12

Contribuciones_de_las_mujeres_indigenas_a_la_nocion_de_desarrollo-libre.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

América Latina y el Caribe : un continente, múltiples miradas / Juan C.

Ponce ... [et.al.]; coordinado por Alba Carosio ; Catalina Banko ; Nelly

Prigorian. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ;

CELARG, 2014.

E-Book.

ISBN 978-987-722-026-1

1. América Latina. 2. integración Regional. I. Ponce, Juan C. II. Carosio,

Alba, coord. III. Banko, Catalina , coord. IV. Prigorian, Nelly , coord.

CDD 338.900 980

Otros descriptores asignados por CLACSO:

América Latina y el Caribe / Estado / Política / Movimientos Sociales /

Derechos Humanos / Modelos Civilizatorios / Políticas Económicas /

Integración / Género / Cultura

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Un continente, múltiples miradas

Alba Carosio, Catalina Banko, Nelly Prigorian(coordinadoras)

Pablo Gentili

Juan Ponce

Leonardo Bracamonte

Carmen Caamaño Morúa

Ana María Barletta

Cecilia Cariola

Beate Jungemann

Manuel E. Gándara Carballido

Gregorio J. Pérez Almeida

Mauricio Phélan C.

Miguel Oliva

Absalón Méndez Cegarra

Héctor Gutiérrez

César Barreira

Luciano Concheiro Bórquez

Francisco Nava García

Andrés Antillano

Luis Gerardo Gabaldón

Yara Altez

Emilio Osorio Álvarez

Francisco Javier Velasco Páez

Emiliano Terán Mantovani

Edgardo Lander

Carlos Carcione

Leonardo V. Vera

Víctor Álvarez R.

Ramón Rosales Linares

Alberto Camardiel

Héctor Constant Rosales

Nelly Prigorian

Lolola Hernández

Dilio Hernández

Magdalena Valdivieso

Alicia Moncada

Alba Carosio

Luisana Gómez Rosado

Anais D. López Caldera

Cristina Otálora

Mariana Libertad Suárez

María del Pilar González Fernández

Andrés Pérez Sepúlveda

Pedro Luis Vargas Álvarez

Jorge Bracho

Eleonora Cróquer Pedrón

Carmen Díaz Orozco

La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.

Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili

Directora Académica Fernanda Saforcada

Área de Producción Editorial y Contenidos Web de CLACSO

Coordinador editorial Lucas Sablich Coordinador de Arte Marcelo Giardino

Producción Fluxus EstudioArte de tapa Ignacio Solveyra

Primera ediciónAmérica Latina y el Caribe. Un continente, múltiples miradas (Buenos Aires: CLACSO, agosto de 2014)

ISBN 978-987-722-026-1© Consejo Latinoamericano de Ciencias SocialesQueda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Ciências SociaisEstados Unidos 1168 | C1101AAX Ciudad de Buenos Aires, ArgentinaTel. [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | <[email protected]> | <www.clacso.org>

FUNDACIÓN CELARG

Consejo Directivo Presidencia Roberto Hernandez MontoyaDirección Ejecutiva María Clenticia StellingCoordinación de Estrategias Leonardo BracamonteCoordinación de Gestión Interna Francisco SosaRepresentante Ministerio de la Cultura Héctor ConstantRepresentante Ministerio de la Cultura Vladimir Lazo

Red Centros CLACSO Venezuela

Área de Posgrado en Seguridad Social – CEAP/FACES/UCVCentro de Estudios de la Mujer – CEN/UCVCentro de Estudios del Desarrollo – CENDES/UCVCentro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – Fundación CELARGCentro de Investigaciones Críticas y Socioculturales – CICS/USBCentro Internacional Miranda – CIMDoctorado en Ciencias Sociales – CEAP/FACES/UCVDoctorado en Ciencias Sociales y Humanidades – DCSH/USBEscuela de Derechos Humanos – Fundación Juan Vivas Suría/Defensoría del Pueblo Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales “Rodolfo Quintero” – IIES/UCVInstituto de Investigaciones para el Sur - INISUR Laboratorio de Ciencias Sociales – LACSOVicerrectorado de Creación Intelectual – UNES

Corrección de textos Belkis Ramos

Patrocinado por el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología (FONACIT) Venezuela

Este libro está disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO www.biblioteca.clacso.edu.ar

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión en

cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor.

Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

429

alicia moncada*

CONTRIBUCIONES DE LAS ORGANIZACIONES DE MUJERES INDÍGENAS

A LA NOCIÓN DE DESARROLLO

EN LA BÚSQUEDA DESENFRENADA de las economías mundiales por los commodities, los primeros silenciados son los Pueblos y comu-nidades indígenas que exigen derechos territoriales. Pero las mujeres originarias, organizadas por la autodeterminación de sus Pueblos son las que, con mayor ahínco, el ego conquiro extractivista ha procurado callar, pues ellas han logrado demostrar que el modelo de desarrollo depredatorio, colonial, la economía del mercado y esa “retórica de la sociedad de la propiedad” (Shiva, 2005/2006: 11) nos está condenando a atestiguar la destrucción de nuestro mundo.

Cuando las mujeres indígenas problematizan el concepto de de-sarrollo hegemónico, que tiene sus cimientos en el libre mercado y su racionalidad maquiavélica, e incluso cuando objetan el desarrollo que se declara “sostenible”, lo hacen tomando en cuenta no solo los ciclos

* Alicia Moncada es mestiza, feminista descolonial, historiadora del arte colonial, docente e investigadora. Participa en la lucha de los pueblos y comunidades indí-genas acompañando los procesos de resistencia que se generan desde las organiza-ciones de mujeres indígenas de base. Asimismo, es docente e investigadora del área de Derechos Humanos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de la Escuela de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo y coordina el Área de Formación Socialista Feminista del Viceministerio de Igualdad de Género y No Discrimina-ción del Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género.

amÉrica latina Y el cariBe

430

de regeneración natural de la tierra y las consecuencias en las genera-ciones siguientes, sino cuestionando la noción de desarrollo como el reino único de la producción material y la reproducción de la vida. El primer gran escollo con el que se enfrenta el pensamiento economi-cista colonial, capitalista y patriarcal, son unas mujeres cohesionadas, autodeterminadas y posicionadas política-filosóficamente contra una economía de mercado antagónica a la economía de la naturaleza o economía de la vida.

Vandana Shiva en su Manifiesto para una democracia de la tierra, se refiere a la economía de la vida como la producción natural de bie-nes y servicios. Específicamente, nos habla de los procesos del mun-do natural como el “agua reciclada y distribuida a través del ciclo hidrológico, la fertilidad del terreno producida por los microorganis-mos, las plantas fertilizadas por los agentes polinizadores” (2005: 24). Son las operaciones fácticas del accionar regenerativo de la tierra, sistemas que permiten los ciclos vitales de las entidades que habitan el mundo.

Conscientes de la necesaria administración cuidadosa de los re-cursos que brinda la tierra y sus procesos, las organizaciones de mu-jeres indígenas demandan, en primera instancia, el reconocimiento de la naturaleza como la verdadera creadora de las condiciones ma-teriales necesarias para la vida. Bien lo expone la Declaración de las Mujeres Indígenas del mundo (1995) cuando se afirma, como primer punto, que “la tierra es nuestra madre. De ella recibimos nuestras vidas y nuestra capacidad para vivir. Es nuestra responsabilidad cui-dar a nuestra madre y al cuidar a nuestra madre, cuidamos de noso-tras mismas”.

Para las originarias, la lucha por la autodeterminación y los dere-chos territoriales es inherente a la preservación de la economía de la vida. Oponerse a la visión hegemónica del desarrollo es enfrentarse a los anclajes teóricos, articulados desde la colonialidad del saber, que convierten en discursos de salvajes y “abraza-árboles” anacrónicos las relaciones ancestrales de veneración y respeto a la tierra. Contradecir postulados que configuran los motores de la economía mundial con-lleva al silenciamiento, por lo que no son de extrañar las intervencio-nes, sutiles o coercitivas, del gran capital en la postergación del ejer-cicio efectivo de los derechos territoriales de los Pueblos indígenas.

Entender la postura anti-desarrollista de las mujeres indígenas organizadas implica vislumbrar los pilares filosóficos de sus reivindi-caciones ecoambientales, que difieren totalmente de la interpretación occidental imperante de los derechos humanos sobre los de la natura-leza y sus ciclos. Así expresaba su tristeza una sabia del Pueblo Wintu, en plena Revolución Industrial y expansión de la explotación aurífera

431

alicia moncada

en California, al asegurar que el espíritu de la tierra no podía amar el proyecto del progreso del hombre blanco, porque “donde quiera que él toque, deja siempre una herida” (McLuhan, 1971/2002: 23).

Mientras que para las mujeres indígenas la relación con la tierra significa el respeto y custodia de todos los ciclos naturales, la visión hegemónica del desarrollo se estructura en una interpretación libe-ral antropocentrada de los derechos concedidos a los hombres por el ejercicio de la razón. Mas esta noción no solo se supedita al programa ilustrado liberal que promulga el progreso a costa de la economía de la vida, sino que tiene unas profundas raíces en los decretos primige-nios del dios judeo-cristiano.

La relación ancestral de los Pueblos originarios contradice el ejer-cicio de dominación que se plantea en el Génesis con el mandato de “llenad la tierra, sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra” (Génesis, 1: 28). Toda relación que acarrea la primacía de requeri-mientos humanos sobre los ciclos de la naturaleza es contraria a la fi-losofía de los Pueblos indígenas que optan por tomar solo lo necesario para la prosecución de la vida.

La construcción de una jerarquía que entroniza al humano en la jefatura del mundo natural representa para las mujeres indígenas un atentado contra la tierra, pues está a merced de la avaricia y la opre-sión desmedida del proyecto acumulativo de la economía de mercado. De esta manera lo expresan las originarias mesoamericanas en el bo-letín informativo del Encuentro de mujeres indígenas mesoamericanas sobre derechos humanos y la CEDAW (2013), donde aseguran que:

Los territorios y los bienes naturales que cuidamos están siendo sistemáticamente saqueados con lujo de violencia en contra de las comunidades que se oponen a los intereses de grandes multinacio-nales al amparo de las autoridades nacionales. La colonización ac-tual es el despojo y saqueo de nuestros territorios, de los elementos naturales, el agua, el viento, los bosques y todo lo que integra la madre tierra (p. 1).

Reiteran los planteamientos de la Declaración de Panajachel (2006) acerca de las responsabilidades de los Estados en la preservación de la tierra y exigen “el respeto a las tierras y territorios indígenas y re-chazamos los programas públicos que promueven la privatización de las tierras indígenas” (p. 1).

Alicia Puleo (2013) propone que esa concepción del mundo, se-gún la cual todo existe para la satisfacción humana, “justifica el do-minio y la explotación sin límites de la naturaleza”. Y bien se pregun-ta: ¿Cómo llegamos a instalarnos en esta creencia que hoy se revela

amÉrica latina Y el cariBe

432

suicida?. Para tratar de respondernos, primero debemos desmontar el mandato del dios-patriarcal occidental. Luego, enunciarnos contra los principios patriarcales que, con su moral, ética y episteme, insta-lan los derechos del homo economicus en aras de proseguir la falacia de la evolución humana. Nos dice Eric Hobsbawm que ese “drama del progreso”, palabra clave del proyecto ilustrado moderno, nos lega una metáfora “masiva, iluminadora, segura de sí misma, autosatis-fecha, pero, sobre todo, inevitable (1975/2007: 16). Es, precisamen-te, esa inevitabilidad del progreso la idea que subvierten con fuerza las mujeres indígenas organizadas, al proponer la preservación de la economía de la vida como la única salida a la lógica suicida de la devastación capitalista.

Además del antropocentrismo inherente al discurso desarrollista, las mujeres indígenas nos recuerdan los principios de la razón patriar-cal, pero especialmente la ilustrada, que escindió cultura y naturaleza imponiendo un modelo de desarrollo antagonista a la economía de la vida y a las mujeres. La razón patriarcal ilustrada articuló las ideas que contribuyeron a la atadura de las mujeres al estado de naturaleza. La supuesta incapacidad femenina para operar desde la razón brindó, a las teorías que fundamentaban la inferioridad de las mujeres, las razones idóneas para incluirlas en el proyecto moderno de domesti-cación del ámbito natural. Ahora, si las mujeres no indígenas fueron atadas con fuerza al estado de naturaleza, los amarres de las origina-rias son más contundentes, porque el patriarcado ilustrado solo les adjudicará el sentimiento y el instinto como las únicas operaciones subjetivas posibles. De la misma forma, el buen salvaje rousseauniano incidirá en la construcción de una condición bestial de los Pueblos indígenas, cuya única solución está en el progreso.

Bien es cierto que, desde los inicios del ejercicio del ego conqui-ro occidental, los Pueblos originarios de los “territorios de ultramar” se han enfrentado con la vorágine extractivista que instauró el colo-nialismo. A propósito, un adelantado respondía al inca Wayna Qha-paq: “este oro comemos” (Rivera, 2010: 28), explicando las verdaderas intenciones de la conquista. No obstante, es la economía capitalista republicana la que dio paso a la constitución del exterminio y someti-miento de los Pueblos originarios como política de Estado, a fines de garantizar la expansión del progreso moderno.

El binarismo cultura-naturaleza implica una exigencia ilustrada para los Pueblos indígenas. La “civilización” y asimilación de la ideo-logía nacional se instaura como un requisito indispensable para la integración de los y las originarias en la relación contractualista del Estado social y político. La promesa republicana de incorporar a los indígenas en el pacto social requiere de la asimilación imperativa de

433

alicia moncada

los sistemas políticos, económicos y culturales occidentales. Y, lo más vil, exige a los Pueblos indígenas transformar su relación ancestral con la tierra. Ante la noción del trabajo productivo instaurado por la Revolución Industrial, un jefe Sokulk reclamaba:

Me pedís que excave el suelo para sacar piedras. Pero, ¿debería exca-var bajo su piel para arrancarle los huesos? […] Me pedís que corte la hierba y que de ella haga forraje, la venda y me enriquezca como el hombre blanco. ¿Pero cómo podría yo cortarle los cabellos a mi ma-dre? (McLuhan, 1971/2002: 64).

La inevitabilidad del progreso económico y el triunfo de la lógica de la razón patriarcal en América se debe al exterminio sistemático de los pueblos amerindios y la instrumentalización del cuerpo de las muje-res originarias en la política del mestizaje, que conllevaría a la asimi-lación sin remilgos de la noción del desarrollo liberal, republicano, extractivista y patriarcal. De la misma forma, se impuso a los pueblos indígenas que la salida de la “barbarie” supone aceptar un paradigma de desarrollo atravesado por la aserción de que los vicios privados son virtudes públicas. Idea que emplaza a la avaricia como la pieza fundacional de la economía de mercado. El individualismo que tanto ha procurado fortalecer la visión hegemónica y liberal de los derechos humanos es el motor que permite al gran capital proseguir en su cru-zada por el exterminio de los pueblos indígenas, de esa manera se ga-rantiza el modelo civilizatorio moderno interesado en el crecimiento de los indicadores económicos.

Cuando los pueblos indígenas y las mujeres indígenas reclaman un desarrollo que responda a sus formas de vida ancestrales, en con-sonancia con la economía de la vida, son subversivos a la máxima del individualismo y la retórica de la propiedad que atraviesa la visión liberal de los derechos humanos. Se oponen al parcelamiento y trata-miento de la tierra como una propiedad, idea extremadamente peli-grosa que cuestiona derechos civiles y políticos que son considerados derechos humanos. Por lo mismo, las mujeres indígenas interpelan el “derecho” del mercado a interferir en la economía de la vida y la extracción sin límites de los productos naturales.

Conocedoras de que sus ideas son peligrosas para las operaciones de la lógica economicista patriarcal y neoliberal, las mujeres indíge-nas se organizan para exigir la demarcación y la entrega de títulos de tierra colectivos, buscando frenar la expansión de los proyectos extractivistas. Tal es el caso de la firmeza demostrada por la Organiza-ción de Mujeres Indígenas de Amazonas, quienes declaran a través de sus voceras que “si el desarrollo trae destrucción de nuestra cultura,

amÉrica latina Y el cariBe

434

carreteras de penetración, enfermedades y grupos armados irregula-res, pues no queremos civilizarnos” (Coiam, 2013). Se unen a las de-claraciones de los y las voceras de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de Amazonas cuando manifiestan su preocupación por los proyectos mineros que representan “una amenaza a que dentro de poco tiempo pueda desaparecer nuestra identidad cultural, además de la amenaza a los espacios sagrados, la destrucción de los bosques, la contaminación de los ríos y los peces” (ídem).

Asimismo, alegan que prefieren ser supeditadas a la barbarie en su oposición a los megaproyectos de “desarrollo” que implican me-joras momentáneas para la población de los países, pero que no se configuran pensando en el futuro y en el daño irreparable que generan en la economía de la vida.

Las mujeres indígenas, en sus prácticas cotidianas, nos dejan vislumbrar que la vorágine depredatoria adquirió el poder, que hoy detenta, con el proyecto de destrucción de la economía de la subsis-tencia; entendiéndose como las formas ancestrales de los pueblos indígenas de autoabastecerse, dependiendo por completo de los ci-clos naturales.

Actualmente, la mayoría de las mujeres indígenas viven de la economía del sustento, que a diferencia de la subsistencia, incorporó el papel moneda como un “medio de intercambio, procurando la su-pervivencia de la vida en general —no solo la humana— y buscando la colaboración igualitaria entre todas las personas y de estas con la naturaleza” (Shiva, 2006: 25). Paradójicamente, la economía del sustento que practican las mujeres indígenas no urbanas es absolu-tamente necesaria para la reproducción de la economía de mercado, pues “el mercado no puede interiorizar plenamente la economía del sustento dado que la externalización de la carga social es la base misma de la rentabilidad financiera y de la acumulación de capital” (Shiva, 2006: 26).

Las mujeres indígenas, aunque según algunas “especialistas” ten-gan conceptos abstractos del desarrollo, saben que sobre sus hombros y su faena en la milpa o en el conuco descansa la responsabilidad de garantizar las condiciones materiales para que ellas, sus compañe-ros, hijos e hijas se integren al aparato laboral capitalista. También comprueban que la pobreza deviene cuando pierden la posibilidad de autoabastecerse, se percatan de que la batalla contra la asimilación es cruenta cuando se ven en la angustiante necesidad de asalariarse, optando por desempeñar cualquier actividad que les devengue algo de papel moneda.

Una preocupación constante de las mujeres indígenas organi-zadas es la persistente trivialización, que surge de la academia y la

435

alicia moncada

ciencia nor-eurocentrada, de sus demandas. La lucha por la tierra que encabezan las originarias no es el producto de la modernidad auto-crítica, es la manifestación de la resistencia ancestral por cuidar el mundo que las y los ancestros nos legaron con sus economías susten-tables. Pero además, los Pueblos indígenas sostienen, en palabras de Mahatma Gandhi, que “la tierra proporciona recursos suficientes para las necesidades de todos, pero no para la codicia de algunos” (Gandhi citado en Kumar, 2007: 1). Son las mujeres indígenas organizadas las que siguen haciendo los llamados, intercediendo incluso en el mundo espiritual por las aberraciones del desarrollismo y resistiendo incólu-mes en nuestra realidad fenoménica por la defensa de la vida.

BIBLIOGRAFÍA“Comunicado: mujeres indígenas mesoamericanas - Derechos

Humanos y la Cedaw” 2013 JASS Mesoamérica en <http://www.justassociates.org/es/accion/comunicado-mujeres-indigenas-mesoamericanas-derechos-humanos-cedaw>.

Declaración de las mujeres indígenas del mundo 1995 México Nación Multicultural en <http://www.nacionmulticultural.unam.mx/movimientosindigenas/docs/decl_223.pdf>.

“Declaración de Panajachel” 2006 Radio Internacional Feminista en <http://www.radiofeminista.net/abril06/notas/mesoamerica2.htm>.

Hobsbawm, Eric 1975/2007 La era del capital. 1848-1875 (Barcelona: Crítica).

Kumar, Jeevan 2007 “Economía y sociedad. La perspectiva de Gandhi” en Pekea Newsletter, 12.

McLuhan, T. C. 1971/2002 Tocar la tierra: autorretratos de los indios de América del Norte (Barcelona: Octaedro).

“Organizaciones Indígenas de Amazonas agrupadas en la ‘COIAM’ se trasladan a Caracas para discutir con Instituciones públicas la nueva política minera del Gobierno” 2013 en Forest Peoples en <http://www.forestpeoples.org/sites/fpp/files/news/2013/07/COIAM%20en%20Caracas.pdf>.

Puleo, Alicia 2013 “Ser humano y naturaleza en la era del antropoceno” en La Nación, 5 de junio.

Rivera Cusicanqui, Silva 2010 Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores (Buenos Aires: Tinta Limón).

Shiva, Vandana 2005/2006 Manifiesto para una democracia de la tierra. Justicia, sostenibilidad y paz (Barcelona: Paidós).