Cotopaxi Espacio Social

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    Desarrollo local con nfasis en la

    gestin integrada de los recursos naturales

    coordinacin:

    iee

    Cotopaxi:espacio social

    y cambio poltico

    Eloy Alfaro, Ana Mara Larrea MaldonadoGalo Ramn Valarezo, Mara Fernanda Vallejo,

    Marjorie Viera

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    Cotopaxi:

    espacio social

    y cambio poltico

    Eloy Alfaro, Ana Mara Larrea MaldonadoGalo Ramn Valarezo, Mara Fernanda Vallejo,

    Marjorie Viera

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    INTRODUCCIN

    Cotopaxi al debate: 1740-2001 3

    CAMAREN - IEE, QUITO - ECUADOR, 2007

    Ttulo: Cotopaxi: espacio social y cambio polticoAutores: Eloy Alfaro, Ana Mara Larrea Maldonado, Galo Ramn Valarezo, Mara FernandaVallejo, Marjorie Viera

    Eje temtico:Desarrollo local con nfasis en la gestin in tegrada de los recursos naturales

    Institucin coordinadora:Instituto de Estudios Ecuatorianos IEE

    Coordinacin de eje:Antonio Gaybor

    Edicin:Angel Bonilla, Pablo Ospina

    Diseo Grfico:Vernica Avila / Activa Diseo Editorial

    Fotos: Dennis Garca (retiro portada), Archivo IEE.

    Impresin:Activa Diseo Editorial

    Auspiciantes:COSUDE, Embajada Real de los Pases Bajos

    Organismo internacional asesor:INTERCOOPERATION

    CAMAREN: [email protected] / [email protected]. Amazonas y Eloy Alfaro Edif. MAG 7mo piso, Quito, Ecuador. telf: (593-2) 2563 419 / 2563 485

    IEE: [email protected] Ignacio 134 y 6 de Diciembre

    UNIDAD 1Cotopaxi al debate: 1740-2001 9GALO RAMN

    INTRODUCCIN 10

    CAPTULO 1

    EL CORREGIMIENTO DE LA TACUNGA ENTRE 1740-1910 12Ubicacin y ambiente 12Administracin y pueblos del Corregimiento 15De la crisis textil a los complejos obraje-hacienda 16Los seoros y parcialidades indgenas 20El sistema hacendario en el siglo XIX 22

    CAPTULO 2

    LA MODERNIZACIN AGRARIA: 1910-1990 27La diferenciacin campesina 32

    CAPTULO 3

    EL COMPORTAMIENTO POLTICO INDGENA 36Indios sueltos e indios de hacienda y poder local 37La organizacin de los indios de hacienda, la comuna y las organizaciones actuales 38El avance sobre los gobiernos seccionales 41

    CONCLUSIONES 42

    BIBLIOGRAFA 44

    COTOPAXI: BIBLIOGRAFA COMENTADA 1740-2001 47

    ANEXO: PAUTAS PARA ESCRIBIR MONOGRAFAS LOCALES 51

    UNIDAD 2espaCio y poder en tres organizaCiones de los andes de Cotopaxi 59

    MARA FERNANDA VALLEJO

    INTRODUCCIN 60

    CAPTULO 1

    ESTRUCTURAS ELEMENTALES DEL ESPACIO EN EL COTOPAXI ANDINO(O LA MISMA hISTORIA MIRADA DESDE COTOPAXI) 64

    CAPTULO 2

    ESTRUCTURAS Y ARTICULACIONES DE PODER FRENTE A LA CONFIGURACIN DEL ESPACIO:UNA MIRADA DE LA hACIENDA A LOS PODERES LOCALES (O LA hISTORIA DEL ESPACIODESDE LA RESISTENCIA) 69El continum obraje/hacienda como espacio para la persistencia de la indianidad 69La campesinidad de la resistencia 70La construccin del sujeto poltico a partir de la emergencia y acumulacin de los sujetos colectivos 72

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico4 Cotopaxi al debate: 1740-2001 5

    UNIDAD 4los pramos oCCidentales de Cotopaxi:dinmiCas soCiales, historia agraria y ConservaCin 123ELOY ALFARO

    INTRODUCCIN 124Deniciones previas 126Corolario 128

    CAPTULO 1

    CONFIGURACIN DEL PAISAJE PRODUCTIVO Y DEL ENTORNO NATURALDE LA ZONA DE ESTUDIO 129Los pramos occidentales de Cotopaxi 129

    CAPTULO 2

    DETERMINACIONES SOCIALES EN EL PAISAJE DE LAS ZONAS DE ALTURA DE COTOPAXI 135Elementos para una discusin: etapas de ocupacin de las zonas de altura de Cotopaxi 135

    CAPTULO 3

    EL PRAMO UN ESPACIO SOCIO-AMBIENTAL DE VIDA 151Pramos: Mitos, Biodiversidad e Historia 153

    BIBLIOGRAFA 163

    UNIDAD 5los desaFos del proCeso de demoCratizaCin en Cotopaxi 167ANA MARA LARREA

    INTRODUCCIN 168

    CAPTULO 1

    DEMOCRACIA Y CONSTRUCCIN DE SUJETOS SOCIALES PARA EL DESARROLLO LOCAL 171Las democracias latinoamericanas 174Otra democracia es posible? 175Ciudadana y participacin 179Democracia y mbitos locales 181

    CAPTULO 2

    LA PROVINCIA DE COTOPAXI 183

    CAPTULO 3

    LA CONSTRUCCIN DE UN NUEVO MODELO DE GESTIN EN COTOPAXI 187La construccin de un nuevo gobierno local 188La Democratizacin 189Gestin para el desarrollo local 190

    CAPTULO 4

    LOS DESAFOS DEL PROCESO DE DEMOCRATIZACIN EN LA PROVINCIA DE COTOPAXILA CONSTRUCCIN DE UN NUEVO GOBIERNO LOCAL 192El desafo de la escala 192El desafo de la participacin 198El desafo de la institucionalidad 203El desafo de la ecacia 206

    CONCLUSIONES 209

    BIBLIOGRAFA 212

    CAPTULO 3

    EVOLUCIN hISTRICA DEL ESPACIO LOCAL A PARTIR DE LA REFORMA AGRARIA 75Lo andino, la hacienda y el desarrollo local en la construccin de imaginarios y espacios 76

    BIBLIOGRAFA 89

    UNIDAD 3proCesos de oCupaCin del espaCio y lineamientos de gestinen el pramo del Cantn saquisil, provinCia de Cotopaxi 93MARJORIE VIERA

    CAPTULO 1EL PRAMO 94Caracterizacin general del pramo 94Consideraciones generales del pramo 94Recursos del pramo 95Benecios del pramo 95Importancia ecolgica del pramo 96

    CAPTULO 2

    PROCESOS DE OCUPACIN DEL ESPACIO CON NFASIS EN EL ESPACIO - PRAMO 97Antecedentes 97Las haciendas serranas a comienzos de la dcada de 1960 98Ubicacin del rea de inuencia dentro del contexto local 101

    CAPTULO 3

    EL PRAMO EN LA POCA DE hACIENDA 103Ocupacin del pramo por poblaciones libres 104Ocupacin productiva del pramo en la poca de hacienda 105

    CAPTULO 4

    EL PRAMO A PARTIR DE LA REFORMA AGRARIA 106

    CAPTULO 5

    EL PRAMO EN LA COMUNIDAD 109Control del territorio en la comunidad 109Crisis de fertilidad. Parcelacin de tierra 109Nueva nocin del hbitat 112

    Recuperacin del ejercicio del poder 113

    CAPTULO 6

    EL PRAMO COMO PARTE DE UNA GESTIN LOCAL 115

    CAPTULO 7

    ESTRATEGIAS DE GESTIN PARA EL MANEJO SOSTENIBLE DEL PRAMO 116Uso actual del pramo 116Estrategias de manejo sostenible del pramo 118

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    PresentacinCotopaxi: espacio social y cambio poltico

    Quin dira que desde los cerros helados del pramo occidental de la provincia de Coto-paxi, desde las laderas hmedas y escarpadas de los Illiniza, desde aquellos rincones ri-dos, empobrecidos y escondidos donde se ocultan los damnificados del proceso de moder-nizacin, naceran fuerzas sociales renovadoras de la poltica y la sociedad? Quin hubieraapostado hace treinta aos, cuando naca el Movimiento Indgena de Cotopaxi en reunionesconvocadas en casas destartaladas de Pujil, que se convertira en el cambio de siglo en elmovimiento social ms organizado y poderoso de la provincia?

    Este libro aborda esa historia notable sin hacerse ilusiones falsas, sin idealizaciones inge-nuas, sin hacer concesiones a los compromisos del momento. Es un libro que recorre elproceso histrico y poltico de los pueblos indgenas con los ojos abiertos. Pero tampocoest dispuesto a minimizar su significado ni a descalificarlo como un error o como unfracaso. Es un libro polticamente comprometido, moralmente alineado y crticamente or-ganizado.

    Para evaluar mejor el alcance, los lmites y los obstculos que se interponen entre los pro-psitos que se plantearon los actores sociales indgenas y su cumplimiento en la prcticade la poltica; es decir, entre el proyecto poltico tal como se lo imagina, y el proyecto pol-tico tal como se perfila en medio de los cambiantes balances de fuerzas sociales; hay quesalir de las oficinas, del estudio de las normativas y los reglamentos para volver la miradaa los cambios sociales que experimenta el mundo rural. No es la nica perspectiva posibleni el nico camino necesario. Pero es una va privilegiada para entender las promesas y losdesvaros de la oportunidad que el movimiento indgena dej abierta para construir unasociedad mejor.

    Este libro puede entenderse como una apuesta intelectual por un anlisis que liga indiso-lublemente lo poltico a lo social. Las dinmicas polticas tienen su autonoma, pero no sonindependientes. Hace falta mostrar los cordones umbilicales que las unen a los procesossociales, culturales y econmicos que viven los actores y que marcan su forma de ver elmundo, de entender los desafos que le plantea su poca, de situarse en las disyuntivas decada coyuntura y de pesar las fuerzas y presiones que intervienen en cada decisin. El an-lisis se concentra sobre todo en el mundo rural de las comunidades andinas del occidentede la provincia. Examina la historia agraria, identitaria y espacial de largo plazo; los univer-sos simblicos asociados a los pramos; las variadas formas del uso social de los entornos;las transformaciones ocurridas en la organizacin comunitaria y, finalmente, las apuestaspolticas en el gobierno provincial comandado desde el ao 2000 por el Movimiento Ind-gena y Campesino de Cotopaxi.

    La mayora de textos fue escrita con ocasin d e un proceso de formacin local de dirigentessociales y tcnicos llevado a cabo en el ao 2005; otros son producto de una colaboracinespecial de los autores. Fueron el resultado de una reflexin colectiva y de un esfuerzo porsistematizar aprendizajes, analizar crticamente la propia vivencia y confirmar un compro-miso poltico y personal. Los presentamos con modestia pero tambin con orgullo.

    Pablo Ospina PeraltaDirector del Instituto de Estudios Ecuatorianos

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    Galo Ramn Valarezo*

    Cotopaxi al debate:1740-2001

    UNIDAD 1

    *Documento elaborado originalmente para el Programa de Conservacin de la Biodiversidad, de los Pramos yotros ecosistemas frgiles del Ecuador - Cotopaxi, efectuado en convenio entre IEE y ECOCIENCIA.

    Noviembre de 2004

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico10 Cotopaxi al debate: 1740-2001 11

    La presente es una reexin sobrela historia de Cotopaxi, que buscadialogar libremente con el pasadodesde preguntas que nos inquietanen la actualidad, para intentar unacomprensin ms profunda de losproblemas. La tctica histrica puedemostrarnos el origen, la continuidado el cambio de varios procesos que en

    la zona se discuten desde varias dis-ciplinas cientcas.

    Un taller realizado con el equipo delIEE1que trabaja en la zona, identiccuatro temas que merecen una inda-gacin histrica:

    El primero, es el problema de la grandesertizacin y erosin que soportala cordillera occidental en la que seubican muchas de las actuales comu-nidades indgenas. El problema estan grave que ha puesto en serioriesgo la viabilidad y sobrevivenciade las comunidades en ese ecosis-tema. Cundo comenz este pro-blema? Qu razones lo explican?Qu papel juega el reordenamientoproducido con la modernizacinagraria? Qu prcticas lo han acele-rado?, en n, cual ha sido la actitudde las comunidades indgenas frente

    al tema? Junto al tema de la deser-tizacin aparece el tema del agua:Cundo comenzaron los problemasde apropiacin y disputa del agua?Cmo este tema es enfrentado enlos procesos de reforma agraria?Cules son las experiencias recien-tes de organizacin para el control,mejoramiento y la distribucin?

    Un segundo problema tiene rela-cin con la identidad local. Si parti-mos de la idea de que lo local tienecomo espacio de referencia un terri-torio ms o menos cohesionado porfactores econmicos, sociales y cul-turales; que generalmente tiene unsistema de dominacin local, conuna clase dominante identicable;que sus habitantes tienen sentido

    de pertenencia e identidad con eseterritorio; que tienen una economalocal y elementos culturales que losdistinguen de otros espacios, enton-ces nos preguntamos: cul es laclase dominante de este territorio, sial parecer es una clase deslocalizadaque reside en Quito? Tiene el espa-cio algn grado de cohesin social eidentidad, si son visibles profundasgrietas tnicas y diferencias entrelas pequeas localidades y entre losclanes indgenas? La propuesta dela reconstruccin de la identidadpanzalea tiene algn ancamientoreal o es una construccin recienteque no tiene capacidad de arrastredel mundo indgena, menos de losno indgenas? Cmo romper esemundo dualista y construir la inter-culturalidad?

    El tercer problema tiene relacin conla potencialidad de la propuesta ind-

    gena para comandar el desarrollolocal. La actual propuesta indgenase basa en una convocatoria tnicadualista que enfatiza la unidad ind-gena frente a lo mestizo; se arti-cula sobre la estructura corporativade las comunidades que controlandesde esa estructura al brazo pol-tico (Pachakutik) y procesan de esaforma la alianza con otras fuerzassociales; y se maneja en medio deuna negociacin y conicto de losclanes familiares que actan comoredes locales. Qu potencialidady alcance tiene el procesamiento

    corporativo de la sociedad indgenay de la mestiza? Cmo se trabajarla interculturalidad en medio deun discurso dualista? Es posible ydeseable pasar a nuevas formas dedemocracia basadas en los indivi-duos y no en las redes nicamente?

    El cuarto problema tiene relacin conla viabilidad de ese espacio econ-

    mico. Al momento, las propuestasque se desarrollan desde los gobier-nos locales buscan administrar larenta estatal (el 15% asignado), perono tienen capacidad para levantarms recursos locales, pero sobretodo para provocar cambios estruc-turales, sobre todo en la tenencia delas tierras planas, del riego, las nan-zas, el gran comercio, la industria ola minera, entre otros. Por otro lado,Cotopaxi deja escapar demasiadosexcedentes hacia otros espacios,especialmente a Quito. Entonces cabepreguntase: Tiene viabilidad econ-mica el espacio de Cotopaxi o es unproyecto por construir? Es posibleir mas all de la administracin de lapobreza, es decir de las rentas esta-tales que tienen los gobiernos loca-les, para intentar reformas estructu-rales que afecten a la actual inequi-dad econmica? Es posible juntarla lucha por una equidad territorial,

    con la equidad con los pobres, lasmujeres, las generaciones de jve-nes y nios, con los indios y buscar almismo tiempo un desarrollo sosteni-ble en un espacio tan colapsado, quede otra parte tiene tal fuerza organi-zada indgena, como en ninguna otraprovincia del pas ?

    Sin duda alguna, las preguntas rea-lizadas por ese equipo de reexin yotras que seguirn surgiendo, exce-den de largo las posibilidades deestas pginas. Muchas de ellas tienenuna gnesis mas bien coyuntural, enla que otros estudios pueden aportarcon mayor propiedad. Sin embargo,este dilogo con el pasado intentar

    discutir varias de las preguntas, sobretodo aquellas que tuvieron su origenentre 1740 y 1970, espacio temporalprivilegiado por esta reexin.

    En esos 230 aos, Cotopaxi atravespor dos perodos sobresalientes: (i) lacrisis de la produccin textil iniciadaen 1740, que se profundiz paulati-namente y sin desaparecer del todo,dio paso al sistema hacendario quese mantuvo boyante hasta 1910; y (ii)una etapa de modernizacin agra-ria que arranc con la instalacin delferrocarril en 1910, para ir ganandoterreno de manera tortuosa mientrasse mantena el sistema hacendario,hasta lograr una recomposicin conla produccin lechera en la dcadadel 70. Los ajustes estructurales del90 y los procesos de desarrollo localcomandados por el movimiento ind-

    gena, matizarn este proceso, quean no presenta rupturas agudas.La situacin actual es como la de unhuevo empollado a punto de reven-tar: la administracin indgena delterritorio puede abrir un cambio sus-tantivo, al que estas pginas buscanapuntalar.

    INTRODUCCIN

    1 El taller realizado el 5 de octubre del 2004,estuvo integrado por ngel Bonilla, MaraBeln Cevallos, Ana Mara Larrea, AntonioGaybor y Galo Ramn

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico12 Cotopaxi al debate: 1740-2001 13

    Ubicacin y ambiente

    En el siglo XVIII, lo que ahora es laprovincia de Cotopaxi, se conocacomo el Corregimiento de la Tacunga.La demarcacin territorial que ahoraconocemos data de 1770, cuandose crea el Corregimiento de Ambatocomo parte de las reformas territoria-les que los Borbones impulsaron parahacer ms eciente su administracin.Con la creacin de Ambato, el Corre-gimiento de Latacunga limitaba, parautilizar una demarcacin de la poca,por el norte con Quito en el nudo deTiupullo; al sur con el Corregimientode Ambato, en el lugar llamado puca-rrumi; por el oriente con el de Quijos;y por el occidente con los llamadosColorados (Cicala, 1771:323).

    Desde el punto de vista ecolgicoest situado en una tpica hoya inte-randina, que segn un agudo obser-vador del siglo XVIII, es un territo-rio que comprende y abraza las dosfamossimas y altsimas cordillerasDichas cordilleras de altsimos mon-tes contienen una extensin increblede tierra, en sus inmensas faldas yexplanadas. Por ello, la extensin delterritorio de la Tacunga, desde Orientea Poniente (occidente) en lnea rectay altura tambin recta, no pasa desesenta leguas De igual manera, laextensin de dicho territorio desdeel Aquiln (norte) al Austro (sur), nova ms de diecisis leguas y media(Cicala:323). La zona est situadaen una doble transicin, cuyas dife-rencias, despus de 1850, se han idoacentuando: (i) en el trnsito entre la

    sierra norte hmeda y la sierra centralms seca, debido a que, a la alturadel paralelo uno de latitud sur, enLatacunga, se debilita la inuencia delos dos dominios lluviosos, la cuencaamaznica y la selva del Choc; y (ii)en una transicin transversal entre

    la cordillera central alta, hmeda ynubosa, y la cordillera occidentalmenos hmeda, tambin alta, perocon menor nubosidad, que al bajara su anco occidental, otra vez sevuelve muy lluviosa. Esta doble tran-sicin fue captada por los observado-res de la poca, como el padre MarioCicala, un jesuita italiano que caminla zona de norte a sur, que not adi-cionalmente un cambio del tipo desuelos, el impacto de las erupcionesdel Cotopaxi, los cambios de la topo-grafa y el poderoso inujo del viento,que son variables especcas de esepaisaje:

    A la altura de Tiupullo, Cicala des-taca que al caminar por el caminoreal pudo distinguir bosqueci-llos y matorrales espessimos secamina (desde Machachi) como si

    se bordearan aquellas anchsimasfaldas, muchsimas en nmero, unapegada a la otra, que corren por unpsimo y fragoso paso llamado ElExcomulgado hasta encontrarse conla bajada, de poco menos de tresleguas y media. Cuanto ms se aden-tra el viajero por aquellas faldas tantoms va sintiendo la rigidez del fro yla molestia de los fuertes vientos,

    pues poco a poco va acercndosey al mismo tiempo descubriendo el

    gran monte nevado Cotopaxi, quese encuentra situado de tal maneraque domina todas aquellas comarcas

    y faldas Una vez que se llega alborde donde empieza la larga bajadade cerca de dos leguas, de pronto se

    presenta a la vista un ancho y dila-tado valle de ocho leguas de longi-tud y ms de diez, en algunos sitios,de anchura, muy ameno y delicioso.Por todas partes vense lugares ycomarcas esparcidas ac y all entreverdes orestas, algunas plantadasen las orillas de los ros, que se ven

    serpentear por aquellas llanuras, conespecial deleite de la vista.

    Luego describe su paso por el centrodel valle en el que ve innumerableshuertos de manzanas, de amenos jar-

    dines y deliciosas haciendas, hastallegar a la poblacin de San Felipe(hoy Salcedo) muy frtil y bien culti-vada, con hermosas ncas, huertas yjardines. Se dan abundantes cosechasde trigo, cebada, maz y habichuelasde toda clase.Al pasar el ro de SanFelipe, comienza a notar la transicin.Destaca que desde la citada comarcasigue una cadena de pendientes fal-das estriles, formadas por variascolinas altas, que corren a lo largo dedos leguas y media. Al pie o base deestas pendientes y colinas se extiendeuna gran llanura de la misma longitudque las colinas, en cambio su anchura

    es diversa: en unas partes es ms deuna legua; en otras partes menos, enotras es de media milla. Toda la lla-nura es arenosa, pero tambin haydiversidad de arenas: en algunossitios la arena es gruesa, en otrosmenuda, en unos pocos es arena nay en muchos lugares es pedregosa, acausa de las grandes correntadas delro San Felipe en todas la erupcionesdel monte Cotopaxi, las que siemprehan inundado casi la totalidad deaquella llanura, por lo menos en laanchura de una buena milla: se hanllevado toda la tierra buena y fecunda

    dejando solamente la arena y las pie-dras (Cicala, 1771:332). Al llegar aSan Miguel seala que esta llanura

    es muy seca por carecer totalmentede agua (Ibid:335)

    La transicin transversal tambin esobservada por el jesuita caminante.Nos seala que desde Tacunga haciala cordillera occidental estn situadoslos principales pueblos de Saquisil,Pujil, Tanicuch, la poderosa haciendade La Cinega y Cusubamba. En todasellas destaca la feracidad y fertilidadde esas tierras para sembrar todaclase de granos y legumbres. Conti-nuando hacia el occidente, a 14 leguasest Sigchos, que es tierra clida ymuy hmeda por las abundante llu-vias. Abunda en maz y otros granos,y habichuelas.Es una tierra calienteen la que viven los indios llamadosColorados. Aade que el caminohacia aquellas montaas y selvas essobremanera difcil, fragoso, llenode todo y peligroso por la gran can-tidad de vboras, serpientes y tigres:solo viajan por l algunos mestizos eindios de la Tacunga y de su territo-rio, tres meses al ao: en abril, mayoy junio; a veces en mayo, junio y julio,segn que la estacin veraniega unao se atrasa, otro se adelanta reco-nociendo la inuencia de la corrientedel El Nio en la variacin de lluvias,sealando que lo hacen con el nde comerciar con los indios medio

    salvajes e incivilizados, en algodn,pimienta seca, sal, arroz, bananoshorneados, achiote y otros productosde clima caliente (ibid: 329). Sealaque ms abajo se ubica Angamarcaque siempre est cubierta de nieblaespesa, y rara la vez se ve claro el sol(ibid:330).

    La inuencia del volcn Cotopaxi estan gravitante, que bien puede de-nirse a la zona como una regin bajoel volcn. Otro jesuita, el padre Juande Velasco, es particularmente pro-lijo en mostrarnos la inuencia delcoloso, sobre todo en el siglo XVIII.

    EL CORREGIMIENTO DE LATACUNGA ENTRE 1740-1910

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico14 Cotopaxi al debate: 1740-2001 15

    Velasco da cuenta de ocho erupcionesentre 1532 y 1768, a las cuales debesumarse la erupcin de 1783, sietede ellas se dieron en el siglo XVIII.De sus efectos destaca tres aspectoscentrales: (i) los ujos de agua, cuyasinundaciones en algunas oportunida-des llegaron hasta la plaza mayor deLatacunga, y tuvo rodeado todos loscuarteles de las casas, entrndose aellas por las puertas, y las rendijas,dejando en las calles grandes pedro-nes de hielo, arrancados al bajar porel cauce, que destruyeron hacien-das, ganados, molinos y las casas;(ii) la cada de cenizas, arena y piedragrande y menuda a centenares deleguas a la redonda que destruyeronlos cultivos, los rboles y las casasquedando sepultados profunda-mente los sembrados, y esterilizn-dose la tierra por mucho tiempo; y(iii) los terremotos asociados, comoaquel de 1768, que lleg a sentirseincluso en Quito (Velasco, To.III:161).A estos estragos del volcn, debesumarse el gran terremoto de 1797que asol a la sierra central2. SegnCicala, los terremotos se anunciabanen Tacunga con seales inequvocas:la primera es el humo del Cotopaxi,esto es cuando lanza humo ms delo ordinario: la segunda es cuandopor la noche estando el cielo serenose oyen truenos profundos comode caonazos pero muy lejanos: la

    tercera y ms segura es cuando doso tres das antes se ven crecer lospequeos pozos de agua que tienenen sus casas, con agua turbia y hastael borde: de ordinario el agua turbiarebosa el borde del pozo, y la expe-riencia les ha enseado que enton-ces el terremoto ha de ser extraordi-nariamente fuerte y violento (Cicala,

    341): Ms all de la veracidad de lossignos, es notable la relacin entre elvolcn y su gente, determinando elimaginario, la vida cotidiana, las deci-siones de futuro y los ciclos de crisisde la zona.

    La presencia del viento es otra de lasgrandes variables duras de la eco-loga de la zona. Cicala seala quela ciudad de la Tacunga y todo suterritorio se halla excepcionalmentedominado por torbellinos y violen-tsimos vientos durante todo el ao,un tanto menos fuerte en los mesesde junio, julio, agosto, septiembrey octubre, a los que les llaman vien-tos de San Juan. Son tan violentos e

    impetuosos (pues yo mismo los heexperimentado por varias veces),que adems de levantar nubarronesde polvo y de arena arrastran de losbarrancos y llanuras de arena gruesacomo balines y balas de escopetas ylos lanzan por los aires a manera deuna copiosa granizada, por lo quees necesario viajar con mascarillas.Aqu aporta un dato adicional: con-sidera que los peores vientos se danen la parte alta de la cordillera occi-dental en el camino a Sigchos. Relatavarios episodios de personas quefueron arrebatadas con mula y todo,en esas alturas (Ibid:342). La presen-cia de grandes nubarrones de tierrasmuestran una activa erosin elica,ocasionada por la introduccin delbarbecho (tiempo de descanso de latierra), que incorpor la agriculturatrada por los espaoles desde sulgica de estaciones marcadas, cues-tin que dej desprotegido al suelo,contrariando uno de los principios dela agricultura andina, la de mantenersiempre el suelo cubierto.

    Sintetizando, Cicala seala que, contodas estas inuencias, el clima esvariado de acuerdo con la situacinde las tierras y lugares: as, hay cli-mas de pronto frigidsimos, comoTiupullu, Cotopilal, Callo, y otrosmenos fros y ms suaves como: laCinega, San Felipe, Cusubamba,etc. Otros climas son templados ytibios como: Molleambato, Nagsiche,Tiubamba, San Miguel (en el actualAmbato), otros nalmente son calu-rosos, como: Sigchos y Angamarca.Muestra los impactos del viento y delas erupciones sobre un territorio quetodava se deja ver frtil, hmedo,pero frgil, sometido a una intensaerosin elica. Ese equilibrio precariofue dramticamente roto ms ade-lante, por la modernizacin agrcola.En el siglo XIX, nuevos terremotosasolaron el rea, el de 1802 que fuepequeo, y el de 1877 que golpe losintentos de modernizacin. En el sigloXX, la cordillera occidental que alber-gaba a la mayor cantidad de gente hasido deforestada y las bases produc-tivas casi han colapsado. La prdidade humedad es alarmante, hasta losglaciares pierden 50 centmetros porao: la situacin actual es realmentedramtica.

    Administracin y pueblosdel Corregimiento

    De acuerdo al manejo administrativode la Audiencia de Quito, el territoriode la Tacunga tena hasta 1770 unCorregidor, un Escribano Pblico yun Alguacil Mayor. No tena Cabildo,como Riobamba por ejemplo, esdecir, no tuvo durante casi todo elsiglo XVIII una lite unicada quecreara una identidad local, dejandoeste aspecto a lo que podan hacerlas haciendas, los pequeos sistemasde dominacin local y los seoros

    tnicos. En lo espiritual dependa delVicario del Obispo de Quito y de tresprrocos: uno de indios, otro de mes-tizos y otro de espaoles, que nosmuestran el crudo dualismo tnico,con el que manejaban una realidadfuertemente polarizada. Tena comosu ciudad principal el asiento de blan-cos de Tacunga en el que vivan hacia1790 unos cuatro mil blancos. Es unaciudad grande con las calles sim-tricamente distribuidas y divididas,anchas, largas y empedradas. Juntoa la ciudad haban dos subvurvios,el de los indgenas los mtimas deSan Sebastin y el Barrio Caliente (de indios y mestizos) que fue dura-mente golpeado por las erupcionesdel Cotopaxi. Juntos sumaban otroscuatro mil habitantes. Esta relacinentre ciudad blanca y pueblo indioadjunto, serva en la colonia para queel asiento criollo tuviera la fuerza detrabajo necesaria para mantener lasvas y las edicaciones pblicas, peroal mismo tiempo, era el espacio demayor contacto intertnico, entre losindios libres (no sujetos a las hacien-das) y el pueblo de criollos.

    Los principales pueblos indgenas seubicaban a lo largo del Camino Realy hacia la zona occidental. Este dobleeje, norte-sur y centro-oeste, tenauna profunda raigambre histrica, yobedeca a las condiciones polticasde una parte y ecolgicas de otra.Desde el punto de vista poltico, losincas introdujeron un ordenamientode los pueblos al rededor del CaminoReal que pasaba a Quito, en tanto, laecologa favoreca los asentamientosen las cordillera occidental, un pocoms alejados del volcn y en la cordi-llera menos nubosa y hmeda.

    La lgica de ordenamiento territorialincaica, no vari sustantivamente conla hacienda tradicional, hasta los proce-sos de modernizacin que se iniciaron

    2 Stevenson que pas 11 aos despus por Tacunga seala que quedamos asombrados al ver losescombros causados por el terremoto de 1797; la iglesia y los conventos haban sido demolidospor completo, y sus restos estaban an en el mismo estado al que haban sido reducidos por estaterrible convulsin de la tierra (Stevenson, 1994:402)

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    en el siglo XIX. Por esta razn, en elCamino Real o cerca de l, se ubica-ban nueve pueblos: Saquisil, Pujil ySan Miguel con alrededor de cuatromil habitantes cada uno; Cusubambay San Felipe con unos dos mil sete-cientos cada uno; y Toacaso, Alaquezy Tanicuch, con mil cuatrocientoscada uno. En los ancos occidentalesse situaban Isinlib con unos dos milsetecientos, Chugchiln y Sigchos conunos mil cuatrocientos cada uno; yen la parte ms occidental, en la zonacaliente y lluviosa, lindando con losColorados se situaba Angamarcacon unos mil cuatrocientos. La pobla-cin del Corregimiento era de 50.280personas, de los cuales, el 75,63%eran indgenas, el 23,65% blancos,el 0,69% libres de varios colores y el0,03% esclavos negros3a nales delsiglo XVIII.

    La economa del Corregimiento sebasaba en la produccin textil, laactividad agropecuaria y la produc-cin artesanal, reconociendo ciertaespecialidad por pueblo. Los obrajesubicados en el valle central producantelas, paos de lana y algodn, som-breros, tapetes, pellones y mantas.En Pujil y en el Colegio de la Com-paa de Jess se producan objetosde cermica (vasos, jarras, cubetas,copas, tazones y jofainas) que goza-ban de mucha aceptacin en toda laReal Audiencia. Tambin haban fbri-cas de cal que se venda en Quito.En Saquisil hay algunos molinos desemilla de nabo, cuyo aceite sirvepara cardar e hilar lanas para tejerpaos, bayetas, jergas y telas delana, que tiene gran demanda y buenprecio (tres escudos el jarro). En lazona caliente de occidente comen-zaron a montarse trapiches para laproduccin de aguardiente de caa.

    El estado colonial construy unafbrica de plvora en Latacunga, y enel Barrio Caliente los mestizos produ-can camaretas para las numerosasestas indgenas. En los diversospueblos se produca trigo, cebada,maz, papas, quinua, habichuelas yfrutales, ganado ovino y bovino decuya leche se fabricaba quesos. Ste-venson, otro acucioso viajero anotaque casi todas las frutas que existenson una variedad de cerezas silves-tres llamada capul, la cual crece enabundancia y constituye el principalalimento de los indios cuando estmadura; existen adems una pocasmanzanas y algunos duraznos. El

    nitro se encuentra en algunas partesde la provincia y se manufactura unaconsiderable cantidad (Stevenson,(1808-28). 1994: 403)

    En 1824 se cre el cabildo de Lata-cunga como un cantn de Pichinchacon la Ley de Divisin Territorial de laGran Colombia. Con la nueva ley deDivisin Territorial de 1851 junto conAmbato conformaron la provincia deLen. En 1860 se crea la provincia deTungurahua, de manera que, en esapoca se dene el territorio actual,pero todava con el nombre de provin-cia de Len. Recin en 1938, se deno-mina provincia de Cotopaxi (Enoch,1981:299) en homenaje al volcnque ha pautado tanto la vida de suspobladores.

    De la crisis textila los complejosobraje-hacienda

    La crisis del sector textil que dinami-zaba a la economa de la regin cen-tro norte de la Audiencia de Quito,

    comenz a manifestarse en las dcadasnales del siglo XVII. Se trataba de unacrisis de demanda del sector externo,que se complic con factores inter-nos. El factor externo ms importantey decisivo, fue el decrecimiento de laproduccin de plata en Potos que alcontraerse drsticamente entre 1701 y17504, redujo la demanda textil. Entrelos factores internos se considera quelos terremotos y epidemias que dis-minuyeron la disponibilidad de fuerzade trabajo y golpearon la infraestruc-tura productiva, ayudaron a profundi-zar la crisis. En la zona, las erupcionesdel Cotopaxi y los terremotos dejaronuna inmensa destruccin; que adicio-nalmente ocasionaron epidemias yhambrunas.

    Frente a la crisis, muchos obrajeroslograron rearticular su mercado hacialos centros mineros de Nueva Gra-nada que se encontraban en plenaexpansin productiva (Melo:1979). C.Borchart establece que las Guas decomercio despachadas desde Quitoa la Nueva Granada aumentaron pro-gresivamente del 42,2% en 1787 al57,5% en 1795 y al 76% en 1818; entanto, las guas que van al sur decre-cieron del 3,7% en 1787 al 2,5% en1795 hasta prcticamente desapare-cer en 1819 (Borchart, 1988:292).

    Sin embargo, ello ocurri solo conparte de los productos: Cicala sealaque luego que languideci el comercio,al presente se traca en la Tacungacon pocas telas y paos de lana y

    algodn, con sombreros, aunque muyescasamente. Solamente se mantiene

    vivo el comercio de tapetes, pellonesy mantas (Cicala:323). Otro efectode la crisis fue la migracin de impor-tantes contingentes de indgenas dela regin central a la sierra norte. Dehecho, el 36% de los habitantes delCorregimiento de Otavalo en 1720,provenan de Riobamba, Ambato yLatacunga5 (ANH,Q, Indgenas, C.37y 38). Se cerraron varios obrajes par-ticulares y de comunidad (Browne,1984; Alchon, 1991; Tyrer, 1988; Ortizde la Tabla, 1977). Los nicos obra-jes que pudieron sobrevivir fueronaquellos que pertenecan a grandescomplejos hacendarios, que pudieronnanciar su desplazamiento regionalo competir con precios bajos.

    Muchos obrajeros y hacendadosvendieron sus propiedades, acosa-dos por la estrechez del mercado ypor las deudas. Las evidencias nosllevan a la conclusin de que en elsiglo XVIII, como consecuencia de lacrisis se produjo una mayor concen-tracin de tierra en la sierra centronorte, especialmente en favor de lasrdenes religiosas y grandes pro-pietarios que manejaban complejoshacendarios (diversas haciendascon producciones distintas y com-plementarias) y complejos obrajerosque estaban articulados a haciendasagrcolas que les daban soporte. Loscatastros que se realizaron para elcobro de alcabalas nos conrman lamayor concentracin de tierras6. En

    3 ANH, Q, Empadronamientos, Numeracin de Corral y Narro, 1783

    4 En la dcada 1641 a 1650 se produjeron 589.824 pesos, produccin que fue bajando hasta que enla dcada 1691 a 1700 slo se produjeron 303.017 pesos (Assadourian, 1982:121)

    5 El Corregimiento de Otavalo tena 4.182 tributarios, de los cuales 1.517 eran forasteros (ANH,Indgenas, 37, 1720)

    6 Hemos evaluado siete tipos de fuentes: Alcabalas, Visitas, Guas Comerciales, RelacionesGeogrficas, Notaras, Libros de Haciendas e Informes de autoridades locales, de las cuales, elavalo catastral para el pago de la Alcabalas, es la fuente ms prometedora, porque permiteconocer los propietarios y definir estratos por avalo, que muestran los diversos tamaos einversiones de una propiedad.

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico18 Cotopaxi al debate: 1740-2001 19

    1756 se contabilizaron en Latacunga296 haciendas (Tyrer, 1976:432-33),cuarenta y ocho aos ms tarde,solo se contabilizaron 242 hacien-das, cuestin que muestra el procesode concentracin de la propiedad.

    A partir de la segunda mitad delsiglo XVIII, sin que la sierra central sehaya logrado recuperar de su crisis,el estado colonial introdujo nuevasmedidas scales, en el marco de lasdenominadas reformas borbnicas7

    que profundizaron la crisis de eseespacio. Las reformas iniciales tuvie-ron el propsito de elevar las recau-daciones scales de la Audiencia, atravs del monopolio de los estancosde aguardiente, plvora y de tabaco,un ensanchamiento del nmero detributarios y una mejor recoleccindel tributo, y la imposicin de alca-balas a los productos y propiedades.El impacto en la Tacunga fue directo:el estado instal fbricas de aguar-diente en la zona caliente, tratando demonopolizar la produccin, obligandoa los productores locales a entregarlemiel y raspaduras. Tambin el estadoinstal la Real Fbrica de Plvora enLatacunga que oblig a los indios deTanicuch, Saquisil y Cusubamba atrabajar en ella y compiti de maneradesleal con las pequeas fbricas decohetera y fuegos articiales, quedebieron cerrar en 1791, y a los arte-sanos se les oblig a comprar la pl-vora para su trabajo. Los datos de laReal Caja de Quito, permiten concluir

    que las reformas tributarias tuvieronxito: el cmputo en quinqueniosmuestra que a partir de 1774, hay unincremento del 154%, de los ingresosanuales que llegan a su mximo topeen el quinquenio 1794-99 (Borchart,1988:299-311).

    Para la imposicin de estas nue-vas medidas tributarias se debieronhacer censos de poblacin ms pro-lijos; se redenieron las categorasde indgenas, incluyendo a muchosque se consideraban mestizos enla poblacin tributaria; se cambila burocracia local que comenz acobrar directamente los tributos queen el pasado se arrendaban; se reeva-luaron las propiedades agrarias y seaument el nmero de los pequeoscontribuyentes. Las nuevas imposi-ciones fueron resistidas con un ver-dadero ciclo de levantamientos. Entre1700 y 1760 solo se registraron trecesublevaciones importantes; en tanto,entre 1761 y 1803 se registr un ver-dadero reguero de 32 revueltas en laReal Audiencia8. Aunque los motivosde las sublevaciones fueron diver-sos, y en ocasiones muy acotados acircunstancias locales, la mayora deellas tuvieron una clara motivacinscal. En unos casos, los indgenas sesublevaron contra las numeracionesque buscaban elaborar una nuevabase de tributarios y contra los tribu-tos; en otras se levantaron contra losdiezmos, curas, minas y hacendados;y otras sublevaciones repudiaron lasalcabalas y el monopolio estatal de los

    estancos. La mayora de los ideariosde las sublevaciones en la Audien-cia de Quito intentaron recuperar losseoros tnicos que constituan sumayor experiencia histrica (Ramn,1989; Moreno, 1995); otros buscaronrecomponer pactos con el estadocolonial y las haciendas; algunassolamente rechazaron los excesossin desarrollar propuestas visibles, yotras incluso llegaron a la autoliqui-dacin tnica como medida extrema,sobre todo en las zonas marginales9.En la zona de Cotopaxi se produjeroncinco sublevaciones, una de ellas degran envergadura: una pequea en1746 en Sigchos y Toacazo protago-nizada por los mitmajkuna, secun-dando el alzamiento de Juan SantosAtahualpa realizado en el Per; otraen 1766 en Molleambato, San Miguely Cusubamba, contra el cobro detributos adelantados que rompael ciclo de la economa tnica. Enaquella ocasin se plante la auto-noma del Seoro y se proclam aun Hati; en 1771 se produjo la mayorsublevacin en San Felipe contra lanumeracin; en 1778 los indgenasurbanos de San Sebastin en Lata-cunga protagonizaron una pequeaescaramuza oponindose al trasladode un cura amigo; y en 1797, con oca-sin del terremoto, muchos indios deCotopaxi se unieron a la rebelin con-tra las aduanas y por la autonoma de

    los seoros dirigida por los indios deRiobamba10

    El levantamiento de 1771 de San Felipemuestra comportamientos anlogosde los indios a otros observados enla Audiencia: es un levantamiento,en principio antiscal, en contra de

    la numeracin que les impondranuevos impuestos. Sin embargo, tienevarios ingredientes particulares: selevantan contra un eventual reasen-tamiento a Logroo, especialmentede los jvenes, cuestin que provocla activa participacin de las muje-res. Se levantaron en defensa de susganados y de sus pequeas chacras,que segn se crey seran consca-das. Ello muestra la existencia de unapequea economa familiar, tanto deindios sueltos, como de aquellos quetrabajaban en los obrajes, a las queestaban dispuestos a defender hastala muerte. La sublevacin mues-tra una importante participacin demujeres mulatas que trabajaban enlos obrajes. Tal alianza entre subalter-nos es novedosa, puesto que en otrossitios, mas bien los negros y mulatoshaban sido utilizados para reprimira los indios. Tambin se destaca elliderazgo de los mandos medios (unalguacil y alcaldes de comunidad)que lideran a los indios sueltos y alos trabajadores del obraje estatal deLa Calera que fuera de los jesuitas,antes de su expulsin. El cacique, unSancho Hacho Pullupagsig, se man-tiene alejado de los acontecimientos,cuestin que muestra que el papel yla actitud de los caciques del rea semantena cercano a los espaoles. Deotra parte, es impresionante el corajey valenta de un indio joven, Lucas

    Guamn, que lleg a batirse hastacon diez espaoles, llamados en lazona chapetones. La violencia delos acontecimientos en los que fue-ron masacrados, golpeados y lisia-dos varios indios, entre ellos, variasmujeres, denota un dualismo tnicomuy rgido11.

    7 Los Borbones accedieron a la Corona en 1713. Implantaron una serie de medidas administrativasy polticas para aumentar los ingresos a la Corona y contrarestar el declive econmico de Espaa:crearon nuevos virreynatos, introdujeron las intendencias en lugar de los Corregimientos,favorecieron una administracin controlada ms directamente por espaoles cuestin quedesplaz a muchos criollos, expulsaron a los jesuitas para tener mayor control de la iglesia,crearon milicias coloniales para controlar cualquier desorden y decretaron el libre comercio queprodujo el despegue de varios puertos.

    8 27 en la Sierra Centro Norte 27, en la Sierra Sur 4 y una en el oriente. Ver una lista de sublevacionesen mi artculo Los indios y la constitucin del Estado Nacional en Los Andes en la Encrucijada,FLACSO, 1991:419-456

    9 Salomon, Frank, El shamanismo y la resistencia indgena en el Ecuador, Cultura 21, BCE, 1985, Quito.

    10 Ramn, Galo, Los indios y la constitucin del Estado Nacional, en Los Andes en la Encrucijada,1991: 451-455

    11 Para una descripcin ms pormenorizada de los eventos, ver, Moreno, Segundo, SublevacionesIndgenas de la Audencia de Quito, 1995: 131-151

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico20 Cotopaxi al debate: 1740-2001 21

    Para inicios del siglo XIX, en 1804, el54% de los indios (4.515 de 8.282contabilizados) haban sido incor-porados por las 242 haciendas deLatacunga, para un promedio de18,7/hacienda. El porcentaje msalto de indios sujetos, estaba enCusubamba (76%), Pujil (73%) y SanSebastin (60%); en tanto los msbajos en Toacaso (36%), Isinliv (33%)y Sigchos (28%)12, lo cual muestraque el avance de la hacienda sobrelos indios se produjo en la zona cen-tral del valle, tendiendo a desplazara los indios sueltos a las zonas msremotas y menos frtiles. Ello agregaotra explicacin a la degradacinecolgica de la cordillera occidental.Por su parte, tambin para ese ao,1804, se contabilizan 27 obrajes enLatacunga (uno en Alaquez, siete enSaquisil, seis en Pujil, dos en Cusu-bamba, uno en San Miguel y siete enSan Sebastin) que en general siguenel patrn de distribucin hacendaria,es decir que, funcionaba all la ecua-cin obraje-hacienda, que constituyeuna particularidad de Cotopaxi. El ele-vado nmero de obrajes, (ms que enRiobamba que en ese ao tena soloonce, que Ambato que solo tena tresy que Quito que tena 12 chorrillos),muestra que, por su cercana a Quitoy a Nueva Granada, la produccinobrajera de Latacunga sobrevivi a lacrisis, por tener mano de obra barata

    y un mercado cercano.

    Los seoros yparcialidades indgenas

    Cotopaxi fue en el incario una zonaimportante, por situarse, comohemos dicho, en el eje longitudinaldel Camino Real que conduca a Quito

    y en el eje transversal que una Quijosen la amazona con los ancos coste-os de los pueblos yungas (tschilasy otros). Por esta razn, la zona fueintensamente kichuizada, se coloca-ron mitmajkuna de alto rango, gruposde control militar y camayos que pro-ducan bajo el esquema de archipi-lagos verticales. De esa estructuraantigua, quedaban fuertes vestigiosen el siglo XVIII: (i) haban mitmasingas chinchaysuyos y caaresde elevado rango en Pujil y Anga-marca; (ii) mitmas comunes en SanSebastin, Saquisil y Alaquez (Gua-mn marca y Chuquimarca); as comoyanaconas en Alaquez y Angamarca(iii) camayos en San Felipe y variosgrupos pertenecientes a Angamarcadestacados a zonas como Ambatoy Salinas; de Alaquez destacadosa Pusuqu y Pomasque en Quito; yde Cuzubamba a Pllaro, en el tpicomodelo de colonias a distancia; (iv)todava era perceptible la organiza-cin tripartita incaica (collana, payany cayao): haban grupos collana enCuzubamba, Isinliv y Angamarca; gru-pos Urinsaya en Cuzubamba, Atunsi-gchos en Sigchos y (v) haban grupos,al parecer puruhaes, cuyos nombresse parecen mucho a los que estabanen San Andrs de Chunchi, (Tugun yPatuln) que probablemente fueronmovilizados tambin por los incas(ANH, Q, Cacicazgos).

    En la colonia temprana, los caciquesde Cotopaxi haban establecido fuer-tes relaciones de alianza con losespaoles (el poderoso clan de losSancho Hacho), que les habra per-mitido mantener algunos de sus pri-vilegios. Ello explica que hayan gru-pos de Vagabundos y Forasteros enPujil e Isinliv al mando de seorestnicos locales; tambin indios de la

    Real Corona (es decir que tributabandirectamente al Rey) en San Felipe; yel hecho de que los yungas Colora-dos, es decir los actuales tschilas,haban sido colocados bajo la juris-diccin de los caciques de Sigchos.Sintetizando, para el siglo XVIII, lazona tena indgenas de siete proce-dencias distintas (mitmas de elevadorango y mitmas comunes de origensureo), indios puruhaes y quiteos,indios vagabundos y forasteros dediverso origen, los yungas colora-dos y los indios locales fuertementekichuizados, lo cual cuestiona unaeventual identidad panzaleo, que deotra parte resulta de un equvoco delos arquelogos13. Lo cierto era que,all se estaba amasando una identi-dad kichwa sobre la base de clanesfamiliares, que incluso intentaroncaptar, sin conseguirlo, a los llama-dos Colorados.

    En el siglo XVIII, funcionaban an lasredes de los antiguos seoros. Dehecho, cada cacique tena asientoen una jurisdiccin (en uno de lostrece pueblos) y cobraba los tributosde sus indios sujetos que estabanubicados en el ncleo central y endiversos pueblos. Los ejemplos msextendidos de este tipo de redeslos podemos encontrar en los caci-ques de Alaquez y Angamarca. Loscaciques de Alaquez cobraban sustributos en las siguientes parcialida-des: Narvez, Guamn Marca, Ylata,

    Yanaconas, Sagra, Aln, Choasua,Chuquimarca, Yanque, Collagua,Alaquez, Unache, Pusuqu y Pomaz-que) situados en diversos sitios delterritorio local y extralocal. Lo mismopuede decirse de los caciques deAngamarca, que cobraban los tribu-tos de las parcialidades: Munduqui

    o Munduqun, Yanacona, Guallasill oGualas, Collana, Sicoto Caar, Ipigua,Paliado, Ambato, Pujil y Salinas. Elloes importante, porque, las identida-des de estos cacicazgos poscolonia-les tenan dos vertientes: la vertienteterritorial (residencia en uno de lostrece pueblos) y la vertiente red deparcialidades, de manera que, nose adscriban a determinado pueblo,sino a un territorio extenso compar-tido. Ello ayud a crear, en nuestraopinin, una fuerte unidad del terri-torio kichwa de Cotopaxi.

    Entre 1700 y 1826, hay cuatro gran-des familias que controlan las gober-naciones de los diversos pueblos: losSancho Hacho (en su variantes Pullu-pagsig, Zamora, Espinar, Mrquezo Narvez) que manejan los cincopueblos(San Miguel, Pujil, Saquisil,Alaquez y San Felipe); los Hati (en susversiones Aja, Caar) que manejanSan Miguel, Isinliv, Tigual, Toacasoy Sigchos; los Cando que controlanSaquisil, Mulal y Angamarca; y losChicaiza que se mueven en Anga-marca y Pujil. Junto a ellos, un con-junto de caciques menores como: losPoinluisa, Tobanda de Angamarca;los Bastidas, Saragosn, Ruiz, Calaho-rrano, Surez de Latacunga; Cceresde Tanicuch; Ambumala de Cusu-bamba; Moncayo de Atunsigchos,Toacazos y Colorados; Tandalla deAlaquez; Caizatoa de San Sebastin;Salazar Cordones Betanzos Inga dePujil (ANH; Q, Cacicazgos).

    Con el ciclo de rebeliones del sigloXVIII, muchos caciques de sangreque haban liderado rebeliones enlos Andes perdieron el mando, cues-tin que se complement con elproceso de elecciones democrticas

    12 Udo Oberem: Indios libres e indios sujetos a haciendas, 1804-05, Pendoneros 20, 1981

    13 Hace cuarenta aos, en los 60s se debati duramente sobre la ubicacin de la etnia panzaleo ainicios de la colonia. Las investigaciones mostraron consistentemente que ella se ubic al sur deQuito, en Machali, Aloag, Aloass y Panzaleo, antes del nudo de Tiupullo.

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    impulsadas por las reformas gadi-tanas de 1809-1812. Sin embargo,en Cotopaxi, los registros histricosmuestran que hacia 1810-20 son lasmismas familias las que mantienenel control, lo cual ratica nuestraanotacin de que se mantena laalianza con los espaoles. Tambines muy signicativa la presencia decacicas mujeres que litigan por man-tener a sus hijos en las direccionescaciquiles: las cacicas Chicaiza deAngamarca, Cando Lazo de la Vegade Mulal, Mrquez Narvez SanchoHacho de los cinco pueblos, Hati deSan Miguel y Titusunta Llamoca dePujil y Saquisil. Estas ltimas sonparte de poderosas familias regiona-les que tambin manejaban la zonade los puruhaes. En verdad, las muje-res eran la base de estos poderososclanes familares locales y regionales.

    Los seoros tnicos perdern funcio-nalidad con la sostenida baja del pesodel tributo en las rentas scales entre1830 y su abolicin en 1857. La nuevacomposicin de los ingresos del pre-supuesto estatal de 1858 recogidapor Manuel Villavicencio, muestranimportantes cambios: el ingreso porlas aduanas de Guayaquil y Mantaconstituyen el 36,26% del ingresototal, generados en su mayora porlas exportaciones de cacao, tabacoy balsa de la costa, complementadascon la exportacin de cascarilla, som-breros y ropa de la sierra; los impues-tos internos a la produccin como losdiezmos, la sal, el aguardiente y lasalcabalas, pagados especialmenteen la sierra constituan el 20,54%; lacontribucin indgena, que anterior-mente nanciaba la mayor parte del

    presupuesto ha bajado al 12,85%, conlo cual los indios pierden peso econ-mico y poltico; el emprstito pblicoconstituye un 13%, cuya presencianos acompaar en toda la era repu-blicana hasta el presente en el quees un verdadero dogal; y el 16% res-tante de varios ingresos burocrticos:papel sellado, plvora, ramos atra-sados, temporalidades, entre otros,de un total de 1372.800 pesos14. Losseoros se disuelven en pequeasparcialidades y muchos jefes tni-cos se mestizan. Este mestizaje delos caciques locales, si creemos en elincreblemente desordenado trabajode Fernando Jurado, comenz muytempranamente en el siglo XVII15.

    El sistema hacendario enel siglo XIX

    Una impresionante y voluminosainformacin recogida por CarlosMarchn sobre 131 haciendas de lazona, que resulta una muestra muyrepresentativa, nos permite seguir laevolucin de la hacienda cotopaxeaentre 1818 y 193016.

    La hacienda predominante es la dedi-cada a la actividad agropecuaria, tam-bin existen algunas haciendas trapi-cheras, como la denominada Malquien Chugchiln de Juan Manuel Lassoubicada en la zona subtropical, y anlogran mantenerse en pie algunoscomplejos de obrajes-haciendascomo el Tilipulo de Jos ModestoLarrea, el Obraje del General IsidoroBarriga, el Guaytacama de AparicioRivadeneira y Tobar, entre otros, que

    producen para el mercado de Quitoy el de Colombia. Alejandra Kennedyy Carmen Fauria estudian uno de losimportantes complejos obraje-ha-ciendas de la zona, que en silgo XIXcomprende: el obraje de Tilipulo, lashaciendas La Compaa o Saquisil,Guaytacama, las dos Cunchibambas(estas dos en Ambato). Tambin seconectaban las haciendas ganade-ras San Juan, Mulal, Pasanche, LaCalera y Churupinto. La produccindel obraje se orientaba en el sigloXIXa Popayn, produca artculos delana hasta mediados del XIX, para locual import maquinaria en 1853. Elobraje an subsista en 1884, en quesucumbe a la competencia extranjeray se convierte en hacienda agrope-cuaria (Kennedy y Fauria: 1988:141-220).

    Por su parte, las haciendas agrope-cuarias podan subdividirse entreaquellas que producan bsicamentecereales y las que producan princi-palmente ganado y quesos, divisinque ser importante en los posterio-res procesos de modernizacin. Estaltima actividad resulta la ms renta-ble, de acuerdo a una estimacin rea-lizada por un embajador francs. laactividad lechera (leche fresca y que-sos) lograba un 14% de rentabilidadsobre el capital invertido; le segua laproduccin de carne de vacuno quelograba una utilidad neta del 6,9%del capital; y luego la produccinagrcola de cebada, maz, trigo y papaque obtena una utilidad neta del5% del capital (Saint Geuors, 1994:160). La rentabilidad de las haciendasqueseras resultaba de lejos la mejoropcin, en una poca en la que lashaciendas han perdido sus mercados

    a distancia y solo tienen los mercadosdomsticos. Ello explicar el surgi-miento de un sector modernizante deterratenientes en la sierra, dispues-tos a introducir cambios en las rela-ciones de servidumbre al interior dela hacienda.

    La hacienda se ha expandido a todala zona occidental, incorporando laszonas altas y subtropicales. La infor-macin no es explcita en el caso dela cordillera central, aunque por elaumento de propiedades, cabe ima-ginarse que su conquista era agre-siva. En las zonas altas de la cordi-llera occidental, estn registradas lashaciendas de Guangaje de Jos Alva-rez y Torres, la de Tigua de los Here-deros de Juan Po Escudero, Sala-malag del General Manuel Matheu yHerrera, hoy territorios muy degra-dados; en el anco externo, hacien-das como La Provincia; en Sigchoshaciendas como Silajo, Chinalo, Gua-yama y Magdalena, para mencionarlas principales. El nmero de propie-tarios tambin ha crecido, para 1871,en la provincia de Len hay 1.433 pro-piedades avaluadas en ms de 200pesos17. Ese crecimiento no se debe ala existencia de un activo mercado detierras, sino a formas tradicionales detraspaso de la propiedad. De la docu-mentacin referida, en los 112 aos,apenas se registran 118 compraventasdirectas (1,05/ao), predominandolas divisiones por herencia (77 testa-mentos) y 47 juicios de particin debienes. La gura ms socorrida es elarrendamiento: en esos mismos aosse registra 175 contratos de arrenda-miento (1,56/ao), lo que muestraque la clase dominante local noresida en sus predios, ni siquiera en

    14 Villavicencio, Manuel, Geografa de la Repblica del Ecuador, CEN, 1984.

    15 Ver, Jurado, Fernando, Sancho Hacho: orgenes de la formacin mestiza ecuatoriana, s/f. ABYAYALA-CEDECO.

    16 Ver, Marchn, Calos, La estructura agraria de la Sierra Centro.Nore, T.II, 1985

    17 La provincia de Len tena dos cantones, el de Tacunga y Ambato, de manera que a este nmerode propiedades debe restarse las que pertenecen a Ambato. En todo caso, crecieron con relacin alas 212 registradas a inicios del siglo.

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    Cotopaxi. Tampoco la gura del arren-damiento jugaba un papel moder-nizador de la propiedad, porque losarrendatarios no realizaban ningunainversin, todo lo contrario, sobre-explotaban los predios y la fuerza detrabajo, cuestin que se aade a lasrazones de deforestacin de la zona.Las localidades estaban controladaspor poderes locales integrados porpequeos terratenientes, arrenda-tarios de haciendas, los curas, lostenientes polticos y los quilcas.

    Como hemos sealado, los propie-tarios de las haciendas de Cotopaxi,no crearon una verdadera clase domi-nante local de carcter regional, sinopequeos sistemas de dominacinlocal. En ello incidieron varios hechosnotables: la cercana a Quito, quepermita que muchos integrantes dela lite quitea tengan haciendas enLatacunga, o la posibilidad de que losgrandes hacendados locales se tras-ladasen a Quito, sin perder la propie-dad de esas unidades. Los estragosproducidos por las erupciones y losterremotos del siglo XVIII, alentaroneste tipo de proyectos. Cicala relataque varias Ordenes Religiosas evi-taron construir sus escuelas de for-macin o levantar grandes ediciosen una zona tan inestable desde elpunto de vista telrico. Igual estra-tegia tuvieron varios hacendados.Por ejemplo, el hijo del Marqus deMaenza, que era dueo de dos gran-des haciendas y un obraje, jams resi-di en la zona. Otro ejemplo es el delMarqus de Miraores que se tras-lad a Quito en 1751 (Jurado, s/f:288).Pero no solo los marqueses, tambinlos hacendados menos encopetados:doa Rosa Carrin Velasco se tras-lad a Quito en 1781, tambin MiguelCarrin Quinez que viva en Quitoen 1840, pero que fue incluso Corregi-dor de Latacunga (ibid: 331). Gente dela lite quitea adquiri propiedades

    en Latacunga. La lista es muy larga,mencionemos a Manuel Larrea Jijnque adquiri Mulinlib en Cotopaxi en1796, Jos Carrin Velasco que com-pr la hacienda Alaquez en 1804Este comportamiento es generaliza-ble a buena parte de propietarios,razn por la cual la gura precapita-lista del arrendamiento fue la princi-pal forma de manejo de esas unida-des. Ello explica que no haya habidouna real presin por crear un Cabildolocal, que mas bien surgi tarda-mente impulsado por la racionalidadestatal que cre este cuerpo interme-dio a inicios del XIX, para administrarese territorio con mayor fuerza.

    Otra forma de ver esta conformacinlocal de los pequeos sistema dedominacin, es analizar las estasy los conos religiosos. Los diversospueblos tienen iconos religiosos decarcter local: el Nio de Isinche,que est en la iglesia de la Haciendade Isigche cerca de Pujil; el seorde Cuicuno, que se encuentra en elSantuario de Cuicuno y tiene devotosde varios sitios; el seor de Macas oMaquitas, que est en la iglesia dePoal (pueblo de mestizos); el Cora-zn de Jess del Arbol, que est enuna casa particular de Saquisil; elseor de la Calera en Latacunga quetiene devotos de su localidad, ascomo la Virgen de la Merced llamadaLa Peregrina, alrededor de la cual seorganiza la esta de la Mama Negraque hoy en da es divulgada como laesta general de la zona; en Anga-marca existen tres imgenes del Nio

    Jess que cuentan con devotos parti-culares; la Mam Natividad que esten una comuna de Saquisil, y luegopas a la Casa Campesina; San Fran-cisco o Taita Pancho que tiene granpopularidad entre los indgenas; yen las comunidades indgenas deGuangaje, Tigua y Zumbahua se haceculto a la Rumi Cruz. Todos ellos son

    conos locales, que dieron lugar aestas locales.

    Una coyuntura particularmente difcilque vivieron las haciendas y quereeja su grado de vulnerabilidad,fue aquella producida entre 1818 y1830, ocasionada por los combatesde la independencia. La economa sedesorganiz, el cambio del aparatoburocrtico central, las reclutasforzadas de ambos bandos, lasrequisiciones de vituallas y animales,las deudas que tenan las haciendas(denominadas censos en la poca)y hasta la activa militancia en elbando independentista de muchos delos hacendados quiteos que tenanpropiedades en la zona, conspiraroncontra la economa hacendaria. Loshacendados de Cotopaxi pidieronuna rebaja del inters de los censosdel 5 al 3%, porque segn decan queel gobierno espaol

    ha procurado destruirlos y sepultar-los (a los pueblos) en la ms espan-tosa miseria (y) que las grandeshaciendas que contiene este cantnse hallan, como sucede en lo gene-ral en la provincia, tan recargadas deprincipales acensuados que no cono-cen propietarios, sino unos inqui-linos que sacrican su sudor y susdesvelos en benco de los censua-listas (ANH,Q, Censos y Capellanas,C.76:1821-23)

    Muchas de las haciendas no podanpagar las deudas de los tributosde sus conciertos y aquellos quecompraron a crdito los bienes detemporalidades (expropiados a losjesuitas en 1767) tenan dicultadesen pagarlos. En 1818 tres haciendasdeban los tributos de sus conciertos,en 1819 otras tres, en 1820 subierona 8, igual nmero en 1821, llegando a20 en 1822 y a 38 en 1823, para des-cender a 26 en 1824 (Marchn, 1985).Varias haciendas fueron rematadas

    y tan temprano como 1833 debieronacudir al naciente capital nancierobancario, para hipotecar sus predios.En la documentacin revisada hemoscontabilizado 93 hipotecas para elperodo mencionado, lo cual muestraque los terratenientes vivan endeu-dados hasta los huesos. En este caso,tambin el capital nanciero jug unpapel parasitario que succionaba losingresos de los terratenientes queusaban esos dineros para nanciarotras actividades econmicas o susgastos personales, sin desarrollarprocesos de modernizacin.

    El aspecto ms signicativo que revelala documentacin que comentamos,es la importancia que va adquiriendoel acceso, manejo y posesin delagua. Este recurso que pareca sobraren el siglo XVIII, comienza a escaseara partir de 1832, cuando aparecen loscuatro primeros contratos de uso deagua. Caldas en 1804-05, a diferen-cia de las impresiones de Cicala queestuvo treinta aos antes, habla deun valle rido que se mantiene masbien de los obrajes:

    este pueblo (de Saquisil) situado enmedio de un arenal estril, mantienemuchos indios, lo que le hace uno delos mejores benecios del obispado.No ocupar estas manos la labranza,sera luchar contra un suelo ingrato;pero la industria le trae de todas

    partes la abundancia y las riquezas.Ocupados en los obrajes de Tilipulo,labran la lana de todos los partidos,y ricos, hacen ver que un poco deindustria puede mantener millaresde hombres sobre el suelo ms ridoe ingrato (Caldas, en Manuel Mio,1984:177).

    Los juicios de agua crecen en el trans-curso del siglo. Tambin aparecencontratos de apertura de acequias, ycontratos de servidumbre de aguas:entre 1832 y 1930 hemos contabilizado

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    43 juicios de este tipo, a un prome-dio de 0,43/por ao, que revela unaalta conictividad. Aunque no tene-mos una explicacin exhaustiva delproblema, la falta de agua e interspor su acceso, es un claro indica-dor de una disminucin producidapor la expansin de las haciendas ala altura, que habr disminuido la

    capacidad de retencin de agua enesos suelos. Tambin puede debersea un crecimiento de la demanda por elcrecimiento del nmero de propieda-des y de su uso irracional, tema quedebe ser profundizado18. Tanto losobrajes como las haciendas deman-daban agua.

    Los intentos ms tempranos demodernizacin en la zona, fueronprotagonizados por los dueos delos obrajes. En 1833, Jos ModestoLarrea rm un contrato de com-paa con Esteban Joleaud para

    mejorar, adelantar y perfeccionar lasmanufacturas del obraje de Tilipulo,incorporando las mquinas necesa-rias que seran importadas de Chile.El proyecto fracas. Aos ms tarde,en 1853 se logr la mecanizacin par-cial del obraje. Ello suscit una fuerteimpresin de un observador de lapoca que coment que

    Hay dos de ellas se refera a dosfbricas montadas en grande conmquinas tradas de Europa, una enel valle de los Chillos de Jijn dealgodn y otra en Tilipulo de lana.Todas las dems aada son mon-tadas en pequeo y por as decirdomsticas (Lisbo, Miguel, En Ken-nedy, et. al, 1988:205).

    Sin embargo, el esfuerzo de conver-tir a los obrajes en fbricas resultmodesto: deba enfrentarse a una

    competencia cerrada con los produc-tos extranjeros, en condiciones de unmercado pequeo. El principal incen-tivo de la modernizacin provenade la demanda de textiles del sur deColombia que estaba expandiendo sueconoma, pero sus demandas fueronnalmente cubiertas por los textileseuropeos: la golondrina de Tilipulono hizo un verano modernizador.Como por obra de un dios reacciona-rio de las profundidades, un nuevoterremoto, el de 1877, puso n a los

    intentos modernizadores: los lti-mos obrajes de los alrededores deLatacunga se cerraron y su expansinprcticamente termin segn lo des-tac Saint Geours (1994,141)

    La modernizacin de las hacien-das serranas se volvi a plantear entiempos del boom cacaotero, entre1875-1930. Se lograron con muchoesfuerzo crear ciertas condicionesfavorables: un sector modernizantede la clase terrateniente serrana dis-puesto a sustituir importaciones paraabastecer con alimentos a la costa;un presidente de la Repblica, EloyAlfaro, decidido a vencer los Andescon la construccin del ferrocarril enla zona ms escabrosa del mundo. Porn el sueo se cumpli, el ferrocarrilQuito-Guayaquil se termin de insta-lar en 1908. Empero, se demostr queello no era todo lo que se necesitaba:poderosas fuerzas polticas acecha-ban contra el proyecto modernizador.

    En la sierra, el sector tradicionalista dela clase terrateniente, no tena inters

    alguno ni en el ferrocarril, menos enla posibilidad de sustituir importa-ciones para abastecer a la demandacostea y a la ciudad de Quito queexperimentaba una ligera expansin.Se aferraban a la comodidad de man-tener el statu quo, la servidumbreen las haciendas, pero sobre todo,el control de los poderes locales, enlos que la hacienda ocupaba el papelcentral. Tampoco los grandes plan-tadores costeos tenan inters enla modernizacin, ni siquiera en el

    LA MODERNIZACIN AGRARIA:1910-1990

    18 Algunos estudiosos del clima han hecho notar que desde 1850 comienza un proceso de disminucinde la humedad en los pramos ecuatorianos.

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    ferrocarril. No tenan nada que vendera la sierra, sus ganancias no habansido invertidas en ninguna industria,preferan importarlo todo bajo elcmodo discurso del libre comercio.Apoyar el proteccionismo que recla-maban los modernizadores serranos,les habra signicado elevar el costode los bienes que importaban (hari-nas, textiles, zapatos, machetes, etc),lo cual habra presionado por unossalarios que no estaban dispuestos aelevar (ibid:148).

    Con todo, el ferrocarril comenz a fun-cionar y varios hacendados comenza-ron a transportar, desde 1910, lechefresca, quesos y ganado en pie aQuito y a la costa. Esas propiedadesen capacidad de articularse a estacoyuntura modernizadora, debanreunir varios atributos: pertenecer ahacendados modernizantes produc-tores de ganado y leche, estar cer-canos al ferrocarril para bajar costosde transporte, tener en sus hacien-das condiciones ecolgicas favora-bles. Pero sobre todo, deban estardispuestos a introducir una reformacrucial en sus relaciones con los con-ciertos y huasipungueros: despren-derse de la mayor parte de ellos paraampliar el rea de pastizales. El estu-dio de Arcos y Marchn en la zona deGuaytacama, muestra que algo deesto comenz a producirse en esaparroquia desde 1910, pero el gruesode haciendas no reuna condicionescomo las sealadas. Ms an, el ase-sinato de Alfaro en 1912 desbalanceel precario empuje a favor de los tra-dicionalistas. La crisis de la exporta-cin cacaotera, que comenz a decli-nar desde 1914 y que se profundizen 1925, desaceleraron el proyecto:la modernizacin del agro serrano,

    tampoco fue posible con el boomcacaotero, que pas como los cienaos de soledad de Garca Mrquez,sin dejar rastro alguno.

    Entre 1925 y 1948, el Ecuador bus-caba desesperadamente un nuevoproducto de exportacin que lo colo-cara nuevamente en los mercados, yaque la alternativa industrializadoraque tomaron otros pases de la reginles resultaba muy lejana. Las velei-dades modernizadoras, solo habansido eso, pequeos fogonazos que nolograron superar el carcter primariode la economa, de las mentes y de losintereses de los exportadores. Comopor obra del mismo diablo, el nuevoproducto apareci: el boom bananero,que se expandi entre 1948 y 1965.Con l se produjo una nueva oportuni-dad para modernizar a la produccinde la hacienda serrana. La demandade leche se ampli en los mercadosy comenz a incentivar la produccinhacendaria. Los terratenientes coto-paxeos, sin embargo, tampoco res-pondieron a esa demanda, o lo hicie-ron muy tmidamente19. Un balancedel nmero de propiedades que sehaban desprendido de sus huasipun-gueros entregndoles tierras hasta1959, mximo indicador de un cambioen las relaciones internas, mostr queello fue muy modesto en Latacunga.

    Mas bien fue la zona del Carchi y dePichincha las que tuvieron un mayorempuje para hacerlo: tampoco elboom bananero obr el milagro, apesar de que el gobierno de entonces,de Galo Plaza, un prominente terrate-niente modernizador propagandiz laleche como el smbolo de la alimenta-cin de un pueblo desarrollado.

    Sin embargo, por n el cambio seprodujo. Este lleg por la combina-cin de un poderoso impulso estataly de la mano de produccin de leche,que se expandi desde el norte hastaLatacunga. La presin estatal secanaliz a travs de la Reforma Agra-ria de 1964, que tuvo un efecto muysignicativo en la supresin de lasrelaciones precarias (huasipungaje,yanapera y sistema de partidos).Esta vez, la presin sobre la tenen-cia de la tierra oblig a los terrate-nientes a modernizarse, so pena deperder sus propiedades. Al mismotiempo, los terratenientes tradicio-nales, especialmente los cerealerosy paperos, aprendieron de los moder-nizadores que era posible separar lastierras marginales, especialmente lospramos, para entregarles a los hua-sipungueros y liberarse de una pre-sin interna que los acosaba. Ello lespermiti intensicar la produccin enlas mejores tierras: planas, estables,frtiles, regables y manejables: era lallamada va junker o modernizacinterrateniente. De hecho, el gobiernode las Fuerzas Armadas acompaa la Reforma Agraria con grandesincentivos para la modernizacin: loque no pudieron los dos booms enCotopaxi, lo logr el nuevo modelo deindustrializacin por sustitucin deimportaciones, que de manera tardase implement en el pas.

    A nivel de la unidad productiva, eldesplazamiento de los cultivos tradi-cionales por los forrajes se oper pordos vas: la expansin de las super-cies dedicadas a los pastos y conla siembra de alfalfa, producto querequiere abundante riego (Breuer,1993:8). Tambin las grandes ncasrealizaron una importante mejoragentica del ganado e introdujeronnuevas prcticas: inseminacin arti-cial, control veterinario, adicin dealimentos minerales concentrados.Para 1978 ya se haba producido lamodernizacin. Quintero seala queella se produjo bajo los siguienteselementos: (i) en muchos casos terra-tenientes regionales fueron despla-zados por terratenientes de origencomercial; (ii) se redujo la superciede las haciendas; (iii) disminuyeron lafuerza de trabajo interna; (iv) aumen-taron la supercie de pastos para laproduccin lechera, disminuyendo laproduccin de artculos tradicionales;y (v) mejor la gestin y la tecnica-cin de la empresa lechera. Al mismotiempo se produjo un acelerado cre-cimiento urbano, una mayor diferen-ciacin campesina, el surgimiento denuevos tipos de poblacin rural y unmayor rol de las unidades domsti-cas. De acuerdo a PRONAREG-ORS-TOM (1980:112), las parroquias dedi-cadas a la produccin lechera eran:casi todas las de Latacunga y las

    parroquias de Pujil, Salcedo, Mulli-quindil, Saquisil, Canitiln y la partebaja de Canchagua.

    No solo las grandes haciendas se dedi-caron a la produccin lechera, tam-bin las medianas e incluso los cam-pesinos, que mejoraron su ganadocriollo a travs de cruzas e incorpo-raron algunos cambios en su manejo:

    19 Guaytama comenz a vender leche fresca en cantidades apreciables desde 1936.

    v - 1959.

    20 Para 1978, en Pichincha y Cotopaxi se asentaban 28 de las 65 plantas procesadoras de Leche.El complejo Avelina-ILESA y la fbrica INDULAC, de acuerdo a Arcos y Merchn no vienen decapitalistas que acumularon en la agricultura

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    sogueo, produccin de forrajes. En lazona, la principal empresa pasteuri-zadora que se instal fue INDULAC20,que procesaba leche lquida hacia1987 el 28% de la produccin delmercado. Sus principales proveedo-ras eran las grandes haciendas, queentregaban diariamente ms de 500litros, es decir, tenan hatos superioresa las 70 vacas lecheras. Como sealaBreuer, es muy signicativo que losproveedores, en el caso de Indulac,son siempre los mismos en los 20aos que l investiga, es decir tienenun carcter territorial. Este inmovi-lismo de la relacin oferta-demanda,no promovi ningn cambio adicionaldel inicial proceso de modernizacin,es decir, el proceso se estanc. Esposible que los vnculos personalesentre la clase terrateniente, justiqueeste comportamiento. En todo caso,la modernizacin inicial provoc cua-tro efectos devastadores: la rupturade las complementaridades produc-tivas entre las zonas altas y bajas alseparar el pramo del valle; la mini-fundizacin de los campesinos, queeran necesarios como fuerza de tra-bajo barata; un empleo relativamentebajo de fuerza de trabajo, que adicio-nalmente no poda competir con losgrandes abastecedores y la degra-dacin ms acelerada del pramo,sometido a procesos de produccintradicionales. El estancamiento de la

    modernizacin por el inmovilismo delos abastecedores de leche, no jugningn papel dinamizador para corre-gir estas iniquidades.

    De todas maneras, la modernizacinproducida por la produccin lechera,cambi la estructura de Cotopaxi. Unainvestigacin realizada por el equipode Marcelo Naranjo en 1983, elabora

    una nueva zonicacin de la provinciaen la que se conjugan variablescomo: el grado de desarrollo capita-lista, la disposicin de infraestructuraproductiva (riego, vas, electricidad,parque industrial), el peso de la eco-noma campesina y de la etnicidad, lapresencia de relaciones salariales, lascaractersticas ambientales y gradode urbanizacin. Ellos distinguen seiszonas21:

    z c- (a):integrada por el valle interan-dino norte (parroquias Guaytacama,Tanicuchi, Pastocalle y Mulal). Suproduccin dominante es la lecheray las agroindustrias. Tiene riego deros Punacunchi y Cutuchi; dispone devas de comunicacin (carretera pana-mericana y ferrocarril; y una copiosared de caminos vecinales); tiene elec-tricidad; parque industrial (tuercas,Ecuatubex, Compac, Necchi) y empre-sas de madera. Junto a ellos hay unsector de campesinos minifundistasque ofrecen mano de obra barata alas empresas, pero no todos encuen-tran trabajo en la zona, deben migrar.Predominan las relaciones salariales;casi no se habla kichwa, es zona defuerte mestizacin.

    z - (b): comprende el occidente delvalle interandino. Es una zona que-brada, tiene poco riego y los terrenosson arenosos. Producen cabuya y unazona de gran minifundizacin. Tienemuchos caminos vecinales (segundo ytercer orden) que se comunican con laPanamericana. Se ha desarrollado laartesana que se combina con la agri-cultura familiar. La produccin artesa-nal explora ramas como: la alfareraen El Tejar, La Victoria y El Calvario;

    totora (cestas, esteras) en PapanaSur; de reutilizacin del cauchoen Chan cerca de Latacunga y deartculos elaborados de cabuya. Laproduccin agro-artesanal tiene unafuerte vinculacin al capital comercial.Se mantienen las mingas, las estas,la religiosidad popular, el vestido localy el kichwa. Empero hay procesos dediferenciacin y un acelerado cambiocultural, por la va de la inuencia delcomercio.

    z c - (C): est integrada por variossitios que dieren en condiciones eco-lgicas, altura y calidad del suelo. Nohay un proyecto exgeno de maneraque las comunas se han rearticuladosobre sus propias formas organizati-vas y por tanto hay cierta separacinde los factores estructurales de lazona (CAAP, 1981:11). Predomina lapresencia indgena en: Tigua-Guan-gaje, Zumbahua y los Pramos deSigchos que fueron latifundios de laiglesia que pasaron al estado, arren-dadas a particulares y que medianteintensas luchas campesinas logra-ron obtener la tierra en tiempos dela reforma agraria; las estribacionesde la cordillera cercanas al valle inte-randino (Jachahuango, Jatun Tigua,Allpamalag) que obtuvieron la tierracon enfrentamientos violentos, regis-tra una menor minifundizacin, esuna zona indgena en la que se hablakichwa; y la zona de Cusubamba,donde las haciendas iniciaron unaincipiente modernizacin, se produjouna minifundizacin tarda y predo-minan las relaciones salariales conla aplicacin de la reforma agraria.Algunos campesinos tienes posibi-lidades de cierta acumulacin, sehabla kichwa y se mantienen muchoselementos culturales indgenas.

    z c c c- (d): son zonas marginales enlas que subsisten relaciones preca-pitalistas que mantienen sometida auna poblacin indgena por parte desectores mestizos que controlan elpoder, a travs de relaciones tradicio-nales. En ella se incluyen a Sigchos yAngamarca. Aqu se mantienen rela-ciones de aparcera entre 700 blan-cos y mestizos con unos cinco milindgenas.

    z cc (e): Selocaliza en la ceja occidental de lamontaa. Es una zona subtropicalde reciente colonizacin. Se producecaa de azcar, caf y ctricos. No haygrandes latifundios, predominan lasncas de tamao mediano. Hay unava, la Latacunga-Quevedo, que sinembargo sirve a un pequeo sector(La Man, la Esperanza, Pilal); en elresto hay caminos de segundo y ter-cer orden. La mayora de habitantesproviene de la regin interandina yde algunas provincias de la costa.En Pangua se produce aguardiente,elaborado por pequeas empresasfamiliares. Solo en Ramn Campaaexisten 2.000 trapiches ilegales. Fun-cionan complejas redes de comercia-lizacin, en donde la pequea bur-guesa de la zona urbana desempeaun importante papel. Tambin se pro-duce naranja, caf y cacao, que ven-den a comerciantes que recorren loscaminos para comprar la produccin.

    z u (F): Correspondea las zonas urbanas de Latacunga,Pujil, Saquisil y Salcedo. En estaszonas se concentran las actividadesburocrticas-administrativas y lasactividades comerciales. Ello las rela-ciona de manera muy dinmica conQuito. Las zonas de Pujil, Saquisil y

    21 Hemos modificado el nombre de la zona D, llamada de enclaves, por zonas precapitalistas, porcorresponder mejor a la definicin que se propone. 22 Naranjo, Marcelo, Cultura Popular en el Ecuador, T.II, Cotopaxi, CIDAP, 1983

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    Cotopaxi: espacio social y cambio poltico32 Cotopaxi al debate: 1740-2001 33

    Salcedo son lugares de ferias sema-nales y estn articuladas por el capitalcomercial. Tambin se realizan activi-dades artesanales a tiempo completo,sobre todo cermica en Pujil22.

    Qu pas luego de esta primera granmodernizacin de la zona entre 1987y el 2001? Se produjo una nuevamodernizacin en Cotopaxi, comoha acontecido en la Sierra Norte dePichincha e Imbabura? Los datos delltimo censo del 2001, nos planteanalgunas respuestas: se produjo unaampliacin del 40% de la superciebajo UPA, de 324.947 has a 457.199,es decir se coloniz nuevos territo-rios del anco occidental; en la sierralos cultivos de pastos y papa crecieronmuy poco, en cambio se abandon eltrigo y aparecieron de manera muymodesta nuevos productos como eltomate de rbol y las ores; la verda-dera ampliacin se produjo en la zonalitoral, pero fue un cambio de expan-sin, ms que de transformacin:creci en 8,4 veces la produccin defrjol, en 4,8 veces la de cacao, en 3,4veces la de caf, en 2,7 veces la demaz duro y en 1,5 veces de la banano.La produccin de caa baj en un 11%y apareci una modesta produccinde palma africana y de maracuy.Con esta ampliacin, el balance gene-ral en la provincia entre pastos culti-vados (77.127 has) y cultivos (89.652has) se modic ligeramente a favorde los cultivos. A nivel de la produc-cin pecuaria, los cambios no fueronsignicativos: el nmero de vacunoscreci 1,7 veces, el de porcinos, 1,97veces, el de ovinos se mantuvo casiigual, apareciendo una importanteproduccin de gallinas (Censo Agro-pecuario, 2001).

    Nuestra conclusin es que no se pro-dujo realmente una nueva moder-nizacin de la actividad agropecua-ria en estos ltimos aos veinte en

    Cotopaxi, se trat de un crecimientode la regin litoral con nuevos artcu-los primarios, un tmido aparecimientode nuevos productos en la sierra queno lograron masicarse y un pequeocrecimiento de la actividad porcina yavcola, que sin embargo, no lograroncambiar el modelo lechero. En estesentido, se cumpli el vaticino deBreuer de que, el modelo de oferta ydemanda lechera por su inmovilismo,no otorgaban dinamia al modelo. Sinembargo, adems de la ampliacin dela Zona de Colonizacin se modi-caron las relaciones precapitalistasque existan en la zona D, de maneraque cambi moderadamente el Mapatrazado por el equipo de Naranjo en1983.

    La diferenciacincampesina

    Hacia 1920, cuando an funcionabael concertaje, comenz una diferen-ciacin incipiente de los campesinos.Aquellos conciertos que lograbanbuena produccin y precios altos desus productos, podan pagar al patrnsus obligaciones con dinero y dedi-carse ms a sus parcelas. Tambinpudieron comprar tierras al hacen-dado (Arcos y Merchn, 1978:23) Esposible como argumenta Quintero,recogiendo a Paola Silva, que estosgrmenes de diferenciacin campe-sina se daban, puesto que el huasi-punguero titular era una especie decentro sobre el que se agrupaban:yanaperos, arrimados, arrendatarios,partidarios y peones libres (Sylva,1978:33-34).

    Sin embargo, los verdaderos pro-cesos de diferenciacin debandarse despus de la reforma agra-ria, cuando los campesinos recibie-ron, tambin de manera diferencial,

    tierras. La tradicin interpretativaesperaba dos posibilidades: unadiferenciacin por la va junker queal privilegiar la modernizacin delas grandes unidades, terminaraproletarizando y disolviendo a lascomunidades. La otra posibilidad erala va campesina de modernizacin,por la cual, los campesinos lograranconvertirse en farmer. Sorprenden-temente, ni lo uno, ni lo otro se dio:otra vez, la experiencia europea, dela que se extraan estas posibilida-des, serva muy poco para interpretara los pases andinos. Se trataba, sinduda, de un proceso muy complejo.La realidad se mostraba esquivapara las interpretaciones: si bien,era cierto que las diversas investi-gaciones encontraban importantesdiferencias territoriales, procesos deproletarizacin incompleta denomi-nados sub o semi proletarizacin,grandes migraciones estacionalesque producan cambios culturales enlas personas y una combinacin muyamplia de estrategias de reproduc-cin social, tambin era cierto que,a pesar de todos estos procesos,los indgenas buscaban, sobre todo,reconstruir sus comunidades.

    La reforma agraria consolid unaclara diferencia territorial entre loque Chiriboga llama Sierra NorteEmpresarial (cuenca lechera entreCarchi y Latacunga) y sierra cam-pesina (desde Latacunga al Sur delEcuador); a tiempo que, remarc ladiferencia entre un campesinadomediano situado en la cordillera cen-tral hmeda y comunidades indge-nas pobres ubicados en la cordilleraoccidental seca. Por ejemplo, Chi-riboga encuentra que en 1985, loscampesinos de Salcedo, uno de losimportantes cantones de Cotopaxi,se haban diferenciado territorial-mente: Salcedo Central y Occidentalen que eran minifundistas el 97,15%

    de las familias y tenan menos de 3has. y el Salcedo Oriental que tenanmayor cantidad de tierras y lograbanaltos rendimientos en el cultivo depapa, ajo, hortalizas e incluso gana-dera (Chiriboga, 1985:103-104).En el Salcedo Central y Occidentalencuentra un importante proceso desemiproletarizacin: una de cadacuatro personas en edad de traba-jar debe salir de la zona. Entre losmigrantes temporales, anota que,el 78,2% de los que venden fuerzade trabajo son jefes de familia,pero ello, curiosamente, les permitaque una gran masa de campesinospueda permanecer en el campo (Chi-riboga, 1985:104). Esta diferenciacinentre zona oriental y zona occidentalera extensible a toda la zona serranade Cotopaxi, segua las condicionesecolgicas previas y conguraba unadivisin perversa del espacio. Otrainvestigacin mostr que los campe-sinos pobres deban combinar unaserie de estrategias para poder sobre-vivir: de 111 familias investigadas enGuaytacama por Arcos y Marchn,solo nueve vivan exclusivamente dela produccin agropecuaria, en tantolas 97 combinaban la agricultura, laartesana, el comercio y la venta dela fuerza de trabajo en las empresasagrcolas de la zona y fuera de ellas(Arcos y Marchn:33). Familias conmenos tierra, combinaban tambin

    sus estrategias acentuando la migra-cin: en la comuna de Pilacumb, quees una comunidad histricamente deindios libres, frente a la escasez detierra en 1984, se vieron obligados amigrar a Quito: el 42% de los jefesde familia migran regularmente, locual ha reorganizado la divisin deltrabajo al interno de la familia (el81,9% de las mujeres se dedican ala agricultura y slo el 36,8% de loshombres se dedican a esta actividad).Una buena parte de los migrantes, el45,7% se dedican a la construccin.

  • 8/13/2019 Cotopaxi Espacio Social

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    Otros venden su fuerza de trabajoen las empresas locales. Es decir, lamodernizacin cre un amplio sectorde oferentes estacionales de trabajopara Quito.

    Sin embargo, tambin hubo campe-sinos que disponiendo de ms tierra,pudieron emprender procesos mscampesinos: Martnez en un estudiode los aos 80 en la cooperativa deCotopilal, formada por 70 familiasexhuasipungueros y exarrimados,encuentra dos cosas importantes,una fuerte vinculacin al mercado atravs de la venta de papas que hadado lugar al aparecimiento de ungrupo de comerciantes campesinos,pero al mismo tiempo una baja pro-letarizacin: el 94,3% de los hombresy el 97,1% de las mujeres se dedicaexclusivamente a la agricultura, aun-que un 20,9% de ellos vende su fuerzade trabajo a los otros. Solo el 5,7% sededican a la industria, construcciny artesana y apenas un 4% de ellosson proletarios (Martnez, 1984:154).Martnez considera que all se estabaproduciendo una va campesina dedesarrollo, cuyo primer xito puederesumirse en: aumento de la produc-cin sin expulsin de fuerza de tra-bajo (ibid:171).

    Tomando en cuenta todos estos estu-dios, habran cinco factores de dife-renciacin campesina: (i) una previaa la modernizacin, dada por las con-diciones heterogneas de los huasi-pungueros (Buitrn establece quehaban huasipungueros con una ymedia cuadras de extensin e ingre-sos de 966,25 sucres y otros quetenan 6 a 7 has que satisfacan susnecesidades, generaban excedentesy contaban hasta con 5 cabezas deganado (Buitrn:35); (ii) la insercinal mercado de ciertos huasipungue-ros, tal como los de Guaytacama; (iii)la presencia, desde la reforma agraria,

    de relaciones salariales. Tambinpuede deberse a un acceso diferen-cial a tierras en el momento de laReforma Agraria, como el caso deCotopilal estudiado por Martnez: el68,4% de los huasipungueros tenaentre 5 y 18 has., o la diferencia entrearrimados que no recibieron tierray los huasipungueros que si acce-dieron a ella; (iv) el acceso al riego,el acceso a fuerza de trabajo (con-tratacin o movilizacin a travs demecanismos de reciprocidad cuandose tiene ms tierras o grandes paren-telas) y el modo de cultivo (arado abueyes). En la zona tambin ha sidoimportante el modo de vida (ahorropersonal, religin evanglica, elimi-nacin del licor y del priostazgo); y(v) una diferenciacin por comunas(entre aquellas que tenan tierrascomunales y la que no las tenan).De 7 comunas de Guaytacama, amediados de los 70, tres posean tie-rras comunales y las otras cuatro no.Una tena riego y las otras seis no (lacomuna Pupuna Norte del ro Puman-cuchi). Tambin accedan al crditodel Banco de Fomento para com-prar abono qumico, utilizaban trac-tores alquilados y posean ganadovacuno. Ellos producan leche quela entregaban a la pasteurizadora:empero, apenas representaba el 1%de la leche que all se procesaba).Muchos extendieron sus propieda-

    des a merced de campesinos arrui-nados que abandonaban el campo;accedan a fuerza de trabajo asala-riada y haban convertido en apar-ceros a muchos campesinos (Arcos yMarchn).

    Sin embargo, estos estudios querecogen un proceso de diferencia-cin real, olvidaban un importantedetalle: estos procesos se daban enmedio de familias indgenas que eranportadoras de elementos comuni-tarios andinos y que su estrategia

    principal era la reconstruccin de lacomunidad, por lo que en verdad, lasestrategias de diferenciacin estabanatravesadas por el comunitarismo, locual nos permite hablar de una vacomunitaria andina de sobrevivenciay diferenciacin campesina23. Loselementos de esa va comunita-ria son bastantes claros: funcionanmecanismos de reciprocidad comu-nitaria para el acceso a la tierra. Sn-chez Parga, mostr para el caso deSalamag Chico, toda una estrategiade parentesco para acceder y contro-lar franjas de tierra por casamientos,compadrazgos y por formas de reci-procidad muy variados24. Tambin elacceso a la fuerza de trabajo apelaa instituciones comunitarias (maqui-tamaachic, randimpak), al repartode la produccin (chucchir o racin),que bien