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 32  julio-agosto 10 número 163-164 revista de libros Q ué es un best seller ? Us- ted y yo lo sabemos. Con los años hemos hojeado alg unos, aun- que por lo general leamos, o prefiramos leer,cosas más edificantes. Harold Rob- bins no es nuestr o autor de cabecera. El argumentum ad populum de que más es mejor no nos mueve ni un pelo. Aun- que no siempre lo digamo s, creemos que más , de hecho, es peor. Sabe mos que esa opinión tiene el mismo rigor lógico que su opue sto , es decir:cero. Per o no estamos hablando de lógica; es- tamos hablando de que somos lectores serios, más serios que los lectores d e best sellers. Supong amos, ahora, que estamos en 1980. Supongamos que nos interesa la Edad Media.Al pasar por una libre- ría, descubrimos una novela de un res- petable profesor italiano sobre unos ase- sinatos que tienen lugar en una abadía benedictina del siglo XIV. Muy bie n es- crita, llena de cita s en latín,diálogos teo- lógicos y diagramas a primera vista bas- tante oscuros, la obra nos intriga por s u densidad. Digamos que tenemos ganas de leer algo difícil, intelectualmente es- timulante; mientras nos dirigimos a la caja, hasta pensamos que, la pr óxima vez que v eamos a X, un amigo que siempre se jacta de sus «arduas» lecturas, le mencionaremos el libro para demos- trarle que no nos quedamos atr ás. Unos segundos después compramos El nom- bre de la rosa, como lo har án, de ent on- ces a esta parte, quince millones de per- sonas en todo el mundo. Lo anterior es, por supuesto , una caricatura, pero la p regunta inicial pa- rece ahora más difícil de contes tar. Si pensábamos que el best seller era un tipo particular de libro , nos equiv ocamos.Si le atribuíamos determinado valor esté- tico, vimos que no era necesariame nte así. Si lo consider ábamos parte de una cultura totalment e ajena, establecimos puntos de contacto con el la. Una ma- nera de reaccionar sería renegar de la nov ela, como hizo más de un crítico ante la creciente popularidad de Um- berto Eco. Per o podríamos tamb ién ampliar la definición de best seller , con la esperanza de refinar nuestra com- prensión del fenómeno. La primera constatación será obviamente econó- mica (y tautológica): el best seller es un libro que vend e. Un economista quizá nos dé una v ersión más florida, como que es un libro que crea el incentivo de que cierto número de personas lo compre; pero en esencia es lo mismo. Como dice Stephen King:«A Grisham, Clancy , Crichton y a mí [...] nos pagan sumas descomunales de dinero porque vendemos una cantidad descomunal de libros a un público descomunalmente grande». Lo interes ante viene ahora . ¿P or qué Grisham, Clancy , Crichton, King (y Eco)? ¿Por qué que algunos li- bros crean ese incentivo y otros no? ¿Cuál sería la cor relación entre ventas  y rasgos e stéticos? ¿Exi ste realmente? ¿Puede llegarse a una explicación tex- tual del best seller ? Una respuesta satisfactoria tendría que bosquejar la estética común de, por ejemplo, El nombre de la rosa y Mi- sery, a riesgo de dar una definición d e una generalidad tal que no se explica- ra, en rigor , nada (como en la «defini- ción» de no vel a de E. M. Forster: «una narración en prosa de más de setenta mil palabras»).Tal es el desafío que en- frenta David Viñas Piqu er en El enigma best-seller , un inmens o est udio que plantea el problema en términos de gé- neros literarios.Viñas observa, correcta- mente, que «ningún conjunto de r asgos genéricos distintivos comparece con absoluta evidencia en el momento de intentar una definición del supuesto género best seller ». El g ótico, el po licial, la nov ela romántica, son géneros alta- mente codif icados; el best seller no pre- supone códigos. Pero lo cierto es que se habl a, en la pren sa y en la calle , del «género best seller ». Esta discr epanc ia entre marcas textuales y percepciones de lectura le preocupa a Viñas. «T ene- mos un problema y habrá que buscar algun a solució n», escribe . La que se le ocurre es tan ingeniosa como abstrac- ta: «E l best seller sólo puede ser consi- derado un género literario si es visto como un fenómeno de genericidad purame nte analógica. [...] O sea –co- menta el autor– que la teoría literaria acaba de hacer acto de presencia».Ah, la teoría. ¿Qué haríamos sin ella? No es que Viñas, profesor de T eoría de la Literatura y autor de una Historia de la crítica (608 páginas) y una Teoría li- teraria y literatura comparada (488 páginas) capaces de mantener abierta la bóveda de un banco,no esté cualificado para ha- blar bien del tema. Una de las virtudes del libro , que puede pecar de machacón pero no de enigmático, es su accesibili- dad: el dialecto metalúrgico-obscu ran- tista de tanta crítica académica de hoy día rara vez hace «acto de presencia» en sus páginas.Viñas maneja además una bibliografía amplia y la remite con per- tinencia a los textos. Lo malo es que la teoría de los «géneros analógicos» resul- ta casi incoherente al aplicarse a los best seller s. ¿Qué e s, a todo e sto , un gén ero analógico? Un género que el lector es- tablece «independientemente de todo lazo de motivación causal y de la trans- misión histórica entre los diferentes text os» . Por ejemplo , podrán le erse como cuentos moralizantes una pará- bola china del siglo XII ,un fabl iau de la Francia medieval y una leyenda de los indios mapuches, aunque no ha habido contacto histórico alguno entre las for- mas.Al relacionar los ejemplos anterio- res se habrá elaborado un género desde el polo del lector. Se sigue que tal gé- nero no exi st e como, di gamos , el «cuento de fantas mas»; es, antes b ien, nominal; es lo que y o, lector , digo q ue el género es. Al nombrarlo hago una operación de abstracción: reduzco dis- tintos textos a sus elementos comunes (la narrativ a, la moraleja) , dándoles p rio- ridad por encima de otros . Hasta ahí, todo muy claro.Pero con el best seller las aguas se enturbian. Para empezar , no son los t extos mismos los que me llevan a percibir la analogía, sino el hecho económico de que vendan:mi impulso analógico está, como dicen los teóricos l iterarios, so- bredeterminado (por «la evidencia de [...] una misma suerte de mercado»). Este pr oblema es, en rigor, insolub le, pues se desprende de un error catego- rial: el de recortar l a literatura mediante una categoría económica. Quizá para salir del atolladero,Viñas propone,ha- ciéndose eco de una definición corta- zariana de literatu ra, la idea de que un best seller será todo aquello que se lea como tal. Un momento de ref lexión rev elará, sin embargo , que se cae en una petición de principio: ¿por qué se leen como tal ciertos textos y no otros? ¿Y qué quiere decir leer un best seller como tal cuando no sabemos qué es un best seller ? En este punto,Viñas es sumamen- te vag o: al leer best sellers quedaría «la sensación de un vago parecido , pero no hay manera luego de justificar ese pare- cido apelando a marcas textuales y sólo queda la búsqueda de un referente co- mún para todas ellas». «Un vago pareci- do» sin «marcas textuales» es muy poco para establecer una analo gía, por mucho que se la localice «sólo en el polo de la recepción» (compárese con el género de los cuentos moralizantes). Quizá nos ayuden las «expectativas de lectura». Uno nunca se acerca a un texto, nos recuerda Viñas, en un vacío absolu to de informació n; esper a algo; tiene pr econceptos. Estas expectativ as permitirían «configurar la clase genéri- ca en cuestión», «un arquetipo» o «mo- delo ideal» de best seller , con el cu al comparar los best sellers reales . Si parece que nos estamos yendo hacia la meta- física, es porque la idea subyacent e es de un impecable platonis mo. ¿Hace fal- ta semejante maquinaria conceptual para hablar de géneros? Acabamos de empezar . Según Viñas, uno no estable- cería una analogía entre los textos, sino entre cada texto y el arquetipo que se forma abstrayendo todas las propieda- des de los texto s. Así, los best sellers A y B pueden no parecerse entre sí, pero sí parecerse ambos al modelo ideal Z. Esta solución busca salir de la circulari- dad, pero en realidad la r eenvía un paso atrás, repitien do el prob lema de por TEORÍA LITERARIA MARTÍN SCHIFINO CRÍTICO LITERARIO Cómo leer un best seller David Viñas Piquer EL ENIGMA BEST-SELLER . FENÓMENOS EXTRAÑOS EN EL CAMPO LITERARIO  Ariel, Barcelona 606 pp. 24 Dan Brown EL SÍMBOLO PERDIDO Trad. de Claudia Conde, María José Díaz y Aleix Montoto Planeta, Barcelona 618 pp. 21,90 Ildefonso Falcones LA MANO DE FÁTIMA Grijalbo, Barcelona 958 pp. 24,90 Stieg Larsson LA REINA EN EL PALACIO DE LAS CORRIENTES DE AIRE Trad. de Martin Lexell  y Juan José Ortega Destino, Barcelona 856 pp. 22,50 Stephenie Meyer  AMANECER Trad. de José Miguel Pallarés  y María Jesús Sánchez  Alfaguara, Madrid 744 pp. 17,95  Arturo Pérez Reverte EL ASEDIO  Alfaguara, Madrid 728 pp. 22,50 www.elboomeran.com

Cómo leer un best-seller. Martin Schifino

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Artículo de crítica literaria.

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  • 32 julio-agosto 10 nmero 163-164 revista de libros

    Q u es un best seller? Us-ted y yo lo sabemos.Con los aos hemoshojeado algunos, aun-que por lo general leamos, o prefiramosleer, cosas ms edificantes.Harold Rob-bins no es nuestro autor de cabecera. Elargumentum ad populum de que ms esmejor no nos mueve ni un pelo.Aun-que no siempre lo digamos, creemosque ms, de hecho, es peor. Sabemosque esa opinin tiene el mismo rigorlgico que su opuesto, es decir: cero.Pero no estamos hablando de lgica; es-tamos hablando de que somos lectoresserios,ms serios que los lectores de bestsellers. Supongamos, ahora, que estamosen 1980. Supongamos que nos interesala Edad Media.Al pasar por una libre-ra, descubrimos una novela de un res-petable profesor italiano sobre unos ase-sinatos que tienen lugar en una abadabenedictina del siglo XIV. Muy bien es-crita, llena de citas en latn, dilogos teo-lgicos y diagramas a primera vista bas-tante oscuros, la obra nos intriga por sudensidad. Digamos que tenemos ganasde leer algo difcil, intelectualmente es-timulante; mientras nos dirigimos a lacaja, hasta pensamos que, la prximavez que veamos a X, un amigo quesiempre se jacta de sus arduas lecturas,le mencionaremos el libro para demos-trarle que no nos quedamos atrs. Unossegundos despus compramos El nom-bre de la rosa, como lo harn, de enton-ces a esta parte, quince millones de per-sonas en todo el mundo.

    Lo anterior es, por supuesto, unacaricatura, pero la pregunta inicial pa-rece ahora ms difcil de contestar. Sipensbamos que el best seller era un tipoparticular de libro, nos equivocamos. Sile atribuamos determinado valor est-tico, vimos que no era necesariamenteas. Si lo considerbamos parte de unacultura totalmente ajena, establecimospuntos de contacto con ella. Una ma-nera de reaccionar sera renegar de lanovela, como hizo ms de un crticoante la creciente popularidad de Um-berto Eco. Pero podramos tambinampliar la definicin de best seller, conla esperanza de refinar nuestra com-prensin del fenmeno. La primeraconstatacin ser obviamente econ-mica (y tautolgica): el best seller es unlibro que vende. Un economista quiznos d una versin ms florida, comoque es un libro que crea el incentivo

    de que cierto nmero de personas locompre; pero en esencia es lo mismo.Como dice Stephen King: A Grisham,Clancy, Crichton y a m [...] nos pagansumas descomunales de dinero porquevendemos una cantidad descomunal delibros a un pblico descomunalmentegrande. Lo interesante viene ahora.Por qu Grisham, Clancy, Crichton,King (y Eco)? Por qu que algunos li-bros crean ese incentivo y otros no?Cul sera la correlacin entre ventasy rasgos estticos? Existe realmente?Puede llegarse a una explicacin tex-tual del best seller?

    Una respuesta satisfactoria tendraque bosquejar la esttica comn de,por ejemplo, El nombre de la rosa y Mi-sery, a riesgo de dar una definicin deuna generalidad tal que no se explica-ra, en rigor, nada (como en la defini-cin de novela de E. M. Forster: unanarracin en prosa de ms de setentamil palabras).Tal es el desafo que en-frenta David Vias Piquer en El enigmabest-seller, un inmenso estudio queplantea el problema en trminos de g-neros literarios.Vias observa, correcta-mente, que ningn conjunto de rasgosgenricos distintivos comparece conabsoluta evidencia en el momento deintentar una definicin del supuestognero best seller. El gtico, el policial,la novela romntica, son gneros alta-mente codificados; el best seller no pre-supone cdigos. Pero lo cierto es quese habla, en la prensa y en la calle, delgnero best seller. Esta discrepanciaentre marcas textuales y percepcionesde lectura le preocupa a Vias. Tene-mos un problema y habr que buscaralguna solucin, escribe. La que se leocurre es tan ingeniosa como abstrac-ta: El best seller slo puede ser consi-derado un gnero literario si es vistocomo un fenmeno de genericidadpuramente analgica. [...] O sea co-menta el autor que la teora literariaacaba de hacer acto de presencia.Ah,la teora. Qu haramos sin ella?

    No es que Vias, profesor de Teorade la Literatura y autor de una Historiade la crtica (608 pginas) y una Teora li-teraria y literatura comparada (488 pginas)capaces de mantener abierta la bvedade un banco,no est cualificado para ha-blar bien del tema. Una de las virtudesdel libro, que puede pecar de machacnpero no de enigmtico, es su accesibili-dad: el dialecto metalrgico-obscuran-

    tista de tanta crtica acadmica de hoyda rara vez hace acto de presencia ensus pginas.Vias maneja adems unabibliografa amplia y la remite con per-tinencia a los textos. Lo malo es que lateora de los gneros analgicos resul-ta casi incoherente al aplicarse a los bestsellers. Qu es, a todo esto, un gneroanalgico? Un gnero que el lector es-tablece independientemente de todolazo de motivacin causal y de la trans-misin histrica entre los diferentestextos. Por ejemplo, podrn leersecomo cuentos moralizantes una par-bola china del siglo XII, un fabliau de laFrancia medieval y una leyenda de losindios mapuches, aunque no ha habidocontacto histrico alguno entre las for-mas.Al relacionar los ejemplos anterio-res se habr elaborado un gnero desdeel polo del lector. Se sigue que tal g-nero no existe como, digamos, elcuento de fantasmas; es, antes bien,nominal; es lo que yo, lector, digo queel gnero es. Al nombrarlo hago unaoperacin de abstraccin: reduzco dis-tintos textos a sus elementos comunes(la narrativa, la moraleja), dndoles prio-ridad por encima de otros. Hasta ah,todo muy claro. Pero con el best seller lasaguas se enturbian.

    Para empezar, no son los textosmismos los que me llevan a percibir laanaloga, sino el hecho econmico deque vendan: mi impulso analgico est,como dicen los tericos literarios, so-bredeterminado (por la evidencia de[...] una misma suerte de mercado).Este problema es, en rigor, insoluble,pues se desprende de un error catego-rial: el de recortar la literatura medianteuna categora econmica. Quiz parasalir del atolladero,Vias propone, ha-cindose eco de una definicin corta-zariana de literatura, la idea de que unbest seller ser todo aquello que se leacomo tal. Un momento de reflexinrevelar, sin embargo, que se cae en unapeticin de principio: por qu se leencomo tal ciertos textos y no otros? Yqu quiere decir leer un best seller comotal cuando no sabemos qu es un bestseller? En este punto,Vias es sumamen-te vago: al leer best sellers quedara lasensacin de un vago parecido, pero nohay manera luego de justificar ese pare-cido apelando a marcas textuales y sloqueda la bsqueda de un referente co-mn para todas ellas. Un vago pareci-do sin marcas textuales es muy poco

    para establecer una analoga, por muchoque se la localice slo en el polo de larecepcin (comprese con el gnerode los cuentos moralizantes).

    Quiz nos ayuden las expectativasde lectura. Uno nunca se acerca a untexto, nos recuerda Vias, en un vacoabsoluto de informacin; espera algo;tiene preconceptos. Estas expectativaspermitiran configurar la clase genri-ca en cuestin, un arquetipo o mo-delo ideal de best seller, con el cualcomparar los best sellers reales. Si pareceque nos estamos yendo hacia la meta-fsica, es porque la idea subyacente esde un impecable platonismo. Hace fal-ta semejante maquinaria conceptualpara hablar de gneros? Acabamos deempezar. Segn Vias, uno no estable-cera una analoga entre los textos, sinoentre cada texto y el arquetipo que seforma abstrayendo todas las propieda-des de los textos.As, los best sellers A yB pueden no parecerse entre s, pero sparecerse ambos al modelo ideal Z.Esta solucin busca salir de la circulari-dad, pero en realidad la reenva un pasoatrs, repitiendo el problema de por

    TEORA LITERARIA

    MARTN SCHIFINOCRTICO LITERARIO Cmo leer un best seller

    David Vias Piquer

    EL ENIGMA BEST-SELLER.FENMENOS EXTRAOS EN EL CAMPO LITERARIO

    Ariel, Barcelona606 pp. 24

    Dan Brown

    EL SMBOLO PERDIDO

    Trad. de Claudia Conde, Mara Jos Daz y Aleix MontotoPlaneta, Barcelona618 pp. 21,90

    Ildefonso Falcones

    LA MANO DE FTIMA

    Grijalbo, Barcelona958 pp. 24,90

    Stieg Larsson

    LA REINA EN EL PALACIODE LAS CORRIENTES DE AIRE

    Trad. de Martin Lexell y Juan Jos OrtegaDestino, Barcelona856 pp. 22,50

    Stephenie Meyer

    AMANECER

    Trad. de Jos Miguel Pallarsy Mara Jess SnchezAlfaguara, Madrid744 pp. 17,95

    Arturo Prez Reverte

    EL ASEDIO

    Alfaguara, Madrid728 pp. 22,50

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    qu mis expectativas hacen que se en-cienda la categora Z cuando leo lasobras A (digamos, La mano de Ftima) yB (Millennium), pero no cuando leo C(digamos, un libro de Thomas Bern-hard). El vocabulario de Vias rechinabajo el esfuerzo argumentativo de fun-damentar lo infundamentable: lo ni-co que verdaderamente necesita [unaobra] es ser leda desde los postuladosbsicos que han permitido configurarla clase genrica en cuestin. De ma-nera que los textos pertenecen al gne-ro porque participan no de todos, sinode alguno o algunos de sus rasgos ca-ractersticos. En rigor, todos los textosintegrantes del gnero sern derivacio-nes ms o menos puras del modeloideal fijado de antemano. Pero salvoque uno crea en la existencia de esebest seller platnico del que se dedu-cen todos los best sellers y mientras na-die nos muestre las pruebas, lo mejor esno creer, se dira que la idea est al re-vs y que es el crtico quien, a partir demuchos ejemplos puntuales, ha llegadopor abstraccin a un modelo. Cundose fijara, si no, ese modelo ideal?

    El principal problema lgico de lateora de Vias es su circularidad, peroan mayor es el problema metodolgi-co de pasar por alto los datos empricosque arroja la propia investigacin.La se-gunda mitad de El enigma best-seller,mucho ms slida, es un extenso co-mentario de textos, que releva y revelalos rasgos genricos ms frecuentes delos best sellers: el policial, el romance, lanovela de educacin, de terror y unoscuantos ms. Con esta tipologa,Viasrealmente le hace un favor a los libros ya la crtica literaria.Pero las conclusionesson, obstinadamente, que el best sellerexiste de manera bastante evidente co-mo abstraccin en el imaginario colec-tivo. Como abstraccin? Es aqu don-de la teora literaria debera hacer msfuerza: buscar correlaciones polticas,ideolgicas, culturales. En este sentido,Vias encamina bien el debate al notarque los rasgos esenciales [...] de bestseller estn estrechamente vinculados alcontexto concreto en que surgi y seexpandi con fuerza este sorprendentefenmeno literario: el contexto de lacultura de masas. De ah que sea nece-sario [...] poner esos rasgos en relacindirecta con la situacin contextual.Suena sensato, aunque confieso haberrecortado la cita: donde ahora hay pun-tos suspensivos se insiste en el modelogenrico y el arquetipo ideal. Sea-mos, en este punto, claros: no existe elmodelo genrico. No existe el cieloplatnico de ideas donde el perfecto

    best seller descansa inmvil. Existe unacultura en permanente movimiento,dentro de la cual algunos libros consi-guen millones de lectores mientras queotros juntan polvo.Considerar este con-texto cultural es clave,porque el best sellerno es nunca una esencia inmutable, sinoprecisamente un resultado estadstico.Puede leerse entonces de un modo msabierto: como un sntoma (textual) deobsesiones culturales, expresado en unvalor numrico (ventas). Lo que lee unacultura nos habla de esa cultura.Y nadahabla ms claro que lo que una culturalee masivamente.

    El envs de la afirmacin anterior seraque cada poca, quiz cada temporada,tiene los best sellers que se merece.La ideade que nos merecemos a alguien comoDan Brown es suficiente para echarnos adormir veinte aos, con la esperanza deque las cosas mejoren. Pero hay que versi mejoran. El smbolo perdido apunta, dehecho, a un futuro posible en el que noslo no habr novelas buenas, sino que sehabrn olvidado los estndares literariosque permiten identificar una buena no-vela.Dudo que el sacrificio de leerlo sir-va a las generaciones venideras, pero elmejor favor que puede hacrsele a la li-teratura es defenestrar esta historietakitsch en honor a los estndares an vi-gentes. La trama es la primera ofensa.Robert Langdon, el famoso profesor deHarvard experto en simbologa (disci-plina, por cierto, desconocida en Har-vard), deber enfrentarse una vez ms apoderes subterrneos que amenazan conechar por tierra los pilares de la civiliza-cin occidental.Nada menos.La intriga,tan entreverada que desafa cualquier re-sumen, involucra a los masones, a unmstico demente que pretende dominarel mundo, a la CIA y, entre otros, a unacientfica dedicada a una ciencia tanavanzada que casi no pareca ciencia(parece, en efecto, religin aplicada: unode sus experimentos es pesar el alma).Entretanto se nos muestran edificios em-blemticos de Washington, como el Ca-pitolio, el Smithsonian y la Library ofCongress. El malo de la novela quierehacer pblico un poderoso conoci-miento denominado antiguos misterios[...] o saber perdido de los tiempos,quehan guardado celosamente los masones.Es difcil saber, la verdad, a qu vienetanta alharaca ocultista, porque el secre-to resulta no ser ms que una confirma-cin,prefigurada en los textos antiguosy los profundos conocimientos cientfi-cos de los antiguos, de que la ideologaestadounidense de la tolerancia y el libre

    TEORA LITERARIA

    De la serie Por amor a las bibliotecas

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    culto (pero culto al fin) es lo ms conve-niente para la humanidad.En otras pala-bras, Estados Unidos est avalado por elsaber de los antiguos. Quines son esosantiguos, un detalle menor para Brown,queda menos claro: griegos, egipcios,sumerios? Una respuesta del libro:Abreviando, los antiguos misterios ha-cen referencia a un cuerpo de conoci-mientos secretos reunidos hace muchotiempo. En otras palabras, pedir detalleses pedir peras al olmo.

    Uno podra aceptar las vagueda-des infantiles (similares al haba unavez...) de El smbolo perdido y, con ma-yor dificultad, su propagandismo ideo-lgico, no muy distinto del de cientosde pelculas o novelas en las que los ru-sos son muy malos y los estadouniden-ses unos santos, si no fuera porque laescritura echa por tierra cualquier in-clinacin a dejarse llevar por la histo-ria. Cada da que Brown publica unlibro, como dijo una vez Bernard Shawsobre una obra de teatro, es un mal dapara la lengua inglesa; la psima traduc-cin publicada por Planeta tampoco lehace favores a los lectores espaoles,aunque ni Luis Astrana Marn habrapodido refrescar la descomposicin dela prosa. El libro es una macedonia pa-sada de clichs. Hay joyas ceremonia-les que brillan cual ojos fantasmales;el Inferno de Dante es su legendarioInferno; y cuando Langdon entra en uncolosal edificio, nos encontramos condescripciones como la siguiente: ElCapitolio se yergue regiamente en elextremo oriental del National Mall[...]. La gigantesca planta mide etc.,ocupa ms de seis hectreas de tierra,y contiene la sorprendente cantidad de541 habitaciones, y est meticulosa-mente diseada para rememorar lagrandeza de la antigua Roma. Esto esmucho peor que las descripciones con-vencionales que sitan la accin; elmodelo de la prosa es, obviamente, lagua de turismo. Mientras el libro gritamiren esto, admrense de aquello, su-pura con la falsedad del kitsch. Umber-to Eco, en Apocalpticos e integrados, pro-pone la definicin del mal gusto, enarte, como prefabricacin e imposicinde efectos.Agrega: El kitsch pone enevidencia las reacciones que la obradebe provocar. Lo mejor que puededecirse de Dan Brown es que es unconsumado efectista.

    Stephenie Meyer tambin es unaescritora dada a los efectos. Segn Ste-phen King, directamente, no sabe es-cribir. Sin cuestionar a King, que sabeescribir y sabe de lo que habla, hay quedecir que la sensiblera pica de Meyer

    tiene lo suyo. Eco, de nuevo, viene alcaso; en su famosa apreciacin de Casa-blanca, apunta: Dos clichs nos hacenrer. Cien nos conmueven. Pues senti-mos vagamente que los clichs hablanentre ellos, y celebran una reunin. EnAmanecer, arquetipos y clichs estn defiesta. Cuarta entrega de una enormesaga gtica de protagonistas adolescen-tes, Amanecer es, en la superficie, unanovela de vampiros (vampiros buenos ovegetarianos que slo se alimentan deanimales); pero en el fondo se adhiere alas convenciones del cuento de hadas,donde una chica como cualquier otraes amada por un prncipe azul.Vase lasiguiente escena, con la que los editores,arteramente, promocionan el libro:No tengas miedo, le susurr.So-mos como una sola persona.De pron-to me abrum la realidad de mis pala-bras. Ese momento era tan perfecto, tanautntico. No dejaba lugar a dudas. Merode con los brazos, me estrech con-tra l y hasta la ltima de mis termina-ciones nerviosas cobr vida propia.Para siempre, concluy. Quien ha-bla es Bella, la narradora y smil-ceni-cienta, que no deja de extasiarse frentea Edward, el vampiro-prncipe; en Eclip-se, Bella deca: El tiempo no me habavuelto inmune a la perfeccin de surostro, o Ninguna de las experien-cias de mi vida se comparaba a la sen-sacin de sentir sus labios fros, duroscomo el mrmol pero siempre tan sua-ves, contra los mos. Stephenie Meyerpodr tener una fantstica concepcinde la anatoma humana (labios duroscomo el mrmol?, terminaciones ner-viosas que cobran vida propia?), peroescribe mal con inmensa energa.

    Si el romance se basa en retardar launin de los protagonistas, el atractivoprincipal de las tres novelas anterioresera la tensin sexual irresuelta entre Be-lla y Edward. La excusa, hasta ahora, ha-ba sido el miedo de Edward a perder elcontrol durante el acto: No imaginaslo increblemente frgil que eres, diceuna lnea muy comentada y, por cierto,vilipendiada por lecturas feministas.Pero para la paciencia de todo lectorhay un lmite. En Amanecer, por fin, ladinmica de los personajes trasciende elamor platnico y, en los primeros cap-tulos, Bella y Edward consuman lo quehay que consumar. Por desgracia, laertica de Meyer funcionaba mejor enla castidad que en el sexo.Y la nuevanovela no propone nada ms excitanteque los problemas de un matrimoniomorgantico. No es fcil estar casadacon un ser heroico, hermoso e inmor-tal, por no hablar de los inconvenientes

    de preparar la cena. La intriga se crea entorno al hijo de la pareja, mitad vampi-ro y mitad humano, excluido por cier-tos vampiros. Predeciblemente, al finalla tolerancia se impone y todos vivenfelices y comen perdices.Meyer pasa eneste volumen del romance artrico a lanovela burguesa; pero, moralmente, nocruza la lnea del melodrama victoria-no. Como dice Laura Miller en un es-tupendo artculo de Salon Magazine: Lafantasa femenina de ser rescatada dela oscuridad por un hombre poderosoy deslumbrante, de ser puesta a salvo delas vicisitudes de la vida por su fuerza ysu dinero: todo esto resulta ser un sue-o difcil de dejar atrs.

    Difcil de dejar atrs, tambin, es lahistoria. Las dos novelas que siguen ennuestra lista vuelven escrupulosamenteal pasado.Ken Follett se hizo famoso en1989 con Los pilares de la tierra, un nove-ln de ms de mil pginas sobre la cons-truccin de una catedral en la ficticiaciudad de Kingsbridge en el siglo XII.Ms larga an es Un mundo sin fin, lacontinuacin de Los pilares y la diecio-chava novela del autor. En este puntodebo confesarme incapaz de leer a KenFollett, que por ello no figura en la lista.Es una incapacidad, para empezar, fsica:Un mundo pesa como mnimo dos kilos,y ni sentado ni acostado consegu soste-nerla en una posicin cmoda; a falta deun plpito ante el que leer de pie, noveo forma de manejar el mamotreto. Laincapacidad se complica por la resisten-cia mental. Inmensas, desmedidas, lasnovelas de Follett slo me hacen pensaren eso de ms largas que esperanza depobre: son largas y, por lo que dicen lassolapas, hay en ellas personajes pobres,que nunca pierden las esperanzas. Consaber eso, este lector se conforma.Comparada con semejantes Everests detinta, La mano de Ftima, de IldefonsoFalcones, un autor tambin afecto a lascatedrales, es una novela normal; tieneslo novecientas pginas y no debe depesar ms de un kilo y medio. Feliz-mente, adems, la escritura es muy su-perior a la de Brown o Meyer.Aboga-do de profesin, Falcones escribe comoun sesudo profesor de historia: Elpuerto de Ragua se alzaba a ms de dosvaras castellanas y constitua el paso paracruzar Sierra Nevada en direccin aGranada sin tener que rodear la cadenamontaosa. No ser Proust, pero es unpasaje competente.

    Ambientada en la Crdoba de la se-gunda mitad del siglo XVI, la novelacuenta la historia de Hernando, un jo-ven que, siendo hijo de una morisca ydel sacerdote que la viol, vive a caba-

    llo entre dos culturas, sin pertenecer deltodo a ninguna ni poder conciliarlas. Lasolapa del libro nos recuerda que la no-vela aparece cuando se cumple el cuar-to centenario de la expulsin de losmoriscos de Espaa, y una extensa notahistrica del autor vuelve sobre el cen-tenario para condenar uno de los nu-merosos episodios de xenofobia que haproducido la historia de Espaa. Cual-quier sospecha de oportunismo conme-morativo se disipa cuando se comprue-ba la solidez tica e histrica de esta no-vela. Falcones, que se ha documentadoexhaustivamente sobre la historia del is-lam en Espaa y en el Magreb, tieneadems la capacidad de imaginar la ex-periencia cotidiana de los catlicos ymusulmanes de la poca, creando as lailusin de realidad vivida.Y la realidadque le toca vivir a Hernando es a me-nudo fascinante. La novela empieza porla sublevacin morisca en el pueblo de lasAlpujarras, un momento de quiebra dela convivencia religiosa.Hernando esca-pa al bando de los moriscos, pero mstarde logra salvar el pellejo gracias a ha-ber ayudado a un noble catlico.La pri-mera parte de la novela es una especiede picaresca en la que lo vemos yendo deun bando al otro como doble espa,aunque se aferre al islam en la intimi-dad. Mientras tanto, se enamora de unamuchacha llamada Ftima, que es recla-mada como segunda esposa por su pa-dastro, el de Hernando, pero ms tardeconsigue escapar de l. De peripecia enperipecia, los amantes se renen y se se-paran; el amor imposible por Ftimahace de contrapunto a las imposiblesexigencias de la fe.

    La lgica es la del melodrama, aun-que a un ritmo ms moderato que el quese encuentra en una buena ficcin deDumas o Dickens. Uno de los proble-mas es que Falcones no sabe dnde pa-rar; la novela se abre a tal punto a lacontingencia que a los personajes pue-de ocurrirles cualquier cosa. Hernandotiene media docena de hijos, hace fortu-na, cotillea con la baja nobleza catlica,se dedica al estudio de textos sagrados;Ftima recala en Berbera, tiene tambinvarios hijos, se casa con un corsario, lomata, descubre las alianzas catlicas deHernando, se propone olvidarlo, acabaperdonndolo. La falta de forma es na-rrativa, pero el verdadero problema sedesprende de los presupuestos historio-grficos que guan la narracin. La viejagesta de la expulsin de los moriscoscomo reconquista, por supuesto, hasido expuesta como una construccinpoltica indefendible en lo moral y conpoco asidero en la verdad histrica.Pero

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  • revista de libros nmero 163-164 julio-agosto 10 35

    Falcones tampoco quiere caer en elerror de un revisionismo absoluto quepinte como opresor sangriento a unbando y vctima oprimida al otro.Hubouna complicadsima guerra ideolgica yterritorial; en un sentido, todos perdie-ron. Sobre la revuelta de las Alpujarras,Falcones, citando las fuentes pertinentes,nota que se trat de una guerra que losdos bandos llevaron a cabo con sumacrueldad.En semejante complejidad, lanovela busca desesperadamente un h-roe, pero slo encuentra un caos de si-tuaciones irresueltas.

    Ordenar los datos de una realidadcompleja es el gran desafo de un nove-lista histrico. Falcones puede aprendermucho, en este sentido,de Prez Rever-te. Su nueva novela,El asedio, es un librocasi tan largo como La mano de Ftima ycontiene un nmero comparable depersonajes, saberes y ambigedades mo-rales; pero est exquisitamente bien or-denado. La novela es al menos dos no-velas (y dos gneros): una narra la vidadurante el sitio de Cdiz; la segunda esuna historia policaca sobre un asesinoque aprovecha la cada de las bombaspara matar mujeres. Los dos interrogan-tes (entrarn los franceses?, atraparn alasesino?) se imbrican a su vez con unanarracin realista sobre la vida cotidianade los ciudadanos de Cdiz. El otrorareportero de guerra Prez Reverte esun atento reportero del pasado; su prosaatrae detalles como un imn limadurasde hierro. Sobre taxidermia: Tras de-sollar al animal, descarnar y limpiar loshuesos, tuvo varios das la piel sumergi-da en una solucin de alumbre, sal ma-rina y crmor de trtaro. Sobre arma-mentos: Los defectos de los tres obuses[...] se deben a un sabotaje realizado ensu proceso de fundicin: una deliberadaaleacin incorrecta, que termina produ-ciendo fracturas de las que en jerga arti-llera son conocidas como escarabajos ycavernas. Sobre vestimentas: l [...] lle-va un calzn corto por las rodillas, cami-sa de tela basta, chaquetilla corta de ba-yeta y navaja de palmo y medio de hojametida en la faja.Y cuando un perso-naje mira el horizonte con un telesco-pio, el narrador comenta que se trata deun buen Dixley ingls, con tubo exten-sible de latn dorado.

    Esta profusin de detalles, o volun-tad permanente de desplegar conoci-mientos abstrusos, es una de las debilida-des en ambos sentidos de Prez Re-verte.El problema no estriba en oracio-nes como: La enorme vela cangrejagualdrapea dando bandazos en la mare-jada, con fuertes tirones que estremecenel palo y el casco negro de la balandra.

    Cuando un autor nos enva al dicciona-rio, nos hace un favor. Pero a veces lostecnicismos llevan a traspis de verosi-militud, como en un ejemplo de los dearriba. Si quien piensa en artillera es unartillero, por qu aclara que en lenguaartillera ciertas fracturas se llaman es-carabajos y cavernas? Algo as es preci-samente lo que no se dira a s mismoese personaje. Dada la riqueza docu-mental, esta crtica puede parecer im-pertinente, pero en esos momentos peli-gra la ilusin realista: al ver el truco, de-jamos de creer en el truco. El asedio estun tanto recargada de detalles, aunquelo aligera por contrapartida el aire insu-flado a los personajes. De nuevo, el im-pulso tiene mucho de periodstico; elautor sabe que, por importante que seael decorado de la escena, el centro loocupan siempre los humanos.

    El impulso periodstico est en elcentro de nuestra ltima novela, La rei-na en el palacio de las corrientes de aire, eltomo final de la triloga Millennium, deStieg Larsson. Es muy probable, de he-cho, que el enorme xito de Millen-nium tenga que ver con que leerlo norequiere ms esfuerzo que leer el pe-ridico. La escritura es rpida, de frasescortas y declarativas; los adjetivos jamsse pasan de la raya; los adverbios brillanpor su ausencia. La voz va directa algrano. La primera entrega de la serie (yde nada sirve empezar a leer por elmedio), Los hombres que no amaban a lasmujeres, era una estupenda novela ne-gra, cuyo rol de detective lo cumplaun periodista atractivo y mujeriego,que parece la fantasa de un periodista.Mikael Kalle Blomkvist solucionabael caso, llevaba al villano a la ruina, ga-naba mucho dinero y hasta se ganaba ala chica, Lisbeth Salander. Las dos no-velas siguientes se centran en la chica,probablemente el personaje de ficcinms famoso de los ltimos tiempos.Delgada, de un metro y medio de esta-tura, con un dragn tatuado en la espal-da, hosca, bebedora, violenta, bisexual o,como le dice una amante, puramentesexual, artera, inconformista, inteligen-tsima y la mejor hacker de Suecia, Lis-beth Salander rompe todos los moldesdel convencionalismo. Pero, como di-ce Bob Dylan en Absolutely SweetMary, para vivir fuera de la ley hayque ser honesto, y Salander se rige porun frreo cdigo moral propio. No esque eso la exima de conflictos. En el fi-nal del segundo libro, tras recibir untiro en la cabeza que la deja mediomuerta, es llevada a un hospital donde,acusada de varios homicidios, quedabajo custodia policial a la espera de un

    juicio. El lector sabe que Salander esinocente, pero muchos indicios la in-culpan, y nadie salvo Blomkvist le cree.La tercera novela se ocupa de la defen-sa y rehabilitacin del personaje frentela sociedad. Ms que de gnero polica-co, se trata de una novela periodsticasobre la manera en que circula la infor-macin.Y, si hay una intriga, es la decmo los datos que sabemos de prime-ra mano van a ser corroborados por elcomplicadsimo sistema de justicia.Blomkvist, periodista fogueadsimo, vay viene entre jueces, policas, detecti-ves, o incluso el primer ministro deSuecia.Al final, por supuesto, los desva-lidos ganan, mientras los criminalescaen como moscas.Aunque un tantorocambolesca, la novela es una podero-sa apologa del cuarto poder.

    Las obras anteriores (incluida la referidade Ken Follett) encabezaron las listas delos ms vendidos en Espaa durante elao 2009 y principios de 2010. Comose ve, son sumamente distintas en susafiliaciones y temticas.Al mismo tiem-po, es bastante obvio que todas partici-pan de algn gnero particular: hay unanovela de intriga, un romance gtico,tres novelas histricas y una policacaperiodstica. El gran pblico, puede de-ducirse, elige convenciones estables. Seobserva la misma estabilidad en los per-sonajes, que son entidades de rasgos fi-jos y mayormente verosmiles. La sinta-xis narrativa de todas alterna descrip-cin, narracin y dilogos caracterol-gicos de forma probada y aprobada. Laescritura es pequeoburguesa, acumu-lativa, rica en nombres propios, vocabu-larios especficos, palabras de poca yadornos lxicos, pero de lo ms con-vencional en cuanto a la sintaxis y la re-trica (esto es igualmente cierto en elcaso de El asedio, donde la escritura esde muy buen nivel, y El smbolo perdido,donde es todo lo contrario). La narra-cin, con sus cortes ntidos y secuenciasbien desarrolladas, registra la influenciadel cine y de formas periodsticas comoel reportaje. Puede decirse que todoslos libros reseados comparten una acti-tud respetuosa hacia la literatura. Nin-guno es una obra de ruptura. Haciendolas salvedades necesarias en cuanto a loscontenidos, podran haber sido escritosen el siglo XIX. Si algo los une, de he-cho, es lo conservadores que son en laforma. En la historia de las convencio-nes literarias, estos libros atrasan al me-nos un siglo.

    Pero estas vagas coincidencias noindican que estamos frente a un gnero

    en particular. Indican ms bien que elmercado aprueba lo conocido. Por to-mar prestada una frase de John Ken-neth Galbraith, la sabidura conven-cional de un sector mayoritario de lacultura favorece la novela de corte rea-lista, que narra una historia en ordencronolgico con personajes redondos.Tambin en el plano ideolgico, losbest sellers reseados expresan, en distin-to grado, estructuras de ideas acepta-bles (Galbraith), incluso cuando pro-meten develar algo nuevo. Rara vez esde otra manera; el gran pblico, al ele-gir lo que lee, elige lo que quiere escu-char. Lo que quiere escuchar ahora es aveces muy civil y otras levemente alar-mante. En cuanto a la historia de Espa-a, el revisionismo light est a la ordendel da. En cuanto a la historia en ge-neral, nada mejor que las narracionesenfocadas desde abajo, desde los ojosdel hombre de a pie. Mientras tanto, losmitos como el amor eterno no hanmuerto, segn demuestra Luna nueva,con la salvedad de que perviven ma-yormente entre lectoras de unos quin-ce aos (los datos demogrficos son fe-hacientes). Que el mismo infantilismose manifieste de cara a la poltica, entreciudadanos adultos, es quizs indicadorde una ingenuidad profunda. Los deli-rios polticos ms insidiosos encuentranaval en Dan Brown. No sera fantsti-co si nuestros gobernantes estuvierangobernados por poderes ocultos? Fan-tstico es la palabra, en su segundo sen-tido. Pero habr tambin quienes vernen Millennium un reflejo de conviccio-nes ms maduras, como la de que lossistemas de justicia deben criticarse endetalle, porque las libertades que garan-tizan deben defenderse en su totalidad.

    Histricamente, se han esgrimidodistintas razones para defender la litera-tura popular.A menudo nos llegan losintereses creados de la literatura misma.Sin folletines no hay Madame Bovary.Sin literatura policaca no hay Ficciones.Sin cmics no hay Cosmicomics.Tam-bin se oye, sobre todo cuando se hablade lectores jvenes, lo que podramosllamar la falacia del mejoramiento: al-guien empieza por Crepsculo, pasa aDrcula y muchos, muchos libros despustermina leyendo, digamos, En busca deltiempo perdido. Es bastante dudoso. Elmejor motivo para leer best sellers, encualquier caso, no es su conexin conun arte presuntamente ms refinado; essu reveladora conexin con la sociedady sus fantasmas. Cada tanto, millones delectores se dejan atrapar por un mismolibro.Pasa de pronto.El monstruoso bestseller se agazapa en la sombra.

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