3
Ruta Crítica E n cualquier disciplina es necesario cuestionarse y reflexio- nar acerca de los alcances y límites teórico metodológicos. La historia no escapa a ello. Hasta hace poco, el conocimiento de la historia estaba ligado al conocimiento de las ciencias na- turales, en cuanto a su modo de apropiación. La objetividad del historiador se reducía a describir como espectador, y a asumirse como observador ajeno al mundo que describe; sin embargo, luego de una serie de consideraciones y aportaciones de diversos autores a la teoría del conocimiento, el humanismo hermenéutico se presenta como una nueva forma de aproxima- ción al objeto de estudio de la historia: la historia misma. El enfoque hermenéutico El carácter existencial de este nuevo enfoque devuelve al histo- riador su participación humana en la comprensión del pasado, le devuelve su historicidad. Gadamer dice que el conocimiento histórico no busca tomar un fenómeno como caso de una re- gla general. Su idea es “comprender el fenómeno mismo en la concreción histórica y única” 1 , ya que el hombre no puede sustraerse de la historia porque es él quien la genera con sus actos, sus experiencias, sus formas de ver la realidad. La histo- ricidad es una condición del ser humano y desde ella explica el mundo; la historiografía, por su parte, es una forma de ver El conocimiento de la historia, un interminable proceso de interpretación Patricia Guerrero de la Llata* la realidad pasada desde un presente, una forma de pensar el mundo representado a través de un conjunto de signos: el len- guaje. A diferencia del historiador positivista, que presuntamente distanciado de su historicidad se acerca a su objeto de estudio, el historiador que comulga con la propuesta hermenéutica re- conoce sus prejuicios, espacios de experiencia y horizontes de expectativa en su presente y sigue las huellas de la tradición para comprender los prejuicios, espacios y horizontes en la al- teridad propuesta por la fuente 2 . El nuevo historiador, con sus ideas, sus teorías, sumergido en su tiempo y distanciado a la vez del tiempo en que aconteció el hecho que estudia, lee los documentos, los interpreta 3 y escribe su versión. El “Reconocimiento de los prejuicios [es la] condición para acceder al conocimiento” 4 . El leer implica un antes, un durante y un después, en donde de manera individual el lector tiene la oportunidad de plantearse preguntas, de pensar, de inferir, de decidir qué es importante y qué no lo es. De esta forma, la lectura debe verse como un proceso transaccional, en movi- miento; indica un circuito dinámico que se da a partir de la lectura de un escrito en una síntesis, integrada por un escritor particular, un lector particular, un texto y unas circunstancias y distancias también particulares. La lectura de fuentes históricas es, pues, un conocimiento humano relativo. * Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora y Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora. Imparte clases en el Departamento de Letras y Lingüística de la Universidad de Sonora. [email protected]

conocimiento historia - · PDF filede diversos autores a la teoría del conocimiento, ... 9 Walter Mignolo, en Teoría del texto e interpretación del texto (UNAM, México, 1986,

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: conocimiento historia - · PDF filede diversos autores a la teoría del conocimiento, ... 9 Walter Mignolo, en Teoría del texto e interpretación del texto (UNAM, México, 1986,

Ruta

Crít

ica

En cualquier disciplina es necesario cuestionarse y reflexio-nar acerca de los alcances y límites teórico metodológicos.

La historia no escapa a ello. Hasta hace poco, el conocimiento de la historia estaba ligado al conocimiento de las ciencias na-turales, en cuanto a su modo de apropiación. La objetividad del historiador se reducía a describir como espectador, y a asumirse como observador ajeno al mundo que describe; sin embargo, luego de una serie de consideraciones y aportaciones de diversos autores a la teoría del conocimiento, el humanismo hermenéutico se presenta como una nueva forma de aproxima-ción al objeto de estudio de la historia: la historia misma.

El enfoque hermenéutico

El carácter existencial de este nuevo enfoque devuelve al histo-riador su participación humana en la comprensión del pasado, le devuelve su historicidad. Gadamer dice que el conocimiento histórico no busca tomar un fenómeno como caso de una re-gla general. Su idea es “comprender el fenómeno mismo en la concreción histórica y única”1, ya que el hombre no puede sustraerse de la historia porque es él quien la genera con sus actos, sus experiencias, sus formas de ver la realidad. La histo-ricidad es una condición del ser humano y desde ella explica el mundo; la historiografía, por su parte, es una forma de ver

El conocimiento de la historia, un interminable proceso de interpretación

Patricia Guerrero de la Llata*

la realidad pasada desde un presente, una forma de pensar el mundo representado a través de un conjunto de signos: el len-guaje.

A diferencia del historiador positivista, que presuntamente distanciado de su historicidad se acerca a su objeto de estudio, el historiador que comulga con la propuesta hermenéutica re-conoce sus prejuicios, espacios de experiencia y horizontes de expectativa en su presente y sigue las huellas de la tradición para comprender los prejuicios, espacios y horizontes en la al-teridad propuesta por la fuente2. El nuevo historiador, con sus ideas, sus teorías, sumergido en su tiempo y distanciado a la vez del tiempo en que aconteció el hecho que estudia, lee los documentos, los interpreta3 y escribe su versión.

El “Reconocimiento de los prejuicios [es la] condición para acceder al conocimiento”4. El leer implica un antes, un durante y un después, en donde de manera individual el lector tiene la oportunidad de plantearse preguntas, de pensar, de inferir, de decidir qué es importante y qué no lo es. De esta forma, la lectura debe verse como un proceso transaccional, en movi-miento; indica un circuito dinámico que se da a partir de la lectura de un escrito en una síntesis, integrada por un escritor particular, un lector particular, un texto y unas circunstancias y distancias también particulares. La lectura de fuentes históricas es, pues, un conocimiento humano relativo.

* Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora y Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora. Imparte clases en el Departamento de Letras y Lingüística de la Universidad de Sonora. [email protected]

Page 2: conocimiento historia - · PDF filede diversos autores a la teoría del conocimiento, ... 9 Walter Mignolo, en Teoría del texto e interpretación del texto (UNAM, México, 1986,

Revi

sta

Univ

ersid

ad d

e So

nora

Distancia y tradición históricas

El historiador tiene una ventaja más: la distancia histórica, por la cual se entien-de el vínculo entre el intérprete y el texto a través de la tradición5. La tradición es la que permite que un texto parezca “le-jano” y “cercano”, “extraño” y “familiar” a la vez.

Para representar una realidad dada, el historiador debe considerar entonces el uso de conceptos que se convierten en categorías formales para analizar la histo-ria posible y para desbloquear “el cami-no según el cual una historia que en su momento fue ‘real’ puede manifestarse hoy como posible y, de ese modo, puede ser representada6. Zermeño7 afirma que teoría y práctica están implícitas en la acción de historiar. Cuando se pretende llevar a cabo el análisis de un texto, de-ben considerarse las condiciones en las que éste se genera, sus particularidades y su función (o funciones) dentro de su contexto.

La conciencia hermenéutica de la nue-va historia requiere que el lector se mues-tre receptivo ante la alteridad propuesta

por la fuente, sin embargo, dicha recep-tividad no debe presuponer neutralidad, ni desaparición del lector como indivi-duo histórico. Lo que se plantea es estar abierto a la opinión del otro, relacionan-do las propias opiniones con las de ese otro que se presenta en el documento.

El horizonte de expectativa del his-toriador o del lector se vincula con el del escritor o el del texto, en la medida en que ambos forman parte de una tra-dición histórica que se vive como una identidad; y es a través de los espacios de experiencia, que se va “conformando,

ajustando y a la vez rompiendo y recons-tituyendo esta identidad”�.

Comprensión, interpretación y diá-logo

En la confrontación, la alteridad y la iden-tidad de espacios y experiencias, empieza la comprensión y la interpretación�. Pero para poder interpretar y representar, es necesario comprender10. La comprensión es el entendimiento entre el pasado y el presente, entre el texto y la situación del intérprete, que es el elemento mediador.

El texto sólo habla a través del intér-prete y no existirá ese diálogo a menos que el intérprete se mantenga abierto a lo que le dice. La tarea de la hermenéu-tica es sacar al texto de su forma fija y colocarlo en el terreno del diálogo.

De acuerdo con Gadamer, en la in-terpretación del texto histórico se da una coexistencia entre presente y pasado, por ello la historia puede ser comprendida en términos de continuidad (no lineal, no única, ni progresiva) porque puede ser interpretada desde un presente. El discurso histórico es, en este sentido,

El lector-historiador con perspectiva hermenéutica accede al conocimiento que le otorga la lectura de las fuentes a partir de sus prejuicios y del reconocimiento de los

prejuicios de quien escribió tal o cual documento.

Benj

amín

Ros

ales

, Sal

a de

espe

ra, A

guaf

uerte

, 200

6

Page 3: conocimiento historia - · PDF filede diversos autores a la teoría del conocimiento, ... 9 Walter Mignolo, en Teoría del texto e interpretación del texto (UNAM, México, 1986,

10

Ruta

Crít

ica

una construcción y/o reconstrucción, una interpretación, en cuyo proceso de elaboración se debe tomar en cuenta una gran cantidad de factores, conceptos y categorías que hablan de la historicidad de la historia: “La reescritura de la historia remite […] a un cambio de experiencia que, sin su reflexión teórica, se hubiera perdido para nuestro actual conocimiento”11. Sin embargo, es claro que el investigador debe elegir de entre los posibles significados, aquellos que sean capaces de clarificar o reducir el enigma.

Nota final

Como se ha visto, el historiador se acerca con intenciones y preguntas limitadas por sus intereses, sus prejuicios, sus es-pacios de experiencia, sus horizontes de expectativa, y entabla una conversación con un texto que es a su vez una representa-ción dada a través del lenguaje, de una realidad pasada.

En este diálogo, el historiador reconoce su tradición en el texto, a pesar de su distancia histórica. Sin embargo, esta dis-tancia histórica le muestra diferencias con su realidad presente y ello le permite interpretar, desde su presente, la realidad pa-sada que trata de comprender. Luego de una transacción du-rante el diálogo, el historiador llega a un acuerdo con el escri-tor para convertirse ahora, él mismo, en escritor de los hechos que interpretó en sus fuentes.

El pasado construido como historia es un interminable proceso de interpretación por los historiadores, es un acto de imaginación, y las categorías de análisis, los supuestos, y los modelos se vuelven parte de la historia misma12.

La conciencia hermenéutica de la nueva

historia requiere que el lector se muestre receptivo

ante la alteridad propuesta por la fuente.

1 Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéu-tica filosófica, II, Salamanca, Sígueme, 1993, p. 33. 2 Ib., Verdad y método, vol. I., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2000, p. 338. Gadamer explica que al resolver la tensión entre el horizonte del texto y el horizonte del lector se manifiesta lo que él denomina: fusión de horizontes.3 Interpretar es explicar el sentido de algo; es expresar acciones, dichos o su-cesos que pueden ser entendidos de diferentes modos; es concebir, ordenar o formular de un modo personal la realidad. “El intérprete debe superar el elemento extraño que impide la inteligibilidad de un texto. Hace de mediador cuando el texto (el discurso) no puede realizar su misión de ser escuchado y comprendido”, pero este elemento mediador es además un interlocutor y un negociador porque busca el equilibrio entre lo que “dicen” sus prejuicios, su espacio y experiencia, y lo que “dicen” los prejuicios, espacios y experiencias del autor, tomando en cuenta la distancia histórica.4 Zermeño Padilla, Guillermo, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica, México, El Colegio de México, 2004, p. 73.5 Entendiendo por tradición, siguiendo a Gadamer, no conservadurismo, sino la estructura de prejuicios y límites cognitivos del intérprete.6 Koselleck, Reinhardt, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, p. 151. Consultado también de este au-tor, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001.7 Zermeño Padilla, Guillermo, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica, México, El Colegio de México, 2004, pp. 11-18.8 Pappe, Silvia, Historiografía crítica. Una reflexión teórica, México, Univer-sidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2001, p. 136.9 Walter Mignolo, en Teoría del texto e interpretación del texto (UNAM, México, 1986, p.9), coincide con Gadamer al escribir que interpretar es ex-plicar el sentido de algo; es expresar acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos; es concebir, ordenar o formular de un modo personal la realidad.10 Para comprender es necesario dejarse decir algo por el texto, y para ello es importante ser consciente de las propias presuposiciones, porque son los preconceptos o prejuicios de los que no somos conscientes, los que nos ha-cen sordos a la voz del texto. Para comprender un texto es necesario ponerlo en relación con la situación del intérprete, por eso el texto debe comprender-se en cada momento y en cada situación de una nueva manera. 11 Pappe, Silvia, op. cit., p. 69.12 Consultado también: Van Dijk, T. A., “El discurso como interacción so-cial”, en Van Dijk, T. A. (comp.), El discurso como interacción social, vol. II, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 23.