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PATRICIA ACEVES PASTRANA Editora CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS Serie ESTUDIOS DE mSTORlA SOCIAL DE LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS NÚM. 4 RIHECQB

CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

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Page 1: CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

PATRICIA ACEVES PASTRANA

Editora

CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

Serie

ESTUDIOS DE mSTORlA SOCIAL DE LAS CIENCIAS

QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

NÚM. 4

RIHECQB

Page 2: CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Rector General Dr. José Luis Gázquez Mateos Secretario General Lic. Edmundo Jacobo Molina

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA XOCHIMILCO Rectora Dra. Patricia Aceves Pastrana Secretario Dr. Ernesto Soto Reyes Garmendia

COORDINACIÓN DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Coordinador Dr. Bernardo Navarro BeDÍtez

DIVISIÓN DE CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD Director M. en C. Norberto Manjarrez Álvarez

ISBN 970-654-328-7

© Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochirnilco

Primera edición: 1998

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochirnilco Calz. del Hueso 1100, col. Villa Quietud, 04960, México, D.F.

Impreso y hecho en México

Page 3: CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

ÍNDICE

Los AUTORES. ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

PRESENTACiÓN ................................................. 9

PRÓLOGO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 11

MATERIA MÉDICA Y FARMACIA EN EL SIGLO IX ÁRABE:

UN COMPOSITO DEL SABER ANTIGUO

Ana María Alfonso-Goldfarb ................................... 13

LA ZARZAPARRILLA

Carlos Viesca T ............................................. 21

EL TESORO DE EvoNYMVS

Maria Helena Roxo Beltran .................................... 37

EL DESARROLLO DE LOS CURSOS DE QUIMICA EN LA FRANCIA DEL SIGLO XVII

BernardJoly ................................................. 45

TERAPEUTICA QUiMICA y POLIFARMACIA EN PORTUGAL

LA CONTRIBUCiÓN DE JoAo CURVO SEMEDO (1635-1719) José Pedro SousaDias . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 67

EL CONTROL DEL PROTOMEDICATO SOBRE LA FARMACIA EN LA NUEVA ESPAÑA

Martha Eugenia Rodríguez. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 89

BIBLIOGRAFÍA MÉDICO-FARMACÉUTICA DEL SIGLO XVIIl NOVOHISPANO

Patricia Aceves Pastrana ...................................... 99

BIBLlOGRAFiA FARMACÉUTICA DURANTE EL SIGLO XVIII

EN LA AMERlCA HISPÁNICA

Alberto Saladino García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 121

Page 4: CONSTRUYENDO LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y BIOLÓGICAS

6 Í!\'DICE

ANTIGUAS NOTICIAS ACERCA DE MATERIA MEDICA Y RISA,

SEGÚN EL TRAITt DU RlS DE LAURENT JOUBERT

Vera Cecilia Machline . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 139

LAS TRIBULACIONES DE LOS FARMACÉUTICOS FRANCESES

EN LAS PERTURBACIONES DE LA REVOLUCIÓN QUíMICA

Anne-Claire Déré . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 149

ANÁLISIS y ESTUDIOS DE LAS AGUAS MIINERALES REALIZADOS

EN PORTUGAL A FINES DEL SIGLO XVIII

Márcia Helena Mendes Ferraz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 171

PRECARIEDAD MEDICA y CARIDAD CRISTIANA

PRÁCTICAS TERAPEUTICAS DE LOS RELIGIOSOS RIOPLATENSES

EN LA EPOCA COLONIAL

Celina A. Lértora Mendoza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 181

TEORÍA, PRÁCTICA Y POSICIÓN: HUMPHRY DAVY y THOMAS THOMSON

David Knight ................................... '. . . . . . . . .. 199

PABLO DE LA LLAVE, UN ILUSTRADO ENTRE DOS SIGLOS Y DOS MUNDOS

Ana María Huerta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 215

LA PRÁCTICA MEDICA Y FARMACÉUTICA EN PUEBLA EN LA PRIMERA MITAD

DEL SIGLO XIX. UNA PANORÁMICA A TRAVEs DE LOS INFORMES

DE GOBIERNO y DE LAS GUiAS DE VIAJEROS

Nydia E. Cruz Barrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

LAS RELACIONES ENTRE LA COMUNIDAD CIENTiFICA y EL PODER POLíTICO

EN MÉXICO EN EL SIGLO XIX, A TRAVEs DEL ESTUDIO DE LOS FARMACÉUTICOS

L1fZ Fernanda Azuela y Rafael Guevara Fefer ...................... 239

PERFECCIONAMIENTO E HIGIENE DE LA RAZA: LAS DEFINICIONES

DE LA EUGENESIA EN LOS TRABAJOS DE REN ATO KEHL

LuziaAurelia Castañeda . ..................................... 259

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LAs RELACIONES ENTRE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA

Y EL PODER POLíTICO EN MÉXIco EN EL SIGLO XIX,

A lRAVÉS DEL ESTUDIO DE LOS FARMACÉUTICOS

Luz FERNANDA AzUELA RAFAEL GUEVARA FEFER1

En el último tercio del siglo XIX los fannacéuticos mexicanos emprendie­ron una amplia campaña para alcanzar tres metas profesionales fundamen­

tales: la elaboración de la Farmacopea Nacional, el establecimiento de normas jurídicas para regular el ejercicio de su práctica y la creación de una escuela especial de fannacia. Tales metas, que conducirían a su consolidación profesio­nal, supusieron negociaciones con la autoridad política y enfrentamientos con el poderoso gremio de los médicos, que subordinaba la acción de los fannacéuti­cos desde su formación misma en la Escuela de Medicina.

La lucha de los fannacéuticos se desarrolló en un periodo en el que casi todas las disciplinas científicas que se practicaban en México vivieron un mo­mento de auge que se materializó en la multiplicación de sus publicaciones e intercambios con el extranjero, así como en sustanciales aportaciones al conoci­miento. El difícil trayecto que culmina en este periodo de esplendor, ha sido explicado tomando como eje la situación política del país en el proceso de consolidación del estado nacional que se verifica entre 1810 y 1867.' De mane­ra que el establecimiento de gobiernos fuertes en el último tercio del siglo,

1 Luz Femanda Azuela es miembro del personal académico del Instituto de Geografía de la UNAM y Rafael Guevara Fefer es becario de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

2 Véase Elías Trabulse, Historia de la ciencia en Mlxico: estudios y textos siglos XVI-XIX, México. FW

Conacyt, 1985, t. 1, pp.l70-175.

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240· Luz FERNANDA AzuELA, RAFAEL GUEVARA FEFER

habría garantizado un periodo de estabilidad que estimuló el desarrollo de la ciencia y la introducción de innovaciones tecnológicas.

Otros autores han destacado el papel que desempeñó el Estado a través de políticas gubernamentales que sostuvieron sus proyectos con la participación de la comunidad científica. 3 Como resultado de esta colaboración durante el último tercio del siglo, se creó una serie de establecimientos científicos dentro de la estructura gubernamental, en donde se realizaron tareas que favorecieron tanto el desarrollo económico del país, como el avance de la práctica científica.

También se ha hecho referencia a la labor de gestión de la comunidad cientí­fica ante el poder político, para lograr los indispensables apoyos materiales que sustentarian el desarrollo de su práctica a cambio de su colaboración con los proyectos gubernamentales" Sin embargo, hasta el momento no se han preci­sado los mecanismos que operaron en tal negociación.

Este trabajo tiene por objeto dar cuenta de tales mecanismos, tomando como ejemplo el empeño de los farmacéuticos por alcanzar su autonomía y consoli­dar su profesión. Como punto de partida expondremos los pormenores de la situación de los farmacéuticos dentro de la comunidad científica y el grupo gubernamental, enfatizando el papel que desempeñaron algunos personajes en la gestión de sus objetivos profesionales. Posteriormente estableceremos un marco explicativo que esclarecerá la naturaleza de la relación entre la comuni­dad científica y el poder político, y dará cuenta de los cambios que operaron en la organización de la ciencia mexicana a lo largo del periodo.

Los FARMACÉUTICOS MEXICANOS EN EL SIGLO XIX:

LOS PROYECTOS, LOS PROMOTORES Y LOS LOGROS'

Dentro del estrecho grupo social que constituía a la comunidad científica mexi­cana en la segunda mitad del siglo XIX, los farmacéuticos eran una minoría,

3 Véase Leonel Rodríguez, "Ciencia y Estado en México" y María Lozano Meza, "El Instituto Nacional de Geografía y Estadística y su sucesora la Comisión de Estadística Militar", en Juan José Saldaña (oo.), Los or(genes de la ciencia nacional, México, Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y l~ Tecnologfa/Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1992, pp. 141·234 .

• Véase Luz Femanda Azuela Bernal, Tres sociedades cientificas en el Potfiriato. Las disciplinas, las instituciones y las relaciones entre la ciencia y el poder. México, Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la TecnologíalUniversidad Tecnológica de Nezahua1cóyotl/Instituto de Geografía, UNAM, 1996; en particular el capítulo ''Las Sociedades científicas y los grupos de poder en el Porfrriato", pp. 135·150.

s Una versión preliminar de este apartado fue presentada por Rafael Guevara Fefer en la IV Reunión de la Red de Intercambios para la Historia y la Epistemología de las Ciencias Químicas y Biológicas. dentro del coloquio "Materia Médica, Terapéutica y Farmacia Intercontinental". realizado en Puebla, 17·19 de octubre de 1996.

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LAS RELACIONES ENTRE" LA COMUNIDAD CIENTÍFICA Y... • 241

cuyos lazos de articulación interna eran muy endebles y que externamente care­cían de reconocimiento social.

En un primer nivel de profundización, la situación de los profesores de far­macia -título que ostentaban docentes o no- se explicaba en virtud de que carecían de una organización gremial propia, además de que la importancia de sus actividades era desconocida para el público en general. En un segundo .nivel, se advertía -por voz de los propios farmacéuticos- que su formación dentro de la Escuela de Nacional Medicina era inadecuada, mientras que dentro del concierto de la comunidad intelectual, se le minusvaluaba frente a otras profesiones. Su ejercicio profesional-aunque regulado formalmente- sufría de la competencia desleal de los médicos y los yerberos, así como la de los botica­rios que ejercían sin ninguna preparación formal. Por otra parte, para la segun­da mitad del siglo XIX, el único producto de su saber profesional que podría haberles brindado cierto reconocimiento -la F annacopea Mexicana- se había convertido en una obra caduca e incompleta, que además escaseaba, por 10 que prácticamente nadie la consultaba.

Esta situación era producto directo de la propia historia del gremio, que contaba con escasos años de haberse conformado profesionalmente, pues la primera cátedra de farmacia databa apenas del invierno de 1834.6 Mientras que el primer intento de organización gremial-la Academia de farmacia, fundada en 1838- había desaparecido poco tiempo después de haber cumplido con el co­metido de elaborar la primera Fannacopea del país, que apareció en 1846.'

La cátedra de farmacia que ocupara el profesor don José Vargas, desde su fundación hasta su muerte el 17 de septiembre de 1875, fue desempeñada posteriormente por sus discípulos, quienes a su vez la heredaron a sus propios exalumnos. A la vuelta del siglo, la relación de los ocupantes de la cátedra de

6 El oficio de boticario en la Nueva España era controlado por el Re8.1 Tribunal del Protomedicato. dicha institución era la que permitía ejercer a los boticarios; también vigilaba, juzgaba y sancionaba a los expen­dios de los productos medicinales. Respecto de la farmacia en épocas ai:J.teriores, véase Patricia Aceves, Qufmica, botánica y farmacia en la Nueva España a finales del siglo XVIII. México. UAM, 1993. En Ana María Huerta J aramillo, El jardfn de Cal. Antonio de Cal y Bracho, la botánica y la ciencias de la salud en Puebla 1776-1883, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1996, 120 pp.; encontramos· una biografía científica que da cuenta de la botánica y la fannada en Puebla en los primeros años del siglo XIX, cuya pertinencia es rotunda dado el centralismo con que se realizan la mayoría de los trabajos profesionales de historia de las ciencias en nuestro país.

? El antecedente de este trabajo. fue el Ensayo para la materia médica mexicana de la Academia Médico-Quirúrgica de Puebla, publicado en 1832, que registraba muchas sustancias "conocidas y usadas por los indígenas y gente del campo o a' lo más observadas por algunos autores antiguos", véase José Joaquín Izquierdo, "Origins and Development ofMexican Phannacopea", en Bulletin ofThe History of Medicine, Baltimore, Universidad Johns Hopkins, núm. 1, vol. XXVI, enero-febrero de 1952, pp. 51-70.

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farmacia registraba los nombres de Leopoldo Río de la Loza, Rafael Martínez, José María Bustillos, Iguacio Baz, José Alegre, Auastasio Peñuri, Domingo Lasso, Gumesindo MeÍldoza, Alfonso Herrera, Donaciano Morales, los seño­res Chazari y Uribe y José Lasso de la Vega.'

La lista está encabezada por uno de los más destacados científicos del siglo XIX, quien se dedicó al estudio de la química y descolló por su esfuerzo en consolidar el gremio farmacéutico como detallaremos en seguida. También se incluyen los nombres de otros científicos de renombre como Alfonso Herrera, Gumesindo Mendoza y Donaciano Morales. Y en cambio es significativa la ausencia de Maximino Río de la Loza, hijo del Dr. Leopoldo, qnien al igual que su padre pasó a la historia como el mayor promotor de la profesionalización y consolidación del gremio farmacéutico en un tiempo distinto, el de la última década de la centuria.

Algunos de los integrantes de este grupo se distinguieron también por su participación en los proyectos de los diferentes -y con frecuencia antagónicos­gobiernos de la segunda mitad del siglo. Uno de ellos fue desde luego el médico y cirujano Leopoldo Río de la Loza, quien además de su desempeño docente, efectuó estudios sobre las aguas minerales mexicanas durante el Segundo Impe­rio; participó en la reforma a la instrucción pública en la restauración de la República y,fue profesor fundador de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y director de la Escuela Nacional de Agricultura durante los gobiernos liberales.

Su colega Alfonso Herrera, también se ligó con los grupos políticos liberales durante la Restauración y participó igualmente en la Comisión de Instrucción Pública. Sustituyó en la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria al médico y fIlósofo positivista Gabino Barreda, en donde continuó y consolidó los pro­yectos de su fundador.'

La cercanía de ambos personajes con los políticos en el poder, les permitió promoveriniciativas que fueron cruciales para la consolidación de la comunidad científica. De particular importancia fue su desempeño en la Comisión de Ins­trucción Pública que estableció la Escuela Nacional Preparatoria y reformó las escuelas profesionales, otorgándole un lugar privilegiado a la formación científi­ca. De igual trascendencia fue su participación en el grupo que pugnó por la creación de la Sociedad Mexicana de Historia Natural (SMHN), que en los años

8 Véase Manuel S. Soriano, "Discurso pronunciado la noche del 28 de diciembre del año de 1900", en La Fannacia, México, número 18, segunda época, junio de 1923. pp. 260-266; Y Antonio Iriarte y Rico, Evolución de lafannacia en Múico durante el primer siglo de nuestra independencia, México, Tipogra­fía de la viuda de F. D(az de León, 1911, 17 pp.

9 Véase Rafael Guevara Fefer. "El naturalista Alfonso Herrera Femández a través de su· obra, 1838-1901", tesis de licenciatura en historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1995,98 pp.

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LAS RELACIONES ENTRE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA Y... • 243

que siguieron llegó a convertirse en el eje del desarrollo de las ciencias naturales en México. lO La SMHN -fundada en 1868- tuvo como sede el Museo Nacional, en donde instaló su biblioteca y donó regularmente las colecciones que iba conformando. La riqueza acumulada por los socios enriqueció a tal grado la Sección de Historia Natural, que en 1910 llegó a constituirse en un museo; tanto por la gran cantidad de resultados de las investigaciones y exploraciones de los naturalistas como por el creciente poder que adquirieron dentro del Mu­seo los científicos interesados en la arqueología, antropología, filología y etno­logía.

Además del papel que desempeñó como miembro fundador de aquella socie­dad, Alfonso Herrera promovió la formación de nuevas asociaciones científi­cas, como la Sociedad Alzate que sucedería en importancia a la de Historia Natural en la última década del siglo. También aprovechó su cercanía con los políticos en el poder para impulsar proyectos de interés para el desarrollo de La Fannacia mexicana. En particular, le corresponde el mérito de haber propuesto en 1884 la investigación de la flora del valle de México con el objetivo de estudiar las plantas medicinales. Este último proyecto, que se vio frustrado por su distanciamiento de una fracción del grupo en el poder, fue el antecedente directo del Instituto Médico Nacional."

Por su parte, Gumesindo Mendoza destacó por sus estudios de análisis quí­mico, farmacología e historia natural. Como director del Museo Nacional,logró darle la "importancia científica que correspon,de a esta clase de institutos" ," en particular en la consolidación de la sección de arqueología e historia en donde, entre otras cosas, estableció la galería de monolitos prehispánicos y editó la

. Historia antigua de México del Padre Durán. Durante su gestión, los miem-bros de la SMHN hicieron pública, ante la Cámara de Diputados, la importancia del Museo en la vida cultural del país: "es el museo la historia viviente; es la voz de las generaciones que fueron; retrata la civilización y el carácter de las presen­tes y recoge cuidadoso las reliquias de las venideras". i3

Desde las posiciones oficiales que ocuparon, y a través de los órganos de difusión de los que dispusieron, y que con frecuencia fueron obra de su acción

10 Véase Luz Fernanda Azuela Bemal, op. cit., particularmente el capítulo "La restauración de la Repú­blica y la Sociedad Mexicana de Historia Natural". pp. 29-62.

11 Véase Luz Femanda Azuela Bemal. "El Instituto Médico Nacional como espacio de legitimación de la medicina mexicana tradicional", en Las ciencias qu{micas y biológicas en laformaci6n de un mundo nuevo.~éxico.U~,1995,pp.359-372.

12 Jesús Galindo y Villa, El Museo Nacional de Arqueolog{a. Historia y Etnología, México, Imprenta del Museo Nacional, 1922,p. 10.

13 ¡bid., p. 15

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244 • Luz FERNANDA AzUELA, RAFAEL GUEVARA FEPER

individual o colectiva, estos personajes desempeñaron un papel crucial en el proceso que nos ocupa: en 1867, dentro de la Comisión de Instrucción Pública colaboraron en el robustecimiento de la formación profesional del farmacéuti­co. Hasta entonces, el título de boticario se obtenía después de cursar durante dos años la cátedra de farmacia, y de practicar un tiempo equivalente en una oficina pública de farmacia. Las reformas dispusieron que para optar por el título de farmacéutico los aspirantes tendrían que cursar los mismos estudios preparatorios que los médicos en la ENP; aprobar los cursos de farmacia teóri­ca, análisis químico e historia de drogas; e igual que en el plan anterior, deberían practicar en una farmacia pública. La extensión de los estudios aumentó un año respecto al plan anterior. 14

Paralelamente, y ante la situación que guardaba la Fannacopea de 1846-en la que había participado como autor principal-, el Dr. Leopoldo Río de la Loza tomó cartas en el asunto. En el año de 1871 convocó en su casa a Alfonso Herrera, a los doctores Manuel Soriano, Luis Hidalgo Carpio, Lauro Jiménez y Francisco González, en donde les hizo saber que guardaba una cantidad de dinero, producto de la venta de la vieja Fannacopea, mismo que estaba dispo­níble para realizar una nueva edición.

Para llevar a buen término el proyecto, propuso la conformación de una nueva asociación de farmacia, para cuyo sostén solicitaría el apoyo económico del presidente Lerdo de Tejada. La Sociedad 'Mexicana de Farmacia tendría dos propósitos básicos: la elaboración de una nueva farmacopea mexicana y la ordenación y consolidación de la profesión de farmacéutico.

Leopoldo Río de la Loza obtuvo el apoyo del Presidente, a cambio de un porcentaje de los ejemplares de la farmacopea proyectada, propuesta que reve­ló las dotes de empresario que poseía. Sin embargo, cuando percibió la trascen­dencia de la nueva edición, el gobierno acordó no recuperar el porcentaje de ejemplares que le correspondía, y que fuera la propia Sociedad de Farmacia la que se ocupara de la distribución de la obra."

La Sociedad comisionó a Alfonso Herrera, José Lasso de la Vega y los doc­tores Agustín Andrade, Francisco González y Lauro M. Jirnénez para que se encargaran de coordinar los trabajos de las comisiones que se organízaron entre

14 Esta formación estaba encaminada a capacitarlos para preparar drogas, sintetizar sustancias, com­probar la calidad de los medicamentos, así como efectuar experimentos en busca de nuevas substancias terapéuticas. Los estudios de farmacia, durante el Porflriato, se ofrecían en catorce estados de la Repúbli­ca. Véase Francisco Flores y Troncoso, "La Fannacia", en Hisloria de la medicina en México desde la época de los indios hasta la presente, 2 vols., México. IMSS, 1982, cap. XLIV y MOada Bazant, Historia de la educación en el Poifin·aro. México, Colmex. 1993, pp. 230-238.

15 Véase Manuel S. Soriano, op. cit.

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LAS RELACIONES ENTRE LA COMUI\WAD CIENTÍFICA Y... • 245

sus miembros para llevar a cabo aquella empresa. Después de tres años se concluyeron los trabajos, y la Nuevafarmacopea mexicana se publicó en 1874.

La importante ausencia que subsanó quedó de manifiesto en la rápida circu­lación y aceptación que obtuvo en toda la república. La Nueva farmacopea se había convertido en el imprescindible manual para los boticarios y aprendices de farmacéuticos del país, mientras que internacionalmente alcanzaría un reco­nocimiento con un premio otorgado en Argentina enJ882.

Entretanto, la primera edición se había agotado, y en 1879 la Sociedad deci­dió realizar la segunda, que apareció tres años después con el mismo éxito. La Sociedad Farmacéutica de París la ca1ificó como "obra modelo en su clase", apreciación que se rubricó con un diploma" de honor en Chicago y con una medalla de plata en la Exposición Algodonera de Atlanta en 1896. La obra contenía algunas novedades de consideración, que reflejaban la comunidad de intereses de los farmacéuticos mexicanos con los del exterior. En particular, en lo relativo al rescate de los remedios tradicionales.

En este punto, los farmacéuticos mexicanos mantenían una actitud deferente y abierta que contrastaba fuertemente con la de algunos médicos que ca1ifica­ban a la terapéutica indígena de mera charlatanería. Los farmacéuticos pugua­ron por el estudio farmacológico de la herbolaria tradicional, misma que registraron en la Nueva farmacopea mexicana. Sin embargo, en la segunda edición sólo aparece la clasificación de las plantas, con la advertencia de que su indispensa­ble análisis químico y terapéutico requería de un esfuerzo mayor para obte­nerse.

Como indicamos, en esos años Alfonso Herrera pugnaba ante las autorida­des para que se áSignaran los recursos que pei:mitirían llevar a cabo este propó­sito, en lo concerniente a la flora del valle de México. Pese al fracaso de esta iniciativa, sus gestiones no fueron vanas. Prueba de ello fue la creación del Instituto Médico Nacional en 1888, con el objeto de registrar y analizar las plantas medicinales de la república. Y aunque los farmacéuticos habían perdido el control del proyecto, pues se decretó que el Instituto fuera dirigido por médi­cos titulados, en él se condujeron las investigaciones que propusieron en la

" Farmacopea para el estudio sistemático de la herbolaria mexicana. Entretanto, Herrera y otros aprovecharon la disposición que mostraron las

autoridades para elaborar la Farmacopea, y emprendieron una campaña para lograr que se corrigieran algunas de las anomalías que subsistían en los expendios de botica. La labor de negociación con las autoridades se había acompañado además, de una campaña de difusión de sus actividades, en la que se pugnó por el reconocimiento social y la consolidación profesional de los farmacéuticos. En 1873 solicitaron la mediación del presidente de la república para que se hicieran

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246· Luz F""'IANDA AzUELA. RAFAEL GUEVARA FEFER

efectivos los artículos 759 y 842 del Código Penal, relativos al ejercicio de La Farmacia. Denunciaron las irregularidades que persistían en las boticas, en las que carecían de responsable titulado y los medicamentos se preparaban sin método ni control algunos, poniendo en riesgo la salud pública. 16

En 1877, Alfonso Herrera publicó el artículo "La Farmacia y las boticas de México", en el que expuso los pormenores de esta situación y pidió la interven­ción de las autoridades para que resolvieran las irregularidades. Las afIrmacio­nes de Herrera fueron reveladoras:

... muchas boticas no [cuentan con] un profesor que las dirija, y la prepara­ción, elección, conservación y expendio de las medicinas se encuentra en manos de personas que no conocen ni siquiera la nomenclatura química, ni los rudimentos más elementales de la ciencia. [Esto ocasiona], como necesaria consecuencia, graves perjuicios a los enfermos que tienen la des­gracia de proveerse de medicinas en dichos establecimientos."

Además de la contundencia de los argumentos, la importancia de este texto radicó en el carácter del medio en el que se publicó -El Mundo Cientfjico­periódico dirigido a un público amplio, en el que aparecían noticias científIcas de interés práctico. Con ello, la petición concreta deHerrera, de turnar el asun­to al Consejo Superior de Salubridad para resolver el problema en defInitiva, rebasó las fronteras de la pequeña comunidad de los farmacéuticos, que por otra parte, carecían de un órgano de divulgación propio.

Sin embargo, las irregularidades persistieron, y los farmacéuticos continua­ron empeñados en su lucha por delimitar el ejercicio de su profesión, con la diferencia de que a partir de 188410 harían en su propio terreno. En esas fechas empezó a circular La Farmacia, órgano difusor de la Sociedad Farmacéutica, que era además la primera publicación periódica especializada de la profesión.

La Farmacia se publicó mensualmente en cuadernillos de 16 páginas en cuarto menor, divididos en cuatro secciones: La primera estaba integrada por artículos de la especialidad escritos por los socios. La segunda contenía textos dedicados a la difusión de las actividades del farmacéutico profesional, con el objetivo de revalorar su papel ante los ojos de la sociedad. La tercera difundía

16 Véase Maximino Río de la Loza, "De a1gunas dificultades en el despacho farmacéutico y de la necesidad del mejoramiento de dicha facultad". en La Farmacia, México, ndm. 2, t.1, 15 de marzo 1890; y T. Cervantes, "La profesión farmacéutica", en La Farmacia, México, núm. 5, t. 1, segunda época, 15 de diciembre de 1917.

17 Alfonso Herrera, "La farmacia y las boticas en México", en El Mundo Cientffico. México, núm.!, t. 1, junio de 1877, p. 4.

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LAS RELACIONES ENTRE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA Y .. , • 247

los remedios novedosos y explicaba los nuevos procedimientos para efectuar preparaciones; comunicaba los contenidos y los resultados de las tesis presenta­das por los estudiantes y divulgaba conocimientos prácticos de interés general, así como asuntos relacionados con la ordenación legal del ejercicio del farma­céutico. La última daba a conocer noticias de interés laboral y comercial y era un foro para las comunicaciones libres. l'

La circulación de La Farmacia hizo pública la lucha del gremio por salir de su atraso y ocupar un lugar digno dentro de la comunidad científica y profesio­nal del país. Un artículo que resume las preocupaciones de los farmacéuticos por consolidar su profesión, fue publicado por Maximino Río de la Loza -hijo del imprescindible promotor de La Farmacia- en marzo de 1889.

Bajo el título "De algunas dificultades en el despacho farmacéutico y de la necesidad del mejoramiento de esta facultad", Maximino Río de la Loza expuso un diagnóstico de los servicios que prestaban los profesores de farmacia, así como de las irregularidades que se presentaban en las boticas. Entre las solucio­nes que propuso, destacó su llamado al gobierno, a los médicos y al público, para que colaboraran con su gremio en el mejoramiento de su ejercicio, así como su explicación sobre la importancia de establecer una escuela especial de farmacia. Sus conclusiones más sobresalientes fueron:

1. La medicina y La Farmacia tienen que estar unidas por relaciones reCÍ­procas para el mejor desempeño de ambas profesiones.

2. Para el mejoramiento del profesorado farmacéutico es conveniente la erección de una escuela especial de farmacia.

3. Es necesario que la autoridad competente reglamente de toda preferencia los establecimientos de boticas y demás condiciones necesarias para el buen servicio de ellas.

4. Para honra de la profesión, todos los farmacéuticos al desempeñar aque­lla, deben llenar las condiciones que exige el profesorado. 19

Para enfatizar las conclusiones de Maximino Río de la Loza, la revista reeditó posteriormente artículos del mismo tenor que referían la situación de La Far­macia en España y Argentina.20 Con ello, los farmacéuticos mostraron la vincu­lación de su lucha con los esfuerzos que se efectuaban en un movimiento

18 La Farmacia, México, núm.!, 1. 1, 15 de febrero de 1890. 19 Maximino Río de la Loza, "De algunas dificultades en el despacho farmacéutico y de la necesidad del

mejoramiento de dicha facultad", en La Farmacia, México. núm. 2. t. 1, 15 de marzo de 1890. 20 Véase La Farmacia, 15 de septiembre de 1893 y 15 dejulio de 1894.

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internacional, para alcanzar el reconocimiento por la vía del desarrollo profesio­nal del gremio.

Al mismo tiempo, continuaron exhibiendo, durante toda la existencia de La Far­macia,las irregularidades que existían en el ejercicio profesional y en la práctica cotidiana. Los profesores de farmacia se refirieron a la competencia desleal que sufrían por parte de los médicos que fabricaban sus propias medicinas, así como la de los yerberos y curanderos que las ofrecían en la vía pública y en los mercados. Denunciaron la existencia de expendios ilegales de medicamentos y se refIrieron al avance de la industria química moderna que hacía urgente una sólida formación farmacéutica para que los farmacéuticos mexicanos no queda­sen al margen de las novedades de las ciencias químicas. AfIrmaron que las droguerías y las boticas, por su parte, no cumplían con la obligación de tener un farmacéutico titulado que se responsabi1izara de la pureza, la certifIcación y las dosis de los medicamentos que adquiría el público.

En su afán por resolver estas anomalías, los propios farmacéuticos presenta­ron algunas iniciativas que podían operar en tanto las autoridades tomaban medidas más enérgicas.2 ! Una de ellas fue expuesta en 1894 por Maximino Río de la Loza, quien sugirió que las boticas exhibieran algún distintivo que demos­trara la capacidad profesional de su responsable. A su juicio, éste podría ser:

... un gran escudo de forma y condiciones adecuadas, en donde se expre­se la escuela a que pertenece el farmacéutico, recabando de la autoridad permiso para usarlo únicamente los que tengan título de escuela ofIcial. Este distintivo, que debería colocarse en la fachada de las boticas u otro lugar visible, haría conocer al verdadero profesor del que no lo es. El uso del escudo será una garantía para el público, los profesores que lo usen serán preferidos y mejor pagados en los casos de responsivas, porque darán crédito a los establecimientos.22

La propuesta de Río de la Loza es reveladora por dos cuestiones: por un lado, muestra que en la última década del siglo, los farmacéuticos esperaban haber alcanzado un mínimo de reconocimiento social, gracias a la labor de promoción que habían emprendido desde la fundación de su Sociedad, así como en virtud del éxito de su Farmacopea. Pero, por otro lado, revela que la efectividad de

21 Respecto a la defensa de la profesionalización de su quehacer, se enfrentaron a enonnes dificultades para evitar que en las boticas ejercieran personas sin título. debido a que para practicar el oficio bastaba con el permiso de los gobiernos estatales.

22 MaximinoRfo de la Loza. "Intereses profesionales", en lA Farmacia, núm. 7. 1. m, 15 de enero de 1894.

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LAS RELAaOi\'ES ENTRE LA COMUNIDAD CIENTíFICA Y... • 249

sus gestiones ante el gobierno no habría crecido proporcionalmente en el tiem­po transcurrido.

Este último hecho se hacía patente en la tibia respuesta que tuvieron ante la demanda de atender la falta de vigilancia y regulación de las boticas -que se resolvió a cuentagotas- así como la indiferencia que enfrentó su petición de establecer la escuela especial de farmacia.

Respecto a sus gestiones ante las autoridades, fueron relativamente exitosas y se concentraron en la Farmacopea: en 1883 el gobierno reconoció lanecesi­dad de crear una Farmacopea nacional, que funcionaría como texto oficial para sistematizar canónicamente la preparación de medicamentos. Entretanto, la Farmacopea editada por la Sociedad en 1884 fue declarada legal, y la tercera edición de 1896 llevó impresa en la portada la declaración de uso obligatorio. 23

En cambio, quedó pendiente el establecimiento de la Escuela de farmacia, que elevárÍa el nivel y las condiciones de su formación profesional, al tiempo que resolvería dé un plumazo la pugna entre el gremio de los farmacéuticos y el de los médicos, por lo menos en el rnvel formal.

En compensación, el gobierno federal hizo algunas concesiones que reditua­ron en la consolidación de la Sociedad Farmacéutica: el 22 de febrero de 1891, un año después de publicado el primer número de La Farmacia, el presidente de la Sociedad, Maximiho Río de la Loza, pidió al secretarío de Justicia e Instrucción Pública, que se subvencionara su publicación. Argumentaba que la Sociedad tenía veinte años de labor y había conseguido editar dos F annaco­peas y publicar la revista. En respuesta, el 8 de' agosto del mismo año, se le comunicó que el presidente de la república había autorizado suministrarle 40 pesos mensuales para el fomento del periódico La Farmacia. Sin embargo, este apoyo menguaría paulatinamente: para el año de 1892 el gobierno lo había reducido a $35 mensuales; entre 1893 y 1896la Sociedad recibió $30 mensua­les y de 1897 a 1906 sólo obtuvo $25 mensuales.24

El significado que tuvo la raquítica subvención para consolidar a la asocia­ción en la última década del siglo XIX puede valorarse en los siguientes hechos: El 2 de enero de 1894 sé fundó una biblioteca especializada y un archivo en la casa del socio Lasso de la Vega. Se expresó también, en este evento, el propósi­to de establecer un gabinete químico farmacéutico para los trabajos prácticos de los socios.

23 José Joaquín lzquierdó, op. cit. 24 AGN, fondo D.F., s·eccióri de Instrucción Pública, caja 237, exps. 25, 45, 5, n, "Revalidación de

subvención a Maximino Río de la Loza para la publicación de La Fannacia".

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La biblioteca de la Sociedad contaba en su acervo con algunas farmacopeas publicadas en el exterior, como la española, remitida por don Crecencio Vives, la portuguesa enviada por la Sociedad Farmacéutica Lusitana; la francesa dona­da por la Escuela Superior de Farmacia de París y la de los Estados Unidos, regalo deLseñor Carlos Rice.25 Su catálogo registraba las publicaciones de otras asociaciones científicas locales y del extranjero, denotando la intensidad de los intercambios de la Sociedad con la comunidad científica en su conjunto.'· La aceptación de La Farmacia en el extranjero, por su parte, podía valorarse a partir de la inserción de algunos de los trabajos mexicanos en las publicaciones foráneas. Con ello quedaba claro que la Sociedad Mexicana de Farmacia se había integrado a la práctica farmacéutica internacional a través de una red de intercambios y actividades de colaboración.

En estos mismos años, las investigaciones del Instituto Médico Nacional habían rendido ya sus primeros.frutos: estaban publicadas dos obras sobre la Materia Médica Mexicana,27 y se continuaba avanzando en el estudio de los remedios tradicionales. El Laboratorio de Química Analítica del IMN se había transformado en el primer espacio institucional en el que se efectuaba una práctica farmacéutica experimental y sistemática, encaminada a desarrollar me­dicamentos nacionales.

Sin embargo, todas las propuestas e iniciativas para fortalecer la formación profesional de los farmacéuticos se habían topado con una condescendiente indiferencia por parte de las autoridades. La fuerza persuasiva del gremio para obtener los apoyos que requería en la consecución de las tres metas que se planteara, parecía haber declinado con el mismo ritmo que habían aumentado sus lazos de articulación interna. La capacidad de Maximino Rio de la Loza para inclinar a las autoridades en favor de sus propuestas, era a todas luces inferior a la que había tenido su padte veinte años atrás.

De hecho, la fundación de la.escuela ex profeso para preparar al profesional de La Farmacia, tuvo que esperar la caída del régimen de Porfirio Díaz para materializarse: Entretanto, se agotaría incluso el escaso apoyo que había alcan­zado Maximino Rio de la Loza para sostener el desarrollo del gremio.

2S Maximino Río de la Loza, "Informe", en La Farmacia, núm. 7, t. m, 15 de enero de 1894. 26 Se registraban 8 colecciones de revistas mexicanas, 3 norteamericanas, 5 argentinas, 2 chilenas, 3

peruanas, 1 guatema1teca, 2 uruguayas, 4 portuguesas, 3 españolas. 1 francesa, 3 belgas, 3 inglesas y 2 italianas.

Z1 La primera parte de los DaJos para la Materia Médica MexiclUUJ apareció en 1894. Los siguientes tomos aparecieron en 1898 y 1900. La rapidez con la que rindió estos frutos se explica en virtud de los adelantos que habían realizado farmacéuticos y naturalistas. que aparecieron principalmente en LA Gaceta Médica de México y en fA Naturaleza, periódico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, véase Luz Femanda Azuela, "El Instituto Médico ... ", op. cit., p. 366.

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En efecto, después del estallido del proceso revolucionario, la Sociedad Far­macéutica fue expulsada de la sede que se le había otorgado en la Escuela de Altos Estudios. Intervino entonces Alfonso Luis Herrera·-hijo del promotor del gremio en el siglo anterior-, quien había participado en la restructuración de las instituciones científicas del viejo régimen. Herrera dirigía el Departamento de Ciencias Biológicas, en el que se habían fundido los establecimientos de la especialidad, entre los que destacaba el Instituto Médico Nacional. Cuando se le informó del riesgo que corría la Sociedad de Farmacia, a raíz de su expulsión de la uuiversidad, no dudó en abrirle un espacio en la institución que tenía a su cargo.

Desde la posición que ocupaba dentro de los nuevos grupos de poder, Alfon­so Luis Herrera le dio continuidad a los proyectos del gremio. Sostuvo la reor­denación de la Sociedad de Farmacia e impulsó los trabajos de una nueva edición de la Farmacopea a finales de la 'segunda década del presente siglo,28 época en la que se estableció por fin la Escuela Nacional de Ciencias Químicas y Farmacia, 'escuela que' inicialmente nace con el objeto de desarrollar la indus­tria química en nuestro país'y que mudaría su condición para convertirse en la Facultad de Química de la UNAM. Fue así que hasta 1918, la formación del farmacéutico se independizó de la Escuela Nacional de Medicina y el nuevo profesiouista dejó de ser un apéndice anómalo del profesional de la medicina,

Un año antes de que esto ocurriera, la percepción de los farmacéuticos en relación con las dificultades que habían enfrentado para la consecución de sus metas era francamente pesimista. En un escrito publicado en 1917, fecha en que se restableció la Sociedad y reapareció La Farmacia, el autor se pregunta­ba: "¿Y los farmacéuticos mexicanos'qué han hecho?" A lo que respondía con franco desaliento: "en primer lugar, el milagro de vivir".z9

Una mirada retrospectiva dirigida al proceso que hemos descrito, pone de mauifiesto el papel que desempeñaron ciertos profesores de farmacia como intermediarios ante el Estado, para lograr hacer coincidir los intereses de su gremio con los del proyecto político nacional, Ejemplo de ello fueron Leopoldo Río de la Loza y Alfonso Herrera, quienes por su cercanía al poder estatal

28 La Farmacopea nacional que promovió Herrera apareció en 1930. 29 En cuanto a sus aportaciones científicas, "el texto registraba las siguientes: Leopoldo Río de la Loza

descubrió una planta indígena llamada Pipitzahoac, que resultó un ácido purgante, suave, seguro y sin sabor, que era superior, por sus cualidades, a todos los conocidos. Lasso de la Vega encontró otra planta indígena, la Beconia, con un alcaloide de propiedades parecidas a la-cocaína. Alfonso Herrera preparó extractos por congelación, procedimiento que tenía la inmensa ventaja de no alterar las propiedades de las sustancias activas. El autor concluía que, lamentablemente, estos logros habían permanecido como curiosi­dades científicas, pues no se habían explotado industrialmente, véase T. Cervantes, "La profesión farmacéu­tica", en La Farmacia, núm. 5, 1. l, segunda época. 15 de diciembre de 1917, p. 91.

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lograron su apoyo para echar a andar los proyectos de la Sociedad de Farmacia en los años setenta, Después de sus decesos, sus hijos desempeñaron sucesiva­mente el mismo papel. Maximino Río de la Loza, con menor presencia en el gobierno que su padre, logró menos resultados, mientras que Alfonso L. Herre­ra, en la recomposición de los grupos de poder posrevolucionarios, consiguió restablecer la continuidad del proyecto de sus mayores. De ahí que proceda la explicación de los mecanismos que operaron en la negociación de la comunidad científica para lograr el apoyo del poder político en la consecución de sus metas.

LA COMUNIDAD CIENTíFICA Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CIENCIA

EN EL SIGLO XIX MEXICANO. UNA INTERPRETACIÓN POLITICA30

Desde la convocatoria de Iturbide de 1822, en la que exhorta "a los sabios a presentar sus 'luces' para asegurar un camino certero", en la conducción del país,31 hasta la integración del "estado mayor intelectual"" que materializó las metas de "orden y progreso" durante el gobierno de Díaz al fmalizar el siglo, es posible constatar la intensidad de los vínculos que rigieron la relación entre la comunidad científica y las élites en el poder.

La apretada red que conformaron fincaba sus raíces en la estructura misma de la sociedad de la época, de cuyos estratos medio y alto provenía una clase política tan magra como la casta intelectual, aunque no compartían la misma fuente ideológica. De ahí que a lo largo del fragoroso siglo XIX fuera una cons­tante la participación de la última en las arduas tareas de organizar y gobernar la joven nación en los intermitentes lapsos que les dejaban los incendios de la guerra. Fue en estos entretelones en los que se fraguaron los numerosos pro­yectos gubernamentales de higiene, exploración, registro y cartografía del país en los que intervinieron. Todo ello, mientras que en relativa autonomía del aparato estatal se organizaban en sociedades científicas y literarias, la mayor

JO Una versión preliminar de este apartado fue presentada por Luz Fernanda Azuela Bernal en la IV Reunión de la Red de Intercambios para la Historia y la Epistemología de las Ciencias QuImic¿tS y Biológi­cas dentro del coloquio "Materia Médica. Terapeútica y Farmacia Intercontinental", realizado en Puebla, 17-19 de octubre de 1996.

31 Leonel Rodríguez, op. cit., p. 143. n La frase completa de D. Luis González explica: ''Díaz, para imponer su anhelo de 'poca política y

mucha administración', necesitaba de un 'estado mayor intelectual' ", que no podía constituir con el grupo de sus amigos y coetáneos tan broncos, torpes, escasos, heterogéneos y bastante desnudos de experiencia polftico·administrativa, y para colmo, con tendencias disgregatorias." Véase Luis González y González, lA ronda de las generaciones, México. Consejo Nacional de Fomento Educativo, 1984, p. 45.

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parte de las cuales corrió la misma suerte que los efímeros gobiernos de la república: fueron de corto alcance y de menor vida.

Sorprendentemente, ciertos grupos y algunos proyectos parecieron flotar por encima de la discordia ideológica, dando una apariencia de continuidad y hasta de progreso. Algunos incluso alcanzaron el fin de siglo con tal vigor y fortaleza, que lograron cimentar instituciones en donde se comenzaron a materializar objeti­vos y metas de carácter estrictamente científico.

Para explicar el selectivo éxito que alcanzaron las iniciativas de los hombres de ciencia, es preciso analizar los caracteres que definieron la relación del poder político con la comunidad científica, en tanto que organización social, y estable­cer los mecanismos que operaron en las diferentes etapas de su consolidación. En este sentido, nuestra argumentación se basará en el análisis del orden político que predominó sobre la vida social de México en el siglo XIX. 33

Como punto de partida habría que recordar que tras del derrumbe del siste­ma colonial, México atravesó por un largo y lento proceso de descomposición de las anteriores estructuras dominantes. Todo el aparato legal, burocrático y político que aseguraba la obediencia a la monarquía había quedado sin funda­mento. En su lugar quedó una' confusa trama de leyes viejas y nuevas, de antiguas ordenanzas y reglamentos que hacían del Estado una presencia extraña e ineficaz, que algunos intelectuales y políticos intentaron mantener y perfec­cionar. Encima de todo ello, pesaba una profunda crisis económica.34

Sin embargo, señala Fernando Escalante, "frente a esta confusa imagen del caos y de la anarquía, subsistió un orden informal, cuya autoridad no dependía de un vínculo genérico con el Estado. El orden arraigaba en sistemas de lealta­des particulares: comunitarias, corporativas, señoriales, patrimoniales, cliente­listas." El Estado no podía imponer la legalidad formal sobre las múltiples organizaciones regionales.y corporativas porque no tenía un dominio efectivo. y tampoco tenía la capacidad de integrar a sus incipientes proyectos a los grupos capacitados para llevarlos a efecto, porque carecía de la estru.ctura insti­tucional que los podría encauzar.

Debía negociar en cada caso, continúa Escalante, "con redes de intermedia­rios que ostentaban una representación, si no legal, más sólida que las institu­ciones formales. Estos, apoyados en su capacidad de gestión de los intereses

33 Basaremos nuestra argumentación en el análisis que efectuó Fernando Escalante en sus Ciudadanos imaginarios, por lo que haremos frecuentes referencias a su texto, véase Fernando Escalante Gonza1bo, Ciudadanos imaginarios. Memorinl de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana. Tratado de moral pública, México, El Colegio de México, 1992,308 pp.

34 Pablo Escalante, op. cit., pp. 287-291.

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particulares de una localidad, una región [un gremio profesional], conseguían votos [y] soldados; créditos y manifiestos [habilidades y saberes]; porque a cambio podían ofrecer privilegios, seguridad, empleos y dinero."35

En el caso de la comunidad intelectual las necesidades eran particularmente agudas: las instituciones científicas ilustradas se encontraban en el abandono; las publicaciones periódicas habían desaparecido; las escuelas se habían desor­ganizado y los profesores padecían todas las carencias.

Recíprocamente, la organización del nuevo Estado exigía la conformación de un orden racional, así como de la ejecución de una serie de tareas en las que se hacían imprescindibles las luces de los letrados. Parecía claro que para el dominio efectivo de la nueva nación, el poder político debía sustentarse en ciertos tipos especializados de conocimiento, que constituyeron el capital de los intercambios entre los intelectuales y el poder.

De esta manera desde los primeros años, se observa la integración de los primeros dentro de las élites gobernantes, constituyéndose en los intérmediarios que gestionarían los intereses de la comunidad que representaban. A cambio de su colaboración, los intelectuales recibieron el relativo apoyo a sus instituciones educativas y su eventual inclusión en alguno de los proyectos gubernamentales, asegurándose un sueldo.

Los intermediarios de la comunidad científica fueron de los más variados orígenes, ideologías y profesiones: desde el ilustrado conservador conde de la Cortina, pasando por el acérrimo liberal y naturalista Alfonso Herrera; el ambi­va�ente químico Río de la Loza; hasta el militar tuxtepecano Carlos Pacheco, que apenas con educación elemental, mantuvo desde su ministerio las más fuertes ligas con los científicos que registra la historia.

En común, los intermediarios tenían una posición privilegiada desde donde suavizaron la áspera relación entre la autoridad formal y las diferentes agrupa­ciones intelectuales. Su intervención facilitó su integración a los proyectos gu­bernamentales -inventarios de recursos naturales y cartografía, por ejemplo- al tiempo que se mantuvieron a raya las pugnas ideológicas de los propios letra­dos. En una palabra, su presencia permitió equilibrar las exigencias de raciona­lización para el establecimiento del orden con las necesidades del control político.

Los elementos del intercambio eran poco complejos, y los beneficios suma­mente apetecibles: el Estado abastecía a los intermediarios de dinero y de privi­legios; de puestos, empleos y hasta de instituciones especiales para los miembros de su red. Además, el Estado hacía posible solucionar los conflictos entre los

3S Ibidem.

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grupos y los líderes, reconociendo fonnalmente el mando de unos u otros; o protegiendo los intereses de una agrupación o de su rival.

En el caso de la comunidad científica, los intennediarios garantizaron la supervivencia de sus organizaciones corporativas y gremiales, aun en el tránsito de gobiernos de marcada oposición ideológica -como ocurrió con la Sociedad de Geografía y Estadística aún después de su escandalosa colaboración con el Imperio de Maximiliano.36 Aprovecharon su inserción en la estructma guberna­mental para promover sus intereses profesionales, en exclusión de otros -como fue el caso de los médicos que relegaron de la estructura del Instituto Médico Nacional a los farmacéuticos y naturalistas que habían diseñado sus objetivos y justificación.37

Al mismo tiempo, mediante estrategias de refmada transparencia, las diver­sas fracciones dentro el gobierno se beneficiaron mediante el apoyo selectivo a las diferentes capillas intelectuales: pudieron anular la fuerza de sus antagonis­tas ideológicos -como ocurrió con la restructmación de la Sociedad de Geogra­fía al derrumbe del ImperiG-; apoyaron el ascenso de sus simpatizantes al propiciar la fundación de nuevas corporaciones -como fue el caso de la de Historia Natmal en el mismoperiodG-; y lograron moderar la pujanza de aquellas que cobraban una preponderancia desmedida, a través de la creación de otras -como sucedió al fundarse la Sociedad Alzate para atemperar la jnfluencia de los aliados de Pacheco en el momento de ascenso del grupo político rival. 38

En este sentido, el discriminado apoyo que recibieron las agrupaciones se explica en términos de la amplitud y la fuerza de los recursos del intennediario, es decir de la extensión de su red de conexiones sociales y de su.acceso a las diferentes posiciones de la jerarquía gubernamental. Pues como explica Lom­nitz, los intercambios "se basan en factores cultmales tales como [la]/ea/tatl y [la] confianza, condicionados porla posición relativa de los [intennediarios] en la estructura de poder"."

De esta manera, concluye Escalante, "el orden que se estableció [en el siglo XIX], descansaba sobre la eficaz gestión de la desigualdad, sobre las transaccio­nescon los intennediarios y sus redes". Se aceptaba el uso de las instituciones

36 Véase Luz Femanda Azuela, "La institucionalización de las ciencias en México durante el Porfuia­to", en María Luisa Rodríguez-Sala, Tres etapas del desarrollo de la cultura cient(¡¡co-tecnológica en México, México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, 1996, pp. 73-85.

37 Véase Luz Femanda Azuela, "El Instituto Médico Nacional ... ", op. cit. 38 Para un estudio detallado de estas tres sociedades en su relación con el poder político, veáse Luz

Fernanda Azuela, Tres sociedades cientificas en el Porfiriato ... , op. cit. 39 Larissa Adler Lomnitz, 1994, Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de antropología latinoame­

ricana. México, FLAcsolMiguel Ángel Pomía, p. 225.

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públicas para fines personales y gremiales porque no había otra posibilidad, y porque eso pennitía la consecución de los objetivos del Estado y de los diferen­tes grupos.

Aunque esto fue más acusado durante los años de inestabilidad política, aún gobiernos' fuertes como los de Juárez y Díaz recurrieron a la transacción entre las redes para consolidar su dominio. Los resultados de estas transacciones fueron significativamente beneficiosos para la comunidad científica pues a par­tir de la constitución de la Sociedad de Historia Natural y la revitalización del Museo Nacional en 1868, se inicia el proceso de consolidación de la ciencia' mexicana -en especial en lo relativo a la práctica naturalista.

Para ilustrar esta afirmación nos limitaremos a dar un par de ejemplos: el primero concierne a la productividad científica del último cuarto del siglo XIX,

que medida a través del análisis bibliométrico de sólo tres sociedades, registra un incremento del 250 por ciento.4O

El segundo seTefiere a la creación de establecimientos científicos entre 1876 y 1910. En este caso, tal como lo hemos señalado en otros trabajos, el periodo registra el establecimiento de casi una veintena de instituciones que sustentaron el desarrollo científico: Desde escuelas de educación' superior, bibliotecas y museos; pasando por las usuales comisiones de exploración, registro y cartogra­fía, hasta la constitución de institutos de investigación exPerimental dotados con instalaciones especiales."

En los casos analizados para el estudio del proceso de institucionalización de la ciencia, fue posible concluir que en ningún momento desempeñaron un papel substancial ni los argumentos de carácter científico, ni la utilidad práctica que podría obtenerse con la puesta en marcha de alguna institución. Se trató de meras transacciones entre los alternativos intermediarios, en las que estuvieron en juego las alianzas, las retribuciones y la distribuCión del poder entre las diferentes redes.42

Igual ocurrió en la consecución de las metas que se plantearon los farmacéu­ticos: las nuevas ediciones de la Farmacopea dependieron de los apoyos que consigUió Leopoldo Río de la Loza; el proyecto de estudiar las plantas medici­nales que propuso Herrera pasó a manos del fuerte gremio de los médicos, cuando aquél se distanció del grupo en el poder; el establecimiento de la Escuela de farmacia debió esperar la caída del antiguo régimen y la negociación entre las

40 Véase Luz Femanda Azuela,; Tres sociedades cientiflCas en el PQrfiriato .... p. 161. 41 Véase Luz Femanda Azuela, "La institucionalización de las ciencias ... ", op. cit. 42 Aunque desde luego, en el nivel del discurso, presidió la argumentación "la utilidad de la ciencia" y

el ''prestigio'' que brindaba su fomento. .

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nuevas redes de políticos y científicos. Entretanto, el poder hegemónico de la red de los médicos, que se manifestaba en la posición que ocuparon dentro de los cuadros gubernamentales, operó como telón de fondo para explicar el relati­vo éxito de los farmacéuticos.

Todo ello permite extraer una conclusión alternativa sobre la relación entre ciencia y Estado en México, que en los estudios previos privilegiaba el peso de la acción del segundo, descuidando el de la comunidad científica, en cuyo seno tuvieron origen la mayor parte de las iniciativas, como una expresión de .las necesidades propias de su práctica.

En aquella perspectiva analítica se manifestaba un mecanismo unidireccional en el que el estado patrimonial instauraba políticas de fomento a la ciencia, a través de proyectos específicos con fines explícitos. Como mostramos para el caso de los farmacéuticos, se trata por el contrario, de un mecanismo complejo que involucra numerosos actores, laberínticas vías, astutas mediaciones y obje­tivos inexpresados, cuya operación permitió alcanzar las metas de profesionali­zación e institucionalización de la práctica científica y progreso económico que sustentaron uno y otro grupos.