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CuPAUAM 35, 2009, pp. 7-26 ¿De aldea fortificada a Caput Civitatis? Tradición y ruptura en una Comunidad Castreña del siglo I D.C.: El Poblado de Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias) 1 ANGEL VILLA VALDÉS Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias. Plan Arqueológico del Navia- Eo Resumen El Chao Samartín es un paraje inmediato al pueblo de Castro, en la localidad asturiana de Grandas de Salime, donde las evidencias de asentamientos estables fortificados se remontan a fines de la Edad del Bronce (tránsito siglos IX- VIII a.C.). La ocupación del lugar se prolongó durante la Edad del Hierro hasta bien consumada la implantación roma- na cuando, durante la segunda mitad del siglo II d.C., un violento seísmo asoló el poblado y precipitó su definitivo abandono. Bajo dominio romano el castro adquiere, en un ambiente militarizado que se prolongará hasta fines del siglo I d.C, la condición de cabecera territorial, tal vez en calidad de caput civitatis. Se suceden en este tipo cambios sustanciales en las fortificaciones y en la trama edificada castreña hasta su consolidación como asentamiento abierto, residencia de grupos sociales preeminentes. Sobre sus ruinas, ya en tiempos altomedievales, se instaló una necrópolis vigente en tiempos de la monarquía asturiana. PALABRAS CLAVE: Castro, ejército, domus, minería aurífera, terremoto. Abstract The Chao Samartin site is located adjacent to the small village of Castro, in the Grandas de Salime Township (Asturias, northern Spain). The site displays evidence of fortified settlements from the Late Bronze Age, in the transi- tion between the 9 th and 10 th Centuries b.C. Site occupation persisted during the Iron Age, until Roman control was well established. At that time (second half of the 2 nd Century a.D.), a violent earthquake destroyed the settlement, trig- gering its sudden abandonment. The archaeological excavations began in 1990, from this moment on research went on without interruption, as a part of the Navia-Eo Archaeological Director Plan, under guidance and sponsorship of the Ministry of Culture and Tourism of the Principality of Asturias. Roman presence is noticed from the first decades of the 1st century A.D. linked to the arrival of military forces to the settlement. The control and beginning of exploitation of the new conquered territories demanded the participation of the Roman army, which besides being skilful in battles, had the technical ability to direct the massive benefit of the gold mines, to construct the road links and to guarantee the safety of the extracted metal. After the military victory, the organization of the conquered territories demanded the consolidation of regional power centres - Chao Samartín was one of them -which had peripheral control and militarized stations, as Monte Castrelo de Pelou. With the influence of the army, the centenary hillfort will experience its conversion into a relevant adminis- trative centre, in which troops will act as effective agents for the introduction of the new culture. KEY WORDS: Hillfort, roman army, roman house, roman gold mining, earthquake. 1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto Nacional I+D “Formación y disolución de civitates en el NW peninsular. Estructuras de poblamiento y territorio” (HAR-06018-CO3/HIST) dirigido por C. Fernández Ochoa (Universidad Autónoma de Madrid).

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¿De aldea fortificada a Caput Civitatis?Tradición y ruptura en una Comunidad Castreña del siglo I D.C.:El Poblado de Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias)1

ANGEL VILLA VALDÉS

Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias.Plan Arqueológico del Navia- Eo

ResumenEl Chao Samartín es un paraje inmediato al pueblo de Castro, en la localidad asturiana de Grandas de Salime, dondelas evidencias de asentamientos estables fortificados se remontan a fines de la Edad del Bronce (tránsito siglos IX-VIII a.C.). La ocupación del lugar se prolongó durante la Edad del Hierro hasta bien consumada la implantación roma-na cuando, durante la segunda mitad del siglo II d.C., un violento seísmo asoló el poblado y precipitó su definitivoabandono.

Bajo dominio romano el castro adquiere, en un ambiente militarizado que se prolongará hasta fines del siglo I d.C, lacondición de cabecera territorial, tal vez en calidad de caput civitatis. Se suceden en este tipo cambios sustancialesen las fortificaciones y en la trama edificada castreña hasta su consolidación como asentamiento abierto, residenciade grupos sociales preeminentes.

Sobre sus ruinas, ya en tiempos altomedievales, se instaló una necrópolis vigente en tiempos de la monarquíaasturiana.

PALABRAS CLAVE: Castro, ejército, domus, minería aurífera, terremoto.

AbstractThe Chao Samartin site is located adjacent to the small village of Castro, in the Grandas de Salime Township(Asturias, northern Spain). The site displays evidence of fortified settlements from the Late Bronze Age, in the transi-tion between the 9th and 10th Centuries b.C. Site occupation persisted during the Iron Age, until Roman control waswell established. At that time (second half of the 2nd Century a.D.), a violent earthquake destroyed the settlement, trig-gering its sudden abandonment.

The archaeological excavations began in 1990, from this moment on research went on without interruption, as a partof the Navia-Eo Archaeological Director Plan, under guidance and sponsorship of the Ministry of Culture and Tourismof the Principality of Asturias.

Roman presence is noticed from the first decades of the 1st century A.D. linked to the arrival of military forces to thesettlement. The control and beginning of exploitation of the new conquered territories demanded the participation ofthe Roman army, which besides being skilful in battles, had the technical ability to direct the massive benefit of thegold mines, to construct the road links and to guarantee the safety of the extracted metal.

After the military victory, the organization of the conquered territories demanded the consolidation of regional powercentres - Chao Samartín was one of them -which had peripheral control and militarized stations, as Monte Castrelode Pelou. With the influence of the army, the centenary hillfort will experience its conversion into a relevant adminis-trative centre, in which troops will act as effective agents for the introduction of the new culture.

KEY WORDS: Hillfort, roman army, roman house, roman gold mining, earthquake.

1 Este trabajo se ha realizado en el marco del ProyectoNacional I+D “Formación y disolución de civitates en elNW peninsular. Estructuras de poblamiento y territorio”

(HAR-06018-CO3/HIST) dirigido por C. Fernández Ochoa(Universidad Autónoma de Madrid).

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Las ruinas del Chao Samartín se localizan enCastro, población que dista unos 6 Km deGrandas de Salime, capital del concejo. Con unaaltitud máxima de 675 m, el yacimiento seextiende sobre un promontorio cuyo sustratrogeológico está constituido por cuarcitas blancasy materiales basales de la formación Agüeira ori-ginados durante el Ordovícico Medio y Superior(Marcos & Ruiz, 1978: 12). La estratificaciónpresenta una orientación N-S y las capas seencuentran en una posición subvertical que otor-gan al paraje la singularidad topográfica que jus-tificó su elección como asentamiento estable:hacia el Oeste, uno de los niveles de cuarcita debase determina una barrera casi vertical sobre elvalle del río Cabalos mientras que, por el Este, laexistencia de un nivel estratigráfico de menorcompetencia favoreció la formación de unadepresión natural que proporciona al poblado uncierto dominio sobre el flanco oriental. Sendasvaguadas, con pronunciado desnivel haciaponiente, lo limitan al Norte y al Sur.

La existencia de antiguas fortificaciones en ellugar fue recogida a fines del siglo XVIIII por elcorresponsal de Martínez Marina y posterior-

mente, a comienzos del XX, por Méndez-Valledor para la obra Asturias de Bellmunt yCanella. En 1967 José Manuel González, trasproceder a su reconocimiento, lo incorpora alcatálogo de castros asturianos (1976: 111). Lasexcavaciones arqueológicas dieron comienzo en1990 como consecuencia de la revisión de losmateriales procedentes del castro custodiadospor José María Naveiras en el MuseoEtnográfico de Grandas de Salime. Desde enton-ces las campañas de investigación se sucedencon regularidad.

El horizonte de ocupación más antiguo seremonta a la Edad del Bronce cuando, en tornoal año 800 a.C. se estableció un primer recintofortificado (Villa & Cabo, 2003). Éste se exten-día, principalmente, sobre la explanada superiordel yacimiento –una estrecha franja de apenas 30metros de anchura y unos 80 de longitud- queprotegían un foso, una muralla y una empalizada(Fig. 02). A su abrigo se construyó un gran edi-ficio de planta rectangular y esquinas redondea-das que ha proporcionado cerámicas y objetosmetálicos muy interesantes que junto a la ausen-cia de menaje y mobiliario doméstico sugieren

Figura 1: Localización del Chao Samartín y otros lugares mencionados en el texto.

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su utilización como espacio ceremonial2. El con-junto, fortificaciones y cabaña fueron destruidospor un incendio durante el siglo VII a.C..

Durante la Edad del Hierro el asentamiento seextendía por todo el promontorio defendido enton-ces con nuevas fortificaciones que habrían demantenerse en uso –aunque con severas modifica-ciones en el trazado y la estructura- hasta la con-quista romana. Se amortizaron así sucesivas líneasde fosos sobre los que, finalmente, se consolidó

una muralla varias veces vencida y renovada (Fig.03). Las reformas más importantes se producenentre el siglo IV y II a.C., cuando la vetusta forti-ficación, de estructura continua, adopta una com-partimentación modular semejante a las quedefendieron otros castros prerromanos del centro yoccidente de Asturias (Villa, 2007). Ajustado aeste cinturón defensivo se extendía un caserío enel que predominaban las construcciones de plantarectangular, con esquina de naipe, sobre las circu-lares y el aparejo de pizarra sobre el de cuarcitas,

2 Una descripción pormenorizada de los objetos recuperadosasí como del contexto general de los hallazgos pueden con-sultarse para el conjunto de la colección en el catálogo de la

exposición permanente del Museo Castro de Chao Samartín(Villa et alii., 2009).

Figura 2: Sección ideal del recinto ceremonial instalado sobre la acrópolis del Chao Samartín hacia el año 800 a.C.

Figura 3: Vista aérea del Chao Samartín (octubre, 2003). En la imagen se advierten los principales elementos defensivos(fosos y muralla) así como el acceso meridional a la Acrópolis.

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cuyo uso se restringe a las hiladas de nivelación ycimientos Todas ofrecen, de acuerdo con los pará-metros de la arquitectura castreña clásica, plantasencilla e individualizada sin medianerías ni com-partimentación del espacio interno. Al igual que enCoaña, Mohías o Pendia, también aparece unagran casa de asamblea, cabaña de planta oblonga ydimensiones notablemente superiores al resto.Inmediato se elevaba un edificio termal, pequeñaconstrucción de planta rectangular y cabeceraabsidiada, que se destinaba a la toma de baños devapor. Este tipo de sauna castreña, característicasdel N.O. peninsular, eran consideradas hasta eldescubrimiento de la del Chao Samartín merasadaptaciones rústicas del modelo termal clásico.Sin embargo, las investigaciones en curso en éstey otros castros del valle del Navia han reveladoevidencias que permiten proponer para el grupoasturiano su implantación a partir de fines del sigloV o comienzos del siglo IV a.C. (Villa, 2007 b).

Entre otras actividades artesanales, destaca porsu significación la metalurgia con metales precio-sos -oro, plata y cobre- atestiguada por el descu-brimiento de importantes acopios de tortas y cerá-micas de fundición con salpicaduras metálicas,moldes, crisoles y diversas joyas (Villa, 2004).Cerámicas de almacenamiento y cocina, junto conalgunas armas –entre las que se cuenta un puñal de

antenas- completan el ajuar más destacable. Lafigura de dos caballos grabados sobre una pizarraconstituye otro de los documentos epigráficosexcepcionales durante estos siglos anteriores a laconquista.

El contacto con Roma se manifiesta con rotun-didad durante la primera mitad del siglo I d.C.,tiempo en el que se construye una magníficadomus dentro del recinto amurallado. El edificio,aún en proceso de excavación, muestra en laactualidad una planta próxima a los 500 m2, super-ficie que se distribuye, salvados los cuerpos deguardia, patio y fauces en una docena de estanciasorganizadas en torno a un atrio columnado de esti-lo toscano. Entre ellas pueden reconocerse el tri-clinium, varios cubicula, el tablinum y la cocina, através de la cual se accede al cuerpo oriental deledificio donde se suceden varias estancias calefac-tadas mediante hipocaustum y * concamecationescon tubuli laterici (Madariaga et alli, 2001) tubu-li parietales. Por el momento no cabe descartar eluso termal de esta parte del edificio tras la apari-ción de la base de una pequeña piscina o estanquey el programa ornamental desplegado sobre susparedes. Al menos dos escaleras daban acceso a laplanta superior sobre cuyas paredes de desplegóun amplio repertorio de motivos pictóricos (Gago,2008-2009) (fig. 04/05/06/07).

Figura 4: La trama edificada del poblado durante el siglo I d.C. muestra la integración en el tejido urbano prerromanode nuevas construcción entre las que destaca la domus instalada en el área septentrional del recinto.

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Figura 5: Atrio columnado al cual se abren las principales estancias de la casa y una de lasescaleras que daba acceso al piso superior.

Figura 6: Estancia calefactada en el cuerpo central del edificio en el que la circulación inferior de aire caliente a travésdel hipocaustum se complementaba con red de tubuli embutidos entre la pared y la carga mural.

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Tras varios episodios de refortificación relacio-nados con el establecimiento de efectivos milita-res en el antiguo castro (Villa et alii., 2006) y suprobable consolidación como centro administrati-vo el Chao Samartín adquiere en el siglo II condi-ción de asentamiento abierto en el que las fortifi-caciones han perdido su centenaria justificación.Un episodio que parece coincidir con el abandonodefinitivo de la gran casa romana y el sistemáticoexpolio de los elementos arquitectónicos más lla-mativos (sillares de granito, columnas, etc.) y deaquellos ocasionalmente reaprovechables (ladri-llos, tuberías o tegulae). Las antiguas cabañas, deplanta sencilla y recinto único, son sustituidasahora por espacios compartimentados interior-mente mediante tabiques de piedra o agrupadaspara formar núcleos familiares más amplios.Muchas de estas viviendas dispusieron de dosalturas, pavimentos de hormigón y cargas muralesdecoradas con pinturas policromas.

En definitiva, un nuevo contexto para el viejoasentamiento que requirió de espacios aptos parala celebración de los actos públicos y ceremo-nias consustanciales con su función administra-

tiva. Éste se dispuso tras la puerta y dominandola vía que franqueaba el acceso al poblado. Allíse abría, a modo de plaza, un amplio recintoíntegramente pavimentado y dotado de bancoscorridos sobre los muros norte y oeste (fig. 08).Un espacio concebido para la representaciónsocial a modo de reinterpretación rústica de losfora convencionales que, no en vano, se constru-yó sobre los restos de la gran cabaña comunal dela Edad del Hierro y adosado a la escalinata quedebió servir de acceso monumental a la saunacastreña, entonces ya profundamente reformada.Se trata, por tanto de un espacio cargado de sim-bolismo en el que, aunque reinterpretado enclave romana, perdura buena parte de su signifi-cación ideológica anterior3. De hecho, este con-junto ceremonial se repite, conjugando los mis-mos elementos y reproduciendo con idénticasdimensiones el edifico principal, en el castro deCoaña. Al igual que en el Chao Samartín, la víade acceso supera la puerta interior del poblado,flanqueada también allí por sendos cuerpos deguardia, para alcanzar la plataforma rectangularque a modo de tribuna, ligeramente sobreeleva-

3 Frente al edificio, custodiados en un pequeño edículo se con-servaron algunos de los instrumentos de uso probable en lasliturgias oficiales: un juego de 15 pesas en bronce y un

excepcional ejemplo de hasta, fabricado en hierro, deenmangue tubular y unos 0,71 m de hoja (VILLA, 2009: 220y 242).

Figura 7: Recreación de uno de los paneles pictóricos de la domus(O. Gago, C. Berlanga, B. Madariaga).

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da respecto a la calzada se levanto frente al recin-to ocupado por las primitivas saunas castreñas.Esta plataforma, interpretada tradicionalmentecomo torreón, no es más que la solución arquitec-tónica que permitió configurar, de acuerdo a unpatrón perfectamente establecido, el escenarioindispensable para la representación y el ejercicio

ritual del poder (fig. 09). La prosperidad que caracterizó la vida de los

habitantes de la población romana se vio brusca-mente interrumpida durante la segunda mitad delsiglo II d.C., cuando una sacudida sísmica de granintensidad provocó la ruina del poblado y su defi-nitivo abandono.

Figura 8: Espacio pavimentado con bancos corridos que se abre hacia la puerta del poblado. Compone, junto con la sauna castreña y otros elementos arquitectónicos un espacio de uso comunitario presente en otros castros

como Coaña. Por su analogía simbólica y funcional podrían considerarse una especie de foro castreño, adaptación rústica de sus referentes urbanos.

Figura 9: Croquis en el que se advierte cierta fidelidad a un patrón común en el planteamiento escenográfico de los “fora castreños” del Chao Samartín y Coaña.

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Tras un largo hiato sin ocupación ni uso algunodel lugar, a partir del siglo VIII d.C., coincidiendocon los albores de la monarquía asturiana, se cons-tata el expolio sistemático de las ruinas del pobla-do castreño y posterior desarrollo de un espaciofunerario en torno a las ruinas de la domus. Aunquese registran enterramientos hasta fines de la EdadMedia la necrópolis conoce su máxima expansióndurante los siglos IX-X d.C. (Villa et alii., 2008).

FORMACIÓN Y PERVIVENCIA DELDEPÓSITO ARQUEOLÓGICO

Para comprender las circunstancias que hicie-ron posible la creación y pervivencia de un depó-sito arqueológico como el conservado en el ChaoSamartín es indispensable considerar aconteci-mientos de naturaleza y antigüedad muy diversa,algunos de los cuales se remontan a tiempos pre-históricos, que se repitieron felizmente en siglosposteriores y que tienen, en todo caso, como últi-ma justificación la singular consideración que ellugar alcanzó entre las comunidades que habita-ron este territorio durante más de dos milenios.

La relevancia del lugar fue notable ya desdeépoca prehistórica. La voluntad manifiesta demonumentalización que animó el establecimientode la Acrópolis durante el Bronce Final acentuó elprotagonismo paisajístico de un paraje que conci-liaba su insólita accesibilidad, si nos atenemos alpatrón del que participan el resto de asentamientosfortificados conocidos en la región, con una posi-ción topográfica muy relevante, de perfiles abruptosy aparente dificultad, para componer una esceno-grafía de indiscutible eficacia si de lo que se trata-ba era de captar la atención incluso a gran distancia.

Poco sabemos de las formas sociales que pro-piciaron su afianzamiento como referente territo-rial, pero lo cierto es que su preeminencia sobrelas comunidades vecinas perduró aún tras loscambios que condujeron, al inicio de la Edad delHierro, a la ruina el primitivo establecimiento,para mantenerse todavía vigente hacia el cambiode Era, cuando se consuma la conquista y plenaimplantación romana en Asturias.

Será esta condición de referente territorial laque propicie que, en el marco de la organizaciónimperial, se institucionalice la condición del viejoasentamiento castreño como centro administrati-vo y residencia principal. Una posición de privi-legio que incentivó entre los habitantes del pobla-

do la demanda de productos y servicios suntuariosen un proceso de emulación y alarde que el esta-blecimiento de efectivos militares favoreció defi-nitivamente. La presencia de tropas significó eneste contexto, amén de la garantía de un aprovi-sionamiento más o menos regular de productossuntuarios, la incorporación en el tejido socialindígena de un poderoso catalizador que habría deacelerar el proceso de asimilación cultural y des-integración de la sociedad castreña tradicional. Suestacionamiento en la zona se prolongó hastafinales de la primera centuria, décadas en las quese promovió la consolidación de élites localescomo principales agentes de la administraciónimperial entre la población indígena.

Es probable que lo ocurrido en el ChaoSamartín encontrase correspondencia en otrascomarcas vecinas donde determinados asentamien-tos debieron adquirir un rol similar de capitalidad ya los que, por consiguiente, cabe suponer un nivelde prosperidad y ostentación equivalente. Sinembargo, la precipitada destrucción y consiguienteabandono del poblado otorgaron a este yacimientouna condición excepcional que amplifica sustan-cialmente su relevancia arqueológica.

Tras los efectos devastadores del cataclismoque asoló el poblado en la segunda mitad del sigloII d.C. (Fig. 10), y a pesar del rastreo posterior alque sin duda se entregaron sus habitantes en posdel rescate de pertenencias y posibles víctimas, elrepertorio de bienes abandonados por extravío,rotura o imposible traslado han conformado unode los depósitos arqueológicos más ricos, intere-santes e históricamente expresivos de cuantos seconocen en Asturias.

UN ASENTAMIENTO CON ÉXITO

Un interminable historial de pliegues, fallas ycabalgamientos conforman en el área surocciden-tal de Asturias un relieve de valles encajados entremontañas de amplios niveles de cumbres y suavetopografía que facilitaron, desde el Neolítico, eltránsito entre la costa y las tierras altas interiores.Eran itinerarios con certeza amables para hom-bres y ganado pues les mantenían alejados de losriesgos inherentes a los ambientes frondosos quesaturaban el fondo de valle o que implicaba, cuan-do se hacía inevitable, el vadeo de los ríos.

El rosario de monumentos tumulares y mega-líticos que jalonan estas sierras son testimonio

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Figura 10: Durante la segunda mitad del siglo II d.C. se constata la ruina violenta y compacta de la mayor parte de edificios del poblado. La imagen muestra una de las paredes de la plaza caída en bloque sobre el pavimento.

fehaciente de la vigencia milenaria de aquellosprimitivos caminos. Algunos de ellos convergenen el entorno inmediato al Chao Samartín. Haciaeste lugar se abren los pasos serranos para descu-brir una orografía que constrasta poderosamentecon el paisaje de montaña circundante. Aquí, lapenillanura degradada y disecada por la red flu-vial actual determina la segmentación topográficadel espacio en extensos llanos de suelos cuaterna-rios, idóneos para la explotación agropastoril. Almenos desde comienzos del IV milenio estoscampos fueron destino de comunidades neolíticascuyas tumbas se conservan, en número de variasdecenas, en torno al que habría de ser asenta-miento castreño (Sánchez, 1999; Villa, 2009b).

Sobre los apenas 6 Km2 comprendidos entrelos lugares de Xestoselo y Robledo se distribu-yen los tres principales conjuntos de túmulos -Canadeiro, Cereixeira y Zarro das Tumbas- deli-mitando un área en el que no cabe otro pasillo detránsito que el constituido por la dorsal deCastro, la misma sobre la que se asienta el ChaoSamartín (fig. 11). Se perfila de esta forma laconformación desde tiempos neolíticos de un iti-nerario cuya trascendencia en el establecimiento

de un asentamiento estable en la zona se mostra-rá con toda rotundidad en los momentos termi-nales de nuestra Prehistoria Reciente.

Y es que si este territorio desempeñó un papelimportante en la articulación de los itinerariosprehistóricos de ámbito comarcal, durante elBronce Final puede asegurarse que se encontrabaplenamente integrado en circuitos de intercambiode más amplio alcance pues Grandas de Salimeera estación inevitable en el itinerario que, atrave-sando la Cordillera Cantábrica, abasteció duranteel Bronce Final los territorios de Lugo y Orensede productos cupríferos generados en los ricoscriaderos del Nalón (de Blas, 1992: 133). En estascircunstancias, el tratamiento monumental otor-gado al cierre de la Acrópolis, precisamente haciael año 800 a.C., supondría el refrendo paisajísticode una preeminencia social que pudiera derivarsede los beneficios generados por su ventajosa posi-ción como lugar de paso en un circuito comercialque, al igual que en otros muchos puntos de laEuropa atlántica de comienzos del I milenio, esti-muló el desarrollo de prósperas comunidades enterritorios de frontera étnica o cultural (Ruiz-Galvez, 1998: 227).

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Figura 11: El Chao Samartín se localiza en el curso de diversos itinerarios cuya vigencia se remonta a la Prehistoria reciente. El plano muestra su posición respecto a los principales

conjuntos tumulares del entorno.

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Durante la Edad del Hierro el Chao Samartínno perdió su pujanza si esta puede valorarse enfunción de la monumentalidad del aparato defen-sivo que se estableció en torno al caserío castreño.Al menos un gran foso y una muralla, varias vecesvencida y reformada, magnificaron durante siglosla imagen de esta comunidad. La adopción tem-prana de soluciones constructivas que afectarontanto a las fortificaciones como a la trama edifi-cada interior -que luego habrían de generalizarseen el resto de asentamientos castreños- son mues-tra de la vitalidad, capacidad de renovación y,también, de cierta ascendencia sobre las comuni-dades de su entorno.

Tras la conquista y la incorporación de lospueblos trasmontanos al Imperio, el modelo deorganización territorial establecida por Roma nohizo sino acentuar las diferencias que subrayan lasingularidad del Chao Samartín frente a otrosasentamientos vecinos.

Tal y como se ha descrito en trabajos anterio-res, la implantación romana en esta región parecehaber tomado como referencia determinadospoblados preexistentes que, por una u otra razón,reunían condiciones para desempeñar un papeldestacado en la organización administrativa ypolítica del territorio. De esta forma, algunos cas-tros asumieron, bajo control imperial, un rol decentralidad respecto a las comunidades del entornoque probablemente refrendaba administrativamen-te una posición secular de prestigio y ascendencia.Así, al igual que ocurrió entre los pueblos luggonescon la Campa Torres (Maya et alii. 2001: 261),entre los pésicos con San Chuis (Villa, 2007c: 177)o con El Castelón de Coaña entre los albiones(Villa, 2007d: 44), sucedió con el Chao Samartínentre los pueblos lucenses del interior.

En este caso, otras circunstancias, tambiénpoderosas, impulsaron la adaptación del viejonúcleo castreño al nuevo orden establecido bajodominio romano. Localizado sobre el itinerarioque comunicaba las capitales de ástures trasmon-tanos y galaicos lucenses -Lucus Asturum yLucus Augusti- la importancia del Chao Samartín

se vio realzada por la necesidad estatal de organi-zar la explotación de un territorio rico en depósi-tos auríferos cuyo beneficio resultaba, tras lareforma monetaria de Augusto, de extraordinariaimportancia para la buena marcha de las finanzasimperiales. Se conjugaron así dos condicionantesdecisivos que habrían de caracterizar implantaciónromana inicial sobre el antiguo castro y el territoriocolindante: la necesidad de un control policial efec-tivo y la capacidad técnica suficiente para la iden-tificación y puesta en marcha de las explotacionesmineras. En estas circunstancias la participacióndel ejército resultó inexcusable en su condición deinstrumento idóneo para dirigir y tutelar la organi-zación del trabajo, establecer las cargas tributariasasumibles por cada comunidad -entre las que esprobable se contase también el trabajo en las minas(Orejas, 2005: 314)- y garantizar su percepción. Deesta forma el Chao Samartín adquirió durante lasdécadas centrales del siglo I d.C. el perfil marcada-mente militar que denuncia su registro arqueológi-co, común a otros asentamientos de la comarca4, yque habría de perdurar hasta el final de la centuria(Villa & Gil, 2006; Villa et al. 2006) (Fig. 12/13).

EL CHAO SAMARTÍN EN ÉPOCA ROMANA

Mientras la hipótesis de la fundación romanade los castros, y su aparente respaldo arqueológi-co, gozó de credibilidad fue posible eludir unacuestión que ahora se presenta como capital: lacaracterización de las comunidades que habitaronlos castros durante la Edad del Hierro y sobrecuyo sustrato cultural habría de conformarse unanueva sociedad que, en apenas unas décadas,haría ostentación de su romanidad. En la actuali-dad, aunque resulte paradójico, la constatada anti-güedad del fenómeno castreño y consiguienteruina del modelo de colonización imperial quepreconizaba la fundación generalizada de pobla-dos fortificados tras la conquista, lejos de menos-cabar la importancia del influjo romano, realza elvigor y eficacia del impulso romanizador entre lascomunidades indígenas. Y es que la romanización

4 La implantación de efectivos militares se produce tanto enpoblados de la Edad del Hierro, remozados durante el sigloI, caso del Monte Castrelo de Pelóu, como en asentamientosde nueva fundación con morfología y planteamientos polior-céticos plenamente romanos como el denominado castro deSan Isidro, en cuyo dispositivo defensivo están ausentes losrasgos que habían caracterizado las fortificaciones locales de

la Edad del Hierro para levantar un perímetro amuralladocontinuo, de tendencia poligonal y remate de ángulos enesquina de naipe, o la introducción de otros elementos exó-ticos como las piedras hincadas, instaladas a modo de cerviy cippi sobre agger, recursos en su conjunto propias de lapoliorcética romana (Villa, 2007).

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Figura 13: Croquis en el que se muestra la secuencia cronoestratigráfica de los fosos exteriores.

Figura 12: Los fosos exteriores muestran una larga secuencia de uso y reforma que culminaría hacia finales del siglo II con el paulatino relleno de las trincheras. Se muestra la sección original del gran foso

así como el perfil de su posterior reexcavación para conformar el doble foso definitivo.

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adquiere en estos territorios unos rasgos singula-res que la distancian formalmente de lo aconteci-do en otras zonas peninsulares5, pero no más o enla misma medida, que divergían los atributos delas sociedades prerromanas sobre las que actua-ron. Incluso, desde esta perspectiva, la realidadarqueológica podría justificar la defensa de unatransformación tanto o más eficaz de los gruposprerromanos norteños frente a otros de romaniza-ción, si se quiere, más convencional. La adopcióndel uso epigráfico, la monetarización de los inter-cambios o la sustitución generalizada de los ajua-res cerámicos constituyen acontecimientos rele-vantes sólo comprensibles si se contemplan comoprueba de la integración e inequívoca aceptaciónde los valores propios del mundo romano.

Frente a la carencia de indicios reseñables deimplantación urbana en la Asturias de épocaaltoimperial, los castros se muestran aún hoycomo el hábitat hegemónico de la región duran-te los siglos I y II d.C. El aire arcaico de suarquitectura así como la penuria endémica en elrepertorio de productos genuinamente romanosproyectaron sobre este territorio, con el podero-so aval de la literatura clásica, la imagen de unespacio primitivo, tercamente refractario alinflujo de la cultura romana. Un paisaje en el quela débil permeabilidad a las nuevas ideas se vis-lumbraba en aspectos tan específicos como laintroducción ocasional de nuevos patrones cons-tructivos o la relativa concentración de materia-les importados en castros singulares como laCampa Torres o el propio Chao Samartín.Evidencias que, en todo caso, refrendaban unaromanización epidérmica, modesta y desigual,protagonizada por grupos de población muy res-tringidos al frente de una masa social ajena a losusos y costumbres del invasor.

La lectura que hoy se afianza de aquella socie-dad surgida tras la conquista en la Asturias de lossiglos I y II de la Era es, sin embargo, muy dife-rente6. No se trata ya de especular con estadios deromanización establecidos por ratio de terra sigi-llata o numerario, sino que se impone la eviden-cia de un territorio férreamente controlado a par-tir de una presencia militar relativamente modes-

ta, pero suficiente (fig. 14), y el ascenso a cate-gorías aristocráticas de grupos locales socialmen-te destacados cuyos vínculos tradicionales derelación con la comunidad se instrumentalizaránal servicio del interés imperial.

La unidad administrativa básica de esta orga-nización fue la civitas, figura jurídica que se sir-vió de lugares con secular tradición de centrali-dad, caso del Chao Samartín, para brindar el esce-nario adecuado al ejercicio del poder en sus ver-tientes judicial, fiscal y militar. Tal elección reca-yó aquí en un núcleo en el que convergían ademásotras funciones, ejercidas probablemente desdetiempo ancestral, que permiten considerar, a par-tir de los testimonios epigráficos recuperados enel yacimiento, su identificación con alguna de lasentidades de población mencionadas en las fuen-tes de la época (Fig. 15).

Ya se ha hecho mención a la posición favora-ble del Chao Samartín respecto a itinerarios tran-sitados desde la Prehistoria que hubiese podidopropiciar su consolidación como mansio, vicusviarii o, considerar verosímil su identificacióncon alguno de los fora que se desarrollaron en el

Figura 14: El ambiente militarizado que predominódurante el siglo I d.C. encuentra abundantes testimonios

en el Chao Samartín y otros castros de la comarca(importaciones cerámicas, armamento, numerario). En la

imagen moneda contramarcada con figura de águila.

5 Sobre el “topos” historiográfico de la romanización:Fernández Ochoa y Morillo, 2002

6 Un cambio generado por la renovación metodológica de lainvestigación que se desarrolla desde mediados de los años

noventa en el marco de programas de larga duración y ámbi-to comarcal, como el Proyecto Gijón o el Plan Arqueológicodel Navia-Eo, del que los trabajos que aquí se presentan sontributarios.

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noroeste peninsular a fines del siglo I d.C. comocentros urbanos de vocación preferentementecomercial (Arias, 1992: 64). La configuración dela trama urbana con edificios singulares particu-larmente aptos para este fin y la aparición de jue-gos de pesas serían coherentes con tal afirmación(Naveiro, 1991: 173).

La orientación administrativa que el pobladoadquirió durante el periodo de tutela militar quecaracterizó el ambiente castreño durante el siglo Id.C. no es incompatible, además, con otros atri-butos de carácter ideológico perfilados ya desdesu ocupación prehistórica. Desde la instalacióndel complejo ritual de la Acrópolis -no se olvide,ordenado en torno a una gran piedra- hasta suconversión en espacio funerario durante elAltomedievo, todo apunta la relevancia del asen-tamiento en el ideario de los habitantes del entor-no para los que parajes de esta naturaleza conser-varían, durante siglos, la condición de hito litúrgi-co cuyo significado se proyectaba, más allá de loreligioso, sobre actos jurídicos y protocolarios7.

Así pues, del mismo modo que se ha sugeridopara la ciudad de Lugo (Arias & Villa, 2005:3000), en la ratificación por parte de la autoridadromana de la prevalencia ancestral del ChaoSamartín podría reconocerse su condición de cen-tro ritual o conciliabulum.

En definitiva, a lo largo del siglo I d.C. seentrevé la agregación en el Chao Samartín de atri-butos y cometidos que por su condición vertebra-dora deben interpretarse como rasgos indisocia-bles en la caracterización del antiguo castro pre-rromano como centro administrativo relevante -¿caput civitatis?- y, como tal, receptor de las car-gas fiscales establecidas sobre las comunidadesadscritas a su territorium cuyo control se ejercerádesde centros secundarios militarizados comoMonte Castrelo de Pelóu, de donde procede unainscripción interpretada como probable tabulacensualis, en la que se refieren los individuos ogrupos familiares sometidos a contribución en elterritorio vinculado al castellum (Villa et al.,2005) (Lám. 16/17). De hecho, la presencia de

Figura 15: Inscripción sobre cerámica en la que se hace referencia a los lugares de (B)vroflavia y Ocela (¿Chao Samartín?) y otros epígrafes que pudieran relacionarse con la toponimia local en época romana, Elanianivm,

recuperado en el Chao Samartín y Tvrro, procedente del castro de San Chuis (según A. García Linares).

7 Baste recordar el texto que encabeza la inscripción datada enel siglo VIII procedente de Carrio, un pequeño núcleo ruraldel concejo de Villayón, ribereño también del río Navia: I(n)petra a q(ua) dieri-bus em(e)re cepi nonia qu(e)

neces(s)aria sunt sup(er)…( En la piedra desde la que un díadecidí comprar los derechos necesarios sobre la casa y terre-nos …) (Diego Santos, 1993: 29).

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juegos de pesas y medidas en singulae civitates,vienen siendo consideradas instrumento oficial notanto al servicio de la población como de losrecaudadores (Balil, 1984: 181). En este caso, elfraccionamiento y cuidada elaboración de las pie-zas localizadas en el Chao Samartín sugieren su

empleo en el intercambio o valoración de mer-cancías suntuarias entre las que podría encontrar-se el oro producido en las minas de la comarca. Latributación con metal, o en su defecto como manode obra en el laboreo minero se contaría de estaforma entre las prestaciones o munera de la civi-

Figura 16: Inscripción en letra cursiva datada en el siglo I d.C. en el que se enumeran varias docenas de individuos enlo que parece constituir un censo o tabula censualis. Procede del Monte Castrelo de Pelóu.

Figura 17: Inscripción sobre sillar de arenisca con el texto CASTEL(O) procedente de Monte Castrelo de Pelou.

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tas sumando a los cometidos del Chao Samartíndel siglo I el de officinae metallorum, condiciónpropuesta para establecimientos de rango secun-dario desde los que se ejercería de forma efecti-va el control técnico y supervisión administrati-va de las zonas mineras (Sánchez-Palencia etalii. 2007: 144). A favor de tal condición puedeargumentarse la presencia abundante de instru-

mental y subproductos metalúrgicos empleadosen el tratamiento del oro y la plata (herramientascerámicas de fundición con salpicaduras y gote-rones metálicos, piedra de toque, etc.) cuya pre-sencia se registra generosamente tanto durante elperiodo de tutela militar como durante la segun-da centuria en ambientes inequívocamente loca-les8. (Fig. 18/19)

Figura 18: Cerámica común romana con empleo metalúrgico y cuya superficie interna se muestra intensamente perlada con goterones y salpicaduras de oro. Recuperada en ambientes indígenas del siglo II d.C.

Figura 19: Piedra de toque fabricada en lutita. Procede de ambientes indígenas del siglo II d.C.

8 La mayor parte de los materiales referidos están integrados enla exposición permanente del Museo Castro de Chao

Samartín (Villa, 2009).

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Figura 20: Plano del área excavada de la domus a finales de 2008. (Plano: E. Martín)

En definitiva, lo que se propone es que elafianzamiento del Chao Samartín como centrorelevante en la nueva organización territorialromana materializó la superposición, física ysociológica, del poder imperial sobre el conglo-merado de pactos, creencias y convenciones quearticulaban la sociedad indígena. Significó laapropiación del símbolo y de sus atributos conve-nientemente adaptado a los requerimientos de ungobierno cuyo último objetivo fue la inmediatapuesta en explotación del territorio sometido a suinfluencia. La conversión de este espacio físico enun espacio jurídico y fiscal –la civitas- no resulta-

ría en absoluto ajeno a las comunidades afectadasy justificaría de forma razonable el reconocimien-to del viejo poblado castreño como cabecera terri-torial o caput civitatis. Y de semejante voluntadno cabe expresión arqueológica más contundenteque la construcción de la domus (Fig. 20/21), sím-bolo inequívoco de status y sede distinguida paralas relaciones sociales (Fernández Vega, 1999:455), que levantada en el corazón de la comuni-dad castreña, usurpó un espacio principal dentrodel recinto fortificado, del castro, sin duda algunael icono más poderoso y representativo de lasociedad prerromana del NW peninsular.

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