CONCIENCIAS LIBRES Nº 30 ESPECIAL JULIO 2013.-

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    Ningn gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo, cuando laburguesa ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo paramantener sus privilegios. Buenaventura Durruti

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    ENTRE LA REVOLUCIN Y LAS TRINCHERASDICTADURA DEL PROLETARIADO Y SOCIALISMO DE ESTADO

    (5 de Noviembre del 1936)

    La Dictadura del

    Proletariado es

    una concepcin

    marxista. Segn

    Lenin solo es

    marxista aquel

    que extiende el

    reconocimiento

    de la lucha de

    clases, al reconocimiento de la

    Dictadura del Proletariado. Lenin,

    tena razn: La Dictadura del

    Proletariado no es otra cosa segn

    Marx, que la conquista del Estado porparte del proletariado que organizado

    en una clase polticamente dominante,

    llegue a la supresin de todas las clases

    a travs del socialismo de Estado.

    En la Crtica del Programa de Gotha

    escrita por Marx en 1875 se lee:

    Entre la sociedad capitalista y la

    sociedad comunista, se sita el periodo

    de transformacin de la primera a lasegunda. A este periodo corresponde

    otro de transicin poltica, durante el

    cual el Estado no puede ser otra cosa

    que la Dictadura del Proletariado

    En el Manifiesto Comunista 1847

    deca ya:

    El primer paso en la va de la

    revolucin obrera es la elevacin del

    proletariado al puesto de clase

    dominante

    El proletariado se aprovechar de su

    dominacin poltica para arrancar poco

    a poco a la burguesa todo el capital,

    para centralizar todos los instrumentos

    de produccin en las manos del Estado,es decir, en las manos del mismo

    proletariado, organizado como clase

    dominante.

    Lenin, en El Estado y la Revolucin

    reafirma la tesis marxista:

    El proletariado tiene necesidad del

    Estado solamente durante un cierto

    tiempo. La supresin del Estado como

    idea finalista no es lo que nos separa delos anarquistas. Es que nosotros

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    Commune por parte de todo el

    proletariado, sino que, proponen la

    conquista del Estado por el partido que

    suponen que representa al

    proletariado. Los anarquistas admitenel uso de un poder directo por parte del

    proletariado, pero entienden que el

    rgano de este poder ha de estar

    constituido por el conjunto de sistemas

    de gestin de tipo comunista,

    organizaciones corporativas,

    instituciones comunales, regionales y

    nacionales, libremente constituidas y al

    margen y contra toda injerencia nimonopolio poltico de partido, y

    esforzndose de reducir al mnimo la

    centralizacin administrativa Lenin,

    en su afn de polmica, simplifica

    arbitrariamente la extensin diferencial

    que existe entre los marxistas y

    nosotros.

    La frmula Leninista: Los marxistas

    quieren preparar al proletariado a laRevolucin utilizando el aparato del

    Estado moderno es la base del

    jacobinismo leninista, como es tambin

    la base del parlamentarismo y la del

    ministerialismo social-reformista.

    En los Congresos Socialistas

    Internacionales de Londres (1896) y de

    Pars (1900) fue establecido que podan

    adherirse a la Internacional Socialista

    solamente los partidos y organizaciones

    obreras que reconocieran el principio

    de la conquista socialista de los

    poderes pblicos por la fraccin del

    proletariado organizado en partido de

    clase. La escisin se produjo sobre

    este punto capital, pero en el hecho

    comprobable y efectivo, la exclusin delos anarquistas del seno de la

    Internacional, no era otra cosa que el

    triunfo del ministerialismo, del

    oportunismo, del cretinismo

    parlamentario.

    Los sindicalistas antiparlamentarios y

    algunas fracciones comunistas que

    protestan del marxismo rechazan la

    conquista de los poderes pblicos comoaccin socialista pre-revolucionaria, o

    revolucionaria.

    Quien lance una mirada retrospectiva

    sobre la historia desde la exclusin de

    los anarquistas podr constatar

    claramente la decadencia y

    degeneracin gradual del marxismo

    como filosofa poltica, a travs de las

    interpretaciones y de la prctica social-democrticas.

    El leninismo constituye, sin ninguna

    duda, una vuelta al espritu

    revolucionario del marxismo, pero

    constituye tambin una vuelta a los

    sofismas y abstracciones de la

    metafsica marxista.

    (Extracto de Entre la Revolucin y las

    Trincheras, 1936-1937 Barcelona.

    Biblioteca Tierra y Libertad, n21, 1946.

    Camilo Berneri

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    LA TOMA DE ATARAZANAS MUERTE DE ASCASO

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    Quedaba nicamente por ocupar la fortaleza de Atarazanas.

    Tras una tarde de fuego, en que ambos contendientes

    disparaban con furia, los obreros rodean el edificio. Llega la

    noche, desde las trincheras, fabricada con vertiginosa

    rapidez, se vigila la fortaleza. Al da siguiente el ataque sehace contra el cuartel y la lucha alcanza supremos grados de

    sangrienta violencia. Caen muchos y buenos militantes de la

    C.N.T. El cerco de Atarazanas se hace cada vez ms estrecho.

    Francisco Ascaso, seguido de un grupo de militantes acuden

    a la puerta de Santa Madrona dispuestos a contribuir al

    asalto del ltimo reducto de los facciosos. En uno de los

    ltimos asaltos Francisco Ascaso es herido mortalmente. El grupo de hombres que lo

    acompaan recogen su cadver. Durruti, ante la muerte de su inseparable compaero

    de lucha, en medio de un dolor profundo, promete vengarle. La desaparicin deAscaso significa para Durruti la prdida de un ser querido, de un hermano. Es la muerte

    de su entraable compaero cuyos nombres, durante muchos aos se pronunciarn

    juntos como los de Sacco-Vanzetti. Con vrtigo, corriendo a derecha y a izquierda,

    comenz a reunir a sus camaradas llamando a cada uno de ellos por su nombre con

    voz firme y velada por la emocin.

    - No quiero que vengan conmigo ms que compaeros de la C.N.T. y de laF.A.I., gritaba Durruti. Tenemos que acabar rpidamente con la

    resistencia de los fascistas. Que me acompaen nada ms que

    compaeros de la C.N.T. y de la F.A.I., volvi a insistir.Los compaeros de Durruti se miran atnitos. Evidentemente ninguno de ellos se

    negaba a seguir a Durruti; pero, sin embargo, se le hace ver que es una temeridad

    marchar a pecho descubierto ante un enemigo tan bien atrincherado. Alguien intenta

    hacer desistir a Durruti de su temeridad, pero Durruti insiste con tal energa, que todos

    terminan por seguirle, entusiasmados. Se reanuda el ataque, finalmente la fortaleza se

    rinde. Los soldados en mangas de camisa salen a la calle. En el cuerpo de guardia

    Durruti encuentra los cadveres de la oficialidad suicidados unos, fusilados por la tropa

    otros.

    En las calles de Barcelona y en las carreteras y pueblos de Catalua, en los vehculos de

    trnsito y en las paredes de los edificios slo se vean dos grupos de tres letras C.N.T.-

    F.A.I. El pueblo pintaba sobre los muros el anagrama glorioso como laureles de

    victoria. Por doquier flotaba la bandera roji-negra; en todas partes el orden era

    sostenido por los milicianos de la C.N.T.. La jornada se haba caracterizado por la

    espontaneidad y el herosmo individual, colectivo, triunfando sobre la inercia de la

    fuerza pblica republicana, vacilante e impotente como reflejo de los gobernantes a

    cuyas rdenes servan. El factor moral se mostr decisivo en el combate sostenido en

    las calles entre la reaccin y la libertad. Precisa reconocer que cuando unos hombres

    proceden con tanto entusiasmo guiados por un ideal que los lleva al triunfo es porque

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    dentro de ellos existe una fuerza invisible, que es necesario

    examinar y tener muy en cuenta declarando que el anarco-

    sindicalismo espaol como fuerza innovadora de tipo

    nacional alcanza en la Pennsula Ibrica proporciones

    colosales. De aqu que nosotros sostengamos la teora deque quirase o no la C.N.T., es la encarnacin viva de la

    Revolucin Espaola y que ella encarna todos los valores

    morales y espirituales que impulsan la renovacin actual del

    pueblo espaol. Slo as pueden concebirse las jornadas

    proletarias del 19 de julio en Catalua, y en el resto de la

    Pennsula.

    TODO EL PODER A LA C.N.T.El triunfo total de la C.N.T. en Catalua y el control en sus manos de todas las fuerzas

    mantenedoras del orden, plante al gobierno de la Generalidad un delicado problema.

    Qu razn de ser tena un poder que no tena poder alguno y cuya accin, hasta los

    ltimos instantes, haba sido encaminada contra la C.N.T., que le haba salvado su

    propia existencia? La cuestin fue planteada por iniciativa del propio Presidente

    Companys, al medioda del 20 de julio, cuando pasado el peligro y vencida totalmente

    la insurreccin militar los consejeros de la Generalidad recobraron un tanto la

    serenidad. De lo ocurrido el compaero Garca Oliver nos ha dejado un concreto relato

    que ilumina un periodo histrico de la C.N.T. y de la Revolucin Espaola muy digno detenerse en cuenta para juzgar los hechos posteriores, ya que la C.N.T. que pudo tener

    en sus manos el poder absoluto de Catalua y por lo tanto la direccin de la

    Revolucin, renunci en ello generosamente llamando a colaborar a elementos que

    despus haban de traicionarla. Los polticos no supieron ver ni agradecer aquel rasgo

    de generosidad. Pasado el peligro, de nuevo volvieron sus armas contra la C.N.T.

    El Presidente Companys, convencido de que despus del triunfo de la C.N.T. el poder

    del Gobierno de la Generalidad era una ficcin, convoc, a su despacho a los

    representantes de la C.N.T.-F.A.I. para plantearles el caso y entregarles el poder

    omnmodo en Catalua: He aqu como se sucedieron los acontecimientos segn elrelato de Garca Oliver: El Jefe de Mozos de Escuadra sali a nuestro encuentro por la

    puerta principal de la Generalidad. Acabbamos de asistir a la toma de Atarazanas e

    bamos todos armados hasta los dientes; fusiles, ametralladoras y revlveres todava

    calientes por los disparos, negros de polvo y de humo.Somos los representantes de la

    C.N.T. y de la F.A.I. que Companys ha convocado, le dijimos al Jefe de Mozos de

    Escuadra. Estos que nos acompaan son nuestra escolta. Nos saluda afectuosamente

    sirvindonos de gua hasta el Patio de los Naranjos. La confusin ms pintoresca

    reinaba en todo el Palacio de la Generalidad, aunque en el rostro de todos aquellos

    catalanes viejos y jvenes, mozos de escuadra, policas y jvenes de la Esquerra y delEstat Catal, resplandeca la luz de un glorioso sueo abrigado durante siglos que no

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    pudieron vivir hasta este da en que los hombres de la C.N.T.-F.A.I. en medio de un

    impresionante ruido de armas, fueron a llevrselo delante del Presidente de la

    Generalidad.

    Companys nos recibi de pie visiblemente emocionado. Nos estrech la mano y nos

    hubiese abrazado si la solemnidad del momento no se lo hubiese impedido. Laspresentaciones fueron breves. Cada uno de nosotros tom asiento teniendo el fusil

    entre las piernas.

    -Ante todo comenz diciendo Companys debo deciros que la C.N.T. y la F.A.I. NO

    FUERON JAMAS, TRATADAS SEGN SU VERDADERA IMPORTANCIA, HABEIS SIDO

    DURAMENTE PERSEGUIDOS; yo personalmente, con mucho dolor, pero obligado por

    las realidades polticas, yo que anteriormente he estado con vosotros, me he visto

    obligado a perseguiros. Pero la verdad es que perseguidos duramente hasta anteayer,

    habis vencido a los militares y a los fascistas hoy. Yo no puedo, pues, sabiendo quien

    sois y como sois, emplear convosotros otro lenguaje que el

    de una gran sinceridad

    VOSOTROS HABEIS VENCIDO Y

    POR LO TANTO TODO EL

    PODER OS PERTENECE EN

    CATALUA. Si no tenis

    necesidad de m o si no me deseis

    como Presidente de la Generalidad

    de Catalua decrmelodesde ahora, y me transformar

    en un soldado ms en la lucha

    contra el fascismo, si por el

    contrario, creis que este cargo,

    que yo no hubiese abandonado

    nada ms que muerto ante el

    fascismo triunfante, puedo seguir

    ocupndolo y con los hombres de

    mi partido, mi nombre y mi

    prestigio seros til en esta lucha

    que ha terminado hoy en la

    ciudad, pero que todava ignoramos cuando y como se terminar en el resto de

    Espaa, podis contar conmigo y con mi voluntad de hombre poltico, que est

    convencido que a partir de hoy muere un pasado oprobioso y que desea que Catalua

    marche a la cabeza de los pases ms avanzados en materia social.

    -En este momento aade Garca Oliver- Companys hablaba con una

    sinceridad evidente. Hombre dctil y ms que dctil, realista, viva profundamente la

    tragedia de su pueblo salvado de la esclavitud secular por el esfuerzo de los

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    anarquistas, usando del lenguaje de las circunstancias y situndose a su altura, con un

    gesto nico de dignidad y de comprensin, de los que carecan totalmente los hombres

    polticos espaoles. Habamos sido llamados para escuchar, no podamos

    comprometernos a nada. Era nuestra Organizacin la nica llamada a decidir, as se lo

    dijimos al Presidente.Companys, nos dijo que en una sala contigua se encontraban reunidos los

    representantes de todos los sectores antifascistas de Catalua. Si en principio

    aceptbamos que nos reuniese a todos, nos hara una proposicin encaminada a

    formar en Catalua un rgano capaz de dar unidad a la lucha revolucionaria hasta

    conseguir la victoria. En nuestra calidad de observadores intermediarios, aceptamos.

    La reunin tuvo lugar y a ella asistieron representantes de la Esquerra catalana,

    Rabassaires, Unin Republicana, del POUM y del P.S.U.C. Companys hizo uso de la

    palabra para explicar la conveniencia de su proposicin que consista en formar un

    Comit de Milicia que tendra por misin poner de nuevo en marcha la vida deCatalua y organizar las fuerzas armadas suficientes para combatir a los rebeldes all

    donde se presentasen.

    Un acto de generosidad que tuvo fatales con secuencias

    En aquel mismo momento comenz la contra-revolucin. Ninguno de los sectores

    antifascistas que tomaron parte en la reunin convocada por Companys, que de

    manera clara nos cuenta el compaero Garca Oliver, relato que hemos reproducido

    por ser un documento de gran valor histrico para juzgar con exactitud los

    acontecimientos que se produjeron en los primeros das de la Revolucin, haban

    tomado parte en la lucha contra el ejrcito sublevado. No tenan, pues, porqueparticipar en la administracin de la victoria. Los polticos de la Generalidad, con

    Companys a la cabeza, que haban dirigido en Catalua la lucha contra la C.N.T. al verse

    vencidos pusieron en juego una maniobra hbilmente urdida para hacer caer en la

    trampa a la C.N.T. y arrancarle de la mano la victoria que los militantes de la

    Confederacin haban obtenido y que nadie ms que ella tena derecho a administrar.

    Los pequeos burgueses arribistas de la Generalidad haban mostrado ya su ineptitud y

    su falta de coraje en el curso de acontecimientos de 1934. Hasta el ltimo momento,

    en aquella fecha, toda su actuacin se encamin a perseguir y extirpar la influencia de

    los anarco-sindicalistas en Catalua. Por eso fueron vencidos. En 1936 su actitud

    frente a la C.N.T. continua siendo la misma: obstaculizar todo lo que significase la

    entrega de elementos defensivos a los hombres de la C.N.T. para que esta pudiese

    imposibilitar el golpe de Estado que a la vista de todos se estaba gestando. Negativa a

    escuchar los consejos y las informaciones que se les facilitaba sobre la prxima

    sublevacin. Negativa a entregar armas a los sindicalistas para defender las libertades

    populares. Ordenes a la Polica de la Generalidad y del poder Central par que se

    incautasen de las armas que con gran esfuerzo y dificultad iba acumulando la

    Organizacin, bien informada de lo que iba a suceder; y sobre todo, ineptitud,

    vacilacin y absoluta falta de visin para captar los acontecimientos que estaban en el

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    ambiente. Las pginas escritas en la historia poltica de Catalua por los hombres de la

    Generalidad en octubre de 1934 y en julio de 1936, hubiesen bastado para extender su

    papeleta de defuncin como administradores de los bienes materiales y espirituales de

    Catalua.

    Vencido el ejrcito rebelde en las calles de Barcelona y en toda Catalua, por loshombres de la C.N.T.-F.A.I. stos tenan, como fuerza que les haba llevado al triunfo, el

    ador y el coraje. Los polticos, reunidos bajo la Presidencia de Companys, slo podan

    ostentar su ineptitud, sus pequeas pasiones, sus egosmos personales y el odio

    inextinguible contra el proletariado cataln cenetista, que les impeda hacer de

    Catalua un coto cerrado y un feudo de su concupiscencia. Aquella maniobra de

    Companys iba encaminada nicamente a ganar tiempo y a obtener el suficiente respiro

    para que los republicanos histricos, regionalistas y centralistas, pudieran de nuevo

    respirar a sus anchas y rehacerse de la derrota a que le haba llevado su propia

    incapacidad.Aquella misma noche se celebr un pleno regional de la C.N.T. y con una generosidad

    que los polticos no supieron medir la Organizacin renunci a utilizar todo el poder

    que tena en sus manos en Catalua para compartirlo con los dems sectores que se

    llamaban antifascistas y que despus de la victoria se reunieron deprisa y corriendo

    para participar en el botn revolucionario. La proposicin de Companys fue aceptada.

    Este acuerdo, que haba de tener en el porvenir consecuencias muy lamentables, llev

    a la C.N.T. a formar parte del Comit de Milicias, aceptndose, adems, la persistencia

    junto al C.de M., del gobierno de la Generalidad, presidido por Companys, que sera

    representado en el nuevo organismo por un comisario-delegado, y el nombramientopor la Generalidad de un Comandante General que dirigira las milicias y que con la

    cooperacin de un Estado Mayor habra de dirigir las futuras operaciones.

    Seguros de su fuerza, generosos y confiados, los hombres que entonces dirigan los

    destinos de la C.N.T. llegaron en su magnanimidad hasta el extremo de aceptar el

    quedarse en minora en los nuevos organismos que se formaban para administrar y

    dirigir una revolucin que la C.N.T. haba ganado y que slo ella poda administrar. Se

    dio entonces como disculpa que por una vez el pez gordo no se comera al pequeo.

    Esta frase ingenua, convertida en realidad, fue el arma que los polticos utilizaron para

    hacer la contra-revolucin, neutralizar a los hombres de la C.N.T. y dar al traste con la

    Revolucin Espaola.

    Qu hubiese sucedido si la C.N.T. en lugar de escuchar el canto de sirena de

    Companys, que no poda ofrecer nada en aquel momento, puesto que el mximo

    poder en Catalua estaba en manos de las masas de la C.N.T., hubiese ella misma

    dirigido los destinos de la Revolucin, que sus hombres haban conquistado

    plenamente? Este es un problema sobre el cual se ha discutido mucho y se seguir

    discutiendo en el porvenir. No es fcil que los contradictores lleguen a un acuerdo.

    Pero lo que s salta a la vista es que de haber dirigido la Revolucin con todas sus

    consecuencias, la Confederacin Nacional del Trabajo, con el entusiasmo, el valor, la

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    generosidad y el liberalismo que exhalan sus principios y sus hombres, la Revolucin

    Espaola hubiese alcanzado una grandiosidad extraordinaria y su direccin nica en

    Catalua se hubiese fcilmente extendido a toda Espaa. Barridos los polticos y

    entregado el mximo poder al pueblo, disponiendo de los recursos materiales y

    econmicos que los polticos utilizaron para rehacerse despus de la derrota, combatira la C.N.T. y realizar la contra-revolucin, el triunfo de la dictadura Franco-falangista,

    se hubiese evitado. Si alguna concesin hubiese sido precisa hacer, la C.N.T. la hubiese

    hecho ella misma, por ser espaola y generosa, pero sin claudicaciones ante los

    polticos ni colaboraciones que despus le fueron en extremo funestas.

    Se ha dicho, cada vez que se plantea este problema del pasado, que la C.N.T. no

    dispona entonces de hombres capaces para dirigir una revolucin de aquella

    envergadura. Lo negamos. A la hora de tomar tan graves decisiones, los hombres que

    consintieron la generosa colaboracin de la C.N.T. en el Comit de Milicias y en el

    gobierno de la Generalidad, si consintieron en dar participacin en la administracinde la victoria a todos los antifascistas, fue para no caer en ninguna posibilidad, aunque

    remota, de mando nico revolucionario que pudiera interpretarse como una dictadura

    de la que es en absoluto opuesta la doctrina libertaria. Se equivocaron. Estbamos en

    una gran revolucin y haba que administrarla. Los principios libertarios, son una

    garanta contra todo peligro dictatorial.

    -Si la C.N.T. hubiese tomado el control de la revolucin, muy otro hubiese

    sido su resultado. Hemos de advertir que aqu slo exponemos una opinin personal;

    ello nos lleva a expresarnos en el sentido en que lo hacemos de lamentar que la C.N.T.,

    desde el primer momento, no hubiese seguido por el camino que emprendieron sushombres en Barcelona en la madrugada del 19 de julio, extendiendo la explosin de su

    entusiasmo por toda Espaa que al ejemplo de Catalua se levant en armas contra el

    ejrcito sublevado que en aquel momento representaba la vieja Espaa contra la cual

    el pueblo espaol representado por la C.N.T., vena luchando ms de un siglo. Fue un

    momento nico que se perdi. Ros de sangre y aos de exilio y de amargura costar a

    los espaoles aquel error. Esta es nuestra opinin sincera. Fue un gran error poner la

    revolucin en manos de hombres y sectores que no conocan ni sentan en lo profundo

    de su espritu la Revolucin Espaola, confundiendo la poltica, el regionalismo y el

    fascismo, con una revolucin que nacida en lo ms hondo del alma ibrica tiende a

    universalizarse, para recuperar y exaltar los valores humanos seriamente amenazados

    por una ola de grosero materialismo y de dictadura econmica burguesa que amenaza

    con llevar al caos a la Humanidad.

    Cuando las masas estn henchidas de estos ideales generosos, no importa que de

    momento falten cerebros directivos. Estos nacen espontneamente con la accin. La

    naturaleza en sus sabios designios no deja jams incompleta su obra cuando se siguen

    fielmente los caminos que seala a los hombres. Hubiese seguido nutrindose la

    Revolucin Espaola de savia popular, y nada ni nadie hubiese podido contra ella. Un

    pueblo desbordado, ebrio de entusiasmo, lanzado a cumplir una misin histrica, es

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