Cuento

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Al despertar, su mujer y los nios ya no estaban. Tard en recordar que era domingo. El sol rebervera en la ventana. Apenas se escucha algn llanto o ladrido y un rumor de cumbia lejana. Tard en recordar. El velorio del Bb, la sirvienta hacindose pasar por la madre a la espera del pblico y los periodistas. El apuro del seor Razeu.Los pies descalzos, calienta agua para el mate mientras lava los platos del medioda. Piensa en Michele. Que nunca vendr a su casa. Que nunca ver su dormitorio, con la cama siempre deshecha, los libros llenos de tierra. Hace ya tres meses que se conocen, pero es como si lo hicieran desde toda la vida. Un puado de riffs oxidados, chirriantes, Lonnie Johnson,brota de los parlantes. Sigue leyendo alguna novela. Otra obra de arte para artistas. Otro de esos captulos nada vertiginosos, que olvida luego, en dos o tres das.Michele le cont una vuelta (una de las pocas veces que Michele le cont algo, algo casi coherente, simtrico, una historia, digamos, la historia)de la vez que conoci a Guimaraes Rosa en Copacabana, donde vivi cuatro o dos aos, con su padre. Estaba sola, dice, en unos de los bares en los que saba laburar cuando mi viejo me dejaba. Estaba esperando, dice, a una de las minas que hacia de celestina cuando el tipo se me sento en la mesa sin decirme ni hola. Reconcentrado estaba, como si no me viera el tipo.