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COLOMBIA Y EL CARIBE

XIII Congreso de ColombianistasUNIVERSIDAD DEL NORTE - ASOCIACIÓN DE COLOMBIANISTAS

12 al 15 de agosto de 2003Barranquilla - Colombia

Ediciones Uninorte

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© Universidad del Norte, 2005

Una realización deEdiciones Uninorte

Coordinación editorial Zoila Sotomayor O.

Diseño y diagramación Carlos José Gill Cantillo

Corrección de textos Henry Stein

Diseño de portadaJoaquín Camargo Valle

Impreso y hecho en ColombiaJavegrafPrinted and made in Colombia

986.11C718 Colombia y el Caribe / XIII Congreso de Colombianistas. Varios

autores. –Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2005. 520 p. ISBN: 958-8252-04-0 1. Caribe (Región) - Historia2. Caribe (Región) - Condiciones socioeconómicas3. Cultura - Caribe (Región)4. Literatura - Caribe (Región)

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ASOCIACIÓN DE COLOMBIANISTAS

Junta directiva

J. Eduardo Jaramillo Zuluagapresidente

Herbert Tico Braunvicepresidente

MIchael Palencia-Rotheditor de la revista de Estudios Colombianos

Jonathan Tittlercoeditor de la revista de Estudios Colombianos

Gilberto Gómeztesorero

Elvira Sánchez Blakesecretaria

XIII CONGRESO DE COLOMBIANISTAS

UNIVERSIDAD DEL NORTEComité organizador

Carmen Helena de Peñadirectora ejecutiva

Lucila Stella Gonzálezcoordinadora académica

Alexandra Bolañocoordinadora administrativa y financiera

Silvia Carrillocoordinadora de comunicaciones

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CONTENIDO

Presentación .............................................................................................................................

DISCURSOS

LA CASA DEL CARIBE ...............................................................................................................3Jesús Ferro Bayona

BARRANQUILLA: LA PUERTA DE LAS PALABRAS ..............................................................8J. Eduardo Jaramillo Zuluaga

HAY DESPREOCUPACIÓN POR LOS PROBLEMAS DE LÍMITES ..................................... 12Alfonso López Michelsen

Tratados de delimitación, 13. La Gran Colombia, 14. Juego de palabras, 15.

PLENARIA

PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LA CRISIS COLOMBIANA ACTUAL ................................ 21J. Eduardo Jaramillo Zuluaga, Malcom Deas,Charles Bergquist, Frank Safford

HISTORIA Y POLÍTICA

BARCOS, VELAS Y MERCANCÍAS DEL OTRO LADO DEL MAR EL PUERTO DE CARTAGENA DE INDIAS A COMIENZOS DEL SIGLO XVII .............................. 45Antonino Vidal Ortega

Introducción, 45. Las flotas en Cartagena. Un acercamiento difícil, 53. Análisis e interpretación de las cifras, 55. Máximo desarrollo comercial: plata y esclavos, 57.

HACIENDAS, ESCLAVOS Y ECONOMÍAVALLEDUPAR ENTRE 1810 Y 1850 ......................................................................................... 61Adriana Santos Delgado

Introducción, 61. Valledupar: jurisdicción político administrativa, 62. Las haciendas, 63. La esclavitud, 68.

EL SURGIMIENTO DE UNA ECONOMÍA CAMPESINA:POBLAMIENTO Y MERCADOS LOCALES EN EL BAJO MAGDALENA .............................................71Hugues Sánchez Mejía

Introducción, 71. Las fundaciones en el Bajo Magdalena, 73.

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MATRIMONIO Y CONTROL RELIGIOSO: BARRANQUILLA SIGLO XIX ............................. 84María del Carmen Márquez Salas

El matrimonio: discurso y práctica ritual, 85. Matrimonio, parentesco y dispensa, 87. Matrimonio en artículo mortis, 91. Unión libre y matrimonio católico, 93.

LA EXPERIENCIA HISTÓRICA DE LA INSERCIÓN DE BARRANQUILLA EN EL SISTEMA INTERNACIONAL DESDEFINES DEL SIGLOXIX Y SUS POSIBILIDADES EN EL SIGLO XXI ......................................... 97Jorge Villalón Donoso

Tendencias actuales del pensamiento histórico y filosófico respecto a la visión del futuro, 97. Algo de historia de Ba-rranquilla, 101.

HISTORIA, CULTURA, GEOGRAFÍA Y ECONOMÍA DE LOS SURES ...................................110Álvaro Baquero Montoya

La Serranía de San Lucas, 110. Las serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel, 110. Serranía de Perijá, 111. Cultura en los sures, 112. Ecología y cultura, 113. Las imágenes culturales regionales, 115. Comentario final, 118. Bibliografía, 118.

THE UNITED STATES DISCOVER PANAMA .............................................................................120Michael J. La Rosa

The Panama Railroad, 125. The Search for a Route, 128. Choosing the Route, 131. Diplomacy and Strategy of the Isthmian Region, 135. After Separation, 138.

EL REORDENAMIENTO TERRITORIAL EN COLOMBIA:UN PROCESO ABIERTO PARA LA REGIÓN .....................................................................................142Roberto González Arana

Antecedentes históricos, 142. La descentralización administrativa y los alcances de la Constitución Política de 1991 en Colombia, 143. La regionalización en Colombia: Un proceso abierto, 145. Descentralización y regionalización en Colombia: Dificultades y debilidades, 149. A manera de conclusión, 152.

COLOMBIA Y EL CARIBEREFLEXIÓN EN TORNO A SUS PRIORIDADES E INSERCIÓN INTERNACIONAL .....................155Martha Ardila

Hacia un nuevo orden mundial, 156. La incertidumbre latinoamericana y del Caribe, 157. El Caribe: Influencias y diversidad, 159. Hacia una nueva concepcion de seguridad internacional, latinoamericana y caribeña, 161. El interés de Colombia en el Caribe, 165. A manera de conclusión, 169. Bibliografía, 170.

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UN SENTIPENSANTE EN BUSCA DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL ..........................172Alfredo Correa de Andréis (†)

CULTURA E IDENTIDAD

NACIONALISMO MUSICAL EN UN CONTEXTO TRANSNACIONAL: LA MÚSICA POPULAR COSTEÑA EN COLOMBIA ..................................................................191Peter Wade

Introducción, 191. La música costeña, 193. Conclusión, 199. Bibliografía, 200.

ACERCA DE UNA ESTÉTICA POPULAR EN LA MÚSICA Y CULTURA DE LA CHAMPETA .......................................................................................................202Michael Birenbaum Quintero

CARNAVAL, MESTIZAJE, DANZA: UN FENÓMENO LATINOAMERICANO ....................................................................................216John Charles Chasteen

DANZA, MESTIZAJE Y CARNAVAL: UN FENÓMENO LATINOAMERICANOEL CASO DE BARRANQUILLA ............................................................................................................228Adolfo González Henríquez

El Carnaval colonial: Corpus Christi fiestas de comunidad y carnaval de aldea, 229. Siglo XIX: carnaval de pequeña sociedad, carnaval de villorrio y fiestas públicas, 231. Notas, 237.

MÚSICA Y VERSOS POPULARES DEL CARIBE COLOMBIANO EN EL IMAGINARIO NACIONAL ..............................................................................................240Consuelo Posada Giraldo

Punto de partida, 240. Valoraciones de la música y la cultura del Caribe colombiano, 242. Bibliografía, 249.

DE LO CARIBE EN LA CUENTÍSTICA DEL CARIBE COLOMBIANO: ¿RASGOS DE IDENTIDAD? ......................................................................................................251Alfonso Rodríguez Manzano

La llamada “certidumbre caribe”, 252. De la autoconciencia caribe, andinos, gringos y europeos, 259. ¿Metafísica del cuento caribe?, 260. ¿Otras identidades caribeñas?, 261. Enfoque, problemáticas, tareas, 263.

EL CARIBE VISTO DESDE EL INTERIOR DEL PAÍSESTEREOTIPOS RACIALES Y SEXUALES ...........................................................................................265Elisabeth Cunin

Introducción: el interés de estudiar los estereotipos, 265. Naturaleza de la champeta, 267. Vanessa, primera negra reina de belleza: “culturización” del cuerpo, 272. Conclusión, 279.

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CONCIENCIA Y ACTITUDES LINGÜÍSTICAS EN EL CARIBE COLOMBIANO .................281María Trillos Amaya

Vitalidad lingüística, 283. Movilidad lingüística, 284. Transmisión

lingüística, 288. Conclusiones, 292. Bibliografía, 293.

LAS CONDICIONES DE USO DE LAS LENGUAS DE LA GUAJIRA ...................................295Francisco Pérez van-Leenden

LITERATURA

ACOMPAÑADO POR GABO ...............................................................................................307Michael Palencia-Roth

LA COLONIA EN LA OBRA DE GARCÍA MÁRQUEZ ......................................................317Yudis Contreras

ROMANZA PARA MURCIÉLAGOS Y LA BALADA DEL PAJARILLO DE GERMÁN ESPINOSA: REGRESO A LA HISTORIA RECIENTE Y FUNDACIÓN

DE NUEVAS GEOGRAFÍAS NARRATIVAS ..............................................................................327Cristo Rafael Figueroa Sánchez

De los primeros cuentos a Romanza para murciélagos, 328. De la novelización del pasado a La balada del pajarillo, 331. Bibliografía, 339.

CEPEDA SAMUDIO Y ROJAS HERAZOCONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS EN EL CARIBE LITERARIO ..........................................341Jorge E. Rojas Otálora

LA CIUDAD IMAGINADA EN LOS RELATOS DE MÁRVEL MORENO ...........................351Pamela Flores Prieto

La ciudad real, 351. La ciudad imaginada, 352. La ciudad imaginada en la literatura femenina, 355. La ciudad imaginada en los relatos de Márvel Moreno, 357.

EL COFRE DE LOS SECRETOS DE MÁRVEL MORENO ..................................................361Elvira Sánchez-Blake

FUSIÓN DE TIEMPO Y ESPACIO EN “ORIANE, TÍA ORIANE”DE MÁRVEL MORENO .......................................................................................................370Clara Camero

EDUCACIÓN E IDEOLOGÍA EN COSME DE JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR ......................382Alba Clemencia Ardila J.

COSME, DE JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR: NOVELA DE (MAL) FORMACIÓN SEXUAL .............................................................................391Kevin G. Guerrieri

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CONCIENCIA DE MODERNIDAD Y DECADENCIAEN MARACAS EN LA ÓPERA (1996) DE RAMÓN ILLÁN BACCA ..........................................402Álvaro Pineda Botero

Introducción, 402. El escenario, 402. La historia nacional, 404. El hilo narrativo y la estructura, 405. Trasvestismo cultural, 408. Consideraciones finales, 409. Bibliografía, 410.

MARACAS EN LA ÓPERA: LA BÚSQUEDA DE LA AUTENTICIDAD

Y LOS EXCESOS ANTIFUNDACIONALES ................................................................................ 411Nayibe Bermúdez Barrios

EL CUENTO CARIBE COLOMBIANO: HISTORIA, POÉTICA E IDENTIDADES SOCIOCULTURALES ....................................................419Manuel Guillermo Ortega

IDENTIDAD AFROCARIBEÑA VS. CONCIENCIA NACIONALEN LA POESÍA POSCOLONIAL DEL CARIBE HISPÁNICO .............................................436Graciela Maglia

Reflexiones preliminares, 436. Identidades heterogéneas, 440. Habitus caribe, 443. Campo literario en colombia, 444. Ad finem, 449. Bibliografía, 450.

GLORIA GUARDIA Y LA CONTRAHISTORIA PANAMEÑA ...........................................452María Roof

CIUDAD Y MEMORIA EN “MAÑANA DE ÁMBAR”DE MANUEL ORESTES NIETO ...........................................................................................460Erasto Antonio Espino Barahona

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PRESENTACIÓN

Este libro recoge algunas de las conferencias presentadas en el XIII Congreso de Colombianistas que se realizó en la Universidad del Norte, Barranquilla, entre el 12 y el 15 de Agosto de 2003.

La organización del Congreso fue una tarea ardua que la dirección experta y respetuosa de Carmen Helena de Peña y la asesoría constante de J.Eduardo Jaramillo Zuluaga convirtieron para Silvia Carrillo, Alexandra Bolaño, Lida Cabrera, Nora Choperena, Katherine Pardo y para mí en una experiencia rica en aprendizajes y satisfacciones que se plasmaron en los logros del Congreso que convocó cerca de 200 participantes entre los que se contó con la presencia de académicos provenientes de universidades colombianas, norteamericanas y de Europa.

Tuve a mi cargo la coordinación académica del Congreso y la selección de ponencias para esta publicación, en ambas tareas gocé del apoyo y asesoría de colegas que con entusiasmo aportaron su conocimiento y experiencia.

Ante la dificultad de publicar todas las ponencias presentadas, se tomó la decisión de escoger aquellas que trataran directamente sobre El Caribe, tema central del Congreso; y dentro de éstas, con un criterio de rigurosa selectividad en lo que a calidad de refiere, las que guardaran relación que permitiera su organización por temas. También fueron omitidas las que durante la preparación de este libro fueron publicadas en revistas y periódicos. Los trabajos fueron organizados en amplias categorías que comprenden la Historia y la Política, la Cultura e Identidad, y la Literatura; todas ellas muestran a través de sus objetos particulares de atención y desde la perspectiva de las disciplinas y los enfoques, una mirada plural y multifacética de la realidad colombiana y de una región que se caracteriza por su variedad y vocación universal; así encontramos reflexiones que ayudan a la comprensión de la organización social y política de las ciudades y territorios que conforman la región Caribe, sus luchas y contradicciones, sus manifestaciones culturales y la obra de sus pensadores y artistas.

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Hay muchas personas e instituciones que contribuyeron a la rea-lización del Congreso y de estas memorias, a ellas hacen justo recono-cimiento el presidente de la Asociación de Colombianistas y el rector de la Universidad del Norte en sus intervenciones, a mí solo me resta agradecer a todos el apoyo y confianza con que me animaron para realizar la tarea encomendada.

Lucila Stella GonzálezBarranquilla, julio de 2005

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EL CARIBE VISTO DESDE EL INTERIOR DEL PAÍS: ESTEREOTIPOS RACIALES Y SEXUALES

Elisabeth CuninInstitut de Recherche pour le Developement e Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH

Introducción: El interés de estudiar los estereotipos

A manera de introducción haré referencia a un artículo de El Tiempo, pu-blicado en julio del 2002, con este título: “La cultura es costeña”. Esto nos muestra que el Caribe está de moda y que la cultura nacional se define, hoy, como una cultura caribeña; al mismo tiempo difunde una confusión entre lo cultural y lo natural cuando dice: “la encuesta confirma que los colom-bianos llevan la música en la sangre”. Cuando se trata de valorar la Costa a nivel nacional, también se la asocia a una cultura naturalizada, relacionada con la “raza negra” y, finalmente, se reduce una expresión cultural a unos estereotipos raciales y sexuales.

Es esta ambigüedad que quiero analizar aquí a partir de dos ejemplos: el de la champeta y el del Concurso Nacional de la Belleza; y, más especifica-mente, el reconocimiento, nacional e incluso internacional, de la champeta y la victoria de una reina negra en el concurso 2001, Vanessa Mendoza.

En los dos casos, me interesa analizar cómo se construye la categoría “negro” cuando sale de Cartagena y es visto por el resto del país; cómo los estereotipos no sólo sirven para rechazar al otro, para justificar su margina-lización sino que aparecen también al momento de valorarlo.

Por eso estudiaré más que todo el proceso de aceptación y valoración de la champeta en Bogotá y sus consecuencias locales y la repercusión de la elección de la primera reina negra en la prensa nacional.

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Me centraré en el análisis del proceso de vaivén entre lo cultural y lo natural en la construcción de la categoría “negro”. En un primer momento mostraré cómo una música, la champeta, es pensada como si fuera algo natural, determinado racialmente; luego, cómo el cuerpo, en el Concurso Nacional de Belleza, es presentado como si fuera una expresión y una pro-ducción cultural.

Antes de empezar insistiré un poco sobre el papel de los estereotipos. Estos no son un tema central de las ciencias sociales, pero quiero mostrar aquí que tienen un papel social fundamental. Se entiende el estereotipo no tanto como un concepto científico sino como una categoría práctica, una forma de manejar las relaciones sociales ordianarias. Existen afirmaciones, expresiones, frases que aparentemente son “normales”, “inocentes”, y que se utilizan tan a menudo que no son analizadas ni se consideran como parte de ideologías discriminatorias, racistas, sexistas y clasistas.

Los estereotipos se manifiestan en el lenguaje cotidiano, son las imáge-nes que surgen automáticamente cuando evaluamos una persona, un grupo o un acontecimiento. No son adquiridos por la experiencia, sino transmitidos y recibidos a través de la comunicación o del medio social y cultural en el cual se desenvuelven las personas. La fuerza de los estereotipos estriba en que se asimilan a lo banal, a lo ya visto y juzgado, a lo normal.

El estereotipo tiene una connotación negativa (representación falsa o por lo menos que se impone sin criticarla). Y constituye un mecanismo de reducción de una identidad o de una representación a unos rasgos simplificados, en una lógica esencialista (los elementos de identificación no dependen del contexto, ni de la historia, ni de las interacciones) y categorial (los individuos que pertenecen a una categoría tienen todos los atributos que definen esa categoría).

Lo que quiero subrayar aquí es que los estereotipos no son juicios especiales, poco frecuentes; al contrario, hacen parte de la vida cotidiana y cumplen por lo menos tres funciones principales:

n Función de construcción de identidad social. Permite la cohesión de un grupo. La movilización de ciertos rasgos (físicos, culturales, psi-

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cológicos) define una frontera entre los del interior y los del exterior, una diferencia entre ‘nosotros’ y ‘ellos’.

n Función de cognición social. Son imágenes intelectuales, esquemas cognitivos que preceden a nuestra experiencia de la realidad. Son necesarios para percibir los procesos sociales. El estereotipo no es un pensamiento deficiente sino una conceptualización productiva gracias a su simplificación. Es el molde de nuestras percepciones de la realidad

n Función de comunicación. Favorece la comunicación y las interac-ciones gracias a una economía de medidas y de pensamientos. Los actores comparten ciertos conocimientos, reglas, normas, que no tienen que redefinir en cada encuentro. Son algo así como saberes incorporizados.

1. Naturalización de la champeta

En cuanto a la champeta, me parece, primero, que en su versión estigma-tizada hay un proceso de naturalización de la cultura que utiliza todos los estereotipos raciales sobre “lo negro”. No buscaré aquí las raíces africanas ni hablaré de una música negra, sino de una música que ha sido racializada, que ha sido negreada, que ha sido ubicada del lado de lo natural como una asignación exterior que permite rechazarla. Durante los años ochenta y noventa se hizo una interpretación racial de una práctica cultural para legitimar su asociación con la violencia, el sexo, la droga, en fin, todo lo que quedaba fuera de las convenciones sociales.

El segundo punto es que, paradójicamente, la valoración actual de la champeta, y especialmente el discurso de sus principales defensores, termi-nan por interorizar y reproducir esa evaluación racial, siendo portadores del estereotipo del cual son víctimas. En otras palabras, los discursos que aspiran a promover y defender la champeta también participan en su racialización, precisamente cuando buscan detener la discriminación.

Primero hay que recordar que la champeta tuvo un reconocimento nacional inédito en el período 2000-2001. Por ejemplo, en el 2001 Sony lanzó

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un CD de champeta con un título muy sugestivo: La champeta se tomó a Colombia1. Difundido a nivel nacional y exitosamente comercializado, pare-ciera que este disco hubiera marcado un giro: actualmente ya es posible decir que la champeta ha sido aceptada, valorizada e incluso institucionalizada y normalizada. En Bogotá, varias discotecas la incluyen en su programación, existen clases de baile y agrupaciones musicales; se escucha en la radio y en los almacenes de música, hay estudiantes que la escogen como tema para su tesis de pregrado. La champeta es presentada hoy como uno de los símbolos de la nueva cara multicultural de Colombia y como una forma de (re)nacimiento de la cultura costeña, antes marginalizada y estigmatizada.

Porque la champeta fue, durante mucho tiempo (y todavía lo es a veces), una música prohibida en la “ciudad respetable”, porque se la asociaba con violencia, desorden, con la periferia urbana. Y con “lo negro”.

Esta mala reputación obligó a la champeta a buscar nuevos caminos que la llevaron hacia el resto del Caribe, Bogotá, e incluso hacia París: fue así como alcanzó su legitimidad en Cartagena. Mundializada, comercializada, banalizada, la champeta pasó por un proceso de reidentificación tras del cual pudo, finalmente, ser aceptada en Cartagena.

1.1. DISCRIMINACIÓN RACIAL

Con la champeta, podemos ver el proceso de designación racial de una cultura popular que pasa por la movilización de los estereotipos sobre el “negro” para justificar su marginalización. Indudablemente, rompe con un cierto número de normas –sociales, artísticas, sonoras, etc.– implícitas en Cartagena e inspiradas del modelo de la elite de la ciudad. Pero en las provocaciones propias de una contracultura popular, las evocaciones raciales o étnicas están ausentes, respetando así los mecanismos habituales de invisibilidad de las cuestiones raciales. El que la raza sobresalga es, antes que nada, el resultado de una calificación exterior, como cuando se moviliza la categoría “negro” para justificar el rechazo de la champeta.

1 Sony Music Entertainment, 2001.

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Es precisamente esta desviación la que será racializada. Además de oponerse a los valores de la clase dominante, la champeta también contradice a la mayoría de la clase popular, que repudia la perversión del orden social que atribuye a quienes son calificados como “negros”. El negro y el champetúo tienen ciertas características que las personas “respetables” admiran, como la fuerza física o la potencia sexual. Sin embargo, su supuesta incapacidad para controlar sus deseos y, por consiguiente, para producir un orden social justifica que sean asociados al animal, a lo que ha sido determinado de manera natural, a los individuos que no podrían saber cómo comportarse. Los champetúos cuestionan claramente la identidad de una clase popular “respetable” y las normas que la sostienen. Y al mismo tiempo se oponen a los valores de la elite. Este doble cuestionamiento de las normas de la clase popular y de la clase dominante desencadena, finalmente, una ruptura de las convenciones sociales: la designación racial simboliza y permite poner a un lado a quienes las perturban.

Se establece así una asociación directa, en la representación colectiva, entre música, violencia y poblaciones negras, entre cultura y raza. Reciente-mente, un artículo de El Tiempo hablaba de esta amalgama –contribuyendo a su acreditación– asimilando, como si fuera evidente, identificación racial con comportamiento desviado:

Muchos jóvenes de estrato popular tienen tan metido este ritmo en la sangre que su última voluntad es ser enterrados con esa música [...] En la marcha fúnebre, la gente tomaba licor y oía champeta sin cesar. A medida que avan-zaba el cortejo por las calles, casi al mediodía, un puñado de acompañantes del muerto se dedicó a atracar a transeúntes, a arrancar carteras y aretes a mujeres, y a despojar de relojes a conductores desprevenidos [...] Chicos de barriadas con puñales y revólveres hechizos, dispuestos a todo, viviendo en la miseria, donde sobrevive el más fuerte y donde la champeta con bazuco y licor se convierten en un derecho a la evasión, pero también a menudo en un cóctel letal (El Tiempo, 14 de abril de 2002)2.

2 Igualmente, recordemos un editorial de Enrique Santos, uno de los periodistas más influyentes del país, que conmocionó a los amantes de la champeta por considerarla como un atentado en contra del arte y de la cultura, y más allá, contra las convenciones sociales: “Alego, además, que está científicamente demostrado que esta cacofónica algarabía [...], propicia comportamientos violentos y degenera en alteraciones del orden público” (El Tiempo, 7 de febrero de 1999).

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Ahora bien, no es porque los champetúos antepongan su pertenencia racial que la champeta sea considerada como negra; es debido a que la cham-peta se expresa a través de la transgresión –social, cultural, regional– que sus características son racializadas. Haciendo énfasis sobre el cuerpo y los poderes sexuales, sobre la violencia de los sonidos, la champeta presenta prácticas que no se consideran respetables, situándolas deliberadamente en el campo de la inversión de las categorías asociadas con el “buen gusto” y la conveniencia. Su reducción a un cierto número de prácticas naturalizadas está apoyada en la referencia a la raza, como un factor explicativo que permite la comprensión de su carácter “salvaje” y que justifica su rechazo.

1.2. INTERIORIZACIÓN DEL ESTIGMA

En el librillo de presentación del CD La champeta se tomó a Colombia hay imágenes de un hombre y una mujer negros, prácticamente desnudos –ella en traje de baño y él en taparrabos, entrelazados, expresando el carácter sensual y erótico asociado al baile. En segundo plano hay una muralla que simboliza a Cartagena, reuniendo así la referencia a un pasado heroico y patrimonial –en otros discos se privilegia el panorama de la Ciudad Histórica o uno de sus monumentos–con la representación del cuerpo bajo sus rasgos más naturales, más primitivos. El contraste entre lo cultural y lo natural acentúa finalmente la racialización de la champeta3. En el cuadernillo que acompaña a dicho CD se encuentran fotos de dos bailarines negros que muestran diferentes pasos del baile, pero únicamente aquellos cuyas posiciones son más expresivas sexualmente, y a su lado, un texto que dice:

... el baile de la champeta es una especie de juego erótico, frote de cuerpos en breves espacios, con movimientos de tinte sensual, casi lascivos.

De esta manera, para promocionar la champeta a nivel nacional se transmiten principalmente rasgos naturales –corporeidad, sensualidad, sexualidad–, dentro de una lógica que, por un lado, cristaliza la dimensión

3 Puede añadirse que esta escenificación permite ver dos imágenes ligadas a lo “negro” en Cartagena, pues las murallas, concebidas como símbolo del heroísmo de los habitantes de la ciudad y objeto de promoción turística, también están relacionadas con la mano de obra esclava.

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biológica asignada para la champeta y, por el otro, actúa como una negación implícita de su contenido cultural.

Entonces se puede decir que la comercialización de la champeta, al explotar económicamente la asignación racial, contribuye a la consolidación de los estereotipos vinculados tanto con la música como con la raza; además, es revelador constatar que los defensores de la champeta, aun tratando de difundir un discurso erudito que reúna historia y contenido musical, no son menos prisioneros de una visión racial.

Para dar un ejemplo, se puede hacer referencia a un foro organizado al día siguiente de las declaraciones del alcalde de Cartagena, en las que ame-nazaba con prohibir la champeta durante las fiestas de noviembre de 2001. Los temas propuestos para el debate pretendían restablecer el valor cultural de la champeta, a través de discusiones sobre su historia, el contenido de sus canciones, su base musical, etc. No obstante, el folleto de presentación4 dejaba ver una confusión entre lenguaje cultural y lenguaje racial:

La champeta siempre estuvo inmersa en los habitantes de Cartagena como herencia cultural, era un prurito, un cosquilleo, una ‘rasquiña’ que estaba por dentro, que hervía con la sangre.

Aquí, no sólo el gusto por esta música se trata como si fuera evidente, pues el género musical, aparecido en la década de 1970, habría sido heredado genéticamente; además, la dimensión cultural de la champeta es evocada como si fuera una verdadera naturaleza que, hoy, simplemente estaría re-surgiendo. Así pues, justo cuando una pedagogía histórica o culturalista se consagraba a la tarea de sacar a la champeta de su marginalización racial, el empleo de un vocabulario y una lógica propios de un discurso naturalizante, terminó generando confusión en los registros semánticos y contribuyendo, paradójicamente, al mantenimiento de los estereotipos raciales asociados a la champeta.

4 I Foro “Hacia dónde va la champeta”, 11 de diciembre de 2001.

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2. Vanessa, primera negra reina de belleza: “culturización” del cuerpo

¿Cómo a través de un procesos de “culturización” de lo natural (el cuerpo) se intenta lograr una integración de lo diferente (lo negro) que antes era excluido? Intentaré mostrar aquí que, al igual que en el caso de la champeta, sigue existiendo esa confusión entre lo cultural y lo natural que contribuye finalmente al fortalecimiento de los estereotipos raciales y sexuales inclusive cuando se pretende cambiar la imagen de “lo negro”.

Consideraré aquí a Vanessa Mendoza no solo como la representante del departamento del Chocó, sino como la primera reina negra del país a quien se identificó gran parte de la población de Cartagena y del Caribe en general, es decir, en esa confrontación entre un interior que se define “blanco” en oposición a las costas.

El 11 de noviembre de 2001, por primera vez en la historia del Concurso Nacional de la Belleza, una candidata negra, Vanessa Mendoza Bustos, fue elegida reina del país. La prensa nacional hizo eco de esta victoria, celebrando el fin del racismo, alabando el triunfo del multiculturalismo y valorando la riqueza de la cultura negra5:

¡Por fin una reina negra! [...] El Reinado Nacional de Belleza rompió la tradición y se quitó el estigma de ‘racista’ eligiendo por primera vez en 67 años una soberana negra (El País, 12 de noviembre de 2001).

En Colombia hay un boom de la piel negra (El País, 12 de noviembre de 2001).

No es una liberación como la de los esclavos, pero sí la culminación de la revolución silenciosa que se ha venido cumpliendo en favor a la igualdad real y no tan solo formal de la diversas etnias (El Tiempo, 13 de noviembre de 2001).

5 Por otra parte, es interesante precisar que fue un candidato negro, Romices Brandt, representante de San Andrés, quien fue elegido “Señor Colombia” en el mismo año –en un concurso mucho menos mediatizado y popular que la versión femenina.

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A toda Colombia le gustó la escogencia de Vanessa como Miss Colombia porque es un rico abrazo entre los blancos y la raza negra (El Tiempo, 14 de noviembre de 2001).

La revista Cromos dedicó muchos artículos a la historia de las can-didatas negras en el concurso de belleza (19 de noviembre de 2001) o al lugar de los negros en la sociedad colombiana (“Negros que cuentan”, 19 de noviembre de 2001). Recordemos igualmente que, durante la presentación de los trajes de fantasía, Vanessa Mendoza personificó una princesa africana zulú de comienzos del siglo XVII, luciendo cadenas rotas, simbolizando el fin de una época oscura, al son de la música de Joe Arroyo y de su canción “La rebelión”.

Dicha victoria –cuya repercusión muestra hasta qué punto la asocia-ción entre concurso de belleza y reina “blanca” era percibida como normal o evidente– no debe sorprendernos por completo: muchos elementos, coyun-turales o más estructurales, pueden ser movilizados para comprender este cambio, informándonos sobre las relaciones ambiguas del concurso nacional con el pluralismo racial. Igualmente, la cobertura mediática de la que Vanessa Mendoza fue objeto permite darnos cuenta de las interpretaciones que fueron hechas de esta victoria, particularmente expresadas en la movilización de descripciones y de argumentos de carácter racial. Por ahora, me concentraré en el discurso de la prensa, y más que todo de la prensa del interior del país: El Tiempo, primer diario nacional, y dos revistas de moda, Cromos y Fucsia, en calidad de vectores de difusión y cosificación de las categorizaciones raciales, que oscilan entre la instrumentalización del multiculturalismo y la permanencia de los estereotipos “naturalizantes”.

2.1. ¿UN TRIUNFO ANUNCIADO?

Desde hace algunos años, una sombra de discriminación racial recae sobre el concurso de belleza: en un país que pregona desde hace diez años su carácter pluriétnico, ninguna candidata negra o indígena ha obtenido la corona. La nueva imagen multicultural de Colombia contrasta con el carácter mono-cromático de sus representantes de belleza, especialmente ahora que ya en algunos países han sido elegidas reinas negras –Miss Italia y Miss Nigeria, que fue Miss Mundo en el 2001–, y donde las modelos negras –Naomi Cam-

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pbell, Tyra Banks, Iman– triunfan cada vez más a nivel mundial. También es relevante recordar que un mes antes del concurso de belleza, en octubre de 2001, se organizó en Cartagena un importante coloquio internacional para conmemorar el aniversario ciento cincuenta de la abolición de la esclavitud, en el que se hizo hincapié en el problema del racismo (Mosquera, Pardo, Ho-ffmann, 2002). Las críticas recaen sobre la imagen transmitida por el propio Concurso Nacional de la Belleza: el sentido de la aristocracia que maneja “Reymundo” –Raimundo Angulo, sucesor de su madre, doña Teresita–, cabeza de un concurso que no en vano lleva el nombre de “reinado”; el elitismo y la opacidad de una organización encerrada en su torre de marfil de la Plaza Bolívar; la privacidad de todas las manifestaciones relacionadas con el con-curso. En este sentido, es significativo constatar que la gran mayoría de la población cartagenera apoyó a la candidata del Chocó, dejando de lado a la candidata del departamento de Bolívar, oriunda de Barranquilla –ciudad vecina y rival, capital del departamento de Atlántico– y a la candidata de la ciudad6 como forma de protestar contra la no participación de la reina de belleza popular elegida en el 20007. Lo anterior es un testimonio de la creciente desconfianza que embarga a los habitantes de Cartagena respecto de la organización del concurso nacional, cuyas decisiones son para ellos arbitrarias e impopulares, y de su preferencia por una candidata negra en reemplazo de la candidata local.

Por otra parte, el lugar reservado a las candidatas negras da lugar a toda clase de polémicas, pues aunque oficialmente el concurso de belleza no tiene color, sigue siendo la vitrina de un país que tiende a relacionar identidad nacional con blancura. Así, en la víspera de la edición 2001 del concurso, Adriana Riascos –candidata, negra, del departamento del Valle– fue elimi-nada por no haber presentado, según los organizadores del concurso, todos los papeles necesarios para su inscripción. Es interesante resaltar que para Adriana Riascos su eliminación representaba una clara muestra de racismo,

6 Cartagena, por ser la sede del Concurso Nacional de la Belleza, tiene el privilegio de poder presentar dos candidatas: una por el departamento de Bolívar y otra por la ciudad.

7 Algunos miembros de los comités de barrio del concurso popular –apoyados por la prensa local y la opinión pública– pedían que la ganadora del Concurso de Belleza Popular fuera automáticamente postulada como candidata del concurso nacional, representando a Cartagena.

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interpretación que fue retomada por la prensa nacional (El Tiempo, 12 de noviembre de 2001). Las desventuras de la señorita Valle invitan a volver la mirada sobre las anteriores versiones del concurso, pues desde 1991, cuando se reconoce oficialmente el multiculturalismo, ninguna candidata negra había sido elegida reina de la belleza en Colombia. Mejor aun, sólo hasta 1996 Miss Chocó llegó a ser virreina, título del cual fue inmediatamente despojada por sus supuestos vínculos con el narcotráfico. En ese momento, la prensa nacional, una vez más, hizo eco a las preguntas de todo el país en cuanto a la posible elección de una reina negra (El Universal, 28 de octubre de 1996; La Libertad, 23 de octubre de 1996; El País, 3 de noviembre de 1996; El Periódico, 7 de noviembre de 1996). Cuando se anunciaron los re-sultados, las polémicas se tornaron todavía más explícitas, como lo muestran las siguientes citas:

¿Colombia está preparada para tener una reina negra? (La Tarde, 12 de noviembre de 1996).

La candidata del Chocó no ganó el Reinado Nacional de Belleza por puro racismo (El Occidente, 13 de noviembre de 1996).

El hipócrita antirracismo criollo es recurrente (El País, 5 de diciembre de 1996).

Para que en Colombia haya reina negra, todavía hay mucho por recorrer (El Universal, 12 de noviembre de 1996).

De hecho, al final de las dos pruebas calificadas por el jurado, el desfile en traje de baño y el de traje de gala, la candidata chocoana encabezaba la lista de opcionadas con un puntaje de 9,76; las dos candidatas que le seguían tenían un puntaje de 9,74 y 9,61 respectivamente. Sin embargo, fue elegida la representante del departamento de Antioquia –quien ocupaba el segundo lugar–, lo cual suscitó “la sorpresa de la mayoría de los asistentes a la ceremonia, pues el triunfo de la chocoana parecía seguro” (El Universal, 12 de noviembre de 1996).

No está de más recordar que los departamentos vecinos de Chocó y Antioquia son las dos caras opuestas de Colombia: por un lado, una población mayoritariamente negra, subdesarrollada, analfabeta y en gran parte rural;

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por otro, una población blanca, el dinamismo económico, con una ciudad citada en ejemplo como Medellín. Chocó es el símbolo de la afrocolombia-nidad, mientras que Antioquia –tierra paisa– es el de la Colombia blanca. Esta realidad inspiró el siguiente comentario un día después del anuncio de los resultados: “la reina de belleza que cambió de color” (La Opinión, 17 de noviembre de 1996). Como si esto no bastara, menos de dos meses después de su elección como virreina, la candidata de Chocó fue destituida; la razón: una visita a la cárcel de alta seguridad de Itagüí, sitio de reclusión para los narcotraficantes colombianos. Al anunciarse su destitución, la prensa fue unánime: es bien sabido que el Reinado Nacional de la Belleza ha tenido siempre un estrecho contacto con los carteles de la droga y que son pocas las candidatas que no se han beneficiado de la generosidad de algún nar-cotraficante (El País, 23 de diciembre de 1996; El periódico, 23 de diciembre de 1996; Cromos, 27 de enero 1997; El Tiempo, 30 de diciembre de 1996; El Universal, 28 de diciembre de 1996).

2.2. LA “BARBIE NEGRA”

La insistencia forzada sobre la belleza excepcional de Vanessa Mendoza, favorita de la prensa y de los habitantes de Cartagena –encabezó los pro-nósticos desde su llegada y obtuvo los resultados más elevados de la historia del concurso–, tiende a la vez a justificar una victoria no del todo legítima y a relativizar el efecto de la diferencia relacionada con el color.

Un editorialista escribió lo siguiente: “Admitamos que ganó la negra y está tan bonita que parece blanca” (El Tiempo, 14 de noviembre de 2001).

El hecho de que Vanessa Mendoza haya sido llamada la “Barbie negra” muestra claramente que el modelo de belleza internacional –paradigma de esta Colombia soñada que presenta el reinado– no ha sido revaluado con esta victoria. Vanessa Mendoza no rompe en ningún momento con los criterios de belleza del concurso: “... parece más una buena modelo” (El Tiempo, 6 de noviembre de 2001); “silueta y cuerpo perfecto” (El Tiempo, 11 de noviembre de 2001). Si no fuera... por el color de su piel, que ha sido matizado, priván-dole de cualquier significación. La prensa considera que hay que elegir a la reina “por su belleza y no por su color de piel” (El Tiempo, 12 de noviembre de 2001), y retoma en primera página la afirmación de Vanessa: “No gané

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por mi color sino por mis atributos” (El Universal, 13 de noviembre de 2002); por su parte, los miembros del jurado afirman: “no nos importó su color”, “la piel de la nueva soberana no fue un punto ni a favor ni en contra” (El Tiempo, 13 de noviembre de 2001).

También debe hacerse énfasis sobre una de las innovaciones de la edición 2001 del concurso: mientras que el cuerpo es puesto en escena y se glorifica la belleza física, la capacidad intelectual de las candidatas constituyó –a partir de ese momento– un criterio de selección tan importante como el desfile en vestido de baño o la elegancia del traje de gala (El Tiempo, 10 y 12 de noviembre de 2001). Que una reina negra sea elegida por la pertinencia de sus respuestas con respecto a la situación política del país o al conflicto afgano8, rompe con el estigma de la presentación de la mujer como “objeto de mirada” y con los estereotipos asociados tradicionalmente con lo “negro” en Colombia. Más aun, esta insistencia sobre la inteligencia funciona como un doble mecanismo de “desidentificación” –“mujer pero inteligente”, “negra pero inteligente”– que viene a confundir las caracterizaciones sexuales y raciales y –paradójicamente– a aminorar el papel de las apariencias físicas en la elección de la candidata. Con sus preguntas, el jurado tiende a “darle otro sentido a estos certámenes de belleza” (El Tiempo, 12 de noviembre de 2001) y a elegir una reina que “además de bella –tenga– claridad de pen-samiento” (El Tiempo, 13 de noviembre de 2001). La prensa, al recordar que “la belleza es también interior” (El Tiempo, 12 de noviembre de 2001) nos sitúa en medio de esta contradicción inherente a un concurso destinado a evaluar la belleza física pero que insiste sobre las cualidades intelectuales de las candidatas, como si la reina, aparte de ser una “Venus negra” reducida a su apariencia corporal, simbolizara algo de cultura.

Al mismo tiempo, esta representación enfocada hacia lo estético y lo intelectual, que tiende a blanquear a la nueva reina de la belleza y a eufemizar su identificación racial, no escapa a la movilización, a menudo inconsciente, de los estereotipos raciales. De hecho, el discurso de la prensa, forzado por el certamen a tratar directamente el asunto de la identificación racial, revela

8 La candidata del Chocó tuvo que responder la siguiente pregunta: “¿Qué cambió en el mundo después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de este año?”

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–entre valoración del multiculturalismo y naturalización de la diferencia– los estereotipos y las contradicciones que pesan sobre el tema.

En la prensa nacional, la victoria de una reina negra es presentada como una etapa hacia el reconocimiento de la igualdad y de la lucha contra la discriminación; pero, al mismo tiempo, el lenguaje utilizado transmite una “racialización” explícita de la sociedad, que resulta mucho más paradójico cuando aparece en un contexto donde se denuncia el racismo.

Siempre se hace referencia a términos biológicos, que sea la raza, la sangre, la piel. Los artículos demuestran la dificultad de pensar la diferencia mientras se protege la igualdad, de revaluar “el negro” mientras se pregona el mestizaje, de luchar contra el racismo mientras se es prisionero de los estereotipos raciales.

[...] en Vanessa Mendoza se mezcla buena parte de la sangre y las facciones colombianas, con piel negra pero raza mestiza.

Son calificaciones raciales que la misma reina de la belleza transmite: “tenía que sacar esa musicalidad que tienen los negros” (El Tiempo, 13 de noviembre de 2001).

Estas ambigüedades actuales del discurso de los medios sobre el “otro” se encuentran relacionadas con la importancia que el concurso le da al cuerpo: por una parte, las reinas están dotadas por la naturaleza con atributos excepcionales; por otra, son capaces de moldear directamente su cuerpo a través de una cirugía estética y del maquillaje o con su propia voluntad, transformando sus apariencias con base en la preparación física y de un régimen alimentario9. Todo este movimiento busca equiparar sus dotes naturales con respecto a lo que el público en general espera: es decir, lo biológico con lo social. Si la presentación de la belleza femenina combina naturaleza y cultura, la introducción de las descripciones raciales acentúa

9 Para un análisis de la evolución de la presentación de las candidatas, entre 1947 y 1970, remitirse a BOLÍVAR, J.I., ARIAS VANEGAS, J., VÁSQUEZ, Ma de la L. (2001). “Estetizar la Política: lo nacional de la belleza y la geografía del turismo, 1947-1970”. En I. Bolívar, G. Ferro Medina & A. Dávila Ladrón de Guevara (coord.), Cuadernos de la nación. Belleza, fútbol y religiosidad popular (p. 45-84). Bogotá, Ministerio de Cultura.

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todavía más la contradictoria coexistencia de estos dos conceptos. A menos que, lejos de ser una contradicción, sea el fundamento mismo del concurso, como lo sugiere Raimundo Angulo: “el reinado es democráticamente elitista. Vanessa es de esa elite. De la mejor, porque es bella; pero es democrático; viene de Ungía, de un pueblo del Chocó”10.

¿Victoria del multiculturalismo?, ¿superación de la discriminación?, ¿inversión de las normas raciales? Estos elementos no están del todo ausentes, pero no deben hacernos olvidar que, paradójicamente, el triunfo de Vanessa Mendoza es, antes que nada, el triunfo de un modelo estético, social y cul-tural, cuya importancia se reafirma a través de su capacidad para integrar la diferencia. En un discurso que es también una autocelebración de las posibilidades de ascenso social y racial, atribuidas a la sociedad colombiana. Eufemizado, familiar, blanqueado, el “negro” es, de esta manera, aceptado, asimilado e interiorizado. Así pues, es posible interpretar la elección de Miss Chocó dentro de una lógica de blanqueamiento y, más aun, de asimilación de la diferencia –racial, geográfica– en un modelo que no ha cambiado y que no deja ningún espacio a una perversión de las normas sociales existentes.

Conclusión

A través del Concurso de la Belleza se ve cómo el cuerpo logra expresar la identidad nacional, antes concebida como blanca, hoy como multiculutral, gracias a un proceso de “culturización” de la naturaleza. Al contrario, con la champeta se observa una lógica inversa de “naturalización” de una cultura; la música es racializada como manera de quitarle toda legitimidad y de justi-ficar su rechazo, mientras que los actores mismos que la valoran retoman los estereotipos raciales. Finalmente, la categoría “negro” sigue ubicada en este doble proceso, en este vaivén entre cultura y naturaleza, a veces rechazado, a veces aceptado, en una mezcla de reconocimiento del multiculturalismo y de encerramiento en los estereotipos raciales y sexuales.

Se ve así cómo siguen presentes las tres funciones de los estereotipos mencionadas al inicio:

10 Entrevista, 19 de marzo de 2002.

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n Proceso de construcción de identidad social, en el cual los estereo-tipos tienen un papel incluso cuando se define al otro en una lógica multicultural.

n Función de cognición social, que ubica al otro en categorías cognitivas familiares.

n Función de comunicación, que produce una mezcla entre nuevas y antiguas representaciones de lo negro.

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