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Caperucita Roja Érase una vez una niña que vivía en el bosque con su madre; todos la llamaban Caperucita Roja, pues siempre se ponía una capa roja que le había regalado su abuelita. Cierta mañana, llegó un mensajero trayendo una carta con la noticia de que la abuelita no se sentía muy bien de salud. -Una buena sopa de verduras le haría mucho bien -dijo Caperucita Roja. -¡Qué buena idea! -comentó la madre de la niña, e inmediatamente empezó a preparar una cesta para que Caperucita Roja le llevara a la abuelita. Cuando la cesta estuvo lista, la niña se puso la capa roja y se despidió de su madre. -No te distraigas por el camino, hija. Ve directamente a casa de la abuelita. Recuerda que hay muchos peligros en el bosque. -Así lo haré, mamá. No te preocupes -dijo Caperucita Roja. Caperucita olvidó bien pronto su promesa y se distrajo con unas flores y unas mariposas de colores. Luego vio otras más hermosas un poco más allá y así, poco a poco, se fue desviando del camino.

Cuentos de Hadas

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FÁBULAS

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Page 1: Cuentos de Hadas

Caperucita Roja

Érase una vez una niña que vivía en el bosque con su madre; todos la llamaban Caperucita Roja, pues siempre se ponía una capa roja que le había regalado su abuelita.

Cierta mañana, llegó un mensajero trayendo una carta con la noticia de que la abuelita no se sentía muy bien

de salud.

-Una buena sopa de verduras le haría mucho bien -dijo Caperucita Roja.

-¡Qué buena idea! -comentó la madre de la niña, e inmediatamente empezó a preparar una cesta para que Caperucita Roja le llevara a la abuelita.

Cuando la cesta estuvo lista, la niña se puso la capa roja y se despidió de su madre.

-No te distraigas por el camino, hija. Ve directamente a casa de la abuelita. Recuerda que hay muchos peligros en el bosque.

-Así lo haré, mamá. No te preocupes -dijo Caperucita Roja.

Caperucita olvidó bien pronto su promesa y se distrajo con unas flores y unas mariposas de colores. Luego vio otras más hermosas un poco más allá y así, poco a poco, se fue desviando del camino.

De repente, apareció por entre los árboles un lobo feroz.

-¿Quién eres y qué haces aquí? -preguntó el lobo.

La niña respondió: -Me llaman Caperucita Roja y estoy recogiendo flores para llevarle a mi abuelita, que está enferma.

-Te aconsejo que vuelvas al camino principal -dijo el lobo feroz-.

Por si no lo sabías, por estos alrededores hay un lobo feroz.

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-¿Y cómo son los lobos? -preguntó ingenuamente la niña.

-Ah, pues tienen unas orejas de color morado, muy largas -mintió el lobo-. Dime una cosa, ¿dónde vive tu abuela?

Caperucita Roja le dijo exactamente dónde vivía su abuelita. Luego, la niña siguió su camino tranquilamente. El astuto lobo tomó un atajo para llegar primero a la casa de la anciana.El lobo conocía muy bien el bosque y pronto llegó a la casa. Esperó unos segundos frente a la puerta para recobrar el aliento y luego tocó a la puerta suavemente.

-¿Quién es? -preguntó la abuelita desde la cama.

-Es Caperucita Roja -dijo el lobo, imitando la voz de la niña.

-¡Oh, qué agradable sorpresa! -dijo la abuelita-. Pasa mi niña.

Entonces, el lobo entró. Antes de que la anciana pudiera reaccionar, el lobo se la engulló de un solo bocado. El lobo se relamió de satisfacción; luego, fue a buscar una bata al guardarropa. Enseguida se puso un gorro blanco en la cabeza y se echó unas gotas del perfume de la abuelita detrás de sus orejas peludas.

Cuando acabó de vestirse, fue a mirarse en el espejo.

-¡Oh, qué agradable sorpresa! Pasa mi niña -dijo el lobo, imitando la voz de la anciana. Practicó la frase varias veces hasta que se sintió satisfecho de su imitación.

Caperucita Roja llegó unos minutos más tarde y tocó a la puerta. El lobo se metió de un brinco en la cama y se cubrió con las mantas hasta la nariz.

-¿Quién es? -preguntó con su voz fingida.

-Soy yo, Caperucita Roja.

-¡Oh, qué agradable sorpresa! Pasa -dijo el lobo feroz.

Caperucita Roja entró y puso la cesta en la cocina. Luego, fue a darle

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un beso en la mejilla a su abuela.

-¡Pobre abuelita! -exclamó Caperucita-. Te ves muy mal.

Voy a darte algo de comer para que te mejores.

-Muchas gracias, tesoro -dijo el lobo.

Caperucita Roja comentó mientras cortaba unas rebanadas de pan:

-Abuelita, ¡qué voz más ronca tienes!

-Es para hablarte mejor -dijo el lobo.

La niña le llevó el plato de sopa a la abuelita y agregó:

-Esta sopa de pollo te sentará muy bien.

-Gracias, tesoro -dijo el lobo feroz.

Entonces, Caperucita se quedó mirando el gorro de la anciana.

-Abuelita, ¿te están molestando las orejas? ¡Parecen tan grandes!

-Están un poco inflamadas -dijo el lobo con su fingida voz-. Pero así te puedo escuchar mejor.

Mientras hablaba, las mantas se resbalaron un poco, dejándole el hocico al descubierto.

-¡Santo Dios! ¡Qué dientes más grandes!

-¡Son para comerte! -rugió el lobo.

En un segundo, Caperucita Roja acompañaba a su abuelita en la barriga del lobo.

Satisfecho, se relamió una vez más y se recostó a hacer una siesta. Roncaba tan fuerte que llamó la atención de un cazador que pasaba por ahí.

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"Algo extraño sucede en la casa de la abuela de Caperucita Roja", pensó el cazador.

El cazador tocó a la puerta, pero el lobo dormía tan profundamente que no se despertó.

Al ver que nadie respondía, el cazador decidió abrir una ventana. Tan pronto como vio al lobo en la cama de la abuela, comprendió lo que había ocurrido. El cazador apuntó con su mosquete y le disparó al lobo.

-¡Aquí tienes tu merecido, lobo feroz! -gritó el cazador.

Para asegurarse de que el lobo estaba muerto, el cazador se acercó a ver si todavía le latía el corazón. Sorprendido, escuchó dos voces que pedían auxilio. El cazador se apresuró a rescatar a las víctimas. Por fortuna, Caperucita Roja y su abuela salieron sanas y salvas.

-¡Abuelita! -exclamó Caperucita Roja-. ¡Nunca había sentido tanto miedo! Nunca volveré a desatender las indicaciones de mamá.

En agradecimiento por haberlas salvado, la abuelita invitó al cazador a comer con ellas las delicias que había traído su nieta en la cesta. Cuando llegó la hora de partir, el cazador acompañó a Caperucita Roja de regreso hasta su casa.

-¡Qué bien, ya estás aquí! -exclamó la madre al ver a su hija-. ¿Cómo se siente la abuelita?

-¡Mucho mejor, ahora! -dijo Caperucita Roja con alegría.

El gato con botas

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Érase una vez un molinero que tenía tres hijos. Al morir les dejó como herencia lo poco que poseía. El molino fue para el mayor. Al segundo le correspondió el burro. El menor, llamado Juan, heredó el gato. Los dos hermanos mayores estaban muy satisfechos con su herencia, y pronto empezaron a trabajar.

Juan, entretanto, se preguntaba cómo iba a ganarse la vida.

-Este gato no me sirve para nada -dijo Juan-. Ahora no sólo tengo qué pensar en alimentarme a mí mismo, sino que debo alimentarlo a él también.

La sorpresa de Juan fue indescriptible cuando escuchó al gato hablar.

-No te preocupes, mi amo. Tengo un plan con el que nos volveremos ricos los dos.

Juan preguntó impaciente:

-¿Qué puedes hacer? ¡Eres tan sólo un simple gato!

-Dame un sombrero fino, un par de botas y un saco grande. Yo me encargaré de todo lo demás.

-Bueno, ¿por qué no? -dijo Juan resignado-. No tengo nada que perder.

Satisfecho con su elegante apariencia, el gato con botas dejó a Juan absorto en sus pensamientos y se fue. Lo primero que hizo fue ir hasta un río a pescar. Con sus rápidas garras sacó una docena de peces.

Con el saco lleno de pescados, el gato con botas se dirigió muy ufano hacia el castillo del rey, a pedir audiencia.

-¿Y qué tiene un gato que hablar con el rey? -preguntó el guardián.

-Vengo a traerle un regalo del marqués de Carabás -dijo el gato con botas. Al llegar al salón principal, el gato le hizo la venia al rey, a la reina y a su hija, la princesa Cecilia.

-Mi amo, el marqués de Carabás, le envía saludos a su Majestad y

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desea hacerle entrega de estos magníficos pescados provenientes de sus ríos -dijo el gato con botas.

-Dile al marqués que agradezco inmensamente su generosidad -respondió el rey.

Cuando el gato con botas se fue, el rey le preguntó a su esposa: -¿Sabes quién es ese marqués de Carabás?

-No tengo ni la menor idea -respondió la reina-. Jamás he oído hablar de él.

El gato con botas repitió las visitas a la corte, cada vez trayendo un regalo para la familia real.

-Aquí está de nuevo el gato -cuchicheaban los cortesanos-. ¿Quién será ese marqués de Carabás?

Como nadie en la corte sabía quién era en realidad el marqués de Carabás, empezaron a inventar historias sobre él.

-He oído decir que es el hombre más rico de todo el reino -decían algunos.

-Y el más apuesto -decían otros.

Un día, cuando el gato con botas le llevó un faisán a la reina, ella le dijo:

-Tu amo debe ser muy buen cazador.

-Oh, sí -respondió el gato-. Mi amo tiene muchos talentos.

-¿Cuándo vamos a ver a ese marqués? -dijo la reina-. Queremos conocerlo.

Esa noche, el gato le anunció a su amo que la reina deseaba conocerlo.

-¿Pero cómo se te ocurre? -dijo Juan-. ¡Ni siquiera tengo una camisa presentable!

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-No te preocupes -dijo el gato con botas-. Yo me haré cargo.

Al día siguiente, el gato con botas llevó a Juan hasta el río.

-Quítate la camisa y métete al agua -dijo el gato.

-Pero no sé nadar -contestó Juan, angustiado.

-No te preocupes. Haz lo que te digo.

Cuando Juan metió los pies en el río, el gato con botas lo empujó. Tal como lo había previsto, la corriente arrastró a Juan hasta el puente, en el momento preciso en el que la carroza del rey iba pasando por allí.

-¡Auxilio! -gritó Juan.

-¡Rápido! -gritó el gato con botas-. ¡El marqués de Carabás se está ahogando!

El rey hizo que dos de sus lacayos sacaran a Juan del agua. Luego le ordenó a otro ir hasta el castillo a buscarle ropa seca al marqués de Carabás. En poco tiempo, Juan ya estaba vestido como le corresponde a todo un marqués.

-Sería un buen esposo para ti, ¿no crees? -le preguntó la reina a Cecilia.

-El marqués debe estar cansado después de este accidente -dijo el rey-. Lo llevaremos a su casa.

-¿Dónde queda exactamente su castillo? -preguntó el consejero del rey, que sospechaba de Juan y de su gato.

-Bueno..., no tengo castillo -dijo tímidamente Juan.

-El marqués es muy modesto. Allá está el castillo -intervino el gato con botas, señalando hacia un castillo que se divisaba en la colina-. Ahora si me excusan, tengo asuntos que atender -dijo el gato saltando del carruaje.

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El gato con botas corrió por el camino y se le adelantó a la carroza del rey. Al poco tiempo vio a unos labriegos que trabajaban en los campos.

-Si alguien les pregunta -dijo el gato con botas-, ustedes dirán que estos campos le pertenecen al marqués de Carabás. Y el castillo también.

-Sí, señor -respondieron los campesinos.

El gato se dirigió luego hacia el castillo y golpeó en la enorme puerta de madera. Ésta se abrió lentamente. El gato con botas entró y sigilosamente caminó por los oscuros corredores. De repente, un ogro gigante apareció delante de él.

-¿Qué haces en mi castillo? -bramó el ogro.

El gato con botas se presentó con cortesía y luego dijo:

-Me han contado que tienes extraordinarios poderes mágicos y que puedes convertirte en elefante o incluso en león; pero no creo que sea verdad.

De inmediato, el ogro se transformó en león.

-¿Y qué opinas ahora? -rugió el león.

-Eso es fácil para ti -dijo el gato-. Pero, ¿podrías convertirte en algo pequeño, digamos, un ratón?

Convirtiéndose en ratón el ogro gritó: -¡Mira que sí puedo!

Sin perder tiempo, el astuto gato lo atrapó y se lo comió de un solo bocado.

Entretanto, la carroza del rey se acercaba al castillo.

-¿A quién le pertenecen estos ricos campos? -preguntó el rey a los labriegos.

-Al marqués de Carabás -respondieron ellos.

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-¿Y a quién le pertenece ese castillo? -preguntó de nuevo.

-Al marqués de Carabás -contestaron ellos.

Sin tener que preocuparse más por el ogro, el gato con botas corrió por todo el castillo abriendo las pesadas cortinas para que entrara la luz del sol. Llegó a la puerta justo en el momento en que entraba la carroza.

-Bienvenidos al castillo del marqués de Carabás -anunció el gato, haciendo una profunda reverencia.

-Es precioso -dijo la reina.

-Lo felicito, marqués. Veo que ha trabajado duro -dijo el rey.

-Así es, su Majestad -dijo Juan, sin prestarle mucha atención.

Pero el joven ni siquiera miraba el castillo. Sólo tenía ojos para Cecilia de quien se enamoró desde el momento en que la vio por primera vez. Meses más tarde, Juan y Cecilia se casaron. Por supuesto, el gato con botas permaneció con ellos… ¡Y fueron felices para siempre!

El Gato con botas

A. Texto de la postal con los verbos en el pasado en negrilla. 1.  Érase un joven, que al morir su padre, como única herencia le dejó un gato que podía hablar. 2.  Se pusieron en camino para buscarse un medio de vida y llegaron a un pueblo, en el cual entraron. 3.  El gato dijo al joven:  cómprame un vestido de paje, déjame hacer y saldremos de apuros. 4.  Cazó un conejo y lo presentó al Rey, diciendo: -¡Señor!; mi amo, el Marqués de Carabás, os manda este regalo. 5.  Llegó a un castillo donde vivía un gigante, y le dijo: - Mientes, tú no puedes convertirse en lo que quieras. 6.  - ¡Cómo que no!, te lo voy a demostrar ahora mismo – y al instante se convirtió en un fiero león. 7.  -¿A qué no te conviertes en ratón? - ¡Qué no! – y se convirtió.  Entonces el gato, sin darle tiempo, lo devoró. 8.  Simulando que se ahogaba cuando llegaba el Rey en su carroza, el gato gritó: ¡Auxilio! – al Marqués. 9.  Después de socorrerlo, el Marqués de Carabás invitó a sus majestades a visitar su castillo. 10.  La Princesa y el Marqués se enamoraron y fueron muy felices, gracias a la sabiduría del Gato con Botas.

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B.  Simplificación del cuento con ambas formas del pasado entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo correcto. 1.  (1. Fuese/Érase) un joven, que al morir su padre, como única herencia le (2. dejó/dejaba) un gato que (3. pudo/podía) hablar. 2.  (4. Decidieron/Decidían) buscarse un medio de vida y (5. llegaron/llegaban) a un pueblo y (6. entraron/entraban). 3.  El gato (7. dijo/decía) al joven:  -cómprame un vestido de paje, déjame hacer y saldremos de apuros. 4.  (8. Mató/mataba) un conejo y lo (9. presentó/presentaba) al Rey, diciendo: -¡Señor!; mi amo, el Marqués de Carabás, os manda este regalo. 5.  (10. Llegó/Llegaba) a un castillo donde (11. vivió/vivía) un gigante, y le dijo: - Mientes, tú no puedes convertirse en lo que quieras. 6.  - ¡Cómo que no!, te lo voy a demostrar ahora mismo – y al instante (12. se convirtió/se convertía) en un fiero león. 7.  -¿A qué no te conviertes en ratón? - ¡Qué no! – y (13. se convirtió/se convertía).  Entonces el gato, sin darle tiempo, lo (14. devoró/devoraba). 8.  Simulaba que (15. se ahogó/se ahogaba) cuando (16. llegó/llegaba) el Rey en su carroza, el gato (17. gritó/gritaba): ¡Auxilio! – al Marqués. 9.  Después de socorrerlo, el Marqués de Carabás (17. invitó/invitaba) a sus majestades a visitar su castillo. 10.  La Princesa y el Marqués (18. se enamoraron/se enamoraban) y (19. fueron/eran) muy felices para siempre, gracias a la sabiduría del Gato con Botas.

C.  Simplificación del cuento con el verbo entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo y dar la forma correcta. 1.  (1. Serse) ____________ un joven, que al morir su padre, como única herencia le (2. dejar) ____________ un gato que (3. poder) ____________ hablar. 2.  (4. Decidir) ____________ buscarse un medio de vida y (5. llegar) ____________ a un pueblo y (6. entrar) ____________. 3.  El gato (7. decir) ____________ al joven:  -cómprame un vestido de paje, déjame hacer y saldremos de apuros. 4.  (8. Mató/mataba) ____________ un conejo y lo (9. presentar) ____________ al Rey, diciendo: -¡Señor!; mi amo, el Marqués de Carabás, os manda este regalo. 5.  (10. Llegar) ____________ a un castillo donde (11. vivir) ____________ un gigante, y le dijo: - Mientes, tú no puedes convertirse en lo que quieras. 6.  - ¡Cómo que no!, te lo voy a demostrar ahora mismo – y al instante (12. convertirse) ____________ en un fiero león. 7.  -¿A qué no te conviertes en ratón? - ¡Qué no! – y (13. convertirse) ____________.  Entonces el gato, sin darle tiempo, lo (14. devorar) ____________. 8.  Simulaba que (15. ahogarse) ____________ cuando (16. llegar) ____________ el Rey en su carroza, el gato (17. gritar) ____________: ¡Auxilio! – al Marqués. 9.  Después de socorrerlo, el Marqués de Carabás (17. invitar) ____________ a sus majestades a visitar su castillo. 10.  La Princesa y el Marqués (18. enamorarse) ____________ y (19. ser) ____________ muy felices para siempre, gracias a la sabiduría del Gato con Botas.

D.  Respuestas para B y C 1. Érase 2. dejó 3. podía 4. Decidieron 5. llegaron 6. entraron 7. dijo 8. Mató 9. presentó 10. Llegó 11. vivía 12. se convirtió 13. se convirtió 14. devoró 15. se ahogaba 15. llegó 16. gritó 17. invitó 18. se enamoraron 19. eran  

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Aladino y la lámpara maravillosa

A. Texto de la postal con los verbos en el pasado subrayados. 1.  Un Mago llegó a China buscando una lámpara maravillosa, y cuando encontró el escondrijo no pudo entrar. 2.  Se valió de un chinito pobre llamado Aladino, el cual, siguiendo sus consejos, penetró en la cueva. 3.  Se entretuvo viendo tantas maravillas, mientras el Mago, enfurecido, cerró la trampa y lo abandonó. 4.  Se cargó de joyas y cogió la lámpara, pero se dió cuenta de su encierro.  Asustado, frotó la lámpara. 5.  Al instante se le apareció un genio.  - ¿Qué quieres de mí?  - Llévame a casa y danos de comer. 6.  Un día vió a la Princesa y se enamoró, se lo dijo a su madre, la cual se formó un proyecto. 7.  Visitó al Rey y le ofreció ricos presentes, a la vez que le pidió la mano de la Princesa para su hijo. 8.  Halagado el Rey ante tantas riquezas, presentó su hija a Aladino, la cual, nada más verlo, quedó prendada. 9.  Le explicó el poder de la lámpara y pidieron al genio un hermoso palacio, el cual apareció al momento. 10.  Su boda se celebró con gran pompa y Aladino llegó a gobernar con gran acierto, gracias a la lámpara.

B.  Simplificación del cuento con ambas formas del pasado entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo correcto. 1.  (1. Fuese/Érase) una vez un pobre jóven que (2. vivió/vivía) en China.  El chinito (3. se

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llamó/se llamaba) Aladino. 2.  Un Mago (4. buscó/buscaba) una lámpara maravillosa.  (5. Encontró/Encontraba) el escondrijo pero no (6. pudo/podía) entrar.  Con la ayuda de Aladino, sin embargo, (7. penetró/penetraba) en la cueva. 3.  Mientras Aladino (8. miró/miraba) los tesoros y riquezas en la cueva, el Mago, celoso de él, de repente lo (9. encerró/encerraba) en la cueva. 4.  Aladino (10. se cargó/se cargaba) de joyas y una lámpara de metal precioso.  Al intentar salir de la cueva, se (11. dio/daba) cuenta de su encierro.  Sin saber qué hacer, (12. frotó/frotaba) la lámpara. 5.  Al instante, se le (13. apareció/aparecía) un genió quien le (14. preguntó/preguntaba) - ¿qué quieres de mí?  Le (15. ofreció/ofrecía) a Aladino tres deseos. 6.  Aladino (16. fue/era) muy inteligente y (17. guardó/guardaba) sus deseos para algo realmente importante.  Un día, (18. vio/veía) a la Princesa y se (19. enamoró/enamoraba) de ella.  Aladino le (20. contó/contaba) su amor a su madre.  Ella (21. formó/formaba) un plan.

7.  Juntos (22. fueron/iban) a ver al rey.  La madre de Aladino le (23. dio/daba) al rey muchos regalos y le (24. pidió/pedía) la mano de su hija para su hijo. 8.  Halagado, el rey (25. presentó/presentaba) su hija a Aladino.  Ella se (26. enamoró/enamoraba) de él a primera vista. 9.  Aladino le (27. explicó/explicaba) a la princesa el poder del genio.  (28. Usó/Usaba) uno de sus deseos para pedir un hermoso palacio que (29. apareció/aparecía) al momento. 10.  Aladino y su princesa (30. celebraron/celebraban) su boda regalmente y Aladino (31. gobernó/gobernaba) con gran acierto gracias a sus otros dos deseos.

C.  Simplificación del cuento con el verbo entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo y dar la forma correcta. 1.  (1. Serse) ____________ una vez un pobre jóven que (2. vivir) ____________ en China.  El chinito (3. llamarse) ____________ Aladino. 2.  Un Mago (4. buscar) ____________ una lámpara maravillosa.  (5. Encontrar) ____________ el escondrijo pero no (6. poder) ____________ entrar.  Con la ayuda de Aladino, sin embargo, (7. penetrar) ____________ en la cueva. 3.  Mientras Aladino (8. mirar) ____________ los tesoros y riquezas en la cueva, el Mago, celoso de él, de repente lo (9. encerrar) ____________ en la cueva. 4.  Aladino (10. cargarse) ____________ de joyas y una lámpara de metal precioso.  Al intentar salir de la cueva, se (11. dar) ____________ cuenta de su encierro.  Sin saber qué hacer, (12. frotar) ____________ la lámpara. 5.  Al instante, se le (13. aparecer) ____________ un genió quien le (14. preguntar) ____________ - ¿qué quieres de mí?  Le (15. ofrecer) ____________ a Aladino tres deseos. 6.  Aladino (16. ser) ____________ muy inteligente y (17. guardar) ____________ sus deseos para algo realmente importante.  Un día, (18. ver) ____________ a la Princesa y se (19. enamorar) ____________ de ella.  Aladino le (20. contar) ____________ su amor a su madre.  Ella (21. formar) ____________ un plan. 7.  Juntos (22. ir) ____________ a ver al rey.  La madre de Aladino le (23. dar) ____________ al rey muchos regalos y le (24. pedir) ____________ la mano de su hija para su hijo. 8.  Halagado, el rey (25. presentar) ____________ su hija a Aladino.  Ella se (26. enamorar) ____________ de él a primera vista. 9.  Aladino le (27. explicar) ____________  a la princesa el poder del genio.  (28. Usar) ____________ uno de sus deseos para pedir un hermoso palacio que (29. aparecer) ____________  al momento. 10.  Aladino y su princesa (30. celebrar) ____________ su boda regalmente y Aladino (31. gobernar) ____________ con gran acierto gracias a sus otros dos deseos.

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D.  Respuestas para B y C 1.  Érase 2. vivía 3. se llamaba 4. buscaba 5. encontró 6. pudo (failed)/podía 7. penetró 8. miraba 9. encerró  10. se cargó 11. dio 12. frotó 13. apareció 14. preguntó 15. ofreció 16. era 17. guardó 18. vio 19. enamoró 20. contó 21. formó 22. fueron 23. dio 24. pidió 25. presentó 26. enamoró 27. explicó 28. usó 29. apareció  30. celebraron 31. gobernó    

Blancanieves y los siete enanitos

A. Texto de la postal con los verbos en el pasado en negrilla. 1.  Érase una linda princesita blanca como la azucena, hija de un rey casado por segunda vez. 2.  Su madrastra, la reina tenía un espejo mágico, al cual le preguntaba: - ¿Quién es la más hermosa? 3.  Al contestarle ¡Blancanieves! llena de evidia y maldad, mandó a un criado que la matara. 4.  Éste la llevó al bosque y por compasión la dejó abandonada.  Una ardilla la condujo a una casita. 5.  En la casita vivían los enanitos.  Al volver por la noche para descansar, la encontraron dormida. 6.  La madrastra consultó de nuevo al espejo: -¿Y ahora, quién es la más bella? y éste contestó: ¡Blancanieves!

Page 14: Cuentos de Hadas

7.  Su madrastra planeó matarla, y disfrazándose de vieja, le ofreció una manzana envenenada. 8.  Al morderla, cayó desvanecida.  Al volver los enanitos, la encontraron tendida en el suelo. 9.  Un apuesto príncipe, enterado de lo ocurrido, fué a verla y al besarla, Blancanieves se recobró. 10.  Enamorados, partieron hacia el castillo del príncipe donde se casaron, con gran alegría de los enanitos.

B.  Simplificación del cuento con ambas formas del pasado entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo correcto. 1.  En un país lejano (1. vivió/vivía) una linda princesita con piel blanca como la nieve.  (2. Fue/Era) hija de un rey casado por segunda vez. 2.  Su madrastra, la reina (3. tuvo/tenía) un espejo mágico, al cual le (4. preguntó/preguntaba) cada día: -¿Quién es la más hermosa? 3.  El espejo siempre le (5. contestó/contestaba) “Ud.” hasta que un día (6. contestó/contestaba) “¡Blancanieves!”.  La reina, llena de envidia y maldad, (7. mandó/mandaba) a un criado que la matara. 4.  El criado (8. llevó/llevaba) a Blancanieves al bosque y por compasión la (9. dejó/dejaba) abandonada pero viva.  Una ardilla compasiva la (10. condujo/conducía) a una casita en el bosque. 5.  En la casita (11. vivieron/vivían) los siete enanitos.  Esa noche, después de trabajar los enanos (12. volvieron/volvían) a la casa y la (13. encontraron/encontraban) dormida. 6.  Cuando la madrastra (14. consultó/consultaba) de nuevo al espejo: -¿Y ahora, quién es la más bella?, el espejo (15. dijo/decía): - ¡Blancanieves! otra vez. 7.  Otra vez, su madrastra (16. planeó/planeaba) matarla.  (17. Se disfrazó/Se disfrazaba) de vieja y le (18. ofreció/ofrecía) una manzana envenenada. 8.  Al morderla, Blancanieves (19. cayó/caía) desvanecida al suelo.  Los enanitos la (20. encontraron/encontraban) así cuando ellos (21. regresaron/regresaban). 9.  Un apuesto príncipe (22. supo/sabía) de la leyenda y (23. fue/iba) a verla.  Él la (24. besó/besaba) y Blancanieves mágicamente (25. se recobró/se recobraba). 10.  Enamorados, los dos (26. salieron/salían) para el castillo del príncipe donde (27. se casaron/se casaban), y los enanos (28. estuvieron/estaban) muy alegres.

C.  Simplificación del cuento con el verbo entre paréntesis.  Hay que escoger el tiempo y dar la forma correcta. 1.  En un país lejano (1. vivir) ____________ una linda princesita con piel blanca como la nieve.  (2. Ser) ____________ hija de un rey casado por segunda vez. 2.  Su madrastra, la reina (3. tener) ____________ un espejo mágico, al cual le (4. preguntar) ____________ cada día: -¿Quién es la más hermosa? 3.  El espejo siempre le (5. contestar) ____________ “Ud.” hasta que un día (6. contestar) ____________ “¡Blancanieves!”.  La reina, llena de envidia y maldad, (7. mandar) ____________ a un criado que la matara. 4.  El criado (8. llevar) ____________ a Blancanieves al bosque y por compasión la (9. dejar) ____________ abandonada pero viva.  Una ardilla compasiva la (10. conducir) ____________ a una casita en el bosque. 5.  En la casita (11. vivir) ____________ los siete enanitos.  Esa noche, después de trabajar los enanos (12. volver) ____________ a la casa y la (13. encontrar) ____________ dormida. 6.  Cuando la madrastra (14. consultar) ____________ de nuevo al espejo: -¿Y ahora, quién es la más bella?, el espejo (15. decir) ____________: - ¡Blancanieves! otra vez. 7.  Otra vez, su madrastra (16. planear) ____________ matarla.  (17. Disfrazarse) ____________ de vieja y le (18. ofrecer) ____________ una manzana envenenada.

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8.  Al morderla, Blancanieves (19. caer) ____________ desvanecida al suelo.  Los enanitos la (20. encontrar) ____________ así cuando ellos (21. regresar) ____________. 9.  Un apuesto príncipe (22. saber) ____________ de la leyenda y (23. ir) ____________ a verla.  Él la (24. besar) ____________ y Blancanieves mágicamente (25. recobrarse) ____________. 10.  Enamorados, los dos (26. salir) ____________ para el castillo del príncipe donde (27. casarse) ____________, y los enanos (28. estar) ____________ muy alegres.

D.  Respuestas para B y C 1. vivía 2. Era 3. tenía 4. preguntaba 5. contestaba 6. contestó 7. mandó 8. llevó 9. dejó 10. condujo 11. vivían 12. volvieron 13. encontraron 14. consultó 15. dijo 16. planeó 17. Se disfrazó 18. ofreció 19. cayó 20. encontraron 21. regresaron 22. supo 23. fue 24. besó 25. se recobró. 26. salieron  27. se casaron 28. estaban

LA CENICIENTA 

Erase una vez la esposa de cierto hombre rico que enfermó gravemente y como sintió que su final se acercaba llamó a su única hija y le dijo: "Mi niña, se piadosa y buena y Dios siempre te protegerá. Yo estaré siempre mirándote desde el cielo y pensando en tí". Poco después cerró sus ojos y falleció. Cada día, la doncella iba a la tumba de su madre y lloraba sobre ella, siendo siempre buena y piadosa. Pero ocurrió que su padre se casó nuevamente con una mujer que tenía dos malvadas hijas que despojaron a la niña de sus bonitos vestidos obligándola a usar una vieja capa gris y zapatos de madera y a hacer todos los trabajos pesados de la casa desde que salía el sol hasta que anochecía, persiguiéndola a donde fuera con insultos y burlas. A la noche, cuando estaba cansada, no tenía una cama donde reposar, sino que era forzada a sentarse en las cenizas del hogar y por esto comenzaron a llamarla Cenicienta.Un día su padre debió salir de viaje y preguntó a su familia qué deseaban que traiga a su regreso. Las hermanastras abrumaron a su padre con pedidos de vestidos y joyas, pero Cenicienta sólo pidió la primer ramita que golpease su sombrero de regreso a casa. Así es que cabalgando por un espeso bosque una rama de avellano quedó atrapada sobre el ala de su sombrero. Cuando Cenicienta recibió su ramita corrió con ella al cementerio y la plantó en la tierra bajo la cual su madre dormía. Tanto lloró Cenicienta sobre la tumba que la rama regada por sus lágrimas echó brotes rápidamente, y se convirtió en un hermoso árbol. Tres veces al día Cenicienta iba debajo del avellano a llorar y rezar; y cada vez un avecilla blanca volaba en el árbol, y si ella deseaba cualquier cosa en voz alta, el pajarito se lo arrojaba, sin importar lo que fuese. Tiempo después el rey organizó un baile que habría de durar tres días y al que todas las doncellas del país fueron invitadas para que su hijo elija a su futura esposa. Cuando las dos hermanastras se enteraron de esto llamaron a Cenicienta y le dijeron: -"Peina nuestro cabello, cepilla nuestros zapatos, abrocha nuestra hebillas porque vamos al baile de palacio". Cenicienta obedeció llorando, porque ella también deseaba ir, así que le pidió permiso a su madrastra pero ella replicó: "¿Tu Cenicienta? Estás cubierta de polvo y suciedad, no tienes ropas o zapatos y no sabes bailar"-Pero como Cenicienta insistía finalmente la madrastra finalmente le dijo: -"He vertido en las cenizas

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un tazón de guisantes. Si los recoges en dos horas podrás ir".Entonces la doncella abrió la puerta trasera y en el jardín gritó:-"Pichones entrenados, palomas y todas las aves del cielo, ayúdenme a juntar los guisantes buenos en el tazón, y los malos los pueden comer". Y así lo hicieron cientos de aves que ingresaron en la cocina separando los guisantes y llenando el tazón.

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Entonces la doncella feliz, corrió a mostrar el recipiente a su madrastra, pero ella le dijo: "No Cenicienta, no tienes ropas y no sabes bailar, todos se reirán de ti", pero como la joven no paraba de llorar le dijo: "Si puedes recoger los dos tazones de guisantes que he arrojado entre las cenizas en una hora podrás acompañarnos". Esta vez la madrastra estaba segura de que la muchacha nunca lo lograría, pero Cenicienta repitió su pedido de ayuda y nuevamente las aves llenaron el tazón, pero nuevamente la madrastra la rechazó diciendo: "No tienes ropas y no sabes bailar. Solo nos avergonzarás". Y así dejó a la niña sola en la casa. Cenicienta corrió entonces a la tumba de su madre y debajo del avellano dijo:

Susurra y sacúdete querido arbolitoque plata y oro yo necesito

Entonces un ave le arrojó un vestido de oro y plata y zapatitos de seda ornamentados con plata. Cenicienta se vistió con alegría y fue al baile. Sus hermanastras y madrastra no la reconocieron y la tomaron por alguna princesa extranjera. El príncipe la notó y tomándola de la mano la llevó a la pista de baile y ya no bailó con nadie más en toda la noche ni le permitió a Cenicienta bailar con nadie más. Pero cuando la muchacha cansada quiso irse a su casa el príncipe le dijo: "Iré contigo para ver que llegues segura", porque quería ver a quién pertenecía la doncella, y entonces la niña huyó de él a través del palomar. Entonces la madrastra se preguntó si aquella joven no sería Cenicienta. Pero cuando volvieron a la casa la encontraron como siempre junto al fuego con sus viejas ropas sucias, porque presurosa Cenicienta había vuelto junto al avellano donde volvió a vestir sus harapos y dejó su hermoso vestido en la tumba de su madre desde donde el avecilla había vuelto a llevárselo. Al día siguiente, una vez que su madrastra y hermanastras hubieron partido, Cenicienta fue al avellano y repitió:

Susurra y sacúdete querido arbolitoque plata y oro yo necesito  

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Entonces el ave le arrojó un vestido aún más espléndido que el anterior y cuando la doncella apareció en el baile todos quedaron maravillados por su belleza. El príncipe, que la había estado esperando, tomó su mano y no se separó de ella en toda la noche. Pero cuando la joven quiso partir, huyó nuevamente del príncipe y trepando un peral dejó el castillo, depositando nuevamente sus ricos vestidos en la tumba de su madre de forma tal que cuando la madrastra y sus hijas volvieron a la casa la encontraron como siempre junto a las cenizas. Al tercer día Cenicienta fue al avellano y nuevamente dijo:

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 Susurra y sacúdete querido arbolitoque plata y oro yo necesito

Entonces el ave le trajo un vestido que era mucho más espléndido y brillante que ninguno de los que hubiera tenido antes, y los zapatitos eran de oro puro. Cuando llegó al baile todos enmudecieron de admiración, y el príncipe una vez más estuvo con ella toda la noche, pero nuevamente Cenicienta huyó de su lado transcurrida la fiesta. Esta vez el príncipe había urdido un plan. Todo el camino fue regado con alquitrán, de modo tal que en la huída Cenicienta perdió uno de sus zapatos. Al recobrarlo el príncipe lo tomó y vio que era de oro puro, pequeño y delicado. Así que la mañana siguiente fue con él a ver a su padre y le dijo: "Mi esposa será aquella a quien esta zapatilla dorada le quede".Las hermanastras se alegraron con esta noticia porque tenían pies hermosos, y la mayor tomó el zapato para probárselo en su recámara. Sin embargo no pudo meter su gran dedo gordo a lo que su madre tomando un cuchillo dijo: "Córtate el dedo, porque si eres reina ya no necesitarás caminar". Así lo hizo y metió su pié en el zapato bajando a enseñárselo al príncipe. Entonces él la subió a su caballo como a su futura esposa, pero cuando pasaron por la tumba dos palomitas que se posaron en el avellano comenzaron a cantar:

Vuelve a mirar, vuelve a mirarla zapatilla está sangrandola zapatilla le va apretandola novia de verdad está aún en el hogar

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 Así el príncipe miró detrás y vio la sangre brotando, así que devolvió a la falsa novia de regreso a su casa. Le llegó entonces el turno a la segunda hermanastra. Ésta llevó el zapato a su recámara pero el talón era demasiado grande. Entonces, su madre, alcanzándole un cuchillo le dijo: "Córtate el talón, porque cuando seas reina ya no necesitarás andar a pie". Y así lo hizo la codiciosa hermanastra, pero una vez más el engaño no surtió efecto, porque cuando llegó con el príncipe cerca de la tumba las aves nuevamente entonaron: Vuelve a mirar, vuelve a mirarla zapatilla está sangrandola zapatilla le va apretandola novia de verdad está aún en el hogar 

Y al ver la sangre brotar del pie de la falsa novia, el príncipe la retorno con su madre diciendo: "Esta tampoco es la doncella correcta. ¿No tiene otra hija?".-"No"-Contestó el padre-excepto la pequeña Cenicienta, hija de mi primer esposa, quien no podría ser su prometida.Pero el príncipe insistía y no tuvieron más remedio que hacer venir a la muchacha. Cenicienta se sentó en un taburete  y sacándose sus pesados zapatos de madera se puso la zapatilla que le calzó a la perfeccióny mientras se paraba el príncipe la miró a los ojos reconociendo a la hermosa doncella con la que había bailado. "¡Esta es mi verdadera novia!"-exclamó. La madrastra y sus dos hijas estaban asombradísimas y blancas de ira, pero el príncipe subió a Cenicienta a su

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caballo y cabalgó con ella hacia el castillo. Cuando pasaron por el avellano, las palomas cantaron:

Vuelve a mirar, vuelve a mirarla zapatilla no ha vuelto a sangrarle sienta tan bien, a ella que esla verdadera novia para usted

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Y mientras terminaban su canto volaron posándose en el hombro de Cenicienta. Se celebró la boda con gran celebración y las dos hermanastras fueron castigadas con la ceguera como castigo a sus maldades.

 

Charles Perrault

Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo.

El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.

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Junto con realizarse la boda, la madrasta dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó a las más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.

La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, lo que le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.

Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas; nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca. Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.

—Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.

—Yo, dijo la menor, iré con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos.

Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían:

— Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?

—Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí.

—Tienes razón, se reirían bastante si me vieran entrar al baile.

Otra que Cenicienta las habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó con toda perfección.

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Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasaban delante del espejo.

Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba.

—Me gustaría... me gustaría...

Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada, le dijo:

—¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?

—¡Ay, sí!, dijo Cenicienta suspirando.

—¡Bueno, te portarás bien!, dijo su madrina, yo te haré ir.

La llevó a su cuarto y le dijo:

—Ve al jardín y tráeme un zapallo.

Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder adivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándole solamente la cáscara, lo tocó con su varita mágica e instantáneamente el zapallo se convirtió en un bello carruaje todo dorado.

En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero:

—Voy a ver, dijo Cenicienta, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero.

—Tienes razón, dijo su madrina, anda a ver.

Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por su imponente barba, y habiéndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. En seguida, ella le dijo:

—Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos.

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Tan pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vida hubieran hecho otra cosa. El hada dijo entonces a Cenicienta:

—Bueno, aquí tienes para ir al baile, ¿no estás bien aperada?

—Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?

Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron en magníficos vestidos de paño de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio un par de zapatillas de cristal, las más preciosas del mundo.

Una vez ataviada de este modo, Cenicienta subió al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba en el baile un minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos recuperarían su forma primitiva. Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió, loca de felicidad.

El hijo del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar una gran princesa que nadie conocía, corrió a recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y la llevó al salón donde estaban los comensales. Entonces se hizo un gran silencio: el baile cesó y los violines dejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza de esta desconocida. Sólo se oía un confuso rumor:

—¡Ah, qué hermosa es!

El mismo rey, siendo viejo, no dejaba de mirarla y de decir por lo bajo a la reina que desde hacía mucho tiempo no veía una persona tan bella y graciosa. Todas las damas observaban con atención su peinado y sus vestidos, para tener al día siguiente otros semejantes, siempre que existieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos. El hijo del rey la colocó en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con ella. Bailó con tanta gracia que fue un motivo más de admiración.

Trajeron exquisitos manjares que el príncipe no probó, ocupado como estaba en observarla. Ella fue a sentarse al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellas los limones y naranjas que el príncipe le había obsequiado, lo que las sorprendió mucho, pues no la conocían. Charlando así estaban, cuando Cenicienta oyó dar las once tres cuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa.

Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo que desearía mucho ir al baile al

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día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpearon a su puerta; Cenicienta fue a abrir.

—¡Cómo habéis tardado en volver! les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándose como si acabara de despertar; sin embargo no había tenido ganas de dormir desde que se separaron.

—Si hubieras ido al baile, le dijo una de las hermanas, no te habrías aburrido; asistió la más bella princesa, la más bella que jamás se ha visto; nos hizo mil atenciones, nos dio naranjas y limones.

Cenicienta estaba radiante de alegría. Les preguntó el nombre de esta princesa; pero contestaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo en el mundo por saber quién era. Cenicienta sonrió y les dijo:

—¿Era entonces muy hermosa? Dios mío, felices vosotras, ¿no podría verla yo? Ay, señorita Javotte, prestadme el vestido amarillo que usáis todos los días.

—Verdaderamente, dijo la señorita Javotte, ¡no faltaba más! Prestarle mi vestido a tan feo Culocenizón tendría que estar loca.

Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida si su hermana hubiese querido prestarle el vestido.

Al día siguiente, las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más ricamente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado y diciéndole cosas agradables; nada aburrida estaba la joven damisela y olvidó la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió corriendo, ligera como una gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus zapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado.

Cenicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos, pues no le había quedado de toda su magnificencia sino una de sus zapatillas, igual a la que se le había caído.

Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a una princesa; dijeron que no habían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía más aspecto de aldeana que de señorita.Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si esta vez también se habían divertido y si había ido la hermosa dama. Dieron que si, pero que había salido escapada al dar las doce, y tan rápidamente que había dejado caer

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una de sus zapatillas de cristal, la más bonita del mundo; que el hijo del rey la había recogido dedicándose a contemplarla durante todo el resto del baile, y que sin duda estaba muy enamorado de la bella personita dueña de la zapatilla. Y era verdad, pues a los pocos días el hijo del rey hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a la zapatilla.

Empezaron probándola a las princesas,en seguida a las duquesas, y a toda la corte, pero inútilmente. La llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para que su pie cupiera en la zapatilla, pero no pudieron. Cenicienta, que las estaba mirando, y que reconoció su zapatilla, dijo riendo:

—¿Puedo probar si a mí me calza?

Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. El gentilhombre que probaba la zapatilla, habiendo mirado atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda, dijo que era lo justo, y que él tenía orden de probarla a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicienta y acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a su medida.

Grande fue el asombro de las dos hermanas, pero más grande aún cuando Cenicienta sacó de su bolsillo la otra zapatilla y se la puso. En esto llegó la madrina que, habiendo tocado con su varita los vestidos de Cenicienta, los volvió más deslumbrantes aún que los anteriores.

Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón y les rogó que siempre la quisieran.

Fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él la encontró más bella que nunca, y pocos días después se casaron. Cenicienta, que era tan buena como hermosa, hizo llevar a sus hermanas a morar en el palacio y las casó en seguida con dos grandes señores de la corte.

 

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Había una vez, una niña muy guapa y muy buena que se llamaba Blancanieves. Cuando era pequeña, su madre murió y su padre volvió a casarse de nuevo. La nueva madre de Blancanieves era muy malvada y

tenía mucha envidia de Blancanieves porque ésta era muy guapa. La madrastra de Blancanieves tenía un espejo mágico al que todos los días

preguntaba: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa?". Y el espejo respondía: "Tú, mi ama".

Pero un día al preguntarle la madrastra al espejo quien era la más guapa, contestó: "Lo siento mi ama, tú eres guapa, pero hoy está más guapa Blancanieves." Entonces la madrastra enfurecida llamó a sus

sirvientes y les dijo: "El espejo mágico me ha dicho que Blancanieves es más guapa que yo. Así que cogerla y llevarosla al bosque y allí matarla y

como prueba de que ha muerto quiero que me traigáis su corazón en una caja."

Todos los sirvientes llamaron a Blancanieves y le dijeron que iban a dar un paseo por el bosque. Mientras tanto, los sirvientes comentaban entre

ellos que Blancanieves era una niña buena y no se merecía morir.

Cuando llegaron al centro del bosque le contaron a Blancanieves las intenciones de su malvada madrastra pero que no la matarían. Dejaron

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allí a Blancanieves y mataron a un jabalí para llevarle su corazón a la madrastra como si se tratara del de Blancanieves.

Mientras tanto, Blancanieves encontró una casita muy pequeñita y entró. Había una mesita muy chiquitita con 7 silllitas, también había 7 camitas. Como tenía hambre, se sentó en la mesita y se comió todo lo que había en los 7 platitos , y después se acostó en las 7 camitas. Pero

esa casita tenía dueños, eran 7 enanitos que cuando llegaron a casa después de trabajar se encontraron a Blancanieves durmiendo

plácidamente en sus camitas. Uno de ellos exclamó: "Miradla, es muy hermosa". Y otro respondió: "Sí que lo es. Podíamos pedirle que se

quede a vivir con nosotros". Y así lo hicieron los 7 enanitos le pidieron a Blancanieves que se quedara a vivir con ellos, y ella accedió después de

contarles su triste historia.

La malvada madrastra seguía preguntando a su espejo quién era la más guapa del lugar y éste respondía que ella. Pero un día cuando le

preguntó quién era la más guapa, el espejo contestó: "Es Blancanieves". Y la madrastra dijo: "No puede ser; está muerta". A lo que contestó el

espejo: "No, no está muerta, Vive en el bosque en la casa de los enanitos." La malvada madrastra entonces se disfrazó de vieja y fue a

ver a Blancanieves. Llevaba una cesta con manzanas envenenadas para Blancanieves. Cuando llegó a la casa de los enanitos, llamó a la puerta. "¿Quién es?", dijo Blancanieves. "Soy una pobre vieja y vengo a traerte

una manzanas".

Blancanieves abrió la puerta y no pudo resistirse a las manzanas que brillaban como el sol. Al coger una y morderla cayó muerta al suelo. La

malvada madrastra se marchó riéndose y contenta porque ahora sí sería ella la mas guapa del lugar.

Cuando llegaron los enanitos encontraron en el suelo a Blancanieves y todos muy tristes se pusieron a llorar. Todos los enanitos construyeron

una caja de cristal y en ella metieron a Blancanieves y la llevaron al bosque. Estando allí en el bosque pasó un príncipe que quedó

asombrado por la belleza de Blancanieves y la tristeza de los enanitos. Entonces decidió abrir la caja y besó a Blancanieves que

sorprendentemente despertó. Todos los enanitos saltaban de alegría al ver a Blancanieves viva. El príncipe se casó con ella, y el príncipe,

Blancanieves y los enanitos vivieron juntos en palacio.