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Chris Stygryt & Carlos Maiques Cruzando el Equinoccio

Cruzando el equinoccio

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Este curioso libro es un viaje, un viaje entre dos álbumes, un homenaje al silencio que nos acompañó casi durante tres años de trabajo, un bello Making of de la novela gráfica "Equinoccio", de Chris Stygryt y Carlos Maiques, y editada por Edicions de Ponent.

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Chris Stygryt & Carlos Maiques

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Chris Stygryt & Carlos Maiques

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“Que van a dar en la mar...” Es difícil empezar por cualquier sitio.

Ayer vi que alguien decía que todo final es un principio, aunque no nos demos cuenta de ello en ese instante. Pero cuando no sabes, exactamente, cómo empezó algo, no termina de acabar. Y en ello estamos. 

La historia que viene a continuación comenzó como un juego y como un regalo. No mucho más tarde se transformó en una rápida criatura y luego en un monstruo escurridizo. Sus escamas, al principio de papel, se convirtieron en digitales, y fue alimentándose a toda prisa, engulléndolo todo a su paso,  hasta dar con una historia sobre la creación sobre una historia. 

Me dijeron que en ocasiones una anécdota puede resumir un montón de párrafos, pero esta vez, sólo fue el principio de dos libros. Una llamada telefónica, al otro lado, Gerardo, y una pregunta directa: ¿Te gustaría dibujar un guión de otra persona? Y dije que sí. De vez en cuando, sigue siendo una sorpresa vivir en ella. Porque es una sorpresa estar buscando caracoles, o ir saltando de roca en roca acompañando a Titú, Sebastian o al perro Malako.

Hay días perezosos, en los que se escurren las preguntas. O en los que abrimos la puerta a desconocidos. O la ventana para que entre la brisa del mar. El instante decisivo no se reconoce así como así. Existen niños del pasado que nos avisan de un futuro que estamos dibujando ahora mismo. Como la chica de la curva. No hay nada que se parezca a lo que uno piensa que va a ser, y esa es gran parte de la gracia. Espero que disfrutes del viaje.

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Desde hace unos años navego por un río.

El Equinoccio.

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Una vez a la semana zarpo desde Mislata, y acabo atracando en Sollana. Otro día hablaremos de ese lugar no tan remoto.

Algún día me llevará hasta el fin del mundo, pero

eso será más adelante.

También están sus abuelos, Totó, y el perro Malako. Viven sus aventuras en distintas

ciudades, en el campo o en las rocas de la playa, buscando cangrejos, o tesoros cuando

son piratas de los mares del sur.

Ibi... ¡Ibiii!

A lasalida.

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En Sollana vive Stygryt.

Los protagonistas de la historia son Titú, su hermano

Sebastián, y su familia.

También están sus abuelos, Totó, y el perro Malako. Viven sus aventuras en distintas

ciudades, en el campo o en las rocas de la playa, buscando cangrejos, o tesoros cuando

son piratas de los mares del sur.

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Suele decirse que los inicios siempre son complicados. Una serie de ideas que van elaborándose poco a poco, o que van dando saltos. O tumbos.

¡Nunca se sabe!

Es preciso empezar a conocer también a los personajes. Ver qué aspecto tienen.

Empezar a ver cómo se mueven. Y seguirlos. A veces te llevan por

donde no tenías previsto.

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La historia de Titú no es una autobiografía, pero tiene mucho

que ver con los recuerdos de Stygryt. Por eso presta muchísima

atención a los detalles.

¿Y paraqué sirvetodo esto?

¡Para saber dónde

estamos a cada

paso!

Llevamosun retrasotremendo.

¡Esto nofluye!

Ay...Qué me vas

a contar.

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Esto quiere decir, claro, algo terrible y sensacional a la vez:

¡documentación! Ay, ay, ay…

¿Vamos aviajar alespacio?

Queda unas200 páginas, es

un poco pronto para tener visiones, ¿no?

Vaaale...

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Al navegar, de vez en cuando nos empantanamos, y

mientras estamos encallados no sabemos si la historia está viva o muerta dentro de las páginas,

o echando una siesta. Ojalá.

Nada como volver a repensarlo todo desde el

principio. Y volver a la base de la historia, para preguntar

por dónde seguir.

Lascinco primeras

cajas son la docudel capítulo dosde la tercera

parte...

¿Y estequién es?

?

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Sí, se puede hablar de rutina, pero más bien habría que hablar de

repetición. Es imprescindible tenerlo en cuenta para no cansarse, para

no perder la atención.

Pero por eso mismo es esencial saber distraerse. No dibujar ni escribir es también una parte

importantísima al construir una historia.

Menosmal que estamos

aquí para mantenerla calma, que

si no...

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Es necesario pasárselo bien. Y distraerse. Saltar, irse por las ramas. Caerse y

levantarse.

¿Y ahora qué hace?

¡A mí!¡Me está

dibujandoa mí!

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Pero no demasiado. Si uno se despista, un

mar de páginas, más de la cuenta

Y llama a la puerta el tiempo,

su ausencia

en un cruce de caminos.

Justo donde uno se vuelve a perder con

el plan, con lo previsto, donde nadie te encontrará para

guiarte.

entonces llegan las prisas, y la

desorientación.

acabará en la papelera

¡Deprisa!

Ok

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Por lo que nunca está de más preguntar a

la esfinge.

O pararse en el control de

avituallamiento para reponer

fuerzas.

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Al fin y al cabo, se trata de ser capaz de hacer ver algo que

no existía.

O que siempre ha estado ahí, esperando lanzarse

al vacío.

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De todas formas, cuando llega el momento, no hay más remedio que

tomarse un respiro.

Dejarse llevar por el viento.

Uf...

Vaya,que chico más raro.

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¡Nosvemos! ¡Claro

que sí!

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Y viajar entre las imágenes y palabras que han ido

formándose durante todo este tiempo.

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Con un poco de suerte, la estación de término será lo más parecido a una isla volcánica

rodeada por monstruos míticos. En el mar, no demasiado lejos de la desembocadura

del río.

¡Esperamos que os guste!

Un saludo y hasta

otra.

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Entre dos orillas.

Dardenac es el pueblo donde Titú y Sebastián iban a veranear cada año, a casa de los abuelos y del Perro Malako, gran mordedor de la vida. Allí no había absolutamente nada que hacer, nada, lo que permitía a las puertas de la imaginación abrirse en grande, dando paso a un mundo donde todo era posible.

Yo también conocí el pueblo en la misma época que Titú, y más de una vez lo vi desaparecer mientras su abuela lo buscaba llamándolo a gritos

como una desesperada. ¡Vaya abuela tenía el chaval! Un verdadero general de infantería, pero sin mostacho. Pero cuánto amor en su corazón. Esa buena mujer se pasaba la vida en la cocina, entre las

flores del jardín o dando la lata al Jojo y al Malako, las dos principales calamidades de su existencia.

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Y es que el Jojo era todo un personaje. Los niños no veían en él más que un tranquilo abuelo que

les llevaba de paseo por el bosque o bien les contaba sus maravillosas historias de cuando era piloto de caza durante la segunda guerra mundial. En realidad, dicho Jojo era un pirata de mucho cuidado.En cuanto al Malako, era el confidente de ambos

niños. Con él sí que se podía hablar. De hecho, si le dabas algo de comer, era capaz de escucharte durante todo el día, salvo a las horas de las comidas, sagradas para él.

Era el paraíso. Todo lo que preparaba la abuela sabía a gloria. Yo también llegue a probar sus maravillosos platos, y nunca más he vuelto a probar algo similar. Hasta el Jojo se quedaba inofensivo al sentarse en la mesa, el milagro de casi todos los días, salvo excepciones. El tiempo discurría lentamente, apenas alterado por las hojas de los árboles charlando con la brisa.

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Había muchas abejas. Y también muchas lagartijas. Me acuerdo que eran los principales enemigos de Titú, que veía en ellas infames dragones venenosos.

Al Malako no le importaban para nada ya que no eran comestibles.

En agosto era también el cumple de Sebastián. Para la ocasión, Phil y mamá venían a pasar todo el finde con los niños. Eran grandes momentos donde se aprovechaba para invitar a gran parte de la familia. Los banquetes duraban interminables horas, acabando con las fuerzas del Jojo, que terminaba roncando en

algún rincón escondido, con el fiel Malako a su lado. La vida no parecía tener limites, el amor tampoco… y para ambos niños brillaba el sol todos los días.

He vuelto al pequeño pueblo y, aunque en apariencia nada haya realmente cambiado, no es exactamente lo mismo. Falta un toque invisible y mágico. Es posible que, al final, me haya vuelto demasiado mayor para que se abran de nuevo las puertas hacia el mundo de las maravillas.

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Las aventuras de Equinoccio también transcurren en Saint-Jean-de-luz, el pueblo donde ambos niños vivían con Phil y mamá. Hay que saber que, aunque

no se advierte de manera explícita en el álbum, los niños cambiaban de casa cada año, justo después de las vacaciones, al volver de Dardenac.

Conocí a Titú en la escuela donde no era precisamente una referencia. Era un chaval

tímido, poco hablador e introvertido pero con una mirada increíblemente luminosa. Era capaz de detener el tiempo durante unos segundos… hasta lo vi domar inmensas olas que se rompían sobre el parapeto del paseo marítimo.

Pero Saint-Jean, en esta época, era mucho más para nuestros dos jóvenes amigos. El océano era un horizonte infinito proporcionando miles de aventuras, tanto en verano como invierno. Era un mundo por sí solo, con sus playas de rocas y sus cangrejos atacantes, sus calas escondidas y sus bellísimos acantilados.

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En la ciudad, jugaba horas a la pelota en el frontón municipal. Éramos unos campeones. Me acuerdo

que para templar su mano, Titú jugaba primero con pelotas de tenis mojadas y terminaba con pelotas de golf.

También estaban Phil y mamá. Estos dos se amaban más que a todo, pero a veces se enfadaban más que todo. Dichas batallas, que se transformaban a veces en largas y rudas guerras, eran incomprensibles para ambos chavales.

Lo mejor de los findes era cuando se iban a la “Pile d’assiette” o bien

a la “Corniche”, playas sólo conocidas por unos pocos aventureros, lo ideal para descubrir nuevos mundos entre las rocas afiladas de los interminables acantilados.

Allí, mamá podía hacer topless mientras Phil desaparecía horas pescando bajo el agua agitada del mar. Creo que, aunque nunca quiso admitirlo, Titú tenía miedo de los peces que parecían mucho más grandes de lo que eran en realidad, vistos desde su mascara de buceo.

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Era otro paraíso, un otro mundo escondido en el mundo, una realidad que los niños podían

moldear a su antojo.

Intenté volver a la Pile d’assiette, que es donde vi a Titú por última vez. Pero habían vallado el paso. La erosión había conseguido derrumbar parte del acantilado, dejando el acceso a la playa cerrado al publico.

Pero a veces, antes de dormirme, estoy de nuevo allí, saltando de roca en roca, dejando el tiempo volver atrás.

Hablando, hablando, me doy cuenta que he olvidado presentarme. Es normal, a mi casi nadie me ve. Me llamo Chris, y fui el amigo invisible del pequeño Titú.

Me despido, deseándoles a todos lo mejor de lo mejor. Larga vida al sol y al océano de la vida.

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Las aventuras de Titú y Sebastián se pueden seguir en su blog, http://las-orillas-del-fin-del-mundo.blogspot.com.es/, donde comparten sus tesoros, sus caramelos y sus numerosos secretos.

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© 2015 Chris Stygryt, por los textos, las fotos y el diseño del libro

http://stygryt.blogspot.com/© 2015 Carlos Maiques, por el guión, el dibujo y la introducción

http://carlos-maiques.blogspot.com© 2015 Coco Press, por la presente edición digital http://cocogrococo.blogspot.com/

En cada camino, nos olvidamos del silencio, de su belleza y de su eterna presencia. Dedicamos este libro a todos los olvidos, desaparecidos entre tantas almas perdidas en nuestros recuerdos.

Reservados todos los derechos. No se puede reproducir ninguna parte de este libro, ni almacenar en cualquier sistema de reproducción, ni transmitir de ninguna forma ni bajo ningún concepto, mecánicamente, mediante fotocopias o de ninguna otra manera, sin el permiso de la editorial y de los autores.

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