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Cómo domesticar una lengua salvaje
Gloria Anzaldúa
“Vamos a tener que controlar su lengua”, dice el dentista,
mientras saca todo el metal de mi boca. Los pedacitos de plata caen y
tintinean en el lavabo. Mi boca es una veta madre.
El dentista está limpiando mis raíces. Siento un hedor cuando
jadeo. “No puedo tapar ese diente todavía, aún estás drenando”, dice él.
“Vamos a tener que hacer algo con su lengua”, escucho la ira
que se surge de su voz. Mi lengua continúa expulsando los copos de algodón,
haciendo retroceder los taladros, y las finas y largas agujas. “Nunca he visto
nada tan fuerte ni obstinado”, señala. Y pienso ¿cómo domesticas una lengua
salvaje, cómo la entrenas para que sea reservada, cómo la detienes y la
ensillas? ¿Cómo haces que se eche?
“¿Quién puede decir que robar a la gente
su lengua es menos violento que la guerra?”
Ray Gwyn Smith1
Recuerdo que me pillaron hablando español durante el recreo –lo que
me llevó a recibir tres golpes en los nudillos con una regla afilada. Recuerdo
haber sido enviada a la esquina de la sala de clases por “contestarle” a la
profesora anglo cuando todo lo que intentaba hacer era decirle cómo se
pronuncia mi nombre. “Si quieres ser americana, habla ‘Americano’. Si no te
gusta, vuelve a México, a donde perteneces”.
Publicación original: Gloria Anzaldúa, “How to Tame a Wild Tongue”, Borderlands/La Frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books, [1987] 1999, 2nd ed., pp. 75-86.1 Ray Gwyn Smith, Moorland is cold country, manuscrito.
“I want you to speak English. Pa' hallar buen trabajo tienes que saber
hablar el inglés bien. Qué vale toda tu educación si todavía hablas inglés con
un ‘‘accent’”, decía mi madre, mortificada porque hablaba inglés como una
mexicana. En la Universidad Panamericana, yo, y todos los estudiantes
chicanos, fuimos obligados a tomar dos clases de pronunciación. El propósito:
deshacerse de nuestros acentos.
Los ataques contra tu propia forma de expresión, con el propósito de
censurar, son una violación a la Primera Enmienda. El Anglo con cara de
inocente nos arrancó la lengua. Las lenguas salvajes no se pueden domesticar,
solo pueden ser cortadas.
Venciendo la tradición del silencio
Abogadas, escupimos el oscuro.
Peleando con nuestra propia sombra
el silencio nos sepulta.
En boca cerrada no entran moscas. “Flies don’t enter a closed mouth” es
un dicho que escuchaba constantemente cuando era niña. Ser habladora era
ser chismosa y mentirosa, hablar demasiado. Muchachitas bien criadas, well-
bred girls don't answer back… Es una falta de respeto contestar a la madre o al
padre. Recuerdo uno de los pecados que le contaba al cura en el confesionario
las pocas veces que me confesé: contestar a mi madre, hablar pa’ ‘tras,
repelar. Hocícona, repelona, chismosa, having a big mouth, cuestionadora,
carrying tales, son todos apelativos de una mal criada. En mi cultura estas son
todas palabras despectivas cuando se aplican a las mujeres. Nunca he oído
aplicárselas a los hombres.
La primera vez que oí a dos mujeres, a una puertorriqueña y a una
cubana, decir la palabra “nosotras”, quedé estupefacta. No sabía que la
palabra existía. Las chicanas usamos el nosotros sin importar si somos
hombres o mujeres. Hemos sido arrebatadas de nuestro ser femenino por el
plural masculino. El lenguaje es un discurso masculino.
Las cursivas aparecen en castellano en el original [n. de t.].
Y nuestras lenguas se han
secado la tierra inhóspita ha
secado nuestras lenguas y
nos hemos olvidado del discurso.
Irena KIepfisz2
Incluso nuestra propia gente, otros hablantes españoles nos quieren
poner candados en la boca. Nos reprimirían con su montón de reglas de
academia.
Oye como ladra: el lenguaje de la frontera
Quien tiene boca se equivoca.
- Dicho mexicano
“Pocho, traidora cultural, hablando inglés estás hablando la lengua del
opresor, estás arruinando la lengua española”, he sido acusada por varios
Latinos y Latinas, pues el español chicano es considerado tanto por el purista
como por la mayoría de los latinos como una lengua deficiente, una mutilación
del español.
Pero el español chicano es una lengua de la frontera que se desarrolló
naturalmente. El cambio, la evolución, el enriquecimiento de palabras nuevas
por invención o adopción han creado variantes del español chicano, un nuevo
lenguaje. Un lenguaje que corresponde a un modo de vivir: El español chicano
no es incorrecto, es una lengua viva.
Para una persona que no es española ni vive en un país en el cual el
español es la primera lengua; para una persona que no es anglo, pero que vive
en un país en el cual el inglés es la lengua reinante; para una persona que no
2 Irena Klepfisz, “Di rayze aheym / The Journey Home,” Melanie Kaye/Kantrowitz e Irena Klepfisz, eds., The Tribe of Dina: A Jewish Women's Anthology, Montpelier, Vermont, Sinister Wisdom Books, 1986, p. 49. La palabra Pocho es empleada peyorativamente por los mexicanos del sur para denominar a los mexicanos del norte, a quienes acusan de haberse americanizado o “agringado” [n. de t.].
puede identificarse completamente ni con el inglés ni con el español estándar
(formal, castellano), ¿qué recurso le queda sino crear su propia lengua? Un
lenguaje al cual pueden conectar con su identidad, un lenguaje capaz de
comunicar las realidades y valores verdaderos de sí mismas –un lenguaje que
no es ni español ni inglés, sino ambos. Hablamos una jerga [patois], una lengua
bifurcada, una variación de dos lenguajes.
El español chicano emergió de la necesidad que teníamos los chicanos
de identificarnos a nosotros mismos como un pueblo a parte. Necesitábamos
una lengua con la cual poder comunicarnos entre nosotros mismos, una lengua
secreta. Para algunos de nosotros, el lenguaje es una patria más cercana que
el sudoeste –para muchos chicanos que hoy viven en el medio oeste y el este
[Midwest and the East]. Y porque somos un pueblo complejo, heterogéneo,
hablamos muchas lenguas. Algunas de ellas son:
1. Inglés estándar
2. Inglés de clase trabajadora y jergas
3. Español estándar
4. Español mexicano estándar
5. Dialecto español mexicano del norte
6. Español chicano (Texas, Nuevo México, Arizona y California tienen
variaciones regionales)
7. Tex-Mex
8. Pachuco (llamado caló)
Mis lenguas “nativas” son las lenguas que hablo con mi hermana y mis
hermanos, con mis amigos. Son los cinco primeros, aunque tanto el 6 como 7
están muy cerca de mi corazón. De la escuela, los medios y el trabajo, he
tomado el inglés estándar y el inglés de la clase trabajadora. De mi mamá
grande Locha y de la lectura de literatura española y mexicana he tomado el
español estándar y el español de México. De los recién llegados, de los
inmigrantes mexicanos, de los braceros, aprendí el dialecto del norte de
México. Con los mexicanos trato de hablar el español mexicano corriente o el
dialecto del norte de México. De mis padres y chicanos que viven en el Valle
aprendí el español chicano de Texas, que hablo con mi mamá, mi hermano
menor (que está casado con una mexicana que no mezcla el español con el
inglés), mis tías y parientes más ancianos.
Con Chicanas de Nuevo México o Arizona hablo un poco de español
chicano, pero a menudo no entienden lo que les digo. Con la mayoría de las
chicanas de California hablo solo en inglés (a menos que me olvide). Cuando
me trasladé por primera vez a San Francisco, confundía un poco el español,
provocando sin querer, cierto desconcierto. A menudo, es solo cuando estoy
con otra chicana tejana que puedo hablar libremente.
Las palabras distorsionadas por el inglés se conocen como anglicismos o
pochismos. El pocho es un mexicano inglesado o un americano de origen
mexicano que habla español con un acento característico de los
norteamericanos que distorsiona y reconstruye el lenguaje de acuerdo a la
influencia del inglés.3 El Tex-Mex o Spanglish me llega de manera más natural.
Puedo cambiar rápidamente del inglés al español en una misma oración o en
una misma palabra. Con mi hermana y mi hermano Nune, y al igual que con los
chicanos tejanos contemporáneos hablo en Tex-Mex.
Tanto de los niños como de las personas de mi edad aprendí el Pachuco. El
pachuco (la lengua de los zoot suiters) es una lengua de la rebelión, en contra
tanto del inglés como del español estándar. Es una lengua secreta. Ni los
adultos de la misma cultura ni los extranjeros pueden entenderla. Se compone
de las jergas del inglés y el español. Ruca significa mina o mujer, vato significa
tipo o individuo, chale quiere decir no y simón sí, churo es seguro, hablar es
periiquiar, pigionear quiere decir acariciar, que gacho significa ñoño, y ponte
águila es estar atento, la muerte es llamada pelona. Al no practicar lo
suficiente, y no tener con quien hablar, he perdido gran parte de la lengua del
Pachuco.
Español chicano
3 R. C. Ortega, Dialectología del Barrio, trans. Hortenda S. Alwan, Los Angeles, California, R. C. Ortega Publisher & Bookseller, 1977, p. 132. El Zoot Suit nombró un estilo de vestir y una moda en la década del cuarenta. Este estilo fue popularizado, al igual que la palabra, por jóvenes mexicanos estadounidenses que terminaron siendo denominados zoot suiters. La vestimenta zoot suit contempla pantalones de cintura alta o de tiro alto, anchos, acampanados o bombachos, ajustados o estrechos, con ganchillos o sostenedores de pantalón, llamados tramas [n. de t.].
Los chicanos, después de 250 años de colonización española/anglo,
hemos desarrollado diferencias significativas en el español que hablamos.
Hemos fundido dos vocales adyacentes en una sola sílaba y a veces
cambiamos de lugar la acentuación de ciertas palabras, como en maíz/maiz o
cohete/cuete. Suprimimos ciertas consonantes cuando aparecen entre las
vocales: lado/lao, mojado/mojao. Los chicanos del sur de Tejas pronuncian la f
como j, como en jue (fue). Los chicanos usamos “arcaísmos”; palabras que ya
no se emplean en la lengua española, palabras que han caído en desuso.
Decimos semos, truje, haiga, ansina y naiden. Conservamos la j “arcaica”,
como en jalar, que deriva de un h anterior, (del francés halar o el alemán
halon, que se perdieron del español estándar en el siglo XVI), pero que todavía
se encuentra en varios dialectos regionales tal como uno que se habla en el sur
de Tejas. (Debido a la geografía, los chicanos del valle del sur de Tejas fueron
separados lingüísticamente de otros hablantes españoles. Tendemos a utilizar
palabras que los españoles trajeron de la España medieval. La mayoría de los
colonizadores españoles en México y el sudoeste vino de Extremadura –Hernán
Cortés era uno de ellos– y de Andalucía. Los andaluces pronuncian la ll como
una y, y sus d tienden a ser absorbidas por vocales adyacentes: tirado se
convierte en tirao. Trajeron el lenguaje popular, dialectos y regionalismos.4)
Los chicanos y otros hablantes del español también cambiamos la ll por
la y y la z por la s. 5 Suprimimos sílabas iniciales, diciendo tar por estar; toy por
estoy, hora por ahora (los cubanos y los puertorriqueños también suprimen
letras iniciales de algunas palabras.) También suprimimos sílabas finales, como
en pa por para. La y intervocálica y la ll como en la tortilla, ella, botella, son
substituidas por tortia o tortiya, ea, batea. Agregamos una sílaba adicional al
principio de ciertas palabras: atacar por tocar; agastar por gastar. A veces
decimos lavaste las vacijas, y otras lavates (substituyendo los verbos
finalizados en aste por ates).
Utilizamos los anglicismos, palabras prestadas del inglés: bola de ball,
carpeta de carpet, máchina de lavar (en vez de lavadora) de washing machine.
El argot del Tex-Mex, creado a partir de la incorporación de un sonido español
4 Eduardo Hernandéz-Chávez, Andrew D. Cohen, y Anthony F. Beltramo, El Lenguaje de los Chicanos: Regional y Sodal Characteristics Lenguage Used By Mexican Americans, Arlington, VA: Center for Applied Linguistics, 1975, p. 39.5 Hernández-Chávez, p. xvii.
al principio o final de una palabra inglesa, tales como cookiar por cook, watchar
por watch, parkiar por park, y rapiar por rape, es el resultado de las presiones
sobre hablantes del español para adaptarse al inglés.
No utilizamos la palabra vosotros/as o su forma verbal de
acompañamiento. No decimos claro (que significar sí), imagínate, o me
emociona, a menos que tomemos el español de las Latinas, de un libro o una
sala de clase. Otros grupos de habla hispana están atravesando el mismo, o
similar, desarrollo de su español.
Terrorismo Lingüístico
Deslenguadas. Somos los del español deficiente. Somos su pesadilla
lingüística, su aberración lingüística, su mestizaje lingüístico, el sujeto de
su burla. Porque hablamos con lenguas de fuego somos culturalmente
crucificadas. Racialmente, culturalmente y lingüísticamente somos
huérfanos –hablamos una lengua desamparada [orphan].
Las chicanas que hemos crecido hablando un español chicano hemos
internalizado la creencia de que hablamos un español pobre. Este es ilegítimo,
una lengua bastarda. Y porque internalizamos cómo nuestro lenguaje ha sido
usado contra nosotras por la cultura dominante, usamos nuestras diferencias
de lenguaje una contra la otra.
A menudo, las feministas chicanas se evitan entre sí con desconfianza e
incertidumbre. Durante mucho tiempo, no pude entenderlo. Hasta que un día lo
supe. Estar cerca de otra chicana es como mirarse en el espejo. Tenemos
miedo de lo que allí veremos. Pena. Vergüenza. Poca valoración de una misma.
Durante la niñez nos dicen que nuestra lengua es incorrecta. Los constantes
ataques contra nuestra lengua nativa disminuyen nuestro sentido de ser. Los
ataques continúan a través de nuestras vidas.
Las chicanas nos sentimos incómodas hablando en español con las
latinas, pues nos asusta su censura. Su lengua no fue prohibida en sus países.
Y han estado inmersas en su lengua nativa toda su vida; generaciones, siglos
en los cuales el español ha sido su primera lengua, enseñada en la escuela,
oída en radio y la TV, y leída en el periódico.
Si una persona, chicana o latina, no valora mi lengua nativa, tampoco
me valora a mí. A menudo, con mexicanas y latinas hablamos inglés como
lengua neutral. Incluso entre chicanas tendemos a hablar en inglés tanto en
fiestas como en conferencias. Pero, al mismo tiempo, aún nos asusta que otras
piensen que somos agringadas por no hablar en español chicano. Nos
oprimimos entre nosotras demostrando lo chicana que somos, intentando ser
“verdaderas” chicanas, para hablar como chicanos. No hay “una” lengua
chicana como tampoco hay “una” experiencia chicana. Una chicana
monolingüe cuya primera lengua es el inglés o el español es tan chicana como
una que habla diferentes variaciones del español. Una chicana de Michigan o
Chicago o Detroit es tan Chicana como una del sudoeste. El español chicano es
tan diverso lingüística como regionalmente.
Antes de finalizar este siglo, los hispanohablantes abarcarán la minoría
más grande en los Estados Unidos, un país en donde se anima a los
estudiantes de enseñanza básica y secundaria a que tomen clases de francés
porque se le considera “culto”. Pero para que una lengua permanezca viva
debe ser usada. Para el final de este siglo, será el inglés y no el español la
lengua materna de la mayoría de los chicanos y latinos.
Entonces, si quieres realmente dañarme, habla negativamente de mi
lengua. La identidad étnica es la piel gemela de la identidad lingüística –soy mi
lengua. Hasta el día en que pueda enorgullecerme de mi lengua, no podré
enorgullecerme de mí. Hasta que pueda aceptar como legítimos el español
chicano de Tejas, el Tex-Mex y todas las otras lenguas que hablo, no puedo
legitimarme a mí misma. Hasta que no me sienta libre de escribir
bilingüalmente y cambiar de código sin tener siempre que traducir, mientras
todavía tenga que hablar en inglés o español cuando tenga que hablar en
Spanglish, y mientras tenga que acomodarme a la persona de habla inglesa en
lugar de que ella se acomode a mí, mi lengua será ilegítima.
Ya no quiero sentirme avergonzada por existir. Tendré mi voz: Indio,
español, blanco. Tendré mi lengua de serpiente –mi voz de mujer, mi voz
sexual, mi voz de poeta. Superaré la tradición del silencio.
Mis dedos
Se mueven sigilosos contra su palma
Como las mujeres en todas partes, hablamos en código…
Melanie Kaye/Kantrowitz6
“Vistas", corridos, y comida: Mi lengua nativa
En los años 60, leí mi primera novela chicana. City of Night, de John
Rechy, un tejano hijo de padre escocés y madre mexicana. Quedé realmente
atónita, pues me asombraba que un chicano pudiera escribir y publicar su
texto. Cuando leí I Am joaquín7 quedé sorprendida por ver un libro bilingüe
publicado por un Chicano. Cuando vi poesía escrita en Tex-Mex por primera
vez, una sensación de pura alegría destellaba en mí. Sentí que realmente
existimos como pueblo. En 1971, cuando comencé a enseñar inglés a
estudiantes chicanos de secundaria, intenté reemplazar los textos obligatorios
con trabajos de chicanos. Fui reprendida, se me prohibió hacerlo y se me pidió
que retomara el plan oficial. Me recordaron que estaba ahí supuestamente
para enseñar “literatura americana” e inglesa. Frente al riesgo de ser
despedida, proporcioné a mis estudiantes, de manera secreta y en un chicano
disimulado, pequeñas historias, poemas, una pieza de teatro. En la escuela de
graduados, mientras trabajaba con miras a un Ph.D., tuve que “defender” mi
proyecto asesor tras asesor, semestre tras semestre, antes de que se me
permitiera hacer de la literatura chicana un área de interés.
Incluso antes de que leyera libros escritos por chicanos o mexicanos,
fueron las películas mexicanas que vi en el autocine –en el especial de los
jueves por la noche, a $1.00 el cupo– lo que me dio un sentido de pertenencia.
“Vámonos a las vistas”, decía en voz alta mi madre y todos –mi abuela, mis
hermanos, mi hermana y mis primos– nos apretujábamos en el auto.
Devorábamos los sándwiches de pan blanco con queso y mortadela mientras
mirábamos a Pedro Infante en Nosotros los pobres, una película melodramática
y sentimentaloide, la primera “verdadera” película mexicana (pues no era una
6 Melanie Kayc/Kantrowitz, “Sign”, We speak in code: poems and other writings, Pittsburgh, Matheroot Publications, 1980, p. 85.7 Rodolfo Gonzales, I’m Joaquín / Yo soy Joaquín, New York, Bantam Books, 1972. Publicado originalmente en 1967.
imitación de películas europeas). Recuerdo que vi Cuando los hijos se van y
suponía que todas las películas mexicanas lateaban sobre el amor que una
madre tiene a sus niños y lo que los hijos e hijas desagradecidos sufren cuando
no se dedican a sus madres. Recuerdo las canciones tipo “westerns” de Jorge
Negrete y de Miguel Aceves Mejía. Al mirar películas mexicanas sentía como
que regresaba a casa, pero también sentía enajenación. La gente que sentía
que debía llegar a ser algo no iba a ver las películas mexicanas, o a los bailes
ni sintoniza sus radios con boleros, rancheritas, o corridos.
Durante el tiempo en que crecí, había música norteña, llamada a veces
música de la frontera norte mexicana, o música Tex-Mex, o música chicana, o
música de cantina (bar). Crecí escuchando a los conjuntos, grupo musical
compuesto por tres –o cuatro– músicos populares que tocan guitarra, bajo
sexto, batería y acordeón de botones, instrumento que los chicanos tomaron
de los inmigrantes alemanes que llegaron al centro de Tejas y a México para
cultivar y construir cervecerías. En el valle de Río Grande, Steve Jordan y el
pequeño Joe Hernández fueron muy populares, mientras el Flaco Jiménez fue el
rey del acordeón. Los ritmos de la música Tex-Mex vienen de la polca, pero
también han adaptado algo de los alemanes, quienes sucesivamente habían
tomado prestado de la polca checa y bohemia.
Recuerdo las tardes asoleadas, bochornosas en que los corridos –
canciones de amor y muerte sobre la frontera tejana-mexicana– resonaban
más allá de los baratos amplificadores de las cantinas locales y su sonido
llegaba hasta la ventana del dormitorio.
En un comienzo los corridos fueron empleados extensamente a lo largo
de la frontera entre el sur de Texas y México durante el temprano conflicto
entre chicanos y Anglos. Generalmente, los corridos tratan sobre héroes
mexicanos que realizaron acciones valerosas contra los opresores anglos. La
canción de Pancho VilIa “La cucaracha” es la más famosa. Los corridos de John
F. Kennedy y su muerte siguen siendo muy populares en el Valle. Los chicanos
más viejos recuerdan a Lydia Mendoza, una de las grandes cantantes del
corrido fronterizo, que fue llamada la Gloria de Tejas. Su “El tango negro”,
cantado durante la Gran Depresión, la convirtió en una cantante del pueblo.
Los clásicos corridos narraron cien años de historia fronteriza, trayendo noticias
de grandes acontecimientos, pero también entreteniendo. Estos músicos y
canciones populares son nuestros principales constructores de mitos
culturales, e hicieron que nuestras duras vidas parecieran soportables.
Crecí con una sensación de ambivalencia sobre nuestra música. El
country y el rock-and-roll tenían más estatus. Durante los cincuenta y sesenta,
los chicanos levemente educados y agringados, se avergonzaban cuando eran
sorprendidos escuchando nuestra música. Aún así, yo no podía dejar de mover
mis pies al ritmo de la música, no podía parar el tararear sus letras, ni ocultar
el regocijo que me provocaba el escucharla.
Hay maneras más sutiles de interiorizar nuestra identificación,
especialmente mediante imágenes y emociones. Para mí el alimento y ciertos
olores están atados a mi identidad, a mi patria. El humo de la leña que se eleva
hacia un cielo azul inmenso; el humo de la leña que perfuma las ropas de mi
abuela, su piel. El hedor del estiércol de vaca y las manchas amarillas en la
tierra: la grieta de un rifle .22 y el olor de la pólvora. El queso blanco hecho en
casa que chisporrotea en un sartén, y que se derrite en una tortilla doblada. El
picante que preparaba mi hermana Hilda, menudo, chile colorado que la hacía
ponerse roja, pedazos de panza y sémola de maíz flotando en la cima de la
olla. Mi hermano Carito asando fajitas en el patio trasero. Incluso ahora, a
3.000 millas de distancia, puedo ver a mi madre condimentar con chile la carne
picada de cerdo y venado. Me saliva la boca tan solo pensar en los tamales
cocidos al vapor caliente que podría estar comiendo si estuviera en casa.
Si le preguntas a mi mamá, “¿Qué eres?”
”La identidad es la base esencial de quienes
somos como individuos, la experiencia
conciente del yo interior.”
-Kaufman8
Nosotros los chicanos montamos a horcajadas las fronteras. Un lado de
8 Gershen Kaufman, Shame: The Power of Caring, Cambridge, Massachusetts, Schenkman Books, 1980, p. 68.
nosotros está constantemente expuesto al español de los mexicanos, mientras
el otro escucha a los anglos clamando constantemente que nos olvidemos de
nuestra lengua. Entre nosotros no decimos nosotros los americanos, o nosotros
los españoles, o nosotros los hispanos. Decimos nosotros los mexicanos (por
mexicanos no queremos decir ciudadanos de México; no nos referimos a una
identidad nacional, sino a una racial). Distinguimos entre mexicanos del otro
lado y mexicanos de este lado. Profundamente en nuestros corazones creemos
que el ser mexicano no tiene nada que ver con el país en que uno vive. El ser
mexicano es un estado del alma –no de la mente, no una ciudadanía. Ni águila
ni serpiente, sino ambas. Y al igual que el océano, ninguno de los dos animales
respeta las fronteras.
Dime con quien andas y te diré quien eres.
-Dicho mexicano
Si le preguntas a mi mamá, “¿Qué eres?” te dirá, “Soy mexicana”. Mis
hermanos y mi hermana dirán lo mismo. A veces yo responderé “soy
mexicana” y otras diré “soy Chicana” o “soy tejana”. Pero me identifiqué como
“Raza”, antes de que me identificara como “mexicana” o “Chicana”.
Como una cultura, nos llamamos españoles cuando nos referimos a
nosotros mismos como un grupo lingüístico, pero también cuando nos
negamos. En este instante olvidamos nuestros predominantes genes indios. Lo
somos entre un 70 y un 80%.9 Nos llamamos hispánicos10 o americano-español
o latinoamericano o latino cuando nos vinculamos con otros hablantes de
español del hemisferio oeste, y cuando nos vendemos. Nos llamamos
americano-mexicano11 para señalar que no somos mexicanos ni americanos,
pero se enfatiza que somos más que el sustantivo “americano” y que el
adjetivo “mexicano”, (y cuando nos vendemos).
Los chicanos y otras personas de color sufren económicamente por no
9 Chávez, pp. 88-91.10 “Hispánico” deriva de Hispanis (España, un nombre dado a la península ibérica en épocas antiguas cuando era parte del imperio romano) y es un término empleado por el gobierno de Estados Unidos para manipularnos lo más fácilmente posible sobre el papel.11 El tratado de Guadalupe Hidalgo entre México y Estados Unidos formado en 1848, creó a los americanos-mexicanos.
aculturarse. Esta voluntaria (aunque forzada) alienación produce conflictos
psicológicos, un tipo de identidad dual –no nos identificamos con los valores
culturales anglo-americanos y no nos identificamos con los valores culturales
mexicanos. Somos una sinergia de dos culturas con varios grados de
Mexicanidad o Anglicidad. De esta manera, he internalizado el conflicto que
produce la frontera, lo que a veces me lleva a sentir que una parte cancela a la
otra y queda cero, nada, nadie. A veces no soy nada ni nadie. Pero hasta
cuando no lo soy, lo soy.
Cuando no nos vendemos, cuando sabemos que somos más que nada,
nos llamamos mexicanos, refiriéndonos a la raza y la ascendencia; mestizo
cuando afirmamos ser tanto indio como español (aunque casi nunca
reconocemos nuestra ascendencia negra); chicano cuando nos referimos
políticamente a un pueblo conciente nacido y/o criado en los Estados Unidos;
Raza cuando nos referimos a chicanos; y tejanos cuando somos chicanos de
Tejas.
Los chicanos no sabíamos que éramos un pueblo hasta 1965, cuando
apareció Cesar Chavez y los agricultores unidos, cuando I Am Joaquín fue
publicado y cuando el partido la Raza Unida fue formado en Tejas. Con ese
reconocimiento, llegamos a ser un pueblo a parte. Algo trascendental le ocurrió
al alma del chicano –éramos concientes de nuestra realidad y adquirimos un
nombre y una lengua (español chicano) que reflejaron esa realidad. Ahora que
teníamos un nombre, algunos de las fragmentadas piezas comenzaron a
reunirse –quiénes éramos, qué éramos, cómo nos habíamos desarrollado.
Comenzamos a vislumbrar lo que podíamos eventualmente llegar a ser.
Con todo, la lucha de identidades continúa, la lucha de los bordes sigue
siendo nuestra realidad. Un día la lucha interna cesará y una integración
verdadera tendrá lugar. Mientras, tenemos que hacer la lucha. ¿Quién está
protegiendo los ranchos de mi gente? ¿Quién está tratando de cerrar la fisura
entre la india y el blanco en nuestra sangre? El chicano, sí, el chicano que anda
como un ladrón en su propia casa.
Los chicanos, cuán pacientes parecemos, demasiado pacientes. Está la
tranquilidad del indio sobre nosotros.12 Sabemos cómo sobrevivir. Cuando otras
razas han dado su lengua, nosotros hemos conservado la nuestra. Sabemos lo
que es vivir bajo los golpes de martillo de la cultura dominante
norteamericana. Pero más que contar lo martillazos, contamos los días, las
semanas, los años, los siglos, los eones, hasta que las leyes blancas, el
comercio y sus costumbres se pudran en los desiertos que han creado, la
mentira blanqueada. Humildes aunque orgullosos, quietos aunque salvajes,
nosotros los mexicano-chicanos caminaremos por las cenizas que se
desmenuzan a medida que avanzamos sobre lo que nos importa. Obstinados,
perseverantes, impenetrables como una piedra, aunque poseedores de una
maleabilidad que nos hace infranqueables, nosotros, las mestizas y mestizos
continuaremos.
Traducción de mary luz estupiñán y raúl rodríguez freire
12 Los anglos, con el fin de aliviar su culpabilidad en la desposesión del chicano, acentuó nuestra parte española y perpetró el mito del sudoeste español. Hemos aceptado la ficción de que somos hispánicos, es decir españoles, para acomodarnos a la cultura dominante y a su aborrecimiento de los indios. Chávez, pp. 88-91