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República Bolivariana de Venezuela Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de Los Andes Mérida - estado Mérida Agudización e integración de los sentidos como puerta a la sensualidad para la posterior reconstrucción de la verdad

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior

Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de Los Andes

Mérida - estado Mérida

Agudización e integración de los sentidos como puerta a la sensualidad

para la posterior reconstrucción de la verdad

Joolver Cárdenas C.I.: V-203940

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Llevar la teoría y los aprendizajes de este tipo a la práctica puede

resultar bastante complicado si no nos mantenemos atentos, con agudeza y

disposición a integrar ambas fuentes de conocimiento. En este ejercicio –una

“simple” representación de una comida grupal en un ambiente natural- a

petición del profesor y del ejercicio mismo me dispuse fielmente a la recepción

de todos los estímulos que alcanzaran mis sentidos durante la clase. En primer

lugar, antes de que comenzara el ejercicio, bajo las instrucciones del profesor

observé detenidamente los alimentos a los cuales todos los compañeros de la

clase rodeábamos, lo primero que noté es que a la mayoría de esos alimentos

ya los conocía, luego decidí enfocarme en cada uno por separado, el primero

que escogí fue la arepa de harina de trigo y de inmediato llegaron a mí una

cantidad de imágenes enorme de mi pasado; mi madre cocinado y mis inicios

en la facultad de medicina durante los cuales ella me preparaba

semanalmente un número de arepas acorde a los días en los que no nos

veríamos, para que yo no tuviese que cocinar. Así mismo fue sucediendo con

todos los alimentos en los que detuve mi atención, el arequipe, por ejemplo,

me recordó un robo infantil que llevé a cabo aproximadamente a los nueve

años y con el cual estaba sumamente asustado. Después de que dejé que mi

cerebro hiciese todas estas relaciones, decidí tratar de verme a mí mismo

como un objeto de estudio, decidí aprender de mis propias experiencias para

poder incorporarlas en la actuación y ver desde una perspectiva teórica lo que

estaba sintiendo y viviendo en ese momento. Partiendo de la corporeidad y lo

que ésta significa comencé a desglosar esquemáticamente lo que acababa de

pasarme; los colores y las formas que tenía en frente me hacían saber que lo

que estaba viendo eran arepas o arequipe, pero esas formas y colores de los

alimentos hubiesen sido totalmente insignificantes e inútiles si no hubiese

tenido con ellas una experiencia previa, el hecho de que en mi memoria

existiera un registro de esas formas y tonos específicos fue lo que me hizo –sin

necesidad de probarlos- saber que eran alimentos. Ahora, una vez que mi

cerebro –a una velocidad imposible de creer- hizo todo esto, también

sucedieron otras cosas, esta computadora increíble que llevamos todos en

nuestros cráneos buscaba entre los archivos de mi memoria para traer algunos

rápidamente a mi consciente, lo primero que me traía era el nombre del

alimento y por supuesto todos los recuerdos a los cuales a través de ellos

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podía acceder, incluyendo el propio sabor que incluso llegaba a mi boca y por

supuesto las imágenes nombradas de experiencias previas. Entonces descubrí

que con tan solo ver un objeto nos podemos conectar directamente con lo que

sea y en este caso fue con mi pasado, cada uno de los alimentos representaba

una puerta a momentos previos en mi vida, los revivía por completo. Entonces

me pregunté ¿Será posible utilizar un simple objeto –comestible o no- para

acceder a la mente de un personaje en vez de acceder a recuerdos de mi

propia memoria como me sucedió?

Todo lo anteriormente expuesto sucedió antes de probar los alimentos,

tan solo cuando me preparaba para hacerlo. Esta preparación iba desde el

comienzo de la primera fase de la digestión -la cual consiste en la salivación y

secreción de jugos gástricos a partir de estímulos odoríficos, sonoros o

visuales- hasta toda mi expresión corporal, ya que estaba ahí acostado en el

suelo pero con todo el cuerpo dispuesto a ir a saborear todo aquello. Justo

antes de levantarme a probar nuestro pequeño banquete, bajo las instrucciones

del profesor comencé a crearme un nuevo universo, trataba de ya no estar en

el teatro con unos compañeros de hace 4 semanas, quería estar en la montaña

con amigos conocidos desde hace mucho tiempo y con la grama rozándome

las pantorrillas, solo debía permitirme que exclusivamente lo que encajase en

mi universo tuviese entrada, y lo único que lo hacía eran los alimentos y mis

compañeros, todo lo demás debía desaparecer, la madera se debía irse para

transformarse en tierra poblada de grama, la luz del bombillo debía volverse luz

solar y los asientos del frente debían convertirse en el paisaje. Así que la

tensión inicial que generó el grupo -por lo que creo era cierto nivel de

vergüenza para no parecer hambriento- para mí fue insignificante, eran mis

amigos, estábamos en la montaña, no había razones para avergonzarse, así

que por fin había llegado el momento para comerme la tan deseada arepa y

rápidamente corrí a tomarla. Su sabor significaba para mí más puertas, el

molino de trigo al que me llevaba mi papá de pequeño ahora estaba en mi

cabeza. Así fue sucediendo con la mayoría de los alimentos; los sabores, los

olores y las texturas evocaban en mí muchísimas imágenes. Ahora estaba

alegre de estar compartiendo y las mezclas entre sabores me generaron

sensaciones que me veía obligado a expresar abiertamente así no quisiera,

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igual no creo que existan muchas personas que se mantengan inexpresivas al

probar arequipe con salsa de ajo y limón. Estaba disfrutando y me estaba

abstrayendo debido a los sabores, así que mi interacción con los otros se hacía

automática, me había incorporado al grupo a través de las sensaciones y

emociones sin siquiera darme cuenta. Mis sentidos se juntaban para

mantenerme en el ahora; el sonido de las palabras del otro para que le pasase

una salsa, los sabores que acariciaban mi lengua, la textura en mis dedos de lo

que sostenía, los olores que le habían quedado como restos de lo que habían

sostenido y por supuesto las imágenes de todo aquello que tenía en frente me

hacían reaccionar y moverme con una voluntariedad involuntaria, imposible de

imitar desde afuera, imposible de copiar si no se siente. Al notar esto de

inmediato decidí estudiarme nuevamente a mí mismo, quise ser otra vez mi

propio conejillo de indias, así que comencé a analizar mi gestual y la de mis

compañeros pero siempre tratando de no perder la verdad enorme que había

en ella. El compañero a mi lado desbordaba movimientos faciales y del cuerpo

al probar los alimentos, se estremecía con el limón o cerraba los ojos

placenteramente con otros sabores, y así como él ahí estaban todos, dándome

muchísima información y recursos para llenar mi maleta actoral de ademanes,

gestos, sensaciones y emociones convertidas en cuerpo y que espero

fuertemente –aunque tengo cierta seguridad de que es así- aún estén

guardadas en mi subconsciente. Los rasgos y movimientos instintivos del

comportamiento humano estaban ahí claramente, en todos, desde el que

sutilmente tomaba entre el dedo índice y el pulgar el gajo de mandarina que no

por eso deseaba menos, hasta el que se chupaba enardecidamente los dedos.

En este compartir medio imaginario y medio real estaba contenida toda la

verdad de los ademanes que tenemos los humanos al comer e interactuar con

otros sin prejuicios sociales, y espero gracias a la imaginación en algún punto

poder reconstruir esa verdad, poder alcanzar la sensualidad que significa por

ejemplo comer de verdad, mantener conmigo la entrega y la capacidad de

recibir sin exhibicionismo, no solo en una comida sino en cualquier situación

que deba recrear en escena. Revivir esa veracidad, esa naturalidad, ese ritmo

y en general toda esa composición significaría construir verdaderamente otro

universo, otra realidad, otro mundo, significaría para mí convertirme en un

verdadero actor.

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