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Comentario a La balsa y la pirámide de Ernest SosaCésar Manuel López PérezAspirante a Maestría en Filosofía de la Ciencia30 de mayo 2016Asignatura: Teoría del conocimiento con Mayte Muñoz Sánchez
Introducción
En este breve opúsculo comentaremos el famoso texto de Ernest Sosa publicado
originalmente en 19801 y traducido al español para una antología de catorce artículos de su
autroría publicados entre 1981 y 1988 que salió a la luz en 19922 en una traducción (de diez de
ellos que se habían publicado anteriormente en inglés) autorizada por el autor en 19903 y
editada por el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.
La definición tripartita del conocimiento, central en epistemología y tomada como
creencia verdadera justificada (CVJ) tuvo una fuerte crítica con los contraejemplos Gettier.4
Desde entonces ha habido diversos intentos de dar respuesta a Gettier: (a) encontrar alguna
manera en que los contraejemplos fallen; (b) aceptar los contraejemplos pero ampliar a CVJ
para excluirlo de los contraaejemplos; (c) aceptarlos pero alterar CVJ.5 Una gran disputa que
ha sido fuente de muchas publicaciones es la oposición vigente a inicios de la década de los
años 80 entre fundacionismo y coherentismo; ambas posiciones se inscriben en la estrategia
1 ERNEST SOSA, “The Raft and the Pyramid: Coherence Versus Foundations in the Theory of Knowledge,” Midwest Studies in Philosophy, 1980, 5(1): 3–262 ERNEST SOSA, “La balsa y la pirámide: Coherencia versus fundamento en la Teoría del Conocimiento” en Conocimiento y virtud intelectual, UNAM-FCE, MÉXICO, 1992.3 Recordemos que Sosa es de origen cubano e hispano parlante nativo aunque reside en Estados Unidos en
donde hizo todos sus estudios profesionales.4 Gettier mostró en el artículo EDMUND L. GETTIER, “Is justified true belief knowledge?”, Analysis, 23, 121-123,
1963., que la concepción tripartita del conocimiento como CVJ es insuficiente pues hay suficientes contraejemplos de situaciones epistémicas que cumplen estos criterios y no les consideramos conocimiento.
5 La síntesis de estos tres tipos de respuestas son explorados en JONATHAN DANCY, Introducción a la epistemología contemporánea.Tecnos, Madrid, 1993.
1
(b). Lo que consideran que CVJ puede requerir para escapar de los contraejemplos Gettier es
una buena teoría de la justificación de las creencias.
Ernesto Sosa dedica el texto La Balsa y la pirámide a elucidar los supuestos y
argumentos con que el fundamentismo y coherentismo están en pugna como la doctrina que ha
de justificar correctamente las creencias en la cúspide de la epistemología contemporánea de
inicio de la década de los ochenta. El tema que atraviesa el texto es así, la justificación de las
creencias. El texto se dirige a mostrar los argumentos de cada postura como insuficientes para
los fines que ellos mismos persiguen. Ante tal problema, propone un cambio de perspectiva
que evita el tipo de nuevos problemas y callejones sin salida encontrados. Su nuevo enfoque,
brevemente colocado en el texto, coloca las preguntas de la epistemología en un nuevo lugar:
el agente que conoce y lo que podemos considerar virtudes (epistémicas) en éste. Sendas
nuevas preguntas ha desatado esta nueva perspectiva, hasta configurarse como un enfoque
programático de la epistemología contemporánea, llamado Epistemología de la virtud. Ésta es
la importancia del texto que aquí comentamos; además, ha terminado con una pugna de años y
ofrecido una nueva autoimagen a la epistemología a partir de su publicación.
Nuestro opúsculo se divide en tres grandes partes: la Introducción que estamos por
terminar; I. Desarrollo, en donde hacemos una síntesis detallada del artículo de Sosa en el
orden en que él mismo expone los argumentos y se divide en ocho secciones breves en
correspondencia con los parágrafos del texto original pero unificando los tres primeros de los
once originales en uno sólo y a partir del cuarto, utilizando los mismos subtítulos para una
ubicación precisa de cualquier parte que se desee confrontar con el orginial; II.Conclusión, en
donde ahondaremos en las consecuencias que este texto ha tenido en la autoimagen de la
epistemología contemporánea, algunas versiones y a qué autoimagen se opone, haremos
2
también algunos comentarios argumentados y puntuales acerca de la exposición de Sosa y
problematizaremos algunas cuestiones abiertas.
I. Desarrollo (síntesis de La balsa y la pirámide)
Dos supuestos, conocimiento y criterios, dos metáforas
Los supuestos sobre los que descansa la disputa entre fundacionistas y coherentistas es la
concepción tripartita del conocimiento, creencia verdadera justificada (CVJ), con un énfasis
en la justificación de las creencias, puntualizada como un tipo de justificación teórica o
epistémica.
Para el estado de la cuestión en teoría del conocimiento (antes de este artículo de Sosa)
puede partirse problemáticamente de la pregunta “¿Qué conocemos?” para después llegar a la
pregunta “¿Cómo conocemos?” o a la inversa. En el primer caso tenemos un particularismo
que examina casos particulares de conocimiento y por esta razón no es afín al escepticismo,
pues ha partido de la aceptación de casos de conocimiento. En el segundo caso tenemos el
metodismo6 que sí es afín a escepticismos y su superación; cuando no se encuentra un buen
método para calificar algo como conocimiento, se tiende a afirmar que no hay conocimiento
posible; cuando se acepta algún método se da por superado al escepticismo.
Dos métodos contemporáneos pueden ilustrarse con las metáforas de la pirámide y la
balsa. El fundacionismo apoya cualquier creencia (tomada como la punta) basándose en otras
creencias que le apoyan formando la pirámide hacia abajo hasta llegar a unas creencias base
6 Para Sosa, Hume y Descartes fueron metodistas, aunque sigue siendo una cuestión discutida en cuanto a si Descartes deliberadamente asumió el enfoque. Más relevante es el rechazo de la teoría de Descartes en sí misma por ofrecer como conocimiento básico intuiciones nada obvias que él tomaba por tales, como la existencia de Dios para derivar la noción de genio maligno como un experimento mental del que pueden inferirse conclusiones por reducción al absurdo acerca de nuestro conocimiento, es decir, por haber llegado a un dogmatismo. Hume por su parte llegó a un escepticismo.
3
que no necesitan ellas de un apoyo similar. Requisitos adicionales: la creencia en la punta es
una proposición P relativa a un sujeto S en un tiempo t. Cada creencia que apoya a P es un
nudo que S está justificado en creer o bien tiene S cree en los nudos que le apoyan a su vez;
todos los nudos debajo de otro le ofrecen sustento para que S lo crea; toda rama de la pirámide
termina. El coherentismo por su parte, es una balsa que se mantiene a flote sin creencias base,
pero gracias a la coherencia entre las creencias que como una red se apoyan entre sí.
La motivación para abandonar la pirámide en favor de la balsa es que las creencias
base nunca son lo suficientemente obvias (como a Descartes le pasó) y si lo son, muy poco
puede derivarse de ellas, o dicho metafóricamente, muy poca altura logran alcanzar nuestras
pirámides. Esta pirámide representa un fundacionismo radical con una “debilidad fatal” que la
hace incompatible con el cuerpo de conocimientos que damos por ganado. En el lugar de este
fundacionismo radical se ha erguido un fundacionismo más moderado y un rechazo a toda
forma de fundacionismo enarbolado por el coherentismo. Sosa reúne este rechazo de manera
global concentrando los argumentos que el coherentismo hace al fundacionismo, como
veremos en la siguiente sección. En ello encuentra consecuencias desastrosas para ambas
posturas, lo que nos lleva a pensar que hay algo más detrás de la oposición entre balsas y
pirámides. Posteriormente, Sosa nos muestra la disputa que han tenido que enfrentar los
fundacionistas ante la amenaza de un regreso infinito en la construcción de una pirámide que
jamás encuentra base sólida.
La crítica coherentista al fundacionismo
Los argumentos coherentistas contra el fundacionismo se basan en un dilema expresado en el inciso c. cuyos cuernos están explícitos en los incisos a. y b.
4
“a. (i) Si un estado mental incorpora una actitud proposicional7, entonces no nos da un contacto directo con la realidad [...].(ii) Si un estado mental no nos da un contacto directo con la realidad, entonces no nos proporciona garantía alguna contra el error.(iii) Si un estado mental no nos proporciona garantía alguna contra el error, entonces no puede servir de fundamento para el conocimiento.”8
(iv) Se concluye implícitamente: Si un estado mental incorpora una actitud proposicional, no puede servir de fundamento para el conocimiento.
“b. (i) Si un estado mental no incorpora una actitud proposicional, entonces [...] [tal estado no puede proporcionar apoyo lógico para ninguna hipótesis.]..................……………………………………………………………………………………………..........
(ii) Si un estado mental no tiene contenido proposicional y no puede proporcionar apoyo lógico para ninguna hipótesis, entonces no puede servir como fundamento para el conocimiento.(iii) Por lo tanto, si un estado mental no incorpora una actitud proposicional, no puede servir como fundamento para el conocimiento.
c. Todo estado mental o incorpora o no incorpora una actitud proposicional.d. Por lo tanto, ningún estado mental puede servir como fundamento para el
conocimiento. (de a (iv), b(iii) y c.”9
Esta crítica es discutida por Sosa presentando contraejemplos a algunas de las premisas
de la crítica coherentista. Contra la verdad de que sólo actitudes proposicionales pueden
apoyar a otras en b(i): hay prácticas justificadas por sus consecuencias. Contra a (iii): hay
estados mentales no proposicionales que aunque no son ni verdaderos ni infalibles, sí son
fundamento para el conocimiento; un estado mental aún proposicional no tendría por qué ser
infalible ni verdadero para seguir siendo fundamento de conocimiento.10
¿Cómo llegó el antifundacionista a estos errores? Sosa adjudica los errores a la
presuposición del modelo intelectualista de justificación en el coherentista que ha atacado al
7 Recordemos que una actitud proposicional es un estado mental con una proposición como objeto. Por ejemplo: creer algo, desear algo, saber algo, etc.
8 E. Sosa, La balsa y la pirámide..., p. 219 9 Ibidem, p.22010 El argumento de Sosa es una analogía con un caso en ética: si el médico que atendió a la madre de Hitler
hubiera matado al niño, su acto habría sido nulamente moral, pero considerando los resultados históricos del genocidio evitado, ¿no estaría justificada tal conducta por parte del médico? Análogamente, en epistemologíapuede haber creencias nulamente verdaderas y nulamente infalibles pero aún así, estar justificadas. La analogía refuerza el argumento en contra de b(i) en tanto atiende una deliberación acerca de la justificación apelando a las consecuencias.
5
fundacionismo. Tal modelo basa la justificación de una creencia en inferencias lógicas; es
decir, la creencia en algo B(Q)11 está justificada en B(P) y en B(Si P, entonces Q), pero a su
vez
esta justificación es parasitaria de que Q se infiera lógicamente de P y B(Si P, entonces Q). A
partir de este diagnóstico, Sosa da cuatro contraargumentos ante el argumento letal contra el
antifundacionismo. (a) El coherentista sostiene que una creencia se justifica por su pertenencia
a un conjunto coherente y comprehensivo de creencias, pero el modelo intelectualista que
presupone no se sigue de este principio. Si se siguiera, permitiría resultados triviales. El
modelo intelectualista fulmina al fundacionismo pero también al coherentismo y a los dos
siguientes casos. (b) la empresa misma de una epistemología que justifique las creencias deja
de ser posible pues si sólo actitudes proposicionales justifican a actitudes proposicionales, se
abre un regreso al infinito. (c) una ética normativa deja de ser posible, pues para justificar
cualquier acción se requiere considerar las intenciones y ya que sólo actitudes proposicionales
justifican a actitudes proposicionales, no hay manera de incluir en la justificación a las
intenciones.
El argumento del regreso
Dando la palabra a algún fundacionismo no radical que defienda a la pirámide como modelo
de justificación de las creencias, encontramos que la justificación de una creencia está en otras
creencias fundantes que a su vez se justifican en otras, construyendo la pirámide
sucesivamente hasta basarse en creencias que no están a su vez fundadas inferencialmente en
otras creencias. Con esto se detiene lo que podría ser un regreso infinito como al que el
11 Tomando “B(x)” como que un sujeto S cree x en un tiempo t.
6
modelo intelectualista conduce. Sin embargo, el fundacionismo epistémico, postura que
defiende que no hay regreso infinito, lo hace porque en principio no le conviene que lo haya y
vale la pena dar una mejor respuesta a por qué efectivamente no hay regreso infinito o
terminar por aceptar que sí lo hay. Sosa revisa las cinco objeciones más representativas ante
un regreso infinito y que conducen al fundacionista epistémico a sostener que el regreso es
terminal. El autor da respuesta a las objeciones hasta mostrar que no hay buenas razones para
descartar un regreso infinito y que el fundacionismo epistémico está en problemas.
Objeción (i): Ningún humano puede pensar un infinito de creencias. Respuesta: La
pregunta no es si de hecho alguien alberga un infinito, sino si alguna mente podría hacerlo.
Obejción (ii): Si el regreso fuera infinito no podría terminar. Respuesta: Petición de principio,
pues la objeción antepone su objetivo y lo usa como justificación; el tiempo como limitante
para desplegar una pirámide infinita presupone una adquisición seriada de creencias pero nada
impide que la pirámide infinita se adquiriera de un sólo golpe. Los límites humanos no
descartan una posibilidad para la justificación de creencias en principio. Objeción (iii): Un
regreso infinito de creencias en un sujeto S implicaría una proposición R cuyo contenido
relacionara a todas las creencias que forman parte de la justificación de la creencia inicial,
siendo R por ello, una proposición infinita; pero ningún humano puede creer una proposición
infinita, por tanto no hay regreso infinito. Respuesta: no hay razones para suponer que una
proposición individual R deba creerse si se cree un regreso infinito. Objeción (iv): un regreso
justificatorio de creencias infinito puede justificar demasiadas cosas, incluyendo cosas en las
que no creemos, como una secuencia de cuantificaciones numéricas ascendente sobre números
perfectos para los cuales requeriríamos una fórmula para saber si existen; aún sin tener dicha
fórmula, cada creencia se justifica por que hay otra que la incluye y tiene mayor extensión.
7
Respuesta: Debe distinguirse entre regresos reales y potenciales; se apela a un regreso
potencial: una secuencia de creencias en donde cada creencia está incluida por extensión en la
siguiente creencia (y eso haría que cada creencia estuviera justificada en su sucesora), pero de
hecho ninguna de ellas está justificada, por lo que no se justifican demasiadas creencias en un
regreso infinito, como para negar que los hay. Objeción (v): No hay distinción entre regresos
infinitos potenciales y reales. O todos los regresos infinitos pueden justificar creencias o
ninguno. Ya que hemos visto regresos infinitos potenciales que no lo logran, concluimos que
ningún regreso al infinito puede justificar creencias. Respuesta: Sí hay diferencia entre
regresos infinitos potenciales y reales: en los primeros cada sucesor justificaría a la creencia
anterior pero de hecho no lo hace; en los segundos partimos de creencias efectivamente
justificadas (como lo sería una secuencia infinita de “Hay al menos un número par”, “Hay al
menos dos números pares”, etc.). El hecho de que los regresos infinitos potenciales no
justifiquen creencias no elimina la posibilidad de los regresos infinitos reales.
La relación de justificación y la estrategia fundacionista
En suma, las objeciones del fundacionismo a la posibilidad de un regreso infinito no es
resuelta, porque afirmar que necesitamos regresos terminales no es afirmar que no hay
regresos infinitos. Ante esto, el fundacionismo tiene dos opciones estratégicas: 1) modificar su
noción de justificación hacia una más compleja que logre mostrar que los regresos infinitos no
son posibles (cosa bastante difícil). 2) Encontrar la manera de que los inevitables regresos
infinitos afecten la justificación de creencias (propuesta que se desarrolla a continuación).
8
Dos niveles de fundacionismo
Distinguir entre fundacionismo formal y sustantivo da una nueva perspectiva ante los
problemas que motivaron el abandono del fundacionismo epistémico de muchos
epistemólogos. “El fundacionismo formal con respecto a una propiedad normativa o
evaluativa φ, es la tesis de que las condiciones (reales y posibles) en las cuales φ se aplicaría
pueden ser en general especificadas, quizá recursivamente.”12 El hedonismo ingenuo y el
fundacionismo clásico que vimos al inicio son casos de fundacionismo formal. Ya hemos visto
por qué se ha rechazado el fundacionismo clásico: no hay muchas creencias indudables y si las
encontramos, no llegamos muy lejos sólo a partir de ellas. La posibilidad de argumentar en
favor de un fundacionismo formal es la superveniencia de la justificación epistémica
característica de las propiedades normativas y evaluativas. La justificación de una creencia
funciona como propiedad normativa dentro del fundacionismo formal. De modo que la
justificación de una creencia en el fundacionismo formal tiene superveniencia. Si una creencia
está justificada sobre ciertas propiedades (como la percepción, memoria, inferencia, o algo
semejante, si alguna de estas fuera el caso), entonces toda creencia sobre una base similar está
también justificada. Si la justificación epistémica superviene a propiedades no epistémicas
(como la percpeción, memoria o inferencia), entonces la superveniencia es un fundacionismo
de cierto grado. Hay tres grados: el primero es en donde la superveniencia de cualquier
propiedad normativa o evaluativa φ (particularmente la justificación de la creencia) cae sobre
propiedades de algún modo restrigidas en clases; el segundo es en donde la superveniencia de
φ cae sobre clases o condiciones (posibles y reales) que se definieron por principios explicados
en términos generales; el tercero es en donde la superveniencia de φ cae sobre condiciones
12 Ibidem, p.232
9
que una teoría simple explica. El tercer grado es un fundacionismo del más alto grado. El
fundacionismo clásico es de tercer grado. Lo interesante es que el coherentismo puede
convertirse en un fundacionismo del más alto grado al hacer que la justificación epistémica
supervenga sobre condiciones no epistémicas con una teoría simple que no ha logrado pero a
la cual aspira: una creencia se justifica siempre y cuando esté dentro de una red de creencias
coherente y comprensiva, mientras la noción de coherencia no tenga características normativas
ni evaluativas. El fundacionismo sustantivo también aspira a una teoría simple de la
justificación superveniente sobre lo no epistémico. La balsa y la pirámide (en versión
sustantiva) comparten el objetivos de constituirse como un fundacionismo superveniente de
más alto grado. Esto coloca algunos ataques contra el fundacionismo igualmente contra el
coherentismo.
Argumentos del ascenso dóxico
Dos ataques típicos contra el fundacionismo:
• (A) La búsqueda de una creencia fundacional es incoherente porque la justificación de
una creencia se basaría en tener una propiedad F sólo si se está justificado en creer que
la mayoría de nuestras creencias en la base con F son verdaderas y que nuestra
creencia a justificar posee F. La incoherencia proviene de que hay una creencia sobre
la cual se justifican las creencias y por ello no es fundacional.
• (B) Una creencia está justificada si quien la sostiene cree que no hay condiciones que
le llevarían a cometer errores. Nuevamente, la creencia de no cometer errores
requeriría a su vez de justificación y no es fundante.
La teoría de la superveniencia de la justificación epistémica responde a (A) y a (B) que
10
en la superveniencia se apela a condiciones no epistémicas, por tanto no se apela a creencias
que lleven a una incoherencia en la pretensión de fundación. Una variación a ambos ataques se
dirigen también contra el coherentismo pues quien acepte el ataque (A) contra el
fundacionismo, está obligado a aceptar el ataque (A') contra el coherentismo y quien acepte
(B) está obligado a aceptar (B').
• (A') Una creencia que pertenezca a un conjunto coherente de creencias está justificada
sólo si se está justificado en creer que la mayoría de las creencias coherentes con que
contamos son verdaderas y que la creencia que queremos justificar también.
• (B') Una creencia está justificada sólo si estamos justificados en creer que no
cometemos errores acerca de esa creencia.
(A') y (B') son incompatibles con la sobreveniencia de la justificación epistémica,
quien les da la misma respuesta que a (A) y (B). En suma, si el coherentista ataca al
fundacionista por la vía del acceso dóxico, ataca también al coherentismo. La superveniencia
de la justificación epistémica permite que, visto de este nuevo modo, el coherentismo y el
fundacionismo sustantivo todavía subsistan, al menos para llegar al siguiente argumento en
donde el coherentismo no lo hará más .
Coherentismo y fundacionismo sustantivo
El fundacionismo sustantivo es superior al coherentismo, pues en éste es posible reemplazar
una creencia periférica por su contraria sin afectar la coherencia interna del resto de creencias
y se está entendiendo que las fuentes de justificación de toda creencia descansa en estas
relaciones de coherencia, ya sean explicativas, lógicas o de probabilidad. Como en los
contraejemplos presentados se apela a creencias periféricas acerca de percepciones (se
11
reemplaza una creencia acerca de tener una jaqueca basada en una jaqueca, por la creencia de
que no se tiene la jaqueca), el coherentista podría intentar responder que no hay posibilidad de
que se agregue una creencia periférica que no corresponda con la percepción. Esta vía lleva al
coherentista a ceder dos tesis que le diferenciaban del fundacionista sustantivo: la infalibilidad
de la creencia introspectiva y la imposición de la experiencia sobre las creencias. El
fundacionismo sustantivo es entendido como la tesis de que hay fuentes últimas de
justificación de creencias y que son diferentes a las relaciones entre ellas. Esas fuentes pueden
ser el contenido de la creencia o las relaciones con la experiencia subjetiva de quien cree. A
ésta última tesis general es hacia donde el coherentista se ve obligado a ceder las dos tesis
particulares mencionadas, o bien, debe aceptar que hay creencias periféricas que tanto ellas
como su negación quedan justificadas por la balsa y que el coherentismo no provee
justificación a las creencias.
El dilema fundacionista
Los fundacionismos que quedan en pie comparten el supuesto de que la justificación de una
creencia requiere un contenido observacional a través de nuestros sentidos en condiciones
estándar. Esto equivale a decir que nuestra experiencia sensorial (como ver) desempeña un
papel en nuestras creencias acerca de tales sensaciones (como creer que hemos visto algo). Así
ocurre con toda experiencia sensorial incluso en la mente de alguien con disposiciones
diferentes a los humanos (como podría serlo un extraterrestre) de quien no tenemos noticia si
sus mecanismos de observación son radicalmente diferentes a los nuestros. En ambos casos, la
experiencia sensorial es causa y justificación de nuestra creencia sensorial. El dilema es: este
principio epistémico sobre el que nuestras creencias perceptuales descansan ¿es un principio
12
fundamental o una generalización derivada? Ni una ni otra. Los fundacionistas no pueden
sostener ni que sean principios generales ni que, al ser derivados, fueran correctos. Por tanto,
los fundacionismos no pueden llegar jamás al grado más alto de fundacionismo al que aspira.
Sosa detecta que si no puede darse una respuesta al dilema, debe ser porque hay un
principio todavía más abstracto que además valga para el aparato perceptual tanto de humanos
como de otros seres. Los principios generales en cada caso son a su vez derivados de esos
principios más abstractos. La única puerta abierta es ahora, encontrar esos principios.
Una ética de virtudes morales y una epistemología de virtudes intelectuales
El médico que atendió a la madre de Hitler en el parto del pequeño Adolfo, está justificado en
haber elegido una acción que no traía más beneficio a largo plazo (infanticidio) porque la
justificación tuvo dos estratos: el primario que aplica a virtudes y a las disposiciones estables
para actuar según el mayor valor; el secundario que aplica a los actos que se generaron en el
primer estrato. Dadas sus limitaciones cognoscitivas acerca del futuro y de no contar con una
justificación primaria alternativa pero si una disposición estable, el resultado es la acción de
dejar vivir al recién nacido. Por analogía con la ética, la epistemología también cuenta con dos
estratos de justificación: el primario que aplica a virtudes intelectuales y a las disposiciones
estables para adquirir creencias según el mayor acercamiento a la verdad; el secundario que
aplica a creencias particulares a razón de su origen en el primer estrato. Se abre la importancia
de investigar más acerca de las virtudes en general y sus distinciones entre los tipos éticos y
epistemológicos. En el caso de las virtudes epistémicas, hay razones para pensar que debe
tomarse en cuenta al sujeto y su naturaleza intrínseca, al medio ambiente y a su comunidad
epistémica.
13
II. Conclusión
Consecuencias
Hay consecuencias importantes del artículo de Sosa. En el texto, como hemos visto, aparece
una consideración programática para la epistemología contemporánea acerca del estudio de las
virtudes intelectuales y éticas a partir de haber dejado sin alternativas una descripción
razonada de la disputa desarrollada en años entre balsas y pirámides. En la descripción y
atención puntual a la disputa argumental entre fundacionistas de distintos tipos y coherentistas,
no quedaron balsas a flote y sólo quedó en pie algún tipo de pirámide que no necesite negar
los regresos infinitos, cuya justificación de creencias supervenga a elementos no epistémicos y
que su justificación epistémica de las creencias perceptuales provenga de un principio más
abstracto y estratificado en una justificación primaria que aplique a las virtudes intelectuales y
disposiciones y una justificación secundaria que aplique a las acciones a que tales virtudes
conducen. Brevemente esbozado en la última página sustantiva de su artículo, Sosa abre con
este texto una nueva auto imagen para la epistemología. Esta imagen se opone a la de los
herederos de la epistemología naturalizada de raigambre quineana para quienes la
epistemología no es normativa, tiene entre sus tareas la de describir procesos y está más
cercana a la psicología cognitiva.13 Por el contrario, la nueva imagen que se conformaría a
partir del texto de Sosa es la llamada Epistemología de la virtud que se asume como
normativa y deja de poner énfasis en la creencia y su justificación para ponerlo en el agente
epistémico, sus facultades y su comunidad en tanto permiten adquirir creencias.
Dentro de la epistemología de la virtud se han ido desplegando dos corrientes: los
13 Esta auto imagen de la epistemología fue presentada como un programa en WILLARD VAN ORMAN QUINE,“Epistemología naturalizada” en La relatividad ontológica y otros ensayos, Tecnos, 1984.
14
fiabilistas, más cercanos al extenalismo con un papel pasivo del agente epistémico y en donde
Sosa se inscribe; los responsabilistas, más cercanos al internalismo y en donde el papel del
agente epistémico es activo y por tanto, genera responsabilidades.
Avance o retroceso
La balsa y la pirámide es un texto que representa un avance para la epistemología,
pues la estrategia de atender los contraejemplos Gettier con CVJ + una teoría de la creencia
justificada estaba llegando a un callejón sin salida y las alternativas restantes pocos resultados
habían ofrecido. El callejón consiste en un rechazo generalizado al fundacionismo por un lado
y la demostración de que el coherentismo tampoco se mantiene a flote.
En cuanto al amplio rechazo al fundacionismo, Sosa apunta que se trata de un rechazo
al fundacionismo clásico14 y al fundacionismo epistémico por Wittgenstein, Sellars, Quine,
Rescher, Aune, Harman, Lehrer y otros15 generando en opinión de Sosa una huida lamentable
de todo fundacionismo sin más distinción. Después, cuando Sosa encuentra que el
coherentismo no sobrevive a sus propios argumentos y que se reduce a un tipo de
fundacionismo, introduce una distinción entre fundacionismos hacia un nivel mayor de
abstracción y distingue entre sustantivos y formales (al cual pertenecería el coherentismo).
Con la nueva distinciones se abre una pequeña esperanza entre el rechazo tanto a la balsa
como a la pirámide (y a la empresa de la epistemología).
El acierto de llevar a un mayor nivel de abstracción la noción de fundacionismo formal
para distinguir al fundacionismo clásico y radical hace mucho tiempo desechado de su
14 Al mostrar que Descartes resolvió un escepticismo con un dogmatismo, en E. Sosa, La balsa y la pirámide..., p. 215
15 E. Sosa, La balsa y la pirámide..., p. 233
15
estructura recursiva y pretensión normativa, abre la posibilidad de que toda refutación al
fundacionismo clásico no necesariamente refute su estructura: si algo cumple con los
requisitos estructurales del fundacionismo formal y nos lleva a algo interesante que no sea el
dogmatismo al que nos llevó Descartes o cualquier fracaso atribuíble al fundacionismo
clásico, entonces tendríamos algo vigente.
Luego, al fundacionismo sustantivo reforzado con la noción epistémica de la
superveniencia16, le permite quedar fuera de las críticas en contra de los fundacionismos
epistémicos, distinguiéndose de éstos. Queda en pie, luego de todo lo que se ha tirado con la
argumentación a lo largo del texto, un fundacionismo formal que en su más alto grado es la
aspiración del sustantivo. Llegados a este punto, el fundacionismo sustantivo también resulta
insuficiente para llegar a ser formal, pues se encuentra en un dilema que no puede responder.
Suponer un nivel de abstracción mayor para la justificación de nuestras creencias perceptuales
coloca en el centro la cuestión de las virtudes intelectuales. Esto abre la posibilidad de que un
fundacionismo sustantivo provea una teoría simple y recursiva para la aplicación de
normatividades, es decir pueda ser formal en el más alto grado. Pero sobre todo, permite que
la investigación epistemológica no se agote. Sí se agotó el horizonte para discutir centrados en
la justificación de las creencias. Ahora tenemos argumentos sólidos para ir más allá de este
horizonte gracias al texto de Sosa, es decir, el texto es un avance en la epistemología
contemporánea.
Imprecisiones
El texto presupone en el lector familiaridad con las disputas entre fundacionistas y
16 Cfr. supra p.9
16
coherentistas. En no pocos pasajes resulta oscuro pero no por ello impreciso, excepto en donde
hay consecuencias inferenciales elididas. En parte el estilo del autor es entimemático al
suprimir conclusiones que le parecen obvias o lo son para la comunidad habituada a las
disputas mencionadas.
Por ejemplo, cuando plantea la sobreveniencia epistémica no es evidente que las propiedades
sobre las que la justificación sobreviene son elementos no epistémicos y lo sabemos hasta que
al final de la sección lo menciona. La superveniencia (o sobreveniencia) epistémica es una
respuesta para no necesitar negar los regresos infinitos, pero jamá menciona cómo es que eso
se logra. Parece obvio: si puedes justificar una creencia en cuestiones no epistémicas, ya no
hay un regreso unas creencias a otras. Pero ¿no se trataba de que no importaran los regresos
infinitos? Al parecer la solución que nos dio fue una manera de evitarlos. ¿O es que acaso
seguirá habiendo regresos infinitos de creencias siempre que nos preocupemos por justificar
creencias en otras creencias pero con la superveniencia nos deja de importar porque nunca
requeriremos ese tipo de justificación sin fin? Se trata de una conclusión crucial que el lector
tiene que sacar por sí mismo para responder si Sosa está respondiendo a sus propios desafíos o
no.
Otra noción oscura es la de superveniencia. No es explicada en el texto porque se
utiliza mucho en otras discusiones de filosofía analítica. Trataré de elucidar la noción según
mi comprensión del texto dado que puede resultar oscura para cualquier lector no
familiarizado con su uso. La superveniencia se entiende así: un conjunto de propiedades A
superviene a otro conjunto de propiedades B si y sólo si cualquier diferencia en el conjunto A
requiere una diferencia en el conjunto B, o de manera equivalente, A superviene a B si y sólo
si, exacta similaridad con las propiedades de B garantiza exacta similaridad con las
17
propiedades de A.17
Las propiedades del conjunto A son las normas o evaluaciones en tanto que se afirma
que éstas suelen supervenir; en nuestro caso, A es la justificación epistémica. Las propiedades
del conjunto B son aquellas características que tienen las cosas a las que la evaluación o
normatividad en A se aplican. Por eso cualquier automóvil con la exacta similaridad de
propiedades que B (es decir que describen el coche evaluado), garantiza que posea la
evaluación de A (ser un buen carro). Lo importante es que podemos identificar propiedades de
un tipo con su evaluación o norma correspondiente, siendo la norma y la evaluación de una
categoría distinta. Esto es lo que aprovecha Sosa para que las normatividades o evaluaciones
epistémicas como la justificación pueda aplicarse a conjuntos de propiedades no epistémicas.
Mi intención al hacer esta breve elucidación no es indicar que Sosa tuviera alguna
imprecisión, sino resaltar que la sobreveniencia le permite saltar los regresos infinitos y
además abrir la puerta a que las normatividades para la justificación epistémica no sean fijas;
cuando hace una abstracción mayor hacia las virtudes epistémicas, la sobreveniencia seguirá
permitiendo evaluar o normar la adquisición de las creencias, pero a partir de un conjunto A
variable según cada persona y cada comunidad.
Una imprecisión más, o más bien, una conclusión elidida, aparece en el dilema del
fundacionismo sustantivo. Uno de los cuernos del dilema es si el principio epistémico bajo el
cual admitimos creencias perceptuales es derivado. Sosa apunta el problema que esto implica
de la siguiente manera: “Si, por ejemplo, sus propuestas se entienden como si tuvieran el
carácter de máximas secundarias o derivadas, entonces sería muy poco filosófico detenerse
17 Esto es una traducción y paráfrasis mía del artículo dedicado a la superveniencia en McLaughlin, Brian and Bennett, Karen, "Supervenience", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2014 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/spr2014/entries/supervenience/>.
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ahí. Vayamos entonces a la otra alternativa.”18 La obviedad se puede volver dogma. ¿Qué no
fueron igualmente obvias muchas cuestiones sobre el antifundacionismo que el mismo Sosa se
tomó el cuidado de refutar? ¿No es obvio que ante el regreso infinito no nos queda sino el
coherentismo? Sosa se tomó el cuidado de mostrar que no es obvio. Aún así, se toma por
obvio algo en medio de un texto que no deja cabos sueltos. No parece un procedimiento
argumental afortunado pedir al lector que interprete la razón del descarte, en tanto que dada la
información contextual disponible, el lector tiende a dar una interpretación apelando a alguna
otra máxima nada obvia del tipo “si algo es derivado no puede ser fundamento” o “si algo es
derivado requerimos saber de dónde proviene”, en suma, el lector tenderá a interpretar ad hoc
el pasaje aludido y es justo lo que yo mismo hago cuando me digo a mí mismo que he
comprendido a Sosa acerca de por qué tal cuerno del dilema está descartado. Lo importante
está en otro lado, claro; no para mí. No comprendo su obvia razón. ¿No fue precisamente
asumirla como derivada lo que nos llevó a buscar un principio más general y abstracto que nos
condujo a la consideración de las virtudes?
Las “imprecisiones” didácticas que he señalado sólo apuntan a que el texto no es en
sentido alguno introductorio sino elucidatorio. Sin embargo, admite oscuridades porque lo que
busca elucidar es el contenido más hondo de las consecuencias argumentales que se exponen y
da por comprendidas cuestiones que pueden comprenderse en otros textos. En el primer
párrafo se nos plantea el objetivo inicial del texto: “[...] comprender, tan hondo como sea
posible, la naturaleza de la controversia [...]”19 y esta comprensión y hondura no tiene que ser
didáctica.
18 E. Sosa, La balsa y la pirámide..., p. 24419 E. Sosa, La balsa y la pirámide..., p. 213
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Modificaciones en las tesis de Sosa
El texto de La balsa y la pirámide dio lugar a un giro cognitivo sobre las virtudes. Dirigir la
pregunta de la adquisición de creencias sobre las virtudes epistémicas del agente, ha abierto
muchas preguntas acerca de la naturaleza de esas virtudes. El fiabilismo de Sosa otorga un
papel pasivo a tales virtudes, pero fue Lorraine Code20 quien llevó más allá el planteamiento
de Sosa considerando el carácter activo de nuestras virtudes intelectuales. La responsabilidad
será entonces un rasgo central en un agente epistémico virtuoso. Sosa se vio influenciado por
esta perspectiva al continuar su indagación sobre la naturaleza de las virtudes epistémicas y
más allá de él, se han abierto reflexiones mixtas21 o de mutua influencia entre fiabilismo y
responsabilismo que abren problemas acerca del internalismo/externalismo en las virtudes
epistémicas. En suma, Sosa revitalizó la discusión epistemológica contemporánea y ésta
discusión revitalizó su planteamiento inicial.
Cuestiones abiertas
Algo esclarecedor del texto de Sosa es la reivnidicación de algunas intuiciones de importancia
histórica. Cuando nos explica por qué el fundacionismo clásico ha quedado refutado y luego
en su abstracción define al fundacionismo formal, sale a relucir lo razonable de la intuición
clásica tanto como los errores que cometieron. En disputas tan acaloradas a través de varios
años como la que subsistió entre fundacionistas y coherentistas es pertinente preguntar por la
razonabilidad de las intuiciones de cada postura. Sobre todo es pertinente luego de una
argumentación tan implacable como la de Sosa en donde no hay coherentismo que quede a
20 Cfr. Lorreine Code, Epistemic Responsibility, Hanover: University Press of New England and Brown University Press, 1987.
21 Cfr. John Greco, Putting Skeptics in Their Place, New York: Cambridge University Press, 2000
20
flote ni fundacionismo sin sobreveniencia que quede en pie. Me pregunto si las intuiciones del
coherentista habrán de acomodarse dentro de las virtudes epistémicas responsabilistas o
fiabilistas como se ha sugerido22 o hay razones éticas aún por elucidar que mantienen a los
herederos de la epistemología naturalizada al margen de la normatividad.
Una respuesta parcial a mi pregunta es colocada con otra pregunta por Margarita
Valdéz23 al reseñar la traducción al español de la antología de textos de Sosa. Ella pregunta si
el criterio para seleccionar las virtudes intelectuales no debería incluir a la coherencia y
asegura que cuando menos ante la antología, esta cuestión permanece abierta.
Bibliografía
DANCY, JONATHAN, Introducción a la epistemología contemporánea.Tecnos, Madrid, 1993.
CODE, LORREINE, Epistemic Responsibility, Hanover: University Press of New England and Brown University Press, 1987.
GETTIER, EDMUND L, “Is justified true belief knowledge?”, Analysis, 23, 121-123, 1963.
GRECO, JOHN AND TURRI, JOHN, "Virtue Epistemology", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2015 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/fall2015/entries/epistemology-virtue/>.
GRECO, JOHN, Putting Skeptics in Their Place, New York: Cambridge University Press, 2000
MCLAUGHLIN, BRIAN AND BENNETT, KAREN, "Supervenience", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2014 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/spr2014/entries/supervenience/>.
QUINE, W.V.O, “Dos dogmas del empirismo” en Desde un punto de vista lógico, Madrid, Ariel, 1962, pp. 49-81.
22 Cfr. JOHN GRECO, JOHN TURRI, "Virtue Epistemology", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2015 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/fall2015/entries/epistemology-virtue/>.
23 Margarita Valdéz, “Ernesto Sosa, Conocimiento y virtud intelectual, IIF:UNAM/FCE, México, 1992, 420 pp.” en Crítica: Revista Hispanoamericana de Filosofía Vol. 25, No. 75 (Dec., 1993), pp. 107-112
21
------------------, “Epistemología naturalizada” en La relatividad ontológica y otros ensayos, Tecnos, 1984.
SOSA, ERNEST, “The Raft and the Pyramid: Coherence Versus Foundations in the Theory of Knowledge,” Midwest Studies in Philosophy, 1980, 5(1): 3–26
----------------- “La balsa y la pirámide: Coherencia versus fundamento en la Teoría del Conocimiento” en Conocimiento y virtud intelectual, UNAM-FCE, México, 1992
VALDÉZ MARGARITA, “Ernesto Sosa, Conocimiento y virtud intelectual, IIF:UNAM/FCE,México, 1992, 420 pp.” en Crítica: Revista Hispanoamericana de Filosofía Vol. 25, No. 75 (Dec., 1993), pp. 107-112
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