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SABORS I SABERS: CONEIXEM L’ESTAT DEL VATICÀ? I 92 (Joa) Gor GÓRA Jan Wojciech. Joan Pau II 1 (Gui) GUILLEM, d’Occam. Sobre el gobierno tiránico del Papa 23 Joa JOAN PAU II, Papa. Travessant el llindar de l’esperança 232 Fer FERRARA, Christopher A. El secreto todavía ocultado: estudio sobre la campaña personal emprendida por el Secretario de Estado Vaticano para ocultar las palabras de la Virgen María contenidas en el Tercer Secreto de Fátima 262 Bur BURUNAT, Isidre. Història breu dels grans concilis 262 Con Concili Ecumènic Vaticà (2n: 1962-1965)

Coneixem l'Estat del Vaticà

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SABORS I SABERS: CONEIXEM L’ESTAT DEL VATICÀ?

I 92 (Joa) Gor GÓRA Jan Wojciech. Joan Pau II

1 (Gui) GUILLEM, d’Occam. Sobre el gobierno tiránico del Papa

23 Joa JOAN PAU II, Papa. Travessant el llindar de l’esperança

232 Fer FERRARA, Christopher A. El secreto todavía ocultado: estudio sobre la campaña personal emprendida por el Secretario de Estado Vaticano para ocultar las palabras de la Virgen María contenidas en el Tercer Secreto de Fátima

262 Bur BURUNAT, Isidre. Història breu dels grans concilis

262 Con Concili Ecumènic Vaticà (2n: 1962-1965)

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262 Gar GARCÍA BLANCO, Javier. Historia oculta de los Papas

262 (09) Lab LABOA, Juan María. Historia de los Papas: entre el reino de Dios y las pasiones terrenales

262 (09) Lab LABOA, Juan María. Los Papas del siglo XX

262 Yal YALLOP, David A. El Poder y la gloria: la historia oculta del papado de Juan Pablo II

296 Bai BAIGENT, Michael. El escándalo de los manuscritos del mar Muerto: las revelaciones que hacen temblar el Vaticano

262 Fra FRATTINI, Enric. La Santa Alianza: cinco siglos de espionaje vaticano

262 Fra FRATTINI, Eric. Secretos vaticanos: de San Pedro a Benedicto XVI

262 Her HERRMANN, Horst. El estrecho umbral de Juan Pablo II: una respuesta crítica

262 Urd URDACI, Alfredo. El Cónclave: los secretos de la elección del Papa al descubierto

262 Vat El Vaticano contra Dios = Via col vento in Vaticano.

262 (03) Bar BARRIO, Maximiliano. Diccionario de los Papas y Concilios

262 (09) Orl ORLANDIS, José. El Pontificado Romano en la historia

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27 Pic PICHON, Charles. El Vaticano desde San Pedro a Pío XII

282 Coe COEN, Leonardo. Marcinkus, “el banquero de Dios”: el oscuro mundo de las finanzas del Vaticano

322 Wol WOLF, Hubert. El Papa i el diable: el Vaticà i el Tercer Reich

348.1 Esg ESGLÉSIA CATÒLICA. PAPA (1958-1963: Joan XXIII). Pacem in terris = Pau a la terra

641 Cel CELADA, Eva. Los secretos de la cocina del Vaticano: la cocina mediterránea más internacional y exquisita del mundo

641 Lug LUGO, Isabel. En la mesa del César. Los sabores de la antigüedad mediterránea para gastrónomos de hoy.

7 Dal DALLI REGOLI, Gigetta. Museos del Vaticano: Roma

7 Mus Museos del mundo: Museo del Louvre, Museo del Vaticano, Museo del Prado, Museo del Ermitage

7 Mus Museos del Vaticano

7.04 Fe La Fe y el arte: colección de obras maestras del Vaticano

726.6 Lee LEES-MILNE, James. San Pedro de Roma: historia de la Basílica

75 (Miq) Ble BLECH, Benjamin. Los Secretos de la Capilla Sixtina: los mensajes prohibidos de Miguel Angel en el corazón del Vaticano

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75.034 Pfe PFEIFFER, Heinrich W. La Capilla Sixtina

902.5 Amb AMBROSINI, Ma. Luisa. Los archivos secretos del Vaticano

91 (026) (45) Lov Roma insólita y secreta

91 (026) (45) Rom Roma y Ciudad del Vaticano

92 (Ben) Gal GALÁN, Lola. Fumata blanca: la elección de Benedicto XVI y la turbulenta historia de los cónclaves de la Iglesia católica

92 (Joa) Acc ACCATOLI, Luigi. Karol Wojtyla: l’home de la fi del mil·leni

92 (Joa) Ber BERNSTEIN, Carl. Su Santidad: Juan Pablo II y la historia oculta de nuestro tiempo

92 (Joa) Lam LAMET, Pedro Miguel. Juan Pablo II, hombre y Papa

92 (Joa) Rag RAGUER, Hilari. Sapientia cordis: de Roncalli a Joan XXIII

92 (Miq) For FORCELLINO, Antonio. Miguel Ángel: una vida inquieta

N Alv ÁLVAREZ, Pedro. Los Colegiales de San Marco

N Arm ARMAS MARCELO, J.J. El Niño de Luto y el cocinero del Papa

N Ase ASENSI, Francisco. La Sibila de Delfos: asesinato en el cónclave

N Ase ASENSI, Francisco. Sombras sobre el Vaticano

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N Bar BARRAGÁN, Fernando. Conspiración y muerte en el Vaticano

N Ben BENÍTEZ, J.J. El Papa Rojo: la gloria del olivo

N Bro BROWN, Dan. Ángeles y demonios

N Bro BROWN, Dan. El Código Da Vinci

N Dis DISCÍPULOS DE LA VERDAD. Mentiras y crímenes en el Vaticano: la verdad sobre el triple asesinato en las dependencias de la Guardia Suiza

N Eyr EYRE, Elizabeth. El secreto del cardenal

N Fan FAÑANÀS I SERRALLONGA, Miquel. El secret del cardenal

N Gid GIDE, André. Los sótanos del Vaticano

N Guz GUZZONI, Félix. La hija del cardenal

N Mae MAESO DE LA TORRE, Jesús. El Papa Luna: Benedictus XIII y el Cisma de Occidente

N Mar MARTIN, Marcel. Abrasax: complot en el Vaticano

N Mey MEYER, Kai. La Conspiración del Vaticano

N Mor MORALES, Angélica. Benedicto XIII, el Papa Luna

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N Pao PAOLI, Pietro de. Vaticano 2035

N Paz PAZZI, Roberto. Cónclave

N San SÁNCHEZ DRAGÓ, Fernando. Carta de Jesús al Papa

N Van VANDENBERG, Philipp. La conjura sixtina

N Wes WEST, Morris. Las sandalias del pescador

CD 520 COD ZIMMER, Hans. The Da Vinci Code

DVD 25 Joa Joan Pau II: claus d’un pontificat

DVD 262 Con Cónclave: cómo se elige un Papa = How a pope is elected

DVD 726.6 Rom Roma: la Basílica de San Pedro

DVD 91 (45) Sec Los secretos del Vaticano

DVD 92 (Joa) Jua Juan Pablo II: una vida

DVD Ang Ángeles y demonios

DVD Car El cardenal

DVD San Las sandalias del pescador

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*CURIOSITATS: Sabies que...?

La Ciutat de Vaticà, un dels microestats europeus, és un estat sobirà situat dins la ciutat

de Roma, a l’extrem occidental de l’àrea urbana, envoltat per una muralla, on hi ha la basílica de Sant Pere del Vaticà i la residència del Papa i de la cúria romana.

Vista dels jardins del Vaticà. Lloc de la imatge: enciclopèdia.cat

El obelisco de la plaza de San Pedro es el único obelisco de Roma que nunca se ha desplomado. Incluso ha permanecido en su lugar de origen, al lado de la Basílica, hasta 1586, fecha en que Sixto V le pidió a Domenico Fontana que lo trasladara al lugar que ocupa en la actualidad.

Vista aèria de Sant Pere del Vaticà. Lloc de la imatge: enciclopèdia.cat

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La meridiana de la Plaza de San Pedro

Desde 1817, el famoso obelisco de la plaza de San Pedro – un monolito de granito rojo de más de 25 metros de altura que alcanza los 40 metros de altura si incluimos la peana y la cruz – sirve de gnomon a una de las meridianas más grandes del mundo. En efecto, sobre el empedrado de la plaza, una línea grande de granito une, en línea recta, un punto situado a la derecha de la base del obelisco con otro punto situado más allá de la fuente de Maderno. En los extremos de esta línea, dos discos en mármol indican los puntos, donde al mediodía, se proyecta la sombra de la cruz durante los dos días del solsticio de verano (en el signo de Cáncer) y de invierno (en el signo de Capricornio). Además, otros cinco discos indican el paso del sol por los demás signos del zodíaco agrupados por parejas: Leo-Géminis, Virgo-Tauro, Libra-Aries, Escopio-Piscis y Sagitario-Acuario. El obelisco fue sin duda erigido en Heliópolis durante el reinado de la XII dinastía (siglos XX-XVIII a. de Cristo). En el año 37 d. de Cristo, Calígula lo trajo a Roma para decorar su circo privado situado sobre la colina del Vaticano, antes de que se convirtiera en el circo de Nerón. Varios Papas lo transformaron y embellecieron a su gusto. Por ejemplo, Sixto V decidió adornar la peana con cuatro leones en clara referencia al blasón de su familia, los Peretti, y ofreció a la municipalidad de Roma el globo de bronce que decoraba la punta y que, según dicen, contenía las cenizas de César. Alejandro VII coronó el obelisco con la cresta de bronce de la familia Chigi (una estrella sobre unos pequeños montes) e Inocencio XIII añadió las águilas de bronce y los emblemas heráldicos de la familia Conti.

El velo de Verónica en San Pedro de Roma Una ínfima parte de los visitantes de la Basílica de San Pedro observa con detenimiento las estatuas que rodean el baldaquín de Bernini. Detrás de éste, a la izquierda viniendo desde la entrada de la iglesia, está la estatua de Verónica, cuya extraordinaria historia es totalmente desconocida. Encima de la estatua, se conservaría el velo original de Verónica que se mostraría al público una vez al año, el Viernes Santo. En numerosas iglesias existen representaciones – a menudo muy discretas para quien no conoce la leyenda – de un velo con el rostro de Cristo impreso. El origen de esta imagen se encuentra en los evangelios de San Marcos, San Mateo y San Lucas que nos relatan la historia de una hemorroísa (mujer que padece flujo de sangre) que fue curada por Jesús. En torno al año 400, el arzobispo de Lidia la llamó Berenike, poco antes de que el evangelio apócrifo de Nicodemo le diera, finalmente, el de Verónica. Si bien Verónica parece provenir de “vero” e “icona”, que significa “icono verdadero”, el personaje de Verónica se fue inventando progresivamente hasta que, poco a poco, quedó distanciado del personaje de la hemorroísa. En el siglo VII, otro texto apócrifo, Muerte de Pilatos, hala de Verónica como de una confidente de Jesús, el cual le habría entregado el velo con su rostro impreso. Hacia 1160, Petrus Mallius, canónigo de San Pedro en Roma, formuló la hipótesis de que esta leyenda había nacido cuando, de camino a Gólgota, una mujer se habría quitado el velo para secarle el rostro a Cristo, quedando la imagen de este impresa de forma milagrosa. Esta hipótesis se fue afianzando hasta que, con el tiempo, terminó imponiéndose como la verdadera historia de esta extraña y misteriosa imagen

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acheiropoieta. Según esta leyenda, el velo de Verónica habría sido ubicada en San Pedro de Roma en 1287, aunque el papa Clemente III [1191-1198] ya hablaba de un sudario ue podría ser el de Verónica. El velo habría sido vendido, en 1527, durante el saueo de Roma pero, como frecuentemente ocurre con las reliquias, a pesar de que algunos pretendieron que el rostro impreso sobre el velo era el de un campesino llamado Manopello. Otras iglesias de Milán o Jaén pretenden asimismo tener el verdadero velo de Verónica.

La lanza de Longinos en San Pedro de Roma: una reliquia muy controvertida

Al lado de la estatua de Verónica, delante del baldaquín de Bernini, una estatua, también de Bernini, representa a San Longinos atravesando con su lanza el costado de Cristo en la cruz. Si bien el tesoro de la iglesia posee un fragmento de esta lanza, el lugar donde se conserva la parte principal, según parece, es un secreto celosamente guardado. Según el evangelio de San Juan, estando Jesús en la cruz, un soldado le atravesó el costado con una lanza para cerciorarse de que estaba muerto. Al instante brotó sangre, símbolo de su fecundidad. Para algunos esta escena simboliza el nacimiento de la Iglesia del costado de Cristo, como Eva, que nació de una costilla de Adán. El evangelio apócrifo de Nicodemo añade un detalle: el nombre del soldado habría sido Longinos, tal y como aparece en una miniatura de la biblioteca Laurenciana de Florencia, aunque algunos piensan que el nombre griego provenía únicamente de la palabra “lanza”. Según la tradición, Longinos, casi ciego, habría recibido asimismo una gota de sangre y de agua de Cristo y se habría curado inmediatamente. La recuperación de esta lanza, de la que no hablan los demás evangelios, ha sido objeto de intensas luchas para convertirla en una reliuia importante. Aparentemente, fue trasladada a Constantinopla en 615 para escapar del saqueo de Jerusalén por parte de los persas, donde habría permanecido hasta el año 1244, fecha en la que San Luís se la compró al rey Balduino II, al mismo tiempo que la corona de espigas, que se conserva aún en París, en la catedral de Notre Dame de París. A continuación, y durante la Revolución Francesa, la lanza fue trasladada a la Biblioteca Nacional de París, de donde desapareció. Cabe señalar que, paralelamente, fueron apareciendo varias copias: una habría sido vista en Jerusalén, otra en Constantinopla y otras en Cracovia, Viena, Budapest y en el museo Manoukian de Etchmiadzin (Armenia). La lanza de Armenia habría sido recuperada durane la primera cruzada en 1098, un denominado Pedro Bartolomé tuvo una visión en la que San Andrés le decía que la lanza se encontraba en la iglesia de San Pedro en Antioquía. Tras descubrirla en ese mismo lugar, tal y como se indicó, los cruzados capturaron Antioquía y se llevaron la lanza a Armenia.

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GASTRONOMIA:

Cuina Vaticana

Al novembre de 2006 es va publicar un llibre que revela els secrets de la cuina del Vaticà, i que fa un recorregut per la Gastronomia Històrica des del primer Papa fins a l’actualitat, amanit amb una col·lecció de receptes que inclouen menús tan representatius com el de l’Últim Sopar o els plats preferits de molts dels Papes. L’autora del llibre comenta que la gastronomia d'aquest país és «una de les més complexes i riques del món, molt més que la de qualsevol Casa Reial».

El llibre conté a més dades curioses sobre els orígens d’algunes de les nombroses receptes que es van inventar en aquesta ciutat, com per exemple la salsa verda també anomenada salsa vaticana, la salsa carmelita o la cocció al bany Maria, a més d'informació sobre Protocol i nombroses referències que mostren la indissoluble unió entre la Història i la Gastronomia dels Papes.

Los Secretos de la Cocina del Vaticano (Planeta, 2006)

“Los secretos de la cocina del Vaticano” (Planeta) es, posiblemente, el libro más laborioso y complejo que he realizado en mi carrera como escritora gastronómica. La idea, que surgió como una sorprendente casualidad, ha estado “tocada” por una influencia que no me atrevería a calificar de “celestial”, pero que nació tras la estela de una hermosa frase “Hasta en los pucheros anda Dios” de Santa Teresa de Jesús, y que por tanto no se si por la citada casualidad o por “otras razones” me ha ido llevando a buen puerto a pesar de los numerosos escollos que ha tenido el libro. El principal: abarcar veinte siglos de gastronomía, nada menos que desde San Pedro, que fue el primer Papa de la Historia.

Si bien es cierto que la gastronomía papal de estos siglos ha seguido una evolución muy característica, también lo es que nada tiene que ver lo que comían los primeros Papas, imbuídos en plena era patrística, sin apenas Corte, con los del Renacimiento, también denominados: “Reyes de Reyes”; imaginémonos entonces las diferencias en sus mesas.

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Otra gran dificultad para sacar adelante este libro ha sido, sin duda, el secretismo con el que el Vaticano afronta todo lo doméstico, que se considera “de índole privado” hasta unos límites realmente pintorescos.

No hay nada más socorrido para el escritor, cuando tiene que abarcar grandes espacios de tiempo, que ir poco a poco (supongo que igual que ocurre en la propia vida). Desde luego hubiera sido mucho más comercial entrar directamente en el Vaticano en el siglo XX, asomarnos al XXI y dejarlo estar. Seguro que a la mayoría de la gente lo que más le interesará es lo que comía Juan Pablo II cuando estaba tan enfermo, o cuando recibía a alguien en su Apartamento Privado. Tal vez la gente tenga curiosidad sobre los helados que toma con frecuencia Benedicto XVI y de donde los hace traer, sobre como fue su menú de coronación o por qué adora este Papa una sencilla sopa de sémola que suele tomar cada noche.

Sin embargo estoy segura de que muchas personas querrán saber también que ya en el lejano siglo XIII en la corte de Roma se tomaba langosta trufada o que los deliciosos huevos benedictinos sobre lecho de bacalao era un capricho de Benedicto III, que sugirió el mismo la receta, o que el mazapán de agua de rosas se hacia en las cocinas vaticanas en la Edad Media. También pienso que será de interés para muchos descubrir que ya a principios del siglo XX se hacia cocina “de autor” en el Vaticano, y platos considerados como grandes descubrimientos en nuestros días eran habituales en sus mesas, como las ensaladas de flores o las pastas rellenas de angulas y espolvoreadas con caviar, exquisitamente presentadas.

Hay decenas de curiosidades y sorpresas que descubre el libro en relación con la Gastronomía: acontecimientos y sucesos, tan reveladores de cada época y sus protagonistas, que escriben una Historia menor de la cristiandad, pero no por ello menos interesante. ¿Un ejemplo? Juan Pablo II cuando asistió a la cena homenaje tras su coronación, al ver el menú dijo con toda humildad: No se tenían que haber molestado, hubiera bastado con Pizza y Pasta. ¿Es que acaso el Papa no sabía que la cocina Italiana ofrece cientos de platos exquisitos al margen de estos tan populares? La respuesta es que el Papa no era un gran gastrónomo, cuando iba a Roma hasta ser elegido Sumo Pontífice solo comía Pizza y Pasta, no visitaba los restaurantes de lujo. El acto de comer le gustaba por lo que tenía de encuentro y sobre todo la sobremesa, adoraba conversar después de comer, según terminaba el postre solicitaba que se retirase todo y se quedaba sólo el servicio de café. Hasta el final de sus días fue así, en privado tomaba sencilla comida polaca, y sólo cuando venía algún invitado se ponían otros platos que a él no le gustaban especialmente.

En cuanto al secretismo Vaticano, afortunadamente junto a la postura oficial convive una postura más flexible que algunas personas del Vaticano asumen como producto propio del cambio de los tiempos, gracias a las cuales el trabajo de esta periodista que les escribe, en ocasiones desalentada, no fue finalmente desesperado durante los meses que pasé en Roma, coincidiendo casualmente con el cambio de Papa en Abril de 2005. A todos ellos que me pidieron que no les mencionara, de nuevo gracias desde aquí.

Algo que me ha gustado mucho del libro, es que a medida que he ido escribiéndolo ha tomado vida propia: los Papas de la era clásica me llevaban a una cocina bajo la influencia del “Regimen Sanitatis”; los de la Edad Medía, con su tosca gastronomía apenas nos acercaban a banquetes esperpénticos por la cantidad de alimentos, que se presentaban en la mesa, casi como signo externo de su estatus que para el propio consumo, hasta el punto de que la mayor parte del alimento iba destinado a los servicio y

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el sobrante a los fieles que esperaban en la puerta. El Renacimiento nos encamina al florecimiento del placer terrenal, a la sofisticación e incluso a la ostentación más preciosista, la comida ya supone un disfrute en sí misma, hasta el siglo XIX, donde el alimento, ya sin necesidad de bulas ni limitaciones, se adapta a la necesidad del hombre, buscando los Papas del siglo XXI satisfacer a sus invitados, y cubrir sus propias necesidades, pero ya bajo el prisma de una nueva forma de ver la comida: racionalidad y serenidad, porque ya comer lo que se desee, puede significar incluso, comer poco.

La conocida expresión boccato di cardinali, cuyo sentido literal es “bocado del cardenal” continua significando bocado delicioso, si lo come el cardenal, que de esto entiende, es que es exquisito. La razón de esta expresión es precisamente que son los cardenales, que pertenecen a la curia Vaticana, tanto en el ámbito privado como en el público los que mejor comen en el Vaticano.

Durante más de veinte siglos, la cocina Vaticana ha sido excelsa y, aún teniendo en cuenta las modas culinarias, en el Vaticano se ha comido lo mejor de lo mejor. Las líneas maestras de esa cocina que ha quedado hasta el momento (basada principalmente en la gastronomía de representación) son el consumo de deliciosas aves, los más extraordinarios pescados (ahora alimento habitual de los cardenales y el Papa), mariscos en combinación con otros productos como arroces y pastas, embutidos y entremeses (absolutamente valorados en todas las épocas), pasteles tanto dulces como salados estos últimos presentados de mil formas, verduras integradas en las salsas que han evolucionado en verduras preparadas de formas deliciosas y una gran variedad de salsas ya que la mayoría de las preparaciones las contienen. La gelateria (helados) así como la dulcería y el tratamiento de la fruta, son otros de los componentes característicos de esta cocina, que hoy se podría denominar como la cocina mediterránea más internacional y exquisita del mundo.

A través de casi trescientas páginas, maravillosamente ilustradas por cerca de doscientas fotografías y grabados, en las que se ha obtenido información de un centenar de personas, y documentación de decenas de libros, “Los secretos de la cocina del Vaticano” va desgranando la vida cotidiana de los papas en las diferentes épocas, sus hábitos alimenticios, las peripecias gastronómicas de sus viajes el protocolo de sus comidas, anécdotas y curiosidades de sus banquetes, su intervención en los asuntos domésticos… Se dan además ciento sesenta recetas de uso común en las cocinas vaticanas a lo largo de la Historia y, lo que más importante, se constata la influencia definitiva del Vaticano en la forma de comer de la Cristiandad durante siglos hasta nuestros días, creando hábitos como el consumo de pescado, descartando otros como la ingesta de carne diaria en favor de las legumbres, aconsejando el consumo moderado de vino en detrimento de otras bebidas y favoreciendo el consumo de frutas y verduras, por considerarlas sencillas y económicas y por tanto de fácil acceso para todos. En definitiva, creando lo que hoy conocemos como DIETA MEDITERRANEA.

Lloc web: http://www.evacelada.com/2006/11/07/los-secretos-de-la-cocina-del-vaticano/

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Nunca hasta ahora se había entrado en los fogones vaticanos para descubrir todos los

secretos de sus cocinas. Eva Celada, tras hablar con decenas de personas vinculadas a la Santa Sede [cocineros, jefes de comedor, personas del Vaticano, cardenales, vaticanistas, periodistas...] y sumergirse en una bibliografía de más de un centenar de obras, los descubre en este libro. Los secretos de la cocina del Vaticano desvela que en sus cocinas se han inventado desde la cocción al baño María hasta diferentes salsas, como la salsa carmelita, la salsa verde [también llamada salsa “vaticana”] o la utilización de la mozzarella. También se han descubierto en sus fogones algunos de los más importantes procedimientos de cocina y platos, auténticos “bocatto de cardenalli” que han llegado a nuestros días, como los huevos benedictinos, al gusto de Benedicto XI, la langosta con trufa blanca, habitual en las coronaciones del Renacimiento, o la mousse de faisán a la salsa chaud-froid, plato preferido de Pío VI. Por primera vez, el lector puede sentarse con los Papas en los banquetes más singulares de la historia [aunque sea de forma imaginaria], conocer los manjares que tomaban e incluso preparar en su propia casa las recetas. Descubrirá la dulcería más exquisita de la cocina occidental, creada con frecuencia en las cocinas vaticanas, diversidad de arroces con leche – incluso con leche de almendras -, cremas dulces – como las natillas con agua de rosas -, o distintos tipos de flanes también inventados por sus cocineros, como el de naranja y calabaza, el preferido del Papa Juan XXIII. Sin olvidar el último gran acontecimiento vaticano: la cena de celebración de la coronación de Benedicto XVI, ni el gran primer acontecimiento “culinario” de la cristiandad: el menú de la Última Cena. Exquisiteces y delicias nunca conocidas, curiosidades y anécdotas conseguidas tras una exhaustiva labor de investigación de años. Más de cien recetas (adaptadas a nuestros días) de veinte siglos de la mejor cocina del mundo, hasta ahora inédita.

“La cocina papal de la Edad Media mantenía importantes influencias de la cocina de los

diferentes puntos de Italia, internacionalizada por los gustos de los diferentes papas gracias a los alimentos que llegaban a los puertos procedentes de toda Europa.” (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàg. 52).

“Se empleaban los calderos para calentar agua, preparar sopas y cocidos; el hervido de carne (agua con especias, hierbas aromáticas y otros condimentos) se convirtió en la Edad Media, en un elemento base que coexistía con el estofado, el frito y el asado.

Se inició lo que se da en llamar “buenos modales” en la mesa (aún lejanos a los del Renacimiento), que se perfilaron en la corte y servían para distinguir a los que pertenecían a la corte y la nobleza de los que no. El comedor no existía como tal; se colocaban tablas de madera sobre caballetes, la mesa se cubría con manteles largos (ya que servían para limpiarse) sobre los que se

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colocaban las escudillas, los cubiertos, las copas y los saleros. La vajilla solía ser de estaño, peltre, cobre, cerámica vidriada o maderas nobles. En los banquetes se utilizaban las vajillas de metales preciosos. Los cubiertos más citados en los documentos coetáneos son las cucharas, los cuchillos y los cucharones, fabricados de los mismos metales que los platos. La bebida se servía en ampollas de vidrio o en jarros de metal, y se tomaba individualmente en copas de metales preciosos, de maderas finas y decoradas, o de vidrio, el papa tenía la suya propia distintiva. Algunos papas siguieron fielmente las directrices del “regimen sanitatis” de la Escuela de Salermo, en el que se recomendaba un orden en la comida de la nobleza y que unió con acierto la gastronomía y la nutrición; ese orden consistía en que las diferentes legumbres: habas, guisantes, lentejas y garbanzos se debían comer en medio de las comidas, porque si se tomaban al principio, podían predisponer al vómito, aunque tomadas al final, debido a su pesadez digestiva, podían provocar pesadillas; sólo podían presentarse de primero si se tomaban en forma de purés, sazonados con canela, azafrán, ajo y un poco de vino. Las legumbres frescas debían guisarse con caldo de carne, en forma de potajes variados a los que solía añadirse leche de almendras, azúcar y azafrán. Por el contrario, cuando se trataba de legumbres secas, se condimentaban con aceite de oliva en el que previamente se habían refrito unas rodajas de cebolla blanca. Aunque la diversidad de las preparaciones aún distaba de ser variada, sí lo era el número de alimentos a los que tenían acceso los cocineros papales, que en muchas ocasiones compartieron fogones con los cocineros nobiliarios y, en consecuencia, se nutrieron todos de un ideario gastronómico común. La cocina papal de la Edad Media mantenía importantes influencias de la cocina italiana de la época, aunque, como es lógico, se internacionalizaba por los gustos de los diferentes papas, motivados por su origen, que, aunque casi siempre eran italianos, en ocasiones tenían otras nacionalidades. En cualquier caso, la cocina italiana tampoco se unificó hasta 1900 y, aún así, es extraordinariamente diferente según las zonas hoy en día. Un ejemplo muy significativo es la grasa que usan para cocinar en el norte y en el sur: en el primero se cocina con tocino, mientras que en el segundo se cocina con aceite de oliva. Las cocinas eran grandes y con los techos altos, las chimeneas eran amplias y altas; más de diez personas podían colocarse alrededor del hogar, que era un gran fuego en el que había que instalar diferentes artilugios para poder poner una marmita sobre el mismo, así como espetones o cualquier otra superficie donde se pudiera cocinar. Aún se carecía de horno y fogón, aunque a partir del siglo XIII hicieron su aparición, junto con los hornillos y los platos para decorar la mesa. Se descubrió el sistema de cocción basado en servir las carnes antes de asarlas, una práctica que se mantuvo hasta el siglo XVIII.” (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàgs. 52-53)

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Algunas recetas vinculadas con los Papas en la historia de La Última

Cena

Jesús y sus doce apóstoles, entre los que estaba Pedro, el primer papa de la historia *Algunas consideraciones El Sédar de Pésah, o cena de Pascua, tiene su origen en la conmemoración de la liberación de los hebreos de la esclavitud en el antiguo Egipto, unos 2000 años antes del nacimiento de Jesús. Se sirve una bandeja o plato, el plato ritual de Pascua, en la que se incluyen los siguientes elementos, que conforman el menú que se tomó en la última cena, ya que la cena de Pascua hebrea (al comienzo de la primavera) no se ha modificado, salvo en las hierbas amargas, que en Jerusalén eran las hojas verdes de la lechuga.

Menú de la Última Cena Ingredientes: Apio fresco; huevo duro; hierbas amargas: hojas de lechuga verdes; compota de manzanas, nueces, dátiles, especias, pasas deu va y vino; tronco de lechuga; cordero asado o guisado; 3 panes ácimos, panes sin fermentar, a lo largo de la cena. Cada comensal toma 4 copas llenas de vino. Cada plato tiene un significado; por ello, cada año la cena es exactamente la misma desde hace más de veinte siglos. Se celebra en abril, aunque no tiene un día fijo. Si no se puede tomar vino, se puede tomar zumo deu va. Proceso de la cena: Se comienza tomando la primera copa de vino reclinándose sobre su izquierda, posteriormente se procede al lavado de manos sin bendición, después se toma un pedazo de apio y se moja en agua y sal antes de comerlo. Se dice una bendición, después se parte el pan y se toma el pedazo pequeño; se inicia el relato de la salida de Egipto y después se bebe la segunda copa de vino. Tras esto, los comensales se lavan a la manera tradicional, vertiendo agua tres veces sobre la mano derecha y tres sobre la izquierda; antes de secarse, se pronuncia una bendición; de nuevo se toma el pan y se dice una bendición; después se toma la lechuga en un pedazo grande y se unta con compota; esta mezcla se coloca en un trozo de pan, a modo de bocadillo, y se come (también reclinado). En este momento comienza propiamente la cena y es cuando se toma el cordero. La cena concluye tomando el pan que queda, tras lo cual se recita una oración y se toma la tercera copa de vino al tiempo que se pronuncia una bendición, se leen una serie de salmos y se toma la última copa de vino, tras lo cual se despiden.” (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàg. 66).

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La Última Cena fue el primer acontecimiento gastronómico de relevancia de la Cristiandad Lloc de les imatges: http://www.evacelada.com/2006/11/07/los-secretos-de-la-cocina-del-vaticano/

Crujiente empanada de anguila al gusto del arzobispo

Comensales: 4 Ingredientes: 2 anguilas; 100 g de ciruelas secas; 100 g de guindas secas; aceite o mantequilla; una lámina de masa (elaborada con harina y agua); especias (pimienta, canela, clavo y nuez moscada); sal Preparación: Se despelleja la anguila y se quitan las entrañas. Se corta la cabeza, la cola, y el cuerpo en rodajas; se lava, se le echa sal y se espolvorea con las especias. Se ponen en agua templada las ciruelas y las guindas. Se deja reposar mientras se prepara una masa con agua y harina, que se amasa bien, hasta formar una bola, sobre una superficie enharinada; después se aplasta con un rodillo y se coloca en una fuente honda de horno, de forma que cubra el fondo. Se ponen las anguilas troceadas con un chorro de aceite o mantequilla y las ciruelas y las guindas escurridas, se cubre con la masa y se hornea.

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Se cubre la superficie con yema de huevo para que dore. A este mismo plato se le puede añadir, en primavera, grosella espinosa y, en verano, uva agraz. (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàg. 72).

Espetón de carnes asadas cn hierbas. Plato preferido del Papa Sisinio (708)

Comensales: 8 Ingredientes: 1 lomo de buey o vaca en un trozo de aproximadamente 3 kg; 1 kg de tocino en lonchas; vinagre; vino; azúcar; ramitas de romero; malvasía; vino rosado; especias (pimienta, canela, jenjibre, nuez moscada, clavo molido y flor de hinojo); sal Preparación: Se rocía la carne con malvasía y vino rosado, y se espolvorea con sal, pimienta, canela, jenjibre, nuez moscada, clavo molido y flor de hinojo. Se deja en este adobo durante unas tres horas. A continuación, se colocan unas lonchas de tocino alrededor de la carne junto con ramitas de romero, se ata con hilo y se pone a asar al fuego, recogiendo el jugo que suelte. Se sirve caliente con una salsa hecha con la grasa acumulada en la grasera, vinagre, vino y azúcar. (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàg. 72).

Tarta veneciana, la predilecta de Clemente VIII (1758-1769)

Exquisita en su sencillez, la tarta veneciana es habitual en las cocinas vaticanas, más que como postre, para meriendas y desayunos. Aún hoy se prepara y, por su suavidad, es muy valorada como un bizcocho muy jugoso. Ingredientes: 180 g de mantequilla; 180 g de azúcar; 3 huevos y una clara; 20 g de miel; 1 dl de leche; 1 cucharada de levadura en polvo; 150 g de harina; 30 g de maizena; 200 g de nata montada azucarada; frutas para adornar Preparación: En un cuenco grande y profundo poner la mantequilla y trabajarla con las varillas hasta que tenga punto de pomada. Sin dejar de batir, añadir 120 gramos de azúcar, 3 yemas de huevo (reservando las claras), la miel y la leche poco a poco. Una vez obtenida una

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crema homogénea, añadir la harina tamizada, la levadura y la maizena todo junto, mezclando con mucho cuidado. Aparte, batir 3 claras a punto de nieve y agregar poco a poco el resto del azúcar batiendo hasta conseguir un merengue consistente. Mezclarlo con la crema anterior con mucho cuidado para que no se baje. Engrasar un molde redondo de tarta, enharinarlo retirando el sobrante y volcar la masa anterior. Cocerlo en el horno a 175 º durante 20 minutos. Batir a punto de nieve floja la la clara restante junto con una cucharada de azúcar y regar la superficie del pastel con ella. Hornear 5 minutos más. Sacar el pastel del horno, dejarlo enfriar y partirlo por la mitad a lo largo. Poner la nata montada en una manga pastelera con boquilla rizada y rellenar el pastel. Adornarlo con las frutas y servirlo.” (Los secretos de la cocina del Vaticano, pàg. 145).

Concicla de Apicio

“Concicla de Apicio. Toma una cazuela de Cumas* limpia y cuece en ella los guisantes junto con unas lucánicas cortadas en trozos, pequeñas albóndigas de cerdo y carne de jamón. Pica pimienta, seseli, orégano, eneldo, cebolla seca y cilantro fresco, rocía con garum y lígalo con vino puro y garum en cantidad prudente. Ponlo todo en la cazuela y añade aceite, pinchando el guiso para que el aceite lo impregne bien.

Cuece a fuego lento hasta que comience a hervir y sírvelo.”

(Apicio, Conchiclam Apicianam, De re coquinaria, L.V, IV, 2)

“Salchichas de Lucania. Las lucánicas se preparan de forma parecida a la descrita más arriba: se tritura pimienta, comino, ajedrea, ruda, perejil, condimentos, bayas de laurel y garum. Se mezcla la carne bien picada y se vuelve a triturar de nuevo. Cuando hayas añadido garum, pimienta en grano, grasa abundante y piñones, rellena una tripa larga y fina y cuélgala para que se ahúme.”

(Apicio, Lucanicae, De re coquinaria, L. II, IV)

Después de unas lentejas vegetarianas unos guisantes cárnicos, representativos de los platos enriquecidos con productos que seguramente sólo estaban al alcance de las clases más acomodadas. El hecho de que la receta se dedique al mismo Apicio indica que se escribió bastante más tarde, durante el Bajo Imperio.

También encontramos los guisantes en los registros arqueológicos más antiguos de Mesopotamia y de toda la cuenca mediterránea hasta Oriente Medio, ya que esta leguminosa fue una de las primeras especies vegetales plantadas por el ser humano. Ahora bien, debemos precisar que en nuestra receta, y durante toda la Antigüedad, estos

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guisantes eran maduros o conservados secos. La costumbre – casi el lujo – de consumirlos verdes y frescos se impuso en Europa mucho más tarde, en la corte francesa de Luis XIV, en el siglo XVII.

* Se trata de una cazuela de barro rojo, típica de la ciudad de Cumas, la primera colonia fundada por los griegos en el sur de Italia en el siglo VIII a.C., muy cerca de la actual Nápoles. Las vajillas fabricadas por los artesanos de Cumas fueron muy apreciadas por su calidad y por contar con un revestimiento de material volcánico, que la hacía muy resistentes. En este caso, se trata seguramente de una patina, una cazuela de boca amplia.

(Isabel Lugo. En la mesa del César. Viena Ediciones, pàgs. 110-111)

Recepta: Cazuela de Lucrecio

“Limpia unas cebolletas, retira la parte verde, córtalas en trozos y ponlas en una cazuela. Añade un poco de garum, aceite y agua. Mientras cuece, pon en medio el pescado salado* crudo. Cuando esté casi cocido, añade una cucharada de miel, y un poco de vinagre y de vino cocido (defritum). Pruébalo, si está soso, le añades garum, si queda salado, un poco de miel. Espolvorea con ajedrea de monte** y que cuezca…”

(Apricio, Patellam lucretianam, De re coquinaria, L.IV, II, 25)

El pescado, tanto de río como de agua salada, era muy valorado y alcanzaba precios elevados. Se consumía fresco, salado o seco. Incluso se practicaba la acuicultura, para proveer al mercado, como en la actualidad, y a escala privada, en los viveros y acuarios de las casas patricias.

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El libro décimo de De re coquinaria se denomina Halieus, “El pescador”, y está dedicado al pescado, y seguramente fue el único auténticamente compuesto por Apicio. Las recetas que incluye son todas de salsas para acompañar diferentes pescados – congrio, raya, mújol, atún, perca, morena, dentón, escórpora, dorada, anguila -, ya sean fritos, hervidos o preparados a la parrilla.

No obstante, eso no quiere decir que el pescado no se cocinase de manera integrada, queno existiesen los guisos marineros, como diríamos hoy en día. Todo lo contrario: las cazuelas de pescado eran abundantes y variadas, y recibían diferentes nombres en fución de la pieza de vajilla de cocina que se utilizaba – patina, patella – o del procedimiento – minutal, una especie de picadillo o triturado -; sobre todo en el libro cuarto, Pandecter, o sea el dedicado a los “platos variados”, se encuentran numerosas muestras de estas cazuelas.

La “Cazuela lucreciana”, o Patellam lucretianam, es uno de esos platos. Una patella, palabra de la que deriva paella, era una pieza de vajilla común en las casas romanas, aunque también aparece en el contexto religioso. Designa un utensilio que se podía poner al fuego, pero también es la denominación genérica de los platos de servicio de mesa. Las recetas de patellae permiten interpretar que los alimentos se preparaban en ellas con aceite, poco agua y algún elemento vegetal, dando lugar a una especie de salteado. Eso se explica seguramente por la poca profundidad del recipiente, vinculada a su derivación paella.

Es muy interesante notar la voluntad de equilibrar el gusto del plato con la miel y el vinagre. De hecho, el objetivo fundamental era que los condimentos, aunque puedan parecer exageradamente abundantes y fuertes, se equilibrasen entre sí.

¿A quién está dedicado el plato? Pues a un tal Lucrecia, una persona cualquiera o tal vez al filósofo y poeta latino, seguidor de la doctrina epicureísta y autor de De rerum natura, que vivió entre los siglos I y II a.C.

* En el original, la palabra salsum hace referencia al pescado salado, muy consumido en Roma y en todas las civilizaciones de la Antigüedad. Podía tratarse de diferentes variedades de pescado: sardinas, boquerones, atún y otras que hoy en día no se nos ocurriría salar.

** La hierba aromática que se cita en el original es la corona bubula, corrupción de cunilla bubula. Plinio la identificó con el orégano silvestre, pero más bien debe identificarse con la ajedrea de monte o hisopillo. A efectos culinarios, pueden emplearse ambas.

(Isabel Lugo. En la mesa del César, pàgs. 122-123).

Recepta: Unos dulces

“Utiliza dátiles sin hueso y rellénalos con nueces, piñones o pimienta molida. Espolvorerlos por fuera con sal, fríelos con miel cocida y sírvelos.”

(Apicio, Dulcia domestica, De re coquinaria, L.VII, XI, I).

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A pesar de que esta receta en concreto lleva el nombre de Dulcia domestica, todos los dulces – hoy se llamarían postres – que aparecen en De re coquinaria tienen ese carácter casero porque los ingredientes son los que suelen figurar en la despensa – muchos son de aprovechamiento – y porque se elaboran mediante procedimientos culinarios muy sencillos con utensilios habituales en casi todas las cocinas, como la mezcla de ingredientes en frío, la fritura en aceite y otros similares.

No nos debe sorprender la indicación de que los dátiles pueden rellenarse con pimienta: además de ser la especia más utilizada en el recetario de Apicio, la combinación con los dátiles y la miel crea un curioso contraste e incrementa su dulzor.

Dátiles rellenos con nueces y pimienta. Receta actualizada

Ingredientes:

12 dátiles gruesos sin hueso, 50 a 80 g de nueces o piñones tostados (o una mezcla de ambos), la cantidad dependerá del grosor de los dátiles, un poco de pimienta negra molida, ½ tacita de vino (opcional, un Oporto podría servir), una taza de miel y sal.

Elaboración:

Picar las nueces y los piñones y condimentar con pimienta. Rellenar los dátiles, y disponerlos en una sartén. Opcionalmente se les puede poner un poco de vino para suavizar el relleno. Cubrir con la miel y cocer a fuego lento de 5 a 10 minutos, hasta que la piel comience a levantarse. Ponerlos en una bandeja, dejar enfriar y espolvorear un poco de sal por encima.

Cambios realizados:

Casi ninguno; sólo se ha añadido el detalle del vino, que es perfectamente coherente con las costumbres de la época. Los atrevidos pueden hacerlo sólo con pimienta. Aunque pueda parecer muy fuerte, hay que pensar que la pimienta queda compensada por el sabor dulce de los dátiles y la miel, igual que el vinagre con las fresas realza la dulzura de la fruta.

Observaciones:

Es una buena idea servirlos sobre un papel de estraza para que no se peguen.

(Isabel Lugo. En la mesa del César, pàgs. 146-147).

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BIBLIOTEQUES VATICANES:

Biblioteca Apostólica Vaticana

Lloc de la imatge: http://www.vaticanstate.va/ES/Otras_Instituciones/Biblioteca_Apostolica_Vaticana.htm

La Biblioteca Apostólica Vaticana se encuentra en el Palacio Apostólico y se accede a ella por el patio del Belvedere. Su fundación se remonta al pontificado del papa Nicolás V (1447-1455), si bien, hasta un siglo después (1548) el papa Paulo III no nombró al primer Cardenal Bibliotecario. Bajo los pontificados de León XIII y Pío XI fue enriquecida con notables donaciones, legados y cesiones llegando a aglutinar un gran número de volúmenes, manuscritos, incunables y grabados. La Biblioteca gestiona también la Escuela Vaticana de Biblioteconomía. Link: http://www.vaticanlibrary.va/home.php?ling=it

El Archivo Secreto Vaticano

El Archivo Secreto Vaticano está situado en locales adyacentes a los de la Bibloteca Apostólica. Custodia varios fondos importantes de las Congregaciones y Oficinas de la Curia Romana, entre ellos, depósitos que pertenecieron a familias patricias romanas, y la correspondencia de la Secretaría de Estado a partir de 1660. Anexa al Archivo, se encuentra la Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística, en la que anualmente se imparte un curso de archivística.

Lloc de la imatge: http://www.vaticanstate.va/ES/Otras_Instituciones/Archivo_Secreto_Vaticano.htm

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Pontifical Lateran University Library

Lloc de la imatge: http://bluesyemre.com/2012/07/20/the-25-most-beautiful-college-libraries-in-the-world/pontifical-lateran-university-library-rome-italy-3/

La Pontifical Lateral University Library va ser fundada originalment com a Biblioteca Pia pel Papa Pius IX, l’any 1854. Un aspecte que la fa única és el fet de ser una col·lecció de biblioteques més petites, amb llibres que anteriorment eren propietat privada de diversos papes i de destacades famílies italianes. La biblioteca actual integra el disseny modern amb les col·leccions històriques que han estat donacions o adquisicions durant la trajectòria de la biblioteca. El disseny arquitectònic utilitza línies blanques i netes, i permet que la llum natural es filtri a l’interior de la biblioteca, per tal de crear una estructura que pugui propiciar l’ambient academic.

La Librería Editrice Vaticana

Lloc de la imatge: http://www.vaticanstate.va/ES/Otras_Instituciones/Libreria_Vaticana.htm

La Librería Vaticana es un organismo independiente de la Tipografía que funciona autónomamente desde 1926. Su finalidad es la actividad propiamente editorial y comercial de las Actas y documentos del Sumo Pontífice y de la Santa Sede.

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Per continuar llegint:

Su reino sí es de este mundo

Voluminosos camiones entran en el Estado papal por la puerta de Sant’Anna, una de las que comunican Ciudad del Vaticano con Roma. En la estación ferroviaria de San Pietrao, algún tren desvía su curso por los raíles de la línea Vaticana, con novecientos metros de longitud; transporta mercancías para los supermercados internos. La farmacia Vaticana es popular entre los romanos porque vende medicamentos que no distribuyen otras. Si uno mira de buena mañana desde la cúpula de San Pedro, ve monjas que lavan sábanas, camareros con bandejas, fontaneros, albañiles encaramados, barrenderos... Cuando el turista rebasa la llínea blanca que separa Italia del Estado pontificio, automáticamente se contabiliza como “peregrino”, una etiqueta que afecta más de lo ue cabría suponer: la visita a la basílica de San Pedro, con sus efectos místico-teatrales, reduce la capacidad para la observación de los detalles, que ayudaría a diferenciar la espiritualidad y lo terreno.

Tardía aceptación de una evidencia

La católica es la única religión con Estado propio. Tras la desaparición del Estado Pontificio en 1870, Benito Mussolini aceptó la existencia de Ciudad del Vaticano en los Pactos de Letrán del año 1929, a cambio del reconocimiento papal de Italia como Estado soberano. Así nació esa criatura híbrida, política y religiosa. Más allá del hito histórico, la realidad es que los papas solo duran unos años, antes de su sustitución por otro, pero el Papado existe de manera ininsterrumpida desde el siglo VI. Antaño se expandió hasta Ancona, Bolonia y las puertas de Nápoles, aunue hoy solo ocupa 0,44 kilómetros cuadrados en el centro de Roma. El suyo es un territorio sin industrias ni impuestos, donde la economía se basa en las “finanzas”, y el poder temporal viaja entre los pliegues del espiritual. El oro que brilla en la basílica vaticana llegó del Nuevo Mundo. No en vano, el papa Alejandro VI arbitró en las disputas territoriales surgidas entre España y Portugal en las Américas a finales del siglo XV. Ese poder se suele expresar hoy de una manera menos llamativa. Las decisiones formales se adoptan en el apartamento papal, en el cuarto piso del palacio Apostólico, desde una de cuyas ventanas hablan los Papas. O en los despachos de la Secretaría de Estado, en el edificio a la izquierda. Desde el despacho del Sustituto de la Secretaría de Estado, la tercera jerarquía vaticana, se mantienen comunicaciones codificadas con los casi doscientos nuncios, los embajadores papales. Esa red diplomática constituye, a la vez, un entramado de comisarios que supervisan a las iglesias locales, y que subrayan la singularidad de ser Estado y ser religión de una forma simultánea.

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La influencia política del Vaticano es, a menudo, un medio para la plasmación de sus fines espirituales – para la materialización de su manera de entender el mundo -, algo de lo que la institución parece tener consciencia. En 1994, la primera cumbre de naciones Unidas sobre demografía intentó imponer un control de la natalidad a los países pobres para paliar el hambre. Fracasó. El motivo fue una inédita alianza entre el Vaticano y los Estados musulmanes contra las grandes potencias, que pretendían financiar dicho control mediante el “desvío” de fondos asignados a otros fines. Del mismo modo, Juan Pablo II apoyó la intervención armada – la “injerencia humanitaria” – en la antigua Yugoslavia en 1995. Antes, en la década de 1980, el Vaticano y Estados Unidos colaboraron para la caída del régimen comunista de Polonia – el Papa despachaba personalmente con los responsables de la CIA -, ue arrastró a la Unión Soviética. No conviene olvidar que el Vaticano está representado en las grandes instituciones internacionales, privilegio que algunos critican.

Varias lenguas, una sola voz

Como consecuencia de sus dimensiones, el Vaticano es una especie de Babel. Durante el Concilio Vaticano II, entre 1963 y 1965, los obispos estadounidenses tuvieron que pagar a traductores simultáneos porue no sabían latín, el idioma oficial. Benedicto XVI escribe sus encíclicas en alemán; Juan Pablo II lo hizo en polaco, y Pablo VI, en italiano. En los confesionarios de la basílica de San Pedro, se ofrecen ritos de contricción en varias lenguas. Éste es un Estado gobernado por gentes de todo el mundo, y eso implica que las decisiones se comparten entre personas procedentes de culturas distintas, o incluso históricamente enfrentadas. En el consejo de cardenales que supervisa el Instituto para las Obras de Religión (IOR), comúnmente conocido como el Banco del Papa, hay representantes de las diócesis más ricas y también de las más pobres del planeta. Su sede está en un torreón, a pocos pasos de la puerta de Sant’Anna. Ese pluralismo no impide la existencia de una estructura piramidal, donde el Papa tiene un poder euivalente al de un monarca absoluto. “La iglesia no es una empresa multinacional”, dijo Juan Pablo para justificar ciertas decisiones personales, no colegiadas.

En la práctica, los papas se mueven entre su autoridad personal y la existencia de compromisos entre grupos. Cuando aún era cardenal, Juan Pablo I se mostró favorable al uso de los contraceptivos orales, pero la Institución lo obligó a rectificar. En cambio, una vez papa, Benedicto XVI impuso que se diera publicidad a los numerosos casos de pederastia clerical, una decisión que, cuando solo era cardenal, el aparato curial había impedido, Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II contra el parecer de su Curia. Del mismo modo, Pablo VI recibía cada semana a sus “ministros”, uno a uno, un método nada satisfactorio para Benedicto XVI, más proclive a despachar con ellos por teléfono.

Como poderes fácticos, con Juan Pablo II prevalecieron los “movimientos” religiosos más emotivos, como los neocatecumenales y otros. Con Benedicto XVI, en cambio, recobran protagonismo las órdenes religiosas tradicionales. Hubo un momento en que

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el Opus Dei pareció importante; en otro, los Legionaros de Cristo Rey. Y en otros, la Curia prevaleció sobre los mismos Papas, o cobró protagonismo la Secretaría de Estado. Durante el papado de Pío XII, se dijo que, en la Ciudad-Estado, “sor Pasqualina mandaba más que el Papa”, en alusión a una de sus asistentas. Y en el pasado, algunos defendieron que los Concilios, expresión de la Iglesia universal, prevalecieran sobre el Papa.

El Concilio Vaticano II intentó introducir cierta democracia – se llamó “colegialidad” – en la gestión de la institución, pero aquella no se ha concretado del todo, si bien hoy los papas convocan a obispos y a cardenales a asambleas consultivas.

Durante el día, más de 4.500 empleados trabajan en el Vaticano. La nacionalidad vaticana solo la tienen 594 personas; hay 238 residentes, habitantes fijos. Las cifras varían, porque cambian los empleados y los cargos. En el año 2012, disponían de pasaporte vaticano 306 diplomáticos. Algunos usan coches con matrícula scv (Estado Ciudad del Vaticano), que una vieja broma curial traduce por “Si Cristo viera”. La entidad dispone de gasolineras propias, que sirven el combustible más barato. El Vaticano dispone de un sistema informático asediado por diez mil virus al mes, con defensas (cortafuegos) para las entradas, pero también para las salidas. “Nunca se sabe por dónde llegará el enemigo”, lo justifican. Y además de los cuerpos policiales clásicos, como la Gendarmería o la Guardia Suiza, comunicados con la Interpol, se especula sobre si el vaticano mantiene un servicio secreto. La suposición se basa en una Liga de San Pío V creada a finales del siglo XIX. Se ignora si sigue en pie, tal vez con objetivos actualizados.

Existe una especie de Ministerio de Economía y Hacienda que supervisa los entes in ternos, a excepción del Banco, que solo responde ante el Sumo Pontífice, El Estado – reconocido internacionalmente como cualquier otro – y la Santa Sede, la cúpula de la religión católica, son dos entes jurídicamente distintos y, como tales, presentan balances económicos separados. Los del primero solían cerrar con déficit, debido al coste de la Radio Vaticana, dirigida por la Compañía de Jesús, que emite desde un edificio situado al comienzo de la vía de la Conciliazione. Actualmente la emisora ya admite publicidad, aunque con restricciones de contenido.

Resbalones no representativos El Vaticano no recicla dinero de las mafias. Sí ha ocurrido que algún mafioso haga “negocios” con el contable de una diócesis, quien dispone de cuentas en el IOR. Son casos aislados. En 2010, Benedicto XVI impuso la adhesión vaticana a las normas internacionales antiblanqueo, decisión que no todos compartieron. La controversia actualió, una vez más, la duda de si una religión con estado puede seguir siendo, libremente, una religión.

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Qué función tiene la Guardia Suiza Sus miembros, auténticos ciudadanos suizos, no pueden tener más de treinta años ni medir menos de 174 contímetros. Además, es preceptivo que sean solteros, católicos, varones, con unos estudios mínimos y con antecedentes de buena conducta, certificada por su párroco y por el Ejército helvético. Los 110 miembros del cuerpo constituyen la guardia personal del Papa. Al enrolarse, juran defender la vida del Sumo Pontífice, a cambio de la propia si fuere necesario. Vigilan los aposentos papales, los accesos a la Ciudad del Vaticano y acompañan al Papa cuando viaja. Ganan 1.100 euros al mes, libres de impuestos, y disponen de un alojamiento gratuito. Su vínculo con el Papado se remonta al año 1506. En aquella época, la todavía joven Confederación Helvética era célebre por la fiereza de sus soldados mercenarios, quienes solían enrolarse en los ejércitos de Francia y España a cambio de dinero, manutención... y concesiones aduaneras. Los mercenarios suizos tenían fama de ser tropas aguerridas y muy leales. El primer destacamento de la Guardia Suiza estuvo compuesto por 150 soldados. Su bautismo de fuego sucedió en 1527, cuando los Habsburgo arrasaron Roma. Murieron 189 guardias en la plaza de San Pedro y sus alrededores. Solo se salvaron 42, ocupados en llevar a Clemente VII al castillo Sant’Angelo. El acceso a esta fortaleza era por un pasaje, entonces secreto, conocido como passetto. Aún se conserva en la calle Corridori, paralela a la vía de la Conciliazione. Rossend Domènech. Ciudad del Vaticano. (Revista Altair, nº 80 (novembre / desembre 2012), pàgs. 100-107).

Las salas de la memoria

Desde hace 400 años, el Archivo Secreto Vaticano custodia los documentos más importantes de la historia de la Iglesia. Algunos de ellos salen hoy a la luz.

Archivum secretum significa privado, de pertenencia exclusiva del Pontífice. Fue fundado por Paulo V en 1612.

Un laberinto de 85 kilómetros lineales de estanterías recorre el Archivo. El “búnker” se encuentra en el corazón del Estado Pontificio, debajo del Patio de la Piña, transitado por millones de turistas que visitan los Museos Vaticanos.

Los documentos más antiguos que se conservan en el Archivo Secreto Vaticano datan de los siglos VIII-IX.

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Pocos pueden admirar la cúpula de San Pedro desde lo alto de la Torre de los Vientos, parte del archivo Secreto y hoy de acceso restringido. La torre fue erigida por orden de Gregorio XIII como observatorio astronómico.

Si en lugar de paseos y parterres de césped tuviese un pavimiento transparente, el Patio de la Piña de los Museos Vaticanos se convertiría en el lugar más fotografiado de Italia y del planeta entero. En vez de recorrerlo a buen paso en dirección a la Capilla Sixtina, los visitantes se detendríana contemplar el enrevesado laberinto de pasillos que se despliega bajo sus pies: el corazón del Archivo Secreto Vaticano.

El “búnker”, como lo llaman quienes trabajan en él, es un cubo de hormigón armado destinado a proteger tesoros de incalculable valor. Cartapacios, libros de familias nobles romanas, registros papales, actas de tribunales eclesiásticos, correspondencia diplomática. Millones de datos y fechas, nombres, hechos. Historias de mapas y de ejércitos, de descubrimientos geográficos que cambiaron el rumbo de la historia, vividos testimonios de católicos devotos y de peligrosos herejes. Un compendio de al menos mil años de historia del mundo. “En su interior hay 85 kilómetros lineales de estanterías”, explica Antonio del Brocco, joven colaborador del Archivo a uien el prefecto, monseñor Sergio Pagano, ha encomendado la misión de guiarnos. Antonio viste un impecable traje azul. Saluda con efusión a todo el mundo que se encuentra por el camino, entre ellos un joven de su edad con bata y escoba: “Hoy le toca a él, pero hace unos días la limpieza la hice yo”.Los chicos empiezan desde abajo, trabajan duro y en un ambiente de camaradería. Y aprenden a hacer de todo. “A menudo trabajo tamibén de ayudante en la sala de consultas, el puesto con el que sueño”, prosigue Antonio. Sus colegas y él, todos titulados en archivística por la Escuela Vaticana perteneciente al propio archivo,tienen la misión de atender las solicitudes de documentos de los estudiosos. Anotan la signatura en un formulario y se adentran en el búnker o en los demás espacios del edificio donde se conservan los documentos originales. Reaparecen una vez han encontrado lo que buscaban. A las siete de la mañana el Archivo está en plena actividad. Se devuelven a los depósitos decenas de tomos prestados para su consulta el día anterior y se reordenan; todos los encargados van de punta en blanco, e incluso el prefecto y el viceprefecto, el padre Marcel Chappin, un jesuita holandés, están ya en sus despachos. Dentro de una hora los estudiosos entrarán por la puerta de Santa Ana y procederán a ocupar sus puestos en los bancos para aprovechar al máximo la mañana. De hecho, solo a algunos se les concede el privilegio de regresar por la tarde. Problemas de plantilla. “Piense que otros grandes archivos del Estado italiano cuentan con el doble de personal que nosotros.” Cada 30 o 35 años las nunciaturas apostólicas, es decir, las representaciones diplomáticas de la Santa Sede repartidas por el mundo, remiten a Roma todos los documentos acumulados. A ellos se suman los aportados por la Curia romana, congregaciones, tribunales y negociados. Una mole impesionante de papeles que se añaden a lo custodiado. En cambio, ya no puede llegar nada de familias particulares. En su día los borghese, los Rospigliosi, los Boncompagni-Ludovisi eran libres de donar sus archivos al Vaticano, pero desde la Segunda Guerra Mundial el Estado italiano se

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arroga el deber de tutelar su propio patrimonio documental haciendo valer la posesión iure soli, esto es, por derecho territorial. La historia oficial del Archivo Secreto Vaticano comienza en 1612, año de su fundación por parte del papa Paulo V Borghese. (Con ocasión del cuarto centenario de la fundación del Archivo, una muestra significativa de los documentos más preciosos se exhibe estos días y durante los próximos meses en la exposición Lux in arcana, organizada por Roma Capitale y Zètema y habilitada en los Museos Capitolinos.) La historia oficiosa, empero, comienza antes. El prefecto tiene ante sí numerosos folios, amarillentos por el paso del tiempo, que lo confirman. Son peticiones de personas que escribían al Papa ya en el siglo XVI (Archivum Secretum significa privado, de exclusiva pertenencia del Pontífice ) para solicitar documentos o información, o con las exigencias más variopintas. “Mire esto, es la petición de un miembro de la familia cenci que, hallándose procesado, necesitaba una escritura notarial que lo exculpase. Se le respondió que el documento en cuestión no se localizaba. El Archivo remitía copias de todo siempre que podía. Jamás fue una entidad muerta, sino una institución plenamente viva.” La Iglesia siempre ha considerado imprescindible conservar su propia memoria, desde el mismo momento en que las persecuciones pusieron en riesgo su existencia. Así, después del edicto de Constantino en el año 313 d.C. y la consecuente salida de la clandestinidad de la religión cristiana, empezaron a recogerse códices litúrgicos y documentos de registro en unas oficinas administrativas llamadas sacra scrinia. De aquel período no ha sobrevivido nada. Conquistas, incendios y expolios han borrado para siempre la memoria de épocas históricas enteras. Los documentos más antiguos conservados en el Archivo Secreto datn de los siglos VIII-IX. El liber diurnus Romanorum Pontificum es el formulario eclesiástico más antiguo, seguido de un pergamino del año 809 que sanciona una donación a la iglesia de San Pietro in Castello en la ciudad de Verona. El acto forma parte del Fondo Véneto, que de por sí conserva cerca de 17.000 pergaminos. Una gota en un océano de documentos pendientes de estudio. “Tenemos más de 650 fondos y no cesan de llegar otros nuevos – explica el secretario general Luca Carboni -. El archivo de la Secretaría de Estado de Juan Pablo II, por ejemplo, nos ha transferido 15.000 “sobres” (el término técnico para definir los cartapacios). Si calculamos una media de 500 folios por sobre, estamos hablando de 15 millones de páginas. Ya está todo abierto, sellado, paginado y descrito minuciosamente, pero todavía tenemos que reordenar algunos fondos medievales...” Tras haber explorado el búnker y las salas climatizadas que contienen los pergaminos más valiosos, es hora de hurgar en la historia, a la búsqueda de testimonios directos sobre hechos y personajes que no siempre han hallado un espacio en los libros de texto. “¿Alguna preferencia?” – pregunta Carboni -. Lo importante es que la solicitud se haga con bastante antelación, porque tenemos que localizar los documentos.” La elección se circunscribe a dos períodos: los siglos XII-XIV y XVI-XVII. Después de una atenta selección de los temas, parte la orden.

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Bastan unas pocas horas para llevar a cabo la operación. Un carrito cargadao de rollos y volúmenes aguarda en la penumbra a que unas manos expertas se pongan a la obra. Uno por uno, el prefecto abre los documentos, los coloca en un atril y comienza a leer en voz alta, avanzando con habilidad a través de unas grafías incomprensibles para cualquier otro lector: “El marqués de la Santa Cruz me dijo ayer que desde Inglaterra le ha llegado noticia de que la Reina está armando 50 buues con más de cinco mil soldados, y que en esa armada hay un Corsario Inglés llamado Drach [...]”. Era el año 1585: el nuncio de Lisboa escribía al Papa que el corsario inglés Francis Drake suponía un peligro para las naves que viajaban por la ruta portuguesa. Del mismo período, unos años antes, y del Fondo Borghese: “Relación de la jornada de las Equinadas entre la Armada Turca y la Cristiana el de octubre de 1571 referida por el Comendador Romagasso”. Se trata de un informe de campaña sobre la batalla de Lepanto librada en aguas griegas por las naves cristianas y otomanas. Avanzamos por orden no cronológico: monseños Pagano despliega ante sí dos pergaminos valiosísimos. El primero, inventariado como “Inocencio III convoca la Cruzada” es de 1198; el otro es la bula por la cual, el 2 de mayo de 1312, Clemente V transfería los bienes de la Orden de los Templarios a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, la actual Orden de Malta. Avanza un poco en el tiempo para localizar noticias de la muerte del pintor Caravaggio en una carta que el obispo de Caserta envió el 29 de julio de 16 10 al cardenal Scipione Borghese. En el archivo todo es secreto, nada es desconocido. Como sucede con todos los archivos de Estado, los documentos no adquieren estatus de consultables hasta que ha transcurrido el período de rigor desde que se producen los echos. En el Vaticano se trabaja por pontificados: actualmente pueden consultarse las cartas del de Pío XI, fallecido en febrero de 1939. Sigue vedado el polémico período de Pío XII: los años de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, los albores de la Guerra Fría. “Estamos estudiando esos documentos; en estos momentos vamos por 1948-1949. Harán falta por lo menos tres años para terminar el trabajo. Hay que tener paciencia”, insiste el prefecto. Algunos documentos, útiles por ejemplo para localizar personas dispersas o refugiadas en el seno de la Iglesia, ya se han desclasificado. Más recientemente, Pablo VI quiso que todas las actas del Concilio Vaticano II (1962-1965) se publicasen de inmediato. Pero ¿cómo trabaja un archivero?. Giuseppe Lo Bianco, por poner un ejemplo, está ordenando los despachos enviados por la nunciatura de Varsovia entre los años 1921 y 1939. Su gabinete, situado en la segunda planta “noble” del Archivo, uno de los más antiguos del edificio, consta de un sencillo escritorio rodeado de armarios de madera del siglo XVII, cada uno rotulado con su etiueta identificativa: “España”, “Portugal”, “Malta”, “Lucerna”, “Polonia”... Contienen la correspondencia entre la Santa Sede y sus nuncios. En los legajos que hay sobre la mesa, una palabra se repite con insistencia: “Rusia”. “Se refiere a la época inmediatamente posterior a la revolución bolchevique, a las persecuciones contra obispos y religiosos – explica Lo Bianco -. He encontrado muchos expedientes relativos a eclesiásticos encarcelados y condenados a muerte.” Cuando concluya la investigación, todos esos documentos podrán prestarse para su consulta.

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Descender a los pisos inferiore del Archivo es casi un viaje a través del tiempo que acaba deteniéndose una vez más en los tristemente célebres templarios. Aquí no falta información sobre los caalleros más misteriosos de la historia. Alessandro Rubechini y Maurizio Vinelli son dos expertos restauradores. Uno manipula con delicadeza el extremo de un enorme rollo de pergamino mientras el otro acerca una lámpara de luz ultravioleta que hace resaltar la tinta desvaída por el tiempo y perdida tras mohos seculares. Se trata de una pieza única enel mundo: las actas del proceso contra los caballeros de la Orden del Temple, celebrado entre 1308 y 1 310 bajo el papado de Clemente V. Una sucesión de 80 pergaminos cosidos entre sí para formar un cuerpo único de 56 metros de longitud. El objetivo principal de los restauradores era poner coto a las bacterias que estaban creando una pátina violácea en la superficie de los pergaminos. Pero los técnicos también aprovecharon la ocasión para verificar el estado de los parches aplicados en los puntos donde había agujeros. “Hace 50 años nuestros predecesores usaron un tipo de pergqamino incompatible con el original por tipología y grosor, lo que ha creado tensiones en el documento que podrían traducirse en roturas”, explica Vinelli. El rollo, por lo tanto, está sometido a una vigilancia especial. Detrás de una puerta se abare el gran laboratorio de Luca Becchetti, especialista en sigilografía, la ciencia de los sellos. Trabaja en completa soledad, sin colegas ni colaboradores. Heredó esta pasión de su padre, también experto en la materia. Sobre dos mesas el erudito ha extendido decenas de sellos de cera, de plomo y de papel para estudiarlos y compararlos. Al terminar introducirá los detalles en la base de datos de su ordenador, que contiene ya cerca de 10.000 registros. Meticuloso, retira minúsculas impurezas de los yelmos, gualdrapas y caballos grabados en los sellos. “Los más delicados son los sellos de cera virgen, porue tienden a deshidratarse y desmenuzarse – explica -. Los de plomo, conservados durante años en estuches de madera o en cartones, sufren otro proceso de degradación llamado carbonatación, que conduce a su lenta desintegración. Mi misión es diagnosticar el problema y resolverlo, sin intervenir en la iconografía.” Entre los “descubrimientos” más recientes de Bechetti, una orden de pago cursada por el papa Paulo III Farnesio en favor de benvenuto Cellini, el orfebre más importante del siglo XVI, por confeccionar el molde de su sello pontificio (“pro manifactura plumbi apostolici”). Una pequeña anécdota histórica que confirma que ni siquiera los grandes maestros hacían ascos a aventurarse en el arte de los sellos. Uno de los lugares más protegidos del Archivo es la cámara acorazada subterránea que custodia los sellos de oro remitidos al Vaticano por soberanos de toda Europa. “Son unos ejemplares únicos, todos ellos repujados”, prosigue el restaurador, mientras extrae de un estuche un pergamino del 1 de octubre de 1555 del que pende el emblema del rey de España Felipe II. Un sello de ochocientos gramos de peso, más de once centímetros de diámetro y siete de grosor. “Se manufacturó con el oro robado a los incas por Francisco Pizarro.” Bechetti es capaz de identificar los sellos con una facilidad pasmosa y de distinguir si los documentos son auténticos o falsos. Su especialidad tiene escasos seguidores.: “En

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Italia, únicamente se enseña en tres o cuatro universidades”. Al margen, claro está, del Vaticano. “Fue el papa León XIII quien abrió el Archivo Secreto a los investigadores en 1881 – cuenta Carboni -, y tres años después fundó la Escuela Vaticana de Paleografía, diplomática y Archivística. En un principio atraía predominantemente personal eclesiástico, pero en la actualidad los estudiantes son en su gran mayoría seglares.” En la asignatura anual de iniciación a la archivística se matriculan todos los años 72 alumnos divididios en dos clases. Casi todos son mujeres. Para acceder se exige una licenciatura en cualquier disciplina y una carta de presentación de un docente universitario o de un prelado. El aula en la que se imparten las clases cuenta con puestos informáticos en los cuales los alumnos comienzan a familiarizarse con los documentos antiguos. “Al principio se asustan – comenta Carboni -. En la primera clase se les pone delante un texto en lengua vulgar. Con el tiempo comprenden que aquí tienen la oportunidad de practicar con documentos que no encontrarán en ningún otro archivo del mundo. Créame, de auí salen todos sabiendo leer perfectamente...” Todos los años se propone a los 15 mejores alumnos del curso para unas prácticas en el Archivo Secreto. Contratar personal nuevo en estos momentos es imposible a causa de la crisis económica mundial, que, según afirman los responsables del Archivo, también se percibe en el Vaticano. “No podríamos pagar a nuevos empleados – sostiene el prefecto -. Nuesstros ingresos son mínimos: solo un poco de merchandising y algún que otro souvenir que se vende a los turistas.” Tres salas del Archivo, situadas en la primera planta noble, están abiertas al público: se accede a ellas desde el Salón Sixtino de los Museos Vaticanos. “Ingresamos algo de dinero por las tareas de digitalización o fotocopiado de los documentos que solicitan los estudiosos, pero aparte de eso el servicio que ofrecemos es totalmente gratuito.” Además de asistir a los eruditos que viajan a Roma, el Archivo cursa todos los días decenas de correos y cartas con solicitudes de todo tipo. “La novela Ángeles y demonios de Dan Brown y la película basada en ella nos han dado mucho trabajo – bromea Marco Grilli, secretario del prefecto -. Hemos recibido cientos de peticiones de visita; la gente cree que va a descubrir aquí vaya usted a saber qué secreto.” Por delante de todo, a años luz de distancia, lo que más se solicita sigue siendo lo relacionado con el Santo Grial y los Templarios, con algunas variaciones interesantes. “Mire, un correo electrónico de hoy mismo – continúa Grilli -. Piden información sobre las cartas de Poncio Pilatos relativas al juicio de Jesús. También hay quien escribe solicitando una cit a con el Papa, y otros que lo hacen insultando por el escándalo de los curas pedófilos. Nos tienen por destinatarios de toda la correspondencia de la Santa Sede.” También llegan solicitudes concretas, por ejemplo, a propósito de la concesión de títulos y condecoraciones a algún abuelo. Son muchos los que van en pos de credenciales que les franqueen el acceso a alguna orden caballeresca. “Una persona envió la foto de un familiar – relata Grilli -. Por lo que escribía, ese pariente debía de tener una relación estrecha con el papa León XIII; quizá fuese un

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cargo importante de la adminstració pontificia.” Pero hechas las comprobaciones necesarias se descubrió que el señor en cuestión era “mozo de cámara y limpiador privado”: en la práctica, un criado del Papa. Otro pequeño secreto entre los muchos que quizá sigan ocultos en el corazón del Archivo.

(Revista National Geographic, jun. 2012, pàgs. 2-23. Marco Merola. Vaticano secreto.)

Enzo Romeo. Come funziona il Vaticano. Ancora, 2008. En pocas páginas, ideológicamente neutras, ofrece una amplia visión panorámica sobre el Estado Pontificio, y su ambivalencia política y religiosa.

David Álvarez. Spies in Vatican. Espionage and intrigue from Napoleon to

the Olocaust. University Press of Kansas, 2002. Así se titula un capítulo: “El Vaticano tiene el mejor servicio de inteligencia del mundo”.

Marco Gavio Apicio. De re coquinaria: antología de recetas de la Roma

imperial. Alba, 2006.

El recetario de Apicio en su versión castellana.

Alberto Capatti y Massimo Montanari. La cucina italiana. Storia di una cultura. Laterza, 2005.

Libro imprescindible para conocer la historia de la cocina italiana.