Contra La Literatura Infantil

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  • 8/18/2019 Contra La Literatura Infantil

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    Contra la literatura infantil - ELPAIS.es - edición impresa - Suplementos - Babelia

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    Edición del sábado, 22 de diciembre de 2001conectarsuscríbaseELPAIS.es > el archivo > Hemeroteca > Edición impresa > Babelia Ir a:Primera Internacional Opinión Viñetas España Sociedad Cultura Gente DeportesEconomía Radio y TV. Última Autonomías Suplementos LECTURA E INFANCIA

    CRÓNICAContra la literatura infantilLa lectura está ligada a la infancia. Por eso antes los libros eran paratodos, pero con el siglo XX llegó la bifurcación, y por motivoscomerciales empezaron a aparecer libros que separaron los dominios de lainfancia y la vida adulta.

      César AiraBABELIA - 22-12-2001

    Fue famosa la aversión de Borges por la literatura infantil. Hombre deotra época, era natural que la viera como una aberración, consecuenciadeplorable de la expansión de la industria editorial y de la segmentacióninteresada de los mercados. Pudo tener otros motivos, el más patente, laformación de su gusto literario en la tradición inglesa, que fue laprincipal damnificada por la industria de lo infantil. Muchos clásicosingleses parecían predestinados a la puerilización; Gulliver, RobinsonCrusoe, Alicia, La isla del tesoro, Dickens, Wells, fueron objeto decriminales adaptaciones, simplificaciones, continuaciones, que no podíandejar de herir la susceptibilidad de un lector agradecido. Ahondando unpoco en este sentimiento, habría que preguntarse por la relación

    intrínseca entre lectura e infancia, relación original, y persistente aunen un lector tan civilizado como Borges. Uno empieza a leer porque es unniño, porque no tiene otra cosa que hacer, porque está disponible para lossueños ajenos; esos motivos se mantienen intactos en el lector adulto, yle dan una buena razón para respetar al niño que fue. Los libros siguensiendo los mismos, la biblioteca establece una continuidad sin rupturas de

     los sueños, las historias, y el destino. Hasta que de pronto, en algúnmomento del siglo XX, hay una bifurcación y el continuo se rompe. Porabyectos motivos comerciales (no hay otros, en realidad) empiezan aaparecer, para el escandalizado desconcierto de Borges, libros para losniños que ya no leerán los adultos.

      Hasta ahí Borges, o la reconstrucción hipotética de su rechazo. Podemos

    coincidir en que el pecado original de la literatura infantil, másindustria que género, está en este corte y separación de los dominios dela infancia y la vida adulta. Razonando mi propia aversión a la literaturainfantil, yo agregaría que lo que la hace subliteratura es que no inventaa su lector, operación definitoria de la genuina literatura, sino que loda por inventado y concluido, con rasgos determinados por la sospechosaraza de los psicopedagogos: de 3 a 5 años, de 5 a 8, de 8 a 12, parapreadolescentes, adolescentes, varones, niñas; sus intereses se dan porsabidos, sus reacciones están calculadas. Queda obstruida de entrada lagran libertad creativa de la literatura, que es en primer lugar la

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      libertad de crear al lector, y hacerlo niño y adulto al mismo tiempo,hombre y mujer, uno y muchos.

      A esta separación le adjudico una consecuencia que lamento especialmente:que la industria editorial haya reservado para el ramo infantil lasmejores flores de ingenio e invención en el aspecto físico de los libros.Los de adultos, los que yo compro y leo (y ¡ay! escribo), son objetosconvencionales y aburridos, siempre iguales, hojas y tapas; lasinnovaciones y sorpresas las encontraremos sólo en la sección infantil delas librerías, donde por supuesto no encontraremos nada que valga la penaleer. (No cuento los libros de arte, caros, pesados, incómodos, y tambiénconvencionales).

      Ahí, desperdiciados en los niños, que tienen sus propios juguetes, estánlos juguetes que nos gustaría tener: libros acordeón, libros de tela, conventanitas en las páginas, desplegables, transparentes, con ruido,transformables (como los que hizo el genial Lothar Meggendorfer), librosimpresos con tinta invisible, libros origami, elásticos, y losmaravillosos flip-books o folioscopios.

      Alguien podrá decir que la literatura, la buena literatura, hace todo eso,y más, sin necesidad de recurrir a manipulaciones del papel o el cartón.Que esos trucos son 'cosas de niños'. De acuerdo. Pero eso quiere decirque los niños han quedado implícitos en la literatura, y que es supresencia como origen persistente lo que la hace buena literatura. Latécnica puede dejar atrás su origen, el arte no. La literatura estábrotando siempre de su fuente primigenia, la infancia, y toda separación

    es nefasta. El libro como objeto mágico es la prehistoria de laliteratura, pero no deberíamos alejarnos de nuestra prehistoria. En latarea de reintegrar el origen, un preliminar necesario es la reunificaciónde los estadios de la vida, o la devolución de la infancia al lectoradulto, que es donde debe estar.

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