CULTURA POPULAR..docx

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Zcalo, la Villa y anexas.1 ENERO, 1978.Carlos Monsivis.

De cultura popular urbana, industria cultural, cultura de masas y al fondo hay lugar.

Si algn rostro en la dcada de los setentas le corresponde a la ciudad de Mxico -y en buena medida, al pas- se es el de Cepilln, el payaso de la tele. No estoy siendo simblico, ni sobrepongo patticamente un semblante embadurnado e inexpresivo al dramatismo de la crisis econmica y el desempleo, no me abandono al apocalipsis que se alberga en unas cuartillas: tan slo hago un comentario demostrable y cuantitativo. En 1977, la fuerza de los medios masivos de difusin obtiene otra victoria al imponer en un periodo brevsimo a un dolo infantil que es la Presencia Inescapable: de donde queramos, el rostro de Cepilln nos contempla, reduccin al absurdo del Big Brother orwelliano. Como poster o historieta en los puestos de peridicos, vuelto juguete de madera o de trapo en las aceras y en los ofrecimientos estentreos de los subempleados, camiseta triunfalista, anuncio reiterado en los peridicos, nombre propicio para multiplicarse en los apodos o los chistes polticos, leyenda negra de los articulistas concientizados, punto de irritacin programada en las conversaciones de la minora progresista, sitio de confluencia entre la industria cultural y las artesanas del hambre, Cepilln abruma, desconcierta, se adhiere a la memoria esencial de quienes gobernarn o padecern Mxico a principios del siglo XXI y nos abandona en el lugar comn de la queja, el anlisis prefabricado del Sistema o la simple discusin circular. Invento conspicuo de un monopolio, Cepilln es tambin la referencia visual que, al volverse ubicua, nos devuelve a nuestro punto de partida: localizar y exhibir la manipulacin del gusto masivo no puede implicar desconocer su eficacia; la prontitud con la que responde a necesidades fomentadas comercialmente y necesidades reales. Cepilln, producto industrial, es tambin -con lo efmero del caso- una vivencia genuina y un comentario marginal y anecdtico (pero insistente) sobre la crisis actual del Estado mexicano. Aviso al populismo compasivo: el xito de Cepilln no es un juicio sobre el pueblo mexicano. Es, s, una demostracin de las virtudes de la industria cultural no prevista por Herclito: si la campaa publicitaria es adecuada y el producto en venta tiene los requisitos indispensables, todos se baarn varias veces en el mismo ro.

Definiciones provisionales. Trese el envase.

Qu nombre darle: cultura popular urbana, industria cultural, cultura de masas? En la bsqueda del trmino ms apropiado se interpone el vocablo popular y sus cargas previas, entusiastas, denigratorias, heroicas o demaggicas. De acuerdo a la tradicin de la alta cultura, lo popular es lo deleznable, la materia prima de concesiones y vulgaridades, el extravo del mal gusto y la ferocidad retentiva del analfabetismo. Para el lenguaje oficial, lo popular ha sido otro de los adjetivos aplicables a su audiencia: inmediata y remota, acarreable e invisible, entusiasta y popular. Desde la disidencia, lo popular es la voluntad mayoritaria, aquello que se eleva como muro ante el colonialismo y la explotacin capitalista.

Al lado de estas versiones de lo popular peyorativas o condescendientes, aun utpicas o entraables, aparecen diversas posibilidades interpretativas. Elijo una de ellas, como hiptesis rudimentaria de estas notas: entiendo por cultura popular urbana aquellos elementos (ideologa, fenmenos individuales, situaciones tpicas, repertorio de dolos, acervo de lugares comunes, lenguaje compartido, seales de identidad, perspectivas para entender y vivir lo cotidiano, etc.), integrados orgnicamente a la conducta y/o a la visin de las clases mayoritarias. No hace falta decir que no lanzo un juicio de valor: hoy en Mxico casi todo lo uncido al membrete cultura popular proviene de la manipulacin y de los intereses y exigencias colonialistas.

Si se entrecomilla cultura popular es para insistir en su origen artificial y su condicin mediatizadora y envilecedora. Sin embargo y por lo mismo no es posible ni resulta til negarle a esta industria sustento e influencia masivas. A esta cultura popular me referir, ante la todava comprobable ausencia de la otra, ya sin comillas, aquella definida por su papel activo en la lucha de clases, como suma de formas artsticas y culturales de la resistencia poltica y social. Un movimiento obrero independiente muy reducido y la escasez notoria de mecanismos crticos y autnomos de difusin ideolgica, suelen confinar esta segunda acepcin de cultura popular al territorio de las actividades (avergonzadamente) literarias de la clase media radicalizada, que suele asumir sus gustos o -no pocas veces- su sectarismo como toda la cultura que existe, as nadie ms lo haya advertido.

Del albur como joycismo que se ignora.

La Revolucin Mexicana -el conjunto de fenmenos que ese trmino engloba y cie- reconoce en el teatro la tradicin popular por excelencia y lo utiliza como gran vehculo difusor. Durante los tres siglos virreinales, la religin y el poder espaol han sido los ejes del espectculo y la plebe se ha beneficiado de las grandes festividades religiosas y polticas, del Nacimiento del Nio Dios, la Crucifixin de Nuestro Seor, la llegada del nuevo virrey o la quema de incrdulos, acontecimientos que solicitan el estallido de cohetes, la exhibicin de pompas y la reunin de multitudes. En cierta medida, la primera nocin de cultura popular no slo se da a travs de las grandes concentraciones; de hecho en el virreinato, cultura popular es concentracin masiva. La tradicin se contina en el siglo XIX: cultura popular es, a la vez, el espectculo y quienes lo observan las grandes entradas de los caudillos y el ascenso en globo; el circo y los juegos de azar; el teatro maloliente de barrio y la pintura de las pulqueras; el asesinato como una de las bellas artes (Posada dixit) y los azules retratos verbales a los cuales deben ajustar su trato y su vestuario los miembros de los gremios aludidos. Este doble espectculo -lo contemplado y quienes contemplan a quienes lo contemplan- es en 1910 la herencia visible de los capitalinos.

El punto de partida del entendimiento de reglas y condiciones de la cultura popular urbana es la cuanta del analfabetismo. La Revolucin Mexicana se hace en un pas de iletrados que slo reconocen como suyos sonidos e imgenes y que atienden religiosamente a las palabras. (En su discurso -dice Martn Luis Guzmn al describir en La sombra del caudillo la oratoria de Axcan Gonzlez- no vivan los conceptos: vivan las palabras como entidades individuales, estticas, reveladoras de lo esencial por la sola virtud de su accin inmediata sobre el alma; y viva con ellas cuanto les formaba marco en la persona del orador).

Imgenes y sonidos. Por eso, el teatro de carpa, ese rudimentario music-hall o vaudeville es el espacio de fusin y creacin espontnea de la nueva sensibilidad urbana (hambre sexual y rencor social incluidos). Lo primero es reconocer en un escenario la presencia de un pueblo dndole cauce a sus obscenidades e inocencias y auspiciando el desfile de sus tipos y arquetipos ms logrados. Esta etapa, por as decirlo experimental, de la cultura popular dura apenas unos aos, incluye declaradamente en el muralismo, aprovecha el mpetu revolucionario para cuajar un habla y una nueva psicologa social y, al sobrevenir el adecentamiento institucional (y su pequea consecuencia especfica: la censura en el teatro) se ve sucedida por la voluntad de las clases dominantes que, en lo sucesivo, querrn estipular las formas y los mtodos de la cultura popular.

Con sentido de oportunidad, en el mbito de la calle, algo se va formando cuando una visin tradicional (reflejada y perpetuada en obras del siglo XIX como Astucia de Luis G. Incln y Los bandidos de Ro Fro de Manuel Payno: la cultura de un Mxico mestizo, de pretensiones criollas y nostalgias hispnicas) va desapareciendo por estar ligada, consustancialmente, a formas sociales desvencijadas o agnicas. Sin prestigios de ninguna ndole, advertida nicamente como golpes de supervivencia y desafo de la gleba, esta primera cultura popular puede describirse con sus elementos insoslayables: improvisacin belicosa, sentimentalismo sin disfraces, creencia en las observaciones materialistas, repeticin interminable de los hallazgos.

Ante el aislamiento perdurable de regionalismos y localismos, esta cultura popular; urbana se ofrece para cohesionar a la recin existente sociedad nacional. A ello, la lite opone un lenguaje enaltecedor y prestigiador, el nimo de salvar una tradicin y el desnimo irritado ante las nuevas demostraciones del gusto y la sensibilidad del populacho. Inevitablemente, la alta cultura persiste en su condena absoluta: lo popular no solo no existe, tambin degrada y se agrega a las instituciones represivas que, a quien no goza de sus beneficios, le ratifican a diario la noticia aplastante: tu ignorancia es el principio y el fin de tu inmovilidad social. Los dueos autoproclamados del humanismo y el temperamento clsico slo por frivolidad o condescendencia se enteran de lo que acontece en las mrgenes. Cmo si no? Aceptarle a las masas mritos de cualquier ndole es recortar distancias y disminuir el peso de la intimidacin. Al fin indefensas tambin y acorralarlas en su respuesta a lo popular, las lites culturales transitarn de la ignorancia a la indiferencia al recelo al desdn a la agresin a la sospecha apocalptica a la rendicin agraviada y al desconcierto de hoy.

II.

La construccin de la nacionalidad.

Las grandes batallas del nacionalismo como ideologa de masas se libran en el espacio que inaugura el triunfo histrico de los constitucionalistas y que amplan a diario en la capital de la Repblica las diversas culturas populares. Para las mayoras, el nacionalismo no es slo la vestimenta oficial del Estado; sobre todas las cosas es una identidad rpida que le da unidad a todos los fragmentos de su comportamiento y de sus diversiones. Si para los porfiristas ser mexicanos ha sido una condena, para estas masas la nocin de mexicanidad equivale al ofrecimiento simultneo de un espejo y un destino. Suspendido ferozmente por el porfiriato, el nacionalismo regresa con violencia y, al atemperarse, va aclarando sus confusiones doctrinarias ofreciendo de frente y a trasmano modelos de conducta. Por eso, la cultura popular en las grandes y medianas ciudades del pas es, por un lado, la diversin, y por otro, las promociones tericas para muy nacionalistamente, armar y justificar comportamientos.

Paso fundador de la cultura popular: la entrega a domicilio de una psicologa nacional. El mexicano es y las canciones, las reflexiones editoriales, el teatro y muy pronto la radio y el cine se apresuran a responder: es irresponsable, querendn, lleno de cario filial bravero, suicida, holgazn, borracho, sentimental. (La mexicana, en su ocasional turno, es la suma de virtudes que nunca deben salir a la calle). Tal administracin sistemtica de la psicologa nacional organiza los espectculos y dispone las vas de entretenimiento. Hay que divertirse como mexicanos. Auxiliadora, la alta cultura promulga tesis que se prestan admirablemente a su escenificacin. El filsofo Samuel Ramos dice: El mexicano tiene complejo de inferioridad y los cineastas le agregan al dictum personajes humildes y minivaluados, digamos Kid Terranova (David Silva) en Campen sin corona de Alejandro Galindo o Lorenzo Rafail (Pedro Armendriz) en Mara Candelaria de Emilio el Indio Fernndez. Los psiclogos argumentan: El mexicano es macho por naturaleza y la afirmacin es sazonada acto seguido con las presencias flmicas de Jorge Negrete y Pedro Infante.

Por lo mismo, una encomienda de la industria cultural ser neutralizar primero y eliminar despus la carga poltica y emocional del fenmeno de la Revolucin armada. El Estado, atento a la institucionalidad, no se preocupa demasiado de lo que, fuera de las fechas consagradas, opinen las masas del origen histrico de sus gobernantes. Al respecto, Vasconcelos como Secretario de Educacin Pblica hace un esfuerzo por identificar a la Revolucin no con un movimiento que derroca a un dictador sino con el humanismo de la creacin renacentista y el humanismo de las misiones franciscanas. Los pintores muralistas exaltan a los ejrcitos campesinos, pero el cine con rapidez aprovecha estos hallazgos, atropella los escasos intentos gubernamentales y vuelve show y melodrama el fenmeno revolucionario, gracias sobre todo al filn pintoresco descubierto en figuras como Pancho Villa.

A partir del gobierno de vila Camacho se anhela -sin as decirlo- una despolitizacin programada y si al Partido de la Revolucin Mexicana se le encarga la prctica, al cine -como en su turno a la televisin- se le encomienda la ideologa multitudinaria. La raz temtica: el chantaje sentimental fundado en la premisa el pueblo siempre tiene la razn mientras esta razn sea abstracta y declamatoria. Las conclusiones deciden el tono y el orden de las imgenes: los pobres siempre son mejores que los ricos, aunque los ricos tienen en el fondo buen corazn. Es preferible vivir feliz y en la pobreza, que millonario y en la soledad. El pueblo es bueno y combati en la Revolucin porque deseaba mejorar su vida, pero no es vengativo ni cruel cuando est sobrio. Este populismo indigente exalta e inventa a la masa, la despoja de cualquier conciencia vindicatoria, de cualquier asomo de violencia justa. Esto implica rendicin y acomodo ante las necesidades y enconos del desarrollo capitalista. Si se aborda el tema de la Revolucin Mexicana se deber mostrarle como intuicin brbara y soez o demagogia alucinada. El revolucionario aprovechar los rasgos profesionalmente sdicos del Indio Bedoya que mata para no perder la puntera o ser un personaje del Indio Fernndez que declama cualquier pgina de un libro de enseanza primaria. Por lo mismo, el espritu revolucionario equivaldr al saqueo y la destruccin, pasos fuertes sobre las baldosas, voz enrgica que ordena un fusilamiento, gritos de mujeres y hachazos contra el piano, mientras una estatua de Minerva es derribada por un lazo antihelnico. La Revolucin es el toro en la cristalera, la barbarie detenida por la llegada de las instituciones que se dan tiempo para jubilar al revolucionario que lo fue por rencor personal o imposible romanticismo.

El Estado consiente y utiliza tal parodia de su proceso generador y le confa a la industria alisar el impulso subversivo volvindolo grandilocuencia o depredacin. Del partido en el poder no surge ninguna forma de cultura popular (excepto a contrario sensu como parodia o como divulgaciones privadas del estilo de la corrupcin que termina siendo practica social y cultural). En el discurso, la forma masiva de divulgacin de ideas estatales, lo que se intenta es hacer alta cultura, que se deje or bien, que se advierta la calidad literaria (aunque obligadamente no se comprenda). Incluso el discurso agitativo no es plenamente eficaz sino acude tambin a lo incomprensible, a las referencias barrocas o las denuncias retricas. Los polticos slo admiten lo popular si se atava de pica del anonimato, donde las mitologas se mezclan y el Prometeo desencadenado, la Venus seducible y el Zeus cisnificado al acecho de Leda se confunden, curiosamente, con la misma intransigente Revolucin Mexicana.

III.

La radio y el uso del nacionalismo.

Un ejemplo ineludible de este proceso que usa a la cultura popular para industrializar el nacionalismo (como despus acudir a ella para acelerar la desnacionalizacin) es el de la radio. El 18 de septiembre de 1930 se inaugura la XEW (la Voz de la Amrica Latina desde Mxico) empresa de Emilio Azcrraga Vidaurreta. La radio perfecciona y difunde masivamente lo ya contenido en la cancin y el teatro frvolo: la idea no de nacionalidad sino de las formas de resentirla. Previendo el sentimiento de nacin, se configuran sus respuestas tpicas, sus estmulos pavlovianos que el mariachi o el recuerdo de la adltera o la mencin de la Patria Chica desencadenarn. Teoras implcitas: sin pintoresquismo no la hay historia. La identidad nacional no es una teora sino una prctica del tiempo libre.

El pueblo se va agregando a la sociedad a travs de su recepcin pasiva e idoltrica de los medios masivos. Lo mexicano (Lo Nuestro) corre a cuenta ya no de acciones polticas sino de canciones, radio, cine y teatro de revistas.

La cancin ranchera: Esquilo en la sinfonola.

A partir de los treintas la radio, con su dieta de msica puntuada por una incesante publicidad comercial y/o poltica, divulga en forma ptima la bsqueda del punto de fusin entre la cultura tradicional y la nueva sensibilidad urbana; punto de fusin al que se expresa, por ejemplo y de modo esclarecido, en la cancin ranchera (y variantes como el bolero ranchero) que asumen de la cultura tradicional sus identificaciones regionales agregndoles una visin predestinada de las relaciones humanas y la mitologa del desencuentro amoroso como excitacin vital. Qu ha sucedido? El nacionalismo cultural se debilita y recae en el pintoresquismo o la confeccin de un pas tambin llamado Mxico que se construye en sets cinematogrficos, estudios radiofnicos y cabinas de grabacin. Por eso el mayor xito del nacionalismo cultural vuelto melodrama es la cancin ranchera que recoge el espritu narrativo del corrido, lo esquematiza y recrea como monlogo desesperado y le aade la pedagoga de la cancin romntica.

En 1938 (aproximadamente) don Gaspar Vargas funda el Mariachi Vargas. Tecalitln, Jalisco, sede natural de este grupo, lo ve partir a fines de los veintes rumbo a la ciudad capital. Los instrumentos primitivos del mariachi: dos violines, una vihuela chica, un guitarrn de golpe, arpa y tambora. El conjunto y la vestimenta atraviesan por una sofisticacin paulatina (The Mariachi goes to Hollywood), se suprime la tambora, se elimina el arpa, se introducen guitarras -segn la leyenda, a sugerencia del propio Azcrraga- se agregan las trompetas, elemento indispensable para la hazaa del dolor exhibible y gozable. El mariachi organiza la primera pica de la cancin popular: la irrupcin agresiva de una nacionalidad que se va urdiendo entre altaneras musicales y descripciones costumbristas, al vencer subliminalmente la incredulidad de sus oyentes

La desolacin prefabricada: la letra de la cancin ranchera describe un proceso (informa) y ofrece la leccin de una conducta (forma). Tema: Me cans de rogarle y acto seguido, el drama y la moraleja. Proceso: a) relato de abandono: Por tu amor que tanto quiero y tanto extrao; b) quiebra existencial y gana de autodestruccin: Que me sirvan otra copa y muchas ms; c) ilustracin de una actitud ejemplarizante: Que me sirvan de una vez patodo el ao; d) insistencia teolgica: Que me pienso seriamente emborrachar. Las relaciones humanas: amalgama del destino fatal, la maldad inherente encarnada en las mujeres y la debilidad del machismo. Destino manifiesto de la cancin ranchera: no indicar filiacin alguna conducta con el campo (el rancho), no atestiguar las races agrcolas de este pas y esta sociedad sino declarar el estado primitivo (campirano) de nuestras reacciones ms intransferibles las que brotan en el ruido, la ruptura, el fracaso: las que permiten y exigen gritos azuzadores en la noche de juerga; las que oficializan y vuelven rescatable -as sea a travs de la autocompasin- el real e inventado desastre personal, las que entregan la hermosa sensacin de disponer de los hermosos sentimientos de la derrota. (El habitante de la cultura popular acude a las emociones como el snob a los museos.)

Para los transmigrados en el DF estas vivencias provincianas evocan situaciones mticas cuya estabilidad y armona social han de contrarrestar, en la imaginacin del oyente, la opresin visual y psicolgica del medio urbano (medio que, de cualquier modo, es advertido como un domicilio completamente utilitario).

IV.

Ratificaciones y continuidad.

A la tecnologa la clase en el poder le agrega estentreamente su cauda de mensajes. Una transformacin cultural enorme y profunda se da a fines de la dcada del veinte con la instalacin de las radioemisoras y a principios de los treintas, con la dictadura de las compaas grabadoras y el cine sonoro. Gracias a las innovaciones tecnolgicas, el proceso de dominio poltico e ideolgico va desplazando los restos de una tradicin criolla e hispnica y reprime o asla los intentos de mantener distancias y preservar costumbres. El rpido crecimiento de esta industria cultural le ofrece al vigoroso analfabetismo real y funcional de Mxico las oportunidades de divertirse, la identidad urbana y nacional a bajo costo y la variedad de compensaciones y estmulos sentimentales que diversifiquen una vida de humillacin y explotaciones.

Los modelos que se importan y se imitan son los norteamericanos; los primeros socios que se buscan para construir la industria cultural son norteamericanos. De all vienen las tcnicas y los esquemas, y por ejemplo, el smbolo nacional por excelencia, Jorge Negrete, no es sino una adaptacin evidente del cowboy cantante en el estilo de Gene Autrey o Roy Rogers. Sin embargo, la industria cultural en ocasiones muestra una vitalidad insospechada y asimila y nacionaliza a sus modelos, produciendo obras que si expresan genuina y creativamente a una colectividad. Ejemplos: parte importante del cine de los cuarentas, algunos compositores de msica popular, algunos autores de comics (Los supersabios de Germn Butze, Rolando el Rabioso de Gaspar Bolaos, Los superlocos y La Familia Burrn de Gabriel Vargas).

El nico compromiso de la cultura de masas con la sociedad (las mltiples sociedades) donde ejercer su influjo es respetar la ley suprema de las ratificaciones. Se modificarn los gustos, se trastocarn los estilos de vida, pero se ratificarn las convenciones supremas, la Esencia del Pueblo Mexicano (esto es, las tcnicas ms probadas de control). Se ratifican impulsos, leyendas, gneros. Entre los principales:

a) El melodrama. Como explicacin general de la realidad se le propone al pueblo -y ste lo acepta, ante la Variedad de Alternativas- el melodrama, una visin del mundo acorde con la ortodoxia familiar, la disolucin lacrimosa de cualquier impulso trgico o satrico. No hay explotacin laboral, hay mala suerte; no hay despojo y saqueo, hay el dolor del valle de lgrimas, no hay la comedia involuntaria de la clase en el poder, hay costumbres distintas. Rer llorando. El melodrama es la ms convincente explicacin despolitizada del universo: todos hemos nacido para el dolor; quizs, en la apariencia, los ricos se duelan menos, pero por dentro, estn solos y destrozados. Vnculo familiar, es tambin solicitud de ingreso a la nacin (quiero sufrir para pertenecer) y, por lo mismo, proceso de catarsis al mayoreo (con descargas emocionales aptas para todo pblico). En el melodrama se conjugan la impotencia y la aspiracin heroica de una colectividad sin salidas pblicas. Como corresponde, el abismo tico es elemental: o la luz o las tinieblas, no hay matices ni gradaciones. La complejidad de juicio es imposible e indeseable: los buenos y los malos deben serlo estentreamente porque la industria cultural se hace a ras de la tierra, teniendo como lmites precisos y monstruosos el cielo y el infierno, el limbo y el purgatorio. Prevalece un catolicismo fcil, de perdones, de milagros que se multiplican como si fueran milagros.

b) El machismo. Lo hoy denominado sexismo es, primero, en canciones y pelculas y mitos cinematogrficos y obras de teatro y radionovelas (y despus en telenovelas y fotonovelas) la clave para afirmarse, sin pena, en la condicin de explotados. El melodrama es el proceso educativo de este machismo, que ve en la doble explotacin laboral de la mujer la gran compensacin de cualquier mal, y por decisin divina inclusive, y que se afirma en su polaridad. En un extremo, la vileza social de la prostituta; en el otro, la abnegacin callada de la mujer legtima. Indefenso y expoliado, el macho de clases populares llega a su alcoba para sentirse, por primera y nica vez en el da, el patrn.

c) La zona sagrada. Un espacio de excepcin, una zona relativamente autnoma a lo largo del siglo es la de creencias o mentalidades populares, cuya raz dual es el fanatismo y la indefensin, la religiosidad que se confunde con el instinto de sobrevivencia, la supersticin que insiste en ignorar su descrdito cientfico. Tal zona hegemnica, que persiste a lo largo de vuelcos y dictaduras del gusto, se concentra en un punto, la Virgen de Guadalupe, con su carga de reivindicacin racial y de fenmeno rigurosamente nacional. Militarizado o politizado, el guadalupanismo le servir a movimientos diversos que van del cura Hidalgo al obispo Mndez Arceo a Csar Chavz. En su dimensin laica, ser una manera de afirmar, a la vez, la religiosidad y la nacionalidad. Existes, Virgen, gracias a nosotros y nosotros existimos gracias a ti. Rezarte es invocar favores al cielo y sabernos mexicanos.

La industria cultural respeta estas creencias para mejor aprovecharlas. Elige un centro ceremonial, el cura, que somete en su torno las apetencias y disidencias colectivas. Promete y cumple el castigo para quienes transgreden las Leyes Morales y decide invariablemente el fin trgico o pattico de quienes, sin arrepentirse o hacindolo tardamente, se han apartado de la norma. Con ello no se evita ni se previene pecado alguno pero se guardan las apariencias y la industria cultural acrecienta sus buenas relaciones con la Iglesia.

d) La moral desexualizada. No los toquen ya ms. As son la familia, la propiedad privada y el Estado. As es, tambin, inalterable, la hipocresa moralista. La cultura de masas debe acatar las prohibiciones acumuladas y suprimir toda referencia natural o encomistica a la vida sexual. Prosigue la consigna del siglo XIX: ya que no podemos hablar de sexo, hablemos de prostitutas. Tema e imgenes alternativas, los de la prostitucin infestan la cancin, el cine, los melodramas radiofnicos y significan, en la cultura popular permitida, la nica posibilidad de acercarse al tema de la represin sexual. (En los setentas, la ya incontenible liberalizacin hace proliferar escenas sexuales, desnudos femeninos y malas palabras. La nueva consigna: ya que no podemos hablar de poltica, hablemos de sexo.)

Por otro lado, la relativa pero intensa libertad sexual se localiza en el baile y sus descargas erticas. En el virreinato, por ejemplo, se prohbe el chuchumb, recuerda Salvador Morales, por escandaloso, obsceno, ofensivo para odos castos, que se baila con meneos, manoseos y abrazos a veces barriga contra barriga. Las pulqueras, a mitad del siglo XVIII preceden a las cantinas en la difusin de la msica popular. Condenados por el clero que los ve como imagen e idea viva del infierno estos tugurios demonacos permiten el baile de sones, gnero infernal que las autoridades civiles y eclesisticas contrastan con el jarabe, bailado por parejas pudorosamente separadas. En el siglo XX, los salones de baile se encargan de esta vanguardia. El 20 de abril de 1920 se inaugura en las calles de El Pensador Mexicano el Saln Mxico, que entroniza el danzn, baile de explosin sensorial, estilo sexual en s mismo, reconocimiento socialmente aceptado de la fusin de los cuerpos que cambia las formas de ligue ertico en los barrios.

A lo que conocemos como msica tropical, desde su origen en Cuba o Colombia o Puerto Rico hasta su asimilacin y xito sostenido en los dems pases latinoamericanos, la lite la califica de inmediato: corriente eminentemente popular y localiza los sentimientos que suscita en la zona (difusa y en penumbra) de los instintos. Te ubiqu para expulsarte: nadie puede entregarse a la vitalidad del instinto sin descender a lo popular (el pueblo carece de educacin y control). Las energas erticas que desate el baile, son conjuradas de inmediato por la censura. La nocin de decencia es el rbol totmico alrededor del cual se mueven las decisiones de reprimir cualquier manifestacin espontnea. Se estimulan las Zonas de Tolerancia rituales: el saln de baile (bajo control) y el carnaval (cada ao). Fuera de ellos, el abandonarse a la msica tropical es prueba durante muchos aos de incontinencia social, de lo que hoy sera la lumpenizacin .

e) El antintelectualismo. Si la alta cultura repudia burlonamente (en el mejor de los casos) a los productos del vulgo, la cultura popular contesta afirmando el prejuicio del intelectual como aptrida, ajeno a los gustos y emociones del pueblo. El antintelectualismo de la cultura popular expresa a un tiempo el desdn y el miedo de los manipuladores y el rencor y la admiracin de las mayoras frente al conocimiento.

V.

Las culturas dominadas y la televisin.

En las dcadas del treinta y el cuarenta, el cine y la radio se distribuyen la nueva uniformizacin nacional que, sin cesar, va asimilando y destruyendo, al tipificarlas, las innovaciones populares. El gusto masivo se decide en los estudios de cine y en las cabinas de grabacin, la XEW inventa el romanticismo proverbial y el sabor infalsificable de lo autctono. El cine en especial introduce grandes variantes y las legitima insistiendo en su condicin tradicional. Sigue manifestndose la fragmentacin de la sociedad nacional: hay tantas culturas populares como regiones, y es muy distinta la recepcin en Chiapas o en la frontera de un cmico urbano como Cantinflas. Desde los treintas se inicia el proceso de aplastamiento y virtual extincin de las culturas dominadas, proceso que incluye la formacin y consolidacin de monopolios radiofnicos, monopolios de la industria del disco, ideologa de la reaccin transmitida y encumbrada a travs de gneros y mitos cinematogrficos, triunfo multimillonario de las industrias del comic y la fotonovela, exaltacin de los dolos deportivos (sobre todo del futbol sccer) como los ltimos hroes patrios. Este aplastamiento o relegamiento de las distintas culturas populares en Mxico no es advertido por quienes conciben a la campesina y a la indgena como a las nicas culturas populares. Tal desaparicin, por otra parte, coincide puntualmente con el primer auge del desarrollismo, en la segunda mitad de los cuarentas. La invasin colonial va degradando las concepciones culturales de obreros y campesinos, uniforma las reacciones de las clases medias y cambia, primero paulatina y luego velozmente, a la ideologa nacionalista por otra, derivada de la fe utpica en los beneficios del capitalismo. A la visin nacionalista se le opone ya (sin que el Estado aparente darse por aludido) una manipulacin comercial que ve en la poltica la fuente de todo mal y que fomenta el anticomunismo como reaccin irracional de miedo al porvenir.

El imperio de la televisin.

El principio: la norteamericanizacin cultural (no la inevitable influencia de la tecnologa, sino el aparato de penetracin ideolgica) ya no afecta slo las lites; ahora, acepta discreta y slidamente por el Estado, va amplindose a diario para incluir a sectores enormes. El punto de arranque la instalacin del primer canal de televisin (el 4) en septiembre de 1950) con la sintomtica transmisin del Cuarto Informe del presidente Miguel Alemn que inicia la segunda gran unidad del siglo mexicano. El 21 de marzo de 1951, el canal 2. Al principio la TV atrae por los espectculos (los toros, el futbol, las maanitas del 12 de diciembre en la Baslica) y -a imitacin del radio- por su atenta docilidad a lo que triunfa en Estados Unidos: programas de animadores (Ed Sullivan es prontamente imitado por Paco Malgesto) lucha libre, teleteatros (que derivarn en la institucin de las telenovelas), Shows folclricos, series seudofilantrpicas como Reina por un da.

A partir de 1950, la vida familiar se organiza en torno a las premisas y las conclusiones de la TV. Al instalarse la televisin en Mxico, se trastocan las reglas del juego y la manipulacin industrial decide, ya sin rivales al frente, las formas y los mtodos de la cultura popular urbana El colonialismo se impone y, desde ese momento, las culturas dominadas (las barriadas o el movimiento obrero que haban llegado a consolidar en el siglo XIX una fuerza de difusin considerable) se ven golpeadas en poder de conviccin e impulsos de preservacin y se desmoronan con mayor rapidez que sus correspondientes en las zonas rurales. Este hecho -el marginamiento y la continua evaporacin de tradiciones y expresiones de una cultura popular de origen hispnico e indgena- se inscriben en la gran ofensiva del colonialismo cultural aunque tambin revela la influencia mundial, casi omnmoda, de los productos industriales norteamericanos y la propia debilidad histrica de las formas sojuzgadas. Lo anterior, debido a que el colonialismo -de signo sucesivamente hispnico, francs, norteamericano- no permite, del virreinato al siglo XX, un desarrollo vigoroso o conveniente de las expresiones artsticas surgidas del proceso orgnico de las clases populares. El proyecto ideolgico dominante desplaza y oprime los intentos de mantener tradiciones regionales y nacionales, de proponer una singularidad cultural y artstica.

Atenta a sus reglas de juego la televisin comercial va cumpliendo sus encomiendas: divulgacin y exaltacin del colonialismo cultural, distribucin de los esquemas del consumismo, ordenamiento de modas, creacin de ideas sociales sobre la niez, la adolescencia, proteccin a la familia, reverencia del poder, odio a lo diferente. Si la influencia de la TV es internacional, la variante local es el desplazamiento de las nociones de identidad nacional y del centro rector de las ideas de tradicin y pertenencia comunitaria, que ahora se concentran crecientemente en la zona intermedia de la televisin, la radio, el cine, los discos y la prensa.

De modo creciente, la televisin se torna al igual que el concepto de subdesarrollo, en la fatalidad. Hay subdesarrollo porque lo hubo y, de modo similar, la influencia de la TV es poderosa en extremo porque el subdesarrollo existe. Vocacin circular de las justificaciones de la impotencia: la TV gobierna nuestras vidas porque vivimos en un pas capitalista. Sin embargo, y necesariamente, la televisin es tambin un formidable instrumento de modernizacin, de sbita incorporacin cultural de masas marginadas. En provincia, la llegada de la TV rompe esquemas, precipita el fin de un tipo de cultura feudal, renueva modelos de comportamiento: hace avanzar a pesar suyo a colectividades estancadas, a quienes el impacto de la tecnologa conmueve.

El fenmeno es complejo. La TV forja prestigios y determina (por ausencia) la falta de prestigio. El lenguaje nacional es una acumulacin renovable cada dos aos: el repertorio de locutores y periodistas deportivos/ los clichs del melodrama radial, televisivo, cinematogrfico y fotonovelstico/ el idioma de la publicidad/ los lugares comunes de la prensa/ los slogans del PRI/ las frases recurrentes de los cmicos. En 25 aos, la televisin mexicana ayuda decisivamente a diluir el nacionalismo cultural (incluso, y no tan paradjicamente, mediante el homenaje a ultranza). Lo que el cine comenz, la TV lo culmina: el nacionalismo cultural y el chovinismo arriban a sus parodias voluntarias e involuntarias en programas como As es mi tierra y el pblico se acostumbra a considerar las manifestaciones nacionalistas como propias del show.

La TV: en todo el pas millones a la espera de un entrenamiento que les llega severa, cuidadosamente controlado. Cul es el pblico de la TV? A los ya conocidos hay que agregar un mercado cautivo, el lumpen, en las mrgenes de la sociedad industrial, siempre disponible como sector de servicio flotante, le atae tambin su situacin (los orgenes rurales ms estrictos) a la sociedad de (casi) consumo en cuyo sirviente se transforma. Muchos de estos lumpen viven de las actividades perifricas de las clases medias y su situacin se refleja en la msica que escuchan, los entrenamientos que persiguen, la autodeprecacin y la atmsfera recorosa; que caracterizan su lenguaje y los films y telenovelas a los que se someten sin cesar.

En cualquier orden de cosas, los medios masivos suelen ofrecerle al mexicano una imagen de s enraizada en la pasividad (o la inferioridad) y en la servidumbre ante los representantes del orden imperante. La ciudad de Mxico, tradicional fortaleza clasista, se enfrenta de modo creciente a la amenaza de hordas depredadoras de la periferia y a las clases dominantes les importa sobremanera extender su aparato ideolgico para cubrir a los grupos excluidos de la unidad cultural de la Nacin ampliando as una funcin hegemnica que racionaliza represiones ms directas. Un punto de partida de la nueva conquista: Las ligas tradicionales entre el inmigrante rural y su familia y su pueblo, son para ste una identificacin ms vigorosa que cualquiera desprendida de la cultura urbana. Para el inmigrante, el contacto -lo ms persistente posible- con ambos elementos (familia y pueblo) es con frecuencia el punto social que alivia el shock cultural en que lo sumerge el crecimiento de una sociedad de masas y la proletarizacin de su sector, el agrcola.

Al ser mnima o casi inexistente la participacin de las clases explotadas en el proceso educativo, los medios de comunicacin sirven a un propsito directo: popularizar las explicaciones de la clase dominante. Recompensa: la influencia casi omnmoda. Con la garanta de un vastsimo sector analfabeta, la mayora de los peridicos y revistas, fuerza significativa de cohesin social, acta elaborando cualquiera que sea su poder de movilizar actitudes pblicas- versiones de acontecimientos nacionales y mundiales, sin dejar de subrayar de continuo las relaciones entre la cultura nacional y sus metrpolis. En este panorama, la fuerza esencial de la televisin apenas si necesita comprobarse: tambin en las zonas marginales proliferan los aparatos de TV. Nmeros antroplogos lo han reiterado: los pobres urbanos aspiran no a una identificacin proletaria sino a un futuro de consumidor. Su conciencia de clase se evapora y se trueca por una suerte de conciencia consumista, de instintos fundamentalmente adquisitivos y competitivos. En lo bsico, la red de instituciones de la industria cultural funciona para movilizar el apoyo popular no tanto para ratificar sus prejuicios sociales, como para refrendar la estructura misma del clasismo.

Los medios masivos actan provocando el cierre de filas en torno a una sola ruta ideolgica. Para ello, desbaratan o clausuran las dems corrientes en el espacio donde la (autoproclamada) sociedad de consumo se encuentra con la sociedad tradicional. Un ejemplo entre muchos: el tratamiento usual del problema indgena en los mass-media, que adopta la perspectiva europea o norteamericana e insiste en las descripciones exticas (las culturas extraas y ajenas), reflejo de la actitud metropolitana ante los pueblos nativos explotados.

Quin consume y qu debe entenderse por cultura en la catstrofe urbana (el fracaso del liberalismo, los brbaros a las puertas de Roma?). En La respuesta debe incluirse forzosamente la debilidad distributiva de la poltica cultural del Estado, incapaz de contener o de plantear una alternativa ante la abundancia irrefrenable de la industria cultural o subcultural.

La poltica estatal.

El Estado que emerge de la Revolucin necesita, al tiempo que se legitima interna y externamente, ampliar las perspectivas culturales de su clientela principal y sus clientelas secundarias. lvaro Obregn, as jams lo verbalizase de esta manera, supo lo anterior y de all su apoyo decidido al programa de su Secretario de Educacin Pblica Jos Vasconcelos. Al mostrarse como irreversible la legitimacin se abandonan los cuidados paternalistas. Ya en la campaa alfabetizadora de los cuarentas, por ejemplo, lo que importa es el acto ritual: que se exhiban las estadsticas de la alfabetizacin y que los alfabetizados ejerzan su nueva aptitud como puedan. Desde los treintas, y pese a los esfuerzos de Crdenas, la iniciativa privada se va ocupando de la educacin de las masas. Notable paradoja: el culto religioso por la educacin se incrementa desmedidamente, pero el Estado no se inmuta ante el omnmodo analfabetismo funcional. El antiguo punto cultural de unin (La Historia Patria) deja de significar y, casi literalmente, el Llanero Solitario y Toro (como despus Batman y Robin) sustituyen a Hidalgo y Morelos. Ya a fines de los veintes las tiras cmicas dominan la imaginacin infantil. El Estado contempla de lejos la cultura de masas y no logra sustentar las proposiciones de la alta cultura, atenindose a partir de 1940, a una relacin mecnica entre el desarrollismo y el boom de una cultura media, desvitalizada y colonial. Las tcnicas de dominio en poltica (destruccin de la imaginacin critica, organizacin) de un saqueo y un enloquecimiento semntico permanente, etc.) las complementa la nueva concepcin de la cultura de las clases medias (idoltrica, reverencial y epidrmica) lo que termina en estos aos recientes con el triunfo opresivo de la industria televisiva. Ante la sacralizacin de la TV, el Estado emite gestos concernidos o, en verdad, suele desentenderse (la tecnologa vence a la poltica) permitiendo que en muchos sectores el chiste inicial se torne teora: Televisa, el monopolio de TV, es la verdadera Secretara de Educacin Pblica. Ante esta conquista fulgurante la alta cultura tradicional opone su estancamiento y merma, su renuencia ya intil a usar formas populares porque contravienen la esencia de su trabajo. La izquierda ilustrada se refugia en las nociones denunciatorias de manipulacin y enajenacin ejerciendo fugaz o precariamente su poder de creacin de alternativas. Excepcin que puede crear regla: el cine documental: Jornaleros de Eduardo Maldonado o Mezquital de Paul Leduc, ejemplos de primer orden.

Sin verdadero proyecto ante los medios masivos, el gobierno desiste de su participacin en la cultura popular.

La desnacionalizacin.

Ya desde los sesentas la industria cultural adopta la plena indiferencia ante las obsesiones y prdicas del nacionalismo. Lo que importa es imponerle al pas las predilecciones y pretensiones de la clase media y todo debe colaborar para ello. Se desmorona la vieja tradicin criolla y el otro tradicionalismo, el popular de campesinos y zonas indignas, pierde aceleradamente gran parte de su densidad y poder movilizador. Las crisis econmicas desarraigan y en el xodo permanente de multitudes en busca de empleo las costumbres antes definitivas se van volviendo nostalgias borrosas. A este desmoronamiento pronunciado ayuda el turismo que digamos- vuelve simplemente fotognicas muchas tradiciones.

La desnacionalizacin de la cultura popular es mera consecuencia de la desnacionalizacin econmica y de la ineficacia de la identidad nacional, tan penosamente adquirida, que no logra proveer a su clientela con las claves interpretativas que exige la rapidez del cambio. La coexistencia extrema tiene lugar e incluso en sectores lumpen se escucha el rock o la discomusic sin entender la letra en ingls pero asumiendo devotamente que la msica no solo es moderna, sino que tambin moderniza.

En la dcada presente, la industria cultural mexicana no tiene rival posible en Amrica latina. Lo prueba, entre otras cosas, la fuerza de televisa en el mercado chicano y las giras verdaderamente apotesicas en todo el continente de personajes de la TV mexicana como Roberto Gmez Bolaos (el Chapuln Colorado y el Chavo del Ocho), convocador de multitudes en Centroamrica, Venezuela, Chile. As como la radio al cobrar fuerza cancel al teatro como espectculo obligatorio, la televisin ha cancelado casi todas las dems alternativas.

Casi: de un modo naturalmente imprevisible continan las asimilaciones o nacionalizaciones de formas impuestas y al impulso regional lo extienden las necesidades expresivas. Tmese el xito de las nuevas canciones fronterizas en el estilo de Camelia la Texana. All la permanencia invicta del gnero (el corrido) se ala con la actualidad econmica del tema (el trfico de mariguana).

No hay conclusiones: mientras no surjan las vas de accin orgnica para una cultura popular de resistencia, no se configuren respuestas crticas, no se desista de las facilidades del dogma apocalptico y no se asuma como programa poltico urgente la necesidad de una cultura de masas creada y pensada en funcin verdadera de los intereses de las mayoras, las respuestas ms comunes seguirn a cargo de la resignacin, la complacencia y el fatalismo.

Indios y naciones del indigenismo.1 FEBRERO, 1978.Arturo Warman.

I Los indios, los otros.

El indigenismo ha sido uno de los temas en que se ha centrado la discusin ideolgica a lo largo de la historia de Mxico. En gran medida, todava lo es. Alrededor de l se ha debatido y se debate lo que en trminos actuales se llama el modelo de pas, el tipo de organizacin poltica ajustado a la naturaleza de una sociedad plural, multitnica y dependiente, que contiene ms de un modo de produccin articulado por otro en oposicin dominante y que se ha adueado del Estado.

Obviamente, antes de la conquista espaola no haba indios. Haba distintas naciones, diversas clases, varias reas culturales con diferentes niveles de organizacin de la produccin, de la sociedad y del poder poltico y varios estados autnomos dentro de las actuales fronteras de Mxico. No conocemos con precisin las categoras que usaban para establecer y analizar los componentes de las distintas sociedades y las relaciones entre ellas, pero ninguna era la de indio. Esta surgi para distinguir globalmente para agrupar de manera indiferenciada a los descendientes de los pobladores anteriores a su llegada y el indio fue una categora social que se aplic en todo el mbito del sistema colonial espaola con excepcin de las colonias europeas. Haba indios en Chiapas, Sonora, Arizona o el Per, pero no en Flandes ni en Barcelona. En ese sentido la discusin indigenista era y es ideolgica, ya que se refiere a categoras sociales y a su posicin relativa, no a grupos concretos.

Conforme el proyecto de sociedad colonial se fue consolidando, el concepto de indio fue adquiriendo un uso descriptivo. De categora general pas a adjetivo concreto casi siempre peyorativo. Los descendientes de los pobladores originales iban perdiendo a golpes la complejidad de sus sociedades: sus lites fueron aniquiladas o incorporadas, sus territorios expropiados, su poder o representacin poltica fueron enajenados, sus religiones perseguidas; la poblacin fue movilizada en masa y perdi sus fronteras e identidades cuando no fue totalmente aniquilada; el espectro de la estratificacin social se redujo y todos fueron pobres. Pese a todo, nunca llegaron a ser iguales, por lo que el uso tan comn de indio como trmino descriptivo no tiene sustento objetivo preciso: es una diccin que refleja el concepto ideolgico.

En el indigenismo, los indios son y han sido objeto de la discusin pero no participantes de la misma. La discusin indigenista siempre ha tenido lugar en el grupo dominante. Por tanto no me referir aqu a los indios sino a los indigenistas y a sus proyectos para el pas. Como ya se ha dicho, el indigenismo es un quehacer que se refiere a los otros y aqu se va a hablar sobre nosotros. Esto no implica que los indgenas no tengan un papel determinante, aunque subordinado, en el proceso histrico del pas, sino que su intervencin no se manifiesta a travs del indigenismo entendido en este caso como tarea intelectual.

II Conocer, conquistar.

Muchos consideran Las cartas de Relacin escritas por Hernn Corts como la primera literatura indigenista producida en Mxico. Las Cartas contienen prcticamente todos los elementos que pueden caracterizar a la literatura de los conquistadores, obras que tienen objetivos prcticos a corto plazo y que rehyen a la teora. El propsito de la conquista es evidente para los autores; su modelo de pas es claro y se impone por la fuerza. La descripcin se refiere siempre a los indios vivos en el momento de contacto y no hay preocupacin histrica; los indios estn ah y el diablo sabe de dnde vienen -en nuestra jerga se trata de la ms pura etnografa sincrnica. Los temas de la descripcin estn preseleccionados por los intereses del conquistador: aparecen los rasgos que ofrecen peligro, los que prometen riqueza, los que son producto del diablo y su maldad infinita, los que simplemente llamaron la atencin del narrador.

La sistematizacin es pobre pero en cambio hay frescura y humor. Ms an, casi nunca aparece el desprecio por los indios, por los enemigos, y a veces, incluso se les agiganta. Esto aparece claramente relacionado con el objetivo prctico central de los escritos de los conquistadores: relatar los mritos personales del narrador y pedir el justo premio a sus esfuerzos y penalidades. Lo mismo en Las Cartas de Corts que en La historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa de Bernal Daz del Castillo, considerada como la mejor entre las obras de los conquistadores, aparece claro este motivo principal. El libro de Bernal no pretende contribuir al triunfo de la conquista militar, ya que se escribe mucho despus de terminada la contienda, sino corregir la injusta distribucin del botn y de la gloria. Esto no impide que su trabajo, apoyado por una memoria prodigiosa y una modestia poco comn, sea una de las fuentes ms valiosas para el conocimiento de algunos aspectos de la sociedad prehispnica y del proceso de su conquista.

Con todo, la intencin de los conquistadores de obtener un reconocimiento para sus esfuerzos y penurias por parte de las autoridades imperiales espaolas, es, tal vez, la mejor descripcin del contexto en que nace la literatura indigenista. El conquistador necesita de una legitimidad externa y escribe sobre los indios para quienes, como l, no lo son. Su obra est concebida, diseada y escrita para ser leda fuera, en el centro de un imperio colonial.

Pero la conquista militar era slo el principio de la relacin colonial; todo lo dems estaba por hacer. Para esto no bastaban las breves y fragmentarias descripciones de los conquistadores. Se necesitaba de un conocimiento ms completo sobre las sociedades nativas, de una etnografa ms profunda y sistematizada. La literatura indigenista se vio enriquecida con la intervencin destacada de los frailes evangelizadores de las rdenes religiosas y por la de los funcionarios del estado, todos ellos al fin miembros de la lite y portadores de los conocimientos ms avanzados de su poca.

Para los frailes, el conocimiento de las culturas prehispnicas era una herramienta de trabajo, ms eficaz cuanto ms profunda y sistemtica. Los vocabularios o diccionarios de las lenguas indias elaborados por los evangelizadores -entre los que sobresale el del idioma nhuatl elaborado por Molina (1)- constituye una prueba amplia del carcter pragmtico e instrumental del conocimiento sistematizado. La obra cumbre entre las producidas por los evangelizadores -y uno de los trabajos modelo de la etnografa mundial- se debe a Fray Bernardino de Sahagn: Historia general de las cosas de Nueva Espaa. Sahagn fue, de hecho, el organizador y director de un trabajo que hicieron los propios indios. Para hacer esto posible educ a los nativos entregndoles los instrumentos ms modernos y elevados de la cultura occidental, los hizo sus colaboradores y no sus informantes. Estableci un intercambio bilateral para lograr no una mera descripcin sino una comprensin profunda de algunos aspectos de la vida y la cultura prehispnicas. El rigor y la dignidad de la obra estaba asociado a una de las empresas educativas ms audaces: la universidad indgena en el siglo XVI. Sahagn no fue un crtico explcito de la empresa colonial, pero su obra y su mtodo podan servir para reforzar a una cultura en proceso de desintegracin y para formar una nueva lite intelectual indgena capaz de ofrecer resistencia.

La obra de los funcionarios y burcratas estaba igualmente orientada a obtener conocimientos para facilitar el proceso de dominio. Dos trabajos fundamentales: la obra de Francisco Hernndez, destacado mdico de la corte espaola enviado a Mxico para describir la flora nativa y aprender sus usos prcticos y medicinales y la gran encuesta llevada a cabo por instrucciones de Felipe II, que hoy conocemos como las Relaciones Geogrficas, tal vez el mayor esfuerzo realizado por el estado espaol para conocer las culturas nativas dominadas como un todo: desde las bases materiales hasta los restos culturales y las tradiciones locales.(2)

Los trabajos de burcratas y funcionarios civiles, al igual que los de conquistadores y evangelizadores, fueron bsicamente descripciones directas de los indios vivos: estaban inmersas en el indigenismo aplicado, uno de los nombres que pueden darse al proceso al indigenismo especulativo.

III Gente de razn y polica?

A medida que el dominio colonial se estableca y consolidaba, la preocupacin por los indios vivos y concretos perdi su urgencia y dio paso a otro tipo de reflexiones, casi todas dedicadas a discutir el problema de la legitimidad del dominio colonial y, consecuentemente, la naturaleza de la sociedad y del estado. Se inaugur as el indigenismo ideolgico.

El debate fue largo, complejo y acalorado. En l intervinieron los polticos e intelectuales ms importantes del imperio espaol en el siglo XVI, como Vitoria, Gins de Seplveda, Las Casas, Francisco Surez, etc. (3) Cuestionaron la naturaleza y el origen de la sociedad y se dud casi de todo, desde la autoridad del Papa y el Emperador hasta la calidad moral de los participantes en el pleito. Las posiciones adoptadas fueron muy diversas y slo forzando mucho los argumentos pueden agruparse en dos: una que negaba los derechos de los indios y hasta su calidad humana y la otra -que llamamos indigenista- que los afirmaba y defenda.

La discusin trataba de responder a varias preguntas esenciales, como si los indios tienen una naturaleza humana, si pese a su paganismo estaban organizados en una sociedad civil, si los ttulos adquiridos previamente eran legtimos y deban ser respetados, si haba un derecho natural y si ste era universal y superior a los derechos del imperio. Buena parte de estas preguntas surgieron de la obra escrita y de la accin poltica de Fray Bartolom de las Casas,(4) quien tom y encabez el bando indigenista. La vasta literatura lascasiana sigue inventando argumentos y repartiendo insultos. Parte de esta pasin centenaria puede atribuirse a las caractersticas de la obra de Las Casas: su tono furibundo y apocalptico, su radicalismo amenazante, cierta exageracin en el manejo de los datos. Pero la vigencia de Las Casas puede explicarse ms ampliamente por el hecho de que sus crticas al colonialismo no han sido resueltas hasta ahora y queda en pie el hecho de que las gentes naturales de todas las partes y cualquiera de ellas donde habemos entrado en las indias tiene derecho adquirido de hacernos guerra justsima y barrernos de la faz de la tierra, y este derecho les durar hasta el da del juicio.(5)

Las discusiones sobre los ttulos de legitimidad de la conquista abren nuevos campos para el estudio de los indios por los europeos desde el siglo XVI. La historia antigua de las naciones nativas se convierte en el tema predilecto de los frailes, y dispara entre otras muchas, las obras de Fray Juan de Torquemada, Fray Diego Durn o Jos de Acosta.(6) La obra de este ltimo pudiera usarse como la ms representativa de esta corriente. En ella ya se percibe la estructura de una obra cientfica, culta y especulativa, presidida por la inquietud intelectual de averiguar la verdad con rigor y mtodo. Discute con lucidez la innegable naturaleza humana de los indios y el orden y complejidad de sus sociedades antiguas, especula sobre el origen del hombre americano y defiende la unidad esencial del gnero humano; es un alegato por el bando del indigenismo aunque ya distante de los furores y arrebatos de las Casas. Cuando Acosta escribi, a principios del siglo XVII, la conquista de las grandes civilizaciones americanas ya era parte de la historia. El modelo de pas era un hecho y no un motivo de especulacin sino de ajuste y perfeccionamiento, es decir, de desarrollo.

Por el mismo tiempo otras voces se hacan or en la discusin indigenista a travs de las obras de los descendientes de los nativos. Las obras de Alva Ixtlitxchilt, Tezozmoc, como antes la de Chimalpahin narran la historia de los antiguos reinos y de sus dinastas gobernantes, de las que los autores eran herederos.(7) Sus trabajos se ubican natural y evidentemente en bando indigenista en tanto que trataban de mostrar la existencia de una sociedad civil compleja antes de la llegada de los conquistadores y procuraron establecer la legitimidad de sus gobiernos y sus ttulos de dominio, cuyos privilegios se transmitan por derecho natural a su descendencia. Estos trabajos se escribieron bsicamente para los conquistadores y perseguan la legitimidad en un rgimen colonial, contribuyendo a fincar el pensamiento indigenista en el grupo dominante. Los descendientes de la aristocracia prehispnica trataron de distinguirse de los indios vivos para asimilarse a la gloria de los antepasados. Aun as, la publicacin de estos escritos tropez con mltiples dificultades en tanto poda significar un peligro o una molestia para el rgimen colonial.

IV Indios clsicos, criollos independientes.

En el siglo XVII continu la expansin de las fronteras coloniales en la Nueva Espaa, que reproduca en pequea escala las condiciones de la conquista. En Mesoamrica, la sede de las grandes organizaciones sociopolticas precoloniales, los indios cambiaron rpidamente como consecuencia de una catstrofe demogrfica que no ces hasta mediados del siglo XVII y que redujo a la poblacin nativa desde un 60 hasta un 90 por ciento -conforme distintos clculos- sobre los niveles anteriores a la conquista. Las organizaciones polticas, los sistemas econmicos y tecnolgicos y hasta las ideologas se disolvieron por falta de sustento humano.

Esta nueva condicin de dominio cristalizado se reflej en la literatura indigenista, que perdi vigor y fuerza y solo produjo obras de importancia a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Al parecer entre 1650 y 1750 el modelo de pas no estaba a discusin ni enfrentaba peligros mayores. Los indgenas no constituan una amenaza y la distancia entre las distintas capas de sociedad se incrementaban. Haban surtido nuevos grupos en la sociedad, las castas que quebraban el dualismo entre indios y espaoles y mediaba el conflicto. La vida pareca transcurrir en sordina. En Europa se hablaba con frecuencia de la decadencia americana.

A partir de mediados del siglo XVIII se hizo or la respuesta americana a travs de un nuevo pensamiento indigenista, que el medio siglo se convirti en uno de los pilares ideolgicos del movimiento de independencia. Las contradicciones del indigenismo ilustrado del siglo XVIII reflejaron las del grupo que lo promovi y adopt como ideologa: los criollos, descendientes de los colonizadores nacidos en el Nuevo Mundo. Los criollos haban alcanzado la magnitud e importancia suficiente para entrar en ruta de colisin con el imperio y sus representantes. Posean la tierra, buena parte de las minas, y controlaban las actividades productivas ms importantes; los peninsulares controlaban en su beneficio de circulacin e intercambio de bienes y el aparato del estado que impona las condiciones de un intercambio desigual. Gentica y culturalmente los contendientes no estaban claramente diferenciados pero estaban en distinta posicin social y econmica. Los criollos convirtieron est diferencia en oposicin ideolgica global y se declararon americanos como grupo distinto en su esencia y sus intereses de los de Espaa. Para sustentar la diferencia, las lites criollas tomaron el pasado prehispnico como propio y lo convirtieron en el rasgo diacrtico, se proclamaron los herederos de la gran civilizacin nativa y la consideraron como su propio pasado clsico equivalente a Grecia y Roma. Ideas como la Atenas de Anhuac y la Esparta mexicana aparecieron, por ello, insistentemente en sus escritos. Pero, Atenas, lo mismo que Tenochtitlan, eran antecedentes paganos ajenos a la verdadera religin. En Mxico se debata la figura de Quetzalcatl, que fue asimilada a la del apstol Santo Toms, con lo que el pasado precolonial adquiri legitimidad desde el punto de vista religioso: los nativos eran desde antes de la llegada de los espaoles conversos a la verdadera fe. Este argumento se llev ms lejos todava por Fray Servando Teresa de Mier, quien lo uso para declarar ilegtima la conquista y natural la independencia.(8)

Hasta cierto punto, la preocupacin indigenista era la culminacin de una tradicin cientfica criolla que progresaba desde finales del siglo XVII, con figuras como la de Sigenza y Gngora. El rigor analtico y lgico usado para la descripcin de la naturaleza americana por intelectuales tan destacados como Alzate fue trasladado por estudiosos como Eguren y Francisco Javier Clavijero al estudio de la historia. La obra de ste ltimo, Historia antigua de Mxico escrita en el exilio para contradecir la opinin europea sobre la decadencia americana, es ilustrativa de esta corriente. En ella la naturaleza americana, los grupos y sus capacidades intelectuales son comparados, favorablemente con las de Europa para concluir, de manera implcita pero clara, lo injusto e inmoral del dominio metropolitano sobre las colonias.

Otro desarrollo del indigenismo criollo es el que resume la compleja figura de Fray Servando Teresa de Mier, activista de larga y polmica trayectoria. En el activismo poltico se percibe con mayor claridad cmo, una vez constituida la Repblica Mexicana, el indigenismo fue paulatinamente sustituido por el patriotismo nacional. Nacionalismo e indigenismo se separaron claramente en la primera mitad del siglo XIX. El primero adopt la plataforma liberal emanada del industrialismo, individualista y elitista, y cada vez ms clara y expresamente en contra de los indios vivos, a quienes se atribuy el rezago del pas, su falta de prosperidad, su inestabilidad poltica: ninguna nacin moderna poda progresar a partir de un contingente humano como el indio vivo.

V Destino manifiesto: la extincin.

El primer medio siglo de vida independiente puede contarse como una lucha entre los grupos dominantes por formular e imponer un nuevo modelo de pas. En ninguna de las alternativas que ofrecieron las elites criollas haba lugar para los grupos indgenas como tales: su destino manifiesto era la extincin. El indio fue afiliado al pasado y sustrado del futuro. Se les concedi una historia clausurada.

Los pensadores y polticos liberales, como Jos Mara Luis Mora, manifestaron repetidamente su desprecio por el pasado indgena y colonial. El rompimiento con el pasado y con el presente que lo representaba, les pareca una necesidad, un prerrequisito para construir un pas moderno y liberal, fincado en individuos cultos, libres y soberanos, sujetos evidentes del progreso y de la democracia. Para sus oponentes los conservadores, el futuro del pas estaba arraigado en el pasado, en la tradicin catlica hispnica sembrada en la poca colonial. Segn Lucas Alamn el ms lcido representante de esta corriente, el modelo del pas requera de un estado fuerte, autocrtico, e intervencionista, capaz de arrastrar al resto de la sociedad por el camino de la industrializacin. (9).

Lo mismo para los liberales que para los conservadores, los indios eran una categora amplia, pobremente definida pero obvia, que inclua a la mayor parte de la poblacin de Mxico. El contenido ms frecuente de la definicin de indio era racial, floja combinacin que tomaba en cuenta el color de la piel, la distribucin y la textura del pelo, y rasgos puramente culturales definidos por contraste: lo importante era el calzn como opuesto al pantaln; la diferencia entre los distintos tipos de calzn era intrascendente. A estos aspectos formales se juntaban otros de tipo social: ser pobre o parecerlo mucho, ser analfabeto, hablar mal el espaol o usar dialectos incultos o pelados.

Pero el problema indio era el problema del pas y su prioridad no se discuta tanto como la manera de enfrentarlo. El programa liberal se impuso finalmente a lo largo del siglo XIX y fue elevado a mandato constitucional en 1857. Por l, las corporaciones indgenas fueron privadas del derecho a la propiedad territorial que debi convertirse en propiedad privada. De hecho, no slo se les expropiaba la tierra sino toda forma de organizacin poltica, estructuradas a partir de la comunidad como poseedora de la tierra. Los indios se lanzaron a la rebelin en defensa de la comunidad que significaba tierra y representacin poltica. (10) Muchas rebeliones fueron derrotadas y reprimidas; otras ms fueron incorporadas por distintos bandos en los diez aos de guerra civil que siguieron a la promulgacin de las leyes de la reforma. Otras persistieron de manera intermitente durante el porfiriato, confusa sntesis entre los modelos en pugna ya que era econmica y autocrtico y dictatorial en lo poltico.

Durante esta etapa, en que el problema indgena de Mxico se consideraba resuelto desde el punto de vista del estado, el pensamiento indigenista se separa en dos vertientes: el activismo poltico y el ejercicio acadmico, con pocos puntos de contacto entre s. En el terreno del activismo poltico, el problema del indio dej de ser sustantivo para convertirse en el adjetivo ms dramtico de otros temas de discusin: la propiedad sobre la tierra, la pobreza, los salarios, la violencia de las autoridades y la falta de libertad. Para los crticos y opositores del porfiriato, el problema indgena apareci siempre como parte de la problemtica nacional o como su expresin ms clara y dolorosa. Por lo dems, esta tendencia a incorporar los problemas del indio a los problemas sociales del pas, que mucho tena que ver con la amplia e imprecisa definicin del indio, ya haba aparecido claramente desde la primera mitad del siglo XIX. Cuando se discuta la constitucin liberal, unos cuantos de sus partidarios, entre ellos Ponciano Arriaga, haban expresado su desacuerdo con la desamortizacin de las comunidades en funcin de la situacin real de los indgenas. Su advertencia no fue atendida. Paradjicamente, el rgimen del emperador Maximiliano expidi una ley agraria que no slo suspenda la desamortizacin sino que ordenaba restituciones y dotaciones a favor de las comunidades. Obviamente su aplicacin no se llev a efecto. Esta reaccin de los conservadores debe mucho a Francisco Pimentel, quien no slo coloc al indio en el contexto de los problemas sociales del pas, sino que los hizo sinnimos. A l se debe una de las pocas obras escritas en la segunda mitad del siglo XIX dedicadas al problema indgena de su tiempo y que ofrece un proyecto para el pas desde esa perspectiva.(11)

Por su parte, la vertiente acadmica se deslig del presente y enfoc su inters en el indio del pasado en un esfuerzo por lograr una imagen real de un pueblo muerto segn la afortunada expresin de Luis Villoro, Orozco y Berra, en su Historia antigua y de la conquista de Mxico (1880), ha sido considerado como el ms claro exponente de esta corriente, a la que tambin podran asimilarse los nombres de Jos Fernando Ramrez, Joaqun Garca Icazbalceta, Alfredo Chavero y Paso y Troncoso. Su obra de recopilacin y ordenamiento de las fuentes y documentos escritos fue monumental y constituye uno de los trabajos acadmicos ms importantes sobre el pasado de Mxico. Sin embargo, de l no se desprende una interpretacin novedosa ni mucho menos un proyecto nuevo para el pas. Por el contrario, de manera implcita o explcita contribuye a legitimar, por la historia y por las leyes universales y fatales de la evolucin, el proyecto porfirista dominante, que a travs de la modernizacin burguesa realizaba los destinos de la historia.

En la primera dcada del siglo XX, Nicols Len, desde el Museo Nacional, inici la elaboracin y enseanza de una etnografa cientfica presidido por criterios rigurosos pero sin desprender del enfoque de que el indio vivo constitua en lo fundamental una supervivencia del pasado. En 1910 esta visin se consagr institucionalmente al establecerse en Mxico la Escuela Internacional de Arqueologa y Etnologa Americanas, en la que participaron Franz Boas, Eduard Seler, y Manuel Gamio, el fundador en muchos aspectos de la antropologa mexicana del siglo XX.

Tambin en la primera dcada del siglo XX, Andrs Molina Enrquez realiz un esfuerzo por integrar las corrientes acadmicas y polticas del indigenismo mexicano del siglo XIX. En su obra Los grandes problemas nacionales dentro de un mismo esquema las contradicciones entre las razas y las clases sociales. De hecho, identific a los grupos raciales como clases: los indios como la ms baja, los extranjeros y criollos como la ms alta y los mestizos como el sector intermedio.

En nuestros trminos, ni raza ni clase son conceptos rigurosos en la obra de Molina Enrquez, pero la intencin de su aplicacin tiene pretensin cientfica. El libro, sin embargo, busca tambin convencer, agitar y criticar. La combinacin represent la aparicin de un modelo de pas derivado del indigenismo para sustituir el programa caduco del porfiriato. Tambin fue un sntoma de la crisis del sistema que poco despus expresaran las armas de una bola revolucionaria.

VI Indio sers, ms indio aculturado.

La revolucin reabri el debate nacional sobre el modelo de pas posible y el indigenismo particip en l. Sin embargo, cada vez lo hizo ms desde posiciones marginales: los indios fueron perdiendo importancia y prioridad entre los problemas del pas. De manera gradual, la definicin del indio fue radicalmente modificada por los indigenistas en el siglo XX. Todava en los primeros aos posteriores a la revolucin, la idea del indio como raza biolgica estaba vigente y fue central en el proyecto de pas de Jos Vasconcelos, quien vio en la fusin racial, en la integracin de la raza csmica, el camino para un desarrollo propio y acelerado por el sendero de occidente y de la hispanidad.(12)

Manuel Gamio, el primer mexicano graduado en antropologa, consider la raza, la herencia biolgica, como uno de los elementos definitorios de indio, pero la integr en un concepto mayor: el de cultura, definido por la antropologa como la suma global de las creencias y prcticas de un grupo humano. En su obra temprana sobre La poblacin del Valle de Teotihuacan (1922), Gamio realiz un esfuerzo por establecer cuantitativamente quienes son indios por la prctica de rasgos diagnsticos de la cultura. Los rasgos cuantificados fueron pocos y haban sido seleccionados con arbitrariedad, por lo que el intento propici una reedificacin de la cultura que ignoraba la interaccin y la funcin entre los rasgos. Aun as, la idea de definir al indio por su cultura fue ganando adeptos, sobre todo entre quienes estaban ligados a la antropologa.

La nueva definicin del indio no cambi el programa general de incorporarlo a la nacin. Para Gamio, la tarea prioritaria era la construccin de una nacin moderna y homognea, pero al concebir al indio de manera compleja propuso que la accin destinada a transformarlo fuera mltiple, gradual, educativa y no coercitiva. (13) Desde la poca de Gamio, el indigenismo se concibi como una tarea de estado en funcin de las necesidades e intereses nacionales. Los indios, por su bajo nivel evolutivo, eran materia inerte, objeto de manipulacin infinita conforme a dictados superiores; nunca se pens que pudieran tener un programa propio y diferente al del estado.

En la dcada de los treinta se propuso fugazmente una alternativa distinta que implicaba un cambio importante en el modelo de pas. Esta posicin recogi los anlisis marxistas y la teora de las nacionalidades formulada por Stalin, que planteaban que el desarrollo evolutivo de los pueblos poda acelerarse mediante el fortalecimiento de sus tendencias a constituir nacionalidades propias. (14)

Sin embargo, para 1940, fecha en que se celebra el primer Congreso Indigenista Interamericano en Ptzcuaro, la definicin cultural del indio se haba impuesto claramente. La idea de la raza como constitutiva de la cultura no estaba descartada, pero se daba importancia a otros aspectos como la lengua, el vestido, las costumbres y algunas instituciones y formas de organizacin social. Evidentemente, entre ms criterios se incorporaban a la definicin del indio menos gente se ajustaba a ella y los indios se iban disolviendo como problema general del pas. Si los verdaderos indios eran tan pocos y se concentraban en las regiones ms inhspitas, pobres y aisladas, tan lejos de la civilizacin, su influencia sobre el programa de industrializacin y modernizacin, que el estado se planteaba como prioritario, no poda ser definitiva. La atencin del indio; adquiri dimensiones morales y pudo delegarse en un grupo de especialistas que se conceban como una nueva variedad de apstoles al servicio del estado. Indigenismo y antropologa se convirtieron en sinnimos y ambos pasaron a ocupar un lugar secundario y alejado de los centros de poder. El indigenismo, por primera vez, haba sido desplazado y quedaba fuera de la discusin del modelo del pas.

Contribuy a fortalecer esta situacin la aceptacin de que, conforme a la definicin culturista, no haba un indio sino muchas variedades de indios diferentes que estaban aislados entre s. El trabajo de investigacin emprico de los indigenistas se haba encaminado a describir grupos particulares y pequeos, en funcin de lo que tenan de original y diferente. En esta orientacin ejerci una influencia decisiva el particularismo aterico de la antropologa norteamericana de ese tiempo, sobre todo si se toma en cuenta que los estudios etnogrficos ms profundos y rigurosos sobre Mxico se deban a antroplogos norteamericanos y que no se estaban formando profesionales en nuestro pas.

La disolucin del indio como problema nacional en la dcada de los cuarentas puede verse de otra forma. A partir de la reforma agraria, de la consolidacin del estado nacional, de la estabilidad poltica, de la expropiacin del petrleo, en fin, de los logros revolucionarios, se crearon las condiciones para que un grupo de la sociedad alcanzara la magnitud y la cohesin necesarias para emprender un programa de industrializacin dependiente y capaz de propiciar la acumulacin acelerada de capital. Desde un punto de vista funcional, la nacin estaba constituida: entre 1940 y 1964, el programa de crecimiento acelerado y a cualquier precio del capitalismo dependiente, progreso rompiendo todas las barreras. El indigenismo, paralelamente, decreci. Desapareci el Departamento de Asuntos Indgenas, similar al de Asuntos Agrarios y equivalente a la de una Secretara de Estado y fue sustituido por una direccin en la Secretara de Educacin Pblica, por el Instituto Nacional Indigenista. Este, en sus primeros veintids aos de existencia apenas logr establecer once centros coordinadores, dotados con presupuestos bajos y personal escaso, mal pagado y poco calificado. Muchos apstoles devinieron en burcratas amargados. Fueron aos de pobreza material para el indigenismo. Tambin lo fueron en el campo de la reflexin terica. Parafraseando a Aguirre Beltrn, el indigenismo pas de la teora a la administracin.

La definicin del indio fue ajustada por Alfonso Caso, la figura dominante en el indigenismo de esos aos, para servir de base a la tcnica de la incorporacin. El criterio cultural qued reducido en la nueva, definicin a un mero instrumento para la clasificacin de rasgos culturales aislados conforme a su origen histrico. As, el comer maz y usar la coa eran rasgos culturales indios, pero en virtud del mestizaje no se poda atribuir su prctica slo a los indios. Luego el criterio cultural cosificado no bastaba para clasificar al indio y fue adicionado con otros tres: las caractersticas somticas raciales, el lenguaje, que qued separado de la cultura, y el ms importante, el psicolgico, en el sentido de identificarse subjetivamente con los valores de una comunidad indgena. El indio, para Caso condenado irremisiblemente a la extincin por las leyes de la historia. (15) La transformacin de la cultura comunitaria de los indios era el camino ms adecuado, econmico, cientfico y hasta humanista para el cumplimiento del sino fatal; de hecho, era el nico camino.

El dictado se cumpli y de los censos desaparecieron o mermaron los hablantes de las lenguas indgenas, que constituan el nico criterio prctico para mostrar los avances del proceso de incorporacin. La lingstica prctica y descriptiva, realizada bsicamente por los misioneros del Instituto Lingstico de Verano, se sum con entusiasmo a la atomizacin conceptual del indio, mostrando que las lenguas indgenas estaban fragmentadas en mltiples dialectos ininteligibles entre s; curiosamente entre menos indios hay, son ms los idiomas que hablan como en una nueva torre de Babel.

Pero an en la poca del crecimiento estable y acelerado del capitalismo industrial dependiente surgi en el indigenismo una corriente terica y vigorosa que no se conform con una tcnica sino que busc una metodologa arraigada en una concepcin amplia de la sociedad. Julio de la Fuente y, sobre todo, Gonzalo Aguirre Beltrn, formularon un camino alternativo a la incorporacin individual o comunitaria a travs de la teora de la integracin regional que sirvi de sustento doctrinal la accin de los centros coordinadores.

Los criterios econmicos y sociales que Caso minimizaba, adquieren gran importancia en la concepcin del problema indio y se combinan con una concepcin amplia de la cultura en la obra de Aguirre. Para l, el desarrollo de las culturas indgenas slo ser posible en la medida que las regiones indias se transformen integralmente incluyendo a los ladinos o mestizos asentados en ellas. La regin intercultural es concebida como un sistema ligado por relaciones de dominio entre ladinos e indios; la contradiccin simbitica entre ellos slo puede superarse en el conjunto. La desintegracin del indio es consecuencia de condiciones reales razn por la cual no puede simplemente integrarse a lo existente sino, que debe integrarse a una sociedad diferente que haya destruido las instituciones feudales heredadas de la colonia y adoptado las relaciones modernas de tipo capitalista. La integracin gradual del indio, en trminos de Aguirre, es un programa para la transformacin de las reas menos evolucionadas del pas para consolidar a Mxico como nacin moderna y progresista. Para Aguirre la labor indigenista consiste en generalizar la etapa superior representada por el Mxico industrial, urbano, racional y moderno, el verdadero crisol de la nacionalidad. Aguirre Beltrn no formula un proyecto para el pas pero trata de rescatar y de actualizar el de los pioneros, los pensadores de la revolucin mexicana para reestructurar los segmentos rezagados de la sociedad y construir as una nacionalidad fuerte.

A partir de 1965, el programa de crecimiento acelerado del sector capitalista dependiente tropieza con lmites severos. El crecimiento del sector moderno de la economa no slo no haba absorbido a los sectores atrasados sino que los haba multiplicado y empobrecido. El sacrifico de las mayoras para aportar capital que se acumulara y reprodujera en beneficio de las minoras dominantes se hizo cada vez ms riguroso y se perdi la esperanza de que la riqueza se derramara por arriba. Pese al saqueo de los recursos naturales del mitolgico cuerno de la abundancia, el pas era cada da ms pobre y ms dependiente de los pases ricos y neocolonialistas. Las estructuras polticas rgidas y autoritarias se mantenan por la represin y la violencia. El fracaso del programa desarrollista dej al desnudo una crisis brutal.

El indigenismo desarrollista, una derivacin secundaria del proyecto nacional tambin fracaso y sus fundamentos ya para entonces dogmatizados, emergieron como falsos. El aislamiento de los indios se contradijo con la observacin emprica de su participacin en el mercado y de su explotacin en beneficio del sistema dominante. Su cultura no haba permanecido esttica como supervivencia del pasado pero tampoco se nacionaliz. Las tecnologas atrasadas no pudieron ser sustituidas con ventaja por las tcnicas modernas impuestas desde fuera (que acabaron, con frecuencia, en fracasos muy costosos). Result que los indios tampoco eran tan diferentes entre s, solo que las semejanzas no aparecieron en los rasgos culturales aislados sino en el hecho de compartir una misma posicin estructural y relaciones semejantes con otros grupos de la sociedad. Esto plante el problema indio bajo una nueva luz. Su posicin no se derivaba de su atraso evolutivo sino de su opresin por los sectores dominantes: no eran un rezago de la barbarie prehispnica ni del feudalismo colonial sino un resultado complejo de la modernizacin dependiente. Se trataba de definir al indio a partir de su posicin social y no de su raza ni de su cultura.

Nuevas generaciones de antroplogos se lanzaron desde distintas posiciones tericas a la crtica del indigenismo previo. Pablo Gonzlez, Casanova plante el colonialismo interno que reproduce dentro del pas las relaciones entre metrpolis y colonias y Rodolfo Stavenhagen explor las relaciones entre clase, colonialismo y aculturacin. Guillermo Bonfil, Margarita Nolasco, Mercedes Olivera, Enrique Valencia y el que esto escribe intentaron denunciar las fallas y el carcter colonial de la antropologa mexicana.(17) Antroplogos latinoamericanos reunidos en Barbados, lanzaron la acusacin de genocidio y etnocidio de los indios. En una segunda reunin, 1977, a la que asistieron lderes indgenas, los antroplogos reiteraron sus posiciones y trataron de formular un programa.

Andrs Gunder Frank defendi una antropologa de la liberacin y Ricardo Pozas incursion en el problema de los indios y las clases sociales. Aguirre Beltrn, incansable, ha respondido a todos en defensa del indigenismo integrador mexicano repartiendo lea en contra de los agresores y a veces tambin de los agredidos.(18) El debate ha ocupado muchos foros y muchos nombres se han agregado a l. Parece claro que el indigenismo est sometido a crtica y revisin.

Entre los crticos, que parten de enfoques diferentes y hasta irreductibles no hay identidad. Con calidad muy diversa su argumentacin no ha rebasado la etapa de la denuncia global de las posiciones anteriores sin lograr articular una interpretacin coherente y capaz de sugerir alternativas diferentes. Peor todava, no han logrado superar la discusin puramente ideolgica, a veces verbalista, y no han ofrecido investigaciones novedosas con planteamientos tericos concretos y metodologas adecuadas. Evidentemente, la discusin se ha empantanado y se vuelve retrica y reiterativa. El impulso se ha frenado y corre el riesgo de disolverse en polmicas argumentativas y teolgicas que se desenvuelven en el terreno puramente acadmico.

Aun as, los argumentos esenciales de la crtica al indigenismo previo y oficializado abren una puerta para el replanteamiento radical del pensar y quehacer del pensamiento crtico sobre el indio, al colocarlo otra vez en la perspectiva de los problemas centrales de la sociedad global. La discusin indigenista actual no debe hacer del indio ni su sujeto ni su objeto, sino el hilo conductor para analizar al conjunto de nuestra sociedad a partir de sus contradicciones ms crudas y profundas. El intento, como tantas aventuras puramente intelectuales, puede frustrarse fcilmente si no se liga a procesos sociales concretos.

Por otra parte, algunas voces indgenas, todava dbiles y con frecuencia mediatizadas, exigen participacin en la discusin que sobre ellos se realiza. De estas voces depender el futuro del indigenismo. No es posible concebir un futuro para el pensamiento indigenista sin la participacin de los indios. Tal vez entonces el indigenismo dejar de serlo.

NOTAS:

Nota general: Este ensayo no constituye un resumen histrico del indigenismo mexicano, sino un esfuerzo para establecer e interpretar las que yo considero sus tendencias ms importantes. Obviamente son muchos los autores que se omiten que los que se mencionan. Los que nombro los considero como los que mejor expresan una tendencia aunque ellos mismos no la hayan desarrollado con amplitud. Los autores mencionados no se analizan por su obra integra sino por su posicin respecto a un problema especfico. Este ensayo representa algunos complementos y acaso algunas rectificaciones respecto a otro que escrib hace tiempo (Todos santos y todos difuntos; crtica histrica de la antropologa mexicana en Warman et al. De eso que llaman antropologa mexicana. Mxico Editorial Nuestro Tiempo, 1970). Creo que entre los dos hay una continuidad y que en el fondo mi juicio sobre mi propia disciplina no ha cambiado: estoy mucho menos orgulloso que preocupado por ella.

(1) Fray Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana. Madrid, Ediciones Cultura Hispnica, 1944.

(2) Francisco Hernndez, Historia natural de Nueva Espaa Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1959: Howard F. Clin The Relaciones Geogrficas of the Spanish Indies. 1677-1648 en el volumen 12 del Handbook of Middle American Indians Austin, University of Texas Press.

(3) Vase Silvio A. Zavala. Las instituciones jurdicas en la conquista de Amrica. Mxico, Editorial Porra, 1971. Y Lewis Hanke, El prejuicio racial en el Nuevo Mundo. Mxico Sep-setentas. 1974 (156).

(4) Vase Fray Bartolom de las Casas, Historia de las Indias Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1951.

(5) Fray Bartolom de las Casas Memorial al Consejo de India en Historia Sociedad, No. 5, 1966.

(6) Fray Juan de Torquemada, Monarqua indiana Mxico, Editorial Porra, 1969; Fray Diego Durn, Historia de las Indias de Nueva Espaa e islas de tierra firme. Mxico. Editora Nacional, 1967; Joseph de Acosta, Historia natural y moral de las indias. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1962.

(7) Fernando de Alva Ixtlilxchiltl, Obras histricas. Mxico, Editora Nacional, 1965 Hernando Alvarado Tezozmoc, Crnica Mexicana. Mxico, Editorial Leyenda, 1944: Francisco de San Antonio Mun Chimalpahin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan. Mxico Fondo de Cultura Econmica, 1965.

(8) Vase: Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en Mxico. Mxico, El Colegio de Mxico, 1950. Y David A. Brading, Los orgenes del nacionalismo Mexicano. Mxico, Sep-setentas, 1973 (82).

(9) Para Mora vase Branding, Ibid; Lucas Alamn, Historia de Mxico. Mxico, Jos Mariano de Lara, 1849-1852.

(10) Vase Jean Meyer, Problemas campesinos y revueltas agrarias (1821-1910). Mxico, Sep-Setentas, 1973 (80).

(11) Francisco Pimentel, Memoria sobre las causas que han originado la situacin actual de la raza indgena en Mxico y medios para remediarla. Mxico, 1864.

(12) Vase: Jos Vasconcelos, La raza Csmica; misin de la raza iberoamericana Mxico, 1925. Y Gonzalo Aguirre Beltrn Oposicin de raza y cultura en el pensamiento antropolgico mexicano en Aguirre Beltrn, Obra Polmica. Mxico, SEP-INAH.

(13) Manuel Gamio, Forjando Patria. Mxico, Editorial Porra, 1960.

(14) Gonzalo Aguirre Beltrn Introduccin en Vicente Lombardo Toledano, El problema del indio. Mxico, Sepsetentas, 1974 (114)

(15) Alfonso Caso, La Comunidad indgena. Mxico, Sep-setentas, 1971 (8).

(16) Entre otras: Gonzalo Aguirre Beltrn, Regiones de refugio. Mxico, Instituto Indigenista Interamericano, 1967.

(17) Pablo Gonzlez Casanova, La democracia en Mxico. Mxico, Editorial Era, 1969, Rodolfo Stavenhagen, Las clases sociales agrarias. Mxico, Siglo XXI Editores, 1969: Arturo Warman et al. De eso que llaman antropologa mexicana. Mxico, Editorial Nuestro Tiempo, 1970.

(18) Andrs Gunder Frank. Comment en Current Anthropology, IX 1968. Vase tambin Andrs Gunder Frank, Sobre el problema indgena. Mxico, SAENAH, 1971 (mimeo); Ricardo e Isabel Pozas, Los indios y las clases sociales de Mxico. Mxico Siglo XXI Editores, 1971: Gonzalo Aguirre Beltrn, Obra Polmica. Mxico, Sep-Inah, 1975.

1978 Febrero, Historia ideolgica y social.

LA REPRESION VIOLENTA CONTRA LOS PUEBLOS INDIGENAS.1 FEBRERO, 1978.

En fechas recientes la prensa nacional se ha ocupado nuevamente de uno de los fenmenos ms caractersticos y sistemticos de la historia social de Mxico: la represin violenta en contra de las poblaciones indgenas, ahora en Hidalgo, Oaxaca, Chiapas y otras regiones del pas. Las noticias han suscitado el comentario amplio de algunos columnistas, as como cierta discusin en los crculos intelectuales del pas. El Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales considera indispensable hacer pblicas las siguientes consideraciones en torno a este conflicto:

En la configuracin de la sociedad colonial se establecieron formas de dominacin a travs de una nueva organizacin social de la que surgi el Mxico de hoy. La sociedad colonial impuso un nombre genrico comn para designar a los pueblos aborgenes sometidos: INDIO, sinnimo de colonizado. A partir de entonces la poblacin indgena fue violentamente incorporada dentro de un sistema social que expropia no slo su territorio sino tambin su trabajo y sus productos en beneficio de otros grupos. Desde un principio esta dominacin se apoy y se expres en formas locales de poder (caciques) cuya existencia y formas de accin negaron en la prctica el aparato jurdico pretendidamente protector. (Leyes de indios y Legislacin Mexicana).

Al consumarse la Independencia, la poblacin indgena reconocida era mayoritaria (60%). La Independencia slo cambi formalmente su condicin, pero en la realidad durante el siglo XIX los indios se vieron en una situacin de progresivo deterioro, debido entre otras causas, a la Ley de Desamortizacin de Bienes de Manos Muertas