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Columna de Razta / Recopilación 2006

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Columna de Razta ISSN 0719-2835 / Recopilación de lo mejor del 2006

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De la mano de Francisca Espejo y Carolina Suárez, el equipo femenino logró titularse

tricampeón de la Liga Nacional. A fin de temporada, Miguel Holz, Jefe Técnico de la Rama,

destacó la importancia de este logro y la responsabilidad que implicaban los desafíos para

el futuro.

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Por Cristián Berríos

En 1992, Newell’s venció a River por 5-0, Castrilli expulsó a cuatro jugadores de

la banda sangre, y anotaste dos goles e hiciste una asistencia ¿Fue la mejor

actuación de Ricardo Lunari en un partido de los torneos locales del fútbol

argentino?

No sé si mi mejor actuación, pero si la más recordada. A partir de ese partido Newell’s

llegó a la cima del campeonato y no la largó hasta su consagración.

Con sus logros Marcelo Bielsa se hizo conocido por su rigurosidad táctica y

análisis de los adversarios ¿Poseía a principios de los 90´ el carisma necesario

para que sus conceptos fueran asimilados sin resistencia en el grupo de

jugadores?

En esa época era un diamante en bruto, que se fue puliendo de a poco para convertirse,

en estos momentos, en uno de los técnicos más capacitados de todo el mundo. Por

supuesto que tuvo algún tipo de resistencia entre sus jugadores debido a su exigencia

máxima, pero esta se fue diluyendo a medida que los resultados lo fueron acompañando.

Llegaste a Universidad Católica en 1993 bajo el mando de Ignacio Prieto,

campeón de la Libertadores y la Intercontinental con Nacional de Uruguay.

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¿Consideras indispensable que en la banca exista un bagaje internacional en las

instancias decisivas?

Es fundamental para la obtención de un objetivo tan grande como fue ese subcampeonato

de América, ya que todo aquello que nos tocaba vivir a los jugadores él ya lo había vivido

previamente. Por eso se anticipaba a los problemas y nos allanaba mucho nuestro camino.

Uno se siente muy confiado de tener una persona con esa experiencia apoyándote a cada

paso.

Antes de la semifinales frente al América de Cali daba la impresión de que subías

tu rendimiento a medida que las dificultades aumentaban ¿Estabas sacando lo

mejor de la galería o en Newell’s habías insinuado un nivel parecido jugando

más arriba?

Yo creo que a medida de que las dificultades aumentaban la confianza en mi juego, y en

todos mis compañeros y equipo de trabajo, se iban potenciando. Creo, sin lugar a dudas,

que lo mejor de mí lo puse al servicio de ese gran grupo que supo sacar la cara, no sólo

por la UC sino por todo el fútbol chileno.

En la final contra Sao Paulo, con cincuenta mil personas o más en el Estadio

Nacional, Ricardo Lunari acertó un bombazo desde el patio de la casa de sus

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viejos, tras la cordillera, pasando por San Carlos de Apoquindo y Avenida Pedro

de Valdivia. Fue una verdadera explosión. ¿Qué se te cruzó por la mente?

Cuando vi que la pelota botaba y se levantaba no dudé y saqué el derechazo más famoso

de mi carrera, cuando sentí como impactaba al balón sabía que ni Zetti ni nadie podía

parar ese bombazo, porque lo saqué desde el alma y no iba a permitir que nada impidiera

que terminara en el fondo del arco brasilero. En ese instante, sentí una felicidad enorme

porque empezaba a retribuirle a mucha gente que hizo posible que yo llegara a Católica y

sentí que no les estaba fallando.

Alfonso Swett vendió tu pase antes de que finalizara la campaña por el Torneo

Nacional. Al margen del beneficio económico ¿Te sentiste exiliado de la franja en

un momento donde te convertías en estandarte?

Lo que quiso hacer don Alfonso fue mantenerme en el equipo. Por eso habló conmigo

prometiéndome elevar mi contrato y pedir una suma exagerada para que los mexicanos

dijeran que no. A pesar de que la Cato había pagado 300.000 dólares por mi pase, les

pidió 900.000 dólares, una cifra que ninguno de nosotros pensamos que pagaría el Atlas,

pero atrás de todo esto estaba la determinación de Marcelo Bielsa de llevarme a como

diera lugar. Cuando don Alfonso me llamó para decirme que se había arreglado mi pase,

me comunicó su tristeza y el sentimiento en mi casa no era de alegría sino de una muy

profunda resignación, pero en el fondo de mi corazón sabía que algún día volvería a la

tienda cruzada.

A mediados de 1995, declaraste en el programa “La Gran Sintonía Cruzada” de

Radio Corporación que elegías a la franja por sobre cualquier equipo en el

mundo. ¿Cuánto tiempo tardaste en darte cuenta que Pellegrini te había traído

para bajar la presión de una hinchada que te pedía a gritos?

Cuando Manuel me llamó a México para decirme que me quería de vuelta en la UC, pensé

que el corazón me iba a estallar de felicidad. Si bien sabía que algún día volvería, nunca

pensé que mi retorno iba a ser tan pronto. Me dijo que necesitaba un ocho y que me

esperaba con ansias. Inmediatamente, me comuniqué con Bielsa y con los dirigentes para

que arreglemos la situación y a pesar de que dejaba de ganar una fortuna para volver a

Chile, ya que el contrato era casi la mitad, no dudé en tomar el primer avión para volver a

mi amado club. Lamentablemente, a las pocas semanas, me di cuenta que fui usado por

Pellegrini, y que en ningún momento sentía aprecio no solo por mí sino por el estilo de mi

juego, lo que determinó mi salida en julio de 1995. En ese momento pensé que nunca

más volvería.

¿Existía conciencia en el plantel de 1995 que la Copa Interamericana obtenida el

año anterior era consecuencia del esfuerzo desempeñado por ustedes en 1993?.

Lo pregunto porque Manuel Pellegrini argumenta a la hora de partir en 1996 que

su periodo había arrojado un título internacional, una Copa Chile y dos liguillas.

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Las copas internacionales hay que ganarlas, aunque se jueguen con rivales inferiores. Yo

miré ese partido desde México por televisión, en una noche inolvidable, y me alegré

mucho por ese título porque sabía que ese equipo ganó gracias al esfuerzo hecho por los

jugadores en 1993. Tampoco hay que dejar de tener en cuenta que la UC jugó esa copa

por desistimiento del San Pablo, y por lo tanto no fue un trabajo tan grande, ya que sólo

se jugaron 2 partidos. Pero, para llegar a esa instancia, en el 93 otros jugadores con otro

cuerpo técnico tuvieron que superar muchos inconvenientes para permitir el título de la

Interamericana del 94.

A diferencia de Prieto, que apostaba al juego asociado haciendo énfasis en los

cambios de velocidad y el pique al vacío de los laterales, Pellegrini apostaba al

avance en bloque, con un creador muy marcado, y la triangulación en búsqueda

del espacio en el área. La prensa de la época jamás descubre la diferencia y te

acusa de estar pasado en revoluciones cuando tratabas de combinar y

desmarcarte ¿Notaste un desfase con respecto a la dinámica del juego

desarrollado en 1993?

Lo que me pasaba en el 95 era que no contaba con la confianza del entrenador. Como

disponía de los últimos 20 minutos de cada partido, yo quería en ese corto lapso mostrar

todo lo que tenía para convencer al técnico que merecía estar en el equipo. A pesar de

estos feos momentos, no puedo olvidar que le marqué un gol a River Plate, con

Francescoli incluido, en el último minuto. Nos permitió vencer dos a uno. En cambio, en la

época de Nacho Prieto contaba con la confianza y apoyo del mister y todo resultaba

demasiado fácil para mí.

Fernando Carvallo solicitó tu regreso en 1996 y vuelves bajo el mando de un

técnico ofensivo con un paladar muy técnico en el dominio de balón. Al año

siguiente, el equipo fue reforzado en puestos claves ¿Qué memorias tienes de la

campaña del Apertura 1997 y tu participación en la gran final?

Gracias a Dios tuve la suerte de tener dos técnicos como el Nacho Prieto y Fernando

Carvallo. Aparte de ser de los mejores entrenadores que conocí en mi carrera, eran seres

humanos excepcionales y daba gusto matarse en la cancha por ellos. Las prácticas eran

entretenidas, y con tanto fútbol que uno no veía la hora de que llegara el momento de

entrenar con esos monstruos. Cada práctica era una enseñanza nueva. En el 97 se formó

un equipazo. Creo que de no haber sido por el problema en San Carlos en un partido con

Audax Italiano íbamos a lograr el bicampeonato, y quedaríamos en la memoria de todos

los cruzados. Fue un honor integrar ese plantel y ganarle la final a Colo Colo, lo tengo

como la alegría más grande de toda mi carrera. Los festejos de ese campeonato fueron

los más placenteros de mi vida y ese momento del gol lo más fuerte que viví dentro de

una cancha de fútbol.

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¿Tenías ganas de embarcarte en una nueva aventura en 1998 o fuiste exiliado

por la dirigencia de la época ? Hubo casos emblemáticos como el del Beto Acosta

donde él mismo reconoce que lo transfirieron cuando pensaba radicarse en Chile.

Tuve un problemita con un desubicado que se metió a la salida del camarín en un mal

partido nuestro y lamentablemente había cámaras de televisión, las cosas se hicieron

públicas y ese lamentable episodio creo que empezó a marcar el final de mi carrera como

jugador en la UC. En seguida, apareció la oferta del Salamanca de España, en primera

división en esa época, y los dirigentes queriendo evitar algún problema mayor apuraron

mi venta. Había pensado radicarme en Santiago y retirarme en la Cato, pero

lamentablemente no se pudo dar y me tocó marcharme para nunca más regresar al

equipo de mi corazón.

Vamos al alma donde crece la emoción pura ¿Qué te recordaba a la distancia tus días con

Universidad Católica y qué atesoraste en la despedida de Mario Lepe?

Siempre desee volver, con cualquier pretexto, para poder darme el gusto de entrar al

menos una vez más a mi amado San Carlos. Cuando me llegó la invitación al partido

despedida de ese gran amigo y monstruo, Mario Lepe, sentí que era un premio a tantos

deseos míos, a tantas ilusiones por sentir otra vez el inmenso cariño que los cruzados me

tienen, que es reciproco por supuesto. Cuando volví a entrar a ese bendito templo se me

aflojaron las piernas por primera vez en mi carrera y volvieron a mi mente tantos

recuerdos, tantas alegrías, tantos domingos felices. Le doy gracias a Dios por haberme

permitido vivir esa noche maravillosa y le sigo pidiendo que ojalá se repita algún día.

Finalmente, si tuvieras la oportunidad de volver al pasado ¿Qué harías distinto y

qué repetirías?

Lo único que cambiaría sería que mi último partido hubiera sido en San Carlos de

Apoquindo, y repetiría todos los gloriosos momentos vividos con la camiseta número ocho

del equipo de mi vida.

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“Si nosotros somos arrugones, nosotros que peleamos en la Sudamericana, que quedará

para el resto del fútbol chileno” declaraba cuando le enrostraron las eliminaciones

pasadas.

A los pocos días, encabezaba la reacción cruzada en el clásico universitario que significó la

clasificación a la Copa Libertadores con dos estocadas que dejaron a Miguel Pinto haciendo

sapitos sobre la línea de sentencia. La mayor prueba de su relevancia en el equipo es el 2-

1 transitorio frente a Boca en la Bombonera que, como ya sabemos, terminaría en

empate.

Pese a que Nacho Quinteros fue su relevo en varios partidos del Clausura, su participación

ante Cobreloa en Calama fue opaca debido a las exigencias del juego por la semifinal de

ida ante Boca por la Sudamericana. En la revancha, el protagonismo sería para Nacho con

dos goles muy importantes.

En la semifinal de ida, frente a una crecida Serena, retoma su rol fundamental en ataque

y se da maña para bajar a un defensa agarrándolo de la camiseta en el empate de la

franja. “Nooo, no hay que mencionar eso”. Sí, hay que decirlo, porque este mundo es de

los vivos. Distinto es cuando te cobran un penal en contra o te expulsan jugadores por

nada, eso sí es robo.

¿Qué miran los árbitros y los guardalineas?, el balón. En el Torneo Oficial del 2000, hubo

un partido entre Universidad Católica y Audax Italiano en San Carlos de Apoquindo, Wim

estaba en la banca, cáchate el sufrimiento. En una jugada de ataque para nosotros, el

guardalíneas miró el balón que volaba por el aire, dejó de observar a los jugadores y

Marcelo Zunino le puso tremendo codazo en la tarasca a nuestro Hugo Brizuela frente a la

barra. Aperrado como buen paraguayo, Brizuela se levantó, esperó a que el guardalínea

siguiera el balón que iba hacia el medio del campo, y le pegó un puñete seco a Zunino. Lo

dejó hablando ruso y chino cantonés. Son riesgos que asumen algunos jugadores.

La Serena no puede lamentarse porque empatamos por una jugada dudosa de Zenteno y

la avivada del Polo, el cagazo que les vino luego del 3-2 a favor de ellos es el síndrome

del equipo chico que no está listo para las instancias decisivas.

En la revancha de San Carlos de Apoquindo, Jorge Quinteros aprovechó un mal despeje

del improvisado central Palacios y embocó una chilenita de antología. Con ese gol, Jorge

Quinteros anotaba por tercera vez en el partido decisivo de una semifinal. Ahí estaba

presente, cuando la exhaustiva campaña de la Sudamericana estrechaba las diferencias

en la cancha con el rival.

Llegó la Final.

Pese a no convertir en ninguno de los partidos y jugar discretamente en el juego decisivo,

el Polo fue una constante preocupación para Moreyra y Waldo Ponce. Luchó cada balón y

puso todas sus energías en trabar la salida del maternal.

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En el duelo de revancha, bloqueó a Herrera para que Eduardo Rubio rematara sin arquero

y con un hombre en la línea como único obstáculo. Esa es la avivada que gana un

campeonato. Era el 2-0, pero finalmente llegaron los penales. Ya iremos a ese punto. El

día en que anotó dos al maternal en el clásico de la fase regular del Clausura estaba

físicamente muerto. ¿Cómo hizo 2 entonces? Eso se llama amor propio.

Cuando se paró frente al balón en el último penal estaba nervioso. Claro, está bien

ponerse tenso si te estás jugando un título. Lo que pasa, Conca, Arrué, Fuenzalida, Nacho

Quinteros y Polo, es que si posees la técnica necesaria y le das bien al balón significa que

te echaste al bolsillo un Nacional repleto, que tienes corazón.

El goleador del equipo fue Nacho Quinteros, el de la gambeta y los desbordes sin duda se

llamó Eduardo Rubio, tuvimos aportes generosos como Fuenzalida, Eros Pérez, las

apariciones de César Cortéz y Nicolás Núñez, la magia de Darío Conca y Francisco Arrué,

pero frente al arco hubo un goleador consagrado a la pasión del fútbol, amante de los

momentos culmines donde se requiere sangre al servicio de la gloria, su nombre es Jorge

Polo Quinteros.

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Sergio Fabián Vázquez demostró en Costa Rica que en la adversidad poseía estirpe

de corajudo y copero. Tuvo el empate en el clásico robado por Carlos Robles en

1994 y, acertase o no, dejó como enseñanza que si el cielo se cae a pedazos uno

debe ir al frente y clavarle la bandera al adversario.

Bicampeón en Copa América, invicto largo tiempo con la albiceleste, y

figura ante Australia en el Repechaje, especialmente en el juego de ida.

¿Se justifica que Basile no te ratificara como titular en USA 1994?

Ante todo muchas gracias por darme la oportunidad de volver a encontrarme con

la gente de Católica, uno de los mejores clubes donde jugué y pase lindos años de

mi vida. En el Mundial 94, no es que el Coco no me incluyo entre los titulares, sino

que a dos días del inicio del campeonato Darío Franco en un picado se me cayó

encima de la rodilla, y me produjo una gran distensión de ligamentos, lo cual no

pude recuperar hasta el último partido.

Gorosito y Acosta fueron marginados del plantel mundialista, ¿Basile

desestimó el medio chileno o la presión mediática tras el revés con

Colombia lo forzó a replantearse todo?

Creo que la decisión del Coco fue por razones futbolísticas en ese momento ya que

contaba con muchas variantes.

Sergio Fabián Vásquez, técnico. ¿Cómo reviertes el ánimo de un plantel

golpeado por la sanción a Maradona?

Es muy difícil poder revertir el ánimo de todo un plantel en competencia ante un

hecho como el que sucedió, más aún después de ver como lloraba Diego en ese

momento tan especial.

Ya en esa época, Universidad Católica era el club chileno con mayor

prestigio institucional en Argentina ¿Cuánto meditaste tu salida del medio

argentino?

Muy poco, porque realmente don Alfonso Swett me trajo una propuesta muy

tentadora, y yo tenía ganas de jugar la Copa Libertadores por primera vez.

¿En qué momento descubriste que Universidad Católica tenía el hambre,

fútbol y coraje necesario para encumbrarse en Libertadores?

Creo que cuando llegue todavía no estaba el espíritu de un equipo para salir

campeón de la copa, con el correr del tiempo ya entrenando uno empieza a

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almacenar la mística de un equipo competitivo y creo que realmente nos dimos

cuenta después de Barcelona.

¿Qué ocurrió en San Carlos ante Barcelona cuando buscábamos el tercero

y la tranquilidad previa al viaje a Guayaquil?

Ese día fue algo muy especial, me acuerdo que cuando cobran el tiro libre el

árbitro me informa que pateábamos el foul y se terminaba el partido, entonces el

encargado de ejecutar era Rodrigo Barrera y le dije que vaya a cabecear, el me

miró y no entendía nada. En ese momento decidí pegarle al arco, gracias a Dios la

pelota entró en el ángulo y eso nos dio la tranquilidad para viajar a Guayaquil.

¿Cómo se elimina al América en un Pascual Guerrero repleto y como

evalúas tu actuación en esa llave?

En ese partido pasó algo muy distinto a lo que veníamos demostrando. En los

encuentros anteriores, la defensa casi no había tenido fallas, y en los primeros

veinte minutos cometimos varias. El América estaba dos a cero arriba. Mi

actuación dejo que la evalúen ustedes, yo lo único que sé es que en esos partidos

dejé el alma por lograr el objetivo de llegar a la final.

Aunque hubo una entrega formidable de ambos equipos, ¿Cuánto te

sorprendió el despliegue de Lozano y Rincón en el primer tiempo y la

arremetida de Lunari y Lepe en el segundo?

El despliegue de ambos jugadores no me sorprendió, ya los conocía. Y con

respecto a Lunari y Lepe fue muy buena ya que estaban pasando por un buen

momento.

Tuviste diferencias con el extraordinario goleador Almada, ¿Se superan

con la cercanía o un plantel es amplio para que cada uno siga por su

cuenta?

Diferencias tuvimos pero no graves, en el momento de entrar a la cancha ambos

defendíamos a muerte los colores del club y si cualquiera de los dos hacia un gol

uno iba y abrazaba al otro.

Considerando que los cupos para las competencias internacionales se

luchan a muerte y han desparecido las copas intercontinentales, ¿Sientes

que el logro de la Interamericana 94´ se ha revalorizado en el tiempo?

¿Cómo recuerdas tu gol en San José de Costa Rica ante Saprissa y la final

en San Carlos de Apoquindo?

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El logro de la copa fue algo que va a quedar siempre en mi memoria ya que fue el

primer campeonato internacional a nivel clubes que ganaba. Del gol puedo decir

con el tiempo que fue muy importante porque nos dio la posibilidad de obtener el

alargue en San Carlos de Apoquindo. Y del partido final, nunca me voy a olvidar

que los últimos diez minutos decidí ir a jugar de número nueve en contra de las

decisiones del técnico. Gracias a Dios, tuve la suerte de bajar la pelota con el

pecho en el tercer gol que nos dio la posibilidad de ir al alargue, y luego poder

levantar la copa con dos golazos del Chamuca, un gran amigo, y de Miguelito

Ardiman, uno de los mejores zagueros junto con el Negro López con los cuales

jugué. Si no me hubiese salido la jugada del tercer gol por ahí recibía un gran reto

del técnico.

Para un jugador con tus logros, ¿Cómo recuerdas la obtención de la Copa

Chile 1995 y las Liguillas 1994 y 1995?

El campeonato del 95 fue un logro muy lindo ya que lamentablemente el año

anterior nos habían robado el campeonato nacional. Con respecto a la liguilla del

94, fue el consuelo después de la amargura del campeonato. Me dio la posibilidad

en la Copa Libertadores del año 95 de convertir uno de los mejores goles de mi

carrera como futbolista a Rene Higuita, desde la mitad de la cancha. Y en el 95

también fue importante ya que fue mi último gran logro en el club.

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Universidad Católica enfrentó en 1994 a Universidad de Chile con 9

jugadores tras las expulsiones de Parraguez y Acosta. Anotaste el gol del

triunfo en una batalla inolvidable ¿Fue el mejor de tu carrera en Chile?

En mi carrera en Chile fue el gol más importante y más trascendental que

convertí, ya que estábamos con nueve hombres y lo único que hacíamos era

defender. En el momento que decidí ir a buscar el cabezazo, solo, estaba con

mucha confianza, y gracias a Dios tuve la suerte de que el que ejecutó el tiro libre

fue el Pipo. Cuando la pelota venía en el aire ya sabía que iba a ganar en lo alto,

pero nunca pensé que la pelota iba a entrar en el ángulo. Ese día, fue el más

hermoso que me tocó vivir a mí y a la gente en un gran clásico, que para mí va a

quedar en el recuerdo por siempre.

¿En qué te ha inspirado Raimundo Tupper?

Cuando tengo la suerte de hablar del Mumo lo único que hago es hablar de la gran

persona que me tocó conocer. El para mí era un ejemplo, ya que muy pocos

sabían de los logros que él llego a concretar. En el tiempo, tengo recuerdos muy

felices junto al gran jugador y a la gran persona con la cual me tocó compartir, no

solamente un vestuario, sino también una de las charlas más emocionantes que

tuve en mi vida. Siempre dije que el Mumo era un ángel y como tal hoy nos saluda

y nos cuida desde el cielo. En algún momento nos volveremos a encontrar allá

arriba a jugar algún picadito.

¿Cuál sería la defensa ideal en Católica basándote en los compañeros que

tuviste?

Pato Toledo, Moto Romero, Sergio Vázquez, Negro López, Miguel Ardiman y el

Mumo Tupper. Ya sé que sobra uno, pero ninguno de estos puede faltar.

Entre Ignacio Prieto y Manuel Pellegrini, ¿Quién te identificó más y

mantuvo involucrado en su proyecto?

El que más me identificó con su proyecto fue Ignacio Prieto, ya que él tenía muy

en claro sus conceptos y era una persona a la cual le gustaba que el equipo fuera

siempre al frente.

Si un baluarte pasa por un bajón ¿Cuánta responsabilidad hay en la

condición motivadora de un técnico?

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Hay mucha responsabilidad ya que el técnico tiene que estar al tanto de los

problemas de cada jugador.

La hinchada te quiere y recuerda como Charly Vásquez, apodo de genio

para un líbero de jerarquía, enorme temperamento y goles

trascendentales. Nos gustaría que le enviaras un mensaje al pueblo de la

franja que sigue fielmente la Columna de Razta.

La verdad quiero agradecer todo el afecto que me brindaron durante cuatro años

hermosos, tanto en los buenos como en los malos momentos. Quiero que sepan

que siempre los tuve muy presente en mi corazón y en mi pensamiento. En algún

momento sé que nos volveremos a encontrar y ese día va a ser muy feliz para mí,

un abrazo grande y mucho cariño para todo el pueblo cruzado.

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En plena celebración de Fiestas Patrias, septiembre de 1991, un joven de cabello

corto y rubio saltaba a la cancha. Jugaba Universidad Católica con Independiente

de Avellaneda. Ganamos 3-2. Rozental tenía 15 años y estuvo a punto de hacerse

presente con una jugada de lujo.

En 1993 saltó a la fama como capitán y figura de la Selección Sub-17 que obtuvo

el tercer puesto en el Mundial de Japón. Ya en esa época, tenía tendencia a

engordar, pero con la potencia de la juventud eso se soslaya. Rozental era alegre

y espontáneo como cualquier muchacho. En noviembre de 1994, tras fugaces

apariciones en el primer equipo, jugó en los minutos finales del partido de

revancha contra Saprissa de Costa Rica y ganó la Copa Interamericana.

En 1995, el lado charcha de la fuerza lo tentó por primera vez. El presidente

zorrense, Dragonicevic, solicitó a los dirigentes cruzados el préstamo del delantero

“para que se fogueara”. La misma táctica utilizada con Luis Pérez cuatro años

antes, tapa. Ese año el Seba celebró la Copa Chile. Al año siguiente, bajo el

mando de Fernando Carvallo, alcanzó el nivel superlativo que lo convertiría en

figura indiscutida de la temporada.

Desplazaba a los defensas con los brazos, al estilo del Beto, la pisaba, enganchaba

a un lado y salía por el otro, la pisaba hacía atrás y jugaba con el taco, acertaba

tiros libres, y era dueño de un temperamento extraordinario. Corría cada balón y

jamás saltó ante la pierna fuerte. En un partido horrible de la defensa contra el

Colo Colo, Rozental humilló al arquero Marcelo Ramírez moviéndolo de lado a lado

en cada uno de sus 3 goles.

Cuando se despidió de la hinchada, lo hizo a lo grande: Clasificación a la Copa

Libertadores 1997 frente a Cobreloa. San Carlos aplaudía a un grande, que había

desplazado a Marcelo Salas como el futbolista joven de mayor proyección en el

fútbol chileno. En ese entonces, el asunto era así: Salas laucheaba frente al arco y

el Seba era autor y ejecutor de sus anotaciones.

Trece minutos marcaron su debut con la camiseta del gigante escocés Glasgow

Rangers. A la semana siguiente, inició desde el primer minuto. Se lesionó apenas

comenzado el encuentro, anotó un golazo formidable y aguantó hasta el

entretiempo. Los exámenes revelaron que se había destrozado los ligamentos.

Rozental, el muchacho de clase alta que identificaba al pueblo con su coraje y

desenfado en el área, desaparecía para siempre. La recuperación fue muy difícil.

Don Lázaro asesoró a su hijo tanto como puedo. Cometieron un gravísimo error:

En lugar de que el ligamento se regenerara por sí solo, deciden acelerar el proceso

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injertando ligamento de un muertito. Cuento corto: Rozental dormía y la pierna se

movía sola camino al cementerio.

Sufrió muchísimo con la recuperación. “Si mi rodilla no tuviera vuelta, no vendría

a güeviar todos los días a los entrenamientos”, declaraba molesto. Universidad

Católica le ofreció una camiseta para que volviera a las canchas. En el momento

más difícil de su carrera, el mejor jugador de la temporada 1996 regresaba a su

casa. Volvió en Rancagua. Ganamos y mostró una escueta dosis de su repertorio

conocido. Se puso en forma. En esa misma temporada fue protagonista de un

triunfo por 2-0 en Calama y varias batallas a nuestro favor frente a Colo Colo. Tras

un recordado 2-0 frente a ellos, con goles de Brizuela y Osorio, el Seba desató la

ira de los rivales declarando: “Les dimos un baile”. La Nación tituló en primera

plana: “UC humilló a Colo Colo”.

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El Rozental de 1999 era más estático y jamás trababa un balón. Le atemorizaba

lesionarse de nuevo. Aún conservaba la definición en el área y la certeza de su tiro

libre. El equipo poseía buenos jugadores. Osorio aportaba ritmo, Brizuela la

definición y Miguel Ramírez junto a Jorge Vargas seguridad en la defensa. ¿Qué

faltó en esos años? Un arquero que peleara el puesto, un volante de marca y

creación, y un delantero en punta que dominara ambos costados. En cuanto a

juego colectivo, ese equipo necesitaba mayor dinámica.

Al final del ciclo de Fernando Carvallo, Rozental decidió marcharse. Tenía contrato

vigente pero rescindió. ¿No quería hacer la cama al holandés? Eso habría sido

respetable. Quizás influyó la salida del técnico que más lo había apoyado. Además,

su vínculo con la franja expiraba a mediados del 2000 y quería reincorporarse al

equipo escocés cuanto antes. Los escoceses habían comprado a un joven veloz y

certero de 20 años, y se encontraron con un jugador más grueso y con menor

movilidad de 24. Marchó a Argentina y su paso por Independiente fue para el

olvido. Con el Rojo visitó San Carlos por la Copa Mercosur, empate 3-3 con tres

anotaciones de Diego Forlán para ellos. Rozental jugó picado y lucía molesto. Era

la señal de lo que vendría más tarde.

A fines del 2000, se rumoreaba que Seba retornaba a Chile. Su destino era el

zorrense. Nadie daba crédito a esa información, pese a que Rozental había

reconocido su identificación en la infancia con ellos. El día en que fue presentado,

declaró que siempre fue hincha de Colo Colo, y allí se pudrió todo. Tristes se veían

las camisetas con el número 22 en los armarios de los hinchas que aún lo

admiraban por su campaña en 1996. Los colores del club abandonaron los

recuerdos de Rozental. El Seba había cedido al lado charcha de la fuerza por 30

millones mensuales que jamás cobraría. ¿Profesionalismo? Ya hablaremos de los 3

millones de dólares que se embolsó gracias al CDUC.

“No veo a Católica en la disputa por el título” dijo en ese mismo 2001. “Quiero

golearlos”, declaró en otra oportunidad. En un amistoso de Católica frente a Colo

Colo en Calera, el Seba convirtió mediante tiro penal, pateó furioso el balón al

arco y reputeó a la hinchada que se hallaba detrás del arco, cortando un vínculo

que otrora había sido sagrado. Si los dirigentes no cantaban tras el alambrado,

¿Qué hicieron los hinchas?. Esos que había insultado eran los más fieles del país.

Aquellos que llevan en su corazón al Mumo, sin que importen los años.

En Colo Colo le cortaron el agua mientras se duchaba. Hambriento, debió

acercarse a los corrales y comerse el alimento destinado a los cerdos. De hijo del

hacendado pasó a empleado en un establo repleto de mierda. Las minitas que

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antes colmaban su vehículo a la bajada de San Carlos, ahora en el entrenamiento

eran menos potables, había un heladero con el escape de gases suelto, un

pendejo de mocos interminables y un vicioso con cara de hiena caliente que

además era carterista. En el casino atendía un guarén gigante con delantal. En

realidad ese era el único que trabajaba ahí, el más decente. Para colmo le decían

Rucio. Cuando vio a Braulio Leal por primera vez trató de matarlo con un

matamoscas. Espina le hizo perder tardes enteras mientras recordaba sus partidos

en Platense. Y Rozental era de la realeza, la Princesa Carolina de Mónaco lo

invitaba a carretear con el Chamuca Barrera. David Beckham le pedía consejos

para que lo pescaran las mujeres, y ahora nada. Solitario, marchó a Suiza en

busca de mejor fortuna.

En el segundo semestre del 2003, Sebastián Rozental era presentado como la

gran contratación para el Clausura, junto a un muchacho de proyección, Huevito

Valencia. ¿De cuál estaban fumando muchachos?. De cagados no traemos a Don

Chuma y Garganta de Lata. La hinchada se dividió. Estaban quienes pifiaban en

cada intervención del delantero, los que callaban por respeto a su pasado y

finalmente los que se hacían los güeones porque les habían ordenado que cerraran

la boca. ¿Estamos?, ya, déjala ahí no más. También existía el ánimo de ignorarlo

para que el resto del plantel no separara aguas con la hinchada, como finalmente

pasó.

Cuando anunciaron la llegada de Arturo Salah a principios del 2004, había dos

jugadores que se abrazaban felices, Miguel Ramírez y Sebastián Rozental. El

primero lo tuvo de técnico en Colo Colo y lo consideraba su “padre futbolístico”, y

Seba aprobaba la llegada del emblemático establishment del fútbol. ¿Les

importaba que Salah fuera nulo en el terreno internacional? No.

En el 2004 jugó en el panadero y dio la hora. Hizo par de jugaditas, un taco,

pasecito o toquecito, poco y nada. Tocaba Sierra, Ríos, Sierra de nuevo, Rozental,

Sierra, Buljubasich y todo de nuevo. Sierra con Ríos, Ríos con Rozental, Rozental

con Sierra y Sierra con Buljubasich. Y así se quedaban dormidos. El Tati no hallaba

la hora de irse. Carvallo les pedía que se pararan más arriba y el Coto Ribera se

subía a uno de los arcos.

A comienzos del 2005, con Bob Marley nuevamente auspiciando al encargado de

las contrataciones, volvió Sebastián Rozental, pero ahora era un refuerzo más. Se

podía pifiar tranquilo. Y justo ahora todos se acordaban de las declaraciones

hechas el 2001. La tocaba y silbaba hasta el vendedor de maní. Fallaba un pase y

el viejo que grita “cafecito” lo tapaba a puteadas. Era un muerto viviente que

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usaba el nombre y prestigio de un jugador que 9 años antes llenaba San Carlos,

heredando los aplausos que antes estallaran en la galería para Alberto Acosta,

Sergio Vásquez y Néstor Gorosito.

En la despedida de Mario Lepe, el rechazo del público al delantero fue absoluto. En

esos días, personeros de la Comisión Fútbol descartaron la presencia de Rozental

para la siguiente temporada. Al menos era un secreto a voces. Relegado de los

convocados, el Seba incluso jugó amistosos con la Sub- 23 en Estados Unidos. .

¿Un final feliz? Aquí va la versión compacta: El Rozental que fue a Escocia a fines

de 1999 se quedó sin club y absolutamente desconcertado. Se negó a jugar en

Colo Colo y Universidad de Chile porque había agarrado el 50% de la venta a

Escocia, 3 millones de dólares, y decidió retirarse prematuramente, como Marco

Van Basten. Actualmente teje alpargatas a los turistas en Nueva Zelanda. Es un

granjero gordo y muy querido en la zona. Uno que jamás se pondría a cantar en

una disco junto a barristas madres para que aprobaran su fichaje y se uniera a

Salas.

Porque entiéndelo bien: El zombie que besaba el trapo de las zorras no era el gran

Sebastián Rozental si no un impostor que nunca estuvo a la altura de nuestro

querido amigo. Cuando se levantaba la camiseta de Colo Colo se veían costuras en

su vientre. Lo habían armado con cadáveres de otros amargos. El Seba nunca

habría alegado en un programa de televisión que Universidad Católica jamás

trataba bien a sus ídolos, desconociendo que fue él mismo quien atacó primero.

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En la temporada 2002, los clásicos universitarios estaban marcados por la

superioridad cruzada. En la semifinal de ida del Apertura, Miguel Ramírez había

anotado para la franja a los 13´ de penal. Después ellos reaccionaron. Rueda a los

30´ y 50´ y Cabrol a los 58´ dejaron el marcador 3-1 en contra. Avasallando a su

rival con la fuerza del corazón, Universidad Católica asestó dos golpes letales.

Gabrich a los 76´ y Ormazábal a los 87´ dejaron a Universidad de Chile en las

cuerdas y con cuenta de protección. Fue un 3-3 de infarto.

En la revancha, Jorge Campos les dio otra pasada a los 6´. Aunque el empate

parcial de Heidi González revivía fugazmente al chuncho, el propio paraguayo

mundialista de Corea y Japón puso al rival bajo tierra a los 87´. Ocurrió justo

después de una jugada donde el maternal Mauricio Pinilla arrugó frente a Johnny

Walker. La humillación al chuncho aún continuaría.

Al primer clásico universitario del Clausura 2002 asistieron 20.000 espectadores.

Durante toda la semana los adversarios juraban venganza. Tal disposición se

tradujo en el tempranero gol de Pedro González a los 14´. La franja puso lo suyo

e igualó a los 36´ a través del Pato Ormazábal.

En el primer tiempo, Católica tuvo dificultades en la creación del juego. Campos y

Mirosevic eran marcados al límite y controlados por los volantes de contención

rivales. Iván Gabrich y Arturo Norambuena recibían escasos balones con ventaja.

En la segunda etapa, recurriendo más a su coraje, la franja igualó las acciones y

apostaba al triunfo. Era in partido muy caliente. Iván Gabrich forcejeaba con Pedro

Reyes y Rafael Olarra. Arturo Norambuena recibía faltas de Waldo Ponce,

Castañeda y Reyes ante vista y paciencia del saquero Chandía. Pollo Arancibia

reventaba al maternal Martínez.

A los 25´ del segundo tiempo, Cristián Álvarez derribó a Pinilla en el área y el

delantero lesionó a Johnny Walker con su caída. Tras largos minutos tratando de

reanimarle, el arquero salió de la cancha contundido. Católica había agotado los

tres cambios con los ingresos de Carlos Verdugo, Albert Acevedo y el mencionado

Eduardo Pollo Arancibia por Miguel Ponce, Pato Ormazábal y Jorge Campos.

Quedaba con diez jugadores, sin arquero y un penal sancionado en contra.

Olmos dudó en la elección del improvisado portero. Era Miguel Ramírez o Cristián

Álvarez.

- Déjame a mí, Miguel - Rogó Álvarez.

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- No gueón, tú estai más entero para aguantar los últimos minutos - Contestó

tajante Ramirez.

Pero el lateral y stopper en ese partido, Olmos comienzó el clásico con línea de

cuatro y cambió a tres defensas, corrió hasta el portero suplente Branco Matijevic

para apoderarse de sus guantes y camiseta. Su extraordinaria actuación en el

partido le motivaba pese a las dudas reinantes. Olarra le gritó muerto de la risa:

“¿Qué estás haciendo?, la vas a cagar”. Chandía y Pollo Arancibia, desde afuera de

la cancha, sugierieron que se arrojara a la izquierda.

A Álvarez le molestaban los guantes. Saltó en la línea de sentencia. La barra rival

cantaba victoriosa y los cruzados alientaron al corajudo curicano. El ejecutante del

chuncho sufría. Pedro Heidi González sudaba a mares porque pensó en qué le

dirán si desperdicia su remate. Era imperdonable que desviara su remate ante un

arquero aficionado y bajo de estatura. Temblaba. De nada servía que fuera uno de

los máximos goleadores en la historia del fútbol chileno. Sentía parado frente al

balón que cada cruzado a lo largo del país aumentaba su energía a un nivel

desconocido. Su pera se balanceaba de oreja a oreja como un mono entre las

lianas.

La Esclava Isaura lloró menos en 100 capítulos que Pedro González esa noche

después del partido. El final de Titanic con Di Caprio congelado hasta el orto fue

para cagarse de la risa comparado con Heidi González. La muerte de la viejita de

Bambi y Mufasa en el Rey León era un chiste al lado de ese funeral. Si le pasabas

16 temporadas de Los Simpson y lo mejor de Cantinflas, más 300 jarras de

cerveza, no le arrancabas ni una baba a Pedro González. Y hasta antes de ese

penal le decían “hola” y estaba revolcándose en el piso.

Cristián Álvarez se agigantó. Fue hacia la izquierda y atajó a media altura. Saltó

de la emoción y celebró como si hubiera anotado el gol del triunfo. Sabía que

nuevamente haía entrado en la historia, como en 2000 con su bronce en Sydney y

en 2002 con el título del Apertura. Era el primer jugador de campo en la historia

que atajaba un penal en un clásico. El único precedente conocido fue en 1957, un

lanzamiento de Ramón Climent de Rangers atajado por Mario Torres, zaguero de

Audax. Además resistió los 20 minutos restantes sin grandes zozobras. Pedro

González se hundió y falló pases sencillos. El fracaso incendiaba las venas del

maternal y su torrente descolorido. Como anécdota, el héroe de la jornada olvidó

los guantes de reserva que Johnny Walker guardaba bajo los 3 palos.

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Fue tan profundo el impacto en el plantel adversario que la Franja nuevamente

roncaría en semifinales de ese torneo. empatando 0-0 e imponiéndose 1-0 en la

revancha con autogol de Pedro Reyes. Cada vez que presionamos esa temporada

ellos se derrumbaron.

Fue un 12 de octubre del 2002. Universidad Católica, tal como en el remate desde

los 12 pasos de Fouilloux en la definición del Campeonato Nacional 1961 y el

lanzamiento convertido por Jorge Quinteros en el título del Clausura 2005, produjo

estragos en el clásico universitario, con su descarga implacable de temperamento,

esta vez en las manos de un lateral, stopper y arquero por escasos minutos, el

curicano Cristián Álvarez.

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SARGENTO PELLICER: ¡Teniente Achondo!, ¡Las provisiones se agotan, señor!,

¡Perdemos a nuestros hombres y las armas son escasas! ¡¿Qué hacemos?!

TENIENTE ACHONDO: ¡Cálmese carajo! ¡Tenga paciencia!

SARGENTO PELLICER: ¡Paciencia! Hemos perdido 2 batallas seguidas y en nuestro

territorio teniente hijo de puta. Esos hombres poseen familias y cada día los veo

desmoronarse en el campo de batalla por culpa de un montón de estúpidos

burócratas incapaces de abrocharse los zapatos y conseguirles refuerzos. Mueva el

culo o salga a usted a pelear por ellos, hijo de puta.

TENIENTE ACHONDO: ¡No sea tan hijo de puta Sargento! ¡Improvise!, cambie a 3-

5-2, ponga a Mauricio Isla de libero, a Fuenzalida por derecha y a Arrué por el

medio...Intente con Fabbro en punta, hasta que llegue un delantero, y prescinda

de Rubio o Núñez ¡Piense hijo de puta!

SARGENTO PELLICER: ¡Fabbro! ¿Cree que es justo darle tantas responsabilidades

a un soldado que recién se integra al batallón?. Es más hijo de puta de lo que

pensé, teniente. Le aseguro que usted no sobrevivirá esta batalla, señor... Si gana

una fortuna con su rango, justifíquelo mientras viva.

SOLDADO ORMEÑO: ¡Sargento!

SARGENTO PELLICER: ¡Diga soldado!

SOLDADO ORMEÑO: ¡Perdimos a los soldados Conca e Ignacio Quinteros! ¡Además

Polo Quinteros se fue a Argentina, señor!.

SARGENTO PELLICER: ¿Aún estaban entre nosotros Conca y el Nacho? ¿El Polo se

fue a Argentina? Esa sí es una pérdida. Cualquiera diría “que hijo de puta”, pero lo

entendemos. De pronto, recuerdo cuando Alberto Acosta renuncio en 1995 a la

oferta de 3 millones de dólares que le hizo el club de sus amores, River Plate. Lo

hizo por fidelidad a la hinchada tras la partida del Mumo.

TENIENTE ANDY: Sargento Pellicer, lamento informarle que fracasé en la

contratación de Leandro Martínez.

SARGENTO PELLICER: Leandro Benítez, teniente. El otro canta en “Rojo”. Pero ya

no es necesario, Fabbro lleva entrenando una semana. ¡Ahora necesitamos un

centrodelantero!.

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TENIENTE ANDY: Me ofrecieron un brasileño de larga trayectoria, Pelé.

Personalmente prefiero a Henry, pero parece un poco caro. ¿No le gusta Ever

Cantero?.

SARGENTO PELLICER: Ya estuvo. Enchúfese Teniente, es más inútil que el Jefe

Gorgori. De paso le aviso que DiCaprio se congela en “Titanic” y Bruce Willis cagó

al principio de “Sexto Sentido”.

TENIENTE ANDY: ¡Solo falta que descubran el genoma humano! Iré a buscar

refuerzos a Google.com.

SARGENTO PELLICER: ¡Estos oficiales son todos unos hijos de puta!

SOLDADO ORMEÑO: ¡Teniente! ¿Dónde se han ido los altos mandos? ¿Perdemos 2

batallas y se arrancan como cobardes?. En fin... ¡Sargento Pellicer! ¡Llamado del

General O ´Ryan, señor!

SARGENTO PELLICER: ¿General? Cambio.

GENERAL O´RYAN: ¿Cambia de trabajo? Entonces puedo traer a Juvenal.

SARGENTO PELLICER: No, General, soy el Sargento Pellicer ¿Tiene novedades con

los refuerzos?, cambio.

GENERAL O ´RYAN: ¿Cambia de esquema? Ya era hora. Sobre los refuerzos, se

acercan Bracamonte, Colautti o Barijo, Sargento, cambio.

SARGENTO PELLICER: Ya era hora, si no nos reforzamos al menos busquemos

reemplazantes. ¿O acaso tiramos este año a la basura?. Cuando se defienden los

colores de la franja hay que ir a la batalla dispuesto a arrancarle la garganta al

enemigo y llenarse de gloria, cambio.

SOLDADO ORMEÑO: ¡Sargento Pellicer! ¡El teniente Andy disparó accidentalmente

al Teniente Achondo y perdimos a otro hombre!.

SARGENTO PELLICER: ¡A eso me refiero!. En el fútbol y en la guerra cada error se

paga. Perdimos goles ante O´ Higgins, suspendimos un partido contra la u de

Conce cuando había que masacrarles, cambio.

GENERAL O´RYAN: No sea tan duro, sargento. Colaboramos lo mejor posible.

Ocurrieron sucesos inesperados como el retiro del soldado Quinteros.

SARGENTO PELLICER: ¡Es Universidad Católica, General!, pasión del pueblo y a

ellos rendimos cuentas.

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El 15 de Marzo de 1987, como preeliminar del partido en que goleamos a Deportes

Iquique por Copa Polla Gol, se jugó la final del Torneo Juvenil de 1986 entre

Universidad Católica y Valdivia. La franja juvenil había obtenido el campeonato de

la Región Metropolitana y luego goleó por 9-1a Ovalle, campeón de la zona norte.

Por su parte, Valdivia había eliminado a La Calera. Los juveniles cruzados eran

dirigidos por Fernando Carvallo y contaban con grandes figuras que poco tiempo

después destacarían en el fútbol chileno: Lukas Tudor, Fabián Estay y nuestro

querido Raimundo Tupper. En la visita destacaba Pedro Heidi González. Mumo

Tupper ya se acostumbraba a gritar campeón, celebración que repetiría en el

plantel del Campeonato Nacional 1987, Copa Chile 1991 y Copa Interamericana

1994.

Universidad Católica: Labbé, Del Canto, Monardes, Romero; Silva; Hernández,

Marín (Fouilloux), Estay; Tupper (Martínez), Tudor y Olivares (Puyol).

Deportes Valdivia: Curinilla, Rojas, Aranda, Espinoza, Cárcamo, Pulido, Tobar,

Aguilar, Gajardo (Álvarez), Portales y Pedro González,

Goles: Tudor x2, Estay, Olivares y Monardes (UC); González x2 (V).