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CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD EN EL SISTEMA JURÍDICO MEXICANO 1 INDICE INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I. SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL………………………………………………………………………...5 1. Concepto……………………………………………………………………………………….……………………….5 2. Antecedente histórico................................................................................................6 2.1. Estados Unidos de América 2.1.1. Revisión judicial 2.1.1.1. Casos 2.1.1.1.1. Caso Marbury vs. Madison 2.1.1.1.1.1. El Federalista, número 78 2.1.1.1.2. Caso McCulloch vs. Maryland 2.1.1.1.3. Caso Cooper vs. Aaron 3. Revisión judicial y supremacía constitucional en México…………………………………….15 3.1. Artículo 133 constitucional 3.1.1. Constitución de 1857 3.1.2. Constitución de 1917 3.1.2.1. Reforma del 18 de enero de 1934 3.2. Interpretación jurisdiccional de la supremacía constitucional CAPÍTULO II. CONTROL CONSTITUCIONAL POR ÓRGANO JURISDICCIONAL……………………………………21 1. Concepto 2. Modelos paradigmáticos 2.1. Clasificación 2.1.1. Control difuso 2.1.2. Control concentrado 2.1.3. Control híbrido o control concentrado por vía de incidente procesal 2.2. Características generales CAPÍTULO III. MODELO DE CONTROL CONSTITUCIONAL EN MÉXICO………………………………………….27 1. Fundamentos constitucionales 1.1. Artículo 94 1.2. Artículo 99 1.3. Artículo 104 1.4. Artículo 105 1.5. Artículo 107 1.6. Artículo 133 2. Funcionamiento, características y estructura del control concentrado 2.1. Poder Judicial de la Federación 2.1.1. Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional 2.1.1.1. Evolución orgánica.

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INDICE INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I. SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL………………………………………………………………………...5 1. Concepto……………………………………………………………………………………….……………………….5 2. Antecedente histórico................................................................................................6

2.1. Estados Unidos de América 2.1.1. Revisión judicial

2.1.1.1. Casos 2.1.1.1.1. Caso Marbury vs. Madison

2.1.1.1.1.1. El Federalista, número 78 2.1.1.1.2. Caso McCulloch vs. Maryland 2.1.1.1.3. Caso Cooper vs. Aaron

3. Revisión judicial y supremacía constitucional en México…………………………………….15 3.1. Artículo 133 constitucional

3.1.1. Constitución de 1857 3.1.2. Constitución de 1917

3.1.2.1. Reforma del 18 de enero de 1934 3.2. Interpretación jurisdiccional de la supremacía constitucional

CAPÍTULO II. CONTROL CONSTITUCIONAL POR ÓRGANO JURISDICCIONAL……………………………………21 1. Concepto 2. Modelos paradigmáticos

2.1. Clasificación 2.1.1. Control difuso 2.1.2. Control concentrado 2.1.3. Control híbrido o control concentrado por vía de incidente procesal

2.2. Características generales CAPÍTULO III. MODELO DE CONTROL CONSTITUCIONAL EN MÉXICO………………………………………….27 1. Fundamentos constitucionales

1.1. Artículo 94 1.2. Artículo 99 1.3. Artículo 104 1.4. Artículo 105 1.5. Artículo 107 1.6. Artículo 133

2. Funcionamiento, características y estructura del control concentrado 2.1. Poder Judicial de la Federación

2.1.1. Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional 2.1.1.1. Evolución orgánica.

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2.1.1.1.1. Periodo de encauzamiento hacia funciones de constitucionalidad (1988-1994)

2.1.1.1.2. Periodo de consolidación orgánica. (1994-1999). 2.1.1.2. Evolución funcional. (1999-2007).

2.1.1.2.1. La Suprema Corte y los “acuerdos generales” 2.1.1.2.2. La Suprema Corte y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de

la Federación 2.1.1.2.2.1. Reforma del 13 de noviembre de 2007

3. Control difuso en el sistema constitucional mexicano 3.1. Orden federal

3.1.1. Criterio doctrinal 3.1.2. Criterio jurisprudencial

3.1.2.1. Criterio afirmativo del control difuso 3.1.2.2. Criterio negativo del control difuso

3.2. Orden estatal 3.2.1. Tipos

3.2.1.1. Directo o revisión judicial 3.2.1.1.1. Coahuila

3.2.1.2. Indirecto o cuestión de inconstitucionalidad 3.2.1.2.1. Veracruz 3.2.1.2.2. Chiapas

4. Legitimidad del control difuso de tipo indirecto ejercido por los jueces del orden común 4.1. Hermenéutica del artículo 133 constitucional, segundo párrafo, en conjunción

con el modelo de control concentrado 4.1.1. Doctrina Verfassungskonforme Auslegung von Gezetzen o

interpretación conforme 4.1.2. Inaplicación de la ley al caso en concreto por acatamiento de la

jurisprudencia que la declare inconstitucional 4.2. Reforma constitucional para la configuración de un control concentrado por

vía de incidente procesal 4.2.1. Doctrina Richterklage o de la instancia judicial

4.2.1.1. Cuestión de inconstitucionalidad 4.2.1.1.1. Propuesta de reforma a los artículos 105 y 133

constitucionales 4.2.1.1.2. Propuesta de reforma a Ley Reglamentaria de las fracciones I

y II del artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos

CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………………………………89 BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………………………………………..90

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La decisión de dudas y divergencias de opinión sobre la constitucionalidad de leyes y reglamentos por un Tribunal constitucional no es una decisión procesal auténtica; pero, a pesar de eso, está encerrada en este complejo de intereses, porque con ella se da una delimitación de la competencia general de comprobación judicial. 1

Carl SCHMITT

Una Constitución a la que le falta la garantía de la anulabilidad de los actos inconstitucionales, no es plenamente obligatoria en su sentido técnico.2

Hans KELSEN

Nuestros legisladores no acertaron siempre que copiaron preceptos de la Constitución americana, ni siempre tuvieron tino cuando se apartaron de ella (…) el cargo de copiar sin discernimiento, que es el que se ha hecho siempre a nuestros legisladores, es el más duro de todos porque implica ignorancia, sumisión intelectual vergonzosa y falta de patriotismo. 3

Emilio RABASA

1 SCHMITT, Carl, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, Madrid, 1ª ed., 6ª reimp., 2009, p. 146.

2 KELSEN, Hans, “La garantía jurisdiccional de la Constitución”, traducción de Rolando Tamayo Salmorán,

Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, núm. 10, julio-diciembre 2008, p. 41. 3 RABASA, Emilio, La Constitución y la Dictadura, Porrúa, México, 10ª ed., 2006, p. 75.

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INTRODUCCIÓN El presente trabajo tiene por objeto desarrollar de manera puntual y concisa los aspectos principales del control difuso de constitucionalidad en el sistema jurídico mexicano. Para tal efecto, su contenido se estructura en tres apartados temáticos:

1. Supremacía constitucional. 2. Control constitucional por órgano jurisdiccional. 3. Modelo de control constitucional en México.

Los dos primeros se estudiarán desde un enfoque doctrinal, primordialmente desde la Teoría de la Constitución y el Derecho Procesal Constitucional; mientras que el último denotará la aplicación de la doctrina en el estudio del control difuso dentro del sistema constitucional mexicano. Por lo que respecto al primer apartado, se estudiará a la supremacía constitucional y la revisión judicial, desde la Teoría de la Constitución, en un triple aspecto: concepto; antecedente histórico (Estados Unidos de América); y el artículo 133 constitucional mexicano, fundamento del posible control difuso en el sistema jurídico mexicano, al revisar históricamente su concepción en la Constitución de 1857 y en la vigente Constitución de 1917. En relación al segundo apartado, se analizará el concepto del control constitucional dentro de la doctrina contemporánea del Derecho Procesal Constitucional, así como, su clasificación en tres tipos de modelos: concentrado, difuso e híbrido. Para comprender mejor dichos modelos, se hará una breve descripción de las características generales que los distinguen. Por último, por lo que se refiere al tercer apartado, se realizará un estudio riguroso, minucioso y detallado del modelo de control constitucional en México, al revisar para tal efecto, sus fundamentos constitucionales; su funcionamiento, estructura y características en su vertiente concentrada; la procedencia del control difuso en el sistema constitucional mexicano desde el nivel doctrinal y jurisprudencial; y, por último, se argumentará la procedencia legítima de un control difuso de tipo indirecto dentro del modelo de control constitucional concentrado que caracteriza a la jurisdicción constitucional mexicana, a saber, el Poder Judicial de la Federación, por la vías de la interpretación constitucional y la reforma constitucional, sin que ello represente un quebrantamiento con los principios fundamentales de nuestra Constitución.

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CAPÍTULO I. SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL

1. Concepto Dentro de la teoría de la Constitución, nadie ha expresado mejor el concepto de supremacía constitucional que Alexander Hamilton en “The Federalist Papers”, al señalar que:

Una Constitución es de hecho una ley fundamental y así debe ser considerada por los jueces. A ellos pertenece, por lo tanto, determinar su significado, así como el de cualquier ley que provenga del cuerpo legislativo. Y si ocurriere que entre las dos hay una discrepancia, debe preferirse, como es natural, aquella que posee fuerza obligatoria y validez superiores; en otras palabras, debe preferirse la Constitución a la ley ordinaria, la intención del pueblo a la intención de sus mandatarios.4

En esencia, como señala, Luciano Silva, el mencionado principio de supremacía constitucional, estriba en que “ninguna ley, tratado internacional, reglamento, cualquier disposición de carácter general o acto de autoridad, está sobre la Constitución, porque ésta es la ley suprema, la ley de leyes”.5 La doctrina constitucional contemporánea ha encontrado en la supremacía constitucional, el fundamento teórico para explicar la noción de la jerarquía normativa entre las distintas normas que forman parte de un mismo sistema jurídico. Así, para Hans Kelsen es dable afirmar que la Constitución es el asiento fundamental del ordenamiento estatal, dado que:

A través de las múltiples transformaciones que ha sufrido, la noción de Constitución ha conservado un núcleo permanente: la idea de un principio supremo que determina por entero el ordenamiento estatal y la esencia de la comunidad constituida por este ordenamiento. Como quiera que se defina, la Constitución es siempre el fundamento del Estado, la base del ordenamiento jurídico que se pretende conocer (…) La Constitución es pues la base indispensable de las normas jurídicas que regulan la conducta recíproca de los miembros de la colectividad estatal, así como de aquellas que determinan los órganos necesarios para aplicarlas e imponerlas, y la forma como estos órganos habrán de proceder. Es decir, la Constitución es, en suma, el asiento fundamental del ordenamiento estatal.6

En este mismo sentido, se pronuncia, Carl Schmitt cuando afirma que la Constitución en sentido absoluto significa una “regulación legal fundamental, es decir, un sistema de normas supremas y últimas (Constitución= norma de normas”. Y, añade además, el jurista alemán que la Constitución es:

4 MADISON, James, et. al., The Federalist Papers, Número LXXVIII, Penguin Books, 1987, p. 439.

5 SILVA RAMÍREZ, Luciano, “El control judicial de la constitucionalidad y el juicio de amparo en México”,

Porrúa, México, 1ª ed., 2008, p. 12. 6 KELSEN, Hans, op. cit., p. 11

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Una formación total de la vida del Estado, de la ley fundamental en el sentido de una unidad cerrada, ley de leyes. Todas las otras leyes y normas tienen que poder ser referidas a esa una norma. Bajo tal significación de la palabra, el Estado se convierte en una ordenación jurídica que descansa en la Constitución como norma fundamental; es decir, en una unidad de normas jurídicas.7

2. Antecedente histórico

Uno de los fenómenos más llamativos de los ordenamientos constitucionales contemporáneos ha sido el de la universalización del principio de la supremacía constitucional. Aunque es lugar común retrotraer la preocupación por el diseño de mecanismos de control constitucional a fines del siglo XVIII, en que las primeras Constituciones, en el sentido formal, hacen su acto de aparición, lo cierto es que la idea del control de un determinado orden supremo es casi consustancial a la historia de la humanidad, e incluso, en ella encontramos, lejanamente, algunos intentos de institucionalización en esta misma dirección. Tal sería el caso de los Eforos espartanos o del Areópago y los Nomofilacos en la antigua Atenas, en donde también surgió la diferenciación entre las normas superiores (Nomoi) y los decretos ordinarios (Psefísmata). Roma no sería ajena a esta preocupación, de lo que constituye buena prueba la existencia de instituciones tales como la doble magistratura, el Senado o el Tribunado en la época republicana. En la Edad Media nos encontramos con la superioridad de la ley divina y del derecho natural sobre el derecho positivo. Y la gran escuela iusnaturalista de los siglos XVII y XVIII, que va de Hugo Grocio a Jean Jacques Rousseau sustentaría la existencia de derechos innatos, inmanentes al ser humano, intangibles e irrenunciables, la existencia, en definitiva de límites, frente al ius cogens proveniente del mismo legislador No obstante lo anterior, la supremacía constitucional, tal como lo conocemos hoy en día, se remonta en realidad a principios del siglo XVII, cuando el célebre juez Edward Coke, en el caso del Dr. Thomas Bonham, afirmó que el derecho natural estaba por encima de las prerrogativas del Rey, abriendo así el paso para lo que posteriormente fue el control constitucional de las leyes por parte de los jueces. Por cierto, esta postura de Coke, fuertemente anclada en un pensamiento iusnaturalista, y que en cierto sentido fuera divulgada por William Blackstone8, fue ampliamente conocida por los abogados de las colonias inglesas de ultramar. Pues bien, el temprano atisbo del juez Coke iba a quedar pronto en el olvido y ser desterrado de la práctica judicial inglesa durante siglos, actitud que ha persistido hasta hace muy poco tiempo, cuando la Gran Bretaña, incorporada a la Unión Europea a mediados de los años setenta de este siglo, tuvo que revisar su vieja teoría de la soberanía del Parlamento, hoy bastante matizada. Pero si bien la tesis fue dejada de

7 SCHMITT, Carl, op.cit., p. 33

8 Comentaries on the laws of England, 4 tomos, Londres, 1765-69, con varias reediciones.

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lado en las Islas Británicas, encontró camino fértil en las colonias, alimentadas por una tradición iusnaturalista y lectora de los teóricos de la Ilustración, sobre todo de Locke y Rousseau.

2.1. Estados Unidos de América La supremacía constitucional surge en el derecho constitucional de los Estados Unidos de América, a partir de la interpretación de dos cláusulas constitucionales de su Constitución: el artículo III, sección 2, cláusula 1, 9 y el artículo VI, cláusula 2ª10. Dicha interpretación fue realizada por el Juez John Marshall en la sentencia del caso Marbury vs. Madison. Señalan los citados preceptos constitucionales a letra:

ARTICULO III SECCION 2. Cláusula 1. El poder judicial se extenderá a todo caso que en derecho y equidad surja de esta Constitución, de las leyes de los Estados Unidos, así como de los tratados celebrados o que se celebraren bajo su autoridad; a todos los casos que afecten a embajadores y otros ministros y cónsules públicos; a todos los casos de almirantazgo y jurisdicción marítima; a todas las controversias en que los Estados Unidos sean parte; a las controversias entre dos o más estados; entre un estado y los ciudadanos de otro estado; entre los ciudadanos de diferentes estados; entre los ciudadanos del mismo estado que reclamaren tierras en virtud de concesiones hechas por diversos estados, y entre un estado o sus ciudadanos y estados, ciudadanos o súbditos extranjeros (…) Artículo IV (…) Cláusula 2. Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arreglo a ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada Estado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contrario que se encuentre en la Constitución o las leyes de cualquier Estado. (…)

9 El original texto en inglés establece lo siguiente: “Article III, Section 2, Clause 1: The judicial Power shall

extend to all Cases, in Law and Equity, arising under this Constitution, the Laws of the United States, and Treaties made, or which shall be made, under their Authority;--to all Cases affecting Ambassadors, other public Ministers and Consuls;--to all Cases of admiralty and maritime Jurisdiction;--to Controversies to which the United States shall be a Party;--to Controversies between two or more States;--between a State and Citizens of another State; between Citizens of different States, --between Citizens of the same State claiming Lands under Grants of different States, and between a State, or the Citizens thereof, and foreign States, Citizens or Subjects”. 10

El original texto en inglés establece lo siguiente: “Article VI, Clause 2: This Constitution, and the Laws of the United States which shall be made in Pursuance thereof; and all Treaties made, or which shall be made, under the Authority of the United States, shall be the supreme Law of the Land; and the Judges in every State shall be bound thereby, any thing in the Constitution or Laws of any State to the Contrary notwithstanding”.

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2.1.1. Revisión judicial Por judicial review11 debemos entender, en términos generales, el modelo de control constitucional que faculta a toda autoridad judicial de cualquier jerarquía a desaplicar la ley que sea contraria a la Constitución únicamente en el caso concreto en donde se plantea. Esta característica es la nota esencial de lo que más adelante será denominado por la doctrina procesal constitucional como el control difuso de constitucionalidad.

2.1.1.1. Casos12 Marbury versus Madison es probablemente el caso más famoso del constitucionalismo moderno. Todos los manuales de derecho constitucional de los Estados Unidos comienzan con su exposición para explicar el significado de la Constitución de ese país. Pero el interés del caso va más allá del constitucionalismo norteamericano y se instala en la discusión sobre el lugar que debemos dar a la Constitución dentro del sistema jurídico. En realidad el caso Marbury no se refiere, como podría parecer, a una cuestión de derechos fundamentales, sino más bien a una de las posibles vías para garantizar —para hacer efectiva— la Constitución. Es decir, Marbury trata de un asunto de teoría general de la Constitución (la supremacía constitucional) y de teoría de derecho procesal constitucional (el papel de los jueces ante las leyes inconstitucionales). Para comprender el sentido de la sentencia Marbury conviene tener presente el contexto histórico y político en el que el fallo se produce y los múltiples factores que conducen hacia una decisión de tanta trascendencia

2.1.1.1.1. Caso Marbury VS Madison En la última década del siglo XVIII, el Partido Federalista que estaba en el gobierno había cometido diversos atropellos que causaron gran malestar. Por ejemplo expidió una Ley de Sedición para castigar a todos los que hablaran en contra del Presidente Adams o del Congreso dominado por los propios Federalistas. La ley fue impugnada por considerar que se oponía a la Primera Enmienda que garantizaba la libertad de expresión sin límite alguno. En este contexto empieza a surgir el caso Marbury cuando el 27 de febrero de 1801, faltando pocos días de la toma de posesión de Jefferson como Presidente y del cambio de poderes en el Congreso (que pasaría a estar bajo dominio de los republicanos), fue aprobado por el Presidente Adams el nombramiento de 42 jueces de paz para servir por un periodo de cinco años en el distrito judicial de Columbia y de Alexandria. El Senado hizo las correspondientes ratificaciones el 3 de marzo, un día antes de la toma

11

N. del A. Traducido por revisión judicial en castellano 12

La referencia a los casos proviene de CARBONELL, Miguel, “Marbury versus Madison: en los orígenes de la supremacía constitucional y el control de constitucionalidad”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, número 5, enero-junio de. 2006, pp. 289-300

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de posesión de Jefferson. John Marshall, quien para ese entonces se desempeñaba como secretario de Estado, debía certificar los nombramientos, extendiendo sobre los mismos un sello oficial. A pesar de que contó con ayuda para hacerlo, no tuvo tiempo para sellar los nombramientos y enviarlos a sus titulares. Cuando toma posesión el nuevo secretario de Estado, nada menos que James Madison, el protegido de Thomas Jefferson y eminente abogado, se niega a sellar y entregar los nombramientos que faltan. En 1802, sin que se hubiera resuelto la cuestión, el Senado decide modificar la ley sobre circuitos judiciales y elimina las plazas de los jueces nombrados por Adams. William Marbury fue uno de los jueces que, habiendo sido nombrado por el Presidente y ratificado por el Senado, no recibió tal nombramiento. Marbury demandó a Madison en su carácter de secretario de Estado y responsable de enviarle su nombramiento. Pedía una orden de mandamus para que el gobierno se viera obligado a hacerle llegar el nombramiento. El 24 de febrero de 1803 Marshall dio a conocer a nombre de una Suprema Corte unánime el sentido del fallo. La sentencia es un texto relativamente largo que se articula a través de tres diferentes preguntas que Marshall hábilmente pone casi al inicio del texto. Las tres preguntas eran:

a) ¿Tiene el promovente derecho al nombramiento que solicita?; b) Si tiene tal derecho y ese derecho le ha sido negado, ¿las leyes de su país le ofrecen un remedio?; y, c) Si le ofrecen tal remedio, ¿ese remedio es un mandamus que expida esta Corte?

Marshall comienza haciendo un breve recuento de los hechos que se debaten en el juicio y desgrana las etapas que conforman el procedimiento para nombrar a los jueces. Dicho procedimiento termina, sostiene la sentencia, cuando se expide el nombramiento escrito, esté o no entregado el mismo al interesado. Esto es así, explica Marshall, ya que una vez hecho el nombramiento el Presidente ya no puede revocarlo. El párrafo de la sentencia que explica lo anterior es el siguiente:

“Tiene que haber un punto en el tiempo, que marque el momento en que el poder del Ejecutivo sobre un empleado que no puede remover a su arbitrio, cesa. Este momento tiene que ser aquel en que el poder constitucional de nombrar ha quedado ejercitado. Y este poder ha sido ejercitado cuando el último acto que se requiere de la persona que tiene el poder, ha sido ejecutado. Este último acto es la firma del nombramiento escrito… La firma es la orden expresa para la fijación del gran sello al nombramiento escrito; y el gran sello sólo se le fija a un documento que ya esté completo. Da fe, por un acto que se supone que es de notoriedad pública, de la autenticidad de la firma presidencial”.

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El gobierno viola derechos legales adquiridos, sostiene el pronunciamiento de la Corte, al no entregarle a Marbury su nombramiento. Constatada esa violación Marshall pasa a la segunda pregunta: ¿hay algún remedio que le ofrezca el ordenamiento jurídico a fin de combatir dicha violación? Hay dos afirmaciones en la sentencia sobre este punto que cualquier juez que conozca de demandas por violaciones a los derechos fundamentales debería tomar en cuenta; en la primera de ellas Marshall sostiene que “La quintaesencia de la libertad civil de seguro consiste en el derecho de todo individuo a reclamar la protección de las leyes siempre que recibe una injuria”; en su segunda afirmación sostiene que “Al Gobierno de los Estados Unidos se le ha llamado enfáticamente, un gobierno de derecho y no un gobierno de hombres. Indudablemente dejaría de merecer este alto calificativo si las leyes no otorgaran un remedio contra la violación de todo derecho legal adquirido”. La argumentación de Marshall pasa al análisis de si el mandamus es la acción procesal correcta para el tipo de violación que ha sufrido Marbury. Aunque la respuesta es afirmativa y en este punto de la sentencia el lector podría pensar que Marbury había ya ganado el caso, Marshall formula a continuación la pregunta clave del juicio, que a la postre dará lugar nada menos que al nacimiento de la institución de la judicial review. La pregunta es si la ley que regula la competencia de la Corte para la expedición de mandamus es conforme a la Constitución. En la sentencia se afirma:

“…la autorización que se le da a la Suprema Corte mediante la ley que establece los tribunales judiciales de los Estados Unidos, para expedir mandamus a los funcionarios públicos, aparentemente no está basada en la Constitución; y surge la pregunta de si una jurisdicción conferida en tal forma puede ser ejercitada”.

Poco a poco, Marshall se va a acercando a una puerta que una vez abierta cambiaría por completo el significado de la Constitución en los Estados contemporáneos. El siguiente paso de su razonamiento se expresa en los siguientes términos:

“La cuestión de si una ley común que repugna a la Constitución, puede llegar a ser una ley válida, interesa profundamente a los Estados Unidos; pero afortunadamente no es tan intrincada como interesante. Nos parece que sólo es necesario tomar en cuenta ciertos principios ya por largo tiempo establecidos para decidirla.”

Asentada esa premisa, que luego no encuentra justificación alguna en el resto de la sentencia (por ejemplo no se menciona un solo antecedente de la facultad de la Corte para revisar la constitucionalidad de las leyes, a pesar de que los había), Marshall describe al gobierno de los Estados Unidos como un gobierno limitado por mandato precisamente de la Constitución, que impone límites a la actuación de los poderes públicos:

“¿Con qué objeto se consignan tales límites por escrito, si esos límites pudieran en cualquier tiempo sobrepasarse por las personas a quienes se quiso restringir?

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La distinción entre gobiernos de poderes limitados y los poderes ilimitados, queda abolida si los límites no contienen a las personas a las cuales les han sido impuestos y si lo prohibido y lo permitido se equipara. Este es un razonamiento demasiado obvio para dejar lugar a dudas y lleva a la conclusión de que la Constitución controla cualquier acto legislativo que le sea repugnante; pues de no ser así, el Legislativo podría alterar la Constitución por medio de una ley común”.

Los siguientes párrafos de la sentencia son los más citados y conocidos, pues en ellos Marshall plantea la base conceptual sobre la que se asienta a partir de entonces la “lógica de la judicial review”. Mucho se ha opinado sobre la calidad argumentativa de tales párrafos o sobre la escasa profundidad que tienen, o incluso sobre su falta de lógica. Veamos primero su texto y luego emitiremos un juicio sobre el contenido:

“Entre estas alternativas no hay término medio. O bien la Constitución es una ley superior inmodificable por medios ordinarios, o bien queda al nivel de las demás leyes del Congreso y como tales, puede ser alterada según el Legislativo quiera alterarla. Si el primer extremo de la alternativa es la verdad, entonces un acto legislativo contrario a la Constitución, no es una ley; si el segundo extremo de la alternativa es el verdadero, entonces las constituciones escritas son intentos absurdos por parte del pueblo, para limitar un poder que por su propia naturaleza es ilimitable. Ciertamente que todos aquellos que han elaborado constituciones escritas las consideran como la ley fundamental y suprema de la nación y, en consecuencia, la teoría de todo gobierno de esa naturaleza, tiene que ser que una ley del Congreso que repugnara a la Constitución, debe considerarse inexistente. Esta teoría, por su esencia misma, va imbíbita en una Constitución escrita y, en consecuencia, este Tribunal tiene que considerarla como uno de los principios fundamentales de nuestra sociedad… Si una ley del Legislativo, contraria a la Constitución, es nula, a pesar de dicha nulidad ¿puede obligar a los tribunales a obedecerla y a ponerla en vigor? O, en otras palabras, a pesar de que no es ley ¿constituye una regla que tiene los mismos efectos que si fuera ley?… Indudablemente, es de la competencia y del deber del Poder Judicial el declarar cuál es la ley… Si una ley se opone a la Constitución; si tanto la ley como la Constitución pueden aplicarse a determinado caso, en forma que el tribunal tiene que decidir ese caso, ya sea conforme a la ley y sin tomar en cuenta la Constitución, o conforme a la Constitución, haciendo a un lado la ley, el tribunal tiene que determinar cuál de estas reglas en conflicto rige el caso. Esta es la verdadera esencia del deber judicial. …los tribunales deben tomar en cuenta la Constitución y la Constitución es superior a toda ley ordinaria del Legislativo, (luego) entonces la Constitución y no la tal ley ordinaria, tiene que regir en aquellos casos en que ambas serían aplicables”.

Esta larga transcripción se justifica por la importancia del caso que estamos analizando y porque en esos párrafos se encuentran resumida buena parte de la filosofía de ese primer momento fundacional del constitucionalismo moderno. La supremacía constitucional, el deber judicial de proteger la Constitución, la normatividad y rigidez

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de la misma, etcétera, son ideas que —con mayor o menor fortuna, eso es irrelevante ahora— fueron precisadas por Marshall. Carlos Santiago Nino13 ha intentado concentrar en algunas premisas y una conclusión la estructura lógica del razonamiento de Marshall. Nino describe dicho razonamiento de la siguiente forma:

Premisa 1. El deber del poder judicial es aplicar la ley. Premisa 2. Cuando hay dos leyes contradictorias, no hay más remedio que aplicar una desechando la otra. Premisa 3. La Constitución es la ley suprema y define qué otras normas son ley. Premisa 4. La supremacía de la Constitución implica que cuando entra en conflicto con una norma dictada por el Congreso esta segunda deja de ser válida. Premisa 5. La negación de la premisa anterior supondría que el Congreso puede modificar la Constitución dictando una ley ordinaria, por lo que la Constitución no sería operativa para limitar al Congreso. Premisa 6. El Congreso está limitado por la Constitución. Premisa 7. Si una norma no es una ley válida carece de fuerza obligatoria. Conclusión: una ley contraria a la Constitución no debe ser aplicada por el Poder Judicial.

La pregunta que podría hacerse un analista es ¿porqué decide Marshall que una ley inconstitucional debe ser simplemente inaplicada y no opta por decretar su expulsión del ordenamiento jurídico, de forma que nunca más pueda ser aplicada? La diferencia entre una y otra opción no es menor. La elección que tomó Marshall ha marcado por décadas no solamente al modelo americano de control de la constitucionalidad de las leyes, sino también a los desarrollos constitucionales de otros países, México entre ellos. Lo que queda claro a partir de los postulados de la sentencia es que cualquier juez que se enfrente a una norma constitucional debe inaplicarla, estableciéndose de esta manera el control “difuso” de la constitucionalidad. Para Marshall la facultad de los jueces para determinar cuál es el derecho aplicable —facultad que corresponde a “la verdadera esencia del deber judicial”— incluía la verificación de la constitucionalidad de las leyes. Como analizaremos más adelante, el modelo europeo de control de la constitucionalidad se caracteriza precisamente por lo contrario, ya que bajo su esquema se ejerce el control “concentrado”, que corre a cargo no de cada juez o tribunal, sino solamente de un tribunal especializado que se suele llamar “Tribunal Constitucional” y que normalmente está ubicado fuera de la estructura del poder judicial ordinario.

13

NINO, Carlos Santiago, “Los fundamentos del control judicial de constitucionalidad” en Fundamentos y Alcances de Control Judicial de Constitucionalidad, CEC, Cuadernos y Debates, Madrid, 1991, p. 100

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2.1.1.1.1.1. El Federalista, número LXXVIII El antecedente más importante y accesible para Marshall, se encuentra en “El Federalista”. Los autores de este texto tenían una moderada confianza en los jueces y una gran desconfianza en el poder del pueblo que podía expresarse a través del congreso. Todo el sistema de la Constitución de 1787, dice Roberto Gargarella, “responde claramente a la idea de bloquear la formación de facciones e impedir posibles ‘desbordes’ de los órganos mayoritarios”. La clave del tema está en el número 78 de “El Federalista”. En ese artículo, escrito por Alexander Hamilton, los defensores de la Constitución sostenían que:

“Quien considere con atención a los distintos departamentos del poder, percibirá que en un gobierno en que se encuentren separados, el judicial, debido a la naturaleza de sus funciones, será siempre el menos peligroso para los derechos políticos de la Constitución, porque su situación le permitirá estorbarlos o perjudicarlos en menor grado que los otros poderes… (El poder judicial) no influye ni sobre las armas, ni sobre el tesoro; no dirige la riqueza ni la fuerza de la sociedad, y no puede tomar ninguna resolución activa…”

A partir de estas premisas generales sobre el lugar de los jueces (que luego la historia ha revelado falsas, ya que el poder judicial en Estados Unidos dejó desde el siglo XIX de ser un poder débil y poco influyente en las decisiones políticas de los otros dos poderes), Hamilton entra directamente a tratar el tema de la relación entre las leyes y los jueces. Luego de hacer una reflexión sobre la forma en que el texto constitucional se impone al legislador (asentando que en tanto que el Congreso tiene un poder delegado por la Constitución, cualquiera de sus actos que vaya en contra de ella será “nulo”), escribe:

“…los tribunales han sido concebidos como un cuerpo intermedio entre el pueblo y la legislatura, con la finalidad, entre otras varias, de mantener a esta última dentro de los límites asignados a su autoridad. La interpretación de las leyes es propia y peculiarmente de la incumbencia de los tribunales. Una Constitución es de hecho una ley fundamental y así debe ser considerada por los jueces. A ellos pertenece, por lo tanto, determinar su significado, así como el de cualquier ley que provenga del cuerpo legislativo. Y si ocurriere que entre las dos hay una discrepancia, debe preferirse, como es natural, aquella que posee fuerza obligatoria y validez superiores; en otras palabras, debe preferirse la Constitución a la ley ordinaria, la intención del pueblo a la intención de sus mandatarios…Donde la voluntad de la legislatura, declarada en sus leyes, se halla en oposición a la del pueblo, declarada en la Constitución, los jueces deberán gobernarse por la última de preferencia a las primeras. Deberán regular sus decisiones por las normas fundamentales antes que por las que no lo son”.

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De esta visión sobre lo que deben hacer los jueces con las leyes inconstitucionales parece tomar muchos aspectos no solamente la sentencia Marbury, sino todo el sistema de control de constitucionalidad que se desarrolla en los Estados Unidos. Por ejemplo, es obvio que Hamilton no se refiere a la Suprema Corte como la encargada de verificar la inconsistencia entre la ley y la Constitución, sino en general al Poder Judicial; de ahí deriva el “control difuso” al que ya nos hemos referido. Tampoco se precisa por Hamilton los efectos del pronunciamiento judicial cuando se detecta la inconstitucionalidad; es decir, no se aclara qué debe hacer el juez con la norma contraria a la Constitución: la decisión de Marshall y la seguida desde entonces es simplemente no aplicar la norma, pero sin que la misma sea expulsada formalmente del ordenamiento jurídico por virtud de la decisión judicial que constata su contraste con el texto constitucional. 2.1.1.1.2 Caso McCulloch VS Maryland En los años posteriores a 1803, la técnica de la judicial review se fue extendiendo e incluso puliendo. Marshall pudo precisar algunos conceptos importantes en la sentencia del caso McCulloch versus Maryland de 1819. Particularmente, en esa sentencia se encuentra la idea de que la interpretación constitucional que realiza la Corte obliga a todos los poderes públicos, tanto federales como locales. Pese a que es menos conocida, los expertos juzgan que la sentencia McCulloch es la más grande de todas las que dictó Marshall y la de más alto nivel argumentativo. En un pasaje de esa sentencia Marshall hizo afirmaciones muy importantes para la moderna interpretación constitucional:

“Una Constitución, si detallara con exactitud todas las subdivisiones que sus grandes poderes pueden admitir, y todos los medios por los que pueden ejecutarse, sería tan prolija como un código legal y no podría ser abarcada por la mente humana. Probablemente, nunca sería entendida por la gente. Por tanto, su naturaleza requiere que únicamente se perfilen sus rasgos generales, que se designen sus grandes objetos, y que los componentes menores de estos objetos se deduzcan de la naturaleza de los propios objetos. Que ésta era la idea de los que elaboraron la Constitución estadounidense no se deduce sólo de la naturaleza del instrumento, sino también del lenguaje. ¿Por qué, si no, se introdujeron algunas de las limitaciones contenidas en la sección novena del primer artículo? También está justificado, hasta cierto punto, por el hecho de que hayan omitido el uso de cualquier término restrictivo que pueda dificultar una interpretación justa y correcta. Así pues, al considerar este tema nunca debemos olvidar que lo que estamos interpretando es una Constitución”.

¿De dónde sale la idea de Marshall de que la Constitución debe imponerse a la ley en el caso de que haya una contradicción entre las dos normas? Y más todavía, ¿de dónde deduce que tiene que ser el poder judicial quien establezca que dicha contradicción existe y se encargue de hacer una interpretación jurídica para “inaplicar” la ley?

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Como ya lo hemos mencionado, un antecedente que se menciona frecuentemente en los análisis sobre el caso Marbury es el que expuso el famoso juez inglés Edward Coke en el caso Bonham donde se refirió a una ley que fuera contraria al “common law”, concluyendo que dicha ley sería “nula” (void). Otro antecedente puede haber estado en las constituciones y declaraciones de las colonias, así como en la discusión sobre la Constitución federal; algunos de los que intervinieron en esos procesos hicieron referencia a una cierta forma de control de la constitucionalidad. De tal modo, es dable afirmar que la Corte suprema, negando a sí misma una competencia menor, como la de impartir órdenes a la administración, se atribuía un poder mucho mayor: el control de conformidad de las leyes a la Constitución, no previsto expresamente en la Constitución americana de 1787. Había nacido el control judicial sobre la conformidad de las leyes a la Constitución. 2.1.1.1.3 Caso Cooper VS Aaron Sobre este caso nos limitaremos a señalar que tuvo que pasar más de un siglo para que la propia Corte Suprema, en el caso Cooper vs Aaron, sostuviera por vez primera vez que dicho alto tribunal se “constituía como el intérprete final y supremo de la Constitución”.14 El holding de la sentencia consiste en que “la competencia de la Corte Suprema como interprete final de la Constitución. Las autoridades tanto Federales como Locales, no pueden apartarse de las decisiones de la corte aunque éstas no estén vinculadas al holding de un caso anterior. Deben pegarse a la stare decisis”. En el razonamiento de la sentencia se citan a Marshall en Marbury vs. Madison, quien dice que “la Constitución es la ley fundamental y más elevada de la Nación. Y es deber de la Corte decir lo que la ley es. Y todos los funcionarios de cada poder están obligados a la constitución”. Aunado ello, señala el razonamiento, Marshall dijo que “si las legislaturas de cada Estado pudieran anular a voluntad las decisiones de los tribunales, la Constitución sería una burla”.

3. Revisión judicial y supremacía constitucional en México 3.1. Artículo 133 constitucional 3.1.1. Constitución de 1857

La primera vez que aparecen en nuestros textos constitucionales las disposiciones del artículo 133 de nuestra actual ley fundamental, fue en el artículo 126 de la Constitución de 1857 —artículo 123 en el proyecto que dio origen a esa norma suprema—. No existe indicio en los debates del Constituyente de 1857 que aclare su intención de redactar dicho precepto en la forma en que lo hizo, pues, según expone Francisco Zarco, el mismo fue aprobado sin discusión, y por 79 votos contra uno en la

14

Hall, Kermit L. ed., The Oxford Companion to the Supreme Court of the United States, Oxford University Press, 2005, p. 45

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sesión del 18 de noviembre de 1856, aunque el acta oficial establece que la votación fue de 80 votos contra uno. Sin embargo, es clarísima la inspiración que el texto del artículo 126 de la Constitución de 1857 tuvo en el artículo VI de su similar estadounidense, pues ambos textos son prácticamente idénticos.15 Establecía la disposición constitucional en cita:

Artículo 126. Esta Constitución, las leyes del congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados hechos ó que se hicieren por el presidente de la República, con aprobación del congreso; serán la ley suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, á pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las constituciones ó leyes de los Estados.

3.1.2. Constitución de 1917

La Comisión de Constitución del Constituyente de 1916 al percatarse que lo dispuesto por el artículo 126 de la Constitución de 1857 había sido eliminado del proyecto presentado a la asamblea por Carranza, decidió incluirlo bajo el número 132 de su propuesta. El dictamen de dicha comisión se expresaba de este modo:

“Más importante aún es el artículo 123 (sic) de la Constitución de 1857, también suprimido en el proyecto, que establece la supremacía de la ley constitucional, de las leyes emanadas de ésta y de los tratados hechos por el Ejecutivo con aprobación del Congreso. La ley americana, en un precepto análogo, hace uso de la expresión enérgica diciendo que leyes como éstas son la ley suprema de la tierra. Así es entre nosotros también, y el artículo suprimido, además de esa grandiosa declaración, constituye la salvaguardia del Pacto federal y su lugar preferente respecto de las Constituciones locales, pues autoriza a los jueces a ceñirse a aquél, a pesar de disposiciones en contrario que pueda haber en éstas: La comisión ha recogido el artículo y se ha permitido incluirlo en el número 132”.

El referido artículo 132 fue presentado a la asamblea constituyente por la Comisión de Constitución de 1916-1917, sometido a voto en la 62a. sesión ordinaria celebrada el jueves 25 de enero de 1917, y aprobado por unanimidad de 154 votos con el texto siguiente:

Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella, y todos los tratados hechos y que se hicieren por el Presidente de la República, con aprobación del Congreso, serán la Ley Suprema de la toda la Unión. Los jueces de cada estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los estados.

15

Incluso el texto vigente del artículo 133 de la Constitución federal se conserva con una redacción muy similar al referido precepto de la Constitución estadounidense.

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De lo anterior se obtienen las siguientes conclusiones:

a) El Constituyente manifestó con claridad su voluntad de incluir en nuestra ley fundamental una disposición análoga al artículo VI de la Constitución estadounidense.

b) Al artículo 133 de nuestra actual Constitución se pretendió otorgar expresamente una función dentro de nuestro sistema jurídico, similar a la que tiene el artículo VI de la Constitución estadounidense, pues no de otra forma puede entenderse la frase “así es entre nosotros también” que se emplea en ese dictamen.

c) Expresó con claridad que la razón por la cual debía incluirse dicho precepto en nuestra ley suprema era justamente porque autoriza a todos los jueces a ceñirse a ella, no obstante las disposiciones ordinarias contrarias a su sentido, lo que implica su intención de facultar a los órganos jurisdiccionales a preferir la Constitución a las leyes ordinarias, en cada caso concreto en que ésta pugne con aquélla.

3.1.2.1. Reforma del 18 de enero de 1934 El artículo 133 de nuestra Constitución de 1917 ha sufrido sólo una reforma: la publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de enero de 1934, en el sentido de que los tratados internacionales celebrados por el Presidente de la República deberán ser aprobados sólo por el Senado. Así el texto constitucional vigente es del tenor literal siguiente:

Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.

3.3. Interpretación jurisdiccional de la supremacía constitucional

La doctrina16 coincide en señalar que el artículo 133 constitucional contiene dos principios constitucionales de gran envergadura. El primero de ellos, contenido en su primer párrafo, se refiere a la jerarquía normativa existente en el sistema jurídico mexicano, y, en consecuencia, establece el principio de supremacía constitucional. El segundo de ellos, como analizaremos más adelante, se refiere a la doble sujeción de los jueces del orden común a la ley y a la Constitución, lo cual, es el fundamento para principal para argumentar la existencia de un control difuso de constitucionalidad. Por lo que se refiere el principio de supremacía de la Constitución reconocido en el artículo 133 constitucional, la jurisprudencia ha señalado reiteradamente no está referido exclusivamente a la Constitución, en sentido estricto, sino que se extiende, en sentido amplio, a toda la “ley suprema de la Unión”, es decir, al derecho común a la 16

TENA RAMÍREZ, Felipe, Derecho Constitucional Mexicano, Porrúa, 37ª ed., México, 2005, p. 549.

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Federación y los estados que se contiene precisamente en el pacto federal, en los tratados internacionales y en las normas congresales que desarrollan cláusulas constitucionales, esto se explica en los criterios judiciales que enseguida se transcriben:

SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y LEY SUPREMA DE LA UNIÓN. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL. A partir de la interpretación del precepto citado, si aceptamos que las Leyes del Congreso de la Unión a las que aquél se refiere corresponden, no a las leyes federales sino a aquellas que inciden en todos los órdenes jurídicos parciales que integran al Estado Mexicano y cuya emisión deriva de cláusulas constitucionales que constriñen al legislador para dictarlas, el principio de "supremacía constitucional" implícito en el texto del artículo en cita claramente se traduce en que la Constitución General de la República, las leyes generales del Congreso de la Unión y los tratados internacionales que estén de acuerdo con ella, constituyen la "Ley Suprema de la Unión", esto es, conforman un orden jurídico superior, de carácter nacional, en el cual la Constitución se ubica en la cúspide y, por debajo de ella los tratados internacionales y las leyes generales.17 SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y ORDEN JERÁRQUICO NORMATIVO, PRINCIPIOS DE. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL QUE LOS CONTIENE. En el mencionado precepto constitucional no se consagra garantía individual alguna, sino que se establecen los principios de supremacía constitucional y jerarquía normativa, por los cuales la Constitución Federal y las leyes que de ella emanen, así como los tratados celebrados con potencias extranjeras, hechos por el presidente de la República con aprobación del Senado, constituyen la Ley Suprema de toda la Unión, debiendo los Jueces de cada Estado arreglarse a dichos ordenamientos, a pesar de las disposiciones en contrario que pudiera haber en las Constituciones o en las leyes locales, pues independientemente de que conforme a lo dispuesto en el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los Estados que constituyen la República son libres y soberanos, dicha libertad y soberanía se refiere a los asuntos concernientes a su régimen interno, en tanto no se vulnere el Pacto Federal, porque deben permanecer en unión con la Federación según los principios de la Ley Fundamental, por lo que deberán sujetar su gobierno, en el ejercicio de sus funciones, a los mandatos de la Carta Magna, de manera que si las leyes expedidas por las Legislaturas de los Estados resultan contrarias a los preceptos constitucionales, deben predominar las disposiciones del Código Supremo y no las de esas leyes ordinarias, aun cuando procedan de acuerdo con la Constitución Local correspondiente, pero sin que ello entrañe a favor de las autoridades que ejercen funciones materialmente jurisdiccionales, facultades de control constitucional que les permitan desconocer las leyes emanadas del Congreso Local correspondiente, pues el artículo 133 constitucional debe ser interpretado a la luz del régimen previsto por la propia Carta Magna para ese efecto.18

17

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXV, Novena Época, Pleno, Tesis Aislada P. VIII/2007, Abril de 2007, p.6 18

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XX, Primera Sala, Octubre de 2004, Tesis Jurisprudencial 1a./J. 80/2004, p. 264

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CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD POR LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. CONFORME AL PRINCIPIO DE SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL LOS MEDIOS RELATIVOS DEBEN ESTABLECERSE EN LA PROPIA CONSTITUCIÓN FEDERAL Y NO EN UN ORDENAMIENTO INFERIOR. En virtud de que el ejercicio de la competencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tratándose de los medios de control de la constitucionalidad, tiene por efecto que ese órgano fije el alcance de las normas supremas, que expresan la soberanía popular, debe considerarse que la jerarquía de las bases contenidas en ese Magno Ordenamiento conlleva el que sólo en ellas, mediante la voluntad soberana manifestada por el Constituyente o por el Poder Revisor de la Constitución, pueda establecerse la existencia de los referidos medios; ello sin menoscabo de que el legislador ordinario desarrolle y pormenorice las reglas que precisen su procedencia, sustanciación y resolución. La anterior conclusión se corrobora por lo dispuesto en los diversos preceptos constitucionales que, en términos de lo previsto en el artículo 94 de la propia Constitución General de la República, determinan las bases que rigen la competencia de la Suprema Corte de Justicia, en los que al precisarse los asuntos de su conocimiento, en ningún momento se delega al legislador ordinario la posibilidad de crear diversos medios de control de la constitucionalidad a cargo de aquélla.19 TRATADOS INTERNACIONALES. SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE LAS LEYES FEDERALES Y EN UN SEGUNDO PLANO RESPECTO DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. Persistentemente en la doctrina se ha formulado la interrogante respecto a la jerarquía de normas en nuestro derecho. Existe unanimidad respecto de que la Constitución Federal es la norma fundamental y que aunque en principio la expresión "... serán la Ley Suprema de toda la Unión ..." parece indicar que no sólo la Carta Magna es la suprema, la objeción es superada por el hecho de que las leyes deben emanar de la Constitución y ser aprobadas por un órgano constituido, como lo es el Congreso de la Unión y de que los tratados deben estar de acuerdo con la Ley Fundamental, lo que claramente indica que sólo la Constitución es la Ley Suprema. El problema respecto a la jerarquía de las demás normas del sistema, ha encontrado en la jurisprudencia y en la doctrina distintas soluciones, entre las que destacan: supremacía del derecho federal frente al local y misma jerarquía de los dos, en sus variantes lisa y llana, y con la existencia de "leyes constitucionales", y la de que será ley suprema la que sea calificada de constitucional. No obstante, esta Suprema Corte de Justicia considera que los tratados internacionales se encuentran en un segundo plano inmediatamente debajo de la Ley Fundamental y por encima del derecho federal y el local. Esta interpretación del artículo 133 constitucional, deriva de que estos compromisos internacionales son asumidos por el Estado mexicano en su conjunto y comprometen a todas sus autoridades frente a la comunidad internacional; por ello se explica que el Constituyente haya facultado al presidente de la República a suscribir los tratados internacionales en

19

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XII, Novena Época, Pleno, Diciembre de 2000, Tesis Jurisprudencial P./J. 155/2000, p. 843

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su calidad de jefe de Estado y, de la misma manera, el Senado interviene como representante de la voluntad de las entidades federativas y, por medio de su ratificación, obliga a sus autoridades. Otro aspecto importante para considerar esta jerarquía de los tratados, es la relativa a que en esta materia no existe limitación competencial entre la Federación y las entidades federativas, esto es, no se toma en cuenta la competencia federal o local del contenido del tratado, sino que por mandato expreso del propio artículo 133 el presidente de la República y el Senado pueden obligar al Estado mexicano en cualquier materia, independientemente de que para otros efectos ésta sea competencia de las entidades federativas. Como consecuencia de lo anterior, la interpretación del artículo 133 lleva a considerar en un tercer lugar al derecho federal y al local en una misma jerarquía en virtud de lo dispuesto en el artículo 124 de la Ley Fundamental, el cual ordena que "Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los Estados.". No se pierde de vista que en su anterior conformación, este Máximo Tribunal había adoptado una posición diversa en la tesis P. C/92, publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Número 60, correspondiente a diciembre de 1992, página 27, de rubro: "LEYES FEDERALES Y TRATADOS INTERNACIONALES. TIENEN LA MISMA JERARQUÍA NORMATIVA."; sin embargo, este Tribunal Pleno considera oportuno abandonar tal criterio y asumir el que considera la jerarquía superior de los tratados incluso frente al derecho federal.20

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Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta X, Novena Época, Pleno, Noviembre de 1999, Tesis Aislada P. LXXVII/99, p. 46

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CAPÍTULO II. CONTROL CONSTITUCIONAL POR ÓRGANO JURISDICCIONAL 1. Concepto En sentido amplio, el control constitucional, definido por Hans Kelsen como garantía de la Constitución, es “la regularidad de los grados del orden jurídico inmediatamente subordinados a la Constitución”. Lo anterior, prosigue el jurista austriaco, “presupone, para ser resuelto, una noción clara de la Constitución. Únicamente, la teoría de la estructura jerárquica (Stufenbau) del ordenamiento jurídico, ya apuntada, está en condiciones de proporcionarla”.21 En este mismo sentido se pronuncia Robert Alexy al definir que el control constitucional, es “la expresión de la superioridad o prioridad de los derechos fundamentales frente –o en contra de- la legislación parlamentario.” Su base lógica, para el jurista alemán, “es el concepto de contradicción”.22 Es importante destacar, que el objeto del control, de acuerdo a Kelsen, en los actos inmediatamente subordinados a la Constitución, es su constitucionalidad, y para los actos que no le están más que mediatamente subordinados, es su legalidad la que debe ser controlada, o más generalmente, es la conformidad de un acto a las normas de grado superior lo que debe ser verificado. De esta manera, la doctrina constitucional ha establecido que el objeto del control constitucional debe comprender necesariamente dos elementos:

a) El procedimiento según el cual ha sido elaborado la norma o el acto, b) El contenido de la norma o el acto, si las normas de grado superior contienen

disposiciones sobre el particular. En suma, tomando en consideración los conceptos anteriores, es dable afirmar que el control constitucional es la garantía constitucional de la regularidad de las normas inmediatamente subordinadas a la Constitución, es decir, esencialmente de la constitucionalidad de las leyes basado en el principio de contradicción entre una norma suprema, la Constitución, con una norma inferior, la ley o reglamento. 2. Modelos paradigmáticos En este apartado realizaremos una breve descripción de los modelos clásicos de control constitucional que la doctrina ha distinguido, a saber, el control concentrado y el control difuso. De igual manera, estudiaremos el surgimiento de un nuevo modelo de control denominado control híbrido o control concentrado por vía de incidente procesal.

21

KELSEN, Hans, op.cit., pp. 22-23 22

ALEXY, Robert, Jueces y ponderación argumentativa, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2006, p. 11

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2.1. Clasificación Cuando, en 1968, M. Cappelletti presenta sus esquemas clasificatorios de la justicia constitucional,23 su propuesta consistió fundamentalmente en contraponer los modelos «políticos» de hacer justicia constitucional, frente a los «judiciales» o «jurisdiccionales»; y a continuación analizar estos últimos bajo un triple orden de perspectiva: la estructural, referida al sujeto habilitado para controlar la ley; la procesual, relativa al “acceso” a los Tribunales; y finalmente la relativa a los efectos de la sentencia. Rechazado todo criterio “geográfico”, el resultado al que llegaba el ilustre estudioso era nada menos que el de yuxtaponer —conforme a los tres enfoques aplicados— el modelo estadounidense al austriaco, siendo el control preventivo “a la francesa” relegado al ámbito del control «político». De hecho, establecía básicamente las siguientes dicotomías: control difuso (americano) y concentrado (austriaco); control incidental (Estados Unidos, pero también Austria tras la renovación constitucional de 1929, seguida de la de 1975, así como Alemania e Italia) y control directo (Austria); control con eficacia declarativa (nuevamente Estados Unidos) y control con eficacia constitutiva (de nuevo Austria).24 Así pues el esquema basculaba sustancialmente, desde cualquier perspectiva que se analizase, sobre dos grandes divisiones bipolares basadas (también) en un esquema “geográfico”: Francia (y ordenamientos socialistas), de una parte, con su sistema de control «político»; y el resto del mundo, con el control jurisdiccional, de otra. En el seno de esta segunda categoría, Estados Unidos y otros países del common law (con su control difuso, incidental, declarativo) a un lado; y Austria, con control concentrado en vía principal y constitutivo, al otro. Solo embrionariamente aparecía la sugerencia de una tercera categoría, representada por sistemas de control incidental, como Alemania o Italia. En los últimos lustros más de un autor ha propuesto volver a pensar las clásicas esquematizaciones “binarias” (sistema americano-sistema continental), intentando reducir a una unidad (o mejor, a una dualidad), las innumerables variantes registradas en el panorama comparativo tras los desarrollos de la justicia constitucional y la proliferación de las transformaciones experimentadas por la misma. Las sugerencias más radicales, orientadas a superar las clasificaciones tradicionales basadas en las fases de control, la difusión o concentración del mismo, los procedimientos seguidos por el juez de las leyes, la eficacia de las decisiones de los Tribunales, son las que insisten en la dicotomía entre control preventivo y sucesivo; o, utilizando las categorías históricamente plasmadas en la legislación de desarrollo de la Grundgesetz, entre control abstracto y control concreto. A lo que se añade más

23

M. CAPPELLETTI, Il controllo giudiziario di costituzionalitá delle leggi nel diritto comparato, Giuffrè, Milan, 1968, repetidamente reeditado y traducido a otras lenguas. Las referencias son de la edición de 1978. 24

Ibidem, p. 1.

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recientemente una posterior hipótesis clasificatoria, orientada a identificar sustancialmente dos modos diversos de operar el control de las leyes, según que se desarrolle con motivo de su aplicación o no (teoría que, como se dirá en seguida, tiene también en cuenta sub-clasificaciones indispensables para ordenar las múltiples experiencias consideradas). Tales propuestas (y sus diversas variantes), aunque sustancialmente similares, insisten sobre elementos diversos: en particular, la que incide en la distinción entre control previo y control sucesivo evidencia el factor representado por la “fase” del control, a diferencia de las que insisten en la mayor o menor conexión con un contencioso concreto. En particular, se observa que mientras el control preventivo es siempre abstracto, no es cierto lo contrario, que el control abstracto sea siempre preventivo. 2.1. 1. Control difuso o americano Como hemos señalado en apartados anteriores con la sentencia Madison “Marbury vs. Madison”, se origina el control de constitucionalidad de las leyes por un órgano jurisdiccional. El control de constitucionalidad estadounidense aparece —y se desarrolla— con carácter “difuso”, en el sentido (como mejor veremos en los párrafos sucesivos) de que no existe una Corte que ejercite específicamente esta tarea, sino que cada juez, en el ejercicio de la propia jurisdicción —principalmente con el fin de tutelar los derechos subjetivos de cada ciudadano— debe valorar si los actos legislativos a aplicar están conformes con la constitución. La Corte suprema no detenta el monopolio del control, sino que lo ejercita como órgano máximo del sistema judicial de los Estados Unidos con eficacia limitada a las partes de la causa. Sin embargo, el sistema del precedente (stare decisis), típico de los ordenamientos anglosajones (ordenamientos de common law), vincula a las cortes inferiores a conformarse a los pronunciamientos de los jueces superiores, por lo cual una sentencia de la Corte suprema termina por tener una eficacia general. 2.1.2. Control concentrado o europeo En la experiencia europea se forma, en cambio, la idea de confiar el control de constitucionalidad a un Tribunal ad hoc, también en la óptica de ofrecer una garantía de la Constitución de carácter objetivo, es decir, prescindiendo de la tutela de los derechos de los ciudadanos. La teorización de este modelo se debe a la contribución de Hans Kelsen, modelo que fue también llamado a ser aplicarlo en la Constitución austríaca de 1920. En la doctrina alemana posterior a la primera guerra mundial, afirmada la tesis de la supremacía y de la rigidez de la Constitución, se desarrolló un debate sobre quién debía ser el guardián de la Constitución. Por un lado, Carl Schmitt, individualizaba en el Presidente del Reich al órgano de garantía del ordenamiento, sobre todo como sujeto apto para tomar las

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decisiones extremas en las situaciones excepcionales. Kelsen, en cambio —partiendo de la idea de que la “la función política de la Constitución es la de poner límites jurídicos al ejercicio del poder y garantía de la constitución significa la certidumbre de que estos límites no serán rebasados”— se preocupaba por subordinar también al Parlamento a la Constitución; por lo tanto, proponía que “la tarea de anular sus actos inconstitucionales debe confiarse a un órgano diverso, independiente de éste y de cualquier autoridad estatal, es decir a una jurisdicción o tribunal constitucional”. Las de Schmitt y Kelsen son dos visiones política, histórica y jurídicamente muy diversas de la Constitución y del papel de guardián, por un lado, entendido como defensa en contra de la amenaza a la existencia misma de la unidad constitucional, por el otro, como control sobre la “regularidad constitucional” de los actos que emanan de los poderes públicos. En lo que aquí interesa, el tipo de control de constitucionalidad así propuesto por Kelsen confiaba sólo al Tribunal constitucional el poder de declarar inconstitucionales las leyes, con efecto general, erga omnes, y bajo instancia de las autoridades públicas llamadas a aplicar el derecho. Este modelo encontró su primera experimentación práctica en la Constitución federal austríaca de 1920. Fue instituido un Tribunal constitucional federal (Verfassungsgerichtshof), con características de independencia y competente para juzgar sobre el respeto de la Constitución y de las competencias repartidas entre el Bund (Federación) y los Länder (Estados federales) también revisando la constitucionalidad de las leyes. 2.1.3. Control híbrido o Control concentrado por vía de incidente procesal Quienes partiendo de los modelos originales, europeo y americano, extraen nuevos modelos cuya diferenciación específica recae en los modos de combinar las técnicas y características que tradicionalmente los han contrapuesto, apareciendo como modelos “híbridos”. Se instaura, en consecuencia, un tercer modelo que se caracteriza por existir plena difusión en lo que respecta a los órganos que formalmente pueden interpretar la Constitución, pero en donde corresponde a un único órgano el rechazo de las normas inconstitucionales. En este sentido, la actitud de los órganos que participan en la valoración de la constitucionalidad de la ley se ubica como un importante elemento de colaboración en la medida que tienen el poder de activar la vertiente concentrada del modelo mediante la “cuestión de inconstitucionalidad”.25 Podemos afirmar sin ambages que el control híbrido es consustancial al nacimiento del control concentrado ejercido por un Tribunal Constitucional. La reforma constitucional austriaca de 1929, recordemos, incorporó un primer elemento que se puede considerar extraño al modelo europeo, al atribuir al Tribunal Constitucional un control

25

PEGORARO, Lucio, Lineamenti de giustizia costituzionale comparata, Torino, G. Giappichelli Editore, 1998, p. 27. En castellano acúdase a su trabajo “La circulación, la recepción y la hibridación de los modelos de justicia constitucional”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, No. 6, 2002, p. 401.

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de tipo incidental a través de la cuestión de inconstitucionalidad, limitando como órganos legitimados para plantearla al Tribunal Supremo y al Tribunal Administrativo.26 Se realiza en Alemania, Italia, y España, modalidad de control constitucional imitada en algunos ordenamientos de Europa centro-oriental27 y latino-americanos.28 Como se ha destacado ampliamente, el control incidental integra elementos (americanos) de difusión —ya que todo juez puede formular la duda o cuestión de inconstitucionalidad de una norma—, con elementos de concentración (austriaco- kelsenianos), ya que la decisión se reserva a un Tribunal ad hoc. Pero la circunstancia de que el juez no pueda inaplicar directamente, en el análisis de un caso concreto, la norma inconstitucional, diferencia sustancialmente al control incidental europeo del (estrictamente definido como incidental) norteamericano, así como igualmente del control sobre el recurso, dando origen a una especie distinta de control de constitucionalidad 2.2. Características generales No cabe duda que la aportación del ilustre procesalista florentino, Piero Calamandrei29, al dar cuenta puntual de los rasgos que diferenciaban y, de hecho, oponían a los modelos originarios de justicia constitucional tuvo una significación incontestable. Recordamos con el autor que el control “judicial” formaba parte de un sistema difuso, incidental, especial y declarativo, mientras que el control “autónomo”, como lo llamó, se caracterizaba por ser concentrado, principal, general y constitutivo. La pureza con que se presentaban los modelos históricos de naturaleza jurisdiccional —separados de las formas de control mediante órgano político según la gran aportación de Cappelletti30 servía, como no podía ser de otra manera, para la identificación y encuadración de los sistemas que paulatinamente se producían en virtud de la circulación de las bases jurídicas del régimen de la democracia constitucional; sistema político expandido y generalizando en buena parte de las naciones contemporáneas entre cuyos componentes esenciales se encontraba, precisamente, la institución de la justicia constitucional. No obstante ésta circunstancia, la aparición de un nuevo modelo de Constitución, a partir de los procesos constituyentes de la segunda guerra mundial, ha constreñido a realizar ajustes que han terminado por destruir la pureza conceptual de una clasificación que en la práctica nunca se observó. Una diferencia fundamental entre estas dos formas de control está referida a los efectos de la decisión de inconstitucionalidad. En el modelo centralizado, la sentencia que declara la ilegitimidad constitucional de una ley tiene efectos genera- les (efecto de anulación erga omnes, con valencia constitutiva), en el sentido de que elimina de una vez por todas, en todas las posibles aplicaciones, el acto del ordenamiento, ya sea

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CRUZ VILLALÓN, Pedro, La formación del sistema europeo de control de constitucionalidad (1918-1939), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1987, p. 267. 27

V. M. VERDUSSEN (dir.), La justice constitutionnelle en Europe centrale, Bruylant, Bruxelles-L. J. D. G., Paris, 1997. 28

D. GARCÍA BELAUNDE, F. FERNÁNDEZ SEGADO (coords.), La jurisdicción constitucional en Iberoamérica, Dykinson et. al., Madrid, 1997. 29

CALAMANDREI, Piero, “La illegitimità constituzionale delle leggi nel processo civile”, Opere Giuridiche, Vol. III, Napoli, Morano, 1968, p. 350. 30

CAPPELLETTI, Mauro, op.cit., p.1

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para el futuro, ya sea —generalmente— también para el pasado (eficacia retroactiva). En el sistema difuso, en cambio, la decisión de inconstitucionalidad vale sólo para el juicio en lo individual en el cual fue pronunciada (efecto inter partes, con valencia declarativa), por lo cual la Corte suprema no detenta el monopolio de la judicial review, sino que lo ejercita sólo en cuanto es órgano máximo del sistema judicial. También la decisión de la Corte suprema es, en vía de principio, limitada a las partes de la causa, sin embargo el principio del vínculo del precedente —principio del stare decisis, sobre el cual se basan los modelos de common law— comporta que las cortes inferiores están vinculadas por las decisiones de los jueces superiores, por lo cual —en buena medida— el acto legislativo declarado inconstitucional por la Corte suprema de cualquier modo pierde toda su eficacia. La esquematización de los modelos clásicos de control constitucional queda plasmada de la siguiente manera:

Características / Modelos

Control judicial Control autónomo

Origen Lugar: Estados Unidos de América Doctrina: Judicial review, Caso Marbury vs. Madison Fundador: Juez John Marshall

Lugar: Austria Doctrina: Tribunal Constitucional Federal, Verfassungsgerichtshof Fundador: Hans Kelsen

Órgano jurisdiccional legitimado para ejercer el control constitucional

Difuso, plural o descentralizado

Concentrado, unitario o centralizado

Modalidades de acceso

Incidental o por vía de excepción

Principal o por vía de acción

Naturaleza procesal de la sentencia

Declarativa Constitutiva

Efectos de la sentencia

Concreto, especial o inter partes

Abstracto, general o erga omnes

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CAPÍTULO III. MODELO DE CONTROL CONSTITUCIONAL EN MÉXICO 1. Fundamentos constitucionales

1.1. Artículo 94

Artículo 94. Se deposita el ejercicio del Poder Judicial de la Federación en una Suprema Corte de Justicia, en un Tribunal Electoral, en Tribunales Colegiados y Unitarios de Circuito y en Juzgados de Distrito. La administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación, con excepción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura Federal en los términos que, conforme a las bases que señala esta Constitución, establezcan las leyes. La Suprema Corte de Justicia de la Nación se compondrá de once Ministros y funcionará en Pleno o en Salas. En los términos que la ley disponga las sesiones del Pleno y de las Salas serán públicas, y por excepción secretas en los casos en que así lo exijan la moral o el interés público. La competencia de la Suprema Corte, su funcionamiento en Pleno y Salas, la competencia de los Tribunales de Circuito, de los Juzgados de Distrito y del Tribunal Electoral, así como las responsabilidades en que incurran los servidores públicos del Poder Judicial de la Federación, se regirán por lo que dispongan las leyes, de conformidad con las bases que esta Constitución establece. El Consejo de la Judicatura Federal determinará el número, división en circuitos, competencia territorial y, en su caso, especialización por materia, de los Tribunales Colegiados y Unitarios de Circuito y de los Juzgados de Distrito. El Pleno de la Suprema Corte de Justicia estará facultado para expedir acuerdos generales, a fin de lograr una adecuada distribución entre las Salas de los asuntos que competa conocer a la Corte, así como remitir a los Tribunales Colegiados de Circuito, para mayor prontitud en el despacho de los asuntos, aquéllos en los que hubiera establecido jurisprudencia o los que, conforme a los referidos acuerdos, la propia corte determine para una mejor impartición de justicia. Dichos acuerdos surtirán efectos después de publicados. La ley fijará los términos en que sea obligatoria la jurisprudencia que establezcan los tribunales del Poder Judicial de la Federación sobre interpretación de la Constitución, leyes y reglamentos federales o locales y tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano, así como los requisitos para su interrupción y modificación.

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La remuneración que perciban por sus servicios los Ministros de la Suprema Corte, los Magistrados de Circuito, los Jueces de Distrito y los Consejeros de la Judicatura Federal, así como los Magistrados Electorales, no podrá ser disminuida durante su encargo. Los Ministros de la Suprema Corte de Justicia durarán en su encargo quince años, sólo podrán ser removidos del mismo en los términos del Título Cuarto de esta Constitución y, al vencimiento de su período, tendrán derecho a un haber por retiro. Ninguna persona que haya sido Ministro podrá ser nombrada para un nuevo período, salvo que hubiera ejercido el cargo con el carácter de provisional o interino.

1.2. Artículo 99

Artículo 99. El Tribunal Electoral será, con excepción de lo dispuesto en la fracción II del artículo 105 de esta Constitución, la máxima autoridad jurisdiccional en la materia y órgano especializado del Poder Judicial de la Federación. Para el ejercicio de sus atribuciones, el Tribunal funcionará en forma permanente con una Sala Superior y salas regionales; sus sesiones de resolución serán públicas, en los términos que determine la ley. Contará con el personal jurídico y administrativo necesario para su adecuado funcionamiento. La Sala Superior se integrará por siete Magistrados Electorales. El Presidente del Tribunal será elegido por la Sala Superior, de entre sus miembros, para ejercer el cargo por cuatro años. Al Tribunal Electoral le corresponde resolver en forma definitiva e inatacable, en los términos de esta Constitución y según lo disponga la ley, sobre: I. Las impugnaciones en las elecciones federales de diputados y senadores; II. Las impugnaciones que se presenten sobre la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos que serán resueltas en única instancia por la Sala Superior. Las salas Superior y regionales del Tribunal sólo podrán declarar la nulidad de una elección por las causales que expresamente se establezcan en las leyes. La Sala Superior realizará el cómputo final de la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, una vez resueltas las impugnaciones que se hubieren interpuesto sobre la misma, procediendo a formular, en su caso, la declaración de validez de la elección y la de Presidente Electo respecto del candidato que hubiese obtenido el mayor número de votos.

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III. Las impugnaciones de actos y resoluciones de la autoridad electoral federal, distintas a las señaladas en las dos fracciones anteriores, que violen normas constitucionales o legales; IV. Las impugnaciones de actos o resoluciones definitivos y firmes de las autoridades competentes de las entidades federativas para organizar y calificar los comicios o resolver las controversias que surjan durante los mismos, que puedan resultar determinantes para el desarrollo del proceso respectivo o el resultado final de las elecciones. Esta vía procederá solamente cuando la reparación solicitada sea material y jurídicamente posible dentro de los plazos electorales y sea factible antes de la fecha constitucional o legalmente fijada para la instalación de los órganos o la toma de posesión de los funcionarios elegidos; V. Las impugnaciones de actos y resoluciones que violen los derechos político electorales de los ciudadanos de votar, ser votado y de afiliación libre y pacífica para tomar parte en los asuntos políticos del país, en los términos que señalen esta Constitución y las leyes. Para que un ciudadano pueda acudir a la jurisdicción del Tribunal por violaciones a sus derechos por el partido político al que se encuentre afiliado, deberá haber agotado previamente las instancias de solución de conflictos previstas en sus normas internas, la ley establecerá las reglas y plazos aplicables; VI. Los conflictos o diferencias laborales entre el Tribunal y sus servidores; VII. Los conflictos o diferencias laborales entre el Instituto Federal Electoral y sus servidores; VIII. La determinación e imposición de sanciones por parte del Instituto Federal Electoral a partidos o agrupaciones políticas o personas físicas o morales, nacionales o extranjeras, que infrinjan las disposiciones de esta Constitución y las leyes, y IX. Las demás que señale la ley. Las salas del Tribunal Electoral harán uso de los medios de apremio necesarios para hacer cumplir de manera expedita sus sentencias y resoluciones, en los términos que fije la ley. Sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo 105 de esta Constitución, las salas del Tribunal Electoral podrán resolver la no aplicación de leyes sobre la materia electoral contrarias a la presente Constitución. Las resoluciones que se dicten en el ejercicio de esta facultad se limitarán al caso concreto sobre el que verse el juicio. En tales casos la Sala Superior informará a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cuando una sala del Tribunal Electoral sustente una tesis sobre la inconstitucionalidad de algún acto o resolución o sobre la interpretación de un precepto de esta Constitución, y dicha tesis pueda ser contradictoria con una

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sostenida por las salas o el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, cualquiera de los Ministros, las salas o las partes, podrán denunciar la contradicción en los términos que señale la ley, para que el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decida en definitiva cuál tesis debe prevalecer. Las resoluciones que se dicten en este supuesto no afectarán los asuntos ya resueltos. La organización del Tribunal, la competencia de las salas, los procedimientos para la resolución de los asuntos de su competencia, así como los mecanismos para fijar criterios de jurisprudencia obligatorios en la materia, serán los que determinen esta Constitución y las leyes. La Sala Superior podrá, de oficio, a petición de parte o de alguna de las salas regionales, atraer los juicios de que conozcan éstas; asimismo, podrá enviar los asuntos de su competencia a las salas regionales para su conocimiento y resolución. La ley señalará las reglas y los procedimientos para el ejercicio de tales facultades. La administración, vigilancia y disciplina en el Tribunal Electoral corresponderán, en los términos que señale la ley, a una Comisión del Consejo de la Judicatura Federal, que se integrará por el Presidente del Tribunal Electoral, quien la presidirá; un Magistrado Electoral de la Sala Superior designado por insaculación; y tres miembros del Consejo de la Judicatura Federal. El Tribunal propondrá su presupuesto al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para su inclusión en el proyecto de Presupuesto del Poder Judicial de la Federación. Asimismo, el Tribunal expedirá su Reglamento Interno y los acuerdos generales para su adecuado funcionamiento. Los Magistrados Electorales que integren las salas Superior y regionales serán elegidos por el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara de Senadores a propuesta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La elección de quienes las integren será escalonada, conforme a las reglas y al procedimiento que señale la ley. Los Magistrados Electorales que integren la Sala Superior deberán satisfacer los requisitos que establezca la ley, que no podrán ser menores a los que se exigen para ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y durarán en su encargo nueve años improrrogables. Las renuncias, ausencias y licencias de los Magistrados Electorales de la Sala Superior serán tramitadas, cubiertas y otorgadas por dicha Sala, según corresponda, en los términos del artículo 98 de esta Constitución. Los Magistrados Electorales que integren las salas regionales deberán satisfacer los requisitos que señale la ley, que no podrán ser menores a los que se exige para ser Magistrado de Tribunal Colegiado de Circuito. Durarán en su encargo nueve años improrrogables, salvo si son promovidos a cargos superiores.

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En caso de vacante definitiva se nombrará a un nuevo Magistrado por el tiempo restante al del nombramiento original. El personal del Tribunal regirá sus relaciones de trabajo conforme a las disposiciones aplicables al Poder Judicial de la Federación y a las reglas especiales y excepciones que señale la ley.

1.3. Artículo 103

Artículo 103. Los tribunales de la Federación resolverán toda controversia que se

suscite: I. Por leyes o actos de la autoridad que viole las garantías individuales. II. Por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía

de los Estados o la esfera de competencia del Distrito Federal, y III. Por leyes o actos de las autoridades de los Estados o del Distrito Federal que

invadan la esfera de competencia de la autoridad federal.

1.4. Artículo 104

Artículo 104. Corresponde a los Tribunales de la Federación conocer: I. De todas las controversias del orden civil o criminal que se susciten sobre el

cumplimiento y aplicación de leyes federales o de los tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano. Cuando dichas controversias sólo afecten intereses particulares, podrán conocer también de ellas, a elección del actor, los jueces y tribunales del orden común de los Estados y del Distrito Federal. Las sentencias de primera instancia podrán ser apelables para ante (apelables ante, sic DOF 08-10-1974) el superior inmediato del juez que conozca del asunto en primer grado.

I-B. De los recursos de revisión que se interpongan contra las resoluciones

definitivas de los tribunales de lo contencioso-administrativo a que se refieren la fracción XXIX-H del artículo 73 y fracción IV, inciso e) del artículo 122 de esta Constitución, sólo en los casos que señalen las leyes. Las revisiones, de las cuales conocerán los Tribunales Colegiados de Circuito, se sujetarán a los trámites que la ley reglamentaria de los artículos 103 y 107 de esta Constitución fije para la revisión en amparo indirecto, y en contra de las resoluciones que en ellas dicten los Tribunales Colegiados de Circuito no procederá juicio o recurso alguno;

II. De todas las controversias que versen sobre derecho marítimo; III. De aquellas en que la Federación fuese parte; IV. De las controversias y de las acciones a que se refiere el artículo 105, mismas

que serán del conocimiento exclusivo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; V. De las que surjan entre un Estado y uno o más vecinos de otro, y

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VI. De los casos concernientes a miembros del Cuerpo Diplomático y Consular.

1.5. Artículo 105

Artículo 105. La Suprema Corte de Justicia de la Nación conocerá, en los términos

que señale la ley reglamentaria, de los asuntos siguientes: I. De las controversias constitucionales que, con excepción de las que se

refieran a la materia electoral y a lo establecido en el artículo 46 de esta Constitución, se susciten entre:

a) La Federación y un Estado o el Distrito Federal; b) La Federación y un municipio; c) El Poder Ejecutivo y el Congreso de la Unión; aquél y cualquiera de las

Cámaras de éste o, en su caso, la Comisión Permanente, sean como órganos federales o del Distrito Federal;

d) Un Estado y otro; e) Un Estado y el Distrito Federal; f) El Distrito Federal y un municipio; g) Dos municipios de diversos Estados; h) Dos Poderes de un mismo Estado, sobre la constitucionalidad de sus

actos o disposiciones generales; i) Un Estado y uno de sus municipios, sobre la constitucionalidad de sus

actos o disposiciones generales; j) Un Estado y un municipio de otro Estado, sobre la constitucionalidad de

sus actos o disposiciones generales; y k) Dos órganos de gobierno del Distrito Federal, sobre la constitucionalidad

de sus actos o disposiciones generales.

Siempre que las controversias versen sobre disposiciones generales de los Estados o de los municipios impugnadas por la Federación, de los municipios impugnadas por los Estados, o en los casos a que se refieren los incisos c), h) y k) anteriores, y la resolución de la Suprema Corte de Justicia las declare inválidas, dicha resolución tendrá efectos generales cuando hubiera sido aprobada por una mayoría de por lo menos ocho votos.

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En los demás casos, las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia tendrán efectos únicamente respecto de las partes en la controversia.

II. De las acciones de inconstitucionalidad que tengan por objeto plantear la

posible contradicción entre una norma de carácter general y esta Constitución.

Las acciones de inconstitucionalidad podrán ejercitarse, dentro de los treinta días naturales siguientes a la fecha de publicación de la norma, por:

a) El equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes de la Cámara

de Diputados del Congreso de la Unión, en contra de leyes federales o del Distrito Federal expedidas por el Congreso de la Unión;

b) El equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes del Senado,

en contra de leyes federales o del Distrito Federal expedidas por el Congreso de la Unión o de tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano;

c) El Procurador General de la República, en contra de leyes de carácter

federal, estatal y del Distrito Federal, así como de tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano;

d) El equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes de alguno de

los órganos legislativos estatales, en contra de leyes expedidas por el propio órgano, y

e) El equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes de la

Asamblea de Representantes del Distrito Federal, en contra de leyes expedidas por la propia Asamblea.

f) Los partidos políticos con registro ante el Instituto Federal Electoral, por

conducto de sus dirigencias nacionales, en contra de leyes electorales federales o locales; y los partidos políticos con registro estatal, a través de sus dirigencias, exclusivamente en contra de leyes electorales expedidas por el órgano legislativo del Estado que les otorgó el registro.

g) La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en contra de leyes de

carácter federal, estatal y del Distrito Federal, así como de tratados internacionales celebrados por el Ejecutivo Federal y aprobados por el Senado de la República, que vulneren los derechos humanos consagrados en esta Constitución. Asimismo los organismos de protección de los derechos humanos equivalentes en los estados de la República, en contra de leyes expedidas por las legislaturas locales y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, en contra de leyes emitidas por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

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La única vía para plantear la no conformidad de las leyes electorales a la Constitución es la prevista en este artículo.

Las leyes electorales federal y locales deberán promulgarse y publicarse por lo menos noventa días antes de que inicie el proceso electoral en que vayan a aplicarse, y durante el mismo no podrá haber modificaciones legales fundamentales.

Las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia sólo podrán declarar la invalidez de las normas impugnadas, siempre que fueren aprobadas por una mayoría de cuando menos ocho votos.

III. De oficio o a petición fundada del correspondiente Tribunal Unitario de

Circuito o del Procurador General de la República, podrá conocer de los recursos de apelación en contra de sentencias de Jueces de Distrito dictadas en aquellos procesos en que la Federación sea parte y que por su interés y trascendencia así lo ameriten.

La declaración de invalidez de las resoluciones a que se refieren las fracciones I y

II de este artículo no tendrá efectos retroactivos, salvo en materia penal, en la que regirán los principios generales y disposiciones legales aplicables de esta materia.

En caso de incumplimiento de las resoluciones a que se refieren las fracciones I y

II de este artículo se aplicarán, en lo conducente, los procedimientos establecidos en los dos primeros párrafos de la fracción XVI del artículo 107 de esta Constitución.

1.6. Artículo 107

Artículo 107. Todas las controversias de que habla el Artículo 103 se sujetarán a los procedimientos y formas del orden jurídico que determine la ley, de acuerdo a las bases siguientes: I. El juicio de amparo se seguirá siempre a instancia de parte agraviada; II. La sentencia será siempre tal, que sólo se ocupe de individuos particulares, limitándose a ampararlos y protegerlos en el caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración general respecto de la ley o acto que la motivare. En el juicio de amparo deberá suplirse la deficiencia de la queja de acuerdo con lo que disponga la Ley Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 de esta Constitución. Cuando se reclamen actos que tengan o puedan tener como consecuencia privar de la propiedad o de la posesión y disfrute de sus tierras, aguas, pastos y montes a los ejidos o a los núcleos de población que de hecho o por derecho guarden el estado comunal, o a los ejidatarios o comuneros, deberán recabarse de oficio todas aquellas pruebas que puedan beneficiar a las entidades o individuos mencionados y

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acordarse las diligencias que se estimen necesarias para precisar sus derechos agrarios, así como la naturaleza y efectos de los actos reclamados. En los juicios a que se refiere el párrafo anterior no procederán, en perjuicio de los núcleos ejidales o comunales, o de los ejidatarios o comuneros, el sobreseimiento por inactividad procesal ni la caducidad de la instancia, pero uno y otra sí podrán decretarse en su beneficio. Cuando se reclamen actos que afecten los derechos colectivos del núcleo tampoco procederán el desistimiento ni el consentimiento expreso de los propios actos, salvo que el primero sea acordado por la Asamblea General o el segundo emane de ésta. III. Cuando se reclamen actos de tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, el amparo sólo procederá en los casos siguientes: a) Contra sentencias definitivas o laudos y resoluciones que pongan fin al juicio, respecto de las cuales no proceda ningún recurso ordinario por el que puedan ser modificados o reformados, ya sea que la violación se cometa en ellos o que, cometida durante el procedimiento, afecte a las defensas del quejoso, trascendiendo al resultado del fallo; siempre que en materia civil haya sido impugnada la violación en el curso del procedimiento mediante el recurso ordinario establecido por la ley e invocada como agravio en la segunda instancia, si se cometió en la primera. Estos requisitos no serán exigibles en el amparo contra sentencias dictadas en controversias sobre acciones del estado civil o que afecten al orden y a la estabilidad de la familia; b) Contra actos en juicio cuya ejecución sea de imposible reparación, fuera de juicio o después de concluido, una vez agotados los recursos que en su caso procedan, y c) Contra actos que afecten a personas extrañas al juicio; IV. En materia administrativa el amparo procede, además, contra resoluciones que causen agravio no reparable mediante algún recurso, juicio o medio de defensa legal. No será necesario agotar éstos cuando la ley que los establezca exija, para otorgar la suspensión del acto reclamado, mayores requisitos que los que la Ley Reglamentaria del Juicio de Amparo requiera como condición para decretar esa suspensión; V. El amparo contra sentencias definitivas o laudos y resoluciones que pongan fin al juicio, sea que la violación se cometa durante el procedimiento o en la sentencia misma, se promoverá ante el tribunal colegiado de circuito que corresponda, conforme a la distribución de competencias que establezca la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, en los casos siguientes: a) En materia penal, contra resoluciones definitivas dictadas por tribunales judiciales, sean éstos federales, del orden común o militares.

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b) En materia administrativa, cuando se reclamen por particulares sentencias definitivas y resoluciones que ponen fin al juicio dictadas por tribunales administrativos o judiciales, no reparables por algún recurso, juicio o medio ordinario de defensa legal; c) En materia civil, cuando se reclamen sentencias definitivas dictadas en juicios del orden federal o en juicios mercantiles, sea federal o local la autoridad que dicte el fallo, o en juicios del orden común. En los juicios civiles del orden federal las sentencias podrán ser reclamadas en amparo por cualquiera de las partes, incluso por la Federación, en defensa de sus intereses patrimoniales, y d) En materia laboral, cuando se reclamen laudos dictados por las Juntas Locales o la Federal de Conciliación y Arbitraje, o por el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje de los Trabajadores al Servicio del Estado; La Suprema Corte de Justicia, de oficio o a petición fundada del correspondiente Tribunal Colegiado de Circuito, o del Procurador General de la República, podrá conocer de los amparos directos que por su interés y trascendencia así lo ameriten. VI. En los casos a que se refiere la fracción anterior, la ley reglamentaria de los artículos 103 y 107 de esta Constitución señalará el trámite y los términos a que deberán someterse los tribunales colegiados de circuito y, en su caso, la Suprema Corte de Justicia, para dictar sus respectivas resoluciones; VII. El amparo contra actos en juicio, fuera de juicio o después de concluido, o que afecten a personas extrañas al juicio, contra leyes o contra actos de autoridad administrativa, se interpondrá ante el juez de Distrito bajo cuya jurisdicción se encuentre el lugar en que el acto reclamado se ejecute o trate de ejecutarse, y su tramitación se limitará al informe de la autoridad, a una audiencia para la que se citará en el mismo auto en el que se mande pedir el informe y se recibirán las pruebas que las partes interesadas ofrezcan y oirán los alegatos, pronunciándose en la misma audiencia la sentencia; VIII. Contra las sentencias que pronuncien en amparo los Jueces de Distrito o los Tribunales Unitarios de Circuito procede revisión. De ella conocerá la Suprema Corte de Justicia: a) Cuando habiéndose impugnado en la demanda de amparo, por estimarlos directamente violatorios de esta Constitución, leyes federales o locales, tratados internacionales, reglamentos expedidos por el Presidente de la República de acuerdo con la fracción I del Artículo 89 de esta Constitución y reglamentos de leyes locales expedidos por los gobernadores de los Estados o por el Jefe del Distrito Federal, subsista en el recurso el problema de constitucionalidad;

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b) Cuando se trate de los casos comprendidos en las fracciones II y III del artículo 103 de esta Constitución. La Suprema Corte de Justicia, de oficio o a petición fundada del correspondiente Tribunal Colegiado de Circuito, o del Procurador General de la República, podrá conocer de los amparos en revisión, que por su interés y trascendencia así lo ameriten. En los casos no previstos en los párrafos anteriores, conocerán de la revisión los tribunales colegiados de circuito y sus sentencias no admitirán recurso alguno; IX. Las resoluciones que en materia de amparo directo pronuncien los Tribunales Colegiados de Circuito no admiten recurso alguno, a menos de que decidan sobre la inconstitucionalidad de una ley o establezcan la interpretación directa de un precepto de la Constitución cuya resolución, a juicio de la Suprema Corte de Justicia y conforme a acuerdos generales, entrañe la fijación de un criterio de importancia y trascendencia. Sólo en esta hipótesis procederá la revisión ante la Suprema Corte de Justicia, limitándose la materia del recurso exclusivamente a la decisión de las cuestiones propiamente constitucionales; X. Los actos reclamados podrán ser objeto de suspensión en los casos y mediante las condiciones y garantías que determine la ley, para lo cual se tomará en cuenta la naturaleza de la violación alegada, la dificultad de reparación de los daños y perjuicios que pueda sufrir el agraviado con su ejecución, los que la suspensión origine a terceros perjudicados y el interés público. Dicha suspensión deberá otorgarse respecto de las sentencias definitivas en materia penal al comunicarse la interposición del amparo, y en materia civil, mediante fianza que dé el quejoso para responder de los daños y perjuicios que tal suspensión ocasionare, la cual quedará sin efecto si la otra parte da contrafianza para asegurar la reposición de las cosas al estado que guardaban si se concediese el amparo, y a pagar los daños y perjuicios consiguientes; XI. La suspensión se pedirá ante la autoridad responsable cuando se trate de amparos directos promovidos ante los Tribunales Colegiados de Circuito y la propia autoridad responsable decidirá al respecto. En todo caso, el agraviado deberá presentar la demanda de amparo ante la propia autoridad responsable, acompañando copias de la demanda para las demás partes en el juicio, incluyendo al Ministerio Público y una para el expediente. En los demás casos, conocerán y resolverán sobre la suspensión los Juzgados de Distrito o los Tribunales Unitarios de Circuito; XII. La violación de las garantías de los artículos 16, en materia penal, 19 y 20 se reclamará ante el superior del tribunal que la cometa, o ante el Juez de Distrito o Tribunal Unitario de Circuito que corresponda, pudiéndose recurrir, en uno y otro caso, las resoluciones que se pronuncien, en los términos prescritos por la fracción VIII.

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Si el Juez de Distrito o el Tribunal Unitario de Circuito no residieren en el mismo lugar en que reside la autoridad responsable, la ley determinará el juez o tribunal ante el que se ha de presentar el escrito de amparo, el que podrá suspender provisionalmente el acto reclamado, en los casos y términos que la misma ley establezca; XIII. Cuando los Tribunales Colegiados de Circuito sustenten tesis contradictorias en los juicios de amparo de su competencia, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, el Procurador General de la República, los mencionados Tribunales o las partes que intervinieron en los juicios en que dichas tesis fueron sustentadas, podrán denunciar la contradicción ante la Suprema Corte de Justicia, a fin de que el Pleno o la Sala respectiva, según corresponda, decidan la tesis que debe prevalecer como jurisprudencia. Cuando las Salas de la Suprema Corte de Justicia sustenten tesis contradictorias en los juicios de amparo materia de su competencia, cualquiera de esas Salas, el Procurador General de la República o las partes que intervinieron en los juicios en que tales tesis hubieran sido sustentadas, podrán denunciar la contradicción ante la Suprema Corte de Justicia, que funcionando en pleno decidirá cuál tesis debe prevalecer. La resolución que pronuncien las Salas o el Pleno de la Suprema Corte en los casos a que se refieren los dos párrafos anteriores, sólo tendrá el efecto de fijar la jurisprudencia y no afectará las situaciones jurídicas concretas derivadas de las sentencias dictadas en los juicios en que hubiese ocurrido la contradicción, y XIV. Salvo lo dispuesto en el párrafo final de la fracción II de este artículo, se decretará el sobreseimiento del amparo o la caducidad de la instancia por inactividad del quejoso o del recurrente, respectivamente, cuando el acto reclamado sea del orden civil o administrativo, en los casos y términos que señale la ley reglamentaria. La caducidad de la instancia dejará firme la sentencia recurrida. XV. El Procurador General de la República o el Agente del Ministerio Público Federal que al efecto designare, será parte en todos los juicios de amparo; pero podrán abstenerse de intervenir en dichos juicios, cuando el caso de que se trate carezca a su juicio, de interés público. XVI. Si concedido el amparo la autoridad responsable insistiere en la repetición del acto reclamado o tratare de eludir la sentencia de la autoridad federal, y la Suprema Corte de Justicia estima que es inexcusable el incumplimiento, dicha autoridad será inmediatamente separada de su cargo y consignada al Juez de Distrito que corresponda. Si fuere excusable, previa declaración de incumplimiento o repetición, la Suprema Corte requerirá a la responsable y le otorgará un plazo prudente para que ejecute la sentencia. Si la autoridad no ejecuta la sentencia en el término concedido, la Suprema Corte de Justicia procederá en los términos primeramente señalados.

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Cuando la naturaleza del acto lo permita, la Suprema Corte de Justicia, una vez que hubiera determinado el incumplimiento o repetición del acto reclamado, podrá disponer de oficio el cumplimiento substituto de las sentencias de amparo, cuando su ejecución afecte gravemente a la sociedad o a terceros en mayor proporción que los beneficios económicos que pudiera obtener el quejoso. Igualmente, el quejoso podrá solicitar ante el órgano que corresponda, el cumplimiento substituto de la sentencia de amparo, siempre que la naturaleza del acto lo permita. La inactividad procesal o la falta de promoción de parte interesada, en los procedimientos tendientes al cumplimiento de las sentencias de amparo, producirá su caducidad en los términos de la ley reglamentaria. XVII. La autoridad responsable será consignada a la autoridad correspondiente, cuando no suspenda el acto reclamado debiendo hacerlo, y cuando admita fianza que resulte ilusoria o insuficiente, siendo en estos dos últimos casos, solidaria la responsabilidad civil de la autoridad con el que ofreciere la fianza y el que la prestare;

XVIII. Se deroga. 1.7. Artículo 133 Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.

2. Funcionamiento, características y estructura del control concentrado En este apartado analizaremos el funcionamiento, características y estructura del control concentrado de constitucionalidad que ejerce el Poder Judicial de la Federación, en su conjunto, a través de los órganos que lo integran, a saber, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Tribunales Colegiados de Circuito, Tribunales Unitarios de Circuito y Jueces de Distrito. Para tale efecto, haremos una breve reseña sobre la evolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional, lo cual, ha determinado el modelo de control constitucional en México. 2.1. Poder Judicial de la Federación En términos constitucionales tienen atribución para interpretar la Constitución tanto el Poder Legislativo como el Poder Judicial de la Federación. De conformidad con el artículo 72, inciso f), de la Norma Fundamental el Poder Legislativo puede interpretar, reformar o derogar leyes o decretos; en otras palabras el Congreso de la Unión puede fungir como interprete auténtico, a través de lo que suele denominarse normas

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interpretativas, tanto de preceptos constitucionales como de cualquier otro ordenamiento legal. Por su parte, el artículo 94, párrafo octavo, de la Constitución Federal, faculta al Poder Judicial de la Federación para interpretar la Constitución, leyes y reglamentos federales o locales y tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano, es decir, en términos del artículo 133 de la Norma Fundamental, el Poder Judicial de la Federación interpreta la Ley Suprema de toda la Unión. 2.1.1. Suprema Corte de Justicia de la Nación como Tribunal Constitucional Frecuentemente la periodización es un elemento que sirve para ordenar y enfatizar cambios de fundamental importancia en el devenir histórico de las instituciones. Representa, por tanto, un criterio útil para efectos de individuación de los periodos clave dentro de los cuales el sistema mexicano de justicia constitucional ha sufrido sus mutaciones más radicales. Somos concientes que todo ejercicio de periodización no deja de ser subjetivo en tanto toma en cuenta acontecimientos, textos, fechas, ideas e instituciones para demostrar las tesis fundamentales de un autor. Enunciado este riesgo, el ejercicio de organización temporal que proponemos deja de lado aquellas fases históricas dentro del desenvolvimiento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como cabeza del Poder Judicial de la Federación que, aun cuando contribuyen a la explicación de la metamorfosis de la jurisdicción ordinaria federal en una jurisdicción constitucional con alcance nacional, no tienen la contundencia de las realizadas en la última década del siglo XX. Hecha la anterior aclaración es posible identificar dos periodos bien definidos dentro de los cuales la metamorfosis aludida se ha concretado. Cada uno de ellos coincide con las reformas constitucionales que han llevado la intención de transformar a la Corte en un Tribunal Constitucional a través de un giro copernicano a la naturaleza de las atribuciones conferidas, pero sin afectar la encuadración orgánica que debe inexorablemente presentar, al menos en la teoría, un órgano de esa especie. Debe destacarse que el elemento que sostiene el ejercicio de periodización no se agota en la reforma constitucional. La reforma representa el aspecto formal del “desarrollo constitucional” de la institución. Los otros elementos que coadyuvan a ese desarrollo y de los que nos haremos eco son los textos legales y los desarrollos informales, bautizados por Jellinek como “mutaciones constitucionales”, destacando básicamente la interpretación (jurisprudencia) y las opiniones científicas. Atentos a lo anterior, dentro de cada periodo en estudio hemos de anexar los cambios más significativos que a nivel legal y jurisprudencial se han generado, con el objeto de constatar cómo la mutación del modelo ha venido impulsada a últimas fechas desde la praxis judicial. 2.1.1.1. Periodo de encauzamiento hacia funciones de constitucionalidad. (1988-1994) La reforma constitucional que establece el desprendimiento de la Suprema Corte del polo de control de preponderante legalidad para iniciar su movimiento de traslación

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hacia el nuevo polo de control de preponderante constitucionalidad es la de agosto de 1987.26 La cirugía constitucional operada alcanzó también a la Ley de Amparo de 1936 cuyos ajustes, empero, no fueron de la magnitud de las sufridas por la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación —en adelante LOPJF— que fue sustituida completamente.27 El espíritu que animaba la reforma era una primera reconducción de la Corte hacia una función diferente. El control de legalidad que hasta entonces ejercía intentó enviarse a la competencia de los órganos situados en el peldaño inferior de la estructura jerárquica del Poder Judicial, quedando en la Corte, en pleno o en salas, el conocimiento exclusivo de aquellos amparos encaminados al despliegue de un control sobre leyes que implicasen la interpretación directa de un precepto constitucional (artículo 107 fracción VIII de la CF, 12 fracción V, incisos A, B, 24 al 27 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, en adelante LOPJF). Tal y como lo ha destacado la doctrina, la concesión a la Corte de la interpretación definitiva de la Constitución deja entrever la finalidad pretendida con la reforma: convertir a la Corte en un Tribunal Constitucional.31 Tan importante atribución habría de convertirse en criterio determinante para la individuación, desde entonces, de las nuevas competencias con que debía ser investido nuestro máximo tribunal de justicia, algo que no ocurrió en ese momento. Lo que sí hizo este primer ajuste fue sentar las bases para una futura readecuación del modelo en tanto no modificó la composición de la Corte (conservándose los 21 ministros, más 5 con carácter supernumerario) ni incluyó nuevos mecanismos procesales de control, limitándose, por el contrario, a dar nuevos contornos a los ya existentes: el amparo, las controversias constitucionales, el juicio político y el procedimiento investigatorio.32 La reforma reconoció a la Corte la posibilidad de emitir disposiciones con carácter de legislación material (acuerdos generales) que, como veremos con posterioridad, habrán de propiciar efectos importantes en la fase de “evolución funcional” que se propone (artículo 94 de la CF, 12 fracción V de la LOPJF). El modelo bajo el cual se había venido desenvolviendo la Corte se modificó parcialmente en tanto subsistía, con modificaciones, el sistema “intermedio” estipulado por Cappelletti que contemplaba un control “por vía de acción”, acompañado del correspondiente control “por vía de excepción”.33 Los contornos del modelo quedaron sin definición plena en tanto la naturaleza del control conservó su característica de concreción. 2.1.1.2. Periodo de consolidación orgánica. (1994-1999)

31

COSSÍO DÍAZ, José Ramón, La teoría constitucional de la Suprema Corte de Justicia, México, Fontamara, 2002, p. 139. 32

FIX-ZAMUDIO, Héctor, “Significado actual del control constitucional en México”, El Significado actual de la Constitución, México, UNAM, 1998, pp. 209 y ss. 33

Véase en CAPPELLETTI la caracterización del sistema mixto o intermedio y la ejemplificación que de él realiza con el sistema mexicano, Il controllo…, op. cit., nota 3, p. 51.

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El segundo movimiento de traslación de las funciones de la Corte se produce en 1994. Viraje realizado sobre la guía de cambios en sede estrictamente orgánica nuevamente. La reforma constitucional se encaminó abiertamente a “consolidar a la Suprema Corte como Tribunal de constitucionalidad”, tal y como se sostuvo en la exposición de motivos; para arribar a tal condición se rediseñó su integración y se modificaron, además, los componentes del estatuto constitucional de sus miembros, a la vez de estipular los nuevos mecanismos procesales de defensa que vendrían a otorgarle su nueva “identidad”. La revisión global del sistema desembocó, como habrá ocasión de apuntarse, en cambios trascendentales para la configuración del modelo general. Por lo que se refiere al tema de la integración, el artículo 94 de la CF fue reformado para volver a la idea original del texto de Querétaro.34 A partir de ese momento la Corte se integró por 11 jueces constitucionales, número que se conserva hasta la actualidad. El estatuto constitucional de los ministros también sufrió alteraciones mediante la reforma de los artículos 76, 94 y 95 de la CF. Destaca la supresión de la inamovilidad permanente de sus miembros y la reducción del ejercicio del cargo a un periodo de 15 años sin posibilidad de reelección. La fórmula de designación cambió también, ya que mediante el nuevo arreglo el presidente de la República somete ternas de candidatos al Senado, quien tiene la facultad de nombramiento mediante la votación calificada de las dos terceras partes de sus miembros. Cabe destacar que, por paradójico que parezca, siendo el telos de la reforma la consolidación de la Corte como tribunal especializado en materias constitucionales, no se exigieron criterios especiales de orden técnico como requisito para el desempeño del encargo. La garantía económica, referida a la imposibilidad de disminuir la remuneración percibida, se mantuvo. En cuanto al conjunto de instrumentos procesales de control es de destacarse que el artículo 105 de la Constitución se reformó para incorporar, en la fracción II, al instituto paradigmático de los tribunales constitucionales contemporáneos: la acción abstracta de inconstitucionalidad. En la fracción I se reelaboraron, a su vez, las bases normativas de las controversias constitucionales y se mantuvo, en la fracción III, la facultad de la Corte para conocer los recursos de apelación en los conflictos en que la federación sea parte. Para efectos del desarrollo constitucional del precepto en cuestión se expidió la Ley reglamentaria de las fracciones I y II del artículo 105 constitucional —en adelante LR105CF—, mientras que los supuestos del recurso de apelación mencionado se establecieron en la LOPJF (Título Noveno). Es de destacar que la constitucionalización de la acción abstracta directa representó un punto de inflexión en la historia de la justicia constitucional mexicana.

34

Reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación el 31 de diciembre de 1994. Al respecto, CARPIZO, Jorge, “Reformas constitucionales al Poder Judicial federal y a la jurisdicción constitucional del 31 de diciembre de 1994”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, UNAM, Nueva serie, año XXVIII, No. 83, 1995, pp. 808 y ss; FIX-FIERRO, Héctor, “La defensa de la constitucionalidad en la reforma judicial de 1994”, La reforma constitucional en México y Argentina, Cuadernos constitucionales México-Centroamérica, No. 19, México, Centro de Estudios Constitucionales México-Centroamérica- Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Corte de Constitucionalidad de Guatemala, Procuraduría de Derechos Humanos de Guatemala, 1996, pp. 41 y ss.

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La procedencia del instituto se fijó para impugnar normas generales contrarias a la CF; como objeto del control se contaban las leyes federales, locales y del Distrito Federal con la exclusión de aquellas que versaren sobre materia electoral; incluía también la posibilidad de fiscalizar la constitucionalidad de los tratados internacionales (artículo 105 fracción II, incisos a) y e) de la CF). La legitimación activa correspondía a las minorías legislativas al retomarse el argumento kelseniano de su necesaria protección jurisdiccional frente a la eventual “omnipotencia de la mayoría”, 34 extendiéndose dicha legitimación al Procurador General de la República (artículo 105 fracción II, inciso c) de la CF). Las controversias constitucionales, bajo su nueva apariencia, tendían a resolver conflictos en los que se discutía la constitucionalidad o legalidad de una norma o un acto, suscitadas entre diversos órdenes jurídicos, entre órganos de diversos órdenes jurídicos, o entre órganos pertenecientes a un mismo ordenamiento jurídico (artículo 105 fracción I de la CF, 10 a 58 de la LR105CF).35 A efecto de perfilar a la Corte como Tribunal Constitucional, la reforma que estamos comentando creó un órgano de carácter técnico dentro del mismo Poder Judicial con la intención de conferirle las atribuciones administrativas que sobrecargaban de actividades no jurisdiccionales al máximo tribunal. Nacía de esta forma el Consejo de la Judicatura Federal cuyos lineamientos originales serían objeto de reajustes, como veremos más adelante (artículo 100 de la CF). La reforma constitucional de 1996, dentro del periodo que se analiza, representó una nueva readecuación orgánica de las bases del control constitucional mexicano. Bajo este ejercicio de ingeniería constitucional se instauró un sistema integral de justicia constitucional en materia electoral que vino a incorporar nuevos contornos para definir al sistema en su integridad. Se eliminó, por ejemplo, la imposibilidad expresa de demandar la inspección, en abstracto, de normas electorales, otorgando legitimación para impugnar su inconstitucionalidad a los partidos políticos a través de sus dirigencias nacionales o estatales (artículo 105 fracción II, inciso f); ajuste que fue llevado al artículo 62 de la LR105CF. Se incorporó el Tribunal Electoral al Poder Judicial de la Federación y se establecieron dos instrumentos de control constitucional a fin de “garantizar los principios de constitucionalidad y legalidad de los actos y resoluciones electorales” (artículo 41 fracción IV de la CF). Estos dos instrumentos son el “juicio de revisión constitucional en material electoral” y el “juicio para la protección de los derechos político- electorales” (artículo 99 de la CF), cuyo conocimiento corresponde a la Sala Superior del Tribunal Electoral en forma “definitiva e inatacable” (artículo 189 fracción I, inciso e) y f) de la LOPJF). Para sistematizar estos contenciosos se promulgó la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral.40 Con la reestructuración orgánica aportada por las reformas constitucionales y legales de 1994 y 1996 es evidente que el sistema mexicano de justicia constitucional sufrió una mutación radical. Al carácter preferentemente concreto del control de constitucionalidad conferido por la institución del amparo se incorporó una vertiente exclusivamente abstracta de defensa de la Constitución. Este viraje es fundamental, porque la garantía jurídica de la “Constitución de los derechos” se amplío notablemente con el objeto de dar cobertura y garantizar también la “Constitución de

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los poderes”, generándose, por vez primera, un sistema integral de defensa de la Constitución. La profundidad del cambio acometido permitió a la doctrina jurídica nacional señalar, sin cortapisas, la transformación de la Corte en un verdadero Tribunal Constitucional; representación que se ha mantenido hasta nuestros días aún sin ser compartida por todos. Ahora bien, ¿bajo qué rasgos se racionaliza este sistema? Primeramente, lo que cambia es el equilibrio entre las parcelas del control difuso y el dominio que con motivo del ajuste se otorga al control concentrado. A reserva de ampliar el razonamiento más adelante, diremos que se mantiene la vertiente difusa entre los componentes del Poder Judicial de la Federación, ámbito que se amplia notablemente con la incorporación de un nuevo tribunal (electoral) facultado para interpretar la Constitución y determinar la inconstitucionalidad de actos y resoluciones en materia electoral. Contiguamente, se erige una vertiente concentrada en la Corte con el objeto de conocer de forma exclusiva las controversias y acciones de inconstitucionalidad. En este tenor, el tipo de enjuiciamiento ha sufrido también una importante alteración, dado que al carácter concreto con que históricamente se funcionaba, por virtud del Amparo, se adhirió el enjuiciamiento abstracto, mediante el cual se verifica la compatibilidad lógica entre disposiciones de jerarquía normativa diferenciada. Acorde con esto último, los intereses constitucionalmente protegidos mantienen una vertiente “subjetiva” a través del Amparo y del correspondiente instrumento procesal en materia electoral, pero abren una nueva vertiente mediante la cual se actúa en defensa “objetiva” del ordenamiento constitucional. Los efectos de las sentencias siguen este desenvolvimiento pasando de efectos inter partes bajo los instrumentos concretos, a suscitar efectos erga omnes bajo los abstractos. Con una configuración como la descrita, la pertenecía del modelo mexicano (en su vertiente “central”) a los denominados sistemas “mixtos” parece más evidente, en la medida en que son perfectamente visibles y sustraibles las partes operantes bajo los criterios del modelo difuso, concreto o americano, y aquellas pertenecientes al modelo concentrado, abstracto o europeo, aun cuando en la praxis funcionen de manera conjunta por integrar un único sistema. 2.1.1.3. Evolución Funcional (1999-2007) El periodo que se analiza abarca cinco años, comienza en 1999 y alcanza el año 2004, sin que el proceso se encuentre finalizado; en ese tiempo, los ajustes a la configuración de la justicia constitucional mexicana son nuevamente de tipo constitucional y legal, enriquecidos, empero, por una serie de elementos que se incardinan dentro de una dimensión funcional, y que traen consigo una significación extraordinaria para la lectura del modelo en su conjunto. Esto quiere decir que los contornos del sistema a partir de la reforma de 1999, han sido delineados, casi en su totalidad, sin interferencia de poderes u actos externos, siendo el mismo garante de la Constitución el que mediante su “autonomía” normativa y jurisprudencial ha ido completando su marco de

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actuación, redefiniendo su status frente al conjunto de los poderes del Estado, sus atribuciones, alcances y organización. La reforma constitucional de 1999 versó sustancialmente sobre la composición y ubicación constitucional del Consejo de la Judicatura y, decididamente, sobre la procedencia de la revisión ante la Corte del amparo directo, y el fortalecimiento de las facultades normativas de la Corte. Importándonos, para los efectos pretendidos sólo la última parte, diremos que la reforma, en la intención de continuar la mutación de las funciones de la Corte, modificó la fracción IX del artículo 107 de la CF para habilitar el recurso de revisión del amparo directo únicamente en aquellos casos en que subsista la cuestión de constitucionalidad, o cuando de dicha revisión se proceda a la fijación de un criterio de “importancia y trascendencia” nacional. La pretensión de alejar del conocimiento de la Corte las causas de legalidad es evidente. De la mano de lo anterior, se fortaleció sobremanera la facultad del pleno de la Corte, existente desde 1987, para emitir “acuerdos generales” para una mejor distribución de los asuntos que le corresponda conocer, incorporando la posibilidad de “remitir” asuntos a los tribunales colegiados cuando exista jurisprudencia establecida por el máximo tribunal, o cuando la remisión se considere oportuna para una “mejor impartición de justicia” (artículo 94 párrafo VI de la CF, 11 fracción V de la LOPJF). Siendo este un aspecto toral para entender con qué atribuciones cuenta hoy nuestro máximo tribunal, nos detendremos en dos cuestiones puntuales. 1. LA SUPREMA CORTE Y LOS “ACUERDOS GENERALES” Como hemos destacado, las sucesivas reformas constitucionales de 1987, 1994 y 1999 han consolidado la atribución de la Corte para emitir disposiciones de organización interna para el mejor despacho de sus asuntos. Esa potestad significa el reconocimiento de una importante parcela de “autonomía normativa” en su favor. El fundamento “lógico” de esa autonomía, como acertadamente la llama Zagrebelsky, reside en la protección de la independencia de los órganos constitucionales; por ello se les permite que se autoorganicen sin interferencias externas. El fundamento “jurídico” debe ser la Constitución. La doctrina ha intentado sistematizar el concepto y los alcances de la “autonomía normativa”, estableciendo una importante distinción entre “autonomía organizativa”, “autonomía legislativa”, “autonomía procesal” y “autonomía competencial”, a efecto de llamar la atención sobre la capacidad que tienen los tribunales constitucionales para emitir mediante reglamentos, acuerdos o sentencias, normas de organización interna, normas para configurar sus procesos constitucionales y normas para delimitar su competencia. Como nota común, y de ahí la denominación, es que las normas que se producen revisten carácter general. Después de lo anterior, debe señalarse que la Constitución mexicana, en ningún momento reconoce facultad a la Corte para emitir su propio “Reglamento interno”; sólo estipula la posibilidad de emitir acuerdos generales. La potestad reglamentaria se le concede en la fracción XXI de la LOPJF. Conviene entonces preguntarnos ¿Qué es lo

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que efectivamente se regula mediante acuerdos? Es nuevamente la Ley Orgánica la que nos lo precisa. Mediante acuerdos el pleno puede establecer los días y horas para las sesiones del pleno; determinar la competencia por materia de cada una de sus salas; estipular el sistema de distribución de los asuntos que a cada una competa y remitir asuntos de su competencia a los tribunales colegiados de circuito (artículo 11 fracciones III, IV y VI de la LOPJF). La Corte, en el periodo y la materia que nos ocupa, ha hecho uso de su “autonomía normativa” en reiteradas ocasiones. Entre 1999 y 2003 ha emitido doce acuerdos generales (5 y 6 de 1999,49 1, 4, 9 y 10 de 2000,50 2, 4 y 5 de 2001,51 4/2002,52 6 y 8/200353) en donde ha intentado establecer las “coordenadas de base” de su competencia en los contenciosos constitucionales. En uso de tal habilitación, ha hecho una distribución de los asuntos que “constitucionalmente” le corresponden, enviando varios litigios al conocimiento de sus salas; además, y es lo que queremos destacar, ha conferido a los tribunales colegiados de circuito el total conocimiento de cuestiones donde se debate la constitucionalidad de leyes locales y reglamentos federales, estatales y del Distrito Federal —básicamente en los acuerdos 10/2000 y 5/2001—, reservando para sí el conocimiento exclusivo de la constitucionalidad de las leyes federales y los tratados internacionales. Como es evidente, se ha llevado hasta sus últimas consecuencias la habilitación constitucional del artículo 94 constitucional, de modo tal que, fundamentándose en él, lo que realmente ha hecho la Corte es delimitar por sí misma el sistema competencial que tiene constitucionalmente atribuido, llegando incluso a establecer “lineamientos generales” para tal efecto (como los que se observan en el acuerdo 5/2001). Sin embargo, la norma en que fundamenta su proceder, desde nuestro punto de vista, la autoriza a establecer una división funcional del trabajo en base a la naturaleza de la materia (constitucional o legal), pero no conciente a establecer niveles de inconstitucionalidad (dentro de la materia constitucional) pues eso significa, nada más y nada menos, que la “delegación inconstitucional” de la propia competencia. La decisión de la Corte, a nuestro juicio, es “errónea”, en virtud que toma como referente para la delimitación de su competencia (y el consecuente envío de sus asuntos a los colegiados) el objeto del control (tipos de normas infraconstitucionales) y no el parámetro de control (Constitución) como en lógica pura debería ser,58 difuminando con ello la mutua implicación y alimentación que debe existir entre la teoría de la justicia constitucional y la teoría de las fuentes del derecho. En un Estado federal, articulado en una pluralidad de entes federados, el principio de “unidad de la jurisdicción constitucional” no puede tolerar remisiones de este tipo. La importante función de “cierre del sistema constitucional” que se le confiere a la Corte exige que se determinen con toda claridad cuales son las materias que le corresponden con el objeto de afianzar su “exclusividad competencial”. El problema es que con decisiones como estas, lejos de que la Corte fortalezca su naturaleza de Tribunal Constitucional, únicamente esta potenciando la fragmentación del control de constitucionalidad, pues con ello el conjunto de tribunales colegiados actúan en

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calidad de verdaderos tribunales constitucionales, cualidad que, paradójicamente, la Corte intenta arrogarse de forma exclusiva. No debe sorprender que la idea que ha movido a la Corte a actuar en este sentido sea la consolidación de una identidad de “Tribunal Constitucional” al estilo europeo, debido a que lo que las susodichas reformas constitucionales y legales no pueden ocultar es:

1.— La imbricación de la Corte dentro de uno de los poderes que en teoría debería ser controlado: el Poder Judicial y, 2.— Los residuos de tribunal de casación que aún se observan en su complejo competencial.

No obstante lo anterior, la actitud de la Corte en su camino hacia su consolidación como Tribunal Constitucional no se detiene en la delimitación de su competencia mediante sus propios acuerdos; pueden comentarse además los siguientes pasos en esa misma dirección:

a) El hecho de que cada vez resuelva menos amparos en revisión, con las consecuencias que ello implica para la construcción una verdadera teoría de los derechos fundamentales y para la consolidación de su “magisterio constitucional”. b) El hecho de que, para justificar sus resoluciones, la Corte haya tomado como “teoría de la Constitución” aquella idea que se agota en sustentarse como Tribunal Constitucional. c) El hecho de que, recientemente, haya comenzado a realizar una “interpretación constitucional adecuada” reconociendo, por ejemplo, algunos de los valores que subyacen al ordenamiento constitucional. d) El hecho de que, en conflicto de interpretaciones entre ella y el Tribunal Electoral haya sostenido la imposibilidad de este último para desaplicar normas y ejercer un control de constitucionalidad difuso, reivindicando para sí el pronunciamiento sobre la validez de las normas en abstracto. e) Finalmente, el hecho de que, después de una tendencia de “ensanchamiento de atribuciones”, haya pasado a un ejercicio de “repliegue-contracción” a efecto de centrar su atención en asuntos de macroconstitucionalidad. El ensanchamiento de los cambios en vertiente orgánica y aquellos de sede judicial o funcional, como también les hemos llamado, han terminado de perfilar el modelo mexicano, conservando los contornos adquiridos dentro del periodo anterior, pero destacando de manera más incisiva el papel de la Corte en el ejercicio de la jurisdicción constitucional concentrada.

2. LA SUPREMA CORTE Y EL TRIBUNAL ELECTORAL El primer influjo del modelo estadounidense y el giro copernicano que produjo la posterior recepción del modelo kelseniano ha motivado que exista cierta confusión respecto de la naturaleza del control constitucional ejercido en nuestro País.

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Durante el siglo XX, la Corte incursionó en reiteradas ocasiones en la cuestión de la existencia de un control difuso de constitucionalidad, manteniendo un criterio volátil en donde lejos de aportar elementos para definir el modelo reconoció primero, y negó después, ese tipo de control. En el año 2000 existió un nuevo asunto que permitió a la Corte zanjar en definitiva el argumento. Fue nuevamente una oportunidad perdida; sin embargo, por su importancia, nos detendremos en su examen pues lo que ahí se resolvió constituye un referente obligado para delinear el modelo de justicia constitucional integral que es lo que nos proponemos. En el año de referencia, la Corte conoció dos contradicciones de tesis, la 2 y 4 de 2000, respecto de tesis jurisprudenciales emitidas tanto por la Corte, en pleno, como por la Sala Superior del Tribunal Electoral; en ellas, el debate de fondo era la naturaleza del control constitucional ejercido por los tribunales mexicanos puesto que el Tribunal Electoral emitió una tesis jurisprudencial en cuyo rubro se lee: “TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. TIENE FACULTADES PARA DETERMINAR LA INAPLICABILIDAD DE LEYES SECUNDARIAS CUANDO ESTAS SE OPONGAN A DISPOSICIONES CONSTITUCIONALES”.35 Lejos de esclarecer la cuestión, la Corte tomó una decisión extrema en donde evidenció su deseo de monopolizar la tutela de la Constitución para evitar un indeseable incremento de poder por parte del Tribunal Electoral, cortando de tajo lo que sería la versión autóctona de la “guerra delle due Corti”.36 Puede decirse que la Corte apaciguó la rebelión antes de que se transformase en guerra. Para ello, matizó la afirmación del artículo 99 constitucional en el sentido de que el Tribunal Electoral es la “máxima” autoridad en la materia,37 y se escudó en la jurisprudencia sostenida desde 1999, en donde sentencia: CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS GENERALES. NO LO AUTORIZA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN. El asunto se zanjó argumentando la inviabilidad de establecer una contradicción de tesis entre los órganos señalados pues, a juicio de la Corte, “para que exista contradicción de tesis es necesario que dos o más órganos jurisdiccionales sustenten criterios divergentes al resolver asuntos de cualquier naturaleza que sean de su competencia”.38 Con ese proceder es posible que la Corte haya vulnerado el artículo 99 párrafo quinto de la Constitución, en donde se advierte claramente que la contradicción era

35

Jurisprudencia 05/99 publicada en Justicia Electoral. Revista del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, No. 3, año 2000. 36

La paradigmática expresión se atribuye a, ASSINI, Nicola, L´oggetto del giudizio di costituzionalitá e la “guerra delle due Corti”, Milano, Giuffré, 1973. 37

CORZO SOSA, Edgar, “EL control constitucional en materia electoral: el interés objetivo”, Justicia electoral en el umbral del siglo XXI. Memoria del III Congreso Internacional de Derecho Electoral, T. III, J. Jesús Orozco Henríquez, Compilador, México, UNAM-IIJ, 1999, pp. 962 y ss. 38

Contradicción de tesis 2/2000-PL, de 23 de mayo de 2002.

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procedente debido a que la competencia en “materia electoral” se comparte entre la Corte y el Tribunal Electoral. El precepto en mención sostiene: “Cuando una Sala del Tribunal Electoral sustente una tesis sobre la inconstitucionalidad de algún acto o resolución o sobre la interpretación de un precepto de esta Constitución, y dicha tesis pueda ser contradictoria con una sostenida por las Salas o el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, cualquiera de los Ministros, las salas o las partes, podrán denunciar la contradicción, en los términos que señale la ley, para que el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decida en definitiva cual tesis debe prevalecer”. Resultado de lo anterior, y con el fin de monopolizar el control de constitucionalidad (sin averiguar su naturaleza, abstracta o concreta) la Corte publicó, el 10 de junio de 2002, las tesis jurisprudenciales 23,39 24,40 2541 y 26,42 en donde sostuvo, grosso modo, que el Tribunal Electoral no esta facultado para pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de leyes o normas generales de carácter secundario cuando estén en colisión con preceptos constitucionales, toda vez que el artículo 133 constitucional no es fuente de facultades de control difuso de la constitucionalidad de las leyes, y que el pronunciamiento sobre la constitucionalidad de la ley es una atribución que corresponde en forma exclusiva a la Suprema Corte mediante la acción de inconstitucionalidad. Los argumentos de la Corte para sustentar estos criterios son débiles y, a nuestro juicio, erróneos. Del análisis de la cuestión parece que el problema estriba en la confusión de la Corte respecto de dos cosas:

1. La naturaleza del control de constitucionalidad que ejercita y, 2. La delimitación de su competencia en “materia electoral”.

Respecto de la naturaleza del control existen inconsistencias en los razonamientos de la Corte porque:

a) No termina de aceptar que el Tribunal Electoral es un órgano que imparte justicia constitucional; recordemos que con su actuación garantiza el principio de constitucionalidad en materia electoral y que coadyuva a rendir eficaces los derechos que bajo esa naturaleza consagra nuestro ordenamiento (por ello el

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Cuyo rubro es: “TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. CARECE DE COMPETENCIA PARA PRONUNCIARSE SOBRE INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES”, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo: XV, Junio de 2002, pp. 5 y ss. 40

“CONTRADICCIÓN DE TESIS. NO EXISTE VÁLIDAMENTE ENTRE UN CRITERIO SUSTENTADO POR EL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN Y LA JURISPRUDENCIA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN, CUANDO SE TRATA DE LA CONSTITUCIONALIDAD O INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES ELECTORALES”, Idem, p. 81. 41

“LEYES ELECTORALES. LA ÚNICA VÍA PARA IMPUGNARLAS ES LA ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD”, Idem, p. 82. 42

“TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. SI RESUELVE RESPECTO DE LA INCONSTITUCIONALIDAD DE UNA NORMA ELECTORAL O SE APARTA DE UN CRITERIO JURISPRUDENCIAL SUSTENTADO POR LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN RESPECTO A LA INTERPRETACIÓN DE UN PRECEPTO CONSTITUCIONAL, INFRINGE, EN EL PRIMER CASO, EL ARTÍCULO 105, FRACCIÓN II, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL, Y EN EL SEGUNDO, EL ARTÍCULO 235 DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN”, Idem, p. 83.

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maestro Fix-Zamudio señala que el juicio de protección de los derechos político-electorales representa un mecanismo paralelo al juicio de amparo).43 b) No se distingue la inspección de constitucionalidad que se deriva de la ley al margen de su aplicación específica de aquella que se realiza con motivo de su aplicación. Naturalmente cuando el enjuiciamiento de la ley se realiza con ausencia de aplicación de la ley se esta frente a un control de carácter “abstracto” que tiende a salvaguardar intereses objetivos y se realiza de forma preferentemente concentrada en un órgano ad hoc. En el extremo contrario, la inspección que se da con motivo de la aplicación concreta de la ley tiende a salvaguardar un doble interés, “objetivo y subjetivo”, y puede confiarse a una serie de órganos, dando pauta al control difuso, o bien concentrarse en un órgano especializado. Bajo esta explicación, es claro que la Corte no valoró que cuando el Tribunal Electoral resuelve sobre la constitucionalidad de actos o resoluciones emitidas por las autoridades electorales no expresa un juicio directo sobre la constitucionalidad de una norma electoral general sino sobre la aplicación que la autoridad electoral hizo de esa norma. c) No se advierte que en múltiples ocasiones la ilegitimidad de un acto o resolución procede de la norma de la que trae su causa y que, por tanto, la inconstitucionalidad no es originaria sino por derivación, no pudiéndose desvincular completamente lo uno de lo otro. Por lo tanto, para que el Tribunal pueda discernir la constitucionalidad del acto tiene que valorar, de forma inexorable, si la ley es constitucional, auxiliándose del cúmulo de leyes que mediatizan sus disposiciones y que constituyen una especie de “parámetro extendido” en donde la Constitución representa el “parámetro de los parámetros”; toda prohibición en este sentido tiene que establecerse en una “prescripción explícita” pues de lo contrario, como la Corte misma ha sostenido en su jurisprudencia, se estaría imponiendo a los jueces (electorales) una obligación, sin darles los medios necesarios para que pudieran cumplirla. 44 d) No se definen o esclarecen las notas esenciales del control difuso y concentrado.

Por lo tanto, la Corte ha dejado nuevamente de distinguir que en el control difuso:

1. El juez de la causa realiza un “proceso de cognición”, esto es una operación intelectual a través de la cual, en uso de los criterios interpretativos adecuados a la norma que interpreta, se forma la conciencia de que una norma es contraria al texto constitucional;

43

FIX-ZAMUDIO, VALENCIA CARMONA, Derecho constitucional…, op. cit., nota 23, p. 867. 44

En el mismo sentido, COSSÍO DÍAZ, José Ramón, “El indebido monopolio constitucional-electoral de la Suprema Corte de Justicia”, Bosquejos constitucionales…, op. cit., nota 63, p. 384. Es dable recordar, además, que para la procedencia del Juicio de Revisión Constitucional Electoral es necesario que el demandante argumente la violación de una norma constitucional, de acuerdo con el artículo 86, fracción b, de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral.

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2. Al “proceso de cognición” señalado sobreviene una “consecuencia jurídica”, esto es, un acto de desaplicación de la norma al caso concreto, y 3. Tanto el “proceso de cognición” como la “consecuencia jurídica” pueden establecerse por cualquier juez, generalmente con independencia de su jerarquía o competencia.

Tampoco se observa que el control concentrado tiene las siguientes notas:

1. El proceso de cognición del juez se perfila con mayor grado de especialización dado el órgano ante el que se lleva a cabo y la particularidad del instrumento procesal ejercido. 2. La consecuencia jurídica de ese proceso cambia, pues en este escenario el juez esta facultado para anular la norma y desecharla del sistema jurídico; y 3. El proceso de cognición y su consecuencia jurídica son competencia de un solo órgano jurisdiccional, (un tribunal ad hoc), o de unos pocos con ámbitos de validez determinados (más que nada en donde la forma de estado es de tipo federal), dada la necesidad de tutelar diversos órdenes jurídicos.45

e) No parece distinguirse tampoco entre la vertiente del control que tiene como finalidad inmediata la depuración del ordenamiento, apoyada básicamente en el poder anulatorio de los tribunales, de aquella que tiene como objeto la defensa de los derechos y que puede llevar aparejada la eventual desaplicación de una norma al caso concreto o la simple restitución en el bien jurídico vulnerado. f) No se observa la diferencia que existe entre “nulidad” y “anulabilidad” de una norma; ésta expulsa la norma del ordenamiento jurídico a través de un procedimiento particular, mientras que aquella autoriza a determinados órganos a respetar la autoridad de la “ley” pero a no aplicarla al asunto particular.46

45

Sobre las notas distintivas del control difuso y concentrado, remitimos a los clásicos, CAPPELLETTI, Mauro, Il controllo giudiziario di costituzionalita delle leggi nel diritto comparato, Milano, Giuffre Editore, 1968, pp. 51 y ss. KELSEN, Hans, “Il controllo de constituzionalità delle legge. Studio comparato delle costituzioni austriaca e americana”, La giustizia costituzionale, a cura di C. Geraci, Milano, Giuffrè, 1981, pp. 295 y ss. Del mismo autor, La garantía jurisdiccional de la Constitución. La Justicia Constitucional, México, UNAM, 2000, esp. p. 52; SANDULLI, Aldo M., Il giudizio sulle leggi: La cognizione della corte costituzionale e i suoi limiti, Milano, Giuffré, 1967, pp. 5 y ss. VOLPE, Giuseppe, L´ingiustizia delle leggi. Studi sui modelli di giustizia costituzionale, Milano, Giuffrè, 1977, pp. 154 y ss. CRUZ VILLALÓN, Pedro, La forma ción del sistema europeo de control de constitucionalidad (1918-1939), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1987, pp. 33 y ss; FAVOREU, Louis, Los tribunales constitucionales, trad. Vicente Villacampa, Barcelona, Ariel, 1994, pp. 27 y ss; ANZON, Adele, “`Diffusione´ del controllo di costituzionalità o `diffusione´ del potere di attuazione giudizaria della costituzione?”, Il giudizio sulle leggi e la sua “diffusione”, (a cura di E. Malfatti, R. Romboli, E. Rossi), Torino, G. Giappichelli Editore, 2002, p. 379. 46

Para un planteamiento general del problema véase a NINO, Carlos S., “Los fundamentos del control judicial de constitucionalidad”, Fundamentos y alcances del control judicial de la constitucionalidad, Cuadernos y Debates, Madrid, No. 29, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, pp. 97 y ss; igualmente véase a KELSEN, Teoría General..., op. cit., nota 1, pp. 189 y ss.

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En la segunda cuestión, relativa al deslinde competencial:

a) No se reconoce que se encomienda la fiscalización de una materia específica y especializada, la “materia electoral” a dos órganos que forman parte del Poder Judicial de la Federación: la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Tribunal Electoral (artículos 41 fracción IV y 99 de la CF). Tampoco que ambos órganos utilizan el mismo parámetro de enjuiciamiento: La Constitución. b) No se reconoce que la Constitución distribuye la competencia electoral de ambos órganos con base en el objeto y la naturaleza del control, dejando el control de normas electorales (en abstracto) en manos de la Corte mediante la acción de inconstitucionalidad (artículo 105 fracción II de la CF); y el control concreto en manos del Tribunal Electoral mediante el conocimiento de impugnaciones de actos (en su aplicación concreta) o resoluciones de autoridades electorales (federales y locales) que violen normas legales, derechos políticos o normas constitucionales (artículo 99 fracciones III a V de la CF).47

En el fondo, la confusión se deriva de la ausencia de un ejercicio de concatenación de los elementos conformadores de los dos grandes sistemas de control. Generalmente cuando el control se da en ocasión de la aplicación de la ley estamos frente a un tipo de enjuiciamiento de carácter “concreto”, en donde se salvaguarda un interés “subjetivo” de forma directa, pero indirectamente se actúa en interés objetivo del ordenamiento. Generalmente también, este control se da en “sistemas plurales” donde más de un órgano está facultado para impartir justicia constitucional. En el extremo contrario, el control que se da en ausencia de la aplicación de la ley es un enjuiciamiento de tipo “abstracto” que tiende a la tutela “objetiva” del ordenamiento que regularmente subsiste allí donde el sistema de justicia constitucional es “unitario” pues deja el control monopolizado en un solo órgano. Lo que parece innegable es que a la Corte lo único que le importó fue hacer valer su supremacía sobre el Tribunal Electoral y que para tal fin argumentó que el control concreto ejercido por éste, al desaplicar una norma por inconstitucional, revivía el control difuso al que por mucho tiempo se ha opuesto, destacando como justificación que el sistema mexicano ha optado por la construcción paulatina de un control concentrado de constitucionalidad. Lo que pasó por alto la Corte es que si estamos frente a órganos que imparten justicia constitucional (aunque el Tribunal Electoral se especialice solamente en materia electoral), entonces es necesario reconocer que al proceso de cognición de los jueces que conocen la causa, debe compaginarse una particular “consecuencia jurídica”.

47

Cfr. COSSÍO DÍAZ, José Ramón, en “El control de regularidad constitucional de las leyes electorales”, Bosquejos constitucionales…, op. cit., nota 63, p. 320. También, CETINA MENCHI, David, “El alcance del control de la constitucionalidad de las leyes electorales en el orden jurídico mexicano”, Justicia electoral en el umbral del siglo XXI. Memoria del III Congreso Internacional de Derecho Electoral, T. III, J. Jesús Orozco Henríquez, Compilador, México, UNAM-IIJ, 1999, pp. 938 y ss.

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Para la Corte, en virtud que su objeto de conocimiento son las leyes electorales en abstracto, se le reconoce el poder de anulación. Para el Tribunal Electoral, en tanto conoce cuestiones electorales concretas, debe reconocerse el poder de desaplicar la norma inconstitucional al caso particular; algo común, por otro lado, para otros órganos del Poder Judicial, específicamente los que conocen del Amparo. Reforma del trece de noviembre de dos mil siete No obstante lo anterior, a partir de las reformas constitucionales de 2007 y legales de 2008 a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación así como a la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral, la impartición de justicia electoral dio un paso más para alcanzar el efectivo control de constitucionalidad de actos y resoluciones en esa materia, por lo que las tesis jurisprudenciales en comento quedaron sin materia, sin embargo, han sido analizadas para comprender la argumentación constitucional que defiende la existencia del control difuso en México. En este contexto, se determinó, que las salas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación podrán, a solicitud de un justiciable, decretar la inaplicación a un caso concreto, de la o las disposiciones jurídicas que, a su juicio, estimen contrarias a la Constitución General de la República. Dicha facultad, fue otorgada tanto a la Sala Superior así como a las salas regionales. Incluso, en este último caso, se determinó hacer procedente el recurso de reconsideración, cuando en la resolución que pronuncien aquéllas, resuelvan la inaplicación de un precepto legal por estimarlo contrario a la Ley Fundamental. En virtud del Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación del trece de noviembre de dos mil siete, se reformó, entre otros, el artículo 99 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el que se facultó a las Salas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para resolver sobre la no aplicación de leyes en materia electoral contrarias a la misma Carta Magna; determinaciones que, a diferencia de lo que puede suceder en las acciones de inconstitucionalidad, se limitan al caso concreto sobre el que verse el medio de impugnación y son informadas por la Sala Superior a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Al limitarse tal control de la Constitución al caso concreto, los efectos de la sentencia son inter partes o particulares; no generales, pues no se determina la invalidez total de la norma o, dicho de otro modo, su expulsión del orden jurídico, sino que sólo se decreta su inaplicación al caso particular. De ahí que, cuando en ejercicio de esa atribución, alguna Sala del Tribunal Electoral resuelve no aplicar una ley electoral a un caso específico, por estimarla contraria a la Norma Suprema, se despliega un control de la misma Constitución. En este sentido, al perfeccionar el Constituyente Permanente la facultad del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para decidir la no aplicación de leyes

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electorales contrarias a la Carta Magna, evidentemente se elevó a dicho órgano especializado, al rango de Tribunal Constitucional en materia electoral que inicialmente se asignó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo anterior, así se desprende de la exposición de motivos de la iniciativa que culminó con la emisión del último Decreto en comento, en la que se consignó:

… mientras que al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación la Iniciativa propone perfeccionar su facultad para decidir la no aplicación de leyes electorales contrarias a la Constitución Federal, en armonía con la calidad de Tribunal Constitucional que la propia Constitución reserva para la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El Tribunal Electoral, como órgano especializado del Poder Judicial de la Federación, resuelve las controversias en materia electoral, controlando la constitucionalidad de los actos y resoluciones de las autoridades electorales y órganos partidistas y, además, cuenta con el mecanismo para inaplicar leyes electorales contrarias a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, razón por la cual evidentemente goza de la categoría de Tribunal Constitucional. VI. INTEPRETACIÓN JURISDICCIONAL DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL 1. Control difuso en el sistema constitucional mexicano En este apartado haremos referencia al debate doctrinal y jurisprudencial que ha suscitado la existencia del control difuso en el sistema constitucional mexicano. En primer lugar, analizaremos la cuestión en el orden federal. Para tal efecto, atenderemos los argumentos vertidos por la doctrina y la jurisprudencia para sostener la autorización o prohibición, según la postura interpretativa, del control difuso de constitucionalidad ejercido por los jueces del orden común. En segundo lugar, haremos referencia al control difuso de constitucionalidad a nivel estatal, de manera particular, analizaremos las Constituciones estatales de Veracruz, Chiapas y Coahuila, que establecen un control constitucional concentrado accionado por la vía incidental o un control difuso directo respectivamente. Por último,

1.1. Orden federal

1.1.1. Criterio doctrinal

El debate sobre la existencia del control difuso en el sistema constitucional del orden federal no es nuevo. La doctrina constitucional se remonta a Ignacio Vallarta que tuvo

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sus dudas sobre la conveniencia de un monopolio del Poder Judicial sobre el control de constitucionalidad. 48 Antonio Martínez Báez de manera más comprometida adujo que existe la obligación de apartar el cumplimiento de las leyes contrarias o repugnantes a la Constitución, mediante el examen de la constitucionalidad de las normas secundarias, a toda clase de autoridades, aún al Poder Ejecutivo, particularmente a través de sus tribunales administrativos.49 Más recientemente, Elisur Arteaga y Juventino Castro manifiestan posiciones favorables hacia un control de constitucionalidad por vía de excepción.50 Mientras tanto para Jesús Gudiño Pelayo51 es dable afirmar la existencia de un control difuso de carácter limitado y acotado derivado del acatamiento de la jurisprudencia por parte de los jueces del orden común. Para Olga Sánchez Cordero se puede hablar de un control difuso de carácter legítimo en México de tipo indirecto de conformidad con la doctrina de la interpretación conforme.52 Finalmente para Eduardo Ferrer Mac-Gregor el sistema americano de revisión judicial de la constitucionalidad de las leyes influyó en gran parte de las Constituciones en Latinoamérica, de tal manera que se puede afirmar el amparo contra leyes es una modalidad del control difuso previsto por el sistema constitucional americano.53 Hasta autores menos partidarios del control difuso como Luciano Silva Ramírez que señala que no obstante lo dispuesto en la parte final del artículo 133 constitucional “el único facultado para abordar aspectos de constitucionalidad lo es exclusivamente el Poder Judicial de la Federación, en su modalidad por vía de acción, ninguna autoridad, ni jueces del orden común, pueden abordar aspectos de inconstitucionalidad”.54 Por su parte, Ignacio Burgoa admite, a pesar de ello, que en los casos en que alguna ley o Constitución local contenga preceptos manifiesta y notoriamente opuestos a la ley suprema del país, los jueces de cada estado tienen el deber de no aplicarla y atender en sus fallos a los mandamientos de ésta.55

48

VALLARTA, Luis I., Votos, Tomo III, México, Editorial Porrúa, 1980, pp. 382-429.El control difuso fue un tema que se discutió en forma amplia durante la presidencia de Ignacio L. Vallarta, especialmente en el caso del licenciado Justo Prieto. Participaron en el debate el propio Vallarta, el magistrado Bautista y el magistrado Contreras. También se debe tomar en cuenta la tesis de la doble jurisdicción. 49

MARTÍNEZ BÁEZ, Antonio, “El indebido monopolio del Poder Judicial de la Federación para conocer de la inconstitucionalidad de leyes”, Obras, t. I: Obras político-constitucionales, México, UNAM, 1994. 50

ARTEAGA, ELISUR, Derecho constitucional, México, Harla-Oxford University Press, 1998, colección Juristas Latinoamericanos, pp. 53 y ss.; CASTRO Y CASTRO, Juventino V., op. cit., nota 19, pp. 143 y 144. 51

GUDIÑO PELAYO, José de Jesús, “Lo confuso del control difuso de la Constitución. Propuesta de interpretación del artículo 133 constitucional”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, núm. 3, pp. 181-182 52

SANCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, Olga, “El artículo 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como instrumento de interpretación constitucional de jueces de legalidad (posible aproximación a un control difuso de constitucionalidad de carácter legítimo en México)”, Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, pp. 765-779 53

FERRER MAC-GREGOR, Eduardo, Los Tribunales Constitucionales y la Suprema Corte de Justicia de México, Porrúa, 1ª ed., México, p. 239 54

SILVA RAMÍREZ, Luciano, op. cit., p. 12 55

BURGOA, Ignacio, El juicio de amparo, 18a. ed., México, Porrúa, 1982, p. 167.

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La opinión más célebre en apoyo al control difuso ventilada en nuestros tribunales es sin duda la sostenida Gabino Fraga56 —entonces ministro de la Suprema Corte— en su proyecto de resolución al amparo en revisión 4072/41, interpuesto por Compañía Telefónica de Sabinas, S. A., el cual aunque no fue adoptado por la Segunda Sala de ese alto tribunal no deja de ser indispensable para el estudio del control difuso en México, dada la importancia y claridad de los argumentos y razonamientos que contiene, de los cuales nos permitimos citar los más importantes:

a) Todos los Poderes de la Federación pueden, en lo que se refiere a su propia actuación, interpretar los textos constitucionales relativos sin que al hacerlo extralimiten su competencia o invadan la privativa de otro Poder. b) Que el propio Ejecutivo esté obligado a ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, no significa que su obligación se refiera a leyes inconstitucionales, en primer término porque sería absurdo pensar que la propia Constitución autoriza y obliga a cumplir leyes que la contradigan o la deroguen. c) Como el juicio de valor que formula el Ejecutivo, [no] lo hace con el propósito de anular la ley inconstitucional, ni de obligar al Legislativo a ajustarse a los mandatos constitucionales, sino para normar y legitimar sus propias funciones ejecutivas; como lo hace cuando todavía no existe la controversia constitucional a que se refieren los artículos 103 y 107 constitucionales... y como, por último, dicho juicio de valor es legalmente revisable por el Poder Judicial Federal, único que puede fijar la interpretación definitiva de la Constitución, es evidente que no tiene valor la afirmación del Tribunal Fiscal sobre la falta de competencia del Poder Ejecutivo para calificar, dentro de esas limitaciones, la constitucionalidad de las leyes secundarias.

Lo anterior, llevo a Gabino Fraga a concluir que: “el principio de la supremacía jerárquica de la Constitución es bastante para considerar que todos los poderes de la Federación, pueden, en lo que se refiere a su propia actuación, interpretar los textos constitucionales relativos sin que al hacerlo extralimiten su competencia o invadan la privativa de otro poder”.57 Por otra parte, Felipe Tena Ramírez58 señala que la existencia del control difuso en el sistema jurídico mexicano se centra en la siguiente pregunta: ¿Puede el juez común de un Estado o del Distrito Federal abstenerse de aplicar en un juicio la ley local, cuando advierte que es contraria a la Constitución?, para contestar a esta pregunta, señala Tena Ramírez, es dable plantear dos hipótesis:

56

El texto del proyecto a que nos referimos puede ser consultado en: GUDIÑO PELAYO, José de Jesús, Introducción al amparo mexicano, 3a. ed., México, Noriega, 1999, pp. 378 a 391. 57

En 1942, Gabino Fraga, ministro de la Suprema Corte, publicó una interesante ponencia con el título ¿Pueden conocer de problemas de Constitucionalidad de Leyes autoridades distintas del Poder Judicial de la Federación? en la revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, misma que mereció los elogiosos comentarios de los juristas Antonio Martínez Báez y Antonio Carrillo Flores, también publicados en esta revista. 58

TENA RAMÍREZ, Felipe, op. cit., pp. 543-549

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1. La primera se puede presentar dentro de un juicio ordinario, se plantea por la contradicción que surge a los ojos del juez entre la ley local, aplicable en el juicio, y la Constitución federal. Para hacer a un lado la ley local, el juez tendría que apreciar la constitucionalidad de un acto ajeno, como es dicha ley.

2. La segunda se presenta cuando la ley local es contraria a una ley federal y las dos,

por regir la misma materia son aplicables al juicio. Concluye Tena Ramírez que para esquivar los serios inconvenientes que plantea la aplicación literal del artículo 133 constitucional no queda sino entenderlo en el sentido de que los jueces no pueden, motu proprio, dejar de aplicar una ley por inconstitucionalidad, sino sólo pueden hacerlo cuando la definición de inconstitucionalidad ha sido dada, a través de su jurisprudencia, por el único órgano competente para ello, como es el judicial federal. Para César Astudillo Reyes59, de la atenta lectura de los párrafos quinto y sexto del artículo 99 constitucional60 se puede concluir que el Tribunal Electoral forma parte del control difuso de constitucionalidad del sistema de justicia constitucional mexicano. Sus argumentos son del tenor literal siguiente:

Es posible que la afirmación, en un primer momento, cause asombro; sin embargo debe matizarse que es válida, siempre y cuando se lea conjuntamente con la intervención de los demás órganos que imparten justicia constitucional dentro de la conformación de un modelo. Si sólo analizamos la materia electoral y el órgano al que se confiere su conocimiento, la conclusión es, naturalmente, otra. Expliquemos un poco más. Hemos dicho que otro de los atributos que define al control difuso es el hecho de que sea cualquier juez, con independencia de jerarquía y competencia, el que procede a desestimar un acto por inconstitucional. Esta afirmación puede y debe ser matizada también, teniendo en cuenta nuevamente la tipología del ordenamiento jurídico. Pensemos por un momento que si nuestro Estado mexicano no fuese de tipo federal perfectamente podría sostenerse la existencia de un control difuso en

59

ASTUDILLO REYES, César, “El sistema mexicano de justicia constitucional. Notas para su definición, a 10 años de la reforma constitucional de 1994”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, núm. 4, p. 45 60

Art. 99.- (…) Sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo 105 de esta Constitución, las salas del Tribunal Electoral podrán resolver la no aplicación de leyes sobre la materia electoral contrarias a la presente Constitución. Las resoluciones que se dicten en el ejercicio de esta facultad se limitarán al caso concreto sobre el que verse el juicio. En tales casos la Sala Superior informará a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cuando una sala del Tribunal Electoral sustente una tesis sobre la inconstitucionalidad de algún acto o resolución o sobre la interpretación de un precepto de esta Constitución, y dicha tesis pueda ser contradictoria con una sostenida por las salas o el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, cualquiera de los Ministros, las salas o las partes, podrán denunciar la contradicción en los términos que señale la ley, para que el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decida en definitiva cuál tesis debe prevalecer. Las resoluciones que se dicten en este supuesto no afectarán los asuntos ya resueltos.

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cuanto todos los órganos jurisdiccionales tendrían competencia para desaplicar una norma por inconstitucional; sin embargo, al existir un triple escalafón normativo, el constitucional, el federal y el local (omitiendo el del Distrito federal), puede sostenerse que el orden constitucional (en sus numerales 99, 103 y 107) permite que sean únicamente los órganos jurisdiccionales del orden federal aquellos a quienes se reconozca competencia en contenciosos constitucionales. Si los órganos jurisdiccionales se estructuran en una organización presidida por los principios de jerarquía, división del trabajo y especialización, es fácil constatar que ese control, de carácter difuso y naturaleza concreta, se encuentra especializado por materia. De ahí que lo electoral se confíe en exclusiva al Tribunal Electoral y las materias laboral, administrativa, civil, mercantil y penal a los tribunales de circuito y a los juzgados de distrito (artículos 29, 37, 51 a 55 de la LOPJF). Ahora bien, si el ángulo de aproximación a la cuestión comienza con el órgano al cual se reserva la materia, y el análisis se realiza de forma aislada, es posible concluir que, en efecto, el Tribunal Electoral ejerce un control concentrado y especializado de la materia electoral. Recordemos que dicha instancia es el órgano especializado del Poder Judicial de la Federación facultado para garantizar los derechos político-electorales que consagra la Constitución y para resolver sobre la constitucionalidad de actos o resoluciones emitidas por las autoridades electorales. Por todo lo dicho anteriormente, si el Tribunal Electoral esta facultado no sólo para interesarse en el control mediante la interpretación de la Constitución, sino para participar de él inspeccionando y sancionando la inconstitucionalidad de actos de autoridad hay que concluir que ejerce un control de constitucionalidad que podemos ubicar en dos supuestos:

1. Desde un criterio que atiende al órgano de control y a la materia que se le confía, el Tribunal Electoral despliega un control concentrado de tipo concreto y naturaleza especial (referido solamente a la materia electoral) en tanto es la Sala Superior la que conoce de forma exclusiva y concluyente los respectivos instrumentos procesales.61 2. Atendiendo al modelo de justicia constitucional y a los órganos que fiscalizan la constitucionalidad, este control lo que hace no es sino fortalecer la vertiente difusa del sistema. Lo anterior supone la inserción de un nuevo órgano dentro del Poder Judicial Federal (por ello no puede considerarse un sistema unitario que actúa en posición monopolista),

61

Así lo ha reconocido la Corte en la tesis de jurisprudencia 65/2000 al señalar que la acción de inconstitucionalidad no es la vía idónea para impugnar actos concretos de las autoridades electorales que violen la Constitución, siendo éstas del conocimiento del Tribunal Electoral. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Instancia: Pleno, Materia: Constitucional, Tomo: XI, Junio de 2000 Tesis: P./J. 65/2000 Página: 339.

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legitimado para participar en la inspección de constitucionalidad, y con capacidad para derivar consecuencias jurídicas de ella, tal y como la tienen los tribunales de Amparo.62

Tomando en consideración los argumentos vertidos por la doctrina constitucional mexicana, las reflexiones jurídicas a la que se arriba son las siguientes:

1. Aún cuando la Corte haya prohibido la activación del control difuso en el entendido que ello supondría legitimar a “todos” los jueces y tribunales del país a participar del control —algo que no puede permitir por sus esfuerzos para consolidarse como Tribunal Constitucional—, lo que la Corte no puede seguir desconociendo es que dentro de la estructura del Poder Judicial Federal se ejerce un control constitucional difuso en tanto los jueces federales —electorales o de amparo— no sólo se interesan en el control sino que participan de él desestimando actos de autoridad o desaplicando normas a casos concretos, protegiendo así la supremacía del ordenamiento constitucional en general y el sistema de derechos incardinados en ella en particular.

2. Lo anterior nos sirve para constatar lo dicho con anterioridad, esto es, que la existencia del control difuso esta vetada jurisprudencialmente únicamente para las jurisdicciones locales, es decir, los jueces del orden común. Si ésta es una primera vertiente configuradora del sistema mexicano de justicia constitucional es necesario hacer algunas puntualizaciones sobre la otra, es decir, sobre la vertiente concentrada.

3. Es un dato incontestable, como ya ha habido oportunidad de señalar, que es concentrada unitaria aquella jurisdicción que deposita en un solo órgano las atribuciones de constitucionalidad. Un sólo órgano significa eso precisamente, un órgano ad hoc y no un solo poder (con todos sus órganos incluidos) como se ha entendido en nuestro entorno; por ello nadie duda que es concentrada la jurisdicción que ejerce un Tribunal Constitucional que se encuentra en una posición de autonomía e independencia frente al resto de poderes. La problemática respecto a la Corte mexicana es que, en aras de arribar a esa presunta jurisdicción concentrada, se ha fragmentado el control que constitucionalmente tiene asignado como competencia específica, traspasando parte de sus facultades al conocimiento de los Tribunales Colegiados de Circuito. Por ello, la vertiente concentrada de la justicia constitucional mexicana se encuentra en entredicho dada la constatación real de que son alrededor de 140 los tribunales que estando jerárquicamente debajo de ella pueden conocer, de forma definitiva por la vía del amparo, asuntos en los que

62

Frente a esta opinión, existen algunas más que señalan que el control que ejerce el Tribunal Electoral es un control concentrado del que participa todo el Poder Judicial de la Federación. Cfr. OROZCO HENRÍQUEZ, J. Jesús, “Los procesos electorales y el Tribunal Electoral”, Derecho procesal constitucional, Eduardo Ferrer Mac-Gregor, coord., T. II, México, Porrúa- Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación A.C., 4ª. edición, 2003, p. 1179.

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se cuestiona la constitucionalidad de una ley o un reglamento, sin importar ahora si esa norma es de orden local o si existe la idea preconcebida de que el asunto no traerá consigo criterio jurídico alguno de relevancia nacional.

2.1.1. Criterio jurisprudencial

En este apartado analizaremos los criterios judiciales emitidos por el Poder Judicial de la Federación con respecto a la existencia del control difuso de constitucionalidad ejercido por los jueces del orden común en el sistema jurídico mexicano. Para tal efecto, en primer lugar, se hará referencia a los criterios que sostienen la tesis afirmativa, es decir, que se pronuncian por la autorización del control difuso; y, en segundo lugar, se citarán los criterios que sostienen la tesis negativa, es decir, que se pronuncian por la prohibición del control difuso.

2.1.1.1. A favor de la procedencia del control difuso A lo largo de la historia del Poder Judicial de la Federación, el control difuso ha encontrado adeptos a su aplicación. Seguidamente, presentaremos algunos de esos criterios judiciales en el orden cronológico en que fueron resueltos, transcribiendo la parte medular de su texto en relación con el tópico que nos ocupa: 1. Tratándose de disposiciones manifiestamente contrarias a la Constitución Federal,

las autoridades comunes deberán abstenerse de aplicarlas.63 2. Las Salas del Tribunal Fiscal de la Federación pueden, al resolver las cuestiones de

su competencia, decidir, conforme al artículo 133 de la carta magna... si la ley que apoya los actos impugnados es o no constitucional, ya que ningún ordenamiento secundario y ningún acto de autoridad, pueden prevalecer contra la Constitución.64

3. Debe darse oportunidad a las autoridades administrativas para que cumplan sus obligaciones, especialmente, la que tiene cualquier autoridad de colocar por encima de todos sus actos, la carta magna. Esta obligación consignada concretamente en el artículo 133, respecto a los Jueces de los Estados, existe sin necesidad de texto expreso, tocante a todas las autoridades del país.65

4. El Tribunal de la materia está facultado para anular un acuerdo de la autoridad gubernativa tanto si no se llenaron los requisitos previstos por la norma legal

63

LEYES, FACULTAD DE LAS AUTORIDADES PARA DECLARARLAS ANTICONSTITUCIONALES. CUARTA SALA. Amparo en revisión en materia de trabajo 5172/35. Barra Ignacio de la y coagraviado. 5 de noviembre de 1935. Unanimidad de cuatro votos. Relator: Salomón González Blanco. Semanario Judicial de la Federación, quinta época, t. XLVI, p. 2966. 64

CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES, COMPETENCIA DEL TRIBUNAL FISCAL PARA EXAMINARLA Y ESTATUIR SOBRE ELLAS. SEGUNDA SALA. Amparo administrativo en revisión 1908/41. Ortiz Rubio Pascual. 27 de abril de 1942. Unanimidad de cuatro votos. El ministro Octavio Mendoza González no votó por las razones que constan en el acta del día. La publicación no menciona el nombre del ponente. Semanario Judicial de la Federación, quinta época, t. LXXII, p. 2570. 65

AMPARO CONTRA LA INCONSTITUCIONALIDAD DE ALGUNOS PRECEPTOS DE UNA LEY. SEGUNDA SALA. Amparo administrativo en revisión 2336/40. Ochoa María y coagraviados. 1o. de julio de 1942. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Manuel Bartlett Bautista. Relator: Gabino Fraga. Véase: Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1985, Octava Parte, p. 175, tesis relacionada con la jurisprudencia 112, de rubro: “AMPARO CONTRA LA INCONSTITUCIONALIDAD DE ALGUNOS PRECEPTOS DE UNA LEY.”. Semanario Judicial de la Federación, quinta época, t. LXXIII, p. 75.

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correspondiente, cuanto en el caso de que se hayan omitido las formalidades esenciales de procedimiento consagradas por la Constitución.66

5. Las autoridades judiciales deben apegar estrictamente sus resoluciones a los preceptos constitucionales, teniendo en cuenta la supremacía constitucional establecida en el artículo 133 de la Constitución Federal; por tanto, si ante un tribunal de apelación se alega la violación de tales normas, como agravio, tiene el deber ineludible de examinarlas y repararlas cuando las estime fundadas.67

6. Los demás tribunales, federales o locales, sólo podrán abstenerse de aplicar una ley local, por estimarla inconstitucional, cuando su texto sea directamente violatorio de un mandato constitucional, sin necesidad de efectuar ninguna interpretación de ambos textos, como sería, por ejemplo, el caso de que una ley local estableciese la pena de mutilación, prohibida explícitamente y sin necesidad de mayor exégesis, por el artículo 22 de la citada Constitución.68

7. Únicamente en el caso de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya emitido jurisprudencia estableciendo que una ley ordinaria es contraria a la Constitución, los tribunales del orden común deben dejar de aplicarla en acatamiento a dicha jurisprudencia69

Dentro de la jurisprudencia hay que destacar la que fue emitida en razón del 29 de agosto de 2002, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó por unanimidad de diez votos el criterio por el cual resolvió la contradicción de tesis 6/2002, entre las sustentadas por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito y los Tribunales Colegiados Tercero y Cuarto en Materia Administrativa del Primer Circuito, Primero del Decimocuarto Circuito y Segundo del Vigesimoprimer Circuito. El rubro y el texto de la mencionada jurisprudencia son los siguientes:

JURISPRUDENCIA SOBRE INCONSTITUCIONALIDAD DE UNA LEY. EL TRIBUNAL FEDERAL DE JUSTICIA FISCAL Y ADMINISTRATIVA SE ENCUENTRA OBLIGADO A APLICARLA, SIEMPRE QUE SEA PROCEDENTE, AL JUZGAR LA LEGALIDAD DE UN ACTO O RESOLUCIÓN FUNDADOS EN ESA LEY. De acuerdo con lo establecido

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TRIBUNAL FISCAL DE LA FEDERACIÓN, FACULTADES DEL, PARA EXAMINAR LA CONSTITUCIONALIDAD DE UN ACTO ADMINISTRATIVO. PLENO. Sexta época. Amparo en revisión 2125/59. Antonio García Michael. 23 de marzo de 1960. Cinco votos. Amparo en revisión 5752/61. Antonio Pérez Martín. 10 de enero de 1962. Unanimidad de cuatro votos. Revisión fiscal 47/61. Eulalio Salazar Cruz. 24 de enero de 1962. Unanimidad de cuatro votos. Revisión fiscal 210/63. Samuel Nieto Enciso. 23 de agosto de 1963. Cinco votos. Revisión fiscal 415/61. Hoteles Nacionales, S. A. 5 de abril de 1968. Cinco votos. Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1995, t. III, materia administrativa, tesis 566, p. 409. 67

LEYES, CONSTITUCIONALIDAD DE LAS. SU VIOLACIÓN ALEGADA ANTE EL TRIBUNAL DE APELACIÓN. TERCERA SALA. Amparo directo 4559/70. Adolfo Juárez Bello. 16 de agosto de 1971. Unanimidad de 4 votos. Semanario Judicial de la Federación, séptima época, volumen 32, cuarta parte, p. 21. 68

LEYES, INCONSTITUCIONALIDAD DE LAS. COMPETENCIA PARA DECLARARLA. PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo DA-477/71. Telesistema Mexicano, S. A., 8 de febrero de 1972. Unanimidad de votos. Ponente: Guillermo Guzmán Orozco. Semanario Judicial de la Federación, séptima época, t. 38, sexta parte, p. 53. 69

JURISPRUDENCIA, OBLIGATORIEDAD DE LA. TERCERA SALA. Amparo en revisión 2230/70. Marcelino de la Garza Quintanilla y Antonia Quintanilla de la Garza. 8 de junio de 1972. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Mariano Ramírez Vázquez. Semanario Judicial de la Federación, séptima época, t. 42, cuarta parte, p. 77.

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por los artículos 94, párrafo octavo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 192 de la Ley de Amparo, que fijan los términos en que será obligatoria la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el tribunal jurisdiccional referido debe aplicar la jurisprudencia sustentada sobre la inconstitucionalidad de una ley, porque en el último dispositivo citado no se hace ningún distingo sobre su obligatoriedad atendiendo a la materia sobre la que versa; además, si bien es cierto que los tribunales de esa naturaleza carecen de competencia para resolver sobre la constitucionalidad de leyes, también lo es que al aplicar la jurisprudencia sobre esa cuestión se limitan a realizar un estudio de legalidad relativo a si el acto o resolución impugnados respetaron el artículo 16 constitucional, concluyendo en sentido negativo al apreciar que se sustentó en un precepto declarado inconstitucional por jurisprudencia obligatoria de la Suprema Corte, sin que sea aceptable el argumento de que al realizar ese estudio se vulnera el principio de relatividad de las sentencias de amparo, pues éste se limita a señalar que en las mismas no se podrá hacer una declaración general sobre la inconstitucionalidad de la ley o acto que motivare el juicio y que sólo protegerán al individuo que solicitó la protección constitucional, ya que en el supuesto examinado el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, al cumplir con la obligación que se le impone de aplicar la jurisprudencia en relación con el caso concreto que resuelve, no invalida la ley ni declara su inaplicabilidad absoluta. Por otro lado la obligatoriedad referida responde al principio de supremacía constitucional establecido en el artículo 133 de la Carta Fundamental, conforme al cual no deben subsistir los actos impugnados ante un tribunal cuando se funden en preceptos declarados jurisprudencialmente por la Suprema Corte como contrarios a aquélla. El criterio aquí sostenido no avala, obviamente, la incorrecta aplicación de la jurisprudencia que declara inconstitucional una ley, de la misma manera que, guardada la debida proporción, una norma legal no se ve afectada por su incorrecta aplicación.70

Los argumentos que sostienen el criterio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que acabamos de transcribir, de acuerdo con el Considerando Séptimo de la ejecutoria que los contiene, son los siguientes:

[a)] El actual Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa queda comprendido dentro de los órganos obligados a acatar la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. [b)] El artículo 192 de la Ley de Amparo establece la obligatoriedad de la jurisprudencia sin hacer distinción alguna, o sea, en forma general, y que ante ello cabe aplicar el principio de derecho relativo a que donde la ley no distingue no debe hacerse distinción. [c)] Al aplicarse la jurisprudencia el Juez o tribunal hacen suyas las razones contenidas en la tesis... En este supuesto no se hace un examen del tema debatido y resuelto por la jurisprudencia. Ésta, simplemente se aplica porque es

70

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, t. XVI, septiembre de 2002, tesis P./J. 38/2002, p. 355.

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obligatoria, independientemente de que el Juez o tribunal compartan o no sus razonamientos y el sentido de los mismos. [d)] El tribunal [ordinario] no estudia el problema de constitucionalidad, pues ello quien lo hizo fue la Suprema Corte al establecer la jurisprudencia... No se establece por el tribunal obligado por la jurisprudencia que la ley en que se apoyó el acto impugnado es inconstitucional sino sólo que el referido acto es ilegal por fundarse en un precepto considerado inconstitucional por la Suprema Corte en jurisprudencia que estaba obligada a aplicar, independientemente de que la compartiera o no. [e)] No se están dando efectos generales a la determinación de inconstitucionalidad de la ley relativa, impidiendo la aplicación de la ley por parte de las autoridades administrativas encargadas de ejecutarla, pues la aplicación de la jurisprudencia que llevará a la inobservancia del precepto legal será realizada por los tribunales a los que el propio texto constitucional les impone el deber de aplicarla y sólo en los casos concretos sometidos a su jurisdicción. [f)] La interpretación armónica de los anteriores preceptos transcritos [107 fracción II de la Constitución y 76 y 76 bis fracción I de la Ley de Amparo] que consignan, por una parte, el principio de relatividad de las sentencias de amparo... y, por la otra, la procedencia en los juicios de amparo de la suplencia de la deficiencia de la queja, en cualquier materia, cuando el acto reclamado se funde en leyes declaradas inconstitucionales por la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación... llevan a concluir que el principio de relatividad no se opone en forma alguna a que un tribunal de legalidad, en aplicación de la jurisprudencia que declare la inconstitucionalidad de una ley, determine la nulidad del acto que en ella se funde. [g)] Una interpretación contraria a la anterior llevaría a sostener que el legislador estableció principios contrapuestos entre sí, que impedirían su aplicación. [h)] La nulificación de un acto en aplicación de una jurisprudencia que declare la inconstitucionalidad de la ley que lo funda [significa] exclusivamente el análisis de legalidad consistente en que dicho acto transgrede el artículo 16 constitucional al encontrarse fundado en una ley que ha sido determinada contraria a la carta magna, haciéndose prevalecer con ello el orden constitucional en términos de lo dispuesto en el artículo 133 de la Constitución Federal.

7.1.1.1. En contra de la procedencia del control difuso

En los diversos criterios jurisprudenciales emitidos por los órganos jurisdiccionales integrantes del Poder Judicial de la Federación se ha establecido como doctrina común el señalar que en México no es jurídicamente posible un control difuso de la constitucionalidad en atención a que la declaratoria de inconstitucionalidad de las leyes ha sido encomendada por el texto constitucional a los órganos de dicho poder, y el argumento principal se fundamenta en el artículo 103 de la Constitución federal que señala, en resumidas cuentas, que corresponde a los tribunales de la Federación resolver toda controversia que se suscite por leyes o actos de autoridad que violen las

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garantías individuales, comprendiendo en esta clase de violaciones en el lenguaje de la Constitución a todos los derechos reconocidos por el pacto federal en favor de las personas. Asimismo, se ha señalado que a pesar de que el artículo 133 de la Constitución contenga un tramo normativo dedicado a los jueces del orden común en donde parece autorizarles que formulen pronunciamientos sobre declaratorias de inconstitucionalidad, finalmente una interpretación sistemática del texto constitucional lleva a conclusiones contrarias, pues mientras el artículo 103 de la norma básica es un precepto con una intención y debate constitucional claros y explícitos, en el sentido de erigir un sistema de declaratoria de inconstitucionalidad concentrado; por su parte, el artículo 133 fue inserto en el texto constitucional con el único objeto de instituir el llamado “principio de supremacía de la Constitución”, tomándose como referencia el artículo VI, cláusula 2, de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, de 1787. El criterio anterior se contiene en innumerables sentencias y criterios de los tribunales federales, pero entre todos ellos, destaca las jurisprudencias 73 y 74 del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emitidas en agosto de 1999, que a continuación se transcribe:

CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS GENERALES. NO LO AUTORIZA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN. El texto expreso del artículo 133 de la Constitución Federal previene que "Los Jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.". En dicho sentido literal llegó a pronunciarse la Suprema Corte de Justicia; sin embargo, la postura sustentada con posterioridad por este Alto Tribunal, de manera predominante, ha sido en otro sentido, tomando en cuenta una interpretación sistemática del precepto y los principios que conforman nuestra Constitución. En efecto, esta Suprema Corte de Justicia de la Nación considera que el artículo 133 constitucional, no es fuente de facultades de control constitucional para las autoridades que ejercen funciones materialmente jurisdiccionales, respecto de actos ajenos, como son las leyes emanadas del propio Congreso, ni de sus propias actuaciones, que les permitan desconocer unos y otros, pues dicho precepto debe ser interpretado a la luz del régimen previsto por la propia Carta Magna para ese efecto.71

71

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo X, agosto de 1999, Pleno, Tesis de Jurisprudencia 74, p. 5. Es importante hacer notar que esta tesis contendió en la contradicción 4/2000-PL que fue declarada sin materia por el Tribunal Pleno, toda vez que sobre el tema tratado existen las tesis P./J. 24/2002, P./J. 25/2002 , P./J. 23/2002 y P./J. 26/2002 que aparecen publicadas en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, junio de 2002, páginas 5, 81, 82 y 83 con los rubros: "CONTRADICCIÓN DE TESIS. NO EXISTE VÁLIDAMENTE ENTRE UN CRITERIO SUSTENTADO POR EL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN Y LA JURISPRUDENCIA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN, CUANDO SE TRATA DE LA CONSTITUCIONALIDAD O INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES ELECTORALES.", "LEYES ELECTORALES. LA ÚNICA VÍA PARA IMPUGNARLAS ES LA ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD.", "TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. CARECE DE COMPETENCIA PARA PRONUNCIARSE SOBRE

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CONTROL JUDICIAL DE LA CONSTITUCIÓN. ES ATRIBUCIÓN EXCLUSIVA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. La supremacía constitucional se configura como un principio consustancial del sistema jurídico-político mexicano, que descansa en la expresión primaria de la soberanía en la expedición de la Constitución, y que por ello coloca a ésta por encima de todas las leyes y de todas las autoridades, de ahí que las actuaciones de éstas deben ajustarse estrictamente a las disposiciones de aquélla. En este sentido, más que una facultad, la supremacía constitucional impone a toda autoridad el deber de ajustar a los preceptos fundamentales, los actos desplegados en ejercicio de sus atribuciones. Por tanto, si bien es cierto que los tres Poderes de la Unión deben observar la Ley Suprema, no puede afirmarse que por esta razón, las autoridades puedan, por sí y ante sí, en el ejercicio de funciones materialmente jurisdiccionales, examinar la constitucionalidad de sus propios actos o de los ajenos, toda vez que, al respecto, la propia Constitución consagra, en sus artículos 103 y 107, un medio de defensa exprofeso, por vía de acción, como es el juicio de amparo y lo encomienda, en exclusiva, al Poder Judicial de la Federación, sentando las bases de su procedencia y tramitación.72

Las razones del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para sustentar la jurisprudencia anteriores —según la quinta ejecutoria que sentó el criterio vinculante— se basaron en que dicho numeral únicamente establece expresamente la supremacía constitucional y un orden jerárquico de los ordenamientos legales en nuestro sistema legal, agregando que su parte final, únicamente, consigna la obligación para los jueces de los estados, de respetar la Constitución federal, leyes federales y tratados, con preferencia a las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones y leyes locales. Asimismo, el Pleno reconoció que en diversas discusiones doctrinales y judiciales se reconoció que el artículo 133 constitucional había sido objeto de disenso en derredor de dos cuestiones básicas; una, el conflicto de leyes en el espacio, por cuanto a la validez del derecho federal y del derecho local cuando rigen de manera diversa una misma materia, y, otra, el ejercicio del llamado control difuso de la Constitución por parte de las autoridades fuera del procedimiento constitucional previsto por los artículos 103 y 107 constitucionales. Por lo que hace a este segundo aspecto, la Corte concluyó que resultaba inadmisible sostener la existencia de dicho control difuso, pues si bien es cierto que en principio la redacción del artículo 133 constitucional sugiere la posibilidad de que los jueces puedan juzgar la constitucionalidad no sólo de sus actos sino, además, la de los ajenos, especialmente las leyes y Constituciones de los estados en cuya jurisdicción ejerzan, y que incluso esa interpretación llegó a ser sustentada en

INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES." y "TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. SI RESUELVE RESPECTO DE LA INCONSTITUCIONALIDAD DE UNA NORMA ELECTORAL O SE APARTA DE UN CRITERIO JURISPRUDENCIAL SUSTENTADO POR LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN RESPECTO A LA INTERPRETACIÓN DE UN PRECEPTO CONSTITUCIONAL, INFRINGE, EN EL PRIMER CASO, EL ARTÍCULO 105, FRACCIÓN II, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL, Y EN EL SEGUNDO, EL ARTÍCULO 235 DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN.", respectivamente. 72

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo X, agosto de 1999, Pleno, Tesis de Jurisprudencia 73, p. 18.

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el pasado por el alto tribunal, finalmente una interpretación sistemática y de los principios que informan nuestra Constitución se llega a conclusiones diversas en los términos antes expuestos. En la quinta resolución que integró la jurisprudencia en comentario se invocaron por el Pleno las tesis cuyos rubros y textos son los siguientes:

INCONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES. Esta Suprema Corte tiene facultad de resolver respecto de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley o de un acto de autoridad, siempre que exista petición o instancia de parte, que se siga el procedimiento establecido por la ley, o sea, el juicio de amparo, y se oiga la defensa de la autoridad responsable, y que, actuando en ese procedimiento y no en otro diverso, se pronuncie sentencia que se ocupe tan sólo del caso concreto y singular al cual se refiere la queja, limitándose a proteger y amparar al agraviado, pero sin hacer declaración general respecto de la ley o acto que motivare aquélla. Incumbe también a la Suprema Corte de Justicia, la defensa de la Constitución en otro caso previsto por el artículo 105 de la propia carta magna. Conforme a esa norma, “corresponde sólo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación conocer de las controversias que se susciten... entre los poderes de un mismo Estado sobre la constitucionalidad de sus actos”. Tal controversia tampoco se abre de oficio; precisa para su planteamiento la demanda del poder que se sienta ofendido o atacado, para que se justifique la intervención de la Suprema Corte de Justicia, por medio de un procedimiento que, entretanto no se lo fije la ley, es el de un juicio ordinario, donde se oye a la parte demandada. Por tanto, en este caso, la facultad de conocimiento está subordinada también a la existencia de una instancia de parte interesada, y el fallo debe producirse dentro del procedimiento antes citado y no fuera de él. El artículo 133 de la Constitución es conformativo del régimen federal y evita el predominio de las leyes locales sobre la Constitución, estableciendo con firmeza, la supremacía de la misma carta fundamental; pero no es fuente de competencia de la cual resulte la facultad de los tribunales federales y, por tanto, de la Suprema Corte, para declarar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley. Obliga a los jueces de los estados a proceder siempre conforme a la Constitución, obligación que, por lo demás, no es tan solo de estos funcionarios, sino de todas las autoridades, cuyos actos tienen la presunción de constitucionalidad, que cede únicamente ante la eficacia decisiva de un fallo judicial federal que la excluye. Este fallo no puede producirse sino mediante la controversia que prevé el artículo 103 constitucional, esto es, mediante el juicio de amparo, satisfaciéndose las condiciones antes mencionadas. Existe también la fracción XII del artículo 107 constitucional, que obliga a los alcaides y carceleros a obrar conforme a la Constitución, poniendo en libertad a los reos, si no reciben oportunamente el auto de prisión preventiva; pero este caso se estima como de excepción, aun dentro del mismo artículo 107, que establece las bases del juicio constitucional de garantías o de amparo.73

73

Número en el sistema IUS: 303,925, tesis aislada, Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, t. LXXXIX, p. 775.

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CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES, EXAMEN DE LA, IMPROCEDENTE, POR LA AUTORIDAD JUDICIAL COMÚN. No existe jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que imponga a la autoridad judicial común, por aplicación literal del artículo 133 constitucional, la obligación de calificar la constitucionalidad de las leyes que norman el contenido de sus resoluciones; si bien es cierto que ocasionalmente ha llegado a sustentarse tal tesis, la mayoría de los precedentes se orientan en el sentido de considerar que sólo el Poder Judicial de la Federación puede calificar la constitucionalidad de las leyes a través del juicio constitucional de amparo.74 CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES, EXAMEN DE LA, IMPROCEDENTE POR LA AUTORIDAD JUDICIAL COMÚN. Conforme a la Constitución federal, no todo órgano judicial es competente para declarar la inconstitucionalidad de una ley, sino solamente el Poder Judicial Federal, a través del juicio de amparo, donde la definición de inconstitucionalidad emitido por la autoridad federal se rodea de una serie de requisitos que tratan de impedir una desorbitada actividad del órgano judicial en relación con los demás poderes; aun en el caso del artículo 133 constitucional en relación con el 128, que impone a los jueces de los estados la obligación de preferir a la ley suprema cuando la ley de su estado la contraría, el precepto se ha entendido en relación con el sistema según el cual es únicamente el Poder Federal el que puede hacer declaraciones de inconstitucionalidad. Esto es así, porque nuestro derecho público admite implícitamente que, conforme al principio de la división de poderes, el órgano judicial está impedido de intervenir en la calificación de inconstitucionalidad de los actos de los otros poderes, a menos que a ese órgano se le otorgue una competencia expresa para ese efecto, como ocurre en la Constitución federal cuando dota al Poder Judicial de la Federación de la facultad de examinar la constitucionalidad de los actos de cualquier autoridad.75

Es decir, el Pleno retomó el criterio predominante en la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, lo reiteró, y concluyó que el artículo 133 constitucional no es fuente de facultades de control constitucional para los jueces del orden común, agregando que si bien desde la Constitución de 1857 se reprodujo en esencia el artículo VI de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica en el contenido del actual artículo 133 de la Constitución, finalmente su aplicación es diversa en ambas latitudes. Lo anterior, puntualizó el Pleno, porque mientras en aquel país existe control constitucional por vía de excepción o defensa inicialmente ante cualquier autoridad local y pasa después a la jurisdicción federal a través de recursos procesales, que vinculan dentro de un solo proceso a las dos instancias desarrolladas sucesivamente ante las dos jurisdicciones; en nuestro sistema jurídico, el control constitucional se previene en la vía de acción y se encomienda exclusivamente al Poder Judicial de la Federación.

74

Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, t. LXXXIX, p. 775. 75

tesis aislada, Tercera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, t. 42, cuarta parte, p. 17.

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Por último, aunado a lo anterior, el Poder Judicial de la Federación se ha referido al control difuso de constitucionalidad de las leyes en las siguientes tesis aisladas que se transcriben a continuación:

CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES. Del artículo 133 de la Carta Magna, se deriva el principio de supremacía constitucional, según el cual una norma secundaria contraria a la ley suprema, no tiene posibilidad de existencia dentro del orden jurídico. Asimismo, se desprende de dicho numeral, el llamado control difuso del Código Político que implica el que todo juzgador, federal o local, tiene el indeclinable deber de preferir la ley de leyes a cualquier otra aplicación de normas secundarias que la contraríen; es decir, toda vez que la Constitución es la ley suprema, ningún precepto puede contradecirla y como a los juzgadores les corresponde interpretar las leyes para decir el derecho, a la luz de ese numeral cimero, éstos tienen el inexcusable deber de juzgar de conformidad o inconformidad de la ley secundaria con la fundamental, para aplicar o no aquélla, según que al código político le sea o no contraria. El control difuso de la constitucionalidad de las leyes, no ha sido aceptado por la doctrina jurisprudencial. Los Tribunales de Amparo se han orientado por sostener que, en nuestro régimen de derecho debe estarse al sistema de competencias que nos rige, según el cual sólo el Poder Judicial de la Federación puede hacer declaraciones de inconstitucionalidad y no tiene intervención alguna la justicia local en la defensa jurisdiccional de la Constitución aun en el caso del artículo 133 de la misma, en relación con el 128 del propio ordenamiento, que impone a los juzgadores la obligación de preferir a la Ley Suprema, cuando la ley del estado o local la contraría, ya que, de acuerdo con los artículos 103 de la ley suprema y primero de la Ley de Amparo, la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las leyes, es de la competencia exclusiva de los Tribunales Federales de Amparo, y los tribunales locales carecen en absoluto de competencia para decidir controversias suscitadas con ese motivo. Ahora bien, aun cuando el Tribunal Fiscal de la Federación, no sea un tribunal local; sin embargo, también carece de competencia para decidir sobre cuestiones constitucionales, ya que es un tribunal sólo de legalidad, en los términos del Código Fiscal de la Federación y de la Ley Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación, por lo que, de conformidad con el artículo 104 del precepto cimero, sólo compete al Poder Judicial Federal juzgar de las controversias que surjan contra los actos de los demás Poderes de la Unión y si bien el mismo precepto prevé la existencia de Tribunales Administrativos, pero cuyas resoluciones o sentencias pueden ser revisadas, en último extremo, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, iría contra la división de poderes que establece el artículo 49 constitucional, que el Tribunal de Anulación en México tuviese competencia para conocer de la constitucionalidad de una ley expedida por el Poder Legislativo, ya que el Poder Ejecutivo, a través de "su tribunal", estaría juzgando actos emitidos por el Poder Legislativo. En estas condiciones, no le asiste razón a la quejosa en el sentido de que, en los términos del artículo 133 multicitado, el Tribunal Contencioso Administrativo debió examinar el concepto de nulidad donde planteaba el argumento relativo a la "ineficacia" de

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la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal por carecer del refrendo de los Secretarios de Estado, a que se refiere el artículo 92 de la Carta Magna ya que el Tribunal Fiscal carece de competencia para pronunciarse sobre tales cuestionamientos porque el argumento de mérito no es, en absoluto, de contenido meramente legal, aun cuando el requisito del refrendo también se encuentre contemplado en una ley ordinaria, sino que alude a la constitucionalidad de dicha ley, pues si se sostuviera que la misma es "ineficaz" por carecer del refrendo, como pretende la quejosa, la consecuencia seria su no aplicabilidad en el caso concreto por ser contraria a la Ley Suprema, cuestionamiento que, lógicamente, es de naturaleza constitucional, sobre el cual el Tribunal Contencioso Administrativo no puede pronunciarse.76 PRUEBAS EN EL JUICIO DE AMPARO DIRECTO. DEBEN ADMITIRSE CUANDO CON ELLAS PRETENDA JUSTIFICARSE UN TEMA QUE NO PUDO CONTROVERTIRSE ANTE EL JUZGADOR DE ORIGEN, POR TRATARSE DE UN PLANTEAMIENTO DE CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE DISPOSICIONES DE CARÁCTER GENERAL, CUYO ANÁLISIS ESTÁ RESERVADO A LOS ÓRGANOS DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la jurisprudencia P./J. 74/99, publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo X, agosto de 1999, página 5, de rubro: "CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS GENERALES. NO LO AUTORIZA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN.", hizo una interpretación sistemática del artículo 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y de los principios que conforman la propia Norma Fundamental y consideró que el citado precepto no es fuente de facultades de control constitucional para las autoridades que ejercen funciones materialmente jurisdiccionales, respecto de actos ajenos, como son las leyes emanadas del Congreso de la Unión, ni de sus propias actuaciones, que les permitan desconocer unos y otras, pues dicho precepto debe ser interpretado a la luz del régimen previsto en la Carta Magna para ese efecto. En esa línea de pensamiento, la regla contenida en el artículo 78 de la Ley de Amparo, en el sentido de que en las sentencias de los juicios que regula, el acto reclamado se apreciará tal y como aparezca probado ante la autoridad responsable, sin que deban admitirse las pruebas que no se hubiesen rendido ante la instancia común para comprobar los hechos que motivaron o fueron objeto de la resolución reclamada, no tiene una aplicación indefectible, dado que una de sus excepciones se verifica en el amparo directo, cuando con ellas pretenda justificarse un tema que no pudo controvertirse ante el juzgador de origen, por tratarse de un planteamiento de control de la constitucionalidad de leyes, normas generales, reglamentos o actos administrativos de carácter general, pues es claro que en esa hipótesis deben tomarse en consideración, ya que de no hacerlo se dejaría en estado de indefensión al quejoso, pues dicho análisis, es decir, la verificación del apego de una disposición de carácter

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Semanario Judicial de la Federación, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Tesis Aislada Tomo III, Segunda Parte-1, Enero a Junio de 1989, p. 228

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general a la Constitución Federal, es una facultad reservada a los órganos del Poder Judicial de la Federación.77 REVISIÓN EN AMPARO INDIRECTO. LA CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY EXCEPCIONALMENTE PUEDE SER DEFENDIDA INDIRECTAMENTE POR UNA AUTORIDAD DISTINTA DE LAS LEGITIMADAS POR LOS ARTÍCULOS 12, 19 Y 87 DE LA LEY DE AMPARO, CUANDO EN EL RECURSO SE CONTROVIERTE LA DUDOSA APLICACIÓN DE UNA JURISPRUDENCIA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN SOBRE INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES. Si bien en revisión las autoridades diversas a las legitimadas por los artículos referidos no pueden expresar agravios tendentes a justificar la constitucionalidad de una ley, lo cierto es que excepcionalmente, pueden defenderla indirectamente al formular agravios para fundamentar el acto de aplicación que de ellas se reclama. Lo anterior ocurre cuando en el recurso se controvierte la dudosa aplicación de una jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre inconstitucionalidad de leyes, pues aunque tal argumentación constituye una cuestión de mera legalidad, por sus cualidades puede considerarse como propiamente constitucional para los efectos de la competencia originaria del Alto Tribunal que incide directamente en los fundamentos del acto de aplicación que a la autoridad se reclamó.78

4.3. Orden estatal

Como hemos advertido, intentar delinear los rasgos esenciales del sistema mexicano de justicia constitucional pasa, inexorablemente, por el estudio de los sistemas que tutelan los ordenamientos jurídicos derivados, esto es, aquellos que establecen la organización y funcionamiento de las entidades federativas. Por lo anterior, la intención de este apartado es mostrar los perfiles de las tres experiencias que aparecen como “sistemas” propiamente dichos; en donde la Constitución local reconoce únicamente una facultad o un instrumento procesal de tutela dentro de un entorno y se distingue a plenitud la jurisdicción constitucional de la ordinaria,89 centrando la atención en aquellos que si establecen ese deslinde y que ofrecen, así sea de forma desarticulada, un conjunto de elementos necesitados, únicamente, de cierto orden interno para hacerlos aparecer como un concentrado de conocimientos jurídicos con coherencia y sistematicidad propia.

4.3.1. Tipos El control difuso existente en las entidades federativas se puede esquematizar de la siguiente manera:

77

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXIX, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Tesis Aislada IV.2o.A.42 K, Marzo de 2009, p. 2833 78

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXXI, Novena Época, Primera Sala, Tesis Aislada 1a. XXI/2010, Febrero de 2010, p.124

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Tipos de control difuso de constitucionalidad

Directo Indirecto

Judicial Review. Juez ordinario es a la vez juez de legalidad y juez constitucional al ejercer control difuso al desaplicar la norma calificada de inconstitucional motu proprio al caso en concreto.

Cuestión de inconstitucionalidad. Juez ordinario es juez de legalidad y juez constitucionalidad de manera indirecta al accionar la cuestión de inconstitucionalidad por el cual se somete a examen definitivo del Tribunal Constitucional o Tribunal Supremo una norma calificada por el propio juez como presumiblemente inconstitucional.

4.3.1.1. Directo o revisión judicial

4.3.1.1.1. Coahuila La Constitución de Coahuila79 en su artículo 158, párrafos primero y segundo, encomiendan la salvaguarda de la Constitución estatal al Tribunal Superior de Justicia del Estado y en su párrafo tercero, otorga la facultad de los jueces ordinarios para ejercer el control difuso de tipo directo cuando considere en su resolución que una norma es contraria a la citada Constitución. La consecuencia de dicho control es una sentencia declarativa de su inaplicabilidad para el caso concreto. Señala el precepto constitucional a la letra:

Artículo 158. La Justicia Constitucional Local se erige dentro del régimen interior del Estado, como un medio de control para mantener la eficacia y la actualización democrática de esta Constitución, bajo el principio de supremacía constitucional. La Justicia Constitucional Local tiene por objeto dirimir de manera definitiva e inatacable los conflictos constitucionales que surjan dentro del ámbito interior del Estado, conforme a este artículo, sin perjuicio de lo previsto en los artículos 103, 105 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cuando la Autoridad Jurisdiccional considere en su resolución que una norma, es contraria a esta Constitución, con base en lo establecido por el artículo 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, deberá declarar de oficio su inaplicabilidad para el caso concreto. En este supuesto, el Tribunal superior de Justicia revisará la resolución en los términos que disponga la ley.

Hay, sin embargo, una notable diferencia entre el caso coahuilense y los demás estados que analizaremos. Si en el conjunto de sistemas de control constitucional estatal, la nota común es la existencia de un órgano que monopoliza la declaración de inconstitucionalidad (al menos en tratándose de instrumentos de naturaleza abstracta), la característica de Coahuila es la inexistencia de ese monopolio, existiendo, 79

El control difuso de constitucionalidad en Coahuila se introdujo por medio de la reforma al artículo 158, párrafo 3, de la Constitución de Coahuila, publicada en el Periódico Oficial de Coahuila el día 20 de marzo de 2001.

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en consecuencia, un sistema que se abre a la participación de todos los jueces en el control mediante la desaplicación de normas al caso concreto, es decir, se establece un control difusote tipo directo para la norma suprema local. El modelo coahuilense, en este tenor, tiene mayor similitud con el modelo federal, debido a que no conjuga propiamente elementos y técnicas de los modelos originarios sino que pone en práctica ambos a través de un control difuso ejercido por jueces y tribunales, similar al desempeño de los Tribunales federales en materia constitucional, y por otro lado, consta de un órgano dentro del Tribunal Superior de Justicia que decide en última instancia procesos constitucionales autónomos (controversia y acción de inconstitucionalidad) de forma similar a la concentración que a nivel federal subsiste en la Suprema Corte de Justicia.

4.3.1.2. Indirecto o cuestión de inconstitucionalidad 4.3.1.2.1. Veracruz

Veracruz ha sido la primera entidad federativa que ha establecido un sistema de control constitucional local. En términos clasificatorios, el sistema veracruzano es un sistema de control incidental de constitucionalidad, en donde el elemento caracterizador viene otorgado por la aparición de un proceso constitucional que sirve de puente o enlace entre la jurisdicción ordinaria y la constitucional: la “cuestión de inconstitucionalidad”. Dicha proceso que se encuentra establecido en el artículo 64, fracción IV,80 otorga la competencia a la Sala Constitucional del Tribunal Superior de Justicia del estado para resolver las peticiones formuladas por los demás tribunales y jueces del Estado, cuando tengan duda sobre la constitucionalidad o aplicación de una ley local al proceso concreto sujeto a su competencia. Establece el precepto constitucional en comento:

Artículo 64. Para el cumplimiento de las atribuciones señaladas en las fracciones I y II del artículo 56 de esta Constitución, el Tribunal Superior de Justicia contará con una Sala Constitucional, integrada por tres magistrados, que tendrá competencia para: (…) IV. Dar respuesta fundada y motivada a las peticiones formuladas por los demás tribunales y jueces del Estado, cuando tengan duda sobre la constitucionalidad o aplicación de una ley local, en el proceso sobre el cual tengan conocimiento. Las peticiones tendrán efectos suspensivos y deberán ser desahogadas en un plazo no mayor de treinta días naturales, en los términos que disponga la ley.

La importancia de este novedoso proceso constitucional radica, como veremos más adelante, en que su adición al catálogo de los medios de control constitucional contemplados por Constitución federal en sus artículos 99 y 105, daría una mayor coherencia y uniformidad a la interpretación sistemática y armónica del artículo 133

80

Cabe destacar que el control difuso de constitucionalidad a nivel local se introdujo por primera vez en el sistema jurídico mexicano por medio de la reforma al artículo 624, fracción IV, de la Constitución de Veracruz, publicada en la Gaceta Oficial de Veracruz el día 3 de febrero de 2000.

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constitucional en relación con el control concentrado de constitucionalidad que caracteriza a la jurisdicción constitucional mexicana, dado que otorgaría la facultad a los jueces del fuero común para plantear una litis de inconstitucionalidad ante los tribunales integrantes del Poder Judicial de la Federación, sin que ello les confiera la calidad de jueces de constitucionalidad ni mucho menos ello signifique controvertir la naturaleza concentrada del citado control de constitucionalidad.

4.3.1.2.2. Chiapas La Constitución de Chiapas81 en su artículo 56, fracción IV, otorga la competencia al Tribunal Constitucional del estado para resolver las cuestiones de inconstitucionalidad formuladas por los Magistrados o Jueces del Estado cuando tengan duda sobre la constitucionalidad o aplicación de una ley local, en el proceso sobre el cual tengan conocimiento. Establece la disposición constitucional citada:

Artículo 56.- La justicia del control constitucional local se erige dentro del régimen interior del Estado, como un medio de control para mantener la eficacia y la actualización democrática de ésta Constitución, bajo el principio de supremacía constitucional. El control constitucional local tiene por objeto dirimir de manera definitiva e inatacable los conflictos constitucionales que surjan dentro del ámbito interior del Estado, conforme a este artículo, sin perjuicio de lo previsto en los artículos 103, 105 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Para el cumplimiento de las atribuciones del control constitucional local señaladas en las fracciones I y II del artículo 51 de esta Constitución, el Tribunal Constitucional, conocerá y resolverá, en los términos que establezca la ley, con excepción en la materia electoral, de los medios de control constitucional siguientes: (…) IV. A efecto de dar respuesta fundada y motivada a las cuestiones de inconstitucionalidad formulada por los Magistrados o Jueces del Estado cuando tengan duda sobre la constitucionalidad o aplicación de una ley local, en el proceso sobre el cual tengan conocimiento, las peticiones deberán ser desahogadas en un plazo no mayor de treinta días.

El control constitucional en Chiapas, al ser un reflejo de la Constitución de Veracruz, concentra la totalidad de atribuciones de control en un sólo órgano y reconoce por otra parte la competencia indirecta de todos los jueces en su ejercicio a través de la denominada “cuestión de inconstitucionalidad. Sin embargo, a diferencia de lo previsto en dicha entidad, la resolución de la cuestión de inconstitucionalidad no se encomienda al Tribunal Superior del estado sino al Tribunal Constitucional, creado como órgano jurisdiccional que ejerce exclusivamente el control constitucional a nivel

81

Constitución de Chiapas, Artículo 56, fracción IV, reforma publicada en el Periódico Oficial de 6 de noviembre de 2002.

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local, el cual cuenta con la competencia originaria para resolver los medios de control de constitucionalidad que contempla el ordenamiento constitucional local. 4. Legitimidad del control difuso de tipo indirecto ejercido por los jueces del orden

común 4.1. Hermenéutica del artículo 133 constitucional, segundo párrafo, en conjunción

con el modelo de control concentrado 4.1.1. Doctrina Verfassungskonforme Auslegung von Gezetzen o interpretación

conforme Una de las modalidades que ha asumido la jurisprudencia de los organismos especializados, para atenuar los efectos de la declaración general de inconstitucionalidad, pues aun cuando se aplique con prudencia provoca desajustes en el ordenamiento jurídico, se refiere a lo que se ha denominado interpretación conforme, que es la calificación que le ha dado la doctrina alemana (verfassungskonforme Auslegung von Gezetzen, frase que puede traducirse como la interpretación de las leyes de acuerdo con la Constitución),82 institución que ha tenido una importante divulgación en la justicia constitucional contemporánea, ya que la declaración general de inconstitucionalidad se traduce en la anulación de las disposiciones legislativas impugnadas, que en todo caso produce una conmoción jurídica, ya que es necesario llenar el vacío que deja el ordenamiento que se considera inválido, el que no siempre es posible sustituir por la legislación anterior y requiere la intervención del legislador para subsanar las infracciones de la carta fundamental. Como lo ha señalado certeramente el destacado jurista español Eduardo García de Enterría, la interpretación conforme tiene su origen en dos principios establecidos por la jurisprudencia norteamericana, es decir, el de que todas las normas generales deben interpretarse in armony with the Constitution, al que debe agregarse la regla que ha seguido la Corte Suprema Federal de los Estados Unidos sobre la “presunción de constitucionalidad de las leyes”,83 de acuerdo con la cual una norma general no debe declarase inválida, aun cuando lo sea con efectos particulares, como ocurre en el sistema americano, cuando puede ser interpretado en consonancia con la Constitución, con mayor razón si la declaración produce efectos generales, de acuerdo con el modelo europeo.56 De acuerdo con la profunda reflexión del distinguido constitucionalista alemán Konrad Hesse, la interpretación conforme no plantea sólo la cuestión del contenido de la ley sometida a control sino también la relativa al contenido de la Constitución según la

82

Cfr. Haak, Volker, Normenkontrolle und verfassungskonforme Gezetzauslegung des Richters (Control normativo e interpretación judicial de la conformidad constitucional), Bonn, Ludwig Röhrscheid Verlag, 1963, pp. 184-213; Hesse, Konrad, Grundzüges des Verfassungsrechte der Bundesrepublik Deutschland (Elementos de derecho constitucional de la República Federal de Alemania), l6a. ed., Heidelberg, C.F. Múller, Juristische Verlag, 1988, pp. 29-32; del mismo autor Escritos de derecho constitucional (selección), trad. de Pedro Cruz Villalón, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, pp. 53-57. 83

Cfr. Ferreres Comella, Víctor, Justicia constitucional y democracia, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997, pp. 163-213, expone sólidos argumentos sobre la justificación del principio de presunción de constitucionalidad de las disposiciones legislativas.

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cual dicha ley ha de ser analizada, lo que exige tanto la interpretación de la ley como de la propia Constitución, lo que demuestra la estrecha interrelación entre la Constitución y la ley, de acuerdo con el principio de la unidad del ordenamiento jurídico.84 Este instrumento ha adquirido una importancia creciente y se ha adoptado con ese nombre u otros similares en numerosos ordenamientos constitucionales contemporáneos, ya que de acuerdo con el mismo, los organismos jurisdiccionales especializados en la resolución de conflictos constitucionales sólo acuden a la declaración general de inconstitucionalidad cuando no es posible armonizar las normas generales impugnadas con el texto, los valores y los principios de la carta fundamental, es decir, cuando la contradicción entre las disposiciones legislativas con la Constitución, es insalvable. Por ese motivo no se justifica el temor que en ocasiones produce la posibilidad de la anulación de las normas generales, ya que la interpretación conforme puede determinar la aplicación de las disposiciones impugnadas de manera que no contradiga a la ley suprema. Las diversas modalidades que puede asumir la interpretación conforme, y sólo en vía de ejemplo se puede mencionar que de acuerdo con el conocido constitucionalista francés Michel Fromont, la interpretación conforme puede ser extensiva, restrictiva o simplemente modificatoria.85 Por ello es que este instrumento de interpretación constitucional se aplica de manera constante por los tribunales, cortes y salas constitucionales, aun cuando esta aplicación no sea consciente por parte de dichos juzgadores.59 Podemos señalar como un ejemplo las decisiones de la Corte Constitucional italiana, que asumen el carácter de sentencias interpretative di rigetto, ya que de acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia italianas, en dichos fallos se considera que las disposiciones normativas impugnadas no adolecen de vicios de constitucionalidad, pero sólo en el sentido de la interpretación de dicho tribunal, por lo que dichas normas no pueden aplicarse en un sentido diverso del señalado por la mencionada Corte Constitucional.86 Así, la técnica de la interpretación conforme puede constituir un elemento relevante para que los jueces del orden común de los estados y del Distrito Federal cumplan con su encomienda de protestar respeto a la Constitución, y por esa razón debe integrarse como un concepto básico y de manejo cotidiano en la actividad jurisdiccional de dichos jueces de legalidad. La interpretación conforme se justifica, además, en la idea de que todas las normas deben ser entendidas en armonía con la Constitución, según el artículo 133 del pacto federal, debiendo tenerse presente por igual “el principio de presunción de

84

Escritos de derecho constitucional (selección), cit., nota 54, p. 57. 85

Cfr. 1 Fromont, Michel, La justice constitutionnelle dans le monde, París, Dalloz, 1966, pp. 89 y 90. 86

Cfr. Vergottini, Giuseppe de, Diritto Costituzionale, 2a. ed., Padova, Cedam, 2000, pp. 665 y 666; Crizafulli, Vezio, “Questioni in tema de interpretazione de la Corte costituzionale nel confronti con l’interpretazioni giudiziaria” y “Sentenza interpretative di norme costituzionale e vincolo dei giudici” , ambos en Giurisprudenza costituzionale, Milán, Giuffré, 1956, pp. 929 y ss., y 1976, pp. 1719 y ss.

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constitucionalidad de las leyes”, es decir, que como toda ley dimana de la Constitución, debe entenderse, entonces, que dicha norma, por estar apegada a ella, debe subsistir. A pesar de que la interpretación conforme es una doctrina propia de los tribunales constitucionales, es claro que su manejo también incumbe a los jueces comunes, por esta razón el artículo 43 de la Ley Reglamentaria de las Fracciones I y II del Artículo 105 Constitucional obliga a los jueces comunes de los estados y del Distrito Federal a estar al tanto y aplicar con carácter obligatorio los criterios contenidos en las sentencias dictadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al resolver controversias constitucionales y controversias de inconstitucionalidad. A la misma se le considera como un mecanismo cuya finalidad es evitar la declaratoria de inconstitucionalidad general de una norma, pues la anulación de las disposiciones legislativas puede alcanzar a producir una conmoción jurídica denominada por la doctrina como horror vacui, es decir, una situación en donde es mejor contar con una legislación referida a un caso concreto que generar una laguna respecto de una situación que necesariamente debe estar regulada; es mejor contar con una legislación referida a un caso concreto de regulación indispensable que adolecer de normatividad sobre el mismo aspecto. Por todo lo anterior, en aplicación del principio de supremacía constitucional dimanado del artículo 133 del pacto federal, por virtud de la protesta constitucional de los jueces, del principio de presunción de constitucionalidad de las leyes y en ejercicio de la facultad creativa del derecho de la actividad judicial, que es resultado de la interpretación e integración de la ley, los jueces comunes de los estados y del Distrito Federal están obligados a aplicar la Constitución federal y a interpretar las normas de una manera que resulte armonizada con la Constitución, y en consecuencia ejercerían el control difuso de constitucionalidad de las leyes al adecuar su interpretación conforme a la Constitución. En suma, un control difuso ejercido por los jueces del orden común en función de la interpretación conforme partiría de las siguientes premisas:

1. La interpretación del artículo 133 constitucional que parte de la premisa de que, si bien es cierto que los jueces no tienen un control difuso, pueden interpretar la Constitución realizando lo que en doctrina se llama “interpretación conforme”. Este tipo de interpretación constitucional puede tener una veta inexplorada como manera de tener un Control Difuso sin desaplicar una norma por considerarla inconstitucional.

2. El principio de interpretación conforme, parte de la base que una ley debe

permanecer incólume y no debe ser declarada nula si acaso es posible otorgarle un sentido interpretativo que resulte acorde con la constitución, amén de su texto o de mostrar características de inconstitucionalidad. Pues ninguna norma es tal (en el sentido que la entiende el Estado Constitucional) hasta en tanto no se interpreta constitucionalmente, hasta en tanto lo lleva a

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cabo el órgano encargado de hacerlo, pero tampoco hasta en tanto no es interpretada por los operadores jurídicos.

3. Con la expresión “interpretación conforme a la Constitución” se hace referencia

al principio o máxima de hermenéutica según el cual, de entre los distintos entendimientos posibles de una regla de Derecho, el intérprete ha de optar por aquel que mejor se acomode a los dictados constitucionales.

4. Este tipo de interpretación se justifica siempre en la unidad del ordenamiento,

unidad que puede citarse también, por lo tanto, como fundamento genérico de esta “interpretación conforme”. Pero más aún, su fundamento específico reside, sin embargo, en la supremacía de la Constitución ó, si así se quiere decir, en el principio de constitucionalidad que exige no ya una simple “atención” a la Constitución en la operación hermenéutica; sino, más precisamente, el acomodo de sus resultados, en la medida de lo posible, a lo dispuesto en la Constitución.

5. La interpretación conforme es, visto su fundamento, un imperativo jurídico-

constitucional para todos los operadores jurídicos, siempre y cuando, claro está, tal interpretación resulte factible. La “interpretación conforme” ha de ser, en primer lugar, interpretación legalmente admisible que, a estos efectos, corresponde a todos los aplicadores del Derecho pero, singularmente, a todos los órganos jurisdiccionales vinculados sin embargo al entendimiento de los preceptos constitucionales.

6. En ese entendido, es importante dejar muy en claro que la interpretación “de la

Constitución” (objeto así calificado) y la interpretación “constitucional” no son nociones coincidentes, pues con la segunda se alude a una interpretación jurídica cualificada ya por su ordenación, precisamente, a la Constitución (Interpretación conforme) ó, desde otro punto de vista, por la singular posición institucional del intérprete (Tribunal Constitucional).

7. Finalmente, el objetivo es el mismo: hallar el resultado constitucionalmente

“correcto” a través de un procedimiento racional y controlable; y aunque la interpretación de la Constitución es, en última instancia, interpretación jurisdiccional cualesquiera otros sujetos, públicos ó privados, pueden y, más aún, deben, argumentar también sus decisiones y opiniones jurídicas partir de la Constitución, tales argumentaciones expresaran siempre, en el Estado constitucional, la pretensión de “anticipar” o “pronosticar” cuál habría de ser, en una hipótesis litigiosa, la solución (jurisdiccional) correcta.

8. De tal suerte que esta propuesta de interpretación de la última pate del 133

constitucional que establece que ”los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados”, que por muchos años, como les digo, se consideró el dilema existencial de los jueces locales, puede tornarse hoy en una oportunidad, para todos los operadores jurídicos,

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de llevar a cabo en toda interpretación jurídica una argumentación constitucional con vistas a persuadir y convencer al órgano que conocerá de un litigio, actual o potencial; sin que ello signifique, claro está, que sus sujetos sean, en exclusiva, los órganos jurisdiccionales. Pues a éstos les corresponde, ciertamente, la facultad de decir el Derecho en definitiva, de manera privilegiada, lo que se traduce no, desde luego, en una exclusividad o monopolio de estos órganos, especialmente del Tribunal Constitucional para la interpretación de la Constitución.

9. Con esta propuesta, se pretende rescatar el sentido originario del artículo 133

que era justamente el principio de supremacía constitucional y la unidad del ordenamiento. Así pues los jueces integrantes llamados tribunales “ordinarios”, son tanto de “la legalidad” como también de “constitucionalidad” en el sentido en que hemos aludido. La interpretación conforme ofrece la ventaja de que el órgano jurisdiccional, al definir y acotar el sentido y alcance de la norma constitucional, provoca una situación en la cual, toda interpretación constitucional por órganos constitucionales inferiores al Alto Tribunal se estimará correcta en la medida que retome las razones que rigen el criterio de interpretación conforme.

Por último, es dable afirmar que la doctrina de la interpretación conforme aplicada a al legítimo control constitucional que ejercen los jueces del orden común, ha sido plenamente aceptada por el Poder Judicial de la Federación, en la tesis jurisprudencial que enseguida se transcribe:

INTERPRETACIÓN CONFORME A LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. DE ACUERDO A ELLA LOS TRIBUNALES ORDINARIOS PUEDEN CALIFICAR EL ACTO IMPUGNADO Y DEFINIR LOS EFECTOS QUE SE DEDUCEN DE APLICAR UN PRECEPTO DECLARADO INCONSTITUCIONAL. El artículo 133 de la Constitución Federal dispone: "Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los Jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.". Lo anterior significa que deben nulificarse o dejar sin efectos las leyes o los actos que violenten lo dispuesto en la Constitución, pues los principios, valores y reglas que el propio ordenamiento consagra deben prevalecer con supremacía y en todo tiempo. Por tanto, si un precepto legal contraviene lo estipulado en la Constitución debe declararse su inconstitucionalidad en términos de los procedimientos respectivos, dando pauta así a la integración de la jurisprudencia, o bien, si se trata de un acto de autoridad que se fundamente en una ley declarada inconstitucional, debe nulificarse u ordenarse que cesen sus efectos. Asimismo, en virtud del principio de supremacía constitucional consagrado en el artículo que se comenta, los legisladores deben expedir las leyes ordinarias con apego al Máximo Ordenamiento que opera como limitante de la potestad legislativa, de manera que cuando una ley admita dos o más

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interpretaciones que sean diferentes y opuestas, debe recurrirse a la "interpretación conforme" a la Constitución Federal, que debe prevalecer como la interpretación válida, eficaz y funcional, es decir, de entre varias interpretaciones posibles siempre debe prevalecer la que mejor se ajuste a las exigencias constitucionales dado que es la normatividad de mayor jerarquía y que debe regir sobre todo el sistema normativo del país. Es cierto que los tribunales ordinarios no pueden pronunciarse sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley pues, por una parte, su esfera competencial se circunscribe al estudio de la legalidad del acto ante ellos impugnado y, por otra, los únicos órganos jurisdiccionales que tienen competencia para hacerlo son los del Poder Judicial de la Federación. Sin embargo, aquéllos pueden calificar el acto impugnado y definir los efectos que se deducen de aplicar un precepto declarado inconstitucional de acuerdo a la "interpretación conforme", a fin de lograr que prevalezcan los principios y valores consagrados a nivel constitucional.87

PRINCIPIO DE INTERPRETACIÓN DE LA LEY CONFORME A LA CONSTITUCIÓN. La aplicación del principio de interpretación de la ley conforme a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos exige del órgano jurisdiccional optar por aquella de la que derive un resultado acorde al texto supremo, en caso de que la norma secundaria sea oscura y admita dos o más entendimientos posibles. Así, el Juez constitucional, en el despliegue y ejercicio del control judicial de la ley, debe optar, en la medida de lo posible, por aquella interpretación mediante la cual sea factible preservar la constitucionalidad de la norma impugnada, a fin de garantizar la supremacía constitucional y, simultáneamente permitir una adecuada y constante aplicación del orden jurídico.88

87

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXII, Tribunales Colegiados de Circuito(CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO., Novena Época, Tesis Jurisprudencial I.4o.A. J/41, Agosto de 2005, p.1656. Los antecendentes son los siguientes: Amparo directo 484/2004. Jorge Alberto Castro Pérez. 2 de febrero de 2005. Unanimidad de votos. Ponente: Hilario Bárcenas Chávez. Secretaria: Silvia Angélica Martínez Saavedra. Amparo directo 7/2005. Guillermo Alfredo Oviedo Plata. 2 de febrero de 2005. Unanimidad de votos. Ponente: Hilario Bárcenas Chávez. Secretaria: Karla Mariana Márquez Velasco. Revisión fiscal 387/2004. Administrador Local Jurídico del Centro del Distrito Federal, unidad administrativa encargada de la defensa jurídica del Secretario de Hacienda y Crédito Público, del Jefe del Servicio de Administración Tributaria y de la autoridad demandada. 9 de febrero de 2005. Unanimidad de votos. Ponente: Jean Claude Tron Petit. Secretaria: Sandra Ibarra Valdez. Revisión fiscal 89/2005. Administrador de lo Contencioso de Grandes Contribuyentes, unidad administrativa encargada de la defensa jurídica de las autoridades demandadas, del Secretario de Hacienda y Crédito Público, del Jefe del Servicio de Administración Tributaria y de la Administración Central de Fiscalización a Grandes Contribuyentes Diversos de la Administración General de Grandes Contribuyentes. 13 de abril de 2005. Unanimidad de votos. Ponente: Jesús Antonio Nazar Sevilla. Secretaria: Indira Martínez Fernández. Revisión fiscal 206/2005. Subadministrador de lo Contencioso "1" de la Administración Local Jurídica del Sur del Distrito Federal, en suplencia por ausencia de la Administradora Local Jurídica del Sur del Distrito Federal, unidad administrativa encargada de la defensa jurídica del Secretario de Hacienda y Crédito Público, del Jefe del Servicio de Administración Tributaria y de la autoridad demandada. 29 de junio de 2005. Unanimidad de votos. Ponente: Jesús Antonio Nazar Sevilla. Secretaria: Indira Martínez Fernández. 88

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXVI, Julio de 2007, Segunda Sala, Novena Época, Tesis Aislada 2a. XCII/2007, p. 381

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4.1.2. Inaplicación de la ley al caso en concreto por acatamiento de la jurisprudencia

que la declare inconstitucional Para José de Jesús Gudiño Pelayo, Ministro en activo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es dable afirmar la existencia de un control difuso limitado que ejercen los jueces del orden común, el cual, se concreta a la inaplicación de los preceptos legales declarados inconstitucionales por la jurisprudencia emitida por el Poder Judicial de la Federación. Sus argumentos son del tenor literal siguiente:

1. Mariano Azuela Rivera afirma que el control por vía de acción, concentrado, y el control por vía de excepción, difuso, no son sistemas que se excluyan, sino que por el contrario, se complementan.

2. La afirmación es verdadera, pero tiene un sentido y alcance distintos al que le

imprime este distinguido jurista, quien comparte, con muchos otros estudiosos, la convicción de que la atribución del control difuso se deriva de la interpretación del artículo 133. El fundamento y las razones son otras.

3. Se ha establecido que la ley, toda ley, goza de la presunción de

constitucionalidad, y que ésta, por sí misma, es suficiente para que los jueces ordinarios la apliquen a los casos sometidos a su jurisdicción sin escrúpulo alguno en lo que atañe a su constitucionalidad o relegándolo al ámbito de las convicciones privadas, cuya expresión puede canalizarse a través de la academia, la docencia o la confortable charla de café, pero de ninguna manera en sus resoluciones. También se estableció que la presunción de constitucionalidad puede desvirtuarse mediante el mecanismo que el sistema, precisamente para tal fin, estableció y desarrolló la Constitución: el Juicio de Amparo.

4. En virtud del principio de relatividad de la sentencia, conocido también como la

Fórmula Otero, que domina al Juicio de Amparo, la presunción de constitucionalidad sólo se desvirtúa para el quejoso y tratándose de amparo judicial, directo o indirecto, sólo tiene el alcance de determinar la inaplicabilidad de la ley declarada inconstitucional en el juicio con motivo del cual se promovió el amparo; si el quejoso en otro juicio es afectado por esa misma ley, tendrá que promover nuevo amparo, aunque esa misma ley, en el diverso juicio, haya sido declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia. Injusto, parece irrazonable, pero así opera el sistema.48 En este supuesto, resulta indudable que no es posible hablar de control difuso.

5. Cuando la declaratoria de inconstitucionalidad de una ley, realizada por el

órgano jurisdiccional constitucionalmente competente, adquiere carácter de generalidad, es decir, constituye un criterio obligatorio para todos los jueces y en todos los juicios en que se invoque o tenga aplicabilidad la referida ley,

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entonces sí existe un control difuso, acotado, limitado, en el que el juez no determina si la ley es o no constitucional, sino simplemente, de oficio o a petición de parte, se abstiene de aplicar la ley que otro órgano declaró inconstitucional mediante el procedimiento correspondiente, dando así cumplimiento a la primera parte del referido artículo 133. Esto es lo que sucede en el sistema jurídico mexicano tratándose de la jurisprudencia. En efecto, en el séptimo párrafo del artículo 94 de la Constitución se establece:

Artículo 94. La ley fijará los términos en que sea obligatoria la jurisprudencia que establezcan los tribunales del Poder Judicial de la Federación sobre interpretación de la Constitución, leyes y reglamentos federales o locales y tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano, así como los requisitos para su interrupción y modificación.

6. Por su parte, la Ley de Amparo, en el primer párrafo del artículo 192 dispone:

Artículo 192. La jurisprudencia que establezca la Suprema Corte de Justicia, funcionando en Pleno o en Salas, es obligatoria para éstas tratándose de la que decrete el Pleno, y además para los Tribunales Unitarios y Colegiados de Circuito, los juzgados de Distrito, los tribunales militares y judiciales del orden común de los Estados y del Distrito Federal y tribunales administrativos y de trabajo, locales y federales (...)

7. El artículo 76 bis del citado ordenamiento legal, en su fracción I, regula la

suplencia de la queja en tratándose de leyes declaradas inconstitucionales por la jurisprudencia en los siguientes términos:

Artículo 76 BIS. Las autoridades que conozcan del juicio de amparo deberán suplir la deficiencia de los conceptos de violación de la demanda, así como la de los agravios formulados en los recursos que esta ley establece, conforme a lo siguiente:

I. En cualquier materia, cuando en el acto reclamado se funden leyes declaradas inconstitucionales o la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia.

(...)

8. De lo anterior, señala Gudiño Pelayo, debe concluirse que la Constitución establece un sistema de control difuso de ésta que no deriva de la interpretación del artículo 133 constitucional, sino del párrafo séptimo del artículo 94 constitucional, así como de los artículos 192, primer párrafo, y 76 bis, ambos de la ley de amparo. Control mediante el cual el juez sólo deberá concretarse a inaplicar la ley declarada inconstitucional por la jurisprudencia de la Suprema Corte, de ninguna manera a pronunciarse de motu proprio sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la ley”.89

En este mismo sentido, se pronuncia la tesis de jurisprudencia P./J. 38/2002, a la que ya hemos aludido en apartados anteriores. En dicha tesis el Pleno de la Suprema Corte 89

GUDIÑO PELAYO, José de Jesús, op. cit., pp. 181-182

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de Justicia de la Nación reitera la tradicional opinión sobre la competencia exclusiva del Poder Judicial de la Federación para analizar la constitucionalidad de una norma general o un acto stricto sensu y determinar su irregularidad. Sin embargo, la tesis que comentamos también dispone que el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa no sólo puede, sino también debe, aplicar la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que establezca la inconstitucionalidad de algún precepto ordinario y omitir su aplicación, lo que equivale a la ejecución de un control difuso de la constitucionalidad basado en lo resuelto por nuestro máximo tribunal. Muchas son las implicaciones de este importante criterio. Su aplicación analógica podría servir de fundamento para que instancias jurisdiccionales diferentes al Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, se acojan a la jurisprudencia que establezca la inconstitucionalidad de una ley ordinaria y así omitir su aplicación; en el mismo caso nos hallaríamos, en nuestra opinión, respecto de la jurisprudencia de los Tribunales Colegiados de Circuito que determine la inconstitucionalidad de una norma secundaria, especialmente considerando las facultades que en este aspecto les ha discernido el Acuerdo 5/2001 del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Asimismo, concordamos con la Suprema Corte en su afirmación de que la aplicación de la jurisprudencia que determina la inconstitucionalidad de una norma ordinaria, por parte de los tribunales ordinarios, con el propósito de no aplicar ésta, de ningún modo contraviene al principio de relatividad de los efectos de las sentencias. Recordemos que en realidad una tesis jurisprudencial es un criterio de interpretación de la ley constituido por la ratio decidendi de los tribunales, al resolver los asuntos a que se refieren sus precedentes,90 no es la norma jurídica individualizada precisamente respecto de las partes de los expedientes en los cuales se formó, derivadas de los puntos resolutivos concretos de sus sentencias que dirime una controversia específica. En tal tenor, la aplicación de la jurisprudencia no implica la extensión de los efectos de las normas jurídicas individualizadas dirigidas a las partes de los procesos en los cuales se formó, sino el uso del criterio abstracto utilizado en tales resoluciones, dada su analogía con las particularidades de un caso actual y concreto diferente.

90

JURISPRUDENCIA, ALCANCE DE LA. Primera Sala. Amparo directo 7891/61. Gilberto Larriñaga López. 30 de abril de 1962. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Juan José González Bustamante. Tesis relacionada con jurisprudencia 143/85. Semanario Judicial de la Federación, sexta época, vol. LVIII, segunda parte, p. 38. JURISPRUDENCIA. PRIMERA SALA. Amparo directo 6822/60. Juan Vázquez Cohen. 7 de julio de 1961. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Alberto R. Vela. Semanario Judicial de la Federación, sexta época, vol. XLIX, segunda parte, p. 60. JURISPRUDENCIA. EXAMEN DE LAS SENTENCIAS QUE LA CONSTITUYEN. ANALOGÍA. APLICACIÓN INOPERANTE DE LOS PRECEDENTES JUDICIALES POR ESTE CRITERIO. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo en revisión 1887/86. Sandoz de México, S. A. de C. V. 21 de enero de 1987. Unanimidad de votos. Ponente: Genaro David Góngora Pimentel. Vols. 169-174, Sexta Parte, p. 114. Amparo en revisión 1236/82. Sociedad Cooperativa de Trabajadores de Autotransportes de la Línea México-Morelia-Guadalajara, S. C. L. 1o. de marzo de 1983. Unanimidad de votos. Ponente: Genaro David Góngora Pimentel. Semanario Judicial de la Federación, séptima época, vol. 217-228, sexta parte, p. 364.

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Por último, es dable señalar que esta doctrina comienza a tener eco dentro de la interpretación constitucional de nuestro máximo tribunal, que ha emitido un criterio que confirma literalmente lo que hemos explicado con anterioridad:

JURISPRUDENCIA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. SU APLICACIÓN REPRESENTA UNA CUESTIÓN DE MERA LEGALIDAD, AUN CUANDO SE REFIERA A LA INCONSTITUCIONALIDAD DE LEYES O A LA INTERPRETACIÓN DIRECTA DE PRECEPTOS CONSTITUCIONALES. La aplicación de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a un caso concreto por las autoridades jurisdiccionales representa una cuestión de mera legalidad, aun cuando el criterio contenido en ella se refiera a temas de inconstitucionalidad de leyes o de interpretación directa de preceptos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, porque la autoridad jurisdiccional correspondiente no hace un nuevo estudio constitucional, sino que se limita a acatar el contenido del artículo 192 de la Ley de Amparo, que la vincula a aplicar el criterio jurisprudencial correspondiente al supuesto que juzga.91

4.2.1. Reforma constitucional para la configuración de un control concentrado por vía de incidente procesal En los ordenamientos que pertenecen al sistema americano, que generalmente tiene carácter difuso, los jueces ordinarios tienen la facultad y la obligación de desaplicar en cada caso concreto las disposiciones legislativas que estimen inconstitucionales, en tanto que el sistema europeo, de carácter concentrado, los jueces no pueden decidir sobre dicha inconstitucionalidad, pero pueden plantear ante los tribunales, cortes o salas constitucionales, la cuestión de inconstitucionalidad, para que estos últimos la decidan por medio de una declaración general o de una interpretación conforme, por lo que en todo caso es esencial la intervención de los jueces ordinarios, y además debe tomarse en cuenta que estos últimos tienen la obligación genérica de aplicar las disposiciones legislativas de acuerdo con la Constitución. Sin embargo, el enfoque de unos y otros asume diferencias, en cuanto que los jueces ordinarios parten de la ley hacia la Constitución y los especializados deben realizar su interpretación desde la Constitución hacia la ley, pero además, la interpretación de los últimos es la última y definitiva, por lo que es obligatoria para los primeros. 4.2.1.1. Doctrina Richterklage o de la cuestión de inconstitucionalidad92

Si bien es cierto que, como hemos analizado, en el llamado sistema americano predomina la obligación de todos los jueces para desaplicar las disposiciones legislativas que consideren inconstitucionales, también lo es en el llamado continental europeo o austriaco, ya que dentro de este régimen si bien los jueces ordinarios no

91

Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XXXI, Tesis Aislada, Novena Época, Tesis: 1a. XVIII/2010, Primera Sala, Febrero de 2010, p. 121 92

Cfr. FIX-ZAMUDIO, Héctor, Breves reflexiones sobre la naturaleza, estructura, y funciones de los órgananismos jurisdiccionales especializados en la resolución de procesos constitucionales, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, p. 230.

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pueden decidir sobre cuestiones de constitucionalidad, sin embargo son el conducto para el planteamiento de dichas cuestiones ante los tribunales y cortes constitucionales. En efecto, en los procesos concretos en los cuales surja un problema de constitucionalidad (doctrina konkrete Normenkontrolle), el único conducto para elevarlo a los organismos jurisdiccionales especializados son los jueces ordinarios, los cuales deben comunicarlos a los primeros, para que éstos puedan decidirlos. Es lo que en el derecho español se conoce como la cuestión de inconstitucionalidad que debe ser promovido por los jueces y tribunales ante el Tribunal Constitucional.93 Y esto ocurre de manera similar en la República Federal de Alemania, por conducto de lo que se ha calificado por la doctrina como Richterklage (instancia judicial). Se denomina instancia judicial por ser un órgano jurisdiccional, generalmente un juez ordinario, el accionante en el control constitucional de las leyes. En el ordenamiento italiano la situación es más evidente, ya que es el juez respectivo quien debe calificar la pertinencia de plantear la cuestión de inconstitucionalidad ante la Corte Constitucional a fin de que pueda ser decidida por ésta. Por ello el ilustre Piero Calamandrei consideró que la vía para promover una cuestión concreta de inconstitucionalidad correspondía a los jueces ordinarios, únicos facultados para abrir o cerrar el camino para el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad ante la citada Corte Constitucional.94 Otro ejemplo significativo corresponde al derecho de amparo español, si se toma en cuenta que se divide en dos aspectos, el primero que la doctrina califica como amparo ordinario judicial,95debe interponerse ante los jueces y tribunales por conducto de un procedimiento sumario y preferente regulado en principio por la Ley del 26 de diciembre de 1978 de Protección Jurisdiccional de los Derechos Fundamentales de la Persona, procedimientos que en varios sectores han sido incorporados posteriormente a otros ordenamientos. Las decisiones pronunciadas por dichos jueces y tribunales las que pueden impugnarse por conducto del recurso de amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional.96

93

Cfr. Corzo Sosa, Edgar, La cuestión de inconstitucionalidad, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998., pp. 470-478. 94

“Corte constitucional y autoridad judicial” , en la obra del mismo autor, Estudios sobre el proceso civil, trad. de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, Ejea, 1962, p. 128. En el mismo sentido, Crizafulli, Vezio, “La Corte Costituzionali” , en su libro Lezioni di diritto costituzionale, reimp. de la 4a. ed., Padova, Cedam, 1878, t. II, pp. 278-272. 95

Cfr. Carrillo, Marc, La tutela de los derechos fundamentales por los tribunales ordinarios (la aplicación jurisdiccional de la Ley 62/1978, de 26 de diciembre, de Protección Juridiccional de los Derechos Fundamentales de la Persona), Madrid, Boletín Oficial del Estado-Centro de Estudios Constitucionales, 1995. 96

La bibliografía sobre el amparo español es muy abundante, por lo que citamos sólo algunos estudios que nos parecen significativos: Cascajo Castro, José Luis y Gimeno Cendra, Vicente, El recurso de amparo, reimp., Madrid, Tecnos, 1985; Gimeno Cendra, Vicente y Garberi Llobregat, José, Los procesos de amparo (ordiario, constitucional e internacional), Madrid, Editorial Colex, 1994; Fernández Barreras, Germán, El recurso de amparo según la jurisprudencia constitucional, Madrid, Marcial Pons, 1994.

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Debido a que en el ordenamiento español la protección de los derechos fundamentales corresponde en un primer grado a la jurisdicción ordinaria, y sólo en último grado al Tribunal Constitucional por conducto del citado recurso de amparo, la doctrina de ese país ha estudiado con detenimiento las relaciones entre dicho organismo jurisdiccional especializado y los jueces y tribunales del poder judicial (ya que dicho Tribunal, como se ha dicho, se encuentra fuera de el citado poder). Ya hicimos mención de lo dispuesto por el artículo 5.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en cuanto que dicho precepto dispone que los jueces ordinarios deben aplicar las leyes de acuerdo con la Constitución, pero deben sujetarse a la interpretación que sobre las mismas hubiese sustentado el tribunal constitucional. Así, la doctrina española predominante considera que la jurisdicción constitucional desde el punto de vista material y en sentido amplio corresponde tanto al poder judicial como al Tribunal Constitucional, por lo que debe existir coordinación entre ambos para una tutela eficaz de los derechos fundamentales, ya que los dos sectores deben acudir a la Constitución para cumplir su función de aplicar el derecho, de manera que como se había sostenido con anterioridad, la función jurisdiccional de los dos sectores no es diversa en esencia, pero la de los organismos especializados en la solución de los conflictos constitucionales establecen la interpretación última de los valores, principios y normas constitucionales y por ello esa interpretación es obligatoria para todos los jueces y tribunales.97 4.2.1.1.1. Propuesta de reforma a los artículos 105 y 133 constitucionales Se propone introducir la “cuestión de constitucionalidad” en el modelo de control constitucional mexicano. Por medio de este proceso los jueces ordinarios podrían plantear ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación alguna duda que tengan sobre la conformidad a la Constitución de alguna norma del orden federal que deban aplicar. Al introducir en el sistema jurídico mexicano la cuestión de inconstitucionalidad se solucionaría el dilema de la “doble vinculación “del juez a la ley y a la Constitución, previsto por el artículo 133 constitucional, segundo párrafo. Como lo hemos expuesto a largo del presente escrito, si un juez del orden común advierte que en el transcurso de un proceso sometido a su competencia tiene que aplicar una ley que pudiera ser inconstitucional, no puede dejar de aplicarla, dado que se encuentra imposibilitado para realizar una declaratoria general de inconstitucionalidad de las leyes y derivado de ello no puede ejercer un control difuso de tipo directo, es decir, determinar la inaplicación de una ley al caso en concreto por ser considerada inconstitucional. Con la consulta de inconstitucionalidad se evitaría que los jueces del orden común que evidentemente no son jueces constitucionales y que, en esa medida, no podrían declarar la inconstitucionalidad de una ley, puedan proceder a su inaplicación a un

97

Cfr. Pérez Tremps, Pablo, op. cit., nota 23; Canosa, Raúl, “ Jurisdicción constitucional y jurisdicción ordinaria, Una cuestión abierta” , Ius et Praxis, Talca, Chile, año 4, núm. 1, pp. 11-45; Balaguer Callejón, María Luisa, La interpretación de la Constitución por la jurisdicción ordinaria, Madrid, Civitas, 1990; López Guerra, Luis, “ Jurisdicción ordinaria y jurisdicción constitucional” , en su libro El poder judicial en el Estado constitucional, Lima, Palestra Editores, 2001, pp. 157-190.

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caso concreto. Lo anterior, haría posible la configuración de modelo de control concentrado por vía de incidente procesal. Tomando en consideración los argumentos esgrimidos, la adición de un nuevo proceso constitucional al catálogo de medios de control constitucional debería quedar plasmada en una reforma de los artículos 105 y 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que sería del tenor siguiente:

1. Adicionar una fracción IV al artículo 105 constitucional a efecto de incluir a la consulta de constitucionalidad en el catálogo de los medios de control constitucional contemplados por el citado precepto constitucional.

2. Reformar el segundo párrafo del artículo 133 constitucional a efecto de otorgar la legitimación procesal activa a los jueces de los estados, cambiando su denominación por la de “jueces del orden común” por ser mas adecuada a la técnica normativo-procesal de nuestro sistema jurídico, para formular la citada cuestión de constitucionalidad cuando tengan duda sobre la constitucionalidad de una norma federal en el proceso ordinario sobre el cual tengan competencia, ejerciendo de esta manera un control difuso de constitucionalidad de tipo indirecto.

DECRETO POR EL QUE SE ADICIONA UNA FRACCIÓN IV AL ARTÍCULO 105 Y SE REFORMA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ARTÍCULO ÚNICO.- Se adiciona una fracción IV al artículo 105 y se reformar el artículo 133, ambos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para quedar en los términos siguientes:

Artículo 105. La Suprema Corte de Justicia de la Nación conocerá, en los términos que señale la ley reglamentaria, de los asuntos siguientes: (…) IV. Dar respuesta fundada y motivada a las cuestiones formuladas por los jueces del orden común, cuando tengan duda sobre la constitucionalidad o aplicación de una norma federal, en el proceso sobre el cual tengan conocimiento. Las cuestiones tendrán efectos suspensivos y deberán ser desahogadas en un plazo no mayor de treinta días naturales, en los términos que disponga la ley

Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces del orden común se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 105, fracción IV, de esta Constitución.

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ARTÍCULOS TRANSITORIOS

PRIMERO- El presente decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación. 4.2.1.1.2. Propuesta de reforma a Ley Reglamentaria de las fracciones I y II del

artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos En este tenor de ideas, una vez realizada la reforma de nivel constitucional se requeriría una reforma a nivel legal, es decir, a Ley Reglamentaria de las fracciones I y II del artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Dicha reforma podría realizarse en los siguientes términos: DECRETO POR EL QUE SE ADICIONA UNA FRACCIÓN IV AL ARTÍCULO 105 Y SE REFORMA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ARTÍCULO ÚNICO.- Se adiciona Título Cuarto “De las Cuestiones de Inconstitucionalidad”, para quedar en los términos siguientes:

Título Cuarto “De las Cuestiones de Inconstitucionalidad”

Artículo 74.- Todo juez estará legitimado para cuestionarle a cuando tuviere dudas fundadas sobre la constitucionalidad de una norma federal que deba juzgar en un caso sometido a su conocimiento. Artículo 75.- Las cuestiones a que se refiere el artículo anterior serán procedentes en todo caso, sin perjuicio de otras que se hayan planteado, o de acciones de inconstitucionalidad interpuestas o que se interpongan en el mismo proceso. Artículo 76.- La cuestión se formulará mediante resolución en la que se indicarán las normas cuestionadas, y los motivos de duda del tribunal sobre su validez o interpretación constitucionales. Se emplazará a las partes para dentro de tercero día y se suspenderá la tramitación del proceso o recurso hasta tanto la Sala Constitucional no haya evacuado la consulta. Al enviar la cuestión, se acompañará el expediente pertinente. Artículo 77.- De la cuestión se dará audiencia a la Procuraduría General de la República, si no fuere parte en el proceso o recurso principal. Las partes, en este último caso podrán apersonarse ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, únicamente para los efectos de que sean notificadas. No obstante, cualquiera de ellas que estuviere legitimada para plantear una acción podrá solicitarle, dentro del término del emplazamiento, que se le dé al asunto el

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carácter y los efectos de dicha acción de inconstitucionalidad, en cuyo caso deberán interponer formalmente esta última dentro de los quince días siguientes. Si lo hicieren, se le dará a la acción el trámite correspondiente, y la Sala se abstendrá de desechar la cuestión como tal, pero deberá pronunciarse sobre ésta en el fallo. Si no se solicitare o aprovechare el procedimiento de conversión indicado en el párrafo anterior, la Suprema Corte de Justicia de la Nación evacuará la consulta sin más trámite y sin audiencia de partes, en un plazo máximo de un mes a partir de su recibo. Artículo 78.- la Suprema Corte de Justicia de la Nación podrá desechar la consulta en cualquier momento, cuando considere que está suficientemente contestada mediante la simple remisión a su jurisprudencia y precedentes, todo esto con las mismas salvedades previstas en el párrafo segundo del artículo 9 de esta ley. Artículo 79.- La resolución de la Sala se le comunicará al tribunal consultante, al Procurador General de la República y a las partes, tendrá los mismos efectos y se publicará de igual manera que la sentencia dictada en la acción de inconstitucionalidad. Artículo 80.- En lo no dispuesto en el presente capítulo, las cuestiones de inconstitucionalidad se regirán supletoriamente por el procedimiento de la acción de inconstitucionalidad.

ARTÍCULOS TRANSITORIOS

PRIMERO- El presente decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.

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CONCLUSIONES

I. En sistema jurídico mexicano no está autorizado el control difuso de normas generales ejercido por los jueces del orden común derivado de la interpretación jurisprudencial armónica, sistemática y literal del artículo 133 constitucional.

II. No obstante lo anterior, es dable afirmar, la existencia de un control difuso

ejercido por los diversos órganos jurisdiccionales que integran el Poder Judicial de la Federación, en virtud, de que la jurisdicción constitucional mexicana es plural y no unitaria, es decir, tanto la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los 96 tribunales colegiados de circuito, los 49 tribunales unitarios de circuito y los 185 juzgados de distrito están autorizados por la norma constitucional para ejercer un control constitucional.

III. La Suprema Corte de Justicia de la Nación es el órgano jurisdiccional al que se le

confía el conocimiento exclusivo de procesos constitucionales de naturaleza abstracta (aunque eventualmente de naturaleza concreta: es el caso del amparo cuando se ejercita la facultad de atracción).

IV. Los demás órganos que pertenecen al Poder Judicial de la Federación (Tribunal

Electoral, tribunales de circuito y juzgados de distrito), inspeccionan la armonía normativa que debe existir entre leyes, actos y resoluciones con el parámetro constitucional y derivan consecuencias jurídicas de esa inspección, bien mediante la desaplicación de la norma al caso concreto o bien desestimando el acto para salvaguardar el sistema de derechos que consagra la Constitución.

V. En otro orden de ideas, derivado de una interpretación amplia del artículo 133

constitucional, el suscrito señalo la existencia de de un control difuso de tipo indirecto sobre normas generales ejercido por los jueces del orden común para el caso en concreto sobre el cual tengan conocimiento.

VI. En este sentido, el suscrito sostengo la legitimidad de dicho control, basado en el

propio artículo 133 constitucional, debido a que de jure los jueces del orden común pueden interpretar constitucionalmente la norma general aplicada al caso en concreto, siempre y cuando, dicha interpretación sea conforme con la Constitución.

VII. De igual forma, el suscrito afirmo que dicho control también se ejerce cuando los

jueces del orden común aplican al caso en concreto, sobre el cual tienen conocimiento, la jurisprudencia emitida por el Poder Judicial de la Federación.

VIII. Por último, el suscrito suscribo la tesis de la configuración de un control

concentrado por la vía del incidente procesal, basado en la doctrina de la instancia judicial, que permitiría otorgar legitimación procesal activa a los jueces del orden común al permitirles formular una cuestión de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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