 29/11/2011-.
3. Por todo lo expuesto, compartimos la solución a
la que arriba la doctora Ángela E. Ledesma en su voto, y
emitimos el nuestro en idéntico sentido.
Tal es nuestro voto.
38
El señor juez Juan Carlos Gemignani dijo:
a) En relación a la admisibilidad del recurso
interpuesto, debe recordarse que el ordenamiento procesal
establece una limitación objetiva para su procedencia en el
art. 457 del C.P.P.N., a saber: que el pronunciamiento contra
el que va dirigido revista la calidad de sentencia definitiva
o equiparable a tal por sus efectos.
En ese orden de ideas, el fallo sometido a
consideración del Tribunal, sin lugar a dudas se acomoda a la
última de las categorías mencionadas. Y ello es así, dado que
debatido en autos el alcance de la garantía de proscripción
de doble juzgamiento -ne bis in ídem-, el sometimiento del
recurrente al proceso podría ocasionarle un perjuicio de
insuficiente o tardía reparación ulterior, circunstancia que
habilita la competencia de esta Cámara. En efecto, posponer
el examen del agravio planteado al momento de recaer decisión
final en el proceso, cualquiera fuere su resultado
-absolución o condena-, tornaría inoficioso su tratamiento,
“ya que para ese entonces el riesgo a ser enjuiciado
nuevamente se habrá concretado” (confr. C.S.J.N., expte. M.
426. XLIII, RHE “Recurso de hecho deducido por R.M.G. en la
causa M., A.R. y otros s/asociación ilícita etc. -causa nº
78/03-“, rta. el 14 de febrero de 2012; puntualmente, ver
Considerando 5º, in fine, del sufragio de la juez Carmen M.
Argibay).
Por lo demás, la presentación recursiva ha dado
acabado cumplimiento al requisito de fundamentación autónoma,
esto es, da cuenta de las disposiciones que se consideran
violadas o erróneamente aplicadas y la solución que se
pretende con argumentos jurídicos razonados y serios, ha sido
interpuesta dentro del plazo estipulado y por quien se halla
legitimado para hacerlo, exigencias previstas por los arts.
463 y 460 del digesto instrumental y, finalmente, contiene
planteos susceptibles de ser encuadrados, desde mi punto de
vista, en el inciso 1º del art. 456 del mismo ordenamiento
legal. Por ello es evidente que el remedio recursivo supera
el juicio de admisibilidad.
Cámara Federal de Casación Penal
39
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
b) Me encuentro entonces, en condiciones de abordar
los planteamientos impetrados por la defensa técnica.
Recuérdese que éstos giraron en derredor de tres ejes. En
primer lugar, en que los magistrados del tribunal colegiado
de la instancia anterior que conformaron la mayoría, no
tenían competencia para revisar una decisión remisoria que se
hallaba firme. En segundo término se pretende que a los
efectos de declarar nula una decisión que había adquirido
firmeza, dichos magistrados no podían invocar la letra del
art. 168 del código de rito; y, por último, que en la causa
Nro. 3510/97 del registro del Juzgado Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal Nro. 4, no concurrían los extremos de
hecho que habilitaban la aplicación de la doctrina de la
“cosa juzgada írrita”, como condición sine qua non para hacer
caer la conclusión anormal del proceso decidida en esas
actuaciones.
Respecto a la primera de las críticas apuntadas,
corresponde resaltar que los jueces del tribunal a quo
contaban con la facultad para examinar el sobreseimiento
dictado en favor del enjuiciado Juan José GALEANO, en la
causa Nro. 3.150/97, esto es, poseían jurisdicción al efecto.
Y ello es así, dado que en el marco de estas actuaciones se
formó incidente de nulidad por “cosa juzgada fraudulenta”
-ver legajo acollarado- por presentación del doctor José
Manuel UBEIRA, abogado apoderado del querellante J.J.R. (vid.
fs. 1/42 de la aludida vía incidental), y, también, dicho
tópico “[…] se hallaba a conocimiento de la Cámara -por vía
de la queja deducida por el fiscal Stornelli (cfr.
certificación de fs. 1795)- […]” (ver último párrafo del
considerando III.a de la primera ponencia).
Pero además es en este expediente en el que
corresponde relevar la pretendida virtualidad exculpatoria de
aquel procedimiento, en relación a lo cual ciertamente el a
quo, y este Tribunal poseen jurisdicción. En orden a ello,
que la decisión recaída en la causa Nro. 3.150/97 se
40
encontrare firme no empece la consideración de la
trascendencia de esa misma resolución a efectos del análisis
de su influencia para la imputación de los implicados en el
presente proceso, que es justamente aquello sobre lo que
estamos convocados a decidir.
En orden al segundo de los agravios mencionados,
considero -a contramano de lo expresado por el recurrente-
que la decisión remisoria bien podía ser declarada nula en
los términos del artículo 168 del código de rito, como
finalmente se lo hizo. Ello así, toda vez que la limitación
de revisabilidad que por mandato de seguridad jurídica se
atribuye a toda resolución que adquiera calidad de cosa
juzgada, no es definitivo, y está condicionado al análisis
sustantivo del procedimiento por el que se llegó a esa
resolución, y a las condiciones de calidad de la misma.
En buen romance, no cualquier desatinada
acumulación de actos procesales es un proceso, ni cualquier
conjunto de construcciones gramaticales constituye una
sentencia, si se pretende proceder con ajuste a lo que
reclaman los baremos constitucionales pertinentes.
Ello es así, toda vez que, los principios basales
de toda norma adjetiva penal, habrá de tener primigenia
génesis en la Constitución Nacional. Las condiciones, forma y
límites en que el Estado está autorizado y obligado a
conducirse en el procedimiento de persecución penal -ello
regulan los códigos procesales-, habrá de resultar siempre
reconducible o derivación de un principio Constitucional.
Desde este punto de vista, el Derecho procesal
conforma en gran medida no otra cosa que Derecho
Constitucional reglamentado (Cfr. Roxin, Claus, Derecho
Procesal Penal, pág. 10). En concreto, serán los principios
constitucionales los que estipulen el sentido de
interpretación debido a las reglas adjetivas.
En esta línea de entendimiento, toda vez que la
cosa juzgada supone una limitación a la posibilidad de
persecución estatal, la misma está sometida a la verificación
sustantiva sobre el cumplimiento regular y legal del
Cámara Federal de Casación Penal
41
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
procedimiento por el que se arriba a esa resolución, así como
a la verificación de que esa resolución cumple con las reglas
que con remisión a los baremos de la ley fundamental, y
justamente por ello, le otorga legitimidad.
Ciertamente tampoco habrá de quedar fuera de
consideración en orden a la legitimidad sustantiva la teoría
del delito sobre la que la resolución aparezca estructurada,
así como a las reglas procesales de interpretación; debiendo
reconocerse desde esos prismas de atención, la definitiva
derrota de aquellas teorías que en exclusiva atención a la
problemática causal, o a la vertebración de responsabilidad
desde cuestiones puramente subjetivas, desproveen de
fundamentos de valoración social a las resoluciones
jurisdiccionales, y le quitan con ello su sentido jurídico.
Especialmente también, deberá tenerse presente que, la
función del derecho penal es la señalización de las conductas
que resultan socialmente inaceptables, mediante la aplicación
efectiva de la pena (Cfr. Jakobs, Günther, Derecho Penal,
Madrid, 1995, pág. 13); y cuando esa función no se cumple, la
sociedad reacciona reasumiendo la definición de lo
inaceptable con manifestaciones de venganza privada, que tan
repetidamente empiezan a verificarse en nuestro país, y que
ciertamente constituyen en todos los casos, además de la
hobbesiana vuelta al estado natural pre-jurídico -y con ello
la derrota del derecho- incontrolables cercenamientos de
bienes de mucha mayor valía que la exclusiva restricción de
la libertad ambulatoria configurada por la pena; pero además,
y consecuencia de mucha mayor trascendencia, la expresión de
que la venganza privada constituye un modelo socialmente
legítimo, y con ello una inaceptable contribución
jurisdiccional a la anomia social.
Es de mi interés poner de resalto, que tampoco
conformará un satisfactorio cumplimiento con la positiva
obligación estatal de seguridad, diseñar y ejecutar un
sistema penal que tenga por finalidad la garantía de
42
evitación -y de neutralización con pena frente a la
infracción- de conductas que resulten socialmente
inaceptables, si los integrantes de esa organización proceden
con estructuras teóricas de imputación y procesales que hayan
sido construidas en el decimonónico exclusivo sentido de
limitación del Estado, olvidando la estructural función del
mismo de aseguramiento de evitación de agresiones de los
ciudadanos entre sí.
Como en toda cuestión constitucional, se encuentran
en pugna el derecho que como garantía personal agota la
posibilidad de persecución, impidiendo su reedición mediante
la cosa juzgada por una parte; y la obligación de Seguridad
Constitucionalmente estipulada, comprensiva del mandato de
legalidad de la persecución, que le impone al Estado no
solamente juzgar y condenar los ilícitos, sino también
proceder al efecto, diseñando y ejecutando un procedimiento
constitucionalmente legítimo.
Es que los ciudadanos poseen el derecho a la
seguridad, que ha sido fundamentación histórica de la
legitimación de los estados contemporáneos, y que en nuestro
derecho deviene con claridad del mandato constitucional al
estado de afianzar la justicia expresamente establecido en el
preámbulo de la magna carta, pero además implícito en el
espíritu de toda su normativa. Se trata del derecho a obtener
del Estado una protección razonable contra las agresiones de
los demás ciudadanos, correlato indispensable de la
obligación ciudadana de proceder pacíficamente, y de la
proscripción de la venganza privada. El Estado “[…] para
proporcionar efectiva seguridad debe garantizar las
condiciones positivas de la defensa de peligros, y la
protección jurídica en caso de conflicto. El estado no cumple
con su tarea de seguridad solamente mediante la promulgación
de leyes, sino recién mediante la ejecución eficaz de las
mismas. Ello compete al poder administrador y al poder
judicial” (Cfr. Isensee, Josef, Das Grunrecht auf Sicherheit,
Walter de Gruyter, Berlin, New York, 1983, pág. 21).
Comprensiva de esa positiva obligación de seguridad, es la
Cámara Federal de Casación Penal
43
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
obligación del estado de organizar y administrar un sistema
penal eficiente, y obviamente, del legal funcionamiento del
mismo.
Esa obligación estatal se extiende desde la
obligación de proveer de manera inmediata y urgente de Jueces
elegidos mediante el procedimiento constitucional, frente a
una vacante; hasta la imposición establecida a la
Subsecretaría de Política Criminal de realizar el constante
relevamiento de criminalidad en todos los órdenes, y la
proyección y ejecución eficiente -en orden a esa información-
de políticas criminales. En ambas hipótesis, presentadas sólo
como ejemplos, el Estado ha resultado desde hace demasiado
tiempo, incumplidor. Sobre lo primero, es pertinente revisar
las recomendaciones dirigidas al Estado Argentino en el
informe final del Comité de Expertos del MESICIC (Mecanismo
de Seguimiento de la Implementación de la Convención
Interamericana contra la Corrupción) aprobado en la sesión
plenaria del 21 de Marzo de 2013; y en relación al
incumplimiento de la obligación estatal de relevamiento por
la Subsecretaría de Política Criminal, se presenta
clarificador el prólogo mismo de la Investigación sobre
Homicidios Dolosos del año 2011 de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, elaborado por E. Raúl Zaffaroni.
Así, los extremos de la cuestión a dirimir están
conformados de una parte por la proscripción del doble
juzgamiento; y por la otra, de las exigencias sustantivas y
adjetivas del procedimiento por el que se arribó a esa
resolución, exigencias que encuentran su fundamento en la
obligación de seguridad del estado, que se expresa en la
imposición al mismo de la estipulación de una organización
jurisdiccional eficiente, y de su legal funcionamiento.
Entonces, nuevamente en la tensión de los intereses
a conciliar, y así ubicada la temática, corresponde ahora
establecer los criterios sobre los que habrá de estipularse
la resolución, teniendo en cuenta para ello en primer lugar
44
que corresponde, como siempre en el ámbito del derecho,
excluir los absolutos: “Una prohibición estricta de modificar
las sentencias que rigiera sin excepciones le serviría tan
poco al aseguramiento de la paz jurídica como la realización
sin barreras del Derecho penal.“ (Cfr. Roxin, Claus, Derecho
Procesal Penal, Ed. Del Puerto, 2000, pág. 441.).
Pero antes de proceder al juicio concreto, podemos
volver al segundo interrogante planteado, esto es, si la
cuestión podía resolverse con recurso al art. 168 del
C.P.P.N., porque con lo hasta aquí desarrollado, deberíamos
estar en condiciones de ofrecer una respuesta razonable. Si
efectivamente se trata, como hemos demostrado, de una
cuestión constitucional, la norma adjetiva pertinente para
establecer que algún acto procesal implica “[…] violación de
las normas constitucionales“, es justamente el referido art.
168, que consagra la facultad jurisdiccional de desautorizar
de manera definitiva un acto o resolución jurisdiccional, con
fundamento en la lesión a algún principio, o garantía
establecido en la ley fundamental.
Con ello queda claro que, es justamente el art. 168
del C.P.P.N., el que al ofrecerse como vehículo de
subsanación de defectos procesales con fundamento en la
Constitución Nacional, resulta el aplicable para considerar
la nulidad impetrada.
Sentado lo anterior, se impone abordar el tercer y
último cuestionamiento esgrimido por el defensor de confianza
del encartado Juan José GALEANO, centrado -rememórese- en que
en la causa Nro. 3510/97 del registro del Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional Federal Nro. 4 no se encontraban
satisfechos los extremos fácticos que permitirían renunciar
al principio de la cosa juzgada, con fundamento en la
doctrina que deslegitima la misma por su matriz fraudulenta.
Si bien es cierto que lo expuesto ut supra, de
algún modo permite predecir la respuesta que habré de
ofrecer, también lo es que lo desarrollado hasta aquí no
alcanza para justificar la solución vaticinada.
En definitiva se trata de someter el procedimiento
Cámara Federal de Casación Penal
45
Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
y la resolución que se pretende obstructora de la reedición
de imputación de aquellos hechos en éstos autos -la recaída
en la causa 3.510/97-, al tamiz de legalidad sustantiva y
formal, para en orden a ello, ratificar o rectificar la
resolución en crisis.
Así las cosas, corresponde analizar si durante el
trámite de la causa 3150/97, que concluyó con el
sobreseimiento del enjuiciado GALEANO por inexistencia de
delito, concurrieron irregularidades de magnitud tal, como
para invalidar aquél precedente como obstructivo a la
revisión de los hechos en éstos autos.
La respuesta afirmativa al interrogante presentado
se impone contundente.
Con el objeto de fundamentar mi aserto, recurro en
relación a la reconstrucción de los hechos de la causa, al
preciso desarrollo de la sentencia de instancia, que en
virtud de su justeza, parcialmente reproduzco.
Las graves irregularidades procesales y sustantivas
que invalidan aquél procedimiento y resolución, consisten en
el diletante proceder del instructor en relación a los
planteos de competencia entre los juzgados Nº 4 y Nº 12, en
la fraudulentamente tímida presentación de la inhibición por
amistad manifiesta con la parte, con la evidente intención de
permanecer a cargo de la causa; en la omisión de ordenar y
producir prueba dirimente, pertinentemente solicitada por la
Fiscalía; así como en la defectuosa valoración de la prueba
efectivamente producida; y muy especialmente, en
consideración a los tiempos procesales desarrollados en orden
a la resolución de sobreseimiento, así como también, la
selección del momento de notificación de la misma, en
atención a la licencia que a la sazón había requerido el
fiscal de la causa Dr. Stornelli.
Dice sobre ello la sentencia de instancia: “En
primer lugar, cabe resaltar el planteo de competencia entre
los juzgados Nº 4 y Nº 12, formulado sin tomar los mínimos
46
recaudos legales, siendo rechazado por dichos defectos
formales (por no haber corrido vista al Ministerio Público
Fiscal ni fundado los motivos que hacen a la conexidad de
sendos procesos […]. Pero sorteada la ausencia de
requerimiento de instrucción, tras haberlo formulado el
fiscal Stornelli, el juez Cavallo no volvió a disponer la
incompetencia por conexidad objetiva entre ambas
investigaciones (arts. 41, inc. 2º y 42, inc. 2º, C.P.P.N.)
para, en su caso, dirimir la competencia por contienda
negativa ante el superior, lo que implica una contramarcha en
su decisión inicial.
En segundo lugar, otra cuestión que no puede dejar
de ser tratada es la forma manifiestamente despareja de
proceder [del mencionado magistrado] al momento de plantear
su inhibición en el sumario de marras y en otro de su mismo
tribunal. En efecto, en el primero se parecía una fórmula
genérica para apartarse, reconociendo ‘amistad manifiesta con
la parte’, pero sin especificar ni siquiera con cuál (GALEANO
o DE GAMAS). Sin embargo, llama poderosamente la atención que
en otro expediente prácticamente contemporáneo a este acto
(causa 11.066/98), se excusó de entender en una denuncia
contra Galeano, invocando la causal de íntima amistad (art.
55, inc. 11º, C.P.P.N.) oportunidad en la que hizo un
pormenorizado detalle de qué vínculos los unían con él. Casi
ocioso resulta recordar que en la causa Nº 3150, su
excusación fue rechazada por dicho defecto formal.
También es curioso que en esa oportunidad tampoco
intentara de manera vehemente desvincularse del proceso
originario, mejorando los pobres argumentos apuntados en su
excusación sino, por el contrario, una vez más retuvo bajo su
órbita la investigación. En estas dos situaciones, se
advierten planteos notoriamente imperfectos, no reiterados
luego de su saneamiento, lo que constituye un claro vicio
sustancial.
En lo que respecta a la prueba producida en ese
sumario, faltaron importantes diligencias requeridas por la
Fiscalía, entre ellas el ‘borrador’ mencionado en el
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
criticado video; las declaraciones del personal de la
Secretaría Nº 17 de la dependencia a cargo de GALEANO; el
pedido de informes de cuentas bancarias a todas las entidades
pues sólo se cursó a la sucursal Cabildo del Lloyds Bank
(cuando en la más sencilla de las investigaciones ello se
pide a la casa matriz y, en casos de mayor envergadura, al
propio Banco Central de la República Argentina -como aquí lo
ameritaba-). Es más, ni siquiera se notificó a los imputados
de la existencia de la causa seguida en su contra ni de los
elementos de prueba reunidos en ella (aun cuando, algunos,
habían sido aportados por los propios acusados), a tenor de
lo normado en los arts. 73, 279 y concordantes del código
adjetivo. Se advierte así la omisión de prueba pertinente y
la producción de la insustancial, configurándose un notorio
vicio formal.
Se debe destacar que los testimonios prestados por
Telleldín, Stinfale y Beraja, hoy procesados por este suceso,
fueron tomados en cuenta para dictar la resolución
desincriminante sin analizar si ellos reflejaron la realidad
de lo acontecido cuando, de la lectura de las distintas
declaraciones indagatorias de Telleldín, y el cambio de
versión efectuado el 5 de julio de 1996, podía inferirse la
mendacidad de las referidas en primer término.
Otro elemento que el tribunal advierte no sólo como
llamativo, sino como producción de prueba fraudulenta, es la
formación del ‘Legajo de Recompensa’ en el Juzgado Nº 9 por
pedido del defensor de Telleldín el 6 de junio de 1997, en
función del decreto PEN 2023/94. La incidencia se planteó a
dos meses de iniciadas las causas 3150/97 y la 2912/97, del
Juzgado Federal Nº 12 en la cual Beraja y Stinfale declararon
sobre este asunto […]; resulta sugestivo que dos meses más
tarde de haberse originado el legajo en cuestión, los
nombrados y Telleldín declararon ante el juez Cavallo,
negando la existencia del pago […]”.
Vistas así las cosas, no caben dudas de que la
48
incidencia se formó para justificar aquel pago espurio y
servir de prueba en este proceso […].
Las particularidades que rodearon a este
expediente, no culminan con la reseña efectuada, ya que
sorpresivamente se dejan sin efecto declaraciones
testimoniales ordenadas (las de los ex fiscales) y se pasa a
estudio los autos para resolver para nueve días después
(12/09/97) dictar el sobreseimiento en crisis. Lo llamativo
de este cambio de rumbo es que desde el 15 hasta el 23 de
septiembre, el titular de la Fiscalía Nº 4, Carlos Stornelli,
gozó de una licencia por cuestiones académicas y culturales,
quedando como subrogante la fiscal Scandura. Esta
circunstancia no puede pasarse por alto, puesto que en el
precitado expediente intervenía un representante del
Ministerio Público proactivo (Stornelli), lográndose así
notificar la resolución (el 16 de ese mes y año) a una
funcionaria designada por sólo una semana y quien parecía
estar ajena a los pormenores del proceso en el que consintió
el desvinculamiento de los encausados, pero que frente a los
antecedentes del caso debió haber obrado de otra forma. Así,
es dable afirmar que la resolución se fundó en testimonios
cuya objetividad resultaba insostenible pues era evidente que
estaban involucrados e interesados en la suerte del caso en
condición de parte (los testigos, reiteramos, se encuentran,
en la actualidad, imputados por el mismo hecho), […] y,
además, se dictó de modo tal de obviar la intervención del
agente fiscal que había dado sobradas muestras de su
intención de proseguir el caso. A lo dicho, debemos sumar la
intervención de la entonces camarista Riva Aramayo, quien
también sería parte de este expediente por haber operado a
efectos de torcer la voluntad del imputado Telleldín en el
sentido buscado. Corresponde resaltar […], como era de
público y notorio, conforme fuera destacado por la querella,
la influencia y capacidad de incidencia sobre la actuación de
los integrantes del fuero federal en aquellos años que tenía
la nombrada y su ubicación como nexo con el poder político de
turno.
Cámara Federal de Casación Penal
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Causa N° 8987 –Sala II–“Galeano, Juan José s/recurso de casación“
Es más, en cuanto a la voluntad de intervenir del
fiscal Stornelli su presentación glosada a fs. 237 de la
causa Nº 3150/97, la confirma, ya que en ella solicitó que se
le corriera vista por la eventual ‘nulidad por cosa juzgada
írrita’, más allá de lo que había dictaminado su colega, el
fiscal Patricio Evers, quien reconoció también que el agente
fiscal que debía intervenir era el primero […].
Las cuestiones desarrolladas más arriba, demuestran
objetivamente que no se persiguió la averiguación de la
verdad, sino la apariencia de ellos para obtener un
pronunciamiento desincriminatorio para ser esgrimido,
precisamente, ante la eventualidad de que la maniobra urdida
saliera a la luz […].”.
De seguido, en la medida en que he arribado a la
conclusión de que la anulación del sobreseimiento dictado en
la causa Nro. 3150/97, seguida -entre otros- al acusado Juan
José GALEANO, con fundamento en la denominada “cosa juzgada
aparente o fraudulenta”, es arreglada a derecho, va de suyo
que el planteamiento defensista de excepción de falta de
acción por cosa juzgada, es improcedente.
En mérito de ello, entiendo que corresponde
rechazar el recurso de casación interpuesto por la defensa de
Juan José GALEANO y declarar improcedente la excepción de
falta de acción por cosa juzgada.
c) Además, resulta consecuencia obligada de la
verificación del gravemente fraudulento proceder del imputado
Dr. Galeano en la causa, y de la ratificación de la anulación
de la resolución que lo relevara de responsabilidad, la
revisión de la conducta de quienes habiendo juzgado sobre los
mismos hechos con posterioridad y sucesivamente, llegaran
también a la conclusión exculpatoria.
Conforma una centralísima garantía del
mantenimiento de las normas jurídico-penales, que la revisión
de las infracciones a las mismas se realice de manera no
fraudulenta.
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Esto es, una vez que un injusto se ha cometido, no
hay ninguna otra garantía de la reprobación del mismo, que el
recto proceder jurisdiccional.
No se puede pretender un Estado que garantice en
todas las hipótesis de manera efectiva los bienes jurídicos,
si se pretende conformar un Estado de libertades, y
justamente por ello, es tan importante la función de la
jurisdicción -penal- en orden a su responsabilidad sobre la
reconstrucción de los hechos, y que las decisiones de
imputación que esas reconstrucciones acarrean se encuentren
exclusivamente motivadas por las valoraciones pertinentes, y
alejadas de razones económicas, o del poder .
El irregular o fraudulento proceder al respecto se
encuentra tanto proscripto por las normas que reglamentan el
proceso penal, como por el Capítulo X del Código Penal (entre
otros delitos).
Por ello, corresponde extraer testimonio de las
presentes actuaciones a fin de que se investigue la conducta
de los Dres. Gabriel Cavallo y Daniel Rafecas, así como
también la de los demás funcionarios que pudieran estar
involucrados.
d) En mérito de ello, corresponde: I. RECHAZAR el
recurso de casación interpuesto a fs. 1440/1456 por el Dr.
Martín CLEMENTE, abogado defensor de Juan José GALEANO (art.
470 -a contrario sensu- del C.P.P.N.), con costas en la
instancia (arts. 530 y 531 ídem); debiendo, por ende,
continuarse con la sustanciación del proceso según su estado.
II. DECLARAR IMPROCEDENTE la excepción de falta de acción por
cosa juzgada planteada por el mencionado defensor. III. TENER
PRESENTE la reserva del caso federal, y IV. EXTRAER
testimonios de las partes pertinentes para ser remitidos a la
Cámara Federal en lo Criminal y Correccional de esta Ciudad,
a fin de que desinsacule el juzgado que deberá intervenir en
la posible comisión de un delito de acción pública en los
términos señalados en el apartado c) de este voto.
En mérito al resultado de la votación, el Tribunal,
RESUELVE:
Cámara Federal de Casación Penal
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Por unanimidad RECHAZAR el recurso de casación
interpuesto por el Dr. Martín Clemente, abogado defensor de
Juan José Galeano (arts. 456, 470 y 471 a contrario sensu
del CPPN), sin costas –por mayoría- (arts. 530 y cc. del
CPPN), debiendo continuar la causa según su estado.
Regístrese, hágase saber, cúmplase con la
notificación ordenada a fs. 1825/1826, comuníquese a la
Dirección de Comunicación Pública de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación a través de la Secretaría de
Jurisprudencia de esta Cámara (Acordada 15/13) y remítanse
las actuaciones a su origen, sirviendo la presente de muy
atenta nota de envío.
FDO. Angela Ester Ledesma, Eduardo Rafael Riggi y Juan Carlos
Gemignani. Ante mí: María Jimena Monsalve –Secretaria de
Cámara-.