1
Pasó la época de los archivos muertos; hoy los archivos vivos salen de la gaveta para restaurar nuestra identidad. Culiacán Rosales, Sinaloa Miércoles 29 de febrero de 2012 Núm. 360 La Crónica de Culiacán Director Cronista Oficial Adrián García Cortés Tema de ríspidas aristas es la locura, toda vez que entraña uno de los más patéticos dramas humanos, fragua de crí- menes y de tragedias, puente a la degradación, a la ignomi- nia y, con frecuencia, al suicidio. En uno de sus artículos, titulado Un encuentro inesperado, publicado en 1898, Sixto Osuna expone que la alienación no es un mal privativo de los cerebros débiles, sino que se manifiesta aun en las mentes más brillantes. A continuación se reproduce dicho trabajo que fue compi- lado por Marta Lilia Bonilla Zazueta en el libro Un encuentro inesperado l tren no pudo continuar su marcha, con motivo de un des- perfecto en la vía, y los pasajeros nos fuimos a pie hasta el Epueblecillo inmediato mientras se hacían las reparaciones consiguientes. Entre tanto, dime a vagar por las tristes y polvorien- tas callejas en busca de esas impresiones típicas que se reciben a ve- ces en esta clase de poblados. Metiéndome aquí y allí me encontré lo que menos esperaba: un viejo conocido a quien había perdido de vista durante muchos años. En esos tiempos de estudiante metió mucho ruido, figurando siempre como un muchacho de talento excepcional. Obtuvo en sus clases las mejores calificaciones sin hacer gran- des esfuerzos; tenía una gran facilidad para hablar en público, y mu- chas veces sus frases elocuentes enloquecieron a las turbas juveni- les. Los periódicos de la época le auguraban un porvenir espléndi- do. Tan transformado se encontraba que apenas pude reconocerlo en aquella botica de mala suerte regenteada por él. Comprendió mi extrañeza y me dijo: Seguramente no esperaba usted encontrarme aquí. –En efecto, repuse, creo que este lugar no corresponde a sus aspiraciones. Recordamos su época estudiantil, sus triunfos orato- rios y todo su pasado brillante de muchacho de talento vigoroso, a quien se auguraba un alto porvenir. Soy un fracasado, dijo con amarga tristeza. –Si usted supiera cuánto he sufrido tendría compasión de mí. Pude haber hecho gran- des cosas en la vida, y no las hice, sin embargo, por una causa que parece insignificante y hasta ridícula. Voy a contarle lo que me suce- dió la última vez que tomé la palabra en público; sólo así se irá us- ted formando una idea del estado especial en que se encuentra mi es- píritu. Preparé nada más los puntos generales de mi discurso, según tenía la costumbre de hacerlo, y abordé la tribuna con entusiasmo y con mucha seguridad en mí mismo. Empecé a hablar pausadamen- te y mis propias palabras me fueron envolviendo en una armonía de- leitosa, y brotaban las frases por sí solas, cada vez más elocuentes, como de un manantial abundantísimo. Era mío el auditorio, lo tenía materialmente embelesado, arrancándole todos los aplausos que yo quería. La otra cara de la mente Faltábame poco para terminar mi discurso cuando, contra mi vo- luntad, empecé a verme a mí mismo, mi actitud y mis ademanes co- mo si estuviera delante de un espejo; lo cual dio por resultado que me preocupara y que las frases fueran saliendo difícilmente. En es- to oí una voz que dijo dentro de mi cráneo: “Estás diciendo puras vaciedades”. A cada frase, nuevas voces: “Estás muy ridículo, no seas animal”, y otras por el estilo. Yo seguía angustioso buscando las últimas frases adecuadas para salir del paso, pero las voces se fueron multiplicando como si mi cerebro hubiera sido una plaza de toros enloquecida que me gritara todas las injurias que suelen arro- jar las multitudes descontentadizas. Anonadado y tartamudeante finalicé como pude, en medio del asombro de la concurrencia. La opinión general fue que el discurso se me había olvidado, pero mis amigos sabían que no lo llevaba aprendido, y me preguntaban asombrados la causa de aquel desas- tre. Una verdadera desgracia, un repentino malestar, le dije. Me dirá usted que escribiendo mis ideas podría evitar el incon- veniente de las voces. Tampoco, amigo mío. Empiezo a escribir y poco a poco el coro de espíritus me grita en mi cabeza y me aturde la gritería, y no puedo seguir escribiendo. Hasta en la conversación familiar me asaltan las voces, y con frecuencia permanezco mudo, porque no me dejan hablar. Y señalando un frasco de alcohol, agregó: “con esto se me cal- ma un poco… Pero he de tomar una venganza terrible, ya la sabrá usted. Algún tiempo después leí en los periódicos que, material- mente, se había volado el cerebro con una bala expansiva. Del cuarto tomo del Catálogo de Actas de Cabildo, editado por el Instituto La Crónica de Culiacán, y que abarca los re- gistros de actividad edilicia correspondiente al periodo 1892-1896, el historiador y cronista Adrián García Cortés sustrajo una síntesis esencial a la cual pertenecen los si- guientes párrafos en los que se plasma la importancia que para el desarrollo urbano de Culiacán tuvo la presencia de Luis Felipe Molina Rodríguez, en su tiempo designado constructor oficial de la ciudad, ecién egresado de la Escuela de Bellas Artes con el título de arquitecto, contactó con Mariano Martínez de Castro, a la Rsazón senador de la República, quien una vez gobernador, lo llamó para la edificación del Teatro . Es así como, según sus pro- pios anales, llegó a Culiacán el 22 de febrero de 1890, a la edad de 26 años. Como la intención de construir el teatro no había madura- do lo suficiente con los respaldos jurídicos ni económicos, ese pri- mer año transcurrió en indecisiones de parte del mismo Molina, al grado de que retornó a la ciudad de México con la intención de ha- cer su vida allá sumado a una familia de abolengo, como la del ju- rista Ignacio L. Vallarta, lo que no logró. Volvió a Culiacán en 1891 para integrarse definitivamente a la actividad política, social y pro- fesional del villorrio que era esta población, y que no pasaba de los diez mil habitantes. Aflora con la empresa del teatro la penuria municipal Molina aparece en actas de Cabildo desde el primer día de enero de 1892 con los cargos sucesivos de síndico, secretario, vicepresiden- te, presidente de la comuna con responsabilidades específicas de su profesión y ya con carácter de Ingeniero de la Ciudad, al tiempo que también fungía como contratista del Teatro Apolo, el que final- mente inició con la colocación de la primera piedra en ese mismo año. El asunto del teatro mostró de origen un problema económico de las arcas fiscales que mucho se canalizó hacia recursos privados, pero siempre con respaldo directo del Ayuntamiento. Ya al iniciarse el año se hablaba de las dificultades para reunir fondos con extraña- mientos al tesorero municipal por no abonar el pago de la subven- ciòn acordada cinco meses antes (en julio de 1891). Para enero si- guiente la empresa del teatro solicitó al Ayuntamiento se le abona- Un poeta en la tormenta, un soñador constante, un idealista firme en sus creencias, eso fue Pino Suárez. Entre 1890 y 1894 publicó atildados trabajos poéticos en el semanario “Pimienta y mostaza, y en 1896 publi- có un librito de poemas que distribuyó entre sus ami- gos. En la antología titulada “Trovadores de México”, de Daniel Muñoz y Pérez, impresa en Barcelona en 1898, se incluyeron algunas de sus poesías. En 1905 se publi- có la primera edición de “Melancolías”. La empresa de explotar un rancho azucarero en el sur de Yucatán, el “Pelyuc”, lo llevó casi a la ruina. Allí es- cribió casi todos los sonetos de “Procelarias”. En 1907 regresó a Mérida, empobrecido y triste, y en 1908 pu- blicó “Procelarias”. Allí se detuvo casi por completo su obra poética. La lucha y los deberes cívicos insu- mieron después todo su tiempo. A continuación se reproduce una de sus numerosas obras: A LA LIBERTAD Para Manuel Irigoyen Lara No eres, ¡oh Libertad!, un nombre vano, ni en vano sirves de pretexto al crimen; que los que al hombre sin piedad oprimen el yugo sienten de tu férrea mano. Y cual las ondas del inmenso Océano Las multitudes irredentas gimen, Hasta que sopla el huracán y esgrimen Su brazo vengador contra el tirano. Y ¡ay! De la raza que aguantó el ultraje de llevar en la frente pensadora, de odiosa esclavitud el tatuaje; como el mar en su furia arrolladora, ¡la arrasará con su tremendo oleaje La Libertad augusta y redentora! Mérida, agosto de 1907 (Tomado de Crónica ilustrada de la Revolución Mexicana, Editorial Publex) Ficción o verdad, Sixto Osuna describió un caso aleccionador La alienación no tiene cerebros aborrecidos La vena poética de José María Pino Suárez Luis F. Molina, creador indiscutible de Culiacán Las actas de Cabildo de fin del siglo XIX registran la huella dinámica del arquitecto que, originalmente, sólo venía a construir un teatro ran un mil 497 pesos 54 centavos para concluir la obra en los plazos y condiciones previstos. Por su parte, la prefectura presentó un reglamento de teatros y sobre cómo deberán efectuarse las funciones, mucho antes de que hubiera teatro; al tiempo que el Gobierno del Estado le comunicara a Manuel Clouthier, presidente de la empresa, la exención de con- tribuciones directas y municipales por 20 años, y 10 años las com- pañías líricas y dramáticas que hicieran representaciones en este re- cinto teatral. El propio Molina apunta en su Memoria Hológrafa: “Ya en Cu- liacán se procedió a formar la compañía que había de hacer el tea- tro; se hicieron los estatutos que los formuló el señor Manuel Boni- lla, de acuerdo con el Tesorero General del Estado, señor Gabriel F. Peláez; los socios aportaron el capital y tanto el Estado como el mu- nicipio asignaron una subvención para llevar a cago la obra. De arquitecto a polifacético funcionario del Municipio Molina, como activo munícipe, fue alternativa y repetidamente re- gidor, comisionado y a su vez encargado de los Talleres Municipa- les anexos a la cárcel, de las exposiciones, de la limpia de la ciudad y abastos, del alineamiento y apertura de calles, de la mensura, des- linde y expropiaciones de lotes. También fue suplente de Instruc- ción Pública, valuador de la propiedad raíz, constructor y reparador de obras públicas, proveedor de títulos de adjudicación de fincas, in- troductor del sistema métrico decimal y de la Ley del Fiel Contraste (medidas de longitud, peso y líquidos), y propulsor del alumbrado eléctrico público. A él mismo se le comisionó el deslinde de los te- rrenos para construir oficinas públicas municipales en Navolato. Como urbanista o desarrollador urbano, a Molina se le adjudi- ca la mayoría de las propuestas para la modernidad de Culiacán, co- mo la construcción de plazas, mercados, edificios municipales, obras de contención del río Tamazula, así como la reordenación ur- bana en cuarteles y manzanas, “dando a las calles y fincas clara no- menclatura”. En el acta correspondiente al primer día de enero de 1894, por ejemplo, se da lectura al decreto municipal de Molina para exentar de contribuciones por cinco años a propietarios de lotes que cons- truyan fincas urbanas “cuyo valor en la Recaudación de Rentas del Distrito no sea menor de un mil pesos”. El objeto de esta propuesta era fomentar la construcción de edificaciones “regulares y decen- tes”, y contribuir así al embellecimiento de la ciudad, Tarea que Mo- lina hizo suya, legándonos, hasta su expulsión por los revoluciona- rios, el patrimonio arquitectónico que ahora se cataloga como una heredad digna de conservarse y protegerse. El caso de Molina, como valor excepcional del legado urbano y arquitectónico, aparte de su gran capacidad y sus conocimientos puestos al servicio de la ciudad, en una población con sueños de grandeza como lo era la capital del estado, de población tan reduci- da, resultaba ser casi único en su profesión y con estudios que indu- dablemente rebasaban las incipientes escuelas superiores de la re- gión. Y como tal, los políticos de la época se esforzaron en aprove- charlo al máximo. * Cronista secretario de La Crónica de Culiacán Por Adrián García Cortés*

Culiacán Rosales, Sinaloa Director Cronista Oficial ...lacronica.culiacan.gob.mx/wp-content/uploads/2012/06/29feb2012-360... · les, entre Donato Guerra y Morelos, casa hoy en ruinas

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Culiacán Rosales, Sinaloa Director Cronista Oficial ...lacronica.culiacan.gob.mx/wp-content/uploads/2012/06/29feb2012-360... · les, entre Donato Guerra y Morelos, casa hoy en ruinas

Pasó la épocade los archivos muertos;hoy los archivos vivos

salen de la gavetapara restaurar

nuestra identidad.

Culiacán Rosales, SinaloaMiércoles 29 de febrero de 2012 Núm. 360

Terminada la fiesta, el novel matrimonio pasó a su residencia, ubicada por la calle Rosa-les, entre Donato Guerra y Morelos, casa hoy en ruinas. Esta casa, Molina la había compra-do al doctor Ramón Ponce de León y constaba, según el Arquitecto de la Ciudad, de una sala, dos recámaras, comedor, cocina y baño, dos pa-ti

Se cumplieron 417 años de su sacrificio

Protomártir de la evangelizaciónen Sinaloa es Gonzalo de Tapia

Su entrega y obra lo hacen acreedor a ser distinguido por la Iglesia

La Crónica de Culiacán

Adrián García Cortés

Benjamín Luna Lujano

Benjamín Luna Lujano

Los yaquis de Gustavo Garmendia

Por Víctor Manuel Díaz de la Vega*

I N V I T A C I Ó NI N V I T A C I Ó N

l Instituto La Crónica de Culiacán hace una atenta invitación a los lectores a visi-Etar nuestra página WEB (www.lacronica.-

culiacan.gob.mx) donde podrán consultar cual-quier tema relacionado con las publicaciones en este espacio de El Sol de Sinaloa, o en los diferen-tes segmentos de La Gaceta Municipal.

De la manera más atenta comunicamos a las perso-nas que deseen enviar algún comentario relacionado con las publicaciones que aparecen en esta página, que este espacio está abierto a su opinión, la cual siempre será respetable y valiosa. La dirección es:

[email protected]

Entre archivos...

Desde el 6 de enero

Director Cronista OficialAdrián García Cortés

Adrián García Cortés*

Tema de ríspidas aristas es la locura, toda vez que entraña uno de los más patéticos dramas humanos, fragua de crí-menes y de tragedias, puente a la degradación, a la ignomi-nia y, con frecuencia, al suicidio. En uno de sus artículos, titulado Un encuentro inesperado, publicado en 1898, Sixto Osuna expone que la alienación no es un mal privativo de los cerebros débiles, sino que se manifiesta aun en las mentes más brillantes. A continuación se reproduce dicho trabajo que fue compi-lado por Marta Lilia Bonilla Zazueta en el libro

Un encuentro inesperado

l tren no pudo continuar su marcha, con motivo de un des-perfecto en la vía, y los pasajeros nos fuimos a pie hasta el Epueblecillo inmediato mientras se hacían las reparaciones

consiguientes. Entre tanto, dime a vagar por las tristes y polvorien-tas callejas en busca de esas impresiones típicas que se reciben a ve-ces en esta clase de poblados.

Metiéndome aquí y allí me encontré lo que menos esperaba: un viejo conocido a quien había perdido de vista durante muchos años. En esos tiempos de estudiante metió mucho ruido, figurando siempre como un muchacho de talento excepcional.

Obtuvo en sus clases las mejores calificaciones sin hacer gran-des esfuerzos; tenía una gran facilidad para hablar en público, y mu-chas veces sus frases elocuentes enloquecieron a las turbas juveni-les. Los periódicos de la época le auguraban un porvenir espléndi-do.

Tan transformado se encontraba que apenas pude reconocerlo en aquella botica de mala suerte regenteada por él. Comprendió mi extrañeza y me dijo: Seguramente no esperaba usted encontrarme aquí. –En efecto, repuse, creo que este lugar no corresponde a sus aspiraciones. Recordamos su época estudiantil, sus triunfos orato-rios y todo su pasado brillante de muchacho de talento vigoroso, a quien se auguraba un alto porvenir.

Soy un fracasado, dijo con amarga tristeza. –Si usted supiera cuánto he sufrido tendría compasión de mí. Pude haber hecho gran-des cosas en la vida, y no las hice, sin embargo, por una causa que parece insignificante y hasta ridícula. Voy a contarle lo que me suce-

dió la última vez que tomé la palabra en público; sólo así se irá us-ted formando una idea del estado especial en que se encuentra mi es-píritu.

Preparé nada más los puntos generales de mi discurso, según tenía la costumbre de hacerlo, y abordé la tribuna con entusiasmo y con mucha seguridad en mí mismo. Empecé a hablar pausadamen-te y mis propias palabras me fueron envolviendo en una armonía de-leitosa, y brotaban las frases por sí solas, cada vez más elocuentes, como de un manantial abundantísimo. Era mío el auditorio, lo tenía materialmente embelesado, arrancándole todos los aplausos que yo quería.

La otra cara de la mente

Faltábame poco para terminar mi discurso cuando, contra mi vo-luntad, empecé a verme a mí mismo, mi actitud y mis ademanes co-mo si estuviera delante de un espejo; lo cual dio por resultado que me preocupara y que las frases fueran saliendo difícilmente. En es-to oí una voz que dijo dentro de mi cráneo: “Estás diciendo puras vaciedades”. A cada frase, nuevas voces: “Estás muy ridículo, no seas animal”, y otras por el estilo. Yo seguía angustioso buscando las últimas frases adecuadas para salir del paso, pero las voces se fueron multiplicando como si mi cerebro hubiera sido una plaza de toros enloquecida que me gritara todas las injurias que suelen arro-jar las multitudes descontentadizas.

Anonadado y tartamudeante finalicé como pude, en medio del asombro de la concurrencia. La opinión general fue que el discurso se me había olvidado, pero mis amigos sabían que no lo llevaba aprendido, y me preguntaban asombrados la causa de aquel desas-tre. Una verdadera desgracia, un repentino malestar, le dije.

Me dirá usted que escribiendo mis ideas podría evitar el incon-veniente de las voces. Tampoco, amigo mío. Empiezo a escribir y poco a poco el coro de espíritus me grita en mi cabeza y me aturde la gritería, y no puedo seguir escribiendo. Hasta en la conversación familiar me asaltan las voces, y con frecuencia permanezco mudo, porque no me dejan hablar.

Y señalando un frasco de alcohol, agregó: “con esto se me cal-ma un poco… Pero he de tomar una venganza terrible, ya la sabrá usted. Algún tiempo después leí en los periódicos que, material-mente, se había volado el cerebro con una bala expansiva.

––

Del cuarto tomo del Catálogo de Actas de Cabildo, editado por el Instituto La Crónica de Culiacán, y que abarca los re-gistros de actividad edilicia correspondiente al periodo 1892-1896, el historiador y cronista Adrián García Cortés sustrajo una síntesis esencial a la cual pertenecen los si-guientes párrafos en los que se plasma la importancia que para el desarrollo urbano de Culiacán tuvo la presencia de Luis Felipe Molina Rodríguez, en su tiempo designado constructor oficial de la ciudad,

ecién egresado de la Escuela de Bellas Artes con el título de arquitecto, contactó con Mariano Martínez de Castro, a la Rsazón senador de la República, quien una vez gobernador,

lo llamó para la edificación del Teatro . Es así como, según sus pro-pios anales, llegó a Culiacán el 22 de febrero de 1890, a la edad de 26 años. Como la intención de construir el teatro no había madura-do lo suficiente con los respaldos jurídicos ni económicos, ese pri-mer año transcurrió en indecisiones de parte del mismo Molina, al grado de que retornó a la ciudad de México con la intención de ha-cer su vida allá sumado a una familia de abolengo, como la del ju-rista Ignacio L. Vallarta, lo que no logró. Volvió a Culiacán en 1891 para integrarse definitivamente a la actividad política, social y pro-fesional del villorrio que era esta población, y que no pasaba de los diez mil habitantes.

Aflora con la empresa del teatro la penuria municipal

Molina aparece en actas de Cabildo desde el primer día de enero de 1892 con los cargos sucesivos de síndico, secretario, vicepresiden-te, presidente de la comuna con responsabilidades específicas de su profesión y ya con carácter de Ingeniero de la Ciudad, al tiempo que también fungía como contratista del Teatro Apolo, el que final-mente inició con la colocación de la primera piedra en ese mismo año.

El asunto del teatro mostró de origen un problema económico de las arcas fiscales que mucho se canalizó hacia recursos privados, pero siempre con respaldo directo del Ayuntamiento. Ya al iniciarse el año se hablaba de las dificultades para reunir fondos con extraña-mientos al tesorero municipal por no abonar el pago de la subven-ciòn acordada cinco meses antes (en julio de 1891). Para enero si-guiente la empresa del teatro solicitó al Ayuntamiento se le abona-

Un poeta en la tormenta, un soñador constante, un idealista firme en sus creencias, eso fue Pino Suárez. Entre 1890 y 1894 publicó atildados trabajos poéticos en el semanario “Pimienta y mostaza, y en 1896 publi-có un librito de poemas que distribuyó entre sus ami-gos.En la antología titulada “Trovadores de México”, de Daniel Muñoz y Pérez, impresa en Barcelona en 1898, se incluyeron algunas de sus poesías. En 1905 se publi-có la primera edición de “Melancolías”. La empresa de explotar un rancho azucarero en el sur de Yucatán, el “Pelyuc”, lo llevó casi a la ruina. Allí es-cribió casi todos los sonetos de “Procelarias”. En 1907 regresó a Mérida, empobrecido y triste, y en 1908 pu-blicó “Procelarias”. Allí se detuvo casi por completo su obra poética. La lucha y los deberes cívicos insu-mieron después todo su tiempo.

A continuación se reproduce una de sus numerosas obras:

A LA LIBERTAD

Para Manuel Irigoyen Lara

No eres, ¡oh Libertad!, un nombre vano, ni en vano sirves de pretexto al crimen;que los que al hombre sin piedad oprimen el yugo sienten de tu férrea mano.

Y cual las ondas del inmenso Océano Las multitudes irredentas gimen, Hasta que sopla el huracán y esgrimen Su brazo vengador contra el tirano.

Y ¡ay! De la raza que aguantó el ultrajede llevar en la frente pensadora, de odiosa esclavitud el tatuaje; como el mar en su furia arrolladora, ¡la arrasará con su tremendo oleajeLa Libertad augusta y redentora!

Mérida, agosto de 1907

(Tomado de Crónica ilustrada de la Revolución Mexicana, Editorial Publex)

Ficción o verdad, Sixto Osunadescribió un caso aleccionador

La alienación no tiene cerebros aborrecidos

La vena poética de

José María Pino Suárez

Luis F. Molina, creador indiscutible de Culiacán

Las actas de Cabildo de fin del siglo XIX registran la huella dinámica del arquitecto que, originalmente, sólo venía a construir un teatro

ran un mil 497 pesos 54 centavos para concluir la obra en los plazos y condiciones previstos.

Por su parte, la prefectura presentó un reglamento de teatros y sobre cómo deberán efectuarse las funciones, mucho antes de que hubiera teatro; al tiempo que el Gobierno del Estado le comunicara a Manuel Clouthier, presidente de la empresa, la exención de con-tribuciones directas y municipales por 20 años, y 10 años las com-pañías líricas y dramáticas que hicieran representaciones en este re-cinto teatral.

El propio Molina apunta en su Memoria Hológrafa: “Ya en Cu-liacán se procedió a formar la compañía que había de hacer el tea-tro; se hicieron los estatutos que los formuló el señor Manuel Boni-lla, de acuerdo con el Tesorero General del Estado, señor Gabriel F. Peláez; los socios aportaron el capital y tanto el Estado como el mu-nicipio asignaron una subvención para llevar a cago la obra.

De arquitecto a polifacético funcionario del Municipio

Molina, como activo munícipe, fue alternativa y repetidamente re-gidor, comisionado y a su vez encargado de los Talleres Municipa-les anexos a la cárcel, de las exposiciones, de la limpia de la ciudad y abastos, del alineamiento y apertura de calles, de la mensura, des-linde y expropiaciones de lotes. También fue suplente de Instruc-ción Pública, valuador de la propiedad raíz, constructor y reparador de obras públicas, proveedor de títulos de adjudicación de fincas, in-troductor del sistema métrico decimal y de la Ley del Fiel Contraste (medidas de longitud, peso y líquidos), y propulsor del alumbrado eléctrico público. A él mismo se le comisionó el deslinde de los te-rrenos para construir oficinas públicas municipales en Navolato.

Como urbanista o desarrollador urbano, a Molina se le adjudi-ca la mayoría de las propuestas para la modernidad de Culiacán, co-mo la construcción de plazas, mercados, edificios municipales, obras de contención del río Tamazula, así como la reordenación ur-bana en cuarteles y manzanas, “dando a las calles y fincas clara no-menclatura”.

En el acta correspondiente al primer día de enero de 1894, por ejemplo, se da lectura al decreto municipal de Molina para exentar de contribuciones por cinco años a propietarios de lotes que cons-truyan fincas urbanas “cuyo valor en la Recaudación de Rentas del Distrito no sea menor de un mil pesos”. El objeto de esta propuesta era fomentar la construcción de edificaciones “regulares y decen-tes”, y contribuir así al embellecimiento de la ciudad, Tarea que Mo-lina hizo suya, legándonos, hasta su expulsión por los revoluciona-

rios, el patrimonio arquitectónico que ahora se cataloga como una heredad digna de conservarse y protegerse.

El caso de Molina, como valor excepcional del legado urbano y arquitectónico, aparte de su gran capacidad y sus conocimientos puestos al servicio de la ciudad, en una población con sueños de grandeza como lo era la capital del estado, de población tan reduci-da, resultaba ser casi único en su profesión y con estudios que indu-dablemente rebasaban las incipientes escuelas superiores de la re-gión. Y como tal, los políticos de la época se esforzaron en aprove-charlo al máximo.

* Cronista secretario de La Crónica de Culiacán

Por Adrián García Cortés*