Alfons CalderónGrupo de ProfesionalesCristianisme i Justícia

TRABAJO Y VIDA:UN CAMINO EN BUSCA

DE SENTIDO

cuadernosEX

TRA

TRABAJO Y VIDA:UN CAMINO EN BUSCA DE SENTIDO

Alfons CalderónGrupo de profesionalesCristianisme i Justícia

1. INTRODUCCIÓN Y PROPÓSITO ....................................................................................

2. VIVIR, CREER Y CRECER .............................................................................................

3. EL TRABAJO EN LA VIDA, EL SERVICIO Y LA PROFESIÓN ...................................

4. DE LA PROFESIÓN AL ARTE DE LA VIDA .................................................................

EPÍLOGO ..............................................................................................................................

NOTAS .................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN ................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia, Roger de Llúria, 13 - 08010 BarcelonaTel. 93 317 23 38 - Fax: 93 317 10 94 - info@fespinal.com - www.cristianismeijusticia.netImprime: Edicions Rondas S.L. - Depósito Legal: B-26.117-2012 - ISBN: 978-84-9730-299-9ISSN: 2014-6509 - ISSN (ed. virtual): 2014-6574 - Noviembre 2012Impreso en papel y cartulina ecológicos

La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidad de laFundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que le ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiéndose por escrito a c/ Roger deLlúria 13, Barcelona.

Alfons Calderón trabaja en el ámbito de la gestión internacional. Colabora tambiéncon ESADE donde ha sido profesor de política internacional de empresa.

Este texto es fruto de la reflexión de su autor en el marco de las reunioneshabituales del grupo de profesionales de Cristianisme i Justícia, en el cualtambién han participado: Enric Cancio, Albert Casanellas, Sandra Castell-tort, Laura Collantes, Carles Dresaire, Sylvie Dunand, María Fernández,Jesús Ramírez, Pablo Gavilán, Teresita Gavilán, Clara Martín, AntonioMenacho, Montse Menacho, Víctor Juan, Maribel de la Fuente, Teresa dePalacio, María-Jesús González, Paloma Jurschik, Anna Parareda, IsabelPera, Genís Piferrer, Núria Quintana, Borja Raventós, Anna Riera, MarcoRosales y Cristina Vallet. Las opiniones del autor de este cuaderno no refle-jan necesariamente las de los participantes en las reuniones.

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1. INTRODUCCIÓN Y PROPÓSITO

Este texto es un fruto personal de la destilación de muchos encuentros,reuniones y documentos utilizados por el grupo de profesionales deCristianisme i Justícia a lo largo de ocho años. Se trata de personascuya principal proyección hacia el mundo es su trabajo cotidiano, endistintas profesiones y lugares: el despacho, la empresa, el taller, laAdministración, el mundo sanitario, la docencia o el tercer sector.Algunos incluso buscan empleo, en un entorno que no siempre es favo-rable. En definitiva, un grupo de cristianos de a pie que se planteacómo vivir con justicia su fe, no sólo en el ámbito privado, sino tambiénen el profesional.

El objetivo de estas cuartillas es reflexionar sobre cómo se insiere eltrabajo en nuestra vida, desde una perspectiva que nos ayude a crecercomo personas. Si además puede servir a otros, creyentes o no, paravivir con mayor coherencia y armonía su relación con sus labores dia-rias, tanto mejor; si es así, habremos contribuido con nuestro pequeñograno de arena a hacer de esta reflexión fermento de esperanza y qui-zás de transformación.

A lo largo de las páginas siguientes, partiendo de una experiencia muybásica como es la de la vida, se propone la realización de un itinerarioque pasa por observar el propio crecimiento y la actividad laboral enese proceso, como extensión de la persona hacia quienes le rodean.Continúa en torno a una reflexión sobre el sentido de esa ocupaciónpara terminar vinculándola con una vocación más amplia, en la que eltrabajo es un elemento más, necesario en cualquier caso, y que verte-bra la vida en mayor o menor grado. La espiritualidad ignaciana haimpregnado estas reflexiones, en las que no ha faltado el complemen-to de textos diversos.

Se ha adoptado un enfoque inductivo: a partir de la experiencia real dedistintas profesiones o empleos, a la vez que de su cuestionamiento,se intenta inferir cómo vivirlos de manera coherente, comprometida y

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en la medida de lo posible, gozosa. Todo en medio de las ilusiones yde los no pocos sinsabores que a veces acarrean.

Al publicar este tema, pretendemos compartir con quien las pueda odesee aprovechar algunas de las reflexiones y conclusiones extraídasal hilo de numerosos encuentros. No hay que olvidar que, incluso contasas de paro tan flagrantes como las actuales, muchos de los que tie-nen trabajo tampoco lo perciben como una liberación. Es por lo tantoun terreno donde queda todavía un gran trecho por recorrer a fin dearmonizar vida, valores y ocupación. En el último apartado esbozamosalgunas propuestas para mejorar la situación.

Esperemos que la intensidad de lo que nuestro grupo de profesionalesha meditado, dialogado y contrastado durante este tiempo dé en elfuturo más frutos en forma de nuevas publicaciones y seminarios. Conello nos gustaría honrar la confianza de Cristianisme i Justícia paracontinuar en este nuevo decenio del siglo XXI el espíritu que nos anima.Y al mismo tiempo agradecer a los compañeros por la inspiración,ideas y experiencias compartidas.

Vivir nos une con la naturaleza, con elmundo y el entorno circundante, connuestros semejantes, con los que nos re-lacionamos. Creer nos vincula a unosprincipios fundamentales, que nos orien-tan hacia una dirección u otra.1 Crecernos hace evolucionar como personas ynos impulsa a participar en la construc-ción de una sociedad determinada através de nuestras actividades, afectosy trabajos. Un trinomio que puede resu-mirse en el mundo (vivir), la fe (creer)y el yo (crecer). Como un árbol que nace(vivir) de una pequeña semilla (creer) ya lo largo de los años crece hasta dar fru-to (crecer).

2.1. VivirEmpecemos ya de entrada intentandoaplicar el discurso a nuestra realidadconcreta. La vida es un camino. ¿Quéelementos la integran? ¿Son interde-pendientes? ¿Cuál ha sido el/los hilo/sconductor/es a lo largo de este procesodesde que nací hasta hoy? Hay peque-ñas anécdotas de nuestra infancia que aveces recordamos y que reflejan todavíahoy, años después, cómo somos. Sueleser de gran ayuda, en medio del ajetreocotidiano, sentir qué nos hace vibrar pa-ra intuir la melodía profunda de nuestrodevenir.2 Así, en momentos de desilu-sión será útil rememorar lo que nos ha-

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2. VIVIR, CREER Y CRECER

Vivir es la primera vocación de toda criatura, desde que nace.

Creer es lo que distingue a la persona.

Crecer no sólo se entiende desde un punto de vista físico; es tambiénel proceso que conduce hacia la meta aspirada, consciente o incons-cientemente, de manera voluntaria o no, fruto del desarrollo y a menu-do objetivo de un proyecto vital.

ce sentir vivos, porque si hemos perdi-do el hilo, redescubrir aquello que nosconecta con la vida puede ayudarnos arencontrar la senda. De hecho, como lavida recorre una trayectoria no siemprelineal, conmás omenos altibajos, es per-tinente enfocarla como un largo procesode aprendizaje en el que se aprenda delos errores para evitarlos en lo sucesivo.

Para el cristiano, la vida es uncamino de crecimiento hacia Dios, perotambién, conDios. Ello no la hace exen-ta de dificultades, pero esa percepcióncercana y estimulante de la transcen-dencia contribuye a labrar una trayecto-ria de superación personal hacia unamayor plenitud.3

Para los occidentales, las grandescuestiones vitales suelen ser misteriosque desentrañar. Lo que lleva a consi-deraciones profundas, a complejos pro-cesos cognitivos, a arduas delibera-ciones para intentar dar respuesta apreguntas que a veces no la tienen,como inicialmente alguien se podía ha-ber imaginado. La nobleza del empeñoes loable, pero nos podemos perder entales vericuetos metafísicos. Y lo que espeor, acongojarnos por no encontrar lasolución. Para muchos orientales, encambio, el misterio es algo ante lo quemaravillarse. Una fuerza inexplicableque produce admiración, en última ins-tancia atracción y de ahí movimiento.También esa parece haber sido la acti-tud de algunos místicos, para los quela contemplación ha ido acompañadade acción. Sin ser oriental, el ejemplode Teresa de Ávila, la andarina e incan-sable monja castellana, la infatigableemprendedora, para utilizar una palabrade candente actualidad, la misma del

embeleso místico y del exquisito verboliterario (Dios anda entre pucheros,¿podríamos decir hoy que Dios navegapor Internet?), puede resultar ilustrativa.

Otra pequeña gran Teresa la ha se-cundado siglos después, en nuestrotiempo, a orillas del Ganges, y nos hadejado esta sencilla e inspirada oración:

La vida es una oportunidad,aprovéchala.La vida es belleza, admírala.La vida es una bendición, disfrútala.La vida es un sueño, hazlo realidad.La vida es un reto, afróntalo.La vida es un juego, juégalo.La vida es algo preciado, cuídala.La vida es algo valioso, consérvala.La vida es un misterio, descúbrelo.La vida es una promesa, cúmplela.La vida es dolor, supéralo.La vida es un himno, cántalo.La vida es un combate, acéptalo.La vida es una aventura, desafíala.La vida es una tragedia, enfréntate.La vida es suerte, merécela.La vida es vida, defiéndela.

La vida no es un destino, sino unaobra en curso, que se define por el mis-mo acto de vivir y por la forma de afron-tar también la felicidad, algo a lo que elser humano aspira, tiene que ver máscon el camino que con la meta.

2.2. CreerEnfocamos el creer como la referenciaa los valores, a aquel motor invisiblepero esencial de nuestro yo, para mu-

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chos relacionado con la fe e incluso conla espiritualidad. Vendrían a ser elADNmental de la persona. En esta etapa esnecesario preguntarse cuáles son nues-tros valores finales y cuáles nuestros va-lores instrumentales (aquellos que nosencaminan hacia los primeros). Los va-lores proporcionan solidez, estabilidady sentido al individuo. Si se revisan ycalibran son susceptibles de evolucionarmediante un proceso de pulido y afina-ción.

Creer puede ser sinónimo de altaprobabilidad de ocurrencia de un su-ceso. Pero también de certificación deconfianza («te creo») y de símbolo decomunión («creo en ti»). Las creenciasinfunden una fuerza interior capaz detransformar situaciones aparentementeimposibles («la fe mueve montañas»).

Establecemos pues un binomio apartir del significado de creer. Por un la-do, identificamos creer como el hechode aceptar un conjunto de presupuestoso axiomas; y es lógico, puesto que setrata de una de las acepciones del tér-mino. Pero la palabra aporta asimismootra nociónmuy rica, y es la de creer co-mo el hecho de confiar. Justamente laetimología latina de dicho verbo (confi-dere) proviene de la palabra fe (fides).De ese modo, cuando uno dice «creo enDios» no se refiere sólo a la aceptaciónde unos principios de pensamiento, sinoespecialmente en el cristianismo, a unaaspiración y voluntad por desarrollaruna confianza profunda en Jesucristo ysu estilo de vida. Y esa confianza des-prende un impulso positivo, que hacecrecer e incluso sentir y gozar de lo quese cree, es decir de la proximidad deaquél en quien se confía. Por eso, la cre-

encia basada en el pensamiento produ-ce seguridad y probablemente concien-cia de unidad entre todos los que la com-parten. Ambas sensaciones tienen granvalor. Pero la creencia basada en la con-fianza produce además sentido y espe-ranza indispensables también para cre-cer y a la postre puede encauzar una rutahacia la felicidad.4

2.3. CrecerCrecer tiene innegablemente un compo-nente biológico, pero al mismo tiempo,una dimensión mucho más amplia aso-ciada al desarrollo cognitivo, emocionaly espiritual, como partes de un mismotodo. Puede durar toda la vida. En cual-quier caso, por la trayectoria ascenden-te que normalmente asociamos al tér-mino, tiene que ver también con labúsqueda, la proyección o en definitiva,el avance hacia adelante. Curiosamente,la apertura hacia los demás nos condu-ce a menudo a crecer interiormente yviceversa.5 Como somos seres en pro-greso, de ahí surge la importancia de larevisión o examen personal, que eva-luará la coherencia de nuestras decisio-nes, pero también de una legítima aspi-ración de plenitud. El examen tiene queser como el retrovisor de un automóvil,que permite mirar hacia atrás antes deiniciar el adelantamiento; como un ins-trumento que proporciona una visión noevidente para poder iniciar un cambioen nuestra trayectoria, y hacerlo con se-guridad. Esa es la finalidad. Cuando noexiste tal fin, el análisis conlleva el ries-go de convertirse en parálisis.

Partimos como siempre de unas pre-guntas para avanzar. Primeromirando al

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pasado: ¿Cuáles han sido mis etapas decrecimiento, como persona, como pro-fesional, como creyente, si correspon-de? ¿Han ido al unísono? ¿Quién me haacompañado en ese crecimiento? Des-pués, anclándonos sólidamente en elpresente intentamos vislumbrar ele-mentos que nos permitan mejorar en elfuturo: ¿En qué ámbitos deseo crecer?¿Por qué es importante para mí? ¿Quénecesito para ello?

En una de las sesiones de grupo, unade las personas manifestó que el verda-dero crecimiento es un proceso de ma-duración, que permite desprenderse delo más superficial o accesorio para diri-girse hacia lo esencial. Sea como fuere,lleva asociada la aceptación y el reco-nocimiento de mi propio yo (virtudes ydefectos, entorno social, situación perso-nal y profesional). El proceso nos per-mitirá, a partir de lo que somos y tene-mos como cualidades, plantear nuestrofuturo. Implica la asunción de la propialibertad y por ende, responsabilidad, im-prescindibles para desarrollar la capaci-dad de amar: el gran catalizador del cre-cimiento humano.

De un modo más práctico, conclui-mos que para crecer como personas enun medio laboral exigente, conviene re-frescar una serie de actitudes. Sin ánimode ser exhaustivos, las podríamos resu-mir en:

– Formarse adecuadamente.– Fomentar el entusiasmo sereno y

el reconocimiento hacia los demás.– Compartir y contrastar nuestras

vivencias, aunque sin vehemenciani comparaciones que acentúen laambición.

– Aceptar con humildad la pequeñezy las limitaciones… pero ¡ojo!Como se afirmó con desparpajo enuna reunión, «somos pequeños, pe-ro no feos».

– Considerar el trabajo con deporti-vidad: unas veces se gana y otrasse pierde; lo importante es partici-par y debemos evitar en lo posibleque las derrotas nos hagan añicos,porque forman parte de la vida.

– Cultivar alguna afición, más alláde las obligaciones laborales.

– Facilitar momentos para que haya“juego” en nuestra vida, es decir,espacio y capacidad para el movi-miento, el ajuste y la adaptación,imprescindibles para desarrollarla resiliencia ante imprevistos.Quizás esto nos conduzca a tomar-nos tiempo, a esponjar nuestraagenda o a ordenar nuestras activi-dades.

En cuanto a los medios que coadyu-van a un buen crecimiento, no hay queolvidar el cuidado de la salud, las bue-nas lecturas, el ejercicio físico, las amis-tades,6 la meditación, la expresión artís-tica en sus más variadas formas, elespíritu solidario, los viajes, el estudio,el contacto con la naturaleza, la ora-ción… Son tantos los medios, que cadacual debe escoger aquellos que más es-tán al alcance de sus gustos, aptitudes ysituación.

El crecimiento, tanto en la esferapersonal como laboral, se suele produ-cir en el marco de un grupo y normal-mente a través de unos referentes; per-sonas con mayor experiencia que uno

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mismo de las que hemos aprendido, in-cluso sin llegar siempre a percatarnos.Pero también podemos ser nosotrosmismos esos mentores. En una épocacomo la actual en donde la praxis delmentor está muy de moda en algunasgrandes empresas, por no hablar del fe-nómeno del coaching7 que adquiere pre-ponderancia cada día, cabe recordarotro texto de Teresa de Calcuta:

Enseñarás a volar,pero no volarán tu vuelo.Enseñarás a soñar,pero no soñarán tu sueño.Enseñarás a vivir,pero no vivirán tu vida.Sin embargo…en cada vuelo,en cada vida,en cada sueño,perdurará siempre la huelladel camino enseñado.

2.4. Integrando las tresdimensiones: la vida comovocación

Las tres dimensiones a las que nos he-mos referido están interrelacionadas.Alguien podría incluso pensar que «vi-vo y creo, luego crezco», ya que el creernos orienta hacia el crecimiento y nopodemos creer si no sentimos la vidacomo algo intenso.

¿Qué cemento aúna esos tres funda-mentos? ¿Cuál es el vínculo que hace denuestra vida un camino (crecimiento)hacia un horizonte (creencia) en un lu-gar y momento concretos, con un grupode personas (comunidad)?

La clave está en saber y poder con-ciliar las tres, no en abstracto, sino en elmedio y circunstancias en los que nosencontramos. En definitiva, vivir, creer,crecer como un itinerario personal y co-munitario, porque no crecemos nuncasolos.8

Pensamos que en el centro de esa ar-gamasa que cimenta el trinomio men-cionado está el amor en alguna de susmuy diversas componentes, que se pro-yecta de uno u otro modo a las distintasesferas de la vida y no sólo a la indivi-dual o familiar.9 Por ser el trabajo unade las que más tiempo nos ocupa, nodebería obviarse ese principio funda-mental.

A lo largo de las reuniones que con-vergen en la redacción de estas líneas,las metáforas han servido para plasmaralgunas de las realidades que nos afec-tan y para las cuales precisamos de ana-logías que permiten visualizarlas mejor.No en vano, abundan en el Evangelio enforma de parábolas.10 Una imagen típicaes la del árbol, al que se asemeja nues-tra vida. Las raíces son los valores y nu-trientes que llevamos dentro. Nuestrocuerpo, mente y espíritu crecen a partirde ellas y del humus que las alimenta.Ahora bien, el crecimiento está influidopor el ambiente y factores externos co-mo el sol, la lluvia (a veces ácida), lasombra de los otros árboles o los cuida-dos y atenciones recibidos (la educa-ción). Con la diferencia de que nuestraconciencia nos permite no sólo ser ár-bol, sino también jardinero: podar lasramas secas, abonar, regar, enderezar,…Nuestro camino de crecimiento, comoel árbol, aspira a ser ascendente y a serreconocido por sus frutos.

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No nos fijaremos aquí en una perspec-tiva macro de las relaciones laborales,sino que descenderemos a una visiónmás personalista, centrándonos en lamayoría que trabaja pero, sin olvidartampoco el drama de los que queriendo,no pueden hacerlo, un número por des-gracia elevado en estos momentos decrisis económica.

Asimismo, conviene tener en cuen-ta que mientras muchos, especialmenteen el mundo rico, pueden plantearse có-mo hacer de su vida un proyecto dota-

do de sentido y realizarse como perso-nas, una multitud solamente aspira a so-brevivir. De hecho, incluso en los paísesde la OCDE, a pesar de estar garantiza-dos una serie de derechos y conquistassociales del estado del bienestar, dema-siados puestos de trabajo no son lugaresdonde la gente pueda afirmar su perso-nalidad o cultivar sus anhelos profundos.Son en cambio empleos monótonos, entalleres deshumanizados u oficinas gri-ses que no generan ninguna satisfacciónpersonal.11 Consideramos justo luchar

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3. EL TRABAJO EN LA VIDA, EL SERVICIO Y LA PROFESIÓN

Para millones de personas, el trabajo sirve para ganarse la vida, perotambién es el principal factor de integración social. Éste puede ser máso menos aceptable o aceptado, amigable, duro, acaso injusto. En elúltimo siglo, se ha avanzado mucho en el reconocimiento de los dere-chos de los trabajadores para establecer unas relaciones de justicia,especialmente en los países occidentales, aunque con excepciones yaspectos mejorables.

para eliminar aquellos factores que noshacen decrecer; el espectro es amplioporque va desde condiciones inhuma-nas o de insalubridad, hasta situacionesde abuso de poder, acoso, discrimina-ción, inequidad, pasando por cuestionesa veces más subjetivas relacionadas conel estrés o el clima laboral. Por otra par-te, además de determinados requisitosmínimos apreciables objetivamente, elcrecimiento personal no dependerá sólodel trabajo: muchos, aunque tengan unaocupación digna y gratificante, se reali-zarán como personas fuera de él. Y encambio, algunos lo harán fundamental-mente a través de su trabajo.

3.1. ¿Cómo me ayuda mi trabajoa vivir, creer y crecer?La pregunta admite su recíproca: ¿quéaporta mi vida, mis valores y mi capa-cidad a mi entorno de trabajo?

Aveces intentamos separar trabajo yvida personal como compartimentos es-tancos. Salvo casos extremos, tiene sen-tido si así queremos evitar que posiblesconflictos en uno de ellos afecten alotro; como en un barco donde se ha pro-ducido una vía de agua, cerrando unacompuerta evitamos que se inunde elresto del buque y ganamos tiempo parareparar el boquete, achicar el líquidoelemento y evitar irnos a pique. Pero larespuesta a las dos preguntas inicialespasa en la mayoría de los casos por laconstatación de que por más que aisle-mos la vida personal de la profesional,ambas se interrelacionan como vasoscomunicantes, a menudo de manera in-consciente. Los comportamientos pue-den ser distintos, adaptados a la situa-

ción: quizás no le dices lo mismo a tujefe que a tu esposa, a tu colega que atu hermano, al becario que a tu hijo…aunque acaso utilices un tono similar,una actitud semejante o idéntico talan-te. Puedes o no replicar comportamien-tos, pero muy probablemente los valo-res y actitudes serán losmismos, sin quetú te des cuenta. Y como los valores es-tán en el meollo de tu vida y tú eres lamisma persona, aunque no hagas lomismo en casa que en la empresa, el finde semana que los lunes, algo muy im-portante de lo que eres dejará huella tan-to en un sitio como en el otro. Sin dartecuenta, tus cualidades personales reper-cuten en tus compañeros de trabajo ysus cualidades repercuten en ti. A me-nudo oímos: «el que es bueno, suele ser-lo en todo»; esperando que no exista elparadigma equivalente para elmalo. Poreso, hemos hecho antes hincapié en elvivir, creer y crecer, si queremos afron-tar con fundamento el trabajar.

En ese sentido, viene a cuento lo queun viejo profesor decía a sus alumnos:

«Cada uno de vosotros es como ungran saco que a lo largo de los cur-sos vamos llenando con muchasasignaturas: matemáticas, literatura,historia, biología, deportes, dibu-jo… Pero lo más importante de todoello no son los contenidos, sino quees el propio saco. Es a él donde de-bemos dirigir nuestra atención pre-ferente.»

A parecida conclusión llegamos enel análisis: si queremos mejorar el tra-bajo y las relaciones que en él se es-tablecen, empecemos por mejorar laspersonas. O por utilizar una imagen

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evangélica, construyamos la casa sobrela roca12. Por eso iniciamos nuestrareflexión por ahí.

En esa jerarquía de prioridades, tannecesaria en los tiempos que corren enlos que alguna vez todos hemos podidotener la sensación de haber perdido elnorte, va bien pararse un momento ypensar. No sólo por el mero placer dehacerlo, para quien así lo experimente,sino para organizarnos mejor. Uno delos grandes maestros del discernimien-to, Ignacio de Loyola, lo expresaba enel particular castellano barroco de suépoca: «disponer el ánima para quitarde sí todas las afecciones desordena-das»13.

El siguiente paso es ver cómo el tra-bajo nos puede ayudar a ser mejorespersonas. Para empezar, y como hemoscomentado, debe haber unas mínimascondiciones de justicia en las estructu-ras que rigen las relaciones laborales. Aeste aspecto se han dedicado no pocosestudios, ensayos o artículos, acentuan-do la necesidad de determinadas refor-mas sociales, legislativas o de gestión afin de garantizar la equidad y reconoci-miento de los derechos para quienes nogozan de una posición razonable. Esanecesidad de liberación se da tambiénen quien tiene un trabajo cotidiano dig-no y que no por ello deja de ser a vecesvíctima de su situación. De hecho, elhombre y la mujer de hoy, y probable-mente de todos los tiempos, tienen sedde esperanza en sus quehaceres diarios,por más que sus condiciones mínimassean a priori correctas. A veces, la alie-nación que produce el tedio, o el deseode querer dar un pasomás y no saber có-mo, o tal vez el exceso de trabajo, lle-

gan a crear momentos de tensión inter-personal y de injusticia.

En primer lugar, el trabajo es nece-sario en tanto y cuanto permite vivir.Pero además, también permite vivir aotros (como a la propia familia) y reali-zar una función dentro de la sociedad.

En algunos casos ideales, no siem-pre con frecuencia, el trabajo puede lle-gar a hacer sentir plenamente una voca-ción. Es importante matizar la salvedadporque la disociación entre trabajo y vo-cación es fuente de desazón entre mu-chas personas de buena voluntad. Escierto que etimológicamente, aunquesea en otra lengua, existe un vínculo se-mántico. Si tomamos el vocablo que ex-presa ‘profesión’en alemán –Beruf– ve-mos que tiene el mismo prefijo queBerufung, ‘vocación’;Ruf significa ‘lla-mada’. Pero también lo es que la voca-ción puede radicar fuera del trabajo yése convertirse en un medio para la sub-sistencia; o bien para poder desarrollarfuera del ámbito laboral aquello a lo queuno se siente llamado. También es líci-to. Entonces la profesión, ejercida des-de un punto de vista ético, se convierteen una mediación o una vía, y no en unfin en sí mismo, enmarcada en un esce-nario más amplio, el de la vida, comoabordábamos en el primer capítulo. Elnúmero de horas que pasamos en nues-tro trabajo no siempre es proporcional ala importancia que le concedemos. Encambio, puede haber actividades que sinocuparnos tanto nos satisfacen más ocontribuyen mejor a alcanzar los idea-les a los que aspiramos. Desde la ma-ternidad o paternidad que trasladan a unsegundo plano la profesión, llegando asacrificar determinados objetivos de ca-

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rrera; hasta una afición, tarea o volunta-riado cultivados desinteresadamentedurante nuestro tiempo libre. Otra ima-gen resulta sugerente para explicar estasituación: la sal en un alimento; repre-senta una proporción pequeña, pero suausencia deja insípido el gusto del man-jar y su exceso lo desvirtúa totalmente.Y a pesar de ser tan valiosa,14 nadie sealimenta exclusivamente de sal.

Esa necesidad de enmarcar la profe-sión en un todo más amplio, de alzar lavista para conocer las consecuencias denuestra tarea, trae a colación esta histo-rieta que es bastante elocuente.

Un transeúnte pasando al lado deuna obra pregunta qué están haciendo atres empleados que realizan idéntica ac-tividad. El primero le responde: «estoytransportando piedras de aquí paraallá»; el segundo dice: «amontono blo-ques para levantar un muro»; el terceroafirma: «estamos construyendo unacatedral». Tres maneras distintas de veruna misma realidad. ¿Se imaginan cuálde los tres obreros siente una predispo-sición a sentirse más realizado? El pri-mero sólo se fija en lo que literalmentehace; el segundo descubre la conse-cuencia inmediata de para qué lo hace;el tercero ya habla en primera personadel plural, de manera inclusiva –esta-mos– y vislumbra la obra final, a largoplazo, aquella que realmente va a mo-delar el paisaje de la ciudad en el futu-ro.

He ahí una primera pauta, aunque nola única, para crecer como personas ennuestra profesión: intentar conocer elporqué y el para qué de lo que hacemos,es decir, la motivación y la intención fi-nal.

No será lo único que determine elencaje de nuestra labor profesional connuestra vida. También el modo de ha-cerlo determinará la validez y la cohe-rencia. Siguiendo con el relato anterior,si en lugar de tres empleados hubiéra-mos presentado a tres esclavos o a trespeones en condiciones precarias, se ha-bría desvirtuado totalmente la moraleja,porque el “cómo se hace” también im-porta.

3.2. Trabajar: una forma de servirPodemos empezar de nuevo con otrapregunta: ¿qué significa para mí servir?Si repasamos las diferentes acepcionesde este verbo brindadas por el dicciona-rio,15 veremos una gran riqueza de ma-tices. Desde «aprovechar, valer, ser deutilidad», hasta «ejercer un empleo»,«obsequiar a alguien», pasando por «darculto a Dios» o «repartir» o «suminis-trar algún producto a un cliente», por ci-tar sólo algunas. Casi todas ellas tienenconnotaciones positivas. Incluso la de-finición de servicio, como «conjunto detrabajos que se hacen para un fin deter-minado» ya subraya la finalidad que sepretende como algo inherente al con-cepto; convendrá pues no perder de vis-ta este fin.

El siguiente paso sería plantearse larelación entre servir y trabajar. Cuandoel trabajo se entiende como un servicio,se ponen de manifiesto dos elementosmuy importantes: su utilidad y la perso-na que percibe su fruto.

En lo que concierne a la utilidad,conviene formarse y adiestrarse correc-tamente. En lenguaje coloquial podría-mos decir prepararse para ser un pro-

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fesional. Lo veremos en el apartado si-guiente.

Si nos fijamos en el destinatario deltrabajo, aparece una dimensión amplísi-ma que considera a los demás en el cen-tro de nuestra labor.

Por ejemplo, una parte de las inves-tigaciones en materia de inteligenciaemocional dentro del ámbito empresa-rial aborda dicha cuestión. En ese con-texto se define el servicio como la ca-pacidad de reconocer y satisfacer lasnecesidades de los subordinados y losclientes. Advertimos que no se subraya,aunque tampoco se excluye, a los queestarían jerárquicamente por encima, si-no que se destaca a los que teóricamen-te se encontrarían por debajo.16Yal mis-mo tiempo se clasifica el servicio comouna de las competencias necesarias pa-ra establecer el liderazgo emocional,junto con otras como la autoconciencia,el autocontrol, la gestión de las relacio-nes y la empatía.

«Los líderes con una elevada capa-cidad de servicio saben generar elclima emocional adecuado para es-tablecer una buena relación con elcliente o con el consumidor. Son per-sonas capaces de garantizar la satis-facción del cliente y con las que pue-de contarse cuando se las necesita.»17

Incluso cuando se está en una posi-ción jerárquicamente superior, el servi-cio se proyecta esencialmente de unohacia los demás y no tanto en sentidocontrario. Una vez más, otros autoresque tratan sobre la conducta humana enel seno de grupos y organizaciones, pa-recen llegar a conclusiones similarescon relación a este fenómeno.18

Ya el propio Evangelio nos recuerdaque la misión de Jesucristo no fue serservido, sino servir y cómo entre sus se-guidores, quien quiera ser el primero de-be hacerse servidor de todos.19 Y en esamisma línea, la historia del cristianismonos presenta a muchos personajes delaboriosidad infatigable y destacadaorientación hacia el servicio, cuyo lega-do nos ha ido llegando hasta nuestrosdías.20 Ignacio de Loyola, en la contem-plación para alcanzar amor de susEjercicios Espirituales, nos lo recuerda,casi como corolario: en todo amar y ser-vir.21 Es decir, aúna en una misma sín-tesis la realidad del espíritu (amar) y ladel mundo (servir), la transcendencia yla prontitud, la grandeza y la utilidad, lacontemplación y la acción. El amor pa-recería más ligado a la convicción y elservicio a la responsabilidad.22

Todo ello resulta una interesante,que no casual, coincidencia con los re-sultados de muchos estudios sobre laverdadera naturaleza de la dirección depersonas en organizaciones y empresas.

Como todo gran principio moviliza-dor, el servicio mal entendido puede de-generar en sentido perverso. Es decir, elreverso de la medalla si de él se abusa:el peligro de que se convierta en servi-lismo. En nuestros días designado conneologismos como mobbing o acoso enel trabajo, derivado de una imposiciónque genera estrés y origina abusos. Parano caer en esa tentación, existen algunassalvaguardas: desde el cumplimiento deunas reglas justas y claras que repartanequitativamente las cargas laborales;hasta la ordenación de los tiempos ymomentos del trabajo; pasando por unasrelaciones sanas con colegas, jefes y

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subordinados; o por el hecho de dete-nerse de vez en cuando, para tomaraliento, apreciar los buenos resultados yreconocer a sus artífices.Todo con el ne-cesario margen de maniobra y discre-cionalidad responsable, para no incurrirtampoco en el exceso normativo o la in-flexibilidad, tan perniciosos como losmales que pretenden impedir.

Como fuente de inspiración, repro-ducimos a continuación unos sencillospero certeros y contundentes versos encatalán que relacionan trabajo y utili-dad.

Hay que pensar tambiény muy prontoen aprender bien,con vocacióny aplicadamente,un oficio claro,un trebajo decente.

Compañero, hay que servirsegún tus dones,sin vanidad.Si no, ¿qué serás?Un número más,un parásito más,un estorbo más.

Si no quieres ser esclavodel podrido dinero,del poder de unoo del poder de muchos,hazte antes esclavode tus manosy de tu cerebro,en beneficio de los tuyos,en beneficio de todos.a profit de tots.

Todo depende de tiy de cada uno.23

3.3. Del servicio a la profesiónAntes hemos definido servicio y ahorahacemos lo propio con profesión.Vienedel verbo profesar que a su vez presen-ta ricos matices: «ejercer o enseñar unaciencia, arte u oficio, por los que se per-cibe una retribución», «ejercer algo coninclinación voluntaria y continuaciónen ello» o bien «creer, confesar» ya queprofesar deriva también del vocablo ‘fe’.Aparecen pues varias nociones intere-santes que acostumbran a pasar desaper-cibidas. En primer lugar, la actividad,puesto que se trata de algo orientado ala acción, enfocado a surtir algún tipo deefecto. Segundo, la perseverancia en eltiempo. En tercer lugar, la aceptación:no se trata de algo pasajero ni fortuito.

Por todas esas razones, la profesiónperpetúa el servicio más allá de lo in-mediato, tanto en el espacio, como en eltiempo. Simplificando, con riesgo deexagerar un poco para que se entienda,es pasar del necesario e insustituible«aquí, ahora y para ti», propio del ser-vicio al «en toda circunstancia, parasiempre y en beneficio de muchos» quesugiere la profesión. Por ello y sin quesirva como justificante, la profesión hamarcado históricamente el horizonte so-cial de quien la ha ejercido. Es decir, queha condicionado las posibilidades derelación del profesional en cuestión,proporcionándole un determinado esta-tus o reconocimiento social. Y por esotambién, en el lenguaje coloquial oímosla expresión cuando fulano o menganose excusa ante sus amistades por una de-terminada actitud que tiene por “defor-mación profesional”.

Esa naturaleza más holística pareceevidente en profesiones supuestamente

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más vocacionales o idealizadas, como lamedicina, la política, el clero... en dondeuno no se limita a ejercer parcialmentesino que “es” las veinticuatro horas deldía. Conlleva que en la profesión se pasedel mero “hacer” (o prestar un servicio)al “ser”. Dicho de otro modo, el servircada día en un ámbito determinado, conesmero y pericia, forja a la persona y leimprime carácter.

Como sus efectos son perdurablesy afectan a la propia esencia del indi-viduo, razón de más para insistir en lapreparación que requiere una profesión.Se podría adquirir a cualquier edad,pero tiende a hacerse demaneramás ex-plícita, estructurada e intensa a travésdel sistema educativo en momentosmuy concretos, normalmente durante lajuventud. Es allí donde la persona sesuele orientar hacia su ocupación pos-terior, ya sea a través de la formaciónprofesional, del bachillerato o de unacarrera universitaria. Ahora bien, lacomplejidad creciente de determinadosoficios, unida a un entorno en constantemutación, hacen que a menudo la for-mación inicial deba ser complementadade manera recurrente a lo largo de la vi-da laboral.

Además, no sólo la enseñanza teóri-ca, sino sobre todo la experiencia y unaserie de habilidades, son primordiales ycondicionan el ejercicio de la profesión.Estas últimas sólo se adquieren con elpaso de los años. Pero nos gustaría sub-rayar otra cuestión: en el quehacer la-boral, su principal reto no siempre radi-ca en la destreza técnica para llevarlo acabo. Las dificultades están frecuente-mente más condicionadas por otros fac-tores, como las relaciones interpersona-

les en el puesto, la sintonía del trabajocon los propios intereses, la aparición deimprevistos ajenos a lo aprendido o laslimitaciones humanas y materiales parasu correcta ejecución. En la mayor partede casos, el sistema educativo formal noprepara demasiado para ello, o almenos,nos parece que no le concede siempre laimportancia debida.

En la preparación aludida se requie-ren maestros, que pueden ser tanto per-sonas que instruyan, como modelos aseguir. No en vano, profesión tiene lamisma raíz que profesor, equivalente adocente o maestro.24 Éste es evidentedurante la enseñanza reglada. En la eta-pa laboral ya no existe explícitamente,pero todos recordamos a un colega o aun jefe del que aprendimos y valoramoslo mucho que nos pudo servir u orien-tar. En los gremios medievales, el gra-do de maestro era el culmen del desa-rrollo profesional, después de pasar porlos de oficial y aprendiz, una progresiónderivada de un aprendizaje continuo,sancionado por exámenes que permitíanel ascenso al escalón superior.

De lo mencionado se deduce que, através de su actividad habitual, el pro-fesional influye sobre los otros y sobresu entorno. Por consiguiente, posee undeterminado poder. En este análisis, co-mo en diversos aspectos de las cienciassociales, conviene diseccionar ese po-der. Para ello recurrimos a los clásicos,que distinguían entre auctoritas (reco-nocimiento que los demás otorgan a al-guien en virtud de su conocimiento, ex-periencia o coherenciamoral) y potestas(poder coercitivo con el fin de provocaruna determinada conducta por parte deterceros).

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La auctoritas irradia legitimidad, lapotestas obliga a la obediencia. En mu-chos aspectos de la vida, ambas sonnecesarias. En el ámbito que nos ocupa,el ejercicio de una profesión con arregloa unas buenas prácticas proporcionaauctoritas, que se ve reforzada por larectitud y los valores éticos de quien laejerce. Ése puede ser también el funda-mento del liderazgo de un profesional ode un empleado en una organización,mande o no directamente sobre losdemás. El capitán de un equipo de fút-bol, por ejemplo, tiene una determinadaauctoritas o influencia, ya que suele serun veterano reconocido por sus com-pañeros y por eso es el designado pararepresentar al conjunto en circunstan-cias muy concretas. Es un primus interpares o primero entre iguales. Pero lapotestas para decidir quién juega oquién no, o qué estrategia se adopta paraalcanzar la victoria sobre el rival, co-rresponde al entrenador.

Idealmente, sería conveniente aso-ciar siempre la potestas a la auctoritas;o dicho de otra manera, que quien ten-ga elmando, lo ejerza con arreglo a unosprincipios y a unas formas que puedanllegar a suscitar la libre adhesión y nosólo el miedo a la sanción.

Siguiendo con el símil, el míster queejerza el poder al margen de la legitimi-dad que le reconozcan sus jugadoresquizás sea eficaz en lo inmediato, peroterminará sin alcanzar los objetivos quese propone más a largo plazo, por faltade seguimiento del equipo, especial-mente cuando las circunstancias seanadversas. Del mismo modo, no pocosconflictos en el trabajo derivan del he-cho de que quien tiene la potestas no

ha alcanzado la auctoritas (porque ca-rece de experiencia suficiente en el ofi-cio o en la dirección de personas, porqueha accedido al cargo de manera injus-ta…).

En cualquier caso, si comodecíamosal inicio, la raíz de profesión es la pala-bra fe, no deberíamos tomar la profesiónúnicamente como una técnica orientadaa una finalidad. Nos está también su-giriendo algo sobre la confianza con laque hay que ejercerla y el bien que deella puede derivarse, tanto para el suje-to de la profesión (quien la ejerce) co-mo para el objeto de la misma (quienrecibe sus efectos). Por todo ello, sonnecesarias una serie de virtudes, nosiempre fáciles de adquirir, pero inhe-rentes al oficio escogido. Hasta el pun-to de que en la antigüedad, el acceso adeterminadas profesiones venía sim-bolizado por una declaración o prome-sa solemne, como el juramento hipo-crático característico de los médicos.

En esa línea y como ejemplo dignode mención en nuestra época marcadapor una crisis desatada, entre otros mo-tivos, por la falta de rigor y principioséticos en determinados profesionalesy corporaciones, destacaremos un he-cho: una promoción de graduados deadministración de empresas de la Uni-versidad de Harvard inició en 2009 unmovimiento a favor de un juramentoprofesional, de libre asunción, paracomprometerse en el desarrollo de lafunción directiva con respeto a criterioséticos. La propuesta se ha abierto tam-bién a egresados de otras escuelas de ne-gocios de varios países del mundo porsi se quieren adherir a ella. Se trata dedesarrollar una visión que contemple las

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consecuencias de la acción del directi-vo no sólo sobre su organización, sinotambién más allá, en el medio y socie-dad circundantes, con arreglo a unosmí-

nimos criterios de virtud y justicia queamplían el horizonte del interés perso-nal.25 Sería extrapolable a muchas pro-fesiones.

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4.1. Creatividad en el trabajoAveces, tenemos la impresión de que lacreatividad es ajena al trabajo y reser-vada al terreno del arte o del ocio, porel contexto de libertad comúnmenteasociado al proceso creativo. Sin em-bargo, en el entorno laboral, el concep-to adquiere cada vez mayor relevancia.Por un lado, las empresas necesitan in-novar para desmarcarse de las demás yofrecer un producto o servicio singular,identificativo, distinto y por ende, úni-co. Por otro, la solución de problemascomplejos o incluso nuevos, ya sea ensituaciones profesionales o personales,requiere de dosis de creatividad.

De hecho, creatividad significa ca-pacidad para crear y es una facultad in-trínsecamente humana. Para el creyen-te, en esa facultad la persona se asemejaa Dios,26 por cuanto es continuadora dela creación por Él iniciada.

El trabajo es un ámbito de creación.Quizás no de obras monumentales perosí de vínculos, proyectos, actividades,ideas, sensaciones. Está claro en deter-minados sectores en los que se constru-ye algo físico: un edificio, una carrete-ra, un puente… pero también en los quese fabrica un producto concreto que da-rá satisfacción a una necesidad o un de-seo humano. Incluso en esferas menos

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4. DE LA PROFESIÓN AL ARTE DE LA VIDA

Hemos dicho que la primera vocación es vivir. Vivir con plenitud es unarte. Para intentarlo, no hay que perder de vista el núcleo en torno alcual gravitan todas las vertientes de nuestra vida, incluido el trabajo. Eltratamiento de la faceta creativa y espiritual de la persona permite darun gran salto cualitativo en nuestro análisis.

tangibles, el trabajo contribuye al granproceso de creación que es la vida en so-ciedad: el sanitario que cura, el admi-nistrativo que archiva, el tendero quevende, el policía que vigila, el barren-dero que limpia… permiten el avancede esa gran creación global que es nues-tro mundo.

Existen entornos que favorecen lacreatividadmás que otros, así como téc-nicas para desarrollarla, pero siemprerequerirá de la inteligencia humana.

Entre las técnicas, y sin voluntad deextendernos demasiado, proponemosalgunos ejemplos:

– La perspectiva. Alejarse del obje-to de observación para apreciarloen su contexto. Es el “tomar dis-tancia”. Por eso, algunas empresasorganizan de vez en cuando reu-niones de sus empleados fuera desu entorno habitual, mediante se-minarios, convenciones o encuen-tros… en lugares más “inspirado-res” y sin los formalismos al usoen los centros de trabajo.

– La asociación de conceptos dispa-res en una única obra. Ha sido elorigen de nuevos inventos (porejemplo: las auto caravanas, lasmotos de agua, las agendas perso-nales electrónicas), de eslóganespublicitarios, ha sido tambiénun re-curso muy utilizado en literatura.27

– La tormenta de ideas (brainstor-ming). Permite la participación demuchas personas en la exploraciónde posibles vías de solución. Esti-mula la reacción libre e inmediata,sin menoscabo de la depuraciónque deba realizarse a continuación.

– El cambio por el cambio. Muy ex-plotado –¿acaso en exceso?– porel sector de la moda. En otro ordende cosas, podría representar tam-bién el «haz cosas distintas paraque te sucedan cosas distintas».

El entorno artístico es uno de los quemejor expresan la creatividad en el ima-ginario colectivo. El arte es expresiónde la libertad humana, plasmada en unaobra fruto de la mente y del trabajo desu autor. El artista parte de lo más pro-saico y llega a sublimarlo: el barro, lamadera, un lienzo, las palabras, el mo-vimiento, los sonidos… El arte es asi-mismo la concreción de una aspiraciónhacia un ideal: de belleza, de perfeccióno de gozo. Puede no tener una utilidaddirecta e inmediata, pero sí deseada ypresente, en sus más variadas formas,desde la prehistoria.

Sin llegar necesariamente a ocuparun escenario o a exponer en un museo,nuestro quehacer cotidiano también par-te de elementos muy simples y aspira atransformarlos en pos de un objetivo. Elmodo de hacerlo lleva nuestro sello per-sonal, gran parte del valor que le otor-gamos y que otrosmuchos pueden apre-ciar. Incluso en circunstancias difíciles,cuando aparentemente no alcanzamoslos resultados esperados, la manera y laactitud con la que hemos desarrolladonuestras funciones ejercen un impactosignificativo sobre los demás. Una granpelícula que nos gustaría mencionaraquí, especialmente cuando el trabajo(o su carencia) más agobia o parececonducir hacia el desánimo es La vidaes bella, de Roberto Benigni. En ella, elprotagonista, injustamente encarceladojunto a su hijo en un campo de concen-

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tración nazi, utiliza el ingenio para darlo mejor de sí mismo; no para lucharcontra la fatalidad de sus verdugos (al-go imposible en su tesitura) sino paracambiar la percepción del pequeño enmedio de la sinrazón. Al final, el padrees ejecutado, sin lograr la libertad. Perosu proceder imaginativo, bondadoso yatrevido deja impronta en el chaval y lepermite conllevar la penosa situaciónhasta el fin del cautiverio. Una bella pa-rábola que subrayamos porque hace dela actitud creativa un estilo y un incen-tivo de superación, además de una he-rramienta poderosa, aunque a veces des-cuidada, en el contexto laboral.

Requeriría un capítulo aparte peroresaltaremos por su vigencia algunoscomentarios de un profesional ejemplarque pueden ilustrar el concepto de crea-tividad. Antoni Gaudí, el maestro de laarquitectura, nos destila a través de suvida algunos retazos de sabiduría: «enel mundo no se ha inventado nada», yaque «ser original significa retornar a losorígenes». Él palpó la innovación a tra-vés de los sentidos y observando la na-turaleza, sin ignorar la técnica ni la for-mación: «Para hacer bien las cosas esnecesario: primero, el amor hacia ellas;segundo, la técnica».Ysiempre con unagran dosis de humildad, cualidad nece-saria para reconocer errores, corregirtrayectorias y avanzar.

«La elegancia es hermana de la po-breza; pero no debe confundirse és-ta con la miseria.»28

Esta necesidad de humildad, depragmatismo para conjugar los grandespropósitos con la cruda realidad, la re-tomamos en otro profesional, esta vez

de la política y aunque pronunciara lafrase ya hace décadas, continúa siendode rabiosa actualidad:

«El problema de nuestra época esque los hombres no quieren serútiles, sino importantes.» (WinstonChurchill)

4.2. El trabajo en el horizonteespiritual

La cuestión de la espiritualidad, de có-mo ésta incide sobre el trabajo y vice-versa, podría ser el objeto de un amplioestudio. Máxime si consideráramos lasdistintas tradiciones espirituales. Por suproximidad e influencia no sólo sobrelos creyentes, nos centraremos aquí,aunque sea brevemente, en algunos as-pectos de la católica.

El trabajo ha sido ampliamenteabordado por la Iglesia, en especial des-de que en 1891 León XIII redactarala encíclica Rerum Novarum, pilar dela doctrina social. Noventa años mástarde, Juan Pablo II publicó LaboremExercens, que retoma el tema. Ya en elprimer párrafo de esta encíclica apareceel sentido de crecimiento como inhe-rente al hombre y el trabajo como unade las características que lo diferenciade los animales, en donde su actividadsólo va orientada al mantenimiento dela vida. Más adelante se explica cómoel trabajo es también factor de creci-miento para la persona (permite al«hombre hacerse más hombre», por ci-tar el texto literalmente). En esta encí-clica, se recuerda que el trabajo ocupael centro mismo de la cuestión social einspirándose en el Concilio Vaticano II,

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el texto orienta hacia una humanizacióndel trabajo. Trasladándolo a nuestro en-torno, cabría recordar que si la organi-zación, la técnica, las reglas, la presiónpor los resultados, la mala gestión o elambiente laboral enrarecido suplantanal hombre, quitándole toda satisfacciónpersonal, estímulo a la creatividad yresponsabilidad, entonces el trabajo nodignifica a la persona y contraviene aese gran principio que desprende toda laencíclica: hacer más humano el trabajo.En esa dignificación, establece clara-mente que el primer fundamento del va-lor del trabajo es el hombre mismo, susujeto.

Y recuerda como Jesucristo dedicóla mayor parte de los años de su vida te-rrena al trabajo manual junto al bancode carpintero. Esta circunstancia cons-tituye por sí sola el más elocuente“Evangelio del trabajo”, que manifiestacómo el fundamento para determinar elvalor del trabajo humano no es en pri-mer lugar el tipo de trabajo que se rea-liza, sino el hecho de que quien lo eje-cuta es una persona.

Por eso, a él hay que dirigirle la aten-ción. Y como decíamos al principio deeste cuadernillo, mejorarán las condi-ciones laborales si mejoran las personas.Pero también inversamente, unas deter-minadas condiciones contribuiránmás ala realización personal.Ante todo, el tra-bajo está en función del hombre y no elhombre en función del trabajo.

La encíclica, aludiendo al argumen-to personalista, plantea un horizonte demejora al destacar que dentro de la or-ganización, la persona «sea conscientede que está trabajando en algo propio»,pero recordando a la vez que «esta con-

ciencia se extingue en él dentro de unaexcesiva centralización burocrática,donde el trabajador se siente engranajede un mecanismo movido desde arriba[…] un simple instrumento de produc-ción».

Quizás una de las mejores plasma-ciones del sentido de ese párrafo se en-cuentre en otro genial filme, esta vez deChaplin, Tiempos Modernos. Un clási-co del séptimo arte, en donde confluyecrítica social, humor y ternura, combi-nación que por desgracia no suele sermuy frecuente. Nos puede parecer ana-crónica esa visión en blanco y negro,pero en muchos casos hemos replicadoel mecanicismo taylorista de las fábri-cas de producción en serie de principiosdel siglo XX en los modernos despachosen plantas diáfanas de colores grisáce-os, en donde en lugar de repetir secuen-cias en una cadena de montaje, teclea-mos absortos ante una pantalla deordenador.

Y como el sujeto del trabajo es elhombre, éste participa en aquél en cuer-po y espíritu, ya sea mediante la activi-dad manual o intelectual.

La parte más dolorosa del trabajo,es decir la referida a su dificultad, enocasiones sacrificio, pesadez e inexora-bilidad, es comparable a la cruz. Delmismo modo que sus efectos bien en-cauzados también pueden ser redento-res. Otro binomio que tiene una lecturaprofundamente espiritual: muerte y re-surrección, sudor y superación, esfuer-zo y progresión en la vida.

No obstante, la ausencia de trabajoresulta a veces una cruz aún más pesa-da para los que buscan afanadamenteocupación y tropiezan con graves obs-

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táculos para encontrarla. En ese calva-rio, la esperanza debe ser faro y el alien-to de la comunidad, impulso. El proble-ma del paro enquistado y sus posiblessoluciones requeriría de una reflexióntransversal a varios sectores, amén demayor valentía, amplitud de miras y ge-nerosidad por todas las partes implica-das para solucionarlo. Merecería por sísolo otro cuadernillo, aunque intuimosque una determinada forma de concebirel sentido del trabajo influye tambiénen el tratamiento de su ausencia. Valgapues nuestra insistencia sobre lo prime-ro, porque trabajar de forma más huma-na y sensata reduce bastantes riesgosque han desembocado luego en la pér-dida de empleos.

Desde una perspectiva más personalque cada uno puede aplicar a su casoconcreto, cabe formular varias pregun-tas: ¿Hay respeto en nuestro puesto detrabajo? ¿Hay transparencia? ¿Existe al-gúnmomento para el sentido del humor,que no sorna? ¿Hay amabilidad?29 ¿Có-mo se combina con el rigor inherentea la labor bien ejecutada, en el plazo yformas convenidas? ¿Se considera a lapersona como centro –que no el interéspersonal, corporativo o egoísta– o úni-camente se insiste sobre el método, ob-jetivo o resultado?

Volviendo a la lectura de la encíclicay desde un ángulo más global, destaca-mos la llamada a la solidaridad. En esesentido, humanizar el trabajo requiereasimismo de educación, de un ciertosentido de altruismo, de responsabilidady de esfuerzo en red.

En definitiva, Laborem Exercens esuna invitación, no sólo desde una visiónúnicamente religiosa sino también pro-

fundamente humana, a la humanizacióndel trabajo. Abordamos este aspecto enel próximo apartado.

4.3. La necesidad de armonizary humanizarComo acabamos de ver, la humaniza-ción del trabajo, es decir el hecho deacercarlo más a la propia naturalezade la persona, como un todo que abarcarazón, emoción y transcendencia, cons-tituye la clave de nuestro tema.

Tanto la vertiente creativa como es-piritual y su traslación al mundo del tra-bajo requieren de cierta gratuidad. Esdecir, de una visión no estrictamenteutilitarista, no exclusivamente centradaen la ecuación causa-efecto. Toda granobra humana es fruto de esa gratuidad,ligada también a la vocación: la vidamisma, distintas instituciones filantró-picas o movimientos de diversa índole.Pero también muchas empresas, que nonacen sólo del cálculo frío, al menos enel comienzo, sino que incorporan lapasión, la generosidad y la atracción desus fundadores movidos por una aficiónconcreta. Sirva rememorar el espíritupionero de algunos mercaderes medie-vales y renacentistas que se convirtieronen descubridores geográficos, a riesgode sus propias vidas. O en el carácterimaginativo, desenfadado e inclusoaustero de forjadores de empresas con-temporáneas nacidas en un garaje queposteriormente se convertirían en multi-nacionales punteras de las nuevas tec-nologías. La perversión posterior de lasvirtudes iniciales de estas compañías nonos debería hacer olvidar el fundamen-to humano que las vio nacer.

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Para humanizar aquello que parami-llones de personas ocupa una gran par-te de su existencia, si descontamos eldescanso, podemos incidir sobre tresgrandes niveles de acción.

En primer lugar, a escala global, co-mo sociedad y como sistema. Ahí nosplanteamos el marco y las normas quecondicionan las relaciones laborales,pero también determinadas pautas decomportamiento que rigen nuestros ho-rarios.30 Éstas no son el resultado de lavoluntad de un individuo u organizaciónespecífica, sino de una conjunción decircunstancias que se han ido consoli-dando durantemuchos años. Enmuchospaíses, alcanzados ya unos niveles bási-cos de justicia social, los horarios ex-tensivos, costumbres anticuadas comopausas excesivamente largas para co-piosas comidas, o la escasa flexibilidadpor parte de determinadas empresas ycolectivos impiden la correcta concilia-ción de la vida laboral y la vida perso-nal.

En segundo lugar, se puede incidir anivel de institución, empresa o centro detrabajo. También existen unas actitudes,prácticas y normas, escritas o no, quepueden hacer más o menos humananuestra tarea. Por ejemplo, ¿por qué,dentro del mismo sector industrial, exis-ten empresas en donde la persona se va-lora más y empresas en donde se ante-ponen otro tipo de intereses? En ambosniveles, el de la sociedad y el de la or-ganización, se puede favorecer valoresy modos de obrar que permitan un me-jor acoplamiento entre intereses labora-les y personales. Que se hable tanto deello ¿significa que hay un desajuste pa-tente?

Una de las pistas para humanizar laempresa es trabajar sobre la confianza:en uno mismo, en el equipo de trabajo,en la propia organización. Parte tantodesde arriba, como desde abajo. Es de-cir, de la dirección como de la base. Noobstante, a mayor responsabilidad sobreun grupo de trabajadores, mayor inci-dencia sobre el nivel de confianza. Esespecialmente relevante para todo aquélque por su posición en el organigrama ofunción de liderazgo coordine o dirija aotros. Tanto la experiencia práctica co-mo no pocas obras ya sean divulgativaso más académicas en materia de gestiónabundan en la línea de crear una deter-minada cultura de empresa más huma-na.31 La confianza está relacionada conla escucha activa, la humildad y la acep-tación del potencial que hay en el próji-mo. No por casualidad, muchas vecesesta confianza depositada en alguien leda alas y le permite alcanzar logros in-sospechados. Baste traer a la memoriael primer momento en el que una per-sona confió en nosotros y como pudi-mos desarrollar nuestro potencial y lle-var a cabo la misión encomendada consatisfacción. Cuando la confianza se ex-tiende al conjunto de la organización yse conjuga con la responsabilidad, nosacerca a la excelencia. Por lo tanto, in-fundir confianza y generarla nos ayudaa madurar más como personas en la vi-da y en el trabajo.

La confianza estimulante es unabuena síntesis de acción y contempla-ción. Los deportistas profesionales, pa-radigma de la acción, lo aplican muybien cuando después de un duro entre-no, necesitan momentos para relajarsey concentrarse, antes de entrar en com-

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petición. Si este hecho nos resulta fa-miliar por la televisión y el seguimien-to de nuestros equipos favoritos, ¿porqué no lo aplicamos también a nuestraprofesión? ¿O a nuestra vida? En mu-chos países orientales, la jornada labo-ral empieza con ejercicios de taichí uotras disciplinasmarciales.Aveces son-reímos con cierta ironía cuando nosmuestran imágenes de este tipo, pero setrata de prácticas que generan confian-za y con ella armonizan cuerpo y men-te, trabajo y vida.

Siguiendo con la comparación de-portiva, en este caso haciendo referen-cia al baloncesto, hay quien comentaque el ataque gana partidos, pero la de-fensa gana campeonatos. Nos introduceen la noción del largo plazo, cuya au-sencia en la perspectiva directiva haprecipitado a la quiebra a no pocas em-presas y llevando al paro a miles de per-sonas. En algún caso, el paroxismo seencuentra en la obsesión por los resul-tados bursátiles trimestrales, a los que sehan llegado a supeditar tanto conside-raciones de equidad interna entre el per-sonal, como de calidad de servicio conrelación a clientes y otros stakeholders.32Humanizar pasa luego por conjugar lanecesidad de la inmediatez con la sen-satez de la perdurabilidad.Ambas cosasson necesarias y poner el acento en unamás que en la otra, sin que la presión lle-gue a ahogar o sin que el horizonte ha-ga perder de vista la realidad, es un re-to para cualquier organización. Denuevo, el discernimiento se impone en-tre lo que es urgente y lo que es impor-tante, que muchas veces se confunde enla vida laboral. Como también se con-funde con demasiada frecuencia lo que

es necesario con lo que es accesorio. Talvez por miedo, por ignorancia, por faltade paciencia o por pundonor desmedidode algún superior, colega o empleado.

Tanto en empresas públicas comoprivadas, al igual que en la sociedad, de-terminados mecanismos de control pre-tenden suplir a la confianza como fer-mento de la fidelidad que se exige, peroque no se inspira, que se reclama, peroque no se da. Amayores descalabros (yla historia reciente es por desgracia ricaen casos de falsedad grave, corrupción,desvío de fondos...), más imposición demedidas para controlar, verificar, fisca-lizar. Y eso sin negar su validez, ya queson imprescindibles en situaciones don-de brillan por su ausencia los principioséticos sólidos y a veces, la honestidad.

El común denominador de todo elloes la falta de humanidad. ¡Hay que hu-manizar la vida y con ella el puesto detrabajo! El exceso de control sobre pro-cesos y resultados puede sofocar a lapersona y apagar su iniciativa, parali-zándola e impidiéndole tanto su realiza-ción como una aportación mayor. «Mo-tivar es dar alma: no basta con dirigir»33,aunque parece que muchos todavía nolo tienen claro.

Y finalmente a nivel individual.¿Qué puedo hacer yo para que mi tra-bajo sea más humano?

En Occidente, en donde a prioriexisten mejores condiciones materialesde trabajo, suele faltar armonía (aunqueno únicamente aquí). O trabajamosen exceso, lo que produce alienación,estrés, tensiones, rupturas e inclusoadicción (baste recordar el término co-múnmente usado en inglés workholic,palabra compuesta de work, trabajo,

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y holic, sufijo de alcohólico) o no en-contramos empleo, lo que induce aldesencanto, pudiendo llegar a tener con-secuencias más graves. En nuestra coti-dianidad de impactos instantáneos ydesasosiegos múltiples, hacen falta es-tabilizadores. Instrumentos, espaciosy quizás expertos34 que coadyuven alequilibrio, tan necesario para un creci-miento sostenible, no sólo por lo que serefiere al medio ambiente, sino tambiéna nivel personal y de grupo. En defini-tiva, mecanismos de integración. Porutilizar otro símil, derivado de concep-

to en boga gracias a Internet, se requie-re una perspectiva más wiki (en alusióna la wikipedia): o sea, de un marco deensamblaje de las distintas piezas delpuzle que configura nuestras vidas yque no se construye de una sola vez,sino por sucesivas adiciones y sustrac-ciones de distintos elementos en unesfuerzo colectivo.

Sabiendo que el tiempo laboral ocu-pa un porcentaje tan elevado de nuestrasvidas, es precisamente ahí donde quere-mos incidir, para no ser movidos pormoción que desordenada sea.

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5. EPÍLOGO

La armonía entre las distintas mociones de la vida sólo se consigueal andar. Es un equilibrio en movimiento, como el de la bicicleta, que alparar se cae. Por lo tanto, se trata de un camino, de una tendencia. Enestas páginas hemos ido desgranando algunos elementos para orien-tarnos, no perder el equilibro y proseguir así la ruta con sentido. A la luzde experiencia y reflexión, descubrimos la clave de bóveda de la armo-nización a la que aspiramos: humanizar las relaciones. Si esa humani-zación quedara sólo en suavizar asperezas, habría conseguido algomuy destacable, pero quizás endeble, susceptible de derrumbarse conla primera ráfaga de temporal. Humanizar el trabajo, que pasa porhumanizar la vida entera, significa también tomar conciencia de lo quehacemos y fundamentarlo en lo esencial, con responsabilidad y si esposible, sin acritud. De esta forma, el caminar será más firme y la sen-da más ancha, para acoger también con un criterio amplio de justicia anuestros semejantes. Ojalá que el viaje sea largo y que la niebla en elcamino no empañe nuestra vista alrededor.

Ama tu oficio, tu vocación, tu estrella;aquello para que sirves, aquello en queeres realmente uno entre los hombres.Esfúerzate en tu quehacer como si de ca-da pensamiento que pones en él, de cadatraza, de cada pieza que ajustas, de cadagolpe de tu martillo dependiera la suerte dela humanidad. Y depende, créelo. Si olvi-dado de ti mismo te pones todo con amoren tu trabajo, haces más que un empera-dor rigiendo indolentemente sus estados;haces más que el que inventa una teoríauniversal por sólo para satisfacer su so-berbia, haces más que el político-histriónque agita y el que gobierna. Puedes des-deñar todo esto y el arreglo del mundo.Haga cada uno todo su deber en su casa,y basta. Porque el mundo no es más queel conjunto de las casas.

Joan Maragall35

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1. Para millones de creyentes, estos principios fun-damentales emanan de un “Creador”, que dasentido a la existencia y que en el caso de loscristianos invita, a través de Cristo, a un pro-yecto estimulante.

2. Algunos pueden llegar a la conclusión de decir«gracias a la vida, que me ha dado tanto»,como la célebre canción de Violeta Parra.

3. «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn14,6). «He venido para que tengáis vida enabundancia» (Jn 10,10). «Vivid siempre con-tentos» (1Tes 5).

4. «Felices los que creerán sin haber visto» (Jn20,29).

5. En ese sentido es significativo el título y el obje-to del libro de Pere MICALÓ y Enric PLANTÉS,Viure Enfora (vivir hacia afuera), SCV Girona1989, compendio de textos para la reflexión,especialmente para jóvenes.

6. En una conferencia pronunciada en ESADE, unfamoso político y diplomático que acababa deconcluir una larga trayectoria ejecutiva inter-nacional, al ser preguntado sobre cuáles eranlos elementos que le habían permitido vivir suajetreada agenda con un mínimo de coheren-cia, señaló además de la salud, la lectura habi-tual y el mantenimiento de las relaciones consus amigos.

7. Acompañamiento psicológico por parte de unapersona adiestrada para hacerlo, para que lapersona acompañada pueda encarar con másconfianza su presente y su futuro profesional yhumano, con arreglo a sus propios principios.De hecho, se trata de una realidad, que conotros matices y otras denominaciones, existedesde hace siglos.

8. Los encuentros de nuestro grupo o de otros simi-lares tienen como objetivo contribuir a esaintegración, especialmente por lo que al ámbi-to laboral respecta, para que sea lo más armó-nica y fructífera posible.

9. La encíclica Deus caritas est contiene elemen-tos muy valiosos para ahondar en ese tema.

10. El grano de mostaza que se convierte en árbol(Lc 13,18-19), la higuera estéril (Lc 13,6-9).

11. El filósofo Francesc TORRALBA lo expresa muybien en el artículo «Lucha latente de clases»,Forum Libertas (3/04/2010), www.forumlibertas.com.

12. Mt 7,24-25.13. Ignacio DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, 1.14. Volviendo a la etimología, la palabra ‘salario’

deriva precisamente de sal, la contraprestaciónen especies otorgada en la antigüedad comopago a un servicio.

15. RAE, Diccionario de la lengua española,http://www.rae.es.

16. Alfons CALDERÓN, «Liderar es servir, no bri-llar», en Cinco Días (17/03/2007), www.cincodias.com.

17. GOLEMAN, BOYATZIS y MCKEE, El líder reso-nante crea más. El poder de la inteligenciaemocional, Barcelona, Plaza&Janes, 2002.

18. James C. HUNTER, La paradoja. Un relatosobre la verdadera esencia del liderazgo,Barcelona, Empresa Activa, 2002.

19. Mt 20,25-28. Otros ejemplos de Jesús comoservidor se encuentran en Lc 22,27; Jn 13,1-6.

20. Desde el ejemplo de María y los primeros cris-tianos que «todo lo tenían al servicio de to-dos» (Ac 2,44) hasta Francisco de Asís («Se-ñor, haz de mí un instrumento de tu paz»).

21. Ignacio DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales,233. Un precedente de esta simbiosis servicio-amor sea quizás la cita de la carta de SanPablo: «Por el amor, haceros servidores losunos de los otros» (Gal 5,13-14).

22. Para parafrasear a Max Weber con sus concep-tos de ética de la convicción (la que se ciñe a losprincipios) versus ética de la responsabilidad (laque se fija en las consecuencias de los actos).Otro autor, no ya académico sino divulgativo yde nuestro tiempo, como Alex ROVIRA, en subest-seller (Los siete poderes, Barcelona, Em-presaActiva, 2006), presenta la responsabilidady el amor como uno de los pilares de la vida.

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NOTAS

23. Traducido de un fragmento del poema «Sàpi-gues company» (Sepas compañero), de JoanOLIVER (Pere Quart).

24. Un conocido dicho alemán nos recuerda que esel ejercicio continuado lo que hace a un ver-dadero maestro: Übung macht den Maister.

25. El juramento de los MBA, http://mbaoath.org26. «Dios creó el hombre a su imagen» (Gn 1,27).27. El binomio fantástico, que pone en relación a

personajes de entrada heterogéneos, aunqueconvergiendo juntos en un mismo recorrido,como Don Quijote y Sancho Panza.

28. Joan BERGÓS, Gaudí. L’home i l’obra, Barce-lona, Lunwerg 1999.

29. Para muchos autores cristianos, la cortesía y laamabilidad son una forma de caridad.

30. Existe una asociación que propugna unos hora-rios más racionales, que permitan una mayorconciliación. Nos parece una proposiciónsugerente que merecería ser estudiada conmayor atención y probablemente aplicada,www.horariosenespana.es

31. Como ejemplo de literatura divulgativa, cite-mos a Ramón OLLÉ, Ángeles en el trabajo. Losvalores que nos ayudan a gestionar el bienes-tar de una empresa, Barcelona, Empresa Acti-va, 2007. Es interesante este libro, en forma depequeñas parábolas sobre las relaciones hu-

manas en la empresa, fruto de la experiencia ylas anécdotas de su autor, que desempeñó altoscargos ejecutivos en una gran multinacionaljaponesa, con responsabilidad sobre varios con-tinentes. Ollé, ingeniero y teólogo de forma-ción, refiriéndose a la confianza afirma en unode los capítulos: «Otorgar confianza, en la ma-yoría de las ocasiones, exime de largos proce-sos de control»; «Cuando la confianza se des-virtúa o desvanece, se intenta compensar conleyes y regulaciones, y el exceso de regulacio-nes es síntoma de una sociedad poco sana».

32. En este apartado podríamos incluir el conceptode «Responsabilidad Social Corporativa»,cada vez más difundido, pero todavía insufi-cientemente aplicado. La empresa, o por ex-tensión cualquier institución, es responsableno sólo ante sus propietarios (o accionistas)sino ante el conjunto de la sociedad con la quese relaciona a través de múltiples colectivos:empleados, clientes, proveedores, gobierno oentorno en general, que también incluye lacomunidad donde se asienta o el medioambiente.

33. OLLÉ, op.cit.34. Por ejemplo el coaching, aludido anteriormente.35. Traducido de un fragmento del poema «Elogi

de viure» (Elogio de vivir), de Joan MARAGALL.

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Cuáles son los principales elementos que configuran mi existencia hoy?¿Son interdependientes?

2. ¿Desde que fui niño/a hasta la actualidad, hay algún hilo conductor de mivida? ¿Qué ha permanecido, qué ha cambiado?

3. ¿Por qué, para qué y cómo trabajo?

4. ¿Qué elementos de mi trabajo me hacen crecer como profesional? ¿Y co-mo persona?

5. ¿En qué momentos y de qué manera mi trabajo ayuda a los demás: cole-gas, subordinados, superiores, clientes, proveedores, familiares a mi car-go?, ¿otros?

6. ¿Existe respeto, transparencia, amabilidad y discernimiento en mi trabajocotidiano?

7. ¿Con qué herramientas cuento y cómo me preparo para superar la durezaque en algunos momentos puede representar mi profesión?

8. ¿Cómo combinar el rigor profesional necesario para una tarea de calidadcon el buen humor y con las limitaciones e imprevistos inherentes a todaobra?

9. ¿Puede la creatividad contribuir a un mejor desempeño de mi labor?¿Cómo?

10. ¿Qué puedo hacer yo para que mi trabajo sea más humano para los queme rodean?

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Noviembre, 2012

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Cristianisme i Justícia (Fundación Lluís Espinal) es un Centro de Estudiospromovido por la Compañía de Jesús de Catalunya. Agrupa un equipo deprofesores universitarios y especialistas en teología y en diversas cienciassociales y humanas interesados por el cada vez más indispensable diálogocultural fe-justicia.