CONCEPCIÓN CATÓLICA DE LA ECONOMÍA- P.MEINVIELLE

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    CONCEPCIN CATLICA DE LA ECONOMAEdicin de los Cursos de Cultura Catlica

    Impreso por Francisco A. Colombo,

    19 de septiembre de 1936

    PROLOGO

    BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMAS SE OS DARPOR AADIDURA, ha dicho Jesucristo.

    Estas palabras no son una mxima piadosa. Son una ley de la realidad.El mundo moderno, que ha querido buscar ante todo lo econmico, no slo no consigui esto, sino

    que perdi por aadidura el reino de Dios.Este libro pretende dejar constancia de este hecho. Sobre todo, quiere hacer ver que el Evangelio

    y la Doctrina de la Iglesia, expresada tan maravillosamente por Santo Toms de Aquino , contiene los

    principios esenciales de la vida humana, que ninguna economa puede olvidar.La economa no tiene un fin en s, como si fuese un Dios. La economa est en funcin del hombre.

    Debe servir al hombre. Y no a un hombre forjado en el cerebro de un filsofo, sino al servicio del hombrereal, como criatura creada por Dios con, todas las virtualidades jerrquicas que en s encierra.

    Si se olvida esta verdad de sentido comn, se expone uno a forjar creaciones verdaderamente ma-ravillosas pero nefastas.

    Es lo que acaece con los regmenes econmicos modernos y con las teoras de los economistas,que parecen construcciones sumamente grandiosas. Pero, de qu valen si en lugar de servir, sacrifican ala colectividad humana?

    Da pena contemplar el derroche de complicada tcnica de muchos economistas en elucubraciones-admirables que caen en el vaco por no tener presente esta verdad elemental de que una economa valeen la medida en que es benfica al hombre. Por tal razn este libro no es ni puede ser un libro de tcnica.

    Es simplemente una reflexin de sentido comn, sobre las realidades de la vida econmica.Cuando la vida econmica est ordenada en un sentido humano, la tcnica puede desempear una

    benfica funcin, haciendo ms ajustable los distintos rganos de la actividad econmica con un rendi-miento ms humano.

    Pero si f alta este ordenamiento humano, toda tcnica resultar estril, cuando no malfica.No es que se desprecie la tcnica. La tcnica tiene una misin til, pero secundaria. La tcnica es

    de suyo miope. Debe estar iluminada por los sentidos superiores. Es posible, p. ej., que, en el "conjunto xde fenmenos econmicos, un tcnico que compara el movimiento financiero descubra un progreso enlas actividades que pueda traducirse en una ascensin de curvas matemticas; pero, se sigue de all que

    la vida econmica real ha progresado, aportando mejoras reales de riqueza y bienestar a todos los quehan actuado en el "conjunto x de fenmenos econmicos"? No es posible que ese progreso de curvasseale un aumento real en el conjunto total, pero como hay desigualdad en la distribucin, ese progresose haya hecho en beneficio de unos pocos y a expensas del cuerpo social? Y all donde la tcnica hayade comprobar un progreso de curvas, la verdad del bienestar humano seala un descenso? Acaso no escosa manifiesta que nunca ha habido en la humanidad, un movimiento financiero, burstil sobre todo, tanenorme como hoy, y que sin embargo, el bienestar humano no es mejor con respecto a otros tiempos?

    Demuestra esto que la tcnica de suyo miope debe estar iluminada por vistas superiores de la inte-ligencia. De la inteligencia, digo, que ve la razn y esencia de las cosas, y que se llama SENTIDO CO-MN cuando procede bien por el instinto propio de alcanzar la verdad, y que se llama FILOSOFA

    ARISTOTLICO-TOMISTA cuando puede justificar reflexivamente que procede bien.

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    De aqu que este libro sea, en verdad, una filosofa catlica de la Economa. Pero al decir filoso-fa, no se imagine nadie que es una creacin antojadiza del cerebro. La verdadera filosofa no es ms quela penetracin reflexiva en los seres, tratando de determinar sus leyes esenciales. El filsofo autntico no

    crea ni inventa, sino que lee.Por esto, el presente libro quiere poner de relieve el ordenamiento esencial de toda economa queest en verdad al servicio del hombre: simplemente, de la economa. Porque una economa que no sirvaal hombre es un contrasentido. Sera una economa antieconmica.

    Que sirva al hombre total con las virtualidades jerrquicas que en s encierra. El hombre no es unpuro estmago. Adems de estmago, el hombre es racional; adems de hombre, tiene, por la misericor-dia de Dios, un destino divino. La Economa debe procurar al hombre social los bienes de su cuerpo, pa-ra que el hombre alcance ese destino divino.Slo respetando esta ley esencial del hombre, la procuracin de los bienes materiales ser en verdad una

    Economa.

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    CAPITULO ILA ECONOMIA Y LA ECONOMIA MODERNA

    El mundo vive hoy bajo el signo de la inquietud econmica, Porque se ha Perdido el sentido de laeconoma. Se conocen una infinidad de fenmenos econmicos, llamados produccin, tierra, capital, tra-

    bajo, finanzas, consumo; se registran pretendidas leyes econmicas; se construyen teoras y se crean es-cuelas econmicas; pero no se posee el sentido de la economa, porque se ha perdido el de la vida humana.

    El mundo moderno llamo mundo moderno al engendrado por la accin antitradicional de la Re-forma Protestante, perpetuado en el liberalismo del siglo XIX y dispuesto ahora a sepultarse en la anar-qua bolchevista , el mundo moderno, digo, no sabe ni puede saber qu es la vida, porque se ha privadodel acto propio de la inteligencia, que es juzgar.En el "juicio", la inteligencia conoce el valor real (ontolgico) de las cosas. Es un acto esencialmente te-leolgico. Frente a un ser, no tanto quiere conocer su funcionamiento, su mecanismo, su realidad fenom-

    nica, como su esencia determinada por su finalidad: "Para qu es tal ser?, y conocida su finalidad, ajus-tar a ella su funcionamiento.

    Por esto nuestra preocupacin constante en el presente libro ser formular un juicio de valor sobrela realidad econmica. Habremos de penetrar en las entraas mismas de los fenmenos econmicos mo-dernos, para descubrir su conformacin esencial y ver si hay en ellos una perversin ingnita, y en estecaso, proponer las condiciones del medicamento eficaz. Como los fenmenos econmicos que nos rodeanson esencialmente capitalistas, nada ms justo que precisar la naturaleza de la Economa capitalista.

    Materia y forma

    de la economa

    En toda construccin econmica concreta p. ej. la Economa capitalista liberal, podemos distinguirdos elementos distintos, unidos substancialmente en un nico ser; usando el lenguaje aristotlico-tomista,llamaremos materia al elemento pasivo e informe que recibe como un alma y conformacin del otro ele-mento, que denominaremos forma. De la unin substancial de esta materia y de esta forma se engendrauna construccin econmica concreta, del mismo modo que todo ser material, el agua por ejemplo, resultade una determinada cantidad de materia informada por el principio determinante y especfico, que es laforma. La materia es un elemento comn que puede estar informada por formas distintas, dando lugar en-tonces a seres o esencias distintas. Cuando, por ejemplo, bebemos agua, y sta se convierte en nuestra car-ne, la forma de agua desaparece y da lugar a la de carne; pero la materia queda la misma, y sustenta ahorala forma de carne como antes sustentaba la agua. Quiere decir esto que puede haber dos seres sucesiva-

    mente distintos que tengan una misma materia.Apliquemos esta doctrina a la economa capitalista liberal. En ella, la mquina, el crdito, el inter-cambio mundial de productos, p. ej., es como la materia del edificio econmico, y la conformacin que seda a estos elementos es como la forma. Si a estos elementos se les imprimiese una conformacin distinta,si se los determinase con otra forma, podra surgir tambin una economa distinta. Por esto, lo interesante

    para el conocimiento de una construccin econmica es la determinacin de aquel principio formal queconstituye como su alma.

    No obstante, los elementos materiales ofrecen tambin inters, por cuanto una forma determinadano puede informar una materia si no se halla sta en ciertas disposiciones propicias: as por ejemplo, el ali-mento que comemos no se asimila en nuestra substancia sino despus de un proceso de transformacin,realizado por la accin de los jugos gastro-intestinales, que disponen la materia para la recepcin de una

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    determinada forma. Y la forma, por su parte, como se une substancialmente a la materia, imprime en ellaun sello caracterstico.

    Esta distincin aristotlica-tomista de materia y forma aplicada a la Economa es fundamental si se

    quiere precisar el alcance de las crticas que se formularn contra el capitalismo, Estas crticas no alcanza-rn a los elementos materiales (p. ej., a la mquina, al intercambio comercial mundial, al capital), sino a laconformacin que ha impreso el capitalismo a estos elementos materiales, al uso que ha hecho de la m-quina, del capital.

    Precisemos, pues, la esencia de la Economa Capitalista determinando su materia y forma.

    Elementos formales

    del capitalismo:

    La forma nos la manifestar el estado del hombre en el momento en que ste imprime, como ofi-cialmente, el impulso a la Economa capitalista liberal. Acaece esto hacia fines del siglo XVIII, cuando,

    agonizando el mundo antiguo, emprende una carrera victoriosa la ciencia fsico-matemticas con sus apli-caciones tcnicas, la democracia liberal con el aplastamiento de la aristocracia y la exaltacin burguesa, yla economa poltica con las teoras de los fisicratas y de la escuela liberal. Se dan simultneamente en-tonces hechos tan descollantes como la Independencia Americana y la Revolucin Francesa, la construc-cin de la mquina de vapor y la libertad de comercio.

    Cul es el estado del hombre en este preciso momento?El hombre se hallaba en una pendiente, por la cual vena rodando haca ms de tres siglos. La Edad

    Media haba logrado el milagro nico en la historia del equilibrio humano. Calmadas sus pasiones, elhombre viva en paz consigo mismo, y viva en paz con sus hermanos, en el ordenamiento jerrquico de lavida social. Haba orden sin violencia, porque todas las partes de la sociedad se movan libremente en elmbito de sus funciones, cada una en su propia esfera, sin absorber a la inferior ni atropellar a la superior.

    En la cima del universo social, jerrquicamente ordenado, dominaba el Siervo de los siervos de Dios, co-mo en la cima de las preocupaciones humanas dominaba "lo nico necesario": el amor de Aquel que senos manifest como Padre.

    No se trata de hacer la apologa de la civilizacin medioeval, "ms bella en los recuerdos depura-dos de la historia que en la realidad vivida" (Maritain, Religion et Culture), sino de hacer vislumbrar eltipo normal de una civilizacin humana.

    Lutero quiebra oficialmente este bello ordenamiento aniquilando la vida religiosa, que, sin preten-derlo, sustentaba igualmente, la vida intelectual y moral del hombre. Sin la gracia sobrenatural, despunta-ron los instintos de la fiera humana, en especial la avaricia, la execranda sed de oro, que es como una ido-latra, segn el Apstol.

    "Mientras el mercantilismo del siglo XVI y XVII anuncia el liberalismo del XIX y la piratera le-galizada de Isabel deja en zaga a los especuladores modernos" (Marcel Malcor. Nova et Vetera,Abril-Junio 1931), Descartes y Kant, destruyendo la vida de la inteligencia y substituyndole la razn,, osea: una facultad que no percibe las esencias sino tan slo realidades abstractas, mecnicas, de una magni-tud comparable, echan las bases de una economa fsica, ajustada a leyes mecnicas invariables, como elcurso de los astros, y como ste, substrado a la regulacin propia del ser humano.

    Lo curioso es que mientras creca la dominacin de la avaricia y el sentido racionalista o mecnicode la vida, sta se senta debilitada en su interior y por tanto ansiosa de romper los vnculos que la obliga-

    ban a mantenerse en orden. Rousseau proclama oficialmente la era de la omnmoda libertad, porque, comono hay Dios, no hay soberano, y el hombre individuo se constituye en su propia ley.

    Con Rousseau coincide, por otra parte, el agotamiento del impulso protestante y racionalista, y, por

    ende, la prdida definitiva de la vitalidad sobrenatural e intelectual del hombre moderno. Sin vida espiri-

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    tual e inteligente, debi surgir el tipo de hombre-estmago, el burgus, entregado con toda su mente, contodo su corazn, con todas sus fuerzas a lo econmico.

    De aqu que, a fines del siglo XVIII, suene la hora de la Economa, de una economa avara, para la

    que le prepar Lutero (ver nota 1 al final del libro), de una economa racional o mecnica, para la que leprepar Descartes; de una economa liberal o individual, para la que le prepar Rousseau.La concepcin (el alma, la forma) que se forjar entonces el hombre de la economa ser el de una

    estructura mecnica, substrada a la regulacin humana (Descartes) con expansin individual ilimitada(Rousseau) destinada a multiplicar en forma ilimitada la ganancia (Lutero). En palabras ms simples: unamaquinaria, en manos del individuo, movida por la concupiscencia infinita del lucro.

    Esencia del capitalismo:

    Elementos materiales

    Esta forma de la Economa encontr en las condiciones materiales de entonces un cuerpo, dira-

    mos, en su punto, que sustentase esta forma, que a su vez pareca estar hecha a propsito para un tal cuer-po.Gracias a las ciencias fsico-matemticas, se logr la dominacin de las leyes mecnicas que rigen

    el movimiento del universo, y con esto, la conquista prctica del mundo. En boca de todos estn las loasde las transformaciones tcnicas operadas por la fundicin de los minerales en los hornos de carbn en1738, la produccin del hierro fundido en 1750 y la aplicacin de la mquina en la industria del algodn yla lana en 1760, precisamente en las colosales industrias de Lancashire. De esta suerte, la mquina se ajus-taba a la concepcin mecnica que de la economa se haba hecho Descartes.

    Al mismo tiempo que la mquina aumentaba en Europa vertiginosamente y con regularidad mate-mtica las posibilidades de produccin, el estado agrcola del mundo abra mercado ilimitado a la industriaeuropea. Es fcil de imaginar que una industria naciente, frente a mercados enormes e ilimitados, iba a

    exigir tambin la ilimitacin de la produccin. Derribronse, pues, las antiguas barreras aduaneras que seoponan a la libre circulacin, los reglamentos que limitaban la produccin y las disciplinas morales y po-lticas que contenan las iniciativas privadas.

    El mercado ilimitado ofreca, pues, una condicin material propicia a la concepcin liberal que sehaba hecho Rousseau de la economa.

    El incremento de la especulacin de la alta finanza, representada como caso tpico por la MaisonRothschild, a la vez que acelerar con el crdito la capacidad de la mquina y la ilimitacin del mercado,

    proporcionar una condicin propicia al instinto del lucro que estaba abierto en el hombre desde la Re-forma Protestante.

    Las condiciones materiales del mundo se ajustan a sus condiciones formales. Todo est preparado,a fines del siglo XVIII, para que surja el capitalismo liberal, as como ahora, en las ltimas boqueadas delcapitalismo, el mundo, tanto por sus condiciones materiales como formales, est listo para sumergirse enuna gigantesca anarqua.

    Definicin del capitalismo

    Podemos definir, entonces, el capitalismo: Es un sistema econmico que busca el acrecentamientoilimitado de la ganancia por la aplicacin de leyes econmicas mecnicas.

    Capitalismo es todo sistema que busca el lucro ilimitado, para lo cual quiere ilimitados la produc-cin y el consumo. Se define, entonces, con la misma frmula que usaba el Doctor Anglico para conde-nar todo negocio que busca el lucro como un fin: "El acrecentamiento sin lmites de las riquezas". (S. T.

    II-II. q. 77 a 4).

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    Definicin que se aplica al liberalismo y al marxismo. Los dos son imperialistas; los dos preten-den apurar la aceleracin econmica para obtener el mximum de rendimiento e imponer la felicidad eco-nmica en esta tierra, que no debe ser un valle de lgrimas habitable como quiso el cristianismo sino el

    paraso confortable.Pero mientras el liberalismo concentra la riqueza en la oligarqua de los multimillonarios, la avari-cia marxista la acumula en la oligarqua de una minora proletaria que se ha convertido en Estado.

    En una idntica configuracin genrica, existen, sin embargo, diferencias especficas, porque el li-beralismo llega a la concentracin injusta partiendo de la riqueza individual y de la libertad ilimitada, y elmarxismo la implanta en virtud de la propiedad colectivista.

    Adems, mientras el liberalismo, en virtud de la influencia cartesiana, asimila el trabajo humano aoperacin de una pura mecnica, el marxismo (tericamente) hace de l un elemento irreductible, de ca-rcter biolgico. Este descubrimiento del carcter biolgico del trabajo es sintomtico, porque anuncia unaEconoma nueva; Economa desastrosa, si no se purifica al hombre de su instinto de la avaricia, pues seimplantar una tirana proletaria como en Rusia; benfica o catlica, si se le purifica.

    Expuesta la naturaleza del capitalismo e indicadas rpidamente sus dos especies principales, vamosa formular su crtica, la cual se dirigir preferentemente al capitalismo liberal.

    El capitalismo es antieconmico

    Omitamos el hecho de que una economa regida por la concupiscencia del lucro como ley funda-mental debe resultar un Moloc devorador del bienestar econmico del operario, que resulta una vil mer-canca sometida al vaivn del mercado:

    devorador del inters del consumidor, que no entra en cuenta sino en cuanto permite la aceleracinde la produccin, y con sta, la aceleracin de la ganancia (por esto, como cosa general, se le proporcio-nan artculos superfluos, o de mala calidad, a precio relativamente caros);

    devorador del productor, que ha de vivir afiebrado en la aceleracin de su produccin y en el mejo-ramiento de los utensilios tcnicos, s no quiere sucumbir en la concurrencia industrial;

    devorador del comerciante, que ha, de someterse al febril dinamismo del consumidor regido por lainfinita veleidad del capricho y a la aceleracin de las novedades industriales, sin tener tiempo de liquidarsus stocks anticuados; devorador del financista, que ha de ir a la caza del consumidor, del productor y delcomerciante, para acelerar tambin l, vertiginosamente, sin dormirse, la productividad de su dinero.

    Omitamos, digo, todos estos trastornos delirantes, y observemos tan slo que el capitalismo, preci-samente en virtud de su esencia capitalista o concupiscencia del lucro, lleva en sus entraas su propia rui-na sin poder jams, ni siquiera por un instante, proporcionar el bienestar econmico del hombre. En otras

    palabras: es esencialmente antieconmico.En efecto, le podemos definir: "aceleracin del lucro por la aceleracin de la produccin y del con-

    sumo". Ahora bien, mientras no se llega al lmite que equilibra la produccin con el consumo, mientrasexisten mercados ilimitados abiertos a la produccin, es evidente que la aceleracin desenfrenada del ma-quinismo y del crdito es favorable al desarrollo de la economa capitalista, mejor digamos a su entume-cimiento, como el de ciertos tumores que parecen plenitud de salud; pero una vez que la produccin llegaa equilibrar la posibilidad de consumo (ntese bien, digo la posibilidad), el capitalismo liberal ha muerto.Porque, para que contine viviendo, sera necesario imprimir una igual aceleracin al consumo que a la

    produccin, lo cual es imposible, pues sta puede alcanzar por ao de un 25 % a un 40 %.Ha muerto: porque si no puede acelerar la produccin, no puede acelerar el lucro; y como ste

    constituye su esencia, una vez que el consumo se siente saturado, debe quebrar y deshacerse.La crisis actual del capitalismo -su crisis definitiva- tiene este sentido.

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    Preguntar alguno: cmo es posible hablar de saturacin, de equilibrio entre la produccin y elconsumo si hoy no se consume lo que puede consumirse y quedan inmensas riquezas para explotar yenormes comodidades para alcanzar?

    Esta objecin ha sido prevenida cuando se ha dicho: "equilibrar la posibilidad de consumo", por-que el capitalismo ha muerto, no cuando se llega a producir lo que se consume sino lo que se puede con-sumir; es decir, que el capitalismo no ha tenido ni tendr, siquiera por un instante, el fugaz consuelo desatisfacer plenamente el consumo. Y esto est en la esencia del capitalismo.

    En efecto; en el capitalismo, la produccin y, an mejor, la financiacin de la produccin obtieneprimaca sobre el consumo; luego, se ha de procurar a toda costa la mayor produccin, subordinando a ellael consumo. Es as que a la produccin, en el perodo de no saturacin, le es ms provechoso no aseguraral obrero el justo salario, los medios necesarios de subsistencia, porque as se dispone de ms riqueza pro-ductiva; luego, en ese perodo sujeta a la inmensa multitud a la ley del hambre. Es la historia del capita-lismo liberal en el siglo XIX. En cambio, cuando se ha alcanzado la saturacin, como hay que frenar vio-lentamente la produccin, se produce una forzosa desocupacin, y se da el caso, que contemplan hoy

    nuestros ojos, de una enorme riqueza, capaz de alimentar, vestir y divertir a todo el gnero humano y, porotro lado, de una inmensa multitud sumida en la miseria, sin poder consumir por no tener los medios deadquisicin.

    Luego, el capitalismo sucumbe sin haber asegurado jams el bienestar econmico del gnerohumano.

    Es que el capitalismo es esencialmente futurista. Puede afirmarse una economa liberadora de lavida humana, porque espera serlopara todo el mundo en el porvenir, aunque mientras tanto slo lo es en

    provecho de unos pocos. Es el mismo lenguaje y el mismo mtodo del Capitalismo sovitico. Pero esteporvenir, este maana no puede llegar nunca, porque esa imposibilidad est en su esencia.

    Contraste profundo entre el Capitalismo y la economa preconizada por Cristo en el Sermn de laMontaa.

    Afanaos por enriqueceros, dice el Capitalismo, que slo eso cuenta. No os acongojis - dice encambio la Sabidura Eterna - por el cuidado de hallar qu comer para sustentar vuestra vida o de dnde

    sacaris vestidos para cubrir vuestro cuerpo.Mirad las aves del cielo, no siembran ni tienen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta.Mirad los lirios del campo ... (Luc. XII, 22-31).El Capitalismo anda afanoso, acumulando para el maana.Jesucristo en cambio nos dice: "No andis acongojados por el da de maana; que el da de maana

    harto cuidado traer por s; bstale a cada da su propio afn".Palabras de Jesucristo, que no son consejos piadosos.. Expresan la ley de la vida econmica. La

    economa debe pensar ante todo en las necesidades del presente. Se debe producir hoy lo que reclama elconsumo de hoy. Porque, si llevados por la avaricia, se produce hoy lo que se necesita para todo el ao, yas se trabaja cada da, con el propsito de acrecentar la ganancia, suceder que hoy no se consumir parano disminuir la produccin que se reserva para el maana (Capitalismo durante el Siglo XIX con los sala-rios de hambre), y maana, porque habr que parar la produccin para liquidar los Stocks almacenados; yal parar no habr salarios, con lo qu no habr posibilidad de consumo. (Capitalismo en el perodo deapogeo). (ver nota 2 al final del libro).

    La avaricia, esencia del capitalismo

    Hay una perversidad esencial en el capitalismo, cualquiera sea su especie, pues es ste un sistemafundado sobre un vicio capital que los telogos llaman avaricia. Busca el acrecentamiento sin lmites de

    las riquezas como si fuese ste un f in en s, como si su pura posesin constituyese la felicidad del hombre.

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    Y es imposible -como ensea textualmente el Anglico (I-II, q. 2, a.1) - que la felicidad del hom-bre consista en las riquezas. Dos son las clases de riquezas, a saber: las naturales y las artificiales. Lasnaturales son aquellas que remedian las necesidades naturales del hombre, tales como el vestido, el ali-

    mento, los vehculos, la habitacin y las otras cosas semejantes. Artificiales son aquellas que de por s noremedian ninguna necesidad natural, como el dinero, sino que la industria del hombre la ha adoptado co-mo medida de las cosas venales, para facilitar el cambio. Ahora bien -prosigue el Anglico-, la felicidaddel hombre no puede consistir en las riquezas naturales, ya que stas se emplean para sustentar la naturale-za del hombre; son medio y no fin; de donde todas las riquezas naturales han sido creadas para provechodel hombre y colocadas debajo de sus pies, como dice el Salmista, VIII".

    Con mucha menor razn puede consistir en las riquezas artificiales, ya que stas no tienen otra fi-nalidad que la de servir de medio para adquirir las riquezas naturales necesarias para la vida.

    Ahora bien, (dice el Santo Doctor) si tanto las riquezas naturales como las artificiales tienen por fi-nalidad satisfacer las necesidades materiales del hombre, segn la condicin de cada uno, su adquisicinslo es buena en la medida en que sirve para satisfacer estas necesidades; luego su posesin y produccin

    debe estar regulada. Si se quebranta esta medida y se las quiere retener y poseer sin limitacin ninguna,se comete un pecado llamado avaricia, que consiste en un deseo inmoderado de poseer las cosas ex-teriores" (II-II, q.118, a. 2).

    Precisamente, es esta concupiscencia del lucro la que constituye la esencia de la economa moder-na. No que la avaricia slo haya existido en ella; siempre ha habido avaros, y el Espritu Santo dice por

    boca de Salomn que "al dinero obedecen todas las cosas"; pero nunca como en ella, este impulso perver-so que anida en la carne pecadora del hombre se ha organizado en un sistema econmico, nadie como ellaha hecho de un pecado una bablica construccin.

    Y, como la avaricia es un vicio capital con muchas hijas -segn explica el Doctor Anglico (II-II,q.118, a.8)-, el Capitalismo ha erigido consigo una prole de pecados, sistemas que los economistas deno-minan leyes econmicas.

    Porque, como consiste la avaricia en un amor superfluo de las riquezas, hay en ella un dobledesorden: porque, o se las retiene indebidamente, o se las adquiere en forma ilcita. Hay desorden en suretencin, en el caso de inhumanidad o de endurecimiento, cuando el corazn no se ablanda de miseri-cordia en presencia de los necesitados, y as el capitalismo, como, todo avaro, cierra sus entraas a lasmiserias del pobre; al capital, monstruo annimo con mil atribuciones y sin ninguna responsabilidad, no leinteresa la caridad, ni la piedad, ni la misma equidad, ni siquiera se cree con deberes: para con los indivi-duos a quienes emplea, o en todo caso este deber es del mismo orden que el que se tiene respecto al capitalmquina, a saber: un mantenimiento escrupuloso y metdico, mientras este mantenimiento produce nego-cio: el paro o la desocupacin cuando las cifras lo exigen o lo prefieren". (Marcel Malcor.Nova et Vetera,Julio 1931).Hay adems desorden en la avaricia, porque se adquieren las riquezas, o con afeccin des-ordenada, o recurriendo a medios ilcitos. Porque la avaricia engendra una "inquietud morbosa y una

    febril preocupacin de lo superfluo, que hace decir al Eclesiasts, V. 9, que el avaro nunca se hartar dedinero; y as, el capitalismo, dinmico, vertiginoso, insaciable, emplea todos los minutos ("el tiempo esoro") para acelerar el lucro, y con l, la produccin y el consumo; la vida, es una carrera sin descanso en

    prosecucin del oro; no se busca la riqueza para vivir sino que se vive para enriquecerse. Cun lejos esta-mos de la economa catlica, regida por la procuracin del pan de cada da!

    La avaricia engendra, asimismo, como tantas otras hijas, la violencia, la falacia, el perjurio, elfraude y la traicin. Y el capitalismo peca de violencia, porque, con su hambre de concentracin, devora la

    pequea industria y la pequea propiedad; peca de fa lacia, porque promete la liberacin de todo elgnero humano y cada da le sumerge profundamente en la miseria, pues a la concentracin por un ladocorresponde la desolacin por el otro; peca de perjurio, cuando a la falacia se une el juramento, y el capita-

    lismo rubrica con el crdito su engao, como se explicar en el 4 captulo; peca de fraude, porque con elcrdito o prstamo a inters se apodera de los ahorros del gnero humano y los maneja como si fuese pro-

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    pietario, porque somete al obrero a la ley del hambre, y porque asegura un consumo malo y caro; peca,finalmente, de traicin, porque aniquila a la persona humana, haciendo del hombre un mero individuo, unasimple rueda en la maquinaria gigantesca del edificio econmico, porque hace aicos la familia, hacinan-

    do en las fbricas como en tropilla a hombres y mujeres, porque destruye la educacin con la estandardi-zacin de la escuela y la supresin del aprendizaje.En resumen, que el capitalismo es como la erupcin de toda una familia de pecados,

    es el reino de Mammon. Y esto se aplica tanto al capitalismo liberal como al marxista.

    La economa catlica

    La economa, en cambio, la nica economa posible, est fundada sobre la virtud que Santo Tomsllama liberalidad, la cual nos ensea el buen uso de los bienes de este mundo concedidos para nuestra sus-tentacin (II-II, q.117).

    Acaso las riquezas artificiales y naturales deben ser producidas y acumuladas porque s? Sin duda

    que no. Son cosas destinadas al provecho del hombre, para su uso; digamos la palabra: "para el consumo".Resultan bienes y no simplemente cosas en la medida que aprovechan o pueden aprovechar al hombre.Luego, todo el proceso econmico, por la exigencia de la misma economa, debe estar orientado hacia elconsumo. De aqu una doble falla antieconmica en el capitalismo, cualquiera sea su especie, porque seconsume para producir y se produce para lucrar. La finanza regula la produccin, y la produccin regula elconsumo.

    Y los bienes, para qu se consumen?, a sea, el proceso econmico total, a dnde se orienta? Asatisfacer las necesidades de la vida corporal del hombre. Y como sta no tiene un fin en s, sino que suintegridad es requerida para asegurar la vida espiritual del hombre, que culmina en el acto de amor aDios, toda la economa debe estar al servicio del hombre para que ste se ponga al servicio de Dios.

    Santo Toms ensea que para llevar una vida moral, para desarrollarse en la vida de las virtudes,

    el hombre tiene necesidad de un mnimun de bienestar y de seguridad material. Esta enseanza significa,-dice Maritain- que la miseria es socialmente, como lo han visto claramente Len Bloy y Pguy, una espe-cie de infierno; significa asimismo que las condiciones sociales que coloca a la mayor parte de los hom-

    bres en la ocasin prxima de pecar, exigiendo una especie de herosmo de los que quieren practicar la leyde Dios, son condiciones que en estricta justicia deben ser denunciadas sin descanso y que debe esforzarseuno por cambiar" (Religion et Culture).

    Santo Toms ha expuesto en la "Summa contra Gentiles" el lugar de la economa en una jerarquade valores. "Si se consideran bien las cosas, dice, todas las operaciones del hombre estn ordenadas al actode la divina contemplacin como a su propio fin. Pues, para qu son los trabajos serviles y el comercio, sino para que el cuerpo, estando provisto de las cosas necesarias a la vida, est en el estado requerido para lacontemplacin? Para qu las virtudes morales y la prudencia, sino para procurar la paz interior y la calmade las pasiones de que tiene necesidad la contemplacin? Para qu el gobierno civil, sino para asegurar la

    paz exterior necesaria a la, contemplacin? De donde, si se considera bien, todas las funciones de la vidahumana parecen estar al servicio de los que contemplan la verdad" (L. IV, cap. 37).

    Mientras no se admita esta jerarqua de valores, no se habr superado el capitalismo, porque o sesirve a Dios o se sirve a Mammon, el dios de las riquezas.

    La economa, una tica

    De lo expuesto resulta que la economa es una tica (contra la concepcin mecnica de Descartes)que tiene por objeto especfico la procuracin de los bienes materiales tiles al hombre; digo bienes, esto

    es: que respondan a las exigencias de la naturaleza humana, no a sus caprichos o concupiscencias. De ahque todas aquellas cosas que sobran, una vez satisfechas las necesidades del propio estado, son superfluas

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    y no resultan bienes si se mantienen acumulados o se usan para satisfacer la sed de placeres. Hay obli-gacin grave, segn determinaremos en la prxima leccin, de participar de su uso a todos los miembrosde la comunidad social, para que resulten bienes tiles al hombre, esto es: bienes materiales humanos, que

    slo deben utilizarlo en cuanto conduzcan a la plenitud racional y a la destinacin sobrenatural del hom-bre. Debemos servirnos de la riqueza como hijos de Dios que nos llamamos y somos.Luego la economa es una parte de la prudencia, como ensea Santo Toms (II-II, q. 51, a. 3), que

    tiene por objeto el recto orden de las acciones humanas encaminadas a procurar la sustentacin propia o dela familia o de la sociedad.

    Y como en la ley de gracia en que vivimos no puede haber virtud perfecta - segn ensea el Ang-lico - sino por la ordenacin de todo a "Dios amado por encima de todas las cosas", es necesario que la

    prudencia, y con ello la economa, se subordinen perfectamente a la caridad, que es la ms excelente de lasvirtudes, y sin la cual no puede haber verdadera virtud.

    De lo dicho resulta que "las leyes econmicas no son leyes puramente fsicas como las de la mec-nica o de la qumica, sino leyes de la accin, humana, que implican valores morales. La justicia, la libera-

    lidad, el recto amor del prjimo forman parte esencial de la realidad econmica. La opresin de los pobresy la riqueza tomada como un fin en s no estn solamente prohibidas por la moral individual, sino que soncosas econmicamente malas, que van contra el fin mismo de la economa, porque este fin es un finhumano" (Maritain,Religion et Culture, pg. 46).

    De aqu la justificacin de los elementos y valores econmicos haya que buscarla en las exigenciasde la accin humana, y, que sea su moralidad, su moralidad intrnseca, la condicin de sus efectos benfi-cos para el hombre.

    Trascendencia de la economa catlica

    No s si habr quedado expuesta con claridad la oposicin fundamental de la economa (porque s-

    lo puede llamarse simplemente economa la verdaderamente humana) y la Economa moderna o Capita-lismo. Una est fundada sobre un pecado, y la otra descansa sobre una virtud. La una, como todo pecado,

    bajo maravillosos disfraces, esclaviza al hombre, porque el que comete el pecado es esclavo del pecado,segn dice el Apstol. La otra, humildemente, sin ostentacin, le liberta, porque la verdad nos hace libres,segn enseaba Cristo.

    Si la economa moderna nace del pecado, es esencialmente perversa y nefasta. Podr haber en ellamuchos elementos materiales buenos, pero la conformacin de los mismos es intrnsicamente satnica.

    De aqu que la doctrina econmica de la Iglesia, nacida de una virtud, es una doctrina que est in-finitamente por encima de todas las otras doctrinas econmicas, llmense socialistas o liberales. No se la

    puede ni se la debe parangonar con ellas. No est en el centro de ellas. Como la cima de un elevado mon-te, recoge, transcendiendo, todos los puntos de verdad contenidos en las distintas escuelas econmicas;

    porque, como no existe el mal o error absoluto, as toda escuela, por desvariada que sea, tiene en su senomuchas verdades adulteradas. El liberalismo, por ejemplo, insiste en el carcter individual de la posesinde los bienes terrenos; el socialismo en carcter social; y el fascismo quiere equilibrar a ambos. Pero slola Iglesia, que se apoya en la eternidad del cielo, puede obtener verdadero equilibrio del hombre y de lariqueza, porque incorporada a Cristo, y por Cristo unida a Dios, puede someter la riqueza al hombre y elhombre a Dios. El hombre est colocado en un medio, entre las riquezas y Dios. Jams puede gobernar.Por esto, si no quiere venir a Dios, si rehusa aceptar el gobierno de Dios, tendr que caer bajo el gobiernode las riquezas. O Dios o Mammon. No se puede servir a dos seores. Pero tiene que servir: si rehusa elgobierno paternal de Dios, caer bajo la esclavitud del becerro de oro.

    Slo hay dos economas verdaderamente opuestas: la cristiana, que usa de las riquezas para subir a

    Dios, y la moderna o capitalista (sea liberal o marxista), que abandona a Dios para esclavizarse en la ri-queza.

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    Parece que la misericordia divina, apiadada de la espantosa suerte del hombre, que ha perdido elparaso sobrenatural y vive en un infierno terrestre, quiere en esta hora libertarnos de la opresin capitalis-ta. Este es el sentido de la crisis profunda que pesa sobre el mundo.

    Pero hay dos caminos para que la liberacin se realice. Porque, si entendiendo el hombre el plan deDios que quiere libertarnos de la opresin burguesa, de la esclavitud del oro, se presta a los deseos divinosy, con espritu de penitencia, renuncia a lo superfluo y para expiar su perversa codicia an se priva de lonecesario, el Seor, que perdon a Nnive, devolver al hombre el sentido de la economa y, con ella, elsentido de la Vida. La liberacin se habr entonces realizado en la paz del Seor.

    Si en cambio no entiende el plan de Dios, o hace como si no lo entendiese, el Seor le libertar, escierto, pero despus de purificarle en una espantosa catstrofe de terror y de anarqua.

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    CAPTULO IILA PRODUCCIN DE LA TIERRA

    En el captulo anterior descubrimos al vivo la perversin esencial y funesta de toda economa que,como el capitalismo, est regida intrnsecamente por la concupiscencia del lucro.

    Siendo sta un instinto insaciable, infinitamente vertiginoso, dinmico, acelerador, es rebelde a to-da medida, y por esto importa una radical inversin de todos los valores humanos, y an de los mismosvalores econmicos. De los valores humanos: porque en lugar de poner la economa al servicio de la vidacorporal del hombre, para que as pueda ste alcanzar la integridad de su vida intelectual y espiritual y

    ponerse al servicio de Dios, Seor nico que merece plena adhesin, la concepcin econmica modernaabsorbe todas las energas espirituales y materiales del hombre y las coloca a merced del gigantesco edifi-cio econmico, alrededor del cual todo el mundo desde el ltimo desocupado hasta el poderoso financis-ta est obligado a postrarse en religiosa danza.

    Inversin de los mismos valores econmicos: porque en lugar de emplear el dinero como un puromedio de cambio que facilite la distribucin y difusin de las riquezas naturales, se hace de l precisamen-te lo opuesto, es decir un fin ltimo, con una poderosa fuerza de atraccin que concentra en pocas manosms dinero, y con l las mismas riquezas naturales.

    De tal suerte est armada la economa capitalista, que todo concurre a la multiplicacin del oro: lasriquezas y el crdito sirven para multiplicar el oro; si se comercia es para multiplicar el oro; si se producees para comerciar y con ello multiplicar el oro; si se consume es para producir ms y con ello comerciarms y poder multiplicar ms el oro. De modo que la vida es una danza perpetua alrededor del oro, al cual,

    para colmo de la paradoja, nadie ve porque duerme en las cavernas misteriosas de los grandes bancos.De modo que el consumo, que deba de ser el fin prximo regulador de todo el proceso econmico,

    viene a estar, en ltimo trmino, supeditado a la produccin, al comercio y a la finanza; y, en cambio, lafinanza, que deba ocupar el ltimo lugar como un puro medio, obtiene el primero de fin regulador.

    Jerarqua de la produccin

    Esta morbosa aceleracin deba provocar al mismo tiempo un trastorno profundo en los fenmenoseconmicos particulares, tales como laproduccin.

    Sin entrar en consideraciones metafsicas que pueden parecer profundas, apliquemos el sentidocomn y preguntemos: cul es la finalidad de la produccin de riquezas?, para qu se empea el hombreen el trabajo, y produce? Sin duda para disponer de bienes que pueda consumir. No quiere decir esto queslo haya de producir lo que diariamente consume. De ningn modo. Puede y debe producir ms, y aho-

    rrar aquello que no consume, y formar un patrimonio estable que le asegure la vida en el maana a l y asu familia y que se perpete entre sus herederos. Pero an esto que inmediatamente no consume, lo produ-ce en previsin del consumo que necesitar maana sin poderlo entonces producir. Luego, siempre serverdad que produce para consumir. Y cules son los primeros bienes de cuyo consumo necesita el hom-

    bre?: gozar, vivir en habitacin conveniente, vestirse o comer? Sin duda que primero es comer, y despusvestirse, y luego tener habitacin conveniente, y por fin disfrutar de honestos pasatiempos. Y como la tie-rra es la que casi directamente nos proporciona lo necesario para comer, vestir y habitar, y en cambio laindustria nos suministra de preferencia lo superfluo, se sigue que, en un rgimen econmico ordenado, la

    produccin de la tierra y sus riquezas deben obtener primaca sobre la produccin industrial, la vida delcampo sobre la vida urbana.

    Es decir: exactamente lo inverso de lo que acaece y forzosamente debe acaecer en la economa

    moderna. La economa capitalista es, en su esencia, pura aceleracin. La produccin de la tierra y el con-

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    sumo de sus productos se substrae a la aceleracin: no es posible, por ejemplo, obtener trigo en pocosdas o en algunas horas, o consumir 10 kilos de pan en vez de uno. En cambio la produccin de lo super-fluo puede aumentar ilimitadamente, porque siempre es posible crear nuevas necesidades superfluas y

    satisfacerlas infinitamente. Luego la economa capitalista, por su misma esencia, sintese impulsada alfenmeno "contra naturam" (que viola las exigencias naturales) de hacer de la industria, de la fbrica, eltipo normal de produccin y, en cambio, imaginar la agricultura como un acoplado arrastrado por la indus-tria. Henry Ford ha tenido la franqueza de confesarlo cuando considera la agricultura como una industria"auxiliar o subsidiaria", segn palabras textuales. (EnAujourd hui et demain,pg. 230; citado por MarcelMalcor,Nova et Vetera,janvier et mars, 1929).

    Este dislocamiento de la produccin deba engendrar fenmenos tan tpicos del capitalismo comoel que la produccin y consumo de un artculo son tanto mayores cuanto ms intiles. As, por ejemplo, lamujer americana: gast en 1925, por trmino medio, tres veces mas en cosmticos de lo que gast en pan,y ahora, en plena crisis, vemos que, con un evidente subconsumo de alimento y vestido, hay un derrochede cigarrillos, diversiones, diarios, alcohol, etc.; despus, el fenmeno de los apelotonamientos humanos

    en las llamadas grandes ciudades, donde se pasa una vida raqutica y miserable pero colmada de diversio-nes, mientras los campos quedan desiertos; el de estos mismos campos, en posesin y provecho de unospocos propietarios, que se divierten en el harn de la ciudad, mientras los colonos se consumen en los su-dores que no le rinden sino miseria; y por fin, el de la explotacin agrcola industrializada y mercantilza-da, de suerte que no asegura la vida decente del labrador.

    Esta inversin total de la jerarqua de la produccin, esta absorcin que el mercado y la Industriahacen de la tierra y su produccin producen un trastorno radical del mismo campo. Es necesario persua-dirse que el problema del campo no tiene solucin en una economa capitalista, en una economa que estimpulsada por la avaricia como por propio fin. Error nefasto de todos los que viendo la angustia de la pro-

    piedad y de la explotacin agrcola quieren ponerle remedio apelando a una equitativa distribucin de tie-rras o a una solidaria cooperacin, sin enderezar antes el torcido o invertido orden de la vida econmica.

    Aunque se hiciese una reparticin ideal de la tierra y se implantase una explotacin tambin ideal,no se remediara absolutamente nada mientras no se reformase la misma concepcin econmica modernay no se le restituyese el sentido de la jerarqua econmica natural. Porque, como he dicho antes, el desba-rajuste econmico del campo, que entre nosotros colma toda medida, est provocado por causas industria-les, comerciales y financieras, y no tiene solucin verdadera mientras la tierra y los productos naturales norecobren la funcin reguladora de la. produccin a que le destina la misma naturaleza de la realidad eco-nmica. Observacin que a muchos parecer poco prctica pero que se puede comprobar por el simplehecho de la crisis: una cosecha abundante y un ganado de primera clase que no se puede colocar en losmercados mundiales a precio ventajoso basta para sumergir en la miseria y en el hambre a toda, la pobla-cin campesina.

    Produccin tipo

    domstico y rural

    Para que este simple hecho que se aduce tan slo como un mero ejemplo no sirva para disminuir elalcance de esta observacin, advirtase que el desbarajuste del campo es permanente porque permanente-mente su vida est atrada y como imantada por la vida anmica de la ciudad, porque su produccin estarrastrada por la produccin industrial y comercial; aunque evidentemente el desbarajuste ser mayorcuando a su vez se produce un trastorno en la misma industria y comercio.

    Cuando la tierra pierde la vida propia y va acoplada al industrialismo y al mercantilismo, la suble-vacin de los paisanos es inminente; los terratenientes que viven en la ciudad pueden aprestarse al dege-

    llo. Ser conveniente recordar lo que sucedi en el siglo IV en el norte del frica:

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    Numidia Y Bizacena, en el siglo III y IV, suministran aceite de oliva al mundo civilizado; adelan-tndose a las frmulas modernas, establecen un cultivo e industria especializados y orientados hacia laexportacin. Y, evidentemente, son stas dos razones para que los grandes dominios, mejor organizados,

    equipados de mejores recursos, sobre todo desde el punto de vista del comercio con el extranjero, absor-ban a los pequeos. Y as, en el siglo IV, frica est dividida en pocas explotaciones. El labrador pro-pietario ha desaparecido, los siervos son menos numerosos; los colonos o paisanos libres de antao, redu-cidos a un verdadero proletariado, han de pagar caro su pan en dominios en los que todo est sacrificado alas explotaciones industriales. Tropas impersonales d asalariados invaden los campos.

    Un buen da, una revolucin agraria barre con toda una clase de propietarios del suelo, y ciudadesde lujo, ciudades de propietarios corno Lambesa, Tirngad, Aquae Regiae, Thisdrus, desaparecen de golpe.Los colonos se reparten las tierras, y el poder debilitado pasa a manos de los vndalos llamados, por ellos.(Marcel Malcor,Nova et Vetera, abril-junio 1931).

    No es mi intento infundir pavor a nadie. Slo quiero dejar establecido que una produccin de la tie-rra ordenada exige que la produccin econmica no sea primordialmente (subrayo: primordialmente) ni

    financista, ni mercantilista, ni industrialista.La produccin de la tierra debe estar ms generalizada y debe ser preferida a la produccin indus-trial. Y dentro de la misma tierra, la produccin debe ser primero domstica y slo despus mercantil.

    Si ninguno, obsesionado por el monstruo delprogreso capitalista sufre escndalo, voy a escribir lapalabra: la produccin econmica debe ser preferentementepatriarcal. Es decir: que ha de dominar en laposesin del tipo de solar en el cual pueda vivir frugalmente una familia modesta, y en la produccin, eltipo de productos domsticos y de granja, de suerte que el tipo comn de familia, pudiendo producir en la

    propia casa, no se vea, por ninguna eventualidad, en la miseria. He dicho preferentemente: pues ha dehaber ciudades e industrias, an con personal asalariado, pero no deben dominar; deben ocupar un lugarsecundario, lo mismo que la explotacin agrcola en gran escala. Por tanto, si se contempla la fisonomageneral de un rgimen ordenado, humano, de produccin econmica, ste debe serruralen oposicin a

    urbano, domstico en oposicin a mercantil.Piensen los glorificadores de la economa capitalista que todos sus ditirambos al Progreso, a la In-

    dustria, a la Urbe, se deshacen como globos de jabn, cuando al pie de estos colosos, levantados con elsudor del pobre, se contempla la miseria espiritual y material del proletariado famlico y la ruina e incer-tidumbres del arrendatario en los campos. Si cierto pretendido progres ha de servir para esclavizar alhombre, suministrndole goces que no necesita y privndole del pan espiritual y material que sustenta,hndase en buena hora el Progreso. Como quizs algn ingenuo socialista imagine que el ideal sera le-vantar al proletariado y sentarle en el festn del paraso burgus, es bueno recordarle que no delire. Porqueel paraso estomacal del burgus se ha levantado precisamente porque es burgus, es decir: porque estabaen vigor una concepcin econmica que favoreca el enriquecimiento individual.

    Si la concepcin econmica hubiese sido estatal, colectivista, socialista, una de dos: o se hubieseimplantado el trabajo obligatorio, y entonces quizs se lograse una poderosa riqueza colectiva, pero a cos-ta de la esclavitud tambin colectiva como en Rusia; o se hubiese dejado en libertad, y entonces no se pro-ducira ni para comer, porque si la colectividad produce y da de comer no hace falta que el individuo se

    preocupe.Por esto, sin eufemismos, sin afn de soluciones prcticas, digo que si no se quiere la esclavitud

    capitalista ni la esclavitud marxista, es necesario optar por una economa tipo patriarcal, rural, domstica.No digo -entindase bien- que sea prximamente posible ni de aplicacin prctica inmediata. No lo

    podra ser: porque esta fisonoma econmica est determinada por la liberalidad, as como el capitalismoliberal y el marxista han sido engendrados por la avaricia burguesa o proletaria, y actualmente el instintode la avaricia est ms virulento que nunca.

    Digo s que es la nica configuracin econmica que puede libertarnos de la opresin capitalista omarxista.

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    El uso comn de los

    bienes exteriores

    Toda esta doctrina sobre la jerarqua de los factores de produccin y sobre la necesidad de unaeconoma tipo patriarcal es corolario de la admirable enseanza de Aristteles y de Santo Toms sobre eluso de los bienes materiales.

    El hombre llega al mundo, y se encuentra frente a una infinidad de bienes exteriores: la tierra consus inmensas riquezas de plantas y animales, de peces en el agua y de aves en los cielos. Para quines y

    para qu son estos bienes? Todo lo han puesto debajo de sus pies, responde el salmista en el salmo VIII.De modo que todo est al servicio del hombre; todo es para que el hombre pueda usar, o sea, co-

    mer, vestirse, formar su vivienda, y disfrutar de un humano deleite en la vida de familia.Pero, todo es para el hombre: para cul hombre?, para los de una raza, de una nacin, de una

    ciudad, de una clase social? De ninguna manera. Todos, el ms humilde de los seres humanos, tienen de-

    recho a usar, digo usary no precisamente poseer, de aquello que necesita para una vida humana, l y sufamilia. Nadie puede ser excluido. Y un rgimen econmico que no asegurase permanentemente a todaslas familias lo necesario para una subsistencia humana, sera un rgimen nefasto, perverso, injusto. Y poresto Santo Toms (II. II, q. 66, 2, ad, 7), siguiendo a Aristteles (Pol. II, 4), dice: Otra cosa que competeal hombre sobre las cosas -exteriores es su uso. Y en cuanto a esto no debe el hombre poseer las cosasexteriores como propias.

    La razn es clara: todo hombre tiene derecho a vivir en familia; luego tiene derecho a los mediosque le aseguren una subsistencia humana familiar; pero como estos medios son los bienes exteriores, todohombre tiene derecho a los bienes exteriores que aseguren su subsistencia y la de su familia. Y observen

    bien que determino ahora el minimum de lo que debe un hombre usar. Este minimum es la subsistenciahumana de la familia; humana, digo: por lo tanto, algo ms de lo que hace falta para comer y vestir. Cierto

    bienestar humano permanente. Podr serpobre, esto es: no disponer de riquezas superfluas, pero nuncadeber sermiserable. Dios no quiere la miseria de nadie. Y un rgimen que coloca al hombre en la mise-ria es un rgimen injusto, reprobado por Dios.

    Por esto estn condenados el socialismo y el capitalismo; porque uno y otro, en virtud de su esen-cia, colocan al hombre permanentemente en un estado de miseria. El capitalismo, porque concentra la

    propiedad y uso de los bienes en manos de unos pocos afortunados y millonarios y deja a la multitud con-denada a vivir (digo a morir) de un salario precario y eventual; el segundo, porque igualmente la concentraen forma brutal en manos del estado, de donde la multitud se ver frecuentemente privada de su uso. Esverdad que el socialismo imagina la apropiacin de los bienes de produccin por el estado para luego re-

    partirlos y ponerlos a disposicin del consumo de todos los hombres; pero, como lo han visto ya con mi-rada penetrante Aristteles y Santo Toms, un tal rgimen adems de violentar la justa libertad de todos yde no tener en cuenta la desigualdad de las naturalezas individuales, traera como consecuencia lgica lainsuficiencia de la produccin. Porque, como lo comprueba la experiencia cuotidiana, lo que pertenece atodos no lo hace nadie. Y si todos deben producir en colectividad, se producira muy poco.

    De aqu que Santo Toms, en el mismo artculo en que establece el uso comn de los bienes exte-riores, afirma y demuestra la necesidad de la propiedad privada (II-II, q. 66, a 2).

    As, plantendose la cuestin de si es lcito al hombre poseer algo como propio, contesta: Res-ponderemos que acerca de la cosa exterior dos cosas competen al hombre: 1 la potestad de procurar ydispensar; y en cuanto a esto es lcito que el hombre posea cosas propias y es tambin necesario a la vidahumana por tres motivos: 1porque cada uno es ms solcito en procurar algo, que convenga a s soloque lo que es comn a todos o a muchos; pues cada cual, huyendo del trabajo, deja a otro lo que pertene-

    ce al bien comn, como sucede cuando hay muchos sirvientes; 2 porque se manejan ms ordenadamentelas cosas humanas, si a cada uno incumbe el cuidado propio de mirar por sus intereses; mientras que

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    sera una confusin si cada cual se cuida de todo indistintamente; 3 porque por esto se conserva mspacfico el estado de los hombres, estando cada uno contento con lo suyo; por lo cual vemos que entreaquellos, que en comn y pro-indiviso poseen alguna cosa, surgen ms frecuentemente contiendas; la

    segunda cosa que compete al hombre en las cosas exteriores es el uso de las mismas; y en cuanto a estono debe tener el hombre las cosas exteriores como propias sino como comunes, de modo que fcilmentede parte en ellas a los otros, cuando lo necesiten. Por esto dice el Apstol (1 Tim. VI, 17): manda a los ri-cos de este siglo ... que den y repartan francamente de sus bienes ...

    La propiedad privada

    De suerte que el uso comn de los bienes exteriores funda y justifica la propiedad privada, comoafirma Po XI en su maravillosa Quadragsimo Anno, cuando dice:

    "Todos (es decir Len XIII y los telogos que ensearon guiados por el magisterio de la Iglesia)unnimemente afirmaron siempre que el derecho de propiedad privada fu otorgado por la naturaleza, o

    sea por el mismo Creador, a los hombres, ya para que cada uno pueda atender a las necesidades propias yde su familia,ya para que por medio de esta institucin, los bienes que el Creador destin a todo el gne-ro humano, sirvan en realidad para tal fin, todo lo cual no es posible lograr en modo alguno sin el mante-nimiento de un cierto y determinado orden".

    Si se quiere comprender el problema de la propiedad privada, es necesario comprender antes el usocomn de los bienes, o lo que es lo mismo; el derecho a la existencia que cabe a todo miembro de la fami-lia humana. El derecho de la propiedad privada es un medio necesario, pero medio, que tiene como finasegurar el uso comn de los bienes exteriores. (Uso comn: que no quiere decir que todos hayan de usarcualquier cosa sino que a nadie le ha de faltar aquel mnimum que necesita para vivir).

    No se puede evitar eficazmente el liberalismo econmico, que hace omnmodo el derecho de pro-piedad, si no se hace derivar a sta del uso comn de los bienes. En esta doctrina se funda adems la doc-

    trina de los telogos catlicos sobre el derecho que tiene todo aquel que se encuentra en extrema ne-cesidad de tomar lo que necesita para s y su familia; "entonces -dice Santo Toms (II-II, q. 66, a.VII)-

    puede cualquiera lcitamente socorrer su necesidad con las cosas ajenas, quitndolas, ya manifiesta, yaocultamente, y esto no tiene propiamente razn de hurto ni de rapia".

    En la misma doctrina se funda el derecho que compete al Estado de limitar y regular la propiedadprivada de suerte que alcance en efecto su destinacin comn. Porque, si la propiedad privada es para ase-gurar el uso comn de los bienes exteriores, el Estado, que tiene por misin promover el bien comn, deberegularlo para tal fin.

    Po XI ha recordado esta doctrina en la "Quadragesimo Anno", cuando escribe:"Por lo tanto, la autoridad pblica, guiada siempre por la ley natural y divina e inspirndose en las

    verdaderas necesidades del bien comn, puede determinar ms cuidadosamente lo que es lcito o ilcito alos poseedores en el uso de sus bienes. Ya Len XIII haba enseado muy sabiamente que Dios dej a laactividad de !os hombres y a las instituciones de los pueblos la delimitacin de la posesin privada. Lahistoria demuestra que el dominio no es una cosa del todo inmutable, como tampoco lo son otros elemen-tos sociales y an Nos dijimos en otra ocasin en estas palabras: Que distintas han sido las formas de la

    propiedad privada, desde la primitiva forma de los pueblos salvajes, de la que an hoy quedan muestras enalgunas regiones, hasta la que luego revisti en la forma patriarcal, y ms tarde en las diversas formas ti-rnicas (usando esta palabra en su sentido clsico) y as sucesivamente en las formas feudales, y en todaslas dems que se han sucedido hasta los tiempos modernos".

    En esta determinacin de la propiedad, la accin del Estado debe ser tal que, lejos de abolir la pro-piedad privada, tienda a garantizarla y hacerla efectiva; para que toda familia, en la medida de lo posible,

    posea el propio solar estable que se perpete de generacin en generacin.

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    El ideal de la poltica gubernamental debe ser asegurar a las familias urbanas y campesinas lapropiedad de familia, y protegerla luego con una legislacin eficaz. Precisamente, lo contrario de la polti-ca liberal y socialista, empeada en destruir a la familia, ya con leyes nefastas que atentan a la indisolubi-

    lidad del vnculo matrimonial o que relajan, por la enseanza pblica normalista e imbecilizada, la autori-dad y educacin paternal, ya con leyes sobre la divisin de la herencia, inspiradas en el Cdigo Napolen,o sobre la imposicin de hipotecas al propio bien de familia. Es necesario, si se quiere un ordenamiento dela propiedad y de la vida agrcola, restituir el patrimonio de familia. Qu es un patrimonio de familia? Esun bien del cual estn investidos los poseedores sucesivos porque se va perpetuando en una misma lnea,sin fraccionarse. Bien inenajenable o inhipotecable e inembargable, reconocido por el derecho germnicoque Le Play llama familia-estirpe1.

    Para continuar exponiendo lo que una concepcin econmica sana exige sobre la produccin de latierra, dir que una vez restituido el patrimonio de familia, el dominio rural, que es como la clula orgni-ca de la produccin agrcola, ser necesario coordinar de tal suerte el trabajo de las distintas familias, esdecir: la explotacin agrcola pequea o mediana, que no se vea absorbida por la grande ni devorada por el

    terrateniente poderoso. Es necesaria la cooperacin. Cooperacin que podr amparar los derechos delagricultor en la natural concurrencia econmica: le defender contra los usureros por las mutuales de Cr-dito como las Cajas Reiffesen; le instruir sobre las mejoras que conviene introducir en los cultivos; lefacilitar los abonos convenientes, los instrumentos de produccin, sobre todo los ms costosos; le liberta-r de la opresin comercial por las cooperativas de consumo; y asegurar el almacenaje y venta de las co-sechas por las cooperativas de produccin. En una palabra: se constituirn verdaderos sindicatos agrcolasque proveen a las necesidades comunes de los agricultores.

    Evidentemente que todas estas medidas sern completamente intiles si el gobierno no evita conbrazo firme el monopolio y las especulaciones de los intermediarios internacionales. Como en realidad, ami entender, hemos llegado a un punto crtico, en que el poder de las especulaciones es casi indestructible,mientras que el del Estado, a causa del liberalismo democrtico, es harto dbil, es necesario organizar en

    forma tal la tierra, que sea posible satisfacer las necesidades propias del pas; de suerte que la produccinabastezca primero al pas antes de orientarse al mercado mundial. Exigir esto, evidentemente, una distri-

    bucin agrcola menos mercantilista, menos lucrativa pero ms abundante en bienes naturales. Hay queauspiciar una explotacin mixta, agrcola-hortcola-avcola-ganadera. Naturalmente que, en nuestro pas,se le ha de hacer difcil al elemento nativo repechar su natural indolencia.

    Tendramos as que la misma extralimitada especulacin de los monopolios, como el ritmo delmercado mundial, que es francamente proteccionista, sugirese el retorno a una produccin de la tierra detipo patriarcal, de lo que hablaba antes.

    El estado puede limitar la

    propiedad privada

    Subrayaba anteriormente que el uso comn de los bienes exteriores justifica y regula la propiedadprivada, de suerte que, en lo posible, a toda familia corresponda un patrimonio fijo inalienable. Pero stese ha expuesto ms como trmino al cual debe tenderse, aunque nunca se le podr lograr perfectamente.Siempre habr gente que por voluntad propia o por necesidad no tendr solar propio. En el campo, sersta la condicin del arrendatario o del aparcero. Tanto el sistema de arrendamiento como el de aparcerason en s justos, con tal que sea justo el precio estipulado. Entre nosotros, son por lo general exorbitantes,

    porque estn calculados para tiempos de prosperidad excepcional. Adems que es una flagrante injusticia(al menos social en cuanto va contra el uso comn de los bienes exteriores) el de los grandes terratenientes

    1 Ver La Tour du Pin, Vers un ordre social chrtien.

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    que exigen en estos aos de prdidas el pago de sus arriendos aunque los campesinos se vean en el des-amparo.

    Aunque el arrendamiento como tal sea un sistema justo, una produccin ordenada de la tierra exige

    que los cultivadores sean preferentemente los mismos propietarios. Lo que pasa en la Argentina de que el70 por ciento por lo menos de la tierra en cultivo sea arrendada (y esto en condiciones harto des-ventajosas) revela un profundo trastorno. No es fcil indicar la solucin a este problema, pero es menester

    persuadirse de que la solucin es necesaria tanto para la justicia como para la paz social.. El colono espaciente, pero todo tiene lmite, adems de que no es justo abusar de la paciencia de nadie.

    El Estado tiene poder en virtud de su funcin de procurador del bien comn para aplicar la solu-cin que contemple el bien de todos.

    Para hacer ver hasta donde puede llegar este poder, y al mismo tiempo demostrar en un ejemplo lalimitacin que impone a la propiedad privada el uso comn de los bienes exteriores, voy a exponer bre-vemente la poltica enrgica aplicada por los Papas en el siglo XV contra los latifundistas y mo-nopolizadores.

    A fines del siglo XV, el agro romano, una parte de la campia de Roma, se hallaba en un estado delastimosa desolacin, mientras en Roma exista una penuria espantosa. Los propietarios de los terrenos delagro romano preferan dejar que las tierras produjeran espontneamente hierba para pasto de animales

    brutos que obligarlas por s o tolerar que otros las obligasen a llevar fruto para sustento de los hombres.Fu entonces cuando el Papa Sixto IV, en su clebre bula Inducit nos, del 19 de marzo de 1476, di

    facultad a todos, en el territorio de Roma, de arar y cultivar, en los tiempos segn la costumbre, la terceraparte de cualquier hacienda que eligiesen, cualquiera fuere su dueo, con la condicin de que pidieranpermiso, pero con facultad de labrar aunque no lo obtuviesen, aunque pagando una cuota o renta a lospropietarios.

    Como se ve, en este caso, el Estado, en virtud de su poder jurisdiccional o justicia legal, sin privara los propietarios de su dominio (como lo demuestra el pago de la renta), lo regula en forma tal que el uso

    y usufructo de la propiedad sea participado por todos.La Bula de Clemente VII demostrar ms eficazmente hasta donde alcanza este poder.Con la bula de Sixto IV se haba conseguido que "muchsimos se dedicasen a la labranza", pero

    como luego los barones prohiban a sus vasallos transportar el grano cosechado, con el fin de obligarlos avendrselos a ellos barato para luego revenderlos, nadie quera seguir cultivando. Es el caso del vulgarmonopolio de los Dreyfus, Bunge y Born, etc., ya consignado en su tiempo por Aristteles. Qu hace elPapa para remediar esta situacin?

    Prohbe severamente a todos barones y nobles romanos y a cualesquiera otras personas: 1 Com-prar a sus vasallos trigo y otros granos, fuera de lo necesario para el uso y sustento de su casa; 2 Impedir-les que lo lleven a Roma; 3 Que ellos mismos lo transporten a lugar distinto de aquella ciudad.

    Para dar eficacia a la prohibicin, amenaza que los que no obedeciesen, dentro de los 15 das depromulgada la bula, incurrirn en la sentencia de excomunin, de la cual no podrn ser absueltos ms quepor el Romano Pontfice, con expresa mencin del caso, en el trance de la muerte solamente y con expresasatisfaccin. Si an as no obedeciesen, pasados otros 15 das, sern privados enteramente del feudo, elcual ser confiscado en beneficio de la Cmara Apostlica; y si, transcurridos seis meses despus de losltimos 15 das, rehusaren obedecer, entonces, ipso jure, sern privados de todos los pueblos, tierras, quin-tas, feudos y derechos, con incapacidad de recobrarlos o poseer otros para siempre; y las ciudades, pue-

    blos, tierras, quintas y derechos sern incorporados de pleno derecho a la Cmara Apostlica. (Ver Narci-so Noguer S. J. Cuestiones Candentes sobre la propiedad y el socialismo).

    No se trata evidentemente de proponer la aplicacin de este ejemplo para remediar la situacinnuestra. Se trata de hacer ver hasta dnde puede llegar el poder del Estado en la regulacin de la propie-

    dad. Que es tal esta regulacin, que si alguno la desacatare puede acarrearle la pena de la misma expropia-cin. Porque, obsrvese bien que, en el caso aducido el Papa, no priva del dominio sino despus que el

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    propietario se ha hecho reo de delito contra la justicia social; y es un delito no acatar la regulacin que dela propiedad imponga el Estado en vista del bien comn.

    Obsrvese, adems, que la aplicacin de una medida enrgica puede justificarse por la doctrina del

    uso comn de los bienes, que autoriza a aqul que se halla en extrema necesidad a tomar lo ajeno para noperecer de miseria. Si una familia puede hacer justamente eso, parece que, si son muchas las familias quese ven en la miseria, porque el nico capital que poseen, el trabajo de sus manos, vale cero (si hay desocu-

    pacin vale cero), el Estado mismo debe entonces tomar a su cargo la distribucin de los bienes que otrosposeen superfluamente.

    Una solucin radical corolario

    de esta doctrina

    Quizs haya llegado el momento, o est por llegar, de una enrgica regulacin de la propiedad pri-vada. Existe hoy una injusta acumulacin de bienes en manos de unos pocos mientras la multitud se halla,

    no en la pobreza, sino en la miseria. Implica esto una injusticia social y una seria amenaza para el ordensocial. Es urgente darle solucin.Ahora bien, el Estado, cuya misin es velar por la justicia social, debe remediarla apelando a solu-

    ciones eficaces. Estas deben ser tales que no desconozcan el derecho de propiedad. El Estado debe respe-tar la propiedad privada, y como sera imposible, en el caso presente, determinar cules son los bienesfurtivamente adquiridos, debe abstenerse de intentar determinarlo y debe dejar los bienes en manos de losque se encuentran al presente.

    Pero respetado el actual dominio, puede y debe buscar solucin al problema de la desocupacin ymiseria. Para ello, deber hacer un estudio amplio de la actual reparticin de bienes financieros, comercia-les, industriales y agrcolas; examinar el rendimiento de estos bienes y su distribucin para inquirir el

    porqu, an con este rendimiento de riqueza, hay en el pas millares de familias que no tienen la subsis-

    tencia necesaria.Una vez examinadas estas causas, y para ello nada mejor que consultar a las fuerzas econmicas

    del pas (obreros, agricultores, ganaderos, hacendados, industriales, etc.), aplicar con energa aquella so-lucin que consulte mejor la justicia social, a saber: No es posible que en este pas rico de bienes na-turales suficientes para una poblacin inmensamente mayor, haya nadie que en virtud del orden econ-mico social, carezca de la subsistencia humana estable a que tiene derecho como miembro de la colecti-vidad social.

    Impondr luego, como obligatorias, aquellas medidas que encuentre necesarias para alcanzar larealizacin de esta exigencia social, teniendo en cuenta que no es justo que haya miles de familias en lamiseria mientras otros gozan de una renta de 5.000, 10.000, 20.000, 50.000, cien mil, y doscientos mil

    pesos mensuales.Las medidas gubernativas no consistirn en privar de sus propiedades y riquezas a los que hacen

    estos beneficios excesivos, sino en obligarlos a que hagan extensivos estos beneficios al mayor nmero defamilias necesitadas, ya proporcionando trabajo, ya con una mejor remuneracin del trabajo, ya en-tregando al Estado estos beneficios para que l los distribuya entre las familias necesitadas de la colectivi-dad.

    Si los detentores de estas riquezas productivas se niegan por egosmo o carencia de sentido social asometerse a esta regulacin, no titubee el gobierno, en castigarlos como violadores del orden social; y nin-gn castigo ms eficaz que el privarles de sus riquezas, de acuerdo al ejemplo de los Papas arriba mencio-nados.

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    Una consideracin

    sobre nuestro pas

    En un pas, de la riqueza natural del nuestro, la miseria no tiene razn de ser. Si la hay, se debe ex-clusivamente a la mala ordenacin de nuestra vida econmica, que es ms economa de lucro y no de sub-sistencia. Nuestro pas ha sido y es explotado por los extranjeros como una factora. Estructurado el pascomo una factora de produccin para el extranjero, nuestro bienestar est a merced de los precios que nosimponen los especuladores. Y cuando estos precios no cubren el costo deja produccin, como sucede ydebe suceder ahora, reina la bancarrota y la miseria mas espantosa.

    En dnde est la solucin permanente que nos salve de la miseria hoy y en el maana y que reali-ce que en nuestro pas se forjen generaciones genuinamente argentinas, arraigadas en nuestro suelo?

    En un cambio total de nuestra estructuracin econmica: que nuestra economa deje de ser de lu-cro, mercantilista, y sea una economa de subsistencia, de consumo.

    Hay que forjar el dominio rural para las familias. Que las familias se arraiguen en la tierra; las ricas

    en sus estancias y las pobres en sus chacras, quintas o estanzuelas. Que se arraiguen en el propio suelopara perpetuarse en ella en generaciones robustas y copiosas. Y que vivan en sus tierras. Cmo es posibleque los campesinos de hoy puestos en contacto con la tierra, madre fecunda, sufran miseria, sino porquetrabajan artificialmente "para vender" y no para vivir?

    Cuando se cambie esta orientacin de la vida econmica, las familias le tomarn cario al propiosuelo, y no vivirn en sobresalto angustioso como el campesino de hoy, vctima del especulador, que nosabe cmo le ir maana.

    Restituido el dominio rural, como expliqu en el cuerpo de este captulo, hay que reconstruir tam-bin el mercado rural, dentro de una regin, para ilustrar y estimular en los agricultores. En Italia se estnhaciendo experiencias que merecen ser aplaudidas e imitadas.

    Adems, hace falta organizar en instituciones nacionales toda la vida productiva de nuestra campa-

    a para realizar sobre la base de la economa domstica y rural la economa de suficiencia nacional

    El retorno a la tierra

    Es claro que es menester descongestionar las ciudades y emprender la vuelta hacia la tierra (magnaparens), no para explotarla y luego abandonarla, sino para vivir, vivir y perpetuarse en su fecundidad ma-terial y espiritual. Con este sentido de la "economa de subsistencia", hay que abrir la tierra a todas lasfamilias que no tienen motivos para merodear en la vida anmica de la ciudad sirviendo a los vicios.

    En la tierra poseda como un patrimonio de familia, sentirn los hombres su unin con los antepa-sados y se sentirn unidos con las riquezas reales de la tierra, las cuales le unirn con el Creador.

    La tierra con sus virtudes csmicas y divinas est llamada a solucionar no slo el problema de unamejor distribucin de los bienes temporales sino tambin el problema de la vida humana para que el hom-

    bre pueda servir a su Dios.La tierra que no permite una absoluta mecanizacin, posible en los otros sectores de la economa,

    tiene relaciones misteriosas con la vida misma: es profundamente biolgica.Y es este sentido biolgico, sentido de la vida, irreductible a ninguna expresin mecnica, el que

    debe recobrar el hombre moderno. Si no recobra este sentido vital que ha perdido, podr reconstruir unaeconoma nueva, tipo corporativa, con un funcionamiento jerrquico, pero ser una mecnica de la que elhombre se sentir esclavo y no seor. Por esto es necesario que el hombre viva un ordenamiento econmi-co nuevo y no que lo construya, como una obra exterior.

    Y la tierra, fecunda con el trabajo del hombre, le har vivir este ordenamiento.

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    Hay que levantar, entonces, el grito de retorno a la tierra con un sentido profundamente humano.Slo as ser una solucin econmica y vital para el hombre moderno, que entre papeles y mquinas ha

    perdido el sentido de la realidad.

    Para terminar este captulo digamos que la imposicin de un orden en el problema de la propiedady en la produccin de la tierra requiere un gobierno fuerte, libre de compromisos polticos y de prejuiciosliberales, que independice al pas del crculo de hierro en que le tienen amordazado los financistas y espe-culadores internacionales, que domine los intereses mezquinos de los capitalistas y latifundistas, que co-nozca la realidad total del pas y del mundo, que no se amedrente de los clamores populares suscitado porla jaura de los polticos y que, slo guiado por el. bien comn, comn de las familias segn su distintacondicin y funcin social (porque ha de haber familias pobres y familias ricas), imponga la ordenacinms ventajosa.

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    CAPTULO IIILA PRODUCCIN INDUSTRIAL

    En el primer Captulo estudiamos el concepto mismo de economa, Y demostramos, que la econo-ma Por su objeto formal prximo, o sea la procuracin de bienes materiales tiles al hombre, busca el

    perfeccionamiento del hombre en su aspecto material; de donde, es esencialmente humana o moral.Moral, no porque se ocupa de ella el hombre (tambin se ocupa de la qumica y de la fsica, y stas

    no son ciencias morales) ni porque las construye o edifica (tambin construye obras de arte, y stas no sonde suyo morales), sino porque la economa est ordenada, por su misma naturaleza, al servicio del hom-

    bre. Una economa que no sirviese al hombre, que no contribuyese a su bienestar humano, bienestar socialuniversal, comn, y no tan slo de una clase, no es economa. De aqu que el Capitalismo no sea econo-ma; que el Socialismo no sea economa. Los tratadistas modernos y las universidades modernas, que mul-tiplican las teoras econmicas, mejor dicho las frmulas de acrecentar las riquezas, ignoran la economa.

    Habr en todos estos sistemas y estudios un derroche aprovechable de tcnica, de observaciones econmi-cas que podran integrarse saludablemente en la economa; pero esta integracin no se ha realizado, sinoque, por el contrario, estos elementos econmicos han sido incorporados en la concepcin antieconmicade la Economa moderna por lo cual ha resultado una mquina devoradora del bienestar humano. En una

    palabra: la Economa moderna es antieconmica.En el segundo captulo estudiamos el fenmeno produccin de la tierra, y denunciamos el trastorno

    de la Economa moderna, que tiende por su esencia, aceleracin del lucro, a absorber la produccin de latierra en la produccin industrial y comercial. Afirmamos que era necesario que la produccin de la tierrarecobrase el lugar primero de funcin reguladora de toda la produccin a que le destina la misma realidadeconmica. Ciertos pases podrn dar mayor impulso a la industria, mientras otros, por sus condicionesgeogrficas, lo darn a la agricultura y a la ganadera. Pero el ritmo econmico mundial no deber estararrastrado por el mercantilismo o industrialismo, y an, un determinado Pas no abandonar su agricultura

    para dedicarse exclusivamente a la industria. Ha sido este el gran error "contra naturam" cometido porInglaterra en los albores del capitalismo y sancionado definitivamente en 1842 con la ley de los cereales.Error cuyas consecuencias mortales est experimentando ahora, cuando se encuentra sin la agriculturaque proporciona el sustento primario del hombre y sin mercados donde colocar sus productos industriales

    pasados de moda.Propiciamos, como necesario, y an como impuesto por el mismo ritmo francamente proteccionis-

    ta de la economa mundial, el retorno a una produccin econmica, tipo rural en oposicin a urbano, do-mstico en oposicin a mercantil.

    La produccin industrial

    Y la produccin industrial? Ser necesario sepultar como intil la estupenda expansin de la tc-nica y de la mquina? De ninguna manera. Ser tan solo necesario asignarle un lugar secundario ya queviene a satisfacer necesidades del hombre tambin secundarias. A nadie se le har difcil admitir esto, sitiene en cuenta que slo es economa aquella que perfecciona al hombre, que satisface su bienestar mate-rial humano; ahora bien, este bienestar es jerrquico: porque primero es comer, despus vestirse y habitar,y slo despus gozar de lo superfluo, que preferentemente suministra la industria. Luego, tambin debe ser

    jerrquica la produccin. La tierra ha de primar sobre la industria. Al proponer esto me hago perfectacuenta que ha de parecer blasfemia a los que creen en el confort y conciben la misin del hombre sobre latierra segn el tipo esbozado por el presidente Hoover, cuando dice: "El hombre que tiene un automvil

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    standard, un radio standard y una hora y media de trabajo diario menos, tiene una vida ms colmada yms personalidad de la que posea antes".

    Otra cuestin es saber si ser posible restituir la industria al lugar secundario que le corresponde.

    Evidentemente que en el actual estado anmico del hombre, es absurdo imaginarlo. Porque mien-tras la vida industrial ha adquirido una corpulencia de monstruo (recurdese la magnfica, la victoriosahistoria del industrialismo con la era del algodn, del hierro fundido, de la mquina accionada por el va-

    por, de la qumica, de la electricidad, del motor de gasolina, inventos ahora utilizados matemticamenteen la racionalizacin de la vida industrial), mientras la vida industrial, digo, ha adquirido una corpulenciamonstruosa, el hombre continuando en la brecha abierta por Lutero, Descartes y Rousseau (Vase, J.Maritain en Tres Reformadores, Berdiaeff en Una nueva Edad Media?), ha ido perdiendo su personali-dad, y es hoy un simple grano de polvo, accionado por infinitas circunstancias. Ha perdido su poder do-minador. De suerte que mientras la bestia ha ido aumentando su corpulencia y coraje, el domador ha per-dido su imperio.

    No es difcil calcular cual ha de ser la suerte del domador, debilitado frente a la bestia enfurecida.

    Figura potica, sin duda. Pero es muy posible que los hombres no atinen a ponerse de acuerdo so-bre cmo mantener en lmite el poder de la mquina. Y mientras tanto, sta los extermina.En resumen: que el problema de la produccin no tiene solucin mientras no se resuelva el ms

    general de la misma economa, y ste a su vez, mientras no se resuelva el de la vida, segn expliqu en elprimer captulo. Observacin trivial que han de tener presente los especialistas, quienes pretenden impo-ner un orden local sin atender al orden total. La sntesis es anterior al anlisis, lo uno a lo mltiple.

    Justificacin moral

    del capital

    Previas estas consideraciones preliminares entremos a estudiar la ordenacin que ha de haber de-

    ntro de la misma vida industrial.Habremos de justificar el capital, el salario, la gestin, la mquina, y armonizar sus derechos. Ob-

    srvese que la justificacin de estos elementos la hago en general, en abstracto, indicando la conforma-cin esencial que pueden y deben tener. No hago la justificacin de estos elementos tal como se han con-cretado en el capitalismo, precisamente porque ha dado una conformacin perversa e injusta a estos ele-mentos de suyo buenos.

    La justificacin debe hacerse desde el punto de vista moral, o sea de la accin humana comohumana. Pueden, y en qu medida, justificarse estos elementos como actos humanos? Pueden ser actosde virtud o, en cambio, son actos intrnsecamente viciosos?

    Si lo primero, pueden justificarse siempre que en verdad procedan con buena ordenacin; si lo se-gundo, jams se justifican Si lo primero, siempre que sean buenos sern benficos; si lo segundo, sernnefastos

    Ahora bien, esto supuesto, veamos si se justifica el capital.El capital se justifica como ejercicio de una virtud que Santo Toms llama de la magnificencia. Si

    recordamos bien, dijimos en un anterior captulo que la propiedad privada tiene una funcin social, unadestinacin comn, - uso comn, que dice Santo Toms. En virtud de esta destinacin comn de los bie-nes exteriores, lo superfluo que algunas personas poseen -dice Santo Toms- es debido por derecho na-tural al sostenimiento de los pobres; por lo que dice San Ambrosio (serm. 64) De los hambrientos es el

    pan que t tienes detenido; de los desnudos las ropas que tienes encerradas; de la redencin y absolucinde los desgraciados es el dinero que tienes enterrado" (II-II, q.66 a. 7).

    Ser entonces necesario desprenderse de lo superfluo, es decir, de aquello que sobra una vez satis-

    fecha la necesidad y el decoro de la propia condicin, y donarlo a los pobres en forma de limosna? No es

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    esto precisamente necesario. Se podr invertir este dinero en empresas que proporcionen trabajo y pan alos necesitados.

    Es sta la doctrina de S. S. Po XI, enseada admirablemente en su encclica sobre laRestauracin

    del orden social, cuando dice: "El que emplea grandes cantidades en obras que proporcionan mayor opor-tunidad de trabajo, con tal que se trate de obras verdaderamente tiles, practica de una manera magnfica ymuy acomodada a las necesidades de nuestros tiempos la virtud de la magnificencia, como se colige sa-cando las consecuencias de los principios puestos por el Doctor Anglico (II-II, q. 134).

    La virtud de la magnificencia, como explica el Santo Doctor, ordena el recto uso de grandes canti-dades de dinero, as como la liberalidad ordena en general el uso del dinero, aunque sea poco. Obsrveseque pecara, por tanto, de avaricia quien acumulase el dinero superfluo y lo substrajese al uso comn.

    De donde resulta que el concepto econmico de capital est justificado por el ejercicio de la virtudcristiana de la magnificencia.

    Qu es, en efecto, el capital? Es riqueza acumulada que se invierte en una empresa para la pro-duccin de otra riqueza, y as se beneficia a la comunidad. De modo que el capital, como tal, busca pri-

    mero beneficiar a la comunidad, a los pobres, porque es la inversin de lo superfluo que por derecho na-tural se debe al sostenimiento de los pobres. (Santo Toms).Creo que no es menester demostrar que no es ste el concepto que del capital se ha forjado el capi-

    talismo. Reservando para el prximo captulo una crtica ms a fondo del concepto capitalista de capital,baste decir ahora que para el capitalismo, el capital es dinero que produce ms dinero, que concentra msdinero. Exactamente lo contrario del capital genuino. Porque lejos de hacer del capital un medio que di-funda el beneficio del dinero en la comunidad, hace de l un imn que lo acumula en forma rpida y ab-sorbente en manos del individuo afortunado que lo posee. Por eso, mientras el capitalista acumula, se en-riquece de modo fantstico, la multitud es continuamente despojada, hasta quedar en la actual miseria ydesocupacin.

    Se ha olvidado la destinacin eminentemente social, comn de la riqueza invertida en capital. Se

    ha olvidado, adems, la esterilidad ingnita del dinero mientras no sea empleado por el trabajo de la inte-ligencia y de los brazos. Quin hace las riquezas materiales nuevas? El trabajo del hombre. La iniciativade un empresario, que con su inteligencia y con su voluntad tesonera resolver el modo ms eficiente yrpido de una mejor produccin de riqueza; el trabajo de los obreros, que aplicado bajo la direccin de lainteligencia del empresario producir la riqueza. La produccin de riquezas es un efecto propio del traba-

    jo. El capital invertido en medios de produccin (mquinas, inmuebles) es un instrumento, necesario si sequiere, pero un simple instrumento cuya fructificacin le viene del trabajo. El trabajo es, pues, superior alcapital como la causa principal es superior al instrumento. En la confeccin de un libro los derechos delautor son primeros y superiores a los derechos de la tinta y de la pluma, p. ej. El capital tiene derechos, escierto, pero sus derechos son posteriores a los derechos del trabajo.

    Por esto escribe Jacques Maritain (Religion et Culture, pg. 97) fcilmente se concibe un r-gimen de asociacin entre el dinero y el trabajo productivo, en el cual el dinero invertido en una empresarepresenta una parte de la propiedad de los medios de produccin y sirve de alimento a la empresa, por locual sta se procura el equipo material que necesita, de suerte que la empresa siendo fecunda y producien-do beneficios, una parte de estos beneficios vendra al capital". Es decir, el capital alimentara al trabajo yno el trabajo al capital Exactamente lo mismo que ensea Santo Toms, cuando escribe (II-II, q. 78, a. 2):El que confa su dinero a un mercader o a un artesano, formando con l una especie de sociedad, no letransfiere la propiedad de su dinero; lo guarda para s y a sus ri