Cuadernos Del CEDeT: "La Democracia Argentina Como Escenario de Disputa Hegemónica"

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    LA DEMOCRACIA ARGENTINA

    como escenario de disputa hegemnica

    Oscar MadoeryErika BeckmannFranca Bonifazzi

    Alejandro CastagnoDiego Copello

    Mara Florencia Daz RojoMarisol GonzlezHernn Letcher

    Fabricio Loja

    Mara Beln OrdoezJulia Strada

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    INDICE

    Presentacin 5Primera Seccin: Aportes conceptuales para repensar la democracia argentina 15

    Diez tesis para una lectura poltica de la democracia argentina

    Por Oscar Madoery 17

    Rol del estado en la consolidacin de un proyecto nacional y popular

    Por Oscar Madoery y Mara Beln Ordoez 55

    Apuntes sobre la Democracia, la Poltica y el Estado en perspectiva Nacional Popular

    Por Fabricio Loja 79

    La nocin de trabajo en dos proyectos polticos:

    el peronismo de 1943-1955 y el kirchnerismo

    Por Franca Bonifazzi 99

    Segunda Seccin: Miradas de coyuntura 125

    La crisis del campo: pretensiones hegemnicas y disputas por el sentidoPor Diego Copello 127

    La autonoma de la poltica econmica como profundizacin democrtica.

    La reconstitucin del frente devaluacionista durante la postconvertibilidad

    Por Julia Strada y Hernn Letcher 149

    Tercera Seccin: Reflexiones en torno a las polticas pblicas 183

    Ciencia, Tecnologa e Innovacin en Argentina:

    agendas y polticas en los aos democrticos

    Por Marisol Gonzlez 185

    Polticas Pblicas destinadas al desempleo juvenil. Estudio de caso,

    Programa Jvenes con ms y mejor Trabajo en la ciudad de Rosario (2008-2013)

    Por Alejandro Castagno y Mara Florencia Daz Rojo 213

    Poltica Social, Seguridad Social y la nueva centralidad del Estado

    Por Erika Beckmann 233

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    PRESENTACION

    Este libro rene reflexiones desarrolladas en el marco del Centro deEstudios Desarrollo y Territorio (CEDeT) de la ciudad de Rosario.

    El CEDeT ha sido concebido como un espacio de produccin y difusin

    de nuevos conocimientos multidisciplinarios acerca del desarrollo enespecial de su dimensin territorial y de sus posibilidades y lmites en elactual contexto latinoamericano. Fue pensado como un mbito orientado aintegrar las distintas dimensiones polticas, econmicas, sociales, geogr-ficas y culturales del desarrollo, articulando propuestas de investigacin yformacin; y recuperando las distintas corrientes de pensamiento crticolatinoamericano que intentaron pensar desde nuestra particular realidad, lasposibilidades de un desarrollo diferente al occidental, moderno-colonial.

    Fue creado en el mbito de la Escuela de Poltica y Gobierno de laUniversidad Nacional de General San Martn (UNSAM) en el ao 2003.Bajo su rbita funcionaron importantes iniciativas acadmicas, talescomo la Maestra en Desarrollo Local (dictada en conjunto con laUniversidad Autnoma de Madrid, de doble titulacin), DiplomaturasUniversitarias en Desarrollo Local y diversas actividades de formacin deagentes de desarrollo local, desarrolladas en conjunto con distintos

    gobiernos locales u organizaciones pblicas. En el ao 2009, se firm unConvenio de Colaboracin Acadmica por el cual la UNSAM y la UNRcomparten la gestin del CEDeT, atendiendo a que la UNR particip acti-vamente de la creacin y dictado de la mencionada Maestra enDesarrollo Local, as como de numerosas actividades realizadas conjun-tamente desde la creacin del Centro.

    A lo largo de su historia, el CEDeT ha organizado su trabajo en torno ados reas principales: docencia e investigacin (con tareas de formacin e

    investigacin); y vinculacin territorial y comunitaria, a travs de tareas deconsultora, asistencia tcnica, difusin.

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    los avatares de la representacin y la legitimidad, entre otros que no pode-mos enumerar pero que responden a un mismo patrn. Y bsqueda deparadigmas alternativos, que nos permitieran enfocar otros procesos,hechos y condicionantes de nuestras democracias del sur, abrir otros inte-rrogantes y a la vez habilitar otras respuestas. Proponemos una lnea deinvestigacin que no reduce la democracia netamente a la dimensin ins-titucional y procedimental, sino que recupera la riqueza analtica que apor-tan los nuevos gobiernos de la regin, la participacin de actores no esta-tales y no electorales, los movimientos y organizaciones populares queponen a luz que los sentidos de la democracia estn enmarcados por lasdisputas de poder de distintos proyectos polticos.

    A saber, el resurgimiento de tradiciones polticas como la nacional-popular-democrtica busca construir una nueva hegemona basada, prime-ro, en la ampliacin de los derechos efectivos de las mayoras, y luego, enla definicin de un renovado frente de disputa. En toda la transicin demo-crtica y fundamentalmente en la construccin de hegemona popular, lacalle (la movilizacin social) se configura como un espacio poltico-democrtico relevante, dnde los actores no slo son movilizados por unaracionalidad de intereses sino tambin por un sistema de creencias plausi-

    ble de recuperar desde la matriz nacional-popular.En tal sentido, podemos inferir una tensin entre una democracia de pri-

    vilegios, donde los intereses de las mayoras se subordinan a los poderescorporativos, o una democracia de derechos, donde las necesidades delconjunto de la poblacin y especialmente de las mayoras populares sonprioritarias. Parafraseando a Ricardo Forster, es el litigio por la igualdadlo que caracteriza hoy los procesos de transformacin tanto en nuestro

    pas como en otros pases latinoamericanos, y el sentido que asume ennuestros das la lucha por el contenido y los desafos de la democracia.Como expresa Oscar Madoery,La poltica siempre refiere a las prcti-

    cas sociales orientadas a producir un orden social y lo poltico refiere a lascondiciones de posibilidad de ese orden, cmo se produce. Es tensin porel ensanchamiento de lo pblico y la conquista de derechos. Es lucha porel sentido. Por tanto, es cupular, pero tambin popular. Es deliberacin,

    pero tambin confrontacin. Es ruptura, pero tambin sutura. Es consenso

    pero tambin conflicto. Es conflicto, pero tambin convivialidad. Es volun-tad de poder pero tambin voluntad de vivir. La poltica oligrquica tiende

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    a restringir y legitimar un orden dado. La poltica democrtica tiende ainterrogar el poder, entendiendo que solo es posible modificar lo dado si la

    praxis de interrogacin est en manos de sujetos populares.Y ste es precisamente el desafo mayor hacia el futuro, el de sostener y

    profundizar desde la primaca poltica, un proceso abierto y contradicto-rio de corrimiento permanente de los lmites de lo posible y lo deseable.

    * * *

    La presentacin de los artculos que componen esta publicacin ha sidoordenada en tres secciones, de acuerdo a los contenidos, temticas o ejes de

    discusin que cada uno de ellos plantea. A la primera la hemos denomina-do Aportes conceptuales para repensar la democracia argentina, ya queella rene contribuciones en torno a la necesidad de enriquecer las herra-mientas conceptuales con las cuales abordamos desde las ciencias socialeslas reflexiones sobre las caractersticas de nuestras democracias, y la volun-tad de hacerlo desde una perspectiva situada en nuestro continente, crticaa las matrices de pensamiento desde las cuales se la ha abordado tradicio-nalmente, pero a la vez propositiva de nuevos lineamientos y perspectivas.

    El artculo de Oscar Madoery con que comienza, nos interroga acerca delos modos dominantes en que se fueron estructurando las reflexiones entorno a la democracia, al calor de la transicin desde la dictadura militarpero con vistas recuperacin institucional. Segn el autor, en estas delibe-raciones se privilegiaron los enfoques institucionalistas en detrimento deaquellos que incorporan en el anlisis la dinmica del rgimen de acumu-lacin instaurado, que sigui y sigue operando como un fuerte condi-

    cionamiento democrtico.Sin embargo, este debate no se reduce al mbito acadmico, sino quepuede ser traducido al sistema poltico, encarnado enuna disputa polti-ca entre proyectos opuestos de sociedad, que se diferencian en trminosde patrones de acumulacin, perfiles institucionales y modelos culturales

    predominantes y por el rol que asumen los principales protagonistas delsistema social y poltico.A partir de este posicionamiento, el autor nospropone reflexionar en torno a diez tesis polticas para el debate democr-

    tico, que pretenden superar el estrecho enfoque institucional e iluminar losgrandes focos de tensin que atraviesan nuestra vida democrtica, los sec-

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    tores pero tambin los proyectos polticos en pugna, y el carcter siem-pre abierto, contingente, inestable, de tales disputas.

    El artculo de Oscar Madoery y Beln Ordez centra su reflexin en lasdiscusiones acerca del Estado, su diferente rol en las sociedades centralesy las perifricas, y su significacin histrica en la consolidacin de pro-yectos polticos concretos. A partir de una distincin clsica propuesta porAtilio Born, proponen una interpretacin del Estado como productohistrico que expresa una relacin social, una regulacin pblica y unarepresentacin simblica.

    A continuacin, sitan las reflexiones en el contexto latinoamericano, enel cual la dinmica de mutua constitucin y articulacin del Estado y la

    Sociedad Civil ha adquirido caractersticas peculiares; y analizan el rol delEstado a lo largo de treinta aos de democracia argentina, tensionado entrela consolidacin de un orden social de privilegios y excepciones, y laampliacin de mrgenes para construir una sociedad de igualdades.

    Luego, Fabricio Loja nos ofrece un ensayo que propone recuperar lastradiciones nacional populares en las reflexiones sobre la poltica, lademocracia y el Estado. Diferencindose tanto de quienes encuentran unasustancia autoritaria en las tradiciones nacional populares (que, desde una

    ptica procedimentalista, habra obturado la consolidacin de dinmicas ymecanismos institucionales autnticamente democrticos), como dequienes buscan en tales tradiciones una esencia nacional y abonan a untradicionalismo conservador, el autor propone resignificar las tradicionespolticas argentinas desde la matriz nacional popular, que concibe lademocraciacomo un proceso de integracin social mediante la conquis-ta, participacin y ocupacin de espacios de decisin, sobre los diversos

    recursos de poder social.Frente a la corriente liberal republicana que reduce la democracia al for-malismo procedimental y exige limitar el poder del Estado sobre la libreiniciativa individual, Fabricio expone otra tradicin, que asume comoinescindibles la Democracia Social y la Soberana Popular en la construc-cin del proyecto poltico nacional, y donde hay un fuerte peso del factorcultural en la estructuracin del devenir poltico.

    Y cerramos la primer parte de esta publicacin con el aporte de Franca

    Bonifazzi, quien reflexiona sobre uno de los ejes centrales del proyectopoltico en marcha, que es el lugar que ocupa la nocin de trabajo como

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    categora poltica, comparando la experiencia actual con el gobierno pero-nista clsico (1943-1955). La autora intenta situar los estudios en torno altrabajo en el marco de la comprensin de los procesos polticos con susmatices, desafos y contradicciones entendiendo que esta perspectivaaporta una riqueza analtica mayor a aquellas centradas slo en el anlisisde las dinmicas de relacionamiento del Estado con el movimiento obre-ro. Su hiptesis es que los dos perodos analizados dan cuenta de unanueva perspectiva desde los gobiernos y el Estado hacia la constitucinde la forma del trabajo, del mundo del trabajo y de las organizaciones deltrabajo en el centro de la poltica argentina. A saber, se transfigura la pro-blematizacin sobre la cuestin social hacia el problema del trabajo como

    un derecho a garantizar.A diferencia de quienes lo conciben un recurso o factor de importancia

    fundamentalmente econmica, la autora propone recuperar la dimensinpoltica de la nocin de trabajo, ya que ello permite vislumbrar las conse-cuencias del ciclo neoliberal y sus posibilidades de reversin a partir de larevalorizacin de la poltica y la democracia desde una perspectiva sustan-tiva, que pone en el centro de la atencin los necesarios procesos deampliacin de derechos.

    La segunda seccin la hemos titulado Miradas de Coyuntura. Allencontrarn anlisis que intentan arrojar luz sobre algunos acontecimien-tos de nuestra historia reciente, realizados desde esta perspectiva que pre-sentamos, y que es la que ha animado nuestro debate y nuestras reflexio-nes en los distintos mbitos por los que transitamos.

    El primero de los artculos que componen esta parte, escrito por Diego

    Copello, analiza el conflicto desatado en marzo de 2008, a raz de la pro-puesta de cambio en el rgimen de retenciones agropecuarias hacia un sis-tema de retenciones mviles plasmado en la Resolucin del Ministerio deEconoma n 125/2008. El anuncio de esta medida gener una enrgicareaccin de las entidades patronales agropecuarias, reunidas en la Mesade Enlace, que incluy lockout patronales, bloqueos de rutas, paraliza-cin de los transportes, con las lgicas consecuencias de desabastecimien-to y alza del precio de los productos alimenticios.

    Segn nos apunta el autor, la 125 se convirti en el catalizador de unaprotesta agraria sin precedentes en el pas, en torno a la cual distintos acto-

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    res polticos y sociales (desde la ciudadana hasta los partidos polticos ylos sectores del poder econmico ms concentrado) fueron tomando posi-cin, y que signific un duro golpe al gobierno que recin se iniciaba. Pero,lo ms importante, es que las consecuencias de este conflicto, los actoresque contribuy a aglutinar, y los nimos destituyentes que instaursiguen operando en estos das. Porque lo cierto es que el conflicto no se dioslo por la captacin de una renta extraordinaria, de un excedente eco-nmico, sino que termin disputndose la imposicin de una hegemonaque implicaba toda una concepcin de la poltica y un proyecto de pas.

    Ms cercano a estos das, el segundo de los artculos que componen estaseccin focaliza su atencin en uno de los debates pblicos insinuado ya

    en el anterior, pero desarrollado aqu en profundidad: el que opone a lossectores econmicos concentrados vinculados al mercado externo, quebregan por la devaluacin de la moneda nacional como estrategia de trans-ferencia de ingresos desde los sectores trabajadores y valorizacin finan-ciera del capital, frente a la estrategia gubernamental que propone medi-das heterodoxas alternativas a la devaluacin drstica.

    Lejos de toda consideracin simplista, Julia Strada y Hernn Lechter sit-an las disputas econmicas en el centro de los desafos democrticos nacio-

    nales, ya que se vinculan con aquello que veamos como la gran ausente delas discusiones en torno a las condiciones de posibilidad (de existencia ytambin de consolidacin) de nuestras democracias; esto es, la definicindel tipo de patrn de acumulacin dominante, con la relevancia que tieneen cuanto a la generacin de riquezas y distribucin de excedentes.

    Desde esta perspectiva, se analizan diversas decisiones de poltica eco-nmica del primer mandato de Cristina Fernndez, entendindolas como

    formas de incremento de la autonoma relativa del Estado frente a las frac-ciones de clase dominante. Y para ello, se recurre tambin al estudio de lareconstitucin del frente devaluacionista en dicho perodo, con semblan-zas a aquella alianza poltico-social constituida en 2002, que pugn por ladevaluacin como salida a la crisis para conformar un nuevo patrn deacumulacin excluyente. Pero la razn y la importancia de este anlisisradica en que el accionar de estos grupos concentrados lejos est de haber-se agotado, al contrario, hoy en da seguimos observando con claridadel

    deseo de subsumir el poder poltico a los intereses econmicos, a partirde la tentacin de devaluar como mecanismo para insertar competitivi-

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    dad en las fracciones exportadoras y de mayor rentabilidad en el nuevoesquema macroeconmico, lo que confronta con la voluntad del gobier-no de evitar lo que, de realizarse, supondra un duro golpe al bolsillo delos trabajadores.

    Finalmente, en la tercera seccin se analizan algunas polticas pblicas,de las muchas que hemos visto implementarse en estos ltimos diez aosy que mereceran ser tambin difundidas, analizadas, debatidas y enrique-cidas, no menos que aquellas que aqu hemos escogido considerar.

    Marisol Gonzlez nos ofrece una exhaustiva revisin de las agendas deCiencia, Tecnologa e Innovacin (CTI) desde el retorno a la democracia,

    relevando las principales caractersticas de las polticas implementadas enel rea. La autora estudia las polticas de CTI a partir de una concepcindinmica, donde intervienen actores y agentes pblicos imbuidos de lgi-cas no slo diferentes sino a veces contradictorias, y actores extra-esta-tales pero con capacidad de incidencia en la conformacin de las agendas,tales como movimientos sociales, organizaciones de la sociedad civil yorganismos internacionales. Y entiende que su evolucin ha sido marcadatanto por las distintas circunstancias poltico-econmicas que han signado

    los gobiernos (de las cuales, la capacidad de financiamiento de tales pol-ticas no es un dato menor), como fundamentalmente por las concepcionespoltico-ideolgicas de cada uno de ellos gobiernos, que hizo que durantelos aos de hegemona liberal este sector se viera relegado, favoreciendola iniciativa privada y contribuyendo a crear un mercado privado de cien-cia y tecnologa. Desde 2003, por el contrario, se han registrado avancesimportantes en las polticas que buscan intervenir en el rea de CTI, se han

    realizado ejercicios de prospectiva novedosos, se han elaborado planes demediano plazo que sirven de marco para las acciones especficas a serimplementadas y adems, a partir del 2007, nuestro pas posee unMinisterio de Ciencia, Tecnologa e Innovacin Productiva (MINCyT), loque da cuenta de la importancia que el gobierno le asigna al rea.

    Y desde un posicionamiento que refuerza la necesidad de situar los plan-teos y decisiones de poltica en el rea de ciencia y tcnica en el marco delos problemas y urgencias propios de nuestra realidad nacional y regional,

    Marisol nos alerta acerca de los riesgos de importar soluciones pensa-das para otros contextos, y nos invita tambin en este campo, a reinventar

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    los marcos tericos en funcin de los imperativos locales: En ese senti-dodiceformular teoras autctonas, que pongan en evidencia las rela-ciones de poder y puedan situar los fenmenos actuales en perspectivahistrica es un esfuerzo que merece el compromiso intelectual y poltico.Es, en ltima instancia, una forma de contribuir a la permanente cons-truccin y consolidacin democrtica.

    A continuacin, Mara Florencia Daz Rojo y Alejandro Castagno reali-zan un anlisis de la implementacin del Programa Jvenes por Ms yMejor Trabajo en la ciudad de Rosario. Reflexionando a partir de las par-ticularidades de la siempre difcil insercin de los jvenes en el mundo deltrabajo, y de la complejidad an mayor que esto asume cuando se trata de

    poblaciones que han sufrido privaciones y desafiliaciones de todo tipo,recorren las principales caractersticas de las polticas que se han imple-mentado desde la dcada del 90, que es cuando esta problemtica se con-figura como tal y se instala en la agenda pblica.

    Sobre esta base, describen minuciosamente los componentes delPrograma Jvenes con ms y mejor Trabajo, programa desarrollado por elMinisterio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nacin, y llevadoadelante en conjunto con Municipios, Comunas, Universidades y

    Organizaciones de la Sociedad Civil a largo de todo el territorio Nacional.Y luego centralizan su atencin en el caso de la ciudad de Rosario, inten-tando visualizar las peculiaridades que su implementacin asumi aqu,sus problemas de aplicacin, sus alcances, logros y limitaciones.

    Y por ltimo, Erika Beckmann propone retomar los debates en torno aaquello que llamamos la cuestin social, su definicin, su contenido, yla importancia que tiene esta disputa siempre abierta por su sentido en

    la estructuracin de la Poltica Social. Para pensar este campo de las inter-venciones sociales del Estado, propone recuperar algunas de sus nocionesfundantes, como son las de trabajo, necesidades y derechos. Luego, sobreesta base, analiza las transformaciones que sufrieron las polticas socialesa partir de la hegemona neoliberal, que quebraron la lgica y patronesbajo las cuales se haban desarrollado histricamente, y redundaron en unaremercantilizacin de las necesidades (y con ellas, de la vida) y una des-universalizacin en su cobertura.

    Este derrotero comienza a ser revertido a partir del ao 2003, cuandoempiezan, paulatinamente, a recomponerse las capacidades e iniciativas

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    sociales del Estado, inaugurando un nuevo perodo que pondr nfasis enla necesidad de recomponer los mecanismos de proteccin social para lossectores ms vulnerables, afectados no slo por la pobreza sino tambinpor la informalidad laboral. En este marco, la autora analiza dos de lasmedidas ms importantes: la Asignacin Universal por Hijo paraProteccin Social y el Plan de Inclusin Previsional, que incorporaron a laSeguridad Social a vastos sectores de la poblacin hasta el momentoexcluidos, justamente, por haber estado erigidos sus mecanismos sobreuna lgica contributiva, y atados a la formalizacin del trabajo. Sin embar-go, la incorporacin de la universalidad o su pretensin convive con lalgica contributiva y la apelacin al trabajo y sus derechos asociados, lo

    que opera an hoy segn la autora como un fuerte condicionante de lafinanciacin y cobertura de la proteccin social, o al menos un interrogan-te acerca de su futura evolucin.

    * * *

    Como hemos mencionado, el planteo de este libro es resultado de largasreflexiones que hemos desarrollado fundamentalmente en el CEDeT y en

    la Facultad de Ciencia Poltica y Relaciones Internacionales de laUniversidad Nacional de Rosario, institucin en la cual nos formamos ypor la cual como estudiantes, graduados o docentes transitamos cotidia-namente. A todos nuestros interlocutores, a nuestros compaeros y alum-nos, a nuestros docentes, con quienes hemos intercambiado puntos devista; y a todos aquellos que con sus comentarios, preguntas u observacio-nes nos ayudaron a profundizar la reflexin, mejorar nuestros escritos o

    ahondar nuestras convicciones; a todos ellos y ellas, les queremos expre-sar nuestro ms sincero agradecimiento.Y finalmente, queremos agradecer tambin a la Facultad y a la

    Universidad, la posibilidad que nos brindaron de editar de esta publica-cin. Sin su apoyo La Democracia Argentina como Escenario de

    Disputa Hegemnicano hubiera sido posible.

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    PRIMERA SECCION

    Aportes conceptuales para repensarla democracia argentina

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    Diez tesis para una lectura poltica de la democracia argentina

    Oscar Madoery1

    Introduccin

    Al inicio del ciclo democrtico argentino en 1983, las Ciencias Socialesconcentraron su atencin en la transicin hacia sistemas institucionalesestables que pudieran reemplazar los regmenes dictatoriales del pasado.La calidad de las instituciones, el clientelismo, las ciudadanaspasivasodebaja intensidadfueron temas recurrentes al evaluar las condiciones deposibilidad de la democracia.

    Sin embargo, la focalizacin institucional pas por alto la profundiza-cin de un rgimen de acumulacin concentrador y excluyente, durante

    los aos de la dictadura cvico-militar, que ha operado como un fuerte con-dicionamiento democrtico. Ese sesgo ha estado presente en los treintaaos de nuestra renovada democracia. Y se traduce en una disputa polti-ca entre proyectos opuestos de sociedad, que se diferencian en trminos depatrones de acumulacin, perfiles institucionales y modelos culturalespredominantes y por el rol que asumen los principales protagonistas delsistema social y poltico.

    Proyectos que no estn plenamente conformados, ni son siempre visi-bles, sino que expresan construcciones sociales que pueden avanzar noslo por su fuerza interior, sino tambin en funcin de circunstancias decontexto. Que reflejan una tensin abierta entre una democracia de privi-

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    1 Postdoctorado en Ciencia Poltica (UFRGS). Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Master en Ciencias Sociales, Facultad

    Latinoamericana en Ciencias Sociales (FLACSO). Docente titular de la ctedraEspacio y Sociedady del Seminario La Economa

    Social en los Proyectos Polticos Latinoamericanos, Facultad de Ciencia Poltica y RRII (UNR). Director de la Maestra en Desarrollo

    Local de la UNSAM y del Centro de Estudios Desarrollo y Territorio (CEDeT, UNSAM-UNR). [email protected]

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    legios, donde los intereses de las mayoras se subordinan a los poderescorporativos, o una democracia de igualdades, donde los derechos y lasnecesidades del conjunto de la poblacin y especialmente de las mayoraspopulares son prioritarias. Para avanzar en esta lnea argumental, se pro-ponen diez tesis polticas para el debate democrtico, que abren caminosinterpretativos e invitan a la discusin.

    Primera: la nocin de orden poltico como pauta metodolgicaLas sociedades conforman rdenes polticos, en una amalgama de aspec-tos econmicos, culturales, institucionales, axiolgicos, ambientales, etc.

    Las temporalidades largas van ms all de las coyunturas, y expresan unacombinacin de variables y dimensiones que no presentan los mismos rit-mos y que provocan desenlaces diferentes, cambios en los contextos, cli-mas de poca que marcan prioridades y tendencias.

    Algunas teoras enfatizan una dimensin de lo real como factor explicati-vo de las capacidades de desarrollo de una sociedad: o son las estructuraseconmicas, o las reglas institucionales o las pautas culturales las que pre-dominan. Cada uno de esos campos, define un nivel sobre el que se estruc-

    tura un orden poltico: un nivel estructural, que remite a las pautas de apro-piacin/acumulacin/distribucin social;un nivel institucionalque remitea las reglas de juego vigentes y el entorno institucional que regula lo social;y un nivel situacionalque remite a las pautas de accin social predominan-tes en la sociedad. Todas estas categoras ostentan un fuerte potencial anal-tico, aunque pueden resultar insuficientes tomadas individualmente, porquereconocen un nivel de la organizacin social condicionando a otros, como

    sealan, entro otros, Alford y Friedland (1991) y Wallerstein (2003).Como aqu es entendido, el orden poltico pretende ser una categoracomprehensiva, que atiende las variadas dimensiones de anlisis en losque se expresa la realidad social en cada momento histrico y que condi-cionan el campo de lo posible. Sus pilares bsicos tienen que ver con larespuesta a interrogantes sencillos y a la vez profundos: qu hace unasociedad para darse sustento y cmo reparte los frutos de ese esfuerzo;cmo se organiza para vivir colectivamente y para qu se organiza, cul es

    su sustrato valrico. Por ejemplo, si un orden favorece laconcentracin/centralizacin del capital en contra de la redistribucin y la

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    La democracia argentina como escenario de disputa hegemnica

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    Segunda: La ilusin de la democracia subordinando al capitalismoNo es posible analizar los primeros aos de gobiernos democrticos sinconsiderar los condicionamientos corporativos, a partir de la conforma-cin de un nuevo patrn de acumulacin de valorizacin financiera(Basualdo, 2011), que con desregulaciones, desindustrializaciones y pri-vatizaciones, y un protagonismo creciente del mercado como espacioordenador de las relaciones econmicas fundamentales, se haba iniciadoen aos anteriores y se consolidar en las primeras dos dcadas democr-ticas, hasta estallar en la crisis de 2001.

    A partir del golpe de 1976, se producirn importantes cambios en nues-tro pas, dentro de un marco de fuertes transformaciones en el escenario

    internacional. Las nuevas condiciones de dominacin imperantes se carac-terizaron por la represin generalizada, constante degradacin del nivel devida popular, desindustrializacin y achicamiento del mercado interno,que provocaron graves secuelas en los sectores subordinados, como mayormarginacin social y desocupacin.

    El nuevo patrn de acumulacin modific tanto las relaciones tcnicascomo las relaciones sociales de produccin vigentes. Ello implic impor-tantes cambios en los sectores dominantes, con el advenimiento de unnuevo bloque social, compuesto por las fracciones ms concentradas ydiversificadas de la burguesa local y extranjera. Ese bloque tena origenen diferentes etapas histricas: durante la vigencia del modelo agroexpor-tador, durante la sustitucin de importaciones, durante la segunda etapasustitutiva, o durante el ciclo neoliberal; y estaba compuesto por unadiversidad de sectores y procedencias: negocios agropecuarios, negociosindustriales, inmobiliarios, servicios financieros, capitales nacionales,

    capitales extranjeros, etc.Pero el dato ms relevante es que haba logrado diagramar una nuevarelacin Estado-economa que vinculaba estrechamente el funcionamien-to estatal a sus propias necesidades y dinmicas, a travs de diferentesesquemas de transferencias pblicas: cesin y adjudicacin de tierras,mecanismos de promocin industrial, privatizaciones, poltica de compraspblicas, nacionalizacin de deudas privadas, etc. No obstante ello, sucomportamiento fue histricamente paradjico: proclamaban un discurso

    monetarista, antiestatista, al tiempo de expresar una modalidad de repro-duccinparasitariadel Estado, y una cultura demandante y especulativa,

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    rentista y patrimonialista (Madoery, 1990).Tal fusin entre aparato estatal y monopolios econmicos disolvi toda

    supuesta condicin moderna de autonoma relativa del Estado respecto defracciones, grupos, clases y sectores que componen la sociedad. La delimi-tacin y el reparto de los mercados entre los grupos, implicaba que organis-mos pblicos y aparatos estatales especializados funcionasen como espaciosde realizacin y puja de intereses privados. El sector pblico operaba comoun enorme espacio de disputa y reparto de parcelas de poder, donde el triun-fo sectorial se consagra con el control de una porcin del aparato estatal.

    El clima de poca se completaba con un cuestionamiento ideolgico a lalegitimidad y eficacia estatal, y la presentacin del dficit pblico como

    mximo responsable de los problemas que atravesaba la sociedad. Estaoleada neoliberal antiestatista, amplificada desde los medios de comuni-cacin, logr penetrar en partidos polticos y en organizaciones sindicales,sintetizando un criterio predominante durante toda la transicin democr-tica: cualquier reforma tendiente a garantizar mayor eficiencia en la eco-noma argentina, pasaba por la reduccin del rol del Estado.

    El gobierno radical inicia su gestin en 1983, con ciertos lmites de apre-ciacin respecto del papel de los sectores ms concentrados de la econo-

    ma, los medios de comunicacin, las cpulas empresariales, sindicales,clericales, militares, etc. Luego de la oscura noche militar, probablementeningn sector poltico contaba con un diagnstico adecuado de la situa-cin real del Estado y la sociedad. La necesaria priorizacin en temas ins-titucionales, no resultaba suficiente para disciplinar a actores de poder sindisposicin a aceptar reglas de juego no impuestas por ellos mismos.

    Sin embargo, la relacin que se establece con el bloque de poder econ-

    mico/corporativo/comunicacional ofrece un cauce explicativo respecto delos condicionamientos de los gobiernos democrticos y de su disposicina confrontar para establecer nuevas bases democrticas y sociales. Toda lagestin radical estuvo envuelta en una tensin: la disputa entre el intersgeneral, apriorsticamente situado en las instituciones de la repblica ylos intereses autoritarios que se expresaban en diferentes grupos y corpo-raciones. La gran tarea reparadora abrira el trnsito desde una Argentinacorporativa y autoritaria hacia otra democrtica y pluralista. Pero en la

    Argentina post-dictadura, los intereses sectoriales no solo estaban situadosa nivel de corporaciones sectoriales, sino enquistados en un Estado coop-

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    tado por las fracciones ms concentradas del capital, por los llamadospoderes fcticos. Y sta sigue siendo una de las principales tensiones de lademocracia argentina.

    La relacin del gobierno radical con el nuevo poder econmico tran-sit por diferentes momentos: desde diciembre de 1983 hasta el PlanAustral (junio, 1985), hubo un perodo deautonoma declamada. La ges-tin econmica de Bernardo Grinspun, intent priorizar la distribucin delingreso y endureci la posicin argentina en relacin a la deuda externa.Su intento de aumentar los salarios reales tuvo una inmediata respuesta deestos grupos a travs de una escalada inflacionaria, favorecida por unaestructura monoplica en los principales mercados. El gobierno impuls

    negociaciones patronales con cmaras empresarias (CAME, UIA), que nonecesariamente expresaban el sentir de estos grupos, y que no dieronmayores frutos.

    Entre el Plan Austral y el Plan Primavera (setiembre de 1988), predomi-naron polticas acordadas. El gobierno vir su nfasis en la distribucinhacia el problema de la acumulacin de capitales. El nuevo equipo econ-mico dise un modelo de modernizacin econmica que contemplaba a

    estos grupos como la fraccin ms dinmica de la burguesa. As, preten-di situar un espacio de negociacin poltica con estos sectores (el GrupoMara) y acord una serie de polticas con los llamados Capitanes de la

    Industria: Plan Houston, integracin con Brasil, primeras privatizaciones,compras del estado.

    Comienza a plantearse la necesidad de una reforma del Estado, basadaen criterios de modernizacin, privatizacin y desregulacin, abonando la

    idea de unaquiebra virtual del estado,traducido en dficit pblico, exi-guas reservas en el Banco Central, virtual cesacin de pagos ante organis-mos internacionales, dificultades de recaudacin impositiva, etc. Pero estoera visto predominantemente como un problema contable, ms que comoel emergente de un esquema de poder conformado a travs de un conjun-to de ramificaciones radiales con eje en el aparato estatal. Ello qued plas-mado en un proceso que no pretendi revertir esa situacin de poder, sinoordenarla, legitimarla.

    De all en adelante, hasta inicios del ao 1989, se da un perodo de ten-sin entre el gobierno y el bloque de poder que se traduce en el fracaso

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    con desocupacin; y homogeneizar un sistema bipartidista que convalida-ra e instrumentara estas polticas; los dos partidos centrales que confor-man el sistema poltico se incorporan a la rbita de los sectores dominan-tes, descabezando, de esta manera, al resto de los sectores sociales (trans-formismo poltico) (Basualdo, 2011:73 y ss). La comunidad de negociosse amparaba en una mutua necesidad: los GE reconociendo la mayor capa-cidad econmica y financiera de los agentes externos, y stos reconocien-do el mayor conocimiento local y la alta capacidad de penetracin en laspolticas pblicas por parte de los GE (Ibidem, pg. 83).

    Durante los aos de Menem continuaron los tradicionales esquemas detransferencia hacia el capital concentrado y surgieron nuevas variantes

    ligadas a los activos pblicos. Y laconvertibilidad monetariasupuso lanecesidad de obtener supervit presupuestario o de buscar fuentes alter-nativas de financiamiento, para hacer frente a los compromisos de ladeuda pblica, aumentado an ms el endeudamiento. Estos factoresinfluyeron en el aumento de la tasa de inters, disminuyendo la competi-tividad de la actividad productiva. Lo mismo ocurri con la poltica tribu-taria, que pas a tener un comportamiento procclico, ya que la estructu-ra tributaria se encontraba estrechamente ligada al nivel de actividad eco-

    nmica, por la importancia relativa del IVA. Esto ocurri en el ao 1995y desde el ao 1998 hasta 2001.

    Por su parte, los flujos financieros ingresados (excepto los destinados aadquisicin de empresas pblicas privatizadas y mercados cautivos) secaracterizaron por su alta volatilidad (naturaleza cortoplacista), emigrandoante variaciones al alza de la tasa de inters internacional, como ocurri en1994. Argentina no implement instrumentos de monitoreo, control o rea-

    seguro sobre los movimientos de capitales internacionales, aumentando suvulnerabilidad ante presiones especulativas, y aumentado consecuentemen-te el riesgo pas y la dependencia de los organismos financieros interna-cionales. El resultado fue la prdida de capacidad autnoma para definirnuestras propias polticas financieras (Cafiero, 1995:120).

    Otro aspecto importante de la valorizacin financiera tuvo que ver conla resignacin del ahorro interno. Como gran parte de la operatoria del sis-tema financiero en la Convertibilidad se encontraba desregulada, exista

    libertad absoluta de cambiar pesos por monedas extranjeras y no existaningn tipo de barrera al ingreso y salida de capitales. De este modo, la

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    poltica financiera perdi autonoma, ya que una porcin del ahorro de lasociedad se encontraba fuera del control de las autoridades. El ahorrointerno pas a tener un comportamiento similar a los flujos financierosexternos, de naturaleza especulativa.

    A su vez, la cada vez ms desigual distribucin de los ingresos agrav eldficit fiscal, por el lado de la baja recaudacin impositiva, ya que los sec-tores de ingresos altos y concentrados presentaron capacidad de eludirla presin impositiva(a travs de la utilizacin de regmenes especiales dedesgravacin y, algunos sofisticados, de diferimiento impositivo quetuvieron permitido, va la remisin de utilidades al exterior y eventual-mente su regreso al pas por medio de aplicaciones financieras y bursti-

    les exentas de impuestos), al tiempo que los sectores ms castigados porla recesin/depresin reinante pagaron impuestos no eludibles, como elIVA o los aportes sociales.

    El dficit fiscal, a su vez, potenciaba la desigualdad de ingreso obligandoa ajustes permanentes que operaban sobre la economa interna en la formade reduccin de salarios, menores jubilaciones. Se cre as un crculo vicio-so, con efecto redistributivo concentrador adicional, produciendo unaprdida de ingresos de la clase media y de los sectores bajos respecto del

    nivel superior de ingresos y de los bajos respecto a los sectores medios.Todos estos condicionantes se enmarcan en un contexto donde la depen-

    dencia financiera haba tomado una relevancia significativa respecto de losdems factores de crecimiento. Ante la crisis fiscal, Argentina respondicon mecanismos de anulacin de Estado, de prdida de soberanas instru-mentales: la desregulacin signific prdida de capacidad de control desectores y empresas; las privatizaciones, prdida de instrumentos de pro-

    duccin y circulacin de bienes y servicios; con la poltica tributaria seperdi capacidad de intervencin anti-cclica en la economa; la polticafinanciera desregulada incentiv la fuga de capitales y la prdida de auto-noma financiera, la volatilidad de los depsitos y el riesgo pas, la polti-ca previsional privatizada represent un fuerte desfinanciamiento delEstado y la poltica de endeudamiento discrecional, el abuso especulativode los sectores ms concentrados de la economa.

    Las consecuencias fueron evidentes: ante el estrangulamiento de la capa-

    cidad de pago camos en default, con la poltica de ajustes se favoreci larecesin, la poltica financiera descontrolada devino en el corralito; la

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    estructura impositiva favoreci la concentracin del capital. La devalua-cin - pesificacin, mantuvo inicialmente el predominio de la lgica finan-ciera y la subordinacin corporativa del Estado, ya que se trat de un cam-bio de precios relativos sin los reaseguros redistributivos, compensadores.Por lo tanto, aument la brecha social.

    El Estado argentino y sus instituciones dejaron de ser espacios de reali-zacin social, porque carecan de cobertura y contencin para amplios sec-tores de la sociedad que haban quedado fuera del alcance de la accinpblica, a merced de sus posibilidades. Pero como un rasgo endmico deun capitalismo tardo, perifrico y rentista, seguan siendo espacios asig-nadores de recursos para los sectores ms concentrados del capital, que

    obtenan sus ganancias extraordinarias de reglas de juego generadas ygarantizadas por la accin de los gobiernos. La rentabilidad de los gana-dores vena de la mano de valorizacin financiera o de mercados cautivos,no de la competencia en el mercado, mientras, la liturgia de la competiti-vidad operaba como dogma.

    El ciclo neoliberal tambin signific la consolidacin de un modelohegemnico de transformismo poltico, traducido en cooptacin del siste-ma poltico e institucional, el reemplazo del militante por el operador pol-

    tico, y la internalizacin de pautas individualistas en el conjunto social.

    Cuarta: La crisis como modo de resolucin de disputas socialesArgentina inicia el siglo XXI de un modo turbulento, con una crisis eco-nmica de una profundidad indita en nuestra historia y una situacinsocial desesperante. Institucionalmente, la democracia estaba sometida a

    una prueba de estabilidad y fortaleza. En la base de toda esa situacin, loque estaba colapsando era un modelo de fundamentalismo especulativo ysociedad de exclusin. Un ciclo histrico que alter el sentido mismo dela vida, reemplaz el valor del trabajo por la especulacin, el valor de lasolidaridad, por el egosmo y el descompromiso; el sentido de ascenso einclusin social, por la exclusin/marginacin social creciente.

    La retirada de la presencia activa del Estado en la economa no habagenerado homogeneidades sino, por el contrario, fuertes desequilibrios

    sociales y territoriales. Se debilit aquel rol fundacional de compensadorde asimetras y progresivamente se debilit su papel distribuidor que se

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    meditico. Si a partir de 1980 se haba consolidado la valorizacin finan-ciera, un nuevo salto en la rentabilidad de grupos nacionales se haba pro-ducido entre 1984 y 1988, que an era menor que la de las empresas pbli-cas, aunque mayor que la de las extranjeras que repatriaban ganancias. Portanto, los grupos econmicos nacionales no ejercan aun el predominio enforma directa en el ncleo empresario; lo logran entre 1990 y 1995 (hege-mona poltica ms predominio econmico). Luego, durante el perodo1995-2000, se produce una meterica cada de las ventas de los GE, queresignan liderazgo econmico en manos de empresas extranjeras, por dis-minucin de sus empresas vinculadas y controladas. Pero ello obedeci auna transferencia de activos para obtener renta financiera, con significati-

    vas ganancias patrimoniales y remisin al exterior y una mayor concentra-cin de sus empresas en actividades primarias. Tal resignacin econ-mica no signific debilitamiento de su hegemona poltica, por el contra-rio, los primeros gobiernos de la post convertibilidad representaron un rea-comodamiento de fuerzas polticas que garantizaran el predominio de losgrupos dominantes.

    Se inicia un nuevo ciclo en el que los ganadores del nuevo escenario eco-nmico y social (los grupos econmicos nacionales), apoyan un tiempo

    poltico de reconstruccin de la trama institucional y de cierta reconstitu-cin del tejido social lascerado.

    Este esquema transit por el primer perodo post-convertibilidad yapoy en inicio de lo que se consideraba un nuevo ciclo institucional,basado en una poltica econmica de crecimiento con inclusin moderada.Tal esquema iba a tensionar paulatinamente con un nuevo espacio polti-

    co social que emerga de esas circunstancias, aunque aspiraba a correr lasfronteras del cambio social.

    Quinta: El trabajo como centro de un nuevo proyectoDesde mediados de la dcada del cuarenta hasta mediados de los setentadel siglo pasado oper, con matices segn perodos, un modelo de fuerteinclusin social a travs de la promocin del crecimiento y el bienestar

    social. Aquel orden social utilizaba los pactos y acuerdos polticos entreactores corporativos y centralizados, como instrumento de regulacin del

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    conflicto; la distribucin del ingreso y la poltica social expansiva comomedios de dignificacin social; la accin del Estado como herramienta dedinamizacin econmica; y la sustitucin de importaciones como pauta deindustrializacin. Un modelo de desarrollo construido sobre una particu-lar articulacin de Estado protector, economa regulada y sociedad menosdesequilibrada.

    Predominaba una lgica productiva, exista (de hecho y, a veces, de mane-ra expresa) una alianza corporativa entre burguesa nacional y asalariados,debido a que el proceso de acumulacin de capital estaba vinculado a laexpansin del mercado interno y converta al salario en factor de demanda,al menos para los sectores de la entonces llamada burguesa nacional.

    El orden social emergente de la dictadura iniciada en 1976 limit el accio-nar del Estado, que secuencialmente fue afectando las polticas redistributi-vas (salud, educacin, asistencia social, promociones, subsidios), los nivelesde inversin pblica, los activos estatales a partir de las privatizaciones, lossalarios pblicos, culminando con la eliminacin de la contencin socialms elemental. Ello profundiz paralelamente la crisis del Estado como ges-tor social y aumentaba la desconfianza ciudadana en la capacidad pblicapara responder eficazmente a sus demandas. Con el nuevo mapa de poder se

    rompa una alianza social y un determinado consenso econmico. Se termi-naba un modelo en las relaciones estado/sociedad que supo estar en condi-ciones de garantizar certezas a la poblacin: certeza del empleo, certeza dela proteccin social, certeza de la cobertura sindical. El nuevo orden socialse estructur sobre la base de una subordinacin de la poltica al poder eco-nmico concentrado y el rol protagnico del mercado impuso una compren-sin de los individuos en tanto consumidores desarticulados, volcados al

    mbito privado, antes que como ciudadanos.Esto es lo que intenta modificarse en 1983, con las consecuencias yasealadas y que se retoma veinte aos despus, representando el mayorcambio cualitativo de la nueva experiencia de gobierno. Se comienza atransitar el camino de una sociedad basada en el conocimiento y el traba-jo, por ende inclusiva, y formulada como alternativa civilizatoria a lasociedad del mercado (Godio, 2007).

    A partir de 2003, se inicia un nuevo ciclo que revierte la lgica del ajus-

    te estructural de la economa y la sociedad argentina. Las bases inicialesdel nuevo modelo estuvieron dadas por un tipo de cambio alto, la preemi-

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    nencia de actividades basadas principalmente en la explotacin de recur-sos naturales y en la exportacin de productos primarios y manufacturasde origen agropecuario. Asimismo, se produce una fuerte recuperacin dela actividad industrial que sustituye importaciones de la mano de la utili-zacin de la capacidad instalada y, en menor medida, de nuevas inversio-nes. La evolucin del empleo y de las remuneraciones indujo a una impor-tante reduccin de los ndices de pobreza e indigencia y la elasticidadempleo-producto promedio en estos aos alcanz niveles altos que no sehaban dado en otras fases expansivas (Kosacoff y otros, 2007). El cambiode ciclo permiti la re-dinamizacin de actividades productivas capitalintensivo y actividades mano de obra intensiva, aunque con dosis durade-

    ras de informalidad en el empleo generado y dificultades de empleabilidadde trabajadores que haban perdido capacidad profesional. Adems, elproceso se fue dando con persistencia de bolsones de exclusin y brechasde bienestar entre diferentes sectores sociales.

    El renovado clima econmico y social permiti una recuperacin del valordel trabajo y una reduccin de la incertidumbre que enfrentaban los emple-adores respecto del sostenimiento del proceso econmico. Tambin un inci-piente proceso de recuperacin de la autoestima colectiva que resultaba una

    plataforma adecuada para la reversin sustantiva de un ciclo histrico dems de dos dcadas de decadencia econmica, institucional y social.

    Uno de los mayores logros de la experiencia de gobierno iniciada en elao 2003, es el claro rol asignado al trabajo en la estrategia pas. Argentinainicia un proceso de mayor proteccin a los trabajadores, y el Estado vuel-ve a hacerse presente a travs del reforzamiento de la legislacin laboral yde implementacin de polticas del mercado de trabajo. Se vuelve a vin-

    cular el trabajo con la produccin, algo que el ciclo de fundamentalismodel capital haba lesionado fuertemente.La experiencia del 2003 al 2009 muestra que las polticas activas de

    empleo presentaron secuencias acumulativas: as como en el ao 2003, laprioridad fue atender los efectos ms inmediatos de la crisis en un escena-rio de emergencia social, transfiriendo ingresos a desocupados, a partir delao 2004 y fundamentalmente desde el ao 2006, las polticas se enfoca-ron hacia la calificacin y la calidad del empleo, en una estrategia enfoca-

    da en articular sectorial y territorialmente las polticas activas de empleo.En el perodo 2008-2009, la prioridad pasa a ser compensar efectos de la

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    crisis internacional, por un lado y en generar oportunidades de inclusinlaboral y social de los jvenes, por el otro. De este modo, las polticas hanido mutando paulatinamente de un contenido asistencial-social a uno deinsercin laboral y productiva, en una secuencia acumulativa que implicaque en cada etapa se asume un nuevo desafo, manteniendo las actuacio-nes que se venan desplegando. La estrategia ha sido de saltos cualitativosen los programas y no de cambios de rumbo; y ello es propio de una expe-riencia que se construye desde la misma prctica comprometida, en unproceso gradual de mejora y profundizacin de la poltica de empleo.

    En todo ese transitar hubo polticas generalistas, propias de un escena-rio de emergencia social, como fue el Plan Jefas y Jefes de Hogar

    Desocupados. Luego, a medida que la situacin econmica y social delpas iba mejorando, la estrategia se fue orientando a polticas de focaliza-cin, un cambio que empieza con el Seguro de Capacitacin y Empleo yse consolida con el Programa Jvenes. La praxis se fue construyendo conpermanentes incorporaciones de nuevos objetivos, sosteniendo una com-binacin de dinamismo productivo + institucionalidad laboral + protec-cin social (Novick y otros, 2007), como los pilares que estructuran todala poltica del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social desde el

    ao 2003 a la fecha. Para ello se utilizaron polticas universales y espec-ficas, sectoriales y territoriales, pasivas y activas; en un trnsito de la con-tencin a la capacitacin de las personas, de la cantidad a la calidad delempleo, del acompaamiento al compromiso de sindicatos, empresas, uni-versidades y gobiernos municipales y provinciales.

    Las polticas implementadas presentan un alto valor situacional, en trmi-nos de su permanente correspondencia con la realidad econmica y social

    argentina. Ello permiti responder a las sucesivas coyunturas de emergenciasocial, expansin productiva y crisis global. La experiencia se destaca porlos diversos criterios de articulacin de polticas utilizados: combinacin deiniciativas pasivas y activas de empleo, de estrategias sectoriales y territoria-les, de programas universales y focales, de formacin en competencias bsi-cas y especficas; de coordinacin con actores pblicos y privados.

    De este modo, queda en claro la concepcin predominante respecto delempleo y el trabajo: el empleo como un fenmeno social impulsor de cre-

    acin de riqueza en una sociedad, proveedor de ingresos para las personase instrumento de progreso social y no solo como una relacin salarial

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    (Mda, 2007); y el trabajo como un factor de inclusin, dador de identi-dad y de ciudadana (Tomada, 2007).

    Pero el ao 2008 represent un cambio de tendencia, debido al escena-rio de crisis internacional. Una serie de medidas contra-cclicas impulsa-das por el gobierno argentino, permitieron atenuar esos efectos y coloca-ron el sistema econmico en condiciones de rpida reaccin ante cambiosde contexto. Pero el nuevo tiempo histrico va a exponer con claridad quelos desafos pendientes no eran estrictamente de crecimiento econmico,que es un requisito indispensable para el desarrollo aunque no suficiente,sino de una praxis poltica capaz de integrar lo econmico, con lo social ylo laboral, para promover un esquema que permita el pleno despliegue de

    las capacidades de las personas y una posibilidad de vida buena para elconjunto de la poblacin.

    Sexta: El modo hegemnico oligrquico detrs de la economa neoliberalSi algo logr consagrar el fundamentalismo del capital reinante en las lti-mas dcadas del siglo XX en nuestro pas, fue la ideologa del dominio delmercado mundial, que termina reduciendo la globalizacin a una dimen-

    sin unidimensional (la econmica), que desvincula el espacio de la pol-tica y el espacio del mercado. La economa separada de los contextos pol-tico-institucionales y socio-culturales donde opera, como una variableindependiente y anterior al resto de las dimensiones sociales. Sobre esabase se han fundamentado histricamente tanto las creencias en recetaseconmicas universalmente vlidas, como enfoques de derrame queentienden que lo importante es garantizar el funcionamiento econmico

    ms all de sus consecuencias sociales y laborales.La diferencia entre el inicio del perodo democrtico y el comienzo delsiglo XXI, estuvo dada en que durante muchos aos el campo popular semantuvo disgregado y no lograba consolidarse en el plano democrtico,ya que las fuerzas polticas mayoritarias aparecan cooptadas por expre-siones neoliberales y/o conservadoras. Hoy, el escenario de lucha esdesde la movilizacin social, la decisin estatal y el acompaamiento depases vecinos. La innovacin histrica que expresa el proyecto inaugu-

    rado en 2003 en el escenario poltico argentino, fue la de recuperar todala fuerza nacional-popular del peronismo con sus banderas de inclusin,

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    autodeterminacin, movilizacin social y manifestacin callejera, altiempo de poner en vigencia banderas que tambin supo enarbolar elprogresismo ms sincero, como los derechos humanos y el reconoci-miento de las diversidades.

    En ese camino, la poltica democrtica fue adquiriendo una amplitud desentidos y de espacios a partir de mltiples expresiones: la sociedad civil, lasorganizaciones, la calle, convertidas en escenarios de pluralismo, de diver-sidad de voces, de emisin de significados. Lo poltico pas claramente aexpresarse ms all del rgimen de gobierno, en los sistemas de mediacio-nes entre sociedad civil y estado, en el conjunto de las relaciones sociales.

    Lechner (2002) sola hablar de la importancia de los estados de nimo

    colectivos en los desafos polticos que una sociedad se plantea. Si haycrecimiento, si hay trabajo, si hay expectativas, amplios sectores socialesse prestan a dar pasos ambiciosos, impensables en otra coyunturas.

    Pero en la arena poltica existe una dialctica de lo plural y lo binario(Mocca, 2012), donde lo diverso sintetiza en tensiones centrales y lo pol-tico gana primaca. No se trata de reducir la complejidad de lo real a unalgica binaria, sino de establecer la forma predominante que adquiere lalucha inter-hegemnica. Los sectores populares, para poder avanzar en la

    consolidacin de sus derechos, suelen canalizar mltiples demandas entrminos de opuestos: Braden o Pern, oligarqua-pueblo, poder popular-poder corporativo. Frmulas que expresan la contradiccin fundamentalen ese momento histrico, que visibilizan y condensan la lucha poltica.En trminos de Laclau (2013), es cuando el principio de autonoma de lasdemandas, se conjuga con el principio de hegemona, de direccin cultu-ral de la sociedadyconduccin poltica. Todo ello apoyado en unanueva

    base materialque permita una redistribucin equitativa de los frutos delesfuerzo social. Esto es lo que est nuevamente en discusin en la demo-cracia argentina contempornea.

    Est derrotado el proyecto neoliberal? Lejos de cualquier exitismo pro-vocado por un clima de poca de resistencia social a esas ideas, cabe recor-dar que el neoliberalismo es mucho ms que una receta econmica, por loque no se agota con el fin de la valorizacin financiera. Es una concepcindel mundo y de la vida que fomenta todas las variantes de acumulacin por

    desposesin (Harvey, 2004), y que profundiza la polarizacin social.Si bien su espacio social predominante es el mercado, su superacin no

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    relaciones sociales son entendidas prioritariamente como dilogo o convi-vencia, aunque en un sentido de convergencia de intereses. El conflicto esuna anomala social, no un modo inherente de relaciones sociales.

    El proyecto popular parte de una concepcin de primaca poltica, des-cree de la lnea de modernizacin y entiende que las razones de la diferen-ciacin social son histricas e implican una relacin de dominacin ysometimiento de unos a otros. La sociedad est constituida sobre la basede relaciones desiguales de poder y la lucha poltica es por imponer uninters particular sobre el conjunto social. La organizacin social es pre-dominantemente tensionada, porque los hombres son seres interesados yla evolucin de las sociedades se da fundamentalmente sobre la base de

    conflictos, de rupturas, de triunfos y derrotas sociales.Piensa en trminos de heterogeneidad estructural de las sociedades y en

    un sujeto fracturado (no pleno), que son los pueblos originarios, los con-denados, los movimientos sociales, los trabajadores, los otros. Y si sepostula la expansin de las subjetividades, de los niveles de concientiza-cin de personas y grupos, es porque pone en el centro del desarrollo a lossujetos, no a las estructuras. Piensa en trminos de diversidad de mundos,de pluri-verso de identidades (locales, regionales, nacionales) con tempo-

    ralidades, subjetividades y producciones alternativas. Necesariamentecuestiona los pilares sobre los que se asienta el sistema global y el condi-cionamiento que provoca en las sociedades nacionales y locales.

    Por ende, el fortalecimiento democrtico se produce desde la poltica,con la identificacin de un renovado frente de disputa hegemnica: poderpopular o poder corporativo. Democracia popular o democracia de privi-legios como horizonte de sentido; la democracia es el escenario del litigio

    entre una sociedad de privilegios (por ende, para minoras) o una sociedadde derechos (de mayoras). En ello confronta con la sociedad corporativa,que es una herencia de la matriz neoliberal; y entiende que las corporacio-nes de privilegios no son slo econmicas, tambin sindicales, judiciales,comunicacionales, policiales, etc.

    A lo largo de 30 aos de democracia, los dueos de medios de comuni-cacin, los sectores oligrquicos, los grupos econmicos concentrados,sectores de las fuerzas armadas y de seguridad, sectores de la cpula ecle-

    sistica, algunos jueces y cierta oposicin poltica, se han expresado pre-ferentemente en los recintos, en los espacios reservados. Por su parte, los

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    organismos de derechos humanos, los movimientos sociales, las organiza-ciones obreras, las organizaciones juveniles, los gobiernos con fuerteapoyo popular, ciertos sectores del poder judicial, grupos minoritarios dela Iglesia, se han expresado preferentemente en las calles, en los espaciospblicos. En la bsqueda por la construccin de hegemona popular, losespacios abiertos se configuran como mbitos democrticos relevantes.

    Pero el proyecto popular presenta lmites y cuestiones pendientes. Sibien recupera la relacin virtuosa entre trabajo, inclusin y educacin, nologra perforar el ncleo duro de pobreza y marginacin ni limitar la acu-mulacin concentrada en la cpula empresarial. Tampoco resuelve tenden-cias neo-extractivistas que se presentan en los proyectos de desarrollo de

    Sudamrica, en lo que va del siglo XXI, por citar slo unos ejemplos.En sntesis, hoy cotejan en el imaginario y la realidad nacional dos proyec-

    tos (con toda su carga de variaciones y contradicciones internas), apoyadosen sus respectivos bloques de poder que los sustentan. Son dos modosopuestos de significar la democracia, y como fue expresado en prrafosanteriores, no se trata de reducir complejidades a una opcin binaria, sino deremarcar los rasgos predominantes que adquiere la disputa hegemnica.

    El modo oligrquico es de acumulacin por desposesin, en su sentido

    ms integral adaptable a diferentes coyunturas. Esto incluye desde prcti-cas extractivistas, desplazamientos de poblaciones rurales, traspaso de acti-vos pblicos a sectores corporativos, valorizacin financiera, trabajo preca-rio e informal, subsidios pblicos, mercados protegidos de la competencia,circuitos ilegales, etc. Presenta un sesgo de instituciones cooptadas, a par-tir de procesos sedimentados de control de parcelas institucionales pbli-cas; interpreta la democracia como funcionamiento formal y previsible de

    las formas republicanas; su matriz cultural es restauradora, individualista ydesintegradora de lazos sociales; y ofrece una concepcin de la polticapermanentemente sospechada de corrupcin y contaminacin de lo social.

    El modo popular es de acumulacin productivista, que refuerza el vn-culo entre produccin y empleo, aunque presenta an una fuerte apoyatu-ra en el expansionismo sojero y prcticas extractivas en minera y petr-leo. Enfatiza la reconstruccin institucional, recuperando roles del Estado,apoyando medidas de gobierno en leyes. Como expresa una concepcin

    democrtica de litigio por ampliar los horizontes de igualdades sociales,suele provocar ciertos temblores en las pautas de funcionamiento repu-

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    blicano. Adeuda mayor claridad en su apuesta a la articulacin entre esca-las estatales: federal, provincial y local. Fomenta una cultura social inte-gradora, de compromiso con el otro. Su concepcin de la poltica esconstructiva, de herramienta para la vida, de experiencia de concientiza-cin y horizonte de transformacin liberacionista.

    Octava: El rol del Estado en la consolidacin de un proyecto hegemnico3

    Todo proyecto hegemnico se plasma en el Estado, que condensa unamatriz de poder en un momento determinado, que cristaliza en reglas dejuego institucionales y que construye realidad a travs de acciones de

    gobierno en interaccin (armnica o conflictiva) con la sociedad.El neoliberalismo nunca prescindi del Estado, sino que ha sido pilar en

    su construccin hegemnica: como garante de privilegios y transferenciade recursos pblicos a manos privadas. Tambin es pilar en la construccinde una hegemona popular alternativa, como responsable de la ampliacinde derechos, de la recuperacin de soberanas instrumentales, de una mayorconexin entre sociedad poltica y sociedad civil, de fijar horizontes deexpectativas y otorgar sentido colectivo de construccin poltica.

    La idea de Estado integral, defendida en mbitos acadmicos y polticos,rompe con la separacin moderna Estado y sociedad, que es hija del con-trato social. Ampla lo pblico en su diversidad, promueve el paso de loestatal a lo pblico, y se expresa en numerosas prcticas transformadoras.Aunque requiere algunas precisiones que permitan ver lo estatal ms allde la escala central, es decir en toda su dimensin territorial: federal, pro-vincial y local. No hay desarrollo integral sin Estado sano y fuerte en

    todos sus niveles, para que puedan desempear completamente sus funcio-nes en relacin a la sociedad y los territorios.Implica una nueva geografa de responsabilidades pblicas, donde

    el gobierno central asume nuevas y renovadas funciones, al tiempo quehabilita espacios de decisin y gestin a los mbitos provinciales y loca-les. No se trata de una perspectiva de suma cero (sacarle a uno para darlea otro), ni de debilitamiento institucional, como lo reflejaron algunas

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    3 Lo que sigue figura como consideraciones abiertas en el artculo de Ordoez y Madoery de este libro.

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    experiencias del pasado, de desconcentracin funcional orientadas porajustes fiscales; sino de suma positiva y fortalecimiento de lo pblicopara ampliar el campo de posibilidades de accin.

    El gobierno central es fundamental para promover y estimular el equili-brio y la equidad en todo el territorio nacional, el funcionamiento de lossistemas productivos locales, la sustentabilidad social y ambiental, elimpulso a la innovacin tecnolgica, la especializacin productiva ycomercial, la mejora en la diferenciacin y calidad de la produccin debienes y servicios, la organizacin institucional, la integracin regional.

    Tambin es el principal responsable de la solidaridad socio-territorial,con el impulso de polticas redistributivas de distinto signo.

    Por su parte, las ciudades, los territorios rurales y las micro-regionesprovinciales constituyen mbitos donde se ejercitan con mayor vigor lasdemandas y presiones sociales, donde se manifiestan y difunden los fen-menos de innovacin inclusiva, las experiencias de organizacin y profun-dizacin democrtica, de reafirmacin cultural y lugares donde surgenesfuerzos singulares de gobernabilidad y reivindicacin popular.

    A su vez, son espacios estratgicos para la articulacin entre actoresdiversos que permite exponer tensiones, canalizar conflictos y establecer

    acuerdos que impulsen transformaciones institucionales. El renovadoenfoque territorial otorga a los actores territoriales el protagonismo dedinmicas endgenas articuladas con lo nacional y provincial, pero prota-gonizadas desde lo local.

    El mito neoliberal del desarrollo sin Estado y sin poltica es resistidopor prcticas organizativas, productivas, comunitarias, expresadas en pro-yectos territoriales de identificacin y diferenciacin. Desde presupues-

    tos participativos hasta experiencias de economa social y solidaria, desdeel fortalecimiento de cadenas productivas hasta la promocin de mediosinnovadores, desde la implementacin de oficinas locales de empleohasta la creacin de agencias de desarrollo regional, desde la resistenciaa prcticas extractivistas hasta la formulacin de iniciativas ecolgicas,desde la movilizacin ciudadana hasta la formacin de agentes locales decambio. Todas ellas expresan sinergias pblicas, privadas y comunitarias;acuerdos institucionales; lugares de protagonismo, territorios de cons-

    truccin de poder popular.Por tanto, resulta imperioso incorporar en la discusin del Estado

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    ampliado temas clave como correspondencia fiscal, descentralizacin,regionalizacin y autonoma municipal. Ser necesario reconocer que losprocesos de desarrollo en democracia dependern crecientemente de laefectiva vigencia de estos principios. La ampliacin y superacin delmodelo tradicional de concepcin de lo estatal y de gestin pblica recla-ma adems, efectivos y novedosos instrumentos legales, administrativos yfinancieros. Este proceso permitir una mejor consolidacin de otrosmbitos de interaccin y de espacios polticos originales, con los quenecesariamente las polticas nacionales debern articularse.

    Pensar en trminos de Estado ampliado, es una manera distinta de hacerpoltica transformadora en Argentina, impulsada por fuertes liderazgos

    polticos y definida a partir de una doble articulacin (vertical y horizon-tal) que permita aumentar las capacidades organizativas, creativas,emprendedoras del pueblo; aprovechar las oportunidades del contexto;definir las estrategias territoriales y sectoriales; explicitar los conflictos ygestionarlos democrticamente. La Argentina est perfilando un nuevoproyecto de desarrollo, que revierte los pilares de la sociedad de mercadoy otorga primaca a lo pblico como valor y lo poltico como mbito detransformacin. La discusin de la matriz estatal-territorial de este proce-

    so, es parte de la agenda prioritaria de los tiempos por venir.

    Novena: Interrogantes nacionales y popularesDiez aos de una experiencia de base nacional, popular y democrtica,genera una serie de interrogantes, dificultades de entendimiento que surgende lo infrecuente de este tipo de circunstancias, preguntas abiertas que mar-

    can la riqueza de un tiempo de ebullicin. Disputas polticas encendidas sehan dado tambin en las experiencias del peronismo en el gobierno, tantodurante el primer peronismo y sobre todo, en los aos setenta, aunque conalcances diferentes y a veces con temporalidades ms urgentes.

    Una dificultad de entendimiento se produce cuando se priorizan miradasesencialistas respecto de un fenmeno poltico. En el seno del peronis-mo, eso se traduce en rigideces doctrinarias para algunos y desviacionesrespecto de la ortodoxia por el otro, donde cualquier modificacin de sus

    rasgos caractersticos implica su fin.Una lnea de interpretacin diferente surge de mirar los procesos sociales en

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    sus dinmicas y contradicciones, en su componente relacional, de entender lapoltica no como dogma sino como sino como expresin contradictoria detensiones sociales, de intereses sociales en pugna y como construccin denuevos horizontes de posibilidad. No se trata de mirar los hechos para des-cubrir su cercana o lejana con un tipo ideal, con una forma esencial, sinode analizar procesos histricos desde sus rasgos centrales, pero tambin desdesus mrgenes, sus zonas grises, sus paredes porosas, sus fronteras abiertas yen contacto con lo otro, lo diferente. Este parece ser un camino ms recomen-dable para interpretar el actual momento histrico que atraviesa el pas.

    En ese sentido, la pregunta sobre lo que representa el kirchnerismo esnecesaria. Algunas voces autorizadas ayudan a hacer un anlisis poltico

    sobre el alcance y el significado de esta experiencia de diez aos.Anomala es la interpretacin propuesta por Ricardo Forster4; para

    expresar que en los ltimos aos, la Argentina y Sudamrica entraron enuna espacialidad que las colocaba en un lugar diferente de lo que parecaestar ocurriendo en gran parte del mundo, ya que giraron hacia posiciona-mientos muy diferentes de los que hoy todava aparecen como los hege-mnicos en trminos de la etapa actual del capitalismo, con el dominioexponencial del discurso, la ideologa y la prcticas neoliberales.

    Otra idea es la deinvencinque propone Jos Pablo Feinmann, en rela-cin al comportamiento inicial de Nstor Kirchner5.Y otra variante msreciente, de lo nuevo, distinto e imprevisto la propone Jorge Alemn,comocontingenciaque brota de lo imposible6.

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    La democracia argentina como escenario de disputa hegemnica

    4 Forster,Ricardo,LaAnomalaArgentina,Aventurasydesventurasdeltiempokirchnerista.EditorialSudamericana,2010.Tambin

    en http://www.redaccionpopular.com/articulo/reportaje-ricardo-forster.5No soy yo, sedice. Soy un resultado. Llegu por Otroy gan por Otro. Llegu porque Otrome hizo llegar y gan porque Otrodeci-

    di huir. Entonces en esta feroz encrucijada, el Flaco toma la decisin de su vida. Decide inventarse. Sabe, como el hombre sartre-

    ano, que es nada. Pero sabe que esa nada le abre el infinito, la tarea vertiginosa de ser sus posibilidades, de elegirse, de darse el

    ser. El Flaco, entonces, inventa al Flaco. Un flaco como cualquier otro, Pagina 12, 31 de mayo de 2003.

    6 el kirchnerismo es la Contingencia que brota del pas Imposible de 2001. Es el suplemento Contingente que anuda los dere-

    choshumanos,losmovimientossocialessurgidosen2001yelperonismo...Precisamenteporqueelkirchnerismoloanudalpero-

    nismo cuando el pas se desintegraba es que el peronismo forma parte del kirchnerismo y no al revs... Es la contingencia que

    asume al peronismo para volverlo otra cosa.. Alemn, Jorge: Peronismo: kirchnerismo, en Pagina 12, 14 de enero de 2013. 7

    Gonzalez, Horacio (2011): Kirchnerismo, una controversia cultural, Ediciones Colihue, p.113.

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    Para Horacio Gonzalez7 el kirchnerismo encarna corrientes que estabandormidas y en espera en la historia. Una nueva matriz poltica quetiene ms de rupturas que de continuidades anunciando una nueva con-fluenciade familias ideolgicas argentinas: lo nacional popular con lasizquierdas. En sentido similar, Juan Jos Giani8 habla de las tradicionesque representa el kirchnerismo: la peronista (patria justa, libre y sobera-na), la liberal (derechos humanos), la setentista (Cmpora y la tendencia),la alfonsinista (enfrentar las corporaciones).

    Otro registro interpretativo, tal vez menos conocido, es el propuestopor Walter Mignolo, comodesprendimientopoltico en la toma de deci-siones econmicas9. Desprendimiento como rechazo a la asimilacin

    que propone la globalizacin neoliberal y derecho a la diferencia(Mignolo, 2010), a la pluralidad de caminos, que proponen muchosgobiernos sudamericanos, y componentes de ese tipo se encuentran en laalquimia kirchnerista.

    Un eje siempre necesario de interpretacin gira en torno al conceptode hegemona, ya que re-introduce la conflictividad a la poltica yreplantea viejas disputas a lo largo de la historia argentina. Laclau10 sos-tiene que la funcin de los lderes populistas no consiste, simplemente,

    en representar intereses de los sectores populares sino en constituir esosmismos intereses. Los procesos de representacin no son un segundomomento respecto a voluntades que los preceden, sino que las volunta-des mismas se constituyen a travs de una accin al interior de los pro-cesos representativos. Y la representacin como proceso constitutivo delo poltico, no tiene por qu ser representacin parlamentaria, puedehaber representacin a distintos niveles en los que se constituye el

    poder social. La poltica consiste, justamente, en administrar esta ten-

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    Aportes conceptuales para repensar la democracia argentina

    7Gonzalez, Horacio (2011): Kirchnerismo, una controversia cultural, Ediciones Colihue, p.113.

    8Giani, Juan Jos (2012): Filosofas del kirchnerismo, Editorial Paso de los Libres, Rosario.

    9 La desoccidentalizacin, irreversible, describe distintas maneras de desprendimiento poltico en la toma de decisiones econ-

    micas los procesos de re-nacionalizacin, hoy, ya no estn ligados a fundamentalismos ideolgicos del estado, sino a los pro-

    cesos irreversibles de desoccidentalizacion poltica en decisiones econmicas. La desoccidentalizacin es irreversible: la renaciona-

    lizacin de Repsol-YPF, April 17th, 2012, www.waltermignolo.com.

    10Ponencia enTecnpolis, 2012.

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    sin potencial y tratar de crear formas articulatorias, formas hegemni-cas, que vayan permitiendo sortear estos dos peligros. La hegemona seconstruye sobre la base material, la conduccin poltica y el consenti-miento cultural.

    Estas interpretaciones se complementan, no se excluyen, enriquecenel anlisis. Pero si tomamos al kirchnerismo como un amplio espacio deidentificacin socio-poltica, como un campo de lucha, retomandoimportantes tradiciones de pensamiento poltico, podramos identificaren su seno un tronco comn, pero tambin diferentes vertientes. Untronco comn que muestra algunos rasgos ntidos y que se presumemayoritariamente aceptado por quienes convergen en ese espacio de

    identificacin. La crtica al neoliberalismo como concepcin filosfica, poltica y eco-

    nmica y la crtica a la contaminacin que le provoc al movimientonacional y popular durante el transformismo poltico.

    El rol director del Estado en la economa (negociacin de la deuda,Banco Central, Nacionalizacin de AFJP); y su conexin y aperturahacia la sociedad civil.

    La integracin latinoamericana (Mercosur, Unasur, Celac), como aspira-

    cin de identidad histrica, como horizonte estratgico y como proyec-to de construccin de la Patria Grande.

    La centralidad del trabajo y recuperacin de un tipo de vnculo virtuosoentre inclusin, empleo y educacin, que precisamente el neoliberalismohaba roto. Si algo ha caracterizado histricamente al peronismo es suapuesta a sociedades de trabajo.

    El perfildistribucionista. Esto se logra a travs de varias formas de dis-

    tribucin, como argument Eric Calcagno11

    : la distribucin de los ingre-sos (con polticas laborales, activas de empleo y sociales), la distribucinde la palabra (Ley de medios, derechos humanos, identidades sexuales,colectivos migrantes, ms dbilmente con los pueblos originarios) y ladistribucin del conocimiento (Programa conectar-igualdad, ProgramaRaces, creacin de nuevas universidades, etc.).

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    La democracia argentina como escenario de disputa hegemnica

    11Calcagno, Eric: Tres distribuciones estructurales, Publicado por Prensa del Diputado Eric Calcagno el da 10 de Diciembre, 2011.

    http://e-calcagno.com.ar/tag/gobierno.

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    La primaca de la poltica, algo propio de la estirpe peronista, como yalo sealaba Feinmann en los aos setenta, que permita la construccindemocrtica de nueva hegemona amparada en una base material12, enuna base institucional13, y en una base cultural14.Pero en torno a ese perfil de genricos acuerdos, tambin existen

    matices. Las diferentes coyunturas van generando desgranamientos ynuevas adhesiones. El proyecto nacional, popular y democrtico, esslo kirchnerista? Slo desde una soberbia cupular podra sostenersesemejante juicio. El desafo es abrir caminos interpretativos y buscarfijar campos de identificacin, que nunca son cerrados, siempre poro-sos, cambiantes.

    Por ejemplo, confrontar al neoliberalismo es una consigna de las izquier-das de la poca. Sin embargo, hay distintas maneras de hacerlo y esosmodos de oposicin remiten a miradas diferentes del tema y a racionali-dades que buscan expresarse al interior del movimiento. Si por neolibera-lismo se entiende la forma contempornea que adopta el capitalismo glo-bal, de perfil financiero y tecnolgico, y se supone su vigencia irrefutable,lo que queda para un pas de la periferia del sistema es una combinacinde aceptacin y adaptacin, de polticas de inversin, de seduccin de los

    mercados con un componente redistributivo visible, de modo de marcardiferencias sutiles con la idea del derrame econmico. Llamemos a esteprimer gruponeo-conservador.

    Si por neoliberalismo se entiende un sistema que se muestra desbocado,insaciable, anrquico, se trata de apostar a un capitalismo en serio, con fuer-tes pautas de crecimiento y con claros perfiles de inclusin social y distribu-cin de los bienes pblicos. Es una postura crtica del capitalismo, pero como

    nico modo posible al que hay que combinarlo con una tica del bienestarpara que sea ms justo. Llamemos a este segundo gruponeo-desarrollista.

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    Aportes conceptuales para repensar la democracia argentina

    12Ejemplos: apuesta a consolidar una burguesa nacional, asegurar supervit comercial y fiscal, renegociacin de la deuda, nacio-

    nalizaciones de AFJP; Aerolneas Argentinas, YPF; infraestructuras integradoras; agregado de valor en origen, trabajo, inclusin,

    asignaciones sociales.

    13 Ejemplos: cambios en la Corte Suprema,Unasur, Carta orgnicadelBanco Central, Ley de medios, Derechos humanos ampliados.

    14Ejemplos: polticas de memoria, verdad y justicia, movilizacin social, militancia juvenil, interpelacin popular, festejos del

    Bicentenario,Tecnpolis

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    Si por neoliberalismo se entiende la demostracin ms palmaria de unsistema basado en la explotacin social y natural, de un capitalismo queslo puede funcionar sobre la base de desequilibrios y exclusiones, se tratade buscar caminos otros, otros modos de interpretar la vida, la sociedad,la naturaleza y de provocar acciones de desprendimiento de las lgicas sis-tmicas dominantes. Llamemos a este tercer grupo neo-liberacionista15.

    Dentro de esos tres grupos posibles, muchas interpretaciones varan. Porejemplo, en la siempre presente polmica entreconsolidaro profundizarla experiencia en marcha, el primero es partidario de consolidar lo logra-do, tendiendo puentes de dilogo con los sectores opositores en todas susvariantes. No abrir nuevos frentes de conflicto, criterio que muchas veces

    comparte el segundo grupo. El tercer grupo, por su parte, es partidario deprofundizar para consolidar, entiende que las transformaciones se garanti-zan yendo por ms.

    Tambin las diferencias se notan en los niveles de aceptacin a diferen-tes polticas pblicas: por ejemplo, el juntar la vertiente nacional-popularcon la progresista, a la manera que lo impuls en un primer momentoNstor Kirchner, agrada a los neo-desarrollistas, a los neo-liberacionistasy desagrada a los neo-conservadores.

    La Patria Grande Latinoamericana embriaga a los neo-liberacionistas,entusiasma a los neo-desarrollistas e interroga a los neo-conservadores, yaque la idea integracionista es propia de la tradicin nacionalista, pero enuna modalidad que no contempla perfiles como los de Chvez, Maduro,Morales o Correa.

    El desafo de la competitividad, resulta msica para los odos neo-des-arrollistas y neo-conservadores. La diferencia es que para unos se logra a

    travs de la expansin del mercado interno, de la articulacin capital-tra-bajo, del mejoramiento de las condiciones sociales que se traducen enmayor consumo popular, en la reindustrializacin creciente, en la integra-cin regional. Para otros, alindonos con los ncleos de poder local y glo-bal, considerados los ms dinmicos (el desafo es atraer inversiones,suena como un cntico ya gastado).

    Para el neo-liberacionismo, el concepto de competitividad molesta, con-

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    La democracia argentina como escenario de disputa hegemnica

    15Dejo a criterio del amable lector ponerle nombre y rostro a esas expresiones.

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    funde, porque es funcional a la acumulacin capitalista y resulta difcil decompatibilizar con la inclusin social plena. Desde el punto de vista de lalucha por la igualdad, es necesario afectar intereses y derechos de privile-gio, profundizar la tensin entre intereses en pugna. La competitividad,por el contrario, supone convivencia entre partes diferenciadas. Esto lti-mo conlleva la apuesta a la consolidacin de una burguesa nacional, viejaaspiracin peronista, que agrada a los odos neo-desarrollistas y provocadesconfianza en sectores neo-liberacionistas.

    Yo no soy la presidenta de las corporaciones dijo la presidenta CristinaFernndez de Kirchner en la asuncin de su segundo mandato presidencial.As dicha, con esa contundencia, es una frase que se podra colgar en la sola-

    pa de todas las expresiones K, porque si algo caracteriza a los movimientospopulares es operar sobre la lgica de contradicciones que identifican aladversario, como vimos en prrafos anteriores. Es un camino eficaz en laconstruccin poltica. Pero si vamos ms all y entendemos por corporacio-nes no slo las econmicas y comunicacionales, sino tambin las gremiales,las j