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CIPE Cuadernos del Disertación sobre el ser, el multilateralismo y el constructivismo realista en las relaciones internacionales: una aproximación epistemológica Cristian Darío Castro Urrego . º 47, JULIO

Cuaderno del CIPE No 47 final

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Disertación sobre el ser, el multilateralismo y el constructivismo

realista en las relaciones internacionales: una

aproximación epistemológica

Cristian Darío Castro Urrego

.º 47, JULIO

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Los Cuadernos de trabajo del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales (cipe), de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, son una contribución a la inves-tigación, al desarrollo del conocimiento, a los debates con especial significado y alcance en las políticas públicas, las finanzas, la economía y las relaciones internacionales. En los Cuadernos se expresan los avances de las líneas y los grupos de investigación del Cipe y, por tanto, son una muestra de los procesos académicos e intelectuales que adelantan profesores, investigadores y estudiantes de la Universidad Externado de Colombia. El cipe tiene tres grupos de investigación reconocidos por Colciencias: Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales (oasis); Observatorio de Políticas, Ejecución y Resultados de la Administración Pública (opera); Ob-servatorio de Economía y Operaciones Numéricas (odeon).

rector de la universidad externado de colombiaJuan Carlos Henao

decano (f) de la facultad de finanzas, gobierno y relaciones internacionalesRoberto Hinestrosa Rey

director del centro de investigaciones y proyectos especiales, cipeGonzalo Ordóñez-Matamoros

coordinadora de oasisMartha Ardila

coordinadora de operaCarolina Isaza

coordinador de odeonJohn Freddy Moreno

issn 1794-7715© Universidad Externado de Colombia, 2020Derechos exclusivos de publicación y distribución de la obraCalle 12 n.º 1-17 este. Bogotá, Colombia.pbx: 341 9900 ext. 2002Correo electrónico: [email protected]

Primera edición: julio de 2020Diagramación: Precolombi EU, David ReyesImpresión y encuadernación: DGP Editores S.A.S.Tiraje de 1 a 300 ejemplaresImpreso en ColombiaPrinted in Colombia

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DISERTACIÓN SOBRE EL SER, EL MULTILATERALISMO Y EL CONSTRUCTIVISMO REALISTA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES: UNA APROXIMACIÓN EPISTEMOLÓGICA

Cristian Darío Castro Urrego

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Contenido

Resumen • 7

Abstract • 8

Introducción • 8

1. Causalidad y realidad • 9

2. Ser y cognición • 13

3. Multilateralismo • 17

4. Constructivismo ontológico • 20

5. Constructivismo realista en las RR. II. • 26

Conclusiones • 32

Fuentes consultadas • 34

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Disertación sobre el ser, el multilateralismo y el constructivismo realista en las relaciones internacionales: una aproximación epistemológica

Cristian Darío Castro Urrego*

RESUMEN

Este documento está centrado en el análisis de lo que hemos denominado la revolución de los estudios sobre el ser y del enfoque del constructivismo realista. Para llevar a cabo este propósito, se abor-dan aspectos fundamentales de la teoría del conocimiento y la epistemología, to-mando como referencia el principio de causalidad en las ciencias, la ontología y la ética en el marco de las relaciones interna-cionales (RR. II.), la revolución cognitiva, el multilateralismo y el constructivismo realista. Dividimos este documento en cinco partes partiendo de una pregunta de investigación, una hipótesis, un obje-tivo central y un enfoque metodológico que se desarrolla a partir de la revisión

de varias fuentes referidas a la filosofía, la epistemología, las ciencias políticas, la sociología, el positivismo, el determinis-mo estructural en biología, el lenguaje y la evolución de la teoría del conocimiento.

Concluimos, a la luz de la explo-ración académica adelantada, que el

* Doctor en estudios políticos de la Universidad Externado de Colombia. Profesional en gobierno y relaciones internacionales. Magíster en gobierno y políticas públicas. Docente de formulación y eva-luación de proyectos de posgrados de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia, Bogotá (Co-lombia). Investigador social.[[email protected]]; [https://orcid.org/0000-0002-2060-1888].

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constructivismo logró posicionarse co-mo uno de los enfoques analíticos más potentes en la teoría de las RR. II., en el que sus lejanas referencias filosóficas per-miten dar un mayor sentido explicativo a los conceptos contemporáneos de la epistemología que toman lugar en nues-tro siglo XXI y, al mismo tiempo, dicho constructivismo ha sido una plataforma que ha permitido un diálogo con otras corrientes de pensamiento internacional. Finalmente, sugerimos que el constructi-vismo realista pueda apoyarse más en las ciencias políticas para lograr un mayor alcance explicativo en materia conceptual y metodológica.

Palabras clave: teoría, constructivismo, ser, multilateralismo, constructivismo realista, relaciones internacionales, cos-mopolitismo, conocimiento, causalidad, realismo, mente, ontología, epistemolo-gía, ciencia y ética.

ABSTRACT

This document is focusing on the analy-sis of the Revolution of studies on the Self and the approach of Realistic Con-structivism. To carry out this purpose, fundamental aspects of the theory of knowledge and epistemology are ad-dressed, taking as a reference the Principle of Causality in the sciences, ontology and ethics in the framework of Inter-national Relations (RRII), the Cognitive Revolution, Multilateralism and Realist

Constructivism. We divide this document into five parts based on a research ques-tion, a hypothesis, a central objective and a methodological approach that is devel-oped from the review of various sources referring to philosophy, epistemology, political science, sociology, positivism, structural determinism in biology, the language and evolution of the theory of knowledge.

We conclude, from this academic exploration, that Constructivism is one of the most powerful analytical approaches in RRII theory, in which its distant phil-osophical references allow it to give a greater explanatory meaning to contem-porary concepts of epistemology taking place in our XXI century, and at the same time, said constructivism has been a plat-form that has allowed a dialogue with other currents of international thought. Finally, we suggest that Realist Construc-tivism can lean more on Political Sciences to achieve a greater explanatory scope in conceptual and methodological matters.

Key words: theory, constructivism, being, multilateralism, realistic constructivism, international relations, cosmopolitanism, knowledge, causality, realism, mind, on-tology, epistemology, science and ethics.

INTRODUCCIÓN

Para el abordaje de este documento ela-boramos una pregunta y una hipótesis.

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La pregunta es: ¿Pueden los estudios ontológicos y epistemológicos sobre el constructivismo nutrir el deba-te sobre nuevas formas de ver la reali-dad, las ciencias sociales y las relaciones internacionales?

La hipótesis que proponemos es la siguiente:

A pesar de que el constructivismo es un proyecto intelectual relativamente reciente, que nació en los prístinos días del siglo xx, toma prestados antiguos postulados de la filosofía y de la ciencia para desarrollar un impacto profundo en la configuración reciente de la teo-ría de las relaciones internacionales, a tal punto que se ha convertido en un enfoque epistémico y ontológico re-volucionario para el análisis del poder mundial, y es una plataforma propicia para lograr una gran evolución de los postulados realistas y del multilate-ralismo cosmopolita de corte liberal.

El objetivo de este documento es explorar y analizar los posibles orígenes remotos y contemporáneos del enfoque constructivista realista en el marco de las teorías de las relaciones internacionales.

Metodológicamente, este documento es un texto de reflexión, en el cual hace-mos uso de fuentes secundarias y artículos científicos para nutrir los análisis sobre la teoría de las RR. II. y sus enfoques prepon-derantes. El método que empleamos no

es de comprobación empírica o numérica, sino que es una reflexión crítica de orden epistemológico que tiene un alcance li-mitado en arrojar pruebas definitivas, lo cual lo sitúa en una revisión y proposición sistemática de un sujeto de investigación de orden cualitativo.

Para desarrollar lo anterior se abor-dará una estructura en cinco partes: 1- Causalidad y realidad; 2- Ser y cognición; 3- Multilateralismo; 4- Constructivismo ontológico; 5- Constructivismo realista.

Finalmente, haremos unas conclusio-nes sobre los planteamientos desarrollados dando cuenta del sentido y la lógica de los mismos, a la luz de la pregunta de inicio, la hipótesis y el objetivo central.

1. CAUSALIDAD Y REALIDAD

Los fenómenos no pueden ser entendidos sin tener en cuenta

sus orígenes, lo que se logra a través del estudio de las causas (…)

Algo es cierto cuando es hecho ciencia, es decir que ha sido

entendido a través del estudio de las causas

(Universidad de Stanford; en Frasson-Quenoz, 2014, p. 216)

La sabiduría académica expresa habitual-mente este principio: “Como se piensa, así también se actúa”. Pensamiento y acción son las formas esenciales del principio de causalidad en la teoría del conocimiento y es una ley que no es ajena a la física, ni

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a la filosofía, ni a las ciencias políticas y, menos, a las relaciones internacionales (RR. II.).

La ley de causalidad es la mejor ma-nera de entender cómo opera la mente y la realidad, a pesar de que a partir del siglo XIX el positivismo inf luyó mun-dialmente en las ciencias concluyendo exactamente lo opuesto, al decir: “Nues-tras investigaciones positivas deben reducirse esencialmente, en todos los géneros, a la apreciación sistemática de lo que es, renunciando a descubrir su pri-mer origen y su destino final” (Compte, 1980, pp. 7 y 12).

Empero, superando el positivismo radical provisto por Compte, la ley de causalidad ha sido una realidad sobre-viviente en la historia del pensamiento, tanto dentro de las ciencias duras como en las sociales, y sirve para entender la verdad que encierra el análisis de las RR. II. y la teoría del conocimiento a partir de aus-cultar las razones causales que ocasionan los principales fenómenos y problemas mundiales.

Ese enigmático principio de cau-salidad ha sido objeto de estudio desde la historia de las ciencias con pensadores como Michel Serres (1998) al llevarnos en sus narraciones a los primeros filó-sofos griegos y orientales, donde este principio se revelaba en los confines del pensamiento bajo las experimentaciones y reflexiones del filósofo y geómetra Tales de Mileto.

Además, ese principio rector de la ciencia moderna había permanecido en

la antigüedad bajo formas inusitadas con estudios sobre el ocultismo, el esoterismo y el hermetismo en los antiguos egipcios y en buena parte de Oriente. Uno de es-te tipo de estudios sobre el principio de causalidad en el hermetismo lo encontra-mos en la obra El Kybalión, la cual es un conjunto de manuscritos compilados que fueron escritos por un pensador egipcio llamado Hermes Trismegisto.

Antes de ser una ley o principio de las ciencias sociales, de las RR. II. y de la física, la causalidad había sido la materia prima del saber de muchas religiones y filosofías haciendo parte de uno de los siete prin-cipios herméticos del conocimiento (El Kybalión), los cuales estaban destinados a ser revelados a ciertos líderes políticos y filósofos y a algunas castas religiosas o sacerdotales.

El hermetismo antiguo y la ciencia moderna tienden a converger en princi-pios y leyes, al menos desde el punto de vista conceptual más no metodológico, donde a la luz de la racionalidad se tiende a considerar a la causalidad y a la mente como epicentros del saber y son descritas por las siguientes palabras: “El todo es mente, el universo es mental (…) To-da causa tiene su efecto; todo sucede de acuerdo a la ley” (El Kybalión).

La ley de causalidad no es absoluta ni explica todos los fenómenos, pero es parte fundamental del avance de las ciencias desde el Renacimiento.

Por ejemplo, desde los modernos Galileo Galilei, Francis Bacon e Isaac Newton hubo interés en escudriñar la

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causalidad como principio de estudio del universo y de la investigación científica, y establecieron con ello buena parte de las bases del pensamiento moderno. Hume, por su parte, como “admirador del tra-bajo de Galileo y de Newton, aplicó el método de experimentación usado por estos exponentes de la ciencia y realzó la investigación para describir lo que enten-demos por naturaleza humana. Así (fue uno de los primeros en usar) el concepto de causalidad como argumentó episte-mológico” (Díaz, 2016, párr. 1).

El análisis del principio de causalidad desde Bacon y Hume adquirió sentido para el estudio de las ciencias sociales en el campo del análisis de la naturaleza humana y en el ámbito de la investiga-ción, y llegó a su punto máximo con Kant dentro del movimiento intelectual de la Ilustración.

En relación con lo expuesto, hay que mencionar en este punto que el principio de causalidad en la teoría del conocimien-to ha permitido el avance de la ciencia moderna y de las ciencias sociales, pero al mismo tiempo la comprensión y apli-cación de ese principio en las ciencias ha facilitado la superación del esoterismo y el oscurantismo dogmático.

Por su parte, la mente humana está unida indisolublemente al principio de causalidad, donde los analistas del fe-nómeno político en diferentes partes del orbe comprenden mejor lo que sucede al pasar por el filtro de causalidad los problemas más agudos de los mundos antiguo y moderno.

La manera como opera la mente y su conexión con la realidad social y política ha sido estudiada a partir de entender los principios constantes en la natura-leza, de hecho, tratados se han escrito al respecto desde los filósofos clásicos hasta en las modernas ciencias sociales, y vale decir que los académicos interesa-dos en modelos mentales y sistemas del comportamiento han avanzado a paso firme en relación con la explicación de este principio de causalidad.

Para los pensadores modernos John Locke, David Hume, Isaac Newton y George Berkeley, la causalidad tenía validez como principio científico solo mediante su corroboración a partir de pruebas empíricas, escenario que hacía de la mente un lugar más efectivo para la comprensión del mundo inteligible.

Los pensadores mencionados con-fiaban en la experimentación científica y en la comprensión de la causalidad como aspectos centrales tanto de la teoría del conocimiento como del mundo de los sentidos, los cuales concebían “el conoci-miento como una relación de ideas, y estas como objetos percibidos por los sentidos, o recordados o imaginados. (Empero), cualquier relación que se establezca entre ellas no existe sin la mente” (Díaz, 2016, párr. 27).

Desde el punto de vista de la psicolo-gía y las ciencias sociales del siglo XX, con exponentes como Hebert Simon, Jerome Bruner, Giovanni Sartori y L. Postman, se desarrollaron desde los años cincuenta investigaciones que intentaron dilucidar

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las causas generatrices de los fenómenos sociales y “partieron de un supuesto bá-sico: ‘las diferentes maneras de mirar el mundo dependen de lo que pensamos acerca de él’” (Temporetti, 2010, p. 4). Los aportes de dichos pensadores dieron luces sobre aspectos metodológicos a la ciencia política en el estudio del poder y sus aspectos psicológicos.

En este punto, también cabe agre-gar que los estudios más recientes, del siglo XXI, sobre el análisis del principio de causalidad y su relación con las cien-cias sociales y políticas, los encontramos en investigaciones de los adherentes a la corriente del institucionalismo histórico, sobre todo bajo la dirección del profesor James Mahoney.

Mahoney, Mohamedalim, Nguyen, Fioretos, Falleti y Sheingate, se han in-teresado, en gran medida, en aspectos conceptuales y metodológicos muy intere-santes, como por ejemplo: análisis del path dependence (o trayectorias de dependen-cia), estudios de cambios institucionales graduales, análisis de paquetes causales y estudios de enfoques diversos para expli-car coyunturas críticas históricas de los fenómenos sociopolíticos.

Por ejemplo, en su artículo titula-do “Causality and Time in Historical Institutionalism” del Oxford Handbook of Historical Institutionalism, Maho-ney et al.1 (2016) hace evidente que los

1 Ver: Mahoney, J.; Mohamedali, K. y Ngu-yen, C. (2016). “Causality and Time in Historical

estudios históricos y comparativos son muy relevantes en las ciencias sociales de nuestro tiempo, y demuestran gráfica y teóricamente que el principio de causali-dad y la temporalidad en las mencionadas ciencias son fundamentales y están inhe-rentemente vinculadas entre sí (p. 15), así como el ser y el tiempo para Heidegger.

Luego, entonces, los estudios so-bre causalidad han traído a cuento la importancia central de la historia y las ins-tituciones como marcos para dinamizar los análisis sobre diversas ciencias sociales y, de alguna manera, la causalidad es una especie de “filtro analítico2” (Mahoney, 2016, pp. 2-3) que sirve para la cabal comprensión de la realidad y del poder.

Los aspectos mencionados, a decir verdad, renovaron la historia del pensa-miento y las ciencias sociales en general, y ciertamente hicieron validar las teorías sobre el origen del conocimiento y la cau-salidad, que a la sazón de lo reflexionado, nos permiten preguntarnos: ¿De dónde

Institutionalism”, en Fioretos, O.; Falleti, T. y Sheingate, A. (2018). Oxford Handbook of Historical Institutionalism. Oxford: Oxford University Press.2 Según Mahoney et al. (2016), los investigadores actuales de la causalidad y los estudios institucio-nales en ciencias sociales “entienden las causas como condiciones (o filtros) que son necesarias para resultados específicos (es decir, el resultado no habría ocurrido sin la causa) y como condicio-nes que se combinan con otras condiciones para crear paquetes de causas que son suficientes para resultados específicos” (p. 2).

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proviene lo que sabemos?, ¿cómo sabemos lo que sabemos? y, ¿pueden los estudios so-bre el saber arrojar luces acerca del origen de las relaciones de poder en el contexto internacional?

2. SER Y COGNICIÓN

No somos libres de dejar de ser libres,ninguna propensión se convierte en

destino irremediableAdela Cortina. (2013). Para qué sirve

realmente la ética (pp. 34 y 50)

Los estudios sobre la mente son milena-rios, pero se puede decir que tomaron un lugar privilegiado en los años cincuenta a partir de la llamada revolución cognitiva.

Sin embargo, desde los

años 40, destacan Kurt Gödel, Alan Tu-ring, Alonzo Church y John von Neu-mann como precursores de la ciencia cognitiva al sentar las bases de la teoría de la computación y los ordenadores. (… Además), Allen Newell y Herbert Simon presentaron en un simposio en el MIT, en 1956, con el título «La má-quina de la teoría lógica», la primera demostración completa de un teorema realizado por una computadora. En el mismo simposio, Noam Chomsky esbozó «Tres modelos de lenguaje», donde presentaba su modelo trans-formacional de la gramática (Wales y Sanger, 2019e, párrs. 4-5).

Por su parte, dentro de los exponentes de los avances en estudios de la mente encontramos a Jerome Bruner

junto a George Miller (a partir del) Centro de Estudios Cognitivos que se ocuparía acerca de la naturaleza del conocimiento con invitados de dife-rentes disciplinas. Aunque compartían una visión ́ cognitiva´ de la psicología, cada uno tenía una perspectiva distinta (…) Miller ponía énfasis en la teoría de la comunicación, en la lingüística y en la computación; Bruner en el de-sarrollo psicológico, en la psicología social y en la antropología (Temporetti, 2010, p. 7).

La revolución cognitiva tomó vuelo e irrigó múltiples disciplinas, terminando por convertirse en una teoría del conoci-miento y en un ejercicio eminentemente epistemológico muy fértil para emplear métodos y establecer los alcances de las ciencias sociales y humanas.

De hecho, el mismo Bruner (1986) usó un enfoque analítico y epistémico de renovación al considerar la “realidad mental (como) mundos posibles, donde los actos de la imaginación dan sentido a la experiencia” (p. 1), y en donde la compren-sión de la realidad mental hace necesario emplear, según el mismo Bruner, nuevos enfoques de la psicología, el lenguaje, la lingüística, la literatura, las teorías del desarrollo, las bases del método científico

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y los estudios sobre la cultura, el pensa-miento y las emociones para hacerse una idea completa del mundo.

El concepto de desarrollo cognitivo en Bruner difiere en la forma más no en el fondo de la argumentación filosófica de Martín Heidegger en lo que respecta a pensar ontológicamente el problema del conocimiento como un tema de amplitud de posibilidades.

De hecho, donde para Bruner la rea-lidad es un mundo de posibilidades, para Heidegger la realidad se basa fundamen-talmente en la reflexión y la comprensión del ser; específicamente, este último filó-sofo acude al concepto del “tiempo (para explicar) el horizonte de posibilidades para toda comprensión del ser en general y su sentido” (Heidegger, 1927, p. 12).

Heidegger, Simon, Miller, Turing, Bruner y el mismo Kant hacían pregun-tas fundamentales sobre la mente, sobre su proyección en la realidad y sobre la convergencia de disciplinas para aportar a los estudios cognitivos, preguntas que intentaron ser respondidas en términos que, a nuestro juicio, se fundamentaban en concepciones ampliamente compren-sivas del ser humano y de su condición universal, más exactamente de su con-dición cosmopolita, así como también comprensivas de cómo los individuos y los Estados proyectan su poder en las situaciones reales de la vida.

En cuanto a la proyección del ser humano y del Estado en sus relaciones de poder internacional, nos hace remitirnos a asuntos fundamentales de base sobre la

caracterización de dicho ser a partir de valores, virtudes y vicios que por analogía se proyectan a las relaciones interestatales e intraestatales.

El ser humano, así como los Estados, fueron concebidos originalmente a partir de ideas acerca del equilibrio y la armonía.

Para los griegos, el equilibrio psico-lógico (de los seres que componían la polis) debía basarse en una relación ar-moniosa entre la razón, el cuerpo sano y el espíritu libre (y bajo esas premisas), se lograban buenas decisiones, felici-dad y justicia. El desequilibrio, por el contrario, conducía a (…) desacuerdos entre los intereses reales del individuo y los de la comunidad política. Tucídi-des, Platón y Aristóteles consideraron el principio del equilibrio igualmente aplicable a los Estados (Lebow et al., 2004, p. 347).

En tal sentido, los estudios sobre el ser humano en RR. II. son importantes para comprender por analogía cómo pro-yectan su identidad los Estados. En esa visión el Estado es una metáfora eficaz del individuo.

En ese marco de interpretación, recobran todo el sentido las propuestas analíticas de Aristóteles en su libro Polí-tica sobre la identificación de los tipos o formas de gobierno de un Estado a partir de consideraciones sobre cómo los indi-viduos se comportan y cómo conciben el poder en su interacción con los demás.

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Concretamente, Aristóteles concibe la formación de las ciudades-Estado a partir de las vocaciones y acciones de los gobernantes diciendo que

cuando el uno, pocos o la mayoría ejercen el poder en vista del interés general, entonces forzosamente esas constituciones (o formas de gobierno en los Estados) serán rectas; mientras que serán desviaciones los que atienden al interés particular de uno, de po-cos o de la mayoría (Aristóteles, Libro Tercero de Política; en Bobbio, 1976, pp. 33 y 35).

La lectura de Aristóteles sobre la política en su mundo clásico pervive a través de los años, no solo para enseñar las diversas nemotecnias de las constitu-ciones atenieses, sino para mostrarnos cómo proyectan poder los diversos tipos de individuos y de Estados en la realidad política y social de su época, y cómo las concepciones sobre el ser son fundamen-tales y apreciables en los análisis sobre la evolución de los sistemas políticos y las constituciones.

En la teoría aristotélica, así como en la visión judeo-cristiana de los valo-res, en los principios consuetudinarios confucianos del lejano Oriente y en las teorías contemporáneas sobre la ética, hay debates sumamente interesantes y pertinentes para los gobiernos del mundo actual, sustentados en el principio del deber ciudadano, en la prescripción del comportamiento de los individuos y en las

cualidades necesarias de los gobernantes de los Estados en el marco de las RR. II.

Más exactamente, podemos remi-tirnos a los estudios sobre la ética del cuidado (Gilligan, 1982), la ética de los va-lores cristianos reformistas (Lutero, siglos XVI y XVII d.C.), la filosofía ética y prácti-ca del confucianismo3 (Analectas4, siglos VI y V a.C.) y la ética basada en el retorno a los principios liberales y en la emancipa-ción feminista (Nussbaum, 2005).

En términos generales, los marcos de referencia éticos citados apelan a que los gobernantes deben ser: irreprensibles,

3 El confucionismo “es una filosofía práctica, un sistema de pensamiento orientado hacia la vida y destinado al perfeccionamiento de uno mismo. El objetivo de Confucio, en último término, no es la salvación, sino la sabiduría y el autoconocimiento. Las Analectas fueron escritas durante el período de ‘Primaveras y Otoños’ (en China). Durante más de dos mil años, las Analectas han sido parte de los estudios de las escuelas chinas ya que se consideraba que ningún hombre podía llegar a un buen nivel moral y de inteligencia sin conocer la obra de Confucio (…) Los Cuatro libros (del confucianismo) son: Gran Saber, Doctrina de la medianía, Analectas de Confucio y Mencio” (Wales y Sanger, 2019b). 4 “Una antigua copia de las Analectas fue des-cubierta en el año 150 a.C., oculta en el nicho de una casa que el mismo Confucio había habitado. Llegaron a Occidente en el siglo XIX gracias a la versión inglesa del sinólogo británico Legge, y fue actualizada en 1910 por el profesor Soothill” (Portal Cúspide, 2020).

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honestos, transparentes y justos, evitan-do ser corruptos o débiles de carácter, afirmarse en su ser con templanza en la búsqueda del bien común, dirigir o lide-rar a la nación con firmeza o “constancia en los propósitos” (Confucio, 2003), go-bernar bajo la égida del buen ejemplo, incluir y cuidar a poblaciones vulnerables y minoritarias, no saquear, no matar, no adulterar y fomentar las libertades de expresión y religiosa, y el respeto por la diferencia, lo cual se expresa en la Ética a Nicómaco de Aristóteles bajo el objetivo global de buscar la “felicidad como el sumo bien, y el vivir bien y el obrar bien juzgan ser lo mismo que el vivir próspe-ramente” (Aristóteles, Libro IV de Ética a Nicómaco).

En el caso de la cultura de Oriente, las influencias de las enseñanzas de Con-fucio sobre el ser se basan en:

la buena conducta en la vida y el buen gobierno del Estado (…), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las máximas virtudes del (ser y de los gobernantes) deben incluir: la toleran-cia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados (Wales y Sanger, 2019c).

La búsqueda del bien, de la felicidad o del buen vivir son cruciales para el ejer-cicio del poder en este marco analítico, y en tal sentido, la ética expresa muy bien la correcta vocación prescriptiva de las RR. II. en el ajedrez político internacional, a partir de la sugerencia de los teóricos

de las ciencias sociales basada en invitar a las personas y a los líderes políticos de nuestra época a insistir en definir su ser a partir de “aspiraciones y preocupaciones más universales (…) o a construir una ciudadanía universal (…) con sensibilidad y capacidad de comprensión” (Nussbaum, 2005, pp. 75 y 77).

En tal sentido, para establecer la analogía con las teorías de las RR. II., los análisis sobre el ser en Aristóteles dan cuenta de una cierta manera de concebir a los Estados con base en las formas de expresión y proyección del poder de individuos, donde “es evidente que (las) ti-pologías son producto del uso simultáneo de dos criterios fundamentales: quién go-bierna y cómo gobierna” (Bobbio, 1976, p. 33).

Por su parte, durante la primera mi-tad del siglo XX, los estudios sobre el ser, según Heidegger, se habían convertido en una ‘trivialidad’ y habían caído en desuso en el mundo académico y en la cultura popular por ignorancia, por olvido y por prejuicio.

Empero, el filósofo alemán trajo a cuento la importancia de la pregunta fundamental sobre el ser en la teoría ge-neral del conocimiento, la cual no estaba reservada para expertos filósofos si enten-demos el mensaje de Heidegger, sino que más bien tuvo cabida en otras disciplinas como la psicología y las ciencias políticas.

Según Heidegger, la pregunta sobre el ser había adquirido el nivel de dogma popular, a pesar de su importancia capi-tal, tanto en los estudios sobre la mente

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como en la formulación de cualquiera de las incógnitas sugerentes y planes de investigación de las ciencias políticas y sociales.

La pregunta sobre qué es el ser, en palabras de Heidegger (1927, p. 13),

ha caído en el olvido, aunque nues-tro tiempo se atribuya el progreso de una reafirmación de la metafísica (…) Sin embargo, esta pregunta no es una pregunta cualquiera. Ella mantuvo en vilo la investigación de Platón y Aris-tóteles (…). Lo que ellos alcanzaron se mantuvo, a través de múltiples modi-ficaciones y ‘retoques’, hasta la Lógica de Hegel.

La epistemología del ser y del sujeto de poder toma vuelo en las RR. II. La voca-ción de poder ha hecho parte constitutiva del desenvolvimiento del ser humano al configurar estrategias, instituciones, arquetipos, límites y mapas sobre el terri-torio en el marco de fenómenos variados como la expansión del comercio, las mi-graciones y los éxodos, los conflictos, los armisticios, las guerras y los pactos que los humanos suelen hacer para aprovechar las oportunidades que el sistema les provee para solventar su apetito de poder y para calmar el afán de gloria, conquista, paz, riqueza y hazaña.

3. MULTILATERALISMO

Uno de los asuntos centrales de la onto-logía de las RR. II. es intentar establecer

las posibilidades de un equilibrio entre las relaciones de cooperación y las relaciones de poder a partir del juego de interaccio-nes entre múltiples actores del sistema internacional.

Las relaciones de poder en el multila-teralismo son sistémicas, en el sentido que parten del supuesto de existencia de diver-sos sujetos dentro de un sistema general, los cuales interactúan y generan poder desde el tipo de política que emplean.

Así como en el pensamiento sistémico de la filosofía, la biología y la psicología, el multilateralismo ve actores envueltos en ecosistemas basados en redes de rela-ciones y su intento superior es construir una teoría general del mundo basada en que hay una

complejidad organizada (…), abierta al impacto del entorno, con límites y fa-llos (…) (Estas concepciones provienen de) la Teoría General de Sistemas, la cual fue enunciada originalmente por Ludwig von Bertalanffy en 1937 (...) En 1961 Talcott Parsons en su libro El sistema social, fue el primero en aplicar sistemáticamente la teoría de sistemas a la sociedad (Wales y Sanger, 2019d).

Las redes de relaciones en el multi-lateralismo tienden a formar políticas y alianzas de cooperación más que de domi-nación, lo cual es una prescripción teórica para el desarrollo de las RR. II., para el fomento igualitario de todos los actores dentro del sistema mundial y para con-trarrestar el enfoque realista clásico en el

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que los Estados son los únicos actores re-levantes en el análisis del poder mundial.

El multilateralismo es una corriente de ideas y estrategias que provienen le-janamente del liberalismo cosmopolita kantiano y que dan aplicación a la teoría de la interdependencia en las RR. II., la cual llena el gran vacío normativo y teó-rico que dejó el realismo en las relaciones internacionales.

El multilateralismo habitualmente

se describe como un concepto no geo-gráfico (… y) su aplicación ha estado plasmada por temas de geopolítica y geoestrategia, particularmente debido a que desde sus inicios con el presidente Teodore Roosevelt el multilateralismo ha consistido en una forma de validar o legitimar internacionalmente las po-líticas de ciertos países. El multilate-ralismo (…) es una forma de toma de decisiones en donde el consenso y la negociación con varias partes son esen-ciales. Según Robert Keohane (1990), ‘el multilateralismo es la práctica para coordinar políticas nacionales en gru-pos de tres o más Estados’ (Zambrano, 2013, p. 47).

Según Legler (2010, pp.  1-2) el multilateralismo es teóricamente con-gruente con las “tradiciones liberales y constructivistas (…) e implica arreglos institucionales de naturaleza formal e informal, basados en relaciones de prin-cipios entre (varios) Estados (…) y actores no estatales”, los cuales se aplican según el

nivel de las relaciones diplomáticas de los Estados y las dinámicas de poder mun-diales y regionales.

De tal suerte que el multilateralismo es un enfoque basado en la gobernanza multinivel y es un conjunto de prácticas innovadoras en las RR. II. que se soportan en la construcción de alianzas, ideales y consensos, y en generar “inversiones en bienes públicos y (mayores niveles de) desarrollo económico regional” (Legler, 2010, p. 2).

Asimismo, el multilateralismo dio dinamismo a los organismos internacio-nales en las posguerras mundiales en los cuales hubo intereses por crear nuevas instituciones y limitar el ímpetu beli-cista de ciertos actores internacionales cargados de ideologías nacionalistas y expansionistas.

Esa visión multilateral que intentó impulsar el presidente estadounidense W. Wilson con la Sociedad de las Naciones y que se cristalizó posteriormente con la creación de la Organización de las Nacio-nes Unidas, fue una manifestación eficaz para reducir la probabilidad de tensiones y guerras mundiales después de 1945.

Durante cerca de 75 años, los acuer-dos multilaterales establecidos después de la Segunda Guerra Mundial han salvado muchas vidas, han expandido la economía y el progreso social, de-fendido los derechos humanos y han ayudado a evitar una tercera conflagra-ción global (…) al promover los valores de la Carta fundacional de la ONU y

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sus principios de cooperación inter-nacional y resolución pacífica de las disputas entre países con la intención de lograr una paz mundial duradera y sostenida (Guterres - Noticias onu, 2019, párrs. 2 y 3).

En esa perspectiva multilateral o de ejercicio de poder de varios actores den-tro del sistema internacional, se creó un nuevo dominio sobre la esfera pública de las relaciones entre Estados al generar límites e invocar la importancia de las relaciones económicas como herramienta de contención a los posibles conflictos internacionales entre los Estados.

La ontología liberal, de la cual el mul-tilateralismo es heredero, ha intentado constreñir la guerra a partir de organis-mos multilaterales para dirimir conflictos basados en el derecho internacional y promover la seguridad y las libertades seculares, la prosperidad de las naciones, la solidaridad internacional y la tan an-helada paz cosmopolita predicada por el pensador Immanuel Kant.

Para hacernos una idea de la ver-satilidad del multilateralismo al día de hoy, esta corriente o enfoque ha tendido a considerarse como una plataforma de ideas y prácticas que permite un alcance explicativo mayor de la idea del Estado, de la ‘proliferación de actores’ y mutuas influencias en la gobernanza de las RR. II. y de fenómenos como la globalización el cual se ha vislumbrado como sistema de poderes interdependientes y multicéntri-cos en el que los límites convencionales de

los Estados se vuelven frágiles o porosos (Rosenau, 1997, pp. 66, 73 y 78).

De manera concreta, la globalización y la gobernanza se ven materializadas en las dinámicas planteadas desde la ONU al promover un nuevo

multilateralismo inclusivo en el que participen los gobiernos, las organi-zaciones internacionales, el sector em-presarial, la sociedad civil, la comuni-dad académica y otros actores sociales, particularmente los jóvenes (Guterres - Noticias onu, 2019, párr. 7).

No es menos cierto afirmar que el multilateralismo ha venido en un proceso de transformación en los últimos años, no por la crisis en sus fundamentos filo-sóficos, sino por los cambios profundos acontecidos en el sistema de poder inter-nacional derivados del posicionamiento de nuevos nacionalismos, por la evolución de las teorías de las RR. II., por el reto de “descubrir cómo pasar de un multilatera-lismo más formal a uno más sustancial” (Legler, 2010, p. 3), y por el surgimiento de la sociedad posfordista que quiere de-safiar un orden mundial que tiene una alta dependencia de los hidrocarburos en las economías del planeta.

No obstante, el multilateralismo, así como el mismo sistema de poder inter-nacional,

enfrenta cambios significativos que tienen consecuencias de carácter es-tructural. Algunos de estos cambios

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incluyen la reconfiguración de las fuer-zas militares y sus misiones vitales, la recomposición de la economía mundial y el respectivo peso que las diferentes naciones tienen y la creciente evidencia de un papel limitado de Naciones Uni-das y sus organizaciones (Zambrano, 2013, pp. 45-46).

Otras vertientes de análisis afirman que actualmente lo que ha ocurrido no es una crisis sistémica, sino más bien es

el ‘surgimiento de un nuevo multila-teralismo’ en el que inciden factores externos e internos que van a moldear dos tipos de multilateralismos deno-minados el liberal y el posliberal. El primero más comercial y entendido en muchos aspectos como continuidad de lo que venía, y el segundo, que mues-tra diferencias, es más contestatario y alternativo frente a la hegemonía nor-teamericana (Ardila, 2016).

En tal sentido, el multilateralismo tradicional no es suficiente, pero si es muy importante por sus bases filosóficas y prácticas basadas en el pensamiento liberal que limita el abuso de poder de los Estados y promueve las relaciones de paz y fraternidad. No obstante, sugerimos un alcance explicativo mayor en la teoría del conocimiento al apelar al constructi-vismo como escuela de estudios del ser y del saber, el cual da luces sobre cómo se pueden repensar las RR. II.

4. CONSTRUCTIVISMO ONTOLÓGICO

El constructivismo, de acuerdo con

Petit Robert, es un término que fue utilizado por primera vez en la ex Unión Soviética alrededor de 1920, relacionado con expresiones arquitec-tónicas y literarias. (…) El término constructivismo fue tomando forma en el campo de las ciencias cognitivas y en la psicología norteamericana (con Herbert Simon y George Miller). La apertura de la reflexión a las ciencias de la educación propició su adopción y generalización en los países anglosa-jones y en América Latina (Cárdenas, 2004, pp. 12 y 15).

El constructivismo toma parte fun-damental en la teoría del conocimiento y en las RR. II. a partir de dos principios fundamentales:

a) El conocimiento no es recibido pa-sivamente sino construido activamente por el sujeto cognoscente.

b) La función de la cognición es adap-tativa y sirve a la organización del mun-do experiencial (Glasersfeld, 1991, p. 31, en Martínez, 1999, p. 493).

Los dos principios aluden a que los sujetos del sistema internacional, así como los individuos, toman parte activa en la construcción de las relaciones de poder y

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no lo hacen por fuera de su propio pen-samiento, sino que cada sujeto moldea la experiencia y crea la realidad del mundo que lo rodea.

La vertiente que sostiene más só-lidamente esta última ref lexión es el constructivismo radical, la cual

puede encontrarse en Etchenberger y Shaw (1992, p. 411), en Saunders, (1993, p. 136) y en Noddings, (1990), quien sintetiza: ‘el conocimiento y la realidad misma son construcciones de la mente’ (…) lo que ordinariamente llamamos ‘hechos’ no son elementos de un mundo independiente del observa-dor (Martínez, 1999, pp. 493-494).

Por su parte, el constructivismo en las relaciones internacionales toma algunas de sus bases teóricas de las concepciones kantianas sobre el cosmopolitismo y la ilustración basadas en el

ser ciudadano de la especie humana (…), en el derecho cosmopolita (en el que) tanto los hombres como los Estados, colocados en una relación ex-terior de influencia mutua, deben ser considerados como ciudadanos de un Estado humano general (…) y en el advenimiento de una humanidad he-cha de hombres iguales en dignidad y ciudadanos de repúblicas libres (Kant, en Castillo, 2013, pp. 2, 3 y 7).

Según Frasson-Quenoz (2014) hay un pionero destacado del constructivismo

en la teoría de las relaciones internaciona-les llamado Friederich Kratochwil (1989) con su libro fundacional Rules, norms and decisions: on the conditions of prac-tical and legal reasoning in international relations and domestic affairs. Asimismo, derivado de este último autor y de otros líderes intelectuales del constructivismo, Frasson-Quenoz nos comunica el mensaje central de esta corriente de pensamiento al afirmar que el constructivismo es una teoría reflexiva que enfatiza en la inte-racción entre hechos sociales, intereses e identidades de los agentes en la política internacional (2014, p. 217).

El constructivismo en las RR.  II. plantea que

las estructuras y los agentes se defi-nen mutuamente. Si es cierto que las estructuras del escenario internacio-nal moldean, influencian y definen la identidad y el interés de los actores, estos también moldean, influencian y definen las estructuras (Onuf, 1989; en Frasson-Quenoz, 2014, p. 218).

Asimismo, el constructivismo es un enfoque epistémico dinámico que ha adoptado postulados teóricos de Rousseau, Piaget y Montessori, quienes le dieron un impulso importante a la comprensión del ser y del individuo como fuentes de la construcción del conocimiento.

Por su parte, en la concepción teórica del constructivismo kantiano deberíamos vivir en un sistema confederado de seres individuales y Estados bajo el valor de

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la dignidad por el reconocimiento de la existencia de sí mismos y de otros Estados, así como también prescribe la colabora-ción, la armonía, la paz y el respeto por la igualdad ante la primacía del derecho internacional.

Hay pensadores que sitúan el ori-gen del constructivismo en la revolución del enciclopedismo del siglo XVIII, en el Emilio de Rousseau como epicentro de la modernidad y la educación de la mente. Luego, entonces, el constructivismo pone en duda todo conocimiento aprendido y busca desaprender y promover el método científico para configurar nuevas pregun-tas y hacer acercamientos a la realidad desde la perspectiva de los sujetos.

Los factores de poder en el construc-tivismo se detectan en un sujeto con base en análisis sobre su ser y no tanto sobre su tener. En el constructivismo no se poseen los conocimientos, sino que se construyen en la interacción humana. Ergo, las es-cuelas del saber y las epistemologías que estudian el poder en las RR. II. podrían hacer un esfuerzo por analizar más la ontología de los Estados y no tanto la tenencia de recursos geopolíticos, estu-diando aspectos como la identidad y el reconocimiento de otros Estados como elementos cruciales del análisis.

Frente a lo anterior, podemos mencio-nar que los individuos, los Estados y las organizaciones de la arena política inter-nacional suelen pasar a la fase de construir las relaciones con otros actores con base en posicionar su propia identidad como sello distintivo, y lo suele hacer a través

de símbolos, ejercicio de poder, lenguaje político y toda clase de conversaciones di-plomáticas conducentes a fortalecer lazos de fraternidad entre naciones.

A la postre, lo anterior es eminente-mente un conjunto de estrategias políticas que buscan garantizar la continuidad de la existencia del Estado y el bienestar de los individuos que la conforman, lo cual tiende a hacerse por medio de acuerdos le-gales y acciones pragmáticas en beneficio de las partes, lo cual facilita las relaciones y legitima las identidades nacionales.

En el constructivismo, además de acuerdos políticos, desarrollos normati-vos y uso de estrategias pragmáticas, los Estados también se conforman como co-munidades epistémicas haciendo alusión a que los sujetos del sistema internacional crean saberes y proyectan poder a través de esos saberes en su política exterior.

En este contexto, los Estados constru-yen su propia identidad en interacción con otros Estados, pero también a partir de ser epicentros de conocimientos en los que buscan configurar grupos de afinidades. Luego, entonces, la creación del saber a partir de las comunidades epistémicas, de las que hace uso el Estado, son un factor vital en las RR. II., el saber es poder y ese poder puede estar concentrado o puede difundirse según las estrategias que quie-ran posicionar los Estados en el contexto regional y mundial.

Por otra parte, consideramos que el constructivismo ontológico es una veta profunda de investigaciones en RR.  II., donde auscultar la condición humana

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pasada y presente da forma a las relaciones intersubjetivas e interestatales con base en lo que el biólogo chileno Humberto Maturana (1997) llama el ‘lenguajear’, apelando a este concepto para darle pri-macía a la construcción de los sujetos de poder con base en el uso del lenguaje y su conexión entre las emociones y el saber racional. Desde ese marco epistémico, “en un mundo humano, el lenguaje, el diálogo o la conversación son básicos para definir-nos como tales. En él, la característica es la palabra como forma de comunicación y base de la organización” (El Universo, 2010, párr. 2).

Extrapolando lo que Maturana pro-ponía, las RR. II. podrían ser vistas como ecosistemas de organismos vivos que crean una imagen del mundo a partir de su interacción con el entorno y el uso del lenguaje, lo que para el caso de la biología humana y animal analizada por el pensa-dor chileno se dio en llamar autopoiesis5, o lo que para las ciencias de la comple-jidad y los estudios epistemológicos se llamó la teoría de auto-eco-organización en la visión del investigador Edgar Morin

5 “La obra de Maturana se centra en un término que acuñó combinando dos palabras del griego: ‘auto’ (a sí mismo) y ‘poiesis’ (creación). Ergo, los seres vivos son (según Maturana) sistemas autopoié-ticos moleculares, o sea, sistemas moleculares que nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción de sí mismo como sistemas mo-leculares constituye el vivir” (bbc Mundo, 2019, párrs. 11-12).

(2002, p. 521); estos abordajes anteriores convalidan formas sistémicas de pensar las RR. II. con categorías novedosas de la relación entre el ecosistema natural y los estudios antropológicos.

Las RR. II. son una construcción de la mente humana, lo que en palabras de Gregory Bateson significaría un conglo-merado de ideas o pasos para constituir una ecología de las mentes (1998, p. 15) al referirse a que las relaciones humanas, y por analogía a las RR. II., se identifican a partir de teorías sobre una naturaleza maleable y compleja más que sobre objetos de estudio estáticos o mono disciplina-res, y donde son centrales las vocaciones existenciales que proyectan poder como la capacidad de imaginar, visionar, cons-truir, desaprender, rehacer y parecer.

Esa ideación es una construcción compartida, colaborativa y diferenciada en la que, según la máxima de Leonardo da Vinci, “los hombres geniales empiezan grandes obras, pero los hombres trabaja-dores las terminan”; ese genio humano al cual aspiramos cultivar y trabajar en las RR. II., es una construcción fundada en la disciplina y el talento personal, en con-versaciones y relaciones entre los sujetos de la vida cotidiana y se “basa en habili-dades que podemos aspirar a mejorar en nosotros mismos, como la curiosidad y unas enormes dotes de observación (…No obstante), la habilidad sin imaginación es estéril” (Isaacson, 2018, p. 16).

Desde el punto de vista del construc-tivismo en las RR. II. encontramos obras seminales como

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World of Our Making (1989) de Nicho-las Onuf, junto con el Anarchy is What States Make of It (1992) de Alexander Wendt (… Además), la literatura de enfoque constructivista virtualmente explotó para los años 90 (… con) el National Interests in International So-ciety (1996) de Crawford, el Legitimacy and Power Politics (2002) de Buko-vansky, el Revolutions in Sovereignty (2001) de Philpott, y el Rethinking the World: Great Power Strategies and International Order (2007) de Legro (…) Stefano Guizzini (con su libro) Reconstruction of Constructivism in International Relations (2000) (… y, finalmente), Christian Reus-Smit en su (libro) Leyendo la historia con una mirada constructivista (2002), hace una enumeración exhaustiva de los trabajos de corte constructivista que aparecie-ron a partir de 1989 (Arriola, 2013, pp. 378-380).

La visión optimista del presente documento sobre el constructivismo se convalida con voces como la de Arriola (2013) que muestra a la corriente cons-tructivista como un proceso de quiebre en la concepción de las RR.  II. y como una de las

alternativas más sólidas frente a las teorías realistas y liberales desde la Segunda Guerra Mundial y hasta la caída de la URSS (…) Los trabajos de Onuf y Wendt, entre otros, apareci-dos para finales de los 80 y principios

de los 90, constituyeron un punto de inflexión en la historia de la disciplina al romper con el modelo ontológico y epistemológico positivista que tanto el realismo como el liberalismo habían adoptado (p. 1).

Es interesante, en igual sentido, la afirmación de que existe un “estatuto del constructivismo, (que se define) como una ‘meta-teoría’ pues lo que propone, en el fondo, es una ontología del resto de las teorías de relaciones internacionales” (Arriola, 2013, p. 377). De hecho, po-dríamos afirmar que el “Constructivismo no es una teoría de las relaciones interna-cionales, es más bien una teoría general del proceso social que puede usarse para examinar las relaciones internacionales” (Adler 1997; Wendt, 1999; en Hoffmann, 2009, p. 233).

Por su parte, el avance que había pro-puesto el positivismo desde el siglo XIX se configuró como supuesto y como método para comprobar la existencia de verdades objetivas (cuasi-físicas) en las ciencias sociales, y algunos internaciona-listas han seguido este enfoque basándose en diferenciar el conocimiento positivista racional del orden social e internacio-nal frente a otro tipo de conocimientos especulativos, teológicos, metafísicos y abstractos, temas estos últimos que fueron debatidos en la estructura el cuerpo doc-trinal del Discurso sobre el espíritu positivo de Augusto Compte.

El pesimismo justificado contra ese método positivista creado por Augusto

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Compte, evidencia planteamientos crí-ticos de epistemólogos y politólogos contemporáneos en el siglo XXI, los cua-les se basan en establecer objeciones a la teoría del conocimiento positivista debido al abandono de los estudios sobre el ser in-dividual, la subjetividad, la especulación filosófica y la metafísica kantiana, tan ne-cesarios para el proyecto emancipador de Occidente, criticando además el alcance del positivismo como método sociológico aplicable de manera universal y, por el contrario, planteando la importancia de fortalecer la evolución del pensamiento liberal, retomar la perspectiva de los suje-tos de poder y auspiciar la diversidad del ser a partir de los postulados propios del movimiento constructivista.

El anterior esfuerzo fue particu-larmente adverso para el movimiento constructivista durante contextos histó-ricos como la guerra fría, auspiciados por la fuerte influencia del realismo radical y de las relaciones de poder bipolares en materia de las RR. II. como esquemas de pensamiento político predominantes en la segunda parte del siglo XX.

Sin embargo, con la caída del Muro de Berlín el constructivismo ontológico renació.

El motivo por el cual estos aconte-cimientos fertilizaron el terreno para el constructivismo es muy sencillo y evidente: la caída del Muro de Ber-lín marcaba el fin de la Guerra Fría, y significaba (…) el final del marco

histórico-estructural que había ampa-rado la emergencia de varias teorías de relaciones internacionales, sobre todo, el neorrealismo de Waltz y el neolibe-ralismo de Keohane y Nye, que habían ejercido un predominio casi monopó-lico (Arriola, 2013, p. 380).

Al mejor estilo de las teorías de al-cance intermedio contendidas en el libro Teorías y estructuras sociales (1949) del sociólogo estadounidense Robert K. Merton, las teorías constructivistas de las RR. II. suelen eludir los axiomas universa-listas y totalizantes al criticar la existencia de teorías generales del conocimiento. En tal sentido, el constructivismo

se volvió rápidamente exitoso en los círculos académicos (…) pues logró conquistar el llamado middle ground entre la teoría realista y liberal, que había estado vacante durante mucho tiempo y que el posestructuralismo de las teorías posmodernas no supo capi-talizar (Arriola, 2013, p. 383).

Concluimos preliminarmente, dando alcance a lo expuesto por Arriola (2013), que en el contexto de la guerra fría y en los años posteriores, el constructivismo trató de derribar las bases epistémicas de los conceptos de: 1. Verdad incuestionable o dogmas del conocimiento, 2. Bipolari-dad del sistema mundial, 3. Poder único de los Estados dentro del enfoque del realismo clásico en la teoría de las RR. II.,

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4. Linealidad del progreso en la Moder-nidad6 (Lyotard, 1991), 5. Doctrina de la seguridad nacional, y 6. Método científico tradicional positivista.

6 Según Lyotard, en su libro La condición posmo-derna: informe sobre el saber, “se ha decidido llamar a esta condición «postmoderna» al término que está en uso en el continente americano, en pluma de sociólogos y críticos. Designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo XIX. Aquí se situarán esas transformaciones con relación a la crisis de los relatos” (1991, p. 4).

5. CONSTRUCTIVISMO

REALISTA EN LAS RR. II.

Las reflexiones pretéritas sobre el cons-tructivismo ontológico en el análisis de las RR. II. adquieren un nuevo nivel de análisis con las tesis presentadas en el documento Constructivismo realista de J. Samuel Barkin (2003) al generar una vía innovadora de estudios de corte posmo-dernista mostrando que la “epistemología del constructivismo y la teoría del realis-mo clásico son, en efecto, compatibles” (p. 325).

J. Samuel Barkin parte de una definición posmoderna en la que el cons-tructivismo es un sistema abierto o es una plataforma para que otras teorías crezcan y se desarrollen conceptual y metodoló-gicamente.

Siguiendo la anterior línea argumen-tal,

los constructivistas consideran que los hechos de la política internacional no reflejan una realidad objetiva o mate-rial, sino una realidad intersubjetiva o social (Onuf, 1989). En otras pa-labras, lo que los actores hacen en las relaciones internacionales, los intere-ses que tienen y las estructuras dentro de las cuales operan están definidos por normas e ideas sociales más que por condiciones objetivas o materiales (Barkin, 2003, p. 326).

Luego entonces, el constructivismo realista es una organización de las ideas en RR. II. que busca superar las tensiones conceptuales del realismo clásico y del constructivismo ontológico a partir de tres postulados teóricos en los que el in-ternacionalista puede entender su campo de estudio: “(1) La construcción social de la realidad; (2) La construcción social del conocimiento; y (3) La interacción entre los dos primeros supuestos” (Guzzini, 2013; en Baldwin, 2016, p. 140).

Por su parte, para definir el realismo hay muchas aproximaciones teóricas, en-tre ellas las contenidas en seminales obras como Politics among Nations (1948) del político Hans Morgenthau, en la cual se estudia la “política internacional tal como es y no como sentimos que debería ser” (Barkin, 2003, p. 327).

Empero, para J. Samuel Barkin y para el conjunto de pensadores fundamentales

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del constructivismo realista (Hoffmann, 2009; Baldwin, 2016; Wendt, 1992-1999; Paul, 2011; Onuf, 1989; Carr, 1964; Kra-tochwil, 1989; Guzzini, 2013; Jackson, Nexon, Sterling-Folker, Bially Mattern, Ned Lebow, 2004; Becerra, 2013), la ma-nera de comprender mejor el realismo y su relación con el constructivismo es el retorno a los estudios sobre el poder (Barkin, 2003, p. 327).

Los constructivistas realistas abor-dan el conocimiento como un recurso de poder que se construye socialmente por los sujetos (Foucault; en Baldwin, 2016, pp. 146-147). Además, no solo se interesan en los “propósitos materiales” del ejercicio cotidiano del poder, sino que también importa la construcción de relaciones y sujetos de poder basados en el ejercicio de la persuasión, la capacidad de influir, el uso de la cooperación, la coordi-nación, el consenso (Barnett and Duvall, 2005; en Baldwin, 2016, pp. 151-152), la generación de visiones compartidas de futuros posibles, “la teoría política (…) y los principios morales” (Barkin, 2003, pp. 334 y 329).

En tal sentido, el constructivismo realista no encuentra contradicción entre el poder y la moralidad (Barkin, 2003, p. 333), sino que reafirma su complemen-tariedad y su necesario análisis combinado en las teorías de las RR. II.

En esa misma línea argumental, el constructivista realista Richard Lebow (2004) no encuentra tampoco una dico-tomía irreconciliable entre el poder y los

valores morales dentro de ese enfoque epistémico, y nos invita al ejercicio de

resucitar la sabiduría del realismo clásico a través de lecturas de Tucí-dides, Carl von Clausewitz y Hans J. Morgenthau. (Según Lebow), los tres realistas estaban interesados en pre-guntas que a menudo se consideran propiedad de los constructivistas; los tres sostuvieron que las identidades y los valores eran los determinantes más importantes de la política (Lebow et al., 2004, p. 346).

El esfuerzo intelectual por definir el constructivismo realista es un oxímoron en las RR. II. (Hoffmann, 2009, p. 231), toda vez que es “una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de sig-nificado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto” (Wales y Sanger, 2019).

El oxímoron constructivista puede hacer que viejos paradigmas entren en colapso y que nuevos significados en las RR. II. aparezcan para “fusionar la teoría y la práctica” (George, 1993; Hoffmann, 2003; Rosenau, 2003; Widmaier, 2004; en Hoffmann, 2009, p. 231).

Baldwin (2016), en sus análisis so-bre el poder en las RR. II., nos informa que el constructivismo realista involucra factores centrales como, por ejemplo, la legitimidad, el juicio moral, el contexto cultural y las capacidades de los gobernan-tes (p. 144), asuntos que son observados

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en directa correspondencia con factores como las capacidades materiales de los Estados, las cuales son tradicionalmente atribuidas al realismo clásico.

Además, Baldwin menciona que el constructivismo realista empezó a fra-guarse

en los últimos veinticinco años (… y) hoy día, de acuerdo con Emanuel Adler (2013), el constructivismo se ha establecido firmemente en las teo-rías dominantes de las RR.II., tanto en América del Norte como en todo el mundo (2016, p. 139).

Más específicamente, interpretamos que el constructivismo realista intenta encontrar puntos medios de análisis al-rededor de asuntos muy relevantes para las ciencias sociales y las ciencias políti-cas como, por ejemplo, la tensión entre: orden y anarquía internacional, libertad social y autoridad estatal, poder ilimitado y Estado de derecho, idealismo y prag-matismo, valores universales y valores en casos particulares y, finalmente, libera-lismo y realismo clásico.

Según los textos de los precursores del constructivismo realista, hay una in-tención de armonizar esas tensiones con estudios de las RR. II. que combinen

ciertas nociones realistas clásicas con las perspectivas constructivistas sobre el papel de las normas y otros factores intersubjetivos en la producción de

resultados sociales y políticos (Barkin, Thaddeus Jackson, Nexon, Sterling-Folker, Bially Mattern y Lebow, 2004, p. 337).

A pesar de las tensiones teórico-conceptuales, las ideas sobre las RR. II., basadas en el constructivismo, pasan por un terreno menos competitivo y más bien están en un lenguaje de complementarie-dad desde inicios del siglo XXI, en el que se puso fin a la “Guerra de Paradigmas” (Paul, 2011, p. 980), y están sumergidos en el avance de la posmodernidad, de los conceptos que combinan lo tradicional y lo contemporáneo.

El constructivismo realista ha trans-formado el análisis de las RR. II. a partir de una menor intensidad en su visión utópica del mundo que le fue provista por el liberalismo político, y ha empezado a mirar los factores materiales y geopolíticos de las RR. II. buscando tener una meto-dología clara y hacer evaluación de los resultados de la dinámica de poder entre los Estados y otros sujetos de poder in-ternacionales, con lo cual intenta superar al constructivismo ontológico basándose en “comprender las variables relacionadas con los ideales y la identidad de las na-ciones” (Paul, 2011, p. 980).

La inclinación moral de los construc-tivistas realistas hacia la responsabilidad en el saber y en el hacer se podría denomi-nar ‘la investigación comprometida de los internacionalistas’, de una forma análoga a como en América Latina se ha llamado

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a la Investigación - Acción Participativa para auscultar las relaciones de poder y sociales en las ciencias sociales críticas con exponentes como Kurt Lewin, Or-lando Fals Borda, María Cristina Salazar, Sol Tax y Rodolfo Stavenhagen (Salazar, 1997, pp. 7-8).

Siguiendo lo afirmado por Hoff-mann (2009), las teorías de las RR.  II. están agotando las visiones históricas del poder con base en su esfuerzo por explicar aquello que los sujetos de poder pueden construir, deben ser y hacen para cambiar el mundo.

En el mismo sentido, los cons-tructivistas realistas proveen un nuevo arquetipo de ideas que permiten edificar las RR. II. con base en principios y deli-beraciones de tipo ético.

Los constructivistas concentran sus es-fuerzos en mostrar cómo los intereses e identidades de los actores están con-dicionados, moldeados, determinados, influenciados o estructurados por ideas de lo que es bueno (creencias mora-les) y que las acciones en la política mundial son, al menos en parte, un intento de poner esas ideas en práctica (Hoffman, 2009, p. 234).

La teoría del conocimiento es di-námica, en esa medida hay un falso dilema en considerar al constructivismo como utópico o idealista pues está com-pletamente habilitado para estudiar al mismo tiempo las relaciones de poder, las

condiciones materiales de los Estados y los ideales de los sujetos en el macro de las RR. II. (Barkin, 2003, pp. 325-326). Lo anterior le permite abarcar el estudio tan-to de las ideologías políticas en el campo internacional, como también le permite analizar variables como: “el poder militar, el desarrollo de capacidades materiales, (…) los poderes económicos, organizacio-nales y morales” (Mearsheimer, 1994; en Barkin, 2003, p. 329).

Sin embargo, y en vía de establecer conexiones entre el constructivismo y el realismo, estos suelen converger en estu-dios sobre temas tales como: “los derechos humanos (Sikkink, 1993; Klotz, 1995; Keck y Sikkink, 1998; Risse, Ropp y Sikkink, 1999; Burgerman, 2001), las comunidades de seguridad (Adler y Bar-nett, 1998), o el multilateralismo (Ruggie, 1993)” (Barkin, 2003, p. 335).

En medio de las ventajas que pro-porciona la interdisciplinariedad en el constructivismo realista, su gran desafío como enfoque epistémico es “mostrar en qué circunstancias o contextos específicos se deben aplicar las diferentes variables al análisis de las RR. II.” (Paul, 2011, p. 981).

Este es un reto para los interna-cionalistas que combina la observación científica con la imaginación sobre la polí-tica para estar en capacidad de definir qué variables se usan y cuáles no, explicando el porqué de tal escogencia a la luz del alcance explicativo del constructivismo realista y del uso de otras disciplinas útiles en la investigación como, por ejemplo, las

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ciencias políticas, la sociología, la epis-temología, la filosofía, la economía, el derecho y la antropología.

Sin embargo, dentro del análisis constructivista en las ciencias políticas, Barkin parte de un punto moderado al considerar que el constructivismo realista no es una teoría general del saber, ni tiene aspiraciones totalizantes o universales, sino que este enfoque epistémico en RR. II. “nos ayuda más a entender cómo algunos tipos particulares de políticas son cons-truidas, pero es mucho más limitado en sus habilidades para entender cómo opera en general la construcción de políticas internacionales” (Barkin; en Paul, 2011, p. 981).

Es por ello que podemos conjeturar que herramientas como los estudios de caso son aplicables al enfoque construc-tivista realista en materia de análisis de las RR. II.

La configuración de la relación entre constructivistas y realistas está inmersa en el terreno de la complejidad y no está exenta de incertidumbres, de hecho, los investigadores que hacen análisis de la política en las dos orillas de saber, “han aceptado lo complejo que puede ser el estudio sobre el poder” (Lasswell y Ka-plan, 1950; Bachrach y Baratz, 1962; Baldwin, 1989; Hall, 1997; en Barkin, 2003, p. 330).

La complejidad mencionada radica, siguiendo a Barkin, en investigar o inter-pretar el concepto del poder y su conexión con la naturaleza humana en el campo de las RR. II., por cuanto usualmente el

realismo asume ciertas necesidades y des-cripciones de los humanos conducentes a justificar la idea y la manera de ser del Estado a partir de supuestos centrales de la vida “como la inseguridad y el miedo” (Waltz, 1959; Wendt, 1999; en Barkin, 2003, p. 330).

En tal sentido, el constructivismo de Barkin encuentra que los defensores del realismo clásico utilizan los conflictos en sus aparatos teóricos cuando quieren abordar elementos inmateriales, subjeti-vos, prescriptivos-normativos, morales o filosóficos por fuera de las capacidades propias de la disciplina.

Sin embargo, Barkin encuentra que esta situación no es insalvable, y que

podemos identificar una amplia gama de teorías de la naturaleza humana que son compatibles con la teoría realista y constructivista, incluidas aquellas que sugieren que los individuos difieren entre sí (que son maleables y que su naturaleza no es unívoca) (Sterling-Folker, 2002; en Barkin, 2003, p. 330).

Es importante observar que lo que trae el constructivismo realista es una superación del positivismo tradicional, y que su oxímoron constituye un nuevo enfoque en RR.  II. basado en el discur-so de la posmodernidad en el que se da por abolida la concepción unilateral del materialismo realista y se da paso a la filosofía realista, lugar desde donde el constructivismo es más libre, diverso y explicativo de la realidad mundial.

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Para los constructivistas son vitales las normas, las instituciones internacio-nales, el diálogo, el lenguaje y las ideas políticas en la configuración de un mun-do mejor y de unas relaciones políticas internacionales más proactivas (Barkin, 2003, p. 335). Para ellos, lo anterior re-dundará en evitar asuntos como la guerra y el abuso de poder de los Estados, y en prescribir la necesidad de instituciones y organizaciones internacionales de corte más liberal (Onuf, 2001; Sterling-Folker, 2000; en Barkin, 2003, p. 335).

En esa línea argumental, el construc-tivismo realista aborda la

forma en que las estructuras de poder afectan los patrones de cambio nor-mativo en las relaciones internacio-nales y, a la inversa, también aborda la forma en que un conjunto parti-cular de normas afecta las estructuras de poder internacionales (… además, este enfoque se interesa) en el estudio de la construcción de relaciones inter-subjetivas basadas en normas y reglas sociales (Barkin, 2003, pp. 337-338).

El constructivismo realista adopta dentro de su esquema teórico la necesaria premisa del juicio moral y de las posibi-lidades del cambio social, tanto desde su ethos filosófico como desde sus referencias a la práctica de las RR. II. (Carr, 1964; en Barkin, 2003, p. 337).

No obstante, puede haber un riesgo en apelar a la moralidad en el sentido que puede convertirse es un instrumento

acomodaticio de los gobernantes para lograr sus intereses personales (Car; en Barkin, 2003, p. 337), lo cual es una perversión del argumento de los cons-tructivistas realistas.

En tal sentido, la importancia del argumento que combina la moralidad y la política es para lograr fines políticos legítimos, relaciones internacionales ar-mónicas y la consecución del bien común, lo cual interpreta el sentido más justo y cercano al corazón de los análisis de los constructivistas realistas.

Según Paul (2011) en los últimos años hemos visto nacer categorías y teorías eclécticas en las RR.  II. y en las demás ciencias sociales como el caso del cons-tructivismo realista. Ejemplos de “obras como Beyond Paradigms (2010) de Rudra Sil y Peter Katzenstein han presentado fuertes argumentos metodológicos en fa-vor del eclecticismo” (Paul, 2011, p. 981).

En ese terreno de análisis, el cons-tructivismo realista es una combinación de paradigmas que aporta algunos ele-mentos interesantes para el análisis de la política mundial y, asimismo, abre una fuente importante de estudios sobre: el poder, las ideas políticas, las “teorías sobre la identidad en las RR. II., la secu-ritización, las civilizaciones” (Adler, 2013; en Baldwin, 2016, p. 153), los nuevos fundamentos del buen gobierno, la rela-tivización de los saberes tradicionales, la emancipación del concepto del sujeto de poder en las RR. II. (de la mano con otras ciencias sociales) y la reconsideración de las ventajas de construir nuevas normas

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internacionales y sociales bajo la égida de avanzar en el control institucional y moral al poder de los Estados.

En tal sentido, un internacionalista constructivista no se limita a estudiar as-pectos procedimentales de la ejecución de los organismos internacionales, sino que

7 Según Bially Maternn et al. (2004) el cons-tructivismo realista debe “reconocer que el poder

va a revisar las normas, los valores y las ideas a partir de las cuales se ha propuesto la creación de (dichas insti-tuciones internacionales) (…) En otras palabras, el constructivismo no se ca-racteriza simplemente por el uso de un método sociológico, sino también por una metodología reflexivista (Frasson-Quenoz, 2014, p. 223).

A pesar de sus grandes aciertos y posibilidades desde el punto de vis-ta epistemológico, consideramos que el constructivismo realista puede mejorar acercándose más al terreno disciplinar de las ciencias políticas, lo anterior con el fin de aprender de sus métodos de in-vestigación, de sus conceptos y de sus deliberaciones sobre la teoría del conoci-miento con el ánimo de abordar estudios profundos sobre el poder internacional, pues según Bially Maternn et al. (2004) “lo que necesitamos es un enfoque cons-tructivista realista que enfatice las formas y expresiones de poder7 implicadas en la construcción social” (p. 343).

Con base en lo anterior, propone-mos un constructivismo afirmativo de las RR.  II. fundamentado en el estudio de marcos clásicos y contemporáneos de teoría política, los cuales nos devuelven a los orígenes de la construcción de la verdad y del poder a partir del diálogo de argumentos o a la deliberación sobre la aplicabilidad y la vigencia de los valo-res de la democracia en un mundo que, en ocasiones, parece más un campo de batalla que un lugar paradisiaco al que todos tenemos derecho.

Los debates de teoría política en las RR. II. deberían intentar abrazar y con-firmar la verdad más que nunca, donde dicha verdad no provenga únicamente del micrófono oficial de un determinado gobierno, sino de un conjunto de visiones, dialécticas y construcciones sociales que reclaman más democracia, más libertades y más igualdad de oportunidades para el desarrollo material y espiritual de la humanidad.

se presenta en una multiplicidad de formas, como por ejemplo: la autoridad moral, la fuerza e incluso el cuidado, y puede expresarse a través de múlti-ples facetas, como por ejemplo: la material, la de ideación, la simbólica y los medios lingüísticos” (Carr, 1964; Maquiavelo, 1994; en Bially Maternn et al., 2004, p. 345).

CONCLUSIONES

El principal hallazgo del anterior corpus analítico es que sí es factible lograr un

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abordaje exhaustivo y propositivo del constructivismo en la teoría de las RR. II., y que este enfoque nutre el debate de las ciencias sociales y explica y prescribe una forma nueva de ver al mundo en la que son vitales las reflexiones sobre el ser, la verdad, el poder, la causalidad, el lengua-je, la identidad y los valores éticos.

Sostenemos la importancia del retor-no a los fundamentos de la teoría política y los estudios sobre el poder para el avance de las RR. II. dentro del conjunto de las ciencias sociales.

En esos términos, se hace explícita la corroboración de la hipótesis planteada al principio de este documento, en el sentido que el constructivismo logró posicionarse como uno de los enfoques analíticos más potentes de las RR. II., en el que sus lejanas referencias filosóficas permiten dar un mayor sentido explicativo a los concep-tos contemporáneos de la epistemología del constructivismo que toman lugar en nuestro siglo XXI.

Al mismo tiempo, logramos expli-car que el constructivismo es un enfoque abierto y facilitador de un diálogo pro-positivo alrededor de las teorías de las relaciones internacionales, en eso consiste también su aporte epistemológico.

Resalta dentro del análisis que el sis-tema internacional es una construcción mental fundamentada en la ref lexión alrededor de la acción y la naturaleza humanas.

A manera de detalle, tomamos como argumento fundamental que hay un re-torno a los estudios sobre el poder como

fundamento del constructivismo realista en las RR.  II., en el que se concibe en igual valía el análisis del equilibro de las relaciones de poder y la importancia de las normas internacionales.

Además, debemos concluir que las escuelas del saber contemporáneas y la epistemología del constructivismo rea-lista estudian aspectos como el origen del poder, las ideas políticas, los valores, la identidad, las normas internaciona-les y la geopolítica a partir de meditar sobre la ontología de los Estados y no únicamente alrededor de las capacidades materiales, la seguridad y la tenencia de recursos naturales.

Desde un punto de vista posmoder-no, la complejidad introducida por el constructivismo realista radica en inves-tigar o interpretar el concepto del poder y su conexión con la naturaleza humana en el campo de las RR. II., y parte de dos premisas fundamentales: 1. Es posible el cambio social; y 2. No es posible el conocimiento de los fenómenos sociales y de las RR. II. separados del observador.

Con base en el recorrido hecho por diversos campos de estudio en este docu-mento, podemos concluir que las teorías de las RR.  II. del siglo XXI deberían re-tornar a los fundamentos filosóficos de la reflexión sobre la ontología, y también al estudio de las formas virtuosas del ejer-cicio de poder y del gobierno en los que los valores son cruciales para entender y prescribir las reglas de juego de la política internacional.

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Editado por el Departamento de Publicacionesde la Universidad Externado de Colombia

en julio de 2020

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Post tenebras spero lucem