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Cuadernos del Mundo Actual. Historia 16, nº 013, 1993 - Keynes y sus teorías económicas

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historia ~INFORMACION E HISTORIA, S. L.PRESIDENTE Isabel de AzcárateADMINISTRADOR UNICO Juan Tomás de-SalasDIRECTOR David SolarSUBDIRECTOR Javier Villalba.REDACCION Isabel Valcárcel,·José María Solé Mariñoy Ana BusteloCONFECCION Guillermo L1orente.FOTOGRAFIA Juan Manuel Salabert.

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- La historia más reciente patrocinadapor la empresamás avanzada.

CUADERNOS DEL

MUNDO ACTUALCoordinación.

Angel Bahamonde Magro, Julio Gil Pecharromán,Elena Hernández Sandoica y Rosario de la Torre del Río

Universidad Complutense

1. La historia de hoy.• 2. Las frágiles fronteras de Europa .• 3. La sociedad española de los años 40 .• 4. Las revolu-ciones científicas .• 5. Orígenes de la guerra fría .• 6. La España aislada .• 7. México: de Lázaro Cárdenas ahoy .• 8. La guerra de Corea .• 9. Las ciudades .• 10. La ONU .• 11. la España del exilio .• 12. El Apart.heid .• 13. Keynes y las bases del pensamiento económico contemporáneo .• 14. El reparto del Asia otomana .• 15. A·lemania 1949·1989 .• 16. USA, la caza de brujas .• 17. Los padres de Europa .• 18. Africa: tribus y Estados, el mitode las naciones africanas .• 19. España: «Mr. Marshalln.. 20. Indochina: de Dieo Bien Fu a los jmeres ro-jos .• 21. Hollywood: el mundo del cine .• 22. La descolonización de Asia .• 23. Italia 1944-1992 .• 24. Nas·ser .• 25. Bélgica .• 26. Bandung .• 27. Militares y política .• 28. El peronismo .• 29. Tito .• 30. El Japón de McArt·hur .• 31. El desorden monetario .• 32. La descolonización de Africa .• 33. De Gaulle .• 34. Canadá .• 35. Mujer ytrabajo .• 36. Las guerras de Israel. • 37. Hungría 1956 .• 38. Ghandi.. 39. El deporte de masas .• 40. La Cuba deCastro .• 41. El Ulster .• 42. La Aldea Global. Mass media, las nuevas comunicaciones .• 43. China, de Mao a la Re-volución cultural. .44. España: la emigración a Europa .• 45. El acomodo vaticano .• 46. Kennedy .• 47. El feminis-mo .• 48. El tratado de Roma .• 49. Argelia, de la independencia a la ilusión frustrada .• 50. Bad Godes-berg .• 51. Nehru .• 52. Kruschev .• 53. España, la revolución del 600 .• 54. El año 1968 .• 55. USA, el síndrome

I del Vietnam .• 56. Grecia, Z.• 57. El fenómeno BeatIes .• 58. Praga 1968 .• 59. El fin del mito del Che .• 60. W.Brandt. • 61. Hindúes y musulmanes .• 62. Portugal 1975 .• 63. El Chile de Allende .• 64. La violencia política en Eu-ropa .• 65. El desarrollo del subdesarrollo .• 66. Filipinas .• 67. España, la muerte de Franco .• 68. La URSS de Brez-nev .• 69. La crisis del petróleo .• 70. La Gran Bretaña de Margaret Thatcher .• 71. El Japón actual. • 72. La transi-ción española .• 73. USA en la época Reagan .• 74. Olof Palme, la socialdemocracia sueca .• 75. Alternativos y ver-des .• 76. América, la crisis del caudillismo .• 77. Los países de nueva industrialización .• 78. China, el postrnaoís·mo .• 79. La crisis de los países del Este, el desarrollo de Solidarnosc en Polonia .• 80. Perú, Sendero Lumino·so .• 81. La Iglesia de Woytila .• 82. El Irán de Jomeini. - 83. La España del 23 F.• 84. Berlinguer, el eurocomunis-mo .• 85. Afganistán .• 86. España 1982·1993, el PSOE en el poder .• 87. Progresismo e integrismo .• 88. El peligronuclearila mancha de ozono .• 89. Gorbachov, la perestroika y la ruptura de la URSS.• 90. La sociedad postindus·trial. • 91. La guerra del Golfo.• 92. Los cambios en la Europa del Este: 1989 .• 93. La OTAN hoy.• 94. La unifica·ción alemana .• 95. El SIDA.• 96. Yugoslavia .• 97. Hambre y revolución en el cuerno de Africa.• 98. Las últimas mi-graciones .• 99. Clinton .• 100. La España plural.

INDICE

6Las teorías de Keynes.

La revolución keynesiana

12Las políticas keynesianas

16Keynesianismo mundial

24Estados Unidos y elliderazgo mundial

28Europa occidental y losEstados del bienestar

31Releeer a Keynes

31Bibliografía

Keynes y el pensamiento-' .economlco

contemporáneoJesús A. Martínez Martín

Profesor titular de Historia Contemporánea.Universidad Complutense de Madrid

John Mainard Reynes, con sus aporta-ciones teóricas y las políticas económicasque de ellas se derivaron, constituye un re-ferente fundamental del pensamiento eco-nómico y de la evolución de la economía oc-cidental, de tal magnitud que, sin su concur-so, no sería explicable la trayectoria mismade la economía mundial al menos entre losaños cuarenta y los setenta del siglo xx. Detal forma, que este referente fundamental hapasado a definir un periodo de la historiaeconómica, sobre todo el comprendido en-tre 1951 y 1973, como era keynesiana. Enel marco del pensamiento económico, inde-pendientemente del debate a que están su-jetas sus formulaciones, su nueva manera deentender el funcionamiento del sistema eco-nómico capitalista ha sido calificada de re-volución keynesiana. Finalmente, las políti-cas económicas que aplicaron en mayor omenor medida las piezas de su discurso, hanadquirido la naturaleza de políticas keyne-sianas.

J. M. Keynes (1883-1946) nació en plenaépoca victoriana, en el contexto de la carre-ra imperialista que otorgó a Gran Bretaña elapogeo de su liderazgo mundial, y murió enla inmediata segunda posguerra mundial,cuando iniciaba su andadura un nuevo or-denamiento de las relaciones internaciona-

les y de la economía mundial bajo el lide-razgo de Estados Unidos. Entre ambos pe-riodos y liderazgos de la historia mundial, esdecir, la etapa comprendida entre las dosgrandes guerras, Keynes labró y desarrollósus tesis, en un esfuerzo por explicar la fasedepre'siva de la economía de entreguerras.

Participó directamente en las conversacio-nes y negociaciones derivadas de las dosguerras: primero, en la conferencia de pazde 1919, como delegado del Tesoro británi-co, y después en la conferencia de BretonWoods, en 1944, dirigiendo la comisión bri-tánica. De ésta saldrían organizados dos ins-trumentos básicos del nuevo ordenamientoeconómico: el Fondo Monetario Internacio-nal y el Banco Internacional de Re\=onstruc-ción y Fomento,

Hijo del también economista y matemáti-co John Neville Keynes, en su trayectoriaacadémica destaca su formación en Cam-bridge, donde escuchó las clases de AlfredMarshall y los postulados de la economíaneoclásica: Activo publicista, colaboró en laprensa diaria y en revistas especializadas,publicó folletos, actualizó sus ensayos en for-ma de libro y debatió constantemente sobrelos problemas económicos de entreguerras.En los años veinte era ya considerado uneconomista de prestigio' y sus ideas fueron

cuajando para situarse ya en la década delos años treinta en primera fila entre los eco-nomistas y el mundo académico. Junto conla multiplicación de sus discípulos, sus con-cepciones se abrieron paso entre los políti-cos y la vida pública, y pudo extender las lí-neas maestras de un pensamiento que seconsolidó en los años cuarenta y cincuentay que caló a fondo entre la opinión occiden-tal.

Por eso, mucho antes de que las políticaseconómicas capitalistas de los años cincuen-ta y sesenta acabaran vinculadas a la formakeynesiana de entender el funcionamientode la economía, e incluso antes de que suobra cumbre fuese publicada en 1936, losplanteamientos de Keynes ya habían im-pregnado el mundo económico capitalista.

Desde 1919 publicó, en forma de folletos,artículos en revistas especializadas o cartas

a periódicos, unconjunto de re-flexiones, quereunió de formaabreviada en1931, en unaversión tituladaEnsayos de per-suasión, quetendría diversasreediciones. Lastres primeraspartes se refe-rían a los tresgrandes puntosde debate de ladécada de los

veinte: el tratado de paz, las deudas deguerra y sus consecuencias, en primer lugar;la política de deflación, en segundo término;por último, la cuestión de la vuelta al patrónoro.

Su objetivo era influir en la opinión públi-ca, pero los argumentos allí vertidos contra-decían las tesis dominantes en la época. Lasdos últimas partes constituían algunas cues-tiones alternativas de futuro. Los textos es-cogidos procedían entre otros de Las conse-cuencias económicas de la paz (1919), Unarevisión del Tratado (1922), Las consecuen-cias económicas de Churchill (1925), El findel laissez faire (1926), además de un buennúmero de escritos publicados por primeravez en la prensa y revistas especializadas.

Pero, sobre todo, su obra cumbre, en laque se encuentran las tesis básicas de supensamiento, fue la publicada en 1936 con

En los años veinteera ya consideradoun economista deprestigio y susideas fueroncuajando parasituarse en primeralila entre loseconomistas

el título Teoría general de la ocupación, elinterés y el dinero. Posteriormente publicóotros ensayos de interés: Cómo pagar laguerra (1940), innovador ensayo prácticode aplicación de las magnitudes macroeco-nómicas para financiar la guerra, y que des-de entonces ha influido instrumentalmenteen las perspectivas y políticas económicas delos gobiernos, además de plantear la rela-ción entre inflación y exceso de demanda,es de los más destacados.

Las teorías de Keynes. Larevolución keynesiana

En sus escritos de los años veinte fue crí-tico con la forma de afrontar las cuestioneseconómicas en que se debatía el mundo oc-cidental, en general, y Gran Bretaña, en par-ticular. Sus advertencias sobre las conse-cuencias negativas del Tratado de Versallesy el asunto de la deuda alemana, lesivaspara el conjunto de la economía, su oposi-ción a la vuelta al patrón oro y el riesgo dedeflación, sus argumentos críticos sobre lospostulados de la filosofía económica clásicadel laissez faire reclamando mayores dosis,y desde otra perspectiva, de intervencionespúblicas, marcaron algunos de los ingre-dientes sobre los que edificaría sus tesiscomo respuesta a la gran depresión de1929.

Lo que Keynes percibió, estudió y argu-mentó, y sólo comprendió después del grancrack, es que la forma clásica de entender elfuncionamiento del sistema económico ca-pitalista no servía para explicar y mucho me-nos para corregir la recesión y los problemaseconómicos de entreguerras, cuestionandoun modelo de interpretación que no enca-jaba ya con una economía que había cam-biado de signo. Pero al mismo tiempo plan-teaba una nueva alternativa que hizo máseficiente el funcionamiento del sistema eco-nómico capitalista, sobre la base de la mul-tiplicación de la producción, la renta y elempleo. Con ello abría, junto a otras varia-bles, el periodo de mayor crecimiento de laseconomías occidentales para después de laSegunda Guerra Mundial.

Keynes, pues, desarrolló el grueso de suobra en una etapa histórica definida por su-cesivas crisis económicas. En esta secuenciala crisis del 29 es una especie de punta deiceberg como resultado de una crisis más

Dos fotografías de los años treinta donde aparecen bien patentes las terribles secuelas del crack de 1929:arriba, madre con su niño en California; abajo, negros sentados a la entrada de una tienda en Mississipi 7

global: la del sistema liberal que habíaacompañado a la revolución industrial du-rante el siglo XIX. Resultaba evidente desdefinales de esta centuria que el nuevo capita-lismo industrial finisecular difícilmente po-dría reducirse bajo el lema de la mano invi-sible de Adam Smith. Los políticos lo sospe-chaban. Los empresarios lo demandaban.La opinión seguía la misma senda.

Sin poseer un cuerpo teórico suficienteparecía existir un consenso generalizadoacerca de que el Estado debía intervernirpara agilizar o asegurar un crecimiento eco-nómico que se tornaba imposible con losviejos esquemas, que sí habían sido válidoshasta 1850 en las economías más desarro-lladas, y sobre todo para el despegue y he-gemonía británicos. Es significativo que des-de los años setenta del siglo XIX, primerobajo la forma de un proteccionismo arance-lario cada vez más acusado, luego con otras

formas de protección más complejas, los go-biernos empezaran a preocuparse de lascuestiones económicas como responsabili-dad de Estado en la carrera por la riquezay la prosperidad de sus gobernados, recla-mando un lugar básico en la toma de deci-siones no contemplado hasta entonces.

En efecto, las sucesivas crisis del mundode entreguerras demostraban las carenciasen la aplicación del viejo sistema liberal alas nuevas economías surgidas de la deno-minada segunda revolución industrial. Alfin y al cabo, en los países punteros de Eu-ropa esta segunda revolución industrial ha-obía contado con la colaboración efectivadel Estado. Valga como ejemplo el casoalemán, cuyo espectacular crecimiento in-dustrial en las décadas anteriores a la Pri-mera Guerra Mundial estuvo explicado poruna conjunción de esfuerzos: el Estado y elcapital financiero.

Pero en Rusia el esquema no variaba de-masiado, aunque quizá con una significa-ción histórica diferente, dada la ausenciade una clase media que pudiera llevar porsí sola adelante los esfuerzos de la revolu-ción industrial. La cuestión es que en SanPetersburgo y Moscú el Estado guió la tra-ma de la industrialización. En suma, desde1870, de manera tímida, y desde 1900 deuna forma más explícita, se fue generandolo que podríamos denominar la cultura dela intervención. Faltaba el sustrato teóricopara hacerla coherente.

Durante la Primera Guerra Mundial, in-cluso en los países tradicionalmente pala-dines del liberalismo, como es el caso bri-tánico, los diferentes gobiernos empezarona construir aquellos modelos calificados deeconomía de guerra, que no significabamás que la erección de un edificio econó-mico guiado por el Estado, sin que ello su-

pusiera la sustitución de la iniciativa priva-da.

Después de la guerra se intentaron va-namente reconstruir y aplicar los viejos dis-cursos, al calor de las tesis neoclásicas. Sinembargo, desde 1919 las sucesivas crisis dereconversión, las deflaciones, las inflacio-nes -que adquirieron un tono galopantede muchos dígitos en Alemania y los paí-ses de la cuenca danubiana - y la crisis de-rivada del desastre bursátil de 1929, juntocon las tremendas secuelas derivadas delaumento del paro, desvelaron la imposibi-lidad de mantener una economía industrialavanzada con las viejas pautas del capita-lismo liberal decimonónico.

Adelantamos, por tanto, una cuestión:Keynes fue hijo de su tiempo. Lo fue enmuchas vertientes: culturalmente, se edu-có en los contenidos de los economistasneoclásicos, pero percibió a la perfección

cuáles eran los males que aquejaban a laseconomías de su época. Sin dejar de serdefensor de la economía de mercado, fuesensible a esas llamadas a la protección, ala intervención, a la presencia del Estadoen la cosa económica que, primero de for-ma tímida desde los años setenta. y luego,reafirmándose, habían calado en la opi-nión pública en general. Porque, en últimainstancia, la crisis de 1929 simbolizaba laquiebra del capitalismo liberal. Cuandopublica en 1936 su gran tratado, ya existíauna experiencia de al menos cinco años enla práctica de un modelo económico distin-to de los postulados liberales clásicos.

Se ha dicho con frecuencia que la crisisde los años treinta representaba la crisis delas democracias occidentales, en términospolíticos y económicos. Desde este últimopunto de vista, los gobiernos, de diversas

tendencias eideologías, aprincipios de ladécada constru-yeron nuevosdiscursos eco-nómicos quenegaban en supráctica el viejocapitalismo li-beral. Práctica-mente coinci-diendo con elcrack de la Bol-sa de NuevaYork, Stalin co-menzó a poner

en marcha sus planes quinquenales, quesustituyeron de forma radical el ensayo deeconomía mixta que supuso la Nueva Po-lítica Económica -NEP- de 1921.

Pocos años después, la dictadura nazi in-tentó crear un modelo autárquico, el delmarco bloqueado, que con el ideal del au-toabastecimiento ofreció una alternativaradical a las prácticas anteriores, eso sí, enun país acostumbrado al culto del Estado.Por las mismas fechas, en Estados Unidossurgía con fuerza un experimento escasa-mente teorizado: el New Deal (Nuevo Tra-to), aplicado desde 1933 por la Adminis-tración Roosevelt y consistente en un vas-to programa de reconstrucción económicay social basado en un fuerte intervencionis-mo estatal. En gran medida Keynes apren-dió de estos ensayos pero también los cues-tionó.

La crisis derivadadel desastrebursátil de 1929,junto con lassecuelas del paro,hicieron imposiblemantener las viejaspautas delcapitalismo liberal

Esto es básico para comprender el papelque debía jugar el Estado según el pensa-miento keynesiano, muchas veces tergiver-sado. Keynes partió de un principio senci-llo: la democracia liberal no era incompa-tible con una, más que participación, regu-lación del Estado. No se trataba de que laburocracia estatal lo invadiera todo, ni mu-cho menos de que el Estado fuera propie-tario de los medios de producción, sino deque se estableciese un marco apropiadopara el desarrollo más ágil de la iniciativaprivada, es decir, del mercado cuyo auto-maticismo cuestionó.

La ruptura keynesiana es más significa-tiva si tenemos en cuenta que se movió enlos círculos académicos ligados al mundoneoclásico y marginalista, representadospor las tesis de Marshall, Fisher, Walras yPigou, cuyas reelaboraciones de la doctri-na liberal clásica no servían para explicarlas crisis de los años veinte y treinta. Eldiagnóstico keynesiano se basó en la con-templación del problema del equilibrioeconómico desde el plano de la demanday no desde el de la oferta. Invirtió el viejolema, elevado por Saya la quintaesenciade la lógica económica, de que toda ofertagenera su demanda, a través de la autorre-gí.dación del mercado. Para Keynes era alrevés, en principio: toda demanda generasu oferta.

Ahora bien, los términos son más com-plejos. El mercado no podía autorregular-se con la simple mano invisible para crearequilibrio con pleno empleo de los recur-sos disponibles, es decir, podría llegar alequilibrio pero sin pleno empleo. En la ló-gica keynesiana, la deflación y el extraor-dinario aumento del paro de la épo-ca de-bían ser contemplados como un problemade demanda efectiva. La receta para 10-grarlo consistiría en la mano visible del Es-tado, que estimulara la demanda y crearaequilibrio con pleno empleo.

Pero, ¿en qué términos? Uno de los con-ceptos más repetidos en el discurso keyne-siano es el de demanda agregada, los agre-gados de la economía. Por tanto Keynesconcibió la economía como un todo in-terrelacionado, es decir, desarrolla una vi-sión macroeconómica apenas entrevista enformulaciones anteriores -y desde enton-ces imprescindible en la valoración de laeconomía y las políticas de los gobiernos-y en contraposición a la explicación mi-croeconómica clásica del mercado.

Dos imágenes del presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt durante su mandato. A partir de 1933la Administración Roosevelt p~so en marcha un extenso programa de reconstrucción económica y social 11

La demanda agregada es la adición delas demandas deseadas de bienes de con-sumo y de inversión, de origen privado,público o proveniente del exterior, en unpaís y durante un periodo de tiempo deter-minado. Si queremos traducirlo en una fór-mula comprensible, se trata de la suma delconsumo público y el privado, más la in-versión pública y la privada, más las expor-taciones menos las importaciones, que se-ría idéntica a la renta nacional, y ésta, a suvez, equivalente a la suma de las deman-das agregadas. En condiciones de equili-brio la demanda agregada sería equivalen-te a la oferta agregada, es decir, el conjun-to de los bienes y servicios producidos porun país en un tiempo determinado.

En suma, los componentes de la deman-da agregada son el con-sumo, la inversión y elgasto público. Este últi-mo podría compensar ladeficiencia de algunosde los otros componen-tes. De ahí procede laimportancia de la auto-ridad económica -delEstado- en la conduc-ción y regulación de laeconomía. En este sen-tido, decía Keynes quesería conveniente que elEstado participara en lacosa económica allídonde no llegase la ini-ciativa privada, estimulando mediante elgasto público el conjunto de la demanda,para conseguir aumento de la produccióny el empleo. En cualquier caso, no era unavisión vocacional desde la importancia delEstado en sí misma, sino como instrumen-to que precisamente revitalizaría el funcio-namiento del sistema económico de mer-cado, evitando sus fallos o conduciendo lamano invisible.

partir de 1950, una vez que los países euro-peos empezaron a superar los desastres dela guerra y las incertidumbres de la inmedia-ta posguerra. En estas políticas, los gobier-nos impulsaron la demanda global a partirdel gasto público, al mismo tiempo que fa-cilitaron el aumento de la demanda de bie-nes de consumo e inversión por parte deempresas y familias, mediante políticas mo-netarias y fiscales.

Estas últimas eran de incalculables conse-cuencias políticas y sociales, si tenemos encuenta que la redistribución de la renta apartir de los impuestos progresivos posibili-tó la consolidación de unas capas mediascomo excelente antídoto frente al comunis-mo, en un marco generalizado de guerra fríaen las relaciones internacionales. De aquí se

derivaba una de las másimportantes resultantessociales de la aplicaciónde las políticas keynesia-nas: el Estado del bie-nestar, en sus formula-ciones conservadora osocialdemócrata.

Keynes demostró queera posible evitar, sepensaba que de maneradefinitiva, el rosario decrisis que había acompa-ñado al mundo de entre-guerras. Demostró tam-bién que era posibleconseguir el crecimiento

autosostenido, con la intervención del Esta-do, sin caer en la adopción de modelos to-talitarios como los que habían cundido enlos años treinta y vinculando sus plantea-mientos económicos al funcionamiento de-mocrático. Intervenir corrigiendo no era in-tervenir suplantando. En términos políticosesta formulación tuvo varias versiones, perose acopló mejor con la idea socialdemócra-ta de redistribución del beneficio del creci-miento, es decir, socialización del crecimien-to versus socialización de la propiedad. Siqueremos decirlo en otros términos: sociali-zación de la riqueza marginql, de la nuevariqueza creada en forma de nuevas rentas,frente a la idea de la socialización de la ri-qu~za global.

En efecto, las variables fiscales y moneta-rias fueron básicas en las políticas keynesia-nas o de demanda. A nivel teórico era unobjetivo deseable que el ahorro planeadofuera equivalente a la inversión planeada.

Ensu obra,Keynes concibió la

economía como un todointerrelacionado, es decir,

desarrolla una visión~ .macroeconomlca apenas

entrevista enformulaciones anteriores

Las políticas keynesianas

Según el postulado keynesiano de man-tenimiento de nivel suficiente de demandaglobal para impulsar la producción y el em-pleo, las políticas económicas resultantesfueron denominadas políticas de demanda.Estas caracterizaron el panorama de las po-líticas económicas en el mundo occidental a

Este proceso es sinónimo de equilibrio, perono se produce de forma automática. Portanto, la política monetaria de los gobiernosse orientó a buscar este equilibrio. Podíaexistir, como ocurrió en los años treinta, unexceso de ahorro que no se traducía en unparalelo incremento de la inversión-oLas ta-sas de interés serían la base de unas políti-cas monetarias para incentivar la inversión.

De esta manera desembocamos en la efi-ciencia marginal de la inversión, a base deuna hipótesis en la que se plantea hastadónde estarían las empresas dispuestas a in-vertir a diferentes tasas de interés: a meno-res tasas de interés se emprendería un ma-yor número de proyectos de inversión. Losbancos centrales se convirtieron en basa-mento sobre el que descansaban las políti-cas monetarias.

Las políticas fiscales se pusieron al servi-cio del equilibrio económico y no del equi-librio presupuestario. Significaba la rupturacon el modelo clásico, según el cual existíauna tendencia automática al pleno empleogracias a la elasticidad de precios y salados.Por tanto, se hacía innecesaria la interven-ción del Estado como agente de equilibrio;de ahí se desprendía la concepción de unaactitud pasiva del sector público. Este, si-guiendo con la concepción clásica, se limi-taría a controlar el gasto, a mantener unaneutralidad impositiva y a buscar el equili-brio presupuestario.

El mito del presupuesto equilibrado habíainhabilitado después de la Primera GuerraMundial la puesta en práctica de políticasoperativas anticrisis. Keynes alteró estosprincipios con una dinámica fiscal activa

que contempló el gasto público como el pi-lar básico en la generación de demandaagregada. No es que Keynes fuera partida-rio de un déficit presupuestario en espiral ya largo plazo, pero sí concibió romper conla ortodoxia presupuestaria y utilizar para eltirón de la demanda un déficit público a cor-to plazo.

Pieza básica de la política fiscal fue el im-puesto progresivo sobre las rentas. Los im-puestos influyen en el consumo si se tieneen cuenta que la renta disponible es equiva-lente a la renta personal menos los impues-tos. Las transferencias de renta provocadaspor el Estado, favoreciendo a los escalonesmedios e inferiores de la pirámide social,permitieron mantener unos niveles de con-sumo en continuo aumento. Un porcentajeimportante de los gastos públicos fue dirigi-do al sostenimiento de una política de asis-tencia social, que era la clave del Estado delbienestar: seguro de desempleo, asistenciasanitaria y todo tipo de transferencias asis-tenciales. En suma, un sistema de coberturasocial que permitió una mayor dedicaciónde las rentas personales al consumo, alahorro y a la inversión.

A partir de los años cincuenta, la puestaen práctica de las políticas keynesianas deuna 'manera generalizada acabó por exage-rar, cuando no desfigurar, los planteamien-tos de su mentor económico. Sobre todo enel tema de la intervención del Estado en laeconomía, pero no por la tergiversación deunos postulados económicos, sino por laexistencia de unos condicionamientos socia-les de la Europa de la época que derivaronhacia un nivel de intervención más allá de

Individualismo y libertadCritico el socialismo de Es-

tado doctrinario, no porqueaspire a poner los impulsos al-truistas de los hombres al ser-vicio de la sociedad, o porqueparta del laissez faire, o por-que reduzca la libertad naturaldel hombre para conquistar elmundo, o porque tenga valorpara realizar experimentos au-daces. Aplaudo todas estas co-sas.

Lo critico porque pierde lasignificación de 10 que está

ocurriendo realmente; por-que, de hecho, es poco másque una reliquia cubierta depolvo de un plan para afron-tar los problemas de hace cin-cuenta años, basado en unacomprensión equivocada de10 que alguien dijo hace cienaños.

El socialismo de Estado delsiglo XIX procede de Bentham,

_la libre competencia, etc., yesuna versión, en algunos as-pectos más clara y en otros

más confusa, de la misma filo-sofía en la que se basa el indi-vidualismo decimonónico.Ambos ponen igualmentetodo su énfasis en la libertad,el uno negativamente paraevitar las limitaciones de la li-bertad existente, el otro positi-vamente para destruir los mo-nopolios naturales o adquiri-

\dos. Son reacciones de la mis-ma atmósfera intelectual.(J. M. Keynes, El final del lais-sez faire, 1926).

Dos imágenes de la ciudad de Berlín nada más concluir la Segunda Guerra Mundial. A partir del año 1947,el Plan Marshall fue el catalizador que sirvió para superar las indefiniciones de las políticas europeas 15

los planteamientos de Keynes. Y todo elloporque el keynesianismo implicaba más rea-lidades que la mera aplicación de las teoríasde Keynes. Su pensamiento tenía otros in-gredientes.

En primer lugar, una cultura de protec-ción en forma de aranceles, subsidios y eli-minación de la competencia exterior, porparte de las elites económicas y empresa-riales, siguiendo una tradición empezadasetenta años antes. En segundo lugar, lapresión sindical, en unos marcos de inesta-bilidad política, con la guerra fría como te-lón de fondo, que exigía el pleno empleosin reparar ni en costes ni en rentabilidad,que obligó a incrementar el papel del Es-tado como empresario y como garante delpacto social, que, sin tener en cuenta la re-lación salario-producti-vidad, se planteó másbien la paz social. Entercer lugar, hubo undéficit de iniciativa pri-vada, que convirtió alEstado también en pro-ductor de bienes y servi-cios, es decir, incremen-tó el papel del Estadocomo empresario, másallá de su lógica partici-pación en la creación deinfraestructuras.

Todo ello condujo aun progresivo incremen-to del déficit fiscal. Mien-tras el crecimiento económico aseguró el in-cremento de los niveles recaudatorios y losbancos centrales financiaron a los Estadossu deuda, el problema quedó solapado perono resuelto. A largo plazo la espiral inflacio-nista acabaría por invalidar el Estado delbienestar tal como se había construido en ladécada de los cincuenta.

Sin embargo, el sistema funcionó hastalos años setenta, asociado a un contexto decrecimiento económico que diseñó un cicloalcista nutrido desde Estados Unidos, gene-ralizado en el mundo occidental y con unosniveles desconocidos hasta entonces. Es eneste marco donde llegó a sus últimas conse-cuencias la llamada era keynesiana, con unmodelo de política económica intervencio-nista que respondía en síntesis a las siguien-tes características de las que el Estado eraprotagonista principal:

- Creación de infraestructuras, para sa-tisfacer necesidades públicas que a su vez es-

timulaban la producción: carreteras, víasférreas e infraestructura en general, quetambién incluye una política de urbanismocubierta por el Estado.

- NaCionalizaciones de empresas, mu-chas veces no rentables, que suministrabanbienes necesarios, desde el agua hasta la si-derurgia.

- Financiación estatal de buena partede la investigación científica y tecnológica.

- Creación de empresas por el Estadoen sectores, considerados de utilidad gene-ral, donde existían divergencias entre la pro-ducción privada y lo deseable socialmente.

- Cobertura estatal de servicios y dota-ciones sociales, desde la vivienda hasta lostransportes pasando por la sanidad y la edu-cación, liberando así parte de los salarios

que de otra forma hubie-ran quedado absorbidospor estos capítulos.Como resultado, se in-crementó la demanda yse redujo la inestabilidadsocial.

- Política laboral ysalarial, a base de unpacto social que regulólos mecanismos del mer-cado de trabajo, garanti-zando la paz social enuna política de concerta-ción e integración de lossindicatos. Como hori-zonte último, aparece el

objetivo de la obtención de empleo.- Creación de un extenso tejido de pro-

tección que desembocó en una economíasubsidiada. Subvenciones empresariales, sub-sidios sociales, exenciones fiscales, políticascrediticiasprivilegiadas, precios polítiC0s...

- El Estado se convirtió, a través del in-cremento del gasto público, en un gran con-sumidor de bienes y servicios: equipamien-tos colectivos, pedidos para la construcciónde infraestructuras, pero también pedidosmilitares en el contexto de la guerra fría. Noes desdeñable la correlación existente entreel incremento del gasto militar y el creci-miento económico.

Keynesianismo mundial

La era keynesiana debe ser entendida enuna doble dimensión: a escala nacional con

Interior de una chabola en Milán en el año 1947, cuando todavía no habían sido superados los desastres dela guerra. Abajo, De Gasperi (en el centro) recibe un cheque de ayuda norteamericana para la reconstrucción 17

este conjunto de políticas económicas y a es-cala mundial, configurando un gran espacioeconómico-keynesiano liderado y reguladopor Estados Unidos, que abarcó al conjuntode las economías capitalistas del mundo oc-cidental. Si a escala nacional las políticas deredistribución de la renta significaron el me-jor contrapunto a una hipotética expansióncomunista, lo mismo sucedió a escala mun-dial en ese primer mundo, que convirtió alos modos keynesianos en la divisa de laguerra fría desde la vertiente de un merca-do mundial capitalista, que se contraponíaal principio de la división socialista interna-cional del trabajo propia del CAME, conglo-merado de los países europeos que militar-mente componían el Pacto de Varsovia, conla integración posterior de Vietnam y Cuba.

La regulación del mercado mundial porparte de Estados Unidos implicó la creaciónde un tejido económico supranacional quefuera centro de las decisiones económicas yque racionalizase el funcionamiento de esemercado mundial capitalista: Keynesianis-mo mundial. Téngase en cuenta que una delas variables explicativas de la inestabilidadeconómica del mundo de entreguerras ha-bía sido la ausencia de ordenación institu-cional a escala mundial, lo que contribuyóa intensificar el desorden monetario y co-mercial.

A pesar de los esfuerzos de la Conferen-cia de Génova de 1922, el mundo había vi-vido hasta 1944 dividido en zonas moneta-rias entre las que existía una rivalidad exa-cerbada, que impedía la normalización delos intercambios. A nivel comercial el de-sarrollo de los nacionalismos. económicos,

de las áreas comerciales reservadas y la ge-neralización del bilateralismo comercial y delos acuerdos clearing, habían sembrado detrabas las relaciones comerciales internacio-nales.

Conviene, por tanto, plantear que al tér-mino de la Segunda Guerra Mundial erapreciso superar una contradicción: para quefuncionasen los esquemas keynesianos a es-cala nacional era necesario extrapolar elmodelo a escala mundial. De ahí el esfuer-.zo desde 1944 -cuando resulta evidente laderrota militar de las potencias del Eje- pordiseñar un ordenamiento internacional quefavoreciese un crecimiento autosostenido aescala de las naciones. Esta idea ya habíaestado presente en la reunión de Casablan-ca de 1941 entre Churchill y Roosevelt ysentó plaza en 1944. La concreción se pro-duce en la Conferencia de Breton Woods deaquel año, en la que se sentaron las basesdel orden monetario. internacional que haestado en vigor hasta los años setenta.

Allínació el sistema monetario internacio-nal, es decir, un conjunto de instituciones yde principios monetarios y comerciales quese pusieron en práctica una vez acabado elconflicto. De ese conjunto institucional des-tacan dos piezas fundamentales: el FondoMonetario Internacional y el Banco Mun-dial. Ambos serían los encargados de poneren práctica los principios universalmenteaceptados en la Conferencia. Frente a laidea de Keynes de unificar todas las mone-das mundiales en una sola, el bancor, se im-puso finalmente la posición de Estados Uni-dos.

El dólar norteamericano se convirtió en el

La era del consumoEl extraordinario impulso

de la producción y la produc-tividad generádo en los paísesdel mundo occidental durantelos años cincuenta y sesentatuvo su correlato en el consu-mo de masas, posibilitado porlas óptimas condiciones eco-nómicas y la redistribuciónkeynesiana. Un crecimientode la demanda a nivel interna-cional y de las economías na-cionales de bienes de produc-ción y bienes de consumo con

la adquisición masiva y diver-sificada de productos de todaíndole, cuya posesión fue si-nónimo de bienestar. No setrataba sólo del volumen depedidos de naturaleza militar,absorbidos por los Estados, yde bienes de equipo, sino deun mercado de bienes de con-sumo en expansión.

Un consumo posibilitadopor la capacidad de comprade los salarios, debido al au-mento de la productividad, las

ganancias empresariales y elmarco de negociación colecti-va.

En segundo lugar, por la co-bertura estatal programadapor las políticas keynesianas-educación, sanidad, vivien-da, transferencias sociales... -que permitió el desplazamien-to del gasto hacia otros bienes.Además el consumo privadoquedó financiado con la cana-lización de créditos, exten-diéndose la compra a plazos.

Los países europeoscompraron materias

• ••prImas y maquInaria,principalmente a Estados

Unidos, que vieron asícómo el programa seconvertía en un eficaz

vebículo para laexportación

patrón de hecho del sistema monetario in-ternacional. Sería la única divisa convertibleen oro: el dólar, tan bueno como el ora. Lospaíses se comprometían a no acudir a lasprácticas devaluatorias como instrumentospara incrementar su comercio exterior. Ensuma, una política de cambios fijQs,con li-mitadas fluctuaciones, garantizadas, en pri-mer término, por el FMI y de hecho, por laReserva Federal norteamericana.

Además, los países se comprometíanigualmente a levantar paulatinamente susbarreras arancelarias y a favorecer la prác-tica del I.ibrecambio.A su vez el Banco Mun-dial quedaría encargado de asistir a los paí-ses aliados en la reconstrucción de sus eco-nomías una vez acabase la guerra. El hechode que Estados Unidos asumiesen esta fun-ción una vez que estalló .la guerra fría, posibilitóque el Banco Mundial seocupase, como principalcometido, de colaboraren el desarrollo de lospaíses tercermundistas,visión en la que obtuvomenos éxito de lo espe-rado.

Pero ese keynesianis-mo mundial precisabade la ampliación del teji-do supranacional. Aquíla casuística es casi inter-minable, pero toda ellava dirigida a favorecer lacooperación y la integración de ese mundocapitalista hegemonizado por Estados Uni-dos. La ONU, a diferencia de la Sociedadde Naciones, colaboró en la· cristalizacióndel entramado económico internacional. Ensu interior se desarrollaron dos institucionesbásicas encargadas de asistir y analizarasuntos comerciales y de desarrollo: elGAIT y la UNCTAD.

El primero estuvo encargado de expandirlas ideas librecambistas, de controlar los ex-cesos arancelarios, y de agilizar, por tanto,un multilateralismo comercial sin el cual di-fícilmente hubieran funcionado los modeloskeynesianos nacionales. Por su parte, laUNCTADfuncionaba más bien como un ex-tenso gabinete de estudios que asesoraba encuestiones de desarrollo y comerciales; bienpodríamos decir que fue el cerebro pensan-te que ayudó a expandir las ideas keynesia-nas.

Sin embargo, fue más importante todavía

la labor desarrollada por Estados Unidospara facilitar e incrementar las formas decooperación internacional. Pronto, los nor-teamericanos comprendieron que solamen-te aglutinando económicamente a lo quedenominaron mundo libre podría funcionarla confrontación de bloque con la Unión So-viética. Esa cooperación internacional impli-caba dos cuestiones: que cada país asumie-ra las prácticas keynesianas, independiente-mente de que en Estados Unidos no consi-guieran un desarrollo tan avanzado como enEuropa occidental, y que estos keynesianis-mas colaborasen estrechamente entre sí.

Washington contempló con horror duran-te el periodo 1945-48 la incertidumbre, losvaivenes y las indefiniciones en las políticaseconómicas de países tales como Francia,

Bélgica, Holanda, Italiay Gran Bretaña. A partirde 1947, el Plan Mars-hall fue el programa quecoadyuvó al cumpli-miento de varios objeti-vos interrelacionados:ayuda financiera para laestabilización de las mo-nedas de los países alia-dos occidentales; inver-siones netas para la re-construcción de los apa-ratos productivos e in-fraestrueturas dañadospor la guerra; asisténciay transferencia de tecno-

logías teniendo en cuenta que Estados Uni-dos se había convertido en país punta tec-nológico durante la guerra; unificar y aca-bar con las indefiniciones de las políticaseconómicas, es decir, con la proclividad a lasocialización o los atractivos de los naciona-lismos económicos, y, por último, derrotar alos comunismos y marxismos occidentales,muchos de ellos con labores de gobierno,como el caso francés, intentando demostrarsu incapacidad para arbitrar políticas opera-tivas de desarrollo.

Así, el Plan Marshall adquiere una doblevertiente, resumida en un principio básico:do ut des, ayudamos si os ayudáis y, paraayudaras, tenéis que cooperar. Parecíaque los gobernantes norteamericanos ha-bían leído con detalle el libro del jovenKeynes, cuando era representante del Te-sara británico en Versalles, titulado Lasconsecuencias económicas de la paz. En él,el autor había advertido, a la altura de

Dos aspectos del interior de un hospital español. A partir de los años sesenta, siguiendo la idea keynesia-na, el incremento del gasto público se convirtió en uno de los motores de reactivación económica mundial

1920 Y de forma profética, acerca de lasterribles consecuencias que se produciríanpara la economía y la paz mundiales si losfranceses principalmente, y subsidiaria-mente los británicos, seguían planteandouna política de reparaciones humillante einaceptable para Alemania.

Keynes recordaba una paradoja: si la ma-yor parte del comercio francés, antes de1914, por ejemplo, se había dirigido haciaAlemania, cómo podría restablecerse ese cir-cuito mercantil, tan importante para el pro-pio crecimiento francés, si se condenaba alos ahorros alemanes al pago de unas repa-raciones imposibles. Así, los norteamerica-nos recordaban en 1945, que posiblementeuna de las causas lejanas, en el plano eco-nómico, de la Segunda Guerra Mundial, ha-bría sido esa insolidaridad radical económi-ca con los vencidos. Y como telón de fondode este razonamiento se situaba la guerrafría.

Sucesivamente, a partir de 1945, Nortea-mérica favoreció el multilateralismo en el co-mercio europeo, a través de determinadasinstituciones, como la Unión Europea de Pa-gos y la Organización Europea de Coopera-ción Económica (OECE). También hizo po-sible que un día de 1948, es decir, sólo tresaños después de terminado el sangrientoconflicto, franceses y alemanes se sentaranen una mesa a negociar el futuro de Euro-pa, de la que el Benelux se había converti-do en el primer laboratorio y la ComunidadEuropea del Carbón y el Acero (CECA) de1952 en su inmediato referente.

Entre 1944 y 1946 en el marco de laUNRRA (United Nations Relief and Rehabi-litation Administration), se hábía llevado a

cabo un plan de ayuda a los países másafectados por la guerra. A finales de 1945 yprincipios del siguiente año, Estados Unidosrealizaron préstamos bilaterales a los paísesaliados occidentales, por valor de 12.000millones de dólares, sobre todo para GranBretaña y Francia, a la par que condonabanparte de la deuda contraída durante laguerra.

Pero a la altura de 1947 todo ello se ha-bía demostrado insuficiente. Por ello, laAdministración norteamericana, en aque-llos albores de la guerra fría, puso en prác-tica un plan de ayuda de mayores dimen-siones, el ya citado Plan Marshall. Inicial-mente previsto para cuatro años,1948-1952, supuso la transferencia de12.800 millones de dólares en forma de do-naciones y préstamos. Finalmente, el pro-grama se prolongó hasta 1957, cada vezmás volcado en ayuda militar dentro delmarco de la OTAN. Puede calcularse queel total aportado por Estados Unidos du-rante todo el decenio se elevó a 24.000 mi-llones de dólares, aproximadamente.

La ayuda fue distribuida fundamental-menté entre los dieciséis países que compo-nían la OECE, constituida en 1948. Entreeste año y 1952 la distribución del PlanMarshall presenta la siguiente estructura re-gional: el 24,9 por 100 a Gran Bretaña; 21,2por 100 a Francia; 11,8 por 100 a Italia;10,8 por 100 a la República Federal de Ale-mania; 7,7 por 100 a Holanda; y el resto,por este orden, a Grecia, Austria, Bélgica,Luxemburgo, Dinamarca, Noruega ....

Con esta ayuda, los países europeos com-praron materias primas y maquinaria, prin-cipalmente a Estados Unidos, que vieron así

El Estado del bienestarEn el centro y norte de Eu-

ropa, las economías naciona-les gozaron de un equilibrio yun crecimiento sostenido, apartir de un modelo de capi-talismo socializado, posibilita-do por un consenso nacionaly la importancia del Estado enla vida económica, según elmodelo keynesiarío, asignan-do recursos, con equipamien-tos colectivos -hospitales, es-cuelas... - y una política de

transferencias de amplia co-bertura en seguros sociales. Elpeso del sector público au-mentó cobijado en unos pre-supuestos estatales y en unapolítica fiscal orientada haciala redistribución con impues-tos directos y progresivos.También contaron con unmodelo estable de concerta-ción social con la integraciónde los sindicatos y el arbitrajedel Estado. Para terminar, los

Estados dibujaron modelos deplanificación indicativa. Res-pecto al exterior, basaron sucrecimiento en la apertura y li-beralización que les llevó a di-versas experiencias de integra-ción económica. Aunque esparadigmático el modelo delEstado del bienestar en Sue-cia, se puede hacer extensivoa Noruega, Finlandia, Dina-marca, Austria, Bélgica, Ho-landa y Luxemburgo.

cómo el programa se convertía en un eficazvehículo para la exportación de sus exce-dentes. Las adquisiciones también consistie-ron en alimentos, sobre todo trigo, produc-tos energéticos y equipos intermedios. Apartir de 1951, la ayuda destinada a activi-dades económicas descendió, al tiempo queaumentaba la ayuda militar.

Paralelamente, la Administración norte-americana arbitró la reconstrucción posibili-tando un mayor acercamiento entre las po-líticas económicas. Por todo ello, el PlanMarshall proporcionó un amplio desarrollode las inversiones públicas, colaborando a

poner los cimientos infraestructurales de lospaíses europeos. La llegada de dólares nor-teamericanos a Europa fue más allá delPlan. En realidad, si éste colaboró en la re-construcción de las economías dañadas porla guerra y a la renovación infraestructural,también favoreció la futura penetración deEstados-Unidos en las economías occiden-tales. Mister Marshall actuó de ariete para laapertura de los mercados europeos, asentólos keynesianismos nacionales y creó un am-plio espacio económico y financiero tributa-rio del dólar, de un dólar que significativa-mente se transmutó, nominalmente hablan-

El incremento marginal. del consumo se volcó enla compra de productos

extranjeros, con elconsiguiente

agravamiento de labalanza comercial, su mal

endémico

do, en una metamorfosis que le llevó a con-vertirse en eurodólar.

Estados Unidos y elliderazgomundial

Estados Unidos, por tanto, fue el motorde este keynesianismo internacional, al quenutrió y del que se benefició. Así la mundia-lización, jerarquía e interdependencia de lasrelaciones económicas se modelaron a ima-gen de Estados Unidos. Esta supremacía in-cuestionable fue aceptada por el resto de lospaíses industrializados, de tal forma que es-tos siguieron las fluctuaciones de la econo-mía norteamericana. Fue la guerra mundialla que consolidó en últi-mo término el liderazgoestadounidense, ya quefue librada fuera de suterritorio, quedandoexento de destruccionesy desgastes de sus recur-sos e infraestructuras.Por el contrario, su acti-vidad económica experi-mentó un notable avan-ce, con la consiguienteelevación de los rendi-mientos de su capacidadproductiva y desarrollocientífico y tecnológico.Además se convirtió enel acreedor y proveedor de los países euro-peos en todo tipo de suministros y recursosfinancieros, a la par que consolidaba su su-premacía militar. .

Esta situación de hegemonía adquiere des-de el punto de vista económico los siguienteselementos: una actividad productiva, que re-presentaba más de la mitad del productomundial; un desarrollo tecnológico incompa-rable con el de cualquier otro país desarrolla-do y con la originalidad de que estaba fuer-temente cimentado por la iniciativa privada;unos intercambios comerciales que le situa-ban en el primer lugar en el ranking de las ex-portaciones mundiales y, a partir de 1958, enel de las importaciones. Igualmente, EstadosUnidos se convirtió en el primer país inversordel planeta. Sus inversiones directas, tantopúblicas como privadas, crecieron a un ritmoaproximado del 10 por 100 anual. Sus em-presas se extendieron par todo el mundo,controlando precios y mercados.

Así, las rentas de inversiones superarondesde 1966 a las salidas de capital. WallStreet se transformó en el polo de oro porexcelencia al concentrar el 80 por 100 de lasreservas auríferas internacionales. Su balan-za de servicios, reproduciendo el modeloclásico británico de finales del siglo XIX, seveía alimentada por una creciente corrientede invisibles, desde los seguros a los fletesde transporte, pasando por las rentas obte-nidas del control de las comunicaciones in-ternacionales y de los servicios conexos. Porúltimo, debe destacarse el papel internaCio-nal del dólar, de tal forma que la liquidez delmercado internacional dependía de la evo-lución del mercado monetario estadouni-dense.

Después de una leve crisis de reconver-sión, en 1945-46, la re-cuperación de la deman-da de bienes de consu-mo duradero en el inte-rior, y la demanda exter-na de todo tipo de equi-pamiento, materias pri-mas y alimentos, cambióel ciclo iniciándose unalza continuada que fuepotenciada par la guerrade Corea y la carrera ar-mamentista llevada ade-lante por el presidenteTruman como efect0 dela guerra fría. El rearme,que se mantuvo en con-

tinuo ascenso después de Carea, vinculó elaparato productivo con el gasto militar enuna secuencia en la que sus dos momentosculminantes corresponden a la guerra deCorea, 1950-1954, y a la de Vietnam a par-tir de 1960.

Aunque en Estados Unidos el intervencio-nismo del Estado, dEstado keynesiano, quedecían los economistas de la época, nuncallegó a los niveles de los países de Europaoccidental, sin embargo su importancia nopuede ser desdeñada. Un Estado que reali-zaba grandes pedidos, que provocaba el ti-rón de actividades industriales de las ramaspunta y que, en su papel de gran deman-dante, aportaba fondos de investigación, re-cursos financieros, instalaciones y equipos.Las grandes empresas privadas obtenían laadjudicación de contratos públicos de milesde millones de dólares, beneficiándose delas aportaciones realizadas por la Adminis-tración.

En los años sesenta diez grandes empre-sas acaparaban el 30 por 100 de los gastosmilitares estatales; entre ellas cabe destacara Mac Donnell Douglas, General Dinamic,Lockheed Aircraft, Boeing ... La paradoja esque se ha considerado por algunos econo-mistas que el sistema de Estados Unidos fuepoco keynesiano, pero posiblemente lo fuemás que sus aliados europeos, o en todocaso diferente. El gasto fue keynesianismo,pero su intervencionismo no fue socializan-te. La empresa pública y la planificación in-dicativa tal como se desarrolló en Europa,no tuvieron lugar en Estados Unidos, aun-que convenga hacer matizaciones segúnfuesen los distintos gobiernos, demócratas orepublicanos.

Así, la Administración Truman aplicó en1948 una fórmula keynesiana para vencerla recesión antes apuntada. Se dieron facili-dades al consumo y se ampliaron los gastossociales sobre todo los dirigidos a los excombatientes. Entre 1953 y 1960 se aplica-ron políticas de stop and go. La política mo-netaria fue el instrumento privilegiado. parasu desarrollo. Se trataba de frenar el boomeconómico porque calentaba la economía,porque las tensiones inflacionistas deteriora-ban el sector exterior. Sin embargo, fue elperiodo de 1961-68 el de mayor aplicaciónde la idea keynesiana del gasto público.

El elemento clave fue una política presu-puestaria con amplios gastos públicos quereanimaron el crecimiento. Las medidas in-ternas consistieron en aumentar el gasto entecnología e investigación, relacionado conel programa espacial, en los gastos militaresy en la extensión del Estado providencia.Todo ello configuró la política de NuevaFrontera del presidente Kennedy. No obs-tante las teorías keynesianas empezaron a

ser muy pronto criticadas en sectores acadé-micos estadounidenses.

Nacieron las nuevas tesis monetaristas yultraliberales que demandaban una menoractividad del Estado, la disminución de laasistencia social y la reducción de los im-puestos. Se culpaba al exceso de keynesia-nismo de los fracasos del sector exterioramericano, a la par que los nuevos econo-mistas -entre los que destacaban MiltonFriedman y su grupo de Chicago- conside-raban que el intervencionismo acabaría pormatar el sueño americano y el mito del hom-bre de la frontera, que Tumer había acuña-do a principios de siglo.

Así, la política económica norteamericanacomenzó a cambiar de filosofía a partir deprincipios de los años setenta conforme lacrisismundial se expresaba a través de la víaenergética. Pero ya en 1971 se había dadoun cambio significativo. El ordenamientomonetario de Breton Woods entraba en cri-sis. En este año, el dólar suspendió definiti-vamente su convertibilidad en oro, al mis-mo tiempo que era devaluado y que Esta-dos Unidos se cuestionaba si poner coto allibrecambismo, compensándolo con algúntipo de protección arancelaria, aventurandolas guerras comerciales de los años ochentay principios de los noventa.

Entre 1971 y 1973, por tanto, se llevó acabo una reorientación de la política econó-mica anteriormente keynesiana, al mismotiempo que se trataba de frenar el aumentode la masa monetaria en circulación paracontrolar la inflación y reequilibrar los gas-tos públicos: congelación de precios y sala-rios. Como complemento se intentó resolverel problema del saldo de la balanza comer-cial con la segunda devaluación del dólar en1973. Este cambio de política monetaria se

El papel del EstadoEl liberalismo económico

clásico había asignado al Esta-do sólo funciones económicasmarginales, 'iJsegurandoque laeconomía se desenvolvía através de mecanismos de mer-cado libre, regulados automá-ticamente, sin intervención dela autoridad.

Sin embargo, el papel delEstado en el campo de la eco-

nomía se fue acentuandocada vez más a partir de laépoca del imperialismo, ale-jándose del principio teóricode liberalismo a ultranza, ysobre todo como consecuen-cia de las crisis de· los añosveinte.

Para salir de la depresión ylograr el crecimiento con ple-no empleo, Keynes aportó el

corpus teórico basado en laacción del Estado para esti-mular la demanda y multipli-car la producción, la renta y elempleo. Después de la Segun-da Guerra Mundial, no sólo elEstado incrementó el volumende su intervención sino que seconvirtió en elemento perma-nente y estructural en la mar-cha de las economías.

extendió a lo largo de 1974, aunque la pre-sidencia de Ford la dejó en suspenso. Noobstante la semilla monetarista germinó confuerza en los años ochenta durante la presi-dencia de Reagan, en un marco contradic-torio en el que se entremezclaban las teoríasde Friedman y el incremento del gasto mili-tar, para responder al reto soviético de laguerra de las galaxias.

En suma, con Reagan las teorías keyne-sianas como instrumento de política econó-mica pasaron a un segundo plano. Las nue-vas pautas de política económica intentabanresolver los desajustes estructurales de sueconomía en un momento en el que era evi-dente el poderío de Japón y los éxitos delMercado Común europeo. Como respuesta,Estados Unidos llevaron adelante un progra-ma de reconversión in-dustrial tendente a la re-novación de su aparatoproductivo, y no duda-ron en ampliar las tasasde consumo interior,más que a base de la re-distribución keynesiana,reduciendo la presiónfiscal con el fin de au-mentar las rentas dispo-nibles de las economíasdomésticas.

El problema es que losresultados desmintieronla teoría. El incrementomarginal del consumo sevolcó en la compra de productos extranje-ros, con el consiguiente agravamiento de esemal estructural de la economía norteameri-cana que es su balanza comercial. Comocontrapartida, el aumento del déficit públi-co norteamericano - más militar que asis-tencial- se saldó con una política de altastasas de interés, a través de una estrategiade Wall Street que atrajo capitales flotantesde todo el mundo. Así, Estados Unidos seconvirtieron en el país más endeudado delplaneta.

en las distintas economías nacionales. Sepreparaba el camino para una reorientaciónde las políticas económicas. Desde el princi-pio de la década de los cincuenta, los go-biernos europeos emprendieron unas políti-cas de corte keynesiano, que provocaronprofundas reformas estructurales y consoli-daron un nuevo rumbo de los capitalismoseuropeos. Se acentuó el papel del Estado,como garante del desarrollo nacional, a tra-vés de políticas económicas que orientabanla asignación de recursos para la inversióny la producción.

Primero de forma más flexible y luego demanera más acentuada, los países occiden-tales pusieron en marcha políticas de plani-ficación indicativa. Se trataba de programaseconómicos de actuación global aplicables

durante un plazo detiempo, que por normageneral se situó en loscinco años, en los que elEstado dibujaba las pau-tas del desarrollo en to-dos los órdenes de laeconomía, al mismotiempo que, a través depactos, también globa-les, con los agentes eco-nómicos, generaba unasacciones de coberturasocial, todo ello auspi-ciado en un basamentofiscal que posibilitaba laredistribución de rentas

y el aumento de la demanda interior.Se acompañaba la acción del Gobierno

de un conjunto de orientaciones aplicablesal sector exterior con el fin de incrementarlas exportaciones, la demanda exterior. Almismo tiempo se arbitraban medidas paracontener las posibles tendencias inflacionis-tas que este tipo de política provocaba; biena partir de actuaciones monetarias, a travésdel juego con las tasas de interés, bien a par-tir de acciones más globales como las polí-ticas de stop and go. Estas últimas, de he-cho, aglutinaban diversos niveles de ajuste;desde ajustes parciales a determinados pro-blemas estructurales -como el déficit de labalanza de pagos- hasta ajustes globalesen los que se actuaba al unísono para corre-gir múltiples deficiencias estructurales. Eneste último caso es el plan de estabilizacióncomo el que se aplicó a la economía espa-ñola en 1959.

Estas políticas indicativas fueron también

Los países occidentalespusieron en marcha

políticas de planificaciónindicativa. Se trataba de

programas económicos de .actuación global

aplicables durante unplazo de tiempo

Europa occidental y los Estadosdel bienestar

Mientras que la ayuda norteamericanasentaba las bases de una reconstrucción deEuropa operada en cinco años(1945-1950), el orden se iba estableciendo

La enseñanza universal y gratuita constituye uno de los capítulos irrenunciables de cualquier Estado mo-derno. La crisis del Estado del bienestar en varios países ha puesto en peligro en ocasiones este objetivo

denominadas sistemasmixtos, dada la coexis-tencia de una interven-ción socializante y de lainiciativa privada. Peroen la realidad el Estadolo que hacía era protegeral sector privado y diri-girlo hacia aquellas ra-mas de la economía queconvenía desarrollar conmás prontitud. Por ejem-plo, los fuertes trasvasesde población del campoa la ciudad en toda Eu-ropa durante los añoscincuenta y sesenta significaron que el Esta-do favoreciese con especial insistencia alsector de la construcción, creando un mar-co apropiado en el que se mezclaban subsi-dios, subvenciones a la producción y a la ex-portación, crédito oficial barato, exencionesfiscales...

Este tipo de protección se aplicó tambiéna sectores considerados básicos en el cam-po de las infraestructuras, tal como el quí.mico, la siderurgia y diversas actividadesmetalúrgicas, al igual que el de los transpor-tes y la energía. Las políticas indicativas ten-dieron a concretarse en la puesta en marchade -según su versión española- polos dedesarrollo, que por otra parte perseguíanuna distribución regional de la riqueza másequilibrada. De hecho, en este último planolos éxitos no cumplieron las previsiones, yaque la dualida,d del desarrollo siguió siendola tónica dominante.

Uno de losCinstrumentos más eficaces enla dirección económica fueron los ensayosde nacionalizaciones, que aseguraban elcontrol directo del Estado sobre sectores cla-ve de la economía. En Italia, se desarrollóuna especie de capitalismo de Estado, queen parte era tributaria del corporativismofascista de los años veinte y treinta, que es-tableció un extenso y complejo tejido de hol-dings financieros de capita'les públicos, enlos que se inscrustó la política italiana. Lle-gó a crear un haz de intereses, no siemprejustificados económicamente, que disparóhasta límites insostenibles y de forma irra-cional el gasto público del Estado. Aunquese usara el nombre de Keynes, tal situaciónno podía estar más alejada de los principiosteóricos del invocado.

En Francia, el sistema bancario, la pro-ducción energética, el transporte, la cons-

trucción mecanIca ...quedaron bajo direccióny control del Estado.Tampoco era muy key-nesiana esta solución;más bien cabe hablar degaullismo económico,que no dejaba de sermás que una fórmula denacionalismo económi-co acorde con el sistemapresidencialista francéspropio de la V Repúbli-ca. No obstante, Franciafue uno de los países quellevó más lejos la redistri-

bución de la renta creando un sistema detransferencias, que superó el nivel asistencialpara desenvolver una red de transferenciasque incrementó por muchos enteros la de-manda interior francesa.

En Gran Bretaña el intervencionismo es-tatal tomó altos vuelos desde el final de laSegunda Guerra Mundial cuando los labo-ristas llegaron al poder. Su concreción fueuna extensa campaña de nacionalizacionesque afectó a todos los sectores de la econo-míá, desde la paradigmática minería del car-bón hasta la fabricación de automóviles. Losorprendente es que los gobiernos conserva-dores de los años cincuenta reafirmaron estetipo de política. Y es que las Trade Unionsbritánicas mostraban toda la pujanza de unmovimiento sindical perfectamente estructu-rado y capaz de imponer las normas del pac-to social, creando unas prácticas que semantuvieron durante varios decenios hastaque la subida de Thateher al poder en 1979supuso el desmantelamiento del intervencio-nismo estatal y de la cobertura asistencia!.La equilibrada sociedad británica comenzóa conocer desde entonces unas bolsas depobreza que recordaban párrafos de la lite-ratura realista del siglo XIX.

Esta forma de comprender el keynesianis-mo ligado al pacto social alcanzó formas deoriginalidad en los casos alemán y sueco. Enla República Federal, el Estado colaboró ac-tivamente al desarrollo económico. De todasformas, y pese a las consecuencias de laguerra, Alemania estaba preparada mejorque ningún otro país europeo para la acciónglobal del Estado. Existía una larga tradiciónteórica que arrancaba de principios del si-glo XIX, que se plasmó en la práctica desdela segunda revolución industrial en la déca-da de 1870, que se desarrolló durante la re-

La subida de Thatcheralpoder supuso el

desmantelamiento delintervencionismo estatal y

de la coberturaasistencial. La sociedadempezó a conocer bolsas

de pobreza

pública de Weimar, para alcanzar su máxi-ma expansión con la autarquía nazi.

Así, desde 1949 la planificación del Estadoelevó a Alemania occidental a las primerascotas de entre los países industrializados. Supacto social fue peculiar: vinculó la distribu-ción de la renta a la productividad asocian-do, a través de diversas formas de cogestión,a los sindicatos a la vida económica, con unacapacidad de decisión compartida por el Go-bierno federal y las autoridades de los lander.Tal política alcanzó su plenitud con la subidade los socialdemócratas al poder en los añossesenta. Esta versión socialista encuentra unparalelo en la Suecia de Olof Palme. Tam-bién aquí los sindicatos adquirieron un prota-gonismo económico relevante. En una espe-cie de versión socialista de las teorías del ca-pitalismo popular, los sindicatos se fuerontransformando en empresarios en una parcialsindicalización de la economía, porque eranellos quienes recibían una fracción importan-te de las rentas redistribuidas a través de unapolítica fiscal que alcanzó las cotas más ele-vadas de Europa.

Releer a Keynes

Desde 1945 hasta 1973 los llamados Es-tados keynesianos fueron más lejos en susformas de intervención de lo que había pre-visto Keynes. Conviene insistir en que qui-zás la guerra fría fue determinante en estadesviación. Mientras el ciclo económico ini-ciado a principios de los cincuenta marcóuna onda alcista de crecimiento con plenoempleo, se pudieron asumir los costes de laintervención. No sólo los costes sociales,

sino también el entramado de subsidios ysubvenciones al mundo empresarial. Todoello partía de unos Estados aparentementemás ricos de lo que eran en realidad.

El ciclo alcista favoreció las reformas fis-cales. La importación de capitales y la exis-tencia de un contexto internacional que po-sibilitaba los empréstitos exteriores a Esta-dos Unidos ocultaban las deficiencias del dé-ficit fiscal. Este se financiaba, se refinancia-ba, se incrementaba, hasta llegar a una es-pecie de espiral sin fin, lo que O'Connor ca-lificó de forma expresiva como la crisis fis-cal del Estado. La importación a Europa deotras teorías económicas, con la Escuela deChicago, y de prácticas de política económi-ca como las de Reagan en Estados Unidosreorientaron las políticas económicas euro-peas. La crisis de los años setenta, de unanaturaleza distinta a la depresión de 1929,cuestionó la viabilidad de los Estados key-nesianos y del keynesianismo mundial.

El principio de que toda demanda gene-raba su oferta fue cuestionado. La vincula-ción del crecimiento a la extensión del gas-to público fue atacada. La inflación, acom-pañada de recesión y altos niveles de de-sempleo, sorprendió a políticos y economis-tas. El problema es que el abanclono parcialdel Estado del bienestar ha producido unosdesajustes sociales que han fragmentado elequilibrio anterior, sin encontrar nuevas re-cetas económicas eficaces para resolver unacrisis persistente salvo limitadas coyunturas.El fracaso de estas recetas liberales a la al-tura de los años noventa plantea un rico de-bate acerca de cómo releer a Keynes, sobretodo en lo referente a la relación entre cues-tión social y Estado: el mantenimiento, aun-que sea parcial, del Estado del bienestar.

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Ambrosius, G. y Hubbard, W. H., Historia socialy económica de Europa en el siglo XX, Madrid,Alianza, 1992.

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Es fundamental una selección de obras del autor:Keynes, J. M., Teoría general de la ocupación, el

interés y el dinero, Madrid, Fondo de Cultura Eco-nómica, 1985.

Keynes, J. M., Las consecuencias económicas dela paz, Barcelona, Crítica, 1987.

Keynes, J. M., Ensayos de persuasión, Barcdona,Crítica, 1988.

Keynes, J. M., Ensayos biográficos. Políticos yeconomistas, Barcelona, Crítica, 1992.

OCDE, El Estado protector en crisis. Informe dela Conferencia sobre las políticas sociales en los añosochenta (Informes OCDE, 1981), Madrid, Ministeriode Trabajo, 1985.

O'Connor, J., El significado de la crisis. Una in-troducción teórica, Madrid, Revolución, 1989.

Offe, K., Las contradicciones del Estado del bie-nestar, Madrid, Alianza, 1991.

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