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Estudios sobre el Aragón ƒoral Gregorio Colás Latorre (Coordinador)

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Estudiossobre elAragón

ƒoral

Gregorio Colás Latorre(Coordinador)

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ESTUDIOS SOBRE EL ARAGÓN FORAL

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ESTUDIOS SOBRE EL ARAGÓN FORAL

Gregorio Colás Latorre(Coordinador)

Grupo deInvestigaciónConsolidadoBLANCAS

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicaciónpública o transformación de esta obra solo puede ser realizadacon la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista porley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi-cos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algúnfragmento de esta obra.

Este libro ha sido editado con fondos del Grupo de InvestigaciónConsolidado Blancas, financiado por la DGA.

© Los autores

© MIRA EDITORES, S.A.

C/ Dalia, 11 - 50012 Zaragoza

Tels. 976 35 41 65 / 976 46 05 05 – Fax 976 35 10 43 / 976 46 04 46

e-mail: [email protected] – www.miraeditores.com

Ilustración de la cubierta: detalle del cuadro Vista de la ciudad de Zaragoza,de Juan Bautista Martínez del Mazo, 1647.

Primera edición: agosto de 2009

ISBN: 978-84-8465-302-8

Depósito Legal: Z-2445-2009

Impreso en España

Fotocomposición e impresión:

Ino Reproducciones, S. A.

Polígono Malpica - Sta. Isabel, calle E (Inbisa II), nave 35 • 50016 Zaragoza

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UN EPISTOLARIO INÉDITO: LA CORRESPONDENCIA ENTRE

SOR MARÍA DE ÁGREDA Y LA FAMILIABORJA (1628-1665)*

Ana Morte Acín

INTRODUCCIÓN

El presente estudio es una aproximación a la correspondencia que entre1628 y 1665 mantuvieron don Fernando y don Francisco de Borja con sor Maríade Ágreda. Se trata de una documentación que aunque conocida y citada no hasido trabajada en profundidad de una manera rigurosa. A la espera de que se reali-ce la edición de las cartas, en las siguientes páginas pretendemos dar algunas cla-ves interpretativas de esta interesante relación epistolar tanto en lo que se refiere ala forma como a los contenidos.

La famosísima correspondencia que sor María mantuvo con Felipe IV1 haeclipsado en buena medida muchos otros aspectos interesantes de la vida de estareligiosa y que podrían contribuir a tener un conocimiento más próximo a la reali-dad de la figura de la abadesa.

* Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación financiado por el MEC HUM 2005-07069-C05-04

1 SILVELA, F., Cartas de la Venerable Madre sor María de Ágreda y del señor rey don Felipe IV,Suc. Rivadeneira, Madrid, 1885, 2 vols.; Epistolario español. Tomo IV-V, Cartas de sor María deJesús de Ágreda y de Felipe IV, edición y estudio preliminar de SECO SERRANO, C., Atlas, Madrid,1958, colección BAE, pp. 108-109; MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA, Correspondencia con FelipeIV. Religión y Razón de estado, introducción de BARANDA LETURIO, C., Castalia, Madrid, 1991.

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La correspondencia de la que vamos a tratar en este trabajo es sin duda unclaro ejemplo de esto, ya que a través de ella podemos obtener una imagen muchomás nítida de sor María que la que se trasluce en la que mantuvo con el monarcaespañol, y es que se trata este de un intercambio de cartas entre amigos en el quesor María se expresa de una manera mucho más libre y sincera que lo que le per-mite la relación con el Rey. A través de las misivas podemos ir observando cuál essu opinión acerca de diferentes temas políticos que afectan a la monarquía y cómose expresa sobre ellos, pero además podemos ver cuáles eran los asuntos que lepreocupaban más allá de su papel de consejera real en su día a día o en relacióncon las personas más cercanas.

Es por eso que nos parece capital el estudio en profundidad de esta corres-pondencia que de alguna manera complementa la mantenida con Felipe IV y nosofrece la posibilidad de comparar lo que le dice a cada uno sobre un mismo temay, lo que es igual de importante, cómo se lo dice.

Hemos consultado para la elaboración de este trabajo el conjunto de cartasque se conservan en el Archivo General de Palacio (AGP), fondo del convento delas Descalzas Reales, que consta de un total de 220 cartas, todas ellas de sorMaría, sin que se conserve en ese fondo ninguna de los interlocutores de la religio-sa y, hasta donde tenemos conocimiento, tampoco se conservan en otros fondosdocumentales donde existen copias de estas cartas.

Para comenzar, vamos a apuntar algunos datos biográficos de los protago-nistas de este estudio, contextualizándoles en la época, para poder comprendermejor los argumentos que se expondrán a continuación.

Sabemos que sor María fue hija de Francisco Coronel y Catalina de Arana,descendientes de hidalgos y que nació el 2 de abril de 1602 en Ágreda, vivió siempreen esta localidad, ya que entró muy joven en el convento en el que convirtieron sucasa y solo saldría de él para trasladarse al nuevo que construyeron extramuros de lavilla siendo ya abadesa2. Catalina, su madre, profundamente creyente, educó a su hijaen un ambiente muy religioso y en 1619 toda la familia entró en religión3.

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2 Sobre la vida de sor María se pueden consultar: SILVELA, F., Bosquejo histórico a las Cartas dela Venerable..., óp.cit.; SERRANO SANZ, M., Apuntes para una biblioteca de escritoras espa-ñolas, Suc. Rivadeneyra, Madrid, 1903; SECO SERRANO, C., Cartas de sor María de Jesús deÁgreda..., óp.cit., que contiene dos obras muy importantes: Tratados autobiográficos de la madreÁgreda (vol. 2, pp. 205-230) y Vida de sor María de Ágreda narrada por el padre José Ximénezde Samaniego como Prólogo Galeato a la Mística Ciudad de Dios (vol. 2, pp. 269-385).

3 En sus tratados autobiográficos dedica una parte a describir cómo surgió la idea. «A los últimos ter-cios de la vida, estando un día en oración la venerable matrona, hablóle el Altísimo y le dijo que eravoluntad suya le sacrificase su marido, a sí misma, hijos y hacienda y que en su casa se edificase un

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A partir de su entrada en el convento empezó otra etapa en la vida de sorMaría durante la que se produjeron una serie de experiencias místicas, arrobos y vi-siones, así como el controvertido episodio de la bilocación4 y la predicación enNuevo México a los indígenas que le proporcionaron una gran popularidad.

En cuanto tuvo edad de tomar los hábitos profesó y, muy joven aún, a los25 años, fue nombrada prelada y comenzó al poco tiempo la construcción de unnuevo convento. Cuando aún no había pasado un año de ser nombrada abadesa y,a pesar de tratarse de una empresa complicada por la falta de dinero, colocó la pri-mera piedra del edificio que se convertiría en la nueva sede de la congregación a laque se trasladaron en 16335.

Como hemos dicho, por aquellos años, sor María experimentó numerososéxtasis y arrobos que le fueron proporcionando una notable fama. Según el testi-monio de personas que la conocieron, era mucha la gente que se acercaba a la

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convento de religiosas donde entrase ella y sus dos hijas, y que su marido fuese religioso en laOrden de nuestro padre San Francisco, como los dos hijos. Acto seguido la mujer se apresuró a ir acontárselo a su confesor y cuando iba de camino se lo encontró y éste le dijo: «Hija, ya sé a qué vie-nes, porque la revelación que tú has tenido, me ha dado a mí el Señor». Consoláronse sumamentelos dos viendo confirmada la revelación del Muy Alto y luego trataron de cómo habían de declararla voluntad del Señor a mi padre». Tratados autobiográficos..., óp. cit., p. 210.

4 Sobre este tema se pueden consultar una serie de obras entre las que destacan: BORGESMORÁN, P., «La controvertida presencia de la M. Ágreda en Texas (1627-1630)», en VVAA, LaMadre Ágreda: una mujer del siglo XXI, Cátedra Universal Alfonso VIII, Soria, 2000, pp. 25-59; OMAECHEVARRÍA, I., «Un ejemplo maravilloso de contemplación misionera: sor María deJesús de Ágreda», en Misionalia Hispanica, 10, 1953; GARCÍA ROYO, L., «La madre Ágredaentre los indios de Texas», en Celtiberia, 15, 1965; PÉREZ VILLANUEVA, J., «Algo más sobre laInquisición y sor María de Ágreda: la prodigiosa evangelización americana», Hispania Sacra, vol.XXXVII, 76, 1985, pp. 585-618.

5 A pesar de tratarse de una empresa difícil por la falta de dinero, cuando no había pasado un añode ser nombrada abadesa, colocó la primera piedra del edificio, con la única aportación económi-ca de 100 reales que donó un devoto. La obra se llevó a cabo con numerosos problemas econó-micos, como pone de manifiesto la correspondencia de sor María. En una carta dirigida al P. Llo-rente Aguado, de Zaragoza, en febrero de 1631, le pide que ayude al Padre Vicario a hallar milducados prestados «para terminar la nueva casa que están haciendo en Ágreda», y en 1633, pocotiempo antes de que se llevara a cabo el traslado de la comunidad, escribe al mismo religioso aúnmás preocupada. A pesar de todas las dificultades materiales, consiguió que la comunidad se tras-ladase al nuevo edificio el 10 de junio de 1633, tan solo siete años después de comenzar la obra.La ceremonia de traslado se convirtió en todo un acontecimiento que tuvo una gran repercusiónno solo en Ágreda, sino también en el vecino reino de Aragón; de hecho, al acto acudieron elobispo de Tarazona con gran parte de su clero catedral y de las parroquias convecinas. Vease SIL-VELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 88, y, también, ECHEVERRÍA GOÑI, P.L. «Lamadre Ágreda y la construcción de su convento» en VVAA. El papel de sor María de Jesús deÁgreda en el Barroco español, Cátedra Internacional Alfonso VIII, Soria, 2002, pp. 75-103.

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iglesia del convento para asistir a los «raptos» que la religiosa sufría después de co-mulgar y poco a poco la noticia de la virtud de esta joven monja se fue extendiendopor los territorios de la monarquía hispánica6.

Pero si en estos primeros años fueron muy abundantes y sonados los «arro-bos», también fue muy famoso y tuvo una gran trascendencia el episodio de la bilo-cación en Nuevo México y su predicación entre los indios americanos.

Este suceso, efectivamente, tuvo una fuerte repercusión y, al parecer, fue gra-cias a ello que el Rey tuvo por primera vez noticia de la existencia de sor María7, yes que la cúpula de la orden franciscana se tomó muy en serio este suceso y se en-cargó de verificar todos los extremos y de darle la conveniente publicidad8.

Su fama a esas alturas era más que considerable, y muy especialmente entrelas clases privilegiadas. Los fenómenos de naturaleza mística como los que habíaexperimentado sor María despertaban en esos momentos un gran interés9 y pruebade ello fueron las muchas personas de la nobleza y de las más altas esferas socialesque se interesaron por visitar a sor María, pretendiendo quizá el favor divino10. Estohizo que se relacionara con miembros muy destacados de la sociedad del momento

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6 Archivio Segreto Vaticano (ASV), Congr. Rit. Proc. 3206. Entre otros cabe citar: testimonio desor Ángela María de San Bernardo, religiosa profesa del convento de la Purísima Concepción deÁgreda, f. 189v; testimonio del doctor don Pedro Marín de Funes, f. 8v; testimonio de sor IsabelMaría de la Cruz, religiosa profesa del convento de la Purísima Concepción de Ágreda, f. 219v-220r; testimonio de doña María Méndez de Sotomayor y Castejón, f. 18v.

7 Felipe IV debió oír hablar de sor María ya en torno a 1630 cuando se hizo público en la Corte elepisodio de la bilocación con la llegada del padre Benavides. Marañón apunta la posibilidad de quesor María podría haber estado ya en contacto con la Corte desde algún tiempo atrás, atribuyéndole,además, un papel importante en el proceso de caída del Conde-Duque de Olivares. MARAÑÓN,G., El Conde-Duque de Olivares. La pasión de mandar, Espasa-Calpe, Madrid, 1936.

8 En el contexto histórico religioso del Barroco en la monarquía hispánica, las órdenes religiosas ri-valizaban por contar entre sus filas con personajes con fama de santidad o que tuvieran experien-cias de carácter sobrenatural, porque ello suponía un aumento en sus ingresos por medio de lasdonaciones que hacían los fieles atraídos por estas personas y por la influencia política que podíaproporcionarles el sobresalir respecto a las demás órdenes. POUTRIN, I., La voile et la plume.Autobiographie et sainteté dans l’Espagne Moderne, Casa de Velázquez, Madrid, 1995, pp.174-177; SÁNCHEZ LORA, J.L., Mujeres, conventos y formas de religiosidad barroca, Funda-ción Universitaria Española, Madrid, 1998, p. 392; BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y orto-doxos en el Barroco, Península, Barcelona, 1984, p. 46.

9 Existe una amplía bibliografía sobre este tema, por lo que solo mencionaremos algunos títulos,como CARRASCO, R., «Milagrero siglo XVII» en Estudios de Historia Social, pp. 36-37, 1986,pp. 401-422; BOUZA ÁLVAREZ, J.L., Religiosidad, contrarreforma y cultura simbólica del ba-rroco, CSIC, Madrid, 1990; MARAVALL, J.A., La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975.

10 Acerca de la relación de sor María con la nobleza se puede consultar: GARCÍA ROYO, L., Laaristocracia española y sor María de Ágreda, Espasa-Calpe, Madrid, 1951, pp. 50-57.

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y, aunque la de Felipe IV entre 1643 y 1665 sea la más conocida11, sor Maríamantuvo correspondencia con otros miembros de la familia real (Isabel de Borbón,el príncipe Baltasar Carlos, Mariana de Austria, don Juan José) y con miembros dela nobleza y la élite eclesiástica.

Don Fernando de Borja, príncipe de Esquilache por matrimonio con su sobri-na doña Francisca de Borja, ocupó durante su vida una serie de cargos de importan-cia en la Corte. Fue virrey de Aragón entre 1621 y 1632, años durante los cualesconoció y entabló amistad con sor María de Ágreda. En 1640 fue nombrado virreyde Valencia, oficio que desempeñó hasta que pasó a ser nombrado sumiller deCorps del príncipe Baltasar Carlos. Con la prematura muerte del joven hijo de Feli-pe IV, en 1646, durante su estancia en Zaragoza, comenzó una etapa en la que alparecer no ocupó ningún cargo relevante hasta que en 1659 entró a formar partedel Consejo de Estado, llegando en 1661 a obtener el cargo de caballerizo mayor12.

Al parecer, don Fernando siempre aspiró a obtener un lugar de influenciacerca del monarca, y, cuando tras la caída del Conde-Duque este lugar fue ocupadopor don Luis de Haro, pasó a formar parte del grupo de nobles descontentos, co-menzando una campaña soterrada contra don Luis y a favor de que el monarca go-bernase sin validos, que queda patente en la correspondencia con sor María, aun-que parece ser que nunca llegó a enfrentarse abiertamente con el ministro y fuetras la muerte de este cuando gozó de la mayor confianza del Rey.

Don Francisco de Borja, hijo de don Fernando, encaminó su vida a la carre-ra eclesiástica. Tomó los hábitos en 1644 y en 1652 fue nombrado capellán de lasDescalzas Reales, puesto desde el que tenía acceso a mucha información sobre lavida en la Corte y en palacio gracias al origen social de buena parte de las religio-sas que vivían en este convento13.

La relación entre sor María y don Fernando de Borja debió de comenzar,como hemos señalado, durante la etapa en la que este ejerció el cargo de virrey enAragón. Durante este periodo sor María fue nombrada abadesa y comenzó a darforma al proyecto de construcción de un nuevo convento que diese cabida a la cre-ciente comunidad de religiosas. Esta empresa necesitaba para poder ser llevada a

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11 PÉREZ VILLANUEVA, J., «Sor María de Ágreda y Felipe IV: un epistolario de su tiempo» en His-toria de la Iglesia en España, t. IV, Madrid, 1979, pp. 359-417; BARANDA LETURIO, C.,María Jesús de Ágreda..., óp. cit.

12 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 228.13 SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, M.ª. L., Patronato regio y órdenes religiosas femeninas en el Ma-

drid de los Austrias: Descalzas Reales, Encarnación y Santa Isabel, Fundación Universitaria Es-pañola, Madrid, 1997; VILACOBA RAMOS, M.ª K., Los confesores de las Descalzas Reales enlos siglos XVI, XVII y XVIII, Madrid, 2000 (tesis de licenciatura inédita).

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cabo una buena financiación, de la que, tal y como ella misma afirma en su auto-biografía, carecían. Así pues, cabe suponer que pidiese la ayuda de familias influ-yentes, como los Borja, para que colaborasen económicamente, y que este fuese elcauce que permitiera que se estrechara la relación entre ellos14.

La buena relación con la familia Borja permitió a sor María, entre otrascosas, obtener buena información acerca de lo que ocurría en Madrid, ya que gra-cias a su proximidad al entorno del monarca, los Borja conocían muchos de los en-tresijos de la Corte, que comunicaban oportunamente a sor María, del mismo modoque ejercían como intermediarios entre algunas de estas personas y la religiosa15.

CARACTERÍSTICAS DE LA CORRESPONDENCIA

El género epistolar vivió un momento de esplendor durante la Edad Moder-na. La carta no era solo un medio de comunicación, sino también un medio de es-trechar y definir relaciones sociales. Por medio de la carta el sujeto proyectaba unaimagen de sí mismo y del lugar que ocupaba en la sociedad, utilizando para ellounas normas y códigos característicos del género epistolar16.

Por todo ello es importante señalar algunas características formales que defi-nen esta correspondencia antes de analizar los contenidos.

Según el canon de la época, en el género epistolar se debían cuidar algunoselementos que denotaban el tipo de carta que se estaba escribiendo y a quién ibadirigida. Uno de estos elementos era el tratamiento que se daba al interlocutor. Eneste caso sor María trató a don Fernando de Vuestra Excelencia y a don Francisco,de Vuestra Señoría, dejando patente la diferencia de estatus que existía con ella. Enla parte discursiva de la carta es donde más se aprecia la evolución en la relación,

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14 La familia Borja, efectivamente, donó dinero para la construcción del convento, como queda refle-jado en la documentación relacionada con la construcción del mismo que se conserva en el Archi-vo del convento de Concepcionistas de Ágreda, código 1.0.1. También prueba de ello son las car-tas de agradecimiento por lo donativos que sor María envió a la familia durante estas fechas: cartade 11 de febrero de 1630 y 10 de junio 1631. Asimismo, le agradece los regalos que ha hechopara la celebración del traslado al convento nuevo en la carta de 4 de julio de 1633.

15 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 229.16 CASTILLO GÓMEZ, A., Entre la pluma y la pared. Una historia social de la escritura en los

Siglos de Oro, Akal, Madrid, 2006, p. 55; LÓPEZ CORDÓN, Mª. V., «La fortuna de escribir: es-critoras de los siglos XVII y XVIII», en I. MORANT (dir.), Historia de las mujeres en España yAmérica Latina. El Mundo Moderno, vol. II, Cátedra, Madrid, 2005, pp. 193-234.

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ya que al principio es mucho más formal y se permite menos licencias y con eltiempo se produce una evolución en el estilo, llegando, a utilizar cifra. En la despe-dida, de nuevo debían utilizarse fórmulas de protocolo y cortesía y sor María solíautilizar las más usuales, del tipo: «Dios guarde a Vuestra Señoría», demostrando queconocía y sabía manejar las normas básicas del género17.

Como hemos señalado, se conservan en el fondo documental del Archivo delas Descalzas Reales 220 ejemplares, cuyas fechas van desde 1628 hasta el 29 deagosto de 1664, de las cartas que sor María envió a don Fernando y don Franciscode Borja, pero sin que, desgraciadamente, se conozca hasta el momento la existen-cia de ningún ejemplar de las que enviaron los dos nobles a la religiosa18.

Se pueden distinguir claramente tres etapas en esta correspondencia segúnel número, frecuencia y contenido de la misma.

En una primera etapa, que va desde 1628 a 1646, las cartas van dirigidasúnicamente a don Fernando de Borja. Envía un número escaso de misivas, siempreteniendo en cuenta que hablamos de las que conocemos, y se trata de cartas escue-tas, formales, en las que apenas se tratan asuntos de importancia. En su mayoríaestán dedicadas a interesarse por el estado de la familia y amistades comunes o alintercambio de favores, pero el tono en general se podría calificar de superficial.Con el paso del tiempo asistimos poco a poco al afianzamiento de la relación quese va haciendo más estrecha, lo que se refleja en la correspondencia, en la que lostemas tratados tienen mayor relevancia.

El grado de confianza fue creciendo con el paso del tiempo y en 1643 sorMaría considera oportuno informar a su interlocutor de un hecho que, sin duda,tuvo una profunda trascendencia en su vida: la visita del monarca al convento y elencargo de iniciar una correspondencia con él: «Su Majestad, Dios le guarde, ha fa-vorecido a ésta comunidad con su presencia, de la cual han quedado las Religiosasconsoladísimas; yo edificada y admirada de conocer la piedad de su católicopecho»19.

Además, aprovecha la ocasión para remitirle a la reina Isabel de Borbón unacarta y le pide que sea él mismo quien se la haga llegar: «Hame mandado escriba a

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17 CASTILLO GÓMEZ, A., Entre la pluma y la pared..., óp. cit., pp. 45-55.18 Sin embargo, estas 220 cartas no son las únicas de las que se ha tenido conocimiento ya que en

su obra don Francisco Silvela menciona que existen más de trescientos originales en el conventode las Descalzas y, además, señala que existen algunos ejemplares más en el archivo del conventode franciscanos de Santo Domingo de la Calzada, transcribiendo una de estas cartas. SILVELA, F.,Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 228.

19 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Fernando de Borja de 10 de julio de 1643.

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la Reina nuestra señora [...]. Suplícole le dé esa carta a Su Majestad, alcanzándomeperdón de mi atrevimiento; que si no fuera por obedecer al Rey nuestro señor, nohubiera osadía para hacerlo»20.

Solo se conservan dos cartas de 1644 y ninguna de 1645, no sabemos siporque no escribieron, lo que parece poco probable, o porque no han llegadohasta nosotros.

En las cartas de 1644 la diferencia con las de los primeros años es ostensi-ble. En ellas ya se introducen asuntos de mayor calado relacionados con la política,el Rey, la evolución de los diferentes conflictos bélicos, etc., como preludio a la si-guiente etapa de la correspondencia.

La segunda etapa, sin duda la más interesante en cuanto a los contenidos,abarca desde 1646, momento en el que comienza a escribir también a don Francis-co de Borja, y 1649, año en el que se produce un brusco giro en la corresponden-cia debido a los acontecimientos. Durante este periodo se envían un gran númerode cartas, con mucha frecuencia, y se tratan temas de verdadera importancia sinque por ello desaparezcan los comentarios sobre temas familiares que habíamos se-ñalado en la etapa anterior.

Aunque durante este periodo la mayor parte de las cartas fueron enviadas adon Francisco, siguió manteniendo correspondencia con don Fernando. Además,el contenido de las cartas que envió a don Francisco iba también dirigido a donFernando, ya que, como queda reflejado en casi todas ellas, le interesaba mucho elparecer de este último acerca de los diferentes asuntos que se planteaban.

La relación que mantuvo con cada uno tuvo un carácter muy diferente. DonFernando fue como un segundo padre para ella y así se refiere a él en muchas oca-siones.

Le pidió consejo sobre cómo actuar en momentos conflictivos, como el esta-llido del escándalo del duque de Híjar, y le pidió ayuda para solucionar situacionesproblemáticas, por ejemplo, durante el proceso de elección de su confesor, o laspretensiones de su hermano de medrar en la Corte, como veremos más adelante.Tanto estimó la opinión de don Fernando que no dudó desde el primer momentoen poner en su conocimiento lo que el monarca le decía en sus cartas a pesar dehaber prometido al Rey que lo mantendría en secreto y siempre le mantuvo al co-rriente de lo que le ocurría.

Con don Francisco la relación fue distinta. A pesar de que él era un hombrey, por tanto, siempre ocupó un estatus superior a ella, se trataba de un religioso,

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20 Ibídem.

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capellán de un convento femenino, con el que podía comentar, y así lo hizo, aspec-tos cotidianos de sus respectivas ocupaciones, de sus vidas, estableciendo con éluna relación más estrecha, de mayor confianza, como con un hermano.

De la correspondencia con don Francisco emana desde las primeras cartasuna gran confianza y complicidad que denota que ya existía previamente una rela-ción de amistad. Existe la posibilidad de que la correspondencia entre ellos se ini-ciara con anterioridad a 1646 y que no tengamos conocimiento de estas primerascartas. Lo que sí parece bastante seguro es que se produjeron una o varias entrevis-tas en el convento en las que ambos entablaron una buena relación que posterior-mente quedó reflejada en sus misivas.

En efecto, uno de los elementos característicos de esta correspondencia yque pone de manifiesto la gran confianza que existía entre ambos interlocutores esel uso de sobrentendidos, de palabras claves y de cifra en las cartas a la hora de tra-tar ciertos asuntos, fundamentalmente, los relacionados con el Rey, y el gobiernode la monarquía. Al inicio recurren a la metáfora, utilizando las siguientes expresio-nes: «el enfermo», para referirse a Felipe IV, «el dedo malo», como pseudónimo dedon Luis de Haro, y «el médico» se usó para aludir a ella misma. Se trata de unaclave obvia, fácil de comprender también para los contemporáneos, ya que enlazacon la teoría antropomórfica del Estado de raíz renacentista21 que identifica a lamonarquía con un cuerpo en el que el Rey es la cabeza y los ministros, las extremi-dades, en este caso, el dedo, e introduce además la figura del médico, del sanador,que se encarga de curar al cuerpo enfermo22.

Es también interesante apuntar cómo al uso de la primera persona del singu-lar propio del género epistolar se añade la utilización de la tercera persona cuandose habla del «médico». Es decir, sor María nunca se refiere a ella misma con estetérmino, de modo que marca una clara separación entre su papel de consejera es-piritual, «médico» del alma de Felipe IV, y su vida cotidiana en el convento como re-ligiosa.

En 1647 pasan de utilizar palabras en clave al uso de cifra. La idea parte desor María que en una de sus cartas le propone usar una cifra que le enseñó su con-fesor, fray Andrés de la Torre. En octubre comienzan a utilizarla. Se trata de un al-fabeto en el cada signo corresponde a una letra del nuestro, aunque en algunoscasos un signo puede corresponder a más de una letra.

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21 GIL PUJOL, X., Las claves del absolutismo y el parlamentarismo, Planeta, Barcelona, 1991.22 El uso de la figura del médico representada por sor María puede interpretarse como la plasmación

de una cierta superioridad moral que la religiosa podría tener respecto al monarca que le permitiríatener la capacidad de curar la enfermedad del Rey que en este caso se entendía eran los malos mi-nistros que le impedían ejercer el gobierno en solitario, como ellos creían era la voluntad divina.

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La cifra se usa en primer lugar como un medio de mantener en secreto elcontenido de la correspondencia, pero también con la intención de crear un víncu-lo más estrecho entre ambos. En muchas ocasiones las palabras cifradas no dicennada de relevancia, siendo difícil encontrar una explicación para el uso de la mismaque vaya más allá del gusto por sentir que lo que escribían quedaba oculto para elresto de personas, por lo que el hecho en sí de su utilización pasa a ser igual de im-portante que lo que expresan con ella.

Con la cifra se amplía enormemente el campo temático de la corresponden-cia y, además, las opiniones sobre los diferentes temas se expresan con muchamayor claridad y contundencia. Ya no solo se habla sin metáforas del Rey sino quetambién se comentan sin tapujos las noticias de la Corte o se critica abiertamente apersonas que no son de su agrado, como por ejemplo a don Luis de Haro, con elque es especialmente dura.

Sor María también se atreve a hablar sin cortapisas de los problemas quetiene para encontrar un confesor que le agrade, expresa su preocupación por laposible salida a la luz pública de la Mística Ciudad de Dios, o expone su parecersobre los problemas de don Francisco en las Descalzas Reales.

La cifra conlleva además un cambio formal en las cartas, cambio que sepone de manifiesto en el uso de expresiones más coloquiales, con un estilo muchomenos elaborado, en el que en ocasiones incluso la redacción es algo descuidada.Aparecen abundantes comentarios irónicos, que llegan en algunos momentos alsarcasmo, con cierto sentido del humor, licencias que no se permite en los frag-mentos de las misivas que no van cifrados y que tampoco se encuentran en su co-nocida correspondencia con el monarca, por lo que aparece ante nosotros una sorMaría desconocida23.

Nos encontramos ante una mujer que expresa claramente lo que piensa, deforma directa, muy alejada de los reparos y las prevenciones que solía utilizar antesde exponer cualquier opinión a Felipe IV.

Entre 1647 y 1649 se produjeron tres acontecimientos en la vida de sorMaría que hicieron que su actitud cambiara considerablemente. En 1647 murió suconfesor, fray Andrés de la Torre, que había desempeñado un papel muy importanteen su vida y que era una persona que gozaba de su total confianza. Al año siguiente,en el verano de 1648, cuando aún no tenía un nuevo confesor a su lado que la pu-diera aconsejar, se descubrió la conspiración del duque de Híjar que salpicó su nom-

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23 Por ejemplo, al referirse a la condesa de Paredes de Nava con la que Felipe IV mantuvo corres-pondencia cuando esta entró en religión, solo la nomina con el título en los fragmentos sin cifra,pasando a llamarla «la de Paredes» cuando el fragmento está cifrado.

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bre y la colocó en una situación difícil ante el Rey, y, en tercer lugar, entre finales de1649 y principios de 1650, la Inquisición fue a su convento para someterla a un in-terrogatorio sobre algunas de sus obras y algunos episodios de su juventud24.

A partir de este momento se produjo un cambio radical en el tono de la co-rrespondencia. Lo más llamativo es la desaparición del uso de la cifra durante tresaños, lo que se puede interpretar como un síntoma de temor o de cautela ante losacontecimientos que habían sucedido. Tampoco aparecen las palabras claves usa-das anteriormente como el médico, el enfermo, y desaparecen los comentarios quepudieran ser más comprometidos.

Se produce también una despolitización palpable de la correspondencia, unenfriamiento en los intereses de carácter político de sor María, aunque nunca llega-ron a desaparecer completamente. Siguen escribiéndose muy a menudo, pero seocupan de temas más personales, familiares y menos relacionados con la Corte yla política, manteniéndose esta tónica hasta el final de la correspondencia.

Por último, nos parece interesante hacer un breve comentario acerca de lasprincipales diferencias que existen entre esta correspondencia y la que mantuvocon el Rey y que tienen que ver fundamentalmente con el tipo de relación que exis-tía en cada caso.

Desde el primer momento Felipe IV estableció las condiciones en las quequería que se desarrollase la misma, por lo que se trató de una correspondencia im-puesta a sor María y que la condicionó siempre. A sor María se le adjudicó el papelde consejera, lo que ella denominó «médico», como si se tratase de una relación«profesional», aunque es innegable que con el paso de los años la estima y el cariñoentre ambos creció y se creó una verdadera relación de afecto y amistad; no fuecomo en el caso de don Fernando y don Francisco, en el que la relación personalfue desde el principio la razón fundamental de la correspondencia. De hecho, en-contramos en las cartas que enviaba a los Borja el deseo de abandonar la corres-pondencia con el monarca en muchas ocasiones por la impotencia que le producíaque el Rey no hiciera caso a sus consejos y que no cambiara su actitud.

Otro rasgo de la «profesionalidad» con la que afrontaba sor María su relacióncon el monarca es que nunca le pidió favores personales de importancia, nuncausó su influencia para obtener beneficios, al contrario que con los Borja, con losque la relación se basó al principio en el intercambio de favores entre amigos yapreció su amistad por encima de todo. De hecho, en muchos casos, en las cartasno se cuentan noticias relevantes y parece que la correspondencia se continúa porel interés que existe por las dos partes de mantener viva la relación.

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24 PÉREZ VILLANUEVA, J., Sor María de Ágreda y Felipe IV..., óp. cit.

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La diferencia esencial de ambas correspondencias está, pues, en el inicio yen el propósito con el que se comenzaron, que definió el carácter que iban a tenery los términos en los que se iban a desarrollar. Esta diferencia es precisamente unode los aspectos más interesantes, ya que convierte a ambas correspondencias enfuentes complementarias que nos ofrecen diferentes facetas de un mismo persona-je histórico.

CONTENIDO DE LAS CARTAS

El contenido de esta correspondencia es muy variado y se abordan temas deíndole muy diversa. Dado el carácter introductorio que tiene este trabajo, hemosdecidido centrarnos únicamente en los que nos parecen más relevantes. Para ofre-cer la información de una manera más clara, hemos dividido en tres bloques lostemas de los que se ocupan las cartas que vamos a analizar.

En primer lugar, nos ocupamos de las cartas que se refieren al Rey, a la rela-ción de sor María con él y a las informaciones que los Borja le ofrecen a ella sobre lasactividades del monarca. Un segundo bloque está dedicado a asuntos de índole políti-ca, como son la marcha de la guerra o el escándalo del duque de Híjar. Y, por último,presentamos un tercer bloque en el que agrupamos los asuntos familiares, los relacio-nados con el ejercicio de sus cargos y los favores de carácter personal que se solicitanmutuamente.

La figura de Felipe IV está muy presente en la correspondencia, pero nodesde el inicio. Durante los primeros años de relación epistolar entre sor María ydon Fernando de Borja, es decir, entre 1628 y 1643 (recordemos que comienza aescribir a don Francisco en 1646), las cartas versan únicamente sobre temas fami-liares o relacionados con la economía del convento. Es a partir de 1643, cuando seproduce la ya conocida visita de Felipe IV al convento de Ágreda y se inicia la rela-ción epistolar entre la abadesa y el monarca, cuando la figura del soberano se haceomnipresente en la correspondencia con la familia Borja.

Es preciso recordar en este momento lo que la correspondencia con el Reysupuso para sor María. Felipe IV, ya en su primera carta, deja claras cuáles son lasrazones que le llevan a iniciar una correspondencia con ella, y dice textualmente:«Acudo a vos para que me cumpláis la palabra que me disteis de clamar a Diospara que guíe mis acciones y mis armas»25.

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25 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, 2, carta de Felipe IV a sor María deÁgreda de 4 de octubre de 1643.

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Y en una carta posterior añade una segunda razón: «He menester, sorMaría, que me ayudéis con vuestras oraciones a defenderme de mí mismo y de estaflaca naturaleza, pues sin duda la temo más que a todos los enemigos visibles queaprietan a mi Corona»26.

Así pues, el Rey asigna una doble función a sor María, por una lado, un ins-trumento político que debe interceder ante Dios para ayudar a la salvación de lamonarquía; y, por otro, una consejera espiritual que le ayude a vencer la fragilidadde su espíritu. Se ha supuesto generalmente que el haber sido elegida por el Reypara escribirle fue un honor para sor María. Sin embargo, Consolación Barandaapunta en este sentido que en un principio la religiosa no habría podido negarse aescribir al Rey, no habría tenido elección, ya que fue el propio monarca el que leordenó que lo hiciera, obedeciendo ella27.

A lo largo de los años se dieron algunos momentos en los que la abadesahubiera querido, aparentemente, terminar con la correspondencia aunque no pu-diera en realidad hacerlo, y en estas circunstancias sor María buscó en los Borjaconsejo y ayuda para enfrentarse a la situación en la que se hallaba.

Encontramos, efectivamente, en numerosas ocasiones testimonio en las car-tas de sor María del deseo de acabar con la correspondencia ante la inutilidad quesegún ella tenía, ya que no conseguía que sirvieran para lo que en principio esta-ban encomendadas.

En la primavera de 1646, cuando ya llevaba casi tres años escribiendo al Rey,se lamentaba a don Francisco de Borja de la inutilidad de su labor, puesto que no seobservaban cambios en el comportamiento del monarca, y expresaba su deseo deabandonar la correspondencia, como al parecer también deseaba su confesor:«Nuestro enfermo continúa, yo estoy desconsolada porque declara el médico queteme muchos daños porque no se reparan y no hablar claro es tormento del quedesea la salud. Dice algo pero el enfermo está intacto, Vuestra Señoría le enco-miende a Dios y suplique a su Magestad abra camino para que el médico se eximade su ocupación, que siendo malo el médico dicha suya es y del enfermo dejarle, yes cosa donosa que nuestro Padre me mata porque lo hago. Yo respóndole que mediga cómo se eximirá el desgraciado médico que él harto lo desea»28.

Ante la difusión de algunos rumores que habían llegado a sus oídos sobre los in-tereses poco altruistas que podía esconder su correspondencia con el Rey, sor María

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26 Ibídem, vol. I, 140, carta del Rey a sor María de 27 de julio de 1646.27 BARANDA LETURIO, C., María de Jesús de Ágreda..., óp. cit.28 AGP Descalzas Reales, cartas de sor María de Ágreda a don Fernando y don Francisco de Borja,

carta de 20 de mayo de 1646.

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de nuevo manifestó su deseo de abandonar la correspondencia ya que no lograba susobjetivos y no buscaba otro tipo de beneficios que no fueran el bien de la monarquía ydel propio Felipe IV: «He sabido que el médico está desconsolado y con determina-ción eficaz de dejar al enfermo porque los que le desean la salud lo han juzgado porremiso y él asegura ha hecho mucho más de lo que se puede pensar y no hallandofruto para el bien del enfermo quiere eximirse pues no busca vanidad en su oficio»29.

En 1648 encontramos uno de los pasajes más gráficos sobre el asunto queestamos tratando en el que sor María expresa sus sentimientos en relación con lacorrespondencia con el Rey: «[...] La amargura y pena que me causa el que él noviva bien, pues veo todos mis deseos y ansias frustradas y el pequeño trabajo de es-cribirle y tanto amonestarle perdido, pues para qué quiero yo su correspondencia sino consigo siquiera que viva bien»30.

Ese mismo año, sor María se muestra contrariada de nuevo por la actitud delmonarca, ya que, por un lado, hace caso omiso a sus consejos, en este caso, quecontrajese matrimonio, y por otro, sigue manifestando un vivo interés por conti-nuar con la correspondencia: «Ya le he dicho que se case luego, espanto me dacómo no se enoja y se cansa de escribirme, al fin él ha dado en esto de no dejar lacorrespondencia, tendré paciencia hasta que se canse»31.

Por último, y como muestra del tono utilizado en algunas de las cartas de sorMaría, que se podría calificar de irónico, incluimos este fragmento de una carta de1652, perteneciente a la tercera etapa de la correspondencia en la que la religiosase mostró en general más comedida en sus comentarios, como ya hemos dicho, ysin embargo expresa de la siguiente manera su sentir acerca de la actitud del mo-narca: «Gran dolor me ha hecho que él se divierta ahora en comedias de tramoya,no sé para qué busca otras que las que hay en su reino y gobierno, hame pedido lediga lo que conviene, dígame Vuestra Señoría qué le parece para que le escriba,cansadísima me tiene y afligida»32.

Este tema tiene a nuestro juicio un elevado interés ya que, como hemos visto,estos momentos de desaliento no se producen únicamente en los primeros años,cuando la relación entre ambos es menos profunda, sino que aparecen recurrente-mente a lo largo del tiempo, incluso cuando parece que la relación se ha hecho tanestrecha que se puede llegar a hablar de amistad. Esto nos parece ilustrativo de laconcepción que sor María tuvo siempre de lo que suponía la correspondencia con el

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29 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 29 de noviembre de 1646.30 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 28 de marzo de 1648.31 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 27 de junio 1648.32 Ibídem, carta sor María a don Francisco de Borja de 30 de mayo de 1652.

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monarca. Se trataba para ella de una actividad con la que pretendía exclusivamenteconseguir ayudar al rey en el gobierno de la monarquía, eso era en última instanciade lo que se trataba, tal y como se desprende de sus propias palabras: «Deseo nohuir de la cruz sino abrazarla y quedarme con ella pero sin dependencias de pacien-tes, ni de pretensiones, ni de mundo y tengo ofrecido con aseguración que ni a él, nia ninguno de esa corte he de pedir jamás nada, porque no pudiera yo conseguir mideseo si lo hiciera y sólo he de pedir al rey lo que le conviene para sí y su reino, yaún plega a Dios se negocie algo viéndome desinteresada»33.

Para poder llevar a cabo con garantías esta labor, sor María necesitaba sabercon exactitud cómo vivía realmente Felipe IV en la corte, ya que, aunque en suscartas el monarca le informaba de los aspectos más destacados relacionados con sufamilia y con la política general, se cuidaba mucho de mencionarle cualquier detalleque pusiera de manifiesto su disipada vida34.

En este punto es en el que el papel de don Fernando y don Francisco cobrauna importancia fundamental, ya que se convierten en unos fiables informadoresde la agredana. Es cierto que no eran los únicos que le hablaban de las correrías delRey, ya que en su correspondencia se trasluce en numerosas ocasiones que sorMaría tiene diversas noticias y lo que hace es pedir la corroboración de esas infor-maciones que le han llegado por otros medios, pero sí es verdad que, dada la espe-cial relación de amistad y confianza que mantenía con ambos, es de los que más sefiaba a la hora de opinar y comentar el tema.

Una de las mayores preocupaciones era la vida del Rey en palacio y las posi-bles «distracciones» en las que caía que le impedían comportarse como un ser vir-tuoso. Sor María creía en las buenas intenciones de Felipe IV pero se desesperabaal ver que no terminaba de llevar a cabo lo que decía, como queda reflejado en elsiguiente fragmento: «No podré encarecer a Vuestra Señoría el sentimiento deamargura que he tenido de que él admitiese comedias en palacio. No entiendo aeste señor, y el día de ceniza, ese escribió una carta de Cartujo, que quería hacergrandes cosas en la cuaresma y ser muy perfecto, quién le pudiera responder loque siento, que aunque digo mucho no lo que el deseo me pide»35.

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33 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 13 de diciembre de 1647.34 Se puede apreciar que, en la correspondencia que mantenía contemporáneamente con la conde-

sa de Paredes de Navas, sí que le ofrecía detalles de las fiestas, representaciones teatrales y es-pectáculos que se celebraban en la Corte, a diferencia del silencio acerca de las mismas en la co-rrespondencia con sor María. PÉREZ VILLANUEVA, J., Felipe IV y Luisa Enríquez de Lara,un epistolario inédito, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, Salamanca, 1986.

35 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 6 de marzo de 1648. En lamisma línea se pueden ver también la carta de 8 de mayo de 1648: «Suplícole me avise apurada-mente si él tiene algún divertimento señalado o sentado en palacio o fuera».

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También era muy importante para sor María que Felipe IV mantuviese una ac-titud virtuosa en su vida amorosa y las constantes alusiones que se hacían acerca desus correrías preocupaban mucho a la religiosa: «Unos caballeros de este lugar hanvenido de esa corte y me han dicho que él anda divertido [...] muero sabiendo que nohace lo que le conviene, puede ser que sea mentira lo que me han dicho pero mehan declarado que se llama Obrasia la dama de palacio, descanso con Vuestra Seño-ría, y le digo mi dolor para que me avise de todo y si diré algo al él o le dejare»36.

Aún en fecha tan tardía como 1656, llegaron a oídos de sor María noticiassobre los posibles escarceos del monarca y ella se apresuró a buscar corroboraciónen sus confidentes: «Me han dicho que está con sus mocedades antiguas y que lehabían herido, dígame Vuestra Señoría si es verdad»37.

Pero si una de las preocupaciones de sor María con respecto al Rey era eltipo de vida que llevaba en palacio, ya que una de sus misiones era procurar que vi-viese como un buen cristiano asegurando así el favor divino para la Monarquía38,no menos importante era para ella cómo ejercía el poder, cómo desempeñaba sulabor de monarca. A este respecto la figura de don Luis de Haro va a ocupar buenaparte de las líneas dedicadas a este tema.

«El dedo malo», como ya hemos señalado, es la forma que usan para deno-minarle al comienzo de la correspondencia entre don Francisco y sor María antesde comenzar a utilizar la cifra.

Tras la caída de Olivares, sor María instó a Felipe IV a gobernar la monar-quía en solitario con la ayuda de Dios, para lo que estaba predestinado39, por loque la figura de don Luis de Haro fue una de las que más críticas suscitó en la reli-giosa debido a los rumores que corrían acerca de las supuestas aspiraciones alpoder que tenía40. Así, en la correspondencia con los Borja sor María manifiesta su

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36 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de junio de 1648.37 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de enero de 1656.38 FERNÁNDEZ ALBALADEJO, P., Fragmentos de monarquía, Madrid, Alianza, 1993; FERNÁNDEZ

SANTAMARÍA, J.A., Razón de Estado y política en el pensamiento español del Barroco (1595-1640), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1986.

39 TOMÁS Y VALIENTE, F. Los validos en la monarquía española del siglo XVII. Estudio institu-cional, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1963; BENIGNO, F., La sombra del rey. Validos ylucha política en la España del siglo XVII, Alianza Editorial, Madrid, 1994; FEROS, A., «Almasgemelas: monarcas y favoritos en la primera mitad del siglo XVII», en R. KAGAN y G. PARKER(eds.), España, Europa y el mundo atlántico. Homenaje a J.H. Elliott, Marcial Pons, Madrid,2001, pp. 49-82.

40 GAMBRA GUTIÉRREZ, A., «Don Luis Mendez de Haro, el valido encubierto», en J.A. ESCUDE-RO (coord.), Los validos, Dykinson, Madrid, 2004, pp. 277-310; ELLIOTT, J.H., y L. BROC-KLISS (dir.), El mundo de los validos, Taurus, Madrid, 1999.

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inquietud acerca de las evoluciones de don Luis en palacio de la siguiente maneraya en 1646: «Dios libre á Vuestra Señoría, [...] y del dedo malo que toma oficio queno le toca, bien creo se le habrá agradecido»41.

Cuando comienza el uso de la cifra, los comentarios sobre don Luis de Harose hacen cada vez más claros y más duros: «Grande alborozo me ha causado lo queVuestra Señoría me dice de que Don Luis de Haro se bambolea, si el sentir tantogusto de estos accidentes es falta de caridad Vuestra Señoría lo juzgue, solo temo queél hará grandes esfuerzos por tenerse bien, aunque se le ayuda a caer, si Dios fueseservido lo consiguiésemos para que él obre libremente y admita mejor la medicinaaplicáranse a propósito según el humor que reina el Todopoderoso de la Sanidad»42.

Efectivamente, uno de los asuntos que más trataba sor María en las cartasque enviaba al monarca era la necesidad de que reinara en solitario, sin la figuradel valido, con lo que Felipe IV se mostraba en principio de acuerdo. Así que lapermanencia de don Luis de Haro en el poder con el beneplácito del Rey provoca-ba el disgusto de sor María: «Continúo en decirle todo lo que puedo y él en decirque sí, que sí, y no sé cuándo. Admírome con espanto de que él teniendo ocasióntan buena de despedir a don Luis de Haro con la enfermedad de la cabeza no lohaga, porque yo le tengo en la materia dicho muchas cosas y él a mí que no es pri-vado si no que él se ostenta por tal, Dios lo remedie»43.

Sor María siempre mantuvo una actitud crítica con don Luis de Haro, aun-que no expresó tan abiertamente como en estas cartas su opinión al monarca, alque insistía una y otra vez en la conveniencia de reinar en solitario y de despren-derse de las antiguas formas de gobierno.

Fueron unos años sin duda convulsos en la monarquía hispánica y por ellolos asuntos de carácter político ocupan buena parte de la correspondencia en laque se tratan numerosos temas de la actualidad del momento44.

Los conflictos armados en los que estaba envuelta la monarquía hispánicatambién fueron tratados abundantemente en la correspondencia, ya que los Borja

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41 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 1 de mayo de 1646.42 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de febrero de 1648.43 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 29 de mayo de 1648. En las cartas de sor

María al Rey de 7 de mayo, 29 de mayo y 12 de junio de ese mismo año, le habla efectivamentede cómo desempeñar su labor de monarca. SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol.I, pp. 298, 301 y 305.

44 ELLIOTT, J.H., España y su mundo, 1500-1700, Taurus, Madrid, 1990; STRADLING, R.A.,Felipe IV y el gobierno de España, 1621-1665, Cátedra, Madrid, 1989; ELLIOTT, J.H., R. VI-LLARI, A. HESPANHA, B. ANATRA y otros: 1640: La monarquía hispánica en crisis, Centred’Estudis d’Historia Moderna Pierre Vilar, Barcelona, 1991.

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fueron una fuente de noticias para sor María. Al igual que en lo que se refiere a lavida en palacio del Rey, don Fernando y don Francisco no eran las únicas personasque proporcionaban información a sor María; el mismo Rey y otras personas quele escribían o visitaban en el convento ejercieron también esta función.

Encontramos en las cartas numerosos ejemplos de la preocupación por estostemas de la religiosa, ya que en muchas de ellas hay una parte dedicada a la marchade estos asuntos, sin embargo, lo que la abadesa busca en las respuestas de losBorja es más bien información o corroboración de los datos que han llegado a susoídos antes que consejo sobre lo que decir al Rey al respecto. La guerra de Catalu-ña, como no podía ser de otra manera, es uno de los aspectos más tratados, sobreel que pide informaciones constantemente45: «Mucho dolor y pena es para mí lanueva que Vuestra Señoría me da de que se ha perdido el puerto de tanta importan-cia. Mucho camina todo, y nosotros dormimos a sueño suelto, y ninguna tormentani azote nos despierta. Denos el Todopoderoso luz para que acertemos»46.

El sitio de Lérida fue uno de los momentos cruciales de la guerra y así eravisto también por los contemporáneos, de ahí el interés que en varias cartas de-muestra al respecto sor María: «De Lérida se dice ha levantado el enemigo el cerco,la causa se ignora aunque dicen varias nuevas unos que Barcelona se ha levantadocontra el francés otras que es muerto el príncipe Condé, Vuestra Señoría me avisede lo cierto»47.

La marcha de los conflictos europeos también ocupa un lugar destacado enla correspondencia, fundamentalmente, la marcha de la guerra con Francia que sehabía iniciado en 163548. Durante los años de la Fronda, momento en el que sepensó que ante la debilidad interna del enemigo se podría alcanzar una paz venta-josa, el caso francés adquirió una relevancia especial49: «Las discordias de Franciaparecen un buen medio para las paces si nuestros pecados no las desmerecen»50.

Del mismo modo se interesó por la marcha de los asuntos de la monarquía enItalia y Flandes comentando cualquier tipo de aviso o noticia que llegase hasta ella.

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45 ELLIOTT, J.H., La rebelión de los catalanes, Siglo XXI, Madrid, 1977; ELLIOTT, J.H., ElConde-Duque de Olivares. El político en una época de decadencia, Crítica, Barcelona, 1990.

46 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 11 de enero de 1646.47 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 27 de junio de 1647.48 ELLIOTT, J.H., Richelieu y Olivares, Crítica, Barcelona, 1984; JOVER ZAMORA, J.M.ª, 1635.

Historia de una polémica y semblanza de una generación, Instituto Jerónimo Zurita, Madrid,1949.

49 Ibídem, cartas de sor María a don Francisco de Borja de 19 de mayo de 1649 y de 1 de julio de1649.

50 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 13 de marzo de 1649.

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Pero sin duda lo que más le interesó fue la marcha de la política interior.Don Francisco y don Fernando de Borja pertenecían a una facción de la Cortecontraria a Olivares y, posteriormente, a don Luis de Haro. Algunos autores afir-man que era el deseo de haber obtenido un mayor peso político tras la caída delConde-Duque lo que hubiera provocado la animadversión hacia don Luis51. Cerca-no a este grupo o facción se encontraba el duque de Híjar. Como ya hemos señala-do, hay un punto de inflexión claro tras el estallido del escándalo de 1648 que haráque durante unos años se abandonen completamente los temas de carácter políticoy la cifra, y cuando vuelvan a tocar estos temas será de una manera mucho mástibia52.

Para entender lo que ocurrió en 1648, hay que retroceder unos años y teneren cuenta las relaciones que existían entre los protagonistas de este estudio y otrospersonajes que andaban por la corte en aquellos tiempos: fray Francisco Monteróny don Francisco Chiriboga. Ambos pertenecían al grupo que se oponía a Olivaresy, además, poseían supuestamente don de profecía, no dudando en proclamar susmalos augurios por todos los rincones de la Corte. Estos dos personajes estaban re-lacionados tanto con el duque de Híjar como con los Borja, que les protegieron enmomentos de dificultad. Sor María también les conoció y mantuvo relación conellos por carta y a través de sus amigos, los Borja.

Ambos personajes entraron en escena protagonizando un rocambolesco epi-sodio durante la jornada de Felipe IV a Aragón en 1643 que acabó situándoles enel punto de mira de la Inquisición53.

Junto con otros «profetas» acudieron a Zaragoza de mano del confesor delRey para hacer llegar a Felipe IV la necesidad de terminar con el gobierno delConde-Duque de Olivares y de comenzar una etapa en la que reinara en solitario.Aunque en principio fueron bien acogidos, pronto sus diatribas contra los ministroscomenzaron a inquietar a algunos de los acompañantes de Felipe IV, como donLuis de Haro, que acabaron convenciendo al monarca de que los despachara. Ensu huida de Aragón, Monterón y el padre Galindo, confesor de Chiriboga, estuvie-ron en el convento de Ágreda y conocieron a sor María. La religiosa comenzó en-

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51 SILVELA, F. Bosquejo Histórico..., óp. cit., p. 228.52 EZQUERRA ABADÍA, R., La conspiración del duque de Híjar (1648), M. Borondo, Madrid,

1934; SOLANO CAMÓN, E. y P. SANZ CAMAÑES, «Nuevas perspectivas en torno a la conspira-ción del duque de Híjar», en P. FERNÁNDEZ ALBALADEJO (coord.). Monarquía, imperio y pue-blos en la España Moderna, CAM, Universidad de Alicante, AEHM, Alicante, 1997, pp. 521-538.

53 CUETO, R., Quimeras y sueños: los profetas y la monarquía católica de Felipe IV, Universidadde Valladolid, Valladolid, 1994; MORTE ACÍN, A., «Profetas en la corte de Felipe IV: Aragón tes-tigo privilegiado (1643-1648)», en P. SANZ CAMAÑES, La monarquía hispánica en tiempos delQuijote, Silex, Madrid, 2005, pp. 333-352.

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tonces a escribir a Monterón con el beneplácito de su confesor, aunque ningunopudo intuir entonces los problemas que aquello iba a ocasionarles.

Poco después de que llegaran a Madrid fueron juzgados y encarcelados, pero,a pesar de esto, sor María mantuvo su preocupación por ellos, interesándose por lamarcha de los procesos e incluso escribiendo al Rey al respecto. Mantuvo la relaciónepistolar con Monterón durante su encierro en Toledo y, en la correspondencia quenos ocupa, con los Borja, se trató recurrentemente el tema, ya que ambos eran ami-gos del religioso italiano y el interés por su estado quedó plasmado en diferentes mi-sivas: «He pensado de escribir al Rey que mire por Monterón y por la Madre Luisa54

y haga que se abrevien sus causas. Diga Vuestra Señoría al señor don Fernando siserá conveniente»55.

En el verano de 1648 se descubrió una supuesta conspiración para asesinaral Rey al frente de la cual estaba el duque de Híjar junto con otros cuatro hombres.La noticia del encarcelamiento corrió como la pólvora, lo mismo que el procesoque se abrió contra ellos. Durante el juicio el duque de Híjar aportó como pruebaexculpatoria una carta que sor María le había enviado como respuesta a una en laque él le preguntaba sobre cómo debía comportarse ante el conocimiento de quealgo se podía estar urdiendo contra el monarca. Como hemos señalado, la publica-ción de esta carta colocó a sor María en una posición difícil ya que no había comu-nicado al Rey la existencia de la misma, tampoco lo había hecho a los Borja o asus superiores y además lo que en ella decía se podía interpretar como si aconseja-se a Híjar que callara y no hiciera públicas sus sospechas.

Sor María vivió estos momentos con angustia ya antes de que saliera a la luzsu carta, ya que pronto sospechó que esto podía ocurrir, prácticamente desde elmomento en que apresaron a Híjar, y es en ese preciso momento cuando decidiósincerarse y buscar consejo y apoyo en su amigo Francisco de Borja: «Señor mío,hanse dicho cosas varias y terribles por acá y que está preso el duque de Híjar yotros muchos yo me admirado y más con no poder atinar con la verdad de lo quees si Vuestra Señoría lo sabe estimaré me avise»56.

En esta primera parte de la carta, sin cifra, sor María parece no saber muybien qué puede estar sucediendo, cuál es la naturaleza del problema que tiene el de

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54 Se refiere a la madre Luisa de Carrión que había sido condenada por la Inquisición y cuya absolu-ción era solicitada insistentemente. GARCÍA BARRIUSO, P., La monja de Carrión. Sor Luisa dela Ascensión Colmeneros Cabezón (aportación documental para una biografía), Monte Casino,Madrid, 1986.

55 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de febrero de 1648.56 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 4 de septiembre de 1648.

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Híjar y pide a su interlocutor que le informe si tiene algún dato al respecto. Era ne-cesario tener cautela. En cuanto comienza el fragmento cifrado sor María exponesu versión de lo que está pasando y en qué le puede afectar a ella. Sabe muy bienlo que ocurre con Híjar: «Nunca me ha de faltar un cuidado, téngole ahora de queel duque de Hijar me escribió una carta en que me decía algunas cosas de las queahora dan por causa de su prisión, de que querían matar al Rey y otras cosas, yo lerespondí que avisase de todo al Rey, no sé si lo ha hecho. Si lo hizo buen negociotendrá, si no, malo. Lo que temo es que mostrará mi carta para su defensa y quese quejará de mí el Rey, porque no le avisé ya que tuve yo la carta del duque demayo pero por guardar secreto como lo hago en todas las cosas que me dicen calléy si llega a noticia del Rey por la carta que yo respondí al duque sin duda se quejaráy temo que el duque la mostrará, pero no tiene cosa de reparo solo que puede co-legir sabía yo la materia de todo. Me avise Vuestra Señoría y por si muestra la cartael duque si daré satisfacción al Rey o lo dejaré así y tenga paciencia Vuestra Seño-ría con mis impertinencias».

Los días pasan y mientras tanto sor María se debate entre contarle al Rey loocurrido antes de que se pueda enterar por otros medios o callar. Ante el silenciodel monarca acerca del tema opta por guardar silencio porque, como ella mismaescribió más adelante al respecto: «Que es fea cosa la disculpa en personas religio-sas, y cuando se da sin pedirla es indicación de que hay culpa»57.

Efectivamente, tal y como temía sor María, el duque de Híjar aportó comoprueba exculpatoria la carta que ella le había escrito. Pero no solo eso, además es-grimió como argumento las profecías que Monterón y Chiriboga le habían comuni-cado acerca del futuro de la monarquía, haciendo alusión además a la relación queexistía entre sor María y los supuestos profetas, que, como hemos visto, habían sidoprocesados por la Inquisición y desprestigiados públicamente58. Además, los superio-res de su orden, al tener conocimiento de la existencia de la carta al de Híjar y las di-rigidas a Monterón, amonestaron duramente a sor María, le recriminaron que estu-viera involucrada, aunque fuese tangencialmente, en asuntos cuando menos turbiosy le conminaron a que abandonase drásticamente toda correspondencia. La situa-ción no podía ser más complicada: «De la carta que escribí al duque de Híjar nopuedo negar que para mi natural encogido es grande mortificación que hablen de mien lo que no es verdad. Vuestra Señoría se puede asegurar de que no he dicho queel rey había de morir ni pensamiento de decirlo, debe de ser que me atribuyen a milo que decía Monteron de que se había de morir luego, pero yo ni lo he sabido ni

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57 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, p. 346, nota manuscrita de sor María a lacarta de Felipe IV de 8 de diciembre de 1648.

58 Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Casa ducal de Híjar I-81-8 f. 32v y I-81-9 f. 1v.

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aunque lo supiera no lo dijera y mucho menos al duque, lo que yo temo es que eldemonio no mueva algunos sujetos a cuya noticia llegue lo que se dice que hablen alrey y le impongan mal conmigo. Que deje la correspondencia no me pesara que esde grande cansancio y peligro pero no quisiera fuera por esta causa».

Los peores temores de la abadesa parecía que se estaban cumpliendo y falta-ba el temido juicio de Felipe IV, cuyo silencio no era en absoluto tranquilizador:«Haré en todo lo que Vuestra Señoría me manda y aconseja y callaré. Suplico aVuestra Señoría continúe el favor de avisarme de lo que sucediere y si fuere menes-ter hacer algún descargo puede hablar al Padre Manero que yo le hablé acá en lamateria en secreto y le dije estuviese advertido para lo que fuere menester, díjomelo haría. Si el Rey me escribiese algo es menester decirlo que no cree y ni hizo casode lo que el duque decía en su carta porque él me escribió en la ultima carta de lamateria de Híjar y no me di por entendida de que antes lo sabía en conformidad delo que Vuestra Señoría me tenía dicho y no decía el Rey cosa mía ni que yo lo su-piese sino de la gravedad de la causa, disponga el Altisimo lo más conveniente»59.

A partir de este momento, no contamos con más cartas acerca del tema di-rigidas a los Borja, pero sabemos cómo terminó el asunto gracias a las que conti-nuó escribiendo a Felipe IV. En una serie de cartas en las que sor María se intere-sa por la marcha del caso, Felipe IV le contesta siempre de forma muy generalafirmando que se trata de hacer todo lo mejor posible y acertar pero sin entrar endetalles de lo que va ocurriendo en el juicio. Las siguientes noticias que tenemosson del Rey, que en carta de 2 de diciembre le comunica cómo ha finalizado el jui-cio y cuál ha sido la sentencia: el marqués de la Sagra, don Pedro de Silva, donCarlos Padilla y Domingo Cabral fueron condenados a muerte. Por su parte, alduque de Híjar, contra el que había muchos indicios, se le sometió a tormento y,al no confesar, se le condenó a cadena perpetua y fue recluido en León60. El Reyfinaliza la carta diciéndole que le cuenta todo ello para que tenga noticia de cómoha finalizado el caso del que tanto se había oído hablar y en ningún caso mencio-na que su carta había sido utilizada en el juicio por el duque61. Tras recibir estacarta del Rey, sus superiores le aconsejan que hable de lo ocurrido al monarca yasí lo hace en la siguiente.

Efectivamente, en la carta la abadesa se muestra profundamente apenadaporque su nombre se haya visto envuelto en semejante suceso, le cuenta en resu-

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59 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de octubre de 1648.60 SOLANO CAMÓN, E. y SANZ CAMAÑES, P., «Nuevas perspectivas»..., óp. cit., p. 22.61 SILVELA, F., Cartas de la Venerable... óp. cit., vol. I, p. 344, carta del Rey de 8 de diciembre de

1648, nota manuscrita de la religiosa.

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men el contenido de la que le envió el de Híjar, de su respuesta y los motivos quetuvo para no comentarle nada a él y termina reiterándole su fidelidad y devoción62.

Pero si emotiva es la carta de sor María, no lo es menos la de Felipe IV, en laque demuestra una gran lealtad a la que llama «amiga» y en la que demuestra quetenía una total confianza hacia ella. Aún le mandará sor María otra carta lamentán-dose de cómo sucedieron las cosas y ya en enero de 1649, el Rey le escribe: «En loque toca a la materia del duque de Híjar, podéis perder todo cuidado, pues con decirque os conozco lo digo todo; y aseguraos que lo que vos me habéis fiado a mí ni hasalido ni saldrá jamás de mi corazón, que sé ser buen amigo de mis amigas»63.

Como hemos señalado, a principios de 1648 se daban una serie de circuns-tancias en la vida de sor María que ayudan a explicar lo ocurrido más adelante: elaño anterior, 1647, había perdido a fray Andrés de la Torre y no tenía un nuevoconfesor de confianza; mantenía una intensa correspondencia con los Borja en laque expresaba su opinión sobre el panorama político sin cortapisas; tenía contactocon dos supuestos visionarios que habían llegado a profetizar la muerte de FelipeIV (fray Francisco Monterón y don Francisco Chiriboga); y había finalizado la pri-mera versión de la Mística Ciudad de Dios (una obra controvertida, de lo que eraperfectamente consciente su autora)64.

A pesar de las expresiones recurrentes en sus cartas acerca de sus limitacio-nes y su «natural encogido», lo cierto es que había llegado muy lejos. Una religiosade Ágreda que aconsejaba a Felipe IV tenía sus propias opiniones sobre asuntospolíticos, criticaba a ministros del Rey, tenía amistades con «profetas» no aproba-dos por la Iglesia y además escribía obras con contenido teológico, sin duda, habíatraspasado muchos límites para la época. Sor María era consciente de que semovía en terreno peligroso y, por eso, tras vivir uno de los momentos más delica-

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62 En una nota a don Francisco de Borja, la religiosa confiesa el miedo que le produce que el Reyabandone la correspondencia que mantienen por pensar que ella ha tenido algo que ver en lo su-cedido y haberse mantenido en silencio. BARANDA LETURIO, C., Sor María de Jesús deÁgreda..., óp. cit., p. 149.

63 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, 355, carta del Rey de 20 de enero de1649.

64 Sobre la obra de sor María y la controversia que se produjo alrededor de ella se pueden consultarentre otros: MARÍA JESÚS DE ÁGREDA, Mística Ciudad de Dios, introducción, notas y ediciónde C. Solaguren, Madrid, 1992; VÁZQUEZ JANEIRO, I., «La Mística Ciudad de Dios de la madreÁgreda de censura en censura», en VVAA, La madre Ágreda: una mujer del siglo XXI, CátedraInternacional Alfonso VIII, Soria, 2000, pp. 119-141; ARTOLA, A., «La «Mística Ciudad de Dios»en la Sorbona. Un conflicto teológico a nivel europeo», en VV AA, El papel de sor María deJesús de Ágreda en al Barroco español, Cátedra Internacional Alfonso VIII, Soria, 2002, pp.195-208.

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dos de su vida al destaparse el escándalo del duque de Híjar que le colocó, comohemos visto, en una difícil situación frente a Felipe IV, a su Orden religiosa y a laInquisición (por todo lo que allí se dijo y por la atención que atrajo sobre su perso-na), sor María recogió velas.

Como ya hemos señalado en diferentes ocasiones, la relación que se estableceentre sor María y los Borja es mucho más cercana y familiar que la que llegó a tenernunca con Felipe IV, y ello queda reflejado claramente en la correspondencia de laque nos estamos ocupando. Los asuntos personales y familiares representan unabuena parte de las cartas, buscando ambos el consejo y la ayuda del interlocutor.

Para sor María, fue siempre una preocupación el interés que su hermanoFrancisco tuvo en medrar en la Corte, y prueba de ello son las cartas que envía adon Francisco de Borja para impedir que llevara a cabo con éxito sus planes. Fran-cisco Coronel era hermano de sor María de Jesús, fue religioso de la Orden de SanFrancisco de la observancia, estudió en el Colegio de Alcalá de Henares y desem-peñó diferentes cargos en la Orden, entre ellos, fue calificador del Santo Oficio dela Inquisición y, al parecer, siempre tuvo ciertos aires de grandeza que intentó satis-facer por medio de la reputación de su hermana.

Como hemos dicho, este fue un asunto que preocupó enormemente a sorMaría. De un lado, porque le incomodaba que un hermano suyo quisiera dedicarse aasuntos mundanos y, sobre todo, porque el hecho de favorecer a terceros, aunque setratase de su hermano, iba en detrimento de su tan ansiada independencia, de que nose le pudiera achacar que perseguía ningún interés en su relación con el monarca65.

La primera ocasión en la que se ocupa de los intentos de su hermano porhablar con el Rey es a finales de 1647. A petición de sor María, don Fernando seencargó de disuadir al religioso y dilatar la puesta en marcha de su tentativa. SorMaría, agradecida, escribe lo siguiente días después: «Muy bien hace Vuestra Seño-ría en no volver a decirle nada a mi hermano, que mejor es dejarle, hame escrito quelo deja todo para cuando venga el General Nápoles, entonces procuraremos desvane-cerle por el camino que sea posible sus intentos que sin duda son dañosos para mi ypenosos sobre manera para quien desea morir y enterrarse como yo y para ésto quie-ro el favor de los amigos»66.

Sin embargo, fray Francisco Coronel siguió dando quebraderos de cabeza asu hermana durante el año siguiente: «Siempre dura el apetito de querer mi herma-no ir a esa corte y de intentar lo que no conviene, quiere pedir licencia al general

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65 Ver nota 29, en la que se cita un extracto de una carta de sor María a propósito de este tema.66 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 26 de diciembre de 1647.

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cuando venga y lo tiene medio negociado, no sé qué me haga ni cómo lo estorbe,porque con él no puedo ni valen mis instancias, con otro, no es conveniente echarlas faltas en la calle de un hermano vea Vuestra Señoría qué le parece»67.

A comienzos de 1652, sor María manifiesta de nuevo su preocupación adon Francisco de Borja, porque su hermano otra vez está tratando de organizaruna jornada a la Corte para entrevistarse con el Rey. Su máxima preocupación esque la intervención de Francisco ponga en peligro su correspondencia con el mo-narca y, para evitarlo, le ruega que pida a su padre, don Fernando, que hable conFelipe IV como si se tratase de una iniciativa suya y le mencione que el hermanode sor María ha ido a la Corte muy a pesar de esta.

El plan del religioso finalmente no pudo ser llevado a cabo porque, tras la visi-ta a Ágreda de un superior de la Orden y la entrevista mantenida con la abadesa enel convento, ordenó que cesara de inmediato la licencia que fray Francisco teníapara ir a la Corte. La preocupación, sin embargo, se mantuvo y solicitó a don Fran-cisco de Borja que la mantuviera informada de los posibles intentos de su hermanopor retomar el asunto que llegasen a sus oídos, para poder adelantarse y abortarlosde nuevo68.

Tan solo dos años más tarde el incansable fray Francisco se puso de nuevo enmarcha con el objetivo de hablar con el monarca y conseguir algún favor. En esta oca-sión tuvo éxito y se entrevistó hasta en tres ocasiones con Felipe IV. Sor María, pro-fundamente disgustada, se queja amargamente a don Francisco de haber tenido quedar cuenta al monarca de la situación para que no hiciese demasiado caso a las pre-tensiones de su hermano y, sobre todo, para desvincularse de lo que pudiera hacer ohaber hecho: «Señor mío, vino mi hermano agradecidísimo al favor, regalo y cariciaque el señor don Fernando y Vuestra Señoría le hicieron, páguela el Todopoderoso.Habló tres veces al Rey y le dio memorias y le pidió le favoreciese. Escribiómelo la pri-mera vez el Rey y se declaró conmigo y yo más con él porque le dije que agasajase ami hermano pero que no le diese nada y solo puntualmente, porque en no dar no vio-lentara su natural y así le fue fácil y para mí de gusto porque de lo contrario había dehaber mucho que murmurar. Díjole entre otras cosas el Rey que se acordaría de él conque no se da mi hermano por despedido y yo quisiera lo quedara»69.

A partir de ese momento no hay más referencias en las cartas a la marcha delos negocios del hermano de sor María y solo vuelve a aparecer en la corresponden-cia en carta de 30 de abril de 1659 en la que se comunica el fallecimiento del mismo.

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67 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 8 de mayo de 1648.68 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 22 de marzo de 1652.69 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 16 de enero de 1654.

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El desempeño de sus respectivos cargos es otro de los aspectos destacablesen el apartado dedicado a los asuntos personales. Sor María y don Francisco deBorja ocuparon puestos de responsabilidad en su respectivas comunidades: sorMaría fue abadesa prácticamente ininterrumpidamente desde los veinticinco años70

y don Francisco de Borja durante el tiempo que duró la correspondencia ejerciócomo capellán en el convento de las Descalzas Reales en Madrid.

La puesta en marcha de un colegio para huérfanas supuso un conflicto conlas religiosas de las descalzas del que dará buena cuenta a sor María. Al parecer,estas se sentían desatendidas por su capellán y entendían que no debía perdertiempo con otras actividades que no fueran las estrictamente ligadas al cargo: «LaMadre Abadesa de las Descalzas me envió en su carta unas quejillas de Vuestra Se-ñoría porque confesaba en su iglesia que decía era en perjuicio de la autoridad decapellán mayor y que yo le avisase a Vuestra Señoría sin declarar que ella me lohabía dicho, pero yo nada se celar a Vuestra Señoría, suplícole, Señor mío, no sedé por entendido con ella y a mí me apare vanidad de la corte, miren si los pobre-citos son almas de Cristo Nuestro Redentor como las de las religiosas y señorasgrandes, Vuestra Señoría, hace muy bien y yo le doy las gracias de que ayude a lasalmas, hágalo pero para tener contentas a esas señoras me parece habrá de confe-sar Vuestra Señoría escondiéndose»71.

Los problemas continuaron hasta llegar a tal punto que el capellán se plan-tea abandonar el cargo, pero las cartas de sor María animándole a no desfallecer y,sobre todo, a tener en cuenta las ventajas que el puesto le ofrecía y los perjuiciosque podía acarrearle la renuncia hacen que siga adelante con su cometido: «Si eloficio de que Vuestra Señoría se queja es el de capellán, solo reparo en que el de-jarlo sería atrasar otros puestos y comodidades. Vuestra Señoría se anime y dilate ytenga imperio sobre todo, que, si no, le ofuscarán el interior»72.

Sor María, a pesar de comprender las dificultades a las que se debía enfren-tar don Francisco, siguió siempre instándole a no dejar el cargo, ya que esto le po-dría acarrear más perjuicios que beneficios: «En lo que me dice de dejar las descal-zas no me espanto que aunque Vuestra Señoría no me ha dicho nada, juzgo porembarazoso e impertinente el puesto, y no me parece mal, solo reparo en si se dis-gustará el Rey y si se olvidará más con eso de Vuestra Señoría»73.

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70 Solo durante el trienio 1652-1655 no ocupó el cargo de abadesa.71 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 7 de octubre de 1651.72 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 22 de mayo de 1654.73 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de mayo de 1655.

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En cuanto a sor María, el cargo de abadesa era aparentemente para ella unapesada carga. Tanto en las cartas remitidas a Felipe IV como a los Borja reiterauna y otra vez su deseo de no ser reelegida en cada nueva ocasión, ya que, segúnsus palabras, ella prefería vivir en recogimiento y dudaba de sus capacidades. Nosabemos si se trata únicamente de recursos retóricos o era la opinión que tenía desí misma. Lo cierto es que desempeñó con energía y eficacia su labor al frente delconvento, consiguió terminar en un tiempo admirable las obras del nuevo edificio eincluso supervisó la fundación de otros, como el de la localidad de Borja.

Este fue, en efecto, uno los asuntos de los que también trató con don Fran-cisco de Borja: la fundación de un convento de la Orden en Borja con religiosas deÁgreda que se llevó a cabo en septiembre de 1652. Para fundar el convento setrasladaron desde Ágreda cuatro religiosas con las que mantuvo correspondenciadándoles ánimos y consejos, sobre todo, en los primeros tiempos, en los que la si-tuación en Borja presentó serias dificultades74. Con don Francisco de Borja hablósobre todo de las negociaciones que se llevaron a cabo para aceptar la fundacióndel convento y de las dificultades de las monjas en su nueva vida, erigiéndose ellacomo un pilar fundamental para las religiosas75.

Sin embargo, el problema que más angustió a sor María fue el nombramien-to de un nuevo confesor para ella cuando falleció el padre fray Francisco Andrés dela Torre en 164776.

El cargo de confesor tenía una gran relevancia en la vida de las religiosas, fun-damentalmente, a partir del Concilio de Trento, donde se trató largamente el sacra-mento de la penitencia y al que se otorgó un papel primordial desde entonces. El prin-cipio de obediencia era uno de los pilares sobre los que se sustentaban las órdenesreligiosas femeninas, y obediencia en este caso significaba obediencia a los superioresmasculinos de la orden, por lo que la figura del confesor es clave a la hora de enten-der la vida en los conventos femeninos ya que a él estaban supeditadas todas las activi-dades de la congregación. Así, contar con un confesor digno de confianza y que ejer-ciera adecuadamente su cargo era de importancia mayúscula para las religiosas77.

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74 Para ver los pormenores de la fundación de este convento, su evolución y la relación de sor Maríacon su fundadora ver El convento de la Concepción de Borja (en el trescientos cincuenta ani-versario de su fundación), Centro de Estudios Borjanos, Borja, 2002.

75 Algunas de las cartas en la que se trata este tema son: AGP Descalzas Reales, cartas de sor Maríade 11 de mayo de 1652, de 30 de mayo de 1652, de 23 de agosto de 1652, de 21 de septiem-bre de 1652 y de 8 de noviembre de 1652.

76 BARANDA LETURIO, C., Sor María de Jesús de Ágreda..., óp. cit.77 LAMET, P. M., Yo te absuelvo, Majestad. Confesores de reyes y reinas de España, Temas de

hoy, Madrid, 1991; PIZARRO LLORENTE, H., «El control de la conciencia regia. El confesor real

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Tras la desaparición de fray Andrés de la Torre, la jerarquía franciscana co-menzó a interesarse por los escritos de sor María, lo que angustió profundamentea la religiosa ya que se sentía desamparada ahora que la figura que había protegi-do su secreto ya no estaba a su lado78. Este aspecto va a ser uno de los leitmotivde las cartas dedicadas a este tema, ya que suponía un peligro evidente para la au-tora que determinadas obras vieran la luz, como había ocurrido en casos muy so-nados de la época79.

En carta de 23 de marzo de 1647, sor María informa a don Francisco deBorja de que su confesor había fallecido el día 12 del mismo mes. A partir de esemomento y hasta el verano sor María escribe con frecuencia a don Francisco y entodas las cartas trata el tema de la falta de confesor con honda preocupación, repi-tiendo sin cesar la necesidad de tener a su lado a alguien que le guíe y le ayude conlos asuntos que tiene entre manos, entre ellos la correspondencia con el monarca:«Si yo pudiera alcanzar el retiro que deseo y alejarme de todo no fuere el golpe tangrande, porque no necesitaba tanto del consejo, hasta aquí en algunas cosas y entodas he obrado por la obediencia, particularmente con el enfermo y de aquí ade-lante por mí no haré nada, que soy mujer ignorante»80.

Pronto comienzan a buscarle un nuevo confesor, pero esto no apacigua elespíritu de sor María, sabe que hay muchos religiosos deseosos de ocupar el cargocon fines no muy altruistas. Tiene noticia de algunos candidatos que no le parecenadecuados y duda de la existencia de alguien que pueda desempeñar con garantíasel oficio entre los religiosos de la provincia.

Podemos resumir sus preocupaciones a este respecto en dos: por un lado,que sea alguien que guarde el secreto de todos sus escritos y de sus «asuntos inte-

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fray Bernardo de Fresneda», en MARTÍNEZ MILLÁN, J. (dir.), La corte de Felipe II, Alianza,Madrid, 1994; POUTRIN, I., «L’oeil du souverain: Luis de Aliaga et le métier de confesseurroyal sous Philippe III», en J.M. SCHOLZ y T. HERZOG (dir.), Observation and Communica-tion: The Construction of Realities in the Hispanic World, Klosterman, Franckfurt, 1997, pp.253-270; DE CARLOS MORALES, C.J., «La participación en el gobierno a través de la con-ciencia regia: fray Diego de Chaves, O.P., confesor de Felipe II», en F. RURALE, (dir.) I religiosia corte. Teologia, politica e diplomazia in antico regime, Bulzoni, Roma, 1998; GARCÍAGARCÍA, B., «El confesor fray Luis Aliaga y la conciencia del rey», en F. RURALE (dir.), I reli-giosi a corte..., óp. cit.

78 Los confesores actuaban como vigías de lo que las religiosas escribían y en algunos casos dabanla orden de escribir a las monjas. La salida a la luz de algunos escritos por la falta de discreciónde algunos confesores podía acarrear a las religiosas problemas con la Inquisición, como en elcaso de la madre Luisa de Carrión, por lo que era importante contar con un confesor que mantu-viese reserva sobre lo que escribían sus penitentes. POUTRIN, I. Le voile et la plume..., óp. cit.

79 GARCÍA BARRIUSO, P., La monja de Carrión..., óp. cit.

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riores», y, por otro, que sea alguien que no persiga conseguir beneficios de ningúntipo aprovechando las buenas relaciones de la religiosa con personas influyentes,entre ellas, el Rey.

Ante la importancia que para ella tiene la figura de su confesor y lo crucialque es que se elija a una persona adecuada, sor María no dudó en entrar en accióny, por medio de la ayuda de los Borja, asegurarse el ser consultada sobre la perso-na propuesta antes de que se tomara oficialmente la decisión. Vemos gracias a esteepisodio cómo a pesar de repetir constantemente que es «un vil gusano» y una«mujer ignorante» que no es capaz de tener buen juicio sobre las cosas, hizo todo lonecesario para controlar hasta donde le era posible un asunto que le afectaba deforma directa y para el que no se fiaba de cualquiera: «El médico espiritual que medarán como el perdido no será posible hallarle. Algunos hacen diligencias en laprovincia para venir y no son convenientes por algunos fines terrenos que lostraen. Si nuestro Padre Comisario General se detiene en nombrarle hasta que yo lehable manifestarele mis enfermedades y peligros. Avíseme si con su Reverendísimapuedo declararme en todas las materias de médicos o enfermo que como no le co-nozco no sé qué conviene»81.

Gracias a la ayuda de don Fernando consigue el compromiso de que el pro-vincial de la Orden, el padre Palma, se entrevistará con ella antes de tomar ningu-na decisión. A partir de estos momentos Palma desempeñará un papel importanteen la vida de sor María, ya que el religioso coincidió con ella en la conveniencia demantener alejados de la imprenta sus escritos y se erigió así en el nuevo defensorde sor María ante los que pretendían sacar a la luz los libros. También Palma leanima a terminar un original de la Mística Ciudad de Dios firmado que proteja asu autora de posibles copias erróneas o falseadas.

Cuando parecía que las aguas habían vuelto a su cauce y que sus escritos es-taban a salvo el padre Palma fallece, era la primavera de 1648, y la preocupaciónpor la postura que sobre el tema adoptará el nuevo provincial y el ejemplo de loocurrido a otras religiosas acapara la atención de sor María que de nuevo pideayuda a sus fieles amigos para que se aseguren que se produzca un encuentro conella antes de designar nuevo confesor: «Deseo saber si ha llegado el General denuestra orden y si el señor don Fernando y Vuestra Señoría le han hablado para loque les tengo suplicado, cierto, señor mío, que cuando me acuerdo de los trabajosque ha padecido la Madre Luisa y la religión por un confesor que tuvo me hacetemblar y temer, y si el General me ayuda me puede defender y para esto deseo sufavor si viniese aquí algún confesor que publicase mis cosas e intentase otras que

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80 AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 30 de marzo de 1647.81 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 26 de abril de 1647.

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no convenían, mire Vuestra Señoría qué daños me pudieran resultar si habla Vues-tra Señoría con el General, represéntele esto»82.

Su sucesor, el padre Manero también respetó sus deseos y procuró designarun confesor del gusto de sor María. Tras pasar por el trance del interrogatorio de laInquisición, su nuevo confesor llegó a finales de 1650; se trataba de fray MiguelGutiérrez.

Al principio, sor María expresa su buena opinión sobre él, pero poco a pocolas cosas se van torciendo hasta que la situación se hace realmente difícil, con elenfrentamiento del confesor con la jerarquía de la Orden por diversos asuntos ymalentendidos83. A partir de 1656, con la llegada de un nuevo confesor el padrefray Andrés de Fuenmayor, que sí era del gusto de la religiosa y que permaneció asu lado hasta su muerte en 1665, no se vuelve a tratar el tema del confesor en lacorrespondencia, por lo que se supone que una cierta tranquilidad al respectohabía vuelto a la vida cotidiana de sor María84.

CONCLUSIÓN

A lo largo de las precedentes páginas hemos ido desglosando a grandes ras-gos las principales características de esta correspondencia que entendemos funda-mental para poder tener un conocimiento profundo de sor María de Ágreda. Quienconozca la relación epistolar que la agredana mantuvo con Felipe IV podrá percibirlas grandes diferencias que existen entre una y otra, no solo en el contenido sino enla forma. Y es que uno de los aspectos que más llama la atención de estas cartas esel modo que utiliza sor María para expresarse. Cómo se refiere, por ejemplo, a donLuis de Haro, o el hastío que le causa ver que Felipe IV no cambia en nada su acti-tud a pesar de los consejos que le da en sus cartas. El uso de la ironía, de los doblessentidos, e incluso que sea ella misma la que proponga el uso de la cifra, son inima-ginables cuando uno lee la correspondencia con el monarca español.

Existió sin duda una coincidencia de intereses entre los Borja y sor María,pero no nos parece que se pueda llegar a hablar de que fue utilizada por ellos para

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82 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de junio de 1648.83 Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 11 de noviembre de 1650, de 15 de

enero de 1655, de 24 de julio de 1655 y de 21 de abril de 1656.84 SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. II, pp. 658, 662, 664 y 711; carta de sor

María a Felipe IV de 10 de agosto de 1661 y 9 de septiembre de 1661; carta de Felipe IV a sorMaría de 21 de septiembre de 1661; carta de sor María a Felipe IV de 25 de enero de 1664.

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alcanzar sus objetivos políticos y que ella actuara completamente dirigida por losdos. Prueba de esto es la capacidad que sor María demuestra a la hora de separarlos diferentes asuntos y sus relaciones con diferentes personas. Cuando sor Maríarecibió la carta del duque de Híjar que tantos quebraderos de cabeza le daría másadelante, no se lo comunicó al Rey, pero tampoco a los Borja, mantuvo su secreto,demostrando ser digna de confianza, capaz de mantener silencio, una de sus princi-pales bazas para conseguir que tantas personas se confiaran a ella. A pesar de susconstantes peticiones de consejo, de atribuirles el papel de guías, cuando recibió lacarta de Híjar permaneció callada hasta que el asunto salió a la luz, lo que a nues-tro entender demuestra que no era un instrumento ciego en manos de unos cuan-tos sino que era ella la que manejaba sus relaciones y, en última instancia, erasiempre dueña de sus palabras y de sus decisiones.

El profundo convencimiento de la importancia que para el destino de la mo-narquía tenía el comportamiento del Rey y la influencia que ella podía ejercer sobreél fue para sor María un asunto muy serio en el que se empleó en cuerpo y alma;de ahí sus decepciones y su impotencia. Para lograr su objetivo, consultó y pidióayuda a todo aquel que creyó oportuno, pero al final obró de acuerdo únicamentea su juicio sin deberse a nada más que a sus más profundas convicciones.

Lo mismo puede decirse de su actuación al enfrentarse al problema con suhermano y al del nombramiento de confesor, en los que no se mostró pasiva, sinoque intentó controlar la situación en la medida de sus posibilidades.

La relación de tanto años con la familia Borja no pudo ser únicamente frutode intereses políticos sino que existió un verdadero afecto por ambas partes, unaconfianza mutua que les llevó a continuar siempre la correspondencia, a mantenerseinformados de lo que les iba ocurriendo en sus vidas. Si excluimos los fragmentosque contienen información de importancia histórica, que constituye un pequeñoporcentaje, la mayor parte de la correspondencia está compuesta por informacionesinsustanciales sobre temas triviales, sin trascendencia, que nos permiten afirmar quese trató de una correspondencia que se mantuvo en el tiempo por el gusto de man-tener el contacto, de mantener unos lazos que iban más allá de las intrigas políticasde palacio y de oscuros intereses ocultos.

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