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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 15 NUEVO TESTAMENTO COMUNIDADES PAULINAS: Teología y escritos

COMUNIDADES PAULINAS: Teología y escritos · Señalemos algunas de las razones: 1. Pablo no fue el “helenizador” del movimiento de Jesús. ... perseguidor de los cristianos (Gal

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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 15

NUEVO TESTAMENTO

COMUNIDADES PAULINAS: Teología y escritos

comunidad cristiana de la esperanza

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COMUNIDADES PAULINAS: Teología y escritos

INTRODUCCIÓN

Tal vez, más que cualquier otro personaje de los primeros

momentos del movimiento de Jesús, Pablo destaca como el que lo

catapultó a un nuevo nivel gracias a su misión dedicada a quienes

no eran judíos. Al menos ésta es la opinión tradicional. En esta

perspectiva, se le ha llamado el “primer cristiano”, el “segundo

fundador” y el “helenizador” del cristianismo. Sin embargo, el

cuadro real, es algo más complejo.

Este modo de comprender la figura de Pablo tiene ya más de un

siglo y manifiesta que se produjeron algunos cambios

importantes a la hora de interpretar su vida y su obra. Sobre todo,

se cayó en la cuenta de que el mismo Jesús era judío y, como

corolario, de que el movimiento primitivo mantuvo su identidad

esencialmente judía durante algún tiempo antes de

transformarse en una religión independiente. La “Iglesia

cristiana” no irrumpió simplemente en la escena como una

institución religiosa plenamente desarrollada e independiente en

un momento determinado, es decir, cincuenta días después de la

muerte de Jesús. Aún seguía siendo una secta judía.

Aunque esta perspectiva se mantiene en algunos círculos

teológicos, lo cierto es que no se corresponde con la reciente

investigación histórica sobre el NT. Señalemos algunas de las

razones:

1. Pablo no fue el “helenizador” del movimiento de Jesús. Antes, e

independientemente de Pablo, existía una vigorosa interrelación

con judíos grecoparlantes y con no judíos. El documento Q refleja

ya esta tendencia; además, desde el primer momento existió una

importante comunidad de Jesús en Alejandría. Ninguna de estas

ramas del movimiento primitivo tuvo algún contacto, que pueda

detectarse con Pablo, ni tampoco ninguna influencia suya. Al

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escribir su carta a las iglesias de Roma, Pablo deja claro que

nunca había estado en Roma. Por tanto, es evidente que no fue el

responsable de la creación de las congregaciones de Roma,

algunas de las cuales llevaban funcionando bastante tiempo.

2. Pablo no fue el “segundo fundador” del movimiento. Esta idea

se basaba en el falso presupuesto de que, con anterioridad a

Pablo, el movimiento de Jesús era aún bastante monolítico y

estaba, por así decirlo, estancado teológicamente en el contexto

social judío de sus enseñanzas originales. De aquí que se viera a

Pablo como aquel que rompió su estancamiento. Sin embargo,

existió una considerable diversidad en el movimiento desde el

principio y ya se profundizaba en sus ideas según los nuevos

contextos sociales y culturales. Había discípulos grecoparlantes

en Antioquía antes de que llegara Pablo. Es probable que el

mismo Pablo contactara con el movimiento una vez que se había

desplazado a las zonas judías grecoparlantes. Tampoco el

carácter judío de la secta fue un impedimento para la diversidad

y la indagación teológica. Más aún, Pablo no se inventó la “Iglesia”

ni como término ni como forma de culto y organización cristiana.

Muchos de estos elementos, al menos durante la primera

generación, procedían directamente de la práctica judía.

3. Pablo no fue el “primer cristiano”. De hecho, Pablo no utiliza el

término “cristiano”. Más bien, se consideraba un judío piadoso

que había sido llamado por Dios, mediante Jesús, para llevar este

nuevo mensaje a los no judíos. Por tanto, Pablo mantuvo una

identidad totalmente judía, aun cuando discutiera con Pedro,

Santiago o cualquier otro de los seguidores judíos más rigoristas

del movimiento de Jesús. Así pues, hemos de ver a Pablo como

un miembro de la diversidad sectaria del movimiento que le dio

vitalidad y abrió nuevos horizontes.

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1. CLAVES HISTÓRICAS

Raíces judías

Contamos con dos fuentes fundamentales para reconstruir la

vida de Pablo, el libro de Hechos y sus propias cartas. EL libro de

Hechos ofrece una visión idealizada no siempre respaldada por

los propios escritos de Pablo, aunque en lo fundamental suelen

coincidir. Nos quedamos, de momento, con la historia tradicional

sobre la vida de Pablo, aunque hay nuevos estudios que

cuestionan algunos puntos.

Pablo nació judío de religión, y como él mismo proclama en Gal

1,13-14 y Flp 3,5-6, durante la primera etapa de su vida se

comportó como un judío convencido, fiel observante de la ley. En

su nacimiento, acaecido hacia el año 5 d.C., recibió el nombre

hebreo de Shaul junto con el grecorromano de Paulus (Pablo), que

significa “pequeño” (Hch 13,9). En las cartas siempre utiliza el

nombre grecorromano.

Su familia pertenecía al partido fariseo (Hch 23,6; Flp 3,5). Como

fariseo fue educado por sus padres, que aproximadamente a la

edad de quince años lo enviaron a Jerusalén. Allí, en la escuela

del célebre rabino Gamaliel el Viejo (Hch 22,3), alcanzó sin duda

una profunda formación judía que iba a marcar para siempre, su

modo de utilizar e interpretar los textos de las Escrituras.

Influencia helenista

Pablo no nació dentro del judaísmo palestinense. Nació en la

diáspora, es decir, en el ámbito de las comunidades judías

residentes fuera de los límites de Palestina. Concretamente nació

en Tarso, Asia Menor (Hch 21,39), ciudad situada a orillas del río

Cidno, a los pies del monte Tauro, y capital de la provincia

romana de Cilicia, en la parte suroriental de la actual Turquía.

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Era Tarso por entonces un emporio de cultura. Sus escuelas de

arte, ciencias y filosofía competían con las de Atenas y Alejandría.

Probablemente como buen fariseo Pablo no asistió, al menos

sistemáticamente, a estas escuelas paganas; pero el mundo

helenístico en medio del cual vivió su niñez y adolescencia debió

influirle. Pablo ciertamente hablaba griego con soltura, incluso

con elegancia cuando se lo proponía. Sus cartas revelan que

también sabía escribirlo con notable corrección: cita autores

clásicos, utiliza procedimientos literarios de innegable parentesco

con la diatriba socrático-estoica, alude a instituciones jurídicas y

gusta de imágenes y metáforas deportivas y militares propias de

la cultura helenística. Ha de añadirse a todo esto que el texto

bíblico más utilizado por Pablo fue probablemente el de la Biblia

griega, llamada Septuaginta.

Conversión

En un determinado momento de su vida, que puede fecharse

hacia el año 35 d.C., la existencia religiosa de Pablo sufre un

vuelco total. Tiene un misterioso encuentro con Jesús (Hch 9,1-

19), y quien había sido hasta ese entonces encarnizado

perseguidor de los cristianos (Gal 1,13-14) se transforma de

pronto en ardiente propagandista de Cristo. A partir de ese

momento Pablo quedó absolutamente enamorado de Cristo y

dedicó toda su capacidad y entusiasmo a profundizar en el

evangelio de Jesús y a proclamarlo con todos los recursos a su

alcance.

Después de un periodo de casi diez años sobre el que apenas

tenemos noticias (estancias en Arabia, en Tarso, en Antioquía de

Siria), y en el que Pablo consolidó su experiencia y su formación

cristiana, el fariseo convertido a Cristo inicia una incansable

actividad viajera y misionera que no cesará hasta su muerte.

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Suele hablarse de tres grandes viajes apostólicos de Pablo:

1. El primero por Chipre y el sur de Asia Menor, entre los

años 45-48 d.C. (Hch 13,4-14,28).

2. El segundo por las regiones centrales de Asia Menor,

Macedonia y Grecia, entre los años 49-52 d.C. (Hch 15,40-

18,22).

3. El tercero por las regiones de Galacia, frigia, la provincia

romana de Asia (Éfeso), Macedonia, Grecia y de nuevo

Éfeso, entre los años 53-58 d.C. (Hch 18,23-21,15). A estos

tres viajes hay que añadir el azaroso viaje por mar desde

Cesarea a Roma (Hch 27,1-28,16) y sin duda otros muchos

viajes de menor entidad que se desprenden del relato de

Hechos y de las propias cartas paulinas.

En el decurso de esta intensa actividad misionera, Pablo

conoció innumerables peripecias y adversidades. Hay que

destacar sobre todo sus prisiones (Hch 23,35-26,32). Las más

prolongadas fueron sin duda, las de Cesarea y Roma (Hch

28,16); pero estuvo también encarcelado en Filipos (Hch

16,23), en Jerusalén (Hch 21,33-23,30), muy probablemente

en Éfeso, y quizás en algún otro lugar.

Actividad apostólica. Las comunidades paulinas

La actividad misionera de Pablo tuvo como objetivo principal

la fundación de comunidades cristianas. Precisamente

algunas de estas comunidades, establecidas en importantes

ciudades del imperio (Corinto, Tesalónica, Filipos y ciudades

de la región gálata), son las destinatarias de casi todas sus

cartas. Resulta sobremanera provechoso para entender las

cartas paulinas conocer las características, circunstancias y

problemas de dichas comunidades. Aunque cada comunidad

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tenía unas características propias, todas tienen unos rasgos

comunes, que pueden resumirse así:

Son comunidades afincadas en el mundo helenista. Es

un nuevo horizonte, que ofrecía a los seguidores de

Jesús múltiples ventajas, pero que no estaba exento de

inconvenientes. En este ambiente, las pequeñas

comunidades fundadas por Pablo viven bajo la

permanente amenaza de un paganismo hedonista, de

atractivos y fáciles cultos religiosos, de múltiples

costumbres reñidas con el evangelio. Se comprenden

perfectamente las continuas advertencias,

recomendaciones, llamadas de atención e incluso

duras recriminaciones que Pablo hace en sus cartas.

La mayor parte de ellas estaban enclavadas en las

regiones costeras del norte del Mediterráneo (Asia

Menor, Grecia e Italia); dentro, por tanto, del imperio

romano. Tanto Pablo como sus colaboradores

procuraron establecer las comunidades en centros

neurálgicos, en ciudades unidas entre sí por una fuerte

red de comunicaciones. Así se favorecía el contacto y el

diálogo entre las comunidades cristianas. Dicho

contacto y diálogo contribuyó a fortalecer y enriquecer

la fe recién adquirida.

Son comunidades establecidas en núcleos urbanos en

contraste con las comunidades rurales palestinenses.

Pablo fue un gran impulsor de las comunidades

urbanas, con todo lo que este acontecimiento iba a

suponer para la evolución del movimiento de Jesús.

Dentro de las ciudades en las que se asientan, el ámbito

natural de las comunidades es la casa. Son

comunidades domésticas que se reúnen en las casas

para celebrar su fe y alimentarla (Rom 16,5.11), y que

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posiblemente adoptaron la estructura social de la casa

en su organización.

Son comunidades formadas por cristianos de

procedencia tanto judía como pagana y de una

composición sociológica plural. Este hecho da razón de

no pocos problemas concretos a los que Pablo tiene que

hacer frente en sus cartas. Y explica también, al menos

en parte, el hecho de que el radicalismo ético de la

tradición sinóptica haya sido sustituido por el llamado

“patriarcalismo del amor”, es decir, por una concepción

religiosa de la vida que aceptó las desigualdades

existentes de hecho en las relaciones interpersonales,

pero al mismo tiempo las suavizó con el “amor

cristiano”: Códigos domésticos patriarcales (Col 3,18-

4,1; Ef 5,21-6,9).

Son comunidades en las que está muy presente el

conflicto. No eran precisamente un paraíso. No todo

funcionaba en ellas con absoluta pulcritud y en

conformidad con las más estrictas exigencias del

evangelio.

2. CLAVES LITERARIAS

Las cartas de Pablo

El desarrollo de la tradición paulina es un fenómeno complejo y

pluriforme, que ha dejado un buen número de testimonios

literarios y de datos socio-históricos de los grupos humanos

involucrados como, probablemente, no tenemos de ninguna otra

tradición de los orígenes del cristianismo. Del conjunto de 27

escritos conservados en el canon del NT, un total de 13 están

atribuidos a Pablo.

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El orden en que las biblias modernas ofrecen las cartas de Pablo

no responde a la cronología de su composición. En esto siguen la

costumbre de las ediciones impresas más antiguas (p.ej. la

Vulgata latina) que colocan en primer lugar las dirigidas a

comunidades, en un orden descendente según la extensión de

cada carta; después colocan las dirigidas a individuos concretos.

Las cartas se distribuyen, desde el punto de vista cronológico, a

lo largo de tres generaciones de cristianos, lo que quiere decir que

algunas de esas cartas no fueron escritas por Pablo, sino por sus

discípulos, de acuerdo al extendido fenómeno de la pseudografía.

La distribución más aceptada es esta:

1. Primera generación (aprox. 50-60 d.C.), cartas originales

de Pablo: 1 Tesalonicenses, Gálatas, 1 y 2 Corintios,

Filipenses, Filemón y Romanos.

2. Segunda generación (aprox. 80-100 d.C.), cartas

deuteropaulinas: Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses.

3. Tercera generación (aprox. 100-140 d.C.), cartas

pastorales: 1 y 2 Timoteo y Tito.

El fenómeno de la pseudografía o pseudonimia consiste en

atribuir determinados escritos a diversos personajes famosos o

héroes del pasado de un pueblo con el propósito de conferirles

mayor dignidad, autoridad o, incluso, origen divino. En cualquier

caso, la calificación como falsos de estos escritos es una

proyección de categorías modernas en una cultura muy diferente

y responde a nuestro etnocentrismo.

Composición de las cartas

En líneas generales, las cartas de Pablo se ajustan al esquema de

la carta antigua que constaba de un encabezamiento, el cuerpo

de la carta o mensaje y el saludo final. Sin embargo, en el

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desarrollo de este esquema, Pablo es casi siempre original. La

novedad del evangelio lo penetra todo y no hay nada de artificio o

de fórmulas vacías.

El estilo y el vocabulario de Pablo son los de un escritor griego

más que aceptable. Utiliza casi todos los recursos estilísticos

característicos de aquella época: paradoja, metáfora, diatriba y

sobre todo la antítesis. A veces parece que violenta el idioma, pero

lo hace casi forzado al tener que proponer un mensaje original

que no encuentra fácilmente en el lenguaje académico la

expresión adecuada.

Hay que subrayar que en más de una ocasión Pablo incluye en

sus cartas material ya formulado. Como parte de este material

podrían considerarse los himnos litúrgicos (Flp 2,6-11; Col 1,15-

20), las confesiones de fe (Rom 1,2-4; 1Cor 15,3-4), los catálogos

de vicios y virtudes (Gal 5,19-23; 1Cor 6,9-10), las series

encadenadas de textos bíblicos (Rom 3,10-18), las doxologías

(Rom 11,33-36; 16,25-27; 1Tes 5,23). Es de advertir que en estos

casos, Pablo no se limita a incorporar sin más estos materiales ya

formulados, sino que los reformula sometiéndolos a una cierta

transformación en el seno de la nueva síntesis teológico-literaria

que pone o hace poner por escrito. Es muy importante tener en

cuenta este asunto para interpretar correctamente no pocos

pasajes paulinos.

Claves teológicas

Al hablar de claves teológicas para leer a Pablo, aquí hablamos de

pistas metodológicas que puedan servirnos para descubrir e

interpretar correctamente los acentos más importantes de la

teología paulina. Estas son las principales:

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Las cartas que integran el llamado “corpus paulinum” han

sido originadas por distintas situaciones y abordan

problemas diferentes. No son de la misma época y

probablemente tampoco del mismo autor. No debe

extrañar, por tanto, que existan notables diferencias en el

contenido teológico entre una y otra carta, y sobre todo

entre uno y otro grupo de cartas. Podemos y debemos

hablar de un pluralismo teológico en las cartas de Pablo.

No hay que buscar en las cartas de Pablo una teología

sistemática1. Ni el momento histórico en que se encontraba

la reflexión cristiana la hacía posible, ni el género literario

utilizado era el más adecuado para ella. Por lo general cada

carta se ocupa de múltiples temas y el autor pasa de uno

a otro con notable movilidad. Cabría exceptuar en cierto

modo las cartas a los Romanos y a los Efesios.

La teología no es una teología ya hecha, sino una teología

que se está haciendo. Una teología en proceso de

elaboración. No puede, por tanto, separarse de su contexto

coloquial. Es el resultado de un diálogo en el que juega un

papel importante, no sólo quien habla y escribe, sino

también quien escucha y lee. Es lógico que Pablo sea con

frecuencia fragmentario en las respuestas, porque su

1 Teología sistemática, es una disciplina de la teología cristiana, cuyo fin es formular una coherente, ordenada y racional presentación de la fe y

creencias cristianas, inherentes a un sistema de pensamiento teológico

que se desarrolla con un método, que puede aplicarse tanto en lo general

como en lo particular. Si bien una teología sistemática debe tener en

cuenta los textos sagrados de su fe, también debe mirar a la historia, la

filosofía, la ciencia y la ética. Clásicamente la teología sistemática se divide en la doctrina de la Palabra de Dios, la doctrina de Dios, la

doctrina del Hombre, la doctrina de Cristo, la doctrina del Espíritu

Santo, la doctrina de la Redención, la doctrina de la Iglesia y la doctrina

del Futuro.

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intención es responder concretamente a preguntas

concretas.

Pablo no construye su teología sobre la nada. Proviene de

lejos, de tradiciones que asume y se apropia. Tradición e

interpretación están siempre unidas en Pablo y se implican

mutuamente. Descubrir lo propio y específico de Pablo en

cada dato tradicional recogido o interpretado por él, es

sobremanera interesante para descubrir los acentos

peculiares de la teología paulina. Un ejemplo típico es el

himno cristológico de Flp 2,6-11.

Finalmente, las referencias al AT, bien en citas explícitas

bien en simples alusiones, son numerosísimas en las

cartas paulinas. La formación judía de Pablo se hace

manifiesta en la amplia utilización del método alegórico a

la hora de interpretar la Escritura. No obstante, en las

cartas de Pablo apenas se puede hablar de una

alegorización pura; lo que en él prevalece es la

interpretación tipológica (comparativa), es decir, la

relación-comparación entre los acontecimientos de la

antigua alianza y los de la nueva. Por lo demás es

importante constatar que la interpretación paulina del AT,

más que un método es una confesión de fe.

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