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Texto: Dr. Ernesto Contreras
Según los evolucionistas, toda la materia se originó cuando “la nada”
(¡sí! ¡La nada!), se acumuló y apretó en un puntito que de repente ¡Explotó! (Big Bang), liberando neutrones, protones y electrones, que
salieron disparados en forma radial, lineal, centrífuga, y alejándose cada vez más unos de otros.
Pero que, “quién sabe como”, espontáneamente
y por casualidad...
lograron acercarse, unirse y organizarse en miles de millones
de átomos de Hidrógeno y Helio
que...
en un espacio sin estorbos, ni otras fuerzas (como la gravedad),
en contra de todas las leyes de la física conocidas...
lograron cambiar de dirección, organizarse en nebulosas que empezaron a girar sobre sí mismas (¿de dónde sacaron el “ímpetu angular” necesario para cambiar de dirección lineal a rotatoria?), y
luego, progresivamente se condensaron (el aire o gas nunca se condensa ni solidifica por sí mismo)...
formando las estrellas de primer orden, que al explotar, por fisión (fractura) o fusión
(unión de átomos más pequeños para formar unos más grandes),
formaron poco a poco, por puros sucesos al azar, todos los otros 89
elementos más pesados que el Hidrógeno (a pesar de que las brechas en número atómico
posteriores al Helio y el Boro, hacen esto imposible).
Luego, se dice que de sus residuos, se
formaron las estrellas actuales, que solitas, se organizaron en las
complejísimas galaxias, grupos
binarios, universos islas, etc., etc.; y que
al fracturarse nuevamente…
… formaron los soles, con sus planetas y lunas, que
“quien sabe cómo” se organizaron
cuidadosamente en sistemas solares, con planetas diferentes en
forma, tamaño y composición, a una
distancia exacta de su sol;
y con sus lunas, todos orbitando unos alrededor de los otros, perfectamente organizados, sin jamás chocar (a pesar de que
algunas lunas rotan en sentido contrario a las demás), ni precipitarse unos contra otros, por las fuerzas de gravedad.
¡Qué casualidad!
Pero la realidad es que la materia, el universo conocido, y los sistemas de estrellas, soles y planetas, son tan extremadamente
complicados y sofisticadamente organizados, que hace imposible que el caos o el azar (la aleatoriedad), los haya
formado espontáneamente.
Dios hizo los dos grandes astros: el astro mayor para gobernar el
día, y el menor para gobernar la noche. También hizo las
estrellas. Dios colocó en el firmamento los astros para alumbrar la tierra.
Génesis 1:16-17