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Construyamos con Cristo la Civilización del Amor. Orientaciones Pastorales 1982-1985 (Primera Parte) Fecha: Martes 01 de Septiembre de 1981 Pais: Chile Ciudad: Santiago Autor: Los Obispos de Chile Presentación Como el Plan Pastoral sobre la conducta humana, como nuestro aporte a la Conferencia de Puebla o nuestro informe en la visita ad límina, estas Orientaciones Pastorales son el fruto de un trabajo largo y metódico, de un ir y venir de la Conferencia Episcopal, de la Comisión Pastoral y de los Organismos Nacionales, a las bases y a las diócesis, y de muchas redacciones sucesivas que han tratado de armar el texto hasta su forma actual. Tienen las cualidades y los defectos de las obras colectivas que no pueden dejar de reflejar los pareceres diferentes de aquellos que han participado en el trabajo común. Con todo, expresan -creo que con mucha honestidad- casi dos años de trabajo de los responsables de la Iglesia, a diversos niveles y a lo largo del país. SERPLAN, el Servicio de Planificación Pastoral ha tenido parte importante en la realización de esta obra. Ha dado el método de trabajo. Tal vez sacrificando un poco la espontaneidad y la creatividad de algunos, pero en cambio ponderando equitativamente todos los aportes vinieran de donde vinieran. Estas Orientaciones Pastorales no deben tomarse como un documento definitivo y completo. En primer lugar, porque el texto mismo puede todavía ser revisado y ajustado, según lo indique la experiencia, cuando entren en rodaje. En particular, la prioridad educación, -de introducción posterior- puede necesitar una mayor precisión. En segundo lugar, porque cada diócesis, al hacer su propio Plan Pastoral, elegirá unos temas antes que otros. Los Organismos Nacionales, al programar sus actividades, tratarán de responder a las necesidades y a los deseos concretos que expresen las diócesis y esto los llevará a seleccionar las acciones o servicios más solicitados. Por eso llamamos a este texto Orientaciones Pastorales y no Plan Pastoral. Por eso nos hemos quedado en el objetivo general, las prioridades y sus justificaciones, las políticas y las estrategias, sin llegar a las tácticas, a los programas y a las asignaciones de personal y de recursos. Todo esto se irá decidiendo -bajo la dirección de la Comisión Pastoral- según los deseos de las diócesis y las posibilidades de los Organismos Nacionales. En este 450º aniversario de la aparición a Juan Diego, hijo autóctono de nuestro continente, de María Santísima, Patrona de América Latina, ponemos este trabajo en sus manos benditas. Y, como Juan Diego, le decimos con humildad: somos hombrecitos, cordeles, escaleras de tablas, hojas, gente menuda. Ya sabemos, por lo ocurrido ese 12 de diciembre de 1541, en Guadalupe, que de los tales se sirve la Virgen para sus intervenciones tan bienhechoras, en la historia humana.

Construyamos con Cristo la Civilización del Amor

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Construyamos con Cristo la Civilización del Amor. Orientaciones Pastorales 1982-1985 (Primera Parte)

Fecha: Martes 01 de Septiembre de 1981Pais: ChileCiudad: SantiagoAutor: Los Obispos de Chile

Presentación

Como el Plan Pastoral sobre la conducta humana, como nuestro aporte a la Conferencia de Puebla o nuestro informe en la visita ad límina, estas Orientaciones Pastorales son el fruto de un trabajo largo y metódico, de un ir y venir de la Conferencia Episcopal, de la Comisión Pastoral y de los Organismos Nacionales, a las bases y a las diócesis, y de muchas redacciones sucesivas que han tratado de armar el texto hasta su forma actual.

Tienen las cualidades y los defectos de las obras colectivas que no pueden dejar de reflejar los pareceres diferentes de aquellos que han participado en el trabajo común.

Con todo, expresan -creo que con mucha honestidad- casi dos años de trabajo de los responsables de la Iglesia, a diversos niveles y a lo largo del país.

SERPLAN, el Servicio de Planificación Pastoral ha tenido parte importante en la realización de esta obra. Ha dado el método de trabajo. Tal vez sacrificando un poco la espontaneidad y la creatividad de algunos, pero en cambio ponderando equitativamente todos los aportes vinieran de donde vinieran.

Estas Orientaciones Pastorales no deben tomarse como un documento definitivo y completo.

En primer lugar, porque el texto mismo puede todavía ser revisado y ajustado, según lo indique la experiencia, cuando entren en rodaje. En particular, la prioridad educación, -de introducción posterior- puede necesitar una mayor precisión.

En segundo lugar, porque cada diócesis, al hacer su propio Plan Pastoral, elegirá unos temas antes que otros. Los Organismos Nacionales, al programar sus actividades, tratarán de responder a las necesidades y a los deseos concretos que expresen las diócesis y esto los llevará a seleccionar las acciones o servicios más solicitados.

Por eso llamamos a este texto Orientaciones Pastorales y no Plan Pastoral. Por eso nos hemos quedado en el objetivo general, las prioridades y sus justificaciones, las políticas y las estrategias, sin llegar a las tácticas, a los programas y a las asignaciones de personal y de recursos. Todo esto se irá decidiendo -bajo la dirección de la Comisión Pastoral- según los deseos de las diócesis y las posibilidades de los Organismos Nacionales.

En este 450º aniversario de la aparición a Juan Diego, hijo autóctono de nuestro continente, de María Santísima, Patrona de América Latina, ponemos este trabajo en sus manos benditas. Y, como Juan Diego, le decimos con humildad: somos hombrecitos, cordeles, escaleras de tablas, hojas, gente menuda.

Ya sabemos, por lo ocurrido ese 12 de diciembre de 1541, en Guadalupe, que de los tales se sirve la Virgen para sus intervenciones tan bienhechoras, en la historia humana.

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Bernardino Piñera C.Obispo Secretario General

de la Conferencia Episcopal de Chile

I. INTRODUCCIÓN

Jesús, camino del Hombre

1. El camino de Jesús, hijo de Dios, desde su nacimiento hasta su resurrección, es para nosotros la Buena Noticia que abre perspectivas insospechadas al hombre y a la historia. Continuamente volvemos a El como a la fuente de nuestra existencia, y al camino que nos conduce a vivir en plenitud.

2. El sentido más hondo de nuestra vida cristiana es confesar a Jesús en un momento determinado de nuestra historia. Esta confesión implica reconocerlo, amarlo y aceptarlo como único Señor y Salvador. Vivir de tal manera que, tanto en nuestros labios como en nuestras realizaciones, se transparente la Persona, el Misterio, la Obra, la Palabra y la Gracia de Jesús de Nazareth. Esto supone escrutar los signos de los tiempos, discernir su presencia en los acontecimientos de nuestra vida -personal y social- y anunciar a todos los hombres lo que su Espíritu está haciendo en medio de nosotros.

3. Queremos que Jesús signifique en verdad una nueva manera de vivir para toda la humanidad. Y que el Evangelio esté de tal manera vivo y presente entre nosotros, que se refleje en todas nuestras acciones. Así estaremos poniendo en práctica la voluntad del Padre Dios que quiere que demos fe a su hijo Jesús, el Mesías, y nos amemos unos a otros como El nos mandó (1 Jn. 3,23). La fidelidad a la voluntad de Dios consiste entonces, en una hermosa fidelidad a la persona de Jesús y a su manera de vivir la historia.

4. Jesús, ha sido constituido en Maestro, Profesor, Sacerdote, Rey y Pastor de su pueblo. Por eso nosotros, injertados en El a través del Bautismo, podemos participar plenamente de su vida. La imitación de Cristo, más que algo externo, es la transformación íntima de la persona y la humanidad, por la acción de su Espíritu que obra en nosotros. Tal es la unión que se produce, que somos miembros de su Cuerpo y podemos decir -como San Pablo- ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí.

5. Al compartir con ustedes nuestras inquietudes pastorales, y el amor que tenemos por Jesús, nos hacemos eco de una pregunta muchas veces escuchada: ¿en qué medida será posible vivir el camino de Jesús en pleno siglo XX, ¿será posible vivir su vida en un mundo que a veces se confiesa ateo en la teoría y, con más frecuencia lo es en la práctica, ¿no tendrá Jesús algo que decir sobre la manera de fundar nuestras familias y organizar nuestra convivencia, ¿en qué medida será posible nacer de nuevo como personas, como pueblo, incluso para cambiar las estructuras que son incapaces de hacer crecer la vida

6. Estas son preguntas que brotan de lo más profundo de nuestra existencia, porque somos la generación que siente profundamente el cambio que se está verificando en la historia. La generación que se siente privilegiada porque el progreso le ofrece tantas posibilidades, insospechadas hace solamente unos decenios. Pero, a la vez, inquieta y hasta amenazada por las ambigüedades de este progreso, especialmente en el \'\'uso de los medios inventados por esta civilización (Ver: Juan Pablo II Dives in Misericordia nº 10 y 11).

Vivir la experiencia de Jesús

7. Estamos ciertos que vivir como Jesús y en Jesús hoy día es posible con la gracia de Dios y que es el desafío más importante de nuestra historia. El ha nacido y vivido para señalamos, de parte de Dios, que su camino es el camino del hombre y de los pueblos. Este es el camino de la Iglesia, servidora del hombre y del mundo.

8. En nuestro ministerio de todos los días procuramos mostrar este camino. Nuestra palabra y nuestra acción no tienen

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otro sentido, aunque a veces no logremos formularlo de la mejor manera ni vivirlo como lo hace Jesús. Pero seguimos caminando, buscando y animando para que este camino sea la gran realidad en la Iglesia y en nuestra patria.

9. Deseamos vivir un proceso de conversión profunda a nuestro Señor Jesucristo. Vivir como cristianos lleva como consecuencia necesaria adherir a la Ley del Espíritu que nos hace libres. La plenitud de la vida nueva la alcanzaremos si vivimos conforme al espíritu de las bienaventuranzas. Y esto, en todas nuestras realidades, desde la intimidad de la conciencia hasta los conflictos políticos, económicos y sociales; desde el seno de nuestras familias hasta las más diversas manifestaciones de la cultura.

10. Nuevamente hoy reiteramos el anuncio gozoso que la conversión a Dios y al hermano es algo posible y necesario. Más aún, es la única posibilidad para que todos experimentemos en plenitud el don de la vida que nos ha otorgado el Padre Dios en la creación y nos ha renovado en la Redención de Jesucristo. Y la conversión, como el pecado, se da en la condición histórica del hombre sobre la tierra.

11. Por eso invitamos a todos nuestros hermanos a mirar nuestra vida eclesial y social con los ojos de Jesús, es decir, desde la perspectiva de su Evangelio. A descubrir todo lo bueno y noble y a ponerles nombre a las actitudes de pecado que anidan en el corazón del hombre y que influyen en la convivencia social.

12. Diariamente somos testigos. en nuestro ministerio, de actitudes profundas y de gestos de generosidad, de solidaridad y de aprecio mutuo. Admiramos el cariño que se da en los hogares y los esfuerzos de los padres por mantener y formar sus familias, de acuerdo al Evangelio. Valoramos el trabajo manual artístico e intelectual con el cual vamos transformando este mundo en morada digna del hombre. Nos alegra la capacidad de amar que tienen los niños y los jóvenes y sus ansias de justicia y fraternidad que interpelan nuestra conciencia. Valoramos el sufrimiento de ancianos y enfermos que contribuyen con su madurez al bien de los demás. Todos estos hermosos ejemplos. y tantos otros, nos llevan a bendecir al Señor por el don de la vida, del amor, de la humanidad que nos ha concedido.

13. Por otra parte, y desde la misma perspectiva, hay realidades que nos inquietan profundamente:

13.1. Hay divisiones causadas por la apreciación de los acontecimientos por los bienes de fortuna, por el ejercicio del poder y hasta por la actuación de la Iglesia. Tenemos la impresión que en el mismo país hay varios mundos que coexisten: como vidas paralelas. Hablamos lenguajes muy distintos, tenemos intereses contrapuestos y, a veces, no queremos siquiera reconocer esta realidad.

13.2. Algunos viven en un contexto lleno de posibilidades de vida, de salud, de educación, de vestuario, y de vitrinas atestadas de productos de todo tipo. Por otra parte, muchísimos viven marginados de esa vida, tratando de conseguir trabajo o recomendaciones, asomados a través de la TV o de la radio a este otro país que no existe en su población. o en su mediagua

13.3. Hay también, en Chile, muchos hermanos que sufren las consecuencias de la desintegración de la familia, del alcoholismo, la prostitución, la delincuencia, la drogadicción. Esta última realidad se ha extendido mucho entre los jóvenes y aun -con pena lo decimos- entre niños pequeños que carecen de hogar estable y que deambulan por nuestras calles, víctimas a veces de la explotación de personas inescrupulosas.

13.4. Lo que más nos inquieta es ver cómo la violencia va encontrando cada vez más cabida en nuestra convivencia. No hay semana en que no quedemos abismados ante la violencia subversiva, la violencia represiva, la violencia criminal. Cualquiera sea su signo, siempre se trata de la violencia que limita la libertad, destruye la vida o la honra de las personas, y va ahondando heridas difíciles de restañar. Esto es lo que nos ha hecho pedir tantas veces que los derechos humanos sean respetados y abogar por el cese de toda violencia. Estamos convencidos que la falta de respeto por la vida, en cualquier forma que ésta se manifieste, atenta contra un valor supremo al cual sólo tiene derecho el Creador.

En este contexto de violencia queremos recordar las palabras del Santo Padre: El hombre de hoy tiene miedo... a la posibilidad de una subyugación \' pacífica\' de los individuos, de los ambientes de vida, de sociedades enteras y de naciones, que por cualquier motivo puedan resultar incómodos a quienes disponen de medios suficientes y están

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dispuestos a servirse de ellos escrúpulos. Pensemos también en la tortura, todavía existente en el mundo, ejercida sistemáticamente por la autoridad como instrumento de dominio y atropello político y practicada impunemente por los subalternos (Dives in Misericordia, 11)

Estamos ciertos que estas realidades que nos inquietan, a ustedes también los preocupan seriamente

14. Todo esto no es fruto de la casualidad. Es fruto de una crisis de valores que nos lleva a vivir de una manera muy distinta a lo que eran nuestras mejores tradiciones. Al entrar en el mundo del consumo que procura más comodidades, de la competencia y de la búsqueda de la seguridad, se va produciendo un cambio muy hondo en nuestra cultura. Vemos con preocupación que junto a los bienes que se procuran con este estado de cosas, hay valores que conforman el alma de Chile que se ven seriamente disminuidos. El respeto por la persona humana, el saber convivir con quien piensa distinto, la calidad de la acogida típica de nuestra hospitalidad o el valorar a las personas por lo que son más que por lo que tienen, son valores que actualmente se ven amagados y hasta amenazados.

15. No es nuestro ánimo buscar culpables. Sintiéndonos corresponsables de esta situación de deterioro moral, nos interesa buscar sus causas más profundas y complejas y, sobre todo, aportar nuestra fe y nuestro amor para que logremos convertimos al Dios vivo y verdadero y a su enviado Jesucristo. Por otra parte es indispensable referimos a estas realidades si queremos que nuestras orientaciones pastorales sean valederas.

16. Jesús nos ha enseñado a esperar contra toda esperanza y a ocuparnos de este mundo que yace herido en el camino de la vida. Aspiramos, por amor a Jesús y siguiendo su misión, a ser el Buen Samaritano que contribuya a poner de pie al herido, y seguir trabajando para que nunca más haya heridos en el camino. Junto al anuncio de Jesucristo lo consideramos el servicio más propio: animar la vida, consolar a los tristes y afligidos y llamar a conversión a todos para cambiar el rostro herido de nuestra convivencia. Aspiramos a vivir un Chile fraterno y solidario, que comparta el caminar y se desvele por ayudar al hermano.

Construir en Chile la Civilización del Amor

17. Este es el espíritu que anima nuestras orientaciones pastorales, las del pasado y las del presente. En el pasado cercano hemos invitado a formar comunidades cristianas, a formarse como personas y a preocupamos preferentemente por los pobres. Es lo que la Iglesia ha procurado hacer desde los días de la primera comunidad. Recientemente hemos llamado a convertir los valores fundamentales de la vida, pasando de la violencia a la paz, de la riqueza a compartir y de la sexualidad mal orientada a una sexualidad impregnada de amor. Hemos procurado ser país de hermanos y recorrido todo Chile con el Cristo Peregrino" encontrando mucha acogida y deseos de abrir de par en par las puertas al Señor.

18. Hoy quisiéramos poner a toda la Iglesia en situación de construir en Chile la Civilización del Amor a través de nuestros agentes pastorales, y queremos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad, a cuantos ejercen cargos y misiones en los más variados campos de la cultura, la ciencia, la política, la educación, el trabajo, los medios de comunicación social, el arte.

19. Os invitamos a ser constructores abnegados de la \'Civilización del Amor\' según luminosa visión del Papa Juan Pablo II, inspirada en la Palabra en la vida y en la donación plena de Cristo y basada en la justicia, en la verdad y la libertad. Estamos seguros de obtener así vuestra respuesta a los imperativos de la hora presente, a la tan ambicionada paz interior y social en el ámbito de las personas, de las familias* y, en fin, de todo el país.

20. Hemos tomado estas palabras del Mensaje a Los Pueblos de América Latina que encabeza las conclusiones de la Conferencia de Puebla. Lo hacemos porque también nuestras orientaciones han sido inspiradas en este acontecimiento que marca la vida de nuestra Iglesia Latinoamericana. Lo hacemos además, porque junto a nuestros hermanos obispos de América estamos convencidos que construir la Civilización del Amor no es un sueño lejano, sino la expresión más fuerte de nuestra fidelidad a Jesucristo y a su Espíritu.

Orientaciones Pastorales 1982 - 1985

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21. Las orientaciones pastorales que ahora entregamos aspiran a señalar caminos para la Iglesia en Chile entre los años 1982 - 1985. Estas han sido preparadas a lo largo de un proceso que ha contado con la generosa participación de muchos hermanos. En ellas se han acogido el parecer de nuestros Consejos Pastorales diocesanos, de los responsables de pastoral de las diócesis, de los miembros de los organismos nacionales del Episcopado, y de muchos otros que han ofrecido su colaboración.

22. Las hemos redactado pensando en los agentes pastorales: animadores de comunidades, guías de catequistas, asesores juveniles, ministros, laicos, religiosos y religiosas, diáconos y especialmente los sacerdotes. Son los primeros destinatarios de este texto, y también los primeros responsables en compartir estas orientaciones con sus comunidades y, junto a sus respectivos obispos, ver cómo aplicarlas en cada una de las diócesis del país.

* Puebla, Mensaje a los Pueblos de A. L. Nº 8.

23. Este documento está compuesto por un objetivo general que expresa las líneas inspiradoras de nuestra acción pastoral. Es decir, las ideas fuerza que deben empapar y recorrer todo cuanto podamos hacer en la vida de nuestra Iglesia. En seguida, se señalan las prioridades pastorales, o áreas prioritarias de la pastoral en los años que vienen. Y, finalmente, ofrecemos caminos y medios de acción para que estas prioridades se hagan efectivas y se realicen según el camino trazado en el objetivo general.

24. Al ofrecer estas orientaciones lo hacemos en continuidad con las orientaciones pastorales anteriores que ya han marcado la vida de nuestra Iglesia. No se trata, por tanto, de quitar validez a lo que con tanto esfuerzo y dedicación hemos estado haciendo en nuestra pastoral ordinaria en la catequesis, la liturgia, la ayuda fraterna y la vida de nuestras comunidades. Se trata más bien de poner nuevas acentuaciones que creemos nos va pidiendo el Señor para mejorar nuestro servicio pastoral.

25. En este contexto, las orientaciones pastorales marcan un nuevo impulso. Sugerimos y esperamos que cada diócesis acoja y estudie estas orientaciones y las integre en su Plan Pastoral. Somos conscientes de que la descripción de algunas áreas prioritarias carece aún de precisión. Es algo normal en la vida de la Iglesia y, en la medida en que la vayamos implementando, podremos madurar tanto la manera de concebidas, como de realizadas. Por eso pedimos a las comunidades cristianas que sigan enriqueciendo estas orientaciones a lo largo de los años que vienen. Así podremos servir mejor a nuestros hermanos y glorificar al Señor que nos ha llamado a ser evangelizadores en este tiempo de la historia.

26. Para realizar esta obra de evangelización contamos con la asistencia cierta del Espíritu Santo. Es él quien puede animamos y sostenemos en este esfuerzo por realizar la misión de Jesús en nuestro tiempo.

Al entregar estas orientaciones pastorales, en este año en que celebramos los 450 años de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina, invocamos con amor a la Virgen María. Ella es figura de la Iglesia por ser la primera que ha recorrido el camino de las Bienaventuranzas hasta ser glorificada en los cielos.

Invocamos a María Virgen cuya fidelidad. a Dios ha sido expresada en su consagración a escuchar y poner en práctica Su Palabra. Invocamos a la Virgen Madre que ha hecho fecunda la vida de la humanidad al entregarnos a Jesús, fruto bendito de su vientre. Ella ha sido entregada a la Iglesia para que con su maternidad nos ayude a seguir engendrando los hijos de Dios que puedan dar testimonio de Jesús y contribuir a transformar la humanidad.

II. OBJETIVO GENERAL

27. Para construir en Chile la Civilización del Amor, proponemos a las comunidades ec1esiales y a los agentes de pastoral, un Objetivo General para los años 1982 - 1985. Este señala la meta hacia donde queremos caminar y recoge elementos que son permanentes en la misión de la Iglesia, y otros que nos parecen especialmente importantes en la hora presente. Este objetivo lo hemos formulado de la manera siguiente:

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28. Anunciar la verdad sobre Cristo, la Iglesia y el Hombre, en la opción preferencial por los pobres.formando personas que. con renovado espíritu misionero. en este momento de nuestra historia y asumiendo su cultura.promuevan y celebren la liberación integral del Hombrepara construir en Chile la Civilización del Amor.

"Anunciar la verdad sobre Cristo, la Iglesia y el Hombre"

29. Anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dioshecho hombre, constituye la dicha y la vocación más propia de la Iglesia. Para esto ha sido fundada y es el sentido de su peregrinación en la historia.

30. Evangelizar es un proceso muy rico que comprende el gesto, la palabra, la comunidad, la celebración y la misión. Todo esto realizado, en forma personal y colectiva, para anunciar a los hombres de nuestro tiempo que es posible vivir como Jesús de Nazareth, y así ayudar a transformar desde sus raíces la cultura y las culturas de la humanidad, según el designio de Dios.

31. Durante estos años quisiéramos hacer un esfuerzo especial para que toda la vida de la Iglesia transparente en forma más clara la persona y el misterio de Jesucristo. Así tendrá su total sentido la vocación humana, ya que Jesús, en su vida, nos muestra cómo llegar a ser plenamente hombres e hijos de Dios. Al hacerla, estaremos viviendo con mayor autenticidad lo que significa ser Iglesia de Jesús. (Ver Puebla 166, 167, 169).

32. La Iglesia, que está animada por la fe escatológica, considera esta solicitud por el hombre, por su humanidad, por el futuro de los hombres sobre la tierra y, consiguientemente también, por la orientación de todo el desarrollo y del progreso, como un elemento esencial de su misión, indisolublemente unido con ella. Y encuentra el principio de esta solicitud en Jesucristo mismo, como atestiguan los Evangelios. Y, por esta razón, desea acrecentarla continuamente en El, redescubriendo la situación del hombre en el mundo contemporáneo, según los más importantes signos de nuestro tiempo (Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 15).

33. Este profundo desafío -al que el mismo Santo Padre nos ha instado- es lo que resumimos en el objetivo al decir que queremos anunciar la verdad sobre Cristo, la Iglesia y el hombre.

En la opción preferencial por los pobres

34. Al invitar a la Iglesia de Chile a renovar nuestra misión recordamos que el primer evangelizador ha sido y sigue siendo Nuestro Señor Jesucristo. Tanto en su propia misión en el pueblo de Israel, como en la que nos ha confiado al damos su Espíritu -ser sus testigos hasta los confines del mundo- El sigue siendo el protagonista principal de esta tarea. La Iglesia, entonces, está llamada a hacer lo que hace Jesús, a decir lo que dice Jesús y con el mismo estilo de Jesús.

35. Creemos que el hecho de que Jesús haya nacido, vivido y elegido a sus apóstoles preferentemente entre los más pobres no es un detalle accidental. Al contemplarlo clavado en la cruz, desnudo de todo poder, reconocemos en ese acontecimiento un signo constitutivo de la evangelización. Lo mismo pensamos de su dedicación preferencial por los pobres de su tiempo, entre quienes pasó haciendo el bien. (Ver Puebla 1142).

36. No se trata de consagrar una clase social, ya que el término pobres supera esa clasificación y se inscribe dentro de la opción por los débiles, los perseguidos, los marginados. Así lo ha expresado Su Santidad Juan Pablo II especialmente en sus discursos en Brasil.

37. Se trata simplemente de seguir con fidelidad el camino de Jesús. Y, por lo mismo, es un llamado a conversión para todos los cristianos para el logro de una identificación cada día más plena con Cristo pobre y con los pobres (Puebla

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1140)

38. La Iglesia nos señala una triple dimensión de la opción preferencial por los pobres:

a) El servicio a los pobres que es la medida privilegiada, aunque no excluyente de nuestro seguimiento de Cristo (Puebla 1145).

b) Mirar la vida desde la perspectiva de los pobres, por ser la más universal y la menos excluyente.

c) Un estilo de vida, el de las bienaventuranzas, que busca ser como Jesús: desprovisto de poder, confiado en manos de su Padre, entregado por amor a los hermanos. En el caso nuestro, reconociendo nuestra indigencia fundamental (Puebla 1148).

39. Entre nosotros, además, esta opción se hace más urgente por la realidad de extrema pobreza que existe en el país. Como Pastores no podemos ser indiferentes al sufrimiento y a la pobreza que a diario vemos en el ejercicio de nuestro ministerio pastoral. No seríamos Iglesia de Jesucristo si no nos preocupáramos de las privaciones y miserias que se sufren en sectores campesinos, en poblaciones marginales, entre una gran mayoría de jóvenes que ven incierto su presente y su futuro.

Esta realidad interpela seriamente nuestra conciencia de cristianos y adquiere... rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufriente s del Señor (Puebla 31).

40. Esto es lo que queremos decir cuando invitamos a hacer la opción preferencial por los pobres.

Formando personas...

41. Jesús, con su estilo de hombre pobre y desprovisto de poder temporal, tuvo un trato muy universal. Encontró tiempo para compartir con las muchedumbres. Se prodigó para sanar a los enfermos y acoger a los atribulados. Hubo días en que ni siquiera tenía tiempo para comer: ¡tan requerido estaba por los hombres de su tiempo Gracias a El muchas personas recobraron su vida, reencontraron a Dios y también su propia historia. En El encontraron acogida las más diversas personas: el centurión romano, el cobrador de impuestos, la mujer anónima que lo tocó en medio de la muchedumbre, un puñado de pobres pescadores. A muchos de ellos los conocemos por sus nombres y sus encuentros con Jesús han sido para nosotros muy motivadores: Nicodemo, Zaqueo, Simón el fariseo, María la de Magdala, la mujer adúltera y aquella del pozo de Siquem. Anás, Caifás, Herodes, Poncio Pilato. Muchos de estos nombres nos causan admiración, otros tristeza, porque no supieron o no pudieron acoger la Palabra de Jesús.

42. En medio de toda esta actividad traspasada de amor y de misericordia, no cabe duda que El dedicó un tiempo especial para formar a sus apóstoles, (los 12) y a sus discípulos (los 72).

43. Convivió íntimamente con los apóstoles y compartió con ellos las más ricas enseñanzas sobre el Reino de Dios. A ellos les explicaba sus parábolas, los corregía con cariño y les abría su corazón. En la medida de sus posibilidades, les fue revelando todo cuanto el Padre le había manifestado y, al final, no los dejó solos, les entregó a su Madre y el don de su Espíritu que les revelaría la verdad completa.

44. A los discípulos les fue enseñando que lo importante era seguido a El, dejando -si era preciso- casa, padre, madre y familia por amor al Reino de los cielos. No les ocultó los desafíos de seguir sus huellas y los preparó para enfrentar el tribunal y los rechazos. Los envió en misión y después se retiró con ellos a orar y descansar. A ellos también les ofreció su Espíritu para que no temieran cuando dieran razón de su esperanza y para que permanecieran unidos, viviendo en comunión, y siguieran anunciando la Buena Nueva a toda creatura.

45. A unos y otros los hizo amigos y enviados y les repetía una y otra vez que no temieran, puesto que el Padre encontraba agrado en entregarles su Reinado. Y todo esto lo hizo para que tuvieran vida en abundancia y experimentaran la felicidad completa.

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46. Nosotros, siguiendo las huellas del Maestro, queremos también tener esta preferencia. Por eso invitamos a la Iglesia de Chile a dedicar sus mejores desvelos para formar a hombres y mujeres, que sean hoy los apóstoles y discípulos de Jesús. No para abandonar a las muchedumbres. Al contrario: para que haya muchos más que puedan dedicarse, como Jesús, a servir a todo el pueblo y, en especial, a los más débiles y marginados.

47. Enumerar unos sectores no significa excluir otros. Simplemente queremos resaltar algunos que hoy nos parecen más necesarios, requeridos por la misión y por la historia.

48. Con este espíritu queremos insistir en la formación permanente de obispos, sacerdotes y diáconos para que animemos mejor la fe y la esperanza del pueblo que el Señor nos ha confiado. Apoyar a quienes son llamados a la vida religiosa, para que sus comunidades sean un adelanto del Reino y sus vidas entusiasmen a muchos con el deseo de ser santos. Queremos continuar mejorando la formación en Seminarios, Casas de estudio, Colegios y Universidades católicas, para que el amor a Dios y el servicio de los pobres sean prioridades efectivas en sus vidas. Necesitamos, con urgencia, seguir apoyando la formación de un laicado que dedique sus mejores energías para transformar esta historia según el modelo de hombre nuevo vivido y revelado por Jesús, con estilo propio.

49. La Iglesia ha crecido en vitalidad, en estos últimos años, en gran medida gracias a muchos jóvenes y adultos, hombres y mujeres, que han aceptado servir de diversas maneras en sus propias comunidades. Todos ellos catequistas, animadores y asesores juveniles, y de CEB, ministros de la palabra y de la Eucaristía, y tantos otros- no sólo merecen la gratitud de la Iglesia, sino también una preocupación especial de sus pastores, para que puedan realizar cada vez mejor el servicio que prestan.

50. Escuchando al Señor que habla en la Iglesia y en la historia, creemos que los apóstoles y discípulos que hoy necesitamos deben tener algunas características que estuvieron muy presentes en la vida y el ministerio de Jesús. Son rasgos que de una u otra manera van expresando la conversión permanente que Jesús pide a sus seguidores. Una conversión, que no deja de lado ninguno de los aspectos de la vida y que está sintetizada en la vivencia de las Bienaventuranzas, hasta hacer de toda nuestra existencia una ofrenda viviente a Dios, prefiriendo los criterios y sentimientos del Señor a los del mundo. (Ver Rom. 12,1-2).

Personas que asumiendo su cultura...

51. En palabras proféticas del Papa Pablo, la evangelización de la cultura, es decir, de los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, constituyen el objetivo de la misión evangelizadora (Ver Evangelii Nuntiandi 18 y 19).

52. Para todo esto requerimos de personas adecuadamente formadas para que, enraizadas en el Evangelio de Jesús, puedan contribuir a transformar, con la fuerza del Espíritu, todo aquello que sea incapaz de dar vida.

53. Para esto deseamos formar personas que amen la cultura de su pueblo; su manera de ser, de convivir, de organizarse; que como Jesús participen de sus fiestas, hablen su lenguaje y amen sus raíces. Que conozcan el alma de este pueblo y cultiven sus mejores tradiciones: religiosidad, hospitalidad, la solidaridad, la no violencia, la sencillez, el buen humor, el buen sentido. Este amor los llevará a discernir en su propia cultura todo lo que hay de genuino, de respetable, de justo y verdadero, y así podrán aportar una evangelización que-desde sus raíces- rescate y haga crecer todo aquello que esté en consonancia con el designio de Dios.

Personas que en este momento de nuestra historia...

54. Aspiramos a formar personas que participen como actores en la construcción de su propio destino. Que vivan este tiempo de la historia y no se asusten ante los desafíos que ella presente. Así como Jesús, que con sus gestos y palabras va transformando en acontecimiento del Reino los hechos cotidianos y los grandes sucesos de su pueblo; que vive en su carne la experiencia de ser profeta rechazado y hermano muy amado. Hombres y mujeres que, como Jesús, conversen la historia con el Padre, la transformen al ritmo del Espíritu y no eludan el conflicto que produce.

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55. Al hablar de nuestra historia queremos invitar a los cristianos y agentes de pastoral a asumir la herencia del pasado, el presente con toda su complejidad, a ser gestores del futuro y peregrinos del Reino definitivo (Puebla 3). Al hacerlo, seguramente vamos a tener que afrontar las tensiones y conflictos de diverso orden que caracterizan nuestra convivencia. A veces no será fácil. Pero es indispensable para anunciar la Buena Nueva en este tiempo providencial que nos toca vivir, sabiendo que Dios habla también a través de los acontecimientos.

Personas que, con renovado espíritu misionero

56. La Iglesia requiere personas marcadas por el espíritu misionero del Señor. Caminantes infatigables, testigos fieles, nunca totalmente satisfechos hasta anunciar la Buena Nueva a todos los hombres y a todos los confines de la tierra. Aspiramos a formar apóstoles y discípulos especialmente atentos a servir y acoger a los que están más lejos, o se sienten más distantes. Capaces de dar razón y compartir sus esperanzas con aquellos que no conocen a Jesús, ni a su Padre, ni la libertad que su Espíritu concede.

57. Estos son tiempos para reencontrarnos, buscar nuevos hermanos y construir unidos un mundo digno del hombre. En esa construcción se verá la verdad de nuestra vida y la consistencia de nuestros proyectos. Allí se hará amable el nombre de Jesús y el camino del discípulo; allí brillará la autoridad que confiere el servir y el respeto que produce la verdad vivida.

58. No se trata, de ninguna manera, de abandonar lo que hemos estado haciendo, sino de imprimirle una nueva vitalidad. Esto ayudará a construir una Iglesia más dinámica, caracterizada por su empuje evangelizador, que responde a la voluntad más íntima de Dios que quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad completa.

59. La formación de personas con renovado espíritu misionero, es también una urgencia derivada del diagnóstico pastoral que ha precedido la formulación de estas orientaciones. En efecto, hemos constatado que -en muchas comunidades, grupos cristianos y movimientos- se acentúa y se promueve más la acción intraeclesial que la inserción y presencia en los ambientes y organizaciones sociales de base. El mismo diagnóstico señala que no hemos asumido bien el anuncio del Evangelio en aquellos grupos para los cuales el actual modelo socio-político significa seguridad, progreso, bienestar, ni en aquéllos más marginados que no pueden acceder a los beneficios que ofrece esta sociedad.

60. Urgidos por el amor de Jesucristo sabemos que quién en su evangelización excluye a un solo hombre de su amor, no posee el espíritu de Cristo; por eso la acción apostólica tiene que abarcar a todos los hombres destinados a ser hijos de Dios (Puebla 205). En resumen, como ha dicho el Papa Pablo VI salvar al hombre, a todo el hombre, a todos los hombres,

Promuevan y celebren...

61. Queremos llegar a ser hombres y mujeres que con los pies muy puestos en la tierra en que viven, tengan sus raíces hundidas en la experiencia del amor, y su mirada puesta en el horizonte del Reino de Dios. Capaces de orar y celebrar siempre la presencia escondida de Dios, cada vez que El se haga encontradizo o que sus huellas lo revelen. Por eso, hombres y mujeres capaces de celebrar su fe en la Liturgia que va haciendo explícita y festiva la presencia del Dios -con- nosotros y del Padre que asume \'los quebrantos de su hijo, el hombre. Creyentes capaces de entusiasmarse ante .el Reino que se revela a los más pequeños y que no puedan reprimir la alabanza y la admiración ante la presencia de un Dios que no deja nada por compartir con la humanidad, ni siquiera su propio Espíritu.

62. Por eso, celebrar la fe implica una atención especial a las expresiones simbólicas de un pueblo, a su lenguaje y a la forma actual e histórica de percibir la salvación que el Señor está realizando en medio de los suyos.

63. Queremos dar especial relieve al hecho de celebrar la fe en la liturgia ya que ella es el momento privilegiado de comunión y participación para una evangelización que conduce a la liberación cristiana integral, auténtica (Puebla 895).

64. Además la Liturgia constituye la cima de la actividad de la Iglesia. En ella se expresa el misterio de la humanidad y la naturaleza auténtica de Cristo y de la Iglesia, y es ocasión de un reenvío de la comunidad a su misión evangelizadora.

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La liberación integral

65. La vida y el ministerio de Jesús culminan con la Resurrección. En la cruz El muere como servidor, y el Padre lo levanta de entre los muertos constituyéndolo como Señor. Jesús, es entonces, reconocido como Cristo, Ungido de Dios, Mesías Salvador. Y en este acontecimiento brilla la gran paradoja cristiana: el anuncio salvador de un Mesías crucificado.

66. Nuestro Mesías, Jesús, ha venido a salvar al mundo de la muerte y del pecado. A sanar las heridas y reconciliar lo que estaba dividido. A desatar al hombre esclavo y hacerlo gozar de la libertad plena. Y todo esto lo ha hecho asumiendo en su propia carne los dolores y quebrantos de la humanidad. Así nos ha enseñado que sólo se salva lo que es asumido.

67. Nada de esto es fruto de la casualidad. La muerte en el Calvario y la Resurrección de entre los muertos es el proyecto más querido de Dios: liberar a la humanidad de lo profundo de su tumba. Jesús asume libremente esta misión que el Padre le confiere, y así lo anuncia en los primeros días de su ministerio público.

68. El Espíritu del Señor está sobre mí,porque él me ha ungidopara que dé la buena noticia a los pobres.Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos,y la vista a los ciegos,para poner en libertad a los oprimidos,para proclamar el año de la gracia del Señor (Lc. 4, 18).

69. Los obispos invitamos a los cristianos, especialmente a los agentes pastorales, a asumir el ministerio de salvación y de liberación de Jesucristo en favor del pueblo de Chile. Esta es una condición indispensable para construir la Civilización del Amor.

70. A nadie escapa las heridas y rupturas que hay entre chilenos. Nadie tampoco desconoce las dificultades especiales que deben enfrentar los más pobres para vivir y, a veces, sobrevivir. Pocos pueden desconocer las dificultades que deben afrontar los jóvenes, tanto porque el futuro aparece más complejo y menos previsible, como porque las oportunidades de estudio y de trabajo no dan abasto para la demanda requerida.

71. Estamos viviendo tiempos difíciles, no por eso, menos providencial. En medio de muchos dolores va saliendo fortalecida la conciencia de la dignidad inviolable de la persona humana, del respeto integral de los deberes y derechos humanos, de que una sociedad que se mueve por motivaciones egoístas termina destruyéndose a sí misma. Con esto se va cumpliendo la ley pascual de la existencia, ya que, de los despojos de la muerte, resurge más fortalecida la vida y la esperanza.

72. Pero, todo esto no es mágico ni se hace de un día para otro. Por eso anhelamos, como Iglesia, estar al servicio de la liberación integral del pueblo de Chile. Por misión recibida del Señor estamos llamados a trabajar sin desmayo por ayudamos mutuamente a romper con las ataduras del pecado personal y social y a vivir la experiencia de libertad que es propia de los hijos de Dios.

73. Hablamos de liberación integral para que nadie entienda que queremos parcializar o reducir la salvación. En efecto, la salvación, lo mismo que el pecado se enraíza en el corazón del hombre y se manifiesta en sus relaciones personales, familiares y sociales, afecta también las creaciones del hombre e impregna las estructuras que se da la sociedad.

74. La conversión es por tanto, integral. Implica el cambio radical de manera de pensar, sentir y obrar, y alcanza también la transformación de las estructuras. A ello nos urge la Conferencia de Puebla y nos recuerda que las estructuras están llamadas, por su misma naturaleza, a contener el mal que nace en el corazón del hombre y que se manifiesta también en forma social y a servir de condiciones pedagógicas para una conversión interior en el plano de los valores (Puebla 438).

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75. Por estas razones la liberación integral también expresa una tarea que va unida a la centralidad de la evangelización: es decir, la defensa y promoción del conjunto de los derechos humanos, la denuncia evangélica de las situaciones de injusticia, el ponerle nombre a las realidades que desfiguran el rostro del hombre y lo apartan de su vocación original.

76. No es fácil este desafío, sobre todo en un ambiente que tiende a dividir a los chilenos entre buenos y malos, pobres y ricos, patriotas y antipatriotas, y que se esfuerza por dividir lo que Dios ha unido cuando separa la fe de la vida, la evangelización de la promoción humana, lo religioso de lo político lo económico de lo social. Pero precisamente por estas dificultades, el desafío se hace más urgente y más hermoso, ya que estas mismas dicotomías muestran lo profundo de la enfermedad que aqueja a nuestra convivencia.

77. Jesús también vivió su camino entre hondas contradicciones que lo condujeron hasta el patíbulo acusado por algunos de ser un revoltoso y por otros de pecados graves contra la religión. Es la paradoja del Mesías crucificado, el Hijo de Dios tratado de blasfemo, el hombre más libre llamado endemoniado. Sin embargo, para los que creen, es fuerza y sabiduría de Dios, un portento de Dios (1 Cor. 1,25) a quien alabamos y procuramos seguir.

Construir en Chile la civilización del Amor

78. Estas orientaciones que ofrecemos pretenden ayudar a concretar en Chile lo que Pablo VI proponía a toda la Iglesia, al término del Año Santo: la Civilización del Amor.

79. \'\'Y ahora, ¿qué se hace se preguntaba, entonces el Santo Padre y respondía. para nosotros se abre inmediatamente un período nuevo de intensa actividad religiosa y pastoral, para nosotros que queremos estar atentos, a los signos de los tiempos... la promoción de una nueva, más coherente y más activa vida cristiana la cual debería reflejarse, hasta públicamente, en una forma mejor de concebir y de llevar a término nuestra existencia colectiva, esa forma que ya ha tomado el título atrevido de civilización del amor

80. Civilización que consiste en el conjunto de condiciones morales, civiles, económicas, que permiten a la vida humana una posibilidad mejor de existencia, una racional plenitud, un feliz destino eterno .

81. Civilización cuyos grandes valores son: la solidaridad, la hermandad, la dignidad de la persona humana, la superación de toda discriminación o segregación, el servicio a la justicia, la firme voluntad de construir la paz .

82. Civilización que no es otra cosa que la vivencia de las Bienaventuranzas: aquellas palabras sembradas en medio de una sociedad basada en la fuerza, en el poder, en la riqueza, en la violencia, en el atropello, podían interpretarse como un programa de vileza y abulia indignas del hombre. Y, en cambio, eran la proclama de la nueva civilización del amor, que surgía sobre la base de valores mal vistos y despreciados por la inteligencia obtusa del hombre, inclinado sólo a la tierra; pero que en los designios amorosos de Dios eran instrumentos de redención, de liberación... algo que es utopía para los sabios de este mundo pero profecía para quienes viven en la verdad

83. Este es un desafío tanto más urgente cuanto que la sociedad actual está siendo estructurada en base a la competencia más que a la solidaridad, a la verticalidad más que a la corresponsabilidad. Una sociedad en que la ausencia de participación de todos en la gestión de su propio destino puede conducimos fatalmente a caminos de mayor violencia que la que ya hemos sufrido y atestiguamos.

84. De Jesús hemos aprendido que la persona humana crece verdaderamente sólo cuando camina y trabaja junto á otros. El comienza su actividad pública llamando a los apóstoles y a los discípulos y con ellos forma una comunidad de amistad, de oración y de misión. Y, por otra parte, nos revela que El no hace nada sino lo que el Padre le ha revelado, y lo hace en comunión con el Espíritu que lo conduce en todo su ministerio. De El hemos aprendido que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son corresponsables en la obra de creación y de salvación de la humanidad. Es una misión única la que ejercen y, sin embargo, cada uno de ellos participa de una manera original en esta obra común. Así también se nos ha revelado que el hombre no puede ser plenamente imagen de este Dios si no realiza sus proyectos con el mismo espíritu de participación.

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85. No es éste, entonces, un camino que pueda ser recorrido aisladamente. No es tampoco tarea para algunos. Es responsabilidad de toda la Iglesia en que a cada comunidad y a cada persona le tocará una participación según la vocación, el carisma o el ministerio que el Señor le haya conferido. Es una tarea en que se pone en juego nuestra comunión en la fe y en la caridad, y nuestra capacidad de participar en la misión del Señor Jesús.

CONTINÚA EN:Segunda Parte