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D. Jesús Borrego Arruz - Salesianos Trinidadestudiante y tuvo la oportunidad de ver a D. Bosco tres veces y estuvo hablando con él el 2 de noviembre de 1883, fecha que nunca olvidará

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Contar algo entrañable es siempre una alegría y una satisfacción. Lo que te voy a contar tengo que decirte que ha tenido su base en una magnífica obra escrita por un historiador salesiano: D. Jesús Borrego Arruz, que tituló, hace 25 años: “CIEN AÑOS DE PRE-SENCIA SALESIANA EN SEVILLA-TRINIDAD, 1893-1993”.

Para mí esto supone un acto de homenaje a tantas personas que, a lo largo de muchos años, se puede decir siguieron la senda de Don Bosco para continuar con su apostólica misión de conseguir “honrados ciudadanos y buenos cristianos”.

¿Se puede hacer algo más hermoso que lograr que haya mujeres y hombres que se empeñen en construir un mundo en el que todos seamos más felices? Pues esa es la pedagogía de Don Bosco: Que razonemos y no nos dejemos llevar por el capricho, la vanidad o la soberbia; que nos sintamos cerquita de Dios y de nuestra Madre Auxiliadora con un estudio serio de nuestra fe y religión; que pongamos en práctica el mandamiento de Jesús: “Que nos amemos como Él nos amó”. Los sabios pedagogos llaman a todo esto: “El Sistema Preventivo de Don Bosco”.

Bueno pues en nuestra casa de la Trinidad se ha dado todo esto a manos llenas por multitud de salesianos y profesores que han entregado todo su saber y sus mejores años a la misión de enseñar y educar. A ellos hay que añadir tantísimas personas colaboradoras, millares de antiguos alumnos y sus padres, salesianos cooperadores, asociaciones, compañías, centros juveniles, oratorios, grupos deportivos, actividades teatrales, y bandas de música, coros, rondalla… y excursionistas y… ¡qué sé yo de tantas cosas posibles para conseguir hacer todo aquello de lo que Don Bosco sería capaz!

Es por todo esto que quiero que mis sencillas palabras impresas, sean un granito de arena más en la gran montaña que se formará con las muchas manifestaciones de afecto y actividades que se tendrán en este feliz CIENTO VEINTICINCO cumpleaños de permanencia de DON BOSCO EN LA TRINIDAD y que se cumplen en este 2018. ¡Y QUE SEAN MUCHOS MÁS!

FELICIDADES A TODOS. A los pasados y a los presentes, porque sí, porque os lo merecéis de verdad. ENHORABUENA.

Con afecto, Luis.

DON BOSCO EN LA TRINIDADa modo de saludo

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Te voy a contar una historia que pienso te gustará porque se trata de los comienzos de este colegio de la Santísima Trinidad, hace ya mucho tiempo. Se cumplen ahora los CIENTO VEINTICINCO años de la

llegada de los Salesianos a la Trinidad. Imagínate la cantidad de niños, jóvenes y mayores que han pasado por aquí ¡Un nume-roso ejército! y la de acontecimientos que se han podido vivir.

Todo comienza un 16 de febrero de 1881 cuando D. Bosco manda por primera vez a los Salesianos a España al precioso pueblo sevillano de Utrera. No sé si por aquella época habría ricos “mostachones” y exquisitos dulces que hoy producen en sus confiterías y que son famosos atrayendo a muchos com-pradores. Pero los Salesianos no vinieron a comprar dulces sino con una misión muy importante como te contaré.

Era entonces Cardenal de Sevilla D. Joaquín Lluch y Ga-rriga que había oído hablar mucho de D. Bosco y leía sobre él todo lo que caía en sus manos. Se entusiasmó con su obra y estaba deseando conocerlo y, mira por dónde, un día que es-taba en Roma visitando a S.S. el Papa Pio IX tuvo la suerte de encontrarse en la misma audiencia a D. Bosco.

¿Qué pasó? Pues que, observándolo todo, como el que no quería la cosa y muy calladito, se pudo dar perfecta cuenta del gran afecto que el Papa le tenía y cómo escuchaba con sumo interés los asuntos y proyectos que D. Bosco le exponía. Allí creció en el Sr. Cardenal la admiración por el fundador de los Salesianos y seguramente pensó: “Tengo que conseguir que los Hijos de D. Bosco estén en Sevilla”.

Como te dije antes los salesianos llegaron a Utrera con gran contento del Sr. Cardenal, pero él los quería en la ciu-dad de Sevilla. Sabía muy bien que los problemas de los jóvenes los necesitaban. Veía a una juventud muy perdida; muchas pandillas que peleaban entre ellas; mucho aban-dono por parte de la sociedad; poca cultura y mucha de-lincuencia; mucho ocio e incluso hambre. Había muy poca preocupación por educarlos y sacarlos de su abandono, de su desinterés y de su falta de formación e ignorancia. Sólo D. Bosco podía poner remedio a tantos males con su peda-gogía y su estilo, pensaba D. Joaquín, así que los Salesia-nos tienen que estar en Sevilla. ¡Tienen que venir!

Había un Salesiano, cercano a D. Bosco, llamado D. Juan Cagliero, del cual seguramente habrás oído hablar, que más tarde sería el primer Cardenal Salesiano, que ser-vía de enlace entre nuestro Cardenal y D. Bosco y a quien insistía constantemente una y otra vez: “Tengo posibilidad de dos nuevas fundaciones: Écija y Sevilla”. Escribía: “…le daré a conocer las bases que tengo ya en mi poder para establecer a mis queridos Salesianos aquí en la misma Sevilla, en una casa nueva”.

Ahora hay que tener en cuenta que nuestro Arzobispo Lluch y Garriga se está encontrando mal, su salud era deli-cada y él lo sabía. Probablemente por eso, una de las cosas que escribe a D. Juan Branda, director de Utrera era: “…vayan enseguida a la Trinidad”.

Más todavía. Cuando D. Bosco le escribe felicitándo-le por su nombramiento como Cardenal, en su respuesta

agradecida entre otras cosas insiste: “…que vengan pron-to más sacerdotes y coadjutores salesianos para darles en Sevilla una buena iglesia con amplios locales…”, Pero no tenían un acelerador como él hubiera querido, no se podía correr, había que estudiar despacio la propuesta.

Y ¿qué pasó? Pues que tan delicado como estaba se precipitó lo que todos temían: murió en el pueblo de Umbrete, cerca de Sevilla, en una residencia que tenía el Arzobispado. No pudo ver cumplidos sus deseos, fue el 23 de septiembre de 1882. No vio a los Salesianos en la Trinidad, pero sí tuvo ocasión de entregar las llaves del edificio a D. Branda, director de los Salesianos de Utrera.

Ahora es nombrado en Sevilla como Arzobispo fray Ceferino González que hereda también la idea y el inte-rés por ver a los Salesianos en Sevilla. Había en la Diócesis un Obispo auxiliar que quería mucho a los Salesianos, y ellos le querían también mucho a él, que no dejaba apa-

SUCEDIÓ EN SEVILLA

Excmo Sr. D. Joaquín Lluch y Gárriga

Obispo de Sevilla1877-1882

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gar la llama del interés por su presencia en nuestra ciudad. Quería tanto a D. Bosco que escribió su vida, la primera en castellano, la tituló: “Don Bosco y su obra”. Se llamaba D. Marcelo Spínola y Maestre.

Era muy querido por todos, tanto que con sólo decir D. Marce-lo, ya sabía todo el mundo de quién se trataba. Una noticia “mu malaje” que no gustó en Sevilla: lo nombraron Obispo de Coria-Cá-ceres y más tarde también de Málaga. Llegaron a llamarle “El Obis-po mendigo” porque pedía limosnas para socorrer a los pobres.

Tuvo que dejar su tan querida ciudad, pues aunque había na-cido en San Fernando, pueblo de ambiente marinero de la provin-cia de Cádiz, se había encarnado totalmente con los sevillanos. Pero Dios, que es tan bueno, hará que vuelva de nuevo y lo hizo nombrado Arzobispo de Sevilla el 9 de noviembre de 1895 y, más tarde, Cardenal nombrado por Pio X en 1905. Fundó la Congre-gación de las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón y fo-mentó la buena prensa fundando “El Correo de Andalucía”. Fue un verdadero tesoro para los Salesianos y para la iglesia de Sevilla.

Pero no nos adelantemos. A D. Ceferino González lo nombran para la sede de Toledo y ahora nos viene como Arzobispo D. Be-nito Sanz y Forés. Quiero decirte que no te impacientes por el retraso porque llegarán los Salesianos a la Trinidad, pero antes había que recorrer un camino para ponerse de acuerdo con el nue-vo Arzobispo; no fue fácil. El nuevo Arzobispo tenía en su mente otros planes, pero los de Dios, parece ser que eran que los Salesia-nos vinieran a la Trinidad y ante esto, amigo mío, no hay más que decir. Don Ernesto Oberti, director de la casa de Utrera se pone en contacto con D. Rúa, le expone las condiciones del Sr. Arzobis-po que, como te dije, eran complicadas y, tras un tira y afloja, por fin se vieron las cosas un poquito más claras, pero la verdad es que costó trabajillo.

Hubo un gran cooperador salesiano, que trabajaba junto al Arzobispo y que fue muy eficaz dándole un gran impulso a este tema. Quería mucho a los Salesianos y heredó el deseo de los Ar-zobispos anteriores de que estuvieran en Sevilla. Él estaba suma-mente interesado, sobre todo en los talleres de formación profe-sional, se llamaba D. Juan Romero y ayudó muchísimo.

BeatoMarcelo Spinola y Maestre

Obispo de Sevilla1896-1906

Excmo Sr. D. Benito Sanz y ForésObispo de Sevilla1889-1995

¿QUIÉN IRÁ A LA TRINIDAD?

Hay una cosa muy simpática que te voy a contar: en-tre los Salesianos de Utrera, como sabían que algu-nos de ellos serían los escogidos para empezar su labor en Sevilla, hubo un tiempo en que todos se

preguntaban ¿seré yo? Tenían sus bromas y si se hubieran pe-dido voluntarios, seguro que todos hubieran estado dispuestos pero sólo dos serían los elegidos, la verdad es que ninguno sabía nada. Solamente el director D. Ernesto Oberti tenía muy claro quiénes serían y un día, por fin, les sacó de dudas: A Sevilla uno que irá es D. Francisco Atzeni, sacerdote salesiano y el otro, bueno a este otro tendrá siempre que agradecer mucho la Trini-dad como ya te contaré, se llamaba D. Pedro Ricaldone que to-

davía no se había ordenado de sacerdote, lo será más tarde y celebrará su primera misa en la parroquia sevillana de San Andrés, de donde sale ahora la Hermandad de Santa Marta.

Pero estos dos “valientes” salesianos no venían a insta-larse definitivamente sino a comenzar un Oratorio Festivo los fines de semana, cosa que no era nada fácil porque era un lugar donde no conocían a los Hijos de D. Bosco, sobre todo los más jóvenes, por eso los he llamado “valientes”.

Te voy a contar, valiéndome de las crónicas de la época, cómo comenzó todo y, a lo mejor me dirás, si es que co-noces cómo comenzó D. Bosco su Oratorio en Turín: “Pues

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está calcado, igualito, igualito que como empezó todo aquello de Don Bosco”.

Primero te voy a decir algún dato de los dos elegidos: D. Francisco Atzeni emigró a Turín desde su pueblo y a sus 25 años conoció a D. Bosco que lo conquista para ser Salesiano. Lo enviará a España a la comunidad de Utrera. Será el primer salesiano ordenado sacerdote en España. Después del año que pasa en el Oratorio de la Trinidad, fue destinado a Ciudadela y Écija y, volviendo a Utrera, pasa allí el resto de su vida. Le cono-cían cariñosamente como “el Pae Curro”.

D. Pedro Ricaldone: nace en Mirabello, Italia, fue brillante estudiante y tuvo la oportunidad de ver a D. Bosco tres veces y estuvo hablando con él el 2 de noviembre de 1883, fecha que nunca olvidará. Esta entrevista marcó su vida y la decisión que había de tomar. Seminarista y entusiasmado con su espíritu y misión, sigue a D. Bosco, que acaba de morir. Es destinado a Utrera donde recibe la gran noticia para él de llevar adelante el nuevo Oratorio de la Trinidad de Sevilla: iba a cumplir 22 años.

Y, como todo llega pues llegó la fecha tan esperada: 24 de julio de 1892 (tuvo que ser un 24) y ya tenemos a los dos sa-lesianos “italianos”, “utreranos”, “sevillanos” en el tren con des-tino Sevilla y… ahora te cuento: Mira, nadie los esperaba en la estación, no conocían a nadie, estaban un poco despistados, tuvieron difi cultad para encontrar la iglesia de la Trinidad, era la primera vez que pisaban estos lugares y en aquellos tiempos no había móviles ni aparatitos como hoy utilizan los turistas y que les guían hasta los sitios que quieren visitar.

Bueno, pues aquí los tenemos, andandito desde la estación antigua de San Bernardo, conocida después como la estación de Cádiz. Dando vueltas y preguntando, como dice la gente: “preguntando se llega a Roma”; por fi n, un poco cansados, en-contraron un espacioso edifi cio junto a una gran iglesia que se quedaron mirando y pensaron: a D. Bosco le sobraban mucha-chos y le faltaba edifi cio y a nosotros nos sobra edifi cio y nos faltan muchachos, no tenemos ni un niño.

¿Qué hacemos para encontrar algunos y poder comenzar con ellos? Pues sencillamente lo que aconsejaba D. Bosco, pri-mero rezar al Señor y a María Auxiliadora, pidiendo también a D. Bosco, que ya estaba en el cielo, que les ayudara y les inspirara

qué hacer. Después de rezar salieron a la gran explanada que había delante de la iglesia y vieron bajo un árbol, que conste que hacía mucho calor, a cinco pilluelos contándose sus aven-turas, jugando y pasándolo todo lo bien que ellos saben mon-társelo.

D. Francisco dice a D. Pedro: “Ve y a ver si consigues invi-tarlos a que vengan a entretenerse con nosotros en el patio de la Trinidad”. Como era el que mandaba le pasó “el marrón” al joven Pedro Ricaldone, pero seguro que no sería por quitarse “el mochuelo” de encima sino, a lo mejor, por aquello de que siendo tan joven los chavales le atenderían mejor y yo creo que tenía razón y acertó.

Y aquí tenemos al buen D. Pedro encomendándose a Ma-ría Auxiliadora, que se acerca a ellos y que comienza diciendo: “Buenas tardes amigos míos”. No obtiene ninguna contesta-ción pero, además, vio en ellos una mirada sospechosa que no le dio muy buena espina. Pero él siguió sonriendo y decidido: “¿Queréis venir conmigo a la Trinidad? Allí jugaremos mucho y os regalaremos medallas y otras cosas”. Uno dijo: ¿vamos? ¡yo voy! Los otros cuatro se retiraban desconfi ados y querían, a voces, convencer a su amigo para que también se fuera con ellos pero, cuando vieron brillar la medalla que D. Pedro le en-tregaba y la estampa de María Auxiliadora ya cambiaron de pa-recer porque eso de recibir algo… ya es harina de otro costal. Además su compañero los llamaba insistentemente: ¡que no pasa ná! ¡venid que nos dan cosas! Y, por fi n volvieron, un poco desconfi ados porque no se fi aban demasiado pero se unieron a él.

El joven clérigoPedro Ricaldone

CONDON BOSCO

Dice el cronista que D. Bosco había vencido, ¿qué te parece? ¡El que se acerca a D. Bosco… difícilmen-te se separa de él! ¿Y qué pasó

después? Pues que, disipadas las dudas y después de haberlo pasado bien, estos cin-co chavales se fueron a llamar a sus amigos del barrio y pronto se juntaron 31, vivara-chos y alborotadores a más no poder, junto a la “Puerta del Sol”, que sabrás estaba en las murallas del barrio de la Trinidad. Al poco tiempo se vieron corriendo y jugando con los salesianos por aquella explanada, vien-do cómo aquellos padres eran “buena gente” y les dejaban jugar y saltar pasándolo muy bien con ellos.

Sobre las 5 de la tarde D. Francisco los reunió a todos, en un corro sentados en el suelo y los puso al tanto de lo que se trataba. Les explicó bien quiénes eran los Salesianos, quién fue D. Bosco y cómo sería el Oratorio Festivo que estaban comenzando y cuáles eran sus planes. Todos le escuchaban y mi-raban con los ojos muy abiertos, entusias-mados y sorprendidos. Era la primera vez que aquellos sevillanos oían la palabra amigable de un Hijo de D. Bosco. Después de darles unos cuantos avisos los invitó a traer “maña-na” a todos sus amigos. Se despidieron muy encantados vociferando: ¡Hasta mañana,

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hasta mañana! Habían descubierto un “fi lón” de algo nuevo y desconocido pero que tenía “muy buena pinta”.

Los dos salesianos volvieron muy contentos y decían: D. Bosco y María Auxiliadora han dado comienzo a esta nueva obra de exquisita caridad… han tomado posesión de Sevilla.

¿Verdad que estos comienzos son muy parecidos a los del Oratorio Turinés de D. Bosco, cuando se hacía querer por aque-llos muchachos que deambulaban por las calles buscando algo para comer o incluso robando por el mercado? Para aquellos pobres mozalbetes era nuevo el ver que alguien se interesaba por ellos, igual que pasó en Sevilla. Pero D. Bosco no se con-tentaba y buscaba más, porque sabía que muchos lo pasaban mal y ahí le tenemos, como buen pescador que echa las redes siguiendo la voz de Jesús, porque no podía estar tranquilo sa-biendo que había muchachos y jóvenes que lo necesitaban, conociendo que no eran lo mejorcito de Turín. D. Francisco y D. Pedro sentían lo mismo porque “de tal palo, tal astilla” ¿A que sí?

En Sevilla los dos salesianos se llenan de gozo cuando ca-minan por los arrabales-extramuros de Sevilla pensando en lo que hizo su Padre y Maestro y el campo de trabajo que se les presentaba. Dice el cronista: “se ven a un tiempo a tantos jóve-nes descalzos en las plazuelas… pobres hijos de la plebe, más vivos que el azogue; el hijo sin consuelo, el desvalido y des-amparado y cuantos se encuentran necesitados y afl igidos…”

Pero veamos lo que pasó al día siguiente: El día 25 era la fi esta de Santiago Apóstol y antes que llegaran los salesianos a la estación ya había corrillos en animada charla contando “a los nuevos” lo bien que lo habían pasado el día anterior. Ya no eran 31, eran más de 60 los chavales que habían acudido. Cuando llegaron se organizaron juegos y más tarde, entraron a misa en la iglesia y se despidieron hasta las cuatro de la tarde donde volvieron algunos más que por la mañana. Esto era maravilloso, se multiplicaban de tal manera que al poco tiempo pasaban del centenar. Se repartieron en grupos y, ayudados por algunos alumnos mayores invitados del colegio de Utrera, empezaron con algunas charlas formativas seguidas de distintos juegos y visita a María Auxiliadora.

NO PODÍAFALTAR

Pero antes de seguir permíteme que te diga algo sobre María Auxiliadora. Mira: la iglesia que se encontraron era muy espaciosa pero estaba muy abandona-

da porque habían pasado muchos años en los que fue utilizada para otras cosas y no precisamente cuidada. Te tendría que contar algo de la historia de la iglesia pero, para no alargarme, sólo te diré que 1248 el Rey San Fernando concedió estos terre-nos a los Trinitarios. Había un templo medieval y el actual se inicia en 1620 dedicado a las Santas Justa y Rufi na. En 1810 fue saqueada por las tropas napoleónica. Fue cárcel, hospital, cuartel, semietc. Tenía una hermosa huerta y también en-terramientos de los Padres Trinitarios y bienhecho-res.

Pero vamos a lo nuestro. La preciosa imagen de María Auxiliadora que ahora tenemos por supues-to que no estaba. D. Pedro puso un cuadro grande de la Virgen en el altar mayor y ante él hacían sus visitas y rezaban.

Llegado el mes de María, que como sabes es mayo, hizo una propuesta a los muchachos, que a nosotros nos sorprende, pero que entonces fue muy bien acogida. Se trataba de adornar el cuadro de María Auxiliadora, se le trajeron muchas fl ores pero, les dijo, lo que más agradará a la Virgen es que

Vista de la Iglesia de la Trinidad donde se puede observar el antiguo acceso a las Sagradas Cárceles

Altar situado en las Sagradas Cárcelesdedicado a Santa Justa y Santa Rufi na

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pongamos a sus pies todos lo “tirachinas” y las “hondas” con que os lanzáis las piedras en vuestras peleas. Tie-nes que tener en cuenta que, por aquel entonces, había muchas pandillas por los barrios que se hacían sus gue-rras particulares a base de pedradas, después del grito: ¡Guerrea queremos! había que esconderse porque las “chinas” volaban en todas direcciones y, a veces, salían mal paradas o escalabradas, personas que “no eran de la guerra”. ¿Sabes lo que pasó? Que aquello se llenó de toda clase de tirachinas y cuerdas-hondas. Seguro que ellos mismos se darían un aplauso y que la Virgen en el cielo también aplaudió sonriendo junto a D. Bosco la ocurrencia del joven clérigo.

Día de júbilo y alegría: el 6 de mayo de 1895, a eso de la una de la tarde, llega a la Trinidad la artística y primorosa imagen de la Virgen Auxiliadora. Procedía de los talleres de Sarriá y, como dicen las crónicas de la casa, fue escoltada por “una animación insólita y un griterío bullicioso”. Así llegaba a la Trinidad la “artística y primorosa Imagen de la Protectora de los Salesianos”.

Se apañaron para prepararle, con pocos medios, un trono provisional pero realizado con todo el cariño del mundo y que seguramente agradó mucho a la Virgen. Bien sabían que Ella se apañaría para que, ya que se encontró sin un altar, haría surgir los medios para que todo se solucionara.

La solución llegó por medio de un matrimonio muy fervoroso que hizo dorar y pintar un precioso y devo-to altar. San Juan de Mata, fundador de los Trinitarios dejó a tan linda Madre su lugar y allí, por dos escaleras laterales, podían acercarse sus hijos a besarle el pie y a rezarle. Para que tengas idea te diré que es el altar que ahora ocupa Don Bosco.

Pero antes y mientras se le arreglaba y pintaba su preciosos altar, llegó el mes de mayo y, en el patio de Domingo Savio, sevillanísimo de fl ores y macetas, como corresponde al tiempo de primavera, se coloca la Ima-gen, allí se reza y se le cantan sevillanas, el día 24 se

hace por todos solemnísimo, como Dios manda y los Sale-sianos saben hacer. El día 27 llega el paso prestado por los jesuitas y en él se paseará a nuestra Madre Auxiliadora.

Su escultor fue José Parellada; es considerada como la joya de nuestra Basílica por su belleza y fi nura. La ben-dijo el Cardenal D. Benito Sanz y Forés el 30 de mayo del mismo año. Acudió numerosísimo público y clero. La banda se esmeró ese día de manera particular tocando, y sigo al cronista: “los alegres acordes de la marcha real”. Después fray Diego de Valencina, guardián de los Padres Capuchinos de Sevilla, teje un hermoso panegírico de María… nuestro Pastor dio la bendición con su Divina Majestad, concluyen-do la función con un grandioso himno a María Auxiliado-ra.”

El 2 de junio, desde por la mañana, repicaron las cam-panas se tuvo solemne Misa y a las seis y media de la tarde se abren la puertas del templo para dar inicio a su prime-ra procesión por las calles de Sevilla. Tras la Cruz de Guía seguían los niños de primera comunión y muchos niños y jóvenes de la escuela y del oratorio; un numeroso núme-ro de señoras Cooperadoras; el Círculo Católico de Obreros

con su bandera y muchos señores Cooperadores, unidos a la Hermandad del Sgdo. Decreto que cerraba la comitiva. Hubo adornos de balcones y fuegos artifi ciales, después de que la procesión volviera de su recorrido, en el que visitó la iglesia de los Padres Capuchinos, donde se tuvo una emotiva estación y también la Parroquia de San Julián, a la que esta casa perte-necía.

Desde entonces se ha ido sucediendo la procesión cada año, con fervor y cariño, y siempre en aumento. El recuerdo especial de los días 24; sus novenas; sus besapies; sus “baja-das”; sus procesiones y hasta las verbenas que se organizan en los patios del colegio con motivo de su Fiesta que intentan imitar a la “feria de abril sevillana” con numerosísima afl uencia de público.

Cincuenta y nueve años después, sucedió algo apoteósico y a lo que acudieron miles de criaturas: Fue coronada canó-nicamente la Imagen de nuestra Auxiliadora por el Cardenal D. Pedro Segura y Sainz en la Puerta de Jerez y en el año 1996 el Exmo. Ayuntamiento de Sevilla le concedió la Me-dalla de la Ciudad que le fue impuesta por la Sra. Alcaldesa Dña. Soledad Becerril.

Coronación canónica de la Imagen de nuestra Auxiliadora por el Cardenal D. Pedro Segura y Sainz en la Puerta de Jerez el 13 de mayo de 1954.

Procesión de María Auxiliadorapor las calles de nuestro barrio

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Sigamos con nuestro Oratorio Festivo.

Así fueron sucediéndose domingo tras domingo en los que se aumentaba el número de gente joven que no se con-tentaba con esperar en la “Puerta del Sol” a los Salesianos, sino que muchos de ellos los esperaban en la misma esta-ción de San Bernardo. Algunos se mosqueaban cuando el tren se retrasaba, estando el jefe de estación muy sorpren-dido de ver a tantos chavales que impacientes esperaban a los “dos curas” que venían de Utrera.

Aquí tenemos a D. Pedro, que tenía unas cualidades magnífi cas y era el que verdaderamente dirigía el Oratorio, que se fue ganando a aquellos muchachos. Podríamos decir

que era “otro D. Bosco” que se encontraba feliz en la Trini-dad queriendo imitar en todo a su Padre Fundador.

Así pasaban los domingos en el Oratorio, que cada vez era más pujante y numeroso, hasta que llegó por fi n la hora de la verdad. Fecha: ¡4 de enero de 1893! Defi niti-vamente en Sevilla. D. Pedro escribe a D. Rúa: “…desde el día en que vi el cuadro de nuestra buena Madre María Au-xiliadora señorear desde el majestuoso altar de la iglesia de la Santísima Trinidad, dije en mi corazón: ¿Quién será capaz de alejar a María Auxiliadora de este lugar del que ha tomado posesión?...”

Nos cuenta: No teníamos sillas ni nada del resto, nos fuimos a dormir sin cenar y, habiendo permanecido casi veinticuatro horas sin comer. Vivimos una verdadera po-breza en aquellas habitaciones desmanteladas desde hace mucho tiempo. La Providencia vino en nuestro soco-rro enviándonos todo lo más necesario. Trajimos de Utrera

TODO LLEGA

ropa de cama y algún que otro mueble. Tuvimos algunos bienhechores entre los que se contaban D. Juan Romero, Dña. Ana Higueras y, por supuesto la que llamaríamos pronto: “la madre de los salesianos de Sevilla”, doña Inés Benjumea.

Comenzaron las clases con 80 niños inscritos. Las Es-cuelas Católicas de la Alhóndiga nos socorrieron con los primeros bancos para nuestras clases. Por supuesto que la casa salesiana de Utrera fue para la Trinidad un “verda-dera madrina”, sus ayudas eran constantes. El día de San Francisco de Sales tuvimos la visita de D. Felipe Rinaldi que nos hizo la primera visita como Inspector y vino acom-pañado desde Utrera por el “pequeño clero” y el “coro de cantores”.

D. Felipe nombró como Director de la nueva casa a D. Matías Buil. Y algo que necesitábamos mucho: Vino un dinerillo llovido como “agua de mayo”, que la Junta de Benefi cencia de la ciudad concedió. El donativo fue de 6.500 pesetas para comprar y equipar clases y adquirir materiales para los talleres de Zapatería y Carpintería que fueron los primeros que se montaron para enseñar ofi cios, más tarde se montarían también los de sastrería, imprenta, tipografía y encuadernación.

Ahora fi esta grande: La Trinidad se adornó para un gran acontecimiento porque llegó la hora de que D. Pedro Ricaldone cantará su “primera misa”, también como primer salesiano ordenado sacerdote en Sevilla. Ya te dije que fue en San Andrés. Aquel fue un gran aconteci-miento, vinieron de Utrera los salesianos con su coro de cantores y mira… los chavales disfrutaron más que nadie cuando al volver a la Trinidad, en el patio, se encontra-ron con unos dulces, que fue la mejor forma de celebrar la fi esta, y con los que se despedían muy felices: “Hasta el domingo”… pero, “frenaron” los muy pillos, porque cuan-do se marchaban vieron llegar a una señora, que quería celebrar el acontecimiento de D. Pedro, obsequiándole con una gran batea de dulces y cosas apetitosas. Todos metieron la “marcha atrás” y, en pocos minutos aquello

Una de las primeras bandas de música con D. Ricaldone

desapareció. Menos mal que, según nos cuentan las crónicas, un chaval muy espabilado llevó un pedazo de un manoseado dulce a D. Pedro diciéndole: “Si no llega a ser por mí, no lo prueba usted, D. Pedro”.

Y llegó lo que te voy a contar ahora, fíjate: Lo nombraron nada más y nada menos que Director, sí, sí, a D. Pedro con 24 años ¿qué te parece? Se lo merecía. Todos le querían; a los chavales nombrarles a D. Pedro era poco menos que nombrar-les a su padre. En Sevilla decir su nombre era algo así como nombrar a un “gran sevillano”. Aún después de años cuando desempeñó el cargo como primer Inspector de la Inspectoría de Sevilla o de Rector Mayor de la Congregación Salesiana, como IV sucesor de D. Bosco, en Sevilla siempre se le recorda-ba como: ”D. Pedro”. Así tal cual, cariñosamente, no necesita-ban decir el apellido, D. Pedro era D. Pedro y se acabó.

Volviendo a la casa te tengo que decir que en el curso 1894-95 se le otorga entidad jurídica con el título de: “Ins-tituto Salesiano de la Santísima Trinidad”, también llamada: “Escuela de Arte y Ofi cios de la Stma. Trinidad” según la sec-ción de la que se hablara.

Uno de los primeros talleres de zapatería.

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LA HISTORIA SIGUE

Bueno, amigos míos, estos, según me cuentan y he podido leer, son lo comienzos de “LOS SALESIANOS DE LA TRINIDAD”. ¿Qué te pareció? Bien, verdad. Pues no veas, después

de todo esto la cantidad de acontecimientos, hechos, personas, etc. etc. que se han sucedido por aquí hasta llegar a nuestros días.

Como decía a la comunidad salesiana el que fue ins-pector D. Florencio Sánchez cuando se celebraron los 50 años de la casa: “Vosotros sois segadores de los sudores pedagógicos de tantos salesianos que pasaron por esta casa”, y ya han pasado 75 años más, así que imagínate ¡cuántos sudores han abonado esta buena tierra!

Hoy, cuando empezamos a contar ya los meses hasta llegar a los próximos CIENTO CINCUENTA años se pue-de decir que D. Bosco SIGUE VIVO en esta casa y que los que estén por aquí para celebrarlos, seguramente, se sentirán felices de tener un recuerdo agradecido para los que ahora estamos y los que harán posible que los Hijos de D. Bosco sigan siendo queridos por su trabajo y entre-ga en bien de todos.

En fin, una historia alucinante de la que tú ahora, se-guramente, eres parte.

¡Gracias, Señor, por haber traído a los Salesianos a la Trinidad!