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CUENTO VIAJERO 2013

Cuento viajero 2013

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cuento, entretenimiento

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Un año más realizamos la actividad del “Cuento viajero” con los alumnos de Primaria.

Este curso hemos cambiado un poco la forma realizarlo para dar un paso más en la creatividad de nuestros niños: antes de comenzar su capítulo debían elegir una ilustración de alguno de los diferentes cuentos ilustrados por Benjamín Lacombe* y así incluir estas imágenes dispares en su historia.

Como siempre son los alumnos los que “dictan” al profesor lo que debe escribir y una vez escrito se va cambiando, mejorando y corrigiendo entre todos. Al finalizar su capítulo cada clase elige, además, el título de su parte.

Esperemos que disfrutéis con su lectura tanto como nosotros lo hemos hecho al escribirlo y tengáis en cuenta la dificultad que conlleva.

Muchísimas gracias a todos los alumnos y profesores que habéis hecho posible esta actividad.

Mercedes López

Jefe del Departamento de Lengua de Primaria

* Benjamín Lacombe es unjoven autor e ilustrador francés que convierte sus libros en “joyas de coleccionistas”. Sus característicos personajes de ojos grandes y redondos no nos dejan indiferentes a ningún espectador tengamos la edad que tengamos. Algunas de sus obras son: “Cuentos silenciosos”,“Los amantes mariposa”, “Odine”, “El herbario de las hadas”, “Melodía en la ciudad”,…

Para saber más te recomendamos visitar su página oficial: http://www.benjaminlacombe.com/

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ISABELA CUENTO A

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CAPÍTULO 1

Isabela

Hace muchos, muchos, muchos años, en un lugar muy lejano, nació una niña que se llamaba Isabela. Tenía largos cabellos morenos, grandes ojos negros y su piel era blanca como la nieve. La niña fue haciéndose mayor y llegó el día que cumplió 226 años, pero seguía guapa y joven como si el tiempo no hubiese pasado por ella. Esto es así porque cuando Isabela era pequeña se encontró una botella en los jardines de su casa. La abrió y un hada salió de ella dándole el “elixir de la juventud.” Durante todos sus años de vida había pasado mucho tiempo sola y estaba acostumbrada a pasear por ahí. Su sitio favorito de la casa era el balcón de su habitación, allí pasaba mucho tiempo con sus amigos los cuervos.

Un día, después de dar un paseo por el campo, Isabela regresó a casa y cuando entró se encontró con unas extrañas huellas de animal que la llevaron directamente a la biblioteca. Siguió su rastro y llegó a un pasadizo secreto que estaba detrás de una de las librerías. Abrió y el animal salió de detrás del mueble y se coló entre sus piernas alejándose por uno de los túneles del camino secreto. Isabela intentó seguirlo pero se perdió. En ese momento sintió muchísimo miedo e intentó volver

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hacia atrás, pero no pudo encontrar el camino de vuelta. ¡Después de tantos años en la casa todavía le quedaban cosas por descubrir!

Entonces, apareció el hada que le había dado la botella con el elixir y fue iluminando el camino para que Isabela estuviera más segura y protegida. Así llegó a una parte del túnel donde aparecieron cuatro caminos. Allí Isabela se paró y escuchó un sonido extraño. Se dirigió por el camino de la derecha, que era dónde había escuchado los ruidos. Continuó andando hasta llegar a una salida que daba a la parte trasera de la casa.

Una vez allí, sintió curiosidad por ver y saber qué le había pasado al animal y decidió seguir…

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CAPÍTULO 2

El conejo

Isabela estuvo andando durante largo tiempo por un bosque próximo a su casa buscando al animal misterioso. Pasadas varias horas Isabela estaba agotada. Decidió sentarse bajo la sombra de un árbol. Después de todo el esfuerzo realizado a Isabela le entró mucho sueño y se quedó dormida escuchando el ruido del viento.

Algo sorprendente ocurrió. Isabela se despertó en su cama. No sabía cómo había llegado hasta ahí, pero tenía a un conejo blanco mordisqueándole el brazo. Notó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo a la vez que el conejo seguía mordiéndole. Se levantó de repente y se miró al espejo que tenía en su habitación. Isabela ya no era la misma. Ahora era una niña de aproximadamente 100 años, con melena rubia y cortita, ojos grandes y grises. Además, llevaba un vestido blanco muy viejo y antiguo, pero lo que más le sorprendió, fueron las grandes orejas de conejo que sobresalían de la cabeza. Su transformación no quedaba ahí, tenía una pequeña colita de conejo de color blanco. Isabela no podía comprender qué ocurría. Estaba muy nerviosa y asustada al verse de tal forma en el espejo.

- No te asustes Isabela - le dijo el conejo.

- ¿Quién me habla? - contestó ella.

- ¡Aquí, soy yo! - indicó el animal.

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- ¡Pero si eres…! - exclamó la niña sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo. - ¿Cómo sabes mi nombre?

- Me lo ha dicho tu amiga el hada. Pero eso no es lo más importante - replicó el conejo. - Lo importante es encontrar al animal misterioso. Él tiene el único recuerdo que tus padres te dejaron: el collar de oro y esmeraldas de tu antepasada la Reina Julieta.

Isabela fue corriendo a buscar su cofre. Estaba guardado debajo de su cama. Quería comprobar si era cierto todo lo que el conejo decía y, se encontró una nota que ponía: “El tiempo se agota”.

El conejo le explicó a Isabela lo qué quería decir esa frase, porque Isabela no entendía nada de nada. La misión era conseguir el collar de oro y esmeraldas antes de tres días, si no, Isabela se quedaría para siempre conejo y perdería el collar y el “elixir de la juventud”.

La niña volvió a sentir otro escalofrió que le recorrió el cuerpo. Lo sorprendente fue que se volvió a transformar.

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CAPÍTULO 3

El tiempo se agota

Se había convertido en un conejo igual que su nuevo amigo. Eran del mismo tamaño y del mismo color. Sólo se diferenciaban por una mancha oscura en el lomo. Era Isabela.

La niña se quedó muy sorprendida y preocupada, pues no entendía muy bien lo que estaba pasando. Lo único que tenía en la mente era aquella frase: “El tiempo se agota

- No queda mucho tiempo, hay que darse prisa.

”. Su amigo el conejo le mordisqueó una pata y le dijo:

Antes de que pudiera reaccionar, recordó que todavía no sabía quién era su nuevo amigo. Se detuvo un instante y le dijo:

- Todavía no me has dicho quién eres.

- Mi nombre no es importante. Ya lo entenderás más adelante. De momento sólo puedo decirte que he venido a ayudarte. Vamos, el tiempo se agota.

Los dos conejos se pusieron en marcha. Isabela seguía a su nuevo amigo sin saber muy bien a dónde se dirigía. El conejo parecía tenerlo claro. En unos instantes se encontraron en la biblioteca y abrieron de nuevo el pasadizo secreto que había detrás de las librerías. Se abrió un camino y saltaron dentro de él. Una vez allí, empezaron a ver unas huellas que parecían de animal. Isabela pronto recordó que esas huellas

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podían pertenecer a aquel ser tan extraño y misterioso que estaban buscando.

Después de un rato siguiendo el rastro, se detuvieron porque las huellas habían desaparecido. Isabela, un poco asustada, preguntó:

- Ahora, ¿qué hacemos?

El conejo iba a contestar cuando, de repente, se oyó un estruendoso ruido. El suelo que pisaban se abrió y cayeron por un túnel circular. Después de recorrer unos cuantos metros de caída llegaron a una sala muy peculiar. Era triangular, estaba llena de polvo y telas de araña. Parecía que nadie había estado allí desde hacía mucho tiempo. Sintieron un pequeño temblor bajo sus pies y decidieron moverse rápido por la habitación. Al acercarse a las paredes descubrieron tres puertas, una en cada pared de la sala. Se miraron con miedo e indecisión pues no sabían qué hacer. En ese momento Isabela estornudó y sin querer apartó el polvo del suelo. De repente, apareció un pequeño cartel que decía:

“El tiempo se agota. Elige una puerta. No hay vuelta atrás”

Al lado del cartel había una pequeña llave con forma triangular, que coincidía con una de las cerraduras de las puertas. Decidieron probar. Estaban metiendo la llave, cuando se oyeron esos ruidos tan extraños que Isabela había escuchado con anterioridad.

Se quedó paralizada.

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CAPÍTULO 4

Elige tu destino

Tras un rato sin reaccionar por fin giraron la llave y entraron a un pasillo muy largo, frío y oscuro. Comenzaron a andar por la oscuridad viendo al final del pasillo luces de diferentes colores. A medida que iban avanzando, y casi al final, se dieron cuenta que no eran tales luces, si no puertas. Eran de colores diferentes: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y morado. Encima de ellas había una frase escrita: “Elige tu destino”. En la pared izquierda había una pista que decía:

“Con la mezcla de los dos encontraras la solución”.

“Tengo un ramo de flores

escondido en mi bolsillo.

Te lo quiero regalar

es de color…”

MEZCLA CON:

“Guardo mis juguetes,

en un enorme baúl,

de todos el que más quiero

es mi camión …”

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Rápidamente, sin perder el tiempo, se dirigieron hacia la puerta indicada. La cruzaron y entraron a una sala llena de espejos. Al fondo había una niña albina dormida.

- ¿Qué hacemos? - preguntó Isabela.

- No sé, pero no deberíamos perder el tiempo - contestó el conejo.

De repente volvió a temblar el suelo. La niña despertó abriendo bien los ojos. Eran de un azul muy intenso pero había algo muy extraño. En los reflejos de los espejos los ojos de la muchacha no eran azules si no rojos.

La niña comenzó a hablar. En un principio no se le entendía nada, ya que se oía como si hablasen muchas al mismo tiempo. Isabela se dio cuenta de que las voces salían de los espejos. Eran los reflejos de la niña los que hablaban, y la que estaba frente a ellos sólo movía los labios. Las voces decían: “El mundo en el que estás nada encontrarás. El mundo en el que estás nada encontrarás.” Así repetidas veces. Hubo un silencio y las voces comenzaron de nuevo: “En el reflejo está la salida. Si cruzas verás la solución sin duda”.

- Conejo, esto es un lío. ¿Hay que cruzar? - preguntó Isabela.

- No lo tengo claro, pero eres tú quien decide, Isabela. Eres tú quien ha perdido el collar, quien ha perdido su forma, yo solo te estoy acompañando. - contestó el conejo.

Isabela miró a su alrededor y vio que en un lateral había una puerta de color violeta. Comenzó a dudar si cruzarla. Alzó la vista hacia los espejos mientras pensaba y vio que dentro estaba reflejada una de las niñas de ojos rojos con su collar. Sin dudarlo, Isabela saltó dentro de los espejos. Detrás corrió el conejo para hacer lo mismo. Al llegar se estampó contra el espejo sin poder entrar con Isabela. Miró al espejo y no la veía , solo a los reflejos de la niña con ojos rojos.

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Conejo!!!!!!!!!!!, ¿dónde estás?, no te veo. - gritó Isabela.

- Estoy fuera, Isabela y tu reflejo no está. - contestó el conejo y seguidamente le dijo - Recuerda el color de la mezcla de las adivinanzas porque por él lograrás cruzar.

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CAPÍTULO 5

El laberinto de los espejos

En un momento Isabela se encontró sola ante el peligro en aquella extraña sala. Se dio cuenta de que, a partir de aquí, seguiría adelante sin ayuda.

Sin moverse del sitio, comenzó a observar la sala en la que estaba.

Despacio, fue acercándose a la niña de los ojos azules que estaba en el centro de la habitación. Al llegar a su lado y dirigirle la palabra de repente los espejos empezaron a vibrar. La muchacha albina se incorporó rodeada de humo, desapareciendo de la vista. Cuando el humo se disipó, en su lugar apareció una señora. Tenía el pelo blanco y sus facciones eran parecidas a la muchacha desaparecida. Su porte era el de una gran dama, aunque su expresión era malvada.

La dama se giró y posó su mirada en Isabela. A esta se le pusieron los pelos de punta a la vez que le recorrió un frío intenso por el cuerpo.

La señora empezó a hablar y de su cuello salieron serpientes que hablaban a coro con ella.

- ¡Pero si nos ha venido a visitar una rica conejita!

- No soy lo que parezco, soy una niña. – contestó temblando de miedo.

- ¿Qué haces aquí criatura? ¿Necesitas nuestra ayuda?

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Cuando Isabela iba a responder a las preguntas formuladas, se fijó en el cuello de la dama. ¡Allí estaba su collar!

- ¿Qué está pasando? ¿Quién es esta señora? ¿Me puedo fiar de ella?

Los pensamientos y preguntas sin respuesta se amontonaban en la cabeza de la muchacha. Decidió ser cauta.

Sin contestar a las preguntas y sin retirar la mirada de la señora, lentamente fue andando hacia atrás. Cuando consideró que estaba a una distancia adecuada, empezó a correr sin dirección. ¡No había salida!¡ Sólo había espejos y más espejos!

Mientras corría en círculos por la sala, se dio cuenta de que había espejos en los que no se reflejaba. ¡No eran espejos! ¡Eran puertas camufladas!

Atravesó una de las puertas-espejo y entró en una sala igual que la anterior. Así fue atravesando salas y salas. Parecía un laberinto. Mientras corría, oía como la malvada bruja albina daba órdenes.

- ¿Es que no acababan nunca las salas? – pensó.

Empezó a tener la sensación de que la estaban buscando y que la perseguían.

Pasado un rato empezó a sentir fatiga y cansancio. Las piernas le dolían y le fallaban en demasiadas ocasiones. Pero el miedo era más fuerte que ella y no se planteó parar. En vez de correr empezó a andar.

Mientras caminaba, vio una puerta que aunque parecía igual que todas, tenía un pequeño reflejo de un brillo distinto a las demás. Paró, pensó y entró.

¡No era una sala como las demás! Era un bosque con árboles que parecían eternos. El reflejo era un enorme y bello arcoíris que lo iluminaba todo.

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CAPÍTULO 6

Una difícil decisión

Una vez en el bosque, de la nada, apareció el hada que una vez le había concedido el elixir. En ese momento Isabela le contó todo lo ocurrido con detalle.

El hada se compadeció de la mala suerte y desventuras de Isabela y le concedió un deseo; Isabela suplicó conseguir su collar y que le fuera otorgado a otra persona junto con el elixir de la juventud.

El hada accedió y le otorgó el deseo y una niña con cara pálida apareció en su habitación. Ésta llevaba el collar puesto, el cual siempre que lo llevara le otorgaría el elixir de la juventud. La niña, asustada se dio la vuelta y vio a Isabela reflejada en el espejo e Isabela dijo:

- Cuida ese collar como si fuera tu vida, no hagas como yo.

La niña dudó un instante y dijo.

- Pero entonces, cuando yo tenga el elixir, ¿tú morirás?

Isabela sonrió.

- A veces –dijo- la vida es algo más que vivir o morir.

Al pronunciar la palabra “morir” sintió un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo. Un dolor intenso la paralizó todo el cuerpo. No sabía si era real o no. Entonces miró al espejo de la niña. Allí estaba la niña de los ojos rojos ¿la habría seguido? Justo entonces sintió que sus pies no la sostenían. Sus rodillas se doblaron y cayó al suelo. La niña del

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reflejo se cayó a la vez. Una lágrima recorrió el rostro de Isabela, exactamente igual sucedió con la niña del espejo. Isabela sintió que se moría.

Pero justo en ese momento despertó en su habitación. Todo había sido un sueño aunque lo había vivido como algo muy real. Isabela sintió un gran alivio al darse cuenta de que era una niña normal y esbozó una gran sonrisa. A pesar de ser un sueño, ella sabía que había tomado la mejor de las opciones. A partir de ahora sabía que la vida era una cuenta atrás pero el sueño le enseñó que era mejor vivir poco pero intensamente.

FIN

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EL CUADRO MISTERIOSO

CUENTO C

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CAPÍTULO 1

El cumpleaños

Detrás del cristal de la ventana Carla, una niña inteligente, con ojos grandes y azules, pelo amarillo como el sol y despeinado y un poco delgaducha, no dejaba de mirar las gotas mientras pensaba qué podía hacer para celebrar su cumpleaños.

Días antes, su madre, la había dicho que este año, al ser mayor, ella decidiría cómo lo iba a celebrar y a quién iba a invitar. Carla pensó en hacer una lista con todas las cosas que tenía que preparar para hacer una gran fiesta.

Cogió una libreta y apuntó:

1. Invitaciones. 2. Invitados. 3. Sitio de celebración. 4. Comida. 5. Chucherías. 6. Tarta 7. Decoración (globos, guirnaldas…)

Y dejó espacio para seguir apuntando las cosas que se le iban ocurriendo.

Lo primero: LAS INVITACIONES. Tenían que ser rojas, pues era su color favorito, y tenían que llevar una dibujo de una gran tarta.

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También pensó en poner una foto suya, con lo cual, se fue al ordenador y buscó una foto que le gustara, pero… en una salía girada, en otras salía con sus primos, en otra con sus padres, en otra haciendo el tonto,... Al no gustarle ninguna decidió no ponerla. La invitación quedaría así, a falta de poner los datos:

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CAPÍTULO 2

El misterio

Carla había decidido buscar en el trastero las cosas que iba a usar para su cumpleaños en las cajas de otros años. Todo estaba guardado en una sola caja, muy grande, de colorines, con un gran letrero que decía en letras doradas: “Feliz cumpleaños”.

La cogió con todas sus fuerzas pero pesaba tanto que se le cayó de las manos y, al chocar contra el suelo, salieron algunas cosas rodando. Carla se acercó a recogerlas y, de pronto, observó una manta muy vieja y sucia que estaba en un rincón del trastero y parecía tapar algo muy grande. Carla pensó que era su regalo de cumpleaños, acercó una silla llena de polvo que había encontrado y se subió para tirar de un extremo de la manta y poder ver de qué se trataba. Cuando quitó la manta descubrió un cuadro de una mujer desconocida, pero tenía algo que le resultaba familiar. El vestido de la mujer del cuadro se lo había visto a su madre puesto en una boda

– Pero esta señora no es mamá- pensó la niña.

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Inmediatamente sintió muchísima curiosidad y nerviosismo. Sintió ganas de ir a buscar a mamá, pero recordó que se había ido de viaje de trabajo dos semanas, y papá seguro que no sabía quién era esa mujer, era tan despistado…

No había mucho tiempo que perder para organizar el cumpleaños, así que Carla intentó concentrarse en las cosas de la fiesta.

Pero sólo pensaba en el cuadro, se preguntaba quién era esa mujer, de dónde era, por qué llevaba el vestido de su madre, por qué nunca había visto ese cuadro,… Todas estas preguntas y muchas más llenaban su cabeza.

Decidió tapar de nuevo el cuadro y subir la caja de las cosas a su habitación.

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CAPÍTULO 3

El vestido

Como tenía tanta curiosidad se fue a la habitación de su madre. Quería investigar para ver si conseguía obtener alguna pista. Buscando entre los cajones apareció el vestido que antes había visto en el cuadro. Mirando el vestido le pareció tan bonito que decidió ponérselo para su fiesta de cumpleaños.

Volvió a su habitación y del bolsillo del vestido cayeron 2 fotografías. Cuando las recogió observó que en una aparecía su madre y en la otra aparecía la persona que antes había visto en el misterioso cuadro. Volvió para observar el cuadro pero se dio cuenta que el vestido no era exactamente el mismo que aparecía en él, por eso sacó las fotografías del bolsillo, las dejó sobre la cama y decidió probarse el vestido que le quedaba un poco grande.

Seguía pensando en la señora que había visto en el cuadro y llegó a imaginarse que podía ser su abuela cuando era joven.

Como no tenía nada más que hacer aquella tarde decidió ir a casa de su abuela para ver si podía obtener más información de aquel suceso

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tan misterioso. Cuando estaba de camino, le pareció ver a una señora que se parecía muchísimo a la que había visto en el cuadro misterioso. Se acercó a ella educadamente y tras saludarla le preguntó:

- Discúlpeme. ¿Conoce usted a mi madre? Se llama Clara – aclaró la pequeña Carla.

- Claro que la conozco - respondió la desconocida.

- ¿Me podría acompañar a mi casa? Tengo algo que enseñarle – le comentó Carla, tratando de desvelar aquella situación tan misteriosa que se le había presentado.

La mujer accedió y aunque Carla no recordaba haber estado antes con aquella mujer le provocaba una sensación familiar…

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CAPÍTULO 4

Ocho años

En el camino Carla estaba deseosa de hacerle mil preguntas, pero en ningún momento se atrevió a hablar con ella. Era un tanto raro ya que llevaba una capucha roja, parecía sacada de otra época. Le pasaban miles de cosas por la cabeza y seguía con la sensación de haber estado en algún momento con esa mujer.

Cuando ya veían la casa, vieron como el padre de Carla salía por la puerta. En ese momento Carla fue a decirle a la mujer misteriosa que ése era su padre entrando en su casa y se dio cuenta de que la mujer ya no estaba, había desaparecido de repente.

Carla se dirigió a su casa y le contó lo sucedido a su padre. Él puso cara de pánico e inmediatamente cogió el teléfono y llamó a la madre diciendo que era muy urgente, que algo raro le estaba pasando a su hija.

Carla subió a su habitación muy inquieta pensando que sus padres no la iban a creer, pensarían que era imaginación suya. Sólo se repetía en su cabeza las palabras de su padre: “Carla hija, se que estás muy nerviosa por la preparación de tu cumpleaños pero no te inventes esas cosas que la gente te va a tomar por loca”. Eso, una y otra vez.

A las dos horas Carla seguía dándole vueltas a lo ocurrido, estaba mirando por la ventana y vio cómo bajaban del coche su madre y su abuela. No entendía la presencia de su abuela. A los dos minutos, al ver

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que nadie la había llamado, salió de su cuarto y escuchó esta conversación entre su madre y su abuela:

- ¡Pero es todo muy extraño! Aún no ha cumplido ocho años. Es imposible que la haya visto - dijo la madre.

- Tienes toda la razón pero ha pasado y ha aparecido antes de su

cumpleaños - siguió la abuela. - Sé que ha pasado mamá, pero tienes que entender que pasa el

día que la primogénita de la familia cumple ocho años y tiene que tener puesto el vestido.

La conversación fue interrumpida por Carla.

- ¿Qué vestido, mamá? ¿El que tenías en tu habitación guardado en una caja dentro del armario? -dijo Carla.

La madre y la abuela la miraron fijamente con cara de asombro. Carla siguió hablando:

- Dime mamá ¿es ese? Porque si es ese me lo puse esta mañana.

La abuela tenía un vaso en las manos y se le cayó haciéndose añicos. La madre fue hacia Carla, la cogió del brazo y la llevo hasta el sillón.

- Cuéntanos qué ha pasado desde esta mañana hasta ahora, Carla. No te dejes nada en el tintero, cuéntalo con pelos y señales -dijo su madre.

Carla les contó toda la historia desde que entró al trastero.

- … y el resto ya lo sabéis, mamá - terminó de contar Carla.

La abuela y la madre se miraron. Tenían cara de susto y susurraban sin que Carla llegara a entender lo que decían. Dejaron de hablar en bajo y la abuela comenzó a hablar dirigiéndose a Carla:

- Carla, cariño, lo que vas a escuchar te va a resultar extraño pero todo lo que vas a oír es verdad, por muy difícil que resulte creerlo. El cuadro que viste en el trastero esta mañana es de un antepasado tuyo, también de tu madre y mío. Tanto a tu madre como a mí, cuando cumplimos ocho años, nos pasó algo parecido a lo que te ha pasado a ti hoy, pero a nosotras nos ocurrió el mismo día que cumplimos los ocho años. - siguió la

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abuela hablando- Mi historia fue así: el mismo día de mi cumpleaños, hace ya un montón de tiempo, mi madre me enseñó ese cuadro y a la hora de la celebración del mismo, con la familia, me puso el vestido. A partir de ese momento apareció en la fiesta la mujer que había visto esa misma mañana en el cuadro, pero con una capucha roja. Ella se dirigió a mí y me dijo…

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CAPÍTULO 5

La verdad

- Soy un fantasma. Sólo tú y tus descendientes me podréis ver. Acércate y ven conmigo. Soy tu tataratatara abuela y cuando estés al borde de la muerte vivirás la vida tal y como yo lo estoy haciendo: al revés. Nacerás como una abuela y morirás como un bebé. Sólo me podréis ver al cumplir ocho años.

- ¿Cómo puede ser eso?- pregunté.

- Fallecí a los ocho años porque tenía una enfermedad y los médicos se enteraron tarde y no pudieron curarme a tiempo.

- Yo también tuve una enfermedad a los ocho años - comentó la madre de Carla - pero a mí me la pudieron curar a tiempo.

- Pero ¿qué te pasó? - preguntó Carla a su madre.

- Tuve una enfermedad parecida a la de tu tataratatara abuela, parecida a la peste, pero no se contagiaba.

- ¿Yo también voy a tener esa enfermedad?

- No lo sabemos- contestó la abuela.

- ¿Y por qué la vemos? - preguntó Carla ansiosa por saber la respuesta.

- Porque el cuadro lo pintó ella misma para conocer a sus descendientes - contestó la abuela - y habita en él. Por eso no puede salir mucho tiempo porque si lo hiciera el cuadro y ella se borrarían.

Todos se fueron a dormir con mil preguntas en la cabeza. Carla no tenía nada claro.

En mitad de la noche Carla fue a mirar el cuadro de nuevo. Sonrió, lo miró e inmediatamente una mano salió del cuadro introduciéndola en él. Su imagen apareció así:

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A la mañana siguiente la madre de Carla fue a despertar a su hija para felicitarla por su octavo cumpleaños.

Se encontró que en la cama de Carla estaba… ¡LA MUJER DEL CUADRO!

Rápidamente fue a ver el cuadro y vio la imagen de su propia hija más mayor y algo cambiada en lugar de la mujer de siempre.

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CAPÍTULO 6

La nueva tradición

La madre llamó a los demás para que fueran a ver el cuadro. Cuando llegaron, el cuadro se encontraba húmedo por las lágrimas de Carla, pero ¿por qué lloraba Carla? ¿por qué estaba dentro del cuadro?

La abuela se acercó cuidadosamente a la imagen de su nieta y le preguntó muy preocupada:

- ¿Qué ha sucedido?

- Anoche me levanté y bajé al trastero –explicó Carla- al coger la mano de la tataratatara abuela entré en el cuadro y ella me explicó su historia. Estaba muy triste porque llevaba años atrapada en el cuadro y viendo a sus parientes desde dentro cómo celebraban su cumpleaños mientras ella nunca llegó a celebrar siquiera su octavo cumpleaños… Así que se me ocurrió una idea, podría cambiarme por ella el día de mi cumpleaños de forma que ella pudiera celebrarlo como si fuera el suyo. Sin embargo ella me explicó que hacer eso tenía unas consecuencias: al meterme en el cuadro me contagiaría su hechizo, pasaría a tener su edad y a ser un fantasma, y ella pasaría a tener mi edad y a ser de carne y hueso. A lo largo del día cada una iría recuperando su edad original, en el momento en que cada una llegase a su edad real deberían realizar el intercambio para que Carla volviese a ser una niña de carne y hueso de ocho años y, la

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tataratatara abuela, un fantasma de una mujer mayor. Sin embargo si este intercambio no se producía a tiempo, Carla se quedaría atrapada en el cuadro para siempre y la tataratatara abuela moriría por su avanzada edad.

La familia de Carla se quedó perpleja, pero lo aceptaron enseguida y decidieron celebrar el octavo cumpleaños de la pequeña junto con este “nuevo” miembro de la familia.

Lo prepararon todo para celebrar esta atípica fiesta de cumpleaños. Usaron los preparativos que Carla había decidido e invitaron a todos sus amigos tal y como a ella le habría gustado. En la invitación se advirtió que no iba a ser una fiesta corriente, y se utilizó una imagen del cuadro para decorar las invitaciones y recordar ese día tan especial. Los invitados estaban emocionados, ni uno solo faltó.

Al cabo de unas horas la casa empezó a llenarse de gente y todos se reunieron en el salón, donde se encontraba la tataratatara abuela de Carla junto al cuadro. Todos le hicieron mil preguntas y ella se sintió llena de vida por primera vez desde que murió.

La familia de Carla estaba emocionada por el evento y los amigos de Carla admiraban asombrados el cuadro con la cambiante imagen de su amiga. Poco a poco iba recuperando su estado real, iba rejuveneciendo mientras la tataratatara abuela iba arrugando cada vez más su expresión. ¡Era asombroso!

Los padres y la abuela de Carla, tenían todo calculado para que en, el preciso momento, se realizara el intercambio en presencia de todos sus seres queridos.

¡Ding, ding, ding! La tataratatara abuela golpeó delicadamente una copa y todo el mundo calló expectante.

- Queridos amigos, quiero agradeceros a todos el día de hoy. Como veis, vuestra pequeña Carla luce preciosa en el cuadro tal y como la recordáis, por lo que ha llegado el momento de que vuelva con vosotros. No recuerdo un día tan feliz como hoy, por ello, gracias, especialmente a Carla por hacerlo posible.

El cuadro comenzó a brillar y alrededor de él todos emocionados cantaron el “cumpleaños feliz” a Carla y a su tataratatara abuela. Una luz cegadora se apoderó del salón y al abrir los ojos allí estaba Carla, con el vestido que antes habían llevado su madre y su abuela, llorando

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de alegría con sus manos posadas sobre el cuadro de su pariente más lejano que ha llegado a conocer.

El cuadro lucía colorido y más bonito que nunca, la imagen de la tataratatara abuela había cambiado de color, se había dibujado una sonrisa en su cara y se la veía más joven. La felicidad la había transformado, al fin y al cabo, la tataratatara abuela nunca llegó a vivir su octavo cumpleaños… y en su corazón de niña la ilusión se había mantenido latente hasta el día de hoy.

La familia de Carla decidió colocar el cuadro en el salón. Lo que hasta ahora había sido una tradición secreta, se convirtió en un evento familiar importante conocido por todos, de modo que, a partir de entonces, cada vez que un descendiente cumpliera ocho años, se reproduciría el intercambio y la tataratatara abuela, disfrutaría de su fiesta, su familia y su juventud perdida.

FIN

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EL MISTERIOSO

RÍO CUENTO B

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CAPÍTULO 1

El baño

Hace mucho tiempo, en un pueblecito muy lejano, había una niña

llamada Blum. Un día Blum y sus amigas, decidieron ir al río del bosque

a bañarse.

Cuando llegaron, se quitaron los zapatos y metieron los pies.

Todas tiritaron al notar lo fría que estaba el agua. Entonces, decidieron

ir a jugar a las rocas.

Estaban jugando al pilla - pilla cuando Blum se escurrió y cayó al

agua de cabeza. Sus amigas empezaron a gritar sin saber qué hacer.

Una de ellas dijo que había que buscar ayuda y se fueron corriendo de

nuevo al pueblo.

Lo que no sabían es que el agua estaba llena de magia. Por eso,

cuando Blum salió a la superficie, se dio cuenta que ya no tenía piernas,

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sino una hermosa cola de colores. Empezó a llorar porque sus amigas

se habían ido y ella no podía salir del agua. No podía caminar.

De repente, vio dos palomas blancas volando muy deprisa hacía ella.

Se intentó esconder debajo del agua, pero ellas se posaron en su

cabeza.

Una de las aves le preguntó:

- ¿Qué te pasa? Por qué lloras?

- Porque me he caído al agua y ahora soy un pez. Además, no sé

dónde están mis amigas.

- Blum no te asustes, somos nosotras, Ondina y Violeta.

- Y ¿por qué sois palomas y yo un pez?

- No lo sabemos, cuando te caíste fuimos a pedir ayuda, pero en

mitad del bosque empezamos a volar.

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CAPÍTULO 2

El misterio del río

Blum, Ondina y Violeta, estaban muy preocupadas y asustadas. No

sabían cómo iban a volver a ser niñas.

Cuando más desesperadas estaban, apareció un pez de colores que

comenzó a hablar con ellas.

- Hola, ¿por qué estáis asustadas?

Las tres amigas se quedaron petrificadas al oir hablar a un pez.

- Tranquilas, no os haré daño – dijo el pez - ¿Qué os ha pasado?

- Me caí de cabeza a este río sin saber que me convertiría en una

sirena. Estas son mis dos amigas, Ondina y Violeta. Ellas se

transformaron en palomas al ir a buscar ayuda al pueblo y ahora

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no sabemos qué hacer para volver a ser niñas. ¿Tú podrías

ayudarnos? – dijo Blum.

- Sí- contestó el pez. - Pero antes tendréis que ir al pueblo.

Conozco un atajo por el riachuelo aquel que veis allí. En el

camino veréis una torre. En esa torre hay un balcón y en ese

balcón, al atardecer, aparece una joven llamada Andrea. Siempre

está rodeada de cuervos que la vigilan constantemente para que

no escape de allí. Lleva años encerrada. Pedidle ayuda a ella.

Ondina preguntó:

- ¿Y por qué está encerrada?

El pez les dijo:

- Nadie lo sabe. Ella nunca lo ha contado. Tan sólo el mago que

hechizó este río conoce el secreto.

Las tres amigas se encaminaron hacia donde el pez les indicó. Por

el camino encontraron maravillosos paisajes, pero también, río abajo,

delante de sus ojos, estaba ella, la grande y temida catarata. Blum

desapareció al caer al vacío por la cascada.

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CAPÍTULO 3

La cascada

La cascada llevaba directamente a otro riachuelo, donde Blum cayó estrepitosamente. Se quedó boquiabierta cuando, al levantar la vista, vio una hermosa torre al final del camino.

- ¡Bien! - dijo Blum. -Ya he encontrado la torre. Pero, ¿dónde están mis amigas?

Por un momento sintió miedo. Pero tenía que ser valiente y continuar sola para buscar la ayuda que necesitaban, y volver a ser niñas otra vez. Nadando se fue acercando, poco a poco, hacia la torre. Cuando, de repente, aparecieron cuervos alrededor del balcón. Estaba atardeciendo. Blum se escondió detrás de un matorral a la orilla del río. No quería que los cuervos la descubrieran. Estaba muy quieta y en silencio cuando

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escuchó un ruido detrás de ella. Eran sus amigas que todavía seguían siendo palomas. Blum se alegró mucho de verlas y les comentó lo que estaba sucediendo en la torre. Se quedaron mirando cómo los cuervos vigilaban a la niña del balcón. Andrea abrió la ventana de su habitación y se dispuso a admirar el atardecer como cada día. En ese instante a Violeta se le ocurrió una idea: - Tenemos que acercarnos hasta el balcón sin que nos vean. Antes

de que Andrea vuelva a su habitación y cierre su ventana, nos meteremos por el hueco de la pared que se encuentra en el piso de abajo.

– El problema es despistar a los cuervos - dijo Ondina. –Tengo una idea- intervino Blum. – Coged un poco de ese barro

negro que hay aquí cerca de la orilla. Así os pareceréis a los cuervos y podréis entrar sin problemas.

Las niñas, ahora palomas, se rebozaron en aquel barro, algo pegajoso y maloliente. Blum tuvo que ayudarlas, pues con las plumas y las alas era un poco complicado llegar a todas partes. Cuando hubieron terminado se dispusieron a salir. Se despidieron de Blum y le dijeron: - No te preocupes, lo conseguiremos. Pronto volveremos a casa. Blum se dio media vuelta y prefirió no mirar, pues sus amigas se adentraban en un sitio peligroso y no estaba segura de que volvieran a encontrarse de nuevo. Ondina y Violeta se alejaron volando…

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CAPÍTULO 4

Recuerdos mágicos

A duras penas las palomas llegaron a la torre. Siguiendo el plan, pudieron entrar en la habitación de Andrea antes de que ésta cerrara su ventana. Los cuervos no sospecharon de las palomas. Ni siquiera Andrea sospechó, a pesar de su olor a sapos y culebras y su vuelo desgarbado… - ¡Cuervos, salid de aquí! – gritó Andrea asustada.

Los cuervos la vigilaban en la ventana, pero nunca habían entrado en su habitación. En aquel momento las palomas comenzaron a limpiarse el barro. - Andrea, no somos cuervos. Somos dos niñas convertidas en

palomas por la magia de un mago. Venimos a pedirte ayuda. - Yo no puedo hacer nada… - suspiró - Mi padre me encerró aquí

hace años y ni siquiera puedo salir al balcón sin que ésos cuervos me vigilen.

Mientras Ondina y Violeta explicaban a Andrea lo ocurrido, Blum empezó a impacientarse y decidió acercarse a investigar. Siguió el riachuelo y apareció en una cueva dentro del castillo… Allí había una muchacha de pelo rojo, que lloraba desconsolada. Blum se acercó tímida y le preguntó:

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- Ho… ho… hola… Soy Blum, ¿cómo te llamas? La muchacha de larga melena la miró atentamente. Estaba desconcertada. - Soy Érica… - respondió. - Y… ¿Por qué lloras? –preguntó Blum muy intrigada.

La chica se echó a llorar de nuevo y entre lágrimas y sollozos le explicó:

- Lloro porque… - agachó la cabeza y continuó - ... echo de menos ser una niña normal. Mi padre me encerró aquí hace años y no puedo salir. – Alzó la vista y señaló una puerta casi cubierta por completo de musgo. - ¿Ves esa puerta de ahí?

- Sí – contestó Blum expectante. - Es la única salida al exterior, bueno, ésa y el río, pero yo no soy

como tú, moriría ahogada en el intento de huir por esas aguas bravas.

- ¿Y qué hay al otro lado de esa puerta? –preguntó Blum. - El otro lado da a la torre del castillo, pero unos cuervos malditos

vigilan la salida para que no me escape… Blum estaba contrariada… ¡No entendía nada de lo que sucedía en aquel extraño castillo! ¿De dónde habían salido aquellos cuervos? ¿Por qué vigilaban a Andrea y a Érica? ¿Por qué estaban encerradas? - Érica, no te lo vas a creer… Vine a este castillo buscando a otra

niña que también está encerrada y a la que también vigilan unos cuervos.

- ¿Otra niña? – preguntó Érica emocionada- ¡¿Será posible que sea mi hermana?!

Los ojos de Érica se encharcaron de repente y comenzó a recordar… Hace muchos, muchos años, Érica jugaba con su hermana mayor en el río del pueblo, el mismo río donde Blum se transformó. Algo brillaba en el fondo y las dos pequeñas hermanas, se sumergieron para intentar averiguar de qué se trataba. Al llegar al fondo, encontraron una gran bola de cristal con una luz en su interior. Al intentar alcanzarla, Érica se apoyó en una roca, con tan mala suerte, que esta se

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desprendió y cayó sobre la bola de cristal. Se rompió en dos y su luz se introdujo en el cuerpecito de las dos hermanas dotándo a cada una de un secreto poder. Su padre, que era un famoso hechicero del pueblo, notó un calambrazo y se percató de que las niñas habían encontrado su bola mágica. Tal fue su enfado, que las encerró en el castillo y las separó para siempre, pues si se juntaban de nuevo, serían capaces de descubrir y desarrollar su poder secreto.

- Érica, no te preocupes, creo que puedo ayudarte. Vine con mis amigas buscando a tu hermana. Y, si todo ha salido bien, ahora mismo mis amigas estarán con ella.

Blum le contó su historia a Érica y las dos niñas idearon un plan para encontrarse con Andrea, Ondina y Violeta.

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CAPÍTULO 5

Los poderes

El primer punto en su plan era salir de aquella habitación. Tenían dos opciones: salir por la puerta cubierta de musgo y atravesar el castillo hasta la habitación de Andrea o escapar por el río subterráneo. Ambas posibilidades tenían sus inconvenientes. Primero: no sabían qué o quién habría al otro lado de la puerta. Segundo: Érica se podría ahogar en el río subterráneo. Como Blum no podía caminar por no tener piernas, optaron por la segunda idea. Primero haría la sirena el recorrido, fijándose en los posibles peligros que podría encontrar la niña. Luego volvería a entrar y harían el camino de salida juntas. Érica agarró la mano de su nueva amiga y fue metiéndose en el río. Estaba muerta de miedo. Hacía años que no nadaba, tantos como los que llevaba encerrada. Empezaron a nadar y la muchacha empezó a sentirse rara. Comenzaba a faltarle el aire. Empezaba a tener sueño y poco a poco se iba sumergiendo como si fuese una muñeca de plomo. Al instante siguiente, ya no pesaba, se sentía ligera. Como si fuese la espuma del mar.

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En ese momento, Blum dejó de sentir la mano de Érica. ¡Había desaparecido!

- ¿Érica, dónde estás? – gritó.

Empezó a mirar a su alrededor buscándola.

- Estoy aquí. ¿Es que no me ves? Al mirar hacia donde venía la voz, vio unos ojos que la observaban con curiosidad. Era Érica. Se había convertido en agua.

- Érica, puede que éste sea el poder que te dio la mitad de la bola mágica.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Es que no notas que te has convertido en agua? ¡Estás perfectamente camuflada!

La niña empezó a mirarse los dedos, las manos, los pies… Efectivamente, ¡era de agua! ¡Totalmente transparente! Mientras tanto, en la torre, en la habitación del balcón Andrea, Ondina y Violeta pensaban cómo escapar de allí.

- Es imposible. Llevo años intentando salir de aquí para buscar a mi hermana. Todavía no he encontrado la forma. – dijo Andrea.

- ¡Pues nosotras hemos entrado! Así que… tiene que haber una forma de salir – contestaron las palomas.

- Pero es que vosotras, ahora mismo sois pájaros. Si pudiese volar hubiese salido de aquí hace mucho tiempo. Si fuese un ave… ¡Desearía ser uno!

Según pronunció estas palabras, Andrea, con un fuerte resplandor, se convirtió en un hermoso cisne.

- ¡Te has convertido en un cisne! – corearon las palomas. - ¿Cómo lo has hecho?

- No lo sé. Simplemente he deseado ser un ave y… el resto ya lo habéis visto.

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- ¡Este es tu poder! Seguro que puedes convertirte en aquello que desees.

Las tres se quedaron pensativas.

- Ahora, podemos salir volando por la ventana.- Intervino Violeta.

- No podemos salir si eres un cisne. Llamarías la atención de los cuervos. Recuerda que nosotras, para entrar, tuvimos que rebozarnos en el lodo – contestó Ondina.

- ¡Ya lo tengo! – exclamó Andrea.- Desearé ser un cuervo y veremos qué es lo que pasa.

Lo deseó y se convirtió en un cuervo de un plumaje negro azulado.

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CAPÍTULO 6

El encuentro

Para la sorpresa de Andrea y las palomas, los cuervos, no estaban. Entonces Andrea recordó que una vez a la semana los cuervos dejaban de vigilarla, yendo en busca de comida. Por eso pudieron salir volando con facilidad hasta llegar al frondoso bosque, donde se escondieron en un matorral a la orilla del río. Se preocuparon al ver que Blum no estaba allí, pero de repente a lo lejos, en el río, vieron a una sirena y la reconocieron. Al estar tan cerca Andrea y Érica sintieron algo mágico en su corazón, fueron capaces de verse como personas a través de sus ojos de cuervo y de agua. - Érica, ¿eres tú? - Sí, soy yo, ¡te he echado tanto de menos! –dijo Érica

entusiasmada. Al salir Érica del agua, Andrea se acercó a ella, se dieron un profundo abrazo convirtiéndose al instante en dos preciosas niñas de bellos cabellos. Las tres amigas se quedaron expectantes al ver el reencuentro de las queridas hermanas. Al fundirse en el abrazo, sus dos almas se juntaron y, con un destello, la bola de cristal apareció en la orilla del río. Andrea y Érica asombradas, cogieron la bola y la abrieron en dos, de forma que toda la magia que envolvía al bosque, se quedó atrapada dentro de la mágica esfera.

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- ¿Qué es lo que acaba de pasar? -preguntó Blum, al verse ya convertida en persona.

- ¡Ya no somos palomas! ¡Ni tú sirena! ¡Lo hemos conseguido! -

exclamaron muy alegres Ondina y Violeta. - Al juntarnos hemos hecho que la magia desaparezca -explicaron

las hermanas entusiasmadas. De repente, detrás de una humareda salió el hechicero, el padre de Érica y Andrea, muy enfadado. Se habían escapado del castillo y la magia había desaparecido. Entonces, un soldado elegantemente vestido y enjuto, aplastó al hechicero. - ¡¿Veis lo que habéis hecho?! ¡Ahora mis preciados cuervos se han

convertido de nuevo en inútiles soldados! - gritó el hechicero enfadado.

- ¡Soldados a por ellas!- continuó gritando. Los soldados furiosos con él, decidieron encerrarle en la torre de por vida. Blum y sus amigas recordaron al pez colorido y volvieron corriendo al riachuelo donde lo habían encontrado para agradecerle su ayuda. El pez ahora era una hermosa dama que salía del agua. A las tres amigas les recordó a Andrea y Érica por su gran parecido físico. La dama del agua fue corriendo a dar un abrazo a las dos hermanas. Pronto descubrieron que era su madre la que abrazaba a las dos hermanas. Mientras se abrazaban, las tres amigas decidieron volver a sus hogares con sus respectivas familias. Aunque sabían que dejaban atrás una aventura estupenda y a sus dos nuevas amigas felices con su madre. De repente, Blum escuchó: -Blum, al colegio, vas a llegar tarde. Miró a su alrededor y vio que estaba tumbada en su cama. Notó algo raro en la mano, al ver que era muy brillante se sorprendió y reconoció la mágica bola de cristal con la que podría comunicarse con Andrea y Érica. ¿HABÍA SIDO TODO UN SUEÑO?...

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FIN