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Comparación de Pizarnik y la inefabilidad de lo Uno en Plotino
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Primer parcial de Filosofía Medieval y Moderna
Profesor: Federico Mitidieri
Alumno: Javier Cuevillas
Fecha de entrega: 01/10/2015
Tema: Relación entre la inefabilidad de lo Uno en Plotino y Piedra fundamental de Alejandra Pizarnik
Javier Cuevillas
Elegí Piedra fundamental de Pizarnik por ser un poema que ilustra perfectamente
la incapacidad del lenguaje para expresar una experiencia o pensamiento que va más allá
de lo cotidiano y entra dentro del ámbito de lo metafísico; en otras palabras, hace de
ilustración pertinente y eficaz a la idea plotínica de la inefabilidad de lo Uno. Comienzo por
explicar lo que dice el filósofo para, a continuación, analizar, desde este lugar, el rico
poema de la autora argentina.
Plotino plantea una realidad dinámica y espiritual que está constituida por un
incesante despliegue que acontece fuera del espacio del tiempo y que tiene su punto de
partida en lo Uno, es decir lo absolutamente simple. De lo Uno surge la inteligencia y de
ésta el alma. El alma del hombre debe aspirar a la conversión en un camino de ascensión
hacia lo Uno. Lo Uno es unicidad y simplicidad absoluta, y por lo tanto indivisible; es lo
primero, presente en todo cuanto deriva de él pero puro, no mezclado con nada; no posee
determinación y, en consecuencia, es ilimitado; es potencia productora, fuente y motor de
la realidad; carece de forma, aún de forma inteligible; es la realidad positiva por
excelencia, autosuficiente y perfecto, que nada desea, de nada necesita ni de nada
carece; no puede atribuírsele ninguna propiedad, ni siquiera el ser, y, en consecuencia,
sólo se puede referir a él por vía negativa. Por éste último aspecto, lo Uno es
verdaderamente inefable ya que ningún nombre le conviene. Ahora bien, lo cierto es que,
en nuestro aturdimiento, ya sea por la necesidad de comunicarnos, de sugerir o de
exhortar a buscarlo, hablamos sobre él y le asignamos nombres pero, por más que lo
intentemos, jamás llegamos a expresarlo en sí mismo; podemos enseñar el camino pero
no el ejercicio mismo de la contemplación; podemos “probar” racionalmente que es
necesario que exista un principio así pero, por medio de la razón, jamás podremos probar
que efectivamente existe porque, por naturaleza, lo Uno supera a la pura racionalidad. Es
necesario recurrir, en cambio, a métodos no racionales: debemos abrirnos a un éxtasis
interior que supere la razón, la deje atrás, y por el cual el alma se una a lo Uno en íntimo
contacto y se simplifique con lo absolutamente simple. Lo Uno es aprehensible, por lo
tanto, por un poder que está en la inteligencia misma pero que, sin embargo, la supera,
porque es un aspecto de la inteligencia que no es inteligente, sino que es una “inteligencia
amante”. Plotino (como Pizarnik en sus poemas y como todos aquellos que se avoquen a
la dificultosa tarea de transmitir lo inefable) echa mano a una serie de metáforas para
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expresar en qué consiste la experiencia de captación de lo Uno, experiencia tan inefable e
intransmisible como el principio mismo.
Piedra fundamental es un poema que parece estar hablando de algo parecido al
menos, a la experiencia de éxtasis plotínica, y que hace hincapié en lo intransmisible de
ésta, tanto directamente: “No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y
el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes”, como a través de las
formas que podríamos llamar oraculares con que fue escrito todo el poema; ella misma lo
entiende así: “¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo
fragmentado”. Antes que nada, hay que resaltar el hecho de que éste no está escrito en
verso ni, consecuentemente, tiene rima. Esto no es ingenuo, y, en mi opinión, se debe a
que el tema tratado, difícilmente se puede encerrar dentro de los rígidos límites del verso
rimado; es una cuestión de libertad para transmitir, sin mayores complicaciones, lo
inefable. Dijimos que el poema hablaba de una experiencia. Esto es así porque, en primer
lugar, al comienzo, el yo lírico habla de que “sus ojos eran la entrada del templo” y más
adelante se refiere a “la entrada del tiempo”. La imagen de la entrada nos remite a un
comenzar de la experiencia mística (templo) estrechamente relacionada con el tiempo
(adviértase la relación que se establece entre “templo” y “tiempo” mediante un juego
fónico) que comienza en la contemplación de los ojos de alguien. Acá podemos creer que
hay alguien que guía al yo lírico en este camino, no sólo por ésta alusión a “sus ojos”, sino
también por que más adelante se introduce un paréntesis en el discurso del yo, en el que
ésta otra persona le recomienda que escriba. Pero haya alguien más o no, es interesante
rescatar que la experiencia o aprendizaje comienza por los ojos, no por la boca ni los
oídos. Ésta misma idea está al final, cuando ella está terminando la experiencia y se
compara con una amazona que con los ojos domina el caballo que podría ser lo Uno.
Quien mejor que el mismo Plotino para explicarlo: “no es el oído quien lo capta, ni el que
lo oye nombrar quien lo comprende: si alguien puede comprenderlo es sólo quien lo ve;
pero, si al mirar intenta ver una forma, tampoco así llegará a conocerlo”; ésta experiencia,
entonces, debe ser experimentada en carne propia y no podrá llevarse a las palabras. En
otro parte Pizarnik dice sobre esto: “he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es
yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí”. Además de la idea relacionable
con Plotino de que eso otro (o lo Uno) es ella, es decir que está en su ser y la posee,
resaltamos que sólo la posee cuando calla; es necesario el silencio para conectarse.
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Sin embargo, como dice Plotino, en nuestro aturdimiento tratamos de comunicarlo
y en el poema se valoriza, al menos parcialmente, ésta intención del lenguaje: al
introducirse ella en el túnel del canto (no dijimos nada sobre esto todavía pero
adelantamos que el canto y la música podrían simbolizar aquello con lo que se encuentra,
lo Uno en términos plotínicos, o aquello que desata la experiencia) dice ver “gestos de
figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude”.
Evidentemente el lenguaje trata de comunicar “lo Uno” pero sólo lo logra en parte: trae a
la vida sólo gestos de figuras, no a “lo Uno” mismo. Avanzando un poco en el poema,
leemos: “En el silencio mismo (no el mismo silencio)”; la autora parece querer advertir al
lector que, al ser éste poema tan inefable, no hay que descuidar la muy pensada
disposición de las palabras porque al trocarlas, podríamos destruir su frágil sentido.
Transcribo un párrafo particularmente interesante del poema por su relación con el
lenguaje:
Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería
rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme,
petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para
tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán
reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una
estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde
el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el
refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no
contaba más que con un tren salido de los rieles que se contorsionaba y se
distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música
estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del
encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este
poema que voy escribiendo.)
En este fragmento encontramos que el yo lírico se esfuerza por alcanzar a la música. En
mi opinión ésta y la también mencionada patria, vendrían a ser lo mismo que lo Uno de
Plotino, y lo que se busca decir, una vez más, es que el lenguaje es insuficiente para
alcanzar la música. Una primera lectura sugiere que entre el teclado y la música hay una
relación estrecha porque nos remite al piano. Pero yo creo que el teclado remite a su vez,
a un segundo elemento: la máquina de escribir (o en su defecto a la computadora). Así el
teclado no sólo estaría íntimamente relacionado con la música, sino también con el refrán y
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con el mismo poema a través del cual se busca la patria. Por otra parte, el refrán da la idea
de sabiduría popular (o incluso culta, filosófica); vendría a ser el representante del lenguaje
que debería ser punto fijo, firme y estable en medio del movimiento como una estación de
trenes. Sin embargo, es “demasiado breve”, el lenguaje no cumple (o lo hace en
pequeñísima parte); pero incluso si hubiera cumplido, si hubiera sido verdadero punto fijo,
no hubiera sido suficiente porque lo que se busca (música, patria, Uno) está en otro lado,
“más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro”, en
la estación de tren (o, en realidad, “tren salido de los rieles que se contorsiona y
distorsiona”), en el refrán, en el lenguaje, en el mismo poema. Una vez más llegamos a la
dura conclusión de que el lenguaje y el mismo poema son incapaces de verdaderamente
hablar de aquello que se busca.
Indudablemente Piedra fundamental de Alejandra Pizarnik es un poema muy rico
que se puede analizar desde muchos lugares: todavía se podría decir mucho más de él. A
nosotros sin embargo, nos interesa por ser una, aunque suene irónico, clara ilustración de
las dificultades del lenguaje para comunicar y expresar, de manera fiel y verdadera, la
naturaleza de lo Uno (según Plotino, pero se lo podría llamar de diversas maneras) y la
experiencia de unión y conexión con este principio.
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