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¿Cómo observar la música? Una aproximación a los libros corales de la Nueva España Carolina Díaz Berthet Universidad Iberoamericana Seminario II – Luis Manuel Montes Serrano Asesor: Alberto Soto Cortés Abstract Esta investigación pretende problematizar la mínima aproximación de la disciplina de Historia del Arte a la música. Tiene como objeto de estudio los libros corales utilizados en la Nueva España. Libros que recopilan una expresión musical escrita, pintada o impresa; que forman un fenómeno cultural ritual. A través de un análisis sobre los Estudios Culturales y la Antropología ritual y de las imágenes se busca generar una base para el estudio de los libros corales, como imagen ausente de sonido, donde no sólo sirven para ser escuchados sino, también para ser vistos; así, entender su complejidad desde la cultura visual para mirar el lenguaje mutable de la música.
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No nos equivocaremos si mostramos lo invisible a través de lo visible.
Gregorio Magno1 Introducción
La música es arte, una expresión sonora , una herramienta de comunicación, entonces,
es un lenguaje artístico que puede ser apreciado y estudiado de varias maneras. Al
escucharla es posible sentir el ritmo, cantarla, bailarla, ser parte de ella; sin embargo,
cuando se transcribe con signos, no necesariamente fonéticos, o se escribe sobre ella
se complejiza, se hace abstracta e imaginativa: es poco explorada, incluso, por los que
la entienden y la hablan. Sus signos, rayas, cuadros o círculos significan por sí mismos
poco o nada, pero transmiten todo cuando se encuentran relacionados unos con otros.
La versatilidad de la música convertida en símbolo gráfico hace que se abran distintos
campos para su estudio. Los músicos la tocan, la componen, la escriben. Los
historiadores escriben sobre ella enriqueciendo su contexto. Mientras que
musicólogos buscan explicar el desarrollo de la música. Sin embargo su estudio se ha
apartado desde la disciplina de la Historia del Arte por ser signos que se escuchan y no
se miran; se limita a analizar la pintura, la escultura y la arquitectura dentro de los
planes de estudio tradicionales.
Antes de que la música fuera estudiada y analizada desde ciertas disciplinas la música
existió únicamente para ser tocada y poder transmitir y hacer expresar. En el campo
de la música sagrada cristiana, que apareció en el mundo altomedieval con una
propagación de voz en perfecta armonía. Los vocablos de las oraciones se alargaron
para crear una melodía con coro conocida como canto-‐llano2. Esas voces que encajan
entre sí fueron registradas y copiadas en gran formato para un mejor empleo; de tal
1 Gregorio Magno citado en Burke Peter, Lo visto y no visto, España, Biblioteca de Bolsillo, 2005, p. 59 2 El canto-‐llano, también conocido como canto-‐gregoriano, es la música cristiana más antigua en la Europa occidental cantada en los coros ecleciásticos. El Papa Gregorio Magno (590-‐604 d.C) compuso el cuerpo de canto litúrgico. Es un canto silábico, donde cada sílaba –de la oración– tienen una única nota que se canta durante tanto tiempo como requiera. Empezó siendo un canto monofónico y a partir del siglo XVI se hizo polifónico o “a capella”. Crosby Alfred, La medida de la realidad, Barcelona, Crítica, p. 119-‐121.
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forma que se materializaron esas voces los llamados libros de coro3; pues se crearon
signos especiales para saber leerlas.
Trabajar con la música suele ser un problema para los académicos y sobre todo para
los historiadores del arte, porque si está en su modalidad escrita no se puede
escuchar, se necesita la imaginación y la interpretación para darle un contexto, una
armonía: sonidos. Quizás, se necesita, también, entender el lenguaje abstracto de la
música, saber tocar un instrumento y conocer sus reglas para entonces dar una
interpretación de esos sonidos; la música sitúa a la Historia del Arte tradicional en una
crisis de aproximación, pues no hay nada que mirar.
En el caso de la música hecha en la Nueva España se complica a gran medida su
comprensión por la brecha temporal, las estructuras lingüísticas, y en la acústica y
registro de los instrumentos ya que hoy subsisten otras formas de codificación y de
construcción de instrumentos. Por otro lado, muchas partituras y letras tanto
populares como sacras han desaparecido, e incluso su sonoridad.
El problema de la música novohispana recae no en la poca investigación que habla
sobre ella, sino en cómo y desde dónde se le está estudiando. Este trabajo propone
analizar a los libros corales desde la Historia del Arte, como producción musical y
fenómeno cultural materializado para interpretar la música como un todo, donde se
complementa lo visible y lo no visible, lo sonoro y lo que no es; es decir, los libros
corales están construidos por las ilustraciones, cenefas, letras capitulares para
entender el canto de las oraciones; sin embargo ¿de qué manera se pueden observar
los libros corales desde la disciplina de la Historia del Arte si no es únicamente
mirando aquello que se sabe mirar, como lo son las formas pictóricas que lo
contienen?
Se debe tomar en cuenta que “lo visible no es más que el conjunto de imágenes que el
ojo crea al mirar …] las imágenes se hicieron al principio para evocar la apariencia de
3 El canto-‐llano, forma musical religiosa, fue organizada, escrita y preservada en grandes libros que servían para calendarizas la misa cristiana. Libros que eran usados para que se siguiera la nota musical y las palabras responsables de llevar el Oficio Divino. Mauleón Gustavo, Música en el Virreintao de la Nueva España siglo XVI y XVII, Puebla, Lupus Inquisitor, 1995, p. 86 y 145.
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algo ausente”4. La sonoridad de la música está ausente en las imágenes, en las letras y
contenidos de los libros corales; y al ser por esta ocasión escrita puede ser vista como
un todo visible; donde se puedan mirar los pentagramas, las letras de la canción y las
notas como imagen.
Si bien hay pocas investigaciones sobre la música en la Nueva España, en su mayoría
provienen desde la mirada española, desde una visión histórica compatible con el
concepto centro-‐periferia. No los culpo, toda la historiografía que nos da pautas para
rescatar la música es contada desde el viajero español, quienes escribieron y
describieron aquello que vieron. Ahora bien, sobre los libros corales, la bibliografía es
menor. Existen libros muy generales que hablan sobre la música en México como
Música en el virreinato de la Nueva España en lo siglos XVI y XVII de Gustavo Mauleón
Rodríguez; Maricarmen Gómez coordinó Historia de la música en España e
Hispanoamérica; el director de coro de la UNAM, Gabriel Saldívar escribió Historia de
la música en México. O bien, Julio Estrada, escribió La música de México: historia en
periodo virreinal (1530-‐1810).
Mientras tanto, otros mucho más enfocados como Rito, música y poder en la Catedral
Metropolitana México 1790-‐1810 de Lourdes Turrent,, quien habla sobre el contexto y
la vida ritual dentro de la Catedral de México, dice que la música crea rituales por ser
“un lenguaje con sonidos ordenados y con cierto significado, con el cual, hombres
cuentan para expresarse y comunicarse (…) desarrollan su identidad y se diferencian
de otros miembros de la sociedad”5.
Existen diversas obras que se imprimieron en contexto novohispano y que tienen
como centro de ejecución a la música. Una de ellas es Arte o compendio general del
Canto-‐Llano. Figurado y órgano, en método fácil; de Francisco Marcos y Navas del año
1777. Por otra lado está Método nuevo para aprender con facilidad el canto-‐llano y la
salmodia seguido de algunas reglas de canto figurado y melodía, del Padre franciscano
4 Berger John, Modos de ver, Barcelona, Gustavo Gil, 2000, p. 16 5 Lourdes Turrent, Rito, música y poder en la Catedral Metropolitana México 1790-‐1810, México, FCE y COLMEX, 2013, p. 14
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José Ignacio de Larramendi impreso en 1828; explica paso por paso, en un formato de
pregunta y respuesta explican cómo leer las partituras confusas de los libros corales.
Artículos como el de María Sanhuesa Fonseca que escribe en la revista de Ciencias de
las Religiones de la Universidad de Oviedo: Laconice Scribunt: Artes de canto llano en
las órdenes religiosas españolas del siglo XVII, donde relata el panorama teórico-‐
musical, hace una musicografía del canto-‐llano, menciona la aportación que hacen
distintos padres y frailes de la iglesia a los libros de metodologías del canto llano.
O bien, Carmen Álvarez y Margarita Gómez escriben desde la Universidad de Sevilla
Un pleito para la impresión de libros corales con destino a las Indias: donde menciona el
contexto desde las imprentas en la ciudad de México.
El libro Libros de coro conservados en la Biblioteca Nacional de México, de Silvia
Salgado Ruelas hace un estudio desde la Historia del Arte de las ilustraciones que
contienen los libros de coro, hace tres clasificaciones a partir de la observación de
éstas: La barroca, la manierista y la rococó.
Sin embargo, la Historia del Arte, ¿cómo analizaría la música y en este caso específico
a los libros corales? Debería tomar en cuenta a los libros de coro que por si solos dan
mucha información; en ellos se observan los cambios musicales que se han dado a lo
largo de los siglos; las decoraciones que puede llegar a tener; las letras que
acompañan a la melodía.
En la ciudad de México existen registrados varios libros de coro, algunos de ellos se
encuentran en el Museo Franz Mayer que tiene una colección de 8 libros. La Biblioteca
Nacional de México en la UNAM tiene 53, y la Biblioteca de la Catedral Metropolitana
tiene 122. También el Museo de Antropología y otros en registro del INAH contienen
fuentes y pocos libros corales.
En general, México contiene un alto número de libros corales y son pocos los que los
conocen y hacen investigación sobre ellos.
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Capítulo 1
¿Cómo se observa la música? Si no se toca, la música por sí misma no existe, pues fue
creada a partir de la ausencia de sonido. Sin embargo, deja huellas, efectos,
producciones; emana su presencia para que se baile, se lea, se escuche, se vea.
Tácitamente se sabe que está ahí oculta entre las grandes hojas de los libros corales,
que dibujan el código musical: cinco o cuatro líneas simétricas una con la otra, de
manera horizontal. Sobre ellas cuadros o rombos con líneas que presumen cierto
acomodo. El código a base de ilustraciones (si es que tiene): las letras capitulares, las
cenefas. El código del lenguaje: las frases en latín que transmiten oraciones.
Cada código que conforma a los libros corales mantiene su singularidad e incluso es
analizado desde distintos campos disciplinarios; en el caso de la Historia de Arte se
analizan únicamente las ilustraciones. Silvia Salgado Ruelas menciona en su libro
Imagen 1: página 2 del Libro Coral, Museo Franz Mayer, siglo XVII
Imagen 2: página 2 del Libro Coral, Museo Franz Mayer, siglo XVII
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Libros de coro conservados en la Biblioteca Nacional de México que la Historia del Arte
“estudia el vocabulario de codicología que la letra [refiriéndose a la letra capitular]
dice: Iluminación, decoración. Conjunto de elementos decorativos y de representación
figurativa ejecutados en un manuscrito para embellecerlo. Esa enunciación observa la
naturaleza ornamental de la ilustración”6; pero, ¿qué pasa si el libro no contiene
ilustraciones como el caso de la imagen 1? Mencionaba Burke en Lo visto y no visto que
según dice un historiador del arte, anónimo, “los historiadores prefieren ocuparse de
textos y de hechos políticos o económicos”7 y quizás los libros corales sea un objeto
del que los historiadores deberían ocuparse porque está a base de texto, de códigos
(no ilustrativos) que se hacen ajenos a la Historia del Arte, tal vez, sean los libros
corales únicamente un documento histórico. El interés estético se ha perdido, porque,
quizás, en estas partituras, ya no haya nada más que mirar. Ahora bien, y si las hojas
de las partituras en los libros corales son contempladas como un todo, es decir, que
haya una conjunción entre las formas de ver texto y las formas de ver imagen para así
tener una nueva aproximación a los libros corales y que la Historia del Arte no entre
en una crisis de aproximación.
El texto está ahí para leer las representaciones escritas del mundo, las memorias que
fueron preservadas para recordar la voz, está limitado al uso de letras para
entenderse y saberse leer, es un acto de mirar signos que significan y son fáciles de
decodificar porque se sabe qué dice ahí; mientras que la imagen es un acto de mirar
aquellos íconos que representan copia de lo natural o quizás ilusoria de algo, alguien o
ciertas condiciones o espacios, ahí donde la oralidad o el mismo texto es sintetizado
por la delineación de figuras y dibujos. Sin embargo, tanto el texto como la imagen
involucran la mirada y distintos actos de lectura; y las partituras pueden ser el
aglutinante de estas dos maneras de leer representaciones del mundo, en muchos
casos la conforman tanto el texto como las imágenes y le da oportunidad al binomio
de apuntar a la unidad sin ser estable, es decir, las partituras por tener su propio
lenguaje musical oscilan entre ambos sin ser uno por completo, porque cuando se toca
6 Salgado Ruelas Silvia, Libros de coro conservados en la Biblioteca Nacional de México, México, UNAM, 2010, p. 231 7 Burke Peter, Lo visto y no visto, España, Biblioteca de Bolsillo, 2005, p. 13
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funge como texto pero cuando se mira en sentido icónico-‐totalitario la imagen de la
música es una imagen gestáltica8, que se sabe leer, enuncia un fenómeno cultural, una
materialidad, un testimonio histórico que codificó voces y formas de pensar, un tipo
de ritual, y “permiten a la posteridad compartir las experiencias y los conocimientos
no verbales de las culturas del pasado”9. De alguna manera con el simple hecho de
observar esta nueva imagen, sin saber a gran profundidad la cultura de la que
proviene, está implícito que es una partitura porque se conocen los códigos musicales
o alguna vez se han visto; “Panofsky insistía en que las imágenes forman parte de una
cultura total y no pueden entenderse si no se tiene un conocimiento de esa cultura […]
es preciso estar familiarizado con los códigos culturales”10 . Ya me comentaba alguien,
a quien le había enseñado la imagen 2 por primera vez, que era un juego de mesa; al
mirarla por segunda vez dijo –bueno, se parecen más a los libros para tocar la guitarra
por las líneas– ¡es música!– exclamaba. Otra persona a quien se le enseñó la imagen 1,
quizás más conocedora, decía que era música antigua religiosa porque el papel se ve
antiguo, viejo, sucio, y las partituras ya no son como las que hay ahora, éstas tienen
cuatro líneas. La imagen de la música, entonces, implica otro tipo de acto de lectura, la
aproximación que se hace hacía los libros corales no se limita sólo al rescate de la
música, a la interpretación moderna, a crear un imaginario musical que sea capaz de
expresar la atmósfera de esa época; ni a la reconstrucción histórica; sino que ahora
son objetos icónicos-‐materiales observables; se cree o se sabe que algo se está
diciendo.
Quizás, descodificar los signos que tiene la imagen de la música resulte difícil por
contener connotaciones antiguas distintas a la manera de escribir música de hoy en
día, ya universal. Ahora bien, para lograr descodificarla se necesitará el principio de la
inducción, que “se basa en los datos acumulados aportados por la observación de
8 Gestalt entendido como la habilidad que tiene la mente para estructurar o configurar los elementos que conforman el todo a partir de la atención, la percepción y la memoria. Consuegra Natalia, Diccionario de psicología, Colombia, Ecoe, 2010, p. 133. Los libros corales en su totalidad es la suma de los diversos códigos e identificar qué capta más la atención para organizar esos códigos que se presentan. 9 Burke Peter, op. cit. p. 16 10 Ibíd. p. 46
10
ejemplos concretos”11. Los libros corales contienen o resguardan entre las gruesas
pastas de cuero y ornamentos de hierro, que tal vez se encontraban bajo llave o bien
cerrados; de información que espera ser revelada.
De primera instancia al mirar sus componentes se sabe que es una música antigua y
religiosa; en ambas imágenes se leen perfectamente las letras que contiene, frases en
latín, oraciones religiosas que se cantan, dirían los conocedores. Libros de gran
formato que posiblemente se usaban en las misas, y de ser así se deduce que los libros
corales son objetos que constituyen uno de los lenguajes del ritual musical, es decir, 11 Bryson Normal, Visión y pintura: La lógica de la mirada, España, Alianza, 1991, p. 36
Imagen 3. Pasta del libro coral [de la imagen 2], Museo Franz Mayer, Siglo XVII
Imagen 4: Pasta del Libro coral [de la imagen 1], Museo Franz Mayer, siglo XVII
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ahí donde “el performance12 toma lugar como acción, interacción y relación […] es el
aprendizaje apropiado de la cultura, especificados por el comportamiento”13 pues la
música, factor de causa y efecto del performance, hace un espacio donde se expresa, se
transmite y donde la conducta es enmarcada. Los libros corales, aunque no
determinan el performance, influyen en las prácticas de éste para producir liberación
del alma hacia Dios. La historiadora Lourdes Turrent lo llama ritual sonoro, ahí donde
los “rituales no sólo instruyen a las personas al nivel intelecto, sino que se conectan
con lo más profundo de cada ser, porque tocan la sensibilidad […] involucra los cinco
sentidos”14. En cada celebración del Oficio Divino o en las juntas corales de los
cabildos catedralicios, estos coros sonoros y escritos complementaban la palabra de
Dios, aquella que era mencionada y transmitida en latín, lengua hasta entonces
desconocida para la gran mayoría. Una de las funciones de los libros corales es causar
sonoridad, la música, para que sea mediadora de eso que no se entiende, y que sólo
llegue a los individuos a través de los sentidos. “La Biblia y la liturgia ofrecen a los
cristianos un repertorio casi inagotable de elevación del alma a Dios. Así, cantar la
liturgia constituye una forma privilegiada de oración, pues el canto litúrgico no es otra
cosa que un diálogo con Dios.”15.
12 Performance entendido como espacio y tiempo determinado por un sujeto situado que innova o genera nuevos significados de las acciones del ritual original, actores y espectadores que no sólo transmiten significados sino tienen efectos en las experiencias y vivencias porque supone experiencia estética y se restaura conducta. Schechner Richard, Estudio avanzado del performance, México, FCE, 2011. 13 Schechner Richard, Performance Studies, New York and London, Routledge, 2006, p.28 14 Turrent Lourdes, Op Cit. p. 12 15 Álvarez Moctezuma Israel, Civitas Templum. La fundación de la fiesta de Corpus en la ciudad de México, III Coloquio Musicat, “Lo sagrado y lo profano en la festividad de Corpus Christi”, UNAM, México, 2008, p. 41-‐60
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Conclusiones (tentativas)
La imagen de la música no es una imagen en la concepción clásica a la que la Historia
del Arte está acostumbrada porque en ella existen códigos legibles. Se observa a partir
de comprender su totalidad para que sea analizada desde las respuestas dadas por el
espectador. Dichas respuestas se centran en la construcción cultural e histórica de la
imagen.
El acto de mirar una imagen, cualquiera, implica una serie de esfuerzos para recordar
el bagaje cultural que constituye en cada receptor, de tal manera que desde lo que se
sabe se demuestran diferentes o similares lecturas de la misma. A partir de las
interpretaciones que surgen de la mirada se elabora una red de significados que está
implícita, donde las deducciones dirigen hacia otros conceptos y hacia otros para
crearla. Que si es música antigua y religiosa. ¿Por qué? es antigua porque las
partituras no son como las que se conocen hoy, las hojas son grandes, amarillas; se ve
que se usó tinta y la tipografía de las letras se ve hecha a mano. ¿Esas letras las sabes
leer? Sea la respuesta si o no, está en latín o en un idioma antiguo, y si son libros es
porque era para gente intelectual, conocedora… etc.
Las huellas musicales, entonces, dependerán de la experiencia que tiene el espectador
para ser analizadas y así, las re-‐signifiquen en un contexto actual, pues quizás, a veces,
sea este acercamiento el que de la posible interpretación de la imagen, porque es
acercarse al hecho de imaginar la música, porque si se observa una fotografía de una
pareja bailando con trajes típicos mexicanos, o se observan los mismo libros corales,
el lector de la imagen hará todo lo posible por recordar la música que acompaña a
estos objetos artísticos que fungen como vehículo para llegar a descifrar un fenómeno
cultural, e incluso se apoyarán en la observación de los elementos que la componen
porque cada uno de éstos tiene una historia que contar.