22
Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial. Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53 Derecho de obligaciones CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL Derecho de obligaciones Blasco Gascó, Francisco de Paula Catedrático de Derecho Civil Universidad Autónoma de Barcelona DECLARACIONES UNILATERALES Y VÍNCULO OBLIGATORIO Ponencia Serie: Civil VOCES: DERECHO DE OBLIGACIONES. OBLIGACIONES. DECLARACION DE VOLUNTAD. PATROCINIO. NEGOCIO JURIDICO. CONTRATOS. PROMESA DE CONTRATO. FUENTES DE LAS OBLIGACIONES. RECONOCIMIENTO DE DEUDAS. ÍNDICE I. Las declaraciones unilaterales de voluntad y el principio del consensualismo causal II. La promesa unilateral y la doctrina del Tribunal Supremo o la búsqueda de la contractualidad III. Tipicidad de las declaraciones unilaterales de voluntad IV. Declaración unilateral y reconocimiento de deuda V. Las declaraciones de patrocinio o de apoyo financiero TEXTO 1. Las declaraciones unilaterales de voluntad y el principio del consensualismo causal Las obligaciones voluntarias, es decir, aquéllas cuya fuente o hecho generador es la voluntad del hombre, o, al menos, la ley presupone esta voluntad en el hecho, se construyen en nuestro sistema sobre los andamios (históricos, filosóficos y económicos) de la estructura contractual. POTHIER (1) anatematizó las promesas unilaterales con argumentos de raigambre iusnaturalística: el contrato es acuerdo de volun - tades, es promesa aceptada y, por tanto, exigible: est le consentement de deux ou de plusieurs personnes, por former entre elles quelque engagement, ou pour en résondre un précédent, ou por le modifier (2), el contrato renferme le concours des voluntés de deux personnes, dont l’une promet quelque chose a l’autre, et l’autre accepte la promesse qui lui est faite (3). Promettent et s’engagent, dice el jurista francés, porque hay promesas que hacemos de buena fe y con la voluntad de cumplirlas, mas sin intención de conceder a quien se las hacemos el derecho de exigir su cumplimiento (4). La promesa no aceptada (la policitación) no produce obligación alguna en sentido estricto y el promitente la puede retirar en tanto en cuanto no sea - 1 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.ppje.poderjudicialchiapas.gob.mx/pdfs/1996-3.pdf · voluntad con eficacia jurídica (12), sino de admisibilidad de la declaración unilateral

Embed Size (px)

Citation preview

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL

Derecho de obligaciones

Blasco Gascó, Francisco de Paula Catedrático de Derecho Civil Universidad Autónoma de Barcelona DECLARACIONES UNILATERALES Y VÍNCULO OBLIGATORIO Ponencia Serie: Civil VOCES: DERECHO DE OBLIGACIONES. OBLIGACIONES. DECLARACION DE VOLUNTAD. PATROCINIO. NEGOCIO JURIDICO. CONTRATOS. PROMESA DE CONTRATO. FUENTES DE LAS OBLIGACIONES. RECONOCIMIENTO DE DEUDAS. ÍNDICE I. Las declaraciones unilaterales de voluntad y el principio del consensualismo causal II. La promesa unilateral y la doctrina del Tribunal Supremo o la búsqueda de la contractualidad III. Tipicidad de las declaraciones unilaterales de voluntad IV. Declaración unilateral y reconocimiento de deuda V. Las declaraciones de patrocinio o de apoyo financiero TEXTO 1. Las declaraciones unilaterales de voluntad y el principio del consensualismo causal Las obligaciones voluntarias, es decir, aquéllas cuya fuente o hecho generador es la voluntad del hombre, o, al menos, la ley presupone esta voluntad en el hecho, se construyen en nuestro sistema sobre los andamios (históricos, filosóficos y económicos) de la estructura contractual. POTHIER (1) anatematizó las promesas unilaterales con argumentos de raigambre iusnaturalística: el contrato es acuerdo de volun -tades, es promesa aceptada y, por tanto, exigible: est le consentement de deux ou de plusieurs personnes, por former entre elles quelque engagement, ou pour en résondre un précédent, ou por le modifier (2), el contrato renferme le concours des voluntés de deux personnes, dont l’une promet quelque chose a l’autre, et l’autre accepte la promesse qui lui est faite (3). Promettent et s’engagent, dice el jurista francés, porque hay promesas que hacemos de buena fe y con la voluntad de cumplirlas, mas sin intención de conceder a quien se las hacemos el derecho de exigir su cumplimiento (4). La promesa no aceptada (la policitación) no produce obligación alguna en sentido estricto y el promitente la puede retirar en tanto en cuanto no sea

- 1 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

aceptada. A continuación, cita el conocido argumento de GROCIO (De iure belli ac pacis, Libro II, Cap. II): así como yo no puedo transmitir un bien por mi sola voluntad sin la voluntad concordante de quien lo adquiere, de la misma manera no puedo, por mi sola voluntad (par ma promesse), conceder un derecho de crédito (un droit contre ma personne) a otro sino con su concorde voluntad en la adquisición por la acepta -ción de mi promesa (5). Por tanto, la transmisión de una cosa y la constitución de una obligación precisan, según POTHIER, no sólo la voluntad del transmitente y del deudor sino también la del adquirente y la del acreedor. La promesa unilateral, la promesa obligatoria, se parifica, como ha dicho DI MAJO, a un acto traslativo de Derecho (6). La idea de POTHIER se recoge en el Code y en nuestro Proyecto de 1851 (7), el cual no se refiere a las declaraciones unilaterales de voluntad (8). Finalmente, el Código Civil no menciona la voluntad unilateral entre las fuentes de las obligaciones que enumera en el art. 1.089, si bien ciertamente, el citado artículo no tiene carácter normativo sino expositivo y sistemático, de poca transcendencia práctica, como ha señalado la jurisprudencia, STS 17 de octubre de 1975, y la doctrina (9); pero, ciertamente también, en ningún artí -culo del Código Civil hay una referencia suficientemente amplia o general a la declaración unilateral de voluntad, ni se regula con carácter general siquiera el acto unilateral inter vivos de contenido patrimonial, al modo del art. 1.324 del Codice civile. Todo lo anterior pone de manifiesto que nuestro sistema, respecto de las fuentes de las obligaciones de origen voluntario, es esencialmente consensualista, contractualista. Si se quiere, se asienta sobre el principio del causalismo contractual (10). No cabe derivar aquí la configuración del contrato como dos promesas unilaterales, es decir, la atomización de los elementos consensuales del contrato, porque, como veremos, aunque se admita que la oferta es declaración unilateral vinculante, a lo que vincula es, en su caso, a mantenerla, no a ejecutar la prestación que contiene, para lo cual es necesaria la aceptación. Junto al acto jurídico bilateral (por excelencia el contrato, si tiene un contenido patrimonial o, al menos, valorable económicamente), la categoría de los actos jurídicos unilaterales se manifiesta más amplia, a la vez que más heterogénea. De entre éstos, por cuanto aquí interesa, tienen una importancia relevante las declaraciones de voluntad, que junto con las de ciencia y las participaciones o comunicaciones, conforman la vasta categoría de los actos unilaterales (11). Es tradicional distinguir, como he dicho, entre declaraciones de ciencia, como la confesión, y declara -ciones de voluntad. Éstas se pueden definir, ad instar del contrato, como aquellas declaraciones dirigidas a la constitución, regulación, modificación o extinción de una determinada relación jurídica que afecta a otras personas sin necesidad de recabar el acuerdo de voluntades. Si la relación jurídica que unilateralmente se pretende constituir tiene naturaleza patrimonial nos hallamos ante una declaración de voluntad patrimonial. Parece claro que la voluntad unilateral basta para regular, modificar o extinguir una determinada rela -ción jurídica patrimonial: las instrucciones del mandante al mandatario, la confirmación de un contrato anulable, la ratificación de un contrato celebrado por un falsus procurator, etc., son actos unilaterales (declaraciones unilaterales de voluntad) que regulan una relación jurídica, en este caso, contractual; el desistimiento unilateral, la denuncia, la resolución, la revocación, la renuncia, etc., son actos unilaterales que extinguen una relación contractual, (salvo si la renuncia tiene por objeto el ejercicio de una acción rescisoria o resolutoria o la propia acción de anulabilidad, en cuyo caso no extingue la relación jurídica sino que la sana). El ordenamiento jurídico también prevé supuestos en que la declaración de voluntad unilateral tiene eficacia real o puede constituir, con toda la transitoriedad que se quiere, derechos reales: la constitución unilateral de hipoteca (art. 141 LH) e incluso el acto constitutivo de la fundación, que no sólo personifica un patrimonio sino que también atribuye a dicha persona jurídica derechos reales sobre los bienes afectados: hay un acto de vinculación real. Finalmente, también se pueden individualizar supuestos en que la declaración unilateral de voluntad

- 2 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

posee eficacia constitutiva de una relación jurídica obligatoria. Me refiero a las declaraciones ex promissa típicas, como los títulos de crédito o títulos valores, y a los actos unilaterales (declaraciones de voluntad) mortis causa igualmente típicos. Expresamente, el art. 94.2 de la LCCh establece que el pagaré debe contener necesariamente "la promesa pura y simple de pagar una cantidad determinada". A bien observar, todos los supuestos anteriormente citados, y otros más, o son legalmente típicos (la fuente de la obligación es la ley) o descansan sobre una relación contractual previa y existente, la cual regulan, modifican o extinguen a través del ejercicio de una facultad legal o contractualmente prevista. Así, la cuestión fundamental se plantea en sede de admisibilidad, no de la declaración unilateral de voluntad con eficacia jurídica (12), sino de admisibilidad de la declaración unilateral de voluntad atípica, con eficacia obligatoria, es decir, de promesas unilaterales obligatorias (13). Promesa unilateral es una declaración de voluntad realizada por un sujeto, llamado promitente, en cuya virtud queda obligado a ejecutar una prestación en favor de otro, llamado estipulante o beneficiario, por el mero hecho de haber emitido la declaración de voluntad (la promesa) y sin que medie aceptación del sujeto a cuyo favor se obliga el promitente. Así, si bien toda promesa unilateral es declaración de voluntad unilateral, no son promesa unilateral ni toda declaración de voluntad ni toda declaración unilateral de voluntad (14). De la anterior definición pueden derivarse las cuestiones más importantes: si se admite la promesa unilateral atípica (la constitución voluntaria de un crédito ex promissa más allá de los supuestos legalmente previstos) y la causalidad de la misma, lo que, en el fondo, es la misma cuestión. Por tanto, el problema se centra en determinar si, para los actos unilaterales consistentes en declara -ciones de voluntad con eficacia obligatoria, hay un precepto que cumpla la función del art. 1.255 CC respecto del contrato o incluso si el citado artículo se puede aplicar analógicamente a las declaraciones de voluntad unilaterales. Como señala SALVADOR CODERCH (15), el único artículo es el art. 6 CC, el cual se limita a una determinada especie de declaración unilateral de voluntad: la renuncia. II. La promesa unilateral y la doctrina del Tribuna l Supremo o la búsqueda de la contractualidad Cuanto antecede se puede resumir en dos premisas: que el sistema obligacional voluntario responde esencialmente a la estructura contractual; y que los supuestos en que indudablemente la declaración unilateral de voluntad (la promesa unilateral) es fuente de obligaciones son supuestos típicos. El TS se ha ocupado de la declaración unilateral de voluntad en más de una veintena de sentencias. Ciertamente, en ninguna de ellas se plantea un supuesto químicamente puro de voluntad unilateral, de promesa obligatoria, de manera que los sucesivos pronunciamientos del TS no conforman la ratio decidendi de los fallos sino que son pronunciamientos obiter (16). Esto significa que no constituyen jurisprudencia en sentido estricto, es decir, en el sentido del art. 1.6 CC y en el exigido por la propia jurisprudencia, pero no se pueden, ni se deben, desconocer los argumentos del Alto Tribunal que, si bien no completan el orde -namiento jurídico, son criterios valiosísimos para su interpretación, además de la auctoritas de los magis -trados que los pronuncian (17). No es éste, sin embargo, el reproche mayor que cabe hacer a los pronunciamientos del TS, es decir, el que tales no creen jurisprudencia por no constituir ratio decidendi de los fallos (el fallo hubiera sido el mismo si se hubieran ahorrado la argumentación a mayor abundamiento). Admitido, aunque como hipótesis de trabajo, que el TS ha creado un cuerpo de doctrina, no adjetivo ya jurisprudencial, sino jurídico, a mi entender, el mayor problema radica en el hecho de que se trata de un cuerpo de doctrina equívoco e incoherente (18). El TS parece confundir sistemáticamente, como dice DE CASTRO (19), declaración de voluntad, declaración unilateral de voluntad y promesa.

- 3 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

El TS es igualmente equívoco en las citas y remisiones internas de las sentencias a sentencias ante -riores: parece que, en un intento de hallar apoyo en las decisiones anteriores del propio TS, que, insisto, no son rationes decidendi, las sentencias del TS remiten de manera contradictoria y con poco rigor a sus predecesoras: la STS 17 de octubre de 1975 cita, como sentencia favorable a la admisión de las promesas obligatorias, a la de 1 de diciembre de 1955, la cual es citada, en contra de la admisibilidad, por la de 13 de noviembre de 1962. Realmente, la STS de 1 de diciembre de 1955 lo que dice respecto de la declaración unilateral de voluntad es que en la legislación española "no se contienen normas que decididamente permitan acogerla, no tanto por obra de la enumeración que se contiene en el art. 1.089 CC como por ser contados los casos en que pudiera apoyarse un esfuerzo constructivo sobre la base de los arts. 1.330 del CC, 1.887 del propio Código, o partiendo como punto de arranque de las obligaciones incorporadas a los títulos de crédito, la promesa pública u otras instituciones similares." Y añade: "Pero aún así nada se opone a que de modo muy excepcional pueda otorgarse eficacia a determinadas declaraciones de voluntad, cuando, como en el caso contemplado, no trata de crearse una obligación ex novo a modo de oferta, que puede o no ser aceptada, sino...de revelar y poner al descubierto una situación preexistente... (Considerando 4.º)." Es decir, la sentencia acepta y dota de eficacia, "de modo muy excepcional" al reconocimiento (decla -ración de ciencia), en el supuesto que contempla, de titularidad real ajena. La STS de 13 de noviembre de 1962 se apoya, para admitir la eficacia obligacional de la promesa unilateral, en la STS de 21 de junio de 1945, la cual se manifiesta de manera claramente contraria al afir -mar que la eficacia de la declaración unilateral "como fuente posible de obligaciones válidas" es muy discu -tida en el terreno de la ciencia y no "tiene un reconocimiento franco en nuestro Código Civil, ni está consa -grado por la jurisprudencia de este tribunal". Por otro lado, la confusión se reitera en la configuración y conceptuación de la declaración unilateral de voluntad, es decir, de la promesa unilateral obligatoria. Hasta cierto punto, es difícil saber qué entiende el TS por declaración unilateral de voluntad, pues parece confundirla (de hecho, la confunde) sistemática -mente con el contrato unilateral (que requiere obviamente oferta y aceptación, si bien sólo nace obligación para una de las partes) o con declaraciones unilaterales de ciencia, es decir, no de voluntad sino recog -noscitivas (como el reconocimiento de deuda o de titularidad real ajena). El TS reconduce todo, incluso las declaraciones de ciencia, al esquema contractual, por ello busca incesamente el consentimiento, la acepta -ción: La STS 6 de marzo de 1976 dice en el Cdo. 6.º: "...porque, aunque admitiéramos, como es lo natural, la necesidad de la aceptación para cerrar el ciclo de la exigibilidad, esta aceptación por escrito... es válida la hecha en el acto de conciliación hallándose vigente la obligación por no constar haberse revocado". La STS de 3 de febrero de 1973 dice: "Lo mismo en la promesa unilateral como en la declaración de voluntad unilateral... se engendra únicamente una situación de vinculación del promitente o del declarante, que posee un simple valor probatorio de la final constitución de la misma que requiere en todo caso, no sólo una aceptación del acreedor que refleje con claridad la concordancia de voluntades exigida por el art. 1.261 CC para la creación del nexo contractual, sino también en la llamada causa...". La STS 5 de mayo de 1958 señala que el deliberado propósito de cumplimiento, la convierte (la decla -ración epistolar) en una declaración unilateral de voluntad constituida por la promesa, posteriormente

- 4 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

aceptada, cuyo cumplimiento es obligado por el oferente. Además, exige la determinación exacta y precisa de lo que constituye el objeto de la obligación sobre el que converge el acorde consentimiento. Otras veces, la referencia al contrato (al esquema contractual) viene de la invocación de preceptos tales como los contenidos en los arts. 1.254, 1.255, 1.261, 1.263, 1.277, etc. En realidad, la llamada de tales artículos puede tener una clara justificación: bien aplicación analógica o directa de las normas sobre los contratos a los actos unilaterales inter vivos de contenido patrimonial, salvo las dictadas por razón del acuerdo de voluntades, a la manera del art. 1.324 Codice civile, bien, como dice SALVADOR CODERCH, interpretándolos en clave de negocio jurídico, una de cuyas especies es, precisamente, la promesa unila -teral. Sin embargo, la invocación del TS parece no basarse en ninguno de los argumentos señalados y es una invocación directa a norma contractual, lo cual es plausible en sede de causa (como hace la STS 3 de febrero de 1973), pero absolutamente desafortunado en sede de aceptación, sin que se niegue, entonces, la propia promesa unilateral y se afirme la existencia de un contrato unilateral (que es lo que hace el TS). Por otra parte, la argumentación esgrimida por las sentencias del TS es bastante inconsistente. Se parte de la prima veritas de que la legislación española no prohibe la eficacia obligacional de las declara -ciones unilaterales de voluntad, por lo que "nada impide que pueda admitirse dentro del concepto definido por el art. 1.254 y dada la amplitud señalada en el art. 1.255 del mismo cuerpo legal" (STS 10 de junio de 1977, Cdo. 2.º). Ya he señalado que la llamada a los artículos citados sólo puede entenderse como aplica -ción analógica o como una llamada a la positivamente desconocida categoría del negocio jurídico. En cualquier caso, traer a colación la norma del art. 1.255 CC no parece un dechado de rigor jurídico: ¿qué une la norma que permite a las partes dotar de un determinado contenido al contrato con una pretendida eficacia obligacional de las declaraciones unilaterales de voluntad? A mi entender, ni siquiera el principio de libertad contractual o, si se quiere más amplio, de autonomía privada ampara la eficacia obligacional de las promesas unilaterales, salvo que éstas se hallen inmersas en un marco contractual previo. Además, la norma del art. 1.255 CC es una norma habilitante a posteriori, por lo que primero se debe demostrar la admisibilidad de las promesas unilaterales y, posteriormente, verificar la validez de las atípicas, la cual es básicamente un problema causal. Mantener la llamada al art. 1.255 CC para justificar la eficacia obligacio -nal de las declaraciones unilaterales de voluntad significaría dar amparo a la desmembración de los elementos consensuales del acuerdo contractual. Pero no esta la posición del TS. Su reiterada doctrina es incoherente respecto de la promesa unilateral, pero no respecto del contrato unilateral, en este caso, atípico Además, la propia sentencia citada exige que "el acto creado a medio de la unilateral declaración de voluntad se adapte a las exigencias formales legalmente establecidas, y concretándose al supuesto contemplado, por implicar lo pretendido por la demandante recurrente un legado de alimentos enmarcable en el ámbito del art. 879 CC" que se pretende creado con base en documentos privados del testador que no reúnen los requisitos del testamento ológrafo, por lo que son nulos. Realmente es difícil mantener la coherencia de dicho razonamiento, que la propia Sala expresa a mayor abundamiento: por un lado, se reconoce eficacia a la declaración unilateral de voluntad con base en los citados arts. 1.254 y 1.255 CC (además de la jurisprudencialmente reiterada invocación de la Ley única del Título XVI del Ordenamiento de Alcalá); y, por otro lado, se niega esa eficacia porque, tratándose de unos documentos privados del testador, no reúnen los requisitos del testamento ológrafo. Es decir, si hubieran concurrido los requisitos exigidos en el art. 672 CC, la pretendida declaración unilateral de volun -tad hubiera sido eficaz, no en cuanto tal, sino en cuanto testamento, es decir, acto unilateral mortis causa típico. No se entiende, entonces, el razonamiento del TS ni su reflexión sobre la declaración unilateral de voluntad, pues acaba declarando que la declaración unilateral de voluntad mortis causa debe observar la forma y demás requisitos legalmente previstos para los actos mortis causa, en concreto, el testamento, que es declaración unilateral de voluntad mortis causa y típica.

- 5 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

La STS de 6 de marzo de 1976, con cita de la de 17 de octubre de 1932, admite el carácter vinculante de la declaración unilateral de voluntad si "está dotada de certidumbre y va dirigida a determinada persona a título dispositivo y no de mera enunciación de un propósito". No deja de ser curiosa la afirmación transcrita de la sentencia por dos motivos: en primer lugar, porque la enunciación de los requisitos de la promesa unilateral recuerda claramente a los de la oferta: completa, definitiva y seria (20), máxime si se exige, como exige la invocada STS 17 de octubre de 1932, objeto cier -to, causa determinante y consentimiento libremente prestado; en segundo lugar, porque parece excluir uno de los supuestos socialmente típicos de eficacia obligacional de la declaración de voluntad unilateral: la promesa pública, pues ésta no va dirigida a determinada persona. Por lo demás, la remisión a la STS de 17 de octubre de 1932 conduce a la confusión con el contrato unilateral. Efectivamente, la citada sentencia declara que unas declaraciones epistolares que otorgaban una pensión instituyen una obligación a cargo del emitente mediante acuerdo vinculativo perfectamente caracterizado por la concurrencia de objeto, causa y consentimiento, sin que sea obstáculo a dicha estima -ción la ausencia de prestación correlativa por parte del promisario. Es decir, el Tribunal Supremo declara que nos hallamos ante un contrato unilateral, el cual obviamente tiene cobijo en la definición del art. 1.254 CC. En definitiva, en la doctrina del TS se puede constatar una búsqueda de la contractualidad, de la aceptación expresa o tácita, o de las exigencias formales cuando se trata de declaraciones de voluntad unilaterales mortis causa. Además de las ya citadas, la STS 3 de febrero de 1973 declara que la promesa unilateral "engendra únicamente una situación de vinculación del promitente o del declarante que posee un simple valor probatorio de la final constitución de la misma que requiere en todo caso, no sólo una acepta -ción del acreedor... sino también, y esto es lo esencial, la justificación de toda atribución patrimonial...", es decir, la causa. ¿Qué tenemos, entonces? La doctrina ha estudiado y comentado la mayoría de las sentencias citadas (21); no es éste el momento de un nuevo comentario. Pero sí podemos extraer las siguientes conclusiones: 1.ª El TS no admite la declaración unilateral de voluntad con eficacia obligatoria, es decir, como fuente de obligaciones. La promesa unilateral no tiene eficacia obligatoria. Si es inter vivos, busca incesamente la aceptación del beneficiario, admitiendo incluso, como aceptación, la realizada en acto de conciliación; si es mortis causa, exige la forma de esta clase de actos jurídicos unilaterales, so pena de nulidad en caso de inobservancia. 2.ª La no admisibilidad se limita, obviamente, a las promesas atípicas, no a las típicas. Y aquí cabe incluir tanto las legalmente típicas (títulos valores y actos unilaterales mortis causa) cuanto las socialmente típicas (promesa pública). Para DíEZ-PICAZO, verificada la exigibilidad de causa también en las promesas unilaterales, el único supuesto claro de declaración unilateral creadora de obligaciones es el de la promesa unilateral realizada credendi causa para compensar una actividad o un resultado que se espera o confiar obtener. Se trata de la promesa de recompensa (22). Según este autor, no cabe ni la causa solvendi ni la causa donandi. La primera, porque presupone necesariamente la preexistencia de la obligación que se cumple; la segunda, por los estrictos condiciona -mientos a que nuestro ordenamiento jurídico somete la validez y eficacia de las donaciones, señalada -mente, la forma (23). 3.ª De la búsqueda de la aceptación sí cabe extraer una conclusión positiva: que las declaraciones unilaterales de voluntad atípicas, aunque no son fuente de obligaciones, sí vinculan al promitente a mantenerlas durante un tiempo prudencial, según buena fe y usos, por cuanto recaída la aceptación, tácita

- 6 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

o expresa, se constituye el vínculo contractual y la facultad de exigibilidad. Es decir, son ofertas contrac -tuales que acaban, en caso de aceptación, en contratos unilaterales, en su caso, atípicos. A mi entender, ésta es la conclusión más importante que se puede extraer, no sin ciertas dudas, de la doctrina del TS. Es también la conclusión de DE CASTRO: según la línea jurisprudencial constante y uniforme "la voluntad unilateral que se estima vinculante para quien la declara, no es aquélla emitida y no aceptada, sino la que va acompañada del consentimiento del que la recibe, aunque sea la aceptación ante -rior o previa (solicitada o exigida); su unilateralidad reside en que sólo queda obligado el declarante (no hay contraprestación). Se trata sencillamente de un contrato unilateral, cuya validez depende de reunir los requisitos propios del contrato" (24). Así, la cuestión radica, no en cuanto dice el TS acerca de la promesa unilateral como fuente de obliga -ciones, sino en cuanto no dice: que la pura y mera promesa unilateral, la pura declaración unilateral de voluntad, es fuente de obligaciones. Porque, al exigir la aceptación del beneficiario, desvirtúa la eficacia obligacional de la declaración unilateral de voluntad en cuanto promesa unilateral. El TS se ha hallado varias veces en el contexto de (y con el pretexto para) poder asentar doctrina sobre las promesas obligato -rias en el sentido de determinar en qué supuestos son vinculantes, quiero decir, tienen eficacia obligatoria y son, por tanto, exigibles, y en cuáles no. El TS ha podido demarcar el terreno que hay, si lo hay, entre el mero acto unilateral no obligatorio, como la renuncia, y el acto estrictamente contractual, ya se trate de un contrato unilateral o bilateral, ya oneroso o gratuito o remuneratorio (poco hincapié hace el TS en las donaciones onerosas y remuneratorias) o entre la oferta, como elemento potencial de un contrato, y la promesa unilateral obligatoria, como vínculo actual. Mas esa huida hacia la contractualidad del vínculo, esa búsqueda de la aceptación, ha perturbado lo que podría ser una clara línea jurisprudencial. Sin embargo, en esta huida deja un rastro: el de la vinculación del promitente. El problema entonces reside en saber por qué el TS fuerza de tal manera la contractualidad del vínculo que cualquier declaración del estipulante o beneficiario (incluso la hecha en el acto de conciliación: STS 6 de marzo de 1976) puede ser aceptación contractual (25), Aceptación no es cualquier declaración de voluntad sino una determinada declaración de voluntad que DÍEZ-PICAZO (26) define como contractual y emitida por el destinatario de la oferta "con objeto de manifestar o comunicar al proponente la conformidad con los términos de la propuesta y la voluntad del emitente de que el contrato se entienda celebrado". La aceptación es asentimiento de una oferta y, en los supuestos de promesa unilateral, no hay, en rigor y por principio, oferta alguna, no hay propuesta de contrato sino declaración de voluntad con la intención actual del emitente de obligarse. Más todavía, de obligarse sin necesidad de aceptación o asentimiento por parte del destinatario de su declaración de voluntad (27). Entonces, como dice SALVADOR CODERCH (28), constando la seria voluntad de obligarse, la justa causa y la reclamación del favorecido por la promesa, "hay razones de peso para defender el nacimiento de la obligación o, al menos, la vinculación del promitente durante un tiempo razonable". No es del todo correcta la anterior afirmación del profesor SALVADOR CODERCH respecto de la doctrina del TS sobre la promesa unilateral. El TS no niega la vinculación del promitente, sino su obligación; y, porque no niega dicha vinculación, reconoce la existencia del vínculo contractual cuando verifica la aceptación del destinata -rio de la declaración unilateral de voluntad, aunque dicha aceptación sea tardía, tácita o se manifieste con la papeleta del acto de conciliación. No se debe perder de vista que el TS no admite la promesa unilateral atípica con efectos obligatorios sino el contrato unilateral atípico y, por tanto, necesariamente debe confi -gurar la declaración unilateral de voluntad, no como promesa unilateral, sino como oferta, la cual no obliga (no es fuente de obligación) sino que vincula. Y, sólo cuando ha recaído la aceptación, obliga, aunque la aceptación sea claramente extemporánea (29). Todo lo cual nos conduce directamente a dos cuestiones: la distinción entre oferta contractual y promesa unilateral y la posible atipicidad de las promesas unilaterales, es decir, la cuestión de la causa.

- 7 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

Respecto de la primera cuestión, no ha sido abordada por la jurisprudencia. Ya he señalado que el TS configura la promesa unilateral como oferta contractual que puede ser aceptada, y desde entonces obliga, en tanto en cuanto no haya sido revocada. Dice SALVADOR CODERCH que, admitido al menos el efecto vinculatorio de la promesa unilateral, que se traducirá en su irrevocabilidad, diferirá de la oferta irrevocable "por la distinta configuración de los respectivos supuestos de hecho", caracterizándose la promesa unilate -ral "por la constancia en la declaración de la seria voluntad de obligarse". La oferta es un acto prenegocial, mientras que la declaración es negocio unilateral (30). La oferta, aunque irrevocable, vincula sólo a mantenerla el tiempo exigido por la buena fe y los usos o el establecido como plazo de irrevocabilidad; la promesa unilateral constriñe a ejecutar la prestación prometida. La oferta, aunque irrevocable, es suscepti -ble de ser retirada, siempre que dicha retirada llegue al destinatario antes que la propia oferta; por defini -ción, la promesa unilateral sólo puede ser retirada (31), pues si llega a conocimiento del destinatario no se precisa su aceptación: el promitente ya está obligado (32), Además, la relación entre promesa y oferta es una relación de género a especie: no toda promesa es oferta contractual. III. Tipicidad de las declaraciones unilaterales de voluntad Llegados a este punto, cabe reflexionar sobre la atipicidad de las promesas unilaterales, la cual es, en cierta manera, una reflexión inútil porque si, como se ha señalado, el TS no admite la promesa unilateral (33) como fuente de obligaciones (aunque tenga causa y ésta sea verdadera, existente y lícita, lo cual se presume ex art. 1.277 CC, como se sabe), sino el contrato unilateral, no tiene mucho sentido cuestionarse la validez de las promesas unilaterales atípicas. En cualquier caso, retomamos aquí la cuestión planteada anteriormente sobre la aplicabilidad o no del art. 1.255 CC a las promesas unilaterales. Con otras palabras, más allá de los supuestos típicos de declaraciones unilaterales de voluntad, ¿quedan las personas obliga -das por sus declaraciones unilaterales? La STS 17 de octubre de 1932, reiterada por las de 13 de noviembre de 1962 y 6 de marzo de 1976, dice expresamente que emitida la declaración de voluntad con ánimo de obligarse una persona a otra a título de disposición, se genera un derecho de crédito a favor de la designada por reflejar la voluntad del promitente y su consciente intención de asumir el deber de cumplir lo prometido. Esta afirmación parece conducir directamente a la admisibilidad de las promesas unilaterales atípicas. Sin embargo, las sentencias citadas acaban recurriendo, como ya he señalado, al esquema contractual, a la búsqueda de la aceptación. Nuestro sistema, como se sabe y señalé anteriormente, es contractualista. Es un sistema, como dice GALGANO (34), basado en la causalidad del contrato (y del acto unilateral) que no puede permitir la atomización de los elementos del contrato. La admisión de declaraciones unilaterales de voluntad atípicas supone dejar al arbitrio de las partes la desmembración de los contratos bilaterales, es decir, la posibilidad de convertir la compraventa en dos promesas unilaterales independientes de entrega de cantidad dineraria y de entrega de cosa determinada, lo cual supone la quiebra absoluta del sinalagma genético y del sina -lagma funcional: ¿dónde, entonces, el equilibrio de prestaciones o principio de conmutatividad del tráfico?, ¿dónde la excepción non adimpleti contractus o la facultad de resolución? Ni siquiera, en estos supuestos, se puede recurrir a la causalidad del acto unilateral pues, como dice el autor citado, someterlo al control judicial acerca de la susceptibilidad de tutela jurídica del interés perseguido sólo tendrá éxito allí donde se verifique que el acto del sujeto encuentra su causa en el acto del destinatario o en la liberalidad del oferente (35). Es decir, allí donde se reinstaure el esquema contractual sinalagmático o unilateral. Todo lo cual no significa que, respecto de las declaraciones de voluntad unilaterales, sea irrelevante la causa. Ésta es relevante en el sentido de que los actos unilaterales de voluntad típicos son actos causales,

- 8 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

es decir, en el sentido de que no son admisibles actos típicos abstractos, entendida aquí la abstracción en sentido material y no meramente procesal. El requisito de la causa no es irrelevante para los actos unilate -rales, en concreto, para las promesas unilaterales. ¿Cómo puede serlo en un sistema causalista? El problema es el de la atipicidad de la causa en dichas promesas. Causa atípica es la no prevista por el ordenamiento jurídico pero que éste juzga idónea porque satisface un interés digno de tutela jurídica. La valoración y ponderación de dicho interés nos acabará conduciendo al contrato o a la tipicidad social, la cual ampara el carácter obligatorio de las promesas públicas. La única norma donde podría tener amparo un acto unilateral (declaración de voluntad) atípico es, como ha señalado SALVADOR CODERCH (36), el art. 6.2 CC, en sede de renuncia. Pero no parece sufi -ciente por cuanto: de un lado, la renuncia no tiene una eficacia transmisiva ni obligacional sino abdicativa; de otro lado, por cuanto se trata de una norma dictada para una especie de acto unilateral, difícilmente válida, por tanto, para el género. Cuestión distinta es la de determinar si una obligación natural puede servir de causa a una promesa unilateral. En la cuestión se han entretenido DÍEZ-PICAZO y SALVADOR CODERCH: el primero a raíz de la STS 3 de febrero de 1973 que, como ya hemos dicho, exige el requisito causal a las promesas unilaterales; el segundo, en el también citado trabajo sobre la necesidad de aceptación cuando media una justa causa. Que las obligaciones asumidas por promesa unilateral deben responder a una causa, por lo demás, lícita, verdadera y existente e incluso que dicha causa, si no se expresa, se presume en virtud del art. 1.277 CC, me parece fuera de cualquier duda: Pero que pueda invocarse como causa una obligación natural es, a mi entender, dudoso. Como se sabe, las llamadas obligaciones naturales no son más que supuestos en que el cumplimiento de un deber no es jurídicamente exigible. Son deberes morales o de conciencia que, si bien no son exigi -bles, legitiman el efecto de soluti retentio para el caso en que el sujeto realice voluntariamente una deter -minada atribución patrimonial porque la causa de dicha atribución es precisamente el deber moral, social o de conciencia jurídicamente inexigible. La cuestión, entonces, se plantea en los siguientes términos: ¿es exigible el cumplimiento de una prestación con base en una promesa unilateral cuya causa es una obligación natural? Gráficamente: obligación natural + promesa unilateral = exigibilidad de la prestación prometida (o sea, obligación civil). DIEZ-PICAZO responde positivamente (37), si bien matiza que, en tales supuestos, la fuente de la obligación no es realmente la promesa unilateral sino el hecho o la situación "apta para engendrar un deber jurídico que, según las ideas imperantes en la conciencia social, merezca el calificativo de obligación natu -ral". Así, concluye, la promesa unilateral no crea la obligación pero la nova: una obligación natural, que es inexigible, se convierte en una obligación jurídicamente exigible: "La promesa unilateral no es más que un modo de transformación o de novación de aquélla ya originada obligación" (38). Me parece que, en la opinión de DIEZ-PICAZO o en la de la sentencia que comenta, entra por la ventana lo que expulsa por la puerta porque, en definitiva, la prestación exigible será la que es objeto de promesa unilateral, no la de la obligación natural. ¿Qué ocurre si un sujeto, teniendo el deber moral de entregar 1.000, promete unilateralmente que entregará 500? ¿Puede el estipulante o beneficiario de la promesa, es decir, si se me permite, el acreedor natural exigir 1.000 o debe conformarse con 500? Si entrega 500, ¿podrá exigir los otros 500? Y ¿con qué causa, con base en la obligación natural (que es inexigible) o con base en la promesa, que no es fuente de obligaciones? Por otro lado, como señala SALVADOR CODERCH, la obligación natural puede constituir uno de los elementos de un supuesto de hechos atributivo u obligacional, pero que por sí sólo "no configura un supuesto de hecho obligacional" (39) y no es posible hablar de novación en relación a la misma, "pues... sólo las obligaciones son susceptibles en sentido técnico" (40).

- 9 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

Es cierto que se puede novar, en determinados supuestos, una obligación nula, es decir, anulable ex art. 1.208 CC, pero también es cierto que la obligación anulable es una obligación en sentido técnico, válida y exigible. Además, el TS no dice que una obligación natural puede ser causa válida de una promesa unilateral. Y no lo dice porque, como vengo diciendo, no reconoce eficacia obligatoria a las promesas unilaterales, ni siquiera con causa. Lo que en realidad dice el TS es que un deber moral o de conciencia, además de justi -ficar una determinada atribución patrimonial ex art. 1.901 CC y así legitimar la soluti retentio del accipiens, justifica (puede ser causa de) un contrato unilateral (atípico): la justa causa del art. 1.901 CC no justifica sólo una datio s20 sino también la obligación (contractual) o la promesa (contractual) de realizarla en el futuro. Es el carácter contractual, la aceptación, lo que ampara la exigibilidad de la prestación que, sin dicha aceptación, no sería exigible. Así la STS 17 de octubre de 1932 dice que los deberes morales o de conciencia pueden convertirse en obligaciones civiles perfectamente coercibles y que el pago se realiza no donandi causa sino animo solvendi. Pero, en la misma sentencia, la obligación civil en que se convierte el deber moral o de conciencia (una muchacha huérfana abandona su trabajo "por ceder al capricho de la seducción" de un hombre casado, culto y maduro que posteriormente la abandona y le promete por carta una pensión) es una obligación contractual: la promesa formal seguida de aceptación (en el caso, tácita por recibir las primeras pensiones) supone el nacimiento del acuerdo vinculativo. Hay objeto, causa determi -nante y consentimiento libremente prestado. En el mismo sentido, la STS 3 de febrero de 1973 exige la causa (además de la aceptación del acreedor) como justificación de toda atribución patrimonial y dice que dicha causa debe se atendida respecto a las obligaciones que "un sujeto asuma por declaración de voluntad unilateral". Porque, dice la sentencia citada, "de la misma manera que nadie se obliga sin causa, nadie tampoco puede verificar la entrega sino con un fin determinado". Las SSTS 17 de octubre de 1932, 1 de diciembre de 1955 y 5 de mayo de 1958 se refieren a casos de promesas en cumplimiento de obligaciones morales y, por tanto, con su propia causa. En las sentencias citadas de 17 de octubre de 1932 y 5 de mayo de 1958, el TS declara la existencia de contratos unilaterales al verificar consentimiento, objeto exacto y preciso y causa. La obliga -ción nace de dicho contrato, cuya causa es ciertamente un deber moral o de conciencia, no de la promesa unilateral. En la STS 1 de diciembre de 1955, el TS configura la declaración unilateral como declaración de ciencia, no de voluntad, al declarar que ésta puede ser medio de prueba o exteriorización de situaciones preexistentes. En definitiva, el TS no configura la obligación natural o el deber moral o de conciencia como causa de la promesa unilateral, ni ésta como medio para transformar una obligación natural es una obligación civil, sino que se limita a declarar que los deberes morales o de conciencia pueden ser causa de contrato unila -teral y, por tanto, que justifican no ya sólo la soluti retentio del accipiens, si ha habido entrega (art. 1.901 CC) sino también la exigibilidad de la prestación prometida, si ha habido aceptación. Así, ni había obligación antes de la promesa unilateral ni la hay con posterioridad a la misma, sino desde la aceptación del destinatario de la declaración de voluntad. No había tampoco, antes de la promesa unilateral, una "ya originada obligación" (41). En el ínterin, sólo hay una situación de vinculación del promi -tente que, debemos concluir, le impide revocar sin justa causa la declaración de voluntad emitida o, en su caso, el reconocimiento de una situación jurídica preexistente. En definitiva, las promesas unilaterales deben tener una causa típica o, al menos, una tipicidad social suficiente que ampare su tutela jurídica. Sólo aquí se puede hallar la excepcionalidad que declara alguna sentencia del TS. IV. Declaración unilateral y reconocimiento de deud a

- 10 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

Un punto de conexión curioso de produce entre las promesas unilaterales y el reconocimiento de deuda o promesa de pago. De la doctrina del TS acerca de ambas instituciones puede desprenderse fácilmente que el reconocimiento de deuda, cuando se realiza de manera unilateral es, precisamente, una declaración unilateral de voluntad con eficacia obligacional, ya se mencione la causa, ya se realice de manera abstracta. La STS 24 de octubre de 1994 resume la doctrina jurisprudencial: el reconocimiento de deuda, admi -tido en nuestro ordenamiento jurídico con base en el art. 1.255 CC (42) es "vinculante para quien lo hace, con efecto probatorio si se realiza de manera abstracta y también constitutivo si se expresa su causa justi -ficativa, calificándolo de contrato, por el cual se considera la deuda como existente contra el que la reco -noce" (También, SSTS 8 de marzo de 1956, 13 de junio de 1959, 7 de febrero de 1973, 9 de abril de 1980, 3 de noviembre de 1981 y 15 de febrero de 1989). Dicho contrato da lugar "a una obligación independiente con sustantividad propia, o sea, desligada y libre de la propia existencia de la deuda reconocida, bastando la inexpresión de la causa para que, conforme al art. 1.277 CC, ésta se presuma como existente y lícita, mientras no se demuestre su verdadera inexistencia o ilicitud" (SSTS 8 de marzo de 1956 y 15 de febrero de 1989). Más allá van las SSTS 26 de octubre de 1962 y 30 de noviembre de 1984. La primera afirma que el reconocimiento de deuda es un contrato abstracto cuya validez no está subordinada a la existencia de la causa, que se admite en nuestro ordenamiento jurídico al amparo del art. 1.277. La segunda, con cita de la STS 14 diciembre de 1978, dice que "apareciendo del contrato cuestionado un reconocimiento de deuda de carácter general en cuanto no existe especificación causal alguna, es lo cierto que... dicho reconocimiento surte efectos propios con abstracción de la obligación contraída, lo que sitúa la figura aquí contemplada dentro del ámbito de los negocios abstractos caracterizados no porque en ella no se exprese la causa y sí por cuanto la misma se encuentra separada del contrato de tal modo que éste puede funcionar con inde -pendencia de ella" (También, STS 22 de junio de 1988). En definitiva, según la doctrina del TS, el reconocimiento de deuda es un negocio jurídico, unilateral o bilateral (contrato) válido en virtud del art. 1.255 CC que tiene efecto probatorio, si se realiza de forma abstracta, y constitutivo si se expresa la causa justificatoria. Algunas sentencias, ya citadas, mantienen el carácter materialmente abstracto del reconocimiento de deuda. En cambio, el Código Civil es mucho más parco: aparte de los reconocimientos con eficacia real, al menos inter partes, o sea de las llamadas pronuntiationes contra se (art. 540, en sede de servidumbre; art. 1.647, de enfiteusis; art. 1.324, en confesión de privatividad) y de los que carecen de contenido patrimonial (reconocimientos de filiación, arts. 120 y ss.), el Código Civil sólo se refiere al reconocimiento de deuda, abstracción hecha ahora del supuesto del art. 1.224, en los conocidos arts. 1.973, como causa de interrup -ción de la prescripción extintiva (cualquier acto de reconocimiento de la deuda por el deudor) y 1.975 (ino -ponibilidad al fiador de los reconocimientos privados hechos por el deudor) (43). Otras normas, en el ámbito privado, se refieren al reconocimiento: el art. 944 C de C, que enumera entre las causas de interrupción de la prescripción "el reconocimiento de las obligaciones" y la "renovación del documento en que se funde el derecho del acreedor". Los arts. 89 y 158 LCCh remiten al citado art. 1.973 CC las causas de interrupción de la prescripción de las acciones cambiarias, el primero, y de la del cheque, el segundo. Finalmente, la Ley 40 FNN declara en el párrafo 2.º que, el reconocimiento de la deuda por el deudor, aunque implícito, interrumpe la prescripción en todo caso. De las normas legales citadas, parece que el reconocimiento de deuda sólo produce (o puede produ -cir) tres consecuencias o efectos: i) La interrupción de la prescripción.

- 11 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

ii) La inoponibilidad al fiador de los reconocimientos privados hechos por el deudor, o sea, no conoci -dos por aquél. iii) El reconocimiento hecho en documento público no prevalece sobre el documento privado en lo que lo modifique, salvo que sea esa la voluntad de las partes (art. 1.224 CC). Si se quiere se puede extraer otra consecuencia: el acreedor preconstituye la prueba de la existencia de la deuda reconocida y, por tanto, se produce una inversión de la carga de la prueba, la relevatio onus probandi: al acreedor le bastará alegar y probar el reconocimiento de la deuda hecho por su deudor y, en los propios términos del reconocimiento, la deuda se considerará existente (44). Así, no se entiende muy bien el esfuerzo de la jurisprudencia y de la doctrina (45), muchas veces embebida de doctrina y legislación extranjeras, por dotar de una configuración negocial al reconocimiento de deuda (46), máxime porque, de esta forma, parece que se debe acabar admitiendo la promesa obliga -toria o declaración unilateral de voluntad con eficacia obligatoria (47), si se realiza con carácter unilateral (48), el cual es, por lo demás, el supuesto en que parece pensar el legislador en los arts. 1.973 y 1.975 CC. De las normas legales transcritas y de las consecuencias derivadas de las mismas parece claro que el reconocimiento de deuda es una declaración recognoscitiva (49), no volitiva, por lo que difícilmente se puede configurar como negocio jurídico (categoría, por lo demás, desconocida por el Código Civil). Quizás esto explique el expediente jurisprudencial de admitir la validez y licitud del reconocimiento de deuda, bien como negocio jurídico, bien señaladamente como contrato, con base en el art. 1.255 CC, pues en los arts. 1.973 y 1.975 CC, 944 C de C y en la Ley 40 FNN no hay atisbo negocial alguno: un sujeto, el deudor, reconoce deber alguna cosa (dar, hacer o no hacer), a otro sujeto, el acreedor: no crea una obligación ex novo sino que manifiesta una situación jurídica preexistente y su vinculación actual por la misma (50). Así, en la anteriormente citada STS 1 de diciembre de 1955, el TS declara, obiter dictum, que la declaración unilateral puede funcionar como medio de prueba o de exteriorización de situaciones preexistentes, es decir, como declaración de ciencia, pero no puede crear obligaciones ex novo (51). La abstracción causal de que habla la jurisprudencia es obviamente una abstracción procesal, es decir, no derivada ni de la inexistencia de causa (todo tiene su causa) ni de la desvinculación de la relación jurí -dica previa, sino la derivada de la inexpresión de la causa (52). Pero no se entiende muy bien la distinción que reiteradamente hace el TS entre el reconocimiento realizado de manera abstracta (con efectos proba -torios) y el realizado con expresión de la causa justificativa (con efecto constitutivo). Igual perplejidad produce la determinación de este efecto constitutivo: una obligación independiente con sustantividad propia, desligada y libre de la propia existencia de la deuda reconocida (SSTS 8 de marzo de 1956 y 15 de febrero de 1989). Más comedida parece la STS 24 de octubre de 1994: se considera la deuda como exis -tente contra el que la reconoce, pudiendo tener como objeto exclusivo dar a la otra parte un medio de prueba o prometer no exigir prueba alguna de la deuda. En realidad, el reconocimiento de deuda, se realice de manera procesalmente abstracta (o sea, sin expresión de la causa) o con expresión de la causa, siempre tiene efecto probatorio, amén del interruptivo de la prescripción. El problema de la abstracción procesal de la causa, de la inexpresión, lo resuelve nues -tro sistema, como es bien sabido, en el art. 1.277 (53), por lo que, en principio, es indiferente que la causa se exprese o no. Más aún, si se supera la configuración negocial del reconocimiento, y se le considera como mera declaración recognoscitiva o de conocimiento (54), el problema causal desaparece y emerge, claramente, el efecto de inversión de la prueba: el deudor deberá probar la inexistencia, la ilicitud o la falsedad de la causa de la relación jurídica reconocida, de donde trae causa su propia deuda. Efectiva -mente, la causa de la obligación del deudor se halla, no en el reconocimiento pues significaría la creación de una obligación ex novo, en su caso, unilateralmente, sino en la relación jurídica preexistente y recono -

- 12 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

cida. La expresión de la causa no cambia el efecto del reconocimiento: entre reconocer deber 1.000 y reconocer deber 1.000 por un préstamo no devuelto o por relaciones comerciales previas, no hay diferen -cia: en el primer caso, la inexistencia de la causa (o su ilicitud o falsedad) deberá probarla el deudor, porque el acreedor está amparado por la norma del art. 1.277 CC; en el segundo, la inexistencia del prés -tamo deberá también probarla el deudor, porque el acreedor está amparado por el propio reconocimiento. La idea de la nueva vinculación (obligación independiente con sustantividad propia, reitera el TS) evoca claramente la figura de la novación y, como se ha dicho acertadamente, reconocimiento de deuda y nova -ción son figuras incompatibles (55), aunque la novación suponga, obviamente, el reconocimiento de la existencia de la obligación que se quiere novar. Efectivamente, en el reconocimiento de deuda no hay novación posible, ni extintiva ni modificativa: el deudor continúa obligado en los mismos términos y condi -ciones que derivan de la relación jurídica reconocida. Más aún, si el reconocimiento es unilateral (56) y modifica el contenido de la relación jurídica reconocida (por ejemplo, reconocimiento parcial de cantidad dineraria: el deudor reconoce deber 500 y el acreedor cree que le debe 1.000), no se produce novación alguna de la relación jurídica previa pues falta el consentimiento del acreedor: la relación jurídica previa es indisponible unilateralmente para el deudor. Entonces, una de dos: o el acreedor consiente, en cuyo caso nos hallamos ante una figura distinta del reconocimiento (novación, condonación, contrato de fijación...) o, el único efecto que se producirá, aparte del interruptivo de la prescripción, es la parcial relevatio onus probandi: precisamente en la parte reconocida por el deudor. Respecto del resto, regirán las normas ordi -narias de la prueba (arts. 1.214 y ss. CC). En mi opinión, no hay ni nueva vinculación ni nacimiento de nueva obligación. De entenderlo así, se concluiría que la mera declaración ex promissa atípica (en la argumentación de quienes creen que el reconocimiento de deuda es un acto volitivo) obliga a su emisor y que éste, además, queda doblemente vinculado: por la obligación reconocida, puesto que no se ha extinguido (57), y por la nueva obligación nacida del reconocimiento. Y ¿qué obligación es ésta? ¿Cuál es su contenido sino el mismo que el de la obligación reconocida, salvo que se trate de una novación o modificación o fijación del contrato (58)? No se diga que la nueva obligación consiste en pasar por lo reconocido porque, entonces, una de dos: si lo reconocido coincide con el contenido de la relación jurídica preexistente, a pasar por lo reconocido estaba ya obligado el deudor que ahora reconoce, si bien antes del reconocimiento debía probar el acreedor (art. 1.214 CC) y ahora, por mor del reconocimiento, no debe dar dicha prueba (59); si lo reconocido no coincide con la relación jurídica previa, de tres una: o no hay tal reconocimiento o hay un reconocimiento parcial (que eximirá de prueba al acreedor en cuanto al objeto del reconocimiento) o, previo consentimiento del acreedor, se produce una novación de la obligación o un contrato de fijación (60). Mantener el carácter negocial del reconocimiento de deuda supone confundir tal acto, que en el Código Civil y en el de Comercio tiene una clara configuración unilateral, con actos de modificación, novación o fijación, que son necesariamente bilaterales, es decir, contractuales: no se puede novar, no se puede modi -ficar, no se puede fijar el contenido de un contrato sin el consentimiento de ambas partes. La modificación del contenido contractual es un acto de novación y, como tal, se regirá por las normas de los arts. 1.203 y ss. CC, señaladamente, 1.204, 1.207 y 1.208. En el contrato de fijación, las partes no reconocen derechos preexistentes (o no sólo o no principalmente) sino que las partes eliminan incertidum -bres relativas a situaciones jurídicas preexistentes entre ellas y se vinculan recíprocamente a fin de atribuir al hecho o al acto previos los efectos que resultan de la fijación contractual, impidiendo toda discusión al respecto (61). El contrato de fijación, que como la novación es incompatible con el reconocimiento de deuda aunque lógicamente, como la novación, lleva aparejado el reconocimiento de la existencia del contrato cuyo contenido se fija, es una suerte de interpretación de la relación jurídica preexistente realizada de consuno entre las partes de la misma: es una interpretación auténtica del contrato con efectos retroac -

- 13 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

tivos (62). V. Las declaraciones de patrocinio o de apoyo finan ciero La STS 16 de diciembre de 1985 dice que las llamadas "cartas de confort" responden al designio de proporcionar una garantía semejante a la fianza, mediante la cual el emisor de la carta contrae una obliga -ción accesoria de indemnizar en beneficio del acreedor para el caso de que el deudor principal incumpla lo pactado con el acreedor. De esta forma, el TS (63) conduce las cartas de patrocinio al ámbito contractual, del mismo modo que un sector doctrinal (64). No se entiende muy bien la relación entre declaración de patrocinio y fianza, que, en el sentir de la sentencia, son garantías semejantes. Que ambas son o actúan con una función de garan -tía, no cabe duda; que sean semejantes (más allá de la función de garantía) es otra cuestión. Las cartas de patrocinio nacen, como es sabido, en los Estados Unidos de América, como garantías atípicas (65) y alcanzan rápidamente tipicidad social. Sus manifestaciones son heterogéneas y los modelos utilizados en la práctica, diversos. En el esquema más frecuente (66) la sociedad controlante comunica al banco, del cual una de las sociedades controladas pretende financiación, que: i) controla a la sociedad que desea la financiación; ii) controlará que ésta cumpla regularmente la obligación de restitución o que ejer -cerá su propia influencia para que así suceda; iii) no perderá el control de la sociedad que solicita la finan -ciación hasta la total extinción de la deuda o que, en su caso, comunicará tempestivamente la cesión de sus participaciones. Obviamente, tales declaraciones no constituyen contrato de fianza porque o se refieren a hechos propios o son declaraciones de conocimiento o comunica hechos relevantes, como señala CARRASCO PERERA (67). Tampoco hay un mandato de crédito (68): ninguna obligación asume el banco destinatario de la carta o de la declaración de la sociedad controlante: a pesar de la declaración de patrocinio o apoyo financiero, el banco puede negarse legítimamente a financiar a la sociedad controlada si la citada declara -ción no le suscita la confianza (si se quiere, garantía) suficiente. La entidad crediticia puede exigir otras garantías, digamos, típicas o más seguras o, como he dicho, negarse a conceder crédito a la sociedad controlada. Cuestión distinta es que la sociedad controlante declare que sustituirá a la controlada en sus obligaciones y que velará por su solvencia, en cuyo caso sí hay una obligación fideusoria (69). Por otro lado, la conducción al ámbito contractual de las declaraciones de patrocinio, ya como contrato de fianza, ya como otro contrato de garantía, supone la configuración de dichas declaraciones como ofertas contractuales, lo cual no parece ser la intención de la sociedad que emite la declaración, y la necesidad de aceptación por parte del banco destinatario, si bien ésta se puede entender tácita con la concesión de crédito o financiación a la sociedad controlada. En mi opinión, la cuestión fundamental no es determinar si las declaraciones de patrocinio constituyen un contrato de fianza (70), sino la previa siguiente: ¿por qué conducir al ámbito del contrato (típico) lo que nació fuera de él? ¿Por qué conducir a una estructura legal típica lo que nació por exigencias e intereses socio-económicos no cubiertos por el tipo contractual codificado? En la declaración de patrocinio no hay promesa, no hay declaración unilateral de voluntad (71), sino comunicación de una conducta que se declara (no se promete) que se adoptará u observará o de unos hechos o de información. En el primer caso, hay una declaración de intenciones; en el segundo y tercero, de conocimiento. En la declaración de patrocinio, si se me permite el juego de palabras, no hay fianza sino confianza; confianza, precisamente, del banco o entidad crediticia en la declaración emitida por la sociedad contro -lante. Es ésta quien genera la confianza del banco y es esta confianza la que debe mantener. Por ello, la emisión de la declaración de patrocinio no es un acto jurídicamente irrelevante. Es cierto que carecen de obligatoriedad derivada de la propia declaración, pero el emisor queda vinculado por las

- 14 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

mismas, de manera que la inobservancia de la conducta que declaró adoptar o la falsedad de los hechos o de la información que comunicó lleva aparejada responsabilidad. Esta responsabilidad es extracontractual ex art. 1.902 CC (72). Aquí, la cuestión es que el emisor de la declaración de patrocinio genera, con dicha declaración seria y dirigida a la entidad crediticia, la confianza de ésta en el términos y contenido de la declaración, le induce, por tanto, a contratar, frustrando posteriormente la confianza generada. Se trata, pues, de un hecho ilícito, fuente de la obligación de indemnizar, en los términos del art. 1.902 CC, los daños y perjuicios causados (73). Ésta es la característica fundamental de las declaraciones de patrocinio: la sociedad emisora de la declaración asume la responsabilidad extracontractual derivada, en su caso, de un hecho ilícito. Y aquí se halla el juego de intereses compuesto por los sujetos, tanto por la sociedad contro -lante emisora de la declaración de patrocinio, cuanto de la entidad crediticia: aquélla no aumenta su pasivo con garantías contractuales; ésta, aumenta la disponibilidad de sus recurso propios. Por ello, ha senten -ciado GALGANO (74) que si llegara a afirmarse una dirección jurisprudencial que equiparase las declara -ciones de patrocinio al contrato de fianza o al mandato de crédito, equivaldría a frustrar la función de esta figura y acabaría por provocar su desaparición. Notas (1) POTHIER, R. J.: Traité des Obligations, en Oeuvres, Tomo Primero, París, 1825, págs. 79 y ss. (2) POTHIER, R. J.: Traité..., cit., pág. 80. (3) Ibídem, pág. 81. (4) Ibídem, pág. 81. Vale el ejemplo puesto por el propio Pothier: un padre promete a su hijo, que estu -dia Derecho, un viaje de recreo en vacaciones si el hijo emplea bien el tiempo (entiéndase, si se aplica en el estudio del Derecho). Es evidente, dice Pothier, que el padre, al hacer dicha promesa no quería quedar vinculado contractualmente con su hijo. (5) Ibídem, pág. 82. (6) DI MAJO, A.: Le promesse unilaterali, Milán, 1989, pág. 18. (7) GARCÍA GOYENA, F.: Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil español, T. III, Madrid, 1952, págs. 3 y ss. (8) No se entiende bien a E. LALAGUNA, ("La voluntad unilateral como fuente de obligaciones", en Estudios de Derecho Civil. Obligaciones y contratosin , Madrid, 1978, págs. 79 y ss.), cuando quiere argu -mentar el reconocimiento de la promesa obligatoria en el Proyecto de 1851 con base en los comentarios de García Goyena a las obligaciones que se contraen sin convención (art. 1.890) y, entre éstas, a los cuasi-contratos (arts. 1.891 y ss.). En ninguno de los citados preceptos ni en los respectivos comentarios se refiere a la promesa obligatoria el insigne comentarista. Es difícil derivar que el hecho lícito y puramente voluntario, a que se refiere García Goyena al definir el cuasi-contrato, comprenda la declaración unilateral de voluntad, cuando el propio García Goyena limita la categoría del cuasi-contrato a la "agencia oficiosa de los negocios ajenos" y al pago de lo indebido. Para mayor claridad, vid. la voz "Obligaciones sin convención" en el índice alfabético de las Concordancias..., cit., T. IV, págs. 437 y ss. (9) DE CASTRO, F.: "Declaración unilateral de voluntad" (Sentencia del Tribunal Supremo de 17 de octubre de 1975), en ADC, 1977, págs. 196 y ss. (10) GALGANO, F.: El negocio jurídico, trad. F. Blasco Gascó y L. Prats Albentosa, Valencia, 1992, pág. 229. (11) Vid. GALGANO, F.: El negocio..., cit.,págs. 217 y ss. para la configuración de la categoría de los actos unilaterales y, en concreto, del acto unilateral intervivos con contenido patrimonial. (12) Lo cual es obvio, como ya se ha visto, tanto con contenido patrimonial (títulos valores) o sin él

- 15 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

(reconocimientos de filiación), tanto inter vivos como mortis causa. (13) En este sentido, DE CASTRO, F.: "De nuevo sobre la declaración unilateral de voluntad" (Senten -cia del Tribunal Supremo de 6 de marzo de 1976), en ADC, 1977, pág. 941. (14) MORENO QUESADA, B.: La oferta de contrato, en RDN, IV, 1956, 150 y ss., y SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales: sobre la necesidad de aceptación cuando media una justa causa, en RDP, 1978, pág. 665: la oferta es promesa, pero no toda promesa es oferta. (15) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., págs. 681 y 683. (16) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., 665, dice: "...el TS ha resuelto en la mayoría de los casos sobre supuestos que pueden considerarse como de contrato unilateral o nego -cios de reconocimiento y que la pura promesa aceptada no ha sido hasta ahora admitida en el sentido de que nunca ante un supuesto genuino de promesa unilateral se ha planteado y resuelto decididamente la cuestión de su admisibilidad." Vid. también pág. 671. (17) DE CASTRO, F.: Declaración unilateral..., cit., pág. 201. (18) ALBALADEJO GARCÍA, M.: La jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre la voluntad unilateral como fuente de obligaciones, en RDP, 1977, pág. 12. Dice que la jurisprudencia es, en este punto "confusa, contradictoria e intermitente, porque, por más que a veces haya afirmado que es fuente de obligación la voluntad unilateral (otras dijo lo contrario), nunca tal afirmación fue hecha como fundamento del fallo ni recayó nunca en caso en el que verdaderamente se tratase de voluntad unilateral como auténtica fuente por sí sola". En contra se manifiesta DE CASTRO, De nuevo sobre la declaración..., cit. págs. 941 y 942: "...los defectos de los que se puede acusar a dicha doctrina son de forma y no de fondo... la doctrina jurispruden -cial ha seguido una línea constante y uniforme en sus resoluciones..." y exige aceptación. (19) DE CASTRO, F.: De nuevo sobre la declaración..., cit. pág. 941, el cual achaca dicha confusión a la "imprecisión con que la doctrina de nuestros autores ha venido empleando los términos de voluntad unila -teral, declaración unilateral de voluntad y promesa". (20) Vid. DURANY PICH, S.: Sobre la necesidad de que la aceptación coincida en todo con la oferta: el espejo roto, en ADC, 1992, págs. 1.011 y ss., ID. Comentario a la Sentencia de 26 de marzo de 1993, en CCJC, n.º. 33, pág. 757. (21) DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales de voluntad como fuente de obligaciones y la jurisprudencia del Tribunal Supremo (En torno a la sentencia de 3 de febrero de 1973), en ADC, 1974, págs. 456 y ss.; ID. Fundamentos del Derecho civil patrimonial, II, Las relaciones obligatorias, 4.ª ed., Madrid, 1993, págs. 142 y ss.; DE CASTRO, F.: Declaración unilateral..., cit., págs. 194 y ss.; ID. De nuevo sobre la declaración unilateral..., cit., págs. 938 y ss.; ALBALADEJO GARCÍA, M.: La jurisprudencia del Tribunal Supremo..., cit., págs. 3 y ss.; SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contrato unilateral..., cit., págs. 661 y ss. (22) DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales..., cit., pág. 465. (23) DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales..., cit., págs. 464 y 465. (24) DE CASTRO, F.: De nuevo sobre la declaración..., cit., pág. 942. (25) Con el riesgo de contradicción manifestado por SALVADOR CODERCH, S.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., págs. 691 y 692: "...habrá que acordar en que normalmente al acto de conciliación se llega porque el deudor se ha negado antes a cumplir ante el requerimiento extrajudicial del acreedor. Entonces, de dos una: o bien ya medió aceptación, o bien, si aceptamos con el TS que no la hubo, se tratará en este caso de una aceptación tardía y posterior a la revocación implícita en la negativa de cumplimiento". (26) DÍEZ-PICAZO, L.: Fundamentos del Derecho civil patrimonial, I, 4.ª ed., Madrid, 1993, pág. 290. (27) Insisto en que el problema de incoherencia del TS no radica en cuanto dice de la promesa unila -

- 16 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

teral en su sentencias sino en cuanto que confunde sistemáticamente promesa unilateral y contrato unila -teral, de ahí que exija siempre la aceptación de la promesa unilateral y de ahí también que desvirtúe sistemáticamente esta figura. (28) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., pág. 692. (29) De las SSTS parece desprenderse que la declaración de voluntad vincula a su emitente durante un tiempo superior al de la propia oferta contractual, es decir, parece que vincule hasta que no sea revocada, sea cual fuere el plazo transcurrido. Así, la citada STS 6 de marzo de 1976, en la que se admite como aceptación la papeleta en acto de conciliación: si el documento privado en que se cedía unilateralmente los derechos derivados de la explo -tación de la sala de fiestas es de 14 de mayo de 1966, la aceptación recaída en acto de conciliación debe ser bastante posterior: al menos, el tiempo del cierre del ejercicio económico y la posible (y normal) recla -mación extrajudicial por parte de la madre. En la STS 13 de noviembre de 1962, el tiempo transcurrido entre el documento privado unilateralmente redactado en el que se contenía la declaración de voluntad y la aceptación de la misma mediante papeleta de acto de conciliación es de dos años y dos meses, aproximadamente: desde el 26 de marzo de 1951 hasta el 2 de junio de 1953. En el ínterin (escritura de 2 de diciembre de 1952), la causante de los demandados había enajenado a éstos la mitad del dominio de la casa y el usufructo de la mitad restante, en la cual casa manifestó haber invertido el dinero que prometió entregar. El TS casa la sentencia de apelación, que condenó a los demandados en nombre propio y no como herederos de la causante, confirma la sentencia de la Instancia y condena a los demandados, como herederos de la promitente, porque no se probó que la venta de la casa (que fue realmente donación, como declararon las instancias y el propio TS) colocara en situación de insolvencia a su causante. (Lo cual tampoco tiene mucho sentido si el thema demostrandum era la eficacia obligatoria de una promesa unilateral o, en el sentir de la sentencia, la perfección de un contrato unilateral. (30) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., págs. 686 y 687. (31) El carácter recepticio de la promesa unilateral permite que pueda ser retirada, precisamente en el ínterin entre su emisión y la recepción de la misma por el destinatario. Si no tuviera carácter recepticio no podría siquiera ser retirada. En cuanto declaración de voluntad dirigida a persona determinada, la promesa unilateral tiene carácter recepticio, por tanto, la vinculación obligatoria del promitente sólo se produce cuando la promesa llega a conocimiento (cognoscibilidad) del destinatario de la misma. Mayores problemas plantea la promesa pública, de la que incluso se puede discutir si es realmente un acto unilateral (una promesa unilateral) o una forma de perfección del contrato caracterizada por la manera de verificarse la aceptación. En este caso se puede revocar y retirar como (y con los mismos requisitos que) cualquier oferta contractual, mas dando la misma publicidad a la revocación y a la retirada que se dio a la emisión de la promesa. Si se entiende que es una promesa unilateral, al ser in incertam personam tiene carácter no recepticio, por lo que, en sentido estricto, no podrá ser revocada ni retirada, salvo justa causa: el promitente queda obligado a penas la promesa es emitida. Sobre la promesa pública, vid. SBISA, La promessa al pubblico, Milán, 1974, pássim., especialmente, 215 y ss.; y MARTÍNEZ DE AGUIRRE Y ALDAZ, La promesa pública de recompensa o premio y el concurso con premio, Barcelona, 1985, pássim. (32) Cabe aquí recordar la distinción entre revocación y retirada de la oferta: la revocación es sucesiva a la recepción de la oferta por el destinatario de la misma; la retirada, en cambio, precede a la recepción de la oferta y, como señala GALGANO (El negocio jurídico..., cit., pág. 102), cumple la función de advertir al destinatario que no tenga en consideración la oferta in itinere. A diferencia de la revocación, la retirada de la oferta cabe incluso en la calificada como irrevocable. (33) Entiéndase más allá de los supuestos legalmente establecidos (títulos valores y actos unilaterales mortis causa) o socialmente reconocidos (promesa pública de recompensa o premio o concurso con

- 17 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

premio). (34) GALGANO, F.: El negocio jurídico..., cit., pág. 229. (35) GALGANO, F.: El negocio jurídico..., cit., págs. 229 y 230. (36) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., págs. 681 y 683 y ss. (37) DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales..., cit., págs. 464 y ss. (38) DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales..., cit., pág. 464. (39) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., pág. 676. (40) SALVADOR CODERCH, P.: Promesas y contratos unilaterales..., cit., pág. 677. Y sigue: ya que la novación no es un procedimiento para crear obligaciones donde no las hay, "sino para modificar una obli -gación preexistente y válida o para sustituirla por otra". (41) NICOLO, R.: Istituzioni di Diritto Privato, I, Milán, 1962: no se puede concluir que el efecto de la legítima no restitución de cuanto se ha pagado voluntariamente es per se un elemento suficiente para atribuir valor jurídico a una obligación natural como tal. Hasta antes del cumplimiento no hay entidad jurí -dica; tras el cumplimiento, la situación es jurídicamente relevante: el interés del accipiens de retener lo voluntariamente pagado se considera digno de tutela jurídica y como tal se protege. (42) Llama la atención cómo el TS declara la validez del reconocimiento de deuda al amparo del art. 1.255 CC (parece que todo quepa por esta puerta): curiosamente, el mismo fundamento de admisión, junto con el art. 1.254 CC y otros, de las "promesas unilaterales". Digo que llama la atención porque el Código Civil se refiere al reconocimiento de deuda expresamente en los arts. 1.973 y 1.975 y el Código de comer -cio en el art. 944. (43) Antecedentes en el Proyecto de Código Civil de 1851, son los siguientes: del art. 1.224 CC, el art. 1.218 Proyecto; del art. 1.973 CC (en cuanto al reconocimiento), el art. 1.987 del Proyecto: "Todo recono -cimiento expreso o tácito que el deudor o poseedor hace del derecho del acreedor o propietario, interrumpe la prescripción". (44) La STS 28 de marzo de 1983 declara que quien tiene en su poder un documento de reconoci -miento de deuda expedido a su favor puede reclamar el pago sin necesidad de probar la causa. Vid. CLAVERIA GOSÁLVEZ, L. H.: Comentario a la STS 28 de marzo de 1983, CCJC, 2, págs. 509 y ss. (45) Sin ánimo exhaustivo, LÓPEZ VILAS, R.: Estudio sobre el reconocimiento de deud", RDP, 1965, 845 y ss.; DE LOS MOZOS, J. L.: Negocio abstracto y reconocimiento de deuda, ADC, 1966, 369 y ss.; ALBIEZ DOHRMANN, K.: El reconocimiento de deuda: aspectos contractuales y probatorios, Granada, 1987, pássim.; GETE-ALONSO, C.: El reconocimiento de deuda. Aproximación a su configuración negocial, Madrid, 1989, pássim. (46) GETE-ALONSO, supera la tendencia de los estudios claramente importadores de doctrina extran -jera, fundamentalmente alemana e italiana, pero su magnífica monografía conduce, como ya avisa en el mismo título, a la configuración de una estructura y función negociales del reconocimiento. Vid., El recono -cimiento..., cit., págs. 132 y ss. Así, en pág. 134 define el reconocimiento como "acto jurídico voluntario (negocio)..." (47) En contra de que la declaraci ón unilateral de voluntad pueda configurar una reconocimiento de deuda, a pesar de calificar a éste como negocio jurídico, GETE-ALONSO, C.: El reconocimiento..., cit., págs. 189 y ss. No obstante decir que "sólo el reconocimiento expreso bilateral pueda llegar a alcanzar la calificación de ser un auténtico recono -cimiento" (pág. 189), reconoce que "con todo..., es perfectamente posible el llegar a configurar como negocio unilateral el reconocimiento" (pág. 193). (48) Aunque la mayoría de las sentencias del TS configuran el reconocimiento de deuda como contrato (SSTS 24 de octubre de 1994; 27 de noviembre de 1991; 15 de febrero de 1989; 18 de octubre de 1985; 28 de marzo de 1983), otras lo configuran como acto unilateral (STS 13 de octubre de 1972 y SAT Zara -

- 18 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

goza 15 de julio de 1980) o, en general, como negocio jurídico (STS 28 de marzo de 1983). (49) Este valor meramente recognoscitivo aparece claro en el art. 1.218 del Proyecto de Código Civil de 1851 y en el comentario al mismo que realiza GARCÍA GOYENA. El citado precepto, antecedente del art. 1.224 CC, decía: "para que una escritura de reconocimiento dispense de la presentación del título primor -dial, debe contener sustancialmente el tenor de este último. Lo que contenga de más o que sea diferente del título no surte efectos, a no ser que conste claramente que ha sido otra la voluntad de las partes...". Dice GARCÍA GOYENA en el comentario: "La intención de las partes, al otorgar estas escrituras, no ha sido la de contraer una nueva obligación, sino la de reconocer la ya existente a virtud de un título primordial: en éste, pues, se han de buscar la verdadera voluntad de las partes, y la fuerza y efectos de la obligación" (Concordancias..., cit., T. III, pág. 228). Por ello, en lo que contenga de más, en lo que sea diferente, no surte efecto alguno y será nulo por error salvo que conste claramente la voluntad de las partes. Mas, en este caso, "no será de puro y solo reconocimiento, sino dispositiva y constitutiva en lo tocante a la nueva obligación" (pág. 228). (50) Lo cual conecta claramente, a mi entender, el reconocimiento de deuda con la prohibición de ve -nire contra factum proprium, es decir, con la doctrina de los propios actos: como supuesto típico de la regla que prohíbe ir contra los propios actos en la jurisprudencia del TS, señala DÍEZ-PICAZO la "oposición al ejercicio de un derecho de otro, cuando la oposición es contradictoria con una conducta anterior de reco -nocimiento del derecho discutido" (DÍEZ-PICAZO y PONCE DE LEÓN, L.: La doctrina de los propios actos, Barcelona, 1963 pág. 123). Sobre reconocimiento unilateral de deuda y actos propios, vid. SSTS 13 de julio de 1892 y 30 de marzo de 1909, citadas por el mismo autor, págs. 277 y 307, respectivamente. (51) En el caso, una mujer (M.ª Manuela Montes Vento) suscribió un documento en que declaraba que, obedeciendo a los dictados de su conciencia cristiana y a los estímulos de hermana y tía, asumía la obliga -ción ineludible de hacer, al fallecimiento de su tía, una determinada distribución de bienes familiares. El TS dice que no hay declaración unilateral de voluntad ni donación. Vid. también las STS 3 de febrero de 1973, con comentario de DÍEZ-PICAZO, L.: Las declaraciones unilaterales..., cit., págs. 456 y ss. (52) Aunque las SSTS 22 de junio de 1988 y 14 de diciembre de 1978 apuntan, como ya he señalado, a la abstracción material. La STS 26 de octubre de 1962 define el reconocimiento de deuda como un contrato abstracto cuya validez no está subordinada a la existencia de la causa, que admite nuestro ordenamiento jurídico al amparo del art. 1.277 CC. Literalmente, parece referirse al contrato abstracto en sentido material, pero la referencia al art. 1.277 CC pone de manifiesto que confunde inexistencia (existencia) con inexpre -sión (expresión) de la causa. Como fuere, la mayoría de las sentencias declaran el carácter meramente procesal de la abstracción en el reconocimiento de deuda. (53) Por todas, STS 29 de enero de 1983, en CCJC, n.º 2, págs. 371 y ss., con comentario de R. CASAS VALLES. (54) Declaración de ciencia que recae sobre una relación jurídica previa en la que es parte el autor de la confesión, mientras que la confesión, también declaración de ciencia, recae sobre hechos propios del confesante. El reconocimiento de deuda es una declaración de ciencia, pero, por cuanto acabo de decir, no es confesión, ni judicial ni extrajudicial. Para la distinción, vid. DÍEZ-PICAZO y PONCE DE LEÓN, L.: La doctrina de los propios actos, cit., págs. 176 y ss. Este autor entiende, sin embargo, que si la declaración de conocimiento no recae sobre hechos sino sobre una relación jurídica preexistente nos hallamos, no ante una confesión, sino ante un negocio jurídico de fijación (pág. 179). Efectivamente, el reconocimiento de deuda no tiene por objeto un hecho, por lo que no hay confesión, ni judicial ni extrajudicial, en sentido estricto; pero creo que esto no conduce necesariamente a configurarlo como negocio jurídico de fijación. Entre un contrato de fijación y el reconocimiento deuda hay, como veremos posteriormente, claras diferen -cias: les une el carácter declarativo, no dispositivo, de las manifestaciones; les separa, la naturaleza contractual del contrato de fijación y unilateral del reconocimiento.

- 19 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

El hecho de que el reconocimiento de deuda no sea confesión no significa que deba ser necesaria -mente un negocio jurídico o una declaración de voluntad. Antes bien puede significar que las declaraciones de conocimiento, de ciencia o recognoscitivas no se agotan en la confesión, judicial o extrajudicial. Por otro lado, mientras no se determine la valoración jurídica, la obligación y su fuente (el contrato, el hecho ilícito) se pueden considerar hechos. (55) GETE-ALONSO, C.: El reconocimiento..., cit., pág. 121: la novación, dice la profesora Gete-Alonso, implica disposición de la relación obligatoria en la que debe intervenir siempre el acreedor. En el reconoci -miento no hay nunca animus novandi. Vid. LÓPEZ VILAS, R.: Estudio sobre el reconocimiento..., cit., págs. 868 y ss. (56) En mi opinión, en cuanto declaración de ciencia, el reconocimiento siempre es unilateral, aunque intervenga el acreedor y asiente en el contenido del reconocimiento. Dicho asentimiento no puede configu -rarse como aceptación sino como recepción o conocimiento de la declaración realizada por el deudor. (57) No cabe aquí invocar la figura de la novación extintiva o modificativa ex art. 1.204 CC pues ya se ha señalado que reconocimiento de deuda y novación son figuras incompatibles. (58) Con claridad lo ha visto CASAS VALLES, R.: Comentario a la STS 29 de enero de 1983, cit., pág. 378, al señalar que, dado el carácter necesariamente instrumental del reconocimiento de deuda, es admi -sible sin duda aflorar las circunstancias de la relación causal: si en el reconocimiento hay un error material, de cuenta o aritmético, se corrige (art. 1.266 i.f. CC); si hay un error-vicio, se puede impugnar el propio reconocimiento (art. 1.266, párrafo primero CC). Así, concluye acertadamente el citado autor, se impone lo que resulte de la relación subyacente. Por otro lado, la impugnabilidad del reconocimiento por error, deriva también del art. 1.234 CC, el cual, aunque en sede de confesión, se puede aplicar a cualquier declaración de conocimiento, aunque no sea confesión. (59) El acreedor debe dar prueba solamente del reconocimiento. (60) Es el problema de los documentos que exceden, en su contenido, del objeto propio del reconoci -miento. Unas veces, el llamado reconocimiento de deuda no es tal sino un contrato de fijación, de modifi -cación o de transacción; otras veces, y nada lo impide, en un mismo documento, se recojan conjuntamente declaraciones de conocimiento y de voluntad: un reconocimiento de deuda previo a una novación de la obligación, a una transacción, etc. Pero, en cualquier caso, se debe distinguir, en el documento, los distin -tos actos que contiene. Como ya he señalado, novación, fijación y transacción son incompatibles con reconocimiento de deuda, aunque aquéllos pueden estar precedidos por éste, incluso exigirlo implícita y lógicamente. (61) GALGANO, F.: El negocio..., cit., pág. 121. (62) Por ello, como dice el citado autor (El negocio..., cit., pág. 121), el contrato de fijación tiene como objeto la verificación de una situación preexistente y objetivamente incierta. Si la situación es inexistente, el contrato de fijación es nulo; si la situación es cierta, es igualmente nulo. Los efectos producidos por la situación originaria son los contractualmente verificados con el contrato de fijación, el cual tiene efectos retroactivos y está integrado por el contrato preexistente. (63) También aquí, curiosamente, el TS admite la validez de las declaraciones de patrocinio "con una fuerza vinculante fundada en el principio de libertad contratación proclamado en el art. 1.255" (Cdo. 3.º STS 16 de diciembre de 1985). (64) En este sentido, CARRASCO PERERA, A.: Fianza, accesoriedad y contrato de garantía, Madrid, 1993, págs. 113 y ss., en especial 119 y ss. Según este autor, determinadas declaraciones de patrocinio constituyen declaraciones de voluntad fideusorias. No lo son, dice, las declaraciones de un hecho propio (es garantía contractual pero no fianza), las comunicaciones de conocimiento de un hecho, las comunica -ciones de hechos relevantes y las meras intenciones. Hay, en cambio, fianza, si el emitente de la declara -

- 20 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

ción "ha querido contraer algún vínculo cuyo objeto sea el cumplimiento de la obligación ajena", si promete adoptar todas las medidas necesarias para que la sociedad filial cumpla y si hay mandato para la concesión de un crédito a la filial (págs. 123 a 127). También admite el carácter contractual de las declaraciones de patrocinio CASTRO MARTÍN, J. L.: de: Las cartas de patrocinio, Cuadernos del Consejo General del Poder Judicial, Madrid, ¿1994?, págs. 90 y ss. (65) Vid., en general, SUÁREZ GONZÁLEZ, C.: Las declaraciones de patrocinio. Estudio sobre las denominadas "cartas de confort", Madrid, 1994, págs. 11 y pássim.; CASTRO MARTÍN, J. L. de: Las cartas de patrocinio..., cit., pássim.; ARAMENDIA GURREA, F. J.: La llamada carta de confort y su problemática jurídica, en RDBB, 1984, págs. 779 y ss.; LÓPEZ URIEL, S.: Comentario a la STS 16 de diciembre de 1985, en CCJC, núm. 10, págs. 3313 y ss.; VALENZUELA GARACH, F.: La "seriedad" de las llamadas cartas de patrocinio, en RDM, 1987, págs. 347 y ss.; DUQUE, J.: "Las cartas de patrocinio", en Nuevas entidades, figuras contractuales y garantías en el mercado financiero, Madrid, 1990, págs. 717 y ss. (66) Según GALGANO, F.: El negocio..., cit., pág. 231 y ss. (67) CARRASCO PERERA, A.: Fianza, accesoriedad..., cit., págs. 123 y 124. No obstante, Carrasco Perera conduce la cuestión, negado ya el contrato de fianza por la ausencia de voluntad de asumir la obli -gación garantizada, al ámbito contractual: el incumplimiento es incumplimiento contractual pues estamos, aunque no de fianza, ante un contrato de garantía. A mi entender, no nos hallamos siquiera ante un contrato: no hay voluntad de asumir obligación algu -na, ni principal ni accesoria porque la declaración de patrocinio del tipo indicada no es, como veremos, una declaración de voluntad. (68) En el mismo sentido, GALGANO, F.: El negocio..., cit., págs. 231 y 232. Cuestión distinta es que el mandato de crédito esconda o lleva consigo una declaración de patrocinio. Así, CARRASCO PERERA estima que existe obligación fideusoria cuando la obligación dada por la emitente al banco puede ser inter -pretada como un mandato para la concesión de crédito a la filial (Fianza, accesoriedad..., cit., pág. 126). Mas, en este caso, estamos fuera de las declaraciones de patrocinio y la responsabilidad de la sociedad controlante es una responsabilidad estrictamente contractual: no deriva de las posibles declaraciones de patrocinio sino del contrato de mandato de crédito. (69) Pero no, o no sólo, declaración de patrocinio. Vid. CARRASCO PERERA, A.: Fianza, accesorie -dad..., cit. pág. 126, con cita de sentencia de casación francesa Cassat. 21 de diciembre de 1987, Dalloz 1989, J. 112. (70) Como parece ser la preocupación de CARRASCO PERERA (Fianza, accesoriedad..., cit., págs. 123 y ss.) al elencar la tipología de las declaraciones de patrocinio. Contrato de fianza habrá cuando concurran los requisitos esenciales de dicho contrato, señaladamente, cuando uno se obligue a pagar o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste (art. 1.822 CC). En muchas ocasiones, puede ser cuestión de interpretación del contrato: la no presunción de la fianza y su carácter expreso (art. 1.827 CC) no exime, obviamente, de la interpretación del contrato según los criterios y normas de los arts. 1.281 y ss. CC y, por tanto, no imposibilita que, de la interpretación, derive la calificación de fianza del contrato. En el fondo, creo que es lo que hace Carrasco Perera al decir que no hay fianza si se obliga a un hecho propio o si de declaran meras intenciones (así, también la STS 16 de diciembre de 1985); y que puede haber fianza si "se desprende que la (sociedad) emitente ha querido contraer algún vínculo cuyo objeto sea el cumplimiento de una obligación ajena" (op. cit., pág. 125). En el fondo es una cuestión de interpretación del contenido de la declaración y de la intención y finalidad del declarante. En cualquier caso, una misma declaración no puede ser, a la vez, fianza y patrocinio en sentido estric -to, aunque en toda fianza hay patrocinio porque, obviamente, el fiador confía en el cumplimiento del fiado o, en caso contrario, no daría fianza. (71) Si hubiere declaración de voluntad, o sería oferta contractual (y no es el caso) o se concluiría

- 21 -

Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.

Cuadernos de Derecho Judicial / 8 / 1996 / Páginas 13-53Derecho de obligaciones

admitiendo en nuestro sistema una declaración unilateral de voluntad atípica, una promesa unilateral atípica con eficacia obligatoria no admitida, como ya hemos visto, por el TS. (72) Desgraciadamente, el TS no se pronunció sobre esta cuestión en la citada sentencia de 16 de diciembre de 1985 porque, aunque invocada alternativamente la inaplicación del art. 1.902 CC, en el escrito se omitió todo razonamiento sobre su pertinencia y fundamentación, como exige, dice el TS, el art. 1.707 LEC, lo que veda adentrarse en su análisis. (73) En nuestra doctrina, LÓPEZ URIEL, S.: Comentario..., cit., pág. 3223; VICENT CHULIA, F.: Com-pendio crítico de Derecho mercantil, II, 3.ª ed., Barcelona, 1990, pág. 284; en el mismo sentido, GALGANO, F.: El negocio..., cit., pág. 232; en contra, CASTRO MARTÍN, J. L. de: Las cartas..., cit., págs. 90 y 91 (con amplia exposición de las posiciones doctrinales, págs. 75 y ss.). (74) GALGANO, F.: El negocio..., cit., pág. 232.

- 22 -