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“Por segunda vez en lo que va de noche, llora”, leí esa frase en el mirar indiferente de mis ojos y entendí porque lo decía. Llevaba una copia del libro “Madrid Sky”, el regalo de nuestro primer mes juntos. Iba seria, como siempre, y ya no podía más que esperar que bajase del auto. “Chau” fue su saludo final. No resulta fácil imaginar que el mundo tome una vuelta de caminos tan diferente a veces y entenderlo es mucho peor. Valentina era única, callada pero cuando reía lo hacía de veras, recuerdo que pese a todo fue lo último que vi de ella, su sonrisa. No le gustaba mostrarse triste aunque el mundo entero se lo pidiera, y sabía decir adiós si eso era lo mejor para todos. En los dos meses que pasamos juntos, desde aquel beso hasta sus pasos fuera del auto, fueron dos meses de fuego donde sol era otro sol, donde abrazarla era no tenerle miedo al ser apuñalado. Dos meses donde su pelo rojo fue mi pelo también, donde su sombra y la mía nacían de la misma tierra. Exactamente habían pasado cuarenta días desde que la vi por última vez y allí estaba en la parada sin mirarme. Su pelo

Cuento

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Cuento de Pablo Baubeta

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Por segunda vez en lo que va de noche, llora, le esa frase en el mirar indiferente de mis ojos y entend porque lo deca

Por segunda vez en lo que va de noche, llora, le esa frase en el mirar indiferente de mis ojos y entend porque lo deca. Llevaba una copia del libro Madrid Sky, el regalo de nuestro primer mes juntos. Iba seria, como siempre, y ya no poda ms que esperar que bajase del auto. Chau fue su saludo final. No resulta fcil imaginar que el mundo tome una vuelta de caminos tan diferente a veces y entenderlo es mucho peor. Valentina era nica, callada pero cuando rea lo haca de veras, recuerdo que pese a todo fue lo ltimo que vi de ella, su sonrisa. No le gustaba mostrarse triste aunque el mundo entero se lo pidiera, y saba decir adis si eso era lo mejor para todos. En los dos meses que pasamos juntos, desde aquel beso hasta sus pasos fuera del auto, fueron dos meses de fuego donde sol era otro sol, donde abrazarla era no tenerle miedo al ser apualado. Dos meses donde su pelo rojo fue mi pelo tambin, donde su sombra y la ma nacan de la misma tierra. Exactamente haban pasado cuarenta das desde que la vi por ltima vez y all estaba en la parada sin mirarme. Su pelo segua el movimiento del viento, sus ojos el mismo color de ayer. Nada pareca haber cambiado, principalmente en su manera de andar. Se segua vistiendo con aquella misma ropa, un poco como yo cuando solo quiero salir y que pase todo, pero era ella y eso la haca diferente a todas. Llevaba esa mochila que trajo cuando nos vimos por primera vez, y sus lentes aunque parecan borrosos lo estaban por el aire hmedo de la parada. Levant su mano y se fue, nada ms qued de ese momento.

Volv a casa despus de haberla visto y me sent a leer aunque era difcil concentrarme en ello. Pensar, esa vieja locura manaca que produce sueos, esa nostlgica algaraba que a veces me lleva a escribir. Mi ventana, que daba de cara a la calle, se apoder de mi mirada y tras el transparente vidrio opt por observar al resto. Una seora y su bolso cruzaban por la calle mientras el semforo ya sealaba la luz amarilla, lo mismo para el anciano y su perro que parecan buscar un lugar para dormir. Todo pareca normal como una pelcula filmada solo para matar las ganas, pero no era una pelcula era un momento ms donde los crditos no existan, donde el pblico era toda la ciudad. La tarde segua dando viento y lluvia y tras el caminar de la gente y el andar de los autos las preguntas eran las mismas. Mi apartamento pareca la cueva de algn caverncola que ya no se preocupaba ni de comer. Camin a la cocina por si acaso y me prepar algo rpido para calmar mi ansiedad y no fue ah cuando lo hice. Volv al living y me sent en el banco alto que daba de cara a la ventana. No sabra definir ciertamente el porque de ver cabelleras rojas por cualquier parte, pero entiendo cual debe ser el motivo. Me pregunt porque haca das que no lloraba, sera por el querer rutinizar todo, haciendo de mis libros la otra voz que me escuche y de mis textos la nica voz que me permita. Han sido los mismos das, la misma noche desde hace muchas. El trabajo, el mismo aburrido trabajo y la misma gente que entre charlas ha distrado circunstancialmente mis ganas de verla. En eso, la tarde pareca caer de nuevo y sin preguntas ni ideas camin a mi puerta. Me pretenda salir y olvidarme de todo caminando. La abr y mi rostro reflej lo que ya no crea, era ella parada en mi puerta pidindome para hablar. Lo que siempre crea sera lo primero que hara, abrazarla y largar en llanto estos meses. La abrac tan fuerte que ya no existieron palabras. En ese momento me di cuenta que era solo aire lo que senta y me ca al suelo del pasillo.