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“Se ruega insertar”. El personaje principal del texto será el de Abraham (aquél que sabe que tiene que callar). Durante el desarrollo del mismo se estudiará la ley de su silencio y su secreto inconmensurable. A lo largo de la historia se ha intentado interpretar este secreto, no obstante, ya no se sabe cómo, y esto se debe fundamentalmente a que precisamente no se trata de una cuestión de saber. Adicionalmente, se podría decir que todas las interpretaciones a las cuales se hizo referencia terminan encubriéndose, articulándose de esta manera una herencia irrevocable. Frente a esta última, podemos renunciar pero esta sigue dictando una determinada lectura del mundo. Finalmente, personajes como Kierkegaard (infinitamente Kierkegaard), Kafka, Melville, Lévinas, Patocka a la luz de Platón y Heidegger. 1.- Los secretos de la Responsabilidad europea : Patocka en sus Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, diferencia dos conceptos, el de secreto y el de responsabilidad, para ser más específicos, el misterio de lo sagrado y la responsabilidad. Asimismo, este autor a la forma de Lévinas advierte frente a una experiencia de lo sagrado, siendo aún más precisos, previene contra un rapto demoníaco que tendría como efecto irresponsabilizar. En sintonía con lo anterior, el autor distingue la religión de lo demoníaco. La primera implica el acceso a la responsabilidad de un yo libre, es decir, involucra la ruptura con este secreto demoníaco. Por su parte, lo demoníaco posee la característica de desdibujar el límite entre lo humano y lo divino. En vista de todo lo anterior, Derrida plantea que el autor plantea una tesis sobre el origen y la esencia de lo religioso. En relación a lo anterior, se podría establecer que el autor visualiza a la religión como una condición irreductible en la historia del sujeto de la responsabilidad y asimismo, establece su vínculo ineludible con la historia de Europa.

Dar La Muerte

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“Se ruega insertar”.

El personaje principal del texto será el de Abraham (aquél que sabe que tiene que callar). Durante el desarrollo del mismo se estudiará la ley de su silencio y su secreto inconmensurable.

A lo largo de la historia se ha intentado interpretar este secreto, no obstante, ya no se sabe cómo, y esto se debe fundamentalmente a que precisamente no se trata de una cuestión de saber.

Adicionalmente, se podría decir que todas las interpretaciones a las cuales se hizo referencia terminan encubriéndose, articulándose de esta manera una herencia irrevocable. Frente a esta última, podemos renunciar pero esta sigue dictando una determinada lectura del mundo. Finalmente, personajes como Kierkegaard (infinitamente Kierkegaard), Kafka, Melville, Lévinas, Patocka a la luz de Platón y Heidegger.

1.- Los secretos de la Responsabilidad europea: Patocka en sus Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, diferencia dos conceptos,

el de secreto y el de responsabilidad, para ser más específicos, el misterio de lo sagrado y la responsabilidad. Asimismo, este autor a la forma de Lévinas advierte frente a una experiencia de lo sagrado, siendo aún más precisos, previene contra un rapto demoníaco que tendría como efecto irresponsabilizar.

En sintonía con lo anterior, el autor distingue la religión de lo demoníaco. La primera implica el acceso a la responsabilidad de un yo libre, es decir, involucra la ruptura con este secreto demoníaco. Por su parte, lo demoníaco posee la característica de desdibujar el límite entre lo humano y lo divino.

En vista de todo lo anterior, Derrida plantea que el autor plantea una tesis sobre el origen y la esencia de lo religioso. En relación a lo anterior, se podría establecer que el autor visualiza a la religión como una condición irreductible en la historia del sujeto de la responsabilidad y asimismo, establece su vínculo ineludible con la historia de Europa.

En este mismo plano, la religión comienza cuando es superado el secreto demoníaco o dicho de otro modo, lo sagrado orgiástico. El autor diría “Hay religión a partir del instante en que el secreto de lo sagrado, el misterio de lo orgiástico o demoníaco sean sino destruidos, por lo menos dominados, integrados y sometidos a la esfera de la responsabilidad”. En otras palabras, el sujeto de la responsabilidad es aquel que ha podido someter a sí mismo este misterio. Empero, es importante agregar que simultáneamente se somete libremente a lo radicalmente otro infinito que lo ve sin ser visto.

Por consiguiente, la religión o es responsabilidad, o definitivamente no es nada. En palabras más sencillas, su historia es una historia de la responsabilidad. Finalmente, se puede decir que nos introducimos en la historia como responsabilidad. Frente a esto lo demoníaco se define por la irresponsabilidad o la no responsabilidad. Asimismo, se podría señalar que lo demoníaco se emplaza en un lugar en donde todavía no ha resonado la orden de responder, ya sea de sí, de los propios actos o pensamientos, del otro o ante el otro.

Producto de lo anterior, la génesis de la responsabilidad se confundió con una genealogía del sujeto que dice yo, el cual en su relación consigo mismo se estructura como instancia de libertad, de singularidad y por extensión, de responsabilidad.

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Sumado a lo anterior, se podría señalar que en su relación consigo mismo se articula como un ser ante otro, el cual en su alteridad infinita mira sin ser visto, y en cuya bondad da en una experiencia equivalente a dar la muerte. En el fondo se podría decir que acá Derrida plantea embrionariamente la paradoja de la responsabilidad.

Volviendo sobre lo anterior, se podría señalar que es historia de la responsabilidad, es también la historia de Europa. Siendo aún más precisos, la interrogante que a la cual nos mueve el autor es ¿Cómo interpretar el nacimiento de Europa en el sentido moderno del término? Derivada de la cuestión anterior, surge también la interrogante acerca de qué sufre la civilización moderna en tanto que europea. La respuesta frente a estos puntos sería básicamente que Europa sufre por no conocer su historia, por no asumir su responsabilidad, es decir, por no asumir su memoria histórica como historia de la responsabilidad. Sumado a lo anterior, se podría señalar que este padecimiento no surge producto de una falta de saber, sino más bien que el propio saber histórico oculta sus fundamentos y se pierde en los detalles. Frente a esto el autor señalará que el ser es reabsorbido por el ente.

En resumidas cuentas, se podría señalar que existe un abismo en el centro de la historia, el cual separa lo orgiástico de lo cristiano y que anuncia el origen de la responsabilidad. Se podría decir incluso que el origen de la historia no tiene un fundamento. Asimismo, se podría señalar que el hombre histórico no quiere confesar la historicidad ni mucho menos confesarse el abismo que socava su propia historicidad. Derrida ve en esto el hecho de que finalmente, hay una nada, un abismo, en último, se puede decir que en el fondo no hay fondo, por lo tanto, no hay saber. Justamente esta tesis concuerda con el trabajo que postula la deconstrucción.

Sumado a lo anterior, se podría decir enfáticamente que existe una resistencia a la confesión. Esta resistencia se explicaría fundamentalmente por el hecho de que la historia de la responsabilidad se confunde con la historia de la religión. Podría decirse en otros términos, que la complicación pasa porque a partir del análisis del concepto de responsabilidad, no se piensa a esta como una posibilidad adquirida o condicional. Es más, incluso si hay una historia de la responsabilidad, esta última debe poseer un carácter extrínseco, es decir, no debe afectar la esencia de una experiencia que consiste en separarse de sus propias condiciones históricas. En términos claros, se podría decir que cuando se piensa habitualmente la responsabilidad, no se asume la posibilidad de que esta sea un producto anejo a la historia. Frente a todo lo anterior, la interrogante sería ¿Es la responsabilidad posibilitada por la historia? La respuesta corriente parecería excluir de la esencia misma de la responsabilidad cualquier encadenamiento histórico, o dicho de otro modo, echaría por tierra la posibilidad de que la decisión sea dependiente de alguna programación motivadora. En vista de todo lo anterior, se podría señalar que justamente en este hecho radica la dificultad de confesar semejante historicidad, y todavía más vincularla con la historia de la religión, de la cual la ética de la responsabilidad, en tanto ética tendería a sustraerse en cuanto independiente de la revelación religiosa.

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No obstante, se podría señalar que la importancia de confesar este fenómeno pasa esencialmente porque la historicidad debe permanecer abierta como un problema para siempre irresoluto, lo que dicho de otro modo, involucra que al resolverse el problema de la historia, este último se clausura y se determina el fin de la misma, lo que significa un contrasentido (propuesta de Patocka). Adicionalmente, se podría señalar que la historia no puede ser decidible puesto que está en íntimo vínculo con la responsabilidad, la fe y el don. Para ser más precisos, la historia se vincula con la responsabilidad, en la medida de que esta se articula como una serie de decisiones tomadas sin seguir un saber, o sea bajo la tutela de lo indecidible. Por su parte, se vincula con la fe, en la medida que esta última se estructura como un compromiso con el otro, el cual conlleva el riesgo absoluto más allá de la certeza. Dicho de otro modo se vincula con la responsabilidad y por mor de esta con la fe. Finalmente, se puede señalar que se relaciona con el don y en específico con el don de la muerte, en la medida que se pone en relación con la trascendencia del otro. Nuevamente se plantea aquí la paradoja de la responsabilidad. Asimismo, se podría poner la atención sobre el hecho de que la responsabilidad y la fe vayan juntas, no obstante, este fenómeno se explica por el hecho de que ambas exceden el saber.

En suma a lo anterior, se podría señalar que la muerte dada sería el fruto de esta alianza entre la responsabilidad y la fe. Es inexplicable el hecho, de que sea responsable hacia el otro, pero a la vez sea irresponsable frente a muchos otros. Es la primera ética y su imposibilidad. El otro me da lo que me da en una experiencia mortal.

Ahora bien, volviendo sobre lo anterior, se podría señalar que sólo con esta apertura habría historia.

Por otro lado, se podría señalar que la paradoja antes mencionada se posiciona entre dos secretos. En primer orden, se podría vincular con el secreto de la historicidad, la cual debe ser confesada puesto que en ella está en juego la responsabilidad. Por otro lado, se relaciona con el secreto del misterio orgiástico con el cual ha de romper la historia de la responsabilidad. Es decir se vincula con ambos en la medida que la responsabilidad tiene un origen que excede a todo saber, o sea, en el fondo tiene un origen indecidible; el cual por cierto es develado mediante la deconstrucción.

Frente a este escenario surgirá la pregunta natural del porqué hablar de secreto donde la historicidad pide ser confesada. Ante esta interrogante se podría responder que existe una especie de complicación suplementaria que sobredetermina el abismo de esta experiencia. Siendo aún más claros, se podría señalar que este hacerse responsable, este hacerse histórico se vincula con el acontecimiento cristiano de otro secreto, de otro misterio. Este último, no es otro que el mysterium tremendum, es decir, el temor y temblor del cual se es parte en la experiencia del sacrificio. Esta experiencia inconfesable. Es decir, hay algo inconfesable, indecidible en esta historia.

Este sobrecogimiento antes mencionado se produce cuando el hombre se convierte en persona y la persona es tal en el momento que se ve transida en su singularidad por la mirada de Dios. Asimismo, este Dios se articula como un ente supremo e inaccesible, el cual nos tiene en sus manos interiormente. Frente a lo anterior, es importante señalar que es justamente esta transición hacia la interioridad y la inaccesibilidad la que manifiesta el paso desde el platonismo al cristianismo. Sin embargo, es fundamental destacar que si

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bien el cristianismo emplea el concepto de persona, este último no recibe un tratamiento en profundidad.

En este escenario se podría señalar que ocurre que un secreto finalmente termina relevando a otro secreto. En este proceso, un secreto termina alzándose contra otro, no obstante, mantiene algo del misterio orgiástico del cual platón intentó librar a la filosofía. De esta forma, podríamos establecer que se estructura una historia estratificada de la responsabilidad. En conexión con lo anterior, podríamos indicar en primer lugar que platón articula con su conversión un nuevo misterio del alma, el cual posee la característica de hacerse interior. En otras palabras, este primer despertar de la responsabilidad se relaciona con un bien, el cual viene a ocupar el lugar del misterio.

Adicionalmente, se podría añadir una especie de lectura psicoanalítica que desarrolla Patocka acerca de este proceso de configuración de la responsabilidad, en donde esta sucesión entre misterios vendría a ser un equivalente al duelo, en el cual se conserva aquello cuya muerte se padece. Esta sedimentación histórica es aquello que hay que confesar. En otros términos, lo que hay que confesar es como la historicidad misma es la relación secreta entre estas dos conversiones y estos tres misterios. En el fondo es confesar el abismo que subyace a lo que conocemos habitualmente como historia. Siendo aún más claros, hay que asumir y anunciar la historia de la muerte dada. Es entonces cuando naturalmente surge una especie de cultura de la muerte, la cual se presenta mediante diferentes figuras de la muerte dada. Se podría decir lisa y llanamente que es proceso psicoanalítico viene a reflejar el proceso de construcción histórica, en el cual mediante avanza el tiempo se fosiliza aquello que está en el fondo de nuestra edificación, en otros términos, se subordina aquello sobre lo cual construimos, no obstante, no lo eliminamos.

Ahora bien, volviendo sobre el tema al cual referíamos anteriormente, se podría decir que la incorporación platónica es el movimiento mediante el cual se afirma la inmortalidad del alma. Es producto de esto, que podríamos establecer que la muerte dada a Sócrates, finalmente se la da el mismo. Este proceso se refleja de forma clara en el Fedón, obra en la cual el filósofo elabora un discurso que en último término, le da sentido a su propia muerte, haciéndose por consecuencia, responsable de esta última. En esa misma línea, se podría establecer que bajo el prisma del platonismo acaece una interiorización, individualización o subjetivación del alma que se repliega sobre sí en el movimiento de la incorporación. Es decir, mediante el proceso dialéctico se articula una especie de inmortalidad interior. En este mismo plano, es importante hacer mención a la filosofía, la cual se articula como aquella disciplina que enseña a morir, haciendo una propuesta de cómo vivir y así, finalmente poder acceder a la inmortalidad. Siendo más claros, la filosofía se estructura como un ejercitarse para la muerte, o dicho de otro modo, como un cuidado de la muerte.

Para finalizar este punto, se puede decir que finalmente este ejercicio mencionado el cual a su vez articula el alma, dicho de otro modo, no hay un alma previa que se repliega sobre sí mediante cuidarse de su muerte. Se articula mediante este secreto un alma, un yo, una responsabilidad y finalmente, una libertad. En otras palabras, el alma es absolutamente libre en la medida que escoge su destino.

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El autor establece adicionalmente, que este cuidado del alma termina siendo una especie de triunfo sobre la muerte. Es en este punto, cuando es esencial hacer referencia al vínculo entre su doctrina y el polemos heracliteano, puesto que la guerra se articula como otra experiencia de la muerte dada. La particularidad que posee el fenómeno del triunfo radica fundamentalmente en el hecho de que este acontecimiento no sólo conmemora la muerte o la victoria sobre esta, sino que también expresa el júbilo de la supervivencia. En relación a lo anterior, la afirmación de este yo triunfante disimularía a su vez más de un secreto, los cuales serían básicamente el misterio orgiástico y la propia mortalidad que niega el triunfo. De esta forma se podría señalar que se forma una mitología de la libertad y la responsabilidad. Como consecuencia de lo anterior, se erige una dualidad entre lo auténtico, es decir, aquello equivalente a la responsabilidad y lo orgiástico. Adicionalmente, se podría señalar que de permanecer el misterio orgiástico, la responsabilidad no llega a ser tal, o sea, no es auténtica. Es por ello que el filósofo finalmente no puede trascender a este misterio que oculta, puesto que la única forma que tiene para esconderlo es subordinándolo, es decir, no destruyéndolo. Por consiguiente, el secreto de la responsabilidad consiste así en incorporar el secreto demoníaco y así albergar en sí un núcleo de irresponsabilidad.

Es en este momento, en el cual el autor hace una diferenciación entre los conceptos de misterio y secreto. Bajo esta concepción, el secreto vendría a articularse como aquello que sabe representarse incluso cuando no se quiera reconocer esta representación. Es decir, aquello que Europa oculta, pero mantiene. Siendo aún más claros, la conversión supone la posibilidad del secreto. En otras palabras, se intercambia un secreto por otro o bien, se sacrifica uno por otro, de esta manera se articula una criptología, una especie de economía que puede incorporar o reprimir.

Es en este momento en el cual es esencial mencionar tres motivos esenciales de esta genealogía del secreto y la responsabilidad: 1) El misterio incorporado no es destruido, por lo tanto, podríamos hablar de una especie de economía. La mejor expresión de lo anterior, son los fenómenos de las revoluciones modernas, las cuales retornan a lo sagrado bajo la careta del entusiasmo, un entusiasmo que por cierto se destaca por su indisciplina. 2) Esta economía se articula de una forma psicoanalítica estructurando al secreto como duelo o bien, como una especie de duelo del secreto. Es fruto de lo anterior, que el autor hace un ejercicio inverso al de Heidegger, reontologizando los temas del cristianismo y atribuyendo por ejemplo, al mysterium tremendum el contenido ontológico que autores como Heidegger le restan. 3) Esta economía no tiene la finalidad de reconducir a un cristianismo, sino más bien y en línea con el pensador de Friburgo, tiene la finalidad de desviar aquello sobre lo cual se hace tratamiento. En consecuencia, el autor denuncia la persistencia de cierto platonismo en el cristianismo. En otras palabras, Patocka realiza una herejía en relación a aquello que está conservando. Es decir, lisa y llanamente toma el cristianismo pero coloquialmente podríamos establecer que lo reformula, incluso que lo desnuda. O mejor dicho aún, muestra que en el cristianismo permanece aquello que quiere ocultar.

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En relación a lo anterior, el autor: A) plasma un punto en común entre ambas propuestas, siendo aún más concretos, plasma el fenómeno del sometimiento de la responsabilidad al saber. Bajo este prisma se plantea aquello que se conocerá como la paradoja de la responsabilidad, puesto que el saber define la condición de posibilidad de la responsabilidad, dicho de otro modo, no se puede ser responsable sin saber, no obstante, y en simultáneo se articula también como condición de imposibilidad de la misma, puesto que de ser así, la responsabilidad no sería sino el hecho de poner en marcha un dispositivo cognitivo, cual teorema. A modo de síntesis de este punto, la responsabilidad al ser guiada por una especie de principio regulador, incluye en sí misma las condiciones tanto de su posibilidad como de su imposibilidad. B) delimita una especie de impensado del cristianismo, en términos más simples, algo que el cristianismo es incapaz de pensar, es decir, su reprimido platónico y el misterio que este incorpora. En el fondo plasma un problema transversal a ambas propuestas en tanto herencia histórica. Este fenómeno se expresa en la articulación de la responsabilidad que tiene como lugar a la persona (en tanto transida por Dios). No obstante, es importante mencionar a la vez el hecho de que no hay una tematización adecuada sobre la persona. Como consecuencia de esta insuficiencia, se podría establecer que no se tematiza correctamente qué debe ser una persona responsable. En otras palabras, acaece una tematización irresponsable acerca de la responsabilidad. En último término, para ser responsable hace falta responder aquello que quiere decir ser responsable. Asimismo, por más que en la historia habitualmente el concepto de responsabilidad ha implicado comprometerse con una praxis, una decisión; no obstante, el concepto mismo requiere que esta acción responsable responda de sí misma en conciencia, o sea, mediante un saber temático que abarque las significaciones de la acción. En vista de lo anterior, es esencial tener presente el hecho de esta intrincación irreductible entre ambas conciencias.

En sintonía con lo anterior, así como es ineludible este vínculo esencial entre ambas conciencias, también es innegable el fenómeno de la heterogeneidad entre ambos órdenes. Por consiguiente, la puesta en práctica de la responsabilidad, debe situarse necesariamente con independencia de una determinación teórica, es decir, debe decidir sin la tutela de esta. Producto de lo anterior, se puede decir que la tematización de la responsabilidad siempre debe ser insuficiente, puesto que siempre existirá otro orden que actuará con independencia de ella. De este modo, y derivado de lo antes expuesto, la responsabilidad se estructuraría como herejía en tanto que decisión. Ahora bien, el sentido de esta herejía también se puede vincular con la acepción cristiana del término, es decir, en tanto desviación de la doctrina. Para este caso en particular, esta desviación se produciría entre lo práctico, es decir, la decisión y la tematización de la responsabilidad, o sea su matriz teórica. Finalmente, esta herejía marca la separación con respecto a lo declarado públicamente en relación a la responsabilidad, a la vez que destina a la disidencia con respecto a cierto secreto. Dicho de otro modo, esta herejía es una condición sine qua non de la responsabilidad. La cual conduce a una disidencia respecto a este secreto. Es decir, mantiene a la responsabilidad teórica separada y en secreto. Es producto

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de esta paradoja que Kierkegaard intenta vincular el secreto con la responsabilidad, con una responsabilidad que consiste en responder ante el otro (práctico).

En otros términos, esta es la herejía de la responsabilidad, la cual debe ocultar algo para ser tal. Lo que en definitiva la hace irresponsable siendo responsable.

En sintonía con lo anterior, la tematización de la responsabilidad se ve limitada por esa otra forma radical de la responsabilidad, la cual me expone disimétricamente a la mirada del otro, aquella que por cierto no puedo colmar. En otras palabras, bajo el prisma cristiano se configura algo que escapa a la tematización de la responsabilidad.

En vista de lo anterior, se puede establecer que la responsabilidad corre siempre el riesgo de la conversión y la apostasía, puesto que no hay responsabilidad sin ruptura.

En esa misma línea, esta disimetría antes mencionada no es otra cosa que el mysterium tremendum que nos revela el cristianismo. De alguna u otra forma, bajo esta mirada se produce un desbordamiento de la relación sujeto- objeto. Es decir, hay un algo que me escapa, un secreto. Asimismo, al tratarse la respuesta de algo práctico, se evidencia la dificultad de su tematización.

En vista de lo dicho anteriormente, el cristianismo se configura como el impulso más potente para profundizar este abismo de la responsabilidad. No obstante, el autor nos plantearía que este impulso no ha sido jamás pensado hasta el final, es decir, no ha recibido un tratamiento en profundidad. En otros términos, se podría establecer que al cristianismo no le ha ocurrido el cristianismo, puesto que no se ha concretado la consecución de la nueva responsabilidad que anuncia el mysterium tremendum y esto es debido a la herencia platónica. Es decir, el cristianismo se articula como promesa que incluye en sí aquello que impide su ejecución.

Como consecuencia de lo anterior, se podría establecer inspirados por el espíritu del autor que Europa no será aquello que debe ser más que cuando sea cristiana, es decir, cuando se tematiza correctamente este misterio. Adicionalmente, esta Europa sería tan nueva (o antigua) al romper todo vínculo con la anterior. Es en este punto donde naturalmente surgirá la interrogante acerca del secreto que ocultaría esta Europa. La respuesta sería el enigma de una transición imposible e inevitable. En términos más concretos, la existencia de un don que es inaccesible. A partir de lo anterior, se podría establecer la íntima relación entre el don y el secreto. Ahora bien, volviendo a hacer referencia hacia la antigüedad, en esta última, la vida responsable estaba concebida como el don de algo que, incluso siendo el bien, poseía el carácter de inaccesible, es decir, de un misterio. La vida responsable era el don de algo a lo cual me someto, pero que sin embargo, no conozco. El don que este bien inaccesible me otorgaba era un significado de la muerte, es decir, este don me daba la muerte.

Siendo más esquemáticos, podríamos establecer que el platonismo hace un tratamiento de la muerte como un cuidado de esta última, un cuidado que por cierto era orientado por el bien, y que a su vez permitía la ascensión hacia este último. Por su parte, el cristianismo modifica esta idea de bien, por una de bondad, la cual significaba esencialmente una renegación de sí, es decir, un sacrificio. Derivado de lo anterior, se podría decir que bajo la cosmovisión cristiana nos es dada una nueva experiencia de la muerte. Una vivencia que por cierto, no establece como culpables. En suma a lo anterior, es esta experiencia la que produce el temblor propio del mysterium tremendum.

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Finalmente, y a modo de resumen de este punto se podría señalar que esta cripto-misto- genealogía de la responsabilidad se teje sobre el doble hilo inseparable del don y la muerte.

En otras palabras, se teje sobre la muerte dada, lo que en último término hace referencia a la significación que toma la muerte.

Asimismo, y en relación al cristianismo se podría señalar que el don que Dios me da al mirarme, es decir, aquél que me hace responsable, es la muerte. Lo que dicho de otro modo, evocaría una nueva significación acerca de esta última, que Dios me da al momento de la mirada. Es este secreto, o más bien, el secreto mismo lo que se oculta en la esencia misma de Europa. No obstante, y bajo la herencia platónica, Europa declara que no existe tal secreto y por tanto, excluye todo elemento místico de la responsabilidad. En otras palabras, Europa excluye al secreto y su vínculo con la responsabilidad, lo que por cierto traería consecuencias catastróficas. Dicho de otro modo Europa no confiesa que la responsabilidad oculta un secreto, algo que le huye. Este es el vuelco que el autor intentar hacer en relación a la filosofía occidental. El drama es en último término, que la filosofía no sabe que hay algo que no sabe, y que por consiguiente, hay algo en la responsabilidad que escapa a todo saber. Ese algo, es lo absolutamente otro, que por cierto me es inaccesible. Esto explica el misterio o la paradoja de la responsabilidad, puesto que en la medida que soy responsable, estoy siendo absolutamente irresponsable frente a la doctrina, es decir, frente a los otros. Finalmente, la responsabilidad lleva en sí misma su contrario, o sea, la irresponsabilidad.