DE LA BELLEZA EN LA CIENCIA - rae.es · PDF fileAhora bien, ocurría que dos de mis profesores de matemáticas eran geniales: Henry Poincaré y Henry Becquerel; pero como

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  • Ac. e 7 -

    R E A L A C A D E M I A E S P A O L A

    DE L A B E L L E Z A E N L A C I E N C I A

    D I S C U R S O L E D O E L DA 2 D E M A T O D E 1 9 7 6 ,

    EN SU R E C E P C I N P B L I C A , P O R E L

    E X C M O . S R . D O N S A L V A D O R D E M A D A R I A G A

    Y C O N T E S T A C I N D E L

    - E X C M O . S R . D O N J U L I A N M A R A S

    M A D R I D

    1 9 7 6

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  • R E A L A C A D E M I A E S P A O L A

    DE L A B E L L E Z A E N L A C I E N C I A

    D I S C U R S O L E D O E L DA 2 D E M A Y O

    D E 1 9 7 6 , EN S U R E C E P C I N P B L I C A , P O R E L

    E X C M O . S R . D O N S A L V A D O R D E M A D A R I A G A

    Y C O N T E S T A C I N D E L

    E X C M O , S R . D O N J U L I N M A R I A S

    o!

    M A D R I D

    1 9 7 6

  • Depsito l e g a l : M.-12744-197G.

    Imprenta Aguirre - T e l f . 446 54 20 - Madrid-3.

  • DISCURSO

    DEL

    EXCELENTSIMO SEOR

    DON SALVADOR DE MADARIAGA

  • Seores Acadmicos:

    Pues claro que la tuve: la tentacin de comenzar este discurso con un resonante Decamos ayer ... Pues claro que la tuve. Pero no ced, ni ceder poda, porque me faltaba la gente con qu llenar ese decamos. Primera persona plural que ni es profesora! ni poltica, sino algo ms sutil y fino que engloba a los que escuchan sin. por lio absorberlos. "Deca-mos". Todos. Yo, que hablo y vosotros que . . . pero quin sera ese vosotros, vivo hoy y vivo en aquel ayer? La res-puesta a la vista est. De los que me eligieron, slo respon-den hoy nuestro ilustre decano y mi compaero de emigra-cin Toms Navarro Toms. Todos los dems pueden alegar total inocencia.

    Tanto mayor habr de ser mi gratitud por las virtudes de amistad que en mi caso habis derrochado; espritu cvico, paciencia, confianza y magnanimidad. Las virtudes son de tan delicada tesitura que a veces el mucho elogiarlas puede ofenderlas. No seguir, pues, tocando esta tecla porque aun explicarlo puede sobrar, y, al fin y al cabo, a buenos enten-dedores hablo y media palabra basta,

    Como si esta recepcin de un acadmico novel a los cua-renta aos de su eleccin no viniese ya de suyo cargada de

  • irona, quiso !a suerte juguetona o la sesuda Providencia (que sobre esto no he acertado todava a formarme opinin) que mi predecesor contara ya setenta y seis aos cuando vino a sen-tarse en esta silla que ocup dieciseis aos, de modo que dej la Acadena y el mundo a los noventa y dos.

    Casares nos lo pinta con segura pluma de artista: "aquel viejecito vivaracho y afable", y a fe que el retrato es bueno y recuerda bien la impresin de viejos que causaban enton-ces los noventones, aimque ya los hubiera entre ellos ms frescos que una lechuga. Afables, sin duda, pero tambin so-lan ser estos viejecitos no poco cascarrabias, pues algo ha-ban de cascar si las muelas no daban para nueces; pero la cosa no pasaba a mayores porque aquellas rabias no eran tan duras de cascar como las de hoy.

    Uno de sus libros lleva por ttulo: MIS PRIMEROS OCHENTA AOS, y recuerdo de aquellos tiempos que el Malalengua de tanda, que nunca falta en Madrid, aseguraba ser el tal titulejo lo nico bueno del libro y que se lo haba inspirado un amigo. Seguro estoy de que se trataba de puro ve-neno terario, el ms ponzooso que cabe imaginar, despus del poltico, y del eclesistico, este ltimo, por ley natural, el ms mortfero de todos. Si vuestra preclara historia se orna de figuras literarias mucho ms brillantes que la de Gutirrez Gamero, basta con leer la frme e inclume mediocridad del discurso con que lo recibi Don Daniel Cortzar para poder asegurar por razonamiento a contrario que mi predece-sor era digno y bien digno de figurar en vuestros anales,

    Pero cmo podra seguir hablando de l sin mencionar a su predecesor, a aquel Don Francisco Andrs Commelein que fue mi rector y mi profesor de latn cuando vine de La Corua al Cardenal Cisneros? Y pregunto: sera contrario

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  • a las tradiciones de esta casa que yo arriesgase aqui mi opi-nin o por lo menos mi fuerte sospecha de que el apodo que sus alumnos otorgaron al Dr. Commelern, o sea: Selo-comern, haba sido hallazgo o invencin del que andando los aos iba a suceder a su sucesor en la silla M? Me apre-suro a aadir que este descubrimiento tardo en nada recorta ni roe la figura de aquel egregio latinista; antes constituye evidente tributo a su resistencia y coriceo carcter.

    Nada de este corretear por los pasillos del Cardenal Cis-neros osara frivolizar la vida, activa y creadora de Gutirrez Gamero, vida en la que hallo algn que otro rasgo semejante o tal o cual de la ma. No os recordar su perodo de emi-grado poltico en Francia, porque este es episodio casi obli-gatorio en un espaol. Francia e Inglaterra han sido siempre, al menos desde la Reforma, y ms an desde la Revolucin Francesa, como dos almohadas sobre las que Espaa tena, a veces, que posar su cansada y abatida testa.

    En los archivos de San Pedro se hallar (s se busca bien) lo que pas entre el Santo Portero de la Eternidad y el Creador y Seor de ella cuando abrumado por la espantosa realidad, San Pedro confes al Seor que tena en la puerta esperando a un tan inmundo pecador que el mismo Infierno le pareca ms que castigo, lugar de recreo para tamao mons-truo; lo cual hizo meditar dolorosamente aJ Seor y al fin sentenciar el caso: "Que vuelva a la Tierra y que nazca es-paol inteligente."

    Emigrado fue Gamero y aficionado a nmeros como Agente de Bolsa, lo que le llev a sentir verdadero inters por la ciencia, ya que slo hay cienda de lo mensurable. Y aqu me vuelvo a encontrar con l porque en su discurso de entrada

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  • camino de su tem a, la novela soci^, plantea otro que me ha fascinado siempre: el de la belleza de la ciencia.

    No valdra ms decir belleza en la ciencia? Espritu ori-^nal y amigo de recorrer los senderos a campo travs, Ga-mero discute el tema, a decir verdad, de modo no muy claro, quiz por inidaxlo con una cita de don Francisco Silvela no tan aguda como era de esperar de aquel ingenio. Con vuestra venia, aspirara yo aqu a aclarar el problema apoyndome en algunos recuerdos de mis estudios fsico-matemticos en Pars.

    Abordo el tema al modo emprico recordando que, in ilio tempore, acercndome a los vdnte aos, vena descubriendo a la vez la gran msica europea y la gran matemtica europea. Ahora bien, ocurra que dos de mis profesores de matemticas eran geniales: Henry Poincar y Henry Becquerel; pero como profesores eran tan ineptos como lo hubiera sido Cristbal Coln de profesor de geografa; en cambio, haba en l'ECOLE POLYTECHNIQUE entonces un profesor auxiliar repeti-dores les decan que se llamaba Humbert, y que, dotado por la naturaleza de un asombroso don de exposicin, haca nuestras delidas con sus lecdones de Anlisis algebraico.

    Y este os mi primer encuentro con la divina realidad: que pronto me puse a comparar mi goce al oir a Humbert por la maana y mi goce al oir Bach o Beethoven por la noche, goces, me deca con asombro, que eran de idntica ndole.

    Entindase en cuanto al efecto produddo sobre el nimo, porque la emodn esttica pura seguida de su luminosa es-tela de gratitud era la misma; mientras que, al remontamos a la sustanda creadora que uno y otro banquete nos ofrecan, forzoso era distinguir entre creadores como Bach o Beethoven

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  • y meros descubridores como Euler o Bemoulli, Es decir, que stos se limitaban a destapar la caja de las maravillas; mien-tras que aqullos no slo descubran armonas que de tcitas pasaban a expresas, sino que creaban obras nuevas que no estaban programadas en la Creacin.

    De todos modos, haba, pues, en el lgebra un elemento esttico indudable, y el atractivo de las lecciones de Humbert consista precisamente en el poder que le asista de ponerlo de manifiesto por su maestra en el arte de la exposicin.

    Arte. Ya he soltado la palabra clave. Vocablo mgico con cuyo auxilio quiz nos sea posible ir recorriendo este misterioso laberinto. Este laberinto cuyas vueltas y virivueltas celan y revelan a cada paso problemas y ms problemas. Pues, qu? No es la ciencia una sublimacin de la vara de medir de los tenderos, una caja de mercader elevada a !a quinta potencia? En suma, no es la ciencia un sistema de lo til? Entonces, cmo evitar que las obras cientficas, si algo tienen de esttico, no pasen de ser como esos dioses y diosas de bronce o mrmol cuya razn de ser consiste en el hacha de cincuenta bujas que sostiene en la diestra mano?

    Pero el arte, como suele suceder con los entes mgicos, es neutral, Hay, pues, bellas artes y maJas artes, artes blan-cas (las del pastelero) y artes negras (las del brujo). El arte no es ms que el dominio de una materia para obligarla a servir; a qu? es ya otra pregunta aparte; y si la respuesta e!s que ha de servir a transmitir el espritu pasando su esencia viva de un ser a otro, estamos en las bellas artes.

    Todava se nos esquiva y rehuye la esencia de la cues-tin, que es la vera natura de lo bello. Slo sabemos que en nuestro fuero interno hemos elevado lo bello a tan alto sitial

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  • que no toleramos que pueda servir para nada menos excelso que el supremo goce del alma humana reservada la pers-pectiva mstica.

    Entonces, qu hace lo bello en la ciencia? No quedamos en que era una vara de medir ms o meno