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1 "El optimismo no puede alimentarse con mentiras, si no con la verdad” Julius Fucik. CUADERNOS DE CAMPAÑA MANUEL MARULANDA V. PRESENTACION Los hechos históricos, tal como han sucedido y la historia escrita sobre ellos se parecen un tanto a los polos geográfico y magnético de la Tierra. Aunque están cerca, no coinciden. La tragedia de la historia real consiste, generalmente, en que sus intérpretes encargados de narrarla a generaciones que no la conocieron objetivamente suelen distorsionarla vertiéndola al través de su prisma subjetivo, parcializado o unilateral, negando de esta manera en su historia escrita el derecho de los acontecimientos de haber sucedido así como se presentaron. Sobre la violencia en Colombia, sus causas, sus responsables, sus administradores y usufructuarios, se ha escrito bastante. En todos los géneros de la literatura ese fenómeno de la violencia, pleno identificador de las clases que hasta nuestros días vienen distribuyéndose el poder político, ha recibido un tratamiento diferente. Aquellos que más se han acercado a la investigación científica de lo que sociológicamente significa la violencia como alienante del proceso de desarrollo, como traumatizadora de las masas populares por sus explotadores amparados en el aparato estatal, como elemento de la agudización de la lucha de clases haciendo irreversibles los intereses del desarrollo social, tienen el mérito de haber enfrentado los esfuerzos que otros vienen haciendo para desvirtuar lo que en nuestro país sucedió y sigue sucediendo a través de la violencia estatizada contra los colombianos. Pedro Antonio Marín, más conocido con el nombre del mártir comunista de la agresión imperialista a Corea, Manuel Marulanda Vélez, surge por entre la maraña de la violencia para combatirla, para denunciar a sus autores intelectuales y ejecutores materiales, para señalar con sencillez admirable sus orígenes en uno de los departamentos más devastados y reprimidos: el Tolima. Campesino del viejo Caldas se fue al monte un día de 1949, como lo hicieran miles de sus compatriotas, ante el peligro de caer asesinado dentro de la clasificación de “chusmero nueveabrileño”. Desde entonces, él mismo contribuyó a producir los acontecimientos que recoge a pinceladas en las ilustrativas páginas de este Testimonio. Y él mismo ha sido cincelado, bruñido en el fragor de los combates, como conductor militar y dirigente político cabalgando siempre en el arisco y peligroso lomo de los deberes del combatiente guerrillero. Ciertamente que escribir un libro no es tarea fácil para un hombre que, obligado por las circunstancias, abandona la herramienta y el surco para empuñar el fusil. E intentar una historia sin los elementos de trabajo indispensables, como los datos cronológicamente recopilados y ateniéndose únicamente a su extraordinaria capacidad de observación y a su memoria, es empresa doblemente difícil. Pero, abstracción hecha de las deficiencias, el testimonio contenido en el relato es una admirable pieza de análisis de las características de la guerrilla campesina en Colombia, que nunca se sometió a ningún esquema estereotipado o a las recomendaciones de los recetarios publicados por "especialistas" en planes estratégicos sobre la lucha armada del pueblo y que la vida misma puso en evidencia como charlatanería de un origen no muy claro. Aquí, Pedro Antonio Marín, comandante Manuel Marulanda, responde a las mil y una fábulas y calumnias que se han lanzado contra su honesta vida de guerrillero, vinculado al Partido Comunista desde 1.951. Quienes parapetados tras la majestad de la Patria lo han condenado en consejos de guerra de los cuales son parte al mismo tiempo, se ruborizarían de vergüenza ante sí mismos en presencia de un hombre modesto, afable, conocedor profundo de la realidad nacional, estudioso y conductor militar insuperable. Y quienes más de una vez han vendido panfletos truculentos enlodando la vida de quien simboliza la esperanza de redención

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"El optimismo no puede alimentarse con mentiras, si no con la verdad” Ju l ius Fuc ik .

CUADERNOS DE CAMPAÑA MANUEL MARULANDA V.

PRESENTACION Los hechos h istór icos, ta l como han sucedido y la h is tor ia escr i ta sobre el los se parecen un tanto a los polos geográf ico y magnét ico de la T ierra. Aunque están cerca, no coinc iden. La tragedia de la h is tor ia real consis te, generalmente, en que sus intérpretes encargados de narrar la a generac iones que no la conoc ieron objet ivamente suelen d istors ionar la vert iéndola a l través de su pr isma subjet ivo, parc ia l izado o uni latera l , negando de esta manera en su h istor ia escr i ta e l derecho de los acontec imientos de haber sucedido así como se presentaron. Sobre la v io lenc ia en Colombia, sus causas, sus responsables, sus admini st radores y usufructuar ios , se ha escr i to bastante. En todos los géneros de la l i teratura ese fenómeno de la v iolenc ia, p leno ident i f icador de las c lases que hasta nuestros días v ienen d is tr ibuyéndose e l poder polí t ico, ha rec ib ido un tratamiento d iferente . Aquel los que más se han acercado a la invest igac ión c ientí f ica de lo que soc io lógicamente s ignif ica la v iolenc ia como al ienante del proceso de desarro l lo , como traumat izadora de las masas populares por sus explotadores amparados en e l aparato estata l, como elemento de la agudización de la lucha de c lases hac iendo ir revers ib les los intereses del desarrol lo soc ia l , t ienen e l méri to de haber enfrentado los esfuerzos que ot ros v ienen hac iendo para desvir tuar lo que en nuestro país sucedió y s igue sucediendo a través de la v iolenc ia estat izada contra los colombianos. Pedro Antonio Marín, más conoc ido con el nombre del márt i r comunista de la agres ión imper ial is ta a Corea, Manuel Marulanda Vélez, surge por entre la maraña de la v iolenc ia para combat ir la, para denunc iar a sus autores inte lectuales y ejecutores mater ia les, para señalar con senc i l lez admirable sus orígenes en uno de los depar tamentos más devastados y repr imidos: e l Tol ima. Campesino del v iejo Caldas se fue a l monte un día de 1949, como lo h ic ieran mi les de sus compatr iotas, ante e l pel igro de caer asesinado dentro de la c lasif icac ión de “chusmero nueveabr i leño” . Desde entonces, é l mismo contr ibuyó a producir los acontec imientos que recoge a p inceladas en las i lus trat ivas páginas de este Test imonio. Y é l mismo ha s ido c incelado, bruñido en e l f ragor de los combates, como conductor mil i tar y d ir igente polí t ico cabalgando s iempre en e l ar isco y pel igroso lomo de los deberes del combat iente guerr i l lero. Cier tamente que escr ibir un l ibro no es tarea fác i l para un hombre que, obl igado por las c ircunstanc ias, abandona la herramienta y e l surco para empuñar e l fus i l . E intentar una h istor ia s in los elementos de trabajo indispensables, como los datos cronológicamente recopi lados y ateniéndose únicamente a su extraordinar ia capac idad de observac ión y a su memoria, es empresa doblemente dif íc i l . Pero, abstracc ión hecha de las def ic ienc ias, e l tes t imonio contenido en e l re lato es una admirable pieza de anál is is de las caracter íst icas de la guerr i l la campesina en Colombia, que nunca se somet ió a n ingún esquema estereot ipado o a las recomendaciones de los recetar ios publ icados por "espec ial is tas" en p lanes estratégicos sobre la lucha armada del pueblo y que la v ida misma puso en evidenc ia como char lataner ía de un or igen no muy c laro. Aquí, Pedro Antonio Marín, comandante Manuel Marulanda, responde a las mil y una fábulas y calumnias que se han lanzado contra su honesta v ida de guerr i l lero, v inculado a l Part ido Comunis ta desde 1.951. Quienes parapetados tras la maje stad de la Patr ia lo han condenado en consejos de guerra de los cuales son par te a l mismo t iempo, se rubor izar ían de vergüenza ante sí mismos en presenc ia de un hombre modesto, afable, conocedor profundo de la real idad nac ional , estudioso y conductor mil i t ar insuperable. Y quienes más de una vez han vendido panf letos truculentos enlodando la v ida de quien s imbol iza la esperanza de redenc ión

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del campesinado y de la c lase obrera sent ir ían arder en sus manos las monedas ganadas con su obra d isoc iadora. No es pues, un l ibro más que se agrega a la voluminosa producc ión l i terar ia sobre la v iolenc ia. Antes que nada es resumen de impres iones, de exper ienc ias. Es el contestatar io de todas las terg iversac iones con que se ha pretendido opacar a los combat ientes de las Fuerzas Armadas Revoluc ionar ias de Colombia y de la d istors ión y e l s impl ismo con que otros "anal izan " los pr imeros años de la guerr i l la colombiana. Es, además, una fundamentada defensa del derecho que t ienen los hombres del pueblo a responder con la acc i ón organizada a la v io lenc ia reaccionar ia. En f in , const i tuye una cabeza de proceso contra los responsables de la miser ia de los trabajadores, la carenc ia de t ierra en manos product ivas, el neocolonia l ismo que padece e l país y los centenares de miles de mu er tes durante las tres generaciones del Estado de Si t io. José Modesto Campos, Marzo de 1.973

ACCIÓN REACCIONARIA RESPUESTA POPULAR

En lo que se conoce con la ident i f icac ión geográf ica del Sur del Tol ima están enc lavados los munic ipios de Ríoblanco, Atac o, Chaparra l , Roncesval les , San Antonio, Ortega, Natagaima, Coyaima, Pur if icac ión y ot ros dos o t res más. La v io lenc ia gubernamental en el Sur del Tol ima dir igida contra l ibera les y comunistas, l levó a que se formaran pequeños grupos que se enfrentaban a la pol icía y a los conservadores armados, in ic ia lmente en los munic ip ios de Chaparra l, Ríoblanco y Ataco. Las bandas de pol ic ías , espec ia lmente adiestrados, apoyados por los conservadores manifestaban estarse vengando por los hechos del 9 de abr i l de 1948, cuando mediante un golpe reacc ionar io fue ases inado en una cal le de la capi ta l del país el l íder popular Jorge El iécer Gai tán y e l pueblo, presa de la indignación, se insurrecc ionó. Los habitantes de esta comarca, de rec ia tradic ión l iberal , fueron señal ados por los interesados en propagar la v iolenc ia con f ines económicos y polí t icos. Había que establecer un pretexto just i f icat ivo y este cons is t ió en acusar los de robo, de incendiar ios, de ases inato y de rebel ión. Los cal i f icat ivos de "nueveabr i leños" y d e "chusmeros" resumían todas las "razones" que se aducían para avanzar con la persecuc ión pol í t ica en las veredas, pequeños poblados y aun en las c iudades. Bastaba con que una región o vereda fuera señalada como de res idencia de "col larejos" o "comunis tas" , para que la pol icía y los conservadores armados la arrasaran matando parte de sus habi tantes, quemando sus casas, l levando c iudadanos pr is ioneros que nunca más aparecían, robando sus best ias de labor y ganados, v io lando sus mujeres. Bandas de conservador es se organizaban con e l exc lus ivo f in de sembrar e l terror entre la poblac ión y apoderarse de los b ienes de los campesinos. La Pol icía y las autor idades locales los apoyaban. La muerte deambulaba en las manos de estos asesinos que contaban con est ímulos no desprec iables del gobierno. El drama viv ido por los campesinos era realmente escalof r iante. Una masacre hoy, el incendio de todas las casas de una vereda mañana, los miembros de la famil ia que eran l levados presos desaparec iendo para s iempre, la insegur idad que tocaba a las puertas de cada choza, la v iolenc ia organizada y aprovechada desde e l gobierno. . . ! Los l ibera les hablaban de a lzarse contra la pol ic ía y los conservadores sostenes del "gobierno godo". Surgían grupos que no demostraban mucha estabi l idad. Algunos hombres y mujeres a l d isolverse un grupo buscaban otro o formaban uno nuevo. Var ios de estos núc leos, s i se cons ideran las condic iones in ic ia les, es taban bien d ir ig idos. Esta not ic ia se hacía del dominio públ ico y las gentes se integraban a e l los en mayor número. Con muchas de las naturales def ic ienc ias del in ic io, carenc ia de exper ienc ia, ausenc ia de organizac ión adecuada, l im itac iones de orden subjet ivo, etc ., los grupos hacían su apar ic ión en e l lomo de la Cordi l lera Centra l y eran para los condenados a muerte por los chulavitas , a lgo así como una tabla de salvac ión. Para los campesinos que no querían seguir e l

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desconoc ido camino de ir a deambular por las c iudades abandonando, temporal o def in i t ivamente, e l f ruto del trabajo de largos año s, eran la esperanza de quedarse, par t ic ipando en e l los y echándole de vez en cuando una ojeada a l terruño a l cual se sentían tan l igados mater ial y espir i tualmente, tan apegados. Algunos veteranos a l f rente de grupos apor taron buenos conoc imientos y d ire cción. Indicaban los pos ib les lugares donde podría encontrarse armas de la guerra de los mi l d ías. No pocos comenzaron a l legar con el las, inút i les en su mayoría, por los largos años que hablan permanecido enterradas. Mientras tanto, los jefes l ibera les d iseminaban la espec ie de que era posible comprar grandes cant idades de armas en los Estados Unidos y en otros países. Natura lmente eran fantasías. Otros, ingenuamente hablaban de la efect iv idad de demandar a l gobierno y a l par t ido conservador para obl ig ar los a devolver las garant ías a l par t ido l ibera l y res tablecer la paz. Pero la Direcc ión Nac ional L iberal fue la autora y propagadora de profundas i lus iones entre los t rabajadores que aguantaban la v iolencia, a l poner en marcha un fantasmagórico p lan para derrocar e l gobierno. Envió emisar ios a preparar los deta l les de un "a lzamiento general" . Enseñaban cómo preparar y lanzar bombas "caseras", cómo dinamitar puntos v ita les de carreteras y puentes, hacer saltar vías férreas, ut i l izar los cócteles "Molotov" , etc . Prometían con absoluta segur idad que todo estaba l is to. L legaban las fechas del golpe y nadie se insurrecc ionaba. Viajaban los enviados espec ia les a Bogotá y a los pocos días regresaban con una nueva fecha y otras cuantas expl icaciones, mientras el t iempo iba pasando y las o leadas de vio lentos se hacían más f recuentes y sangr ientas. Quienes habían tomado ya la determinación de echarse a l monte para res ist ir no se esperanzaron en la fa lacia de los jefes l ibera les de la capita l. Se sabía, por lo demás , que muchos de el los estaban huyendo del país y otros se preparaban para adoptar e l ex i l io escudados en una cons igna inventada a l propós ito, que se resumía en la f rase, que trataban de hacer calar en la conc iencia de las masas, de que e l l ibera l ismo deber la tener "fe y d ignidad". Entre desengañadas y temerosas, por e l paso trascendental que se proponían dar, las gentes se armaban con viejas escopetas de f is to, revólveres ant iguos y todos los implementos de guerra que encontrasen. Las labores del campo eran abandonadas por la v iolenc ia que ya no permitía a la gente dedicarse a l trabajo porque así más fáci lmente se conver tía en b lanco de los bandidos. Surge la sol idar idad entré coterráneos, entre compañeros de lucha, entre perseguidos. Se establecen los pr ime ros contactos coordinadores entre una y otra vereda, entre uno y otro munic ip io. La s i tuac ión se hace tensa porque l legan los informes, h istor ias , chismes de todo género que recorren los campos donde los grupos en estado embrionar io se ayudaban uno a otro. En a lgunos casos ta les rumores alentaban a las gentes, en otros l levaban el desconc ierto. Aparecen las pr imeras acciones de los l ibera les contra los conservadores que, s i b ien es c ier to que se ident i f icaban con e l gobierno, en muchos casos no tenían nada que ver con la v iolenc ia. Venia luego la acc ión reta l iadora de la pol ic ía y los pequeños grupos se d ispersaban o tras ladaban a otra región. Y cuando se reagrupaban se veían aumentados por la incorporación de nuevos hombres. Los grupos de res istenc ia sufre n e l lóg ico y natural proceso de formación, for talec imiento y consol idac ión. Era un proceso de apar ic ión de una forma de lucha s in antecedentes inmediatos que surgía espontánea, nebulosamente, en e l que los mismos campesinos se conver t ir ían en protagonis ta s de su propia h istor ia. La c iudad estaba lejos, los contactos con e l la se perdían, e l aporte ideológico de quienes podr ían ver más claro e l panorama nac ional y señalar derroteros organizat ivos práct icos prec isos no podía manifestarse. Trátase de un proc eso in ic ia l tan complejo como s imple es la re lac ión que lo determina: v io lenc ia reaccionar ia = res istenc ia auto organizada, auto d ir ig ida por sus potenc ia les víct imas, los campesinos. No pocos grupos se organizan y desbandan. Aún quedaba en los trabajador es la esperanza de esa s ituación que se venía enrarec iendo pasaría pronto. A pesar de e l lo algo quedaba en f irme. Hombres d ispuestos a correr todos los r iesgos implíc i tos en su dec is ión de res is t ir y de transformar esa res is tenc ia auto -defens iva en act i tud de masas consciente para conseguir

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que jamás las generac iones futuras tuvieran que padecer e l f lagelo que les había colocado un arma en sus manos. Hombres y mujeres que t ienen un puesto merecidamente ganado en las páginas de la verdadera Histor ia Patr ia . Con e l los se nuc leó la lucha en f irme. Aquel la misma lucha heroica que la burguesía supo aprovechar muy audazmente para tomar la di recc ión en e l derrocamiento de la d ictadura reaccionar ia en 1953, y abr ir un nuevo capí tu lo con otra de caracterís t icas un tanto diferentes pero dest inada a la preservación de los mismos intereses o l igárquicos y neocolonia l is tas .

PRIMEROS GRUPOS GUERRILLEROS Los destacamentos guerr i l leros en e l Sur del Tol ima, 1.949 -1.953, fueron : Bajo la d irección de los l ibera les: A par t ir . de 1.950, Bi lbao, Hor izonte, La Ocas ión, La Quebrada y Río Verde. A part ir de 1.951, Herrera, El Agarre y El Socorro, todos en e l Munic ip io de Ríoblanco. Bajo la d irecc ión de los comunis tas: A part ir de 1.949, Chicalá, Hor izonte, La Mar ina e Irco, Muni c ipio de Chaparra l . A part ir de 1.950, El Davis, Munic ip io de Ríoblanco; Pauj i l , Peña Rica, Munic ip io de Ataco. A part ir de 1.951, Córdoba, Sucre, - Munic ip io de Chaparra l. A part ir de 1.952, El Davis I I , munic ip io de Chaparra l; Cambrín, Munic ip io de Ríob lanco y Saldaña o el "Inf ierno", Munic ip io de Ataco. En 1.953: Calarma, en e l Munic ip io de Chaparral , l ínea d iv isor ia con el de Ortega. Los destacamentos guerr i l leros d ir ig idos por los comunistas; recib ieron e l nombre de EJÉRCITO REVOLUClONARlO DE LIBERA CIÓN NACIONAL a par t ir de la Segunda Conferencia Guerr i l lera de aquel lo etapa, celebrada en d ic iembre de 1.950 en Irco. Sus pr imeros núc leos habían nac ido en 1949 en Chicalá, Hor izonte e lrco en e l munic ip io de Chaparra l. Por la misma época, en e l ex tremo sur del Departamento se creó entre nosotros un grupo de unos 40 hombres, más o menos selecc ionados, que emprendió un trabajo estable con perspect ivas de l levar a cabo una larga campaña. Donde se sabía de la ex is tenc ia de un arma, al lá caía la comisión por e l la. Así se requisaron los pr imeros "grasses", las pr imeras carabinas 22. Armarse fue la pr imera y pr inc ipal tarea para enfrentarse a l enemigo compuesto por la pol ic ía y los conservadores armados. Pero aún quedaban i lusiones en que la Direcc ión Nac iona l L iberal daría soluc ión a los problemas de los perseguidos, de los presos pol í t icos, de la re implantac ión de la paz en campos y c iudades. Esta s i tuac ión hacía muy complejas las c ircunstanc ias abordadas en la consol idac ión de los pr imeras núc leos armados d e nuestra par te. mapa página. 20 De nuestro grupo forman parte los c inco Loaizas, encabezados por su padre Gerardo; los c inco Garcías, entre los que se cuentan quienes l legar ían a conocerse más tarde como "Terror" y "Pel igro"; los cuatro Ospinas; los cua tro Radas y otros que l legaron a ser célebres ora por su valor, y por actos bandoler i les. Las inmediac iones del corregimiento de Herrera, Munic ipio de Ríoblanco, fueron las e legidos por nosotros como sede del mando de la guerr i l la . "Comando" fue su des ignac ión, desde donde desplazamos comisiones a d iversos lugares en procura de armas. La pr imera incurs ión de este Comando fue sobre una casa -guar ida de bandidos armados, ("pájaros") fue su denominac ión a lgún t iempo después. El golpe se convir t ió en nuestro pr imer éx ito, aunque la respuesta no se hizo esperar . Desde Ríoblanco h ic ieron presenc ia hordas de la pol icía apoyada por bandidos c iv i les. Pero su act iv idad in ic ia l se encaminó a repr imir bruta lmente a los moradores a ledaños a l lugar. Fueron var ias las pers onas ases inadas. Robaron. Pusieron fuego a las casas y v io laron a las mujeres. Nuestro grupo huyó en d irección a Herrera y tuvo que d iv idirse, tomando rumbos opuestos, ante la acc ión coordinada de la pol ic ía y centenares de bandidos que la apoyaban. Hic imo s una maniobra de

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falsa ret irada que nos proporc ionó la opor tunidad de tender una emboscada contra las fuerzas enemiqas que se d ir igían desde Ríoblanco. En e l paraje "La Verbena" les tomamos los pr imeros fus i les y munic iones, provis ión con la cual enfrenta mos y resolv imos en mejores condic iones cuatro combates suces ivos que nos plantearon. Luego, forzados por la super ior idad numérica de los adversar ios nos vimos obl igados a buscar refugio en Peña Rica. Días después fuimos detectados, por la información de u nos campesinos amigos del gobierno. Un numeroso grupo de pájaros sal ió en nuestra persecuc ión. Los emboscamos y no muy dif íc i lmente cayeron en nuestras manos capturándoles armas y pert rechos. Fuerzas del Ejérc i to procedentes de Neiva entraron entonces en escena. Nos replegamos y después de un l igero aprovis ionamiento les hacemos una ser ie de escaramuzas con re lat ivo éx ito, que nos forta lecieron mil i tar y orgánicamente. Los grupos que se habían desprendido tác t icamente del nuestro también habían combatido r egularmente. Poco más tarde habíamos crec ido cons iderablemente en número y teníamos ya las pr imeras exper ienc ias. Al reunirnos todos, se p lanteó la cuest ión de la jefatura de lo que se conformaba como un Movimiento Guerr i l lero. Por ac lamación fueron e legid os Gerardo Loaiza y sus h i jos a l rango de jefes. Y en la misma reunión introduj imos la práct ica de usar apodos con e l f in, según se argumentó, de que e l enemigo no descubr iera nuestros verdaderos nombres. Por estos días nos l legó la not ic ia de que los co munis tas, en Chaparra l, también venían enfrentados a l enemigo desde meses atrás. Esto nos l lenó de sat isfacc ión porque encontrábamos que ya no éramos solamente nosotros los que nos habíamos ido a l monte. También e l los , con d iferentes métodos, estaban enc abezando la res istenc ia y esto nos hacía sent ir acompañados en la acc ión guerr i l lera. Las informaciones hablaban de que los grupos comunistas o d ir ig idos por e l los eran muy bien organizados y que tenían muchos y muy buenos mi l i tares; que entrenaban permane ntemente a la gente y que además, se d ir igían a menudo al personal para expl icar le las razones de la lucha, para educar lo y pol i t izar lo. Y en verdad en los grupos l ibera les, como es apenas natura l , se adolecía de estas formas de organizac ión y la or ientac ión pol í t ica se inspiraba fundamentalmente en e l ant igodismo. Es comprensib le que muchos l ibera les que estaban en la guerr i l la y que, apar te de buscar la defensa de su v ida por medio del empleo de las armas, aspiraban a lucrarse con las neces idades surgidas en la lucha; l ibera les "de pura cepa", sectar ios , no manifestaban entusiasmo con la perspect iva de incrementar nuestras act iv idades junto a los destacamentos que estaban organizando los comunistas. En cambio no pocos de nosotros, nos sent íamos atraídos por los métodos organizat ivos y la táct ica desarro l lada por e l los. Entre tanto, e l Ejérc i to seguía a nuestros ta lones. Neces itábamos ubicarnos en un lugar que reuniera c ier tas caracter íst icas para establecer un comando desde donde fuera pos ib le p lanif icar en mejores condic iones nuestras act iv idades. Fue e legido e l paraje l lamado "La Ocas ión". Pero antes de tomarlo p lenamente como epicentro de nuestro ir y venir , acontec ió un hecho pol í t ico y mil i tar s in antecedentes y que dejó a los futuros guerr i l leros una exper ienc ia dolorosa: El gobierno, sabiendo que la or ientac ión of ic ial de los jefes l ibera les era la de combat ir contra la pol ic ía y no contra el Ejérc ito, destacó un selecc ionado grupo de of ic iales y subof ic ia les que, entrando por la vía del Val le del Ca uca, se dispondr ía a "entregarse" a los efect ivos l ibera les en armas. Desde Bogotá se habla d iseminado profusamente la espec ie de que la "mala" era la Pol icía y que e l Ejérc i to se estaba oponiendo a la vio lenc ia y era pos ib le esperar de é l un golpe de estado favorable a las gentes que en muchos lugares del país estaban tomando las armas contra los "chulavitas". Al traspasar los l ím ites del Val le y avanzar en terr i tor io to l imense, hablaban de que venían a entregarse a las guerr i l las ya que habían desertado del Ejérc i to y que estaban en conexión de un vasto p lan para tomar el gobierno. Quienes estaban bajo la i lusión "putchis ta" de la Direcc ión Nac ional L iberal impus ieron e l cr i ter io de que, s i era ta l como lo venían anunc iando, había que rec ib ir los . Treinta hombres excelentemente armados y aprovis ionados l legaron a un pequeño núc leo per ifér ico, un tanto d istante de La Ocas ión, y evidentemente se pus ieron a órdenes de los jefes, informaron de que e l gobierno estaba para caerse y que era jus ta la or ientac ión de concentrar lo lucha contra la pol ic ía y los c iv i les armados. En medio del regoc i jo general

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propus ieron esa mismo noche, cuando se desarro l laba una br i l lante f iesta en su honor , que a l s iguiente día tendrían que viajar todos los que estuvieron en armas hast a la c iudad de Ríoblanco, donde según el p lan en desarro l lo , tomarían pacíf icamente la local idad que en adelante seguir ía gobernada por e l señor Gerardo Loaiza como alcalde, puesto que ya estaba des ignado para é l. Estos "nuevos guerr i l leros" no impus ieron, desde luego, la obl igator iedad de que todo e l mundo tenía que ir a la captura pacíf ica del pr imer munic ipio que caer ía en sus manos. Di jeron s í que esperaban que par t ic ipar ía e l mayor número de combat ientes. No había n ingún p lan acordado para la toma de l a c iudad. Como no habr ía res istenc ia, la c ita general era en la Plaza donde el personal se concentrar ía tan pronto como fuera l legando. El los, los “nuevos”, encabezar ían la marcha. Todo Se cumpl ió más o menos de acuerdo a lo convenido. La marcha se retras ó un día para dar t iempo a que pudiera par t ic ipar e l mayor número. Y e l día en que se efectuó, fue abandonada indiv idualmente por muchos a quienes la intu ic ión campesina les salvó esta vez. Gerardo Loaiza y sus h i jos no se h ic ieron presentes en e l la y por escr i to e l candidato a la a lcaldía de Ríoblanco anunc iaba que l legar ía un día más tarde. La trampa ya estaba armada y sus autores se conformaron en enredar a quienes entraron en e l la . Todos los que l legaron hasta la c iudad con los fa lsos emisar ios del E jérc i to fueron capturados, porque en esta había un fuerte acantonamiento de tropa en espera de que e l golpe que tenían en desarro l lo d iera resultado. Cerca de c ien campesinos pagaron con sus v idas las i lus iones qolp istas insuf ladas por los jefes l ibera les de la capita l . Durante cerca de veinte años las cruces enterradas en los recodos del v iejo camino de herradura que de Ríoblanco conduce a Chaparra l fueron mudos test imonios del lugar y la forma en que cada uno de estos colombianos fue asesinado. Podr íamos ci tar a lgunos nombres pero nuestro propós ito es el de d ifundir una exper ienc ia y reconstru ir momentos este lares de una lucha guerr i l lera que nac ió de aquel las fuentes y se pro longa en nuestros días, s in mencionar necesar iamente a tantos héroes anónimos que serán mater ia de otro trabajó. Era e l año de 1.950. Poco más tarde, otra comisión de tropa par t iendo del Val le del Cauca hizo su recorr ido hasta Ríoblanco dejando una este la de depredac iones a su paso. En su camino comet ieron los más salvajes actos de bandidaje. Torturaron y ases inaron salvajemente a hombres y mujeres que encontraron a su paso. Sacaban los ojos a sus víct imas, les cercenaban las manos, las orejas, los senos a las mujeres y los tes tícu los a los varones. Al regresar, no habiendo encontrado res istencia de cons iderac ión, d i fundieron la not ic ia de que habían aniqui lado las guerr i l las l ibera les, que habían acabado con la "chusma". En la real idad estos cr ímenes contr ibuyeron en gran medida a for ta lecer e l grupo de los Loaizas ya que los campes inos veían en e l los a sus defensores. A f inales del año 49 los Loaizas aumentaron sus f i las en más de 150 hombres. Asal taron e l paraje l lamado "Las Mir las", habitado por conservadores, y otros, acc iones en las que aparecía la venganza ant iconservadora en toda su crudeza. "Diente por d iente", era la inspiración con que se desarro l laba y muchos l ibera les, cata logados de "t ib ios", pagaron con sus vidas e l no perseguir a los conservadores. Por su par te las fuerzas puni t ivas en esta ocas ión no sal ieron a campañ a porque e l área de guerra se había extendido mucho en e l Sur del Tol ima y af rontaban otras d if icu ltades con e l crec imiento de la res is tenc ia en todo e l país. Se formó así la pr imera base mi l i tar l ibera l contra la d ic tadura conservadora en “La Ocasión", lugar s i tuado en la margen derecha del Río Cambrín, f rente a la cumbre donde poco más tarde se fundara "El Davis" aunque dis tante muchos k i lómetros. Esta base estaba rodeada de campesinos l ibera les de los más bel igerantes. Los combat ientes aquí no permanecí an acantonados. Cada uno podía irse para su vereda o lugar de res idenc ia o f inca. Cuando los jefes cons ideraban l legado e l momento para una acc ión lo comunicaban con urgencia y reunían a la gente que sal ía a la acc ión. Tal como lo hacían los conservadores, estos comandos quemaban sus casas, robaban sus ganados y atropel laban. Del bot ín recogido, en acc iones de guerra o incurs iones, los jefes hacían la d ist r ibuc ión reservándose para sí la mayor cant idad y lo mejor . Las armas en pr inc ip io eran de quien las to mara en la acc ión, pero e l jefe o los jefes las concentraban en su poder porque las compraban a los combat ientes, con el produc ido de las mismas acc iones.

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Este s istema de dis tr ibuc ión est imuló a los comandantes de veredas y regiones que exageraban con e l objeto de obtener e l mayor provecho. Se h izo corr iente e l comercio de armas que iban a parar a sus manos lo que daba, a su vez, mayor poder . En los comandos l ibera les que fueron surgiendo no había n inguna c lase de entrenamiento. Cada uno, por su cuenta, hacía lo que cons ideraba de impor tanc ia. No aparecía n inguna concepción mil i tar que conformara una estrategia. La tác t ica aparecía espontáneamente ante las neces idades de la lucha a l poner en práct ica las mejores arguc ias en e l combate, pero nadie se preocu paba por s istemat izar la. No se tenía la menor idea sobre logíst ica. Cada uno, s i lo requería tomaba más. Se malgastaban los recursos a l iment ic ios y provis iones. Las comis iones y bases d isponían de comandante que no se preocupaba por introduc ir organizac ión mi l i tar para una mejor direcc ión. En los grupos imperaba la anarquía. Natura lmente esta s i tuac ión traía f r icc iones entre di r igentes y d ir ig idos y entre los mismos combat ientes. Lo que mot ivó el surgimiento de comandos l ibera les, antes que las neces idades orgánicas de lo que iba convir t iéndose en un Movimiento, fueron las tendenc ias caudi l l is tas de los jefes. Cada uno deseaba comandar determinada región o sector con la mira, ante todo, del provecho personal . Por e l lo se empeñaban c iegamente en mantener en sus manos e l mando. Como la d istr ibuc ión no era equitat iva, todos querían ir a las acciones con e l ánimo de "revanchar" , esto es, agarrar para sí lo que pudiera. Al impulso de estos "est ímulos" cayeron excelentes combat ientes preocupados más en acaparar ob jetos revanchados que en combati r b ien. El producto de las "revanchas" se vendía públ icamente const i tuyéndose en fabuloso negocio. El capi ta l acumulado por a lgunos de aquel los je fes, por este medio, aún puede aprec iarse. Pero este s is tema de saqueo y acumu lac ión no ocurr ió solamente donde los l ibera les habían desterrado a los conservadores s ino, a l mismo t iempo, en regiones donde estos, con el apoyo de la Pol icía y e l Ejérc ito, desterraron a los l ibera les y comunistas apropiándose de sus f incas, ganados y demás pertenenc ias. También, en este caso, e l producto del robo se vendió públ icamente y entre mil i tares de a l to rango surgió una capa lat i fundis ta y corredores de b ienes incautados por la fuerza. foto pag. 28

COLUMNA GUERRILLERA

Las fuerzas enfrentadas en esta cont ienda se def inen. Los agresores, inspirados en la polí t ica de "sangre y fuego” son la Pol icía adiestrada espec ia lmente y tomada como ins trumento in ic ia l. El Ejérc ito tomó par t ido un poco más tarde y todos las cuerpos repres ivos asesorados por e l part ido de gobierno habían s ido los in ic iadores e inst igadores. El pueblo colombiano y dentro de este en forma espec ia l l ibera les y comunis tas, e l movimiento s indical, eran los agredidos, los perseguidos, de los cuales surgieron, los pr imeros grupos guer r i l leros. Las guerr i l las comunistas del sur del Tol ima propinaban duros golpes a l enemigo y con su re lat ivamente mejor organizac ión acrecentaron la s impatía de los demás jefes l ibera les guerr i l leros que l legaron a la conc lus ión de que era necesar io entra r en contacto y coordinac ión. El pr imer encuentro entre guerr i l leros l iberales y comunistas se real izó en la zona de lrco, Chaparra l, hac ia f inales de 1.950. Pero antes un enviado espec ia l del grupo de los Loaizas, amigo personal de uno de los comandantes del Departamento de Chicalá, d ir igido por los comunistas, había permanecido dos semanas observando la marcha, organizac ión y métodos de trabajo y a l lanando el camino para la concer tac ión de los acuerdos poster iores. Por estos mismos días se desarrol laba una ofens iva arro l ladora contra los pequeños destacamentos Comunistas, que los había l levado a real izar su pr imera Conferenc ia para adoptar medidas mayormente concordantes con la s i tuac ión que se presentaba y con la tác t ica de las fuerzas of ic iales de repres ión. El b lanco pr inc ipal de esta ofens iva fue Chicalá porque había s ido este Destacamento e l núcleo embrión desde 1.949 para e l surgimiento de los grupos que ya operaban en forma desenvuelta en esta zona. El mando de Chicalá, conjuntamente con los de Hori zonte e lrco habían l legado a l acuerdo de crear lo que se denominó "La Columna Guerr i l lera", cuya misión era ganar a l tura en la Cordi l lera Central , atraer la atenc ión del enemigo para descargar le pres ión a los lugares de or igen del Movimiento a f in de que sus habi tantes no fueran blanco de las represal ias que se ejercían contra la población c iv i l . Pasado un t iempo prudencia l, la "Columna" ser ia disuelta y sus

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integrantes d iseminados en pequeños grupos móvi les entrarían en una nueva fase operat iva, apoyándose en las veredas de or igen para su aprovis ionamiento. Las fami l ias de los lugares or ig inar ios no comprendieron e l sent ido de esta determinac ión de la Pr imera Conferenc ia Guerr i l lera del Sur del Tol ima y manifestaron su intenc ión de sumarse como personal aux i l iar a la "Columna". No se sent ían seguras a is lándose de los combat ientes armados. Era esta la pr imera compl icac ión con que los guerr i l leros tropezaban al tratar de "desprenderse" del personal c iv i l que se nudeaba en torno suyo ante las represal ias del enemigo. Esta, por lo demás, era la lógica de los acontec imientos y era necesar io af rontar la, no, prec isamente abandonando la poblac ión c iv i l , que buscaba amparo a l lado de los guerr i l leros, a su propia suer te. Cuando la "Columna" l legaba a l f inal de su pr imera etapa, después de 3 meses de operac iones, tuvo lugar la pr imera conversac ión entre delegac iones del grupo de los Loaizas y de los destacamentos comunistas de Chicalá, Hor izonte e lrco, que tenían acc iones en la organizac ión y actuac iones de la Columna. Los l ibera les expresaron e l deseo de que una comisión de los destacamentos comunistas v iajara hasta sus comandos para que enseñara a lgunos métodos de acc ión y organización. Surgió la propuesta de que la Columna, en lugar de d isolverse, viajara con s us integrantes y que aceptara inc lu ir un c ier to cupo de famil ias de las más perseguidas para que en e l ex tremo sur encontraran un refugio más seguro. La Columna emprendió de inmediato la marcha en esas condic iones y, reforzada con la comisión de los l ibera les, tuvo que abr irse paso dando diar ios combates y demostrando en la acc ión la extraordinar ia capac idad y exper ienc ia acumuladas ya, as í como poniendo en evidencia una gran per ic ia en e l manejo de los movimientos tác t icos. A su arr iba a l Davis el entusiasmo fue tal que en una gran asamblea de masas los comunistas rec ibieron de estas la propuesta de quedarse, const i tuir un destacamento fuer te y crear un estado mayor uni f icado para todo e l sur del Tol ima. De estas propuestas fue aceptada la pr imera, y en cuanto a l Estado Mayor Unif icado, este solamente se estableció para comandar l im itadamente las misiones conjuntas y a lgunos destacamentos local izados espec ia lmente en e l munic ip io de Ríoblanco. Surgieron a lgunos destacamentos bajo e l mando del Estado Mayor Unif icado y por un t iempo más o menos largo muchas comis iones, patru l las , campañas contra las fuerzas represivas e incurs iones fueron conjuntas: Unas veces bajo e l mando l iberal , o tras bajo e l mando comunista y colegiado unas pocas. En a lgunos casos, por c ircunstanc ias no esenc iales , para determinadas tareas se organizaban comisiones solamente con l ibera les o con comunis tas. Entre la d irección comunista, a l produc irse la unif icac ión, surg ieron dos pos ic iones: una, cons ideraba que a l entrar en contacto con los guerr i l leros l ibera les los destacamentos comunistas deberían hacer parte de éstas, tratando de ganar autor idad real izando un t rabajo desde la base; la otra sostenía y sostuvo la organizac ión autónoma de destacamentos, en los cuales nada tuvieran que ver los al iados l ibera les. El Davis, ubicado en la misma zona de inf luenc ia de estos fue uno de e l los , aunque al pr inc ip io se tomó como la sede centra l del Estado Mayor Unif icado. Cada agrupac ión, l ibera l o comunista, respondía a una concepc ión d iferente d e la lucha y real izaba su pol í t ica concordante. Conformaba su d isc ip l ina. Por esta razón, el comportamiento de unos y otros era d iferente, su moral no era la misma. No podía ser lo. Cuando actuaban comisiones de formación conjunta, a l hacer e l balance, los l ibera les se quejaban de los comunis tas y v iceversa. Se exter ior izaban d iferenc ias en e l trato con las masas. Los l ibera les observaban un mal comportamiento con el las y, por el contrar io, los comunistas buscaban f ratern izar con los campesinos y gentes por donde trans i taran, buscaban hacer un trabajo de amistad y convenc imiento de las masas y esto ofendió a los l ibera les que veían deter iorarse su inf luenc ia, basada exclus ivamente en la trompet i l la de sus armas. Esta s i tuac ión provocó las pr imeras f r icc iones en el Estado Mayor Unif icado que fue roto en tres ocas iones por los l ibera les y solamente restablec ido mediante un trabajo pac iente de los comunis tas. En este organismo tenían representac ión los l ibera les con Gerardo Loaiza y sus cuatro h i jos, Leopoldo García y otro más para un total de s iete entre un número tope de

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15; de los cuales solo se reunían ord inar iamente a veces c inco y hasta 10. Los demás comandos de destacamento estaban integrados por l iberales o comunistas según la zona. La gente de la Columna, que fundara e l Destacamento de El Davis , y que se engrosó cons iderablemente con la af luenc ia de refugiados que acudían de todas partes, se regia por pr inc ip ios revoluc ionar ios y mantenía una e levada disc ip l ina. El Par t ido Comunista era la fuerza dir igente que mantenía en e l Estado Mayor del Destacamento una comis ión polí t ica en representac ión del Comité Munic ipal del Part ido en Chaparra l pr imero, y luego del Comité Regional cuando este organismo fue creado. La d isc ip l ina par t idar ia contr ibuía a e levar la d iscip l ina mil i tar que regía la vida del Destacamento. La base guerr i l lera de los comandas l ibera les gustaba mucho de estos métodos de organizac ión. Así mismo algunos jefes se sentían atraídos por e l los . En cambio, la mayor ía de estos, con tendenc ias anarq uizantes y bandoler i les , los rechazaban. Cuando en e l Estado Mayor Unif icado se quiso poner en práct ica e l t ipo de organizac ión mil i tar que r ig ió la vida de la Columna y que se pract icaba en los Destacamentos comunistas, surg ieron conf l ic tos con quienes n o estaban habituados a una organizac ión regida por normas de forzoso acatamiento. Estaban acostumbrados a obrar por cuenta propia y hacían las cosas como y cuando querían. Al estructurar las unidades básicas guerr i l leras con sus respect ivos comandantes y reemplazantes pol í t ico-mil i tares y designar los responsables de cada f rente de act iv idad, los que estaban acostumbrados a irse a su casa a la hora que est imaban conveniente y regresar cuando lo cons ideraran de su agrado se hal laron incómodos. Se puso orden en las dependenc ias, servic ios y se establec ieron normas para aprovechar e l t iempo l ibre en act iv idades út i les, pero e l lo no gustó a quienes, o no entendían la importanc ia de ta les reglamentac iones, o s implemente quer ían la anarquía en todo. Ofendió a muc hos que e l producto de las "revanchas" fuera ahora d istr ibuido de conformidad con las neces idades de cada cuerpo armado y personales y se indignaron porque las armas tomadas en acc ión fueran ya no de propiedad pr ivada y venta obl igator ia de los jefes, s ino de pertenenc ia colect iva del movimiento y dest inadas exc lus ivamente a l servic io de la lucha. Al regresar determinado grupo de hombres, de cumpl ir una mis ión tenían que obl igator iamente presentarse a su base respect iva para rendir informes y esto no agrad ó a quienes estaban habi tuados a la desorganizac ión y fa lta de contro l. Los puestos avanzados que se h izo indispensable mantener permanentemente, con re levo de sus integrantes durante cada determinado t iempo, incomodó a aquellos para quienes la segur idad y medidas prevent ivas en las zonas guerr i l leras carecía de importanc ia. La inst i tuc ión del Comandante Pol í t ico, adjunto a l mil i tar , fue combat ida denodadamente con pretextos como los de que no eran necesar ias las expl icac iones pol í t icas. Para los l ibera les fue nuevo y contrar io a sus concepc iones que sé hablara en la guerr i l la de la lucha por la conquista del poder para los obreros y los campesinos y de l iberar a la patr ia de la explotac ión imper ia l is ta y ol igárquica. La organizac ión de las mujeres en comités espec iales y en e l Part ido Comunista tampoco sat isf izo a muchos. Dizque la organizac ión enfrentaba a las mujeres a sus famil iares, las conver tía en rebeldes y rec lamadoras de sus derechos. Nunca estuvieron de acuerdo con las donac iones y ayudas por sol idar idad para los combat ientes s i no iban dest inadas exc lus ivamente a los jefes. Se oponían a la forma de d istr ibuc ión equitat iva que se pract icaba en los destacamentos. Al prohib ir y cast igar e l robo entre compañeros, las inmoral idades e ir respeto a los n i ños y a las mujeres los v ic iosos y adictos a los i l íc i tos , que eran muchos, su inconformidad crec ió. Estas nuevas reglamentaciones, dest inadas a produc ir un cambio de cal idad en todo el movimiento, eran contrar ias a quienes se habían v inculado a él con pro pós itos de aprovecharse de la s ituac ión de v io lencia y pretendían que la desorganizac ión in ic ia l no sólo se prolongara s ino que aumentara. L legó e l momento en que todo se guiaba por p lanes mil i tares y pol í t icos, en que las s ituac iones se sometían a estudio y se ejerc itaba un severo contro l sobre la marcha de la organizac ión tanto polí t ica como mil i tar . Jefes a l tos y medios de las guerr i l las l ibera les manifes taban inquietud por que la práct ica de estas concepc iones producía una diferenc iac ión entre los integrantes de los Destacamentos guerr i l leros. Veían crecer la inf luenc ia comunis ta entre las masas por los cambios que se producían en la conducta de los guerr i l leros bajo su

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mando, en tanto que de los guerr i l leros l ibera les se mult ip l icaban las quejas debida s a sus malas actuac iones. Estas contradicciones de los jefes guerr i l leros l ibera les fueron hábi lmente aprovechadas por sus animadores en las c iudades para volcar las en contra del sector guerr i l lero que mostraba más claras sus perspect ivas de desarro l lo y cuya autor idad crecía en e l seno del pueblo, como eran los comunistas. Fueron s istemat izadas y l levadas a la práct ica en e l Sur del Tol ima por recomendaciones específ icas de la Direcc ión L iberal Nac ional, ta l como antes habla s ido provocado el rompimiento de l ibera les y comunis tas en e l movimiento obrero. Esa d irecc ión, en manos de los c lanes más ant icomunistas, no veían la acción de la d ic tadura conservadora contra las masas populares s ino el aprec io que estaban conquis tando los comunis tas que se batían hombro a hombro junto con los colombianos perseguidos en todas partes. Por eso desde e l comienzo estuvo en contra de la unidad de las guerr i l las, ya que e l t ipo de movimiento guerr i l lero que los dir igentes nacionales del l ibera l ismo quer ían conformar, pa ra negoc iar e l poder o parte de é l con la o l igarquía conservadora, era s implemente de carácter ant igodo. Sentían miedo que las guerr i l las colombianas l legaran a levantar la consigna de toma del poder por e l pueblo para un cambio profundo de régimen. El Es tado Mayor Uni f icado, pese a todo, cont inuaba trabajando y sus d if icul tades, que crecían, eran af rontadas mediante una gran f lex ib i l idad manifes tada por los miembros de las dos partes representadas. Pero entre los cuadros medios guerr i l leros d ir igidos por los Loaizas y a lgunos campesinos r icos que actuaban en la base de los combat ientes de sus comandos se d iseminaba un fermento ant icomunista. Con todo, e l área de operac iones guerr i l leras se ampl ió cons iderablemente y se emprendieron acc iones fus ionadas. Ent re las que más re l ieve tuvieron reseñamos la efectuada en La F lor ida, l ím ites del Tol ima y e l Huila . Más de un centenar de unidades del Ejérc i to v iajaban de Gaitania conduc iendo 50 cargas de café robado. Se produjo un combate en el que perdieron su bot ín, armas y abundante munic ión. Fue un rotundo éxi to nuestro. En la pr imera toma de Organos, pequeña poblac ión del Hui la, part ic iparon también fuerzas unif icadas. Establec imos un cerco que fuimos cerrando hasta dominar la s i tuac ión, después de duro combate. C apturamos fusi les , revólveres, escopetas, grasses y en e l cuar te l de la pol ic ía 4.000 car tuchos de fus i l , más un fusi l i tal iano equipado con 5.000 proyect i les hal lado en la Casa Cural, bajo la custodia del sacerdote catól ico de apell ido Monar . El poblado, que fue destru ido, era una guar ida de ases inos que habían u lt imado salvajemente a centenares de labr iegos. También v is i tamos a Gaitania con guerr i l las conjuntas. Los conservadores y la pol ic ía aquí no of rec ieron res istenc ia y huyeron. Ocupamos la local idad durante 24 horas, incautando todo lo que fue cons iderado de ut i l idad para la acción de los guerr i l leros. Un t iempo después se desarro l ló otra incursión sobre esta poblac ión, con guerr i l las fusionadas pero bajo e l mando de los Loaizas y Garcías. De regres o, es tos est imularon la comisión de una ser ie de cr ímenes y atropel los contra los campesinos. Más tarde, se produjo una acción combinada contra una organizac ión de bandidos c iv i les que actuaban bajo e l amparo del gobierno en el Pescado. Como respuesta nues tras fuerzas fueron seguidas, opor tunidad que aprovechamos para l levar a cabo un contraataque con e l que desorganizamos al enemigo, capturándole además diez fus i les. Estos éx i tos mil i tares conjuntos fueron reconoc idos y aprec iados por e l Estado Mayor Unif i cado, que con ta l motivo of rec ió una f iesta en El Davis para los combat ientes. A comienzos de 1.951 se produjo un levantamiento popular en Herrera, munic ip io de Río Blanco. Había aquí un puesto de pol icía que, en sociedad con los conservadores, cometía toda c lase de cr ímenes contra la poblac ión hasta que los campesinos de los a lrededores, apoyados por un grupo guerr i l lero, produjeron un levantamiento que d io como resul tado la caída de este pequeño poblado en manos de los guerr i l leros, que lograron retener l o en sus manos durante más de 60 días. Esta insurrecc ión, por fa lta de organizac ión y or ientac ión adecuadas, atropel ló a personas que nada tenían que ver con la v iolenc ia y terminó en actos

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terror istas , incendios y saqueos s in objeto. El lo acentuó la vio le ncia en la zona y d io pretexto a las fuerzas del gobierno que dos meses mas tarde entró d isparando s in contemplaciones en una bruta l operac ión de recaptura. Centenares de cadáveres de esta acc ión fueron lanzados a las aguas del Río Saldaña. Ante la amenaza de muer te, las gentes se incorporaron en masa al movimiento guerr i l lero y este se ampl ió aún más. El Gobierno perdió todo apoyo y s impatía en e l terr i tor io y por donde quiera que pol icía y Ejérc ito se movían hal laban una decidida res istenc ia y eran tratados con desprec io por los habitantes aparentemente neutra les . Sant iago Pérez, pequeño caser ío del munic ipio de Ataco, fue v is i tado por una guerr i l la de l ibera les a l mando de los Loaizas. El objet ivo de la operac ión era la l iberac ión de unos 30 presos que iban a ser fusi lados y que a la postre lo fueron porque los atacantes, antes que atender e l objet ivo central se dedicaron a tomar t iendas y a lmacenes para saquear los. En tanto la pol icía se h izo fuer te atr incherándose en lugares cas i invulnerables. La guerr i l la perdió combatientes y perdió la acción. Más, no pudo evitar un sent imiento de f rust rac ión que trató de cundir entre los combat ientes por la derrota y e l sacr i f ic io de los pr is ioneros. Fue esta una conces ión a quienes trataban de acabar con la acc ión u nif icada para emprender un camino de r ival idad host i l . A par t ir de la anter ior operac ión se d io paso a l s is tema de comis iones conformadas y d ir ig idas por los l ibera les o por los comunistas. La ocupac ión de San Luis, cercana a la capi ta l del Hui la, se real izó bajo la d irección de El Davis. Aunque los combat ientes eran unif icados e l mando y e l p lan pertenecían a l Estado Mayor de aquel Destacamento comunis ta. El extraordinar io comandante F idel Rico, teniente "Josel i to" fue e l encargado de la misión. Capturaron armas, munic iones, v i tual las y real izaron una campaña propagandís t ica que est imuló a l campesinado del norte hui lense en la resis tenc ia a la d ictadura. Órganos, que había s ido reconstru ida y agrupaba nuevamente a los más bandidos de los perseguidores y host i l izadores del campesinado, cayó por segunda vez en nuestras manos. Andrés Bermúdez, teniente "L lanero", por encargo del Estado Mayor de El Davis, d i r igió la acción. El poblado estaba for t i f icado y el combate nocturno se h izo muy duro y d if íc i l . La pol i c ía y sus asesores lo tenían todo previs to para el caso de una emergencia. Res ist ieron 5 horas la pres ión guerr i l lera aunque al f ina l fueron venc idos. Perdimos hombres, entre muertos y her idos, porque la guerr i l la nuestra perdió e l factor sorpresa. Fuimos descubiertos en las inmediac iones y cuando los guerr i l leros avanzaron a l área de asalto fueron rec ib idos con fuego graneado desde pos ic iones ya estudiadas por e l enemigo. En estas misiones, se iba poniendo de mani f ies to la capac idad conductora de muchos d e los comandantes que más tarde jugaron un importante ro l para que la v ida de la guerr i l la permaneciera latente en los momentos más dif íc i les , reagrupando una y otra vez los efect ivos. A mediados de 1.951, fuerzas del gobierno atacaron a los guerr i l leros agrupados en e l destacamento de San Miguel Peña Rica. Fue una ofens iva en la que part ic iparon unos mil so ldados, muy fuer te, aunque cor ta. Solamente en las inmediac iones de Peña Rica se pro longó un poco más de un mes, creando una s i tuac ión de abastec imient o bastante del icada por la conformación geográf ica del ter reno y e l in tel igente aprovechamiento hecho por e l enemigo en sus movimientos. Los guerr i l leros tuvieron que dis locarse en d iferentes f rentes y su tác t ica de host igamiento no dio lugar a la captura de muchas armas. Sin embargo, las tropas que entraron por e l f lanco norte sal ieron mal l ibradas. Perdieron sus mulas, la provis ión, las medic inas, las reservas de campaña además de abundante munic ión, un mortero, var ias cajas de granadas, ins trumental quir úrg ico y menaje. Jacobo Prías Alape, e l conoc ido "Charro Negro" y un campesino de or igen caldense, e l teniente "Sinsonte", comandaban a los guerr i l leros en este f rente. Los efect ivos que tomaron las vías de Ríoblanco, hubieron de af rontar grandes d if icul ta des. Permanecieron más de una semana en un ani l lo de fuego de los guerr i l leros. A estos solo les fa l tó munic ión para estrechar e l cerco y lograr la rendic ión de los cercados que ya venían pensando en entregarse. Se tomaron armas, munic iones y se contabi l izaron solamente aquí 58 bajas enemigas. Desde la fundac ión de este Destacamento; había s ido conf iado a l buen sent ido de organizac ión y d iscip l ina de Alfonso Castañeda, "Richard". Pasada esta ofensiva cor ta, que lo sometió a una dura prueba de la cual sa l ió con nuevas exper ienc ias, Richard entregó la

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comandanc ia a Jorge Peñuela, "Cardenal" , también campesino de Chaparra l como él y procedente de los pr imeros núc leos fundados en e l año 49. Richard, en representac ión del Estado Mayor de El Davis, del cual era m iembro, rec ib ió e l encargo de v is i tar los d ist intos destacamentos y contr ibuir a que perfecc ionasen su organizac ión y actuac ión. Se preveía que e l enemigo preparaba una ofens iva de incalculables proporc iones y había que prepararse para enfrentar la. Cumpl ida está misión fue destacado a organizar e l destacamento que é l mismo baut izó con e l nombre de "El Inf ierno" en e l paraje denominado Saldaña, cerca a l r ío del mismo nombre y lugar que se cons ideraba de una impor tanc ia mi l i tar especia l. El Destacamento de El Davis fue fundado en la cumbre de una montaña que se empina par t iendo de la hoya h idrográf ica de la quebrada La L indosa. Hac ia e l sur e l terreno es cortado por la profunda depres ión en cuya parte más baja se a lberga e l lecho del ar isco r ío Cambrín. El s i t io ya ostentaba ta l nombre pero solo v ino a popular izarse cuando los hombres de la guerr i l la lo tomaron en cuenta para establecer aquí la sede central de toda una cadena de destacamentos. Fue durante a lgún t iempo cuarte l general de las guerr i l las unida s bajo el mando del Estado Mayor Unif icado. Luego del enfrentamiento armado entre los l ibera les y los guerr i l leros d ir ig idos por los comunistas, se comandaba desde aquí e l l lamado Ejérc i to Revoluc ionar io de L iberac ión Nac ional y sus destacamentos respect iv os. Aquí imperaban una organizac ión y disc ipl ina mil i tares. Se habían construido galpones adaptados para dormitor ios , controlados y cuidados por sus respect ivos servic ios de guardia. Su organizac ión mil i tar era semejante a la de las guarnic iones del Ejérc i to. En e l curso de 24 horas permanecía un personal destacado en la guardia d istr ibuido entre e l ocupado en los d ist intos puestos de v ig i lanc ia y e l d isponible. Estaban debidamente organizadas las Compañías, Escuadras y Guerr i l las como la unidad bás ica. La guardia de prevenc ión comprendía cent inelas avanzadas, patru l las in ternas y externas y unidades destacadas en lugares c laves como polvorín, enfermería, a lmacén de ropa y en a lgunos otros servic ios. Había cas inos para la tropa, subof ic iales y of ic ia les debi damente organizados. A las cuatro de la madrugada el personal rec ibía la orden de levantarse y hasta las seis de la mañana el t iempo se empleaba en baño, ejerc ic ios , entrenamiento y demás instrucc iones del día. A las 7 a.m. comenzaban las act iv idades del día y a las 16 horas se efectuaba la re lac ión mil i tar del día y seguidamente se desarro l laban otras act iv idades polí t icas, educat ivas o cultura les. A las 8 de la noche se impar tía la or ientac ión correspondiente para el caso de a larma nocturna y se ordenaba reposo y s i lenc io. A part ir de esta hora estaba prohib ido e l movimiento por los predios del destacamento a quienes no tuvieran un servic io o misión espec ial . Aunque el cuerpo de guerr i l leros estaba rodeado de personal c iv i l , las normas para los combat ientes eran estr ic tamente mi l i tares. Los productos que l legaban a la secc ión de economía eran dis tr ibuidos por e l ecónomo y su cuerpo de ayudantes; en forma gratu i ta y de acuerdo a las neces idades tomando en cons iderac ión la ex is tenc ia d isponib le. Había una secc ión de enfermería servida por personal espec ialmente instru ido y un departamento de contro l de ropa dónde cada semana el combat iente entregaba sus prendas a l lavado y rec ibía l impias las que había l levado la semana anter ior . De este importante servic io se encargaba la organizac ión de mujeres que nombraba cada semana un equipo para cubr i r lo. Siempre d io e l mas a lto rendimiento. Ex istían ta l leres de armería bajo un contro l espec ia l, al cual só lo l legaba e l personal que en e l trabajara y e l ejecut ivo del Estado Mayor . Se le concedía gran importanc ia a la a lfabet izac ión. Al efecto había un responsable del f rente con un numeroso grupo de a lfabet izadores que p lanif icaban y desarro l laban e l trabajo en cursos d iurnos y nocturnos. Habían servic ios de h igiene y sa nidad, peluquería, sastrería, dent is ter ia, suminist ro de medic inas. El personal se d ist r ibuía en var ios f rentes. El de trabajo comprendía labores agrícolas de s iembra, desyerba, cosecha, preparac ión de t ierras etc . El de combate se organizaba en guerr i l las "rodadas" para operac iones lejanas, guerr i l las de emergenc ia para enfrentar cualquier ataque, servic ios de explorac ión, reconoc imiento y comunicac iones. Esta organizac ión c iv i l -mil i tar , surg ida en e l proceso de crec imiento de la acc ión guerr i l lera, en esta pr imera etapa, se inspiraba en e l s is tema de func ionamiento de los cuar teles de t ropa y la organización y d irecc ión c ivi l de una c iudad. Era la fus ión de estas dos formas orgánicas

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adaptada a las condic iones en que se manifes tó la v ida en e l Destacamen to y con las l im itac iones objet ivas y subjet ivas que puedan anotarse. Cuál su causa pr imordia l? La ex istenc ia de una poblac ión no combatiente compuesta por ancianos, mujeres, n iños, que habían corr ido a l monte a l lado de los guerr i l leros, porque conf iaban en que los protegerían de la v io lenc ia. Es una si tuac ión conformada por las mismas condic iones nac ionales y locales que h ic ieron pos ib le la apar ic ión de la guerr i l la con ta les caracterís t icas. mapa pag. 44

EL DAVIS Los l ibera les imaginaban que los guer r i l leros d ir ig idos por los comunistas eran parte integrante de su organizac ión pol í t ica, con la d iferenc ia de que mantenían mejor disc ip l ina, a lta moral y c lara perspect iva polí t ica y mil i tar . Natura lmente e l lo les resultaba por enc ima del carácter que le habían dado a su lucha exclusivamente ant iconservadora, contra las fuerzas de pol icía respondiendo a l Ejérc ito solamente ante las ofens ivas adelantadas por éste. Para este t ipo de guerra, los l ibera les en un momento habían necesi tado de la colaboración de los guerr i l leros comunis tas, enguerr i l lados también como respuesta a la bruta l persecuc ión. Esto los l levó a o lv idarse de las d iferenc ias ideológicas por a lgún t iempo, nutr iéndose de sus métodos de organizac ión y su táct ica mil i tar . La lucha conjunta era p ara e l los una necesidad e lemental . Desde e l arr ibo a l poder , en 1.946, e l conservat ismo aprovechando el aparato del Estado bajo la d irecc ión de Mar iano Ospina Pérez, pr imero, y luego por Laureano Gómez perseguía por igual a l ibera les y comunistas; a todos acusaba de "chusma" para sentenc iar los a ser ases inados por las hordas de bandidos diseminados por todas partes. Objet ivamente los perseguidos estaban motivados para enfrentar la lucha en forma conjunta, lo que reportar ía muchas ventajas. Pero l ibera les, dentro y fuera del Estado Mayor Unif icado actuaban como s i sus a l iados, los comunistas, fuesen s implemente una minoría que debía someterse a sus or ientac iones, organizac ión, métodos y d isc ip l ina. Simplemente se apoyaban en el los para for ta lecer su capac idad mil i tar ante el enemigo, reconoc iendo que los guerr i l leros comunis tas mantenían en todo momento una a lta efect iv idad en las acc iones. Las d iferenc ias pues, seguían acrecentándose. Los jefes guerr i l leros l ibera les y muchos de sus combatientes, campesinos r icos, no comprendían los p lanteamientos comunistas por la l iberac ión nac ional del país del predominio imper ia l is ta; la reforma agrar ia, con base en e l pr inc ip io de que la t ierra debe ser para quien la trabaja o quiera trabajar la, s ignif icaba un motivo de profunda preocupac ión para e l los , agravada con la forma sectar ia y superf ic ia l con que la presentaban los oradores comunistas en a lgunas reuniones. La prédica contra e l lat i fundio - y la "o l igarquía “godo - l ibera l" caía entré los l ibera les como cubos de a gua f r ía. Estos pres ionaban, en cambio, por e l exterminio completo de los conservadores entre los cuales, decían, "no hay n i uno sólo bueno" ya que recordaban que estos en las campañas de exterminio de l ibera les gr i taban con fervor : "Viva Cr is to Rey y mueran los h i jueputas col larejos"! . El dis tanc iamiento completo se produjo cuando los d ir igentes comunistas d ifundieron y expl icaron los ocho puntos del Programa aprobado por la Pr imera Conferenc ia Nac ional del Movimiento popular de L iberac ión Nac ional , com o se l lamó, y a la cual habían as is t ido var ios movimientos guerr i l leros del país. La representac ión de los guerr i l leros del Sur del Tol ima estuvo a cargo de los comunis tas porque los l ibera les en e l Estado Mayor Unif icado se negaron a as is t i r y provocaro n su rompimiento def in it ivo a l no as ist ir más a sus reuniones. (Ver en e l Apéndice el texto del Programa). Sin duda, el n ivel y caracter íst icas de los grupos guerr i l leros l ibera les en e l país no estaban a la a ltura de este Programa. Muchos de e l los tomaro n pos ic iones en su contra, inc lu idos nuestros amigos l ibera les en e l Sur del Tol ima, que comenzaron a poner en práct ica medidas encaminadas a oponerse. Estos puntos programát icos, así como la l ínea comunista y sus métodos organizat ivos eran defendidos ya p or los di r igentes comunistas en medio de un ambiente de host i l idad en p leno proceso de fermentac ión. La estrategia de los l ibera les no l legaba más a l lá del derrocamiento del gobierno conservador, la rest i tuc ión del poder a l l ibera l ismo y la defensa de la Const i tuc ión avasal lada por e l "Estado de s it io” .

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Los jefes guerr i l leros l ibera les se desplegaron a dar conferenc ias polí t icas en una y otra región, sobre sus puntos de v ista y a lcances que le daban a la lucha; a d ifundir sus concepc iones ant igodas. Los c omunistas, pac ientemente penetraban entre las masas, c reaban nuevos destacamentos, or ientaban, concient izaban a las organizac iones sobre la neces idad de for jar e l Frente Democrát ico de L iberac ión Nac ional , lo cual rec ibía tan buena acogida que en todas par tes se creaban Comités de Frente Democrát ico con los campesinos y combat ientes, con los s impat izantes de las c iudades y zonas per ifér icas y hasta dentro de las famil ias que acompañaban a los guerr i l leros y desarro l laban su v ida en los destacamentos. Estos comités tenían una d irect iva y act iv idad permanente, sus tareas concretas según el lugar y, donde e l lo fuera posib le, con parte de sus miembros se fundaban célu las del Part ido. En estas organizac iones part ic ipaban indiscr iminadamente hombres, mujeres y has ta n iños. La poblac ión, según la estrecha idea que se tenía entonces del Frente Democrát ico, debía par t ic ipar con pr ior idad en la lucha armada. Cada organizac ión de este t ipo desde su lugar y par t iendo de sus propias pos ibi l idades, aportaba a l for ta lec imie nto de los destacamentos en todos los aspectos, hasta en e l de proporc ionar les los art ícu los industr iales mayormente controlados por e l enemigo. De vez en cuando comisiones armadas recorr ían la vasta per i fer ia vis i tando estos Comités y otras organizac iones . La mayor ía de los combatientes de El Davis y a lgunos de los demás destacamentos d i r igidos por los comunistas en el ex tremo Sur del Tol ima, provenía del munic ip io de Chaparra l. Los pr imeros 17 hombres que habían fundado en 1.949 la guerr i l la de Chicalá y quienes los s iguientes en lrco, La Marina y Hor izonte, d i r igían ya la lucha en uno y otro lugar . Igual cosa acontecía con los pr imeros a lzados l ibera les, en los comandos encabezados por los Loaizas: El Davis habla crec ido inmensamente, porque en é l se con centraban las fami l ias perseguidas de los munic ip ios como Coyaima, Natagaima, Or tega, Chaparra l, Ataco, etc . Era un inmenso refugio humano en e l corazón de la zona de operaciones, cuya v ida t ranscurr ía en condic iones de organizac ión ex i l iada en una región l iberal c iento por c iento. Abrupta, hasta entonces, carente de vías de comunicac ión como hay muchas otras regiones en Colombia, era una vieja zona de asentamiento de campesinos procedentes de otros lugares del país, espec ialmente de departamentos como Caldas, El Val le, Ant ioquia y Cauca. L iberales por tradic ión, estas gentes con su trabajo habían creado promisor ias economías en f incas que se encontraban en p leno f lorec imiento a l presentarse las o leadas de v io lenc ia. In ic ia lmente no fueron ant icomunis tas. Ca yeron en la trampa de la lucha ant icomunista cumpl iendo las or ientac iones de sus jefes regionales y nac ionales que, a l ser puestas en práct ica, encontraron una act i tud sectar ia, inf lex ib le, estrecha de los comunistas que les abonó el terreno de la d iv is ión y é l enfrentamiento armado. Una de las ú l t imas Conferenc ias Conjuntas de guerr i l leros l ibera les y comunistas se real izó en e l comando de Horizonte. Unos dos mi l so ldados a l mando de dos coroneles trataron de hacer una operac ión de peine en d irecc iones encontradas. Dos comis iones, part iendo de d irecc iones sur y norte respect ivamente deberían encontrarse en e l objet ivo centra l : El Davis. El combate con los guerr i l leros fue bastante duro para e l ejérc i to. Nos habíamos concentrado para la Conferenc ia y esta c ircunstanc ia favorec ió nuestras fuerzas ya que muy rápidamente organizamos y d ispus imos los encuentros. Después de 21 combates, contabi l izamos cerca de c ien bajas enemigas y nuestro host igamiento pers iguió las d ist intas patru l las en que se div id ió y de sorganizó e l Ejérc ito en su ret irada. Esta vez fue la pr imera en la h istor ia del movimiento guerr i l lero del Sur del Tol ima en que la ofensiva terrestre del enemigo fue apoyada por la aviac ión. En adelante s iempre actuaron fuerzas combinadas t ierra y a ire cada vez mayores. Pasada esta campaña que duró a lrededor de una semana, reorganizamos las tareas hacia la conferenc ia y esta tuvo lugar . Todos los comandos, tal como había ocurr ido en los combates anter iores, par t ic iparon Gerardo Loaiza y la mayor ía de sus h i jos , lo mismo que muchos otros comandantes l ibera les se h ic ieron presentes a l lado de los más destacados d ir igentes comunistas del Davis y sus demás destacamentos. Entre los l ibera les muchos combat ientes y jefes, como me sucedía a mí, a Jacobo Prías, Ci ro Truj i l lo, Jesús María Oviedo, "Mar iachi" , nos sol idar izábamos con los p lanteamientos y actuac iones del movimiento guerr i l lero comandado por los comunistas. En esta reunión, cada sector expondr ía sus puntos de v ista sobre cómo seguir ía la unidad y cómo t rabajaría cada uno por sus ideas pol í t icas s in que el lo

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produjera f r icc iones. Se lograron importantes acuerdos, c ircunscr i tos todos a las cuest iones del trabajo mil i tar conjunto. Pero los l ibera les cerraron toda pos ib i l idad de dar solución a los fenómenos que venían produc iendo un crec iente d istanc iamiento pol í t ico. Aunque plantearon, por ejemplo, abandonar la práct ica del t rabajo mil i tar conjunto y actuar cada uno por separado, e l ambiente no les fue favorable n i entre sus mismos combat ientes, razón por la cual , antes que debi l i tar los s istemas que se venían pract icando estos fueron mejorados con d ispos ic iones nuevas. Aunque la durac ión de estos acuerdos estaba condenada a unos pocos meses por la act ividad ant iuni tar ia desplegada a par t ir de aquí por los d i r igentes l iberales. Un inc idente i lus tra e l estado de ánimo ex istente ya entre los jefes guerr i l leros l ibera les. Acontec ió en e l segundo día de la Conferenc ia. Jacobo Pr ías había comprado a uno de los miembros de la Comisión Polí t ica del Davis que encabez aba, la delegac ión comunista un bono de veinte pesos correspondiente a la Campaña Nacional de F inanzas del Par t ido en e l año en curso, 1.951. Otros guerr i l leros h ic ieron lo misma que Pr ías y esto daba lugar , a quienes los vendían, a expl icar su contenido y sus f ines. Gerardo Loaiza se enteró del hecho y personalmente l lamó al jefe de la delegac ión comunis ta a la Conferenc ia, para prohib ir le la venta de los bonos comunistas, señalando a iradamente que mientras é l fuera jefe de ese movimiento no volver ía a permit ir n inguna act iv idad de propaganda comunis ta. Este fue un nuevo escol lo en e l pel igroso sendero del d istanc iamiento. Con ta l mot ivo y otros pretextos, los Loaizas y otros l ibera les negaron su aprobac ión a l bloque de conc lusiones de la Conferencia y p lantearon que los comunis tas deber ían evacuar El Davis. Para just i f icar esta conducta ante los guerr i l leros de sus d is t in tos comandos, los Loaizas d ifundieron la vers ión de que a sus manos había caído una carta del Comité Munic ipal Comunis ta de Chaparra l en la que cr i t icaban fuertemente a su Comisión Polí t ica destacada en El Davis por haber inc luido a los l iberales en e l Estado Mayor Uni f icado. Semejante capac idad de tergiversac ión comenzó a hacer carrera entre los guerr i l leros desde entonces, tenía necesar iamente que produc ir sus efectos predisponiendo a los guerr i l leros l ibera les contra los comunistas y señalando ya a sus d ir igentes como los responsables del deter ioro de las re lac iones amistosas entre unos y otros. Poster iormente muchos rumores e invenc iones se echaban a rodar como práct ica pol í t ica y acc ión s icológica, agudizaron e l enfrentamiento entre l iberales y comunis tas y causaron la desmoral izac ión a los guerr i l leros de un solo bando, cuando eran empleados en esa d irección. Poco t iempo después, los Loaizas repit ieron su pet ic ión de que El Davis fuera evacuado, que sus moradores regresaran a sus lugares de or igen, lo que s igni f icaba pel igro de muerte en manos de las fuerzas repres ivas de la mayoría de las famil ias refugiadas. Natura lmente que e l r iesgo era mayúsculo, pero quienes se opus ieron a que ta l determinac ión audaz fuese tomada no cal ibraron las perspect ivas que se esbozaban para reviv ir por un t iempo mas la precar ia unidad. El los , que tenían en sus manos las vías de acceso a los depar tament os del Val le y parte del entonces Caldas y que se abastecían desde al l í cerraron para los comunistas e l suminis tro de sal y otros art ícu los que se compraban por esas vías. Se h izo necesar io buscar otras fuentes hacia e l Hui la y hac ia e l centro del Tol ima. El abastec imiento de productos industr ia les se h izo cada vez más d if íc i l para los comunis tas, porque los l ibera les comenzaban a rec ib ir c ier tas colaborac iones de las fuerzas mil i tares que cercaban la región al permit ir les su tráns ito l ibre hacia la per i fer ia. Se acordó s in embargo con los l ibera les mantener y respetar mutuamente la organizac ión y acc iones de los destacamentos, permit ir e l l ibre tráns ito de las comisiones guerr i l leras de unos y otros y se dejó en suspenso la práct ica de las misiones conjuntas que aún se efectuaban de vez en cuando. Hasta entonces e l abastec imiento del Davis se lograba, en lo re lat ivo a productos agr ícolas; con las donac iones de las famil ias campesinas emparentadas con los guerr i l leros l ibera les. A par t ir de este momento sus comandos impart ieron la orden de que no deber ían obsequiar n i vender mas productos a l Davis. Algunos guerr i l leros que se habían incorporado a este Destacamento desde su fundac ión, y que poseían sus f incas en los a lrededores habían cedido inmensos lotes de montaña para que e l Comando del Frente de Trabajo del Davis cul t ivara maíz, f r í jo l , hor ta l izas y ot ros productos de pronto rendimiento en forma colect iva con e l compromiso de que la t ier ra descumbrada fuera devuelta a su poder más tarde. Al ver la s ituac ión de que los cult ivos ex istentes en el área en producción no ser ían suf ic ientes, en estas nuevas condic iones, ampl iaron sus conces iones y e l destacamento pudo ampliar

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cons iderablemente e l área product iva hasta l legar a autoabastecerse. Los dueños de la montaña l imítrofe con e l Destacamento nunca estuvieron de acuerdo con entregar a cada famil ia por separado un pedazo para su economía famil iar . No conf iaban en qué les fueran rest i tu idas sus t ierras por los cult ivadores indiv iduales y en cambio, negociando es tas conces iones con e l Destacamento lograrían recuperar las . Este s is tema de agr icu ltura y ganadería colect iva dest inadas exc lus ivamente a la subs istenc ia de los pobladores del Destacamento, aparec ido en medio del desarro l lo de los acontec imientos, es lo que a lgunos jocosamente cal i f icaron más tarde como "salto de etapas". Era una espec ie de comunismo de guerra de un destacamento guerr i l lero rodeado de host i l idad capi ta l is ta. Se manif ies ta en e l lo la capac idad creadora de las masas. Los nuevos Destacamentos como El Sucre, El Córdoba y otros surgidos en este lapso eran forta lec idos junto con los anter iores. Fueron levantados a lgunos cuya importanc ia mil i tar no era pr imordia l y se l levó á cabo una d is tr ibución de efect ivos, tanto por parte de los l ibera les como en las f i las comunis tas. Cada uno había emprendido su reorganizac ión de acuerdo con aprec iac ión de la s i tuac ión polí t ica y mi l i tar y se perf i laba una nueva etapa en la v ida de cada uno de los Destacamentos. La pres ión mil i tar sobre los Destacamentos comunistas se h izo f recuente y muy grande. No ocurr ió así con los comandos l ibera les. Las fuerzas of ic ia les no los atacaban y estos por su parte no volvieron a combatir las durante un lapso prolongado. Los Destacamentos comunistas fueron e l b lanco predi lecto por las fuerzas del Gobierno y esto obl igó a que se produjera una reestructurac ión general de sus mandos y efect ivos. Se d io mejor del ineación a las responsabi l idades de los miembros de los comandos de Destacamento y se espec if icaron en forma más precisa las func iones de los d ir igentes y las atr ibuciones de los jefes mil i tares en su grado respect ivo. Se aprovechaba para esta reorganizac ión una pausa en las host i l idades del Ejérc i to en la que, según todos los indic ios, preparaba una ofens iva ant icomunis t a de grandes proporc iones. Las áreas del extremo sur en las que se encontraban los comandos l ibera les no fueron v is i tadas durante una buena temporada por las fuerzas del gobierno. Abandonaron Herrera, dejándole la p laza a los guerr i l leros l ibera les que in mediatamente la ocuparon. Fue establec ido un cerco de retenes permanentes del Ejérc i to sobre los Destacamentos comunistas. Naturalmente su acc ión de contro l se hacía muy re lat iva dada la conformación geográf ica del terreno. Por tanto no impedían el que los d ir igentes guerr i l leros l ibera les y comunistas cont inuaran sus esfuerzos por extender su inf luenc ia y organizac ión. Los progresos de los destacamentos comunistas eran notor ios . El apoyo de masas crecía. Los l iberales caían cada vez más profundamente en las redes del ant icomunismo. En sus arengas y conversac iones real izaban una campaña abierta d ifundiendo las s iguientes consejas:

Los comunistas se van a adueñar de nuestras t ierras.

Los comunistas les quitan a los guerr i l leros par te de lo que cons iguen pa ra dárselo a quienes no salen a combate.

Los comunis tas def ienden a los conservadores a l dec ir que entre e l los hay gente buena. T ienen pacto con los godos contra los l iberales.

Los comunistas organizan a las mujeres para volver las rebeldes, obl igar las a tr abajar y aprovecharse de e l las .

Los comunistas hacen trabajar a la gente para que los dir igentes v ivan tranqui los .

Si tr iunfan los comunistas a la gente le quitan todo, hasta los h i jos.

Si los comunis tas tr iunfan, nos fusi lan a todos los l ibera les y a los curas.

Si tr iunfan los comunistas nos entregan a Rus ia para que nos exterminen.

Aún hoy, c ier tos ant icomunistas colombianos sost ienen estas y otras infamias para mantener a l pueblo d iv id ido y poder aprovecharse de él más fáci lmente. Con semejantes ar gumentos, los di r igentes guerr i l leros l ibera les se acercaban pel igrosamente a l enfrentamiento armado

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con los guerr i l leros comunistas, porque su d iseminación entre la masa l ibera l estaba encaminada a provocar un estado de ánimo agresivo e ir ref lex ivo contra sus compañeros de lucha. La enconada lucha por la t ierra en e l sur del Tol ima, espec ia lmente en Chaparral y par te de Ríoblanco, en la que habían estado a la cabeza los comunis tas desde la década del 30, había regado entre los lat i fundistas, con inf luenc ia en muchos campesinos medios y r icos la semi l la de la lucha ant icomunis ta. No era d if íc i l , pues, en e l momento oportuno crear nuevos est ímulos para adaptar esa lucha a nuevas condic iones. El enemigo de c lase permanece atento y con sus armas l is tas a emplea r las val iéndose del momento más propic io y apoyándose en los errores que puedan cometer los representantes del pro letar iado. Aquí buscaron la coyuntura más sens ib le de la unidad para hacer la sal tar en benef ic io de los explotadores tradic ionales.

El ant icomunismo sut i lmente Impuesto a los jefes guerr i l leros l ibera les por la ol igarquía de ese par t ido, a través de los d irec tor ios respect ivos del Val le , Tol ima, Hui la, Cauca y sus agentes en los Munic ip ios de la per i fer ia del movimiento y la fa lta de f lex ib i l i dad y audac ia de los comunistas, provocaron e l choque armado. Los Loaizas rec ib ieron direc tamente la or ientac ión de emprender la lucha contra los comunis tas por intermedio de unos señores de apel l ido Boni l la , de Herrera y Bi lbao y Pulgar in que mantenían co ntactos en Cal i . Desde entonces los Loaizas aparecen como los voceros en e l Sur del Tol ima de la Dirección L iberal Nac ional. Compromet idos ya a combat ir a los comunistas hasta por medio de las armas, las rec ib ieron en abundante cant idad. Recib ieron además, d inero y enviados espec ia les que viajaron a conferenc iar sobre la táct ica a seguir . El Ejérc ito, por ejemplo les entregó equipo mil i tar entre e l que se contaban fusi les, fus i les automát icos, granadas y munic ión de todas las espec if icac iones. Y cuando les fue necesar io, ya en e l f ragor de la cont ienda entre guerr i l leros, les h ic ieron l legar medic inas en cant idad aprec iable para la atenc ión de sus her idos. Sin embargo, los jefes pol í t icos y espir i tuales de los caudi l los l ibera les de la guerr i l la que cayeron en la maniobra ant icomunista h ic ieron mal sus cálculos. Á sus gentes les anunciaron que la cont ienda sería cor ta y económica porque se trataba solo de fus i lar a d iez d ir igentes guerr i l leros comunistas y los combat ientes en masa se rendir ían. Esta cont ienda trajo cons igo modif icac iones sustanc ia les en el carácter de uno y otro movimiento guerr i l lero. Los l ibera les resultaron a l iados de las fuerzas repres ivas, de la reacc ión y del c lero cató l ico que apoyaba y jus t i f icaba e l bandidaje of ic ia l . Los comunis t as tuvieron que enfrentar e l embate de este enemigo unif icado y una lucha pol í t ica saturada por todas partes de acc iones ant icomunis tas, pues la acción para l iquidar e l movimiento guerr i l lero of recía una coordinac ión perfecta de todas las fuerzas empeñadas en lograr lo. Los guerr i l leros l iberales perdían con esta lucha sus e lementos revoluc ionar ios; los comunis tas se def inían y radical izaban aún más una cruzada que amenazaba exterminar los. En este momento los mandos mi l i tares intensif icaban en todo el país la cruzada ant iguerr i l lera y ant icomunista a la vez. La exper ienc ia del Tol ima les indicaba que las guerr i l las l ibera les podían ser objeto de un tratamiento pol í t ico mientras que los comunistas no caer ían en emboscada de ta l naturaleza. A conf irmar esta ap rec iac ión contr ibuyó la entrega del comandante guerr i l lero apodado "Pas i l lo" , en Gaitania, con c incuenta hombres entre combat ientes y c iv i les. Este hecho fue señalado como ejemplo del "nuevo trato" que e l Ejérc i to prodigaba a los guerr i l leros l iberales. En que cundiera este convencimiento ponían espec ial empeño los a ltos mandos que ya venían compromet idos en la preparac ión del golpe mil i tar que derrocó la dic tadura conservadora en Junio de 1.953. Pas i l lo fue dotado de herramientas, armas y atr ibuc iones para capturar y entregar guerr i l leros comunis tas a las autor idades. Los emisar ios del Ejérc ito, que supervig i laban la marcha de la guerra entre guerr i l leros, se reunían con los comandantes l ibera les que ahora se autodenominaban " l impios" para que no se les fuera a confundir con los "comunes". En estos encuentros los l impios rec ibían nuevas promesas. Les l legaron a decir que cada jefe destacado ganaría, como indemnizac ión de veteranía, c ien mi l pesos, que les constru ir ían en la capita l de la Repúbl ica un gran ed if ic io donde cada comandante v iv ir ía con su famil ia rodeado de todas las comodidades y

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atenciones. Por su parte, la Direcc ión L iberal ins is t ió en que convert ir ía a Gerardo Loaiza en a lcalde nato de Ríoblanco y a sus lugartenientes en jefes polí t icos de la comarca. Alfonso Mej ía Valenzuela, Mayor del Ejérc ito entonces y un sacerdote español de apel l ido Larrazábal eran los portavoces del Ejérc i to y de la jerarquía ec lesiást ica ante los guerr i l leros l ibera les. Larrazábal es quien había abier to los contactos y p lanteado las exigenc ias de los Altos Mandos a cambio de la ayuda. No volv ió más donde los guerr i l leros porque habiendo sido él quien promet iera absoluto respeto del Ejérc ito a quienes se pus ieran a su servic io, no tuvo expl icac iones cuando el mayor Mej ía , comandante de la p laza de Planadas h izo fusi lar a var ios de los guerr i l leros entregados meses antes por Pasi l lo. Esto, c laro, trajo dif icu ltades a las re lac iones del Ejérc i to con los Limpios y abr ió los ojos a muchos guerr i l leros l ibera les que en número super ior a los 250 pref i r ieron marginarse por entero de las acc iones contra los comunis tas, a l iándose a estos más tarde. Los comandantes de las guerr i l las l iberales eufór icamente creían que para l iqu idar a sus contendientes sólo bastar ía un mes. Cualquier a puede adver t ir hoy que este p lazo les resul tó muy estrecho. Ni aun a l iados a las fuerzas del gobierno lograron su objet ivo. El movimiento revoluc ionar io ganó una def inic ión. Supo, a par t ir de entonces, que un movimiento guerr i l lero que no se guíe por pr inc ip ios revolucionar ios es capturado por las redes del ant icomunismo y va a parar como vasal lo de las mismas fuerzas reaccionar ias que d ice combat ir . Un día en el s i t io l lamado el Recreo una patrul la de guerr i l leros comunis tas es interceptada por los l ibera les quienes le decomisan un fusi l . Días después qui tan otro a una comisión correo y ases inan a su comandante, Misael Chávez, h ir iendo a sus dos acompañantes. La guerra entre ant iguos compañeros hace su apar ic ión. El objet ivo de los l ibera les era e l de capturar El Davis, donde se encontraba e l mando centra l de los destacamentos d ir ig idos por los comunis tas. Es una guerra entre guerr i l leros que conocen palmo a palmo la t ierra que p isan. Por e l lo asume un carácter profundamente dramát ico, por lo sangr ienta. Es l levada a cabo entre hombres de ley, que pref ieren morir en su puesto antes que huir . Cada uno def iende sus convicciones y encuentra para e l lo los argumentos necesar ios . Una guerra entre val ientes que aprendieron e l ar te de la guerra de guerr i l las. Lo s combates, asal tos, golpes de mano, host igamiento de comandos se suceden diar iamente. Hay muchas pérdidas humanas, pero son mayores las de los l ibera les: Las fuerzas contendientes se mueven, rec iben refuerzos, se reorganizan con una veloc idad asombrosa y buscan e l contacto, e l combate. No hay tregua. Ambos bandos pract icaron los asal tos a sus comandos. Había muchas bajas pero n inguno caía en manos del contendor. Al f ina l fue abandonada para hacer b loqueo a los lugares de abastecimiento y emboscar los pasos de personal guerr i l lero enemigo. Los comunistas daban mayor muestra de per ic ia en e l cambio de la tác t ica y mantenían de su lado la in ic iat iva. Los l ibera les p lanif ican y l levan a cabo con grandes fuerzas un ú lt imo ataque a l Davis. El asedio a l Destacamen to duro 3 días, a l cabo de los cuales los asal tantes tuvieron que ret irarse con grandes pérdidas. La res istenc ia había s ido de las más audaces y valerosas. En é l perdieron la v ida dos de los Loaizas y uno de los Garc ias, jefes de los combat ientes l ibera les . En adelante se abr ió una espec ie de tregua tác ita. Los l ibera les no volvieron a presentar combate y los comunistas, por su parte, dejaron de buscar lo y adoptaron una act i tud de expectat iva. Ni unos n i ot ros atacaban. Algunos destacamentos como Saldaña y Peña Rica, que habían s ido debil i tados por la neces idad de los comunis tas de concentrar sus fuerzas, fueron for talec idos y reforzados en su organizac ión. Se crearon otros nuevos hac ia e l nor te lejano y f lanco occ idental cercano: e l Davis I I , l lamado tambi én "Seúl" en homenaje a la heroica res istenc ia de Corea del Nor te contra los agresores entre los cuales había colombianos, y Cambrín, respect ivamente. La s ituac ión mil i tar de los bandos contendores se podía aprec iar por lo s iguiente: los comunis tas, for tal ec idos, ampl iaban su radio de acc ión, su trabajo de masas, de las cuales rec ibían un creciente apoyo. Creaban, reorganizaban, tras ladaban destacamentos; los l ibera les evacuaban comandos para for ta lecer los que cons ideraban c laves y habían perdido cons idera ble s impat ía entre las masas con sus andanzas bajo e l apoyo del ejérc i to y por sus act iv idades ant icomunistas que habían desembocado en acc iones armadas.

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Se presenta una nueva ofens iva g igante del enemigo. Quienes pretendieron que e l movimiento guerr i l lero se exterminaría con su guerra in terna, volv ieron a equivocarse. Esta nueva ofens iva iba dest inada a ser coronada en El Davis después de l iqu idar los reductos guerr i l leros que hubiesen sobrevivido. Los más debi l i tados y desorganizados eran los l ibera les. Sin embargo, a l conocer que se trataba de una ofensiva general de exterminio contra todos, se enfrentaron y combat ieron con f iereza. Se produjo nuevamente una espec ie de unidad, en la acción: Los combates internos cesaron mientras qué unos y otros se dedicaron por entero a parar y derrotar la ofensiva enemiga. Mas de c inco mil so ldados apoyados por la aviación y hac iendo uso por pr imera vez del l lamado "fus i l punto tre inta" como la más e lemental de las armas empleadas que comprendían lanzagranadas, morteros de todos los cal ibres, d i ferentes t ipos de ametra l ladoras l iv ianas, fusi les automát icos y sub -ametra l ledoras, fueron derrotados mi l i tarmente una vez más. Al Destacamento Sucre se entregan 4 soldados y otro más lo hace a una comisión pol í t ica desplazada en e l norte del Hui la. Unidades del Destacamento Córdoba derr iban un avión de caza y capturan su arsenal, equipo de radio y otros e lementos. En e l Destacamento Davis I I o Seúl una patrul la mil i tar entrega a una guerr i l lera un fus i l ametra l ladora con su respe ct iva provis ión y trasmit ió la información de que entre los soldados del gobierno crecía e l descontento y los deseos de pasarse a las guerr i l las. Para aguantar y desorganizar la ofens iva enemiga, los guerr i l leros l ibera les no sólo habían combat ido s ino que habían cooperado con los combat ientes comunistas en la host i l izac ión de las avanzadas del Ejérc ito que se aventuraron a desplazarse en profundidad tratando de l legar hasta El Davis . En unas tres semanas; el más grande y coordinado asalto destructor de las fuerzas repres ivas estaba anarquizado. Algunas unidades ya no se ret i raban, se desbandaban, momentos que lograban los guerr i l leros de ambos bandos para perseguir las y causar les muchas bajas. La tens ión entre guerr i l leros de uno y otro lado decrec ió. El ataque enemigo que había s ido d ir ig ido contra todos fue desbaratado igualmente por la acc ión de unos y otros. En las trochas, senderos, cruces de caminos, puentes, etc. , aparecían ahora mensajes, saludos, propuestas de que la lucha entre guerr i l leros no vo lviera a p lantearse. Eran mensajes de los guerr i l leros l ibera les. Del lado contrar io se les respondió con centenares de cartas s imi lares. Estos contactos episto lares fueron desarro l lándose y ya l legó e l momento en que guerr i l las contrar ias se cruzaban a c ier ta d is tanc ia y no pasaban de observarse atentamente tratando de enterarse que c lase de armas por taban. La campaña enemiga, aunque derrotada, había s ido agotadora. Los unos y los ot ros habían sal ido a irosos, pero los guerr i l leros estaban agotados por la c rudeza de la lucha. Richard y sus hombres, por ejemplo, en su área del Destacamento de Saldaña, "El Inf ierno", habían sostenido 25 combates. Su cuar te l había s ido incendiado por los bombardeos y las muchas bajas que causó a sus atacantes se debieron a la f lu idez con que actuaron en su radio de acc ión. El Davis fue intensamente bombardeado, pero la mis ión de un pequeño grupo que rec ib ió la orden de presentar res istencia hasta úl t ima hora cons ist ió en minar lo en la par te dedicada a las ins ta lac iones mil i tares , se h izo muy dura porque a l ser evacuado el Destacamento habían quedado solos con escasas provis iones y e l Ejérc ito tardaba en l legar . Cuando fue capturado por e l enemigo encontró los ranchos humeantes, incendiados por los guerr i l leros. Aquel la noche explotó la zona minada, pero e l Ejérc i to previs ivo lo había abandonado al anochecer . En e l 70% de los destacamentos se había combat ido esta vez. Se perc ibía un c ier to cansanc io. La guerra nunca in ic iada por los campesinos ya se pro longaba tres años. Estos pensaban en sus f incas, en sus intereses abandonados. Deseaban un cambio en su s ituac ión. Al f in y a l cabo eran campesinos trabajadores que habían l legado a la guerr i l la obl igados por las c ircunstanc ias. La guerra interna entre guerr i l leros había probado que los únicos que habían ganado con e l la era e l gobierno conservador, los reacc ionar ios mi l i tares y c iv i les que lo sostenían y los d ir igentes l ibera les que estaban pescando en ese r ío revuelto de la v io lenc ia. Los jefes guerr i l leros l iberales aprovecharon est e sent imiento general para proponer conversac iones con los comunistas, encaminadas a pro longar o hacer def in i t iva la tregua con e l los .

Pero esta vez, basándose en la tác t ica de sus asesores nac ionales, d ieron mayor fuerza a sus deseos de lograr un entendimiento con los guerr i l leros comunistas contra sus d ir igentes.

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Después de var ias asambleas de guerr i l leros, en las que unos cuantos se oponían a entrar en conversac iones para normal izar las re laciones o in tentar hacer lo, la mayor ía de los combat ientes comun istas dec id ieron aceptar las propuestas de entrevis tas para l legar a acuerdos pre l im inares. Se l legó a las s iguientes, que supieron aprovechar los l ibera les pero que nunca cumpl ieron; Respeto mutuo a la v ida y b ienes; l ibre tráns ito para unos y otros; acc ión conjunta en caso de nuevas agres iones del Ejérc ito; in tercambio comercia l ind iv idualmente y entre los comandos s i fuere posib le. Los l ibera les expl icaron a las gentes bajo su inf luenc ia los acuerdos a su manera hac iendo una presentación ta l como si se hubiese tratado de su exc lus iva in ic iat iva. Aquí los comunistas aparecían como si la pres ión y la debi l idad mil i tar y orgánica los hubiese obl igado a aceptar las propuestas de los l ibera les. Estos exhibían ante las masas las nuevas armas rec ib idas del Ejérc i to y hacían creer que e l los gobernaban en e l sur del Tol ima y que los comunistas eran solo un pequeño grupo en bancarrota. En la preparación y desarro l lo de estos acuerdos había actuado en forma dec is iva una comis ión enviada a trabajar como asesora en los destacamentos comunis tas por los organismos respect ivos y compuesta por Mart ín Camargo y Pedro Vásquez, e lementos que más tarde tra ic ionaron abiertamente a l Part ido Comunis ta. Estos h ic ieron todo lo que su pos ic ión pol í t ica podía hacer para pres ionar los acuerdos con los " l impios". Lograron imponer una táct ica equivocada en e l cumpl imiento y ut i l izac ión de estos acuerdos, aun en contra de la mayor ía de la comandanc ia y de a lgunos cuadros polí t ico-mi l i tares in tegrantes de la Comis ión Pol í t ica destacada en e l Estado Mayor por e l entonces ya Comité Regional del Par t ido. Impidieron, por e jemplo, que comisiones de El Davis se fueran a los Destacamentos del norte y del sur a expl icar ta les compromisos, a señalar los pel igros, de no ser respetados por los l ibera les, y de igual manera cons ideraron innecesar io que a las masas de la vasta per i fer ia se les l levara este problema y las inquietudes de los combatientes. Así , cuando guerr i l leros de los destacamentos comunistas v iajaban en pequeñas comis iones e indiv idualm ente o v is i taban los destacamentos de los nuevos a l iados, se encontraban con un trato amistoso para e l los como guerr i l leros rasos, los colmaban de atenciones, mientras les decían que deber ían luchar contra sus jefes. Les agregaban que se pasaran a su bando con las armas que inmediatamente los harían comandantes y les mostraban las modernas armas conseguidas por e l camino de sus servic ios a l Ejérc i to. Entre tanto, las masas y guerr i l leros bajo la inf luenc ia de los comunistas no rec ibían n inguna or ientac ión para responder a esta y otras muchas campañas confusionistas que se desataron contra la Direcc ión. El propós i to, en este momento, era e l de a is lar a los combat ientes bajo e l comando de los comunis tas y luego enfrentar los a sus jefes. Vásquez y Camargo, que en la práct ica sust i tuyeron a la Direcc ión polí t ica que actuaba como par te in tegrante del Estado Mayor, s in conocer a fondo la s i tuac ión n i la misma lucha guerr i l lera, pues apenas hacía dos meses habían l legado de la c iudad, empujaron de aquí en adelante a l Estado Mayor a la comis ión de una ser ie de errores. Hacían mal uso de la autor idad de que iban invest idos. Desplazaron a los miembros de la Comisión Pol í t ica del Estado Mayor y or ientaron a este para que movi l izara una ser ie de cuadros mil i tares que más tarde habr ían de hacer fa lta en los lugares y responsabil idades en que se encontraban. foto pag. 66

ENTREGAS LIBERALES Se produce e l golpe mil i tar del 13 de junio de 1.953. Rojas Pin i l la y un grupo de mil i tares de a lta graduac ión toman el poder respaldados por la ol igarquía y e l imper ia l ismo. Al día s iguiente del golpe todos los comandos y sus a lrededores fueron sobrevolados pero esta vez no se lanzaban bombas sino ejemplares de los d iar ios l ibera les que se publican en la capita l. Viene luego la campaña de pacif icac ión de los golp istas, respaldados ardorosamente por los jefes l ibera les y gran par te de los conservadores. Los guerr i l leros l ibera les inmediatamente responden a los l lamados del nuevo Gobierno en e l sent ido de que quienes depus ieran las armas ser ían amnist iados y ayudados para la reconstrucc ión de sus haberes perdidos. Comienzan a sal i r en masa a los poblados, pequeñas local idades y puestos mil i tares donde se les permitía andar con sus armas, emborracharse y dar desahogo a sus pr ivac iones y c ier tas costumbres pr imit ivas.

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Los puestos del Ejérc ito de todos estos lugares tenían orden de permit ir esto y hacer una pol í t ica de atracc ión de los guerr i l leros. Estos regresaban a los comandos l ibera les y destacamentos de los comunistas y contaban h is tor ias sobre lo que podían hacer dentro del "nuevo trato" que e l Ejérc ito les otorgaba. La campaña de atracc ión de los guerr i l leros arreció, y crec ió en estos e l deseo de entregarse. Por lo demás se notaba c ier to cansanc io, espec ia lmente en aquel los hombres que sólo habían l legado a la guerr i l la a defendersen de la persecuc ión pol í t ica chulavita. Los grandes t i tu lares de la prensa que d iar iamente l legaba a manos de los guerr i l leros anunciaban la entrega de guerr i l leros en los L lanos Or ienta les, en Ant ioquía, en uno y otro lugar . Se mostraban fotograf ías y se daban informaciones acerca de las g iras que a lgunos guerr i l leros l ibera les, pr inc ipalmente de los L lanos, real izaban tratando de convencer a sus compañeros de armas de otros lugares del país sobre la conv enienc ia de cesar la lucha armada y entregarse con armas a l Gobierno. En los destacamentos guerr i l leros d ir ig idos por los comunistas se vio c laro desde estos momentos e l panorama de dif icu l tades que se interponía para la cont inuac ión de la lucha armada. Pero la entrega de los hombres que habían sacr i f icado su v ida y las armas conquistadas a l prec io de la sangre de muchos combat ientes caídos era una tra ic ión en la cual no se incurr ía. Esto hacía la s i tuac ión de este sector de combat ientes guerr i l leros extremadamente d if íc i l . El anál is is polí t ico que se hacía, a la luz de or ientaciones centra les era e l de que la d ic tadura mi l i tar no const i tu ía la soluc ión de los problemas que el pueblo colombiano estaba buscando. No pasaba de ser una gran jugada polí t ica de la o l igarquía y del imper ial ismo y que, pasada una tregua en la cual la res istenc ia ser ía desorganizada, pres ionar ía sobre las masas populares. Natura lmente esta c lar idad pol í t ica sólo la tenían los comunistas y una parte de su comandancia y combat ientes. La mayoría, seguía s iendo inf luida por e l deseo de aprovechar la coyuntura que se presentaba para “ legal izar” su v ida y regresar a las act iv idades normales en sus lugares de or igen. La act i tud de los destacamentos comunistas ante e l nuevo gobierno era la d e or ientar a los guerr i l leros sobre lo que este s ignif icaba como maniobra polí t ica de gran envergadura para des integrar el movimiento. Sin embargo, fa ltó f lex ib i l idad para permit ir de inmediato la sal ida de mucha gente que pretendía sal ir . Y mientras que e sta medida fue adoptada, s iempre se d io t iempo para que los l ibera les alcanzaran a real izar una campaña entre los guerr i l leros y sus famil iares de que los dir igentes comunistas se oponían a la sal ida de las gentes hac ia los poblados y sus regiones de procedenc ia. Los comandos l iberales d ir ig idos por los Loaizas comienzan a entregarse y a entregar sus armas y las autor idades mil i tares que en los pr imeros momentos, mant ienen y hasta exageran e l buen trato hac ia los guerr i l leros entregados. Los dir igentes de estos comandos se comprometen entonces a conseguir la entrega de todos los guerr i l leros que se muestren renuentes, que manif iesten desconf ianza hacia el Gobierno o que quieran cont inuar luchando por cualquier otra considerac ión. Aun l legan más lejos: se co mprometen a capturar y entregar a los guerr i l leros que no quieran presentarse bajo la promesa de que por cada guerr i l lero que entreguen rec ibirán una suma de d inero y por la respect iva arma una bonif icac ión especial . A par t ir de este acuerdo se establece u na cacer ía de guerr i l leros. Entre los l ibera les hay a lgunos que no quieren entregarse y fueron traic ionados por sus jefes que los vendieron. Y como en los destacamentos, comunis tas se había l legado a la conc lus ión de no entregar n i hombres n i armas, los je fes guerr i l leros l ibera les y los representantes del gobierno mil i tar organizaron una persecuc ión de guerr i l leros por medio, de comisiones mixtas de soldados y guerr i l leros ya entregados. Prec isamente las condic iones de a is lamiento respecto de los organism os centra les cuya or ientac ión f rente a la d ictadura mil i tar fue merid ianamente c lara desde un pr inc ip io, y también respecto de una Comisión Nac ional Coordinadora del Movimiento Guerr i l lero que había s ido creada por la Conferenc ia Nac ional que se l lamó de B oyacá, cuya reseña hacemos adelante, produjeron un tanto de dubi tac ión sobre la or ientac ión a impar t ir para e l movimiento guerr i l lero d ir ig ido por los comunis tas en medio de la nueva si tuac ión. Pero a la postre, la c lar idad sobre lo que sería la d ic tadura de los mil i tares fue la que condujo a que en Colombia un movimiento revoluc ionar io armado real izara, por pr imera vez en la his tor ia, su transformación y tras lac ión en movimiento campesino de masas y que s iguiera contando con

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su potenc ia l de hombres y armas , lo que d icho sea de paso, le ha permit ido a los campesinos de a lgunos lugares del país ponerse en condic iones de repl icar de inmediato con la vio lenc ia popular a la v iolenc ia reacc ionar ia. Corr iendo e l mes de ju l io del año 53 l legan casualmente a nuestr as manos algunos papeles que cont ienen el esbozo de unas condic iones propuestas por movimientos guerr i l leros que se negaban a entregarse incondic ionalmente. Tal era la pet ic ión del Gobierno que por esta época ya ex igía perentor iamente. Los guerr i l leros, se gún los mil i tares, deber ían entregarse con sus armas y s in condic iones. Quienes no lo hic iesen en determinado lapso, perderían e l derecho de amnist ía y serían perseguidos implacablemente. Se e laboraron inmediatamente p l iegos de condic iones de entrega, para pactar en conversac iones con los emisar ios que los mil i tares estuvieran d ispuestos a enviar, con e l f in de ganar t iempo para la real izac ión de una Conferencia Regional en la que se dec id ir ía en def in it iva e l ya pensado proyecto de transformación y traslac ión de lo que pudiéramos preservar del movimiento. Y las conversac iones se in ic iaron entre los destacamentos comunistas y los emisar ios del Gobierno, en e l momento jus to en que los l ibera les ponían en práct ica un p lan dest inado a entregar una gran cant idad de comandantes y combat ientes nuestros que por ambic iones personales y caudi l l is tas, habían caído en la concepc ión de que había l legado e l momento de romper de d isc ip l ina de los destacamentos y entregarse por separado s in que e l gobierno se enterara que habían estado bajo e l Comando del Estado Mayor que d ir ig ían los comunis tas. Sin embargo, dos de los Destacamentos, e l Davis I I o Seúl y El Sucre, del munic ip io de Chaparra l, resuelven romper con e l Estado Mayor y entregar combatientes, armas y famil ias rec ib iendo y aprovechando para sí los señores Mar iachi y Arboleda las gruesas sumas de d inero que los mil i tares les pagaron por su tra ic ión. Natura lmente que estos, para just i f icar su act i tud ante los combat ientes, hablaron de contradicc iones con los miembros del Estado Mayor y la Comis ión Pol í t ica y se inventaron una ser ie de consejas que les s irvieran de cor t ina de humo para real izar su maniobra. Su inmediata act iv idad ant icomunista, cuando ya contaban con el amparo del Ejérc ito, despejó toda duda. Y su misma vida poster ior a l servic io de la reacc ión lat i fundis ta ha s ido la mejor c lar i f icadora de su papel polí t ico en esta etapa de la h istor ia de la lucha guerr i l lera. Estos no solo se entregaron y entregaron los combatientes bajo su mando s ino que d ir ig ieron comunicac iones a todos los demás destacamentos, para que aceptaran su d irecc ión suprema, con v istas a una negociación y venta del movimiento guerr i l lero de mayor envergadura. La s ituac ión pol í t ica de los destacamentos bajo e l mando comunista se hace más co mpl icada y pel igrosa. Las ofer tas de dinero por la cabeza de los d ir igentes, a quienes se creía responsables de la or ientac ión de no entregar n i hombres n i armas, eran re i teradas. La verdad es que eran tan tentadoras que nadie podía garant izar segur idad a nadie en medio de semejantes condic iones. Se requir ió sangre f r ía, mucha abnegac ión y una res is tenc ia moral a toda prueba para dar soluc ión a una si tuac ión tan explos iva y extraordinar iamente compleja. Es aquí donde el comunista demuestra su capac idad de or ientarse y or ientar aún en las condic iones del más acentuado a is lamiento de sus fuentes par t idar ias generales o nac ionales. Mart ín Camargo, con e l peso de su autor idad, ins ist ía en un p lan derrot ista de c landest in izar los organismos d ir igentes y bás icos del par t ido que actuaban en la guerr i l la; d ispersar e l Estado Mayor en toda la per i fer ia en una operac ión en la que cada uno de sus miembros comandar ía un grupo armado; d isolver la Comisión Pol í t ica del Estado Mayor y presc indir de las conversaciones con e l Ejérc ito. Más que derrot is ta este p lan era l iqu idac ionista. Natura lmente este y su ayudante Pedro Vásquez obraban bajo e l impacto de una s ituac ión cuya complej idad nunca habían imaginado, acababan de l legar a l movimiento y no lo conocían. Ni s iquiera co nocían e l medio en e l cual se encontraban. Por e l lo nadie pensó en que pudieran estar actuando movidos por impulsos d iferentes a l de su tota l desconoc imiento de la s ituac ión, examinada esta en todas sus manifestac iones y en sus perspect ivas. El Estado Mayor y su Comis ión Polí t ico derrotan a Camargo rat i f icando la anter ior determinación de proseguir los contactos y conversac iones con los mil i tares del Gobierno,

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planteándoles una ser ie de condic iones para lo que podría ser una pos ib le entrega simból ica; con e l lo se buscaba ganar prec ioso t iempo para las maniobras de transformación. Respaldó la dec is ión del Comité Regional de real izar la Conferencia Regional que daría una ser ie de or ientac iones y adoptaría una ser ie de medidas y destacó a los miembros de su Comisión Pol í t ica para que con e l organismo Ejecut ivo del Regional contr ibuyeran a la preparación de la conferencia. En e l p lano mil i tar es tablec ió var ias comisiones “rodadas" que actuar ían en la condic ión de nuevos destacamentos móvi les. De inmediato se crearon cuatro de éstos destacamentos bajo la d irecc ión de Ciro Truj i l lo, Jacobo Pr ías, Andrés Bermúdez y "L ister" , respect ivamente. Estos destacamentos tratarían de crear las condic iones necesar ias para una pos ib le metamorfosis de la guerr i l la en movimie nto ampl io de masas, en e l lugar que cada uno encontrara apropiado. Se preveía ya la pr imera transformación guerr i l la autodefensa campesina. El pr imero de estos destacamentos l legó hasta e l Cauca y encontró las condic iones creadas por comis iones anter iores que habían v is i tado eso sectores, para la creac ión de los que se conocen con e l nombre de Movimiento Agrar io de Ríochiqui to. El comandante Prías Alape cont inuó e l trabajo que un poco más tarde nos permit ió fundar Marqueta l ia en e l ex tremo sur del Tol ima. L ister debía real izar un recorr ido sur nor te hasta l legar a los munic ip ios de la p lanic ie ubicada entre los r íos Saldaña y Magdalena en e l sur del Tol ima, y Bermúdez, “L lanero" permanecería en la zona del Davis hasta que las famil ias terminaron su regreso a sus lugares de or igen, aprovechando las promesas del gobierno. Este comandante, en cuya ú lt ima acc ión contra e l Ejérc i to le había logrado qui tar 25 armas en un hábi l golpe de mano sucumbió ante los halagos de los l ibera les y de sus compañeros Mar iach i y Arboleda para que tra ic ionara su lucha y lo h izo. A la vez fue tra ic ionado por estos que mediante un engaño lograron hacer lo pr is ionero junto con una cant idad de combat ientes. Comandante y guerr i l leros fueron ases inados salvajemente en los días subs igu ientes a su captura. L lanero y sus amigos pactaron sobre la base de ponerse de acuerdo para que, en adelante, en e l Sur del Tol ima solamente quedaran las gentes bajo la d irecc ión de los l ibera les y que e l los, como únicos jefes, se d istr ibuir ían las zonas d e inf luenc ia por regiones rec ib iendo, un grado mil i tar super ior a l que ostentaban, e l cual sería reconoc ido par e l Ejérc i to. La br i l lante carrera de Andrés Bermúdez como combatiente guerr i l lero había comenzado cuando los pr imeros 17 hombres de Chicalá, mun ic ip io de Chaparra l en 1.949, dec id ieron crear la pr imera guerr i l la. De l im itada in ic iat iva pero de extraordinar ia in tu ic ión mil i tar y audac ia en las acciones había l legado a la comandanc ia del movimiento. Su fa l ta de c lar idad polí t ico y sus ambiciones per sonales lo perdieron. Un día, después del pacto celebrado con los l ibera les t ra ic ionando a sus compañeros, rec ibe la orden de reunir en e l Comando del Davis todos sus efect ivos. No pudo cumpl ir p lenamente esta orden de sus nuevos jefes porque muchos combat ientes indignados por su act i tud pref ir ieron desertar . Solamente se reunieron los más a l legados a su persona. El mot ivo de tal reunión, según se lo habían not i f icado era e l de selecc ionar unas comisiones urgentes de orden públ ico. Reunidos todos en la p laza de armas del Davis a la hora convenida, fueron l legando los l iberales pero esta vez venían acompañados del Ejérc i to que, entre unos y otros h ic ieron un número dos veces super ior o los hombres de L lanero. Esté h izo formar su personal y lo entregó a sus amigos que inmediatamente los desarmaron y condujeron pr is ioneros hac ia d iferentes puestos mil i tares del Ejérc ito. A raíz de este hecho y de la entrega por separado de Arboleda y Mariachi, el Estado Mayor y la Comisión Pol í t ica, precisamente para integrar l os Destacamentos móvi les mencionados recogieron los Destacamentos de Cambrín, Saldaña, más los guerr i l leros escapados de las maniobras tra idoras de aquel los y L lanero. El epicentro se tras lada entonces más hac ia e l norte, a l munic ip io de Chaparra l a los lugares or ig inar ios del movimiento unos años atrás. Fue for talec ido por a lgunos días e l Destacamento Córdoba, establec iendo éste, a su vez una sede de comis iones móvi les en su per ifer ia que cubr ían una vasta área y surgió e l destacamento de Calarma que v enía organizándose desde comienzos de 1.553, de cuyo comando fue encargado e l comandante Richard. Desde aquí, se d ir ig ieron los tramos f inales de las conversac iones con e l Ejérc ito, encaminadas más que todo a lograr la tregua que permit iera la "real izac i ón de la Conferenc ia

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Regional que, ta l como se había p lanif icado, se l levó a cabo real izando una nueva d istr ibuc ión de los efect ivos que cons is t ieron en los s iguientes acuerdos:

Rat i f icar las medidas del Estado Mayor por las cuales se habían creado los Destacamentos Móvi les, con perspect ivas de creac ión de movimientos de masas como Ríochiqui to y Marqueta l ia .

Creac ión de, una Comisión, que se l lamó f inanc iera, para que se tras ladara a l Or iente del Tol ima; v inculándose después a l movimiento de masas que a l l í se desarro l laba.

Reorganización del part ido en e l Sur del Tol ima, para que s iguiera desarro l lando sus labores dentro de las nuevas condic iones, para lo cual se levantaban los destacamentos Córdoba y Calarma a f in de crear le a l enemigo la sensac ión de que la lucha armada dir ig ida por los comunistas en e l sur del Tol ima se había des integrado.

La Conferenc ia terminó con la d ist r ibuc ión de nuevas responsabi l idades y la as ignac ión de los efect ivos que cada una de las misiones requería. L iste, Richard, Jorg e Peñuela, capi tán Cardenal, Grat iniano Rocha y otros destacados cuadros polí t ico mil i tares pasaron a l Or iente del Tol ima, donde por la pres ión de las c i rcunstanc ias del momento se v ieron obl igados a real izar una presentación s imból ica, con e l objeto de co nsol idar una t regua más o menos larga, porque ya e l nuevo gobierno comenzaba a repr imir con e l pretexto de la lucha ant icomunis ta. Al cesar en e l año 53 la lucha guerr i l lera, por entrega de la mayor ía de los combat ientes l ibera les, los comunistas subjet ivamente no podían cont inuar por su cuenta y r iesgo un movimiento para e l cual las condic iones objet ivas habían cambiado tornándose adversas. Por e l lo , aún en esta pr imera etapa y pese a lo l im itado de sus a lcances polí t icos, tomando todo e l movimiento guerr i l lera nacional en su conjunto, la lucha armada popular fue derrotada no en el terreno mil i tar s ino en e l campo pol í t ico. Un año más tarde, e l gobierno del general Rojas repr ime brutalmente a los estudiantes dentro de una campaña ant icomunista que ya estab a tomando caracteres de extremo gravedad. En e l or iente del Tol ima la act iv idad comunis ta es tomada por e l gobierno como el mot ivo central para d ir ig ir hac ia Vi l lar ica la repres ión v io lenta y esta se encontró con un movimiento de masas campesinas del cual formaban parte guerr i l leros que poco antes habían entrado en forzado receso. Surge aquí una nueva etapa de acc iones guerr i l leras cuyo teatro de operac iones fue más l im itado pero más avanzada pol í t icamente. Esta t iene sus caracterís t icas propias, su propia f isonomía, se cometen en el la nuevos y grandes errores pero, como en la etapa precedente, también grandes ac ier tos pol í t icos y mi l i tares que enr iquecen considerablemente la exper ienc ia del movimiento revolucionar io colombiano. Se trata de una etapa de luc ha armada en la cual los comunistas solos t ienen que levantarse en armas contra la repres ión que se proponía exterminar los f ís icamente del terr i tor io nac ional . Y una etapa en la cual la lucha fue extendiéndose y contagiando a otros combat ientes que se sol i dar izaron lanzándose a las acc iones en tres o cuatro depar tamentos. Una etapa dura, heroica que contr ibuyó grandemente a l resquebrajamiento de la d ic tadura mil i tar y en la creación de las condic iones favorables a su derrocamiento. Algún día trataremos de s is tematizar nuestros apuntes y nuestros recuerdos sobre los hechos h istór icos de esta segunda etapa de la lucha guerr i l lera en nuestro país, recogiendo nuestro tes t imonio en un nuevo cuaderno.

ALGUNAS REFLEXIONES Sal tamos a 1.964. En mayo de este año, pr evia una g igantesca campaña de la prensa reacc ionar ia contra la imagen de "repúbl ica independiente" creada por e l Pentágono nor teamer icano para descal i f icar las regiones campesinas donde los campesinos desarro l laban una vida independiente de la inf luenc ia de los par t idos tradic ionales, la repres ión of ic ia l in ic ia una nueva etapa guerr i l lera. El pr imer b lanco de esta guerra c iv i l no declarada fue Marqueta l ia y luego extendida a otros lugares como Ríochiquito, El Pato, Guayabero, etc. Contra Marquetal ia los m andos mi l i tares lanzaron una fuerza combinada de cerca de 16 mil hombres. Part ic ipó la aviac ión, art i l ler ía,

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infantería, ingenieros y se estrenaron los "novís imos" métodos de lucha ant iguerr i l las . Nuestros combat ientes que comparados con la monstruosa maqu inar ia que enfrentaron ex itosamente parecían una par tícu la, combat ieron y s iguen combatiendo con una ef icac ia est imulante. Hay para e l lo , natura lmente, causas determinantes entre las que podemos señalar:

Aprovechamos la val iosa exper ienc ia acumulada en la rgos años de traj inar con esta forma de lucha.

El núcleo fundamental de comandantes lo const i tuyen hombres que desde 1.949 manejan d iversas y complejas s ituac iones de guerra de guerr i l las enfrentadas s iempre a un enemigo más poderoso en hombres, equipo bél ico y técnica.

Rec ib imos la más ampl ia sol idar idad de diferentes ver t ientes del movimiento revoluc ionar io. Sol idar idad cuyas formas fundamentales de expres ión es mater ia l, en la misma lucha de masas en todas partes y a d iferentes n iveles; moral, en e l comp ar t im iento que hacen muchos hombres y mujeres y muchas organizac iones de los ideales que def ienden los guerr i l leros; económica, en los aportes concretos de las masas a la lucha de los combat ientes armados.

Luchamos con la razón de nuestro lado. Pr imero, po rque las guerr i l las nuestras no surgieron s ino como respuesta a una agres ión contra los campesinos y luego, porque la causa que defendemos es la causa de los explotados y nuestras banderas de lucha nunca se p lantean a is ladamente de las necesidades fundamen tales de los campesinos y de los obreros. Somos parte de los combat ientes por la l iberac ión nac ional de nuestra patr ia .

Nos guiamos por una ideología revoluc ionar ia y nuestro faro pol í t ico lo const i tuye la teoría del soc ia l ismo cient í f ico que, p lasmamos e n la práct ica de la act iv idad comunis ta.

Es la razón por la cual cuándo l legamos a Ríochiqui to, después de una campaña in ic ial de res istenc ia a l enemigo mediante lo cual deseábamos f i jar en la conc ienc ia del pueblo colombiano la justeza de nuestra lucha, encontramos la más amplia sol idar idad. Grac ias a e l la , que estaba en nuestra retaguardia inmediata, y a la sol idar idad nac ional logramos desplegar una guerra de guerr i l las f lu ida, inc is iva y de a l to rendimiento, Por bastante t iempo seguíamos viv iendo y combat iendo a l l í m ismo donde se encontraba e l enemigo dándole la impres ión, por nuestro absoluto dominio del terreno, de que lo incurs ionábamos desde otras zonas. Los mandos mil i tares colombianos aún no saben exactamente cuando dejamos Marqueta l ia como epicentro de nuestras operac iones. Y cuando la abandonamos por algún t iempo el lo no fue, como lo creyeron un f rancés aprendiz de guerr i l lero y sus seguidores, por incapacidad o forzados por las c ircunstanc ias s ino porque ta l movimiento formaba parte del ajedrez de nuestras operac iones mi l i tares. Por ta l dominio de nuestra táct ica es que tanto amigos como enemigos se han equivocado muchas veces a l hacer sus aprec iac iones acerca de nuestra lucha. Cuando elegimos Ríochiquito temporalmente como base para organizar y desplegar a lgunas acc iones estábamos en e l comienzo del desarro l lo de un p lan perspect ivo de orden estratégico y neces i tábamos distraer y d ispersar la mayor fuerza enemiga pos ib le; neces itábamos, además, “reencauchar” nuestra pequeña reserva de hombres. Con el lo restableceríamos nuestras l íneas de abastec imientos y nuestros contactos de trabajo entre las masas. Podemos, para aseverar nuestras af irmaciones, contar ahora que de conformidad con una ser ie de c ircunstanc ias resolvimos no hacer res istenc ia e n Ríochiquito porque, aunque ganáramos todos los combates, e l lo tendr ía muy poca repercus ión polí t ica en e l país . Hay otros factores que seguirán pertenec iendo a nuestros secretos mil i tares. Quer íamos mostrar le a l enemigo una preparac ión fa lsa para e l combate. Esta no ex is tía porque nuestros p lanes se encaminaban en otra d irecc ión, pero neces i tábamos atraer lo y hacer le costosa y compl icada la ocupac ión de la región mientras ganábamos prec ioso t iempo para nuestros p lanes. Nos mostrábamos "fuertes" en puntos de poca impor tanc ia para nosotros con e l objeto de at raer a l enemigo y s imul táneamente sí lo éramos de verdad, en lugares dominantes y ventajosos para contraataques re lámpagos y golpes de mano de parte nuestra. El cerco mi l i tar enemigo, programado de adentro hac ia fuera con ayuda del aerotransporte, cons ist ía en posar los

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efect ivos aerotranspor tados s imul táneamente en muchos puntos y luego desplegar un ani l lo que iba abr iéndose. Un mes después, acc iones de d ivers ión cubr ían nuestra ret irada de este teatro de operac iones. Durante nuestra permanenc ia en Ríochiquito l levamos a cabo la Pr imera Conferencia del Bloque Sur que unif icó la tác t ica nuestra en todos los destacamentos y acogió una ser ie de inic iat ivas hac ia la creac ión de las actuales Fuerzas Armadas Revoluc ionar ias de Colombia (FARC). Algunas ot ras cons iderac iones, como las s iguientes, ayudarán a nuestros amigos a comprender muchas de las razones por las cuales af irmamos que las fuerzas mil i tares colombianas han perdido todo su t iempo al t ratar de l iqu idar nuestro s is tema de guerr i l las por e l camino de su l lamada guerra contraguerr i l lera. Cuando el Ejérc ito colombiano cuenta con un d ispos it ivo de contraguerr i l las impresionante; cuando la fuerza públ ica está dotada de armamentos modernos y de medios de combate inf in itamente super iores, de una extraordinar ia f inanc iación de su "guerra prevent iva"; cuando está dotada de mandos mi l i tares espec ialmente adiestrados y polí t icamente convenc idos de que defendiendo a la c lase explotadora se convierten en administradores de la precar ia supervivenc ia del régimen actual, - excepc ión hecha de los mil i tares patr iotas - , que dispone de inmensas fuerzas y recursos, transcurre un cuar to de s ig lo y se muestran cada día más incapaces de l iqu idar la insurgenc ia armada. Al presentarse la agres ión a Marqueta l ia, por ejemplo, c reamos una sola Dirección. Const i tu imos un nuevo t ipo de Estado Mayor como suprema autor idad polí t ica y mi l i tar , cu idando de qué e l mil i tar ismo no absorbiera todo. Establec imos la estructura mil i tar qué corresponde a una lucha extraordinar iamente móvi l y ajus tamos la táct ica a las neces idades de esa necesar ia movi l idad. Los destacamentos y agrupac iones guerr i l leras se desplazan en e l terreno con la misma versat i l idad que una guerr i l la minúscula. Si lo ne ces itamos, establecemos por e l t iempo indispensable comandos f i jos . La d iscipl ina no se impone s ino que se hace surgir en e l combat iente conscientemente como una necesidad de la lucha. El régimen cuar te lar io a l est i lo de los cuerpos de tropa del Ejérc i to b urgués, ya son recuerdos de los pr imeros días de la guerr i l la. Sin embargo nuestra estructura mil i tar se guía por pr inc ip ios mil i tares revoluc ionar ios consc ientes ajustados a nuestro t ipo de guerr i l las . Mantenemos una act i tud cr í t ica y autocrí t ica ante nue stros propios errores polí t icos y mil i tares, mientras nos guiamos por una conducta profundamente. respetuosa en nuestro trato con las masas y hac ia sus intereses. Levantamos y defendemos las re iv indicaciones inmediatas y fundamentales de la masa que por ra zones de nuestra act iv idad están, como nosotros, en e l campo. Nunca fuimos y nunca seremos un puñado de infatuados que trate de dictar la l ínea a los demás, o defensores de la absurda tes is de que “ la guerr i l la crea e l par t ido “ . Nos venimos guiando par las or ientaciones del único par t ido que ha estado con nosotros s iempre: e l Part ido Comunis ta, y lo seguiremos hac iendo invar iablemente. Hemos desechado aspectos envejecidos de nuestro trabajo y nuestra táct ica y nos servimos de enseñanzas adquir idas en la m isma lucha. Sabemos por la misma vida que:

El grupo armado, por pequeño que sea, puede enfrentarse ex i tosamente a l enemigo si cuenta con e l apoyo de las masas y una d irecc ión pol í t ico – m i l i tar que desarro l le p lanes perspect ivos y acciones pol í t icas que m ot iven la sol idar idad.

Puede enfrentarse ex itosamente, aun en condic iones pol í t icas nac ionales adversas, s i cuenta con el apoyo dec id ido del Par t ido, como en nuestro caso que, mostrándose la fuerza pol í t ica más consecuente y sol idar ia, conquistó la d irecc ión.

Para que la guerr i l la estabi l ice su acc ión y se desarro l le dentro de una perspect iva de lucha pro longada debe saberse combinar con todas las demás formas de expres ión de la lucha de masa. El p lanteamiento “pur is ta” de dec larar obsoletas las demás form as de lucha para absolut izar la armada aís la a la guerr i l la de las masas, la sectar iza y la l iquida.

La guerr i l la debe manifestar su acción permanente El lo la hace crecer , la for ta lece orgánicamente, le proyecta su presenc ia ante las masas manteniendo su s impat ía y estabi l izando su sol idar idad. La guerr i l la que vegeta s implemente se des integra y sus miembros caen en pos ic iones bandoler i les.

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Los cuadros d ir igentes de la guerr i l la surgen del mismo medio social que le da su or igen. Pero sobre estos así como sobre los miembros de e l la es necesar io desarro l lar un trabajo educat ivo para for jar los elevando su capac idad pol í t ico - mi l i tar . Las neces idades de la lucha guerr i l lera se hacen cada día mayores, son super iores las ex igenc ias de una acer tada acc ión y d irecc ión y por e l lo se hace indispensable que el crecimiento de la guerr i l la se acompañe del mayor desarro l lo pol í t ico - mil i tar de sus Integrantes.

La guerr i l la que quiera estabi l izarse y proyectarse como procesadora de las condic iones revoluc ionar ias que le permitan part ic ipar, junto con otras fuerzas, en las movi l izac iones dec is ivas por e l poder pol í t ico, necesi ta p lantearse sus metas estratégicas mediante un programa c laro que forta lezca el t ipo de revoluc ión por la cual e l pueblo colombiano está luchando en la presente etapa. Este programa no debe contraponerse a tareas fundamentales como la independenc ia respecto del imper ia l ismo nor teamer icano y la l iqu idac ión del la t i fundio.

La unidad de los combat ientes armados por la l ibertad y la independenc ia de la pa tr ia es un e lemento pr imordia l. Dentro de la d iversidad de tác t icas, formas organizat ivas y de comando; métodos de acción y act i tudes hac ia las masas propias de cada movimiento, debe ex is t ir la unidad de acc ión y la sol idar idad. El movimiento guerr i l lero q ue emprenda el camino de absorber o e l im inar sectar iamente a los demás, esta cavando su propia fosa.

Transcurr ido algún t iempo, fueron creadas las condic iones para la real izac ión de la conferenc ia const i tut iva de las Fuerzas Armadas Revoluc ionar ias de Colo mbia, FARC. El papel jugado por la Conferenc ia del Bloque Sur en la unif icac ión de los d ist in tos destacamentos que surgieron en e l Tol ima y e l Huila , as í como en e l ex tremo sur del Meta y nor te del Cauca como resul tante de la agresión of ic ia l a muchas re giones campesinas que la reacc ión había baut izado como "repúbl icas independientes". No se trata de que estos actuaran en forma contrapuesta los unos a los otros. Simplemente no había coordinac ión de las operac iones guerr i l leras y carecíamos de un Estado Ma yor único para todos. El Estado Mayor que habíamos creado en Marqueta l ia solamente tenía jur isd icc ión sobre los guerr i l leros procedentes de a l l í , y en consecuenc ia se hacía urgente fundir todos los comandos en un solo Estado Mayor y desarro l lar e l p lan p revis to para la fase que se abr ía. La Conferencia Const i tu t iva de las FARC sentó las bases para e l trabajo respect ivo acondic ionando la est ructura orgánica y la l ínea polí t ico - mil i tar subs iguiente. Nos d imos un reglamento que r ige nuestra organizac ión in terna y se organizaron nuevos destacamentos con un área terr i tor ia l de responsabi l idad para cada uno y se ampl ió la acc ión a lcanzando un cubr imiento nac ional. También nuestra táct ica rec ib ió correcc iones cons istentes, entre otros muchos movimientos, en obl igar a l enemigo a enfrentarnos en un teatro de operac iones e legido por nosotros en e l que tratar íamos de mantener s iempre la in ic iat iva. Para entonces ya estaba quedando superada la etapa en que e l enemigo nos perseguía incesantemente para produc irse e l f enómeno de que somos nosotros los que proponemos los contactos armados cuando y donde nos interesan. Los cercos de contro l que trataban de mantenernos a lejados del pueblo y el servic io de inte l igencia, para detectar nuestro trabajo, lo mismo que los efectos de la guerra s icológica, necesi taban ser neutra l izados y la Conferencia adoptó todo un s istema de act iv idades que nos han venido reportando resul tados excelentes. La Conferencia necesi taba examinar igualmente nuestras fa l las que, natura lmente, no fueron pocas. Aún no lográbamos c ier ta necesar ia s incronizac ión y coherencia entre nuestro trabajo mil i tar y las act iv idades pol í t icas; se presentaban remanentes de indisc ip l ina, manifes tac iones de caudil l ismo y desprec io o límpico de la cr í t ica; no enfrentábamos adecuadamente e l trabajo pol í t ico de los sectores reacc ionar ios; manifes tábamos def ic ienc ias en la capac idad pol í t ico - mil i tar de nuestros cuadros y combat ientes de f i la y se presentaban casos de mala act i tud f rente a los campesinos y organizac iones polí t icas amigas. Todo esto neces itaba ser corregido. La exper ienc ia h istór ica de nuestro país ha venido a demostrar, por lo demás, que e l surg imiento y acción de las FARC, así como de otros grupos guerr i l Íeros corresponde a todo un proceso de madurac ión de condic iones, der ivadas d irectamente de la problemática nac ional , que v ienen desde atrás. Desde los pr imeros días de la guerr i l la en e l ya lejano 1.949, año en que se inic ió un est i lo despót ico de gobierno sobre los colombianos pres idido

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por e l Estado de Si t io , que la v ino o conver t ir en un e lemento de trascendenc ia pol í t ica para e l conjunto del movimiento revoluc ionar io. Entregamos así a l ju ic io de nuestros lec tores este pr imer esfuerzo narrat ivo de los momentos que cons ideramos de mayor importancia paro l a aprec iac ión y ubicación de una etapa de la lucha guerr i l lera l ibrada por los campesinos. Al hacer lo nos anima la esperanza de estar hac iendo a lguna, aunque sea modesta, aportac ión a los estudiosos del fenómeno de la v iolenc ia para que con sus luces intel ec tuales hagan la valorac ión del profundo daño inf l ing ido a nuestra Patr ia por quienes v ienen, desde hace tres décadas, lucrándose con este holocausto que aún no termina.

DOCUMENTOS 90 FOTO DE Ciro Truj i l lo Castaño Al promediar el año de 1.952, la d icta dura de Laureano Gómez estaba l legando a su máximo distanc iamiento de las masas colombianas. Su estabi l idad económica re lat iva, no era causa de preocupac iones ser ias. En cambio, la s i tuac ión pol í t ica podía def in irse como el apogeo de una tormenta. El Par t ido L iberal , en la c landest in idad, can la mayoría de sus jefes en e l ex i l io porque el los mismos habían optado por abandonar el país; la c lase obrera se reponía poco a poco de los duros golpes sufr idos con su d iv is ión y la represión que af rontaba, las grande s masas en las c iudades perfecc ionaban su res istenc ia y las guerr i l las campesinas se habían extendido a muchos lugares del terr i tor io nac ional . El número de focos armados se acercaba a los cuarenta y afectaba zonas tan importantes como los L lanos Orienta le s y los departamentos del Tol ima, Ant ioquia, Cundinamarca, Santander del Sur , Boyacá; e l Val le y e l Hui la. La perspect iva inmediata era la de mayor extens ión ya que la res is tenc ia armada de las masas en campos y c iudades tr iunfan sobre las fuerzas de repre s ión. En e l terreno de la cont ienda armada las fuerzas del gobierno ya no obtenían tr iunfos. Se desviaban entonces hac ia una salvaje repres ión contra la población de las zonas geográf icas l imítrofes con los grupos de a lzados en armas, l legando hasta la que ma de poblados como Yacopí y otros, pero con el lo solo ampl iaban e l f rente de sus enemigos. Una par te del movimiento guerr i l lero era consc iente de que fa ltaba algo en su organizac ión para que la lucha, a n ivel nac ional, tomara una envergadura de acc ión ve rtebrada y pudiera p lantearse tareas de ofens iva en grande escala hac ia e l derrocamiento del Gobierno. Los tres movimientos más importantes: e l de los L lanos, e l deI Tol ima y el de Ant ioquia, respect ivamente en su orden, tenían s in embargo en su seno los e lementos caracterís t icos de las causas que los habían hecho nacer, pese a su mejor organización en re lac ión con los demás. Para todos los focos, s in excepc ión, tomándolos en conjunto, eran comunes def ic ienc ias que debían ser resueltas. El defens ismo "pur o” que l levaba a a lgunos movimientos a responder a los agresores y nada más, imponía a la vez c ier to local ismo y en e l mejor de los casos regional ismo que impedía cons iderar , p lantear y emprender tareas nac ionales con más def in ido cr i ter io pol í t ico hac ia e l derrocamiento de la d ictadura. No se trata aquí de un error consc iente de los d ir igentes de los focos guerr i l leros. Es apenas un defecto lógico de las pecul iar idades de este momento guerr i l lero en una lucha que había surgido como reacc ión armada del camp esino para defenderse de la agres ión armada reacc ionar ia. El movimiento guerr i l lero que dir ig ido en su inmensa mayoría por jefes l ibera les rurales, campesinos r icos, a lgunos ganaderos y unos cuantos "cerebros" polí t icos s implemente ant iconservadores, no podía fác i lmente desprenderse del las tre que le impedía tomar a ltura en el terreno de la concient izac ión polí t ica hacia derroteros nít idamente revoluc ionar ios. La c lase obrera, como ta l, estaba aún ais lada de las masas campesinas en armas y la fuerza de su ideología solamente comenzaba a penetrar parc ia lmente ya con la v inculación de a lgunos obreros y pr inc ipalmente por e l s istemát ico trabajo organizado por los comunistas que ya, para e l f ina l de esta etapa, habían logrado ganar mucha autor idad y lugares de honor entre los combat ientes por su c lar idad, abnegac ión y valor. Pero objet ivamente el movimiento guerr i l lero era sacudido por la neces idad de superar rápidamente sus l im itac iones de local ismo, descoordinac ión, y ais lamiento con re lac ión a la lucha de las masas en las

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ciudades; necesi taba enfrentarse a c ier tos brotes l iqu idac ionis tas de bandoler ismo en que estaban cayendo algunos grupos impor tantes y, además, establecer una lucha ideológica pata c lar i f icar sus propias metas estratégicas, impedir e l avance de las act iv idades ant icomunistas que se proponían enfrentar a guerr i l leros contra guerr i l leros en todo e l país y dar soluc ión a las neces idades de modif icac iones sustanc ia les a c ier tas concepc iones táct icas. Por esta razón, cuando surgió en los d ir igente s más consecuentes la idea acerca de la real izac ión de una reunión nac ional de delegados de todos los f rentes guerr i l leros, tuvo cál ida aceptac ión por par te de los Destacamentos d ir ig idos por los comunistas. Los l ibera les del sur del Tol ima cons ideraron en pr inc ip io su eventual v inculac ión pero luego desecharon la inic iat iva a l presumir que e l lo les obl igaría a aceptar las dec is iones de un pos ib le comando nac ional . Esta Conferencia, tan opor tuna e impor tante, es la única asamblea nac ional de delegados guerr i l leros que en verdad se ha efectuado en Colombia hasta hoy. En e l la del iberaron delegac iones de los tres pr inc ipales f rentes guerr i l leros del país y de toda una ser ie de grupos más, la inmensa mayor ía de el los l ibera les. Entre los as is tentes se contó con un enviado espec ia l del grupo de los hermanos Bautis ta de los L lanos, otro enviado por e l grupo guerr i l lero de los hermanos Fonseca, de ot ra zona L lanera. As ist ieron e l Comandante Franco y otro delegado del extenso f rente guerr i l lero de Antioquia; se h izo presente una delegac ión de lo que hasta entonces se l lamaba Ejérc i to Revoluc ionar io de L iberac ión Nacional, con sede en El Davis, sur del Tol ima, que comandaba una cadena de destacamentos; as ist ieron igualmente enviados especia les de las guerr i l las del c omandante Rangel en Santander y de las que en su pr imer momento d i r igiera Saúl Fajardo en e l Terr i tor io Vásquez; un grupo guerr i l lero que tenía como teatro de operac iones el norte del Tol ima y parte de Caldas y Cundinamarca también envió como delegado a un o de sus organizadores. Muchos otros guerr i l leros, agrupados en comandos que operaban en d ist in tos lugares del país y que no pudieron vencer las dif icu l tades para as ist ir personalmente, h ic ieron l legar sus emot ivos mensajes de aprobac ión y a l iento a l cer ta men. Con este evento, que fue ex itoso por la cal idad de las del iberaciones y acuerdos, parecía que los guerr i l leros colombianos de aquel momento se colocaban en la vía para dar acer tada respuesta a ser ios in terrogantes p lanteados ante sí por e l mismo deve nir de la lucha. Los documentos adoptados por esta reunión así lo indican. Los que consideramos de mayor interés, dentro del propós i to de estas narrac iones son: Una dec larac ión que hace un v ibrante anál is is de la s ituac ión polí t ica ex istente y que le

s irv ió de marco a la Conferenc ia que, por acuerdo unánime resolv ió l lamarse Pr imera Conferencia Nac ional del Movimiento Popular de L iberac ión Nac ional.

A cont inuac ión un l lamamiento para establecer una lucha porque los guerr i l leros, en vez de dejarse atraer , combatieran el bandoler ismo por cons iderar lo e l pr incipal pel igro de desprest ig io y d isoluc ión, desde dentro de la lucha armada campesina.

El tercer documento y que transcr ib imos en su total idad, cons is te en el programa aprobado, como todos los acuerdos de la Conferenc ia, por votación unánime.

DECLARACION ANTE EL PAIS

En los momentos en que el Minis tro de Gobierno, señor Luis lgnac io Andrade, anunciaba al país por radio e l 15 de Agosto que estaban a punto de ser sofocados todos los núc leos revoluc ionar ios organizados en e l país para combat ir a la actual d ictadura, se reunía en un lugar del Depar tamento de Boyacá la pr imera Conferenc ia del Movimiento Popular de L iberac ión Nacional . A esta Asamblea concurr ieron delegados de todos los f rentes de lucha que ex i sten en Colombia y cuyo objet ivo pr imordia l es e l de restablecer las inst i tuc iones democrát icas abol idas desde e l día en que e l señor Ospina Pérez c lausuraba e l Congreso de la República; integraba a su antojo la Corte Suprema de Just ic ia y el Consejo de Es tado, aniqui laba la

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l iber tad de prensa y acababa con el derecho de reunión. Era e l 9 de Noviembre de 1.949, fecha luctuosa en los anales h istór icos de nuestra América. Diez y ocho días después, cuando el país era dominado por e l terror of ic ia l , fue des ign ado Pres idente de la República e l señor Laureano Gómez, a quien le ha comenzado a señalar la just ic ia las pr imeras sanc iones por su espír i tu sanguinar io, por su procac idad tradic ional y por su ambic ión desmedida de mando. Durante cuarenta años persiguió e l señor Gómez la Pres idencia de la Nac ión colombiana, val iéndose de cuántos recursos estaban a su alcance para calumniar a las f iguras más representat ivas de su época, para provocar toda c lase de escándalos y buscar las más abominables a l ianzas con los adve rsar ios de las ins t i tuc iones democrát icas que trataban de consol idarse entre nosotros, a pesar de la vac i lante posic ión asumida por los t ímidos gobernantes de los años anter iores a 1.946. Sin embargo, como si la fata l idad hubiera estado pres id iendo e l de st ino de este hombre funesto, al l legar a la Pres idenc ia de la Repúbl ica la v ida se encargó de vengar a sus víc t imas expiator ias , impid iéndole que pudiera ejercer las func iones de jefe de Estado. Hoy, en los l inderos de la muerte, cuando la conducta del s eñor Gómez pasará a la poster idad como un s ímbolo de la destrucc ión de la democrac ia colombiana y del mart ir io de sus compatr iotas humi ldes, e l país comienza a sent ir e l fenómeno de la l iqu idación de la d ic tadura que nos opr ime. El señor Urdaneta Arbeláez, l igado a famil ias que d isf rutan e l poder en Colombia para enr iquecerse y para conculcar los derechos e lementales de la c iudadanía - desde e l dic tador General Urdaneta hasta don Car los y Jorge Holguín - predica falazmente cordia l idad, mientras sus subal ternos s iembran en Vi l lavicenc io, en e l Líbano, en Róvira, en Santander , por todos los lugares del inter ior de la Repúbl ica, la muerte y la desolación. Polí t ica h ipócr i ta contra la cuál las fuerzas v ivas del pueblo están enfrentando ef icazmente Esas fuerzas que no han quer ido someterse, que no quieren pactar con los ases inos del pueblo, que no quieren par t ic ipar en e l reparto de pr iv i legios que of rece la d ictadura a quienes la sost ienen o to leran, estuvieron representadas, en forma autént ica, en la pr imera Conferenc ia del Movimiento Popular de Liberación Nacional. Hay dos aspectos que queremos destacar a los ojos de los colombianos honrados: e l que se re lac iona con la plataforma ideológica que e l pueblo rec lama como concrec ión de sus anhelos y e l referente a la condenac ión de los bandoleros que con cualquier pretexto roban, incendian y matan, a l amparo del tremendo desorden nac ional que ha creado e l régimen del segundo dictador Urdaneta que ha tenido la Repúbl ica al través de su acc identada h is tor ia de campa ña l iber tar ias . Lo atañadero a la p lataforma ideológica o doctr inar ia que fue objeto, durante tres días consecut ivos, en un ambiente de ampl ia discus ión, provocado, noblemente por los anhelos de emancipac ión que bul len en la conc ienc ia del pueblo colombia no, de un intenso debate que f inal izó con la aprobac ión unánime de nít idas conc lus iones, que han de comenzar a traduc irse en hechos trascendentales para el fu turo de Colombia. Igualmente, en forma unánime fue condenado el bandoler ismo por los represen tantes de todos los guerr i l leros: los de los L lanos or ientales, los de Urrao y Salgar , los de Chaparral y e l Líbano, los de Yacopí y Muzo, los de Sumapaz, e l Val le , el Hui la y otros sectores del país en la forma s iguiente: La Convenc ión del Movimiento Pop ular de L iberac ión Nac ional considera que la lucha revoluc ionar ia que se real iza en e l país contra la d ic tadura conservadora rec lama el concurso de todos los hombres de b ien; cualesquiera que sean los part idos pol í t icos a que per tenezcan, para restaurar las inst i tuc iones democrát icas y salvaguardar los derechos c iudadanos y denunc ia como contrar ios a los pr inc ip ios cardinales en que se inspira la lucha revoluc ionar ia; todo acto de bandoler ismo, todo atentado contra la integr idad personal de los compatr iotas o de v io lac ión de los e lementales fueros humanos. Por cons iguiente, las

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guerr i l las deben cont inuar implacablemente su tarea de l impiar e l terr i tor io nac ional de e lementos que por sus malos antecedentes morales son indignos de representar en cualquier campo la causa de la democracia, cuya defensa es e l objeto fundamental de esta reunión. La Conferenc ia del Movimiento Popular, por cons iguiente, ha recomendado a todos sus s impat izantes, sean e lementos combatientes o c iv i les por la l iberac ión nac ional , que se ext irpe con r igor ejemplar a cuantos pretendan perversos f ines de depredac ión a lzando una bandera polí t ica. En cuanto a l Programa que se inserta enseguida, la Conferenc ia recomendó difundir lo intensamente, por todos los medios, a cuantos quieran que Colo mbia no s iga s iendo e l refugio de una o l igarquía corrompida, s ino e l campo abier to pera la formación de una patr ia grata a todos los colombianos. En fo l leto espec ia l se expl icarán las c láusulas que integran e l programa, cuyo tex to es e l s iguiente: El Movim iento Popular de L iberac ión Nac ional se propone instaurar un Gobierno Popular Democrát ico, fundamentado en la formación de Consejos Populares y en Comités de Frente Democrát ico, que están l lamados a unir y expresar la voluntad de todos los hombres y mujeres de Colombia que luchan contra el despot ismo y la agres ión de la dic tadura conservadora. El Gobierno Popular Democrát ico se const i tui rá sobre las , s iguientes bases programát icas:

-1- L ibertades Democrát icas para e l Pueblo: Plena l iber tad de prensa, de a soc iación, de reunión y de palabra. L ibertad de organizac ión para los trabajadores y reconstrucción del movimiento obrero y campesino sobre el pr inc ip io de la unidad s indical.

-2- Reformo Agrar ia Democrát ica que ponga en práct ica e l pr inc ip io de la t ierra para quien la trabaja y que termine con las relac iones semifeudales en e l campo. El Movimiento Popular de L iberac ión Nac ional conf iscará enérgicamente y s in indemnizac ión, de manera inmediata, las t ierras y b ienes de los hacendados y ter ratenientes enemig os del pueblo y cómpl ices de la d ictadura, de acuerdo con las dec is iones de los Consejos Populares y respetará, a l mismo t iempo, las t ier ras y b ienes de los que s impaticen con la revoluc ión, se sol idar icen con los intereses del pueblo y sean consecuentes c on la democracia. Las t ierras conf iscadas a los enemigos del Movimiento Popular de Liberación Nac ional serán d istr ibuidas en forma gratu ita y proporc ional entre los part ic ipantes de la lucha, de acuerdo con sus neces idades. El Movimiento por e l mejoramiento efect ivo de las condic iones de v ida de los t rabajadores agr ícolas; por la jornada de ocho horas en e l campo; por prestac iones soc ia les y servic ios médicos completos; por crédi to suf ic iente y fác i l para los campesinos y agr icu l tores en general . El Movimiento def iende los in tereses de los indígenas, la in tegr idad de sus comunidades, la autonomía de sus Cabildos, propic ia el mejoramiento de sus condic iones de v ida y exige la devolución de sus t ier ras usurpadas.

- 3 - Nac ional izac ión de las minas, conces iones y p lantaciones explotadas por monopol ios extranjeros. Desconocimiento de los emprést i tos contraídos s in aprobac ión del pueblo y anulación de los tratados les ivos para la Soberanía Nac ional .

-4 –

Mejoramiento cont inuo de las condic iones de v ida de los pro letar ios , consagrando y complementando sus conquistas socia les en un Código de Trabajo e laborado democrát icamente. Restauración del Fuero Sindical. Establec imiento del Salar io Mínimo y del Salar io Vita l. Ampl iación del Seguro Soc ial costeado por e l Estado y los empresar ios . Real izac ión de un vasto p lan de v iv iendas adecuadas para los trabajadores.

-5- Just ic ia ef icaz y gratu ita, con tr ibunales y jueces e legidos popularmente. Derecho de sufragio para todos los hombres y mujeres mayores de 18 años. Se parac ión de la Ig les ia y e l Estado;

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l iber tad de cultos ; establec imiento del d ivorc io v incular . Procesos penales contra los responsables inte lec tuales y ejecutores mater iales de la polí t ica de “sangre y fuego”.

-6- Ins trucc ión y Cul tura para el Pueblo: Est ablecimiento de la ins trucc ión obl igator ia y gratu ita para todos los n iños. Ext irpac ión, a toda costa, del analfabet ismo. Ins trucc ión técnica para los h i jos de los trabajadores y s istema democrát ico de becas para las carreras profesionales. Establec imiento de casas – cunas y guarder ías infant i les en todas las fábr icas y barr ios para asegurar la protecc ión de la infanc ia. Democrat izac ión de la Univers idad y ampl ia l iber tad de cátedra. Fomento de la Cul tura Fís ica y del Deporte, l ibertándolo de la especulac i ón.

7- Defensa de la Soberanía Nac ional mediante e l desarro l lo independiente de la economía colombiana. Electr i f icac ión e industr ia l ización del país , espec ialmente en el sent ido de construi r la industr ia pesada para la fabr icación de maquinar ia. Defensa de la industr ia efect ivamente nac ional contra la des leal competenc ia extranjera. Fomento de la navegac ión mercant i l , aérea, marí t ima y f luvia l de carácter nac ional.

- 8 - Ejérc i to Nac ional y Democrát ico, en e l cual tengan l ibre y preferente acceso los solda dos y sub-of ic ia les a los grados super iores y a l tos puestos de comando. Reintegrac ión a l Ejérc i to de los of ic ia les dest i tu idos por sus opin iones democrát icas.

- 9 - Pol í t ica Internac ional Independiente y de Paz, contra los intereses creados que azuzan y fomentan las guerras; contra toda pol í t ica y propaganda bél ica. Apoyo a todo esfuerzo tendiente a la reducc ión progres iva de las fuerzas armadas de todas las nac iones y a la prohib ic ión de las armas de destrucc ión en masa. Anulac ión de todo compromiso de a yuda mil i tar a potenc ias extranjeras y de envío de tropas colombianas a f rentes externos de agres ión. Relac iones dip lomáticas y comerc ia les con todas las nac iones que traten a Colombia en p ie de igualdad. Estos pr inc ipios programát icos deberán ser puestos en práct ica en la medida de las pos ib i l idades, en las zonas l iberadas, por parte de los Consejos Populares y de las autor idades des ignadas por e l los. Y serán consagrados poster iormente una Const i tuc ión Democrát ica aprobada por la Asamblea Const i tuyente qu e sea e legida de modo direc to por e l pueblo colombiano. Los Comités de Frente Democrát ico que deben organizarse en todo e l país deberán hacer conocer de la opin ión públ ica este programa por medio de una cont inua y ampl ia propaganda. Dado en e l Depar tamento de Boyacá a los diec iséis días del mes de agosto de mi l novec ientos c incuenta dos.

DICTADURA MILITAR EN COLOMBIA

(Nueva Maniobra de la Reacc ión contra e l Pueblo) Antes de dos semanas de haberse produc ido el golpe mil i tar , e l Estado Mayor Guerr i l lero y su Comis ión Pol í t ica se reunieron para evaluar la s i tuac ión polí t ica sumida y sus perspect ivas. Con los l lamamientos gubernamentales a los guerr i l leros para que entregaran, que c irculaban en hojas impresas por decenas de miles de ejemplares y los l lamami entos de la prensa, e l Movimiento Armado estaba siendo amenazado de des integrac ión. Los reunidos aprobaron e l mensaje que inser tamos que fue impreso en mimeógrafo y d ifundido, pero con é l solamente quedó c lara la posic ión de la vanguardia pol í t ica que actu aba entre los guerr i l leros, a l no hacerse la menor i lus ión de que la s ituac ión cambiar ía sustanc ia lmente en el sent ido polí t ico y soc ia l. Este manif ies to prec ip itó la ruptura de los comandantes de los Destacamentos Sucre Y El Davis I I con e l Estado Mayor, porque ya habían entrado en contacto con las fuerzas del Gobierno para pactar la entrega por separado que l levaron a cabo un poco más tarde.

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Tal como se venía a lertando por nuestra par te desde días at rás, el día 13 de junio la camari l la godo-falangista de Colombia traspasó e l poder a los mil i tares. El ac tual d ictador según esa not ic ia, ya conf irmada por los hechos, es e l teniente general Gustavo Rojas Pin i l la, e l del incuente más vi l lano del país quien conquis tó su t i tulo a base de ases inatos y masacres. El pueblo colombiano debe recordar todavía con dolor que fué Rojas Pin i l la el que real izó la matanza colect iva en la Casa L iberal de Cal i en 1.949, s iendo comandante del ejérc ito en esa local idad; debe recordar también que es uno de quienes más se ha desvel ado por servir a sus amos, los imper ia l is tas norteamericanos y su pol í t ica de guerra, par t ic ipando act ivamente en e l envío de soldados colombianos para la guerra de Corea y que se ha destacado en la apl icac ión de la polí t ica de "sangre y fuego" mediante la repres ión salvaje de las masas trabajadoras. Para todos los hombres y mujeres demócratas de nuestra Patr ia debe ser c laro que la nueva situac ión que t iene que enfrentar e l pueblo colombiano con e l golpe mi l i tar , conduce a nuevos sufr im ientos. Los presos polí t icos aumentarán, se abr irán nuevos campos de concentración; se doblará la persecuc ión contra los obreros y los campesinos. Habrá más ejérc ito, más soldados colombianos a dispos ic ión del imper ia l ismo yanqui para sacr i f icar hoy en Corea y mañana en otro f rente de agres ión en benef ic io de los mult im il lonar ios de los Estados Unidos. Habrá más hambre, más miser ia. El objet ivo que consiguen las fuerzas reacc ionar ias, los tra idores nac ionales, con su d ictadura mi l i tar es e l aplastamiento v io lento del puebl o ahogando en sangre sus protestas por e l paupérr imo estado en que vive. Pero para cumpl ir este cometido emplearán pr imero una redoblada pol í t ica de falsa pac if icac ión, polí t ica de chantaje y engaño para atrapar a lgunas gentes desprevenidas tanto l iberales como conservadoras. Pero el pueblo debe darse cuenta de la suer te que le espera s i cae en las garras de la pol í t ica engañadora de la d ictadura mi l i tar . Debe saber que en la pol í t ica nacional solo han efectuado los reacc ionar ios un s imple cambio de f rente. Los enemigos de los trabajadores s iguen parapetados detrás de las promesas de Paz Just ic ia y L ibertad que comienzan a oírse. Están más que convenc idos los señores de la o l igarquía de lo impos ible que les resultaba e l im inar los núc leos guerr i l leros puesto que estos se venían extendiendo hac ia nuevos sectores y su inf luencia entre las masas populares crecía. Más que convenc idos que los s istemas de represión empleados hasta hoy, no han podido cerrar le el paso a las masas en su ascenso revoluc ionar io. Por eso, la camari l la más sanguinar ia se ha puesto de acuerdo para ceder le e l camino a los señores mil i tares, dándole a l pueblo colombiano un motivo más para cerrar f i las y doblar sus esfuerzos por lograr que la justa pol í t ica del Frente Democrát ico de Liberación Nac ional se for ta lezca y tr iunfe sobre los déspotas. Los lat i fundistas y demás explotadores no podían fa ltar en las manifestac iones de adhesión a l nuevo gobierno pres id idos por e l fa tíd ico Ospina Pérez, personaje in ic iador de la v io lencia, y acompañados de quienes aspiran a convert irse en los hombres " fuertes" del nuevo régimen. Las componendas contra e l pueblo s iempre están montadas en esta c lase de escenar ios. Por e l lo , la Asamblea Nacional Const i tuyente ya nombrada o modif icada por e l nuevo gobierno reconocerá todos los actos de terror reacc ionar io, los ases inatos, las depredac iones contra los campesinos. Encontrándole una jus t i f icación a todo esto se implantará un "nuevo est i lo" que no será otra cosa que la modernización de la maquinar ía represiva de l a que se aprovecharán en pr imer término los mil i tares. Pero se equivocan e l imper ia l ismo y la ol igarquía colombiana tratando de f renar su desprest ig io con e l cambio de adminis trador de Colombia, a la que cons ideran una de sus hac iendas. Del mismo modo se equivocan los nuevos gobernantes y quienes se han apresurado a of recer les su "respaldo". Debieran todos e l los saber que e l pueblo colombiano durante 7 años de cruda vio lenc ia ha aprendido a combat ir con las armas en la mano y s in e l la a sus verdugos y que no esa dispuesto a deponer las armas para mor ir de rodi l las abandonando su lucha l iberadora.

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La causa de la verdadera democrac ia es muy sagrada y le lucha por conquistar la será mult ip l icada por e l pueblo en forma decid ida hasta derrocar la nueva d ic tadu ra e imponer en su lugar un Gobierno Popular de L iberac ión Nac ional, const i tu ido por los trabajadores, que represente y def ienda sus verdaderos intereses. Nada de creer en las falsas promesas de la propaganda lanzada desde los aviones de la d ictadura ! ! !

Adelante por e l Frente Democrát ico de L iberac ión Nacional !

FUERZAS GUERRILLERAS DE LA CORDILLERA CENTRAL DE LOS ANDES. ESTADO MAYOR MILITAR

El Davis , junio 26 de 1.953. Nota: El or ig inal es uno hoja impresa en mimeógrafo.

CONDICIONES DE LAS GUERRILL AS DEL LLANO PARA LA ENTREGA

El p l iego de condic iones de los guerr i l leros del L lano, como puede aprec iarse, ref le jaba las l imi tac iones regionales de tan impor tantes núc leos armados de campesinos. Ex igenc ias como la del levantamiento del es tado de s i t io , m ejora de las condic iones de v ida y de trabajo de los obreros, es tablec imiento de una pol í t ica internac ional independiente de la inf luenc ia nor teamer icana, etc. , no fueron p lanteadas. El interés fundamental se concentraba en e l restablec imiento de la paz y las garant ías c iudadanas, construcc ión de vías de comunicación, escuelas; mejoramiento de los servic ios as istenc ia les y otras de gran impor tanc ia, pero de espectro l imitado. Solo aparece la pet ic ión de l imitar e l presupuesto de guerra, que ya manifes taba su tendenc ia de desmesurado crec imiento, para mejorar los servic ios educac ionales de los campesinos. Las condic iones que se imponían para la desmovi l izac ión, y entrega en este caso, eran un índice del nivel general de la lucha y de los in tereses económicos que se movían en torno a los combat ientes L laneros. El presente es e l p l iego de condic iones que los guerr i l leros del L lano p lantean a l Gobierno como base para deponer las armas. (Subrayado en e l or ig inal) . 1- Nombrar una comisión compuesta por representantes de los ganaderos, (oja lá mixta) del Ejérc i to y las guerr i l las para d iscut ir los puntos bás icos del arreglo. 2- En caso de l legar a un arreglo sat isfactor io, es te debe hacerse extens ivo a todo e l terr i tor io nac ional donde hayan ex ist ido focos revoluc i onar ios. 3- Sol ic i tar a l Gobierno Nac ional que d icte un decreto de indulto tota l para quienes se encuentran detenidos a órdenes de la jus t ic ia penal mi l i tar y también para quienes hayan sido convocados a consejos de guerra y no se les haya hecho, lo mismo para quienes hayan s ido sentenc iados en consejos de guerra, por del i tos a part ir del 9 de noviembre de 1949. 4- Decreto de amnist ía general para todos los revoluc ionar ios sumariados, enju ic iados y condenados por la just ic ia penal mil i tar , por del i tos co ntra e l orden públ ico, la paz y la segur idad del Estado, las asoc iac iones para del inquir y sus conexos. 5- Desarme total de las “guerr i l las de paz” creadas por e l anter ior gobierno. 6- Fac i l i tar e l regreso de los ex i l iados polí t icos con suf ic ientes garan tías . Decretar morator ia de deudas a los agr icu ltores y ganaderos afectados por la v io lencia. Faci l idades de crédi to agrar io a largos p lazos y con intereses reduc idos para lograr ampliamente la reconstrucción de los centros afectados por la pol ic ía.

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7- Que el Gobierno Nacional de común acuerdo con la Cruz Roja envíe comisiones de sanidad a los d ist intos lugares afectados por la v io lenc ia, comprendiendo este punto servic io médico, enfermeras y suminist ro gratu ito de drogas a las personas que lo sol ic i ten. 8- Construcción de carreteras a los pr inc ipales lugares. Establec imiento de comisar iatos y otros e lementos a los habitantes de d icha zona a prec io de costo. 9- Constru ir escuelas y dotar de servic ios médicos los pueblos del L lano. 10- Creac ión de becas dedicadas exclus ivamente a los h i jos de los L laneros para estudios espec iales , teniendo en cuenta, pr inc ipalmente, la agr icu ltura y la ganader ía. 11- Dar fac i l idad para e l regreso de los agr icul tores expatr iados por motivos de la v io lenc ia pol í t ica. 12- Creac ión de una pol ic ía montada para el L lano, con personal de la región. 13- Que el personal di rect ivo sea de los L lanos. 14- Disminuc ión del p ie de fuerza que actúa en los L lanos Or ienta les, para e l retorno de la normal idad, con cambio constante del per sonal . 15- Los Jefes Guerr i l leros podrán nombrar personal para que los asesores en las d iscusiones de los d ist intos puntos a tratar con los representantes del Gobierno. Dar ampl ias fac i l idades para que los representantes de los guerr i l leros nombrados por e l los mismos puedan concurr ir a esta reunión. Las reuniones deben ver i f icarse en zonas donde tengan inf luenc ia los guerr i l leros. 16- Las bases del arreglo pactadas entre las fuerzas bel igerantes serán ampl iamente d ifundidas por todos los medios de publ ic i dad al alcance del Gobierno. 17- Para la val idez del tratado de paz que se acuerde entre las fuerzas bel igerantes, se requiere del Pres idente de la Repúbl ica y del Min istro de Guerra, por una parte y por la otra par te del Comando que designen las fuerzas revoluc ionar ias.

Ju l io 3 de 1953 El Comandante Franco y su Estado Mayor producen un Decreto de Orden públ ico con fecha 24 de ju l io de 1953. En é l a la vez que protestan por el incumpl imiento en su área guerr i l lera de las promesas gubernamentales sobre re speto a la v ida de las personas por parte de sus huestes, presentan sus puntos de v is ta s in prometer entregarse, sobre las prov idenc ias que e l nuevo gobierno debería tomar en interés de los colombianos. Los puntos del Decreto demuestran una concepc ión men os local is ta de la lucha armada y un interés mayor en conseguir la modif icac ión de la conducta del gobierno no en áreas l imitadas s ino con medidas de a lcance general . Era inspirado, desde luego, en las pet ic iones expuestas por los l laneros, pero además, en las recomendaciones de la l lamada Comisión Nac ional Coordinadora creada por la Conferenc ia Nacional Guerr i l lera del año anter ior .

COLOMBIA -ANTIOQUIA FUEAZAS REVOLUCIONARIAS DEL OCCIDENTE

Y EL SUROESTE . CUARTEL GENERAL - COMANDO

PAVON - URRAO

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DECRETO No. 58 SOBRE ORDEN PUBLICO 24 de jul io de 1.953

Por e l cual se d ictan a lgunas d ispos ic iones sobre e l orden públ ico en los sectores del suroeste, Occ idente y Nor te Ant ioqueño, como también para el Depto. del Chocó. El Comando General Guerr i l lero, en uso de las atr ibuciones que le conf ieren los a ltos Comandos Revolucionar ios Centra les :

DECRETA: 1o.- En v ista de que e l día 26 de junio pasado, d ic tó ún Decreto de Orden Públ ico en las guerr i l las a su mando, prohib iendo todo atentado contra la v ida, honr a y b ienes de los asoc iados colombianos, por parte de sus hombres. Decreto que hasta la presente fecha se ha venido cumpl iendo. 2o.- Que ta l decreto se d ic tó debido a l golpe de estado de ese mismo mes y además por las promesas de garantías dadas por su Ex celenc ia Gustavo Rojas Pin i l la . Pero que ta les garant ías no se han cumpl ido a cabalidad no por mala intención de su Excelenc ia s ino por la maldad de a lgunos elementos ant isoc ia les que habían estado operando cuando el gobierno del Dr . Laureano Gómez y que desgrac iadamente todavía se encuentran en sus puestos of ic iales como puede citarse al subjefe de la Pol icía Departamental y muchos más fue están operando en los pueblos. Como también los asesinatos comet idos en la vereda de Venados en las personas de Jesús Antonio Zapata, lsrael Zapata, Luis Restrepo, Sig if redo Larrea, Moisés Oquendo y Cefer ino Oquendo, hechos ocurr idos el 26 del mes pasado. También e l ases inato del señor Bonifac io Castr i l lón muerto en la poblac ión de Concordia por un chusmero conservador a peini l lazos en momentos en que la pol ic ía d isparaba sus armas of ic ia les sobre var ios l ibera les, hechos ocurr idos en las pr imeras horas del domingo 12 del presente mes. Pero lo más grave del caso es que e l Sr. Alcalde, Aníbal González, encubre e l del i to en e l informe que r inde a l Sr. Gobernador del Departamento, manifestando que "cuatro sujetos desconoc idos penetraron a l establec imiento de cant ina donde ocurr ieron los hechos y que hasta la fecha no se han podido capturar". 3o.- Que en v ista de ta les hechos ocurr idos, e l Comando General ve c laramente que la v ida de los l ibera les se hal la todavía gravemente amenazada y no es como anter iormente se pensaba, de que en un futuro no muy lejano renacer ía la tranquil idad para e l pueblo colombiano y e l congenio mutuo de los habi tantes de él s in dis t ingos pol í t icos. 4o.- Que en v is ta de lo narrado en los puntos anter iores e l Comando General se ha atrevido a lanzar e l presente Decreto y dar lo a la publ ic idad de sus tropas y hacer les ver e l pel igro que todavía corre sobre e l lo. Como también dar lo a conocer de las autor idades mil i tares para lo que est imen conveniente. Pero también hacer les ver lo que los guerr i l leros pedimos para garant izar una paz verdadera.

PEDIMOS PARA DISOLVER LAS GUERRILLAS: l - Cesac ión de todo ataque de las fuerzas of ic ia les; 2- Completa amnist ía para los presos pol í t icos, para los perseguidos pol í t icos y para los guerr i l leros en acc ión: 3- Regreso de los ex i lados y guerr i l leros a sus t ierras con garant ías y respeto en sus v ides, honra, famil ias y b ienes; 4- Fac i l idades de crédito por par le del Estado para los hombres que quieran dedicarse a la colonizac ión, ayuda de herramientas y semi l las; 5- Distr ibuc ión de t ierras y ayuda a los campesinos pobres y sus famil ias;

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6- Levantamiento del Estado de Sit io, porque ya no es necesar io puesto que los guerr i l leros, que d izque eran los que habían obl igado a imponer lo, es tamos of rec iendo a l nuevo Gobierno nuestro acatamiento y respaldo a la vez que prometemos ayudar a la paz y la tranqui l idad para que imperen en nuestra amada patr ia; 7- Los of ic ia les de pol icía, tan cr iminales y crueles, deben ser removidos de sus cargos para que no traten de disf rutar de las prebendas del nuevo Gobierno. El los fueron los que representaron a cabal idad todo e l furor falang is ta del régimen de Laureano Gómez. Nosotros miramos asombrados a quienes fueron sostenes de los verdugos, a quienes azotaron inmiser icordemente estas t ierras y fueron los autores de masacres que algún día podremos contar: los que pus ieron horcas en Morel i a, los que impas ib lemente di r ig ieron degol lamientos en Las Vargas y en Betu l ia ; los que sacaron presos encadenados de Urrao, Betu l ia, Salgar, para entregárselos a chusmas que inmediatamente los pasaban por las armas. Nosotros que creemos que vamos a pr inc ip iar una vida nueva, vemos con recelo lo que e l Gobierno nos ha promet ido. Por eso miramos con desconf ianza a l f rente del Gobierno ins t i tuc iones de los pol ic ías obrando en p lena armonía con el ac tual régimen que se dice para todos. 5º .- El Comando ordena a todas sus inst i tuciones guerr i l leras que cont inúen sosteniendo el Decreto 52 dado por esta ent idad e l 26 de junio pasado hasta que nuestros Jefes Supremos f irmen el pacto f idedigno con las a l tas esferas mi l i tares. 6º .- El presente Decreto sea contestado por e l Gobierno y que no permanezca más en s i lenc io para responder las propos ic iones hechas por este Comando porque al f in y al cabo son of ic iales . 7º .- Que el presente Decreto debe regir desde su publ icac ión. Dado en e l Comando General Guerr i l lero de PA VON a los veint icuatro días del mes de ju l io de mil novec ientos c incuenta y tres . CUMPLASE: - F irmado : Mayor Comandante FRANCO. El secretar io Octavio Caro, capi tán - ayudante

OTROS DOCUMENTOS Poco después del 13 de junio de 1953 comenzó la des integra c ión de las guerr i l las en e l Sur del Tol ima. Los l ibera les no sólo se entregaron con sus armas sino que pactaron con e l Gobierno la formación de comis iones mixtas de exguerr i l leros y e jérc ito para cazar guerr i l leros comunis tas. Centenares de combat ientes c ayeron en manos de estos cazadores. Los campesinos, en general, expresaban su deseo de contr ibuir y de que todos contr ibuyesen a l retorno de la v ida normal, ta l como lo prometía e l nuevo Gobierno. Se manifestaban adversos a todo intento de cont inuac ión de la lucha guerr i l lera y anunc iaban que, en las nuevas condic iones, no dar ían apoyo a los guerr i l leros que pretendieran seguir ac tuando. La s ituac ión era compleja. El Ejérc ito presionaba a los guerr i l leros comunistas para que se presentaran, ut i l izando un doble frente; e l de las conversac iones y e l de los ataques fulminantes a los destacamentos guerr i l leros que hoy eran comandos móviles y descentra l izados. Uno de estos capturó y desarmó a un grupo del e jérc ito que había s ido enviado por sus super iores a l lev ar comunicac iones of ic ia les, dentro de las conversac iones que se venían sosteniendo entre e l Gobierno y los Guerr i l leros. El comandante del grupo del e jérc ito creyó de su incumbencia cambiar su mis ión especí f ica por la de amenazar y ofender de palabra a lo s guerr i l leros y e l lo produjo e l inc idente, del cual e l Comando respect ivo da cuenta en la comunicación env iada el 10 de sept iembre. A esta mis iva e l ejérc i to respondió con una nueva copia de la c i rcular que venía s iendo dis tr ibuida por e l gobierno en los frentes de esta zona. Y como pros iguieran las conversac iones, e l día 30 del mismo mes el Movimiento presentó su Memorándum de condic iones para desmovi l izarse. Se acercaba e l momento de la Conferenc ia que dec idir ía sobre las act iv idades subs iguientes y la re lat iva tregua también se agotaba.

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La Conferenc ia se pronunc ió en atenc ión a l sent i r de las masas campesinas y acordó la transformación del movimiento en organizaciones ampl ias de masas que emprenderían una ampl ia lucha re iv indicat iva para l levar a l gobier no a l cumpl imiento de sus promesas. Un año más tarde, la repres ión ant icomunis ta del gobierno de Rojas Pin i l la habr ía de mot ivar e l surg imiento de la act iv idad guerr i l lera, que apenas había observado un cor to receso.

FUERZAS GUERRILLERAS DEL SUR DEL TOLIM A Zona Nro. 15, Calarma, sept iembre 10 de 1953 Al Sr . Comandante del Ejérc ito acantonado en Chaparra l , T te. Coronel Antonio María Convers Pardo. E. S. C. Muy respetuosamente nos d ir ig imos a Ud. para tratar e l problema re lac ionado con la s i tuac ión surgida entre las fuerza gubernamentales y nuestros Destacamentos guerr i l leros: Pr imero que todo queremos lamentar muy sinceramente los hechos ocurr idos en los ú lt imos días, que han roto la tregua in ic ia l para un entendimiento entre las Fuerzas Armadas de la Repúbl ica y e l Movimiento Guerr i l lero bajo nuestra d irecc ión que, como el que más esta interesado en el retorno a la normalidad de la Nac ión, conforme a los l ineamientos enunc iados por e l nuevo Gobierno presid ido por e l Sr. T te. General Gustavo Rojas Pini l la. Desgrac iadamente estos hechos ocurr ieron debido a la conducta agres iva de las comisiones de “paz” enviadas y debido a l lenguaje soez de un Cabo de Destacamento bajo su mando, por lo demás impropio en emisar ios dest inados a conseguir contactos para convers aciones amistosas con los guerr i l leros. Queremos s ignif icar en la presente que mientras e l nuevo Gobierno nos habla un lenguaje de “paz just ic ia y l ibertad para todos” , fuerzas destacadas del mismo Gobierno desatan una ofensiva semejante en crueldad a las de la s in ies tra camari l la o l igárquica que cayó e l 13 de Junio bajo e l peso de sus propios pecados. No entendemos cómo, mientras se l lama al Movimiento Guerr i l lero para que contr ibuya a l retorno de la normal idad en el país , a l mismo t iempo se nos habla en e l sordo y homicida lenguaje de las armas. Cons ideramos que ta l t ratamiento no es propio para un entendimiento patr ió t ico, tendiente a consol idar en la práct ica el c l ima de paz para los colombianos, decimos que los responsables de la reanudac ión de la lucha seguramente son fuerzas interesadas en crear le problemas al Gobierno Mi l i tar , para impedir le e l desarro l lo del programa que ha esbozado. Creemos que se t rata de la injerenc ia de las funestas “guerr i l las de paz” que la camari l la derrocada organizó para mantener en los campos un c l ima permanente de v io lenc ia. Estamos en condic iones de entrar en conversac iones y queremos hacer lo, entendiendo que e l cese de la lucha en las actuales condic iones benef ic ia a l pueblo colombiano y está en concordanc ia con los propós itos de su gobierno. Somos un Movimiento curt ido en var ios años de lucha contra una d ictadura ant ico lombiana y por tanto esperamos de los jerarcas mil i tares un trato acorde con nuestra invest idura. Del Sr. Comandante.

COMANDO DESCENTRALIZADO ZONA Nro. 15, CALARM A

Capitán Comandante, José A. Richard.

FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA

EJERCITO NACIONAL 3ª Brigada

BAT: DE INF. No 9 “BOYACA” C O M A N D O

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Chaparra l, sept iembre 25/53 ASUNTO: CIRCULAR A LOS INDIVIDUOS LEVANTADOS EN ARMAS AL: Jefes Subvers ivos del Sur del Tol ima 1.- Para conoc imiento de todos los indiv iduos levantados en armas que aún quedan en e l terr i tor io de la República, e l Comando del Destacamento Sur del Tol ima hace saber, por medio del presente, cuáles son los programas del actual Gobierno, pres id ido por e l Excelent ís imo Señor Teniente General Gustavo Rojas Pin i l la : a) Lema del Gobierno: “Por la Paz, la Patr ia y la Just ic ia” . b) Se preocupará fundamentalmente por resolver los problemas del Pueblo Colombiano con

hechos tangib les, desechando los estér i les t rucos verbales de la v ieja polí t ica colombiana. c) L levará a cabo, acogiendo los postu lados de la democracia, una autént ica revoluc ión

soc ia l y pacíf ica, sentada sobre e l pensamiento cató l ico. d) Procurará una reforma agrar ia que t ienda a la colonizac ión en grande escala de los

terr i tor ios deshabi tados, buscando como objet ivo v ita l el que e l mayor número de campesinos sea propietar io de su parcela.

e) Extenderá a l campesino y a l ar tesano los benef ic ios de una adecuada legis lac ión laboral

que def ienda sus intereses y los proteja de las desventajas en que los coloca la l ibre concurrencia económica.

f ) Ext irpará los v iejos odios sectar ios que han labrado la ruina de la Repúbl ica permit iendo

la fecunda emulac ión de los part idos polí t icos en los cuale s impondrá la obl igac ión, dentro de la natura l d ivers idad de sus programas. (Subrayado en e l or ig inal) , de inculcar en sus adeptos e l servic io del in terés nac ional, del deber patr iót ico y la d iscipl ina del trabajo.

g) In ic iará una vasta campaña educac ional t endiente a desper tar e l respeto a las grandes

tradic iones nacionales, e l cu lto de los héroes y la míst ica de la Patr ia . h) Inspirará todos sus actos en un vehemente sent ido de just ic ia. i ) Intervendrá en favor de las c lases menesterosas. Dará especia l prot ecc ión a la fami l ia. j ) Garant izará la absoluta independenc ia de la rama Jur isd icc ional a la cual , prestará p leno apoyo ex igiendo que magist rados y jueces cumplan las func iones propias de un minis ter io s in coacc iones de n inguna espec ie, con absoluta impar c ia l idad y en t iempo opor tuno. k ) Evi tará que n ingún colombiano se quede sin educac ión por fal ta de recursos. l ) Manejará e inver t irá los caudales públ icos con d iamant ina pulcr i tud. Perseguirá implacablemente, promoviendo su severa sanc ión a todos los de l incuentes s in d ist ingos de n inguna espec ie. m) Impondrá e l retorno del país a un estado de normal idad, en forma que el co lombiano que cumpla con su deberes se s ienta adecuadamente protegido en todos sus derechos esenc ia les. n) Dará a todos los colombianos iguales opor tunidades de adelanto d ispensando vig i lante promoción a los hombres de trabajo. ñ) Reconstru irá la Repúbl ica sobre bases de unidad, sol idar idad y concordia entre todos los colombianos. 2.- Todos los individuos a lzados en armas y que se pr esenten voluntar iamente con e l las , quedarán en L iber tad.

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3.- El Gobierno protegerá las v idas de los levantados en armas, s iempre y cuando se presenten voluntar iamente con las armas que tengan, s in excepc ión. 4.- El Gobierno los auxi l iará en sus neces idad es más apremiantes, cuando las c ircunstanc ias así lo ex i jan. 5.- La Caja Agrar ia t iene órdenes del Gobierno de prestar todas las fac i l idades para la reconstrucc ión de sus viv iendas y e l cu lt ivo de sus t ierras, a quienes se entreguen voluntar iamente con sus armas. 6.- La of ic ina de Rehabil i tac ión, rec ientemente fundada, se encargará de suministrar vestuar io, víveres y drogas a quienes se entreguen voluntar iamente y con sus armas. 7.- Se pone en conoc imiento - de los subvers ivos que en la región Sur del To l ima no están func ionando ni la Caja Agrar ia n i la of ic ina de Rehabi l i tac ión en v is ta de que hasta e l presente no ha habido presentac ión voluntar ia con armas. Tan pronto como esto se suceda el Comando del Destacamento informará a l Gobierno para que inmedia tamente proceda a tomar las medidas del caso en lo relac ionado con la caja Agrar ia y la Of ic ina de Rehabi l i tación.

TTE. COR. ANTONIO MARIA CONVERS PARDO. COMANDANTE DEL DESTACAMENTO.

FUERZAS GUERRILLERAS DEL SUR DEL TOLIMA

Zona Nro. 15 Calarma, sept iembre 30 de 1.953 Al Gobierno Nac ional, por conducto del Sr . Teniente Coronel Antonio María Convers Pardo, Comandante de las fuerzas del Ejérc i to acantonadas en Chaparra l . Ref : Memorándum que el movimiento Guerr i l lero del Sur del Tol ima pone como condic i ón a l Gobierno para desmovi l izarse: El Gobierno que pres ide el Excelent ís imo Sr. Teniente General Gustavo Rojas Pin i l la, desde e l mismo his tór ico 13 de Junio de 1953 en que e l Ejérc i to Nac ional derrocó la fatíd ica camari l la d ic tator ia l de Laureano Gómez h a venido hablando a l pueblo colombiano un lenguaje de “Paz Just ic ia y L iber tad para todos, espec ialmente para las c lases menos favorecidas por la for tuna”: de “amnis tía e indulto para todos los presos y perseguidos pol í t icos”; de “cast igo para los responsables de la polí t ica de sangre y fuego”; de “procesamiento para los autores de latroc inios a l erar io públ ico”; de “garant ías y ayuda económica para e l retorno de los ex i lados” ; de “dest i tuc ión de of ic ia les y pol ic ía autores de crímenes y depredac iones contr a las gentes senc i l las del pueblo” ; de “ l iber tades democrát icas para todos los colombianos”; de “ l iber tad de prensa”; de que “ los mil i tares hemos tomado el poder para salvar a la Repúbl ica del caos pero estaremos en e l gobierno únicamente mientras se crean condic iones para que e l pueblo colombiano pueda elegir l ibremente, en unas elecc iones puras, a sus mandatar ios y a sus jueces”, etc . etc . Hasta la fecha los autores mater ia les e inte lectuales de horrendos cr ímenes en e l Departamento del Tol ima, los que o rdenaron y pract icaron degol lamientos y fus i lamientos en masa de centenares y m i les de campesinos; los que establec ieron mataderos públ icos de hombres y mujeres l ibera les, de anc ianos y n iños, convir t iendo los a lrededores de Chaparra l en verdaderos campos de exterminio, como lo d icen con e locuenc ia los cementer ios “Los Mosquitos”, “El Charco del Burro”, “El Chocho” , la quebrada de “San Pablo”, la loma de “El Garabato” , la Mesa de “Aguayo” , la Mesa de “Cuira”, la “Zanja de los Muer tos”, Zanja Negra y el Paso de Mendarco, de los cuales son test igos, que h ie lan la sangre hasta del más impávido y cruel de los verdugos, las osamentas amontonadas en estos s i t ios e legidos por los cr iminales de Gómez para sac iar sus pr imit ivos apet i tos sanguinar ios . Unos cont inúan d isf rutando de las prebendas y la conf ianza del nuevo Gobierno y otros paseándose, con a ire

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de sat isfacc ión, por las cal les de pueblos y c iudades del Tol ima y disf rutando del botín ensangrentado de sus fechorías. No asoma la perspect iva para e l levantamiento del Estado de Si t io . La tan l levada y t raída amnist ía general e indul to para los presos y perseguidos pol í t icos, hasta la fecha no se conoce. Las cárceles de Colombia cont inúan repletas de presos polí t icos. La l iber tad de prensa, las l iber tades democrát icas para e l pueblo, las garant ías y la ayuda económica por par te del Gobierno para e l regreso de los ex i lados ni nada de cuanto han hablado los nuevos mandatar ios a part ir del 13 de junio se ha cumpl ido. Todo lo contrar io: c iudadanos demócratas y l ibera les cont inúan s iendo perseguidos y encarcelados en pueblos y c iudades de Colombia como cuando el tr is te imper io de la camar i l la gomecista. Regiones como la del Sur to l imense rec iben el impacto feroz de las fuerzas gubernamentales, con mayor sevic ia y crueldad que la que exhibían las bandas fa langistas de Laureano Gómez. Sin embargo, como el movimiento guerr i l lero bajo nuestro comando está in teresado en e l retorno a la normalidad en e l país, para hacer de Colombia una Patr ia grande donde impere la paz y la just ic ia, e l progreso y la l ibertad, sometemos a la cons iderac ión del Gobierno que pres ide e l Excelentís imo Sr . Teniente - General Gustavo Rojas Pin i l la, las s iguientes condic iones: 1ª.- Reti ro inmediato de todas las fuerzas del Gobierno ubicadas en e l S ur del Tol ima. 2ª.- El im inación o desarme de las bandas laureanis tas que siembran e l terror y la intranqui l idad en e l Depar tamento. 3ª.- Levantamiento del Estado de Si t io por cons iderar lo inconveniente para e l retorno a la normalidad. 4ª.- Libertad de prensa y de imprenta. L iber tades democrát icas y s indicales. 5ª.- Convocator ia de una Asamblea Const i tuyente l ibre y democrát icamente e legida por e l pueblo y d isoluc ión de la actual, por impopular y f rancamente reacc ionar ia, como que fue convocada por la camar i l la laureanista y por lo tanto representa ser ia amenaza de una Const i tuc ión fascista. 6ª.- Convocator ia de e lecciones l ibres para que e l pueblo colombiano s in coacc ión e l i ja a sus mandatar ios : senadores, representantes, d iputados y conceja les . 7ª.- Garantía de l ibre comercio para todos los campesinos del Tol ima. 8ª.- Garant ías y ayuda económica por par te del Estado para el regreso de los Tre intami l ex i l iados víct imas de la polí t ica de "Sangre y Fuego" instaurada para vergüenza de Colombia, por la sombría camari l la Gómez. 9ª.- Reconstrucc ión, por cuenta del Estado, de las v iv iendas de los campesinos afectados por la v io lenc ia y reparac ión de todas las pérdidas que les fueron ocasionadas por las fuerzas de la d ictadura derrocada. 10ª.- Ayuda económica gratu ita del Estado y en herramientas y semil las para los campesinos que por una u otra razón fueron afectados por la v io lenc ia. 11ª.- Dis tr ibuc ión de t ierras sobre e l pr inc ip io de que la t ierra debe ser para quien la trabaja o quiera trabajar la. 12ª.- amnist ía e indulto para todos los presos y perseguidos pol í t icos. 13ª.- Salvoconducto para todos los guerr i l leros y poblac ión c iv i l con la f irma del excelent ís imo Sr. Pres idente de la Repúbl ica Teniente General Gustavo Rojas Pini l la, para que puedan trans itar l ibremente por todo e l terr i tor io nac ional.

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14ª.- Que no se cobre a los campesinos e l impuesto predial , de caminos, etc. durante los años comprendidos entre 1949 y 1954. Abol ic ión de las deudas contraídas por los campesinos con las ins t i tuc iones bancar ias en este lapso. Caja Agrar ia y otras inst i tuc iones de crédito. 15ª.- Construcc ión y reconstrucc ión de carreteras, caminos y otras vías de comunicac ión en las zonas importantes por su r iqueza y dens idad de poblac ión del Departamento. 16ª.- Construcc ión de escuelas en todas y cada una de las comarcas y veredas del Tol ima. 17ª.- Disminuc ión del presupuesto de guerra por lo menos en un 60% en benef ic io de la educac ión y la salud del pueblo. 18ª.- Aumento de salar ios para obreros y los campesinos y re baja en los prec ios de los art ícu los de pr imera neces idad. 19ª.- Revis ión del tratado b i latera l entre Colombia y los Estados Unidos, para que e l Ejérc i to colombiano no s iga a órdenes de los Mandos Mi l i tares norteamericanos. 20ª.- Polí t ica exter ior colomb iana y de Paz. Esto es, buscar por todos los medios dip lomát icos y pacíf icos la soluc ión del problema surgido entre Colombia y e l Perú por la cuest ión del derecho de as i lo para el Sr . Haya De la Torre, s in recurr ir a las soluc iones de fuerza. Que otro tanto se haga en re lac ión con e l problema l imítrofe con la hermana Repúbl ica de Venezuela, etc . etc ., porque entendemos que son “ las c lases menos favorec idas por la for tuna” las que pagan las consecuencias de esta c lase de conf l ic tos. 21ª.- Procesamiento y cárcel para los autores mater ia les e in telec tuales de la v io lencia contra e l pueblo y para los autores de los grandes robos a l tesoro público durante e l turb io mandato de la camari l la laureanista. 22ª.- Que el presente Memorándum sea publ icado profusamente por el Gobierno en toda la prensa hablada y escr i ta del país y por todos los medios de que disponga. Estas condic iones s intet izan, en l íneas generales, los anhelos del pueblo del Tol ima y espec ialmente de los habitantes de la inmensa zona del Sur del Depar tamento, los cuales se v ieron obl igados a empuñar las armas para defender e l derecho a la v ida, e l honor e integr idad de sus famil ias, para defender sus b ienes y e l derecho a l trabajo contra una d ictadura o l igárquica que ensangrentó e l suelo patr io con la sangre de sus mejores h i jos . No o lvidaremos jamás la bruta l idad de los verdugos. Por tanto, pedimos del nuevo Gobierno la rect i f icac ión tota l de la pol í t ica anter ior para b ien de los colombianos s i es c ier to aquello de que “ todos somos hi jos de una misma C olombia inmorta l” .

Respetuosamente,

Comando Descentralizado Zona Nro. 15, Calarma. Capitán José A. Richard. F. Baut ista. R. Prestes.

A. Morena.; Tte. Vil laba, Srio .

LOS CAMBIOS POLITICOS Y NUESTRO TRABAJO (Conclusiones de la I I Conferencia Regional del Su r)

1.- La pol í t ica de “paz, jus t ic ia y l iber tad para todos, espec ia lmente para las c lases menos favorecidas por la for tuna”, ha encontrado una ampl ia y profunda acogida entre las masas populares en todo e l país , dentro de las cuales se ha despertado un an s ioso deseo de paz, de sos iego y de tranqui l idad, que ha l levado a importantes sectores campesinos a deponer las armas, y a que todo intento de proseguir la lucha guerr i l lera no encuentre eco n i perspect ivas en los actuales momentos. En las actuales condic iones, todo intento de proseguir la lucha en su forma guerr i l lera, se opone al deseo y voluntad de las masas, lo cual exige enrumbar una

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pol í t ica de masas, res istenc ia de masas, por senderos que concuerden con la real idad polí t ica nac ional y local . 2.- Con la pol í t ica de pac if icac ión y garantías, e l gobierno mi l i tar se ha propuesto, de un lado, ganarse la s impat ía de las masas, ais lar e l movimiento guerr i l lero de su base soc ia l, m ientras del otro lado se ha dir ig ido a ut i l izar a algunos caudi l los y jefes g uerr i l leros l ibera les i lus ionados en e l gobierno mi l i tar en su lucha contra e l Par t ido Comunista, con ayuda de los cuales e l gobierno ha ejecutado una feroz polí t ica de asesinato y encarcelamiento indiv idual y colect ivo de comunistas y combat ientes guerr i l leros, que hace aparecer a muchos de ta les e lementos como verdaderos t ra idores, vendidos y agentes descarados de los f ines reacc ionar ios, profasc istas y pro imperieal is tas del gobierno mi l i tar . 3.- Los campesinos se encuentran ante un verdadero régimen de zozobra, terror y v io lenc ia cr iminal, impuesta por las bandas de aventureros y ladrones armados, los cuales con e l pretexto de l iquidar a godos y comunistas saquean, v io lan mujeres y roban los bienes de los campesinos. El ladronismo toma carácter verdadera mente amenazante, const i tuyendo en la actual idad e l mayor pel igro para todos los trabajadores y en general para e l movimiento organizac ional de los campesinos. La Dirección organizac ional del Movimiento Popular , debe corresponder con la apl icac ión de una ampl ia polí t ica de AUTODEFENSA DE MASAS, cuyos f ines programát icos pers iga: a) Luchar por que e l gobierno ret ire todas las fuerzas puni t ivas y de ocupac ión que

obstacul icen la v ida, t ranqui l idad y l ibertad de trabajo y organizac ión de los campesinos. b) Luchar por el cumpl imiento de las promesas de “Paz, just ic ia y l iber tad para todos” que

deben expresarse en la devoluc ión de las f incas a las víc t imas de la polí t ica de “sangre y fuego” de la dic tadura anter ior instaurada por la camar i l la laureanista, la reconstr ucc ión de sus v iv iendas, repos ic ión de sus bienes, el suministro de aux i l ios en d inero, semil las, herramientas, construcción de escuelas, centros sani tar ios , construcc ión y reconstrucc ión de las vías de comunicación, la parcelac ión de t ierras, e l juzgamien to y cast igo de los cr iminales ejecutores y gestores de la v io lenc ia y el desarme de las bandas godo – falangistas y de ladrones que s iembran e l terror en muchos lugares.

c) Luchar por e l retorno de los ex i l iados polí t icos y en general de todos los trabajado res a

sus f incas y regiones, hac iendo que los organismos de autodefensa tomen con interés esta act iv idad, s in n inguna espec ie de sectar ismo y contr ibuyendo en toda forma a garant izar que los campesinos sean ayudados ef icazmente en ta l sent ido.

d) Luchar por la v inculac ión de todos los habitantes del campo al t rabajo y labor de

reconstrucc ión económica de sus f incas y economías en tanto que esto sea permit ido y faci l i tado por las garantías de paz dadas por el gobierno y en interés de l iqu idar , a la mayor brevedad, los grupos de gentes e individuos que quieren seguir v iviendo a expensas de las l lamadas revanchas y acc iones de saqueo, tota lmente ajenas a la autodefensa de masas y dañinas para e l b ien, sos iego y tranqui l idad de los campesinos.

e) Luchar por la no entrega de las armas y antes, por e l contrar io, por que todos los

campesinos dispongan cada día de mejores e lementos de defensa de sus intereses y contra todo intento del gobierno y la reacción de repeti r cualquier forma de v io lenc ia contra e l pueblo labor ioso.

f ) Por medio de la polí t ica y act iv idades de la autodefensa de masas, debe l levarse a la

práct ica una lucha tenaz de los campesinos por e l desarro l lo del programa del Frente Democrát ico de L iberac ión Nac ional e l cual, como es sabido, contempla la lucha p or la Paz Mundia l, la defensa de la industr ia nacional, la l iber tad de los presos pol í t icos, la conquista de las l ibertades democrát icas y la instauración en Colombia de un gobierno de L iberac ión Nac ional que garant ice la emancipac ión soc ia l, económica y c ul tura l de todos los trabajadores.

Lugar de la Conferenc ia, oc tubre de 1953

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Nota: Copia tomada de or ig inal edi tado en mimeógrafo.

HÉROES COMUNISTAS

CAM ARADAS CAÍDOS EN LA LUCHA Y ASESINADOS EN EL SUR DEL TOLIMA

Luis Enrique Hernández: (Teniente Ramiro ) Natural de Chaparra l , destacado mi l i tar y combat iente, e jemplo de d isc ip l ina y valor . Siendo Comandante de un Destacamento en el lugar donde se encontraba en comis ión dir ig ió la ocupac ión de la local idad de La Concepc ión, en Sumapaz, donde perec ió en com bate. El pr imer Destacamento a l que se v inculó en 1949 fue al de Chicalá. Pedro Pablo Rumique: (Teniente Canario) Murió en Combate en El Dav is, pero fu lminado por un ataque cardíaco. Campesino del munic ipio de Chaparra l, se v inculó a l Destacamento de Hor i zonte y en é l ascendió a l grado de teniente por su maestr ía en e l manejo de la táct ica, por su acertada conducc ión mi l i tar y por su extraordinar ia sens ibi l idad soc ia l.

Fidel Rico: (Teniente Josel ito) Oriundo del munic ip io de Ortega, ingresó a la guerr i l la de los Loaiza junto con sus hermanos. Al l legar la Columna al Davis ingresó como fundador del Destacamento que l levó su nombre porque rechazaba las tendenc ias bandoler i les de muchos de sus compañeros in ic ia les . Había combat ido en los L lanos a l mando de El iseo Velásquez pero muy pronto lo abandonó porque no compar tía sus métodos despót icos y caudil l is tas de direcc ión. Murió en combate, a la par de su hermano José Antonio, en e l asalto a un comando de los “ l impios ” en d ic iembre de 1952. José Antonio Romero: (Norberto) Miembro del comité munic ipal del Par t ido y luego del Comité Regional . Mi l i tante comunis ta desde 1937. Dir igente campesino exper imentado y audaz, fue asesor polí t ico de destacamentos guerr i l leros y co - fundador del Destacamento Sucre y de la orga nización infant i l que l levó el mismo nombre. Era or ig inar io de Chaparral y organizador de la res istenc ia ant ichulavi ta en la zona de Irco. Misael Chávez: Dir igente campesino de la zona de Ambeima, Chaparra l, fue el pr imer comunista ases inado por los guerr i l leros l ibera les para interceptar le un correo y robar le e l arma que por taba. Descendiente de una fami l ia de revoluc ionar ios , con sus padres y hermanos per tenecía a l Part ido Comunis ta desde 1940. Ricaurte Chávez: Hermano del pr imero, fundador y d ir igente de la organizac ión infant i l “Bata l lón Sucre”. Fue ases inado por bandoleros en la zona de Santa Ri ta, l ími tes de Tol ima y el Hui la , cuando se encontraba desarro l lando act iv idades polí t icas de masas, en 1953. Rosendo Caleño: Dir igente comunista de los munic ipios de Ataco y Natagaima. Asesinado por bandas l ibera les ant icomunis tas en 1953, cuando éstas junto con fuerzas del Ejérc ito y la pol icía organizaron en el Tol ima una cacería de los mi l i tantes del Part ido . Luis Alberto Pava : Guerr i l lero comunista natura l de El Chaparral . Vinculado a l movimiento desde 1949, era exper imentado combat iente y compañero muy apreciado por su carácter abier to y fraternal. Pedro Rocha: Mil i tante comunista junto con su padre y hermanos. Desempeño con éstos papel re l ievante en la lucha por la t ierra en la cual habían conquistado su condic ión de dir igentes agrar ios . En e l movimiento guerr i l lero supo cumpl ir s iempre con su deber. Pertenecía a la secc ión de

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comunicac iones l lamada El Disco Rojo, que transpor tó correos y mensajes en las más d if íc i les c ircunstanc ias. Fue ases inado por los guerr i l leros l iberales en 1953. José Montes: Guerr i l lero, mi l i tante del Part ido Comunista desde e l año 45, pertenecía a una fami l ia campesina del Corregimiento de El L imón, munic ipio de Chaparra l. Antes de ingresar a la guerr i l la se había destacado en la lucha por la t ierra, organizando las tomas d irec tas de t ierras incul tas y organizando colonizac iones en e l las . Gregorio Lemus: (Teniente Roldán) Muerto en combate con e l Ejérc ito en marzo de 1953 cerca de El Dav is . Or iundo del Val le del Cauca, al v incularse a las labores agrícolas en e l munic ip io de Chaparral , región de las Hermosas, ingresó a l Part ido Comunista en e l año de 1945. Destacado mil i tante y d ir igente, era dueño de una modest ia y senc i l lez impres ionante y su permanente jov ia l idad lo hacía ser un conductor mi l i tar aventajado, porque mezc laba sus atr ibutos personales con un gran don de mando y con su valor personal y capac idad de d irecc ión en los encuentros con e l enemigo . Marcos Galán: Natural del Departamento de Nar iño, comandante de Guerr i l la, hombre metódico, d isc ipl inado, excelente compañero e inmejorable mi l i tante comunis ta guiaba sus actos s iempre por hacer honor a l cabal cumpl imiento del Deber. Miembro del Disco Rojo, mur ió por mordedura de serpiente en 1952, cuando v ia jaba de noche transportando un correo. Marcos Pinche: Comandante de guerr i l la . Hombre cordia l , de capac idad mi l i tar muy desarro l lada. Buen conductor de personal y extraordinar iamente val iente. Era natura l de Chaparra l, y ha bía ingresado como guerr i l lero en e l Destacamento de La Mar ina, en 1949. Mur ió en combate contra guerr i l leros l ibera les. Fel ipe Sant iago Albino: Dir igente comunista de Coyaima, mi l i tante desde 1930, ases inado por una banda compuesta por pol ic ía y c iv i les armados en su casa de habitac ión en 1952. Santiago Cast il lo: (Jaime) Cuadro pol í t ico y mi l i tar de gran capac idad. Natura l de Viotá, había l legado a Chaparra l como ex i l iado polí t ico. Mi l i tante comunis ta de larga trayector ia, fue miembro de la pr imera guerr i l la que actuó en e l Sur del Tol ima desde comienzos de 1949 con sede en Chicalá. Poseía una personal idad impres ionante por su senc i l lez, su espír i tu de camarader ía y su predispos ic ión a la sol idar idad. Mur ió en combate con e l Ejérc ito s iendo comandante pol í t ico de Destacamento de Seúl o Dav is I I en 1952. Eutiquio Timoté: Ampl iamente conoc ido en la h is tor ia del movimiento comunis ta de nuestro país porque se cuenta entre los fundadores del Part ido Comunis ta. Fue ases inado en 1952 por bandas mixtas de pol icía y c iv i les con sede con Coyaima. Eduardo Mora: Dir igente comunista de Chaparral , ca l i f icado organizador y conductor de masas, magní f ico orador y per iodis ta. Ases inado por e l Ejérc i to en 1951, en e l paraje Buenos Aires, Chaparral . Alberto Hernández: Viejo luchador por las ideas comunistas en Chaparra l y El L imón. Hombre de f irmes conv icc iones revoluc ionar ias y de gran entereza moral , fue ases inado con otros pr is ioneros en la quebrada de Mendarco, cuando eran conduc idos por patru l las del Ejérc ito. José Rufino Sánchez : Emboscado por una patru l la del Ejérc i to en 1951. Fue coorganizador del pr imer Destacamento guerr i l lero del Sur del Tol ima a comienzos de 1949. Mani fes taba dotes de buen conductor mil i tar . Comunis ta é l y todos los miembros de su fami l ia, sabía expl icar magis tra lmente la razón que impulsaba a los campesinos a tomar las armas.

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Milciades y Eusebio Sánchez : Hermanos del anter ior , el pr imero fue fus i lado en una cal le de Chaparra l y e l segundo muer to en una emboscada del Ejérc ito, cerca de su res id enc ia. Rosendo Santofimio: Luchador por la t ierra, se v inculó al part ido comunista en 1939. Mantuvo hasta e l ú lt imo momento de su v ida su inquebrantable fe en la causa del pro letar iado. Siendo hombre de edad, ingresó a la guerr i l la con sus hi jos e h i jas e n la que cada uno escr ib ió páginas meri tor ias . Mur ió a f inales de 1952 en e l Dav is v íct ima de una epidemia y por carenc ia de medicamentos. Mariana Campos: Nacida de una famil ia de revoluc ionar ios, fue ases inada salvajemente, cuando contaba 16 años, por una patru l la de la pol icía en e l paraje Buenos Aires, munic ip io de Chaparral . Natura l de la región de Irco, part ic ipaba con sus hermanos en la organizac ión de la res istenc ia. Como una ironía, el día de su muer te fue e l Jueves Corpus de 1951, día santo. Marco Aurel io Restrepo, y dos hi jos suyos: Asesinados por los guerr i l leros l ibera les en 1953, después del 13 de Junio, por ins t igac iones del Ejérc ito. Marco A. Restrepo, de or igen ant ioqueño, fue fundador del Par t ido Comunista en Chaparra l y durante var ios per íodos conceja l de este munic ip io. Al in ic iarse la lucha armada popular en 1949, este había ingresado con su fami l ia. En el la desempeño junto con sus dos h i jos prominentes cargos de responsabi l idad . Ramón y Valentín Peña, Laureano Herrada, Milciades Rada, Félix Bonil la y Aurelia Tovar: Todos e l los mi l i tantes comunistas del munic ipio de Chaparral . Or iundos de la zona indígena de Yaguará, fueron los pr imeros organizadores en esta zona de la res is tenc ia ant ichulav ita. Fueron ases inados por la pol ic ía y e l Ejér c i to en d is t in tas fechas, durante las incurs iones que las fuerzas repres ivas real izaban contra los habitantes de las zonas rura les . José Garzón: Mil i tante comunista de El L imón, Munic ipio de Chaparra l, fus i lado en la cal le de esta c iudad junto con otros campesinos en 1951. La anter ior es apenas una veintena de los camaradas que entregaron sus v idas durante esta dura etapa de la lucha por la l iberac ión colombiana. Hay centenares de nombres más, a quienes la h is tor ia patr ia habrá de abr ir sus páginas a lgún día. A esos héroes anónimos va dedicado este l ibro.