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Respuesta a los comentarios sobre Categorías y autoconciencia en Kant PEDRO STEPANENKO Instituto de Investigaciones Filosóficas Universidad Nacional Autónoma de México [email protected] RESUMEN: El autor de Categorías y autoconciencia en Kant responde a los comentarios de I. Cabrera, E. Lazos y G. Leyva. En respuesta al comentario de este último, caracteriza su interpretación de la deducción kantiana de las categorías como reconstrucción de una discusión entre distintas posiciones y expresa su desconfianza ante una reconstruc- ción sistemática de todas sus partes. En su respuesta al comentario de E. Lazos, analiza los distintos conceptos de objetividad que Kant maneja en la deducción trascendental y que desembocan en el problema de las representaciones subjetivas. En su respuesta al comentario de I. Cabrera aclara en qué sentido considera que la llamada deducción subjetiva puede verse como un argumento analítico-regresivo y por qué el concepto de au- toconciencia como autoadscripción de representaciones no puede servir para argumentar a favor de la necesidad de las categorías. PALABRAS CLAVE: Kant, deducción trascendental, interpretación, objetividad, autocon- ciencia Se suele comparar el vacío que provoca terminar un libro con la depresión posparto. Ojalá todos los que terminamos un libro pudiéramos hacer esa comparación: estaríamos seguros de que aquello que tanto tiempo nos ha ocupado seguirá teniendo vida. Pero, el vacío que provoca terminar un libro viene acompañado o se confunde precisamente con el temor de que aquello que nos ha ocupado tanto tiempo desaparezca en el olvido o en lo que Carlos Pereda llama el ninguneo. En este contexto, es un privilegio tener lectores como los que han comentado previamente mi libro. Los tres conocen muy bien los problemas en los que me he metido y la diversidad de sus intereses los ha hecho enfocar distintas partes de mi texto. El co- mentario de Gustavo Leyva se concentra en la reconstrucción de la génesis de la deducción trascendental que presento en los tres primeros capítulos y que está basada en las investigaciones que Wolfgang Carl expone en Der schweigende Kant. El comentario de Efraín Lazos ataca, quizá porque me conoce bien, el asunto que más me preocupa de mi libro: lo que Bernhard Thöle llama “el problema de las representaciones subjetivas”, 1 es decir, el rechazo de las representaciones que no pueden articularse objetivamente 1 Cfr. B. Thöle, Kant und das Problem der Gesetzmäßigkeit der Natur, W. de Gruyter, Berlín, 1991, pp. 64–69. DIÁNOIA, Vol. XLVI, Núm. 47 (noviembre 2001): 103–112.

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  • Respuesta a los comentarios sobreCategoras y autoconciencia en Kant

    PEDRO STEPANENKOInstituto de Investigaciones FilosficasUniversidad Nacional Autnoma de [email protected]

    RESUMEN: El autor de Categoras y autoconciencia en Kant responde a los comentarios deI. Cabrera, E. Lazos y G. Leyva. En respuesta al comentario de este ltimo, caracterizasu interpretacin de la deduccin kantiana de las categoras como reconstruccin deuna discusin entre distintas posiciones y expresa su desconfianza ante una reconstruc-cin sistemtica de todas sus partes. En su respuesta al comentario de E. Lazos, analizalos distintos conceptos de objetividad que Kant maneja en la deduccin trascendentaly que desembocan en el problema de las representaciones subjetivas. En su respuestaal comentario de I. Cabrera aclara en qu sentido considera que la llamada deduccinsubjetiva puede verse como un argumento analtico-regresivo y por qu el concepto de au-toconciencia como autoadscripcin de representaciones no puede servir para argumentara favor de la necesidad de las categoras.

    PALABRAS CLAVE: Kant, deduccin trascendental, interpretacin, objetividad, autocon-ciencia

    Se suele comparar el vaco que provoca terminar un libro con la depresinposparto. Ojal todos los que terminamos un libro pudiramos hacer esacomparacin: estaramos seguros de que aquello que tanto tiempo nos haocupado seguir teniendo vida. Pero, el vaco que provoca terminar unlibro viene acompaado o se confunde precisamente con el temor de queaquello que nos ha ocupado tanto tiempo desaparezca en el olvido o enlo que Carlos Pereda llama el ninguneo. En este contexto, es un privilegiotener lectores como los que han comentado previamente mi libro. Los tresconocen muy bien los problemas en los que me he metido y la diversidadde sus intereses los ha hecho enfocar distintas partes de mi texto. El co-mentario de Gustavo Leyva se concentra en la reconstruccin de la gnesisde la deduccin trascendental que presento en los tres primeros captulosy que est basada en las investigaciones que Wolfgang Carl expone en Derschweigende Kant. El comentario de Efran Lazos ataca, quiz porque meconoce bien, el asunto que ms me preocupa de mi libro: lo que BernhardThle llama el problema de las representaciones subjetivas,1 es decir, elrechazo de las representaciones que no pueden articularse objetivamente

    1 Cfr. B. Thle, Kant und das Problem der Gesetzmigkeit der Natur, W. de Gruyter, Berln,1991, pp. 6469.

    DINOIA, Vol. XLVI, Nm. 47 (noviembre 2001): 103112.

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    con otras representaciones. De acuerdo con el quinto captulo, el ms largoy propositivo, Kant se ve obligado, en la primera edicin de la Crtica dela razn pura, a rechazar este tipo de representaciones por querer fusionarlos dos proyectos de deduccin que expongo en los tres primeros captulos.Isabel Cabrera, aun cuando ofrece un panorama general del libro, concentrasus inquietudes en la posicin que adopto, en los dos apndices, frente aalgunas interpretaciones contemporneas de la deduccin trascendental.Como el orden en que he mencionado los comentarios corresponde a ladisposicin de los temas en el libro, responder en ese orden.

    La preocupacin predominante del comentario de Gustavo Leyva es la deubicar la perspectiva desde la cual interpreto los textos de Kant. Ya que unode mis objetivos es exponer los distintos proyectos de deduccin previos alas versiones publicadas en la Crtica de la razn pura y, para ello, me basoen las investigaciones realizadas por W. Carl en Der schweigende Kant, Leyvase detiene a presentar la propuesta interpretativa de este ltimo. WolfgangCarl, como lo seala Leyva, se aparta, por un lado, de una interpretacinselectiva como la de P.F. Strawson y, por el otro, de una interpretacin quebusque acabar con las oscuridades del texto ofreciendo una reconstruccinconsistente con todas las partes del mismo, como la que intenta llevar acabo Dieter Henrich. A diferencia de ellos, lo que pretende hacer W. Carl ensu libro es comprender la deduccin mediante la historia de su desarrollo,mediante un estudio de las preocupaciones que llevaron al autor a ese texto,con esas oscuridades y esa complejidad que, de hecho, tiene. No sin ciertarazn, G. Leyva se pregunta si esto no equivale a insistir en el ingenuolema del retorno al texto. En defensa de Carl, hay que decir que l mismotoma distancia de ese lema y que, en contraste con ste, seala que lo quebusca es slo hacer comprensible el texto de Kant como expresin de lasintenciones argumentativas de su autor, las cuales se pueden encontrar enlas notas previas a la Crtica de la razn pura.2 Es cierto que, al distinguirsus objetivos de los que sustenta la interpretacin de D. Henrich, afirma quepretende guiarse por la penetracin (Einsicht) del autor interpretado y nopor la de aquel que interpreta.3 Esto puede resultar ingenuo. Sin embargo,yo creo que hay que ver en el libro de W. Carl no una interpretacin aca-bada, sino un momento en el proceso de interpretacin: aquel en el cualel texto se resiste a satisfacer las expectativas del que interpreta. Como G.Leyva lo menciona en su comentario, la expectativa original de W. Carl eraleer la deduccin trascendental de las categoras como una discusin con

    2 Cfr. W. Carl, Der schweigende Kant. Die Entwrfe zu einer Deduktion der Kategorien vor1781, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga, 1989, p. 14.

    3 Ibid.

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    el naturalismo de Hume. Si esa expectativa era acertada, una investigacinde la gnesis de este texto en los doce aos previos a la publicacin dela Crtica enriquecera la comprensin de la posicin trascendental comoalternativa del naturalismo. Sin embargo, los textos que dan testimonio deldesarrollo filosfico de Kant en esos doce aos no adquieren sentido bajoesa hiptesis. Era, pues, necesario rectificar esa expectativa. El libro de W.Carl puede verse, entonces, como un anlisis que abre la posibilidad deconformar una nueva unidad de sentido, una unidad que permita articularlas distintas lneas argumentativas de la deduccin trascendental. Esta arti-culacin quiz no sea la de una teora acabada de la intencionalidad. Quizel sentido de la deduccin es el de un proyecto o el de una discusin entredistintas posiciones.

    El libro de W. Carl distingue tres proyectos de deduccin trascendentaly permite comprender las preocupaciones que llevaron a Kant a buscar susolucin en cada uno de ellos. De esta manera, W. Carl no cae en los anlisis,frecuentes en cierta tradicin filosfica, que terminan por desbaratar el textoy reducirlo a una serie de pensamientos inconexos, cuya unidad no puedeatribuirse ms que a las confusiones del autor. Pero tampoco se empea endar con una versin redonda del texto, en la cual todas sus piezas embonena la perfeccin. Encuentra, pues, un sano trmino medio y parece suscribir,as, la opinin de Kemp Smith acerca del mayor mrito filosfico de Kant,a saber: su capacidad para reconocer las dificultades de cada una de lassoluciones que era capaz de proponer para resolver los problemas que sehaba planteado.

    El mtodo de trabajo de Kant parece haber consistido en alternar con variassoluciones posibles, desarrollando cada una en su turno, con la esperanza deencontrar una posicin intermedia que comparta los mritos de todas. Cuandoesa posicin intermedia no surge, como sucede con frecuencia, Kant desarrollasu pensamiento a travs de las lneas paralelas de las perspectivas alternas.4

    Lo que me atrajo del libro deW. Carl fue precisamente ese trmino medioentre un anlisis sin direccin y una ingenua reconstruccin sistemtica detodas las piezas de la deduccin. Ahora, lo que yo intent hacer en mi li-bro fue desarrollar el potencial interpretativo de la distincin de proyectosque Carl establece en el suyo. Hago uso de esa distincin para explicarlos conflictos y las tensiones entre las distintas lneas argumentativas de ladeduccin en la primera edicin de la Crtica de la razn pura. En lugarde distinguir tres proyectos, yo destaco bsicamente dos para enfatizar la

    4 N. Kemp Smith, A Commentary to Kants Critique of pure Reason, 2a. ed., Macmillan,Nueva York, 1923, p. xxii.

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    tensin entre ellos. En la exposicin del segundo, me aparto de Carl paradestacar una de las ideas centrales de una de las lneas argumentativas de ladeduccin en laCrtica, a saber: que la unidad que constituyen las categorases la unidad de la autoconciencia. El problema que ubico como foco de esastensiones es lo que Bernhard Thle llama el problema de las representacio-nes subjetivas, es decir, el rechazo de todas aquellas representaciones queno estn articuladas objetivamente conforme a las categoras. Este proble-ma puede considerarse como el foco de esas tensiones porque, de acuerdocon el primer proyecto de deduccin, la diferencia entre representacionesobjetivas y representaciones subjetivas es un presupuesto que nos permiteespecificar el conjunto de conceptos o reglas que estructuran objetivamentenuestras representaciones; mientras que, de acuerdo con el otro proyecto, laconciencia misma de cada representacin implica su articulacin objetiva.Las tensiones, por supuesto, se generan por querer fusionar los dos proyec-tos, en particular, por querer identificar las categoras como conceptos quedeterminan lo que es un objeto en general con las categoras como reglas quepermiten integrar todas nuestras representaciones en una nica conciencia.Son muchos los problemas que estn involucrados en estas tensiones. Al-gunos de ellos son cuestiones que ocupan la atencin de muchos filsofosde la mente y epistemlogos contemporneos. Aqu slo podr mencionaralgunas: si la diferencia entre cmo pienso que son las cosas y cmo meparece que son es esencial para una concepcin satisfactoria de la concienciay del conocimiento, si hay contenidos no-conceptuales de la conciencia, sitodos los actos de conciencia presuponen cierta normatividad. Me atrevo,pues, a decir que un anlisis de las tensiones y conflictos que se encuentranen la deduccin trascendental contribuye a una mejor comprensin de estosproblemas contemporneos. Es cierto que no es a partir de la formulacincontempornea de estos problemas como me acerco a la deduccin, sinoque los abordo siempre desde una perspectiva interna a la filosofa de Kant.Por esto, es legtima la preocupacin de G. Leyva cuando se pregunta si mimanera de leer a Kant no resulta demasiado inmanente y ligada al texto. Enmi libro, efectivamente, no pretendo ir ms all de la filosofa de Kant. Sinembargo, no hay que olvidar que los problemas filosficos contemporneosslo tienen sentido por su articulacin con la historia de la filosofa. Quereratacar esos problemas sin tener en cuenta el trasfondo histrico que haceposible incluso su formulacin es tan ingenuo como querer comprender untexto filosfico de la tradicin haciendo abstraccin de nuestro propio puntode vista. No hay que olvidar la advertencia con la cual W. Sellars empiezasu libro Science and Metaphysics y con la cual estoy seguro que G. Leyva

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    coincide: La filosofa sin la historia de la filosofa si no es vaca o ciega, almenos es tonta.5

    Paso ahora a responder los comentarios de Efran Lazos, quien se preguntasi el problema que yo destaco como el punto en el cual chocan los dos pro-yectos de deduccin es, en realidad, un problema. Si no estoy confundido,lo que se pregunta E. Lazos es si el rechazo de las representaciones subjeti-vas, el rechazo de las representaciones que no estn relacionadas mediantecategoras con otras representaciones, constituye un problema para lo quepodramos llamar la teora de la intencionalidad de Kant. Si lo que Kant haceen la Doctrina trascendental de los elementos es slo caracterizar lo que esel contenido de un pensamiento, podemos perfectamente hacer abstrac-cin de aquellos aspectos de los estados mentales que no forman parte delcontenido. Visto as, el problema de las representaciones subjetivas parece,efectivamente, irrelevante. Pero E. Lazos da por sentado precisamente loque en mi libro est en cuestin, aunque lo formule en otros trminos, asaber: si Kantmaneja el concepto de objetividad comomera intencionalidado si caracteriza la objetividad de tal manera que presupone el concepto deverdad.

    Cuando C.I. Lewis se pregunta, en Mind and the World-Order, si el sabiode Knigsberg no tena sueos, concibe los principios que se derivan delas categoras como principios que delimitan lo que podemos considerarcomo real y seala que Kant confundi estos principios con los principiosque determinan la posibilidad de la experiencia. C.I. Lewis insiste en queno podemos limitar a priori la experiencia; lo que podemos determinara priori es lo que puede ser un objeto real. Sabemos a priori el tipo derelaciones que deben tener los contenidos de nuestras experiencias paraconsiderarlos como objetos reales. Pero no podemos determinar a priori sitodos los contenidos de nuestras experiencias concuerdan con ese tipo derelaciones. El contenido de los sueos o de las alucinaciones, de acuerdocon C.I. Lewis, no responde a las relaciones categoriales.6 Ahora bien, silas relaciones categoriales definen la objetividad de nuestras experiencias,entonces el contenido de esos estados mentales es subjetivo y, por lo tan-to, los requisitos de contenido no pueden coincidir con los requisitos deobjetividad.

    Lo que Bernhard Thle llama el problema de las representaciones subje-tivas tiene su origen en esta interpretacin de las relaciones categoriales. Yocreo que esta interpretacin es correcta si se toma en consideracin el primer

    5 W. Sellars, Science and Metaphysics, Routledge and Kegan Paul, Londres 1968, p. 1.6 Cfr. C.I. Lewis, Mind and the World-Order, Charles Sribners Sons, Nueva York, 1929,

    pp. 221222.

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    proyecto de deduccin que expongo enmi libro. Pero entra en tensin con elsegundo proyecto, para el cual las relaciones categoriales resultan ser inclu-so condiciones para tener conciencia de las intuiciones relacionadas. Quererfusionar ambos proyectos es lo que lleva al absurdo de negar la existenciade los contenidos de estados mentales como los que tenemos en los sueos oen las alucinaciones. Quiere esto decir que los principios que se derivan delas categoras establecen, de acuerdo con el primer proyecto, condicionesde verdad, mientras que en el segundo tan slo establecen condiciones deobjetividad, entendida esta ltima como mera intencionalidad? S, quizsta sea una buena manera de plantear el problema, siempre y cuandolas condiciones de verdad en el primer proyecto se entiendan slo comocondiciones negativas de la verdad. Lo que quiz resulte desconcertante esque a estas condiciones negativas de la verdad podemos tambin llamarlascondiciones de objetividad. En efecto, de acuerdo con el primer proyecto,la objetividad puede ser considerada, en un primer momento, propiedadde los juicios o de los pensamientos, entendiendo estos ltimos como lacontraparte de las intuiciones. La objetividad tiene que ver, en este caso,con la forma en que estn relacionados los trminos o los conceptos en losjuicios y lo que garantiza es que a travs de esos juicios pensemos en objetosreales. Ciertas intuiciones o experiencias, claro est, son las que determi-nan el valor de verdad del juicio; pero, para que esto suceda, el juicio tieneque estar estructurado conforme a categoras. Esta propiedad originaria delos juicios, puede, sin embargo, aplicarse a los contenidos de los estadosmentales. En este caso, significa que esos contenidos estn relacionados detal manera que pueden determinar el valor de verdad de un juicio objetivo.Lo pueden hacer de manera positiva o negativa, es decir, las relacionesentre los elementos del contenido pueden hacer que un juicio objetivo seaverdadero o falso. Est claro, pues, que, siguiendo el primer proyecto dededuccin, la objetividad no coincide ni con la mera intencionalidad, yaque puede haber contenidos que no determinen el valor de verdad de unjuicio objetivo, ni con la verdad, puesto que los juicios objetivos pueden serverdaderos o falsos.

    Pero Kant no slo maneja este sentido fuerte de objetividad, tambinmaneja el concepto de objetividad como mera intencionalidad. Este senti-do amplio de objetividad es el que interviene en el segundo proyecto dededuccin. Las categoras ya no slo son aqu los conceptos a travs de loscuales pensamos en un objeto real, sino tambin funciones que sintetizannuestras intuiciones de tal manera que los contenidos de nuestros estadosmentales formen parte de la unidad de la conciencia. El problema de las re-presentaciones subjetivas surge, pues, por querer identificar dos sentidos deltrmino objetividad o dos maneras distintas de caracterizar las categoras.

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    Yo creo que Kant, en la Crtica de la razn pura, lleva a cabo explcitamenteesta identificacin cuando afirma lo siguiente:

    La misma funcin que da unidad a las distintas representaciones en un juicioproporciona tambin a la mera sntesis de diferentes representaciones en unaintuicin una unidad que, en trminos generales, se llama concepto puro delentendimiento. (A7980/ B104105)7

    Kant nunca renuncia al sentido fuerte de objetividad, de tal manera que elobjetivo de la deduccin subjetiva, la parte de la deduccin que pretendemostrar la necesidad de las categoras, puede formularse en los siguien-tes trminos: mostrar que el contenido de nuestras experiencias no puedeser ms que un objeto real, ya que las mismas funciones de sntesis quehacen de las intuiciones objetos de la conciencia son las que, en trminosde C.I. Lewis, nos permiten pensar en un objeto real. Esta posicin puedeconsiderarse escandalosa o inofensiva; lo cierto es que elimina la diferenciaentre cmo me parece que son las cosas y cmo pienso que son. Puederesultar inofensiva si se reformula en los siguientes trminos: el contenidode nuestras experiencias tiene que estar estructurado de tal manera quepueda determinar el valor de verdad de algn juicio objetivo. El conteni-do de nuestras experiencias es algo real; el problema es dar con los juiciosobjetivos que puedan contrastarse con ese contenido. Lo que yo me pregun-tara aqu es cmo debemos entender el contenido de nuestras experienciasmientras no contemos con los juicios objetivos correspondientes. ste es,en realidad, el aspecto del problema de las representaciones subjetivas queme preocupa en mi libro y, por ello, me parece atractiva la reformulacin dela postura de Kant en la segunda edicin de la Crtica de la razn pura. Estapostura puede interpretarse de tal manera que se exija de todo contenidono que sea objetivo por el hecho de que tengamos conciencia del mismo,sino que lo sea porque, en principio, debemos ser capaces de encontrar losjuicios objetivos que nos permitan ubicarlo en una visin del mundo real.

    Este ltimo punto est ntimamante ligado con la primera de las inquietudesque expone Isabel Cabrera en su comentario: si las representaciones sub-jetivas, aquellas que no pueden considerarse representaciones de objetosreales que existan con independencia del sujeto, no son tambin objetivasen tanto estados mentales particulares de las personas. De acuerdo con lareformulacin de la postura de Kant, en la segunda edicin de la Crtica,esta observacin sera perfectamente factible. Si el carcter subjetivo de una

    7 I. Kant, Crtica de la razn pura, trad. de Pedro Ribas, Alfaguara, Madrid, 1995,pp. 112113.

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    representacin se debe a que no puede determinar el valor de verdad dejuicios objetivos que se refieren a objetos reales que existen con independen-cia del sujeto, entonces debemos buscar juicios objetivos que se refieran aotro campo de la realidad. Nuestros propios estados mentales, por ejemplo.Nuestras representaciones pueden ocupar distintas posiciones en la imagendel mundo real que nos vamos formando. Sin embargo, la manera en queI. Cabrera expresa su inquietud puede conducir a un malentendido, a unaconfusin entre los estados mentales y sus contenidos. Una confusin queE. Lazos advierte cuando menciona los diferentes significados del trminorepresentacin en Kant. Este trmino puede significar el contenido de unestado mental o el estado mental que tiene ese contenido. Si la observacinde I. Cabrera lo que seala es que el contenido de un estado mental esobjetivo porque se puede adjudicar a una persona en tanto estado mental,entonces est confundiendo los dos significados mencionados. El peligro deesta confusin es que bajo ella podemos transferir las propiedades del conte-nido al estadomental y decir, por ejemplo, que si sueo con un elefante rosa,entonces mi estado mental es de color rosa y tiene la forma de un elefante.Si la observacin de I. Cabrera, en cambio, respeta la diferencia entre unestado mental y su contenido, entonces lo que seala es que el contenidode un estado mental muestra su objetividad (en sentido fuerte) cuandodeterminamos objetivamente el estado mental. As interpretada, esta ob-servacin me parece que coincide con la posicin de la segunda edicin dela Crtica, con aquella posicin que, de acuerdo con mi libro, logra evitar losconflictos ms agudos entre la deduccin objetiva y la deduccin subjetiva.Sin embargo, no veo cmo la observacin de I. Cabrera sea una objecin encontra de la deduccin objetiva por s misma, ya que si hacemos abstraccinde la deduccin subjetiva, podra decirse que la objetivacin de un estadomental deja intacto el contenido del estado mental. Para argumentar encontra de esto, Kant requiere todo el andamiaje de la deduccin subjetiva.

    En cuanto a la segunda preocupacin de I. Cabrera, si la deduccin subje-tiva puede considerarse un argumento analtico-regresivo, estoy bsicamen-te de acuerdo con ella. Estoy de acuerdo en que la deduccin subjetiva puedeverse como un argumento que busca determinar las condiciones de posibi-lidad de la autoconciencia o de la experiencia, caracterizada simplementecomo una pluralidad de representaciones. El problema que me preocupa enel primer apndice de mi libro son las limitaciones que se le han atribuido alos resultados que se pueden obtener de estos argumentos. Muchos autoresconsideran que estos argumentos slo pueden probar las condiciones deposibilidad de un tipo de conocimiento o de la experiencia entendida deuna manera especfica. No pueden, por ello, determinar las condicionesnecesarias de la experiencia o del conocimiento en general, pues su punto

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    de partida deja abierta la posibilidad de otro tipo de conocimiento o de unacaracterizacin diferente de la experiencia. En la deduccin objetiva, Kantparte de una descripcin particular de la experiencia como conocimientode objetos y, por esto, se puede decir que parte de lo que investiga como sifuese dado. Sus resultados estn, por lo tanto, limitados a esa descripcinde la experiencia. sta es la razn por la cual no se le puede considerar un ar-gumento antiescptico. El escptico puede an ofrecer otra caracterizacinde la experiencia y, consecuentemente, negarse a aceptar las condicionesde posibilidad que se han obtenido como condiciones necesarias de la expe-riencia en general. La deduccin subjetiva, en cambio, tiene que partir deuna caracterizacin lo suficientemente amplia de la experiencia para quesus resultados puedan valer para cualquier descripcin posible de la expe-riencia. En este caso, no puede decirse que se parte de lo que se investigacomo si fuese dado. Sus premisas no deben contener una descripcin es-pecfica de la experiencia que requiera de una ulterior justificacin. En estesentido, sus premisas pueden considerarse principios, que es precisamentelo que define al mtodo sinttico-progresivo. El escptico puede exigir unajustificacin de la experiencia entendida como conocimiento de objetos;pero ya no podra hacerlo si consideramos a la experiencia simplementecomo una pluralidad de representaciones subjetivas.

    Resumiendo: si los argumentos analtico-regresivos se definen slo co-mo argumentos que buscan determinar las condiciones de posibilidad dealgo que hemos aceptado, estoy de acuerdo en considerar a la deduccinsubjetiva como un argumento analtico-regresivo. Pero, si se le aade a esadefinicin que esos argumentos deben partir de lo que se investiga como sifuera dado, entonces no estoy de acuerdo.

    Por ltimo, I. Cabrera me advierte acerca del peligro que corro al inter-pretar la autoconciencia como conciencia de las reglas o de las funcionesde sntesis que supuestamente garantizan la unidad e identidad de la con-ciencia, en lugar de entender la autoconciencia como autoadscripcin derepresentaciones. El peligro es caer en una especie de psicologa trascen-dental, una psicologa que habla de hechos psquicos que ocurren en unmisterioso espacio que no es el emprico.

    Antes que nada, debo aclarar que acepto los dos sentidos del trmino au-toconciencia, como autoadscripcin de representaciones y como concienciade la unidad que conforman las reglas o funciones de sntesis. El problema escul de estos dos sentidos desempea el papel central en la deduccin sub-jetiva, en el argumento kantiano a favor de la necesidad de las categoras.El punto de partida de este argumento es que la conciencia de una plura-lidad de representaciones presupone la conciencia de nuestra identidad, laconciencia de algo permanente a lo largo de la secuencia temporal en la que

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    debe estar distribuida la pluralidad de representaciones. La autoadscripcinde representaciones presupone nuestra propia identidad; pero en el mismosentido en que hablamos de la identidad de un objeto. Presupone, desdela perspectiva de Kant, el uso de las categoras cuya necesidad se pretendeprobar. El escptico, por lo tanto, puede rechazar la posibilidad de la au-toadscrpcin, la cual no es ms que un caso particular de conocimiento deobjetos, como la propia I. Cabrera seala en su primera observacin. Hayque recurrir, pues, a otro sentido de identidad, no a la identidad de un obje-to. La alternativa es precisamente la identidad delmarco conceptual que nospermite darle unidad a nuestras representaciones. No puedo negar que hayaoscuridades y dificultades en estamanera de entender la conciencia de nues-tra identidad, pero me parece que son menores que las que pretende evitar.

    La autoconciencia como conciencia de la unidad o del espacio en el cualrelacionamos nuestras representaciones es una manera de entender lo queKant denomina autoconciencia trascendental. Otra manera de entenderloes interpretar esa autoconciencia como conciencia del proceso de sntesisque condiciona nuestra receptividad. Yo creo que el peligro de caer en unapsicologa trascendental amenaza sobre todo a esta ltima manera de in-terpretar la autoconciencia trascendental, pues nos obliga a aceptar sntesispuras o trascendentales, hechos psquicos trascendentales. En mi libro dis-tingo estas dos nociones de autoconciencia trascendental y sealo que slola primera puede evitar el problema de las representaciones subjetivas. Pe-ro tambin tiene la ventaja de evitar todas esas actividades trascendentalesde las cuales habla Kant en la deduccin. Bajo la primera interpretacin,el trmino trascendental puede reservarse para la esfera conceptual, locual ya no resulta tan esotrico, y como adjetivo de la autoconciencia debecalificar los conceptos de los cuales se tiene conciencia, no designar algunaextraa propiedad de la conciencia.

    Quedan, por supuesto, muchas cosas por aclarar. Hablar de concien-cia nos lleva inevitablemente a plantear problemas de orden psicolgico.Uno de esos problemas es encontrar una caracterizacin satisfactoria dela conciencia tcita. Sin ella, hablar de autoconciencia trascendental comocondicin de posibilidad de la conciencia emprica, de la conciencia comn ycorriente, seguir pareciendo una extravagante pieza demuseo. Determinarlos distintos usos del trmino conciencia tambin es una tarea fundamen-tal, previa al planteamiento de los problemas psicolgicos. Mientras no seaclaren todas estas cuestiones, seguiremos lidiando con muchas oscurida-des, pero tambin tenemos que avanzar a oscuras si queremos enfrentarlas.

    Recibido: 2 de agosto de 2001

    Aceptado: 19 de septiembre de 2001