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Carrera 6 No, 35 - 49Bogota, Colombia
PBX (571) 2 88 89 82/ 285 56 [email protected]
Municipio de El Castillo, departamento del MetaAtención integral a víctimas en el municipio de
El Castillo
8 de Junio de 2013
Paz y Derechos Humanos
Juan Pablo Gamboa Olaya1 Dinora Angarita Saenz2
El castillo
1
2
Corporación para el Desarrollo y la Paz del Piedemonte Oriental
Cordepaz
Ubicación Espacio-tempral
El municipio de El Castillo se encuentra
ubicado en el noroccidente del departa-
mento del Meta. Limita al norte con el
municipio de Cubarral; al sur, el río Guape
marca su límite con los municipios de Le-
janías; al oriente, el río Ariari lo separa de
los municipios de Granada y San Martín.
El municipio de El Castillo cuenta con
vías de comunicación fluviales como el
río Ariari, y terrestres, hacia los munici-
pios de Cubarral, Granada, Lejanías y San
Juan de Arama. La economía del muni-
cipio depende principalmente del sector
agropecuario, pues los mayores ingresos
de la población provienen de la agricul-
tura y en menor escala de la ganadería.
Respecto a la división política, la
zona rural del municipio está integra-
da por 42 veredas y un centro pobla-
cional, Medellín del Ariari, proyecta-
do como corregimiento. Están además
demarcados por seis núcleos zonales.
Desde la década de 1980, las FARC-EP
han hecho presencia en el departamen-
to del Meta, operando especialmente
en la Cordillera Oriental, punto estra-
tégico para su despliegue. Este grupo,
no sólo su brazo armado sino político,
fue articulándose con la aparición de
cultivos de coca en el departamento.
Durante ese mismo periodo se identifi-
có la aparición de pequeños grupos de
autodefensa, especialmente en los mu-
nicipios de Cubarral, El Dorado, Puerto
López, Puerto Gaitán y San Martín. Ade-
más, en estos territorios se generó una
gran acumulación de tierras, respalda-
da por grupos paramilitares de primera
generación como Los Carranceros, bajo
el mando de Víctor Carranza y Los Ma-
META
21 Coordinador del Área de Derechos Humanos.
Representante de la Mesa de Participación de Víctimas, integrante de la Red de Pobladores.
Los PDP contribuyen a la construcción del tejido social en las regiones.
3
cetos, quienes tenían fuertes vínculos con
narcotraficantes.Posteriormente, Víctor Ca-
rranza buscó una alianza con Gonzalo Ro-
dríguez Gacha y cedió el poder a su hijo,
alias Martín Llanos, bajo la estructura de
las Autodefensas Campesinas de Casana-
re (ACC), estructura militar que solo pareció
disolverse en el año 2004, luego de duros
enfrentamientos con el Bloque Centauros.
En la década de 1990 aparecieron las Au-
todefensas Campesinas de Meta y Vichada
(ACMV) bajo el mando de José Baldonero
Linares, alias Guillermo Torres. Junto a este
grupo hizo presencia en el territorio el Blo-
que Centauros, liderado por Miguel Arroyabe,
quien hizo presencia en los municipios de San
Martín, Granada, Cabuyaro, Castilla la Nueva,
Cuenca del Ariari, San Juan Arama, Lejanías,
Puerto Rico, Fuente de Oro, y por el Bloque
Central Bolívar, liderado por alias Macaco.
Durante esa década las FARC continuaron
haciendo presencia en el territorio, donde
además se implementó la zona de distensión
(municipios de La Macarena, Vistahermosa,
Uribe y Mesetas) durante el periodo presiden-
cial de Andrés Pastrana (1998-2002). Luego
de la ruptura de los diálogos se incrementa-
ron visiblemente los enfrentamientos arma-
dos entre grupos guerrilleros, paramilitares
y la fuerza pública, generando un elevado
número de víctimas, atentados a la infraes-
tructura y siembras de minas antipersonal.
Durante el año 2004, Miguel Arroyabe fue
asesinado por alias Cuchillo y el bloque se
dividió en tres:
1. Bloque Meta o Frente de Heroes del Lla-
no, al mando de Jorge Piraban.
2. Reducto bajo el mando de alias Mauri-
cio, que se dirigieron al Casanare.
3. Bloque Guaviare o Frente Héroes del
Guaviare, liderado por alias Cuchillo, el
cual ejercía su influencia a través del
Ejército Revolucionario Popular Antico-
munista de Colombia (ERPAC).
Para abordar el contexto del municipio de
El Castillo es necesario entender particula-
ridades que tienen que ver con la dinámica
de su poblamiento y por lo tanto con su
configuración y papel dentro del conflicto
armado interno. El municipio se encuen-
tra ubicado dentro de la subregión del Alto
Ariari, la cual corresponde a la cuenca del
río Ariari, las zonas de San Juan de Arama,
parte de San Martín y a las estribaciones
de la Cordillera Oriental. En el territorio se
han desarrollado aspectos sociales que han
dado lugar a la identidad de la comunidad
de la región.
3
3 CINEP. Caso Tipo N° 8. Ariari: memoria y resistencia 2002-2008. Programa de DerechosHumanos y Vio-lencia Política en Colombia. En: Revista Noche y Niebla. Bogotá. 2009.
4
Íbid. p. 5. Íbid. p.30.
El Alto Ariari comprende los municipios de Cubarral, El Castillo, El Dorado, Lejanías, Granada y San Juan de Arama; y el Bajo Ariari comprende los de Vistahermosa, Puerto Rico, Puerto Lleras, y Puerto Concordia. Esta región fue escenario en el pasado de numerosas migracio-nes forzadas, genocidios, desplazamientos y retornos.
De manera general se pueden encontrar los siguientes períodos de violencia en la región :
• La Violencia, décadas de 1940 y 1950. • Nacimiento de las FARC, década de 1960.• Narcotráfico y el primer paramilitarismo, década de 1970 y 1980. • Genocidio de la UP, entre 1986 y 1998.• Diálogos del Caguán y el Plan Colombia, entre 1998 y 2002.
La siguiente voz ilustra la dinámica de su poblamiento:
“Acosado por tanta persecución, ante la necesidad de establecernos en un sitio seguro, un
grupo de 50 familias decidimos traspasar la Cordillera Oriental. Ya teníamos noticias de que
en Medellín del Ariari se encontraban algunas personas del Tolima y que se estaban orga-
nizando. Eran finales del 49 o 50, no recuerdo bien, pero lo cierto es que ya habían matado
a Gaitán y nos perseguían sin lástima. Después de reunirnos los hombres y de acordar la
marcha, recogimos todo lo que nos sirviera de algo y con mucho dolor dejamos aquellas
parcelas que nos pertenecían y donde habíamos visto morir a muchos de nuestros viejos”
El municipio de El Castillo se convirtió en una tierra próspera donde se asentaron una gran
cantidad de familias, la mayoría provenientes de la segunda ola de violencia que se originó en
el país, concretamente de Villarrica, Tolima, lo cual permitió la influencia del Partido Comunista
en sus habitantes. Para este periodo surgió la organización de sindicatos agrarios, los cuales
eran conformados por pobladores liberales del territorio. Al parecer, hubo un grupo grande de
liberales que no aceptó la puesta en marcha de los sindicatos agrarios y decidieron asentarse
en lo que hoy en día es la cabecera municipal de El Castillo. Esto marcó el origen de la ten-
dencia política de izquierda, que posteriormente fue motivo del recrudecimiento del conflicto
en el territorio con la llegada de los grupos paramilitares y el exterminio de la Unión Patriótica.
4
5
45
5
La comunidad de El Castillo en medio del conflicto armado
La comunidad del municipio se representa
como resistente, tanto desde la esfera indi-
vidual como desde la colectiva. Aquí el con-
flicto ha estado presente desde sus orígenes
y su organización comunitaria y configuración
de relaciones sociales se dan en presencia
de todos los actores armados. paramilitares,
ejército y guerrilla han desplegado reperto-
rios de violencia constantes y las víctimas de
dichos repertorios son, en su mayoría, civi-
les. Allí conviven pobladores que arribaron de
los departamentos del Tolima, Huila y Cun-
dinamarca, en su gran mayoría huyendo de
la violencia de los años 1940 y 1950. Es por
ello que las representaciones sociales de sus
pobladores giran en torno a las causas de la
violencia, el terror, la venganza, la injusticia
social, una mezcla de discursos de carácter
político e ideológico y, por supuesto, en tor-
no al accionar de los actores armados, y el
silencio y complacencia de castas políticas
regionales.
La década de 1960 trajo el nacimiento de las
FARC, y las décadas de 1970 y 1980 el de
la primera generación de paramilitares, a los
cuales ellos llamaban sicarios. A finales de
la década de 1980 y en medio de las nego-
ciaciones de paz con el presidente Belisario
Betancur, los habitantes de El Castillo vie-
ron cómo se abría la posibilidad de una paz.
El nacimiento de la UP en 1985 representó
para el municipio una propuesta de recons-
trucción, de cambios políticos y económicos
sin la presencia ni el uso de las armas. Años
después, en la década de 1990, el municipio
pasaría por una de las etapas más atroces de
su historia: el terror de la estrategia parami-
litar, orientada a terminar con cualquier res-
quicio de la naciente izquierda, dejaría en el
municipio un gran número de víctimas entre
alcaldes, concejales, líderes y lideresas de
Juntas de Acción Comunal. Eso provocó, por
lo tanto, afectaciones claras al tejido social e
impactos generales en temas tan importan-
tes como la participación política. Años más
tarde y con la implementación del Plan Co-
lombia, la Seguridad Democrática y su com-
ponente militar denominado Plan Patriota,
vino otra oleada de violencia caracterizada ya
no por ataques terroristas sino por un número
altísimo de ejecuciones extrajudiciales, des-
apariciones, torturas y homicidios.
Los actores armados dejan hoy a El Castillo
en un contexto compuesto por graves vio-
laciones a los derechos humanos; crímenes
de lesa humanidad e infracciones al Derecho
Internacional Humanitario (DIH); el origen de
Civipaz, con una declaración de zona huma-
nitaria; una medida cautelar de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (OEA)
al Estado colombiano, con una inmensa deu-
da en términos de verdad, justicia, reparación
y garantías de no repetición; y con una co-
munidad en busca de otorgar sentido al pa-
sado, de reconstruirlo y de comenzar a uti-
lizar como herramienta lo que las armas han
silenciado: sus propias voces.
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En el año 2010, una de las víctimas de desaparición forzada y homicidio, miembro de la nue-
va red de pobladores de los Programas de Desarrollo y Paz (PDP), decidió solicitar a Corde-
paz una acción orientada a mirar hacia El Castillo y sus habitantes. Según ella el municipio
tenía una gran historia que contar dada la magnitud del conflicto armado en él desarrollado.
Avanzaban ya 5 años de implementación de la ley 975 de 2005, o ley de Justicia y Paz, pri-
mer instrumento jurídico en Colombia que incorporó legalmente el concepto de justicia tran-
sicional. A partir de la revisión que hiciera la Corte Constitucional en su sentencia C-370 de
2005, se implementaba en el derecho colombiano, a través del bloque de constitucionalidad,
un amplísimo marco de protección de los derechos de las víctimas de graves violaciones a
los derechos humanos contemplados en los instrumentos internacionales firmados y ratifica-
dos por Colombia en la materia. La ley, aprobada en un mar de voces que se manifestaban
en contra del instrumento por considerarlo patrocinador de impunidad, comenzó su lento
camino de implementación: 5 años más tarde no había una sola sentencia condenatoria en
firme, y ya el presidente Uribe había decidido enviar a Estados Unidos a cuatro de los más
importantes jefes paramilitares, lo cual implicaba una dificultad más en perspectiva del dere-
cho a la verdad. Sin embargo, el eco de la trinidad formada por verdad, justicia y reparación,
hacía sus efectos en relación con la iniciativa de las víctimas en varios lugares del país. A
esto se le denominó en varios espacios el efecto no esperado de la ley de Justicia y Paz.
La iniciativa de la comunidad fue clara: Cordepaz, en el marco de la implementa-
ción del III Laboratorio de Paz, decidió realizar un primer acercamiento a la comu-
nidad a partir de una estrategia impulsada por la líder de víctimas de El Castillo, Dino-
ra Angarita. La estrategia, concertada con el área de derechos humanos de Cordepaz,
en reciente formación, debía abordar una problemática basada en un contexto de gra-
ves violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad e infracciones al
DIH, en medio del conflicto armado vigente y con los actores armados en el territorio.
La necesidad de tomar la palabra
“Los efectos de esto son desastrosos: uno poco a poco se va aniquilando, muriendo, en una sociedad donde no es permitida la vida. Yo no he recuperado la vida. Y en particular, se aniquilaron tantas expectativas que habíamos tenido. La esperanza es que yo creo que no fue inútil ese gran sacrificio que soportaron. Necesita-mos saber lo que pasó, estar seguros de que en algún momento murieron y esclarecer la responsabilidad de los autores. No se puede establecer venganza, pero sí que se siente el precedente para que no vuelva a ocurrir” 6
7
Necesidad de información asesoría y acompañamiento jurídico y psicosocial
Finalmente se decidió realizar un primer acercamiento de tres días en los cuales 15 profe-
sionales entre abogados, trabajadores sociales y psicólogos, realizaron atención integral
individual a cada una de las 307 personas convocadas por la líder Dinora Angarita. Este
proceso requería de una dedicación de tiempo completo para lograr acercar a víctimas de
las veredas altas y transportarlas hasta el corregimiento de Medellín del Ariari. Igualmente los
15 profesionales debieron desplazarse desde la ciudad de Bogotá hasta el corregimiento.
El enfoque de esta primera jornada se basó en la atención integral, teniendo como centro
la garantía de acceso a la justicia. La correlación entre el derecho de acceso a la admi-
nistración de justicia y la garantía de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación
integral es el marco teórico jurídico sobre el cual se orientó la labor por parte del grupo
de abogados. Este es el mecanismo para la realización de los derechos de las víctimas,
el cual tiene su fundamento en el deber de garantía y respeto de los derechos humanos,
marco fundamental de las obligaciones estatales en materia de derechos humanos.
De este primer acercamiento surgieron una gran cantidad de necesidades jurídicas en
relación con el derecho a la información de las víctimas. En términos de orientación y de
documentación, existía un desconocimiento claro en relación con los hechos victimizan-
tes, lo que obligó a una atención individual para la documentación de las violaciones. Al
terminar la jornada, en lo jurídico había que orientar el trabajo hacia la recopilación de
información por parte de las instituciones con el fin de ir ubicando a las víctimas en las
rutas para el acceso a los derechos.
Tres días después, extenuados y cargados de historias violentas, dos abogados, dos
psicólogas y dos trabajadoras sociales nos dirigimos al entonces llamado Acción Social a entregar los formatos de solicitud de reparaciones por vía administrativa. Nos dijeron que
no podían recibir los formatos, pues eran muchos y no tenían ni tiempo ni personal para
entregarnos un certificado de radicación por cada uno. Discutimos y solicitamos hablar
con Diego Molano, hasta que finalmente se vieron obligados a recibir los formatos.
Finalmente, en ese primer acercamiento, tal como consta en cada uno de los informes
entregados, se realizó una labor particular de asesoría y atención jurídica a las víctimas
frente a las diferentes rutas establecidas para el acceso a la justicia, así como los ele-
mentos necesarios para la toma de una decisión efectiva y oportuna frente a su victi-
mización. En concordancia con esta labor, se elaboraron acciones jurídicas especificas
como diligenciamiento de formatos, memoriales y derechos de petición, dirigidas a las
instituciones responsables en la política de atención y reparación a víctimas, todas ellas
tendientes a garantizar a las víctimas el derecho de acceso a la justicia: Acción Social,
Comité de Reparaciones Administrativas, Fiscalía General de la Nación, Unidad Nacional
de Justicia y Paz, Fiscalías Seccionales, Registraduría Nacional del Estado Civil y Procu-
raduría.
El enfoque con el cual el grupo realizó la labor en el Municipio de El Castillo, Meta, tiene
como fin coadyuvar para garantizar el derecho de acceso a la justicia de la población
atendida, partiendo del reconocimiento de la existencia de un conflicto armado con una
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antigüedad de más de cinco décadas y en
ascendente proceso de degradación. Esto se
refleja principalmente en la utilización de tác-
ticas e instrumentos de guerra prohibidos por
el Derecho de Gentes a través de su historia,
y más concretamente por los Convenios de
La Haya relacionados con la conducción de
las hostilidades bélicas, y por los Convenios
de Ginebra de 1949, dentro de los cuales se
destaca su Protocolo Adicional II, aplicable a
los conflictos armados de carácter no inter-
nacional, ratificados por Colombia mediante
la Ley 5 de 1960 y la Ley 171 de 1994, res-
pectivamente. Este conflicto ha configurado
en el departamento del Meta, particularmente
en el municipio de El Castillo, una situación
que ha roto los proyectos de vida de sus ha-
bitantes.
Debido a la magnitud de las violaciones, a
la confianza elaborada con las víctimas y lí-
deres de víctimas y al compromiso del área
de derechos humanos de Cordepaz en este
proceso, se impulsó la realización de una
nueva jornada de tres días. En esta ocasión
el grupo jurídico debería dar información a
las víctimas sobre los procesos de acce-
so a la justicia. El grupo de psicólogos y
trabajadores sociales esta vez quería realizar
un trabajo orientado a identificar las proble-
máticas psicosociales y jurídicas generadas
por el conflicto armado con los habitantes del
municipio, a través de un análisis de contex-
to social, político, cultural, económico, geo-
gráfico e histórico, aportando al proceso de
caracterización.
Se partió de un enfoque claro para el tra-
bajo, el cual consistía en el reconocimien-
to de las afectaciones multidimensionales
ocasionadas por hechos victimizantes en la
integralidad de las personas, familias y co-
munidades. Resulta pues pertinente visibilizar
reflexivamente los contextos políticos, histó-
ricos, geográficos, culturales y sociales en
los que estos tienen lugar y son sujetos de
prácticas sociales de atribución de sentido.
Ello supone trascender la patologización ob-
jetivizante e individualizante de las víctimas,
permitiendo encuadrar su sufrimiento en el
conjunto de interacciones sociales en y con
las cuales han construido su propia narrativa,
a partir de la cual se desarrollaron las jorna-
das.
En consecuencia, en el desarrollo de las
jornadas se retomó la metodología de car-
tografía psicosocial como una herramienta
que, a partir del trabajo colectivo y dialógico,
permitió la elaboración de representaciones
gráficas sobre la espacialidad, la tempora-
lidad (pasado, presente y futuro) y las re-
laciones constitutivas de un territorio. Todo
lo anterior estuvo mediatizado por relatos
expresivos de las vivencias y significaciones
en torno a determinados hechos que tuvie-
ron lugar en su territorio. De este modo, en
el momento de la elaboración de mapas, se
configuraron tramas narrativas que facilitaron
una reconstrucción e interpretación colectiva
del pasado y de su relación de causalidad,
afectación en el corto, mediano y largo plazo
en la cotidianidad de las personas y en los
contextos arriba mencionados.
A partir de la metodología implementada se
logró identificar la existencia de problemáti-
cas psicosociales generadas por el conflicto
armado, las cuales se organizaron por ca-
tegorías de análisis: afectaciones psicoso-
ciales; impacto de los hechos victimizantes
sobre el tejido social; y estrategias de afron-
tamiento y reconstrucción colectiva de la
memoria histórica. Estos impactos se esta-
blecieron a partir de las narrativas de las per-
sonas pertenecientes a las veredas de Caño
Lindo, La Esmeralda, El Retiro, Caño Dulce,
Caño Embarrado, La Unión de Cal, el Casco
Urbano, Medellín del Ariari, Brisas de Llama-
res y El Reposo.
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Problemática
¿Cuál fue la Buena Práctica y/o la Lección Aprendida?
¿Cómo lo hicimos?
La comunidad del municipio en cuestión se encontraba en un total abandono por parte del Estado y la institucionalidad. La presencia de actores armados por más de 40 años en su territorio dejó como resultado un contexto de graves violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad e infracciones al DIH, los cuales se manifestaron tanto a nivel individual como colectivo, además de en la infraestructura del municipio. Existe un tejido social roto, desconfianza comunitaria, afectaciones e impactos psicosociales tanto a nivel individual como colectivo y un particular existe un daño desproporcionado al ejercicio de la participación política.
La buena práctica del proyecto fue el acercamiento al municipio en articulación y con la ini-ciativa y compromiso de una de las víctimas, junto a un compromiso por parte del área de derechos humanos de Cordepaz. Un excelente equipo interdisciplinar con conocimiento y experiencia específica en procesos de justicia transicional, una atención integral a víctimas, un enfoque psicosocial y coherente con los derechos humanos internacionales, una organi-zación y aprestamiento jurídico para el empoderamiento de las víctimas y un proceso soste-nido por 3 años, son los pilares fundamentales de esta práctica.
En definitiva, la buena coordinación y articulación con los líderes municipales, la construc-ción de confianza con los habitantes del municipio y la conformación de un equipo interdis-ciplinario y profesional fueron claves en el proceso.
Las metodologías empleadas fueron las siguientes:
• Atención integral a las víctimas desde tres enfo-ques: garantía de derechos, enfoque psicosocial y garantía del derecho de acceso a la justicia.
• Talleres de cartografía social y reconstrucción de la memoria histórica a partir de las narrativas.
• Líneas de tiempo .
• Acciones jurídicas específicas orientadas al ac-ceso a los mecanismos de reparación.
• Aprestamiento jurídico.
• Encuadre metodológico previo y concertado in-terdisciplinarmente.
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• jornadas de atención integral interdisplinar con apoyo de profesionales especializados en temas de atención integral a víctimas, enfoque psicosocial, y asesoría y orientación desde lo jurídico.
Las claves del ejercicio fueron:
• Alianza y trabajo conjunto entre las víctimas y el área de derechos humanos de Cordepaz.• • Acompañamiento, orientación y asesoría específica sobre justicia transicional, mecanis-
mos de acceso y medidas de atención y reparación establecidas en la ley.
• Enfoque interdisplinar a través de abogados, psicólogos y trabajadores sociales.
Nuestros logros
Ley 975 de 2005, Decreto 1290 de 2008, ley 1448 de 2011 y decretos reglamentarios.7
• Víctimas fortalecidas jurídica y psicosocialmente para el impulso de sus derechos a la
verdad, la justicia y la reparación ante las diferentes instituciones que hacen parte del
marco general de justicia transicional en Colombia.
• Acceso de las víctimas a la indemnización por la vía administrativa establecida en el de-
creto 1290 de 2008.
• Víctimas inscritas en el sistema de Unidad Nacional de Justicia y Paz.
• Fortalecimiento de la capacidad de las víctimas y organizaciones de víctimas del munici-
pio para el acceso a los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
• Derecho de las víctimas a la palabra.
• Resignificación de un pasado de violaciones graves a los derechos humanos.
• Consecución de interacción organizada y coordinada con la nueva institucionalidad esta-
blecida para la reparación integral: Fiscalía, Unidad de Víctimas, Comisión de Búsqueda,
Gobernación.
• Implementación de proyectos por diferentes instituciones. Por ejemplo, el Centro Nacio-
nal de Memoria Histórica, a partir del proceso, decidió implementar un proyecto en pers-
pectiva de reconstrucción de la memoria histórica.
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Nuestros aprendizajes
La contribución al logro del desarrollo y la paz,
en contextos caracterizados por la ausencia
estatal, la presencia de actores armados, y
un pasado de violaciones graves a los dere-
chos humanos, crímenes de lesa humanidad
e infracciones graves al derecho internacio-
nal humanitario, se realiza a partir del trabajo
coordinado y articulado con las víctimas y la
comunidad, sostenido en el tiempo y con un
enfoque específico, teniendo en cuenta que
la responsabilidad en materia de garantía,
respeto y protección de los derechos huma-
nos es del Estado. Los derechos humanos
no son un discurso abstracto sino que con-
densan una serie de garantías para la vida
digna de las personas, frente a las cuales
existen expresas responsabilidades y obli-
gaciones por parte de los estados para que
se hagan efectivas. De igual forma, implica
la promoción de estos derechos a través de
la formación, capacitación y divulgación en
diversos escenarios y con distintos sectores
poblacionales. Particularmente, la defen-
La evolución del derecho internacional de los derechos humanos tanto por vía convencional, de derecho consuetudi-nario y por jurisprudencia de los órganos jurisdiccionales de los distintos sistemas de protección (Sistema Interame-ricano, Sistema Europeo y Sistema Universal), impone a los Estados dos grandes obligaciones: el deber de respeto y el deber de garantía. En efecto, el deber de respeto hace referencia a que los Estados deben abstenerse de violar -por acción o por omisión- los derechos humanos, lo que implica asimismo, mediante las medidas necesarias, el goce y disfrute de estos derechos. Entretanto, el deber de garantía se refiere a las obligaciones del Estado de prevenir las vio-laciones, investigarlas, procesar y sancionar a sus autores, reparar los daños causados y garantizar los derechos de las víctimas a un recurso efectivo, a la reparación y a la verdad.Documento Plan de Trabajo del Área de Derechos Humanos y Reparación Integral a Víctimas de Cordepaz. 2011 – 2012. Cordepaz, 2011, informe de Jornada de atención interdisciplinar en El Castillo, cartografía psicosocial y atención jurídica.
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8
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10
sa de los derechos de las víctimas supone
acciones directas que pueden involucrar la
denuncia de hechos de violencia, el acceso
a mecanismos de justicia para el restable-
cimiento de los derechos conculcados, así
como la activación de medidas de protec-
ción para víctimas y testigos, entre otros.
Los espacios devastados por el conflicto
armado se componen de una gran canti-
dad de afectaciones multidimensionales
ocasionadas por hechos victimizantes en la
integridad de las personas, familias y co-
munidades. Resulta pertinente visibilizar re-
flexivamente los contextos políticos, histó-
ricos, geográficos, culturales y sociales en
los que tienen lugar y son sujetos a prácti-
cas sociales de atribución de sentido. Ello
supone trascender la patologización obje-
tivizante e individualizante de las víctimas,
permitiendo encuadrar su sufrimiento en el
conjunto de interacciones sociales en y con
las cuales han construido su propia narrativa .
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El abordaje de las problemáticas generadas por la violación de derechos humanos en una
comunidad debe realizarse desde tres enfoques:
• Garantía de los derechos. Este enfoque, con una perspectiva de estrategias de desarro-
llo, hace referencia al amplio conjunto de principios, reglas y estándares que integran el
derecho internacional de los derechos humanos y que son pasibles de ser aplicados para
fijar pautas y criterios.
• Reparación integral. Se constituye por todas aquellas medidas que pueden adoptarse para
resarcir los diversos tipos de daños. Conforme al derecho internacional son las medidas
de restitución, rehabilitación, indemnización, satisfacción y garantías de no repetición.
• Psicosocial. Este enfoque es concebido como transversal en las medidas de atención y
reparación integral a las víctimas, pues permite realizar tránsitos en lo referente a la ma-
nera en como concebimos a las víctimas, llevándonos inclusive a denominarlas de manera
diferente, buscando generar en el proceso de atención y acompañamiento la construcción
de una identidad que facilite a la víctima reconocerse como sujeto activo en su proceso
de cambio y de exigibilidad de sus derechos.
La interacción con la institucionalidad encargada de implementar la política pública de aten-
ción, asistencia y reparación integral es de suma importancia en perspectiva de ir preparando
el camino para la puesta en acción de medidas de carácter específico sobre la población y el
territorio. Esto disminuye las consecuencias negativas de la sobreoferta institucional desarticu-
lada que, tanto desde la cooperación internacional como desde las instituciones estatales, se
recibe en territorios con poca presencia del Estado. Igualmente la sistematización y el monito-
reo deben ser transversales a toda la práctica, ya que tratándose de información sobre graves
violaciones a los derechos humanos deben ser preservados estos archivos con las debidas
garantías que permitan su cuidado y contribuyan a generar acciones de memoria histórica.
Es muy importante, como se mencionó anteriormente, tener presente la celeridad con la
cual se van adoptando e implementando las políticas públicas en perspectiva de postcon-
flicto, o si se quiere, de justicia transicional, ya que no tener claro este contexto puede
generar expectativas distorsionadas en
la población víctima y a la postre pue-
den superar la capacidad de incidencia
de los programas de desarrollo y paz.
Es por esto que, en la práctica, la ar-
ticulación con la institucionalidad debe
surgir, aunque se experimente inclusi-
ve una reacción crítica y contradictoria.
Por otra parte, es imprescindible hacer
seguimiento y monitoreo de la situa-
ción actual de derechos humanos y sus
constantes vulneraciones. Esta tarea
debe ir necesariamente acompañada de
un trabajo de documentación de casos,
así como de un proceso sistemático de
13
formación y capacitación, en la perspectiva de adelantar las acciones de carácter judicial,
administrativo y político que se consideren pertinentes para la protección y defensa de las
víctimas. Desde esta misma perspectiva, la lucha por la promoción, defensa y garantía de los
derechos humanos por parte de los individuos y los colectivos debe orientarse a generar y
gestionar propuestas que se cristalicen en políticas públicas. De esta manera, se garantiza que
una determinada medida o lineamiento que promueva y defienda el ejercicio y goce efectivo de
estos derechos, pueda aplicarse no solo a una persona o situación particular sino en benefi-
cio del conjunto de la población y de toda la sociedad. En una realidad como la colombiana,
los contenidos relativos a la promoción, defensa y garantía de los derechos humanos deben
sustentar políticas públicas consecuentes con la realidad específica de la victimización que se
comete con ocasión del conflicto armado interno, que es cualitativamente diferente a la victi-
mización ocasionada por otras causas como la delincuencia común o la violencia intrafamiliar.
¿Por qué es una Buena Práctica?
• Fortaleció individual y colectivamente a las víctimas del conflicto armado en el municipio
y por tanto el tejido social y la confianza comunitaria.
• Existe una capacidad establecida para que se agencien procesos de reparación en sus
diferentes dimensiones: satisfacción, restitución, indemnización, rehabilitación y garantías
de no repetición.
• Cada trabajo con la comunidad bajo los enfoques establecidos constituyó en sí una ac-
ción reparativa a nivel individual y colectivo.
• Se realizó incidencia ante instituciones del orden nacional.
• Aporta claramente a la construcción de paz y desarrollo.