Cuento Ss Sssssssss

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Caperucita RojaHaba una vez una adorable nia que era querida por todo aqul que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la nia. Una vez le regal una pequea caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quera usar otra cosa, as que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un da su madre le dijo:Ven, Caperucita Roja, aqu tengo un pastel y una botella de vino, llvaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y dbil y esto le ayudar. Vete ahora temprano, antes de que caliente el da, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, Buenos das, ah, y no andes curioseando por todo el aposento.No te preocupes, har bien todo, dijo Caperucita Roja, y tom las cosas y se despidi cariosamente.

Caperucita RojaLa abuelita viva en el bosque, como a un kilmetro de su casa. Y no ms haba entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontr con un lobo. Caperucita Roja no saba que esa criatura pudiera hacer algn dao, y no tuvo ningn temor hacia l.Buenos das, Caperucita Roja, dijo el lobo. Buenos das, amable lobo. Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja? A casa de mi abuelita. Y qu llevas en esa canasta? Pastel y vino. Ayer fue da de hornear, as que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse. Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja? Como a medio kilmetro ms adentro en el bosque. Su casa est bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrs visto, contest inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a s mismo: Qu criatura tan tierna! qu buen bocadito y ser ms sabroso que esa viejita. As que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fcilmente. Entonces acompa a Caperucita Roja un pequeo tramo del camino y luego le dijo: Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por all, por qu no vas y recoges algunas? Y yo creo tambin que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque est lleno de maravillas.

Caperucita RojaCaperucita Roja levant sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aqu y all entre los rboles, y vio las bellas flores y el canto de los pjaros, pens: Supongo que podra llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarn.Adems, an es muy temprano y no habr problema si me atraso un poquito, siempre llegar a buena hora. Y as, ella se sali del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, vea otra ms bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovech el tiempo y corri directo a la casa de la abuelita y toc a la puerta.Quin es? pregunt la abuelita.Caperucita Roja, contest el lobo.Traigo pastel y vino. breme, por favor. Mueve la cerradura y abre t, grit la abuelita, estoy muy dbil y no me puedo levantar.El lobo movi la cerradura, abri la puerta, y sin decir una palabra ms, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la trag. Y enseguida se puso ropa de ella, se coloc un gorro, se meti en la cama y cerr las cortinas.Mientras tanto, Caperucita Roja se haba quedado colectando flores, y cuando vio que tena tantas que ya no poda llevar ms, se acord de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando lleg, se sorprendi al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sinti tan extrao presentimiento que se dijo para s misma:

El lobo ferozOh Dios! que incmoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita. Entonces grit: Buenos das!, pero no hubo respuesta, as que fue al dormitorio y abri las cortinas. All pareca estar la abuelita con su gorro cubrindole toda la cara, y con una apariencia muy extraa.!Oh, abuelita! dijo, qu orejas tan grandes que tienes. Es para orte mejor, mi nia, fue la respuesta. Pero abuelita, qu ojos tan grandes que tienes. Son para verte mejor, querida. Pero abuelita, qu brazos tan grandes que tienes. Para abrazarte mejor. Y qu boca tan grande que tienes. Para comerte mejor. Y no haba terminado de decir lo anterior, cuando de un salto sali de la cama y se trag tambin a Caperucita Roja.Entonces el lobo decidi hacer una siesta y se volvi a tirar en la cama, y una vez dormido empez a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por all, escuch los fuertes ronquidos y pens, Cmo ronca esa viejita!Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingres al dormitorio, y cuando se acerc a la cama vio al lobo tirado all.As que te encuentro aqu, viejo pecador! dijo l.Haca tiempo que te buscaba!

Caperucita con la cestaY ya se dispona a disparar su arma contra l, cuando pens que el lobo podra haber devorado a la viejita y que an podra ser salvada, por lo que decidi no disparar. En su lugar tom unas tijeras y empez a cortar el vientre del lobo durmiente.En cuanto haba hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes ms y la pequea Caperucita Roja sali rapidsimo, gritando: Qu asustada que estuve, qu oscuro que est ah dentro del lobo!, y enseguida sali tambin la abuelita, vivita, pero que casi no poda respirar. Rpidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despert, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soport el esfuerzo y cay muerto.Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quit la piel al lobo y se la llev a su casa. La abuelita comi el pastel y bebi el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanim. Pero Caperucita Roja solamente pens:Mientras viva, nunca me retirar del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me haba ya prohibido hacer.

Los 3 cerditosAl lado de sus padres , tres cerditos habian crecido alegres en una cabaa del bosque. Y como ya eran mayores, sus papas decidieron que era hora de que construyeran , cada uno, su propia casa. Los tres cerditos se despidieron de sus papas, y fueron a ver como era el mundo.

Los tres cerditosEl primer cerdito, el perezoso de la familia , decidio hacer una casa de paja. En un minuto la choza estaba ya hecha. Y entonces se fue a dormir.El segundo cerdito , un gloton , prefirio hacer la cabaa de madera. No tardo mucho en construirla. Y luego se fue a comer manzanas.El tercer cerdito , muy trabajador , opto por construirse una casa de ladrillos y cemento. Tardaria mas en construirla pero estaria mas protegido. Despues de un dia de mucho trabajo, la casa quedo preciosa. Pero ya se empezaba a oir los aullidos del lobo en el bosque.No tardo mucho para que el lobo se acercara a las casas de los tres cerditos. Hambriento , el lobo se dirigio a la primera casa y dijo: breme la puerta! breme la puerta o soplare y tu casa tirare!. Como el cerdito no la abrio, el lobo soplo con fuerza, y derrumbo la casa de paja.

Casita de pajaEl cerdito, temblando de miedo, salio corriendo y entro en la casa de madera de su hermano. El lobo le siguio. Y delante de la segunda casa, llamo a la puerta, y dijo: breme la puerta! breme la puerta o soplare y tu casa tirare! Pero el segundo cerdito no la abrio y el lobo soplo y soplo, y la cabaa se fue por los aires.

Casita de maderaAsustados, los dos cerditos corrieron y entraron en la casa de ladrillos de su otro hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a comerselos, llamo a la puerta y grito: breme la puerta!breme la puerta o soplare y tu casa tirare! Y el cerdito trabajador le dijo: Soplas lo que quieras, pero no la abrire!

Casita de ladrillosEntonces el lobo soplo y soplo. Soplo con todas sus fuerzas, pero la casa ni se movio. La casa era muy fuerte y resistente. El lobo se quedo casi sin aire. Pero aunque el lobo estaba muy cansado, no desistia. Trajo una escalera , subio al tejado de la casa y se deslizo por el pasaje de la chimenea. Estaba empeado en entrar en la casa y comer a los tres cerditos como fuera. Pero lo que el no sabia es que los cerditos pusieron al final de la chimenea, un caldero con agua hirviendo. Y el lobo , al caerse por la chimenea acabo quemandose con el agua caliente. Dio un enorme grito y salio corriendo y nunca mas volvio. Asi los cerditos pudieron vivir tranquilamente. Y tanto el perezoso como el gloton aprendieron que solo con el trabajo se consigue las cosas.

La gallina de los huevos de oroHaba una vez un granjero muy pobre llamado Eduardo, que se pasaba todo el da soando con hacerse muy rico. Una maana estaba en el establo -soando que tena un gran rebao de vacas- cuando oy que su mujer lo llamaba.-Eduardo, ven a ver lo que he encontrado! Oh, ste es el da ms maravilloso de nuestras vidas!

La gallina de los huevos de oroAl volverse a mirar a su mujer, Eduardo se frot los ojos, sin creer lo que vea. All estaba su esposa, con una gallina bajo el brazo y un huevo de oro perfecto en la otra mano. La buena mujer rea contenta mientras le deca:-No, no ests soando. Es verdad que tenemos una gallina que pone huevos de oro. Piensa en lo ricos que seremos si pone un huevo como ste todos los das! Debemos tratarla muy bien.Durante las semanas siguientes, cumplieron estos propsitos al pie de la letra. La llevaban todos los das hasta la hierba verde que creca unto al estanque del pueblo, y todas las noches la acostaban en una cama de paja, en un rincn caliente de la cocina. No pasaba maana sin que apareciera un huevo de oro.Eduardo compr ms tierras y ms vacas. Pero saba que tena que esperar mucho tiempo antes de llegar a ser muy rico.-Es demasiado tiempo -anunci una maana-,Estoy cansado de esperar. Est claro que nuestra gallina tiene dentro muchos huevos de oro. Creo que tendramos que sacarlos ahora!Su mujer estuvo de acuerdo. Ya no se acordaba de lo contenta que se haba puesto el da en que haba descubierto el primer huevo de oro. Le dio un cuchillo y en pocos segundos Eduardo mat a la gallina y la abri.Se frot otra vez los ojos, sin creer lo que estaba viendo. Pero esta vez, su mujer no se ri, porque la gallina muerta no tena ni un solo huevo.

La gallina de los huevos de oro-Oh, Eduardo! -gimi- Por qu habremos sido tan avariciosos? Ahora nunca llegaremos a ser ricos, por mucho que esperemos.Y desde aquel da, Eduardo ya no volvi a soar con hacerse rico.

El gato con botasHaba una vez un molinero cuya nica herencia para sus tres hijos eran su molino, su asno y su gato. Pronto se hizo la reparticin sin necesitar de un clrigo ni de un abogado, pues ya haban consumido todo el pobre patrimonio. Al mayor le tocel molino, al segundo el asno, y al menor el gato que quedaba.El pobre joven amigo estaba bien inconforme por haber recibido tan poquito.-Mis hermanos- dijo l,-pueden hacer una bonita vida juntando sus bienes, pero por mi parte, despus de haberme comido al gato, y hacer unas sandalias con su piel, entonces no me quedar ms que morir de hambre.-El gato, que oy todo eso, pero no lo tomaba as, le dijo en un tono firme y serio:-No te preocupes tanto, mi buen amo. Si me das un bolso, y me tienes un par de botas para m, con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales, entonces vers que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas.-

El gato con botasEl amo del gato no le di mucha posibilidad a lo que le deca. Sin embargo, a menudo lo haba visto haciendo ingeniosos trucos para atrapar ratas y ratones, tal como colgarse por los talones, o escondindose dentro de los alimentos y fingiendo estar muerto. As que tom algo de esperanza de que l le podra ayudar a paliar su miserable situacin.Despus de recibir lo solicitado, el gato se puso sus botas galantemente, y amarr el bolso alrededor de su cuello. Se dirigi a un lugar donde abundaban los conejos, puso en el bolso un poco de cereal y de verduras, y tom los cordones de cierre con sus patas delanteras, y se tir en el suelo como si estuviera muerto. Entonces esper que algunos conejitos, de esos que an no saben de los engaos del mundo, llegaran a mirar dentro del bolso.Apenas recin se haba echado cuando obtuvo lo que quera. Un atolondrado e ingenuo conejo salt a la bolsa, y el astuto gato, jal inmediatamente los cordones cerrando la bolsa y capturando al conejo.Orgulloso de su presa, fue al palacio del rey, y pidi hablar con su majestad. l fue llevado arriba, a los apartamentos del rey, y haciendo una pequea reverencia, le dijo:-Majestad, le traigo a usted un conejo enviado por mi noble seor, el Marqus de Carabs. (Porque ese era el ttulo con el que el gato se complaca en darle a su amo).--Dile a tu amo- dijo el rey, -que se lo agradezco mucho, y que estoy muy complacido con su regalo.-En otra ocasin fue a un campo de granos. De nuevo carg de granos su bolso y lo mantuvo abierto hasta que un grupo de perdices ingresaron, jal las cuerdas y las captur. Se present con ellas al rey, como haba hecho antes con el conejo y se las ofreci. El rey, de igual manera recibi las perdices con gran placer y le di una propina. El gato continu, de tiempo en tiempo, durante unos tres meses, llevndole presas a su majestad en nombre de su amo.Un da, en que l supo con certeza que el rey recorrera la rivera del ro con su hija, la ms encantadora princesa del mundo, le dijo a su amo:-Si sigues mi consejo, tu fortuna est lista. Todo lo que debes hacer es ir al ro a baarte en el lugar que te ensear, y djame el resto a m.-El Marqus de Carabs hizo lo que el gato le aconsej, aunque sin saber por qu. Mientras l se estaba baando pas el rey por ah, y el gato empez a gritar:-Auxilio!Auxilio!Mi seor, el Marqus de Carabs se est ahogando!-Con todo ese ruido el rey asom su odo fuera de la ventana del coche, y viendo que era el mismo gato que a menudo le traa tan buenas presas, orden a sus guardias correr inmediatamente a darle asistencia a su seor el Marqus de Carabs. Mientras los guardias sacaban al Marqus fuera del ro, el gato se acerc al coche y le dijo al rey que, mientras su amo se baaba, algunos rufianes llegaron y le robaron sus vestidos, a pesar de que grit varias veces tan alto como pudo:-Ladrones!Ladrones!-En realidad, el astuto gato haba escondido los vestidos bajo una gran piedra.El rey inmediatamente orden a los oficiales de su ropero correr y traer uno de sus mejores vestidos para el Marqus de Carabs. El rey entonces lo recibi muy cortsmente. Y ya que los vestidos del rey le daban una apariencia muy atractiva (adems de que era apuesto y bien proporcionado), la hija del rey tom una secreta inclinacin sentimental hacia l. El Marqus de Carabs slo tuvo que dar dos o tres respetuosas y algo tiernas miradas a ella para que sta se sintiera fuertemente enamorada de l. El rey le pidi que entrara al coche y los acompaara en su recorrido.El gato, sumamente complacido del xito que iba alcanzando su proyecto, corri adelantndose. Reuni a algunos lugareos que estaban preparando un terreno y les dijo:-Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que los terrenos que ustedes estn trabajando pertenecen al Marqus de Carabs, los harn en picadillo de carne.-Cuando pas el rey, ste no tard en preguntar a los trabajadores de quin eran esos terrenos que estaban limpiando.-Son de mi seor, el Marqus de Carabs.- contestaron todos a la vez, pues las amenazas del gato los haban amedrentado.-Puede ver seor- dijo el Marqus, -estos son terrenos que nunca fallan en dar una excelente cosecha cada ao.-El hbil gato, siempre corriendo adelante del coche, reuni a algunos segadores y les dijo:-Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que todos estos granos pertenecen al Marqus de Carabs, los harn en picadillo de carne.-El rey, que pas momentos despus, les pregunt a quien pertenecan los granos que estaban segando.-Pertenecen a mi seor, el Marqus de Carabs.- replicaron los segadores, lo que complaci al rey y al marqus. El rey lo felicit por tan buena cosecha. El fiel gato sigui corriendo adelante y deca lo mismo a todos los que encontraba y reuna. El rey estaba asombrado de las extensas propiedades del seor Marqus de Carabs.Por fin el astuto gato lleg a un majestuoso castillo, cuyo dueo y seor era un ogro, el ms rico que se hubiera conocido entonces. Todas las tierras por las que haba pasado el rey anteriormente, pertenecan en realidad a este castillo. El gato que con anterioridad se haba preparado en saber quien era ese ogro y lo que poda hacer, pidi hablar con l, diciendo que era imposible pasar tan cerca de su castillo y no tener el honor de darle sus respetos.El ogro lo recibi tan cortsmente como podra hacerlo un ogro, y lo invit a sentarse.-Yo he odo- dijo el gato, -que eres capaz de cambiarte a la forma de cualquier criatura en la que pienses. Que t puedes, por ejemplo, convertirte en len, elefante, u otro similar.--Es cierto- contest el ogro muy contento, -Y para que te convenzas, me har un len.-El gato se aterroriz tanto por ver al len tan cerca de l, que salt hasta el techo, lo que lo puso en ms dificultad pues las botas no le ayudaban para caminar sobre el tejado. Sin embargo, el ogro volvi a su forma natural, y el gato baj, dicindole que ciertamente estuvo muy asustado.-Tambin he odo- dijo el gato, -que tambin te puedes transformar en los animales ms pequeitos, como una rata o un ratn. Pero eso me cuesta creerlo. Debo admitirte que yo pienso que realmente eso es imposible.--Imposible?- Grit el ogro, -Ya lo vers!-Inmediatamente se transform en un pequeo ratn y comenz a correr por el piso. En cuanto el gato vio aquello, lo atrap y se lo trag.Mientras tanto lleg el rey, y al pasar vio el hermoso castillo y decidi entrar en l. El gato, que oy el ruido del coche acercndose y pasando el puente, corri y le dijo al rey:-Su majestad es bienvenido a este castillo de mi seor el Marqus de Carabs.--Qu?Mi seor Marqus! exclam el rey, -Y este castillo tambin te pertenece? No he conocido nada ms fino que esta corte y todos los edificios y propiedades que lo rodean. Entremos, si no te importa.-El marqus brind su mano a la princesa para ayudarle a bajar, y siguieron al rey, quien iba adelante. Ingresaron a una espaciosa sala, donde estaba lista una magnfica fiesta, que el ogro haba preparado para sus amistades, que llegaban exactamente ese mismo da, pero no se atrevan a entrar al saber que el rey estaba all.

PinochoHace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se senta muy solo, cogi de su taller un trozo de madera y construy un mueco llamado Pinocho.Qu bien me ha quedado! exclam. Lstima que no tenga vida. Cmo me gustara que mi Pinocho fuese un nio de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta all y con su varita dio vida al mueco.

PinochoHola, padre! salud Pinocho.Eh! Quin habla? grit Gepeto mirando a todas partes.Soy yo, Pinocho. Es que ya no me conoces?Parece que estoy soando! Por fin tengo un hijo!Gepeto pens que aunque su hijo era de madera tena que ir al colegio. Pero no tena dinero, as que decidi vender su abrigo para comprar los libros.Sala Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:Ya s, estudiar mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero comprar un buen abrigo a Gepeto.De camino, pas por la plaza del pueblo y oy:

Pinocho y Gepetto BailandoEntren, seores y seoras! Vean nuestro teatro de tteres!Era un teatro de muecos como l y se puso tan contento que bail con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenan vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.Bravo, bravo! gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.Quieres formar parte de nuestro teatro? le dijo el dueo del teatro al acabar la funcin.No porque tengo que ir al colegio.Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado le dijo un seor.Pinocho sigui muy contento hacia el cole, cuando de pronto:

Nariz PinochoVaya, vaya! Dnde vas tan deprisa, jovencito? dijo un gato muy mentiroso que se encontr en el camino.Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.Oh, vamos! exclam el zorro que iba con el gato. Eso es poco dinero para un buen abrigo. No te gustara tener ms?S, pero cmo? contest Pinocho.Es fcil dijo el gato. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecer una planta que te dar dinero.Y dnde est ese campo?Nosotros te llevaremos dijo el zorro.As, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un rbol.Grit y grit pero nadie le oy, tan slo el Hada Azul.Dnde perdiste las monedas?Al cruzar el ro dijo Pinocho mientras le creca la nariz.Se dio cuenta de que haba mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.Esta vez tu nariz volver a ser como antes, pero te crecer si vuelves a mentir dijo el Hada Azul.As, Pinocho se fue a la ciudad y se encontr con unos nios que rean y saltaban muy contentos.Qu es lo que pasa? pregunt.Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversin, donde todos los das son fiesta y no hay colegios ni profesores. Te quieres venir?Venga, vamos!Entonces, apareci el Hada Azul.No me prometiste ir al colegio? pregunt.S minti Pinocho, ya he estado all.Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le haban crecido por mentir y se arrepinti de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto haba ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo haba tragado una ballena.Ir a salvarle! exclam Pinocho.Se fue a la playa y esper a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abraz muy fuerte.Tendremos que salir de aqu, as que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.As lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El pap del mueco no paraba de abrazarle. De repente, apareci el Hada Azul, que convirti el sueo de Gepeto en realidad, ya que toc a Pinocho y lo convirti en un nio de verdad.

RapunzelHaba una vez una pareja que desde haca mucho tiempo deseaba tener hijos. Aunque la espera fue larga, por fin, sus sueos se hicieron realidad.La futura madre miraba por la ventana las lechugas del huerto vecino. Se le haca agua la boca nada ms de pensar lo maravilloso que sera poder comerse una de esas lechugas.Sin embargo, el huerto le perteneca a una bruja y por eso nadie se atreva a entrar en l. Pronto, la mujer ya no pensaba ms que en esas lechugas, y por no querer comer otra cosa empez a enfermarse. Su esposo, preocupado, resolvi entrar a escondidas en el huerto cuando cayera la noche, para coger algunas lechugas.

RapunzelLa mujer se las comi todas, pero en vez de calmar su antojo, lo empeor. Entonces, el esposo regres a la huerta. Esa noche, la bruja lo descubri.-Cmo te atreves a robar mis lechugas? -chill.Aterrorizado, el hombre le explic a la bruja que todo se deba a los antojos de su mujer.-Puedes llevarte las lechugas que quieras -dijo la bruja -, pero a cambio tendrs que darme al beb cuando nazca.El pobre hombre no tuvo ms remedio que aceptar. Tan pronto naci, la bruja se llev a la hermosa nia. La llam Rapunzel. La belleza de Rapunzel aumentaba da a da. La bruja resolvi entonces esconderla para que nadie ms pudiera admirarla. Cuando Rapunzel lleg a la edad de los doce aos, la bruja se la llev a lo ms profundo del bosque y la encerr en una torre sin puertas ni escaleras, para que no se pudiera escapar. Cuando la bruja iba a visitarla, le deca desde abajo:-Rapunzel, tu trenza deja caer.La nia dejaba caer por la ventana su larga trenza rubia y la bruja suba. Al cabo de unos aos, el destino quiso que un prncipe pasara por el bosque y escuchara la voz melodiosa de Rapunzel, que cantaba para pasar las horas. El prncipe se sinti atrado por la hermosa voz y quiso saber de dnde provena. Finalmente hall la torre, pero no logr encontrar ninguna puerta para entrar. El prncipe qued prendado de aquella voz. Iba al bosque tantas veces como le era posible. Por las noches, regresaba a su castillo con el corazn destrozado, sin haber encontrado la manera de entrar. Un buen da, vio que una bruja se acercaba a la torre y llamaba a la muchacha.

Rapunzel le cortan el pelo-Rapunzel, tu trenza deja caer.El prncipe observ sorprendido. Entonces comprendi que aquella era la manera de llegar hasta la muchacha de la hermosa voz. Tan pronto se fue la bruja, el prncipe se acerc a la torre y repiti las mismas palabras:-Rapunzel, tu trenza deja caer.La muchacha dej caer la trenza y el prncipe subi. Rapunzel tuvo miedo al principio, pues jams haba visto a un hombre. Sin embargo, el prncipe le explic con toda dulzura cmo se haba sentido atrado por su hermosa voz. Luego le pidi que se casara con l. Sin dudarlo un instante, Rapunzel acept. En vista de que Rapunzel no tena forma de salir de la torre, el prncipe le prometi llevarle un ovillo de seda cada vez que fuera a visitarla. As, podra tejer una escalera y escapar. Para que la bruja no sospechara nada, el prncipe iba a visitar a su amada por las noches. Sin embargo, un da Rapunzel le dijo a la bruja sin pensar:-T eres mucho ms pesada que el prncipe.-Me has estado engaando! -chill la bruja enfurecida y cort la trenza de la muchacha.Con un hechizo la bruja envi a Rapunzel a una tierra apartada e inhspita. Luego, at la trenza a un garfio junto a la ventana y esper la llegada del prncipe. Cuando ste lleg, comprendi que haba cado en una trampa.-Tu preciosa ave cantora ya no est -dijo la bruja con voz chillona -, y no volvers a verla nunca ms!Transido de dolor, el prncipe salt por la ventana de la torre. Por fortuna, sobrevivi pues cay en una enredadera de espinas. Por desgracia, las espinas le hirieron los ojos y el desventurado prncipe qued ciego.

RapunzelCmo buscara ahora a Rapunzel?Durante muchos meses, el prncipe vag por los bosques, sin parar de llorar. A todo aquel que se cruzaba por su camino le preguntaba si haba visto a una muchacha muy hermosa llamada Rapunzel. Nadie le daba razn.Cierto da, ya casi a punto de perder las esperanzas, el prncipe escuch a lo lejos una cancin triste pero muy hermosa. Reconoci la voz de inmediato y se dirigi hacia el lugar de donde provena, llamando a Rapunzel.Al verlo, Rapunzel corri a abrazar a su amado. Lgrimas de felicidad cayeron en los ojos del prncipe. De repente, algo extraordinario sucedi:El prncipe recuper la vista!El prncipe y Rapunzel lograron encontrar el camino de regreso hacia el reino. Se casaron poco tiempo despus y fueron una pareja muy feliz.

Las tres princesasEn Alemania, hace mucho, mucho tiempo, viva un rey que tena tres hijas, tres muchachas belles como el sol que todos los das paseaban por el jardn del palacio.En aquel jardn haba un rbol cargado de manzanas color sangre tan buenas, que el rey haba lanzado una maldicin contra cualquiera que intentase robarlas: Quien toque mis manzanas se hundir bajo tierra a una profundidad de cientos de brazas!Por eso nadie se atreva a arrancar ningn fruto del rbol, ni siquiera las princesas, que iban todos los das a ver si el viento haba hecho caer alguna al suelo. Pero aunque las ramas estaban tan cargadas que se doblaban hasta el suelo, nunca encontraran ninguna.Al final la hermana mayor dijo:-Estoy segura de que la maldicin no vale para nosotras. Nuestro padre nos quiere demasiado!Despus arranc una gran manzana, le dio un mordisco y levant los ojos al cielo, diciendo:-Est requetebuena! Nunca haba comido nada mejor. Probadla tambin vosotras.Las hermana mordieron la manzana, una por una parte y otra por la otra, y entonces las tres se hundieron en la tierra cientos y cientos de metros sin que nadie se diera cuenta.A la hora de la cena, el rey empez a buscarlas en cada esquina del palacio, pero nada, no encontr a las princesas. Entonces las busc en el jardn, luego en la ciudad, y despus por toda la comarca, pero no hubo nada que hacer.El rey, desesperado, anunci que entregara como esposa a una de las hijas a quien las encontrar, pero nadie lo consigui. Quin habra imaginado que la tierra las haba engullido?Al cabo de un tiempo, los jvenes que haban partido en su busca regresaron a casa y slotres hermanos cazadores siguieron rastreando el bosque y la llanura, dicididos a no darse por vencidos.Caminando, caminando, una noche llegaron a un castillo que pareci deshabitado, aunque la chimenea estaba encendida y la mesa puesta. As pues, los cazadores, que tenan mucha hambre, entraron, se sentaron a comer, y luego se fueron a dormir entre sbanas de seda, diciendo:-Aqu se est muy a gusto! Podriamos quedarnos y ver si por casualidad las princesas estn cerca de aqu.Decidieron hacerlo as y a la maana siguiente el hermano mayor se qued haciendo la comida, mientras los otros dos iban a dar un paseo.Estaba removiendo la sopa y dando vueltas al asado cuendo un hombrecillo con chaqueta verde y nariz roja aparecide no se sabe dnde.- Podras darme un poco de pan, jovencito?- pregunt el hombrecillo, y el cazador le dio una buena rebanada.Sin embargo, el hombrecillo la tir al suelo y luego dijo: Soy tan viejo que no puedo agacharme. Recgemela t.Cuando se apach, el gnomo ( porque se trataba de un gnomo y adems de los malos) le agarro de los pelos y le peg hasta ms no poder, dejndole ms muerto que vivo.Cuando los hermanos volvieron, el joven no dijo nada: se avergonzaba de que hubiera podido con l un hombre muchsimo ms bajito! Y adems quera ver cmo se las arreglaran los otros cuando el hombrecillo regresara.Al da siguiente se qued en casa el hermano mediano y las cosas sucedieron del mismo modo: el gnomo le pido un trozo de pan, lo tir al suelo y despus, cuando el muchacho se agach, le dio tantos golpes que perdi el conocimiento.Pero el hermano mediano tampoco cont nada, Ahora le tocaba al ms pequeo y quera ver cmo le iban las cosas.Sin embargo, el hermano menor era diferente de los otros dos, y cuando el gnomo le pido que le recogiera el pan, le respondi que no.Aquel tipo tan feo no le gustaba nada y no tena ganas de hacerle ningn favor.!El hombrecillo se enfad muchsimo y empez a armar barullo, as que el muchacho le agarr de los pelos y le dio tantos golpes como haban recibido sus dos hermanos juntos.Entonces el gnmo empez a chillar:-Basta, basta! Djame y te dir donde estn las princesas!-Ahora s que empezamos a entendernos!- dijo el hermano menor; y el gnomo le ense un pozo muy profundo en el patio del castillo. Las princesas estaban precisamente en el fondo y para encontrarlas, haba que bajar en una cesta atada a una cuerda llevando consigo un buen cuchillo.-Pero ten cuidado, por que tus hermanos no te quieren e intentarn gastarte alguna broma pesada- dijo el hombrecillo, y desapareci girando sobre s mismo como una peonza.Cuando volvieron los dos hermanos mayores convencidos de que lo iban a encontrar hecho polvo y lleno de moratones, el joven les cont qu haba sucedido y fueron corriendo a recoger todo lo que haba falta para bajar al pozo. Luego dijeron:Tu tienes que bajar primero ya que eres el que menos pesa.Entonces el hermano menor baj y encontr uan puerta cerrada de la que proceda un gran ruido, como si hubiera alguien roncando. Ech una ojeada por el agujero de la cerradura y vio un dragn profundamente dormido con sus nueve cabezas posadas sobre las rodillas de una princesa que le estaba despiojando.El joven cazador entr de puntillas y con su cuchillo cort las cabezas de un tajo, hacindolas rodar por el suelo. Entonces la princesa le abraz y le bes, y luego le regal su collar de oro rojo, que vala nueve reinos, diciendo: Ahora teines que liberar a mis hermanas.De hecho, en la habitacin haba otra puerta, y detrs de sta un dragn durmiendo, con sus siete cabezas posadas sobre las rodillas de una princesa que le estaba despiojando. El cazador tambin las cort y como recompensa recibi un collar de oro amarillo que vala site reinos.Despus abri la ltima puerta y encontr un dragn de tres cabezas y una princesa que le estaba despiojando. En cuanto las cabezas rodaron, le regal un collar de oro blanco que vala tres reinos.Ahora slo quedaba salir del pozo, as que las tres princesas se metieron una por una en la cesta y las subieron. Pero cuando lleg su turno, el cazador record que el gnomo le haba dicho que tuviera cuidado, as que en vez de meterse en la cesta, meti un pesado predusco. E hizo, bien, porque a mitad de camino los hermanos cortaron la cuerda y la piedra se rompi en pedazos al chocar contra el fondo del pozo.Mira cmo habra terminado si no hubiera hecho caso al hombrecillo!, pens el hermano menor, y empez a rebuscar en las tres habitaciones para hallar un modo de salir de all.A pesar de que registr todo bien, no encontr nada. Al final, desesperado, se sent con la cabeza entre las manos. Entonces vio en el suelo una flauta de sauce tan pequea que no pareca hecha para un hombre.Vencido por la curiosidad, el muchacho sopl dentro como si fuera un silbato.Fue suficiente una sola nota para que la habitacin se llenara de gnomos. Haba miles y miles, y seguan llegando ms.-Qu quieres?- preguntaron-.Estamos a tus ordenes! Llevadme inmediatamente al palacio real!-dijo el cazador, y un instante despus estaba en el saln del trono.All estaban sus hermanos, vestidos con gran pompa, a punto de casarse con dos de las princesas. La ms pequea les sujetaba la cola del vestido. Los cazadores las haban amenazado con matarlas a las tres si no decan que las haban liberado ellos, as que las pobrecillas haban jurado que nunca jams contaran lo que haba sucedido realmente.Pero el hermano pequeo s que cont toda la historia y mostr como prueba los tres collares, as que el rey pregunt a sus hijas si estaba diciendo la verdad. No podemos decrselo a nadie, lo hemos jurado-dijeron ellas.Entonces el padre respondi: Si no queris decrmelo a m, decrselo a menos a la estufa.Luego se escondi detrs de la puerta y se qued escuchando mientras ellas le contaban todo a la estufa apagada. Cuando las princesas dijeron que los hermanos mayores haban cortado la cuerda para que la cesta se chocara contra el fondo del pozo, sali de su escondite y orden:- Ahorcad a esos dos cazadores y que el tercero tome por esposa a la ms joven de las princesas!As termina el cuento, con todos sonrientess, menos yo, que para contarlo me he quedado sin lengua no dientes.

El len y el ratnUna tarde muy calurosa, un len dormitaba en una cueva fra y oscura. Estaba a punto de dormirse del todo cuando un ratn se puso a corretear sobre su hocico. Con un rugido iracundo, el len levant su pata y aplast al ratn contra el suelo.-Cm te atreves a despertarme? -gru- Te-voy a espachurrar.-Oh, por favor, por favor, perdnamela vida -chill el ratn atemorizado-Prometo ayudarte algn da si me dejas marchar.-Quieres tomarme el pelo? -dijo el len-. Cmo podra un ratoncillo birrioso como t ayudar a un len grande y fuerte como yo?

El len y el ratnSe ech a rer con ganas. Se rea tanto que en un descuido desliz su pata y el ratn escap.Unos das ms tarde el len sali de caza por la jungla. Estaba justamente pensando en su prxima comida cuando tropez con una cuerda estirada en medio del sendero. Una red enorme se abati sobre l y, pese a toda su fuerza, no consigui liberarse. Cuanto ms se remova y se revolva, ms se enredaba y ms se tensaba la red en torno a l.El len empez a rugir tan fuerte que todos los animales le oan, pues sus rugidos llegaban hasta los mismos confines de la jungla. Uno de esos animales era el ratonllo, que se encontraba royendo un grano de maz. Solt inmediatamente el grano y corri hasta el len.Oh, poderoso len! -chill- Si me hicieras el favor de quedarte quieto un ratito, podra ayudarte a escapar.El len se senta ya tan exhausto que permaneci tumbado mirando cmo el ratn roa las cuerdas de la red. Apenas poda creerlo cuando, al cabo de un rato, se dio cuenta de que estaba libre.-Me salvaste la vida, ratnenle dio. Nunca volver a burlarme de las promesas hechas por los amigos pequeos.

La liebre y la tortugaLa liebre siempre se rea de la tortuga, porque era muy lenta. Je, el En realidad, no s por qu te molestas en moverte -le dijo.-Bueno -contest la tortuga-, es verdad que soy lenta, pero siempre llego al final. Si quieres hacemos una carrera.-Debes estar bromeando -dijo la liebre, despreciativa- Pero si insistes, no tengo inconveniente en hacerte una demostracin.

La tortuga y la liebreEra un caluroso da de sol y todos los animales fueron a ver la Gran Carrera. El topo levant la bandera y dijo: -Uno, dos, tres Ya!La liebre sali corriendo, y la tortuga se qued atrs, tosiendo en una nube de polvo. Cuando ech a andar, la liebre ya se haba perdido de vista.Pero cul no fue su horror al ver desde lejos cmo la tortuga le haba adelantado y se arrastraba sobre la lnea de meta. Haba ganado la tortuga! Desde lo alto de la colina, la liebre poda or las aclamaciones y los aplausos.-No es justo -gimi la liebre- Has hecho trampa. Todo el mundo sabe que corro ms que t.-Oh! -dijo la tortuga, volvindose para mirarla- Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio pero seguro.-No tiene nada que hacer -dijeron los saltamontes- La tortuga est perdida.Je, je! Esa estpida tortuga!, pens la liebre, volvindose

La tortuga y la liebre. Para qu voy a correr? Mejor descanso un rato.As pues, se tumb al sol y se qued dormida, soando con los premios y medallas que iba a conseguir.La tortuga sigui toda la maana avanzando muy despacio. La mayora de los animales, aburridos, se fueron a casa. Pero la tortuga continu avanzando. A medioda pas unto a la liebre, que dorma al lado del camino. Ella sigui pasito a paso.Finalmente, la liebre se despert y estir las piernas. El sol se estaba poniendo. Mir hacia atrs y se ri:Je, el Ni rastro de esa tonta tortuga! Con un gran salto, sali corriendo en direccin a la meta para recoger su premio.Pero cul no fue su horror al ver desde lejos cmo la tortuga le haba adelantado y se arrastraba sobre la lnea de meta. Haba ganado la tortuga! Desde lo alto de la colina, la liebre poda or las aclamaciones y los aplausos.-No es justo -gimi la liebre- Has hecho trampa. Todo el mundo sabe que corro ms que t.-Oh! -dijo la tortuga, volvindose para mirarla- Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio pero seguro.

La bella y la bestiaHaba una vez un hombre muy rico que tena tres hijas. De pronto, de la noche a la maana, perdi casi toda su fortuna. La familia tuvo que vender su gran mansin y mudarse a una casita en el campo.Las dos hijas mayores se pasaban el da quejndose por tener que remendar sus vestidos y porque ya no podan ir a las fiestas. En cambio la pequea, a la que llamaban Bella por su dulce rostro y su buen carcter, estaba siempre contenta.Un da su padre se fue a la ciudad a ver si encontraba trabajo. Cuando mont en su caballo, pregunt a sus hijas qu les gustara tener, si l ganaba suficiente dinero para traerles un regalo a cada una. Sin apenas pensarlo, las dos hijas mayores gritaron:

La bella y la bestia-Para m un vestido precioso.-Y un collar de plata para m.Con su candorosa voz, Bella murmur:-Yo solamente quiero que vuelvas a casa sano y salvo. Eso me basta.Su padre insisti:-Oh, Bella, debe de haber algo que te apetezca!-Bueno, una rosa con ptalos rojos para ponrmela en el pelo. Pero como estamos en invierno, comprender que no puedas encontrarme ninguna.-Har todo cuanto pueda por, complaceros a las tres, hijas mas.Diciendo esto emprendi la marcha a todo galope.En la ciudad, todo le fue mal. No encontr trabajo en ninguna parte. Los nicos regalos que pudo comprar fueron frutas y chocolate para sus dos hijas mayores, pero no consigui la flor para Bella. Cuando regresaba a casa, su caballo se hizo dao en una pata y tuvo que desmontar.De repente se desat una tormenta de nieve y el desgraciado hombre se encontr perdido en medio de un oscuro bosque.Entonces percibi, a travs de la ventisca, un gran muro y unas puertas con rejas de hierro forjado bien cerradas. Al fondo del jardn, se vea una gran mansin con luces tenues en las ventanas.-Si pudiera cobijarme aqu No haba terminado de hablar cuando las puertas se abrieron. El viento huracanado le empuj por el sendero hacia las escaleras de la casa. La puerta de entrada se abri con un chirrido y apareci una mesa con unos candelabros y los manjares ms tentadores.Mir atrs, a travs de los remolinos de nieve, y vio que las puertas enrejadas se haban cerrado y su caballo haba desaparecido.Entr. La puerta chirri de nuevo y se cerr a sus espaldas.Mientras examinaba nerviosamente la estancia, una de las sillas se separ de la mesa, invitndole claramente a sentarse. PensabaBien, est visto que aqu soy bien recibido. Intentar disfrutar de todo esto.Tras haber comido y bebido todo lo que quiso, se fij en un gran sof que haba frente al fuego, con una manta de piel extendida sobre el asiento. Una esquina de la manta apareca levantada como diciendo: Ven y tmbate. Y eso fue lo que hizo.Cuando se dio cuenta, era ya por la maana. Se levant, sintindose maravillosamente bien, y se sent a la mesa, donde le esperaba el desayuno. Una rosa con ptalos rojos, puesta en un jarrn de plata, adornaba la mesa. Con gran sorpresa exclam:-Una rosa roja! Qu suerte! Al fin Bella tendr su regalo.Comi cuanto pudo, se levant y tom la rosa de su jarroncito.Entonces, un rugido terrible llen la estancia. El fuego de la chimenea pareci encogerse y las velas temblaron. La puerta se abri de golpe. El jardn nevado enmarcaba una espantosa visin.Era un hombre o una bestia? Vesta ropas de caballero, pero tena garras peludas en vez de manos y su cabeza apareca cubierta por una enmaraada pelambrera. Mostrando sus terribles colmillos gru:-Ibas a robarme mi rosa eh? Es sa la clase de agradecimiento con que pagas mi hospitalidad?El hombre casi se muere de miedo.-Por favor, perdonadme, seor. Era para mi hija Bella. Pero la devolver al instante, no os preocupis.-Demasiado tarde. Ahora tienes que llevrtela y enviarme a tu hija en su lugar.-No! No! No!-Entonces te devorar.-Prefiero que me comas a m que a mi maravillosa hija.-Si me la envas, no tocar un solo pelo de su cabeza. Tienes mi palabra.Ahora, decide.E1 padre de la chica accedi al horrible trato y la Bestia le entreg un anillo mgico. Cuando Bella diera tres vueltas al anillo, se encontrara ya en la desolada mansin.Fuera, en la nieve, esperaba el caballo, sorprendentemente curado de su cojera, ensillado y listo para la marcha. La vuelta a casa fue un calvario para aquel hombre, pero an peor fue la llegada cuando les cont a sus hijas lo que haba sucedido. Bella le pregunt-Dijo que no me hara ningn dao, de verdad, pap?-Me dio su palabra, cario.-Entonces dame el anillo. Y por favor, no os olvidis de m.Se despidi con un beso, se puso el anillo y le dio tres vueltas.Al segundo, se encontr en la mansin de la Bestia.Nadie la recibi. No vio a la Bestia en muchos das. En la casa todo era sencillo y agradable. Las puertas se abran solas, los candelabros flotaban escaleras arriba para iluminarle el camino de su habitacin, la comida apareca servida en la mesa y, misteriosamente, era recogida despusBella no tena miedo en una casa tan acogedora, pero se senta tan sola que empez a desear que la Bestia viniera y le hablara, por muy horrible que fuera.Un da, mientras ella paseaba por el jardn, la Bestia sali de detrs de un rbol. Bella no pudo evitar un grito, mientras se tapaba la cara con las manos. El extrao ser hablaba tratando de ocultar la aspereza de su voz.-No tengas miedo. Bella! Slo he venido a desearte buenos das y a preguntarte si ests bien en mi casa.-Bueno Preferira estar en la ma. Pero estoy bien cuidada, gracias.-Bien. Te importara si paseo un rato contigo?Pasearon los dos por el jardn y a partir de entonces la Bestia fue a menudo a hablar con Bella. Pero nunca se sent a comer con ella en la gran mesa.Una noche, Bella le vio arrastrndose por el csped, bajo el claro de luna. Impresionada, intuy en seguida que iba a la caza de comida. Cuando l levant los ojos, la vio en la ventana. Se cubri la cara con las garras y lanz un rugido de vergenza.A pesar de su fealdad. Bella se senta tan sola y l era tan amable con ella que empez a desear verle.Una tarde, mientras ella lea sentada junto al fuego, se le acerc por detrs.-Csate conmigo, Bella.Pareca tan esperanzado que Bella sinti lstima.-Realmente te aprecio mucho, Bestia, pero no, no quiero casarme contigo. No te quiero.La Bestia repiti a menudo su corts oferta de matrimonio. Pero ella siempre deca no, con suma delicadeza.Un da, l la encontr llorando junto a una fuente del jardn.-Oh, Bestia! Me avergenza llorar cuando t has sido tan amable conmigo. Pero el invierno se avecina. He estado aqu cerca de un ao. Siento nostalgia de mi casa. Echo muchsimo de menos a mi padre.Con alegra oy que la Bestia le responda:-Puedes ir a casa durante siete das si me prometes volver.Bella se lo prometi al instante, dio tres vueltas al anillo de su dedo y de pronto apareci en la pequea cocina de su casa a la hora del almuerzo. La alegra fue tan grande como la sorpresa.Total, que pasaron una maravillosa semana juntos. Bella cont a su familia todas las cosas que le haban sucedido con su extrao anfitrin y ellos le contaron a su vez todas las buenas nuevas. La feliz semana pas sin ninguna palabra o seal de la Bestia. PensabaQuiz se ha olvidado de m. Me quedar un poquito ms.Pas otra semana y, para su alivio, nada ocurri. La familia tambin respir con tranquilidad. Pero una noche, mientras se peinaba frente al espejo, su imagen se emborron de repente y en su lugar apareci la Bestia. Yaca bajo el claro de luna, cubierta casi completamente de hojas. Bella, llena de compasin, exclam:-Oh, Bestia! Por favor, no te mueras. Volver, querida Bestia.Al instante dio vuelta al anillo tres veces y se encontr a su lado en el jardn. Acomod la enorme cabeza de la Bestia sobre su regazo y repiti: -Bestia, no quiero que te mueras. Bella intent apartar las hojas de su rostro. Las lgrimas brotaban de sus ojos y rociaban la cabeza de la Bestia.De repente, una voz con timbre diferente se dirigi a Bella.-Mrame, Bella. Seca tus lgrimas. Bella baj la vista y observ que estaba acariciando una cabeza de pelo dorado. La Bestia haba desaparecido y en su lugar se encontraba el ms hermoso de los seres humanos.El joven tom su cabeza entre las manos y Bella pregunt: -Quin eres?-Soy un prncipe. Una bruja me maldijo y me convirti en una bestia para siempre. Slo el verdadero amor de una mujer me ha librado de la maldicin. Oh, Bella, estoy tan contento de que hayas regresado Y ahora, dime, te casars conmigo?-Pues claro que s, mi prncipe.Desde aquel momento los dos vivieron llenos de felicidad.

El gigante egostaTodas las tardes, al salir de la escuela, los nios jugaban en el jardn de un gran castillo deshabitado. Se revolcaban por la hierba, se escondan tras los arbustos repletos de flores y trepaban a los rboles que cobijaban a muchos pjaros cantores. All eran muy felices.Una tarde, estaban jugando al escondite cuando oyeron una voz muy fuerte.-Qu hacis en mi jardn?

El gigante egostaTemblando de miedo, los nios espiaban desde sus escondites, desde donde vieron a un gigante muy enfadado. Haba decidido volver a casa despus de vivir con su amigo el ogro durante siete aos.-He vuelto a mi castillo para tener un poco de paz y de tranquilidad -dijo con voz de trueno-. No quiero or a nios revoltosos. Fuera de mi jardn! Y que no se os ocurra volver!Los nios huyeron lo ms rpido que pudieron.-Este jardn es mo y de nadie ms -mascullaba el gigante-. Me asegurar de que nadie ms lo use.Muy pronto lo tuvo rodeado de un muro muy alto lleno de pinchos.En la gran puerta de hierro que daba entrada al jardn el gigante colg un cartel que deca PROPIEDAD PRIVADA. Prohibido el paso. . Todos los das los nios asomaban su rostro por entre las rejas de la verja para contemplar el jardn que tanto echaban de menos.Luego, tristes, se alejaban para ir a jugar a un camino polvoriento. Cuando lleg el invierno, la nieve cubri el suelo con una espesa capa blanca y la escarcha pint de plata los rboles. El viento del norte silbaba alrededor del castillo del gigante y el granizo golpeaba los cristales.-Cmo deseo que llegue la primavera! -suspir acurrucado junto al fuego.

El gigante egostaPor fin, la primavera lleg. La nieve y la escarcha desaparecieron y las flores tieron de colores la tierra. Los rboles se llenaron de brotes y los pjaros esparcieron sus canciones por los campos, excepto en el jardn del gigante. All la nieve y la escarcha seguan helando las ramas desnudas de los rboles.-La primavera no ha querido venir a mi jardn -se lamentaba una y otra vez el gigante- Mi jardn es un desierto, triste y fro.Una maana, el gigante se qued en cama, triste y abatido. Con sorpresa oy el canto de un mirlo. Corri a la ventana y se llen de alegra. La nieve y la escarcha se haban ido, y todos los rboles aparecan llenos de flores.En cada rbol se hallaba subido un nio. Haban entrado al jardn por un agujero del muro y la primavera los haba seguido. Un solo nio no haba conseguido subir a ningn rbol y lloraba amargamente porque era demasiado pequeo y no llegaba ni siquiera a la rama ms baja del rbol ms pequeo.El gigante sinti compasin por el nio.-Qu egosta he sido! Ahora comprendo por qu la primavera no quera venir a mi jardn. Derribar el muro y lo convertir en un parque para disfrute de los nios. Pero antes debo ayudar a ese pequeo a subir al rbol.El gigante baj las escaleras y entr en su jardn, pero cuando los nios lo vieron se asustaron tanto que volvieron a escaparse. Slo qued el pequeo, que tena los ojos llenos de lgrimas y no pudo ver acercarse al gigante. Mientras el invierno volva al jardn, el gigante tom al nio en brazos.-No llores -murmur con dulzura, colocando al pequeo en el rbol ms prximo.De inmediato el rbol se llen de flores, el nio rode con sus brazos el cuello del gigante y lo bes.

El gigante egostaCuando los dems nios comprobaron que el gigante se haba vuelto bueno y amable, regresaron corriendo al jardn por el agujero del muro y la primavera entr con ellos. El gigante rea feliz y tomaba parte en sus juegos, que slo interrumpa para ir derribando el muro con un mazo. Al atardecer, se dio cuenta de que haca rato que no vea al pequeo.-Dnde est vuestro amiguito? -pregunt ansioso.Pero los nios no lo saban. Todos los das, al salir de la escuela, los nios iban a jugar al hermoso jardn del gigante. Y todos los das el gigante les haca la misma pregunta: -Ha venido hoy el pequeo? Tambin todos los das, reciba la misma respuesta:-No sabemos dnde encontrarlo. La nica vez que lo vimos fue el da en que derribaste el muro.El gigante se senta muy triste, porque quera mucho al pequeo. Slo lo alegraba el ver jugar a los dems nios.Los aos pasaron y el gigante se hizo viejo. Lleg un momento en que ya no pudo jugar con los nios.Una maana de invierno estaba asomado a la ventana de su dormitorio, cuando de pronto vio un rbol precioso en un rincn del jardn. Las ramas doradas estaban cubiertas de delicadas flores blancas y de frutos plateados, y debajo del rbol se hallaba el pequeo.-Por fin ha vuelto! -exclam el gigante, lleno de alegra.

El gigante egostaOlvidndose de que tena las piernas muy dbiles, corri escaleras abajo y atraves el jardn. Pero al llegar junto al pequeo enrojeci de clera.-Quin te ha hecho dao? Tienes seales de clavos en las manos y en los pies! Por muy viejo y dbil que est, matar a las personas que te hayan hecho esto.Entonces el nio sonri dulcemente y le dijo:-Calma. No te enfades y ven conmigo.-Quin eres? -susurr el gigante, cayendo de rodillas.-Hace mucho tiempo me dejaste Jugar en tu jardn -respondi el nio-. Ahora quiero que vengas a jugar al mo, que se llama Paraso.Esa tarde, cuando los nios entraron en el jardn para jugar con la nieve, encontraron al gigante muerto, pacificamente recostado en un rbol, todo cubierto de llores blancas.

El ratoncito PrezErase una vez Pepito Prez , que era un pequeo ratoncito de ciudad , viva con su familia en un agujerito de la pared de un edificio.

El ratoncito PrezEl agujero no era muy grande pero era muy cmodo, y all no les faltaba la comida. Vivan junto a una panadera, por las noches l y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un da Pepito escuch un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratn curioso que era trep y trep por las caeras hasta llegar a la primera planta. All vi un montn de aparatos, sillones, flores, cuadros, pareca que alguien se iba a instalar all.Al da siguiente Pepito volvi a subir a ver qu era todo aquello, y descubri algo que le gust muchsimo. En el piso de arriba haban puesto una clnica dental. A partir de entonces todos los das suba a mirar todo lo que haca el doctor Jos M. Miraba y aprenda, volva a mirar y apuntaba todo lo que poda en una pequea libreta de cartn. Despus practicaba con su familia lo que saba. A su madre le limpi muy bien los dientes, a su hermanita le cur un dolor de muelas con un poquito de medicina.Y as fue como el ratoncito Prez se fue haciendo famoso. Venan ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para l, ratones de ciudad con sombrero y bastn, ratones pequeos, grandes, gordos, flacos Todos queran que el ratoncito Prez les arreglara la boca.Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema ms grande. No tenan dientes y queran comer turrn, nueces, almendras, y todo lo que no podan comer desde que eran jvenes. El ratoncito Prez pens y pens cmo poda ayudar a estos ratones que confiaban en l. Y, como casi siempre que tena una duda, subi a la clnica dental a mirar. All vi cmo el doctor Jos M le pona unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacan en una gran fbrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servan a l para nada.Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solucin, apareci en la clnica un nio con su mam. El nio quera que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rpido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quit y se lo di de recuerdo. El ratoncito Prez encontr la solucin: Ir a la casa de ese nio y le comprar el diente, pens. Lo sigui por toda la ciudad y cuando por fin lleg a la casa, se encontr con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Prez se esper a que todos se durmieran y entonces entr a la habitacin del nio. El nio se haba dormido mirando y mirando su diente, y lo haba puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito Prez le cost mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontr y le dej al nio un bonito regalo.A la maana siguiente el nio vi el regalo y se puso contentsimo y se lo cont a todos sus amigos del colegio. Y a partir de ese da, todos los nios dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Prez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. cuento se ha acabado.

El hada del lagoEL HADA DEL LAGOHace mucho, mucho tiempo, mucho antes incluso de que los hombres llenaran la tierra y construyeran sus grandes ciudades , exista un lugar misterioso, un gran y precioso lago, rodeado de grandes rboles y custodiado por un hada, al que todos llamaban la hada del lago. Era justa y muy generosa, y todos sus vasallos estaban siempre dispuestos a servirla. Pero de pronto llegaron unos malvados seres que amenazaron el lago, sus bosques y a sus habitantes. Tal era el peligro, que el hada solicit a su pueblo que se unieran a ella, pues haba que hacer un peligroso viaje a travs de ros, pantanos y desiertos, con el fin de encontrar la Piedra de Cristal, que les dijo, era la nica salvacin posible para todos.

El hada del lagoEl hada advirti que el viaje estara plagado de peligros y dificultades, y de lo difcil que sera aguantar todo el viaje, pero ninguno se ech hacia atrs. Todos prometieron acompaarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo da, parti hacia lo desconocido con sus 80 vasallos ms leales y fuertes.El camino fue mucho ms terrible, duro y peligroso que lo predicho por el hada. Se tuvieron que enfrentar a terribles bestias, caminaron da y noche y vagaron perdidos por un inmenso desierto, que pareca no tener fin, sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que slo qued uno, llamado Sombra. No era considerado como el ms valiente del lago, ni el mejor luchador, ni tan siquiera el ms listo o divertido, pero fielmente continu junto a su hada sin desfallecer. Cuando sta le preguntaba de dnde sacaba la fuerza para seguir y por qu no abandonaba como los dems, Sombra responda siempre lo mismo Mi seora, os promet que os acompaara a pesar de las dificultades y peligros, y so es lo que hago. No me voy a ir a casa slo porque que todo lo que nos advertiste haya sido verdad.Gracias a su leal Sombra el hada pudo por fin encontrar la cueva donde se hallaba la Piedra de Cristal, pero dentro haba un monstruoso Guardin, grande y muy poderoso que no estaba dispuesto a entregrsela. Entonces Sombra, en un gesto ms de la lealtad que le profesaba al hada, se ofreci a cambio de la piedra, y se qued al servicio del monstruo por el resto de sus das.La poderosa magia de la Piedra de Cristal hizo que el hada regresara al lago inmediatamente y as pudo expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues gracias a aquel desinteresado y generoso compromiso surgi un amor ms fuerte que ningn otro. Y en su recuerdo, el hada quiso mostrar a todos lo que significaba el valor de la lealtad y el compromiso, y regal a cada ser de la tierra su propia sombra durante el da; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompaan a su triste hada.

Alibaba y los 40 ladronesAl Bab era un pobre leador que viva con su esposa en un pequeo pueblecito dentro de las montaas, all trabajaba muy duro cortando gigantescos rboles para vender la lea en el mercado del pueblo.Un da que Al Bab se dispona a adentrarse en el bosque escuch a lo lejos el relinchar de unos caballos, y temiendo que fueran leadores de otro poblado que se introducan en el bosque para cortar la lea, cruz la arboleda hasta llegar a la parte ms alta de la colina.Una vez all Al Bab dej de escuchar a los caballos y cuando vio como el sol se estaba ocultando ya bajo las montaas, se acord de que tena que cortar suficientes rboles para llevarlos al centro del poblado. As que afil su enorme hacha y se dispuso a cortar el rbol ms grande que haba, cuando este empez a tambalearse por el viento, el leador se apart para que no le cayera encima, descuidando que estaba al borde de un precipicio dio un traspis y resbal ochenta metros colina abajo hasta que fue a golpearse con unas rocas y perdi el conocimiento.Cuando se despert estaba amaneciendo, Al Bab estaba tan mareado que no saba ni donde estaba, se levant como pudo y vio el enorme tronco del rbol hecho pedazos entre unas rocas, justo donde terminaba el sendero que atravesaba toda la colina, as que busc su cesto y se fue a recoger los trozos de lea.Cuando tena el fardo casi lleno, escuch como una multitud de caballos galopaban justo hacia donde l se encontraba Los leadores! pens y se escondi entre las rocas.Al cabo de unos minutos, cuarenta hombres a caballo pasaron a galope frente a Al Bab, pero no le vieron, pues este se haba asegurado de esconderse muy bien, para poder observarlos. Oculto entre las piedras y los restos del tronco del rbol, pudo ver como a unos solos pies de distancia, uno de los hombres se bajaba del caballo y gritaba: brete, Ssamo!- acto seguido, la colina empezaba a temblar y entre los grandes bloques de piedra quese encontraban bordeando el acantilado, uno de ellos era absorbido por la colina, dejando un hueco oscuro y de grandes dimensiones por el que se introducan los dems hombres, con el primero a la cabeza.

Al cabo de un rato, Al Bab se acerc al hueco en la montaa pero cuando se dispona a entrar escuch voces en el interior y tuvo que esconderse de nuevo entre las ramas de unos arbustos. Los cuarenta hombres salieron del interior de la colina y empezaron a descargar los sacos que llevaban a los lomos de sus caballos, uno a uno fueron entrando de nuevo en la colina, mientras Al Bab observaba extraado.El hombre que entraba el ltimo, era el ms alto de todos y llevaba un saco gigante atado con cuerdas a los hombros, al pasar junto a las piedras que se encontraban en la entrada, una de ellas hizo tropezar al misterioso hombre que resbal y su fardo se abri en el suelo, pudiendo Al Bab descubrir su contenido: Miles de monedas de oro que relucan como estrellas, joyas de todos los colores, estatuas de plata y algn que otro collar Era un botn de ladrn! Ni ms ni menos que Cuarenta ladrones!.El hombre recogi todo lo que se haba desperdigado por el suelo y entr apresurado a la cueva, pasado el tiempo, todos haban salido, y uno de ellos dijo Cirrate Ssamo!Al Bab no lo pens dos veces, an se respiraba el polvo que haban levantado los caballos de los ladrones al galopar cuando este se encontraba frente a la entrada oculta de la guarida de los ladrones. brete Ssamo! Dijo impaciente, una y otra vez hasta que la grieta se vio ante los ojos del leador, que tena el cesto de la lea en la mano y se imaginaba ya tocando el oro del interior con sus manosUna vez dentro, Al Bab tante como pudo el interior de la cueva, pues a medida que se adentraba en el orificio, la luz del exterior disminua y avanzar supona un gran esfuerzo.Tras un buen rato caminando a oscuras, con mucha calma pues al andar sus piernas se enterraban hasta las rodillas entre la grava del suelo, de pronto Al Bab lleg al final de la cueva, tocando las paredes, se dio cuenta que haba perdido la orientacin y no saba escapar de all.Se sent en una de las piedras decidido a esperar a los ladrones, para poder conocer el camino de regreso, decepcionado porque no haba encontrado nada de oro, se acomod tras las rocas y se qued adormilado.Mientras tanto, uno de los ladrones entraba a la cueva refunfuando y malhumorado, pues cuando haba partido a robar un nuevo botn se dio cuenta de que haba olvidando su saco y tuvo que galopar de vuelta para recuperarlo, en poco tiempo se encontr al final de la sala, pues adems de conocer al dedillo el terreno, el ladn llevaba una antorcha que iluminaba toda la cueva.Cuando lleg al lugar en el que Al Bab dorma, el ladrn se puso a rebuscar entre las montaas de oro algn saco para llevarse, y con el ruido Al Bab se despert.Tuvo que restregarse varias veces los ojos ya que no caba en el asombro al ver las grandes montaas de oro que all se encontraban, no era gravilla lo que haba estado pisando sino piezas de oro, rubes, diamantes y otros tipos de piedras de gran valor. Se mantuvo escondido un rato mientras el ladrn rebuscaba su saco y cuando lo encontr, con mucho cuidado de no hacer ruido se peg a este para salir detrs de l sin que se enterase, dejando una buena distancia para que no fuera descubierto, pudiendo as aprovechar la luz de la antorcha del bandido.Cuando se aproximaban a la salida, el ladrn se detuvo, escuch nervioso el jaleo que vena de la parte exterior de la cueva y apag la antorcha. Entonces Al Bab se qued inmvil sin saber qu hacer, quera ir a su casa a por cestos para llenarlos de oro antes de que los ladrones volvieran, pero no se atreva a salir de la cueva ya que fuera se escuchaba una enorme discusin, as que se escondi y esper a que se hiciera de noche. No haban pasado ni unas horas cuando escuch unas voces que venan desde fuera Aqu la guardia! Era la guardia del reino! Estaban fuera arrestando a los ladrones, y al parecer lo haban conseguido, porque se escucharon los galopes de los caballos que se alejaban en direccin a la ciudad.Pero Al bab se preguntaba si el ladrn que estaba con l haba sido tambin arrestado ya que aunque la entrada de la cueva haba permanecido cerrada, no haba escuchado moverse al bandido en ningn momento. Con mucha calma, fue caminando hacia la salida y susurr brete Ssamo! Y escap de all.Cuando se encontr en su casa, su mujer estaba muy preocupada, Al Bab llevaba dos das sin aparecer por casa y en todo el poblado corra el rumor de una banda de ladrones muy peligrosos que asaltaban los pueblos de la zona, temiendo por Al Bab, su mujer haba ido a buscar al hermano de Al Bab, un hombre poderoso, muy rico y malvado que viva en las afueras del poblado en una granja que ocupaba el doble que el poblado de Al Bab. El hermano, que se llamaba Semes, estaba enamorado de la mujer de Al Bab y haba visto la oportunidad de llevarla a su granja ya que este aunque rico, era muy antiptico y no haba encontrado en el reino mujer que le quisiera.Cuando Al Bab apareci, el hermano, viendo en peligro su oportunidad de casarse con la mujer de este, agarr a su hermano del chaleco y lo encerr en el almacn que tenan en la entrada de la vivienda, donde guardaban la lea. All Al Bab le cont lo que haba sucedido, y el hermano, aunque ya era rico, no poda perder la oportunidad de aumentar su fortuna, as que parti en su calesa a la montaa que Al Bab le haba indicado, sin saber, que la guardia real estaba al acecho en esa colina, pues les faltaba un ladrn an por arrestar y esperaban que saliese de la cueva para capturarlo.Sin detenerse un instante, Semes se coloc frente a la cueva y dijo las palabras que Al Bab le haba contado, al instante, mientras la puerta se abra, la guardia se abalanz sobre Semes gritando Al ladrn! y lo captur sin contemplaciones, aunque Semes intent explicarles porque estaba all, estos no le creyeron porque estaban convencidos de que el ltimo ladrn sabiendo que sus compaeros estaban presos, inventara cualquier cosa para poder disfrutar l solo del botn, as que se lo llevaron al reino para meterle en la celda con el resto de ladrones.Al da siguiente Al Bab consigui salir de su encierro, y fue en busca de su mujer, le cont toda la historia y esta entusiasmada por el oro pero a la vez asustada acompa a Al Bab a la cueva, cogieron un buen puado de oro, con el que compraron un centenar de caballos, y los llevaron a la casa de su hermano, all durante varios das se dedicaron a trasladar el oro de la cueva al interior de la casa, y una vez haban vaciado casi por completo el contenido de la cueva, teniendo en cuenta que su hermano estaba preso y que uno de los ladrones estaba an libre se pusieron a buscarlo. Tardaron varios das en dar con l, ya que se haba escondido en el bosque para que no le encontraran los guardias, pero Al Bab conoca muy bien el bosque, y le tendi una trampa para cogerle. As que lo at al caballo y lo llevo al reino, donde lo entreg a cambio de que soltaran a su hermano, este, enfadado con Al Bab por haberle vencido cogi un caballo y se march del reino.Al Bab ahora estaba en una casa con cien caballos, que le servirn para vivir felizmente con su mujer, y decidi asegurarse de que los ladrones jams intentasen robarle su tesoro, as que reparti su fortuna en muchos sacos pequeos y le dio un saquito a cada uno de los habitantes del pueblo, que se lo agradecieron enormemente porque as iban a poder mejorar sus casas, comprar animales y comer en abundancia.As fue como Al Bab le rob el oro a un grupo de ladrones que atemorizaban su poblado, reparti sus riquezas con el resto de habitantes y ech a su malvado hermano del pueblo, pudiendo dedicarse por entero a sus caballos y no teniendo que trabajar ms vendiendo lea.Se dice hoy que cuando Al Bab sac todo el oro de la cueva, esta se cerr y no se pudo volver a abrir.

El Seor TigreHace muchos, muchsimos aos, cuando las personas y los animales hablaban todava el mismo idioma y el tigre tena una piel de color amarillo brillante, una tarde el bfalo regresaba a su casa, despus de baarse en el ro. Iba canturreando una cancin, con la nariz bien alta, porque en aquel tiempo an tena la nariz saliente y el labio superior entero. Su hocico apuntaba hacia el cielo y no se dio cuenta de que el tigre le segua hasta que oy a su lado un ronco buenas noches.

El seor TigreEl bfalo hubiera echado a correr muy a gusto, pero no quera parecer cobarde. As que sigui su camino mientras el tigre le daba conversacin.-No se te ve mucho por el bosque. Sigues trabajando con el hombre?El bfalo dijo que s.-Qu cosa tan rara! No lo comprendo. Caray!, el hombre no tiene zarpas, ni veneno, ni demasiada fuerza, y encima es muy pequeajo. Por qu lo aceptas como jefe?-Yo tampoco lo comprendo -contest el bfalo-. Supongo que ser por su inteligencia -In-te-li qu?-Inteligencia es algo especial que tiene el hombre y que le permite dominarme a m, y tambin al caballo y al cerdo, al perro y al gato -explic el bfalo con aire sabiondo, contento de saber ms que el tigre.-Interesante, pero que muy interesante. Si yo tuviera esa inteli- lo que sea, la vida me sera mucho ms agradable. Todos me obedeceran sin esas carreras y esos saltos que ahora tengo que dar. Me tumbara en la hierba y escogera los bichos ms gordos para mi comida. T crees que el hombre me vendera un poco de su in-te-li-gen-cia?-No no lo s -murmur el bfalo.-Se lo preguntar maana. No se atrever a negarse, digo yo! -gru el tigre, y desapareci en la oscuridad.El bfalo se encamin lentamente hacia su casa, un poco asustado, temiendo haber hablado de ms. Pero despus de la cena se tranquiliz. El tigre nunca viene a los arrozales, pens antes de dormirse.A la maana siguiente, cuando lleg al campo con su amo, el bfalo vio que haba juzgado mal al tigre, porque ya estaba all esperando. Incluso haba preparado un discurso para aquel encuentro.-No te asustes, amo hombre -dijo el tigre amablemente- He venido en son de paz. Me han dicho que posees una cosa llamada in-te-li-gencia, y quisiera comprrtela. Deseara hacerlo en seguida, porque tengo mucha prisa. Todava no he desayunado!, comprendes?El bfalo se sinti muy culpable. Pero entonces oy que el campesino responda:-Qu gran honor! El seor tigre en persona visitando mi humilde campo y dndome la oportunidad de servir a un animal tan grande y tan hermoso!Y le hizo una reverencia como si estuviera ante el propio emperador.El tigre, lleno de orgullo, respondi:-Por favor, no hagas ninguna ceremonia por una simple criatura como yo. Slo he venido a comprar-Comprar? -le interrumpi el campesino-. Ni pensarlo! Insisto en regalrtela, para que sea un recuerdo de esta grata visita que tanto honor me hace.-Oh, qu amable por tu parte. Nunca pens que el hombre tuviera tan buenos modales -dijo el tigre; pero, en realidad, estaba pensando para sus adentros: Vaya da de suerte! Primero me reciben como a un rey, luego me dan la in-te-li-gencia gratis y despus me zampo al campesino para abrir el apetito y al bfalo para desayunar.Los ojos le brillaban como dos estrellas verdes mientras insista:-Me la dars ahora mismo, espero.-Lo hara con mucho gusto, pero siempre dejo la inteligencia en casa cuando salgo a trabajar-contest el campesino, que haba advertido el brillo de gula en los ojos del tigre-. Ya ves, vale demasiado para que me arriesgue a perderla, y, adems, aqu no la necesito.Pero voy corriendo a casa y te la traigo ahora mismo.Avanz unos pasos, pero se volvi en seguida.-Has dicho que todava no habas desayunado?-S. Por qu lo preguntas?-Porque en ese caso no puedo dejar contigo al bfalo. Te lo comeras.-Te prometo que no me lo comer. Por favor, date prisa!-No dudo de tu promesa, pero si la olvidas y te comes al bfalo quin me ayudar en mi trabajo? Por otra parte, es tan lento que, si lo llevo conmigo, tardaramos horas en ir a casa y volver, y no quisiera hacer esperar a Su Excelencia. Claro que, si permites que te ate a aquel rbol, el bfalo podra quedarse aqu sin miedo.

El Seor TigreEl tigre acept.Me los comer a los dos ms tarde, pens mientras el campesino le ataba fuertemente al rbol. Y la boca se le haca agua slo con imaginar el sabor del gran bfalo, del hombrecito moreno y de aquella cosa nueva que se llamaba in-te-li-gencia.Al cabo de un rato el campesino regres.-La has trado? -pregunt el tigre impaciente.-Claro -respondi el campesino, ensendole una cosa que arda en la punta de un palo.-Pues dmela, aprisa! -orden el tigre.El campesino obedeci. Puso la bajo los bigotes del tigre y empezaron a arder. Le acerc el fuego a las orejas, al lomo, a la cola, y por donde rozaba le dejaba la piel chamuscada.-Me quema, me quema! -aullaba el tigre.-Es la inteligencia -dijo con irona el campesino-. Ven, bfalo, vmonos.Pero el bfalo no poda irse. Se tronchaba, se mora de risa. Figrate al seor tigre, el terror de la selva, dejndose atar a un rbol para luego ser quemado con una antorcha.Una escena graciossima! El bfalo se revolcaba por la hierba, sin poder dejar de rer, hasta que su hocico choc contra un tocn de rbol que le parti en dos el morro y le aplast la nariz. Y todava hoy se ven los resultados de este accidente en sus descendientes.Y qu pas con el tigre? Pues que rugi y patale, y poco despus las llamas quemaron la cuerda y por fin pudo escapar. Pero la cuerda ardiendo le haba chamuscado tanto su piel amarilla que, por mucho que se lav, no pudo borrarse las rayas negras que le quedaron marcadas. Y esa es la razn de que el tigre tenga rayas.

El ngelCada vez que muere un nio bueno, baja del cielo un ngel de Dios Nuestro Seor, toma en brazos el cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas blancas, emprende el vuelo por encima de todos los lugares que el pequeuelo am, recogiendo a la vez un ramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que luzcan all arriba ms hermosas an que en el suelo. Nuestro Seor se aprieta contra el corazn todas aquellas flores, pero a la que ms le gusta le da un beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar en el coro de los bienaventurados.He aqu lo que contaba un ngel de Dios Nuestro Seor mientras se llevaba al cielo a un nio muerto; y el nio lo escuchaba como en sueos. Volaron por encima de los diferentes lugares donde el pequeo haba jugado, y pasaron por jardines de flores esplndidas.-Cul nos llevaremos para plantarla en el cielo? -pregunt el ngel.Creca all un magnfico y esbelto rosal, pero una mano perversa haba tronchado el tronco, por lo que todas las ramas, cuajadas de grandes capullos semiabiertos, colgaban secas en todas direcciones.-Pobre rosal! -exclam el nio-. Llvatelo; junto a Dios florecer.Y el ngel lo cogi, dando un beso al nio por sus palabras; y el pequeuelo entreabri los ojos.Recogieron luego muchas flores magnficas, pero tambin humildes rannculos y violetas silvestres.-Ya tenemos un buen ramillete -dijo el nio; y el ngel asinti con la cabeza, pero no emprendi enseguida el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba un silencio absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando en el aire por uno de sus angostos callejones, donde yacan montones de paja y cenizas; haba habido mudanza: se vean cascos de loza, pedazos de yeso, trapos y viejos sombreros, todo ello de aspecto muy poco atractivo.Entre todos aquellos desperdicios, el ngel seal los trozos de un tiesto roto; de ste se haba desprendido un terrn, con las races, de una gran flor silvestre ya seca, que por eso alguien haba arrojado a la calleja.

El ngel-Vamos a llevrnosla -dijo el ngel-. Mientras volamos te contar por qu.Remontaron el vuelo, y el ngel dio principio a su relato:-En aquel angosto callejn, en una baja bodega, viva un pobre nio enfermo. Desde el da de su nacimiento estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudo hacer en su vida fue cruzar su diminuto cuartucho sostenido en dos muletas; su felicidad no pas de aqu. Algunos das de verano, unos rayos de sol entraban hasta la bodega, nada ms que media horita, y entonces el pequeo se calentaba al sol y miraba cmo se transparentaba la sangre en sus flacos dedos, que mantena levantados delante el rostro, diciendo: S, hoy he podido salir. Saba del bosque y de sus bellsimos verdores primaverales, slo porque el hijo del vecino le traa la primera rama de haya. Se la pona sobre la cabeza y soaba que se encontraba debajo del rbol, en cuya copa brillaba el sol y cantaban los pjaros.Un da de primavera, su vecinito le trajo tambin flores del campo, y, entre ellas vena casualmente una con la raz; por eso la plantaron en una maceta, que colocaron junto a la cama, al lado de la ventana. Haba plantado aquella flor una mano afortunada, pues, creci, sac nuevas ramas y floreci cada ao; para el muchacho enfermo fue el jardn ms esplndido, su pequeo tesoro aqu en la Tierra. La regaba y cuidaba, preocupndose de que recibiese hasta el ltimo de los rayos de sol que penetraban por la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueos, pues para l floreca, para l esparca su aroma y alegraba la vista; a ella se volvi en el momento de la muerte, cuando el Seor lo llam a su seno. Lleva ya un ao junto a Dios, y durante todo el ao la plantita ha seguido en la ventana, olvidada y seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a la basura de la calle. Y sta es la flor, la pobre florecilla marchita que hemos puesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado ms alegra que la ms bella del jardn de una reina.-Pero, cmo sabes todo esto? -pregunt el nio que el ngel llevaba al cielo.-Lo s -respondi el ngel-, porque yo fui aquel pobre nio enfermo que se sostena sobre muletas. Y bien conozco mi flor!El pequeo abri de par en par los ojos y clav la mirada en el rostro esplendoroso del ngel; y en el mismo momento se encontraron en el Cielo de Nuestro Seor, donde reina la alegra y la bienaventuranza. Dios apret al nio muerto contra su corazn, y al instante le salieron a ste alas como a los dems ngeles, y con ellos se ech a volar, cogido de las manos. Nuestro Seor apret tambin contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la bes, infundindole voz, y ella rompi a cantar con el coro de angelitos que rodean al Altsimo, algunos muy de cerca otros formando crculos en torno a los primeros, crculos que se extienden hasta el infinito, pero todos rebosantes de felicidad. Y todos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado y la pobre flor silvestre que haba estado abandonada, entre la basura de la calleja estrecha y oscura, el da de la mudanza.

La abeja que no quera trabajarrase una vez una soleada maana de verano, en la que la brisa rizaba las nubecitas blancas en el cielo azul, y los prados estaban llenos de rannculos dorados. Era el da ideal para recoger miel. Eso era lo que pensaron las abejas, y todas se apresuraron a ponerse su chaqueta de terciopelo pardo, para salir a trabajar rpidamente. Todas menos el zngano Patoso. Al zngano Patoso no le gustaba trabajar. Pero cuando las otras abejas se iban, la colmena resultaba aburrida, y estaba oscura, as que sala al sol y volaba pausadamente de flor en flor. Pero era tan lento trabajando, y se paraba a descansar con tanta frecuencia que no recoga casi nada de miel. Ese da, durante uno de esos descansos, mientras se meca perezosamente de un lado a otro dentro de la corola de una rosa silvestre, oy una risa cerca. Patoso mir hacia arriba, y sobre ella, balancendose despreocupadamente en el borde de un ptalo rosado, vio a una diminuta mariposa. Sus alas tenan unos colores muy bellos, y adems era muy pequea para ser una mariposa, no mucho mayor que la propia Patosa.

La abeja que no quera trabajarBueno, Patoso dijo con una vocecita delicadaNo estars desperdiciando esta hermosa maana atareada con tus tarros de miel? Cmo puedes ser tan tonto? Yo, cuando tengo hambre, bebo todo el nctar que me apetece, pero no malgasto mi tiempo recogiendo miel para que se la coman otros! Patoso agach la cabeza, pero no contest porque no le gustaba que se rieran de l.Ven conmigo! continu la mariposaTe ensear algo mucho ms entretenido. Hay un baile de hadas esta noche en el musgo bajo el gran roble. Necesito pareja, y t eres el adecuado. La verdad continu la mariposita, es que a las hadas no les interesan mucho las abejas, esos bichitos tan sensatos y rutinarios. No sabis hacer nada ms que trabajar y acumular miel para que la usen otros.Entonces porqu quieres llevarme? pregunt Patoso.Bueno, lo cierto es dijo la mariposa en tono despreocupado que tampoco me importas mucho, pero tu ropa es muy bonita. Siempre me gust el terciopelo marrn. Adems, necesito a alguien que me acompae esta noche, y t puedes servir.

Ven dijo, volaremos sobre las praderas y veremos cmo es el mundo al otro lado de la colina. Nos vamos a divertir mucho! A Patoso le gustaba cualquier cosa que le evitara trabajar, as que estuvo encantado de ir con la bella mariposa, y se marcharon juntos volando sobre los prados. Estuvieron todo el da jugando y retozando y en todo ese tiempo ninguno de las dos trabaj ni siquiera un poquito. La pequea mariposa encontr una gran hoja verde de suave superficie, y ah estuvo enseando a bailar a Patoso.Tienes que aprender a bailar para esta noche le dijo o no les gustars nada a las hadas. Cuando lleg la noche y las lucirnagas comenzaron a encender sus luces por la hierba la mariposita llev a Patoso al baile de las hadas. Era al pie del gran roble, un hueco tapizado de verde musgo. Todo alrededor haba diminutos taburetes de bellota que les haba dado la ardilla que viva en la copa del rbol, para que las hadas descansaran cuando estuvieran fatigadas de bailar. Y en un extremo haba un pequeo trono para el rey y la reina de las hadas. El techo estaba hecho de hojas verdes, y entre ellas colgaban lucirnagas para iluminar la pista de baile. Patoso no haba visto en su vida nada tan bonito como esta sala de baile de las hadas. Poco a poco, tambin las hadas comenzaron a llegar, y la sala luci an ms bella, porque llevaban vestidos hechos con todo tipo de flores: azules, blancos, rosas, montones de encajes de tela de araa, perlas y diamantes tallados de gotas de roco. El rey y la reina, tambin, lucan trajes tejidos con dorados rayos de sol y deslumbrantes estrellas plateadas Patoso estaba aturdido, pero todo el mundo pareca contento de verle, y todos fueron muy amables con l.

La abeja y la mariposa bailandoQuin es ese bichito de marrn? pregunt la reina, lanzando una aguda mirada desde su trono al extremo del saln. Es Patoso, el amigo de Mariposa le contest un hada que estaba a su lado.Ve a decirle que se acerque orden la reina Quiero bailar con l.As que Patoso bail con la reina de las hadas, y se sinti ms orgulloso y feliz de lo que nunca haba estado. Y cuando al final acab el baile, y todas las hadas ya se haban marchado, se fue a dormir en una flor de malva real, y so con todo lo que haba pasado. No obstante, a la maana siguiente se acord de su propia reina y regres apresuradamente a la colmena. Pero la pequea mariposa no pareci muy contenta de que lo hiciera.

Por qu tienes que volver a esa mugrienta colmena? pregunt Tu ropa es tan bonita como siempre, y a todas las hadas les gustas. Adems, dentro de unas noches, el rey y la reina presiden la corte, y otra vez ser muy divertido. Qudate conmigo y s feliz! Patoso lo estaba deseando, as que a partir de ese da con la mariposita no hizo nada ms que jugar, y no pens en nada que no fuera agradable, porque los das del verano eran clidos y luminosos, y el invierno se vea muy lejano. Las flores rojas de los trboles se agitaban y le hacan seas.

Hoy tenemos mucha miel dulce para ti, Patoso! Y los rannculos tambin le llamaban para que se posara en ellos a recoger su nctar, pero Patoso pasaba de largo volando y simulaba no orles. Las otras abejas lo miraban y sacudan la cabeza, y una de ellas le cont a la reina lo que Patoso estaba haciendo. Entonces, la propia reina sali de la colmena para hablar con l, y todas las dems abejas salieron con ella.

Qu ests haciendo, Patoso? pregunt Cremos que estabas muerto. No, contest Patoso muerto no, slo me estoy divirtiendo! Y si ahora no trabajas, qu hars cuando llegue el invierno? pregunt la reina. Patoso agach la cabeza, porque no saba qu responder. Pero la mariposa se ri. El invierno est muy lejos! dijo con su vocecita suave, y volvi a rer. Entonces la reina se puso furiosa. No vuelvas nunca a la colmena! dijo No queremos abejas que no trabajen. Le dio la espalda a Patoso y entr en la colmena, seguida de todas las dems abejas. Pero a Patoso no le import nada, porque los das eran todava clidos y luminosos y el invierno pareca muy lejano.Todas las maanas, la mariposa y l jugaban en las soleadas praderas, y cuando oscureca y los ruiseores cantaban su cancin de buenas noches al mundo, se mecan hasta dormirse en las flores de malva real y descansaban hasta el da siguiente. Pero lleg el da en que se fue el sol y las noches se hicieron cada vez ms oscuras y fras. Las hadas ya no volvieron a bailar en el musgo bajo el gran roble, y las lucirnagas ya no alumbraban con sus colas.

Creo que debera volver a buscar mi capullo. Las noches son fras y me ayudar a mantenerme caliente. Pero qu har yo? pregunt patoso Yo no tengo capullo! Pues lo siento por ti, pero no puedo ayudarte con eso contest la mariposita. Despus, riendo, sali volando y Patoso no volvi a verla ms. Pero las noches siguieron hacindose ms y ms fras, tan fras que Patoso no poda mantenerse caliente. Y aunque buscaba comida durante todo el da, no encontraba nctar, porque las flores se haban muerto y el invierno haba llegado. As que patoso fue a ver a la ardillita roja que viva en el gran roble. Era ella la que haba regalado los taburetes de bellota a las hadas, y siempre haba sido muy amable y generosa. Patoso estaba convencido de que le ayudara, as que llam a su puerta.

La abeja trabajandoPor favor, seora Ardilla! pidi Estoy helada y hambrienta! Por favor, djeme entrar! Pero la ardilla ech un vistazo por la mirilla de su puerta y no le dej entrar. Te conozco! exclam T eres la abeja que no ha hecho nada ms que bailar con las hadas! Yo he trabajado todo el verano y ahora tengo un montn de nueces para comer. Por qu no trabajaste t tambin? y le cerr la puerta en las narices. Luego, como no se le ocurra nada mejor, Patoso volvi a la colmena y llam a la puerta.Por favor, dejadme entrar, queridas abejas! pidi Estoy helado y hambriento! Dnde has estado, Patoso? pregunt la reina Cremos que a estas alturas ya estaras muerto. No, muerto no contest Patoso. Slo helado y hambriento. Por favor, querida reina, djame entrar! Trabajar para ti todo el da!No, replic la reina ahora no hay nada que hacer. No te dejaremos entrar! y las abejas cerraron la puerta de la colmena. As que el pobre Patoso se encontr sin ningn sitio a donde ir. El viento soplaba cada vez ms fro, y no haba nada en el mundo para comer. Una noche glida y oscura, en la que se senta famlico, Patoso se arrastr bajo una hoja muerta, se acost boca arriba, y as estuvo toda la noche, porque estaba demasiado dbil y cansado para darse la vuelta. Estaba casi muerto, y en pocos minutos lo hubiera estado del todo, pero de pronto escuch un suave susurro, y una dulce vocecita que deca:Las hadas estn preocupadas por ti, Patoso, porque nos ayudaste a divertirnos. Quieres venir y trabajar para nosotras y aprender a vivir como una abeja? Oh, s! contest Patoso Har cualquier cosa por vosotras si me aceptis! Estoy tan helado y hambriento! Y Patoso se fue a trabajar para las hadas. Todo el invierno estuvo haciendo para ellas chaquetitas de terciopelo pardo como la suya, para que estuvieran calientes cuando soplaran los fros vientos. Pero cuando al fin volvi la primavera, la reina lo envi de vuelta a la colmena.

Ve a decirle a tu reina que ahora ya sabes trabajar dijo y aqu tienes todas la chaquetitas que nos has hecho. Est llegando el verano y ya no las vamos a necesitar. Llvalas como regalo para las otras abejas, y as se alegrarn de verte. As que Patoso regres a ver a su propia reina, y todos se pusieron muy contentos de verlo de nuevo, porque ahora saba trabajar, y adems haba trado una chaqueta nueva de terciopelo pardo para cada abeja! A partir de entonces, Patoso recorra los prados recogiendo miel todos los das, y se senta muy feliz, porque las abejas son ms felices cuando trabajan.

El rbol de los zapatosJuan y Mara miraban a su padre que cavaba en el jardn. Era un trabajo muy pesado. Despus de una gran palada, se incorpor, enjugndose la frente.-Mira, pap ha encontrado una bota vieja -dijo Mara.-Qu vas a hacer con ella? -quiso saber Juan.-Se podra enterrar aqu mismo -sugiri el seor Martn-, Dicen que si se pone un zapato viejo debajo de un cerezo crece mucho mejor.Mara se ri.-Qu es lo que crecer? La bota?-Bueno, si crece, tendremos bota asada para comer.Y la enterr. Ya entrada la primavera, un viento fuerte derrib el cerezo y el seor Martn fue a recoger las ramas cadas. Vio que haba una planta nueva en aquel lugar. Sin embargo, no la arranc, porque quera ver qu era. Consult todos sus libros de jardinera, pero no encontr nada que se le pareciera.-Jams vi una planta como sta -les dijo a Juan y a Mara.

El rbol de los zapatosEra una planta bastante interesante, as que la dejaron crecer, a pesar de que acab por ahogar los retoos del cerezo cado. Creca muy bien; a la primavera siguiente, era casi un arbolito. En otoo, aparecieron unos frutos grisceos. Eran muy raros: estaban llenos de bultos y tenan una forma muy curiosa.-Ese fruto me recuerda algo -dijo la seora Martn. Entonces se dio cuenta de lo que era-. Parecen botas! S, son como unos pares de botas colgadas de los talones!-Es verdad! Parecen botas -dijo Juan asombrado, tocando el fruto.-Habis dicho botas? -pregunt la seora Gmez, asomndose.-S, crecen botas!-Pedrito ya es grande y necesitar botas -dijo la seora Gmez-, Puedo acercarme a mirarlas?-Claro que s. Pase y valas con sus propios ojos.La seora Gmez se acerc, con el beb en brazos. Lo puso junto al rbol, cabeza abajo. Juan y Mara acercaron un par de frutos a sus pies.-An no estn maduras -dijo Juan-Vuelva maana para ver si han crecido un poco ms.La seora Gmez volvi al da siguiente, con su beb, pero la fruta era an demasiado pequea. Al final de la semana, sin embargo, comenz a madurar, tomando un brillante color marrn.Un da descubrieron un par que pareca justo el nmero de Pedrito. Mara las baj y la seora Gmez se las puso a su hijo. Le quedaban muy bien y Pedrito comenz a caminar por el jardn.Juan y Mara se lo contaron a sus padres, y el